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Comercio libre y economías regionales. San Juan y Mendoza, 1780 - 1820* Por Samuel Amarai El monopolio del comercio con las Indias establecido en los primeros años de la conquista no caducó hasta la independencia, pero dentro de ese régimen de exclusión, sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII se adoptaron medidas liberalizadoras que produjeron alteraciones significativas en las relaciones comerciales entre España y América y también en las relaciones interregionales en aquélla y en ésta. En el caso del virreinato del Río de la Plata se ha asignado a ese proceso, en especial al reglamento de Libre Comercio de 1778, un efecto desintegrador de antiguos equilibrios, que agravó el impacto provocado por su creación. El temprano cierre del puerto, pocos lustros después de la fundación de la ciudad en 1580, había articulado las relaciones regionales como si Buenos Aires fuese el punto más alejado del espacio peruano antes que la vía de entrada y salida de los bienes demandados y producidos por el Alto Perú, de un modo que las concesiones comerciales especialmente otorgadas y el contrabando desde Brasil que se incrementó tras la fundación de la Colonia del Sacramento en 1680 no modificaron sustancialmente 1 . La * "Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en Florianópolis, Córdoba, La Plata, Berkeley y Stanford. Agradezco los comentarios recibidos en dichas oportunidades, especialmente los de Hermán van der Wee. También agradezco muy especialmente a Claudia Wentzel por permitirme utilizar datos inéditos de una investigación en curso. ' Sobre el comercio libre cf. la revisión bibliográfica efectuada por Carlos D. Malamud y Pedro Pérez Herrero, "Règlement du Commerce Libre en Espagne et en Amérique: principaux problèmes d'interpretation": L'Amérique Espagnole à l'époque des Lumières (Paris 1987). Unauthenticated Download Date | 1/31/20 5:04 PM

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Comercio libre y economías regionales. San Juan y Mendoza, 1780 - 1820*

Por Samuel Amarai

El monopolio del comercio con las Indias establecido en los primeros años de la conquista no caducó hasta la independencia, pero dentro de ese régimen de exclusión, sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII se adoptaron medidas liberalizadoras que produjeron alteraciones significativas en las relaciones comerciales entre España y América y también en las relaciones interregionales en aquélla y en ésta. En el caso del virreinato del Río de la Plata se ha asignado a ese proceso, en especial al reglamento de Libre Comercio de 1778, un efecto desintegrador de antiguos equilibrios, que agravó el impacto provocado por su creación. El temprano cierre del puerto, pocos lustros después de la fundación de la ciudad en 1580, había articulado las relaciones regionales como si Buenos Aires fuese el punto más alejado del espacio peruano antes que la vía de entrada y salida de los bienes demandados y producidos por el Alto Perú, de un modo que las concesiones comerciales especialmente otorgadas y el contrabando desde Brasil que se incrementó tras la fundación de la Colonia del Sacramento en 1680 no modificaron sustancialmente1. La

* "Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en Florianópolis, Córdoba, La Plata, Berkeley y Stanford. Agradezco los comentarios recibidos en dichas oportunidades, especialmente los de Hermán van der Wee. También agradezco muy especialmente a Claudia Wentzel por permitirme utilizar datos inéditos de una investigación en curso.

' Sobre el comercio libre cf. la revisión bibliográfica efectuada por Carlos D. Malamud y Pedro Pérez Herrero, "Règlement du Commerce Libre en Espagne et en Amérique: principaux problèmes d'interpretation": L'Amérique Espagnole à l'époque des Lumières (Paris 1987).

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alteración de la red de relaciones comerciales del espacio altoperuano-rioplatense suscitada por la creación del virreinato y el establecimiento del libre comercio habría favorecido a Buenos Aires y perjudicado a las economías de su vasto hinterland: este ha sido un lugar común de la historiografía argentina. Estudios recientes han comenzado a cuestionar tan sombrío panorama mostrando que no todos los productos regionales fueron afectados en la misma medida por los bienes importados. Los efectos negativos del comercio libre, sin embargo, se habrían manifestado particularmente en aquellas economías mono-exportadoras especializadas en ciertos productos, como la cuyana, que no habrían podido soportar la presencia masiva de la competencia española.

"¿Qué se han hecho, /oh colonos!, aquellas riquezas de vuestro abuelo?" clama Sarmiento en sus Recuerdos de Provincia al comparar, en la quinta década del siglo XIX, una pasada etapa de supuesta prosperidad con un presente mucho menos opulento. ¿Cómo llegó a su fin esa edad dorada? ¿Fue, acaso, esa decadencia el amargo fruto del libre comercio? El objeto de este trabajo es estudiar el impacto de las medidas liberalizadoras del comercio de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX sobre San Juan y Mendoza. Para ello se analizará la exportación de vino y aguardiente en el marco de las condiciones de producción y comercialización y se evaluarán las consecuencias de las oscilaciones de la exportación sobre la economía regional. Una breve descripción de las medidas liberalizadoras y una revisión de la información disponible acerca del impacto del libre comercio sobre la producción de la región estudiada conforman la primera sección. En la segunda se efectúa el análisis de las cifras de exportación de vino y aguardiente entre comienzos de la década de 1780 y mediados de la década de 1810. En la tercera se estudian las condiciones de producción y comercialización y en la cuarta sección se indaga el estado de la economía regional a través de diversos indicadores. Veremos entonces qué tipo de crisis afectó a la economía cuyana y si, en caso de haber existido, su origen se remonta al libre comercio o, como sugiere Sarmiento mismo, a la guerra civil. Si bien las consecuencias de ésta quedarán apenas insinuadas, las del libre comercio, al menos, serán detenidamente analizadas.

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I. LA LIBERTAD DE COMERCIO

A partir de la Real Cédula de 16 de octubre de 1765 se fue estableciendo en las posesiones españolas de América un régimen de progresiva libertad comercial. Por ella se liberaba la navegación entre Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita y se suprimían diversos impuestos, y por otra Real Cédula de 12 de julio de 1770 se incorporaron a dicho régimen Yucatán y Campeche. Por disposición real del 17 de enero de 1774 se levantó la prohibición al comercio entre los virreinatos de Nueva España, Perú y Nueva Granada; el 10 de julio de 1776 Buenos Aires fue incluida en ese régimen de libre comercio interamericano y el 2 de febrero de 1778, junto con los puertos de Chile y Perú, en el régimen de libre navegación establecido en 1765 para el Caribe. Finalmente, el Reglamento de Libre Comercio del 12 de octubre de 1778 descentralizó las relaciones entre España y América al permitir el libre comercio y navegación entre catorce puertos españoles y diecinueve americanos, entre los cuales estaba Buenos Aires. Solamente Nueva España quedó excluida de esa disposición, cuyos beneficios no le fueron concedidos hasta 17892. Pese a las restricciones que aun quedaron vigentes (la prohibición a los extranjeros de comerciar con América, entre otras) esas medidas impusieron la libertad de comercio dentro del imperio. Ya no habría puertos precisos para el abasto de determinadas regiones: diversos puertos competirían con la sola condición de mejorar el precio de los rivales. Para ello los comerciantes debían tomar en cuenta el costo del producto en puerto y el flete hasta el destino, pero también los derechos de tránsito cuya supervivencia no fue afectada por las medidas liberalizadoras.

Recientemente se han efectuado diversas estimaciones del impacto del libre comercio sobre las exportaciones españolas a América3. Ellas

2 Eduardo Arcila Farias, Reformas económicas del siglo XVI!! en Nueva España (México 1974), p. 134. Las disposiciones reales mencionadas se encuentran en Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Documentos para la Historia Argentina. Tomo V. Comercio de Indias. Antecedentes legales, 1713-1778, Introd. Ricardo Levene (Buenos Aires 1915).

3 Antonio García Baquero González, Comercio colonial y guerras revolucionarias (Sevilla 1972); Javier Cuenca Esteban, "Statistics of Spain's Colonial Trade, 1792-1820: Consular Duties, Caigo Inventories and Balances of Trade": Hispanic American Historical Review (en adelante HAHR) 61,3 (1981) pp. 381-428; y John Fisher, "Imperial 'Free Trade' and the Hispanic Economy 1778-1796": Journal of Latin American Studies, 13 (1981)Paitl, pp. 21-56.

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revelan que entre 1782 y 1796 se exportaron anualmente de España a América mercaderías - mitad españolas, mitad extranjeras - por un valor anual promedio de 15 millones de pesos, lo que representaba un incremento de 300 por ciento respecto de la cifra de exportaciones de 1778. Por Cádiz se exportó el 75 por ciento del total y el valor promedio de las exportaciones al Río de la Plata se mantuvo en el período 1785-1796 en la mitad de las destinadas al Pacífico4. Los estudios de García Baquero, Cuenca Esteban y Fisher derrumbaron en buena parte las suposiciones aceptadas acerca de la significación del libre comercio para España. Ese mismo esfuerzo no se ha reproducido para el caso de América. Los efectos del libre comercio sobre los puertos americanos abiertos al comercio directo con la península y sus zonas de influencias apenas si ha comenzado a cuantificarse5. Pero el estudio del impacto de tales medidas sobre las economiías regionales aun dista mucho de apartarse de las fuentes cualitativas, que reflejan menos realidades concretas que posiciones sectoriales.

Hasta hace muy poco tiempo se suponía que los efectos del Reglamento de Libre Comercio habían sido catastróficos para todas las artesanías regionales del interior del virreinato del Río de la Plata6. Esa opinión comenzó a moderarse cuando Halperín Donghi señaló la resistencia de los tejidos artesanales a la competencia de las manufacturas importadas, explicándola por las diferencias de calidad y, en consecuencia, por los diferentes sectores del mercado que abastecían. De este modo quedó al margen del desastre buena parte de las producciones regionales exportables, pero la excepción no alcanzó a las zonas donde "la colonización española había creado pequeñas réplicas de la agricultura mediterránea", por la concurrencia de los vinos de Cataluña y aceite y frutas secas de toda España, que se supone

4 Fisher, cit. nota 3, p. 44, Tabla 3. 5 Para Buenos Aires, por ejemplo, Juan Carlos Garavaglia, "El Río de la Plata en

sus relaciones atlánticas: una balanza comercial (1779-1784): Moneda y Crédito 141 (1977) pp. 75-101; para Veracruz, Javier Ortiz de la Tabla Ducasse, Comercio exterior de Veracruz (1778-1821) (Sevilla 1978).

6 Los más pesimistas son Ricardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del virreinato del Plata (La Plata 1928) 2 v.; Pedro Santos Martínez, Historia económica de Mendoza durante el virreinato 1776-1810 (Madrid 1961) y Las industrias durante el virreinato (1776-1810) (Buenos Aires 1969); y Horacio Videla, Historia de San Juan (Buenos Aires 1962), v. 1.

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llegaban a Buenos Aires a menor precio que los productos similares de Cuyo7.

Para dar cuenta de las consecuencias del libre comercio para la economía de San Juan se recurre generalmente a dos fuentes: un informe del marqués de Sobremonte de noviembre de 1785, producto de la visita que efectuó como gobernador intendente de Córdoba, y otro de José Godoy Oro, diputado del Consulado de Buenos Aires, de abril de 18068. Según el marqués el comercio de vino y aguardiente, base de la economía San Juan, había "venido a mucha decadencia con motibo de la abundancia con que le conducen de España". Según Godoy Oro Buenos Aires había sido "el único sostén de los sanjuaninos.,. hasta que se franqueó el comercio de la Europa, y mucho peor con la internación de los portugueses". Se refería al reglamento de 1778 por un lado y, por otro, a la real orden de 4 de marzo de 1795 que otorgaba permiso para conducir de Buenos Aires a las colonias extranjeras (Brasil, principalmente) todos los frutos y productos que no fuesen exportables a España, pudiendo retornarse negros, dinero y frutos coloniales9. Ambas fuentes son, sin embargo, de escasa confiabilidad:

7 Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra (Buenos Aires 1972), p. 23. Sobre la supervivencia de los textiles de la tierra v. también Juan Carlos Garavaglia, "Los textiles de la tierra en el contexto colonial rioplatense: ¿Una revolución industrial fallida?": Anuario IEHS 1 (1986), pp. 45-87; y Brooke Larson, "The Cotton Textile Industry of Cochabamba, 1770-1810: The Opportunities and Limits of Growth": The Economies of Mexico and Peru during the Late Colonial Períod, 1760-1810 ed. de Nils Jacobsen y Hans-Jürgen Puhle (Berlin 1986), pp. 150-168. En el mismo sentido Müller encuentra que en Tucumán a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX "la reducción del volumen de bienes europeos importados no iba acompañada automáticamente de mayores compras de efectos de la tierra". Cf. Klaus Müller, "Comercio interno y economía regional en Hispanoamérica colonial. Aproximación cuantitativa a la historia económica de San Miguel de Tucumán, 1784-1809": Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas (en adelante JhLA) 24 (1987), p. 308.

8 El primero en Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante AGN), IX-5-9-5, publicado por José Torre Revello, El marqués de Sobremonte, gobernador intendente de Córdoba y virrey del Río de la Plata (Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1946); y el segundo en AGN, IX-4-6-5, publicado por Germán Tjarks, "Un informe comercial sanjuanino para la Secretaría de Balanza de Madrid": Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani v.II, No. 4-6 (1958), pp, 203-237.

9 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Documentos para la Historia Argentina. Tomo Vil. Comercio de negros y de extranjeros (1791-1809). Introd. Diego Luis Molinari. (Buenos Aires 1916), pp. 134-135, 157-159, 192-193, 199 y 207-208.

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la primera, por basarse en información provista seguramente por las corporaciones locales; la segunda, por tener el preciso fin de lograr la eliminación de impuestos que gravaban el tránsito y venta de vino y aguardiente en Salta, Córdoba y Buenos Aires.

También para Mendoza hay fuentes que dan cuenta de una situación crítica de la producción vitivinícola. El procurador de la ciudad en 1781 y un estado de arbitrios y sisa de 1782, por ejemplo, informaban acerca de la decadencia del comercio de vino10. Estos testimonios, como los de San Juan, no pueden tomarse al pie de la letra: no tienen por objeto dar una visión imparcial de la situación sino generalmente solicitar determinados beneficios. En una economía donde las fuerzas del mercado estaban limitadas por rígidos condicionamientos institucionales, la queja era un instrumento más efectivo qué la reducción de los costos de producción y comercialización para obtener una redistribución de ingresos o porciones mayores del mercado. Los productores cuyanos tenían una buena experiencia de quejas anteriores, ya que en varias ocasiones a lo largo del siglo XVHI habían logrado por disposición real la supresión de cargas fiscales sobre el comercio de vino y aguardiente en Córdoba y Buenos Aires11. El diputado del Consulado estaba argumentando a favor de la supresión de impuestos por lo que debía presentar una imagen de extrema pobreza sin atender a la realidad.

En auxilio de estas tesis ha concurrido Juan Carlos Garavaglia en su estudio comparativo de la recaudación de diezmos en el Río de la Plata, Tucumán y Cuyo a fines del siglo XVIII. Según su información la composición de la masa decimal cayó entre 1755-1756 y 1788-1791 de 5.000 a 2.400 pesos en San Juan y de 6.550 a 3.250 pesos en Mendoza, para subir en 1802-1803 a 7.000 en San Juan y a 4.750 pesos en Mendoza. De esta manera, si los diezmos fueran un fiel reflejo de la producción tendríamos que aceptar sin más que el impacto del libre comercio fue altamente negativo y que sólo las guerras napoleónicas contribuyeron al fomento de la producción de caldos cuyanos12. Apoya Garavaglia esta conclusión en los datos del valor del vino y aguardiente

10 Martínez, Historia, cit. nota 6, pp. 292-293. " Edbeito Oscar Acevedo, "Los impuestos al comercio cuyano en el siglo XVIII

(1700-1750): Revista Chilena de Historia y Geografía 126 (1958), pp. 34-76 y "Los impuestos al comercio cuyano en el siglo XVÜI (1750-1800): ibidem 131 (1963), pp. 75-120.

12 Siguiendo el uso de la época "caldos" designa a vino y aguardiente en conjunto.

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de Cuyo entrado a Buenos Aires entre 1781 y 1790 que cae de 100 en 1781-1782 a un rango que va de 45 a 60 entre 1784 y 179013. Pero ni las cifras de los diezmos ni este índice del valor de las entradas a Buenos Aires pueden ser aceptados ciegamente. Las primeras porque el diezmo no refleja la producción sino las expectativas sobre el precio que alcanzará un determinado volumen para cada uno de los productos diezmados. Brooke Larson señaló para Cochabamba la correlación inversa entre precios y volumen producido y Garavaglia, aunque encuentra que su información para Buenos Aires confirma en un caso esa tesis y en otros dos - sin negarla - la ponen en duda, nada conjetura acerca de esa relación en San Juan y Mendoza. En este caso el diezmo era cobrado sobre productos - trigo, ganado, vino - cuyas condiciones de producción y mercados diferían de un modo tal que las oscilaciones de volúmenes y precios no tenían por qué ser las mismas y, por consiguiente, tampoco tenía por qué mantenerse constante su participación relativa en la masa decimal. Tampoco puede aceptarse como una evidencia terminante del impacto negativo del libre comercio el índice del valor del vino y aguardiente cuyano entrado a Buenos Aires en la década de 1780, ya que la caída del valor total puede deberse tanto a una caída de los precios - como señala Garavaglia - como a una caída del volumen por las adversas condiciones de producción, aun con precios en alza14.

La información acerca de las exportaciones de vino y aguardiente de San Juan y Mendoza es hasta ahora dispersa y fragmentaria. A principios de la década de 1790 Mendoza, según Haenke, exportaba

13 Las cifras de diezmos y de entrada de vino y aguardiente son aproximadas, ya que fueron tomadas de los gráficos de Juan Carlos Garavaglia, "Economic Growth and Regional Differentiations: The River Píate Región at the End of the Eighteenth Century": HAHR 65,1 (1985), pp. 65 y 67.

