burton, richard francis - peregrinación a la meca

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Page 1: Burton, Richard Francis - Peregrinación a la Meca
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PEHEGRI~ACION A LA ~IECa.

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E\ capitan Burlan y las esclavas abisinias .

.-- ..--------- - --- --.---- ..- ..- ..--

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A -1" j- <--'5 '9yealert. LiH•• rla.-.aroi.,. .••••• " e41I&orea.

PRRIQBINACION A LA lECApon

EL CAPITAN BURTON.... ,

Estracladilo y lr~ducida

POR E. n. y F.

TOMO l•

.:-....~MA1lI8fP:Imprt>ntR dll la GAlerh Literaria.

Colegiala, 6...,..BANCO DE LA REPl'OUCADIBLl0TL.J\ LUI~ :\NGEL ARANGO

CATALOGAC;¡ON

Page 5: Burton, Richard Francis - Peregrinación a la Meca

CAPITULO PRIMERO.

Sali1a de Illglatcrra.-L1ego á Alejandrí,.-Mis disfraces-Un documento importante.-El vapor «Asmático» y su.'1'4sajeros.-EI Cairo: .

Cuaudo coucebt el pelJilamíento de visitarlo:> paises centrll.le¡} <\e la peninsula arábiga,cl/.6i desconocidos tojla;,!~~ttenia la intencionde dirigir¡;ne desde Medi~.A. Mascate, 6 bientomar la diagonal <le la Me.~a á Makallat, enel Hadramaut. POI' circnnstancias imprevis-tas, este proyecto no pllr10 realizar~.

Disfrazado ~on v1stíduras orientales, sallde Lóndres el 3 de ~bril de 1853, <lirigiéndo-

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/)

me al puerto de Soutbampton. Habia cuidadode dar á mir equipajes, en cuanto me habiasido posible, un carácter en consonancia conmi apariencia, y en la madrugada del dia si-guiente, con el titulo de un pn'/lcipe persa, to-mé- pasaje á bO'rdo del magnífico vapor Ben-gsla, de la compai'Ha peninsular y oriental,que hacia rumbo á Alejandría.

E~ trece dias atravesamos la distancia

que nos separaba de esta ciudad, y cambiaÍl-do llls brumas nebulosas y la atmósfera pesa·da. de InglClterra por las azules o!ás, los va-pores pur! úreos y la agradable temperaturadel Mediterráneo, cuyas templadas brisas nostraían todas las armonias y todos los perfu-mes de lOl\ bosques orientilles, llegamos, 8) fin,á la desembocadura del Nilo y senté mi plan-ta en la antigua pát'tt~ de los Faraones.

Alejandría :est'ásituada en la costa egip:"cia del Mediterráneo, á 17kilómetros del Cai·ro. Fué !unddda por Alejandro el Grande,que la dlÓ su nombre, 332 ailos antes de J. C.,Y era. capital del Eg1pto eri tiempo de los Plo-

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7lomeos y de los romanos; poseia magnUicosmonumentos y era el centro de una gran in-teligencia y de un comercio considerable.Existen todavia la columna llamada de Pomopeyo, formada de una sola pieza de ·granito,de veinte metros de altura y cinco de diáme·tro; dos obeliscos, llamados vulgarmente a9'"jas de Cleopatra, y una parte del muele queconducia desde el continente á la isla de Pha·ros. Cuando la habitaban sus reyes tenia unmagnífico museo y una inmensa biblioteclt,que fué destruida por Ornar en el auo 614.Sus alrededores son estériles, y el agua parabeber se conserva en inmensas cisternas queantiguamente solo bastaban para proveer laciudad griega. Tiene un buen canal de riegoy otro de navegacion que la une con el Cai·ro por medio de un brazo del Nilo qlJ.edes·agua cerca de Rosetas. Los franceses la to-maron en li93 y los ingleses en 1802, s~endodevuelta á. los turcos al año siguiente. En laactualidad es una de la¡ principales estacio-nes de na vegacion en el Mediterráneo: en

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tiettl'po~dé Augusto sti pobltl~tdtt lte~~bi &300.000 li.lmlls; pero en el dill, no pasli d~60.UOO,comprendiendo la gtJaI'tficton (1).

Una. vez en Alejandtía, el princtpe persaque había salido de las costatl ibglesas liéconvirt,ó en un médico indio, cuyas plldora8y elíxires no habiari de tarda!' en ser muybuscados, pues los habitántes d~ Aleja;ndríá,que miran despreciatinmenteli los do~toreseuropeos, no habian visto jlUt1ás qu~ un mé-dico viniese de las Indias pata dedi~ai'le8sus cuidados, y esto era para: ellos ,una no\'e-dad de primer órden, tanto Diál!sedl1ctotli,cuanto que ese adtrlirable doctor hitei, tlim-bien el papel de fakir:1 de lÍ~cHl~eró. tó nodeséaba, sin embargo, ller tolhMb pot' uncharlatan, por máS qu~no 'igMt'ase (}d~ 1&medici!l9. está en aquellos paises' tan iótiaul-mea te li~ada á laSgrÓgér!S 'pflictieaA dh' la

(1) La apertura del islmo, de Suez ha 8utnentado con-siderablpmpnle el romerciQ"Y el movimienlode esta ciudad,que hoy posee tambien una vh férrea que la pone en eo-llIunicacioD con el Cairo.-V. -DiccionariO geo&ráftco,»

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supel'8ticion, que nadie puede alcanzar algunacelebridad, si en cierto modo no~e dá á cono-cer como un adepto de lad ciencias misterio-sas; pero en cambio, hice notar ~ue desde mijuventud me habia dedicado por completo alestudio de la medicina, y que la práctica deesta ciencia es sumamente sencilla en aque-llos climas, donde el médico no se vé cortadopor la complicacion de dolenci/ls que atacantan frecuentemente á las poblaciones más ci-vilizadas.

Bien pronto hombres, mujeres y niñosacudieron á mí; una inultitud de enfermosue.di6 mi puerta, y entonces tuve oC!isiondecontemplar á mi sabor ese bello sexo egipcioq"Je los europeos no conocen generalmentemás que por sus muestras más desgraciadas.Se JIle tenia por un hombre extraordinario,dotado de cualidades sobrt:hum~na~ y de unasabiduría ¡¡in limites. Un anciano me ofreci6su hija en matrimonio; y una mujer en la fiarde:au edad me propuso un,a. relDuQer~cion decien piastras si queriá es~ablecerme ¡j..efin iti-

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vamente en la ciudad y emprendia la tareade devolver la vista á uno de SUs ojos, que lahabia perdido •

•Sin embargo, al cabo de un mes de rudotrabajo, me resolví á arlquirir la cualidad dedervis-peregrino. Un hombre religioso me ini-ci6 en Sil profesion, b!ljo el fastuoso título deRey en el nombre de Dios, y como consecuencianatural de mi nueva calida'd,· me vten la pre-cision de renunciar en cierto modo á mis ocu-paciones .mundanas y por completo al nombreque antes adoptara. ~or fin, desptieg de ciertonúmero de prueba!, que dejarou satisfecho ámi iniciador, fui elevado al rango de dervis,que hacia de mi una especie de sacerdote, con elderecho de tener discípulos ó aprendices. Deesta manera adquirí el conocimiento necesa-rio de las prácticas de esa especie de frac-mil.-SODesde Oriente.

Por desgracia, me habia olvidado de pro·veerme, antes de mi salida de Inglaterra, denu documento importautísimo y casi indis-pensable, un pasaporte, y esta negligencia, ó

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11P,O! plejor dElcir, este olvi~o hubiera podidocostarme mQY caro sin el gran influjo que mibuen ~mjgo Larkiwg tenia cer¡:a de lus auto-ridades locales. Me vi, no oU:3tante, en la pre·cision de vestir me diferentes veces mis súcíoshábitos y de ha'~er un gasto considerable depalabras inglesas adulteradas para obtenerdel cónsul de Alejl1udría un certificado, queme presentaba coll;10un sujeto oriundo de lilIndia. ip'~lesa, llamado Abdalla, que ejercia laprofesion de médico, de edad de treinta años,y sin nada notable respecto á señas particu-lares. Este certificado ó pasaporte ,me costóuna piastl.'8; pero despues de mucho tiempoperdidode una manera verdaderllmente orien-tal, obtuve el permiso de recorrer todas lascomarcas del Egipto y de llevar sobre mí,para atender á mi defensa, mi puñal y mi!!

pistola!!.Me embarqué en AlejandrÍa, en el caDal

Mamudie, que es sin duda alguna el peor y elmás fustidioso de todos los canales. Sus 8gna3

ef>tll.baIlsumamente bajas, y pOl' ~sta r"zull,

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12en vez de tre·{nta horas, fuerori ne~egarrOsttei<dias y tres noches para llega.ra! 'Óairo:'besdela' salida á la. pue:lta. del sol, 'nu'~.,;tro buqueencallaba cuatro Ó cinco vecés con una regu.laridad verdaderamente insoportable, sin pér-mitirnos contemplar Dias que aguas cenago-

l·· '

sas, estériles playas de arena, un cielo gría yun sollde plomo. Por otra patte, las mise'rfaséincomodidadesd.e ~sta travesía r~erQn: ful:l-0~¡res para ~i, po~: cU:anto iíabÍl¡;to~~d~~equipaje en calidad de víajeiól(fJ~e~~e~e:~i8Sé,es.decir, sobre la cubierta.' .!. - -

El vaporcillo qne me condÚcia, bautizadocon el extraño nombre de El Asmático, estabálleno ~or una multitud compuesta' de gente~de todas claáes mezcladalJ 'sin órden alguno.Dos oficiales del ejército de las Indias pasa":ban el tiempo tomando un malisimo té, fa";mando flemáticamente y charlando como ver:'daderos hijos de Inglaterra; veiamle tambienalgunos soldados curdos que escolta.ban-ffl1·tesoro, y cerca de ellos, una1)ande. deihn\'i~ciosos griegos era objeto de UDllo C\Mllo e:¡;"p're-

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138toil de desagl'ado, producida en tos graVeá jl:lériosmusulmanes por sus des~eIt;lpladosgri-tos, su iocao13ablemovilidad, y'm!li que nada,por el frecuente uso que hacían de las bebi-das espirituosas. Solo una mujer bonita habíaá bordo, una jóven española, y parecia tandisgustada, como una fior de bellos Ulutices enmedio de un erial. Dos italianos permanecíanrecostados sobre sus bancos, y segun lo quededuje de las pocas palabras que les oí, esta-ba.n encargados de comprar caballos para elrey de Cerdeña. Había tambien un aleman,lleno de cerveza desde el amanecer hasta lanoche; un mercader sirio, el hombre más ricoy más tacaño de Alejundría, Y finalmente,unos cuantos franceses, pintores de ornato,que ib, n á trabajar en el palacio,del pachá deChubra . .Estos verdaderos hijos de Paris, ale-gres, bulliciosoS, decidores, eran indudable-mente los más felices de los viajeros: todo eldía permanecían 60bre cubierta, charlanducomo solo los franceses saben charlar, jugan-do al ecarté por Ilmor al juego, bebiendo pon-

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14che, rela_tand~ a~enturas de "toda especie, óbien cantando bailan,lo ó durmiendo. Esta-ba_nlib~es de esa extrañ-a gravedad que tanpronto toman l~s europeos en Oriente, y semostraron conmigo politicos y corteses hastael punto de prepararme, con-la amabilidadmás exquisita, una bebida fuerté que me fu~necesaria.

Lejos estuve de encontrar en los dem*8viajeros una aco~ída semejante. Hasta uno delos oficiale~ ingleses que servia por cierto e_~el mismo c~erpo que yo, dejó ver una expre-,sion de repugnancia y disgusto, que se reveló

- en un ligero fruncimiento de lábios, porqueal pasar á su lado le había tropezado en elcodo. Yo tomé, ó por ~ej()r decir, hice quetomaba aque~ gesto como un cumplimiento,debido á la destreza con que me habla dis-frazado.

Despuesde tres dias de lenta na,vegacion,llegamos, por fin, al Cairo, donde. desembar-~am08, y mi primer cuidado fué el de procu.rarme una posada.

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OAPITULO n.

El Cairo.-La po~ada.-Mi am'go Hadji. \\'eli.-Yuelvo acambiar de aspccto.-La~ esclavas abi,\nias.-'\Ii criadoindio.-Del Cairo .1Sucz.

El Cairo, capital del vireinato de Egipto,fué llamado por los lÍra bes El Kachara y tam bienMírs, cuya denominacion recuerda el nombrede Misrain, dado por los hebreo:'! al Egipto.La ciudad estásituadaen una Hanurssl'enosa,á menos de un kilómetro del Nilo, y fué al pa-recer fundada p0r Tauhar, general del califaMoez, en el afto 970 de nuestra era.. La atra-viesa en toda su longitud un canal que deri-

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16va del Nilo, y que no es más que un resto delcanal célebre que en otro tiempo unia á estedo con el mar Hojo. E$tá dividida en dife,..renCes barrios, y en uno de ellos existe unaciudadela que hizo construir Saladino y quees célebre por ]a matanza de genizaros reali-zada en ella el LO de Marzo de 1811 por 6rdende Mehemet-AH. Hay en la ciudad más de se-tenta puertas, entre ellas la del Socorro. quedata de] tiempo de aquel célebre monarcs, yla de la Victoria, que es un~ obra m~estra. dearquitectura. Entre los edificios públicos yestablecimientos. d~ toda especie, se cuentanunos mil cafés y ochenta caslJS de baños, al-guna, de las cuales son de lIDI ID!lgni&e!lciay grandiosidad iorprendento.La~eaUei ionestte.ehasy tortuos8s, elllúmero de e~8a8as.cieDde" treinta mil, y en los tr. c;ementeri911que existen luera de la ciu<l6d, se cVenmellU'

mentol de rara. tlelIeza.quepltr&enecen en sumayor parte á lOi califas. Sob.,e el ~iro pe.saJl~si ¡c9lltinu,&illcmtedQtJ terl'ibl~~ 8~:la paste y las oftnlrniss, }a¡¡c1U&les ataean .á la

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li

mayor parte de 108 habita'tltestsiendodebidnsá 188 variacione8 bruscas de la tempera t ura. S uindustria consiste principalmente en bordados

•de cuero, hacer esteras}> tornellr el marfil yelllmbar: el comercio ha decaidomucho, peroMehemet-Ali le ha abierto nuevas vias con elferro-carril de Alejanuria. La poblacion deesta ciudad pasa. de trescientas mil almas, yse compone de egipcios, turco::, árabes, arme-nioBt sirios, judtó!l, y numero~os europeos de-dicados al comercio, y el árabe es el idiomahablado generalmente (1).

Tienen en Egipto el nombre de wekel'o1>0-sada unos edificios maci~oBtconstrúidos alre-

'1) Dr~¡fe 185:1,h~n r.r~o.'l!Onsiderablemente el r.o-mercio y la cultura de estl él,lrlat!, e9 la eIl1l11".xi8t~1l_ b01c~fés tan eleganl"s como J. s de Parf< y teal ros tieOpef'l ita~Iillqll. La ~lizacion d, I islmo Il'L~lI¡>Z. cuya ap+!rtura b.lleviidoal f!s:h tn lo más norido de la mr.iell-·d ellropNI.&U-menlará induda\:lel1lente f\lriqll¡>za y FU.'xplendnr.j,s\$etie"e"fl ('U(,D!~AI••splritll allamen\f. civit.zadur d,81_"i~_;"h"y rij.· l"s ¡fl'-tinos <te aquel I aío, p:Jédesa f'~~p •• --den!l/) de poc,o la ptl! rin de los F"ra(¡neS sea una na(\ionvordftfl"'"mentp r~llta. y ('1 f.,ro re'I~"Ddl cinta 'ilrM'lJisipecon 811 clara luz las tmieuta3 de la ignorancia en que yacenlos rucHe;.. oricnlaleF._N. ilel T; .

Tomo l. II

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dedor de un patio cuadrado y que son muyparecidos á los que en Constantinopla se lla-mnn ¡,hllns Ó paradores públicos. El piso bajode e"tos mesones S«) di vide en varios cuartll-ehos, semejantes á cavernas, q:le sirven de al-macenes 6 tiendas á comercia ntes y menes-trales. El primero y el segundo piso eitán re-partidos en habitaciones, que constan cadauna de dos 6 tres piezas, en 188 que se en-cuentr¡¡n generalmente un fogon para encen-der lumbre y una pila para baño; alguna deestas piezas dé. siempre á la g&leria 6 corre •.dor que dAsobre el pátio.

l<.;ncontréun alojamiento bastante malo y8umamente caro, á causa de ser la época dela. llegada de los peregrinos, en el meson Dje-maU; pero am tuve, al menos, la fortuna· dehallar un amigo, un comerciante de Alejan-dria llaIIlado Hadji- Weli, á quien el cuidadode un pleito babia llevado á la espital deEgipto. ".

He hablarlo de él al citar algunos de lospasajeros del vapor. Durante la travesía,

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19vi~~dome siempre djspue_sto á el~dir .~iert8.sconversaciones. Heg6 á creer que ocultabaalgo de mucha importancia, y acercándose, ámí diferentes veces, me habta preguntadocon gran interés acerca de mi profesion ydel Qbj~to de mi vivje. Su edau frisa.ba en loscuarenta auos; su estatura era mediana y su

cabeza gruesa y redonda estaba cuidadosa-mente rllBurada; BU cuello era robust.o y mus-culoso; 8US miembros revelattan fuerza y vi-gor; tenia la barba espesa, y la expresion debenevolenda que siempre animaba su .sem.blante le hacia sumamente simpático. Curio.so por naturaleza, era asimismo algo aficio-nalio á las burlas; pero sabiadisfrazarlas contanta du1zllra, seriedad y deUelldel/:8, que, ánocopocerle bien, era ca8i imposible jLperci·birse de su fina ironía.

-¡Alá nos pr<Mgel-habia exclamado ea-10ros8mente mu.ch~~" vece~ ¡-¡viajamos encompañia de un sábio médico!

Estas palabras, y más que nada, el sen-timiento de admiracion que parecían encer.

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~otlil', lé hnbtanhecho simpáticO "pl\ra mI; y lId-t8. pasados algunos dill.~no ¡»1de conl:pr-end'érla ironía que b.ajo ellas sé ooulta bao

- Veamo.s,-me dijo cuantl.o y& h ubo ~nt~nosotros cierta confianza,-¡,qué es, en reali-dad, lo que hacei.s los médi'Cos~ VIene unenfermo á buscaras para que'l'é curei.s uuaoftalmi!l, y le purgbis, le póneis un vejig!l.to-rio ó una cataplasma cualquiera, y le dejaí~•caer una gotita sobre el ojo. ¿Se trata de \lOa

fiebre'! Pue.s vuelta á l!lB purgas, acompañá-das de la quinina. ¿Es la disenteria el objetode vuestros cuid!ldoi\? Siguen las- pu\"g~~, ancombinacion con el ópio. ¡Por Alál Yo 'Sé~iátan buen lIlMtco como el'mej&t'dé'lod'os 'Vos-otros; pero desgk'!I.ciadamente· desconozcoporoompleto el precio de la&drogasy'losnombres de las enfermedadet.:

Con frecuencia nJe a~eJába que cam-biase de profesion, ~tando l~ de maestrode lenguas, que Isegararia de una manerahonrosa mi I:lub:listencia, y aunque yo veíatodo lo contrario, cl>Dcluia dicÍtmdo:

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21~~Atamó~ !obt'ecargMo!; d~ médíMs, y.

eon la mitad de los que hay aún sobrarían ai-gunos.

Hadji- WeH, nacido en Rusia, habia he-cho tll.mbieti varios vínjes, y á pegar del ca.-rácter extremadamente descoufiado de losorientales, había tenido la gran suerte de de·jar en todas partes la mejor reputacion.

-Creo en Dios y en su profeta,-decia confrécuencia,-pero nada más.

Rechazaba la alq uimia y la mágia, y deuna m&ueiil. mny poco oriental se reia. de lose8pirítu~ y de cuanto tuviese un carácter so-brehumano.

Eaeontl'ándon6s bajo el mismo techo noshicimos pronto grandes amigo;;.

Comíamos y cenábamos juntos y pasába-mos lSd primeras horas de la noche en lamezquita ó en sIgun lugar de recreo conver-sando, mietitras fumábamoil una pipa, acer-ca de-'stós paílÓes orientales que tanto inte-rés me inspiraban.

No tardó mi nuevo amigo en acollsejarme

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22que abandonase mi túnica de.dervis, JIlislar .•gos calzones azule,$, p:úca¡nisa CQr~ll,¡enfin, todo cuanto me daba. la apariencia de UQ

pel'sa.-Te verás muy embara&&do,-decia,~si

te obstinas en continuar llev.ando esas l'opas:en Egipto ,te maldecirán, en Ul Arabia te tra-tarán como á un infiel, pagarás p~\' cualquiercosa triple precio ,que los demás, y, si pOI' ca·sualidad llegas 8. caer enfermo, te qeJ~l1Ínmorir abandonado en la orilla drplp,camino.

Despnes de larg". deli~~f' ~onvi-nimos en que seria un pathag, es decir, origi.nario del Afghaoi15taD, y mi historia se arreglócomo sigue: uacido en la Iodía, depa4resafghanes e~tablecidos en este PI\\S.~b4't~e .•cho mis estudios médicos en ~gllll~,~udaddel Birman, empe~llndo a. v·i~.~"desde ,miprimera juventud, Beguncostu~bre muy ge·neralizada entre las gen~8 de ~ta, raza. Pa·ra llenar perfectamente mi papel, debia cono·cer el árabe, el persa y el indosnático; perohablaba con b!\slante facilidad estos tres iliio·

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nm!lEl, y las faltas é impropiedades que come-tiese podían ser atribuidos á mi larga. resi-dencia entre IOil birmaoes. Me encontraba,pues, al abrigo de toda sospecha, y no temia.que mi supercheria llegase á descubrirse.

Necesitabl, sin embargo, tener muchocuidado, pues las primeras preguntas que seme dirigian, en la tienda, en la mezquita, entodos los sitios ador;de iba, emn siempre:«¿Cómo te llamas? ¿OIlAl es tu 'pAtria? ¿Dedónde viene",?» Y aunque 108 curiosus no tu-viesen la intencion de ponerme en uu aprie-to, bueno era estar prevenido á lin de respon-der de la mejor manera posible.

Desde luego tuve grao cuidado en tomarlas maneras iusinuantes propias de no médi-co indio; y sin qne por eilO dejase de ser undervis ni de frecuentar los lugares doude sereunían mis cofrades, me ves tia. de una ma-nera elegante, propia de un hombre de bue-

n&. sociedad .....;-~l'O,-medeci!l. todavía mi amigo,-

¿qué neeecsidUUene UD religioso oomo tú de

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ocuparse de política, de estadística y de tan-.tos otros asuntos que llamaD tu atencion'DAte á conocer como un religioso-peregrinoque ha hecho voto de visitar todas las ciuda-des Sf!ntas del ¡,;lamismo, y de esta maneratendrás el aire de un hombre'imP1>rtante queoculta su rango bajo undisfraz humildf', yte harán las gentes más eortesh~l!<tal 'Vez delas que te mereces.

keíase al decir esto, y. como su observa .•.cion estaba llena de BlJgacitl.d, no pude roA.nos de conformarme-con ella. :

Hadji- W eli me reeompep6Ó por mi doeili-dad dándome á conocer en tooasp •.rtes e~moel fénix de los médicos. El teatro de mis pri-meros triunfoi- cie.ntíficos en el Cairó fuénuestra miilmB posada. Enfrente de mi ha-bitacion 8e a~ojaba un árabe, mereader deesclavft$ abísioills, 1118cuales en su mayorparte elltabMl E'nferm&s de disentería y deCODsuDcion. Tuve la buena suerte de reo ti-tuir la salud áunamuchacha que bi$n valíaeuatrocfentos fr~mClís, y su propietario, como

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25pi'tleblt de gr,ttitu(\ y de confil4.tlza en mi cien-cia, me encargó la curacion de otrns seis Ú

ocho, que tenian la mala costumbre de ron-car, defecto lamentable que las hacia bajarde precio.

Estas jóvenes pertenecian á la especie tí-pica. de la. Abisioia: larga:! eBpll.ldas, tallecimbrador, "miembros bien formados, ca-deras anchas y redondas; algunas no e!'anbellas, pero todas tenian en sus rostros unaexpre8ion á la vez dulce y picaresca que lashacia mucha grllcia. Su inocente coquetería·estaba redueida. á una sola. frase, pue,; á to-dos 108 galanteod qne se la dirigian, contesta-ban invariablemente:

- y en ese caso, ¿por qué no me compra;;?Excelente manera de di.;parar las p.IIJZIiU-

te~ flechas del tr<lVleSO Cupido. en cuyo PlIn-to no ile diferenciaban mu~ho de las lIlujel'eScivilizadus de Occidente, pues muchas veceshemos visto que dos brillantes ojos nos deciancon una elocuencia particular: &Por qué nome comprais~ O sI se prefiere, aunque viene á

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26ser 10 mismo: ¿Por qué no os casais conmigo'

Pasé .ba~taIltes apuroil para procurarmeun criado que me acompañase y sirviese du-rante mi peregri~ac,ion. Los que eran natu-rales de Egipto me dejaron muy pronto pro-fundMIlente disgustado de 8USservicios, y porúltimo recibí á UD muchacho indio, con elcual tuve que contentarme .. Holgazan, afe-minado. y algg ladran, tenia todos los defec-tos de su raza; pero su eleccion me ofrecia.ventajas especiales que debia tener en cuen-

.ta. Estas eran que los árabes tomariaD.á micriado por un abisinio, y 8~mejante .er1Gr fa-vorecia grande,mente mis. proyectos. El mu-chac.ho me servia. con humildad y de buengrado, era dócilá mig mandatos, y corno ca-recia de todo apoyo no podia •.eapiar mia ac-ciones ni revelar mis asuntos_o

Al cabo de algunas semanas, decidido ápartir, despedí me de todos mis amigos dicién-doles que pensaba dirigirme á la MecaporDjeddaz,sienuo así que mi íntencion erato-mar la ruta. de Yambo hasta Medina. Con

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~7esto no haei&;més que ajustar mi eonductaal pró\rerbió árabe que dice: Disimula tus pen-samiento~, t,~dinero '!I tu camino.

Los camellos cargados taruaD ordinaria-mente unas sesenta horas, 6 lo que es lo mls-mo, hacen cinco jornadas para ir del Cairo áSúer.. Por esta. razon envié delante mi pe-¡;ado equipaje, escoltado por mi criado indio,y dediqué á mi buen amigo Hadji-Weli eltiempo que aun debia permanecer en la ea·pital. Ayudómt1 á arreglar mis cortas pro-vision'es de alimentos, agua Y tllbaco, y á lastres de la tarde el beduino Nazar vino á ad-vei'tirme ql1e los camellos estaban dii\puestos.Salí de la posada, y despues de despedirmede mi amigo y de alg-unos otros conocidos,me puse en marcha al •..ntando la e,;peranza dellegar á Snez al dia siguiente por la tarde.

Merced á los sitbios reglamentos del vireyMeheme~-Alí, este camino es hoy tan concur-rido por 103 europeos Cr)mo el de París á Saint·Cloud. En él encoutramos muchos egipcios,árabes y turcos, y tambien algunos afghlloes,

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que, .como nosotros,.se dirigían 'vi8itar~·mo .peregrino!! los santos lugares del Jfabo-metismo. Tanto unos com,ootros nos salud •.•.,ron; dl!lseilndoDoaun 'Viaje tan feliz como oon-vieQe 1\ hombres empeñados en una ~mpre8ade reli~iou.

Apl'Oximándonos á Sue3, vimos des~aca~en el fondo azulado del lejano hQl'izoQ~ ~almenIJda8 torres y 108 e8beltoill, rqinll¡l'etes dela oiudad, á cuyo pié se extieude un ium~llioBrenBl cortado por el camino de H~jaz,.,mis ojos ingleses brillaron de aleg:rill,al des~ll·brir poco despueslaa l\zulesy r~plandecieQ"tea agu"s del mar, en las que s~ vei. una her-mos, fragata de -vapor. Extendianse á la de~recha 108 Moc"lenes, cadena de ribazos com-puestos de gres y de piedras calcárel\8, quevenlamos costeando desde nuestra aalidl\ delCairo, y CUY08 accidentes más próxim08 ape.-reciil.n teñidos de un color purpú,eo debidoá 108 postrero8 rayos del sol, y en lontananz,,"una alta montaila elevaba al oielo su a~pladacima, que apenas se de¡)tllcabasebr~~l fpQ¡lQ

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29oscuro del espacio. No debia dejar en O'lvidotan maravilloso paisajet y eon el pretexto deabrebar les camellos en los pozos de 8uezt

plll'é más de media hora contemp:an lo conadmiracion estos encantos del desierto.

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CAPITULO III.

Llegada á Suez.-Ligereu de mi críado.-Una mala noche.-E; j,jven Mahomel.-Mis compai\<'ros de viaje.-Prés_tamo y gardntías.-Un (;Oro de a:abanzas.

La ciudad de Suez es una de las Ríis im-portantes del bB.jo Egipto, y está'sít~ada enla costa occidental del brazo del mar -RAjoquelleva el nom bre de golfo de Suez, á. 139 kiló-metros del Cairo. Esta poblaclou es pequeñay de'miserable Ilspectd,,,Js~s '811Ues están sinempedrar y las Casas son, detadrillo. Cuentaonce mezquitas, una iglesia griega, aduana)

B'.1'JlOOOS almacenes y un astillero: el puerto'es

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31pequeño, pero seguro y resguardado de losvientos. Tiene una poblacion de 800 habitan·tes, y ocupa. el lugar de la antigllu ArsiltJe,llt,mada más tarde CtwpálridQ. El i.:itrnu quelleva el nombre de esta ciudad yqlle form'l elpunto lle union entre Asia y Afríc!!., entrelo~¡29~ líO' Y ~:lo 12' de latitud septentrional,est&' comprendido entre la punta Norte delgolfo de Suez y el ~leJitel'ráneo, y tiene unaanchura de 115 kilómetros (1).

Era ya de noche cuando franqueamos lasarruinadas puertas de Suez, y acto seguidotuve que ponerme en busca de mi equipaje yde mi criado, que faltando á mis instruccionesDO se me habia presentado á mi llegada.

Despues de reeorrer ;a myor parte de lo streinta y sld" paruu.ol'es de caravanas queexisten en la ciu~ad, supe por casualidad queun indio se habia hospedado en la posada deun copto llamado Jorge. Dirigíme á e1l8, y

,1 \ Como comprenderán ntlP.!'tros lectores, 'a can3liza-c\on del istmo, Ilcvada a cabo bajo la iniciativa de ~1. Fer-nando) I.f>SS"I', h~ dado á S:ICZ \Ini! gt'un itllporla:lcia Ola-rílim,¡ }' lllercaDlil.-N. del r.

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3~toda mi alegria Be desva"neció al saber que elindio, des pues de haber cerrado la puerta desu habitacíon, se había marCUlldo con variosde sus cOlllp,Úleros á un buque anclado en elpuerto. Empeiiécue en per:luadir al pOSaitlfO

á que me frauquease la entrada de la habita-cion, y solo conseguí que me a.menaZIl:kl conllamar á la policía.

En aquel momento, un j6ven árabe llama-do Mahomet, que me ha.bía acom¡mñado des-de el Cairo, y cuya inteligencia. me había de-cidido á uuírle á mí para. el resto del viaje,encontró á varios amigo.s suyos, naturales dellediua, que volvian como peregrinos á 8U

pá.tria, despues de haber pasado algunos añosmendigando en~gipto y en Turqub. Est~ fe-liz encuentro di6 lugar, como era natural, áuua alegría. en extremo rui~osa, á pregun-tas y abrazos, y por último, los amigos deMaboruet me invitaroná pal'ticipar de 8ucenay de su d·.mnítorío, que se reducía á una. es-pede de galerÍl\ :;in techo, tendUa en rededordel patio.

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33-No tenia apetito ni gana de conversacion

y fui á tender la alfombra. ó tapiz que me ser-vía.de lecho en una estancia desocupada queme abandonó el portero. Jamás he pasado unanoche peor. Los ciento treinta y cinco kilóme·tros que acababa de caminar sobre lacorcoba·da espalda de mí camello me habian produci-do en fuerte dolor de huesos, y los ardientedrayos de un sol de fuego habian quemado todala piel de rni'\-ostro. Fuéseme la noche en de·plorar mi degeneracíon física, consecuencianatural é inevitable de los cuatro años quehabill permanecido en Europa, y en lamentarla pérdida de mi equipaje, que ya no espera-ba recobrar, acabando por caer en un sueñopesado é intranquilo, que no me produjo des·cam;o alguno.

Por fortuna, á la mat'iana siguiente pudeencontrar al mal,lito Nour, que este era elnombre de mi criado.

Los nombres de mis compañeros de pere~grinacion, con los cuales me nní en Suez, seencuentran tan frecuentemente en este relato,

Tomo l.

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34que me parece convcniente dar á mis lecto-res alg.unas noticias acerca de semejantes per-sonajes.

Colocaré en primer lugar á dmar-Effendi,originario del Daghestan ó de la.Cireasia, hijode un guia de caravanas y nieto de un mufti 6sacerdote musulman de Medina. Pequeño,delgado y de temperamento bilioBO;tenia latez cobriza, los ojos grises y las fl}ccionesbastanteagrlldab1es; contaba ve~.tiócho adoi,y parecia que no pasaba de quince; vestia conbastante decencia, hacia sus ple8~riagcQn ~amayol' puntualidad, y como UQ., verdafleroárabe, en quien los sentimientosJleg.a.n siem-pre al extremo, sise encolerizaba, su furorsol~ podia compararse al de un tigre del de••sierto. Su expresion respiraba dulzura, ha-blaba con mesura y 8uavillad, y aunque en unoriental parezca esto aorprendente, sentia lemayor aversion hácia las mujere#:l.Sus padreshabian trata.do de caBarle, pero respondió que,si bien muy jóven todavia, 'tenia basta..ntejuicio para cometer semejante torpeza. La

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extraiIa melancolia de su espiritu y el deseode visitar otros lugares que los de su naci-miento le indujeron á abandonar el domiciliopaterno, y realizado este propósito, se inscri-bi6 como un pobre discl.pulo en la mezquitade Azhar. Desesperados SIlS padres, encarga-ron á un hombre de toda confianza la tarea dehacerle volver á su lado, empleando la fuerzasi fuere necesario. Omar les dej6 hacer, entanto qáe' esperaba la primer~ ocasion de vol~ver gr¡¡tis, si era posible, á su ciudad natal.

