cuento: el águila y el león
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EL ÁGUILA Y
EL LEÓN
Elena Moreno Camacho
En la selva el rey es el león, y el águila, el señor de los aires. Así
decidieron repartirse hace muchos siglos el territorio en el
que debían de convivir.
Cada uno reinaría en su medio, el león en la tierra y el águila en el cielo. Por esta razón
entre ambas especies nunca hubo problemas, ni enfrentamientos ni rencillas.
Desde luego, cada uno de los animales sabía bien quién era su rey.
Los ciervos, gamos, serpientes, osos y demás animales terrestres que podáis imaginar obedecían al león.
En cambio, los cuervos, los búhos, los buitres, los halcones
y otras aves eran fieles al águila.
La armonía, por tanto, estaba asegurada.
Pero el murciélago quería estar en ambos. No sabía qué pasaría en un futuro si sólo obedecía a un rey.
¿Y si se incendia la selva? Me
quedaría sin nada.
Sí, el rey el león buscaría otro lugar.
¿Pero por qué tendría yo que andar
kilómetros y kilómetros si a mí
me gusta este sitio?
Como el murciélago sabía volar, también convivía con las aves, y entonces su rey era
el águila. Pero tampoco estaba contento, porque pensaba que, si decidía vivir con los animales del aire, algún día podría suceder
algo que le perjudicase.
¿Y si viene un diluvio o un ciclón?. Yo no soy grande, tendría
dificultades para sobrevivir, no podría comer y moriría de
hambre.
Sí, el águila buscaría otro
lugar para vivir, pero a mí me
gusta estar aquí.
Como el murciélago dudaba tanto, prefirió hacer lo que le apetecía en cada momento. Cuando había comida y buen tiempo se unía
a los animales terrestres y se convertía en un súbdito del león. Otras veces, cuando se
aburría y quería volar, subía hasta donde se encontraba las aves, y entonces su rey era el
águila.
Pero no quedaba todo ahí. El murciélago, además, criticaba a los vasallos del águila cuando estaba con los súbditos del león.
Viven en lugares horribles. En nidos llenos de pinchos. Y allá arriba, en lo
alto de las montañas, hace un
frío terrible.
El tigre no hacía caso, vigilaba la sabana por si alguna presa
cruzaba por allí, pero el murciélago continuaba:
Y qué modales tienen. Si los
vieras comer te darías cuenta de que no exagero
nada. Son terribles.
Sin embargo, cuando el murciélago volaba junto a los súbditos del águila, criticaba a los que eran fieles al león. Una tarde, mientras el halcón retocaba
su nido, le habló así:
Cómo me gusta estar entre vosotros. Al menos, aquí cuidáis
vuestras casas y vigiláis que nada malo le ocurra a los demás. Allí abajo, en la selva, cada uno va a lo suyo y le da igual lo que
le pase a otros. Con tal de asegurarse su presa, lo demás
no les importa.
El león tenía tantas cosas que hacer, que apenas le había dado importancia al ir y venir del
murciélago. Sin embargo, al águila no le gustaba nada que unos días fuese con los animales
terrestres y otros con ellos.
Así que decidió hablar con león.
Sabes que entre nosotros nunca ha habido problemas. Pero
últimamente estoy descontenta; hay un
animalucho que va de acá para allá. Unas veces vive entre nosotros y otras se
va con los tuyos. Sé a quién te
refieres. Hablas del murciélago.
Cuando le digo que si es un ave tiene que respetar nuestras
normas, me contesta que él hace lo que
quiere. Que cuando le apetece se convierte en cuadrúpedo y se va con
vosotros.
Pues cuando yo le digo lo mismo me responde que para eso tiene alas, y se va volando con los
tuyos.
Y lo peor no es eso. Cuando está con
nosotros os critica y se burla de tu reino. Pero me consta que también se burla de mí cuando baja a la
selva.
Está bien. Por mi parte te
aseguro que no volverá a pisar mi reino. Y es mejor que tú
hagas lo mismo.
Así lo tengo decidido.
Y desde entonces el murciélago vive solitario…
PORQUE NO PUEDE UNO CAMBIAR DE AMIGOS CON SEMEJANTE FACILIDAD Y
HABLAR MAL DE ELLOS COMO SI NADA FUERA A PASAR.