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Astronomía prehistórica Medí los cielos; ahora mido las sombras Epitafio de Johannes Kepler Antonio Rincón Córcoles [email protected] AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS 33 En el verano de 1999, el bosque de Ziegelroda, a unos 180 kiló- metros al sudoeste de Berlín, fue escenario de un hallazgo sorprenden- te. Dos cazatesoros que operaban sin licencia desenterraron, armados con su detector de metales, un insospechado botín: dos espadas de bronce, dos destrales (hachas pequeñas), un cincel, varios fragmentos de pulseras y un extraño disco adornado con incrustaciones de oro y otros metales que ha suscitado controversia entre los científicos. El disco de Nebra, como se ha dado en conocer, es hoy considerado una joya de la arqueoastronomía y se exhibe en el Museo Estatal de Pre- historia de Halle, la ciudad germano-oriental que fue cuna del músico Georg Friedrich Haendel. Lamentablemente, las penosas condiciones de su descubrimiento no solo dañaron el preciado objeto, sino que han vertido algunas dudas sobre su autenticidad. El disco de Nebra fue recuperado de las redes del comercio clan- destino de obras de arte en 2002, tres años después de su hallazgo, en una operación de la policía suiza de Basilea que permitió seguir el ras- tro de los saqueadores. Estos consintieron en revelar la localización original del yacimiento a cambio de recibir ciertas dispensas en el pro- ceso judicial que se abrió contra ellos. Pero el enclave, conocido ya de antes por los arqueólogos como un posible asiento de pueblos neolí- ticos, había quedado seriamente contaminado. De unos 30 cm de diámetro, tamaño similar a un LP de vinilo, y con un peso de 2 kg, el disco de Nebra contiene una representación estilizada de un mapa astronómico. Su diseño está dominado por dos imágenes centrales, un círculo y un creciente que reproducen las silue- tas del sol (o, quizá, la luna llena) y de la luna menguante. Puntos dorados dispersos por su superficie semejan estrellas, y una agrupa-

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Astronomía prehistórica

Medí los cielos; ahora mido las sombras

Epitafio de Johannes Kepler

Antonio Rincón Có[email protected]

AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS

33

En el verano de 1999, el bosque de Ziegelroda, a unos 180 kiló-metros al sudoeste de Berlín, fue escenario de un hallazgo sorprenden-te. Dos cazatesoros que operaban sin licencia desenterraron, armadoscon su detector de metales, un insospechado botín: dos espadas debronce, dos destrales (hachas pequeñas), un cincel, varios fragmentosde pulseras y un extraño disco adornado con incrustaciones de oro yotros metales que ha suscitado controversia entre los científicos. Eldisco de Nebra, como se ha dado en conocer, es hoy considerado unajoya de la arqueoastronomía y se exhibe en el Museo Estatal de Pre-historia de Halle, la ciudad germano-oriental que fue cuna del músicoGeorg Friedrich Haendel. Lamentablemente, las penosas condicionesde su descubrimiento no solo dañaron el preciado objeto, sino quehan vertido algunas dudas sobre su autenticidad.

El disco de Nebra fue recuperado de las redes del comercio clan-destino de obras de arte en 2002, tres años después de su hallazgo, enuna operación de la policía suiza de Basilea que permitió seguir el ras-tro de los saqueadores. Estos consintieron en revelar la localizaciónoriginal del yacimiento a cambio de recibir ciertas dispensas en el pro-ceso judicial que se abrió contra ellos. Pero el enclave, conocido ya deantes por los arqueólogos como un posible asiento de pueblos neolí-ticos, había quedado seriamente contaminado.

De unos 30 cm de diámetro, tamaño similar a un LP de vinilo, ycon un peso de 2 kg, el disco de Nebra contiene una representaciónestilizada de un mapa astronómico. Su diseño está dominado por dosimágenes centrales, un círculo y un creciente que reproducen las silue-tas del sol (o, quizá, la luna llena) y de la luna menguante. Puntosdorados dispersos por su superficie semejan estrellas, y una agrupa-

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ción arracimada sobre uno de los cuernos lunaresrecuerda al cúmulo de las Pléyades, las “pastorascelestes” de las culturas arcaicas. Los añadidos curvosen los bordes podrían aludir al arco iris, la Vía Lácteao el Barco Solar también presente en la iconografíadel antiguo Egipto.

