bricollegium núm. 1

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Revista trimestral de arte y filosofìa.

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Convocatoria Bricollegium convoca a escritores y no escri-tores que deseen colaborar con textos crea-dos a partir de los siguientes temas: 1) La soledad, la amistad, la postura y el

carácter individual. 2) La educación, la familia, las instituciones,

la madre patria. 3) La violencia, la corrupción, la moral y la

existencia. 4) La comunicación, las redes sociales, el

lenguaje y la autoridad. 5) El amor, el erotismo, la sexualidad y la

nada. 6) La música, el lirismo, el ruido y el silencio. 7) La muerte (suicidio incluido), el dolor, el

crimen y la razón. 8) El cuerpo, el alma, la ciencia y la

tecnología. 9) Las creencias, los valores, el pensamiento

y la herencia cultural. 10) la naturaleza y el caos, el orden y el

comercio. 11) La lectura, el ser, la ficción y la realidad.

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Se puede elegir un solo tema por separado a tratar; un grupo de temas según las enume-raciones presentadas; o una combinación optativa de dos, tres, cuatro o más temas según los intereses del autor. La intención es no perder de vista el análisis y la reflexión creativos de dichos conjuntos de temas; lo cual puede partir de los siguientes géneros literarios: 1) Ensayo histórico, arqueológico, antro-

pológico, etc. 2) Poesía, parábola, paradoja, aforismo. 3) Diálogo, teatro, novela (cuento incluido). 4) Discurso, tratado, método. 5) Conferencia, clase magistral. 6) Crítica de arte, política, económica, so-

ciológica, etc. 7) Manifiesto, poética, estética, ética, etc. 8) Epistolar. 9) Artículo especializado o de opinión, etc. 10) Crónica, entrevista. 11) Comentarios a la revista-libro. Se sugieren para la extensión mínima del texto 5 cuartillas, el cual deberá enviarse en hoja tamaño carta, tipografía arial a 12 pts. e

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interlineado doble. Se recomienda el cuidado ortográfico. Y se solicita adjuntar un currícu-lum breve que contenga: nombre(s) y apellido o pseudónimo, edad, lugar de residencia y quehacer principal; más un correo electróni-co vigente para mantener contacto con los integrantes de Bricollegium y recibir infor-mación sobre la publicación, otras propues-tas, aclaración de dudas y peticiones particulares. Los trabajos deberán ser enviados en formato digital al correo electrónico: [email protected] Fecha límite de recepción de textos para el segundo número: domingo 25 de mayo de 2014.

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Instrucciones de uso y otras maneras de

colaborar Una vez terminada la lectura de ésta revista-libro lo invitamos a participar activamente en la segunda vida de Bricollegium: obséquiela al primero que vea por la calle como si fuera un volante; olvídela en un arte-café, biblioteca o librería; préstela a alguien que nunca devuelve lo que le presta y sobre todo que acostumbre prestar lo que no es suyo; piérdala en un bar, en una despedida de solteros, en una iglesia, en los baños ter-males o en el lugar menos apropiado para en-contrarse una revista-libro; también le aconsejamos hurtarla de un arte-café, biblioteca o librería, suponiendo que alguien la olvidó ahí; véndala entonces a un turista como objeto de extremado valor cultural debido a la imposible historia que guarda por haber

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pasado de mano en mano o haberse perdido por los lugares más comunes de la ciudad; si le conviene tradúzcala a otro idioma e inmígrela a otro país; si no, léala en voz alta ante una clase o ante sus nietos; también lo alentamos a hacer presen-taciones con ella como si usted la hubiese hecho; sáquele copias si gusta, recorte y pinte portadas, amarre el conjunto y reparta un segundo tiraje (40 es un buen número); claro que si la encuentra rota, des-hojada o vilmente desparpajada, es para que se anime a buscar las partes perdidas por el mundo, y luego de reunirlas las pueda pegar al pie de la letra, o en todo caso entreténgase haciendo su propio collage; o puede sencillamente devolverla a quien se la dio; en caso de no estar conforme con nin-guna de las instrucciones anteriores, y, por el contrario, prefiere usted coleccionarla, ase-gure nuestras futuras publicaciones envian-do a Bricollegium de una hasta seis donacio-nes voluntarias anuales; por ejemplo, dinero

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en efectivo para pagar el pan y el vino de los integrantes bri-co-lectores; o en especie, como pueden ser: cajas de cartón en óptimas condiciones (mínimo una superficie limpia y no rota tamaño media carta, de máximo tres milímetros de grosor), resmas de papel reciclado tamaño carta, bo-tes con pintura de diversos colores, brochas, pinceles, navajas, pegamento de contacto, broches para gafete, escuadras, perforadoras, una guillotina, una impresora de buena cali-dad, manos para manufacturar, pan, vino, etc.; o colabore de las siguientes otras maneras: como revisor y evaluador, o crítico y dialogador de textos; anunciando algún evento cultural par-ticular, sobre todo si no tiene ya difusión, siempre y cuando la finalidad sea más el trueque ocioso que la propaganda o la publi-cidad comercial; o como ya se mencionó, simplemente tenga la confianza de enviar sus simples comentarios; o de hacer la pregunta más frecuente para corroborar si nuestras instrucciones y

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colaboraciones son en serio o no, escribiendo su preocupación al correo electrónico: [email protected]

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Introducción

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¿Qué significa Bricollegium?*

Parte I

* Nombre del autor: Ge; edad: 33 años; lugar de residencia: Los Cabos, Baja California Sur; quehacer: Bri-co-lector.

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Definición seminal Bricollegium es el nombre de un espacio vacante, recientemente abierto para plantear una variedad de circuns-tancias imbricadas que por sí solas se asoman actuantes y dominantes en la región, porque percibimos que, de haber para dichas circunstancias un claro punto de enlace, desanudadas revelarían una situación ontológica nunca antes expresada: se trata del problema de nuestro conoci-miento, nuestro lugar y nuestra relación con todas las cosas del mundo, bajo la múltiple dificultad humana que im-pera para afirmar y cultivar una manera propia de expresión, dado que nadie puede amar auténtica-mente lo que no ha nombrado: somos una reiterada circunstancia de palabras ausentes.

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De la situación ontológica Bri-colección A Primero, la múltiple dificultad se anuncia en tanto que el problema se compone de una va-riedad de circunstancias imbricadas que por sí solas se asoman actuantes y dominantes en la región, pero que a su vez inevita-blemente se ramifican en causas más ínfimas, digamos personales, lo cual aísla del conjunto a tratar, obliga a enfocar la atención en un solo aspecto del problema; razón por la cual un grupo de palabras palpitantes ya presen-tadas (seminal, cultivar, imbricado, ramifican) más otras que vendrán adelante (tierra, sub-suelo, raíz, viento, alimento) me exigen comenzar a entender la situación ontológica como si la finalidad fuese captar la imagen total de la vida de un árbol. Segundo, la múltiple dificultad llega en tanto que, siendo tantas las partes del árbol, y siendo todas de igual valor e impor-tancia para su figura, por cualquiera se pue-de comenzar, lo que no define de por sí el

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orden ni la manera de recorrerlo, aclarar y resaltar puntos de enlace. En cualquier parte que estemos, o en cualquiera de las partes donde nos detengamos tras comenzar nues-tro recorrido, percibiremos el ser del árbol, aunque siempre sea desde una perspectiva limitada: la ventaja está en que nos encontra-mos ya en uno de sus puntos extremos; sí, pero la desventaja es que tampoco sabemos cuál de todos y gran cantidad de puntos extremos es el nuestro. ¿Raíz, corteza, rama, hoja, flor, fruto, vaina, baya, semilla? ¿Nos encontramos, quizá, en la posición de un colibrí buscando néctar; o en la de un insecto que lo habita y en simbiosis con el árbol siente también cómo amanece y anochece en esta o aquella tierra? ¿Cómo saberlo? Tercero, la múltiple dificultad se inter-pone en que el conocer con exactitud nues-tra posición dentro del árbol no asegura que vayamos a lograr la solución del problema: el todo no es igual a la suma de sus partes. Me respaldo en el fenómeno de una composición musical: aun cuando todos los elementos constituyan una lógica contrapuntística o armónica perfectamente asequible en la par-titura; y aun considerando todo lo que es

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azar y espontaneidad del autor y del acto creador; la música, o el resultado sonoro es otra cosa, algo más, o algo distinto por lo me-nos, de las reglas y el procedimiento de com-posición; que quizá de lo que más habla la música, o lo que más une a todos los elemen-tos con el resultado sonoro, es precisamente la noción y realidad del azar. Por esto digo que percibimos la posibilidad de revelarla, porque formamos parte de la situación on-tológica: la represento con forma y vida de árbol, también, para poder decir que, aunque nos encontramos en uno de sus puntos ex-tremos, no abarcamos al árbol por completo con la vista. Cuarto, la múltiple dificultad radica cuando al hablar de todas las cosas del mun-do, la parcial imagen del árbol se desdobla lejanamente en dos imágenes dobles más, a imi-tación de las civilizaciones antiguas que es-tablecieron la figura de su mundo como pirámide, esfera o simplemente plano, soste-nido por una tortuga, rodeado por agua, di-vidido en círculos celestes y subterráneos que se unen, etcétera, y que con el paso del tiempo los pueblos de diferentes regiones reinterpretaban o desarrollaban variantes. La

