cuadernos de semiÓtica-2

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Cuadernos de Semiótica/2 Elogio de la intensidad Testimonio, autobiografía y ficción en Andrés Caicedo Año 2 – Número 2 Diciembre/2013 ISSN 2314-2154

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Cuadernos de Semiótica/2

Elogio de la intensidad

Testimonio, autobiografía y ficción en Andrés Caicedo

Año 2 – Número 2

Diciembre/2013

ISSN 2314-2154

1

Cuadernos de Semiótica

Año 2 - Número 2 Diciembre/2013

Director: Froilán Fernández

Cuadernos de Semiótica es una publicación de las cátedras de Semiótica I y II, Departamento de Letras, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones.

ISSN 2314-2154

Dirección postal: San Lorenzo 2551 – Primer Piso. CP: 3300. Posadas, Misiones, Argentina.

Teléfono: 0376-4434100.

Correo electrónico: [email protected]

Periodicidad: anual.

Imagen de tapa: Ciudad de Cali, 1965.

Las opiniones expresadas en los artículos publicados son exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de Cuadernos de Semiótica.

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Índice

Presentación 3

El testimonio en la obra de Andrés Caicedo: “¡Qué viva la música!” Silvia Noemí Billerbeck 5 Rumbeando por los espacios semióticos de Cali. Deslindes de un mapa (bio)(geo)gráfico. Liliana Graef 14 Construcciones identitarias. De la memoria a la palabra María Noel Kosinski 24 “Enrúmbate y después derrúmbate”: Provocaciones en la lectura de Andrés Caicedo Romina Tor 33

3

PRESENTACIÓN

Froilán Fernández*

La deriva intensa de esta obra, ligada íntimamente con la propia vida

del que escribe, despliega los placeres del texto, identificados con los goces

de la noche, un universo con sus propios signos, hábitos y rituales. La

experiencia de la noche se escribe en los cuerpos, en las fricciones del sexo,

Nadie sabe lo que son los huecos en la cultura

¡Qué viva la música!

Para leer a Andrés Caicedo (1951-1977) hay que situarse en un umbral

de incomodidad que, sin embargo, evade los lugares comunes de la

transgresión contemporánea. No hablo de la incomodidad serializada de

estos tiempos, sino de un gesto que cuestiona su propia época y se lanza en

búsqueda de lectores futuros. ¿Por qué leer a Andrés Caicedo? es una

pregunta que surge ante el encuentro inicial con una literatura que hace del

cuerpo un emblema y un punto de partida, que pone a trabajar el cuerpo

en la escritura y el relato. La intensidad de esos cuerpos que se pierden en la

noche, es la intensidad de una escritura que intenta desviar las leyes de la

tradición y el estereotipo que inundan el paisaje, medrosamente exótico –en

el sentido bajtiniano del término, de la literatura latinoamericana hacia fines

de los setenta. En épocas de niños con cola de cerdo y rancias atmósferas

tropicales, Caicedo narra la peripecia urbana de la juventud, influenciado

por el imaginario ya decadente del rock y las drogas, las seductoras notas

de la música popular y el lenguaje industrial del cine. Atravesada por un

espíritu freak, esa narrativa trabaja sobre el lenguaje coloquial en un grado

superior de tensión –siguiendo la tradición joycena– que, como escribe

Fabián Casas en el prólogo a la edición argentina de ¡Qué viva la música!,

logra hacer brillar la lengua de la tribu.

* Profesor Adjunto en funciones de Titular de las cátedras Semiótica I y Semiótica II. Departamento de Letras, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones.

4

en los pliegues de la música que atraviesa la carne. El cuerpo caicediano no

vive de la carencia, sino del desenfreno y el desapego. Ese cuerpo –

representado por la narradora de ¡Qué viva la música!– desdeña la flacidez

y la liviandad –tan características del presente– y, carnívoro, exige una

cautivante energía: “desearía que el estimado lector se pusiera a mi

velocidad, que es energética”, increpa María del Carmen Huerta. Pero esta

intensidad, que celebra la juventud, cuestiona todo gesto de originalidad. A

diferencia de Gombrowicz, que desdeña la adultez y festeja la indisciplina

juvenil incardinada en el erotismo corporal, Caicedo señala la decadencia

de una cultura urbana donde la novedad es hija de la repetición, y la

innovación infractora, una pieza de anticuario, un mundo donde solo

quedan la experiencia del goce y la posibilidad de sobrevivir para seguir

andando de rumba. Entonces, aquello que define el relato es el testimonio

anacrónico de una época que se disgrega y de un futuro que no llegará

jamás. Como una alegoría, el descenso del norte hacia el sur que realiza la

protagonista de su novela más emblemática, señala la influencia

subterránea de Caicedo, presente en parte de la literatura argentina

contemporánea.

Leer a Caicedo vale la pena, y escribir sobre ¡Qué viva la música!

implica también una experiencia de la intensidad. De este modo, del

ejercicio de lectura propuesto por la cátedra de Semiótica II, emergen los

cuatro trabajos que se presentan a continuación. Cada uno de ellos,

seleccionados de un conjunto más amplio, aborda la novela desde una

perspectiva relacionada con el friccionado cruce entre ficción, testimonio y

autobiografía, argumentando una interpretación que intenta alargar las

derivas de la rumba y el derrumbe.

Posadas, diciembre/2013

5

EL TESTIMONIO EN LA OBRA DE ANDRÉS CAICEDO: “¡QUÉ VIVA LA MÚSICA!”

Silvia Noemí Billerbeck

¨Palabras, obras, acciones, vidas que,

en cuanto tales, atestiguan desde el corazón de la experiencia y de la historia una intención, una inspiración, una idea que sobrepasa la experiencia y la historia¨

(Ricœur, 1983, 10)

Si bien el testimonio, como concepto y como acto de testimoniar,

proviene del ámbito jurídico específicamente, el término se ha extendido a

otros campos debido a su amplio poder de generalización y transposición.

En cuanto a su significado, Agamben distingue dos acepciones provenientes

del latín:

En latín hay dos palabras para referirse al testigo. La primera, testis, de la que deriva nuestro término "testigo", significa etimológicamente aquel que se sitúa como tercero (terstis) en un proceso o un litigio entre dos contendientes. La segunda, superstes, hace referencia al que ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él (Agamben, 2000, 9). Es la segunda acepción del término la que se vislumbra en el presente

artículo, respecto de la obra de Caicedo, considerando al testigo como

alguien que da testimonio (y narración) de acontecimientos que vio, que

oyó y, de los cuales también fue partícipe. Pero, como plantea Ricœur, no

es en una transposición de sensaciones, del ver al escuchar, que los

acontecimientos son llevados por el testimonio; puesto que éste se

encuentra al servicio de un juicio que le da marco y sentido:

El testimonio está al servicio del juicio; la constatación y el relato constituyen informaciones sobre cuyas bases se forma una opinión acerca de una secuencia de acontecimientos, sobre el encadenamiento de una acción, sobre los motivos de un acto, sobre el carácter de una persona, en una palabra, sobre el sentido de lo que ha ocurrido (Op. Cit. 14)

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Ahora bien, cabe preguntarnos ¿quién da testimonio?, ¿sobre qué se

testifica?, ¿quién es el escucha? Ya que es en torno a estos y otros planteos

que circula la noción testimonial que atraviesa la presente obra. Para

responder a estos interrogantes, es importante tener en cuenta, en una

primera instancia, la relación dual del testimonio, tal como lo explica Ricœur,

dado que en todo testimonio existen dos partes involucradas: el que testifica

y una contraparte que escucha y sopesa lo testificado. ¨El testimonio, en

cuanto relato, se encuentra de este modo en una posición intermedia entre

una constatación hecha por un sujeto y una confianza asumida por otro

sujeto sobre la fe del primero¨ (Op. Cit, 14).

En el texto estudiado tenemos a una protagonista, María del Carmen

Huerta (Pelada), como principal testigo, que narra los acontecimientos en

primera persona y, es ella quien testifica por toda una generación de

jóvenes que no pueden hacerlo; es la voz de los que van desapareciendo,

porque aunque ella misma vivió y padeció los avatares de su generación, es

considerada una sobreviviente y, por tanto, no puede ser un testigo

completo. Esa plenitud y completitud del término queda relegada a

aquellos, que por haber sucumbido, no pueden testificar, ellos son los

auténticos testigos. Esta noción del testigo pleno proviene del planteo que

hace Agamben, retomando a Levi:

Los hundidos no tienen nada que decir ni instrucciones ni memorias que transmitir. No tienen "historia" ni "rostro" y, mucho menos, "pensamiento" (Levi 3, p. 97). Quien asume la carga de testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimonio de la imposibilidad de testimoniar. Y esto altera de manera definitiva el valor de testimonio, obliga a buscar su sentido en una zona imprevista (Agamben, Op. Cit. 18) Por contraparte, es el lector el escucha al que apela la confianza del

testimonio, apelación que en esta obra aparece reiteradamente y de una

forma explícita y directa: ¨Al estimado lector le aseguro que no lo canso, yo

sé que lo cautivo¨ (Caicedo, A. 2008, 22), ¨Ahora el lector se está enterando,

papito lindo. Aún tengo la vida¨ (Op. Cit. 27), ¨Pido al lector que la siga

despacito porque esto trajo cambios radicales¨ (Op. Cit. 101) y, así

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sucesivamente a lo largo de la obra.

Ahora bien, en cuanto a la identidad del testigo, es importante tener en

cuenta que se trata específicamente de una identidad narrativa, tal como

lo postula Ferro (1980, 94), es decir, que es parte de la misma construcción

del relato y, que se enmarca en uno de los componentes del testimonio que

es su ¨voluntad modelizadora¨.