El hombre de confianza que le acompaña-ba era un negro 11amado Saad, á quien d?l. Lan'en Medina el sobrenombre de iinni 6 diablo,Nacido en cesa de Omar y esclavo de su fa-milia, le fué cr¡ocedida la libertad, que apro.vechó para Lacer,;e sold1ido en el Hedjaz;perocansarlo de esperar noa soldada siempre re-trasad!!, cambió su profe::;i0D por la de nego-ciante é hizo diversos viaje:; á Biigdad, áRusia y hUlIta á Gibralta!', Era uu verdaderohijo de Africa: su alegria era ruidosa, su si-lencio Rombrio; amaba hasta el delirio ó abot-

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36recio de muerte; era bravo y algo fanf&rron,arrojado y astuto, pendenciero y exento detoda especie ,de etterúpulos. El l~do brillantede su carácter era el respetno80 cariño queprofesaba á su jóven amo; más, á pesar deesto, reprendíale con un tono colérico y seve·ro y le robaoa cuanto podía haber á las mil••.n08. Pródigo de todo lo que era suyo, pediaprestauQ y jamás devolv:ía el préstamo, .ves-till~e como ullUlendigomiserable, Y tenia dosgr$odéscofres atestados de hermos8.i· ropaspara él y para sus tres mujeres, que le espera-ban en Medina. I({norando lo que era tenermiedo, no temia que le robasen, y apen/W secuidaba de semejantes cofres. Durante todo-el día paseaba por el bazar, y no hablaba d".otra cosa que de fletes y pasajes, pues estabaresuelto, CO:5taseló que costase, á viajar sinobjeto y solo por .puro capricho.

El chei/, Hamid el Samman heredó su so-brenombre de mercader de mantec'l fresca. de un$Ofl ó sacerdote que había dejado en MedinaUDa larga progenie de descendientes reveren-

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3iciados. era el verdadero tipo del árabe habi-t&nte de las ciudades: 8U cabeza. estaba coro-nada en el occipucio por un grueso mechon decabello8j su rostro era moreno; su barba, queno peinaba jamás, parecia la de un chi VD, ypor todo traje llevaba una especie de tÚnicade color amarillento, sumamente sú,;ia y ce-ñida al talle con un cinturon de ooem. Fuma-ba incesantemente, si algun amigo le sumi-nistraba tabaco, y á cada bocanada de humola actividad de 8U espíritu se expresaba pormedio de un gruñido que le era peculiar. Sa-bia leer, ll.unqlle bastante mal, y guardaba ensu profundo bolsillo un pequeño man u,;critosumamente súcio, lleno ue oraciones estÚpi-das y de viejos romances muy mal escritos:de vez'en cuandosacabale á luz, y despueii dearrojarle una ojeaua, besábll.lo devo1;.t!ll,·nte yvol'¡j./\ á guardar lo COIl ese ¡'c;;peto e;:pcdal eOIl

que los ignorantes miran siempre lo que lIO

entienden. Entonar canciones de todos géne-r08, degollar un carnero con la mayor destre-za, llamar con grandes gritos á la plegaria,

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hacer la barba, guisar, combatir y decir algu-nos sortilegios: hé aquí todos 81]8 talentos. Lomismo que Saad, no cumplia s118debete~ re-ligiosos más que por conveniencia; si via nom-brar el vino, fruncia las ceja8, pero daba á suboca una expresi9n del todo diferente. Habiapermanecido bastante tiempo en Constantino-pIa, y si no h"llbiallegado ti. aprender siquieradiez palabras turca8, solo podia culparse deesto á 8U8invencibles preoeupaciones.

Ese que permanece tendido sobre un tapizy fuma durante todo el día en su larga pipapersa, se llama Zeli-Checkar; es turco por supadre, árabe por su madre, y ha visto la lutprimera en Medina. Su edad llega apenas á I

diez y seis primaveras, pero sus pensamientosson los de un hombre de cuarenta aITos: Ex-cesivamente gloton y egoista h¡lsta el extre-mo, únense en él el frio orgullo de los turcosy la desmedida avaricia de los Arabes. Se vis-te con más cuidado y limpieza. que el descen·diente del mercader de manteca fresca, imitalas modas de Constantinopla, y su color co-

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39brizo, un tanto pálido, le dé en cierto modoel aspecto de un personaje distinguido. Du-rante el viaje, nuestras relacione¡¡ fueron in-timas en extremo, y hasta me pidió algun di-nero en calidad de préstamo; pero una vezll~gados á Medina, me demostrÓ la mayorindiferencia, como pudiera hacer un habitan-te de Lóndres, que encontrase por casualidaden Hyde-Park uno de esos amigos que se ha-cen incidentalmente en un viaje. Bastanteinstruido, parece haber estudiado sobre todoel articulo Desinterés.

El hombre generoso,-repite con muchafrecuencia,-redime todos sus pecados ye8querido de Alá; pero el avaro es aborrecido,aunque tenga la apariencia de un santo.

Ha tratado de convencerme de que si elCoran hace á Faraon, prototipo de impie-dad y de soberbia, el alto hOllor de nom-brade en todas partes, esta distincion sedebe solamente á su liberalidad, en tanto qUesi ee limita á nombrar á Nemrod, su verda-dero camarada de iniquidad, no eA por otra"

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40fllzon que por ser éste un tirano domil1ado porlarnáss6rdida avaricia.' "

Todos estos individutls qde aea1>b'de ¿¿m~'bl'ar se apresuraron'~ iniciar en mi pl'ese%éiala cuestian de un empréstito. La precar~a ¡¡¡.•toacian en que se encontraban me daba ele1'-tamel1te unÚnágni6.ca leccion de metafisicaoriental: tenían en perspectiva dóce dia~denavegacion y éuatro de camino, qué r~pU8en·taban un gasto cohsidel'able entre pasajes,tMspartes de efecto8"derechos de aduana yalimenta.cion, y sin embargo, apenas entretodo&-ellos, y eseurriendo aalata.láúltiini. mo-neda de 8US bolllilloB, podrían reunir diez ódoce francos en dinero contalite<., Es 'terdadque sus cofres estaban llenos de ar.Qlas, deto-pas, de pipas, de ba.buchas, d'e juguetes-, deconfitura y de otra iafinidad .4e articulos dealto precio; pero nada, como nó fuese el llam-bre, hubiera podido decididos á pOn,él' enventa el más despreciable de todos esos ob-jetos.

Ocurrióseme la idea de que podria encon-

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trar alguna ventaja en su sociedad, y esto medeeidi6 á escuchar con benevolencia y aten-der favorablemente. BUS r~p~tid&s instanciaspara que 103 prDveye~ de algunas cortas can-tidades. l\fi amigo, el jóveo ~hhomet, recibi6poco más de cien francos; HamiJ, ciento vein·ticinco, pues me proponia hospedarme en sucasa durante mi permanencia en Medil:!a; áOmar-Effendi le dI quince, otro tanto.á. Zeli-Checkar, y por último, diez á Saad el d~blo,Con lo cual )lodian unos y otros llegar hastaYambo. Sin embargo, como en estos .pf!tseses regla general que nadie que pres~ dinerQvuelva tÍ ver en su bolsilJp el importe del pr~s·tamo, tuve buen cuidado de exigir del priwe-ro, como garantía, que entrase á D,lis.e.rvicio;el &egundo me dió dos hermosos velltidos, eltef~~ro UIl~ preciolJ8 pipa, ~l cuarto un mag-nífico yatagan, y el quinto un bello chal deimitacion de cachemira.

Puestos ya de acuerdo, procedimos actocontinuo á redactar formalmente los arUcul~de nuestro cOl'ltrato,' muy ventajosos para mí;

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42puesto que el préstamo habia sido hecho enmoneda de Egipto, y mis bravos amigos de·bian pagarme en la corriente en el Hedjaz, 10'que me hacia ganar en el cambio un interésque no bajaba de diez y seis por ciento. De to·dos modos, yo no habia de aprovecharme desemejante utilidad, puesto que tenia el pen-samiento de conquistar la reputacion de hom-bre desinteresado y generoso, absol viendo ~~c

la deuda á mis buenos compaiIeros apenas l1e.'gase el dia del pago.

Desde el momento en que recibieron el di-nero, aquellos bravos amigos se dedicaron áentonarme un coro de alabanzas. Ya no ersbastante para satisfacer sus deseos de obse·quiarme que les hicié~e el honor de participaien adelante de su comida, ynie veia en iapre-cision de aceptar sus confituras. Llegll.ron'Itl!creer que era algun personaje importante queviajaba de incógnito, y pu~de ~er que mi tí-tulo de dervis fuese lo que les hizo caer en se-mejante error; pronto trataron de obligar meá ser BU l:lúc¡;ped, tanto en la Meca. como en

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48Medina. Desde aquel instante ocupé entreellos un lugar preferente; mi voz era escucha-da antes que ninguna, mis prescripciones secumplian con la mayor exactitud, y no se for-maba ningun proyecto sin contar con miasentimiento. En resúmen, Abdallá el dervishabía llegado á ser un hombre digno del másprafundo respeto y de las mayores considera-ciones.

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CAPITULO IV.

PrevisiOll de mis eompa1lcros.-El vice-cón~ul inglés meprovee de pasaporte.-«KI Ili'o Dorado .• -Revision denuestros papeles.-Embarque.-EI pasado y el porvenir.

La consecuencia natural del préstamo he-cho y del contrato formalizado, fué que no de-biamos perder un momento en tomar 108 pa-sajes necesarios á bordo de cualquier buqueque hiciese rumbo á Yambo. En tanto, miscompañeros, habiendo previsto que el pasa-porte que poseia en calidad de súbdito britá-nico no estaba completamente en regla, meaconsejaron que le hiciera revisar sin dílacion

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por el gobernador de Snez, mientras que elloshacían en el puerto las diligencias necesarias,ad virtiéndome además que no hiciese constaren dicho documento que me dirigia á.la Meca,pues en este caso reci biria 6rden de esperarla salida de la gran caravana, perdiendo, porconsiguiente, las beneficios de su amistad yde su compañia.

Resuelto á s"lV8r todas las dificultades,tomé el pasaporte de mi criado Nour, que es-taba en toda regla, y el mio, que no lo esta-ba, y me dirigi con enos á la residencia delbey.Despues de dar vueltas y revueltas entreSUB manos á. mis papeles, como si no supieraleerlos, envióme é3te á su secretario, el cualdescubrió inmediatamente BU irreg1ilaridad.Preguntóme por qué no ha bis. hecho refrendarmis pasaportes en el Cairo, y me advirtió queseria imposible que el bey se decidiese á per-mitirme salir de Suez en tales circunstancias.No tenia, como se ve, otra esperanzll que enel eficaz 8nxilio de}1. G. West, vice- cónsulde S. M. británica en aquel puerto. Dirigime

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inmedia.tamente á su casa, haciéndome acom-paña! e~presamente d~l ,jóven }Iahomet, yexpliql,1éaquel pa,so á mis ot,:os compañero~,inventando un cuento en el cual referia que"en cierta ocasion, hallándome en el Afgha-Distan, una casualidad afortunada. me habíapuesto en el caso de prestar un importanteservicio á los ingleses.

!I. West, á quien un amigo imprudente yoficios/?en demasia habia ~dverti4() de mi pro~bable llegada á Suez, no tal'dó en adivinarmis designios, á pesar de mi gerigonza oficial,y como consecuencia natural de su peripi,c.a-cia, se mostr611eno de benevolencia hácia mí.Inmediatamente encargó á su secretario quesin perder momento se pusiese de acuerdoacerca de este asunto con el secretario delbey, y á las objeciones que le hice con rel!pec~to á mis docnmentos de Alejandria, J,'éspon-di6 de la manera ~sam",P1~ qn~ él se en-cargaba, tomándolo bajo su responsabilidadcomo vice-cónsul, de proveerme de un nuevopasaporte para la Arabia, en calidad d" súb ..•

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47 •ditoinglés. Su firmeza me inspiró confial\za,y cumpliendo BU promesa, al dia siguientetuve el gusto (le recibir mi pasaporte en todaregla.

Darante este tiempo, mis COrdpt'f[eros sehabian ocupado con la. mayo\' actividad debusear un bnque de bnenas condiciones Y deajustar el precio de nuestros p!lSHjes. El bar-co que encontraron estaba, segnn los regla-mentos vigentes, en el puerto de Suez, en tur-no para darse á la vela; mai; sin embargo deque hacia setenta y dos diasque ninguna otranave babia Ealído de la rada, su propietario,DO encontrando mercancías con que comple-tar su cargamento para el Hed}az, retardabacuanto le era posible la partit\i:t 'en otro 'CaBO,tentamos que esperar dos meses y medio, al<:&bode cuyb tiempo llegaría el turno de salir:~otro buque, y como fácilmente se compren-de, e-to no nos convenia de níng-lIn modo.

Semejantes difteultades parecían invenci-bles; pero felizméD~ Saad el diablo poseiauna actividad superior á todo, y á despech'1

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48.de todos los obstáculos que ofrecia BU d~ter.miuacion, acabó por ponerse de acuerdo conelpropietariodelllilo Dorado, ofrtciéudolequepagaríamos doble el precio de nuestros pasa-jes. Con estas condiciones, nuestr;1l8' pl¡zasfueron retenidas por él en la popa, el mejorsitio del buque en aquella estacion del año:algo incómodos teníamos que estar, por cau-sa de la aglomerac;o:l de peregrinos ber beris-coa, per~ esta contingencia era imposIble deevitar, y tuvimos que resignarnos.

Llegó, al fin, el dia señalado para el em-barque. Nuestro buque estaba anclado á cin-co 6 seis kilómetros de la playa, dManciabastante considerable, y que SiD embargo te~níamos que salvarcon;uueatrOil. equipajes eJlun débil barquichuelo: dele misma maneratenian que trasladarse. á.hor:do lpsdemás pa-sajeros, y esto dió lugar á una confusioo Im-posible de describir.

Era la mañana de uo ardiente dia de julio,y estábamos de pié sobre el muelle, vigilandocon lit- más exquisita atencion el embarque d~

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nuestros efectos y equipajes, que se efectua-ba con una lentitud capa:!. de agotar la pa-ciencia. de un santo, mientfl\s que á nuestronlrededor se agitaba buLidosameute llna tur-"';)ade holgazanes, cuyo orgllllo llegaba hastael extremo de impedirJe:> indinll.f:>e para reco·ger cualquier objeto que ~e hubiera caido yque se pudiera extraviar. L08 peregrines l$emovian atoloUllrados de UDa parte á. otra, lospadres HoraDan al despe<úrse de SIIS l1ijos, losamig-os daban a grito herido el po:>trcr auios,IOR harqueros ajustaban el precio de su traba-jo, 10il tenderos reclamaban calorosamente SIlS

crcditos, las mujeres .lloraban á.lágrima snel-ta 6 charlaban con maravilloso volubilidad,I08mu~hacl1os lammbau penetrantes chillidos,y durante una hora o mas, puedo decir, sintemor de caer en exagcracion, que nos encon-tramos.en el centro (te UUd verdadera tempes-tad humana. Los barqueroshaLi1lO concluido,al fill, p0r celebrar su ajuste, Y :;111 e:',(jllr¡;o,

teuiao IIÚU SUd barquichuela,; á. lar¡51l li¡",tl1:¡·

cia. 'de la orilla, crJU el objeto de dar lugar él!

TOlllO lo

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50tanto á que los mandaderos 6 mozos de cargatuvieran tiempo de sacar á los peregrinos do.:blé precio del que exigen en circunstancias:ordinarias. Entonces resonaron los desgarra-dores alaridos que en semejantes casos sonpeculiares de las mujeres turcas; muchas searrojaron llorando en brazos de 8U!! maridos,los chicos gritaban por imitar á SllS madres, ylos hombres juraban y disputaban, pues haymomentos e~ que parece que es imposibleguardar silencio. Apenas se embarcaron losequipajes, cada ctral descubrió qne le faltab!laIgun objeto; á este una pipa, al otro un me·'Ion de agua, pero siempre las pérdidas erande pequeñisima importancia, y poco importa-ba que no pudiera recobrarse.

Desde el muelle fuimos conducidos p0r losguardas del puerto llllugar donde el beyes-peraba. :í los perpgrinos para revisar en perso-.n!l y por última vez los pasaportes. Esteexámen di6 por resultado que muchos pasa-jeros fueran detenidos; UUQS sufrieron una pa·liza en la plantade los pié~;yotros recibieron

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:el

la órden de volver ilimediatamente ~l Cairo.Al fin, ya cerca de las diez, las barcas hieie-ron fuerza de remo, comenzando á dt:scenrierpor el estreeho canal que conduce á la. rada,y entonces pudimoJ adquirir cOllociruiell tí

antic:pado del tratamiento que nos re.:;~na-bauloa mogrebino$ Ó b,~rbeIiJc¡:¡g, nuestro:! fu-turos compañero:; tie travesia. Una barqui-chuda en la cual iban unos cuantos alcanzóá. nuestro bote, y aquellos tunos, gritandodesaforadamente, nos acosaron, v:ipiendo so-bre nosotros como si quisieran abordarnos, an-tes de que tuviésemos tiempo de porrernos endefensa. Eran más de veinte, número dema-siado considerable par", que pudiéramos re-sistirlos, y tenia~;;M aire tan provocativo,que parecía indicar un insaciable deseo dematanza. Viéndolos bíen. armados y superio-res por su número lÍo nosotros, dejámoslos que5e burlasen impunemente, y de~orando nues-tra c6lera, 5ufrimos sin mv,r.wurar sus grose-

ras insolencias. ".El llilo Dorado, en elcua1"nQlSembarcamos,

ar:' -.. i.[¡¡BUu

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eraun buquecillo de cincuenta toneladas ynotenia cubiertll más que en la popa, la cual, pót'su elevacion, bien podia hacer el ofieiode unavela en un g'\>lpede viento. De sus dos palos,inclinados de una manera algo amenazadora,el de trinquete era mucho más elevado que elde mesana, y estaba provisto de una granvela triangular, de esas que los marinos co••nocen con el nombre de latinas, cuyo ángulose hundiapMaudllmente; el otro palo care-cia de veis, y aún no he podido adivinar paraqué servia. Na era posiOle tomar un rizo niejecutar maniobra alguna, y por otra. parte,el buque carecia completamelit$de brújula,de bitácora, de sonda ,. 'tia "cartas náuticas:su c!mara, muy pareeidaá un cajon, y susentina, le daban una gran semejanza. COn losbarq uichuelos de los indios del Indoetan. Lanave que en los tiempos antigllos montabaSesostris en el mar Rojo debis paree~e 'áesta; tales debían'ser tambien lli8 que cadatres años iban desde Exíon-Gaber á las costa8de Ofir, tal88111s ciento treinta trasportes de

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53que tuvo necesidad Elio-Galo para embarcarsus diez mil hombres¡ y tal será probablemen-te, ~tendi<la la lentitud con que el progreso yla civilizacion penetran en estas comarcas, elbuque que lleve los peregrinos de Suez hastael Hedjaz en el postrer silo del sig-lo XIX.

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CAPITULO V.

Invasion de nuestre departamento.-Enérgicos medios deSaad el diablo.-Adqubicion de un lecho.-Los peregrinosberberiscos.-P~ndencja.-Astucia de Ali-Mourad.-Se-';lIndo conOicto.-Un ardid de gucrra.-Restablecimientode la paz.-De Suez á Yambo.

Al primer golpe de vista, nuestro famosobuque presentaba un aspecto bastante des-agradable. Su propietario Ali-Moura1 se ha-bia comprometido con la mayor formalidadá no recibir en la. sentina. más que sesentapasajeros; pero la codicia habia sido más po-derosa que surespeto á los compromisos con-traid"os, y el ambicioso árabe habia metido en

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5;)el1~ noventa y siete. Raules, cajas Y fardosde toda especie, apilados en el mayor der;·6rden, obstruian el paso de un extremo á otrodel buque, y una tllrba de peregrinos perma-nedR. en fllajunto á las bordas, como las mo;:;-cas sobre un vaso lleno de almivar. La popa,reservada por nosotros y en la Cllal debíamosinstalarnos, estaba cubierta de lios y bultos,y cierto número de pasajeros ¡;e habian yaestablecido en ella de hecho, ya qne no dederecho.

En tan criticM circunstancias vino á S!l

Carnos de apuros el famoso SaR.del diablo, f\

quien vimos aparecer en traje de marin~roárabe, y sin llevar en su aspecto nada quedemostrase que era poseedor de dos grandesmaletas llenas de preciosas mercanciM. A laprimera ojeada. comprendió la sitnacion enque nos hallábamos, y con resolucion y laaltivez qne le eran pecllliares se preparó in-mediatamente. como suele decirse. á cortarpor lo sano. S()stenido por todos nosotros, notard6 en despejar flor completo la popa de

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50los intrusos que con sus bagajes la habian in-vadido, y preciso es confesar qQe el pro~edi-miento de que hizo uso no podia ser. lB.S sen-cillo, pues se redujo á arrojarlos, ó por mejordecir, á precipitarlos desde nuestra cámaraen lo más profundo de la bodega, con lo cualcomenzamos á movernos algo más cÓQloda-mente, ya que no con toda libertad. Le. ex-tension de nuestro departamento no MSllobade diez piés de longitudpol' ocho de latitud,y en este pequeño espacio debian albergars$tres sirios, un turco que viaj"ba acomplloñadode su mujer y de sus hijos, el reis 6 ~apitandel buque, algunos hombres de latrjpula-cion, y por último" nosotros siete: tot&l,Q.i~y ocho personas.

La cámara, miser.able departamento cu~ya extension igualaba, con corta difereqci3:á la de la popa, estaba asimismo ocupada porotros diez y ccho individuos, mujer~s y ni-ños, y tenia cierta semejanza con la sentinade un negrero. El resto de los pasajeros, cu-yo número, como antes hemos dicho, llegaba

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5iá noventa y siete, se habia cofocado sobrelos equipajes 6 al abrigo de la obra muerta.Por fortuoá reparé en una especie de lechosujeto al costado dél buque, y gracias á misrecnrsos, pude dar á su propietario, que semecia sin duda en la dulce esperanza ,le (101'-

mir con comodidad, una moneda de cincofrancos, por cuyo precio me lo cedió sin re-plica1', y lo ár:regléde la manera más conve-niente, prefiriendo arrostrar la inftnencia dela intemperie á la perl!-pectiva de ser empa-quetado como un arenque en el interior desquellugar de tormento.

Bien pronto, sin embargo, fué turbadanue8tra tranquilidad. Aquellos berberiscosprocedían de los desiertos que rodean á. TÚ·nl~z y Tripoli, y podia decirse que eran ver-daderos salvajes: sin duda qne algunas sema·Das atrás, al ver la primera barca que se pre·sentó á BUS ojos, se preguntaron, en su bestialignorancia, c6mo aquella naveeilla habia de8,dquiriJ:las dimensiones del buque qne debíallevarlo$ á Alejan1iria. Eran en BU mayor par-

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58te j6venes y. vigorosos; tenian la estaturaelevada, las espaldas anchas, los miembrosfuertes y sólidos, la cabeza redonda, los ojosnegros y de expre.:lion bravía, y la. vozsop.o·ra y 'retumbante, y sus actitudes eran grose-ras, y su continente altivo y fiero demostr~b,:,el desden y la fnsolencia. Habia. entre ellosalgunos ancianos que tenían un ai~e. verda-deramente feroz. Sus mujeres eran, sin duda~tan Ilalvajes y belicosas como ellos, y sus. hi-jos, entre los cuales habia algunos bastantehermosos, parecian dispue:;tos siempre á ti·rar del puñal. Unos tenian por único vestidoalgunos trapos sumamente súcio8, y otrps seenvolvían en albornoces morenos Q rayad~,Las mujeres llevaban la cabeza descubie,rta,sin velo ni turbante, y sin d~d~ confiaban ála prodigiosa dureza. de cútis ó é. la espesurade su larga cabellera. negra y rizada, el cui-dado de preservarlas de la candente influen-cia de un sol de fuego. Imposible hubierasielo eneontrlir entre ellos un zapa.to, ni siquie-ra uua blibucha; pero en ca.mbio, ninguno

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cal'ecia de arm!lS, si bien algunas de ellas,por fortuna., no era.n más formidables que un)luñal de veinticinco centímetros de longi·tud. Estos musulmanel;1 africanos sufre~ enel tiempo qne dura su peregrinacion las ma-yores miserias, pues al ponerse en marchano cuentan, para llegar al término de su via-je, con otro recurso que las limosnas que lesdepara la Providencia. Es verdad que, segunse dice, si se presenta la ocasion, no dejan derobar cuanto h!lllan 81alcance de sus u ¡¡as, yá nadie más que á. ellos se acusa, tal vez in-justamente, de los numerosos y deplorablesaSé'sinatos que durante la temporada de laperegriuacion se cometen en aquellas co-IDafCUS.

Una ve~ á bordo, aqne110s salvajes se de-dicaron á e3tablecerse con tola comodidad, 5in 'cuidarse o.e los demás pasajeros. Los prime-'ros atll.qne~ pllrtieron tic algunos turcos, vie-jos y orgullosos, que les dirigieron varias pa-labras ofensivas y llegaron á sacudides al-gunos go',pes. Los mogrebinos respondieron

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inmediatamente á la agresion, da m8n~aque al cabo' de algunos minutos no se podiaver mAsque una masa informe de hOOlb~&

golppndo y sacudiendo al azar, mol'dienclo,aT8¡ñando, derribándose y pisoteándose unosá otros, de cuya revuelta. ~onf~ion salí.ngritos da rabia, aullid-oe de dolor y todos esosruidos que aeompañan generalmente & una.reyerta. Un sirio qq, se hallaba. nuestrolado sobre la popa cometió la imprudenci~ delanzarse en rnedio del tllmulto, con el objdode tomar parte en la pelea ayudando • suscompatriotas, y apenas SE; había separado d~nosotros cuando le vi.mos alej~rse de la re .•friega con la cabeza abierta, arranc&d.a lamitad de la barba, y con una profunda mor-dedura en una pantorrill8. Aquellos ferocesbandidos eran cinco ó seis contra UQ solo ad,- .versario, y su infame conducta empeoraba elaspecto de la cuestíon: los puñales y lal:lgu-mías brillaron en el ~ire, y al cabo de muypocos momentos, cinco hombres se encoDtr~~ban ya fuera de combate.

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Restableci6se la tranquilidad por algunosinstantes, y como estaba fucra de duda quellna de las primeras causas de todo aqnelloera la escesiv&lI,curoulacioD de viajeros, sedecidió enviar una diputacion que hiciesepresente al F0pietario del buque las excep-cionales y ~rítica~ circuustancias en que nosenc()iltrabamo;;. El a::ltuto Ali-M()urad noshizo espemr, ó por mejor decir, desesperardurante tres horas lo menos, al clibo de cuyotiempo se presentó á nosotro.' en una barqui-chuela que hizo detener á una distancia res-petuosa y pru~nte, desde donde nos hizosaber que cualquiera q'¡e lo desease quedabaen liberta{l de aball{loliar el buque, perdien-do, sin embargo, el precio de su pasaje. Na-die pensó en marcharse, y el sagaz armador,despnes de recomendamos que fuésemoshombres de bien, que liO rlñé:lemos y que, pn-siér>1mo,; Il\l(l,"tra contianza en Di,>,:;, qn.e loarl'f'glaria toJo, se despi(lió .ié no:,otros yvolvió á la l'ibera. Su pli/'tir:lll fué la ::;eiial deuna nueva excbion. Durante la primera, ta.n·

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62to yo como mis compañeros habillmos perma-necido inmóviles en nuestro sitio y con las aromas al alcance de la mano, por lo que pudie~8.suceder; pero esta vez lOsberberiscos quiaie:"ron darse importancia con nosotros, y mediadocena de los más insolentes se dirigieron en80n de ataque á la popa. Al verlos acercarse,Saad el diablo, que era iu·iudablernente el másbravo de todos nosotros, se puso en pié de unsalto jurando como uo condenado, mientrlÍslos demás nos apoderábamos de un haz de ro.dillos de fresno, gruesos Mmo el brazo y deseis piés de longitud, eng'rasados y de una forotaleza á toda prueba.

-¡Si no quereís que esos mogrebioos seburlen impunemente d,~ vosotros, defendéos!-uos gritó Saad blandiendo con aire amena-zador un formidable garrote.

Lueg-o, vol viéndose al enemigo, añadió:-¡Perros, bijoE\de perros, pronto os hare-

mos ver lo que son los hijos de la Arabia!Yo reparé que el enemigo no demostrab~

nÍngr1Cl8 excitaCÍon. Sin embargo, semeian-

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G3tes á un enjambre de abejas enfurecidas,aquellos feroces bandidos asaltaron la popa.gritando: ¡Dios es grande! Pero nuestra eleva-cion de cLatro piés nos daba sobre e\1o:; una.terrible vl~lItaja, de que nos aprovechamoBpel'fectam'~llte: sus garrotes de palmera y suspuñales demasiado cortos eran impotentescontra. nuestras ca.cl1iporra~, y todos sus re-petidos eSfUer1.02 para apoderar:;e por a:;altode nuestra posicion no protlujeron otro resul-tado que aumentar el número de sus cabezllsrotas.

Desde el primer momento, creyendo quecon semejante arma podia fácilmente matarun hombre, mis golpes no habi&u ~ido muyrécio:l; pero bien prouto me apercibí de quela::; cabezas y las espaldas de nue:strús enemi-go::;, duras como peñasco~ podian l'esÍ:ltir, Ó

por mejor decir, exigian el empleo de todasmis fuerza". De repente se me c,curri6 unalnllg'nlficll idea, y sin dilacion me preparé áponerlll en práctica. Sobre el bOl'de de lapopa habia una enorme cántara de barro,

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llena de agua para beber, que coa:Su cajade madera bien podia pe¡;ar unas cien libr~.Era entonces justamente lo más fuerte de larefriega: deslicéme sin set visto hasta la ti~najs, y empujándola vigorosamente con loshombros, la precipité sobre el enjambre denuestros enemigos. Su caida, que destrozólas cabezas, los cuerpos y los miembros de 108

asaltantes, fué seguida de una gran aclama.-cion, y los berberiscos, temiendo que aquelardid de guerra fuese seguido de algun otromás formidable todavía, tomaron el partidode retirarse al otro extremo del buque. Algu-nos momentos despues, en medio de un pro-fundo silencio, recibimos ODa diputacion demogrebinos, cuyos albornoces estaban man-chados de sangre: venia.n á pedir la paz, yse la concedimos ~ buen grado, á condicionde que serian los primeros en respetarla. Noreplicaron, y bajando la cabeza, desp~es ,dehacernos una profunda reverencia, se retira-ron para dedicarse á cuidar de sus heridas.Tal fué esta célebre batalla, en la que el dul-

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(;5ce OOlflf iJ¡~mo¡;t,ó ardoro;;o y valiente comon n le')n (lel dt?:-;ier~o,y cnya gloria nos perf.~·nece por ¿utero.

Al fin, el G de julio de lR1>3, á las nuevede la mfti1ana, nos hicimos á la velá. Crmndi)ell/ilo Dorado se puso en IDoi.imiento, JiU pmlcmenos de d¡rigi~' una mirada de carilloi;/\ des ~pedida al pabellon británico, que ondulabamajestuosamente sobre el consula(lo de SlICZ;

pero mi cmocion solo duró un momento. Sen·[¡ame Ill'rastrado por el amor de las f\venturll.:3,pOI' el dedeo de lo desconocido, y me conside-raba feliz al ab~nr!onar las playas de Egipto,donde no me L~bi,; i(\<: muy bien. :Mis ropasde per,~i1no me Inbi':lu (;rt1.Dgeado más queuutipatíE y aVt'l':,i(>l1, lo;; funcionarios indíge-t'1llc me } Rujan trata,lo con irritante desprecio,)' llabh tenido el sentimiento de verme siem·pre en cmtacto crin mi~ C0:n[latrio,tas, s¡o po-!'::';'-':"f ,k ¡:;il socic(lad.

Doce di38 ,Le-pues, cerca del medio dia,de¡;embarcamo3 en el puerto de Yambo.

Hubiera podido evitarpc sin dada alguna

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la mayor parte de los padecimientos que tuveque sufrir durante esta travesia con Boloto-mar una embll.rcacion para mí: habria tenidoá mi disposicion una cámara donde dormiruurante 18 noche y donde preservarme del soldurante el calor, y en vez de uoce días, mi via-je no hubiera durado más que cinco. Pero des-de el primer momento habia. querido ser tes-tigo y partícipe de la.vida que se lleva á. bordode un buque de peregrinos; el precio del pa-saje hubiera ascendido á mil 6 mil doscientosfrancos, y semejante principio me hubieraacarreado galltos enormes, si se tiene encuenta que había de gastar en proporcion du-rante todo el viaje. En estas comarcas, elhombre prudente y previsor debe principiarsu viaje de la misma manera que se proponecontinuarlo.

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CAPlTULO VI.

Y""I¡'l).-;\~lled,) ::\" 1,\ CIII<1".I.-::;<lS habilaDt.~~.-;¡le'¡Il):,<1,' ll~SI'''lle.-1.1~ lilel'ls y 10;; (·¡¡Iudlt,:,.-- En man',k •. -~,Ia\l )' ~ns ¡'¡¡ndi,¡.,ls.-.\L\lJ1"J de los !J"ullin(),; :\ la caravana.

El calor sofocante de un sol de fuego yla frecuencia de las abluciones que teniamosque hacer necE'sariamente cr)Q agua del mar,hllbianme pr(J(lucido tan perniciosos efectosen los piéil, q Ile cuando desembarcamos en'Yambo ;;:)10 con g-rnn trabajo me podia ttnrrder'~cbo. Sin embargo, como era necesarioque cumplieile por completo mi deber de via-jero, viendo que Hamid y todos nuest,·os

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68compañeros se dirigianá la aduana, me apo-"é sobre el brazo de mi criado :¡los seguí conel objeto de visitar la ciudad.

Yamho del Mar, en cuya poblacion Lacreido el celebre Bruce reconocer la antigua·YmHbia de que habla Ptholomeo, tiene unagran importancia por su ventajosa situacionsobre el mar Rojo y divide con otras ciudadesmarítimas el título de pue.rto de la ciudad san-ta. N umerosos comer~iantes y peregrinosdepositan en sus almacenes, que alquilancon este objeto, las mercancías cuyo exceaivopeso impiJe su trasporte, y tambien las que,por ser de un valor algo considerable, noquieren exponer á los azares de un viaje porel desierto., Yambo, que sirve de puerto á.Medina, como el de Djedda a la Meca, hace conaquella un comercio bastante activo, y es-tiende sus exportaciones á los puertos de lacosta occidental del mar Uojo. En ella, segun noticias que pude auquirir, concluye laautoridad del vire,}" de Egipto y empieza 111

del imitan. N.) obcitll.ute, encuéntranse en sus

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69calles más de un soldado. de infantería regu-lar ó ni:z:am y el gobernador de la ciudad esun cherij6 jefe árabe. Tuve la buena suertede eucontrar á est'J personaje paseando en elgran bazar, y pude contemplarle á mi sabor:era un hermodo j6ven de tez blanca, frentedespejacla y correcto perfil; vestia un ricotraje () Icntal, cubria su cabcza UlJ magnífic()turbante de cachemira, y sus armas eran Illl

sable Sllmamente corvo y UlI pllua]; .,;eg·uíau-le dos gig-Hntescos e,,;c]avoil, neg'l'o::i corno elébano y de mirada feroz, qne llevaban en susmanOb dos gruesos bastones.

