caballitos de sal - anabel sáiz ripoll / yolanda mosquera

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www.pintar-pintar.com NOVEDAD: “Caballitos de sal” de Anabel Sáiz Ripoll con ilustraciones de Yolanda Mosquera. Caballitos de Sal es el título de nues- tra nueva publicación, un poemario in- fantil centrado en el género de las nanas o canciones de cuna, escrito por Anabel Sáiz Ripoll con ilustraciones de Yolanda Mosquera. Las nanas o las canciones de cuna son, quizás, la manifestación más antigua del cariño de una madre hacia su hijo. Desde la noche de los tiempos, las madres han acunado y mecido a sus pequeños y les han susurrado palabras de consuelo para evitarles miedos o dolores, para invocar el sueño o para hacerles compañía. En Caballitos de Sal, Anabel Sáiz Ripoll recoge algunas Can- ciones de Cuna o Nanas que ha dedicado a los niños y niñas que le rodean. Son canciones breves, en las que el ritmo es lo más importante y que recogen temas recurrentes: el mar, la ausencia, la falta de sueño, las estrellas y, por supuesto, los caballitos de mar, que le dan nombre. “La palabra en la cuna: Caballitos de sal”, María García Esperón en mariagarciaesperon.blogspot.com.es Anabel Sáiz Ripoll ha situado la palabra en la cuna. Al oído del niño y de la niña acude un murmullo de origen. Es una nana y a través de ella el lenguaje se abre paso hacia esa vida de amor y de creación constante que es la del niño pequeño, de la pequeña niña. (…) Los poemas que constituyen Caballitos de Sal son irradiaciones. Luz de luna emerge de estas páginas para inspirar a padres y madres, para invitar- los a aprovechar el tiempo iluminado de la primera infancia de sus hijos y admirar que haya sueño, que haya luna, que haya vida y esta duerma acunada en imágenes dóciles, en palabras bellas. Caballitos de Sal - Anabel Sáiz Ripoll / Yolanda Mosquera - Pintar-Pintar Editorial

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Page 1: Caballitos de Sal - Anabel Sáiz Ripoll / Yolanda Mosquera

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NOVEDAD: “Caballitos de sal” de Anabel Sáiz Ripoll con ilustraciones de Yolanda Mosquera.

Caballitos de Sal es el título de nues-tra nueva publicación, un poemario in-fantil centrado en el género de las nanas o canciones de cuna, escrito por Anabel Sáiz Ripoll con ilustraciones de Yolanda Mosquera.

Las nanas o las canciones de cuna son, quizás, la manifestación más antigua del cariño de una madre hacia su hijo. Desde la noche de los tiempos, las madres han acunado y mecido a sus pequeños y les han susurrado palabras de consuelo para evitarles miedos o dolores, para invocar el sueño o para hacerles compañía.

En Caballitos de Sal, Anabel Sáiz Ripoll recoge algunas Can-ciones de Cuna o Nanas que ha dedicado a los niños y niñas que le rodean. Son canciones breves, en las que el ritmo es lo más importante y que recogen temas recurrentes: el mar, la ausencia, la falta de sueño, las estrellas y, por supuesto, los caballitos de mar, que le dan nombre.

“La palabra en la cuna: Caballitos de sal”, María García Esperón en mariagarciaesperon.blogspot.com.es

Anabel Sáiz Ripoll ha situado la palabra en la cuna. Al oído del niño y de la niña acude un murmullo de origen. Es una nana y a través de ella el lenguaje se abre paso hacia esa vida de amor y de creación constante que es la del niño pequeño, de la pequeña niña. (…) Los poemas que constituyen Caballitos de Sal son irradiaciones. Luz de luna emerge de estas páginas para inspirar a padres y madres, para invitar-los a aprovechar el tiempo iluminado de la primera infancia de sus hijos y admirar que haya sueño, que haya luna, que haya vida y esta duerma acunada en imágenes dóciles, en palabras bellas.

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Caballitos de Sal es una especie de homenaje a esa poesía de lo cotidiano, cercana a las madres, a la tierra y a la vida. Donde haya una madre que meza una cuna, allí habrá una nana.

Reseña en la Revista Pizca de Papel www.pizcadepapel.com

Caballitos de Sal es un poemario infantil que se cen-tra en el género de las nanas o canciones de cuna. Son poemas muy musicales en los que cuenta el im-pacto sensorial, puesto que su primera finalidad es conseguir que sus destinatarios se duerman plácida-mente. (…) Anabel Sáiz Ripoll es la autora de estos poemas que surgieron de manera casual, como rega-lo, y que, poco a poco, han ido creciendo, sobre todo, desde que ella misma fue madre. Yolanda Mosquera los ilustra con imágenes luminosas, que nos hablan también del sueño, de la ilusión, de la magia y de la fantasía. Donde haya un niño durmiendo, hay el inicio de una historia. Allí empieza Caballitos de Sal.

Caballitos de Sal

Texto: Anabel Sáiz RipollIlustraciones: Yolanda MosqueraFormato: 17,8x15,20 cm.Encuadernación: Tapa duraISBN: 978-84-92964-54-3 Páginas: 48idioma: CastellanoAño de edición: 2013

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Las nanas o las canciones de cuna son, qui-zás, la manifestación más antigua del cariño de una madre hacia su hijo. Desde la noche de los tiempos, las madres han acunado y mecido a sus pequeños y les han susurrado palabras de consuelo para evitarles miedos o dolores, para invocar el sueño o para hacerles compañía.

