carta apostólica spiritus et sponsa

Upload: en-ti-vivimos

Post on 13-Oct-2015

43 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

14CARTA APOSTLICA SPIRITUS ET SPONSADEL SANTO PADRE JUAN PABLO IIEN EL XL ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCINSACROSANCTUM CONCILIUM SOBRE LA SAGRADA LITURGIA1."El Espritu y la Esposa dicen: "Ven". Y el que escuche, diga: "Ven". Y el que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratis el agua de la vida" (Ap22, 17). Estas palabras del Apocalipsis resuenan en mi espritu al recordar que hace cuarenta aos, exactamente el 4 de diciembre de 1963, mi venerado predecesor el Papa Pablo VI promulg la constitucin Sacrosanctum Conciliumsobre la sagrada liturgia. En efecto, qu es la liturgia sino la voz unsona del Espritu Santo y la Esposa, la santa Iglesia, que claman al Seor Jess: "Ven"? Qu es la liturgia sino la fuente pura y perenne de "agua viva" a la que todos los que tienen sed pueden acudir para recibir gratis el don de Dios? (cf.Jn4, 10).

Verdaderamente, en la Constitucin sobre la sagrada liturgia, primicia de la "gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX" (Novo millennio ineunte,57; cf.Vicesimus quintus, 1), el concilio Vaticano II, el Espritu Santo habl a la Iglesia, guiando sin cesar a los discpulos del Seor "hacia la verdad completa" (Jn16, 13). Celebrar el cuadragsimo aniversario de ese acontecimiento constituye una feliz ocasin para redescubrir los temas de fondo de la renovacin litrgica impulsada por los padres del Concilio, comprobar de algn modo su recepcin y mirar al futuro.

Una mirada alaConstitucin conciliar2.Con el paso del tiempo, a la luz de los frutos que ha producido, se ve cada vez con mayor claridad la importancia de la constitucinSacrosanctum Concilium. En ella se delinean luminosamente los principios que fundan la praxis litrgica de la Iglesia e inspiran su correcta renovacin a lo largo del tiempo (cf. n. 3). Los padres conciliares sitan la liturgia en el horizonte de la historia de la salvacin, cuyo fin es la redencin humana y la perfecta glorificacin de Dios. La redencin tiene su preludio en las maravillas que hizo Dios en el Antiguo Testamento, y fue realizada en plenitud por Cristo nuestro Seor, especialmente por medio del misterio pascual de su bienaventurada pasin, de su resurreccin de entre los muertos y de su gloriosa ascensin (cf. n. 5).Con todo, no slo es necesario anunciar esa redencin, sino tambin actuarla, y es lo que lleva a cabo "mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litrgica" (n. 6). Cristo se hace presente, de modo especial, en las acciones litrgicas, asociando a s a la Iglesia.Toda celebracin litrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo mstico, "culto pblico ntegro" (n. 7), en el que se participa, pregustndola, en la liturgia de la Jerusaln celestial (cf. n. 8). Por esto, "la liturgia es la cumbre a la que tiende la accin de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (n. 10).

3.La perspectiva litrgica del Concilio no se limita al mbito interno de la Iglesia, sino que se abre al horizonte de la humanidad entera. En efecto, Cristo, en su alabanza al Padre, une a s a toda la comunidad de los hombres, y lo hace de modo singular precisamente a travs de la misin orante de la "Iglesia, que no slo en la celebracin de la Eucarista, sino tambin de otros modos, sobre todo recitando el Oficio divino, alaba a Dios sin interrupcin e intercede por la salvacin del mundo entero" (n. 83).

La vida litrgica de la Iglesia, tal como la presenta la constitucinSacrosanctum Concilium, asume una dimensin csmica y universal, marcando de modo profundo el tiempo y el espacio del hombre. Desde esta perspectiva se comprende tambin la atencin renovada que la Constitucin da al Ao litrgico, camino a travs del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive (cf. n. 5).

Si todo esto es la liturgia, con razn el Concilio afirma que toda accin litrgica "es accin sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo ttulo y en el mismo grado, no iguala ninguna otra accin de la Iglesia" (n. 7). Al mismo tiempo, el Concilio reconoce que "la sagrada liturgia no agota toda la accin de la Iglesia" (n. 9). En efecto, la liturgia, por una parte, supone el anuncio del Evangelio; y, por otra, exige el testimonio cristiano en la historia. El misterio propuesto en la predicacin y en la catequesis, acogido en la fe y celebrado en la liturgia, debe modelar toda la vida de los creyentes, que estn llamados a ser sus heraldos en el mundo (cf. n. 10).

4.Con respecto a las diversas realidades implicadas en la celebracin litrgica, la Constitucin presta atencin especial a la importancia de lamsica sagrada.El Concilio la exalta, indicando que tiene como fin "la gloria de Dios y la santificacin de los fieles" (n. 112). En efecto, la msica sagrada es un medio privilegiado para facilitar una participacin activa de los fieles en la accin sagrada, como ya recomendaba mi venerado predecesor san Po X en el motu proprioTra le sollecitudini, cuyo centenario se celebra este ao. Precisamente este aniversario me ha brindado recientemente la ocasin de reafirmar la necesidad de que la msica, segn las directrices de laSacrosanctum Concilium(cf. n. 6), conserve e incremente su funcin dentro de las celebraciones litrgicas, teniendo en cuenta tanto el carcter propio de la liturgia como la sensibilidad de nuestro tiempo y las tradiciones musicales de las diversas regiones del mundo.

5.Otro tema de gran importancia, que se afronta en la Constitucin conciliar, es el que atae alarte sacro. El Concilio ofrece indicaciones claras para que siga teniendo, en nuestros das, un espacio notable, de forma que el culto pueda brillar tambin por el decoro y la belleza del arte litrgico. Convendr prever, con ese fin, iniciativas para la formacin de los diversos maestros de obras y artistas, llamados a ocuparse de la construccin y del embellecimiento de los edificios destinados a la liturgia (cf. n. 127). En la base de esas orientaciones se encuentra una visin del arte, y en particular del arte sagrado, que lo pone en relacin "con la infinita belleza divina, que se intenta expresar, de algn modo, en las obras humanas" (n. 122).

Delarenovacin ala profundizacin6.A distancia de cuarenta aos, conviene verificar el camino realizado. Ya en otras ocasiones he sugerido una especie de examen de conciencia a propsito de la recepcin del concilio Vaticano II (cf.Tertio millennio adveniente, 36). Ese examen no puede por menos de incluir tambin la vida litrgico-sacramental. "Se vive la liturgia como "fuente y cumbre" de la vida eclesial, segn las enseanzas de laSacrosanctum Concilium?" (ib.). El redescubrimiento del valor de la palabra de Dios, que la reforma litrgica ha realizado, ha encontrado un eco positivo en nuestras celebraciones? Hasta qu punto la liturgia ha entrado en la vida concreta de los fieles y marca el ritmo de cada comunidad? Se entiende como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostlico y del espritu misionero eclesial?

7.La renovacin conciliar de la liturgia tiene como expresin ms evidente la publicacin de loslibros litrgicos. Despus de un primer perodo en el que se llev a cabo una insercin gradual de los textos renovados en las celebraciones litrgicas, es necesario profundizar en las riquezas y las potencialidades que encierran. Esa profundizacin debe basarse en un principio deplena fidelidada la sagrada Escritura y a la Tradicin, interpretadas de forma autorizada en especial por el concilio Vaticano II, cuyas enseanzas han sido reafirmadas y desarrolladas por el Magisterio sucesivo. Esa fidelidad obliga en primer lugar a los que, con el oficio episcopal, tienen "la tarea de ofrecer a la divina Majestad el culto cristiano y de regularlo segn los mandamientos del Seor y las leyes de la Iglesia" (Lumen gentium, 26); en esa tarea debe comprometerse, al mismo tiempo, toda la comunidad eclesial "segn la diversidad de rdenes, funciones y participacin actual" (Sacrosanctum Concilium, 26).

