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EL DON DEL QUIJOTE QUE ENAMORA, O LA ESPERANZA DE SUS TESTIGOS María Rosa Palazón Mayoral …quizás un ángel pasaba por encima de sus cabezas... (Graham Green, Monseñor Quijote) 1. El guiso. Estas páginas siguen la pista de dos sugerencias. Una: la espe- ranza «es el puente lanzado entre la mirada del testigo y la esperanza del profeta» (Ricoeur, 152). La otra, de Maeztu, dice que las criaturas literarias nos meten de lleno en los problemas éticos, sólo las nulas son indiferentes. Si ambas no responden de la única manera posible al enigma que me motiva, sí me abrieron un camino apasionante. El enigma es por qué Don Quijote ha enamorado a tantos lectores que si hiciéramos una cadena humana, siguiendo las circunvoluciones de la Tierra, después de cruzar el Oceáno Atlántico regre- saríamos a un lugar de La Mancha cuyo nombre fue obviado. Cide Hamete Benengeli y el enrevesado cúmulo de traductores, narradores y narratarios fabulados por Miguel de Cervantes han logrado, tal como espejito mágico, que El ingenioso hidalgo genere mentecatas, fantasmagóricas y vario- pintas interpretaciones, que subvierten el significado literal del texto para demostrar que aún sigue en pie la profecía que se escuchó en Barcelona: «Tú eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal, pero tienes la propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican» (D. Q. II, LXII). Veamos. Unos embonan los mensajes de este libro en las aristocracias conservadora y democrática; otros, en el bermejo materialismo. Unos los reducen a ortodoxas alegorías cristianas, y otros a invectivas contra la Biblia. No falta quien presenta a Cervantes como: viajero, geógrafo, marino, economista, fisiólogo y psiquiatra, jurisperito, militar, teólogo, o un experto en similitudes cuando este principio de realidad ya era anacrónico. También el redivivo Monseñor Quijote de Graham Greene cree a pie juntillas en las anticuadas, a la sazón del presente, verdades evangélicas y de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San Francisco de Sales (M. Q. , 34). Un amplio número de investigadores se ha dado a la tarea detectivesca de encon- trar los modelos vivos, las referencias fidedignas de los cientos de personajes, incluido el protagonista. En dirección opuesta, Greene suelta a boca de jarro: puede que todos seamos una ficción en la mente de Dios (M. Q. , 25). Y José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, llamado primer nove- lista de América, pone entre paréntesis la heroica perspectiva de la historia, diciendo que tal vez las proezas de Alejandro, César y Pompeyo «fueron parto

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  • EL DON DEL QUIJOTE QUE ENAMORA, O LA ESPERANZA DE SUS TESTIGOS

    Mara Rosa Palazn Mayoral

    quizs un ngel pasaba por encima de sus cabezas...(Graham Green, Monseor Quijote)

    1. El guiso. Estas pginas siguen la pista de dos sugerencias. Una: la espe-ranza es el puente lanzado entre la mirada del testigo y la esperanza delprofeta (Ricoeur, 152). La otra, de Maeztu, dice que las criaturas literarias nosmeten de lleno en los problemas ticos, slo las nulas son indiferentes. Siambas no responden de la nica manera posible al enigma que me motiva, sme abrieron un camino apasionante. El enigma es por qu Don Quijote haenamorado a tantos lectores que si hiciramos una cadena humana, siguiendolas circunvoluciones de la Tierra, despus de cruzar el Oceno Atlntico regre-saramos a un lugar de La Mancha cuyo nombre fue obviado.