14 Los datos de Mendoza pueden verse más abajo en las Tablas 3 y 4. Sumando el volumen de vino exportado a Buenos Aires y el del aguardiente (convertido a vino según la relación 1:1,84, que es la existente entre los precios implícitos promedio del vino y del aguardiente en el período 1802-1821 calculada sobre datos incluidos en Tabla 6) tendremos el volumen total exportado reducido al valor del vino en Buenos Aires. Tomando entonces como base 100 el promedio de 1781-1782 tenemos que desde 1783 a 1790 (exceptuando 1787 para el que no hay información), los valores correspondientes son 64, 74, 61, 46, 86, 78, y 85. La caída del volumen es menos marcada (especialmente para los tres últimos años) que la del valor (según el gráfico 5 de Garavaglia, cit. nota 13, p. 67), pero vemos que, sin considerar a San Juan debido a la ausencia de datos de 1781-1782, la caída del valor del vino y aguardiente entrado en Buenos Aires se debe en parte a una caída del volumen exportado por Mendoza.

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32.000 arrobas de vino solamente a Buenos Aires. Azara informa que el promedio exportado a Buenos Aires y Montevideo durante los últimos cinco años de paz (1792-1796) era de 6.166 arrobas de vino de Mendoza y 15.884 arrobas de aguardiente de San Juan. Hacia 1820 la exportación de vino mendocino con el mismo destino era de 7.000 arrobas y siete años más tarde habría sido de 12.600 arrobas de aguardiente y 16.000 arrobas de vino15. A partir de esta información poco puede decirse que corrobore o modifique el panorama presentado por los petitorios y memoriales referidos. El análisis del alcance de las medidas liberalizadoras no puede basarse en esta información, tanto por su origen cuanto por su escasez. Nuestro estudio partirá por lo tanto de una fuente homogénea y aunque no carente de defectos, desprovista al menos por su origen de tal parcialidad. Los datos provienen de los libros en que se registraba el cobro de la sisa, un impuesto cuyo destino era el mantenimiento de un fuerte en la frontera sur de Mendoza, que siendo un ingreso particular de Real Hacienda no integraba la masa común16. En los libros de la Real Caja de Santiago no constan el origen y tiempo de su cobranza, pero a mediados del siglo XVIII el real de botija - que también se llamó Unión de Armas - se remataba junto con la alcabala y representaba la mitad de la suma, que oscilaba alrededor de 600 pesos. En 1749 se concedió su administración a la ciudad de Mendoza y poco después la obtuvo San Juan; sin embargo el de ésta lo tuvo arrendado Juan de la Ora entre 1773 y 177517. Desde 1779, por lo menos, su recaudación corrió por cuenta de la caja subalterna de San Juan18. La sisa consistía en el pago de dos reales por carga de vino o aguardiente que saliera de San Juan o, lo que es lo mismo, un real por botija (también se la llamó "real de botija") o barril, ya

15 Thaddaeus Peregrínus Haenke, Descripción del Reyno de Chile. Intr. Agustín Edwards (Santiago 1942), p. 277; Félix de Azara, Viajes por la América Meridional (Madrid 1969), p. 95; Emeric Essex Vidal, "Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo": Colección de viajeros y memorias geográficas, ed. de Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Trad. Carlos Muzio Sáenz Peña (Buenos Aires 1923), p, 226; y la nota de Justo Maeso en Woodbine Parish, Buenos Aires y ¡as provincias del Río de la Plata, 2a. ed. Trad. Justo Maeso (Buenos Aires 1958), p. 489.

16 Sobre los diferentes tipos de ingresos de la Real Hacienda v. Samuel Amarai, "Public Expenditure Financing in the Colonial Treasury. An Analysis of the Real Caja de Buenos Aires Accounts, 1789-91": HAHR 64,2 (1984), pp. 287-295.

17 Archivo Nacional de Chile, Santiago (en adelante ANC), Contaduría Mayor, la. serie, 3523 y 2a. serie 922, f. 23.

18 AGN, XIII-11-5-4, Libro Real Común General, 1779.

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que dos botijas o barriles componían una carga, que en consecuencia tenía cuatro arrobas19. Al incorporarse la región de Cuyo al virreinato del Río de la Plata las cuentas de las cajas de San Juan y Mendoza fueron enviadas al Tribunal de Cuentas de Buenos Aires. A partir de esta fuente hemos reconstruido el volumen y distribución regional de las exportación de vino y aguardiente de San Juan entre 1783 y 1817 y en 1824 y de Mendoza entre 1780 y 181020.

II. L A EXPORTACIÓN DE VINO Y AGUARDIENTE

L. S A N JUAN

La tendencia de largo plazo de la exportación de vino y aguardiente de San Juan no sostiene la afirmación de Godoy Oro: de un promedio anual de 3.600 arrobas de vino y 10.900 de aguardiente en 1783-1791 se pasó a 9.000 y 18.600 arrobas respectivamente en 1804-1808. Esto implica tasas de crecimiento anual de 4,9 por ciento para el vino y 2,9 por ciento para el aguardiente. Para tener una idea más clara del significado de estas cifras debería considerarse qué pasó antes de 1783; sin embargo, esto no puede hacerse sino muy parcialmente ya que la información existente no discrimina entre ambos productos.

Recientemente dos trabajos se han ocupado de este tema. Uno de ellos ofrece cifras de exportación de vino y aguardiente entre 1727 y 1734, calculadas a partir del mismo ramo de botija o sisa. El promedio de recaudación durante ese lapso fue de 504 pesos por año, equivalentes a una exportación de 8.000 arrobas de vino y aguardiente21. El otro trabajo suministra cifras para 1771 y 1777, que reflejan una exportación de 11.400 y 12.500 arrobas respectivamente22.

19 José Godoy Oro informa que cada barril tenía dos arrobas. V. Tjarks, cit. nota 8, p. 213.

20 Para las fuentes y metodología de la reconstrucción v. Apéndice. 21 Teresa Emilia Paci y Ana María Rivera, "Comercio de vinos y aguardiente de

San Juan (1726-1735)": IV Jornadas de Historia Económica (Río Cuarto, Universidad Nacional de Río Cuarto, 1982), pp. 410-436.

22 Ana María Rivera, "Mercados de vinos y aguardiente (1770-1777)": V Jornadas de Historia Económica (San Juan, Universidad Nacional de San Juan, 1983), v. 3.

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Aunque dudosas, favorece su credibilidad el hecho de que los derechos recaudados por el mismo impuesto en 1779 implican una exportación de 18.100 arrobas de vino y aguardiente23. Estas precarias cifras muestran que el promedio de exportación de caldos en la década de 1770 podría situarse alrededor de 15.000 arrobas por año, es decir una cantidad casi igual a la suma de los promedios de exportación anual de vino y de aguardiente en 1783-1791. Los promedios de las décadas de 1770 y 1780 muestran ya un crecimiento notorio de la exportación de caldos respecto del promedio de 8.000 arrobas de vino y aguardiente por año entre 1727-1734, pero uno mucho menos acelerado respecto de las 13.600 arrobas por año correspondientes al período 1752-176424. Tenemos entonces que el crecimiento de 1752-1754 a 1783-1791 fue de 6,9 por ciento, lo que implica una tasa de crecimiento anual aproximada de 0,2 por ciento.

Aunque debemos suponer que estas escasas cifras anteriores a 1783 no dan cuenta de las oscilaciones de la exportación, se observa que el primer intento de cuantificarla no revela una crisis que pueda ser atribuida a la apertura comercial de 1778, considerando que la suma de los promedios de exportación de caldos de San Juan en 1804-1808 (27.600 arrobas) muestra un crecimiento del 90 por ciento sobre la suma de los promedios de exportación de vino y aguardiente de 1783-1791 (14.500 arrobas). La composición de esa cifra global fue en promedio para todo el período 1783-1824 de 26 por ciento de vino y 74 por ciento de aguardiente. Esta composición varía de la siguiente manera: 24 por ciento para el primero y 76 por ciento para el segundo en la década de 1780; 21 y 79 por ciento en la de 1790; 27 y 73 por ciento en la de 1800; 32 y 68 por ciento en la de 1810 y 23 y 77 por ciento respectivamente en 1824. El porcentaje más alto de aguardiente se registró en 1783, 93,2 por ciento y el más bajo en 1806, 61,1 por ciento. La suma de los volúmenes de exportación de vino y aguardiente, sin embargo, es escasamente adecuada para dar noticia de la evolución de la exportación de cada producto y sólo la hemos considerado con fines comparativos. La información acerca del volumen total oculta no solamente la diferencia de precio entre uno y otro producto sino también las distintas técnicas de fabricación. Veremos,

23 AGN, XIII-11-5-4. 24 Los datos de 1752-1764 en ANC, Contaduría Mayor, la. serie, 3523, San Juan.

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Comercio Libre y Economías Regionales 11

TABLA I

San Juan: Exportación de vino, 1783-1824 (arrobas)

BA SF Cba SL Norte AP otros total

1783 768 162 40 12 112 96 0 1.190 1784 600 40 448 0 224 64 0 1.376 1785 2.894 272 538 48 368 100 0 4.220 1786 1.766 276 596 38 758 260 0 3.694 1787 2.336 412 846 60 763 141 18 4.576 1788 1.194 192 1.262 44 870 0 28 3.590 1789 970 362 976 20 1.678 40 16 4.062 1790 1.060 172 1.520 18 1.328 196 106 4.400 1791 1.732 638 1.284 28 1.414 56 0 5.152 1792 sd sd sd sd sd sd sd sd 1793 596 206 604 36 430 44 92 2.008 1794 454 164 472 152 672 24 26 1.964 1795 790 326 508 88 700 0 104 2.516 1796 760 394 254 48 338 0 96 1.890 1797 sd sd sd sd sd sd sd sd 1798 2.384 248 196 76 656 2 12 3.574 1799 2.658 156 188 0 426 0 0 3.428 1800 3.124 232 124 0 856 0 56 4.392 1801 5.574 96 78 44 876 0 0 6.668 1802 2.144 92 136 12 334 0 0 2.718 1803 2.074 36 198 24 352 0 0 2.684 1804 3.020 430 172 4 722 0 0 4.176 1805 7.592 358 146 4 156 0 0 8.256 1806 9.560 720 102 88 340 0 128 10.938 1807 8.234 528 354 56 52 0 246 9.470 1808 10.050 878 64 32 408 0 538 11.970 1809 sd sd sd sd sd sd sd sd 1810 4.702 1.526 680 108 436 0 382 7.834 1811 6.542 1.384 480 88 452 0 288 9.234 1812/15 sd sd sd sd sd sd sd sd 1816 6.092 1.060 614 154 976 0 76 8.972 1817 5.984 1.864 374 316 452 0 532 9.522 1818/23 sd sd sd sd sd sd sd sd 1824 384 228 1.424 1.114 580 0 308 4.038

BA: Buenos Aires, SF: Santa Fe, Cba: Córdoba, SL: San Luis, AP: Alto Perú (v. Apéndice para una explicación de lo que incluye cada región) sd: sin datos Fuente: v. Apéndice

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12 Samuel Amaral

TABLA 2

San Juan: Exportación de aguardiente, 1783-1824 (arrobas)

BA SF Cba SL Norte AP otros total

1783 12.312 636 288 2 620 1.816 740 16.412 1784 3.204 436 272 0 296 1.992 96 6.296 1785 6.676 598 1 .390 16 1.228 1.436 16 11.344 1786 6.724 644 452 42 1.668 3.552 224 13.264 1787 3.508 960 310 30 3.260 1.772 312 10.120 1788 3.204 328 88 44 2.672 536 64 6.892 1789 3.008 878 60 24 3.532 544 336 8.356 1790 8.520 448 358 4 1.792 672 1.580 13.368 1791 7.952 610 126 100 2.972 328 252 12.240 1792 sd sd sd sd sd sd sd sd 1793 3.844 320 94 12 1.624 340 624 6.844 1794 5.496 472 320 64 2.152 88 92 8.620 1795 5.580 1.182 1 ,310 68 1.620 124 420 10.220 1796 13.898 1.086 1 .034 36 1.284 0 8 17.346 1797 sd sd sd sd sd sd sd sd 1798 15.084 1.178 372 36 1.670 100 16 18.456 1799 15.836 1.830 160 0 598 0 188 18.612 1800 13.278 1.700 288 0 1.172 208 0 16.646 1801 14.488 2.552 446 8 1.540 624 396 20.054 1802 20.028 736 1 . 148 32 1.760 616 0 24.320 1803 17.310 612 2 .104 20 1.622 184 0 21.852 1804 11.502 1.490 1 .148 24 2.454 0 0 16.618 1805 13.316 970 820 0 3.060 200 200 18.364 1806 11.584 744 1 .100 16 3.688 96 96 17.212 1807 12.832 1.164 1 .876 20 2.880 176 176 18.928 1808 15.540 2.376 824 44 1.840 72 72 21.672. 1809 sd sd sd sd sd sd sd sd 1810 13.634 2.204 1 .124 28 3.066 0 36 20.092 1811 13.410 2.874 456 52 1.688 0 36 18.516 1812/14 sd sd sd sd sd sd sd sd 1815 15.554 2.318 1 .080 100 1.772 0 0 20.824 1816 15.218 1.684 706 20 2.372 0 4 20.004 1817 14.974 2.456 466 70 2.272 0 40 20.278 1818/23 sd sd sd sd sd sd sd sd 1824 4.786 1.116 2 .080 312 5.144 0 428 13.866

BA: Buenos Aires, SF: Santa Fe, Cba: Córdoba, SL: San Luis, AP: Alto Perú (v. Apéndice para una explicación de lo que incluye cada región) sd; sin datos Fuente: v. Apéndice

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Comercio Libre y Economías Regionales 13

entonces, en detalle cómo evolucionó a partir de 1783 la exportación de cada producto.

El volumen promedio de vino exportado en cada década (no tomando en cuenta los años para los que se carece de información en cada una de ellas) fue de 3.388 arrobas en la de 1780; 3.115 en la de 1790; 7.190 en la de 1800; 9.243 en la de 1810 y 4.038 en 1824 (Tabla 1). El volumen promedio de aguardiente exportado fue de 10.756 arrobas en la década de 1780; 13.623 en la de 1790; 19.901 en la de 1800; 19.905 en la de 1810 y 13.866 en 1824 (Tabla 2). De esta manera la exportación promedio de vino registrada en la década de 1810 es 173 por ciento mayor que el promedio de la de 1780 y la de aguardiente 85 por ciento mayor, lo que implica tasas de crecimiento anual de 3,7 por ciento para las primeras y 2,3 por ciento para las segundas, mientras que la correspondiente al lapso 1750-1780 había sido, como señalamos, 0,2 por ciento. Más aun, las exportaciones de 1824 fueron 19 por ciento más altas que el promedio de la década de 1780 para el vino y 28,9 por ciento para el aguardiente. Puede creerse que analizando las exportaciones por décadas se oculta las oscilaciones producidas por el impacto supuestamente negativo de la paz y positivo de las guerras.

En los períodos de paz la exportación tuvo un comportamiento oscilante, observándose cierto crecimiento en los períodos de guerra, pero los picos no coinciden estrictamente con las fechas de comienzo y fin de tales conflictos. Más aún, el volumen promedio de exportación de aguardiente muestra una considerable estabilidad a partir de 1799. El promedio de exportación fue de 10.871 arrobas en 1784-1796 (paz); creció a 18.442 arrobas en 1798-1801 (guerra); siguió creciendo hasta 20.930 arrobas en 1802-1804 (paz); cayó levemente a 19.044 arrobas en 1805-1808 (guerra) y creció de modo también leve a 19.943 arrobas en 1810-1817 (paz). Tomando el promedio de 1783-1791 como base tenemos un crecimiento de 87 por ciento en 1815-1817, con el pico máximo de exportación en el período de paz 1802-1804 de 93 por ciento sobre el valor base. La explicación de los altibajos de la exportación no puede quedar reducida al impacto de los conflictos o de su ausencia. Si la caída de 1802 a 1804 puede ser atribuida a la Paz de Amiens (27 de marzo de 1802), no menos fuerte fue la de 1791 a 1793, dentro de un lapso de paz, e igualmente lenta la recuperación del nivel anterior. Debe notarse asimismo que la caída de 1804 estuvo sólo 728 arrobas por debajo del pico

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14 Samuel Amaral

del período de paz 1783-1796 , alcanzado en el último año con 17.346 arrobas25.

GRÁFICO I

San Juan, 1 7 8 3 - 1 8 2 4

Exportación de vino y aguardiente

• vino + aguardiente

Fuente: La de éste y los demás gráficos se detallan en el Apéndice

25 Para definir los lapsos de paz y guerra se ha tomado en cuenta la oscilación de las exportaciones españolas a América, según las cifras de García Baqucro González, Cuenca Esteban y Fisher, citados en nota 3; las referencias sobre el impacto de las guerras en la producción y comercialización de vino y aguardiente de Cataluña a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en Emilio Giralt Raventós, "La viticultura y el comercio catalán del siglo XVIII": Estudios de Historia Moderna II (1952), p. 173 y Jaume Torras Elias, "Aguardiente y crisis rural. Sobre la coyuntura vitícola, 1793-1832": Historia agraria de la España contemporánea. I. Cambio social y nuevas formas de propiedad (1800-1850) ed. de Angel García Sanz y Ramón Garrabou (Barcelona 1985), pp. 163-165; y la importación de vino y aguardiente españoles en Veracruz según Ortiz de la Tabla Ducasse, cit. nota 5, p. 248.

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Comercio Libre y Economías Regionales 15

La exportación de vino muestra algo diferente. En 1784-1796 (paz) el promedio anual fue de 3.287 arrobas; en 1798-1801 (guerra), 4.515 arrobas; en 1802-1804 (paz), 3.193 arrobas; en 1805-1808 (guerra), 10.158 arrobas; y en 1810-1817 (paz), 8.890 arrobas. Aun cuando se observa un gran crecimiento entre el primer y segundo período de paz de un lado y el segundo de guerra de otro, el promedio del último período de paz es 170 por ciento superior al del primero (Gráfico 1).

