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Bogotá, ciudad memoria Bogotá, ciudad memoria

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Este libro es otra mirada a la historia, desde los espacios públicos (edificios, calles, monumentos, plazas, parques) que son huellas latentes y que transforman a Bogotá en un gran mapa que refleja toda la violencia política nacional, así como las luchas sociales y las grandes apuestas por las paz.

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  • Bogot, ciudad memoria

    Bogot, ciudad memoria

  • Alcalde Mayor de Bogot D. C.

    Gustavo Petro Urrego

    Secretario General de la Alcalda Mayor de Bogot

    Jos Orlando Rodrguez Guerrero (e)

    Secretario Distrital de Gobierno

    Guillermo Asprilla Coronado

    Subsecretario de Asuntos para la Convivencia y Seguridad Ciudadana

    dgar Ardila Amaya

    Alta Consejera para la Atencin a las Vctimas y la Reconciliacin

    Ana Teresa Bernal

    Director de Derechos Humanos y Apoyo a la Justicia

    Camilo Castellanos Rodrguez

    Director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin

    Camilo Gonzlez Posso

    Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin Carrera 19B No. 24-82, Bogot D. C., Colombia Primera edicin: noviembre de 2012

    ISBN: 978-958-8411-50-7

    Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin

    Alejandra Gaviria SernaAntonio GonzlezCarlos Eduardo Espitia CuecaChristian SotoDaro Colmenares Milln (Coordinador tcnico)Diego Luis Angulo MartnezJos Daro AntequeraJuan Carlos JimnezJuan Diego DelgadilloMara del Mar Pizarro Mnica lvarezOlga Luca FuentesRoberto Romero Ospina

    Textos

    Camilo Gonzlez Posso Roberto Romero OspinaWalter Joe Broderick

    Direccin Archivo de BogotGustavo Adolfo Ramrez Ariza

    Edicin, diseo & diagramacinTaller de edicin rocca S. [email protected]

    FotografasArchivo de Bogot - Unidad de Memoria y Derechos Humanos

    (fotos de: Jorge Silva, Vicky Ospina, Sady Gonzlez y Hernn Daz)Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin -Juan Carlos JimnezDiario El TiempoArchivo Semanario Voz Secretara Distrital de Cultura Recreacin y Deporte -Idartes

    (fotos: Carlos Mario Lema)

    Impresin y acabadosdiSonex S. a.

    Bogot, noviembre de 2012

    impreSo en colombia

    El texto aqu presentado compromete a sus autores, y no es la posicin oficial de las instituciones editoras de la Alcalda Mayor de Bogot, D. C.

    [email protected]

    PAZ Y RECONCILIACIN

    Centro de memoria

  • Contenido

    Agradecimientos 4

    De la memoria 5 Por: Gustavo Francisco Petro Urrego, Alcalde Mayor de Bogot

    Presentacin La memoria, un mapa por armar 9 Por: Juan Manuel Roca

    Cmo usar este libro 13

    El voto nacional por la paz al comenzar el siglo xx 19

    La poca del terror, llamada La Violencia 29

    El Frente Nacional y los conflictos armados de baja intensidad 47

    Guerras cruzadas y pactos de paz 61

    Conflicto de alta intensidad y la paz entre fuegos 99

    Bogot en el siglo xxi 131

    El Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin 157

    Bibliografa de referencia 183

  • 4Agradecimientos

    La publicacin de este libro del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin ha sido po-sible por el aporte de muchas personas. El plan general de la obra fue coordinado por Camilo Gonzlez Posso y cont, adems de sus escritos, con los textos de Ro-berto Romero y aportes o comentarios de todos los integrantes del equipo profesional del Centro. Joe Broderick contribuy con la revisin editorial de la primera versin del libro.

    Las fotografas que se incluyen constituyen parte esencial de la obra. Para fortuna se cont con el fondo de imgenes que tiene el Archivo de Bogot, que generosamente per-miti el acceso a fotos de destacados artistas; el Instituto Distrital de las Artes tambin nos aport testimonios fotogrficos de la vida artstica en Bogot y se pudo contar con imgenes de los archivos de El Tiempo, Semanario Voz y revista Semana. Los registros de Juan Carlos Jimnez permitieron incluir fotografas del proceso de gestacin y construc-cin del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    La base del libro es la Cartografa Bogot Ciudad Memoria que, a partir de la idea original propuesta por la fundacin H.I.J.O.S., se ha ido llenando de registros de huellas de memoria en las calles, plazas y construcciones que en Bogot rememoran eventos de la historia de violencia poltica y de luchas por la democracia y la paz.

    El Taller de Edicin Rocca, con el concurso de todo su equipo creativo y editorial, ha hecho el cuidadoso trabajo de disear y armar este libro, resituando cada palabra, cada foto, pgina a pgina, para entregar finalmente a Bogot y al pas una obra de alta calidad.

    La Secretara de Gobierno de Bogot y la Alta Consejera para los Derechos de las Vctimas, la Paz y la Reconciliacin, han hecho posible esta publicacin que est destina-da a la consulta en los centros de estudio y en las bibliotecas. Es un libro para mirar y leer entre varios, un pretexto para conversar sobre la memoria que hay en las calles y plazas, y que nos recuerda a personas que fueron silenciadas y a sueos que siguen esperando su momento.

    cenTro de memoria, paz y reconciliacin

  • 5De la memoria1

    Nueve de abril, Da Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Vctimas. Es deber del Estado su conmemoracin haciendo memoria y reconocimiento de los hechos que han victimizado a los co-lombianos y colombianas, como lo expresa la ley. Un nueve de abril, hace sesenta y cuatro aos, con el asesinato de un lder, Jorge Elicer Gaitn, Bogot

    se llenaba de vctimas que eran enterradas afanosamente en fosas comunes. No se enterraban solamente vctimas sino sueos, esperanzas, ideas de un cambio.

    Da de la memoria para no olvidar dice la ley; pero tambin da de la solidaridad con las vctimas de la violencia presente. Violencia que no cesa, que ha llenado las ciudades de Colombia de millones de personas que no solamente huyen del terror, sino que llevan en su corazn a los desaparecidos, asesinados, tortura-dos y secuestrados. Millones de personas a las cuales les han usurpado su mayor bien: la tierra.

    Desde hace sesenta y cuatro aos, la sociedad colombiana, incluida la bogotana, se ha convertido en una de las sociedades ms desiguales de la humanidad. Violencia y desigualdad han ido de la mano. Violencia que sigue a otras violencias, que se conjuga con el rencor, que nos lleva a ms violencias y que nos ha con-ducido a una sociedad sin derechos, sin garantas para la gente ms excluida, a una sociedad donde la tierra y el agua son de unos pocos.

    El actual Gobierno Nacional present ante el Congreso una ley, que aprobada hoy, por primera vez habla de la reparacin integral a las vctimas. Quisimos en ese entonces apoyar esa ley. No sabamos que para su aplica-cin bamos a estar al frente de la Alcalda de Bogot; pero bienvenida la oportunidad, no solamente de apoyar en su momento la aprobacin de la ley, sino de tener la posibilidad de aplicarla por primera vez en Bogot, ciudad en donde habitan cien mil familias, que son cuatrocientas mil personas de los aproximadamente cuatro millones de vctimas que hay en el pas.

    1 Da de la Memoria y la Solidaridad con las Vctimas. Apartes de la intervencin del Alcalde Mayor de Bogot, Gustavo Petro Urrego, en el evento realizado en la Plaza de Bolvar, 9 de abril de 2012.

  • 6Bogot, ciudad memoria

    Frente a esta aguda problemtica humanitaria y de derechos, la respuesta del Estado ha sido discon-tinua y dbil; para Bogot en particular, es un reto avanzar en polticas y estrategias que permitan ma-terializar el goce efectivo de derechos de la poblacin vctima en los diferentes componentes de atencin.

    [] La ley contempla la reparacin integral de las vctimas; lo que significa salud, educacin, y vivien-da, entre otras necesidades. Lo que nos preguntamos entonces es, quin pagar la reparacin integral de las vctimas?

    La primera respuesta indudablemente debera ser: los victimarios; aquellos que se apropiaron de las tierras y que quedndose con ellas, condenaron a generaciones enteras quizs a cien aos de soledad, y han obtenido poder, porque tierra y poder en mu-chas regiones de Colombia son sinnimos. Aquellos que obtuvieron la tierra y el poder gracias al terror con un solo objetivo que no es el de hacer producir caf, yuca o banano en las tierras, sino que es el de utilizarlas como el mecanismo fundamental del la-vado de activos del narcotrfico.

    Si hay algo claro, es que no solamente el Estado y los actores de la violencia han sido los generado-res de la misma, sino que de manera primordial el motor que condujo a la usurpacin de la tierra en Colombia a partir del uso generalizado y sistemtico del terror, que condujo la historia reciente de Colom-bia al genocidio, al delito de lesa humanidad, al cri-men contra la humanidad, es ni ms ni menos que el narcotrfico. Que los narcotraficantes en Colombia, se quedaron con las tierras frtiles no para producir

  • 7Bogot, ciudad memoria

    As mismo, es el deber del Estado definir y faci-litar los mecanismos y canales para que la sociedad en su conjunto y las vctimas en particular, tengan la posibilidad de recuperar, generar y mantener la memoria en el camino de bsqueda de la verdad his-trica, la reparacin y la no repeticin.

    As, en defensa y fortalecimiento de lo pblico, nuestro Plan de Desarrollo 2012-2016 Bogot Huma-na, asume el reto de contribuir a la reparacin colec-tiva y la recuperacin de la memoria histrica de las vctimas, con la reconstruccin del tejido social y la bsqueda de la verdad como factores de reconcilia-cin y construccin de paz.

    Hace sesenta y cuatro aos, por poner slo una fecha, se recrudeci la violencia en Colombia. Un nueve de abril exactamente en este mismo lugar que hoy visitamos, se iniciaron sesenta y cuatro aos de odio y de terror.

    Que hoy nueve de abril podamos con este acto solidario, conjunto, colectivo, festejar por lo menos, el primer da en el que la sociedad colombiana deci-di, no un acto de rencor, no un acto de odio sino un acto de amor, de la poltica del amor mediante el re-conocimiento y ejercicio del deber de garanta, en el da de las vctimas y de la memoria, con cien mil fa-milias que hoy habitan en Bogot, con la expectativa de abrir un camino conjunto hacia el mayor anhelo de los colombianos y las colombianas: la paz.

    GuSTavo FranciSco peTro urreGo alcalde mayor de boGoT d. c.

    alimentos sino para lavar activos, que se quedaron con segmentos enteros del poder poltico y del Esta-do en nuestro pas. Ellos son los que tienen que hacer la primera gran reparacin. Ojal de manera volunta-ria pudiramos obtener del narcotrfico la tierra.

    Pero adems de los victimarios hay otros que tie-nen que reparar a las vctimas. De dnde saldr el dinero para la escuela, para la salud, para la vivien-da, para las cuatrocientas mil personas que habitan en Bogot y los millones de vctimas en Colombia? Tiene que salir del Estado.

