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Ficha n 2259

Creada: 23 septiembre 2009Editada: 23 septiembre 2009Modificada: 24 septiembre 2009

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Autor de la ficha:

Rafael LARA-MARTNEZEditor de la ficha:

Felipe ANGULOPublicado en:

Boletn n : 42ISSN 1954-3891

El Salvador, Pulgarcito de Amrica (1946) de Julio Enrique vila. Crnica de un hallazgo

Luego de una intensa bsqueda bibliogrfica, el artculo demuestra que la frase que representa el bautizo literario de El Salvador, atribuida a Gabriela Mistral, fue en realidad utilizada por primera vez como ttulo de un artculo por el escritor salvadoreo Julio Enrique vila. No se ha encontrado referencia concreta alguna en los escritos y poesas de la poeta chilena; en cambio Roque Dalton consagr la frmula en su libro Historias prohibidas del Pulgarcito, publicado en 1974.

Autor(es):Rafael Lara-Martnez

Fecha:Septiembre de 2009

Texto ntegral:1Crnica de un hallazgo

2A Carlos Caas Dinarte, en aprecio por su saber historiogrfico y generosidad.

3La historia a narrar se inici con un correo electrnico inocente pero inquisidor. Sabes cul es el texto completo en el que aparece la frase de Gabriela Mistral El Salvador, Pulgarcito de Amrica? La pregunta me la dirigi la poeta y escritora salvadorea Carmen Gonzlez Huguet con quien suelo intercambiar ideas con mediana frecuencia.

4Confesara que deb admitir mi ignorancia. Desconoca el texto de la poeta chilena, aun si haba ledo el artculo titulado El Salvador que public en elRepertorio Americano1. De este artculo me sorprenda el silencio que guardaba Mistral sobre los eventos de 1932, al tiempo que se preocupaba por catar el caf salvadoreo y compararlo al puertorriqueo. Presupona que su visita al pas del 19 de septiembre al 9 de octubre de 1931 en absoluto haba marcado la conciencia social de la chilena.

5Me pareca que exista una extraa laguna de mutismo entre su artculo de defensa a Sandino y la falta de referencia a la matanza de indgenas que ocurri en el occidente El Salvador en enero de 1932. Sin embargo, esta reserva no se la atribua a una decisin personal. Su discrecin defina un espritu de la poca que la explicacin en boga, la represin poltica, no cerna a cabalidad.

6Mistral escriba sobre El Salvador desde Italia y publicaba con toda libertad en Chile y Costa Rica. Su silencio lo comparti la mayora de intelectuales centroamericanos de los treinta quienes tampoco denunciaron, ni siquiera anunciaron los eventos. Me cuestionaba si de algo vala reconstruir hechos verdaderos cuando los autores intelectuales que los vivieron los haban percibido desde una ptica ajena a la nuestra: defensa de Sandino/silencio de 1932. Haba que proseguir la bsqueda.

7El artculo delRepertoriome enseaba adems que la historia no slo consista en hechos. Se formaba tambin de vacos que una conciencia tarda intentaba colmar horrorizada desde la lejana. En verdad, me repeta, si Mistral imagin El Salvador como Pulgarcito esa referencia no apareca escrita en su ensayo, como si una demora fuese caracterstica de nuestra identidad.

8Mi primer recurso bibliogrfico lo pensaba doble. Acud a la biblioteca de la Universidad de Nuevo Mxico (UNM) a revisar los estantes enteros que contenan los libros de Roque Dalton, por una parte, y los de Gabriela Mistral, por la otra. Ordenados por pases, los anaqueles de ambos autores se hallaban tan remotos como Centroamrica del Cono Sur.

9Para mi sorpresa, descubr queHistorias prohibidas del Pulgarcito(1974) libro que se iniciaba con la cita de la chilena representaba uno de los libros ms estudiados del autor salvadoreo. Sin embargo, ninguno de las mltiples respuestas crticas de la obra roqueana se tomaba la molestia de rastrear el origen documental de la famosa frase. Les bastaba repetir la mxima en cuestin para asegurarle al lector instruido, pero ingenuo, que la chilena era su autora original. Acaso, llegu a la conclusin semanas despus, ms que crticos seran censores del dato primario que researa hechos pretritos. Este nuevo silencio aliment an ms mi curiosidad. El ttulo mismo de la obra ms difundida de Dalton careca de referente historiogrfico objetivo.