Otro factor que se pone en juego en el testimonio es la presencia de lo

verosímil y lo creíble. Por un lado está el que presta testimonio, que espera

ser creído y que manifiesta, por medio del discurso, la intención de persuadir

y conmover; pero, por otro lado está el lector, que se encuentra envuelto en

su propio mundo de creencias, las cuales actúan como marco se

posicionamiento en la producción de sentido del texto.

Así, la necesidad de que un relato resulte creíble, se encuentra ligada a

la idea de representación del mundo por medio del discurso. Ya ¨desde su

formación clásica el testimonio estuvo íntimamente ligado a la problemática

de la verosimilitud como punto de pasaje entre discurso y mundo, es decir, a

las modalidades de representación del mundo por el discurso¨ (Ferro, 1998,

92).

Agamben retoma el concepto de “Archivo” de Michel Foucault para

plantear la complejidad de los enunciados del testimonio entendiendo que

los mismos se oponen al primero.

El archivo es lo no dicho o lo decible que está inscrito en todo lo dicho por el simple hecho de haber sido enunciado, el fragmento de memoria que queda olvidado en cada momento en el acto de decir yo (…) En oposición al archivo, que designa el sistema de las relaciones entre lo no dicho y lo dicho, llamamos testimonio al sistema de las relaciones entre el dentro y el fuera de la langue, entre lo decible y lo no decible en toda lengua; o sea, entre una potencia de decir y su existencia, entre una posibilidad y una imposibilidad de decir.(Op. Cit. 147) Hay ciertos elementos en la narración de la novela ¨¡Que viva la

música!¨ que producen en el lector un posible efecto de realidad y, que,

siguiendo la lectura de lo testimonial, se puede relacionar a esa pretensión

de credibilidad del testimonio de vida que se intenta transmitir. No es que

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haya sido la intención del autor narrar una obra de carácter testimonial

(como género literario) ni mucho menos, pero sí es posible, siguiendo uno de

los tantos hilos (temáticos) conductores de la obra, encontrar en ella un

importante aspecto testimonial, como ya se ha ido analizando.

Así, algunos de estos elementos son:

• El lenguaje, de tipo coloquial: ¨peor porai¨ (46), con un

dialecto colombiano y, con modismos propios de la zona: ¨te

conozco bacalao aunque vengas disfrazao, así le contesté,

pero nada más que para ligarme a ese ambiente¨ (107),

asociados a la música muchos de ellos: ¨Tumbao, Guaratao,

Changó¨, etc. Además se puede observar cronolectos,

propios del lenguaje juvenil de un ámbito bien

determinado: ¨Yo me voy, yo me piso¨ (44), ¨obremos fresco

que no hay problema de nada¨ (51), ¨le duele porque sabe

que yo podía arrancárselo colgandijo, si quisiera¨ (78), entre

otros.

• La música, los estilos propios de la zona tanto como los de

procedencia extranjera. La mención de cantantes y grupos

de fama mundial, que no solo se encuentran en la trama de

la obra, sino también al final, en un apartado exclusivo para la

discografía.

• La mención de lugares reales y fechas concretas, etc.

Testigos de una generación

Se trata de la generación de los años 60, tiempo que describió el autor

en esta obra pero del cual también fue testigo1

1 ¨Un autor como Andrés Caicedo es una expresión del cóctel de su tiempo. Vivió los años sesenta con su paz, amor, violencia y revolución. Su pentagrama musical fue escrito por los Rolling Stones, a quienes tradujo y citó en muchos de sus libros. Nació en un país agresivo, peligroso y con un fervor descomunal por los crímenes, los suicidios y el aguardiente. Pero también un país Calido, rumbero y festivo. ¨Enrúmbate¨ es una de las palabras

. Es una época que se

9

encuentra en una crisis generacional, según lo expresa Sarlo, B. (2007)

retomando el planteo de Jean- Pierre Le Goff (1998), donde la experiencia,

saberes y creencias de los padres y abuelos resulta intransferible a los

jóvenes, ¨se trata de la crisis, también moderna, de la autoridad del pasado

sobre el presente. Lo nuevo se impone sobre lo viejo por su intrínseca

cualidad liberadora¨ (Sarlo. Op. Cit. 36)

En la obra de Caicedo aparece reiteradamente la idea de que serían

los jóvenes los testigos de una generación, que vivió al límite, y que por

hacerlo, se les concedería el derecho a hablar y a prestar testimonio:

No salían de la certeza de que cuando se llegara la hora de evaluar esa época, ellos, los drogados, iban a ser los testigos, los con derecho al habla, no los otros, los que pensaban parejo y de la vida no sabían nada (…) No, nosotros éramos imposibles de ignorar, la ola última, la más intensa, la que lleva del bulto bordeando la noche (Caicedo, Op. Cit. 49)

Se postula así, una necesidad de recordar y de ser recordados. Los que

podrían testimoniar serían aquellos, que por su experiencia, rompían con el

orden establecido y se diferenciaban del resto de la sociedad. El recuerdo

en esta obra, se presenta con la ¨doble valencia¨ a la que se refiere Sarlo

(Op. Cit, 125), por un lado está el recuerdo de los testigos (personajes)

directos de esa generación que recuerdan lo vivido y, por otro lado está el

lector que recordará por medio de la memoria canonizada en la literatura,

por medio de la narración de los primeros.

La acción de los personajes, al mismo tiempo que se despliega el

testimonio en la narración, es lo que va marcando las características que

definen a la generación de jóvenes de esa época. Tal es el caso de

Ricardito el Miserable: ¨¡Oh, Ricardito Miserable, que te perdiste cargando

con todos los síntomas de mi generación¨ (Op. Cit. 82), así como la historia

de Mariángela que termina suicidándose y, entre otros, la vida de Roberto

Ross, como modelo de época:

que utilizan los personajes de Caicedo cuando salen de su casa para perderse en la noche ancestral de la especie ̈(Fabián Casas, prólogo a la obra de Caicedo, Op. Cit, 9)

10

La historia de Roberto Ross resumía, tal vez, los vórtices de la época. Probó la droga durante la estadía de 1 año en USA, producto de una beca con el American Field Service. Al llegar a Cali se hizo muy popular porque hablaba de ácidos, luego al ser rechazado porque vendía ácidos. Le achacaron la locura y muerte de Margarita Bilbao, su novia de 12 años. Pero no le pudieron acusar de nada. Para escapar de la horrible depresión de la cocaína, empezó a inyectársela. Se denominaba el profeta del mal ejemplo, no por corruptor sino por víctima. (Caicedo, Op. Cit. 97)

Por un lado, se expone constantemente la idea de que es una juventud

destruida, debido al modo de vida propio de su generación y, por otro lado,

se exalta dicho modo de vivir. Se trata de una tensión (y contradicción) que

se produce en toda la obra y que culmina con un manifiesto generacional

donde se exalta la juventud eterna, el goce desenfrenado, el descontrol,

etc. como modo de conducta a seguir, poniendo a dicha generación

como ejemplo de vida: ¨Sé que soy pionera, exploradora (…) vivimos el

momento de más significado en la historia de la humanidad (…) somos la

nota melosa que gimió el violín¨ (Op. Cit. 198-199)

Sobrevivir para testificar: ponerle el cuerpo y la voz a la experiencia

Todo relato, como lo explica Beatriz Sarlo, que cumpla la función de

testificar, se encuentra ligado a la experiencia del sujeto que da

testimonio. ¨Llamamos experiencia a lo que puede ser puesto en relato, algo

vivido que no sólo se padece sino que se transmite. Existe experiencia

cuando la víctima se convierte en testigo¨ (Op. Cit. 2007, 31)

Esta proximidad a los hechos, por parte del testigo, es lo que confiere

al testimonio una legitimación del saber. No obstante, es importante hacer

la aclaración de que el hecho de estar ligado a la experiencia, no significa

que se considera al testigo como un reflejo de su experiencia puesto

que ¨en su discurso operan la distancia temporal con los hechos relatados y,

por lo tanto, las transacciones entre memoria y olvido, su imaginario, su

competencia, los modelos discursivos y genéricos sobre los que se vierte su

11

voz¨ (Ferro, Op. Cit. 105)

Así, es allí, en la experiencia, donde el cuerpo y la voz cobran una

relevancia especial, ya que es por medio del cuerpo que vive, que padece,

que sufre o que goza y, que experimenta, que el testimonio es posible; pero

es el lenguaje el que posibilita la narración, ¨libera lo mudo de la experiencia,

la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable,

es decir, lo común¨ (Op. Cit. 29)

Es así como en la obra de Caicedo esta necesidad de sobrevivir, de

ponerle el cuerpo a la experiencia y prestarle voz a los que no pueden

hablar, está motivada por la posibilidad de testimoniar. Tal como lo expreso

Agamben en su estudio sobre Auschwitz: ¨En un campo, una de las razones

que pueden impulsar a un deportado a sobrevivir es convertirse en un

testigo¨ (Agamben, 2000, 8)

La protagonista de esta historia es la encargada (autoimpuesta) de

llevar el testimonio de su generación, la que sobrevive a la noche, a las

drogas y al alcohol, que destruyen el cuerpo de los demás personajes que

caen, que se suicidan, que desaparecen. La única que permanece en pié

hasta el final: ¨yo no soy como los hombres, que se caen¨ (Caicedo, Op. Cit.,

24), es una afirmación que hace ya desde el comienzo de la narración. Se

proponía servir de ejemplo (femenino) para futuras generaciones:

Cada vida depende del rumbo que se escogió en un momento dado, privilegiado. Quebré mi horario aquel sábado de Agosto, entré a la fiesta del Flaco Flores por la noche. Fue, como ven un rumbo sencillo, pero de consecuencias extraordinarias. Una de ellas es que ahora esté yo aquí, segura, en esta perdedera nocturna desde donde narro, desclasada, despojada de las malas costumbres con las que crecí. Sé, no me queda la menor duda, que yo voy a servir de ejemplo. Felicidad y paz en mi tierra (Op. Cit., 52)

Es importante la distinción que se hace de la fortaleza que tiene el

género femenino frente al masculino. La que socialmente es vista como más

débil, no solo es protagonista en la narración, sino que es la única

sobreviviente. Se trata de una exaltación y reivindicación de la mujer (como

género) a lo largo de la obra: ¨al final de cada rumba solo las mujeres se

12

mantenían en pie, sólo ellas guardaban cordura¨ (Caicedo. Op. Cit, 72).