La diferenciación de períodos de paz y de guerra puede ser clara cuando se considera solamente el comercio legal con España, pero la introducción de caldos no estuvo completamente cerrada durante los períodos de guerra. Las medidas tomadas para paliar los efectos de la interrupción del comercio con España - el permiso de comerciar con neutrales en 1797 - permitieron la importación de aguardiente de caña del Brasil, un producto sustitutivo del aguardiente de vino catalán o cuyano, por lo que los niveles de exportación de aguardiente de San Juan en los años posteriores hasta la paz de Amiens deben entenderse frente a esa realidad. Lo mismo sucedió en 1805-1806, cuando se admitió la "portuguización" de navios26. La explicación de las oscilaciones de los volúmenes exportados debe buscarse, como veremos luego, más en las condiciones de la oferta que en las de la demanda.

Dentro de una tendencia de crecimiento a largo plazo se produjeron fuertes oscilaciones anuales de los volúmenes exportados de vino y aguardiente que no pueden atribuirse exclusivamente a la caída de la demanda de Buenos Aires. Las variaciones porcentuales de las exportaciones de un año a otro muestran que la inestabilidad es una característica central de la producción vinícola, mucho más marcada en los vinos que en el aguardiente. En efecto, la exportación de vino tiene variaciones positivas de 207 por ciento en 1785 y de 98 por ciento en 1805 y variaciones negativas de - 5 9 por ciento en 1802 y de - 2 5 por ciento en 1796 respecto de 1795. De 23 años considerados, 18 se

26 El comercio con neutrales estuvo autorizado entre el 18 de noviembre de 1797 y el 20 de abril de 1799; entre el 20 de mayo de 1801 y fines de ese año y entre 1805 y 1807. Cf. Miguel Izard, "Comercio libre, guerras coloniales y mercado americano": Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, ed. de Jordi Nadal y Gabriel Tortella (Barcelona 1974), pp. 315-316. Sobre la "portuguización" (cambio de la bandera española por portuguesa) de navios en Buenos Aires, v.Carlos D. Malamud, "El comercio de neutrales en el Rio de la Plata (1805-1806)": Cuadernos de Historia Regional v. II, No. 4 (1985). pp. 17^1 .

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encuentran en la franja de 32 por ciento a — 25 por ciento de variación respecto del año anterior, de los cuales 11 están entre 17 y - 1 3 por ciento. Entretanto la exportación de aguardiente tiene variaciones positivas de 80 por ciento en 1785 y de 70 por ciento en 1796 y variaciones negativas de - 6 2 en 1784 y - 3 2 en 1788. Sobre un total de 24 años, 20 variaron en un franja de 26 por ciento a - 32 por ciento y entre estos, 13 años se incluyen entre 19 y - 11 por ciento27.

G R Á F I C O 2

San Juan. Aguardiente, 1783-1824 Distribución regional de la exportación

• + c « N X •

27 La exportación de vino de Burdeos en el siglo XVIII registró variaciones de similar magnitud. Cf. P. Butel, "Production viticole et rente foncière en Bordelais au XVIIIe siècle": Prestations paysannes, dîmes, rente foncière et mouvement de la production agricole à l'époque préindustrielle, ed, de Joseph Goy y Emmanuel Le Roy Ladurie (Paris 1982), v .2 , pp. 512-519.

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Comercio Libre y Economías Regionales 17

La distribución regional de las exportaciones en el período 1783-1824 muestra que el 68,9 por ciento del aguardiente salió para Buenos Aires; 12,9 por ciento al Centro (Córdoba, San Luis y Santa Fe); 13,5 por ciento al Norte (La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Lalta y Jujuy); 3,3 por ciento al Alto Perú y 1,4 por ciento a otros destinos. Para Buenos Aires salió también 64,7 por ciento del vino, correspondiendo 20,8 por ciento al Centro; 11,8 por ciento al Norte; 0,7 por ciento al Alto Perú y 2 por ciento a otros destinos.

Se ha sostenido que la importación por Buenos Aires de vino y aguardiente españoles tras el Reglamento de Libre Comercio

GRÁFICO 3

San Juan. Vino, 1783-1824

Distribución regional de la exportación

• ß<? + C « N A ÍP X O

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18 Samuel Amarai

produjo una reorientación del comercio sanjuanino hacia el norte28. La importación de caldos españolas no fue, sin embargo, una novedad introducida en 1778; más aun, la política de la corona había sido contraria al desarrollo de la producción vitivinícola en América y solamente la había tolerado a disgusto por la imposibilidad de abastecer a determinadas regiones desde España y por los ingresos fiscales que producía. Cuyo había sido incluida en la autorización dada a Chile, pero los intentos de los productores mendocinos y sanjuaninos de obtener la exclusión de los caldos españoles de Buenos Aires chocaron, todavía en 1802, contra una negativa real que recordaba la excepción de que gozaban frente a la antigua prohibición. El vino y el aguardiente españoles, por lo tanto, aunque no se sepa en qué cantidad llegaban, habían tenido siempre abierta la entrada por Buenos Aires29. Si alguna reorientación se produjo después de 1778, ella no fue más allá de 1790 para el vino y de 1794 para el aguardiente: desde entonces creció la participación de Buenos Aires como destino final de las exportaciones de caldos de San Juan. La distribución porcentual de las exportaciones de vino puede hacer suponer que la caída de la participación de Buenos Aires entre 1787 y 1796 se debió a la paz, pero en tal caso es difícil de explicar que a partir de 1810 aproximadamente el 65 por ciento se exportara hacia la capital virreinal, cuando podían entrar libremente por ella vinos extranjeros (Gráfico 2). Más reveladora aun es la distribución regional de la exportación de aguardiente: entre 1796 y 1817 Buenos Aires permaneció en una franja del 68 al 85 por ciento del total exportado; el Centro entre 13 y 18 por ciento desde 1803 en adelante (Gráfico 3). Tanto en el caso del vino como en el del aguardiente hubo una caída de la participación del Norte desde mediados de la década de 1790 y una casi completa desaparición de otros destinos desde 1794 en el aguardiente y desde 1805 en el vino. La exportación de aguardiente al Alto Perú alcanzó el 32 por ciento del total en 1784 y el 20 por ciento anual promedio en el

28 Hatperín Donghi, cit. nota 7, p. 26. 29 Silva, aunque no aporta cifras, señala que si bien la presencia de vinos españoles

se incrementó después de 1778, no estuvieron ausentes de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XVIII (Hernán Asdrúbal Silva, "El vino y el aguardiente en la Buenos Aires de la primera mitad del siglo XVIII": Academia Nacional de la Historia, VI Congreso internacional de Historia de América (Buenos Aires 1982), v. 4, p. 247. Sobre la prohibición de producir vino y aguardiente cf. Carlos S. A. Segreti, "La repercusión en Mendoza de la política comercial porteña en la primera década revolucionaria": JbLA 19 (1982), pp. 183-189.

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Comercio Libre y Economías Regionales 19

lapso 1783-1787; en 1788-1793 el promedio anual cayó a menos del 6 por ciento y desde 1794 no llegó a superar el 1 por ciento. De haber existido alguna reorientación debida a la apertura de 1778, ésta se revirtió desde mediados de 1790 en favor de Buenos Aires. Los mercados altoperuanos eran abastecidos por el aguardiente de los valles de Arequipa, de modo que el crecimiento de la exportación sanjuanina sólo puede haberse debido a una caída transitoria de la producción en aquella área o dificultades circunstanciales en su comercialización30.

2. MENDOZA

Las cifras disponibles de exportación de vino y aguardiente de Mendoza no permiten efectuar comparaciones con el período anterior al reglamento de libre comercio. El promedio de exportación de vino pasó de 13.507 arrobas para 1780-1786 a 22.423 arrobas para 1806-1810 y el de aguardiente de 1.444 arrobas para el primer período a 1.139 para el segundo (Tablas 3 y 4). La exportación de vino creció a un ritmo de 2 por ciento anual y la de aguardiente decayó a un ritmo de 1 por ciento anual entre uno y otro período. La exportación de vino en la década de 1781-1790 tuvo un promedio anual de 13.183 arrobas; en la década siguiente el promedio fue de 20.724 arrobas y en la década de 1801-1810 de 20.306 arrobas. Aun cuando el promedio cae levemente de la segunda a la tercera década, ésta tiene un crecimiento de 54 por ciento respecto de la primera. El promedio de exportación anual de aguardiente en la década de 1781-1790 fue de 1.129 arrobas; en la siguiente de 2.074 arrobas y en la década de 1801-1810 de 1.818 arrobas. También en este caso se observa una caída de la segunda a la tercera década - algo más marcada que en el caso anterior - , pero el promedio de la tercera es 61 por ciento mayor que el de la primera. Aunque a largo plazo, entonces, la exportación de ambos productos creció un análisis según los períodos de paz y guerra permitirá evaluar de modo más preciso el impacto de ambos sobre los caldos mendocinos.

30 Sobre el abastecimiento de los mercados altoperuanos por Arequipa v. Kendall W.Brown "A evolufao da vinicultura em Arequipa, 1550-1800": Estudos Ibero-americanos v. VI, No, 1 (1980), pp. 39-52 y Bourbons and Brandy. Imperial Reform in Eighteenth Century Arequipa (Albuquerque 1986).

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2 0 Samuel Amarai

TABLA3

Mendoza: Exportación de vino, 1780-1810 (arrobas)

BA SF Cba SL otros total

1780 21.082 588 196 40 0 21.906 1781 15.562 733 62 0 602 16,961 1782 16.530 586 24 0 68 17.208 1783 7.275 728 184 0 40 8.227 1784 9.105 1.176 180 0 292 10.753 1785 9.156 640 616 0 114 10.526 1786 7.670 973 51 164 110 8.968 1787 sd sd sd sd sd sd 1788 13.761 690 428 442 314 15.635 1789 12.850 662 256 630 536 14,934 1790 13.653 737 174 458 418 15.440 1791 10.926 736 238 566 24 12.490 1792 sd sd sd sd sd sd 1793 18.388 601 430 890 1.104 21.413 1794 11.122 1.068 961 724 403 14.278 1795 9.569 496 378 590 968 12.001 1796 12.765 459 272 860 295 14.651 1797 30.205 531 356 591 425 32.108 1798 sd sd sd sd sd sd 1799 28.770 652 651 390 488 30.951 1800 25.430 1.049 262 441 718 27.900 1801 sd sd sd sd sd sd 1802 12.456 1.011 268 374 306 14.415 1803 sd sd sd sd sd sd 1804 14.046 692 192 559 126 15.615 1805 sd sd sd sd sd sd 1806 26.803 1.384 88 244 1.056 29.575 1807 19.734 562 284 351 240 21.171 1808 24.714 770 152 274 492 26.402 1809 15.490 790 63 278 260 16.881 1810 15.165 954 416 242 1.308 18,085

BA: Buenos Aires, SF: Santa Fe, Cba: Córdoba, SL: San Luis, (v. Apéndice para una explicación de lo que incluye cada región) sd: sin datos Fuente: v. Apéndice

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Comercio Libre y Economías Regionales

T A B L A 4

21

Mendoza: Exportación de aguardiente, 1780-1810 (arrobas)

BA SF Cba SL otros total

1780 818 176 12 0 0 1.006 1781 384 220 0 0 0 604 1782 544 482 8 0 16 1.050 1783 1 .927 934 0 0 0 2.861 1784 1 .835 724 8 0 16 2 .583 1785 620 442 2 0 0 1.064 1786 30 269 19 14 0 332 1787 sd sd sd sd sd sd 1788 375 36 30 52 0 493 1789 190 92 28 84 40 434 1790 346 ' 373 2 12 5 738 1791 120 0 0 8 0 128 1792 sd sd sd sd sd sd 1793 1 .165 491 48 96 83 1.883 1794 1 .731 856 355 172 86 3.200 1795 469 276 122 114 46 1.027 1796 2 .365 91 62 52 48 2 .618 1797 2. .343 321 170 87 0 2 .921 1798 sd sd sd sd sd sd 1799 1 .684 378 101 102 0 2.265 1800 2 .101 318 42 85 0 2 .546 1801 sd sd sd sd sd sd 1802 3 .467 412 136 44 12 4 .071 1803 sd sd sd sd sd sd 1804 1 .910 768 128 153 4 2 .963 1805 sd sd sd sd sd sd 1806 839 148 4 22 36 1.049 1807 1 .202 150 12 97 0 1.461 1808 1 .108 0 14 98 0 1.220 1809 482 80 9 72 0 643 1810 965 296 54 6 0 1.321

BA: Buenos Aires, SF; Santa Fe, Cba: Córdoba, SL; San Luis, (v. Apéndice para una explicación de lo que incluye cada región) sd: sin datos Fuente: v. Apéndice

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Diferenciando los períodos de guerra y de paz de la misma manera que se hizo para San Juan se tiene que los promedios de exportación de vino varían de 16.075 arrobas en 1780-83 (guerra) a 13.735 arrobas en 1784-1796 (paz); de 30.320 arrobas en 1797-1801 (guerra) a 15.015 en 1802-1804 (paz); y de 25.716 arrobas en 1805-08 (guerra) a 17.483 en 1809-1810 (paz). Tomando como base 100 el promedio de 1783-1791 el primer período de guerra (1780-1783) registra 117; el siguiente período de paz (1784-1796), 100; en 1797-1800, 220; en 1802-1804, 109; en 1806-1808, 187; y en 1809-1810, 127. Se tiene de este modo que, a pesar de las caídas sufridas durante los períodos de paz, el índice del último período es 9 por ciento mayor que el del primero (Gráfico 4).

G R Á F I C O 4

Mendoza, 1780-1810

Exportación de vino y aguardiente

• vino + a g u á r d e n t e

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La exportación de aguardiente de Mendoza pasó de un promedio de 1.531 arrobas en 1780-1783 a 1.319 arrobas en 1784-1796. En el período siguiente de guerra 1797-1801 ella creció a 2.578 arrobas y en el de paz 1802-1804 llegó a 3.517 arrobas, cayendo en el período de guerra 1805-1808 a 1.243 arrobas y en 1809-1810 a 982 arrobas. Tomando nuevamente como base 100 el promedio de 1783-1791 tenemos 128 en 1780-1783; 122 en 1784-1796; 239 en 1797-1800; 325 en 1802-1804; 115 en 1806-1808 y 91 en 1809-1810. En este caso entre el primer período y el último hay una caída de 29 por ciento (Gráfico 4).

Tanto la exportación de vino como la de aguardiente, a pesar de los altibajos marcados por los índices de los períodos de paz y de guerra que parecerían indicar un considerable impacto positivo de los conflictos, registran variaciones dentro de cada período que no pueden atribuirse de manera automática a la situación externa. En Mendoza, como en San Juan, se produjeron fuertes oscilaciones anuales de los volúmenes exportados de vino y aguardiente cuya explicación debe buscarse más en la oferta que en la demanda. La exportación de vino tuvo en un extremo una variación positiva de 119 por ciento en 1797 y en el otro una negativa de - 52 por ciento en 1783. De 18 años considerados, 16 se encuentran en la franja de 36 por ciento a - 33 por ciento de variación respecto del año anterior, de los cuales nueve están entre 7 y - 1 6 por ciento. Entretanto la exportación de aguardiente tuvo variaciones positivas de 172 por ciento en 1783, 155 por ciento en 1796 y 105 por ciento en 1810, y variaciones negativas de - 8 3 en 1791, - 6 9 en 1786 y - 6 8 en 1795. Sobre un total de 18 años, ocho variaron en un franja de 47 por ciento a - 40 por ciento y entre estos, cinco años se incluyen entre 12 y - 16 por ciento. Aun cuando la exportación de aguardiente manifiesta variaciones mucho más profundas, las registradas por la exportación de vino también dan cuenta de la inestabilidad característica de la producción vitivinícola.

La distribución regional de la exportación tanto de vino como de aguardiente de Mendoza muestra un marcado predominio de Buenos Aires como destino final. Entre 1780 y 1810 el 89,7 por ciento del vino salió para Buenos Aires; 4,3 por ciento a Santa Fe; 1,6 por ciento a Córdoba; 2,0 por ciento a San Luis y 2,4 por ciento a otros destinos. En 1780-1782 y 1804—1809 el porcentaje de Buenos Aires estuvo por encima del 90 por ciento, mientras que el año de menor participación fue 1794 con 77,9 por ciento (Gráfico 5). Para Buenos

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GRÁFICO 5

Mendoza. Aguardiente, 1780-1810 Distribución regional de la exportación

• Bri + Gerirà 0 Qlr«

Aires salió también 71,7 por ciento del aguardiente; 20,6 por ciento fue a Santa Fe; 3,4 por ciento a Córdoba; 3,4 por ciento a San Luis y 0,9 por ciento a otros destinos. El menor porcentaje correspondiente a Buenos Aires fue 9 por ciento en 1786 y el mayor 93,7 por ciento en 1791 (Gráfico 6).

Después de 1810 sólo contamos con la información proporcionada por Parish para 1827, aparentemente tomada de un estado oficial del gobierno de Mendoza31. Si ha de creerse en ella, con virtiendo las pipas

31 Parish, cit. nota 15, p. 489 .

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GRÁFICO 6

Mendoza. Vino, 1780-1810

Distribución regional de la exportación

• B« t Certra « Otra

a 12 arrobas y las cargas a 4 arrobas, se tendría que se exportó un total de 20.020 arrobas de vino y 13.640 arrobas de aguardiente. La distribución regional de esa exportación siguió pautas conocidas, ya que el 79,7 por ciento del vino salió para Buenos Aires; 3,4 por ciento para Santa Fe; 7,1 por ciento para Córdoba y 9,8 por ciento para San Luis. En tanto 92,4 por ciento del aguardiente tuvo como destino a Buenos Aires; 2,4 a Santa Fe; 2,8 a Córdoba; 2,1 a San Luis y 0,4 otros destinos. Aún cuando la distribución regional no marque cambios profundos ni la exportación de vino exceda los registros de la década de 1810, sí resulta sorprendente el crecimiento del volumen de la exportación

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de aguardiente respecto de los niveles conocidos hasta la década de 1810. La producción de vino necesaria para esa exportación de vino y aguardiente es de 88.220 arrobas, que frente a las 23.690 necesarias para la exportación de 1810 representa un crecimiento de 272 por ciento en esos diecisiete años32. La falta de datos de años posteriores y la misma incertidumbre acerca del origen de esta información sólo permite registrarla sin extraer demasiadas conclusiones, la más obvia de las cuales sería que, a pesar de la extensión del libre comercio después de 1810, la exportación de caldos mendocinos continuó creciendo. Esto no señala necesariamente un impacto positivo del libre comercio en la economía mendocina, ya que ese crecimiento del volumen exportado poco hubiese significado en caso de haberse dado en un contexto de precios descendentes.

