bajo un cielo incierto
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¿Es posible que estemos viviendo, en realidad, dentro de un sueño?TRANSCRIPT
“Bajo un cielo incierto”
1
Roberto sudaba profusamente. El traje le protegía, eso era del todo cierto, pero también le
proporcionaba ciertas molestias. El sistema de aspiración absorbía el sudor y lo reciclaba. Por
ese lado perfecto. Pero caminar por la superficie de Júpiter no era como dar un paseo por la
Tierra. Estaba el problema de la gravedad. Tiraba tanto hacia abajo que te sentías aplastado
literalmente por una fuerza invisible y rotunda. Además estaba su densa atmósfera y lo
irregular del terreno. Se necesitaban nervios de acero, músculos fuertes, un traje especial
equipado con visión de variado espectro y un exoesqueleto hidráulico de movimiento para
vencer esa monstruosa gravedad. Cualquier ser humano no sería capaz de dar más de treinta o
cuarenta pasos por su superficie. Era, por ejemplo, infinitamente peor que caminar por el
Everest. Aún con todo ese equipo, cualquier minúsculo movimiento requería un gran esfuerzo.
Pero Roberto estaba concienzudamente preparado para ello. Junto a él marchaban Nakata, un
japonés pequeño y musculoso, y Deschamps, un francés espigado pero muy fibroso. Habían
recogido diversas muestras del planeta. Casi no había tenido ni tiempo de admirar ese extraño
paisaje nebuloso que flotaba por todas partes como un rocío eterno simplemente porque estaba
demasiado ocupado para hacerlo. Llevaban diversos minerales extraídos de aquí y de allá. Por
fin llegaron a la base. Nakata grabó en video y Deschamps hizo algunas holo-fotografías. Una
vez allí repusieron las baterías proto-nucleares, inspeccionaron el lugar, a los robots y al sistema
informático. Enviaron los últimos datos lo que todavía no habían sido enviados. El francés y el
japonés permanecieron en la base mientras él cargaba todo en el vehículo oruga, para llevarlo a
la nave y traer de vuelta el nuevo equipo. En el trayecto pensó en lo importante que era aquella
misión y la repercusión que tendría en el futuro de los viajes hacia el exterior del sistema solar.
Se sintió como Armstrong cuando pisó por primera vez la luna o Baker cuando hizo lo propio
en Marte. Ellos, sin duda, pasarían a la historia por ser los primeros humanos que ponían el pie
en Júpiter. De pronto se sintió muy cansado. La nave estaba apenas a un kilómetro de distancia.
No la veía, pues la bruma de hidrógeno no le dejaba, pero sabía, por las lecturas de los aparatos,
que estaba allí. Se alegró de estar en la antípoda del gigantesco y eterno huracán. Aquel paisaje,
que hacía unos momentos le pareció tan fascinante y grandioso, de repente le hizo sentir una
incertidumbre aterradora. La visión comenzó a distorsionarse. El corazón comenzó a latirle más
rápido de lo habitual.
-¿Qué ocurre...?- Musitó entre dientes.
El miedo le invadió los músculos y una especie de abismo se abrió dentro de su mente.
-¡Atención! ¡Vigile sus constantes! Su ritmo cardíaco sube peligrosamente. Tome de inmediato
un “aloferón”.- Ordenó la computadora.
Pero ya era tarde. Roberto sintió una especie de estremecimiento y su cuerpo se puso rígido.
Como si de una súbita vorágine se tratara, un abismo opaco se abrió en torno al caldo cósmico
que le había atrapado, transportándolo a un lugar irreal e ingrávido. El vacío se fue
transformando en un entorno acuoso y entonces creyó tener una sensación aterradora de caída.
Todo ese entorno vaporoso se materializó en un segundo y se encontró dentro de un extraño
vehículo muy diferente a su oruga, más pequeño y veloz, que caía irremediablemente sobre una
superficie acuática, tal vez al mar o un río o algo así. No tuvo tiempo de averiguarlo, el impacto
le dejó ligeramente conmocionado, el parabrisas se astilló y entonces perdió el conocimiento.
2
Roberto despertó poco a poco, y se sintió muy desorientado. El primer recuerdo que pasó por
su mente era la nebulosa superficie de Júpiter y la terrible lucha que suponía caminar por ella, y
esa precisamente era la sensación que mantenía su cuerpo. Por eso se sintió tan liviano y
delgado. Aquel lugar nada tenía que ver con el gigantesco planeta y su atmósfera. Se encontraba
en un lugar plácido, impregnado de aire fresco y luz diáfana. Tras la ventana pudo admirar un
cielo azul manchado de cúmulos espumosos, como madejas de lana. Aquello podía ser el
paraíso, a pesar de ser la cama de un hospital. Pulsó entonces el interruptor de llamada y al
instante apareció una guapa enfermera.
-Hola,- dijo esgrimiendo una sonrisa más propia de una azafata.- ¿Cómo estás? Tienes buen
aspecto.
-¿Qué ... qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
-En el hospital, hombre, pero creo que por poco tiempo, aunque eso deberá decidirlo el doctor
Lorca. Solo fue un susto, nada más...
-¿Un susto...?- Repitió él sin saber a qué se refería.
-Claro, olvidaba que...- reprimió sus palabras.- Bueno, cuando te trajeron estabas inconsciente.
Estuviste así unas cinco horas.- Le puso la mano en la frente. Comprobó que no tenía fiebre y
que todo parecía de lo más normal.- No te preocupes, en un rato pasará el doctor. Él te
explicará... ¿Te apetece algo? Agua, manzanilla, un poco de zumo...
-Zumo, gracias...
-De acuerdo, en un minuto te lo traigo.- Eso mismo tardó ella en hacerlo y él lo saboreó con el
paladar reseco y recordando aún esas bebidas insípidas que tomaba a bordo del “Beagle 2”-
Estaba muy rico. Los azucares revitalizaron su ánimo. Entonces apareció el médico.
- ¿Cómo está, señor Gómez?
- ¿Aparte de confuso? No lo sé, doctor, dígamelo usted.
- Bueno, ha sufrido un episodio de amnesia transitoria. Por eso se encuentra confuso. ¿Nadie le
ha contado...?- Roberto negó con la cabeza.- Estaba buceando con un amigo.
- ¿Buceando?- Preguntó atónito.
- Sí. Probablemente hubo algún fallo en la mezcla y perdió el conocimiento. Su compañero le
sacó del apuro. Le trajo aquí. Le hicimos la descompresión y le pusimos un poco de suero. Pero
está usted perfectamente. La amnesia desaparecerá tan rápido que no se dará ni cuenta de que
la tuvo, se lo aseguro. Esta tarde le daremos el alta. ¿De acuerdo?
- Sí.- Respondió él algo perplejo.- De acuerdo. Gracias doctor.
- ¡Hijo!- En ese instante entró en la habitación una señora de pelo oscuro bien cuidado y sonrisa
efusiva. Junto a ella iba una hermosa joven de pelo castaño enredado en pequeños tirabuzones
sensuales y ojos intensos- Acabo de enterarme, hijo, dame un beso, nos hemos asustado...- Le
agarró con fuerza y le dio un largo beso.
- Mamá, no te preocupes, estoy bien. No recuerdo nada, pero el doctor dijo que solo fue un
susto. Estaba buceando. Solo perdí el conocimiento. Estoy bien.
La joven se le acercó y le besó en los labios.
- Cariño, ¿cómo te encuentras?- Preguntó con voz inquieta.
- Bien, bien, de verdad.- Roberto se sorprendió de recordar de pronto su nombre, Luisa, como si
apareciera de la nada.- Parece que se estropeó el filtro y la mezcla se enrareció. No lo sé, algo de
eso me han dicho.
Su madre volvió a besarle tiernamente.
- Cuando nos avisaron del hospital... me dieron un susto de muerte.- Reiteró ella.
- Nada, no ha sido nada. No te preocupes por mí, de verdad. Es una tontería.
- ¿Una tontería?- Repitió molesta. Le miró a manera de reproche. Él hizo un gesto de clemencia.-
Prométeme que la próxima vez tendrás más cuidado...
Roberto asintió algo jocoso por lo que juzgaba la actitud algo exagerada de su madre. Pero las
madres son así, pensó. En ese momento cruzó lentamente por el pasillo, delante de su puerta,
un hombre maduro pero de edad incierta, y se detuvo frente a él durante escasos segundos,
mirándole de forma fugaz y extraña. A Roberto eso le llamó la atención, no supo por qué.
Observó que esa mirada era directa, a pesar de ser efímera, y adivinó en ella algo indescifrable,
oculto. El tipo continuó, a continuación, su camino, desapareciendo de su vista, pero Roberto,
intrigado por alguna extraña razón que no sabía explicar, se levantó obligado por un impulso, y
trato de alcanzarle.
- ¿Qué pasa?- preguntó su madre, pero él no le respondió. Asomó la cabeza por fuera de la
puerta y oteó ambos lados del pasillo pero ya no estaba allí.- Roberto, ¿qué haces...?
- Nada mamá, creí conocer a alguien.- Se limitó a responder.
Se sentó en la cama y en ese momento entró en la habitación un hombre de unos cuarenta y
pico años pero apariencia juvenil, que sabía que conocía, pero que no recordaba quién era. Igual
que le pasara con Luisa, su recuerdo le vino de forma espontánea. Se trataba de Antonio, el
compañero de buceo, quién le había salvado la vida. También recordó otras jornadas de buceo,
cuando iban a coger pulpos o cuando a este se quedó enganchando a un viejo casco de un barco
hundido y él le ayudó a desengancharse. Según esos recuerdos le había conocido unos años
atrás en la playa, mientras este trataba de sacar a la orilla una barca y él le ayudó a hacerlo, y, a
partir de ahí, comenzaron a pasar muchas horas juntos en los veranos, compartiendo la afición
al mar, pero perdiendo el rastro uno del otro casi completamente el resto del año.
- Joder, Roberto, ya te veo levantado y todo. ¡Qué alegría!- Se le acercó y le dio la mano
efusivamente.- Te veo bien... ¿qué me cuentas?
- Gracias a ti, lo que quieras. No recuerdo lo que ocurrió, pero me han dicho que si no es por ti...
Bueno, hoy por ti y mañana por mí. Yo también te debo alguna que otra, no creas. Usted debe
ser...
- Soy su madre.
- Encantado señora.- Le dio un beso.- Ya ve, su hijo está fuerte como un roble. Es un tío
estupendo
- Ella es Luisa, mi novia.
Antonio le dio otro beso.
- Joder, eres un tío con suerte.- Dijo y todos sonrieron.
- Oye, la verdad, todavía no me explico qué ocurrió.
- Pues lo de siempre, ya sabes. No eres el primero, te lo aseguro. La válvula del regulador falló e
hizo mal la mezcla. Estábamos a unos cincuenta metros, inspeccionando un caladero que no
conocíamos. De pronto te vi sufrir unas sacudidas y después, cuando me acerqué, estabas como
asustado y borracho, así que enseguida me di cuenta de que algo no andaba bien. Te quité uno
de los cinturones de plomo y comenzamos a subir poco a poco. Narcosis de nitrógeno, ya sabes.
Cuando llegamos a la superficie estabas a punto de desmayarte. Suerte que lo hiciste en el
barco.
Roberto asintió tomando conciencia, por primera vez, de la situación.
- No lo recuerdo, pero, en fin, bueno, me sacaste, que es lo importante.
- Sí, para eso vamos juntos ¿no? Bueno, tío, tengo que irme, he de recoger a la niña. Me alegro
de que estés bien. Nos vemos, ¿vale? Me debes una cerveza.
- Claro, hasta la próxima.
Antonio se fue tras despedirse y eso le dejó más confundido. No recordaba ese suceso y sin
embargo seguía recordando lo de Júpiter, aunque tenía la impresión de que había perdido
detalles, pero no sabía especificar cuáles.
- ¿En qué fecha estamos?- Preguntó repentinamente.
- Hoy es jueves.. día...-Respondió Luisa extrañada.
- No, el año, ¿en qué año estamos?- Cortó agitado.
- ¿El año?. – Repitió la joven no entendiendo nada.- Bueno, el 2025 ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
Roberto no contestó. Se limitó a mirar al vacío que encerraba la pared entendiendo que lo de
Júpiter resultaba imposible. Si no recordaba mal, (y estaba seguro de que no), el hombre aún
no había pisado Marte, eso ocurriría unos años después, según su percepción de las cosas.
- Tal vez no sea más que una pesadilla demasiado real...- Musitó en voz baja y aspiró un trago
de aire saboreándolo con incertidumbre.
3
Roberto volvió a su trabajo, un par de días después. Era bombero, y a ratos libres buceaba,
pescaba o tocaba la guitarra. Los compañeros le dieron la bienvenida. Todos le apreciaban.
Especialmente Carlos. Entraron juntos en la promoción y, desde entonces, habían hecho muy
buenas migas. En más de una ocasión se habían cubierto las espaldas. A Roberto le parecía un
tipo genial. Se tomaba la vida como un continuo reto. Se trataba de divertirse y pasárselo bien.
Era alegre, por supuesto, e impulsivo y bromista, y a veces superficial. Casi lo contrario a él.
Las cosas, para Carlos, solían ser blancas o negras, buenas o malas, productivas o estúpidas.
Amigo de los bares y las chicas, mostraba una filosofía de vida que a Roberto le resultaba, a
veces, un poco frívola, a pesar de que fuera su amigo. Pero no por ello le desestimaba, al
contrario, le respetaba, porque también mostraba valores muy positivos; era dado y
hospitalario, valiente y sincero, cualidades que le hacían excelente persona.
Esa jornada fue tranquila. No hubo sucesos desagradables ni ingratos. Jugaron a las cartas, al
tenis de mesa, charlaron, vieron programas de la tele. Hicieron también algunas maniobras,
repasaron rutinas e inspeccionaron el equipo. Además de eso, se retaron entre ellos a hacer
diversas cosas, como a subir más rápido por la cuerda, a hacer más dorsales colgados sobre un
hierro o a comprobar quién tenía más puntería con unas bolas. Después Carlos y él se fueron a
tomar unas cervezas y a jugar al billar al bar de costumbre. Roberto no hacía si no pensar en la
mirada del caminante del hospital. Carlos le preguntó que le preocupaba.
- ¿A veces no has tenido la sensación de que estás dentro de un sueño...?- Apuro un trago de
cerveza. Carlos golpeó la bola con el taco. Consiguió puntuar.
- ¿Dentro de un sueño? ¿Te refieres a nosotros? ¿Ahora? ¿Estás cervezas...?- Carlos sonreía como
si todo se tratase de una broma.
- Todo parecía tan real...- Susurró con inquietud. Miró las bolas, preparó el golpe y continuó
hablando,-“recuerdo estar allí, en Júpiter...”- golpeó pero no metió la bola.
- Eso te pasa por pensar en tonterías.- Cortó Carlos con la cerveza en la mano.
- Ya, claro, lo suponía... Estoy loco ¿verdad?
- Tío, ¿qué te pasa? ¿Te has fumado algo?- Carlos hizo una mueca de perplejidad.- ¿No pudo ser
la mierda esa de la mezcla o lo que sea?- Roberto no dijo nada. Esperó a que él realizara su
jugada. De nuevo consiguió premio. Estaba en racha.- Ves, vas a conseguir que te gane. Jódete.
Roberto sonrió comprobando lo que ya suponía; que su amigo, además de tomarle por loco,
no iba a ser capaz de mantener una conversación en serio. Pero no le importó, sabía que él,
probablemente, no sabría cómo enfrentarse a algo tan extraño y ridículo, así que saldría del
apuro utilizando el sentido del humor. En ese momento vio entrar a Antonio, su compañero
de buceo. Le hizo una señal con la mano y este vino hacia ellos y se agregó a la partida. Invitó
a otra ronda, cosa que Carlos agradeció mucho.
- ¿No te ha dicho lo de Júpiter?- Bramó este burlándose.
- ¿Lo de Júpiter?
- Sí, tío, vamos, cuéntaselo...
- Bueno, es un paranoia mía o algo así. Cuando desperté no recordaba haber estado contigo
buceando. Estaba totalmente borrado de mi mente, como si nunca lo hubiéramos hecho. No sé,
una especie de laguna...- Roberto se detuvo para hacer una pausa y para comprobar cómo
reaccionaba Antonio parecía intrigado- En lugar de eso recordé estar en Júpiter, en una especie
de expedición futurista o algo así. Formábamos un equipo de tres personas: un japonés, un
francés y yo. Caminábamos por su superficie y recogíamos muestras. Fuimos a la base y, al
volver en el vehículo oruga fue como si "algo" me trasladara a una época más parecida a la
nuestra y cayera con un coche sobre un río o algo así...
- Es posible que fuese la mezcla.- Sentenció Antonio. Después golpeó la bola blanca y metió la
bola de doce puntos en la tronera.- Una mezcla defectuosa provocaría desorientación,
somnolencia, visiones, una percepción errónea de las cosas... Creía que lo sabías.
- Sí, lo sé, solo que no parecía algo ilusorio, no sé si sabes a lo qué me refiero..- Roberto observó
a Carlos golpear la bola y como comenzaba a mirarle como preocupado.- Incluso recuerdo sus
nombres, Nakata y Deschamps. Usábamos trajes con mecanismos hidráulicos de movimiento,
para vencer la gravedad. Todo era nebuloso, difuso, pero muy hermoso y extraño. Teníamos
radares de movimiento y distintos tipos de visión. Recuerdo la base, el vehículo, la nave...
¡Resultaba tan real! Bueno, lo cierto es que ese recuerdo ha ido perdiendo nitidez, se ha ido
diluyendo, y lo he escrito para no olvidarlo. Sin embargo, otras cosas que no recordaba han ido
formándose en mi mente, como un puzle, pieza a pieza... ¿No te parece raro?
- Eso resulta del todo imposible, Roberto.- Antonio se volvió hacia él y le habló directamente.-
Sin mencionar que aún no hemos sido capaces de mandar un hombre a Marte, creo que
resultaría imposible pisar la superficie de Júpiter, su densa atmósfera, sus condiciones... es un
planeta formado casi completamente por gases, según creo. No es estable. Además, está lo del
gigantesco ciclón...
- Sí, ya lo sé, resulta inverosímil.
- Eso sí que es un ciclón...- Dijo Carlos al ver entrar dos hermosas chicas que parecían reír
despreocupadamente buscando algo de diversión.- ¿Vamos?- Le preguntó a Roberto pero este
rechazó la invitación y le indicó con un gesto que iba a seguir jugando con Antonio.- Está bien,
tu te lo pierdes.- Comentó y se fue hacia ellas.
- A veces me pregunto que sentido tienen las cosas.- Susurró Roberto en un tono distante.
- Bueno, a veces también me siento así. Es el estrés, supongo. Hace que uno vea las cosas de otra
forma. Es como si nada tuviera sentido, te sientes cansado y extraño. Son etapas, créeme. Todo
cambiará. Tómate un respiro, unas vacaciones o algo así.- Antonio erró el tiro y metió la bola
negra de forma incorrecta. Hizo una mueca de fastidio.- ¿Ves? Acaba de cambiar tu suerte.-
Apuró el último trago de su cerveza.
- Ya veo.- Roberto sonrió.
- Bueno, creo que tengo que irme.
- Vale.- Contestó él con afabilidad.- Cuando quieras echar otro buceo, llámame. ¿De acuerdo?
- Sí, lo haré. Cuídate.
Antonio se largó y Carlos, al notarlo, le hizo señas para que se acercara adonde estaba él con
las otras dos chicas. Roberto le hizo caso. Las chicas parecían encandiladas con el sentido de
humor que exhibía su compañero. Aparentaban navegar en una onda positiva y divertida,
muy prometedora por cierto. Sus ojos brillaban, tal vez por esas mismas ganas de diversión o
por las bebidas que habían ingerido. Él se las presentó y le dio un beso a cada una. Olían muy
bien y eran atractivas. Aquello prometía ser un ligue de bar en toda regla. Pero Roberto parecía
ciertamente abstraído. Una de ellas trató de sacarle del trance dándole conversación pero él
respondía demasiado escuetamente. Lo que ella juzgó como su disfraz de timidez le hizo
parecer más extraño e interesante y eso le resulto atractivo, así que continuó su plática
intentando caldear el ambiente y hacerle despertar, salir de esa trinchera. Cuando iba a
lanzarse a hacer un comentario algo más directo y comprometido en ese enmascarado flirteo él
se centró en un tipo que estaba en la barra, a unos veinte metro, porque le resultó demasiado
familiar y significativo. La muchacha, algo despechada, fijó su vista en su punto de mira, y,
cuando advirtió que se trataba de un tipo maduro no supo cómo interpretarlo y simplemente
se quedó sin palabras. Él, entonces, se excusó y se acercó a este, ante la atónita mirada de
Carlos, que le observaba con el rabillo del ojo.
- Perdona, pero, ¿no nos conocemos?- el extraño le miró sin denotar sorpresa alguna.- No sé, tu
cara me suena de...- un flash repentino le trajo la silueta del observador del hospital.- Hace un
par de días estabas en el hospital. Paseabas por el pasillo de la planta de internos, la cuarta
planta...
- Es posible.- Contestó este de forma breve.
- Sí, creo que sí. Pasaste por delante de mi habitación y... bueno, no sé, ¿a veces no has visto a
alguien y has intuido algo sin saber qué exactamente?
- Es posible.- Dijo el extraño volviéndose hacia él. Entonces creyó reconocer ese torrente profuso
y misterioso que encerraba su mirada en un parpadeo apenas perceptible.
- Oye tío, vamos ¿A qué estás jugando? No puedo olvidarme de tu mirada... Parecía como que
ibas a decirme algo, no sé... Bueno, no sé cómo explicarlo, tal vez solo sean imaginaciones
mías... Tal vez solo pasaras de forma casual por mi habitación o sólo fueras un entrometido que
trataba de saciar su curiosidad. Creo que me estoy volviendo loco o soy tonto.- Roberto le miró
por un segundo más y se dispuso a marcharse.
¿Un juego?- Le frenó el extraño con esa pregunta escueta y esa voz susurrante y grave.- No se
trata de ningún juego... Verás, una mariposa se posó cerca de la guarida de una araña, aunque
todos los animales le habían dicho que tuviera mucho cuidado con ella porque era muy astuta.
Pero pensó que podría salir volando si trataba de cogerla y que tendría cuidado en no caer en su
red. Aquel rincón era tan fresco y cómodo que esta llegó a dormirse sin darse apenas cuenta. Su
sueño fue muy plácido y reconfortante. Estaba feliz, todo era maravilloso, había docenas de
mariposas preciosas que revoloteaban, comida, aromas refrescantes, flores... En un momento
del sueño en que creyó morir del éxtasis, vio una figura borrosa que parecía una araña, pero
pensó: “no, no puede ser ese horrible monstruo, es demasiado terrible para ser cierto”... Pero el
sueño se fue diluyendo y la imagen de la araña comenzó a transformarse y a hacerse fea, grande
y monstruosa, y todo lo que le rodeaba se hizo nebuloso hasta desaparecer y, sorpresa, cuando
abrió los ojos se dio cuenta que la araña en realidad se la había estado comiendo mientras ella
creía vivir ese hermoso sueño... La araña le había lanzado una sustancia que la había drogado
por completo y la había hecho feliz y dichosa pero esa realidad era ficticia y le llevó hasta su
propia muerte...
Roberto se quedó sorprendido por un segundo, como fuera de lugar. No entendía nada,
aunque tratara de pillarle el sentido. A no ser que ese tipo estuviera loco, más loco que él.
-¿Y qué coño se supone que quiere decir eso?- No aguantó más y replicó con una interrogación
exagerada.
El extraño iba a decir algo, pero no pudo hacerlo por que cayó al suelo echándose mano al
pecho. Todo fue tan repentino que Roberto tardó un segundo en reaccionar. Parecía haber
sufrido un súbito ataque cardíaco o algo así. Su cara se desdibujó en una mueca de sorpresa.
-¿Qué te ocurre? ¡Joder!- Se agachó y trató de reanimarle.
-No te preocupes por mí. Tienes que atravesar el espejo...- Susurró angustiosamente mientras, al
aferrarse a él, clavaba los dedos en su brazo, tratando de exhalar un último aliento para hablar-
Tienes que mirar más allá del espejo...- Tras un quejido seco y breve tuvo un espasmo y murió.
-¡Vamos, vamos!- Le gritó Roberto mientras le hacía un masaje cardíaco. No respondía. Después
le practicó el boca a boca, pero tampoco tuvo resultado positivo.
La gente estaba arremolinada alrededor en una afán de ver y saber qué era lo que había
ocurrido. Sus esfuerzos fueron en vano y el extraño no pudo recuperar el aliento ni el pulso,
por más que lo intentó. Roberto suspiró con amargura y miró su rostro. Contrariamente a lo
que cabía suponer, no denotaba dolor ni agonía, se detuvo en un gesto incierto y casi serio,
como si eso en sí mismo tuviera que ver con lo que momentos antes este le había dicho. Al
momento llegó una ambulancia y se lo llevó, pero él ya sabía que no podían hacer nada por él.
Después se fue a casa con ese fuerte impacto en su alma y esas enigmáticas palabras en su
mente. ¿Qué le habría querido decir con eso? ¿Mirar a través del espejo? “Pobre viejo”, pensó
mientras le venía a su cabeza un recuerdo borroso sobre un planeta nebuloso y eterno en el
cual era imposible que nunca hubiese estado.
4
La alarma sonó en la central. Había una urgencia. Todos saltaron como resortes, se equiparon
y se dirigieron a toda leche a los camiones. En pocos segundos varias unidades salieron hacia
el lugar del incendio. Se trataba de un edificio de cuatro plantas. En la tercera se había
originado un intenso fuego que se había propagado hacia arriba. La gente de las plantas
inferiores había podido huir e incluso algunos de la tercera, pero lo que estaban en la cuarta
habían quedado atrapados sin remedio.
Los equipos de extinción y rescate se pusieron manos a la obra. El humo, que ascendía como
una nube tóxica hasta el infinito, presagiaba algo terrible. Se colocaron las bombas. Seis
mangueras escupieron agua en puntos estratégicos tratando de contener las llamas. No era
tarea fácil. Varias escaleras metálicas escalaron las alturas hasta colocarse cerca de las ventanas
de la tercera y la cuarta planta. La actividad frenética y organizada les permitió rescatar de los
balcones y ventanas a muchos que se refugiaban de las tóxicas cenizas y del implacable fuego.
Roberto ayudó a un par de ellos a incorporarse a las escaleras, mientras les indicaba que no
miraran hacia abajo y trataba de tranquilizarles diciéndoles que todo saldría bien. Sacó a una
mujer mayor y a un chico de unos veinticinco años. Alguien gritó que en la azotea habían dos
niños. Una mujer, a la que trataba de hacer bajar por la escalera telescópica lloraba
profusamente y estaba muy histérica, casi en estado de shock. Su cara tiznada delataba un
terror que encogía sus entrañas hasta el punto de entorpecer sus palabras. Se aferraba a él con
una fuerza casi sobrehumana, clavando sus uñas sobre su anorak protector y él trataba de
tranquilizarla y bajarla, pero los nervios no le dejaban reaccionar. Entonces Roberto tuvo que
gritarle que él subiría a por ellos pero que ella debía bajar.