La ciudad, en sí misma, no tiene verda-deramente nada de notable. Vbtll de,-de elpuerto, presenta. una. larga fila de blancosedificios que se elevan entre un cielo de l'u-ro azul y un mar de color verdoso. En el in-terior las calles s!)n bastante lal'gas, y exc~p'to en las cercanías del puerto 6 de los bazl~-res, á C'1\lsa del alto valor que en dichos si-tios tiene el terreno, las caSllB están edifica-das á cierta distancia unas de otre~. LfJ8 edi-

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70ficios están groseramente construidos con pie-dras calcáreas y maderos ma.1 labrados; susmuros se desmoronan Con la. mayor facilidad,las ventanas son inmensas, y en fin, si se loscompara á los del barrio mahometano delCairo, presentan un aspecto extremadamen-te miserable. El mercado se parece á todoslos que existen en las ciudades de Oriente:es una calle larga y estrecha, sombreada porun toldo de hojas de palmera y con pequeñastiendas abiertas á uno y otro lado en losmismos muros de las casas. Los cafés sonabundantes, pero llenos dé inmundicia porlos concurrentes, y es absolutamente impo-¡¡íble encontrar en ellos un momento de- re-poso si no se va provisto de un abanICO paraespantar las moscas. La adllana. está. situada·en el puerto, frente al desembarcadero, ocu-pándose de su arlmínístracion dos empleadosturcos, que permanecen durante la mayorparte del dla tendidos sobre sus divanes cer-ca de las ventanas, y ql1e se limitan, sin to-marse el trnbajo dt~ ex.-.minnr dcontenido dl.l

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il)8 t'llrtloS ~; c3jc,nes, Ú imponer por vh dederecht¡:'; á cf\da uno de eilos una eX~l,I~cioude tres {¡ C\w tr(l piustras.

Hu} Ulla ,,~jrCl1D:,;tllncia resf/eeb de la cualy aro bo pretende tener I:'uperioriuad subre lasdl~má:5 pobladolle;:; del Hedjaz, y es lafelati vaa: ag'ua potable. Los que cuentan con reC\lr-80S para pag'arla la hacen trasportur en ea,mcllos desde las cdinas cercana", uonde selian abierto ebternas pura reeoger y conser-vllrel agua ::le las lluví,l:5. Sin emburgo,aqllí,eomo en Suez y otras pobJuCÍones de estas'~OmlltCas. algunoil alJCi~1UOS, por eft:cto deuua larga costumbre, prefieren beber el aguasalobre de Jos Plnos de la ciuduu, y hay quiendice, que si llegasen á ir:,l Cail'o, ~;alarillll elngull dell';ilo para enc"ntrarlu ugraclabk.

Apena~ Entré en Yumbo: me quedl~ ai'om,orado del .li'pecto ~xtmuo y sorprendente.} de8U públacion, q llC ea, II no dudarlo, una de lasmás fanátic¿o::1, revoltosas y pendencieras delHedja7.. El c/¡cik ó gobernador, siguiendo lasprescripciones de la moda, qne ejerce 1'11tirll-

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nla ~n el desierto 10 mismo qne en las eluda-¡les, demnestra su. alto rango parla riqueza. de¡¡UB ropa!', y sobre todo, por el número y ea·lidad de sus armas. El viajero civilizado, nIllegar de MediDa,trae sujeta en su faja unapistola cargada, provista de un corden de sedacarmesl, y un afilado puñal oéulto bajo el ju-bon; el soldado irregular pllsea por las callesuna especie de arsenal; el montaraz beduino,con toda la dignidad de en valor y de sU or-gullo, camina armado hasta los dientes, y laparte pacífica de la poblacion masculina nosale jamás de BU casa sin llevar apoyado so·bre el hombro derecho un garrote cuya Ion·gitud y grueso está siempre en proporcioncon la importanc"a del que le lleva, y porcierto que los habitantes de Yambo manejanesta arma primitiva con la más temible habi·lidad. En cuanto á las mujeres, sus trajes sonex~ctamente iguales á los que usa.n las egip-cias, pero se cubren con un velo blanco muytupido, que oculta por eqmpleto el rostro,dejando ver los ojos solamente. Para concluir,

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73esta pobla.cion tiene ,un a::;pecto muy saluda-ble, y no está sujeta á las oft:~lrnías q!le hace11tantos estragos en las comarcas del valle delNilo.

En la tarde del diu mi"m') (le nue,tm lle·gada, lJiciméls buscar un muk!prril(j ó alqui-l:l(lor tle'camellos, y gracias á Ull re,;:,petablecomerciante que se dirigia á Medina, su ciu-d.ad natal, y que nos sirvió de intérpr.:te enaquella ocasioll, ajustamos con el alquiladory los heduico3 que le ac)mpaíiubal1 la::>con-d.iciolles por las cuales podríamos pro~urar-nos 10:3 medios de tra:oportes que necesitába-mos para lllle:>tro viaje por el desierto. Tadounos como otros discutimos caloro5a )' dete-nidameq,~, los menores detalles del contrato,por cuyo motivo flIé la cuestion más larga;pero al fin concluimos por ponemos de acuer-do, y con\Ínimos el! que el pre0io seria detres dollars, eil decir, unO:l se~enta rcaleil poreaJa bestia <le carga, pagando UlJa mitad n1salir de Yambo y la otra al terminar el viaje,Ó lo que es lo mismo, en .\ledina, Debíamos

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74emprender la marcha al anochecer del dia si-guiente, al mismo tiempo que una caravanade comerciantes en granos, y bajo la escoltade un destac'lmento de caballería irregulár,circunstancia qlle hacia necesaria la entrada.en campaña de la tribu Hazimi. E~ta novedadprodujo tal efect.o en mi criado NOllr·y en eljóven Muhomet, que no pude menos de de-cirles:

-¡Qué! Los que han sido bravos como leo-nes en el (jairo y en Sllez, &han degenerado

. hasta el punto de ser en Yambo medrososcomo gallinas?

Este apóstrofe produjo el efecto deseado.Alquilé uos camellos, el uno para Nour yelequipaje, el otro para Mahomet y yo, bajocondicion expresa de que habian de ser ;08

mejores animales entre los que tenia el alqui-lador, y que si alguno de ellos se inutilizabadurante el viaje, se le reemplazaría con otrode un valor igual.

El dia indicado, á la seis de la tarde,nuestros camellos estaban dispuestos, y gol-

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peui>il.n el suelo con sus duros cascos, demos-trando Sil impaciencia por partir. Mi doblelitera de mimbr~s, co!ocadllsobre la joraba ysujeta á los costados de un animal grallde yfuerte, se balanceaba á cada uno de sus mo-vimientos, haciéndome temer que al primerpase se deslizase por el cuello 6 la g'I'U pa desu portador dando con mis hueso8 en el suelo.Los cameileros me advirtieron que, para al-canzar mi extraño vebículo, debia trepar porel cuello del animal; pero como el estado demi pié enfermo no me permitía entregar me á.semejantes ejercicios gimnásticos, exigí quehicieran poner el camello en cuclillas, opera-don delicada que, si se repite con algnn9. fre·cuencia, destroza la litera al cabo de pocosdias,y que fatiga en sumo grado al camello, obliga-do á levantarse con toda la carga. Despuesde algu nas c1ctenciones y retrasos en la puer-ta de la. ciud9,d, como el sol empezaba á ocul-tarse, hicimos nuestras plegarias y partimos.Mi compañero Hamid me encareció la fuerzade los muros y de las torres de Yambo, que

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en 1802 resistieron los furiosos y repetidosasaltos de los tvulrabitas; seria cierto, pero pormi parte, puedo asegurar que en la época enque tuve ocaaion de examinarlas no sufri.rian durante ciMa minutos, sin arruinarse,los fuegos de una batería. de nuestra artilleríade campaña.

La luna se elevaba, llena y magnifica, enun cielo azul, sereno y despejado; su pálidaclaridad nos inundaba al salir de las tenebro-sas calles, yapenas entramos en el desierto,pudimos conocer el agradable contraste queofrecia su ambiente puro y delicioso, compa-rado á la atmósfera infestada de la ciuda;! .

•Siguiendo la costumbre de 108 viajeros ára·bes, mis camaradas se pusieron á cantar, yde esta manera se pasó la noche del 18 dejulio.

Habíamos ya tenído algunas falsas alar-mas, lo que no impedia para que ejerciésemosdurante las horas de campamento y de cami-no una gran vigilancia, cuando en el cuartodia de nuestro viaje tuvimos conocimiento

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77de que dos grandes jere~ de bandidos, S!tad .YlSll hermano, estaban en campaiíll.

Savd era el jefe de les f:ameitas y de le;!I~ehclrlitas, d.os fraccion,",3imporbnt¡~s de losllcrni¡,t:J. qll'~ forman la fllmílÍ!t pl'incij1al dela trlbu de 108n'!lli-Hurf. Este jefe haljia a:l-

pirallo al IDlm(lo supremo de la tribu, lo queen realidad hubiera hecho de él el monal.'C!t

,:e la tierra Santa; pero el cherif de la Meca:r el gober::larlor turco Hamid-Pachá, COlfi-

prendtenrlo qac era Ilcc~"ario corubatir su po-,lerui\:\ influencia, le suscitaron un ri val en lapersona de Fad, otro pícaro de su misma espe-cie, que se daba el título de jefe de los Ueni-Amr, la tercera fraccion ,le los Hemitas. En-toner:! los pari,idari08 de Saad, que segun sedecía, liscendiaual respctable número de cincomil, declararon guerra ahierta á los de Fad,que no eran más lle ochociento.3, pero qne,cont;;tndo con la poderosa ayuda. del goberna-dor, tenian elljaque á SIlS enemigos. E,¡tos dospllrtiJ.os, fin lli:;ciplina ni ol'ganizacion, como

todos tos que pretenden libertad en el Oriente,

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ocupábanse más que en otra cosa en sa.ltearlos camiDos, en despojar- á los viajeros y enasesinar bá-'ttaramente a los 801dados de 1&8escoltas: tal era, realmente, el más claro efec·to de su rivalidad.

Saad era UDbeduino de pequeña estatura,de color negruzco y de apariencia mezquinay despreciable; pero tenia perfectamente es-tablecida la fama de su valor y de BUpresen-cia de espíritu. Decian que habia estado ex-puesto á diversas tentativas de asesinato. Untósigo, que le habria causado la muerte si porcasualidad no hubiera bebido de8pnes unagran cantidad de mantecs derretiqa, le ba he-cho perder completamente la dentadura: des-de aquel dia no come otra cosa que frutas queél mismo coge en el árbol, ni toma más caféque el que prepara. por eu mano. El sultan leenvió en cierta ocasion una bolsa, con la re-comendacion de que la abriese él mismo, peroesta circunstancia despertó la suspicacia delbeduino, que la hizo abrir por un esclavo, elcual fuá derribado sin vida por la descarga

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de una pistola pérfirtamente dispuesta en la.bolsa. Decíase que desde entonces Sf\Ilt1 dis-tribuia todos los regalos que le eran enviadosde Constantinopla, las ropas á su;; e,:c:avoS Yel grano á los hombres d~ BU tribu. lhbiaquien le presentaba como el amigo, el bien-hechor, el padre de lo:; pobres, y Gtro~" por elcontrario, hacian de él un, tigre sediento desangre, un ser horrible, ávido de riquezas ytan implacable en su venganza que no perdo-naba ni hun á sus mismos compatriotas.

A me,liJa que disminuia la di::lt¡ll)cia quenos separaba de las colinas qne le suvian deabrigo, mis compaileros fneron dejando dehablar dEl célebre Saar\, y no parecía sino quela sombra de aqnellos cerr(¡.~ (1:1ba ":urJor frioá cuantos iban en la caravana. No t!'f(lalllo:;

en recibir el anuncio de quc ",e no') dej'lria li·bre el paso por los desfiladeros, porqne {~ranJ('s

los hijos de las ciudade;¡ san tq~, p'~r(J á condi-cion de '1ue los soldado;; q nc nO:3 L'SCOltll },o.,regresarían inmediatamente al lugar de don-de habian salido. Apenas oyeron semejantes

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pall~uras, los al uaneses q!le, cOillJjonian laguarda, ellYo número llegaba á doscientos,volvieron grupa", y á todo g~lop() se alejarol1tie nosotros para volver á su" caserna:>.

Cerca del medio dia, habiend') estahlecid:)nuestro campamento eillos pozos de Abbas,fuimos alcanzalas por dos pequeñas carava"nas: la una, que ~os habia seguido, llevabaun soldadJ herido por los beduinos, y la otra,que habia llegado por opuesta direccion, es-taba formada de peregrinos indios tan pobres,que entre todos ellos, y no eran menos deciento, apenas hubieran podido.reunir cincoduros: Sa3d había sidogenero.:>o, y les habia.hecho la caridad de permitirles pasar. ¿Se por-taria du la misma noble manera con n080t108,que valíamos en realidad¡ la pena de ser ro-bados?

La noche extendió Sll oscuro mauto de ti-nieulas por el horizonte, y durante todo el si.g'uiente dia, no nos atredmos á movemos. Enfin, próximns ya las once de la noche se di6la sei1al de murcl1ll, levllutamos el campnmen-

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to, cmpl'cn'lílllCJS llUi~iilmrula, y !la tardamosen cncontrHruo;; en comprSíía de otras trcs Ó

cuatro Cll.r3Vanas, que se babían: reunido para,~trll''';:"ar, haciendo liS) de la fuer;m si era"leCes'lrío, E:lterritorio de lo,~ temibles Hemi-':d:). TuJo el mundo deseuba llemudrar su va·..01' esforzándose por m;irC~lll.r á l¡~ cll.búza de~!l.columna: pero es preciso confesar que, si:la.die quería (¡uedllrse á la coln, era porque elpeligro seria probablemente mayor, en ca50de un ataque, para los que cubriesen la reta-guardia.

Eu medio de las tinieblas má6 profunda;;,marchaba la caravana siguiendo El lecho Lil: uutorrente de5ecado, y el primer resplandor delcrepÚsculo matutino nos encontró metidos enun de;;f1la'leJ'o llama'lo el paso de los peregrinos,y que gozaba ue la rná" siuicstra celeuriJad.:\Tadie se atrevió á prollunciar Ulla palabra.Bien pronto las cima~ de las escarpadas rocasq\le ;~ elevuban á la íZl uierda d,~l b'lrranco~e CU¡;¡¡Ó de c:<p="'!S nube's úe l1umo, é lns-tant',ileam~!lte olmos una terrible descarga.

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82cuya detonacion despert610s ecos de las rocasque se levantaban á nuestra derecha. Unaturba de: beduinos, semejante á un enjambrede abejas, guarnecia la cresta de 188 laderas;hasta los muchachos manejaban, como 8US

padres, groseros mosquetes de mecha, y tre-pando con una. agilidad de gatos, tomaronposicion sobre las eminencias que llanquea-ban la estrecha garganta, y abrieron desdeslli un fuego nutrido sobre nosotros: estabanen completa seguridad, resguardados de nues-tros disparos por una especie de baluarte depeñascos, que al mismo tiempo servian de apo·yo á los largos cañones de sus fusiles. De nadahubiera servido provocar á aquellos bandidospara que descendiesen al lIana, á fin de batir-008 como hombres, pues semejante costum-bre, muy 8eguida por los habitantes de lacosta. oriental de Arabia, no está en uso en elHedjaz. Nuestra escolta se veia en la imposi-bilidad de tirar sobre enemigos ocultos trasuna fortificacion de rocas; por otra parte, siuno solo de aquellos bandoleros hubiera sido

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herido, la montaña entera :!ehabria levanta-do y hubierau caído sobre la caravana tres ócuatro mil hombres que no habrian dejadovi va ni uno solo de nosotros. Por fortuna, losbeduinos se contentaron con dirigir 8US tiro::;principalmente Bobre.loa soldados alballese:ide que se componia nuestra nueva escolta.Reclamaron estos la intervencion de algunoscheiks que se habian unido á nosotros en lospoeos de Abbai>í pero estos ancianos, llenofluedignidad, se la rehusaron dei.puesíltl celebrarentre ellos una especie de consejo. No DOS

quedaba. otro remedio que levantar una espesapolvareda, para ocultar nuestra marcha t\ losojos d" k:i ll.ssltantes, y lo pusimos en prácti-ca: al fiu pasamos, pero d~j&ndo tras DosotrOi!entre algunos camellos yotl'&S be •.tias de car-ga, una. docena de muertos. M~comparreros,no sé por qué raZOD, parecian coBsiderar estarefriega como un brillnnte hech{j~ armas.

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CAPITULO VII.

Llegada á Medin~.-JÍlbíl0 de los pere~rino~.-en versículQdel CoraD.-Aspedo de la cilldad.- TrasfonnaciOll. deI1amid e! Samm~n.-Ilospilalid;¡d.-Las visitas.-Losmur.IHch~s áraIJes.-Una falta de cortesía

Dos días despues de este lamentable suce-so, habiendo alcanzado la cima de un escar-pado cerro. tuvimos la. alegría de percibir losaltos minaretes de Medina en el último lími-te del horizonte. Como si obedeciéramos á unavoz de ordenanza, detuvimos el paso de nues-tras cabalgaduras, y oblig'ados por la fatigay por el ham bre. echamos pié á tierra paratomar un bocatilo",-bncer nuestras plegarias,

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diciendo con los ojos fijos en las torres de laciudad sants,:

-¡Olí, Dicls! j fIé aquí el santuario de tuFr.::fcta! ¡Protégenos contra los eternos casti-fO;:;, contra )03 fuegos del infiernl~! ¡A.bre laspuerLs de ta picua<l, y permite que la~ 8tra-'vcsemos p8l.'a llegar al parais') de la dichaeterna!

Eu~oncE:s comprendí el verdadero sentidoríe nn ver¡;ículo del Coran qne dice:

«CnandJ el peregrino haya. regocijado susojo:; ~O¡¡ la vistro de los árboles de Medina, ele-vará su voz, j' bendecirá al Profeta desrle elfondo de su corazon,,»

En efecto, en el bello paisujeque se exten-dia aute t;ll!'.'8tl'!IS miradas, nada se podia en·con trar que flle:-\e m¡is agradable á. nuestrosojos, despues de la triste y monótona desola,cion de las comarcas que acabábamos deatravesa¡', que el alegre y risueuo expectácu-lo tle los frondosos jardines y pin torescos ver-jeles que rodean la ciudad. Confieso que du-rante algunos minutos quedé, á su vista, tan

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entu;;;jnsmlldo como mis compañeros; perocuando volvimos á cabalgar en nuestros ca-mellos para continuar la marcha, el instintodel viajero se sobrepusoá todo~y me dediquéá sacar un ~róquis de la ciudad y á consignaren mi libro de memorias las diversas noticiasque habia recogido preguntando á mis com·pañeros de mi viaje ó escuchando sus conver-

. saciones . .Habíamos empleado cerca de ocho dias en

recorrer los doscientos treinta kilómetros queseparan á Yambo de Medina, y entramos enesta ciudad el 25 de julio ..

HAcia.el Oriente, el sol comenzaba á ele-varse sobre las crestas de las pequeñas coli-nas salpicadas de espesos bosquecillos, á loscuales daban las brumas de la madrugadaproporciones gigantescas; la tierra se vestiade púrpura y oro; ante nosotros se- extendiaun hermoso valle, ceñido en parte por lastortuosas ondulaciones del Nedjed, y á la iz-quierda se distinguía. una. sombría barrera derocas, á la cual se dá el nombre de Monte

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87Ohod, yque ti~'ne á su pió un verd'ulcl'fJ c'\na:-;·tillo de verdnra esmaltada de blancas cÚpu-las (l). Sobre nuestra derecha se prolonga-ban espesa¡;¡ fajas de azullldas brumas, dismi-nlli(',as Ó tra:;pasadas pOr' los vivos rayos delSOll111Ciente, y más abajo, tí. llna distancia detres ó cua.tro kilómetros, 5e veia n "~(lina, cu-ya extension parecía al pri:ner g'olpe d~ vistamucho mayor de lo que es en realidad. Elprimer plano, compuesto de enormes rocas yde escorias basálticas, abiertas por un excar-pado sendero que descendia. á la llanura, pa-recía estar dispuesto á todo prop6sito parahecer re~altllr de la mejor manera posible losen(:antos de aquella hermosa perspectiva.

A mejida que avanzábamos, encontrába-mos el caminl} concurrido por una multitudde gentes que esperaban nuestra lIf'gada:pronto nos detuvimos á la pnt,rt3 (le h C:lsnde Hamíd el Samman. N\le~tr() ~1Cl\ '(l no,;

(1) En f,l~ monte está el sepulcro de Hamzé, till de ~tJ·homa. qll(' milI :,',en una ba\a\:a l!entida por 6t(~ COlltla

l,)~habitant', de la 'tkra.

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~8habia precedido con el objeto <.leque no pre-senciásemos la primera -.explosion del júbiloque al verle manifestaran su ma1rey SU,SQ-

brina, y tambien con el de hacer que nos pre-parl.l::ien un alojamiento digno de nosotros.En tanto llegábamos, nuestro huésped se h¡~-!Jialimpial0 y \'c:;tido de una. manera. conve-niente: su cabeza estaba cubierta con un tur-bnnte de muselina, rodeado á un casquete de.grana nuevo; se habia hecho rasurar lasce-jas y la barba, conservando solamente unosbigotes finos como dos comas ortográficas, yuna perilla semejante á un signo de admira-cioo; sus harapos habian sido cambiados porunu bella camisa. de algo don .rayada de seday un eatfan de rica lana bordada;iuna largafaja de seda rodeaba su cintura, el pantalouera del mi8mo género que la camisa, y suspiés desnudos, que los rayos del 801 habiantostado, estaban perfectamente limpios y pro-tegidos por babuchas de color de naranja, se-gun la última mado de Conetantinopla. Lle-vaba en la mano izquier,la. r.in rosario de per-

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las, yen 1ft derecha tenia una pipa con tubode jnzmh y ernbocal\llrl\ de ámbar, y 11\vcji-gil de g-uardar el tabaco estaba ricamente bol'-dlvla de oro. El resto de mi:; compañeros ha-bia sufrido por gra~los un:! metllmórfo~is aná-loga. Aquellos hOD;lbres se vestían con losharapos del mendigo cuando no querian sernotados; pero comprendiendo que se había dejuzgar d 3 su prosperidad por sus vestidu-ras. habían"e entonces preparado convenien-temente para demostrar á primem vista quesu viaje no habia sido inÚtil é improduc-

tivo.Las maneras de nl1,~.~trohuésped estaban

asimismo tfln cambiadas eO.no su traje. Elhombre brusco, impetuoso y vulgar, que co-noelera en Sncz y en todo el viaje hflsta Medi-na, habiil adquirido de pronto U:1a nmllbilidatly una cor:esía verdaderamente increibles. MJcog.ó de la mano y me hizo entrar el primeroen el med}ii ó salan, que habia sido amuebladoy decorado de una manera. conveniente parala c,eremOlÚt de recepcion. Fuimos seg-¡¡ido'l

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por el j6ven l\Jahomet, que se moslraba Sil .

mamen te abatido y cabizbajo al mirarse cu-bíerto de súCÍOiJ harapos, pnes comprendíaque cada una de las personas que viniesen ávisitarnOiJhabia de preguntarse al reparar ensu miserable aspecto: tci,9uién será ese galo-pín?» Dirígi6se, pues, á ocultar su abatimien-to y su confusion en el rincon más oscuro dela estancia, y allí hubiera ido á reunirsel~.micríado Nour, que estaba todo lo súcio quepuede estar un indío cuando va de viaje, si yono le hubiera mandado ocuparse inmediata-mente del servicio.

Las costumbres árabes ordenan que todoslos parientes y amigos del viajero va.yan á ha·cerle su visita el mismo dia de su llegada, enprueba de que desean continuar IIUS antiguasrelaciones amistosas. Se llenaron las pipas detabaco, se dispusieron los divanes, y el caféfuó colocado sobre un hornillo encendido en elcorredor. No había hecho más que sentarmecerca. de la ventana, lugar preferente que lasleyes hospitalarius de los árabes reservan

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91siempre al huéi'pe!l, cuando empezó In inter-minable aérie de visitas, lo que obligó á miamigo Hamid á levantarse á cada momentopara. dar la bienvenida y abrazar estrecha-mente á los que venían á felicitarle por su re·grei;o. Segun 811 importancia relativa, losunos entraban y sa1inll deslizándose, por de-cirIo asi, con el mayor silencio; los otros, porel contrario, pllrccian q nerer atraerse todaslas miradas. Ei día trascurrió asÍ, y ni un solomomento se dej0 Jé hablar de la gnerra sa.n-ta. El sultan, segun decían, había. enviado alemperador de llusia la órden de abandonar sureligion para convertirse al mahometismo; elczar había pedido humildemente la paz, ofre-ciendo reconocerse como vasallo y tributariode Turq11is; pe!'o la Sublime Puerta había re-p1icado coi:!. gran entereza: «No, por AllÍ;hacéos musulman.» Era evidente que el czarno podía resolver ~in provocar una grau1te ir-ritaci'l!l; Pl)fO Alá protege las arruas de los cre·yente[, y muy pronto Albul-Mejid seria due-ño de Mo~co'\Y, despue~ de lo cual v·¡lveria

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92sus ejércitosvíctorio8os contra todos los idó-latmB de Occidé"nte, empezando por los ingle-ses, 105franceBes y los griegos. Como se púe-de suponer, tuve buen cuidado de ceñirme ála opinion popular, sin embargo de que laconversacion me hizo adquirir noticias suma-mente .enfadosas para ei resto de mi viaje. Losb~duitlos, en su deseo de entrar á participarde los despojos de la Buropa, habían resueltoenviar un buen contingente de soldad'Osara-bes al ejército del sultau¡ y como todos loshombres, desde la edad de diez años, querianpartir, las contiendas estaban á la. órden deldía, siendo BUconsecuencia natural que estaamable raza estuviese en trance de veuir á lasmanos á todas horas y en todas partes.

A la plaga de las visitas sucedió la de losmuchachos, que se precipitaron en el salanapenas vieron lu puerta abierta, gritando ea·mo locos, rompiendo 'todo lo que poctian al-canzar y hablando una. jerigonza capaz dehacer huir al veterano mas viejo y cachazu-

do. Ua chicuelo que podia tener unos treil

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9.3años se empeñó en pisotear mi pié enfermo,y como yo no le permitiese satisfacer tan ex·trRllo capricho, me declaró que con el sableque su padre tenia en su casa me habia decortar el cuello de una oreja á otra. Otro de:ms camaradas se apoderó, siu qne yo le vie-se, de una. de ·mis pistola8 cargadas, y apun-tó á ;a cabeza del que tenia más cerCa; maspor fortuna no había podido al'marla entera-ment,~, y esto evitó que tuyiéramos tal vezque ~amentar una desgracia. Un hermosomuchacho, cuya edad no pasaria de seis aiíos,y que llevaba colgado á la cintura un tint~ro,como símbolo indudablemente de la edl1ca-clan literaria que recibia, se puso á fnmar enmi pipa aspirando cnormes bocanadas de hu-mo, y como yo tuviese la audacia de estable-cer una comparaeion entre la altura del tuboy la de Sil p'-'rsollll, arrujó In. pipa á tierra conll"leman col~rico y lile dirigj() una mirada He·-na de rencoroso fUfor. Lo que atenuaba alg'oSllS defectos era un extraordinario valor:aquellos chicuelos se Henaban de puITetllzos

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dentro de 8U casa, _1 en la "~&lle.estabansiempre dispuestos á pelea.rseeon piedras 6 .palos.

Por mi parte, causado ya de visitas y deruido, acabé por faltar & todas lBSleyes de lacortesía. árabe, atreviéndome á haeer adver-tir con mueha .claridad Íl nue8tro- .&nfi\rionlos sufrimientos morales dal-jóv.en Mahomet-,y añadiendo que sentia verdadera necesidadde alimento y de reposo, por lo cual me seria.conveniente dormir un poco antes de dírigir-me al santuario. El excelente Hamid, á pesarde que estaba ya. preparado para ir á hacer8US plegarias sobre la tumba de sus padres,me hizo servir diversos manjares y una pipaencendida, mandó que me preparasen un le-cho, echó á los muchachos de la habitacion,cerrando luego las ventanas, y me dejó en-tregado á. la compañia que más deseaba, esdecir, á la mia propia. Oíle en seguida. su-bir el segundo piso, llamar á BU madre, á sumujer y sus hermanas, que penetraron en lahabitacion donle habia encerrado las precio-

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95t1idadeil qne tnjera de su viaje, y que duran-te toda la mañllna babia tenido ocultas, á pe-sar de las repetdas ~olicitlldcs que se le di-rigieron. Maravi1loias riquezas se encerrabanindudablemente en sus baules, á juzgar porlos gritos dtl alegría y admiracion que 1an-zabllll aquella:'! pobres mujeres, bastante feli-ces con contemplarl!!::!.

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CAPITULO VIII.

La casa de Hamirl.-RNalo U!) las mujeres.-"élorlo dll

vida.-Visitaal S<lntn,\rio.-Su a~peclo.--LugarfJs de ora-cion.

El piso bajo de la casa de mi amable hués-Ved se componia de un extenso zagllRn llenode viejas literas, d~ sillas y estribos de mon-tar, y de .otros diversos objetos de viaje gene-ralmente en deplorable estado; el piso princi-pal comprendia, por la parte de atrás, un apo-sento en el que se veilln las pilas de bafio y' depurificacion, y un corredor que daba paso ádo,<;J hllbitadones situad/ls Mcia la fachlltia de-

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lantem: la Iln5\ s;:!vía de almacen y la otraem. E'lsulon duude había sido bstalado á millegada. El piso segundo servia de hubitac¡ollá las mujeres, y como no :0 he visitado, mees ímpojible describirlo. Eu Cr,anto al salon,tenia en los costados del Narte y de Orienteuna especie de galería provista de mullidoscojines, donde me sentaba durante las prime-ras horas de la maiíana y las última3 de latarde para gozar de la frescura del aire. Elmobiliario se cOll1poniu de un divl1n en dosángu]r)S y ue una bella alfombra en el centro;otro rincon estaba ocupado por una gl'andearca de madera, grosera y vieja como el baulde un marinero, y el último por Qn brasero,le cobre conteniendo carbon encendido y to-dos los demás enseres nec:esarios para hacereafé. A lo largo de los muros y á bastante al·tura, para que los muchachos no puJiesen 11e-;~ar á ellas, estaban colgauas 1111 par de pistolas~. meclia ,locena de pipas con tubos de cerezo.

La galería de la parte de Oriente dejabacontemplar las murallas de la ciudad, la puer·

Tnli\n 1. 7

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ta llamada de Egipto, los elevados y esbeltosminaretes del santuario y los lejanos acciden-tes del monte Ohod; por la del Norte se veiala mezquita de Mahoma, una de las cinco quecontiene el arrabal, una parte de los murosde la fortaleza, y á su pié UDaescena anima-dísima, debida á la reciente llegada de la ca-ravana de Damasco. Este salon, bastante fres-co durante la. mañana y al anochecer, estabafuertemente caldeado por el sol en las otrashoras del dia.

Tal es, con cortisima diferencia, el plan detodas las moradas de la clase media en Me-dina.

En casa de Hamidjamás tuve ocasion dever la figura de una mujer, á menos que pue-da dar este nombre á las dos jóvenes esclava.safricanas que hacían el servicio, y aun estasno dejaban nuncs ver sus facciones sino lomenos posible y con cierto embarazo. Res·pecto á ls j6ven dueiía de la casa, á. la. esposade Hamid, no la he visto una sola vez ni porcasualidad he oído su voz. Algunas veces la

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~9marlre de mi huésped, Bin salir de esta reglade conducta, hablaba en alta voz con su hijoy conmigo, cuando estábamos sin visita. Encambio h(~ visto con bastante frecuencia,cuando permanecia echado en la galería dll-rante las horas de siesta, algunas mujeres qnevenían de visita y que subieron al piso segun-do; una de ellas se detuvo, en cierta ocasion,tendiendo su mano envuelta en el manto áH!imid, y'~ambió conélalgunaspalabras, perotodas iban tan cubiertas con sus veloe, que mefué completamente imposible percibir la máspequeña parte de sus rostros.

Nuestro método de vida era el siguiente:nos levantá.barn0s al romper el dia, nos puri-ficábamofl, hacíamos las plegarias de rigor, ydespues comíamos un pedazo de pan antes de{um/l,r una pipa y de tomar una taza de café;en seguida nos vestíamos é íbamos á visitar elsantuario, regresando á cai'a antes de queapretase el calor. Permanecía.moil filmando ycharlando para pasar el tiempo hasta las once,y á esta hora se nos servia fa 91lrlda, que se

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componía de pan sin lavad~ra y d'e diversasc1asesde carne cocida y adereezada con\egum;;[)l'es,'que por falta de cubiel'tos teníamos quecomer con lo~ dedos; venia despnes el arroz,que tomábamos cón unas cucharillas suma-mente peqneñas, y concluia el almuerzo condátiles frescos, uvas 6 granadas. Despues deeste refrigerio, con un pretexto cualquiera,iba á pasar las horas del calor tendido en elpasmo, durmiendo, fumando 6 escribieridohasta la puesta del sol. Entonces salíamos parahacer algnnas visitas á nuestros·amigos, porejemplo, á casa de Omar:..Effendi 6' á. la deSilad el diablo. Concluida la plegaria del ano-checer, se nos servia una comida más sustan-cial y variada que la primera, y en seguidanos tendíamos sobre dos colchones puestos entierra ~elante de la puerta, al ,aire libre, yrecibíamos las visitas que llegaban. Pasába-mos la velada charlando Y riendo hasta queel sueño nos indicaba \a hora del descanso;entonces cada un~ se retiraba á su;habitacion,y por mi parte, dormia tan ,profundamente,

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que no eran capaces de despertar me las des-comunales batallas que daban los perros enlas calles :r los gatos en los tejados vecinos.

A los poros dias de nuestra llegada, deci-dimos visit.ar la tumba del Profeta., y una ma,ñana, despues de haber cumplid, 18 gran pu-rificacion y de habef'nos -vestido de b]¡mco,color preferido por Mahoma, nos pusinos enll1archa para hacer nuestra santa visita. Elhuen Hamid, á causa del mal estado de mi piéenfermo, habia mando á buscar un asn'): elanimal que me trajeron tenia el lomo desolla-do, estaba cojo y habia perdido una de susdescomunaies orejas; pero, tal como era, de-bia rabalg~r en él. Esto hizo que algunos be-duinos me tomasen por un turco Ú osmanlínecesariamente ignorante del lira be, segun de·duje de estas palabras que les oi decir:

-¿,A qué maldicion de Dios deberemos es-tar sojuzgados á estos caballeros de Ilimo:,;?

La me;~quita del Profeta, ante la cual hi-cimos alto, es uno de los santuarios de la fémusulmana, yel segundo de los tres lugares

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102de a.doracion más venerados que hay en elmundo isma.elita: los otros dos 80n la mezqui-ta de Ma.homa en la Meca, y la mezquita Aksaen Jerusalem, 'lue tambien 8e llama templode Salomun. La obllgacion de todo peregrino,durante su permanencill en Medina, es ir alsantuario cinco veces al dia para hacer lasplegarias ordenadas por el Coran, leer conti-nuamente e18anto libro, y si le e8 posible,pasar la noche en vela. entregado á la ora-cíon.

La visita á la mezq uit& del Profeta difierede la peregrinacionen que ésta, expresamen-te ordenada por el Coran, es obligatoria unavez por lo menos durante la. vida de todo mu-snlman, en tanto que aquella DO es más queunaaccion voluntaria y meritoria.