    Cide Hamete Benengeli y el enrevesado cmulo de traductores, narradoresy narratarios fabulados por Miguel de Cervantes han logrado, tal como espejitomgico, que El ingenioso hidalgo genere mentecatas, fantasmagricas y vario-pintas interpretaciones, que subvierten el significado literal del texto parademostrar que an sigue en pie la profeca que se escuch en Barcelona: Teres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fueramenos mal, pero tienes la propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos tetratan y comunican (D. Q. II, LXII). Veamos. Unos embonan los mensajes deeste libro en las aristocracias conservadora y democrtica; otros, en el bermejomaterialismo. Unos los reducen a ortodoxas alegoras cristianas, y otros ainvectivas contra la Biblia. No falta quien presenta a Cervantes como: viajero,gegrafo, marino, economista, fisilogo y psiquiatra, jurisperito, militar,telogo, o un experto en similitudes cuando este principio de realidad ya eraanacrnico. Tambin el redivivo Monseor Quijote de Graham Greene cree apie juntillas en las anticuadas, a la sazn del presente, verdades evanglicas yde Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San Francisco de Sales (M. Q. , 34). Unamplio nmero de investigadores se ha dado a la tarea detectivesca de encon-trar los modelos vivos, las referencias fidedignas de los cientos de personajes,incluido el protagonista. En direccin opuesta, Greene suelta a boca de jarro:puede que todos seamos una ficcin en la mente de Dios (M. Q. , 25). Y JosJoaqun Fernndez de Lizardi, El Pensador Mexicano, llamado primer nove-lista de Amrica, pone entre parntesis la heroica perspectiva de la historia,diciendo que tal vez las proezas de Alejandro, Csar y Pompeyo fueron parto

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  • de la imaginacin de algn valiente, que nos fingi a tales hroes y talesproezas en alegora, como Cervantes al Quijote (P. M. II, 12 1813. 1968,225). No faltan estudiosos que se metan en los vericuetos de la psiquiatra, seapara negar la destemplanza quijotesca, sea para embonarla en sanas mono-manas con desplantes megalmanos, ni quienes entregan, mal de su grado, unahermenutica aburrida y necia. En suma, abundan las locuras de amor y demusas. El que est libre de culpas, tire la primera piedra. Preferiramos viviren un mundo totalmente racional? Qu aburrido sera (M. Q. , 77).

    Y a estas alturas regreso a las hiptesis iniciales. El alma de cntaro dedon Quijote, prototipo del amor csmico, despierta y revitaliza unas positivasdisposiciones naturales que usualmente mantenemos soterradas. Resultado:igual que Sancho Panza, tirios y troyanos queremos como a las telas denuestro corazn (D. Q. II, XIII) no a Alonso Quijano, Quijada, Quesada oQuejano, que poco importa el nombre, sino al caballero andante, seco decarnes y enjuto, con una Triste Figura. Abro un parntesis. Al escribir natu-rales y revitaliza he recordado que me molest la identificacin de Greeneentre el afecto de don Quijote por Rocinante, su maltrecho caballejo, y la deMonseor Quijote por su Seat 850. Desde mi perspectiva, un calvatrueno queadorn a El Toboso durante las secuelas del franquismo no debera rezar por lasalud, felicidad y buena muerte de su carromato, ni atemorizarle que pudieranser canibalizadas las manijas de sus puertas y su caja de cambios (M. Q. ,32), ni tampoco el alcalde Sancho condolerse de que los flancos retorcidos delSeat acabaran estampados en un muro, el parabrisas hecho aicos y las puertasempotradas y fuera de sus goznes. Un animal compaero no es una mquina.Igualarlos es despearse en el culto a los automviles y las urbes diseadas asu inhumana medida, que anunciaba la veneracin actual a los sobrehumanosciborgs, amalgama de lo orgnico y ciberntico, y a las computadoras.

