cartas de ninon lenclos a marques.sevigne tomo i

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DE NINON DE LENCLÓS AL MARQUES DE SÉVIGNÉ, aumentadas con la vida de aquella y Motmte* c% su retrato. TRADUCIDA DEL FRANCES POR 3. H. Coetuttj. Fulix yin potuit rerum cognoscere causas, YIRG. GERG. L. 2 . TOMO I. MADRID, 18*4. ES LA IMPRENTA DE D. ANTONIO TENES, catte de Segovia, num. 6.

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cartas de una cortesana francesa muy famosa por su sutileza, belleza e inteligencia en pleno s.XV cuando las mujeres no tenian valor entre los hombres...

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  • DE

    NINON DE LENCLS AL MARQUES DE SVIGN,

    aumentadas con la vida de aquella y Motmte* c% su retrato.

    T R A D U C I D A DEL F R A N C E S

    POR

    3. H. Coetuttj. Fulix yin potuit rerum cognoscere causas,

    YIRG. GERG. L. 2 .

    TOMO I .

    MADRID, 18*4. ES LA IMPRENTA DE D. ANTONIO TENES,

    catte de Segovia, num. 6.

  • AL PBLICO.

    JLia justa celebridad de que en todo el orbe literario gozan las cartas de Ninon de Lencls, de quien no pudieron menos de hablar con elo-gio los sabios del siglo XVII, haciendo justicia a su talento, nos impelieron procurarnos un ejemplar de dicha obra, que tiempo hace se ha-lla traducida en los principales idiomas eu-ropeos. Su agradable lectura, la fluidez de su lenguaje, la variada amenidad con que la auto-ra supo adornar el estilo epistolar evitando la monotona en la narracin y la causticidad en la crtica, nos hicieron considerarla digna de figurar en la biblioteca del literato al lado de las de Moliere y Despreaux, contemporneos y

  • IV

    amigos de Ninon. Pero la verdad y elocuencia con que pinta las diferenj.es situaciones del amor, la exactitud con que revela los arcanos mas reservados del corazn humano, asi en uno como en otro sexo, infundieron en nosotros un violento despeo de dar conocer en nuestro idio-ma una produccin, que, nuestro corto enten-der, no podr menos de ser apreciada* de los sabios y de los amantes; y si bien nuestros es-casos recursos literarios nos hicieron vacilar por un momento, el estmulo de personas inte-ligentes, y sobre todo una ilimitada confianza en la indulgencia del pblico nos animaron & acometer tan difcil empresa.

    Sanos permitida sin embargo alguna sal-vedad antes de dar principio a tan espinosa ta-rea. La corrupcin de las costumbres en l'aris bajo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, en que el vicio dominante era la galantera, con-siderada en aquella poca como una virtud so-cial; la relajacin en que el caballero de Lor-elos consumi sus dias y la mayor parte de sus bienes; los imprudentes consejos que en el ar-tculo de la muerte grab en el tierno corazn de su hija ; el amor la libertad, y acaso el convencimiento de su imposibilidad para el fiel desempeo de los deberes de casada, la hi-cieron concebir desde un principio tan horrible aversion al matrimonio, .que ni las entusiastas

  • V

    splicas de sus apasionados ni la.brillantezdeun porvenir venturoso, fueron capaces de hacerla separar del propsito que se habia formado. Por eso en las diferentes faces bajo las cuales considera al amor^ evita cuidadosamente mez-clarse en el cario conyugal, y trata aquella pa-sin como un mero pasatiempo, que como tal necesita variedad para ser algo duradera; por eso considera como indispensable la inconstan-cia, y por eso y por disculpar la demasiada fre-cuencia con que los amantes se sucedan en su corazn, trata de necios y tiranos los que pro-curan hacer alarde de constantes; pero cuan-do ella misma quiso reducir prctica su teo-ria amatoria enlazndose estrechamente con su alumno, no pudo menos de rendir el tributo debido a la razn, persuadindose por un mo-mento que seria constante, y acreditando asi que sin el aspecto de la constancia y de la vir-tud no^uede haber amor feliz; aunque vuelta ya en s de sus arrebatos, sali en defensa de sus doctrinas epicreas y fue la primera en quebrantar unos vnculos ya desgastados, para volar en busca de nuevas ilusiones.

    Lo disonante de semejante doctrina con la severidad de las costumbres espaolas, mas arregladas la moral evanglica que las fran-cesas del siglo XVII, est sobradamente com-pensado, con el profundo conocimiento del cora,-

  • VI

    ion que los jvenes de uno y de otro sexo pue-den sacar de esta obra, que leida la luz de la razn, puede servirles de guia para el feliz xi-to de sus elecciones; para hacer subsistile y duradero el enlace de su corazn con el del ob-jeto amado; para evitar los lazos que la seduc-cin y la inmoralidad tienden en torno de la ju-ventud inesperta, y para compadecer y respetar la desgracia y saber escarmentar en ella.

    Tales son las razones que nos han movido publicar esta obra, que no vacilamos en con-siderar como un Tratado de fisiologia amatoria; esperando que el pblico sabr apreciar el m-rito de la obra y dispensar los defectos que en su traduccin hayamos podido cometer. He-mos querido tambin amenizarla en algun tan-to dando al final de la vida de la autora una sucinta idea de los principales personages que figuran asi en ella como en sus cartas, para que el pblico no literato pueda conocer mas fondo las situaciones en que Ninon pudo encontrarse.

  • VIDA Dl

    88M>Sr (1) 2 )3 23$M)2-

    ./Ulna de Lenclo's nacid en Paris en 161 5 Su padre Mr. de Lelos fue gentil hombre del clebre mariscal duque de Turena, y su madre era de la familia de los Abra de Ra-conis muy conocida en el Orleans.

    Mr. de Lenclo's sirvi los reyes E n -rique IV y Luis XIII y pasaba por uno de los hombres mas valientes de aquella e'poca.

    (1) O sea Anita.

  • 8 Voluptuoso por naturaleza, comparta entre la mesa y los deleites los momentos de que su aficin alas armas le' permita disponer: era de carcter voluble, y no careca de propen-sion las intrigas cortesanas ; lo que sin duda le adquirid el afecto del cardenal de Retz que le apreciaba mucho.

    Su esposa era de limitadas luces; su fi-gura sin ser repugnante no escitaba grande inters ; naturalmente tmida y aficionada la oracin, gustaba del retiro mas que del bullicio de la corte.

    El nico fruto de su matrimonio fue la seorita de Lelos, quien ambos espo-sos amaban en estremo, aunque cada uno su manera ; esforzbanse porfa por inspi -rar en aquel tierno corazn sentimientos con-formes su respectivo modo de pensar. La madre instrua su hija en los ejercicios d piedad; y como su celo por la religion no la permita moderarse en el uso de los dere-chos la obediencia de su educanda, consi-gui' que la joven tomase aversion los li-bros msticos, y que no pudiendo dejar de acompaar su madre al templo, sustituyese

  • 9 con novelas y obras de recreo los Ejercicios cotidianos y libros de devocin.

    Mr. "de Lelos por el contrario, solo cuidaba de bacerde su bija una joven ama-ble y propia para la sociedad : su principal atencin fue cultivar su talento y ador-narle de bellas cualidades: quiso desde un principio acostumbrarla juzgar con crite-rio de las cosas, raciocinar, formarse principios. La joven tenia felices disposicio-nes y supo aprovecharlos consejos de su pa-dre; el cual como tocaba con perfeccin el laud, instrumento que la sazn estaba muy en boga, quiso instruir por s mismo su bija en la msica, y en poco tiempo consi-gui verla hacer grandes progresos.

    La seora de Lelos muri en i6"3o; su hija, aunque no siempre haba atendido los consejos maternales, no por eso dejaba de amarla con la mayor ternura, y en esta ocasin dio mas que en ninguna otra, prue-bas de su afelo, por sus demostraciones de un profundo dolor.

    Mr. de Lelos solo sobrevivi' un ao su esposa. Proximo ya la muerte dirijio'

  • 10 su hija estas palabras, que prueban que su vida fue siempre regida por la moral de Epicuro. "Hija mia, ya ves que en este ltimo momento solo me acompaa un triste recuerdo de los placeres que he dis- frutado; su posesin ha sido demasiado breve, y de esto es de lo nico de que pu- diera quejarme la naturaleza; pero cuan inutiles, ay, son mis lamentos!

    T, hija mia, que vasa sobrevivirme un considerable nmero de aos, cuida de aprovechar desde muy luego un tiempo tan precioso, y s mas escrupulosa en la elec-cion que en el nmero de tus placeres.

    A la edad de i 6 aos ya Psinon era due-a de s misma: la vida disipada de su pa-dre la habia privado de parte de sus bienes; asi es que su fortuna no era considerable; pero supo arreglar sus negocios con tal or-den y economia, que se aseguro de treinta cuarenta mil rs. de renta vitalicia. Su amor la libertad no la permita sujetarse un marido, por eso dominaba en .ella el pensa-miento de asegurarse para s misma las ma-yores comodidades: compro una casa por los

  • i l das de su vida en Pars calle de Turnellcs au Marais en la que habitaba la mayor parte del ao, escepto el otoo que solia ir pasarle una casa de campo que tenia en Picpus cerca de Pars. Dispuso sus gastos de tal modo que siempre conservaba en sus ga-betas por 1* menos el importe de un ao de renta para atender al socorro de sus amigas, y cualquiera otros gastos imprevistos.

    La seorita de Lcnclo's no pudo perma-necer mucho tiempo en la oscuridad: desde muy nia se habia dado conocer por sus agudezas vivas ingeniosas, que eran cita-das y aplaudidas en las tertulias como otros tantos chistes: los diez aos habia ya le-do con aprovechamiento Montagne y Charron, y poco despus aprendi el espa-ol y el italiano, que hablaba y comprenda con perfeccin.

    Cuando empez' concurrir las socie-dades estaba tan bien formado su talento y su carcter como si fuese su edad muchp ma-yor: su estatura era mas que regular, su ta-lle bien proporcionado, y la admirable fres-cura de su tez prestaba nuevo realce sus

  • 12 gracias; su fisonoma no era sobresaliente, aunque bien considerada podia decirse sin re-celo que la seorita de Lenclo's era bermosa: sus ojos eran interesantes y espresivos, y traves de la modestia que babian adquirido en la educacin, no dejaban de revelar el im-perio que la ternura ejerca en MI alma. Su voz era dulce y melodiosa: cantaba con mas gusto que perfeccin ; pero en desquite tenia las mas brillantes disposiciones para el baile.

    Se encontraba en su trato tanta afabili-dad y dulzura, como sutileza y amenidad en su conversacin: sus cartas respiraban eru-dicin y facilidad. Referia muy bien, y se complaca en narrar, pero jamas citaba: tal era su antipatia con las citas, que un dia que el clebre Mignard se quejaba de que su hi-ja, que era en estremo bermosa (i), careca de memoria, "que dichoso sois, le contesto la seorita de Lelos, con eso no citar."

    (1) Cas despus roa el conde de Feucquieres. Su estatua de marmol se halla en la iglesia de los jacobinos de la calle de S. Honorato, y es una de las mas preciosas esculturas de Le Moync.

  • 13 Dedicaba muy poco tiempo al tocador,

    porque tenia otros muchos recursos para agradar ; sin embargo vestia con elegancia; y como su gusto era solido y delicado, sin necesidad de rendir la moda el tributo de la esclavitud, sus trajes y adornos eran sen-cillos y oportunos. En fin, el alma mas her-mosa unida al mas bello cuerpo la adqui-rieron la vez el homenage de los hom-bres y la envidia de las mugeres (i).

