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Revista de crítica cultural #09 Junio 2016 Crisis ¿Dónde está el centro? El cine en crisis Guillermo Fatás José Pérez Gállego Rosendo Tello Antonio Aramayona Telegramas a Las Trece Rosas

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  • Revista de crticacultural#09 Junio 2016

    Crisis

    Dnde est el centro?El cine en crisisGuillermo FatsJos Prez GllegoRosendo TelloAntonio AramayonaTelegramas a Las Trece Rosas

  • ndice

    5 Editorial: El virus maligno del centro6 Firma invitada. An aprendo, dice Goya. Pero qu? Guillermo Fats8 Dnde est el centro?8 CENTRO como punto geomtrico. Francisco Jos Sern Arbeloa

    10 El ombligo es el centro. Antonio Aramayona12 El seor Pulgar y don Meique. Chaime Marcuello14 El rizoma o la ausencia de centro. Adrin Alonso Enguita.16 En un pas de nmadas. Eugenio Mateo18 La centralidad del tablero. Isabel Rosado20 Antropologa poltica. Andrs Ortiz-Oss21 Contra el Centro? Juan Domnguez Lasierra23 Juego de centros. skar Dez28 Viaje al centro de la piedra. Cristina Marn Chaves30 HACKEAR/El Centro. Pilar Cataln32 Cul debera ser la misin ms importante de los centros educativos? Francisca Martn-Cano Abreu34 El discutible centrismo de un escritor singular. Jos Hernndez Polo37 La construccin del crculo: Mariano Ibeas39 T eres su centro. Carmina Martn40 Entrevista. Jos Prez Gllego, de Ulises a Pickwick mao. Juan Domnguez Lasierra50 Mesa redonda. El cine en Crisis. Vctor Herriz54 Muerte o resurreccin: El cine en la era digital participativa. Javier Hernndez Ruiz.57 Reminiscencias de un cine sin crisis. Juan Mateo Piera59 Suean los androides con ovejas elctricas? El cine suea con mundos digitales. Roberto Snchez65 Como dice la cancin de Supertramp. Alberto Jimnez Liste67 El cine como negocio. Carlos Calvo69 Crisis?, Qu crisis? Fernando Gracia71 Mam quiero ser artista. Rubn Rocha73 La salvacin del cine. Juan Domnguez Lasierra74 El cine Elseos no merece morir. Vctor Herriz75 Creacin75 TELEGRAMAS desde el Siglo XXI a Las Trece Rosas.83 Cartas desde el siglo XXI a las Trece Rosas85 Reseas85 El inevitable viaje a las bodegas de la desolacin de Encarnacin Ferr. Fernando Ansa87 Pausa potica. Rosendo Tello91 Poesa que avanza al desandar. Alfredo Saldaa93 El legado de nuestras ancestras. Pilar Cataln95 Un homenaje a la Literatura con maysculas. Mario Sasot96 Bibiloteca de la Crisis 96 Cerrado 24 horas. Francisco Moliner Iranzo96 El seor de las moscas. Paula Rodrguez Hernando97 Equilibrium. Alejandra Cortez Luna97 Noah. ngela Pomar Omedes98 El arte en Crisis. Por Eugenio Mateo

    100 Artista invitado: M. J. Bruna ilustra nuestra portada. Pilar Cataln101 Glorieta de Las trece rosas. Pilar Cataln101 XXIII edicin de los premios Bho. Fernando Morlanes

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    Revista de crtica cultural

    Crisis#09 Junio 2016

    54Muerte o resurreccin: El cine en la era digital participativaJavier Hernndez Ruiz

    30 HACKEAR/El CentroPilar Cataln

    40Jos Prez Gllego, de Ulises a Pickwick maoJuan Domnguez Lasierra

    06 Firma invitadaGuillermo Fats

    59 75 85

    23 Juego de centrosskar Dez

    50

    Direccin: Fernando Morlanes RemiroSubdirector: Eugenio Mateo Ott oConsejo de Redaccin: Sergio Abran, Fernando Ansa, Mariano Ans, Luis Beltrn Almera, Pedro Luis Blasco, Lucia Calavia Tutor, Juan Carretero Cebrin, Pilar Cataln, Juan Domnguez Lasierra, Encarnacin Ferr, Sergio Gmez, Vctor Herriz, Pablo Iruzubieta, Jos Tomas Martin Remn, Isabel Rosado Snchez, Mario Sasot Escuer, Francisco J. Sern, Antonio Villas Hernndez.

    Colaboradores Crisis n 9: Adrin Alonso Enguita, Antonio Aramayona, Carlos Calvo, Alejandra Cortez Luna, skar Dez, Guillermo Fats, Fernando Gracia Gua, Jos Hernndez Polo, Alberto Jimnez Liste, Vicente Lagns,

    Chaime Marcuello Servs, Cristina Marn, Carmina Martn, Francisca Martn-Cano, Juan Mateo Piera, Francisco Moliner Iranzo, ngela Pomar Omedes, Rubn Rocha, Paula Rodrguez Hernando, Alfredo Saldaa, Roberto Snchez, Rosendo Tello

    Fotografa: Javier Celma, Vctor Herriz, Eugenio Mateo, Cristina Marn Chaves, Columna Villarroya.Ilustraciones: Jorge Anda, Fernando Bayo, scar Baiges, Miguel Brunet, Pilar Cataln, Quinita Fogu, Mariela Garca Vives, Carmelo Mndiz, Paco Puch, Mauro Ala Razor.Ilustracin portada: Pilar CatalnDiseo y Maquetacin: scar BaigesImpresin: Icomgraph

    Edicin:Erial Ediciones C/ Escoriaza y Fabro 107, 5 F50010 [email protected]@erialediciones.comwww.erialediciones.com

    Presidente: Fernando Morlanes RemiroVicepresidente: Eugenio Mateo Ott oSecretario: Victor HerraizTesorero: Juan Carretero CebrinDistribucin: Jos Toms MartnAdministracin: Lucia Calavia

    Depsito legal: Z-1505-2012ISSN: 2254-7282

    La revista CRISIS y Erial Ediciones permiten la reproduccin y difusin por cualquier medio de los artculos que publica, sin que exista nimo de lucro y citando su procedencia. La reproduccin total o parcial de los cuentos y poemas publicados necesitar la autorizacin previa de sus autores.El Consejo de Redaccin de CRISIS no se identifi ca necesariamente con todas las opiniones vertidas en los artculos de la revista ni se hace responsable de las mismas.

    Suean los androides con ovejas elctricas? El cine suea con mundos digitales. Roberto Snchez

    Creacin TELEGRAMAS desde el Siglo XXI a Las Trece Rosas

    El inevitable viaje a las bodegas de la desolacin de Encarnacin FerrFernando Ansa

    Mesa redonda.El cine en CrisisVctor Herriz

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    CentroHasta dieciocho acepciones recoge el Diccionario de la lengua espaola de la Academia para

    la palabra centro. La primera de ellas nos recuerda que es un concepto geomtrico y relativo: punto interior que se toma como equidistante de los lmites de una lnea, superficie o cuerpo. Es consustancial al centro su carcter locativo, que plasma ese repertorio lexicogrfico en nada menos que cinco acepciones que comienzan del mismo modo: lugar de donde parten o a donde convergen informaciones, decisiones, etc., lugar donde habitualmente se renen los miembros de una sociedad o corporacin, lugar o situacin donde alguien o algo tiene su natural asiento y acomodo, entre otras. Lugar y tiempo explican que el centro sea el ncleo de una ciudad o de un barrio. Solemos emplear el trmino en referencia a una dependencia de la administracin del Estado o a un instituto dedicado a determinados estudios e investigaciones. La metfora poltica con la que lo usamos se apoya en la compleja, relativa y muchas veces pretendida equidistancia entre los extremos: tendencia o agrupacin cuya ideologa es intermedia entre la derecha y la izquierda. Al fin y al cabo, asimismo es centro el objetivo principal a que se aspira o hacia el que se siente atraccin (valor este que conviene ejemplificar oportunamente: el dinero es el nico centro de sus intereses).

    En dicho repertorio lexicogrfico no faltan las marcaciones diatcnicas, todas ellas del citado mbito de la geometra y en referencia al crculo, la esfera y hasta los poliedros regulares. Y hay interesantes notas diatpicas: se designa as en Honduras al chaleco; en Ecuador y en Bolivia, al vestido tradicional de bayeta. Indica por ltimo el diccionario que el centro puede ser activo en bioqumica, nervioso en fisiologa, de gravedad en fsica, de slaba en fontica, de simetra en geometra y de la batalla en el lenguaje militar. Hay centros de flores, de mesas y comerciales en los que no cabe tampoco detenerse.

    Quiz convenga recordar que, a travs del latn, viene el vocablo del griego , que en esa lengua designaba, entre otra cosas, el aguijn. Y puestos ya en la historia, diremos que un paseo por el corpus diacrnico de la docta institucin nos muestra a grandes rasgos que nuestra voz (a veces con forma entro) aparece con frecuencia en textos relacionados con la astrologa all por la segunda mitad del siglo XIII: el centro del peciclo de Mercurio, el centro saliente de cada planeta del centro del mundo, el logar do cayer la pierna segunda [...] sera el centro del leuador de venus (no hara falta apuntar, pero lo hago por si acaso, que esa pierna es la de un comps y el levador, el de una esfera armilar, digamos un astrolabio). En el entro del mundo localizaban Jerusaln a mediados del Trescientos (traduccin de la Historia de Jerusalem abreviada, de Jacobo de Vitriaco). Ms tarde, ya en 1437, plantea entre sus Paradojas Fernndez de Madrigal, el Tostado, que la tierra est en el centro del mundo et en derredor del centro, frente al agua, ms ligera, que corre por encima, y el aire, an ms alto, aunque menos que el fuego, cuyo lugar corre fasta el ielo de la luna et adelante. Por esa poca, hasta el abismo o centro maligno ira el enamorado tras su dama, en apasionados versos incluidos en el Cancionero de Juan Fernndez de xar.

    Quienes han defendido ze y zi, que los ha habido, han preferido escribir zentro, como es natural. El lector ms avezado en letras y sonidos estar pensando en Gonzalo Correas, quien en su Arte de la lengua espaola kastellana (1625) alude al corazn i zentro de Espaa, a propsito de la elegancia de nuestra lengua, hoy diramos que con perspectiva centralista.

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    Editorial

    El virus maligno del centro

    En estos tiempos revueltos y tormentosos nos llama la atencin esa inclinacin por andar centrado que tiene el personal. El centro es como la tierra prometida. De hecho, la sabidura popular (tambin populista) piensa que la virtud reside en el punto medio, esto es, en el centro; como si el resto de los puntos que pueblan el Universo (cuyo centro se desconoce) estuviesen desprovistos de cualquier clase de virtud. Esa afirmacin popular nos pareci, cuando menos, radicalmente extrema. As que produce un oxmoron: la creacin de un centro extremista. Esto nos ha preocupado en Crisis y, por ello, hemos decidido dedicar nuestra seccin crtica a la palabra centro para que nuestros colaboradores reflexionasen sobre sus valores y contenido.