Una simbología tan completa de los elementos delcielo maravilló a los amantes de la astronomía antigua,pero también llevó a algunos expertos a cuestionar quela pieza fuera auténtica. Los destrozos causados enNebra por los cazatesoros hacían imposible recrear congarantías el contexto del descubrimiento. En su laborcotidiana, los arqueólogos proceden con extrema cau-tela, descubren el terreno con cepillos de gran delicade-za y analizan mínimas pistas que les ayudarán, en sulabor detectivesca, a datar las piezas y a establecer com-paraciones estratigráficas. Los saqueadores profanaronla tierra groseramente y arruinaron toda posibilidad derecrear las condiciones originales del enterramiento.

Para autenticar la pieza fue preciso recurrir amétodos de laboratorio. El análisis de los elementostraza por fluorescencia de rayos X del cobre y el oroque contiene y los estudios de radiocarbono de otroselementos del botín (restos de madera presentes enlas espadas) situaron la elaboración del disco deNebra hacia el segundo milenio anterior a la era cris-tiana, en plena Edad del Bronce. Estudios ulterioresrealizados en universidades alemanas parecen confir-mar su autenticidad.

Esta noticia ha llevado a soñar con variadas opcio-nes acerca del uso dado al disco de Nebra en la lejanaPrehistoria. Algunos sostienen que refleja una versiónsimbólica de la bóveda celeste al servicio de la determi-nación de los solsticios y las estaciones. Los antropólo-gos establecen paralelismos con el Creciente Fértil, perotambién con las culturas siberianas o con los inuits delÁrtico americano. Los lectores de la Ilíada recuerdan,por su parte, su semejanza con la minuciosa descripcióndada por Homero del escudo de Aquiles forjado en lafragua de Hefesto, dios del fuego: “Cinco capas tenía elescudo, y en la superior grabó el dios muchas artísticasfiguras, con sabia inteligencia. Allí puso la tierra, el cielo,el mar, el sol infatigable y la luna llena; allí las estrellasque el ciclo coronan, las Pléyades, las Híades, el robus-to Orión y la Osa, por sobrenombre el Carro, la cual girasiempre en el mismo sitio, mira a Orión y es la únicaque deja de bañarse en el Océano”.

Calendario astronómico, objeto decorativo oamuleto mágico del chamán o del guerrero. Tal vez

nunca pueda precisarse la verdadera naturaleza deldisco de Nebra. Aun así, en estas interpretacionessubyace una intuición, científica y humana, acercadel carácter de los pueblos prehistóricos: los hombresy las mujeres que en la Edad del Bronce poblaron elcorazón de Europa tendían un hilo inextinguible entreel destino de sus vidas y el devenir del firmamento.

➠Las estrellas de los antiguos

En las últimas décadas se ha desarrollado confuerza una especialidad científica de nuevo cuño. Esla llamada arqueoastronomía, una ciencia interdisci-plinar que contempla aspectos relacionados con lahistoria de la astronomía unidos a componentesantropológicos, etnográficos, arqueológicos y afines.Esta ciencia no es un mero enunciado de la evoluciónde los conocimientos sobre los astros en los tiemposarcaicos. Al contrario, pretende proyectar sus análisishasta la actualidad y asociar la contemplación delcielo y la descripción de sus fenómenos con la esen-cia de las sociedades humanas, sus mitos y supersti-ciones, su concepción del tiempo y del espacio, sucomunión con el entorno físico en el que viven y alque se sienten indeleblemente unidas.

No es difícil comprender que esta nueva disciplinahaya atraído la atención de numerosos aficionados.Despierta fascinación ahondar en los vínculos queestablecieron con las estrellas los egipcios con suspirámides, los mayas con sus calendarios y sus apo-calípticas predicciones, los aztecas y sus serpientesemplumadas, los cretenses antes de que su civiliza-ción fuera barrida por el tsunami nacido de la explo-sión volcánica de la isla de Thera (Santorini).