    Las tertulias parisienses de mas nom-bradla admitieron gustosas la seorita de Lelos, y fue' muy pronto su mas precio-so ornato y sus delicias* Su hermosura la adquiri amantes del mas elevado nacimien-to; y su talento, su amable carcter y su capacidad, la proporcionaron amigos del ma-yor mrito. Cuanto mas voluble incons-tante era en amor, tanto mas firme y segu-ra fu en la amistad , y puede sin escrpu-

    (1) No se crea que al liacer justicia sus es-cclciites cualidades elogiamos su inclinacin la ga-lantera.

  • 14 lo asegurarse, que si no tuvo las virtudes de su sexo, tampoco adoleci de muchos de sus defectos. Como habia ledo mucho con aprovechamiento, la lectura habia formado su talento, purificado su gusto y rectificado su criterio ; pero aunque sabia mucho, tuvo siempre un especial cuidado en ocultar su erudicin.

    Algunos leves defectos obscurecieron tan bellas cualidades. Ninon era naturalmente envidiosa del mrito de las dems mugeres; y esta debilidad infiuia generalmente en los juicios que de ellas formaba; no podia sufrir un hombre que tuviese las manos grandes o' que fuese abultado de vientre, y aunque tocaba divinamente el laud, se hacia rogar un buen espacio del que quera tener el gusto de escucharla.

    El primero que pareci favorecido en-tre sus numerosos adoradores fu el joven conde de Coligny. Le pintan de una arro-gante figura, talla elegante y espritu jo-vial; pero no fueron estas ventajas las que le adquirieron la preferencia que obtuvo entre sus rivales; tenia ademas el me'rito suficien-

  • 15 te para llegar adquirirse la amistad de una muger como INinon: por eso llego' apa-sionarse de cl en te'rminos que tom su cargo hacerle abjurar los errores que opo-nan un obstculo invencible su fortuna y al ascenso en su carrera. Este amor fu cs-cesivo, pero de duracin muy corta; por-que la seorita de Lelos jams llego' profesar esta pasin, la veneracin y cul-to de los que quieren erigirla en virtud: todo su aprecio le reservaba para la amistad.

    El Duque de la Rochcfoucault, seor Saint Evrcmont, el abate de Cbateauneuf, Moliere, y las personas del mas elevado m-rito la profesaban un particular aprecio, y tal cstremo llegaban las deferencias que usa-ban con ella los mas encumbrados perso-nages , que cuando el prncipe de Conde la hallaba en la calle, se bajaba de su carroza, y no desdeaba en acercarse hablar Ni-non la portezuela de su coche. Este in-signe guerrero se babia tambin alistado en-tre los amantes de !a seorita de Lenclo's, y sin duda sus talentos amatorios deban ce-der en mucho sus disposiciones militares,

  • G porque un da que se esforzaba para espre-sarla su pasin, dio lugar que le contes-tase Ay Principe rnio, qu fuerte debis ser! haciendo alusin sin duda al prover-bio latino : Vir pilosus, aut libidinosas, aut

    fortis. El aprecio que siempre la. conservo' la hace tanto honor, cuanto que el prncipe, segn asegura Madama de Scvign, despre-ciaba generalmente las mugeres.

    La joven Lelos no se enamoro jams por intere's; solo su gusto era el que la de-cidia amar. Noticioso el famoso cardenal de Richelieu de su talento y belleza, deseo verla, y comisiono' para disponer esta entre-vista al abate Bois-Robert, quien solia emplear en este genero de negociaciones. El deseo de ver de cerca un hombre que atraa sobre s la atencin de toda Europa, deter-min Ninon, mas que ningn otro motivo, y su entrevista tuvo efecto en la casa de campo que el cardenal tenia en Ruel; pero el nico sentimiento que este personage lo-gro inspirar en ella fue' la admiracin : no l sedujo la esperanza del favor que logra-ra en la corte con solo aparentar amarle,

  • n porque en ella ninguna consideracin podia suplir al amor.

    Richelieu quiso vengarse de su rigor con la amiga de nuestra herona, Marion de Lormcs. Esta muger, que por su talento, su fisonoma y su inclinacin los placeres se asemejaba en mucho su amiga, hahia sa-bido hacer disimulablcs sus flaquezas por las cscclentcs cualidades de su alma; y el carde-nal encontr en ella los mismos obstculos: decase d el que sin embargo de reunir to-dos los talentos que constituyen un gran mi-nistro, no posea el arte de agraciar las mugeres. Se dirigi' la misma INinon para ver de aplacar la dureza de su amiga, en-cargndola de ofrecerla su nombre cin-cuenta mil escudos; pero la seorita de Lor-mes desecho' la oferta por conservarse fiel al clebre Desbarreaux quien entonces amaba.

    Decase que la reina Ana de Austria, regente del reino, escitada por los clamores do algunas mogigatns de la corle, envi or-den la seorita de Lelos para que se retirase un convento, dejando su albe-drio la eleccin del que hubiese de servirla

    Tomo /. 'i

  • 18 de asilo; y que ella contesto al esento de guardias, que agradeca en cstremo el que la dejasen libre en elegir, y que en su con-secuencia se determinaba pasar al convento de Religiosos de S- Francisco el grande. Pero puede asegurarse que la Seorita de Lelos conoca demasiado sus deberes so-ciales para ir mofarse tan las claras de las disposiciones del gobierno.

    El que mas tiempo logro' conservarse en sus amores fue el Marqus de Villar-ceauxjes verdad que tambin reuna cuantas cualidades eran necesarias para agradarla, tanto por su presencia, como por su talen-to y por la igualdad de su carcter; aunque su aficin las mugeres le hacia poco fiel y en estremo celoso, sin embargo INinon vivi' con l tres aos consecutivos en sus estados. Una vida tan uniforme no convenia dema-siado los hbitos de uno y otro: acaso no la sostendra tanto el amor como el temor de volver Pars presenciar las desgra-cias que la sazn afligan su patria (i).

    (1) Ocurr an por entonces las turbulencias de la minora

  • 19 La Seora tic Villarceaux concibi con-

    tra ella unos celos tan enconados que tuvo con su esposo se'rias desavenencias. Tenian un hijo, y un dia le hizo comparecer acom-paado de su ayo, que hiciese brillar su aplicacin presencia de una concurrencia numerosa : rog al maestro le hiciese algu-nas.preguntas sobre las ltimas lecciones que hubiese estudiado,')' el buen hombre no pudo hallar otra mas mano que esta: Quem ha-buit souccessorem Belass Rex Assyriorum? el muchacho contesto' al momento: Ninurn. Al or este nombre tan semejante al de TNi-non se enfureci la Seora de Villarceaux y con la mayor acritud reconvino al precep-tor dicie'ndolc que era demasiado inoportuno el instruir al joven de los estravios de su padre. En vano intent justificarse, pues ninguna de sus respuestas bast para discul-parle de la pregunta que haba hecho, y de la cual haban juzgado por el sonido de la respuesta. Esta aventura circul por to-do Paris como la novedad del dia, y la mis-ma Lelos fue de las primeras que de ella se rieron.

  • 20 Vivia entonces en la mas ntima amis-

    tad cort la seora Scarron, quien fu su con-fidcnta en los amores de VWarccaux; pero no tardo' mucho en tener que: arrepentirse de tener una amiga mas joven, porque su confidenta se troco en rival y la robo el co-razn de su amante. ]Ninon lo sinti viva-mente, pero la idea que se haba formado del amor y la escelencia de su carcter la vol-vieron sus primeros sentimientos, y ella misma fu su vez la confidenta de la se-ora de Scarron, y la rivalidad que en lo ge-neral suele destruir la amistad de las muge-res, no altero en nada la que Lelos y Scarron se profesaban; al contrario llegaron identificarse en trminos que pasaban mu-chos meses sin separarse ni aun de noebe, sirviendo para las dos un mismo lecho.

    Cuando la seora de Scarron llego la elevada grandeza en que despus se vio en-cumbrada, se complaca siempre en dar pruebas de sus recuerdos su antigua com-paera, y aun aaden que torn por empe-o el llevarla la corte que participase del favor de que ella disfrutaba; pero la

  • 21 seorita de Lelos prefiri el descanso y la libertad tan lisonjeros ofrecimientos.

    Poco tiempo tardo Ninon en consolarse de la infidelidad de Villarceaux: no se sabe punto fijo si le dio por sucesor Mr. de Gourville, hombre tan conocido por su ta-lento como apreciable por las escelentes cualidades de su alma: lo cierto es que fu su amante en tiempo de las disensiones de la Foronda, y como se adhiri al partido del prncipe de .Conde, se vid' en la preci-sion de alejarse de la corte, tomando pre'-viamentc las oportunas precauciones para poner salvo su capital, que consistia la ma-yor parte en metlico. I^o sabiendo quien confiarle, se^decidio depositar la mitad en la seorita de Lelos, y el resto en manos de un ce'lebre penitenciario conocido por la austeridad de sus costumbres. Terminadas las turbulencias que. le habian precisado espatriarse regreso' Paris y se dirigi ca-sa del s'acerdote depositario de parte de sus bienes; pues con respecto Ninon crey des-de luego que como muger de mundo no ha-bra dejado de aprovecharse de su dinero.

  • 22 Pero el buen eclesistico, cuando le pidi la devolucin del deposito, contesto' con la mayor frialdad. En verdad que no s de que' dinero queris hablarme; es cierto que muchas veces nos entregan algunas canti- dades para el alivio de los pobres, pero inmediatamente procedemos su distribu-cion." El caballero de Gourville quiso in-sistir y .entablar demanda, pero ni el temor de la justicia, ni sus quejas, ni sus amena-zas produjeron ningn efecto, y aun no fal-t quien murmurase de su temeridad; de suerte que la prudencia le preciso abando-nar tan malhadado negocio.

    Semejante aventura le confirmo' en sus sospechas acerca de Ninon, y tan persuadi-do estaba de que bajo diferentes pretestos le daria la misma respuesta, que ni aun quiso tomarse la molestia de pasar visitarla. Sin embargo habiendo -llegado ella saber que Gourville estaba en la capital, le dirigi' algunas quejas sobre la singularidad de su conducta, pero tomndolas l por una mofa no tuvo siquiera la atencin de contestar; ella insisti' de suerte que no pudo menos

  • 23 de pasar verla. No puedo perdonarme, le dijo, mi estrao proceder para con vos, pe-aro, amigo mi, durante vuestra ausencia me ha siccdido una desgracia, y espero tendris la generosidad de perdonrmela. Apenas oy' Gourville estas pajabras no dudo' ya que la desgracia hubiese recado sobre su dinero: He perdido, continu Ninon, la pa- sion que os profesaba, pero no he perdido > la memoria: al tiempo de marchar me con- fiasteis veinte mil escudos, ah los tenis en >la misma cajita en que me los entregas-otis; llevadlos, pero en adelante no me 'consideris mas que como amiga.

    Sorprendido Gourville de tan inespera-do proceder no pudo menos de referirla lo que la haba pasado con el penitenciario, y Ninon despus de haberle odo atentamente le contesto: Amigo Gourville, no lo estra-eis; cada cual tiene su modo de proceder y no admite comparacin el de un hombre escrupuloso y concienzudo con el de una dbil muger, una coqueta.