Sin embargo, el género humano, y enOriente más que en ningun otro país, essiempre aficionado á los extremos. Si, se~unlas doctrinas de la escuela ortodoxa de El·Melik, Medina es considerada como superiorá la Meca, á causa de la 'santidad que debe á

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103la tumba de Mahoma y de las gracias religio-sas que de ella son consecuencia: de otra par-te los vuhabitas, otra de las sectas en queestá. dividido el mahometismo, rechazan laintercesion del profeta en el dia del juicio,consideran como indigna de adoracionla tum-ba de un simple mortal, y profundamen te dis-gustados por el idolátrico culto que le rindenciertos devotos, han saqueadoé intentado des.truir con sacrilega violencia este venerableIDOnUID('nto del islamismo, y han prohibidoterminante y absolutamente á los fieles quevayan en peregrinacion á Medina. Sin em-bargo, la opinion general admite de una 'ma-nera indudable la superioridad de la Casa deDios en la Meca, pero proclama queen el mun-do entero, á excepcion de este santuario, nohay lugar algnno más digno de veneracion yde reEpeto que Medina.

Despues de haber recorrido diversas ca-l1cs llenas de lodo, atendido que las habianregado abundantemente durante la nocheanterior, nos encontramos ·frente á UDa de las

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!O!puertas de la mezquita. Los alrededores, comose ve tambien en los dels8utuario de la !tleca,estaban llenos de groseras y chavaca,llas cons~trucciones, muchas de las cuales se apoyabanen la muralla de la mezquita; las otras noestaban leparadas de ella más que por unaestrecha call~jue18. Este ,monumento no tieneperspectiva alguna, y considerado ~9mo edi-ficio, carece por com~eto\lebelleza y digni-dad. Dcspues de haber atravesado la puerladel Perdon, á la cu~i dá acceso una escalerade cinco peldaños, no pude menos de quedardolorosamente sorprendido al contemplar elaspecto mil:lerable y grotesco de aquel: 1.ugarreverenciado por todos los musulmanes. Cuan·tom!Ísle examinaba, más me parecia hallar-me en un museo de tercer 6r<JenÓ en un al·macen de quincalla cuajado de ridículos or-namentos y decorado con un explendor bajoel cual se descubren las señales de la miseria.

La mezquita. del Profeta forma.un parate-lógramo de ciento veinte metros de l?ngitndpor ciento dos de anchura, y cuyos costadeg

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105siguen la direccion de Norte á Sur. Como lam1yorparte de las otras mezquitas, estA ácieio descubiertcf, y tiene en el centro un lar-go patio enarenado que terminfl. en un peris-tilo, clIYos numerosos pilares, colocados enhilel'a, se asemejan en cierto modo á las co-lumnatas :le un convento italiano. Los inter-calumnias, que forman una línea recta, están'abiertos b'ljo pr.queITos arcos que tienen laforma de llna media nara.nja y que se ven conmucha frecuencia en España. Los pórticosestán divididos en cuatro partes por estrechospasajes 6 corredores cavB(los á tres Ó cuatropasos bajo el nivel del enlosado. El pÓrtico deAhdul-Me~jid, empezado hace seis años yque está ~in terminar, corre á todo lo largodel co~tado septentrional, mientras que porellado del Oe:3tese extiende la galeria de lapuerta del Perdon, l\ la cual hace frente la dela pnerta de las Mujeres. Por último, un pór"tico, casi tres veces más profundo que losotros, se extiende tí lo lnrgo del muro meri-diana!: se le rlá el Domore de iardin, porque

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106en él e,atá·contenido el terreno donde se ha-llaba el jardin de Mahoma, y es el santuariQque encierra tod'Olo que en III edifieio existemás digno de veneracion. Estos cuatro pór:ticos, edificados en forma de arco por el ex-terior, están sostenidos interiormente por pi-lares de materiales- y construcciones diferen-tesr pues unos son de pórfido y otros de yeso.La galería del Sar, donde se encuentra la cá-mara sagrada, tiene el pavimento de mosáicoy de bellas losas de mi¡rmol blanco, que cu·bren de espacio en espacio esteras ordinaria!lsobre las cuales están extendidos algunos Sú-cJos y viejísimos tapices.

En este santuario, como en todos los delislamismo, se entra con los piés desnudos= Lavisita, que empieza en la puerta de la Salva-don, situada en el ángulo Sudoeste del edi-ficio, pasa por el jardín, vuelve cerca del mu-ro meri\lional, sigue despues el oriental has-ta la puerta de Gabricl, y torna sobre suspasos recorriendo la cámara del Profeta paraconcluir en el j:\rdin, al pió del pilar de los

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10'Fugitivos. Debe hacerse en la actitud más re-cogida, orando continuamente y deteniéndosepara recitar una plegaria en 10::1 siguienteslugares: la vent~na del Profeta, la de Abu-De~er, la de Ornar y la puerta Enrejada,que están en el muro meridional de la cáma-ra de Mahoma; en la puerta de Fátima y ,enel rincon septentrional del muro de la dere-cha; en la puerta del Perdon, en el lugardonde descendi6 el ángel Gabriel y en el mi-narete de Ruisiya, situados en la murallaoriental, en frente de la ventana del Profeta;en el nicho de Osman, y por último, en elpilar de 108 Fugitívos, que está en el jardín,donde terminaD las plegarías.

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CAPITULO IX.

El jardio.-Lll tumba rl~l Profeta.-Jesús.-Uná turba demen/ligos.-El jardin de Fátima.-RI agua de Zcmzem.-¿,Es~á vacia la tumba de Mahoma?

La parte del santuario que lleva más es-pecialmente el nombre de jardín, aunque esla mejor adornada. de la mezquita, es muypoco digna de elogios. Miue unos veinticua-tro metros de ancho por treinta· y ocho delargo, y esta decorada de una manera dema-siado teatral para tener el aspecto de un jar-(lin. Allórnanll\ tapices con dibujos de flores,

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J\)!l

Y los intercolumnios e:;t:ln en biertoil de azu-lejos de un yarde brillante, con un friso dearl.l.bescos, qne llega hasta la altur'l de ;mhombre, representando una vegatacion exlw-berautc y sobren~tural. Acompaiíaudo tÍ esil!

decoracion, se ven bellos can'lelal¡;'o" de ora·zos, de crbtal tallado, vendillo:i por una casade Lóndres, si no recuerdo mal, á Feu-Ab-bas, p~chá de Egi pto, q UEl lo~ ha. regaiado 111

santuario. Lo único que allí. hay digno de ud·miracion ea la luz, cernida por lo::; cristalegde colores de las vidriera" que el sultan deEg;ip.to.Kaid-Bey ha hecho colocar en el mu-ro meridiOnal.

Este jardín termina hácia el Oriente en laverja de la cimara, que tiene un soberbioadorno de filigrana de cobre dorado, que ~osárabes creen de oro, más piutoresco de cercaque de lejos, pues á cierta distsncia se parece

. mucho li. la jaula de un pájaro gigantesco. Del.loche, sin embargo, la vis.ta 5e deslumbra:por la luz de las lámparas de aceite $uspen-(1\,l¡¡odel t~cho yle enormes bujías de cera:

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110esta. iluminacion refleja sobre 1&8turbas devisitadores ataviados con sus ropas de fiesta,ordenadas detrás del sitio ocupado general-mente por los hombres más nobles y ricos dela poblacion. Cuando aquel sitio está ilumi-nado tiene, en realidad, cierta belleza; perono obstante, aun mientras dura la celebra-cion del oficio nocturno, es necesario estarbien penetrado del espiritu oriental para ad-mitir que aqoel jlSrdin se parece áun jardinreal y verdadero .••

La. dma.ra ha sido habitada por Hacchá,y forma, en el ángulo Sudoeste del edificioun cuadrilátero de diez y seis metros, com-pletamente separado de los muros por unaga1eria de cerca de siete metros al Sur y deseis metros al Este. En el interior se hallan,segun se dice, tres tumbas colocadas frenteal costado del Norte, y cercadas, segun unos,de muros de piedra sin ninguna abertura, y .segun otros, de un fuerte tabique de madera,que están ocultas á la vista por una espesacortina.

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Por encima de la camara se eleva la cú-pula verde, que está. surmontada exteriormen-te por una gran meJ.ia luna. dorada, termi-nando en muchos pequeños globos agrupa-dos wbre ella. La imaginacion fecunda delos musulmanes atribuye á C:otajoya del edi-ficio la milagrosa cualida,i de brillar comouna columna de fuegos celestes, que los pere-grinos perciben tres ellas antes de llegar á.Medina. Mil! por desgracia, sol<>lo;! hombressantificados, cuyos sentidos materiales sontan perspicaces como su visioIl e" espiritual,gozan del privilegio de distinguir e"te poéti-

co resplandor.Cuando hubimos terminado nuestras de-

vociones, mi compaiíero Hllmid me permitióaproximarme á lIna de las peqneiías venta-n8S de la cámara, llamada la ventana delProfeta; pero como los chiita,; se hall !l.tr~vi-do algunas veces ,1. profanar .v mancillar lastumba:,; de Aben-Bc:ker y de Oilllir, lauz'llldopor la ventana objeto:> inmunclo::l ocultos Ud.j')una bella tela que hacían paliar como desti-

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112nada. en obsequio al seíJlllcro del Profeta:mis acciones fueron entonces espiadas COIl

la más escrupulosa atencion. Al cabo de al-gunos momento~ y despue, de vanos esfuer·7.05, perdbí una cortina en la cual habia.tres inscripciones en gran.ies letras de oropara anunciar allecfor que detrás de ella re-posaban el Profeh Mahoma y 108 do, prime-ros califas. Ellu¡;ar exacto de la tumba de1hhoma se-distingne de 10!~otros ¡1brun granr0sal"io de perlas y por un ornamento parti-cular, célebre bAjo el nombre de: Constelacionde las perlas, colocado sobre la cortina á la. al-tura del pecho. El vulgo pretende que estaes la joya de las joyas del Paraíso; en cuanto

. á mi confieso que me ha causado el mismoefecto que el tapan de una botella. En reali-dad, durante el dia, el golpe de vista que álos ojos del visitante ofre~e aquel lugar na-da tiene de notable; por la noche, cuau(lo laslámparas suspendidas en la 'galerla, proyec-tando un ténue resplandor sobre las losas demármol y Ile mosáico, hacen brillar las ins-

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113eripciones doradas de los espesos tapices, pue-de ser otra coea.

Segan una tradicion populnr, este cercadonI) tiene más lugar que paT,\ otfl\ tumba., la<:111\1 e~tú. destinaJu. á Jesús, hijo de ~l1.1ría, que111Orirá.despues de volver á. la tierra para ser·vir de precurdor á Mahoma y anunciar la pro-ximidad deldia final (1).-

Desgraciadamente para mí, el jóven Maho-met se había vestido con unu. gran túnicabordada, que le daba un aspecto soberbio.Alentados sin duda por esto, los agás ó guar-das de la mezquita, reunidos en el jardin, seacercllron á nosotros, cuando apenus había-mos tp.r:ninado nuestras plegarias en el san-tU'lrio, para dirigirnos sus felicitaciones y pe-dirnos limosna. Fueron seguidos por ef guar-da del 8 ~lln de Zem7.pm 6 pozos riel Profeta,

,1) S~;;,1ll esU tradicilJI1, Clliln,lo se nrerqncn los últimostif'lllpoS dd lllund,), J¡>sús drsceudl'r,i .í la tierra, allunciaráel ~Ilillld ,ha. m"rir.l y Sl'rá enll,rrado jLlntQ¡l Mahomaj eldi'l dI' la rl's:llTl'rcjon ~pn('ral los dos 60 levantarán y 5U-bi"¡iu á los dL'io;;, y Je,ús Iecibirá de Dios la órden de se-parar á l0" bucnos de los 1ll~1,)s, .

TonJo) l. il

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que me traía un vaso lleno de agua sacadadel pozo sagrado, y cuando éstQ,se alejó fuiasaltado por una turba de mendigos de todasespecies. Bien á mi pesar, mis compañeroshabían hecho de mi un hom bre de grandeimportancia, lo que, por consiguiente, meobligaba á pagar la consideracion de que mehabian revestido. Mahomet, encargado dedistribuir las limosnas, no dejaba de mostraruna profusion digna de sus re~plandecientesatavios, y por consecuencia, esta. primeravisita me costó unos cien reales, es decir, eldoble de [oque me habia propuesto distribuir,sin que jamás en mis visitas sucesivas pudie-ra retirarme sin haber pagado tres 6 cuatroduros.

La Bola cosa que hay digna de &teneíon enun patío enarenlldo y á cielo descubierto, esun cuadro de tierra bien regado y cerrado conuna verja de madera, á que se da el nombrede jardín de Fatima. Contiene una docena depalmeras, cuyos frutos son enviados por loseunucos, en calidad de presente, al sultan y

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116á 10Bhombres más principales del islamismo.El vulgo 103 tiene en grande estima; pero se-gun pude comprender, 108 ulemss no estánmuy convencidoB de su valor. Muchas mez-quitas, entre otras la del CairG, tienen jardinesparecidos á este.

Hácia el ángulo Sudoeste de este circuitoestA sitnado el Zemzem ó pozos del Profeta,cdbierto de un techo de tablas sostenido enpilares de madera. Dicen unos que el aguade estos pozos es salobre; pero la mayor par-te afirma que es excelente, y la atribuyen áuna comunicacion subterránea con el Zem-zem de la Meca 6 á un manantial que existeprecisamente bajo la tumba de Mahoma. Laentrada á los pozos es por la galería de lapuerta de 18s Mujeres, que, durante las pri-meras horas de la mañana y las últimas de latarde, sirve de paseo lÍo los maestros de escue-la de la ciudad y á sus discípulos. Un pocomás al Sur se ve una empalizada movible, demadera pintada de verde, y de un metro dealtura próximamente, q~e separa al iman Ó

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sacer~ote de la,turba de crey~~ ..~~~ac~de~ h~cer slUl:J>4lgarias ... ,

Cuando dilJ,loS por termi~ada nuestr.a ~i~i-ta, la n,ocheeJ?lpeze.blt á cerrar. ,.Salimos delsantuario, teniendl} buen cuidado de sacarprimeramente el pié i~q\lierdo yd.e ;00 volvernun~ sobre n~estros p~os, ta~ comg lo pres-criben la SunM Ó las 8nti¡u,as. tradiciques. delProfeta, y volvimos á casa ••

El Sam.anhdí, la ~utoridad quizá,másgrande en este punto, dá una pequeña partede la descripcion del sepulcro de Mahoma:tUlt.r.eotras cosas dice, -en los términos másclaros, que habiendo entrado en la cámaraantes que el sultan de Egipto Kaid-Bey lahiciese reparar, ha visto én el interior tresprofundas fosas, pero no el trazado de unatumba. En este caso, ó bien 108 restos delProfeta, á pesar de la supersticion da los mu-sulmanes, se habian ya mezclado con la tier-ra, lo que nada tendria de extraño daspuesde un enterramiento de nueve siglo¡;;, ó bienhabrian sido rebad~ por los cismáticos chiitas,

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lli

que habian estado encargados de su guardadurante muchos años: esta version no tienetampoco nada de sorprendente.

En ~uma, confieso que por mi parte nopuedo menos de dudar, sin embargo de lacreenc~a general de los musulmanes, que lo:>restos mortales de ~fahoma existan touavía enel santuario de ~ledin8.

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CAPITULO X.

Medina.-Apunles hist6ricos.-Saqueo de la ciudad porlos vulJabitas.-La tierra sagrad •. -D6SCripcioD de laciudad._Sus habitantes.-l-'amilias eélebres.-5ectas di-versas,

Medina, segun las tradiciones de los ára-bes, fué fundada por Amlak Ó Amalik, nietosde Sem, cuya descendencia fué destruida entotalidad por los israelitas en su viaje á latierra de Canaan, y no debe su celebridad yla prosperidad que hace aIgun tiempo gozabamas que á la. llegada de Mahoma. y de suscompañeros, que se habían fugado de la Meca.L08 vuha bitas se apoderaron de ella y la sa-quearon.

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119La. ciudad acababa de capitular: Saud,

rodeado de 108 principales capitanes de suejército, penetró en la mezquita del Profeta y;leg6 basta la cámara, pero no se atrevi6 á. in-troducirse 1etrás de la cortina ni intentó verla tumba. Sin embargo, no dejó de llevarselos tesorOíl acumulados en el santuario, laconstelacion de las perlas y los dones envia-dos por todos los habitantes de las comarcasmusulmanas; Galib, cheríf de la Meca, com-prÓ la mi~ad de estas riquezas por ciento cin-cuenta IUildollars (1), J la otra mitad fué tras-portada Po Drehja. El edificio se libró de mayo-res dev/l~tadones por un accidente tan impre-vbto corno afortunado: atraidos por la idea deq ne lOil~l{¡bosy la media luna que sirven deremate á la cúpula verde eran de oro, 108 VU-

habitas decidieron arrojarlos á tierra; perodos de esto;:, que inttmtafon trepar y encara-marse sobre aq nella techumbre, compuesta,

((: Tres miHont's ciento ochenta mil reales IllÚxima-m~de,

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120segun dicen, de tejas barniza1fas, resbalaronen e1l8s y se mataron al caer en tierra; pro- .dnciendo esta catástrofe en susoompailerostal temor supersticioso, que abandonaron actoseguido sus proyectos de destrllccion. 4.demásde>esto, las contribuciones crecidisimas quelos VuhllbitaS' impusieron á los habitantes, ysobre todo, la prohibícion de hacer peregrina-ciones al sepulcro del Profeta, han tenido rui.nosas .consecuencias para Medina, cuyo de-caimiento es desde entonces cada vez ma.yor.Esta es la. l'azon, justa y fundada por cierto,de que siempre que los' Mbitante~ de' estaciudad hablan de aquellos sectariós, lo hacencon un sentimiento de horror que no preten-den ocultar .

.Despúes del tratado de paz concluidoen 1815 por AbdaBa, hijo de Saud, con el ge-neral egipcio Toussu!l-Pa.chá, el primero,mediante la suma de once mil duros próxima-mente, restituyó á MediDa y repuso en suantiguo lugar todos los objetos y vasos de oroque en el intervalo no habin"n sido fundidos.

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Alguno:; niegan e:ite hecho; pero el aspectoactu:¡l dn la mezquit;\ y de la cámara me pa-rece que sumiuistrau pruebas evidentes.

La ciudad de; Profeta (illdinat-el-,Vabi) seeleva eL la orilla del Nedjed, sobre esa vastallanura que forma las comarCas centrales dela Arab~a. Los límites del territorio sagrado,tal como fueron ¡¡¡eualadospor l\I!l.boma, pue-den senir todavía para indicar 10:3 del llanolle ~Iedina. Háeia el Norte, á uoa distanciaque no baja de cinco kilÓmetros, se percibenla.8me;;~tas de roca del monte Ol1od, que eslino de los últimos accidentes de la vasta ca-dena de granito que, tendiéndose de Akaba áMoka y de Moka á Mascate, corona 108costa-dos de la península arábiga. HAcia.el Sudoeste, igu81mente á cinco kil6metros de disbn-eia, el llano termina en las faldas de unos cer-ros compuestos de eseoreis basáltieas y en ullacolumna de rocas llamada monte Ayr.

Por las otras partes el límite es imagi-nario, y forma en torno de la ciudad uncirculo irregular, cuyo diámetro es;de (hez y

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122seis á veinte kil6metros: esto es lo que sellama santuarioJ 6 por mejor decir, tie,,"a sa-grada. Cualquiera que muere y es enterradodentro de sus limites, puede contar en el diadel último juicio con la asistencia y la inter-vencion del Profeta. Aqui, más que en ningu-na otra parte, debe el verdadero. creyente te-ner una vida moral, abstenerse de bebidas fer-mentadas, y ser inofensivo para cuantos nosean infielesJ sacrilegos 6 enemigos del Profe-ta. Algunos doctores musulmanes pretendenasimismo que nadie debe cortar un árbol, .nimatar un animal, ni cavar albailales en aquelterreno privilegiado.

Medina se compone de tina fortaleza cons-truida al Norte, de un arrabal y de la ciudadpropiamente dicha. Esta, que ocupa la mitadmenos de e~pacio que laMeca, es, sin embargo,un tercio más grande que Suez. Sus murallasforman un óvalo irregular, provisto-de cuatropuertas de las cuales las más bellas son ladel Viernes, al Este, y la de Egipto al Oeste.Los arcos son maci~os, y están flanqueados de

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dobles torres pintadas de un color brillante yque ofrecen sombra y abundante agua á lossoldados. ti los camellos y á los paseantes queallí se reunen en\ran número. La calle que,partiendo de la puerta de Egipto, conduce ála mezquita del Profeta sirve de gran bazar,y entre la misma puerta. y el arrabal, cási en-frente de la casa de Hamid, están los dos mer-cados, el de frutas al Norte, y el de granos alSur: esto:! mercados tienen un aspecto misera-ble, y desdicen mucho del de la puerta. TieneMedina numerosos cafés, pero aunque llevaneste nombre, no son más que miserll.bles bar-racascubiertas con hojas de palmera que el soly la Uu,.ia han ennegrecido.

El viajero no encuentra en esta ciudad,además de los cinco templos, otros edificiospúbiicos que nna excelente casa de baños,los cafés de que he hablado y cuatro pa-radoreE de caravanas, que si.rven tan prontode almacenes como de alojamientos. L~s casasde la poblscion están construidas con made-ros de palmera, ladrillos cocidos y escorias

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de basalto, y tienen generalmente dos pisos:'y una azotea: las principales están pÍ'tlvistasde grandes patios, y tienen~quei'ios ill.Tdine~'con pozos de agua bastante--Uuenn: los bal-cones SOn enrejados, las ventanas son mufparecidas á. las troneras de un fuerte,' y estánguarnecidas de sus correspondientes ma-'deras.

La poblacion de la ciudad, comprendie'Íl- 'do tambien la de los arrabales; se'ha calcula-do en diez y seis ó diez y ocho mil habitantes,y en general, está compuesta de familias é,in-díviduoB pertenecientes á todas las razas delIslam.

Entre los sunnÍtaB, es decir, entre los ára.bes ortodoxos; se distinguen diversas' raz!ls,que están reputadas como las más nobles delmahometismo.

Los descendientes de Abu-Beker, llamadosSiddikitas~ son en pequei'io número.

Los q'ue descienden de 'Abbas, que llevanel nombre de J(alifitas, e~tá.nrepresentados poruna sola familia, en la cunl se escogen los

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imanes del santuario y los guardAs de lu tum·

ba de HamzÉ.De Abu-Ayub, muert~ en el año 628 en el

si.tio de Const,antinopla, viene una faml1ia muyrespetada, cuya nobleza se remonta h más dequince siglos, muchos de cuyos individuos sonl.ambien im'lnes del santuario y que tiene el?ri vilegio de custodiar la mezquita de Couba;esta familia, es, sin embuI'go, poco poderosa,Á. causa principalmente de su pobreza.

j';o exi:,ten en el dia má~ que dos represen·tantea de la posteridad de Abu-Youd, que haprovisto t!',mbien al santuario de muezincs y dei:naneil; ei tos dos supervivientes, segun mehan dichc, son una jóven y un muchacho,

De Sa~~b desciende una numerosa familia,cuyos individuos soa empleados en el sa.ntua-

rio, CODll:rciantes 6 viajeros.Los que traen i'U origen de Carsani, son en

,'U ma,yc r parte mel'caderes.Ea c lImto á 10il descendientes de AlI., los

qne no 'lieneu de los hijo:> de Fáti:na son iu-~onte~tablemente suuuítas, y fo,'m~m l1 uu;;

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1!6doscientas fluniliaa que no se distinguen ~elresto de los habitantes de Me.dinapor ningunaseilal vieible: sus indi!idnos es~án empleadosen el templo ó dedicados al comercio.

Los descendientes de Ali y de Fátima.cuestan en su familia á Hossein y Hasssns losdos santos reverenciados por los ehiitas. Des-pues de la muerte de Alis H&8Ssn abdicó, re-tirándose como Hossein á MediDa, donde per-maneció hasta su muerte, en tanto que aquelse hacia matar en la fa.mosa batalla .de Ker-belé.. Los qu~ tienen á Hassan por padre, setitnlan cheri/es, y se ocupan sobre todo deasuntos de guerra y de gobierno; los que .des-cienden de Hosseins originarios de los docenietos de éste que sobrevivieron al desastrede Kerbelá, se dedican principalmente á. losestudios cientificos y religiosos.

Durante largo tiempo, estos habitanteshan estado encargados de la custodia delsepulcro de Mahomed¡ pero en la actualidad,privados de este privilegio, han trasladado suresidencia á Suvuerkiya, en el desierto, al

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E~te de Medina y distante cuatro 6 cinco jor-nadas de la poblacion: asi es que, mientrascuentan unas noventa 6 cien familias en elcl&mpo,no tienen más que siete ú ocho en laciudad.

Sin embargo, se los considera como babi-tantes de MHdina, y 8US cadáveres reciben se·pultura. dentro de los límites del santuario.~[uchos los tratan comosunnitas, y otros creenque alguno~ lo son entre enos; pero la opinionmás gener».l es que ocultan cuidadosamenteBU culto cbiita. Estos fatimistas son pequeños,morenos, muy parecidos á los beduinos y con-servan las ~ostumbres y el género de vida delos antiguos árabes.

En fin, ~Iedina contiene tambien herejes 6cism4ticos declarados: estos son los Nekuales,que profe;;an abiertamente la secta chiita yllevan has ea el ex~eso el respeto por la fami·lía de Al!; tienen sus sacerdote,;, se casan conmujeres de su misma sangre, y no ejercenoficios más elevados que los de jardinero,barrendero ó sacrificador. Despues de su

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muerte, como. durante su vida,. está!) ~xclui-dé's del· santuario, y son el objeto de ma~di-ciones y de c~lumnias infinitas. Unos;l08 ha-cen descendientes de los ansarianos 6 de Ye-zid, hijo de Moaviah, y aunque sus opinio-nes reljgiosas no permiten admitir estas hi-pótesis, han podido Bar llamados hijos. deYezid por haber sido trasportados por. él deSiria á Medina: el hecho es que, á pe.sar de s,nsvestidos y de su lenguaje arábigo, variosde sus caractéres distintivos han traido á mimemoria el recuerdo de algunos pueblos dePalestina .

. FIN DEL TOMO PRIMERO.

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PEREGRlNACION A LA MECA.

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-.-- ..--.-.------ ....--- --- - -------------

PEREGRINAClON A LA MECAPOR

El CAPITAN SURTON

ESlractaf\a y tradllcid~

POR E. H. Y F.

TOMO n.----------

MAlJ/llV:Imprenta de la Gdlerla Litorarla,

Colegiata, 6 .

•••••

~:.-:- ,o., LU,S-,4¡\C_,- ~,.-:¡'..: Hj(_:

C';, ALOjj~CIC!

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CAPITULO PRIMERO.

lA merq\llta 416Couba y SUtradicion.-L3 tumba de Ham-l~.-EI celllenterio de EI-Bakia y 8Utlsdicion-Los ml~n-digos.-Un cometa.- E! heduino Murjrín. -PtOYl'(:\Oabandonado.

Los lugares más renom brados que, despuesde la tumba de Mahoma, visitan los peregri-nos musulmanes en los alrededores de Medina,son la mezquita de Couba, el cementerio deEI-Bakia y la tumba del mártir Hamzé, que,como dijimos en el tomo anterior, está situa-da al pié del monte Ohod.

A.poca distancia. de la puerta de Couba,

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que asi se llama el portillo que es necesarioatravesar para dirigirse desde Medina á lamezquita. que era entonces objeto de mi cu-riosidad de viajero, se encuentran unas plan-taciones de esbeltas palmeus que unen á. losencantos d~1~~~1~s43~~~.t>una som-'rallena de frescura. Los árboles perfuman elambiente con los balsámicos aromas de susflores, y los pajarillas se agitan entre el ra-maj4\ e~dO-,llllS' C&líltOil,~ollioIlOfJ.'f&1

t~oncoAe laspa~pt~ra~ s~ i·~le-,.,~~ee,tt),'1 ~~-brador como una caña, y su verd~,¡ \;p,plJ,~,~nforma de sombrilla, descuella sobre los árbo-les que la rodean: en cuanto á sus frutos, nome atreveré á decir que sean superiores á losdátiles de la Meca; porque ,eso,seria un saci-i-legi(}.Eli general, la palmeIIA de los dátiles'puede trecer en loa terreu.0s-Járido8, pero, es 'indudable que a1quie'Jlen más ,completo des-arroyo e11 l!\s niárgenes de los riachue1os\ yen Wdos los terrenos'húll1'l!dos: ~ll.s <le Me-dina, ti pesar de la aridez\41lIa1tieua, produ-"cen niéjores frutos que lu'd,tH)tros pumas,

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'1

este, J:HlctJuataIleilue ciebe'i()18I1lellteá'q~ setiene' el ,o.uidado ,de,tegarlaa¡ trea. veeeB' al día."

He visto en estos jardines cebollas, pl1er-'ras, zanlll$riasj' nabos,. cohbmbros y'frutallfencantidad abunllante, cinco especies de viña,de las Cl1ale~ la mejor produce linos racimog,blancos, cuyos grauos tienen un sabor muyparecido abde las \ívasde Toseana; el juyabal,cuy,.s bayas 30n muy aprecilada.a en e8te país,albérchigos muy duros y cuya oorne está,fuertemente!adherida al hueso, ' bananas, ,me·lones de agua, Mgos y camuesas, pero meextr.aMquenohubiese pellas1ni albaricoques.En ell&'nto'á.la8,~rlánadas, las hay de tres di·,yersas: especies, y entre ellas,'lB'IJUÍshermosay la"mejor eH.la qrle'se/conace'con el nombre(le gran.da;de 'Siria; ni>hay en todo el Orien- 'te otra! ftllta>: que pueda 'riValizar con estagl'aU1Hia~' ,

Antes de llegal á' la mezquita, fuim03,como ya habiA previsto, asaltados por unaturba de niiios mendigos, muy semejantes á.pequeños monos desprovistos de cola, y por

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SBOAmf(dI'e'~ euyo 18~M> 1M hv.ctr~M,l" i~vohlntariammte'en la8célebr~ blil'p1as declafábul&. . ~. -

Hé aqulla, tradiaion que se refiere á lit

mezquita de Couba. Cuando Mtlhom&, en 8\1

huida de la 1\Ieca, llegó á Medill8, la ca.mellaque múntaba el :Profeta se detuvo ea eitesitio,echándose.aobre el vientre. Maboms'hnroqueBUSaqmpaiiel'Oi cabalgasen en ella; Abu·Be-ker y Om.arobede.cieron la'órden delPrbfeta,y á. peslu de esto, la camella permaneci6 in-mÓ'VihMoutóla enseguida. Ali, yentQnces elanimal se levantó, marcando oon Ins paso8 elespaeio sobre el eual bizo Mahomaedifical' laprimera mezquita. que hubo en el mundo. Elterreno perteneeia á Abu-Ayub, y por estacircunstancia, la guarda de la mezquita seha conservado entre 10l.'l descendientell de esteansariano (1), que se reparten las limosnasque dejan los creyentes. La mezquita, tal-comola ha reconstruido el sultan Abded-Hamid,

(Ú Sa dá el' nombre do «ansarianos» á 108medinesesque prestaron hospitalidad' Mahoma.

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1}

tiene más bien el aspecto M un O!\t1tillo queel de un templo. ',<t

El edificio está rodeado de cierto númerode paqueñc¡s lugares de oracioll, entre 10$

cUf41etlse cuenta y es digno de mencion espe.cial elsitio donde Fátima molia su trigo, enun molino mQvidoá brazo, para hacer cl pan.Nosot.ros no entramos en él, á fin de evitar la.;;reiteradas y contín~~~ticiones de 11,1. li-mosna que nos dirigialf,. ~ JUe.Q.digo!l q.uepululaban en aquel sitio.

~endido por el paseo, y sobre todo, por e~sofocante calor del sol, aunque no eran mái!que las nueve dI} la mañana., me recosté paradescansar junto á un pozo que alimentaba unarroJuelo, y por el efecto natu.ral del murmu-llo del agua y de 11.'grata sombra de los limo-neros y grallados, ~eiquedép!lOfulfdamentedormido, soñ&udo que ¡p.e:encontrab~~omo._do A una ventaua rodeada por los verde~~_panas de una parra, contempl/1.u.do el hermo-so valle de la Lhne (1). COUSUi~'VQ..>S aguas,

(t) Pequet!o Talle do 1-'rancia, cerca de BoIOlia.

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Hl:Il\leil~101\"tulati'o yíl!1ts ?ibazós ~~rMe.,t'o!l''ítt~1.chos de blanc& nieve. ' , ,,[¡ ¡ .•

!linDas h()T~d d~spue~ li~'b\ám:dS I'tll.thbienhecho nuestras plegariá!f!lob\'é fá':ttirlttli d~tmártir Hamzé. Eg~-~qiiér.d' HioHnmefit!';;hovale .verda:deramént~ 'fa "lpeBlnie ~T''vI~it~Ht')por el vllljero, pero, j1l.qJe 'rlo'Ht!rit 'Msl\i'6rtie',ea ,•...to merlO~'la OC8síotf"de ~tiiihill·'el abra-eitMy eSCábrosl1tffiefttr'mi'q\1Ó se etH~tintta'~r(fd'16sej~¡lcitbs ae M\ihollHi y '-Nbll ~fiKH:

En cuanto al Cen1~htérí¿I'de\ ~-iffaldk;;lMeré1~t~~1é~igita.d rodo§'ldgJd(a~~y~t~stJnoiíi¡Pé,UiijS\b~e;,1b~':Vicr'n'e§ ~i)to íO:hJeti¿~:¡lt'J~;'~tili'~.de haber ht!~hJ slls~klegi\rl~f«nte,\r"iliínba del 'Ndtet~¡S~gt\tHl\itra(ticiOÍl qÚe l'~áé6mpáíla,ret i Nitimo"dfk"d'cl'tni,ndo, cnanihen los' aire!l teánene 'l~"trb'tnpeta d~C jnicio'Rn'al;'diell fuU','6 '!i'loínie1Ío;f setenta mit san·to~,'héfidi~:\l1 '10;\ "i~1I '~obt'c el cemcnt-erió'cbrilo§-' tosttos resp\l\nde¿Whie~r como'lB'l uriri'nena'~ Se cree qtie hh.y drey. mil 'compañero~del ' Profeta entetrados :e~ '8'1;~ IS~~S:~le'ceri·dientes se i~norn.fl-lI¡'lIlR6tlo"El''Prim~~ d\(,,-\\-

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to queltlesncitarállerá Ma.I4omIi, el esgundo,Ahu'Bek(':T, el-terceroOmar, yenseguida.loscl'eyeu te~ '8epu.lta.dos en EI-B'Ik1li, a.lluien~8seguirán los ~~l1e se, hallaD enterr8do8 enJaMecll.. La versiOll ge(leralizad/l entre ltla mu-sulmanes que a~eg'l1ra la sslud eterna á t()doe~ que muera en cua.lquiera de lo:'!dos sllntlla-PÍ'os, ha hecho subir estoi' terrenos más allá detodo precio y de todo valor.

Et 'primero de los moluigerinos (l).q.ue mu·rió en Medina, 08ml1n-bell,~1IlzelU, fué asi-qlisrno 'eiprimero qu.e ,haHó s~pl1ltl.lra en ~Irecinto de EI-lBllkill. El campo est.&ba en-tonces cubierto de unos árboles llam"dos gar-liad, que fueron cortados, fe arrancaron lasrlliaes, se niveló el .terreno, y Osmllu {ué en-terrado en medio del nue'Vo cementerio, ha-biE¡ndo pue.§to Mahoma, con sns propia3 roa·M~, dO:ilgrandes piedras sobre la tumba, unaá la cabeza y otra alas piés de su fiel comopaiíero.

