diodoro de sicilia - biblioteca histórica libros ix-xii

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DIODORO DE SICILIA BIBLIOTECA HISTÓRICA LIBROS IX-XII TRADUCCIÓN Y NOTAS DE JUAN JOSÉ TORRES ESBARRANCH f t EDITORIAL GREDOS

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Page 1: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

DIODORO DE SICILIA

BIBLIOTECA HISTÓRICALIBROS IX-XII

TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

JUAN JOSÉ TORRES ESBARRANCH

f t

EDITORIAL GREDOS

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 353

Armauirumque
Ex Libris Armauirumque Trompe l'oeil
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A seso r pa ra la secc ión griega: C a r l o s G a r c ía G u a l .

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por Jua n M a n u e l Guzm án H e rm id a .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2006. www.editorialgredos.com

Depósito Legal: M. 38990-2006.

ISBN 84-249-2292-1. Obra completa. ISBN 84-249-2858-X. Tomo III.

Impreso en Top Printer Plus, S. L.

Impreso en España. Printed in Spain.

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LIBRO IX

Page 5: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

SINOPSIS

1 Solón.2 Solón y Creso.3 El trípode, los Siete Sabios y Apolo.4 Solón se enfrenta a Pisistrato.5 El injusto no es sabio.6 Anacarsis y Misón.7 Misón en lugar de Periandro.8 Solón pone a prueba a Misón.9 Quilón: consonancia de vida y enseñanzas.

10 Las máximas de Quilón.11 Cualidades de Pitaco de Mitilene.12 Moderación, desprendimiento y clemencia de Pitaco. Pitaco,

Creso y Alceo.13 Bias de Priene. Generosidad, sabiduría y talento oratorio.14 El uso oportuno del poder y la fuerza. Milón de Crotón y Poli-

damante de Tesalia,15 Proezas de Polídamente.16 Oráculo sobre Cirra.17 Cronología de Dracón y Solón.18 Perilao y Fálaris.19 El toro de Fálaris.20 Solón se enfrenta a Pisistrato. Medos y persas.21 Subida al trono de Ciro. Cómputo por Olimpíadas.22 Excelencia de Ciro.

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23 Crueldad de Astíages.24 Afabilidad de Ciro.25 Creso y los isleños. Anécdota de la construcción de una flota.26 Creso y Anacarsis.27 Creso pregunta a Solón, a Bias y a Pitaco.28 Esopo y el trato con los señores.29 Adrasto, Atis y Creso.30 Observación de Fálaris.31 Creso, el oráculo y Ciro.32 La deslealtad de Euríbato.33 El hijo mudo de Creso y el oráculo de Delfos. El saqueo de

Sardes.34 Admiración de Ciro por Creso.35 Harpago y los griegos de Asia.36 Embajada lacedemonia a Ciro. Esparta y los oráculos sobre

Tegea.37 Moderación de Pisistrato.

1 O BIBLIOTECA HISTORICA

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FRAGMENTOS DEL LIBRO IX

Solón 1 era hijo de Execéstides y i su familia era de Salamina del Áti-

Solón ca2; en ingenio e instrucción supera­ba a todos sus contemporáneos y, dis­tinguiéndose sobremanera entre los

demás hombres por su inclinación natural hacia la virtud3, trató de alcanzar una altura moral que es objeto de elo­

1 Estos fragmentos sobre los Siete Sabios pueden compararse con los relatos completos de Diógenes Laercio.

2 Generalmente se acepta ei origen ateniense de Solón, como hace el mismo Diodoro en I 96, 2. No hay acuerdo en las fuentes respecto a la pro­cedencia salaminia, error seguramente de algunos autores atribuible a diver­sas causas, como por ejemplo, la leyenda de que las cenizas del legislador fueron esparcidas por Salamina ( C r a t i n o , ir. 228 K o c k ; cf. D ió g e n e s L a e r c io , I 62); que ía isla que estuvo en poder de la vecina Mégara y que fue reconquistada por los atenienses enardecidos por los versos de Solón (cf. ir. 2); o que le fue dedicada una estatua en Salamina (cf. D e m ó s te n e s , Sobre la embajada fraudulenta 251, frente a E s q u in e s , Contra Timarco 25-26). De Execéstides, el padre de Solón, P l u t a r c o (Vida de Solón l, 2-3) dice que era miembro de una familia noble, puesto que descendía de Codro, pero que su riqueza e influencia eran de clase medía (cf. asimismo A r i s t ó t e l e s ,

Constitución de los atenienses 5, 3); y añade, siguiendo a Heraclides el Pon- tico, que su madre era prima de la madre de Pisistrato.

3 La virtud (aretë), por antonomasia para Solón era la justicia, y junto a la justicia, en su actuación moral y cívica, vemos que, para mantenerse

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12 BIBLIOTECA HISTORICA

g io4. Al dedicar ciertamente mucho tiempo a todo tipo de conocimientos, se convirtió en un experto en todas las vir-

2 tudes. Durante su niñez disfrutó de las enseñanzas de los maestros más ilustres y, una vez adulto, frecuentó a los hombres que tenían una mayor influencia5 por su amor a la sabiduría. Por esta razón, por relacionarse con estos perso­najes y por pasar el tiempo conversando con ellos, fue con­siderado uno de los Siete Sabios6 y, por su inteligencia, se ganó el primer puesto no sólo entre estos hombres, sino también entre todos los que eran objeto de admiración.

3 El mismo Solón, que se granjeó una gran reputación en su labor de legislador, en sus conversaciones y respuestas como ciudadano privado, y también dando consejos, fue admirado por su alto grado de preparación7.

entre uno y otro bando, era también necesario el valor. Solón defendió su reforma política con valentía, «como un lobo acosado por los perros» (cf, S o l ó n , fr. 24 D ie h l ) . Cf. C. G a r c í a G u a l , Los Siete Sabios (y tres más), Alianza Ed., Madrid, 1989, págs. 61 sigs. El sabio era, según Protágoras, un didáskalos tés aretes, «un maestro de excelencia», de virtud, un experto en saberes que ie hacían guía de la comunidad.

4 Epainouménën. O «la altura moral que se adquiere con la educación» con la lecturapepaideuménën.

5 Traducción de dÿnamin de los manuscritos; pero, según la conjetura dóxam de Dindorf y Vogel, habría que entender «una mayor fama».

6 Frente a las figuras de los míticos héroes antiguos, los Siete Sabios, a los que se dedica la mayor parte de los fragmentos de este libro IX, no son grandes guerreros, sino que se caracterizan por una filosofía hecha de sa­biduría moral, de inteligencia política y de una moderación ligada a la conciencia de la limitación humana; son los constructores del orden social de la ciudad de la época arcaica y sus armas son la habilidad, el diálogo y la inteligencia. Cf. C. G a r c í a G u a l , ob. cit., Madrid, 1989.

7 El momento culminante de la actividad política de este hombre de estado, legislador, viajero y poeta fue el año 594/93 a. C., el año de su ar- contado, cuando le fueron otorgados poderes especiales para reformar la constitución. Según los cronógrafos antiguos ésta, o algunos años antes, hacia el 600, era la fecha de su acmé, es decir, debió de nacer unos cuaren-

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LIBRO EX 13

El mismo Solón, aunque la ciudad8 seguía un modo de 4 vida totalmente jonio y los ciudadanos se habían afeminado a consecuencia del lujo y de las comodidades, provocó en ellos un cambio acostumbrándolos a la práctica de la virtud y al entusiasmo por las acciones viriles9. Fue por esto que

ta años antes, y la muerte îe sobrevino poco después de implantarse la ti­ranía de Pisistrato el 560 a. C.; o sea, hacia el 640 a. C. y hacia el 558 a. C. podemos situar su nacimiento y muerte. La figura de Solón es pues ple­namente histórica y podemos trazar su biografía a partir de su propia obra y de testimonios externos (cf. principalmente P l u t a r c o , Vicia de Solón y A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses, que probablemente utiliza­ban como fuente obras perdidas del propio Solón); pese a ello, ya en el si­glo V se veía envuelta por la leyenda; Solón se convirtió en el prototipo del sabio y se le relacionó con diversas personalidades históricas, a veces contra toda posibilidad cronológica, como el caso de su encuentro con Creso, del que habla H e r ó d o t o , I 29. Frecuentemente resulta complicado separar la realidad histórica de la leyenda, del mismo modo que en el estu­dio de su legislación se ha de esclarecer lo que es obra de Solón y los ele­mentos anteriores o posteriores que se le atribuyen. Su obra poética es un testimonio y a la vez una justificación de su actividad política y legislati­va, actividad orientada a solucionar las tremendas diferencias sociales y políticas entre una aristocracia terrateniente y una población campesina endeudada y sometida a la esclavitud, tal como permitía la constitución de Dracón (cf. A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 5, 1-2). Pese a sus importantes reformas, abolición de las deudas y la esclavitud, y af es­tablecimiento de las bases de una constitución democrática, su labor no sa­tisfizo a muchos, lo que le hizo decir que en los grandes asuntos es difícil complacer a todos; animado por su espíritu de moderación, atacó los exce­sos de los ricos, pero no se puso enteramente de parte del pueblo que aspi­raba a un cambio radical, con lo que se abrió e¡ camino a la tiranía de Pi­sistrato.

8 Atenas, naturalmente.9 Solón no sólo trató de reestructurar la sociedad ateniense, sino que

también se preocupó por las costumbres de sus conciudadanos. La pacifi­cación social y la moderación debían reducir los excesos provocados por las riquezas y el afán de poder. Dictó leyes contra el lujo excesivo y, según Diógenes Laercio, recortó los honores a los atletas vencedores en los jue-

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14 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Harmodio y Aristogiton, pertrechados con las armas de su legislación, trataron de acabar con el poder de los Pisistrati­das10. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 217 Büttner-Wobst.]

2 C reso11, el rey de los lidios, queposeía ingentes fuerzas y había acu-

Solón y Creso mulado de acuerdo con sus fines unat gran cantidad de oro y plata, solía in­

vitar a su corte a los hombres más sa­bios entre los griegos y, tras pasar un tiempo con ellos, los despedía con muchos regalos y él mismo obtenía una gran ayuda en su camino hacia la virtud. En cierta ocasión en que había invitado a S olón12, después de haberle mostrado sus

gos mientras que aumentó los ofrecidos a los caídos en el campo de bata­lla, de cuyos hijos se ocuparía el Estado.

10 Harmodio y Aristogiton pertenecían a la noble familia de los Gefí- reos y en el 514 a. C. se confabularon para matar a Hipias, hijo y sucesor de Pisistrato en el 527 a. C. y a su hermano Hiparco; pero el complot falló ya que sólo se pudo dar muerte al hermano menor, Hiparco. Los dos tira- nicidas pagaron su intento con la muerte e Hipias no cayó hasta el 5Î0 a. C. (cf. infra, X 17), pero su acción fue exaltada por la tradición filode- mocrática de los siglos v y ív a. C., que les atribuyó el título de restaura­dores de la libertad.

11 Cf. Heródoto, I 6-94. Creso, el último rey de la dinastía de los Mérm- nadas, subió al trono de Lidia en el 560 a. C. sucediendo a su padre Aliates, cuya política de expansión continuó sometiendo las ciudades griegas de la costa de Asia Menor y obligándolas al pago de tributo (cf. Heródoto, I 6, 2; 26, 2-3). Se interesó por el mundo griego y su cultura y Sardes se convirtió en un importante centro comercial y cultural; le atrajo asimismo la religión de los griegos y Heródoto nos da testimonio de la consulta del rey lidio a los orácu­los griegos (I 46, 2-56, 1; 90, 4-91, 1), de sus ofrendas a diversos santuarios griegos (I 92, 1-2) y de su contribución en la construcción del templo de Ár- temis de Éfeso, incendiado por Heróstrato en el 356 a. C.

12 El encuentro de Solón y Creso, al que se refieren muchos testimo­nios, se enfrenta a un serio obstáculo cronológico, puesto que, como he-

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LIBRO EX 15

fuerzas armadas y su riqueza, le preguntó si, a su parecer, existía un hombre más feliz que él. Solón, con la libertad de 2

palabra usual entre los sabios, respondió que ningún hombre en vida era feliz, ya que aquel que se enorgullece por su prosperidad y piensa que tiene la fortuna a su lado no sabe si permanecerá con él hasta su último día. Así, pues, prosi­guió, era preciso considerar el final de la vida, y sólo el que siguiera siendo afortunado en aquel momento podía justa­mente considerarse feliz13. Cierto tiempo después, cuando 3

mos dicho, la muerte de Solón se sitúa poco después del 560 a. C., año en que sube a! trono el rey lidio, por lo que parece históricamente improbable una visita del ateniense a la corte de Creso. A este encuentro se refieren H e r ó d o t o (I 29-33) y P l u t a r c o ( Vida de Solón 27); pero Diodoro se aparta de ellos omitiendo la descripción del lujo de la corte lidia y los de­talles de la respuesta de Solón. Esta visita de Solón a Creso, como otros encuentros, se fundamentan en el carácter viajero del sabio, deseoso de explorar otros pueblos y culturas. Heródoto nos ha dejado un relato admi­rable, y luego el encuentro del rey y el sabio se ha convertido en un tópico (Alejandro y Diógenes, o Alejandro y los gimnosofistas; cf. C. G a r c í a G u a l , ob. cit., Madrid, 1989, págs. 80-81).

13 En el relato de Heródoto, después de mostrar a Solón el palacio y los tesoros, Creso le pregunta a quién considera el hombre más feliz, espe­rando que le señale a él, pero el sabio le da el nombre de Telo de Atenas, que, tras una vida dichosa rodeado de una buena familia, supo morir glo­riosamente. Creso insiste entonces confiando en un segundo puesto, pero de nuevo le soiprende Solón citando a Cléobis y Bitón. El rey, contraria­do, le pregunta si su dicha y riquezas no eran dignas de consideración, a lo que Solón le responde que, al ser la divinidad «envidiosa y perturbadora» y el hombre «una pura contingencia», no puede llamarse a nadie feliz has­ta que se haya visto su final, sino, todo lo más, afortunado. Entonces Creso le despide enfadado, pero, pasado el tiempo, pierde a su hijo y es derrota­do y hecho prisionero por Ciro, que le condena a la hoguera. A punto de arder, Creso grita tres veces el nombre de Solón; le escucha Ciro, que de­tiene la ejecución y se entera de la historia, lo que le lleva a perdonar a Creso y a hacerle su consejero. Una historia ejemplar sobre lo imprevisible del destino humano.

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16 BIBLIOTECA HISTORICA

cayó prisionero de Ciro14 y estaba a punto de ser quemado vivo en una gran pira, Creso se acordó de la respuesta de Solón, por lo que, cuando ya iba a verse envuelto por las llamas, se puso a gritar continuamente el nombre de Solón. Entonces Ciro envió a unos hombres para que averiguaran la razón por la que nombraba continuamente a Solón y, al enterarse de la causa, cambió súbitamente de parecer y, convencido de que la respuesta de Solón estaba en lo cierto, puso fin a su arrogancia, hizo apagar la pira y salvó la vida a Creso, y en adelante lo tuvo en el número de sus am igos15.

Solón pensaba que los púgiles y los corredores en la prueba del estadio y los demás atletas no contribuían a la se­guridad de las ciudades en nada digno de mención, y que, por el contrario, quienes se distinguían por su prudencia y virtud eran los únicos capaces de velar por su patria en si­tuaciones de peligro16.

14 Ciro, el fundador de] Imperio Aqueménida, subió al trono de Persia en el 560 a. C. Sometió Media y a su rey Astíages hacia el 550 a. C., después de incitar a los pereas a rebelarse y tras ocupar Ecbatana (cf. H e r ó d o t o , I 125- 128 y J u s t i n o , I 6, 7-17); reprimió rebeliones, emprendió numerosas expe­diciones militares y organizó su vasto imperio. Una de sus conquistas fue Lidia, región puente entre Oriente y el mundo griego que empezaba en las ciudades costeras de Asia Menor. Lidia alcanzó una gran prosperidad e in­fluencia durante la dinastía de los Mérmnadas, iniciada por Giges (h. 680- 650 a. C) y finalizada con Creso, cuyo enfrentamiento con Persia (cf. H e r ó ­d o t o , 1 75, 2-81; 83-85 y J u s t i n o , I 7, 3-10) acabó con la victoria de Ciro, que se apoderó de Sardes e hizo prisionero a Creso (545 a. C).

15 El relato de Diodoro sobre Creso es similar al de Iieródolo (I 86-87), sal­vo en la invocación a Apolo y en el aguacero milagroso que apagó la hoguera.

16 Las locuras, la desmesura y las acciones injustas de los ciudadanos pueden arruinar la ciudad; la Disnomía, el «mal gobierno», le acarrea des­dichas sin cuento, mientras que la Eunomía, el «buen gobierno», procura orden y equilibrio; frente a las locuras de los ciudadanos la prudencia y la virtud de un buen gobierno protegen la ciudad y contrarrestan o evitan ex­cesos, abusos, sentencias torcidas, actos soberbios y el odio de la discordia civi!. Cf. las elegías Eunomía (fr. 3 ) y A las Musas (ir. 1).

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LIBRO IX 17

Al tener lugar la disputa sobre el 3El trípode, los Siete , , , π i -r.· ■ ix

Sabios y Apolo trípode de oro , la Pitia pronuncio el siguiente oráculo:

Vástago de Mileto, ¿a Febo preguntas sobre el trípode?D el prim ero de todos en sabiduría proclam o que sea el

[trípode.

Pero algunos dan otra versión; dicen que al estallar una 2

guerra entre los jonios, cuando el trípode fue sacado por unos pescadores, interrogaron al dios sobre el fin de la gue­rra l9. Y la sacerdotisa les dijo:

í7 Se trataba del trípode de oro que, según la tradición, habría arrojado al mar Helena durante su viaje de regreso de Troya. P l u t a r c o , Vida de Solón 4, cuenta que lo sacaron unos pescadores de la isla de Cos y que lo disputa­ron con unos extranjeros de Mileto que habían comprado la pesca antes de que las redes fueran izadas. Este incidente provocó una guerra entre las dos ciudades hasta que el oráculo de Delfos dictaminó que el trípode debía en­tregarse al hombre más sabio. Pero existen diversas versiones sobre el famo­so trípode (cf. C. G a r c í a G u a l , «El trípode y los sabios», ob. cit., Madrid, 1989, págs. 211 -215). En el certamen los sabios se pasaron el objeto precio­so de uno a otro, en un gesto de sorprendente modestia, hasta que llegó a So­lón, que dijo que Apolo era el primero en sabiduría y lo entregó al dios (cf. D ió g e n e s L a e r c io , 127-33). Cf. asimismo infida, DC 13, 2.

iS La sacerdotisa que en el ádyton del santuario de Apolo de Delfosemitía, como intermediaria entre el dios y el hombre, las respuestas oracu­lares; según la tradición, estaba sentada en un trípode en un estado de tran­ce más bien dionisíaco provocado por las «emanaciones sagradas» que surgían de unas fisuras en el suelo. Muchos estudiosos ponen en duda esta teoría tradicional de la falla y el vapor profético, pero cf. J. Z. d e B o k r - J .R. H a le - J . C h a n t o n , «New evidence for the geological origins o f the an­cient Delphic oracle (Greece)», Geology, vol. 29, núm. 8, (2001) 707-710; L. P i c c a r d i , «Active Faulting at Delphi, Greece: Seísmo tectonic Remarks and a hypothesis for the geologic environment of a myth.» Geology, vol. 28 num. 7 (2000), 651-654.

19 En Diógenes Laercio (I 30 sigs.) se encuentran diversas variantes; unos, por ejemplo, afirmaban que el trípode iría en una nave que Periandro

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18 BIBLIOTECA HISTORICA

No cesará nunca la guerra entre méropes y jon ios hasta que el trípode de oro que construyó H e/esto20 enviéis afuera y llegue a la casa de un hombre que con su sabiduría prevea el presente y el futuro.

3 Los milesios, deseosos de acatar el mandato del oráculo, querían entregar' el premio a Tales de M ileto21, pero él les dijo que no era el más sabio de todos y les aconsejó que lo remitieran a otro que fuera más sabio. Así, al rechazar el trí­pode de igual modo los otros sabios del grupo de los Siete, fue entregado a Solón, que tenía fama de superar a todos los demás hombres en sabiduría e inteligencia. Pero él aconsejó que se dedicara a Apolo, puesto que el dios era el más sabio de todos22.

envió a Trasibulo, tirano de Mileto, y que naufragó en aguas de Cos y que luego fue recuperado por unos pescadores; según otros, eí trípode que Helena había arrojado ai mar de Cos fue a parar a manos de unos ciudada­nos de Lébedos que habían comprado toda la pesca a unos pescadores de Cos, lo que, pese a la mediación de Mileto, originó una disputa entre am­bas ciudades, que no acabó hasta la intervención del oráculo; para Fanódi- co (FGrHist 3 9 7 , fr. 4 a) el trípode se encontró en el mar cerca de Atenas y fue enviado a Bias. Las dos respuestas del oráculo que aparecen en Dio­doro se encuentran también en D ió g e n e s L a e r c io (I 28 y 33).

20 El trípode había sido foijado por Hefesto, que se io regaló a Pélope el día de su boda; luego fue robado por Paris cuando raptó a Helena, y arrojado al mar de Cos a instancias de ésta, que profetizó que sería causa de disputas.

21 Los antiguos lo consideraban el primero de îos famosos Siete Sa­bios, el filósofo que abrió la investigación sobre los principios de lo real; para él la archë de todo era el agua. Desde la época de su vida, en pleno siglo vi a. C., se transmitió su prestigio como astrónomo, geómetra, viaje­ro, estudioso de la naturaleza y estadista; fue el primero en predecir un eclipse de sol, el del 585 a. C.

22 Sobre el recorrido del trípode, el trípodos períodos, véase P l u t a r ­c o , Vida de Solón 4 , 2 -4 , que recoge diversas tradiciones. Tras ser entre­gado a Taies de Mileto, éste lo habría pasado a Bias, quien a su vez se

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LIBRO IX 19

Solón, hacia el final de su vida, 4 viendo que Pisistrato, para complacer

Solon se enfrenta a jas masas actuaba como un dema- a risistrato

gogo e incitaba a la tiranía, trató, pri­mero con argumentos, de disuadirle

de este proyecto23, pero, al no hacerle caso Pisistrato, se presentó en el ágora con la armadura completa, pese a que ya había llegado a la vejez.

Y cuando el pueblo, ante aquel hecho insólito, se reunió 2

en tomo a él, exhortó a los ciudadanos a tomar las armas y acabar inmediatamente con el tirano. Pero nadie le hizo caso, y todos le acusaron de locura, y algunos incluso dijeron que chocheaba. Entonces Pisistrato, que ya llevaba a su lado a al­gunos miembros de su guardia24, se acercó a Solón y le pre­guntó en quién se apoyaba en su intento de derribar la tiranía, y cuando Solón le contestó que su sostén era la vejez, Pisístra-

habría desprendido de él; finalmente llegó de nuevo a Taies, y de Mileto fue enviado a Tebas para ser consagrado a Apolo Ismenio. Pero, según Teofrasto, el trípode fue enviado primero a Bias, a Priene, de donde pasó a Mileto, a Tales, que lo envió a otros sabios; finalmente llegó de nuevo a Bias y fbe enviado a Delfos.

23 Algo antes del 561/560 a. C., cuando se hizo con el poder Pisistrato. Cf. H e r ó d o t o , I 59, 3-6. Sobre el intento de Solón de disuadir a Pisistra­to, cf. P l u t a r c o , Vida de Solón 29, 5.

24 La guardia personal de un gobernante absoluto solía recibir el nom­bre de doryphóroi, es decir, los «portadores de lanzas» o «lanceros» (cf. I I e r ó d o t o , í 8 , 1), pero en el caso de Pisistrato, como observa el mismo H e r ó d o t o en I 59, 5, fueron «maceros» (korynéphóroi% puesto que sus guardaespaldas le escoltaban provistos de mazas de madera. Pisistrato consiguió que el pueblo le concediera esta guardia gracias a una estrata­gema; se hirió a sí mismo y a los mulos que llevaba y se presentó así en el ágora, como si hubiera sido víctima de un atentado. Con la ayuda de estos hombres llevó a término el golpe de estado apoderándose de la Acrópolis (cf. H e r ó d o t o , I 59, 6; P l u t a r c o , Vida de Solón 3 0 , 1-3 , 5; A r i s t ó t e ­

l e s , Constitución de los atenienses 14, 1; D ió g e n e s L a e r c i o , I 60 y 66; P 0LIEN0, 1 2 1 ,3 ; J u s t i n o , I 8 , 6 -1 0 ).

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2 0 BIBLIOTECA HISTORICA

to, admirado por su presencia de espíritu, no ie causó ningún daño.25

5 , El hombre que emprende accionesEl injusto . . * 1 . . . .no es sabio contrarias a las leyes y a la justicia no

puede con justicia ser tenido por sabio.

6 Dicen que el escita Anacarsis26,Anacarsis y Misón un hombre que estaba muy orgulloso

de su sabiduría, se presentó en Pitón27 y preguntó al dios quién era más sabio

que él entre los griegos. Y el oráculo le respondió:

25 Sobre la actitud de Pisistrato respecto a ias leyes de Solón y a ias re­laciones de los dos hombres después del golpe de estado, cf. P l u t a r c o , Vida de Solón 31,2; H e r ó d o t o , I 59, 6; A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 22, 1. Las noticias, además de escasas, son contradictorias. Así Heródoto afirma que Pisistrato no modificó las magistraturas existentes ni alteró las leyes y que su gobierno fue acertado, mientras que Aristóteles dice que el tirano abandonó la legislación de Solón. Plutarco escribe que Pisistrato manifestó su estima por Solón, que acabó dando consejos al ti­rano y aprobando muchas de sus aciones.

26 El escita Anacarsis, si hacemos caso a D ió g e n e s L a e r c j o (I 41), fue introducido en la lista canónica de ¡os Siete Sabios por el historiador Eforo, pero sabemos que su fama era bien conocida en época anterior. Heródoto (IV 76-77) nos habla de la leyenda trágica de Anacarsis, víctima de las costumbres extranjeras y de sus relaciones con Grecia, y en IV 46 lo menciona como un sabio de reconocido prestigio. Platón también señala su talento y lo asocia a Tales (cf. República X 600 A). Fue un sabio viaje­ro; la tradición recogida por Heródoto se refiere a su viaje a Cícico, y otra tradición que encontramos en Plutarco ( Vida de Solón 5) y en D ió g e n e s

L a f . r c io (I 101) cuenta su viaje a Atenas y su encuentro con Solón.27 Nombre antiguo de Delfos (Pytho, oús), nombre relacionado con el

de la serpiente Pitón (Python) a la que el dios dio muerte.

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LIBRO IX 21

Un hombre del Eta, dicen, Misón,dotado de una inteligencia más viva que la tuya.

Misón era un m alieo28 y habitaba el Eta, en un pueblo lla­mado Quenas. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 281-283, ed. Boissevain.]

Misón era originario de Málide y 7

habitaba en un pueblo llamado Que-Mison en lugar n pasaba todo su tiempo en el campode Periandro 1 r r

y era un desconocido para la mayor parte de los hombres. Fue incluido en­

tre los Siete Sabios en lugar de Periandro de Corinto, cuan­do éste fue excluido por haberse convertido en un tirano odioso29. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis),1, pág. 217 B ü ttn er-W o b st.]

28 Los malieos habitaban Málide, región que mira al golfo Malíaco; de allí era Misón, uno de los Siete Sabios, que residía en Quenas, pueblo si­tuado en el Eta, la cordillera situada entre el Pindó y el Parnaso.

20 Periandro fue hijo de Cípselo, el que derribó la oligarquía de los Baquíadas en Corinto. Sobre ellos, cf. H e r ó d o t o , V 92. La cronología de la tiranía de los Cipsélidas ha sido objeto de debate. Hay una cronología «alta» (defendida por Felix Jacoby, entre otros, a partir de la Crónica de E u s e b io y de fragmentos atribuidos a Apolodoro de Atenas) y otra «baja» (propuesta por Julius Beloch y algunos autores modernos, basada en los sincronismos de Heródoto entre Periandro, Creso y los Pisistratidas). Se­gún el cómputo alto tradicional (cf. F. J a c o b y , «Apollodors Chronik», Phiïologische Untersuchungen, Berlín, 1902, págs. 405 sigs.), Cípselo se estableció como tirano en Corinto hacia el 655 a. C. y se mantuvo hasta el 625 aproximadamente. Le sucedió su hijo Periandro, que gobernó desde el 625 hasta el 585 a. C. Pese a su creciente despotismo, confirmado por Heródoto al decir que fue más cruel que su padre, posiblemente como reacción a los deseos de los aristócratas de volver a la oligarquía, desarro­lló una política de engrandecimiento de Corinto a la que convirtió en una gran potencia naval, comercial y colonizadora; y en un importante centro cultural que acogió, por ejemplo, a Arión de Metimna (cf. H e r o d o t o , í

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2 2 BIBLIOTECA HISTORICA

Solón pone a prueba a Misón

Solón sentía curiosidad por cono­cer el lugar en el que Misón pasaba sus días, y lo halló en una era ajustan- do la mancera de un arado30. Que­riendo ponerlo a prueba Solón le dijo:

«No es ahora la estación del arado, Misón». «No lo es para usarlo», replicó Misón, «pero sí para prepararlo». [Constan­tini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 283, ed. Boissevain.]

yor parte predican los principios más nobles, pero actúan de la manera más innoble, y que la respetabilidad y la inteli­gencia de sus exposiciones son desvirtuadas por la práctica. Quilón, por el contrario, amén de la virtud que manifestó en todos los actos de su vida, concibió y expresó muchas ideas dignas de recuerdo. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 218 B üttner-Wobst.]

23-24). El prestigio de Corinto le llevó a formar parte de los «Siete Sa­bios», personajes de los siglos vu y vi a. C. famosos en las ciudades grie­gas, aunque Platón (Protágom s 343a), debido a la consideración que en los siglos V y IV se tenía de la tiranía y a la fama de crueldad de Periandro, no incluía a Periandro entre aquéllos.

30 Cf. H e s io d o , Trabajos y días 467.31 Quilón de Esparta también fue contado entre los «Siete Sabios» (cf.

P l a t ó n (Protágoras 343 a). Se sabe que desempeñó el cargo de éforo en el 556 a. C., pero por io demás es una figura legendaria a la que conoce­mos por los aforismos que encontramos en las Vidas de ios filósofos ilus­tres de D ió g e n e s L a e r c i o . P a u s a n i a s (III i 6, 4) nos habla de un heroon en el que recibía culto heroico.

Quilón: consonancia de vida y enseñanzas

Por lo que respecta a Quilón31, su vida estuvo de acuerdo con sus ense­ñanzas, lo que se encuentra raramente. Entre los filósofos de nuestro tiempo, por ejemplo, es posible ver que la ma-

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LIBRO IX 23

Llegado a Delfos y queriendo ofre- 10

cer al dios las primicias de su inteli- Las máximas de Quüón gencia, Quilón grabó en una columna

estas tres máximas: «Conócete a ti mis­mo», «Nada en exceso», y en tercer

lugar «Da una garantía y seguirá la ruina». Cada una de es­tas sentencias, aun siendo corta y lacónica32, merece una atenta reflexión33. El «conócete a ti mismo», en efecto, nos 2

invita a formamos y a ser prudentes, puesto que sólo así el hombre puede llegar a conocerse a sí mismo; porque aque­llos que no disfrutan de los beneficios de una formación y son insensatos o la mayor parte de las veces piensan que ellos son muy inteligentes, lo que, según Platón, es la forma más necia de la ignorancia, o consideran virtuosos a los vi­les mientras que contrariamente tienen por ineptos a los hombres honrados; ciertamente sólo es posible que uno se conozca a sí mismo y a ios otros si ha alcanzado una forma­ción y una inteligencia notables.

La máxima «Nada en exceso» nos exhorta a mantener la 3

justa medida en todas las cosas y a no tomar decisiones de­finitivas en ningún asunto humano, como hicieron los epi- damnios. Éstos, que habitaban en la costa del Adriático, en cierta ocasión en que disputaron unos con otros, arrojaron al mar bloques de metal candente jurando solemnemente que no pondrían fin a su enemistad hasta que estos bloques no

32 Expresada de modo conciso, «lacónico», es decir, «espartano».33 Cf. J e n o f o n t e , Recuerdos de Sócrates IV 2, 24 sigs. Sobre el

gnóthi santón («conócete a ti mismo»), esta sentencia adoptada por Sócra­tes que invita a la moderación y a la conciencia de la propia limitación, cf. asimismo A r i s t ó t e l e s , Retórica II 21. Estas máximas délficas constitu­yen la síntesis de la sophrosÿnë del hombre griego.

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2 4 BIBLIOTECA HISTORICA

emergieran incandescentes a la superficie34. Y a pesar de haberse comprometido con un juramento tan duro, sin haber tenido en cuenta la máxima de «Nada en exceso», se vieron obligados por las circunstancias a cesar en su enemistad, de­jando los bloques fríos en el fondo del mar.

En relación a la máxima «Da una garantía y seguirá la ruina», algunos han sospechado que se trata de un rechazo del matrimonio por parte de Quilón. En efecto, entre la ma­yor parte de los griegos al arreglo matrimonial se lo conoce como «garantía», y una confirmación de ello la ofrece la experiencia común de los hombres en el hecho de que la mayor parte de las desgracias más terribles sobreviene a causa de las mujeres. Pero algunos escritores dicen que esta interpretación es indigna de Quilón, porque, si se aboliera el matrimonio, la vida no podría continuar, y que la «ruina» a la que se refiere se relaciona con las garantías ligadas a los contratos y a los acuerdos sobre otros asuntos en los que in­terviene el dinero. Y así Eurípides dice:

No doy garantía, obsenmndo el perjuicio de quien garantía entrega; y no me lo perm ite lo escrito en P itón3S.

Algunos, sin embargo, afirman que no estaba en el pen­samiento de Quilón, y además no hubiera sido propio de un buen ciudadano, no socorrer a un amigo que se hallara en si­tuación de necesitar ayuda; su advertencia se dirigía más bien contra las aseveraciones irrevocables36, contra los com­promisos absolutos y contra cualquier decisión definitiva en

34 Encontramos una historia semejante en H e r ó d o t o , I 165, donde los foceos juraron no regresar a Focea hasta que una masa de hierro candente lanzada al mar no reapareciera en la superficie.

35 Fr. 923 N a u o k .

36 Es decir, contra toda prenda, garantía, compromiso o juramento que constituye un vínculo.

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LIBRO IX 2 5

los asuntos humanos, como la que tomaron los griegos cuan­do derrotaron a Jerjes. Juraron en efecto en Platea37 que transmitirían a los hijos de sus hijos su odio contra los per­sas mientras los ríos vertieran sus aguas al mar y existiera el linaje de los hombres y la tierra produjera frutos; pero, pese al firme compromiso que contrajeron frente a la inestabili­dad de la fortuna, al cabo de cierto tiempo enviaron una embajada a Artajerjes, el hijo de Jerjes, para negociar un tratado de amistad y alianza38.