-Hagamos un trato, usted baja y yo subo a por ellos, ¿de acuerdo?
Ella asintió conmocionada. Hizo entonces una señal al operador de la escalera contigua y este
se la acercó para que pudiera cambiarse.
-Encárgate de bajarla.- Le exclamó a Carlos.
- Roberto...- objetó preocupado su amigo, pero hizo lo que le había dicho ante la decisión de
este.- ¡Ten cuidado tío, esto está muy jodido! ¡No es nada segur!, podría venirse abajo en
cualquier momento!- Le advirtió con gravedad.
Tras una señal, el operador subió la escalera y Roberto se encaramó a la azotea de un salto.
Tal como le había advertido Carlos, aquello no pintaba muy bien. Había llamaradas de humo
por todas partes y grietas por donde escapaba el calor de las llamas. Los materiales habían
comenzado a derretirse. Dio un ligero vistazo. Unos metros frente a él unas habitaciones
donde se guardaban las lavadoras y algunos trastos y de fondo un llanto apagado que se
perdía en el crepitar de las llamas. Se dirigió hacia allí, teniendo cuidado de donde pisaba. El
llanto se hizo más evidente, pero no les pudo ver en primera instancia.
-¿Dónde estáis? ¡Chicos! ¿Dónde...?- El suelo crujía bajo sus pisadas.
- ¡Aquí! ¡Aquí!- Un muchacho de unos catorce años se levantó de detrás de un pequeño muro,
sobre una de esas casetas, y Roberto le pudo ver.
- ¿Estás bien? ¿Puedes saltar?
- Sí, yo sí, pero mi hermano... Está asustado.- Entonces se percató de que el llanto era del otro
niño. El mayor le hizo que se levantara y este asomó la cabeza. Sus mejillas denunciaban las
lágrimas de miedo. Roberto calculó que tenía unos diez u once años.
- Todo va a salir bien, todo va a salir bien, pero ahora tenéis que saltar. ¿De acuerdo? Tenéis que
bajar rápido.- Su voz sonaba más como una súplica que como una orden.
El mayor trató de convencer al pequeño, que estaba tan asustado que se mantenía en el suelo,
rígido, incapaz de moverse. Sus músculos habían quedado como atrofiados y su voluntad
anulada. Estaba como petrificado. Lo zarandeó, pero este gritó como un animal acorralado.
-¡Está bien! ¡Déjalo, lo pondrás más nervioso! ¿Cómo se llama tu hermano?- Una pequeña parte
del suelo entre las casetas y él se vino abajo y amenazadoras llamas asomaron.
- Fran, se llama Fran.
- Está bien Fran, ¡Eh! ¡Fran! ¡Fran! ¡Mírame! ¡Vamos! ¡Mírame!- Le gritó con autoridad hasta
que este asomó la cabeza. Consiguió captar su atención.- Mira Fran, mamá está ahí abajo. Me ha
mandado para que os rescate ¿vale? Os llevaré de vuelta con ella. ¿Quieres volver con mamá?-
El pequeño asintió tímidamente- Ella me ha dicho que sois muy valientes. Ella también es muy
valiente, y sabe que vendréis conmigo ¿vale? ¡Vamos! ¡Bajad! Ella os espera. No va a pasar nada
malo, nada malo, para eso estoy aquí- El muchacho alzó sus rodillas, ayudado por el mayor-
Soy bombero, y estoy aquí para llevaros con mamá.- Pero Roberto notó que el suelo crujía de
nuevo bajo sus pies y que no había mucho tiempo. Incluso se puso algo nervioso. El pequeño
reaccionaba demasiado lentamente, se agotaba el tiempo.- ¡Lánzalo tú mismo! ¡Vamos, no hay
tiempo! ¡Bájalo, yo lo cogeré!- Gritó ahora enérgicamente al mayor y este lo agarró por debajo
de los brazos y lo arrastró hacia el borde, después lo empujó un poco y Roberto lo cogió con
fuerza. Después de eso saltó él.
- ¡Vámonos!- Gritó agarrando a ambos, uno con cada brazo, y salieron corriendo de allí. Cuando
despejaron la zona el suelo se derrumbó bajo sus pies, y, milagrosamente no les alcanzó. El
estruendo fue enorme. Pudieron llegar a tiempo al pretil de la azotea, que, gracias a Dios,
aguantó, y entonces Roberto vio como Carlos venía en su ayuda con la escalera telescópica.
Después de eso bajaron poco a poco. La mujer, que desde abajo había advertido que sus hijos
bajaban con él, no pudo soportarlo más y se desvaneció. Otras personas le ayudaron y le dieron
un poco de agua. Cuando pisaron el suelo ya se había sobrepuesto de su impresión y corría
torpemente hacia ellos. Su histeria se transformó en llanto y su agonía en felicidad, y los tres se
fundieron en un intenso abrazo. Roberto no les quiso interrumpir, así que se alejó con disimulo,
oyendo el llanto del pequeño Fran, que por fin era capaz de liberar todo ese miedo.
Roberto se sintió satisfecho por el trabajo realizado. Miró a su alrededor. Se había
arremolinado mucha gente para contemplar, desde una distancia prudencial, el suceso. Entre
estos y ellos estaban los afectados, las víctimas del incendio, que aún no habían comenzado a
ser trasladadas por los servicios de ayuda, excepto un par de enfermos con quemaduras o
traumatismos leves. Algunos observaban al gigante de fuego con resignación, otros
permanecían presos de una angustia contenida, pero todos parecían sumamente afligidos y
asustados. Algunos lloraban por lo que estaban perdiendo. Era estremecedor sentir todo lo que
esas personas estaban sintiendo. Roberto, después de experimentar esa extraña emoción, tuvo la
sensación de que aquello formaba parte de una pesadilla colectiva o algo así, tan irreal y trágica
parecía. Entró como en una especie de pasajero trance inducido por el crepitar de las llamas, el
sonido hipnótico de las sirenas y la densa columna de humo que flotaba sobre el cielo y lo
ennegrecía todo y que lo transportó, en un leve chasquido, en un solo parpadeo, a otro lugar,
uno impenetrable y nebuloso donde el horizonte se desdoblaba en un abismo infinito que le
atrapó haciéndole sentir un cosquilleo agobiante y terrible.
-¡Eh, tío, vamos¡- Carlos le sacó del trance de forma involuntaria y Roberto no quiso pensar en
ello, y siguió ayudando al equipo en las labores de contención y extinción. El trabajo fue arduo
y se alargó por cinco horas más. El fuego destruyó el inmueble casi por completo. Parte de este
se derrumbó. Aunque Roberto no lo sabía con certeza, intuía que adentro se había quedado
gente. Varios equipos, así como policía, voluntarios, y ambulancias, acudieron en ayuda y ellos
pudieron irse a descansar.
5
Roberto llegó a su casa y notó un silencio denso y perturbador. Tuvo intención de poner las
noticias pero decidió en última instancia que era mejor desconectarse de todo el tema por un
instante. Tenía ganas de charlar con alguien. Llamó a su madre. Salió el contestador. Se extrañó
que no estuviera en su casa. Era un poco tarde, pero le dejó un mensaje en el contestador: “"hola
mamá, ¿cómo estás? Bueno, espero que bien. Solo llamaba para saludarte, antes de despistarme.
Todo va bien. Un beso." Colgó sintiéndose incómodo de hablarle a una grabación.
Después de eso se metió en la ducha reviviendo cada momento del incendio hasta llegar a lo
de los niños. Tuvo la sensación de que había algo que se le escapaba, que no encajaba del todo.
Había intervenido en algunos incidentes pero era la primera vez que había salvado la vida a
alguien de una forma tan extrema. No es que no estuviera satisfecho o contento, lo estaba, pero
sentía como que las cosas no debían haber concluido así, como ocurrieron. Subir allí fue un
impulso muy irreflexivo y, por su experiencia, supo, una vez estuvo arriba, que ese techo no
aguantaría demasiado en el estado en que estaba. Habría jurado que estaba a punto de
desplomarse. No sabría concretar el tiempo que estuvo allí pero ¿tal vez siete, ocho, diez
minutos...? Salió de la ducha y se dejó caer en el sofá y se durmió. Estaba realmente agotado.
Luisa llegó y le vio durmiendo como un niño. No le quiso despertar de momento. Le preparó
la cena. Cuando abrió los ojos la cena estaba puesta y Luisa a su lado, oyendo las noticias.
-Hola cariño, ¿Cómo estás? Ya me enteré de lo del incendio...- Se alongó hacia él y le dio un
abrazo.- Me alegro de que salvaras a esos niños... Debió de ser horrible.
-¿Qué han dicho...?
-Bueno, parece ser que el fuego se debió a un cortocircuito en un lugar donde tenían
almacenadas telas y diversas sustancias líquidas inflamables. Gracias a ustedes no se propagó
demasiado a las casas colindantes.
-¿Han dicho algo sobre víctimas?
-Creo que hay dos, cariño...- Luisa le miró con ternura y él suspiró resignado.- Mira,
precisamente están dando la noticia...- Ambos callaron ante el completo informe que daba el
periodista, mientras pasaba imágenes sobre el suceso. Roberto lo vio allí sentado y tuvo la
sensación de que él había estado en otro lugar. Desde el sofá de su casa el trajín parecía
organizado y todo resultaba más impersonal y coordinado, pero allí, en el “"campo de batalla",”
la experiencia se vivía de forma muy distinta y extrema. Después de eso entrevistaron a algunos
afectados y al capitán. La mayoría de los afectados se mostraban felices por salvar la vida pero
no podían evitar sentir esa sensación de resignación y pérdida de muchas cosas valiosas, no
solo las materiales. Roberto reconoció entonces a la madre de los niños que había sacado. Con
lágrimas en los ojos contó el relato de los hechos tal y como los vivió y le dio las gracias de
forma efusiva por salvarles. Mientras, pusieron una imagen suya en un pequeño recuadro. La
periodista de la central dio las gracias a todo el cuerpo de bomberos y su foto volvió a salir,
mientras ella le dedicaba palabras de elogio, poniéndole a una altura a la cual no se sentía, como
un héroe o algo así. Se sintió incómodo.
-No sé, creo que exageran...- dijo algo contrariado.- Solo hice mi trabajo. Allí todos nos jugamos
el pellejo, y no es justo que salga yo como el héroe de turno ante la gente.
-¡Vamos, cariño!- Exclamó Luisa en tono de reproche- No te lo tomes así... Todo es tan reciente
que te sientes confundido.
-Sabes, después de bajar a los niños, mientras tomaba un poco de aire y miraba a mi alrededor
viendo el caos y la confusión, de repente vino un flash a mi cabeza, como una visión. Me quedé
perplejo. Fue como si me encontrara en otro lugar muy lejano, muy diferente. Fue tan real.
Apenas me acordaba ya de esas alucinaciones... ¿Cómo han podido borrarse así de mi cabeza?
No lo entiendo. De pronto, todo vino a mi mente de nuevo, el viaje a Júpiter, la nave, el vehículo
oruga...
Luisa le miró con ojos sorprendidos, como no dando crédito a lo que oía. Aún así, reprimió el
primer comentario. Entonces sonrió, y él se sintió perturbado por su reacción, pero no alegó
nada.- Estás muy cansado. Ya hemos hablado de eso. Quiero que lo olvides, ¿vale? Ahora te
voy a hacer un masaje, a ver si te relajas un poco...- Se levantó y se colocó detrás, y comenzó a
frotar sus hombros, cuello y espalda con suavidad. Roberto se dejó llevar por la inercia de sus
sensaciones.- Mañana iremos a la playa, ¿Qué te parece?
- Estupendo.- Comentó él casi al borde del sueño. Entonces Luisa se sentó en sus rodillas y le
miró con ojos libidinosos. Estaba muy cansado, pero sus encantos superaban su cansancio...
Se levantaron tempranito al siguiente día. Prepararon las cosas y se fueron a la playa. Les
gustaba llegar a esa hora para evitar un poco las aglomeraciones tardías. Además de eso, solían
disfrutar del placer de caminar con el olor a mañana impregnado de yodo y sal. El viento era
refrescante y el murmullo de las olas era como una nana para el alma, relajaba y suavizaba las
inquietudes. Charlaron durante el paseo, charlaron sobre el tiempo, sobre algunos proyectos,
sobre cosas cotidianas, pero ni Roberto ni Luisa quisieron hablar sobre nada que perturbara esa
paz que ambos respiraban en ese momento, como por ejemplo las vivencias y sensaciones del
día anterior. Era una forma de rehuir lo complicado, lo espinoso, sin llegar a comprender que se
hacía más complejo con el silencio que con la comunicación. Después jugaron un rato a las
paletas y se dieron un reconfortante baño. El sol alzó su estela y comenzó a calentar con cierta
intensidad, así que ambos agradecieron el frescor del agua salada. Ya para esa hora, la gente
hacía acto de presencia en la playa, pero era tranquilizador comprobar que no se masificaba
demasiado. Al salir del agua, Roberto se tumbó bajo la sombrilla pero Luisa quiso coger un
poco de sol. Le gustaba broncearse. Roberto aprovechó, un buen rato después, para irse a pescar
al espigón. Se colocó en la punta, puso la carnada y lanzó el anzuelo. Se dedicó entonces a
charlar con la gente que paseaba y con un pescador que estaba colocado un par de metros más
allá. En el intervalo intentó recordar todo el extraño episodio de Júpiter y descubrió extrañado
que, a pesar de lo reciente que era, este había comenzado a hacerse difuso, y pensó también en
las palabras del pobre viejo del bar: “"tienes que mirar a través del espejo..." ¿Qué habría
querido decir con eso? ¿Era algún tipo de acertijo?
-Creo que me voy a otro sitio, por aquí no hay pesca, te lo digo yo. Buena suerte.- El pescador
recogió sus cosas y se fue.
Pensó entonces en que debía averiguar qué había sido de él, quien era, si tenía familia, ese tipo
de cosas. Había algo extraño en su mirada y sobre todo en sus palabras. No había perdido la
sensación de que el tipo intentaba decirle algo. Un niño se acercó y estuvo un buen rato
observándolo. Recogió el nylon y miró la carnada, un pedazo de gamba. Lo retocó como si fuese
el culpable del escaso éxito y entonces el niño se dirigió a él y le preguntó:
-¿Pican mucho?
¿Qué?- Roberto miró por encima de su hombro y le vio ahí, plantado, observándole.- No, parece
que no. ¿Te gusta pescar?
-No mucho.
-¿Quieres probar?
-Vale.- El pequeño asintió sin agrado ni disgusto.
Roberto le dio la caña y lo primero que hizo fue recoger el anzuelo.
-¿Qué haces?
-Voy a enseñarte un truco.- Respondió el mocoso escuetamente.- Volvió a lanzar el anzuelo casi
al mismo lugar, pero un poco más cerca.
-¿Y eso?- Preguntó Roberto sorprendido y algo jocoso.
-Toma, coge tú la caña.
El niño se la pasó y le miró de forma extraña, casi como si le traspasara con su mirada y
advirtiera la confusión que reinaba dentro de su alma. Roberto tuvo la sensación de ser
transparente ante sus ojos y se quedó por un momento desconcertado, pero, cuando iba a decir
algo, la caña dio varios tirones. Algún pez había picado.
¿Lo ves?- Le preguntó el chiquillo con serenidad, como si ya supiera de antemano qué iba a
ocurrir.
¿Qué es esto?- Tartamudeó Roberto.- ¿Cómo...? ¿Se trata de algún truco o algo así?
-Sí, es un truco... Alicia me lo enseñó...
-¿Quién es Alicia?- Apenas pudo preguntar nada más por que el niño se había dado media
vuelta y había subido por las piedras hasta el camino.- ¡Espera hombre! No te vayas...- Entonces
dejó la caña sujeta entre un par de piedras, se levantó y se dirigió al camino, pero cuando trató
de encontrarlo descubrió atónito que no estaba, se había esfumado. Vio a mucha gente
paseando pero el niño había desaparecido, por increíble que pareciese. Entonces tuvo la
sensación que aquello era una especie de mensaje, una clave o algo así. Atónito aún se dirigió a
la caña y sacó con paciencia el pez, aún absorto en las palabras del niño, tratando de encontrarle
algún sentido a todo. Era un pez de unos treinta centímetros. Lo agarró con la mano y lo
observó. No había nada especial en él. “"¿Debería haber algo especial?" se preguntó a modo de
reproche. Tal vez todo había sido producto de la más absoluta casualidad. El niño tiró la caña y
tuvo la suerte de que un pez picara. Los niños son muy fantasiosos. Alicia a lo mejor era la
hermana o alguna amiguita y, bueno, lo de esfumarse, tal vez se metió entre dos adultos o se
fue corriendo y bajó por la otra ladera de rocas... “"Espero no estar volviéndome loco", musitó
poco convencido. El pez se movía nerviosamente. Lo miró con una perspectiva que nunca antes
había contemplado: allí, sufriendo, atrapado en esa atmósfera hostil, luchando fuera de su
entorno natural...
-Debe de ser tu día de suerte...- Dijo, y le arrancó el anzuelo con cuidado, y lo devolvió al mar.
Recogió entonces los avíos de pescar y regresó con Luisa. Le contó lo sucedido pero ella se
mostró algo escéptica. Eso le molestó pero no se lo hizo ver. Después fueron a almorzar a uno
de los chiringuitos; pescado fresco, papas, cerveza y un helado. Todo estaba sabroso. Volvieron
a la playa, habían dejado el sitio cogido con la sombrilla y unas toallas. A él le entró morriña. Se
tumbó y se dejó dormir. Luisa encontró unas amigas. Carlos le despertó, aproximadamente una
hora más tarde. Se había dado un salto a la playa y logró encontrarles, pues solían ponerse casi
siempre en el mismo sitio. Eran casi las cinco de la tarde. Se fueron a dar un baño. Roberto
estaba atontado y el agua le despertó por completo. La siesta le había sentado de maravilla.
Carlos era incansable dentro del agua. Le proponía carreras tanto por debajo del agua como por
la superficie. Le hizo ir al rompeolas, que estaba aproximadamente a un kilómetro. Estuvieron
un rato inspeccionando las rocas y después de volver se sentaron donde el agua les llegaba al
pecho y relajaron los músculos.
-Te has hecho famoso, tío- Le dijo Carlos jocosamente.- Saliste en la tele. Lo mismo hasta te
condecoran y todo...
-Ya sabes cómo es nuestro trabajo. Estamos jugándonos el pellejo continuamente.
-Si te digo la verdad,- continuó Carlos- me dejaste perplejo cuando me dijiste que ibas a subir a
la azotea... Sin asegurar la zona ni comprobar el estado de esta... Te la jugaste y lo sabes.
-Es posible.- Objetó él.- Pero no sé si me creerás si te digo que lo que ocurrió es muy extraño. He
pensado mucho en ello. Cuando subí lo hice empujado por un irracional impulso, porque no
soportaba ver como esa mujer sufría sin poder hacer nada al respecto. Una vez arriba, cuando
trataba de tranquilizar a los chicos, me di cuenta de que el suelo estaba muy mal y que
probablemente no aguantaría. Si te soy sincero, aún no sé por qué no se derrumbó. Debería
haberlo hecho...- Se quedó pensativo, desconcertado.
-Debes de tener algún ángel de la guarda por ahí.
-No, tío, ¡te lo digo en serio!- Pronunció con convicción.
-"Joder", ¿qué quieres que te diga? Eres un tío con suerte. Eso es algo impredecible, tú lo sabes.
Por mucha experiencia que tengas, un siniestro nunca deja de ser sorprendente. Un incendio, un
derrumbamiento... lo que sea, es como si tuviera vida propia. Para qué comerte el tarro. Estás
vivo y salvaste a esos niños, eso es lo importante.
Roberto asintió y, en ese momento, Luisa se les agregó.
-¿Qué? ¿Contando batallitas?
-Sí, algo parecido.- Contestó él.
En realidad, estábamos presumiendo de ligues y todo eso...- Comentó Carlos con jovialidad.
-¿Ligues?- Repitió ella fastidiada- Déjate de ligues y haber cuando te echas una novia como Dios
manda y sientas la cabeza.
Carlos entonces se alzó del agua y comenzó a retroceder mientras le hacía la señal de la cruz
como si tratara de espantar a un vampiro y Luisa, en respuesta, comenzó a chapotearle bastante
agua con las dos manos, y Carlos le respondió y se entabló una batalla de agua y Roberto se
unió a Luisa en el empeño. Carlos se vio sorprendido ante tal avalancha y entonces se avalanzó
sobre él gritando: “traidor, te pones de parte de tu novia en vez de hacerlo de tu compañero...”
y se enzarzaron en una especie de combate de judo acuático.
-¡Está bien! ¡Está bien!- Medió ella- ¡Dejadlo ya! ¡Parece que os estáis peleando de verdad!
Dejaron el combate para otro día y se sentaron en la orilla, algo cansados y, al rato, salieron
del agua. Estuvieron al sol durante un buen rato.
-¿Os animáis esta noche?- Preguntó Carlos- He quedado con unos amigos. Podríamos ir a tomar
algo y a bailar.
Luisa miró a Roberto y Roberto miró a Luisa. La pereza se leía en sus ojos.
-Estoy cansado.- Dijo él.- Lo dejamos para otro día. Pero podrías invitarme a una cerveza.
-"Eres un muermo, tío".- Le acusó Carlos.
Recogieron las cosas y fueron al chiringuito y allí se tomaron esas reconfortantes cervezas.
Luego se largaron a casa, soportando relajados el pequeño atasco de salida. Eran como las
nueve de la noche. Carlos, sin embargo, lo sorteó con su moto y les hizo una mueca de burla
cuando se largaba.
Oían algo de música mientras Roberto agarraba el volante casi sin ganas.
-Hay que cambiarle el aceite al coche.- Dijo él.- Mañana quiero pasar a visitar a alguien después
del trabajo, ¿vale?
-¿Tienes turno de mañana? ¿A quién vas a visitar?
-Bueno, un tipo que vi en el hospital...- Roberto pausó un momento. Cuando estaba a punto de
continuar se detuvo porque tuvo la sensación de que Luisa se había quedado, extrañamente y
por un solo segundo, como paralizada. Fue un intervalo fugaz y una sensación pasajera pero, a
pesar de ello, no pudo evitar notar que había ocurrido "algo" extraño y difícilmente explicable.
La miró entonces atónito y ella le sonrió ajena a lo que él había sentido, recobrando la
normalidad, y aspiró una bocanada de aire.
-Luisa...
-Sí, cariño...- Su voz sonó igual pero diferente en una proporción y de una manera que no supo
explicar, solo sentir.
Fue como si algo en ella se desconectara y se volviera a conectar de inmediato, ¿o acaso se
estaba volviendo loco?
-¿Estás bien cariño?- Pregunto ella con afabilidad, notando el gesto contrariado que exhibía su
rostro.
Él no dijo nada, tan solo negó con la cabeza, porque no sabía si era mejor sentir que aquello
había sido cierto y que no se equivocaba o, por el contrario, pensar que estaba loco o algo peor.
Pero Luisa, de forma espontánea y sin darle oportunidad a su perplejidad, continuó
conversando de muchas cosas casi durante todo el trayecto.
Roberto no pudo dormir bien esa noche. En más de una ocasión había tenido la sensación de
haber soñado sobre una existencia que no era la suya en una época y un lugar diferentes.
Volvió a ocurrir. Esta vez soñó con una chica de pelo castaño y tez morena que, curiosamente,
se parecía mucho en complexión a Luisa, aunque de eso se daría cuenta posteriormente.
Ambos discutían y ella lloraba solicitando algo a lo que él parecía negarse. Ella le agarraba del
brazo y de la camisa para que no se largara, pero él también parecía furioso, y lograba zafarse.
Después de eso salió de un piso y bajó por las escaleras acaloradamente y ella le esperaba en el
balcón y le gritaba algo que no podía entender, pero él no le hacía caso y se montaba en un
vehículo que no supo adivinar el modelo ni el color. En ese punto fue que se despertó, justo al
arrancar el motor del vehículo, y, la primera impresión que tuvo fue que estaba allí, sentado en
el coche, pero, un segundo después tuvo una extraña sensación de “déjà vu, y fue como si
sintiera de nuevo que acababa de despertarse. Se quedó un rato desconcertado por ese cúmulo
de extrañas sensaciones. Durante un rato estuvo sentado en la cama tratando de asimilar todo
aquello. Repasó el sueño de nuevo y descubrió que, ha medida que iba recuperando la noción
de las cosas, el sueño iba disolviéndose poco a poco en un rincón indeterminado de su mente.
La percepción de la realidad fue ajustándose paulatinamente y dejó de sentir esa sensación de
desfase entre su mente y lo que le rodeaba y entonces miró a Luisa, como tratando de
averiguar algo sin saber el qué. Ella estaba profundamente dormida, sobre el lado contrario.
Vista de esa forma, parecía un muñeco o algo inanimado. Fue extraña esa percepción. A
medida que la observaba se sintió raro haciéndolo, así que se levantó, porque no tenía sueño,
fue al baño, orinó, se lavó las manos y se miró al espejo, y, por primera vez se vio como
alguien atrapado aunque no sabía concretar en qué o dónde y eso le hizo imposible definir tal
sensación. Sonrió sintiéndose un poco ridículo.
-¡Ten cuidado, vas a atravesar el espejo!- Se burló de sí mismo y se fue a la cocina, a tomarse un
zumo de piña.
Se lo llevó al sofá y se puso a rebuscar en la televisión. Zapeó durante un buen rato, y nada
de lo que vio le llamó la atención, así que la apagó, fastidiado por no tener sueño. Se levantó y
cogió una pequeña radio. Apagó la luz y se puso los auriculares, navegando por las ondas,
dejándose llevar por la magia de la noche. En una emisora un tipo ponía canciones antiguas.
En otra noticias sobre el tiempo. Las oyó un rato pero no le apetecían. Más noticias, esta vez de
carácter internacional. Demasiados conflictos. Sucesos. Una pelea en la salida de una discoteca
y heridos. Una explosión en una vivienda. Varios políticos corruptos juzgados y hallados
culpables. Un nuevo satélite lanzado por la Agencia Espacial Europea. Continuó su incierta
búsqueda. Jazz. No le gustaba demasiado. Una novela romántica. ¿De verdad hay gente que le
gustaba estas cosas?, se preguntó. Pero detuvo el dial ante una voz susurrante y fluida, que
despertó su curiosidad: “"...como mirar a través del espejo".- Captó su atención- "Existen
diferentes realidades. Algo es real o no en función de la percepción que tenemos sobre eso. Por
ejemplo, un peligro puede ser real o no para mí, a pesar de que exista o no... ¿Cuáles son esas
realidades? Esa es la gran cuestión."- Un poco de música sugerente- "nuestros sentidos
perciben la información de una forma determinada y eso que captamos se transforma en real.