    Polticamente estamos viviendo un empeo radical por ocupar el espacio de ese supuesto centro. A tal extremo ha llegado semejante empeo que, ms que poner en crisis los virtuosos valores del centro, los ha infectado de un virus maligno que le hace olvidar todos sus principios, cronificando en l una potente enfermedad incurable que produce una carencia insoportable de humanidad. Humanidad que tiende a refugiarse en cualquier otro punto alejado de ese centro enfermizo.

    Hace mucho tiempo que el centro ha sido incapaz de superar sus crisis, y se ha obcecado tanto que se niega a reconocer su estado, sin darse cuenta de que est poniendo fin a sus das.

    Afligidos por todo esto, en Crisis quisimos viajar a otras latitudes, lugares donde se refugia el arte para comprobar si alguien se senta capaz de superar sus crisis, y vimos en la situacin actual del cine la oportunidad de llevar a efecto nuestro experimento. Tambin nos ha consolado la magistral colaboracin de Guillermo Fats como firma invitada y el sentido, humano y reconocido recuerdo que nuestro compaero Juan Domnguez Lasierra realiza con la imaginada entrevista a Jos Prez Gllego. Hasta nuestro admirado Rosendo Tello ha tenido a bien resear la antologa potica de Fernando Ansa (autor que casi monopoliza, con todo derecho, nuestra seccin de reseas). Tambin publicamos escritos de homenaje a Las trece rosas que activistas de la cultura enviaron en apoyo del acto Es tiempo de memoria. Las trece rosas. En fin, que en este nuevo nmero de Crisis todava reside algo de humanidad. No estamos infectados.

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    1. El genio trabajadorNo estoy muy seguro de que

    Goya quisiera decir con su Aun aprendo (sin tilde) lo que se le suele atribuir: que, a pesar de su edad, todava desea seguir conociendo cosas para l incgnitas; que no se ha cansado de aprender, no obstante su ancianidad. Hizo el dibujo en edad premortuoria (los sabios lo fechan entre 1826 y 1828, segn). En cambio, dado su modo de ser,

    me parece ms probable que, si bien dijo sin duda lo que parece, no quiso decirnos solo eso. Como otras veces, a Goya hay que interpretarlo por encima y por debajo de lo que muestra.

    Se asume a menudo que el Goya anciano, ya decrpito, sordo, con serios impedimentos fsicos y afincado en Burdeos sin hablar bien francs, superaba tan graves obstculos refugiado en su fuerza

    de voluntad, que era muy grande. La interpretacin usual es que su nimo enterizo le hizo superar el dolor y el aislamiento. Una prueba contundente sera este dibujo perturbador que est en el Museo del Prado: valetudinario y casi sin hlito, aprendo todava.

    Goya fue, en efecto, dueo de una voluntad mayscula. La puso al servicio no solo de su genio portentoso, sino de su admirable

    An aprendo (Francisco de Goya y Lucientes)

    Firma invitadaAn aprendo, dice Goya. Pero qu?Guillermo Fats

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    laboriosidad, sin la que no hubiera sido lo que fue. La vocacin y las aptitudes no bastan: hace falta trabajar. A Goya le gustaba trabajar, necesitaba crear de forma continuada. Cultiv con maestra innovadora un nmero altsimo de registros, plsticos, morales y tcnicos, de forma que la obra de don Francisco ms parece la de media docena de artistas. Estn en situacin antpoda la Condesa de Chinchn y los Viejos de las sopas, los Fusilamientos, los cartones isidriles, los Desastres y el amoroso Marianito, y as todo.

    2. Un tpico clsicoOctogenario, eligi un tpico

    clsico para condensar el significado (oneroso) de la vejez, edad temible en la que el hombre se enfrenta a pesares crecientes e ineludibles. Goya, que haba soado con una placentera vida burguesa Campicos y a vivir, escriba a su ms que amigo Zapater, en los aos en que le gustaba montar enloquecidamente en un carricoche, se vea lejos de su patria y de su casa, sospechoso de poco entusiasmo por el rgimen fernandino (pero ni opositor ni perseguido, hay quien gusta de exagerar) y muy afectado por sus dolencias fsicas.

    El An aprendo era ya veterano en Europa. Tiene antecedentes griegos y romanos, claramente en Plutarco (hablando de Soln) y en Sneca (hablando de s propio) y tom forma italiana. En la forma Ancora imparo, fue puesto en boca de personajes alegricos (as, el Viejo, arquetipo de la senectud) y en la de genios esclarecidos (como Miguel ngel, compendio de talentos artsticos).

    Soy viejo, viene a decirse, pero quiero aprender, deseo saber ms, anhelo conocimiento(s). Y esa intencin es la que, dibujo mediante, hemos venido atribuyendo a nuestro don Francisco en sus aos bordeleses.

    El viejo de Goya es un viejo viejsimo, mucho ms dramtico que sus antecedentes, casi trgico. Anciano decrpito, encorvado, con barbas largas y descuidadas, gran pelambrera y sin apenas fuerzas para caminar. Se apoya, con manos deformadas por la enfermedad, en dos bastones y anda, apenas, bajo el Aun aprendo (sin tilde). Es el dibujo 54 del Cuaderno G (o Burdeos I) que lleg al Prado en 1872.

    Los viejos aprendices tienen como referencia notoria el que grab Girolamo Fagiuoli en 1538 (British Museum): camina con esfuerzo, encorvado y apoyado en un carrito con asideros, en cuya parte delantera hay un inexorable reloj de arena. Adems de Anchora inparo (sic), hay una sentencia de Sneca: Bis pueri senes (sic, por senex). Tamdiu discendum est quamdiu vivas: El viejo es nio otra vez. Aprenders mientras vivas. (Esto ltimo era un proverbio romano). Casi cinco siglos antes, el viejo Scrates (por pluma de Platn) tambin apareca deseoso de aprender (msica).

    Otro venero del An aprendo est en la catequesis cristiana, que Goya conoci bien. El aprendizaje del camino hacia la santidad no concluye hasta la muerte y es el nico determinante: Scientia destruetur, dice Pablo a los corintios. En el colegio donde pas varios aos infantiles, nos lo gritaba a diario una pared: La ciencia calificada / es que el hombre en gracia acabe, / porque, al fin de la jornada, / aquel que se salva, sabe; / y el que no, no sabe nada. El letrero frailuno presida, paradjicamente, la sala llamada Estudio. Luego supe que esos versos eran de fray Jos de Cdiz, enemigo jurado de la Ilustracin. (En Zaragoza mont un poyo regular acusando a los ilustrados de decir lo que jams haban dicho).

    3. Goya encolerizadoMirando los ojillos tremendos

    del anciano goyesco se siente uno intimidado. No sucede eso con los

    otros grabados que conozco del viejo que an aprende, solo con este pasa. Creo ver en esa figura el alma misma de Goya tal como l poda imaginarla a la altura de 1826 o 1827. Me baso en algo muy sencillo, nada rebuscado, teortico ni psiquitrico.

    El primer bigrafo de Goya fue el francs Laurent Matheron, que escribi sobre el gran sordo y su peripecia vital un librito publicado en (1858). Y all se lee esto, una vez traducido:

    Retom sus costumbres plcidas y burguesas; pero las fuerzas se le iban, sus paseos se hacan raros, sus pinceles menos activos; su humor se ensombreca. Enseguida ya no pudo salir sin el subsidio de su joven compatriota el Sr. de Brugada, en cuyo brazo se apoyaba. Y, en sitios retirados, probaba a andar solo. Pero, esfuerzos intiles!, ya no tena piernas. Incurra entonces en grandes encolerizamientos: Qu humillacin! A los ochenta aos gritaba- me pasean como a un nio! Y tengo que aprender a andar!...

    Avergonzado de su impotencia, que comprobaba en lugares apartados para eludir el ridculo y la compasin ajena, maldice con fiereza haberse convertido en una criatura desvalida que, como un nio pequeo, an tiene que aprender a andar! Il faut confiesa, derrotado- que japrenne marcher!. El viejo de Goya mira con una turbia mezcla de fatiga y odio.

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    Dnde est el centro?CENTRO como punto geomtricoFrancisco Jos Sern Arbeloa

    Reflexin sobre la definicin geomtrica del punto llamado Centro.

    Este nmero de la revista Crisis de Erial Ediciones, entre otros muchos aspectos, lleva asociada la palabra centro. El da que el director de la misma, Fernando Morlanes, la propuso, dio estas definiciones etimolgicas:

    Del latn CENTRUM, con el significado de rama fija del comps sobre la que gira la otra.

    Del griego KENTRON, derivado del verbo KENTEO con el significado de pinchar, aguijonear, picar.

    Evidentemente, sera por deformacin profesional, pero lo que primero me vino a la cabeza cuando o esas dos definiciones fue lo siguiente:

    Una esfera es un cuerpo que se define como el lugar geomtrico de todos los puntos del espacio fsico que verifican la propiedad de que su distancia a un punto interior denominado centro es constante. A esa distancia constante se le denomina radio.

    Durante las siguientes semanas estuve pensando sobre qu podra escribir. Siempre me ha causado extraeza cuando pienso en la interpretacin restringida que desde el siglo XVII han hecho los pueblos mediterrneos de lo que significa la palabra cultura. Por ello, un buen da llegu a la conclusin de que dado el carcter fundamentalmente humanista de la revista, no estara mal intentar presentar y posteriormente explicar el significado de esa definicin. S que la lectura de este pequeo artculo puede exigir del lector un esfuerzo de abstraccin diferente al habitual. Pero lo voy a intentar con tres objetivos. El primero, divulgar como narra la ciencia aquello de lo que habla; el segundo,

    intentar destacar algunos de los conceptos bsicos en los que se apoya nuestra civilizacin; el tercero, ofrecer al lector un atisbo de lo que yo entiendo como una parte ms de la cultura humana, en este caso a travs de la geometra y de la fsica.

    La manera en la que he sangrado los prrafos, intenta facilitar la comprensin de los conceptos que aparecen en negrita, ya que algunos de ellos estn anidados dentro de otros. Y sin ms prolegmenos, empecemos:

    1. Qu significa que una esfera es un cuerpo:Un cuerpo es una figura geomtrica tridimensional,

    es decir, que se concibe con tres dimensiones lineales o lo que es lo mismo que posee largo, ancho y alto, que ocupa un lugar en el espacio y que por lo tanto posee un volumen. Las figuras geomtricas son el objeto de estudio de la geometra clsica, rama de las matemticas que se dedica a analizar las propiedades y medidas de las figuras en el espacio.

    Qu es una figura geomtrica?, es un conjunto no vaco cuyos elementos son puntos, es decir, que una figura geomtrica es una parte de los infinitos puntos que el espacio fsico tiene y que se agrupan de una manera determinada que denominamos forma.

    Qu es un conjunto? En matemtica, un conjunto

    Most Beautiful Spheres

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    es una coleccin de elementos del mismo tipo. Los elementos de un conjunto pueden ser cualquier cosa: personas, nmeros, colores, letras, figuras, puntos, etc. Un conjunto se dice vaco cuando no contiene ningn elemento.