    La seorita de Lelos se apasiono' con ternura del marque's de la Chatre, y este esta-

  • 24 ba enamorado de ella con la mayor vehe-mencia; pero en lo ms ardoroso de sus amo-res recibe una orden del gobierno para pa-sar al ejrcito inmediatamente: qu 'golpe tan fatal para los dos amantes! En vano empleaba ella cuantos recursos podia suge-rirla su ternura para tranquilizarse sobre su fidelidad durante la ausencia; conoca l demasiado su inconstancia y liviandad, y no podia calmar ni sus recelos ni su desconfan-a: por fin la ocurrid ofrecerle un billete firmado de su mano por el cual se obligaba no amar ningn otro que l, y lo-gro' satisfacerle con esta promesa: acepto' el billete, le beso con entusiasmo, y partid.

    No paso' mucho tiempo sin que INinon se entregase nuevos amoros: acordbase en-tonces de la singularidad del billete, y en los momentos en que su infidelidad era menos equvoca, solia esclamar en los brazos de su nuevo amante: Pobre tllele de la Chatre!

    El conde d' Estres y el abate de Effiat fueron tambin apasionados suyos, pero se su-cedieron tan inmediatamente en sus favores, que hicieron dudosa la paternidad de un hijo

  • 25 que did luz, y sobre la cual contendieron algun tiempo, hasta que por ltimo hubo de decidir la suerte; fue esta favorable al conde, quien poco despus fu elevado la dignidad de mariscal de Francia y vice-almirantc.

    Este nio fue despus conocido hdjo el nombre del Caballero de Boissiere : su pa-dre le dedico la marina, y en esta carre-ra se distingui por su valor y capacidad, de forma que obtuvo rpidos ascensos : fu esecsiyamente aficionado la msica, aun-que ninguna idea tuvo de ella. Fijo su re-sidencia en Toln y su gabinete favorito es-taba adornado de toda clase de instrumen-tos del arte que formaba sus delicias. Todos los msicos italianos que transitaban por aquella capital se veian precisados lucir su habilidad presencia del caballero: sola obsequiarlos con esplendidez, pero era indis-pensable que pagasen el tributo debido su mania: muri' soltero en 1782.

    Pareca que lodos aquellos que posean algun mrito debian la seorita de L-elos el homenage de su corazn. El con-de de Fiesqne, que era uno de los persona-

  • 26 ges mas amables de la corte, la pago con mas avidez, que ninguno este tributo; ella tambin le correspondi con la pasion-mas viva; pero qu muger por amable que sea puede lisonjearse de inspirar un amor eter-no? El del conde se debilito', y no crey jus-to disimulrselo la que se le habia ins-pirado; sin embargo no se atrevi decla-rarse por s mismo y tomo el partido de verificarlo por escrito.

    Hallbase Ninon al tocador arreglando la hermosa madeja de sus cabellos, cuando recibi el fatal billete. Sorprendida por tan inesperada noticia, lom las tijeras, y renun-ciando al placer de agradar ninguno otro cort toda una trenza, se la entreg al ayu-da de cmara del conde y le dijo: "Ilevd-sela vuestro amo, y decidle que esa es mi contestacin." El conde supo apreciar en todo su valor este rasgo de cario: se diri-gi al punto casa de Ninon y arrojando* se sus pies trat de hacerla olvidar el do-lor que le habia ocasionado, y la jur de nuevo amarla mas que nunca.

    Si la seorita de Lelos hubiese obte-

  • 27 nido solo el aprecio de los hombres, hubie-ra podido creerse que era debido al presti-gio de su belleza; pero las mismas mugeres se apresuraban ofrecerla su amistad. Cuan-do la Reina Cristina de Sucia paso por Francia en el ao de I 6 5 6 , oy' hablar de Ninon al mariscal d' Albert, y algunos otros personages re distincin; movida por la cu-riosidad quiso verla, y le parecieron muy ipferiores los elogios que tie ella haba oido: se aficiono tanto su trato que quiso lle-varla consigo Roma; pero Lelos supo cscusarse sin faltar al agradecimiento y las consideraciones que tan apreciable princesa eran debidos. Cristina aprecio siem-pre la memoria de la Seorita quien solia apellidar la ilustre Ninon; y no pudo nun-ca olvidar la calificacin que su presencia hizo un dia de las mogigatas, quienes lla-maba las jansenistas del amor.

    Ya habia pasado la primera juventud cuando el marqus de Sevign se prendo' de ella (i): SUS amores sufrieron varias altra-

    i t ) Podria tener entonces 56 anos.

  • 2R

    cioncs; se separaron y volvieron reunirse diferentes veces. Madama de Sevign refie-re en stis cartas algunas de las desavenen-cias de estos amantes; sobre todo de la riva-lidad de Ninon con la Champmell, clebre actriz de aquellos tiempos: la primera que-ra que el marques la sacrificase las cartas de su rival, y aquel accedi. Era el nimo de INinon remitirlas al amante titular de la Champmell, con intencin de que la diese, dice madama de Sevign, algunos latigazos (i), pero la madre del marques hizo conocer este lo poco digna que semejante conducta era de un hombre de distincin, y pasando el joven casa de Lelos, medio por fuerza y medio por industria, logro' sacarla las car-tas de la co'mica y las hizo quemar (2).

    (1) Vase sus cartas, tomo 1. (2) Madama do Sevign es el nico escritor de

    su siglo que habla desventajosamente de Ninon; es verdad que tampoco guarda mayores consideracio-nes con otras personas dianas laminen de aprecio. Vuestro hermano, dice en sus cartas, est en Saint Germain, entre INinon y una cmica, y sobre todos Despreaux.

    IIay< r.demas, dice en otro lugnr , una comi-

  • 29 Se refiere que cuando se separo' del Mar-

    ques de Sevign conservo de l una idea po-co ventajosa, y en lo sucesivo no le guardaba grandes consideraciones ; solia decir que era un hombre indefinible, un alma de cntaro, un cuerpo de papel mojado; perq es fcil de presumir que INinon solo hablaba de este mo-do cuando estaba reida con el ; porque el marques probo su talento en la disputa literaria que sostuvo con Mr. Daccier. Los chistes y la delicada irona que bri-llan en sus contestaciones revelan en l ma-yor discernimiento que el que Tsinon le concede.

    quilla, y todos los Despreaux y los Hacines; y el paga las cornijas. Esla ltim,t advertencia favo-rece la opinion de los

  • 30 Las ideas que esta tenia en cuanto re-

    ligion no eran demasiado ortodoxas. Dispu-taba un dia con e! P . Dorlans sobre cierto artculo de f que no la pareca muy claro: "Seora, dijo el jesuta, basta tjmto que lleguis convenceros, ofreced siempre Dios vuestra incredulidad." Este diebo dio ocasin un epigrama de Rousseau. Pero no permaneci' demasiado tenaz en sus prin-cipios , porque lo mejor de su carrera se retiro' la soledad de un claustro (i).

    El caballero de St. Evremont que cono-ca mejor que ningn otro el corazn de ISi-non fue el que mas contribuyo hacerla abandonar tan vilenlo partido, y renunciar un gnero de vida tan opuesto su carcter

    (1) Por una composicin de Scarron pudiera co-legirse que su enclaustracion fuera motivada por las instancias que su madre la hiciera en el artculo de la muerte ; pero es inesacta, pues cuando su-fri aquella prdida solo tenia quince afos, y n su conducta pasada podia haber ocasionado tan ejem-plar arrepentimiento, ni conoca aun los amigos que emplearon sus instancias en hacerla var iar de resolucin.

  • 31 y tan contrario la felicidad de sus amigos: y despues de algun tiempo de retiro volvi la sociedad y continuo observando la mis-ma conducta que antes.

    Las mugeres de la primera distincin no desdearon su amistad; porque siempre tuvo la delicadeza de hacer conciliable el dis-frute de los placeres, con la esterioridad del recato. La Marquesa de... fue un da su casa acompaada de sus dos hijas quienes acababa de sacar de un convento, con obje-to de presentrselas para darlas conocer una persona de tan distinguido mrito. Pero Ninon salid recibirlas la escalera, las abraz amistosamente y dijo su madre: "Me permitiris, seora, que no admita en mi casa estas seoritas. Son hermosas y ricas, pueden aspirar los partidos mas brillan- tes, y seria ,de temer que su venida aqu llegase perjudicarlas."

    El conde de Choisscul, que lleg ser mariscal de Francia, fue uno de sus amantes si bien no logr infundir en ella otros senti-mientos que los del aprecio. Es un digno ca-ballero, decia de e'l, pero no es capaz de ins-

  • 32 pirar deseos de amarle. Era entonces su fa-vorecido el clebre bailarn Pecaurt, y las visitas de este llegaron infundir sospechas en Choisseul: un dia se encontraron los dos on casa de Ninon; Pecourt llevaba un traje equ-voco bastante parecido un uniforme. Des-pus de haberse cambiado varios insultos so-lapados, el conde le pregunto en tono burln en qu cuerpo servia, y Pccourt le contesto' risueo: "Mando en un cuerpo en que ser-vis hace algun tiempo."

    Esta respuesta confirmo' los recelos del conde, se irrito', se enfureci, y qued mas aficionado que nunca la hermosa Ninon, la cual estaba cansada de su asiduidad; por-que entre mil escalentes cualidades tenia el conde la desgracia de fastidiarla, y esto no lo perdonaba con facilidad. Llevada un dia de un movimiento de impaciencia no pu-do menos de decir de l lo que Corneille de Csar.

    Cielos qu de virtudes me hacis aborrecer!

    Mas dichoso fue en sus amores con Ni-non el Marques de Gersai: tuvieron por

  • 33 fruto un hijo que hizo educar bajo el nom-bre del caballero Villiers, y al cual cuido siempre de ocultar el secreto de su nacimien-to. Luego que el caballero se hall en edad para ser presentado en el mundo, fue intro-ducido en casa de INinon, donde se le admi-ti como todos los jvenes de la mas ele-vada nobleza, que concurran ella aleccio-narse en el gran tono y perfeccionar su edu-cacin y sus modales. Lelos tenia la sa-zn cumplidos sesenta aos; pero su edad no estorb que el caballero se prendase de ella: ocult su pasin por mucho tiempo, mas al cabo su amor lleg adquirir tal vehemen-cia que no pudo permanecer secreto por mas tiempo. Diole conocer primero por el mu-do lenguage de las atenciones, de los obse-quios, y del entusiasmo. ISinon era demasia-do ilustrada para que dejase de conocer el estado de su hijo, y su carino era bastante escesivo para causarla la mayor afliccin; asi es que hizo por curarle cuantos esfuerzos pu-dieron dictarla la razn y la ternura mater-nal. Pero esta resistencia solo servia para irritar los deseos del caballero: por fin sevi

    Tomo /. 3

  • 34 obligada decirle que si insistia en su soli-citud le prohibiria la entrada en su casa. E l temor le hizo prometer que cesria de amar-la, y este juramento dictado por el amor fue religiosamente cumplido hasta que el mismo amor le preciso romperle. Quiso por lti-mo tener con ella una esplicacion, porque su pasin escesiva no le permita permane-cer mas tiempo en la incertidurnbre, y le pareci' oportuna la ocasin en que INinon pa-saba una temporada en su casa de campo. Fue visitarla, la hallo' sola y la hablo'co-mo hombre desesperado. Lenclo's enterneci-da por la compasin, y penetrada de dolor por ser la causa de la desgracia de su hijo, no pudo aparentar en aquella ocasin la fir-meza de carcter que hasta entonces haba manifestado; el jo'ven Villiers crey cercano el momento de su felicidad, y de las palabras paso' las obras. Un movimiento de horror hizo retroceder Kinon, y por ltimo se vio obligada declararle que era su madre. Es imposible describir la situacin de madre hijo despus de tan terrible declaracin... El caballero sali' precipitado de la estancia; se

  • 35 oculto en cl bosque que estaba al extremo del jardin, y alli cediendo un movimiento de desesperacin se atraves con su espada.