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12Este cementerio de 103 santos forma un

oblongo irregular, y está cereado con '!nurosde piedra y rodeado de plantaciones deesbel,faspalmeras. Su ex:tension es mucha menorde lo que seria conveniente para. el frecuenteutoOque de él se hace, y sin duda. alguna nopodria contener la. innumerable multitud decadá.veres que en él se encierran si la manerade hacer los enterramiento3 en esto3 paises notuviera la ventaja de precipitar la descompo-sicion. La puerta es demasiado pequeila y defeisima construccion. El ilÑerior el lúgubre ytriste, no contiene á.rboles ni flores, y 108 an·tiguos monumentos destruidtlR por el fanatis,mo de 108 feroces vuhabitas no han sido reps~radosmásque ámedia.sy de unamaner~mea·quina y miserable. Tuve buen cuidado de en-trar en.e1 cementerio descalzo y con el piéderecho, como en una mezquita, á fin de queno me tomasen por un infiel.

Loa mendigos nos esperaban haciendo re-verentes cortesias. En la puerta del cemeste-l'io, numerosas viejas y tambien algunas j6-

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venes se disputaba1I' el ;euidado de presen~ar-nos las babuchas, que n::Jshabiamos quitadopara entrllr, y su~edló que, en Sil áesintere~~claoficiosidad, dos de aqnellas extrañas sirvien.tss me presentaron cada una de mis zapa-tillas.

11:n el interior, algunos muchll.chllelos es-taban prcmtos á dirigirnos las más importunasy digcordantes altlOne3tacione3 para obtenerde nosotros algunas limosnas. D~3graciada-mente para. mí, el buen Ihmid tenia fama deno conducir á las mezqufta.s ni al cementeriomás que peregrinos ricos y poderosos, y porconsecuencia de esta reputacioD, mi bolsillo sealigeró aquel dia en unos sesenta l"eales. Deboreconocer, en verdad, qlle más de cincuentamujeres, profundamente agradecidas ámislibera.lidades, Beocuparon durante la mayorparte de la mañana en rogar á Dios pór elalivio de mi pié ~mo; más sin embargo~tengo tarnbien .el~Rtimiento de no podethacer consta.r que s~: ~'Plegarias me prodUje-••ron la menor mejoria.

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14: ¡

11;l explén~ido cpq1eta, a,p.~cLó P.P~ aq~Ilo~ ;di~)e~ ~o~ ~ie\os d~ O•.cideope•. y .al ~nt:')te.mp~rlc;.)o~ h\\qi;an~~ld, .M~c,ii~apre&\ntJ,lf •..rOn, c0IP:04ft0r~j~"rj<>,. 9~~ lqs ",¡:qell~bl\;eJ"haXll;bre, 1'/0gu~rra Ó lalpedte •.~ en .e,f~~tlI}(),:

tardaron en romperse las hostili'dades, por QJlR'

causa somamen.te¡eve, entre ~sf&qlilia9' fila.m~da y Hazirni, ;pertenecientes ambas. á.-la POr'dero.sa. familia de los Beni-.fb·rb, que dieronP!"iu~jpio á u~a guerra fero~ :Yaanguin1iria.Dura!}te el dia. 30 :de; RgO~t<l, .se ¡pudieron oir,'djstin~a y c.lar¡am,entEr ¡desd¡e la. ciudad lf,S re· .~tid8S ~esqar~~; d,e fuaileria que se haciaa.en Ía m()o ~~~~; La~1;~l~~ es~ban llelllla <l~:bl\Il4,,~ dl1.bed~i~08-l},QEh;con el sable Ó la. es·,ningard¡a. ,en ~a Iqano, 9 simplem~nte eon UD,·

tr~mendo ga~rote al hom\)rúj a~)novi~n aprltl'l

suradamen.te con la esperanza de no lle~al'~m/ll\iadq}aFde. para ,tom..ar parte en la bata •.U,-. ~oslb.a b¡tante~ .de ~:Ull~ad 1011<llenabll¡Q.:de terribles rpaldiciq~:u~,8,;;.que proferian entre;dieQ,~, ¡y,~ r~gQc9_pfl.nprellllJturamen te con.la esperanza de que t9d~ .aquelloilr-f~roces

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IllDD tffi.i'Wetud dhMllmr,iáli,.Q!U9it ~ f)UIoA~a'S~6r.úUirno.1Ea)qullnto~á ~os¡peregrin9s.e11 tun-dádOi teilrorqi.aJlef-; 4efla;ParQw.tod~ SQ~~t.nn!Ue~QS,y. l¡..e.xperienc4a d;e q~: una ~~-dé p,)lvofa bastl\ba.·Pl'(J'll.~todu~ru~tY~J'&z~n.eindiQ~Jl;aquen8 .tierra Lnf\aw.aQle,~Q, ~\lmogrsda;:loi,ba.bisu ,')\&IUi~J~n,ull$.R1'llJ.O!l. ,in-

quietlJa.¡; ',¡, ., ., r d ¡ '".'Dluirabtenue~t~ v:i"~.l~ ,JI\Ulbo,á .Medi:-

nI):,¡ habi8i.r.:o,3.IIU~•.d~ I'lel~.nei. ~~~et8!s.c~UI1qedq.iuo1de l••t~i!m 4e lPlJ13enÁ,~~b, qp~se; <llamaba ;}.'{.ujrin., Jmng~Ado¡se" ;&hl:PM~'"~l.gnna-~.q:~e·IU~" ~l\~dQ ¡·wr -qIl~l1¡iteres ~t2periM s, elDp.rf't~J.\~rr~.:J\h1frn~l,l~eell{iaje'.de M~diQJJ A M~l\ltl" :JemHr~~ P'tl~-g.rosa en 81JiplO.Jgr/l.Ao•. ei i# tiene: AA.~I~~~lIl

qlJe hacia; muclN&lau<).:!' q!.Í~ el paíi¡~e 0~l);I\

habiadejado de eur.iaf lSu~)c.l:aV¡8.u~-;aUfiddjja.z, &qulÑ¡ ~:lOmo.T'~,Becbaltil\;:enC~~~)d~¡lI.l}.;quírir todas la:\ noticias é informes .<tu.~,!J;Q~

eran necesarios acerca de la ruta que pen:;abaseguir, corounicáudomelas, segun habíamosconvenido, poco despues del medio dia, á eu·

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18ya harA todos m habitan tea de la eala de mihué3ped' estaban domioados por el lueiio.Aeabó por collsentir tambien en'partir ~on.•.migo eu uno .de los ÚltiDl08 diu de. agosto,y resolvimos que me evadiría ocultamentede C88&de Hamid, dírigiéndonoB, despues dedisfraz8rme de beduino, í. las costas del marde las Indias. A la apertura de las h08tilida-del', el valiente Mujrin, DO queriendo dán-donar á SUB hermaJlOB de l~ familia Hammi¡que eran iOll zirenos numerosos, me propuaodemorar la partiaa ha&ta fin «le diciembre¡pero estrechado ~; mi&'Tepetias pregunta',acabó por manífestarme de lamanQra másclara que nadie, fuese beduino'óviajero, po-dia avanzar con seguridad en aquella direc~cionni aun hasta KaibaD. Eata eircun6tanciame ~bligd á renuncill.r á mi proyecto de atra-vesal de Noroeste á Sudeste la penínsulaari bfgá.

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CAPITULO n.

Prepualivo, de marcha.-Comejos de Hamid.-Salida deMeiliD8.-'LGs negros del SudaD.-Aspecto Y Órdt'A dela cuavaoa.-\'ida de loa. peregrinos.-Un apodo es-tnño.

Abandonado el proyecto de viaje tí 108

territorios de aman y el Hadramaut, me en-contré en el caso de ir directamente á la Me-ea, para lo cual resolví esperar la partida dela caravana volante, que sale de MediDa el 3de setiembre y bace su camino á marchasforzada8. No tuve, sin embargo, que esperarnada, pues el mismo día 30 de agosto nllo de108 awigos de Saad el bandido entró .ea ·Ha•.

Tomo 11.

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IRdina anunciando que este feroz jefe habia to-mado la resolucion de cortar 111 cabeza á todoscuantos penetrasen en los desfiladeros de lasmontañas, si no se le pagaba un exhorbitantederecho de pasaje.

Al dia siguienie;l-per "lIamadrugada, mibuen huésped Hamid, que habia ido al bazar,volvió á CIlsa y me dijo con acento doloroso:

-:¡y!!m?,s, ~fr~ndil [>.~~'pár!l,~e;.en,se.~~~;~.a:".,pse f()rma,la¡CIlJ'Uall80t'Kliantel,Y ..tod.Qa.lo,e¡J¡.\Clofe.grillOS ¡párteo 'niaff1ths'; ¡Quferb Díl'is Ig'1tár-

"1 "darte de todo peligro! ¿Y tienes tus oures enbuen estado~ Ten en cuenta que vas á atra-Vedar el desierto de Dar-el- Clw,rkt, donde no.encQntl~M d.W-anteJtras dlas ni uná¡$018~Gtade,agua.; lf. ' . '•• , ;; :, ~ '. () >,;' : 'lit

~.Esta terrible:»tl)tIWliS4 'qOff p.areaia Hea.ude horroc.' al pobr.eHa;tIliid~. á:mi,. ptlr~;&l,p?'"trario, me" colma.ba &ejl\legtoill. . Ningu;n" ;eD~ropeo hllaia vi1!touQ-n la::célebra ru.~a segW;1da por, el l!ustreCf.lifu llilsl'1IOlJllliRascbid &iel Nedjed, y;yo 'ibá {d.s~oi¡'~ahH$t6 j:l\l1>t.émmft!o~: ' .,L '- ;l·a ';j j'¡ 1:";),:;,;, ,,,; ¡- ~l

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19Nó .habla' ll~ D1iDUid qu~ perde}\ pues

qneriamo9 pai'tíl' lÍ;la: malil!,na signiente conlos per~g~illO~i'Y U() teni8¡IlOS mils que undia para hacer. nuestros preparativos de mar-cha. Mahornet, con 11\m:lyor dillg-encia, no:'!procur6 por cuatro dlIroS Ulla doble litera enlacl1ll1 ticbíamo:! hacer el vIllje, y por 11l~ome-nos de euatro pesetlls uoa e"peci~ de h/lm!ical.1esti.u11 dll. á mi criado Nour, CIIYI;S COfnllll hresno le perlIlitian pasar la noche tCIl(ht\o i'obrelosfaraos del equipaje. El j6ven Úrnbe tra-bujÓ con desusado ardor dllralltc to(\,) el dia,cublliendo nuevamente la litera, haciendo euella las reparaciones necesaria:::, gu<trne-ciéndol8, así delante como oetráB, de gran-des bolsus destinadas·lÍ; conteoer nue::;trasprovisiones, y añadiendo una espt!cie de zur-tones par& guardar 11\8 vesijns llenas dé egul\.

fresca.Por nuestra parte, Nour y yo nos ocupnmQs

de inspeccionar cni(l<\dosam~nte IO:i odrellparael ~g{\a,. y tu vimos la desgracia. de :encon tnf·

108 roido!- en varias partes por 108 ra1¡one8.

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20Era imposible que durante aqoel dia enobn-trásemos, ni aun pagándolo ápeso de 01"0, Un

solo obrero que- quisiera componerlos, y notuve más recurso que dedieal'me, de la mejormanera que me sugirió mi ingenio, á ponerlesunos remiendos, eo taoto que Nour se encar-gaba. de reunir las provisiones que nos erannecesarias para. un viaje de catorce dias porel desierto, y que consistian en harina, arroz,cebollas, dátiles, pan sin levadura, queso, li.manes, azúcar, té y café) con una buena can-tidad de tabaco.

El buen Hamid no quiso confiar á otrapersona la negociacion más importante) y seencargó de buscarnQS un camellero defideli-dad á toda prueba. Era el que nos procuróun beduino de la. familia de los Hamitas, lla-mado Mesud, cuya barba estaba blanca co-mo la nieve de las montañas y que tenia losbrazos y las piernas eabiertos de cicatrices.Entramos acto seguido en la discusion de losarticulos de nuestro contrato, y de8pues quenos pusimos de acuerdo acerca de las con-

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dicione¡; del viaje y el beduino se hubo alejadocon su hijo, el buen Hami.l me encargó que108 tratase y alimentase lo meior posible, paraque estuviesen satisfechos de mí, y me acon-sejó que en ningun casa dejase trascurrirveinticuatro horas E'in meter la mano eo elmismo plato en que ellos comiesen, á fin deque permaneciésemos siempre en términos deSIJl, Ó lo que es lo mismo, en términos de hos-pitalido.d ~l). Debia tambien, para impedirlesmalgastar mi provision de agua, tener mucho~uid!\do de hacer poner los odre::;sobre el ca-mello que me precediera, ligáudoles bien laboca para que el liquido no se ~erramase Yvolviéndols hácis arriba, y no há.cia abajo,como se hace de ordinario; finalmente, debiarenovar la. provision siempre f}ue fuera. posi-ble, y encerrar los odres en mi tienda durantelos descansos.

\ 1) El árabe con~idHa sagrada á la persrna que ha co-mido C<Jn éi en un mi"n1o plalo, y aunque ,ea,u ffi'l.j'or~\t!Oj lila leyes hospitalarias le prohiben intentar nadacontra él antes de las veinticua\ro horas siguientos á la co-mlda.-N. del T.

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2Q

DediqM: Íag primeras horas de la noehe l¡i

p!l~I.l't klg11nas deud!t~de !ioea il'llp'ort~tlCik;ns6tittiqué nn ertel)tal deja :M'empre' Trara 'el:último momento. El buen Hamid me babiátratado dé I1na mll.nera tan amible y m'eihabinrepetido C'ón tant!\ freCÚencia que la gen'erosi.dad era la primera de las virtude~, que no'lereclamé nada de los ciento veinticihoo fr8n~i'á que 'ascend'l-d el préstamo que le}jici~ril. én'Suet; SUg treS' herman6s tecibi~ob: tle tirico 'ft¡diez fl'3ncos caoa uno, y algllMs de 'sus pari4:!n-tes qnisieron hll.eerme entenderqtíe un pr6ee~del" semejante plltB -eadll: UtHfdel!Uclníubi~sirl6 mtiyd~ Sll'gt\stb. ~

Etiseguf'dll b1Ijl\mnsel et}uipáje á l'a pil-et"~ta' dé la';c811~ y di~pushnos los bultós' P'!ftil' pij~)derlos cargar -ai primer aviso. Se detia que lapl1THda' tendría ;:lugar á media¡'noche;,Pe~~siendo ya las dos de la madrugad& y·nóoyen~do el caiíonazo de señal ni 'Viendo llegar nin-gUn' cl'unello, tomamos el partido de dedicaral suefio las pocas horas que aun debíamospasar"en Medina ..

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23Al diil. si~iente, 'mi~rcoiE!s31 de agosto

(\"1853,8 las ocho de1a m'a~ana, Hcabábahosd6 almorzar' y estl'lbl\lUO;; !l.som:\tlos fI.una ven-tllll11 de la.dis1\. dé H'lmiri cnuncla viaios lleg!\rcoTriendo~l be.luino Me;;nd, llcomvañl\do aesu hij~, que po(h-ia tener unos cl\to[roe alioB,y de su sobl'ino, hn mucha2hueto cuyo tostroest''8ba marcado 'por \11:\vituelll1!, y cliya liol ~~8'titi:terll\ ""era~supp.rior á todll. exageradon.Cargárome in medih.tamente 1;[5 bestias en

" . ,". ' ... <1tóda'"re'g'l~;'y uriti "llora despllcS Jlle énco'n'trll-ba,' frente 8.;1" pncrtf\ rle E~ipto y róie\ilto (lenrls 8mik'J,;,:qne lipi~ me "habif\n acdrn'p1\ii1l,'

Ah ñasta: ~ní .\ tin;ie de;;péJirme cón t()JosloS' h(}tlores qlle m~ er'ln debllln;;.' CUfl.lldo losabTllZ01'I"Y aprdOllp.i\ rl~ lUan' ¡:'\ h 1\bieron tér-

minádo, el lnrho Nonrse colocó en ;;\1 cabal-gsclurll y Mah0met y )"0 trepamos á nuc:;;tra

litera.Como Mesnd pose;!!. una (locenil. ue Cll.me-

llosl '-aeb:ll.mos viaJar en compaiiil\ dealóu-nol!; 'tUTCOS'y meq1ieH no!;, que nos espe"ra.banen lá ~equeña: puerta. vecina. al ca~tÚro~ y

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21apenas nRs reuni!ll<ls á ellos empre.ndim,os lamarcha hácia el Sur. A ~uestra d~reebl' 101

bosquecillos de palmeras nos9cultabanl!lciudad; lÍ: 1& izquierda distinguíamos las lejB.~nas Cúpulas de la mezquita de Hamzé, situ&d~en la f~lda del monte Ohod; y ante nuestra8miradas se extendia, atravesando una llanurapedregosa y estéril, la ruta que dl1bi~mQ8se"guir, y ~ue veíamos cuajada deperegriQ<>i '1Viajero••

;1:...

Prolongábase la marcha más de lo ordina~rio, á pesar del calor sofocante que derram~~ban los rayos de un sol de fuego, y y~ l~bestias de carga comenzab¡m á. 'd~s(aHecer d~cansancio. CadAveres de asnos, de caballos ycamellos que acababan de morir yacian sobrelos lados del camino; los que habian mUelitonaturalmente estaban abandonados A10i bui-tres, que en gran número se cernian sobrela llanura; pero los que hal~,iansi~ degnU.a-dos por los viajeros estaban rodeados de pe-regrinos oriundos del Sudan, que se ocupa-ban en cortar de los cadáví1J:e81~ mejores .y.

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~ISmAs estimados pedazos de carne, para llevar-1M consigo hasta que se les presentase unaooasion de eocerlo8. Yo no he vi::lto j8mbuna.~ gentes tan miserables eomo e~tos ne-gros. Llevab!l.n ta.zas ó escudillas de marlera,que de cuando en cua.ndo algnn viajero lesllenaba de agua por caridad; su sola. armaera un pequeño cuchillo metido en una vainade cuero; Sll traje se re tncia á algunos súcioshar1l.pos, y su calzado "e componía d~ dos pe·dazos de piel que hacían el papel de san<ia-Has. Muchos estaban cojos á causa. de la fatiga6-de las picaduras de las espinas, y la mayorparte tenian un aspecto angustioso y agoni-zante.

Ha.bia pasado poco más de una hora des-de la caída de la noche, cuando empezamosá. distinguir los fuegos del campamento y áoír los g!.'itosde los peregrinos. El campo es-tab~ dispuesto con muy buen órden en u,Dll.

hondonada: las tiendas de los soldados y;de-los gaardias rodeaban el pabellon de 108 piL.

chás, y 108 centinelas guardaban cuidadosa-

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~.

mente lya velJ¡id~8.. EQ.c~ntr&m(4),"~1»110~;nup~ros.b,ombr~s,.lÍ. q/l@¡ hilo,l"JD~", e"'~adQ~:~11foP,t~l<y él ~S,QOndJ'ljo.;JI. ml~~e8peQiei<4e,pl~pl.Nd~~ de U~ll~ldGi):de piantamos!'la~ n~~r~.Lo(:l ;ep.me1Jo8,'f~er9ul\le~c/tl'ga-.das. ~ncendimoi fuego¡ .ce~11,11105!y¡loa entre .•gapl9!~tra.n.q\\ilaH1~.1i,al ~j)OsP•..

.El~tQdo de ~id!l qUBr6e¡Uev,a e~,I.?~,v:i~hjes ,p~r ~sta¡; comarca;; es sumam~~,te\~~,!;,110., Las provisiones .de vi~er~ y'ag'UB..qll','coutie~en las grandes bolsas!~aB ai} en elexterior come e~e~ iuteripf.~ h~ liter~i es-táp, s.ie,mpre, ~dispqsiqipn ~~ J\~jeroJ(~u,e usa,de elJlls ~~Qdt), .~Qillr~-A: .Gief~ll~h9r~s :de~.,dia los mercaderes ambulantes, especie., 4~:,cll.ntin~~o$ que,aco~.,á ~lf;,caravaq~, leorr~cen~rbeteil,1iw.oIl&cU\'I,alS"~~ ?t¡qs 'fl,,:frescQS, cll!fé l\,-$l~~e y p¡~~ ~rgadas .cop.,toda .el,cuida!lo. q~~e~ige la creeQcia gene-ralmen-te ad¡pit,ida. de que ¡Ahondad ¡le la ,pipa est4 en razon directa del mbrito del que,la ha cnrgado. C.uando la ,cllra:qlnl\. ~ al- 'tO"la primera cesa que pide el viajero es la

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~7pip."p»ea i~·itlllU~P~f.\, qeliciosalll~nte ~ep.a:,tiV$;.~Il1bi¡Jw.d~apn u~a ta7¡&de café, p;oqu-1'a..ll n ,,~titj)i¡upl,~orable. l

", A ,1& ~ña.ua _sigui~nt~1 caminan~o ¡por"una exteuil.Ua.nura. sem.e pre.s.ent¡) la. pcí\sioQde cont.-expplllJ' ¡}.etenidam~~t~el aspe«to qu~oirecilJ.¡J14, ca.r~vana. de¡:¡envqelt¡a4 ;l~~'Oj~,dl.VlI.n~, iJ¡¡,l~1\tisim.a; mar.cp,~¡::Por lo .-Q.~' s~Md.ia.i\ll.8'f\f:~n;m.as~.no.debia ~ontarm.yJ¡l.os,d!i,~iet6 .mil indivídu\>i!, ll~OS ,ti., pié;, ,ot tOS á. ea-,ballo, en litera 6 montados sobre los magpifi.I~O::¡e>tmelloil (le Siria. LOilmás pObIlMce.ql~'Pa-ba.n lentamente apoyándose en Sl.1¡¡1j9~tqll~ii.

y sílgun sus recursos, los otros teuian asnos,lllulos Ó caLueUos. La mayor part:e de Ls per-sonas acomod>\das, sobre todo cntre los ar¡\.-

bes. montaban dromedario=!, y :05 soldados ca-balgahan en sus negro;; cab'illo=! det desierto.Las mujflre;;, los niños y los enfermos indi-gentes, iban colocacl.os sobre maotas ll~spues·tus con veuientem<lute entre los dos grandesflbl'd08 Ó cajas que componanla carga lle uncamello. Lo que, sobre todot realzaba: la be- ,

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28Heza del expectáculo, era la maravillOSa va-riedad de sus diversos detalles: nada era uni¡.forme, ni los arneiles de 108 caballos, ni )61'

caparazones de 108 camellos. ni las ropas delas personas. Los negros medio desnudos ymiserables del Sudan, S6 mezclaban con. losexpléndidos servidores del pachA, eubt~rto8de lujosos vestidos, y el p"ersá barblldoy atas:-"lado 'con su gorro cónico, conversaba amiIJ'"blemente con el turco rasurado y oubierto conel fez.

Aquella tarde, despues que 18s tiendas fue-ron armadas, nos ocupamos de rehacer las,provisiones de agua, pues hacia ya más de no-venta horas que los camellos no habian bebi •.do. Habia hasta el lugar donde estaban, 108pozos una distancia que no bajaba de tres ki-lómetros, y los soldados regulares é irregula-res que acompañaban á la caravana se habiansituado por parejas á lo largo del camino y nopermitian pasar á nadie sino les daban algu-nas monedas. No era posible vi~uperar estaconducta, pues no contaban con otro recurso

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para -no morirse de hambre. Mahomet, que sehabía dirigido á 108 pozos acompañado del ea·mellero Mesud, volvió triunfalmente al cam-pamento, trayendo nuestros dos odres llenosde agua dulce, no sin haber pagado á los sol-dados poco más lle dos peaetas.

Antes de entregarme al reposo, quise pa-sar una hora Ó dds charlando con el camelle-ro, cuya conversacion me agradaba en granmanera. Nuestros compañeros, que no po(liancomprender el objeto que me guiaba, se bur-laron de mi, y encontraron ridículo que in ter·rogase al buen Hamid sobre 10$ torrentes, lascolinas, los habitantes y la topografía del¡mis; pero á sus burlas respondió gravementeel camellero:

-El hambre de los grandes bigotes aabe másque todos vosotros: es amigo de los beduinos,y no se le puede negar el derecho de pregun-tar y de aprender.

Esta juiciosa observacion no produjo, sinembargo, otro efecto qne excitar un nuevo ac-ceso de hilaridad, pues los burlones recorda-

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30l'QJl·.qqe.leLen ••.fi~,·a4llMlen<BÍlbt2a;'OlIIl <qne :el;G&aleUenctM""!lbllbade.-desig.nárb', lbabia 4W.o:IUtIJad<1en; otro tiémpo;par. iUY h.6lejeli.~_;do~ Sáud -el· ,vuhabrit4. : I ':Jli.,'J ,0, ,l' fl!••,!

"Ea estas grandes 'Oá!1&"WInlls'lle1'aOOllt\ll11'¡'

bra abatir las tiead~·al;.,pri.r;!a'ñon,7JO d~s6ÍÍJI, ;'pol)en;~ en1m&NlIl •• '1tgQblio;;Du_raate:b.· jorn~ el caiJou: iudihfiltodQ1Íi&lmI"""tro' ~l'Bd!WI.q.ue-'dlll'an prá1'ñaun.lft9':'(MdiQ'lhora c~da¡un"" bej6f'pl'etexteld\1rac1iósde'da~voc:iondashoras de:eata,J parada~erah.e1f&Lb&';'el medi!) d¡.a, las. bU8bro Ail6da1.al'de ,Ylllll,po&bllllo(

ra.del sol. El últ¡imo:a~&"ielBefinitivb 9:-. quepoDefuiá.la.jornada,: es indicaéiilanticipa.,mente por, 111.precipísaeion 0002 tpleÁlfl ad~mo. .taIllos encargados de armar las tiendas .para I

llegar loaprjmeros a.l campamento ó , laS po.~s. TtiescañoDaZQ.i .8nune ian-oocialmen te' el:'..IH'ribodq la cuan»a.

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CAPITULO - lIl.

Tres razas distintas f'n la Arabia.-Los beduino'.-SlI ea-tAólerl:.....Su "a'()r.-C!lStllmh'·e~ clrtJlli'erf'<cas.-R"spctu

. .á la ~llIjer.-D¡vi:;illll <le las tl'ÍLus.-Uerecho dn frater-nidaJ.

dHéaqui algunas de las n61icias que, 'Y&pormÍ8¡propioseatudios, ya prt!gunt8T\do ll.l·came-nero Mé8Ud, pttde adquirir acertllt de lOdhe-dQ~QS que-pneblan 'las comarcal! del Hedjllz.

"El Gi!nesis habla de los hijo8 de Jotán,quepoblaron las regiones merí,iiomlles de 18.Ara·bit, :yde los tlijos de 13mael·y. de snesposaegtppill., que soestablecíeron ·en la penínsuladel Sinaí¡yen.tlas iíeJ:ra~mÁs }1róximas á l:~ta.

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32A estos troncos, de que descienden 108actua.les pobladores de la Arábia, débense unir losindigenas, y por consecuencia, siguiendo tan.to la::!obi!el'vaciooes de la fisiologia. modernacomo las tradiciones del paia, hay que dividirla raza arábiga en tres distintas familias.

f 1 ,',

La primera, segun mI cI'eencia, es la de losindígenas, llamados autecthones, y se componede algunas tribus ;bajo-caucásicas, que se en·cuentrantodll. vis con el nomllre de Al- Monas,y generalmente á lo largo de la eosta, des(leMascate hasta el HadNlmaut. A pesar de suinferioridad, éstos 80n los verdaderos árabes.

Los principales inmigrantes fueron los des·cendientes de Noé, numerosa tribu orinbdade la CaldeA, que saliendo de la Mesopotamiapenetr6 en la Arabia, cerca de 2.200 alios an·tes de Jesucristo, hizo retirar poco á pocoante ella á 103&ntiguos posiedores del suelo,y se apoderó de las mejores comarcas de lapeninsula. Losanisag y los pobladores del Ned·jed son los tipos de esta segunda familia, quees puramente caucbica y que comprende á lo.

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putblos arabizados de que hablan lotl antiguoshistoriadores orientales.

La tereera puede remontar su origen á unosmil novecientos aITos antes de Jesucristo, y esconocida en la historia con el nombre de is-maelita (1). Estos arabes no han traspasadojamás los límites de las montaffas d.cl NoroeR-te, habitando todavia las comarcas compren-didas entre ellas y el mar, y conservan lascostumbres salvajes y el espíritu indomablede sus antepí\sados. Los rasg,)5 característicosde 108 pueblos del valle del Nilo y la mezclade la St\Qgr~ egipcia, son las diferenciasesen-ciales que los separan lle los otros árabes.

La antropología oriental cuenta comocuarta familia á los qne se han mezclado conotros pueblos, por ejemplo, 108 árabes de la~Ieea, que están confundidos con los himiari-tas, los yemenitas y los hebreos.

En cuanto ,'¡ los bedninos, los mejores ras·

(1) !.levan este nomlJ r~ los pueblos que descienden delsmael, hijo de Abraham y de su esclava Agal', por cuyaruon se les dú tamIJ¡en el de a~arenos.-~. del T.

Tomo n. 3

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34gos de su carácter son el valor, la dulzura y lagenerosidad. Sagaces, yal mismo tiempo sen-cillos como niños, sensibles y delicados hastala exageracion, graves y dignos tienen elalma llena de buenos sentimientos, y aman elplacer con una especie de frenesi. Llevan has-ta el esterminio, hasta la locura, la venganzade una ofensa grave, y en sus pequeñas reyer-tas, una sonrisa, una palabra de bondad, bas-ta para calmarlos. Forman una especie de so-ciedad leonina, en la cual el más fuerte, elmás bravo ó el más astuto domina completa-mente á los otros; su segundo vínculo es aque·lla terrible venganza que, en ciertos casos,remiten como una. herencia á su posteridad.En fin, si la ley del Coran, insuficiente en eldesierto, es para ellos una letra muerta,. encambio las costumbres inmemorial es del ju.-ramento de los árabes forman un sistema, Ó pormejor decir, un código cuya observacion selleva hasta el exceso (1).

(1) En el mundo ent"l'o, cuanto más cxtricta es la ley,monM 10 es la costumbre. y como la re¡;\a contrari:¡ es tamo

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Sus combates, que concluyen siempre á. laprimera carga, nos parecerían extraños yhasta ridic:ulos, si tuviéramos oeasion de pre.senciarlos: los vencido:5 en esta única arreme-tida huyen con toda la veloddad de sus ca-ballos, hasta que las sombra¿¡ de la noche losocultan á los ojos de 10:5 vencedores. Y es quepara estos salvajes del desierto no hay en el:!llundo nad!l más precio:;,) que los miembros<Í la vida; es que los beduinos saben que,(malldo se haga la paz, se contarán los muerotos de las d(IS partes, y que el precio de la san.gre compen8ará el exceso de pérdidas en losvencidos (1). La victoria es cara, y Lé aquí loque explica la prudencia y la moderacion de

hi.m "enl~d('r~.esto ()x[)lica pOI' qué lo, homhn~s Inbilua-do~:i viv:r blj ,1 IIn gO}¡h!l'IJÚ dC~f\,)til't) ~t~ l'on..:;du'an ~, \'t}-Cl~:-,f'~dd\'!zad()s cllitod,) !P l~nCllf~rllr,ln fIn un país (h~li-bert-¡J .. \~í t':-i \1\)·', en una repi"t:):lea, la lilJ(ll'lad t'S mellOSi"'IVitlll': y Ill'.'r:os pr.íctin (j'H! baJO tlfla t¡naía.-Cap,Bu ,.(on.

1; l~1 prctin do i.1 !'~ngI"P. ll'l ('S tan ~crieral comoJlareCl~in¡i""r el ¡:¡¡;.ildfl Burtofl. Es vl'rudd <lIle (011 el sepnc·i,p redimir' un aSI'SiOi\til iU\'okntario, 1'1"\) dp nin~unmodo se fluedll aplacar la \'en;;anza que, segun bs costÚm-LI('s del desierto, ,j be seguír ini~Yit,IJJ;e;il"nle al homicidioprcmeditado.-N, ·:lelT ,.

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36los beduilios. Nadie .puede acusar16s de co-b<lrdes: el incesante peligro en quese l'enporconsecuencia. de las razzias y. de sus vengan .•zas, la continua incertidumbre de su existen-cia, el desierto, la. caza, la dureza de su méto-do de vida, que los tiene siempre á caballo ycon llls armas empuñadas, los han acostum'-bradoá mirar la muerte cara áea.ra, con sere·nidad, como verdaderos hombres de valor, ysi se quiere, como héroes. Di.cese que 108 in-gleses se baten voluntariamente por la. liber-tad, los franceseapor la: gloria, los españolespor la religion y el honor, los irlandeses porel solo placer de batirse; pues bien: á los á.ra-bes 8S el amor al lucro 6 el deseo de venganzalo que pone las armas en sus manos. Comba-ten voluntariamente; pero no tienen en la. lu-cha la bravura indif~rente de los franceses, nila invencible obstinacion de los britanos, niel sereno valorde los españoles: para hacer deello::;verdaderos guerreros, es necesario queestén estimulados por el honor ó por el fana-tismo. Las Lurlas de las mujeres Y la creencia.

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de ser deshonrados como cobardes, los ponenfuriosos y los vuelven capaces de hacer locu-ras, y la obstinacion que produce el fanatis-mo religioso les dá una firmeza que no pue-de engndrar pOI' sí solo el entusiasmo. Tod1\su historia abunda en testimonios que prue-ban (~on toda claridad este aserto (1).

Una de las más podero~as cansas que ti(m-den nI ec.dulzamiento de su ferocidaJ, es lagr/in estima ·~n que tienen á las mujere". Paratodo::llos lllusul::nane:;, FlÍ.tima jamás ha sidomanchada por la impureza de la carne, y suvirginidal::!ubsistió aÚu d~spue8 dehaber dadoá lu;: su::; do.~ hijo.> Ha"san y IlosRein. La er-rant~ vida patriarcal da lugar, por otra parte,á frecuente,; encuentros y separadones, y deahí nacen los exl1altados a.fecto;; y los ar-

(\) En la balalla d' Ilissel, doude las lfOroS de ~Iehe.mel·Alí vencioron ;¡ los cuarenta mil }¡omb,.,·s ,\ •• FeysJ\, Sl~enco"lraron filas enler;¡S lendi<1"s ,;nl"" al P(,\vo, y ,,~ vi,)que los hombr~s que la~ cOffil,onian e,;lilhall alado' IlIIOS áni ros l'or las pi~rDas. Esle singular 5i,lerna no ha lenldo suCi1lle en la Arabia: t.1l1lhi"n ha wlo praelicado ('n ellndos-tan, y los antiguo. cimcriús le usaron lambicn c"lllbaticndocontra A1arico.

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dientes 8entimientos que llevan á los aman-te" á menospreciar todos los péligros. Nadahay más tierno ni más patético que el empleode eilUS largas ausencias en los poemas de losárabes, y á. esas poesías caballerescas pudieraatribuirse, del mismo modo. que al cristianis-mo de la edad media, el origen del amor puroy exaltado de los modernos tiempos.