    Y qu es un punto? En geometra, el punto es uno de los entes fundamentales, es decir, que se considera concepto primario. El punto es una figura geomtrica sin dimensin, tampoco tiene longitud, rea, volumen, ni otro ngulo dimensional. No es un objeto fsico. Tan solo describe una posicin en el espacio, que se determina respecto de un sistema de coordenadas preestablecidas. Un ejemplo sacado de la geografa, las coordenadas del centro de la Tierra son (0, 0, 0), a partir del cual se definen posteriormente las coordenadas geogrficas de latitud y longitud.

    - El concepto de punto, como ente geomtrico, surge en la antigua concepcin griega de la geometra, compilada en Alejandra por Euclides en su tratado Los Elementos, dando una definicin de punto excluyente: lo que no tiene ninguna parte. El punto, en la geometra clsica se basa en la idea de que es un concepto intuitivo, el ente geomtrico sin dimensiones, y para su comprensin solo es necesario asumir la nocin que define.

    Ahora bien, qu es el espacio? El espacio fsico es el lugar donde se encuentran los objetos. El espacio es una de las pocas magnitudes fundamentales de la fsica, en el sentido de que no se puede definir a travs de otras magnitudes fsicas fundamentales, ya que no se conoce nada que sea ms fundamental en la actualidad.

    - La geometra clsica fue uno de los primeros desarrollos de la matemtica que trat de capturar y formalizar la nocin intuitiva de espacio fsico. Aunque hay que tener en cuenta que en la actualidad el espacio puede ser explorado a travs de la medicin y el experimento.

    - Por curiosidad, en la actualidad, el intervalo de espacio estndar, llamado metro patrn o simplemente metro, se define como la distancia recorrida por la luz en el vaco durante un intervalo de exactamente 1 / 299.792.458 de segundo. Esta definicin, junto con la definicin actual de segundo, se basa en la teora de la relatividad especial en la cual la velocidad de la luz desempea el rol de una constante fundamental de la naturaleza.

    2. Qu se entiende como lugar geomtrico:Un lugar geomtrico es un conjunto de puntos

    que satisfacen determinadas condiciones o propiedades geomtricas, es decir, de todos los infinitos puntos que hay en el espacio, diremos que un conjunto de ellos forma un lugar geomtrico si todos ellos verifican alguna propiedad geomtrica comn. Un ejemplo de propiedad geomtrica es la distancia entre dos puntos del espacio.

    3. A modo de Conclusin: Llegados aqu, la geometra clsica no tiene mucho

    ms que decir sobre el concepto de esfera. En realidad, lo qu nos est comunicando la definicin inicial que hemos dado, es sencillamente que una esfera es aquel cuerpo formado por un conjunto de puntos del espacio fsico que verifican que cualquier punto que se elija sobre su superficie siempre est a la misma distancia de un punto interior concreto denominado centro.

    Observe, que parte de la gracia de la Ciencia es que utiliza un lenguaje que es objetivo respecto a la interpretacin que un humano puede hacer. Que esa objetivacin se produce por definicin acordada entre todos los cientficos, y que no se permite el verso libre desde el punto de vista de la forma de expresin. Lo que no quiere decir en absoluto que la creatividad y los descubrimientos nuevos no estn a la orden del da.

    Y si ha tenido la paciencia de llegar hasta aqu yo le pedira que reflexionase sobre los siguientes conceptos fundamentales que subyacen en esa definicin, el punto y el espacio. Observe que se introducen de manera intuitiva.

    Antes de finalizar y a modo de contraste con todo lo dicho previamente, no me he podido resistir a mostrar que en nuestro mundo, existen otros tipos de puntos, como por ejemplo son los puntos suspensivos, cuya definicin podra ser la siguiente:

    Signo de puntuacin formado por tres puntos consecutivos (...), y solo tres, llamado as porque entre sus usos principales est el de dejar en suspenso el discurso. Se escriben siempre pegados a la palabra o el signo que los precede, y separados por un espacio de la palabra o el signo que los sigue; pero si lo que sigue a los puntos suspensivos es otro signo de puntuacin, no se deja espacio entre ambos. Si los puntos suspensivos cierran el enunciado, la palabra siguiente debe escribirse con mayscula inicial: El caso es que si lloviese... Mejor no pensar en esa posibilidad. Pero si no cierran el enunciado y este contina tras ellos, la palabra que sigue se inicia con minscula: Estoy pensando que... aceptar; en esta ocasin debo arriesgarme.

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    Dnde est el centro?El ombligo es el centroAntonio Aramayona

    Nuestra sociedad ejerce su onfaloscopia haciendo del sistema su ombligo, el centro que la aleja de la realidad y que le impide cambiarla.

    En su minscula celda en la que apenas entraba la luz, de rodillas y sentado sobre sus tobillos, con los ojos semicerrados, aquel monje intentaba cada da, cada momento del da, hallar la paz interior que le permitiera atisbar la unin con su dios y sentirse en armona con la creacin. Formaba parte del grupo de los hesicastas, tan admirados por unos como denostados por otros dentro de la iglesia oriental cristiana. A aquel monje sus maestros le haban aconsejado mxima concentracin a fin de aumentar su fervor, y para eso recitaba, incansable, una breve jaculatoria al ritmo de su propia respiracin y, la cabeza reclinada sobre su pecho, sin apartar la vista de su ombligo.

    Haca la contemplacin divina a travs de la contemplacin del ombligo. Los monjes hesicastas establecieron as una va que otros muchos copiaron, si bien no ya buscando alguna suerte de divinidad, sino la fama, el dinero a espuertas, el fornicio universal, el poder sobre todas

    las cosas y todos sus sbditos. Llevaban a cabo, pues, la onfaloscopia (del griego nfalos, ombligo, y skopia, mirar) o el arte de llegar a creer que el centro del universo es el propio ombligo o dicho de otro modo que el universo entero gira (o debera girar) alrededor del propio ombligo.

    El cosmos onfaloscpico consta entonces de una serie de periferias sin mayor relevancia que su mayor o menor proximidad a uno mismo, pues solo el entorno prximo donde uno vive constituye el centro neurlgico del mundo. Nuestra mirada fija los contornos del mundo real y las fronteras con lo desconocido o lo insignificante. Nuestra mirada nos hace protagonistas (protos, principal, agonists, actor, luchador), baricentros del universo. Nada tiene, pues, de extrao que nos creamos situados tambin en el centro mismo de las posibles posiciones polticas, capaces de contemplar, interpretar y encarnar las ms autnticas perspectivas sensatas de la humanidad.

    Somos el centro. El valor del centro. Vote centro. Los lemas electorales han ido desparramndose sobre nuestras cabezas, prometiendo la solucin nica y verdadera, el mensaje salvfico universal del centro. El universo de Parmnides era esfrico, inmutable, solo lleno de s mismo, de ser, sin centro y sin periferias: todo ser, todo centro, todo quietud. El universo de Euclides, sin embargo, est lleno de centros que manifiestan el equilibrio y la armona de las formas y de los cuerpos. El mundo solo es cambio continuo en el mundo aparente de lo material, corrigi Platn, pero es inmvil en el mundo verdadero, cuyo centro y cspide es el Bien y la Bondad. La Tierra es el centro del universo, alrededor de la cual giran las estrellas y los planetas, decidi Ptolomeo. Y una plyade de perezosos repiti sus tesis a lo largo de muchos siglos como si se tratase de mantras. Centro. Inmovilidad. Ombligo. Onfaloscopia.

    Hasta Coprnico. Hasta Newton. Hasta Einstein. Hasta Hubble. Hasta

    scar Baiges

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    sabernos viajando en un pequeo planeta a unos treinta kilmetros por segundo alrededor de una estrella mediana que morir en unos 7.500 millones de aos, una estrella ms entre los 200.000 y 400.000 millones de estrellas que contiene la galaxia de la que forma parte, una galaxia ms entre las cien mil millones de galaxias que forman el universo observable. Antes del principio era el Big Bang. Y aproximadamente 10-35 segundos del inicio se esfum cualquier centro.

    El centro El monje hesicasta indica un camino: el ombligo, no cualquier ombligo, sino el propio, que conduce hacia la quieta fusin con el dios en que se creyere. Encarnacin Ferr nos recuerda en su libro Viaje de la prosa al verso. Poema de invierno (Erial ediciones, 2016) que el mejor y ms feliz de los humanos debera ser ese que llevamos por dentro: el mundo a travs del otro lado del espejo de cada mirada. Una casa interior, ntima, profunda, que no gusta de disfraces, donde el ombligo est a aos-luz de distancia. Cuida el exterior tanto como el interior, porque todo es uno, recomienda Buda. Lo que alguien lleva en s mismo es lo ms esencial para su dicha, afirma Schopenhauer. El centro, cualquier centro, se diluye en el ocano interior de cada persona, donde se hallan el equilibrio y la armona.

    No otra cosa ensea magistralmente desde la sensatez Aristteles (tica a Nicmaco, libro II, captulo 6): hay otro centro que nos lleva a la relativa felicidad de que es capaz el ser humano: el trmino medio, la mesura (to mson). Cmo obrar bien? Cmo hacer para que un ser humano sea bueno y cabal? Un ser humano se va haciendo cada vez ms humano en la medida en que sus actos van cristalizando en su propio ser, formando parte de s mismo. Sin embargo, contina Aristteles, no se trata de una acumulacin aritmtica de actos buenos ni de un clculo ponderado entre los extremos por exceso y por defecto a fin de hallar el trmino medio. Si convenimos que

    diez es mucho y dos poco, seis es el trmino medio aritmtico, pero eso no es aplicable, por ejemplo, a una obra de arte y mucho menos al mbito de la poltica y de la tica. En todos los mbitos en que el pathos humano dirime, decide y acta no es fcil hallar el centro, el trmino medio, pues en todo ello se incurre en un posible defecto o en un posible exceso. De una forma generalizada, podemos determinar racionalmente cul es el trmino medio, por ejemplo, en el comer, beber, arriesgarse en algo o el trasnochar. Pero si analizamos cada caso concreto de cada momento de cada ser humano solo la prudencia y la sensata ponderacin podrn calibrar dnde estriba en cada caso ese centro, ese trmino medio.

    Sin embargo, en cuanto se enciende la primera lucecilla de conciencia en nuestras mentes, ya estamos metidos en una macro-cinta-transportadora que nos lleva por las autovas de nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestros reglamentos, y que solemos llamar sistema (adornado con algunos calificativos polticamente correctos: democrtico, de libertades, de mercado, de bienestar, etc.). Fuera del sistema, no solo no hay salvacin, sino que ni siquiera existe el mundo (salvo el submundo, el subterrneo, el OtroMundo, como dice Martn Caparrs, que aparece en nuestras pantallas solo cuando ocurre alguna catstrofe). El centro es el sistema.

    El centro verdadero. El nico centro verdadero.

    En efecto, el discurso polticamente correcto declara que fuera del sistema solo hay caos y por eso repite tambin que quien se opone al sistema no muestra otro sistema nuevo, sino que es simplemente un antisistema, un des-centrado (RAE: descentrado: que se encuentra fuera del estado o lugar de su natural asiento y acomodo. Desorientado, disperso, desequilibrado. Sin centro, en fin).

    800-900 millones de personas pasan hambre cada da. Cada 5 segundos un nio menor de 10 aos muere de hambre, la agricultura mundial podra alimentar en la actualidad a 12.000 millones de personas (el doble de la poblacin mundial actual), cada da se mueren 25.000 personas por causas relacionadas con el hambre, cada medio minuto mueren de hambre entre 8 y 10 personas El centro es el sistema. Y en el centro de ese centro, el hambre. Y en Babia, nuestra nesciencia culposa.