    En fin, el amorosamente proyectivo entuerto de las interpetaciones me hasugerido guisar una olla podrida, rescatando algunos significativos usos deltrmino quijotismo, que Lizardi public en la poca fundacional de Mxico,a saber, los ltimos aos del Virreinato y los primeros de la Independencia, ytambin los usos que sirvieron para agredir a este periodista, adems denarrador, fabulista, poeta y dramaturgo. En decir de sus enemigos fue Caba-llero de la Triste Figura, duque de Hjar, marqus del Corral e hidalgo criadoentre terrones y majadas (Auto de Inquisicin, 6). Este osado abri paso a laanticlerical Reforma, escribiendo con la mano derecha y la izquierda puesta enDon Quijote. Fue sentenciado cruelmente en la siguiente estrofa: Eres uncobarde,/ un tonto, un menguado/ Quijote ignorante/ boratate y sandio(Patricio Vera, 1), a pesar de que inocentemente alegaba: Ni soy un Sansnpara matar mil filisteos con la quijada de un burro, ni don Quijote de laMancha para emprender empresas temerarias (Una buena zurra al pintorIbar 1824. 1995, 65). Sus actitudes precisamente temerarias, en contra-diccin con este aprecio de s, desataron la furia de los principales detentadoresdel aplastante poder de dominio y de sus ejecutores indirectos, colaterales,difusos entre las masas de oportunistas que punieron las virtualidades de sucomportamiento, por cuyas resultas Lizardi no slo fue husped de crceles ySan Hiplito, un manicomio, sino que sufri anatema: lo excomulgaron.Tambin salpimentar la cazuela con Monseor Quijote, que describe las peri-

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  • pecias de un cura andante y un alcaide comunista: la cruz, y la hoz y elmartillo, dos credos en abrazo fraternal (pp. 45 y 71).

    En el men caracterizar a don Quijote como una bella persona, sealandoas que su ejemplaridad alimenta la vida, a Eros contra Tnatos. Hannah Arendty Paul Ricoeur me han aportado ingredientes adicionales para seguir coci-nando. Espero que el platillo sea comible.

    2. Identificadoras locuras de amor y de musas. La belleza moral de donQuijote lo incit a ir por el mundo predicando lindezas (D. Q. II, XXII), y libe-rando a galeotes. El par de caballos blancos de su alma, segn metfora plat-nica, llevaba una delantera muy excedida al par negro. Greene traslada estavirtud a su personaje: Cmo puedo rezar para resistir el mal si ni siquieratengo tentaciones? (M. Q. , 124). El tampoco nada bellaco PensadorMexicano dej intuir el mismo desfase en su cuadriga interna:

    Para el insigne don Quijote, honor de La Mancha, gloria de la caballera andantesca,ejemplo de los desfacedores de entuertos y vengador de ajenas sinrazones, estaba reser-vado acometer molinos de viento, atropellar ejrcitos terribles de carneros y destripargigantescas botas de vino tinto. Pero qu! Slo aquel intrpido caballero supo arrostrar los riesgos ms inminentes y noacobardarse a presencia de los ms fieros monstruos y vestiglos? No, lector mo, ElPensador Mexicano, que no le va a la zaga a don Quijote en lo loco ni en lo entremetido,va hoy a la faz del universo a entrar en una descomunal refriega con un escuadrn desa-forado de los ms endiablados endriagos []; follones, malandrines, qu hacis? Nonfuyades, gente cobarde, que un solo caballero os espera sin ms cabalgadura que suasiento y sin otras armas que su pola, y no teme salir desairado del encuentro, oravengis uno a uno a lo fidalgo, ora todos de montn a lo villano []. Pero pues no osmovis a mis reclamos, defendeos si podis, que ya os embisto (P. M. 1813. 1968,283). Tambin G. Greene en el Manifiesto del partido comunista detecta la

    pluma de un buen hombre [] equivocado (M. Q. , 111), que en francaempata con el cincuentn manchego dijo que la burguesa ha acabado con lasidlicas relaciones patriarcales; ha ahogado el fervor religioso y el entusiasmocaballeresco en la glacial agua del clculo egosta hasta conseguir el triunfo depereza sobre diligencia, del vicio sobre la virtud y de la arrogancia sobre lavalenta de los luchadores por la justicia que resplandecieron en la Edad de Oro(M. Q. , 109).

