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CARACTERÍSTICAS DE LA MISIÓN (PONENCIA P. LAUREN FERNANDEZ) (Desde el Documento de Aparecida, el CAM3 y los cuestionarios HMA y SDB América) Estar en el mundo sin ser del mundo define nuestras presencias. “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal” (Jn 17,14-15). Mirar el mundo con realismo y amor… Somos llamados para escuchar la Palabra, para iluminar la realidad que nos rodea y en la que viven nuestras comunidades. Esto requiere una profunda experiencia de Dios, identidad de congregación, madurez humana, ubicación en el lugar geográfico, social, cultural, espiritual y teológico. La presencia del discípulo-misionero de Jesús en el mundo está marcada con algunas características (como 10 mandamientos) que vemos a continuación. 1- Identidad propia Las sociedades se componen de grupos claramente identificados. Así, los creyentes tenemos que identificarnos como seguidores de Jesús, como discípulos y misioneros suyos. Nuestras limitaciones y debilidades nos recuerdan la importancia de la conversión contínua para ser mejores discípulos y misioneros. Nuestra identidad nace de la profunda experiencia de Dios, en Cristo y con la fuerza del Espíritu, de la fe sólida y coherente, frente al mercado religioso reinante. La vivencia Pascual: muerte y resurrección alimentan y dan sentido a nuestras renuncias, sacrificios, luchas, esfuerzos… a nuestras utopías: “Acabar con las cruces del mundo…”, “destruir las cruces que someten a los esclavos…” Apoyar organismos que luchan contra las violencias del sistema porque “otro mundo es posible”. 2- Valorar lo cotidiano Dios se revela en lo cotidiano de nuestras vidas… se manifiesta en los acontecimientos comunes y en las personas: en las situaciones más humildes y en las más complejas de la comunidad. Como religiosos/as tenemos la tarea de ayuda a descubrir la presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida y de la historia, aprender a discernir la voluntad de Dios, y a comprometernos con acciones en la construcción del Reino.

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CARACTERÍSTICAS DE LA MISIÓN (PONENCIA P. LAUREN FERNANDEZ)

(Desde el Documento de Aparecida, el CAM3 y los cuestionarios HMA y SDB América)Estar en el mundo sin ser del mundo define nuestras presencias. “No te pido que los saques

del mundo, sino que los preserves del mal” (Jn 17,14-15).Mirar el mundo con realismo y amor… Somos llamados para escuchar la Palabra, para

iluminar la realidad que nos rodea y en la que viven nuestras comunidades. Esto requiere una profunda experiencia de Dios, identidad de congregación, madurez humana, ubicación en el lugar geográfico, social, cultural, espiritual y teológico.

La presencia del discípulo-misionero de Jesús en el mundo está marcada con algunas características (como 10 mandamientos) que vemos a continuación.

1- Identidad propia

Las sociedades se componen de grupos claramente identificados. Así, los creyentes tenemos que identificarnos como seguidores de Jesús, como discípulos y misioneros suyos.

Nuestras limitaciones y debilidades nos recuerdan la importancia de la conversión contínua para ser mejores discípulos y misioneros.

Nuestra identidad nace de la profunda experiencia de Dios, en Cristo y con la fuerza del Espíritu, de la fe sólida y coherente, frente al mercado religioso reinante.

La vivencia Pascual: muerte y resurrección alimentan y dan sentido a nuestras renuncias, sacrificios, luchas, esfuerzos… a nuestras utopías: “Acabar con las cruces del mundo…”, “destruir las cruces que someten a los esclavos…”

Apoyar organismos que luchan contra las violencias del sistema porque “otro mundo es posible”.

2- Valorar lo cotidiano

Dios se revela en lo cotidiano de nuestras vidas… se manifiesta en los acontecimientos comunes y en las personas: en las situaciones más humildes y en las más complejas de la comunidad.

Como religiosos/as tenemos la tarea de ayuda a descubrir la presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida y de la historia, aprender a discernir la voluntad de Dios, y a comprometernos con acciones en la construcción del Reino.

3- Vida contemplativa

La “llama misionera se mantiene viva” en la contemplación que se da en el encuentro con Dios, con uno mismo, con el otro y con el entorno. Para ello, necesitamos que la Palabra de Dios nos penetre profundamente para transformarnos. La L.D. es un instrumento valioso que alimenta diariamente la lámpara de nuestra llama misionera.

La contemplación nos lleva a la mística y a la profecía, a ser discípulos y misioneros de Jesús, a dar un testimonio significativo con nuestra vida y acción. La contemplación alimenta nuestro compromiso diario en la transformación de la realidad para una vida más digna y justa, fraterna y comunitaria y que en la fe celebra la presencia de Dios en medio nuestro. Ser místicos y profetas es vivir apasionadamente el seguimiento y la misión de Jesús.