    Escucho la silenciosa marcha circular (crculo vicioso) de la macro-cinta- transportadora, la triunfante fanfarria de los medios adictos al sistema, el llanto del nio que se consume poco antes de morir, el silencio de los hambrientos ya muertos, sobre todo el de todos esos muertos que han muerto mientras yo he estado escribiendo este artculo sobre el centro.

    Centro: Punto o lugar que est en medio, ms o menos equidistante de los lmites o extremos.

    A punto estoy de guardar y archivar este artculo, cuando en el centro mismo de mi neocrtex retumba una voz que dice: Yo conozco tus obras, que no eres fro ni caliente. Ojal fueses fro o caliente! Pero porque eres tibio, y no fro ni caliente, te vomitar de mi boca (Apocalipsis 3,16).

    Y los 100.000 millones de neuronas de mi cerebro, desoladas y avergonzadas, lloran sin consuelo, buscando la maldita quimera del centro.

    Llevaban a cabo, pues, la onfaloscopia (del griego nfalos, ombligo, y skopia, mirar) o el arte de llegar a creer que el centro del universo es el propio ombligo o dicho de otro modo que el universo entero gira (o debera girar) alrededor del propio ombligo.

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    Dnde est el centro?El seor Pulgar y don MeiqueChaime Marcuello

    Los personajes de la fbula nos hablan de las diferencias sociales. Pero las diferencias no tienen una sola interpretacin.

    rase una vez una mano cualquiera. El seor Pulgar reprochaba a don Meique que su tamao no era adecuado para formar parte de la misma palma. Semejante diferencia! Un ser de esas dimensiones no tiene derecho a estar ah. Solo los fuertes, como l, o los altos como los dems dedos de la mano tienen cabida. Las diferencias son las diferencias; cada uno ha de saber dnde est su sitio! Por eso, como eran tan evidentes, el dedo gordo no dudaba en tener permanentemente amedrentado al dedo ms pequen. Adems de creerse dueo y seor, era un abusn y altanero: saba que su posicin era la ms importante. Sin m deca de poco sirve esta mano; sera inmediatamente declarada invlida e incapaz. As, con esas ideas, castigaba al minsculo meique que no saba cmo escurrirse. Hasta que un da, con el ndice, corazn y anular vendados tras un accidente, don Meique le respondi: Pues Ud. solo, sin mi ayuda, tampoco sirve para mucho. A lo cual no hubo respuesta.

    Cada quien concluir su propia moraleja; aqu sirve para pensar el asunto de la desigualdad y sus flecos sociales. Desigualdad que entiendo de dos formas. La primera

    como consecuencia del uso de las diferencias como mecanismo de poder, segmentado el bienestar en la sociedad. La segunda como causa intrnseca y paradjica de este sistema socioeconmico basado en el capitalismo tecnolgico y globalizado del sigo XXI, que propicia procesos de interaccin y distribucin de la riqueza cotidiana desde la lgica de la competicin por recursos limitados.

    Si el seor Pulgar fanfarronea y hace gala de un carcter insultante tiene que ver con su propia psique inmadura; alimentada por una posicin privilegiada, promovida por su prdida de visin del conjunto, una falsa conciencia de independencia y su percepcin de primaca sobre don Meique al que ve distinto y a quien considera, obviamente, menor. Desde su mirada, solo los vencedores altus, citius, fortius cuentan. Por eso,

    si eliminamos a los dbiles, si nos amputan esa parte minscula, no se pierde mucho.

    Recurdese, las diferencias son las diferencias y, como alguno piensa, por algo estarn! Pero si se dice desde una ausencia de perspectiva global, incapaz de percibir la totalidad, entonces no se sabe lo que se hace. En ese momento hemos de apelar al requisito de policroma o polifona, segn se prefiera. Del mismo modo que los colores del arcoris permiten ver el mundo con matices que van ms all del blanco, el negro y sus grises, las diferencias son singularidades que determinan posiciones en el mundo que enriquecen y dan sentido en s mismas. La diversidad de funciones y la diversidad de posiciones son condiciones que solo se pueden dar desde la diferencia y la singularidad, que no aspiran a la comparacin

    Las diferencias son singularidades que determinan posiciones en el mundo que enriquecen y dan sentido en s mismas.

    Solo se nos habla del triunfo y de la importancia que tiene competir para llegar ms lejos. La obsesin es crecer ms y ms rpido.

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    permanente, sino que hacen de cada nota, de cada timbre, una posibilidad para construir msica comn.

    Pero para que eso se perciba hemos de reconocer en el otro una oportunidad y tambin una necesidad. Si no es as, terminaremos despreciando y eliminando lo que nos sobra y molesta.

    Por eso es un problema y una paradoja que la desigualdad de partida sea la causa de la mala distribucin final, es decir, de la desigualdad en los resultados a la hora de vivir en el mundo con recursos escasos. Las estadsticas disponibles muestran que cada vez son menos los que ms acumulan mediante mecanismos de competicin en los que los ganadores se lo llevan todo. Lo cual se suele acompaar del mantra que sostiene que solo hay que preocuparse de la desigualdad en la salida, en las oportunidades. Se han de promover polticas pblicas que vigilen y hagan cumplir la igualdad de condiciones, porque despus el mrito, la capacidad y el esfuerzo pondrn el resto. Es decir, crearn las diferencias lgicas para que cada quien se encuentre en un punto u otro de la distribucin de los resultados.

    En este juego al que nos han enseado a jugar y nos empeamos en seguir jugando solo se nos habla del triunfo y de la importancia que tiene competir para llegar ms lejos. La obsesin es crecer ms y ms rpido. La debilidad se esconde. La vulnerabilidad no cuenta... Y solo cuando tropezamos con ella descubrimos lo mismo que el seor Pulgar.

    Sin embargo, como hemos aceptado el reparto desigual de las recompensas en marcos legales ms o menos consensuados, cuando alguien gana la partida parece que no caben quejas. Es ms, o bien aspiramos a ese golpe de suerte que permita aprovechar la diferencia para estar en la mejor posicin posible, o bien nos engatusamos con el esfuerzo insuficiente como causante de la falta de xito. La desigualdad en los resultados nos parece legtima y deseable. Cmo si no!

    Cada quien es responsable de su propio juego y de manejar la cartas esa singularidad que la vida le ha trado de la mejor manera posible. La condicin necesaria es la libertad. Y entonces, cuando libertad e igualdad de oportunidades se despliegan, lo que pase ser justo. Los resultados son harina de otro costal. La paradoja es que estas reglas de juego no producen resultados socialmente ptimos. Los efectos sociales de la desigualdad nos estn conduciendo a una situacin poltica y moral peligrosa. La acumulacin de riqueza en pocas manos obliga a pensar qu relaciones de poder se producen. La asimetra en la distribucin del bienestar no es fruto del azar. Se parece a aquella vieta de Quino donde unos pocos jugaban y ganaban cuando les daba la gana a muchos. El problema, como siempre ha sido, es qu reglas establecer y cmo hacer para que en la partida cotidiana cada persona tenga lo que necesite y cada quien alcance lo que se merezca.

    Quiz, como don Meique, solo mostrando que estamos en la misma palma de la mano, condenados a encontrarnos, comenzaremos a buscar soluciones para vivir mejor... antes de la derrota. No hay nadie que se instale siempre en el podio.

    Los efectos sociales de la desigualdad nos estn conduciendo a una situacin poltica y moral peligrosa.

    scar Baiges

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    Dnde est el centro?El rizoma o la ausencia de centroAdrin Alonso Enguita.

    El rizoma se constituye de mesetas, las cuales nunca estn al principio o al final, siempre estn en medio, siempre descentradas.

    La virtud de Rizoma es ver que la obra cerrada por excelencia est abierta de par en par. El libro, el texto, resulta incomprensible en s mismo sin una abertura a sus conexiones. Dicen a do: en un libro no hay nada que comprender, tan solo hay que preguntarse con qu funciona, en conexin con qu hace pasar o no intensidades, en qu multiplicidades introduce y metamorfosea la suya1. Solo desde el afuera se entender el adentro, solo desde su contexto el texto ser significativo. Preguntarse por sus conexiones con ese afuera es tanto como preguntarse por su funcionamiento, por su sentido.

    Se puede entender el 15M sin su afuera, esto es, sin Internet? Tiene sentido la

    1 Gilles Deleuze; Flix Guattari, Rizoma (Introduccin) (Valencia: Pre-textos, 2013) 11.

    filosofa platnica sin el alfabeto? Plantemoslo de otra forma ms directa: Por qu Coln descubre Amrica cuando ya otros haban llegado o Descartes descubre el cogito cuando otros haban hecho la misma argumentacin siglos antes2? La causa es que el afuera ha cambiado. Es el capitalismo el que descubre Amrica, no Coln; no podemos comprender a Coln sin su afuera, el cual es el mismo que el que se encuentra Descartes para lanzar el cogito que no encontr dnde engarzarse siglos antes.

    No siempre se ha entendido esto as y es por ello que los autores se dedican a realizar una

    2 Conocida es la cita de Agustn en su Trinidad, donde prcticamente calca la huida frente al escepticismo y su salida en la famosa sentencia cartesiana en el siglo V. No tan conocida es la formulacin de Gmez Pereira cuando dice eso de Todo el que conoce, es. Luego yo soy en su Antoniana Margarita.

    brevsima clasificacin de obras donde la primera en ser analizado es el llamado libro-raz. Este tipo de libro se va abriendo como una bella formulacin matemtica, como un frondoso rbol o como una fornida raz. Del Uno sale el Dos, y del Dos el Cuatro, y as sucesivamente. Delicias para un lgico que pueda recorrer en un sentido y en el otro el camino de ascenso y de descenso, de progreso y de regreso para un juego de lo ms platnico. Una dialctica que en su desgajar conceptos, en su ejercicio de carnicero platnico, es capaz de unir y desunir, de agrupar y separar, y en su labor despliega un todo sistemtico y coherente. He aqu un centro.

    La segunda alternativa es el sistema-raicilla al que tambin llaman raz fasciculada. Desaparece la raz principal, pero en su lugar salen mltiples races secundarias. El ejemplo que ponen

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    La Alfocea, el ro y el duende (Mariela G, Vives)

    es el de los textos cut-up donde cualquier tramo es recortado y reubicado para construir a partir de ello un esqueje, un nuevo texto. Pero esta nueva raz, que es secundaria, funciona con la misma lgica que la raz principal, ahora eliminada. Es decir, se habla ahora de estructuras que liman la multiplicidad retorcida en las leyes que la sujetan. La unidad se eleva, se encuentra fuera del pivote, pero se encuentra en, digamos, una nueva dimensin. El ejemplo es directo: la burocracia en la obra de Kafka.

    Nos lanzamos a la tercera opcin, la que Deleuze y Guattari se enorgullecen en celebrar: el rizoma. El rizoma no es un calco, es un mapa. La orqudea no es calco, es parte del mapa que se dibuja con la avispa. Es activo, productivo, constructivo. Construye lo real. No copia lo real. El rizoma est vivo, abierto,

    lanzando nuevas dimensiones y en constante cambio, constante devenir. El mapa interpreta el territorio, se interpreta desde diferentes perspectivas y se camina desde diversas vertientes.