    Por qu amamos tanto o ms que a nosotros mismos a un extraviado conla cabeza llena de viento que decidi emular a los estereotipados caballerosPalmern y Tirant lo Blanc, a grotescos hroes como Amads y Roldn, o sinbrillo como Don Belans de Grecia? Por qu somos presa de una enorme feli-cidad y un regocijo indescriptible de que haya sido imaginado para encantar mivida, la tuya y la porvenir?, y esto contra un narrador omnisapiente queinforma engoladamente: el texto slo pretende servir de entretenimiento a esp-ritus mohnos con los extravos de un loco que, despus de un rito inicitico,oficiado por un ventero que, segn la misma voz explicativa, fue una cere-monia para reventar de risa, renaci como don Quijote de La Mancha. Por quatribuimos grandeza moral a un extravagante que acuchilla sombras en lapared, arremete lanza en ristre molinos de viento y manadas de ovejas ycarneros, y confunde sudor con sangre, las ventas con castillos de plata, un

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  • porquero que sopla el cuerno con un heraldo enano, los rotos odres de vinotinto con cerebros derramndose, la baca del barbero con el yelmo deMambrino, y a una buena saladora de puercos con una dama de alcurnia?Acaso no est claro que se trata de un personaje ficticio que, mediante juegosmalabares, se transforma a s mismo en letra escrita para evitar las falsifica-ciones de sus aventuras o continuaciones apcrifas? No, no est claro que ni-camente sea esto. Para m, estamos frente al ms completo modelo literario deuna bella persona.

    3. Don Quijote, sublime. Para la mayora de intrpretes actuales, los desa-tinos de nuestro amable y digno de ser amado gran seor tienen una impor-tancia secundaria frente a su ejemplar manera de estar en el mundo. Sustonteras no son vaciedades que carcomen el seso ni desnatan el entendimiento,porque si bien, creo, dej de ser comedido no slo cuando interpret las cir-cunstancias especficas bajo indicadores de los libros de caballera, tambin fuey sigue siendo azote de los malos y enemigo de los ruines. En El ingeniosohidalgo asistimos a las peripecias de un anormal, o fuera de los usos y cos-tumbres que hacen crujir los damascos y bordados, que obligan a nuestra ima-ginacin receptora a pensar y sentir mucho.

    Cervantes perfila a un cimero prototipo de hombre bueno que enfrenta lasinjusticias y termina derrotado por las monstruosidades de la historia. Su obraes sublime porque describe una bondad fuera de medida o comparacin.Allende de los lmites de lo proporcionado y tranquilizador, abre con fuerza laLiteratura a la tica porque no oculta nada.

    Para nuestra paz y sosiego momentneo, la trama anuncia que si donQuijote sana de la enfermedad caballeresca, se acoger a la pastoral Arcadia(D. Q. I, LIV); pero, frustrando nuestras alegres expectativas, Alonso nuncarenace como Quijotiz: liberado de las sombras caliginosas de la ignorancia,se deja de embelecos y disparates para reasumir su personalidad original, locual es seal inequvoca de que se muere. Al reconocer que no logr aminorarni un poco la dureza que priva en la Edad del Hierro, no tiene por qu lucharcontra la tantica melancola o depresin, porque, como reza su epitafio, hayque morir cuerdo y vivir loco (II, LXXIV). Los receptores caemos en unagobiante pesimismo, heridos por la ausencia de nuestro bienamado. Se nosborra la sonrisa que esbozamos a lo largo de sus continuas equivocaciones.Nuestro estado de nimo se vuelve ms y ms dolorido porque enfrenta elhecho de que la historia no se ajusta a buenas intenciones.

    Crear el retrato de una bella persona y adaptar la evolucin social a susfinalidades, slo cabe en una novela rosa, en las irrealistas leyendas heroicas,o en Historias demaggicas que, inversa y falazmente, plantean que losmotivos causales del agente fueron anticipaciones casi precisas de efectos his-tricos posteriores. En oposicin, cualquier testimonio autntico reconoce laprofunda tragedia de los actores sociales. Por desgracia, buen corazn no que-branta mala ventura (D. Q. II, X).