En las bellas canciones de Antar, elcabalterade los c.aballe'ros &illa á lbla, no :óolamente porsu belleza Ó por sus encantos fbicos, sino tam-bien, y en primer lugar, por la ternura de sussentimientos, por su fé, por su bondad y porsu pureza. Lo que el héroe busca en ella sonlas cualidades merales más bien que la belle-za del cuerpo. EII i:lUillll, ios verdaderos ·hijosde Antar son tod!ivía hoy el tipo de perfectos

caballeros.Antes del IsJan los bedllino~, á faer de

verdaderos paladines errantes, pasaban auosenteros ocupados ea suspirar y en recorrer loscaminos llevando ti cabo los hechos de armasmás extraordinarios, alentados con la espe-

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::mranza de alcanzar por la fama de;;u valor elobjeto de su ardiente pasion. ¿Los hu cRmbia.-do mucho la ll<Jctrilla lte )f>lIwma'? La siguien-te Jeyellia pu!~(ie servir de re;;p:H~st "

Cuéntase que el califa l\lotasClll ,-"yÓ ,lúciril sus cortesanos que IElll mujer l!é!" fami1iiJSaid, hecba pl'islnllern pDr IlTl ¡::ri"'!',¡ de Am-moria y maltl'atada por SI] b9.rbfl(," rll pt(,r,hahia gritado: «j:-;ocorro, M,¡brenl!» il lo cualel feroz Q;rieg-o rc"pondi6 rl:{D,J[l,'e: d':spériil,-',qne viene y~ ~obr3 ;;a eab:,:l:) pio, e',

Entonced el cab,ll!erescr) pt'ítll~"F: ,;:~¡""!in-t6, y poniendo su sello BOOl'ú 111. (;0['11 de vin;lque tenia en In mano, juró q :c (,;:wlln vontoá cnmplir su !eber de caballct'o. A 1:1. TI1a;;ll-

!la signiente partiÓ para Am¡'lOr¡'l, Ú h C,.bf-za de se renta mil valientes g'illetp:,1 ,1¡!:P:l:Li

<¡\le hubo tOlnlHio ]1\ ciurJ.::d l':\trií Cli "lla g'rí-

taTllto:

--jII~me aquí, que acndo 1\ tu i:lll¡,~JIi!

Los so1<larlog cortaron la cabeza del feroztirano, y 1& bella cautiva fué puesta Pll liber-tad. Entonces, habiendo ordenado á su es can-

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40ciador que le llevase la copa. sellada, el califala vació, diciendo:

-En verdad que ahora. está bueno el vino.Semejantes rasgoS de carácter explican el

atractivo que tiene el beduino para el viajeroque le sabe comprender, y hé aqu1 por qué elhadji Walin deplora tan amargamente hllllar-se entre la desagradable sociedad de los per-sas 6 de los árabes habitántesde lás ciudades,despues de haberse acostumbrado á los slmtj-mientas elevados y c'aballere8c08 de los ver-daderos hijos del desierto.

Hem08 dichoantéS que las- leyes del Co-ran 80n para 108beduinOs tanto como una le-tra muerta, y el hecho es que basta aqui, áescepcion de los que habitan la costa y lascercan1as de las ciudades, muy 'poco ó nadaque tenga carácter religioso puede encon-trar8e entre ellos. SU8costumbres y su métodode vida, como su carácter y 8USnecesidades,como su pats y su clima, son los mismos desus antepasado8: existian ante8 de la venidadel Profeta, y es probable que vivan aun

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citando todo vestigio de la Caaba haya desapa-recido en la. noche del tiempo. No seria extra-ño que entre las tribus que vagan por los lí-mites del gran desierto, hubiera todavía algunsi:3tema de idolatría.

-Nosotros,-dicen á veces,-no hacemosplegarias, porque estamos obligados á beberel agua deatinad.a. á la a.blucion; no hacemoslimosn!ls, porque con frecuencia la pedimos;no ayunamos durante el Ramazan (1), porquetenemos hambre la mayor parte del año, y novamos en pel'egrinadon á la Meca porque eluniverso entero es la casa de Dios.

Para vivir con cierta seguridad entre ellos,el extranjero tendrá cuidado de dirigirlc; lasmenos preguntas posibles; se guardará muybien de dibujar cuando a.lguno pueda verIo,y no escribirá más que conjuraciones 6 sorti-legios; cuidará de no llevar armas de valor,que puedan excitar ;;u codicia, y se contentarácon un re16j de cobre. El compailero que eli-

[l. A-;( -;e llama la Gnal'e.mG de l.>s árahes.

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ja deberá no estar empeñado en muchas em-presas de venganza, habrá aceptado uns pe••queih suma. que garantice su fidelida.d, y elviajero le admitirá frecuentemente en su me-sa, pnes, cualquiera que sea el vdor del lazo

de la sal, muchas tribus entienden que debeser renovado todo., los dias, porque de otromodo la sal h4brá desaparecido del estómago. Ensuma, si de lo~ beduinos puede decirse queconfiándose ti su honor se está en seguridad¡:e:>igualmente verdad que si uno se fia dema.-siado de su honradez, corre el peligro de serdespojado hasta de loa cabellos'Ale· .swe..,beza.

Estas tribus no prestan A sus -jefesla;Jne..nor obediencia, y en susooieJiad leonioat~l'sable es, como ya hemos dicho, el verdaderoorigen de la ley.

En cuanto á las relaciones que mantienenentre sí, las tribus del Hetljaz pueden dividir-se en tres especies.

L:u tribus compañeras, que están unidaspor un jur;.ment() úe alianza ofensiva y defen-

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,1:-¡

siva y qne admiten el matrimonio entre losindividuos que las componen.

Las hostiles, que están sepaflln:1'; p0f unamortal en,'mi!'\tan y un jUfamrnb de ven-~8n7.a.

[,'\8 fr(/,:'!r'nales, qne pllg'nn un del'l'r,ho 'lcpasaje á las tribus que le;; frll.DqncHn el tert'i-toria. Este territorio ;;f) v~fin j,.rn¿l:>i pe1'Oaunque no qnede mhs que un niiío en unaduar destrozado por el cnemigfl, est~ niríollegará á ser hombre. y con la ayuda de lastribus fratel'Dales ih~In vcr:cidl\, reclamará, yen easo necesllri0, conquistará In tierra de snsantepasados. El d'~i'ecllO lÍe pasllje Ó de frater-nidad es poco onero:>o; pero el q1!C se niega.á pagarle se expoue :\ t'kr roba(lo y muerto sillega {¡resistir con la; armas, pues no babien-do nada de desho,-¡lOSU en :;\1 cumpiíwien to, elque no 10 pi-'ga es considerado como bombre Jemala fé. EstiL). obligados Ú satisfacer este de-recho todos les que, habitun<lo las ciudaJ.es ólas aldeas, han perdido el de llamarse bedui-nos; lOB árabes de sangre mezclada, y las tri·

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44bus degradadas, cuyos miembros lo debenpagar, no solo cuando viajan, sino tambiencuando permanecen en su territorio. En estecaso el derecho de fraternidad es deshonroso,y de ahi viene que las tribus de raza pura,como los Beni-Harbs, rehusen sus hijas á losindividuos de las tribus fraternales.

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CAPITULO IV.

La caravana de n,,~rlad,-EI traje de los pl!regrinos.-Obli-¡;acione~.-.\l<\ql\e lit' los hanclidos.-Una fanrarronada,-!.Il'¡;ada :\ la :'lIra.

Despues de una caminata de ciento docekilómetros próximamente, habíamos salidodel territorio de Medina, cuando una tardeencontramos el sitio en que pensábamos es-tablece'r nuestro campamento ocupado por lacaravana de Bagdad: componíase esta de si-rlOS,persas y kurdod en pequeño número, tl.los que se babian reunido todos 108 peregri-nos del Nordeste de la Arabia, y marchaba

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46bajo la escolta de algunos sgails y de los fe-roces montañeses de Chomur.

Apenas hablamos empezado. á levantarnnestras tiendas cnando oimos en lontananzalas detonaciones de las armas de fuego y elronco sonido de los timbales. Todos mis· com-pañeros corrian á uno y otro'?ostado de la ca-ravans para informarse d~l motivQ de la. que-rella, y no tardamos en saher que los viajerosde Bagdad, aunque no pasaban de dos milpersonas, contando las mujeres y los niños,habían declarado á los de Damasco que esta-ban dispuestos á empeñar la batalla antes quea cedernos el lugar preferente. Desde ~n~on-ces las dos caravanas han '~ormadp, siemprecampos· separados ..

No he visto jamás en toda "mi vida deaventuras gentes más pendencieras y camor-ristas que las que acabábamos de encontrar:una mirada bastaba para provocar un conflic-to. Un hereje vuhabita, plantándose frente ánosotros, nos enseñó el puño Conaire insolen-te, para demostrarnos el ódioque le inepira-

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47ban las pipas que estábamos fumando. No pu·de resistir el deseod~ castigar su groseríaofreeiéndole de una manera risueña y amableaquella pipa objeto de su horror. I¡¡m"diata-mente lanzó nn rugido de ccÚra y echó al airesu puñal; pero no tardó en volverlo á la vaina,viendo todas Iiuestras pistolas armadas y di-~igiUa¡; á su pecho, pues estas gentes prefieren~lacero al plomo.

Cuando c"ilcluimos de armar nuestro cam·pamento la noche habia ya cerrado por comopleto. El pobre Mesud ha lJÍa ido á dar de be-b~r á sus fatigadas bestias, que en tres díasno habian bebido una ¡;oia gota de agnR, yregres6 cabizbajo y abatido á causa de que lasoldadesca que r,j{leaba los pozos le habiahecho paga)' un dereclH) de dos duros.

El dia R d'3 setiembre, entre las plegariasdel medio dia y el anochcct'r, nDS deopoja-mas de nuestras vestiuuras de ViRje para to-mar las rop98 propias del peregrino. Un oar-bero nos rllsuró la cabeza, dejando tan solo unmechon de cabellos en !a coronilla, nos arre-

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4H

gló los bigoteS'y nos cortó las' uñus¡ y despuesde lavarnos, bañarnos y perfumarnos, nosvestimos un traje compuesto de dos piezas delana nuevas, blancas con dos estrechas fran-jas de color rojo, y que tendrían, 111. una p0comenos de cuatro metros,' y la otra unos cincode longitud. Una de estas piezas, rodeada alcuerpo, deja desnudos 18' eSpaldA y el brazoderecho; la otra, convenientemente dispuestay anudada, cubre las caderas y 106 muslos:nuestras cabezas debian permanecer desnu-das, así como la parte inferior de las piernaí.'y los piés. Este traje, que se debe l'emOQtar á.una respetable antiguedau, eátli muy lejos deser cómodo.

En seguida Cheik Abdalla,que era el di-rector de Duestras conciencias, nos recomen-dó que nos cond\tjéselltos' ebIIio buenos pere-grinos, y que evitásenloi' ¡liS querellas, lasconversaciones triviales 'Y la inmoralidad.No .debíamos cazar ni hacer el menor dañoá nioguo anímal¡ si no:; frotábAmos en algunaparte del cuerpo, debía ser con la palma de la

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4~'mano, a fiu <leno destruir alguno de los in~sectos parásitos ó arrancar eOil las uñas algungranito. Tampoco podíamos tocar á los árbo·les ni déslirr~igar el mas pequeño tallo deyerba. Lo;;aceites, las pomadas y los perfume;)nOE:e"taban t.el'luinantemente prohibí,l!),:, ypara la vamos la ca.beza no podi1il1loS eUllJ!earel agua de hojas de mdva ni de juyabal. Nodebíamos teilir, cortar ni rasurar uno solode nuestros cabellos ni de llUt::itras barbas, ytampoco podiamo:i cu Lrirn,·:> los crimeos, sibieu no se nos prohi bió buscaf la somura, óresguardamos de los faJos del soi levantandolIlS mallJS por encima ..de lluestras cabezas.Cualquiera iufraccion de estas reglas debiaser coropensada pOf el s~~;ificio de un car·nero .. ,~ .

A la salida de la llanura, el golpe de vistaera verdaderamente pintorcsco. 1,1\ multitud(le pere;rinos cubriael camino, y la hlancurade sus nueV08 vesUdos formaba uu l)(h.kro;-,oy estraD.o contraste;.cQJllo negruzco de :;';1 piely con sus cráneos r~l;U'~do;:l que hriLal¡a:l al

'1omo 11.

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50sol. Los ecos de las rocas repetían los gri-tos de:

-¡Héme aqu\! íHéme aqui, oh miDiosr~'Un poco más lejos volvimos á.encontrar a'-

los vuhabltas que seompllfíll.ban á la caravana.(le 13agdlld, y que grÍtltban ta~bien:

-¡Héme aquí, oh 'Dios mío!Marchaba á la cabeza un timbalero, seguido

do un porta-estandarte, en cuya band~ra \rel"-de se leían en grandes letrasblatiQ¡¡jla profe-fían de féde los mnsulmanes; dúspues mar~chaban los peregrinos de dos en dos.

Aquellos montañesestenian un aspecto sal.vaje y una expresion~tle bravía ferocidad, yllevaban I;llSq-cabeUerss formando delgadastrenzas. Cada uno de~os iba armado dé unal.\rga lanza, un nwsquete de mecha. y Un pu-ilal, y sus negros caballos no tenian otroar-nés que una grosera silla de madera sin manotillas ni estribos.

Las mujeres eran muy parecidas á los hom-bres: guiaban ellas mismas ;us dromedarios,aparejado;> con jamugas, en las cuales se sos-

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;¡l

tenían fácilmente, y no se separaban muchode sus maridos. No llevaban velo, y su aspectosalvaje y feroz las hacia. muy poco di~naB deser consideradas en esa. hermosa mitad delgénero humano que se llama bello sexo.

Aquellos vuhabitas no eran, e:1manera al-guna, agradables complÚieros de viaje. Susbestias de carga, tan pendencieras y camor-ristas como ellos, se divertian precipitándoseá veces con gran furia á través de las filas denuestros camellos, con los cuales se hahianmezcla,lo, de suerte que todo lo ponian enconfusion. Olida vez que aquellas gentes nosveian filmar, hacian ademanes de horror y nosmaldee;:-;u en alta voz como si se tratase deinfieles ó de idólatras.

Cerca ya del anochecer, la hondonada queseguíamos presentó un aspecto amenazadory siniestro. A nuestra derecha se elevaba unaescarpada b1rrera de roca!', al pié de la cualse tendia el lecho de un torrente desprovistode agua y que entonces nos servía de ruta: ála izquierda habia un horrible precipicio, y

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52delante de nuestros ojos el camino parecia cer-rado por pequeñas colinas cuyas cimas se SQ.-

. cedian una tras otra hasta.~a.zuladoh~izonte.El dia iluminaba aun los picossuperiores~perolas vertientes y el barranco porque caminába-mos estaban ya 8)lmergido$Jm las m~s densastinieblas.

A medida que nos inte~nábamoi en aquellapeligrosa cañada, par.~~que se; enfriabanuestro valor; callaron las voces de 188 muje-res y de 108 chiquillos, y poco á poco dejarontambien de oirse las piadosas exclamacionesde los peregrinos.

De repente, una pequeña humareda, se-mejaute á un velo de blanco tul, llamó míatencion hácia la cima de las rocas: al mismotiempo oí la detonacion de un arma de fuego,cuyo estampido repitieron los ecos ~l bar-ranco, y un dromedario que trotaba. d~la.ntede mí rodó por tierra con el corazon atrave .•.sado de un balazo, enviando SIl caballero, he-cho una pelota, á tres 6 cuatro metros de dis-tancia.

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S3Empezó la pelea, y fué verdaderamente

horrible. Las mujeres lanzaban gritos de ter-ror, los chiquillos chillaban, los hombres vo-ciferaban, y cada uno hacia imponderablesesfuerzos para poner su cabalgadura fuera delalcance de las balas; pero como la caiiada erasumamente e8trecha, esos esfUel'Z05solo sir-vieron para cerl'arla por completo. Acada de·tonacion, aquella masa inmóvil se extreme dade miedo. Los ginetes de la caballería irregu-lar, perfectamente inútiles, galopaban de acápara al1á sobre las piedras, gribnd<) y dandolas órdenes más contradictorias. El pachá h8-hill hecho estender un tapiz cerca de la orilladel precipicio de la izquierda, y fumando supipa, deliberaba con sus oficiales sobre lo qnedebia hacerse. Nadie, sin embargo, se atreviaá proponer que se asaltaran las alturas.

En aquella ocnrrencia la conducta de losVllhabitas no pudo ser más digna, y confiesoque los rehabilitó un poco en mi concepto.Llegaron á todo galope de sus camellos, conla8 trenzas al viento y las mechas encendi'las,

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Mque iluminaban su figura. con un resplandorextraño, y tomaron posiciones sin vacilar unmomento. Una parte permaneci6 haciendo unfuego nutrido é incesante sobre los bandidosotaibasj y el resto de aquellos valientes mon-taileses, echando pié á tierra, comenzó á tre-par por las rocas, llevando á. la. cabeza á sujefe Zaid. Felizmente para todos, este capitan,temido por su bravura, había. prometido es-coltar á la caravana hasta qu.e estuviese bajolos muros de la Meca.Bien pronto se alejaron1!lB detonaciones, huyendo l~ bandidos anteel ataque de aquellos valientes beduinos: lacabeza de nnestra columna vuelve á empren-der la marcha, se agita la masa de los pere~grinos, y nuestro alto forzososetrasrorma enUDA retira{ja. Mi camellero Meaud, mostrán-dose á la altura de 18s cil'OlJDstancias, nossacó de todo peligro; pero hubo bastantes víc-timas y no fueron pocos los.fardos ¡bagajesque se perdieron.

Los bandidos no habian tenido evidente-mente otro objeto que apoderarse de alguD

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55botín y comer lo:; camellos que murieran en larefriega, pero su principal designio era sinduda el de poder decir:

-Nosotros, los otayba5, hemos detenidodurante una hora entera la caravana del

Sultan.Al principio de la escaramuza habia mon-

tado mis pistolas, hallándome pronto á Sf>rvÍr-me de ellas apenas fuese nece.sariú; perúcUIlndo estuve convencido de que nada teniaque hacer PO)' mí, busqué nna manera de pr:¡-

dncir efecto y me puse á gritar todo lo alto

que pude:-¡Eh! ¡Trlleme de cenar!

Mi cri~do Nour, temblando de miedo, seencontraba iocapB1. de mover nn srllo dedo;Mahomet ¡selimitó á mirarme con aire sorpren-dido y mis vecinos exclamaron con cierta in-

dignacion:-¡Por Alá! ¡Va iI. ponerse á comer!Che:k-.-\blalla, el m~lne,no, que era un

hombre de corBZOIl, rióse de eE>te incidente Y

me preguntó desde su litera:

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56-&De esa lllanera se portan los afghanes en

tales circunstancias'?-8i por cierto,-reapondi en vo~ bastante

alta¡-en mi país, cuando los bandidosnoBatacan, nuestra primera. medida es tomar unbocado, pues tienen la costumbre de matar álas gentes en ayunas.

El cheik DO pudo menos. de contestar,.mis palabras con UDa.Car.caj~8, PIfN los q~enos rodeaban tomaro.n por elco1;\trariounaspecto ofendido. Creí que mi fanfarronadano habia producido efecto¡ pero más ta.rde,en el camino de Djeddá, un pequeIi(} inciden-te vínome á demostrar que no se había frus-trado tan completamente como pensé en unprincipio.

Al dia. siguiente, á las cuatro de la tarde,penetramos en un desfiladero donde encontra-mos al cherif de la Meca, Abd-el-Moatlib-ben-Galib, viejo africano que con su turbante ysus vestidos blancos parecia tan negro comoel ébano. Continuamos nuestra. marcha, ycerca de la. una. de la madrugada fui desperta·

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do por los gritos de los peregrinos, que excla-maban:

-¡La Meca! ¡El santuario! ¡Héme aquí,Dios mjo!

Miri: desde m¡ litera, y á In ténue luz de lasestrella.s percibí la infol'me sombra da unagran ciudad, qne se destncahn. sobre el [oncl0

de la llanura, Dos horas más tunlti nos dete-níamos ante la puerta de la casa que habita-ban los padres de l\Illhomet.

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CAPITULO V.

L:¡ hospilaH,lad dc :\IahorÚ~t.':"ta ¡éa~ar'le Dloi...'...'prlolcraimprcsion.-Los pozos. de ZenJ7.etn.4..-ws siete lIueltasobligat·rias._La piedra neg-r a.-Lavatorio.-l.Íllima ora-don.

Mahomet me dejó en medio de la calle,pues apenas pudo lograr, á fuerza de violen-tas patadas y de respnestas capaces de desva.necer todos 108 recelos y todas las sospechas,que el portero indio sacudiese su Bueiio' y supereza para abrirle la enorme puerta de la es-pecie de fortaleza en que habitaban sus pa-ares; se lanz6 como un rayo al piso superiorpara dar un estrecho abrazo á su madre. Al

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5~

cabo de algunos momentos, dos penetrantesgritos de alegría anunciaron, áíguíendo lacostumbre de estos países, el feliz regreso delviajero.

No tardó nuestro jóven en volver á apare-cer; pero :ms maneras habían sufrido un cam-bio radieal, Sil carácter ligero é impetuoso ála vez se habia modificado hatita el punto dedar lugar á lo:; modales de un hOliJbre gravey lleno de amab1eR atencionE's.

Habíarne trocado en su huésped, y hé aquíla caUi)l1 de su mo:liticllcioD. I\1~ introdujo enuna sala sombria, hi:t.ome senbr en un granbanco CI; bierto con un tapiz, y en seguidu. dióal portero la órden de encender luces. En tan-to, un ruido de lentas pi::ladll.s que iban y ve-nian por encima de nuestras cabez!!'s me hizocomprender que el ama de la casa, la illsdrede Mahomet, se preocupaba de 108 dE:bcres quele iwpollian las leyes de la llOspitaJidll.d,quetanto se :~e8petanen la Arabia.

En efl:cto; apenas los camellos estllvierondeiJ~argarlos. cuando vimos entrar U'l criado

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60con un gran plato de fideos salpicados dA azú-car y cubiertos con una dorada costra de ca-ramelo. Mahomet, NOllr y yo empezamos in-mediatamente á. servirnos de nuestras ma-nos, y despues de las fatigas y privacionesconsiguientes al viaje, aquel refrigerio noapareció delicioso. Despues que concluimos,enviamos á un CIlfé cercano 8 buscar hama-cas ó lechos volantes, y nos tendimos en elloscon la esperanza de alc!inzar~ antes de queapuntase la aurora, una ó dos horas desueño.

Los primeros rayos del Bol dorabsn ape-nas la!:!rojizas cimas del Abu-Coubais, pe-queña colina que se eleva al Este de la Meca,·y en la cual creen muchos musulmanes quec:;tán enterrados Adan, Eva y Set, cuandosacudimos el sueño y nos arrojamos de nues-tros lecho::!. Despues de bañsrllos, limpiarnosyarreglamos con nuestros hábitos de pere-grinos, salimos de la casa, dirigiendonos alSantuario.

¡Al fin 6e realizaban mis deseos de muchos

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61silos! ¡Al fin toeaba al término de mi larga yfMigosa peregrinaciou!

La'mezquita tiene diez y nueve puertas,abierla~ sin órden ni coneierto, y entramos enella parla princi!lsl, llamada de Bab·el·Zid1l-yah, que dáaeeeso al costado septentrional delas galerías que rodean, formando un largocuadrilátero, el espacioso patio en cuyo cel!trose eleva la CI1!ibll. Bajamos luego dos largasescaleras, atra ve:;fimas el cláustro y nos eneon-tramos frente á la C,t;;ll de Oios, ese enrazondel mundo mahometano, e"e centro de la Me·

oca, i~Uil.lmtnte reverenciado por el iudo y dkurdo, por el per,;a './ el egipcio. Ciertamenteque ningouT1a. cinrhd h~ sillo recl'\mada á lavez Inr t!\lIlfl3 religiones,6 mejor dicho, portanta,; sectll~. Parecia un Ímnens[) catafalcocubierto CJll unpauo mortuorio, y si no ha-bia allí e"O:l gi,¡!\'.te:i ea S Y m'J¡j II mentalesfraglllento.i cuya antiguClda'l se remc>nt'l. n 1<);;

primeros tiempos de h\ hi~torill, como en~gipto, ni los restos de una belleza artísticallena de gracia y de armonía, como en Grecia

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626 Italia, ni la bárbara monstruosidad de lostemplos 6 pagodas de la-India, por lo menosmi::> ojos contemplaban aquel edificioQon laadmiracion que inspirá-D6tura1mente una co-sa única en el mundl:l.;.¡'Ha- habido tan pocoscristianos que hayan contemplado esta céle-bre reliquia!. .. De todos los devotos que 86

sbrazaban llorando á las tapicerias ó qllecomprimían-los latidos de su corazon contraaquella flimosa pietira negra, puede Ber queno 1mbiese ninguno más conmovido que elperegrino venido del Norte. Hubi~á dichoque se realizaban las poéticas leyendas,de-ló&.árabes, y que era el viento prof1uci40; por lasalas de los ángeles y no la dulce brisa de lamauaua lo que haeiahincharse y agitarse álas negras colgaduras de la Caaba. Sin em-bargo, debo reconocer que mi emocion era ladel orgullo satisfecho, en.; tanto que la suyatenia origen en el éxtasis del sentimiento re-ligioso.

Despues de haberme dejado durante sIguotiempo entregado á llZispr{)pias rellexiones,

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6::l

Mahomet me advirtió que habia llegado elmomento de dar principio á nuestras ple-gariaj3.

Segun una tradicion musulmana, la Oaa-ba ha sido reconstt'uida diez veces, y laprimera, edificada en el cielo por mano delmismo Dios, aervia á la devocion de los ánge·les; la ílegllooa fué construida por Adan,despues de ser arrojado del Paraiso; ,111. 'ter-eera por Set, hijo tercero de Adan; la cuar-ta por Abrahllm; ]a quinta por los descendien·tes de Semi la sexta por los de Kll.tam;bt sé·tima por el cuarto' abuelo de Mahoma; laocta va por el mismo Profeta; la novena porAbdusí, 80')rino de Aieha, y la décima: y úl·tima por Hadji·ben-Yusuf. Su forma aria deun cubo geométrico. y tiene diez y mete me-tros de longitud por catoree..;d-e' latitud, conuna altura que parece exceder '<Mlargo.

Penetra.mos en el óvalo trazarlo en detre·dor de la Caaba por la puerta que se abre enel costll.dode Oriente, y llegamos al lugar

llonde, segun una antíqllisimn tl'l\dicioll,se

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elevaba una miserable ca8-itaen cuya demo-lieion convirtió una viejaprollietaria, á. condi-cion de que Abraham la.qoncediese para ~lla ysus descendientes el privilegio de guardar ycustodiar el nuevo Santuario que iba á edifi-carse. Dejando á mano derecba el terreno deAbrabam, llegamos 1ut'go á los pozos de Zem-zem, donde nos vimos QPligados á. beberun vaso de aqnella célebr~ :sgua, tan salobrecomo sagraua, despues de entregar una ofren-da 61imosna á los porteros, para que distribu-yesen en mi nombre una gran jarra del reve-renciado liquido entre los peregrin~8 in di-gentes (1).

Adelantamos en seguida. bácia la puertade la Caaba, 6 por mejor decir, Mcia el án-gulo Sudeste del edifieio, donde está embuti-da la famosa Piedra 'TI.egra, á. una altura preci-samente de metro y medio sobre el suelo. Un

(l) Srgun la tradicion el agua de éstos pozos ,'ienedesde e: manantial que por intercesion divina se abri6 eael de,icl'lo para apagar la sed de Agar y de su hijo ls-mael.-:-;. del T.

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circulo de oro macizo 6 de plata sobredorada.rodea y protege una gllarnieion que está alg'omás baja y que se ilJclina há.cill el centro,donde se ellcuentf'ala Pie,tra negra. clavada áci nco (~entí metro~ de la superficie del metal.Pareee estar compnesta de una. docena depiedru ID':;; pe'fueñas, perfectltmente uni-das, y forma UI1 óvalo de llnoíS diez y ochocentímetros de diámetro. Esta vez no n08

fué posible aproximarnos; hicimos desde lejosnue~tras plegarias, y emp~zl1m'l::! eu seg'uiua1118siete vueltas de obligll.cion.

Eatas tienen lugar tiobre el óvalo (le gra-nito pulimeutado que rodea la C'l'lUll.; hici-mos la8 tres primeras á pli80 gimn'lstico, y1!l.~otras cuatro á paso lento, murmuraudo du-rante ellas las oraciones reghunentarias (1).

Terminadas las siete vueltas, resdnOlos

(l~ t,):; pl')rp~t·ir.o~ (Ltn l.:t~rll:ltro :,rim'-'ras V!lí·llrtS;' p:t."i('

ólC'pf('iíll/O par:1lm-{·r' .11PI()f,.ta. q,;l' ('n:) ,-IO]I.JPl" d~UI~";-Illt~,,:.;r Id J limo/" !':,r'flfcid) por ~lJ"; t'rWIIII;':OS d(! qn·· ~e ha-IIflb I ::,:Tt\'PIIlt'lltO "'Iferrno,:-:e pusu a coner cuat.ro Vf'ces

,,11'1'<1·:101' de Id r..·,,,ha. La tl'",1ic'on mU;;illm',na il,rg1lraqlll' la l'ic,ln, negra fllé t. airla de! cjpl/J por p,1 án¡(el (¡,,-brlel, y qlle ,il'v ,o d~ asiento ;\ A 11I"aham durante la cons-tf'UCn)D de 1<1m~zquila.-l'i. dd T.

Tomo 11. ~

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66intentar dar el 6sculo á la Piedra negra. Lavista de la multitud de peregrinos que la ase-diaba me hizo temer en un principio que se-ria imposible que consiguiésemos nuestra em-presa; pero l'rbhomet estaba allí, y entoncesprobó el jóven árabe que era un hombre ápropósito para vencer dificuitades. Despues dedirigirse en vano á los peregrinos, que nosmostraban \lna especie de mosáicll compuestode occipucios y hom6platos desnudos, reuniómedia docena de robustos mequeanos, ami-gos suyos, y con su ayuda, manejando vigo,.rosa y diestramente los puños y los codos, nosabrió un paso á través de aquella multitud.Los beduinos y demás peregrinos se volviancontra nosotros como gatos enfurecidos; perocomo estaban sin armas, y además, por efec-to de las fatigas y pri vaciones consiguientes áun viaje que para algunos habia sido de seismeses, estaban tan débiles y flacos que pare-cian m6mias, yo solo hubiera podido poner enrazon á media docena. Así es que, á pesar dela indignacion de aquel populacho, penetra-

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mas hasta. la Piedra negra, y allí prrmaneci-mas cerca de diez minutos, sin hacer caw desus rahiosos ademanes y de S\lS gritos de des·pediLia. En tanto q \le 111 besaba y q lIe frota.ba.contra ella. mis llatlOS y mi frente, la exami-né Con toda ateucion, y al sepllrarme de allí,eotaba convencido de que no es más que unaereoli to.

El espacio de menos dedos metros que se-para la Pie,lra negra de la pllerta de la Caa-b~, lleva El nombre de lJloltezem, y es, segununa antigua tradiciou, el lUJar donde Mll.l1o-ma. se reconcilió con su:; diez compañeros quahabían atacado su ca.rácter de profeta.. Si-guiendo la costumbre establecida, frotamoscontra los muros de la Caaba el pecho y lamejilla daecha, pedirno~ humildemente elperdon de nuestros pec;illJ:>, S rogamos á Diosque acogiese favorab~~illmte nuestros votosy nuestras plegaria".

D~spuesnos aproximamos á la plaza deAbl'allam, deteniéndouos en el lU~l\r dondelo:; jefes acostllmbrll.u hacer sus pkgarias, y

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68vohimos á. III pllerta en qne están los pozosde Zem~em; alli me obliglltvn ~ beber porsegunda vez algunos sorbos de aquel nau-seabundo liquido, y luego me rociaron la ca·beza eon el agll" que Balia de un caño, pueseste es el modo de hacer salir del espíritu to-dos los pecados, así como si fueran manchasde tierra. Regresamos hácia la Piedra negra,y rez!ltROsalglln"s oraciones cootemplllndolaatentamente.

A comecuencia de tantas idas y venidas,estábamos Terdaderamente rendidos de can·aaueio¡ tenbmos los piéa y las cabezas abra-sados por el ardor del pavimenta y de lOi§t'li4yos del sol, y uoa vez cumplidos nuestr0'8 d&-beres religiosos, 8alimos de la D161Jquita di,i .•.gniéndonol! á casa.

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CAPITULO VI.

La Ca"ba ,¡ ia luz de la lUDa.-EI camino (\1'1montc 1\1'''-¡'¡:tt.-~IlICl'lo 111.3algllnO:-i IJnrpgriTl¡) ...••-Lo~ cd(ltlo~ de Ma.humet.--La tla'lidun de '\IaLlt.-lin campaml:nto malsano.

Al a.nochecer, queriendo contemplar el(),¡¡bligo del mundo bajl) el plInto lle vit>ta delarte y gozar de los encantoi! de 111. noch'~ des-pues de haber sufrido las penali1ades (lel liia,volvi á:a Cl\!1b:l, acornp'lu~'lo ,le! bU"t) 'Inhu·met y seguido de mi fi~l N0ur, ql¡i~ ih:l pro-

vi~to de Ulla linterna y de un tapiz para la

oraciOD.La. luna, que estaba casi en su plenitud,

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70heria de frente la bolina de Abu-Ooubais, yllenaba toda aquella eiicena coñ su pálidaluz. En el centro de la gran plaza, vagamenteiluminada por los tímidos rayos del astro dela noche, se elevaba la Caaba, con su apa-riencia de enorme tumba, toda negra, excep-to en los punto,; donde los ¡lestellos de la lunadeterminaban reflejos argentados, que se des·tacaban poderosamente sobre ~l negro fondodel mármol. Salo ella l1am¡¡,ba la atencion; pa·fa ella eran todas las miradas, y ante ella des-aparecian 108edificios, semejante8 á pagadas,y 1li8 cúpulas doradas y esculpidas que la ro·deaban: nada se veia más que ese templo deun Dios único y omnipotente, del Dios deAbraham, de liimael y de su posteridad. Esta-ba sublime, y en aquel momento expre~llbacon una elocuente poesía la granrieza de laidea di viaa que ha dado la vida al hJam y laausteridad y la constancia á sus sectarios.

El pavimento ovalado que rodea la Caabaestaba Hello de hombres, de mujeres y niño8,generalmente divididos en grupos, corriendo

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los unos á paso gimnástic(), marchRnrlo losotros con grave lentitud, PQstratlos é inmÓvi-les algunos, que recitaban sus oraciones.¡Qué de contrast(~F! El beduino se pavoneabacon su larga tÚnica negra, y los agujeros desu velo encarnado no dejaban ver más quelos sll.lvbjes relámpagos de su~ miradas. Elindio, celD su fisonomía tártara, ccn su horri-ble y miserable desnudez, se apresuraba, malsostenido por SllS débiles y enflaquecidas pier-nas, á dar las siete vueltas obligatorias entorno del santuario. De veZ en cuando, al-gun cadáver; colocado sobre unas angarillasde madera, era llevlido fuera del templo porcuatro hombreil, que siguiendo la co"tumbreestablecida, se relebavan de tiempo en tiem-po (1). ~IlIchos turcos, orgullosos de su piel

t~ Pl,r (,O(I~f'('lIcncia c1.1 I~"" fe,! i.'..: 1:-:1l;ltllr;¡ltl:-i del viajú,dt~ lo~ In'llo~ alimento:", de :;1-· lJ·::-:ad,¡..; lll"':tluhl'es C{Uf, pornpoe,í,tau 'e hall de l'l'l\a \:<\ IlIh\ ,,',\\.l.\\t ')1[(\<) la l\\tca. quet'1l :a ('POCI\ rle la !)el rgr!llucioll ofrece ("casos recul'sos áu" aUUlento de 50 ,160.000 alntas pn su poblad (n. y a'liu-na vez 1'01' la falta absuluta !Ie viven'., la ml'zquita se llenade cadáveres y nioribundos que se hacen trasladar al~í Clln;¡Ljeto da rec~bl'ar la salud á la vista de la Caaba.-~.del T.