    La interpretacin no es copia. El burcrata es arborescente, es calco, es copia sin produccin. Un esquema reproducido hasta la extenuacin. Pero Kafka quiso darle una fuga. Desterritorializarlo. Abrirlo. Porque el mapa tiene mltiples entradas, que son tambin salidas.

    El rizoma, en definitiva, es un estado en un momento determinado que nunca ser el siguiente. El rizoma se constituye de mesetas, las cuales nunca estn al principio o al final, siempre estn en medio, siempre descentradas.

    Se puede entender el 15M sin su afuera, esto es, sin Internet? Tiene sentido la filosofa platnica sin el alfabeto?

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    Dnde est el centro?En un pas de nmadasEugenio Mateo

    El autor seala cmo la especulacin dirige la orientacin del nomadismo urbano, convirtindonos en refugiados o centro-residentes, en nativos o meros visitantes. Solo cabemos todos en el centro comercial.

    Vivimos en un pas de nmadas. Hasta no hace demasiado, los pueblos se fueron vaciando y sus moradores emprendieron su particular cruce del Mar Rojo tras la tierra de promisin. Crecieron, as, las viejas ciudades, convertidas en imn de buscadores de quimeras que pronto descubrieron que el centro estaba ocupado. Ese mismo centro se hizo metrpolis tras miles de fachadas y el supervivir se convirti en vivir entre la generalidad de los barrios, y en la misma proporcin que estos crecan se haca el centro ms cntrico, en un statu quo que amenaz con engullir la periferia en un ademn de soberbia y quiso

    perpetuarse en un suceder de planes y de planos, olvidados casi los tiempos de penuria. El propio trascurrir trajo el progreso y, con l, el consumo y la secular especulacin. Insatisfecha con sus dimensiones, la ciudad tuvo envidia de Pars y mir al horizonte convencida de que all estaba su futuro. Haba que poner de moda un nuevo nomadeo y la estrategia inmobiliaria tir la casa por la ventana para llevarse de nuevo a los habitantes del centro a los estriles eriales de los aledaos, desde los que, al pasear al perro los domingos entre la desolacin del cierzo, echaban de menos lo cntrico sin atreverse a declararlo.

    Una vida natural como la vida misma que dur lo que dura una burbuja y que ahora algunos de los que lo intentaron se consuelan con el tranva. Con la gran burbuja que se llev por delante tantas fbulas volvi la atraccin por el centro como refugio y en los refugios se

    La estrategia inmobiliaria tir la casa por la ventana para llevarse de nuevo a los habitantes del centro a los estriles eriales de los aledaos.

    Rond de alternativas (Eugenio Mateo)

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    cobijaron tambin los desahuciados, nuevos nmadas bblicos, y muchos que otra vez huan del hambre, aunque de lugares mucho ms lejanos, tambin llegaron al centro para quedarse. Por ende, el poder sigui siendo vecino. Una visin centrpeta de un pas centrfugo.

    El centro es el mejor lugar para observar. As, da la sensacin de que todos los centros de todas las ciudades europeas, salvo por su urbanismo capital, se parecen. Tambin permite atisbar una descarada tendencia a la uniformidad en las costumbres; en cualquier caso, emergen pruebas de la interconexin de los centros en uno solo, global, centralizador, centralista. El centro gusta al capital y a los que lo representan; gusta al ciudadano porque parece como estar en el saln de casa; gusta a los foranos, que curiosamente tienen un estricto sentido sobre sus lmites hipotticos. Gusta a todos, incluso a los arrabales, porque ellos no quieren sentirse lejos del todo.

    El centro es un territorio neutral en el que la prisa se cambia de chaqueta cuando conviene. En l se juega al Monopoly, se practica el top manta, se toma vermut o se deambula. Es verstil porque se ajusta a sus protagonistas, pero frgil porque en su crecimiento anida la prdida de identidad. En su descargo, la capacidad de perpetuarse en cada cambio. Con la tradicin convive, pero tambin con la modernidad, y en ese tringulo la vida va pasando al hilo de los vaivenes.

    Se usa mucho el concepto centro como reclamo. Por ellos, el centro no tendra fin, pero

    est ocurriendo que el centro se desplaza, incluso se desdobla en varias ubicaciones, y va a resultar que los reclamos funcionan pues la gente circula alegremente traspasando las leyes de la fsica que dicen que centro no hay ms que uno. Realmente no se denominan a s mismos como centro sino como centros comerciales, pero todos usan el reclamo de centrar para hacernos gravitar en su atmsfera. Hay que reconocer que al centro, el del sentido de siempre, le ha salido mucha competencia. Quiz porque todo est estudiado. Las mareas migratorias, aunque en este caso circunscritas al mbito ciudadano habitual, deben ser atradas en aplicacin de las reglas del libre mercado. Si antes decamos que todos los centros se parecan, no digamos los centros comerciales, clnicos artefactos del consumo repartidos por todo el orbe. Es en esta guerra estratgica cuando emerge como arma el concepto geogrfico. Ese que posee el centro que concentra, porque la geografa siempre ha estado muy ligada con la economa. Se impone el valor de las cosas y, sin embargo, el centro contiene el encanto de la atraccin, que puede ser gratis, como el encanto de las pginas de Viaje al centro de la tierra, que bien podran ilustrar una nueva versin de Viaje al Centro all donde confluyen todos los caminos, los rincones huyen del anonimato y el centro se adentra en las miradas, tambin en los saludos, con una bienvenida eclctica y multidisciplinar, en mezcolanza urbana de cosas y de casos en los que la vida se cobija.

    Aunque, como no hay enemigo pequeo, convendra estar alerta ante las nuevas tendencias que campan por sus respetos en los extrarradios. Un viaje centrfugo para una sensacin centrpeta que acerca y aleja la realidad como un caleidoscopio.

    En el centro los extremos se dan la mano. Hay un contraste abigarrado de viandantes por sus calles cuyas huellas son borradas por las cuadrillas de limpieza con mangueras pertinaces antes de salir el sol. Luce limpio, pero no es oro todo lo que reluce y en algunos callejones nunca llega el agua. Las palomas defecan a libre albedro sobre las efigies del pasado y en algunos portales huele a gato. A pocos pasos repican campanas y el trfico suena mullido. Es el centro un paso obligado para los que van y vienen; los que lo habitan dejan paso franco a las visitas. Un toma y daca posicional, renunciado ya el reducto defensivo en que se convirti como esencia de sociedad estable. Ahora el centro contrataca no para conquistar territorios, sino para recuperar clientes, pues lo conceptual a veces acaba en lo prosaico. Final tambin que puede afectar a un centro que aspire a ser una referencia en la que quepan todos, porque, adems de difcil, no es posible.

    Con la gran burbuja que se llev por delante tantas fbulas volvi la atraccin por el centro como refugio.

    Ahora el centro contrataca no para conquistar territorios, sino para recuperar clientes, pues lo conceptual a veces acaba en lo prosaico.

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    Dnde est el centro?La centralidad del tableroIsabel Rosado

    Los poderes, desde el centro, persiguen la imposicin de su idea de normalidad.

    El mundo sobre mi cabeza (Mariela G. Vives)

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    Desde la antigedad se ha asociado lo normal con la idea de centro y el centro con lo adecuado. Todo lo que se sale de la normalidad es repudiado. Pero, qu es realmente la normalidad? Podramos decir que es algo que verdaderamente no existe o que quizs sea difcil de determinar, porque cada sociedad tiene unos parmetros diferentes sobre lo que es o no normal.

    Si nos fijamos en los sistemas educativos de muchos pases europeos, veremos que estos sistemas estn destinados a formar a los alumnos en la normalidad. Esto se consigue a travs de unas competencias, o estndares educativos comunes, que dejan de lado cualquier pice de creatividad y que no tienen en cuenta la diversidad existente en los mtodos de aprendizaje de cada persona, lo cual no tiene porque ser contraproducente para el sistema. Es decir, el alumno que no apruebe estas competencias, no podr progresar en su desarrollo acadmico.

    Precisamente, desde estas sociedades, los medios de comunicacin intentan crear una idea de la normalidad a travs de los programas de televisin, de la publicidad y de los peridicos, que nicamente se valen de lo extravagante o de lo raro para fomentar el consumo entre grupos sociales exclusivos. Vase la tendencia esttica de los hipster, los cuales tratan de huir de la monotona de Ikea y de Inditex. Sin embargo, acaban siendo absorbidos por el mainstream.

    Esta bsqueda de la supuesta originalidad tambin es difundida en los medios mediante los nuevos artistas del siglo XXI: los cocineros. Es interesante reflexionar sobre la concepcin actual de la cocina como un arte exclusivo. No en vano, los cocineros no resultan tan incmodos como los gremios clsicos de artistas, cuyo arte induce frecuentemente a la crtica y a la reflexin. Lo cierto es que los programas de cocina y las continuas alabanzas a los chefs, acaban convirtiendo en normalidad algo que la mayora de los espaoles no se pueden permitir. Esto es, no todo el mundo puede comer en un restaurante de alta categora o comprar en las mejores tiendas de alimentacin.

    Por otro lado, tambin hay que ver que la normalidad le quita frescura y originalidad a las cosas. Esta frescura es la que vemos en algunos programas de televisin como Saber y ganar, un espacio, en el que en contraposicin con otros concursos, vemos a unos participantes que pudieran parecer poco convencionales segn los estndares de normalidad del ideario colectivo: infravalorar lo original y lo diferente.

    Esta influencia de los medios en la construccin de la normalidad se refleja tambin en las familias ideales presentadas a travs de la publicidad, ms que a travs de las series de televisin que s muestran diferentes tipos de familias. Es frecuente la asociacin de la figura de la mujer con la cocina y con los productos de limpieza. En este respecto, cabe sealar como en un conocido formato televisivo con

    un target familiar asistimos a un espectculo deplorable en el que una periodista deportiva tuvo que ayudar a dos hombres, considerados como ejemplares o representativos de la sociedad espaola, a encender una placa vitrocermica. Son estos dos hombres un modelo admirable en una sociedad normal?

    Pero la normalidad no solo afecta al cuarto poder, expresin con la que antes aludamos a la importancia de los medios de comunicacin y a su influencia en la sociedad. Es fcil darse cuenta de que en los pases desarrollados lo normal es aspirar a ser gobernado por un partido de centro. En este contexto, centro significa prudencia y orden frente a los sintagmas extrema derecha o extrema izquierda. Sintagmas que en el lenguaje periodstico se usan con la intencin de descalificar otras propuestas polticas. Sin embargo, en la prctica, observamos que las elites de las dictaduras se han amparado en este concepto de centro para huir de los viejos fantasmas del pasado. Este es el caso de Alemania, pas en el que muchos polticos se declaran como socialdemcratas o de centro en un intento de desligarse de las prcticas polticas de algunos de sus progenitores, tal y como han venido sealando algunos escritores alemanes.

    No hace falta viajar en el tiempo para darse cuenta de que desde siempre hemos asistido diariamente a una partida de ajedrez, en la que tanto unos como otros estn interesados en ganar para as inculcar su supuesto modelo de normalidad.