Además cuando una mujer cae, como en el caso de Mariángela,

rápidamente se la justifica: ¨no me gusta que demos imagen de gente que

pierde, que no sabe en qué clase de juego se metió. Pensando y pensando

fue que se me ocurrió que no fue derrota el acto de Mariángela, que

cuando se tiró supo que llevaba todas las de ganar¨ (Op. Cit. 101), y es

entonces cuando se produce un cambio de rumbo y de espacio en la

narración.

Cada vez va a ser más intensa su vivencia y, en cada ocasión, va a

comprometer más su cuerpo en esa experiencia de vivir al límite y soportarlo

todo. Siempre le restaba importancia al cuerpo, pero el ritmo en que se

expone es cada vez más intenso. Le pone el cuerpo al baile, a la noche, a

las drogas, al alcohol y al sexo, ¨yo sí aguanto¨ le responde a unos jóvenes

que pretenden pararla diciendo ¨ Pelada, mañana entramos a la

Universidad. Hora es de dormir. Nadie aguanta más¨ (Op. Cit. 114) y, más

adelante, ¨A los hombres les pasa como si hubieran estado con los ojos

cerrados cuando están borrachos: resisten mientras no los cambien de

posición: muévalos un poquito y hasta allí les llega la compostura. ¡En

cambio, yo con tragos soy feroz voltereta y una rumba¨ (Op. Cit, 195).

Hacia el final de la obra, la protagonista es víctima del agotamiento,

decide no cambiar más de rumbo ni de espacio, se reconoce en la mirada

y en la voz de los otros el haber llegado a un estado despreciable, pero ya

no sabe ni quiere volver a desandar el camino trazado:

Fue naturalmente de tardecita, mirando las 6 capas de montañas, cuando resolví que no había caso, irme de estas esquinas sería angustiarse en intensidad insoportable ante su lejanía, y eso suponiendo que uno ha ido y está regresando: sería interminable el camino de regreso al sitio donde uno pertenece. No tenía yo por qué vivir en otra parte sino aquí donde está mi esfuerzo, mi rumba, la tierra que quiero yo. Ellos me ven y no me comprenden mucho, mi porte tan distinguido, mi forma de mirar de frente, pero jamás hacen preguntas: saben que por aquí me descolgué una noche y que una tardecita me les iré y se quedarán contando historias de la mona con aires de princesa que estaba loca pero loca por la música (Op. Cit., 196).

13

Bibliografía:

AGAMBEN, G. (2000): ¨El testigo¨ en Lo que queda de Auschwitz. Homo sacer III. Valencia: Pre-textos, 13-40. ….............................: ¨El archivo y el testimonio¨ Op. Cit. 143-180. en: file:///media/usb/El%20archivo%20y%20el%20testimonio.Giorgio%20Agamben.html CAICEDO, A. (2009): ¡Que viva la música! Buenos Aires. Norma. FERRO, R. (1998): ¨El testimonio¨ en La ficción. Buenos Aires: Biblos. 85-122. RICŒUR, P. (1983): ¨La hermenéutica del testimonio¨ en: Texto, testimonio y narración. Santiago de Chile: Andrés Bello. 9-23. SARLO, B. (2007): Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Buenos Aires, Siglo XXI: 9-157

14

RUMBEANDO POR LOS ESPACIOS SEMIÓTICOS DE CALI.

DESLINDES DE UN MAPA (BIO) (GEO) GRÁFICO.

Liliana Graef

En el presente trabajo se pretende realizar un exposición de una de las

posibles entradas de lectura a la novela ¡Qué viva la música! de Andrés

Caicedo (2009) a partir del reconocimiento y posterior interpretación de la

categoría de espacio en interrelación con lo autobiográfico y la

concepción de cronotopo desplegadas por el autor en la narración.

Se tendrán presentes categorías como espacio biográfico; espacios

geográficos expresados dentro del argumento de la obra que dan cuenta

de un mapa, una cartografía configurada a través del recorrido del

personaje principal y por último los espacios internos, establecidos en las

relaciones más íntimas de la narradora. Se postula asociar la categoría

espacio a las configuraciones de distintas semiosferas que conviven dentro

del relato y que ayudan a la narradora a establecer posibles dicotomías

espaciales, por ejemplo: el día y la noche; el norte y el sur; lo alto y lo bajo.

Además se propone establecer diálogos con las categorías testimonio y

creencia, postuladas como componentes de la narración autobiográfica en

todas sus formas. No se pierde de vista que toda la novela se encuentra

enmarcada en un mundo ficcional y por lo tanto exige de sus lectores la

realización de un pacto o contrato fiduciario, por lo tanto se reconoce la

ficción como categoría transversal.

15

La identidad narrativa dentro del espacio biográfico

“Cada vida depende del rumbo que se escogió en un momento dado, privilegiado.”

(Caicedo, 2009. Pág. 52)

Para comenzar es pertinente definir brevemente a qué se refiere

cuando se habla de espacio biográfico. Por ello, en palabras de Arfuch

(2002) es posible describirlo como el espacio creado a partir de la existencia

de un yo narrativo que conjuga dimensiones de lo privado, lo íntimo y lo

púbico dentro del relato, posibilitando a su vez que los límites entre estos se

trastoquen. Por lo tanto es en ese espacio donde se estructuran las

subjetividades de toda una vida y en donde la experiencia tiene lugar por

medio del relato, de la narración de los sucesos y acontecimientos de toda

vivencia a rememorar.

En la novela se puede observar que desde el inicio, la narradora realiza

un recorrido por lo más íntimo, su hogar, para luego ir sumando datos de

experiencias públicas y privadas que solo adquieren sentido cuando están

en relato. Experiencias suyas que se hicieron públicas o experiencias de sus

más allegados, cuestión no menos relevante en este tema ya que en gran

parte de la novela la protagonista se permite dar voz a las vivencias de otros

personajes. Asimismo, el hecho de relatar cuestiones de estas dimensiones

permite al lector la comprensión de los espacios y de los cuerpos dentro de

estos.

Pero, como afirma Arfuch

(…) no es tanto el contenido del relato por sí mismo- la colección de sucesos, momentos, actitudes- sino, precisamente las estrategias -ficcionales- de auto-representación lo que importa. No tanto la verdad de lo ocurrido sino su construcción narrativa, los modos de nombrar (se) en el relato, el vaivén de la vivencia o el recuerdo, el punto de la mirada, lo dejado en la sombra…en definitiva, qué historia (cuál de ellas) cuenta alguien de sí mismo o de otro yo. Y es esa cualidad autorreflexiva, ese camino de la narración, el que será, en definitiva, significante. (Pág. 60)

16

En esta cita de la autora se puede entender que la creación del

espacio biográfico también incluye la construcción de la identidad

narrativa, en este caso la de María del Carmen Huerta2

Una vez más es relevante referir al trabajo de Arfuch cuando cita a

Lejeune con su propuesta de la instalación de un “pacto autobiográfico

entre el autor y el lector desligando así creencia y verdad” (Arfuch, Pág. 46).

Para remitirnos a exponer la importancia de la creencia por parte del lector

para con las vivencias de la protagonista, se lo puede relacionar a los

momentos en que la narradora utiliza la palabra generalizada de toda la

generación para describir las experiencias (Cfr. Caicedo Pág. 52). Se apoya

en la palabra colectiva para hacer creer pero a su vez supone que el lector

, que se configura a

partir de un modelo, que luego rompe los límites perdiéndose en la igualdad

de personalidades con Mariángela pero que la ayudan a constituir la suya,

en la cual su pelo es un emblema de esa identidad. Esto es posible de

observar con el siguiente ejemplo:

Cuando caminaba con ella nunca conversábamos, tanto era ese sabernos progresivamente idénticas. El mismo caminado despacioso (…). La misma manera de tranquilizarse pasándose la mano por el pelo: luego yo empezaría a olerme la mano: ella copió ese gesto, y agachaba la mirada cuando yo la sorprendía en plena imitación (…), y vaya a saber uno a estas alturas quién copiaba a quién, o quién se parecía más a la otra para ir perdiendo la imagen propia, o quién, de tanto parecérsele, le iba robando la persona, pues la mejoraba o la copiaba tan fielmente que, una de dos, el original o el facsímil se iba a hacer innecesario. (Caicedo, 2009. Pág. 99-100)

Es importante reconocer que esa identidad se dio lugar en los diálogos

generados a partir del relato con la aparición de otros personajes que

siempre dejaban alguna enseñanza en la protagonista, mientras que la

llevaban por nuevos rumbos vivenciales y narrativos. Un ejemplo conciso de

esta vida que se hace pública se visualiza casi al final de la novela cuando

aparecen publicadas sus fotos en la prensa amarilla del pueblo. (Cfr.