    Al advertir Ninonquc su bijo no se pre-sentaba mando que le buscasen y le halla-ron revolcndose en su sangre. Qu espec-tculo para una madre sensible y cariosa! Quiso dirigirla algunas palabras que no pu-do articular, y las miradas que sobre ella lanzaba antes de espirar, demostraban bien las claras la vehemencia de su pasin; pe-ro la agitacin que le causaron los cuidados y la asistencia de su madre solo sirvieron para acelerar su ltimo suspiro. La razn y la filosofa perdieron cnionces el imperio qtiesicmprc ejercieran en el espritu de aque-lla madre desventurada, y fue necesaria to-da la eficacia y discrecin de sus amigos pa-ra salvarla de su propia desesperacin Este suceso hizo en su alma una impresin pro-funda, y desde entonces puede asegurarse que Ninon liviana y disipada, sucedi' la seo-rita de Lelos apreciable, solida y afectuosa; y efectivamente desde aquella poca hasta su.muerte solo la daban este ltimo nombre.

  • 36 Pero usa especie de reforma en sus cos-

    tumbres no alter en nada absolutamente su inclinacin al amor; si bien sus galanteras fueron menos frecuentes y conducidas con mas tino y prudencia. El poeta de la buena sociedad, el clebre abate de Chaulieu suspi-ro' por ella, y pesar de las chanzonetas que la duquesa de B... hacia sobre su falla de re-cursos amatorios, bay motivos para presu-mir que no suspiro en vano.

    Chapelle, tan conocido por la obra'maes-tra llena de chistes titulada Su Viage con JSac/iaumon, no fue con ella tan dichoso, y se vengo por una composicin potica que hace muy poco honor su corazn y su talento.

    El Gran Prior de Vendcma tan mal tratado como Chapelle, imito' su venganza dejando sobre el tocador de Ninon esta cuar-teta:

    indigne de mes feux, indigne de mes larmes, Je renonce sans peine a tes faibles appas:

    Mon amour te prtait des charmes Ingrate que tu n' avais pas.

    Ninon contesto' estos versos por un ju-guete que hizo sobre los mismos finales:

  • 37 Insensible tes feux, insensible tes larmes, #e le vois renoncer mes faibles appas ;

    Mais si l'amour prte des charmes. Pourquoi n'en cinpruntais-tu pas?

    La seorita de Lelos tuvo una enfer-medad, que hizo temer sus amigos Ja des-gracia de perderla. El abate Rgnier Des-marets hizo una composicin su convale-cencia: Scarron, St. Evrcmon y otros auto-res se apresuraron celebrarla, y en sus obras pueden leerse una multitud de com-posiciones formadas en elogio suyo.

    Moliere no dejaba de consultarla sus co-medias, y cuando la ley' el Tartufe (i) le refiri ISinon una aventura que la haba su-cedido con un picaro de igual calaa ; pero supo delinear su impostor con tal fuer-za y verdad, presento su carcter bajo un co-lorido tan vivo y luminoso, y tan co'mico al mismo tiempo, que Moliere al despedy-se no pudo menos de confesar que si su obra no estuviese concluida hubiera desistido de ella,

    ( t ) Traducido al Espaol bajo el titulo de El Hipcrita.

  • 38 por lo difcil que creia llegar los rasgos enrgicos con que su amiga haba caracteri-zado el retrato que acababa de bosquejar.

    Algunos autores daban tal importancia al voto de Tsinon que hacan cualquier sacri-ficio por obtenerle. Mr. de Toureille, de la Academia francesa, no pudo conseguirle para su traduccin de Demo'stcnes y se vengo' ha-ciendo contra ella el epigrama siguiente.

    Si de Ninon la critica procuras para un discurso henchid de latin, tachar tus aciertos de locuras: djate de retricas" fisuras, dala solo figuras de Arctin ()) Ivn una ocasin se la antojo la seo-

    rita de Lelos esperimentar en uno de sus amantes hasta qu cslremo puede llegar la debilidad de un hombre enamorado para con

    (1) Pedro Aretino, escritor del siglo XVI, se liiO clebre por una obra que public adornada con una mult i tud de lminas ofensivas ala moral, que grabadas por Marco Antonio de Bolonia, bajo los dibujos de .lulio Romano ocasionaron este in-signe discpulo de Rafael, una borro rosa persecu-cin; en consecuencia de la cual estuvo privado de la libertad por algun tiempo. (N. del T.)

  • 39 una muger capaz de abusar de ella. Eligi al efecto uno de los hombres mas distingui-dos por su nacimiento y sus riquezas, y en uno de aquellos momentos de entusiasmo que sabia inspirar exigid de c'I una obligacin de casamiento con un dote de diez y seis mil du-ros: se la dio en efecto, y la hubiera asigna-do una cantidad mas considerable si Ninon lo hubiese indicado.

    Poco tiempo despus advirti' aquel su-geto, estando en el tocador de su amada, que esta llevaba su firma en una papillota que acababa de servirla; toma asombrado el pa-pel, le desdobla, y ve en l un fragmento de la obl igacion consabida. Eso debe daros co- nocer, le dijo INinon, el caso que yo bago de las promesas de jo'venes atolondrados como vos, y lo comprometido que estarais si hu-biseis dado con una muger capaz de apro- vecbarse de vuestras locuras!"

    Uno de los ltimos amantes de la Seo-rita de Lenclo's fue el baron de Banier (i),

    (1) Muri en Londres en J GSfi resultas de un desafio con el principe Felipe de Saljoya.

  • /i O

    hijo de un general sueco y pariente de los re-yes de Sucia: tenia entonces cerca de 70 aos. Pero lo masestrao fue la pasin que la edad de cerca de 80 aos inspiro al abale Gedouin, ex-jesuita- El primer senti-miento que esperimentd fue la admiracin, pero de aqui paso al amor insensiblemente, y llego' apasionarse en trminos que hizo renacer en Ninon los restos de aquella afi-cin dominante que haba tenido la sensua-lidad ; pero resolvi sin embargo contener-se durante cierto trmino, y prometi su amante que accedera sus instancias para un dia determinado : en vano trato' de exigir esplicaciones sobre tan singular conducta, fue preciso armarse de paciencia y esperar que cumpliese el plazo para exigir lo prometido: y en efecto Ninon fue muger de palabra. En-tonces la rogo#le esplicase por que haba di-ferido tanto tiempo su felicidad: Dispcnsad- me le contesto este rasgo de vanidad. Cuan-do empezasteis a amarme solo tenia 79 anos y algunos meses, he querido que se diga que Ninon tenia aun quien la amase la edad de 80 aos cumplidos, y hasta ayer

  • 41 no podia realizarse." Por eso el abate de Chaulieu decia con justicia que el amor se haba refugiado en las arrugas de su fren-te. El abate Gcdouin fue pues su ultima pasin, que vino muy luego reducirse una fina amistad.

    Aunque de dia en dia iba debilitndose la salud de la seorita de Lelos, no por eso dejaba de ser concurrida su casa por lar, personas mas distinguidas de su tiempo. "La casa de INinon, deca un autor moderno, era el punto de reunion de cuantas personas ilustres tiene la corte y la ciudad: las ma-l dres mas virtuosas solicitaban para sus hijos el honor de ser admitidos en una sociedad que se consideraba como el centro de la mas brillante concurrencia. El abate Ge- douin obtuvo en ella un general aprecio, y adquiri' amigos que se interesaron en su reputacin y en su fortuna."

    Tambin fue admitido en ella Fontane-lle, conocido ya ventajosamente en la rep-blica de las letras por composiciones que re-velaban un superior ingenio.

    Voltaire fue tambin presentado la

  • 4 2 seorita de Lelos siendo todava nio, le examino' con atencin , y lo que forma el elo-gio de su discernimiento es que parece haber conocido desde luego lo que llegaria ser, porque no solo le distinguid con su amistad y pronostico' su elevado ingenio, sino que le lego' una suma para que adquiriese libros.

    Lelos, soportaba con una admirable paciencia su delicada salud, y en sus ltimos das concurra la parroquia con la frecuen-cia que la permitan-sus escasas fuerzas: hi-zo confosion general y recibi los santos sa-cramentos con todas las demostraciones de una verdadera piedad. La proximidad de la muerte no altero' en nada la serenidad de su alma, y supo conservar hasta el ltimo mo-mento la libertad y los adornos de su espri-tu. "Si hubiramos de creer, decia algunas veces, como la seora de Chcuvrcuse que los que mueren van conversar al otro miin-do con todos sus amigos, seria muy agra- dable la idea de la muerte. Dicen tambin que pocos momentos antes de espirar no pu-diendo conciliar el sueno compuso esta quin-tilla.

  • .3

    Huye, esperanza fugaz'y pasagera; no mi valor pretendas atenuar; veo llegarse rn llora postrimera: en mi edad ay! la .muerte no es severa: qu de la vida puedo ya esperar?

    La seorita de Lelos muri la edad de 90 aos el 1 7 de Octubre de 1 7o5. Pue-de considerarse el dolor que su prdida cau-so todos sus amigos. Cuantas personas tuvieron el gusto de tratarla hablan de ella en sus obras con entusiasmo y admiracin.

    El marques de Lafarc, clebre por sus poesas, hablo' de ella en estos trminos. "No conoc la seorita de Lenclo's en su edad 'juvenil, pero los 5o aos, y auna los 70, tenia amantes que la idolatraban, y las per-sonas mas distinguidas de Francia se bon- raban con su amistad. 3No he visto muger mas distinguida y respetable, ni mas dig na de ser llorada. Reunia en su tertulia los mas ilustrados de Pars, atrados por su amena conversacin; y su casa era tal vez aun en sus ltimos aos, la nica donde se hacia uso de los dotes del ingenio, y en la quc se pasaba el tiempo sin juego y sin

  • i i fastidio. Finalmente hasta la edad de 87 aos fu considerada su casa por la socie-dad mas selecta, y puede asegurarse que Ninon, dotada de un talento festivo yagra- dable, y que solo las gracias ha ofreci-do sacrificios, supo conservar una imagi- nacin viva y brillante y un agradable cri- terio."

    Los nombres de sus principales amigos bastan por s solos formar su elogio. Los personages de la mas elevada alcurnia y del mrito mas distinguido, se honraban contn-dose en el nmero de los que Lcnclo's que-ra admitir en su amistad.

    No ha faltado quien invente fbulas con objeto de adornar su historia: ha habido quien asegure que la edad de 18 anos se la apareci un noctmbulo, un negrillo, un duende o cosa semejante y la predijo cuan-to deba sucedera.

    Ninon se haba formado principios que dan conocer la solidez y exactitud de su discer-nimiento. "Qu dignas de compasin son las mugeres, sola decir; su propio secso es su enemigo mas terrible; el marido las t i-

  • 45 raniza, el amante las desprecia y las dcs- honra; siempre observadas sus acciones, con- trariados sus deseos; encadenadas por el te-mor, y la preocupacin; sin apoyo, sin so- corros, tienen mil adoradores, y no tienen ni un solo amigo: y liemos de estra'ar que sean caprichosas, disimuladas y de spero genial? Por eso decia que luego que se habia hallado en estado de raciocinar haba examinado cual de los dos sexos representa-ba un papel mas conveniente, y persuadida de que la suerte habia sido poco favorable las mugeres resolvi hacerse hombre.

