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¿Cómo introducir la temática de la gestión del desarrollo local en un plan de estudios de trabajo social? AUTOR: César A. Barrantes A. * Introducción La presente comunicación tiene asignada la función práctica de servir de base de dis- cusión a los interesados en estudiar y considerar la posibilidad de introducir la temática de la gestión del desarrollo local (GDL) en un plan de estudios de licenciatura y, por qué no de posgrado, en trabajo social. En aras de lo anterior, comenzaremos por citar un texto ya clásico, de esos cuasiolvida- dos filósofos marxistas antidogmáticos y antiheterodoxos que, con su vida y su pensa- miento, conmovieron los cimientos del estado autoritario prosoviético de la Checoeslo- vaquia anterior a 1968. Me refiero a Karel Kosic (1929- +2003) cuando dijo que "El hombre no puede conocer el contexto de la realidad de otro modo que separando y aislando los hechos de ese contexto y haciéndolos relativamente independientes. Aquí está el funda- mento de todo conocimiento: la escisión del todo" (Kosic 1970:70). Espero no traisoniar a Kosic pero me permito añadir mi comentario clásico de que luego y al mismo tiempo de separar y aislar los hechos en su especificidad sus relaciones es- pecíficas adquieren sentido en relación con la contextualidad y ésta adquiere sentido en relación con las singularidades a las que pertenece. Es así que el orden de nuestra exposición está dada por la pregunta generadora que le da sentido y significado al título de mi exposición: ¿cómo (estrategia) introducir un qué (la GDL) en un dónde o lugar (un plan de estudios de trabajo social)? El cómo es una pre- gunta crucial que nos remite a la búsqueda de una doble vía de resolución: práctica, ge- rencial y teórico-epistémica que nos habilite para abordar las respuestas posibles, por un lado, al qué, por qué y para qué introducir en un plan de estudios de trabajo social tales o cuales contenidos, específicamente de la GDL, y, por otro, al qué, por qué, para qué del perfil del trabajador social y de la trabajadora social que el sistema académico- * Exprofesor asociado de la Universidad de Costa Rica. Profesor investigador de grado y posgrado de la Univer- sidad Central de Venezuela y la Universidad del Zulia, República Bolivariana de Venezuela. Autor de más de cuarenta publicaciones en revistas académicas de Costa Rica, Chile, Colombia, Venezuela y España.

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¿Cómo introducir la temática de la gestión del desarrollo local en un plan de estudios de trabajo social?

AUTOR: César A. Barrantes A.∗

Introducción

La presente comunicación tiene asignada la función práctica de servir de base de dis-

cusión a los interesados en estudiar y considerar la posibilidad de introducir la temática

de la gestión del desarrollo local (GDL) en un plan de estudios de licenciatura y, por

qué no de posgrado, en trabajo social.

En aras de lo anterior, comenzaremos por citar un texto ya clásico, de esos cuasiolvida-

dos filósofos marxistas antidogmáticos y antiheterodoxos que, con su vida y su pensa-

miento, conmovieron los cimientos del estado autoritario prosoviético de la Checoeslo-

vaquia anterior a 1968. Me refiero a Karel Kosic (1929- +2003) cuando dijo que "El

hombre no puede conocer el contexto de la realidad de otro modo que separando y aislando

los hechos de ese contexto y haciéndolos relativamente independientes. Aquí está el funda-

mento de todo conocimiento: la escisión del todo" (Kosic 1970:70).

Espero no traisoniar a Kosic pero me permito añadir mi comentario clásico de que luego

y al mismo tiempo de separar y aislar los hechos en su especificidad sus relaciones es-

pecíficas adquieren sentido en relación con la contextualidad y ésta adquiere sentido en

relación con las singularidades a las que pertenece.

Es así que el orden de nuestra exposición está dada por la pregunta generadora que le da

sentido y significado al título de mi exposición: ¿cómo (estrategia) introducir un qué (la

GDL) en un dónde o lugar (un plan de estudios de trabajo social)? El cómo es una pre-

gunta crucial que nos remite a la búsqueda de una doble vía de resolución: práctica, ge-

rencial y teórico-epistémica que nos habilite para abordar las respuestas posibles, por un

lado, al qué, por qué y para qué introducir en un plan de estudios de trabajo social tales

o cuales contenidos, específicamente de la GDL, y, por otro, al qué, por qué, para qué

del perfil del trabajador social y de la trabajadora social que el sistema académico-

∗ Exprofesor asociado de la Universidad de Costa Rica. Profesor investigador de grado y posgrado de la Univer-

sidad Central de Venezuela y la Universidad del Zulia, República Bolivariana de Venezuela. Autor de más de cuarenta publicaciones en revistas académicas de Costa Rica, Chile, Colombia, Venezuela y España.

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profesional de trabajo social se propone lanzar al mercado (social, económico, político,

cultural, estatal-nacional) del trabajo societalmente creador.

Primeramente, abordaremos brevemente el significante gestión, que tiene que ver con

gerencia, gobierno, conducción, decisión, manejo, planificación. Luego veremos el sig-

nificante desarrollo, que da cuenta de un proceso que se despliega o desenvuelve en

oposición –aparentemente superadora porque lo niega- a otro proceso que pareciera an-

tagonizarlo: el subdesarrollo, no desarrollo y antidesarrollo. Aquí aludiremos al proyec-

to cepalino-estructuralista-desarrollista-industrialista que marcó la historia de América

Latina entre 1950 y1980. En tercer lugar esbozaremos una especie de genealogía de lo

social en el pensamiento latinoamericano para finalmente relacionarlo con el desarrollo

social, base para comprender la puesta en la escena continental de lo que hoy algunos

singularizan como gestión del desarrollo local. En el cuarto apartado nos abocaremos a

lo local que, en tanto significante relacional, tiene que ver con una gama de otros refe-

rentes que serán explicitados en el acápite correspondiente. En el último apartado, ade-

lantaremos un esbozo de la concepción ético-geobiopolítica de un plan de estudios de li-

cenciatura y, por qué no, de posgrado en trabajo social de siglo veintiuno.

Como verá el lector y la lectora, se trata de un conjunto de ideas –más bien diría un co-

llage que no tiene nada de ortodoxia y sí mucho de incipiente conocimiento posmoderno

(¿socialista del SXXI?) y transdisciplinario a propósito de su incompletud- sobre una

diversidad de enfoques que no se propone plantear conclusiones, mucho menos contun-

dentes, sobre el tema que nos convoca; esto por cuanto, si bien el autor se encuentra en

proceso de reflexión y búsqueda de síntesis plurales -que proponemos enriquecer con

los aportes de los lectores y las lectoras- no por ello carecemos de un campo de visión

de mundo que nos permita aportar brújulas intelectuales más que un mapa teórico en el

que todo está ya localizado y definido para siempre.

Ello a riesgo de no llegar a una meta conclusiva y, por lo tanto, tranquilizante, dado el

tiempo asignado a mi contribución. Es por eso que mi comunicación termina, casi ines-

peradamente y apenas, con la inminencia de una revelación que no se produce como

hecho científico sino, paradójicamente, como hecho estético” (Almeida, 1998:20).

Pero estamos seguros de que el camino que hoy insinuamos será continuado por quienes

queden atrapados por la temática que nos ocupa.

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Hemos omitido numerosas referencias bibliográficas y optamos por presentar, al final

del documento, las que consideramos que pudieran ser interesantes para los lectores.

1. ¿Gestión planificada, planificación gestionada?

El término gestión es un término de sentido operativo, instrumental que se refiere al

manejo de procesos de producción técnica, artesanal por lo general pero no siempre a

pequeña escala; asimismo, se refiere a un saber hacer que no reclama conocimiento es-

pecializado alguno, sino sólo uno práctico o instrumental que cada quien puede hacer

brotar de sí mismo observando, manipulando, sensorializando y reflexionando sobre los

objetos que le conciernen.

Gestor es el agente que se dedica a solucionar toda clase de situaciones singulares o

asuntos particulares especialmente en oficinas y unidades operativas públicas o priva-

das, pero también aquél que le soluciona problemas a otros haciendo de esto su modo de

vida1.

En un sentido progresivamente más amplio y relacional, gestión tiene que ver con admi-

nistración, gerencia, gobierno, conducción, toma de decisiones, planificación estratégica

y operativa.

En fin, gestión nos remite a un determinado concepto de estado, visto no sólo como pac-

to de dominación y hegemonía de un sistema político sino también como organización o

maquinaria industrial-tecnoburocrática capaz de producir políticas que resuelvan las ca-

rencias y necesidades singular-colectivas de las sociedades integrantes de nuestra Amé-

rica.

Un estado que satisface -mediante respuestas inteligentemente expos pero especialmente

adelantadas- la diversidad de carencias y aspiraciones, es un estado con capacidad de

gobierno, de gobernación cuyo objeto de gobierno es gobernable. De allí el concepto de

gobernabilidad, gobernación o gobernanza y por lo tanto de legitimidad y legalidad

que, aunque no son lo mismo, unos no son viables sin los otros.

La legitimidad deriva de la capacidad del estado para gestionar, organizar, dirigir la so-

ciedad y de proponer políticas (sociales, económicas, culturales, militares…) que atien-

1 Hay quienes siguen creyendo que el trabajador social y la trabajadora social son gestores y, por esta vía, agentes

del desarrollo de los demás para ante las agencias, entidades u organizaciones especialmente estatales

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dan cualitativamente las necesidades (carencias y aspiraciones) sociales que son tradu-

cidas en demandas reales.

La planificación como ciencia-técnica moderna “nació”, con sustento positivista e ilu-

minista, en la antigua Unión Soviética con el proyecto societal de construcción de la so-

ciedad comunista, y luego de haber sido adoptada crítica, discrecional y exitosamente

capitalistizada por la Europa que requería reconstruirse infraestructural y económica-

mente luego de la segunda guerra mundial, encontró un promisorio campo de “sembra-

dío” en la América Latina, en pleno contexto internacional de la denominada guerra fría.