Las máximas de Quilón, aun en su concisión, contienen 6 todos los principios fundamentales para una vida mejor, puesto que estos apotegmas suyos son más valiosos que to­das las ofrendas que se encuentran en Delfos. En efecto, los lingotes de oro de Creso39 y otras obras de arte han desapa­recido y han ofrecido un importante pretexto a aquellos que han elegido el camino de cometer sacrilegios contra el tem­plo40; pero los preceptos de Quilón se mantienen vigentes para siempre, conservados en las almas de los hombres que han recibido una formación y constituyendo un tesoro muy preciado, sobre el que ni focenses ni gálatas podrían poner sus manos41. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 283-285, ed. Boissevain.]

37 En ei 479 a. C., antes de la famosa batalla que obligó a retirarse al ejército persa de Mardonio. Sobre este juramento, cf. infra, XI 29, 2-3.

3S Diodoro piensa seguramente en el tratado con Persia estipulado en el 449/448 a. C., la llamada «paz de Calías» por el nombre del personaje que estaba al frente de la embajada ateniense. Cf. infra, XII4, 5, y notas 26-28.

39 Respecto al interés de Creso por ganarse el favor del dios de Delfos, a sus sacrificios y ofrendas, y especialmente a los ciento diecisiete lingotes de oro y a la estatua de un león de oro puro, cf. H e r ó d o t o , I 50-51.

40 Sobre el ataque persa a Delfos en el 480 a. C., después de las Ter­mopilas, cf. infra, XI 14, 2-4, y notas 119-121; H e r ó d o t o , VIH 35 sigs.

41 Se alude aquí a dos pueblos que pusieron sus ojos en el dominio y los bienes de Deífos, los focenses y los gálatas o galos. Los focenses habi­

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2 6 BIBLIOTECA HISTORICA

lt

Cualidades de Pitaco de Mi ti le ne

Pitaco de Mitilene no sólo fue ad­mirable por su sabiduría, sino que tam­bién íue un ciudadano de tales cua­lidades que la isla no ha engendrado otro igual, ni, a mi parecer, podrá en­

gendrarlo en el futuro si no es que llega a producir vino más

taban la Fócide, región de Grecia Central situada entre Lócride, Dóride y Beocia; en su territorio se encontraba Delfos, por lo que no dejaron de te­ner problemas con otros pueblos, con los anfictiones o administradores del santuario. Ya a principios del siglo vi a. C., tuvieron que ceder el control del santuario a los tesalios cuando fueron derrotados en la Primera Guerra Sagrada por la liga tesalia apoyada por Atenas y Sición. Luego, en la época de la tiranía de Hipias, los focenses, ayudados por los beocios, expulsaron a los tesalios más allá de las Termopilas y recuperaron el control del orá­culo; y hacia el 457, guerrearon contra la Dóride, pero esta política expan­siva fue frenada por Esparta, que obligó a los focenses a ia restitución de sus conquistas (cf. infra, XI 79, 4-6). La victoria de Enófita, una respuesta ateniense a los intentos espartanos de imponerse en la Grecia Central, la ocupación de la Fócide y la expedición ateniense contra Tesalia indican la decidida voluntad ateniense de controlar la anfictionía délñca (cf. infra, XI 83, 3). Pero después de la derrota ateniense de Coronea del 447, los focen­ses se inclinan por Esparta, a la que apoyan durante la Guerra del Pelopo- neso y en los primeros años del siglo iv. Luego, en el 356, se produce uno de los graves incidentes a los que aquí se alude; los focenses (o focidios), siempre dominados por la tentación de saquear los tesoros acumulados por la devoción de los griegos en el santuario de Delfos, se deciden a «tomar en préstamo» los tesoros, apoyados por Esparta. A ios sacrilegos se en­frenta la anfictionía de Delfos, dirigida por Tebas y apoyada por locros y tesalios, e interviene Fiíipo de Macedonia. Se acaba la aventura fócense. Por otra parte, los gáiatas, celtas procedentes de Occidente, hacia el 280 empezaron a extenderse en diversas oleadas desde la zona danubiana hasta Grecia y Asia Menor; y en el 279/278, mandados por Breno, se dirigieron contra Delfos atraídos por sus tesoros, pero fueron rechazados en una bata­lla en la que la fe popular atribuyó la victoria a Apolo, enojado por el ata­que a su santuario. Antigono Gonatas, en el 277, en la victoria de Lisima- quia, liberó a Grecia del peligro de los gáiatas, que pasaron a Asia, a establecerse en los territorios que por ellos recibirían el nombre de Galacia (cf. D i o d o r o , XXII 3, 2; 4, 1).

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LIBRO IX 2 7

abundante y suave42. Fue, en efecto, un legislador excelen­te, afable y humano en el trato individual con sus conciuda­danos, y liberó a su patria de las tres mayores desventuras, la tiranía, la discordia civil y la guerra43.

Pitaco era un hombre poderoso pero al mismo tiempo 2

humano y capaz de condenar sus propios errores. Por ello todo el mundo de modo unánime lo tenía por un hombre perfecto dotado de todas las virtudes. En su labor de legis­lador, en efecto, se mostró como un prudente hombre de es­tado, en sus compromisos manifestó su sentido de la justi­cia, en su excelencia en el campo de batalla su valor, y en su magnanimidad en los negocios su escaso aprecio por el di­nero. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 218 Büttner-W obst.]

42 Era celebrada la abundancia y la calidad del vino de Lesbos.43 Pitaco de Mîtilenc (m 650-570 a. C.), otro de los Siete Sabios, fue

inmortalizado por su enemigo, el poeta Alceo (cf. C. G arcía G ual, ob. cit., Madrid, 1989, págs. 99 sigs.). C011 sus ataques e insultos el poeta, aristócrata rencoroso e intransigente, ha contribuido a ia fama del gober­nante. Tras la muerte del tirano Mírsilo, cantada por A lc e o ( ít . 332 Lo- bel-Page), fue elegido Pitaco para gobernar Mitiiene con plenos poderes, con el título, según A r is tó te le s (Política, III 1285 a), de aisymnetës, un pacificador, un tirano legalizado nombrado para arreglar una situación de crisis. Diodoro es una de las fuentes que nos presenta una valoración posi­tiva de este personaje, que, antes de su elección para arreglar la larga dis­cordia civil de su ciudad, ya se había distinguido en su lucha contra el go­bierno de dos tiranos, Meiancro y Mírsilo. Su gobierno de diez años trató de buscar el equilibrio social entre los aristócratas y el pueblo. Cf., asi­mismo, D ió g e n e s L a e r c i o , I 74-81, respecto a aspectos anecdóticos de su actuación, y E strabón , XIII 1, 38-39; 2, 3.

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2 8 BIBLIOTECA HISTORICA

Cuando los mitileneos ofrecieron Moderación, a Pitaco la mitad de la tierra por la

desprendimiento había luchado en combate singu-y clemencia de Pitaco. * σPitaco, Cres'oyAlceo lar44, él no la aceptó, sino que dio la

orden de asignar una parte igual a ca­da uno de ellos, enunciando la máxima «La parte igual es mayor que la parte más grande»45. Midiendo, en efecto, «la parte más grande» en consideración a la equidad y no al lu­cro, juzgó sabiamente; estaba convencido ciertamente de que a la igualdad la acompañaban la gloria y la seguridad, mientras que la codicia estaba acompañada por la maledi­cencia y el miedo, por cuya causa se vería rápidamente pri­vado del obsequio del pueblo.

De acuerdo con estos principios actuó asimismo en sus relaciones con Creso, que de la cámara de su tesoro le daba todo el dinero que Pitaco quisiera coger46. Se cuenta, en efecto, que en esta ocasión tampoco quiso aceptar el obse­quio argumentando que entonces ya poseía el doble de lo que deseaba. Y cuando Creso, admirado ante tal desinterés por el dinero, le preguntó sobre la razón de su respuesta, Pi­taco le contestó: «Mi hermano ha muerto sin dejar hijos y yo he heredado una fortuna igual a la que ya tenía, y no he experimentado ningún placer al recibir tal incremento».

44 Mató al estratego ateniense Frinón, envolviéndolo en una red, cuan­do mitileneos y atenienses combatieron por el dominio de Sigeo, en el Helesponto. Sobre las luchas entre Atenas y Mitiíene por la posesión de Sigeo, cf. H e r ó d o t o , Historia, trad, y notas de C. S c h r a d e r , libros V-VI [BCG 39, Madrid 1981], V 94-95 y notas 474 sigs.

45 Cf. D ió g e n e s L a e r c i o , T 75, donde leemos «La mitad es más que el todo», en relación a que sólo aceptó una pequeña parte de un regalo exce­sivo; esta máxima además se ha considerado un buen lema para un gober­nante que supo retirarse a tiempo.

46 Cf. infra, frags. 25; 26, 2 y 27, 4.

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LIBRO IX 2 9

El poeta Al ceo, que era su acérrimo enemigo y que lo 3 había injuriado con mucha acritud en sus poemas, cayó en cierta ocasión en sus manos, y Pitaco, al dejarlo en libertad, pronunció esta máxima: «El perdón es preferible al casti­go»47. [(<Constantini Excerpta IV (de Sententiis), pág. 285, ed. B o is s e v a in .]

Los habitantes de Priene cuentan η Bias de Priene. ÇLue B ias48, tras rescatar de unos ban-

Generosidad, sabiduría didos a unas muchachas de distingui- y talento oratono ^ famj|jas M esenia, las honró

como si fueran sus propias hijas. Y después de un cierto tiempo, cuando sus familiares fueron a buscarlas, les entregó a las jóvenes y no les reclamó ni los gastos de manutención ni el dinero del rescate, sino que, por el contrario, les obsequió con muchas cosas de su pertenen­cia. Las doncellas, por consiguiente, le amaban como a un padre, ya por el tiempo pasado en su casa ya por la magni-

47 El gran poeta lírico, el aristócrata Alceo se opuso firmemente a los gobiernos tiránicos de su ciudad y pasó buena parte de su vida en el exilio. Sus hermanos, más viejos que él, habían colaborado con Pitaco en el de­rribo de la tiranía de Melancro (cf. fr. 75 L o b e l - P a g e ; D ió g e n b s L a e r - c i o , I 74). L a familia de Alceo mantuvo relaciones con Pitaco durante un tiempo, pero luego se distanciaron y Alceo, que atacó ferozmente a Mírsi- )o y celebró con alegría su muerte, no diferenció mucho a Pitaco de sus antecesores y le acusó de conculcar los juramentos y devorar la ciudad (cf. fr. 129 L o b e l - P a g e ) . L a noticia que da aquí Diodoro sobre el perdón de Alceo aparece asimismo en D ió g e n e s L a k r c io , í 75.

48 Bias, otro de los Siete Sabios, nacido en Priene, una ciudad jonia si­tuada en la desembocadura del río Meandro (cf. E s t r a b ó n , XÎV 1, 12). Sería contemporáneo de Creso de ser cierta la anécdota recogida por H e r ó d o t o (I 27) de un encuentro del rey de Lidia con Bias, que habría di­suadido a Creso de construir una flota para atacar a los isleños del Egeo. Sobre el nombre, Biante o Bias, cf. C. G a r c í a G t j a l , ob. cit., Madrid, 1989, págs. 89 sigs.

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3 0 BIBLIOTECA HISTORICA

tud de los beneficios recibidos, de modo que, una vez que hubieron regresado a su patria con los suyos, no olvidaron la generosidad de que fueron objeto en tierra extranjera.

Unos pescadores mesemos, al sacar sus redes, no encon­traron pesca alguna, sino sólo un trípode de bronce con una inscripción de este tenor: «Al más sabio». Y tras llevar el objeto a tierra, lo entregaron a Bias49.

Bias era un habilísimo orador y en el arte de la palabra superaba a todos sus contemporáneos. Pero se sirvió de su elocuencia de modo diferente al habitual en muchos orado­res, puesto que no la utilizó con fines mercenarios ni para obtener unos ingresos, sino que la puso al servicio de quie­nes eran víctimas de la injusticia, una opción que difícil­mente puede encontrarse50. [(Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, págs. 218-219, B ü t t n e r -W o b s t .]

El uso oportuno del poder y la fuerza.

Milón de Crotón y Polidamante

de Tesalia

me fuerza física?52.

No tiene gran importancia poseer el poder, de cualquier tipo que éste sea, sino tener capacidad de usarlo en el momento oportuno. Porque ¿de qué aprovechó a Milón de Crotón51 su enor-

49 Cf. P l u t a r c o , Vida de Solón 4 ,4 , donde se cita a Teofrasto respec­to a esta tradición de la entrega del trípode a Bias.

50 Sobre su talento y su fama como orador y sobre su inteligencia o habilidad negociadora, por el que tras su muerte se Je tributó un culto heroico, se han transmitido numerosas leyendas y anécdotas.

51 Crotón (gr. Krótón) o Crotona (lat. Crotóna).52 Cf. E s t r a b ó n , VI 1, 12. El atleta crotoniata, que vivió en la segun­

da mitad del siglo vi a. C., se granjeó una gran fama por sus numerosas victorias en los Juegos Olímpicos, Píticos, ístmicos y Ñemeos, y asimismo por su intervención en la guerra de Crotona contra Síbaris en el 510 a. C. (cf. infra, XII 9, 6), pero tuvo un final lamentable ya que murió devorado por las fieras tras quedar apresado en la trampa de un árbol. Sobre la fama

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LIBRO IX 31

La muerte de Polidamante, el tesalio, aplastado por una 2

roca demostró a todos qué peligroso es poseer una gran fuerza pero un cerebro pequeño53. [(Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 285-286, ed. Boissevain.]

Este Polidamante era originario de is la ciudad de Escotusa54; con sus sim-

Proezas pies manos mataba leones como side Pondamente r

fueran corderos, con sus pies alados superaba fácilmente a carros lanzados

en rápida carrera, y con las manos trató de sostener el techo de una cueva que se desplomaba. Diodoro Siculo narra su historia. [Tzetzes, Historiarum variarum Chiliades, II 555- 559.]

Cuando ya hacía mucho tiempo 16

„ , , , que el pueblo de Cirra se encontrabaOraculo sobre Cirra

sitiado por haber tratado de saquear el oráculo55, una parte de los griegos re­

gresaron a sus ciudades, pero otros interrogaron a la Pitia y obtuvieron la siguiente respuesta:

de este Milón, cf., asimismo, H e r ó d o t o , III 137, 5; P a u s a n ia s , VI 14, 5; infra, XII 9, 5.

53 Polidamante de Tesalia fue otro célebre atleta que también tuvo un fi­nal miserable aplastado por el techo de una cueva que se resquebrajó y que el atleta, insensatamente, creyó poder sostener. Cf. P a u s a n ia s , VI 5, 4 sigs.

54 Ciudad de Tesalia situada cerca de Farsalo.55 E l pueblo de Cirra fue responsable de acciones sacrilegas contra el

santuario de Deîfos (cf. E s t r a iió n , IX 3, 4; A t e n e o , XIII 560b-c). Aquí Diodoro se refiere a un episodio de la primera Guerra Sagrada, a un intento de los focenses hacia el 590 a. C. de controlar el santuario, intento contra­rrestado por la intervención de los tesalios, apoyados por Atenas, con espe­cial papel de Solón (cf. E s q u in e s , Confra Ctesifonte [3], 107-108; P l u t a r ­c o , Vida de Solón 11,1; P a u s a n ia s , X 37, 6-7) y de la ciudad de Sición.

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3 2 BIBLIOTECA HISTORICA

D e esta ciudad no tomaréis ni derribaréis la torre antes de c¡ue la sonora ola de Anfitrite de ojos negros mi sacro recinto no bata en estos riscos sagrados56.

[Constantini Excerpta IV (de Sententiis), pág. 286, ed. Bois- s e v a in ].

17 Se ha de saber que Solón vivió enAtenas en la época de los tiranos antes

Cronología de las guerras con Persia,57 y que Dra-de Dracon y Solon &

cón vivió cuarenta y siete años antes que el, según afirma Diodoro. [Ulpia­

no, sobre el Timocrates de Demóstenes, vol. 9, pág. 805, ed. W. D i n d o r f , Oxford, 1851.]

56 Respecto a esta respuesta del oráculo, cf. E s q u in e s , Contra Ctesi- fonte [3] 112; P a u s a n ia s , X 37, 6. Se piensa que este oráculo de los ma­nuscritos de Esquines fue añadido por algún antiguo editor a partir del tex­to de Pausanias. Parece haber un cierto contraste con el contenido del oráculo de la Pitia que aparece en eí mismo texto de Esquines (IOS), orde­nando a los atenienses y a los miembros de ia Anfictionía que combatieran hasta el final contra el pueblo de Cirra, devastaran sus tierras, saquearan su ciudad y esclavizaran a sus habitantes, y finalmente consagraran el territo­rio a Apolo Pitio, a Artemis, a Leto y a Atenea Pronea, sin consentir allí cultivo alguno.

57 El momento cumbre de la actividad política de Solón fue su arcon- tado, el ano 594/93 a. C., cuando la ciudad le confirió poderes especiales para reformar la constitución. Para los cronógrafos antiguos esta fecha se­ría su acmé, es decir, debió de nacer unos 40 años antes. Su muerte tendría lugar poco después de implantarse la tiranía de Pisistrato el año 560 a. C., según la afirmación de Fanias de Éreso (recogida por P l u t a r c o , Vida de Solón 32, 3).

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LIBRO IX 33

El escultor Perilao construyó un to­ro de bronce para el tirano Fálaris58,

Perikw y Fálaris para que éste castigara a su propiopueblo; pero él fue el primero en ex­perimentar un tan terrible castigo. Por­

que, por lo general quienes traman alguna vileza contra otros suelen acabar siendo víctimas de sus propios desig­nios. [Constantini Excerpta TV (de Sententiis), pág. 286, ed. B o i s s i í v a i n .]

El citado Fálaris hizo quemar en el toro de bronce a Perilao, el famoso

e i toto de Palans broncista ático. Éste, en efecto, unavez que hubo realizado en bronce el ingenioso artefacto del toro, instaló

unas pequeñas flautas en las ventanillas de la nariz del ani­mal, abrió una puerta en el costado del toro, y lo llevó como regalo a Fálaris. Fálaris acogió al hombre que acudía con regalos y ordenó que aquel ingenioso artefacto fuera consa­grado a los dioses. Luego, tras abrir el costado, aquel artífi­ce explicó el perverso engaño de esta forma inhumana: «Si quieres, Fálaris, castigar a algún hombre, enciérralo dentro de este toro y coloca un fuego debajo; con los gemidos del hombre parecerá que el toro muge y tú experimentarás pla­cer oyéndolo a través de las cañas de las fosas nasales». Tan

58 Tirano de Acragante (570-554 a. C.). Se hizo con el poder hacia el 570, no mucho después de la fundación de Acragante (situada tradicio­nalmente hacia el 580: cf. T u c íd id e s , VI 4, 4 y notas 15-17). La amena- zadora proximidad de los cartagineses creó seguramente en aquella ciudad condiciones especiales que propiciaron la tiranía de Fálaris, conocida so­bre todo por las anécdotas sobre su crueldad y por la criminal utilización del toro de bronce, obra de Perilao o Perilo. Según la tradición murió de una pedrada durante una revuelta popular (cf. Escolios a P ín d a j io , Olímpi­cas I 68).

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3 4 BIBLIOTECA HISTÓRICA

pronto como Fálaris supo aquello, sintió aversión por el au­tor del artefacto y dijo: «Ea, pues, Perilao, sé tú el primero en hacer una demostración del ingenio y haz una imitación de quienes tocarán la flauta, y así me darás una clara prueba de tu destreza». Y luego que Perilao se introdujo en el toro para efectuar una imitación, según creía, del sonido de las flautas, Fálaris mandó cerrar el toro y amontonar fuego de­bajo. Y para que al morir no profanara la obra de bronce, lo hizo salir, medio muerto, y lo precipitó desde lo alto de un peñasco. Acerca de este toro escriben Luciano de Siria59, Diodoro60, Pindaro61 y con ellos otros muchos. [Tzetzes, Historiarum variarum Chiliades 1 646-668.]

Solón, el legislador, se presentó Solón se enfrenta ante el pueblo reunido en asamblea y

a Pisistrato. exhortó a los atenienses a derribar alMedos y persas ,. Λ Λtirano antes de que su poder se conso­

lidara completamente. Y dado que na­die le prestaba atención, se presentó en el agora con la ar­madura completa, pese a que ya había llegado a la vejez62, e, invocando a los dioses como testigos, declaró que en la medida de sus capacidades, con su palabra y con su acción, había prestado su auxilio a la patria en peligro. Pero puesto que las masas no se daban cuenta de los designios de Pisis­trato, lo que ocurrió fue que Solón, aunque decía la verdad,

59 Luciano de Samosata en el primer período de su producción literaria fue autor de unos discursos sofísticos cors eí título de Fálaris. Parece que el opúsculo constaba de tres discursos, de los que los manuscritos han conservado dos (cf. L u c ia n o , Obras, tomo I, intr. J. A l s in a , trad, y notas de A , E s p in o s a , BCG 4 2 , Madrid, 1981, págs. 71 sigs.).

60 Diodoro se referirá de nuevo al toro de Fálaris en otros dos pasajes, cnX m 90, 4-5 y en XIX 108, 1.

61 Cf. Piticas I 95.52 Cf. supra, IX 4, 1.

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LIBRO IX 3 5

fue ignorado. Se dice asimismo que Solón había predicho a 2

los atenienses el advenimiento de la tiranía en algunos ver­sos elegiacos63:

D e la nube emana la furia de la nieve y el granizo y el trueno nace del fulgente relámpago.P or obra de poderosos la ciudad perece, y el pueblo, en su ignorancia, cayó en la esclavitud de un tirano.A l que se eleva en demasía es difícil poner freno más tarde; pero es preciso ya reflexionar sobre esto64.

Y después, una vez instaurada la tiranía, dijo: 3

Si p o r vuestra cobardía sufrís ahora desventuras, a los dioses de esta suerte no echéis la culpa.A esta gente vosotros habéis elevado dándoles una guardia, y la esclavitud penosa padecéis po r esta causa.Cada uno de vosotros anda con paso de zorra, pero todos juntos tenéis la cabeza vacía.A la lengua atendéis y a la palabra de un hombre astuto, pero de lo que ocurre no miráis hecho alguno65.

Pisistrato exhortó a Solón a mantener la calma y a dis- 4

frutar con él de las ventajas derivadas de la tiranía. Pero no pudiendo de ningún modo hacerle cambiar sus principios y viendo, por el contrario, que cada vez estaba más excitado y que en un tono violento profería amenazas de venganza con­tra él, le preguntó en qué confiaba para oponerse a sus de­

63 Cf. asimismo P l u t a r c o , Vida de Solón 3, 7; D ió g e n e s L a e r c i o ,

150.64 Fr. 10 D ie h l . Ei poeta pasa de la ley física, de ia fuerza creciente de

la tempestad, al acontecer moral y político, a la amenaza inminente de la esclavitud impuesta por el tirano.

65 Fr. 8 D ie h l .

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36 BIBLIOTECA HISTÓRICA

signios. Y cuentan que la respuesta de Solón fue «En mi ve­jez» 66. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 286- 287, ed. B o is s e v a in .]

[Heródoto, que vivió en tiempos de Jeijes67, dice que los asirios, después de haber dominado Asia durante quinientos años, fueron destruidos por los m edos68; a continuación no hubo ningún rey que disputara por el imperio durante mu­chas generaciones, y las ciudades, disfrutando de autono­mía;, se administraban democráticamente69; pero, finalmen­te, después de muchos años, fue elegido rey entre los medos un hombre que se distinguía por su justicia, de nombre Ciá~ xares. Este fue el primero en la empresa de anexionarse los pueblos vecinos y fue el fundador del imperio universal de los medos; después, sus descendientes, añadiendo sin cesar una gran cantidad de territorios limítrofes, acrecentaron el reino hasta que A stíages70 fue vencido por Ciro y los persas. Respecto a estos hechos, nosotros, tras haber recordado aho-

66 Cf. supra, IX 4, 2.67 Jerjcs reinó del 486 al 465 a. C.5 y e! nacimiento de Heródoto se sitúa

tradicionalmente en el 484 mientras que su muerte ocurrió hacia el 425 a. C.68 Respecto a las fuentes de este pasaje (= D i o d o r o , II 32), Heródoto

y Ctesias, y a sus inexactitudes, cf. D i o d o r o d e S i c i l i a , Biblioteca Histó­rica, Libros l-III, intro., trad, y notas de F. P a k r e l t A l a s á , BCG 294, Madrid, 2001, pág. 99. En cuanto a los quinientos años de este pasaje, cf. los quinientos veinte de H e r ó d o t o , I 95, 2, frente a los mil trescientos de D i o d o r o , II 21, 8, y a los más de mil doscientos de II 28, 8, cifras basadas en Ctesias, que alargaba mucho la hegemonía asiría.

69 Este periodo democrático entre la caída de los asidos y la elección de Ciáxares no existió.

7U Astíages fue hijo y sucesor directo de Ciáxares. Cf. H e r ó d o t o , I107 sigs. Ctesias presentaba una serie de soberanos medos más larga al asignar a la hegemonía de los medos una duración mayor, de más de tres­cientos años frente a los ciento veintiocho de H e r ó d o t o I 130, 1 y a los ciento cincuenta que se obtienen sumando diversos reinados asimismo se­gún los datos de Heródoto.

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LIBRO IX 3 7

ra lo esencial, describiremos más adelante cada detalle con exactitud, cuando acometamos la narración de su propia época; fue, en efecto, durante el segundo año de la decimo­séptima Olimpíada71 cuando, según Heródoto, Ciáxares fue elegido rey por los medos.] [D io d o r o , II 32, 2-3.]

[Cuando Astíbaras, el rey de los medos, murió de vejez en Ecbatana, le sucedió en el trono su hijo Aspandas, el llamado Astíages por los griegos. Y cuando éste fue vencido por el persa Ciro, el reino cayó en manos de los persas, acerca de los cuales nosotros describiremos cada detalle con exactitud en el momento oportuno.] [D i o d o r o , II 34, 6.]

Ciro se convirtió en rey de los 21

Subida al trono persas el año en que se celebraba lade Ciro, cómputo quincuagésima quinta Olimpíada72, co-por Olimpíadas -, . . n .¡ ,mo podemos encontrar en la Bibliote­

ca de Diodoro y en las Historias de Talo73 y Cástor74, y también en la obra de Polibio75 y de

71 El 711-710 a. C.72 El 560-559 a. C.73 Talo escribió tres libros de cronología que abarcan los sucesos com­

prendidos entre la guerra de Troya y la Olimpíada 167 (112-109 a. C.), de acuerdo con Eusebio (cf. Crónica de E u s e b io en traducción armenia: Die Chronik ans dem Ármenischen iibers. mit textkrit. Commentar, trad, ale­mana de i . K a r s t , 1911, pág. 125, 22 = C. M ü l l e r , Fragmenta Histori­corum Graecorum, vol. 3, pág. 517).

74 Cástor de Rodas, erudito del siglo 1 a. C. autor de unas Crónicas en seis libros. Eran una cronología universal que llegaba hasta el 60 a. C., año de la pacificación de Asia por obra de Pompeyo. Cf. FGrHist II B, 1130.

75 Polibio de Megalopolis, el gran historiador ligado al círculo de los Escipiones, autor de cuarenta libros de Historias que narran acontecimien­tos ocurridos entre el 264 y el 144 en Oriente y en Occidente, de concep­ción científica e inspiración tucidídea.

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38 BIBLIOTECA HISTORICA

Flegón76 y de otros que han usado el cómputo por Olimpía­das. Todos estos escritores, en efecto, concuerdan respecto a esta fecha. [Eusebio, Praeparatio evangélica, X 10, 488c77.]

Ciro, hijo de Cambises y de Man- dana78, la hija del rey de los medos

Excelencia de Ciro Astíages, ftie el primero entre los hom­bres de su tiempo no sólo por su valor e inteligencia, sino también por el res­

to de sus virtudes; su padre, en efecto, le dio una educación propia de un rey y le inculcó el deseo de emular los hechos más altos. Y resultaba evidente que acometería grandes em­presas, puesto que mostraba unas cualidades superiores a las propias de la edad.

Cuando fue derrotado y forzado a una vergonzosa huida79, Astíages, el

Crueldad de Astíages rey de los medos, descargó su ira con­tra sus soldados: destituyó a todos los que ocupaban un puesto de mando, sus­

tituyéndolos por otros, y, tras separar a todos los responsa­

76 Flegón de Tralles, liberto de Adriano, autor de las Olimpiadas, una obra cronológica que va de la primera Olimpíada hasta la muerte de Adria­no en el 138 d. C. Cf. FGrHist II B, 257.

77 Ed. Gifford, Oxford, 1903. Cf. G. B o u n o u iœ , «Eusèbe citateur de Diodore», Rev. Ét. Gr. 95 (1982), págs. 433-439.

7S Cf. H e r ó d o t o , I 107 sigs.; Ju s t i n o , I 4 , 2 -4 . Sobre los sueños de Mandana o Mandane y el intento de matar a Ciro recién nacido, cf. H e r ó d o t o , I 1 0 7-113 ; C t e s ia s , FGrHist 9 0 F, 6 6 , 3 ; Je n o f o n t e , Cirope- dia I 2 -4 ; Ju s t in o , I 4 , 5 -5 , 4.

79 La rebelión de los persas conducida por Ciro, con la inspiración de Harpago (cf. H e r ó d o t o , I 123-126), llevó a la lucha contra los medos de Astíages, a la traición de las tropas medas y a esta vergonzosa huida (cf. H e r ó d o t o , I 127, 3). Según Heródoto, Astíages empaló a los magos que le habían aconsejado dejar marchar a Ciro.

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LIBRO IX 3 9

bles de la huida, los hizo degollar, pensando que con este castigo obligaría al resto de sus hombres a comportarse co­mo valientes ante los peligros; era, en efecto, cruel y de na­turaleza implacable80. EÎ pueblo, sin embargo, no se dejó amedrentar por su dureza, sino que todo el mundo, detes­tando la violencia y la conculcación de las leyes, aspiraba a un cambio de la situación. Por ello se producían reuniones de pequeños grupos y conversaciones sediciosas, en las que se exhortaban unos a otros a vengarse del rey.

Ciro, según cuentan, fue no sólo valeroso en la guerra, sino también

Afabilidad de Ciro generoso y afable con sus súbditos,por lo que los persas le llamaron Pa­dre. [Constantini Excerpta II (de Vir­

tutibus et Vitiis), 1, pág. 219, B ü t t n e r -W o b s t .]

Dicen que Creso en cierta ocasión Creso y los isleños. estaba construyendo naves de guerra

Anécdota con la intención de organizar una ex­de la construcaon °

de una flota pedición contra las islas. Pero Bias [oPitaco]81, que estaba de paso en Lidia

y presenciaba la construcción de las naves, al preguntarle el rey si había oído algo nuevo entre los griegos, le contestó que todos los habitantes de las islas estaban reuniendo caba-

80 De su crueldad habla también H e r ó d o t o (I 130, 1).81 Sobre este plan de Creso de construir una flota, cf. H e r ó d o t o , I 27.

El proyecto estaba en la línea de la política de expansión hacia la costa de Asia Menor que llevó al monarca a atacar Éfeso y someter a los jonios y eolios de Asia. Esta anécdota de la visita de Bias o Pitaco es una más de las muchas que circulaban en relación con los Siete Sabios; y Pitaco no pudo ser el que llegó a Sardes por aquel tiempo, dado que vivió dos geiíe^ raciones antes que Creso (cf. D ió g e n e s L a e r c j o , I 74-81).

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4 0 BIBLIOTECA HISTORICA

31os con el propósito de emprender la guerra contra los li- dios. Al oír estas palabras, se dice que Creso exclamó: «¡Ojalá que alguien convenza a los isleños de que se enfren­ten a los lidios a caballo!». Los lidios, en efecto, eran exper­tos jinetes y Creso creía que por tierra llevaban las de ga­nar82. Y [Pitaco, o] Bias, replicándole, le dijo: «Según eso, tú afirmas que los lidios, que viven en el continente, desean sorprender a los isleños én tierra fírme; pero ¿no piensas que los habitantes de las islas han suplicado a los dioses la mer­ced de sorprender a los lidios en el mar, a fin de poder, co­mo contrapartida de los males que los griegos del continente han sufrido, dar su merecido en alta mar a aquellos que han esclavizado a gentes de su misma estirpe?». Entonces Creso, impresionado por esta respuesta, cambió inmediatamente de parecer y suspendió la construcción de la flota.

Creso solía mandar a buscar a los más eminentes sabios de Grecia, a fín

Creso y Ancicarsis de mostrarles la magnitud de su felici­dad, y honraba con espléndidos regalos a los que ensalzaban su buena suerte83.

Llamó también a Solón84, así como a otros que gozaban de una fama sobresaliente por su amor a la sabiduría; quería que su felicidad recibiera la sanción del testimonio de estos hom­bres. Acudieron a su corte Anacarsis, el escita, Bias, Solón y Pitaco, a los cuales tributó grandes honores en los banquetes y en su consejo, mostrándoles sus riquezas y la magnitud de

82 «Los lidios... ganar» se lee al final del capítulo, pero lo trasladamos aquí de acuerdo con Vogel.

83 Cf. H e r ó d o t o , I 29, 1.84 Cf. supra, ft. 2, 1 y nota 12.

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LIBRO IX 41

su poder. La concisión del lenguaje85 era entonces una cuali­dad muy apreciada entre los hombres cultivados, y Creso, tras exhibir ante aquellos hombres la felicidad de su reino y la multitud de pueblos sometidos, formuló a Anacarsis, que era el más viejo de aquellos sabios, la siguiente pregunta: «¿A cuál de los seres vivos tienes por más valeroso?». «A los animales salvajes» — le dijo— , «puesto que son los únicos dispuestos a morir en defensa de su libertad». Entonces Cre­so, pensando que aquél se había equivocado en su respuesta y que a una segunda cuestión le daría una contestación agrada­ble a sus oídos, le planteó esta nueva pregunta: «¿A cuál de los seres vivos consideras más justo?». Y aquél de nuevo le respondió: «A los animales salvajes, puesto que son los úni­cos que viven de acuerdo con la naturaleza, no con las leyes; y dado que la naturaleza es una creación de Dios, mientras que la ley es una convención del hombre, es más justo atener­se a las instituciones divinas que a las humanas». A esto Cre­so, queriendo ridiculizar a Anacarsis le replicó: «¿Las bestias son, pues, los seres más sabios?». Y aquél, confirmándolo, explicó que la característica específica de la sabiduría era pre­ferir la verdad de la naturaleza a la convención de la ley. Y Creso se burló de él, pensando que las respuestas que había dado eran dignas de alguien que venía de Escitia y vivía de un modo semejante a las bestias.

85 La brachylogia, la brevedad en el hablar, en las preguntas y respues­tas, en oposición a los largos discursos. Cf., por ejemplo, P l a t ó n , Gor­gias 449b. Por lo que respecta a Anacarsis, eran conocidos su laconismo, su franqueza y su simpatía por Esparta, debida probablemente a sus cos­tumbres austeras y a la tendencia a las expresiones breves y sentenciosas (cf. C. G a r c í a G o a l , ob. cit., Madrid, 1989, págs. i 37 sigs.).