Desde esta perspectiva, sigue siendo ms necesario que nunca incrementar la vida litrgica en nuestras comunidades, a travs de unaadecuada formacinde los ministros y de todos los fieles, con vistas a la participacin plena, consciente y activa en las celebraciones litrgicas que recomend el Concilio (cf. n. 14;Vicesimus quintus,15).

8.Por consiguiente, hace falta unapastoral litrgicamarcada por una plena fidelidad a los nuevosordines. A travs de ellos se ha venido realizando el renovado inters por lapalabra de Diossegn la orientacin del Concilio, que pidi una "lectura de la sagrada Escritura ms abundante, ms variada y ms apropiada" (n. 35). Los nuevos leccionarios, por ejemplo, ofrecen una amplia seleccin de pasajes de la Escritura, que constituyen una fuente inagotable a la que puede y debe acudir el pueblo de Dios. En efecto, no podemos olvidar que "la Iglesia se edifica y va creciendo por la audicin de la palabra de Dios, y las maravillas que, de muchas maneras, realiz Dios, en otro tiempo, en la historia de la salvacin, se hacen de nuevo presentes de un modo misterioso pero real, a travs de los signos de la celebracin litrgica" (Ordo lectionum missae,7). En la celebracin, la palabra de Dios expresa la plenitud de su significado, estimulando la existencia cristiana a una renovacin continua, para que "lo que se escucha en la accin litrgica, tambin se haga luego realidad en la vida" (ib., 6).

9.Eldomingo, da del Seor, en el que se hace memoria particular de la resurreccin de Cristo, est en el centro de la vida litrgica, como "fundamento y ncleo de todo el Ao litrgico" (Sacrosanctum Concilium, 106; cf.Vicesimus quintus, 22). No cabe duda de que se han realizado notables esfuerzos en la pastoral, para lograr que se redescubra el valor del domingo. Pero es necesario insistir en este punto, ya que "ciertamente es grande la riqueza espiritual y pastoral del domingo, tal como la tradicin nos la ha transmitido. El domingo, considerando globalmente sus significados y sus implicaciones, es como una sntesis de la vida cristiana y una condicin para vivirla bien" (Dies Domini,81).10.La vida espiritual de los fieles se alimenta en la celebracin litrgica. A partir de la liturgia se debe aplicar el principio que enunci en la carta apostlicaNovo millennio ineunte: "Es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en elarte de la oracin" (n. 32). La constitucinSacrosanctum Conciliuminterpreta profticamente esta urgencia, estimulando a la comunidad cristiana a intensificar la vida de oracin, no slo a travs de la liturgia, sino tambin a travs de los "ejercicios piadosos", con tal de que se realicen en armona con la liturgia, como siderivaran de ella ya ella condujeran (cf.n.13). La experiencia pastoral de estas dcadas ha consolidado esa intuicin. En este sentido, laCongregacin para el culto divino y la disciplina de los sacramentosha dado una contribucin muy valiosa con elDirectorio sobre la piedad popular y la liturgia(Ciudad del Vaticano, 2002). Adems, yo mismo, con la carta apostlicaRosarium Virginis Mariaey con la convocacin delAo del Rosario,quise explicitar las riquezas contemplativas de esta oracin tradicional, que se ha consolidado ampliamente en el pueblo de Dios, y recomend su redescubrimiento como camino privilegiado de contemplacin del rostro de Cristo en la escuela de Mara.

Perspectivas11.Mirando al futuro, son mltiples los desafos a los que la liturgia debe responder. En efecto, a lo largo de estos cuarenta aos, la sociedad ha sufrido cambios profundos, algunos de los cuales ponen fuertemente a prueba el compromiso eclesial. Tenemos ante nosotros un mundo en el que, incluso en las regiones de antigua tradicin cristiana, los signos del Evangelio se van atenuando. Es tiempo denueva evangelizacin.La liturgia se ve interpelada directamente por este desafo.

A primera vista, parece quedar marginada por una sociedad ampliamente secularizada. Pero es un hecho indiscutible que, a pesar de la secularizacin, en nuestro tiempo est emergiendo, de diversas formas, una renovada necesidad de espiritualidad. Esto demuestra que en lo ms ntimo del hombre no se puede apagar la sed de Dios. Existen interrogantes que nicamente encuentran respuesta en un contacto personal con Cristo. Slo en la intimidad con l cada existencia cobra sentido, y puede llegar a experimentar la alegra que hizo exclamar a Pedro en el monte de la Transfiguracin: "Maestro, qu bien se est aqu!" (Lc9, 33).

12.Ante este anhelo de encuentro con Dios, la liturgia ofrece la respuesta ms profunda y eficaz. Lo hace especialmente en la Eucarista, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de Cristo y alimentarnos de su cuerpo y su sangre. Sin embargo, los pastores deben procurar que el sentido del misterio penetre en las conciencias, redescubriendo y practicandoel arte "mistaggico", tan apreciado por los Padres de la Iglesia (cf.Vicesimus quintus, 21). En particular, deben promover celebraciones dignas, prestando la debida atencin a las diversas clases de personas: nios, jvenes, adultos, ancianos, discapacitados. Todos han de sentirse acogidos en nuestras asambleas, de forma que puedan respirar el clima de la primera comunidad creyente: "Eran asiduos a la enseanza de los Apstoles, en la comunin, en la fraccin del pan y en las oraciones" (Hch2, 42).13.Un aspecto que es preciso cultivar con ms esmero en nuestras comunidades esla experiencia del silencio. Resulta necesario "para lograr la plena resonancia de la voz del Espritu Santo en los corazones y para unir ms estrechamente la oracin personal conla palabra de Dios y la voz pblica de la Iglesia" (Institutio generalis Liturgiae Horarum, 202). En una sociedad que vive de manera cada vez ms frentica, a menudo aturdida por ruidos y dispersa en lo efmero, es vital redescubrir el valor del silencio. No es casualidad que, tambin ms all del culto cristiano, se difunden prcticas de meditacin que dan importancia al recogimiento. Por qu no emprender, con audacia pedaggica, una educacin especfica en el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante nuestros ojos el ejemplo de Jess, el cual "sali de casa y se fue a un lugar desierto, y all oraba" (Mc1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio.14.La pastoral litrgica, a travs de la introduccin en las diversas celebraciones, debe suscitar elgusto por la oracin. Ciertamente, ha de hacerlo teniendo en cuenta las capacidades de los creyentes, en sus diferentes condiciones de edad y cultura; pero tiene que hacerlo tratando de no contentarse con lo "mnimo". La pedagoga de la Iglesia debe "ser audaz". Es importante introducir a los fieles en la celebracin de laLiturgia de las Horas, que, "como oracin pblica de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oracin personal" (Sacrosanctum Concilium, 90). No es una accin individual o "privada, sino que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia. (...) Por tanto, cuando los fieles son convocados y se renen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo" (Institutio generalis Liturgiae Horarum, 20.22). Esta atencin privilegiada a la oracin litrgica no est en contraposicin con la oracin personal; al contrario, la supone y exige (cf.Sacrosanctum Concilium, 12), y se armoniza muy bien con otras formas de oracin comunitaria, sobre todo si han sido reconocidas y recomendadas por la autoridad eclesial (cf.ib., 13).15.Para educar en la oracin, y especialmente para promover la vida litrgica, es indispensable elcompromiso de los pastores. Implica un deber de discernimiento y gua. Esto no se ha de ver como un principio de rigidez, en contraste con la necesidad del espritu cristiano de abandonarse a la accin del Espritu de Dios, que intercede en nosotros y "por nosotros, con gemidos inenarrables" (Rm8, 26). A travs de la gua de los pastores se realiza ms bien un principio de "garanta", previsto en el plan de Dios sobre la Iglesia y gobernado por la asistencia del Espritu Santo. La renovacin litrgica llevada a cabo en estas dcadas ha demostrado que es posible conjugar unas normas que aseguren a la liturgia su identidad y su decoro, con espacios de creatividad y adaptacin, que la hagan cercana a las exigencias expresivas de las diversas regiones, situaciones y culturas. Si no se respetan las normas litrgicas, a veces se cae enabusos incluso graves, que oscurecen la verdad del misterio y crean desconcierto y tensiones en el pueblo de Dios (cf.Ecclesia de Eucharistia, 52;Vicesimus quintus,13). Esos abusos no tienen nada que ver con el autntico espritu del Concilio y deben ser corregidos por los pastores con una actitud de prudente firmeza.