El género, pues, hunde sus raíces en épocas an-tiguas y ha llegado hasta nosotros, fresco y loza-no como una rosa, de la mano de las propias ma-dres o de escritores que no han querido obviar la especial ternura que produce una nana. Como bien indica el poeta Gabriel Celaya: En rigor las nanas no son canciones de niños sino canciones

para los niños. Así al menos pensaba yo, hasta que un día vi a una pequeña que acunando a su mu-ñeca, le cantaba una nana. Y empecé a pensar en la complejidad del hecho. [...] La madre, al cantar al niño, se pone a su nivel, y le habla como si también ella fuera un niño, solo un poco mayor. De ahí la comunicación real que se establece en las canciones de cuna...

La palabra nana, si nos fijamos en su etimología, procede del término latino nenia que significa can-tinela o lenguaje mágico. Una nana es, efectivamente, una cantinela que entona la madre, normal-mente, de forma espontánea, muchas veces, aprendida otras y es, por supuesto, un canto mágico que introduce a los niños en la esfera del bienestar. La cantadora –asevera Gabriela Mistral– mejor será siempre la madre-fuente, la mujer que se deja beber casi dos años, tiempo bastante para que un acto se dore de hábito, se funda y suelte juegos de poesía. Ahora bien, no solo las madres son capaces de crear nanas, quizás sí de sentirlas con mayor intensidad; es posible.

Las nanas recogen todo el acervo cultural de un pueblo, su sentir, su penar, su disfrutar; por eso son tan importantes para los niños ya que les aportan tanto aspectos lingüísticos como musicales y cul-turales. ¡Cuántas veces una nana ha pasado de padres a hijos! Y cuántas también los propios padres han inventado nanas particulares para sus hijos en las que se habla de aquellas realidades cotidianas que van a formar parte de sus vidas.

En Caballitos de Sal, recojo algunas Canciones de Cuna o Nanas que he dedicado a los niños y niñas que me rodean. Son canciones breves, en las que el ritmo es lo más importante y que recogen temas recurrentes: el mar, la ausencia, la falta de sueño, las estrellas y, por supuesto, los caballitos de mar, que le dan nombre.

Son muchos los poetas que se han fijado en este género, como Lope de Vega, Gloria Fuertes, Concha Lago, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral, Ana Mª Romero Yebra… Es mi deseo que este ramillete de caballitos salados lleve al lector a un encuentro más personal con el mundo en el que la canción se mezcla con el sentimiento.

(Extraído, en parte, de la conferencia Érase que se era el primer despertar poético: las nanas, pro-nunciada por Anabel Sáiz Ripoll, el 14 de mayo de 2011, en el I Festival de Poesía Infantil de León).

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En Caballitos de sal, Anabel recoge hilos de platas y caballitos de mar y los entreteje con lunas y estrellas, con luciérnagas y corales para bordar las canciones inspiradas por el sueño de todos los niños envueltos en el cálido hueco de la cuna.

Cantar al niño que nace es seguir esperando promesas de la vida. Es seguir creyendo en su vínculo de paz que nos aproxima a lo esencial. Es aprender a recuperar la mirada del asombro en unos ojitos que empiezan a mirar. Pero

estas miradas recientes, también tienen que esconderse tras los párpados y dormir. Y para que pueda entrar en el reino del sueño, la dulce premura de la madre mece al niño con un ritmo que acompaña palabras apenas pronunciadas. Palabras que inventa la madre o que le regalan la tradición y los poetas.

Anabel compone esos poemas naturales, y lo puede hacer porque, desde los cofres cristalinos de su propia infancia y desde los niños que la rodean, rescata ecos y melodías que le llegan como una corriente siempre renovada.

Ese tiempo niño es tiempo de pequeños marineros que navegan por los barcos del sueño en busca de las maravillas del mar. Tiempo de risas y sonrisas que sobrevuelan cuentos aún no con-tados. Tiempo de llantos cazadores de sirenas saladas. Tiempo sin tiempo para el niño dormido en el regazo poético y amoroso de la madre.

A veces, como todos los niños, Elba-Mar o Teresa no se quieren dormir. Entonces hay que llenar su cuna de vestidos de amapolas, palmas y cerezas para que, cuando llegue el sueño, jugando a buscarse y esconderse, se encuentren por fin y dejen en el aire un silencio apacible en el que se prolonguen los ecos del canto. Héctor, en cambio, duerme feliz, y la poesía traspasa los límites de sus ojitos cerrados y adivina lo que descubre el niño en su viaje por el sueño. ¿Y Joana? Una nube se acerca a la cuna donde duerme. No hace ruido, pero su presencia puede despertarla. Y las palabras del poema, como la hiedra, la detienen, y así se va perdiendo en un cuelo grande sin atrever a desvelar su sueño.Poemas de ternura, apenas dibujados con las palabras más simples, con imágenes que dejan el espacio poblado de vibraciones transparentes, con sonidos que sugieren territorios de fantasía aún inexplicados.

Las nanas de Anabel nos revelan una sensibilidad lírica en estado de asombro, dispuesta siem-pre a dejarse invadir por visiones de belleza posible y alcanzada. Belleza de las cosas pequeñas, momento único de la flor silenciosa, del canto amanecido, del amor total.

Y Anabel que, con su vida y sus palabras, sigue componiendo el poema, seguro que ya está pen-sando en otros cantos, en otros cuentos para todos los niños que seguimos esperando el regalo de su palabra sincera y pura en un próximo libro, y en otro, y otro, y muchos más.

Teresa Martín Taffarel: La belleza de las cosas pequeñas.

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