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primera imagen doble, extraída de los dichos populares, es la del mundo jarrito, donde “todo cabe sabiéndolo acomodar”, a la vez que un jarrito es un recipiente individual para beber, de manufactura de barro artesanal; la segunda imagen doble es la del método rompecabezas, en parte porque tanto habitar como pensar la ciudad actual son dos maneras respectivas de que le rompan a uno o se rompa uno solo la cabeza; en parte porque, de compilar en nuestro jarrito la mayoría de circunstancias imbricadas que se asoman actuantes y domi-nantes en la región, y de saber o aprender a acomodarlas como si de piezas de rompeca-bezas se tratara, entonces sí podríamos armar un cuadro y acercarnos a la imagen total de la vida de ese supuesto árbol, sea por el mo-mento un colorín de tronco bifurcado y an-cha copa, metáfora de la situación ontológica mencionada. Quinto, la múltiple dificultad se ex-tiende porque encontrarnos en un punto ex-tremo de la situación significa que queremos plantear un problema sin habérnoslo pro-puesto: se trata de algo que no buscamos, sino que llegó a nosotros. Se suscitó, nos sus-citó. Encontramos lo que no buscamos. Y

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encima de esto, una de las circunstancias es que no sabemos hablar, no tenemos expe-riencia ni grandes conocimientos para fun-damentar nuestros razonamientos, ni mucho menos gran arte para hacernos comprender. Tampoco somos investigadores especialistas. La verdad es que no tenemos voz ni rostro. El problema llegó antes de que pudiéramos prepararnos o esperarlo, ni qué decir ya so-bre pretenderlo y emprenderlo. Y por eso nos oímos balbucear. Pero por eso mismo en este preciso momento creo que en Bricollegium debemos ocuparnos de las circunstancias imbricadas de la región, hacer que nos con-ciernan como le concernirían a cualquier ser humano que la habita, suponiendo que todos alguna vez sentimos la necesidad de recono-cer algún mundo propio o al menos “poseer” algo de mundo, parte y participación. El úni-co valor que tiene nuestra aspiración es que no estamos dispuestos a rechazar o poster-gar lo que ha llegado a nosotros y nos impele desde el fondo, tenemos que intentarlo, arriesgarnos. Es nuestra única oportunidad de sacar a la luz aquella situación que perci-bimos, consista en lo que consista. Y se atra-viesan las preguntas: ¿nuestra situación es la

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de un árbol en pie o derribado? De ser esto último, entonces no tendríamos más remedio que hacer una especie de breviario de su pu-trefacción, y ni siquiera íbamos a tener el gusto de conocer las causas de su desgarre y caída. De estar el árbol en pie, ¿se trata en-tonces de uno crecido en tierra original o de uno transplantado a una región ajena de donde brotó? En el caso de estar en tierra original, ¿ha habido algún cambio importan-te en su entorno, en el paisaje? Y esté en la tierra que esté, ¿prospera por sí solo o por el contrario se seca al pie de la letra? Luego se-guiría averiguar acerca de su ecosistema, su cultivo y sus frutos, para defenderlo de los cambios externos, climáticos, impuestos o radicales, o proporcionar posibles carencias y las condiciones adecuadas para hacerlo medrar.

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Del mundo jarrito Brico-lección primera: subsuelo etimológico Palabras Todas las palabras poseen una raíz quíntu-ple: 1) el corazón, la mente y la lengua del hombre, que se refieren a la facultad de sen-tir, conservar y traducir lo imaginado, dicho o leído; 2) el sonido y 3) el aliento junto con el aire, que se refieren principalmente a sus transportes; 4) las imágenes que proyectan, que se refieren a presencias que bien pueden ser ausencias, como recuerda Parménides; y 5) los significados que son entendidos o los diversos sentidos de las palabras que se apa-recen invisibles, entre las cosas o a través de la página, e inmediatamente se perciben al tacto vacío. Algunos de los significados que pose-en las palabras la encontramos en la palabra palabras. Entre su cualidad gráfica y lo aproximado de la intuición, palabras significa una configuración independiente y provisio-

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nal que contiene cualquier conjunto —a la vez que todos los conjuntos— de signos —líneas, letras, sílabas, palabras— impresos en la página, pensados en el silencio o pro-nunciados en la realidad: o lo que llamamos, categóricamente, lenguaje. En plena abstrac-ción, la palabra palabras es una configuración ciega que alude por sí sola a cosas concretas no declaradas en el texto o en el decir, pero latentes, decodificadas según el contexto y experiencia del lector o escucha. A la hora de hablar y leer, se suele entender a las palabras como las cosas mismas, enumerables —oído, gusto, olfato, vista, tacto—. «Unas palabras» anuncia un discurso según la ocasión, im-provisado o escrito. Cuando hablamos de «estas palabras» o «mis palabras», nos refe-rimos al pensamiento, una idea o un enuncia-do entero, lo que en su aspecto afectivo quie-re decir pluralidad de entonaciones posibles cargadas de sentido, que a veces denotan sentires manifiestos y específicos y otras ve-ces los ocultan, caso en que los sentires pue-den ser múltiples bajo una sola entonación y hasta encontrados. Y para cerrar, porque también todas las palabras poseen su propia contradicción, la palabra palabras, exclamada

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con un tono de descrédito o incredulidad, para descalificar lo dicho antes por el inter-locutor o incluso arrepentirse de algo propio pensado, significa: tonterías, bagatelas, pol-vo, insignificancia, banalidad, humo, nada... Sentidos La relación entre la tierra y las palabras de-pende preponderantemente de haber sido sembradas en el corazón y de haber brotado en la mente de los hombres, quienes, aunque habiten esta o aquella región, aunque nunca viajen fuera o se muden de lugar, aunque se aferren a sus ideas: se mueven y cambian de parecer, de tal modo que si fuera posible contar la historia de un árbol, de un animal, de la célula, del sistema solar o de las trans-formaciones del cuerpo de una persona, la situación de la vida de todo ser, orgánico o inorgánico, físico o espiritual, existente o inexistente, quedaría resumida en aquél di-cho de que, como a las semillas, la hojas, al po-len, al polvo, a los insectos y hasta a las casas bajo una tormenta, «a las palabras se las lleva el viento».

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A las palabras se las lleva el viento al instante en que las lenguas de los hombres las lanzan mezcladas con el aliento al aire. De hecho, la palabra adjetivo —calificar o deno-tar un aspecto particular de una cosa— hunde sus raíces en el acto físico de lanzar una cosa al lado de otra; y me digo que en el fondo todo sustantivo es en primera instancia un ad-jetivo, una palabra lanzada al lado de, hacia un ob-jeto, la cosa que yace ahí, desconocida frente a nosotros, sin atributos. Esta violen-cia adjetivadora del habla, al lanzar una pa-labra hacia otra persona, no es menos efecti-va que la fuerza con que se arroja una lanza al animal que se intenta cazar, aunque con repercusiones físicas mucho menos simples, apresables, determinantes, controlables. Sonido, aliento y aire son cualidades de las que dependen las palabras: las envuel-ven, las retienen y las diseminan, pero no hay cómo asegurar que las constituyen como tal. Los experimentos científicos han encontrado frecuencias, timbres e intensidades medibles en los sonidos; mezcla y separación de sustancias volátiles —como los aromas— y microorga-nismos, átomos, elementos, etc., en el aliento y el aire, como en muchas otras cosas más;

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por lo cual podemos decir que estas y otras cualidades son también palabras envueltas, retenidas y diseminadas tanto por el pensa-miento como por el viento: pero no ha habi-do jamás científico que haya encontrado en la constitución del sonido, del aliento o del aire, o de ninguna otra cosa de la naturaleza, palabras. Esto es imposible, las palabras no son materias dadas de antemano, no existen por sí mismas, como presentimos de muchas otras cosas conocidas por medio de palabras: si las palabras son las cosas, lo son de manera provisional y cambian en relación a aquéllas; si no son las cosas, las tocan, las cercan, las envuelven, las abrazan, las hieren para poder subsistir. La palabra es invento impensado, inimaginable, por eso las palabras pueden adquirir distintos dibujos y pronunciaciones como lenguas hay en el mundo. Así parecería que la forma independiente de las palabras la tenemos al tomar su mero aspecto gráfico: retomando, la palabra palabras se la puede ver como trazos y figuras superficiales, un con-junto de líneas impresas en la página —palabras—, igual que si miráramos un ideo-grama, un símbolo o un jeroglífico; y algo semejante ocurre en su mero aspecto fonéti-

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co: la palabra palabras se la puede oír superfi-cialmente, como un sonido entre otros de-ntro de la naturaleza. Pero sucede que una palabra en un idioma puede ser traducida a otro idioma con otra palabra, porque se le parece en cuanto a las cosas que designa, ex-presa o representa, aunque ni gráfica ni foné-ticamente se parezcan entre sí. Las palabras designan, expresan y representan de manera inversa a como los gestos dicen, significan sin hablar, sin palabras: al tacto vacío. Todas las cosas tienen múltiples nombres, todas las palabras tienen múltiples sentidos. Cada signo escrito es una traducción de la forma que pueden tener las palabras, pero en ninguna de sus percepciones meramente físicas o su-perficiales —dibujo y sonido— importan sus significados: las palabras dejan de serlo en cuanto se intenta cosificarlas. La prueba está en que podemos ver palabras escritas sin co-nocer su pronunciación y “saber” que aluden a algo; o podemos pronunciarlas correcta-mente sin conocer su significado. Las pala-bras existen sobre todo al ser dichas, mien-tras no son pensadas, pero si son pensadas dejan de existir para dar paso a las cosas sin nombres: envolturas o recipientes de nada.