    Es deber del Estado, generar los mecanismos que conduzcan a las clases pudientes, las ms altas capas de la sociedad bogotana, a travs del impues-to predial y del impuesto de Industria y Comercio (ica), las que pagaban el impuesto al patrimonio con destino a la guerra; hoy, a travs de estos mismos impuestos, generen los recursos con los cuales el Estado pueda de manera real y eficaz, garantizar la reparacin y restitucin plena de derechos. As, el mismo Legislativo que expidi la Ley de Vctimas, est llamado a trabajar en el ajuste fiscal que garan-tice los recursos para el desarrollo de acciones defi-nitivas hacia la reparacin integral a las vctimas del conflicto en el pas.

    Ese es el compromiso de la Bogot Humana. Es el compromiso de esta Alcalda. Sin la garanta del goce efectivo de derechos a las vctimas no tendre-mos paz. Volvern y seguirn los das aquellos en los que mientras abrimos la boca y suspiramos, se llenan de sangre los territorios, las comarcas, las al-deas y los caseros de nuestra querida Colombia.

  • 9Presentacin La memoria, un mapa por armar

    El pas, como esos muros que bajo muchas ca-pas de pintura guardan mensajes e historias olvidadas, parece solamente atender al ltimo suceso, para cobijarse en la desmemoria.

    En esos muros hay una especie de almanaque de otros das que no pocas veces da cuenta de crmenes y vejmenes, de hechos soslayados o sepultados en los diarios, pero que hay que descascarar para encontrarlos.

    As sucede en este libroOcurre que nuestra historia oficial podemos repe-tirlo una y otra vez como un mantra por ser una ver-dad ineludible, est contada ms que por la punta del lpiz por el lado del borrador.

    En buena parte el miedo generado como herra-mienta de amedrentamiento tambin conduce a pro-vocar el olvido, a asordinar la verdad o a conculcarla.

    Nos movemos entre un pasado hipottico y un olvido que nos lleva a vivir en la periferia del otro, en la indiferencia por lo que nos ocurre al cobijo de una ceguera histrica, de una ceguera impuesta.

    La historia es el reverso del traje de los amos, deca Ren Char, un poeta de la resistencia francesa que se negaba a la desmemoria y a los pases hipn-ticos del olvido.

    Este libro es la mirada desde el otro extremo del catalejo, no del lado que aleja los sucesos sino del que los acerca. Es, como todo lo que quiere hacer luz sobre la historia, el reverso del traje que otros nos han hecho a su antojo, a su gusto y sus medidas.

    Para lograrlo, para avivar la memoria, los au-tores de esta obra necesaria han armado una suerte de rompecabezas, de mapas fragmentados de nues-tra violencia, una especie de geopata, de enferme-dad del paisaje que se puede sealar en los lugares donde han cado, vctimas del odio, desde notables hombres pblicos hasta incontables e inolvidables desconocidos. Nadie es un N. N. para su ncleo fa-miliar, a nadie le asignan el nombre del vaco.

    Un mapa as, que ms que geogrfico es social, puede abarcar desde Jorge Elicer Gaitn hasta el muchacho anarquista muerto por balas oficiales en una calle que antao tuvo el nombre ostentoso de Real, una arteria de la ciudad que cuenta en un ba-co de luto una legin de muertos. Es una calle all tambin asesinaron a Rafael Uribe Uribe, que desde el trasunto de la violencia tiene los visos de una calle Irreal.

    El libro refuerza la generacin, como lo hace de manera extraordinaria el Centro Memoria, Paz y

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    Bogot, ciudad memoria

    Reconciliacin, de una conciencia colectiva sobre las vctimas de la ya larga encrucijada histrica que vi-vimos como Nacin.

    Una encrucijada que nos hace decir, con dolorosa irona, que en Colombia la guerra siempre viene des-pus de la posguerra, pero tambin que proyectos como este ayudan a darle el punto final a esta larga situacin enajenada y cruenta.

    Memoria, paz y reconciliacin es el trpode en el que se monta una obra que no es privativamente el cuadro clnico de los colombianos como conglome-rado social en el marco de la violencia, sino tambin un reconocimiento a las vctimas y a sus familiares, que tambin lo son.

    Es curioso que se nos revele ac, como si el azar mirara su necrmetro, que haya sido a una misma hora, a la una de la tarde, cuando mataron a Uri-be Uribe y cuando mataron a Gaitn. Hoy dos pla-cas registran en los lugares de los magnicidios los execrables hechos. Pero, en verdad, son plidos los homenajes, los monumentos que recuerden a los cados, como ocurre con el mariscal Sucre en uno, si no el primero, de los hechos sicariales de nuestra historia.

    Quiz no sea un simple azar que el Museo Gai-tn no se termine de construir tras varias dcadas, si pensamos que lo mismo ocurre con nuestra memo-ria colectiva, que siempre est en obra negra.

    Hemos visto pasar a nuestro lado una legin de desaparecidos, de desplazados que llegan a una ciudad donde no pueden echar races pues ya se las han cortado. Hemos visto crecer una ciudad que se

    expande cada da en las montaas configurando un mapa de la exclusin. Hemos visto dos veces el Pala-cio de Justicia en llamas y, con contadas excepciones, hay un registro de estos hechos en el arte pblico de la ciudad. Hemos visto exterminar a todo un partido de izquierda, hemos visto atropellos oficiales y gue-rrilleros. Y slo algunos lo recuerdan.

    Por eso es bueno registrar en este mapeo de nues-tra tragedia ciudadana la escultura de Edgar Negret en homenaje a Manuel Cepeda o la de Eduardo Ra-mrez Villamizar a la memoria de Guillermo Cano, dos hombres de orillas polticas distantes a los que los une la muerte. El crimen es una forma hasta de matar a la muerte, un suceso atroz que se adelanta a un hecho natural, algo legitimado por cualquier vio-lencia irracional.

    Como el arte no se mueve privativamente en un medio abstracto, ac est, como testimonio perma-nente en el viejo columbario del Cementerio Central, ahora acogido dentro del bello espacio arquitectni-co del Centro Memoria, Paz y Reconciliacin, la obra de Beatriz Gonzlez, esas sombras pintadas con la paleta indeleble de la memoria. La artista se niega a la desmemoria, al aturdimiento intelectual en esta Nacin que es, segn el aserto de un viejo poeta co-lombiano, el pas de la adormidera, de esa plan-ta silvestre a la que basta darle un simple roce para cerrarse.

    El libro recuerda un lugar en el mapa de la vio-lencia colombiana que parece escrito con ceniza, con sangre y ceniza. Soacha, elegida por los narco-traficantes para asesinar a Luis Carlos Galn, pero

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    Bogot, ciudad memoria

    tambin elegida para el negocio necroflico de desa-parecer y matar civiles camuflados de guerrilleros. Camuflados, s, como la verdad. Miembros de la Fuerza Pblica, con el fin de recibir honores milita-res y beneficios econmicos montaron un tinglado, hicieron una puesta en escena y llevaron a cabo una psima y cruel obra de teatro, de la misma estirpe inmoral de la reinsercin y mascarada de los falsos guerrilleros.

    Hay que resaltar que esta obra suscitadora como pocas entre las recientes publicaciones que atienden a nuestra realidad y devenir, nos deja grandes lecciones y grandes preguntas.

    A m, particularmente, me deja el deseo de que esta ciudad y el conjunto del pas erijan ms hue-llas, ms obras que recuerden y respeten a las vcti-mas. En Berln, en los sitios de donde fueron sacados miles de judos hacia los campos de concentracin y hacia la muerte, se han incrustado lpidas, tarjas que recuerdan un pasado que no deja de anidar en el incierto presente.

    Pocas veces se crean espacios de reflexin tan s-lidos y serenos como este, en un verdadero acto de dignidad colectiva que atiende a una reconciliacin que no implica el olvido.

    Ac las vctimas no son menos recordadas, como tantas veces suele ocurrir, que sus victimarios.

    Juan manuel rocaBogot, octubre 19 de 2012

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    Este es un libro de calles y plazas. No es un libro para leer. Mejor dicho, no es solamente para leer. Es tambin para mirar, discutir, subrayar, tomar notas y compartir.

    En este libro aparecen varios fragmentos del mapa de Bogot. En ellos estn calles principales, carreras y avenidas trazadas, es decir, la malla vial de la ciudad y sobre ella hay retratos de hombres y mujeres que fueron vctimas de actos violentos en los que perdieron su vida. Los mapas estarn cerca del texto en el que se hace referencia a algn hecho violento y servirn para saber en qu parte de Bo-got sucedi. Tambin hay edificios que recuerdan eventos trgicos de estos ltimos tiempos. Y otros, por fortuna, que recuerdan hechos de paz.

    Algunas personas al observar los mapas segura-mente pensarn o recordarn que tal vez un miembro de su familia, un amigo o amiga ha sufrido abusos, o ha muerto en forma violenta, o acaso ha sido secues-trado o desaparecido a la fuerza, sin dejar rastro, de un da para otro en ese trazado de calles, carreras y avenidas que son el entramado urbano de la ciudad.

    Cmo usar este libro

    En la capital del pas La mayora de los casos aqu descritos han sucedido en Bogot. Y siguen sucediendo. Aunque la muer-te, la desaparicin o el maltrato quiz no nos hayan tocado personalmente, es decir, a un familiar o un amigo cercano, casi todos conocemos de situaciones prximas a nosotros.

    Nos referimos, tambin, a violaciones, asesinatos y masacres que han tenido lugar en otras regiones del pas, pero que de alguna manera repercuten en la capital, pues en Bogot converge todo. Basta pensar, por ejemplo, en las decenas de miles de personas del campo, despojadas de sus tierras y que han tenido que abandonar su terruo a causa de amenazas de muerte, o han tenido que huir de su tierra despus de asesinatos colectivos para venir a buscar amparo en la ciudad y aqu se encuentran en muchas partes, sin vivienda, sin trabajo, sin dinero, pidiendo limos-na en los semforos.

    Bogot est llena de puntos que nos recuerdan o que nos deben recordar la violencia que vive Co-lombia. Ah est, pues, el reto. Recordar los efectos de la violencia es justamente la primera tarea que nos propone el Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Mapa Bogot, ciudad memoria, Versin de octubre de 2012.

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    Bogot, ciudad memoria

    Lugar en el Congreso de la Repblica donde fue atacado a hachazos Rafael Uribe Uribe el 14 de octubre de 1914. Su muerte ocurre el da 15.

    La memoriaSi traemos los sucesos violentos a la memoria, si no permitimos que queden en el olvido y comprende-mos sus causas y sus consecuencias, se estar abrien-do la posibilidad de cambiar la situacin que produjo semejantes hechos y podremos ayudar a evitar que estos jams se repitan. La meta es modificar la pe-nosa realidad para llegar algn da a vivir todos en armona y paz.

    Sobra decir que todos los colombianos queremos la paz. Lo complicado es convencer de parar la guerra a quienes creen que pueden ganar algo prolongndola. Sin embargo pareciera que, entrada la segunda dcada del siglo xxi, todos esos actores armados o desarma-dos, idelogos de la guerra, usufructuarios de bienes y poderes obtenidos mediante la violencia, guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares, e incluso agentes del Estado, han comenzado a dar muestras de tomar de-cisiones que conduzcan a terminar con esta pesadilla.