Pocos lugares encarnan mejor este atractivo y estadiversidad de perspectivas que el círculo de piedra deStonehenge, en el sur de Inglaterra, en cuyos estu-dios pioneros de la década de 1960 se suele situar elnacimiento de la arqueoastronomía como ciencia1.Es una lástima que el aluvión de turistas y la cercaníade varias carreteras permanentemente transitadas porcoches y autocares arruinen la visión de un ejemplotan extraordinario de la perseverancia humana. Elriesgo de degradación del monumento llevó a lasautoridades británicas a protegerlo dentro de un perí-metro de seguridad que impide acercarse lo suficien-temente a él para admirarlo en todo su esplendor.Esta prevención está justificada. No en vano se trata

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1 El astrónomo estadounidense Gerald Hawkins fue el primero en publicar, en 1965, un análisis que sugería que Stonehenge habríaservido de observatorio astronómico para predecir los movimientos del Sol y las estrellas.

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del “círculo de piedras prehistóricas más complejoarquitectónicamente del mundo”2.

Aunque el más grandioso y conocido de su géne-ro, el de Stonehenge no es un caso aislado. Restos decírculos de su misma naturaleza se encuentran disper-sos por toda Inglaterra, como el cercano de Avebury,peor conservado pero quizá más evocador, y apare-cen también en otras partes del mundo. En ellos, losestudiosos han descubierto que sus creadores orienta-ron deliberadamente los descomunales monolitos conel eje de los solsticios y los equinoccios. La premedi-tación de aquellos hombres primitivos, constructores,artífices y sacerdotes, parece asignar a estos monu-mentos una posible condición de observatorios astro-nómicos, calendarios megalíticos, templos mortuoriosy solemnes, hitos mágicos y centros de autoafirma-ción de identidades culturales.

Grupos de menhires como los de Inglaterra hanimpulsado el interés por la arqueoastronomía entrelos especialistas y los aficionados. No obstante, estaciencia maneja otros muchos testimonios, de carácterdiverso, que explican su auge y el rápido desarrolloque ha experimentado. Restos monumentales comolos impresionantes alineamientos megalíticos de Car-nac, en la Bretaña francesa, figuran entre ellos. Otrasfuentes de su interés son objetos o “artefactos” comoel disco de Nebra, el hueso de Thaïs y el dibujo deconstelaciones sobre marfil de la gruta de Gleissen-klösterle. Como también las alusiones astronómicasencontradas en las pinturas rupestres de las cuevasfrancesas de Lascaux.

La arqueoastronomía se ocupa asimismo deaspectos menos tangibles, como los que resaltan la

minuciosa elección de las orientaciones de ciertoslugares sagrados. Mucho se ha especulado acerca dela posible relación entre las pirámides egipcias y lasconstelaciones. A menudo los templos de las distintasculturas, como sucede con numerosas iglesias góticasy románicas, se han construido para recoger la luz delsol en su orto o su ocaso. Dos ejemplos espectacula-res de este mismo tenor se encuentran en el templode Abú Simbel, en Egipto, y en la pirámide de Kukul-kán, en el complejo de templos mayas de ChichénItzá.

Cuando, en la década de 1950, las autoridadesegipcias decidieron construir la presa de Asuán paracontrolar el cauce del Nilo a la altura de su primeracatarata, se vieron obligadas a resolver una difícil dis-yuntiva. Con la inundación de los terrenos aledañospodía perderse un rico acervo cultural del antiguoEgipto. Muchos templos y restos arqueológicos de labaja Nubia quedarían bajo las aguas. Los egipcioshicieron un llamamiento internacional y salvaronparte de aquel tesoro mediante donaciones a cambiode colaboración en el proyecto. El templo de Debodque se exhibe en un céntrico parque de Madrid esuno de los rescatados. El monumento más valioso, elde Abú Simbel, hubo de ser reubicado, piedra a pie-dra, para levantarlo a una mayor altura sobre la masarocosa en la que se asienta.

El templo de Abú Simbel fue trasladado a un lugarcercano al original, 65 m más arriba y unos 200 mmás lejos de la orilla, salvado para la posteridad alprecio de alterar una de sus singularidades. Original-mente había sido construido de forma que cada 21de octubre y cada 21 de febrero, 61 días antes y 61

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2 Amanda Chadburn, en la publicación Heritage Sites of Astronomy and Archaeoastronomy in the context of the UNESCO World Heri-tage Convention, 2010, coordinada por Clive Ruggles y Michael Cotte.