El estado en nuestra América de alguna manera se tornó estado productor e inversor an-

te la debilidad de las inversiones de los capitales privados; penetró en la sociedad a la

cual pertenece pero que nunca ha reconocido como campo de luchas por la hegemonía,

la democracia y las estrategias de vida.

En nuestro enfoque consideramos a la planificación no como un proceso exclusivamente

teórico, metodológico, técnico ni administrativo, sino, como un proceso social –mejor

dicho societal- integral atravesado por las relaciones de poder y por las correlaciones de

fuerzas sociales que ostentan intereses diversos, antagónicos y/o contradictorios.

Dentro de este campo de visión (política, estratégica, societal, ético-eco-geo-bio-políti-

ca), la gestión o gerencia es apenas un momento crucial del proceso societal de dirimir

los intereses en aras de imprimir una orientación definida e integral al proyecto nacional

de la sociedad de que se trate. Si el gerente, tomador de decisiones o gestor es el con-

ductor, la planificación es el artefacto dentro de cuya cabina de comando se ubica aquél.

Esta distinción es crucial para el abordaje de la tematización que nos ocupa. No se trata

de adoptar un enfoque gerencial-administrativo en detrimento de uno planificador ni vi-

ceversa. Plan, gerencia y gestión son dos dimensiones de un mismo proceso societal-

mente pensado y asumido. Plan que no se gerencia, que no se gestiona no es viable. Ge-

rencia que no se planifica es un fracaso anunciado.

Ahora bien, la gerencia-gestión-ejecución no es el único momento del proceso societal

planificador. Ésta contiene otros momentos más si nos atenemos a la diversidad de en-

foques teórico-metodológicos de la planificación estratégica y operativa: la concep-

ción/construcción/producción misma del plan, la implementación, la ejecución, la tecno-

logía organizacional, los dispositivos de control, seguimiento, evaluación, los sistemas

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de información, comunicación, producción y difusión de conocimientos, las estrategias

de negociación, la mercadotecnica social, pero fundamentalmente la investigación y la

sistematización pues el desiderato del proceso planificador no es el hacer por hacer, el

practicismo o el experimentalismo basado en un solucionismo inmediatista de proble-

mas, sino la producción de saberes acerca del cambio cultural, el cambio de valores, la

modificación de las conductas de los actores involucrados en cada proceso históricoso-

cial, la constitución de sujetos singular-colectivos dispuestos a apropiarse, potenciar y

soberanizar la trama societal de la que somos arte y parte. Conocer para actuar reflexi-

vamente pero también actuar para mejor conocer, reconocer al otro y reconocerse en el

otro para que todos se reconozcan en cada quien desde y a partir de sus propios mundos

de vida. Accionar para reflexionar sobre la acción realizada, reflexionar para accionar

sobre lo reflexionado.

Pero más allá de los contenidos teórico-metodológicos y epistemológicos que nos pudie-

ran suscitar los términos gerencia, gestión y planificación, que luego vincularemos al

desarrollo local, consideramos importante explicitar nuestra concepción de planificación

cálculo que precede y preside la acción general y singular de la actividad humana. Ésta,

centrada en la categoría de poder, se realiza en el espacio-tiempo de conflictos y consen-

sos entre fuerzas sociales diferenciales y puede ser situada dentro de la familia de la plani-

ficación estratégica, situacional y fundamentalmente ético-geobiopolítica, uno de cuyos re-

presentantes más conspicuos en nuestra América fue Carlos Matus (1977, 1996).

Es a partir de este enfoque que presentaremos –aún a riesgo de abusar del tiempo asignado a

nuestra exposición y, por ello, no llegar a ser exhaustivo- una visión retrospectiva de los

procesos planificadores en nuestra América. Ello para poder comprender la razón de exis-

tencia del supuesto nuevo paradigma de la gestión del desarrollo local.

2. Del subdesarrollo al desarrollo del subdesarrollo. La planificación normativa

La planificación tiende cada vez más a ser cuestionada por algunos sectores, en especial

neoligárquicos neoliberales, sea mediante la postulación del revisitamiento a las anti-

guas posiciones del capitalismo liberal clásico, que no admite una planificación extra-

mercado.

La planificación en América Latina tiene ya más de sesenta años de práctica guberna-

mental. Emergió a la vida pública como un constructo intelectual con todas las caracte-

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rísticas propias de una tarea de investigación sobre el futuro y sólo en indirecta relación

con los problemas propios de la administración científica y de los procesos de toma de

decisiones, implementación, ejecución y control de las acciones gubernamentales. La

CEPAL y posteriormente el ILPES realizaron en este sentido una labor pionera y creati-

va.

Aunque planificación y futurología son cosas distintas, la propuesta original de la CE-

PAL se situó en un campo intermedio entre ambas, al hacer un despliegue intelectual-

mente interesante basado en la probabilística y las proyecciones a partir de diagnósticos

estructurales y sectoriales de la realidad económica latinoamericana.

El problema original de la CEPAL no era la planificación, era la exploración del futuro

de América Latina en sus capacidades y posibilidades de superar el subdesarrollo en la

perspectiva de instaurar un capitalismo autónomo latinoamericano. Por ello su reflexión

comenzó por realizar proyecciones económicas a largo y mediano plazo de acuerdo con

las tendencias vigentes, a fin de cotejarlas con la imagen -objetivo ofrecida por los paí-

ses industriales considerados ya desarrollados y maduros. El resultado de ese cotejo fue

desfavorable para nuestros países pues las distancias entre el mundo desarrollado y sub-

desarrollado tendían –como en efecto lo fueron progresivamente, aún en el siglo vein-

tiuno- a ampliarse.

La pregunta que surgió de inmediato fue la de bajo qué condiciones de crecimiento era

posible acortar distancias con los países ya desarrollados, pregunta que implicaba un

problema teórico trascendental, ya que si el subdesarrollo parecía ser corregible por la

vía del mayor crecimiento a mayor velocidad, entonces el problema de la dirección o

sentido del progreso económico-social surgía invertido y subordinado al problema de la

velocidad de crecimiento. El crecimiento más veloz, en vez de ser un aspecto de cambio

social dio pie para sostener una estrategia de eliminación de los denominados obstáculos

(los valores, la cultura, el modo de producción, las relaciones de poder, las relaciones

sociales primarias consideradas tradicionales o premodernas...) al crecimiento-desarro-

llo industrial-tecnológico con lo cual la finalidad del proceso social quedó fuera del

campo de la planificación (o de las proyecciones económicas).

Las grandes metas, las imágenes-objetivo estaban prefijadas por la continuidad del siste-

ma social visto como sistema económico en la misma dirección que la determinaba, pe-

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ro en magnitudes amplificadas. El cambio necesario fue considerado entonces como to-

do lo que se oponía al crecimiento más veloz. La redistribución del ingreso, la reforma

agraria, la reforma tributaria, y todas las llamadas reformas estructurales no aparecían

como requisito de otro estilo de vida o desarrollo, sino exigencias necesarias para am-

pliar los mercados internos, sustituir importaciones, reducir la marginalidad y moderni-

zar el sistema productivo de cada país. Desde el punto de vista metodológico este enfo-

que tuvo importantes consecuencias: el método de planificación surgió para asegurar la

coherencia de las magnitudes económicas en el proceso de crecimiento hacia la socie-

dad capitalista central. Proyecciones y coherencia económica resultaron así dos aspectos

de un mismo problema central: la velocidad de crecimiento.

Ahora bien, la respuesta a la pregunta de cómo crecer más rápido y sin desequilibrios

significativos, obligó a otro tipo de proyecciones económicas más próximas al concepto

de plan. En efecto, se presentó como necesario ensayar tasas de crecimiento hasta en-

contrar una que resolviera los problemas más agudos en un plazo razonable y al mismo

tiempo fuera económicamente factible. Aquí, económicamente factible significaba que

no se generaran desequilibrios no financiables en el comercio exterior, en el presupues-

to del Estado, y en general que en las contabilidades nacionales las cuentas cuadraran

sin desatar una inflación significativa.

La única forma de realizar tal ensayo era superando las proyecciones predictivas o ten-

denciales. Así surgieron las proyecciones normativas iluminadas por el debe ser, nece-

sario e imperativamente capitalista –a imagen y semejanza de las sociedades altamente

desarrolladas- para todos nuestros países. Dichas proyecciones fueron muy útiles como

discurso crítico, pues indicaron a los pueblos y a los gobiernos el reto de realizar gran-

des esfuerzos sostenidos en el tiempo para superar el subdesarrollo. Buena parte del

prestigio de la CEPAL durante los años cincuenta y sesenta del siglo veinte se debió a

su discurso normativo, que elevó el nivel de conciencia sobre el atraso económico y

sentó las bases de lo que se llamó programación económica. No es fácil comprender se-

senta años después –cuando las condiciones epocales marcan un nuevo tiempo-espacio

del imperio, la posmodernidad y la globalización- la importancia que este discurso

normativo tuvo para la época. Baste recordar que los prejuicios contra la planificación

eran tan fuertes que fue necesario usar la palabra programación, que la ciencia econó-

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mica predominante era esencialmente el keynesianismo sincrónico, incapaz de captar

siquiera la mecánica del proceso de crecimiento y que el concepto de problema queda-

ba limitado a su manifestación fenoménica, real e inmediatista y no a su precisión en el

marco de proyecciones orientadas hacia una imagen-horizonte de integración nacional

y latinoamericana.

Es sobre esta base -importante, pero teórica y metodológica precaria- que se iniciaron

las primeras experiencias de planificación en nuestra América Latina a inicios de los

años cincuenta del siglo veinte. No había todavía un método de planificación sino una

técnica para hacer proyecciones. Origen que le imprimió un sello a la planificación en

nuestros países: enfatizó el largo o mediano plazo, ignorando la planificación anual ope-

rativa, de corto plazo y de coyuntura; ostentó una tendencia academicista y se organizó

no como un proceso societal sino como un equipo de investigación que debía producir

un plan-libro, es decir un documento tal cual, atemporalmente atrapado por el economi-

cismo capitalista.