10Con mayor ahnco hurgu los estantes que contenan la obra mistraliana. A falta de una recopilacin completa enUNM, llev a casa laAntologa mayor2. Pero antes, hoje minuciosamente la mayora de biografas sobre la autora. Me percat que casi ninguna resea inclua referencias directas a su viaje a El Salvador, ni mucho menos a la famosa frase con la cual bautiz al pas segn Dalton.

11Salvo un libro chileno de 1933 La divina Gabrielade Virgilio Figueroa y otro puertorriqueoPensamiento y forma en la prosa de Gabriela Mistral(1989) de Luis de Irrigoitia todos los dems ignoraban la presencia de la poeta laureada en el pas. Para la conciencia histrica y literaria chilena, El Salvador era hecho insignificante y eludible. Su famoso bautismo que haba calado tan hondo en el sentir nacional, en el Cono Sur quedaba en el silencio.

12Al tiempo que ojeaba una de las bibliografas ms exhaustiva de la autora,Vida y obrade laAntologa mayor(1992), enviaba correos electrnicos a colegas que haban escrito sobreHistorias prohibidas, a quienes su pesquisa crtica los conduca a la chilena, aun si no citaban el documento original. Se me asegur que pronto resolveran la duda al enviarme la fuente primaria, la cual todava estoy a la espera de recibir luego de varios meses. Acaso se tratara de un nuevo silencio.

13La revisin de la bibliografa de la poeta me produjo una nueva sorpresa. No haba mencin alguna del testimonio en sus ensayos sobre Centroamrica ni en sus poemas que lea a vuelo de pjaro en busca del oro filosofal. Me percat, sin embargo, que pese a la amistad que Mistral profesaba por Claudia Lars nunca haba escrito nada sobre su obra, mientras honraba la de Salarru en el mismoRepertorio Americanoluego de su visita al pas, y exista indito en su archivo personal otro elogio crtico del cuentista salvadoreo.

14Por fortuna, me dispona a visitar el pas por un par de semanas, tiempo suficiente para consultar los peridicos que de 1931 se conservaran en la Biblioteca Nacional y en la del Museo de Antropologa. En la primera encontr elDiario Del Salvador,El Tiempo,La PrensayDiario Latino, mientras en la segunda se hallabaEl Da. Pese a que la presencia de Mistral apareca en primera plana cada da de sus dos semanas de visita, no exista rastro de la famosa frase.

15Al conversar con Manlio Argueta, Director de la Biblioteca Nacional, me sugiri que tal vez el flamante ttulo del pas expusiera un puro invento, semejante a la frase que Jorge Arias Gmez le atribuy al legendario Farabundo Mart si la historia no puede escribirse con la pluma, se escribe con el rifle pero que nadie encontraba discurso ni documento original que la enmarcaban. De nuevo, intua que una conciencia tarda sustitua hechos y decires pretritos.

16A lo sumo, con dedos ennegrecidos y sucios, en los peridicos de 1931, encontr la vindicacin que Mistral haca de lo indgena. Hacia los albores de 1932, su defensa indigenista la secundaban Francisco Gavidia, la Universidad Nacional y otros intelectuales que la reciban con honores, sin advertir que al mismo tiempo haba alzamientos en comunidades al occidente del pas y la Virgen del Adelantado incitaba a la revuelta3. Un abismo insondable de silencio mohoso se extenda entre indigenismo de intelectuales y universitarios e indgenas afectados por los eventos de 1932.

17La cita ms cercana al cannico Pulgarcito rezaba en El Salvador se ha hecho en un mnimo de territorio un maximum de trabajo4. No obstante, la mayora de personas que consultaba me aseguraba la autora de la chilena remitindome a fuentes que rebuscaba con mayor ahnco y lea infructuosamente. De nuevo, ya sonaba a estribillo sin sentido, se me impona el silencio o, acaso, la conciencia tarda de la experiencia que la poeta laureada y sus anfitriones haban vivido en el pas. Haca constar una distancia entre vivencia y palabra.