Piedras del círculo prehistórico de Avebury, Inglaterra, rodeadas de ovejas.

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días después del solsticio de invierno, los rayos sola-res consiguieran abrirse paso excepcionalmente hastael fondo del santuario e iluminar los rostros de lasestatuas de Ramsés, Ra y Amón. El dios Ptah, señorde la oscuridad, permanecía en penumbra. Esta exac-titud cronológica se ha perdido al modificarse la alti-tud del templo.

En el extremo opuesto del mundo, la pirámide deKukulkán es una joya de la arquitectura mesoameri-cana. “El Castillo”, como lo llamaron los conquistado-res españoles, pertenece al complejo maya de Chi-chén Itzá, en la península del Yucatán, próximo a laciudad mexicana de Mérida. Templo y sepulcro sagra-do, rinde culto y homenaje al dios Kukulkán, cocrea-dor del Universo y, para muchos, la equivalencia deQuetzalcóatl, la serpiente emplumada de los aztecassedienta de la sangre de los sacrificios humanos.Durante los equinoccios de primavera y otoño el dioscobra vida y se materializa en el templo-pirámide deKukulkán: el efecto del sol proyectado sobre susempinadas escaleras recrea el efecto en movimientode una terrorífica culebra de luces y de sombras.

El análisis de fenómenos arquitectónicos y visualestan llamativos, el conocimiento de su contexto culturaly religioso y la interpretación de su significado formanparte consustancial de la arqueoastronomía, entendi-da como un encuentro entre las ciencias físicas, natu-rales y humanas. En este contexto, con motivo de la

declaración por la UNESCO de 2009 como Año Mun-dial de la Astronomía, nació una iniciativa de notablerelevancia para el progreso de esta disciplina: el pro-yecto de declaración de lugares de interés astronómi-co como patrimonio de la humanidad. Instituciones,gobiernos y organizaciones no gubernamentales3 hanimpulsado estudios para presentar candidaturas dedistintos lugares, con el ánimo de garantizar las medi-das de protección y rehabilitación que se asocian aestas designaciones. Los enclaves arqueoastronómi-cos más importantes del mundo encabezan por dere-cho propio estas candidaturas.

➠Astronomía en las cuevas

Los testimonios arqueológicos más antiguos de larelación entre la humanidad y el cosmos datan de laPrehistoria. Pese a todos los esfuerzos de la ciencia,solo cabe imaginar cuáles fueron las circunstanciasvitales de nuestros antepasados remotos, que en sudura lucha por sobrevivir en un entorno hostil encon-traron tiempo para medir los ciclos de la naturaleza yaprender a guiarse por las posiciones del sol y lasestrellas.

Parece demostrado que, durante el PaleolíticoSuperior, los seres humanos ya reconocían ciertosasterismos que les servían para orientarse en la noche

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Algunos lugares de interés arqueoastronómico en Europa occidental.

1 Newgrange, IrlandaCírculo de piedra (crómlech)

2 Stonehenge/Avebury, Reino UnidoCírculos de piedras (crómlech)Complejos megalíticos

3 Carnac, FranciaAlineación de menhires

4 Lascaux, FranciaPinturas rupestres con asterismos

5 Extremadura/Alentejo, España/PortugalDólmenes y antas

6 Menorca, EspañaTaulas, talayots, navetas

7 Ale Stenar, SueciaCírculo megalítico en forma de barco

8 Göseck/Nebra, AlemaniaCírculos, fosos, empalizadas de maderaDisco con mapa astronómico

9 Grossmugl, AustriaOasis alpino para ver las estrellas

10 MaltaTemplos megalíticos

3 Una de ellas es ICOMOS (www.icomos.org), una organización internacional no gubernamental que trabaja por la conservación delos monumentos y yacimientos de interés en todo el mundo.

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durante sus incesantes traslados en pos de la caza.Por ejemplo, las Pléyades, el cúmulo estelar de lasSiete Hermanas según los griegos antiguos, son fácil-mente identificables en la constelación de Tauroincluso en la contaminada atmósfera de nuestrosdías. Tanto más, en sus noches oscuras, para el hom-bre prehistórico, quien dejó prueba de su observaciónen las pinturas rupestres de Lascaux. La CoronaBoreal, las Híades u Orión son otros asterismos quepudieran aparecer simbólicamente en objetos y pintu-ras hallados en las grutas prehistóricas.