    Segn ella la belleza sin gracia era un anzuelo sin cebo. Decia que ninguna muger sensata debia admitir amante sin el asenso de su corazn, ni sin el examen y consenti-miento de su razn debia admitir marido. Solia repetir muchas veces que se requiere mas talento para enamorar como es debido que para mandar un ejrcito, y conforme esta mxima solia recomendar las muge-res que procurasen cultivar su talento y ro-bustecer su espritu. Un compromiso de amor es un drama en el cual los actos son

  • 4 G muy cortos y demasiado largos los entreac-tos; para llenar este vacio es necesario echar mano de los recursos del espritu.

    Sola decir sus amigas que debia ha-cerse provision de vveres pero no de place-res, pues de estos no debian tomarse mas que para el momento presente, olvidando cada dia el anterior y apreciar tanto un cuerpo des-gastado como un cuerpo lozano y agradable; que era digno de lstima el que para arre-glar su conducta necesitaba llamar la re-ligion en su ausilio; pues daba conocer un espritu limitado y un corazn corrompido.

    Un dia que la felicitaban por la esti-macin que hacian de ella los mas nobles personages, contesto' : "Los grandes se glo- rian del mrito de sus antepasados porque no tienen otro; los ingenios superficiales en-salzan su propio mrito porque le creen superior lodo, pero los verdaderos s- bios nada les envanece." A veces solia con-siderar como cosas vanas y ridiculas el escu-do de Aquiles, el bastn del consejero y el bculo del obispo.

    Tampoco la faltaron la seorita de

  • 47 Lelos remordimientos sobre los errores de su primera juventud; as lo d conocer en una carta escrita al caballero de St. Evre-mont : dice as. "Todos me dicen que tengo menos motivos que nadie para quejarme dcl tiempo; de cualquier modo que sea, s me Hubiesen propuesto una vida tal como la que be tenido, me Hubiera aborcado yo misma."

    Todas las noebes daba gracias Dios por el talento de que la haba dotado y por las maanas le suplicaba la preservase dij las debilidades de su corazn. "Si yo hubiese asistido al consejo del criador, decia muchas veces, cuando formo la criatura humana le hubiera aconsejado que pusiese las arru-gas debajo de los talones."

    INo era para ella el amor un objeto res-petable, pero veneraba en estremo la amis-tad, y solia decir sus amantes que los mas temibles rivales que tenian eran sus amigos. Pero aunque no juzgaba al amor muy ven-tajosamente no por eso dejaba de decir que no hay cosa mas variada en el mundo que los placeres que nos proporciona, aunque en

  • 43 el fondo sean siempre los mismos. "Los poe-tas son unos majaderos en haber dado al > hijo de Venus la antorcha, clareo y el ca- cax ; porque el poder de ese dios solo re-side en la venda: mientras se ama no sere-oflexiona, y en reflexionando se acab el amor." Muchas de estas mximas se hallan esparcidas en las cartas que vern nuestros lectores.

    Las desgracias que los amigos de la se-orita de Lelos esperimentaban solo ser-via^ para aumentar el alecto que los profe-saba; siempre manifest el celo mas asiduo en socorrerlos con sus consejos, con su crdi-to y con su bolsillo. St. Evremont hubo d.e disfrutar de aquella benevolencia en la po-ca de su destierro: INinon puso en juego to-dos sus recursos, todo su favor y el de sus amigos para obtener el perdn del ilustre proscripto; pero sus esfuerzos fueron inti-les hasta una poca en que avanzado ya en edad rehuso disfrutar de la gracia que aque-la hahia alcanzarlo ; prefiriendo vivir, decia l mismo, entre personas ya acostumbradas sus manias.

  • 49 Una de las mas inviolables mximas de

    Ninon fue no recibir cosa alguna de sus aman-tes, ni aun de sus amigqs. Cuando la vejez y su quebrantada salud aumentaron sus ne-cesidades, La Rochefoucault y otros muchos amigo's la enviaron regalos y socorros de con-sideracin; pero los rehus constantemente/Fi-nalmente si Ninon de Lcncls hubiese naci-do hombre no hubiera podido negrsele el titulo del mas honrado y galante de su si-glo. El caballero de St. Evremont caracterizo' su alma admirable en esta cuarteta.

    A previsora y prodiga nalura, para adornar el alma de -Ninon, quiso tomar.de Venus la ternura y la virtud severa de Catn.

    Tomo I. 4

  • SUCINTA NOTICIA DE LOS PERSONAGES MAS PRINCIPALES

    SE Ol'IENES SE HACE REFEEKCIi.

    EX LA VIDA UK NIKON DE I.EXCLS. I&-5-,

    ALBERT (Cesar Febo de), conde de Mois-sens, mariscal de Francia; muri de 63 aos en 1676.

    CHAMPMFX, celebre co'mica francesa, ri-val en los amores de ^inon con el marqus de Scvignc, muri' en 1698.

    CiiAPPELLE (Claudio Manuel), celebre poer ta francs: mura en Pars en 1686.

    CIUURON (Pedro), chantre y telogo de Condon; naci en Paris en 154-* Entre las obras que escribid laque le proporciono mas justa celebridad fue La sabidura (La Sa-gesse). Muri' en Paris en iCo3.

    CiiAVLiEu (Guillermo Anfriso), abale de Aumale, poeta de mucho gusto, discpulo de Chappelle y amigo ntimo del duque de-Van-doma : muri en 17 20 la edad de 8 1 aos:

  • Si sus poesas se imprimieron juntas con lasdel marques de Lafare.

    CHOISSEUL (Cesar), duque, par y maris-cal de Francia, de gran reputacin militar.

    COLIGNY (Conde de). Fue el ltimo de la casa de este nombre; muri' en la batalla de Cuarentn en febrero de i 64.0, la edad de 38 aos, con su primo el duque de Cha-tillon, bermano de la clebre condesa de Suze.

    CONDE (Luis de liorbon, duque de En-gien, principe de), clebre militar del reina-do de LuisXlV, muri'de 65 aos en 1686.

    COULANC.ES, magistrado y poeta, autor de muchas canciones populares.

    DELORMES (Mara): esta cortesana fran-cesa cuya biografa nos ha parecido digna de la atencin de nuestros lectores, naci de 1 61 2 1 6 1 5 de una familia regular de Chalons en Champaa; fue amada de muchos, y entre otros de Enrique de Effiat y del cardenal Richelieu: con motivo de las reu-niones que los descontentos tenian en su ca-sa se decreto' su prisin; pero supo evitar el encierro en la Bastilla fingindose muerta, y

  • 52 tcuicndo la humorada de ver pasar su entier-ro y contemplar las lgrimas de sus descon-solados amantes. Paso' Londres donde ca-s con un lord y por muerte de este vol-vi Francia : la robaron en el camino to-das sus riquezas; pero el capitn de los ban-doleros se enamoro de ella y se casaron: tar-do' poco en enviudar; volvi Paris y se es-tableci en el arrabal deS. German median-te la seguridad de una renta vitalicia. Un dia tuvo la curiosidad de ir Versalles, y viendo all su amiga INinon corri' abra-zarla, pero la seorita de Lelos, sin duda por su mucha edad, la desconoci'. De resul-tas enfermo Dclormes y sus criados la aban-donaron en la cama robndola cuanto tenia: asi estuvo 24 horas hasta que un vecino mo-vido compasin informado de que nin-guna persona poda interesarse por la des-venturada enferma, no ser Ninon, paso casa de esta, pero se hallo' con la triste no-vedad deque habia fallecido pocas horas an-tes. Esta noticia fue el ltimo golpe que ata-co' la existencia de Delormes, la cual falleci pocos momentos despus.

  • 53 EI autor de las memorias de la vida del

    conde de Gramont hace un curioso parangn entre Ninon de Lelos y Marion Delormcs, sumamente favorable la primera.

    DESBARREAUS (Santiago Valles), conseje-ro del Parlamento de Paris, cuyo cargo re-nunci para entregarse al libertinage: muri arrepentido de sus desvarios los 70 aos de edad en el de 1672.

    ESTRES (el conde de) fue mariscal de Francia: muri de 83 aos en 1 707.

    FONTANELLE (Bernardo le Bovier) na-ci en Ran en 1657 y muri en Pars en 1 7 5 7. Entre otras obras crticas que escri-bi se cuenta la titulada Pluralidad de los Mundos.

    GEDOUIN (TNicolas) fue jesuta durante i o aos, despues abad de ]N. S. de Baugen-

    ci, y cannigo de la santa capilla: naci en 1667 y muri en T 7 44-: perteneci la Aca-demia francesa.

    GERSEY (Marque's de) fue capitn de guardas de Corps en 1 64.9: sus amores con ]Ninon tuvieron lugar en 1 65.

    GOLRVILLE, ayuda de cmara del Du-

  • 54 que de la Rochefoucault, llego ser confi-dente de este y del gran ond. Mientras en Pars se le ahorcaba en estatua, le en-viaba el Rey Alemania negocios del ma-yor inters: poco despus sucedi' Colbert en el ministerio.

    LAFARE (Carlos Augusto, marques de), poeta, capitn de guardias de Corps del Re-gente: fue ntimo amigo de Rousseau, escri-tor de varias obras y reflexiones sobre el rei-nado de Luis XIV: naci' en 1644 y mu-ri en 1 7 1 2.

    LA ROCHEFOUCAULT. Esta casa ha produ-cido muchos varones ilustres, pero el amigo de INnon fue el prncipe de Marslllac, mili-tar valiente y escritor recomendable, como lo prueban sus celebres Mximas de lisiado y las Memorias de la regencia de la reina Ana.

    MicN'AiiD. Hubo de este nombre dos her-manos clebres pintores; Pedro, apellidado el Romano por su larga permanencia en Roma, y INicolas: ambos fueron muy distin-guidos por los reyes de Francia: el ltimo ca-so' en Avignon, y es de creer que fuese de una hija de este de quien dijo INinon que tan-

  • 55 to mejor s no tenia memoria, con eso no ci-tara.

    MOLIERE (Juan Bautista Poequelin de), poeta dramtico conocido por todos los aman-tes de las letras. INaci en Pars en 1620 y muri en la misma capital en 1673 en la cuarta representacin de su clebre comedia El enfermo imaginario, que por tan funesto accidente no pudo terminarse.

    MONTAIGNE (Miguel), cc'lcbre escritor del siglo XVI y de un talento tan precoz que los 6 aos ya sabia el Latin, poco despus el griego, y los i 3 concluy sus estudios bajo la direccin de su buen padre, escude-ro de Montagu. Sus Ensayos abundan en sentimientos bastante libres, nacidos del fiel conocimiento del corazn humano. El carde-nal Perron llamaba esta obra el Breviario de las gentes honradas. Muri' Montaigne de 60 aos en 1 5g2.

    RGNIER des Marets, secretario perpe'-tuo de la Academia francesa y uno de los mejores escritores del reinado de Luis XIV, muri en Paris los 81 aos de edad en 1713. Segn se dice su muerte fue' oca-

  • 56 sionada por un atracn de melon en casa del cardenal d' Eslre'es.

    RETZ (Juan Francisco Pablo de Gondi, doctor de la Sorbona, cardenal de) fue hom-bre de talento, muy astuto intrigante : el baber tomado parte en las turbulencias de Pars produjo su arresto en i 65 2 ; pero pos-teriormente mejoro de carcter y de conduc-ta, se granjeo' el aprecio del pueblo, y vi-viendo como simple particular pago' mas de cuatro millones, importe de las deudas que babia contraido cuando vivia en la ojiulen-cia. Muri' los 66 aos en 167g.

    RICHELIEU, cardenal francs, primer mi-nistro en el reinado de Luis XIII, y uno de los hombres do estado mas traviesos y em-prendores de su tiempo. Su vida privada no fue la mas acomCdada su alta dignidad; pero la gran parte que tuvo en los sucesos mas notables de aquella e'poca hizo olvidar sus debilidades y lego' la posteridad un nombre respetable.