    Ahora bien, nuestra esperanza pega un salto, desde la orilla rida hasta laflorecida, gracias a la conmovedora peticin que Sancho el Bueno formula a suamo de que no se deje morir. La semilla de magnanimidad que plant don

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  • Quijote ha despuntado y reverdece: ha triunfado el sensus communis, en ter-minologa de Arendt.

    4. Don Quijote, una bella persona. La semilla es el benfico luchadorespritu comunitario, tambin comn, porque es disposicin innata de nuestraespecie, social por naturaleza. Llevamos una cuadriga anmica dividida enpares. Los caballos palomos reaccionan indignados contra: la imposicin demalos tratos, los clasistas y genricos entre otros; contra las muertes violentasy la humillacin que infringe el poder econmico, poltico y cultural a lasvoluntades, y contra las dems perversas relaciones asimtricas de poder.

    En el hipdromo de las colectividades, los corceles albos meten ruidoentre los azabaches que compiten, recelan y envidian. Aqullos meten ruido encualquier tipo de aberracin insociable, contraponindole utopas diferentes;pero que siempre giran en torno a la excelsa aspiracin de que los congneresdevengan prjimos. As, reaccionando en direccin opuesta a las duras, nadaslidas y corruptibles triquiuelas funestas, don Quijote limpia de orn y moholas armas de sus abuelos, y se enlista entre los desfacedores de entuertos y sin-razones que buscan remedio para los miserables, flacos, menesterosos y afli-gidos (I, XIII, XXI), incluidas las mujeres doncellas, viudas o agraviadas y losforzados por la ley, sin distinguir si sufren por sus culpas o sus gracias (I,XXX).

    Esta clase de reaccin es parecida a la esttica, o sensible y desinteresada,que se manifiesta en el reflexivo juicio del gusto puro, aunque es menestersopesarla con la balanza de los parmetros morales. Segn Kant (Crtica deljuicio 59), la belleza es smbolo de lo moralmente bueno. Para Schiller es unaanaloga de las acciones libres (Kallias, Jena 8/II/1793, 10, 11). Analogano es coincidencia: el juicio de efectos libres segn la voluntad es moral; el deefectos no libres, segn la forma de la voluntad, pura es esttico (Kallias, ibid 22). Aristteles compara las obras de arte y las virtuosas, diferencindolas enque las primeras tienen su bondad en ellas mismas; para que existan lassegundas, es necesario que el agente acte con disposicin para la justicia yque con nimo firme elija sus actos (tica nicomaquea, IV, 3).

    El sensus communis es, digmoslo con Schiller, don al otro (Carta 26, 1y 3), comn a la humanidad y que la unifica (Carta 27, 10). Es la generosidadidentificada por la filosofa cristiana con el amor caritativo, o espontnea gracia(Anmut en alemn, atributo de la belleza), propia de Dios, el Ser Bello porexcelencia. En el Fedro (179 A), Platn dice que la mejor locura divinacombina la de Venus, la belleza, y de Eros, el amor. Por lo tanto, concluye, hayacciones morales que parecen endiosadas. En la Enada 1, libro VI, Plotino selee que el mejor bien consiste en hacerse semejante a Dios: acceder a la visinde lo Bello y Bueno que es la Divinidad.

    Una persona moralmente bella no slo manifiesta una inclinacin natural,sino que la aprovecha para decidir actuar en direccin opuesta al avasalla-miento, para imitar a los buenos, ser azote de los malos y enemigo de losruines. Cosa bella entre las bellas es hacer de s mismo un don por amor a lavirtud, se lee en el dilogo platnico antes citado. Plotino aconseja que paraeste cometido autodepurador se imite al artista, que suprime y pule hasta armo-

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  • nizar las partes de una estatua. A medida que el autoescultor ha padecido msinjusticias, ms meritoria es su labor.

    He deslizado las acepciones de la bondad hacia la belleza porque en latnbello deriv de bonellum, diminutivo de bonum, abreviado en bellum. Losgriegos postularon una correspondencia simtrica entre ambos valores queimplica la opuesta entre lo feo y malo mediante el concepto de kalokagata.Quien la alcanza es una bella persona o magnnima.