3. S A N JUAN Y MENDOZA: ANÁLISIS COMPARATIVO

El análisis de las exportaciones de vino y aguardiente de Mendoza permite matizar en parte y refirmar en otra cuanto se ha visto para San Juan. Así, el impacto negativo de la paz parece ser más acentuado en Mendoza que en San Juan, especialmente sobre la producción de vino. La razón puede radicar en que ia primera producía mayormente vino y la segunda aguardiente, aquél menos estable y duradero que éste y por lo tanto más proclive a sufrir los cambios de la demanda. A esto podría atribuirse el crecimiento de la exportación de aguardiente de Mendoza en 1802-1804: si los vinos españoles llegaban nuevamente a Buenos Aires, la destilación del vino de Mendoza parecería un camino

32 Según Godoy Oro eran necesarias cinco arrobas de vino para destilar una de aguardiente común y el doble para una de aguardiente resacado (Tjarks, cit. nota 8, p. 211). En este trabajo hemos supuesto que se trata siempre de aguardiente común. Según Blanco cuatro arrobas de buen vino de Mendoza daban una de aguardiente; según Brown en los valles de Arequipa a fines del siglo XVIII eran necesarias tres arrobas de vino para dar una de aguardiente; y según Feliú cuatro arrobas de vino daban una de aguardiente refinado a prueba de aceite y tres arrobas, una de aguardiente a prueba de Holanda. V, Eusebio Blanco, Las viñas y los vinos en Mendoza (Buenos Aires 1884), p. 30; Brown, "A evolu^ao", cit. nota 30, p. 43; y Gaspar Feliú, "El negocio de los arrendamientos de rentas señoriales: examen de un libro de cuentas": Revista de Historia Económica v. III, No. 1 (1985), pp. 50-51.

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adecuado para superar la crisis. Pero en ese mismo período también se debe de haber introducido aguardiente de vino catalán y aguardiente de caña del Brasil en cantidades suficientes como para neutralizar aquélla alternativa. Si con esto se atenúa la imagen surgida del análisis del volumen de caldos exportado por San Juan, se refirma con la información de Mendoza la obtenida del análisis de la distribución regional.

Buenos Aires fue el principal mercado debido a la expansión del consumo producida por el crecimiento acelerado de su población a fines del siglo XVIII. Pero eso no bastaría para explicar la concurrencia de los productos cuyanos si el precio en ese mercado no hubiese alcanzado - como manifestaba Godoy Oro - a cubrir los costos de producción y traslado. Si esto hubiese sucedido durante un lapso prolongado (no debe descartarse que ocurriera ocasionalmente) la exportación de esos productos tendría que haber caído si no lograba reorientarse hacia el centro y norte buscando el punto en que la suma del costo de producción más el flete desde San Juan o Mendoza estuviera por debajo del precio resultante del costo de los caldos extranjeros en Buenos Aires más el flete hacia el interior. Que nada de esto haya sucedido permite poner en duda las afirmaciones del diputado del consulado.

Además de la reorientación de la exportación existía otra alternativa en la comercialización de los caldos: el vino producido podía venderse como tal o destilarse para obtener aguardiente. La decisión en uno u otro sentido debía tomarse considerando una serie de factores que no operaban homogéneamente en San Juan y en Mendoza. Considerando exclusivamente la exportación (dejando de lado el consumo local sobre el que no hay información ni posibilidad de estimarlo) de los años para los que se tiene datos entre 1783 y 1824, el vino producido en San Juan se destinó en un 93,7 por ciento a la destilación de aguardiente y 6,3 por ciento fue vendido como vino (Tabla 5). Solamente en un año, 1806, el vino destinado a la destilación de aguardiente cayó por debajo del 90 por ciento de la producción total. En Mendoza entre 1780 y 1810 (exceptuando seis años para los que no se tiene información) 68,9 por ciento del vino fue comercializado como tal y 31,1 por ciento fue convertido en aguardiente. La cantidad destinada a aguardiente fue superior a la de vino en 1783, 1784, 1794,1802 y 1803. Las condiciones de transporte determinaron la destilación de la mayor parte del vino de San Juan, ya que el traslado a lomo de muía predominante en la ruta a Buenos Aires no afectaba al aguardiente. En Mendoza hubo una mayor

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TABLA 5 San Juan y Mendoza; Vino producido, 1780-1824 (arrobas)

Mendoza San Juan Total*

vino agte total vino agte total

1780 21.906 5.030 26.936 sd sd sd 1781 16.961 3.020 19.981 sd sd sd 1782 17.208 5.250 22.458 sd sd sd 1783 8.227 14.305 22.532 1.190 82.060 83.250 105.782 1784 10.753 12.915 23.668 1.376 31.480 32.856 56.524 1785 10.526 5.320 15.846 4.220 56.720 60.940 76.786 1786 8.968 1.660 10.628 3.694 66.320 70.014 80.642 1787 sd sd sd 4.576 50.600 55.176 1788 15.635 2.465 18.100 3.590 34.460 38.050 56.150 1789 14.934 2.170 17.104 4.062 41.780 45.842 62.946 1790 15.440 3.710 19.150 4.400 66.840 71.240 90.390 1791 12.490 640 13.130 5.152 61.200 66.352 79.482 1792 sd sd sd sd sd sd 1793 21.413 9.415 30.828 2.008 34.220 36.228 67.056 1794 14.278 16.000 30.278 1.964 43.100 45.064 75.342 1795 12.001 5.135 17.136 2.516 51.100 53.616 70.752 1796 14.651 13.095 27.746 1 .890 86.730 88.620 116.366 1797 32.108 14.610 46.718 sd sd sd 1798 sd sd sd 3.574 73.824 77.398 1799 30.951 11.325 42.276 3.428 93.060 96.488 138.764 1800 27.900 12.730 40.630 4.392 83.230 87.622 128.252 1801 sd sd sd 6.668 100.720 106.938 1802 14.415 20.355 34.770 2.718 121.600 124.318 159.088 1803 sd sd sd 2.684 109.260 111.944 1804 15.615 14.815 30.430 4.176 83.090 87.266 117.696 1805 sd sd sd 8.256 91.820 100.076 1806 29.575 5.245 34.820 10.938 86.060 96.998 131.818 1807 21.171 7.305 28.476 9.470 94.640 104.110 132.586 1808 26.402 6.100 32.502 11.970 108.360 120.330 152.382 1809 16.881 3.215 20.096 sd sd sd 1810 18.085 6.605 24.690 7.834 100.460 108.294 132.984 1811 sd sd sd 9.234 92.580 101.814 1812/15 sd sd sd sd sd sd 1816 sd sd sd 8.972 100.020 108.992 1817 sd sd sd 9.522 101.390 110.912 1818/23 sd sd sd sd sd sd 1824 sd sd sd 4.038 69.330 • 73.368

* sólo fue estimado para los años en que hay datos de ambas regiones sd: sin datos, agte: aguardiente Fuente: Tablas 1 a 4

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flexibilidad para decidir el destino de acuerdo con las circunstancias: la calidad de la uva de cada cosecha, el estado de los mercados y las condiciones de transporte de cada año. Pero también la diferencia de clima puede haber jugado un papel en la preferencia por uno u otro producto, ya que San Juan producía por esa causa un vino con mayor contenido alcohólico que el de Mendoza33.

La distribución de la exportación cuyana total según su origen revela una especialización de San Juan en la producción de aguardiente y de Mendoza en la de vino. Considerando solamente los veinte años corridos entre 1783 y 1810 para los que hay datos de ambas regiones (descartando entonces 1787, 1792, 1797, 1798, 1801, 1803, 1805 y 1809) se tiene que San Juan exportó un promedio anual de 14.265 arrobas de aguardiente por año frente a 1.713 exportadas por Mendoza. De la exportación total de aguardiente cuyano en el período 89,3 por ciento correspondió a San Juan y 10,7 por ciento a Mendoza. Las proporciones se invierten en cuanto al vino, ya que Mendoza exportó un promedio anual de 17.171 arrobas y San Juan 4.549 arrobas, correspondiendo en todo el período 79,1 por ciento a la primera y 20,9 por ciento a la segunda. Del total del vino producido (previa destilación) en Cuyo en el mismo período, 21,4 por ciento se comercializó como vino y 78,6 por ciento como aguardiente, siendo el promedio anual de 21.721 y 79.890 arrobas respectivamente. San Juan produjo 74,7 por ciento del total y Mendoza 25,3 por ciento, con promedios anuales de 75.875 y 25.736 arrobas respectivamente.

La producción vitivinícola de San Juan era entonces entre 3 y 4 veces mayor que la de Mendoza y entre 1780 y 1810 creció a un ritmo más acelerado (Gráfico 7). Convirtiendo el aguardiente a vino, San Juan exportó en 1783-1787 un promedio anual de 60.447 arrobas de vino y Mendoza en 1782-1786 un promedio de 19.026 arrobas, siendo los promedios respectivos para 1807-1810 de 108.637 y 28.117 arrobas. Esto representa un crecimiento de 79,7 por ciento para San Juan y de 47,8 por ciento para Mendoza, con tasas de crecimiento anual de 2,5 y 1,6 por ciento respectivamente.

La comparación de las tasas de crecimiento de la exportación y de la población revela que la primera creció más que la segunda. En 1785, según Sobremonte, San Juan y Mendoza tenían 7.700 y 10.098

33 John Miers. Travels in Chile and La Piata (London 1826), v. 1, p. 243.

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GRÁFICO I

San Juan y Mendoza

Vino producido, 1780-1824

130

130

110

loo

90

A • ao E . i . 70 1 h « s

90

40

33

ao

10

I7a0 1780 1790 1730 1 fi CXI la OS 1810 ISIS 182D 1824

• Sl/iotd + M/t<*d

habitantes respectivamente y en 1812, según el censo de ese año, 12.979 y 13.318 habitantes34. La población de San Juan creció 68,6 por ciento entre ambas fechas y la de Mendoza 31,9 por ciento. Las tasas de crecimiento de la población, 2 y 1 por ciento anual respectivamente, son entonces alrededor de 0,5 por ciento inferiores a las tasas de crecimiento de la exportación. Sin innovaciones técnicas que alteren los rendimientos, que la exportación crezca a una tasa superior a la de la población indica un aumento de la productividad del trabajo y una expansión de la superficie cultivada. Nada se puede decir de la primera, pero algo se puede conjeturar de la segunda.

34 V . Jorge F. Comadrán Ruiz, "Nacimiento y desarrollo de los núcleos urbanos y del poblamiento de la campaña del país de Cuyo durante la época hispana (1551-1810)": Anuario de Estudios Americanos X I X (1962), pp. 187 y 192.

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Comercio Libre y Economías Regionales 31

A partir de la producción total de vino y de una cierta tasa de rendimiento puede estimarse la superficie ocupada por la viña. La tasa de rendimiento es algo más elusivo que la producción total. Para encontrar ésta basta utilizar una relación conveniente entre el vino y el aguardiente, pero aquélla varía de año en año y según el lugar. La información disponible corresponde a las décadas de 1880 a 1900, a excepción de los datos de Miers para Chile hacia 1820. Este consigna una producción de 200 arrobas de vino por cuadra, por lo que siendo cada cuadra, 1,6874 ha. se tendría que superficie cultivada en San Juan pasó de 510 ha. en 1783-1787 a 917 ha. en 1807-1810 y la de Mendoza en el mismo lapso de 161 a 237 ha.35. Pero no se puede aceptar una estimación basada en Miers por problemas metrológicos: por un lado, la vara de Chile sobre la que se basa la estimación era 98,8 por ciento de la vara de Buenos Aires; por otro, resulta difícil determinar de qué arroba se está hablando ya que en Chile existía la mayor, de 2.000 pulgadas cúbicas, y la menor, de 1.575 pulgadas cúbicas, mientras que la de Mendoza tenía mayor capacidad que la de Chile (¿cuál de ellas?), pero Miers no recordaba en qué proporción36. Por esto, para estimar la superficie ocupada por la viña es conveniente recurrir a informes técnicos de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Según Guilaine cada cepa producía media arroba de uva y había 2.500 por ha., por lo que cada hectárea producía 1.250 arrobas de uva que a un rendimiento vinífero del 70 por ciento daban 875 arrobas de vino por ha.37. De acuerdo con este rendimiento las superficies cultivadas en San Juan hubiesen sido de 69 ha. en 1783-1787 y de 124 ha. en 1807-1810, y las de Mendoza en los mismos años de 22 y 32 ha. Entre los extremos representados por estas estimaciones basadas en los datos de Miers y de Guilaine se pueden realizar otras aproximaciones. Blanco menciona una densidad media de 1.500 cepas por ha. y un rendimiento vinífero de 66 por ciento lo que daría, manteniendo una producción de media arroba de uva por cepa, un rendimiento de 495 arrobas de vino por ha.38.

15 Ocho cuadras de viñas producían en Chile 1.600 arrobas de vino. Cf. Miers, cit. nota 33, v. 1, p. 304.

36 Cf. Miers, cit. nota 33, v.2, pp. 318-325. 37 Louis Guilaine, La République Argentine physique et économique (Paris 1889),

p. 117. 38 Blanco, cit. nota 32, pp. 13 y 18. La estancia jesuíta de Nonogasta, en La Rioja,

tenía en 1754 1.750 cepas en 14.700 varas cuadradas, lo que hace 1.587 cepas por ha. Cf. Nicholas P. Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina Ì650-1767 (Albany, State University of New York Press, 1983), p. 36.

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De acuerdo con este rendimiento la superficie de los viñedos hubiese pasado de 122 a 219 ha. en San Juan y de 38 a 57 ha. en Mendoza en las fechas referidas. Otra estimación puede efectuarse a partir de los rendimientos registrados en la primera década del siglo XX de 11,500 y 12,500 kg. de uva por ha. que a un rendimiento vinífero de 66 por ciento, tomando el promedio de 12.000 kg., daría 696 arrobas de vino por ha. Tomando la producción promedio de uva en 1907, 10.280 kg. por ha., se tendría un rendimiento de 596 arrobas de vino por ha.39. Según estos rendimientos la superficie del viñedo de San Juan hubiese pasado de 87 a 156 ha. en el primer caso y de 101 a 182 ha. en el segundo; y el viñedo de Mendoza de 27 a 40 ha. en el primer caso y de 32 a 47 ha. en el segundo. Aun cuando estos cálculos sean poco seguros dan al menos una idea de la magnitud de uno y otro viñedo: descartando las estimaciones efectuadas a partir de Miers, tenemos que hacia 1810 la superficie del de San Juan oscilaba entre 124 y 219 ha., en tanto que el de Mendoza entre 32 y 57 ha. Es posible que el área ocupada por la viña fuese considerablemente mayor en ambos casos, ya que la práctica - obligada por el riego - de utilizar la tierra al mismo tiempo para el cultivo de cereales hacía caer el rendimiento40. Las tierras dedicadas al cultivo de la viña en Mendoza hacia 1850 fueron estimadas en 400 ha. y a mediados de la década de 1860 en 2.784 ha. (1.650 cuadras cuadradas)

39 Pedro N. Arata, Investigación vinícola (Buenos Aires, Anales del Ministerio de Agricultura, 1903), pp. 274-304; Hugo Miatello, Industrias agrícolas y ganaderas en ¡a República Argentina. (Buenos Aires 1901), p. 44; Ricardo Palencia, "Monografía de la industria viti-vinícola argentina": La ganadería y la agricultura en 1908, Censo Agropecuario Nacional (Buenos Aires 1909), t. III, pp. 243-245. Llerena da un rendimiento de 1.000 arrobas de mosto por cuadra cuadrada, lo que equivale a 593 arrobas por ha: Juan Llerena, "Cuadros descriptivos estadísticos de las tres provincias de Cuyo": Revista de Buenos Aires 10 (1866), p. 234. Huret menciona una producción promedio de 16.100 kg. de uva por ha., que dan 100 hi. de vino, lo que hace un rendimiento vinífero de 62 por ciento: Jules Huret, En Argentine. De la Plata a la cordillère des Andes (Paris 1913), p. 203. Pasada a arrobas esa producción equivale a 1.400 por ha, pero debe tenerse en cuenta que no se trata de promedios para toda la provincia sino del rendimiento en el establecimiento de Antonio Tomba.

40 El área total cultivada en Mendoza a fines del siglo XVIII era de 9.000 ha., según la estimación de María del Rosario Prieto y Carlos Fernando Willoud, "Consecuencias ambientales derivadas de la instalación de los españoles en Mendoza en 1561": Cuadernos de Historia Regional v. II, No. 6 (1986), pp. 3-35. La zona bajo riego abarcaba 10.000 cuadras, unas 5.900 ha., de acuerdo con Haenke, cit. nota 15, p. 277.

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en San Juan y 3.775 ha. (2.237 cuadras cuadradas) en Mendoza, según Llerena, o 1.503 y 2.278 ha. respectivamente, según Hudson41.