    Una vez que hayamos examinado las posibles cau-sas de la violencia con su saldo de vctimas asesina-dos selectivamente, es decir cuando el ejecutor escoge a quin ultimar, los muertos en masacres y desapare-cidos, el destino de las riquezas arrebatadas o el re-parto de poderes, podramos empezar a entender qu es lo que est pasando. Este libro obliga a preguntarse muchas cosas, como por ejemplo, por qu sucedi y quines son responsables de la muerte de cada una de las personas asesinadas que aparecen en este libro?

    Las calles tambin hablan (Si las calles hablaran)Las ilustraciones en donde aparecen mapas mues-tran distintos lugares donde se han cometido crme-nes en aos recientes, as como en un pasado no muy remoto.

    Sabemos, por ejemplo, que el general Rafael Uri-be Uribe, lder del Partido Liberal, que haba firma-do la paz tras la guerra civil, llamada Guerra de los Mil Das, fue atacado a hachazos por dos artesanos, al grito usted nos tiene jodidos, en las escalinatas

  • Bogot, ciudad memoria

    Casa de la familia Gaitn. Calle 42 No. 15-52, barrio Santa Teresita de Bogot.

    del Capitolio, en plena Plaza de Bolvar, a la luz del da, el 14 de octubre de 1914. Muere al da siguiente.

    Jorge Elicer Gaitn, el gran lder popular, fue asesinado el 9 de abril de 1948, a la una de la tarde, cuando sala de su oficina, en la esquina de la carrera Sptima con la Avenida Jimnez, en pleno Centro de Bogot.

    En estos dos casos, como muchos otros aqu rese-ados ms adelante, se trata de magnicidios, es decir, la eliminacin mediante el asesinato de una figura pblica que cuenta con una gran simpata popular: se trata de golpear, con su eliminacin, todo lo que

    un personaje de estos representa y debilitar la fuerza social o poltica que promueve sus ideas.

    Estos crmenes cometidos sobre lderes que conta-ban con amplio respaldo ciudadano repercutieron in-mediatamente en todo el pas. Igual como paralizaron a toda Colombia otros ms recientes: el de Luis Carlos Galn Sarmiento, el jefe liberal asesinado en Soacha el 18 de agosto 1989. Y en esa misma poca electoral seran tambin abaleados por sicarios los candidatos presidenciales Bernardo Jaramillo Ossa, de la Unin Patritica (up), y Carlos Pizarro Leongmez, de la Alianza Democrtica M-19. El primero, el 22 de marzo

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    Bogot, ciudad memoria

    y el segundo, el 26 de abril de 1990. Otro aspirante a la Presidencia, que obtuvo una gran votacin casi el 5 por ciento en su primera campaa de slo tres me-ses, Jaime Pardo Leal, presidente de la up, caera acri-billado el 11 de octubre de 1987 cuando conduca su automvil en la va La Mesa-Bogot. Estos cuatro can-didatos cayeron en la Administracin del presidente Virgilio Barco Vargas, que se vio inmersa en una de las ms cruentas escaladas de violencia.

    Otro asesinato que entristeci a toda la Nacin fue el de Jaime Garzn Forero, muerto a tiros el 13 agosto de 1999 cuando se diriga a su trabajo en una emisora de Bogot. Garzn era un destacado perio-dista que incursion en el campo del humor poltico y se haba ganado el cario de las gentes por sus de-nuncias en programas de televisin y radio.

    Por qu los mataron? Y de qu manera sus muertes afectaron el pas en su conjunto? Para el caso de Jaime Garzn cabe preguntarse, por qu lo asesinaron? No era un poltico profesional, sino un periodista crtico y gran humorista.

    En Bogot pasan de medio centenar los crmenes cometidos contra grandes personalidades en los l-timos sesenta y cinco aos, y lo mismo ha sucedido en todo el pas; centenares de crmenes que por des-gracia no ve cundo terminarn.

    Si tratamos de contestar las preguntas anteriores estaramos haciendo dos cosas: primera, acercarnos a entender lo que hay detrs de las muertes de estos personajes; es decir, comprender qu motivos tuvie-ron quienes los asesinaron y qu pensaban lograr. Y segunda, entendiendo las causas, tal vez estemos

    en capacidad de saber por qu tantos otros gente mucho menos conocida, algunos prcticamente an-nimos, cercanos slo a sus familias y amigos tam-bin han sido vctimas de asesinatos, masacres y desapariciones.

    El mapa de la memoriaLos fragmentos del mapa de Bogot indican sitios de la ciudad. Las imgenes de personas que aparecen sobre los pequeos planos acompaados de texto corresponden solamente a algunos de los ms cono-cidos personajes que han sido asesinados o desapa-recidos por sus convicciones.

    Pues bien, los sitios mostrados no solamente tie-nen que ver con los lugares en que se cometieron los crmenes. Hay tambin algunos que sealan dnde se han realizado actos encaminados a detener esta ola de sangre, de buscar un camino hacia la paz. Marchas de protesta contra la violencia, foros en tor-no a la mejor forma de lograr la paz y variadas ma-nifestaciones de los familiares de las vctimas, son algunas de las expresiones de la ciudadana. Tam-bin figuran en los mapas sitios y calles que fueron los escenarios de construccin de democracia y paz, donde, por ejemplo, se realiz la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, o las acciones del Mandato Ciudadano por la Paz que llevaron a ms de diez millones de votos en contra de la guerra.

    Conmemoramos la vida de aquellas vctimas pblicamente reconocidas por las autoridades o sus amistades. Usted, como lector y usuario de este li-bro, puede ir identificando o marcando otros puntos

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    Bogot, ciudad memoria

    Foto: Hernn Daz.

    en los mapas si sabe de algn familiar, amigo o cono-cido muerto en forma violenta, desaparecido o que de alguna manera haya sido vctima de la violencia generalizada que estamos viviendo en Colombia. Tambin puede recordar y escribir sobre sitios que considere importantes por haber ocurrido all accio-nes colectivas en contra de la violencia, por la defen-sa de la vida y los derechos humanos.

    Este libro es una herramienta que ayuda a acer-carnos a nuestro complejo pasado, sin el cual no es posible entender el presente y avizorar el porve-nir, aprendiendo de los errores para transformar la realidad.

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    Bogot, ciudad memoria

    El voto nacional

    por la paz al comenzar

    el siglo xx

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    El Voto Nacional por la paz al comenzar el siglo xx

    Plaza de Los Mrtires y Baslica Menor de El Voto Nacional, Avenida Caracas con calle dcima. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    La Plaza de Los Mrtires Quiz todo el mundo en Bogot sabe que hay un lu-gar conocido como la Plaza de Los Mrtires y que all existe una iglesia llamada El Voto Nacional.

    Pero tambin es posible que muchos de nosotros no sepamos a cules mrtires se refiere esa plaza, ni por qu una iglesia tenga ese nombre tan raro. Por qu se llama as en lugar de tener, como casi todas, el nombre de un santo o de una virgen?

    La Plaza de los Mrtires se encuentra a pocas cua-dras del Centro de Bogot, entre las calles 10 y 11 con las carreras 13 y 15, colindando con la Avenida Caracas. Seguramente quienes viven ms hacia el norte o al occi-dente no han tenido ocasin de caminar por esos lados.

    Estos dos sitios guardan recuerdos de uno de los momentos ms importantes de nuestra historia. La Plaza de Los Mrtires, como sugiere su nombre, hace referencia a un lugar de violencia y muerte. En cam-bio, la iglesia ofrece esperanza y sosiego, despus de una guerra larga y cruel. Son instantes que ha vivido Colombia, en especial Bogot, que dejaron su hue-lla para siempre. Buscamos aqu, precisamente, evo-car ese pedacito de memoria del pas que se guarda

    muchas veces sin ser percibido en cada rincn de la ciudad capital.

    Sigamos entonces con la parte triste: los mrtires. Quines eran? Pues unos colombianos, mejor dicho, neogranadinos, como se llamaban en ese entonces; gente de la Nueva Granada, quienes doscientos aos atrs se levantaron contra la dominacin espaola. Eran patriotas y queran un pas libre e independien-te, pues rechazaban ser mandados y explotados por un rey que viva en un pas lejano. Adems, el mo-narca se beneficiaba con las riquezas del territorio de lo que hoy es Colombia desde el llamado Descubri-miento, la Conquista y la Colonia. Los criollos en todos sus sectores entendieron que haba llegado el momento de emanciparse.

    Ante el levantamiento por los derechos de la Nacin, el rey envi un jefe militar para aplastar la rebelin y liquidar as la nueva Repblica que naca independiente de Espaa. Se trataba de Pablo Mori-llo, quien aunque se hiciera llamar El Pacificador, obraba como un hombre cruel y despiadado. Orden a sus tropas matar a miles de neogranadinos e hizo fusilar a todos los lderes que haban encabezado la insurreccin contra la Corona espaola. Fueron fu-silados cientos de hombres patriotas que luchaban

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    Bogot, ciudad memoria

    Plaza de Los Mrtires. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Monumento a Los Mrtires de la Independencia. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Bsilica Menor de El Voto Nacional, construida como voto por la paz al terminar la Guerra de los Mil Das.

    Foto: Archivo del Centro de Memoria Paz y Reconciliacin.

    por la Independencia, uno tras otro, en la huerta de la casa de un espaol de apellido Jaime. En la histo-ria, esto se conoce como los trgicos sucesos de La Huerta de Jaime. La pared de adobe que encerraba el sitio serva de paredn para los fusilamientos.

    En este lugar cayeron fusilados, entre otros, los prceres Camilo Torres, Francisco Jos de Caldas y Jorge Tadeo Lozano, cuyos nombres registran los li-bros de historia patria.

    Muchos aos despus, cuando Colombia ya se haba liberado del yugo espaol, y an se llamaba Nueva Granada, se construy una plaza en el lugar de los fusilamientos a la que se le dio por nombre el de Plaza de Los Mrtires, buscando honrar la

    memoria de quienes haban dado su vida por la cau-sa de la Independencia.

    Casi un siglo despus, en 1902, comenz la cons-truccin de esa gran iglesia que se levanta en la plaza: El Voto Nacional. Se llam as porque fue el lugar en donde las autoridades civiles y religiosas de la poca se comprometieron ante Dios a construir una iglesia si pronto se terminaba la guerra. Ese fue su voto. Un voto a favor de la vida tras casi cien aos de guerras civiles.

    Las guerras civiles del siglo xixLa cruda realidad es que despus de lograr la In-dependencia de Espaa, los colombianos siguieron

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    enfrentndose cruentamente en una interminable secuela de conflictos y guerras civiles. Es decir, cho-ques armados entre hermanos, entre ciudadanos.

    No es que a las gentes sencillas del pueblo las motivara el odio. No se trataba de eso. Ms bien que ciertas esferas de polticos, en sus ansias de poder, in-citaron a sectores del pueblo, con llamamientos sec-tarios, a pelear por sus egostas intereses polticos y econmicos.