En el sentido anterior, desarrolló contradictoriamente una técnica de presupuestos por

programas que no pudo relacionarse adecuadamente con el plan de mediano y, mucho

menos, de largo plazo; tampoco se realimentó con el cotejamiento de la realidad cam-

biante; tuvo serias dificultades para dotarse de sistemas de información y comunicación

para formular, controlar y viabilizar el plan; se disoció de lo político porque se limitó a

afirmar una norma; se revistió de neutralidad técnica y administrar sin fundamento teó-

rico; pretendió encontrar una técnica de evaluación de proyectos que dejó de lado la

evaluación sociopolítica y cultural de los mismos; se aferró a las categorías medibles de

la contabilidad nacional y no pudo tratar el problema de los cambios estructurales.

La experiencia histórica demostró que la planificación normativa impulsada por CE-

PAL-ILPES se puso de moda sin un desarrollo teórico-metodológico profundo. El paso

de la técnica de proyecciones a la programación normativa apareció no como opción

metodológica entre varias posibles, sino como la única posibilidad. Más adelante, cuan-

do esos mismos organismos internacionales, enriquecieron y complejizaron la proble-

mática del desarrollo-subdesarrollo en un esfuerzo más integrado entre economistas, so-

ciólogos, historiadores y especialistas en varios campos de la ciencia y la tecnología, el

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problema se agravó, pues se hizo aún más patente el divorcio entre una técnica de plani-

ficación que permanecía aferrada a sus limitaciones teóricas y la variedad y complejidad

de la explicación que estaba adquiriendo el discurso teórico del desarrollo.

Es a partir de aquel divorcio creciente entre una técnica limitada y una realidad que pro-

blematizaba cada vez con más riqueza a la teoría, que surgió la necesidad de construir

una epistemología del método normativo y construir una nueva propuesta planificadora.

Pero eso no es todo: la planificación normativa no tuvo éxitos que merecieran aplausos

aclamatorios, especialmente en periodos de profunda transformación social. El balance

esencial hoy a inicios del siglo veintiuno es que nuestra América se encuentra domina-

da, subordinada y expoliada de manera tal que el proceso de desarrollo autónomo lati-

noamericano aún sigue siendo esperado por los pueblos y naciones latino-ibero-indo-

afro-caribeños.

Fue así que la norma dejó de ser una guía para la acción en la construcción de lo posible

y se convirtió en un mero discurso sin audiencia, especialmente étnico-popular. Si la

planificación normativa tuvo serias limitaciones para tratar con situaciones donde pre-

dominaba el conflicto social, resultó completamente inadecuada para servir a procesos

de transformación social, donde predominaba y sigue predominando el conflicto, hoy

más profundamente genoestructural como nunca antes.

La planificación normativa propuesta por CEPAL-ILPES fue, sin duda, una creación

original. Sin embargo, como ya vimos, en sus fuentes de inspiración se encuentran sus

propias limitaciones que la rebasaron y, finalmente, dejaron de ser cantera epistemoló-

gica creadora para ser constituida en simple tradición doctrinaria.

La resistencia al cambio en los enfoques de planificación y su aislamiento respecto de

otras influencias praxiológicas surgidas en los centros académicos mundiales, se expre-

só en la comprensión dislocada de CEPAL-ILPES en la comprensión del subdesarrollo

de América Latina.

La planificación normativa –en fin- se presentó como un enfoque principalmente eco-

nómico. Ello determinó una división de la realidad entre lo económico y lo social por

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allá de los inicios a mediados del siglo veinte, separación que si ya presentaba proble-

mas en la comprensión de la realidad, resultó ser aún más limitante en las acciones fren-

te al proceso de trasnacionalización y reimperializacion.

Fue así que los planes tendieron a postular normas exigentes de difícil viabilidad políti-

ca, social y cultural, en contraste con la profundidad y sostenibilidad de los cambios es-

tructurales exigidos por la construcción de un supuesto capitalismo autónomo latinoa-

mericano.

La audiencia de lo normativo dependió de la posibilidad de colocarse los planificadores

por encima del debate político y cultural y de las corrientes ideológicas, buscando siem-

pre en la argumentación de la norma el peso de las ciencias y técnicas oficializadas, tal

cual se continúa persistiendo hoy en día revistiéndolas de una neutralidad valorativa

que, no es por casualidad, que beneficia a las políticas de los países angloeuroyanqui-

céntricos.

Recapitulando, si bien la planificación ostentó una imagen ideológicamente engañosa

ligada al comunismo dentro del marco de la guerra fría, hoy resulta incomprensible la

imposibilidad de la pretensión de elevar a postulado teórico-epistémico la idea de la

neutralidad política del método cartesiano de la planificación normativa. La época de

cambios que vivimos en nuestra América ha puesto sobre la palestra un nuevo concepto

de planificación, hoy centrado en los procesos étnico-populares y desarrollolocalistas

estratégicos y de la vida cotidiana así como de una nueva ciencia sociaal, especialmente

socialista en nuestra América.

3. Acerca de lo social2

De las notas anteriores podemos visualizar buenas razones por las que en el siglo veinte

se creyó en el proyecto económico-político de construir un capitalismo autónomo lati-

noamericano, cuya noria fue la integración final de los mercados local-nacionales inte-

grados a las necesidades de la reproducción ampliada del capitalismo mundial.

Fue así que la necesidad de explorar el futuro –uno que ya estaba tecnológicamente

prestablecido- se abordó con métodos reduccionistas que dejaron amplias y numerosas

dimensiones de la sociedad humana fuera de todo marco de alumbramiento integral. Lo

2 Apartado tomado y actualizado in extenso de Barrantes (1997).

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social, lo cultural, lo político, lo ideológico-simbólico, etc., no fueron considerados más

que como resistencias y obstáculos que había que arrasar en aras del progreso de la

ciencia y la tecnología y el libre flujo de los capitales privados ya trasnacionalizados.

En relación a lo social (ver anexo cuadro), varios términos fueron acuñados en el siglo

veinte, marcando hitos en la evolución del tratamiento dado al conjunto de las relaciones

societales: interhumanas, intersubjetivas, objetivas, interobjetivas.

No obstante su elaboración desde diversos referentes empíricos y disciplinarios, por lo

general se encontraron anclados al supuesto de la prexistencia de la economía -así fuera

ésta considerada de carácter cósmico, físico-sistémico, telúrico o teologal- que abordó el

sistema de relaciones DE y EN la producción social, reducido a la circulación ampliada

de mercancías mediante la cual Lo-Social se constituyó en el ancho campo abierto a las

inversiones del capital privado.

a) Lo-Social Como No-Vacío: Esta noción, de honda raigambre neoclásica, fue estraté-

gicamente diseminada en el lenguaje economicista del pensamiento social latinoameri-

cano. Ella se constituyó en referencia a un momento discontinuo, incomunicado -un

"algo" que contenía "algo" que no se sabía qué era- de uno anterior ubicado mucho más

allá del ya dado por una separación tan absoluta entre Lo-Económico y Lo-Social, que

este último carecía de toda posibilidad de existir como objeto de conocimiento.

Lo-Social como no-vacío fue una noción equívoca que pretendió solucionar las indeter-

minaciones abstractas de la metafísica de la presencia autorreferencial de Lo-Económi-

co, según la cual éste era concebido como una entidad enclaustrada en sí misma, absolu-

tamente autónoma de todo tipo de creación externa a su propia existencia; en conse-

cuencia, el rango de su autoposicionalidad y autorreferencialidad era el de una

centralidad con características de economicidad inmanentes, autorreproducibles y

autorganizables por la estática misma de sus componentes. Evocando el pensamiento es-

pinoziano, Lo-Económico sería la sustancia (materia, en lenguaje marxista), “aquello

que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no pre-

cisa del concepto de otra cosa” (Spinoza 1980:47). En este sentido, todo es Lo-Econó-

mico. Nada existe fuera de la Razón económica. Sólo el Vacío, la Nada.

En contraposición a la aporía del vacío ignoto, la terca realidad socialmente construida

fue obligando -no sin persistentes resistencias que aún hoy continúan prolongándose en

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los tiempos y espacios geobiopolíticos- a que Lo-No-Económico fuera creado como

portador de la simple negatividad de la sustancia esencializada de Lo-Económico, es

decir, un "algo", un no-vacío indiferenciado pero en vías de ser especificado y eviden-

ciado que significó cualquier cosa o factor no económico y, hasta finales de los años `50

del siglo pasado, presumiblemente “social”, ya que no fue sino en los `60 que a Lo-

Social se le comenzó a reconocer “cuerpo” y una cierta identidad más o menos propia:

la socialidad de lo social cobró carta de ciudadanía de la misma manera que en los `70

se le comenzó a reconocer una cierta especificidad a Lo-Político y, en los `80 a Lo-Cul-

tural (paradójicamente la tristemente célebre década decretada como perdida por

Naciones Unidas para los países subdesarrollados).

Pero reducido el no-vacío o, lo que es lo mismo, Lo-No-Económico a Lo-Social, dicho

término expresó un reduccionismo pletórico de carencias e imprecisiones por cuyo

medio se le asignó a Lo-Social un carácter meramente apendicular, es decir, accesorio y

residual, y una infeliz virtud: la de ser una caja de resonancia totalmente vulnerable y

desajustable en su interior mismo como consecuencia de los altibajos de la tasa de ga-

nancia, al mismo tiempo que, por esa misma condición que, sin serle propia, aún hoy día

se le sigue asignando: Lo-Social es un estorbo inerte que sólo entorpece el libre creci-

miento de la presencia eternizada de la cual supuestamente brota: Lo-Económico. Por

esta vía de argumentación se acepta sin más que la situación social mejora o empeora

por las propias carencias y frágiles potencialidades de la fuerza de trabajo asalariada y

no asalariada, pero fundamentalmente como consecuencia de los impactos de los

altibajos de la tasa de ganancia que fue postulada como deux ex maquina de la sociedad

misma.