El análisis de la distribución mensual de la exportación de vino y aguardiente exportado por San Juan y Mendoza revela, aunque no se cumpliesen regularmente todos los años, ciertas pautas estacionales. La curva del promedio de la exportación de vino de San Juan se sitúa entre 200 y 300 arrobas mensuales en los primeros cuatro meses del año, en mayo asciende a poco menos de 600 arrobas, nivel en el que se mantiene hasta octubre, para situarse entre 700 y 800 arrobas en los dos últimos meses del año. La curva de la exportación de vino de Mendoza se sitúa entre casi 1.000 arrobas mensuales en abril para crecer lentamente hasta casi 2.000 arrobas mensuales en noviembre, salta a más de 3.000 en diciembre, se mantiene en 2.500 en enero y alrededor de 1.500 en el febrero y marzo (Gráfico 8). Los desniveles son algo más bruscos en el caso de San Juan, pero salvando la diferencia de volúmenes las curvas describen trayectorias similares. Respecto del aguardiente la relación se invierte: las curvas muestran también trayectorias similares, pero con más bruscas oscilaciones en la región que exporta volúmenes menores, Mendoza en este caso. La exportación de San Juan se mantiene entre 500 y 1.000 arrobas en los primeros cuatro meses del año, salta en mayo y junio a 2.500 arrobas mensuales, para caer durante el resto del año a un nivel que ronda con pequeñas variaciones las 1.500 arrobas mensuales. La exportación de aguardiente de Mendoza se sitúa entre 50 y 150 arrobas mensuales entre enero y mayo, llega a casi 300 arrobas en junio, y se mantiene el resto del año oscilando entre 50 y 150 arrobas mensuales42. La destilación, de acuerdo con estas curvas, se producía inmediatamente después de la fermentación, mientras que el vino tendía a salir de manera paulatina, con preferencia en los últimos y en los primeros meses de cada año. Los picos reflejan los distintos procesos de elaboración pero también la calidad del producto en cada año y las condiciones de transporte (el estado de los caminos, en este caso) en cada estación de cada año.

Ei cálculo para 1852 fue efectuado por Arata, cit. nota 39, p. 84, sobre datos de Damián Hudson, Apuntes cronológicos para servir a la historia de la antigua provincia de Cuyo (Mendoza 1852), p. 52. Para la década de 1860,cf. Llerena, cit. nota 39, v. 10, pp. 233 y 335 y Damián Hudson, La viticultura en Cuyo (Buenos Aires 1867), p. 3 (separata de Anales de la Sociedad Rural Argentina, No. 15, pp, 477-490).

42 Para el promedio de Mendoza se tomaron los años 1780, 1785, 1790, 1795, 1800, 1806 y 1810; y para el de San Juan, 1785, 1790, 1795, 1800, 1805, 1810, 1816 y 1824.

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GRÁFICO 8

San Juan y Mendoza, 1780-1824

Exportación de caldos. Promedio mensual

SJ/ob aj/v Mxo/q Mxs/v

Las curvas descriptas por los promedios no guardan necesariamente relación con las de cada año en particular. El rasgo común de todas éstas es que sus trayectorias se acompañan: salvando las diferencias de volúmenes, cuando crece la exportación de vino de Mendoza, crece la de San Juan; y cuando crece la exportación de aguardiente de San Juan, crece también la de Mendoza. (El Gráfico 9 muestra la distribución mensual para un año, 1785). Las curvas de la distribución mensual del aguardiente de San Juan son de dos tipos: 1) con un pico en la mitad del año y los extremos caídos {1785, 1800 y 1805, aunque en estos dos últimos a diferencia de 1785, el nivel post-pico es superior al del nivel pre-pico); y 2) con un doble pico, uno en la primera y otro en la segunda mitad del año, a veces mayor aquél (1810, 1816 y 1824),

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GRÁFICO 9

San Juan y Mendoza, 1785 Exportación mensual de caldos

• M/og + SJ/ag • M/v 4 SJ/v

a veces éste (1790 y 1795). Las curvas de la distribución mensual del vino de Mendoza son también de dos tipos: 1) con un pico a mitad de año y los extremos caídos (1785); y 2) con picos en los extremos y depresiones a mediados de año (1795, 1800, 1810), con dos variantes, una con un pico menor intermedio (1790), otra con un sólo pico a comienzos (1806) o a fines del año (1780). De la misma manera, cuando crece la exportación de aguardiente en San Juan, salvo raras excepciones, crece también la de vino; y cuando crece la exportación de vino de Mendoza, crece también la de aguardiente.

La comparación de ambas regiones muestra que entre 1780 y 1810 San Juan exportaba principalmente aguardiente y que producía 3/4 del vino cuyano (previa destilación); Mendoza contaba por 1/4 de la producción de vino, que exportaba mayormente como tal, aun cuando los~considerables porcentajes destinados a la destilación muestran que

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la calidad del producto era más variable o que las condiciones de transporte permitían una mayor flexibilidad en la elección del producto final a comercializar. Dentro de cada año las exportaciones de uno y otro producto siguieron trayectorias similares en ambas regiones, aunque variables al analizar cada caso en particular, sin que se observe un desplazamiento de un producto a otro provocado por el crecimiento o la caída de los volúmenes exportados por una u otra región. Esto puede interpretarse como un indicio de la débil participación de los caldos cuyanos en su principal mercado. Desde comienzos de la década de 1780 en el caso de Mendoza y desde mediados de la siguiente en el de San Juan, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe parecen haber estado en condiciones de consumir cuanto pudieron exportar, por lo que la inelasticidad de la oferta se presenta como una limitación más fuerte que la competencia española. El análisis de las condiciones de producción (biológicas, técnicas, climáticas) y de comercialización (transporte) permitirá obtener entonces una imagen más precisa de los factores determinantes de la oferta.

III. CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN

1. PRODUCCIÓN

En las principales regiones vitivinícolas europeas a fines del siglo XVIII no se sabía más del cultivo de la viña y de la producción de vino que en la antigüedad. Recién en la década de 1770 se efectuaron las primeras observaciones sistemáticas de la fermentación, cuyo completo esclarecimiento se produjo sólo con Pasteur. Las innovaciones técnicas encontraron gran resistencia en los cultivadores tradicionales, de modo que hubo que esperar hasta la crisis de la filoxera en la década de 1880 para que los viñateros franceses comenzaran a introducir técnicas productivas basadas en conocimientos científicos43. No puede extrañar que también en Cuyo las condiciones de producción fueran extremadamente primitivas, tanto por la calidad de las cepas cuanto

43 Leo A. Loubère, The Red and the White. The History of Wine in France and Italy in the XlXth Century (Albany, State University of New York Press, 1978), pp. XVIII y 24; y Georges Durand, Vin, vigne et vignerons en Lyonnais et Beaujolais (XVIe.-XVIIIe. siècles) (Lyon, Presses Universitaires de Lyon, 1979), pp. 194-198.

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por las técnicas empleadas. Las primeras cepas francesas fueron introducidas en Mendoza por Michel Pouget a mediados de la década de 1850; hasta entonces sólo existía la variedad criolla4'1. Todavía a mediados del siglo XIX los métodos de producción, desde el cuidado de las viñas hasta la elaboración del vino, eran poco adecuados: no se le daba al mosto el tiempo ni el reposo necesario para clarificarse y la mayor parte del vino se consumía fresco, dentro de los dos o tres meses posteriores al prensado45. La única descripción detallada de los métodos de cultivo y elaboración aplicados en Mendoza y San Juan se debe Damián Hudson y fue publicada en 1867; esos métodos no diferían demasiado de los de Chile, referidos por Miers a comienzos de la década de 1820 y por Gay hacia 184046.

Tras la vendimia, que se efectuaba a mediados de abril, el mosto era puesto a fermentar mezclado con cocido. El cocido era el mosto fresco reducido por cocción a dos tercios de su volumen. Se mezclaba con el mosto en una proporción de una parte por diez de mosto puro. Sin tal precaución, debido a que la uva no contenía suficiente azúcar para producir la cantidad necesaria de alcohol, el vino se agriaría. La fermentación se llevaba a cabo en tinajas revestidas de brea que se tapaban a la finalización del proceso, quedando allí el vino hasta su venta o hasta que se decidía su transformación en aguardiente. La calidad del producto dependía tanto de los trabajos previos (riego, poda y demás cuidados requeridos por la viña) como del clima y de las condiciones en que se producía la fermentación del mosto. El sabor se veía afectado por la maleza que crecía alrededor de las viñas, sin que se llevaran a cabo labores entre las hileras que a la par que hubiesen controlado su crecimiento hubiesen permitido mejorar la calidad de la uva. Esta también sufría por los abundantes riegos, a los que se atribuía la escasa cantidad de azúcar que el fruto contenía. Aparte de los suelos (un elemento que debe darse por descontado ya que no variaba desde su elección para ser plantado) el clima era el factor que mayor influencia tenía en el resultado de la producción. Granizo, heladas, fríos tempranos o calores tardíos, lluvias a destiempo y vientos excesivos, además de

44 Blanco, cit. nota 32, p. 11. 45 Hermann Burmeister, Viaje por los estados dei Plata. Trad. Carlos y Federico

Burmeister (Buenos Aires, Unión Germánica en la Argentina, 1943) v. 1, pp. 213-214. 44 Hudson, La viticultura, cit. nota41; Miers, cit. nota33, v. 2, pp. 298-301; Claudio

Gay, Agricultura chilena (Santiago 1973), v. 2, pp. 189-192.

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los factores que alteran el clima en plazos más largos (las erupciones volcánicas, por ejemplo), influyen en la cantidad y en la calidad del producto final y operan aun cuando en el largo plazo los promedios de temperatura y humedad muestren regularidad. Una manga de piedra caída en San Juan el 5 de noviembre de 1806 provocó una pérdida estimada en más de 30.000 arrobas de mosto, lo que redujo en alrededor de un 25 por ciento la producción de ese año47.

El clima, cualesquiera sean los métodos de cultivo y elaboración, sigue siendo aún hoy un factor determinante en la producción vitivinícola. Al referirse a las fuertes oscilaciones de la producción anual entre 1907 y 1939, Zamorano observa que a una "línea firme de aumento del cultivo... corresponden variantes pronunciadas en la producción de vino", atribuyendo los altibajos a factores climáticos48. En efecto, caídas tan profundas como la sufrida por la producción de Mendoza en 1927 o la más espectacular aún de 1932 se debieron a heladas: la producción de vino de Mendoza en 1927 fue 58 por ciento del promedio de los tres años anteriores y la de 1932 apenas 8 por ciento del promedio de 1929-31, mientras que San Juan registró para los mismos años 58 por ciento más y 2 por ciento menos que el promedio de los tres años anteriores a 1927 y 1932, pero la producción de 1933 fue el 64 por ciento del promedio de 1930—193249. Estas oscilaciones no pueden ser atribuidas a una variación de la superficie cultivada ya que en 1926/27 ésta fue en Mendoza 6 por ciento mayor que el promedio

47 Gay, cit. nota 46, v. 2, pp. 182-183; Loubére, cit. nota 43, p. 119. AGN, 1X-4-6-5, Consulado, San Juan, f. 73. Sobre la influencia de las erupciones volcánicas v. John D. Post, "A Study in Meteorological and Trade Cycle History: The Economic Crisis Following the Napoleonic Wars": Journal of Economic History, v. XXXIV, No. 2 (1974), pp. 315-349. Las variaciones de los precios también dan testimonio de las oscilaciones climáticas, como en Cataluña en la segunda década del siglo XIX según lo referido por Torras Elias, cit. nota 25, p. 164. La volatilidad de los precios del vino catalán en el siglo XVIII, ligada también al volumen de la producción, en Pierre Vilar, La Catalognc dans l'Espagne moderne (París 1962), v. 3, pp. 374-376. Sobre la influencia del clima en la producción vitivinícola de Burdeos en el siglo XVIII, cf. Butel, cit. nota 27.

4S Mariano Zamorano, "El viñedo de Mendoza": Boletín de Estudios Geográficos, v.VI, No. 23 (1959), p. 90. Un estudio de los efectos del clima sobre los sistemas ecológicos de Mendoza en María del Rosario Prieto, "Relación entre clima, condiciones ambientales y asentamientos humanos en la provincia de Mendoza entre los siglos XVI, XVII y XVIII": Revista de Historia de América, 100 (1985), pp. 79-118.

49 Cálculos propios sobre cifras de producción en Argentina, Ministerio de Agricultura de la Nación. Junta Reguladora de Vinos, Memoria correspondiente al año 1942 (Buenos Aires 1943), p.40.

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de los tres años anteriores y en 1931/32 2 por ciento mayor que el promedio de 1928/29-1930/31; y en San Juan en 1932/33 fue 26 por ciento mayor que el promedio de los tres años anteriores50.

La influencia del clima sobre la calidad y cantidad de la producción no es un rasgo característico de la vitivinicultura cuyana sino de la industria misma, cualquiera sea el lugar del mundo donde se cultive la viña. Aun cuando en el siglo XIX se conocían métodos para contrarrestar el efecto negativo de algunos azares climáticos (fuego y humo contra la helada; corte de follaje innecesario en la viña y en tierras vecinas contra el exceso de lluvia y de humedad), su puesta en práctica era demasiado onerosa para el precio final del vino. En otros casos no había, ni hay, modo de impedir los efectos del clima: el granizo, tan temido, o aun pequeñas variaciones de temperatura pueden adelantar o demorar la fecha de la vendimia, con el consiguiente perjuicio por no haber alcanzado la uva el grado alcohólico óptimo o por haber sobremadurado51. Como tampoco había manera de impedir los perniciosos efectos de las plagas: la langosta, la principal de ellas, podía afectar en pocos instantes la producción de un año. Darwin, a su paso por Mendoza en marzo de 1835, vio nublarse el cielo y enrojecerse la tierra al ser sobrepasado por una manga que avanzaba a una velocidad de diez a quince millas por hora52. El análisis de la calidad de la producción de las principales regiones vitícolas francesas entre 1820 y 1900 efectuado por Loubére muestra que por causas naturales los resultados fueron catastróficos en dos o tres años de cada diez y desfavorables en otros dos o tres años de la misma década53.

50 Cálculos propios sobre datos de Argentina. Junta Reguladora de Vinos, Memoria correspondiente al año 1935 (Buenos Aires 1936), pp. 251-252.

51 Sobre la fecha de la vendimia y los efectos del adelantamiento o la demora v.Argentina, Junta Reguladora, cit. nota 50, pp. 410-423. La fecha de la vendimia fue utilizada para estudiar las oscilaciones del clima por Alfred Angot, "Etudes sur les vendanges en France": Armales du Bureau Central Météorologique de France (1883), pp. B29-B120, citado por Emmanuel Le Roy Ladurie, "Histoire et climat": Annales E.S.C. 14 (1959), p. 16.

52 Hudson, La viticultura, cit. nota 41, p. 7; Charles Darwin, Journal of Researches into the Geology and Natural History of the various countries visited during the voyage of H.M.S.Beagle round the world. (London-New York 1912), pp. 315-316; y Llerena, cit. nota 39, v. 11, p. 254.

53 Loubère, cit. nota43, pp.77, 122 y 363-365.

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San Juan y Mendoza tienen un clima seco - también lo era a fines del siglo XV1I1 y en la primera mitad del XIX algo más caluroso en la primera y más húmedo en la segunda. Las medias anuales entre 1870 y 1913 fueron de 16.1 C° y 17.7 C° respectivamente con promedios estacionales que registraban diferencias de 1.8 C° en verano y 1.4C0

en invierno. En el mismo período el promedio anual de lluvia fue de 55 mm. en San Juan y 185 mm. en Mendoza y el promedio decenal de tormentas de granizo fue de 24 en Mendoza y 5 en San Juan54. La lluvia efectivamente caída en cada año es más importante que los promedios para el resultado de la vendimia. Asi entre 1918 y 1927, tomando como base 100 los promedios antes referidos se produjeron valores extremos de 74 y 217 en Mendoza y 84 y 219 en San Juan. También importa la distribución mensual de la lluvia en cada año y en este caso, para el mismo lapso, se advierte que cuando los años son más lluviosos es porque la precipitación fue mayor en los meses en que siempre llueve (enero-marzo) y no porque haya llovido en los meses secos: abril, el mes de la vendimia, registra siempre valores extremadamente bajos55.

Ambas regiones se ven beneficiadas por las nieves cordilleranas cuyo deshielo facilita el riego sin el cual, por la aridez de las tierras y por la escasez e irregularidad de las lluvias de verano, la viticultura no podría existir56. Del curso de las acequias depende, decía un petitorio enviado por la ciudad de San Juan a la Real Hacienda de Santiago de Chile en 1749, "el beneficio y sufruto de las viñas, chacaras y demás sembrados"57. Miers, alrededor de 1820, describe el sistema de riego que se originaba en el canal que desde Luján, 16 millas al sur, llevaba el agua hasta la ciudad. El agua de ese canal se distribuía en la zona cultivada, de unas 15 millas de circunferencia, mediante acequias que corrían a través de todas las huertas y jardines de la ciudad y

54 Walter G. Davis (dir.), Servicio Meteorològico Argentino. Historia y organización con un resumen de los resultados (Buenos Aires 1914), pp. 174—175 y Walter G. Davis, Climate of the Argentine Republic (Buenos Aires 1910), p. 83.

35 Argentina. Ministerio de Agricultura de la Nación. Oficina Meteorologica Nacional, Boletín Mensual, Buenos Aires, año V, 1920 (1924); año VI, 1921 (1925); años VII, 1922 (1925); y Argentina. Ministerio de Agricultura de la Nación, Anales de la Dirección de Meteorología, Buenos Aires, t. XVIII, 1924-1927 (1930), v. 1 : Precipitación e Hidrometría.

56 Una descripción del clima de San Juan y Mendoza a mediados del siglo XIX en V. Martin de Moussy, Description géographique et statistique de ta Confédération Argentine (Paris 1864), v. 3, pp. 418-419 y 452-453.

57 ANC, Contaduría Mayor, la. serie, 3523.

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en la proximidad de todos los viñedos. Esta facilidad para obtener agua permitía la irrigación excesiva de los viñedos produciendo un incremento en la cantidad de uva en desmedro de su calidad58. Tal preferencia de la cantidad sobre la calidad no era exclusiva de los productores mendocinos: era la tendencia predominante en el siglo XIX en Chile, donde también se abusaba del riego, y en Francia, donde se utilizaban variedades de gran rendimiento que sólo producían mediocres vinos59. Los de Chile eran de poca duración y se alteraban con facilidad, debiéndose recurrir a diversos métodos de mejoramiento, algunos tan curiosos - pero no carentes de explicación científica - como sumergir gatos (o un trozo de carne, al menos) en los toneles60. De la misma manera los de Mendoza, por su bajo contenido alcohólico debido al clima y al excesivo riego, pasaban rápidamente a la fermentación ácida61.