    SAINT EVREMONT (Carlos de San Dionis), cscelente escritor y militar valiente: fue al-ternativamente favorecido y perseguido por

  • 57 la corte de Francia. El cardenal Mazarino le tuvo pijso en la Bastilla por tres meses y por ltimo muri refugiado en Inglaterra los go aos de edad en i 708.

    SEVICN (Maria de Rabulin, marque-sa de) clebre por su talento y por el amor sus hijos el marques del mismo ttulo quien Ninon dirigi esta correspondencia^ y la condesa de Grignan , es autora de pensa-mientos ingeniosos, ancdotas literarias, his-tricas y morales y de varias cartas muy cu-riosas.

    SEVIGN (Carlos, marqus de) fue tenien-te de gendarmes delfineses; naci en 1646 y muri en 17 i 3 . La polmica que sostuvo concia Sra. Ana Dacicr sobre la verdadera inteligencia de unpasage en la traduccin de las obras de Homero, le adquiri fama de literato.

    SCARRON (Pablo), poeta francs de humor festivo y varia fortuna: tuvo la de casar con la celebre madama de Maintcignon estando l baldado y pobre, y siendo ella una joven de 16 aos. Muerto Scarron en 1 65o, mejor tan-to de suerte su viuda que lleg ser favo-

  • 5.8 rita de Luis XIV con preferencia madama de Montespan.

    VILLARCEAUX (Luis (ieMomiy marque's de), fue capitn de gendarmes del duque de Orleans; naci en i fit g y muri en i 6g i -

  • 60 tuacioncs en que os hallis con las mugeres, y yo procurar ayudaros conocer su cora-zn y el vuestro.

    Pero la complacencia que entreveo en es-te negocio no me impide conocer las dificul-tades de la empresa que voy acometer. El corazn humano, que ser el objeto de mis cartas, encierra elementos tan opuestos que cualquiera que de l hable no puede menos de incurrir en estraas contradicciones; se cree tenerle asido con la mano y solo se posee una sombra. Es un verdadero camalen que observado por lados diferentes se presenta bajo distintos colores, que no dejan de refle-jar en el mismo sugelo que le observa: es-perad pues leer infinitas singularidades. Por lo dems yo os propondr mis ideas; acaso no os parecern tan seguras como estraordi-narias, pero solo vos toca el apreciarlas.

    Sin embargo me queda un escozor: po-dr ser siempre sincera sin esponenne mur-murar algunas veces de mi sexo? Pero su-puesto que queris saber mi opinion sobre el amor y sobre las que le inspiran, y que yo me hallo con nimo bastante para habla-

  • 61 ros con franqueza; cada vez que en el cami-no que me he propuesto seguir encuentre una verdad, la dir sin rebozo y sin detener-me examinar cual de los dos sexos des-agrada: ya podris presumir que tampoco los hombres se vern exentos de censura.

    Mas antes de entrar en materia, decid-me, en la correspondencia que vamos en-tablar no tendr nada que temer por mi tranquilidad? Es tan travieso el amor!... No pudiera suceder que tomase parte escon-didas en nuestro proyecto? Examinar mi corazn.... no: est ocupado por distinto ob-jeto, y los sentimientos que inspirais en l se asemejan menos al amor que la amistad. Y ponindonos en lo peor, si algun dia se le antojase dirigirse vos, ya veramos de salir de este mal paso lo mejor parados que fuese posible...

    Con que vamos empezar nn curso de moral?.. S, seor, de moral; pero no os asus-te esta palabra: trataremos solo de galante-ra, que harto conocida es su "influencia so-bre las costumbres para que no merezca un estudio particular. Hay acaso pasin que

  • C2 mas generalmente se padezca que el amor? El es el principal resorte de todas nuestras acciones: forma o modifica los caracteres; ha-ce la fortuna o la desgracia de nuestra vida y nos determina al bien d al mal: por con-siguiente nada habra mas til que llegar ; conocerle; pero ser yo capaz de daros de el ideas bastante exactas?... no me atrevo asegurarlo. Lo nico que puedo promeleros es mis buenos pseos y mi sincera volun-tad. Una cosa temo, y es que hablndoos siempre en tono magistral acaso llegare can-saros, porque cuando me pongo soy una cr-golista desapiadada; y si mi corazn hubie-se sido diferente de lo que es hubiera hecho el filosofo mas completo que han conocido los siglos. Dios: cuando gustis empezare-mos nuestras lecciones.

    Hoy ceno en casa de Roclicfoucaull con madama de la Sablire y Lafonlaine: no tendremos el gusto de veros?

  • 63

    C A R T A I I .

    S, seor, cumplir mi palabra, yen to-das ocasiones ser sincera aunque sea con-tra m misma. Tengo mas resolucin de la que creis, y acaso en la srie de nuestra correspondencia tendris ocasin de conocer que veces llevo esta virtud hasta el estre-mo de la severidad. Pero acordaos entonces que solo soy mugcr en la apariencia, y que soy hombre en el corazn y en el espritu. Como trato de ilustrarme m misma antes de comunicaros mis ideas, es mi intencin jn-oponerlas al cscelenle sugelo en cuya casa cenamos anoche. Convengo en que tiene for-mada una opinion muy poco favorable la pobre humanidad: que tanto cree en las vir-tudes como en los espritus foletos. Pero es-ta severidad mitigada por mi indulgencia hacia las debilidades humanas, creo os su-ministrar la especie y la dosis de filosofia que se necesita para el trato con las muge-res. Volvamos vuestra carta.

  • G 4 Aseguris en ella que nada que os agra-

    da encontris en la sociedad: que el fasti-dio, el disgusto, la desazn, os siguen por to-das partes; que buscis la soledad y al mo-mento os cansis de ella: que en una pala-bra no sabis que atribuir la inquietud que os atormenta. \[oy sacaros de dudas ya que es deber mi deciros m opinion sobre todo lo que pueda interesaros, aun-que no s si me dirijireis preguntas cuya so-lucin me sea tan difcil como sin duda os ha sido el proponerlas.

    El disgusto de que os quejis no tiene otro motivo que el vacio en que se baila vuestro corazn. Ese corazn no tiene amor, aunque esta formado para cspcrimentarlc. Experimentis precisamente lo que se llama necesidad de amar. S, marques: la natura-leza os ha dotado de una porcin de senti-mientos cuya actividad debe ejercitarse sobre algun objeto: os hallis en la edad masa pro-posito para las agitaciones del amor; mien-tras no os ocupe esc sentimiento os fallar siempre alguna cosa y no cesar la inquie-tud que os atormenta. El amor es el resorte

  • del corazn como cl calor lo es del cuerpo: amar es llenar los deseos de la naturaleza; en una palabra es satisfacer una necesidad. Pero enfrenad cuanto os sea posible este sen-timiento, que sino os conducir'al estremo de la pasin; y yo os dir del amor lo que otros ban dicho del dinero, que es muy buen cria-do, pero mal amo. Si queris evitar su tira-na, preferid al trato de lasmugeres respeta-bles el de aquellas que se precian de ser mas divertidas que solidas: en vuestra edad no po-dis pensar en un compromiso serio, y por consiguiente no debis buscar en una muger un amigo quien confiar vuestros secretos, sino una querida frivola y complacienlc.

    El trato con las mugeres de elevadas pretensiones, o' con aquellas quienes los es-tragos del tiempo ban precisado hacer va-ler sus exageradas cualidades, es bueno pa-ra un hombre que como ellas haya pasado de la edad juvenil: esta clase demugeres se-ria para vos una compaia demasiado bue-na, si permits esplicarme de este modo, y las riquezas deben ser proporcionadas las necesidades; amad pues aquellas mugeres

    Tomo l. 5

  • 66 que mas ele una fisonomia agradable po-sean afabilidad en el trato, genio alegre,afi-cin los placeres sociales, y que no se asus-ten al oir hablar de un compromiso de amor. A los ojos de un hombre juicioso, me diris, parecern demasiado frivolas: pero creis que merecen ser juzgadas con tanta severidad? Persuadios, marques, que si por desgracia adquiriesen un carcter mas slido, ellas y vos perderais demasiado. Exigs solidez en las mugeres; acaso ola encontris en los amigos? En una palabra; no son nuestras virtudes las que necesitis, sino nuestra ale-gria y nuestras debilidades: el amor de una muger apreciable por todos conceptos seria muy peligroso para vos. Mientras no os ha-llis en estado de pensar en el matrimonio, tratad solo de divertiros con las hermosas, profesadlas solamente una aficin pasagera; pero si llegaseis pensar mas seriamente, desde ahora os anuncio que vuestro afecto ha-cia ellas vendria parar en mal.

  • 67

    CARTA III.

    Tenis razn, caballero: si ayer os escri-b en aquellos trminos fue por efecto de la cscelente opinion que de vos lie formado. Si no estuviese persuadida de que pensais con mas solidez que la mayor parte de los jve-nes de vuestra edad, os.hub ese hablado ba-jo distinto tono; pero be conocido que esta-bais pronto incurrir en el estremo opuesto su ridicula frivolidad. Fiad pues en m, que conozco de qu modo necesita ser afecta-do vuestro corazn. Enamoraos, os repito, de unamugerque semejante un nio carioso os divierta con sus agradables travesuras, con sus eslraros caprichos y con todas aque-llas estravagancias que forman el encanto de la galantera.

    Queris que os diga lo que hace peligro-so al amor? Pues no es otra cosa que la idea sublime que veces nos solemos formar de l; pero en la exacta verdad el amor consi-derado como pasin no es otra cosa que un

  • 68 ciego instinto que debemos apreciar en su justo valor; un apetito que se decide por un objeto mas que por ningn otro sin que pue-da saberse la razn de esta preferencia; mas si se le mira como compromiso de amistad presidido por la razn, entonces ya eso es una pasin, ya no es amor; es una estimacin afectuosa ala verdad, pero tranquilad incapaz de sacaros de vuestra situacin. Si siguien-do las liuellas de nuestros antiguos hroes de novelas aspirais los sentimientos elevados, veris como ese pretendido herosmo sabe hacer del amor una locura triste y muchas veces funesta: es un verdadero fanatismo, pe-jo si le desnudis de las preocupaciones con que le reviste la opinion, os conducir la felicidad, los placeres y la gloria: si la razn o el entusiasmo fuesen en estos casos los agentes del corazn, el amor seria inspi-do o frentico; si seguis el camino que os in-dico, jwdreis evitar esos dos estrernos. Hay muchas clases de amores; o por mejor decir muchos compromisos que en nada 6e le par recen; no ser asi, seria el nombre de amor el nico que no se prodigase. La clase que

  • 69 os conviene es la conocida bajo el ttulo de galantera, y esta solo la encontrareis en las mugeres de que os tengo hablado; vuestro corazn necesita ocuparse de un objeto y ellas son las mas proposito para llenar sus de-seos. Probad pues mi recela y esperimenta-reis alivio...

    Os babia prometido filosofar, y ya veis que cumplo exactamente mi palabra. A Dios: acabo de recibir una carta de St. Evremont y voy contestarle: aprovechar esta ocasin para proponerle las ideas que os he comu-nicado, y mucho me equivoco si no merecen su aprobacin. Maana espero Moliere, que viene leer por segunda vez su Tartu-fe, en el que creo ha hecho varias reformas: tened por seguro, marqus, que los que no convengan absolutamente en nada de cuan-to os acabo de decir participan algo del es-presado carcter.

  • 70

    C A R T A I V .