    Una vez decidida su utopa, siempre situada y situante, que proyecta unficticio pasado, ms o menos paradisiaco, a un futuro mejor, por regla generallos locos de amor estar vivo es amar no cambian la orientacin de susactos, proftica y salvadora, aunque elijan ideales distintos en dos etapas de suexistencia: la caballera andante exaltada por Ramon LLull o la Arcadia, porejemplo.

    La mucha sal en la mollera de don Quijote lo ayuda a sus empresas rei-vindicadoras, a sabiendas de que sern malas aventuras (I, XIII) y le saldrntan torcidas (I, L) que sacar una oreja de menos, rota la cabeza y lo perse-guirn las fuerzas represoras. Y a sabiendas de que hacer el bien a villanos esechar agua en el mar (I, XXIII), porque la virtud es ms envidiada y perse-guida por los malos que amada por los buenos (ibid). Pero, siendo magn-nimo, se juzga digno de lo que corresponde a su dignidad (en alemn Wrde,otra de las propiedades de la belleza, segn la semntica de esta lengua). Tieneuna vigorosa autoestima, una dignidad que lo fortalece, y esto porque es ruinquien por ruin se tiene (D. Q. I, XXI).

    Un magnnimo, como don Quijote, en conformidad con su virtud, y enconciencia de que es imperfecta, no es rencoroso. Perdona con facilidad (D. Q.I, XV y XXI): el que no agravia intencionalmente a nadie, no puede ser agra-viado (D. Q. II, XXX). Dicho en dos palabras, no le afectan las afrentas que nole son aplicables (tica nicomaquea, 1125 b).

    La moral bella es incorruptible, fuerte y llena de coraje. Quien la cultiva estan valiente y liberal que su cotidianidad se llena de aventuras, mientras elaburrido pusilnime no acomete los peligros, y el cobarde habla de s inflada-mente, porque es incapaz de cabalgar por los campos de Montiel, simblicaencrucijada sin retorno entre el ir vegetando y la solidaridad colectiva.

    Caractericemos ms las dos caras de una moneda. Lo feo es indeterminado(Enada 3, libro V), carece de proyecto social comprometido. Por lo mismo,el mal oculta sus fines, apropindose en sus discursos de los ideales ajenos,para disfrazarse tras stos, hasta que los desva (Enada 5, libro VIII). Aparen-temente, hace suyas las mejores causas para derivarlas hacia la insana, haciala despreciable insociabilidad: la revolucin ideolgica del cristianismotermin siendo Inquisicin; la Comuna de Pars, el Goulat, ejemplifica Greene.Por su pequeez moral, esta clase de actor no duda en levantar falsos testimo-nios, es deshonesto y, consiguientemente, no mantiene su verdad aunque lecueste la vida (D. Q. II, XVIII), es decir, se expresa con dobleces y sofimas (D.Q. I, XXV). El bueno, en cambio, se abroga el derecho revolucionario deoponer una verdad sin poder a un poder sin verdad (Foucault, 64). Losdeudos de don Quijote han de tocar la misma partitura: Monseor Quijote noquera decir una mentira []. Ni siquiera una oficiosa (M. Q. , 128).

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  • La fealdad es moralmente redundante, quien la ejecuta no se pertenece nicopertenece a su colectividad. Su pragmatismo se limita a adular con perfidiae inters. Es altanero y desconsiderado. Slo con modestia y respeto se realizanobras ejemplares; con arrogancia y desconsideracin, se hacen cosas grandescuantitativamente como imperios pero faltas de virtud moral (Fedro, 178B), salud y vitalidad.