18Tambin en San Salvador, consegu el artculo que Claudia Lars escribi sobre su amistad con Mistral5. Su elogio a la poeta surea reiteraba el silencio de la tan citada frase. La contextura plstica que a Lars le impresionaba de la chilena cay en olvido de la conciencia histrica nacional.Estampas de piedra y fuego, llam a estas breves pginas que tienen pequeos rincones hmedos y aromados: los cafetales. Nadie hasta hoy, entre nosotros, ha ofrecido en el campo de las letras algo ms vivo y hermosamente terrible sobre nuestro reino de Plutn, conclua al final de su resea.

19De nuevo, vislumbraba un desfase entre la percepcin de quienes conocieron a Mistral historia como vivencia y nuestra conciencia tarda, historia como reconstruccin. La sublime sensibilidad del paisaje no estableca vnculo alguno entre el derecho [indgena] a un suelo que es suyo por ley natural y los eventos de 1932 acaecidos en el pequeo pas () labrado como una joya por sus volcanes [en] Gnesis continuado y que no se cierra [por el permanente] reino del fuego6.

20Anteriormente, por la antologa chilena, un escrito de Trigueros de Len me haba advertido que los poetas que presenciaron la llegada de Mistral al pas ignoraban el sobrenombre literario de El Salvador, a la vez que se conmovan ante la plasticidad de la prosa mistraliana como una de las ms originales de Amrica7.

21Al igual que en Lars, posiciones que al presente calificaramos de silencio eventos acallados de 1932 en Mistral nuestros antecesores las elogiaban como verdadera revelacin y hallazgo: El Salvador debe agradecerle a quien supo descubrir sus ms apretados secretos8. La distancia entre juicio pretrito y presente no podra ser ms vasta ni flagrante, ya que pasado y actualidad se definiran por sensibilidades en ria. Mientras nuestros antecesores exigan fundar una geografa potica, en la actualidad slo nos interesara la poltica. Quizs obtendramos una mayor conciencia social, pero se extraviara toda relacin ecolgica, mito-potica con el mundo. Slo nuestro orgullo posmoderno argumentara entender hechos que antecesores ignoraron. Quizs

22Al cabo, la persona que me condujo al hallazgo definitivo fue Carlos Caas Dinarte, a quien tuve la oportunidad de visitar la noche anterior de mi regreso a Aztln. Hablamos de temas diversos l se interesaba en mapas antiguos; yo, en literatura nhuat mientras compartamos un caf espeso y aromtico, no muy distinto del que saboreaba Mistral al concluir su escrito sobre El Salvador. Si este deleite haba fascinado al primer premio nbel latinoamericano de literatura, simple escribano en pena de Comala, yo poda tambin permitirme momentos similares de jbilo ante el nctar negro.

23Caas Dinarte me asegur tener copia del documento original con la frase cannica, repetida hasta el cansancio. La letana no le corresponda a Mistral sino a un poeta e intelectual salvadoreo olvidado de la primera mitad del siglo veinte: Julio Enrique vila (1892-1968). De ser as, Dalton demostraba su amplio conocimiento de la historiografa literaria nacional, a la vez que confesaba que un libre arbitrio antojadizo guiaba su reescritura de la historia oficial. Haba que tergiversar a los clsicos.

24Al da siguiente, lo primero que hice al llegar a casa fue consultar las historiografas cannicas de la literatura salvadorea que tena a mano. Todas anotaban la existencia de un corto escrito intitulado El Pulgarcito de Amrica ms correctamente, El Salvador, Pulgarcito de Amrica pero no asentaban fecha exacta de edicin ni mencionaban la fuente en la cual apareca publicado. He aqu lo que referan sobre el autor y su obra:

25Si no pudo liberarse Julio Enrique vila (N 1892) de la consonancia, fue uno de los primeros que en Amrica elaboraron poesa amtrica, haciendo de lado la estructura modernista ()El Pulgarcito de Amrica, su patria, condensacin de afecto y realidad9.

26En estas fuentes se verificaba la sospecha de que Caas Dinarte me haba insinuado, la misma que intua Argueta sin conocimiento de causa, pero con instinto de escritor. Resultaba imposible demostrar la autora de Mistral con documentos primarios. La crtica actual, esfera acadmica que enEEUUse llama estudios culturales, operaba como historia sin historiografa. Los antroplogos remataran arguyendo que los estudios culturales se definiran como antropologa sin trabajo de campo.