El más antiguo mapa estelar conocido tiene unos32.500 años. Se trata de una pequeña talla de marfildescubierta en la cueva de Geissenklösterle, en el surde Alemania, que contiene aparentemente una ima-gen de la constelación de Orión, el cazador celeste.Tras ser destruida por un hundimiento, la cavernaguardó este tesoro auriñacense hasta su recuperaciónen 1979 como fruto de un programa de excavacio-nes. En la tablilla, de colmillo de mamut, se distinguela figura de un hombre con las piernas y los brazosextendidos en postura semejante al dibujo estelar deOrión.

Este “antropoide del cielo”, para algunos un híbri-do entre hombre y félido, ha sido descrito como el“orante” por su presunta estampa devota. En el rever-so de la tablilla, una serie de incisiones sobre el marfilposee también un posible significado astronómico: elnúmero de estas marcas, 88, coincide con un periodode tres lunaciones completas (88,5 días); además secorresponde con los días en que la estrella principal deOrión, Betelgeuse, desaparecía bajo el horizonte en lalatitud local durante las primaveras prehistóricas. Variasfiguras semejantes de “antropoides” en Galgenberg(Austria), Hohlenstein Stadel (Alemania) y otros yaci-mientos hacen vislumbrar una tradición cultural y míti-ca común en los distintos clanes de Homo sapienssapiens que poblaron la Europa central.

Resulta aventurado atribuir un sentido cósmicoexclusivo a esta clase de hallazgos. Algunos especia-listas otorgan al antropoide de Geissenklösterle y a lasmuescas del reverso de la pieza meros valores mági-cos y religiosos. La actitud orante del hombre y elnúmero de muescas se han dado en relacionar coninvocaciones a la fertilidad o, simplemente, con amu-letos de la buena fortuna para propiciar la caza. Unhalo similar de indeterminación envuelve a un huesomuy especial descubierto en la cueva de Thaïs, en1968-69, junto a la aldea medieval de Saint-Nazaire-

en-Royans, cerca de las estribaciones francesas de losAlpes. Con unos 14.000 años de antigüedad, en estapieza tallada por las dos caras en la costilla de unbóvido se aprecian líneas incisas que, según las opi-niones científicas, reflejan el registro de las observa-ciones lunares y solares diarias realizadas durante unperiodo de tres años y medio. Sería, por tanto, unaespecie de almanaque prehistórico. Las supuestasrecreaciones que contiene de las fases lunares y delcambio en la posición del sol con el paso de las esta-ciones llevan a colegir que, en el remoto periodo azi-liense, el ser humano poseía ya un conocimientoastronómico relativamente complejo.

Un tercer ejemplo de astronomía prehistórica enlas cavernas de Europa se encuentra en el célebreyacimiento de Lascaux, en la Dordoña francesa.Junto con las de Altamira, las pinturas rupestres quecontiene se consideran la obra cumbre del arte mag-daleniense4. Entre la polícroma profusión que pueblasus salas de caballos, bisontes, cabras, osos, rinoce-rontes e incluso una quimera despuntan varias figurascon posible valor astronómico. Así sucede con el“caballo chino” de la Galería Axial y el “bisonte raya-do” de la Cámara de los Felinos. Estos podrían formarparte de calendarios naturales, en los que las distintasfiguras mostrarían rasgos característicos de las esta-ciones.

Más claros parecen los asterismos que se escon-den en algunas de las figuras. Los puntos dibujadossobre el lomo de uno de los toros de la sala homóni-ma en Lascaux guardan una estrecha similitud conlas posiciones de las Pléyades. El ojo del animal y lospuntos que lo rodean coinciden con la posición deAldebarán, la estrella principal de Tauro, y el cúmulode las Híades. No obstante, el significado críptico deestos dibujos impide alcanzar conclusiones irrefuta-bles sobre los mismos. No cabe dudar de los conoci-mientos astronómicos de los hombres prehistóricos,nacidos de la observación, la paciencia y la necesi-dad. Sin embargo, como el resto de su historia, lacomprensión exacta de sus intenciones permaneceoculta en la bruma del misterio.