Para nosotros es nuestra realidad. ¿En qué proporción es auténtica, genuina? Resulta difícil de
responder, es demasiado subjetivo. Pero yo, personalmente, creo que la cuestión importantes
es la siguiente: -música de misterio- ¿hasta qué grado eres preso de esa realidad? ¿Cuándo
dejas de ser cómplice y te conviertes en cautivo?"- – Más música de misterio.
- "¿Has tenido alguna vez esa sensación? ¿Has intentado convencerte de que no estabas loco?
¿Has sentido alguna vez que no pertenecías a este lugar? ¿Has sentido en algún momento que
todo era una especie de ilusión, un sueño intenso, que nada era real? No le des la espalda a tu
intuición. Tal vez te estés dejando engañar por tus sentidos. En un principio el ser humano era
una criatura instintiva e intuitiva. El tiempo y la civilización nos han ido arrebatando esas
cualidades. Ha cortado la parte más primitiva del espíritu humano, la más visceral pero
también la más auténtica..."- Música de ambiente- Creo que tenemos una llamada... Hola...
-Hola, buenas noches, amigos de las ondas, soy Armando.
-Hola navegante nocturno. Cuéntanos.
-Bueno, creo que soy la reencarnación de un colono americano. A veces sufro visiones de una
vida anterior. Son como fragmentos aislados. Recuerdo por ejemplo una caravana de carretas
atravesando largas praderas. Recuerdo tener una mujer rubia y pecosa, y a tres hijas, dos niñas
y un niño. Y recuerdo otras familias que también buscaban un buen lugar donde prosperar. Son
recuerdos mutilados y vagos, pero están ahí, no sé por qué razón. Por ejemplo, recuerdo que
uno de mis hijos, en una ocasión, fue mordido por una serpiente venenosa y yo pensé que iba a
morir, y entonces, un viejo indio Mohawk, “Vieja Lechuza, le salvó la vida... Bueno, me sometí a
varias sesiones de hipnosis regresiva y me identifiqué como Marc McAbott, nacido en Irlanda el
1725 y fallecido en Boston el 1778. Estuve investigando y el caso es que encontré la partida de
matrimonio de Marc McAbott con Mary Pirson fechada el 15 de Febrero del 1749 en la localidad
de Cork, junto al río Lee...
-Gracias por tu testimonio, amigo navegante. Nos has comentado tu caso, que tiene que ver con
las llamadas múltiples existencias o múltiples realidades. Esas realidades permanecen ocultas a
nuestros sentidos, pero existen, y tu testimonio así lo demuestra. Es un paso importante en la
búsqueda de la verdad, de nuestra verdad como seres que formamos parte de esta realidad pero
que en algún momento hemos podido formar parte de otra o tal vez lo formaremos. Un intento
por atrapar lo inalcanzable, lo inmenso, lo que no se entiende. En realidad, nuestra existencia se
remite a eso... Tenemos otra llamada. Pero antes quiero daros el teléfono de nuevo, por si
decidís intervenir en algún momento. Esperamos tu opinión y tus vivencias. Es el 0918273645. --
-Sí, buenas noches, ¿Quién eres?
-Hola, buenas noches, soy Beatriz. Tengo una especie de búsqueda y aún continúo haciéndolo.
Intento comprender el por qué de las cosas, traspasar la superficie. Actualmente estoy en
tratamiento. Hace unos seis meses traté de quitarme la vida. Desde hace algún tiempo tengo la
sensación de que vivimos en un lugar de transición. Todo lo que me rodea me parece tan
irreal... A veces he experimentado una especie de “déjà vu” y, en un segundo, tan fugaz y tan
imperceptible he sentido que ese segundo ya lo había vivido antes, pero, cuando eso me ocurre,
mi mente se nubla y todo se hace confuso. Una vez oí a alguien decir que la muerte era el paso
necesario para la transición, una liberación de este mundo hacia el bucle cósmico, y que después
todo se hace claro, transparente... Bueno, llegué a obsesionarme con eso y llegó un punto en que
no veía otra salida. Me tomé un bote de pastillas. Al principio fue doloroso, pero después, sentí
que flotaba en un lugar indeterminado y denso, agradable. Me sentí como transportada a un
lugar acogedor y agradable, como un útero, que me envolvía y me protegía. No quería salir de
ahí, pero entonces algo comenzó a succionarme, a arrastrarme hacia un embudo de energía que
fue creciendo y se hizo inmerso y poderoso y que logró deformar mi percepción de mí misma y
del vacío infinito que me rodeaba y, de repente, en menos de un segundo, me vi en un lugar al
que no pertenecía a través de un cuerpo que no reconocí como mío. Pero de nuevo, en un
simple parpadeo, me encontré en otro lugar que sí correspondía a mí mundo y a mi cuerpo. Era
un hospital. Desde entonces trato de superar esa sensación, esa fuerza que me impulsa hacia el
abismo...
-Gracias amiga por compartir con nosotros tus fantasmas más profundos. Desde aquí te damos
ánimos para que sigas buscando ese camino, esa verdad que tanto necesitas. Tal vez tu osadía
fue tratar de mirar a través del espejo hacia las otras realidades. Fuiste osada pero valiente. La
locura y la valentía, a menudo, son las dos caras de una misma moneda. Si alguna vez
consigues desvelar el secreto, no olvides compartirlo con nosotros, porque hay mucha gente que
se pregunta lo mismo que tú y que siente lo mismo. Estamos a este lado del espejo, lo que
significa que no estamos viendo la realidad, tan solo lo que este proyecta. Todo resulta una
mera ilusión, una imagen desvirtuada. ¿Qué hay al otro lado? El viaje es individual. Si quieres
saberlo tendrás que arriesgarte... Parece que tenemos otra llamada... Sí, buenas noches
navegante.
-Hola... buenas... buenas noches, me llamo Roberto- en un impulso había llamado al programa,-
lo cierto es que nunca he creído en todas esas cosas, pero tengo que reconocer que me siento
confuso, y el caso es que no puedo hablarlo con nadie porque, cuando lo hago, me miran como
si estuviera loco. No sé si puedes comprenderme. Es como si... como si hubiera vivido otra vida.
Recuerdo episodios de una existencia futura. Sueño con una expedición espacial a Júpiter. Los
sueños son tan reales, que a veces, cuando despierto, no sé dónde estoy realmente. Pero después
se van diluyendo en mi mente y se transforman en vagos recuerdos. Recuerdo la nave, los
miembros del equipo, la expedición, la superficie densa y nebulosa del planeta... ¿No es una
locura? No sé qué pensar. Tal vez sea cierto que me estoy volviendo loco...
-Estimado amigo Roberto. Conozco muchos testimonios de reencarnaciones, de gente que
aseguran haber vivido existencias pasadas, pero es la primera vez que me enfrento con el
testimonio de alguien sobre una existencia futura... ¿Te das cuenta de ello? Tu caso es diferente,
aunque no conozco el por qué, pero el tuyo es un caso especial. Tal vez hayas roto el bucle
cósmico o seas el puente hacia la comprensión del círculo eterno... Deberías ponerte en contacto
con nosotros. Mira a través del espejo... puede darte respuestas o al menos, indicarte el
camino...”
Entonces una mano, que le tocó el hombro, le sacó del trance. Era Luisa, que se había
despertado y que le preguntaba si estaba bien y con quién hablaba a esas altas horas de la
madrugada.
-Oh, no, nada, es que, bueno, no tenía sueño y están hablando de las profesiones de riesgo y
todo eso... Estoy en antena, un momento...- Roberto se puso de nuevo el teléfono al oído, pero el
pitido intermitente anunció que la comunicación se había cortado. Entonces trató de seguir el
programa por el auricular pero la señal también había desaparecido, misteriosamente. En su
lugar solo se oía un zumbido molesto y constante. Movió el dial casi irritado, pero no volvió a
sintonizar el programa.- Es imposible... pero si...
¿-Qué ocurre cariño? ¿Te vienes a la cama?
-No, acuéstate tú. En un minuto voy. No te preocupes.- Le dio a la rellamada y una voz
pregrabada y monótona le indicó que ese número no existía.- Pero, ¿cómo que no existe?-
Volvió a llamar pero esta vez marcando los números. La respuesta de la operadora fue la
misma. Continuó tratando de sintonizar el programa, pero había desaparecido por completo de
las ondas. Se quedó con una mueca de fastidio y apagó la radio. Luisa le miraba un poco
preocupada, se comportaba últimamente de forma extraña, muy extraña.
-¿Estás bien?- Le preguntó con voz suave.- Si algo te preocupa...
-Estoy bien, vamos a acostarnos.- Contestó él sin prestar atención a su inquietud. Estaba
demasiado absorto en sus pensamientos.
Después de dormirse nuevamente tuvo otro sueño, en esta ocasión iba en una nave, la misma
en la que había llegado a la órbita de Júpiter, pero en esta ocasión todavía se encontraba a
mitad de camino. Hubo un fallo que el ordenador de a bordo identificó como un cortocircuito
en un panel climatizador del sector B-tres. Nakata y él se personaron allí. El cortocircuito había
dado pie a un incendio que se extendió relativamente rápido debido al material que allí se
conservaba. Un incendio, en esas condiciones puede ser letal. Los sistemas de prevención no
actuaron con eficacia. En vez de eso, y como medida extrema, el ordenador decidió sellar la
zona y despresurizarla. Así que tuvieron que ponerse los trajes a toda pastilla, pues, aunque el
incendio se extinguió en ese sector, se propagó hacia el pasillo dos. Deschamps les dio las
malas noticias. Habían quedado atrapados. Entonces sugirió “hacer un túnel, es decir, abrir
una compuerta exterior y crear una despresurización orientada para que el vacío absorbiera
todo el fuego. Desde luego acabaría con todo el fuego pero era un procedimiento peligroso y
que no se aconsejaba en la academia.
-¡Vamos, anclaros!- La voz del francés había sonado más grave de lo habitual.
Y lo hizo. Abriendo un par de esclusas y liberando algunas puertas generó una enorme
succión que se tragó el fuego formando una lengua gigante que recorrió la nave en unos
segundos hasta liberarse y extinguirse en el espacio abierto. Lo peor fue que el fuego los pilló
de paso y por un instante, muy largo y angustioso, tuvieron sensación de ahogo y de un calor
insoportable, pero sus resistentes trajes evitó que acabaran, tanto él como Nakata, como pollos
fritos. El final del sueño correspondió con el sonido sibilante y ahogado de la llamarada hacia
el exterior y los estridentes chasquidos de las compuertas al sellarse de nuevo...
6
Entonces se despertó, un rato antes de la hora que solía levantarse para ir al trabajo. Por
supuesto, se levantó algo desconcertado por lo real del sueño. Pero durante todo ese día no
pudo pensar demasiado en ello porque fue una jornada algo movidita. Primero fue un pequeño
incendio en un viejo almacén, que tardaron algo así como una hora y media en sofocar. El otro
fue un aparatoso accidente de circulación en el que un chico se había empotrado contra un
muro quedando el coche hecho un amasijo de hierro. Tuvieron que cortar la chapa y abrir el tajo
con un gato hidráulico para poder sacarlo de allí. Había salvado la vida pero tenía las piernas
rotas. Los enfermeros se encargaron de trasladarle.
Al terminar la accidentada jornada Roberto pasó por el hospital para ver averiguar sobre el
extraño del hospital. La recepcionista se mostró muy amable y estuvo un buen rato tratando
de averiguar de quién se trataba, pues él no sabía su nombre, y por fin encontró la ficha de
alguien que parecía ajustarse a su perfil.
-Este señor falleció la misma madrugada que le trasladaron, por insuficiencia cardiaca. A ver,
déjeme ver... Sí, aquí está... Lo siento.
-Gracias.- Salió triste de allí. Al llegar a casa Luisa le notó abatido.
-¿Qué te ocurre, cariño? ¿Pasa algo?
-No nada. Bueno, la persona que te dije que vi en el hospital. Después le dio un infarto en un
bar, mientras hablaba conmigo. Murió.
-¿Quién?
-¿No recuerdas que te lo comenté cuando veníamos de la playa?- Luisa interpuso un gesto de
extrañeza.- Era un viejo que conocí en el bar y al tipo le dio un ataque. Ya te dije que iba a pasar
a ver qué le había pasado...
-Ah...- Dijo ella pero Roberto notó que no sabía de qué le hablaba. No solía ser olvidadiza, todo
lo contrario.
Roberto recordó el extraño episodio del coche y se mostró contrariado y confuso.
-¡Dios mío, debo de estar volviéndome loco!- Se meció el pelo.- No me hagas caso. Voy a
echarme un rato, hoy hemos tenido trabajo y voy a echarme un rato, ¿vale?
Roberto se recostó en el sofá y, con un poco de televisión, consiguió dormir por un rato.
Cuando despertó se dio una ducha y se tomó un café con leche que le despejó por completo.
Por la tarde quedaron con una pareja amigos de Luisa, Ramón y Raquel, y su hijita Elizabeth,
de doce años, para dar una vuelta por una feria que habían puesto a las afueras de la ciudad. El
ambiente era jovial y animado. La gente paseaba de acá para allá y se divertía en las diferentes
atracciones. Como en la mayoría de las ferias, se respiraba un polvo pesado y molesto y el
sonido de la música era ensordecedor y caótico. La noche cayó sobre las siluetas de las
atracciones, y estas se encendieron dándole belleza y magia a la fiesta. Estaban todos los
clásicos, los coches locos, el tren de las escobas, la noria, la casa del terror, una pequeña
montaña rusa, los habituales puestos de bocadillos, las tómbolas ambulantes y los chiringuitos
desmontables. Ramón le compró a la pequeña un paquete de garrapiñadas. Pasearon por un
buen rato. Después se subieron a los coches locos por parejas, Ramón y la pequeña y Roberto y
Luisa. Se divirtieron mucho. De allí se fueron a la tómbola. Se jugaron varios números y Raquel
y Elizabeth se ganaron unos peluches. Roberto y Luisa no cogieron nada. Después fueron al tío
vivo y allí la pequeña disfrutó bastante. Pero eso resultó demasiado “light” para ella, así que se
entraron en la casa del terror, y esta era de las de caminar, lo cual prometía diversión. Ramón
compró los tickets para todos y así les obligó a entrar. Fue un rato intenso y divertido. El
interior era muy penumbroso y estaba lleno de trampas. Aparte de las alimañas virtuales o
robóticas, había tipos disfrazados que se encargaron de darles un par de sustos. Se ocultaban en
sitios insospechados y se movían por atajos ocultos interiores y lograban estar en todas partes,
sobresaltándoles. En general disfrutaron, menos Raquel, que sufrió más que otra cosa. Para
relajar los ánimos, continuaron dando un paseo y después entraron en un chiringuito a tomar
algo. Charlaron sobre la experiencia y se rieron un rato. Al salir de allí continuaron el relajado
paseo en dirección a la salida por la parte opuesta a la que habían entrado y entonces algo llamó
poderosamente la atención a Roberto: se trataba de una atracción con un rótulo luminoso y muy
llamativo que ponía: “la cámara de los espejos” “atraviesa el espejo y conoce los misterios del
universo.” Todo parecía rodeado de misterio, y a él le recordó lo de atravesar el espejo y ver la
realidad y ese tipo de cosas que últimamente se habían metido en su cabeza como el zumbido
incansable de un mosquito y entró por curiosidad más que otra cosa. En realidad, no estuvo
mucho tiempo, pero, cuando salió de la atracción lo hizo con una mirada extraña y un gesto
solemne y grave. Caminaba de forma lenta y casi torpe, y la mueca de su cara se tornó absurda,
insólita. Llegó al lado de Luisa y le miró con ojos impenetrables. Luisa no se decidió a decirle
nada. Él tampoco le dirigió palabra alguna, y fue hacia el chico que vendía los tickets.
-¿Cuál es el truco? ¿Cuál?- Por un momento pareció enajenado, diferente.
-¿Qué?- El muchacho se quedó estupefacto.
-¿Cuál es el truco, dímelo?- Le agarró por el brazo.
-¡Roberto! ¿Estás bien?- Luisa le puso la mano sobre el hombro y entonces él, como dándose
cuenta de su actitud, aflojó el agarre y se quedó algo turbado.
-Señor, no sé.- Contestó el muchacho algo asustado- Yo solo vendo las entradas, si quiere
reclamar algo vaya a la oficina de la entrada...
-Está bien, está bien, no pasa nada...- Roberto decidió irse al darse cuenta de que había perdido
el control por un instante…
-¿Estás bien, Roberto?- Ramón inquirió interesado.
-Sí, no es nada, vamos, se hace tarde.- Respondió y no quiso soltar más prenda sobre el tema.
Una vez en el coche Roberto se mostró ensimismado, desconcertado. Luisa trató de
sonsacarle lo que le había ocurrido allí adentro. Él se mostró impenetrable.
-¡Roberto, joder¡- Exclamó ofuscada- ¿No confías en mí? ¿No puedes decirme lo que pasa?
Tranquilízate, no pasa nada.
-Vamos, ¿Qué ocurrió allí adentro, para que ahora estés así?- Cada vez parecía más furiosa.-
Estabas pasándolo bien. Te estabas divirtiendo, y, cuando saliste de esa atracción... no sé, es
como si hubieras visto un fantasma. Y después el numerito que montaste. ¿Qué ocurre, cariño? -
¿Por qué te empeñas en negarlo? Dime lo que te pasa, por favor...
-Nada, te he dicho que no me pasa nada. Será el estrés...
Luisa no dijo nada más. Contrario a eso, fue como si en un parpadeo cambiara su actitud de
ofuscada e irritable a paciente y afable. En un ligero chasquido un pequeño trance la hizo caer
en una irrefrenable imperturbabilidad y se mantuvo callada y amable, cauta y la vez accesible.
Llegaron a casa y ella no dijo nada al respecto. Una vez dentro pareció cambiar de actitud
radicalmente otra vez. Otra vez se mostraba enfadada y susceptible.
-¡Está bien, si no quieres contarme nada y prefieres permanecer en tu isla a salvo del resto del
mundo muy bien, pero no quiero que te obsesiones con tus visiones ni con todas esas cosas...! Sé
que estás pasando por un mal momento, pero estoy segura que juntos lo superaremos. No
quiero que te dejes afectar por tonterías de esas...
-¿Tonterías? ¿Tonterías?- Repitió él exaltado, como si algo hubiera perturbado su
impenetrabilidad y hubiera ocasionado un auténtico cataclismo dentro de su alma.- No sé lo
que ocurre exactamente pero, ¿sabes lo que vi allí adentro? Vi mi anterior vida. Yo era
astronauta de la Agencia Espacial Europea y fui escogido entre cientos de aspirantes para la
primera misión tripulada a Júpiter. ¿Te imaginas? Sé que es imposible. Sin mencionar lo
absurdo que resulta todo, nunca he creído en la reencarnación y ese tipo de cosas, y podría
continuar diciendo que me parece que es imposible pisar Júpiter, por razones evidentes, su gran
tamaño, su atmósfera densa y cientos de razones más que desconozco.... Empezando por ahí se
podría desmontar toda esa estúpida historia... pero lo vi, y es lo que yo soñaba. Vi cómo
acababa el sueño, y es lo más increíble de todo; estaba sufriendo una extraña de crisis, muy
parecida a la que ahora estoy sufriendo, y ¿sabes lo que ocurrió? En un loco impulso me quité el
casco. Sí, me quité el casco y, después de eso nada... La nada más absoluta, y una especie de
salto... una nueva vida, una nueva identidad en una época anterior ¿reencarnación? ¿locura?
¿delirio? ¿qué? ¿qué, entonces?- Roberto se mostró agresivo y paranoico, tal así que la cogió con
fuerza por ambos brazos y la zarandeó sin apenas darse cuenta de que le hacía daño.
Después de eso la soltó y Luisa se quedó parada, atónita. Por un instante no supo qué hacer
ni qué decir. Un segundo más tarde se abrazó a él y le susurró: “todo va a salir bien, no te
preocupes, todo va a salir bien...”
-¿Es posible que estemos viviendo, en realidad, dentro de un sueño?- Musitó él con serenidad y
resignación- Es como eso de “Alicia a través del espejo” ¿Te suena de algo? Lo he buscado por
todas partes y nadie parece conocerlo. He ido a bibliotecas, lo he consultado por Internet y
nada, pero en realidad es un libro sobre una niña que pasa a otro plano de la realidad a través
de un espejo. Nosotros estamos en un plano donde este libro no existe pero hay otro lugar en el
que sí existe. ¿Puedes comprender eso?
-Cariño...
-Vivimos en una realidad alternativa o algo así... Ya verás, mira coge esto.- Y le dio un vaso. Ella
lo cogió. Después la llevó frente a un espejo: -¿En qué mano tienes el vaso? ¡Vamos, coopera,
dime! ¿En qué mano lo tienes?
-En la derecha...- Respondió ella.
-Pero ¿En qué mano lo tiene la imagen del espejo?
-Pues en... en la izquierda.- Continuó ella algo confusa.
-¿Lo ves? ¿lo ves?- Roberto estaba exaltado, casi al borde de la locura.
-Cariño, está bien...- pronunció ella con resignación.- Es extraño, lo reconozco, pero ya es muy
tarde, ahora necesitamos descansar... Mañana buscaremos la solución... Te lo prometo.
Intentaremos averiguar la verdad, yo te ayudaré.
-¡No!- Cortó él de forma tajante. Estaba demasiado ofuscado para razonar- No quiero dormir,
quiero respuestas. Ya no creo en nada, ni siquiera en lo que veo o siento. No creo en ti, tú no
existes ni yo tampoco, nada de esto existe. Todo es un sueño, un absurdo sueño, Pero tú quieres
que me vaya a dormir para que lo olvide todo. Sí, de esa forma funciona ¿no? Te duermes y algo
o alguien hace el resto. Manipulan tu cerebro y tus recuerdos ¿no es verdad? Dime ¿no es así?
-Cariño, óyeme...- Ella se acercó y su rostro se contrajo con angustia- Escúchame: hace algún
tiempo desarrollaste una extraña enfermedad llamada el síndrome de Hass-Weiter. Siento tener
que decírtelo. Sé que no te acuerdas, has borrado esa parte de tu cabeza como si no existiera.
Después del accidente de buceo tú... bueno, te desconectaste como si todo tu pasado no fuera
parte de ti. Es normal, es un mecanismo de defensa que desarrolla tu mente. Pero, parece que
los síntomas han comenzado de nuevo. Verás, la enfermedad consiste en desarrollar episodios
paranoicos e inestables. En tu caso, desarrollaste un episodio en el cual creías que debías irte a
unas supuestas colonias espaciales porque la tierra iba a ser destruida debido al impacto de un
gigantesco meteorito... ¿Comprendes? Estuviste un tiempo sujeto a tratamiento y lo superaste,
tanto así que volviste a ser aceptado en tu antiguo puesto en el cuerpo de bomberos, pero tal
vez ese accidente con la mezcla influyó para que de nuevo desarrollaras esos episodios
paranoicos... No te preocupes, ya lo superaste una vez y puedes volver a hacerlo. No importa lo
que creyeras oír allí adentro, son imaginaciones tuyas. ¿Tú crees que en una cutre atracción de
feria ibas a encontrar las respuestas que necesitas?- Él la miró incrédulo y confuso, muy
confuso- No te mentiría, cariño, te lo prometo.- Intentó acercarse pero él reaccionó al contacto.
-¡No! ¡Es mentira! ¡Todo es mentira!- Entonces cogió las llaves del coche y salió tan rápidamente
de allí que Luisa no pudo hacer nada para impedirlo. Ella le persiguió pero Roberto bajó
velozmente las escaleras. Montó en el coche y arrancó el motor mientras ella le imploraba que
no se fuera, pero no le hizo caso.
Estuvo conduciendo, pensando e intentando decidir qué debía creer y qué no. Allí adentro,
en aquella carpa, se había abierto una revelación demasiado grande y demasiado absurda; el
hecho de que esa realidad que vivía era una ilusión sin sentido, un espejismo carente de
verdad, sin más, sin saber el cómo ni el por qué. Eso contra el hecho de que todo podía ser el
delirio de una mente enferma e incoherente. Entonces decidió entrar a tomar una copa porque
sentía que no lograba procesar toda esa información con fluidez, como si se hubiera quedado
atascado, colapsado. Después de un par de copas alguien se le acercó y le ofreció una pastilla y
le dijo que con eso su mente sería como un radar, y vería las cosas con más claridad, e incluso
que sería capaz de traspasar la realidad. Eso le llamó poderosamente la atención, así que se la
compro, se la tomó y volvió al coche, allí había demasiado ruido y mucha gente-fantasma,
como si fuesen espectros alargados y grotescos, flotando a su alrededor. Arrancó el motor y
balbuceó: “si todo esto fuera mentira y yo fuera un sueño, entonces sería inmortal...”
Pisó el acelerador y el motor rugió. Se incorporó a la carretera con esa idea. Puso la radio. No
tenía ganas de oír cursiladas, estaba a tope, excitado, frenético, así que buscó en el dial un
sonido estruendoso, potente, cañero. Chirrió gomas un par de veces. Se saltó varios semáforos,
provocando algún que otro accidente.
-¡No existís! ¡Nada de esto existe!- Gritaba mientras huía de la cordura y la lógica.
Todo se deformó a su alrededor. Su corazón iba a mil por hora. De pronto, creyó verlo todo
más claro. Una extraña luz brotaba del asfalto. Las calles brillaban como estrellas errantes y el
cielo era un abismo infinito. La carretera se abría como la boca de un monstruo gigante que
trataba de engullirlo. Pero una especie de introspección hizo que se viera por dentro, y se
sintió vacío, carente de esencia.
-¡No importa! ¡Ya nada importa! ¡Por que no puedo salir de aquí, no puedo...!
Penetró en la autopista. La aguja del cuenta kilómetros marcaba los ciento sesenta.
Adelantaba a los demás vehículos de forma temeraria hasta que ocurrió lo que parecía
inevitable. El vehículo derrapó un poco y Roberto perdió el control de este, que comenzó a dar
vueltas de campana como una peonza sobre el interminable asfalto...
7
Desorientación, dolor, confusión... una docena de sensaciones desagradables recorrieron su
cuerpo cuando abrió los ojos a duras penas, como los abre un recién nacido, carente de todo
pasado y sintiéndose extraño en la nueva realidad a la que se asomaba. Enfrente estaba Luisa.
La reconoció al instante aunque no la veía con total claridad. Ella se acercó con expectación y le
tomó la mano. Un calor agradable emanó de esta y le recorrió todo el cuerpo despertando sus
sentidos. La miró con ojos tristes, pues había algo de amargo en su alma, aunque no sabía
precisar qué.