    Si la personalidad fea se define negativamente, la bella no renuncia a sudignidad para dar muestras de su gracia (Schiller, Carta 27, 12). Cumple elprincipio de la buena fe, la rectitud de intenciones no administrables, ni poli-tiqueables ni cotizables (Garca Bacca, LV) que, empero, no garantizan elderecho ni nada concreto: se elevan por encima de resultados. Son lo supra-ntico que matiza la realidad y modaliza lo ideal (discurso de Pausanias en ElBanquete, 191 A). La rectiud intencional tampoco es premiable. Slo atrae,generando una cerrada trabazn simptica de amantes que coronan su virtud(Enada 1, libro VI). Una actitud fea, acordada con el dominio, omite larectitud intencional de una bella persona, y la enjuicia como petulante,alegando los resultados contrarios a los que haba previsto y deseado: Yocreo [Pensador Mexicano] que sus valentas han de parar en lo que de ordinarioparaban las de su original don Quijote, que regularmente sala vencido de losms dbiles, ya apedreado de los galeotes hambrientos, ya desmuelado de lospastores humildes, y ya puesto en tierra por las zancadillas de su tristeescudero (Auto de Inquisicin, 5).

    Don Quijote, adornado con fe, esperanza y caridad, virtudes teologales, ycon las virtudes cardinales, o casi todas, no imit por imitar. Su libre albedroajustaba siempre los fines y los medios. Una personalidad a este jaez seencuentra donde el hombre camina con valerosa sencillez y serena inocenciaentre las ms grandes dificultades, y no necesita herir la libertad de otros paraafirmar la suya propia (Schiller 27, 12).

    Quien acta a tenor de su digna libertad y su caritativa gracia, frena sustendencias revanchistas, demarcando los terrenos de la venganza y la impar-cialidad, esto es, respeta la ley. Pero cuando sta falta, su formulacin es insa-tisfactoria, o se aplica con distingos, se erige como legislador: quin hadicho que un loco no es capaz alguna vez de dictar buenas reglas de legisla-cin? Acurdate de las sabias instrucciones que dict don Quijote a su escuderoSancho, cuando lo mand la duquesa a gobernar la nsula Barataria. Con que[] haz cuenta [de que] yo soy tu Sancho y t eres mi Quijote mentor (P.M. III, 4 1814. 1968, 399).

    Todo lo anterior desemboca en que las finalidades profticas de una bellapersona obran en conformidad con la deontologa, con las reglas ticas de oro.La primera, formulada por Kant, es: la mxima de la accin debe ser univer-sable. La segunda, que distancia los buenos de los perversos, es: durante lasrelaciones interpersonales, el otro debe ser tratado como un fin y no solamentecomo un medio. Dimensin dialogal o dialgica del respeto mutuo entre alte-ridades, contraria a los autoritarismos (Schiller, Carta 27, 11), que, respe-tando las diferencias culturales, enriquece a los colectivos, comunizndolos,valga el neologismo.

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  • 5. La phrnesis. En polmica, Quidam derrot a Lizardi, revirtindole elacudido de don Quijote al Barbero: 0h, seor rapista, seor rapista, y cunciego es aquel que no ve por la tela del cedazo (p. 1). Tiempo despus, ElPensador objet a otro de sus embozados crticos: Maese Nicols, pensisque no os entiendo? (C. P. S, II, 2 1825. 1973, 286). Y la primera citamordiente dice que la buena fe de un magnnimo generalmente lo deja sinphrnesis, o sabidura prctica, en definicin terminolgica de Sfocles, res-catada por Ricoeur (p. 205). La segunda cita sugiere que si las bellas personasno acostumbran a pensar mal, cuando reaccionan, la injusticia puede estarhecha, haberles ganado la delantera: todo lo slido se desvanece en el aire, todolo sagrado se profana (M. Q. 109).

    En las cotidianas situaciones en conflicto, cuando priva la incertidumbre,que hace necesaria la eleccin entre bienes heterogneos, el discrimen de donQuijote fallaba estrepitosamente. Y no estoy pensando en que su imaginacinproductiva, o innovadora, desvariaba al reproducir la letra escrita, error quejuzgo menor, sino que al paliar la injusticia de facto, no acceda a una sabiaplenitud. Por su falta de ingenio oblicuo, actu fuera de comedimiento o ele-mental clculo. Lizardi se lamenta de que este amado benefactor ni siquieraintuyera que, al defender acaloradamente al pobrecillo Andrs de la tunda quele propinaba su amo, a vuelta espalda del inmiscuido, el tirano esclavizadorle doblara la racin de azotes (Justa retribucin al defensor de los encue-rados 1814. 1997, 132). La sabidura prctica, en cambio, toma preacu-ciones. Por ejemplo, cmo se han de quejar aquellos infelices delante de susmismos opresores, sabiendo que los jueces se van y los alcaides se quedan paraajustarles las cuentas con ms rigor que al pobre Andrs, luego que se fue sudefensor (C. P. S. I, 15 1824. 1973, 181).