Conclusin16.La promulgacin de la constitucinSacrosanctum Conciliumha marcado, en la vida de la Iglesia, una etapa de fundamental importancia para la promocin y el desarrollo de la liturgia. La Iglesia, que, animada por el soplo del Espritu Santo, vive su misin de "sacramento, o signo e instrumento de la unin ntima conDios ydela unidad detodo el gnero humano" (Lumen gentium, 1), encuentra en la liturgia laexpresin ms alta desu realidad mistrica.

En el Seor Jess y en su Espritu, toda la existencia cristiana se transforma en "sacrificio vivo, santo y agradable a Dios", autntico "culto espiritual" (Rm12, 1). Es realmente grande el misterio que se realiza en la liturgia. En l se abre en la tierra un resquicio de cielo, y de la comunidad de los creyentes se eleva, en sintona con el canto de la Jerusaln celestial, el himno perenne de alabanza: "Sanctus, sanctus, sanctus, Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt caeliet terra gloriatua. Hosanna in excelsis!".Es preciso que en este inicio de milenio se desarrolle una "espiritualidad litrgica", que lleve a tomar conciencia de Cristo como primer "liturgo", el cual acta sin cesar en la Iglesia y en el mundo en virtud del misterio pascual continuamente celebrado, y asocia a s a la Iglesia, para alabanza del Padre, en la unidad del Espritu Santo.