➠Astronomía megalítica

Godofredo de Monmouth popularizó en el siglo XIIlas leyendas artúricas en las islas Británicas. De supluma, el mago Merlín emergió de las nieblas galesas

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4 Las cuevas de Lascaux fueron cerradas al público en 1963 por orden del ministro de cultura André Malraux para evitar su degrada-ción. Se construyó una réplica de las mismas con la recreación de su ambiente y copias de sus extraordinarias pinturas.

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para extender su embrujo por el resto del orbe. En suHistoria de los reyes de Bretaña, Monmouth atribuyea este nigromante la responsabilidad mágica del tras-lado de Stonehenge, el “Círculo de los Gigantes”,desde Hibernia (Irlanda) a las llanuras de Salisbury,“para que permanezca allí eternamente en pie”.Arrastradas por titanes desde los más remotos confi-nes de África, sus piedras transferían, según el escri-tor, virtudes medicinales a los baños y cocciones dehierbas preparadas con agua derramada sobre ellas.

Ciertamente, al transitar por las planicies cercanasa Salisbury y su esbelta catedral es imposible sustraer-se a la vista de Stonehenge. Atrae la atención antetodo su crómlech, un anillo de piedra en magníficoestado de conservación, con sólidos trilitos (dos pila-res coronados por un dintel) junto a encumbradosmenhires. El complejo es muy extenso: los megalitosoriginarios se ordenaban en cuatro circunferenciasconcéntricas y estaban rodeados por un círculo exte-rior de madera (Woodhenge), en tiempos tal veztechado. Una larga avenida conduce a la Heelstone,la “piedra talón”, que en línea recta desde el centrodel monumento señala la salida del sol en el solsticiode verano, el día más largo del año.

El conjunto de Stonehenge fue erigido en variasetapas entre el octavo y el segundo milenio antes deCristo. Comprende en total más de 700 puntos deinterés arqueológico, la mitad de ellos túmulos fune-rarios. Su uso ceremonial se ha rastreado hasta el3700 antes de la era cristiana, y se prolongó al menosdurante dos mil años. En las proximidades del monu-mento se han excavado restos de viviendas neolíticas,que al parecer fueron habitadas solo temporalmente,quizá durante las ceremonias.

La orientación de varios de sus elementos princi-pales sigue principios astronómicos. Aparte de la ali-neación mencionada entre su centro y la Heelstone,otra sucesión de monumentos parece alinearse con eleje solsticial que marca el punto del ocaso del sol enverano y su orto en invierno. En una interpretaciónatrevida, el reputado astrónomo inglés Fred Hoylellegó a afirmar que los hoyos que rodean al crómlechprincipal pudieron servir en la Prehistoria como grantabla astronómica para la predicción de eclipses5.

La estampa imponente de Stonehenge, sus molespétreas transportadas desde centenares de kilómetrosde distancia, su halo sagrado y su elaborada grandio-sidad han inspirado a artistas, escritores, científicos y

aficionados de todas las épocas. No sería exageradoafirmar que, como las pirámides de Egipto, constitu-ye uno de los iconos más reconocibles de la historiahumana.

Círculos megalíticos semejantes, aunque no tanaparatosos, abundan en otros lugares de Gran Breta-ña e Irlanda (en Avebury y Newgrange, por ejemplo).En todos ellos se traslucen unos conocimientos astro-nómicos avanzados, acaso más profundos de lo quees posible constatar. En la Europa continental, la foto-grafía aérea ha descubierto indicios de más de 250fosos prehistóricos excavados en forma de anillo sola-mente en Alemania, Austria y Croacia. Uno de losmás fascinantes es el de Göseck, no muy lejos de Ber-lín y próximo al lugar en que se halló el disco deNebra.

El círculo de Göseck, de unos 75 m de diámetro,data del quinto milenio antes de Cristo y estaba for-mado en realidad por cuatro circunferencias concén-tricas con un montículo central, un foso y dos empa-lizadas de madera de entre 1,5 y 2 m de altura. A loslados se abrían tres puertas, de tal manera que unapersona vería, desde el túmulo central y durante elsolsticio de invierno, despuntar el sol por la entradadel sudeste y ocultarse por la del sudoeste. Las empa-lizadas que supuestamente delimitaron el círculo hansido reconstruidas, y Göseck constituye hoy un recla-mo turístico de creciente interés.