    Por mas que os digo, no puedo separa-ros de vuestra primera idea. Os empeis en fijar vuestro amor en una muger respe-table que pueda ser al mismo tiempo vues-tra amiga. Esos sentimientos serian sin du-da alguna dignos de elogio, si en la prctica pudiesen proporcionaros la felicidad que os prometis; pero la esperiencia os ensea que todas esas palabras brillantes no sn sino puras ilusiones. Acaso para un compromi-so de amor no se necesitan mas que cualida-des serias? Estoy tentada creer que las no-velas os han trastornado el cerebro! Los con-ceptos sublimes que babeis oido en las con-versaciones, sin duda os han deslumhrado!.... Y qu pretendis hacer de esas quimeras de la razn? Voy decroslo; os hallis en el caso del que posee una bellsima coleccin de monedas antiguas, que por mucho que sea su verdadero mrito no tienen ningn valor en el comercio. Cuando tratis de establece-

  • 7i ros en vuestra casa est bien que busquis una mugcr solida, de escelente conducta, lle-na de virtudes y de principios elevados. To-do eso conviene la dignidad del himeneo; su gravedad quise decir. Pero abora que solo necesitis una ocupacin agradable, guardaos de pensar con reflexion. Los hombres general-mente suelen decir que buscan en el amor cualidades esenciales! Qu dignos de lstima serian si llegasen encontrarlas! Que' logra-ran entonces? Ser edificados, cuando solo nece-sitan distraccin y recreo. Una querida de las cualidades que la apetecis seria una esposa la cual conservarais un respeto infinito, convengo en ello; pero que no sabria inspi-raros ni el mas mnimo entusiasmo. Una muger de tan distinguido mrito, os sujeta, os humilla demasiado para que podis amar-la mucho tiempo. Precisado estimarla, admirarla muchas veces, no podris menos de dejar de amarla: tanta virtud es una re-prensin demasiado directa, una crtica har-to importuna de vuestros cslravios para que dejo de sublevar vuestro orgullo, y -cuando este llega verse mortificado, Dios amor.

  • 72 Analizad bien vuestros sentimientos, exami-nad vuestra conciencia y veris que no me engao. No porque deje de desear ardiente-mente que los sentimientos delicados y el mrito positivo tuviesen mas poder sobre vuestros corazones; que fuesen capaces de lle-narles y ocuparles para siempre ; pero estoy persuadida que es imposible en la prctica. Aqu no raciocino, bago una declaracin es-presa sobre lo que debais ser y sobre lo que sois en efecto Mi designio es daros cono-cer el corazn tal como es, no como yo qui-siera que fuese. Por indulgente que os pa-rezca sobre vuestros estravios, soy la prime-ra en lamentar la depravacin de vuestro gusto, y me sonrojo al pensar que el senti-miento mas proposito para hacer nuestra felicidad, si se aprecia debidamente, solo pue-de servir para humillarnos. Mas no sindo-me fcil reformar los vicios del corazn hu-mano, quiero al menos ensenaros sacar de el el mejor partido; y ya que no pueda ha-ceros reservado, tratar de ensearos los me-dios de ser dichoso. Se ha dicho ya hace mu-cho tiempo que tratar de destruir las pasio-

  • 73 ns, serla pretender aniquilarnos; content-monos con arreglarlas. Puestas en nuestras manos son lo que los venenos en las de los boticarios; que preparados por un qumico in-teligente, de'un instrumento mortfero hacen un remedio saludable y benfico.

    C A R T A V.

    Os babeis empeado en enfadarme? Es posible que dotado con un talento re-gular tengis veces tan poca inteligencia? As lo dais conocer en vuestra carta: sin duda no me habis entendido; acaso os he dicho que pusieseis vuestro amor en un ob-jeto despreciable? Semejante ocurrencia est muy lejos de mi imaginacin. He dicho y repito que actualmente necesitis un amor pasagero, y que para hacerle mas agradable no debais ateneros solamente las cualida-des so'lidas, losTentimienlos elevados; por-que conozco muy bien lo que distrae, lo que

  • I'l

    divierte los hombres: un rasgo de locura, un antojo bien entendido, una disputa in-tempestiva hace mas efecto en ellos, los ena-mora mas que toda la razn imaginable, mas que el aplomo del mas solido carcter.

    Cierto sugeto quien apreciis por la exactitud de sus ideas ( i ) decia en cierta oca-sin que "el capricho con las mugeres acom-paa siempre la hermosura para servirla de contraveneno" pero yo combat con tal energia esa opinion que demostr' bien las claras lo opuesta que es mis mximas. Y en efecto estoy firmemente persuadida que si el capricho acompaa la hermosura es so-lo para dar mayor realze sus encantos, pa-ra hacerlos valer, para servirlos de estmulo y sazonarlos. No hay sentimiento mas fri ni de duracin mas corta que la admiracin; por-que nos acostumbramos con mucha facilidad ver siempre unas mismas facciones por in-teresantes que sean; su misma hermosura cuando no est animada por un tanto de malignidad, basta por s misma destruir

    (1) La Bruycrc

  • 75 el efecto que ha causado. Un leve colorido de enfado basta por s solo para prestar la variedad necesaria en un bello rostro, para prevenir el fastidio de verle siempre en !a misma situacin. Desgracia la muger dema-siado igual y consecuente: su uniformidad fastidia y desazona; es siempre la misma es-tatua ; el hombre que est su lado no es-perimenta la mas leve contradiccin; es tan buena, tan amable, que priva los que la rodean hasta de la libertad de disputar; y esta libertad es veces demasiado agrada-ble para renunciada. Poned en su lugar una muger vivaracha, caprichosa, determinada (por supuesto hasta cierto grado) y veris cuan presto cambia todo de aspecto. El amante hallar en la misma persona el pla-cer de la variedad, porque.el capricho es en la galantera una sal que impide su corrup-cin ; la inquietud, los celos, las disputas, las reconciliaciones, los pesares son los ali-mentos del amor. Preciosa variedad que lle-na, que ocupa un corazn sensible mucho mas deliciosamente que la regularidad en el trato y que la fastidiosa igualdad de eso

  • 7 G que llaman buen carcter. Esla es la regla que debe gobernaros.

    En vano suspira la razn; todo os anun-cia que el dolo de vuestro corazn es un conjunto de capriebo y de locura, pero es un nio mimado quien no podis menos de amar. Por mas esfuerzos que hagis pa-ra desprenderos, mas estrechamente os veris encadenado; porque el amor nunca es tan fuerte como cuando se le ve' pronto termi-nar por los arrebatos de una ria. Vive en medio de las tormentas; en l todo es con-vulsivo, lodo irregular: si se trata de cpndu-cirle al rgimen, se apodera de l h langui-dez y espira. Sacad la consecuencia para vuestras mugeres de solidez.

    C A R T A V I .

    Desde luego convengo, marqus, en que una muger caprichosa y pendenciera por na-turaleza, es de trato espinoso y poco durade-ro. Su desigualdad, o harto frecuente odema-

  • 77 siado exagerada, debe hacer del amor una prolongada disputa, una continua tempestad. Por lo tanto no os he aconsejado que os ena-moris de una persona de semejante carc-ter. Siempre entendis mis ideas bajo un as-pecto exajerado! Tratare' pues de reducirlas al punto de precision que exige la buena f en la correspondencia. En mi ltima carta os be retratado una muger amable, que lo era aun mas por cierto colorido de desigualdad que prestaba un bello rcalze su belleza, y vos solo me hablis de una necia, arrebata-da y quisquillosa: estamos pues muy distan-tes de entendernos; cuando os bable' de enfa-do quise dar entender aquel que es produ-cido por una aficin violenta, inquieta, y veces por un si es no es de celos; el que nace del amor mismo, y no de la aspereza natural que generalmente suele llamarse mal humor. Cuando es el amor el que hace una muger injusta, cuando el es la causa de sus prontos, qu amante habr tan poco delicado que tenga valor para quejarse? esos mismos estravios no prueban bien las cla-ras la violencia de la pasin? El que sabe

  • 78 contenerse en los lmites de la moderacin no est sino medianamente enamorado. El que lo est de veras ser capaz de impedir verse arrastrado por la fogosidad de una pa-sin impetuosa, sin esperimentar todas las revoluciones cpje necesariamente debe ocasio-narle? No por cierto. Y quie'n es capaz de ver en el objeto amado todas esas agitacio-nes sin esperimentar un secreto placer? Al quejarse de sus injusticias, de sus arrebatos no puede menos de sentir en su interior un movimiento delicioso, porque conoce que es amado, que lo es con esceso y que esas mis-mas sinrazones son una prueba tanto mas convincente cuanto que es involuntaria. Sen-tadas estas esplicaciones, creeris aun que mi intencin haya sido hacer la apologia de una muger de mal humor? Si las tormen-tas que os hace sufrir nacen de un fondo naturalmente desapacible, de un espritu fal-so, de un carcter tirnico y envidioso ; en-tonces ser una muger aborrecible, y solo causar disputas irritantes; el amor con se-mejantes ser un continuo suplicio, del cual es preciso huir con presteza.

  • 79

    C A R T A V I I .

    Creis, amigo mi, haberme opuesto una razn convincente, dicindome que nadie es dueo de disponer de su corazn, y que por consiguiente carecis de libertad para elegir el objeto de vuestro amor!... Moral de tea-tro! Abandonad esa mxima harto comn las mugeres que creen con ella justificar sus flaquezas, que bien necesitan tener algo de que asirse, semejantes aquel pobre ca-ballero de quien habla Montaigne, que cuan-do la gota le atormentaba apelaba los gri-tos y clamaba con todas sus fuerzas maldi-tos jamones! * "Es efecto de la simpata! quie'n es capaz de resistirla? quie'n en tal caso pue-de dominar su corazn?" Ya se v, tales razones quin es capaz de replicar? Han conseguido acreditar estas mximas en tr-minos que si alguno tratase de combatirlas tendra que habrselas con una infinidad de contrincantes. Y por qu esas mximas

  • 80 lian hallado tal multitud de apologistas? Por-que son muy pocos los que no estn intere-sados en acreditarlas. Pero semejantes es-cusas no bastan disculparlas; pues lejos de justificar las debilidades, son una esplcita declaracin de que no tratan de corregirlas, y es de estraar que se llame en su ausilio Jos decretos del destino cuando solo se trata de una eleccin inoportuna! Es un efecto del orgullo humano achacar la naturaleza to-do el vituperio de una pasin desarreglada, y conceder su discernimiento todo el ho-nor de una inclinacin feliz y razonable! So-lo queremos conservar la libertad cuando obramos bien ; pero apenas cometemos una falta, alegamos en nuestra defensa que nos arrastro' ella un ascendiente irresistible: diriamos de la naturaleza, lo que dice Lf-fontaine de la fortuna.

    Que siempre el bien le hacemos los humanos y achacamos el mal la natura.

    Permitiris pues que me separe de la opinion general. El amor es involuntario, convengo; esto es, no somos dueos de pre-

  • 81 ver ni evitar la primera impresin que un objeto hace sobre nuestro corazn; pero tam-bin sostengo que no es imposible debilitar ni aun cstinguir absolutamente esa impre-sin por profunda que sea, y esto me basta para condenar toda pasin desproporcionada deshonrosa. Cuntas mngeres no hemos visto que han logrado apagar en su corazn una debilidad que las haba fascinado, tan luego como han 'conocido que el objeto de su cario era indigno de ellas? Cuntas han lo-grado rehusar el mas afectuoso amor y le han sacrificado las conveniencias de un solido establecimiento? La fuga, el tiempo, la au-sencia, son un remedio irresistible para una pasin; por ardorosa que sea, insensiblemen-te se v debilitando y al cabo llega apa-garse enteramente. De aqui se deduce una verdad: que el amar no es mas fuerte que nuestras debilidades.