Con este deseo, de corazn imparto a todos mi bendicin.Vaticano, 4 de diciembre del ao 2003, vigsimo sexto de mi pontificado.IOANNES PAULUS IICopyright Libreria Editrice VaticanaCARTA APOSTLICA VICESIMUS QUINTUS ANNUSDEL SUMO PONTFICE JUAN PABLO IIEN EL XXV ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIN SOBRE LA SAGRADA LITURGIAA todos los Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,Salud y Bendicin Apostlica.1.Han pasado veinticinco aos desde que, el 4 de diciembre del ao 1963, el Sumo Pontfice Pablo VI promulg la ConstitucinSacrosanctum Conciliumsobre la Sagrada Liturgia, que los Padres del Concilio Vaticano II, reunidos en el Espritu Santo, poco antes haban aprobado[1]. Fue aquel un acontecimiento memorable por diversas razones. En efecto, era el primer fruto del Concilio, querido por Juan XXIII, para que la Iglesia se pusiera al da; haba sido preparado por un amplio movimiento litrgico y pastoral, y era portador de esperanza para la vida y la renovacin eclesial.Llevando a cabo la reforma de la Liturgia, el Concilio realiz de modo muy concreto la finalidad fundamental que se haba propuesto: Acrecentar de da en da entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que estn sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unin de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia[2].2.Desde el inicio de mi servicio pastoral en la ctedra de Pedro, me preocup en insistir sobre la importancia permanente del Concilio Vaticano II y tom el empeo formal de dar al mismo la correspondiente aplicacin. Y aad que convena hacer madurar, con el estilo propio de lo que se mueve y vive, las fecundas semillas que los Padres del Concilio Ecumnico, alimentados con la Palabra de Dios, sembraron en tierra buena (cf.Mt13, 8.23), es decir, los importantes documentos y las deliberaciones pastorales.[3]En ms de una ocasin he desarrollado posteriormente, sobre diversos puntos, las enseanzas del Concilio respecto a la Liturgia[4]y he llamado la atencin sobre la importancia que la ConstitucinSacrosanctum Conciliumtiene para la vida del pueblo de Dios; en ella es ya posible hallar la sustancia de aquella doctrina eclesiolgica que ser posteriormente propuesta por la asamblea conciliar. La ConstitucinSacrosanctum Concilium, que fue el primer documento conciliar, cronolgicamente hablando, anticipa[5]5 la Constitucin dogmtica sobre la IglesiaLumen Gentiumy se enriquece, a su vez, con la enseanza de esta Constitucin.Despus de un cuarto de siglo, durante el cual la Iglesia y la sociedad han conocido cambios profundos y rpidos, es oportuno poner de relieve la importancia de esta Constitucin conciliar, su actualidad en relacin con los problemas nuevos y la permanente validez de sus principios.IRENOVACIN EN LA LNEA DE LA TRADICIN3.Respondiendo a las instancias de los Padres del Concilio de Trento preocupados por la reforma de la Iglesia de su tiempo el Papa San Po V dispuso la reforma de los libros litrgicos: en primer lugar el Breviario y el Misal. Este mismo objetivo fue perseguido por los Romanos Pontfices a lo largo de los siglos siguientes, asegurando la puesta al da, definiendo los ritos y los libros litrgicos, y emprendiendo, desde el comienzo de este siglo, una reforma ms general.San Po X instituy una Comisin especial encargada de esta reforma, para cuya realizacin pens que seran necesarios varios aos; sin embargo, puso la primera piedra del edificio con la restauracin de la celebracin litrgica del domingo y la reforma del Breviario Romano[6]. En verdad todo esto exige, afirmaba segn el parecer de los expertos, un trabajo tan grande cuanto duradero; y, por tanto, es necesario que pasen muchos aos, antes de que esteedificio litrgico, por decirlo de algn modo, (...) muestre nuevamente el esplendor de su dignidad y armona, una vez que haya sido como limpiado de la suciedad del envejecimiento[7].Po XII hizo suyo el gran proyecto de la reforma litrgica publicando la EncclicaMediator Dei[8]e instituyendo una nueva Comisin[9]. Asimismo, tomo decisiones sobre algunos puntos importantes, como la nueva versin del Salterio, para facilitar la comprensin de la plegaria de los Salmos[10], la atenuacin del ayuno eucarstico, con el fin de favorecer un acceso ms fcil a la Comunin, el uso de las lenguas vernculas en el Ritual, y, sobre todo, la reforma de la Vigilia Pascual[11]y de la Semana Santa[12].En la introduccin al Misal Romano, en 1962, se inclua la declaracin de Juan XXIII, segn la cual los principios fundamentales, referentes a la reforma general de la liturgia, deban ser confiados a los Padres en el prximo Concilio ecumnico[13].4.Esta reforma global de la Liturgia responda a una esperanza general de la Iglesia. En efecto, el espritu litrgico se haba difundido cada vez ms en casi todos los ambientes, junto con el deseo de una participacin activa en los sagrados misterios y en la oracin pblica y solemne de la Iglesia[14], y junto con la aspiracin, asimismo, de escuchar la Palabra de Dios de modo ms completo. La reforma de la Liturgia, unida a la renovacin bblica, al movimiento ecumnico, al impulso misional, a la investigacin de la eclesiologa, deba contribuir a la renovacin total de la Iglesia. Esto lo he recordado en la CartaDominicae Cenae: Existe, en efecto, unvnculoestrechsimo y orgnicoentre la renovacin de la liturgia y la renovacin de toda la vida de la Iglesia. La Iglesia no slo acta, sino que se expresa tambin en la liturgia y saca de la liturgia las fuerzas para la vida[15].La reforma de los ritos y de los libros litrgicos fue emprendida casi inmediatamente despus de la promulgacin de la ConstitucinSacrosanctum Conciliumy fue llevada a cabo en pocos aos merced al trabajo intenso y desinteresado de un gran nmero de expertos y de pastores de todo el mundo[16].Este trabajo fue realizado obedeciendo al principio conciliar: fidelidad a la tradicin y apertura al progreso legtimo[17]. Por ello, se puede decir que la reforma litrgica es rigurosamente tradicional ad normam Sanctorum Patrum[18].IIPRINCIPIOS DIRECTIVOS DE LA CONSTITUCIN5.Los principios directivos de la Constitucin, que sirvieron de base a la reforma, son fundamentales para conducir a los fieles a una celebracin activa de los misterios, fuente primaria y necesaria del espritu verdaderamente cristiano[19]. Dado que la mayor parte de los libros litrgicos han sido publicados, traducidos y puestos en uso, es necesario mantener constantemente presentes estos principios y profundizarlos.a) La actualizacin del misterio pascual6.El primer principio es la actualizacin del Misterio pascual de Cristo en la liturgia de la Iglesia, porque del costado de Cristo dormido en la Cruz naci el sacramento admirable de la Iglesia entera[20]Toda la vida litrgica gira en torno al sacrificio eucarstico y a los dems sacramentos, por los que llegamos a la fuente misma de la salvacin (cf.Is12, 3)[21]. Debemos, por tanto, ser muy conscientes de que por el misterio pascual de Cristo, hemos sido sepultados con l en la muerte, para resucitar con el a una vida nueva[22]. Cuando los fieles participan en la Eucarista han de comprender verdaderamente que cada vez que se celebra el memorial de la muerte del Seor, se realiza la obra de nuestra Redencin[23]y a tal fin los Pastores deben formarlos con empeo constante para celebrar cada domingo la obra maravillosa que Cristo ha llevado a cabo en el misterio de su Pascua, para que, a su vez, lo anuncien al mundo[24]. En el corazn de todos pastores y fieles la noche pascual debe volver a tener suimportancia nica, hasta el punto de ser verdaderamente la fiesta de las fiestas en el ao litrgico.Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su resurreccin constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia[25]. Y la prenda de su Pascua eterna[26], la Liturgia tiene como primera funcin conducirnos constantemente a travs del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida.7.Para actualizar su misterio pascual, Cristo esta siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litrgicas[27]. La Liturgia es, por consiguiente, el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien El envi, Jesucristo (cf.Jn17, 3).Cristo est presente en la Iglesia orante reunida en su nombre. Precisamente este hecho es el que fundamenta la grandeza de la asamblea cristiana con las consiguientes exigencias de acogida fraterna que llega hasta el perdn (cf.Mt5, 23-24) y de decoro en las actitudes, en los gestos y en los cantos.El mismo Cristo est presente y acta en la persona del ministro ordenado que celebra[28]. Este no est investido solamente de una funcin, sino que, en virtud de la Ordenacin recibida, ha sido consagrado para actuar in persona Christi. A todo esto debe corresponder una actitud interior y exterior, incluso en los ornamentos litrgicos, en el puesto que ocupa y en las palabras que pronuncia.Cristo est presente en su palabra proclamada en la asamblea y que, comentada en la homila, debe ser escuchada con fe y asimilada en la oracin. Todo esto debe reflejarse tambin en la dignidad del libro y del lugar destinado a la proclamacin de la Palabra de Dios; asimismo, en la compostura del lector, que ha de ser siempre consciente de que es el portavoz de Dios ante sus hermanos.Cristo esta presente y acta por medio del Espritu Santo en los sacramentos y, de modo singular y eminente (sublimiori modo), bajo las especies eucarsticas en el sacrificio de la Misa[29], y tambin fuera de la celebracin, cuando stas se conservan en el tabernculo para la comunin particularmente de los enfermos y para la adoracin de los fieles.