27No haba bsqueda del dato pretrito directo ni vivencia de los hechos. En cambio, se trataba de una investigacin crtica que censuraba toda pesquisa del documento primario para sustituir el pasado por la ilusin poltica de un presente. Por aos, todos repetamos deba incluirme en el error una autora equivocada y confundamos canjes arbitrarios, ficciones deliberadas, con hechos reales.

28Argumentara que exista en Dalton una clara conciencia que haca de la historia ficcin. Por juego borgeano de espejos, los antnimos se intercambiaran, volcando hechos en invenciones y viceversa. Los opuestos se diluan en una totalidad narrativa cuyo encanto y seduccin sobrepasaban cualquier exigencia de adecuacin a la realidad. He aqu citada la conciencia roqueana de alterar documentos originales por espurios en aras de su objetivo ltimo. El diseo poltico y potico del autor dictaba la concordancia entre archivo y hecho.

29Los textos reproducidos a lo largo del libro han sido extrados de las siguientes fuentes () fuera de los textos y poemas originales tres han sido modificados para lograr los efectos perseguidos por el autor y dos textos aparentemente extrados de otras publicaciones son apcrifos, escritos tambin originalmente por el autor. Corresponde al lector descubrirlos10.

30Hasta ese momento, no existan hiptesis vlidas que identificaran esos cinco textos falsificados que el autor mismo sealaba como tarea inmediata de un lector con mirada aguda, ni tampoco abundaban estudios que revelasen cada una de las fuentes historiogrficasrealesque componan elcollagedeHistorias prohibidasen su conjunto. Ante este nuevo silencio se me impona descubrir originales sin alteraciones arbitrarias para reclamar autoras que el mismo Dalton sugera rastrear al final de su Pulgarcito. Sus lectores contemporneos nos negamos a indagarlos, pensando que teoras crticas y culturales reemplazaran exigencias historiogrficas.

31Para revertir este silencio en boga, el lector encontrar en los Anexos el texto original de Julio Enrique vila titulado El Salvador, Pulgarcito de Amrica publicado en 1946. Asimismo se reproduce un poema del escritor alemn Hans Magnus Enzensberger intitulado Hotel fraternit, el cual ofrece idntica estructura formal que el reconocido Poema de amor. Si el primer texto aclara la autora del ttulo salvo que algn estudioso rescate un documento soterrado de Mistral el segundo revela la manera en que un poema celebrado por definir lo nuestro proviene de una reescritura de lo ajeno. Las referencias ocultas declararan homenajes encubiertos a autores sin nombre en la bibliografa de la obra roqueana.

32A la semejanza formal de los poemas de Enzensberger y Dalton, por cortesa de Caas Dinarte, se agrega la analoga en el diseo liberador del autor deHistorias prohibidascon su antecesor acallado, borrado: Dalton tacha el nombre Julio Enrique vila y lo remplaza por el de Gabriela Mistral. En efecto, Dalton no slo calc el ttulo y tach el nombre del verdadero escritor, poeta conservador, defensor indirecto de regmenes que l mismo impugnaba. A la vez, el esquema libertador global de la obra lo encontraba esbozado en ciernes en vila: amor invencible por su libertad.

33Derecha e izquierda polticas no se distinguiran por su objetivo explcito ltimo, como por los medios que utilizaran para lograrlo. En vila se trataba de los gobiernos civiles y luego militares de la primera mitad del siglo XX, con afanes de democracia electoral; en Dalton, de la lealtad al Partido Comunista Salvadoreo, primero, y a la guerra de guerrillas, en seguida. No obstante, esta distincin drstica se resolva en la identidad de posiciones polticas contrapuestas que imaginaban la historia salvadorea como gesta heroica de un pueblo escogido en marcha severa hacia la conquista de su libertad, hacia el ideal de su verdadero nombre: Salvador. Para un mismo fin utpico liberacin nacional se cotejaban medios divergentes que implementaran su inevitable arribo: apoyo a los gobiernos en curso o democracia electoral vs. oposicin poltica radical y armada.