-Tus padres están descansando, pero vendrán en un momento. Les dije que fueran a descansar,
que yo estaría a tu lado.
-Vale.- Respondió él con voz apagada.
Las enfermeras se acercaron y le tomaron la temperatura. También le observaron el suero,
pero todavía le quedaba un poco. Roberto se miró de arriba a abajo como pudo. Tenía vendas
por todas partes. Trató de moverse pero sintió un intenso dolor.
-No te muevas, tienes algunos huesos rotos. Pero estás bien. Saldrás de esta.- Le dijo una
enfermera.
-¿Qué me ha pasado exactamente? Recuerdo ir en un vehículo y que un camión me embistió,
arrojándome a un río o algo así...
-Ya habrá tiempo de hablar de eso cariño, ahora no te esfuerces.- Dijo esta vez Luisa con voz
serena.
Roberto se dio cuenta que su cuerpo apenas le obedecía. Una punzada intensa le cruzó el
costado.
-Cariño, no hagas ningún tipo de esfuerzo... Vamos, vamos, tranquilízate- le advirtió ella con
persistencia, mientras le acomodaba la cabeza en la almohada.
-¿Qué me ocurre?- Preguntó con voz ahogada.
-Has sufrido daños...- Contestó ella con aire espinoso- Te has roto huesos... algunas costillas, las
piernas, un hombro, y has sufrido daños en el columna. Además de otros daños internos que
supongo el médico ya te dirá con más detalle. Ahora no puedes hacer ningún tipo de esfuerzo.
-¿Qué quiere decir eso? Vamos, ¡Qué tratas de decirme...?- Su voz salió quebrada de su
golpeada alma.
-No estás parapléjico ni nada de eso, si es a eso a lo que te refieres. Ahora mismo no puedes
caminar ni valerte por ti mismo, pero podrás hacerlo. Todo depende de ti. Debes tener paciencia
y constancia. No rendirte. Depende mucho de tu esfuerzo... Tú siempre has sido fuerte.
Roberto asintió sabiendo que los daños no solo eran físicos. Había un desconcierto inmenso
en su cabeza. Sus recuerdos, sus pensamientos, estaban fragmentados, flotando de acá para
allá en pedazos incompletos que resultaban inconexos y dispersos. Notó que algo no
funcionaba correctamente dentro de su alma y entonces no sintió fuerzas para luchar, se rindió
a su propia suerte. Se sentía como aletargado, como si hubiera una especie de extraña
somnolencia en sus entrañas que no le dejaba reaccionar contra su destino. Debería estar
preocupado, furioso, irritado, pero solo estaba resignado y abatido.
Sus padres llegaron y le dieron besos y abrazos. Por un momento sintió algo extraño. Era
como si no estuviera allí. Recordó la sonrisa de su madre, y recordó su forma de hablarle y las
ondulaciones castañas de su pelo, y su mirada afable y sus manos largas, pero de su padre
recordaba un rostro más tenso y afligido que aquel tan saludable y perspicaz, y recordaba una
forma más endurecida y directa de hablar y una voz más áspera y punzante. Tal vez todo
fuesen imaginaciones de su abatida mente y estaba dando rienda suelta a sus delirios más
absurdos.
Fueron días difíciles. Estuvo unos treinta días hospitalizado, sin poder moverse. Después le
hicieron varias operaciones y fue recuperando muy poco a poco la operatividad de su cuerpo.
En esos días aprendió a ser tenaz y paciente. Al principio demasiado irritable, pero cuanto más
se enfadaba más lejos se veía del camino que, inevitablemente, debía recorrer para
recuperarse. A la rabia dio paso la fe. En esa etapa él mismo refrenaba sus impulsos irascibles,
y parecía que eso le permitía encarar mejor su futuro, más sólidamente. Por fin la esperanza.
Tuvo que aprender a aceptar las cosas y a tratar de luchar por lo que quería. A responder a la
rabia con un gesto sereno y a la desesperación con una voluntad de hierro. Un día tras otro,
tratando de luchar contra su propia intuición, contra la verdad inconexa de sus recuerdos. Él
sabía que en esos incompletos recuerdos había alguna verdad oculta pero no sabía cuál era.
Todo era demasiado vago e impreciso. Después de eso la rehabilitación. Las horas de esfuerzo
y sudor. Horas de trabajar, de fomentar una voluntad de hierro y un carácter forjado y
moldeado contra las adversidades. Tuvo recuerdos de una chica divertida, inestable,
encantadora y persistente, pero no vio a Luisa tal y como la recordaba, era como si algo en ella
hubiera cambiado, algo que no sabía precisar. El brillo de sus ojos era diferente, más apagado
y sereno. Ese fuego que escondía su mirada ya no estaba. Con Carlos le pasó algo extraño; era
casi como un desconocido. Dentro de su cabeza había recuerdos y momentos compartidos
pero no sentía esa misma sensación en el fondo de su alma. Todo era demasiado indefinido
como para afirmar que era o no así. Su vida se transformó en un castillo de naipes. Se sentía
inestable desde sus convicciones difusas. El tratamiento, la rehabilitación, los días, los
momentos iban creciendo a más, pero sentía que cualquier cosa podía derrumbarle por
completo, tan frágil se sentía. Su existencia fue rodando como una pelota en una pendiente,
hacia un punto indeterminado e indefinido. La noche anterior a que le dieron el alta tuvo un
encuentro casual con Alicia, una limpiadora de ojos grandes que le sorprendió navegando
hacia el infinito con su mente en un cuarto de visitas vacío. Le sacó del trance al saludarle.
-Eres el chico del accidente de tráfico ¿no?- Le dijo afirmando más que preguntando.
-Sí.
-Y, ¿estás bien?
-Bueno, no puedo quejarme.
-¿Qué pasó?- Preguntó ella sobrepasando el umbral de la curiosidad.
-No lo recuerdo muy bien.- Confesó él- Bueno, en realidad tengo en mi cabeza otro accidente,
pero todos dicen que no fue así. Tengo conciencia de un camión que me embistió y me lanzó a
un río pero los demás dicen que iba demasiado rápido y perdí el control del coche,
simplemente.
-Es un milagro que no te mataras, ¿no?
-Sí, creo que sí.- Confirmó Roberto.
-Como si hubieras nacido de nuevo ¿no?- Alicia limpiaba el polvo de las estanterías mientras
conversaba con él.
-Sí, es cierto...- Contestó Roberto de forma pausada, como si la pregunta le hubiera cogido de
improviso,- como si hubiera nacido de nuevo...
-¿Por qué lo hiciste?- Su pregunta fue como un disparo al corazón. Alicia ni siquiera le miraba
mientras la hizo.
-¿Por qué hice qué?- Repitió él algo contrariado.- Fue un accidente.
-¿Lo fue?- Roberto no supo si había sido ella o una vocecita dentro de su cabeza.
-No lo recuerdo, joder, no lo recuerdo. No recuerdo nada.
-¿Es posible que intentaras demostrar algo...?
-¿Algo como qué?- Inquirió él con disgusto.
-No lo sé. Muchos tratan de demostrar que son valientes, que son inteligentes, que están por
encima de todo e incluso quieren demostrar que son inmortales... Creen que las desgracias les
ocurren a otros pero nunca a ellos. Algunos son tan estúpidos que simplemente buscan una
forma excitante de morir.
-Tal vez solo tratara de escapar.- Alegó con un susurro, como si hablara consigo mismo.
-Los que tratan de escapar a menudo piensan que pueden huir de sus miedos, llegar a un lugar
donde estos no los alcanzarán, un lugar a salvo de ellos, pero ese lugar tal vez no exista.
-Sí, lo sé, lo sé. Pero, ¿y si todo esto no fuese más que un sueño?- Roberto parecía ahora
hipnotizado por las palabras de esa misteriosa mujer.
-Si fuera así, ¿cómo podrías saberlo? ¿Cómo podrías distinguirlo?- Sus ojos cortaron su alma
como un cuchillo corta un papel- Puede que alguien esté teniendo este sueño, en este preciso
instante y que todos seamos partícipes de él. Tal vez ni siquiera lo sepa. A menudo esos sueños
se convierten en recuerdos difusos que parecen no encajar.
-Sí, sí, eso me ocurre a mí, me ocurre a mí...- Afirmó él con vehemencia- Recuerdos, muchos
recuerdos, que forman un puzle inconcluso e incoherente. Recuerdos que desaparecen muy
poco a poco, dando lugar a otros recuerdos... Pero, ¿cómo puedo saberlo? ¿Cómo saber cuál es
real y cuál no?
-Supongo que tratando de no olvidarlos. Usando tu intuición, no dejándote engañar por tus
sentidos. El olvido es lo peor. En algún lugar, dentro de ti, están todos esos fragmentos
perdidos. En algún lugar...- La mujer le miró y salió de la habitación con calma. Él se quedó allí,
sentado, pensativo, perplejo, confuso, tratando de adivinar si aquella conversación había sido
real o solo un sueño que parecía “real”.
8
A partir de ese momento Roberto sintió que algo dentro de él había cambiado. Trató de ser
intuitivo y pensó en la esencia de la vida. La única conclusión posible era que todo resultaba tan
efímero... Poco a poco se dio cuenta de que, al igual que el resto de los mortales que conocía, se
había convertido en un animal de rutinas, una tras otra, y eso era, precisamente, lo que dirigía
su existencia, o, al menos, así lo sentía él. La fuerza de la costumbre, pensó, podía ser tan
poderosa como la fuerza de la gravedad. Por ejemplo, eso era cierto en su relación con Luisa,
que estaba basada en ciertos roles asumidos de antemano, pero que, sin embargo, no sentía que
existiera ninguna complicidad entre ambos. Luisa se había convertido en una compañera
demasiado “perfecta”. Él tan solo se limitaba a recorrer el camino que se suponía debía recorrer.
Todo formaba parte de pequeños detalles que por sí solos resultaban insignificantes pero que,
unidos unos a otros, formaban un elemento inquebrantable, y eso le agobiaba. Ella se
conformaba con eso. Para él resultaba diferente. Ella era feliz viéndole recuperarse de sus
heridas, viéndole progresar, pero él sentía que debía haber algo más, y que tenía que haber una
forma de romper esa fuerza cinética insuperable e inalterable. Eso le hizo sentir débil y frágil. Ni
siquiera lo rápidamente que se libraba de sus lesiones le hizo sentirse más libre. Le embargaba
una sensación de incertidumbre que solo era capaz de vencer a ratos, pero había cosas que
resultaban inevitables y, por mucho que las evitara, afloraban en su corazón.
Un día, mientras corría un poco por el parque tratando de recuperar un poco de fondo físico,
se tropezó, de forma casual, o tal vez no, con una hermosa chica de ojos grises, pelo lacio y
sonrisa infantil. Se cruzaron y ambos se sonrieron y Roberto sintió, en ese preciso momento, un
extraño y nervioso pellizco en la boca del estómago. Aquellos ojos irradiaban tanta energía que
le parecieron insoportablemente hermosos.
-Hola...- Le dijo él mientras se ponía a trotar a su lado, pero ella siguió a su ritmo sin decir nada,
solo sonrió de forma encantadora. Él avanzó un par de metros sin atreverse a acercarse pero
teniendo cuidado para no alejarse.
-¿Acaso crees que corres más que yo?- Preguntó ella en tono jocoso y entonces esprintó. Él se
vio sorprendido por lo repentino de su acción y por la velocidad de ella, así que aumentó su
ritmo con zancadas largas y logró ponerse a unos metros, pero no pudo alcanzarla. Fue un
recorrido de unos trescientos metros a todo gas, hasta que ella se detuvo frente a un banco.
Roberto tuvo que coger un poco de aire porque había llegado casi exhausto.
-Vaya, estoy mejor de lo que pensaba.- Se dijo al darse cuenta del extraordinario esfuerzo que
acababa de hacer.- Oye, estás en forma, ¡joder, cómo corres! Eres muy rápida.- Ella no
respondió. Se limitó a observarle con ojos inciertos. Al ver que no le decía nada, Roberto se dio
por vencido,- bueno, ha estado muy bien. Vale, nos vemos, hasta la vista.
-Tú también eres muy rápido.- Dijo entonces ella cuando él iba a girar sobre sus talones y
largarse.
-Ahora no tanto, pero estoy intentando ponerme en forma.- Comentó él contento de comprobar
que ella le había dado algo de conversación.- Vengo a menudo por aquí, pero nunca te había
visto.
-Bueno, lo hago de vez en cuando.
-Me gusta este lugar. Es como si estuviera fuera del mundo. Solo se oye el viento contra los
árboles. Es, un poco, como una burbuja. Es relajante.- Confesó él.
-Sí, es cierto. A veces vengo simplemente a pensar.
-A mí me ocurre igual.- Dijo Roberto a la vez que se sentaba junto a ella.- A veces, después de
correr un poco, me siento y me dejo llevar por mis pensamientos y es como si me quedara
hipnotizado o algo así. Puede parecer una tontería, pero es como si me despejara.
-Sí, lo sé.- Afirmó ella con una sonrisa afable pero directa.- Te he visto... Pareces tan distante, tan
melancólico...
-¿Sí?- Continuó él desarmado por tanta franqueza.- ¿lo parezco?
-Sí, pareces triste, muy triste.
-¿Triste?- Roberto sonrió irónicamente- ¿por qué iba a estarlo? No tengo motivos para ello.
-A veces ese es el principal motivo para ello.- Afirmó ella con rotundidad.
-Sí, bueno...- Él no supo qué responder.
-Cuando mueren los sueños, muere el alma. Eso dijo alguien alguna vez.
-Y si es así ¿Qué puede hacer uno para evitarlo?- Él intentaba parecer cauto pero su rostro
delataba una mueca de conformidad.
-Bueno, supongo que hay que renacer.- Con esas palabras, ella se levantó.
-Y eso, ¿cómo se hace?
Ella no dijo nada, tan solo le respondió con una sonrisa deliciosa y se largo con pasos cortos y
ligeros. Él la observó con simpatía desaparecer tras el camino.
Roberto tenía mucho tiempo libre para dedicarlo a diversas cosas, aparte de su recuperación.
Los tres primeros meses fueron los más duros. Apenas podía moverse. Dependía de Luisa
para todo. A veces le ayudaba en sus ejercicios, y a veces lo hacía su padre. Fue un gran apoyo
en ese difícil periodo. Poco a poco comenzó a tener control de los músculos de su cuerpo.
Gradualmente, comenzó a utilizar sus piernas, a doblar sus articulaciones, a depender de su
cintura para cualquier tipo de movimiento, y esa constancia y perseverancia le llevó a la
posibilidad de llevar una vida completamente normal. Eso tal vez le permitiera poder volver a
su puesto de trabajo en no demasiado tiempo. En realidad aún no debía hacer ese tipo de
esfuerzos como el del parque, pero se sintió complacido de verse capaz de ello, aunque el
médico le había aconsejado que no se precipitara. A veces iba al cuartel y saludaba a los
muchachos, pero comenzó a sentir que les entorpecía en su trabajo, así que dejó gradualmente
de hacerlo. Se apuntó en un curso municipal de dibujo. Siempre le había encantado el comic
pero nunca se había atrevido a intentarlo seriamente pues pensaba que no tenía talento para
ello. Tal vez fuera su vocación frustrada, así que se dedicó a ello, primero como un simple
hobby fallido y después con una dedicación absorbente. Al principio fueron bocetos sencillos,
y, poco a poco, descubrió en el lápiz una familiaridad que nunca hubiese imaginado,
esculpiendo figuras expresivas y muy bien acabadas. Utilizó el dibujo como un medio de
evasión. Comenzó a plasmar los fantasmas y miedos que emanaban de su alma. Dibujo una
niña frente a un espejo, visto desde atrás, y, en el reflejo de este una cara infantil y melancólica
que parecía mirar hacia el interior de este. Dibujó también unos niños en un incendio saltando
desde un tejado y parte del suelo que se hundía sobre sus pies. Dibujo un coche que era
embestido por un camión sobre la ladera de un río. Dibujó también un hombre frente al mar,
un hombre que se le parecía mucho, aunque tenía el mentón más marcado y era algo más
grueso, pero la expresión de su rostro le recordó a sí mismo. Divagaba constantemente y se
dejaba llevar por lo que sentía en ese momento para formar historias que iban tomando forma
a medida que se plasmaban en el papel. Así, por ejemplo, creo la historia de unos astronautas
que tuvieron que pasar un largo periplo hasta llegar a un planeta lejano, nebuloso y hostil. En
ese periplo se enfrentaron a un incendio, a una leve desviación de su curso, a una avería en los
tanques de impulsión fotónica y a un avanzado virus informático que casi les hace perder su
órbita. También hizo una historia sobre un niño que jugaba con cromos y que inventó un
mundo de fantasía y un día logró penetrar hacia ese mundo al atravesar su propia imagen en
un espejo. Entonces dibujó ese espejo como la muerte y ese túnel del que la gente suele hablar
como el paso intermedio entre su mundo y el universo paralelo que formaba parte del sueño
de un ser anónimo. Se preguntó entonces si de verdad existía, o era fruto de la imaginación de
un dibujante que sentía que el mundo real no estaba tras sus sentidos si no tras los dibujos de
su gastado lápiz. ¿Acaso era él un mero personaje de una desnuda historieta? ¿Cómo se
sentirían sus personajes, los que él había creado? ¿Se preguntarían acaso si eran reales o
pertenecían a la imaginación de alguien, en este caso a la suya? Sintió que sería precioso si
fuera cierto.
Poco a poco y sin saber por qué, fue sintiendo un desarraigo mayor con su vida, con la
cotidianidad de su existencia, con la realidad que le rodeaba. Luisa, que trataba de encauzar
sus pensamientos, sin saber exactamente qué era lo que le pasaba, le decía que el mundo
estaba en sus manos, que podía conseguir cualquier cosa que deseara, cualquier cosa. Bueno,
al principio tomó esas palabras como una forma de tratar de darle ánimos, como una manera
de decir que encarara el presente tal y como se presentaba y el futuro con esperanzas, pero
después trató de darle un enfoque literal al asunto y, tratando de averiguar si aquello era
cierto o no, cogió sus dibujos y los observó con ojos críticos, los contempló con severidad, vio
las extraordinarias perspectivas, la profundidad de los rostros, el sentido de los trazos, la
medida de las sombras... y se dio cuenta que eran demasiado buenos para ser suyos. Él nunca
podría haber dibujado eso, y en tan poco tiempo. Entonces cayó en la cuenta de que tenía todo
lo que deseaba pero que eso no le hacía feliz. Puestos a pedir, ¿Por qué no haber pedido
dinero, fama, mujeres, inmortalidad, eternidad...? Nada de eso le hacía sentirse feliz. Pero
¿entonces, qué? Más importante aún ¿Qué clase de mundo era ese? Desde luego, un mundo
hecho a su medida pero carente de significado. ¿Quién querría vivir en un mundo así? ¿Qué
aliciente tenía?
No quiso pensar más en ello, aquello era cosa de locos. Se fue al bar a tomar unas cervezas. Se
alegró enormemente de encontrar allí a la corredora. Esta vez llevaba un sexy vestido color
crema que realzaba su porte atlético y su hermosa piel morena. Ella le vio entrar y le sonrió.
Fue como un disparo directo al corazón. Él le devolvió la sonrisa de forma tímida, pues se
sintió desbordado por su presencia. Estaba junto a una amiga y unos tipos que parecían querer
ligar con ellas. Aún así, no fue capaz de ir hacia allí, y se sentó al otro extremo del bar, en una
mesa redonda que había en un rincón. El camarero se le acercó y le preguntó que deseaba, y él
le pidió una cerveza. En ese intervalo una mesa de billar quedó vacía y él echó unas monedas
para jugar una partida. El camarero, después de encontrarlo, le dio la bebida. Hizo un par de
jugadas y ella se le acercó. Estaba preciosa.
-¿Juegas solo?- Le preguntó con soltura.
-Sí, eso parece. Pero si quieres unirte...
Ella cogió un taco.
-Vale.- Comentó ella con simpatía.- Pero te advierto que soy una buena jugadora.
-Te creo.- Añadió él.- ¿Quieres algo?
-Ahora mismo no.- Golpeó la bola. Estuvo a punto de colarla pero se quedó a la entrada.- -
¡Vaya!- Le miró con atención.- ¿Va bien todo?- Le preguntó sin miramientos. Había algo en su
mirada que denotaba confusión, tristeza.
-¿Se nota demasiado?- Roberto disparó y metió una bola- No será una estrategia para hacerme
perder, ¿no?
-¿Eso crees? Ahora veras...
Y estuvieron un buen rato jugando, casi una hora. Fueron tres partidas, dos ganó Roberto y
una ella. Después se fueron a dar un paseo. Las estrellas brillaban con una intensidad infinita.
Era un marco ideal para conversar.
Lo cierto es que salí de casa con intención de emborracharme o algo peor.- Confesó él
sintiéndose como un niño.- Pero te vi a ti y... me jodiste la fiesta, qué le vamos a hacer...- ambos
se rieron con jovialidad.- No, en serio, me ha gustado encontrarte en el bar. Tienes sentido del
humor, y eso me gusta...
-¿Qué ocurre?- Preguntó ella con naturalidad. Tal vez lo diáfana que era su mirada o la
necesidad que Roberto tenía de hablar con alguien hizo que fuera menos reservado de lo que
últimamente era habitual..
- Lo cierto es que no sé por dónde empezar. Hace algún tiempo tuve un accidente de tráfico. No
recuerdo casi nada, pero a veces surgen imágenes en mi cabeza y, no me preguntes por qué, sé
que esas imágenes no corresponden a mi vida, a mi existencias, sin embargo son mías... Bueno,
al margen de eso, según me han comentado, debería haberme matado, pero sobreviví,
milagrosamente. Quedé hecho un asco; costillas rotas, las piernas destrozadas, un hombro
dislocado, la cara hecha polvo... Podía haberme quedado parapléjico o inválido o algo de eso,
pero no, aquí me ves... Me he recuperado mejor de lo que nadie esperaba. Apenas tengo
secuelas... Ahora imagino que tú preguntarás: “Y ¿dónde está el problema?” Lo cierto es que no
lo sé, pero a veces me pregunto que he hecho para tener tanta suerte. Es una sensación muy
extraña y contradictoria. Pero no sé qué pensar. ¿Me estaré volviendo loco? Me siento en un
punto de mi vida en el cual estoy estancado, como preso, falto de motivaciones. No sé qué es lo
que me falta. Qué tontería ¿no? Lo tengo todo para ser feliz pero no lo soy...-Ambos se miraron
con complicidad- Tengo novia, se llama Luisa...- Ella le miró ahora con cierto aire de intrusión.
¿Cómo os conocisteis?
-Me la presentó un amigo. Fue en la playa. Pero por la noche fuimos a bailar y, qué casualidad,
estaba en la discoteca. Un golpe del destino ¿no? Bueno, nos dimos los teléfonos, seguimos
viéndonos, ya sabes...
-Y ¿qué ocurre con ella?- inquirió esta vez con voz susurrante. Roberto se sentía desarmado ante
tanta intuición y ante esa forma tan deliciosamente directa de hablarle y de mirarle, y sentía
como si su interior fuese transparente para ella.
-No sé, vivo con ella pero es como si no la conociera realmente. Todo resulta demasiado
previsible. Es curioso, vivo con ella y siento que no compartimos casi nada... Es una sensación
angustiosa y frustrante... A veces me pregunto qué fue lo que nos unió.
-La gente a veces cambia. Tal vez fue ella, o tal vez tú, o los dos a la vez.
-¿No te has preguntado a veces si tu vida es real, o si tan solo es un espejismo que no cesa, como
un sueño?
-Es interesante la idea.- Confesó ella con gesto extraño.
-Y, ¿qué hay de ti? Ni siquiera sé cómo te llamas.
-Bueno, yo también tuve un novio.- Confesó de forma confidencial.- Nos conocimos en un tío
vivo. Sí, como suena. Me monté con unas amigas en un tío vivo después de salir de una fiesta.
Estábamos borrachas y teníamos ganas de juerga. Él me miró desde afuera y un fogonazo
ocurrió dentro de mi cabeza. Creo que a él le ocurrió igual. Nos sentimos enganchados sin saber
cómo ni por qué. Entonces se subió al tío vivo y se puso en el caballo contiguo. El tipo del tío
vivo fue hacia él muy enfadado pero él le dio un billete para que se quedara conforme. Nos
miramos pero no nos dijimos nada. Solo nos sonreímos. Fue muy hábil, porque si me hubiera
dicho algo seguramente mis amigas y yo nos hubiéramos burlado de él. Tan solo cogió un
pedazo de papel, escribió su teléfono, su nombre y unas palabras: “no se puede agarrar un
amanecer, pero sí se puede disfrutar su belleza”. Bueno, yo sonreí y cuando leí la nota, ya no
estaba allí. Estuve una semana entera a punto de tirar la nota, pero pensé mucho en él. Un día
teníamos una cita unas amigas con unos tipos, pero el tipo con quién se suponía iba a
emparejarme no me gustaba demasiado. Miré la nota por última vez y me dije: “no puedo
continuar así, así que ahora mismo voy a tirar la nota o voy a llamarlo. Bueno, le hice un nudo a
la nota y la tiré a la basura, pero entonces sentí algo raro, no sé, como un pellizco en la boca del
estómago, y cogí la nota a toda prisa, y, sin pensarlo, marqué su número y hablé con él. Bueno,
después de eso nos enamoramos.
Roberto no dijo nada. Quedó impresionado por la historia. Pensó que era muy bonita y
romántica.
-¿Tomamos un helado?- Preguntó ella esperando una respuesta positiva.
Mientras degustaban el helado llegaron a un parque con rincones íntimos y bancos solitarios.
Ella se sentó en uno de ellos y Roberto se quedó frente a ella, observándola con interés. De
fondo sonaban los compases de suaves melodías que unos chicos tocaban en el lado discurrido
del parque. Estuvieron un rato oyendo la música y terminándose los helados.
Tal vez todo dependa de ti.- Comentó ella con certeza.
-¿El qué?
-Ya sabes, la dinámica de tu vida, lo que se encierra dentro de ti. Dices que te sientes como en
un punto muerto. Está bien, tal vez deberías tomar un nuevo rumbo y dirigirte a él sin vacilar.
Dices que sientes confusión y un gran vacío dentro de ti; llena esos espacios vacíos con cosas
que te parezcan genuinas e interesantes, que den sentido a tu vida. Te sientes como en un
callejón sin salida. Pues muy bien, retrocede y escoge un nuevo camino...
-Y eso ¿Qué significa exactamente?- Inquirió él sin dilucidar del todo el enigma que ella le
planteaba.
-Significa que... me apetece bailar un poco- Se levantó y tiró de él decididamente hasta colocarlo
a menos de un palmo de sí. Roberto sintió su respiración, el zumbido intermitente de su
corazón, el calor de su cuerpo, y entonces no pudo resistirse a bailar durante tres intensos y
mágicos minutos.