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4 2 BIBLIOTECA HISTORICA

Creso preguntó a Solón quién le Creso pregunta parecía más feliz entre los seres vivos,a Solón, a Bias pensando que sin duda alguna le con-

y a Pitaco cedería esta distinción. Pero Solón lecontestó: «No puedo en justicia califi­

car a nadie de este modo, puesto que de ningún ser vivo he podido ver todo el curso de su vida hasta el final, sin cuyo conocimiento no se puede debidamente considerar a nadie dichoso. Muchas veces, en efecto, quienes han creído ser fe­lices durante toda su vida pasada se han visto golpeados por las más terribles desgracias en el mismo fin de sus días»s6. Entonces el rey le dijo: «¿Y no crees que yo soy el más ri­co?». Solón le dio la misma respuesta, explicándole que se ha de reputar por los más ricos no a los que poseen la mayor cantidad de riquezas, sino a los que consideran la sabiduría como la posesión más valiosa; la sabiduría, al no tener equi­valente en ninguno de los otros bienes, hace que sólo los hombres que la tienen en mucho posean la riqueza más gran­de y más segura.

A continuación Creso preguntó a Bias si, en su opinión, la respuesta que había dado Solón era correcta o equivoca­da; y Bias le contestó: «Correcta, puesto que quiere emitir un juicio después de contemplar las riquezas que hay en ti, y por ahora sólo ha visto las que hay en tomo a ti; y no son és­tas las que hacen felices a los hombres, sino las otras». Y el rey replicó: «Pero si no concedes la primacía a la riqueza que procede de los bienes materiales, al menos puedes ver la multitud de mis amigos, en tan gran número que ningún otro hombre los posee». A esto Bias objetó que el número de amigos era incierto por cuanto dependía de su buena suerte.

86 Cf. supra, fr. 2, 1-2.

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LIBRO EX 4 3

Dicen que Creso preguntó a Pitaco cuál era la mejor 4 forma de gobierno que había visto, y que Pitaco le respon­dió: «La de la tabla pintada», aludiendo claramente a las leyes.

Esopo, que floreció en la misma 28

época que los Siete Sabios87, afirmó:Esopo y el trato «Estos hombres no saben cómo tenercon ios señores

trato con un soberano, ya que hay que vivir con los señores o lo menos posi­

ble o del modo más obsequioso posible»88.

Adrasto, un frigio, en una cacería, 29

al disparar un dardo contra un jabalí, Adrasto, a ü sy Creso alcanzó involuntariamente al hijo de

Creso, el rey de Lidia, llamado Atis, y lo mató. Aunque le había quitado la

vida sin querer, dijo que era indigno que él siguiera vivo, ypor ello pedía insistentemente al rey que no le perdonara lavida y que lo inmolara cuanto antes sobre la tumba de su di­funto hijo. Pero Creso, que en un primer momento estaba 2

furioso contra Adrasto por lo que consideraba asesinato de su hijo y lo amenazaba con quemarlo vivo, cuando vio que estaba dispuesto a dar su vida para reparar la muerte del muchacho, puso entonces fin a su furia y liberó del castigo a quien había dado muerte a su hijo, echando la culpa a su

87 De un Esopo legendario, un esclavo frigio que vivió en Samos en torno al 600 a. C., nos habla H e r ó d o t o , II 134. Cf. asimismo D ió g e n e s L a e r c i o , I 72, que sitúa ia época de florecimiento del fabulista en la Olimpíada 52 (572/569 a. C.), con lo que sería históricamente aceptable su presencia en la corte de Creso.

88 La misma idea en boca de Esopo aparece en P l u t a r c o , Vida de So­lón 28, 1.

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4 4 BIBLIOTECA HISTORICA

mala suerte y no a la voluntad de Adrasto. D e todas formas éste, por propia iniciativa, se encaminó a la tumba de Atis y se suicidó89. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vi­tiis), 1, págs. 219-220, B ü t t n e r -W o b s t .]

Fálaris, viendo una numerosa ban­dada de palomas perseguidas por un

Observación de Fálaris solo halcón, dijo: «¿Veis, señores, có­mo una multitud tan grande huye de un solo perseguidor movida por el

miedo? Porque, si hubiera tenido el coraje de darse la vuel­ta, sin duda hubiera vencido fácilmente a su perseguidor». [Pero la observación de Fálaris era especiosa, ya que la v ic­toria se debía al valor, no a la superioridad numérica]yo. Y conforme a estas palabras perdió el poder, como está escrito en la parte dedicada a la sucesión de los reyes91.

Cuando iba a emprender la expe- Creso, dición contra el persa Ciro, Creso in-

el oráculo y Ciro terrogó al oráculo. La respuesta fue lasiguiente:

Si Creso cruza el Ha lis, destruirá un gran reino.

89 La trágica historia de Adrasto, nieto del rey Midas, que fue a la cor­te de Creso desterrado por haber dado muerte a su hermano, también sin querer, es objeto de una extensa y dramática narración de I í e r ó d o t o

(1 34-45). El nombre «Adrasto» tiene un significado trágico: es «el incapaz de sustraerse (a su propio destino)», el de ocasionar la muerte, involunta­riamente, a seres queridos. Adrasto es asimismo el instrumento de la ven­ganza divina (nemes is) contra Creso, que había creído ser el más feliz de todos los hombres.

9U Seguramente es un comentario de! escoliasta.91 Sobre Fálaris, cf. supra, IX 18-19; fue derribado por una rebelión

popular en el 554 a. C.

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LIBRO IX 4 5

Él interpretó el ambiguo oráculo de acuerdo con sus planes y así le sobrevino la desgracia92. Creso preguntó una según- 2

da vez al oráculo para saber si su reinado sería de larga du­ración. Y el oráculo le respondió con los versos siguientes:

Cuando un mulo se convierta, en rey de los medos, entonces, lidio de andar afeminado, allende el guijarroso

[Hermohuye; no te quedes ni te avergüences de ser cobarde93.

Con el «mulo» se refería a Ciro, dado que su madre era me- da y su padre persa94.

Ciro, el rey de los persas, se presentó con todo su ejérci- 3

to en los pasos de Capadocia95 y envió mensajeros a Creso

92 Ante la expedición contra Ciro, Creso envió emisarios a los oráculos de Grecia y de Libia, y la respuesta que más le satisfizo fue la del dios de Delfos: «Yo sé el número de los granos de arena — le dijo— y las dimen­siones del mar; y al sordomudo comprendo y al que no habla oigo. A mis sentidos llega el aroma de una tortuga de piel rugosa, que en recipiente de bronce cociéndose está con carne de cordero; bronce tiene abajo y bronce la recubre». ( H e r ó d o t o , I 47, 3, trad, de C. S c i i r a d k r ) . La respuesta a la que aquí se refiere Díodoro es en realidad la segunda que el oráculo de Delfos dio a Creso (cf. H e r ó d o t o , 1 53, 3). El monarca lidio, complacido con la respuesta, obsequió con dos estateres de oro a cada uno de los ciu­dadanos de Delfos y no entendió la ambigüedad oracular que no dejaba claro si el reino destruido sería el de Ciro o el suyo.

93 Esta respuesta corresponde a la tercera que aparece en H k r ó d o t o

(I 55, 2).94 Creso se alegró mucho pensando que un mulo jamás reinaría sobre

los medos y que, por lo tanto, ni él ni sus descendientes perderían el trono (cf. H e r ó d o t o , I 56, 1). Pero la interpretación del oráculo era diferente, ya que la palabra «mulo» encerraba una referencia al origen medo-persa de Ciro. Para esta interpretación, cf. H e r ó d o t o , 191, 5-6.

95 La región que se extendía entre el Ponto Euxino y la Cilicia, La lle­gada de Ciro había sido precedida por una incursión de Creso contra Ca­padocia con la intención de vengar a Astíages, destruir a Ciro y agrandar su reino a costa de los persas (cf. H e r ó d o t o , I 71; 73 sigs.). La reacción

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4 6 BIBLIOTECA HISTORICA

no sólo para que obtuvieran información sobre la situación del reino, sino también para que le manifestaran que Ciro lo absolvería de los errores que había cometido en el pasado y le nombraría sátrapa de Lidia si comparecía en la corte del rey persa y se declaraba vasallo igual que los otros96. Pero Creso contestó a los mensajeros que lo oportuno era que Ci­ro y los persas aceptaran ser vasallos de Creso, recordándo­les que en el pasado siempre habían vivido sometidos a los medos, mientras que él nunca había estado a las órdenes de otro. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 289- 290, ed. B o is s e v a in .]

2 Creso, el rey de los lidios, con elpretexto de enviar una embajada a

LdeËwibaio Delfos, envió a Euríbato de Éfeso al Peloponeso, entregándole dinero para que reclutara el mayor número posible

de mercenarios griegos97. Pero el enviado se presentó ante el persa Ciro y le reveló con todo detalle el plan de Creso. Por ello la villanía de Euríbato se hizo proverbial entre los griegos, e incluso en nuestros días, cuando se quiere repro­char a alguien su vileza, se le llama Euríbato. [Constantini Excerpta ÏI (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 220, B ü t t n e r -

W OBST.]

de Ciro fue inmediata (cf. H e r ó d o t o , f 76, 2). Heródoto subrayaba la agresión de Creso (1 130, 3) para justificar su posterior ruina.

96 Heródoto (I 76, 3) habla de una embajada enviada a los jonios para tratar de apartarlos de Creso.

97 Cf. H e r ó d o t o , I 69-70, respecto a la alianza de Esparta con Creso. J u s t i n o (1 7, 9-10) habla de las relaciones de Creso con diversas ciudades griegas.

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LIBRO IX 4 7

Aunque los hombres malvados con- 33

El hijo mudo de Creso sigan evitar por el momento la ven-, / fi ora ul° ganza de aquellos que han sido susde Deljos. t í saqueo ° -i ί

deSardes víctimas, la maldición al menos lesacompaña toda su vida y les persigue

para castigarlos, en la medida de lo posible, después de su muerte.

Cuentan que Creso, antes de emprender la guerra contra 2

Ciro, envió embajadores a Delfos para preguntar de qué manera su hijo podría adquirir el don de la palabra98; y la Pitia le contestó:

D e estirpe lidia, rey de muchos hombres, Creso, gran insen­sa to ,

no quieras escuchar en tu casa la voz muy deseada de tu hijo de palabra dotado. Mejor que el momento sea para ti muy

[lejano,pues hablará p o r prim era vez en un día desgraciado".

Es preciso aceptar la buena suerte con moderación y no 3

confiar en los éxitos humanos, porque éstos pueden sufrir un gran cambio por un motivo insignificante 10°.

98 Creso tuvo dos hijos; uno era el mudo aquí aludido y el otro era Atis, al que había dado muerte Adrasto durante una cacería (cf. supra, fr. 29).

A este hecho sorprendente se refiere H b r ó d o t o , I 85, en el curso de su narración de la toma de Sardes por Ciro. Cuenta cómo un persa se aba­lanzaba sobre el rey lidio con ánimo de matarlo y cómo el hijo mudo, al ver en grave peligro a su padre, rompió a hablar y exclamó: «¡Soldado, no mates a Creso!», tras lo cual ya pudo hablar durante toda su vida.

100 Se refleja aquí la reflexión de Ciro sobre la inestabilidad de las co­sas humarsas cuando, tras oír a Creso en la pira que invocaba a Solón y en­terarse de la lección del sabio ateniense sobre la felicidad humana, ordenó apagar a toda prisa el fuego que iba a abrasar al rey lidio (cf. H e r ó d o t o , I 86, 6 sigs.).

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4 8 BIBLIOTECA HISTORICA

Después de caer prisionero y una vez que se hubo apa­gado la p iraf0!, Creso, viendo que su ciudad iba a ser sa­queada y que, entre otros bienes, se iba a robar una gran cantidad de oro y plata, preguntó a Ciro: «¿Qué están ha­ciendo tus soldados?». Ciro riendo contestó: «Están sa­queando tus bienes». «No los míos, ¡por Zeus!», replicó Creso, «sino ios tuyos». A Creso, en efecto, ya no le que­daba nada suyo. Entonces Ciro, impresionado por aquellas palabras, cambió inmediatamente de parecer y, poniendo fin al saqueo de sus soldados, retuvo las riquezas de los habitantes de Sardes para el patrimonio rea lií)2. [Constan­tini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 290-291, ed. B ois-SEVAIN.]

Ciro, convencido de que Creso era un hombre piadoso debido al agua-

* c e r o Φ * “ y * y a p a g ó la s l03’ yrecordando la respuesta de S olón!04, rodeó a Creso de honores y lo mantu­

vo a su lado. Hizo que formara parte de su consejo, conside­rando que era una persona inteligente, dado que había tenido relaciones con muchos hombres cultivados y sabios. [Cons­tantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 220, B ü t t n e r -W o b s t .]

iül Cf. supra, IX 2, 3-4.102 Cf. Hkródoto, I 88, 2-89.103 Cf. H e r ó d o t o , I 87, 1-2, donde Creso invoca a gritos a Apolo para

que acuda en su ayuda.I<M Cf. supra, IX 2, 2; 27, 1. Sobre el trato cortés de Ciro y su admira­

ción por Creso, cf. H k r ó d o t o , I 88, 1.

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LIBRO IX 4 9

Harpago105 había sido nombrado por el persa Ciro comandante de las

Harpago fuerzas navales, y cuando los griegosy los gnegos de Asia ? J o ode Asia enviaron embajadores a Ciro para concertar un tratado de amistad,

Harpago les dijo que su conducta le recordaba en gran ma­nera una experiencia que él mismo había tenido en el pasa­d o 106. Un día, en efecto, deseoso de tomar mujer, pidió la mano de la muchacha a su padre; éste primero, consideran­do a Harpago indigno de casarse con su hija, la prometió a un hombre más poderoso; después, sin embargo, cuando vio que Harpago era honrado por el rey, le dio la mano de la hija; a ello el pretendiente le contestó que entonces ya no la tomaba por esposa, pero que consentiría tenerla como concubina. Con estas palabras Harpago quería hacer ver a los griegos que antes, cuando Ciro les había pedido que fue­ran amigos de los persas, ellos se habían negado, y que en aquel momento, cuando la situación había cambiado y ellos se afanaban por sellar un pacto de amistad con él, Ciro no es­tipularía ningún acuerdo tratándolos como aliados, sino que los acogería como esclavos que se confiaban a la protección de los persas.

105 Harpago era e! guerrero medo que había recibido la orden de As- tíages de matar a Ciro recién nacido (cf. H e r ó d o t o , I 108 sigs.) y que después ayudó a Ciro a subir al trono y le prestó importantes servicios como la conquista de Jonia (cf. H e r ó d o t o , I 162-169).

lí)f> Sobre el envío de emisarios a Ciro, que todavía se encontraba en Sar­des, ef. H e r ó d o t o , I 141. Los griegos de Asia estaban dispuestos a ser súb­ditos de Ciro en las mismas condiciones que lo habían sido de Creso; pero Ciro, según Heródoto, les contestó con una fábula, la del flautista y los pe­ces, de sentido semejante a la experiencia a la que aquí se refiere Haipago.

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50 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Los lacedemonios, cuando se ente- Embajada lacedemonia raron del peligro que corrían los griegos

a Ciro. Esparta y ios Asia, enviaron una embajada a Cí-oráculas sobre Tegea, .c . , ,, ,ro para manifestarle que ellos, al ser

de la misma estirpe que los griegos de Asia, le prohibían que esclavizara a las ciudades griegas. Ci­ro, asombrado por esta ainenaza, les contestó que emitiría un juicio sobre su valor cuando enviara a uno de sus escla­vos a someter Grecia107.

Cuando los lacedemonios se disponían a someter Arca­dia 108, recibieron la siguiente respuesta del oráculo:

¿Arcadia me pides? Mucho me pides. No te la daré.En Arcadia hay muchos hombres que comen bellotas que te detendrán. Pero yo no te la niego p o r resentimiento. Te daré Tegea para que dances con cadencioso p ie y puedas medir a cordel su hermosa llanura i09.

Los lacedemonios enviaron a Delfos una delegación pa­ra preguntar en qué lugar estaban sepultados los huesos de

107 Cf. H h r ó d o t o , I 141, 4; 152, 2-3. El envío de emisarios espartanos a Ciro estuvo precedido por el viaje de embajadores jonios y eolios a Esparta para recabar la ayuda de los lacedemonios. Éstos decidieron no enviarles ayuda, pero despacharon algunos hombres en un pentecontero con un comu­nicado amenazador que denotaba el desconocimiento del poderío persa.

108 Hacia el 560 a. C. Arcadia, región central del Peloponeso, estaba en las miras de la política expansionista de Esparta, que encontró la resistencia de Tegea, ciudad surgida en un proceso de sinecismo en la zona sudoriental; tuvo lugar una guerra violenta que concluyó a mediados del siglo vi con la derrota de los tegeatas, que tuvieron que ceder la Escirítide a Esparta.

109 También encontramos esta ambigua respuesta del oráculo en H e r ó d o ­t o , 166,2, referida a la primera guerra contra Tegea, que acabó con una victo­ria de la ciudad arcadia y el apresamiento de muchos lacedemonios, que tuvie­ron que medii' a cordel el llano de Tegea no como dueños de un terreno, sino cargados de grilletes efectuando una tarea propia de esclavos.

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LIBRO IX 51

Orestes, el hijo de Agam enón150. Y el oráculo dio la si­guiente respuesta:

En un anchuroso lugar de Arcadia hay una ciudad, Tegea; allí soplan dos vientos p o r imperiosa ley de la naturaleza; al golpe le sigue el contragolpe y hay pena sobre pena.A llí a l Agamenónida cubre la nutricia tierra; si te lo llevas, protector111 serás de Tegea.

Había allí una fragua y el oráculo se refería a los dos fue­lles l12; con el «golpe» y el «contragolpe» aludía al yunque y a los martillos, y con la expresión «pena sobre pena» signi­ficaba el hierro golpeado sobre el hierro113; se llama, en efecto, «pena» al hierro por considerar que ha sido descu­bierto para desgracia de los hombres.

no A raíz de su fracaso ante los tegeatas, los lacedemonios enviaron una delegación a Delfos, donde la Pitia les profetizó la victoria si conse­guían llevar a su patria los huesos de Orestes, hijo de Agamenón (cf. H b r ó d o t o , I 67 1-2).

m Epitárrothos, «protector» y en consecuencia señor, dado que el traslado a Esparta del protector de Tegea transfería a los espartanos los de­rechos que tenía sobre la ciudad. Al no encontrar le tumba de Orestes, los espartanos enviaron de nuevo emisarios a Delfos, donde recibieron esta respuesta, que encontramos en H e r ó d o t o , Ï 67, 3-4.

112 Los dos vientos que soplaban eran los fuelles de la fragua. El texto es elíptico.

!13 Es decir, la forja del hierro. Respecto a la interpretación de este oráculo, cf. H e r ó d o t o , í 68, 4. Según la narración de Heródoto, quien descubrió la tumba de Orestes fue Licas, uno de los cinco agatoergos (en­cargados de misiones civiles o diplomáticas elegidos entre los caballeros más ancianos), el cual prestó atención al relato del herrero de la fragua de Tegea, que había encontrado en su patio un ataúd de siete codos, de di­mensiones excepcionales en consonancia con la gran estatura de los héroes del pasado.

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52 BIBLIOTECA HISTORICA

Es preferible morir antes que vivir viéndose a uno mis- 4 mo y a los familiares en situaciones de infortunio equivalen­tes a la muerte.

/

En cierta ocasión en que la hija de 37

Pisistrato llevaba la sagrada canasta de^ Z 'xú-αΐο en Pr o c e s i ° n 114 y se distinguía por su

belleza, un joven se acercó insolen­temente a la muchacha y la besó. Los

hermanos de la doncella, al llegar a sus oídos lo sucedido, se enojaron gravemente por la arrogancia del joven y lo lle­varon ante su padre pidiendo que fuera castigado. Pero Pi­sistrato riendo dijo: «¿Qué deberemos hacer a los que nos odian, si abrumamos con castigos a quienes nos aman?»115.

Un día, cuando recorría los campos, Pisistrato vio a un 2

hombre que en las laderas del Himeto trabajaba en unos te­rrenos extraordinariamente pobres y pedregosos. Maravilla- do por su laboriosidad, envió a algunos miembros de su sé­quito para preguntarle qué ganancia obtenía trabajando un campo como aquél. Los enviados preguntaron lo que Pisís- 3

trato les había mandado y el agricultor contestó que de aquel campo sólo sacaba miserables penalidades, pero que no le importaba en absoluto, puesto que daba el diezmo de ellas a Pisistrato. El tirano, al oír esta respuesta, se puso a

114 Se refiere a la procesión de ias Panateneas, inmortal izada por Fi- dias en el friso del Partenón; se iniciaba en ei Cerámico y terminaba en la Acrópolis con la ofrenda del pepio. Las Panateneas se celebraban cada año en honor de Atenea Políade, la diosa protectora de la ciudad; cada cuatro años la fiesta adquiría un carácter más solemne; eran las Grandes Panate­neas, que tenían lugar en el tercer año de las Olimpíadas, en el mes de hecatombcón (julio-agosto). Tenían un carácter panhelénico y acudía gen­te de todo el mundo griego.

115 El verbo phileín, utilizado antes con el significado de «besar», se traduce aquí por «amar».

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LIBRO IX 53

reír y eximió de impuestos aquel campo; de ahí proviene el proverbio: «Las convulsiones116 también dan exención de impuestos». [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 291-293, ed. B o is s l v a in .]

116 Sphákeloi. Según la Suda (s. v. sphákeioi) el labrador habría repli­cado que del campo obtenía «dolores y convulsiones». Lista segunda anéc­dota, de las dos recogidas en este capítulo, se encuentra también en A r i s ­t ó t e l e s , Constitución de tos atenienses, 16, 6; Z e n o b io , ÍV 76; y Vii.r.or- SON, Anécdota Graeca, II 40. Con estos episodios la tradición filosófica celebraba la moderación de Pisistrato.

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LIBRO X

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SINOPSIS

1 El final de Servio Tulio.2 Reinado de Servio Tulio,3 Excelencia de Pitágoras. Cuida al viejo Ferecides. Solidaridad

de los pitagóricos.4 Ejemplos de la solidaridad pitagórica. La amistad de Fintias y

Damón.5 Prácticas pitagóricas: ejercicios de memoria, examen de con­

ciencia y autocontrol.6 Pitágoras y la metempsicosis. El escudo de Euforbo. La geo­

metría pitagórica.7 La moralidad pitagórica. Reacción de Arquitas de Tarento.8 Lealtad pitagórica.9 Respeto a los juramentos. Moral sexual. Edades y estaciones.

Plegarias y actitud ante los dioses. Sobriedad. Crotón honra a Pitágoras.

10 Philosophia, no sophia. La envidia alcanza a los pitagóricos.11 Cilón y los pitagóricos. Lisis y Epaminondas.12 La utilidad pedagógica de la historia.13 Ambición de Ciro.14 Cambises y Egipto. La momia de Amasis. Expedición contra

los amonios.15 Rendición de libios y cireneos.16 Poli crates de Samos.17 Los hijos de Pisistrato. Valor de Aristogiton.

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18 Zenón y el tirano Nearco.19 Fatalidad y naturaleza humana. Megabizo y la toma de Babi­

lonia. Ambición de Darío. Los tirrenos abandonan Lemnos.20 Violación y muerte de Lucrecia.21 El heroísmo de Lucrecia. Consecuencias de su violación.22 Tarquinio el Soberbio y su sobrino L. Junio Bruto.23 Lecciones de la fortuna. La ruina de los sibaritas.24 Comentario de Diodoro sobre Heródoto. El carro de bronce,

exvoto ateniense por la victoria sobre los beocios.25 La sublevación jonia y la derrota de Lade. Papel de Hecateo

de Mileto.26 Ciudadanos y esclavos.27 Exigencias de Datis y respuesta de Milcíades.28 Hipócrates de Gela y Terón de Acragante.29 Anécdotas sobre Gelón de Siracusa.30 Excelencia de Cimón.31 Cimón y Elpinice.32 Temístocles prefiere el hombre a la riqueza.33 Los griegos piden ayuda a Gelón.34 Reflexiones de los griegos ante el encuentro con los persas.

5 8 BIBLIOTECA HISTORICA

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FRAGMENTOS DEL LIBRO X

Cuando tuvo lugar la sublevación í de Tarquinio1, Servio Tulio se pre-

de Servio Tulio sen^ en el Senado y, al darse cuenta de la conspiración que se gestaba con­tra él, dijo tan sólo esto: «¿Qué signifi­

ca esta audacia, Tarquinio?» A ello Tarquinio replicó: «¿Y qué audacia es la tuya? ¿No eres tú quien, pese a ser esclavo e hijo de esclavo, te has atrevido a reinar sobre los romanos y que, pese a pertenecerme el reino de mi padre, me has arrebatado ilegalmente el poder que de ningún modo te es­taba destinado?» Al mismo tiempo que pronunciaba estas

1 Tarquinio el Soberbio. El trágico final de Servio Tulio al que se re­fiere este pasaje se sitúa en el 535 a. C. Cf. T. Lrvio, I 47, 7-48, 3; D io n i­s io d e H a l i c a r n a s o , IV 38. Tarquinio, incitado por la ambiciosa Tulia, la hija menor de Servio, trató primero de atraerse ías simpatías de los sena­dores y del pueblo romano simulando un buen entendimiento con Servio Tulio, cuyo natural conciliador procuraba evitar un enfrentamiento con su hija y su yerno. Pero después, en atuendo real y acompañado por hombres armados, irrumpió en el Foro y en el edificio del Senado convocó a una reunión a los senadores. Entonces Tulio acudió al Senado sin tomar pre­cauciones; se produjo el enfrentamiento y Tarquinio, después de insultar a Tulio, lo arrojó por las escaleras del Senado dejándolo malparado. Final­mente, intervino de nuevo Tulia para precipitar el asesinato de su padre.

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6 0 BIBLIOTECA h i s t ó r i c a

palabras, se lanzó contra Tullo y, cogiéndolo por un brazo, lo tiró escaleras abajo2. Servio Tulio se levantó y, cojeando a consecuencia de la caída, trató de huir, pero íue asesina­do3. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 293, ed. B o i s s e v a t n .]

2 Servio Tulio, el rey de los roma-Reinado . r

de Servio Tulio nos> remo durante cuarenta y cuatroaños4 y, gracias a sus cualidades, al­

canzó numerosos logros en beneficio de la comunidad5.

Excelencia de Pitágoras. Cuando T e n d e s era arconte en Cuida ai viejo Atenas, en la Olimpíada sexagesimo-

herectdes. Solidaridad pr|Jliera 6 e] filosofo PitágOl'as era biende los pitagóricas

conocido7, dado que ya había realiza- do importantes progresos en el aspecto cultural; sí alguno de

2 Según el relato de Dionisio se trataría de la escalinata del Senado que bajaba al Foro.

3 Cf. T. L iv io , I 4 8 , 4 , donde leemos que fue alcanzado por los esbi­rros de Tarquinio en el Vicus Cyprius, la calle Cipria, cuando trataba de llegar a palacio.

4 Del 578 al 535 a. C. Cf. T. L iv io , I 48, 8, donde se celebra la sabidu­ría y moderación del penúltimo rey de Roma.

5 La tradición (cf. T. L iv io , I 42 , 5 -4 4 , 1; D io n is io d b H a l ic a r n a s o , IV 16 sigs.) le atribuía los «muros servíanos», un recinto de 11 Km que encerraba el Campidoglio, el Quirinal, el Viminal, el Esquilmo, el Celio y el Palatino, obra construida en realidad eii el 378 a. C. tras la invasión de los galos, y los comicios centuriados basados en un censo económico, aü’ibuidos asimismo a una época posterior y a un proceso evolutivo. Tam­bién se le atribuyen la construcción de un templo de Diana, símbolo, según Tito Livio (I 4 5 ), de la unión de romanos y latinos y de ia supremacía de Roma, en el Aventino, y la reorganización del ejército.

6 En el 532 a. C.7 Egnorízeto, forma verbal que los cronógrafos suelen usar como equi­

valente d\ floruit, indicando ia acmé o madurez de una persona.

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LIBRO X 61

los que se han ejercitado en el mundo de la cultura merece un sitio en la historia, éste desde luego es él. Era natural de Samos, aunque algunos dicen que era tirreno8. Tan grande era la fuerza de persuasión y la fascinación de sus palabras que todos los dias prácticamente ía ciudad entera se dirigía hacia él como si se tratara de la presencia de un dios y todos se reunían para escucharle. Se le consideraba un hombre ex­traordinario no sólo por su elocuencia, sino también porque mostraba un carácter tranquilo y constituía para los jóvenes un ejemplo admirable de vida moderada que movía a la imi­tación9. A quienes trataban con él los apartaba del lujo y de la molicie, mientras que todos los hombres, debido a su abundancia de recursos, se entregaban sin ningún cuidado a una vida desenfrenada y a una innoble corrupción del cuer­po y del alm a10.

Tan pronto como se enteró de que su viejo maestro Fe- recides se encontraba enfermo en Délos y afrontaba el fin de sus días, Pitágoras zarpó de Italia rumbo a Délos. Allí cuidó del viejo durante bastante tiempo y puso todo su empeño en que el anciano se restableciera de su enfermedad. Y cuando Ferecides fue vencido por la vejez y por la gravedad de su enfermedad, Pitágoras se ocupó con solicitud de su sepultu­ra y, después de honrarle con los ritos acostumbrados, como un hijo a su padre, regresó a Italia! 1.

8 Parece que Pitágoras era hijo de Mnesarco y que nació en Samos, aunque la tradición ha hablado de otros orígenes como el tirreno (de la isla de Lemnos), el sirio o el tirio. Se le atribuyen diversos viajes y finalmente, debido a su enfrentamiento con el tirano Polícrates (cf. infra, X 16, 1), abandonó Samos para ir a establecerse en Italia, donde fundó su célebre escuela de Crotón (Crotona).

9 Cf. P o r f ir io , Vida de Pitágoras 18-19.10 Respecto a la severidad pitagórica, cf. infra, frs. 5, 7 y 9.1! Cf. D io g e n e s L a k r c i o , I i 18 sigs. Ferecides era natural de Siros y

en su obra combinó la teología y la prosa. Cf. C. G a r c í a G u a l , L o s Siete

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6 2 BIBLIOTECA HISTORICA

5 Cuando alguno de sus seguidores perdía su fortuna, los restantes compartían con él sus bienes como si fueran her­manos. Tenían esta disposición no sólo con los conocidos con los que convivían cotidianamente, sino también de un modo general con todos los que participaban en su modo de obrar.

4 Clinias de Tarento, uno de losEjemplos miembros de la escuela de la que he-

de la solidaridad m os hablado12, al enterarse de quepitagórica. La amistad ’ L _

de Fintías y Damón Proro de Cirene, a causa de un cambiopolítico, había perdido su fortuna y se

veía reducido a la absoluta miseria, partió de Italia rumbo a Cirene con una considerable cantidad de dinero y restable­ció la fortuna del mencionado al que no había visto ante-

2 riormente y del que sólo sabía que era un pitagórico. Tam­bién se conserva el recuerdo de otras muchas iniciativas semejantes a ésta. Y no sólo se mostraban tan bien dispues­tos con sus amigos en las contribuciones de dinero, sino que también afrontaban peligros con ellos en las situaciones más

3 comprometidas. Así, durante la tiranía de D ionisio13, un cierto Fintias, un pitagórico, el cual por haber conspirado contra el tirano estaba a punto de sufrir el castigo, suplicó a Dionisio que le concediera el tiempo para poder tomar las disposiciones sobre sus asuntos particulares de acuerdo con

Sabios (y tres más), págs. 182 sigs. En su obra cosmogónica Sieteantros (Heptámychos, las siete cavernas en las que se escondió el semen de Cro­no) el origen del mundo estaba en una tríada divina constituida por Zas (Zeus), Crono y Ctonia.

12 La de los pitagóricos naturalmente. Eran notables los lazos de soli­daridad que los unían.

13 Se refiere sin duda a Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa entre el 405 y el 367.

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LIBRO X 6 3

sus deseos, afirmando que le presentaría a uno de sus ami­gos como garante de su muerte. Al maravillarse el déspota de que pudiese existir un amigo tal que estuviera dispuesto a entrar en prisión en su lugar, Fintias llamó a uno de sus co­nocidos, un filósofo pitagórico llamado Damón, que sin va­cilación se ofreció inmediatamente como fiador de aquella muerte.

Algunos ciertamente alababan el excepcional afecto en­tre los amigos, mientras que otros criticaban la temeridad y la locura del garante. A la hora determinada todo el mundo acudió aguardando con ansia para ver si el que había pre­sentado al amigo cumpliría su palabra. Cuando ya se termi­naba el plazo y todos desesperaban, Fintias inesperadamente llegó a la carrera en el último momento, en el mismo instan­te en que Damón era llevado al suplicio. Al aparecer ante los ojos de todos aquella admirable amistad, Dionisio sus­pendió el castigo del condenado y pidió a los dos hombres que le acogieran como tercero en su amistad14.

Los pitagóricos también ejercita­ban extraordinariamente la memoria, sometiéndose a este ejercicio del m o­do siguiente. No se levantaban del le­cho antes de haber sacado cuentas

consigo mismos respecto a las acciones realizadas el día an­terior, desde la mañana hasta la noche15. Si tenían tiempo y gozaban de un mayor sosiego, trataban de añadir a su cuenta

14 La historia de la amistad de Fintias y Damón tuvo gran resonancia en el mundo antiguo. Aristóxeno fue seguramente la fuente de este relato de Diodoro. Cf., asimismo, C i c e r ó n , Deberes III 10, 45; Tusculanas V 22, 63; y J á m b l ic o , Vida de Pitágoras 233.

15 El examen de conciencia era una importante práctica de los pitagó­ricos.

Prácticas pitagóricas: ejercicios de memoria, examen de conciencia

y autocontrol

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6 4 BIBLIOTECA HISTORICA

lo que habían hecho el segundo y el tercer día antes e inclu­so los anteriores. Efectuaban esta práctica no sólo con vistas al conocimiento y enjuiciamiento de todo, sino también para adquirir una experiencia en la capacidad de traer muchas cosas a la memoria.

Los pitagóricos ejercitaban el autocontrol del modo si­guiente. Después de haberse preparado todas las exquisiteces que se sirven en los banquetes más espléndidos, tenían la mi­rada puesta en ellas durante un buen tiempo; a continuación, cuando la vista de las viandas excitaba sus naturales deseos a fin de darles satisfacción, ordenaban a sus siervos que retira­ran las mesas y se alejaban al instante sin haber probado nada de lo servido. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vi­tiis), 1, págs. 220-223, B ü t t n e r -W o b s t .]

Pitágoras creía en la metempsico- s is 16 y consideraba abominable el con­sumo de carne17, argumentando que las almas de todos los seres vivientes se trasladan después de la muerte a otros

seres vivos. Respecto a sí mismo, solía afirmar que recorda­ba que en tiempos de la guerra de Troya había sido Eufor- b o 18, el hijo de Panto, matado por M enelao19.