34Recalco la magnitud suprema del siguiente par de prrafos en el opsculo de vila, ya que sus lneas esbozaran el diseo global deHistorias prohibidascomo lucha constante de un pueblo hacia su liberacin nacional por venir. En comn acuerdo, en derecha e izquierda, la epopeya salvadorea se iniciara con la exaltacin de la defensa indgena de un territorio asediado por invasores extranjeros con distinto apelativo: comunismo internacional para unos, imperialismo estadounidense para otros. Pero los contrarios se reuniran en su clamor conjunto a altavoz por los pueblos oprimidos. Afirma vila:

35Patria que desde su primer aliento de vida, desde su primer grito de independencia, se ha caracterizado por dos virtudes: primero, un amor invencible por su libertad; y segundo, una protesta viva y eterna a favor de los pueblos oprimidos. En estos dos aspectos est encerrada toda su historia, desde la conquista hasta nuestros das.

36En la conquista del viejo reino de Cuscatln hoy El Salvador, fue herido y derrotado por primera vez el valiente Capitn Don Pedro de Alvarado; y su cacique simblico Atlacatl, muri de tristeza en sus montaas, sin someterse al conquistador; y fue un noble varn salvadoreo, Jos Simen Caas, quien logr en la Amrica Central la redencin de los Esclavos. Y as hasta hoy.

37Para concluir, me pregunto si cualquier escritor posee los mismos derechos que se adjudica Dalton al modificar autores y documentos originales prosiguiendo una prctica literaria bastante borgeana o si este privilegio se lo reserva a los elegidos. De admitir que alteraciones ficticias nos pertenecen a todos, al ms comn de los mortales, tal vez en breve leeremos textos espurios que falsifiquen a su arbitrio el legado roqueano, de igual manera que l tergivers a sus antecesores. Ser roqueano a cabalidad significa fidelidad a los procedimientos antojadizos, a la ficcionalizacin de quien se reconoce como maestro.

Anexos

El Salvador, Pulgarcito de Amrica

38Por Julio Enrique vila1139El Salvador es el pas ms pequeo del continente, el Pulgarcito de Amrica. Tan pequeo, tan pequeo es, que podra imaginarse que cupiera en el hueco de una mano. Sin embargo, la pequeez geogrfica, pobreza de territorio, ha sido vencida por un alma indgena indomable que ha logrado florecer los pramos y ha hundido su arado de madera hasta en los bordes del precipicio y las aristas de las cumbres. Todo el pas cultivado, se ofrece al peregrino como un huerto generoso; y bajo su sombra un huerto con los brazos abiertos, con los brazos en cruz, para acoger al que viene de fuera en busca de abrigo o sustento. Pueblo que todo lo obtuvo del trabajo, en una lucha tenaz y paciente; pero que sabe compartir la parquedad de su bocado con quien lo ha menester.

40Pero no creis que este huerto en perpetuo producir ha sido un paraso terrenal, la tierra prometida para los elegidos de Dios. No. Esta tierra pujante y brava, rebelde a las manos del hombre, para defenderse se eriz de volcanes. En el Occidente, el Izalco por las noches se viste su manto de oro vivo, refulgente como un dios pagano y terrible que agitara en sus manos una antorcha gigante; y en el Oriente, el Chaparrastique, majestuoso y friolento, parece abrigarse entre las humaredas, como un manto de armio. Por los cuatro puntos cardinales, y en el centro y en la periferia, todo se alz en volcanes.

41Los hombres como hormigas, juntando sus terrones poco a poco, alzaron aldeas y ciudades; y cuando las vieron florecientes y suntuosas, el volcn, vengativo, sacudi la tierra; y como castillos de barajas sopladas por nio caprichoso, los palacios y las chozas, todos por igual, rodaron confundidos por los suelos. Pero el hombre fue tenaz. Pronto surgieron entre los escombros los nuevos hogares; la vida continu, febril y laboriosa y a los pocos aos la ciudad resplandeci nuevamente. Pero no fue larga su existencia; el volcn rugi de nuevo y toda la obra humana fue arrasada. Y as, en lucha titnica, increble, estos hombres de fe han desafiado la Naturaleza; hasta tal punto, que sus casas se alzan altaneras en las mismas faldas del volcn en furia.