Caicedo, 2009, Pág. 201)

2 Recién al final de la novela se da a conocer el nombre propio pero acompañada con la iniciales del autor, este hecho rompe el pacto ficcional biográfico.

17

cree porque al inicio de la novela ha realizado el pacto implícito con la

narración, un contrato de fe que espera que esa verdad sea una verdad

posible. “La posición del lector está comprometida en una red de creencias.

(…) El lector enfrenta el texto desde las condiciones de posibilidad que ese

campo de legibilidad le permite para producir sentido con el texto que está

leyendo” (Ferro, 1998. Pág. 94)

Al leer la novela como autobiografía se supone que está compuesta de

ficción, que está construida y creada a partir de mundos reales hacia

mundos ficcionales a los cuales el lector puede ingresar si se somete a creer

en esa ficción, a creer que es ficción. Saer (1997) nos dice al respecto que

“la ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en tanto que

ficción (…) porque solo siendo aceptada en tanto que tal, se comprenderá

que la ficción no es la exposición novelada de tal o cual ideología, sino un

tratamiento especifico del mundo, inseparable de lo que trata.” (Pág. 12-13)

Cartografías semióticas. Fronteras posibles

“Uno es una trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de los que un día

fueron nuestras fuerzas, dejadas por allí de la manera más vil, quién sabe en dónde, o recomendadas (y nunca volver por ellas) a quien no merecía tenerlas.”

(Caicedo, 2009, Pág. 76)

“El cronotopo es entonces una especie de punto nodal de la trama,

tiene una dimensión configurativa, por cuanto inviste de sentido- y afecto-

acciones y personajes, que asumirán por ello mismo una cierta cualidad.”

(Arfuch, 2005. Pág. 255) Esta cita nos permite hablar de los espacios

geográficos dentro de la novela que adquieren total sentido y relevancia

por ir construyendo los rumbos narrativos de la protagonista y que a su vez

definen los rumbos en la construcción de su identidad.

Los primeros datos geográficos a resaltar son los referidos al norte y al

sur de una ciudad específica, Cali. El trayecto de la ciudad que se

evidencia, funciona como espacio donde acontecen las primeras

experiencias de la narradora y a través del relato, -la ciudad- es

18

autobiografiada en la novela, en toda su amplitud, es decir, de norte a sur.

La narradora parte del Norte al que pertenece buscando nuevos caminos

que la llevan hacia el Sur, donde la ciudad como espacio urbano se ve

modificada dirigiendo a la protagonista a un espacio rural.

Cada espacio definido geopolíticamente está determinado por rasgos

culturales que complejizan sus diferencias y a su vez definen formas de vida

dentro de los mismos remarcando simbólicamente diferencias de clases, de

géneros y sobre todo de cultura musical.

Es así que se podría hablar del Norte como semiosfera acogedora de

una clase acomodada, donde se ubican los barrios pudientes, o sea la

burguesía. Es la clase alta con cultura letrada, cultura de elite que escucha

rock inglés de los ‘60 y ’70; donde la importancia de los apellidos

reconocidos tiene total relevancia; donde los niños bien asisten a la

Universidad luego de terminar sus estudios de bachiller, asisten a banquetes,

a fiestas en espacios cerrados en donde la música la trae una orquesta,

donde viven con estructuras y horarios fijos, donde el almuerzo familiar los

domingos es de suma importancia, al igual que la asistencia a misa; sus

hogares cuentan con sirvientes, cuadros de pintores famosos, piscinas,

artículos de decoración que resaltan su condición de burgueses, además de

que realizan continuos viajes al extranjero. Pero así también el lugar donde

ocurren los primeros asesinatos, los primeros suicidios y donde se da a

conocer un nuevo espacio al que asiste Ricardito: el manicomio. Su primera

rumba sucede en un espacio cerrado, en una casa grande y las siguientes

marcan un recorrido de descenso tanto geográfico como moral hacia el sur

de Cali.

Un sur donde habita la clase más pobre de la ciudad, es el mundo bajo

donde se desarrollan las fiestas populares, “la rumba” como lo llama la

narradora. Este cambio de rumbos también se puede percibir en el cambio

de la sintaxis, las palabras adquieren un ritmo en su andar y la repetición se

19

vuelve recurso constante3

Otra de las cuestiones a tener en cuenta como símbolos es el momento

en que ella regresa a su lado de la ciudad a gritarles a sus ex compañeros:

“la casa estaba toda abierta, la reja, la puerta principal y adentro todo el

mundo tirado (…)” (Pág. 111) esto podría simbolizar la posibilidad de ingreso

desde otra semiosfera, las entradas a la casa se encontraban abiertas y

posibilitaron que ingrese su nueva posición ideológica y aunque no produjo

nada es simbólico el suceso. Finalmente, otro de los ejemplos de pasaje de

fronteras se puede visualizar cuando conoce a su última pareja, el indio

. Es interesante resaltar que en el momento que

ella se dirige hacia lo bajo debe cruzar una calle, este símbolo podría

identificarse como un límite entre los espacios, un límite entre las semiosferas

que define el pasaje de un umbral que hace la protagonista. Al atravesar

este umbral se adentra a la decadencia, la degradación de su persona

hasta llegar a lo más bajo, a la depravación; en este punto puede decirse

que la protagonista no encontraba límites fijos, si bien los espacios tanto

geográficos como internos pueden ir delimitando una posición, la narradora

rompe constantemente estas fronteras, las atraviesa cada vez con menos

temor.

Al comienzo de la novela, la presencia de Ricardito marcaba una

frontera entre la protagonista y esos nuevos mundos que esta conocía, él

funcionaba de traductor entre ambas semiosferas, pero nuevamente el

cambio todo lo atraviesa, la movilidad de la narradora posibilita la

desaparición de traductores, más allá de que “el Miserable” haya sido

encerrado; después María se vuelve maestra de los que recién se inician, ya

no conoce fronteras, por lo tanto no necesita traductores. Cuando cruza la

calle y conoce la clase popular aprende el español, este hecho hace que

ella se sienta parte de ambas semiosferas aunque termina sintiéndose más

cómoda donde sí entiende las letras, donde no necesita de alguien que la

integre al grupo.

3 Estas son algunas de las características de la oralidad que pueden reconocerse en la narración de la novela. Otros pueden ser las continuidades y digresiones, la falta de coherencia, el uso de diminutivos, etc.

20

llamado Bárbaro, este nombre podría interpretarse con un sentido de

referencia a la otredad, a alguien ajeno al mundo actual de la narradora y

que la lleva a lo último, al descenso máximo. Con él María atraviesa todas

las fronteras que aún existían hasta llegar a la barbarie.

Según Bajtín, existen dos tipos de estructuras de biografías antiguas: el

energético y el analítico. Al referirse al segundo, el autor describe los

apartados posibles que se enmarcan en dicho tipo:

(…) la vida social, la vida familiar, el comportamiento en la guerra, las relaciones con los amigos, las máximas dignas de saberse de memoria, las virtudes, los vicios, el aspecto de una persona, sus hábitos, etc. Los diferentes rasgos y cualidades del carácter son elegidos entre los diversos acontecimientos y sucesos que pertenecen a distintos periodos de tiempo en la vida del héroe, y se distribuyen en los apartados correspondientes. (Bajtín, 1975. Pág. 294).

Con esta cita es posible distinguir dentro de la novela la influencia del

medio social para la configuración de la identidad de la protagonista y

como ésta en la movilización de espacios permite al lector conocer no solo

su vida, su ciudad, sus relaciones, sino que instala a su vez el cronotopo de

una época, de una generación, como dice al final, ella es una más, es una

voz dentro de todos los que no lograron sobrevivir. Sobrevivir ni a la noche y

ni a los cambios sociales y culturales.

Otro de los espacios que pueden observarse cargados de significación

son las esquinas como lugar de encuentros, definitorias de nuevos rumbos y

como dice la narradora, lugar desde donde ella se ubica a narrar su historia.

También es un lugar que siempre está al límite, al borde marcando un lado y

otro, dos caminos, dos rumbos diferentes.

Las movilidades en el espacio geográfico están muy relacionadas con

los cambios internos que se desplegarán posteriormente, por vincularse, a su

vez, con los distintos estados de ánimo de la protagonista provocando el

deseo de variar de grupos y relaciones. No debería olvidarse que la

protagonista es una adolescente, por lo tanto estas características de

21

constante contradicción, de renovación y de búsqueda de goce en los

placeres son rasgos de la generación que describe y de ella misma.

La noche, un “territorio de nadie”

“Yo, inocente y desnuda, soy simple y amable escucha. Ellos llevan las riendas del universo. A mí, con gentileza.”

(Caicedo, 2009, Pág.76)

Dentro de los espacios internos se desplegarán una de las dicotomías

presentadas al inicio del texto, por ejemplo día y noche.

Al comienzo de la novela la narradora expresa los malestares que le

produce vivir de día, al mismo tiempo que informa al lector de los placeres

encontrados en las noches. De acuerdo a las descripciones que acontecen

en la narración es posible distinguir datos que den cuenta del descenso que

se producía, por lo menos al comienzo de la novela, al comienzo del día y su

finalización al llegar la noche. La degradación de la cual se hablaba con

respecto a Norte/Sur es posible también en este caso. Era la noche la que la

consumía, la que le permitía ser lo que quisiera y la que abrió las puertas a su

nuevo destino.

Ella es la única que sobrevive a los cambios constantes y a las

consecutivas rumbas. Es una sobreviviente de la noche, sus experiencias se

redefinieron en las noches de rumba y la importancia de la puesta en

escena de cuerpo.