16 La creencia en la transmigración de las almas era esencial en el ideario pitagórico. Cf. P o r f i r i o , Vida de Pitágoras 19, donde se precisan tres puntos básicos, es decir, que ei alma es inmortal, que se traslada a otras especies de seres vivos, y que nada es absolutamente nuevo.

17 Cf. D ió g h n k s L a e r c i o , VIH 20 , donde Aristóxeno dice que la abs­tención de carne se limitaba a la del buey de labranza y a la de camero.

18 Cf. D ió g e n e s L a e r c i o , VIII 4-5, donde Heraclides Póntico afirma que Pitágoras solía decir que había vivido en el cuerpo del argonauta Eíá- lides, considerado hijo de Hermes, y que luego su alma había entrado en Euforbo; al morir éste a manos de Menelao, el alma se habría trasladado al

Pitágoras y la metempsicosis.

El escudo de Euforbo. La geometría pitagórica

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LIBRO X 6 5

Cuentan que en cierta ocasión, durante su estancia en 2

Argos, Pitágoras vio entre los despojos de Troya un escudo colgado de un muro y estalló en llanto. Al preguntarle los argivos por la causa de su dolor, contestó que él había teni­do aquel escudo en Troya cuando era Euforbo. Y dado que 3

los argivos se mostraban incrédulos y juzgaban que estaba loco, Pitágoras les replicó que podía darles una prueba con­vincente de que sus afirmaciones eran ciertas; en la parte in­terior del escudo, en efecto, había una inscripción con el nombre de «EUPORBO» escrito en caracteres arcaicos. An­te esta sorprendente respuesta todos los argivos pidieron que se descolgara el escudo y en la parte interior efectivamente fue encontrada la inscripción20.

Que Pitágoras resolvió algunos de los problemas de 4

geometría y que fue el primero que llevó a los griegos otros desde Egipto21 lo afirmó Calimaco en aquellos versos don­de dice:

Lo descubrió el frigio Euforbo22, el que a los hombres mostró) los triángulos y los escalenos y el circulo de siete espacios y enseñó a abstenerse del consumo de seres vivos; pero no todos le hicieron caso23.

cuerpo del taumaturgo Hermotímo, y luego al de Pirro, un pescador de De­los, antes de reencarnarse en Pitágoras.

19 Cf. Macla XVII 1 sigs.2Ü Cf. D ió g e n e s L a e r c i o , VIII 5, donde Hermotímo protagoniza una

anécdota simiiar.21 Se reconoce la influencia egipcia en la geometría pitagórica, así co­

mo eí papel de la matemática fenicia y de la astronomía de los caldeos.22 Referencia a Pitágoras como reencarnación de Euforbo.23 C f. C a l im a c o , Fragmentos, Yambo 1, 59 sigs.; intr., trad, y notas de

L. A. d e C u k n c a y P r a d o y M. B r io s o , B C G 3 3 , Madrid, 1980, pág. 210 . El papiro de Oxirrinco (1011 H u n t ) contiene los versos originales atribuibles a Calimaco.

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6 6 BIBLIOTECA HISTORICA

Pitágoras exhortaba a buscar conLa moralidad pitagórica. ^Γ^ΟΓ la S en c ille z de COStUIÍlbrCS, pUCS-

Reacáón de Arquitas to que la vida opulenta, decía, destruye de Tarento m i r ^ j i i ino solo las fortunas de los hombres,

sino también su cuerpo. En efecto, la mayor parte de las enfermedades provienen de una mala di­gestión24, que a su vez está ligada a una vida opulenta. Per­suadió a muchos a comer alimentos no cocidos y a beber só­lo agua durante toda su vida a fin de alcanzar lo que de verdad es un bien. Los hombres de nuestros días, sin embar­go, si alguno sugiriera abstenerse durante pocos días de unoo dos de los bienes que se consideran placenteros, renuncia­rían a la filosofía, afirmando que sería de ingenuos ir en pos de un bien invisible y no hacer caso del que está claramente a la vista. Y si es necesario granjearse el favor popular por cualquier medio o inmiscuirse en asuntos ajenos, tienen tiempo para ello y no encuentran ningún impedimento; pero si es necesario ocuparse de la cultura y del mantenimiento de la moralidad, dicen que no es el momento oportuno, de modo que están ocupados cuando tienen tiempo libre mien­tras que están ociosos cuando no es tiempo de ocio.

Dicen que Arquitas de Tarento25, uno de los discípulos de Pitágoras, se irritó con sus siervos debido a unas impor­tantes faltas; pero, reaccionando contra su cólera, les dijo:

24 La ornóles, referida a la dificultad de la pépsis, a la mala digestión de alimentos faltos de sencillez.

25 Uno de los más importantes seguidores de Pitágoras, destacó como filósofo, estadista, general y matemático (fueron notables sus investiga­ciones de geometría, aritmética, astronomía y música). Era hijo de Mnesá- goras o de I-Iestieo (cf. D iógenes L a e r c i o , VIH 79) y vivió en la primera mitad del siglo iv a. C., época en la que Tarento, gracias a su talento de hombre de estado, gozó de gran prosperidad. Se recuerdan sus amistosas relaciones con Platón, con el que se carteó.

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LIBRO X 6 7

«No habríais salido indemnes de tales fechorías si yo no me hubiera irritado»26.

Los pitagóricos mostraban la ma­yor preocupación por mantener un

Lealtad pitagórica constante afecto hacia los amigos, con­vencidos de que la lealtad de los ami­gos es el bien más precioso en la vida

de un hombre. Podría considerarse la causa de su lealtad hacia los amigos como el hecho más extraordinario y digno de la mayor admiración. ¿Cuáles eran, en efecto, sus costumbres, cuál su manera de obrar o cuál la fuerza de sus argumentos con los que conseguían inculcar una tal disposición en aque­llos que se unían a su común modo de vida? Muchos observa­dores externos ciertamente, deseosos de conocer tal causa, pu­sieron gran empeño en ello, pero ninguno fue capaz de descubrirla. La razón de que sus instrucciones a este respecto se mantuvieran invioladas fue el hecho de que los pitagóricos establecieron como principio fundamental no dejar nada sobre ello por escrito, pero guardar los preceptos en la memoria.

Respeto Pitágoras, entre otras reglas, or-a los juramentos. denaba a sus discípulos que juraran

Moral sexual. Edades ra ra m en te p er0 q u e u n a y e z q u e h u _y estaciones. Plegarias _ r .

y actitud ante los dioses. bieran prestado un juramento, se man-Sobnedad. Cwton tuvieran absolutamente fíeles a él yhonra a Pitagoras , ,

llevaran a termino las acciones res­pecto a las que habían empeñado su palabra, evitando hacer declaraciones semejantes a las del laconio Lisandro

26 Una anécdota que refleja el severo autocontrol de ios pitagóricos y su preocupación por la perfección moral. Cf. C ic e r ó n , Sobre la República 138, 59; Tusculanas IV 36, 78. J á m b l ic o , Vida pitagórica 197, precisa que los siervos habían descuidado los campos durante una ausencia de su señor.

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y del ateniense Dém ades27; el primero afirmaba que había que engañar a los niños con las tabas y a los hombres con juramentos28, y Démades aseguraba que en el caso de los juramentos, como en cualquier otro asunto, era preciso op­tar por lo más ventajoso; observaba que el perjuro conser­vaba a continuación aquellas cosas respecto a las que había jurado, mientras que quien permanecía fiel a su juramento perdía visiblemente lo que poseía29. Ninguno de estos hom­bres, en efecto, sostenía, como hacía Pitágoras, que el ju­ramento constituía una garantía segura de fidelidad, sino que lo contemplaban como señuelo para obtener vergonzo­sas ganancias y para inducir al engaño. [Constantini Ex­cerpta IV (de Sententiis), págs. 293-295, ed. B o is s l v a in .]

Pitágoras ordenaba a sus discípulos que juraran rara­mente, pero que, una vez que hubieran prestado un juramen­to, se mantuvieran absolutamente fieles a él.

El mismo Pitágoras, en relación a los placeres sexuales, reflexionaba sobre su conveniencia y exhortaba a no tener trato camal con las mujeres durante el verano y a limitar su frecuencia durante el invierno. En general pensaba que todo tipo de placeres amorosos resultan dañinos y consideraba que su disfrute frecuente era un factor determinante de debi­

27 Lisandro es el famoso general espartano vencedor en las batallas de Notio (cf. D i o d o r o , XIII 71, 1-4) y Egospótamos (cf. D i o d o r o , XIII 105), que llevó a la rendición de Atenas. Démades es el orador y político ateniense que se distinguió en los años que siguieron a la batalla de Que- ronea del 338 a. C. Viendo la hegemonía imparable de Macedonia, se opu­so a Demóstenes y a Hipérides y trató de llegar a un compromiso con Ia potencia.

28 Cf. P l u t a r c o , Vida de Lisandro 8, 3, donde encontramos la misma expresión.

29 Plutarco condena la falsedad del espartano y el utilitarismo del ate­niense. Cf. Vida de Foción 1, 1-4.

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LIBRO X 6 9

litamiento y de ruina física30. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 423, Büttner-Wobst.]

Se dice que Pitágoras a alguien que le preguntó cuándo debía satisfacer sus deseos sexuales le contestó: «Cuando quieras ser esclavo de ti m ism o»31.

Los pitagóricos dividían la vida del hombre en cuatro edades, la niñez, la juventud, la madurez y la vejez, y afir­maban que cada una de ellas tenía su paralelo en las esta­ciones que se suceden a lo largo del año, asimilando la pri­mavera a la niñez, el otoño a la madurez, el invierno a la vejez y el verano a ia juventud. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), pág. 295, ed. Boissüvain.]

El mismo Pitágoras a aquellos que se acercaban a los al­tares de los dioses para ofrecer un sacrificio les aconsejaba que no llevaran ropa lujosa, sino sólo vestidos relucientes y limpios, y que igualmente se presentaran ante los dioses no sólo con un cuerpo limpio de cualquier acción injusta, sino también con un alma pura. [Constantini Excerpta II (de Vir­tutibus et Vitiis), 1, pág. 223, Büttner-Wobst.]

Él mismo solía declarar que los hombres sensatos debían rogar a los dioses en beneficio de los imprudentes, puesto que los alocados ignoran lo que en la vida constituye el ver­dadero bien.

Solía decir además que en sus súplicas debían pedir sim­plemente lo que era bueno, sin especificar el nombre de bie­nes singulares como el poder, la fuerza, la hermosura, la riqueza y otros semejantes; muchas veces, en efecto, ocurre que cada uno de estos bienes arrastra a la extrema perdición a los hombres que, dominados por el deseo, los han alcan­

30 El rechazo o control de los placeres sexuales está en la línea de do­minio de los impulsos que caracteriza la moral pitagórica. C f. C i c e r ó n , Sobre ¡a vejez 12, 39-41.

31 Cf. P l a t ó n , Repiiblica 43 Oe.

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zado. Esto puede verlo cualquiera que fije su atención en los versos de las Fenicias de Eurípides32 que contienen la ple­garia de Polinices a los dioses. Comienzan con estas pala­bras:

Dirigiendo la mirada hacia Argos...

y terminan:

¡ Que con el impulso de mi brazo pueda golpear el pecho de[mi herm anol33

Aquéllos34, en efecto, creían que con sus plegarias obten­drían lo mejor para sí mismos, pero en realidad se atrajeron la propia ruina. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), pág. 295, ed. Boissevain.]

9 Durante el tiempo en que Pitágoras pronunció otros mu­chos discursos para inculcar el deseo de una vida sobria, fortaleza y constancia, en unión a las demás virtudes, fue honrado por los crotoniatas con honores semejantes a los tributados a los d ioses35. [Constantini Excerpta II (de Virtu­tibus et Vitiis), 1, pág. 223, B üttner-Wobst.]

32 Tragedia representada entre el 409 y el 407 a. C.; se refiere al mito de la muerte de Polinices y Eteocles, al que Esquilo ya dedicó sus Siete contra Tebas.

33 Es la plegaria a Hera de los versos 1364-1375.34 Se refiere a Polinices y Eteocles.35 La llegada de Pitágoras a Crotón se sitúa hacia el 530 a. C .; llegó

precedido de una gran fama y los crotoniatas le recibieron con entusiasmo (cf. P o r f i r i o , Vida de Pitágoras 18). Según E l i a n o (Historias curiosas, [inlr., trad, y notas de J. M. C o r t é s C o p e te ] , B C G 348, Madrid, 2006, II 26), que se basa en Aristóteles, los crotoniatas le llamaron Apolo Hiperbó­reo; y J u s t i n o (XX 4, 5-12) recuerda que trató de inculcar al pueblo el amor por la vida sobria.

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LIBRO X 71

Pitágoras definía su sistema como philosophia y no como sophía36. Cri­ticaba, en efecto, a los llamados Siete Sabios, que habían vivido antes que él, afirmando que, por el mero hecho

de ser hombre, nadie es sabio, y porque muchas veces, de­bido a la debilidad de su naturaleza, no puede tener un éxito completo; pero quien se esfuerza por emular las costumbres y el modo de vida del sabio puede ser llamado acertadamen­te «amante de la sabiduría».

Sin embargo, a pesar de ser tan extraordinarios los lo­gros del propio Pitágoras y de los posteriores pitagóricos y de deberse a ellos tan importantes beneficios para las ciuda­des, no consiguieron evitar la envidia que arruina todo lo noble; entre los hombres, en efecto, no existe, creo, ninguna noble empresa tan sólida que después de mucho tiempo consiga eludir la ruina y la destrucción. [Constantini Ex­cerpta IV (de Sententiis), pág. 296, ed. B o is s e v a in .]

Un crotoniata llamado Cilón, el aión primero entre sus conciudadanos por

y los pitagóricos. su riqueza y reputación, estaba d e se ó ­la s · y Epaminondas , , , ^so de ser uno de los pitagóricos. Pero

fue rechazado puesto que era intrata­ble y de carácter violento, sedicioso y despótico. Por ello, irritado con la escuela de los pitagóricos, organizó una fac­ción numerosa y no dejó de enfrentarse a ellos por todos los medios, de palabra y de obra37.

36 Es decir, como «amor a Ja sabiduría» y no como «sabiduría», distin­ción importante en una doctrina que se basaba en una continua aspiración al saber y a la perfección moral.

37 Los pitagóricos desempeñaron un importante papel político en mu­chas ciudades de ia Magna Grecia, con una tendencia claramente o ligar-

rePhilosophia», no «sophia».

La envidia alcanza a los pitagóricos

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7 2 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Lisis, uno de los pitagóricos, marchó a Tebas de Beocia y fue maestro de Epaminondas38, e hizo de él un hombre perfecto en la práctica de las virtudes, convirtiéndose en su padre adoptivo debido al afecto que sentía por él. Y Epami­nondas, incitado por los estímulos hacia la fortaleza y sim­plicidad y las demás virtudes a las que le conducía la filoso­fía pitagórica, se distinguió no sólo entre los tebanos, sino también entre todos los griegos de su tiem po39.

El relato de las vidas de los hom­bres del pasado constituye una tarea

La utlfciahi¡fwiag,Ca dificultosa para los escritores, pero es de extraordinaria utilidad para el co­mún de las gentes. Este relato, en efec­

to, al mostrar con toda libertad la nobleza o la vileza de las acciones humanas, honra a los buenos y humilla a los malos

quica. La facción antipitagórica liderada por el rico aristócrata Cilón trata­ría de recuperar la primacía política perdida. A raíz de este movimiento P i- tágoras tuvo que trasladarse de Crotón a Metaponto, donde murió (cf. J á m b l ic o , Vida de Piló garas 2 4 8 -2 4 9 ; P o r f i r i o , Vida de Pitágoras 56 sigs. ; Diógbnes L a e r c i o , VIII4 0 ; J u s t i n o , XX 4, 17-18).

38 Según cuenta Jámblico ( Vida de Pitágoras 249-250), en el incendio de la casa de Milón perecieron muchos pitagóricos que se habían reunido allí para discutir asuntos políticos; sólo se salvaron Arquipo y Lisis, los dos de Tarento. Arquipo regresó a Tarento mientras que Lisis se dirigió primero a Acaya y después a Tebas, donde se encargó de la educación de Epaminondas (cf. C o r n e l io N e p o t e , Vida de Epaminondas 2 ,2 ; D io g e ­n es L a e r c io , VIH 7).

39 Epaminondas, nacido en Tebas en el 415 a. C., fue protagonista de la política tebana desde el 371, año en que, junto con Peiópidas, venció a los espartanos en la batalla de Leuctra. Se esforzó por conseguir la hege­monía de Tebas; por tierra invadió en varias ocasiones el Peloponeso, y, para tener la primacía en el mar, construyó una flota poderosa y conquistó Bizancio. Murió en ei campo de batalla en el año 362, en un encuentro con ios espartanos junto a Mantinea.

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por medio de los elogios y los reproches que dirige respec­tivamente a unos y a otros. La alabanza es, podría decirse, un premio de la virtud sin costo alguno y el reproche consti­tuye un castigo de la bajeza humana que no comporta vio­lencia física. Es hermoso además que las generaciones futu­ras tengan como principio fundamental que cada hombre, cualquiera que sea el modo de vida que haya elegido vivir, merecerá después de su muerte un recuerdo en consonancia con su conducta, y ello a fin de que estas generaciones no se afanen en la construcción de monumentos conmemorativos de piedra, que están limitados a un único lugar y se ven ex­puestos a una rápida mina, sino en alcanzar la inteligencia y las demás virtudes que mediante la fama llegan a todos los lugares40. El tiempo ciertamente, que lo aniquila todo, con­serva de estas virtudes un recuerdo imperecedero y, pese a su propio transcurrir, las hace siempre más vivas. Lo que acabamos de decir encuentra un claro ejemplo en el caso de los hombres mencionados41, puesto que, pese a pertenecer al pasado, todo el mundo habla de ellos como si todavía es­tuvieran entre nosotros42. [Constantini Excerpta II (de Vir­tutibus et Vitiis), 1, págs. 223-224, B üttner-Wobst.]

Ciro, el rey de los persas, después Ambición de Ciro de haber sometido el territorio de los

babilonios y el de los m edos43, ali­mentaba la esperanza de conquistar todo el mundo habitado.

40 Recordemos la sentencia tu ci di dea: Andrôn gàr epiphanôn pâsa gê táphos, es decir, «la Tierra entera es la tumba de Jos hombres ilustres». Cf. T u c íd id e s , II 4 3 , 3.

41 Debe de referirse a discípulos de Pitágoras.42 Diodoro tiene una concepción historiográfica presidida por la idea

de la utilidad pedagógica de la historia.43 Hacia el 550 a. C. Cf. supra, IX 2, 3, nota 14.

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7 4 BIBLIOTECA HISTÓRICA

En efecto, una vez que estuvieron sometidos estos dos pode­rosos y grandes pueblos, pensaba que no habría ni rey ni pueblo que fueran capaces de resistir a su fuerza; porque en­tre aquellos que gozan de poderes iiimitados, algunos suelen no saber llevar el peso de su buena suerte como debe hacer cada hombre. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), pág. 296, ed. Boissevain,]

Cambises44 era de un natural alo-Cambines y Egipto. cado y en sus razonamientos eviden-

La momia Je Amasis. ¡ ^ su trastorno m elltal y !a m agni.hxpedicwn r J ^

conti'a los amonios tud de su reino lo hacía mucho máscruel y arrogante.

Cambises el persa, después de la conquista de Menfís y de Pelusio45, incapaz de llevar el peso de su buena suerte con humanidad, hizo excavar la tumba de Amasis, eí ante­rior rey de los egipcios. Al hallar en el sepulcro el cadáver embalsamado, ultrajó el cuerpo del muerto y, tras descargar toda su insolencia en aquel cuerpo privado de sensibilidad, finalmente dio orden de que fuera quemado. Y dado que no era costumbre de los habitantes de aquel país entregar los

44 Subió al trono persa en el 529 a. C. Cambises II continuó la política expansionists de su padre Ciro II el Grande y conquistó Egipto en el año 525 a. C. (cf. H e r ó d o t o , III 11). Sobre la locura y la desmesura de Cam­bises, cf. H r r ó d o t o , III 3 3 -3 4 , 61 , 80 . Murió en el 522, en Siria, cuando regresaba de Egipto.

45 La expedición persa contra Egipto del 525 ocurre un año después de la muerte de Amasis (cuyo reinado abarca el período 570-526 a. C). Su sucesor Psamético III trató de detener a los persas en la boca Pelusia junto a Pelusio, ciudad situada en el extremo oriental del delta, pero fue derrota­do y se refugió en Mentis, donde los egipcios se rindieron (cf. H e r ó d o t o ,III 10-13).

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LIBRO X 7 5

cuerpos de sus muertos a las llamas46, pensó que de este modo ofendería aún más a aquél que había muerto hacía al­gún tiempo47.

Cuando iba a emprender una expedición contra Etiopía, 3

Cambises envió una parte de sus fuerzas contra los amo­nios 48, ordenando a sus generales que saquearan e incendia­ran el oráculo y que redujeran a la esclavitud a todos los que habitaban en los alrededores del templo49. [Constantini Ex­cerpta 11 (de Virtutibus et Vitiis), 1, págs. 224-225, Β ϋττ-NER-WOBST.]

46 Los persas adoraban las fuerzas de la naturaleza, entre las que estaba el fuego, por lo que no incineraban nunca los cadáveres. Cf. H h r ó d o t o , Historia III-IV [trad, y notas de C. Sohrahhr], BCG 21, Madrid, 1979, I I I16, 3 y nota 94.

47 H h r ó d o t o (III 16, 1-5) se refiere asimismo a las represalias de Cambises contra la momia de Amasis. Diodoro, como Heródoto, se hace eco de una tradición antipersa, de origen egipcio, que al parecer se desvía en parte de ia verdad. Según otra tradición, la actitud de los monarcas per­sas hacia Egipto fue buena, y también lo fue la de Cambises, al menos en el comienzo de la conquista; pero posteriormente, tras la sublevación de Psamético III, debió de cambiar su buena disposición, como ya subraya el relato de Heródoto.

48 Los amonios habitaban el oasis de Sivah, donde se encontraba el famoso templo de Zeus-Amón con su prestigioso oráculo, consultado por destacados personajes como Cimón, Lisandro y Alejandro Magno. Cf. H e r ó d o t o , 1 4 6 , 2; 1 1 1 1 7 ,1 .

49 Según H e r ó d o t o (IIÏ 25, 3), Cambises, en el curso de su expedi­ción contra Etiopía, envió unos cincuenta mil hombres, cifra sin duda exa­gerada, con la orden de esclavizar a los amonios e incendiar el oráculo de Zeus. Este contingente, tras partir de Tebas, llegó a Oasis, a un lugar de­nominado en griego «Isla de los Bienaventurados», probablemente el oasis de Kharga (sobre todo ello cf. H e r ó d o t o , ob. cit. libro III, notas 142- 146), pero no consiguió llegar al terri torio de los amonios puesto que «se desató sobre los persas [...] un viento del sur sumamente violento, que, arrastrando torbellinos de arena, los sepultó», (cf. H e r ó d o t o , III 26).

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7 6 BIBLIOTECA HISTORICA

is Una vez que Cambises, el rey delos persas, se hubo convertido en se-

Rendición ñor Egipto, jos libioS y losde libios y cireneo.s σ r J

cireneos, aliados de los egipcios, le enviaron presentes y declararon que

obedecerían sus órdenes50. [Constantini Excerpta I (de Le­gationibus), pág. 397, C. d e B o o r .]

16 Polícrates, el tirano de los sa-m ios5', enviaba trirremes a los sitios

Polícrates de Somos más oportunos para asaltar a todos los que se encontraban en el mar, y sólo restituía el botín a aquellos que eran

sus aliados52. A quienes le reprochaban esta práctica solía responderles que todos sus amigos, recuperando lo que habían perdido, le estarían más agradecidos que si no hubie­ran perdido nada en un principio53.

50 Cf. H e r ó d o t o , III 13, 3-4, según ei cual los libios, los cireneos y los barceos, tras la rendición de íos egipcios de Mentís, se rindieron a ios persas sin presentar batalla. Cambises aceptó con complacencia los pre­sentes de los libios, pero rechazó las quinientas minas de plata de los cire­neos (anécdota que se sitúa en el contexto de la «leyenda negra» egipcia sobre Cambises, ya que éste agradeció a Arcesilao III que se sometiera sin resistencia y devolvió sana y salva a Cirene a la princesa Ládice, esposa de Amasis, según leemos en H e r ó d o t o , II 181, 5).

51 Del 540 al 522 a. C., año en que el sátrapa persa Oretes le dio una muerte infame (cf. H e r ó d o t o , III 39-47; 54-57 y 120- 125). Lo hizo todo por conseguir la hegemonía del mar (cf. H e r o d o t o , III 39; 122, 2).

52 Evidentemente con el propósito de granjearse aliados.53 Sobre la piratería samia y las aspiraciones marítimas de Polícrates,

cf. H e r ó d o t o , ΙΠ 39, 3-4 y T u c íd id e s , I 13, 6.

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LEBRO X 7 7

A las acciones injustas, por lo general, les sigue una 2

venganza que comporta castigos apropiados para los res­ponsables de la injusticia54.

Cualquier muestra de benevolencia, libre de arrepenti- 3

miento, produce el excelente fruto del elogio de los que han recibido el beneficio; ocurre, en efecto, que, si no todos, al menos alguno de los que han sido objeto de la buena acción corresponde a ella en nombre de todos. [Constantini Ex­cerpta IV (de Sententiis), pág. 296, ed. Boissevain.]

Unos lidios, para huir de la tiranía del sátrapa Oretes, 4

desembarcaron en Samos con muchas riquezas y se presen­taron ante Polícrates como suplicantes. Éste los acogió pri­mero con benevolencia, pero poco tiempo después los hizo degollar para apoderarse de sus riquezas.

Tésalo, el hijo de Pisistrato55, fue 17

Los hijos lo bastante sabio para renunciar a lade Pisistrato,

Valor de Aristogiton tiranía y, al pugnar en defensa de la igualdad, se granjeó grandes simpatías

entre sus conciudadanos; pero los otros hijos, Hiparco e Hipias5fl, hombres violentos y crueles, tuvieron la ciudad

54 Parece referirse ai castigo de Polícrates, que murió «de un modo que, en conciencia, no puede ni contarse» (cf. H e r ó d o t o , III 125).

55 E ra hijo de la unión de Písístrato con la argíva Timonasa; Tésalo era su sobrenombre mientras que su verdadero nombre era Hegesístrato (cf. H e r ó ­d o t o , Historia [trad, y notas de C. S c h r a d e r ] , V 94, 1 y notas 293 y 472; T u c íd id e s , Historia de la Guerra del Peloponeso [trad, y notas de J. J. T o r r e s E s b a k r a n c h ] , 120; V I55 y notas 136-138; A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 17, 3-4, donde leemos que Hipias e Hiparco eran hijos de la mujer legítima, mientras que lofón y Hegesístrato eran ilegítimos como hijos de la argiva). E l juicio que recoge aquí Diodoro contrasta con el que emite A r i s t ó ­t e l e s (Constitución de los atenienses 18, 2), según el cual Tésalo, proclive a la arrogancia y a la violencia, sería responsable de los males de la ciudad.

56 A! morir Pisistrato en el 528/527, Hipias se hizo cargo del gobierno de Atenas (cf. T u c íd id e s , VI 54, 2; 55, 1). Según T u c íd id e s , VI 54, 5, pa-

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7 8 BIBLIOTECA HISTORICA

bajo el yugo de su tiranía. Cometieron muchas ilegalidades, contra los atenienses, e Hiparco, al enamorarse de un joven de extraordinaria presencia, se vio envuelto por este motivo

2 en una situación peligrosa...57. Ciertamente el ataque contra los tiranos58 y el afán de conseguir la libertad para su patria fue común empeño de estos hombres que hemos men­cionado 59; pero la presencia de ánimo ante las torturas y la

rece que los primeros años de su tiranía se caracterizaron por unas accio­nes de gobierno moderadas y aceptadas por el pueblo (cf. asimismo P a u ­s a n ia s , Ï 23, 1). No es probable que Hipias e Hiparco compartieran el poder, como parece desprenderse de este pasaje de Diodoro y de A r i s t ó t e l e s

{Constitución de ¡os atenienses 16, 7 y 18, 1).57 Respecto a Hiparco, A r i s t ó t e l e s (18, I) dice que sentía inclinación

por las diversiones, los amores y la poesía; habría invitado a Atenas a Anacreonte, Simónides y otros poetas (cf. H e r a c l i d e s P ó n t i c o , fr. 4 R o­se). El joven de quien se habría enamorado Hiparco era Harmodio (cf. T u c íd id e s , VI 54, 3). Harmodio y Aristogiton, pertenecientes al noble clan de los Gefireos, para vengarse de las afrentas de Hiparco, organizaron una conjuración contra la tiranía. Decidieron pasar a la acción en la cele­bración de las Grandes Panateneas, «la única fecha en îa que no resultaba sospechoso que los ciudadanos que participaban en la procesión se reunie­ran llevando armas». Su primer objetivo era Hipias, ocupado en la organi­zación de la ceremonia en el Cerámico; «pero al ver a uno de sus conjura­dos conversar familiarmente con Hipias, tuvieron miedo y pensaron que habían sido delatados», por lo que inmediatamente encontraron a Hiparco, el responsable de la ofensa a la hermana y a la familia de Harmodio, junto al llamado Leocorio y lo apuñalaron hasta matarlo. Aristogiton, tras con­seguir· huir, fue apresado poco después, pero Harmodio encontró la muerte al instante, en el mismo lugar de la acción (cf. T u c íd id e s , I 20, 2; VI 56- 57). Cf., asimismo, supra, IX 1, 4.

58 Se echa en falta la narración del desarrollo de los hechos, como el ataque y las muertes de Hiparco y Harmodio. El relato más completo es el de T u c íd id e s (VI 54-57).

59 Diodoro refleja la tradición de exaltación democrática que subraya el móvil político en el asesinato de Hiparco, ensalzando a los tiranicidas como mártires de la libertad (cf. supra, IX 1, 4). Esta magnificación, con objeciones en Heródoto y Tucídides, tiene su representación en la estatuaria (cf. P a u s a n i a s , I 8, 5). Sobre todo ello, cf. H e r ó d o t o , V 55-56 y notas 251-256; VI 123 y notas 615-616; T u c íd id e s , I 20 y nota

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LIBRO X 7 9

fortaleza de su resistencia a terribles dolores fueron mérito exclusivo de Aristogiton, que en los momentos más difíciles conservó dos virtudes: la confianza hacia los amigos y el deseo de venganza respecto a los enemigos. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 225, Büttner- Wobst.]

Aristogiton demostró a todo el mundo que la nobleza de 3 ánimo prevalece ante los mayores sufrimientos del cueipo.

Cuando el filósofo Zenón estaba is sufriendo los padecimientos de la tor-

Zmon tura por la conspiración contra el tira-y el tirano Nearco r 1no Nearco60, interrogado por el pro­pio Nearco respecto a quiénes eran

sus cómplices, exclamó: «¡Ojalá fuera señor de mi cuerpo como lo soy de mi lengua!». [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 296-297, ed. Boissevain.]

Cuando su ciudad natal se vio duramente reprimida por 2

la tiranía de Nearco, Zenón organizó una conspiración con­tra el tirano. Descubierto y sometido a los padecimientos de la tortura, al ser interrogado por el propio Nearco respecto a

notas 251-256; VI 123 y notas 615-616; T u c íd id e s , 1 20 y nota 140; VI 56-59.

60 La conjuración de Zenón de Elea, discípulo y amigo de Parménides, contra la tiranía de Nearco representa probablemente un intento de la oli­garquía de aquella ciudad de ía Magna Grecia por recuperar el espacio po­lítico que había tenido en la primera mitad del siglo v a. C. y en la primera parte de la segunda mitad. Se ha discutido sobre la cronología y las moti­vaciones de la tiranía de Nearco y acerca de la actitud respecto a Atenas del tirano y de sus opositores. Lípara, isla que había tomado partido por Siracusa frente a los atenienses y que fue atacada por Atenas en el invier­no del 427/426 (cf. T u c íd id e s , III 88), sirvió de base a los secuaces de Zenón, según dice D ió g e n e s L a e r c i o , IX 26. Zenón, junto con Parméni- des, había viajado a Atenas, al parecer antes del 440, probable año de la muerte de Parménides (cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 4, 5).

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quiénes eran sus cómplices, exclamó: «¡Ojalá fuera señor de mi cueipo como lo soy de mi lengua!». Cuando el tirano in­tensificó la dureza del tormento, Zenón resistió todavía du­rante un tiempo; pero después, ansioso de liberarse al fin de aquel padecimiento y de vengarse al m ism o tiempo de Nearco, ideó el siguiente plan. En un momento de máxima intensidad de la tortura, fingiendo que su ánimo ya no so­portaba el dolor, gritó: «¡Soltadme. Diré toda la verdad!». Tan pronto como le soltaron, pidió a Nearco que se le acer­cara y le escuchara en privado, puesto que muchas de las re­velaciones que iba a hacerle convenía mantenerlas en secre­to. Y cuando el tirano estuvo bien dispuesto a su lado y arrimó el oído a la boca de Zenón, éste agarró con su boca la oreja del señor y la sujetó fuertemente con sus dientes. Aun­que los siervos acudieron al momento e infligieron todo tipo de torturas al que estaba sometido a tormento a fín de que soltara la presa, Zenón siguió apretando con mucha más fuerza. Finalmente, no pudiendo domeñar el valor de aquel hombre, comenzaron a apuñalarlo para que separara los dientes. Con esta astucia Zenón logró librarse de sus pade­cimientos y vengarse del tirano del único modo posible6t. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, págs. 2 2 5 -2 2 6 , B ü t t n l r - W o b s t . ]

[En efecto, muchas generaciones después, Dorieo, el Lacedemonio62, llegó a Sicilia, se hizo cargo de la región y fundó la ciudad de Heraclea. Debido a su rápido crecimien­to, los cartagineses, que estaban recelosos respecto a la ciu­dad y a la vez temían que un día llegara a ser más fuerte que Cartago y arrebatara la hegemonía a los fenicios, empren­

61 Cf. D ió g k n e s L a e r g io , IX 26, que nos ofrece un relato parecido de la tortura de Zenón.

62 A ello se refiere H e r ó d o t o , V 4 1 -4 8 ; V I I158. Cf. D i o d o r o , IV 23,3. E] pasaje está aquí fuera de lugar.

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dieron una expedición contra ella con numerosas fuerzas y, tras tomarla al asalto, la arrasaron completamente. Pero so­bre estos hechos ya haremos una exposición detallada en el momento oportuno. (D iodoro, IV 23, 3.)]

Cuando algunos se pronuncian respecto a ciertos hechos afirmando que nunca se producirán, parece que su declaración va seguida de una es­pecie de castigo fatal que pone en evi­dencia la insignificancia de la natura­leza humana63.

Cuando Megabizo, llamado también Zópiro, amigo del rey Darío, se dio de latigazos y se mutiló el rostro64 porque quería convertirse en desertor y entregar Babilonia a los persas65, Darío, dicen, se apenó por ello y declaró que pre­feriría tener a Megabizo entero, en caso de que ello fuera posible, a tener diez Babilonias bajo su poder66, aunque aquel deseo no fuera alcanzable.