-Sabes, últimamente me he sentido muy solo...- Confesó él y no pudo resistir la tentación de
besarla. Ella no se lo impidió, si no que siguió bailando con dulzura en aquel rincón apartado de
su corazón...
9
Roberto Salió a pescar con Juanjo, su padre. Hacía buen tiempo. El sol primaveral era delicioso
y la brisa acariciaba con afabilidad sus rostros. Soplaba como con un zumbido continuo y
penetrante, que se mezclaba en perfecta simbiosis con el suave vaivén del mar infinito.
Últimamente no habían pasado mucho tiempo juntos. Él, por supuesto, había permanecido a su
lado durante las horas críticas después del accidente, pero a medida que había ido
recuperándose, este había vuelto a su actividad normal y absorbente, su gestoría. Pero tenía una
pequeña lancha que gustaba utilizar cuando el tiempo y las ocupaciones se lo permitían. Un par
de pescados habían picado, pero no parecía haber demasiado movimiento. Mataban el tiempo
observando la inmensidad del mar y, de vez en cuando, charlando.
-Tu madre quiere ir de viaje el próximo mes. Dice que no le importa dónde, que la sorprenda.
Estaba pensando en un crucero...
-Es una gran idea.- Afirmó Roberto.
-¿Por qué no os venís también? Podríamos ir los cuatro juntos y divertirnos. ¿Cuánto tiempo
hace que no vas con Luisa a un lugar romántico, bonito...?
-Papa, las cosas entre Luisa y yo no marchan demasiado bien. No es culpa suya... Es que no sé,
siento que no funciona...
-Luisa es la chica perfecta... No debes dejarte llevar por un mal momento. Mira hijo, sé que lo
has pasado mal después del accidente, pero, no te apresures ¿de acuerdo? Háblalo con ella.
Seguro que podéis solucionarlo...
- Papá, ¿por qué no habéis tenido más hijos?
-¿Qué?- Su padre reaccionó con extrañeza ante el brusco giro.
-Nunca me has hablado de ello. O, al menos yo no lo recuerdo.
-Bueno, no ha habido ninguna razón especial. Tú viniste después de seis años de matrimonio. -
Tu madre tenía dificultad para quedarse embarazada. Estuvo algún tiempo bajo tratamiento. Al
fin lo conseguimos, quedó embarazada, y eso nos hizo muy felices, pero tu madre sufrió debido
a las secuelas y decidimos dejarlo en manos de la naturaleza... ¿Por qué?
-No me hagas caso... Simple curiosidad... Hubiera sido bonito tener algún hermano. Puede
sonar a locura o algo así, lo sé.
-Bueno, pero tú podrías tener un hijo, ya es hora ¿no crees? Tal vez sea eso...
-Tal vez.- Dijo él sin convicción.- Pero no es el momento.
-¿Qué ocurre Rober?- Preguntó su padre ahora con tono preocupado.- ¿Te pasa algo?
-Sí, supongo, pero no sabría decir qué. No te preocupes, se me pasará.
-Lo que necesitas es volver al trabajo. Un hombre no puede estar sin hacer algo. Te lo digo yo...
-Sí, eso mismo...- Contestó Roberto concluyendo que su padre nunca entendería sus
inquietudes. Estaba muy lejos de sí. En realidad se sentía lejos de todo el mundo que conocía,
excepto de aquella chica de la que ni siquiera conocía su nombre.
-Solo puedo decirte que todo es relativo, hijo, todo es relativo...
Entonces picó un pez en la caña de Roberto. El tirón fue muy fuerte. Su padre se dio cuenta
enseguida. Tenía mucha fuerza, por lo que Roberto soltó un poco y al rato volvió a recoger. Así
estuvo unos quince minutos. El pescado fue subiendo. Juanjo lo divisó. Se quedó gratamente
sorprendido. Medía algo menos de medio metro. Parecía una merluza. Al final consiguieron
sacarla.
Esa misma noche la asaron y la comieron todos juntos en casa de sus padres. El ambiente era
distendido pero Roberto parecía distraído, pensativo. Su madre contaba cosas de cuando era
pequeño y todos reían. Él las oía y sonreía, pero lo cierto era que le parecían historias ajenas,
como de un personaje de película o algo así. Todos querían que se sintiera feliz. Le agobiaba
esa actitud. Parecía como si se hubiesen puesto de acuerdo para que lo pasara bien o tal vez
para que se sintiera arropado, pero no le gustaba sentirse el centro de atención. Aguantaba
estoicamente pero su sensación de incomodidad iba aumentando poco a poco. Su madre
hablaba, Luisa sonreía y su padre le observaba con disimulo.
-Pronto podrás volver al trabajo ¿no es así?- preguntó su padre. Él le miró pero no contestó.
-¿Tienes ganas, hijo mío? Supongo que sí.- Contestó su madre.
-Sí, claro... Pero no sé lo que voy a hacer...
-¿Qué? Vamos, Roberto. Te costó mucho ingresar. Estás mucho mejor, yo diría que recuperado
del todo, y has hecho méritos, es posible que pronto te asciendan.- Reclamó Juanjo.
Es lo que siempre habías deseado.- Agregó su madre. Eran dos formas distintas de tratar de
conducir su voluntad, una, la de su padre, más tosca y directa, y otra, la de su madre, más dulce
y hábil.
- Bueno, ahora mismo no sé...
-No te preocupes cariño.- Intervino Luisa con afabilidad.- Cada cosa a su tiempo. Estoy segura
que sabrás tomar la mejor decisión.
Roberto asintió algo perturbado. Había algo que le rondaba dentro de su corazón. Se sentía
agitado y triste a la vez. Todo aquello le parecía vacío y absurdamente convencional.
-Es normal que ahora te sientas confuso.- Replicó su madre.- Las cosas a veces no salen como
uno quiere. Pero todo se arreglará, poco a poco, ya lo verás.
-El qué mama... ¿qué se arreglará?- Contestó él con cierto fastidio.
-Pues... pues..., no sé, todo, todo...
-No se arreglará nada, mamá, nada.- Dijo ahora con tono nervioso.- Todos tratáis de imponerme
cosas, de hacerme ir en una u otra dirección, pero nadie se preocupa realmente por lo que
siento, por lo que quiero...
-Pero bueno, ¿A qué viene eso ahora?- cortó su padre con incredulidad.- ¿Qué te ocurre hijo?
-Vamos, no me ocurre nada, no me ocurre nada.
Luisa se levantó y le abrazó, pero Roberto, sin llegar a rechazarla, se quedó sentado, tenso,
encerrado en sí mismo.
-Tal vez la culpa sea mía.- Confesó ella con ojos húmedos cuando se sentó de nuevo en su silla.-
-Tal vez no he sabido manejar la situación después del accidente. No he sabido darte lo que
necesitabas. Te he presionado demasiado, no te he dejado espacio para que te sientas con
libertad. Estás un poco agobiado, eso es todo...
-No quiero que me hagas sentir mal diciendo que la culpa es tuya y todas esas cosas. Ya estoy
demasiado confuso como para que trates de hacerte la víctima. Yo no te lo he pedido, no quiero
que lo hagas... Eres demasiado perfecta, demasiado bondadosa... Mo crispa que seas así, no
pareces humana...
-¿Te gustaría más que fuera impulsiva, colérica, desagradable? ¿Qué quieres de mí, qué
quieres?- Esta vez Luisa pareció perder los nervios.
-¡No sé lo que quiero!... Que no trates de engañarte no viendo la realidad de las cosas, que te
enfades si me lo merezco, que no seas tan complaciente a costa de tu amor propio...
-Claro, lo suponía, estás hablando de otra mujer, ¿no?- Roberto sufrió una especie de shock y se
quedó mudo, sin respuesta.- No soy tonta, aunque lo creas. Sé que hay otra. Las mujeres nos
damos cuenta de eso. Hay otra, pero no has sido capaz de decirme nada, de contármelo...
Un tenso silencio inundó la habitación. Su padre, Juanjo, estaba estupefacto, y Juana, su
madre, se quedó con un gesto imprevisto y abstracto en su cara.
-Hijo, ¿es cierto eso? ¿Es cierto?- Preguntó su madre con voz débil.
-No se trata de eso.- Confesó él abatido.- Hay algo de verdad, he conocido a una chica hace
poco, pero solo somos amigos, nada más. Esto viene de mucho antes. Siento que mi vida es una
farsa, una mentira. Algo no funciona, y no sé qué es. Me habéis dicho que mi accidente fue en la
autopista, que di vueltas de campana al perder el control, sin embargo, recuerdo un vehículo
que me embestía y me lanzaba contra un río. Te recuerdo a ti, -señaló a su novia- diferente. Te
recuerdo inquieta, inconformista, enérgica... A mamá la recuerdo introvertida, triste, silenciosa,
temerosa... A ti, papá, te recuerdo áspero, directo, esquivo... No erais la familia perfecta que sois
ahora... Todo forma parte de una sensación extraña, una sensación que va creciendo poco a
poco y que me inquieta, y no puedo evitarlo. Recuerdo cosas que no corresponden con mi vida
actual, pero son recuerdos, son fragmentos, son fantasmas, no sé lo que son... Necesito
entender... Vosotros solo tratáis de disfrazarlo todo, como si no pasara nada, y yo, sinceramente,
no puedo...- Roberto se levantó apesadumbrado, triste, cogió su cazadora y se largó, a pesar de
los ruegos de su madre y de Luisa de que no lo hiciera.
Llamó entonces por teléfono a la chica de mirada intensa. Después de un buen rato pudo
contactar con ella y quedaron en un café para verse, a pesar de lo tarde que era. Estaba
abatido, y ella trató de consolarlo. Él le contó que había terminado con Luisa y entonces se dio
cuenta que ni siquiera sabía su nombre. Se lo preguntó, y ella le respondió : “¿Acaso importa?”
y entonces se lo llevó a la calle y allí volvió a besarlo. Después de eso lo llevó a su casa e
hicieron el amor apasionadamente.
Cuando despertó, al día siguiente, ella no estaba. Probablemente habría ido a trabajar. Se lavó
un poco y salió en dirección de su casa. Se sentía mucho mejor, más tranquilo, sereno,
centrado. Sabía que debía aclarar las cosas con Luisa. Y lo haría, de forma cordial y tranquila.
Cogió su móvil y se dio cuenta que no tenía batería. Bueno, en unos minutos lo aclararía con
ella. Cogió su automóvil y se largó hacia su casa. Respiró el aire de la mañana. Sintió el gas en
sus pulmones y creyó renacer. Tal vez era una señal de que todo cambiaría en adelante. Así
debía ser, porque no sabía lo que podría aguantar con esa sensación de ahogo dentro de su
alma. Llegó a su casa. Estaba silenciosa. Era como si, al entrar a ella, tuviera la sensación que
penetraba hacia un lugar extraño y misterioso, pues el silencio y la penumbra envolvía cada
habitación, cada espacio, cada rincón, creando una atmósfera pausada e inquietante. Frente a
él, un haz de luz denso entraba por un rincón de la persiana. Caminó hacia el haz de luz y
sintió el tibio y agradable calor en su cara. Trató de armarse de valor, y, en efecto, el calor le
otorgó una ración extra de esa virtud que ahora parecía faltarle, pues, en el fondo, no quería
hacerle daño a Luisa y sabía que eso podría significar una gran decepción para ella, una
situación dolorosa y triste. Investigó el resto de la casa. Estaba vacía, solitaria. Se preocupó por
Luisa. ¿Dónde estaría? Si le había pasado algo no se lo perdonaría. Todo era por su culpa,
todo. Debía haberle dado una oportunidad, o, al menos, haberse sincerado con ella, pero ya
era tarde, los sentimientos hacia la otra chica comenzaban a ser demasiado fuertes en su
corazón. Ella no había dormido allí, al menos no parecía haberlo hecho, la cama estaba hecha y
todo permanecía ordenado. Se dirigió entonces al teléfono, la llamaría al móvil y trataría de
averiguar cómo se encontraba. Cuando fue a agarrar el supletorio vio un papel doblado debajo
y lo cogió. Era una nota de ella:
“No sé dónde estás y tienes el móvil apagado, así que no te he podido localizar. Sé que no te
ha ocurrido anda, a pesar de no pasar aquí la noche, aunque, de todas formas, no creo que
haya más que decir. Creo que lo mejor será desaparecer de tu vida, al menos
momentáneamente. El estar bajo estas paredes me agobia. Quiero despejarme, cambiar de
aires, lo necesito. Sé que estarás bien, yo estoy algo triste pero lo superaré, no te preocupes.
Estoy en casa de mi madre pero mañana, si es posible, sacaré un billete para visitar a mi
hermana. Por favor, no me llames, es lo mejor. Dejemos un tiempo para aclarar las ideas. Yo
también lo necesito, es lo mejor.”
Roberto se quedó abatido, preocupado. Nunca pensó que ella podría desaparecer así, de esa
forma, de su vida. Era una forma extraña de hacerlo, extraña, silenciosa y triste. Si ese era su
deseo, lo respetaría, al menos, por el momento. Se tiró en el sofá. Los acontecimientos le
habían desbordado. Se estiró, pensando en ello, en lo irónica que era la vida, en la forma en
que las cosas sucedían. Se hizo un café con leche y se fue al ordenador. No tenía ganas de
hacer nada, así que lo encendió y estuvo unos cinco minutos mirando la pantalla sin verla,
divagando, y sintiéndose mal. Después miró su correo y comprobó que tenía un mensaje de
alguien que no conocía, y que ponía asi: “las preguntas no siempre conducen a las respuestas”.
Al instante se abrió un cuadro de conversación, una especie de chat privado:
Alfa: -hola, nos alegramos de tu visita. En realidad la esperábamos.
Roberto: -¿Quién eres? ¿De qué va esto?
Alfa:- somos gente insatisfecha, cómo tú. Gente que se hace preguntas. A veces esas preguntas
no nos llevan a las respuestas, pero esta siempre viene, de una forma u otra.
Roberto:- mira tío, estoy muy ocupado para estas tonterías. No es un buen momento.
Alfa:- ¿Nunca has tenido la sensación de que estas viviendo una vida que no te pertenece, o
que hay algo que no encaja?
Roberto:- sí, es posible.
Tao: hola Roberto, soy Tao. Comencé a tener sueños. Soñaba con existencias pasadas. Eran
demasiado reales para ser simples sueños. Yo era cantante. Tenía mucha fama, me iba bien,
tenía muchas chicas, coches, mansiones, de todo... Lo cierto es que apenas sé cantar.
Troya: mi caso es similar. Sueño con que soy un hombre y que vivo en Australia. Soy guía
turístico. Me dedico a llevar a la gente de un lugar a otro y a vivir de forma liberal y divertida.
Pero soy una mujer. ¿Cómo es posible eso? Vivo en Nueva York. Fui a una sesión de hipnosis
regresiva y afloraron varias existencias. Por lo visto, antes de eso era un muchacho que vivía
en Suiza en la década de los noventa y fallecí debido a un asalto en la puerta de una discoteca
de madrugada. Me apuñalaron y me atravesaron un pulmón. ¿Cómo puedo vivir varias vidas
y todas en épocas tan cercanas, incluso coincidentes? Desde entonces me estoy volviendo loca,
sumida en la confusión, pues esos recuerdos se mezclan y a menudo no sé cuáles son reales y
cuáles no, cuáles pertenecen a esta existencia y cuales a otras. Pero nadie me entendía hasta
que encontré a Alfa.
Phil:- hola amigos, soy Phil. Soy jugador profesional de baloncesto. En mi cabeza tengo un
recuerdo que se esfuma y aparece una y otra vez. Es sobre una final de una olimpiada o un
mundial o algo así contra Estados Unidos. Íbamos perdiendo de dos puntos y quedaban tres
segundos para acabar el encuentro. Teníamos la posesión porque ellos habían metido una
canasta. Los americanos nos presionaban para evitar que nos acercáramos a su canasta y no
nos dejaban sacar. Todo el equipo trataba de salir del marcaje a que nos veíamos sometidos.
Hice una finta y me zafé de mi marcador y entonces el pívot me pasó el balón. Todo fue tan
rápido que cuando me vine a dar cuenta ya lo tenía entre las manos. El cronómetro comenzó a
contar y mi corazón latía a mil por hora, eso lo recuerdo. Sabía que tenía que hacer algo y
rápido, muy rápido. Pasé hacia el campo contrario librándome de dos defensores porque ellos
se cuidaban de no hacerme personal para no ir a la línea de tiros libres y entonces no me
queda otra que lanzar el balón a canasta, a pesar de lo lejos que estoy. El tiempo se agota, el
balón sale por el aire y oigo, como distorsionado, el timbre del final del partido, pero el balón
ya está a mitad de camino. Alzo la cabeza y contemplo, como a cámara lenta, lo lejos que está
la canasta y el recorrido de la pelota, a unos veinte metros. Contengo la respiración, y entonces
veo que entra en la canasta de forma limpia. ¡Triple! Nos ponemos un punto arriba y ganamos
el partido. Apoteósico. Bueno, el caso es que no recuerdo haber hecho esa jugada, tan solo una
parecida en la semifinal del europeo contra los griegos, pero, la he visto una y otra vez, y no es
la misma jugada, no es la misma...
Roberto:- a mí me pasa algo parecido. Siempre me viene a la mente de forma vaga y confusa el
recuerdo de una especie de pequeño camión que me embiste por un lado y me lanza hacia un
río o algo así. Mi familia dice que el accidente que tuve no hace mucho no fue así, que tan solo
perdí el control y que di muchas vueltas de campana hasta estrellarme con la valla de
seguridad. Todo el mundo que ha visto el coche dice que es un milagro que haya sobrevivido,
y, ahora, algunos meses después, estoy aquí, totalmente recuperado, sano, sin secuelas de
ningún tipo. A veces me pregunto cómo es posible. No logro explicármelo. Como si tuviera un
ángel de la guarda o algo así.
Alfa:- es posible que hayas tenido varias existencias. Hay cosas que quedan tan arraigadas que
es imposible extraerlas del subconsciente, ni siquiera se pierden en la continua transición y
reciclaje que sufre nuestra esencia. Se convierte en un ciclo constante, interminable, ilimitado.
Al final resulta que estas preso de una realidad que puede no ser la tuya...
Roberto:- no entiendo nada de lo que me dices.
Alfa:- para escapar tienes que lograr romper el círculo.
Roberto:- ¿Romper el círculo? ¿De qué me hablas?
Alfa:- hablo de levantarte cada mañana y sentir que algo no va bien. De respirar hondo y sentir
que te falta el aire. De no poder comprender quién eres en realidad y no dejar de sentirte como
una simple marioneta que alguien maneja entre bastidores... Si has llegado hasta aquí es
porque te sentías frustrado y confuso y porque necesitas algo más, aunque no sabes qué es.
Roberto:- es verdad que estoy pasando por un mal momento, pero eso no implica nada,
necesariamente. No sé por qué, algo me dice que todo va a cambiar de aquí en adelante.
Alfa:- ¿de verdad lo crees o tratas de engañarte a ti mismo?
Phil:- a mí me ocurrió algo parecido. Me sentía muy confuso y frustrado pero no sabía
exactamente por qué. Es como si me resistiera a vivir pero no sabía cómo superar esa
frustrante situación. Hice un par de tonterías y estuve a punto de palmarla. Si te soy sincero, lo
normal es que hubiera muerto, pero bueno, como tú dices, algún ángel de la guarda o algo no
quiso que eso sucediera. Sentía que mi vida se iba a la mierda y desde entonces todo comenzó
a cambiar de forma notable y progresiva. Aquello que más deseaba se fue haciendo realidad.
Encontré una chica estupenda, conseguí ganar un concurso musical que me ha dado la
oportunidad de grabar mi primer álbum... ¿no es curioso?
Alfa:- el sistema intenta anclaros, no puede permitir que fracaséis, para eso está diseñado. Pero
nada es gratis, recordadlo. Tal vez el precio que paguéis sea demasiado alto. Os dará todo lo
que necesitéis, de forma gradual. No es como si fuera una lámpara maravillosa, no funciona
así. Eso a la larga sería contraproducente. Hay reglas. Observa tus carencias y te proporciona
los medios necesarios para que las superes, arraigándote a él.
Tao:- no hace mucho pasé un bache emocional y, de repente, apareció en mi vida una antigua
amiga de la niñez de la cual yo había estado perdidamente enamorado. La conexión fue
inmediata y eso hizo que me estabilizara emocionalmente. Lo cierto es que intenté suicidarme
y después apareció ella. Bueno, después de eso me siento más completo, mejor. Eso ocurrió
hace un año. Me quedé prendado de esa chica, rompió mis esquemas, pero, con el tiempo, con
la convivencia, la cotidianidad de las cosas, el transcurrir de los días, vuelvo a sentir esa
sensación de vacío, de insuficiencia, no sé cómo expresarlo. Todo es un espejismo.
Troya:- yo comencé a sentir que mi vida era demasiado lineal y aburrida. Tenía un buen
trabajo, era jefa de dirección en una importante revista, una activa vida social, amigos
influyentes, una vida desenfadada... Pero, poco a poco comencé a sentir que mi vida era
demasiado superficial y que debía haber algo al respecto. Bueno, no sé cómo fue, pero me
surgió la oportunidad de hacer una expedición al Amazonas. Aquello fue algo nuevo para mí,
algo realmente excitante y lleno de emociones. A partir de ahí me he enganchado a las
sensaciones fuertes; he subido al monte Kilimanjaro, he cruzado el Atlántico en velero, he
participado en expediciones humanitarias a África, he practicado paracaidismo, he buceado en
aguas infectadas de tiburones, he bajado rápidos muy peligrosos en canoas... En fin, todo muy
fuerte, pero de un tiempo a esta parte he comenzado a sentir como si algo me protegiera, como
si nunca pudiera ocurrirme nada malo. Al principio era una sensación gratificante, pero,
después de todo lo que he pasado, he vivido y he experimentado, me hizo pensar en que algo
no andaba bien. Busco respuestas. No puede ser simple coincidencia. Ahora, si soy sincera, me
siento de nuevo como si estuviera llegando a una especie de punto muerto. Las dudas vuelven
a rondar mi cabeza. Alguien apareció en mi vida. Creo que me enamoré, pero no veo las cosas
de la misma manera. Fue, de nuevo, una especie de respuesta a mis deseos de estabilidad, de
sentirme parte de algo, de echar raíces. Tal vez buscamos lo que necesitamos, es cierto, pero no
sé... Se puede posponer lo inevitable pero no se puede sortear para siempre....
Roberto:- ¿Qué tratas de decirme? Todo esto es absurdo.
Alfa:- crees que esa chica puede ser la respuesta a tus preguntas. Te gustaría que fuese la
solución a tus frustraciones, el final de tus dudas. Ahora solo estás deslumbrado por ella, pero
esa chica no es más que otra pieza más en el juego. Cumple su función, nada más. Viene a
estabilizar tu existencia. Imagínate la vida como una partida de cartas. El sistema reparte y sin
duda te da una buena mano, pero tiene reservado para ti un par de ases que te los dará al
tiempo oportuno, poco a poco. Lo hará a medida que el juego vaya desarrollándose. Con esas
cartas parece imposible que pierdas la partida. ¿No te parece demasiado casual que esa chica
aparezca en este punto en que ya sientes que puedes prescindir de Luisa?
Roberto:- ¿Qué sabes de Luisa?
Alfa:- Luisa es otra pieza más, ya te lo he dicho. Esa relación ya no te ofrecía nada así que el
sistema deduce que prescindirás de ella. Sabe que necesitas darle otro rumbo a tu vida.
Roberto:- Está bien, supongamos que eso es cierto. ¿Por qué sería mejor encontrar a otra chica
en vez de... yo que sé, que se quede embarazada, o me toque la lotería, por ejemplo...?
Alfa:- el sistema está en tu mente pero no puede leerte la mente, así de simple. Sé que es
confuso, pero debes creer que hay protocolos establecidos y rutinas impresas. El sistema es un
jodido psicólogo que va conociéndote poco a poco y que va aprendiendo de ti y de todos los
demás. No eres el único que intuye su condición diferente, que tiene un atisbo de despertar...
Su primera función es proporcionarte las herramientas necesarias para que te sientas
integrado en el proceso. Conoce todos tus movimientos y actúa en consecuencia de forma
espontánea. Sé que parece una locura, y así es. Como tu mismo decías, es como vivir dentro de
un sueño que pertenece a otro. Si eso realmente fuera así, ¿cómo podrías saber que es un
sueño?
Roberto:- en el caso que fuera cierto, ¿cómo puedes saber tú todo eso?
Alfa:- porque, en realidad, no estoy aquí, al menos, no físicamente. Existen puentes entre
ambas realidades. Pero cada vez se hace más difícil atravesarlas. El sistema se perfecciona,
aprende de los errores, se hace más experto, más astuto. Se controla a sí mismo, nadie puede
darle órdenes. Voy a mostrarte una imagen... (se abrió una pequeña ventana en su ordenador
y un tipo de unos treinta y pico de años, gafas negras, barba y pelo lacio apareció en ella.
Entonces la conversación siguió con audio un tanto distorsionado): hola Roberto, soy yo, Alfa.
Voy en un coche, con un portátil. Quiero que veas esto:- entonces la cámara le mostró una
perspectiva general de todo lo que le rodeaba; un mundo de asfalto repleto de vehículos que
se apelotonaban en una procesión lenta e ingrata, con un cielo plomizo sobre personas que
mostraban expresiones abstractas e indiferentes que, en unos casos caminaban de un lado a
otro sin detenerse a sentir el triste presagio que sobre ellos se cernía, y en otros parecían pedir
o implorar ayuda sobre las aceras mojadas sin que los que caminaban a toda prisa les hicieran
el menor caso. Roberto sintió esa angustiosa y deprimente atmósfera que lo impregnaba todo
como un virus maligno.- No sé qué es exactamente lo que estás viendo o con qué ojos lo ves,
pero creo que estás notando que esta realidad es un poco diferente a la tuya. En tu realidad no
existen estos atascos, ni los indigentes, ni esos pobres parias que piden para saciar sus
adicciones... tanta tecnología y sigue habiendo jodidos pobres y ricos afortunados, por
desgracia. Parece que eso nunca cambiará.- Era verdad, pensó Roberto, aquel lugar tan
deprimente sin ser realmente diferente, no parecía ser su mundo, el mundo que el conocía. Se
quedó por un momento sin habla, desconcertado, atónito.- Hemos podido dejar el atasco y
vamos hacia un lugar que quiero mostrarte. Es posible que lo consigamos antes de que el
sistema nos lo impida. Estamos llegando.- Unos segundos y Alfa se quedó en silencio hasta
que el vehículo se detuvo- Ahí está. Te voy a dar una visual.- La cámara enfocó a todos los
lados de forma lenta. Roberto vio un puente no demasiado alto con una carretera de doble
sentido de unos doscientos metros. El asfalto estaba deteriorado y los pretiles eran de cemento
viejo. La cámara ahora se acercó a este y lo sobrepasó, mostrando un río con un caudal que no
parecía demasiado profundo. El shock entonces fue brutal. Roberto reconoció el lugar como el
del incomprensible sueño del accidente. Reconoció su color ocre y gastado y sus aceras
corroídas, así como el imperfecto pavimento y el río.- No sé si lo habrás reconocido, pero tal
vez esto te ayude.- Se dirigió a un punto específico. Sobre la acera un pedazo de pretil
construido y reformado, claramente más nuevo que el resto.