El término Lo-Social, no menos genérico que el de cuestión social3, fue acuñado en los

años `40 del siglo veinte por la ONU para referirse a las medidas institucionales más

relacionadas con el bienestar humano, cuyos problemas acumulativos fueron vistos

como gastos financieros no recuperables: una carga onerosa que sólo permitía mitigar o

compensar la pobreza a la que se veían sometidos los agrupamientos populares. Esto en

3 Desde los desarrollos primigenios de la ciencia social, esta denominación genérica tiene un indiscutido referente

empírico: las condiciones materiales de reproducción de las clases bajas (pobreza, desempleo) y sus secuelas morales (prostitución, delincuencia, mendicidad) y sociales (contaminación de la parte "sana" de la sociedad,

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especial cuando las políticas para acelerar la tasa de crecimiento -decisión que dependía

de la voluntad de las clases dominantes- no se vieron precedidos, acompañados o

sucedidos por la mejoría de la calidad de vida ni por la distribución equitativa de los bie-

nes tangibles e intangibles de cambio y de uso de las clases populares.

Recapitulando, los beneficios económicos, traducidos en indicadores de bienestar y

seguridad social, incremento de la producción, productividad y acumulación compulsiva

del capital no fueron sentidos ni creídos por amplias multitudes de nuestra América a lo

largo y ancho de nuestra América.

b) Lo-Social Como Entidad Interdependiente De Lo-Económico. Esta concepción se

contrapuso a la noción de separación prexistente y, por lo tanto, de incomprensión entre

las lógicas excluyentes de Lo-Económico y Lo-Social -que secularmente y en su versión

neoliberal viene siendo impuesto como argumento de autoridad a los países integrados

de manera subordinada al sistema financiero trasnacional- mediante la cual el

mejoramiento de la situación social era la máxima aspiración a la que los pueblos

podían aspirar mientras que la lógica de Lo-Económico continúa legitimando el

incremento exponencial de la tasa de ganancia privada.

Lo-Social como entidad interdependiente de Lo-Económico propuso que el mejoramien-

to de la situación social y, eventualmente, el desarrollo social, no era una carga onerosa

que sólo podía permitir realizar medidas paliativas para ayudar a los pobres y deshere-

dados a sobrellevar las duras penas que los agobian y las vicisitudes a que se veían

sometidos por las inclemencias de la vida. Esto por cuanto para el decenio de los `40 del

siglo pasado, una serie de estudios económicos comenzaron a dar cuenta de la agudi-

zación y acrecentamiento de los problemas sociales a causa del lento ritmo de creci-

miento económico; asimismo, de que, en una proporción muy grande, la generación del

crecimiento económico debía atribuirse a un "factor residual impreciso pero presumible-

mente `social', más que a los insumos de capital y trabajo" (CEPAL 1969:153).

Por otro lado pero al mismo tiempo, por esos años fueron quedando al descubierto las

diferencias cualitativas y progresivas entre la situación de la periferia capitalista (Lo-

Social) y el centro industrializado (Lo-Económico) y con alto ingreso por habitante, así

violencia, revueltas y eventuales revoluciones) las cuales están al acecho de la seguridad y la estabilidad de las clases gobernantes.

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como las deficiencias contenidas en las políticas de desarrollo económico y de comercio

internacional tanto en nuestra América como en otras regiones del mundo. Asimismo, se

comenzó a develar la presencia movilizadora de las masas populares en tanto sujetos de

la desintegración del sistema oligárquico latinoamericano -expresada por diversas vías

pero fundamentalmente por la presión de los llamamientos revolucionarios nacionalis-

tas, al mal llamado populismo y a la lucha por la descolonización política. Todo ello

demostró que, a fin de alcanzar el objetivo económico de crecimiento autosostenido de

la producción por habitante, era necesario considerar factores no económicos indiferen-

ciados, a los cuales, posteriormente, se les comenzó a reconocer alguna especificidad

“social”.

Comenzó así a sustituirse aquí sí y allá no la noción de mejoramiento de la situación

social -ligada a una visión más estática y diluida de Lo-Social-, por la de Desarrollo

Social -articulada a una connotación más dinámica de Lo-Social- aceptándose explíci-

tamente la interdependencia funcional-formal entre Lo-Económico y Lo-Social. Esto

significó para la terminología de Lo-Social, una efectiva dependencia y vulnerabilidad a

los embates del decrecimiento económico y, por ello, al cumplimiento de una función

subordinada: prestar un compulsivo servicio al desarrollo económico en la medida en

que sus fronteras le fueron abiertas a las inversiones privadas del capital. De allí que las

nominaciones inversión social, inversión en infraestructura social e inversión en recursos

humanos, adquirieron carta de ciudadanía en el pensamiento social latinoamericano.

Estos, acuñados en los años `40 del siglo pasado, sólo ganaron legitimidad internacional

en los `60. El capital transformó las acciones aisladas de mejoramiento social en inver-

siones productivas sistemáticas al servicio del mejoramiento de la situación económica

de la población y, por esta vía, al incremento de la tasa de ganancia y a la acumulación

compulsiva del capital.

Ello estaba requiriendo de una racionalización que ideológicamente validara un cambio

en la programación económica de los gobiernos a fin de reorientar las inversiones hacia

sectores hasta aquel entonces considerados no productivos; es decir, se propuso la

maximización de las inversiones en actividades que, además de contribuir al Bienestar

Humano, ampliaran la relación salarial y maximizara la productividad de las economías

latinoamericanas. Estos objetivos parecían ser alcanzados a través de programas secto-

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riales ya establecidos (educación, salud, empleo, redistribución del ingreso, seguridad,

asistencia y bienestar social) que contaran con legislación pertinente, aparatos

administrativos eficientes y sistemas de capacitación profesional y técnica eficaces;

asimismo, mediante programas como vivienda, nutrición y recreación que tuvieran el

respaldo público.

Sintetizando esta vía de argumentación, Lo-Social y Lo-Económico fueron "LOS" dos

factores inseparables de un único y absoluto proceso que estaba siendo requerido por

amplias mayorías y, que en términos gubernamentales se postulaba como acciones eco-

nómicas productivas, complementadas con medidas sociales concomitantes y eficientes

que irían a remover los obstáculos sicosociales y estrangulamientos, incentivando el

Desarrollo Social. No obstante el carácter esencialista asignado a Lo-Económico y el

suplementario a Lo-Social, ambos términos intercambiaron efectos desiguales que

fueron producidos por su propia diferenciación y, por ello, ventajas competitivas

(reminiscencia de las ventajas comparativas de la teoría clásica del comercio interna-

cional); en fin, eran considerados interdependientes y, por ello, se les reconoció

persistentemente la dignidad de su estatuto: formalmente fueron colocados en pie de

igualdad gracias a la Declaración de los Derechos Humanos, haciendo falta solamente

su integración por la vía de una mayor articulación y expansión del mercado, la cual,

aún hoy, continúa siendo reputada como inminente.

En la lógica de esta argumentación, las interacciones de los desarrollos de ambas

entidades no se justificaban más que como coincidentes, conjugadas porque se trataba

de factores agregados desde afuera por una voluntad externa (individual, interdisciplina-

ria, económica, técnica, política, administrativa, imperial) a la que se le atribuía el poder

de armonizar, coordinar y equilibrar pesos y contrapesos y corregir efectos y defectos

tanto como asignar valores e identidades y utilizar procedimientos conducentes a

conductas finalistas pertinentes a la remoción de los obstáculos sicosociales y estrangu-

lamientos, a la restauración dinámica del equilibrio general de la paz social y a la

mantención del óptimo funcionamiento del motor repotenciado de la economía.

Este fue el sentido dado a la integración homogeneizante de dos entidades reputadas

interdependientes. Al influjo del redespliegue de las inversiones de capital, como manto

protector de todo lo que pudiera alcanzar a cubrir con su expansiva racionalidad inma-

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nente, se trasfirió lo moderno a lo tradicional, lo urbano a lo rural, lo dinámico de una

estructura a lo estacionario de la otra, es decir, se comenzó a expandir la racionalidad de

Lo-Económico a Lo-Social, y en ese desplazamiento éste fue subsumido formalmente

en aquél como simple accesorio cual siervo a la gleba. Pero, he aquí que todo lo que

quedaba no sólo mal cubierto, sino, también, fuera del abrazo modernizador y civilizato-

rio de las inversiones de capital fue considerado "obstáculo estructural" al desarrollo

económico y social como variante del desarrollo económico-militar-industrial-tecnoló-

gico.

c) Lo-Social Como Obstáculo Al Desarrollo Económico. Articulada al discurso

estructuralista cepalino, la noción de los obstáculos estructurales tomó cuerpo en los `60

del siglo pasado cuando se hizo innegable que la industrialización sustitutiva de im-

portaciones, asumida por los países latinoamericanos –algunos tardíamente- en condi-

ciones externas e internas que provocaron su inefectividad sin haber producido

soluciones sistémicas a los problemas que aún hoy continúan descomponiendo los

cuerpos sociales subcontinentales y caribeños: baja productividad del aparato

empresarial privado, desempleo, subocupación, deterioro de los términos del

intercambio, dependencia, concentración progresiva de la tasa de ganancia y

distribución regresiva del ingreso, déficit fiscal escalonado, pobreza generalizada...

Ya en los inicios de los años sesenta del siglo veinte, especialmente al embate de la

Revolución Cubana, se adquirió una cierta conciencia de que la problemática del

desarrollo no debía seguir siendo reducida a Lo-Económico, sino, concebirse como la

sumatoria del crecimiento de éste más el progreso social. En este sentido, la nueva

noción globalizante del desarrollo económico y social integral significó el planteamiento

de una política de desarrollo y modernización de largo alcance y de cambio concatenado

de las reformas de las estructuras sociales, públicas, industriales, agrarias y comerciales;

ello con el afán de redistribuir el ingreso, modernizar al Estado e incorporar la idea de la

política social como término e instrumento mediante el cual se podría abordar de

manera planificada, los denominados sectores sociales: salud, vivienda, educación,

seguridad social, asistencia y bienestar social,...4.