    Los jefes polticos, ligados al sistema que pre-dominaba, se haban dividido en dos grupos prin-cipales. Por un lado, estaban los dueos de grandes extensiones de tierra, los hacendados, quienes lu-chaban por conservar y agrandar sus propiedades. Y por el otro, los comerciantes, los dueos de las nacientes factoras y los exportadores. Los primeros pugnaban por conservar el poder local y mantener el pas como una confederacin de Estados. Los se-gundos estaban interesados en un Gobierno fuerte y centralizado para promover mejor sus negocios. Los unos eran federalistas, los otros, centralistas.

    Y as nacieron los partidos, el Conservador (los primeros) y el Liberal (los segundos), cada uno con grandes influencias del pensamiento europeo y nor-teamericano. Con el prestigio de los generales de la Independencia como Bolvar y Santander, as como de todos los jefes en las provincias que haban contri-buido a derrotar a la Corona espaola, las dos colecti-vidades ganaron rpida influencia entre la poblacin, que hasta el da de hoy existe de manera importante en los sectores populares. Estos dos partidos, llamados

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    tradicionales, han dirigido la Nacin en estos dos-cientos aos de Independencia, intercambindose el poder.

    Los caudillos y directorios de los dos partidos, en el fondo, no tenan profundas diferencias de ideologa y los una el comn inters de mantener el estado de cosas y un clima propicio para la pros-peridad de sus negocios particulares. Lo dijo clara-mente el presidente conservador, por tres perodos, Rafael Nez, quien en sus inicios fue liberal: [] las sanas doctrinas liberales y conservadoras son en el fondo idnticas. Quizs la diferencia entre unos y otros consista en los mtodos para afianzarse en el poder, cmo impulsar los beneficios econmicos de industriales, comerciantes y hacendados, y man-tener al pueblo sumiso y conforme.

    La gente del comn no lograba entender eso. Y era presa fcil de las pugnas entre los partidos que no apuntaban a los problemas de fondo de la socie-dad. Los colombianos daban crdito a sus lderes. Crean que estar de acuerdo con este u otro partido era luchar por un pas mejor, sin darse cuenta de que derramaban su sangre defendiendo los intereses de unos pocos. Pasadas las guerras, esos mismos po-bres de los dos partidos, lo seguan siendo.

    El Voto Nacional En esas guerras civiles murieron muchos miles de colombianos, en su mayora, gentes que vivan en condiciones de pobreza. Sobre todo en la ltima con-tienda, conocida como la Guerra de los Mil Das, en-tre 1899 y 1902, aunque realmente dur ms tiempo.

    Placas que se encuentran a la entrada de la Bsilica de El Voto Nacional que dan por terminada la Guerra de los Mil Das. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

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    Fue entonces, como ya se dijo, cuando se cons-truy la Baslica Menor de El Voto Nacional, su verdadero nombre. Y all los obispos y gobernan-tes consagraron a Colombia al Sagrado Corazn de Jess, bajo la promesa de que los colombianos nun-ca ms resolveran sus diferencias por medio de las armas.

    Hoy en da el templo y sus anexos estn en gran parte deteriorados o en ruinas. Caen a pedazos. Como ha venido cayendo, tambin a pedazos, el sueo de un pas unido y en paz.

    El siglo xx comenz relativamente en paz. Con la finalizacin de la Guerra de los Mil Das sobrevino la prdida del territorio de Panam, para esa poca departamento de Colombia, pero tambin comenz un perodo de treinta aos sin guerras entre los co-lombianos. Sin embargo, la violencia no haba cesa-do del todo.

    Rafael Uribe Uribe, el magnicidio El 14 de octubre de 1914, a la una de la tarde, en ple-no Centro de Bogot, dos hombres atacaron con ha-chazos al general antioqueo Rafael Uribe Uribe, jefe del Partido Liberal; fallecera al da siguiente. Y fue un magnicidio pues el pueblo lo consideraba como un hroe de la Guerra de los Mil Das, aunque su partido haba sido derrotado en la contienda. Sus asesinos le propinaron heridas mortales en las esca-linatas del Capitolio Nacional. En el mapa aparece la imagen del general, pero vestido de civil. All est con su sombrero y sus bigotes.

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    Monumento a Rafael Uribe Uribe en el Parque Nacional, carrera Sptima con calle 36. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Rafael Uribe Uribe fue muy admirado por sus seguidores, tanto que hicieron construir un monu-mento en su honor. Es una estatua parecida a la ima-gen de Cristo bajado de la cruz y descansando en brazos de su madre. El monumento est ubicado en uno de los lugares ms queridos de los bogotanos: el Parque Nacional.

    Lo mataron por sus convicciones sociales. l in-tentaba unir a liberales y conservadores en torno a un proyecto que favoreciera a los pobres, a los sim-ples trabajadores y no a los poderosos de siempre. Su programa era muy avanzado para la poca, el gene-ral repeta que [] el liberalismo deba beber en las canteras del socialismo. Esto no sonaba muy bien a los odos de la sociedad de entonces, conservadora y apegada al pasado. Y no olvidemos que precisamen-te los conservadores haban resultado vencedores en la Guerra de Los Mil Das.

    Ahora bien, el magnicidio de Uribe Uribe no fue el primero en nuestra historia. Quin se acuerda hoy del mariscal Antonio Jos de Sucre? Ese gran lder de la revolucin contra el dominio espaol, de apenas treinta y cinco aos. Fue asesinado en 1830, cuando la nueva Repblica de Colombia estaba an en su in-fancia. Simn Bolvar se enter de aquel crimen poco antes de su propia muerte. Al or la fatdica noticia, declar que [] la bala cruel que le hiri el corazn a Sucre, mat a Colombia, y a m me quit la vida.

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    La poca del terror, llamada La Violencia

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    Jorge Elicer GaitnEl 9 de abril de 1948, treinta y cuatro aos despus del asesinato de Uribe Uribe, se produjo un nuevo magnicidio, el de otro jefe liberal y lder popular, Jor-ge Elicer Gaitn, y cuyas consecuencias an siguen sufriendo los colombianos. Fue asesinado a bala, a la misma hora en que mataron a Uribe Uribe: la una de la tarde y tambin en pleno Centro de Bogot.

    La muerte de Gaitn parti en dos la historia del pas. Los colombianos, que ya soportaban los estragos de La Violencia como se llama a ese amargo pe-rodo de la historia nacional en el que perecieron ms de ciento cincuenta mil personas entre 1942 y 1963, continan hasta hoy, 2012, sin que el pas haya podido conocer un solo da de completa paz. Los asesinos de Gaitn, que ya le haban declarado la guerra a Colom-bia, lo reafirmaron con este magnicidio.

    S, algunos historiadores parecen creer eso. Siem-pre han existido muchas dudas, muchas preguntas, sobre quines estaban detrs y podran haber sido los autores intelectuales del crimen. Quines man-daron matar a Gaitn?

    Nunca se sabr a ciencia cierta. Hombres que pa-saban en ese momento por la calle cayeron sobre Roa, el infeliz asesino, y lo mataron a golpes. En el acto

    La poca del terror, llamada La Violencia

    Gaitn se dirige a los miles de manifestantes que coparon la Plaza de Bolvar el 7 de febrero de 1948 en la Marcha del Silencio. All pronunci su clebre Oracin por la Paz.

    muri el nico testigo que podra haber revelado la verdad, que podra haber contado quin lo contrat para cometer el crimen. El joven Roa, desemplea-do, desilusionado de la vida, tambin pag con ella la osada de su acto. Hasta el da de hoy el crimen contina en la impunidad, es decir, nunca hubo de-tenidos ni acusados y menos condenados, como ha sucedido con miles de crmenes en Colombia.

    Para entender el asesinato de Jorge Elicer Gai-tn, lo mismo que para comprender lo que haba detrs de otros magnicidios que vamos a resear, es importante tener en cuenta el momento histrico. Hay que conocer todo lo que estaba en juego.

    Para los colombianos, en 1948 Jorge Elicer Gai-tn representaba un desafo a los sectores domi-nantes de los dos partidos tradicionales. Incluso el tribuno popular form su propio partido, el unir, que no tuvo mayor aceptacin. Se enfrent a los jefes conservadores y liberales y en las elecciones presidenciales de 1946 se atrevi a ir en disidencia enfrentndose al candidato oficial del Partido Libe-ral, Gabriel Turbay. Divididos los liberales, gan la jefatura del Estado el candidato del Partido Conser-vador Mariano Ospina Prez, en medio de la peor violencia poltica que haya vivido Colombia. Y del

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    genocidio, es decir, el crimen colectivo y sistemtico para exterminar a todo un grupo poltico o social, en este caso el gaitanismo, que identificaba a sectores mayoritarios que irrumpan en la vida social con las transformaciones de mediados del siglo.

    El pas del siglo xix, gobernado por terratenientes y sus generales de quince guerras, se vio confrontado por la emergencia de nuevas realidades, campesinos colonos y cultivadores pequeos y medianos de caf, crisis de la aparcera y de las formas de servidumbre, formacin de industrias y crecimiento de la pobla-cin urbana asalariada, dedicada al comercio o a las letras. Colombia se abra lentamente al mundo y a sus corrientes de pensamiento influenciadas por Europa por el ascenso de los socialismos o por la doctrina so-vitica en la era de Stalin. De la Primera y la Segun-da guerras mundiales, con sus millones de muertos, qued una aparente polarizacin entre el comunismo sovitico y el capitalismo occidental, que no lograba ocultar la confrontacin entre el resurgimiento de las ideas socialistas o de la democracia liberal, opuestas al totalitarismo, al colonialismo y a nuevas formas de dictaduras que a nombre de la civilizacin imponan la antidemocracia y el poder arbitrario.

    Los gobiernos liberales de los aos treinta, en especial el gobierno de Alfonso Lpez Pumarejo, haban introducido algunas reformas sociales que favorecan a los trabajadores de la ciudad y el cam-po y propugnaban por una reforma agraria que le diera la tierra a quien la trabajara. Tambin promo-vieron la regulacin del trabajo y la educacin mo-derna. Era la concepcin de los grandes industriales

    El presidente conservador Mariano Ospina Prez, en la toma de posesin el 7 de agosto de 1946. Gan las elecciones ante la divisin de los liberales que se presentaron con dos candidatos: Gabriel Turbay y Jorge Elicer Gaitn. Foto: Sady Gonzlez.

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    El presidente liberal Alfonso Lpez Pumarejo, quien gobern el pas en dos periodos: 1934-1938 y 1942-1945.

    Estragos en las edificaciones de Bogot, 9 de abril de 1948, tras el asesinato de Gaitn. Foto: Sady Gonzlez.

    y comerciantes que buscaban un clima menos hostil en el mundo laboral, que con algunas mejoras en la seguridad social, encauzara al pas hacia el progreso y lo conectara con el mundo. Pero los conservadores llegaron de nuevo al poder en 1946. Ya no se hablaba ms de reformas sociales y por el contrario, se prote-ga el rgimen de tenencia de tierras en manos de los grandes hacendados y los intereses de las grandes plantaciones. Mediante la violencia se enfrentaba la aspiracin de reformas que demandaba el pueblo y las clases medias rurales y urbanas.