La pobre calidad de las cepas, la falta de conocimientos sobre el proceso de fermentación, las plagas, el abuso del riego y, por sobre todo, la impredecible influencia del clima son factores que - aunque no pueda medirse exactamente su grado de influencia en el volumen y la calidad del vino producido en cada año en particular - determinaron, como determinan hoy en todas las zonas vitícolas del mundo, el resultado de los esfuerzos, con los que no guardan una relación directa. Atribuir las oscilaciones anuales de la producción exclusivamente a la demanda implicaría desconocer el peso de estos factores en el funcionamiento de la industria vitivinícola en toda época y en cualquier lugar.

2. COMERCIALIZACIÓN

A la pobre calidad original de los vinos debía agregarse las deficientes condiciones de traslado. Los barriles hechos en Mendoza eran bastos e inconvenientes, con sus extremos cubiertos con cueros. Es posible que fueran los mismos barriles que se utilizaban para el traslado de vinos desde España, rehechos o reparados en Mendoza. Ellos eran

58 Miers, cit. nota 33, v. 1, p. 224. 59 Miers, cit. nota33, v.2, p.298; Loubére, cit. nota43, p. 146. 60 Gay, cit. nota 46, v. 2, pp. 198-199. Sobre los métodos tradicionales de

mejoramiento v. Michael R. Best, "The Mystery of Vintners": Agricultural History v. 50, No. 2 (1976), pp. 362-376.

61 Miers, cit. nota 33, v. 1, p, 246.

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cargados en carretas tiradas por bueyes que formadas en tropas de no menos de doce y con frecuencia de más de treinta carretas (para mutua protección de los indios) demoraban poco más de un mes y medio en llegar a Buenos Aires62. Desde Mendoza también se transportaba el vino a lomo de muía, en arrias de sesenta a ochenta animales de los cuales la mitad se cargaban y la mitad servía de refresco. Este era el medio que se empleaba generalmente desde San Juan hacia Buenos Aires porque los desniveles del terreno dificultaban el tránsito de carretas63. Dos barriles de dos arrobas cada uno eran la carga de una muía y veinte barriles, cuarenta arrobas, la de una carreta64. El flete de una carreta desde Mendoza costaba 70 pesos en 1794 y 80 pesos en 1811, lo que hacía un costo de 3,5 y 4 pesos por barril respectivamente. La única referencia acerca del flete desde San Juan es la de Godoy Oro: de 13 a 15 pesos por carga, es decir 6,5 a 7,5 pesos por barril65. Si esto fuera cierto, sería otra razón para explicar le tendencia observada en San Juan a la destilación de la mayor parte del vino producido ya que mientras el flete era el mismo para el vino y para el aguardiente, el precio implícito promedio de éste en Buenos Aires fue el doble que el de aquél en el período 1802-182166.

Aun cuando los petitorios requiriendo la supresión de impue-stos señalen la escasa ganancia o la pérdida ocasionada por la comercialización del vino y el aguardiente, tal no parece haber sido el caso estrictamente. A comienzos de la década de 1820, informa Miers, el costo del traslado era menor que el de producción y siempre

62 Miers, cit. nota 33, v. 1, pp. 52, 243 y 245. Rosal da un promedio entre 1781 y 1811 de 47,5 días para las tropas de carretas y 45,5 días para las arrias de muías entre Mendoza y Buenos Aires y de 50,7 días para las arrías de muías desde San Juan a Buenos Aires. Cf. Miguel Angel Rosal, "Transportes terrestres y circulación de mercancías en el espacio rioplatense (1781-1811)": Anuario IEHS 3 (1988). La percepción de la época era que tanto el viaje desde Mendoza como desde San Juan duraba alrededor de un mes. V. Miers, cit. nota 33, v. 1, p. 245; y Theodorick Bland, "Report of Theodorick Bland, Esq. on South America", en United States of America, House of Représentatives, Documents, Congress 15, Session2 (1818-1819), v.2, Doc. No.48, p.32.

63 Miers, cit. nota 33, v. 1, p. 55; Rosal, cit. nota 62. M Miers, cit, nota 33, v. 1, p. 52; Edberto Oscar Acevedo, Investigaciones sobre el

comercio cuyano 1800-1830 (Buenos Aires 1981), p. 55. 65 AGN, IX-4-6-5, Consulado, San Juan, ff. 49-50. Haenke, cit. nota 15, p. 277; Tjarks,

cit. nota 8, p. 213; Guillermo Gallardo, Joel Roberts Poinsett, agente norteamericano J810-1814 (Buenos Aires 1984), p. 114.

66 Cálculos propios sobre cifras de Claudia M. Wentzel, "Estadísticas del comercio interior de Buenos Aires, 1800-1821", (ms. 1988). V. Tabla 6.

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había demanda en Buenos Aires de vinos y aguardientes que no podía ser suplidos por ninguna otra región a tan bajo costo. La venta de Jos malos vinos de Mendoza produce una ganancia considerable, continúa, pero quizá se equivocara al creer que mejorando la calidad podría obtenerse mayor ganancia. Aparte de las dificultades técnicas de hacerlo (refinamiento de las variedades de uva, desconocimiento del proceso de fermentación del vino) también debe contarse el incremento de los costos por la mayor utilización de mano de obra que hubiese requerido, por ejemplo, el arado entre hileras, la protección de las viñas, la reiteración de la poda. Hasta donde puede analizarse, el costo de poner un barril de vino de Mendoza en Buenos Aires hacia 1780 era 11 pesos 5 1/4 reales, de los cuales 34,3 por ciento correspondía al productor, 8,6 por ciento al envase, 42,9 por ciento al flete y 14,2 por ciento a diversos impuestos, según un petitorio de comienzos de la década de 178067. Según la estimación de Godoy Oro el costo de poner un barril de aguardiente de San Juan en Buenos Aires en 1806 era de 19 pesos 1 real del cual 31,4 por ciento correspondía al productor, 36,6 por ciento al flete y 32 por ciento a los impuestos. Ambos petitorios tenían por objeto lograr la eliminación de impuestos por lo que tendían a demostrar que el precio de venta del vino y del aguardiente en Buenos Aires estaban demasiado cerca o eran inferiores al costo de llevarlos a esa plaza y en ambos casos debían competir con productos españoles cuyo precio de venta era menor. Es difícil analizar con precisión la veracidad de estas afirmaciones, pero el hecho de que el vino y aguardiente de Mendoza y San Juan continuaran llegando a Buenos Aires después de 1780 y de 1806 (fecha ésta del escrito de Godoy Oro) parecería indicar que las ganancias no debían ser tan escasas y que la competencia con los productos importados no era imposible.

La posibilidad de concurrir a otros mercados estaba limitada por la producción de zonas más cercanas a ellos, de modo que el flete impedía la llegada de los productos cuyanos. Así el mercado altoperuano se abastecía de aguardiente proveniente de los valles de Arequipa y de vino de Cinti y otras regiones aledañas; Chile se autoabastecía de ambos productos y Lima era aprovisionada por Pisco, Nazca y Arequipa. Hacia 1770 los valles de Vitor, Mages y Moquegua producían en conjunto 550.000 botijas de aguardiente (más de un millón de arrobas), mientras que la producción cuyana no alcanzaba las 20.000 arrobas. Aun cuando

67 Archivo Histórico de Mendoza, Colonial, carpeta 84, doc. 86.

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se sigue suponiendo que a fines del siglo XVIII los caldos cuyanos llegaban a Potosí, sólo sucedía de manera ocasional y en cantidades ínfimas: el 0,6 por ciento del vino y el 0,9 del aguardiente entrados en Potosí en 1793, por un valor de 92 y 2.402 pesos respectivamente, provenía de las provincias del Río de la Plata (de Salta en este caso, aunque quizá su origen fuese Cuyo). Hacia 1826 el vino consumido en el Alto Perú provenía de Cinti, Moquegua y Tambo y el aguardiente de estas últimas68. Esta dependencia de la principal exportación cuyana de un gran mercado, Buenos Aires, y de dos mercados secundarios, Córdoba y Santa Fe, podría haber repercutido negativamente sobre la economía de la región, más aún considerando que los dos mercados secundarios también dependían de modo estrecho del puerto y que los caldos cuyanos cubrían menos de la mitad del consumo de Buenos Aires. El aguardiente español remitido a Montevideo y Buenos Aires en 1795 alcanzó 6.874 arrobas y el vino 14.480 arrobas, mientras que la exportación combinada de Cuyo a Buenos Aires fue de 6.049 arrobas de aguardiente y de 10.359 arrobas de vino69. Suponiendo que las arrobas de Cataluña y de Cuyo fueran semejantes, la producción cuyana hubiese cubierto 46,8 por ciento del mercado de aguardiente y 41,7 por ciento del mercado del vino. Debe tenerse en cuenta que 1795, por la guerra con Francia, no fue un año normal en Cataluña. Esto se ve reflejado en

611 Carlos Sempat Assadourian El sistema de la economía colonial (Lima 1982), pp. 155-160; Brown, "A evolu^ao", cit. nota 30, p.43. La insistencia en señalar al Alto Perú como destino de los vinos de Mendoza a fines del siglo XVIII en Marcel Haitin, "Prices, the Lima Market, and the Agricultural Crisis of the Late Eighteenth Century in Peru": JbLA 22 (1985), p. 188. Se trata sin embargo de una cita tomada de Jonathan C.Brown, A Socioeconomic History of Argentina J 776-1860 (Cambridge, Cambridge University Press, 1979), p. 11, quien a su vez cita a Gwendolin B. Cobb, "Supply and Transportation for the Potosi Mines, 1545-1640": HAHR 29,1 (1949), pp.26, cuyo análisis del abastecimiento de Potosí se detiene, como lo indica el título, a mediados del siglo XVII, La cantidad de vino y aguardiente entrado en Potosí en 1793 en Enrique Tandeter, Vilma Milletich, María Matilde Oilier y Beatriz Ruibal, "El mercado de Potosí a fines del siglo XVIII": Olivia Harris, Brooke Larson y Enrique Tandeter, La participación indígena en los mercados surandinos (La Paz 1987), pp. 415 y 419. La información de 1826 en Joseph Barclay Pentland, Informe sobre Bolivia (1826). Trad, Jack. Aitken Soux (Potosí 1975), pp. 60 y 104.

69 Hemos convertido los valores de Vilar según los precios implícitos de García Baquero González. Cf. Vilar, cit. nota 47, v. 3, p. 540; y Antonio García Baquero González, "Comercio colonial y producción industrial en Cataluña a fines del siglo XVIII": Nadal y Tortella, cit. nota 26, p.285. Vilar también ofrece datos de 1787 y 1792 pero la información de San Juan y Mendoza de esos años no está completa (1787) o no existe (1792).

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la exportación de caldos hacia el Río de la Plata, que fue menor que la de 1787. Otra región, Mallorca, sin embargo, pudo haber cubierto la caída catalana, como sucedió durante la ocupación napoleónica, lo que reduciría la participación de Cuyo en el mercado porteño70.

Teniendo en cuenta que, como señala Labrousse, ninguna economía vitícola puede ser una economía cerrada sino, a diferencia de las otras del mundo rural, es "una economía de cambio sometida a la ley del mercado y del precio", para evaluar el impacto del libre comercio habría que considerar la evolución de los precios de modo tal que se pueda estimar los ingresos producidos por los cambiantes volúmenes exportados. Tanto podrían haberse dado situaciones de altos precios y alto consumo; altos precios y bajo consumo; bajos precios y alto consumo; o bajos precios y bajo consumo71. Para analizar el impacto del libre comercio sobre la economía cuyana es necesario entonces, a falta de precios, buscar indicadores que permitan estimar los ingresos producidos por la exportación de vino y aguardiente o, al menos, sus efectos.

IV . L A S ECONOMÍAS REGIONALES

Los indicadores más comúnmente utilizados para estudiar las economías coloniales hispanoamericanas son los diezmos y las alcabalas. Impuesto sobre la producción aquel y sobre el comercio este, han dejado una masa considerable de información que no con demasiada frecuencia se ha tenido la audacia de atacar. Carmagnani para Chile y Garavaglia para el Río de la Plata han recurrido a los diezmos y Tandeter para el Alto Perú a las alcabalas, para mencionar

7Ü La guerra entre España y Francia en 1793-95 tuvo como principal escenario a Cataluña, cuya exportación de aguardiente cayó de 202.000 arrobas y 12 millones de reales de vellón en 1794 a 111.000 arrobas y 6,7 millones de reales en 1795 y 38.000 arrobas y 2,3 millones de reales en 1796. Cf. García Baquero González, cit. nota 69, pp. 282 y 285. Las exportaciones mallorquínas de aguardiente crecieron durante la guerra de independencia, hasta cuyo fin permaneció Cataluña bajo la dominación francesa. Cf. Carlos Manera Erbina, "Producción agraria e infraestructura, mercantil en el comercio mallorquín con América, 1778-1818": El comercio libre entre España y América Latina, 1765-1824, coord. de Antonio Miguel Bernal (Madrid 1987), pp. 237 y 245.

71 Durand, cit. nota 43, p. 158. La cita de Emest Labrousse, Fluctuaciones económicas e historia social (Madrid 1962), p. 376, en Assadourian, cit. nota 68, p. 154.

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sólo los estudios de áreas vecinas a la de éste72. Aquí tomaremos también los diezmos y las alcabalas, agregando el análisis de los datos de las entradas terrestres a Buenos Aires.

A pesar de que no son la mejor fuente para hacer una estimación de la producción, los diezmos también han sido utilizados para mostrar las consecuencias negativas del libre comercio. Si a pesar de las reservas antes expresadas aceptáramos a los diezmos como un indicador del estado de la economía (de hecho, se los ha utilizado como tal), veríamos que tampoco puede concluirse terminantemente que el impacto haya sido negativo. En efecto, tomando como base 100 el promedio de 1786-1790 en 1808 los diezmos de San Juan estaban en 225 y los de Mendoza en 311. El promedio de diezmos de San Juan fue de 3.672 pesos y el de Mendoza 3.890 pesos en el referido quinquenio mientras que los promedios de 1802-1806 (es decir incluyendo los años de paz 1802-1804) fueron de 5.277 y 7.952 pesos respectivamente, esto es 44 y 104 por ciento más que el promedio del quinquenio base. Este crecimiento (dejando de lado el hecho de que el diezmo expresa mejor las expectativas de ingresos que el volumen de la producción) estaría mostrando entonces ingresos crecientes para la economía de San Juan y Mendoza (Gráfico 10)73. Parte de ellos, sin embargo, provenía de la producción de bienes de consumo local, como carne y cereales, ya que Mendoza producía a fines del siglo XVIII, además de 80.000 arrobas de mosto, 20.000 fanegas de trigo y 8.000 fanegas de maíz y porotos, y es por tal causa que preferimos descartar a los diezmos como indicador, aunque estuviesen creciendo74.

72 Marcello Carmagnani, Les mécanismes de la vie économique dans une société coloniale: Le Chili (1680-1830) (Paris 1973); Garavaglia, cit. nota 13; y Tandeter y otros, cit. nota 68.

73 Los datos de diezmos entre 1786 y 1808 en Archivo General de Indias, Chile 458, por los agradezco a Juan Carlos Garavaglia. Garavaglia, cit. nota 13, p. 65, muestra en el gráfico 4 una fuerte caída en el promedio de diezmos de 1788-91 respecto del promedio de 1755-1756. Sin embargo los diezmos de esos cuatro años fueron especialmente bajos: los diezmos de San Juan de 1786 y 1787 fueron un 30 por ciento más altos que los de 1755-1756 y los de 1792-1796 se hallan levemente por encima de aquél para subir marcadamente en los años posteriores. El caso de Mendoza es diferente del de San Juan: los valores se encuentran entre 1786 y 1807 por debajo del promedio de 1755-1756, sólo superado en 1808. Pero el promedio de 1755-1756 bien puede haberse debido a condiciones excepcionales no necesariamente vinculadas a la producción vinícola.

74 Alejo González Garaño (ed.), "Itinerario de Mendoza a Buenos Aires por el camino de tas postas": Anuario de Historia Argentina (1940), p. 532.

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GRÁFICO I O

San Juan y Mendoza

Diezmos, 1786-1808

• Mxa + SJ

Si bien no se dispone de información sobre precios en Mendoza y en San Juan para saber qué representaba la exportación de vinos y aguardiente tanto en términos monetarios como en relación con los precios de los otros bienes, es posible medir el impacto de las medidas liberalizadoras a través de la información proveniente de los registros de alcabalas. Siendo éste un impuesto a las ventas de productos introducidos la evolución de las cifras pagadas en tal concepto reflejará los gastos efectuados en Mendoza y San Juan en productos importados de otras regiones. Puede suponerse sin demasiado riesgo que estos gastos - y por lo tanto las alcabalas pagadas -guardaban una estrecha relación con los ingresos producidos por el vino

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y el aguardiente, que eran sin duda la principal exportación. Para cada productor individualmente considerado el ingreso neto podía variar cada año según la cantidad producida y el precio obtenido en el mercado, dos factores sobre los que no tenía control ni influencia. Las alcabalas, por el contrario permiten observar los resultados de la producción para el conjunto de los productores de una región75. Las cifras de alcabalas de Mendoza recogidas por Acevedo para 1800-1831 y por Wentzel para 1783-1820 muestran algunas diferencias sensibles en algunos años pero la tendencia manifestada por ambas series es muy similar76. Entre 1783 y 1802 se observan valores oscilantes pero inferiores al promedio (1800-1803 = 100) en 1803 se produjo un pico seguido en 1805 por la más profunda caída. Hasta 1809 los valores de ambas fuentes son coincidentes pero desde 1810 se observa una brecha que se agudiza en 1814 y se cierra dos años después. Ambas fuentes, sin embargo, muestran en esos años un crecimiento sensible respecto del promedio: 24 por ciento en 1816 (Wentzel) y 56 por ciento en 1817 (Acevedo), Ambas series muestran una abrupta caída en 1820, que debe atribuirse a la guerra civil. La serie de Acevedo muestra a partir de 1821 (faltan datos de 1824-1826 y 1829-1830) valores inferiores a los de la década anterior pero en promedio 66 por ciento por encima del valor base. El último año para el que se tienen datos, 1831, está apenas un punto por debajo de la base. Las cifras de San Juan para 1786-1810, aun cuando no permiten extender demasiado el análisis muestran una tendencia que acompaña el crecimiento registrado por las alcabalas de Mendoza (Gráfico l l)7 7 .