4- Seguimiento radical a Jesús

Ser discípulo requiere una respuesta de amor. “Te seguiré a donde quiera que vayas… (Lc 9,57). Esta respuesta de amor a Cristo solo la puede dar el discípulo que se ha

“configurado con Él”. Así, la centralidad del mandamiento del amor será el distintivo de todo discípulo-misionero, y el distintivo de la Iglesia y de toda comunidad discípula-misionera. El testimonio del amor y caridad fraterna será el primero y principal anuncio.

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Identificarse con Cristo es asumir la cruz y el destino del maestro: “Si alguno quiere venir en pos de mí…” (Mc 8,32). Asumir estilos de presencias ocultas y de servicios, rechazando la vanagloria, los protagonismos y triunfalismos.

El seguimiento radical a Jesús requiere de los misioneros/as de hoy un compromiso con los más pobres y marginados de la sociedad y de la Iglesia para juntos luchar por la liberación de todas las esclavitudes.

5- La ternura y la misericordia

Este es uno de los principales componentes en el “sistema preventivo”. Todos los discípulos-misioneros necesitamos ser testimonio de la ternura y misericordia de Dios en este mundo tan carente de ellas. La ternura y la misericordia hacen creíble la evangelización.

Los rostros sufrientes de Cristo en nuestro continente americano necesitan de la ternura y de la misericordia de los misioneros, expresión de la bondad y ternura de Dios. Así, hacemos vida la bienaventuranza: “Felices los misericordiosos porque serán tratados con misericordia” (Mt 5,7) y optaremos por los últimos: “Todo lo que hiciste con estos más pequeños, lo hiciste conmigo” (Mt 25,45). Se trata de optar siempre por los débiles, por los que el mundo deshecha.

6- Alimentar la esperanza

Dice un refrán: “Más vale encender un fósforo o cerilla, que criticar las tinieblas”. Los análisis de la realidad son muy útiles y necesarios, pero junto a ellos es importante alimentar sueños y utopías, mirar con esperanza los esfuerzos en transformar la realidad de injusticia, violencia y miseria que nos rodea.

Ante las dificultades para seguir esperando nos animan las palabras de Jesús: “Ánimo yo he vencido al mundo”. Nos anima la esperanza de los pobres que comienzan a hablar, actuar, organizarse; de los misioneros presentes en medio del pueblo que acompañan procesos de organización y de superación entre grupos marginados.

“Alimentar la esperanza de los pobres exige presencia, visión e intervención de los discípulos misioneros como actores sociales… La Iglesia de América Latina y del Caribe tiene que intervenir con señales de justicia en el mundo injusto y lanzar las semillas del Reino. La Iglesia en Aparecida asumió esa intervención y ruptura como servicio a los pobres. Prometió no solo ser abogada de los pobres, sino su casa. Como casa de los pobres, la Iglesia será la casa de la esperanza” (Mons. Erwin Krautler, en CAM 3).

7- La solidaridad

Nuestras prácticas solidarias se ven reducidas en ocasiones a prácticas de caridad que no ayudan al crecimiento de las personas. Podemos hablar de tres tipos de acciones: paternalistas, reformistas y transformadoras.

Las paternalistas son aquellas en las que los destinatarios de la acción solo participan en la acción como objetos que reciben; no crecen y se crea dependencia del sujeto que planificó y ejecutó la acción que llama “Solidaria”.

Las reformistas son las acciones donde los destinatarios participaron como contraparte de la acción, pero dependen del sujeto que planificó y controló buena parte de la acción que llama “solidaria”.

En las transformadoras, el que toma la iniciativa de la acción solidaria la pone a consideración de los destinatarios y juntos la planifican, administran y ejecutan. Los destinatarios se hacen sujetos y dueños de la actividad solidaria y crecen con ella.

“La solidaridad debería ser el lenguaje privilegiado para hablar de Dios en el siglo XXI. Gastados los discursos y condenadas a la irrelevancia las grandes teologías de pretensiones universales, la acción solidaria se abre espacio para revelar el misterio del gran otro, sensible a la cotidianidad de la vida y al mismo tiempo a los grandes desafíos de una humanidad llevada al límite de su sostenibilidad por la ambición, la competitividad y la avaricia”. (Revista Testimonio Nº 229, pág. 80).

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8- La realidad pluricultural

En el actual contexto social, la comprensión de la realidad se ha vuelto relativa, compleja y opaca. Los criterios unilaterales y parciales para abordar el mundo no logran una comprensión total de la realidad, generando una crisis de los criterios de ser y estar en el mundo, una crisis cultural, que lejos de entablar el diálogo cultural impone tensión y conflicto. Este contexto está marcado por profundos y vertiginosos cambios con alcance global, determinados por el desarrollo científico-tecnológico guiado por los valores del mercado global.