    Bien s que es necesario valerse de toda la fuerza de la razn para salir airosos de tamaa empresa. Conozco tambin que las dificultades que nos figuramos oponerse pa-ra alcanzar esa victoria sobre nosotros mis-

    romo /. C

  • 82 mos, nos desaniman y nos impiden arrostrar el combale; por lo mismo estoy ntimamen-te persuadida que no bay inclinacin inven-cible en teoria; pero hay muy pocas venci-das en la prctica: y por qu ? Porque ni aun queremos probar nuestras fuerzas en la liza de la rcflesion con el amor.

    Me parece, sin embargo, que no tratn-dose en la actualidad sino de una galantera, seria una locura poneros sobre el potro pa-ra destruir la inclinacin que hayis podi-do concebir hacia una muger mas d menos amable; aunque, como no estais aun enamo-rado de ninguna, me parece no tomareis mal que insista en las razones que me deci-dieron indicaros el carcter que juzgue mas conveniente vuestra felicidad.

    C A R T A V I I I .

    Por qu, preguntaba yo un dia la Se-

  • 83 ora de... habis dejado al marques para comprometeros con el comendador? Seme-jante conducta ha desmentido vuestro buen gusto; y mirad lo que hacis, porque es muy comn el juzgar de nuestro discernimiento por el dolo de nuestros amores, y la supe-rioridad del marques sobre su rival es tanta que ha escandalizado todos nuestros ami-gos. El mrito del primero, me contesto, le conceda demasiado ascendiente sobre mi libertad, y le inspiraba una confianza tal, que ha llegado ultrajar el amor propio de una muger que sabe apreciarse s mis- ma. Con un hombre tan amable es preciso vivir en una continua alarma, y la mirada mas indiferente de cualquiera otra muger ocasiona una desazn insoportable. Demasia-do cariosa para dejar de tener celos, y de- masiado vana para manifestarlo^, vivia siem- pre en un estado violento sobremanera: no me atrevia usar de la coqueteria mas leve, del capricho mas insignificante. No era este un suplicio intolerable para una mu- ger joven, de vivo genial y deseosa de agra- dar? Semejante situacin era harto embara-

  • 84 zosa para que durase mucho tiempo: so pre- sento' el comendador en ocasin que mela- mentaba amargamente bajo cl peso de mis cadenas, y como yo solo deseaba un hom-bre apasionado pero sin pretcnsiones, aun- que con suficiente me'rito para no hacerme sonrojar de su conquista, y con el cual pu- diese sin riesgo devolver las dems muge-res los sobresaltos que me haban causado, me pareci el mas apropdsito para llenar el objeto que me habja propuesto. Con e'&e- re altanera, caprichosa, quisquillosa, incon-secuente, hare' todo lo que me plazca. Y no apreciis en nada la libertad de poder agraviarle impunemente?... Decidme ahora si mi infidelidad es obra del capricho t del discernimiento."

    Este relato os convencer, marqus, del perjuicio qu,e las mugeres se causan s mis-mas achacando al amor una ciega fatalidad, mientras que su eleccin es generalmente fruto d la reflexion mas detenida. Dicen, y se las cree por su palabra, que han sido arras-tradas por un poder desconocido... Quiero en esta ocasin tomar la defensa contra el dao

  • S 5 que su disculpa las ocasiona. Eso es autori-zar los hombres que las crean frivolas, imprudentes incapaces de volver por s mismas: yo sostengo que solo despus de ha-ber hecho una combinacin exacta de las ven-tajas y dlos inconvenientes que podrn en-contrar, es cuando se deciden por un hom-bre mas bien que por ningn otro; opera-cin que sin saberlo nosotras suele llevar cabo el amor propio. Si preguntis por egem-plo aquella propietaria qu razn ha te-nido para dar la preferencia un negocian-te sobre un hombre de su clase aunque su-perior en mrito, os dir sin duda que por efecto de la simpatia; pero estrechadla que os hable con franqueza, y si tenis la fortu-na de conseguirlo, veris como os contesta: "El hombre quien prefiero va insultar con su magnificencia mi mas ntima ami->ga, y humillar la orgullosa pobreza de su magistrado: su opulencia ceder en benefi-cio de mi lujo, su necedad de mi ironia, su confianza de mi coquetisino, y sus carrozas de mi orgullo: con l podr ser arrogante, insultadora, coqueta, vana, perezosa; y con

  • 86 el otro seria por precision razonable, corle's, consecuente, y afectuosa, en trminos que me.moriria de fastidio."

    Creis que por efecto de simpatia se de-i cide una beata por un "clrigo de misa y olla mas bien que por un militar un empleado? Os figurais que cuando la duquesa de... re-cibe un bailarn de la Opera sea la fatalidad de su estrella la que la haya conducido?... No, marqus, liacednos mas justicia. Somos mas ilustradas y consecuentes de lo que os pare-ce: cada una de nosotras forma dentro de s misma el clculo; examina, juzga lo que con-viene su gusto, su estado y su genial, y sobre este punto raciocinamos mas de lo que nosotras mismas podemos presumir. Paso ya la poca en que se creia en las facultades ocultas y en las brujas y encantadores: aho-ra se procura indagar la razn de cada cosa, y al que tenga un mediano discernimiento le cuesta poco trabajo el descubrirla. En el comercio de la galanteria, los dos sexos tie-nen cuenta abierta entre s; cada cual combi-na su capital y el de su asociado, y jams se comprometen sin llevar meditada la ganan-

  • 87 ca, d por mejor decir sin esperanza de enga-ar al compaero.

    CARTA IX.

    Quien duda, marque's, que el mrito esencial es cl que agrada mas las muge-res?... Pero falta saber ahora la definicin quedis esa palabra: llamis mc'rito esen-cial la solidez del entendimiento, la exactitud del juicio, la estension en los conocimientos, la prudencia, la discrecin, en fin toda esa cfila de virtudes que os sirven de estorbo en vez de contribuir vuestra felicidad ?... Entonces estamos discordes. Reservad todas esas cualidades para el comercio con los hom-bres, supuesto que estan convenidos en re-cibirlas; pero en cuanto la galantera tro-cad todas esas virtudes por otros tantos atrac-tivos, que es el nico mc'rito que se admite en el pais del amor : la nica moneda cor-riente en su comercio, y guardaos de decir

  • 88 que sea moneda falsa. El verdadero mrito consiste acaso, menos en una perfeccin posi-tiva, que en la del convencimiento: es mucho mas ventajoso poseer cualidades que conven-gan aquellos quienes tratamos de agra-dar, que hallarnos adornados de otras infi-nitamente mas apreciables: porque se sabe generalmente lo oportuno que es adquirir las costumbres y aun veces los vicios de los pueblos en que se vive, si se quiere pasaren ellos una vida agradable y placentera.

    Cul es el destino de las mugeres? cul el papel que tienen que representar?... Agra-dar los hombres. Y como los atractivos del semblante, la esbeltez en las formas, to-das las cualidades brillantes y ostentosas son los medios de conseguirlo, y las mugeres las poseen en alto grado, quieren que sus amantes se las asemejen por esas mismas cualidades : y harais muy mal en lacharlas de frivolas; es demasiado brillante el papel que desempean, pues estn destinadas la-brar vuestra felicidad. Ko son, por ventura los alicientes de nuestro trato y la suavidad de nuestras costumbres, las que forman vues-

  • 89 tros mas agradables placeres, vuestras vir-tudes sociales, y finalmente vuestro bienes-tar? Decid francamente: la aficin las cien-cias, el amor la gloria, el valor, la amis-tad misma que tanto apreciis,Jy con razn, bastaran haceros perfectamente dichosos, c al menos os proporcionaran un placer tal que llegase persuadiros que lo erais?.. Se-guramente que no. Nada de eso seria capaz de sacaros de la fastidiosa uniformidad en que yacerais sumergidos, y serais un mis-mo tiempo los seres mas respetables y los mas dignos de compasin. Pero las mugeres se han encargado de disipar esa languidez mortal con la encantadora afabilidad de su trato, con los atractivos que han sabido es-parcir en la galantera: una alegra retozo-na, un amable delirio, un arrobamiento de-licioso son los tnicos medios de despertar vuestra atencin y de haceros sentir que sois dichosos; porque, marques, hay mucha di-ferencia entre gozar simplemente de la feli-cidad , y saborear el placer de disfrutarla. TNo le hasta al hombre la posesin de lo ne-cesario, lo suprfluo es lo que le hace rico

  • 90 y le d conocer que lo es en realidad. No son solamente las cualidades sublimes las que os hacen apreciables, y acaso sea un de-fecto para el amor el poseerlas: para ser de-seado, agasajado, ventajas tan lisonjeras vuestro amor propio, es necesario ser agra-dable, divertido, necesario los placeres de los dems: y os advierto que solo por estos me-dios lograreis haceros apreciable, principal-mente entre las mugeres. Y qu queris que hagan de vuestro saber, de la exactitud geo-mtrica de vuestro entendimiento, de la pre-cision de vuestra memoria? Si solo poseis esas ventajas, si no tenis algunas habilida-des citeriores que suavicen la aridez de las ciencias, desde luego os pronostico que lejos de agradarlas las pareceris un severo censor, y el respeto que inspirareis en ellas dester-rar la festiva alegria que se hubieran per-mitido si hubieseis sido diferente. Qu mu-ger se atrever parecer amable los ojos de un hombre cuya frialdad la molesta, que la observa y que nada se decide? Nunca nos tomamos libertades sino con aquellos que atrevindose primero, dan margen que se

  • 91 les trate con franqueza : en una palabra la cscesiva circunspeccin o la demasiada pru-dencia, opra sobre el alma de los dems co-mo un viento fri sobre el hombre que sale de una habitacin. Quiero decir que la re-serva con que solemos obrar oprime los po-ros del corazn de los que nos rodean, y no los permite ensancharse. Procurad, marqus, evitar esos contratiempos: guardaos bien de introducir el hielo en la galantera dndoos solamente conocer por la erudicin ; de-bis haber leido que mas fcilmente se con-sigue hacerse amar por medio de defectos agradables que por cualidades eminentes. Las grandes virtudes son como las alhajas de oro, que no circulan en el comercio como la moneda del mismo metal.

    Esta idea me hace recordar aquellos pueblos que en vez de metales solo usan co-mo signo de su comercio Conchitas de pesca-do : y creis que esas naciones dejen de ser tan ricas como nosotros con lodos los teso-ros del nuevo mundo? Cualquiera juzgar al pronto la riqueza de aquellos hombres por una pobreza verdadera; pero le ser

  • 92 muy fcil desengaarse si reflexiona que los metales no toman su valor mas que de la pblica opinion, y que cl oro en aquellas comarcas seria considerado como moneda falsa. Lo mismo sucede con las cualidades que llamis eminentes en el comercio de la galantera: en el se desprecia el oro; solo se reciben Conchitas. Y qu importa que el signo de convencin sea cual se quiera con tal de que los cambios se realicen?

    De todo lo dicho se deduce, que si es cierto, como no podis menos de convenir, que solo debis esperar vuestra felicidad de las cualidades agradables de las mugeres, podis estar seguro de que no conseguiris haceros amar de ellas sino por medio de ventajas anlogas las suyas. Y no llega-rais fastidiaros, no os seria aborrecible la existencia, si siempre juiciosos, os halla-rais condenados no ser mas que sabios y solidos y no vivir sino como iilo'solbs? Os