75 Loubére, cit. nota 43, p. 127, muestra las fuertes variaciones anuales del ingreso neto por unidad de superficie para un productor independiente francés entre 1810 y 1880: aunque se observa un crecimiento en los años dorados de 1855-1875, las caídas son drásticas en los años malos.

76 Acevedo, cit. nota 64, pp. 41-44, y Claudia M. Wentzel, "Los flujos de circulación de Mendoza, 1783-1820": VI Jornadas de Historia Económica (Córdoba 1984).

77 Las cifras de alcabalas de San Juan, tomadas de los libros respectivos del Archivo General de la Nación, me fueron proporcionadas por Claudia M. Wentzel.

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GRÁFICO I I

San Juan y Mendoza. Alcabala, 1783-1831

• M /A + M / W » S J / W

Un panorama más claro surge de las introducciones en Buenos Aires de vino y aguardiente de San Juan y Mendoza entre 1802 y 1821 recopiladas por Wentzel (Tabla 6)78. La curva del valor total de las introducciones de vino y aguardiente proveniente de Mendoza muestra caídas por debajo del promedio de los años 1802-1806 en 1803-1804, 1808-1811 y 1820-1821. La caída de 1803-1804 se sitúa 26 y 27 puntos por debajo del promedio; la de 1809-1810, 36 y 39 puntos por debajo y la de 1821, 17 puntos por

78 Wentzel, cit. nota 66.

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debajo (Gráfico 12). La curva del valor total de las introducciones de los mismos productos provenientes de San Juan muestra caídas por debajo del promedio de los mismos años en 1804—1806, 1809-1814 y 1819-1821. Un análisis más detenido permite observar que esas caídas se sitúan entre 11 y 16 puntos por debajo del promedio en 1804 y 1806; entre 30 y 34 puntos por debajo en 1809 y 1810 y entre 45 y 70 puntos por debajo en 1819-1821.

GRÁFICO 12

Buenos Aires, 1802-1821

Importación de caldos cuyanos

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Las curvas del volumen de exportación de vino de Mendoza y San Juan a Buenos Aires entre 1802 y 1821 empalman con muy pequeños desajustes con las de entrada en Buenos Aires, de modo tal que se puede observar la evolución de esa exportación entre 1780 y 1821 (Gráfico 13). Desde 1796 las curvas de San Juan y Mendoza registran un alza, que en la segunda es muy pronunciada. En ambos casos se registran caídas en 1802 y un nuevo ciclo que se inicia en 1804, alcanza su pico en 1806-1807, para retomar al nivel inicial en 1810. Desde entonces las curvas muestran distinto comportamiento: la de San Juan, con altibajos, se ubica por encima de los registros de las décadas de 1780 y 1790, siendo sus picos superiores a los de la década de 1800 y sus caídas similares a las de ésta; la de Mendoza crece hasta superar

GRÁFICO I 3

San Juan y Mendoza, 1780-1824

Vino exportado a Buenos Aires

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en 1813 los picos de 1797 y 1806, cae desde 1813 hasta 1816, en 1817 y 1818 alcanza un nuevo pico superior a los anteriores, para caer abruptamente en 1819, 1820 y 1821, donde alcanza volúmenes apenas superiores a los de la caída de 1810 y levemente inferiores a los de 1780-1782. Comparando los promedios quinquenales de 1782-1786 (Mendoza) y 1783-1787 (San Juan) con los de 1817-1821 (para ambas) tenemos que el crecimiento de la exportación de vino de Mendoza a Buenos Aires fue de 137 por ciento y la de San Juan 114 por ciento, con tasas de crecimiento anual de 2,5 y 2,3 por ciento respectivamente.

Las curvas del volumen de exportación de aguardiente de San Juan y Mendoza a Buenos Aires entre 1780 y 1824 (Gráfico 14) registran

GRÁFICO I 4

San Juan y Mendoza, 1780-1824

Aguardiente exportado a Buenos Aires

• M/s-g + M/gBA O S J /=-9 A S J / ^ A

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mayores desajustes que las de la exportación de vino. Se observa en la curva de San Juan un marcado crecimiento desde 1796, una leve caída en 1800, un pico en 1802, una nueva caída hasta 1806, una breve recuperación y una nueva caída en 1809-1810, desde allí se inicia un ascenso hasta alcanzar el pico más alto de la serie en 1817, desde donde cae hasta 1819 (con un volumen semejante al del pico de 1790) y continúa cayendo hasta 1821, con un volumen tan bajo como no se registraba desde 1793. En la curva de Mendoza se observa crecimiento, con leves interrupciones, entre 1792 y 1805; una caída desde entonces a niveles tan bajos como los de comienzos de la década anterior; una recuperación que se inicia en 1810, que alcanza entre 1811 y 1818 volúmenes mayores que los del pico de 1805; y una caída en 1819-1821, mucho menos profunda que la de San Juan. Comparando los mismos promedios quinquenales tenemos que la exportación a Buenos Aires de aguardiente de San Juan creció 82,7 por ciento y la de Mendoza 284 por ciento, con tasas de crecimiento anual de 1,8 y 3,9 por ciento respectivamente.

Los precios implícitos (el valor dividido por el volumen de las entradas en Buenos Aires) muestran comportamientos diversos menos relacionados con el origen que con el producto (Tabla 6). El precio del vino crece entre 1802 y 1808 y cae en 1809-1810, manteniéndose desde entonces hasta 1821 con muy leves oscilaciones alrededor de 5 pesos por barril. Comparando el promedio quinquenal de 1802-1806 y 1817-1821 se observa una caída de 8 por ciento en el precio del vino de ambas regiónes, cuya diferencia era en ambos casos sólo 0,4 por ciento en favor de San Juan. El precio del aguardiente, con mayores oscilaciones y mayor dispersión entre una y otra región, muestra tres ciclos: uno entre 1802 y 1808, con el piso en 1805-1806; otro entre 1808 y 1815-1816, con el piso en 1809-1811; y un tercer ciclo inconcluso entre 1816 y 1821, con el piso en 1818. Comparando los mismos promedios quinquenales se observa que el precio del aguardiente de Mendoza crece 17 por ciento y el de San Juan 9,8 por ciento. El promedio quinquenal del precio del aguardiente de San Juan era 11,7 por ciento mayor que el de Mendoza en 1802-1806 y 4,7 por ciento mayor en 1817-1821. De esto puede concluirse que el precio del aguardiente era más sensible a las oscilaciones de corto plazo que el del vino, pero también que resistió mejor el embate de la importación. En favor de Godoy Oro puede señalarse que su queja se produjo en un momento de bajo precio del aguardiente.

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En el caso de Mendoza parecen más graves las consecuencias de la paz que las de la guerra civil, pero en el de San Juan, aun cuando se asignasen las caídas de 1804—6 y de 1809-10 a la paz, ellas son menos profundas que la de 1819-21 que debe atribuirse a la guerra civil, por la perturbación del comercio en el litoral y la caída de la oferta de mano de obra en San Juan. Una delimitación tan clara de causas es, sin embargo, poco prudente considerando las naturales oscilaciones de la producción vitícola. Como hemos visto, la extrema variabilidad de la cantidad y calidad de la producción de un año a otro es una característica propia de la industria vinícola en cualquier región productora, por incontrolables factores climáticos.

El seguimiento de la evolución de la exportación de caldos y del estado de la economía cuyana se complica en la década de 1810, se torna muy dificultoso en la década de 1820 y casi imposible de allí en adelante. La supresión de los impuestos a las entradas terrestres en Buenos Aires en 1821 provocó la desaparición de una fuente que hubiese permitido observar el comportamiento de las exportaciones al principal mercado; y, del mismo modo, la desorganización administrativa en las provincias tras la desaparición del poder central no hace posible obtener información continuada y sistemática sobre las salidas de Mendoza y San Juan, aun cuando los impuestos al comercio interno continuaron vigentes, excepto en Buenos Aires, hasta la constitución nacional de 185 379. Subsisten datos sobre las entradas terrestres a Buenos Aires entre 1837 y 1842, pero no ha sido posible verificar hasta qué punto registran el total introducido.

Si esa información fuese completa permitiría observar el efecto del bloqueo francés sobre la importación de vino y aguardiente por Buenos Aires y de qué manera respondió la producción de San Juan y Mendoza al cierre de la importación. En 1837 el 99,7 por ciento de los vinos y el 82,4 por ciento del aguardiente importados por Buenos Aires provenían del exterior. Estos valores cayeron a 87,3 por ciento del vino en 1839 y 52,2 por ciento del aguardiente en 1840. El crecimiento de la participación porcentual de la producción cuyana no se debió

79 Andrés R, Allende, "Notas sobre la supresión de los derechos de tránsito y nacionalización de las aduanas en las provincias de la Confederación": Academia Nacional de la Historia, Primer Congreso de Historia Argentina y Regional (Buenos Aires 1973), pp. 305-318.

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tanto a un incremento del volumen exportado por la región cuanto a una caída drástica del volumen importado desde el exterior. En efecto en 1837 se introdujeron por vía marítima 108.849 arrobas de vino y por vía terrestre 356 arrobas; mientras que en 1839 sólo 13.545 y 1.974 arrobas respectivamente. Aun cuando las introducciones terrestres crecieron más de cinco veces, la cifra de 1839 representa apenas un 8,8 por ciento del promedio introducido por vía terrestre en 1802-1806. En 1837 se introdujeron por vía marítima 18.621 arrobas de aguardiente y por vía terrestre 3.988 arrobas; mientras que en 1840 las cifras fueron 4.615 y 4.220 respectivamente, que representaban 27,3 y 24,9 por ciento del promedio introducido en 1802-1806, en tanto que el máximo introducido por vía terrestre durante el bloqueo, 8.538 arrobas en 1838, representaba el 50,5 por ciento del mismo promedio79*. Esto parecería indicar que si bien los vinos habían perdido completamente el mercado porteño, el aguardiente aún mantenía una presencia, bien que mucho menor que en las décadas iniciales del siglo. No es posible determinar en qué medida la caída de la introducción de caldos de la tierra en Buenos Aires a fines de la década de 1830 se debió a la competencia de los caldos extranjeros en el mercado porteño, a las perturbaciones sufridas por la producción como consecuencia de las guerras civiles, o simplemente a la falta de registro de los datos. Puede resultar atractivo asignar un mayor peso en la explicación - si descartamos la tercera opción - a la presencia de vinos franceses y españoles, pero la caída de la oferta de trabajo por la demanda de hombres para el servicio de las armas y el consecuente abandono de las viñas no son factores desdeñables, teniendo en cuenta la atención requerida por las cepas y la lenta recuperación de su capacidad productiva. Las viñas no producían hasta tres años después de plantadas y sólo a los ocho años alcanzaban su pleno desarrollo80. No puede escapar tampoco a la consideración el hecho de que la producción cuyana dependía del riego - y éste del mantenimiento de las acequias - , cuya periodicidad estacional también dependía de la disponibilidad de la mano de obra necesaria para llevarlo a cabo.

Buenos Aires (Provincia), Registre Oficial, 1836-1840; y AGN, x-42-10-11. 80 Blanco, cit. nota 32, p. 7; Gay, cit. nota 46, v. 2, p. 180.

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TABLA I

Córdoba; Importación de vino y aguardiente, 1822-1852 (arrobas)

Mendoza San Juan La Rioja H MJ JglC vino agie vino*—

1822 80 4 124 910 3.380 1823 920 56 214 1.432 2.132 1824 840 140 72 684 2.172 1825 3.268 150 206 1.448 1.448 1826 1.452 408 100 340 1.788 1827 810 180 8 88 2.456 1828 880 366 236 3.184 2.240 1829 0 598 0 0 200 1830 732 444 108 1.732 316 1831 968 120 132 2.086 572 1832 208 574 172 1.212 282 1833 484 1.092 60 1.276 i . 580 1834 436 1.226 20 1.208 1.304 1835 452 1,286 72 1.912 520 1836 600 948 24 1.666 1.584 1837 616 1.258 28 1.916 622 1838 782 4 52 2.426 2.782 1839 68 154 0 212 526 1840 500 676 28 1.160 422 1841 64 550 1.536 188 0 1842 306 50 392 2.542 406 1843 46 368 4 844 664 1844 130 320 26 1.266 698 1845 92 212 8 1.108 716 1846 82 40 82 944 508 1847 32 12 32 928 712 1848 44 24 32 1.184 664 1849 84 28 28 1.226 248 1850 36 32 38 1.278 920 1851 8 8 8 1.240 936 1852 8 20 4 762 sd

sd: sin datos, agte: aguardiente Fuente: Barrionuevo, cit. nota 81

Las consecuencias de la guerra civil pueden observarse igualmente en las oscilaciones de las entradas en Córdoba de vino y aguardiente de San Juan y Mendoza y de vino de La Rioja (Tabla 7). A esto se debe la caída de la importación de vino en 1829, de la misma manera que la

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recuperación de 1833-1838 y la caída y estancamiento subsiguiente; y también, en el caso del aguardiente, las caídas del mismo 1829 y de 1839-1841, como el estancamiento de 1843 en adelante. Una comparación de los promedios anuales de las décadas 1822-1831 y 1842-1851 muestra que la introducción de vino de Mendoza cayó - 9 1 por ciento, la de San Juan - 4 6 por ciento y la de La Rioja - 6 1 por ciento; en tanto que la introducción de aguardiente de Mendoza cayó - 56 por ciento y la de San Juan creció 6 por ciento. Puede suponerse que los caldos extranjeros entrados por Buenos Aires no alcanzaban normalmente el interior, ya que los bloqueos de 1826-1828, 1838-1840 y 1845-1847 no afectaron positivamente las exportaciones de vino y aguardiente de Cuyo y La Rioja a Córdoba: no se registraron alzas significativas (1845-1847) o, por el contrario, se produjeron marcadas caídas de las entradas de aguardiente cuyano (1826-1827 y 1839) y de vino riojano (1839-1840)81. Puede aceptarse entonces el testimonio de Hudson, quien señaló que al "aniquilamiento completo que de todas las industrias nos ha traído la guerra civil y una sombría tiranía" se debía el estado de la viña en 1852, "reducida a mantener apenas el consumo interior"82.

V. CONCLUSIÓN

El viñedo mendocino, sin embargo, producía hacia 1852 una cantidad de mosto estimada en 100.000 arrobas83. Y, del mismo modo, si aceptamos la información de Llerena, tenemos que la extensión cultivada con viñas aumentó de un máximo de 219 ha. para San Juan y de 57 ha. para Mendoza en 1810 a 2.784 y 3.775 ha. respectivamente a mediados de la década de 1860. Aun suponiendo que se tratase de superficies dedicadas a cultivos mixtos, nada parece indicar un

81 Las entradas de vino y aguardiente de San Juan, Mendoza y La Rioja a Córdoba en Nora Barrionuevo, "El intercambio comercial de Mendoza, San Juan y La Rioja con ta provincia de Córdoba, entre los años 1822-52. Aportes para su estudio": Academia Nacional de la Historia, Cuarto Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina (Buenos Aires 1979), 1.1, pp. 52 y 57-60. No hemos intentado un acoplamiento de estas seríes y las de las Tablas 1 a 4 debido a que las fuentes son distintas y no hay información para períodos coincidentes, a excepción de San Juan en 1824, donde las diferencias no son escasas. La débil penetración de los caldos importados en Tucumán es señalada por Mütler, cit. nota 7, pp. 292, 294 y 307.

12 Hudson, Apuntes, cit. nota 41, p. 11. 83 Según un cálculo de Arata, cit. nota 39, sobre la información de Hudson, Apuntes,

cit. nota 41.

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retroceso de la producción. Si la exportación de vino de Mendoza entre 1780 y 1810 muestra que no se produjo contracción alguna del volumen y la exportación de aguardiente de San Juan muestra un crecimiento considerable entre 1783 y 1817; y si indicadores tales como los diezmos entre 1786 y 1808, las alcabalas entre 1783 y 1831, y el valor de las importaciones porteñas de caldos cuy anos entre 1802 y 1821 muestran igualmente tendencias que no denuncian crisis alguna - aparte de las que naturalmente afectaban y afectan a la industria vitivinícola en cualquier parte del mundo - hasta el advenimiento de la guerra civil, cabe preguntarse, entonces, por qué frente a esta evidencia persiste la imagen de una crisis constante que se habría desatado con el Reglamento de Libre Comercio en 1778, para acentuarse tras las medidas liberales adoptadas después de 1810. Podemos contestar a esta pregunta señalando, en primer lugar, que la evidencia, por falta de registro sistemático de la estadística comercial y fiscal, era desconocida; pero, en segundo lugar, porque como sugirió Adam Smith los privilegios resultan mucho más atractivos que la competencia. Más aun, en la economía colonial donde esos privilegios eran el marco habitual de la producción y de la comercialización o en la economía del primer medio siglo de vida independiente donde minúsculos poderes locales bastaban para erigir barreras a la libre circulación de las personas y de los bienes, la queja, el petitorio, eran los instrumentos básicos para lograr mayores ganancias o una redistribución de ingresos. Así, la respuesta a las medidas liberalizadoras de la primera década revolucionaria fue un retroceso al más crudo mercantilismo: como bien ha señalado en diversas oportunidades Segreti los productores cuyanos lejos de contentarse con tarifas protectoras solicitaban la completa prohibición de la importación de caldos extranjeros84. La Representación que los apoderados de los hacendados de viñas de la provincia de Cuyo han hecho al Exmo. Señor Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, presentada en 1817, es, tal como escribió Quesada al comentarla cincuenta años más tarde en su Revista de Buenos Aires, una expresión de intereses corporativos que en aras de lograr un privilegio (en este caso, un mercado cautivo al que sólo parcialmente podían abastecer) no dudaban en sacrificar

84 Carlos S. A. Segreti, "Mendoza y la política porteña (1835-1836)": Investigaciones y Ensayos 16 (1974), pp. 177-178; idem, cit. nota 29, pp. 218-220; idem, La economía del interior en la primera mitad del siglo XIX. 1. Cuyo (Buenos Aires 1981), pp. 45-63.