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    Dnde est el centro?Antropologa polticaAndrs Ortiz-Oss

    El encuentro del viejo chamn con el joven chamn (mito central de los indios Pawnee) se produce sin dilogo. As ocurre siempre entre el poder establecido y la potencia emergente.

    El mito central de los indios norteamericanos Pawnee, tambin llamados pananas, relata el encuentro entre el viejo chamn de la tribu y un joven chamn emergente. El viejo hechicero detenta un poder cultural que no quiere compartir con el joven hechicero, el cual detenta una potencia natural que tampoco quiere compartir con aqul. As que en lugar de dialogar y compartir sus dones especficos complementarios, el viejo chamn hechiza negativamente al joven, el cual responde eliminando violentamente al viejo y usurpando su poder, su mujer y su pipa sagrada.

    Este intrigante mito, recogido por C. Lvi Strauss, es el paradigma de lo que pasa siempre de nuevo en la lucha entre el poder establecido y la

    potencia emergente, entre el pasado y el presente, lo viejo y lo joven, la cultura oficial y la contracultura popular. Hoy en da este escenario se repite en la lucha entre los viejos hechiceros del Partido Popular y los

    jvenes hechizados de Podemos. El PP simboliza una especie de padre putativo o partido patriarcal, mientras que Podemos alberga a los hijos naturales de la nueva contracultura poltica y social.

    El encuentro entre los viejos hechiceros y los jvenes hechizados, tal y como narra el mito panana, suele acabar en encontronazo si no hay medio, mediacin o remedio. En efecto, el Partido Popular debera ser ms popular y acercarse al pueblo espeso, como lo llamaba Azaa, mientras que Podemos debera ser menos populista, asumir que no pueden tanto solos y acercarse a Europa. Entre los extremos del PP y Podemos se sita Ciudadanos y la socialdemocracia de Pedro Snchez, en teora mejor situados medialmente, pero en una teora an sin prctica.

    El mito Pawnee escenifica tambin el encuentro/encontronazo

    entre la Europa del Norte y la Europa del Sur. La Europa del Norte no tiene un chamn o hechicero, sino una chamana o hechicera de marca germnica Merkel, ngela para unos y Bruja para otros. Por su parte, la Europa del Sur ha quedado tan devastada que en la actualidad no tiene ni Chamn ni Brujo que la represente y ampare, tal es su desamparo. En todo caso, tambin en el caso europeo debera haber un dilogo, encuentro o mediacin entre el Norte y el Sur, el poder econmico nrdico y la potencia vital sudista.

    Precisamente a este ltimo respecto tenemos el ejemplo ejemplar del actual dilogo vaticano entre el Papa Benedicto y el Papa Francisco, entre el viejo telogo alemn y el nuevo pastoralista sudamericano, entre el poder tradicional y la potencia emergente, entre el viejo Papa o chamn catlico y el nuevo Papa o chamn cristiano. Ratzinger y Bergoglio personifican un encuentro ecumnico y abierto entre la tradicin y la (pos)modernidad, entre la razn y el corazn, entre el Norte y el Sur. Frente a toda involucin y a toda revolucin, este modelo papal, pero no papista, invoca la evolucin y el evolucionismo: una teora y prctica evolutiva, y no involutiva ni revolutiva.

    Hoy en da este escenario se repite en la lucha entre los viejos hechiceros del Partido Popular y los jvenes hechizados de Podemos.

    Potencia emergente contra el poder. (Mauro Ala Razor)

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    Dnde est el centro?Contra el Centro?Juan Domnguez Lasierra

    El autor deja constancia de su apego al Centro a pesar de estar mal visto en esta sociedad tan descentrada.

    El Centro es como los jueves. Est en medio. Antes los jueves eran los das en que los escolares tenamos fiesta por la tarde, que siempre haca sol. Y en los comercios, para celebrarlo, regalaban globos. Nos conformbamos con poco, no como ahora, que los chicos piden consolas y ordenadores. Ya las tardes de los jueves son nostalgia, de lluvia tras los cristales. Los globos se desinflaron, y solo son un trozo de fea goma llena de arrugas.

    El Centro ahora ya no es el Centro, sino la Estratosfera. Desde

    Coprnico y Galileo, la Tierra dej de ser el Centro, y as nos va. Que andamos todos desCentrados, girando como satlites bobos alrededor del astro rey. Menudas faenitas nos hacen los cientficos queriendo saberlo todo. Con lo bien que se viva en la ignorancia, en el Centro, que era Alfa y Omega.

    Bueno, tampoco se viva tan bien. Nunca se vive bien, se viva, se vivir, se vive como se puede. Malamente generalmente. Con Centro o sin Centro.

    El Centro, nos dicen a todas horas, ya no es la Virtud. Estar centrados es lo anmalo, lo raro, lo insustancial. Por eso, polticamente, el Centro siempre produce sospecha, tiene muy mala prensa (y la buena prensa no existe). Good news no news. Lo dice el canon.

    Lo del Centro poltico nadie se lo cree. O eres de un lado o de otro. Somos as de fundamentales, o fundamentalistas. Por eso lo normal es andar a tiros. Como ahora en Siria, Afganistn, Irak O tirndonos los trastos a la cabeza,

    La balanza sopesa los extremos (Jorge Anda)

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    como ahora en Espaa (la imposible Espaa), sobre todo en el Parlamento y en los plats televisivos. Qu imagen ms deprimente. Hemos convertido la vida en espectculo. El morbo es el Centro.

    Yo, como ya estoy en la vejez, soy de los que an cree en el Centro. Por eso me dicen que soy un egosta, que lo quiero todo, lo de un lado y del otro. Un abusn. El Centro es el egosmo. El Centro ya es el Vicio, no la Virtud. Cmo cambian las cosas.

    Es que el mundo est al revs. O eso creen los ancianos como yo. Lo de Arriba est Abajo, lo del Este al Oeste. Yo sigo sin acostumbrarme a andar cabeza abajo. Me resulta muy incmodo. Por eso los ancianos caminamos tan lentos. No son nuestros huesos maltrechos, es la falta de costumbre de ir al revs, a contracorriente del ro que nos lleva.

    Y qu cambios de costumbres. Mis chicos ligan en cinco minutos. Una mirada y la pregunta inmediata: En tu casa o en la ma? Estoy escandalizado, lo confieso. La de novelones largusimos que se han escrito para argumentar conquistas amorosas. Por eso ahora las novelas son tan cortas. Dos lneas son suficientes. El Centro narrativo se ha hecho tan corto que apenas sirve para ms de una frase. Claro que despus de una frase vienen los tiros. Y los tiros duran y duran como las pilas alcalinas. Por eso an hay novelas largas, pero no son muy buenas. Hoy las novelas buenas son muy cortas.

    Por eso triunfa el microrrelato y el maltrato femenino. Cimentar un amor en cinco minutos es lo que tiene. El Centro, el viejo Centro, se

    ha desCentrado. Y en las antpodas, no hay convivencia. Y mucho mejor, porque, si no, hay tiros.

    En el maltrato, la solucin que se ha encontrado es el alejamiento. O sea, la desCentralizacin. Pero la cabra tira al monte, y hoy estamos como cabras. El monte es el Centro, otro Centro, porque la desCentralizacin, a pesar de los pesares, no funciona. Basta mirar a las Autonomas, que se nos llevan todos los parneses y fomentan todos los agravios. Y an quieren ms, confederacin. Y ms, soberanismo. Todos queremos ms. Ya lo deca la vieja cancin. El que tiene cinco quiere tener diez, y el de los cincuenta, quiere tener cien. Y el de los cien, no te digo Insaciables. Por eso la corrupcin lo arrasa todo. La corrupcin es el Centro?

    Y eso que con el AVE ya no hay periferias. Todo es Centro. Y el Centro, ya lo dicen los polticos, es el Vicio, el Egosmo, la Sinrazn. Hay que estar a un lado o a otro si queremos ser razonables. O sea, si queremos vivir a tiros, a porrazos, a bofetadas, que es lo fetn, el espectculo que mola.

    As que me acuso de ser Centrista. Vicioso, egosta, irrazonable. Una piltrafa. Y eso que no me como una rosca, ni tengo en Andorra (ni aqu) un solo euro. Y vales lo que tienes, eso dice el canon. As que no valgo nada; bueno, mi paga de jubilado.

    Tendra que hacerme extremista, desCentrarme, pero ya soy muy mayor y me soportar como pueda mientras el cuerpo aguante. Que se extremen los polticos, los otros, que son, ya lo deca el filsofo bizcocho, el infierno. Yo prefiero estar en mi gloria, en el Alfa y Omega borgiano, en la fusin de los opuestos, que dira nuestro Ortiz-Oss, en la asuncin de mis contradicciones, con todos mis agravantes, en la gris tolerancia como Centro. No tengo remedio.

    29 de febrero del bisiesto 2016

    Lo del Centro poltico nadie se lo cree. O eres de un lado o de otro. Somos as de fundamentales, o fundamentalistas. Por eso lo normal es andar a tiros.

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    El lugar central, el punto medio, presencia iluminada por los focos, referente universal, sujeto responsable en torno al cual se organiza tanto, o se organiza todo; matriz constructora y blanco, diana, mapa, modelo, plano y diagrama. Soberana de toda periferia; ojo de Polifemo, palacio de invierno, capital del dolor...

    Infinidad de mbitos de actuacin y metforas de discurso se organizan y construyen en torno a la idea de centro. Formal, estructuralmente es una herramienta privilegiada para expresar, describir, analizar y cartografiar la red de relaciones que forma el tejido del mundo y un punto de referencia posible a la hora de intentar subvertirlas.

    De una multiplicidad de usos, se podran destacar dos de ellos, dos modos de pensar la idea de centro: El centro como cima jerrquica que organiza periferias y el centro como

    punto de atencin, como punto de observacin en movimiento.

    Estos dos modos de pensar el centro, en cierta manera dos modos metafricos, podran asociarse a dos momentos histricos concretos y sucesivos, el del estado nacin y el del imperio y la globalizacin y, con ello, a dos realidades escondidas en sus respectivos centros, dos realidades centrales y nada metafricas, dos centridades, dos centros-verdad, si es posible utilizar semejante concepto: la explotacin en el primer caso y el hipercontrol de la circulacin de la informacin en el segundo.

    (Comit invisible, A nuestros amigos)

    En el primero de esos usos, el centro supone ante todo una jerarqua, la instauracin de una estructura de cercanas y lejanas respecto al ncleo organizador; la diferenciacin del lugar central del resto y la inmediata organizacin subordinada de ese resto. As, el lugar del soberano, de la soberana, el centro que debe ser asaltado para dar paso a una poltica distinta, el magnicidio y la propaganda por el hecho; el lugar del que emana el poder y/o el enemigo a batir; el bastin que conquistar y, tal vez despus, suprimir.

    Es un centro de carcter territorial, muy localizado, seguramente porque su poder procede de un remoto gesto originario, del gesto de detencin del movimiento que supone el paso de las sociedades nmadas o seminmadas a las sociedades sedentarias. Fuente de riqueza ilimitada, sin embargo la

    Dnde est el centro?Juego de centros. skar Dez

    De la sociedad disciplinaria a la hiptesis ciberntica.