4 Si bien este criterio demostró eficacia empírica, no fue así el tratamiento analítico dado a cada "sector": éstos

fueron descontextualizados y apropiados por ciencias individualizadas que, no obstante su autonomía aislacionante, ofrecieron soluciones marcadas por el sesgo económico y economicista. En los años `60 una

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Pero veamos el significado que -aún hoy pero con lenguajes telematizados- sigue

teniendo Lo-Social como obstáculo estructural al desarrollo de Lo-Económico.

Un ente que es definido como obstáculo carece de proyecto propio; sólo tiene virtudes

que no le pertenecen; se le asignan atributos definidos externamente por quien tiene una

trayectoria que pasa exactamente por el sitio ocupado por lo que estorba el camino que

conduce ilusoriamente a un estadio final ideal. Este tipo de obstáculo fue el definido

como estorbo en virtud de su no dependencia de acción, que no necesariamente connota

independencia ni interdependencia ya que no porta movimiento alguno. Por ello, en el

discurso que nos ocupa, Lo-Social en el siglo veinte jugó el juego ya dado, normado por

la entidad que ya estaba presente: Lo-Económico, compulsivamente acicateado por el

acrecentamiento de sus inversiones y por la cruzada contra los obstáculos estructurales

de Lo-Social, que debían ser arrollados con más fuerza y profundidad por el tractor del

progreso capitalista.

La ambigüedad producida por la usurpación del sentido que la noción de no

dependencia de Lo-Social respecto de Lo-Económico hace del término

interdependencia, permitió no solo postular a Lo-Social como supuestamente autónomo

y con dinámica propia, equiparable a Lo-Económico, sino, también, proclamar la ne-

cesidad de su integración y fusión homogeneizante a través de modelos formalizados e

institucionalizados para tales efectos; asimismo, validar el trabajo en equipo interdisci-

plinario y legitimar la visión unitaria e integralizadora del desarrollo como proceso

social global con la que se esperó orientar la remoción de los obstáculos político-

sicosoculturales y los estrangulamientos estructurales; todo ello con el afán de que, a

través de una política social racional, Lo-Social produjera integración por la vía del

consumo, integración nacional por la vía de los derechos ciudadanos, y apoyo popular

masivo para viabilizar el Bienestar Económico y Social de las grandes mayorías con las

que las clases hegemónico-dominantes siguen estando en deuda exponencial.

d) Lo Social Como Globalidad Societal. Hasta aquí hemos seguido una secuencia de

momentos progresivos que postularon, a lo largo del siglo veinte, Lo-Social como vacío:

una "nada" en virtud de la existencia absolutamente presente y totalizadora de Lo-

contrapropuesta de superación de la sectorización mediante la creación de equipos interdisciplinarios intentó, sin lograrlo, suturar los vacíos teóricos anteriores acudiendo al uso de modelos integrales, intersectoriales.

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Económico y como un no vacío pletórico de imprecisiones que pudo ser llenado de

cualquier cosa no económica y, por lo tanto, irracional. Fue así que, a lo largo de la

segunda mitad del siglo veinte, Lo-Social pudo aparecer indiferentemente como una

situación ilógica que sólo ocasionaba gastos y desinversiones económicas dado su

carácter refractario a la tasa de ganancia. Otras veces el no vacío no brotaba de Lo-

Económico, sino que éste, en virtud de su fuerza expansiva y globalizante, se fue

topando con las resistencias de Lo-Social que ya venía presentificándose como un algo

ignoto que provenía de un misterioso más allá del mercado. A medida que la Mano

Invisible iba acercando la esencia de Lo-Económico a la in-escencia de Lo-Social se

comenzó a capistalitizar éste, sea, a darle una forma o presencia adecuada a la lógica del

mercado en proceso de trasnacionalización.

Primeramente se le dio una informidad que pudo ser llenada con cualquier contenido no

económico: algo a lo que no se le reconocía identidad propia; no obstante, en virtud de

su progresivo aumento de peso y volumen se le reconoció una capacidad de in-

tercambios desiguales, dependencias encubiertas, no dependencias e interdependencias

ilusorias. Artificios mediante los que Lo-Social pasó a ser un algo absolutamente depen-

diente, apendicular y hasta inexistente respecto de Lo-Económico, hasta llegar a ser

constituido –no por sí sino por la autoridad económica y, por lo tanto, política de turno-

en un órgano pletórico de resistencias que sólo obstaculizaban el Desarrollo Económico

y Social Integral de nuestra América.

Una vez vencidos ideológicamente estos estorbos, se supuso que quedaba abierta la

posibilidad real de que Lo-Social llegara a integrarse o, mejor dicho, fundirse a Lo-

Económico, así fuera por obra y gracia de las inversiones de capital o por la acción de

una voluntad tecnológica económica, política o militar externa a ambos.

Este paso en la evolución terminológica del pensamiento latinoamericano concibió a

Lo-Social ya no como lo que es no económico, no racional, no público y no privado,

sino, como TODO lo que pertenece a la sociedad, a lo colectivo, a lo societal. En

consecuencia, la economía a partir de allí ES una ciencia social y todos los aspectos del

cambio, desarrollo y crecimiento de las sociedades son parte de un proceso englobante,

globalizador: el desarrollo socioeconómico y político-cultural integral. Las instalaciones

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de uso colectivo, desde las alcantarillas hasta las escuelas y desde los ferrocarriles hasta

los hipódromos son, por lo tanto, SOCIALES.

e) Lo-Social Como Sinónimo De Pobreza. Esta nominación, antinómica del Bienestar

Humano, tomó cuerpo a propósito de la recesión mundial iniciada en 1967-68 y el

segundo redespliegue industrial que le siguió a éste en el decenio siguiente, en el trans-

curso del cual nuestras economías se reinsertaron al orden trasnacional hegemonizado

por el capital monopólico. El decenio de los `70 y, fundamentalmente, el de los `80,

fueron testigos del agotamiento de las políticas y de los modelos de desarrollo econó-

mico y social que intentaron servir de plataforma a los ensayos de instaurar un capitalis-

mo nacional autónomo latinoamericano y a los proyectos de integración económica

sobre la base de la sustitución de importaciones. Ante el brutal embate de la crisis del

sistema monetario internacional, la persistencia de la agudización del deterioro de las

condiciones de vida de los agrupamientos populares y la recesión política impuesta por

los regímenes burocrático-autoritarios (O' Donnell 1982) o autoritario-modernizantes

(Graciarena 1984) del Cono Sur, obligaron la búsqueda de respuestas inéditas a los

fenómenos que no pudieron ser explicados por los enfoques de la marginalidad, la de-

pendencia, el estructuralismo, el funcionalismo y la ortodoxia marxista.

La pobreza como objeto de estudio derivó, por lo tanto, de trabajos auspiciados por

ONU, CEPAL, BM, BID, PNUD, OIT y, en el decenio de los ´90, por las denominadas

–más por persistencia que por pertinencia- organizaciones no gubernamentales que

nosotros denominamos organizaciones civiles de desarrollo social (Barrantes 1998,

1999, 2003), interesadas en morigerar los impactos destructivos de la recesión econó-

mica en el modo de vida de los agrupamientos sociales más pobres.

Dichos estudios dieron cuerpo a un enfoque no sectorial de Lo-Social, interesado en dar-

le un rostro humano al desarrollo capitalista (Cornia, Jolly, Stewart l987) y, justo es re-

conocer, algunos llamaron la atención sobre la necesidad de contar con soportes

prácticos, teóricos e institucionales más integrados y totalizantes que los utilizados por

el enfoque sectorialista. No obstante su preocupación genérica por la promoción social y

el énfasis dado al empleo y los ingresos -en tanto recursos de sobrevivencia y

satisfacción de necesidades asociadas a las condiciones mínimas de vida de los distintos

estratos de la pobreza- las limitaciones teóricas y metodológicas determinaron que

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dichos estudios se realizaran, al menos inicialmente, con una visión geoespacial de

economía cerrada centrada en comunidades rurales y áreas urbanas en las que las

condiciones de existencia eran muy restrictivas. Su sesgo tecnocratista y neoasistencia-

lista como contracara del desarrollismo economicista, los llevó a atribuirle virtudes

sociales a las unidades territoriales locales y a ocultar las relaciones de poder, mediante

las cuales se articulan diferencialmente los sujetos individuales y colectivos que dinami-

zan los procesos sociales, políticos y económicos en una determinada formación territo-

rial local.

Los numerosos estudios sobre la pobreza en América Latina, conformaron un heterogé-

neo espectro de investigaciones. Estas, abordadas desde muy diversas perspectivas

teóricas, disciplinas y referentes empíricos, intentaron desde medir los grados de po-

breza hasta describir movimientos sociales de variada índole, pasando por el estudio de

las redes de la economía solidaria, el modo de vida marginal de los pobres, la segmenta-

ción del mercado y el llamado más por persistencia que por pertinencia sector informal

urbano, economía popular, Sector del Trabajo por Cuenta Propia y, más recientemente

economía social.

Enfoques alternativos al de las denominadas estrategias de sobrevivencia e informali-

dad, abordaron esta problemática relacional desde variadas ópticas, a saber: *) El

cambio no capitalista. *) El papel de la mujer y la unidad doméstica en la reproducción

social de la fuerza de trabajo. *) La empresarialidad de los sujetos populares articulada a

un modo de ser del pueblo y a un mercado democrático. *) La economía popular

solidaria, cuyos ejes subyacentes eran la satisfacción de necesidades humanas, el creci-

miento endógeno, la autodependencia y la articulación creciente de las propias

comunidades. *) La acción política y la gestión económica desarrolladas dentro de una

matriz socioeconómica popular básica (Coraggio 1992). *) El modo de vivir y de hacer

economía las clases populares (Barrantes 1989; 1992; 1993).