A lo largo de la narración es posible analizar una etnografía de la

noche donde se da a conocer nuevos lugares, aquellos posibles de transitar

solo en las noches porque es en esos momentos en que tienen vida; nuevos

personajes y por lo tanto nuevas historias de vida ya que la narradora les da

voz a aquellos que no lograron sobrevivir sirviendo sus experiencias como

testimonios de la noche y por qué no de una generación.

Esto último trae a colación una cita de Sarlo (2007) que refiere a la

narración de la experiencia:

22

La narración de la experiencia esta unida al cuerpo y a la voz, a una presencia real del sujeto en la escena del pasado. No hay testimonio sin experiencia, pero tampoco hay experiencia sin narración (…) la narración inscribe la experiencia en una temporalidad que no es la de su acontecer sino la de su recuerdo. (Pág. 29).

A través de dichos testimonios, la narradora logra configurar un mapa

de distintas vidas, vidas que comparten el gusto por la música pero que en

sus descripciones puede notarse lo diferentes que son, llegando al punto de

establecerse tipologías entre los personajes y que refuerzan lo expuesto al

final de la novela en el manifiesto generacional cuando María dice que la

de ella es solo una voz, podría interpretarse que la voz de cada uno de los

personajes es solo una dentro de una generación calificada como “del

remedo”.

Dolezel (1997) propone tres tesis de la semántica ficcional derivadas del

modelo de los mundos posibles y que resulta pertinente rescatar en este

apartado.

1) Los mundos ficcionales son conjuntos de estados de cosas posibles.

Con esto el autor expone la perspectiva de considerar la existencia

de individuos ficcionales dentro del relato y que no pueden

identificarse con personas reales fuera de él, por eso en la novela

por ejemplo, esta idea de sostener que los personajes a los que se

remite la narradora podrían ser algunas de las voces encontradas en

una generación, se refuerza por el hecho de que no poseen

nombres con apellidos, nombres reconocibles fuera del relato, sino

que representan tipos humanos. “La identidad de los individuos está

protegida por la frontera entre los mundos real y posible” (Pág. 80).

2) El conjunto de mundos ficcionales es ilimitado y variado al máximo.

Esto explica por qué la construcción del mundo ficcional en el relato

no puede ser considera como verdad absoluta aunque sea

23

autobiografía, además de que está postulando la creación de un

mundo posible dentro de la narración.

3) Los mundos ficcionales son accesibles desde el mundo real. Con

esta tesis, el autor intenta explicar que las construcciones de mundos

ficcionales parten de estructuras del mundo real, por eso es posible

encontrar muchas similitudes ya que incluso dentro de la ficción de

la novela, la narradora demuestra una fidelidad en los testimonios,

en las letras, en las ubicaciones geográficas y acontecimientos

históricos.

Bibliografía:

ARFUCH, L. (2005): “Cronotopías de la intimidad” en Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias. Bs. As. Paidós, 237-290 -------------------- (2002): El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Bs. As. F.C.E. 33-115 BAJTIN, M. (1975): Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus. 282-298 CAICEDO, A.: ¡Qué viva la música! Bs. As. Norma. 2009 DOLEZEL, L. (1997): “Mimesis y mundos posibles” en Teorías de la ficción literaria. Madrid. Arco Garrido Domínguez A. (Comp.) 69- 94 FERRO (1997): “El testimonio” en La ficción. Bs. As. Biblos. 85-122 SAER, J.J. (1997): El concepto de ficción. Bs. As. Ariel 9-17 SARLO, B. (2007): Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Bs. As. Siglo XXI editores.

24

CONSTRUCCIONES IDENTITARIAS. DE LA MEMORIA A LA PALABRA

María Noel Kosinski

Configuración del testimonio

En el siguiente ensayo se pretende analizarla obra de Andrés

Caicedo 4

Entendiéndose el testimonio, según los aportes de Ferro (1998), como

relato de acontecimientos vistos u oídos, donde el testigo trae al presente,

con sus palabras, lo que escuchó o vio, transformando estas acciones en

narración. Siguiendo esta concepción, se puede observar, en la novela, que

la protagonista principal, María del Carmen Huerta (también llamada Mona

o pelada), testimonia su vida de adolescente

¡Que viva la música!, a partir de abordajes teóricos que

incursionan, por un lado, el testimonio en relación con la configuración de la

identidad, la memoria e intimidad, y por otro, el reconocimiento de la

construcción de un mundo posible o alternativo.

5

Esta protagonista cuenta sus acciones, lo que ve y escucha de las

personas que se encuentran a su alrededor y con las que mantiene un

vínculo cercano; por ejemplo, en su primer día de desvío -es decir, cuando

deja de concurrir a la reunión con sus amigos y prefiere asistir a otros lugares,

que se desencadena en el

marco de la ciudad de Cali. Al inicio de la obra, ella manifiesta que

empezará a contar su historia desde el primer día en que se dispuso no asistir

a las reuniones de lectura sobre El Capital, la cual era realizada por sus

amigos “intelectuales”. A partir de allí comienza a cambiar su actitud y

aspecto físico, relatando el placer que empieza a sentir por la música y su

decisión de vivir la nocturnidad.

4 Escritor colombiano nació en 1951 y muere en el año 1977. La novela mencionada es la única publicada en vida, después de su muerte, su familia publica otros escritos encontrados. 5 El testimonio de María aquí analizado da cuenta de un relato de vida y no una historia, porque se selecciona lo relevante y significativo en esa determinada etapa adolescente.

25

propios de la noche, o vinculados a la música- relata lo que percibe acerca

de un bailarín experto, sus pensamientos hacia él y acciones, a partir de lo

que éste le comenta de la noche. En efecto, se podría caracterizar al

testimonio en la novela por los siguientes rasgos: uso de fuentes directas,

debido a que se presenta el testimonio de la vida de María, es decir que ella

misma cuenta sus experiencias, sus conclusiones sobre el nuevo mundo al

que se incorpora, y los pensamientos sobre los demás; también se

introducen las voces directas de los otros personajes, a partir de las cuales

cada uno relata su propia experiencia, es decir que se narra a partir de la

particularidad de la voz y las voces de los protagonistas. Además, se puede

observar la inmediatez de los sucesos y cómo se presentan éstos a medida

que son vividos por los personajes; al mismo tiempo, se evidencia la forma en

que circulan los testimonios de cada uno y se destacan los pensamientos de

las personas que conforman la ciudad. Igualmente se puede distinguir en el

relato el uso de otras fuentes para constatar, por ejemplo, el encierro de

Ricardito en un manicomio, “porque algunos dicen que empezó a

sabotearle el sueño de sus papás profiriendo horribles aullidos a la

medianoche. Y que terminaron por encerrarlo… fue a parar a San Isidro,

loquito criollo al fin y al cabo. Otros dicen que allá no duró mucho, pero

nadie sabe a ciencia cierta dónde está. Nadie sabe el paradero del pobre

Miserable”. (Caicedo, 2008: 79)

Para verificar estas dudas le llega a María un cuestionario a modo de

diagnóstico6

Otros testimonios relevantes y significativos para la vida de María son los

expresados por Mariángela, los cuales refieren a las experiencias que

llevaba ésta en la rumba, los vínculos con su madre y los tormentos que

sentía por haber vivido, a los 17 años, más que su progenitora. En

sobre su estado mental, el cual da prueba de su existencia,

refutando los comentarios.

6 El diagnóstico de Ricardito se puede considerar como material de apoyo para confirmar las dudas que se presentaba respecto de su desaparición del grupo. A través de esta especie de cuestionario se atribuye al discurso un matiz de veridicción sobre el estado del Miserable.

26

consecuencia, Mariángela se convierte en el prototipo al que aspira el

personaje principal y, por ende, se torna un ideal a seguir, lo que se puede

comprobar cuando, en ocasiones, María dice:

Quería yo tener ese filo que tenía ella cuando miraba de medio costado, en las noches que bailaba sola y nadie que se le acercara, quién con esa furia que se le iba metiendo hasta que ya no era ella la que seguía la música…ella fue hasta donde llega mi conocimiento, la primera del Nortecito que empezó esta vida, la primera que lo probó todo… (Caicedo 2008: 28). Ese sentimiento de querer igualarse al otro (en este caso con

Mariángela) forma parte de la intimidad de la Mona, debido a que, por un

lado, desea exhibirse como ésta y, por otro, siente curiosidad por esa vida;

su intimidad radica en creer en la alternativa que le ofrece ese mundo que

experimenta y no creer en lo que le proporciona la sociedad burguesa de

clase alta. Se comienza a presentar una tensión entre su espacio privado y lo

externo; por ejemplo, desde el momento en que El Miserable entra en su

cuarto e irrumpe en su esfera íntima, lo privado se abre hacia los espacios

públicos de la rumba, los cuales intervienen en lo más profundo del sujeto

otorgándole seguridad a su existencia. Para María, los espacios públicos (de

la rumba) se transforman en privados, porque le permiten relacionarse con

otras personas que comparten experiencias similares y le atribuyen una red

de significados que irán conformando su cultura. Esta exhibición de su

interioridad podría pensarse como una forma de escape del mundo al que

pertenecía en un principio, y en el cual no podía mostrar aspectos de su

vida privada, porque se veía como desvío/transgresión cualquier tipo de

acción fuera de la visión considerada de la clase culta/intelectual/rica.