63 Puede relacionarse con la frase pronunciada por un babilonio res­pecto a fa posibilidad de que su ciudad fuera tomada por los persas; «sólo lograréis rendirnos ■—dijo— cuando puedan parir las muías» en la creencia de que una muía no podía parir nunca (cf. H e r ó d o t o , III 151).

64 Literalmente dice «mutiló ias extremidades de su caía», es decir, la nariz y las orejas; cf. H e r ó d o t o , III 154, 2.

65 En Heródoto, Zópiro es el hijo de Megabizo. Heródoto nos cuenta toda la historia, la frase del babilonio, el parto de una de las muías de Zó­piro y la conclusión de éste de que la toma de Babilonia ya era factible, la intervención de Zópiro y la astucia de su mutilación, para engañar a los babilonios y entregar la ciudad a Darío (cf. H e r ó d o t o , III 151-159, 1).

h(' En Heródoto, después de la conquista, Darío manifiesta que «antes que agregar a sus dominios veinte Babilonias, además de la que poseía, preferiría que Zópiro no hubiera sufrido aquella ignominia» [III 160, i, trad. C. S c h r a d e r ] .

Fatalidad y naturaleza humana. Megabizo

y ¡a toma ele Babilonia. Ambición de Darío.

Los tirrenos abandonan Lemnos

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Los babilonios nombraron a Megabizo general, ignoran­do que el beneficio que les ofrecía era como un cebo que daría paso a la destrucción que iba a seguir67.

El cumplimiento satisfactorio de los hechos constituye una prueba suficiente de las predicciones68.

Una vez que Darío se hubo convertido en señor de casi toda Asia, deseó someter Europa. Dado que aspiraba a po­seer siempre más y estaba convencido de la gran potencia de Persia, trataba de tener bajo su dominio toda la tierra habi­tada, considerando vergonzoso que los reyes que le habían precedido, pese a contar con recursos inferiores, habían con­seguido vencer en el campo de batalla a pueblos más pode­rosos, mientras que él, que disponía de fuerzas más impor­tantes que las de ninguno de sus predecesores, no había llevado a cabo ninguna empresa digna de mención.

Después de abandonar Lemnos por miedo a los persas, los tirrenos fueron diciendo que habían hecho esto a raíz de ciertas respuestas del oráculo y dejaron la isla a disposición de M ilcíades69. Y dado que esta entrega fue obra de Her- món, el jefe de los tirrenos, ha ocurrido que los presentes de este género desde aquel tiempo han sido llamados «regalos

67 Cf. H e r ó d o t o , 111 157, 2-4-158.68 Se refiere al cumplimiento de ia profecía del parto de la muía como

condición para la toma de Babilonia. Cf. H e r ó d o t o , III 151, 2 y 153, 1.ω La isla de Lemnos, dice H e r ó d o t o (V 2 6 ; VI 1 3 7 -1 3 9 ), estuvo

habitada por los pelasgos, que pueden identificarse con los tirrenos de este pasaje de Diodoro; según una tradición recogida por Heródoto, estos pe­lasgos habían sido expulsados del Ática y se habían instalado en Lemnos, isla del Egeo noroccidental que acabaron abandonando por la amenaza de los persas sobre Acte, la península más occidental del tridente de Calcídica (sobre la cual cf. T u c íd id e s , IV 109). Lemnos pasó a estar bajo los persas después de la expedición contra Escitia (cf. H e r ó d o t o , V 2 6 -2 7 ) y fue re­cuperada por Milcíades II, el «Maratonómaco» que, poco antes de la re­vuelta jonia, la repobló con colonos atenienses (cf. H e r ó d o t o , VI 136, 2 ; C o r n r l io N e p o t e , Vida de Milcíades 2 , 4).

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de Hemión»70. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 2 9 7 -2 9 8 , ed . B o is s e v a in .]

Sexto, el hijo de Lucio Tarquinio, 20

el rey de los romanos71, salió72 y se Vtoiaatm dirigió a la ciudad llamada C olada73,y muerte de Lucrecia 0

donde fue a alojarse a casa de LucioTarquinio74, un primo del rey, cuya

esposa era Lucrecia, una mujer de gran belleza y de naturalvirtuoso75. Dado que el marido se encontraba en el campa­m ento76, el huésped se levantó de noche y, saliendo de su dormitorio, íue en busca de la mujer, que estaba acostada en una alcoba77. De pronto se detuvo en la puerta con la espada 2

70 Con referencia a regalos no estrictamente necesarios.71 Tarquinio el Soberbio, que subió al trono en el 535. Cf. supra, X,

fr. 1. Sexto Tarquinio era ei más joven de sus tres hijos y, según la tradi­ción, se valió de la astucia y el engaño para entregar la ciudad de los gabi- nos a su padre. Cf. T. Lrvio, I 53, 5-54; D io n C asio, Historia Romana I-XXXV (Fragmentos) [inír,, trad, y notas de D. P l á c i d o ] , BCG 325, Madrid, 2004, págs. 206-207.

72 Del campamento del ejército romano que estaba sitiando Árdea, la ciudad de los rútulos, situada al sur de Roma, que se había enfrentado a la hegemonía de los Tarquinios en la liga latina. C f. T. Lrvio, I 57 sigs.; D io n i­s io d e H a l i c a r n a s o , IV 64 sigs.; D io n C a s io , ob. cit., págs. 210 sigs.

73 Colacia se encontraba a unos 16 km. al este de Roma, en el territorio de los sabinos; pasó a estar bajo el poder de Roma en el reinado de Anco Marcio. Cf. T. L iv io , I 38, 1.

74 Lucio Tarquinio Colatino, hijo de Egerio. Cf. D io n is io d e H a l i ­c a r n a s o , Historia Antigua de Roma IV 64, 3.

75 Lucrecia, hija de Lucrecio Espurio, símbolo para Diodoro de la vir­tud femenina, es la protagonista de la famosa leyenda a la que se liga la caída de los Tarquinios.

76 En el campamento del que había marchado Sexto.77 Básicamente Diodoro sigue la tradición que se encuentra en Livio.

Pero en T. Lrvio, I 57, 4-11 Sexto había encontrado a Lucrecia unos días antes cuando, en una estancia en Colacia junto a Colatino y a los otros

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desenvainada y le dijo que había preparado un esclavo des­tinado a morir y que la mataría a ella junto al esclavo como si hubiera sido sorprendida en flagrante adulterio y hubiera recibido el castigo merecido a manos de un pariente muy cercano de su marido. En consecuencia, añadió, era preferible que cediera a sus deseos y guardara silencio, asegurándole que no sólo recibiría espléndidos regalos como recompensa de sus favores, sino que podría vivir con él y convertirse en reina cambiando el hogar de un ciudadano privado por un puesto de soberana. Lucrecia, aterrada por el hecho inespe­rado y temiendo que realmente se pudiera creer que había recibido la muerte a causa de un adulterio, mantuvo de m o­mento la calma; pero, al llegar el día, una vez que Sexto hubo marchado, llamó a sus parientes78 y les rogó que no dejaran sin castigo a aquel hombre que había profanado las leyes de la hospitalidad y los vínculos del parentesco. Y después de declarar que para ella, víctima de un ultraje de aquella magnitud, no era decoroso contemplar la luz del sol, se hundió un puñal en el pecho y murió79. [Constantini Ex­cerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, págs. 226-227, Β ϋττ-NER-WOBST.]

A propósito de la violación de Lu- El heroísmo de Lucrecia. crec:ia Por Sexto y al Suicidio motiva-

Consecuendas do por la ofensa sufrida, pensam osde su violación · ■ , j · , ~ ,que sena injusto dejar de señalar la

nobleza de su decisión. A esta mujer, en efecto, que voluntariamente ofreció su vida a las genera-

Tarquinios, había sorprendido a Lucrecia hilando en plena noche y se había quedado prendado de su belleza.

71i A su padre, que fue a Coiacia con Publio Valerio, y a su marido, que volvió de Árdea con Lucio Junio Bruto.

79 Cf. T. Lrvio, I 58, 8-12.

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ciones futuras como hermoso ejemplo a seguir deberíamos considerarla con justicia digna de honores inmortales, a fin de que las mujeres que eligen mantener la pureza de su cuerpo completamente libre de censura puedan invocar como ejem­plo un modelo válido. Otras mujeres ciertamente, aun come- 2

tiendo abiertamente alguna acción como la que nos ocupa, tratan de ocultar lo realizado, a fin de evitar el castigo que sus faltas merecen. Lucrecia, en cambio, después de dar a cono­cer lo que le había ocurrido en secreto, se dio la muerte, de­jando el testimonio del fin de su vida como la más brillante defensa de su conducta. Y si otras mujeres solicitan el perdón 3

por actos cometidos contra su voluntad, Lucrecia se impuso a si misma la pena de muerte por el ultraje sufrido por la fuer­za, a fin de que, aunque se la quisiera cubrir de oprobio, nadie tuviera la posibilidad de vituperar la resolución al ser fruto de su libre voluntad. Dado que los hombres por naturaleza pre- 4 fieren las censuras a los elogios, la mujer cortó por lo sano con las acusaciones de los am igos del reproche, puesto que consideraba vergonzoso que cualquiera pudiera deck que, mientras vivía el hombre al que estaba unida por la ley, ella tenía relaciones con otro hombre en contra de las leyes; y consideraba igualmente vergonzoso que ella, al estar impli­cada en un acto por el cual las leyes imponen a los culpables la pena de muerte, siguiera aferrándose más tiempo a la vida, porque anticipando un poco la muerte, una deuda que en todo caso debía pagar a la naturaleza, podría cambiar el oprobio por los mayores elogios. Así pues, con este acto heroico, no 5

sólo se granjeó una gloria inmortal a cambio de una vida mortal, sino que impulsó a sus parientes y a todos sus con­ciudadanos a infligir un inexorable castigo a quienes habían obrado contra ella pisoteando las leyes80.

80 Según la tradición, el ultraje cometido por Sexto fue la chispa que hizo estallar la rebelión que provocó la huida de Tarquinio a Cerveteri y la

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El rey Lucio Tarquinio gobernó deTarquinio et Soberbio un modo despótico y violento; solía

y su sobrino condenar a muerte a los ciudadanosLucio Junio Bruto , , - « c Λromanos mas ricos, aduciendo falsas

imputaciones contra ellos, con el ob­jeto de apropiarse de sus bienes81. Por esta razón Lucio Ju­n io82, al ser huérfano y el más rico de todos los romanos, por ambas razones recelaba de la arrogante ambición de Tarquinio y dado que, como sobrino suyo, solía vivir conti­nuamente con el tirano, comenzó a fingirse loco, ya porque quería evitar que cualquier habilidad suya fuera objeto de malevolencia, ya porque deseaba observar atentamente, sin suscitar sospecha, todo lo que sucedía y esperar el momento oportuno para derribar la monarquía.

Lecciones de la fortuna. Los sibaritas marcharon contraLa mina ]0s crotoniatas con un ejército de tres­

ne los sibaritas . . . . . , .cientos mil hombres, dando com ien­

zo a una guerra injusta, pero su fracaso fue com pleto83, y al no conseguir mantener felizmente su prosperidad, con su

in s ta u ra c ió n d e la re p ú b lic a . Cf. T. Lrvio, I 59; P l u t a r c o , Vida de Publicola 1, 3; D io n C a sio , ob. cit., p á g s . 2 1 2 s ig s.; p ág . 2 2 3 , n o ta s 1 y 2.

81 Las fuentes están de acuerdo respecto al gobierno despótico de Tar­quinio el Soberbio. C f. T. Livio, I 53 , 1; P l u t a r c o , Vida de Publicola 1, 3; D io n C a s io , ob. cit., págs, 2 0 3 -2 0 5 .

82 Lucio Junio Bruto, hijo de una hermana de Tarquinio el Soberbio, que había matado a su padre y a su hermano. Según ia tradición, que con ello justifica su sobrenombre de Bruto, se fingió loco como medio de sal­vación propia (cf. T, Livio, I 56, 8; P l u t a r c o , Vida de Publicola 3, 5; D io n C a s io , ob. cit., págs. 209 sigs. La tradición cuenta que promovió la expulsión de los Tarquinios, que desempeñó el primer consulado en el 509 a. C . junto a Lucio Tarquinio Colatino y pereció en un encuentro contra Ammte, hijo de Tarquinio (cf. T. Livio, I 59, 1-60, 4).

83 Esta batalla entre los sibaritas y crotoniatas, que precedió a la des­trucción de Síbaris, ocurrió en el 510 a. C. Respecto al enfrentamiento en­tre estos pueblos, cf. infra, X II9-10.

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propia ruina dejaron un ejemplo bastante claro de que en los tiempos en que se disfruta de buena suerte es preciso estar en guardia con una atención mucho mayor que en los momentos de desgracia.

Diodoro dice lo siguiente respecto 24Comentario de Diodoro ,

sobre Heródoto. a Herodoto: «Hemos hecho esta di­ez carro de bronce, gresión no tanto movidos por el deseo

exvoto ateniense -, · , · T t ' j jp o r la Mictoria de crltIcar a Herodoto como para de-

sobre los beodos mostrar que los relatos que contienenelementos maravillosos suelen preva­

lecer sobre aquellos que se ciñen a la realidad»84.Es de justicia que se honre el valor, incluso cuando se 2

manifiesta en las mujeres.Los atenienses obtuvieron provecho de su victoria y , 3

tras derrotar a los beocios y los calcideos, inmediatamente después de la batalla se apoderaron de Calcis85. Con la dé­cima parte del botín capturado a los beocios dedicaron en la Acrópolis un carro de bronce en el que inscribieron estos versos elegiacos:

A los pueblos beo d o y calcideo domeñaronlos hijos de Atenas en acciones de guerray entre negras cadenas de hierro su insolencia extinguieron.A Palas consagraron estas yeguas, diezmo de su resca te86.

84 Es conocida la presencia de la novela y la fábula en la narración his­tórica de Heródoto. Cf. H e r ó d o t o , Historia Í-II [intr. F. R. A d r a d o s ,

trad, y notas C. S c h r a d e r ] , BCG 3, Madrid, 1984, págs. 24 sigs.85 Se refiere al enfrentamiento de los demócratas atenienses con los

espartanos, beocios y calcideos en el 507/506 a. C. Los atenienses infligie­ron una terrible derrota a los beocios y , tras pasar a Eubea, vencieron a los calcideos y establecieron clem cos en la isla (cf. H e r ó d o t o , V 77).

86 Cf. H e r ó d o t o , V 77, 4. La inscripción aparece aquí en la misma forma que la presentaba Heródoto: en realidad se trata de una réplica del

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8 8 BIBLIOTECA HISTORICA

25 Los persas aprendieron de los grie­ga sublevaciónjortia gos a incendiar los templos, respon-y la denota deLade. c|¿eiíci0 con ¡a nñsma insolencia a quié­

r a l e / de Mecateo 1de Mileto nes habían sido los primeros en cometer

injusticia87.2 Los carios, oprimidos por los persas88, consultaron ai

oráculo respecto a las alianzas, para saber si debían acoger a los milesios como aliados. Y el oráculo respondió:

Antiguamente ¡os milesios eran hombres valerosos.

3 Pero el terror que se había apoderado de sus ánimos hizo que se olvidaran de su antigua rivalidad, obligándoles a equipar las trirremes a toda prisa89.

original, que seguramente sufrió el saqueo de los persas cuando en el 480 a. C. devastaron c incendiaron la Acrópolis. Se ha encontrado un fragmento en la Acrópolis que contiene los mismos versos, pero en otro orden. Sobre las inscripciones, cf. I.G. T2 3 3 4 (= M. N . T o d , Greek Historical Inscrip­tions, 12 y 43 ; M k ig g s - L rw is , 15). De! carro de bronce habla P a u s a n ia s , I 2 8 , 2 , que lo menciona con la enorme estatua Atenea Prómaco de Fidias, exvoto de Atenas por la victoria contra los persas; pero, según Heródoto, el carro estaba situado en los Propileos, a la izquierda según se entra.

87 Del mismo modo H r r ó d o t o (V 102) dice que ei incendio del tem­plo de Cibebe en Sardes por obra de ios griegos sirvió de pretexto a los persas para incendiar los templos griegos en la expedición del 480. Pero se ha observado que, pese a la afirmación de Heródoto, la destrucción acci­dentai del templo de la Cibeles lidia no pudo ser la razón de los incendios provocados por los persas (cf. H e r ó d o t o , Historia [trad, y notas C. S c h r a d e r ] , BCG 39, V 102, nota 508).

XR Los carios, situados en la zona sudoccidental de Asia Menor, entre Lidia, Frigia y el Egeo, fueron sometidos primero por Creso y después por los persas; cuando se produjo la sublevación jonia, se alinearon al lado de los griegos.

89 Parece que Diodoro se refiere al tiempo que precedió inmediata­mente a la batalla de Lade, en el 494 a. C. (cf. H e r ó d o t o , VI 7), cuando los jonios, asustados por el avance persa contra Miíeto, enviaron sus dele­gados al Panionio (cf. H e r ó d o t o , í 148, 1), donde decidieron equipar ia

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Recateo de M ileto90, enviado por los jonios como emba- 4 jador91, preguntó a Artafemes cuál era la causa por la que desconfiaba de ellos. Y cuando Artafemes le contestó que re­celaba que pudieran guardar rencor por los males sufridos en su derrota92, Recateo replicó: «Bien, si ser objeto de un trato vejatorio engendra desconfianza, un trato favorable hará que nuestras ciudades estén bien dispuestas hacia los persas». En­tonces Artafemes aprobó estas palabras, aceptó que las ciu­dades restablecieran sus leyes y les impuso un tributo fijado de acuerdo con ia capacidad de cada una.

Ciertamente el odio de los ciuda- 26

Ciudadanos y esclavos danos hacia la plebe, que en el pasado había permanecido oculto, al encon­

trar el momento oportuno, estalló con toda la rabia acumu-

flota y reunida en Lade, un islote situado frente a Mileto que protegía el acceso aí mayor de tos cuatro puertos de la ciudad.

90 Recateo es seguramente el más original e importante de los logógra- fos, historiadores «más atentos a cautivar a su auditorio que a la verdad» (cf. T u c íd id e s , ob. cit., I 21, 1 y notas 146-147). Nacido hacia la mitad del siglo vi a. C., pertenecía a una influyente familia de Mileto. Agatémero dijo de él que «era hombre que había hecho muchos viajes», en los que sin duda adqui­rió saberes que se reflejan en sus obras (Genealogías, en cuatro libros, y Contorno de la Tierra o Períegésis, en dos); su estancia en Egipto está ates­tiguada por Heródoto (Π 143) y es probable que también haya visitado Feni­cia, los territorios del Mar Negro y la meseta irania. Destacó por su actitud crítica frente a las tradiciones y por su racionalismo ante los mitos.

9! H e r ó d o t o (V 36, 2-4) se refiere al papel de Mecateo en la revolu­ción jonia y a los importantes consejos que dio: propugnaba no entrar en guerra contra Persia y, en caso de hacerlo, que Mileto se procurara la hegemonía marítima y que se apropiara de los tesoros del santuario de Apolo en Bránquidas. Tras el fracaso de la revuelta, no quedaba otra solu­ción que conseguir acuerdos de paz con los persas que no resultaran humi­liantes. La habilidad diplomática de Ilecaleo con el sátrapa Artafemes a la que hace referencia este pasaje no aparece mencionada en Heródoto.

92 En la batalla naval de Lade.

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lada. Por esta rivalidad liberaron a los esclavos, prefiriendo conceder la libertad a sus siervos que la ciudadanía a hom­bres libres93.

27 Datis, el general de los persas, queExigencias de Datis era de origen medo y había recibido

y respuesta de de sus antepasados la tradición de queMilciades , , , Λ ■ , Alos atenienses eran descendientes de

Medo, el que había fundado el reino de Media, envió unos mensajeros a los atenienses con el anuncio de que iba a llegar al frente de un ejécito para re­clamarles la soberanía que había pertenecido a sus antepa­sados; según él, en efecto, Medo, que era el más antiguo de sus antepasados, había sido desposeído del reino por los atenienses y, tras arribar a Asia, había fundado el reino de

2 M edia94. En consecuencia, les dijo, si le restituían la sobe­ranía, se olvidaría de aquella primera culpa95 y de la expedi­ción que habían efectuado contra Sardes96; pero si se le en-

93 Este fragmento se refiere probablemente a la situación de Argos al ser derrotada por Cleomenes 1 de Esparta en el 494 a. C. Heródoto nana la matanza de argivos en el bosque consagrado a Argos (VI 78, 2-80). Tras esta derrota la ciudad de Argos se vio disminuida en el número de ciuda­danos y se inició un período de disputas con los esclavos que acabó con la victoria de los ciudadanos argivos, hijos de los que habían caído frente a Cleómenes (Cf. H e r ó d o t o , VI 83).

34 Según una tradición recogida por Justino (II 6, Î4; XLII 3, 6), Medo había nacido de la unión de Medea con Egeo, rey de Atenas, en cuya corte se había refugiado !a maga. Según los trágicos áticos, Medo, con la ayuda de su madre, tras ser expulsados de Atenas, dio muerte a Perses, hermano de Eetes, y reinó en su lugar. En honor de su madre fundó el reino de Media, con lo que un ateniense fue el epónimo de los medos.

95 La expulsión de Atenas de su antepasado.% Alude al envío de una escuadra de veinte naves que se unieron a las

cinco de Eretria, un escaso soporte a la revuelta jonia.

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frentaban, sufrirían una suerte mucho más terrible que la de los eretrieos97. Milcíades, en desacuerdo con el parecer de 3

los diez estrategos98, contestó que, en consonancia con la declaración de los mensajeros, era más adecuado el dominio de los atenienses sobre el imperio de los persas que el de Datis sobre la ciudad de los atenienses, puesto que había si­do un ateniense quien había fundado el reino de los medos, mientras que ningún hombre de estiipe meda jamás se había apoderado de Atenas. Datis, al oír esta respuesta, se preparó para la batalla99. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 298-301, ed. B o is s e v a in .]

97 Eretria, que en el 499/98 había enviado una ayuda a la revuelta jo- nia, ftie saqueada e incendiada por los persas en el 490 a. C., pocos días antes de la batalla de Maratón. La ciudad de Eubea resistió durante seis días, pero al séptimo cayó y sus habitantes fueron reducidos a la esclavi­tud (cf. H e r ó d o t o , VI 101). Posteriormente fue sometida por los atenienses, en el 446, cuando Pericles conquistó la isla (cf. infra, XI 88, 3), Pero en el 411 a. C. Atenas fue derrotada en Eretria, como vemos en T u c íd id e s , VHI 95.

,JK Sobre Milcíades, perteneciente a la noble familia de ios Filaidas, cf. supra, X 19, 6, nota 69. Hipias le envió al Quersoneso Tracio, donde per­maneció hasta su regreso a Atenas, en el 493 a. C. En Maratón, tras el des­embarco de los persas, consiguió que prevaleciera su estrategia frente a la opinión de algunos estrategos, que querían renunciar al encuentro con los invasores (cf. H e r ó d o t o , VI 109-110; C o r n r l i o N f .p o te , Vida de Mil­cíades 4, 4-5; P l u t a r c o , Vida de Aristides 5, 1; J u s t i n o , Π 9, 10). Como es sabido, ios estrategos eran los diez jefes militares elegidos por las diez tribus creadas por Clístenes; había uno por tribu y mandaban las fuerzas que cada tribu aportaba al ejército; formaban el Estado mayor del pole- marco, el jefe supremo del ejército; la elección era por un año y eran re- elegibles. A partir del 487 a. C. asumieron el mando, desplazando al po- lemarco.

99 La batalla de Maratón, en el verano del 490, un gran triunfo atenien­se gracias a la estrategia de Milcíades.

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92 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Hipócrates, el tirano de G e la lü0, después de haber vencido a los siracu-

Hipoaates de Gela sanos 101 estableció su campamentoy le ro n d e A cragante ’ r

en las cercanías del templo de Zeus. Sorprendiendo al propio sacerdote y a

unos siracusanos que estaban descolgando las ofrendas de oro y en especial sacando el manto de la estatua de Zeus que había sido confeccionado con una gran cantidad de oro, los increpó acusándolos de sacrilegio y les ordenó regresar a la ciudad. Pero él se abstuvo de tocar las ofrendas porque que­ría granjearse una buena fama y creía que, al haber empren­dido una guerra de tal envergadura, era preciso no cometer ninguna falta hacia la divinidad y al mismo tiempo desacre­ditar ante las masas a quienes administraban los asuntos de Siracusa, al cundir la sospecha de que gobernaban con afán de lucro, y no en beneficio del pueblo y con espíritu de equidad.

Terón de Acragante, tanto por su linaje y por su riqueza como por la humanidad mostrada en su trato con el pueblo,

100 Hipócrates sucedió a su hermano Cleandro hacia el 498 a. C. y go­bernó hasta el 49 i a. C. Su época fue una de las más gloriosas de la colo­nia fundada por rodios y cretenses (cf. T u c íd id e s , VI 4, 3). Inició la polí­tica expansionista de Gela, quiso extender su dominio por toda la Sicilia oriental hasta eí estrecho de Mesina y en poco tiempo su ciudad se convir­tió en la más poderosa de la isla (cf. H e r ó d o t o , V il 154-155; T u c íd id k s ,

VI 5; F i l i s t o , FGrHist, fr. 15/ T im bo, FGrfflst, frs. 19 a y b; infra, X 62; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , Vil 1; P o l i e n o , V 6). En el 491 «le sorpren­dió la muerte en las inmediaciones de la ciudad de Hibla, durante una ex­pedición contra los sícuíos» ( H e r ó d o t o , VII 155, 1). Entonces Gelón se hizo cargo del poder.

11)1 Esta derrota siracusana tuvo lugar a orillas del rio Eloro, pero no fue seguida del asalto a Siracusa gracias a la intervención de corin­tios y corcireos, que lograron que se llegara a un armisticio por el que los siracusanos entregaban Camarina a Hipócrates (cf. H e r ó d o t o , VII 154, 2).

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LIBRO X 9 3

superó con mucho no sólo a sus conciudadanos, sino tam­bién a todos los siciliotas102. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, pág. 227, B ü ttn er-W o b st.]

G elón de Siracusa 103 se puso a 29

Anécdotas gritar en sueños, porque soñaba quesobre Gelón de había sido alcanzado por un rayo, y su

Siracu&a perro, cuando se dio cuenta de que suamo estaba desmesuradamente turba­

do, no paró de ladrar hasta que lo despertó. Gelón asimismo en cierta ocasión fue salvado de la muerte por un lobo. Cuando todavía era un niño, estaba sentado en una escuela y se le acercó un lobo, que le arrebató la tablilla; y mientras corría detrás del lobo y de su tablilla, he aquí que la escuela sufrió una sacudida sísmica y se derrumbó desde los ci­mientos, causando la muerte de todos los niños juntamente con su maestro. Algunos escritores como Timeo, Dionisio, Diodoro y Dion nos dan el número de los niños, que eran más de cien. Pero la cifra exacta no la conozco. [T z e t z e s ,

Chiliades, 4, 266-278.]

102 Terón gobernó Acragante entre el 488 y el 472 a. C. (cf. infra, XI 53, 1). Este juicio positivo sobre Terón está de acuerdo con el resto de la tradición. Píndaro lo elogió fervientemente (cf. Olímpicas 2, 93 sigs.). Terón desarrolló una política de buena relación con Gelón de Gela, unidos por el sentimiento antipúnico. Impulsó la expansión hacia Selinunte, que tuvo el éxito de la conquista de Heraclea Minoa, y hacia Himera, gobernada por el filopúnico Terilo, conquistada hacia el 482. Respecto a su papel en la decisiva victoria de Himera, cf. in­fra, XI 20 sigs.

103 Tirano de Siracusa entre el 485 y el 478 a. C. Este pasaje se refiere a dos de las diversas anécdotas transmitidas sobre este personaje.

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9 4 BIBLIOTECA HISTÓRICA

30 Cim ón104, hijo de Milcíades, almorir su padre en la prisión del Esta-

Excelencia de Címón do por no poder pagar enteramente la multa105, se dispuso a ingresar en pri­sión y asumió la deuda para poder ha­

cerse cargo del cuerpo del padre y darle sepultura.2 Cimón, que deseaba distinguirse en la dirección de la

política de su ciudad, posteriormente fue un excelente estra­tego y gracias a su propio valor realizó empresas glorio­sa s106. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis), 1, págs. 227-228, B ü t t n e r -W o b s t .]

104 Cimón era hijo de Milcíades, el «Maratonómaco», y de Hegesípi- la, hija de Óloro, rey tracio (cf. H e r ó d o t o , oh.cit. [BCG 39], V i 34 sigs.; T u c íd id e s , ob.cit. [BCG 149], 1 98, nota 537). La biografía de Plutarco nos cuenta numerosas anécdotas sobre este ilustre almirante ateniense.

105 Tras la victoria de Maratón, Milcíades impulsó una política ex~ pansionista para asegurar a Atenas el control de ias islas del Egeo. Pero la expedición contra Paros del 489 a. C. constituyó un fracaso (cf. H e r ó d o t o , VI 133-135; C o r n e l i o N e p o te , Vida de Milcíades 7, 2-4), por lo que Cimón, al regresar a Atenas, fue acusado por Jantipo, el padre de Pericles, y condenado a pagar una multa de cincuenta talentos. Según una tradición recogida por Plutarco y Comelio Nepote, ingresó en pri­sión por no satisfacer la deuda; murió allí y Cimón asumió el pago de la multa.

106 Después de distinguirse en la bataila de Salamina, en el 480 a. C. (cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 5, 4), Cimón fue el alma de numerosas empresas como la toma de Eyón en el 476 (cf. infra, XI 60, 2), la victoria de Eurimedonte, hacia el 470/466 (cf. infra, XI 61, 1-7), la conquista de Tasos en el 464 (cf. infra, XI 70, 1) y la expe­dición contra Chipre del 449 (cf. infra, XII 3-4), en la que encontró la muerte.

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LIBRO X 95

Cimón, según afirman algunos es­critores, era hijo de Milcíades, pero

Cimón y Elpinice según otros su padre se llamaba Es-teságoras107. De Isódice tuvo un hijo, C alías10S. Este Cimón se casó con su

propia hermana E lp in ice109 como posteriormente hizo To- lomeo con B erenice110 y antes de ellos había hecho Zeus con Hera111, y como en nuestros días es costumbre de los persas. Calías tuvo que pagar una multa de cincuenta ta­lentos, para evitar que su padre Cimón sufriera un castigo indigno a causa del reprobable matrimonio de un hermano con su hermana. Resultaría largo para mí citar todos los escritores que se han referido a este hecho, porque es infi­nito el número de los que han escrito sobre ello, poetas cóm icos y oradores, Diodoro y otros. [T z e t z e s , ChiliadesI 582-593.]

107 Según leemos en H e r ó d o t o , VI 34; 103, 1 y en otros pasajes del libro VI, Esteságoras era abuelo de Milcíades el Joven (el Maratonómaco) y padre de Cimón ï y de Milcíades el Viejo. Otro Esteságoras era hermano de Milcíades, el de Maratón, y por tanto tío de Cimón Π, al que se refiere aquí Diodoro (cf. C o r n e l i o N e v ó te , Vida de Milcíades 7, 5).

108 Isódíce, una alcmeónida hija de Euriptólcmo, fiie seguramente su segunda mujer (cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 4, 10; 16, 1). El nombre de Calías está ligado al tratado de paz con Persia del 449 a. C. (cf. infra, XII4, 5).

109 Elpinice era en realidad su hermanastra, Cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 4, 6-8; Vida de Pericles 10, 5.

110 Se refiere probablemente al matrimonio de Ptolomeo I Soter (h. 366-283/282) con Berenice I, hijos del macedonio Lago, él de una unión con Arsínoe y ella del matrimonio con Antigona.

IH Zeus y Hera eran hijos de Crono y Rea (cf. H e s io d o , Teogonia 454). Esta unión suponía el sincretismo de dos cultos diversos, uno in­doeuropeo y otro mediterráneo.

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9 6 BIBLIOTECA HISTÓRICA

32 Temístocles, el hijo de N eo cles112,a un hombre rico113 que se acercó a él

Tem ístocles p refiere p0rqUe trataba de hallar un yerno rico, e l hombre a la riqueza 1 1 ,

le recomendó que no buscara riquezas a ias que faltara un hombre, sino más

bien un verdadero hombre falto de riquezas! 14. Y dado que aquel hombre estuvo de acuerdo con lo que le decía, Temís­tocles le aconsejó que diera a su hija en matrimonio a Ci- món. Ésta fue la razón por la que Cimón, al contar con grandes sumas de dinero, salió de la cárcel y, tras incoarles un proceso, logró la condena de los magistrados que le habían encerrado115. [Constantini Excerpta IV (de Senten­tiis), pág. 301, ed. B o is s e v a in . ]

[El libro precedente, el décimo de nuestra obra, ha con­cluido con los sucesos del año anterior116 al paso de Jerjes a Europa y al debate que tuvo lugar en la asamblea general de

112 Temístocles, nacido en Atenas hacia el 525 a. C. y arconte en el 493/492 (cf. D io n is io d e H a l i c a r n a s o , VI 34), fue el político que puso las bases de la talasocracia ateniense. Fue protagonista de ias batallas de Artemisio y Salamina en el 480 y a su iniciativa se ha de atribuir que los atenienses, en contra del parecer de Esparta, amurallaran la ciudad, inicia­ran la construcción de los Muros Largos y fortificaran el puerto del Píreo (cf. T u c íd id e s , I 90 sigs.; 108). Fue condenado al ostracismo hacia el 471 (cf. infra, XI 55, 1) y acabó sus días en Persia [cf. T u c íd id k s (BCG 149), I 137-138 y nota 877].

113 Seguramente era Euriptólemo, hijo de Megacles, cuya hija Isódice se casó con Cimón (cf. supra, X fi·. 31, 1).

114 P l u t a r c o , Vida de Temístocles 18, 5 cuenta ia misma anécdota. Entre dos pretendientes de su hija prefería el joven de buenas cualidades al rico, a un verdadero hombre sin riquezas que las riquezas sin tai hombre.

115 Diodoro recoge la tradición según la cual Cimón ingresó en la cár­cel por no haber pagado la multa de su padre (cf. asimismo C o r n e l i o

N e p o te , Vida de Cimón 1,1).m El 481 a. C.

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LIBRO X 9 7

los griegos en Corinto para discutir sobre la alianza entre Gelón y los griegos. (D io d o r o , X I 1, 1.)]

Cuando Jeijes estaba a punto de 33

pasar a Europa117, todos los griegospiden°ayudaa°Gelón enviaron una embajada a Gelón para

tratar sobre una alianza, y éste res­pondió que se aliaría para combatir a

su lado y que se cuidaría del aprovisionamiento sólo en el caso de que le ofrecieran el mando supremo tanto de las fuerzas de tierra como de las navales; así el deseo de fama del tirano al exigir el mando supremo obstaculizaba la alian­za, pero la importancia de la ayuda y el temor de los enemi­gos impulsaban a los griegos a compartir la fama con Ge­ló n 118.

