cayaltí: masacre de 1950 no quedó en el olvido

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ace sesenta años, en el mes de noviembre de 1950, por lo Hmenos 120 trabajadores de la hacienda Cayaltí fueron “ejecutados extraoficialmente” –léase: asesinados– por las fuerzas del orden debido a una protesta laboral, y luego fueron enterrados en una fosa clandestina en el cerro La Guitarra, en Mocupe. 3¿Habrá "comisión de la verdad" y "museo de la memoria" para estos cayaltileños victimados? El silencio oficial sobre aquel genocidio jamás pudo contra la tradición oral de los viejos cayaltileños que guardaron memoria de este crimen de lesa humanidad. La verdad ha salido a flote y desde hace algunos años este hecho histórico es analizado y estudiado en monografías y tesis doctorales hechas por investigadores sociales del Perú e incluso los Estados Unidos, lo que nos permite ahora realizar la difusión periodística. Respecto a la “masacre de Cayaltí”, a nivel personal la primera versión que a la que tuve acceso fue durante mi infancia, cuando mi abuela, doña Aurora Balarezo viuda de Salinas, me relató que “aquí en Cayaltí hubo hace muchos años, cuando tú todavía no nacías, una matanza terrible, murieron muchos obreros y se los llevaron arrumados en camiones a enterrarlos no se sabe dónde”. La breve narración, que despertó desde entonces mi curiosidad, en años posteriores fue reforzada por otros familiares cayaltileños que más o menos repetían la misma versión: una masacre de trabajadores y el temor de decirlo en voz alta. En honor a la verdad y en mérito a que dicho genocidio ya ha sido relatado en varios libros y monografías históricas publicadas en versión impresa y también en Internet, como periodista –y también como cayaltileño– creo que es nuestro deber divulgar lo que ya está Cayaltí: masacre de 1950 no quedó en el olvido Por Nivardo Córdova Salinas ([email protected]), / Rimactampu.blogspot.com publicado, citando las fuentes consultadas. Silvio Rendón, economista peruano radicado en Nueva York, el pasado 13 de octubre del presente año publicó en la página web Gran Combo Club –un sitio que publica artículos y opiniones singulares- su investigación titulada “1950: La masacre de Cayaltí” (http://grancomboclub.com/2010/10/19 50-la-masacre-de-cayalti.html) Para mayor rigor histórico y la objetivad, Rendón ha citado textualmente en su escrito tres fuentes bibliográficas: “La oligarquía peruana: historia de tres familias” de Denis Gilbert (Lima, Editorial Horizonte, 1982); “Cayaltí: The formation of a Rural Proletariat on a Peruvian Sugar Plantation. 1875-1933? (“Cayaltí: la formación del proletariado rural en una plantación azucarera peruana” 1875- 1933”) de Michael Gonzáles, (Tesis doctoral, Universidad de California, Berkeley, 1978) e “Historia del Sindicato de Cayaltí” de Orlando Plaza (Tesis de Bachillerato, Pontifica Universidad Católica del Perú, 1971). Estas dos últimas publicaciones han sido citadas por Gilbert. Los hechos cruentos concernientes a la matanza, según Rendón, se desencadenaron debido a que “en noviembre de 1950 los trabajadores de la hacienda se declararon en huelga por reclamos salariales y fueron reprimidos por la policía con un saldo de por lo menos 120 trabajadores muertos”. El episodio lo relata Gilbert (1982: 140), de esta manera: “Se generó una situación tensa cuando los trabajadores se declararon en huelga y los administradores de la hacienda llamaron más efectivos para reforzar el puesto de la Guardia Civil de Cayaltí”. En la versión de Plaza encontramos: “Una confrontación inicial entre la policía y los trabajadores dejó como saldo un trabajador muerto. A ello siguieron una serie de arrestos. Singularmente, los huelguistas estaban al borde de capitular, cuando se produjo otro incidente más serio. Esta vez la policía no sólo abrió fuego contra un grupo de trabajadores reunidos en el puesto de la Guardia Civil, sino que los persiguió a través del pueblo, disparando salvajemente contra los trabajadores que intentaban escapar. Por lo menos murieron 120 (Plaza 1971: 10). Numerosos trabajadores huyeron hacia sus hogares en la sierra. Se prendió fuego a los campos de caña”. Tanto Gilbert como Plaza apuntan a un genocidio sin precedentes en Lambayeque. “Esa noche -recordó un obrero años después- mataron a cientos. Luego, en camiones de la empresa los recogían y muertos y heridos fueron transportados frente al Casa hacienda de Cayaltí, que data del siglo XIX y en cuya arquitectura se evidencia la opulencia en que vivían los terratenientes. Debe conservarse como patrimonio histórico monumental. (Foto: www.flickr.com) REPORTAJE HISTÓRICO 1

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Reportaje histórico sobre ex hacienda Cayaltí.