42De este continuo ajetreo, la tierra, en su mayor parte, parece sacudida por un ataque epilptico. Cumbres y hondonadas, alturas y precipicios. Al lado de un vergel, la corriente de lava, el rido pedregal. Pero en todas partes, en la tierra frtil como la tierra pobre, en la llanura y en la colina abrupta, y en el precipicio escalofriante, all veris al labriego, identificado con su yunta de bueyes, confundido entre la tierra parda, arrojando su semilla y recogiendo su cosecha.

43Y si los hombres son fuertes, recios y pacientes a la par, la mujer es admirable, sencillamente admirable. En las madrugadas, apenas Venus, el lucero grande, el nixtamalero, los despierta, el hombre se levanta hacia la tina de agua serenada, sumerge en ella su cabeza, todava soolienta, y la sacude ya fresca, como un rbol cuajado de roco. Luego va en busca de los bueyes; pone en sus hocicos hmedos dos manojos de zacate y retorna al hogar. En la choza, la mujer, diligente, ha encendido el brasero, echa las primeras tortillas y prepara los frijoles fritos y el caf estimulante y oloroso. Al medioda cuando el sol calcinante y la dura tarea han agobiado las espaldas del pen, cuando la sed abrasa y el hambre apremia, como una samaritana surge en la lontananza la mujer con el cntaro humilde y el agua fresca.

44Y en las tardes, al retorno tras las veredas encendidas de crepsculo, tras el parpadeo de las primeras estrellas, chisporrotea el hogar y la cena espera lista y sabrosa.

45Mujer cristiana, humilde y abnegada hasta el sacrificio, cuando el hombre no trabaja, ella varonilmente, saca la tarea y prepara la comida y, adems, da hijos para la tierra.

46En las alturas, las montaas se cubrieron de cafetales, la mayor riqueza del pas. Y es de ver la maravilla de un cafetal en flor! Habis visto alguna vez campos nevados en primavera, bajo el sol? Y habis conocido nevadas que aroman hasta la embriaguez? Pues eso es un cafetal en flor. Y en las pocas del fro, bajo los vientos de diciembre, los cafetales son deslumbrantes estuches colmados de rubes. Con que garbo desdeoso, las cortadoras arrojan en sus canastas las cargas de piedras preciosas! Y ms tarde, por todo el mundo, el negro elxir, esencia de vida, va estimulando y exaltando las potencias humanas.

47Pero no slo caf tiene El Salvador, tambin la caa de azcar alza sus penachos de granadero, granadero de la paz, rico de azcar. Ala par de los modernos ingenios, se escucha el lamento apacible de los viejos trapiches, tirados por la yunta de bueyes, que nos dan el azcar morena, encendida como la piel de los indios. Y tambin tenemos ail, que ms noble que los nobles, tiene de verdad la sangre azul. Y el blsamo de El Salvador, que por designio de la providencia, de todo el mundo slo se da en una breve parcela de nuestra tierra. Blsamo maravilloso que sana el cuerpo y el espritu. Y el maz que da el pan para el pueblo; y el tabaco; y los cereales; y las frutas del trpico, que no tienen dueo y se ofrecen desde sus ramas a quien quiera tomarlas.

48Hemos hablado de la tierra y del hombre que la hizo dar frutos. Pero este diminuto lote y este conjunto de seres forman un pas, una patria. Patria que desde su primer aliento de vida, desde su primer grito de independencia, se ha caracterizado por dos virtudes: primero, un amor invencible por su libertad; y segundo, una protesta viva y eterna a favor de los pueblos oprimidos. En estos dos aspectos est encerrada toda su historia, desde la conquista hasta nuestros das.

49En la conquista del viejo reino de Cuscatln hoy El Salvador, fue herido y derrotado por primera vez el valiente Capitn Don Pedro de Alvarado; y su cacique simblico Atlacatl, muri de tristeza en sus montaas, sin someterse al conquistador; y fue un noble varn salvadoreo, Jos Simen Caas, quien logr en la Amrica Central la redencin de los Esclavos. Y as hasta hoy.