Baste lo anterior para distinguir varios espesores de Lo-Social y dimensiones analíticas

estrechas, ampliadas y extensas que subyacen a las diversas concepciones de Estado y,

por lo tanto, de Política Social, las cuales, mediadas por relaciones de poder, ordenan y

dan sentido (direccionalidad y significado) a procesos y componentes reales,

imaginarios y simbólicos de corto, mediano y largo plazo local, regional, nacional y

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global: Estrechas: Asistencia, Bienestar, Promoción y Seguridad Sociales con referencia

a los subsidios directos, la educación, el empleo, la vivienda, la ayuda mutua, la

alimentación y la salud. Ampliadas: La suma de las anteriores al cooperativismo, el

desarrollo local, comunal, la reforma agraria, la delincuencia, los grupos etáreos, la

familia. Extensas: sumando todas al urbanismo, la ciencia, la tecnología, la co-

municación, la cultura, el deporte, la recreación, el control del precio de la cesta básica,

la promoción del consumo colectivo y la defensa del consumidor.

Hoy el pensamiento social está demandando nuevas formas de aproximación al análisis

de las rearticulaciones de sentidos de las configuraciones sociales de nuestra América.

Pero no por ser la realidad inéditamente distinta a la de los diversos pasados que,

paradójicamente, se encuentran presentificados en el aquí y ahora de nuestras vidas

cotidianas.

El abordaje de la denominada gestión del desarrollo local no puede ignorar este pasado

político e intelectual que hemos esquematizado para los lectores y las lectoras que me

hayan seguido hasta aquí.

4. Acerca de lo local

Lo Local es un término tan ambiguo y, por lo tanto, tan rico y pluridimensional como su

referente empírico y como el lenguaje -que nos constituye en sujetos sociales en rela-

ción con el Otro en los ámbitos societarios que nos son constituyentes- en especial el

propio de las ciencias sociales y humanas.

De acuerdo con Collins (1981:174), “virtualmente todas las sociedades, no importa cuán

pequeñas o cuán aisladas sean en apariencia, existen en conexión siquiera laxa con

´sistemas intersocietarios´ más amplios”. En este sentido, la localización y regionaliza-

ción de sociedades divididas en clases, por complicada que sea en detalle, se forma

siempre en torno a las conexiones de sentido, interdependencia, no dependencia, contra-

dicción y antagonismo entre todos sus componentes, dimensiones, espesores y niveles

que pueden ser tanto determinantes como determinados (ver anexos correspondientes).

Comúnmente se concibe la relación global-local como si se tratara de un escalafón según el

cual lo global es más grande y contiene mayor número de habitantes que lo local. Asimis-

mo, por lo general quienes ignoran la existencia de las instancias parroquiales en los países

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en donde estos colectivos barrial-vecinales ostentan importancia relativa, opinan que lo local

es la más pequeña unidad político-administrativa de un estado nacional o regional.

De lo antes dicho se deriva una consecuencia necesaria: los análisis de procesos locales cuen-

tan con una imposibilidad ético-política si se realizan desvinculados de las mediaciones, varia-

bles contextuales o referentes imaginarios, simbólicos y reales que le son constituyentes: lo ba-

rrial-vecinal (que pasa a ser lo micro en relación a lo local), lo regional-nacional, lo nacional

(que pasa a ser considerado local en relación a la región latinoiberoindoafrocaribeña) y lo glo-

bal (que también pasaría a ser local si imaginamos un cosmos de sociedades interplanetarias)

en que está inscrito.

Ni lo local ni lo global al igual que lo micro, lo macro y lo mega contienen por sí ni ante

sí la esencia de la realidad humana. Por ello cada uno por sí sólo no agota todo el análi-

sis de la vida social. Ninguno es más prioritario que los otros. Lo global no es la simple

sumatoria de locales, ninguno es externo a los otros, sino que son dimensiones singulares

del conjunto de relaciones sociales. Tampoco por ello son necesariamente triviales aun-

que lo trivial sea uno de sus elementos temporales. La vastedad de sus alcances no es

atributo inmanente a ninguno de los dos.

Valga la ocasión para parafrasear a Wright et al. (1990:214), Lechner (1984:31-35) y

Giddens (1995:170-175) cuando intencionalmente coinciden en las afirmaciones si-

guientes: existen múltiples microfundamentos para una determinada macroexplicación;

no es posible reducir el macrofenómeno a los microfundamentos, los macrofundamentos

no son la determinación en última instancia de los microfenómenos ni a la inversa; el

descubrimiento de los procesos de micronivel a través de los cuales se posibilita la reali-

zación de fenómenos de macronivel, al igual que el develamiento de procesos de ma-

cronivel a través de los cuales se realizan fenómenos de micronivel, enriquece la com-

prensión y explicación teórica de la realidad socialmente construida.

Afinando la aproximación al abordaje del objeto de nuestra comunicación, nos parece

oportuno señalar que la problemática del desarrollo local advino a la discusión crítica de

los procesos de planificación señalados en el apartado trasanterior. Llegada la comuni-

dad de intelectuales, políticos y organismos internacionales –pero fundamentalmente los

pueblos que sufrían en carne propia el brutal deterioro de sus condiciones de vida- a la

conclusión diferencial de que las inversiones de capital no habían producido impactos

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significativos en la lucha contra el subdesarrollo y la pobreza y que las heterogéneas

constelaciones de problemas humano-sociales –a contrapelo de las promesas incumpli-

das del proyecto modernizador y de la modernidad como condición epocal- más bien se

habían agravado, complejizado como indicador vergonzante de la profundización de la

abismal brecha social, económica, tecnológica y política existente no sólo entre los po-

cos que tenían mucho y los muchos que tenían poco o nada en cada uno de nuestros paí-

ses, sino también entre el conjunto de nuestra América y los países centrales que en el

mismo periodo habían avanzado aceleradamente hacia estadios insospechados de bien-

estar social y económico.

Desde la perspectiva latinoamericana, el fracaso del proyecto de instauración de un ca-

pitalismo autónomo regional sustentado en grandes proyectos de inversión industrial-

tecnológicos de largo y mediano plazo, la sustitución de importaciones y la integración

de los mercados locales, había allanado los caminos para que los capitales trasnaciona-

les y la propuesta neoliberal cabalgaran sobre el desprestigio del estado desarrollista e

intervensionista latinoamericano. La crisis fiscal, el megaendeudamiento externo, la ele-

fantiásica burocracia estatal y la corrupción político-administrativa fueron tomados co-

mo banderas mediante las cuales los centros de poder mundial abonaron el terreno para

optimizar su ofensiva en el interior mismo de nuestras formaciones sociales.

Es en este contexto que tomaron cuerpo las propuestas centradas en lo micro, lo peque-

ño como hermoso, lo civil, lo privado y lo local en contraposición al centralismo, esta-

tismo, oficialismo, burocratismo...

Se trató de un esfuerzo por plantear desarrollos alternativos que desembocaron en una di-

versidad de propuestas de nuevos modos de desarrollo: a escala humana, de base, autosos-

tenido, autocentrado, y el ecodesarrollo entre otros. Las nociones de sociedad civil, orga-

nizaciones no gubernamentales e iniciativa local comenzaron a adquirir carta de ciuda-

danía al influjo del financiamiento de los organismos extranjeros e internacionales espe-

cialmente privados. En la nueva estrategia neoliberal del capital trasnacional, el estado y

la autoridad gubernamental que emanaba de él fueron constituidos en obstáculos que

había que erradicar para alcanzar el desarrollo local basado en la libre iniciativa privada,

desde ese entonces y en adelante, focalizada o localizada fuera de toda influencia ofi-

cial.

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Las oprobiosas dictaduras militares en los países conosureños sirvieron de cabeza de

tuerca para desarticular todo vestigio de soberanía, organización y resistencia popular y

sindical (no incluidas en el diccionario de quienes estaban interesados en configurar una

sociedad civil privatista, antiestatal, antigubernamental y antipartidista, reducida a un

acotado sector privado sin fines de lucro, de larga tradición norteamericana), a los efec-

tos de rearticular los poderes de clase y de estado en función de los intereses ya no na-

cionales, sino, trasnacionales e imperiales.

Es así, que el término local no puede analizarse si no media una concepción de realidad

en la que todos los actores sociales planifican la realización de sus intereses en aras de

lo cual negocian la paz y la guerra creándole viabilidad a sus propios proyectos median-

te alianzas más o menos inestables. En ausencia, debilidad, deslegitimidad o discapaci-

dad de gobernación del estado nacional y todo proceso de decentralización o decentra-

miento de éste se traduciría sin más, en fragmentación no sólo territorial sino de las

identidades nacionales que se organizan en los ámbitos locales. Es la razón por la que la

estrategia de potenciar procesos locales al margen de toda representatividad del estado y

sus diversas instancias republicanas y regionales favoreció la intensificación de los pro-

cesos de expansión, penetración y control de los capitales trasnacionales en el corazón

mismo de nuestras configuraciones societales. De allí las producciones intelectuales de

un heterogéneo conjunto de intelectuales que se vienen interesando por el estudio de la

colonialidad del poder, el poder colonial y la diferencia (pos)colonial como contracara

de la posmodernidad, el imperio y la globalización (ver Barrantes 2004).

Por ello creemos que ningún abordaje de ninguna dimensión, espesor o nivel de la reali-

dad socialmente construida, puede ser adecuadamente realizado al margen de las rela-

ciones (o redes no siempre visibles) de poder (local, regional, nacional, internacional,

trasnacional), uno de cuyos efectos en estos tiempos de imperio, posmodernidad y glo-

balización es la universalización artificial de determinados singularismos y particularismos

dentro de un contexto de desnacionalización, desautonomización y de exacerbación de la

ideología neoliberal.