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Page 1: Cayaltí: masacre de 1950 no quedó en el olvido

ace sesenta años, en el mes de noviembre de 1950, por lo Hmenos 120 trabajadores de la

hacienda Cayaltí fueron “ejecutados ex t rao f i c ia lmen te ” – léase : asesinados– por las fuerzas del orden debido a una protesta laboral, y luego fueron enterrados en una fosa clandestina en el cerro La Guitarra, en Mocupe. 3¿Habrá "comisión de la verdad" y "museo de la memoria" para estos cayaltileños victimados?

El silencio oficial sobre aquel genocidio jamás pudo contra la t radic ión oral de los v iejos cayaltileños que guardaron memoria de este crimen de lesa humanidad. La verdad ha salido a flote y desde hace algunos años este hecho histórico es analizado y estudiado en monografías y tesis doctorales hechas por investigadores sociales del Perú e incluso los Estados Unidos, lo que nos permite ahora realizar la difusión periodística.Respecto a la “masacre de Cayaltí”, a nivel personal la primera versión que a la que tuve acceso fue durante mi infancia, cuando mi abuela, doña Aurora Balarezo viuda de Salinas, me relató que “aquí en Cayaltí hubo hace muchos años, cuando tú todavía no nacías, una matanza terrible, murieron muchos obreros y se los llevaron arrumados en camiones a enterrarlos no se sabe dónde”.La breve narración, que despertó desde entonces mi curiosidad, en años posteriores fue reforzada por otros familiares cayaltileños que más o menos repetían la misma versión: una masacre de trabajadores y el temor de decirlo en voz alta. En honor a la verdad y en mérito a que dicho genocidio ya ha sido re la tado en var ios l ibros y monografías históricas publicadas en versión impresa y también en Internet, como periodista –y también como cayaltileño– creo que es nuestro deber divulgar lo que ya está

Cayaltí: masacre de 1950 no quedó en el olvidoPor Nivardo Córdova Salinas ([email protected]), / Rimactampu.blogspot.com

publicado, citando las fuentes consultadas.Silvio Rendón, economista peruano radicado en Nueva York, el pasado 13 de octubre del presente año publicó en la página web Gran Combo Club –un sitio que publica artículos y opiniones singulares- su investigación titulada “1950: La masacre de Cayaltí” (http://grancomboclub.com/2010/10/1950-la-masacre-de-cayalti.html) Para mayor rigor histórico y la ob je t i vad , Rendón ha c i t ado textualmente en su escrito tres fuentes bibliográficas: “La oligarquía peruana: historia de tres familias” de Denis Gilbert (Lima, Editorial Horizonte, 1982); “Cayaltí: The formation of a Rural Proletariat on a Peruvian Sugar Plantation. 1875-1933? (“Cayaltí: la formación del proletariado rural en una plantación azucarera peruana” 1875-1933”) de Michael Gonzáles, (Tesis doctoral, Universidad de California, Berkeley, 1978) e “Historia del Sindicato de Cayaltí” de Orlando Plaza (Tesis de Bachillerato, Pontifica Universidad Católica del Perú, 1971). Estas dos últimas publicaciones han sido citadas por Gilbert.Los hechos cruentos concernientes a la m a t a n z a , s e g ú n R e n d ó n , s e desencadenaron debido a que “en noviembre de 1950 los trabajadores de la hacienda se declararon en huelga por reclamos salariales y fueron