[30]30 Sobre esta presencia real y misteriosa, corresponde a los pastores recordar frecuentemente en su catequesis la doctrina de la fe, de la cual deben vivir los fieles y que los telogos estn llamados a profundizar. La fe en esta presencia del Seor implica una actitud exterior de respeto hacia la iglesia, lugar sagrado donde Dios se manifiesta en su misterio (cf.Ex3, 5) sobre todo durante la celebracin de los sacramentos, pues las cosas santas deben ser tratadas siempre santamente.b) La lectura de la palabra de Dios8.El segundo principio es la presencia de la Palabra de Dios.En efecto, la ConstitucinSacrosanctum Conciliumha querido tambin restablecer una lectura de la Sagrada Escritura ms abundante, ms variada y ms apropiada[31]. La razn profunda de esta restauracin est expresada en la Constitucin litrgica, para que aparezca con claridad la ntima conexin entre la palabra y el rito en la liturgia[32]y en la Constitucin dogmtica sobre la divina Revelacin: La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo[33]. El incremento de la vida litrgica, y, consecuentemente, el desarrollo de la vida cristiana no se podrn realizar si no se promueve constantemente en los fieles y, ante todo, en los sacerdotes un amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura[34]. La Palabra de Dios es ahora ms conocida en las comunidades cristianas, pero una verdadera renovacin pone hoy y siempre nuevas exigencias: la fidelidad al sentido autntico de la Escritura debe mantenerse siempre presente, especialmente cuando se traduce a las diversas lenguas; el modo de proclamar la Palabra de Dios para que pueda ser percibida como tal, el empleo de medios tcnicos adecuados, la disposicin interior de los ministros de la Palabra con el fin de desempear decorosamente sus funciones en la asamblea litrgica[35], la esmerada preparacin de la homila a travs del estudio y la meditacin, el compromiso de los fieles a participar en la mesa de la Palabra, el gusto de orar mediante los Salmos y al igual que los discpulos de Emas el deseo de descubrir a Cristo en la mesa de la Palabra y del pan[36].c) La Iglesia se manifiesta a s misma9.Por ltimo, el Concilio ha querido ver en la Liturgia una epifana de la Iglesia, pues la Liturgia es la Iglesia en oracin. Celebrando el culto divino, la Iglesia expresa lo que es:una, santa, catlica y apostlica.Se manifiesta comouna, con aquella unidad que le viene de la Trinidad[37], sobre todo cuando el pueblo santo de Dios participa en la misma Eucarista, en una misma oracin, junto al nico altar, donde preside el Obispo rodeado de su presbiterio y ministros[38]. Que nada rompa ni debilite, en la celebracin de la Liturgia, esta unidad de la Iglesia!La Iglesia expresa lasantidadque le viene de Cristo (cf.Ef5, 26-27) cuando, congregada en un solo cuerpo por el Espritu Santo[39]que santifica y da la vida[40], comunica a los fieles, mediante la Eucarista y los otros sacramentos, toda gracia y toda bendicin del Padre[41].En la celebracin litrgica la Iglesia expresa sucatolicidad, ya que en ella el Espritu del Seor congrega a los hombres de todas las lenguas en la profesin de la misma fe[42], y desde Oriente a Occidente ella presenta a Dios Padre el sacrificio de Cristo y se ofrece a si misma junto con l[43].Finalmente, en la Liturgia la Iglesia manifiesta que esapostlica, porque la fe que ella profesa est fundada en el testimonio de los Apstoles; porque en la celebracin de los misterios, presidida por el Obispo, sucesor de los Apstoles, o por un ministro ordenado en la sucesin apostlica, transmite fielmente lo que ha recibido de la Tradicin apostlica; porque el culto que ofrece a Dios la compromete en la misin de irradiar el Evangelio en el mundo.De esta manera es como el Misterio de la Iglesia es principalmente anunciado, gustado y vivido en la Liturgia[44].IIIORIENTACIONES PARA DIRIGIR LA RENOVACINDE LA VIDA LITRGICA10.De estos principios se derivan algunas normas y orientaciones que deben regular la renovacin de la vida litrgica. Pues si la reforma de la Liturgia querida por el Concilio Vaticano II puede considerarse ya realizada, en cambio, la pastoral litrgica constituye un objetivo permanente para sacar cada vez ms abundantemente de la riqueza de la liturgia aquella fuerza vital que de Cristo se difunde a los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia.Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es necesario mantener constantemente viva la afirmacin del discpulo ante la presencia misteriosa de Cristo: Es el Seor (Jn21, 7). Nada de lo que hacemos en la Liturgia puede aparecer como ms importante de lo que invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espritu. La fe vivificada por la caridad, la adoracin, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplacin, sern siempre los primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litrgica y sacramental.Ya que la Liturgia est enteramente impregnada por la Palabra de Dios, conviene que cualquier otra palabra est en armona con ella, ante todo la homila, pero tambin los cantos y las moniciones; ninguna otra lectura podr ocupar el lugar que corresponde a la lectura bblica; las palabras de los hombres han de estar al servicio de la Palabra de Dios, sin oscurecerla.Teniendo en cuenta que las acciones litrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es "sacramento de unidad",[45]su reglamentacin depende nicamente de la autoridad jerrquica de la Iglesia[46]. La Liturgia pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia[47]. Por esto no est permitido a nadie, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo alguno, aadir, quitar o cambiar algo, llevado de su propio arbitrio[48]. La fidelidad a los ritos y a los textos autnticos de la Liturgia es una exigencia de la lex orandi, que debe estar siempre en armona con la lex credendi. La falta de fidelidad en este punto puede afectar incluso a la validez misma de los sacramentos.Al ser una celebracin de la Iglesia, la Liturgia requiere una participacin activa, consciente y plena por parte de todos, segn la diversidad de rdenes y funciones[49]: todos, tanto los ministros como los dems fieles, al desempear su cometido, hacen aquello que les corresponde y solo aquello que les corresponde[50].Por esto la Iglesia da preferencia a la celebracin comunitaria, cuando lo requiere la naturaleza de los ritos[51]; alienta la formacin de ministros, lectores, cantores y comentadores, que desempean un autntico ministerio litrgico[52]; tambin ha restablecido la concelebracin[53]y recomienda el rezo comn del Oficio divino[54].Ya que la Liturgia es la gran escuela de oracin de la Iglesia, se consider oportuno introducir y desarrollar el uso de la lengua vulgar sin eliminar el uso de la lengua latina, conservada por el Concilio para los Ritos latinos[55] para que cada uno pueda entender y proclamar en su propia lengua materna las maravillas de Dios (cf.Act2, 11); igualmente se consider oportuno aumentar el nmero de prefacios y de las Plegarias eucarsticas, que enriquecen el tesoro de la oracin y ayudan a entender los misterios de Cristo.Puesto que la Liturgia tiene un gran valor pastoral, los libros litrgicos permiten un margen de adaptacin a la asamblea y a las personas, y una posibilidad de apertura a la idiosincrasia y la cultura de los diversos pueblos[56]. La revisin de los ritos ha buscado una noble sencillez[57]y unos signos fcilmente comprensibles, pero la sencillez deseada no debe degenerar en empobrecimiento de los signos, sino que los signos, sobre todo los sacramentales, deben contener la mayor expresividad posible. El pan y el vino, el agua y el aceite, y tambin el incienso, las cenizas, el fuego y las flores, y casi todos los elementos de la creacin tienen su lugar en la Liturgia como ofrenda al Creador y como aporte a la dignidad y belleza de la celebracin.IVAPLICACIN CONCRETA DE LA REFORMAa) Dificultades11. Conviene reconocer que la aplicacin de la reforma litrgica ha encontrado algunas dificultades debidas sobre todo a un contexto poco favorable, caracterizado por una tendencia a privatizar el mbito religioso, por un cierto rechazo de toda institucin, por una menor presencia visible de la Iglesia en la sociedad, por un cuestionar la fe personal. Se puede suponer tambin que el pasar de una mera