    En medio de ese mundo anticuado y opresor de las mayoras, Jorge Elicer Gaitn surgi como la voz con otro concepto de sociedad. Sus discursos condu-jeron a que millones de colombianos soaran con un pas ms justo, con menos desigualdad y mayor bienestar para todos. Gaitn le quit la base social a la tradicional oligarqua liberal y apareci como el inevitable Presidente de la Repblica en las elec-ciones de 1948. Lo nico que lo poda detener era la muerte. Y como por arte de magia, de las sombras, sali el joven Juan Roa y le propin el disparo mortal.

    A partir de ese instante, los gaitanistas de Bogo-t se insurreccionaron y se volcaron al Centro de la ciudad; convertidos en multitudes enfurecidas, co-rrieron por las calles exigiendo la cada del gobierno de Ospina Prez. Asaltaron el edificio del Capitolio Nacional reclamando la cabeza de Laureano Gmez, jefe del Partido Conservador, y arremetieron contra el Palacio presidencial buscando linchar al presiden-te Ospina. Los guardias abrieron fuego. Los revol-tosos replicaron con descargas de rifles y escopetas.

    Muchos policas se pasaron a la revuelta. El pueblo se arm con cualquier cosa que encontr a su alcan-ce: machetes, escopetas o fusiles, antorchas, piedras y palos. En cuestin de horas haban destrozado gran parte del Centro de la ciudad.

    Al anochecer, se vean aterrorizados hombres y mujeres buscando conocidos o familiares entre los cadveres regados en las cunetas o amontonados en las plazas, calles y andenes. Trataban de hallar pa-rientes que no haban alcanzado el refugio de sus ca-sas. Se movan como fantasmas entre el humo y las cenizas de edificios, que ya no eran sino estructuras

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    chamuscadas, o al lado del armazn de los tranvas an en llamas sobre los rieles. Rfagas de metralletas traqueteaban en la oscuridad.

    As fue el mal llamado Bogotazo; una espon-tnea rebelin popular que termin con miles de muertos sacrificados en las calles. Muchos de ellos fueron enterrados como seres annimos en fosas comunes. Para que la ciudad no los olvide, para esas miles de vctimas annimas y en nombre de

    centenares de miles que las siguieron hasta hoy, se construye el Memorial por la Vida que emerge de la tierra en el edificio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin construido en Bogot.

    Para la recuperacin de la memoria, en Bogot existe una Casa Museo del caudillo popular; all se puede saber cmo viva Gaitn con su familia, pues la residencia del lder, una casa de dos pisos, con-serva el mobiliario y adornos de la sala, el estudio,

    Oracin por los Humildes, Casa Museo Gaitn. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Fotos 1 y 2: Bogot en la vspera de El Bogotazo, tranquilidad en sus calles cntricas.Foto 3: el pueblo enardecido, con todo tipo de armas, manifiesta su rechazo ante el magnicidio de Gaitn.Fotos 4, 5, 6, 7 y 8: ruinas del Centro de Bogot tras el levantamiento popular del 9 de abril.Fotos: Sady Gonzlez.

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    las alcobas, cocina y comedor. En esa casa del barrio Santa Teresita de Bogot tambin se guarda el pro-yectil que seg la vida del lder popular. La fachada de la oficina del caudillo tambin se encuentra en ese espacio, pues el inmenso portn del Edificio Nieto, en donde quedaba su despacho, fue trasladado de la carrera Sptima con Avenida Jimnez al Museo Gai-tn que es uno de los ms importantes edificios an

    sin terminar de construir destinado a la preserva-cin de la memoria del pueblo colombiano.

    Una ley orden en 1998 construir en dos manza-nas que rodean la casa de Gaitn, un edificio y plaza dedicados a la memoria de las luchas sociales; pero a pesar de la ley, ese edificio que se conoce como El Exploratorio ha quedado inconcluso y hoy est en ruinas por decisin de gobernantes que han preten-dido borrar la memoria de Gaitn y del genocidio de mitad del siglo xx. En una esquina del Explora-torio, ms all de las ruinas, est el museo, situado en la calle 42 con carrera 15 de Bogot. La tumba de Gaitn, que siempre tiene rosas frescas de sus admi-radores, est en ese lugar.

    La ViolenciaEl Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin recuerda a todas las vctimas de esa poca conocida popular-mente como de La Violencia, que tuvo en Bogot episodios decisivos para la suerte de todo el pas. Esa trgica etapa de la historia del pas haba comenzado antes del asesinato de Gaitn; pero con su muerte, la violencia se recrudeci en todo el pas.

    En 1949, el presidente conservador Laureano Gmez, que haba ganado las elecciones como can-didato nico, o en solitario pues el liberalismo no particip por falta de garantas, continu go-bernando el pas bajo el rgimen de Estado de Sitio, que facultaba al Ejecutivo a gobernar por decreto. El Congreso permaneca cerrado. Las cicatrices de esos tiempos slo con una alta dosis de verdad se podrn borrar. La violencia desemboc en crueldades hasta

    El dirigente conservador Laureano Gmez en un evento en Bogot. Atrs se aprecia a Gaitn, su gran rival poltico. Gmez sera presidente de la Repblica en 1949, en unas elecciones sin ningn contrincante pues el Partido Liberal, ante la falta de garantas, se abstuvo de ir a los comicios. Foto: Manuel H.

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    El general Rojas Pinilla: los militares en el poderAl comienzo de la dcada de los cincuenta, la cla-se dirigente, es decir, los jefes polticos de los parti-dos Conservador y Liberal se dieron cuenta de que haban perdido el control del pas y este se suma cada vez ms en el caos y la incertidumbre. Haban permitido o desatado una violencia tan feroz que se les haba salido de las manos. Recurrieron entonces a los militares para poner orden y eligieron al gene-ral Gustavo Rojas Pinilla para salvar la situacin. Lo llevaron al poder y lo declararon el nuevo libertador del pueblo tras un incruento golpe de Estado contra Laureano Gmez Castro, quien saldra expulsado del pas con sus hijos, los ya jefes conservadores, En-rique y lvaro Gmez Hurtado.

    El Partido Liberal y la otra faccin del Partido Conservador dirigida por el ex presidente Mariano Ospina Prez, apoyaron el llamado golpe de opi-nin, al tiempo que los conservadores laureanistas nunca reconocieron a Rojas.

    Pero de hecho, la violencia disminuy en algo durante la dictadura militar de Rojas Pinilla. A los guerrilleros liberales de los Llanos, se les convenci para que depusieran las armas y volvieran a la vida civil, cosa que hicieron millares de alzados en armas a quienes se les ofreci toda suerte de garantas. Su jefe ms admirado, Guadalupe Salcedo, fue asesinado inerme en Bogot en el momento de su detencin. En el lugar en donde cay acribillado, en la zona indus-trial de Puente Aranda, por la accin de un destaca-mento policial el 6 de junio de 1957, no hay una placa

    entonces inimaginables y refin como mtodo y sis-tema el uso de la violencia en las relaciones polticas, luchas de poder y modos de enriquecimiento. Se for-maron guerrillas bajo la bandera del Partido Liberal, que fueron estimuladas pero nunca reconocidas por los jefes del Partido. La lucha de los guerrilleros liberales, especialmente en los Llanos Orientales, fue aprovechada como justificacin por el Gobierno con-servador para desatar una persecucin sistemtica a los liberales en los pueblos. Se viva en un clima de zozobra permanente.

    En los departamentos de Tolima, Antioquia, el Valle, los del Eje Cafetero, y en los Llanos Orienta-les tenan lugar mltiples masacres; esos asesinatos colectivos en donde en forma indiscriminada eran muertos cinco, diez o ms personas de un solo tajo, incluidos nios y mujeres. Miles de familias enteras fueron expulsadas de sus casas y tierras. Agentes ofi-ciales y sus aliados, los llamados pjaros los pa-ramilitares de aquella poca, llegaron a los peores extremos de crueldad y sevicia como lanzar nios al aire para ensartarlos en la punta de las bayone-tas; cortaban las orejas de sus vctimas y las exhiban como trofeos en los cuarteles; le abran el pecho a las vctimas para sacar sus entraas, o practicaban el macabro corte de franela; aviones de guerra des-cargaban prisioneros como bombas humanas para atemorizar a los campesinos. O se jugaba ftbol con las cabezas de las vctimas. En los libros publicados en los aos sesenta bajo el ttulo de La Violencia se incluyen relatos tenebrosos de estas historias.

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    El diario conservador de Medelln El Colombiano, de orientacin ospinista, saluda el golpe de Estado del general

    Rojas Pinilla contra Laureano Gmez en su primera pgina del 14 de junio de 1953.

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    recordatoria ni se han realizado homenajes oficiales. Otros ms corrieron con la misma suerte. Entonces aparecieron grupos de bandoleros, que no luchaban por una causa popular como el derecho a la vida y la paz, sino en su propio beneficio delinquiendo en los ya asolados campos colombianos.

    Los estudiantesLa cada de la dictadura militar fue precedida por grandes protestas y entre ellas por las de los estu-diantes, que en Bogot fueron reprimidos cuando realizaban una manifestacin recordando a Gonzalo Bravo Prez, Uriel Gutirrez Restrepo y nueve uni-versitarios ms, que fueron asesinados. Por estos dolorosos acontecimientos se recuerda el 8 de junio. Es una fecha memorable especialmente por los estu-diantes universitarios. Todos, de una u otra manera, en alguno de sus semestres oyeron hablar de estas jornadas.

    En 1929, el Partido Conservador llevaba ms de cuatro dcadas en el poder. Fue en el ltimo Gobier-no de ese largo perodo cuando sucedi la matanza de las bananeras, descrita por Gabriel Garca Mr-quez en Cien aos de soledad, y la gente estaba alzada en protestas contra los abusos del Gobierno.

    Grandes movilizaciones tuvieron lugar, espe-cialmente en Bogot. El 8 de junio de 1929, una mar-cha de estudiantes de la Universidad Nacional, a su paso por el Palacio de la Carrera nombre que tena la actual Casa de Nario fue hostigada por la Poli-ca. Con rfagas de fusilera, la tropa empez a dis-persar a los manifestantes. Y uno de los estudiantes,

    Placa a los estudiantes muertos el 8 y 9 de junio de 1954. Edificio Murillo Toro, calle 12 con carrera Sptima.

    Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Tropas del Batalln Colombia disparan el 9 de junio de 1954 contra los estudiantes en la calle 13 con carrera Sptima. Nueve universitarios resultaron muertos tras la protesta por el asesinato de Uriel Gutirrez el da anterior en la Universidad Nacional de Bogot.

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    Al otro da, 9 de junio de 1954, se organiz una protesta que se traducira en una gigantesca marcha hacia el Palacio Presidencial. El general Rojas Pini-lla, quien se preparaba por esos das para celebrar su primer aniversario en el poder, autoriz la moviliza-cin y seguramente pensaba recibir a los adoloridos estudiantes.