reprimidos por la policía con un saldo de por lo menos 120 trabajadores muertos”. El episodio lo relata Gilbert (1982: 140), de esta manera: “Se generó una situación tensa cuando los trabajadores se declararon en huelga y los administradores de la hacienda llamaron más efectivos para reforzar el puesto de la Guardia Civil de Cayaltí”.En la versión de Plaza encontramos: “Una confrontación inicial entre la policía y los trabajadores dejó como saldo un trabajador muerto. A ello siguieron una serie de arrestos. Singularmente, los huelguistas estaban al borde de capitular, cuando se produjo otro incidente más serio. Esta vez la policía no sólo abrió fuego contra un grupo de trabajadores reunidos en el puesto de la Guardia Civil, sino que los persiguió a través del pueblo, disparando salvajemente cont ra los t raba jadores que intentaban escapar. Por lo menos murieron 120 (Plaza 1971: 10). Numerosos trabajadores huyeron hacia sus hogares en la sierra. Se prendió fuego a los campos de caña”.Tanto Gilbert como Plaza apuntan a un genocidio sin precedentes en Lambayeque. “Esa noche -recordó un obrero años después- mataron a cientos. Luego, en camiones de la empresa los recogían y muertos y heridos fueron transportados frente al

Casa hacienda de Cayaltí, que data del siglo XIX y en cuya arquitectura se evidencia la opulencia en que vivían los terratenientes. Debe conservarse como patrimonio histórico monumental. (Foto: www.flickr.com)

REPORTAJE HISTÓRIC

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cerro ‘La Guitarra’ donde se había cavado una zanja y ahí fueron arrojados”. Según este hombre, un amigo suyo manejó uno de los camiones y “se enfermó de lo visto, que nunca curó hasta que murió” (Plaza 1971: 11).Una vez consumada la matanza, el silencio oficial cubrió todo con un manto de sombra. En su artículo, Rendón anota lo siguiente: “La Empresa [hacienda Cayaltí] tuvo apoyo de todos los organismos. Se amenazaba a la gente que reclamaba con botarla o fusilarla; los policías llevaban a los cabecillas y no se sabía más. Sólo se oía el llanto de muchas señoras, hijas, esposas, preguntando por sus seres queridos. Quedó una cosa como el terremoto: sin sentido. Había calma, pero sí había ese rencor” (Plaza 1971: 10).Otras versiones recogidas por los autores citados, aseguran que “en determinado momento se llevaron tropas de la Fuerza Aérea de una base cercana. La relación no deja c l a r o e l p a p e l e x a c t o q u e d e s e m p e ñ a r o n e n e s t o s acontecimientos”.En su análisis y opinión Rendón es implacable: “Ahí quedó la cosa. No hubo `comisión de la verdad´, ´ c o m i s i ó n i n v e s t i g a d o r a ´ , ´ d e f e n s o r í a d e l p u e b l o ´ , responsabilidad ´política´ o ´penal´, debate en el congreso, condena de la prensa (no había congreso en los tiempos de Odría y la prensa era de la oligarquía). Y tampoco hubo ´museo de la memoria´ ni nada por el estilo. Sólo la tradición oral de los familiares y compañeros de los obreros muertos. Sin embargo, cuando llegó la reforma agraria en 1970 Cayaltí era la hacienda con peores relaciones laborales que cualquier h a c i e n d a a z u c a r e r a d e l departamento. La bronca se había embalsado no sólo desde los cincuentas, sino desde antes”.Lo cierto es que este hecho, aunque quiso ser silenciado, permaneció en la memoria colectiva de Cayaltí. Lamentablemente no existe una relación de las personas que “desaparecieron” y lo más probable es que jamás se redactó un acta o informe policial. Presumo que en los archivos de la antigua hacienda tampoco hay rastros.

LA HACIENDA CAYALTÍY LA FAMILIA ASPÍLLAGACon el respeto que merece la honra de las personas, incluso la memoria de los fallecidos, tanto victimas como victimarios y autores intelectuales (este reportaje no pretende satanizar a nadie, pues creemos que justicia no es venganza), la verdad histórica es que los dueños de Cayalt í fueron hacendados integrantes de la familia Aspíllaga. Por versiones orales que he recogido en la zona, “los Aspíllaga eran personas disciplinadas y exigentes en el aspecto laboral, pero a la vez generosas con sus trabajadores; fueron muy buenos administradores y Cayaltí llegó a ser una de las haciendas más prósperas del Perú porque ellos supieron trabajar bien y darle bien trato a los obreros. Si no ¿por qué después que el general Velasco les expropió Cayaltí la cooperativa quebró?” (entrevista personal).