    Sin ttulo (Quinita Fogu)

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    agricultura es muy penosa; () requiere hogar permanente, propiedad del suelo y poder suficiente para defenderlo (Kant, Comienzo presunto de la historia humana). Territorializar suprime el vagabundeo, supone dibujar sobre el espacio los lmites de la propiedad y armarse hasta los dientes. El anclaje de (en) la propiedad y el reparto-apropiacin del territorio y la consiguiente construccin de un aparato de poder centralizado que perpetuase, en la medida de lo posible, el estado de cosas da paso a siglos de dominacin, primero desptica-esclavista, despus donde no alcanzan a construirse grandes aparatos burocrticos, la desintegrada estructura feudal europea. Finalmente, a travs de la consolidacin de los mecanismos de dominio efectivo sobre los territorios, sobreviene la instauracin de los aparatos de poder centralizados de la modernidad.

    A esta perfeccionada estructura poltica el estado que se consolida en la Edad Moderna corresponde un tipo de sociedad, la sociedad disciplinaria que describiera Foucault en Vigilar y Castigar en la que el cuerpo se convierte en el centro de la intervencin poltica. Como es sabido, en relacin con la sociedad sobre la que operaba, este poder disciplinario se serva de una serie de saberes y discursos, dispositivos y mtodos con los que se pretenda ahormar al conjunto de los individuos conforme a unos fines de dominacin y productividad que, al tiempo, redujesen al mnimo el desorden y sus peligros. El objeto de estas prcticas no es tanto la sociedad en su conjunto sino cada individuo en particular, operando para asegurar que nada escape al control del poder, tambin directamente sobre el propio cuerpo. Esta sociedad disciplinaria tena sus lugares propios y caractersticos: la fbrica, el cuartel, la escuela, el hospital, el manicomio y la crcel

    y abarca cronolgicamente desde el XVIII hasta comienzos del XX. El fin, en palabras de Foucault, era fabricar cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dciles. La disciplina aumentaba las fuerzas del cuerpo (en trminos econmicos de utilidad) y disminua esas mismas fuerzas (en trminos polticos de obediencia).

    Foucault no dejaba de recordar que el correlato econmico de este procedimiento era la separacin de la fuerza de trabajo de su producto. Es decir, la construccin poltica e institucional de esa sociedad disciplinaria impulsaba la consolidacin de los fundamentos del sistema econmico de capitalismo primero mercantil y, enseguida, industrial. Y a la inversa. La centralidad de la cabeza del rey y la centridad del cuerpo disciplinado; la centralidad poltica de la clase social burguesa y la centridad del explotado pueden ser modos de decir y acercarse a este proceso de transformaciones como un juego de centros.

    Si se entiende el centro como el punto focal, el foco es aqu, entonces, la explotacin, la concreta explotacin de los cuerpos es decir, de los pobres, es decir, de los empobrecidos y la transformacin de la plusvala extrada en capital.

    El capitalismo la miseria del capitalismo no ha dejado de ser desde entonces la cuestin central y el enemigo a batir. Y la explotacin no ha cesado; al revs, se ha multiplicado. Cambia eso s de formas en unos lugares,

    manteniendo y desplazando sus formas clsicas a otras. Entre sus variaciones, sabemos que se ha desplazado de los cuerpos a la totalidad de la vida, del gesto individual de la fuerza de trabajo a la entera sociedad y a sus prcticas y saberes el general intellect capitalizando sus modos y organizando la sistemtica reduccin de todo a mercanca. Esa sofisticacin de la explotacin y de la dominacin ha dado lugar a un nuevo tipo de sociedades donde la coercin no es inmediata, donde la represin se esconde vigilante bajo la delgada epidermis de la vida cotidiana, donde no se trata de acabar con la desviacin, sino de conocer y monitorizar el conjunto de las permitidas si no alentadas desviaciones de la elstica norma.

    All donde el capitalismo ha modificado su rostro, ocultndolo detrs de la mscara del espectculo es decir, cada vez ms en todas partes, nuevas formas y mbitos de explotacin, nuevos mbitos de extraccin de plusvalores, se han superpuesto a los tradicionales. El cuerpo del proletariado y el trabajo asalariado han dejado de detentar la exclusividad de la centralidad negativa de ese sistema.

    El propio Foucault asoci la emergencia del liberalismo con una nueva forma de plantear el poder del estado: la biopoltica o gubernamentalidad de las poblaciones, donde la vida en su conjunto a travs de dispositivos diversos: sanitarios, comunicativos, de ocio, etc. se converta en objeto de la atencin de los gobiernos. El liberalismo ha progresado mucho desde el XVIII y la moderna tecnologa ha puesto en manos de los diversos poderes herramientas muy perfeccionadas para la gestin de las relaciones. Esa forma de poder se ha llevado al extremo en el globalizado tiempo presente.

    (Comit Invisible, A nuestros amigos)

    Territorializar suprime el vagabundeo, supone dibujar sobre el espacio los lmites de la propiedad y armarse hasta los dientes.

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    Ya Deleuze () sealaba la caducidad de las sociedades disciplinarias y su sustitucin paulatina por las sociedades de control.

    El segundo de los usos que se proponan para la palabra centro, tiene mucho que ver con estas transformaciones en las relaciones de poder. En este caso, el centro es efecto de una designacin, de un sealamiento de un lugar provisional, in medias res, fruto de una observacin, efecto de una movilidad, de un desplazamiento. Aqu el peso parece estar en el punto de vista. Como cuando los discursos polticos emergentes introducen la idea de centralidad frente a centro poltico: no hay temas centrales, no hay partidos de centro se dice, sino cuestiones que se colocan en el centro. El centro como el capital en circulacin est en todas partes pero no de la misma forma y con los mismos efectos.

    La muerte del tirano, la toma de la capital, banco central, grandes ejrcitos bajo mando nico, culto a la personalidad, estado-nacin, lder... son figuras y formas asociables a una idea de centro, de centralidad en una poca que en innumerables aspectos, si no todos, aparece aqu como superada. Ya Deleuze, en un breve titulado Postdata sobre las sociedades de control, sealaba la caducidad de las sociedades disciplinarias y su sustitucin paulatina por las sociedades de control. En este nuevo tipo de sociedades, los diversos poderes con los dispositivos que les son propios aumentan exponencialmente su capacidad de conformar las sociedades y los modos de subjetivacin que a travs de ellos se efectan. Sin embargo, ocultan los modos autoritarios de los sistemas de dominacin precedentes bajo las formas del ocio, del consumo y la democracia formal; se alienta antes que la localizacin y el encasillamiento el fluir del surfista: El hombre de las disciplinas era un productor discontinuo de energa, pero el hombre del control es ms bien ondulatorio, en rbita sobre un haz continuo. Por todas partes, el surf ha

    reemplazado a los viejos deportes, escribe Deleuze.

    En la medida en que el capitalismo desborda la vampirizacin concreta del trabajo asalariado para extender su explotacin sobre el conjunto de la vida y la sociedad, reconfigurndolos a su imagen y semejanza lo que Marx denomina el paso de la subsuncin formal a la subsuncin real, la extraccin de la plusvala y su centralidad se diluyen sin desaparecer, ni mucho menos en una explotacin ampliada.

    La expropiacin ha ido creciendo a un ritmo cada vez mayor a medida que las fuerzas productivas perfeccionaban su capacidad de convertir el mundo en recursos, la vida en produccin y la realidad en objeto de consumo, mientras se multiplicaba la productividad en todos los rdenes y por todas partes y se reduca cualquier cosa y cualquier relacin a mera mercanca. Polticamente, el fin de los grandes discursos se converta en el fin de los grandes obstculos; la liberacin de los flujos, el fin del centro.

    Y por doquier, observamos hoy, se producen excentricidades: como el hecho de que tanto el gobierno de los EE.UU en concreto, el Comit de Comercio, Ciencia y Transportes del Senado como empresas privadas entre ellas Planetary Resources, participada por algunos de los fundadores de Google, pretendan privatizar recursos extraterrestres, como los asteroides o, en general, que sea reconocida la propiedad en el espacio

    exterior. De excentricidad pueden calificarse tambin los procesos de privatizacin del genoma de seres vivos y, tal vez en el futuro, de la privatizacin y explotacin de elementos del genoma humano. (Podemos imaginar un sistema de asistencia mdica que condicione su atencin a los pacientes a la cesin de los derechos de propiedad sobre su genoma particular?). Excentricidad es imaginarnos como infocuerpos bulmicos saturados de cookies llenando de rastros la red. Excentricidades, que significan ex-centricidades, porque desbordan el ncleo central tradicional de la explotacin y de la extraccin de la plusvala pero no porque no sean menos reales o estn en trance de serlo.

    El filsofo esloveno Slavoj Zizek afirma al respecto que, lejos de poder dar por superado el marxismo, este debe ser reinventado, profundizando ms que desechando conceptos como el de proletariado: La situacin histrica de hoy en da dice Zizek no solo nos obliga a no abandonar la idea de proletariado sino que, al contrario, nos obliga a radicalizar la idea marxista de proletariado el trabajador explotado cuyo producto le es arrebatado, con lo cual, l queda reducido a una subjetividad sin sustancia. Debera ser radicalizado a un nivel existencial ms all de lo que imagin Marx [hasta reducirlo] a un punto evanescente de casi el cogito cartesiano, privado de todo su contenido sustancial. Qu es la crisis ecolgica sino otra forma de proletarizacin? Estamos siendo privados de la sustancia natural de nuestra existencia qu es toda la lucha acerca de la propiedad intelectual sino un intento de privarnos de la sustancia simblica de nuestras vidas? Qu son las manipulaciones biogenticas sino un intento de privarnos incluso de nuestro legado gentico? Y etctera. Lo mismo sucede con los suburbios, muertos vivientes privados de sus

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    ms elementales condiciones de vida, incluso a nivel psicolgico, los as llamados sujetos postraumticos, los muertos vivientes privados de su sustancia (S. Z., En defensa de las causas perdidas. y en youtube que es de donde proceden las palabras que cito Qu significa ser un verdadero revolucionario hoy en da?). De estos ltimos, de los excluidos, de los inmensos contingentes de poblacin mundial que malviven en campos de refugiados o en los suburbios de cualquier periferia Pars o Lagos, a quienes ni siquiera alcanzan muchas veces las redes de la explotacin econmica, el sistema se afana en extraer la plusvala del miedo, del terrorismo potencial.

    Al respecto de las transformaciones operadas en el seno de las sociedades de control y de los modos de organizar posibles alternativas, resulta particularmente interesante la obra de Tiqqun. No excesivamente conocida, tal vez convenga recordar quin es. Tiqqun es, originariamente, una revista francesa, activa en el cambio de siglo, de la que surge un colectivo en principio annimo y variable de pensadores y activistas que

    han continuado publicando. Como pensadores y crticos han editado, bajo el seudnimo de Tiqqun y tambin con el nombre de Comit Invisible, varios libros La Insurreccin que viene, Teora del Bloom, A nuestros amigos, La Hiptesis ciberntica, Llamamiento, Introduccin a la Guerra Civil, etc. de los que muchos pueden descargarse fcilmente por internet. Como activistas, varios de sus miembros fueron implicados y condenados por el estado francs en el asunto del sabotaje al Tren de Alta Velocidad (TGV) en 2008.