Así se aliena la perspectiva histórica y se mediatiza, por un lado, la necesidad societal de

construir redes locales, regionales y nacionales de fraternidad y solidaridad, y, por otro, el

compromiso eticogeobiopolítico de encarnar cada quien el ser singular-colectivo de la so-

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cialidad, la culturalidad, la nacionalidad, la politicidad y la estaticidad de la configuración

social local-nacional de que se trate.

Entonces, la construcción de un abordaje crítico de lo local, tiene como condición de

realización la producción de una síntesis plural de carácter transdisciplinario en aras de

lo cual ofrecemos varios insumos epistémicos que es necesario seguir problematizando

o tematizando.

Primeramente, abocarnos desde el trabajo social con enfoque societal, a la construcción

de un concepto de totalidad, que no es un objeto filosófico, sino, una exigencia epistemo-

lógica del modo de organizar, por un lado, la producción, circulación y consumo del cono-

cimiento y, por otro, la apertura a la realidad desde tres conceptos que no sólo a pesar sino

a propósito de que provienen de prácticas académicas muy distintas, se nos presentan como

recíprocamente alimentadoras: se trata de los conceptos de lo real, del habitus y de lo espa-

cial-temporal los cuales pasamos a describir brevemente sin pretensiones analíticas sino

meramente descriptivas, a los efectos de estimular la reflexión y el debate fraterno pero sin

concesiones.

Dejando de lado su origen sicoanalítico, desde la socio-lógica o lógica social entende-

mos lo real como la realidad objetiva pero socialmente acotada, es decir, el mundo de

vida en relación al cual nos constituimos en agentes-actores-sujetos sociales, la circuns-

taneidad en proceso de redefinición, conceptuación, simbolización, intersubjetivación y

socialización. El momento de mayor cualificación de la praxis constituida como tal en

tanto productora de sentido (significados, intencionalidades y direccionalidades no

siempre concientes pero que nos implican y comprometen). Es el todo-posible, la racio-

nalidad, total mas no absoluta, de la siempre inconclusa aproximación del sujeto al co-

nocimiento, apropiación y potenciación de la realidad social singular que nos es dada, a

la que somos lanzados o a la que vamos a parar y en relación a la cual nos hacemos res-

ponsables.

Conceptualmente lo real tiene varias exigencias problematizadoras que paso a esquema-

tizar:

1. Una perspectiva sociopolítica, entendiendo que es en las relaciones de poder entre

agentes-actores-sujetos individuales, colectivos y jurídico-institucionales donde en-

contramos la manera de antagonizar, dominar y competir unos con otros al mismo

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tiempo que, por otro lado, se resignifican y encarnan la diversidad, la pluralidad, la

cooperación, la tolerancia, la prudencia, la mesura y los consensos fraternos cons-

tructores de mundos y de futuros. Es aquí donde encontramos el punto de partida pa-

ra abordar la cuestión del modo en que los contenidos y las formas de la política -y,

específicamente la política social y sus concreciones locales- están matizados por las

tendencias dominantes de las correlaciones de fuerzas con opciones de poder (políti-

co, económico, cultural, moral, cognocitivo, comunicacional...) en los momentos co-

constitutivos de las configuraciones societales modernas: el estado, la sociedad, la

nación, el régimen político-económico-social-cultural y el escenario electoral trasna-

cional pero, también local, regional y nacionalmente sobredeterminados.

2. Afirmar la necesidad de los sujetos individuales y colectivos -entre éstos los trabaja-

dores sociales y las trabajadoras sociales- de agregarle valor a la realidad social me-

diante la apropiación de los dinamismos que les es posible simbolizar, potenciar y

crear desde sus prácticas cotidianas, locales.

3. Pensar la realidad social desde las prácticas heterogéneas de los sujetos constitutivos

de la categoría pueblo y abrir la posibilidad –utópica mas no por ello irreal o inalcan-

zable- de encarnar un proyecto nacional (Venezuela mediante) que, permitiendo las

diferencias, guíe las tareas deseables, posibles y necesarias para resemantizar y redi-

mensionar tanto al trabajo social –mejor dicho societal- como la sociedad local-

nacional que lo significa.

4. Superar las visiones reduccionistas basadas en enfoques doctrinarios y disciplinarios

de corte empirista, legalista, privatista y productivista dentro de las cuales se excluye

o se diluye el carácter comprehensivo y sustantivo de la categoría pueblo, y, por lo

tanto, se bloquea la puerta de entrada al conocimiento del modo en que los agrupa-

mientos sociales especialmente étnico-populares viven, piensan, sienten y hacen eco-

nomía, política y cultura en sus ámbitos constituyentes.

Siguiendo a Bourdieu (1980; 1990), con el concepto de habitus (en castellano habitácu-

lo, C. B.) significamos un ámbito o campo de complejidades tangibles e intangibles y de

entornos íntimos y periféricos socialmente construidos; el habitáculo, el lugar en la vida

social misma en donde a los sujetos les toca vivir, luego de ser constituidos incomple-

tamente en sujetos hablantes y vivientes; sujetos de la intersubjetividad y la incompletud

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tal como está establecida por la posicionalidad que les hace desear el deseo del otro; la

locación en y a través de la cual adquieren significados y sentidos no siempre in-

tencionales las estrategias de inserción, posicionamiento y relacionamiento que los suje-

tos singular-colectivos realizan de conformidad con, al menos tres elementos cruciales:

1) Las distinciones o diferencias que su capital o patrimonio cultural les permite afirmar.

2) Sus registros imaginarios, simbólicos y reales. 3) Las distancias y discontinuidades

temporales y espaciales que conectan los múltiples componentes, espesores y dimensio-

nes del sistema de relaciones sociales de poder que caracterizan a la configuración so-

cietal de que se trate y cuyos dispositivos causales y eficientes son, también, procesos

sociales dinámicos, desiguales y conflictivos.

Recapitulando, en nuestra concepción de realidad, lo local, lo real, el habitus se relacio-

nan con lo singular, lo focal, lo micro, lo cotidiano, lo operacional, lo táctico, el día a

día y con el aquí y ahora de cada quien. Asimismo, se vincula con la política y lo políti-

co, con centralización, desconcentración, descentralización y decentramiento del estado

y la sociedad a la cual éste pertenece. Pero fundamentalmente con la conceptualización

relacional del espacio-tiempo en estos tiempos de imperio, posmodernidad y globaliza-

ción.

Finalmente para ir cerrando este apartado, nos referimos brevemente a la relación cate-

gorial de tiempo-espacio. Como indica Bagú (1973:105), el espacio tiene una connota-

ción física, vinculada a la noción de distancia. Pero por otra parte, no tiene correspon-

dencia territorial precisa ya que sus límites, como es el caso de los espacios geopolíti-

cos, imaginarios y simbólicos, son siempre indefinidos, discontinuos y cambiantes.

Dentro de esta concepción de espacio como sistema de relaciones o campo de fuerzas, se

inscriben los llamados espacios económicos, las áreas culturales, las regiones, las localidades,

los habitus, los reales, etc., que aparecen como generalizaciones y, en algunos casos, universa-

lizaciones que tratan de expresar el radio de operaciones o las interrelaciones de los elementos

que intervienen en los hechos observados y socialmente construidos, en función de la posi-

cionalidad relativa, hoy imperialmente determinada, que éstos presentan en una dada co-

yuntura histórica.

Como es sabido, Hegel –contrariando la clasificación kantiana del tiempo y el espacio

como dos categorías trascendentalmente diferentes y mutuamente independientes de la

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cognición humana, fue el primero en captar la subjetividad esencial del tiempo. Desde

entonces sabemos que la subjetividad es esencialmente temporal, que el espacio se ex-

pande y densifica con objetividad (Miller 2001:48) y que ambos, en la antigüedad fun-

didos en las labores vitales, se diferenciaron, separaron y distanciaron en el pensamiento

y la praxis humanos, al paso de la subordinación del tiempo al conocimiento científico y

a la capacidad de innovación tecnocientífica (Bauman 2000:121).

En la modernidad, tiempo y espacio dejan de ser –como lo fueron en el mundo cerrado

antiguo- un ser uno y lo mismo. Adquieren identidades propias pero siempre en tensa

relación. Por ello, el ahora temporal se activa en un aquí espacial socialmente determi-

nados configurando el aquí y ahora históricos. Es el tiempo/espacio que deja de ser un

ser anónimo, un ser sin historia y sin fronteras para ser un ser tiempo/espacio con histo-

ria, la historia del tiempo/espacio, el tiempo/espacio de la historia, el mundo singular

que media entre lo posible y lo real, entre el saber y la demencia, entre la aspiración y

la utopía.

A partir del presente instantáneo contribuimos –para bien o para mal, entrópica y ana-

trópicamente- a moldear, direccionar, futurizar o pasadizar la realidad social que, aquí y

ahora, se nos presentifica ya no como una y única oportunidad, sino, como abanico de

oportunidades, probabilidades, posibilidades, opciones y alternativas, de nuevos co-

mienzos, relanzamientos o saltos cualitativos proactivos o retroactivos que implican, en

los niveles, dimensiones y espesores del mundo de vida y de sentido que nos es dado, el

escenario en donde representamos la historia que nos es posible realizar bajo circunstan-

cias que nos son dadas, que no podemos escoger a nuestro libre albedrío (Marx, s.f:9),

sino, en vinculación con la voluntad social y la producción de conocimientos, condición

imprescindible para la concreción de lo real (Zemelman, 1992:27-46).

En nuestra concepción el aquí y ahora, el presente, lo actual deviene escenario, lugar, si-

te en donde el futuro apenas se premoniza, presiente, intuye como inminencia absoluta-

mente azarosa, mientras que, evocando al Marx del Dieciocho Brumario, los espíritus

del pasado tienen el privilegio –en especial en circunstancias de profundas crisis socie-

tales- de presentificarse y futurizarse disfrazados de personajes venerables que –toman-

do prestados nombres, consignas, emblemas, ropajes, lenguajes adecuados a las nuevas

condiciones- se posicionan de cerebros y cuerpos vivos para representar –siguiendo

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guiones prestablecidos- escenas de la historia inédita que les corresponde perfomanciar

a las nuevas generaciones.