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Está la realidad y sus signos, luego están las palabras como signos impregnados de reali-dad, luego los signos que identifican a las palabras: codificación de una interpretación de un mundo de cosas posible, sufrido, in-tuido, apreciable. Lucha de contrarios, unión azarosa de sílabas consonantes y asonantes, largas y breves, el lenguaje es el campo de lo posible y las palabras son sólo posibilidades de ser: realidad e irrealidad del universo, o metáfora del hombre: el signo escrito es el cuerpo de la palabra, el sonido emitido y car-gado de significado, su alma. Las palabras son nuestro secreto en tanto que son un se-creto para nosotros mismos: al ser mías son de todos, aunque al ser de todos siento como si no fueran mías por completo —hay una brecha insalvable entre lo que hago y lo que sé. Y si no son mías, tampoco son de nadie... Entonces las palabras son nuestras, más que cuando las usamos, cuando las experimen-tamos en todos los sentidos: somos las metá-foras de lo que decimos que son las cosas. Tenemos a las palabras y a la vez las habita-mos. Su consistencia es la vida.

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Casas abandonadas Al hablar figuradamente de sus «raíces» y «lugares de origen», hablamos indirectamen-te de su “vida” y “muerte”: las palabras, como todo lo humano, también envejecen. Algunas caen en desuso, se olvidan o mueren para siempre, mientras que otras nacen, se com-ponen neologismos. La mayoría de palabras se transforman en un proceso que, de ser ex-plicable, tendría que ser explicado por otro proceso que a su vez tendría que ser explica-do por otro proceso que tendría más bien que imaginar el momento mágico en que una palabra fue arrojada sobre una cosa y visi-blemente convenida por otros por primera vez. Otras palabras se desentierran o rena-cen. Llega un momento en la vida del hombre en contacto con los demás hombres, como en la vida del lenguaje o las épocas de la civili-zación, en que las palabras se aparecen como ruinas arquitectónicas, por ejemplo, casas abandonadas: los derrumbes y las fachadas in-completas nos parecen tan lejanas como in-creíbles; realmente no podemos decir “cuán-do” fueron construidas, hace siglos o ayer, tiempo inconmensurable ido para siempre,

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pues sólo somos nosotros los que contem-plamos ahí, ya ningún ser humano de enton-ces las habita; no importa cuántos datos al respecto llevemos en mente sobre el lugar, los sucesos históricos, las costumbres, el ar-te, el idioma, “aquellos” hombres no somos nosotros, no se nos parecen; aunque entre-mos a dichas casas tampoco adivinamos ni alcanzamos a estimar lo que hubiéramos sido si hubiésemos vivido en ellas entonces. Por eso se dice, nostálgicamente: «Si las paredes hablaran»; porque contaran mejor que nues-tra compleja percepción nuestra vida: con las palabras adecuadas, es decir, vigentes, nos de-volvieran el sentido de la época pasada, aho-ra en ruinas. Estas fachadas de las casas aban-donadas en las que se convierten las palabras con el paso del tiempo, ya sea por vicisitudes naturales, guerras, mestizajes o emigraciones humanas, se asemejan a las estructuras verba-les que «se lleva el viento», por un lado; y, por el otro, se transforman en los corazones y las mentes de los hombres que viajan a través de los países, las ciudades y los idiomas. (1. Y así como las arañas, los ratones y el moho y otros seres se infiltran e invaden las casas abandonadas, ¿no es que los seres

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humanos reconstruimos y restauramos las pala-bras para volver a habitarlas, y más, para re-vivir sus significados y añadir contenidos nuevos dentro, debajo, detrás, al lado y sobre ellas?) Reviviscencia Bricollegium es una palabra compuesta de bri-colaje y colegio. Bricolaje es una palabra fonéti-camente castellanizada de la palabra france-sa bricolage, que inmediatamente nos remitió a esa actividad que todos alguna vez practi-camos siendo escolares llamada collage. En la página de Internet www.dechile.net, de diversos autores, pa-trocinada por Valentín, acerca del Origen de las palabras, se dice que la palabra bricolage se deriva del verbo bricoler, resalto las palabras clave en itálicas: «arreglar, remendar»; y tam-bién «desarmar para ver cómo funciona», acto de desarme análogo al de la autopsia —«ver con los propios ojos»—, a la arqueología o a los diversos tipos de análisis —desatar, separar, examinar, operar, averiguar, conocer—. Luego,

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dice que bricoler se deriva del sustantivo bri-col: «especie de catapulta usada para destruir murallas». Y bricol es un sustantivo importado y modificado del verbo germánico brechen: romper. Por su parte, la palabra collage, o colaje, aunque sólo fonéticamente nos haya sido remitida por la palabra bricolage, se deriva de la palabra colegir, llegada del latín collĭgere, palabra compuesta de cum, la preposición con, y legěre, el verbo coger, significando: «juntar, unir las cosas sueltas y esparcidas»; pero también «inferir, deducir una cosa de otra». El sentido de la palabra colegir, escasamente o ya no usada entre nosotros, lo podemos ex-traer de paso y colateralmente en algunos de sus derivados: las palabras recolección y colec-ción, y la palabra colegio, de la cual hemos casi olvidado su significado, tras su aplicación tácita, común y corriente: todas las escuelas del mundo reúnen en un mismo espacio va-rias materias de estudio.

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Del método rompecabezas Brico-lectura no. 1: alimentos y emanaciones En medio del mar de voces y tintineos del restaurante, Sonia se ve obligada a acercar su oreja a mi rostro, mientras le cuento, en voz baja y entre mordidas de un sabroso platillo, que la palabra aliento se deriva de halitus, la cual, junto a las palabras spiritus y anima o animus, se refiere en su origen a la respiración. En cada palabra pronunciada, le digo, va algo de nuestra respiración, además del olor de nuestra boca. Un plato caído y roto en el suelo redu-ce por un momento la marea de voces y tin-tineos, pero al instante siguiente me subo a la nueva ola sonora y le digo a Sonia que la ciencia, por su cuenta se permite aislar y describir a detalle fenómenos y procesos físi-cos ya dados, que ninguno de nosotros pro-gramó ni formó, en los que ni siquiera parti-cipamos aportando alguna idea para su fun-cionamiento. Así todos aprendimos en la es-cuela que la digestión es un proceso de

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transformación química que deglute los ali-mentos ingeridos, absorbe y asimila los nu-trientes y expele los residuos; en cambio el aliento, que en general no participa directa-mente del proceso de digestión, es una de las emanaciones en dirección contraria, afectada principalmente por los residuos de los alimen-tos ingeridos que han quedado en la boca. Antes de tomar otro bocado de mi pla-tillo, Sonia se separa de mi rostro, se pasa rápidamente un dedo por la nariz y voltea hacia todas partes sin fijar la atención en ninguna; hasta que alguien enciende las tres televisiones del restaurante. Como ya no se acerca, y mientras sorbe del popote sin ver-me, estiro mi cuello hacia ella, tratando de no hipnotizarme con las imágenes ni alzar la voz, y le digo que ese aprendizaje lo recibi-mos extrañados porque se nos explicara algo que hacemos, me refiero a comer, como un proceso natural, me refiero a la digestión, que funciona independientemente de nues-tra voluntad o saber, y pareciera no añadir nada al proceso; o sea, saber o no saber cómo funciona la digestión no modifica en lo más mínimo el acto de comer ni sus resultados materiales: lo seguimos haciendo igual que

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antes, lo que viene a modificarse en la expli-cación es la percepción de uno mismo. ¿Pero por qué la palabra aliento, en un proceso de aglutinación semántica del habla, significa para nosotros “soplo de vida”, hálito, alma, al mismo tiempo que alude al olor de nuestra boca? Sonia no me acompaña comiendo; aunque está cerca la veo distanciada, ahora sí reteniendo un claro gesto de desagrado, algo va a decir justo cuando el mesero llega como si de otra ola se tratara y nos distrae pre-guntándonos si todo está bien. Automática-mente, Sonia y yo asentimos con la cabeza, el mesero tarda un poco en reaccionar y, cuan-do por fin se va, Sonia me dice, con su mirada de catalejo puesta en mí, desde una lejana orilla de la mesa a la otra: «¿Sabías, Ge, que eres lo que comes?» Volteo a mi plato y miro el ojo y la bo-ca abierta del pescado. Vuelvo la cabeza y Sonia me dice, viendo su reloj, que debe reti-rarse, pero más que decirme sucede que se levanta mientras toma su bolso y me ofrece disculpas por cortar la conversación; impido con un gesto de mi mano que saque dinero para pagar el jugo que bebió, pero lo que saca