El regusto de lo desconocido y de lo numinoso sesaborea como nunca en el sur de Bretaña, junto a lascostas del golfo de Vizcaya. En la bahía de Morbihan,salpicada de islas y plácidas penínsulas, proliferaninnumerables dólmenes, crómlech, túmulos y cairnsque atestiguan una riqueza prehistórica sin igual. EnLocmariaquer sobrevive, tendido y roto, uno de losgigantescos menhires (más de 18 m) que en tiemposse alzaron en su suelo en el quinto milenio antes deCristo. Disputas entre tribus rivales, o la suplantaciónde unas culturas por otras, no solo derribaron sus cos-tumbres, sino también sus monumentos.

Como vestigio extraordinario de aquel tiemporemoto se conservan los magníficos alineamientos deCarnac. De las cerca de diez mil piedras levantadasque llegó a albergar esta localidad en tiempos prehis-tóricos quedan en pie poco más de mil. Aun así, elpanorama resulta sobrecogedor. Según la leyenda, alcaer la noche los menhires enhiestos caminan hacia elmar para bañarse y beber, en fantasmal desfile de

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5 Así lo recogió en el resumen de una serie de conferencias pronunciadas en la Distinguished Visiting Series organizadas por el Institu-to Tecnológico de California y resumidas en la publicación de 1972 From Stonehenge to Modern Cosmology (traducida al castellanoen Alianza Editorial como De Stonehenge a la cosmología contemporánea).

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penitentes. Otras tradiciones los identifican con legio-narios romanos petrificados por intercesión divinapara proteger a los bretones. Avenidas de templos,seres sobrenaturales, pétreas sendas mortuorias, arasde culto y de celebración: ante su magia seductoracuesta deslindar fantasía y realidad.

No es insensato buscar claves astronómicas enesta extraña procesión. Muchas de sus piedras ocu-pan lugares privilegiados, para marcar los puntos delorto y el ocaso del sol, la luna y las principales estre-llas. Tal vez sirvieran de instrumentos astronómicosde precisión y anunciaran las fechas exactas de lossolsticios y de los equinoccios. En los pueblos neolíti-cos, este conocimiento no era un mero adorno: ayu-daba a seguir los ritmos de las migraciones animalesy los ciclos de las plantas, a fijar el momento perfectopara el arado, la siembra y la cosecha. El mayor com-plejo megalítico del mundo, Carnac, hubo de ser pro-bablemente una inmensa necrópolis. Aunque nodebe descartarse que sirviera también como uno delos observatorios y calendarios astronómicos másantiguos que se conocen.

En territorio español se encuentran algunosmonumentos megalíticos que han merecido atenciónpor sus derivaciones astronómicas. Son interesantessobre todo las taulas, talayots y navetas funerarias deMenorca. También la extensa colección de dólmenesy antas dispersos por Extremadura, en España, y laregión portuguesa del Alentejo central. La mayor acu-mulación de los mismos se concentra en torno aValencia de Alcántara, Évora y Elvas. Su principalcaracterística desde el punto de vista astronómico es

su orientación. De acuerdo con los estudios realiza-dos en más de 170 de estos dólmenes, todos ellosmiran hacia la salida del sol, en un arco que cubre lavariación del orto solar en las distintas estaciones.

De épocas más recientes data un monumentomuy visitado en Suecia. En la provincia meridionalde Escania, entre bosques de abedules que abrazanunas playas de arena deslumbrante, asoma el modes-to puerto de Kaseberga. Desde allí, diez minutos deascenso por un sendero estrecho conducen a un bellopromontorio sobre el Báltico batido por los vientosque guarda un tesoro megalítico en estado natural:una colección de 59 menhires dispuestos en forma derombo que semeja un barco a punto de hacerse a lamar.

Esta singular y pétrea embarcación data del sigloV de la era cristiana, obra de un pueblo vikingo queacaso pretendiera recordar a las víctimas de un nau-fragio en las peligrosas corrientes de la costa. Segúnlas leyendas el lugar, conocido por Ale Stenar, o “pie-dras de Ale”, fue preparado para el enterramiento delrey de este nombre. No obstante, modernas investi-gaciones le han encontrado otro significado.