Muchos cayaltileños hablan de bonanza, buena época, bienestar de los trabajadores y sus familias hasta antes de 1970, en que se decretó la llamada “reforma agraria” y se entregó la hacienda a los campesinos bajo el sistema de cooperativismo, que años después fracasó al punto que hasta ahora “Cayaltí no es ni la sombra de lo que fue”.Sin embargo, los historiadores citados en este reportaje tienen una visión más crítica sobre la familia Aspíllaga (no toda la familia, obviamente, sino quienes fueron “patrones”): “La empresa de los Aspíllaga tenía una larga tradición de maltrato a los trabajadores, que quedaba siempre impune debido a su poder económico, pol í t ico y mediático. Ántero Aspíllaga evitó la destrucción de la hacienda Cayaltí por los invasores chilenos pagando cupos, ´mostrando documentos que mostraban que Cayaltí pertenecía a su principal acreedor, la firma estadounidense Prevost & Co.´ (Gilbert 1982: 114), escondiendo el alcohol y los alimentos de los invasores. En esa circunstancia tres trabajadores chinos se fugaron”, escribe Rendón.“En los años de 1880 los Aspíllaga siguieron dependiendo de los trabajadores chinos con los que habían trabajado en la hacienda antes de la guerra. En Cayaltí, al igual que en otras haciendas, se explotaba cruelmente, se les pagaba poco a los chinos y estaban sujetos al sistema privado de justicia que administraban los hacendados. Los Aspíllaga tenían una cárcel en la hacienda y se adjudicaron a sí mismos el derecho de encarcelar o azotar a los trabajadores Gonzáles (1978: 186-97) registra varias ocasiones en las cuales los miembros de la familia o r d e n a r o n e j e c u c i o n e s p o r asesinato, y un incidente de 1875 en el cual un trabajador chino huido fue muerto por una partida de búsqueda de mayordomos de Cayaltí enviada a recapturarlo”.Y añade: “Los Aspíllaga admitían que sus trabajadores chinos eran ´semi-esclavos´ y que ´se les trataba muy mal´ . S in embargo, estaban dispuestos a justificar sus acciones caracterizando racistamente a los

Monedas emitidas por los hacendados de Cayaltí para pagar a los trabajadores. AAHSA significa “Aspíllaga Anderson Hermanos S. A.” ( www.mercadolibre.com)

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chinos de ´bárbaros´, ´demonios´ y ´semi-humanos´ (Gonzáles 1978: 199-200). El economista Rendón sostiene que “para la década de 1890 la inmigración china estaba cerrada y Cayaltí recurrió al reclutamiento de trabajadores de la sierra norte mediante e l enganche. Las condiciones de trabajo eran mejores, recurriendo a métodos más sutiles y paternalistas, pero con disposición a aplicar violentamente la fuerza cuando fuese necesario”.En la familia Aspíllaga, una de las figuras más prominentes fue Ántero Aspíllaga, quien fue dos veces senador por Lima y dos veces candidato presidencial civilista, perd iendo con e l popu l is ta Billinghurst en 1912 y con Leguía en 1919. En 1922 falleció en Europa, noticia de la que dio cuenta el New York Times del día 12 de enero de ese año (ver recuadro).“Desde luego que la figura de Billinghurst soliviantaba a los trabajadores y a los Aspíllaga les preocupaba que la disminución de la jornada de trabajo a ocho horas y la presión por aumento de salarios llegara a su plantación de Cayaltí. A pesar de perder las elecciones, este incidente demuestra cómo así los Aspíllaga conservaban su poder: En 1913 se llegó a una decisión final sobre una larga disputa de tierras entre Cayaltí y el pequeño pueblo de Zaña, el cual estaba completamente