    Sin embargo, a los miles de estudiantes de las universidades Nacional, Javeriana, Externado, Libre, Rosario, Gran Colombia, Amrica y algunos alum-nos de bachillerato, se les impidi el paso a la altura

    Placas en homenaje a los estudiantes cados de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Gonzalo Bravo Prez, de cuarto ao de Derecho de la Universidad Nacional, cay vctima de las balas oficiales cuando acompaaba a un familiar a una guarnicin militar, a las diez de la noche, al frente de Palacio.

    Gonzalo Bravo Prez se convirti en un smbolo de la unidad nacional contra el despotismo. Su sepe-lio moviliz a millares de capitalinos. Y a menos de un ao despus de la tragedia, el rgimen conserva-dor perdi las elecciones y comenz un perodo de gobiernos liberales.

    Desde entonces, los universitarios consideran el 8 de junio como el Da del Estudiante. Duran-te aos se conmemora con una visita al Cementerio Central de la calle 26 para recordar a Bravo Prez.

    Veinticinco aos despus, ese 8 de junio tendra un sabor amargo para todo el pas. Tras la visita a la tumba del primer estudiante cado, el desfile, que haba salido de las puertas de la Nacional en la calle 26, regres a los predios de la Universidad.

    La paz reinante en el campus fue rota por la pre-sencia de un fuerte piquete policial que orden el despeje de los estudiantes. Estos se opusieron frrea-mente y entre ellos descoll Uriel Gutirrez, un forni-do muchacho de veinticuatro aos, alumno de cuarto ao de Medicina y segundo de Filosofa, proveniente de Aranzazu, departamento de Caldas. A la entrada de la Ciudad Blanca, Uriel se dio a la tarea de blo-quear el paso de la tropa con alambre de pas. Otra rfaga de disparos, como la de 1929, ceg su vida. Muri de un tiro en el cerebro.

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    Elmo Gmez Lucich, Jaime Moore Ramrez, Rafael Chvez Matallana y Carlos J. Grisales.

    Jaime Pacheco Mora, otro estudiante indignado, fue perseguido y asesinado a dos cuadras al norte, en plena Avenida Jimnez. Los heridos de bala pasa-ron de una veintena.

    El general Rojas Pinilla atribuy el atentado a sus enemigos polticos, argumentando que estos queran buscar cualquier pretexto para crearle mala imagen y luego derrocarlo. Nunca se supo quin haba dado la orden de abrir fuego. Sin embargo, el triste epi-sodio signific el comienzo del fin para el rgimen de Rojas Pinilla. La matanza qued en la absoluta impunidad.

    Para seguir con el tema de los estudiantes, recor-demos a Jorge Enrique Useche, un muchacho de pro-vincia que luchaba por la autonoma universitaria.

    Corra el ao 1965. El 28 de abril los Marines de Estados Unidos invadan el territorio de la Repblica Dominicana para derrocar al presidente constitucio-nal, Juan Bosch, bajo el pretexto de evitar otra Cuba. La intervencin produjo en toda Amrica Latina una reaccin en cadena con inmensas movilizaciones de repudio.

    En Colombia no se hicieron esperar las demos-traciones de rechazo. El 20 de mayo hubo varias marchas estudiantiles en Bogot. Una de ellas parta de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en la calle 23 con carrera Quinta. Miles de estudiantes se dirigan a eso de las cinco de la tarde a la carrera Sptima con sus banderas y pancartas, escoltados por varios piquetes policiales.

    Placa en el hall principal de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, dedicada al estudiante Jorge Enrique Useche, asesinado el 21 de mayo de 1965. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    de la calle 13, entre carreras Octava y Sptima. Blan-diendo pauelos blancos, optaron por sentarse en los andenes, coreando consignas de justicia y condena a los asesinos de Uriel Gutirrez.

    A eso de las once de la maana, tropas del Bata-lln Colombia, que acababan de regresar de la Gue-rra de Corea, con la derrota a cuestas Colombia fue el nico pas de Amrica Latina que envi tropas a esa lejana nacin de Asia dispararon contra los inermes estudiantes. Nueve muchachos caan aquel 9 de junio en el Centro de Bogot. Sus nombres siem-pre sern recordados por el movimiento estudian-til: lvaro Gutirrez Gngora, Hernando Ospina Lpez, Hugo Len Velsquez, Hernando Morales,

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    Calle 24 con carrera Cuarta, sede principal de la Universidad de Bogot Jorge Tadeo Lozano. A pocas cuadras, sobre la carrera Sptima fue asesinado Jorge Enrique Useche cuando sala en una marcha en defensa de la autonoma universitaria el 21 de mayo de 1965. Foto: Archivo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliacin.

    Muy pronto comenz la refriega y una andanada de uniformados arremeti contra la gruesa columna de manifestantes, blandiendo sus sables y bolillos. Jorge Enrique Useche, alumno de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, recibi la peor parte, muriendo poco despus por heridas en el crneo.

    Al da siguiente, la huelga estudiantil se exten-da an ms en medio del duelo por la muerte de Useche. Universidades privadas de Bogot, como La Gran Colombia, Libre, Externado y Amrica, se unan a la protesta. El Gobierno, ante la firmeza del estudiantado y el temor de que otras fuerzas sociales se sumaran a la protesta, no tuvo otra opcin que

    atenuar las medidas represivas, desmilitarizando varias universidades pblicas.

    El 22 de mayo Jorge Enrique fue sepultado en su natal Ccuta. Y el mismo da, en los predios de la Uni-versidad Nacional de Bogot, tuvo lugar el entierro simblico de Useche. Ms de quince mil estudiantes se hicieron presentes, acompaando un atad cubier-to con una sbana negra en medio de flores. El orador central fue el cura Camilo Torres Restrepo.

    El crimen de Useche permanece en la impuni-dad. La Polica de la poca, en una torcida explica-cin a la familia, se limit a decir que haba muerto a causa de una explosin.

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    Jorge Enrique UsecheCalle 24 con carrera Cuarta

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    El Frente Nacional y los conflictos armados de baja intensidad

    En la foto aparecen los mximos jefes del Frente Nacional en un acto poltico en 1957. De izquierda a derecha: el ex presidente conservador Laureano Gmez, el liberal Alberto Lleras Camargo quien fuera el primer presidente del Frente Nacional (1958-1962), el dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo (presidente en el perodo 1966-1970), y el conservador Guillermo Len Valencia, quien asumiera la presidencia en 1962. Liberales y conservadores firmaron un pacto para gobernar el pas alternadamente por diecisis aos.

    Titular de El Tiempo, dando cuenta de los resultados del plebiscito que dio nacimiento al Frente Nacional el 1 de diciembre de 1957.

    Retomando la historia del descontento en con-tra de la dictadura, se llega al momento en que los jefes de los dos partidos en todas sus alas, se pusieron de acuerdo para derrocar al militar que ellos mismos haban puesto en el poder. El gene-ral Rojas Pinilla no se limit a cumplir las tareas de pacificacin que le haban encomendado y pretendi forjar su propio proyecto de poder, acercndose al nacionalismo militar similar al que simboliz Pern desde la Argentina.

    Rojas convoc a sus partidarios a una Asamblea Constituyente para autoprolongarse el mandato, y enfrent brutalmente a la oposicin anti-dictadura encabezada por los estudiantes y los reductos rebel-des que desde el campo continuaban reivindicando banderas transformadoras, semejantes a las procla-madas por el gaitanismo o los demcratas de todos los partidos.

    Alberto Lleras Camargo y Laureano Gmez fir-maron, en 1957, un pacto para volver a gobernar el pas, pero por turnos: cuatro aos para un Gobier-no liberal, seguido por cuatro aos de un Gobierno conservador; as sucesivamente durante diecisis aos. Ningn otro partido diferente al Liberal o al Conservador tena derecho a postular candidatos a

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    Bogot, ciudad memoria

    Caricatura de Espartaco, Manuel Parra Pardo, Slvese quien puedaaa!: Alberto Lleras Camargo, el general Alberto Ruiz Novoa y jefes polticos intentan salvar el tesoro del Frente Nacional. Voz Proletaria, 23 de julio de 1961. Tomado de: http://old.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/octubre1990/octubre1.htm

    Encuentros en La Uribe durante el fallido Proceso de Paz de Bentancur con las FARC. De izquierda a derecha, Pedro Gmez, Noem Sann, ministra de Comunicaciones; Jaime Castro, Jacobo Arenas, segundo al mando de las FARC, el ex presidente Alfonso Lpez Michelsen, Manuel Marulanda Vlez y Csar Gaviria. Foto: Semanario Voz, Braulio Herrera, 1984.

    la Presidencia, a los concejos municipales, asambleas departamentales y al Congreso de la Repblica. Di-cho acuerdo comenz a regir en 1958, previamente aprobado por el pueblo en un plebiscito en el que la gente votaba S o No. En cada Administracin se re-partan los ministerios y dems puestos oficiales en-tre polticos de ambos partidos milimtricamente. O sea, por igual; que ninguno tuviera ms poder que el otro. Al sistema le pusieron el nombre de Frente Nacional.

    Con el plebiscito de 1958 se aprob el derecho de las mujeres al voto y se inici un perodo de concilia-cin, que implic el rechazo al asesinato de pueblo

    liberal o conservador por motivos de filiacin par-tidista. La violencia disminuy en los campos. Pero de nuevo se aplazaron las respuestas a las demandas populares que se haban agrupado en el gaitanismo o en movimientos sociales reivindicativos. Para apa-gar el incendio de la violencia, se impuso una cami-sa de fuerza con el Frente Nacional y este rgimen sirvi de paso para asfixiar la exigencia de reformas democrticas redistributivas.

    Las huellas de los acontecimientos histricos de este perodo del Frente Nacional (1958-1974) y su etapa de desmonte (1975-1978), han quedado en la memoria de la gente pero en Bogot existen pocos

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    Bogot, ciudad memoria

    Desplazados llegan al sur de Bogot. Foto: Jorge Silva.

    sitios que exalten acontecimientos o personas que caracterizaron estos aos.

    La capital cambi vertiginosamente su fisonoma como resultado de una de las mayores olas de migra-cin, acelerada en parte por la violencia y el despojo en los campos, y por la prolongacin de la crisis de las economas campesinas constreidas por la falta de tierras para ampliar su produccin. No se realiz la reforma agraria y en cambio se ampli el latifundio ganadero. Las ciudades crecieron y Bogot, ms que todas, recibi en su periferia a los desplazados de La

    Violencia y a los desesperanzados por la imposicin del minifundio y la pobreza para la mayora de la po-blacin. En la primera ola de desplazamiento forzado por La Violencia llegaron a Bogot centenares de mi-les de personas, una parte importante de los dos mi-llones de desterrados, y la ciudad dobl su poblacin con el total de la migracin de los campesinos pro-cedentes del Tolima, los Llanos Orientales, Boyac, Cundinamarca y Santander. As en los aos sesenta y setenta crecieron nuevos barrios en Kennedy, Bosa, Usme, San Cristbal y Suba.

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    Bogot, ciudad memoria

    El cura Camilo Torres y el comandante del ELN, Fabio Vsquez Castao, en las montaas de Santander, a finales de 1965.