asistencia a veces ms bien pasiva y muda a una participacin mas plena y activa haya sido para algunos una exigencia demasiado fuerte; por lo cual han surgido actitudes diversas e incluso opuestas ante la reforma. En efecto, algunos han acogido los nuevos libros con una cierta indiferencia o sin tratar de comprender ni de hacer comprender los motivos de los cambios; otros, por desgracia, se han encerrado de manera unilateral y exclusiva en las formas litrgicas anteriores, consideradas por algunos de estos como nica garanta de seguridad en la fe. Otros, finalmente, han promovido innovaciones fantasiosas, alejndose de las normas dadas por la autoridad de la Sede Apostlica o por los Obispos, perturbando as la unidad de la Iglesia y la piedad de los fieles, en contraste, a veces, con los datos de la fe.b) Resultados positivos12.Esto no debe hacer olvidar que los pastores y el pueblo cristiano, en su gran mayora, han acogido la reforma litrgica con espritu de obediencia y, ms an, de gozoso fervor.Por ello conviene dar gracias a Dios por el paso de su Espritu en la Iglesia, como ha sido la renovacin litrgica[58]; por la mesa de la Palabra de Dios, dispuesta con abundancia para todos[59]; por el inmenso esfuerzo realizado en todo el mundo para ofrecer al pueblo cristiano las traducciones de la Biblia, del Misal y de los otros libros litrgicos; por la mayor participacin de los fieles, a travs de las plegarias y los cantos, de los gestos y del silencio en la celebracin de la Eucarista y de los dems sacramentos; por los ministerios desempeados por los laicos y las responsabilidades que han asumido en virtud del sacerdocio comn, del que participan por el Bautismo y la Confirmacin; por la irradiante vitalidad que tantas comunidades cristianas reciben de la Liturgia.Estos son otros tantos motivos para permanecer fieles a la enseanza de la ConstitucinSacrosanctum Conciliumy a las reformas que sta ha permitido llevar a cabo: La renovacin litrgica es el fruto ms visible de la obra conciliar[60].Para muchos el mensaje del Concilio Vaticano II ha sido percibido ante todo mediante la reforma litrgica.c) Aplicaciones errneas13.Junto a estos beneficios de la reforma litrgica, hay que reconocer y deplorar algunas desviaciones, de mayor o menor gravedad, en la aplicacin de la misma.Se constatan, a veces, omisiones o aadiduras ilcitas, ritos inventados fuera de las normas establecidas, gestos o cantos que no favorecen la fe o el sentido de lo sagrado, abusos en la prctica de la absolucin colectiva, confusionismos entre sacerdocio ministerial, ligado a la ordenacin, y el sacerdocio comn de los fieles, que tiene su propio fundamento en el bautismo.No se puede tolerar que algunos sacerdotes se arroguen el derecho de componer plegarias eucarsticas o sustituir textos de la Sagrada Escritura con textos profanos. Iniciativas de este tipo, lejos de estar vinculadas a la reforma litrgica en s misma, o a los libros que se han publicado despus, la contradicen directamente, la desfiguran y privan al pueblo cristiano de las riquezas autnticas de la Liturgia de la Iglesia.Compete a los Obispos corregirlas, ya que la reglamentacin de la Liturgia depende del Obispo segn el derecho[61], y de l deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles[62].VEL FUTURO DE LA RENOVACIN14.La ConstitucinSacrosanctum Conciliumha reflejado la voz unnime del colegio episcopal, reunido en torno al Sucesor de Pedro y con la asistencia del Espritu de la verdad, prometido por el Seor Jess (cf.Jn15, 26). Este Documento sigue sosteniendo a la Iglesia en el camino de la renovacin y de la santidad fomentando su genuina vida litrgica.Los principios enunciados en la Constitucin sirven tambin de orientacin para el futuro de la Liturgia, de manera que la reforma litrgica sea cada vez ms comprendida y realizada. Es, por tanto, muy conveniente y necesario que contine ponindose en prctica una nueva eintensa educacin, para descubrir todas las riquezas encerradas en la nueva liturgia[63].La Liturgia de la Iglesia va mas all de la reforma litrgica: No estamos en la misma situacin de 1963; una generacin de sacerdotes y de fieles, que no ha conocido los libros litrgicos anteriores a la reforma, acta hoy con responsabilidad en la Iglesia y en la sociedad. No se puede, pues, seguir hablando de cambios como en el tiempo de la publicacin del Documento, pero s de una profundizacin cada vez ms intensa de la Liturgia de la Iglesia, celebrada segn los libros vigentes y vivida, ante todo, como un hecho de orden espiritual.a) Formacin bblica y litrgica15.El cometido ms urgente es el de la formacin bblica y litrgica del pueblo de Dios: pastores y fieles. La Constitucin ya lo haba subrayado: No se puede esperar que esto ocurra (la participacin plena, consciente y activa de todos los fieles), si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma[64]. Esta es una obra a largo plazo, la cual debe empezar en los Seminarios y Casas de formacin[65]y continuar durante toda la vida sacerdotal[66]. Esta misma formacin, adaptada a su estado, es tambin indispensable para los laicos[67], tanto ms que stos, en muchas regiones, estn llamados a asumir responsabilidades cada vez mayores en la comunidad.b) Adaptacin16.Otro cometido importante para el futuro es el de la adaptacin de la Liturgia a las diferentes culturas. La Constitucin ha enunciado su principio, indicando el procedimiento a seguir por parte de las Conferencias Episcopales[68]. La adaptacin de las lenguas ha sido rpida, aunque a veces difcil de llevar a cabo. Despus se ha hecho la adaptacin de los ritos, cosa ms delicada, pero igualmente necesaria.Es an arduo el esfuerzo que se debe hacer para enraizar la Liturgia en algunas culturas, tomando de stas las expresiones que pueden armonizarse con elverdadero y autntico espritu de la Liturgia, respetando launidad sustancial del Rito romanoexpresada en los libros litrgicos[69]. La adaptacin ha de tener en cuenta el hecho de que en la Liturgia y particularmente en la sacramental hay unaparteinmutable, por ser de institucin divina, de la cual es guardiana la Iglesia, y hay otraspartes susceptibles de cambios, para lo cual la Iglesia tiene el poder y, a veces, incluso el deber de adaptar a las culturas de los pueblos evangelizados recientemente[70]. No es ste un problema nuevo en la Iglesia; en efecto, la diversidad litrgica puede ser fuente de enriquecimiento pero, a la vez, puede provocar tensiones, incomprensiones recprocas e incluso cismas. En este terreno, est claro que la diversidad no debe daar la unidad. Ella no puede expresarse sino en la fidelidad a la fe comn, a los signos sacramentales que la Iglesia ha recibido de Cristo, y a la comunin jerrquica. La adaptacin a las culturas exige tambin una conversin del corazn y, si fuera necesario, tambin la ruptura con costumbres ancestrales incompatibles con la fe catlica. Esto exige una seria formacin teolgica, histrica y cultural, como tambin un prudente juicio para discernir lo que es necesario o til, de lo que es intil o peligroso para la fe. Un progreso satisfactorio en este campo no podr ser sino el fruto de una maduracin progresiva en la fe, que integre el discernimiento espiritual, la lucidez teolgica, el sentido de Iglesia universal en el marco de una amplia concertacin[71].c) Prestar atencin a los nuevos problemas17.El esfuerzo de la renovacin litrgica debe responder adems a las exigencias de nuestro tiempo. La Liturgia no est desencarnada[72]. Durante estos veinticinco aos han surgido nuevos problemas o han tomado un nuevo aspecto como, por ejemplo: el ejercicio del diaconado accesible a hombres casados; las funciones litrgicas que en las celebraciones pueden ser confiadas a los laicos, hombres o mujeres; las celebraciones litrgicas para nios, jvenes y minusvlidos; la modalidad de composicin de los textos litrgicos apropiados para un pas determinado.En la ConstitucinSacrosanctum Conciliumno se hace mencin de estos problemas, pero se indican los principios generales para coordinar y promover la vida litrgica.d) Liturgia y piedad popular18.Finalmente, para salvaguardar la reforma y asegurar el fomento de la Liturgia[73], hay que tener en cuenta la piedad popular cristiana y su relacin con la vida litrgica[74]. Esta piedad popular no puede ser ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, pues es rica en valores[75]y expresa de por s la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser evangelizada continuamente, para que la fe que expresa llegue a ser un acto cada vez ms maduro y autntico. Tanto los actos piadosos del pueblo cristiano[76], como otras formas de devocin, son acogidos y aconsejados mientras no suplanten y no se mezclen con las celebraciones litrgicas. Una pastoral litrgica autntica sabr apoyarse en las riquezas de la piedad popular, purificarlas y orientarlas hacia la liturgia como contribucin de los pueblos[77].VIORGANISMOS RESPONSABLESDE LA RENOVACIN LITRGICA

a) Congregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos19.La funcin de promover la renovacin de la Liturgia compete, en primer lugar, a la Sede Apostlica[78]. Este ao se cumplen cuatro siglos desde que el Papa Sixto V cre laSagrada Congregacin de Ritos, a la que confi la tarea de vigilar el desarrollo del Culto Divino, reformado por el Concilio de Trento. San Po X instituy otra Congregacin para la Disciplina de los Sacramentos. Para la aplicacin prctica de la Constitucin litrgica del Concilio Vaticano II, Pablo VI instituy unConsejo[79], luego laSagrada Congregacin para el Culto Divino[80], los cuales con generosidad, competencia y prontitud han llevado a cabo la tarea que les fue confiada. Con la nueva estructura de la Curia Romana, prevista en la Constitucin ApostlicaPastor Bonus, todo el mbito de la liturgia es unificado y puesto bajo la responsabilidad de un solo Dicasterio: laCongregacin para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Corresponde, por tanto, a sta salva la competencia de la Congregacin para la Doctrina de la Fe[81] regular y promover la Liturgia, cuya parte esencial son los sacramentos, alentando la actividad pastoral litrgica[82], sosteniendo los diversos Organismos que se ocupan del Apostolado litrgico, la msica, el canto y el arte sacro[83], y vigilando la disciplina sacramental[84]. Esta es una obra importante, pues se trata, ante todo, de custodiar fielmente los grandes principios de la Liturgia catlica, ilustrados y desarrollados en la Constitucin conciliar, as como inspirarse en la misma para promover y profundizar en toda la Iglesia la renovacin de la vida litrgica.La Congregacin, por tanto, ayudar a los Obispos diocesanos en su misin de presentar a Dios el culto de la religin cristiana y regularlo segn los preceptos del Seor y las leyes de la Iglesia[85]. Por otra parte, se mantendr en estrecho y franco contacto con las Conferencias Episcopales en lo que se refiere a su competencia en el mbito litrgico[86].b) Conferencias Episcopales20.Las Conferencias Episcopales recibieron el importante encargo de preparar las traducciones de los libros litrgicos[87]. Las necesidades del momento obligaron a veces a utilizar traducciones provisionales, que fueron aprobadasad interim. Pero ha llegado ya el momento de reflexionar sobre ciertas dificultades surgidas posteriormente, dar solucin a ciertas carencias o inexactitudes, completar las traducciones parciales, crear o aprobar los cantos litrgicos, vigilar sobre el respeto de los textos aprobados y, finalmente, publicar los libros litrgicos que tengan una vigencia estable y una presentacin digna de los misterios celebrados.Para llevar a cabo el trabajo de traduccin, y tambin para una confrontacin ms amplia en el mbito de cada Pas, las Conferencias Episcopales deban crear una Comisin nacional y asegurarse la colaboracin de personas expertas en los diversos sectores de la ciencia y del apostolado litrgico[88]. Es preciso preguntarnos ahora sobre el balance, positivo o negativo, de tal Comisin, sobre las orientaciones y la aportacin que ha recibido de la Conferencia Episcopal en su creacin y actividades. El papel de esta Comisin es mucho ms delicado cuando la Conferencia quiere ocuparse de ciertas medidas de adaptacin o de una inculturacin ms profunda[89]; sta es una razn ms a tener en cuenta, para que en dicha Comisin haya personas verdaderamente expertas.c) Obispo diocesano21.El Obispo es en cada dicesis el principal dispensador de los misterios de Dios, as como el moderador, promotor y custodio de toda la vida litrgica en la Iglesia particular que le ha sido confiada[90]. Cuando el Obispo celebra la Liturgia con el pueblo se manifiesta el misterio mismo de la Iglesia. Por tanto, es necesario que el Obispo sea profundamente consciente de la importancia de estas celebraciones para la vida cristiana de sus fieles, las cuales deben ser un modelo para toda la dicesis[91]. An queda mucho por hacer en la labor de ayudar a los sacerdotes y fieles a que profundicen en el sentido de los ritos y de los textos litrgicos, como tambin a que fomenten la dignidad y belleza de las celebraciones y de los lugares de culto, y a que promuevan como hicieron los Padres de la Iglesia una catequesis mistaggica de los sacramentos. Para llevar a buen trmino esta tarea, el Obispo ha de crear una o incluso varias Comisiones diocesanas, que le ofrezcan su colaboracin en promover la accin litrgica, la msica y el arte sacro en su dicesis[92]. La Comisin diocesana, por su parte, actuar segn el pensamiento y las directrices del Obispo y deber contar con su autoridad y su aliento para llevar a cabo de modo conveniente la propia tarea.CONCLUSIN22.Como ha recordado la ConstitucinSacrosanctum Concilium, la liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia[93], sino que es ciertamente su fuente y su culmen[94]. Es su fuente porque, sobre todo en los sacramentos, los fieles reciben abundantemente el agua de la gracia, que brota del costado de Jess crucificado. Evocando una imagen usada por el Papa Juan XXIII, la Liturgia es como la fuente del pueblo a la que cada generacin va a sacar el agua siempre fresca y vivificante. Y es tambin su culmen, sea porque toda la actividad de la Iglesia tiende hacia la comunin de vida con Cristo, sea porque en la Liturgia es donde la Iglesia manifiesta y comunica a los fieles la obra de la salvacin, realizada por Cristo una vez para siempre.23.Parece llegado el momento de dar nuevo vigor al hlito que empuj a la Iglesia cuando la ConstitucinSacrosanctum Conciliumfue preparada, discutida, votada y promulgada, y cuando comenz a aplicarse. El grano sembrado tuvo que soportar el rigor del invierno, pero la semilla ha germinado y se ha hecho rbol. Efectivamente, se trata del crecimiento orgnico de un rbol tanto ms vigoroso cuanto ms profundamente extiende sus races en el terreno de la tradicin[95]. Deseo recordar lo que dije en 1984, con ocasin del Congreso de las Comisiones litrgicas: En la obra de la renovacin litrgica querida por el Concilio hay que tener presente con gran equilibrio, la parte de Dios y la parte del hombre, la jerarqua y los fieles, la tradicin y el progreso, la ley y la adaptacin, el individuo y la comunidad, el silencio y el canto del coro. De esta forma, la Liturgia de la tierra se conectar con la del cielo, donde (...) se formar un solo coro (...) para entonar un himno, a una sola voz, al Padre, por medio de Jesucristo[96].Con estos deseos, que en lo ntimo del corazn se hacen plegaria, imparto a todos la Bendicin Apostlica.Vaticano, 4 de diciembre de 1988, undcimo de mi Pontificado.JOANNES PAULUS PP. II