La intimidad y los testimonios a lo largo de la novela están, en

ocasiones, enlazados con la memoria, debido a que cada individuo posee

recuerdos y, en consecuencia, activa ese pasado y lo introduce a su

presente a través de la posibilidad de narración; en efecto, esto es lo que

determina su identidad y persistencia en el tiempo, es decir que los

personajes traen a colación recuerdos que les son significativos para lo que

27

están relatando. Ello se puede evidenciar cuando los padres de María la

invitan a asistir a un banquete de grado, en el cual el plato principal de

comida era carne de cerdo; éste le trajo reminiscencia sobre un

acontecimiento particular: la muerte de su tía ocasionada por la misma

comida pero mal cocida y, por ello, se le había llenado el cerebro de

gusanos. Así como en ésta, en otras escenas también se hace referencia a

situaciones pasadas, las cuales provocan un advenimiento o captura de ese

presente que está viviendo la protagonista. Por ello, es posible pensar que

los testimonios se enlazan con la memoria y se encuentran sujetos al entorno

inmediato, es decir, vinculados a los recuerdos que traen al presente una

experiencia vivida, la que es recordada por ser parte de un hecho

significativo, familiar, que deja huellas en su vida. Esto se confirma en la voz

de Jelin, quien dice:

El pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente y en función de expectativas futuras. Tanto en términos de la propia dinámica individual como de la interacción social más cercana y de los procesos más generales o macro-sociales… (Jelin 2002: 18).

Debido a ello, se podría decir que la memoria, por estar marcada por lo

histórico y social, es cambiante y se la puede observar como una

construcción más que como un recuerdo.

En contraposición a la memoria de la protagonista principal, se

encuentra la de Mariángela, quien no posee recuerdos de su padre y lo

único que sabe es que andaba de tour en tour buscando la diversión y el

deseo de escuchar música; ella considera que en eso se asemeja a él. En

efecto, se podría decir que no brinda más argumentos sobre éste ya que no

lo conoce, tampoco intenta recuperar nada de su pasado en relación a él,

debido a que sus conocimientos parten de los comentarios que le manifestó

su madre. Por ello, el relato de Mariángela se caracterizaría por ser precario

y sostenerlas certezas que provienen de fuentes que podrían ser dudosas;

por ende, se percibe un vacío de lo desconocido, debido a la forma en que

le narraron esa parte de su vida.

28

La memoria y la intimidad de los personajes, específicamente de María,

radican en creer en la música, la cual guía el deseo de las acciones y

pensamientos. Esta protagonista cree en esa otra vida que le atribuye

placeres y sentimientos diferentes a lo que vivía siendo una persona de clase

alta, distinguida, y aplicada; ella no duda de ese nuevo espacio al que se

está insertando; es más, considera que, mediante éste, pudo conocer

muchas cosas antes no experimentadas. El sentimiento de María en creer en

esa vida es una indicación de que se ha establecido un hábito que va

determinando sus acciones.

Como consecuencia de lo dicho anteriormente, es posible sostener que

los testimonios de María se encuentran relacionados con la configuración de

su identidad, ya que ésta se va conformando en relación con los demás,

porque, al comienzo, era una adolescente burguesa que pertenecía a la

ciudad del Cali, era aplicada en sus estudios, concurría a reuniones de

lecturas, se identificaba por su pelo rubio (sería éste considerado como la

parte por el todo), pero, a medida que avanza el relato, cambia su

identidad como producto de la rumba, música y drogas; entonces, se

podría aludir a una transformación de su ser, tanto en su aspecto físico

como en su personalidad: su pelo de oro pasó a ser ceniza sin brillo -ella

misma confiesa que éste tiene historia-, de igual manera sucede con su piel,

que antes era bronceada y después fue quedando con escamas.

Si bien ella cree en lo que vive, ¿qué debe pensar o sentir el lector

cuando lee esta experiencia de vida? ¿Qué posibilidad ofrece en cuanto a

creencia del relato? Estos dos mundos, tanto del personaje como del lector,

llevan a pensar que muchas de estas experiencias se asemejan o aproximan

a lo real, pero al ser relatadas configuran una construcción de la realidad, la

cual selecciona estructuras reales para armar su mundo narrativo,

generando en el lector la tendencia a asimilarlo con prácticas que se ven

en la actualidad.

¿Construcción de mundos posibles?

29

En la novela se podría considerar la existencia de un mundo posible o

alternativo; para lo cual es necesario, en principio, tener en cuenta el aporte

que postula Doleẑel (1997) sobre el tema, quien relaciona los mundos

posibles con el mundo de los textos, y destaca rasgos distintivos: en primer

lugar, se entiende como mundos posibles aquellos conjuntos de estados o

cosas posibles, motivo por el cual un individuo no puede identificarse con un

mundo real porque tiene existencia por sí mismo, sino que, inserto en él, los

protagonistas generan las relaciones con los demás individuos ficcionales, y

crean las condiciones necesarias para mantener su vida dentro de esa

ficción. En este sentido, se puede decir que, si bien es cierto que los

personajes ficticios no pueden interaccionar con el mundo real, es permitido

pensar que María es una adolescente posible dentro de la novela, debido a

que ella misma provoca los vínculos personales con los demás sujetos, y

genera las condiciones para continuar dentro de ese mundo que la rodea.

En segunda instancia, el conjunto de mundos ficcionales se concibe como

más abarcador que el mundo real; es decir, es ilimitado y variable, ninguno

se parece al otro. Por último, estos mundos son accesibles desde lo existente

a través de canales semióticos; en efecto, sería posible que el mundo real

intervenga o participe en las ficciones, brindando modelos estructurales.

Teniendo en cuenta este marco teórico, se puede indicar que Caicedo

extrae organizaciones que conforman el mundo real colombiano -la

configuración de la ciudad, algunos nombres de lugares que existen- para

elaborar su ficción; es decir que el mundo real le proporciona la estructura7

7 El autor incluye algunas experiencias de su vida, lugares conocidos, situaciones sobre la época en la que se circunscribe, sentimientos, entre otros, esto se puede comprobar en sus escritos sobre El cuento de mi vida y Calicalabozo, en los cuales se retoman temáticas propias o que destacan el estilo de escritura.

para relatar las vivencias de los personajes y acontecimientos significativos;

de esta manera, se observa la transformación de lo real inserto en un

discurso narrativo.

30

El mundo alternativo que busca María está atravesado por la presencia

fundamental de la música, la cual podría pensarse como una protagonista

más de la novela. Asociada a objetos insólitos como el pelo, la noche, la

ciudad, entre otros, la música se convierte en un elemento inseparable de la

etapa adolescente de María: le provee vida y movimiento, se la destaca

como un vehículo cultural eficaz y la misma protagonista expresa que,

mediante ésta, acumuló una cultura impresionante (sobre todo a través de

las traducciones que le realizaba Ricardito); es decir que la música se

presenta como un medio de comunicación entre clases sociales diferentes.

A través de la música se originó la rumba, de la que María es inseparable;

primero se menciona al rock, los Rolling Stones, después la salsa, Ricardo

Ray, hasta que ella terminó por comprender todo, culminó siendo la reina

del guaguancó y la que no dice “no” a nada.

Las acciones que desarrolla el personaje principal se revelan por las

noches, realizando un viaje por toda la ciudad del Cali, allí se destaca la

vida mundana y, es donde reside la alterativa de escapar del otro mundo al

que pertenecía; se vive la noche como si fuera el día y a éste se lo concibe

como enemigo. La noche le brinda los placeres que durante el día no

podía conocer y las posibilidades de huir para no recordar las obligaciones

que poseía antes, le provee la diversión; también estos efectos son logrados

consumiendo drogas y, en un pasaje de la novela, María menciona que la

cocaína pone felices inmediatamente a todos y alude al estado de

Leopoldo, quien pasó dos horas escuchando música en inglés. Mediante

estos factores los personajes y, particularmente María, encuentran la libertad

y la posibilidad de conocer otros tipos de placeres. También se puede

observar, que estos elementos a lo largo de la novela, llevan a que los

personajes vivan una realidad infernal como si fuera un descenso hacia lo

más bajo de la vida (se exhiben: drogas, prostitución, muerte, etc.);

igualmente este descenso está dado por el recorrido que realizan los mismos

personajes, el cual comienza desde el Norte hacia la avenida Sexta, se dan

a conocer el parque de Versalles y los paisajes estupendos dominados por el

31

Rock, hasta culminar en el Sur, donde se encuentra el río Pance y los refugios

de la salsa, destacándose el sexo como un placer presente en la

cotidianeidad (fundamentalmente en María).

Consideraciones finales

Los testimonios, en la novela, permiten la continuidad del relato y

habilitan la narración de acontecimientos significativos respecto a los

personajes; y estos sucesos también son importantes, en ocasiones para el

lector, porque ofrecen más conocimiento acerca de los pensamientos,

sentimientos y acciones de los personajes involucrados en la obra. Estos

testimonios están relacionados con las memorias de los sujetos, las cuales son

actualizas al traer el recuerdo hacia el presente; este tiempo es el único

adecuado para recordar y apropiarse de esa situación rememorada. El

pasado que se intenta recuperar no hace detener o suspender el presente

de los acontecimientos en la obra, sino que se narra o se remite al mismo a

través de un tipo de relato, de personajes, de acciones abiertas o secretas.

Por ello, el sujeto no recuerda todo de su vida, sino que selecciona

acontecimientos, hitos, lugares y personas que permitan establecer algún

tipo de relación y, a la vez, ayuden en la configuración de su identidad. En

definitiva, el narrador es el que decide qué contar, representar o escribir de

esa etapa adolescente, y evade aquellos recuerdos que podrían causarle

algún efecto perjudicial, permitiéndose, de esta manera, continuar con su

vida de nocturnidad.