rodeado por la hacienda. La decisión, favorable a los Aspíllaga, motivó un ataque en el pueblo a la propiedad de la familia y a la quema de la tierra en disputa. A pedido de los Aspíllaga, Zaña fue ocupada por el ejército, que impuso el toque de queda y prohibió la venta de licor, la posesión de armas, y proscribió las reuniones públicas. El ejército restableció el orden, pero para ello mató a dos zañeros e hirió a varios otros. Subsecuentemente, el prefecto de Lambayeque archivó un informe sobre lo sucedido, describiendo la acción del ejército como una “masacre” y afirmando que todos los cerros circundantes a Zaña habían sido robados por las haciendas cercanas, especialmente Cayaltí. Ántero vio el informe, y le fue posible reemplazar al prefecto con alguien más favorable a los intereses de los Aspíllaga en menos de una semana (Gonzáles 1978: 74, en base a la correspondencia de los Aspíllaga).Otro suceso relevante que demuestra el poder e influencia política de los hacendados y terratenientes es este: “En 1919, luego del golpe del 4 de julio de Leguía , hubo una hue lga potencialmente violenta en Puerto Eten, donde los Aspíllaga tenían azúcar y alcohol almacenado para embarcar; les siguieron los trabajadores del ingenio azucarero, y en septiembre los cortadores de caña: pedían salarios más altos y precios más bajos para los alimentos. Los Aspíllaga estaban entonces de malas con el poder, pues

se habían enfrentado a Leguía. Sin embargo, pudieron gestionar con el prefecto el envío de ochenta hombres armados a Eten con la amenaza de encarcelar a los trabajadores portuarios; concedieron aumentos de salarios a los trabajadores del ingenio y recurriendo, una vez más al prefecto respecto a los cortadores de caña: le p id ieron veint ic inco hombres armados, éste envío cincuenta y los trabajadores regresaron a trabajar”.Incluso en el campo monetario, el poder de los Aspíllaga se demuestra en que tenían su propio sistema de monedas. El economista Rendón lo cuenta así: “Hubo una época en el Perú en que a los trabajadores rurales no les pagaban el salario en dinero, sino en monedas producidas por el terrateniente (ver El Perú feudal). Era una moneda que carecía de valor fuera de los dominios de la plantación. Así también ocurrió en la Hacienda Cayaltí de los Aspíllaga. AAHSA signif ica “Aspí l laga Anderson Hermanos S. A. El terrateniente era así su propio banquero central, con política monetaria privada. Y hasta con su propio sistema de justicia”. Años más tarde, en 1930 en que surge el APRA, Rendón asegura que este movimiento “estaba presentado problemas a los terratenientes. Desde los periódicos locales se les atacaba duramente”. Los Aspíllaga lo sabían: “en Zaña son todos absolutamente apristas” aparecería en una correspondencia. Luis Aspíllaga escribía a Lima en junio de

En Cayaltí, como en otras haciendas azucareras del norte peruano, los terratenientes acostumbraban recorrer los campos de cultivo cabalgado sobre caballos de paso, que más que fines ornamentales eran propios de la dura faena. La foto corresponde al Valle Chicama. (Foto: http://solardelascalderas.blogspot.com)

Los terratenientes obtenían mano de obra barata mediante la modalidad del "enganche". Los obreros trabajaban, como hoy, en condiciones adversas, mucas veces en largas jornadas "de sol a sol"..

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1931, previo a las elecciones de ese año: “un pretendido asalto por parte de la peonada de Tumán y Patapo-Pucalá, que repelieron fuerzas bajo el prefecto a la entrada de Chiclayo, con una descarga cerrada de la que dicen hay 11 muertos y otros tantos heridos”. Todo esto, sumado al encarcelamiento de los “cabecillas” y la censura de “El Trabajador”, un periódico de los trabajadores que circulaba en las haciendas, contó con el apoyo de los Aspíllaga” (véase artículo de Rendón en el enlace citado al inicio).La teoría que maneja Rendón es que los Aspíllaga y la clase terrateniente en general tenían un férreo control de la prensa, que manejaban desde la denominada Sociedad Nacional Agraria”. “Tenemos hasta dos periódicos, La Crónica y La Prensa”, escribía Ramón Aspíllaga en 1934. Aparecían artículos anónimos defendiendo el punto de vista de los hacendados o hacían entrevistas con los periodistas de publicaciones que les eran favorables. Y desde luego, censuraban a quienes tenían puntos de vista opuestos. “La Hora”, p e r i ó d i c o l a m b a y e c a n o d e tendencias izquierdistas, publicaba artículos de un periodista español que criticaba a los hacendados, particularmente a los Aspíllaga. Éstos hicieron que el prefecto ordenara el cese de la publicación y q u e e l p e r i o d i s t a e s p a ñ o l abandonara la zona (Gilbert 1982: 131).“Pero la contribución más importante que h izo e l gob ie rno a la supervivencia económica de los Aspíllaga y otros hacendados fue ciertamente la represión al APRA y otros elementos radicales que amenazaban el control que estos ejercían sobre la fuerza laboral” (Gilbert 1982: 131), bajo una especia de “criminalización” de apristas, comunistas y anarquistas, la cual “no era sólo ideológica o por seguridad, sino fundamentalmente económica”. Posteriomente, ya en tiempos del breve gobierno democrático de José Luis Bustamante y Rivero (llegó mediante elecciones al gobierno con su partido Frente Democrático N a c i o n a l ) s e p r o d u c e u n resurgimiento de la actividad sindical. “El sindicato de Cayaltí se