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el no menos legítimo interés de los consumidores porteños85. ¿Por qué suponer que esa protección podía otorgarse sin costo alguno? La Comisión Económica de Arbitrios que la examinó se expidió en contra de la prohibición porque los caldos extranjeros estaban mucho más fuertemente gravados que los cuyanos, porque no creía que la protección absoluta fuese adecuada para fomentar la producción local y porque los caldos extranjeros eran un fuente de ingreso fiscal como nunca podrían serlo los cuyanos86. Aun cuando el peso de último argumento resultaba decisivo, el primero no dejaba de ser cierto (los impuestos al aguardiente y al vino importados eran seis y ocho veces mayores que los que pesaban sobre los de Cuyo) y el segundo razonable. En efecto, suponiendo que la exportación de caldos hacia Buenos Aires efectivamente cayese entre 1810 y 1860, como parece haber sido el caso, en esta última fecha se encuentra en Cuyo una diversificación productiva tal que hacía que no dependiese de un solo producto ni de un solo mercado87.

En la primera sección de este trabajo analizamos la información en que se ha basado la suposición de que el efecto del libre comercio sobre la producción vitivinícola cuyana fue negativo y señalamos su debilidad fáctica. En la segunda sección, a través las cifras de la exportación de caldos de San Juan y Mendoza, observamos que el impacto sobre el volumen no fue negativo, sino positivo en un caso, neutro en el otro. La comparación de ambas regiones mostró la diferente dimensión de la producción vitivinícola, la evolución estacional de las exportaciones y las opciones - forzadas o voluntarias - de los productores en cuanto

85 Vicente G. Quesada, "Representación al Rey de los labradores de Buenos Aires (1793)": Revista de Buenos Aires v. XVII, No. 66 (1868), pp. 141-143 (reimpresión de la Biblioteca Americana).

s6 José María Mariluz Urquijo, "Aspectos de la política proteccionista durante la década 1810-1820": Boletín de la Academia Nacional de la Historia 37 (1965), pp. 151-152; Acevedo, cit. nota 64, pp. 96-97; y Segreti, cit. nota 29, pp. 219-220, prefieren ver a esta "Representación" ya como un proteccionismo avant la lettre, ya como un legítimo reclamo de productores injustamente perjudicados, y al dictamen de la Comisión como una expresión del liberalismo imperante en el gobierno, más que como un análisis basado en opciones duras y en la consideración de otros intereses no menos atendibles.

87 Sólo el 14 por ciento del valor de las exportaciones de Mendoza en el primer semestre de 1860 fue producido por el vino y el aguardiente, siendo los cueros el principal rubro y las lanas el tercero. Cf. Llerena, cit. nota 39, v. 11, p. 66. Fleming ofrece solamente un rápido pantallazo del estado de la economía mendocina hacia 1860, pero tampoco encuentra rastros de ninguna crisis. Cf. William F. Fleming, Región vs. Nation. Cuyo in the Crosscurrents ofArgentine National Development, 1861-1914 (Tempe, Arizona State University, 1986), pp. 8-18.

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al destino comercial del vino. En la tercera sección se estudiaron las condiciones de producción y de comercialización del vino y del aguardiente, mostrándose la precariedad técnica de la vinicultura de la época, tanto en Cuyo como en las principales regiones productoras europeas, a la vez que se destacó la frágil base en que descansa la prosperidad de la industria, antes y ahora a merced de las plagas y del clima, que afectan la calidad y cantidad del producto final, y hasta la llegada del ferrocarril, de no menos precarias condiciones de transporte, que dificultaban una presencia menos aleatoria en los principales mercados. En la cuarta sección, por fin, a través de diversos indicadores analizamos el impacto del libre comercio sobre la economía cuyana; entonces, contra la imagen construida recientemente a partir de las quejas sectoriales, encontramos que no fue el libre comercio sino la guerra civil - como se tuvo por cierto desde Hudson hasta Palencia, por lo menos - lo que causó más fuertes perjuicios a San Juan y Mendoza88. Pero en ese punto la evidencia comienza a esfumarse, por la misma cerrazón de la guerra civil; queda, sin embargo, la impresión de que, efectivamente, por esta sola causa, o combinada ella quizás con ese fantasma del libre comercio cuya acción en posteriores décadas ha sido hasta ahora sólo fruto de la adivinación, la vitivinicultura cuyana, sin desaparecer, no acompañó el crecimiento de los que otrora fueron los principales mercados de sus caldos. Pero si en este punto retornamos a la información de Llerena encontraremos en sus imprecisas cifras, a falta de otras más claras, que la respuesta de la economía cuyana había sido por un lado la diversificación de su producción y por otro (podríamos retóricamente preguntar generada por qué factores) una expansión del área cultivada por la viña. Conviene entonces volver a la imagen prevaleciente antes de que se tuviese por buena y gratuita toda protección: la economía cuyana fue afectada menos por el libre comercio que por la precariedad técnica, las plagas, el clima y, sobre todo, la guerra civil.

La edad dorada anterior al libre comercio no parece haber existido, como tampoco éste parece haber provocado agonía alguna; eran, solamente, los críticos vaivenes de las economías preindustriales que azotaban a una economía marginal, enteramente dedicada a un cultivo especialmente frágil. Y , en todo caso, el mismo Sarmiento, aceptando

8* Hudson, Apuntes, cit. nota41, p. I I ; Arata, cit. nota39, p. 184; Palencia, cit. nota 39, p. 336.

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por un instante que su virtuosa pluma haya servido más a la historia que a la acción política o a la literatura, tras describir el asoleo de las monedas según el recuerdo de su madre, "la veracidad encarnada", situó el fin de la edad dorada en el advenimiento de la guerra civil. Esta sí, comprensiblemente, desata una crisis que la producción vitivinícola por sus lentos ritmos tarda en superar; pero hasta entonces, vale la pena insistir, Cuyo sólo conoció su edad dorada y su agonía en la letra de las obligadas quejas de los actores de una economía librada al azar del privilegio.

APÉNDICE

I . METODOLOGÍA

Para la reconstrucción de la estadística de exportación de vino y aguardiente fueron utilizados los libros de sisa y, a falta de ellos, los de guías. Si bien el impuesto de guía se cobraba por la salida de arrias de muías o tropas de carretas, cualquiera fuese la carga transportada, para los años considerados esos libros consignan la composición de la carga. Una comparación de la información de los años en que ambos se conservan muestra que la registrada en los segundos es tan confiable como la de los primeros. Los años para los que no pudo encontrarse ninguna de estas fuentes se señalan sin datos (sd) en las Tablas 1 a 4. Cuando en los cuadernos de sisa y de guías no se diferencia entre vino y aguardiente se dividió la cantidad exportada por mitades; y cuando el destino es doble o triple, por partes iguales. La cantidad de casos en que esto sucedió es, sin embargo, ínfima.

Además de la salida consignada en tales libros existió una cantidad indeterminada exportada por religiosos, eximidos del pago de la sisa. Si bien no es posible estimar su volumen, los datos encontrados en los libros de guía permiten suponer que era escasa. Como no hemos encontrado indicios para hacer una estimación anual de la exportación exenta hemos supuesto que su participación relativa en el total se mantiene constante. De la misma manera hemos debido suponer constante a la exportación ilegal hecha por particulares en nombre de religiosos. Otra forma de fraude consistente en registrar cargas de aguardiente como si fueran de vino, que se realizaba con el fin de pagar menos impuestos, infla la exportación de vino de un

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modo que también hemos debido suponer constante, ya que por falta de información tampoco ha podido corregirse89.

Para determinar el destino de las exportaciones las regiones incluyen, además de la ciudad del mismo nombre donde la hubiere, los siguientes parajes y localidades: Córdoba: Calamuchita, San Javier, Río Tercero, Ambule, Cruz Alta, Tablada, Candelaria, San Pedro, Las Palmas, Nono, Chañar, Higuera, Río Cuarto, Sampacho, Tambo, Punilla, Panolma, Pocho, Bañado de Paja, Punta del Sauce, Villa de la Carlota, Rosario, Piedra Blanca, Río Jayme, Mogotes, La Toma. Santiago del Estero: Sumampa, Salavina. Santa Fe: Capilla del Rosario, Arroyos de Santa Fe, Coronta. Buenos Aires: Capilla de San Nicolás, San Nicolás, Arroyos, Desmochados, Pergamino, Lujan. Salta: Valle Cal chaqui, Minas del Rosario. San Luis: Renca, Quines, San Francisco, Santa Bárbara, Ojo del Río, San José del Morro, El Morro, La Carolina, Las Minas. La Rioja: Llanos, Guandacol, Malanzan. Catamarca: Santa María. Alto Perú: Chichas, Tupiza, Chuquisaca, Potosí, Puna. Otros: Jáchal, Valle Fértil, Lima, Santiago, Montevideo, Corrientes, Paraguay, Copiapó, Atacama, Angualasto, Minas de Illapel, Inga Guasy, Rinconada del Oro, San Carlos, Río de Medina, Laguna, Punta del Agua, San Bernardo y destinos desconocidos.

Esta distribución fue realizada de acuerdo con la información suministrada por las propias fuentes. Cuando no se logró identificar la región de un lugar se lo incluyó en "Otros".

Las equivalencias que surgen de los cuadernos de sisa y de guías son las siguientes: 1 pipa = 6 barriles 1 cuarterola = 4 barriles 1 barril o botija = 2 arrobas 1 carga = 2 barriles = 4 arrobas 1 carretada = 20 botijas = 40 arrobas

Aun cuando puede haber habido diferencias entre las arrobas de San Juan y Mendoza y la de Buenos Aires, las fuentes utilizadas consignan medidas del lugar de origen. Sin embargo la comparación de las curvas de arrobas salidas de San Juan y Mendoza con las de las arrobas ingresadas en Buenos Aires muestra que la diferencia, si existió, no era

119 Diversas formas de defraudación fiscal en San Juan en AGN, Sala IX, Hacienda, Leg. 52, Exp. 1353 y Leg. 67, Exp. 1810, f. 155. Agradezco a Eduardo Saguier por estas referencias.

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exagerada. En todo el trabajo las cifras fueron convertidas a arrobas según las equivalencias arriba señaladas. Ocasionalmente fue utilizado Senillosa y se descartó completamente Martínez, cuyas equivalencias no concuerdan con las encontradas en las fuentes90.

2. FUENTES

Afio Libro Infor-mación

Ubicación

San Juan 1783-1785 Sisa D AGN, XIII-11-5-4. 1786-1787 Sisa D AGN, XIII-11-6-1. 1788 Manual D id. 1789-1791 Sisa D AGN, XIII-11-6-2. 1792 Común general G AGN, XIII-11-6-3. 1793-1795 Sisa D id. 1796 Sisa D AHC, Hacienda, 58. 1797 Común general G AGN, XIII-11-6-3, 1798 Sisa D AHC, Hacienda, 64. 1799 Guías D ASJ, Hacienda, Guías, 28. 1800 Guías D ASJ, Hacienda, Guías , 3 1 . 1801 Guías D ASJ, Hacienda, Guías, 33. 1802 Guías D ASJ, Hacienda, Guías, 36. 1803 Sisa D AHC, Hacienda, 86. 1804 Sisa D AHC, Hacienda, 91. 1805 Guías D AGN, XIII-11-7-2. 1806 Guías D AGN, XIII-11-7-3. 1807 Sisa D id. 1808 Sisa D id. 1809 sin datos 1810 Sisa D AGN, XIII-11-7-4. 1811 Guías D id. 1815 7 D ASJ, libro 59, f. 111. (sólo aguardiente). 1816 Guías D AGN, XIII-11-8-1. 1817 Guías D id. 1818-1823 sin datos 1824 Guías D ASJ, Hacienda, Guías, 93.

90 Felipe Senillosa, Memoria sobre los pesos y medidas (Buenos Aires 1835); Pedro Santos Martínez, "Las medidas y pesos antiguos y su relación con el sistema métrico decimal": Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza 4 (1967), pp. 335-340.

" Segreti, La economía, cit. nota84, p . 4 6 .

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Mendoza 1780 Sisa D AHM, Hacienda, 2. 1781 Sisa D AGN, XIII-10-9-1. 1782 Sisa D AHM, Hacienda, 4. 1783 Sisa D AHM, Hacienda, 6. 1784 Sisa D AGN, XIII-10-9-2. 1785 Sisa D AGN, XIII-10-9-3. 1786 Sisa D id. 1787 sin datos 1788 Sisa D AHM, Hacienda, 8. 1789 Sisa D AHM, Hacienda, 9. 1790 Sisa D AGN, XIII-10-10-1. 1791 Sisa D AGN, XIII-10-10-2. 1792 sin datos 1793 Sisa D AHM, Hacienda, 16. 1794 Sisa D AHM, Hacienda, 18. 1795 Sisa D AGN, XIII-10-10-4. 1796 Sisa D AHM, Hacienda, 21 . 1797 Sisa D AHM, Hacienda, 23. 1798 Manual G AGN, XI1I-11-1-1. 1799 Sisa D AHM, Hacienda, 26. 1800 Sisa D AHM, Hacienda, 30. 1801 Manual G AGN, XIII-11-1-3. 1802 Sisa D AHM, Hacienda, 35. 1803 Sisa G AGN, XIII-11-1-4. 1804 Sisa D AHM, Hacienda, 40. 1805 Manual G AGN, XI11-11-2-1. 1806 Sisa D AHM, Hacienda, 45. 1807 Sisa D AHM, Hacienda, 49. 1808 Sisa D AHM, Hacienda, 52. 1809 Sisa D AGN, XIII-11-2-4. 1810 Sisa D AHM, Hacienda, 57.

Información: D = detallada (por arria o tropa); G = global (sólo la suma anual). Ubicación: AGN, Archivo General de la Nación, Buenos Aires; ASJ, Archivo Histórico y Administrativo de San Juan; AHM, Archivo Histórico de Mendoza; AHC, Archivo Histórico de Córdoba.92

92 Los datos tomados del Archivo Histórico de Córdoba me fueron proporcionados por Silvia Palomeque, cuya generosidad agradezco.

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3. GRÁFICOS

3.1 FUENTES

1-3 Tablas 1 y 2. 4 - 6 Tablas 3 y 4. 7 Tabla 5. 8 -9 Libros de sisa y de guías listados en este Apéndice (2. Fuentes). 10 Cf. nota 73. 11 Acevedo, cit. nota 64, y Wentzel, cit. nota 76 y nota 77. 12-14 Wentzel, cit, nota 66; y Apéndice, 2. Fuentes.

3.2 ABREVIATURAS

2-3, 5 -6 BA: Buenos Aires; C; Centro (San Luis, Córdoba y Santa Fe); N: Norte (La

Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy); AP: Alto Perú; O: Otros.

7 -14 SJ: San Juan; M, MZA: Mendoza; v: vino; ag: aguardiente. 11 M/A: Alcabalas de Mendoza según Acevedo; M/W: Alcabalas de Mendoza según

Wentzel; SJ/W: Alcabalas de San Juan según Wentzel. 13-14 s-g: sisa y guías de San Juan y de Mendoza; gBA: guías de Buenos Aires.

RESUMEN

La adopción del libre comercio a fines del siglo XVIII provocó alteraciones en los equilibrios regionales entre España y América y dentro de cada una de éstas. En el Río de la Plata tuvo efectos muy positivos para Buenos Aires, pero se le han atribuido consecuencias negativas para las economías regionales. En años recientes esa visión catastrófica se ha ido moderando, pero aun se supone que San Juan y Mendoza, regiones productoras de vino y aguardiente, sufrieron una crisis debida a la competencia de los productos españoles. Este trabajo examina tal suposición. Para ello se analizan las exportaciones de vino y aguardiente, las condiciones de producción y comercialización, y la evolución de diversos indicadores del estado de la economía. Se llega así a la conclusión de que la crisis producida por el libre comercio no es más que una falsa imagen surgida de las quejas, único medio en un sistema mercantilista de obtener privilegios y eliminar la competencia.

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ZUS AMMENFASS UNG

Die Liberalisierung des Handels im ausgehenden 18. Jahrhundert verursachte sowohl im Gleichgewicht zwischen Spanien und Ame-rika als auch innerhalb dieser Wirtschaftsräume Veränderungen. Im Vizekönigreich Río de la Plata waren die Folgen für Buenos Aires positiv, für die Wirtschaft der Provinzen aber nachteilig. Die frühere Sichtweise einer deshalb hereinbrechenden Katastrophe wurde in jüng-ster Zeit modifiziert, auch wenn man annimmt, daß die Wein und Aguardiente produzierenden Regionen San Juan und Mendoza aufgrund der Konkurrenz mit spanischen Produkten eine Krise erlitten. In der vorliegenden Studie geht es um diese Annahme. Der Export von Wein und Aguardiente, die Produktions- und Vertriebsbedingungen sowie die Entwicklung verschiedener Indikatoren für den Zustand der Wirtschaft werden untersucht. Man gelangt zu der Schlußfolgerung, daß die durch den Freihandel hervorgerufene angebliche Krise nicht mehr ist als ein auf Beschwerden beruhendes Trugbild. Klagen waren im merkantilisti-schen System das einzige Mittel, um Privilegien zu erhalten und die Konkurrenz auszuschalten.

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