En relación con los testimonios y las memorias que se destacan en la

novela, se distinguen tres tipos de espacios: uno de ellos es el público, el cual

podría estar proyectado por la configuración de la identidad de María,

debido a que, en principio, era una ciudadana burguesa de clase alta del

norte de Cali, destacada por sus méritos académicos; otro espacio distintivo

32

es el privado, que comienza a desencadenarse cuando la protagonista se

mueve dentro de su círculo de nocturnidad por toda la ciudad; y, por último,

se halla un espacio íntimo que comprendería los pensamientos, el cuerpo

físico (qué hace con él), su cuarto (que contiene parte de sus secretos y es

mostrado a otra persona). La intimidad se manifiesta por el deseo de

conocer ese otro mundo que se le presenta y las acciones que realiza

dentro de éste; en consecuencia, para que tenga existencia esta intimidad

es necesario que existan los demás protagonistas, porque ellos marcan o

delimitan los territorios/espacios.

Para el desarrollo de la novela y la inclusión de los factores/elementos

que se mencionaron, el autor incorpora materiales extraídos de su realidad –

la sociedad colombiana-, y, para insertarlos, los somete a un proceso de

transformación/ficcionalización para luego convertirlos en posibles-no reales;

la recepción de estos mundos se realiza a partir de textos literarios que son

interpretados por lectores reales, quienes pueden observar el mundo

ficcional que intenta reflejar el autor y hacer de ellos una fuente de

experiencia.

Bibliografía:

AIRA, C. (2007): “La intimidad” en Boletín 13/14 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria. Rosario: Facultad de Humanidades, UNR, 6-12. CAICEDO, A (2008): Que viva la música. Buenos Aires. Editorial Norma. DOLEZEL, L (1997): “Mímesis y mundos posibles” en Teorías de la ficción literaria. Madrid: Arco. Garrido Domínguez A. (comp.) 69-94 FERRO, R.(1998): “El testimonio” en La ficción. Buenos Aires: Biblos. 85-122. JELIN, E. (2002): “¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?” en Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI. 17-35.

33

“ENRÚMBATE Y DESPUÉS DERRÚMBATE”:

PROVOCACIONES EN LA LECTURA DE ANDRÉS CAICEDO

Romina Tor

Leo la escritura de Caicedo como una provocación, una provocación

a la Academia 8

La vida como narración es el título que utilizará Arfuch en una de sus

reflexiones en torno a la autobiografía y que nos puede permitir iniciar la

primer entrada a la lectura de Caicedo. La protagonista nos narrará su vida,

y su transición de niña bien perteneciente al Norte a habitante de la noche

y el baile en el Sur. Esta práctica del relato no solamente nos hará vivir las

transformaciones que sufre el personaje sino que nos ejercitará en habitar,

como dice Arfuch, mundos extranjeros a nosotros, de este modo nuestra

propia identidad narrativa podrá ser reconfigurada por la trama.

y a la tradición literaria, a mí como lectora, no

acostumbrada a tal registro urgente, musical, coloquial, como Fabián Casas

bien lo describe: “todo a la velocidad del sonido…” (Casas, 2004: 56)

En este transitar zigzagueante por la lectura de Caicedo, María del

Carmen Huerta, protagonista y narradora nos interpela, nos provoca, nos

hace transitar la noche, la rumba, el rock and roll y las drogas. Sobreviviente,

somos receptores de la historia de su vida. La protagonista inicia el relato de

los acontecimientos en el momento que ella sostiene que todo cambió y se

emprendió en el mundo de la música y el baile. La protagonista de la novela

decide iniciar su historia de vida en el punto que reconoce como un

momento de crisis, de transformación.

Una historia de vida

8 “…yo estaba contento con mi pose silvestre porque así desconcertaba a los intelectuales de profesión, a los que he detestado siempre y bastante es el mal, con puyas indirectas, que me han hecho.”(Caicedo, 2008: 25)

34

En la novela, la protagonista, anónima hasta el final de la misma, nos

convierte en cómplices de la narración de su pasado, el cual

paradójicamente se vuelve presente en el recuerdo. En vinculación con

Sarlo me veo incitada a preguntarme si tiene algún sentido re-vivir la

experiencia o si el único sentido que tiene está en comprenderla, más allá

de la re-vivencia o incluso en contra de ella (Cfr. Sarlo, 2007: 28). Y agrego

en esta titubeante reflexión: ¿podríamos, sin embargo, comprender nuestra

experiencia si de alguna manera no la reviviéramos? Víctimas de estos

asaltos revisionistas sobre nuestra historia, ¿no la convierten a ésta además

en múltiple, sujeta a modificaciones en cada instancia de actualización, de

recuerdo?

El relato reconstruirá y dará forma a la experiencia de la protagonista a

partir de una narración que inaugurará un tiempo lingüístico particular. La

novela discurre en un continuum lingüístico, el personaje narra en primera

persona en un registro coloquial que tiene las características de los relatos

orales: tendrá digresiones, reiteraciones y muchas veces enunciados

extensos. De tal manera, los espacios y las temporalidades se difuminan, no

sabemos muy bien cuándo terminan los días, los espacios se entretejen, todo

ello en coherencia con una trama que describe una Noche que no culmina

y la vitalidad de su protagonista, quien se vanagloria de ser la última en pie.

Retomando a Ricœur nos detenemos en la noción de identidad

narrativa la cual se configura a lo largo de la trama. Esta misma,

recordamos, se conforma en una dinámica de orden y contingencia, en la

cual el sujeto se transforma, muta, escapando de la permanencia y la

estabilidad del sujeto idéntico a sí mismo. El enunciado que inaugura la

novela puede resultarnos muy interesante en este aspecto. La protagonista

inicia diciéndonos: “Soy rubia. Rubísima” (Caicedo, 2009: 21) para luego

manifestar que la andanza y el maltrato quitaron el brillo hasta a su cabello y

agregar más adelante en la novela: “…comprendí, con esa velocidad mía,

que había estado cuánto tiempo del lado de la sombra, que llevaba en mi

cara la marca de su experiencia.” (Ob. Cit. 108) De este modo, distinguimos

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los cambios que la atraviesan, y cómo el signo con el cual decide

identificarse, se transforma, convirtiéndose en una metáfora para su propia

mutación.

Sarlo, retomando los planteos de De Man acerca de las características

y problemática que implican las autobiografías, enuncia: “Lo que las

llamadas “autobiografías” producen es “la ilusión de una vida como

referencia” y, en consecuencia, la ilusión de que existe algo así como un

sujeto unificado en el tiempo” (Sarlo, 2007: 38)

La identidad narrativa de la protagonista es contradictoria y entra en

diálogo con las voces de otros, poniendo en primer plano el carácter

múltiple y polifónico del yo que enuncia. Más aún, no podemos pensar en

este yo en sí mismo como un punto de partida sino como el resultado de un

relato de vida (Cfr. Catelli, 2007: 226). De este modo, ni nuestra experiencia

ni nuestra identidad puede ser aprehendida si no es a través de una

narración, en la cual intervienen diversos mecanismos de selección, de

memoria y olvido.

Relato, identidad y testimonio

Podemos leer el relato de María del Carmen como el testimonio de una

sobreviviente, quien reconstruye su historia y da la voz a aquellos que no

lograron sobrevivir y por lo tanto no pueden contar su versión de lo ocurrido.

Entendemos que el testimonio como discurso debe estar unido a una

singularidad y a una memoria idiomática que implica el yo enunciativo. Sólo

el que testimonia conoce lo que ha y han vivido. Para Ricœur, el testimonio

tiene un criterio cuasi empírico en el sentido que designa la acción de

testimoniar, relatar lo que se ha visto u oído. Pero la percepción de los

acontecimientos no representa al testimonio en sí porque para que éste

suceda debe haber una narración, un reordenamiento e interpretación

relatada a un otro, que en la novela tendrá la marca explícita de tú o de

lector, al cual el personaje interpelará, seduciéndolo, animándolo en la

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escucha de su historia. Lo que se pone en relevancia en el testimonio, por lo

tanto, será la experiencia, el haber atravesado alguna circunstancia en

particular, la cual otorgará al sujeto el poder de contar su verdad. Allí radica

la autoridad del testimonio, es intransferible, nadie puede reemplazar a otro

como testigo y quienes lo escuchan deberán depositar su confianza y

creencia en el mismo, debido que se encuentran ausentes de tal

experiencia y por lo tanto, de la capacidad para relatarla.

El testimonio de nuestra protagonista no se enmarcará en una

institución y un ritual judicial, nos referiremos al mismo en el sentido que

Ricœur describe a continuación:

… se llega a llamar testimonio a una acción, una obra, el movimiento de una vida, en tanto estas cosas constituyen por ellas mismas la señal, la prueba viviente de la convicción y de la abnegación de un hombre a una causa. (Ricœur, 1983: 22)

María del Carmen entonces, prestará su voz para contar la historia de

su generación y hablará por aquellos que no pueden hacerlo. De este

modo, su historia autobiográfica se enmarcará en una historia superior que

implica a otros sujetos ausentes. La voz de nuestra narradora estará en

reemplazo de otras voces mudas, inhabilitadas, por lo tanto su historia se

adjudicará de cierto poder y deber ante la historias otras. Ella tiene la

responsabilidad de recuperar esta memoria.

En este sentido, leemos las narraciones en torno a Ricardito el

Miserable, a quien describe como víctima de los síntomas de su generación,

a Mariángela, Roberto Ross, Rubén Paces y tantos otros. En el relato

autobiográfico de María del Carmen estas narraciones ocupan lugares bien

definidos, ahora bien, cuando la historia se mueve hacia los nuevos

acontecimientos, estos personajes no regresan, permanecen en lo que

aparenta un pasado al cual la protagonista no retorna.