50Sin embargo, no es un pueblo guerrero. Ama la paz. Su bandera no tiene campo ms que para dos colores: el azul y el blanco. Azul, retazo de cielo, ansia de elevacin, amor. Blanco, vellones de cordero, nieve de las cumbres, pureza de alma. Por eso nuestra patria es acogedora y fraternal; y slo pide al peregrino que traiga puro el espritu, para que no contamine el aire y no enturbie las aguas lmpidas.

51Este es El Salvador: el Pulgarcito de Amrica.

Hotel fraternit (1955)

52Por Hans Magnus Enzensberger1253hotel fraternit

54el que no tiene con qu comprarse una islael que espera a la reina de Saba frente a un cinematgrafoel que rompe de clera y desesperacin su ltima camisael que esconde un dobln de oro en el zapato rotoel que se mira en el ojo encalado del chantajistael que rechina los dientes en los tiovivosel que derrama el vino rojo en su cama durael que incinera cartas y fotografasel que vive sentado en los muelles debajo de las grasel que da de comer a las ardillasel que no tiene un cntimoel que se observael que golpea la paredel que gritael que bebeel que no hace nada

55mi enemigoagachado en el balcnen la cama encima del armarioen el suelo por todas partesagachadocon los ojos fijos en mmi hermano.

Notas de pie de pgina

561Gabriela Mistral, El Salvador, enRepertorio AmericanoXXVII: 9 (2 de septiembre de 1933). Original no consultado: Santiago de Chile:El Mercurio(29 de mayo de 1932).

572Gabriela Mistral,Antologa mayor, cuatro volmenes (Santiago de Chile: Cochrane, 1992).

583Explotando a los incautos campesinos, enLa Prensa(13 de septiembre de 1931), y Suceso Sangriento cerca de Zaragoza, enDiario Del Salvador(25 de septiembre de 1931).

594La Prensa(20 de septiembre de 1931).

605Claudia Lars, enCultura57 (julio-septiembre de 1970), pgs. 94-109.

616Gabriela Mistral, enRepertorio Americano(25 de noviembre y 2 de septiembre de 1933).

627Ricardo Trigueros de Len, Recuerdo de Gabriela Mistral, enAntologa general de Gabriela Mistral23-27 (Santiago-Chile: Homenaje de Orfeo, 1967), pg. 197. No aparece en susObras: poesa y prosa(San Salvador:DPI, 2007), la cual incluye, pgs. 181-182, la prosa Gabriela Mistral del libro Labrando madera (1947).

638Trigueros de Len, Recuerdo de Gabriela Mistral.

649Juan Felipe Toruo,Desarrollo literario de El Salvador(San Salvador: Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1958), pg. 284. Vase tambin Julio Enrique vila () El Pulgarcito de Amrica, en Luis Gallegos Valds,Panorama de la literatura salvadorea(San Salvador: UCA-Editores, 1981), pg. 216; y Julio Enrique vila (1892-968) () El Pulgarcito de Amrica (opsculo patritico), en David Escobar Galindo (ed.),ndice antolgico de la poesa salvadorea(San Salvador: UCA-Editores, 1982), pg. 256.

6510Roque Dalton,Historias prohibidas del Pulgarcito(Mxico, SigloXXI, 1974), pgs. 231-232.

6611Julio Enrique vila, El Salvador, Pulgarcito de Amrica, enCentro Amrica Ilustrada25 ao II (octubre de 1946). Cortesa de Carlos Caas Dinarte. Lleva foto del autor y lo antecede mapa de Nueva geografa de El Salvador de T. F. Jimnez. Es posible que exista un manuscrito ms extenso ya que Caas Dinarte en suDiccionario de autoras y autores salvadoreos(Salvador: Direccin de Publicaciones e Impresos,CONCULTURA, 2002), pg. 49, menciona el texto indito El pulgarcito de Amrica (folleto de intencin cvica salvadorea), el cual merecera publicarse para restituir la autora de quien bautiz literariamente al pas.

6712Hans Magnus Enzensberger,Poesas para los que no leen poesas(Barcelona: Barra Editores, 1972), pg. 9. Edicin bilinge. Versin espaola de Heberto Padilla. Cortesa de las Musas.

68Para citar este artculo :

Rafael Lara-Martnez, El Salvador, Pulgarcito de Amrica (1946) de Julio Enrique vila. Crnica de un hallazgo , Boletn AFEHC N42, publicado el 04 septiembre 2009, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2259

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