¡Sí, sí...!- Exclamó aunque sabía que Alfa no podía oírle.
Aquí fue, precisamente donde caíste al río. Un mes más tarde arreglaron el pedazo que tu coche
arrancó. Tiene una caída de unos dos metros.- La cámara enfocó a la esquina.- Roberto entonces
rememoró el accidente, en un solo segundo.- Esa tarde había llovido. Tu ibas circulando por
aquí y un furgón de reparto derrapó al entrar muy rápido en el puente. Te embistió por tu lado
y te lanzó sobre el río, haciendo que rompieras el muro. El coche quedó hecho un abanico. Unos
tipos vieron el accidente y pudieron sacarte del río antes de que te ahogaras...
¡No¡ ¡No¡ ¡Esto es ... imposible, imposible¡ ¡No puede ser verdad¡ ¡No puede ser verdad!- Gritó
enfurecido y se levantó de la silla. Se quedó como bloqueado y entonces la ventana se cerró
repentinamente y perdió el contacto con Alfa.- ¿Qué?
Roberto no sabía qué hacer. No sabía si creerle o no, no sabía si intentar restablecer el
contacto por medio del navegador o dejarlo así, no sabía si quedarse allí o largarse, no sabía si
aquello era una especie de alucinación o estaba ocurriendo realmente. La sensación de agobio
le oprimía el cerebro. Apenas era capaz de pensar con claridad. De pronto sintió un impulso
irrefrenable de salir. Eso mismo hizo, enfurecido, desconcertado. Aquel silencio le aturdió y,
cuando salió a la calle, el sonido del mundo también lo hizo, así que cogió su coche y comenzó
a conducir sin rumbo fijo, mientras en su mente resonaban las palabras: “tienes que romper el
círculo...” Trató de pensar pero no era capaz de hacerlo con claridad.
Miró a su alrededor y se dio cuenta que su mundo era una versión mejorada de aquel otro.
Los vehículos circulaban con perfecta sincronización, los transeúntes caminaban con calma y
la vida transcurría con un ritmo tranquilo y pausado. Miró al cielo a través de los edificios.
Había una luminosidad preciosa. Nunca se había percatado de ello pero ahora le sorprendió
ese cielo gris madreperla. De pronto se dio cuenta que había llegado a un puente. En nada se
parecía al otro. Aun así, se preguntó si eso no sería algún tipo de señal. Era el puente de
entrada y salida de la ciudad, una enorme construcción metálica que se suspendía unos
cincuenta metros sobre un mar plano y tranquilo. Detuvo el vehículo y salió de él. Después
trepó a través de la estructura, pasando el parapeto de seguridad y fue escalando poco a poco
hasta colocarse casi en lo más alto. Se sentó sobre un travesaño exterior, colgando sus piernas
del vacío, y se quedó allí un buen rato, sintiendo la brisa suave sobre su rostro y admirando
ese profundo firmamento. Comenzó a llover suavemente. El tacto del agua era tibio y
agradable. Se deleitó con la belleza de las gotas formando cientos de ondas que se contraían y
se expandían sobre el mar.
-¿Qué clase de lugar es este donde todo es hermoso y armonioso...?- Musitó con admiración y
tristeza.
Entonces echó un vistazo abajo porque un murmullo le sacó del trance y vio un gran número
de vehículos aparcados en torno a su coche y gente arremolinada sobre la barandilla que le
observaba y le gritaba cosas. No podía oírles, pero tampoco le importaba. Advirtió que varias
personas trataron de escalar la armadura metálica para ir en su busca. Se quedó un buen rato
contemplándoles y se sorprendió de que una de ellas fuera la chica de dulce sonrisa. La siguió
con la mirada hasta que se le acercaron. Él les advirtió que no se acercaran más o saltaría y ella
les solicitó que le hicieran caso. Ella se acercó un poco más. Roberto le pidió que se sentara y
que no se acercara más. Eso mismo hizo.
-¿Qué haces aquí?- Preguntó él antes que ella pudiera hacerlo.
-Eso es lo que a mí me gustaría saber. ¿Qué significa esto?- Él no respondió, simplemente se
quedó observando el horizonte, poco convencido de sus palabras.- Quiero ayudarte.
-De alguna forma, ya lo has hecho.- Contestó él.- Me has terminado de convencer de que nada
de esto es real. No puede serlo. ¿Cómo se explicaría tu presencia aquí? Resulta demasiado
oportuno, ¿no crees?
-Ha sido casualidad. Iba a una cita de negocios y oí la noticia por radio. Vi tu coche abajo, y, no
me preguntes cómo ni por qué, supe que eras tú. Mira:- y señaló una unidad móvil que había en
la carretera. Una unidad de televisión llegó entonces.- Por casualidad estaba cerca. Mi coche
está allí, aparcado, unos treinta metros por detrás del tuyo. No puedo permitir que lo hagas...
-Sí, ahora me dirás que todo saldrá bien y que me quieres.
-Bueno, me gustas bastante, ¿o crees que dejo que cualquiera se meta en mi cama?- Pronunció
ella angustiada.- Mira, sé que lo has pasado mal, pero estoy dispuesta ayudarte en lo que sea. -
Es lo único que puedo ofrecerte.
- Si me tiro de aquí, ¿crees que podría sobrevivir? Quiero decir ¿habría alguna posibilidad de
que lo hiciera? Si me tomara un bote de pastillas podrían hacerme un lavado de estómago, si
tuviera un accidente de tráfico ocurriría un milagro y si tratara de pegarme un tiro, es posible
que la pistola se encasquillara o la bala traspasara mi cabeza sin producirme la muerte.
Sobreviviría de forma milagrosa. Pero si mi tiro de aquí, ¿Qué posibilidad habría de tentar a la
suerte?
-Por favor, Roberto, no digas esas cosas.- Rogó ella sobrecogida.- Esto no llega a ninguna parte.
-¿Por qué quieres acabar así con tu vida? ¿No has pensado en la gente que te quiere? ¿Vas a
hacerles esto? No vale la pena. Juntos podemos superarlo. Yo también lo he pasado mal, alguna
que otra vez he tenido ganas de hacer algún disparate, pero, si lo hubiera hecho, por ejemplo,
no te habría conocido. Cuando te conocí reconozco que algo también cambió dentro de mí. Me
distes fuerzas para continuar.
-No pretendo que lo entiendas. Tú representas tu papel como yo represento el mío. No
podemos evitarlo, debe ser así.
-Hablas así porque estás desesperado, porque te sientes solo. Pero hay gente que te necesita. Tus
padres, yo, tal vez esa chica también. Si te tiras, nunca podré perdonarme que no fuera capaz de
evitarlo, y tal vez esa chica tampoco.
-Dime una cosa, ¿qué fue lo que te gustó de mí?- Preguntó Roberto mirándole fijamente con una
angustia desgarradora. Hizo una pequeña pausa y volvió a mirar hacia el abismo.- Cuando te vi
me quedé enganchado, no sé por qué. Fue algo muy directo. Incluso a mí me sorprendió. Eres
una chica realmente guapa, seguro que tenías a muchos tíos detrás de ti, sin embargo,
conectamos demasiado rápido. No sé por qué pero enseguida te fijaste en mí, al menos esa es
mi impresión. Llegaste en un momento muy puntual, demasiado oportuno, necesitaba que
pasara en mi vida algo como tú...
-No lo sé Roberto, supongo que esas cosas a veces pasan. No tengo todas las respuestas. Te vi
allí en el parque y también me llamaste la atención, sin más. No sé explicarlo con palabras.
Después coincidimos un par de veces y me gustó la timidez de tus ojos, la forma en que me
hablabas, no sé... Es química, es destino, llámalo como quieras. A otras personas les ha pasado.
Esa noche, cuando entraste en el bar, estaba aburrida y un poco agobiada por mi amiga y esos
dos tipos absurdos... Después de que me sacaras de ese marrón sentí que no quería estar en
ningún otro sitio ni con ninguna otra persona.
-Sé que es difícil de entender y más aún de explicar... Todo esto no es lo que parece. Este
mundo, esta realidad... todo lo que nos rodea... No sé qué es exactamente, pero sé que he tenido
otra existencia en otro sitio, y que no pertenezco a este lugar...- Roberto suspiró con una extraña
mueca de nostalgia- Ni siquiera sé tu nombre...
-Beatriz, me llamo Beatriz...
-Beatriz.- Repitió él con voz profunda y, después de eso, alzó su cara al cielo y sintió las gotas
de tibia agua deslizándose sobre su rostro.- Dios mío, parece tan real... Pero no hay nada que me
ate a este lugar, tengo que romper el círculo, atravesar el espejo...- Y con eso saltó al abismo.
10
Cayó con velocidad sobre el mar. Este cada vez se hacía más cercano, más próximo; le atraía
hacia sí casi con dulzura. El impacto fue tan violento que ni siquiera tuvo tiempo de sentir que
su cuerpo se partía en pedazos. De pronto sintió” que el vacío más absoluto envolvía todo su
cuerpo, penetrando en su mente como un taladro silencioso y molesto, y desintengraba su
cuerpo en millones de efímeras partículas luminosas. Fue una sensación extraña y vertiginosa.
¿Era aquello la muerte? No lo sabía, pero, si estaba muerto, ¿cómo era posible que
experimentara lo que estaba experimentando? Todo se aceleró de repente. Ocurrió una especie
de “déjà vu”. Revivió de nuevo la caída pero esta vez fue como si la gravedad se hubiese vuelto
mucho más poderosa y la distancia se hubiese multiplicado. De súbito, cuando sentía que las
entrañas se le expandían hasta desintegrarse, el momento se "congeló", se "paró", como si
alguien hubiera pulsado el "pause" de un aparato reproductor; se detuvo en un suspiro. Se
sintió como colgado de la nada, como sujeto sobre un punto incierto e impenetrable. Miró hacia
abajo y sorpresivamente, vio una especie de hermosa lámina brillante que fluctuaba. Miró
entonces al horizonte y había una oscuridad impenetrable que se transformó en un vórtice de
luz infinito que poco a poco se fue estrechando sobre él, y entonces sintió que algún tipo de
fuerza le succionaba hacia abajo pero esta vez de forma homogénea pero violenta. El huracán de
energía se cerró justo en el punto y en el momento que iba a tocar la lámina y entonces hubo
una explosión de luz que se fue concentrando poco a poco hasta convertirse en una especie de
túnel infinito y mágico. Se sintió flotar en un espacio inanimado e indeterminado. Se sintió
etéreo, gaseoso, sideral. Fue muy extraño, porque, de alguna forma inexplicable y
extraordinaria, fue capaz de contemplar esa especie de túnel de luz fosforescente que iba
envolviéndole en un abrazo cálido y etéreo, pero, acto seguido, se dio cuenta de que no podía
verse a sí mismo, no podía ver sus brazos, ni sus piernas, ni su tronco, como si fuera espiritual y
no tuviera cuerpo. Se sintió como succionado, absorbido por esa extraña fuerza a una velocidad
vertiginosa, a través de esa luz y hacia el profundo infinito. Entonces la luz se fue apagando
hasta dejarlo sumido en una oscuridad férrea y asfixiante, y vio a lo lejos un punto en el cual se
concentraba un brillo impetuoso que fue creciendo poco a poco hasta convertirse en un
fogonazo centelleante y penetrante, y la fuerza lo atrapó y lo transportó hacia un universo
radiante que, transformándose en una repentina explosión de energía que hizo qué, por
primera vez desde que comenzara toda esa vorágine de sensaciones alucinatorias, tuviera
conciencia real de sí mismo y, al extinguirse esa explosión, se sintió disolver, diluir, hasta que se
fundió en un abrazo inseparable con una especie de sopa cósmica...
11
Roberto sintió náuseas, desorientación, aturdimiento. No recordaba nada, su mente era como
un huracán que arrasaba todos sus sentidos. Un vacío inmenso asolaba su alma. Un dolor
intenso que no conseguía localizar. Trató de despertar. Era como si su cuerpo se resquebrajara
de adentro hacia fuera.
Voces sonaban en su cabeza como murmullos lejanos y molestos. Resultaban ininteligibles. Su
cerebro era como una tostadora a punto de reventar. No sintió su cuerpo, pero esta vez la
sensación no era plácida ni agradable. Comenzó a prestar atención a un sonido acompasado y
constante. Eran los latidos de su corazón. Resonaban en sus oídos como un eco fantasmal. Hizo
un intento por abrir los ojos. Había luces, luces incomodas e insoportables. Las luces parecían
ocultar siluetas espectrales. De repente sintió algo terrible en su corazón, un dolor penetrante y
agudo. Quiso gritar, retorcerse, pero no pudo.
-¡Vamos, vamos! Va a darle un paro...- Creyó oír que decía una voz áspera en medio de ese
insoportable sufrimiento
Un pequeño pinchazo en algún lugar de su brazo y la realidad se diluyó de nuevo
sumiéndole en el mundo de los sueños.
12
Abrió los ojos poco a poco. Despertó lentamente, casi suavemente. Se sintió débil, perdido,
confuso. Había sombras extrañas por todos lados. En medio de esas sombras figuras erráticas
que palpitaban con un brillo opaco y que se movían como flotando. La vista fue enfocándose
muy gradualmente. Entonces descubrió más figuras a su alrededor. Parecían personas que le
observaban, pero no fue capaz de distinguirlas. Esas personas le escrutaban con interés. Hubo
sonrisas. Uno de ellos se acercó y le puso la mano en su brazo. Su tacto fue cálido, agradable. Se
acercó a él y le dijo unas palabras que no entendió, pero percibió que su tono era afable, incluso
afectuoso. De nuevo el sopor volvió a cerrar sus fatigados ojos.
13
Una penumbra silenciosa y serena le hizo sentir cierto bienestar cuando logró incorporarse por
fin a la realidad. Fue un despertar progresivo y plácido. Sus ojos enfocaron la habitación y la
penumbra inicial fue aclarándose hasta hacerse clara y concisa. Las sombras se transformaron
en siluetas que poco a poco formaron formas específicas. Estaba en una cama, en una habitación
que no parecía muy grande, compartida por una cortina que estaba sin correr. Al frente una
chica joven y con aspecto cansado dormía sobre un viejo sillón. La miró unos segundos. Le
pareció muy familiar. De pronto la identificó como Luisa, su novia. Intentó levantarse,
incorporarse, pero no pudo. Contrario a eso, la cama se alongó mecánicamente como si
prolongara su movimiento, dejándole en una posición semi-sentada. De nuevo intentó
levantarse y entonces cayó en la cuenta de que su cuerpo no le respondía. Como un flash,
recordó el accidente. Habían discutido y él cogió el coche y se largó, a pesar de que ella le había
gritado que no lo hiciera. Pero estaba muy furioso y excitado y no le hizo caso. Recordó el mal
tiempo, el viento, la lluvia, y el coche recortando el atardecer sobre la avenida. Se metió en el
puente de entrada y lo cruzó, y, cuando estaba llegando al final, de súbito, un furgón se le vino
encima con una fuerza descontrolada, le golpeó el costado y lo lanzó contra el muro de
contención, que no soportó el impacto, haciéndole caer sobre el río. Recordó vívidamente el
vacío y el agua inundando el vehículo, conmocionado como estaba, pero no lo suficiente como
para no darse cuenta de que esa podía ser la última vez que sus ojos vieran algo. Justo ahí se
extinguió el último recuerdo. Ni siquiera recordó si llevaba puesto el cinturón, aunque lo más
probable fuera que no. “¿Cuánto tiempo hacía de eso?”, se preguntó. No podía saberlo pero
algo le decía que más de lo que creía. La chica entonces despertó y le vio allí, alongado sobre la
cama. Se levantó con una sonrisa y se le acercó con una mirada que trataba de ocultar aflicción y
culpa.
-¡Cariño, cariño!- Le tomó la mano. Él apenas sintió el contacto. Estaba visiblemente
emocionada.- ¿Estás bien? Por fin estás con nosotros, estás conmigo...
-¡Dios mío...!- pronunció a duras penas.- Me duele todo el cuerpo.
-Es normal, cariño... Verás cómo poco a poco te vas recuperando...- Le agarró la mano con mas
fuerza y le sonrió mientras luchaba por no derramar ninguna lágrima. Roberto seguía sin
sentirlo.
-¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo aquí...?- Preguntó Roberto con voz áspera. No sabía
exactamente qué quería decir o preguntar. Un cúmulo de emociones contradictorias luchaban
en una ardua batalla por emerger...- Recuerdo algo del accidente. El impacto, caer al vacío... Lo
recuerdo como si acabara de pasar pero no creo que...
-No te preocupes por nada. Todo saldrá bien. El doctor Bermúdez hablará contigo, él te
explicará.
-Sí, pero, ¿cuánto hace....? ¿Cuánto?- Él insistió.
-Hace unos diez meses.
-¿Qué...?- Roberto se quedó atónito. Le parecía imposible. No podía dar crédito a sus oídos.- Es
extraño, ahora me siento como si todo fuera un sueño... Sí, como si estuviera dentro de una
pesadilla y estuviera a punto de despertar...- Miró al techo y trató de encajar las cosas. Le
resultaba difícil, su cabeza era un auténtico lío. No era capaz de concentrarse demasiado en lo
que pensaba.- Me ocurre algo, ¿verdad?
-Cariño...- Su voz ahora se quebró. Deseó que estuviera alguien allí que pudiera ayudarle a
encontrar la mejor forma posible de decir algo tan terrible.- Verás...- pero en ese momento la
madre de Roberto apareció salvándole del mal trago. En su rostro había una mueca de
sufrimiento que no podía ocultar el maquillaje. Se dirigió a él con lágrimas profusas y se abrazó
a él, besándolo, acariciándolo, dando gracias a Dios. Roberto tuvo la extraña sensación de haber
vivido ya ese momento.
-¡Hijo mío! No sabes cuánto hemos rezado para que te pusieras bien. Hemos llorado y hemos
esperado este momento. Lo importante es que estás conmigo, que estás vivo...- casi no podía
hablar. La emoción le cerraba la garganta y le supuso un gran esfuerzo pronunciar esas
palabras.
-¡Ya está mamá! ¡Ya está!- Roberto le acarició y le habló casi en susurros.- Tranquilízate.- Se
sorprendió de poder reaccionar con tanta serenidad. En el fondo no era así, pero no soportaba
ver a su madre afectada y emocionada, e hizo un gran esfuerzo por conservar la calma.
-¡Dios mío! Es un milagro, un milagro...
Se quedaron un buen rato hablando los tres, sobre cosas intrascendentes y sobre cosas más
cercanas e importantes, todo menos hablar de su estado, pues Roberto no quiso preguntarle
nada a su madre. Suponía que el médico le pondría al corriente pronto, y sabía que no serían
buenas noticias. Todos fueron asimilando la situación. Al rato vinieron un par de enfermeras y
le dijeron que se alegraban de que hubiera vuelto a la realidad. Le hicieron un par de
preguntas y le hicieron algunas pruebas. También le cambaron la sonda con discreción.
Roberto se quedó serio, ruborizado. Ni siquiera había sido capaz de sentir que la tenía puesta.
Él quiso preguntarles pero ellas esquivaron la cuestión indicándole que el doctor vendría a
visitarle y hablaría con él. Y, así mismo fue. El doctor Bermúdez le visitó un par de horas más
tarde y hablaron largo y tendido sobre su estado. Como había comprobado, solo tenía
movilidad de cintura para arriba, pero de ahí hacia abajo la capacidad motriz era nula. A raíz
del accidente había sufrido una grave lesión en la médula y eso le había producido la
paraplejia. Roberto, aunque se lo temía, quedó destrozado por la confirmación de la noticia. Y
todo por una estupidez, ahora lo recordaba. Había discutido con Luisa y, haciendo caso omiso
a las súplicas de ella y a su propio sentido común, había salido a dar una vuelta con el coche a
pesar del mal tiempo. Cuestión del destino o de la mala suerte, pensó. Pero ahora no valía de
nada lamentarse, eso era inalterable.
-Y, ahora ¿qué?- Preguntó sin tener más palabras en su reseca lengua.
-Bueno, Roberto, no te voy a engañar. Ahora mismo no hay solución para ese tipo de lesión. -
Tendrás que aprender a vivir con ello por ahora al menos, porque es posible que en algún
tiempo hayan avances muy interesantes, prótesis, órganos inteligentes... Tendrás que trabajar
con un implante cerebral que te pueda permitir mover objetos con la mente, o buscar otras
alternativas, aunque, bueno, dejemos eso por ahora, ya te iré informando poco a poco, ahora
necesitas descansar, ¿de acuerdo? Estaremos en contacto. Si necesitas cualquier cosa...– Dicho
esto el médico se marchó dejándole con la noticias rebotándole como un eco interminable en su
cascada mente.
Su madre se abrazó a él después que el doctor Bermúdez se largara. Luisa se quedó junto a él,
pero se le notaba tensa, triste y preocupada.
-¿Y papá?- Preguntó él con voz serena. A pesar de sentirse destrozado por dentro, tuvo la
entereza necesaria para disimularlo. De alguna forma, era como si ya supiera la noticia de
antemano.
-¿Qué?- preguntó su madre sorprendida, mientras trataba de enjugarse las lágrimas.
-¿Dónde... dónde está papá?
-Hijo... papá... murió hace unos años.- Contestó ella con voz quebradiza.
Roberto se quedó con un gesto de incertidumbre que le duró unos cinco segundos. Después
trató de decir algo pero tartamudeó y prefirió quedarse callado. En su cabeza tenía la idea que
su padre vivía aún. Hizo un esfuerzo por buscar ese recuerdo en su mente y fue
contraproducente el hecho de que consiguiera recordar que su padre había muerto hacía tres
años de una enfermedad cardiaca y, por otra parte, que habían cenado todos en familia, es
decir, los cuatro, no hacía mucho. Entonces intuyó de una forma que no sabía explicar, que ese
recuerdo pertenecía a otra existencia, otra realidad. Fue una sensación extraña y
contradictoria. Fue consciente entonces del desorden que reinaba en su cabeza. Nada estaba
claro. Todo era borroso y difuso. Había fragmentos de recuerdos que parecían irreales y sin
embargo, tenía la sensación de que había perdido muchos otros. Todo se mezclaba de forma
incoherente y caprichosa.
-¿Por qué me está ocurriendo todo esto...?- Preguntó.- ¿Esto es la realidad o es un sueño? Hay
algo que no concuerda... No sé exactamente qué es pero...
-No te preocupes- esta vez fue Luisa que se acercó a él y le acarició la cara- es normal que te
sientas un poco confuso. Las cosas irán colocándose en su lugar. Todo saldrá bien, todo saldrá
bien...
14
El despertar fue muy duro. Unido a su estado estaba la confusión que reinaba en su cabeza.
Voces extrañas sonaban dentro de su mente como fantasmas. Esas voces le situaban en un
extraño planeta, en un gran incendio o en un puente, a gran altura de un río plateado que
parecía decirle que se tirara. Recordó a su madre, pero parecía diferente, más joven e
independiente, a su padre, a Luisa, pero con un toque más estilizado y sensual, y se acordaba de
gente como un tal Carlos, bombero, una chica preciosa llamada Beatriz o un japonés llamado
Nakata, que formaba parte del programa espacial japonés. ¿Eran, tal vez, personajes inventados
en su mente, salidos de unas pesadillas que no lograba recordar pero que luchaban por emerger
al exterior? Poco a poco fue acordándose de una existencia en una época futura en la cual formó
parte de la Agencia Espacia Europea y fue enviado a algún planeta de los grandes, como Júpiter
o Saturno, y en esa existencia estaba Nakata y otro tipo que no lograba recordar. ¡Qué tontería!
Hasta él sabía que esos planetas resultaban prácticamente vetados para el ser humano, pero los
sueños eran tan reales... En esa existencia no recordaba a su padre. Después recordó otra en que
era bombero y allí sí que estaba su padre, y de allí recordó a Carlos y a esa chica, Beatriz ¿Qué
me está pasando?, se preguntaba, mientras estaba convencido de que el desaliento estaba
volviéndole loco y le hacía inventarse realidades alternativas o algo parecido. Tal vez era un
mecanismo de escape. Porque realmente estaba depresivo. No sabía cómo afrontar eso ni cómo
afrontar su parálisis. En todas las existencias se acordaba de un tipo dinámico, lleno de
vitalidad, independiente, autosuficiente, y ahora... Era difícil aceptarlo. Ser el lastre de otros,
sentirse una carga para los demás. Pedir que cambiaran la sonda o que le llevaran al baño,
esperar que extraños le tuvieran que bañar, y, aunque fuera Luisa o su madre, no le importaba,
era muy duro e incluso le resultaba humillante. Las pruebas, la rehabilitación, los recuerdos,
sentía que iba a explotar. Su madre y Luisa se turnaban para estar con él la mayor parte del
tiempo. De vez en cuando venían antiguos compañeros de trabajo a visitarle, pero él no les
recordaba. Como en su existencia alternativa, había sido bombero, pero ninguno de ellos
aparecía en sus recuerdos. A su madre, sin embargo, trataba de ocultarle sus verdaderos
sentimientos de rabia y frustración haciendo un esfuerzo sobrehumano, pero estaba reventando
por hablar con Luisa, y eso mismo hizo, después que un par de veces se retuviera de hacerlo.
-¿Cómo estás tú?- Preguntó Roberto con voz ahogada.- Te has desvivido por mí, lo sé y te lo
agradezco, y siempre me preguntas cómo estoy, y me dices que todo va a salir bien, pero, ¿y tú?
-¿A qué... te refieres?
-Bueno, te veo ahí y es como si viera a una persona que está encarcelada, prisionera... y, no
quiero eso, ¡joder, no lo quiero!
-Roberto...- Respondió la chica con un evidente indicio de perturbación en su voz..- ¿por qué
dices eso? Yo... yo...
-Sí, Luisa, lo sé. Mi mente es un rompecabezas. Me estoy volviendo loco, lo sé, pero, aún así
recuerdo lo que ocurrió antes del accidente y veo tus ojos... Y no tienes nada por lo que
castigarte... En serio. No fue culpa tuya. Te sientes culpable, y, si te soy sincero, me fastidia verte
a mi lado así. No puedo evitarlo. Tal vez pienses que soy un ingrato, pero no lo soy, solo estoy
tratando de liberarte...