Notas[1]AAS56 (1964), pp. 97-134.[2]Const.Sacrosanctum Concilium, 1.[3]Primer mensaje al mundo(17 de octubre de 1978):AAS70 (1978), pp. 920-921.[4]Cf. particularmente: Carta Encic.Redemptor hominis(4 de marzo de 1979), 7.18-22:AAS71 (1979), pp. 268-269, 301-324; Exhort. Apost.Catechesi tradendae(16 de octubre de 1979):AAS71 (1979) 23. 27-30. 33. 37. 48. 53. 55. 66-68, pp. 1296-1297, 1298-1303, 1305-1306, 1308-1309, 1316; CartaDominicae Cenae, sobre el misterio y el culto a la SS. Eucarista (24 de febrero de 1980): AAS 72 (1980), pp. 1218-1232; Exhort Apost.Familiaris consortio(22 de noviembre de 1981), 13. 15. 19-21. 33. 38-39. 55-59. 66-68:AAS74 (1982), pp. 93-96, 97, 101-106, 120-123, 129-131, 147-152, 159-165; Exhort. Apost. postsinodalReconciliatio et Paenitentia(2 de diciembre de 1984):AAS77 (1985), pp. 185-275, especialmente los nums. 23-33, pp. 233-271.[5]Alocucinal Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones Nacionales de Liturgia (27 de octubre de 1984), 1:Insegnamenti,VII/2 (1984), p. 1049.[6]Const. Apost.Divino afflatu(1 de noviembre de 1911):AAS3 (1911), pp. 633-638.[7]Motu proprioAbhinc duos annos(23 de octubre de 1913):AAS5 (1913), pp. 449 450[8]20 de noviembre de 1947: AAS 39 (1947), pp. 521- 600.[9]S. Congregacin de Ritos, Seccin histrica, n. 71,Memoria sobre la reforma litrgica(1946).[10]Po XII, Motu proprioIn cotidianis precibus(24 de marzo de 1945):AAS37 (1945), pp. 65-67.[11]S. Congregacin de Ritos, DecretoDominicae Resurrectionis(9 de febrero de 1951):AAS43 (1951), pp. 128-129.[12]S. Congregacin de Ritos, DecretoMaxima redemptionis(16 de noviembre de 1955):AAS47 (1955), pp. 838-841.[13]Juan XXIII, Carta Apost.Rubricarum instructum(25 de julio de 1960):AAS52 (1960), p. 954.[14]Po X, Motu proprioTra le sollecitudini dell' officio pastorale(22 de noviembre de 1903): Pii X Pontificis Maximi Acta, 1, p. 77.[15]CartaDominicae Cenae(24 de febrero de 1980), 13:AAS72 (1980), p. 146.[16]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 25.[17]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 23.[18]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 50;Misal Romano, Proemio, 6.[19]Const.Sacrosanctum Concilium, 14.[20]Const.Sacrosanctum Concilium, 5;Misal Romano, La Vigilia Pascual, oracin despus de la VII lectura.[21]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 5-6. 47. 61. 102. 106-107.[22]Misal Romano, La Vigilia pascual. Renovacin de las promesas del bautismo.[23]Cf.Misal Romano, Misa vespertina In cena Domini, oracin sobre las ofrendas.[24]Cf.Misal Romano, Prefacio de los Domingos Ordinarios, l.[25]Cf. Carta Encic.Redemptor hominis(4 de marzo de 1979), 7AAS71 (1979), pp.268-270.[26]Cf. CartaDominicae Cenae(24 de febrero de 1980), 4AAS72 (1980), pp. 119-121.[27]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 7; cf. Pablo Vl, Carta Encc.Mysterium Fidei(3 de septiembre de 1965):AAS57 (1965), pp. 762-764.[28]Cf. S. Congregacin de Ritos InstruccinEucharisticum Mysterium(25 de mayo de 1967), 9:AAS59 (1967), p. 547.[29]Cf. Pablo VI, Carta Encc.Mysterium Fidei(3 de septiembre de 1965):AAS57 (1965), p.763.[30]Cf. Pablo VI, Carta Encc.Mysterium Fidei(3 de septiembre de 1965): AAS 57 (1965), pp. 769-771.[31]Const.Sacrosanctum Concilium, 35.[32]Const.Sacrosanctum Concilium, 35.[33]Const. Dogm.Dei Verbum, 21.[34]Const.Sacrosanctum Concilium, 24.[35]Cf. CartaDominicae Cenae(24 de febrero de 1980), 10: AAS 72 (1980), pp. 134-137.[36]Cf. Liturgia de las Horas, Lunes de la IV Semana, oracin de vsperas.[37]Cf.Misal Romano, Prefacio de los Domingos Ordinarios, VIII.[38]Const.Sacrosanctum Concilium, 41.[39]Cf.Misal Romano, Plegaria eucarstica II y IV.[40]Cf.Misal Romano, Plegaria eucarstica III; Smbolo Nicenoconstantinopolitano.[41]Cf.Misal Romano, Plegaria eucarstica I.[42]Cf.Misal Romano, Bendicin solemne en el Domingo de Pentecosts.[43]Cf.Misal Romano, Plegaria eucarstica III.[44]Cf.Alocucinal Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones Nacionales de Liturgia (27 de octubre de 1984), 1:Insegnamenti,VII/2 (1984), p. 1049.[45]Const.Sacrosanctum Concilium, 26.[46]Const.Sacrosanctum Concilium, 22 y 26.[47]Const.Sacrosanctum Concilium, 26.[48]Const.Sacrosanctum Concilium, 22.[49]Const.Sacrosanctum Concilium, 26.[50]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 28.[51]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 27.[52]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 29.[53]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 57; cf. S. Congregacin de Ritos, Decreto generalEcclesiae semper(7 de marzo de 1965): AAS 57 (1965), pp. 410-412.[54]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 99.[55]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 36.[56]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 37-40.[57]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 34.[58]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 43.[59]Cf. Const. dogm.Dei Verbum, 21;Sacrosanctum Concilium, 51.[60]Relacinfinal de la Asamblea Extraordinaria del Snodo de los Obispos (7 de diciembre de 1985), II, B, b, 1.[61]Cf Const.Sacrosanctum Concilium, 22, 1.[62]Cf Const.Sacrosanctum Concilium, 41.[63]CartaDominicae Cenae, (24 de febrero de 1980), 9; AAS 72 (1980), p. 133.[64]Const.Sacrosanctum Concilium, 14.[65]Cf. S. Congregacin de Ritos, InstruccinInter Oecumemici(26 de septiembre de 1964), 11-13: AAS 56 (1964), pp. 879-880; S. Congregacin para la Educacin Catlica,Ratio fundamentalispara la formacin sacerdotal (6 de enero de 1970), cap. VIII: AAS 72 (1970), pp. 351-361; InstruccinIn ecclesiasticam futurorumsobre la formacin litrgica en los seminarios (3 de junio de 1979), Roma 1979.[66]Cf. S. Congregacin de Ritos, InstruccinInter Oecumenici(26 de septiembre de 1964), 14-17: AAS 56 (1964), pp. 880-881.[67]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 19.[68]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 39.[69]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 37-40.[70]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 21.[71]Alocucina un grupo de Obispos de la Conferencia Episcopal del Zaire (12 de abril de 1983), 5: AAS 75 (1983), p. 620.[72]Cf.Alocucinal congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones Nacionales de Liturgia (27 de octubre de 1984), 2:Insegnamenti,VII/2 (1984), p. 1051.[73]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 1.[74]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 12-13.[75]Cf. Pablo VI, Exhort. Apost.Evangelii nuntiandi(8 de diciembre de 1975), 48: AAS 68 (1976), pp. 37-38.[76]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 13.[77]Cf.Alocucina la Conferencia Episcopal del Abruzo y Molise en visita "ad Limina" (24 de abril de 1986), 3-7: AAS 78 (1586) pp. 1140-1143.[78]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 22, 1.[79]Cart. Apost.Sacram Liturgiam(25 de enero de 1964): AAS 56 (1964), pp. 139-144.[80]Const. Apost.Sacra Rituum Congregatio(8 de mayo de 1969): AAS 61 (1969), pp. 297-305.[81]Const. Apost.Pastor Bonus(28 de junio de 1988), 62: AAS 80 (1988), p. 876.[82]Cf. Const. Apost.Pastor Bonus, 64: l.c., pp. 876-877.[83]Cf. Const. Apost.Pastor Bonus, 65: l.c., p.877.[84]Cf. Const. Apost.Pastor Bonus, 63 y 66: l.c., pp. 876-877.[85]Cf. Const. dogm.Lumen Gentium, 26; Const.Sacrosanctum Concilium, 22, 1.[86]Cf. Const. Apost.Pastor Bonus, 64, 3: l.c., p. 877.[87]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 36 y 63.[88]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 44.[89]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 40.[90]Cf. Decr.Christus Dominus, 15.[91]Cf.Discurso a los Obispos italianosparticipantes en un Curso de actualizacin litrgica (12 de febrero de 1988), 1: L'Osservatore Romano, 13 de febrero de 1988, p. 4.[92]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 45-46.[93]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 9.[94]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 10.[95]Cf. Const.Sacrosanctum Concilium, 23.[96]Alocucinal Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones Nacionales de Liturgia (27 de octubre de 1984), 6:Insegnamenti,VII/2 (1984), p. 1054.Copyright Libreria Editrice Vaticana