f o r m a 1 9 4 5 y e s r e c o n o c i d o e n e l Ministerio de Trabajo gracias a la presión del representante aprista por Lambayeque. Los terratenientes tienen que aceptarlo argumentando que era “un mal a tono con la época política y social que atravesamos” (Gilbert 1982: 137).“ S i n e m b a r g o , l o s Aspíllaga están en la primera de la resistencia a Bustamante. Cayaltí era la sede de la Alianza Nacional en Chiclayo. Apoyan a Odría en el golpe de 1958, en su g o b i e r n o , e n l a candidatura única de Odría en 1950. Los A s p í l l a g a a p o r t a n trabajadores (700) de “portátil” para formar p a r t e d e l a s manifestaciones de la Alianza Nacional. Es en

este contexto que se da la masacre de Cayaltí de 1950. Como diría Martín Adán, con la dictadura de Odría el Perú vuelve a la normalidad, y también, y sobre todo, para los trabajadores. Los terratenientes les iban a dar una lección y mostrar que eran éstos quienes s e g u í a n m a n d a n d o . Q u e l o s trabajadores no se ilusionaran con la democracia, las elecciones, sindicatos, o representantes en el congreso”, concluye Rendón. Volviendo al tema de la masacre de Cayaltí, resulta sintomático que a pesar de que el hecho ocurrió no hay ninguna “versión oficial”. Además del testimonio oral de los ancianos cayaltileños, de las tesis doctorales citadas, a veces el tema asoma donde menos lo esperamos, como por ejemplo en someras referencias como en una pág ina tu r í s t i ca (www. lamba-yeque.net/chiclayo/cayalti/ubicacion/), donde al referirse a Cayaltí señala: “Un pueblo que ha sido escenario de sangrientas acciones de luchas sindicales contra la patronal de ese entonces, asimismo la masacre del año 1950 de triste recordación…”.No se puede tapar el sol con un dedo, ni tampoco pretendemos una cacería de brujas contra los descendientes de la

fami l ia Aspí l laga (a quienes intentamos ubicar en Lima pero sin tener resultados) o contra los efectivos policiales que acataron la orden de ejecución extrajudicial. Es i m p o r t a n t e q u e l a s n u e v a s generaciones sepan de estos hechos, no para sembrar odios, sino para reflexionar y concluir que la violencia no es el camino para el desarrollo. Hay quienes opinan que las autoridades competentes deberían buscar los cadáveres que están posiblemente enterrados en algún sector del cerro La Guitarra, pero eso no depende de nosotros, además es una labor difícil. A sesenta años de esta barbarie exigimos solamente que la verdad salga a la luz, porque “la verdad nos hará libres”. (NCS)

Los inmigrantes chinos, que llegaron hace más de 160 años al Perú, trabajaron en durísimas condiciones en las haciendas azucareras de la costa (http://wiki.sumaqperu.com)

Este reportaje de investigación ha sido publicado en:- Semanario Expresión Nº 690, Chiclayo, del 5 al 11 de noviembre del 2010- http://rimpactapu.blogspot.com- Reproducido en "Azúcar con sangre y amargura" de Susana Grados, en"Línea", suplemento del diario"La Primera", Lima, domingo 30 de enero de 2001.De esta edición: Rimactampu / Ediciones Urgentes.Lima, 18 de febrero de 2011.

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