    La inteligencia o sabidura prctica equilibra nuestra cuadriga interna,ensendonos que, para frenar las injusticias, hasta donde es posible, hemos detransigir, negociar, ocultando nuestras verdades: lo prudente impone que loscaballos blancos presten odos a la malicia que cabalga a lomos del par negro.Si no, perderemos la mayora de batallas circunstanciales.

    6. La esperanza. La prudencia, una virtud cardinal, no complement labuena fe, esperanza y caridad, el espritu justicialista, la fortaleza y la tem-planza de don Quijote, y esto debido a su magnanimidad tan pura: quremedio? Paciencia y barajar, como le dijo Merln a don Quijote en la asom-brosa cueva de Montesinos (P. M. I, 13 1813. 1968, 111). Y con estointento decir que las teorizaciones de la tica son depurables, si atienden a lasmejores descripciones literarias: los anormales, que no irrealistas, extremosde la bondad y maldad limitan los enunciados sobre las esferas de lo justo,digno, noble, admirable o bello, contrapuestas a lo injusto, vergonzoso,indigno, abominable, infame o feo, mostrndonos que el plano deontolgico deun sensus communis tan excelso como el de don Quijote entra en conflicto consu phrnesis. Adems, sta no parece ser una virtud cardinal.

    A guisa de invitacin a las reflexiones ticas, cabe subrayar de nuevo latragedia histrica. La evolucin social no se ha adaptado a las finalidades delas bellas personas: el insociable poder de dominio ha pasado por encima desus modos de comportarse. La tragedia que se expulsa por la puerta, entra por

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  • la ventana (Ricoeur, 206). Pero tambin es cierto que sin la intervencin delmejor sensus communis, las monstruosidades hubieran sido tan apotesicas,que la humanidad se habra extinguido. S que hay cosas absurdas []. Pormuchos desatinos que usted encuentre [] yo sigo teniendo fe (M. Q. , 77).

    7. Con esperanza, el amor sigue. Los aciertos y errores de don Quijote,atribuibles a su particular y magnfica personalidad, ciertamente polimorfapero siempre bella, descritos con una maestra literaria encomiada durantesiglos, amplan nuestro horizonte a otro universal o cosmopolita: la lectura deEl ingenioso hidalgo es una fiesta para el filsofo que se ocupa del natural,protector y justo sentido de comunidad en los cuerpos polticos.

    Los ficticios y antaosos acontecimientos de que habla este libro, as comosu instructivo perfil literario de la sociabilidad, desencadenan una gigantescasimpata de inspiracin. La audaz ejemplaridad quijotesca ilumina con rayos deluna la noche, y estimula a enterrar nuestra parte negra y mantener muy altanuestra fe proftica. Puede un hombre vivir sin fe? (M. Q. , 73). Y sin unaesperanza que tapie las puertas y ventanas para ir conjurando las malas jugadasde la historia? La ejemplaridad no prueba, slo apoya la esperanza (Ricoeur,206). Y la esperanza llama a las flechas de Eros, que conjuran la melancola yalejan durante otro ratito ms a Tnatos, porque bien sabemos que: Hoy essiempre todava (Machado, Cantar VIII, CLXI, 253).

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    SIGLAS

    D. Q. : El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. M. Q: Monseor Quijote. P. M. : El Pensador Mexicano. C. P. S. : Conversaciones del Payo y el Sacristn.

    [11] El don del Quijote que enamora, 621

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