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blanca, cruzaban de acá para. allá eon unaire frio y Illtanero, y cerca de ello ..; permane-cia de pie un impaciente kitmllgar de Cal-cutlo.. con un turbante de ancha museliI'lacuyas puntas caian sobre los hombro,;, con-templando aquel espectáculo con uIJa espre-

siou de negligencia que demostraba perfec-tamente tlU superioridad sobre aquellas mise-

rables gentes. O bien slgun pobre diablo;con los brazos levantados en el aire, haciagrandes esfuerzos por poner todas las partesde su cuerpo en contacto Mn los muros dela Caaba, y se abrazaba á las negras tapice-rías, sollozando como si su corszon quisierasaltar del pecho.

Tal era el 8spectpque presentaba els8n-tu ario á la luz de la luna; y ya satisfechomi deseo, vol vimos á casa para tomar un re·frigerio Yentregarnos al descanso.

Al dia siguiente, lllnes 12 de setiembrede 1~53, el carnellero ~kmd se pla¡:¡t6 consus betias á nuestra puerta muCh9 tiempoautes de que apareciesen en el horizonte los

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primeros rayos ,lel sol; tllnta e.ra la. prisa quetenia porque emprendH'lsemos nue,;tra. mar-cha al monte Arafat, antes de que d caminose hiciese pelig-roso en rnon al pasaje cie lacaravana de E¡dpto Ó oe la de BlIgclal. Sint:mbHl'go, llopudimos salir ha'ilt.a lIlUY cp.rC>l dela,. dwz, á Causa principalmente de 111tiránic&o)b.5t.ina~ion Ild jóven ~11\hi)met, el Cllal se ne-gaba á llevar con nOi\otros á (IDO ,le SIlS so-brínmos, q'le p!lteaba y lloraha de la maneramás rabiOfla. Dirimí la cnestion cogiendo alniiío y poniéndole en 11. litera, y acto seguí.do emprendimos la m8rcha.

El camillo ei;taba cubierto de peregrinosvestidos (;00 túnicas bllUlcas, unos ,\ pié, ot.rosá caballo Ó en climeltoi;; pero t0do3 Ci,n 108

pié:; desnudos y la CAbeza al aire, ó por mejordeCir 811'101. La m8' or parte iban caballerosen fuertes a~n08, los beduinos montab'tn S11:;

rApirl06 dromedarios, y lo.; (,tl~iale;; tnrcosmag-o\fknll corceles. Ar.!\y allá se \'eiflll 1\1-

gnnus cll.·i!\t'er,·s de I\nim?\leíl abandonados en108 costados del camino.

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74La llanura, que lleva el nombre de CoN"al

de.ta A!eca, mostraba á nuestros ojos algunosluglHes de oracion rodeados de blancos mu-ros y de cisternas de piedra, algunas de lascuales estaban en bastante buen estado, aun-que todas desprovistas de agua. No se veiaun solo tallo de yerba; una. arena. fina y secamezclada con redondos guijarros cubria todoel camino, y de las grietas de las rocas seveían salir lagartos y escorpiones cuyas es-camas verdosas brillaban al sol como esme-raldas.

Al fin, tras do!! largas horas de marcha,y despues de haber trepa.do trabajol'Jamen-te por algunas cuestas de roca bastante em-pinadas, entramos en el pedregoso valledonde se encuentra la MouDa. Lleva estenombre un pueblecillo compuesto de caSllS

de uno ó dos pisos y de miserable aspecto,construidas de piedia y lodo, desde el cualse percibe á larga distancia la mezquita deKeif, donde, segun las tradiciones árabe,;, e~.tá ente!'rado nuestro padre AlIan, con la ca-

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beza bajo una extremidad del largo muro Ylos piés al otro lado, de manera que la cÚpu-In del edificio se eleva precisamente por enci-ma de su vientre, Por Último, llegamos á lavisla de la Santa Colina.

Arafa t está á unos veinte kilómetros alE¡;te de la 1\1 ,ca. Cuando nos detuvimos, loscamellos. estabau rendidos de fatiga, pero loshombres sufl'ian más tOllavín, y por mi par-te, confil~so que no podia eon mis hueEo~. En-tre MaUlla y Arafat habia V!:itn hasta cincoperegrinos caer desfallec~dos de cansancio ymorir sobre un lado del camino. Agonizan-tes, moribundos, nq1lello::J infelices hacian e::l-

fuerzas sobrehumallo, por exhalar el almaen el Sl1¡~rl\do lugar desde donde su btl direc-tamente á la mHn8ion de la eterna dicha:caian como heridos por un ra! 0, Y des puesdE' una corta convuision permanecian inm6-viles y rígidos cual si fueran estatuas depiedra. Los cadá.veres era!! recúgidos y en-terrados descuidadamente en cualquier sitiovacio, en medio de aquella multitud que He-

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naba por co~pleto la extensa llanura delArafat.

El jóven Mahomet, cuya constante maniahabia sido combatir con todas sus fuerzas miobstinllcioll en hacer-el papel de un dervis,estl\bll. resuelt:) á obrar con energía duranteesta peregrinacion. Nos acompañaban, ade-más de sus sobrinillo;:, do:; primos de diez yseis á diez y siete años y todos los servidoresde casa de su madre, que se reducian á cuatroindios: un viejo, su mujer, cuya apa-ríenciano tenia nllda de ordinario, su hijo, mozointeligente que hablaba muy bien el ára-be, y un primo que estaba en la fuerza desu vid»: todos t'ran de la~ comarcas del Pend-jaub. El cuarto ganaba hOl'Jradllmente suvida en su pais, cuando llna noche se le apa-reció Hllzzat-Alí, vestido de verde y mODUldoen su caballo de guerra, gritándole con vozterrible: «¿Hasta cuando vas á continuar trll.·bajando para este mundo y sin hacer nadapala la eternidad?» Desde entonces el indiono había tenido un momento de reposo, y en-

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77contrando Ía vida. insufrible, vendió cnantoposeia, procurÓse por e6te m~dio una tiuma.de Cérca de do:> mil reales, y se puso eneamino parn la Tierra Santa. Cuando llegó áD;ed'iá uo le quedaban más que algu,,8:; roo-nedat', y al eurrar cn la ~l.:ca, donde tc¡dJ ~e'gen(ie á precio~ exhorbitante:; y donde nadiepr&Ctlcala c¿¡r;dad, por más que haya. mu-cho:; quc la prediq uen, se habría vi8to expue:¡-to á morir de hambre!i 110 haber encontrado ásu l\llciallO pariente. 1" madre <le AlatlOmet,que había tOlllll.dll á su servicio al mt1rido, á lamujer y IilllljO, Y cuya geuero:;idad lle;aballasta darlt's un abrigo y una libra de arr,)z aldia para '~a,la urJo, pero sin uu céntimo y&.COlhllcion dé que se prlJve)"eran por sí mis-mos de celolllis y aza.fran, les permitió queagregasen á ::)(1 primo á la .servidumbre: estospobre,; diablo:! no esperaban má:; que unaocasion de dirig-ir6e á. Mediua para terminarsu pel'egrinadon, y pensaban hacer el viajeá tra vé:l dd desierto, vi viendo como pudieileny i:liu otro recurso que las problemáticas li-

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78mosnas de los beduinos. ¿Qué seria de aquelanciano, de aquella mujer y de aquel niuoantes de que pudiesen volver á su pá.tria'l

La colina de Arafat, que lleva en el dia elnombre de Monte de la Misericordia, es sola-mente una masa de granito, ó por mejor de-cir, de gruesos pedruscos destrozados, por cu-yas hendiduras asoman timidamente algunostallos de una yerba enfermiza y amarillenta.Su circunferencia es de algo más de kilóme-tro y medio, y se eleva bruscamente en elcentro de una llanura arenosa, a.lcanz!lndouna altura de sesenta y cinco á setenta me-tros. Desde ella se gozaba de un paisaje ex-traño, aunque poco pintoresco, formado porlas cimas azuladas de los montes Taif" y lasinnumerables tiendas de campaña exparcidaspor la extensa explanada que la rodea. Segunmis cálculos, no bajaban de cincuenta mil losperegrinos de ambos sexos y de todas con-diciones que alli se encontraban reunidos.

Hé aqui la leyenda á que, segun los ára-bes, debe aquella montañuelll el nombre de

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eolina Sagr9da y los honores qne se la tribu-tan. Cuando los primeros padres del génerohumano hubieron desobedecido los preceptosde Dios comiendo del fruto prohibido, fueronprecipitado;; á la. tierra, descendiendo Eva so·bre el Arllfat, Satanás en Bilbys, la gerpienteen lspahlln, y Adan en C~ylan. Resuelto ésteá reunirse con su mujer, púsose en caminopara encontrarla, y á este viaje del primerhombre debe la tierra la apariencia que pre-senta á nuestros ojos, pues en todos aque-llos sitios donde Adan sentó su pi6, que eramuy grande, se elevó luego UDa ciudad,mientras que en el espncio que mediaba en-tre una y otra de sus pisadas, existirán siem-pre bosques y prados. Dcspues de haber erra-do durante largos anos por diversas regione::!del p-'lobo. Adan llegÓ á la M lI1taña de l~ Mi-sericordia, donde nue;;tra mRdre comun pasa-ba 811 existencia lIamándole sin cesar, y estereconocimiento hizo dur á aq uel sitio el nom·bre de Arofat. En la cima del cerro, Y segunlas instrucciones de nn arcángel, Adan cons·

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80trnyó un pequeño templo ó lugar de oracion,pasando 8ft e.te sitio ó en la. mezquita deNimza el testo de SIlS dias. Hay, sin embar-go, quien pretende qu~, ~spne8 de 8U 00.-

cuentro, Adan y Eva se dirigieron á las In-diail, d~8de doud6, durauteculltentll yeulI.troaños geguid'oB, vinieron áyi$itllr la CiudadSanta en los tiempos de peregrinaeioa.

Visitando las tiendas armadas en la- Lla-nura, tuve oC8sion de obsernr la gran dife-rencia que existe entl'e un campa.mento debeduinos, donde reina la máyor limpieza, yotro de árabes d4l ciudad, donde existe unahediondez insoportablt>. El pobre cameUero.Mestld, qué ncJ ~esllba. de taparse 1a8narices,no d~jó de reparar en Illi repugñl1ncia, y dán-dome una palmada en un hombro, me dijo:

-Tienes razon, hombre de 11)8 grande8 bi-gotes; yo te enseñaré algnn dia las tiendasnegrss de mi tribu, y verás quenue8troi cam-pamen tos en nada se parecen á est<)8.

Al fin llegó la noche, pero sin traernos elsu-eiIo de que tanto necesitábamos, pues el

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ruido infernal que se elevaba de la llanura nonos dejó rep08!1r un so~o momento.

Por e.-tll. rllzon pasé la noche de la manera.más in:ómoda que ruede darse, y cuando lil

rayar el alba abandoné el tapizque me servíarle lpcho, De eneontré más quebrantado que

antes de !ieostarme.

Tomo 11.

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CAPITULO VIl.

El monte de Arafat.-La procesion dlll cherir.-EI sermon,-Peligros de la vuelt:J.-Los siete guijllrros.-LRs 1>11-dreas del diablo en Mouna.-Un fracaso.-Vuelta á laMeca.

Empezó la mañana con una série de caño-nazos que nos aDunció la hora de lev8ntarnot!y de hacer nuestros preparativos para las ce-remonias de aquel día fecundo en aconteci-.mientos. Despues de la ablucion y de la ple-garia, Mahomet y yo nos dirigimos á exami-Dar los lugares consagrados del monte de laMisericordia.

Encamina.mos primeramente nuestros pa-

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80S Illicia nna pequeña elev8cion situada áunos cien metros de distancia. al Sudei:te dela. montañll, donde se encuentran, rodel1,JoiJpor llna cerca no muy elevada, dos pedrllsccilde granito, sobre los cuales, segun la tradi-cion, permaneciu de pié el Profeta para La-

cer sus oracioneiJ.D~spues, á. tra.vés de los innumerable:!

obstáculos que las rocas y las tiendas oponmná nuestra. marcha, pUilimos llegar á;o. IU'Jl\-

tai'ia y ~mpez8mos á trepar, no sin algn!) tf¡L·

bajo, pc.r una larga eíicalera cuyos peld¡¡ :IOS

estaban groseramente tallados en la mi"lnaroca y que condncía á lacima del costado Illl','

ridional de la colina. A pfsar de ser todavíamuy temprano, estaba ya. literalmente llenade peregrinos, en especial de beduinos y vu·habitll8, que habian tenido cuídarlo de procu-rarse buenos sitios para. escuchar el sermon,y su bandera verde flotaba ya, acariciada. porel viento de la mañana, cerca de la cum bredonde está. el sitio de oracion de Adan. Du-rante la ascensÍon habia contado setenta esca·

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lones, reparando asimismo que á medida que/:JubílAmos erall más estrechos y peligrosos.

A pesar de todas las dificultades continulIr.mas trepando, y al fin llegamos á la cumb-redel cerro, ql1~ formab8. uu.& vollita plataformade estuco endurecido. Da~de allí dicigía Ma·homa. sus predicaciollc:l á 105fieles, y allí PN-dics tambien el ú!titno de lo'f'rofetas, el ~e~bdel día, montado -en su dromedario, elsermoDde Arafat. Los <vuhabitss destruyeron una pe-queña copilllL que en otros tiempo¡¡ existia e11la cumbre y que no h&.sido restaurada, y boj'no se vé más que una especie de nicho juntoá uu obelisco de a.specto miserable construid.ode granito y piedras calBáre1l8, blanql.leadocon cal y visible desde rou,y lejos: es el lugarde oracion de Adan. A nU6stra derecha encon-tramos el manantial que suministraba el aguaá este lugar: brota de la misma rocs. y es, porconsígUlente, muy pura,! cristalina.

Eran ya m{¡.~de las nueve cuando volvimosá. la. llanura. Todo estaba ~n movimiento: elcañon DO dejaba de hacer disparos; 108 ginetes

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85y 10f1 umellero8 g'!\lope!\oan en toriaildireccio-nes, y I/ls mujeres y los niños cruzaban de acá.para allá con la rnllY0l" agitacion.

Aquel dia nos de:;ayunamo8 todo lo mástarde qne nos fue po~ible, pne:i teníamos laseguridlid de qne \lO podrilllUo8 comer ¡¡lIles

de la caida de la noche. De8p\Il'8 de l/l;; ple;.;a-rias del medio dia, hicimos nnestras Ilbl1lcio-ne" en medio de 1111 rudo que iba erecietl<lo pormomentos, y á las tres y cnarto, una nuevasalva de cañonllzo:! lltlUnció la !i[lfo.;irnltcionde EI·Ars ó plegaria de la tar,le. lnmedi/lut-mente lle;ró á Duestros oi(lo~ el d\8COrllante

sonido de la mÚ"icll. que l\bria h marC)¡'i ,lell!.prucesion del cherlf, la ena: He dirlg'lll l:á-

cilL la. montaña. Nne"tra t¡'~u'la e:itnha feliz-meute situada 80brG la orilla. ,¡el C!iIl1iW), ymerced á esta circunstancia, plld~ guzar ¡;ingran incomodidad ue aquel lJUIIIPO,,) e"pec-

tácu lo.Marchaban & la cabeza de la comitill8

unos cuantos m9.Cero::;que, como de ordinario,

se abriau paso enLre la multitud con lame--

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86nos ceremonia posible, y en pos de ellos ibanunos cuantos ginetes del desierto con largaslanzas adornadas de horlas. Seguian deepueslos caballos del cherif, de pequeña alzada,pero magnificos, uno de ellos sobre todo, bayocon manchas negras, que era el tipo verdade-ro del caballo árabe: en cuanto á los viejoscaparaz'mes de terciopelo con que iban enjae·zados... más vale no hablar, pUes no hay en laIndia un nabab, por insignipcante y miserableque sea, q!le se atreva á sacar semejantes ar-reos en una. ocasion solemne. Seguia á los ca-ballos una banda de esclavos negros, á pié Yar.uados ~on grandes mosquetes de mecha, ydespues, precedido de tres banderas verdes yde otras dos encarnadas, marchaba el cherifá la cabeza de su famBia y de sus cortesanos.El príncipe iba con la cabeza descubierta,ataviado con las vestiduras blancas del pere-grino, y cabalgaba en una mula: el gran quita-sol de seda verde bordado de oro que un escla-vo mantenia p::>rencima de su cabeza era"loúnico que demostraba. su alta dignidad. Cer-

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raba el cortejo una numerosa tropa de bedui-nOIil IUontauos en caballos ó en camello::;.

La procesion marchaba lentamente háCla.la ill')ntCliia: el c!l~rif y su acompañamientohicieron alto alalcauce de la voz del predic!l-dor, y 108 peregr;no8 se agrupa.ron en tUlUul-to á lo largo y al pié de la colina. D: pron tocalla.ron todos; un silencio solemna sucedi6 albarullo, y principi6 el serman. Iksd~ nuestratienda podíamos ver la figura del anciano q \lele pronullciaba, sirviéuuole lie trilJUua la ele-vad.!~joroba de un camello; pero no era posi-ble, en rll.Z0n á la distancia, que oyésemoiluna sola palabra. Como el tal sermOll dur6tres horas largas, poco á poco los gritos de

ame;'!. y /¡é'f1e aqui se convirtieron en un vrrda-dero clamor, en una tempestad horrib~e degritns, gemidos, snspiros y sollozos. Aquellasensibilisirna emocion concluyó por 8.1Joderarilede nosotros, y el jóven ilhhomet tuvo \a SR.-

gaz idea. de ocultar el rostro entre los plieguesde su túnica de peregrino.

Cuando se vi6 que alguuos grupos comen-

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88zaban á descender, los que se habían quedadoen la llanura empezaron á desarmar las tieQ.-das y á cargar los camtllIos. Dábanse toda laprisa posibk, á tin de no hallarse en mediodel tumulto que l1ece:iariamente se habia dearmar cuanLlo el grueso de la tropa empren-diese el regreso de Arafat.

TlI.mbien nosotros despachamos con grandiligencia, J gracia8 ~ ella, tuvimos nuestrasbestias de carga proutatl á ponerse en movi-miento antes de la puesta del sol, en el mo-mento mismo en que el predicador daba laseñal ó el permi80 de partir. Inmediatamente1" multitud de peregrinos, 18.nzando una 8.cla-macion tan atroaa.dora como la explosion deun volcan, se precipitó como un torrente alpié de la colina y emprendió la marcha haciaMOUlla. Aquella desor(lenllda precipit!l.cíon nome sorprendió, pues ya me la anuncillr& Ma-hamet. Rizase de noche, y clId,luno de lo.; pe-regrmos a~uiJó Sil bc,tia tod,) lo pOllible. La.llanura est:,ba erizada de e8tllca8 de las tien-das, las litera!! se aplastaban, los peatonell se

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~9heriBD 108 piés, lo!\ camellos rodaban por elsnelo; aqnello era una confusic,n, un verdade-ro caos.

Peor f'H~ todavia en el desfilaflero por elcual era nece:lllrio salir de la lllillura ,le Ara-fat. Loseamei!os y sus liter'as seehocablln, congran peligro de 103que iban en ellas; nadie sa-bia lo q ne hacia; los incesantes cañonazos au-mentaban el al boruto, y una sal va <le C\l Letesvoladores vino á acrecentar la COIl fu"ion delas mujere:l y los chi\j uillos, subrecogido:; de

terror. La tropa del cherif avanzaba tocando!lU discordante música, y los peregrinos gri-taban Cl)ll toda 111fuerza de su;; pUllllOll~::!:

-¡QcJé o" guarde Dios! i(~llé e:ste dia defiesta o;; sea favorable!

!tlás lejc,s, el peligro disminuyÓ. Despnesde tres horas de unll marcha c'lpa? de agotarh paciencia del mismo J,¡b, llegllrno:> á lamezquita ~lll?(1eIifa, qUI~ e;;tab!t llnminada;pero teCliaffios demasiado apetito y c::,táb!lmosdeIDllsill.do rendidos para volver á e1w'cz!\r lasdevociones. Recogimos cada uno ::,iete guijar-

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90ros y nos echamQS á dormir, á excepcion deljóven Mahoroet, que continuó adelante con laintencion de escoger un buen sitio para plan-tar nuestra tienda en Mouna.

A la mañana siguiente pasamos la pananegra para encontrar le. En seguida nos la-vamos con las siete aguas, es decir, nos frota-mos con los siete guijarros que habiamo9 co-gido en Muzdelifa; los anudamos despues enuna punta de nuestos vestidos, y partimosdirigiéndonos primero hAcia la extremidadoccidental de la larga calle de que se compo-ne el pueblecillo de Mountl. Allt es el lugardonde se apedrea á Satanás el Grande; máslejos, en medio del pueblo y en el extremooriental de la calle, hay otros dos lugares depedrea. Segun las tradiciones musulmanas,estos tres sitios son aquellos donde el diablo,bajo la figura de un anciano árabe, quiso ten-tar sucesivamente á Adan, á Abraham y á. suhijo Ismael, que siguiendo los consejos del ar-cángel Gabriel, ltl pusieron en fuga tirándolepiedrecillss del tamai'ía de un guisante.

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El primer lugar de pedrv es un pequeñocontrafuerte de grosera. mamp(jsteria, quepuede tener dos metros y medio de altura porunos ocbentll centímetros de ancho, y que 8eapoya en un muro de piedras, sitillicio en elfondo de una callejuela, ('Il~'1:l. longitud es dedoce metros y eUJ0:') costullús e:;tan ocupa-dos, el uno por varias tiendas d!~barheros, yel otro por la tasca muralla dd pIlar, ,;obre lacual :le vej¡\D las cabezas de una porcioll demucbachos y de bClluinos. Como la pedrea :;edebe hacer el primer llla desde la Hl1lidli á lapuesta del soJ, una multitud ue p~regriIlosHenil bli aquella especie de caliejon siu ¡;alida,en el cual, á c¡tUl:m del tumulto, no era po."i-ble entrar sin peligro. A Ilue~tra llegada, lo;;peregrino8, para apedrear al dlsulo, repre::ll:n-tacto por el contrafuerte, se ilgitabatl tlluwl-tUG8:>1mente, y era tal la apretura, <¡lle se bu-biem podido caminar saLre su,; ('libel.1i'; c 'fiO

sobrtl UII pavés, sin embargo de que habiaentre ellos ginete:;; sobre f<l~'OS08 caballos, be-duinos monta.dos en BUS ligeros camellos, y

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~algunos dignataijo8 que caminaban en mu-l8s 6 8800S, á 108cuales alg-unoscriallos trata-ban de abrir paso á viva fuerza.

A todo evento babía yo tenido la precau~cion de proveerme de un afilado puñal, y nopasó mucho tiempo sin que tllviese necesidadde hacer uso de él. Apenas el asno que m011"

taba habia penetrado entre la multitlild. eua.do fIJé derribado por uD-gigan.iesco dr-Olllooa-rio, entre cuyas pierna. me encontré inme •.diatamente. El empleo de mi urna evitó quefuese destrozado por 108 duro. piés de aquelanimal, yasi que pude levantarme, "ssU _aquel lugar tan groseramente- peligJroso: Ma-bomet saliaal mismo tiempo con 18 nariz en-sangrentada.

La leccion que acabAbamos de recibir nosconvenci6 de que era necesario esperar pa_cientemente una ocallion para poder cumplirel deber religioso de apedrear al diablo, y entanto nos sentamos scbre un banco á 18 puer-ta de la tienda de un barnero. Ai fin, aprove-chando una circuustancia favorable que hizo

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93abrir la multitud, lleg'&mosc.erca del diablo,6 por mejor decir, del pilar que le representa-ba, y con la mano derecha le tiramos cadauno nuestras siete piedrsl.I, diciendo á cadapedrada:

-En el DOro bre de Dios misericordioso yoror,ipotente, tiro e~h,piedras en ódio al dia-blo y para su vergiLmza.

Volvimos en seguida á la tienda del bar-bero, y eIl tanto que llegaba nuestro turno,nos "entamos en un banco de tierra que vi-mos pegado á la pared. n'lbia llegado el mo-ffiento de que IlOSquitásemos I1Ut'stras carllc-teristiclIs ropas de peregrino;;: el b!trbero nosrasuró 108 cabellos, n08 llrre¡lló la barba y noscortó las una!>. CarecíaIDOti.l~ ,;,estidos para.sU8tituir á nuestros habitas blhn<.'Ol:~; pero almenos podíamos st'l'virno,: ¡J~ 10:5 que llevába-mos para defender la ea\¡e¡m !' los piés contrael ardiente c"lor del !:lu1,y en l\,lelante ten-driamos libertad pIna rizamos el bigote y lle-var crecida la barba.

Permanecimos durante dos horas en una

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miserable barraca, donde. á pesar de la con-currencia que la llenaba, la sombra nos pro-curaba una frescura deliciosa. No tardamosen resolvernos á partir cuanto antes, y vol-vimos á la Meca con toda la ligereza de nues-tros asoos.

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CAPITULO VIIl.

Interior de la Caaba.-La ofrenda de s~ngl'e.-El sitio delsacrificio de Abraham.-Las últimas pedradas al diablo.-Vuelta á la Meca.-Mis temores á una peste.

Apenl\8 habíamos vuelto á casa cuandoMahomet me dijo:

- Vamos á tomar un baño, DOS vestiremosé iremos en seguida á la Gaaba: la casa deDios debe ser vista en estos momentos.

No me opuse; guardé en un cofre mi tú-nica de peregrino, me lavé y arreglé UD poco,y sin pérdida de tiempo nos dirigimos á lamezquita. Alrededor de la Caaba babia al-

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gu [1as personas, que á. nuestra llegada. gri-

taron:-Hace'llngar al peregrino que viene á vi·

sitar la ca~a de Dios.Dos vigoros03 meqnennos que permane-

cian en pié alIado de la puerta me cogieronen sus brazos, y uu tercero me e;evó bacién-dome penetrar en el edIficio. Acto continuome vi rodeado por Vlirios sombríos per60na·jes, de l(ls cnales el más negro, feo yasquero-so, era un jÓven perteneciente á la. ilustre fa-milia de 10i! Beni-Cheiva, que es de la sangremás pura del territorio del Hedjliz. Aquel hor-rible"funcionario me preguntó cuales eran minombre y mi pátria, me hizo l!lufrir un verda·dero interrogatorio, al que contesté lo mejorque pude, y satisfecho de mis respnestas dióá mi amigo M'lhom~t el encargo de condu-cirme alrededor del templo para hacer misplegl\ria~.

C()nfie~o q"e no pude menos de sentir al-guna emoclon al verme 8010 en medio deaquellos 80m bríos y extraños personajes y

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rotiatldo ¡de - espe~ 1ma POlI'~ittmQgll11ít. Ml'f-dá.:lJO ~l1o es it}ue,@i en-~WMflIlOOl~n1»h1l'-hÍfln'añ: podido&a~~MeNferaÁ' mi religiónt·~ obj~tb ;'!ooll.l lí"ffréiJ'leTIl:b!\, n-tUa. me Jj u-oierll. pOO~(j salva; de la muert~. Sin embar-go,de @átj~~n excepeional, no ¡dejé det:')mar no~ ~et"'én~e' todtl lo "que:vieronIl1is~os. -

El ensolado, que- J~8'l1aJ*f'~ nIvelqtte'-iel p~-vimento extíl'riot, "Si.~rli'V6'riítl. de'~rÍ&~ lmldo:&as- lie, tná.rm()P~olote8'dt-1~cffl. sUn18mente~belli.s y di~pétestá8¡ 11m:.'nera de 1m t8b1el'Q--;~ ltjedr~~·l'.8s''nintallu;en ',0 queide·el1a8-P'64~,~r. SÓ,n'clé la mismamateria. pero 188 Ple'd~'$:&ue: están COllS-

truidas no tienen una form8~rat- Lllpar~te superior de estos muros, ll~icomO: el échoó cielo raso, que no se pued\! contempla: sinCfl¡ndpr nna falta d-e tegpeto, están 'tev-sti·do:~de bellas fapicerías de'dsm8scd roja, lro-fU8limente bdrdadd Co\:l' t'tórei dé oro. IstatapiceHa deja adivinar; siti-~ttibhrgo, III ~,-

mn de tres grandes vigll«:,1%sversales. cad:ttiTemo 11.

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uD¡Q.,~el~dlu.•.lftl~8tá :~mt~d4~endJu IO«mWO'¡

PO,rL~,~~~¡UWJ.,~:ot~a den$talilcp,,¡·1U:~~fl,}, ~ ,p~~1t~<~ p.l;.JIl~tlJQ& ¡Pt~J.i.m,}xPep~ElSQbreel's\le~cy-,~ ;Illg~i:l&~¡.lj~r"$u~~.P" meta-¡ q~~ .ll.W f~~¡~r.nJ~(W~L~fc¡no-ceJj'4~~"qe el}a,s, e.stál)'::is~~ .•.~~h~Bl~~Pfl'~J~e()1'G, &g~Hl')~~~It·y. ;(legran valor.~-AJ)~~lj.$'~e?~ ~ 4+:~~ri~f.\eJJl,C~ba

J¡Ct b,~b,\amMftl¡\e ~l~eq.~~ñ?RÚ,~~'tdl!,~§fJtls.cw,8s:q¡Ref:&aB·8~de,}~w.pj~rl~:¡;~ns.tlMtY~~R~~~ la .~~;~,108i ~5~jlJifinf!P~~~~~~~C,i•..."U~'lu,q.,qaJ~,~,%~~§AAlfB..J,le :e\ -4~19.s,;~~ha~~¡¡l~?!()~~R4~ ;D~tJ~~j fr,ente~!a,t:Jgot~~.A~¡IJ~~l1J:uí~:~r,~t'~, que ,~-8r·Q~qi~.!e.~n.g~~tliY ,y() me ¡pJ.e~yut~~a..cp~~apalt~,19!Bue ;d!lb~ ..~~r,la ;(;~"R~~,lraJ1A~,~u~!SPIl,iq~l¡l.t41"iese .oc~pado(:l?Qr .l.l1~1+-a11l~~IJ}9~fl/.tJ~Q9sq~.e se ,.~str~c~s~n·yempuj~n.conl~ ~lwiM~l,1:Wppi~HfIe4~Jp'pge~,tes.; '}, '

.~c8b8d8t\ 1p~~rB5W.I;I.es llt:~qf el,iDllt~p'!edl¡f1g'lIr;. fí!\~m~~ ~~pdo ~aHmo~i1Q.e.¡c~:"'§4 ~bi!'ot,~n~dqJ~,p,l~cauciQ~ de: 1:.}o ,pqJJ,~r ;en,

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mi bolsillo m>\s qne nnos ocho dilros, puesde otro modo, á CIlIl:;!l de llls' eXllgera-

dllR ponrtel'acinnes de mi compaiiero, qlle Sénbsti na ha en prespntarrne como ¡; n )H're."l'i-

no indio extr,'mH<lam(~nte rico y g-,:·ne~(:,.I)hasb el eXi~es(), no me ltllbiera ~H1jd , :~ ("(¡Sil

tan bllrl>ta.

D~bo hacer coniltllr qnr no to:!,)~ los ¡'('rte' -

g-rinIJ'; quieren Pt'tlt'.tra1' en la ('IHa de Dios,plll'S roll:l!Uil rdlllS;tn t',;te honor á Cllll~a de"¡Ile, f'ntre )1\;;oh]j:.!'ll~¡O¡ll'S que imU)TH' á t'do:11}'1<'J lo !lceptll, están las ele no 1If,vHr1f\-mns h,; pié,; ,lesnudoOl, HO tocnr \'1 fneko ('.\'Ulos du!(,s, y sohre tr¡r!o, no decir mentirll;;.I'>to me hizo rf'crm!llr r¡1Jé' el criado (k llPr¡

(le mi, Il'ní~:('s de BO\H1'y me hn !1'1l dirIJO eneiertll ('c~lsi'!n ~Ile ('1 jlll\l>:¡¡; ha hia 1'f'!wtrHd·')en II! Cll~b!l p'lra 1.'0 8rrl1i1Jf\r~p, y prp('j';l) f'il

(:nnfe al' qn,~ no 1'" f(piv('¡¡b:1 r'n.,· íHi!'a ].,',rip'l!ta]¡'i1 la rn"nt;r'l t·,~ ~'('ntr:,]!llen':c tanrrnd:I,~t:p,\ ('"r¡;o llllfl IWil'l ('k ('¡f¡¡.

Ll C'Illba, qlle lo., potras Inll:H1lmllneS re-presentan como \loa vÍrgt:'11 de"po¡;lllda. ".ca-

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baba !le vetrtirse un nuevo traje- cllandQ fni-mos admitidos en e11n. El paño, lejos de es-tar retenido en la parte baja por las &nillasde metal fijas en el muro, se hallaba sujetoal techo por algunos cordones, y formaba so-bre cada fachada dos grandes ángulos festo-nadas, el galon de oro que rodeaba lo altodel edificio y el velo tendido sobre la pu~rtacomo sobre una mujer tenian un brillo des-lnmbrante .. En l8s últimas horas de la. tarde, despues

de haber tomado slgun descanso, y vestidoscon nuestras ropas ordinarias. volvimos ác8.~lgar en 108 asnos y nos pusimos en mar-cha. hácia Mouna, donde encontramos nues-tra tienda comp1etamento llena. de visitas.C\l8fldo nos dejaron solos, nos ocupamog dela víctima. que, siguiendo las costumbres delos peregrinos, debíllmos inmolar dt\spueá 'delprimer ftpedreamiento al diablo. Ya nos ha~bíamos retardado en cumplir estll. sagradaobligacion; pero visto el mal estado, de míboll'8, me. negué termillllllte á .eompr.arun

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lr,l1

ca,rncl'O, y me dediqué á eXllUli~Jo que ha-cian mis vecinos, cuyo espíritu U1erGllntll yexcE(sivamente avaro no lograba la adquisi-cion de uno de aquellos animales por menosd,~ treinta reale~. Algunos preferian compraru II buey viejo y fl!\co, y ni el mismo cherif[j los altosdignatarios se decidieron á sacri-ficar un ca.mello. Los _peregripos arrastraban"us vlctimaii hasta una roca lisa situada dr.-'rtl" del pi~!1fdd (Hablo, sobre la cual se ~Ie-valla. un p'~qllei"lO p~bellon abierto, por,cu-yos l~oslp,dl)s currÍan arroyos dE; roja .~ang~~fr~ca que demostraban que el prínci~r~usequito ha1Jil41l cUlllp'ido el ¡iacl'ificio. _,9~r~sinmolaban sn ofreu(la en la puerta de la Illis-

m~ tien(la~, teniendo cllidado de poner la ea-ber.ll de la víctiI:lla del lada de la .Meca,)" to·dos encue'3trau meritorio, abandonar H1dil: b;otodll. la Cllrue flín qmsumi¡' un ~olo pe¡lllzo.Tllwbien se podia,n vn' Ul¡';llJil!<-' Qhndas dethhr')fis que, semej/JlJtcs 11 lo::; buit,l'~Sl no

.j~. z

~,sperB,b~o.más que una sdial IJlITIl arrQjtlcJ¡~e50b¡:6, las bestias degoll~das y despedazarlaa

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en el mismo sitio. Dien pronto numerosos ar·'royos de sangre corrieron por el suelo, y elvalle no tardó en presentar el aspecto del mássÚcio matadero. Y como la zanja donde eearrojan las víctimas puede compararse encier~o modo al cráter de un volcan, y en~quella comarca el calor tiene una intensidadexcesiva, no pude menos de hacer losinás si-niestros augurios para UlI dia no muy le-jano.