Finalmente, para concluir este apartado, nuestra aproximación al conocimiento de lo lo-

cal, lo real, el habitus y el espacio-tiempo que los significa, está articulada a la tarea de

contribuir a pensar, entre otras, las siguientes problemáticas: *) La construcción-produc-

ción de la realidad social (mediada por lo local, lo real, el habitus) *) Las articulaciones

sociales. *) La constitución de los sujetos y las relaciones sociales. *) Las necesidades

(carencias y aspiraciones) societales y sistémicas. *) La producción social de sentido y

la apropiación de la realidad local-nacional hoy imperializada, posmodernizada y globa-

lizada.

5. Acerca del currículo en trabajo social

Este apartado tiene un sentido más operativo que los anteriores, no obstante que obedece

a una concepción ético-geobiopolítica de la producción de conocimientos y a un concep-

to estratégico de currículo (ver gráfico anexo), mejor dicho de proceso formativo en tra-

bajo social.

Formalmente, concebimos éste como una matriz de insumo (estudiantes), proceso (co-

munidad productiva), producto (licenciados en trabajo social) e impactos (inserción so-

cial, rentabilidad social, desempeño, efectos multiplicadores, capacidad de respuestas a

las necesidades de reproducción singular-colectiva, y de la sociedad concebida en su

conjunto más inclusivo), organizada modularmente y orientada por una política acadé-

mica desagregada en estrategias de gerencia y gestión curricular, docencia, investiga-

ción y acción o extensión social.

Por lo general, los estudios de licenciatura están pautados para una duración de cinco

años contentivos de cursos o materias, áreas de contenido o talleres anuales y/o semes-

trales, un alto porcentaje de las cuales son propias del trabajo social y en menor cuantía

de otras disciplinas y tecnologías con carácter obligatorio y optativo, así como de activi-

dades complementarias.

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Algunas escuelas subdividen su proceso en dos niveles, uno, de tres años al cabo de los

cuales el estudiante egresa con el título de bachiller o técnico superior universitario en

trabajo social, y, el segundo, de licenciatura tras dos años más de estudios.

Pilares de dichos estudios son las denominadas prácticas (pre)profesionales que pueden

iniciarse desde el primero hasta el último año lectivo, pero también abarcar sólo los dos

últimos con una dedicación en horas semanales muy variable y, en casos como el vene-

zolano, cubrir sólo dos semestres con una intensidad de veinte horas semanales.

Desde hace muchos años cada vez más escuelas vienen planteando la necesidad de in-

troducir mayor variedad en los requisitos de graduación: además de la tradicional tesis o

trabajo final de grado, pasantía o curso colegiado que culminan, tras uno o dos semes-

tres, con una monografía o informe final por parte del estudiante.

¿Qué resultados tiene la disminución de las horas de práctica (pre)profesional y de los

requisitos de graduación, así como la tendencia a disminuir de cinco a cuatro años los

estudios de licenciatura?, pregunta que está íntimamente relacionada con la eficiencia y

eficacia de la gestión, gerencia o administración curricular según la cual se asegura o no

la coherencia horizontal y vertical, así como la dosificación de los contenidos en rela-

ción con el rendimiento estudiantil. He aquí un punto crucial de discusión que propone-

mos: calidad versus cantidad en el aquí y ahora históricosocial signado por cambios so-

cietal-culturales que vienen anunciando de manera innegable, el advenimiento de nue-

vas formas de relacionamiento social y de reconfiguración de nuestras sociedades, frente

a las cuales los procesos formativos de trabajadoras sociales y trabajadores sociales no

pueden quedar incólumes añorando tiempos idos o que pudieron haber sido y no llega-

ron a ser.

Decisiones práctico-gerenciales, teórico-epistémicas y apertura al diálogo, fraterno pero

sin concesiones, para visualizar con pensamientos estratégicos y geopolíticos de corta,

mediana y larga perspectiva, los nuevos porqué y paraqué del perfil del trabajador social

y de la trabajadora social que las nuevas realidades nos están demandando lanzar al

mercado (social, económico, político, cultural) para realimentar multidimensionalmente

y con efectos multiplicadores, los poderes creadores del pueblo en el nombre del cual el

trabajo social adquirió carta de ciudadanía, en cada uno de los países de nuestra Améri-

ca.

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Facultamiento-habilitación para abordar las respuestas posibles a los porqué y paraqué

introducir en un plan de estudios de trabajo social, tales o cuales contenidos de la GDL

pero no en abstracto sino en referencia orgánica a los momentos co-constitutivos (el es-

tado, el régimen jurídico, el sistema político, la sociedad civil, la nación, el escenario in-

ternacional) de nuestras configuraciones societales.

Es la insinuación con la que queremos abrochar nuestra comunicación, dejando la pala-

bra a quienes tengan a bien alimentar mi esfuerzo reflexivo.

Bibliografía Almeida, Iván (1998), “Conjeturas y mapas: Kant, Peirce, Borges y las geografías del pensamiento”, en Variaciones Borges 5,

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(comp. 1990): Política. Teoría y Práctica. Educa-Flacso. San José.

www.ts.ucr.ac.cr 32

CÓMO INTRODUCIR LA GDL EN EL PROCESO FORMA-TIVO DEL TRABAJADOR SOCIAL

INTRODUCCIÓN

¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde? Definición Intención Efecto Impactos ¿Modificaciones

parciales o totales?

G D L Plan de estudio en Trabajo So-

cial

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LO LOCAL Y LO UNIVERSAL CONCRETO

Debe ser Racionalidad Total

(leyes de funciona-miento y organizaci-ón del sistema so-cial). La razón última que lo condiciona (vgr., acumulación, reproducción, legiti-mación).

Política Global (macro-mega)

Universal concreto

Puede ser Racionalidad par-

cial

(Proyectos que orien-tan, guían la acción y la conducta de las fuerzas sociales)

Estrategia Regional-sectorial (intermedio)

Particular

Lo que es, lo que está siendo

Racionalidad instru-mental

Administración, Local (micro)

Singular

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(relaciones medios-fines) técnica, for-

mal.

gestión, ge-

rencia

(táctico-opera-cional).

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PLAN DE ESTUDIO EN TRABAJO SOCIAL

(CONCEPCIÓN GEOPOLÍTICA)

ESTUDIANTES 1 2 3 4 5 (productos) INSUMOS Prácticas integradas

ENTRADA Política social P-T Licenciados IMPACTOS PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA EN T.S.

Desarrollo Societal Endógeno TESIS

DOCENCIA INVESTIGACIÓN

ACCIÓN INTERVENCIÓN IMPLCACIÓN SOCIAL

INTERDISCIPLINARIEDAD

TRANSDISCIPLINARIEDAD

Sociales

Culturales

mercadistas

políticos

Institucionales

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SOCIEDAD VENEZOLANA: ESTADO SOCIAL DE DERECHO Y DE JUSTICIA, SISTE-MA POLÍTICO, RÉGIMEN JURÍDICO-INSTITUCIONAL, ORGANIZACIONES CIVILES

Y MOVIMIENTOS ÉTNICO-POPULARES, ESCENARIO INTERNACIONAL. PROYECTO NACIONAL

PLANIFICACIÓN (PROCESO SOCIETAL ÉTICOGEOPOLÍTICO) Gobierno Gobernación Gobernabilidad Conducción Hiperdesarrollo

Nacional Económico

SOCIAL

Gestión Cultural Desarrollo Local

Gerencia Político

Administración

Concepción Investigación Subdesarrollo Regional Construcción Participación Producción Movilización Gestión Implementación

{

Tác

tico

E

xplic

ativ

o

N

orm

ativ

o

Ope

rativ

o

E

stra

tégi

co

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Ejecución Organización Negociación Evaluación Control Seguimiento Sistematización CORTO MEDIANO LARGO PLAZO

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Estado Teologal

Esencia, epifenómeno

superestructura

Estado Guardián de

nocheSereno, vela por

el orden y seguridad general, la

educación, la justic ia

arbitro neutral, restaura equilibrio económico y

de clase. Subsidiario. Atenúa contradicciones: ilusión reformista, el capitalismo va al derrumbe . Dos d iagnóstic o s opuestos c o n c o n se c u e n c i a s p o l í t i c a s necesarias. Lenin acentua el aspecto dominación de clase y la

destrucción del estado

Estado abstencionista, libre competencia, liberalismo competitivo-individualista.

Sociedad abierta, democracia liberal

El mercado como cohesionador de la sociedad

Estado interventor en la

economía. Objeto, instrumento,

plataforma de la clase dominante

para ordenar y guiar la política y la

economía

Estado productor o empresario.

Compite con otras fracciones

del capital. Proteccionista

Estado leviatán.

Totalitarismo. Ausencia de

control democrático de la

sociedad civil. URSS: sociedad

cerrada.

Socialismo de estado.

Estado de bienestar, planificador social y económico. Burocratización de las relaciones sociales. Liberalismo constructivo. Capitalismo de estado

El estado como cohesionador ¿Qué tipo de unidad produce en cada formación social?

Caridad beneficencia filantropia asistencialismo keynesianismo populismo desarrollismo comunismo

Quiebra de Wall Street Primer redespliegue Industrial Creación de la CEPAL

Reforma de estructuras,

obstáculos del desarrollo, tras-nacionalización

Furia neoliberal, regresividad, crisis fiscal

Thacher, Reagan, Privatizaciones, antiestatismo

Lo social como vacío.

Lo económico como totalidad.

Economismo Clásico

Lo social como no vacío algo no económico indefinido

(Neoclásicos)

La situación social , el mejoramiento

social

La cuestión Social

Lo social como apéndice

refractario altibajos tasa

ganancia

La situación y

mejoramiento económico

Lo social: 1. obstáculo no dependiente 2. Interdependiente con lo

económico

Inversiones Sociales en recursos

humanos. Infraestructura social

Lo social como gobalidad

Todo es social

Des. Social

Lo local