    Aparecen las guerrillas marxistas y castristasLa regin de Sumapaz, hoy en buena parte identi-ficada como zona rural de Bogot, fue escenario de las llamadas Autodefensas Campesinas promovidas desde 1949 por el Partido Comunista. El pramo en la cordillera Oriental comunica con el Meta y las re-giones que sirvieron de refugio a las guerrillas libe-rales y comunistas en los aos ms cruentos de La Violencia. Por el occidente de la Sabana se ubicaron las Autodefensas de El Tequendama, encabezadas por el lder campesino liberal Juan de la Cruz Varela que se haba aliado con el movimiento agrario ar-mado dirigido entonces por Manuel Marulanda y Ciro Castao. Pero al firmarse la paz del Frente Na-cional, esas autodefensas campesinas pretendieron integrarse a la legalidad, decidieron en 1958 cerrar la etapa de lucha armada y transformarse en am-plios movimientos de masas. Entonces, qu pas? Cmo termin Colombia envuelta en conflictos ar-mados? Qu sucedi en Bogot en este tramo de la historia y qu huellas quedan en sus calles o plazas?

    La paradoja es que la guerra no lleg solamente del campo a la ciudad sino que en buena parte el proceso fue al revs. Decisiones polticas adoptadas en los centros urbanos y procesos internacionales colombianizados por grupos polticos y gobernan-tes, fueron el factor decisivo para que se retomara el lenguaje de las armas para reprimir en el campo o la ciudad, o para promover el levantamiento insur-gente en contra de los gobiernos del Frente Nacional.

    El naciente Ejrcito de Liberacin Nacional (ELN), hace su primera incursin armada con la toma de la poblacin de Simacota, Santander, el 7 de enero de 1965. El Tiempo present el hecho a todo lo ancho de su primera pgina.

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    Bogot, ciudad memoria

    La dcada de los aos sesenta se inici con gran-des debates en todo el continente americano sobre el significado de la Revolucin Cubana, que con un alzamiento armado encabezado por Fidel Castro ha-ba derrocado a la dictadura de Fulgencio Batista. En Bogot y en todas las regiones de Colombia, los j-venes, la intelectualidad y los excluidos del Frente Nacional, como el Movimiento Revolucionario Libe-ral (mrl) y organizaciones de influencia socialista o comunista, debatan sobre la propuesta guevarista de revolucin armada liderada por focos guerrille-ros. Algunos ncleos, como el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (moec), o la Brigada de Libe-racin Jos Antonio Galn que se prepar en Cuba, tomaron la iniciativa de crear guerrillas, pero rpi-damente fueron disminuidas por la Fuerza Pblica; y sus reductos, o parte de ellos, confluyeron con las Juventudes del mrl para fundar el Ejrcito de Libe-racin Nacional (eln). En sus primeros aos se vin-cularon al eln lderes universitarios y en particular el sacerdote Camilo Torres Restrepo. Esa guerrilla se fund en 1964 y despus de la muerte de Cami-lo Torres en febrero de 1966, qued reducida a su mnima expresin (menos de sesenta y nueve efecti-vos segn el cura Manuel Prez, alias de Gregorio Manuel Prez Martnez). Se reagruparon recuperan-do zonas de influencia pero volvieron al borde de la extincin despus de la Operacin Anor, adelan-tada por el Ejrcito colombiano en 1974. Las bande-ras del eln y de Camilo Torres quedaron en manos de los curas guerrilleros y otros pocos fundadores

    Manuel Marulanda, jefe de las FARC se dirige a sus tropas en abril de 1964 en la vspera del asalto oficial a su cuartel de Marquetalia, Tolima. A su derecha,

    Isauro Yosa, guerrillero liberal que se integrara a las filas de Marulanda.

    Foto: Bruno Muel, del documental de Jean Pierre Sergent, Riochiquito.

    Los mximos jefes de la Coordinadora Guerrillera Simn Bolvar, Manuel Prez,

    del ELN, Manuel Marulanda, de las FARC y Francisco Caraballo, del EPL, en un

    encuentro en Casa Verde, septiembre de 1989. Para ese entonces el M-19, que

    tambin hacia parte de la Coordinadora, se encontraba en un Proceso de Paz con el gobierno de Barco. Foto: Voz.

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    Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot.

    sobrevivientes, para venir a resurgir a finales de los aos setenta y los ochenta.

    Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colom-bia (Farc) surgieron en 1966 en las antiguas zonas de autodefensa, inicialmente como reaccin a la ofensi-va militar, que con el apoyo de los Estados Unidos emprendi el Gobierno en contra de las llamadas Repblicas independientes, en 1964. El cambio de autodefensa a guerrilla fue definido por el Partido Comunista en el Dcimo Congreso reunido en Bo-got en 1966. Los cuarenta y ocho integrantes de las autodefensas que huyeron en 1964 cuando el primer ataque a Marquetalia, llegaron a cerca de quinientos guerrilleros en 1966 fecha de creacin de las Farc, pasaron a novecientos diez en 1969 y esa guerrilla se mantuvo en cifra cercana a mil efectivos hasta la eta-pa post Frente Nacional en 1977.

    El Ejrcito Popular de Liberacin (epl), fue fun-dado en diciembre de 1967 por el Partido Comunista Marxista Leninista (pc-ml) (maosta), originado en una divisin del Partido Comunista (prosovitico) y una parte de la ya mencionada Brigada Jos An-tonio Galn, (procubana). Esta guerrilla fracas en el intento de montar focos en el Valle del Cauca y regiones de la costa Caribe pero logr formar algu-nos frentes en el departamento de Crdoba y la zona de Urab para agrupar alrededor de trescientos cin-cuenta efectivos en 1977. Las divisiones del pc-ml en los aos setenta y las ofensivas de las Fuerzas Milita-res llevaron, excepto en Urab, a la disminucin de esta guerrilla en este perodo post Frente Nacional.

    En la fase de crisis del Frente Nacional hizo pre-sencia el Movimiento 19 de Abril con una accin de impacto meditico anunciada en los peridicos de circulacin nacional. Un comando armado se apode-r de la espada del Libertador Simn Bolvar y pro-clam su alzamiento con el lema Con el pueblo, con las armas, con Mara Eugenia al poder.

    El M-19 fue fundado en Bogot en 1973 por inicia-tiva de un frente urbano que se escindi de las Farc y

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    que en unin con rebeldes salidos de la Alianza Na-cional Popular (anapo), llamaron a tomar el poder por las armas. El 19 de abril de 1970 la anapo, con el ex general Rojas Pinilla de candidato, le disput la Presidencia de la Repblica al candidato del Frente Nacional, el conservador Misael Pastrana Borrero. Segn los anapistas y muchos sectores de opinin,

    esas elecciones fueron manipuladas para desconocer el triunfo de la anapo, y en todo caso la legitimidad del Frente Nacional qued en entredicho. Por eso el nuevo movimiento reivindica el nombre de la hija del ex general.

    No se defini como guerrilla sino como un mo-vimiento nacional de propaganda armada en los centros urbanos. Despus del robo de la espada de Bolvar, el M-19 secuestr el 15 de febrero de 1976 a Jos Raquel Mercado, presidente de la Central de Trabajadores de Colombia (cTc), lo enjuiciaron arbi-trariamente y lo asesinaron en Bogot el 19 de abril del mismo ao. La tercera accin de importancia fue el robo de casi siete mil fusiles en los depsitos mi-litares del Cantn Norte en diciembre de 1978, que termin con la captura de la mayora de sus ejecuto-res en Bogot.

    Los datos anteriores son solamente ilustrativos sobre el primer perodo de nacimiento de las gue-rrillas en los aos sesenta y setenta. A pesar de la poca capacidad militar de los grupos guerrilleros, su impacto fue reconocido por amplios sectores como smbolo de un reto armado al sistema poltico, o como resistencia a la represin en el campo. Pero tambin desde los gobiernos de estos aos se otor-g mucha importancia a estas guerrillas, y se asu-mi su combate como una de las prioridades de la agenda de seguridad. El Frente Nacional pretenda sofocar los reductos armados de La Violencia y de las guerras que lo antecedieron; de modo que las estrategias militares locales se integraron en los es-quemas de seguridad continental promovidos por el

    El M-19, en una accin espectacular, roba ms de 5.000 armas en el Cantn Norte del Ejrcito en Bogot el 31 de diciembre de 1978. El Tiempo despleg as la noticia el 2 de enero de 1979.

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    El presidente Misael Pastrana instantes despus de tomar posesin,17 de agosto de 1970. Foto: El Tiempo.

    Comando Sur del Ejrcito de los Estados Unidos y la llamada Alianza para el Progreso. Las nacientes guerrillas en Colombia fueron identificadas como parte de la amenaza sovitica en el continente, que ya haba logrado un aliado en Cuba. Cualquier ger-men de rebelin fue en consecuencia tratado como un peligro estratgico a la seguridad nacional. Y no slo la insurgencia armada fue mirada con esos len-tes sino tambin las protestas sociales que, por lo mismo, merecieron una represin desproporciona-da durante esas dcadas del Frente Nacional. Todos los gobiernos recurrieron a la figura del Estado de Sitio, que declaraba al pas en estado de conmocin interior, con el fin de darle facultades extraordina-rias al Presidente para tomar medidas de guerra, y

    gobernar concentrando poderes en una forma califi-cada por los opositores como dictadura civil.

    En todo este perodo del Frente Nacional estuvo presente el conflicto armado, pero los ndices de vio-lencia poltica disminuyeron con respecto a los de los aos de La Violencia. De mayor impacto que las hostilidades armadas, fueron los procesos sociales que canalizaron aspiraciones de sectores que asu-mieron las banderas de cambio, tanto en el mundo rural como, de manera novedosa, en el medio urba-no. Se recompuso el sindicalismo rompiendo el mo-nopolio bipartidista dominante desde principios de siglo, y se registr un ascenso de luchas obreras y de movimientos cvicos por servicios, vivienda y con-diciones de vida en grandes ciudades y en muchos otros centros urbanos. De nuevo se habl de reforma agraria pero ni la Ley 130 de 1961 ni los intentos de esa dcada pudieron atender las demandas de los campesinos. Pronto la reaccin terrateniente impuso la defensa del modelo de latifundio y gran propie-dad. Y como reaccin se desat desde 1968 a 1974 una de las ms grandes movilizaciones campesinas por la tierra en la historia del siglo xx. En algunas regiones de los departamentos de Crdoba, Bolvar y Sucre estas luchas lograron modificaciones en la tenencia de la tierra a favor de los campesinos, mien-tras que en otras, especialmente en el departamen-to del Cauca, se realizaron conquistas territoriales indgenas cuya trascendencia se prolonga hasta el presente. La Asociacin Nacional de Usuarios Cam-pesinos (anuc), promovida inicialmente por el go-bierno de Carlos Lleras Restrepo, se independiz y

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    adquiri importancia en numerosos departamentos de Colombia.