En la noche que E!igui6 tuvola:atm6sf~ráuna pesadez tal, que 068 fué de todo puntoimposible conciliar el suei'io, y bajo pretextl.>de gua.rdar nuestras tiendas~n aquél sitio m'alafamado, permanecí dnrante té.' n'layorpartedo la noche:paseándome a la luz déla'hmtt.Antes de aYnRoecel' llamé á Máhomet, .~ jtin:}tos nos dirigimo;; al pilln ~t\Jadó en ~';áxtÍ'e:"mo oriental del pueblo para 8:ped'l'Ckt por se-gunda vez al diablo .. ~,'!

Almorzllmos despnes; preparándonos á lasfatigas de la jornada, y acto seguido nos 'pu-simoo en marcha. Más de una 'hora DOSHeva:

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lOo.il $llltsndQ de roca, el),; ,rocll,y al cabo de,este tiempo llega:mos al pié de la montaña Sa·,hir, que limita ~L~buna porla. parte del Nor.te, donde nos detuvirpos. Hay ,alli \ln peqne·lío cuadro de tierra, rOiÍeadod.e, blll.lIco.i mu-I'o~, y divididos en dos comp~l"ti/l}ientolJ. En el[lriU?-erQ se ,vé,un pe~rusco de granlto qll~tjene Ull/¡ hendidur!1,de má.s de \ln met!'!,> ¡le .

• ;" ", • - l.

nrofuudidat,,!. ~ \le par('c¡l. baber sido! becu~,con el golpe de un in8trumeq~o cortallte.!~pm~lun hllChll Ó un alfllnge muyp~su,¡o: e::l,¡;egllDlalS tradiciones mUSUllll!l,naa. el lug,¡r_ doodese ,hI;WPi? la cuchilla de Abraha~ c~awtp, e,lfarcángel Gibr¡ellú prohib;,6 CODdUmltl," el B~-

c,flficl,O de su hjjo. El l'e~undo compartimien·topresentll. un peqneilO nicho, y es, segun las,mismas tn,di,'iones, el sitIO donde el patria.r-

.. , q

ea in lUoló iR victima 8gra lable al Señor.Lo telJ:!prano d~ la hora ,era Cll.llSa de que

8.quelluR'ar estuviera illll'ypOCO concnrrido, ypor COIl8e,::nencÍa Pwiím0t.-hacer trllDq uila-ment~ nuest/'as plegarias. volviendo á 188 tien-dllS Rntes de que el Cl\jof del ,f.o) empe7.1111e á

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1(1'4

lÍ'licM'seitttoleráble~ l'~erib1l.nfulf Un tet'ri'btle'dri;' y':por d!es~rileiá;¡eti nad«llos eqtli\<o~"m'b:l(pues' tro -t~d8tott' en iapa1'eMr espe58snubes' de tnOSC6~":8 tráííd.spor'las· pÚtridaserliilnáéíUÍ1es' que se levantaban de aquel su/!·loregsdócon-Sáhgre.Nada se tno'1fiaen' elaHé, 11 t1(1 ser algunas 'bábdadas de ctiértos,:btlit'tesy utI1hnds, qi1e llcb1lÍan lil';O[ói' dé la;e)i~tleimi1~Í'ta:en' cuadto iliiM babltitltés dlfla 'tiMf8, creel'ia¿elosplitalizad¿s pbr' ~t ealofs(¡foCánte de 'un 801de fu~gÓ., . Luego q\1;e la lllna se elfW6 en el ftttbatbeÍl~

tú'; 'M'liñdmety yd nor ·t!iiigitiio~ ¡ 'jólÚlá-para. climpiír tá terCera' pedtea al dt!l:bl6;hé~1io esto, briBcariio~' el d~s'¿fl:nso'~ue tannecesario DOS era, y merce.! á 180 fatiga queno:! dominaba, pronto Caio:xos en un profundo

sueño.A lá mañána siguiente, cnando los prime.

ros'rayo~ dél astro del díá empezaba.ñA dorarelliorizónte, los' efinel!os estabil.n ya á lapuesta de nuestra tienda, los cargamos pran":'tnmente, y nos 8"presuramo8 á partir para es-

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capar de In, funest~,iIlflue.nc¡1t ~~ aquella llt-

mÓi;fera q'le las emanaciones del sueLo im-pregn¡lJo de sangr~ no tardarian en volverptlig-rosamente deleterea, pue::l se hahil.i.U Je,gollhdo en el piludel diablo m!Í.,;¡le i~inco.milaDiIllaic:1, CIIYOS ca-dá veres auaUllou:-¡los elU-peza bar! YILá corromrH~"8e. E" cierto q ne lI'jlle-l~a hedion,le7. podria rcrnedíarse faci, l!l'·;1le;

mas por desgracia el esrlritn del 1~:llm escomplet!lmcnte opuesto á 111',",1I;!t',;tione,; <IdbUt.~t: Sl'lllilo, y en la \l(~cll., prp(~i.o e" cnn··

liigll1rlo, se prdiere llllll epi,lemlH ('o:érl,'H I\.la impieil8d d,~ resi::ltir~e á lc>s d,'~rd(!" lit' la

Providen cía.Al pasar por :\101ln8 montll.'bs r.n 1I1J!';;!'O:¡

camellos, !Ii"r(ljamo~ 111 rlillblo, di~,d!' :n nltdde nlleslr¡¡ litera, los n~i¡¡l:no g-I!ijar!"o,; (Jn~aún DOS qne:lllban. No rr8mo~ nl,-(,!l",,, H,)I;";108 que l'lllllrDOS del asr¡llero~o e~pe(;t'((~ll:o

que presentaba el valle: el cllmino c;,tllbll

ya muy concilrridopor peregrinos que regre,

saban '" la !\Ieea, y no pude mellOS de peD"arcon cierta lástima en 10:5 desgraciado:> á quie-

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nes sus esetúpulos religiosos "retenian"en sé-mejante lugar.

Hé aquí ahora las noticias qne recogí y lasob~ervaciones qne tuve ocasion de hacer du..,rante los pocos dias que aún permanecí en la:capital del mundo mahometano.

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CAPITU LO IX.

La~Iecl.-Su Hprr.to.-Lo- 1ll"'1l1e~n(J;;.-~'J'; """:11111"'0,.-Su c,.ár.ler.-I',·i.e:"h ,l.·; ",,,.\p a h ~1'.Cl.·-\:nlll'adi,~:(){,ex.l.rt.,.fl.1.,-PIlT.,lali\'os de m 'I'rha.

La Meca lleva entre los árabes los máspomposos l\tI1108, siendo lo.:=;mÁs comune;; losde (l1ll-cl·Kara Ó ~J,¡dn~ de la,; cílldhde;:, }lJala.l-e{·Elrtin Ó PatrIa df h; fie!('~. Está Ri-tuada en un valle <':,jr,,'cho y liI't 11o.:' °, Cllj"1l

direc-cion es de Norte Ú Su!', cerc·,do por tlIll1

cadena de colinas l~llj-a altllfU. \'lIríl~ de ¡'c-tenta á ciento cn!lnnta metros.

La ciudad está abierta por todas partes, yno tiene más defensas que Ilna tosen f';rtalc~l~

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108medio arruinada, construida en lo alto de unacolina llamada Djebet.Lala, donde reside elcherif. Lns calles son, en' general, regularesy enal'euadas, y las casas de piedra y ladri-110s; en una palabra, puede pasar por unacilldad relativamente hermosa. Su única p~a-za es el anchuroso patio de la gran flezqui.ta; Ilingun árbol la cobija con Sil sombra, ápesar de lo cual; en la época de las peÍ'egfi'ila:.cion.,s, ofrece;.; rande IInimllctilo por la afluen-cia de extranjeros y la multitud de tienda:;!.

Lo:;! muros exteriores de la mezquita sonlos que forma n las casas y demá8 edificio;; quelatbdean, siendo el m!s !n'otaole en'tre 108 úl-timos el lUckhan Ó casa de justicia, elegante ysólida construccion decorada con altos arco:!en el interior, Se enseña en la ciudad el Mu ..•led-el-Ncbz', punto del nacimiento del Profet;a,situado en el barri9 del mismo bolÍitSré,étcual consiste en un eclificio circurar 'cuyo pa-vimento está ocho metros más bujo que el ni-vel de la calle; en el suelo se vé un hoyodondE>. Sl'gnn ~f' ilicp., e:5tllba sentada la madre

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de Mllhomll en el ínsl1mtede ~n illumbramien-to. L'l ca:sa thlma¡la SiU'v¡ ['¡LImé e,; buuhiPD\"t:tlt'rada por ser el ;oi'i!!!"lJ '1'\" rl!ic:iÓ ~'"tiffltl,

la hija bien atl1nda li,~lPrufeta, y se en;;eii&

\loa peqneña clÍ.!lllira adon·le el ilnc;'c: n ,brielllevaba á éste la8 h¡Jja~ del C,fall .. \.te,nas,

(", 1'1g"nln cementeri'J rlel barril) ,1,> 'l,:.Ili ;;e!.'[,e'lent·1l ':', ,';;i!.~a IíúJífje, Ó :;r>H. la IIl1llO!\. deK.tdi.ia, la ;:,-p,~a quertdll de 'ldllOma.

L'i c;:;cla·:, con S~JS lU'fllbaié:'\, ocuJlll. un"lOO;..\'ltlld de I.:Ull!rO mil pailos, 'J laR caLes, es-

pl~cialm¡'nte en la epoca de la peregrin~ion,e:;t~.nllenas de mendigos, pnes solo los ~re-grinos ::mcen limosnas, absteni{>ndose de darlala mllyor pllrte de 108 habitantes ,ie la Mec!l.No oos;ante la santidad del lu~ar, eneiérraseen la ciudad UD gran número <!l' mlljeres pú-blicas, que habitan U\1 barrio especial y estáncb:igadálf'AI pago de un impuestl) pHrtieular,jo mi8111f,\ que eu (¡tl'Il8 ciud!l.d~~ rnl1hometa-IlUS. S Hl, ~ill emba¡'g'o, más modestas qne las¡le i<.:gipto, y nunca se presentan (;I! los ca1\es;Íu cubrirse el r08tro con un ydo: eutre ellai!

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llO

hay mucl1as esclavasabisinias, con lascu~le8.s~gun so supone, comparten el lucro 8us.a~-tig1,l<;lB dueño:> .. _

.El célebre bálsamo de la rtlc:!ca, CUJo,gra-,no. emplean los mequeanos para Lacer aburtará ::;U8 e~cla\'IiS, cOl.lstitu,ye el oDjeto princIpalde Sil comercio y se tra;;por,ta al Egipto, lÍ.

Turquia y ul intaior de Arabia.Crecido e:; el uúmero. dI! F~r"grinos que

todos los años van á la Meca, y (od;¡ vía seriamayor ::;í todos los mu::;ulrnalles rico" y sanosconsiderasen como un deber este viaje: rtlu.chos, por un salario menos corto, en vian ensu lugar algun pobre que no temó la fatiga,lo cual, por otra parte, comtituye un oficiobastante lucrativo, pues la m~yor parte delos mahometanos acomodados ofrecen á unperegrino de profesion cierta cantida.4, por lacual éste se obliga á hacer la pel't'grinaciondespues de la muerte del que le pllga. Acon-tece tambiencon frecueucia que los herede-ros de un sugeto opulento, si son devotos, cn~vian á la ,Meca 1111 peregrino, quien á la vuelta

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feeib~el snlario, mOlliante certlfici\cion de unimán de qle 11a cump i¡lo 1.0,108 lo~ requisitos.

Lafl pereg!'in!ldones á la ~1'!C~lcomponen seig6 siete CaraVIlU!1~, siendo las m{¡~,import'l,r.tesla Ih l)'\IHaseO, lu de ¡':gipto, la 'l.J [krb~ríay la ¡le Pl.,~::;ia: otras van riel país d~ Ornan ydel Yem~n, sin contar ffillltitlll1 d'~ pereg-rino:,1

que parten (le la Nubi!l, uellliln lias.d~ Jway d" Sumfltr1l..

Los hal¡itll.ntes de la' ~reCll. son extranjerosó hijos de extranjeros, :>i se exceptú'lll algunosbed'linOS'Ó desceo1líentes suyo:> y un per¡lleiío

nii me~b fi,e antiguos árabes llamndo~ fr.r'lfls6 descendientes de ~1"HhlJm8. Sin embargo,esta poblacion, compuesta de tan ,iiHrg,\ScI8~es, llH fldopt.a1h 1l1la~ co"tnmbrt's igllak;

y un trllj'l idéntieo. Los indi~enas se (li"tin·gUt'n Í1!1il}l\m"llte por una señal p~rt.k\lhl.r (¡'lelos padres \¡Ilc"'n á SIIS hijo3cnar"nta Ilia~ Ik~:-pUf'R de 811 nllcimi~nto.l!l Cllal cfln~i:,tc f'1l trt'i;hr:.rlls incisiones en la part.e inferior de curlllmejilla. y otras dos e~l 11\ Bifln derecha, cica-trke8 r¡111~ no s',' br>rf!l'l jamá,.

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1~2

.. Durlltl~ eJ ~n~ierno." loa hombres ;prJ~!)i .•.pal~s llevan una especie d~ ~ll~ de pauo, quesirve,de,,80,b,retodo, y un/& piezl;i ~Dterior glllmismo género, constituyendo el resto, del tra •.je UDabl1ta de raso, faja de 'Cl\.chezpiQ3, tm-baI\te de Dlusdina blanca S babucbas a.mari·llas: en veraDO reemplazap ~¡abrigo <le paíWpor $trill de se~9. La/> D;l\dell,es)levan vestidos,de crespon de la India, holgados, pap,talo.Qes8zule~,con franjas y bQrd.doid~pWI.\. ,,,naancha bntade se~ negrM, JUl albo l'lU9¡l; Af\'mis¡no gén~ro co.u. ray.a.sa1(u1ii.~l ~l\lWllJIi '~.,

~ubren el· ~Pitro -C()l1un ~fllQhlanco 4.~\l1,cJar.o, y llevan en la ~be~,u~ t;ipecie ,de,turbante ..El ve*,tido,.d.e ~g.ent6 PQbr-ellere.-duce á una túnica. de a1godon, un lJ.~~g9:!la,Jana basto y un gorro. J

El árabe..es muy sóbrio, ~'l.o¡;.pob.rea~~hacen al dja más que una c.olllil!a .o01ijpu.e~t.a'de ,pan de miju, al qu.e auadenkcbe cl~ ~~~-lIa y /llp;nnagrll-'~; ¡;e bebe agu." .pJJrll, secome poca carne, ~ J/& de cerd~~baya .pro-hibida antes de Mllhoma. L88 gent68li~It18(lQ

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m1,JJ8fl,~ionadas á la pastelería; su bebida fa-vorita e5 el café, y a\lnqne la ley les veda el1l'¡0 de :.0:> lic'-"rea, no son e¡;toil desconocidosteJl Arabia.

Considérase vergonzoso entre los ricos me-qlleanod vender una e8clavll. concubina, y Iliesta llega á ser madre y SIl Eei'i.or no ha tenidomás de tres mujeres legítimas, sedespos!i conella, ó á lo menOR permanece toda su vid" enla casa. Hay meqllellDos que tjen~ 1116con-cubinas por docenas.

Dootle la conqlÚlita de Ara bia PO{' ~Ia.hQ..•met-AH, el cadí de ia Meca. ha reci;l-brll.do la.alliorj..lllld que le arrebatara la. Puerta Otoma-Da, y rh'lrce I,)s nombraUllentos para los desti-no.:>de la judicatura de esta cin<1arl y paral(l~ de Djed,Ja y Tl1if, 10$ cUll.les solo puedenconferi ro;;e á 105 árabeiltf'Lps cua.tro mnl/irlS delll~ CUliÁoro ¡;ec.tús .ortodoxas compoDoo el .tri-uunal 'tlle preside el cadi. La :Vleca es.t;\,blljoel mando d.e \lO gobernalor con categoría deprinci-pe,.6;i "bwAno tieaeel título de iman niel de C.~\Ifll.

TOIll'> 11.

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114

Losraeqlle:inos no dejan de '¡),1l:JE'!et" al~l"".nas· buenas clllilidades.' (JOIDO. toJI)3 los das;..cendientes de Sem, tienen un carlÍcter f~oil.mente di8puesto a la alegría, y ::lobres,,\.lel) enel arte de expresar los pensamientos más trí··viales por medía de palabras verllade-ramentesublimes, y cuya solemne 'gra.ve\tad fOl"maunridieulo contra3te con la ruiMez (te sus idess.Son~ honrarios, valerosos, de 'amable trato,bastante delioa.(los, sumamente amautesdc'su familia y de su pátrill, tienen un c(')ooti·miento gteneral de' los hombres y de lasM3a~;pero confhllO asimismo que el· Ol'g'llHo; la hi-.¡pocresÍll,lll írreligil)n, la avaricill; Ia.inmoro .•,lidad y el amará la oSlentl\cionc, s{)'t'lntloes~que oscn recen eu cierto morio las l:me[J'8.~'

cllali,llld~:-l de ~t1·carÍlcter.

Un ~xtranjero no' pue1tetotlsvia Bl'ries~&r.se en 11\Mecll si'l exponerse á cO'l're" g-rlltillespeligro~. Srn ,\udll. un serill, &:lIno en los t¡'en'l'-p03 del ~élebre M. Heari ,es 'decir, CtlrtHI

en 1829, in;ollltldfl Il.pen18 [l1\s8sel1l. pllertlideDje:lda, y que podria visitar los lng'lres iru~

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llQestáu situadas al E::;te de la. CIudad S!l.uta,¡:.iempre qlle no diri;.de;;e su::; miradas 818ao-tuario; ma., el primer bellliu) qu;:! apercibiese<:1sombr8ro de un europea se creería degra-(¡¡l(lo a :;¡¡., p,'opw::; Ojlh si uo t:n\iililm. urI/llnla

b.1/1cahctd. del que lo llevara. E::l vadad que,(hrautc la ép:¡Ol lle la pereKrlU1U~j()n, 110 les: riu di fiell <11::;[;atafSe; [krO !lO lo e::l mellO..,

q'le no podrlll. e"eafll,r á la lun,,:·te si enl !'llen-

IlUci,!o 1;0;00 \lU ju~lt~!. L(),; lla,' cr,',:ll 'I'le el

pdigro bi.lzona, pUl' j':I~lr;\J Ii:i. ag-radltble-

mente lus piacere::l, pUeden lllléul~.r uu viajeá la. }lecll; pero yo, con la experiellcia. adq ui-rida, le,; aseguro que los re::;ultalo.-; no COfre,;-

p1lllden ui con llillCl.;.O á los pd ig'r ¡::; que hay

q 'le arnstrar ..Mahomet b!ibill puesto á mi ilispo"icion un

pequeñ.) upo;:;enl.ú ,:itulldl) tU d prilIler pisod.~su casa, y en él me refugiaba así q,¡e Call-e] uíawo;; n ue:;tra :5egllllU", comida .. Le tenill

p¡~I'[ectbID!.:llte regado, y !lllí perrn:lllecitl rl.ll-runte horas entera,;, tendido s!Jbre 1IP.;¡grlle-

:irL alfoIllura. Alg UIJa;:; vecc:> meentretenia en

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redact'T mis notas é. la. ligera, y'muy r&P\l"-mente recibia vis-itas.

Abrla!1a, el hermano m&yor de Mllhortllet.-,me !'efiiri6 nn dia cierta tradicion que, ~i-bienmuy extraña, está. btHltante extendi(lll. rol" 1'8.costa del ~blíterr'áneo y delIllflr Rojo. Segunella, los ing-Ie:.!e:;envi~lron un dia una emba-jada á MlIh0-rnll plira inf,mnllr:;e de sus doc-trinas y rOg"l\rle encll.rgll,;e su conver8ion 8.Kalet1-beu- W ¿¡lid; pero desgraciadamente losenviados llt'gllron Uem!1Silldo tarde. pues elalma bienaventurada del Profeta habia yavo-lado all~l:Iraiso. Este fallecimiento fué la 'Clla-!!la de que los ingleses no ll.bandonasen BU reli-gion, pues lo,;e~nbll.jadore:s, no pudiendo alcan-zar el objeto que lo;; trajera á la Meca, regre-saron á supab tan i",;'uorantes como habiansalido. Y hé aq ui por que los musulmanes deDerbería y de alg-unas otras comarcas preten·den que, de todos los pueblos que admiten laBiblia, los ingleses son los que están más dis-puestos tí. recibir el h;lam¡smo.

Ya no debia permanecer en lll. MecfL mád

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'lue algunos dias, pues todas las noticias quehabia. adquiri\io acordaban en pre¡;eIltlirmecorno imposible el viaje á travé~ rlc: lli ,\rabill.POI~O 1\ poco no fllí viendo á mi alrededor rnlisql1'~ fig-nras melaneólica~, ~ére:> qne echabande meno:> la vist8. rle S'IS ffinjnei! y de sus hi-jos: la nn~talg\li prnpp;:aba ti dominar :0" espí-ritu!!, y bien pronto n'le:\tra Cl:lS'i presenció losprepll.l'ati 1i0:> de mi purtida.

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CAPlTULO X.

El 5p.rmon de la tarde en la l.aaba.-l:1l b.nqllete de gran'tt,no ...-;;a·id:l d., l~ 1!¡·C'I.-Clln,\,cu",·c>.as ue Illi brabata.-La tumba de Eva.-Adio5 8 la AralJ.a.

Una tarde Mahomet y yo nos dirigimos alsantuario para oir un sermon. El vasto Cua-

drilátero estaba lleno de creyentes dispuestoseI1 largas filas y mirando todos al negro edi-ficio que se elevaba en el centro. Las más brío118.11t\~Sflores de un jardin no hubieran podi-do competir con el expléndor de sus ve¡;ti-dos. Un sulo grupo l;oUlbrío se veia arrinco-nado en un ángulo; era el de las mujeres. El

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1l!J

paella permanecia en p:é Slobre el tejadillo delZemzerl, rOllea1lo pOl"SUS g'narriia::!8tl\viado~conuniforme (le gala. r,,'los :j,:rmanecian in·m6,ilr~, (1 exccpl'ín!l de alg-unos der-vi8 quedrclJllltlHll entre:a r:lUltilUiI, con el incensa-da en la mano, r,'cibi';Il'ir¡ la,g limosnas qnc,sin pedir las, hada la piella 1 de los fieles.

En medio de la mll\titn(l, :iobre nn púlpito6 tríbuull. que ler:¡¡inaba en llna flecha dora~da. se veiá. al' predicador, anciabo 'de' barbaplateadlt y' ••estilla C(ln nna t Única blanca comola ni¡~ve. Tras alguno::! mOlUcnto~ de inmoviji·

dlld{~ levant6 de pronto y dijo:-L~ paz ~ea coo vOÍlotros, a:<Í como la mi-

sericor(ih y la l>end:Cl(¡n ,le DirlS.'J)e~pue,;, cua!)'!o d lt1!lt·zzin que e;:;taba al

pié)Ie' 'lll:'tribttnll hllb'l ft'ci''1<lo Il\invitacional sermoH, el predicador <lió principio it sutarl~.¡

Aqtlel'~lun¡io silencio no fIJf interrum-pido en é':'PH'ndpio tÍiás qne por Iltgllllt)~ ra-ro'::lamen; pero euhndo el sermon se ftcercl1bll.111d,n, á cadli tres ó cuatro ~18br&8 se eleva·

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bllJl á 1" vezmillare¡¡ de voe.ef:l ~e to~o~ .losángu/.os de~ pátio. Yo había vistu y~ muchllesolemnidades religiolifls;, '~r.O ~pnfieao qt).eniQguua me habia producido una impreaio,J;\.semejante.

Ant.es de salir de la ~leca, fui convidl1daá un gran ba.nquet,e, y hé aquí ).a.li¡;~.de lq~manjares que se nos sirvi.erou, j~ no,d~ deser ~rio¡;a.

Nos prePfJ'amo84,1&.co~loP»n~ u~t~~8 de. café· yfllQ1ando \luapipa. El banqu.-e-te fuéser,vído ell.un»1U', especi.e ¡¡t~,gamellAde madera, ch~ ••da 4e .cobre y muy adQr~.da con ar.a.be~(lg e. ,ill,S~ipcippe8, prpvj~~a deuna cobertera~u~m.ente Jimpi, '1 hri~l~~el ~int esta.ba ~ostenid:), corno 4e .or4i.!lfJIl'io,po.r u~ .pié de pladera de ~ndaJo ~n. ~Bqf~~tacíones.¡ie n~¡¡r. Empe~a.mos p~l! .~:eitQf&.do de carne con etlpin8C1l8 y aCedenl8 deG.IJ¡ .•nea, "! por aJg-.nnos p.l~to& l:W,~~br~,rica-mente COlldimentJMjlls.~a&P'~~4,ell.te .gervj.-cio,sallo.reaw.os .'W~gqi¡¡. ,de carne iQ.~Ild.adode m'¡¡16ie¡;8 der~ti~, 1\1que l:>igujA~QA tlll}le,

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cie de plC1ttlil1o acr)inpltñ~d'o de hojas deparra, dobladas étr triángulo y. rel1eóas deCErnera picado "1sazonado con eBpecias. Hubotam:brenull riquísimo asado, que se sirvió enplatos c.e ma.dera, y al que acompniió una en-salada de cohombros silvestres, con diverso8platos llenos de rajas de melon j una. masaItil1Y superior en gusto al chape.ti de la Indiaocripabá ellugllr del p'!in, y para beber tt'ní'a-moa !l;5ua perfumada eon pasta de Chios. Lospostres se compusieron de un exql1isito platode fideos endulzados eon miel y eu bierto8 deazWekr ~n polV'o, cotnpota de manzanas y demettibtli11ds, lÍtlá ligera crema di' arrQ~, lechey esencias, yen fin, algunos trozos de roha,conserva muy estimada aqul. porque viene deCon¡¡tantinopla y que seria muy bUena si noestuviese dcm,·siado carga.da de agua de ro-sás.DespúéSde haber comido algunas frutasexqulsi~'foiÍlo granadas y dátilt':', conclu-yó el fel:itin con una papilla de arroz e0n manoteen, que comimos sirviéndonos de ('l¡charasde mudera,

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.En Arapia ~e.~~Q~~ el.art~i.~elkjo8<>; qtleppseen lo~ fran<;ese~4eJ?r9~~mg~r1Jna cO.fDi.d& ~fltisfecua el hambre, el.convidado ~p'~raáque lQs demás, comeI1Eale¡J h;8y'lIpCoo,cluV:10"se lava lag mano;; y la, boca cona,g.lJ8. perf~.w,a~da, y se levanta de la me,;ad~.dQ Jl1Uestrlls de

: .. ' . 1 -: .' , : ~" ,! - " - r. ' ",

sa,tisfaccion para no ,~,erJ.nv~t'lli0*c(,l~e~,~~todayía, Dei'pues fe toma el ~llfé"!se f?paJ\p.~pipa, f3eduerme l~ síest" y á l~-!>lea'!!r~~Aela.

tlir~e}i~~lvt: ~aJeupion~'I\'l\" ., .',~HJ'

, ,No ~jfJ..dr ser Ctlri~.sove.r,.c8~Qel ~t¡n9r,álos intereses munqallos y la'1P.~~rdi~l¡te,l:Iij-

•. '_~ 1 • " ,': .;. ~ " ." ,', __ '.; '.

cion ~)qB¡:pl&~er~ ~uc.edeQ.inIWJdillf¡fmt}fl,\~!,~]~sJlu~t~riQades ,dela, pereg~i~pAoo;,~q.~~pp~4~,otQ:~ve~tido& de blanco,D9: bi,en h!lJ), sal-d!ido con Dios su cIJepta declllp~s, se hacen)~brir al mqmeuto, por rcg]ag~uerllh uq~

Duev~cue~ta corriel1te~"p~~I1t'i1o..es el~\~~~-.ro de les que la viste, de la C!lllba)l& cp¡:¡du-:cido A reformar sns co~tu~breI'Y su: méfodode vida.

1\lIdll me gete~i~ 3'11rn la :Mec8, Hice mispequeños rrglllo~. ulqllilé dO$ c.amellos para

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Djedd8, ul precio de cincuenta rell les, cuyamitad pllgllé por adelantado, é hice partir miequipaje blljo el cuidado de mi fiel Noul'. CURn·0.0 mi la1:'~á de~pcdida hubo terminado, Mll-

ho~net y yo mOtltllm()~ en los asnos '111e se noshabian dispuesto, y ~a1imo~ de aqnellll. cailadonde' habia. recibido tan cordial hORpitn-lidad.

N,) pnedo menos de confesar que, Cllandome encontré en la llllnura abierta, respiré conpIncel' corno nn prisionero Illle se \'6 en libi~r-tarf. El calor de los nyos solares me infundianuevo vigor, el aire <lel desierto me pareciaembalsamacl.o, lfl natnraleza mesanreia comoel ro~tro de una IIntj~na amigoa, y asi e!'\ qne"in 111menor pen'\ ellvi~~ mi {¡'tima miradfl,una mimll11 de rie,¡pedio.a, á la Clll'fiVana dp S'.-rh, (PW t'f'tabll llcr,mpa 1!1 á 13 d"rél~h'1 d,~

Iluestro c~millo.Viajamos rlenoche: (\r"pllp, ,lp In "!'!)a y

dt, 1111 de,can~o di) m~,j;a hOI'R, ];.,; HSllt,S e8~

tRban dispuestn;;; cl.f~;;pert6á M~homf't, que sehabia '(j1Jeda.rlo dormido, y que, seg-un sU ex-

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]24presion, se estll.~ muriendo de sUc,),yQ., AJ cabA

de una hora de marcha llegamos a 1),n8 pos,,-da, y el j6veo árabe, arrojándose á ti~rJ:a,declaró que le era impQsible ir mál:\ lejos.Nlle~tro alquilador se irritó, pero todo fuéen vano: un egipcio que 11.111 estaba quiso ,baob]ar un poco alto, y volvié.pdQIp~ á él led~: ,

-Hijo d~mi tjCl. QQ com.etM ~~CMQ et lBS

~br.s. que te. puede costa\'cafO.El imprudente queria empeñar á lOl¡ d~·

más á 4acernos mover, cuando mi jóvep. ami-go, junto al cual me ac",ba,b,. 4e acoatal; \e - .v,l,lnt6 la cabeza y le dijo en un tol;l.O ~i~teri~omostrándome co~ la mano:

-&No s.nbeís lo que hace e~te hombre?-¿,Qué hace?-pregunt6,cl.~uditorio.-Figuráos.-continuó ~ahomet,-que días

rasados los otaybas nos hicieron ver 111,~\l~rteen el de8filadero de Zllriba; ¿qué~n~is quehizo él~

-Lo ignoramofl.-Pues bien,-repuso mi cowpauero. con.uo

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l-:?'i

énfa.si~ lleno de ironía;-to que bizo... fuá pe-dir de cenar.

Los ql)e querian inoomodaruog salieron ensilencio, despues de hncer un gesto sumamen·te expresi.o, y nos dejaron dormir tranquill!.·mente.

Emn las ocho de la mañana y el :'01 em-pezabl~ ya á calentar cuando entramos enDjeddtl. Nuestra detencion ba bia durado treshoras, )' hauíamos empleado onee en an<lllr

nl108 sct,~ntH. y dneo k;:6metro:" á tra res d"11DarenllJ tnn incc·moclo CC/T;OIIwlIMono.

En Djedda empecé á encantrarme bien: lavista del pabellon hritánico mf~ d&ba ,'alor yh contemplacioll del mar me llenaba de ale·g-ria, pues para. 1m; ingleiSes, el mar es pocoLlenos que el hogar dOlUé~tico.

No qUi'fia, sin e,nbargo, Slllir de la Ara-bia sin hJlcer una última plregriullciou. pueslJS tradiciones mu.-u\ml.lnas coloclln la tumbade Eva á media 110m de di~tTlllCíu de Djedda.N ue~ra madre, srg un dIcen, yuce, cuma unabut'DldSUll1tlita, con el rostro vuelto llli.cia la

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J26Caab!l, lo!! pi~s al Norte, la cabeza al Sur, yel rostro apoyado sobre la mano derecha. UnaJ'equeña cúpula blanqueada cubre una piedrafantásticamente esculpida con la pretension d~representa!' el ombligo de EVIl, que este es,entre los habitantes de la comarca, el nombr~qne lleva aquel peqneño monllmento. El ára-be que nos guiaba me invitó ábesar aquellosgerog-lificos, lo que hice de buen grlldo, conmucha más 1'87.011 cuando me decian que nadame honrá1'ia tanto como aquella muestra derespeto.

RI pretendido cuerpo de Eva está ehmpren.didoentre dos pequeño~ muros par8.1elo~, si-tuados á la distancia de geis pasos el uno delotro: fS inrluclablemente una bonita anchura.En cuantG t\ la longitud, se cuentan cientoveinte pll>'OS de;:;de 18 cabeza al ombligo, yochenta dl'sde el ombligo á los piés. ¡Estaturagigantesca, pero desproporcionada! ~o pudemenos de decir á Mahomet que Eva debill. te-ner ti aspecto de una caiia, á lo cual contest6mi jÓlen f,mi¡¡:o con gran desembllrllZO:

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-Por mi parte, doy graeias al cielo porquela madre EVIi DO está ya l:iobre la tierra, pllel'l

si hoy viviese, de seguro excitaría UD verda.-dero e~p8uto entre su progenítura.

CÚll esto I~onc:luyeron mis peregrinacionesen la AralJiu. Despedíme de Ml1h;¡ruet, y reD-dido de fatiga y de calor me crulllirqllé en laUwurka, cuyos oficiale:" M~l. \Vul1ey y Tay-lor, me recibieron ~on la ma.\ vr alIlaoilidlld,J dOlJde ¡lO pudo meno::! de adrnirarfLle qlle lo:>peregrino,; turcos que llenaban el bllqne, aleOlJucer 1 I prufanacioll q!le habia cometido enlo:>~tl.Dtuarios de ¡¡U {é, DO me arrojasen al IDar.

Afortunadamente nada sucedió, y tras po-n,; dias de Dhvegacioll, arribé aano y salvo ;1~'U(~z.

F1N.

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L/', e ON Q u iST A o E fv1id) A ID.

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Elvir,¡ E-ln'i1a vieron un arrogante j6ven adolescent",

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