    En La Hiptesis Ciberntica, Tiqqun define el concepto que da ttulo al libro como la posibilidad segn el planteamiento sostenido e implementado por los nuevos poderes surgidos

    con el fin de la segunda guerra mundial de organizar y predecir el comportamiento libre de las poblaciones y anticiparse a l. Con ese fin surgira en los aos cuarenta una nueva ciencia, la ciberntica, orientada en un principio a las necesidades del ejrcito norteamericano pero reorientada enseguida al campo de lo social e industrial.

    En la circunstancia histrica del refinamiento progresivo de las sociedades de control se realiza entonces el que fue desde el principio como advirti ya el propio Foucault el proyecto del liberalismo: el cuestionamiento del gobernar demasiado (M.F. El nacimiento de la biopoltica): Cmo controlarlo todo sin gobernar demasiado?

    El nuevo laissez faire, laissez passer tiene que ver ahora con la circulacin de la informacin y con la creciente colonizacin del conjunto de las relaciones como mediacin o como fin por los sistemas de comunicacin telemtica. Al mismo tiempo que se experimentan cotidianamente una serie de rutinas superficialmente encuadradas en lo que se podra

    Sin ttulo (Paco Puch)

    El filsofo esloveno Slavoj Zizek afirma al respecto que, lejos de poder dar por superado el marxismo, este debe ser reinventado.

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    llamar el aparente ejercicio de la libertad, los usuarios de estos medios devienen devenimos cada vez ms transparentes para el sistema que los produce nos produce , oprime, aliena y controla. Gobernar acaba consistiendo en mantener la conexin, dejar el led del bypass encendido vibrando imperceptiblemente en la noche; Facebook escribe Tiqqun es el polica. All donde reinan el control y la transparencia explica, donde el comportamiento del sujeto es anticipado en tiempo real mediante el procesamiento algortmico de una masa de datos siempre disponibles sobre l, deja de existir la necesidad de que confiemos en los que gobiernan o de que ellos confen en nosotros. El monitoreo intensivo ser ms que suficiente. Como dijo Lenin, la confianza es buena, el control es mejor () As como la economa poltica produjo un homo economicus, manejable dentro el marco de los estados industrializados, la ciberntica est produciendo su propia humanidad. () Al gobierno ciberntico ya no le interesa lo individual, lo presente o lo acabado, sino exclusivamente aquello que hace posible determinar las lneas de fuga potenciales de sus gobernados (Tiqqun, La Hiptesis Ciberntica).

    El centro pasa del individuo explotado a la poblacin en circulacin: El objetivo supremo ya no pasa por la consecucin de la plusvala, sino por el control. El

    grado de consecucin de la plusvala no indica por s mismo ms que el grado de control local que implica. El capital no es ms que un medio al servicio de un control generalizado. Sea esto ltimo ms que discutible, lo cierto es que el capital es la posibilidad misma de ese control generalizado y, al tiempo, su causa final.

    En esas perfeccionadas sociedades de control, dice Tiqqun, la teora del sujeto solo es posible como teora de los dispositivos. El sistema se sostiene as a travs de esa constelacin policntrica que nos atraviesa y constituye, maraa hecha de lneas de visibilidad, enunciacin, lneas de fuerzas pero tambin lneas de subjetivacin. En otro texto, titulado Podra surgir una metafsica crtica como ciencia de los dispositivos, Tiqqun propone el paradigma de la autopista para explicar el proyecto de gobernanza global: El dispositivo perfecto es, a mi juicio, LA AUTOPISTA. En ella, un mximo de circulacin coincide con un mximo de control (). Organizado a manera de red, dotado de sus propios puntos de abastecimiento, de su propia polica, de sus espacios autnomos, neutros, vacos y abstractos(); heterotopa ciberntica, [donde] todo est cuidadosamente diseado para que no suceda nada, nunca. Ya no se trata tanto de controlar al individuo y sus lugares sino de predecir su posicin relativa respecto a los sucesivos dispositivos y evitar que se interrumpa la circulacin, que cese la seal, que la persona singular quede fuera del monitor de vigilancia, que se conformen zonas de niebla. No se trata en definitiva de atar a la persona a una serie interminable de instituciones sino de cubrirlo todo de redes de libre circulacin, formacin continua, adaptabilidad, disposicin permanente al traslado, polivalencia, reciclaje, deslocalizacin, deuda infinita... Deleuze, en el texto antes citado, lo

    explicaba ya as: En las sociedades de disciplina siempre se estaba empezando de nuevo (de la escuela al cuartel, del cuartel a la fbrica), mientras que en las sociedades de control nunca se termina nada. Movimiento en acto, perpetuum mobile vaciado de potencia.

    Las nuevas fuentes de acumulacin y los nuevos modos de expropiacin de la riqueza comn pasan entonces por una plusvala extrada de la circulacin de informacin; para gestionar y garantizar la extraccin de esa riqueza se ha establecido una red de dispositivos mvil y policntrica en un contexto en el que los viejos poderes centrales parecen diluirse o debilitarse. Hay algn poder el presidente de los Estados Unidos, la Unin Europea, el BCE, los ministros de interior, los de exteriores, los de cultura, los bancos, las cajas, los intelectuales, China, las economas emergentes, la liga de ftbol profesional, la universidad, la polica o los mercados que no haya sido acusado de debilidad o fragilidad? Sin embargo, esos poderes dbiles parecen ms que nunca inatacables. El texto A nuestros amigos del Comit Invisible se ocupa de reflexionar sobre ello y proponer vas de actuacin. La primera de ellas: cmo superar la sobreexposicin?

    En la era de estos ciberpoderes, dice, desaparecer no significa solo ocultarse sino ganar una suerte de invisibilidad. Atrapados en un juego de centros (de control) y dispositivos de vigilancia, las vas de subversin del sistema distan mucho de poder ser las clsicas. Frente a la previsibilidad del paso, frente a la predecibilidad de las trayectorias, encontrar un ritmo propio, alejado de los patrones del tecno gubernamental, volverse uno cojo, cojear para pasar desapercibido; frente a la transparencia, volverse incomprensible, sumergirse en la niebla o devenir captcha o hacker. Y, a partir de ah

    El nuevo laissez faire, laissez passer tiene que ver ahora con la circulacin de la informacin y con la creciente colonizacin del conjunto de las relaciones () por los sistemas de comunicacin telemtica.

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    Dnde est el centro?Viaje al centro de la piedraCristina Marn Chaves

    Hay que despojarse de toda soberbia si queremos descubrir los secretos encerrados en la piedra. La geloga Cristina Marn nos propone un viaje al centro de la piedra para descubrir que su corazn al igual que el nuestro no es de piedra, sino que late por las mismas leyes fsicas y qumicas al ritmo silencioso del girar de las galaxias.

    La piedra, las piedras. Tan denostadas a veces, siempre tan necesarias. Pasamos del menos da una piedra a la piedra filosofal a travs de un abanico de posibilidades en las que la piedra tan pronto es villana como el pilar de la existencia. Nos puede hablar de constancia: La gota abre la piedra, no por su fuerza sino por su constancia, como dijo Ovidio, o como una enseanza de Confucio: El hombre que mueve montaas empieza apartando piedrecitas. Podemos tirarla y esconder la mano, y entonces ser de lo ms infame, o tropezar dos veces con ella en una suerte de obcecada insistencia en el camino de la vida. Pero, qu nos cuenta una piedra? Qu se esconde ah adentro? Qu encontramos cuando viajamos al centro de la piedra?

    Una piedra nos puede contar historias de equilibrios y desequilibrios. Casi como una historia de amor. De cmo unos minerales se encuentran en un magma pasional y se sumergen en un trrido romance de una armona qumica perfecta. De cmo crecen juntos y se acoplan a pesar de las presiones externas, que las hay y muchas. Pero va pasando el tiempo, mucho tiempo; las condiciones

    cambian; cambia el entorno; los minerales cambian. O no. Y lo que era un equilibrio perfecto deviene en transformacin e inestabilidad. Y mientras ese cuarzo permanece invariable, inamovible, inmutable, apenas unas cicatrices superficiales cosas de la edad, la nvea ortosa va alterndose paulatina, irremediablemente, hasta no quedar nada del feldespato que un da fue y se va. Y ya nada es igual. El duro granito transformado en fina arena. Todo eso se puede ver cuando se mira el centro de una piedra.

    Pero las piedras cuentan algo ms que una historia de amor mineral. El centro de las piedras cuenta un origen, un proceso, una vida. Una vida larga, muy larga, una longevidad de millones de aos, inabarcable para nuestra minscula existencia. Es un ser vivo. El ser humano apenas es una

    chispa en el planeta, un destello de egocentrismo que no es capaz de sentir el latir de las piedras, su pulso de cadencia lenta y silenciosa. Pero igual que surge, se apaga esa fugaz centella que es nuestro propio paso por el mundo. Y la piedra seguir all, paciente, observando el titilar humano. Ella ir acumulando experiencia, y en cada capa, en cada estrato que aflora en los taludes y barrancos o en las escarpadas cimas, nos hablar de corrientes, vientos y tormentas, de glaciaciones y climas tropicales, de seres fabulosos junto a otros microscpicos, de lnguidas y amplias playas llenas de vida que luego se retiran y dan lugar a desiertos, o selvas, que ms tarde se hunden, entierran, pliegan y retuercen, y forman montaas; de viajes alrededor del planeta de una enorme balsa como la de la novela de Saramago

    Solo cuando eres capaz de observar el centro de una piedra puedes abrirte a su misterio. Y te das cuenta de tu propia insignificancia; de que ah, en ese centro, reside tambin todo lo que ha hecho que t seas t. Nos habla del estallido del centro del universo, de esa aglomeracin gravitacional de polvo csmico en la que un buen

    Una piedra nos puede contar historias de equilibrios y desequilibrios. Casi como una historia de amor.

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    Traquita (Roca volcnica) de la regin de Guayaquil (Ecuador). Fotografa tomada con

    microscopio ptico de luz polarizada a 40 aumentos.

    Andesita (Roca volcnica) del Pirineo. Fotografa tomada con microscopio ptico de luz

    polarizada a 100 aumentos.

    da un aminocido se junt con otro hasta dar las primeras formas de vida, las primeras clulas, las primeras plantas y animales, que luego evolucionaron y salieron del mar, aprendieron a vivir del aire y anduvieron por tierra firme, hasta hoy. Hasta ti. Nos habla del planeta que ha llegado hasta nosotros y, sobre todo y ms importante, que debe seguir aqu, a pesar de nosotros. Y es nuestra responsabilidad que as sea. Como nos ense el jefe Seattle, la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. [] Lo que ocurra con la tierra recaer sobre los hijos de la tierra. Nos dice que no somos ms que pequeos aguijones sobre la piel del Globo dotados de una extraordinaria capacidad de destruccin.

    Pero cuando veo el centro de la piedra veo, sobre todo, belleza.

    Veo texturas, formas y colores que ni el ms exquisito expresionista abstracto podra llegar a imaginar. Miro una lmina delgada de roca a travs del ocular de mi microscopio y me sumerjo en un caleidoscopio de geometras diversas, en un vrtice mineral de luces cambiant