En efecto, si la superioridad de los 34

Reflexiones persas impone dones para satisfacerde los griegos su deseo ja codicia del tirano no des-

aníe el encuentro ’con los persas precia ni una mínima ganancia .

La desconfianza, ciertamente, es 2

la garantía más segura de la salvación.Como los niños, cuando sufren un maltrato, buscan la 3

protección de sus padres, del mismo modo las ciudades acuden a los pueblos que las han fundado.

117 En la segunda expedición persa contra Grecia, en el 480 a. C.118 Cf. H e r ó d o t o , VII 157-162. Gelón y los griegos de Sicilia tam­

bién se enfrentaban a la amenaza de un ataque cartaginés (cf. H e r ó d o t o ,VII 158).

119 Las reflexiones del fragmento 34 reflejan el sentir de los griegos ante el enfrentamiento con Persia y sus consideraciones sobre los pros y los contras de la lucha con los persas y el sometimiento al tirano Gelón.

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9 8 BIBLIOTECA HISTORICA

La codicia del tirano no encuentra satisfacción con lo que posee, sino que ambiciona lo que pertenece a otros, y nunca está satisfecho.

A aquellos cuya naturaleza les inclina a oponerse a su poder, cuando se les presente la ocasión oportuna, no les permitirá que se vuelvan poderosos.

Sois, en efecto, descendientes de aquellos hombres que han legado a la gloria sus virtudes, inmortales después de su muerte.

El premio por la alianza no pretende dinero, que fre- cuentemeríte, como podemos observar, es despreciado in­cluso por los hombres del pueblo más humildes una vez que han alcanzado una buena posición, sino el elogio y la gloria, por la que los hombres valerosos no vacilan ante la muerte; la gloria, en efecto, es una recompensa más valiosa que el dinero.

La herencia que los espartiatas reciben de sus padres no es la riqueza, como es el caso de los demás hombres, sino la disposición entusiasta a morir por la libertad, de modo que todos los bienes que la vida puede ofrecer pasan a segundo plano detrás de la gloria.

En nuestro anhelo de tropas mercenarias no descuide­mos las propias fuerzas de la ciudad, no sea que, tratando de alcanzar lo que no está a la vista, perdamos el control de lo que tenemos ante nuestros ojos.

N iego que esté espantado por la magnitud del ejército de los persas, porque la guerra se decide por el valor, no por el número.

La herencia que han recibido de sus padres es vivir sus propias vidas, y morir cuando lo requiere la necesidad de su patria.

¿Por qué deberíamos temer el oro con el que se engala­nan para ir a la batalla, como se acicalan las mujeres para la

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LIBRO X 9 9

boda, si, a raíz de ello, el premio de nuestra victoria será no sólo la gloria, sino también la riqueza? El valor ciertamente no teme al oro, que suele caer prisionero del hierro, sino a la habilidad militar de quienes tienen el mando.

Todo ejército que supera las justas proporciones en la 13

mayor parte de los casos se lleva a sí mismo a la ruina. En efecto, antes de que las hileras de los enemigos puedan re­cibir las órdenes, nosotros nos anticiparemos a su acción y alcanzaremos nuestros objetivos. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis), págs. 301-302, ed. B o is s e v a in .]

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FRAGMENTOS DE PROCEDENCIA INCIERTA

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FRAGMENTOS DE PROCEDENCIA INCIERTA

[En fin, muchas generaciones más tarde, el pueblo de los sículos pasó en masa de Italia a Sicilia y se estableció en el territorio abandonado por los sicanos. Al avanzar con­tinuamente los sículos movidos por su ambición y saquear las tierras limítrofes, se produjeron frecuentes guerras entre ellos y los sicanos hasta que al fin se estipularon pactos y de común acuerdo establecieron las fronteras de sus territorios. Pero de esto haremos un relato detallado en el momento oportuno1. ( D i o d o r o , V 6, 3-4.)]

Diodoro, sin embargo, establece una distinción entre ellos cuando habla de los sicanos y sículos. [ E u s t a c i o ,

Comentario a la Odisea XX, pág. 1896 S t a l l b a u m .]

Diodoro, cuando se refiere a los sículos y sicanos en al­gunos pasajes de los diez primeros libros, establece una dis­tinción, como ya he dicho anteriormente, entre sículo y si- cano. [ E u s t a c i o , Comentario a la Odisea XXIV, pág. 1962 S t a l l b a u m .]

1 No se encuentra tal relato en los libros que quedan de Diodoro.

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104 BIBLIOTECA H ISTÓ R IC A

Diodoro Siculo y Opiano afirman que esta ciudad de Neápoiis lue fundada por Heracles. [ T z e t z e s , Sobre la Ale­jandra de Licofrón V 717 S c h e e r .]

Y el Paladión2 de Atenea tenía estas características, me­día tres codos, era de madera y había caído del cielo, según dicen, en Pesinunte de Frigia, y tanto Diodoro como Dion afirman que el lugar fue llamado así debido a aquel aconte­cimiento3. [ E u d o c i a , Violarium, 322 F l a c h .]

Y Diodoro cuenta que un pico de los Alpes, que al pare­cer es la cumbre más alta de toda la cordillera, es conocido por los habitantes de la zona como la «Cresta del Cielo». [ E u s t a c i o , Comentario a la Odisea 1, pág. 1390 S t a l l ­

b a u m .]

2 El Paladión o Paladio (Palládion) era una imagen de la diosa Palas Atenea. Era famoso el robado en Troya por Diomedes y Ulises, del que se pensaba que daba seguridad a la ciudad que lo poseyera (cf. H e r ó d o t o ,

IV 189; P a u s a n i a s , I 28, 9). Era un xóanon o escultura en madera que re­presentaba a la diosa de pie y en actitud rígida, con el casco y el escudo y blandiendo la lanza.

3 Ven en Pesinunte la raíz pet-/pes~, con el significado de «caer». So­bre Pesinunte y su santuario de la Madre de los Dioses, cf. E s t r a b ó n , XII 5, 3; P a u s a n i a s , VII 17,10 sigs.

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LIBRO XI

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SINOPSIS

índice antiguo del libro XI.1 Plan del libro XI. Expedición persa contra Grecia. Mardonio

convence a Jerjes. Tratado entre persas y cartagineses.2 Preparativos persas. El puente del Helesponto y el canal del

Atos. Ultimátum de Jerjes. Expedición griega a Tesalia.3 Actitud de las ciudades griegas ante la amenaza persa. Jeijes

atraviesa el Helesponto y llega a Dorisco. Recuento de efectivos.4 Leónidas espera a los persas en las Termopilas.5 El impresionante ejército persa frente a las Termopilas. Em­

bajada de Jeijes a Leónidas.6 Jeijes y Demarato. Se lanza el ataque de las Termopilas.7 Primeros encuentros: los persas rechazados.8 Resistencia de los hombres de Leónidas. La trama del traquinio.9 Ante la inminencia del cerco persa, Leónidas decide resistir.

10 El final de los soldados de Leónidas.11 Encomio de los hombres de Leónidas.12 La batalla de Artemisio.13 Artemisio. La segunda batalla. Retirada a Salamina y evacua­

ción de Atenas.14 De las Termopilas a Atenas. Saqueos de los persas.15 Actitud de los corcireos. Saqueo del Ática y debate sobre la

táctica de la batalla naval.16 Descontento por la decisión de librar batalla en Salamina.17 Estratagema de Temístocles. Se prepara la batalla naval.

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108 BIBLIOTECA H ISTÓ R ICA

18 Batalla de Salamina. Ruptura de las líneas persas.19 Se consuma la derrota persa. Nueva estratagema de Temístocles.20 Expedición cartaginesa a Sicilia. Amílcar ataca Hímera.21 Gelón acude en auxilio de Hímera. Estratagema de Gelón.22 Derrota cartaginesa en Hímera. La fama de Gelón.23 Comparación de hechos y personajes de Grecia y Sicilia24 Coincidencia de Hímera y las Termopilas. Consternación en

Cartago.25 El esplendor de Acragante y el prestigio de Gelón de Siracusa.26 Moderación de Gelón. Paz con los cartagineses.27 La flota persa en la costa jonia. Los premios al valor y el ini­

cio de la ruptura entre Atenas y Esparta.28 La diplomacia en acción. Segunda toma de Atenas.29 Se prepara la batalla de Platea. El juramento de Platea.30 Efectivos de los ejércitos. Primeros encuentros y traslado del

campamento griego. Se inicia la batalla.31 La derrota. Muerte de Mardonio y huida de los persas.32 Persecución y matanza.33 Reparto del botín. El trípode de Delfos. Honores a los caídos.

Pausanias castiga la traición tebana.34 Se prepara la batalla de Mícale. Estratagema de Leotíquidas.35 Exhortaciones ante la batalla. Explicación sobre la noticia del

éxito de Platea y la estratagema de Leotíquidas.36 La batalla de Mícale. Derrota de los persas.37 Después de Mícale. Se sigue el criterio ateniense. Asedio de

Sesto. Victoria romana sobre los volscos.38 Sicilia. Popularidad de Gelón. Muerte y sucesión.39 Atenas se fortifica contrariando a Esparta. Astucia de Temístocles.40 Éxito del plan de Temístocles: Atenas reconstruye sus mura­

llas. Guerra de Roma contra los ecuos y Túsculo.41 Prestigio y clarividencia de Temístocles.42 El proyecto de Temístocles ante la Asamblea y el Consejo de

Atenas.43 Política naval de Temístocles.44 Misión liberadora de Pausanias. Su entendimiento con los per­

sas y su retomo a Esparta. Vía libre a la hegemonía ateniense.

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LIBRO XI 109

45 Traición y castigo de Pausanias.46 Pausanias y Aristides. Esparta cede la hegemonía naval.47 La Confederación ático-deíia. Aristides «el Justo» fija el tri­

buto y Atenas obtiene la primacía.48 Leotíquidas y Arquidamo de Esparta. Anaxilas y Micito de

Regio. Siracusa: conflicto entre Hierón y Polizelo. Trasideo y la conspiración de los himereos. Terón de Acragante.

49 Repoblación de Naxos, Catana y Leontinos por obra de Hie­rón, y de Hímera por Terón.

50 Debate en Esparta sobre la hegemonía.51 Hierón ayuda a Cumas y vence a los etruscos.52 Guerra entre los tarentinos y los yápiges.53 Terón y Trasideo. Trasideo se enfrenta a Hierón y es derrota­

do. Victoria de los veyentes sobre los romanos.54 Maniobras de Esparta contra Temístocles.55 El ostracismo de Temístocles. Esparta acusa a Temístocles de

connivencia con Pausanias.56 Huida de Temístocles, que se refugia en la corte persa.57 Mandana quiere vengarse. Proceso de Temístocles. Honores

del Gran Rey.58 Muerte y excelencia de Temístocles.59 Elogio de Temístocles.60 Cimón conquista Eyón y Esciros. Expedición a la costa de

Asia Menor. Derrota de la flota persa en aguas de Chipre.61 La victoria de Eurimedonte.62 Fama de Cimón y prosperidad de Atenas a raíz de Eurime­

donte. Agradecimiento a la divinidad.63 Terremoto de Esparta. Rebelión de meseníos e hilotas. Reac­

ción de Arquidamo.64 Rebelión de meseníos e hilotas. El rechazo de Esparta a la

ayuda de Atenas, causa de su posterior hostilidad.65 Rivalidad entre Argos y Micenas. Destrucción de Micenas.66 Hierón y los hijos de Anaxilas, Micito abandona Regio.

Muerte de Hierón.67 Digresión sobre los Dinoménidas.68 Los siracusanos se liberan de la tiranía de los Dinoménidas.

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110 BIBLIOTECA HISTO R IC A

69 Asesinato de Jeijes y subida al trono de Artajerjes.70 Rebelión de Tasos y Egina y endurecimiento del imperialismo

ateniense. Colonización de Anfípolis y desastre de Tracia.71 Artajeijes reorganiza el Imperio persa. Sublevación de Egipto

y ayuda ateniense.72 Sicilia después de los Dinoménidas.73 Los mercenarios se enfrentan a los siracusanos.74 Victoria ateniense contra los persas en Egipto. Artajeijes en­

vía una segunda expedición contra Egipto.75 Una expedición persa de refuerzo parte hacia Egipto.76 Luchas civiles en Sicilia después de las tiranías.77 Partida de los atenienses de Egipto. Efíaltes frente al Areópago.78 Exitos atenienses contra Corínto, Epidauro y Egina. Ducetio

funda Meneno y se apodera de Morgantma.79 Guerras entre corintios y megareos y entre focenses y dorios.80 La batalla de Tanagra.81 La victoria de Mirónides.82 La victoria de Mirónides comparable a las de Temístocles, Mil-

cíades y Cimón.83 Enófíta y las campañas de Mirónides en Lócride, Fócide y

Tesalia.84 Periplo de Tólmides en tomo al Peloponeso.85 Aparece Pericles. Expedición contra el Peloponeso y Acarnania.86 Tregua de cinco años entre atenienses y peloponesios. Luchas

civiles en Sicilia. Tindárides.87 Instauración y abolición del petalismo en Siracusa.88 Expediciones de Pericles y de Tólmides. Siracusa combate a

los piratas tirrenos. Empresas de Ducetio.89 Digresión sobre el culto de los Palicos.90 La suerte de Palice. Refundación de Síbaris.91 Derrota de Ducetio.93 Juicio y destierro de Ducetio. Fin del libro XI.

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Sobre el paso de Jerjes a Europa (1-4).Sobre la batalla de las Termopilas (5-11).Sobre la batalla naval que combatió Jerjes contra los griegos

(12-13).Cómo, gracias a la estratagema de Temístocles contra Jerjes,

los griegos derrotaron a los bárbaros en la batalla naval de Salamina (14-18).

Cómo Jerjes dejó tras de sí a Mardonio al mando de las fuerzas persas y regresó a Asia con una parte de su ejér­cito (19).

Cómo los cartagineses desembarcaron en Sicilia con impor­tantes fuerzas (20).

Cómo Gelón, después de vencer a los bárbaros gracias a una estratagema, mató a algunos de ellos y a otros los hizo prisioneros (21-23).

Cómo Gelón, a petición de los cartagineses, concluyó con ellos la paz y les exigió el pago de un tributo (24-26).

Atribución de los premios al valor a los griegos que se dis­tinguieron en la guerra (27).

1 Cada libro de la Biblioteca Histórica se nos ha transmitido procedidode una sucinta relación de contenidos a modo de índice. Cf. D i o d o r o d e

S i c i l i a , Biblioteca histórica. Libros I-III [intr., trad, y notas de F. Parreu],BCG 294, Madrid, Gredos, 2001, pág. 41.

El contenido dll Libro XI de Diodoro es el siguiente1:

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112 BIBLIOTECA H ISTO RICA

Batalla entre los griegos y los persas de Mardonio en Platea y victoria de los griegos (27-39).

La guerra de los romanos contra los ecuos y los habitantes de Túsculo (40).

Sobre la construcción del Píreo por Temístocles (41-43).Sobre el socorro enviado a Cumas por el rey Hierón (51).Sobre la guerra entre los tarentinos y los yápiges (52).Cómo Trasideo, hijo de Terón y tirano de los acragantinos,

fue derrotado por los siracusanos y perdió su trono (53).Cómo Temístocles se refugió en la corte de Jerjes y salió li­

bre de un proceso en el que se pedía contra él la pena de muerte (54-59).

Cómo los atenienses liberaron las ciudades griegas de Asia (60-62).

Sobre el terremoto que tuvo lugar en Laconia (63).Sobre la sublevación de los mesenios y los hilotas contra los

lacedemonios (63-64).Cómo los argivos destruyeron Micenas y la convirtieron en

una ciudad deshabitada (65).Cómo los siracusanos derribaron la dinastía de Gelón (67-

68).Cómo Jerjes fue asesinado a traición y subió al trono Arta-

jeijes (69).Sobre la sublevación de los egipcios contra los persas (71).Sobre las discordias intestinas de Siracusa (72-73).Cómo los atenienses derrotaron a los eginetas y a los corin­

tios (78-79).Cómo los focenses hicieron la guerra contra los dorios (79).Cómo el ateniense Mirónides con pocos soldados venció a

los beocios, mucho más numerosos (81-82).Sobre la expedición de Tólmides contra Cefalenia (84).Sobre la guerra en Sicilia entre los egesteos y lilibeos (86).Sobre la institución del petalismo en Siracusa (86-87).

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LIB RO XI 113

E xpedición de Pericles con tra el P eloponeso (88). E xped ición de los siracusanos con tra T irren ia (88).Sobre los llam ados Palicos de S icilia (89).Sobre la derro ta de D ucetio y el m odo inesperado con el que

salvó su v ida (91-92).

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Plan del libro XÎ. E1 libro precedente, el décimo de 1Expedición persa nuestra obra, ha concluido con los su-

conu-a Grecia Mardonio cesos del año anterior2 a l paso de Jerconvence a Jerjes. r

Tratado entre persas jes a Europa y al debate que tuvo lu- y cartagineses gar en ja a s a ^ i g a general de los

griegos en Corinto para discutir sobre la alianza entre Gelón y los griegos3. En este libro, para completar sin interrupcio­nes el relato de los hechos históricos, comenzaremos por la expedición de Jeijes contra los griegos y detendremos nues­tra exposición en el año precedente a la expedición de los atenienses contra Chipre bajo el mando de Cimón4.

2 El libro X concluía pues con los sucesos del año 481 a. C.3 Díodoro se refiere a la liga defensiva que se constituyó en Corinto

junto al santuario de Posidón en el 481 y al proyecto de alianza con Gelón (cf. H e r ó d o t o , VII 153, 157-163; D io d o r o , supra, X 33). En este con­greso de Corinto participó un buen número de ciudades, treinta y uno, en­tre las que estaban las más importantes, salvo alguna excepción como Ar­gos y Corcira. El sentimiento panhelénico se fortaleció ante el peligro persa y decidieron enviar una embajada a Gelón para solicitar su ayuda, embajada sobre la que se han emitido dudas, al parecer injustificadas. Cf. infra, X I26, 4-5.

4 El libro XI cubre pues el período comprendido entre los años 480 y 451, y el libro XII comienza en efecto con el relato de la expedición de Cimón (XII 2, 3).

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2480/79

El año en el que Calíades fue arconte en Atenas5 y los romanos eligieron cónsules a Espurio Casio y Proclo Virgi­nio Tricosto6 y los eleos celebraron la Olimpíada septuage- simoquinta, en la que Astilo de Siracusa venció en el esta­dio7, Jeijes, el rey de los persas, emprendió su expedición

5 Respecto a Calíades y al sistema de datación dei año mediante Ía in­dicación del arconte epónimo (llamado así porque su nombre encabezaba las listas oficiales, por lo que daba el nombre al año de su administración), cf. H e r ó d o t o , Historia [trad, y notas de C. S c h r a d e r ] , VIII 51, 1 y nota 263, BCG 130, Madrid 1989; Mármol de Paros 51; D i o n is io d e H a l i ­

c a r n a s o , IX 1, 1; D ió g e n k s L a e r c i o , II 5,45; R. D e v e l i k , Athenian Of­ficials 684-321 B.C., Cambridge, 1989, pág. 63.

6 Según la tradición vulgata (T. Livio, Π 43, 11; Dionisio de H ali­ca rn aso , ÏX 5, 1; cf. T. R. S. B ro u g h to n , The Magistrates o f Roman Republic, Nueva York, 1951-52 [= Cleveland, 1968], pág. 24), los cónsu­les eran Marco Fabio Vibulano y Gneo Manlio Cincinato. De acuerdo con la cronología varroniana, los cónsules aquí citados (Sp. Cassius Vicellinus III y Proculus Verginius Tricostus Rutilus; cf. E. J. B ickerm ann, Chro­nology o f the Ancient World, Londres, 1969, pág. 171; A. E. Samuel, Greek and Roman chronology, Munich, 1972, pág. 256; T. R. S. B ro u g h to n , ob. cit., pág. 20) ocuparon eí cargo en cl 486 a. C. (268 ab Urbe cond.). Diodoro los sitúa en la Olimpíada 75, es decir, en el 480/79, y Dionisio de H a lic a rn a so (IX 1, 1) en el año 481. Admitiendo Ia equivalencia de año griego 480/79 = año romano 479, Diodoro avanza aquí siete años respecto a la cronología varroniana, adelanto que se man­tiene hasta XI 41, 1 inclusive; a partir del capítulo 48, 1 la diferencia se reduce a seis años, y en el 91, 1 vuelve a ser de siete (cf. Gh. P e r l , Kritische Untersuchungen zu Diodors rómischen Jahrzáhlung, Berlín, 1957, pág. 106). Sobre Espurio Casio, cf. T. Livio, I I 41, i; supra, XI 37, 7. Para ésta y las sucesivas notas sobre cronología, véase el Apéndice.

7 El estadio era una competición atlética que tomaba su nombre de una medida de longitud equivalente a unos 177 m. Astilo era de Crotón. Para agradar a I-Iierón, ya en la Olimpíada 74 participó como siracusano, por lo que los crotoniatas «decretaron que se convirtiese su casa en cárcel y des­truyeron su estatua-retrato» (cf. P a u s a n i a s , Descripción de Grecia, trad, y notas de M. C. H e r r e r o I n g e l m o , Madrid, BCG, 1994, VÏ 13, 1). Con­servamos un fragmento de Simónides dedicado a él (cf. Lírica Griega Ar­caica, intr. trad, y notas de F. R. A d r a d o s , BCG 31, Madrid, 1980, pág.

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contra Grecia por el motivo siguiente8. El persa Mardonio, primo de Jerjes y pariente suyo por alianza matrimonial9, era muy admirado entre los persas a causa de su inteligencia y de su valor. Henchido de orgullo y en la flor de la vida10, deseaba conducir una expedición con fuerzas considerables, por lo que convenció a Jerjes de la conveniencia de someter a los griegos, que siempre se habían mostrado hostiles a los persas. Jerjes, persuadido por él y deseoso de expulsar a to­dos los griegos de sus tierras11, envió una embajada a los cartagineses para tratar de una acción conjunta y concluyó con ellos un tratado en los términos siguientes: él, Jerjes,

257, Epinicio í = PMG 506). Sobre la septuagesimoquinta Olimpíada, cf. asimismo, H e r ó d o t o , ob. cit., V II206 y nota 989.

8 Tras el fracaso de la primera expedición persa que acabó con la vic­toria ateniense de Maratón en el 490, pasaron diez años antes de que Per­sia emprendiera la segunda expedición. Aquí Diodoro, respecto al motivo de esta nueva empresa, sigue la tradición que la atribuía a la ambición y al carácter aventurero de Mardonio (cf. H e r ó d o t o , VII 5 -7 ) .

9 Mardonio, por su madre, era sobrino de Darío I y primo de Jerjes, como hijo del matrimonio de Gobrias y de una hermana de Darío (cf. H e r ó d o t o , VII 5, 1). Pero también era yerno de Darío por su matrimonio con Artozostra (cf. H e r ó d o t o , VI 43, 1), y cuñado, puesto que una her­mana suya había estado casada con el Gran Rey (cf. H e r ó d o t o , VII 2, 2). Como se ve, eran unas relaciones complejas, que se explican por la ten­dencia de la monarquía persa a emparentar de esta forma para asegurar la cohesión y la fidelidad de los miembros de las familias más importantes.

10 Nacido, como Jetjes, hacia el 520 a. C., estaba pues «en la flor de la vida» en el momento de la segunda expedición persa. El retrato de Mardo­nio que presenta aquí Diodoro se compadece con el de Heródoto en lo re­ferente al orgullo y a la ambición, pero el retrato efectuado por el historia­dor de Halicarnaso es menos elogioso en cuanto a la inteligencia y el valor.

! 1 La referencia a una expulsión total de los griegos se ha considerado exagerada, habida cuenta de la política tradicional de Persia en relación a los griegos de Asia Menor, al desarrollo económico y esplendor cultural de Mileto (Cf. J. H a il le t , Diodore de Sicile. Bibliothèque historique, li­vre XI, París, 2001, pág. 119).

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emprendería una expedición contra los griegos de Grecia12 y los cartagineses, al mismo tiempo, prepararían un numeroso

5 ejército para derrotar a los griegos de Sicilia e Italia53. Así, pues, de acuerdo con este tratado, los cartagineses reunieron una gran cantidad de dinero y alistaron mercenarios de Italia y Liguria y también de Galía14 y de Iberia y, además de es­tas fuerzas, reclutaron tropas de ciudadanos a lo largo de to­da Libia y en Cartago; finalmente, al cabo de tres años de preparativos, reunieron un ejército de más de trescientos mil hombres y una flota de doscientas naves15.

12 Diodoro hace la distinción entre los griegos que habitan Grecia pro­piamente dicha y los que habitan Sicilia e Italia, es decir la Magna Grecia.

13 Se ha discutido mucho sobre la realidad de las relaciones diplomáticas entre persas y cartagineses con esta alianza que, según explica Diodoro, pre­veía un ataque combinado contra Grecia continental y contra la Magna Gre­cia. Según É f o r o (FGrHist 70 fr. 186), que parece ser la fuente de Diodoro, los embajadores del Gran Rey propusieron a los cartagineses la conquista de Sicilia primero y la del Peloponeso después, y Cartago aceptó. La creencia en una tal alianza puede relacionarse con el sincronismo entre las victorias griegas de Hímera y Salamina que establece H e r ó d o t o , V II166 (cf. ob. cit., trad, y notas de C. S c h r a d e r , nota 806). Pero Heródoto no habla de la alianza y Aristóteles (Poética 1459 e) considera fortuita la coincidencia de los ataques de persas y cartagineses, lo que ha hecho pensar que un tratado entre ambos pueblos fue fruto del racionalismo y el retoricismo de Éforo. Pe­ro si la alianza no es histórica, es posible aceptar la verosimilitud de una co­munidad de intereses mediterráneos que unían a Persia y al mundo púnico; y la simultaneidad de las dos acciones puede ser algo más que una simple ca­sualidad, ya que persas y cartagineses pudieron estar en contacto por medio de los fenicios de Tiro y estar al día respecto a los preparativos de irnos y otros. Por otra parte, una tradición que encontramos en J u s t in o (XIX 1) hace remontar las propuestas de alianza entre Persia y Cartago a los tiempos de Darío, que se habría dirigido a los cartagineses hacia el 491/490 con vis­tas a la campaña contra Grecia.

14 La Galatía, que en Diodoro se refiere a la zona meridional de la Gaiia.15 La cifra de 300.000 hombres, que encontramos también en H e r ó ­

d o t o , VII 165, se considera una exageración de la propaganda postbélica,

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Preparativos persas. JeiJes> Por su parte, rivalizando en 2El puente del Helesponto celo con los cartagineses, consiguió

y eicanaideiAtos. SUperarlos en todos los preparativosUltimatum de Jerjes. r .Expedición griega en la misma medida que aventajaba a

a Tesaba l0 s cartagineses por el número depueblos de su imperio. Comenzó a hacerse construir naves en todas las zonas costeras sometidas a su autoridad, en Egipto, Fenicia y Chipre, y también en Cilicia, Panfiüa, Pi­sidia e igualmente en Licia, Caria, Misia, Tróade y las ciu­dades del Helesponto, en Bitinia y en el Pontoló. Como los cartagineses, completó los preparativos en tres años17 y consiguió equipar una flota de más de mil doscientos barcos de guerra. Le sirvió de ayuda asimismo lo que había hecho 2

su padre Darío, que antes de su muerte había equipado un numeroso ejército18, puesto que, al ser derrotado por los

pero puede aceptarse el número de 200 naves al ser Cartago una potencia marítima.

16 Respecto a lo s pueblos q u e p r o p o r c io n a r o n b a r c o s a Jerjes, c f.

H e r ó d o t o , VII 89-95. Diodoro se r e f i e r e a los m is m o s p u e b lo s y s ig u e e l

m i s m o o r d e n q u e Heródoto. Sobre e l n ú m e r o d e n a v e s d e l a f lo ta d e Jer­jes, cf. E s q u il o , Persas 341-343; H e r ó d o t o , VII 89; L is ia s , Epitafio 27; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 14, 1. E l n ú m e ro d e « m á s d e m i l d o s c ie n ­

to s » que n o s da Diodoro e s tá d e a c u e r d o c o n la t r a d ic ió n (Esquilo: 1207 n a v e s e n Salamina; Heródoto: 1207 e n e l r e c u e n to d e Dorisco; Lisias: 1200; y Plutarco s e l im i t a a c i t a r a Esquilo.

n Las fuentes no coinciden en la duración de los preparativos. Según J u s t i n o , II 10, 12, fueron cinco años. Para H e r ó d o t o , VII 20, 1, fueron cuatro, desde la primavera del 484, tras la represión de la rebelión de Egipto, hasta la primavera del 480. Este cálculo parece el más verosímil. A 1207 navios de guerra H e r ó d o t o (VII 97) añade tres mil barcos auxi­liares, triecónteros, pentecónteros, naves para el transporte de caballos, etc. J u s t i n o ( I I 10, 19) también añade tres mil barcos de carga.

18 Tan pronto como le llegó la noticia del desastre de Maratón, Darío sintió deseos de emprender una nueva expedición contra Grecia (cf. H e r ó d o t o , VII 1) y seguramente se preparaba para un ataque contra Ate­nas cuando le sobrevino la muerte en otoño del 486 a. C. La muerte le sor-

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atenienses en Maratón, donde sus tropas estaban al mando de Datis, abrigaba un gran resentimiento contra los atenien­ses que le habían vencido'9. Pero cuando ya iba a pasar a Europa para atacar a los griegos, Darío fue sorprendido por la muerte, y así Jeijes, movido por el proyecto de su padre y también, como se ha dicho antes, por el consejo de Mardo­nio, decidió hacer la guerra contra los griegos20.

3 Cuando hubo ultimado todos los preparativos para la expedición, ordenó a sus almirantes que concentraran sus naves en Cime y en Focea2Í, mientras que él mismo, tras haber reunido las fuerzas de infantería y de caballería de to-

prendió tras treinta y seis años de reinado, sin haber podido realizar sus dos últimos objetivos, el ataque a Grecia y la represión de la revuelta egipcia.

19 Sobre la segunda expedición de Datis y Artáfrenes, la batalla de Ma­ratón (agosto-septiembre del 490) y la retirada persa, cf. H k r ó d o t o , VI 94-119.

20 Jerjes heredó el resentimiento contra los griegos y los proyectos de su padre, como se ve en el texto de H e r ó d o t o (Vil 8 ss.), en la asamblea convocada, tras la reconquista de Egipto, para deliberar sobre la campaña contra Grecia. Diodoro une pues dos causas, el respeto de Jeijes al desig­nio paterno (2, 2) y la influencia de Mardonio (1, 2-4). En el texto de Heródoto la causa esencial es el imperialismo persa.

21 Cime, la más importante ciudad eolia de Asia Menor, estaba situada entre las desembocaduras de los ríos Hermo y Caico. Ocupada por los per­sas, se sublevó contra ellos en la revuelta jónica. Luego, tras la victoria de Mícale, formó parte de ¡a liga ático-delia y permaneció fiel a Atenas hasta el 412 a. C. (cf. T u c í d i d e s , VIII 31, 3-4). Focea, situada en la zona sep­tentrional de la costa jonia de Asia Menor, al sur de Cime y del golfo Elaítico, tuvo una intensa actividad colonizadora que le llevó a competir con los fenicios en el Mediterráneo occidental y con los etmscos en el Tirreno. Tras la derrota de Alalia (h. 535 a. C), los foceos cedieron el control del Mediterráneo occidental a los cartagineses y fundaron Elea (la latina Velia), al sur de Pesto. Allí se refugiaron los fugitivos de Focea que habían abandonado la costa de Asia Menor después de la ocupación persa (cf. H e r ó d o t o , I Î61-168). Tras la revuelta jónica Focea inició su decadencia y, después de las Guerras Médicas, formó parte de la liga de Délos.

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das sus satrapías, partió de Susa22; y al llegar a Sardes23, despachó heraldos a Grecia con la orden de ir a todas las ciudades y pedir a los griegos el agua y la tierra24. Luego 4 dividió su ejército y envió dos contingentes considerables, uno a tender un puente sobre el Helesponto, otro a abrir un canal a través del Atos en el istmo del Quersoneso, con lo que conseguía para sus fuerzas un paso rápido y seguro y al mismo tiempo esperaba espantar a los griegos con la magni­tud de sus obras25. Los hombres que fueron enviados para

22 Capital del antiguo Elam, estuvo bajo el poder de los asidos y los babilonios, y luego se convirtió en capital del imperio aqueménida.

23 De Susa habría partido en verano del 481 a. C. en dirección a Crita- la, en Capadocia, que sería el punto de reunión de todas las fuerzas proce­dentes de las diversas satrapías. Respecto a !a marcha de Capadocia a Sar­des, cf. H e r ó d o t o , VII 26-31.

24 «Pedir el agua y la tierra» era una fórmula tradicional que equivalía a pedir una rendición incondicional. Parece que Darío había hecho lo mismo en eí 49 i, aunque el envío de heraldos por parte de Darío tal vez no sea histórico (cf. H e r ó d o t o , ob. cit., trad, y notas de C. S c h r a d e r , VI 48-49 y nota 231). Jeijes envió heraldos a todas las ciudades, con excep­ción de Atenas y Esparta, seguramente porque tenía presente que estas ciudades habían matado a los heraldos de su padre cuando los envió con idéntica misión (cf. H e r ó d o t o , VII Í33).

25 Según el relato de Díodoro, Jerjes habría emprendido los trabajos del puente y del canal del Atos después de llegar a Sardes. Es más plausi­ble la narración de Heródoto. El proyecto de tender un puente sobre el Helesponto ya había sido anunciado por Jerjes en la asamblea convocada para deliberar sobre la expedición (cf. H e r ó d o t o , VIÏ 8); y la excavación de un canal en el monte Atos (el brazo oriental del tridente de la península Calcídica unido al continente por un istmo de unos doce estadios, algo más de 2100 m.) ya había sido iniciado unos tres años antes bajo la direc­ción de los persas Búbares y Artaqueas (cf. H e r ó d o t o , VII 22-24). Con este canal, previsto para el paso de dos trirremes bogando a la par, Jeijes, impulsado también por su carácter megalómano, quería evitar lo ocurrido a Mardonio en el 492, cuando, al rodear el Atos, perdió 300 navios lanza­dos contra los abruptos peñascos por un violento huracán del norte (cf. H e r ó d o t o , VI 44). No hay duda de que costear el Atos era una empresa

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realizar estas obras las acabaron rápidamente gracias a ía5 numerosa mano de obra26. Los griegos por su parte, al ente­

rarse de la magnitud de las fuerzas de los persas, enviaron diez mil hoplitas a Tesalia para ocupar el desfiladero del Tempe27. Al frente de los lacedemonios iba Síneto28, mien­tras que Temístocles estaba al mando de los atenienses. Es­tos comandantes enviaron embajadores a las ciudades para pedir el envío de refuerzos que colaboraran con ellos en la defensa de los pasos; pretendían que todas las ciudades grie­gas participaran en los puestos de vanguardia y que consi­deraran la guerra contra los persas como una causa común.