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es un folleto que me deja sobre la mesa, y otra vez se despide sin que logre mi cometido. Una vez que me quedo solo, el mar de voces y tintineos y televisiones del restau-rante aumenta desproporcionadamente; la ventaja es que pronto podré hundirme en mis pensamientos como quien se echa por prime-ra vez a nadar en el agua sin saber nadar, y así de pronto también alcanzar el olvido en el fondo de mí mismo; con todo y que sigo más que nunca los gestos de los comensales a mi alrededor, miro sin mirar las pantallas planas colgadas del techo y muevo el tenedor que lentamente lleva porciones de comida a mi boca. La desventaja es que me cuesta har-to trabajo, olímpico esfuerzo descifrar el sen-tido de las palabras de Sonia, como si estu-viese atravesando el Atlántico, en el caso de saber nadar sin respirar debajo del agua. ¿Qué quería decir Sonia cuando me dijo «eres lo que comes»? ¿Más aún, por qué lo dijo? ¿Qué tiene que ver esa frase, si lo tiene, con mi averiguación del aliento y su doble perso-nalidad de alma? Y si no tiene nada que ver, ¿cómo hacer que tenga que ver?

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El habla cotidiana, no erudita, obede-ciendo a leyes poéticas de difícil rastro, se permite condensar en frases breves una gran cantidad de reacciones afectivas en cadena, ines-peradamente brotadas de ciertas circunstan-cias que transcurren en tiempo presente, pa-ra luego sentenciar las frases condensadas con toda confianza, y transmitir así de boca en boca dichos, refranes, fórmulas aleccionantes o morales a veces incomprensibles, pero a fin de cuentas conclusiones para cada situación. En el caso de Sonia y yo en el restau-rante, presiento que la frase rechaza por completo el resumen que le hice de la expli-cación científica que me enseñaron hace años en la escuela, debido a cierto pudor del espíritu ante el rigor de las descripciones impersonales que nos nombran a distancia y nos descuartizan como burdos, fríos y masti-cables trozos de carne, mientras que así no es como somos en la realidad. Pues nadie nunca se concibe a sí mismo como estómago funcionando sin su consideración: quien se ve a sí mismo como mero trozo de carne in-mediatamente se asombra o tiembla por ser carne.

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Tal vez Sonia quería decir que me es-taba viendo la cara de pescado zarandeado mientras lo comía; y, por extensión, que el de la mesa de allá es la manita de cochi que arranca ferozmente, la de más acá es la costi-lla de borrego que chupa con emocionante delicadeza, y así los demás: la lengua de res, la piel de gallina, los ojos de buey, la cabeza de lechuga, el diente de ajo, el corazón de alcachofa, la sopa de coditos y los huevos de codorniz. De ser así, Sonia intentaba defenderse de lo evidentemente desalentador de la situa-ción, aludiendo a la frase de los adultos cuando dicen que «los jóvenes quieren co-merse al mundo», o a la de los jóvenes cuan-do aseguran que «si no te comes el mundo tú, el mundo te come a ti», por aquello de que «el hombre es el lobo del hombre»; lo cual conduce a la idea del hombre como el estó-mago más grande del planeta, no porque tenga tamaño de volcán, sino porque que ha desarrollado las herramientas aptas para transformar y consumir cualquier producto de la naturaleza, incluido el hombre, bestia total que asalta todo lo que se mueve e insa-ciable e insatisfecha termina por morderse,

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masticarse, tragarse, indigestarse y defecarse a sí misma, hasta el punto de que su insopor-table aliento termina por confundirse con su asquerosa alma. Por supuesto, yo también puedo de-fenderme de la sentencia de Sonia y de la au-tofagia ateniéndome al proceso digestivo: ¿cómo voy a ser lo que como, si soy yo el que se lo come, el que está en el sitio privilegiado re-presentando al pescador y no en el del pes-cado efectivamente comido? Pero de cual-quier modo, tomada literalmente, la frase «eres lo que comes» resulta incompleta, es decir, se la entiende como quien ha pasado un bocado y luego se da cuenta que no lo probó en absoluto. (2. Si no vemos ni saboreamos lo que comemos, ¿qué es lo que comemos? ¿Qué im-portancia tiene alimentarse? ¿Acaso la frase «eres lo que comes» pretende de mí alguna compasión: que aleje de los alimentos necesi-tados y antojados su manifiesta condición de residuos, dado que un porcentaje de ellos se cultiva vivo y hay que sacrificarlos, mientras que todos se conservan y distribuyen crudos, y la mayoría hay que cocinarlos para poder ingerirlos sin que me hagan daño?)

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Tal vez la visión de la situación se completaría al matizar sobre esa irresistible y analítica «hambre de saber» de todo ser humano; junto a esas veces cuando se dice del amor, la risa, la música y los libros, entre otros, que representan el «alimento del al-ma». Luego colegimos, barajeamos e inferimos: «eres lo que comes» es sinónimo de «eres aquello de que te alimentas» —carne, verdu-ras, nueces, frutos, cereales; pero también amor, risas, música, libros—; por lo que decir que «los jóvenes quieren comerse al mundo», para no convertirse rápidamente en comida, no significa que por hambre le vayan a dar un mordisco a su calcetín, aunque a veces suce-da, sino que por «hambre de saber» quieren ser el mundo, prevalecer, dominar en lugar de quedarse fuera de él, en lugar de ver sus almas deglutidas por un mundo que desconocen tanto como los desconoce; y si el amor, la música, la risa y los libros, o cualquier otra cosa relacionable con el alma, son en cada caso una forma de su alimento, nadie dudará que, conjeturando, «eres lo que comes» se tra-duce por «eres lo que lees». Así es. Aparentemente el alma tiene su propio aparato digestivo y sufre por su parte

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un proceso de transubstanciación no explicado por ningún método, en el cual la comida o alimento ingerido, es decir, sus lecturas —de libros, pero también, como queda planteado, de todas las cosas del mundo convertidas en alimento— son deglutidas, absorbidas y asimiladas, quedando los restos del ser de la lec-tura impregnados en la mente y el corazón de los hombres, y disponibles para, de un mo-mento a otro, emanar de su lengua, mezcladas con el aliento, con forma de palabras. Un proceso de aglutinación semántica a través de los milenios que comienza en la respiración, fenómeno simple, fácilmente per-cibido por cualquiera e igual de fácilmente olvidado; pasa al aliento, fenómeno mezclado, concentrado, percibido y olvidado igual que la respiración; y llega al alma, fenómeno ex-tremo, esencialmente impreciso, apenas per-cibido y por eso mayormente parcial. Repito: el cuerpo come mientras que el alma lee lo que ven los ojos, lo que oyen los oídos, lo que huelen las narices, lo que tocan las manos, lo que gustan las lenguas, y es cada una y todas las cosas, formas y consistencias habidas de las que se alimenta.

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Entonces no es que el hombre sea el lobo del hombre, sino que, por el contrario, el lobo es el hombre del lobo, el hombre-lobo: es decir, el lobo en sí no es más que el lobo en el hombre que le dice sí al lobo, a su existen-cia paralela, y lo integra como parte de su ser tras nombrarlo y otorgarle diversos valores simbólicos. Una parte integrada que en el curso de la vida cultural se vuelve indisocia-ble: si el lobo desaparece, una parte del hom-bre muere, el hombre adelgaza, se hace me-nos hombre. Y mientras que el mesero ronda repe-tidas veces mi mesa, poniendo sumo cuidado en el desalojo de mi servicio, empiezo a sen-tir una indiscreta presión a mi alrededor, por haber acabado de comer y ser el único ocu-pante de una mesa para cuatro, y por la larga fila de comensales esperando turno que atis-ban, a través del ventanal, hacia adentro del restaurante; a la par que empiezo a reflexio-nar acerca de por qué el corazón se pone contento con la barriga llena, por lo que me digo, para alivio propio, que Sonia no sufrió ningún desagrado al que no estuviera acos-tumbrada ya, sino que, así como yo cada que la veo quiero convencerla de colaborar y

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aprovechar sus conocimientos en la revista-libro Bricollegium, Sonia por su parte intenta-ba recordarme los beneficios del régimen de vida vegetariano que practica y promueve.

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Aforismo

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33 ideas y un poema*

* Nombre del autor: Joao Zepus-Leña; edad: 67 años; lugar de residencia: Guerrero Negro, Baja California Sur; quehacer: escultor y bri-co-lector.