    El Frente Nacional, pactado para cuatro perodos presidenciales, se prolong formalmente hasta 1978, pero la crisis que sigui a las cuestionadas elecciones de 1970 marc su segunda dcada. El bipartidismo no pudo mantener el monopolio poltico, y el perma-nente rgimen de Estado de Sitio no logr contener el descontento social. Tambin los estudiantes ocu-paron los escenarios de protesta y en Bogot y en las grandes ciudades, las universidades y liceos se sin-tonizaron con las revueltas juveniles que desde 1968 a 1974 conmovieron a Europa, a los Estados Unidos y a gran parte del continente. Toda esta insubordi-nacin social desemboc en el Paro Cvico de 1977 y fue confrontada, como si fuera expresin de una subversin internacional, con legislacin de excep-cin y mtodos de guerra.

    Como se ha dicho, en ese perodo la guerrilla ni creci ni lleg a ser una amenaza seria para el Esta-do, pero ocup un lugar importante en las agendas militares. Como parte de las estrategias cvico-mili-tares para combatirlas, en 1965 se aprob el Decre-to de Estado de Sitio No. 3398 y luego la Ley 48 de 1968, que autorizaron la formacin de autodefen-sas civiles armadas o paramilitares, que una dcada despus fueron la semilla de un aparato de violencia generalizada e incontrolable.

    Las huellas de los acontecimientos polticos y de la violencia de estos aos del Frente Nacional son poco visibles en un mapa de Bogot. La capi-tal sigui transformndose con una urbanizacin

    Jos Raquel MercadoAvenida 48 No. 61-50

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    desordenada al ritmo de las migraciones y del desarrollo industrial, comercial y de ser-vicios. Las memorias de las violencias de estos aos de conflictos armados de baja intensidad no estn grabadas en piedra ni en las calles, ni en las plazas de Bogot, pero s en relatos e historias sobre bsqueda de caminos hacia la democracia. Son muchos los testimonios sobre el peso del Estado de Sitio y de los Es-tatutos de Seguridad, o la espectacularidad de la guerrilla urbana que fracasaba en cada gran operacin pero que contradictoriamente con sus mtodos y su dbil estructura, lograba canalizar descontentos. La novedad del M-19 fue la reivindicacin armada de la democracia representativa y del dilogo nacional para su-perar la violencia.

    El presidente Alfonso Lpez Michelsen re-trat el panorama crtico legado por el Frente Nacional con el llamado a ajustes en el Estado mediante el lema de una pequea Asamblea Constituyente: institucionalizacin o catstro-fe, que fue la advertencia del mandatario ante el descuadernamiento y el descrdito del r-gimen bipartidista; la frmula de ms Estado de Sitio, violacin a los derechos humanos y ms represin, aplicada por el gobierno de Ju-lio Csar Turbay, logr elevar el descontento, limit espacios a la oposicin ajena a la lucha armada, representada en pequeos ncleos so-cialistas, intelectuales o sindicales, y facilit el camino hacia la generalizacin de la violencia.

    Foto: Jorge Silva. Foto: Jorge Silva.

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    Guerras cruzadas y pactos de paz

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    Bogot, como Colombia tiene las marcas de la violencia sistemtica, de los conflictos arma-dos y tambin de las luchas por la paz que se vivieron en los aos ochenta y principio de los no-venta. En esos tiempos se present una resonancia de varios procesos violentos con impacto en la poltica y en los centros urbanos: resurgimiento de las gue-rrillas, mutacin e irrupcin de nuevas formas del paramilitarismo, emergencia de grandes carteles del narcotrfico que reconfiguran la poltica desde las re-giones y se amalgaman con las dinmicas de guerra o conflicto armado interno.

    Hoy se siguen escuchando los ecos de los acon-tecimientos de estos aos de guerras cruzadas y de intentos de superar la sociedad de violencia y miedo que se haba configurado en Colombia. Basta tran-sitar por las calles de Bogot para encontrar los tes-timonios trgicos por donde pas la guerra de los carteles asesinando periodistas, jueces o lderes po-lticos que se oponan a sus negocios, a su incursin en esferas de poder o defendan la extradicin como instrumento para combatirlos.

    Tambin se puede hacer el recorrido de las opera-ciones de muerte en contra de los lderes de la Unin Patritica y de otros que pretendan transitar de la

    Guerras cruzadas y pactos de paz

    guerra a la paz por los mtodos del dilogo. Y no fal-tan los testimonios de la atrocidad y la inhumanidad del secuestro, el asesinato o la delirante propaganda armada, perpetrados por guerrillas a nombre de la resistencia o la revolucin.

    El crecimiento de las guerrillas desde finales de los aos setenta se aceler, no slo por la crisis del Frente Nacional y las medidas represivas amparadas en el Estado de Sitio que intentaban asfixiar las de-mandas y protestas en el campo y la ciudad. Fueron importantes el impacto del triunfo del Ejrcito San-dinista de Liberacin contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, y del Frente Farabundo Mart en El Salvador que concert con el Gobierno y los Estados Unidos una negociacin con significativos logros de-mocrticos. La derrota de Estados Unidos en Viet-nam y la cadena de triunfos anticoloniales en frica y Asia o contra dictaduras en el mediterrneo, debi-litaron las estrategias de seguridad de esa potencia, y al tiempo se despertaron movimientos revolucio-narios. En Colombia, en los mbitos de influencia de las guerrillas y en nuevos crculos urbanos, se ali-ment la idea y la ilusin de llegar al poder por la va de las armas.

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    Bogot, ciudad memoria

    Dilogos de paz en medio de la guerra crudaMientras en agosto de 1984, en el Saln Elptico del Congreso de la Repblica se daba inicio al Dilogo Nacional por la Paz, con participacin del M-19, el Ejrcito Popular de Liberacin (epl) y el Movimiento de Autodefensa Obrera (ado), en La Uribe, departa-mento del Meta, se ponan en marcha los pactos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc suscritos seis meses atrs. La Plaza de Bolvar se lle-n de palomas blancas y de gente conmovida por la oportunidad que se abra para ponerle fin al horror de la guerra, y a los hechos de masacres, desapari-ciones, detenciones masivas o de acciones guerrille-ras en Bogot y en varias regiones del pas.

    El Dilogo Nacional fue propuesto por el M-19 en febrero y marzo de 1980, al calor de la toma de la sede de la Embajada de la Repblica Dominicana, en donde ese movimiento mantuvo como rehenes a trece embajadores y a un grupo de diplomticos. El impacto nacional e internacional fue de grandes di-mensiones pues, adems de ser una operacin arma-da en el corazn de Bogot, frente a la Universidad Nacional de Colombia, activ durante los dos meses de negociacin la presencia de medios de comunica-cin y de las cancilleras de Estados Unidos, Brasil, El Vaticano, Mxico, Suiza y Austria, entre otros pa-ses. El gobierno de Turbay manej la situacin pre-servando la vida de los rehenes y permiti al final la salida hacia Cuba del comando guerrillero. Pero al mismo tiempo pag un alto costo poltico, pues la guerrilla, en medio de un asalto violento, logr

    Imagen Artistas por la Paz.

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    Bogot, ciudad memoria

    proyectar la imagen de portavoz de exigencias de libertad o democracia y gan simpata para la pro-puesta de Dilogo Nacional por la Paz.

    Con esos antecedentes, el gobierno de Belisario Betancur inici tomando distancia de polticas y for-mas de Gobierno que se haban desprestigiado en el perodo anterior y le dio importancia a buscar la paz mediante acuerdos con las guerrillas. As comenz el Dilogo Nacional con una agenda de conversacio-nes y una tregua declarada. Es mejor echar lengua que echar bala deca Betancur en su estilo coloquial, recordando a Daro Echanda. Pero ese Dilogo, que se realiz con mesas de trabajo por temas y eventos en diversas ciudades, dur doce meses en medio de incertidumbres sobre sus objetivos, atentados por enemigos agazapados de la paz, crecimiento de la oposicin a ese proceso y de la violencia en ascen-so de grupos paramilitares. Naci como un dilogo de exploracin o tanteo, y rpidamente se convirti en parte de las estrategias de guerra tanto del M-19 como de las Fuerzas Armadas y poderosos sectores en el Estado y la poltica.

    A los pocos meses de haberse roto la tregua, el fatdico 6 de noviembre de 1985, el M-19 protagoniz la toma del Palacio de Justicia con la pretensin de someter al presidente Betancur a un juicio por su-puesta traicin a los acuerdos suscritos. El veredicto ya estaba escrito en la demanda armada que anun-ciaron los guerrilleros ante los magistrados conver-tidos en rehenes. La respuesta del Gobierno no slo comenz con el rechazo a negociar las absurdas exi-gencias sino que autoriz la inmediata accin del

    Primera pgina de El Espectador que da cuenta de la toma por parte del M-19 de la Embajada de la Repblica Dominicana, en la llamada Operacin Libertad y Democracia. En la accin fueron secuestrados el 27 de febrero de 1980 diplomticos de numerosos pases que departan en una fiesta conmemorativa. El 25 de abril de 1980 guerrilleros y cautivos fueron enviados a Cuba, donde estos ltimos fueron liberados tras una negociacin. Gobernaba el presidente Julio Csar Turbay Ayala.

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    Foto: Vicky Ospina.

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    Foto: Vicky Ospina.

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    Bogot, ciudad memoria

    Ejrcito para la retoma del edificio. Y esa retoma ya estaba diseada, pues los planes subversivos haban sido detectados meses antes, e incluso se haba cono-cido de ellos en los medios de comunicacin.

    Con los documentos publicados por la Comisin de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justi-cia y con libros sobre los expedientes de la investi-gacin, se ha establecido que la toma anunciada fue asumida por el alto mando militar como la oportu-nidad para tender una trampa a esa guerrilla, que se haba salido con la suya en la Embajada Domini-cana, y que haba burlado al Ejrcito con el robo de las armas del Cantn Norte. Casi todos los jefes del M-19 haban sido capturados despus de esa accin, pero quedaron libres al levantarse el Estado de Sitio al inicio de la Administracin Betancur. Segn esos documentos, al asalto demencial del M-19 y a la toma de ms de dos centenares de rehenes, la Dcima Ter-cera Brigada respondi con una estrategia de guerra entre combatientes, colocando en tercer plano la pro-teccin de la vida de los rehenes. Y la batalla, en su dinmica tolerada e incontrolada por el Gobierno, se convirti en una operacin de aniquilacin total.

    El saldo trgico de lo que se ha conocido como el holocausto del Palacio de Justicia fue de noven-ta y cinco personas muertas y un nmero an no determinado de desaparecidos. All murieron, en circunstancias finales an en investigacin, nueve magistrados de la Corte Suprema de Justicia, magis-trados auxiliares, empleados, escoltas, visitantes y guerrilleros.

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    Bogot, ciudad memoria

    Reunin en la sede del Secretariado de las FARC en Casa Verde, La Uribe, Meta, abril de 1985. De cachucha, Gilberto Vieira, mximo dirigente del Partido Comunista; a su derecha, Manuel Marulanda Vlez, jefe de la guerrilla, y de sombrero, en frente, John Agudelo Ros, Comisionado de Paz del gobierno de Betancur. Foto: Voz, Roberto Romero Ospina.

    El 2 de marzo de 1986, tras reunirse con el Secretariado de