No debe responder a una casualidad el hecho deque, en el solsticio de verano, el sol se oculte tras laproa de este barco lapidario: el menhir situado máshacia el noroeste. Los restantes monolitos se sucedende modo que permiten seguir el curso solar con elpaso de las estaciones hasta llegar al solsticio deinvierno, cuando el astro despunta en la mañanaexactamente sobre la popa, el punto más sudoriental

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Alineación de menhires en Carnac, Bretaña (Francia).

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de Ale Stenar. Los lugareños afirman, bromeando,que solo una cohorte de gigantes y cíclopes pudohaber arrastrado menhires de tales dimensiones hastala cumbre de la verde planicie. Para desentrañar elmisterio tal vez habría que recurrir a las artes del ins-pector Wallander, célebre personaje de novela poli-ciaca cuyo imaginado apartamento se ubica a esca-sos kilómetros, en la ciudad de Ystad6.

➠Oasis estelares

La localidad de Grossmugl, a poco más de 30 kmde Viena, ha reclamado la atención de la UNESCOpara preservar uno de sus mejores patrimonios: laoscuridad nocturna que permite deleitarse con la

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6 La calle Mariagatan, donde reside el personaje de Kurt Wallander en la serie de novelas “negras” escritas por Henning Mankell, estan real como anodina y alejada del centro de esta tranquila localidad. Difícilmente cabe imaginar en ella tantos asesinatos.

Distribución de menhires en forma de barco, en Ale Stenar, sur de Suecia. Arriba, vista de la “proa” tomada desde elinterior del rombo. Abajo, representación esquemática del lugar: cada punto señala la posición de un menhir.

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bóveda celeste tal como se contemplaba en la Prehis-toria. Cuando, al caer el sol, el silo de grano y la torrede la iglesia de esta pequeña localidad se funden enlas sombras, el fulgor de unas cinco mil estrellascomienza a asomar tímidamente en el firmamento.Este oasis milagroso de oscuridad nocturna, a tanescasa distancia de una de las ciudades imperiales deEuropa, asiste con inquietud a la amenaza de degra-dación de su tesoro. Aspira a alcanzar una mencióninternacional para proteger el entorno, y sus habitan-tes colaboran apagando las luces de sus viviendascuando acontecen fenómenos estelares de especialnotoriedad. Desean, en palabras de Günther Wuch-terl, astrónomo vienés, “sentir la infinitud, abarcar elfirmamento, preservar el derecho de los hombres aver la Vía Láctea”.

Grossmugl significa “gran Mugl”, una alusión altúmulo prehistórico de las proximidades desde cuyaposición se alcanza una visibilidad plena de la líneadel horizonte. Es el lugar perfecto para quienes acu-den a gozar de una de las visiones más hermosasque depara la naturaleza. También en Austria se hacreado, con idéntico objetivo, una Reserva Alpinade Luz Estelar que se extiende a numerosas comu-nidades de las provincias de Estiria, Carintia y la

Alta y Baja Austria. Estas comarcas compiten con lareserva neozelandesa del lago Tekapo por convertir-se en el primer lugar declarado patrimonio de lahumanidad para la protección de las tinieblas de lanoche.

La recuperación para la sociedad de la luz de lasestrellas es uno de los objetivos de la arqueoastrono-mía. Según informes científicos recientes, el 99% delos europeos no puede ya ver la Vía Láctea desde susdomicilios. No sucede así en la isla canaria de LaPalma. Sobre las cumbres de su accidentada orogra-fía, dominada por la Caldera de Taburiente con susbosques milenarios de laurisilva, reina el observatorioastrofísico del Roque de los Muchachos casi libre decontaminación lumínica. Solo en Hawái y algunaszonas de Chile confluyen condiciones semejantes deexcepcional visibilidad. La oscuridad protegida, latransparencia del aire y una atmósfera estable mecidablandamente por los vientos alisios ayudan a conser-var este intangible bien. Los vecinos de La Palma seacostumbran, no siempre complacidos, a caminar porcalles algo más tenebrosas. A cambio disfrutan deuna riqueza natural de la que se ha privado a lainmensa mayoría de sus coterráneos: el sublimeespectáculo de un cielo estrellado.

Astronomía prehistórica

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