La protagonista reflexiona y sostiene que para relatar/testimoniar es

necesario (sobre)vivir:

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…los drogos, iban a ser los testigos, los con derecho al habla, no los otros, los que pensaban parejo y de la vida no sabían nada (…) No, nosotros éramos imposibles de ignorar, la ola última, la más intensa, la que lleva del bulto bordeando la noche. (Caicedo, 2009: 49)

Desde aquí, cobra un significado irónico el nombre que se concede:

Siempreviva, ella, sobreviviente, vital, enérgica entre los muertos que la

rodean. De este modo su testimonio no dará prueba de la Verdad, sino de

una verdad a través de la argumentación, de la defensa de una doctrina

de vida, a la cual luego nos atendremos.

Un relato entre-otros

Fabián Casas dice que Caicedo es una expresión del cóctel de su

tiempo. También podemos decir lo mismo de su protagonista. María del

Carmen se reconoce histórica y culturalmente como perteneciente a una

generación, a la cual comprende como la segunda, no la original, la

innovadora, la primera en llevar cabello largo y camisas a flores:

Todo estaba innovado cuando aparecimos. No fue difícil, entonces, averiguar que nuestra misión era no retroceder por el camino hollado, jamás evitar un reto, que nuestra actividad, como la de las hormigas, llegara a minar cada uno de los cimientos de esta sociedad, hasta los cimientos que recién excavan los que hablan de construir una sociedad nueva sobre las ruinas que nosotros dejamos. (Ob. Cit. 68)

La protagonista advierte que su historia se encuentra enmarcada en

este deber de una generación posterior a la revolucionaria, a la

inauguradora del “shock”. Su testimonio, por lo tanto, es ejemplificador y

modalizador, hace de esa misión su vida.

En ese reconocerse como parte de una identidad generacional nos

encontramos con elementos heterogéneos que se conectan, con la

importancia de la vestimenta, sobre todo en su estancia en el Norte, el rock

como símbolo de la burguesía y la elite, la rumba y la música popular, las

drogas, el sexo, todos estos elementos se entremezclan y vuelven flexibles los

límites que conectan al Norte con el Sur. Aquí podemos vincularlo con lo que

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Arfuch sostiene respecto a la identidad como el trabajo de la ideología.

Nuestra protagonista se identifica y es atravesada por grandes maquinarias

identitarias dirigidas a la juventud, la música principalmente puede ser leída

de este modo, el rock and roll y la música popular, cada uno con sus ídolos y

sus imaginarios.

Cali, ciudad adolescente, como la define Caicedo pone en relevancia

este carácter discordante: la tristeza, la angustia, la muerte, la violencia pero

también el baile, la música, el humor, construyendo un imaginario y un

proyecto transversal en común que la protagonista encarna: la vida es

efímera y hay que gozarla.

Al final de la novela, la protagonista nos enuncia su doctrina la cual

sintetiza sus premisas acerca de la vida y entremezcla concepciones en

torno a la muerte, la vejez, la soledad, el arrepentimiento y a su vez consejos

que parecieran ser más pequeños, cotidianos, como oír música antes del

desayuno y comer todo lo que fuera malo para el hígado.

Todo su trayecto y el relato de su vida culmina en una última lección,

una doctrina que nos imparte, que una vez más pone en funcionamiento

contradicciones pero que estas mismas son contempladas en aquella: “Haz

de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta.” (Ob. Cit. 199).

Asimismo, nuestra protagonista destruye el mito de la univocidad del yo, se

reconoce múltiple, lo cual es curioso si además retomamos el género al cual

nos estamos dedicando: la novela.

Precisamente, la novela pone en primer plano la multiplicidad y

Caicedo juega con ella, colocando en ésta variedad de géneros discursivos

que a su vez sumarán a la definición de las características de esta

generación. A lo largo de la novela nos encontramos con letras de

canciones, en inglés, en español, una nota de ingreso a una institución

psiquiátrica, notas de saludos y agradecimientos en una casa de paso y un

panfleto de protesta.

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Ficción/Realidad

Caicedo rumbea entre los límites de la ficción y la realidad en el final

de la novela, trastoca, desdibuja las fronteras y nos incita a la confusión

identitaria. Pareciera que nos juega una última turbulencia, una última

provocación al colocar sus iniciales al finalizar el libro. En este lugar nos

encontramos con el nombre de la protagonista, María del Carmen Huerta,

eludido a lo largo de toda la novela, seguido por las iniciales A.C. Somos

llevados a preguntarnos: ¿Es esta la historia de Andrés Caicedo? ¿En qué

puntos de la historia se entrecruza la historia autobiográfica del autor con la

de su protagonista? Nos vemos movidos a hacernos estas preguntas ante la

inminencia del final, pero ¿deberíamos hacernos estas interrogaciones?

¿Sería justo interrogarle esto al relato ficcional?

Dolezel en su desarrollo acerca de la Semántica de los mundos posibles

nos habla acerca de la semántica mimética para referirse aquella parte de

la crítica que considera que un referente “real” se corresponde con uno

ficcional, de esta manera la ficción no tendría otro propósito más que

describir e imitar la realidad, siendo el escritor un simple historiador y

recopilador. La función mimética no contempla la dimensión epistémica

que producen los mundos ficcionales, desde este posicionamiento, la ficción

no crea ningún conocimiento crítico acerca del mundo, solamente un

conocimiento descriptivo.

Sin embargo desde la perspectiva de la semántica de los mundos

posibles, los mundos ficcionales son un estado de cosas posibles, la

existencia de ellos no depende de los prototipos reales. Así la ficción crea su

propio referente, como lo hemos desarrollado previamente en torno al

carácter del relato autobiográfico. Sin embargo, las iniciales que

encontramos al final del libro nos indican un realema, un nombre propio que

se refiere a un sujeto real. Dolezel sostiene que los mundos posibles son

accesibles al mundo real porque precisamente a través de canales

semióticos insertan acontecimientos históricos y otro tipo de realemas. Al

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introducir sus iniciales pone en funcionamiento el peso de estos realemas

que se insertan y se ficcionalizan en el mundo narrativo de la novela. Así, el

“material real” sufre una transformación, al ingresar al mundo ficcional se

convierte en posible no real como lo denomina Dolezel, asumiendo el status

de alternativa posible.

Saer en continuidad con esta propuesta reflexiona acerca del

concepto de ficción y sostiene que:

… la ficción no solicita ser creída en tanto verdad, sino en tanto ficción. Ese deseo no es un capricho de artista, sino condición primera de su existencia, porque solo siendo aceptada en tano que tal, se comprenderá que la ficción no es la exposición novelada de tal o cual ideología, sino un tratamiento específico del mundo, inseparable de lo que trata. (Saer, 1997, 12)

Concuerdo con Saer acerca de que las grandes ficciones ponen el eje

en el entrecruzamiento crítico entre ficción y realidad, haciéndonos dudar

dónde inicia y dónde termina uno u otro. Es de alguna manera a lo que

Dolezel se refería cuando decía que los mundos posibles que inaugura la

ficción son mundos incompletos, en los cuales los lectores deben asirse de

sus interpretaciones, incapaces de ser únicas.

Últimas provocaciones

Finalmente accedemos al consejo de la protagonista de Caicedo, nos

enrumbamos y nos derrumbamos en una lectura que pretende seguir el

paso a su escritura y divisar algunos de los puntos problemáticos que ésta

despliega.

De la mano a través de la textualidad caicediana, Eco nos interroga:

Si los mundos ficcionales son tan confortables ¿por qué, entonces, no intentar leer el mismo mundo real como si fuera una novela? O también, si los mundos de la ficción narrativa son tan pequeños y engañosamente confortables ¿por qué no intentar construir mundos narrativos que sean complejos, contradictorios y provocadores como el mundo real? (Eco, 1996: 131)

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El universo discursivo que nos seduce en ¡Qué viva la música! es tan

ambiguo como la vida misma, y nos sacude de la tranquilidad coherente y

lineal llevándonos por los intersticios de las contradicciones. Con una

escritura violenta, musical y veloz como el habla, la protagonista revuelve en

su pasado y nos relata su historia de vida, que no se encuentra sola, sino que

se entremezcla con las voces de otros y trastoca con lo establecido, ronda

por los márgenes del pasado, de la memoria, propia y ajena, dirigiéndose al

futuro, a un lector que alentado a lo largo de la lectura finalmente suscriba

a la doctrina que ella ampara.

Bibliografía

ARFUCH, L. (2002): El espcacio biográfico.Dilemas de la subjetividad contemporánea. Bs. As.: F.C.E. CAICEDO, A. (2008): "Remontando el río." En El cuento de mi vida. Andrés Caicedo. Memorias inéditas. Colombia: Norma. 13-30. CAICEDO, A. (2009): ¡Qué viva la música! Bs. As.: Norma. CASAS, F. (2004): "Andrés Caicedo, el atravesado." En: Otra Parte. Revista de Letras y Artes. N° 2 Otoño. CATELLI, N. (2007): En la era de la intimidad seguido de El espacio autobiográfico. Rosario: Beatriz Viterbo. DOLEZEL, L. (1997): "Mímesis y mundos posibles." En Teorías de la ficción literaria Madrid: Arco. 69-94. FERRO, R. (1998): "El testimonio." En La ficción. Bs. As.: Biblos. 85-122. RICOUER, P. (1983): Texto, testimonio y narración. Santiago de Chile: Andrés Bello. SAER, J. (1997): El concepto de ficción (págs. 9-17). Bs. As.: Ariel. SARLO, B. (2007): Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Bs. As.: Siglo XXI Editores.