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1. Padre El vocablo Padre proviene del latín Pater y alude a un significado de «pertenencia y pro-cedencia»: de dónde se procede y a quién se pertenece. Para los antiguos romanos el Pater familias era un hombre libre, ciudadano y jefe de familia, sujeto de derechos y obligaciones. La familia estaba bajo su mando y su palabra era absoluta y final. Él decidía aprobar o no el matrimonio de sus hijos e hijas, venderlos e incluso ordenar su muerte. El padre ejerce el poder, la violencia, la fuerza, el dominio y la autoridad sobre quienes habitan su propiedad. 2. Con esposa, hijos y esclavos El término Familia deriva del latín Famuli, que define al conjunto de seres que sirven y de-penden del Pater familias: esposa, hijos y es-clavos. De esa misma raíz provienen dos pa-labras que refieren a significados con conno-tación despectiva, como son Fámula (sirvien-ta, criada) y Fames (hambre), que nos refiere a la palabra Famélico (hambriento).

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3. Con el poder del apellido El apellido indica a qué familia, o más exac-tamente a qué padre pertenece quien lo po-see. El apellido se adquiría, en el caso de los señores, por las tierras que gobernaban; en el caso de los siervos, por el oficio, lugar de procedencia o alguna característica física. Posteriormente los apellidos derivaron de los nombres del padre; por ejemplo: Hernández: hijo de Hernán. La manera en que están dis-puestos los apellidos en los nombres de las personas, deja ver que está hecha especial-mente para que con el tiempo el apellido del hombre permanezca y el apellido de la mujer desaparezca. 4. Con el poder de la legalidad Dice Rousseau en su Contrato social que la primera forma de sociedad es la familia y el Estado, el cual procede de ella y es una es-tructura análoga, donde el gobierno es el pa-dre y el pueblo los hijos. En el Estado rousse-auniano (la naciente democracia francesa del siglo XVIII) pueblo y gobierno realizarían un

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contrato social donde el pueblo le otorgaría el poder a sus representantes, el gobierno. Sin embargo, biológicamente, cómo concebir un contrato en el que el hijo le otorga el poder al padre, si los hijos no eligen al padre, si nacen ya bajo su dominio y poder. Lo mismo suce-de en el Estado “moderno”: en la “libre elec-ción” del gobierno democrático continua habiendo gobernantes y gobernados. Cier-tamente hay derechos individuales que ame-nazan con expropiar o hacer parecer ilegíti-mo y desmesurado el poder del padre sobre el hijo, pero la realidad es que el gobierno, cualquier gobierno, reprime al individuo que atente contra su poder, y la primera manera de represión es señalar que dicho individuo actúa fuera de la ley. 5. Con el poder del dar sobre el pedir En el México actual, y seguramente en mu-chos países más, hay dos tendencias de go-bierno muy marcadas: una en la que el go-bierno se dirige a sus ciudadanos como si fueran niños, como entes sin voluntad, que por eso gusta de darles pequeños regalos,

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dádivas y dinero (aunque no mucho), con el fin de despertar su “confianza” en él; otra en la que los ciudadanos infantilizados en su mayoría tratan de sacar el mayor provecho de la protección del gobierno, hasta caer en una cultura del pedir, lo cual da pie a un tipo de gobierno «populista». 6. Con la ley del más… débil Hubo un tiempo en que imperó la ley del más fuerte. El animal más grande que se co-me al más pequeño y de esa manera el hom-bre dominó a la mujer. Sin embargo, la idea de “padre” es nacida del derecho y la legali-dad. Una vez que el hombre dominó a la mu-jer, luego hizo una ley para perpetuar su do-minación. La ley del hombre otorgó el poder al padre para convertirlo en el dominador (Dominus-señor) de la mujer, de los hijos, de la naturaleza, de la historia. Eso explica por qué en la actualidad hay estados, donde no gobiernan los mejores ni los más aptos ni los más inteligentes ni los más fuertes, sino los débiles… apoyados por la ley.

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7. Con trabajo, imperando en la realidad, ocultándola No es casual que el pensar al mundo tenga una carga de poder tendiente a lo masculino; que Dios, el Señor, sea un ente masculino; que nos sea impuesta una realidad patercen-trista, patronímica; que todo esté tan arrai-gado que se nos impida pensar a la realidad desde otro punto de vista; que vivamos en-gañados con la idea de que, al igual que Dios, el mundo y la realidad son eternos e inmóvi-les; que vivamos tan perfectamente contro-lados; que pidamos más trabajo —y por cier-to que la palabra trabajo proviene de Tripa-lium, un artefacto de tortura—; que oremos al padre… como pidiendo más dominación (Dominus-Padre). 8. Patria errónea por Matria El patercentrismo es una convención tácita. Es tanto el arraigo del patercentrismo que pa-san inadvertidos ciertos errores semánticos: la palabra Patria, nos dice el diccionario de la Real Academia Española, significa «Tierra

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natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por víncu-los jurídicos, históricos y afectivos». Sin em-bargo esa definición nos parece un error mi-lenario, ya que es a la Madre y no al Padre a quien se le asocia con la gestación y con la tierra; por tanto, eso que se llama Patria en realidad es Matria. Curiosamente no existe esa palabra en el diccionario de la RAE y la tradición patriarcal nos dirá que, puesto es el padre y no la madre quien es “legalmente dueño” de la tierra, ésta llevará el nombre de Patria. 9. Conquistador de matrices La película The Matrix (1996) contiene un ar-gumento falaz. En ella se presenta la con-frontación entre un hombre, «Neo», y «The Matrix» (cuya referencia a la Madre es más que evidente), una máquina reproductora de un mundo virtual que busca apoderarse y\o exterminar toda realidad de las formas de vida. «The Matrix» está a punto de consumar su conquista, pero entonces llega «el elegido» («The One») a salvaguardar al mundo real. El

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error en ese argumento, a partir de lo que se ha estado exponiendo, consiste en que no es la tradición matriarcal la que ha dado origen al mundo virtual; de hecho, la palabra virtual proviene de Virtus (virtud) y está emparen-tada a su vez con la palabra Vir (varón). Así pues, la virtualidad, por artificial y lógica, está más emparentada con el varón (padre) que con la madre. Este es el alcance del arraigo del patercentrismo, donde todo lo que atente contra el padre debe estar asocia-do con el mal, y por supuesto, con la mujer o lo femenino. 10. Dominas, pero no amas Las palabras amor y amar provienen de la raíz indoeuropea Amma, que es la manera en co-mo un bebé llama a quien le da alimento y protección: la madre. Así pues, a la relación de alimento, cuidado y protección que pu-diera haber entre dos entes se le llama amor. Por el contrario, el padre no ama, el padre domina. La palabra Amo es una masculiniza-ción de Amma, pero el significado es justo lo

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contrario a amar: el que manda, el que domina. 11. Edipo complejo En su obra Tótem y tabú, Freud menciona que en las sociedades primitivas el padre impon-ía sus reglas, monopolizaba a las hembras y mantenía a raya a los hijos. Éstos al ver los privilegios del padre desean tomar su puesto. Así que lo asesinan, lo devoran y luego pose-en a las hembras, que incluso pueden ser sus hermanas y su propia madre. Se trata del «complejo de Edipo» en el que el individuo siente el impulso hacia el parricidio y el in-cesto: matar al padre y poseer a la madre. Por su parte Engels, en El origen de la familia, la pro-piedad privada y el Estado, menciona que en las sociedades primitivas la madre tenía cierto poder en la comunidad, porque mientras el hombre iba de cacería, la mujer quedaba a cargo de la casa y los hijos; y así, bajo su po-der, se creó lo que nosotros podríamos lla-mar una protocivilización. Sin embargo, con la domesticación del ganado, el desarrollo de la industria, del comercio y de la propiedad

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privada por parte del hombre, éste desplazó del lugar de poder a la mujer, y las relaciones con ella y con los hijos se hicieron complejas. 12. Temido por amado y amado por temido En el pensamiento freudiano de Tótem y tabú hay una especie de relación bipolar entre los hijos y el padre o la madre. Allí, el tótem re-presenta al padre: temido y amado; y el tabú representa a la madre, al incesto que produce repulsión y a la vez atracción. Pero pudiera ser que el tabú no sea sino un derivado del tótem: el deseo de poseer el poder del padre, de tomar su lugar, su patrimonio, que inclu-ye a la madre. 13. Desmembrado por los hijos En 1789, con la revolución francesa surge la democracia moderna, que nos recuerda a aquel derrocamiento primitivo del padre por los hijos ya mencionado por Freud: el pueblo se rebela contra el Rey y le corta la cabeza.

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Con la democracia, el pueblo (los hijos) aho-ra tiene el poder; pero la “democracia” tam-bién tiene la necesidad de controlar al total de la sociedad: a la mujer y a los sirvientes; no obstante, el control que ella requiere no es mediante la fuerza, la ley del más fuerte, sino, como diría Hebert Marcuse en sus li-bros Eros y Civilización y El hombre unidimensio-nal, mediante un control suave. Los «dere-chos individuales» de la democracia que ape-lan a una libertad, igualdad y fraternidad, pro-mueven un trabajo más ligero, pero más alie-nante; un aumento en el entretenimiento pa-ra que se suprima toda crítica; y una aparen-te liberación de la sexualidad reprimida por medio de la pornografía, que convierta a la sexualidad en un fenómeno virtual, para con ello mantener alejada toda posibilidad de rebelión por parte de los gobernados: no hay guerra sin soldados. Como se puede apreciar, la rebelión de los hijos, la democracia, no su-prime las relaciones de dominio, ni al amo ni al esclavo.