6 Pero después que la mayor parte de los tesalios29 y otros

peligrosa. En el 411 una armada espartana mandada por Epicles sufrió un desastre semejante al de Mardonio (cf. D i o d o r o , XIII 41, 1). Cleón al mando de una flota ateniense dobló el Atos con éxito en el 422 (cf T u c í ­

d i d e s , V 3, 6 y 6, 1). Sobre la topografía de este canal, cf. D. M ü l l e r ,

Topographischer Bildkommentar zu den Historien Herodots, Griechen- land, Tübingen, 1987, págs. 156-161,

26 Para el puente se utilizó mano de obra egipcia y fenicia (cf. H e r ó ­

d o t o , VII 25, 1 y 31, 1). En realidad se construyeron dos puentes de unos siete estadios, uno con cables de papiro, encomendado a los egipcios, y otro con cables de esparto, obra de los fenicios. Se tendieron entre 3a costa de Abido, en Asia Menor, y un promontorio situado enfrente entre Sesto y Madito, y para sustentarlos se abarloaron 674 pentecónteros y trirremes (cf. H e r ó d o t o , VII 34-36). Al acabarse las obras, en la primavera del 480, el ejército de Jeijes se trasladó de Sardes a Abido.

27 El Tempe es el desfiladero que desde la Baja Macedonia lleva a Te­salia por el valle del río Peneo, entre los montes Olimpo y Osa (cf. H e r ó ­

d o t o , VII 1 7 3 ) .

28 Este Síneto (Synetós) de los códices, sin duda debido a una falta, debe sustituirse por Evéneto (Euainetos) de acuerdo con H e r ó d o t o , VII 173,2.

29 En cuanto al medismo de los tesalios, se ha de distinguir entre los Alévadas, favorables a Persia, y el resto de los tesalios, que se inclinaban por los griegos (cf. H. D. W e s t l a k e , «The Medism of Thessaly», Journal o f Hellenic Studies 56 (1936), págs. 12 ss.; N. R o b e r t s o n , «The Thessa- lien expedition of 480 B.C.», Journal o f Hellenic Studies 96 (1976), págs.

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griegos vecinos de los pasos ofrecieron el agua y la tierra a los heraldos que habían llegado de parte de Jeijes, renuncia­ron a la defensa del Tempe y regresaron a su patria30.

Será conveniente distinguir entre los griegos a aquellos que eligieron la causa de los bárbaros, a fin de que la infamia en la que cayeron disuada, co­mo resultado de nuestras maldiciones,

a quienes estuvieran tentados de traicionar la libertad co­mún35. Los enianes, los dólopes, los melieos32, los perrebos y los magnesios se alinearon con los bárbaros cuando el contingente griego todavía guardaba los desfiladeros del

Actitud de las ciudades griegas ante la amenaza

persa. Jerjes atraviesa el Helesponto

y ilega a Dorisco. Recuento de efectivos

Í00-120). Sobre el medismo tesalio y la hostilidad hacia ellos de Heródo­to, cf. H e r ó d o t o , VII 6-7; 130-132; 173-174; 233; VIII 29-32; IX 1, 31 y 58. Cf. asimismo P a u s a n i a s , VII 10, 2.

30 Sobre la corta permanencia del contingente griego en Tempe, cf. H e r ó d o t o , VII 172-174. Alejandro I de Macedonia, hijo de Amintas, amigo de Temístocles advirtió a los expedicionarios sobre la inseguridad de aquel sitio. Además los griegos conocieron la existencia de otra vía de acceso a Tesalia por el país de los perrebos, que fue la que realmente utili­zó eí ejército de Jeijes. Todo ello, unido al temor a una posible defección tesalia, llevó a la expedición a emprender el camino de regreso hacia una mejor posición de defensa. Tras su partida, al verse sin aliados, los tesalios abrazaron la causa de los medos, según afirma H e r ó d o t o (VII 174).

31 El reproche de Diodoro a quienes tomaron el partido de los medos está en la línea de los principios enunciados en el prólogo del libro I en el sentido de que la historia era una maestra de vida, un medio de educación moral, de «enseñanza de lo conveniente». En su visión estoica del devenir histórico, afirma la conveniencia de «utilizar las equivocaciones de otros como ejemplos para nuestra corrección» (I 1, 4). En este libro XI encon­traremos frecuentes aplicaciones de esta idea. Cf. infra, 23; 38, 5-6; 46 1-4; 53 1-3; 58, 4-59; 67, 2-6; 77, 6.

32 Los melieos o habitantes de Mélide, región de Grecia Central. Debedescartarse la lectura Milesioi, habitantes de Mileto, de los manuscritos.Se trata de una enumeración de los pueblos limítrofes de Tesalia.

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Tempe, mientras que los aqueos de Ftía, los locros, los tesa- lios y la mayor parte de los beocios se pasaron a los bárba­ros una vez que las tropas hubieron partido33. Entre tanto los griegos que se habían reunido en consejo en el Istmo34 vota­ron dos resoluciones: imponer a los griegos que habían ele­gido voluntariamente el partido de los persas el pago de un diezmo35 destinado a los dioses, una vez ganada la guerra, y en segundo lugar enviar embajadores a aquellos que perma­necían neutrales, a fin de invitarles a unirse a ellos en la lu­cha por la libertad común36. De éstos, unos optaron sin re-

33 Los nueve pueblos citados formaban parte de la Anfictionía pileo- délfica, una liga de carácter religioso-político que aliaba a los pueblos de Grecia Central. Los emanes vivían junto al alto Esperqueo, al sudeste de los dólopes. Los melieos habitaban la Mélide, la región deí curso bajo del Esperqueo. Los perrebos estaban al sur del Olimpo. Los magnesios ocupa­ban la zona costera que se extendía entre al monte Osa, al sur del río Pe- neo, y el cabo Sepíade, en el extremo meridional de la península de Mag­nesia. Los aqueos de Ftía o Ftiótide (llamados así para distinguirlos de los aqueos del Peloponeso) vivían al sudeste de Tesalia, al norte del monte Otris. Los locros (epicnemidios y opuntios) residían en la costa meridional del golfo de Eubea, al este de las Termopilas. Respecto a esta lista de pue­blos «medizantes» o filopersas, que entregaron «la tierra y el agua», cf. H e r ó d o t o , VII 132. De los beocios, no se unieron a Jerjes los tespieos y los píateos, habitantes de Tespias y Platea, ciudades del valle del río Aso­po (sobre los beocios, cf. asimismo H e r ó d o t o , VIII 34; 50, 2). Sobre la actitud de Tebas, cf. infra, XI 4, 7. Respecto a la neutralidad activa de Ar­gos, cf. H e r ó d o t o , VII 150-152; y sobre la actitud marginal de Corcira y Creta, cf. H e r ó d o t o , VII Î 68-171 e infra, X I 15,1.

34 En Corinto.35 Sobre este diezmo, cf. H e r ó d o t o , VII 132, 2, donde se precisa que

se destinaba al dios de Delfos, y P o l i b i o , IX 33. Cf. asimismo infra, XI 29, 3 y 65, 5.

36 Se tenía conciencia de que estaba en juego la libertad de toda Gre­cia. Sobre esta importante asamblea o alianza de Corinto, que organizó la resistencia griega y reunió a los representantes de unas treinta ciudades (31 en P l u t a r c o , Vida de Temístocles 20, 3), y sobre el acuerdo de lla­mar a todos los desterrados de las respectivas ciudades y poner fin a las di-

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servas por la alianza, mientras que otros demoraron su deci­sión bastante tiempo, preocupados sólo por su seguridad y esperando con ansia el final de la guerra37. Los argivos por su parte enviaron embajadores a la asamblea de las ciudades y prometieron que entrarían en la alianza si les concedían participar en la dirección de las operaciones38. Los miem- 5

bros de la asamblea les respondieron sin ambages que, si pensaban que la jefatura de un griego era más insoportable que la tiranía de un bárbaro, hacían bien en mantenerse neu­trales, pero si aspiraban a tener el mando de los griegos, de­bían, les dijeron, tener en su haber empresas dignas de una tal ambición antes de pretender un honor tan grande39. A continuación, cuando los embajadores enviados por Jerjes recorrieron Grecia pidiendo la tierra y el agua, todas las ciudades demostraron con sus respuestas su empeño en la defensa de la libertad común.

Una vez que Jerjes fue informado de que las dos orillas 6 del Helesponto estaban unidas y de que se había concluido

ferencias entre ellos, cf. supra, XI 1, 1; 2, 5; infra, XI 3, 3; 4, 1; 14, 2; 16,3 y 29, 1-2; H e r ó d o t o , VII 132; 145-175; A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 22; É f o r o , fr. 186; T im e o , />·. 94; P l u t a r c o , Vida de Aris­tides 8, 1; Vida de Temístocles 6, 5; R. M e i g g s -D . L e w i s , A Selection o f Greek historical inscriptions, Oxford, 1969, 27 (columna serpentina).

37 Dieron largas a su decisión hasta el final de la guerra ios corcireos (cf. infra, XI 15, 1; H e r ó d o t o , VII 168) y Gelón (cf. H b r ó d o t o , VII 163-164).

38 Cf. H e r ó d o t o , VII 145, 2 y 148. Heródoto afirma que los argivos, pese a una respuesta del oráculo de Delfos, que les desaconsejaba la alian­za con los griegos, estaban dispuestos a concluirla con la condición de concertar un tratado de paz de treinta años con los lacedemonios y de estar al frente de la mitad de todas las fuerzas de la coalición.

39 Respecto a la actitud de Argos, cuya enemistad hacia Esparta le lle­vó a no entrar en la Liga peloponesia, cf. H e r ó d o t o , VII 148-152. En VII 149, 2, Heródoto nos da la respuesta de ios emisarios espartanos a los ar­givos.

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la excavación del canal del Atos, partió de Sardes y se puso en marcha hacia el Helesponto; cuando llegó a Abido, hizo pasar a sus fuerzas a Europa a través del puente40. Al atra­vesar Tracia, enroló en su ejército a muchos soldados, tanto de los tracios como de los pueblos griegos limítrofes41. Cuando llegó al lugar llamado Dorisco, dispuso que su flota acudiera allí, a fin de que las fuerzas de tierra y las navales estuvieran reunidas en el mismo sitio42. Procedió entonces al recuento de todos sus efectivos: el número de sus fuerzas de tierra ascendió a más de ochocientos mil hombres, mien­tras que el total de su flota era de más de mil doscientos na­vios, de los que trescientos veinte43 eran griegos, con tripu­laciones formadas por griegos, mientras que los barcos los equipaba el Rey; todas las otras naves contabilizadas eran de los bárbaros: los egipcios proporcionaron doscientas, los fenicios trescientas, los cilicios ochenta, los panfiíios cua­renta, otras tantas los licios, y además ochenta los carios y ciento cincuenta los chipriotas. De los griegos, los dorios que vivían junto a Caria, juntamente con los habitantes de Rodas y de Cos, enviaron cuarenta naves, los jonios con los de Quíos y Samos cien, los eolios con los de Lesbos y Té- nedos cuarenta, los del Helesponto junto con los de la re­gión del Ponto ochenta, y los habitantes de las islas cincuen-

40 El ejército de Jerjes pasó a Europa a través de puentes de navios, dos puentes de unos mil quinientos metros que unían las dos orillas del Helesponto desde la asiática Abido hasta Sesto. Lo hizo sin descanso en siete días y siete noches. Cf. H e r ó d o t o , VII 33-37 y 54-58.

41 Sobre los refuerzos tracios, cf. H e r ó d o t o , VIL 108-110.42 Sobre Dorisco, cf. H er ó d o t o , VII 59. Era una fortaleza bajo con­

trol persa situada en la costa tracia, rodeada de una amplia llanura atrave­sada por el río Hebro, el actual Maritza o Evros.

43 Podemos pensar que Diodoro comete aquí un error de cálculo; de acuerdo con la suma de las naves griegas enumeradas a continuación, en XI 3, 8, serían 310, no 320.

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ta44; el Rey, en efecto, había sometido las islas situadas en­tre las Rocas Cianeas, Triopio y Sunio45. Tal era, pues, el 9

número de trirremes, y los barcos destinados al transporte de la caballería eran ochocientos cincuenta, y tres mil los

44 Respecto a la enumeración de efectivos de Dorisco, la fuente princi­pal es ciertamente H e r ó d o t o (VII 59-88 para las fuerzas de tierra, y Vil 89-100 para la flota), Según H e r ó d o t o (VII 60, 1), «los efectivos del ejército de tierra suponían, en total, un millón setecientos mil hombres», cifra indudablemente exagerada, fruto de la extraordinaria impresión que dejó en los griegos la magnitud de las fuerzas de Jeijes. Se piensa que la cifra debió de ser mucho menor y que debió de andar por los ciento ochen­ta mil combatientes (cf. W . W. H ow , J. W ells, A commentary on Hero­dotus with introduction and appendixes, 2.a ed. Oxford, 1928, págs. 363 ss.; A. R. B u r n , Persia and the Greeks. The Defence o f the West, 546-478 B. C„ Londres, 1962, págs. 322 ss.). En VII 87, se habla de «ochenta mil unidades de caballería», cifra más verosímil; y en VII 185, se da una cifra de contingentes reclutados en Europa de trescientos mil hombres, llegando a totales ciertamente desmesurados. Cf. asimismo E s q u i l o , Persas 341 - 343 (1.207 naves en Salamina); Ctcsias, Persica fr. 13, 27 (1.000 naves y 800.000 hombres); I s o c r a t e s , Panatenaico 49-51 (1.300 naves y cinco millones de hombres, de los que 700.000 eran soldados), Panegírico 93, 97 y 118 (1.200 naves); J u s t i n o , II 10, 18 (un millón de hombres, de los que 300.000 eran auxiliares). Parece que los historiadores griegos exagera­ron el número de los efectivos persas.

45 Las Cianeas (las «azules» o «tenebrosas») son dos rocas o islotes rocosos en la bocana del Bosforo aí Ponto Euxino (el Mar Negro), cf. H e r ó d o to , IV 85 y 89; E str a b ó n , I, 21; XII 11. Son las famosas Plane­tas (las «Errantes») y las Simplégadas («las que chocan» o «las que se jun­tan», aludiendo a que se cerraban para destruir a las naves que pretendían cruzar el Bosforo), conocidas por los Argonautas y U lises. Desde que la nave Argo consiguió franquearlas, quedaron fijas ya que su destino era quedar inmovilizadas el día que un navio lograra pasar entre ellas. Cf. H om ero, Odisea, XII 61; P ín d a ro , Píticas 210 ss.; 371; A p o lo n io de R od as, II 311-407; A p o lo d o r o , I 9, 22; II 604-606; V a le r io F la c o , 561-702. El Triopio es el promontorio de Cnido. Sunio es el promontorio del extremo sudeste del Ática, sitio del célebre templo construido entre el 445 y el 440 a. C. sobre el antiguo santuario de Posidón destruido por los persas.

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triecóntoros46. Así, pues, Jeijes se ocupó en Dorisco del re­cuento de sus fuerzas.

4 Los griegos reunidos en asamblea,Leónidas espera cuando recibieron la noticia de que las

a los persas fuerzas persas se aproximaban, deci­en las Termopilas ,· . , . , , ndieron enviar rápidamente sus tuerzas

navales a Artemisio en Eubea, dado que les parecía que aquel lugar era adecuado para hacer frente al avance enemigo, y, por otra parte, un número sufi­ciente de hoplitas a las Termopilas47, a fin de anticiparse en la ocupación de los pasos en el desfiladero e impedir así que los bárbaros invadieran Grecia; les apremiaba el deseo de proteger aquende las Termopilas a aquellos que habían pre­ferido la causa de los griegos y asegurar la salvación, en la

2 medida de lo posible, de sus aliados. Estaba al mando de to-

46 Los triecóntoros o triecónteros eran barcos rápidos de treinta remos por bordo. Respecto a los transportes, cf. H e r ó d o t o , VII 97 y J u s t i n o , II 10, 20 .

47 Cf. H k r ó d o t o , VII 17, 5. Artemisio y las Termopilas estaban cerca,lo que permitía una fácil comunicación entre los dos sitios. Artemisio era un cabo y una franja costera en el extremo norte de Eubea. El nombre se debía a un templo de Ártemis Proséoa («la que mira a oriente») situado a unos 7 Km al sudeste del cabo (cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 8). El estrecho, situado entre el cabo y la península de Magnesia, era de unos 12 Km. Las Termopilas (Thermopÿlai, «Puertas calientes», nombre debido a las fuentes termales del lugar) eran un paso entre Tesalia y Lócride; a un lado estaban las abruptas estribaciones del Eta y al otro el golfo Malíaco, el mar y unas marismas que flanqueaban el camino (cf. H e r ó d o t o , VII 176 3-5 y 198-200). Los aluviones del río Esperqueo han transformado de forma importante la topografía del lugar, al haber colmatado la orilla occi­dental del golfo, de modo que la antigua línea de la costa se halla actual­mente entre 3 y 5 Km al oeste del mar, lo que da al paso una amplitud que no tenía en la Antigüedad.

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da la flota el lacedemonio Euribíades48 y el comandante de las tropas enviadas a las Termopilas fue Leónidas, el rey de los espartanos49, un hombre que se enorgullecía de su valor y de su experiencia en la guerra. Éste, una vez que hubo to­mado el mando, ordenó que sólo le siguieran mil hombres en aquella expedición50. Al decirle los éforos51 que aquel contingente era del todo insuficiente para enfrentarse a un ejército numeroso y ordenarle que cogiera más hombres, les contestó en privado que, si para impedir que los bárbaros atravesaran los pasos eran pocos, eran sin embargo muchos para cumplir la misión hacia la que en aquel momento partí­an52. Ante una respuesta tan enigmática y oscura, le pregun­taron si pensaba que conducía a aquellos soldados a una empresa de poca monta. A ello les respondió que en teoría los llevaba para defender los pasos, pero que en realidad iban a morir por la libertad común; en consecuencia, si sólo

4R Euribíades, navarco de Esparta del año 481/480, era hijo de Euricli- des. Aunque sólo había diez naves de Esparta, los aliados, con mayoría de los miembros de la Liga peloponesia capitaneada por Esparta, exigieron que el mando estuviera en manos espartanas, negándose a aceptar las ór­denes de los atenienses. Temístocles estaba al frente de la escuadra ate­niense, que con sus ciento veintisiete naves era la más numerosa. Cf. H e r ó d o t o , V III2 , 2 ; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 7 , 3 .

49 Leónidas I, de la familia de los Agíadas, era hijo de Anaxándridas. Subió al trono tras la muerte de su hermanastro Cleomenes I y fue rey de Esparta del 488 al 480.

50 Leónidas sólo quiso tomar consigo a mil hombres. Cf. infra, XI 4, 5; Is o c r a t e s , Panegírico 90; Árqiiidamo 99; L is ia s , Epitafio 30.

51 Los éforos, los magistrados que dirigían la política de Esparta, eran cinco. Era un cargo anual y los elegía la Apela, la asamblea de ciudadanos de más de treinta años. Tenían en sus manos el poder ejecutivo y el judi­cial y velaban por el cumplimiento de la constitución de Licurgo.

52 Esta lacónica respuesta es una de las numerosas anécdotas transmi­tidas sobre la heroica personalidad de Leónidas. El diálogo entre Leónidas y los éforos se encuentra asimismo en P l u t a r c o , Máximas de espartanos 225 A.

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marchaban mil hombres, Esparta sería más gloriosa gracias a su muerte, mientras que si los lacedemonios partían en masa, Lacedemón53 entera iría a la ruina, puesto que ningu-

5 no de ellos sería capaz de huir para salvar la vida54. Las fuerzas enviadas a las Termopilas estaban formadas, pues, por mil lacedemonios, y con ellos iban trescientos espartia- tas55, a los que se unieron tres mil soldados del resto de los

6 griegos. Así, pues, Leónidas se dirigió hacia las Termopilas con sus cuatro mil hombres, y entonces los locros, que habi­taban en las proximidades de los pasos y habían dado la tie­rra y el agua a los persas con la promesa de ser los primeros en ocupar el desfiladero, al saber que Leónidas llegaba a las Termopilas, cambiaron de parecer y se pasaron a los grie-

7 gos56. Se presentaron de este modo en las Termopilas no só­

53 Los dos topónimos, Esparta, ya utilizado por Homero, y Lacede­món, se aplicaban a la capital de Laconia. El término Sparte, Esparta, in­dicaba la ciudad propiamente dicha y tenía probablemente resonancias pa­trióticas, mientras que Lakedaímón, Lacedemón, se refería también a la capital, pero podía abarcar asimismo el territorio circundante.

54 Podemos preguntamos si Leónidas tenía conciencia de que iba a una muerte segura. Existía una respuesta del oráculo délfico en el sentido de que Esparta se salvaría mediante la muerte de uno de sus reyes (cf. H e r ó ­

d o t o , VII 220). Es evidente que la decisión de Leónidas, además de heroica, tuvo su importancia estratégica. En cuanto al oráculo, es posible que se gestara post eventum.

55 Diodoro separa del contingente lacedemonio formado por mil hom­bres (periecos o hilotas manumitidos) los trescientos hómoioi, los «iguales», es decir, los espartiatas o ciudadanos de pleno derecho. Dejando aparte estos trescientos, los mil lacedemonios más los tres mil del resto de Grecia dan el total de cuatro mil que a continuación da Diodoro y que aparece confirmado en J u s t in o II 1 1 ,2 . Heródoto (V II2 0 2 -2 0 3 y 2 0 6 ) da unas cifras más altas y considera que las fuerzas de Leónidas constituían sólo una avanzadilla que iba a ser reforzada de modo importante después de las fiestas Carneas.

56 Eran los locros de Lócride Opuntia o Lócride oriental (a los que hay que unir los epicnemidios), región situada entre Tesalia y Fócide, bañada por las aguas del estrecho que separa el continente de la isla de Eubea.

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lo mil locros, sino también un número igual de m elieos57, y algo menos de mil focenses, e igualmente unos cuatrocien­tos tebanos del partido favorable a la causa griega; los habi­tantes de Tebas, en efecto, estaban en desacuerdo entre ellos respecto a la alianza con los persas58. Tal era, pues, el nú­mero de los griegos que se alinearon con Leónidas y toma­ron posiciones en la zona de las Termopilas en espera de la llegada de los persas.

Jerjes, después de la revista de susEl impresionante r i i

ejército persa frente tropas, avanzo con todas las tuerzasa las Termopilas. expedicionarias, y toda la flota nave-

de J e r j î a u L d m gaba simultáneamente a lo largo de lacosta m ientras él m archaba con su

ejército de tierra hasta la ciudad de Acanto, desde donde las naves pasaron rápidamente y sin peligro al otro mar atrave­sando el canal que había sido excavado59. Cuando llegó al golfo M elíaco60, se enteró de que los enemigos ya habían

Heródoto (VII 203) dice que participaron con todos sus efectivos, pese a que antes habían dado la tierra y el agua al rey persa (VII 132, 1),

37 Cf. supra, nota 32. Aquí se ha de hacer la misma corrección que en XI 3, 2.

58 Sobre el problema del medismo de los tebanos, cf. H e r ó d o t o , VII 132, 205, 222-223; IX 15, 38, 67, 86; T u c í d i d e s , III 62, 2-4; P l u t a r c o ,

Vida de Aristides 18, 6-7; P a u s a n ia s , IX 3, 6. Respecto a la inclinación antitebana de Heródoto, cf. P l u t a r c o , Sobre la mala intención de Heró­doto 31 ss.

59 En cuanto al avance del ejército persa desde Dorisco hasta Acanto, en Calcídica, cf. H e r ó d o t o , VII 108-115. Desde Acanto Jerjes se dirigió hacia Terme (VII 124-127), hacia donde hizo rumbo la flota después de atravesar el canal excavado en el Atos, que comenzaba cerca de Acanto y cruzaba el istmo por su parte más estrecha, de unos dos Km (cf, H e r ó d o ­

t o , V II22). El «otro mar» es el golfo de Singo.60 El golfo Melíaco o Malíaco es el entrante situado entre Mélíde, Lo­

cride y Eubea. Según Heródoto (VII 179; 183, 3), la flota persa hizo rum­

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ocupado el paso. Por ello, tras concentrar allí sus fuerzas, hizo venir a los contingentes aliados de Europa, cuyo núme­ro era algo inferior a los doscientos mil soldados61, de modo que el número total que tenía bajo su mando, sin contar las fuerzas navales, ascendía a no menos de un millón de hom­bres. La totalidad de los efectivos que servían tanto en los navios de guerra como en los barcos que transportaban los víveres y el resto del equipo no era inferior al número que acabamos de mencionar, de modo que no ha de causar ex- trañeza cuanto se dice respecto a la multitud de hombres re­unidos por Jeijes. Se dice, en efecto, que cursos de agua de caudal permanente se quedaron secos debido a la multitud inacabable que allí acudía y que el mar desaparecía debajo del velamen de las naves62. De las fuerzas militares de las que tenemos constancia por los testimonios históricos, las de Jeijes aparecen reseñadas como las más grandes. Una vez que los persas hubieron establecido su campamento junto al Esperqueo, Jerjes envió mensajeros a las Termopilas, en primer lugar para observar con qué disposición de ánimo iba

bo a Escíatos y a la costa de la península de Magnesia que se extiende en­tre la ciudad de Castanea y el cabo Sepíade, el punto de la península más próximo a Escíatos.

61 Las cifras que da Heródoto en VII 185 son superiores; las fuerzas reclutadas en Europa ascendían a trescientos mil hombres y a ciento veinte naves.

62 Expresiones similares encontramos en H e r ó d o t o , que, en VII 127, 2, dice que el río Equidoro de Macedonia sé secó porque no bastó para sa­tisfacer las necesidades del ejército persa, en VII 196 encontramos la misma afirmación respecto al Onocono de Tesalia y al Epídano de Acaya, en VII 109 respecto a un lago, y finalmente, en VII 187, después de refe­rirse a la magnitud de los efectivos militares de Jerjes, Heródoto afirma que no le causa la menor extrañeza que el caudal de algunos ríos se agota­se y que lo asombroso era que hubiese víveres suficientes para tantos hombres. En cuanto al caudal de los ríos, se ha de recordar que la campaña tuvo lugar en la época en que los ríos se hallaban en su nivel más bajo.

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a afrontar el enemigo la guerra contra él, y al mismo tiempo les ordenó que anunciaran que el rey Jerjes les exhortaba a todos a deponer las armas, a regresar a sus patrias sin correr peligro y a sellar una alianza con los persas; a los griegos que actuaran así les prometió que les daría un territorio más grande y más rico que el que entonces poseían63. Leónidas escuchó con los suyos a los mensajeros y la respuesta fue que, si se convertían en aliados del Rey, serían más útiles con sus armas, y si se veían obligados a combatir, con las mismas armas en sus manos lucharían con más ímpetu por su libertad; en cuanto al territorio que prometía darles, aña­dió que era costumbre ancestral de los griegos obtener las tierras no con la vileza, sino con el valor.

Cuando el Rey hubo escuchado deJerjes y Demarato. ^ sus mensajeros la respuestaúe lanza el ataquede las Termopilas de los griegos, envió a buscar al es-

partiata Demarato, que, exiliado de su patria, se había refugiado en su corte64 y, burlándose de aquella respuesta, le hizo al laconio esta pregunta: «¿En su

63 Cf. H k r ó d o t o , VII 208, que sólo habla del envío de un jinete para que espiara el campamento de Leónidas, sin referirse a la segunda misión.

64 Demarato, hijo de Aristón, perteneciente a la dinastía de los Euri- póntidas (cf. H e r ó d o t o , Historia [trad, y notas de C. S c h r a d e r ] , BCG 39, Madrid 198 ί, VI 51, nota 245), subió al trono hacia el 515/510 a. C. y rei­nó con Cleómenes I, con el que estuvo continuamente enfrentado y por cuyas intrigas fue finalmente destronado (en el 491 a. C.), tras lo cual bus­có refugio en la corte persa. En el 508 se opuso a la política exterior de su colega en el trono en una importante discrepancia a propósito de la inva­sión del Ática iniciada por Cleómenes para vengarse de los atenienses, que habían reaccionado frente a su intento de propiciar el acceso del aristocrá­tico Iságoras a ia tiranía (cf. H e r ó d o t o , V 74-75). En el 491 a. C. se opu­so a la decisión de Cleómenes de castigar al partido filopersa de Egina (cf. H e r ó d o t o , VI 49-51) y Cleómenes, a su regreso de Egina, decidió des­tronar a Demarato con la ayuda de Leotíquidas; la historia de Demarato

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huida correrán los griegos más velozmente que mis caballos o acaso se atreverán a oponer resistencia a unas fuerzas tan poderosas?». Y se cuenta que Demarato contestó de este mo­do: «Tú mismo no desconoces el valor de los griegos, dado que te sirves de fuerzas griegas para reprimir a los bárbaros que se sublevan; no pienses, pues, que quienes combaten mejor que los persas en defensa de tu imperio correrán me­nos riesgos luchando contra los persas en defensa de su pro­pia libertad»65. Pero Jeijes, burlándose de él, le ordenó que le siguiera para asistir a la huida de los lacedemonios. A continuación reunió sus fuerzas y marchó contra los griegos apostados en las Termopilas, situando en primera línea, por delante de los demás pueblos, a los medos, bien por preferir­los por su valor, bien porque quería que todos perecieran; entre los medos, en efecto, todavía sobrevivía el orgullo, porque no hacía mucho que había sido derrocada la hege­monía ejercida por sus antepasados66. Se daba el caso ade­más que entre los medos había los hermanos y los hijos de los caídos en Maratón; y Jeijes se lo recordó a los medos, pensando que estos hombres tendrían el ardiente deseo de

(«el deseado por el pueblo») y de la acusación de ilegitimidad por la que fue destronado la encontramos en una amena narración de Heródoto (VI61 ss.). Tras verse despojado del trono, Demarato se exilió de Esparta y marchó a Persia (cf. H e r ó d o t o , VII 3). Ayudó a Jeijes en la segunda ex­pedición contra Grecia y advirtió al rey sobre la firme resistencia de losgriegos y sobre el valor de los espartanos (cf. H e r ó d o t o , VII 101-104 y234). Jerjes lo cubrió de honores y regalos (cf. P l u t a r c o , Vida de Temís­tocles 29, 7-9; A t e n e o , I 29F).

65 Respecto al diálogo entre Jerjes y Demarato, cf. H e r ó d o t o , VII 2 0 9 . Además de en este caso, en Heródoto Jerjes consulta a Demarato en otras dos ocasiones (en VII 1 0 1 -1 0 4 y en VII 2 3 4 - 2 3 5 , tras la batalla de las Termopilas, ocasión en la que Demarato le aconseja atacar Laconia por mar desde la isla de Citera).

66 Sobre la historia de los medos, cf. H e r ó d o t o , I 9 5 - 1 3 0 . Diodoro le dedicó una parte del libro II de la Biblioteca Histórica.

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vengarse de los griegos67. Así, pues, los medos, alineados de este modo en orden de combate, se lanzaron contra los que guardaban las Termopilas68; y Leónidas, que estaba preparado, reunió a los griegos en el sitio donde el paso era más estrecho69.

La batalla que siguió fue encarni­zada, y mientras los bárbaros tenían al

ÎospZZ^echœados Rey com° testigo de su valor70, los griegos pensaban en su libertad y eran incitados a la lucha por Leónidas; el

resultado fue que tuvo lugar un combate asombroso. La pe­lea se desarrolló cuerpo a cuerpo, los golpes se intercambia­ron de cerca entre una apiñada masa de combatientes y así el resultado de la batalla fue incierto durante mucho tiempo. Pero al ser los griegos superiores gracias a su valor y a sus grandes escudos71, los medos fueron cediendo poco a poco; muchos de ellos cayeron y el número de heridos tampoco fue pequeño. Los cisios y los sacas72, elegidos por su valor

67 Es un pasaje problemático, con variantes y omisiones importantes en los manuscritos. Seguimos la solución adoptada por J. Haillet en su edición de la colección Budé.

68 Según H e r ó d o t o , VII 210, Jerjes, tras una espera de varios días e irritado ante la altanería e imprudencia de los griegos, lanzó contra ellos contingentes medos y cisios con la orden de que los capturaran vivos.

ω Cf. H e r ó d o t o , V II2 2 3 ; la zona junto al muro fócense.70 Los bárbaros combatían bajo la mirada del Rey (cf. Heródoto , VII

212); lo mismo ocurrió después en Salamina, cuando Jeijes contempló la batalla naval desde el trono instalado en una altura.

71 Aquí los griegos obtienen ventaja gracias al tamaño de sus escudos, mientras que en H e r ó d o t o (VII 211) son las lanzas largas en un lugar an­gosto lo que da ventaja a los griegos. Este encuentro se prolongó durante todo un día.

72 Los cisios o coseos (cf. H e r ó d o t o , III 9 1 : el gen. plur. Kissíón; A r r i a n o , Historia de la India, 4 0 , 6 ; D io d o r o , XVII 5 9 , 3: Kossaíoí)

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como reserva de lo s medos73, les relevaron en la batalla y, al ser tropas frescas que se enfrentaban a hombres cansados, lograron resistir durante un tiempo, pero después los solda­dos de Leónidas les causaron muchas bajas y les forzaron a retirarse. Los bárbaros, equipados con escudos pequeños y escudillos de mimbre74, tenían ventaja en los espacios abier­tos, dado que podían moverse con gran facilidad, pero en lo s lugares angostos a duras penas conseguían herir a los ene­migos, dispuestos en formación cerrada y con grandes escu­dos que protegían todo su cuerpo; así, en una situación de inferioridad por la ligereza de sus armas de defensa, caían cubiertos de heridas. Finalmente, Jeqes, viendo que toda la zona cercana al desfiladero estaba sembrada de cadáveres y que los bárbaros eran incapaces de resistir el valor de los griegos, hizo intervenir a un cuerpo de elite de los persas, los llamados «Inmortales»75, que por su bravura tienen la

formaban la octava satrapía del Imperio persa y habitaban el actual Luris- tán. Eran descendientes de los casitas (cf. H e r t z f e l d , The Persian Empi­re, 1968, pág. 189) y con los persas y medos constituían el núcleo del Im­perio. En cuanto a los sacas (los salea de las inscripciones persas), según H e r ó d o t o , VII 64, era el nombre con que los griegos designaban a todos los escitas. Sobre este pueblo, cf. E s t r a g ó n , Geografía XI-XIV [intr., trad, y notas M.a P a z d e H o z G a r c í a -B e l l i d o ], BCG 306, Madrid, 2003, XI 8.

73 Según H e r ó d o t o (VÏI 211), las fuerzas que sustituyeron a los me­dos en el segundo ataque fueron un cuerpo de élite persa, los «Inmorta­les», capitaneados por Hidames.

74 Estos escudos pequeños y ligeros, ovales o en forma de creciente, son los gérra, los escudos de mimbre a los que se refiere Heródoto en VII 61. Diodoro utiliza aquí las palabras aspis, refiriéndose a un pequeño es­cudo redondo, y péltë, un escudo extraordinariamente ligero y manejable del tipo que utilizaban los tracios.

75 Los Aíhánatoi, los «Inmortales», eran un cuerpo de élite de diez mil hombres, integrado por persas, medos y elamitas, cuyas bajas eran inme­diatamente cubiertas por un sucesor, de modo que siempre se mantenía el número. Cf. H e r ó d o t o , VII 83 y 211.