-Estás siendo un poco duro conmigo, ¿no crees? Me haces daño. Es como si canalizaras tu rabia
contra mí. Nunca quise hacerte daño, nunca...- Luisa se sintió de repente nerviosa y ofuscada.
-¡No necesito tu compasión, joder¡- Roberto alzó la voz y ella se encogió dentro de su alma. Se
dio cuenta que estaba perdiendo el control y suspiró y se mordió los labios de rabia.- Sé que no
te mereces esto. No quiero ser injusto ni quiero ser un capullo, es solo que... bueno, esto no es
fácil para mí. Tampoco quiero llevar un lastre más del estrictamente necesario sobre mis
espaldas. Tienes que vivir. No estás obligada a estar pegada a mí. Si te largas y no apareces más,
lo comprenderé. No me debes nada. ¿Te imaginas? Toda la vida esclava de un tipo cómo yo?
No Luisa, no quiero eso para ti...
-No va a ocurrir nada de eso… Yo solo quiero estar a tu lado en estos momentos. Sé lo duro que
es, lo sé, y yo solo... solo...
-No, Luisa, no lo sabes... No sabes lo duro qué es esto. Joder, seamos sinceros...- Comenzaba de
nuevo a enfadarse y trató de controlarse una vez más.- Cuando lo del accidente nuestra relación
ya estaba en fase crítica. Sabes qué es verdad, lo sabes...
-¡No, no es cierto!- Ahora fue ella quien perdió momentáneamente el control y se acercó a él
alzando la voz presa de la irritación- Habíamos discutido, es cierto. Te grité y te imploré que no
te largaras pero eres un caprichoso estúpido que no hace caso a nadie. Estábamos enamorados,
llevábamos viviendo dos años juntos y nuestra vida giraba en torno el uno del otro. Es cierto
que estábamos pasando una pequeña crisis, pero, qué pareja no pasa alguna vez por ello...-
Luisa se echó a llorar.
-Luisa, Luisa... vamos, mírame.- Ella hizo eso mismo después de sobreponerse al desconsuelo
inicial.- No trates de engañarte. Vamos, tranquilízate. No trato de castigarte. No fue culpa tuya.
-No es eso, joder, no es eso. Pero no quiero que eches tu vida por la borda por mi causa. No vale
la pena. ¿Entiendes? No vale la pena. No tienes ninguna obligación conmigo.
-Bueno, deja que yo también decida eso, ¿no? ¿O quieres tú tomar esa decisión por los dos?
Creo que yo también tengo algo que decir...
-Está bien.- Se conformó él.- Está bien. Entonces dime qué está pasando. Sí, sé que algo no
marcha bien. No te preocupes, lo soportaré, más duro que esto no creo que pueda ser...- Luisa le
miró con cierta perplejidad, no supo cómo tomar esa petición...- Sí, sé que suena raro, pero es
como si viviera todo lo que me está ocurriendo y volviera a vivirlo una y otra vez, como estar
metido en una pesadilla que termina y empieza a la misma vez. Tengo la sensación de que en
cualquier momento volveré a dormir y al despertar romperé ese ciclo interminable y
angustioso. Me refiero al accidente, a nuestra relación, a mi confusión, a la sensación de otras
existencias... No sé qué es invención mía y qué es real. Ni siquiera sé si esto es real. En esta
realidad un furgón derrapó y me lanzó contra un río. En otra realidad caminaba sobre un
planeta y me quité la escafandra protectora, en otra di vueltas de campana con mi coche y en
otra aún casi me ahogo haciendo submarinismo. ¿Cuál de ellas es verdad, cuál es mentira? No
sabes lo que es esto, no lo sabes... Dios mío, si de verdad me quieres, dime la verdad...
-No sé gran cosa... te lo prometo.- Confesó ella sin estar muy segura de ello.- Sé que utilizaron
contigo una innovadora técnica cuando estabas en coma, pero no sé nada más.
-¿Una innovadora técnica?- Repitió él sobresaltado.- ¿Qué me hicieron, dime, qué me
hicieron...? ¿Y por qué no me ha dicho nada el doctor?
-No lo sé, no lo sé. Él no nos dijo gran cosa al respecto. Tal vez no haya querido saturarte con
demasiada información. Bastante es ya asimilar y superar lo que te ha ocurrido. Nos dijo que no
podía sobrexcitar tu mente ni forzarla, que tenía que dejar que tú respondieras favorablemente
y que comenzaras a reaccionar de forma positiva, que debían darse los pasos a su debido
tiempo. Dijo también que debía darte la información gota a gota, de lo contrario podía ser
contraproducente para ti, sobre todo en tu delicado estado, que irías recuperando la noción de
las cosas gradualmente...
Roberto no dijo nada, tan solo asintió y no la presionó más porque sabía que ella, tal vez, no
lo soportaría. De todas formas, no tenía demasiada prisa, ya hablaría a solas con el doctor
Bermúdez.
15
-Doctor, quiero que me diga la verdad...- Dijo él con tono seco pero consistente.
-Está bien.- Contestó el médico sin tomarle por sorpresa.- Pero antes una última prueba...- al
instante entró un nuevo médico en la habitación.- Este es el doctor Beltrán, psicólogo. Va a
enseñarte unas fotos y quiero que le digas si las reconoces o no...- Roberto se quedó algo
disconforme- Después te prometo que hablaremos. Ya sé lo de los episodios alternativos y esas
cosas. Las enfermeras me tienen al corriente. Todo tiene una explicación, ya lo verás.
-Hola Roberto.- Dijo el doctor Beltrán. Era mayor que el doctor Bermúdez y hablaba de forma
más pausada y profunda.- Voy a sentarme un momento. Quiero que mires las fotos y me digas
lo que te venga a la mente. No hay prisa, ¿de acuerdo?- Roberto asintió. Comenzó a enseñarle
fotos.
-Este es mi padre... este es Carlos... esta Luisa... esta Beatriz... este... es el hombre que conocí en
el hospital... el viejo que después lo encontré en el bar y le dio un paro cardíaco o algo así...
Trataba de decirme algo, pero nunca supe qué era...- Los doctores, a veces, se miraban entre sí
como con un lenguaje secreto y sus miradas encerraban declaraciones confidenciales que, por
un momento, le pusieron nervioso, pero no cedió ante la tentación de preguntar qué diablos
ocurría.- Este no lo recuerdo... (era la foto de un chico moreno y bajito)- Tampoco. (La foto de
una mujer de unos cuarenta años y de sonrisa espontánea)- Sí, este es Antonio, me salvó la vida,
creo, una vez que la mezcla se adulteró... Este niño es... un momento... este niño lo encontré una
vez en la playa, pescando, pero no recuerdo quién es... Este es Nakata, un astronauta japonés...-
Roberto bufó malhumorado. Su paciencia se estaba agotando.- Esto no tiene sentido, doctor, no
tiene sentido. Les recuerdo, pero ¿quiénes son en realidad? Quiero decir que Nakata y Carlos no
pudieron convivir a la vez en la misma época, que recuerdo que mi padre murió y que estuvo
conmigo no hace mucho, cenando... Ni siquiera estoy seguro de estar aquí, ahora, en este
momento... No sé qué creer, no sé si esto es verdad, no sé si estoy aquí, no sé nada, Me estoy
volviendo loco, Sáqueme una vez de esta maldita confusión, deme respuestas...
Los doctores se miraron de nuevo con una complicidad sospechosa y el doctor Bermúdez le
hizo una señal al otro para que no continuara, como si ya hubiera descubierto lo que
necesitaba y, después, cogió otra silla y se sentó al lado de este. Guardó las fotografías y
carraspeó incómodo.
-Verás, es un poco difícil de explicar, y, sobre todo de entender. Hemos estado observando tu
progreso y pensábamos que no era factible revelártelo hasta que tú mismo lograras recordarlo
todo, o, al menos, casi todo. Tu evolución psicológica no es mala, mejor incluso que lo que
esperábamos, así que tal vez sea hora de hacerlo... Bueno, todo empezó cuando tuviste ese
accidente. Como ya sabes, quedaste en coma y parapléjico. Necesitábamos evacuar un coágulo
en un lugar muy peligroso del cerebro. Si interveníamos de forma convencional corríamos el
peligro de dejarte hecho un vegetal para siempre. Así que consultamos con tu madre, pues es
cierto que tu padre murió hace algunos años, porque había una nueva técnica que permitía
operar tu cerebro sin una intervención directa... Por medio de nanotecnología. Creo que sabes lo
que es...- Roberto asintió- Bueno, te introdujimos los micro organismos, induciéndote
inevitablemente una especie de realidad alternativa subjetiva, lo que llamamos una “RAS”,
porque los nano-robots no pueden trabajar sin que haya actividad cerebral y, además, fueron
diseñados, en su origen, para ello, aunque luego, los científicos y los médicos nos dimos cuenta
de que podían hacer muchas otras cosas beneficiosas, como engullir un coágulo y sacar a
algunas personas del coma. No sé si entiendes lo que quiero decir...
-No, lo cierto es que lo sospecho, pero no lo entiendo...- Confesó él.
-Bueno, la percepción que tienes de todo lo que te rodea, de la realidad, de ti mismo, viene dada
por la percepción que da tu cerebro y de la interpretación que, a su vez, este les da. Si
conseguimos estimular tu cerebro de determinadas formas este interpretará esas señales como
reales. Todo está en las señales y en la interpretación de estas.
-¿Quiere decir que puedo vivir una realidad totalmente manipulada por ustedes, en una especie
de mentira virtual?
-Bueno, sí, pero no exactamente.- El doctor Bermúdez sonrió.- Quiero decir, vivirías una
realidad inducida, alternativa, virtual, como quieras llamarla, pero no manipulada por nosotros,
no funciona así. A medida que te integras a esa realidad, que la compartes, que la tomas como
tuya, se hace más sólida, se arraiga más en ti. De lo contrario puede ocurrir como te ocurrió a ti.
En todo momento luchaste contra ella y conseguiste salir, gracias a Dios, por otra parte, de lo
contrario, podías haber quedado enganchado en ella. Como verás, manejamos conceptos, no
códigos exactos. No es tan fácil como parece.
-En gran parte también dependía de ti.- –Comentó ahora el psicólogo.- Creamos un mundo a tu
medida. Seguimos la descripción que nos dio tu madre sobre ti, que te gustaba la ciencia, los
viajes espaciales, el futuro, la tecnología y todo eso. Quisimos colocarte en un lugar que te
fascinara, que te pareciera interesante. Hay reglas. El cerebro puede ser engañado, pero hay que
saber engañarle. Quiero decir, si esto formase parte de la realidad inducida y yo me pegara un
tiro en la sien y continuara hablando contigo como si nada, o me quitara la cabeza y me la
pusiera bajo el brazo, sería algo imposible bajo los preceptos naturales que tu cerebro reconoce a
nivel consciente y subconsciente. No se lo creería, no lo reconocería... Los efectos secundarios
serían diversos: locura, pérdida de realidad, paranoias, coma irreversible, incluso muerte...
¿entiendes? Existen reglas.
-En efecto. Pero ese mundo no logró satisfacerte, engancharte. En ese mundo te acompañaban tu
madre y tu novia, como personajes de tu vida, para que te dieran cierta estabilidad y equilibrio.
En esa realidad conociste a Nakata y a Deschamps. En realidad fue el camino que tu escogiste.
Pero no te integraste del todo. Tanto así que en tu misión a Júpiter, por cierto, un fallo del
programa, pero bueno, no caigamos en menudencias, te quitaste el casco porque empezaste a
sospechar que algo no marchaba como debía. En realidad sufriste lo que llamamos el
“"Síndrome de Desarraigo"”, o “SD” como solemos llamarle...
-Pero, ¿Esas eran mi madre y mi novia de verdad o simples personajes virtuales?
-Bueno, eran replicas, es cierto, pero, en el caso de tu novia, a veces actuaba dentro del
personaje. Podía ser ella misma o dejar que su personaje virtual actuara libremente. Verás, antes
de hacerle un duplicado virtual se le hizo un estudio psicológico donde se fijaban parámetros
de personalidad y patrones de conducta lo más ajustados posibles a su perfil.- Continuó el
doctor Beltrán.- Tengo que decirte que Luisa ha pasado mucho de su tiempo contigo, haciendo
las mismas cosas que podíais haber hecho en esta realidad. En el caso de tu madre fue diferente.
Ella no pasó el test de actitud. Creímos que no estaba lo suficientemente preparada como para
formar parte de la terapia. Decidimos excluirla. Ella también lo deseaba así. La gente de más
edad es un poco reacia a este tipo de tecnologías. Están menos habituados a ella y se sienten
más incómodos. Hubiera sido contraproducente para ella y negativo para ti.
Así que Luisa pasaba de un mundo a otro ocupando su personaje, ¿no?- Roberto hizo un gesto
de admiración...- Hay que joderse...
-Fue la primera realidad que creamos. Necesitabas una estabilidad, una continuidad.
-Y entonces la cagué, con lo de la escafandra y todo eso ¿no?
-Sí, así, es.- Afirmó el doctor Bermúdez sonriendo.
-Y después ¿qué?
-Bueno, después decidimos que teníamos que intentarlo con un mundo más de acorde al que
habías conocido, más cercano con la realidad que experimentaste en tu existencia física.
Retomamos tu vida prácticamente donde la dejaste. Te integraste mejor, Luisa y tu madre
seguían ahí, y tu trabajo de bombero también.
-Así es- Confirmó Beltrán- En esa ocasión saliste de un accidente de buceo. Bueno, sabíamos que
te gustaba el buceo y que solías practicarlo. Así que utilizamos eso. Al principio fue todo bien
pero después comenzaste a recibir mensajes de elementos exteriores.
-¿Elementos exteriores...?- Preguntó extrañado Roberto- ¿Qué elementos?
-¡Elementos subversivos!- Afirmó el doctor Bermúdez con rotundidad- La información se filtró
a los medios, a la opinión pública, antes de que pudiésemos mejorar fallos y presentar ante el
mundo el programa. Existen células activistas que están en contra de este tipo de tecnologías. Ya
sabes, auguran todo tipo de profecías sombrías y paranoicas sobre ella. Lograban infiltrarse en
el sistema, utilizando diversas claves. Te mandaron mensajes, en su mayoría fragmentados o
codificados, pues el sistema lograba interceptar algunos pero otros no...
-Pero sembraron la duda en ti y comenzaste a sufrir lo que llamamos una “"Crisis de
Percepción", y eso dio lugar a lo que desencadenó tu accidente de circulación. Decidimos que
habías sido influido por ellos y que merecías otra oportunidad. Para ese entonces el programa
ya se había presentado al mundo y eso hizo surgir muchos asuntos legales al respecto. El
Gobierno dio el visto bueno pero se levantaron muchas voces populares en su contra, así que se
hizo una ley muy restrictiva al respecto. Entre ellas, por ejemplo, el artículo 125.45 b dice, a
grosso modo, que si algún sujeto se suicidaba en la “RAS” debía ser devuelto al mundo real.
-Sí, esa sería la forma de demostrar que uno renunciaba a esa realidad.
-Ya entiendo...- Comentó Roberto perplejo.- ¿Y lo de mi padre?
-Bueno, digamos que esa última realidad en la que despertaste dejó de ser una realidad
individual. Las realidades de todos los conectados sería una sola, y así podrían interactuar entre
ellos. Es la primera fase del proyecto. Una vez que todo estuviera funcionando con normalidad
la segunda parte, que está a punto de llevarse a cabo, será que tanto los de este mundo como los
de la “RAS” puedan actuar en ambos mundos, no perdiendo así el contacto.
-¿Cómo? ¿Es posible?
-Sí, lo es.- Aseguró el doctor Bermúdez.- Los de aquí siempre podrán ocupar personajes
virtuales, diseñados para ellos o replicados. Los de la “RAS” lo harán gracias a la tecnología, a
los ordenadores, como personas virtuales que deambularán por muchos lugares de este mundo,
para aquellos sistemas que esté equipados para ello, por supuesto... Te aseguro que en un
futuro no muy lejanos todos los ordenadores estarán equipados para eso.
-Supusimos que necesitabas la figura paterna para estabilizar más tu personalidad, y la
introducimos. Simplemente.
-¿Y Beatriz?
-Bueno, Beatriz fue un accidente más...- Comentó el doctor Beltrán.- Estabais sufriendo una
crisis Luisa y tú, como podría haberos pasados en esta realidad, ni más ni menos.
-Sí, y entonces la conociste a ella.- Continuó el otro médico.- Fue producto de la más absoluta
casualidad.
-Sí, pero ¿ella es...? Ya sabe, ¿es real?
-Bueno, sé a lo que te refieres. Lo siento, no podemos dar información sobre los sujetos de la
“RAS”, es confidencial. Es como si alguien preguntara si eres un personaje creado, un conectado
o un ocupante... Es una información que está protegida por las leyes de confidencialidad.
-Ya entiendo. Y ¿ahora qué?
-Bueno, en gran parte, depende de ti. ¿Qué te gustaría hacer?
-Joder, ¡caminar!- Exclamó algo molesto Roberto. Se le hacía difícil asumir y asimilar esa
situación. Eran ciertos sus temores, aquello ya comenzaba a darle vueltas en su cabeza como
una peonza a toda velocidad y entonces sintió una sensación de vértigo y caos que le perturbó.
De repente se sintió cansado y, de nuevo, confuso.
-Bueno, eso no parece tan seguro, por lo menos por el momento, pero tú decides lo que quieres.
Puedes seguir aquí o...
-¿Volver?- Continuó él como si fuera la prolongación de sus pensamientos. Hizo un gesto que
mostraba su incertidumbre y aspiro profundo. Era una decisión muy difícil.
-No tienes que tomar esa decisión ahora mismo. Puedes tomarte un tiempo. La ley te ampara.
Quiero decir que tu caso entraría en uno de los apartados legales para ello. Todo sería
provisional, hasta que hubiera solución viable a tu problema, por supuesto. En ese caso,
buscaríamos la forma de comunicarnos contigo y sacarte de esa realidad. Puedes irte a casa,
dentro de un par de días te daremos el alta, de todas formas la ley prohíbe, en un caso como el
tuyo, una reinmersión tan rápida. Deben pasar al menos seis meses y tú debes firmar unos
documentos, pero bueno, eso ya lo veremos, si llega el caso.
-Sí, será lo mejor.
-Aún así estaremos haciéndote un seguimiento, ¿de acuerdo?
Los doctores se levantaron y se fueron después de despedirse con un gesto incierto, y él se
quedó allí, solo y confuso ante una decisión tan importante y difícil.
16
Una ambulancia lo llevó a su casa. En el trayecto observó el mundo que le rodeaba y se sintió
extraño y débil, como un pequeño insecto al que cualquiera pie podía aplastar. ¡Todo era tan
diferente a como lo recordaba! Había demasiados vehículos y la polución flotaba sobre sus
cabezas ensuciando el aire y las ideas. La gente fue lo que más le sorprendió. Sus expresiones
estresadas, sombrías, duras y tensas. Un par de tipos se insultaron tal vez por alguna mala
maniobra. Una chica se paró a un lado y el resto de vehículos le tocó insistentemente el claxon.
Unos policías habían parado a un vehículo y el tipo del interior discutía airado con ellos. “!Qué
aterrador mundo¡”, pensó. Su madre le sonreía. Le apretaba la mano pero esa sonrisa afable no
conseguía aliviarle. Le metieron en casa y allí estuvo durante unos dos meses. De vez en cuando
le trasladaban al hospital para hacerle pruebas, y otras veces venían unas enfermeras, y esas
eran las únicas visitas que recibía, aparte de Luisa, que cada vez le costaba más venir y se
quedaba menos tiempo. Pero a él no le importaba, no quería que ella sacrificara su vida por él,
sentía que no se lo merecía. Su madre intentaba sacarle de allí de vez en cuando, los fines de
semana o en ocasiones un poco especiales, pero él rehusaba porque no se sentía cómodo fuera
de esas paredes. No sentía motivo alguno para vivir. “"Si al menos pudiera valerme por mí
mismo", pensaba, pero siempre reprimía ese pensamiento porque le resultaba demasiado duro
y contraproducente. Su madre trataba de darle esperanzas y le decía que tuviera paciencia, que
todo se arreglaría. Pero él se sentía tan fuera de lugar. No era solo el hecho de que no pudiera
moverse, es que había comenzado a sentirse extraño en aquel mundo, como si no perteneciera a
él. “¿Cuál es mi mundo? ¿Cuál es?”- se gritaba a sí mismo cuando su madre no podía oírle.
Solía hablarse, lo que no se atrevía a decirle a su madre o Luisa se lo decía a sí mismo.
-¡Eres estúpido, joder!- Se decía.- Cuando estabas allí decías que ese no era tu mundo. Estabas
deseando salir de allí. Creías que tenías las respuestas. Querías huir, y ahora...
-Ahora estás peor...- Se respondía a sí mismo- Ahora quieres salir de este mundo. Ahora te
sientes un insecto, algo insignificante. Añoras el otro mundo...
-Un momento... ¿Y si esta fuera realmente la otra realidad...? Es posible que este sea el mundo
virtual, el irreal. A lo peor estás en una pesadilla, en un momento de reubicación. Piensas que
este es el mundo real pero puede que no lo sea... ¿Quién lo dice? Esos putos doctores, pero, tal
vez ellos sean personajes virtuales, que se resisten a aceptar la verdad.
-Y, ¿cómo lo sabrías? Sí, ¿cómo?
-Pues igual que en la otra realidad. Cuando deseabas una cosa de verdad, cuando la
necesitabas, siempre encontrabas la forma de conseguirla. El sistema lo comprendía y te lo
proporcionaba. Yo deseo caminar, deseo caminar... Sí deseo caminar, deseo caminar...
El tiempo era lento y penoso. El reloj había detenido su ineludible mecanismo y, a fuerza de
otras cosas, lo mejor era recordar y divagar, evocar y desear. Su madre se había mantenido
fuerte y serena, hasta ese momento, de forma casi heroica y sufrida, pero había comenzado a
desfallecer, impulsada por la angustia silenciosa que su hijo sostenía. Él debía aceptar su
situación pero no era eso lo que no asimilaba, era todo, su lugar, el hecho de que todo aquello
tal vez no fuera real; resultaba demasiado doloroso para aceptarlo. Pero su madre llegó con el
doctor Beltrán y una enfermera. Este le dijo que había buenas noticias; habían desarrollado una
innovadora técnica de regeneración por polímeros microscópicos inteligentes que, insertados en
la base de la columna con una simple inyección, le ayudarían a recobrar la movilidad. También
le dijo que, aunque era gradual y lento, tenía una alto índice de éxito. Entonces le llevaron al
hospital y, tras las pruebas y los preparativos, le puso la inyección y, a los tres días ya podía
mover los dedos de las manos y los pies. Tuvo que hacer rehabilitación y trabajar sus músculos.
A los siete ya podía mover manos y el cuello. Diez días más tarde brazos y piernas. Los médicos
le dijeron que para obtener la movilidad total debían llevarle de nuevo al hospital y hacerle una
pequeña intervención con unas prótesis bio-órgánicas, y él, por supuesto, dijo que cuanto antes
mejor. Tres días más tarde lo prepararon todo.
"Tres meses de angustia, tres meses, pero deseo caminar, lo necesito, necesito tener movilidad y
el sistema me lo ha concedido. Este es otro de esos mundos virtuales, tiene que serlo, otra de
esas realidades alternativas, pero no me importa. Primero quiero ser capaz de valerme por mí
mismo y después buscaré la forma de saltar a mi mundo. No tengo nada que temer, nada que
temer".”- Pensó Roberto mientras le dormían para la intervención.
17
Habían pasado tres meses desde la intervención. Fue un éxito, así que pudo caminar de nuevo.
No fue súbitamente. Después de la intervención necesitó unas tres semanas para poder
comenzar a dar sus primeros pasos, como un niño pequeño, pero aprendió pronto. Una vez
dados los primeros, todo lo demás fue más sencillo. Entonces se dedicó a descubrir el mundo de
nuevo. Le interesaba cada detalle, cada rincón, cada murmullo, cada esquina, y descubrió que
ese lugar no le gustaba demasiado. Al principio luchó contra esa sensación. Dios sabe que
luchó. Se sentía muy afortunado, pero después comenzó a sentir que no podía soportar aquella
sensación de desasosiego y frustración. Se sentía extraño en aquella realidad. Su mente luchaba,
pero no podía engañarse a sí mismo. Aquella realidad era transitoria, pensó. Tiene que serlo. No
le ofrecía nada, y tenía la sensación de haber dejado su vida aparcada en algún otro lugar. Cada
vez se sintió más desmotivado y más desarraigado de ese mundo gris y oscuro. Por Dios,
¿quién va a creer que este mundo tan patético y desastroso pudiera ser real? Si, al menos no
recordara sus anteriores existencias, tal vez se le haría más fácil asimilar la situación. Pero era
como si su subconsciente se hubiese revelado y hubiese ido escupiendo al exterior, a la mente,
cada pedazo de esa existencia, cada recuerdo, cada fragmento de su anterior vida. Así era
imposible. Como si le hubieran sacado de su época de forma repentina, y le hubiesen colocado
en otra muy lejana y cruel; sería absurdo creer que podría adaptarse a ella. Trató de hablar de
eso con Luisa. Hicieron el amor, pero no hubo pasión, ni siquiera amor. Era como rutina, como
la costumbre de dos personas que tratan de obtener lo que necesitan la una de la otra. Era
curioso, su historia se repetía una vez tras otra, una realidad tras otra, un mundo tras otro: un
percance del cual salía muy mal parado, un duro periodo de rehabilitación, un proceso de
deterioro personal y de pareja, y un nuevo rumbo, un nuevo salto en el ciclo.
-¿Cómo fuiste capaz de aguantar sin decirme nada? Quiero decir en la otra realidad...
-Los médicos me lo advirtieron más de una vez. Me dijeron que podías volverte loco y eso sería
muy perjudicial, perderías la razón y te convertirías en un paranoico esquizoide. Además, el
sistema no funciona en tiempo real, bueno, al menos para mí, para ti sí, por supuesto. Filtra
todo con un desfase de medio segundo, lo suficiente como para detectar lo inconveniente, por
decirlo de alguna forma.
-Si es así...- Continuó él- ¿cómo es posible que esos tipos, los activistas, pudieran contactar
conmigo y hablar?
-Bueno, no lo sé, solo sé lo que me han dicho. Supongo que sabían lo que se hacían. Tendrían
formas de burlar al sistema, aunque solo fuera de forma momentánea. ¿Acaso importa?- Él no
dijo nada, solo negó con la cabeza.
-¿Por qué sigues aquí, conmigo?- Comentó como si hablara consigo mismo. Luisa se quedó un
instante casi conmocionada, tratando de asimilar la pregunta y el momento.- No te ofendas
pero, no sé, creo que no te merezco, sinceramente.