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14. Convertido en sociedad democrática En la sociedad democrática el gobierno re-prime a las mayorías y las mayorías reprimen al individuo, a sus pulsiones, o le incitan a sublimarlas con el fin de no trastocar las normas sociales (la moral). Los individuos que no se ciñen a esas normas sociales son tomados como rebeldes que atentan contra la sociedad y son exiliados. 15. Persigues a quien te rechaza Siempre ha habido individuos que rechazan el poder del padre, del Estado o del gobierno. Ya en la antigüedad tenemos el caso de los filósofos griegos llamados Cínicos (Crates, Diógenes, Antístenes…), quienes desaproba-ban todo tipo de convencionalismos, recha-zaban a la Patria, a la familia, al dinero, a la autoridad, a los dioses. En sociedades como la que habitamos, personajes del mundo de la cultura como filósofos y artistas no son gra-tos para el gobierno, porque éste trata de acotarlos, y en cierto sentido exiliarlos. Basta ver el presupuesto repartido en México para

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darnos cuenta de ello: a la cultura, $16.663.20; y para «mantener la integridad, la estabilidad y la permanencia de las institu-ciones que conforman el Estado…», $73.402.79. Pero más aún, producto de esa relación de dominación, los personajes de la cultura se dividen entre quienes apoyan y defienden al gobierno, porque quieren ser premiados con un concurso o una beca; y quienes lo desprecian porque saben que su arte y los artistas son esencialmente rebeldes. Así que la mayoría de los artistas no tienen una relación de amor, de retroalimentación o de protección entre sí; ni siquiera tienen una relación fraternal, sino una relación de codi-cia, de resentimiento, de disimulo, por miedo al padre, y de traición, por deseo de gloria. 16. Al culpable por ser débil, al débil por ser malo A rebeldes, poetas, artistas, homeless, limos-neros, extranjeros, la historia oficial e impe-rante les ha exiliado de sus páginas; los ha juzgado como peligrosos, como personajes repulsivos; y se les ha encontrado culpables.

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«Uno siempre es un poco culpable» —escribe Camus en El extranjero—. Y cómo no, cuando se nace con la carga de ser culpa-ble, de ser hijo, de ser débil, de ser malo, de ser dominado. 17. No elegí nacer, elijo morir No elegimos cómo, cuándo, dónde ni de quién nacer; pero podríamos elegir cómo, cuándo y dónde morir: esa sería nuestra ver-dadera y plena libertad. 18. Para no renovar tu contrato En la parábola cristiana del hijo pródigo, éste se va de casa y se dedica derrochar su heren-cia de manera libertina; luego de alcanzar la miseria decide regresar con el padre, pedirle perdón y con su venia convertirse en su jor-nalero. El padre lo recibe con un banquete y exclama orgulloso: «¡Éste mi hijo muerto era y ha revivido!». ¿Por qué dice «mi hijo muerto era y ha revivido»? Cuando el hijo pide la herencia y se va, rompe el pacto familiar, pe-

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ro en el momento en que regresa, se revive el pacto. Se ha renovado el estado de dominación. 19. De la no existencia En la novela El extranjero de Camus, el perso-naje principal, Meursault, es enjuiciado por matar a un hombre. El juez lo interroga y Meursault no niega su crimen, pero además no se arrepiente; esa actitud desespera al juez, quien termina condenándolo a muerte, no por el crimen, sino por no creer en Dios. Dice el juez: «Ningún hombre es tan culpable como para que Dios no lo perdonase… pero para eso es necesario el arrepentimiento… volverse como un niño cuya alma está vacía y dispuesta a aceptarlo todo». Meursault —en quien casi desde el principio de la novela se advierte cierto ateísmo—, durante su proce-so es tratado como muerto en vida, pues nos hace saber: «Mi suerte se decidía sin pedirme mi opinión«. Como si no existiera ya. Y es que al negar a Dios, Meursault había roto el pacto con el Padre y con la sociedad pater-centrista creada bajo su poder. Por tanto fue

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condenado a experimentar la no existencia en su propia existencia. 20. De la obligación de ser hijo Cuando llegaron los españoles al antiguo México juzgaron a los nativos, que creían en diversas divinidades masculinas y femeninas, como creyentes de demonios, como salvajes que comían corazones humanos. Así que se dieron a la tarea de extirparles el alma. Les convencieron de que sólo había un padre to-dopoderoso. Por diversas razones los nativos aceptaron y su alma prehispánica tuvo que emigrar; pero ¿hacia dónde? «Quedarse aquí o partir, lo mismo da», dice Meursault. ¿Cuerpos sin alma? Probablemente. Los “pa-dres” españoles les trasplantaron otra alma, otro pensamiento, otra cosmovisión —¿o un remedo, un condicionamiento, un producto, bazofia?... Lo mismo da: les trasplantaron el alma y luego les pidieron que se arrepintie-ran de su vida pasada; y que se convirtieran como niños «con el alma vacía»; y entonces los bautizaron; y así los convirtieron en sus hijos. Algunos aceptaron; otros fueron forza-

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dos; otros resistieron y murieron; otros ca-muflaron sus creencias. 21. Del sentido único, de ti, de Dios Cuando el juez pregunta si cree en Dios y Meursault contesta que no, se indigna, pues piensa que todos los hombres creen en Dios y le parece inconcebible que alguien no crea en Él. Entonces el juez le grita a Meursault: «¡Quiere usted que mi vida carezca de senti-do!». Ahora bien, para el juez la vida de Meursault no tiene sentido, esto es, direc-ción, pues es el padre quien decide la direc-ción que deba tomar el camino del hijo. Cu-riosamente, Dios no tiene dirección alguna, o, en todo caso, tiene todas las direcciones. 22. No soy más tu esclavo Tradicionalmente, es un mandato que el hijo reconozca al padre, aunque suceda que el padre no reconozca a sus hijos, y, al no reco-nocerlos, los convierta en hijos ilegítimos, de segunda categoría, en bastardos (nacidos en

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el granero), quedando con ello excluidos del reparto de la herencia paterna. Sucedió que cuando llegaron los españoles a México y ultrajaron a las nativas, tuvieron hijos y no los reconocieron; pero además las indias ten-ían casi que agradecer el hecho de haber sido ultrajadas y el hijo ilegitimo tenía que reco-nocer al padre y convenir con él una especie de «Me pongo a tus órdenes, haz de mí lo que quieras». Es ocioso imaginar qué hubiera pasado si los indígenas no hubieran sido conquistados por los españoles o si se hubie-ran negado a servirles. No es ocioso hoy re-belarse a cualquier clase de esclavitud. 23. No te conozco Todos los hijos tienen padres; sin embargo no todos los hijos son reconocidos por sus padres; por lo tanto no todos los padres de-ben ser reconocidos por los hijos.

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24. Ni te reconozco No hay mayor virus para el patriarcado que el hecho de que sus hijos dejen de creer en él, en sus valores. Nada irrita más al padre —legítimo o ilegítimo— que la renuncia del hijo a la condición de serlo y no reconocerlo como padre. 25. Disuelvo tu pacto de facto Escuchar un «Yo no tengo patria, soy ciuda-dano del mundo» a la manera de Diógenes el cínico, y la respuesta de Crates: «Soy ciuda-dano de Diógenes»; o «Mi patria es mi obra», a la manera de Milan Kundera; disuelve el pacto de dominación y corta de tajo con el poder del padre. Negar el acuerdo del padre significa: en primera instancia, asumir la res-ponsabilidad de mis actos y mis palabras, aceptar la angustia de estar condenado a vi-vir libre, pero solo; en segunda instancia, que no hay razón para la culpa. Culpable es quien domina al otro para su beneficio, cul-pable es quien siendo libre pide ser domina-do por otro.