Su nivel más profundo es el cultural, en el que no sólo desaparece y se rechaza una concepción integral moderna del ser humano, la que a juicio de muchos merece ser rechazada por intolerante y opresora de las concepciones culturales de los pueblos oprimidos; también desaparece la posibilidad del diálogo y mutuo enriquecimiento de las culturas, pues se les niega su capacidad de portadoras de vida y humanidad, se las condena al fraccionamiento y se las lleva a una acción de supervivencia en la sociedad del fraccionamiento y de la relativización.

Pese a esto la variedad de las culturas latinoamericanas, desde las más originarias hasta las que, con el paso de la historia y el mestizaje se han ido sedimentando en las naciones, las familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia cívica, las valoramos como un don de singular riqueza.

Las culturas indígenas con su profundo apego a la tierra y a la vida comunitaria, con su búsqueda contemplativa de Dios presente en el cosmos, sosteniendo y ofreciendo vida. Las afrodescendientes con su expresividad corporal, el arraigo familiar y su sentido vital de Dios. Los mestizos, y su capacidad de síntesis de las diversas culturas originarias, facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia compartida. Culturas caracterizadas por la marginación y la exclusión social y política.

La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo. Ello evidencia la importancia de la cultura para la evangelización. Pues la salvación aportada y ofrecida en Jesucristo es y quiere ser luz y fuerza para todos los anhelos, y situaciones de gozo o sufrimiento, presentes en las culturas de nuestros los pueblos.

En la era de la globalización neoliberal se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, que desprecian las culturas locales y tienden a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores.

Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo la democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política. Estos grupos están tomando conciencia del poder que tienen entre manos y de la posibilidad de generar cambios importantes para el logro de políticas públicas más justas, que reviertan su situación de exclusión.

La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende también al mismo mundo rural.

Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo.

9- Conciencia misionera

La Buena Nueva exige que los creyentes sean generosos misioneros. No es conveniente descansar y vivir de los primeros resultados obtenidos. Los Evangelios nos muestran a Jesús y a sus discípulos preocupados por la evangelización: la gente los busca, tienen hambre de la palabra y ellos no son indiferentes; tienen conciencia de que su misión es anunciar la Buena Noticia a otros pueblos.

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Jesús no se deja atrapar por el entusiasmo agradecido del pueblo, y como si no les hubiese escuchado a sus discípulos que le informan que toda la gente lo busca Jesús les dice que deben ir a otros pueblos donde no ha sido anunciado el Reino. ¿Cuántos de nuestros misioneros y agentes de pastoral se cierran a la posibilidad de salir más allá de las comunidades en que trabajan y disfrutan de la admiración de los fieles?

10- Conciencia ecuménica y universalDios eligió a Israel como a su pueblo, e Israel lo entendió como un privilegio, se creyó el

único pueblo de Dios e inventó falsas divisiones, que hacían que unos pocos se apropiaran de Dios y su Palabra. Estos guardaban celosamente sus privilegios, creando élites separadas de las grandes mayorías. La mentalidad de estos privilegiados no estaba abierta a otros pueblos, creencias y culturas. Todo lo contrario, se creían los únicos guardianes de las verdades reveladas por Dios en el mundo. Ellos eran los únicos destinatarios de los bienes de la salvación. Esta mentalidad estrecha y cerrada fue combatida por el mismo Jesús, quien con su práctica misionera rompió este esquema y llegó a todos, con una práctica universal y supera las divisiones entre:

– Prójimo y no prójimo: obrar como el samaritano, prójimo es todo aquel a quien uno se aproxima (Lc 10,29-37).

– Judío y extranjero: Jesús atiende el pedido del centurión (Lc 7,6-10) y de la cananea (Mt 15,21-28).

– Santo y pecador: acoge a Zaqueo y rebate las críticas de los fariseos (Mc 2,15-17). – Puro e impuro: Jesús cuestiona, critica y hasta ridiculiza la ley de la pureza legal (Mt

23,23-24; Mc 7,13-23). – Obras santas y profanas: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-8) y ayuno (Mt 6,16-18)

son redimensionados. – Tiempo sagrado y profano: Jesús coloca el sábado al servicio del ser humano (Mc

2,27; Jn 7,23). – Lugar sagrado y profano: Jesús relativiza el templo; Dios puede ser adorado en

cualquier lugar (Jn 4,21-24; 2,19; Mc 13,2; Jn 2,19). – Rico y pobre: denuncia el escándalo del abismo que separa al rico del pobre (Lc 16,19-

31).Por otro lado vemos que Jesús vino a traernos otro tipo de divisiones provocadas por los que con él, se comprometen en la construcción del Reino. Jesús invita a la gente a definirse frente a los nuevos valores del amor y la justicia. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. El es señal de contradicción (Lc 2,34). Crea nuevas divisiones (Mt 10,34-36). A quienes quieren seguirlo les advierte que se preparen, irán a sufrir la misma contradicción (Mt 10,25).

P. Lauren Fernández