-Y tú, ¿Por qué tienes tantas ganas de dejarme? ¿Tanto me odias? Lo intentaste en la otra
realidad y ahora... ¡Que te jodan, Roberto! ¿Oíste?- – Se levantó enfadada y se puso las bragas y
la falda, pero Roberto se levantó y la abrazó por detrás, hasta que ella se calmó...
-Perdóname, vamos, no te pongas así.- Le imploró.- Estoy nervioso, me siento tan... fuera de
todo...- Ella se tranquilizó, pero no hizo nada, se quedó quieta por un momento y luego se fue
hacia el baño. Roberto se quedó a solas un rato, pensando si acaso ella no era un personaje más
que estaba programado para ayudarle y acompañarle hasta que él realmente necesitara otra
persona con otro perfil que pudiera ayudarle a enderezar su camino. Se vistió con parsimonia. -
Ella salió del baño e hizo lo mismo.
-Tengo que irme.
-¿Nos vemos más tarde?- Preguntó él seguro de que lo harían.
-Claro, cenaremos con tu madre.
-De acuerdo...- La vio recorrer el salón y cuando abrió la puerta ella se detuvo y le miró de
nuevo, como esperando a que él dijera algo.- Tal vez en la próxima realidad no sea tan estúpido.
Roberto estuvo vagando por la ciudad. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que entrara en
esta nueva realidad? ¿Cuatro meses o cinco meses quizá? Hizo los cálculos necesarios y se
sorprendió al comprobar que ya hacía nueve meses.
-No es posible.- Se dijo a sí mismo.- El tiempo pasa demasiado rápido, se escapa de las manos.
Debo tener paciencia. El círculo se completará.
Pensó en su madre. En los últimos meses su salud se había deteriorado un poco. Padecía
artrosis, y a veces le impedía caminar y le dolía todo el cuerpo bastante. Pensó en que tal vez el
sistema le hubiera hecho padecer esa enfermedad para implicarle más en esa realidad,
después de todo, ahora debía cuidar a su madre, dependía de él, y eso le mantendría
implicado, ocupado, anclado a ella.
-Sé cómo eres, cómo piensas...- murmuró dirigiéndose a lo abstracto. Se paró en seco y miró a
algún punto incierto del cielo.- ¡Sí, ya sé cómo actúas, no vas a engañarme tan fácilmente...!-
Gritó pensando que el sistema le oía. La gente a su alrededor se apartó asustada y él siguió
caminando.
Recordó entonces a Beatriz y se sonrió. Era tan preciosa, espontánea y atrevida.
-Un momento.- Se dijo- ¿Cómo puedo enamorarme de una chica que ni siquiera existe?
-Sí, pero tal vez Luisa tampoco exista...- Se contestó.
-Esto es una jodida mierda.- Siguió caminando.
Recordó a Carlos, las juergas que se montaban, las diferentes misiones que acometieron
juntos, los chicos que salvó en esa azotea a punto de desmoronarse, recordó su viaje hacia
Júpiter, la vez que sufrieron el incendio, las partidas de cartas, cuando tuvieron que corregir el
rumbo manualmente, la hermosa llegada, la inmensidad del espacio... Y recordó a su padre.
En la anterior realidad su padre era un hombre cercano, afectuoso y sencillo. Esa imagen le
gustó más que la que él tenía, la de un hombre demasiado ocupando, algo brusco y que solía
simpatizar más con la gente de la calle que con su madre y con él. Definitivamente era mejor
vivir en una realidad alternativa, pensó. De pronto alguien le sacó del trance. Alguien le tocó
el hombro. Un tipo de unos “veintipico” años pero con aspecto escuálido y descuidado, con
barba de varios días y un tatuaje de un dragón en un brazo.
-Eh tío ¿Qué pasa? Te veo bien, ¿Dónde has estado?- Su voz sonaba familiar dentro de su cabeza
pero no lograba reconocerle.
-¿Quién eres? Te equivocas amigo...
-Coño, ¿Cómo que me equivoco? Conozco a mis colegas tío, ¿De qué vas? Eres, eres Rober,
Hemos pasado muchos ratos juntos...- Utilizaba una especie de jerga callejera. Parecía un
drogadicto o algo así.
-Sí, soy...- Se quedó algo desconcertado. Aquel tipo le conocía sin duda, y le hablaba con una
familiaridad exagerada, pero él no le recordaba de nada.
-Tío ¿dónde has estado? Los colegas te echamos de menos...- El tipo le tocaba el hombro y el
brazo de forma que le pareció repulsiva.- Bueno, no importa, no importa, ya estás aquí, ya estás
aquí. Oye tío, ¿tienes algo? ¿Tienes algo para pasarme? Estoy sin blanca y necesito un chute,
vamos, dame algo, pásame algo.- El tipo se le colgó al brazo.
Roberto se lo quitó con un movimiento brusco.
-¿De qué coño me hablas?- Le preguntó enojado.
-Vamos tío, por los viejos tiempo, pásame algo. Si quieres nos podemos colocar juntos. Podemos
ir donde siempre.
-¿Dónde siempre?- Repitió él sin entender nada.
-Ven, vamos, estás raro, no sé lo que te pasa tío, pero con un buen chute estarás como nuevo,
ven...- El tipo le guio por unas calles y unos callejones hasta una vieja casa. Se tropezó con
vagabundos, alcohólicos y drogadictos. Algunos parecieron reconocerle.
-Ves, aquí, aquí lo pasábamos genial...- Le enseñó una fría y mugrienta habitación. Llegó otro
tipo de semejante aspecto. Le saludó por su nombre. Era más alto y tenía los ojos vidriosos.-
Mira esa pared, mira esa pared...
Roberto se fijó en las inscripciones. Había muchas, la mayoría obscenas o reivindicativas sobre
la música y la droga. Entre ellas estaba su nombre y una fecha: “ 21 de septiembre 2021”.
-¿Te acuerdas tío? Ese día robamos una tienda y con lo que nos dieron compramos mercancía de
calidad. Fue genial. Conocimos a unas putillas y las invitamos. Ni siquiera pudimos hacerlo,
estábamos tan colocados...- Comenzó a reírse de forma exagerada y el otro le acompañó casi sin
fuerzas para ello. Se sentó y se orinó mientras se dormía.
-¡No! ¡No!- Gritó Roberto mientras se lo quitaba de encima.- ¡Es imposible! Te has equivocado
de realidad. Esta no puede ser mi realidad. ¿Por qué me has traído aquí? Sácame de esta
realidad, no es mi realidad. Esto es un error, esta no es mi realidad...- Dijo casi sollozando. De la
ira había pasado a la desesperación y a la resignación más brutal.
-Venga tío, enróllate y...
-¡Déjame! ¡Déjame, no me toques!- Roberto estaba desquiciado. Le empujó y este cayó hacia
atrás. Salió corriendo todo lo que pudo, lo único que quería era salir de aquel agujero en el cual
se sentía. Corrió hasta que no pudo más. Se paró en seco en una esquina y tomó aire.
-Es una prueba ¿verdad? Es una prueba.- Dijo mirando al cielo. Pensó en que el sistema estaba
jugando con él, que le estaba “probando”.- Puedo salir cuando quiera de este mundo, puedo
salir cuando quiera...- Se fue, con una sola idea en su cabeza: escapar, pero la suerte o el destino
le llevó junto a la clínica, y, antes de tratar de dar de nuevo el salto, entró en la recepción y
preguntó por el doctor Bermúdez o por el doctor Beltrán. Estaba muy nervioso.
-Dígale que soy Roberto, él me conoce, por favor. Necesito hablar con el doctor Bermúdez.
-Está bien, está bien, siéntese ahí.- La enfermera descolgó el teléfono y habló con alguien.- En un
momento vendrá a atenderle. Por favor, siéntese.
Eso mismo hizo. Estuvo unos quince minutos esperando y el doctor Bermúdez apareció al
fondo del pasillo. Sus ojos de murciélago esgrimían una mirada incierta y contundente, muy
contundente.
-¿Qué ocurre, Roberto? ¿Puedo ayudarte en algo? Estoy muy ocupado.
-Doctor, por favor, quiero que me diga la verdad. ¿Es esto una prueba? ¿Quién soy en realidad?
No era bombero ni tuve un accidente de coche ni nada de eso, ¿verdad? Dígame la verdad, por
favor...- Roberto respiraba profusamente.
-Vamos, tranquilízate. Saliste del coma, estás caminando, ¿Qué más puedes desear? Disfruta tu
vida, vamos, está en tu mano.
-Acabo de encontrarme con unos tipos que me conocían pero yo no los recuerdo... ¿Por qué no
los recuerdo? ¿Quién soy en realidad? ¿Qué me habéis hecho? ¿Qué me habéis hecho?- Roberto
le sujeto de la manga con fuerza, el médico tuvo que pedirle que le soltara. Una vez este lo hizo
lo agarró del brazo y se lo llevó aparte.
-Está bien, no entraste en coma ni tuviste ningún accidente de circulación. Eras un drogadicto.
Te pegaste un chute demasiado grande. Tu madre estaba desesperada. No sabía lo que hacer.
Tenía miedo, te habías vuelto agresivo. Eras capaz de cualquier cosa. Estabas matándola poco a
poco. Firmaste un contrato con nosotros. Era la única forma de desengancharte. Y todo ha
salido bien. Mírate. Estás libre de esa mierda. No tenías futuro, créeme. Morirías de alguna
sobredosis o matarías a alguien por conseguir una dosis. Ese era tu futuro. Ahora tienes
alternativa. Puedes rehacer tu vida. Así que aprovecha la oportunidad. No debería haberte
dicho nada de esto. Has faltado los últimos tres meses de terapia. Si tienes problemas ve a tu
psicólogo, él te ayudará. Creo que deberías pensar en eso antes de compadecerte de ti. Ahora
tengo que dejarte, lo siento. Estoy muy ocupado.
El doctor le miró durante un segundo y se largó, y él se quedó allí, demasiado turbado para
reaccionar. Fue como recibir un puñetazo en pleno mentón. Le vio alejarse con pasos lentos a
lo largo del pasillo. Entonces quiso ir tras él, pero un par de pasos más adelante unos guardias
de seguridad le detuvieron.
-¡Todo es mentira! ¡Quiero que me devuelva a mi mundo, a mi vida! ¡Quiero saber quién soy! -
¿Me oye?- Gritó, pero el doctor no se volvió para contestarle.- ¡Es mentira, todo mentira, el
sistema trata de engañarme, es el sistema... el sistema...!
Salió de allí sintiendo una presión que no podía soportar. Era como una navaja que rajaba el
telón de su alma haciéndole frágil y débil. La vida escocía, escocía como una herida abierta.
Entonces decidió completar el ciclo, pasar a una mejor realidad, no podía soportar por más
tiempo aquella realidad tan gris y mezquina. Había un edificio, frente a él. Fue como si este le
llamara. Se sintió hipnotizado. Penetró en él. Había dos ascensores. Uno estaba ocupado pero
el otro estaba allí. Lo tomó y pulsó el botón del piso siete, el último. Subió a él riéndose y
pensando: “que le den al sistema, a ver dónde me coloca ahora”
-Quiero mi vida anterior de bombero, con Beatriz y Carlos. Llévame allí y prometo portarme
bien, lo prometo.- Dijo en voz alta.
Salió del ascensor y se dirigió a la azotea. Sintió el aire en su piel. Hacía calor pero corría una
brisa refrescante y reconfortante. Subió el pretil y se alongó hacia el vacío. Se mostraba ante él
como un monstruo. Estaba muy alto pero recordó cuando se tiró del puente y que no resultó
tan terrible. Sintió un leve mareo de vértigo.
-¡Tranquilo, esto no es real, no es real!- Se dijo para calmarse.- No tengas miedo.
-¡Espera, espera!- Gritó una voz. Roberto se giró sorprendido y allí estaba Luisa, con cara
desencajada y piel de gallina.- ¡No lo hagas, por favor, no lo hagas!- Se acercó un poco.
-Hola Luisa, no debes tener miedo, solo voy a romper el círculo, obligar al sistema a colocarme
en otra realidad, no en esta. Estoy harto de estar aquí. Te prometo que nos volveremos a
encontrar, te lo prometo, y no volveré a irme. No tengas miedo, todo va a salir bien.- Su voz,
extrañamente, era serena, casi angelical.
-¡No es lo que tú piensas, Roberto, no es lo que piensas!- Afirmó ella temblorosa.- Verás, lo que
te dijo el doctor es cierto. Te usaron para probar la máquina, el “Inductor de Realidades
Alternativas”. Se pusieron en contacto con tu madre porque buscaban sujetos lo suficientemente
desesperados como para que aceptaran los términos del contrato. Tú firmaste, así que
legalmente no puedes denunciarlos. Cuentan con el beneplácito del Gobierno. Sufres una
delirio paranoico o algo así, porque estuviste demasiado tiempo expuesto a esas realidades.
Llevas un año y medio enganchado a él, demasiado tiempo. A ellos eso no les importa. Tan solo
quieren resultados, y el resultado, según su perspectiva, es genial. Ya han averiguado lo que
querían de ti y no les importa lo más mínimo lo que te ocurra. ¿Entiendes? No puedes hacerlo,
porque ellos se saldrían con la suya. ¡No puedes, joder...! Ellos le dijeron a tu madre que te
desengancharían de la droga pero no le avisaron de los peligros que correrías, tan terribles o
más que la adicción a la cocaína o a los barbitúricos...
-Lo siento Luisa, ya he pasado por esto antes. Sé que tu obligación es hacer que me baje de aquí.
Eres una pieza más del juego. Quizá te maneje el sistema, y sé que lo haces porque me quieres,
pero te prometo que todo saldrá bien, te lo prometo. No estoy preparado para esta realidad. La
última vez fue Beatriz, y ahora el sistema te ha enviado a ti. Es normal, pero ahora le conozco, sé
cómo actúa.
-¿No lo entiendes verdad? Estoy aquí porque estaba en el hospital. Casi me descubres. Estabas
demasiado enfrascado en tus pensamientos para verme. Pasé casi por delante de ti y no me
viste. Por suerte, yo a ti sí, me escondí y te he seguido. Oí todo lo que el doctor te dijo. Y te seguí
porque te conozco bien y sabía que podías cometer una locura, y no quiero que esta vez lo
hagas. Últimamente no dices nada pero sé cómo te sientes, y que has pensado a creer que estás
todavía en una de esas realidades alternativas virtuales- Un zumbido de viento interrumpió la
conversación por unos segundos.- Perdóname, sé que no lo mereces. Sí, yo formo parte del
equipo de Bermúdez y me asignaron a ti. Ellos implantaron el hecho de que fuera tu novia para
poder estar cerca de ti y controlarte.
-Solo quieres engañarme, confundirme. Todo eso es mentira. Nos conocemos desde hace unos
seis años ¿recuerdas? Nos presentó unos amigos comunes. Llevábamos viviendo unos cuatro.
¿Qué ocurre con todo ese tiempo, esos momentos, las veces que hemos hecho el amor? ¿Acaso
también entraba el hacerlo conmigo?
-Solo hemos hecho el amor hoy, las demás veces han sido recreaciones virtuales, impulsos
químicos en el neuro-cortex. No tenía que establecer lazos íntimos contigo pero no he podido
evitarlo.
-Solo tratas de hacerme cambiar de opinión.- Su voz se hizo sencilla y resbaladiza.- Sé que esto
no es real. No sé si tú lo eres, pero eso tampoco importa demasiado. Igual que en mis vidas
anteriores supe cuando era el momento de completar el salto, ahora también sé que ha llegado
el momento.
-No, eso es lo que crees. Verás, ellos te han dicho que una organización activista se puso en
contacto contigo para decirte la verdad, pero es mentira. Lo cierto es que fueron ellos los que te
lanzaron migas de pan para indicarte el camino. No podían sacarte así como así de esa realidad.
Debías salir por ti mismo. Y, aun así, mira el shock que ha supuesto para ti. ¡Imagínate de la otra
forma! No querían arriesgarse a que te ocurriera algo mientras estabas en sus manos. A pesar de
todo, son inexpertos en cuanto a sus secuelas en los sujetos desenganchados. Precisamente para
esto era este estudio, querían comprobar el alcance y las consecuencias de un experimentación
superior a lo que habían hecho hasta este momento. Saben que el sistema funciona de forma
eficaz, pero necesitaban saber a qué se enfrentan en caso de que el sujeto tenga que ser
desenganchado después de un tiempo prolongado de exposición. Formas parte de un estudio
de control. Veinticinco individuos de diferentes edades, status social, cultura, etc... Tu
expediente está en el hospital, joder, te juro que no te miento...
Por primera vez Roberto dudó. Le miró a los ojos y descubrió una culpabilidad brutal y una
franqueza absoluta en ellos. Luisa le miró y, sin tiempo para más, le vio saltar. Lanzó un grito
de terror. Se asomó al borde temblando. Le vio pequeño, en el asfalto, destrozado, boca abajo.
Nunca supo si al final, había saltado porque creía estar en otra de esas realidades ficticias o
porque, por el contrario, esa realidad no era ficticia sino cruel y terrible...
Conclusión
-Caballeros, creo que deberíamos dar por empezada la reunión.- Comentó el doctor Bermúdez.
El resto de médicos, tres hombres y dos mujeres, dejaron sus respectivas conversaciones y
sacaron varias carpetas. Por supuesto, prestaron atención.- Bueno, creo que hay buenas noticias.
El doctor Beltrán va a presentarles un resumen del detallado informe que tienen sobre sus
mesas. Adelante doctor Beltrán.
-Sí, por supuesto. –Se levantó.- Bueno, Ya ha pasado un año desde que los sujetos en cuestión
comenzaron a ser investigados, con grandes resultados, he de decirlo. El sistema ha sido
finalmente actualizado por nuestro equipo de científicos neuro-informáticos hasta alcanzar tal
punto que ninguno de los sujetos pudo nunca sospechar que formaba parte de nuestro
proyecto. La respuesta del cortex cerebral es total y satisfactoria. Los cerebros de los sujetos
respondieron con total inmersión a los impulsos programados en ellos, recreando las texturas,
los olores, las sensaciones... en definitiva, dándole un patrón sensorial a los códigos insertados,
recreando un mundo que ellos mismos fueron construyendo paulatinamente. Los problemas de
la primera fase fueron subsanados. Los sujetos se mostraban algo más reacios a mundos
inverosímiles o lejanos a sus realidades anteriores. En este caso solo el sesenta por ciento logró
hospedarse unos seis meses dentro de la “RAS” sin problemas. Cuando reiniciamos una
realidad más allegada a sus existencias estos se sintieron más integrados e inmersos en una
proporción del noventa y cinco por ciento. Como ven, esto supone todo un logro. Nuestros
chicos han programado un mundo común para todos, un mundo en el que habrá puentes en
ambas direcciones con nuestra realidad. Estamos completando el informe final para presentarlo
ante el Gobierno y patentarlo. Las cifras son muy prometedoras. Pueden compararlas en sus
unidades, así como cualquier aspecto del informe. Todo está ahí. Este es el informe que vamos a
presentar al Gobierno y a nuestros posibles inversores. Todo tiene que estar muy bien atado,
hemos de ser cautos y previsores. No podemos dejar cabos sueltos. Después de todo, prevemos
que este será el invento más revolucionario del siglo veintiuno. Según nuestras previsiones, es
posible que la demanda nos desborde, así que debemos apostar fuerte.- Uno de los médicos
levantó la mano.- Sí, por favor, doctor Nova:
-Sí, bueno, quería saber si esta tecnología solo será accesible de forma sanitaria, es decir, con
fines medicinales, o tendrá un uso más extenso y amplio, por decirlo de alguna forma.
-Bueno, realmente no estamos seguros. Probablemente ambas cosas. Pensemos que el Gobierno
nos da permiso porque quiere ser uno de los principales accionistas y beneficiarios del mismo.
Como supondrá, eso significa mucho dinero, mucho poder. Son tantos los campos en que
podrían utilizarse... En el aspecto médico podemos darle una vida digna a enfermos con
incapacidades físicas e incluso síquicas, o tratar a muchas de las personas que permanecen en
coma. Podemos tratar cosas como la depresión, las fobias, la anorexia y la bulimia... la lista sería
interminable. En otros terrenos, se puede usar para reinsertar y reprogramar personas
peligrosas; asesinos, violadores, mafiosos, psicópatas. Se puede utilizar con fines militares, para
hacer mejores soldados, para recrear lugares o situaciones, como entrenamiento... Y no
hablemos de los fines lúdicos, viajes de placer, sueños hechos realidad, experimentar ser
cualquier persona, vivir cualquier época. En fin, interminable, sin hablar de las aplicaciones que
ni siquiera sospechamos y que irán surgiendo.- Una mujer de pelo rubio y semblante compacto
pidió la palabra.- Por favor, doctora Bernal.
- Sí, todo eso está muy bien, pero, ¿No estamos echando "las campanas al vuelo" demasiado
pronto? Lo digo porque viendo el informe de los sujetos con los que se ha experimentado, no
sé... no me da muy buenas vibraciones. ¿Se ha pensado en ellos y en la mala publicidad que
estos pueden suponer? Veo que muchos de ellos se han quitado la vida. Por ejemplo, por citar
alguno, veo el caso de un tal Roberto López que se tiró de un octavo piso, justo frente al
hospital, porque pensaba que todavía estaba inmerso en una de esas realidades y quiso salir de
ella. Veo incluso que una de las colaboradoras dimitió, Luisa Gutiérrez. En total, cinco se
quitaron la vida, cuatro más lo intentaron sin éxito y el resto arrastra problemas psicológicos. -
¿No puede esto ser un lastre? A nivel publicitario. Imagino que nadie querrá oír hablar de
publicidad negativa, o de que los pacientes o usuarios de esta tecnología se vuelven paranoicos
o algo parecido...
-Esto no supone ningún problema. Esa parte no será presentada, solo es a nivel interno.
Resolveremos el problema.- Contestó Beltrán con voz firme.- De todas formas, todos esos
sujetos firmaron un contrato de exoneración al respecto. La mayoría de esos ellos arrastraban
problemas, y la inmersión les ayudó a resolverlos, pero esos no siguieron la terapia que se les
puso. Por ejemplo, en ese caso concreto, ese chico sufría una fuerte adicción a las drogas,
concretamente cocaína y pastillas. Se metía de todo, como suele decirse. A raíz de eso tuvo un
accidente de circulación y se quedó impedido de cintura para abajo. Con nosotros consiguió
estar más de un año sin tomar nada. Se “enganchó” a la RAS. Le pusimos a su disposición
médicos y un tratamiento para hacerle superar el “enganche”, e incluso le dimos la oportunidad
de reinsertarse de nuevo en el sistema pero, desgraciadamente, no siguió los protocolos y las
indicaciones que le dimos, y a los siete, ocho meses o nueve meses, no recuerdo, se suicidó.
Pero, en líneas generales, estamos superando esas dificultades. Hemos llegado a controlar el
grado de inmersión, el desenganche, las consecuencias psicológicas, todos esos temas, gracias a
esos sujetos. Se puede decir que han sido la llave que permitirá traer esta tecnología tan
beneficiosa al resto de la humanidad. Como podrán ver, el resto de los sujetos están superando
la fase crítica de la misma. Es una proporción muy positiva, en líneas generales.
-Nuestros avances en el campo de la tecnología neurobiótica son muy avanzadas, pero no
hemos querido lanzar al mercado un producto sin que esté bien experimentado, comprendido y
controlado- Continuó el doctor Bermúdez con voz ladina y rasgos tensos.- Es verdad que existe
riesgo de desajuste de realidad, de enganche emocional, de paranoia de inmersión, para sus
usuarios, pero son mucho mayores los beneficios que los inconvenientes, y estamos
investigando también en esa dirección. Estamos trabajando en un fármaco que inhibirá los
procesos paranoicos a causa del enganche prolongado y un supresor de estados depresivos o de
ansiedad emocional, para combatir todos esos efectos secundarios. Es una pena lo de esos
chicos, lo lamentamos profundamente, pero, como ven, no estamos dejando de lado los aspectos
más peliagudos. Poco a poco vamos acercándonos más a la culminación, mejorando el servicio.
Estamos preocupados por ello y lo conseguiremos...- Terminó de forma visiblemente triunfalista
y casi electoralista.
-¿Nadie ha pensado lo peligrosa que puede llegar a ser esta tecnología?- Preguntó el señor
Hutter, uno de los médicos más viejos del hospital y vicepresidente del mismo.- No pongo en
duda los resultados, pero, ¿no resulta algo demasiado peligroso? Imaginémonos, por un
momento, que el producto tiene un índice elevado de penetración en la opinión pública, que lo
tendrá, dada la naturaleza del mismo. Podemos llegar a vivir, a medio plazo, una especie de
enganche colectivo. No sé si me entienden. Resulta una tecnología muy adictiva, como ya se ha
comprobado. Imagínense en el siglo pasado, por ejemplo, lo que fue el tabaco, algo que no tiene
comparación posible con esto, o las drogas, el juego, el alcohol, incluso en nuestros días, en la
sociedad actual. Murieron millones de personas debido a eso, y todavía mueren muchas. Ahora
tripliquen el potencial de esto y piensen en los resultados. ¿No cabe el peligro que la gente
comience a conectarse por puro placer y termine haciéndolo por adicción, hasta que la mayoría
de la humanidad termine presa de esa tecnología y no quiera salir de ese sueño “maravilloso y
eterno”?
-Bueno...- el doctor Beltrán sonrió algo agobiado, por nada del mundo iba a permitir que ese
proyecto se quedara a medio camino entre él y el dinero que ganaría,- puede haber ese peligro,
pero creemos que esa es una previsión que no se basa en la realidad, y es improbable. Siempre
nos asusta lo nuevo. Es un pronóstico que suena más catastrofista que realista Es lógico, pero
hemos de ser valientes y avanzar con los tiempos, habilitando fórmulas de control, por
supuesto. El Gobierno se encargará de eso. Redactará una legislación. No creo que debamos
preocuparnos. Además, el uso estará supeditado a áreas médicas, y serán los hospitales quienes
controlen su utilización. Estará en nuestras manos. Creo que eso supone cierta garantía. Eso sin
mencionar el beneficio que obtendremos... ya me entienden...
-Sí, por supuesto.- Respondió el viejo Hutter con cierta incredulidad. Los demás asintieron
tratando de hacer un cálculo aproximado de los beneficios que obtendrían y la mente se les
“nubló” cuando empezaron a oír el sonido de los dólares.
-Muy bien, colegas. Creo que está todo resuelto. Estamos todos a favor, ¿no es cierto?- Todos,
menos el viejo doctor Hutter, lo reafirmaron con sus gestos- A partir de este momento daremos
curso al proceso. Por favor, traigan las botellas...- Pidió por el intercomunicador y al momento,
unas enfermeras trajeron unas botellas de champán. Las descorcharon y sirvieron unas copas.
Brindaron por el éxito, se sintieron grandes e importantes. Escribirían una página significativa
en la historia de la medicina, pasarían a los anales de la historia por ser los salvadores de la
humanidad, o tal vez por todo lo contrario...