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26. Tu lengua que programa al inconsciente Hay una relación de dominación entre los hombres, pero también hay una relación de dominación dentro de la propia lengua de los hombres. La lengua también está estructura-da a la manera de una familia: el Pater es el sujeto y el predicado la familia, la madre el adjetivo y los hijos las conjunciones y prepo-siciones. En la sintaxis lingüística hay rela-ciones de dominio, de importancia, de fuer-za. Todo gira alrededor del sujeto. El lengua-je es una herramienta de dominación, pues en él y por él, el dominado preserva la estruc-tura de dominación de manera inconsciente, pero real. El lenguaje es una representación de la realidad humana. 27. Sin discusión estéril Ser de derecha o de izquierda es una discu-sión estéril. Se gobierna o se es gobernado. Se manda o se obedece. Los representantes del pueblo, de izquierda o de derecha, no son el pueblo mismo; en la política, más allá de la

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izquierda o la derecha, hay una división aún más esencial: padre e hijo; dominador y rebelde. 28. En la realidad móvil Mediante el lenguaje patercentrista se fo-menta la creencia en una realidad aparente-mente inmóvil; sin embargo, si algo eviden-ció Hegel con la dialéctica es que la realidad es móvil: es y no es, el pensamiento es real y la realidad es pensamiento. Por tanto, si se pretendiese una rebelión en contra del padre, es necesario primero rebelarse en contra de su lenguaje. 29. De la ley y la moral nacidas del habla Por su parte, Nietzsche nos dice cómo la mo-ral, con sus reglas y convenciones, proviene también del habla, de la lengua: en tiempos antiguos los hombres buenos y malos se de-signaban según su fuerza o debilidad, su be-lleza o fealdad, su pureza o impureza. Basta cambiar los adjetivos para que la realidad

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cimbre; por ejemplo: cuando Carlos Fuentes señaló las demostraciones públicas de igno-rancia de Enrique Peña Nieto, puso en duda no sólo la aptitud sino la belleza misma con la que se promovía el candidato a la presi-dencia de México. 30. Yo soy mi padre La relación padre e hijo es una relación pare-cida a la del «Señor y el siervo» de Hegel, en el sentido de que el padre quiere someter y ser reconocido como padre por el hijo. La dialéctica del Señor y el siervo en Hegel se basa en que el Señor quiere ser reconocido por otro Señor. O dicho de otra manera, el padre quiere ser reconocido como padre por otro padre, mientras que ese otro padre tam-bién quiere ser reconocido como el padre de otro padre. Recuerdo que en mi adolescencia uno de los insultos más o menos comunes era decirle a otro compañero de escuela o vecino: «Yo soy tu padre». No era un simple juego. Se trataba de mostrar algún dominio sobre ese otro y se comenzaba con lo verbal. En el fondo lo que se reclamaba era una es-

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pecie de reconocimiento legal (palabra deri-vada de la raíz griega λέγω, que significa de-cir, expresar, hablar), pues como se sabe, el lenguaje también es una convención. Así que, en la medida en que el otro entendía el men-saje y aceptaba lo dicho la dominación se da-ba. Algo muy parecido sucede con el juego muy mexicano de los “albures”. Ahora bien, el acuerdo lingüístico y de gobierno es social y artificial, porque el lenguaje es artificial. Naturalmente, el hijo no puede ser padre de su padre; sin embargo, en aspectos sociales variados como el arte, la política o la eco-nomía, el hijo sí puede ser el amo, el jefe, el patrón de su padre biológico. No obstante, la moral patercentrista enseña al hijo a obede-cer, pero no a ser su propio padre, a domi-narse a sí mismo. 31. Ciudadano de mí mismo. Vivo en mi obra, mis pensamientos son mis hijos y mis padres a la vez, los creo y ellos me crean.

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32. Vivo en el lenguaje Con el lenguaje se instala en la mente huma-na un programa, una estructura, un mapa, un libro, una moral, un acuerdo, una ley, una carga, un fantasma de una ciudad invisible que no termina de desaparecer, como ya lo menciona Freud en El malestar de la Cultura. Los hombres heredan el lenguaje y en el len-guaje va implícita la vivencia. Las vivencias, a veces ancestrales, para los nuevos seres humanos ya no significan o contienen un significado borroso. Por eso es necesario vol-ver a la etimología. 33. Vivo para crear, vivo para amar Hay que utilizar y reutilizar las físicas y me-tafísicas ya disponibles, con fines distintos de los preestablecidos: para crear otros mundos, otros lenguajes, otras políticas; no para esclavizar ni para explotar ni para so-meter ni para imperar, sino para liberar, para amar, para compartir, para acompañarnos en este tiempo y espacio que nos ha tocado cohabitar.

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Poema Padre con esposa, hijos y esclavos; con el poder del apellido; con el poder de la legalidad; con el poder de dar sobre el pedir; con la ley del más… débil; con tra-bajo, imperando en la realidad, ocultándola. Patria errónea por Matria. Conquistador de matrices; dominas, pero no amas. Edipo complejo, temido por amado y amado por te-mido; desmembrado por tus hijos; convertido en so-ciedad democrática; persigues a quien te rechaza, al culpable por ser débil, al débil por ser culpable. No elegí nacer, elijo morir para no renovar tu con-trato de la no existencia, de la obligación de ser hijo, del sentido único, de ti, de Dios. No soy más tu esclavo, no te conozco ni te reconozco. Disuelvo tu pacto de facto, tu lengua que programa al inconsciente; sin discusión estéril en la realidad móvil de la ley y la moral nacidas del habla. Yo soy mi padre, ciudadano de mí mismo; vivo en el lenguaje, vivo para crear, vivo para amar.

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Referencias bibliográficas Camus, A. (2004) El extranjero. Argentina: Booket. Engels, F. (2004) La familia monogámica. México: Claridad. Freud, S. (1973) El malestar en la cultura. Espa-ña: Alianza _________ (1977) Tótem y tabú. España: Alianza Kundera, M. (1994) Los testamentos traiciona-dos. España: Tusquets. Marcuse, H. (1983) Eros y Civilización. España: Sarpe. ____________ (2004) El hombre unidimensional. México: Joaquín Mortiz. Onfray, M. (2002). Cinismos. Argentina: Paidós. Rousseau, J. J. (2004) El contrato social. Méxi-co: Época. Sartre, J. P. (2010). El existencialismo es un humanismo. México: Edimusa.

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Poesía

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Manifiesto Dipsoda*

* Nombre de los autores: Giovanni Ríos y Salvador Lobo; eda-des: 19 y 28 años, respectivamente; lugar de residencia: Ense-nada, Baja California; quehacer: diseñadores de modas (sastres).

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Holgorio ¡Hijos rebeldes de Dionisos, Hermes, Home-ro, Sísifo, Loki, Tezcatlipoca, Nezahualcó-yotl, Ferdydurke, Pumiyo y demás calum-niados; hermanos huraños, cangrejos ermi-taños, monos marañas, manos arañas, titiri-tantes titiriteros, traga años con mañas a fal-ta de mitos; hombres y hembras de menos casa (home-less) que de más hambre de hom-bros cargados de brasas; poseídos partici-pantes de la Historia muda y de la grandeza sin avenida, frente a los puestos paralelos en las aceras de paseantes o pasadas y mejor pisadas y cadenciosas posaderas apostadoras de su destino al ritmo del gobierno de la le-jana y pesada cabeza —¡oh, caput, caput, peli-gro, emergencia, caput succedaneum, exceso de mitote en la cabeza!—, ese vuestro meticulo-samente fotografiado globo terráqueo, feti-chista mordaz del Honorable ¡Oh! subíndice 2 de alto costo y elevada cuesta, entre boca-nadas pidiendo posada en cada nave y en ca-da nube, por cada nieve y cada nabo, gracias a lo cual de vez en cuando se la ve adoptan-do, junto a sus posaderas, tan agradables poses!

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¡Arriba los pies y escuchad! A inicios del Siglo del Carnaval que aún no comienza y ya terminó, antes o después de la era de Zaratustra, felices y cantantos, insta-lados en nuestro pie cuadrado a media cua-dra, camuflados de postes hacemos paro de paronomasias, pelea de pleonasmos y metafí-sica de palíndromos; ¡es decir!, desmembra-mos y sobre todo remembramos —como si de un sabroso membrillo se tratase— uno de los acontecimientos populares más grandilo-cuentes y magnánimos, no se diga más, para chuparse los tuétanos de nuestros tiempos ensober-bebidos: la utópica y absolutamente conocida por todos y casi nadie conquista de Dipsodia...

¿¡Y todavía hay quienes preguntan de qué hablamos!?

¿Que no saben dónde queda Dipsodia? De acuerdo a la ocasión, como podrá supo-nerse, inauguramos el Carnaval de un siglo pseudo-viril de corta pero dura duración, y desvelamos un coqueto y atrevido y ginesté-sico monumento antilógico y anti-faz, aun-

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que antílope por sus hermosos ojos, anticua-rio y anti-patético al estilo kalokagathia (con perdón de vuesas escandalosas esencias); tentadora piedra de toque o piedra mordida entre los frijoles y los gases tóxicos que des-aforados de tanto espanto humano se esca-pan por el cibernético y pasado de moda hoyo de ozono; y pronunciamos un manifies-to dipsódico, valga la abundancia, dedicado al fundador del seriecísimo imperio, basado en los anales miríficos y sofisticados, entele-quias escatológicas y entropías purificantes, del admirable Cronista, Médico y Maese, el Hache Siñor y amable caballero, no se diga menos, genial tesorífico: Don Alcofribas Na-sier, extractor de quinta esencia. Rey pagano y devoto a sus póstumos, preliminares y aún inesperados comunicadores, todos esos mal-queridos muñecos de trapo de infancia y es-pantajos de adultos venidos a menos, aspec-tos de espectros —alguna vez color carne— documentados en los archivos o archiveros o no recordamos si catálogo, enciclopedia, pergamino o palimpsesto de la Desaparecida Ley Quimérica (los disfraces corren por nuestra cuenta; cualquier extravagancia ver-bal o falta de entendimiento, la empresa no

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es, no ha sido y no será jamás la responsable): De Genes Eugenio, tonel olímpico; Ferdinando Alexandrei, oráculo y calamidad; Flavio Mango, maldición con aromaterapia; Samuel A. Mirrow, autodiplosia y criptoquinesia; Yo Han Tse Amador, voz de gallo flamígero; Octavius Secondo, camello, insomnio y robot estrambótico; Franz Frédéric, hechicero de caspa y grasa; Betico Cervatillo, gigante traga molinos; Chava Lobo, Moiras con sección áu-rea, atonalidad de perlas; Giovas Rivers, rugido tipo motete, me-lena de león a la I. Gorro Estrabismo; Romero Virgolo, asesino independen-diente con sueldo industrial y entomológico; Laius Inclementi, atole con pop-ote a la Yocasta;

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Tristón Antono Masia, enano en dadá ex-prision-ista; Herman E. Ra Clito-Ris, hiperboreal para-psicológico; Milón Che Tocino, espiritismo hippie con inflexiones surrealistas impresionante-mente teóricas; Charles Abracadabra, exoterismo ocultista; Paulus Efrainus, instantes herejitas, encuestador de trirremes; Galan Vitro, minotauro puntillista contra cíclope mini-animal; Salmón Zutra, aviación y aquelarre. Todos ellos, sin excepción, Siervos Hincha-dos, ávidos avalados en dialéctica hidrocefá-lica, pantomima hiperacusia, morcillas mo-deradamente termodinámicas y licantropía doble en las rocas, con ligero toque de Zen.

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Manifiesto Dipsoda - ¡A beber, a beber! - Cualquier agua siempre y cuando llene el bazo, sitie y asfixie a un dios, para saciar la comezón en la epidermis (Gorostiza). - Añejas las bobadas fermentadas; anejas las bi-vidas fragmentadas (Presocráticos); escu-pidas las bebidas fementidas. - Cenar hígado de Baudelaire, flores de azar (Ayocuan) y hojas de elotes y elotes roídos recogidos de lotes baldíos (Eliot). - Servir la sopa de estrellas en mingitorios (Warhol y Duchamp). - ¡Y que el poeta sea una vigorosa vejiga y el poema una aliviante micción! (Huidobro) - Escribir riendo pero sin entender, como autómatas (Breton). - Y que cada rima suene latosamente rim-bombante: Rimbaud y Dante.

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- Que cada verso sea dado (Mallarmé), y que cada estrofa tenga la densidad de un tabique de concreto. - Y... y... y... (...). - ¡Un canto a mi mimo! (Whitman) - En el que la velocidad, temeridad y audacia (futurista) con la que lancemos los dados y los tabiques de concreto, descalabren a los deformes, uniformes, formados, informados, albureros y sobre todo a los agelastas, y nos den suficiente tiempo para huir y salirnos con la nuestra (Orfeo). - Ana masca parada an la parad (Tzara). - Salvo que no se vale repetir mujer sin antes haber ejecutado la escala cromática (Scho-enberg). - ¡Y que así dejemos al otro mondo! (Ducas-se) - Pero que todo sea con el fin de helarte por el arte (Parnasianismo).

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- ¡Paz y nada de silvestres Revueltas, go-rrioncillos! - Sólo será Dipsoda quien se bañe en la su-ciedad de los muertos vivientes y retenga para sí, y su excelsa sociedad, el delgadísimo clamor de sus invaluables banquetazos. - Juventud, divino azoro (Darío): que el derroche de inteligencia sea con ustedes.

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Lo que no debe faltar en la vida - Tener un higo. - Después de plantar a setenta amigos y criar una higuera. - Escribir un manifiesto poético donde se postule abrazar mínimo un libro. - Abrasar todo libro que no postule abrazar un libro. - Invitar a la fogata. - Adoptar una moscota. - Conjurar la fórmula de la eutanasia a la tengo-apoplejía de los tecno-críticos ciuda-danos y defenderla de los circuitos interna-dos, los diablos capacitores y las resistencias altruistas. - Instalar alarma a los sueños. - Diseñar, antes que otro se nos adelante, modelos de manifiestos herméticos innova-

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dores. Verbi gratia: cómo diseñar modelos de manifiestos herméticos innovadores; cómo inducir a un paro colectivo para no-masas; cómo zurcir un poeta; cómo ser peatón y el arte de torear los carros; cómo atropellar se-res vivos sin quejarse de los vados y los to-pes; cómo quitarse del camino para que a uno no lo estorben; cómo hacer aprendices que aprendan a jugar y jueguen a aprender; cómo hacer un manifiesto anti-Dipsoda; cómo perdonarle a un idiota que navegue con bandera de listo bajo una tormenta de luci-dez; cómo adquirir éxito sin que nadie se dé cuenta; cómo ser lento de sopetón; cómo hacer fogatas ecologistas que acaben con el solipsismo literario políticamente escolar; cómo rehusarse a hacer lo que todos hacen: rehusarse. - Abrazar a los setenta amigos, más que a manera de disculpas por haberlos plantado, para que no se sientan solos en su zona de ropa de interior; y en caso de que previamen-te hayan ayudado a plantar la higuera, apro-vechar sus manos para recoger todos los ta-biques de concreto que hayan sobrado a la hora de la intervención poético-

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revolucionaria, y construir un jardín exclusi-vamente para dar a cada uno de ellos, a ma-nera de agradecimiento, un higo, ¡no más! - Y por si invaden las moscotas: abrasar todo libro que no postule abrasar un libro.

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Creadores integrantes de Bricollegium

Joao Zepus-Leña, participante intelectual del proyecto inicial y escritor fundador; revi-sor general; mano de obra y distribuidor. Ge, participante intelectual del proyecto ini-cial y escritor fundador; solicitador y reco-lector de recursos; editor general; coopera-dor de materiales; mano de obra y distribuidor. Sonia, participante intelectual del proyecto inicial; solicitadora y recolectora de recursos; cooperadora de materiales; mano de obra y distribuidora.

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Agradecimientos Ed. Mad., participante intelectual del pro-yecto inicial. J. H. Barba O., donación de pintura negra. Mersey, donación de cartón. Citlali A. G. E., préstamo de navajas, pega-mento, pinceles, brochas, perforadora. Josué G. P., donación de resmas de papel. Gibran R. R., préstamo de guillotina. Giovanni Ríos y Salvador Lobo, colabora-ción textual.

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Eventos sugeridos - Número 2 de la revista-libro Bricollegium, en circulación a partir del sábado 21 de junio de 2014. - - - - - - -

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Índice Pág. 3 Convocatoria 6 Instrucciones de uso y otras

maneras de colaborar Introducción 13 ¿Qué significa Bricollegium? Parte I 15 Definición seminal 16 De la situación ontológica Bri-colección A 22 Del mundo jarrito Brico-lección primera: subsuelo etimológico 22 Palabras 24 Sentidos 29 Casas abandonadas 31 Reviviscencia 33 Del método rompecabezas Brico-lectura no. 1: alimentos y emanaciones

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Aforismo 47 33 ideas y un poema 49 1. Padre 49 2. Con esposa, hijos y esclavos 50 3. Con el poder del apellido 50 4. Con el poder de la legalidad 51 5. Con el poder del dar sobre el

pedir 52 6. Con la ley del más… débil 53 7. Con trabajo, imperando en la

realidad, ocultándola 53 8. Patria errónea por Matria 54 9. Conquistador de matrices 55 10. Dominas, pero no amas 56 11. Edipo complejo 57 12. Temido por amado y amado

por temido 57 13. Desmembrado por los hijos 59 14. Convertido en sociedad

democrática 59 15. Persigues a quien te rechaza 60 16. Al culpable por ser débil, al

débil por ser malo 61 17. No elegí nacer, elijo morir 61 18. Para no renovar tu contrato 62 19. De la no existencia 63 20. De la obligación de ser hijo

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64 21. Del sentido único, de ti, de Dios

64 22. No soy más tu esclavo 65 23. No te conozco 66 24. Ni te reconozco 66 25. Disuelvo tu pacto de facto 67 26. Tu lengua que programa al

inconsciente 67 27. Sin discusión estéril 68 28. En la realidad móvil 68 29. De la ley y la moral nacidas

del habla 69 30. Yo soy mi padre 70 31. Ciudadano de mí mismo 71 32. Vivo en el lenguaje 71 33. Vivo para crear, vivo para

amar 72 Poema 73 Referencias bibliográficas Poesía 77 Manifiesto Dipsoda 79 Holgorio 84 Manifiesto Dipsoda 87 Lo que no debe faltar en la vida

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91 Creadores integrantes de Bricollegium

92 Agradecimientos 93 Eventos sugeridos 94 Índice

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Bricollegium núm. 1, domingo 23 de marzo de 2014 «Cada sitio es el mismo sitio

y ninguna parte está en todas partes»

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