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fama de superar a todos sus compañeros de armas. Pero cuando éstos, tras una breve resistencia, también se dieron a la fuga, entonces, al sobrevenir la noche, se puso fin al combate; los bárbaros sufrieron muchas pérdidas, mientras que en el bando de los griegos el número de caídos fue pe­queño.

Al día siguiente, Jerjes, al haber 8 Resistencia tenido la batalla un resultado contra-

de los hombres . . .de Leónidas. no a slls expectativas, eligió entre to-

La trama del iraquinio dos los pueblos a los soldados que leparecían mejores por su valor y arrojo

y, después de exhortarles con insistencia, les anunció que les concedería magníficas recompensas si forzaban el desfi­ladero, pero que la pena de muerte sería el castigo en caso de huida76. Estos hombres se lanzaron contra los griegos en 2

tromba y con gran violencia, pero los soldados de Leónidas cerraron las filas y, disponiéndose en una formación seme­jante a un muro, combatieron con ardor. A tal punto llega­ron en su celo que a aquellos que habitualmente eran su re­levo no les consintieron que los sustituyeran en la batalla e, imponiéndose gracias a su capacidad de resistencia, dieron muerte a muchos bárbaros de aquel contingente escogido. Siguieron combatiendo todo el día rivalizando unos con otros 3

en heroicas empresas: los soldados de más edad se esforza­ban en superar el floreciente vigor de los jóvenes, mientras que los más jóvenes trataban de competir con la experiencia y la fama de los veteranos. Finalmente, cuando estas tropas de élite también se dieron a la fuga, los bárbaros que ocupa­ban la segunda línea cerraron filas y no permitieron que huyeran, por lo que se vieron obligadas a volver sobre sus

76 Heródoto no nos habla de esta promesa y amenaza de Jerjes.

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pasos y a reemprender el combate77. Mientras el rey se en­contraba sin saber qué hacer en la creencia de que ya nadie se atrevería a combatir78, se presentó a él un traquinio habi­tante de la región, que conocía perfectamente aquella zona montañosa79. Éste, una vez que estuvo ante Jerjes, le prome­tió que conduciría a los persas por un sendero estrecho que bordeaba un precipicio; así los que le siguieran sorprende­rían por detrás a los hombres de Leónidas, que, al encontrar­se cercados de este modo, serían aniquilados sin dificultad. El rey tuvo una gran alegría, recompensó al traquinio y lo hizo partir de noche con veinte mil soldados80. Pero había entre los persas un hombre llamado Tirrastíadas, originario de Cime, un hombre de honor y de carácter noble; éste se escapó de noche del campamento persa, llegó al sitio donde se encontraban los hombres de Leónidas y les reveló la tra­ma del traquinio, de la que no sabían nada81.

77 Cf. H e r o d o t o , VII 2 2 3 .

78 H e r ó d o t o (VII 2 1 3 , 1) también señala la preocupación del rey tras el fracaso de los ataques.

79 El Epialtes o Efíaltes del que habla Heródoto. Sobre este episodio, cf. H e r ó d o t o , VII 213-217; C t e s ia s , Persica fr.13, 27; E s t r a b ó n , I 1, 17; J u s t i n o , II 11 ; P a u s a n ia s , I 4, 2 y X 2-8; P o l i e n o , VII 15, 5. E l sen­dero había sido descubierto por los melieos del lugar, que lo revelaron a jos tesalios para que lo utilizaran en su guerra contra los focenses. La sen­da, conocida como Anopea, comienza —dice Heródoto— donde el río Asopo atraviesa la cadena montañosa llamada también Anopea, se extien­de a lo largo de la cresta de la montaña y termina a la altura de la ciudad de Alpeno.

80 El mismo número aparece en H e r ó d o t o , VIÏ 2 1 5 .

81 Eforo debió de ser la fuente de Diodoro para esta precisión sobre Ti­rrastíadas, personaje que no aparece en Heródoto, para quien los griegos, que ya contaban con el vaticinio del adivino Megistias, fueron informados de la maniobra envolvente de los persas por desertores, de un modo gene­ral sin concretar nombre alguno, y por sus propios vigías.

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Una vez que hubieron escuchado Ante 1a inminencia sus palabras, los griegos se reunieron

del cerco persa, en consejo en plena noche y delibera-Leónidas decide resistir -, , . ,.ron acerca de los inminentes peligros.

Unos afirmaron que era preciso aban­donar inmediatamente el paso e ir a buscar la salvación jun­to a los aliados, dado que era imposible salvarse si se que­daban. Leónidas, sin embargo, el rey de los lacedemonios, deseoso de obtener la corona de una gran fama para sí mis­mo y para los espartiatas, ordenó a todos los otros griegos que marcharan y se pusieran a salvo, a fin de poder estar en las filas del ejército griego en las demás batallas, pero dijo que los lacedemonios debían permanecer y no abandonar la guardia del paso, ya que el honor imponía que quienes te­nían la hegemonía de Grecia estuvieran dispuestos a morir luchando por mantener aquella primacía82. Inmediatamente, pues, todos los demás se retiraron mientras que Leónidas con sus conciudadanos llevó a cabo heroicas y sorprenden­tes empresas y, aunque los lacedemonios eran pocos (pues sólo tenían a su lado a los tespieos) y eran en total no más de quinientos hombres, estaba dispuesto a afrontar la muerte en defensa de Grecia83.

82 H e r ó d o t o (VII 219, 2-222) da diferentes versiones respecto a los pareceres de este consejo, pero se inclina por la misma que aquí expone Diodoro, es decir, la preocupación por el honor y la gloria, la euprépeia, imponen a Leónidas ía permanencia en el puesto de los lacedemonios frente a la marcha de los demás griegos, que se fueron de las Termópilas bien por propia decisión, bien por la orden de Leónidas. Diodoro no dice nada de los mil hoplitas focenses que custodiaban la senda Anopea (cf. H e r ó d o t o , VII 217-218).

S3 Según este pasaje de Diodoro, quedaron con Leónidas sus conciu­dadanos y los tespieos, unos quinientos hombres en total. Al frente de los tespieos estaba Demófiio. Heródoto añade un contingente tebano (cf. VII 122), pero no da el número total, que ascendería a unos mil hombres según

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140 BIBLIOTECA HISTO R ICA

A continuación los persas que, guiados por el traquinio, habían efectuado el movimiento envolvente por unos luga­res abruptos súbitamente cortaron la retirada de Leónidas y sus hombres; entonces los griegos, que habían renunciado a su salvación y habían elegido la gloria, a una voz pidieron a su jefe que les condujera contra los enemigos antes de que los persas se dieran cuenta del éxito de la maniobra envol­vente de sus hombres. Leónidas acogió satisfecho la buena disposición de sus soldados y les ordenó que prepararan rá­pidamente su desayuno pensando que la comida la harían en el Hades;84 él mismo, de acuerdo con la orden dada, tomó el alimento, convencido de que así podría resistir mucho tiem­po y soportar el esfuerzo del combate. Una vez que sin en­tretenerse hubieron recuperado sus fuerzas y que todos estu­vieron prestos, ordenó a sus soldados que se lanzaran al asalto del campamento enemigo, que mataran a todos los que encontraran a su paso y que se dirigieran contra la tien­da del Rey85.

Siguiendo, pues, las órdenes de , , , , ,, , Leónidas, los soldados, prietas las fí-

El final de los soldadosde Leónidas *as Y de noche, se lanzaron contra el

campamento de los persas con Leóni­das a la cabeza; los bárbaros, ante el

hecho inesperado y sin tener idea de lo que pasaba, salieron corriendo de sus tiendas con gran alboroto y en desorden y,

su relato. En el capítulo IV del presente libro, Diodoro no ha citado a los tespieos.

84 La célebre frase de Leónidas sobre la comida principal en el Hades, en ultratumba, no aparece en Heródoto; pero también la encontramos en C i c e r ó n , Tusculanas I 42, 101; cf. asimismo A r ís t id h s d e M i l e t o ,

FGrHist 286; P l u t a r c o , Máximas de espartanos 225D.85 C f . H e r ó d o t o , VII 2 2 3 .

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pensando que los hombres que habían marchado con el tra- quinio habían muerto y que estaban allí todas las fuerzas de los griegos, fueron presa del pánico86. Por esta razón mu­chos fueron muertos por los hombres de Leónidas, pero fue­ron muchos más los que perecieron a manos de sus propios camaradas, que por error los tomaron por enemigos. La no­che, en efecto, les quitaba toda posibilidad de reconocerse y la confusión que reinaba en todo el campamento fue la cau­sa de una gran masacre; se daban muerte unos a otros dado que las circunstancias no les permitían un control preciso de la situación, puesto que no tenían instrucciones de sus jefes, ni se había establecido un santo y seña, ni se daba, en suma, condición alguna para la clarividencia. Si el Rey hubiera es­tado en su tienda real, sin duda, también él hubiera perecido fácilmente a manos de los griegos y toda la guerra habría tenido un rápido final; pero Jerjes había huido al primer al­boroto y los griegos, irrumpiendo en la tienda, hicieron una matanza casi completa de todos los que habían quedado en el interior. Mientras fue de noche, anduvieron de acá para allá por todo el campamento, naturalmente a la busca de Jerjes; pero cuando se hizo de día y se aclaró toda la situa­ción, los persas, viendo que el número de los griegos era pequeño, los miraron con desprecio, pero no trabaron com­bate con ellos de frente, puesto que tenían miedo de su va­lor, sino que los fueron rodeando por los flancos y por de­

86 Este asalto nocturno al campamento de los persas, en el que se pro­duce una matanza de persas y Jerjes está a punto de encontrar la muerte, no aparece en la obra de Heródoto, donde el último combate se enlabia «a la hora en que el agora se ve concurrida», es decir, entre las 9 y las 11 de la mañana (cf. H d r ó d o t o , VII 2 2 3 ) . La versión de Diodoro, que en otros as­pectos de este relato coincide con Heródoto, debe de depender en este caso de otra fuente (tal vez de Éforo) que quería destacar aún más el valor y el arrojo de los griegos.

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tras y, lanzándoles flechas y jabalinas por todas partes, los mataron a todos. Así, pues, acabaron sus días los soldados de Leónidas que guardaron el paso de las Termopilas.

¿Quién no admiraría el valor· de Encomio estos hombres? Animados por un mis-

de ios hombres mo ideal, no abandonaron el puestode Leónidas ^ . Λ , -, , ■ -, .que Grecia les había asignado, estu­

vieron prestos a entregar su propia vi­da por la salvación de todos los griegos y prefirieron una muerte gloriosa a una vida en la ignominia. Y el estupor de los persas no creo que nadie pueda ponerlo en duda. ¿Qué bárbaro hubiera podido sospechar que las cosas ocurrieran de aquel modo? ¿Quién hubiera esperado que un pequeño número de quinientos hombres se atrevería a atacar a un mi­llón? Por consiguiente, ¿qué hombre de las generaciones posteriores no aspiraría a emular el valor de estos héroes, que dominados por la magnitud de las circunstancias fueron abatidos físicamente, pero no fueron vencidos moralmente? Así, pues, sólo ellos, entre los hombres cuyo recuerdo con­serva la historia, han conseguido de su derrota una gloria mayor que la que otros han obtenido por las más brillantes victorias. Es preciso, en efecto, juzgar a los hombres valero­sos no por el resultado de sus acciones, sino por los princi­pios por los que han obrado, porque lo primero depende de la fortuna, mientras que en lo segundo lo que se pone a prueba es la intención87. ¿Quién podría juzgar a otros hom­bres por encima de estos espartanos que, sin llegar a alcan­

87 Estos párrafos del capítulo 11 tienen un evidente carácter retórico. Entre otras comparaciones, se ha relacionado los párrafos 1-2 con I s ó c r a -

t k s , Panegírico 92, 95. También nos recuerda el texto de L is ia s , Epitafio [2], 41, donde se celebra la victoria de Salamina, y la exaltación del valor de los espartanos en L i c u r g o , Contra Leócrates 108.

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zar en número la milésima parte de los enemigos, se atrevie­ron a oponer su valor a aquellas increíbles multitudes? No esperaban vencer a tantas miríadas, pero creían que supera­rían en bravura a todos sus predecesores y juzgaban que la batalla que emprendían era contra los bárbaros, pero que la verdadera contienda y el juicio por el premio de heroísmo se sostenía con todos aquellos que eran admirados por su valor. Fueron los únicos, entre los hombres cuyo recuerdo 4 conserva la historia desde tiempo inmemorial, que prefirie­ron la observancia de las leyes de su ciudad88 a la salva­guarda de su propia vida, y no se afligieron por el hecho de verse expuestos a los más grandes peligros, sino que juzga­ron que era lo más deseable para quienes cultivaban el valor afrontar pruebas como aquella. Sería, pues, de justicia con- 5

siderar a estos hombres como los verdaderos creadores de la libertad de todos los griegos, con preferencia a aquellos que después consiguieron las victorias en las batallas contra Jer­jes, porque el recuerdo de las proezas de aquellos héroes provocó el terror de los bárbaros, mientras que a los griegos les incitó a emular su bravura. En suma, fueron los únicos 6 entre los hombres de las generaciones precedentes que pasa­ron a la inmortalidad debido a su extraordinario valor89. Por ello su gesta fue celebrada no sólo por los historiadores, si­no también por numerosos poetas, entre los que está Simo­nides90, el poeta lírico, que compuso un encomio digno de su valor, en el que dice:

88 Alusión al célebre epigrama citado luego, en XI 33, 2.89 Cf. H e r ó d o t o , VIÏ 228, donde se exalta asimismo el sacrificio de

Leónidas y los espartanos, se recuerdan tres epigramas y se cita también a Simónides. Este capítulo 11 de Diodoro presenta muchos motivos que uti­lizará la literatura que se refiere al heroísmo de Leónidas.

90 Simónides nació en Júlide, en la isla de Ceos, y vivió del 557 al 468 a. C.; fue un poeta cortesano que estuvo ligado a centros de poder político

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De quienes en las Termopilas murieron, gloriosa es la suerte, hermoso el destino; su tumba es un altar, en vez de llanto el recuerdo9í, y su lamento92 es el encomio.Un tal monumento fúnebre ni el moho, ni el todopoderoso tiempo lo oscurecerán.El santuario de estos héroes el honor de Grecialo ha habitado. Leónidas da testimonio, el rey de Esparta, que de su valor aquí ha dejado un gran ornamento y una gloria imperecedera93.

Una vez que hem os hablado sufi­cientem ente del valor de estos héroes,

La batalla de Artemisio aliora reemprenderemos el hilo de nues­tro relato. Jerjes ocupó, pues, el paso del m odo que hem os descrito y obtu­

y auge cultural, en los que se granjeó una gran fama; estuvo en Atenas, primero con Hiparco (hasta su muerte en el 514 a. C.), hijo de Pisistrato, y luego de forma intermitente con ocasión de las güeñas con Persia, que convirtió en tema de sus composiciones; también estuvo en Cranón con los Escópadas, en Larisa con los Alévadas, y en Sicilia con Hicrón de Si­racusa y Terón de Acragante, ciudad en la que murió.

91 Con la corrección pro góón de Eichstadt, El texto es problemático; con la lectura progónón dè mnástis la traducción sería: «su tumba es un al­tar, dedicado a la memoria de los antepasados».

92 Con la corrección oíktos de Jacobs; con la lectura oítos la traducción sería «su muerte es objeto de encomio».

93 Es el célebre encomio de Simónides de los caídos en las Termopilas (cf. fr. 5 D ie i-il = fr. 4 B e r g k ) . Diodoro es el único autor que nos ha transmitido este poema en ei que se hace referencia a un santuario (sekós) dedicado a los héroes de las Termopilas y a un altar (bdtnós). El poema debió de ser escrito para una ceremonia en Esparta, adonde se habrían trasladado las cenizas de los muertos, que antes habían sido honrados en el mismo campo de batalla con el epigrama famoso que encontramos en H e r ó d o t o , VII 228, o donde se habría erigido un cenotafio (cf. B . M. B o w r a , Greek Lyric Poetry, 2 éd., Oxford, 1961, págs. 345-349).

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vo una victoria que, según el dicho, podríamos calificar de «cadmea»94; mató a unos pocos enemigos, mientras que la pérdida de sus propios soldados alcanzó un núme­ro mucho mayor. Y después de haberse apoderado del des­filadero con el ejército de tierra, decidió hacer la prueba de una batalla por mar95. Inmediatamente, pues, convo­có al comandante de la flota, Megábates96, y le ordenó que hiciera rumbo contra las fuerzas navales griegas y tratara de entablar con toda su flota una batalla naval contra los griegos. Megábates, en cumplimiento de las órdenes del Rey, zarpó de Pidna en Macedonia con toda su flota y puso rumbo al cabo de Magnesia llamado Sepíade97. Allí le sor­prendió un vendaval que le hizo perder más de trescientos navios de guerra, así como un gran número de transportes

1)4 La expresión, que se refiere a una victoria conseguida at precio de mucha sangre, tiene su origen en la historia de los Siete contra Tebas, la ciudad de Cadmo. Los Siete siguen a Polinices contra su hermano Eteo­cles, que no quería cederle, según lo pactado, el gobierno de la ciudad. El ataque fracasó, Tebas no fue tomada, pero los dos hijos de Edipo, Eteocles y Polinices, se dieron muerte recíproca. Diodoro se ha referido a la historia en el libro IV 65 y volverá a hacerlo en el XXII fr. 6. Cf. asimismo Los siete contra Tebas de Esquilo. Una victoria cadmea deja pues al vencedor en una situación semejante a la dei vencido. La expresión aparece por primera vez en H e r ó d o t o , I 166 y la encontramos luego en P l a t ó n , Le­yes 641c. El mismo Diodoro la explica en el citado libro XXII (fr. 6, 1-2).

95 Situando la batalla de Artemisio después de las Termopilas, Diodoro está en contradicción con H e r ó d o t o , VIII 1 5 , para quien las dos batallas «tuvieron lugar en las mismas fechas». Cf. L is ia s , Epitafio 3 1 .

96 Según H e r ó d o t o , VII 97, el mando de ia flota se había confiado a cuatro almirantes. Uno de ellos era Megabazo, hijo de Megábatas o Megá­bates, del que habla aquí Diodoro. Los otros tres eran Aribignes, hijo de Darío, Prexaspes, hijo de Aspatines, y Aquémenes, hijo de Darío.

97 Cf. H e r ó d o t o , VII 183. El cabo Sepíade se encuentra al sudeste de la península de Magnesia, frente a la isla de Escíatos. La ilota habría arribado a la actual playa de Kouíouri.

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de caballos y de otros barcos98. Una vez que hubo amainado el temporal, levó anclas y puso proa rumbo a Afetas de Magnesia99. De allí envió doscientas trirremes, ordenando a sus comandantes que circunnavegaran Eubea manteniendo la isla a su derecha a fin de envolver al enemigo mo.

4 Entre tanto los griegos estaban fondeados junto al Ar­temisio de Eubea con un total de doscientas ochenta trirre­mes, de las que ciento cuarenta eran de los atenienses y el resto de las otras ciudades griegas101. El almirante era el es-

98 Cf. H e r ó d o t o , VIÍ 1 8 8 , 2 -3 . Fue un violento temporal acompañado de fuertes ráfagas de un viento llamado helespontio, un viento del Nordes­te más que de Levante, como dice Heródoto. De los navios sorprendidos por la tempestad, unos fueron arrastrados a la zona del Pellón conocida como los Ipnos, «Los Hornos», otros al cabo Sepíade y otros a las costas de Melibea y Castanea. Según Heródoto (VII 1 90 ), se perdieron no menos de 4 0 0 naves y las bajas humanas fueron incalculables.

99 Cf. H e r ó d o t o , VII 1 9 3 -1 9 4 , según el cual es un paraje del que par­tió Jasón; el nombre Áfetas, Aphétai, significa precisamente «salida». Es un promontorio y puerto de la península de Magnesia frente aî cabo Arte­misio. Finalizada la tempestad, los bárbaros doblaron la punta de Magne­sia, entraron en el golfo de Págasas y fondearon en Áfetas.

100 El mismo número de naves y la misma maniobra se encuentran en H e r ó d o t o , VIII 7 . Megábates envió 2 0 0 naves a rodear Eubea para cortar a los griegos el paso entre la isla y el continente. El envío de estas naves plantea algunos problemas (cf. H e r ó d o t o , VIII, trad, y notas de C. S c h r a d e r , BCG 1 3 0 , Madrid 1 9 8 9 , notas 3 6 ss.).

101 Respecto a los efectivos de la armada griega, cf. H e r ó d o t o , VIII 1 -2 ; I s ó c r a t e s , Panegírico 9 0 ; D k m ó s t e n e s , Sobre las sinmorías 2 9 , So­bre la Corona 2 3 8 ; C. N e p o t e , Temístocles 7 , 3 ; E l i o A r i s t i d e s , Oratio­nes I, pág. 2 1 9 ; I I , pág. 2 5 2 , ed. D i n d o r f , Leipzig, 1 8 2 9 ; P a u s a n i a s , II

2 9 , 5. Heródoto nos da esta distribución: las naves de los atenienses eran ciento veintisiete, a las que se añadían cuarenta de los corintios, veinte de los megareos, otras veinte de los calcideos, dieciocho de los eginetas, doce de los sicionios, diez de los lacedemonios, ocho de los epidaurios, siete de los eretrieos, cinco de los trecenios, dos de ios estíreos, dos trirremes y dos pentecónteros de los de Ceos y finalmente siete pentecónteros de los lo- cros opuntios. Un estudio detallado de estos efectivos es el de J. L a b a r b e ,

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partiata Euribíades102, pero era el ateniense Temístocles quien dirigía los asuntos de la flota; debido a su inteligencia y a sus cualidades de general se había granjeado en gran manera el favor no sólo de los griegos de la flota, sino tam­bién del mismo Euribíades, y todos le prestaban atención y le obedecían de buen grado103. Cuando se reunió el consejo 5 de los comandantes de las naves para discutir sobre la bata­lla naval, todos los demás eran del parecer de no tomar la iniciativa y esperar el ataque de los enemigos; Temístocles fue el único que sostuvo la opinión contraria, demostrando que era conveniente poner proa contra el enemigo con toda la flota en orden de batalla; de este modo ellos tendrían ven­taja al mover sus barcos en formación compacta contra unos adversarios que, debido a la confusión, estarían en una si­tuación de dispersión, puesto que zarpaban de puertos di­versos y distantes unos de otros104. Finalmente prevaleció la

«Chiffres et modes de répartition de la flotte grecque à PArtèmision et à Salamine», Bulletin de Correspondence Hellénique 76 (1952), págs. 384 ss.

102 Euribíades había sido elegido navarco de Esparta poco antes de la batalla de Artemisio. Aquí tenía el mando de toda la flota aliada.

103 El prestigio de Temístocles era grande; era el impulsor de la políti­ca naval ateniense, convenciendo a los atenienses para que dedicaran el excedente de dinero de Laureo a la construcción de una armada (cf. Heró­d o t o , VII 144 1-2). Por temor a que la discordia provocara ía ruina de Grecia, cedió el mando supremo a Euribíades (cf. H e r ó d o t o , VIII 2-3; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 7 , 3 ) , pero la resistencia en Artemisio y la extraordinaria victoria de Salamina se relacionan con su talento.

104 Según H e r ó d o t o (VIII 4), la llegada de los persas a Áfetas provo­có el terror de los griegos y se propuso huir de Artemisio rumbo a Grecia Central. P l u t a r c o {Vida de Temístocles 7, 5) habla del susto de Euribía­des ante las impresionantes fuerzas pereas y la noticia de que rodeaban Eubea, pero su inclinación a la retirada no encuentra confirmación ni en Heródoto ni en Diodoro. Este no se refiere a los esfuerzos de los de Eubea para evitar la retirada ni a su oferta de dinero (treinta talentos) a los jefes griegos, a la que se refieren Heródoto y Plutarco. Lo cierto es que la reti­rada se evitó y en ello jugó un papel Temístocles.

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opinión de Temístocles y los griegos pusieron proa contra los enemigos con toda la flota105. Y dado que los bárbaros se hacían a la mar desde diversos puertos, en un primer tiempo, los de Temístocles, al trabar combate con los persas todavía dispersos, lograron hundir muchas naves, y también obligaron a un buen número a emprender la huida persi­guiéndolas hasta tierra; pero a continuación, cuando la flota persa se reunió, se produjo una violenta batalla naval: unos y otros alcanzaron ventaja con una parte de las naves, pero ni los unos ni los otros obtuvieron una victoria completa y, al hacerse de noche, cesó el combate*06.

Después de esta batalla, sobrevino Artemisio. La segunda una violenta tempestad que destruyó

batalla. Retirada im gj-an número de las naves ancladasa óalamina y evacuación °

de Atenas fuera del puerto , de modo que ladivinidad parecía ponerse de parte de

los griegos, a fin de que, una vez disminuida la inmensa flo­ta de los bárbaros, las fuerzas de los griegos fueran compa­rables y suficientes para medirse con el enemigo en una ba-

105 La dispersión y el relajamiento de ia flota persa tras el envío de las doscientas naves a rodear Eubea tiene que ver asimismo con el recuento y reorganización de la flota que se ordenó en Áfetas (cf. H e r ó d o t o , VIII 7 ).

Además las tripulaciones debían de estar agotadas tras tres días de tormen­ta. De ahí la oportunidad de la decisión de Temístocles.

tot> Sobre la batalla de Artemisio, cf. H e r ó d o t o , VIíí 9-11. La batalla quedó indecisa, los griegos a la caída de la noche se retiraron a Artemisio y los persas a Áfetas.

107 Cf. H e r ó d o t o , VÍJJ 12-13. Además de las naves destruidas por la tempestad en Áfetas, la flota persa sufrió otro desastre en los efectivos que circunnavegaban Eubea, a la altura de las «Ensenadas» de Eubea, un lugar de localización controvertida, situado probablemente en la costa sudocci­dental de la isia.

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talla naval108, Por ello, mientras que los griegos tenían cada vez más confianza, los bárbaros estaban cada vez más teme­rosos ante los peligros. De todas formas, se recuperaron después de aquel naufragio y se hicieron a la mar con todas sus naves contra el enemigo. Los griegos, que acababan de 2

recibir el refuerzo de cincuenta trirremes áticaslü9, se situa­ron en orden de batalla frente a los bárbaros. La batalla na­val que libraron a continuación110 tuvo un desarrollo seme­jante al del encuentro de las Termopilas: los persas, en efecto, estaban decididos a forzar la barrera de los griegos y a franquear el Euripo, mientras que los griegos, que habían bloqueado el estrecho, luchaban en defensa de sus aliados de Eubea111. La batalla fue violenta y numerosas fueron las pérdidas de naves que sufrieron uno y otro bando; pero, al sobrevenir la noche, se vieron obligados a regresar a sus

108 La misma idea se encuentra en H e r ó d o t o , VIII 13, donde leemos que la voluntad divina quiso que la flota persa se equilibrara con la griega y no gozase de una neta superioridad numérica. De todas formas, combi­nando los textos de Heródoto y de Diodoro, después del refuerzo de cin­cuenta y tres naves atenienses recibido por los griegos, la diferencia era de diez contra uno, puesto que los persas teman aún 3.500 unidades frente a las 330 de los griegos.

109 Según H e r ó d o t o , VIH 14, 1, eran cincuenta y tres. Ni Heródoto ni Diodoro dan más detalles sobre su procedencia. Su llegada, unida a la no­ticia del naufragio de las naves persas que circunnavegaban Eubea, dio nuevos ánimos a los griegos, que destruyeron un contingente de ios cili­cios, un dato que no menciona Diodoro.

110 La iniciativa del ataque la tomaron los persas, decididos a forzar la resistencia en el Euripo.

111 La analogía entre el Euripo, el estrecho entre Eubea y el continente, y las Termopilas se encuentra ya en Heródoto (VIII 15), que se refiere a la coincidencia de los enfrentamientos navales de Artemisio y al encuentro de las Termopilas. En VIII 4, H e r ó d o t o dice que los eubeos pidieron a la flota que no se retirara hasta que hubieran podido sacar las familias y los bienes de la isla.

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respectivos puertos. En las dos batallas112 se distinguieron, según se cuenta, los atenienses por el lado de los griegos y

3 los sidonios por el de los bárbaros113. A continuación, cuan­do supieron lo que había ocurrido en las Termopilas y se en­teraron de que los persas avanzaban con su ejército de tierra hacia Atenas, los griegos perdieron el ánimo; por ello pusie­ron rumbo a Salamina, donde esperaron acontecimientos114.

112 El segundo combate de Diodoro corresponde al tercero de H e r ó ­

d o t o (V in 15-18). Diodoro ha omitido el episodio secundario de la se­gunda batalla de H e r ó d o t o (VIII 14). E lio A r ís t id e s (Discursos II 251, ed. D in d o r f ) coincide con Diodoro.

113 Heródoto cuenta que, cuando la flota persa arrumbó contra los griegos, éstos se mantuvieron a la expectativa en los aledaños de Artemi­sio; luego los bárbaros desplegaron sus naves en forma de media luna para efectuar una maniobra envolvente, los griegos reaccionaron y zarparon a su encuentro; la batalla acabó con pareja fortuna y en ambos bandos ¡fueron numerosas las pérdidas de hombres y de naves. Heródoto, diferentemente a Diodoro, dice que en la flota persa destacaron los egipcios, no los sido­nios, cuya pericia marinera destaca en otros pasajes (cf. VII 44; Í00, 2; 128, 2) el historiador de Halicarnaso. Por parte griega, se distinguieron los atenienses, entre los que se destaca a Clinias (cf. H e r ó d o t o , VIII 17; P ín d a r o , fr. 77 S n e l l ; P l u t a r c o , Vida de Alcibiades 1,1). Para celebrar la gesta de los atenienses, según cuenta asimismo P l u t a r c o , Vida de Al­cibiades 8, 5, en una columna del templo de Ártemis se puso una inscrip­ción con un epigrama atribuido a Simónides (fr. 24 P a g e = 109 D ie h l ).

E n la mayoría de textos griegos, Artemisio se considera una victoria ate­niense: cf. H e r ó d o t o , VIII 76, donde se habla de las proezas griegas de Artemisio; A r is t ó f a n e s , Lisístrata 1253; L is ia s , Epitafio 31; I s ó c r a t e s ,

Panegírico 92; E l io A r ís t id e s , Discursos III 141; P l u t a r c o , Vida de Te- mistocles 8, 2 (fr. de P í n d a r o ) y 8, 5 (epigrama atribuido a Simónides).

114 La flota griega se replegó de Artemisio a Salamina (cf. H e r ó d o t o ,

VIII 18-23) por petición de los atenienses, que temían por la suerte de su ciudad (cf. H e r ó d o t o , VIH 40, 1). Había llegado la noticia del avance de los persas y de su saqueo de la Fócide. Tras llegar a Panopea, el ejército bár­baro se dividió en dos contingentes; uno, el más numeroso, avanzó con­tra Atenas, bajo el mando del propio Jeijes, mientras que el otro se dirigió a Delfos, para saquear el santuario (cf. H e r ó d o t o , VIH 31-35).

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Los atenienses, conscientes del grave peligro que corría to- 4 da la población de Atenas, hicieron embarcar a los niños y las mujeres y cargaron todos los bienes que pudieron llevar­se y los transportaron a Salamina115. Cuando el almirante de 5 los persas se enteró de la retirada de los enemigos, desem­barcó en Eubea con todas las fuerzas de marina, tomó al asalto la ciudad de Hestiea, la saqueó y devastó su territo­rio116.

Mientras ocurrían estos hechos, u De las Termopilas Jerjes levantó el campamento de las

a Atenas. Termopilas y avanzó a través del teni-Saqueos de ios persas t()r 0 |QS focenses? saqueando las

ciudades y destruyendo las propieda­des rurales. Los focenses, que habían elegido la causa de los griegos, viendo que no estaban en condiciones de enfrentar­se al enemigo, abandonaron en masa todas las ciudades y se refugiaron en los lugares abruptos del Parnaso117. A conti- 2

nuación, el Rey atravesó la Dóride sin causar ningún daño,

115 Sobre la evacuación del Ática, cf. H e r ó d o t o , VIII 40-41; 60; Tu- c í d i d e s , I 89, 3; C t e s ia s , Pérsicas i r . 13, cap 26; L is ia s , Epitafio 34; L i ­

c u r g o , Contra Leócrates 68-69; ; I s ó c r a t e s , Panegírico 96; C i c e r ó n ,

Sobre los deberes 3, 11, 48; P l u t a r c o , Vida de Temístóeles 10, 1-10; P a u s a n ia s , íí 31, 7; F r o n t i n o , Estratagemas 1, 3, 6; E l io A r i s t i d e s ,

Discursos I I I 247 ss.; J u s t i n o , 2, Í2, 16. Respecto al sitio al que se dirigió la evacuación, no hay unanimidad en ias fuentes; según Heródoto (V I I I

40-41), el destino fue triple: Trecén, Egina y Saíamina, pero en seguida se produjo la simplificación a favor de Salamina, ya en el mismo Heródoto ( V I I I 60).

116 Sobre la incursión persa en Eubea, cf. H e r ó d o t o , VIII 23. Hestieao Histiea estaba en la costa noroccidental, frente a Tesalia, y era una de las ciudades más ricas de la isla.

117 Cf. H e r ó d o t o , VIII 31-32; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 9, Al­gunos focenses encontraron refugio en las cumbres del Parnaso, pero la mayor parte se refugió en Anfisa, con los locros ózolas.

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debido a que sus habitantes eran aliados de los persas118. Allí dejó una parte de sus fuerzas con la orden de marchar contra Delfos, de incendiar el santuario de Apolo y llevarse las ofrendas; entre tanto él con el resto de los bárbaros pene-

3 tró en Beocia y estableció allí su campamento1'9. Los solda­dos enviados a saquear el oráculo habían llegado a la altura del templo de Atenea Pronea120 cuando desde todos los pun­tos del cielo cayeron inesperadamente sobre ellos impresio­nantes aguaceros acompañados de numerosos rayos; ade­más, al arrancar la tormenta grandes rocas de la montaña, que se precipitaron sobre el campamento de los bárbaros, fueron numerosos los persas que allí perdieron la vida; y to­dos los otros, espantados por aquella poderosa intervención

4 de los dioses, huyeron de aquellos parajes121. Así, pues, el oráculo de Delfos, por la acción de la providencia divina, pudo escapar del saqueo. Los delfios, queriendo dejar a la

118 Cf. H k r ó d o t o , VIII 31.Iíy Cf. supra, nota 114. La población de Beocia abrazaba la causa de

los persas. En cuanto al ataque fallido contra el santuario de Deifos, cf. H k r ó d o t o , VIII 35-39. Se ha pensado que la narración de Heródoto fue inspirada por los sacerdotes de Delfos con exageración de los hechos, a fin de hacer olvidar su inmunidad durante la invasión y contrarrestar las acu­saciones respecto a la tendencia medizante del oráculo.

120 Cf. P a u s a n i a s , X 8, 6. El epíteto de esta Atenea era Pronaia, se­gún H e r ó d o t o , VIII 37, es decir, «la que está delante del templo» o «la guardiana del templo», probablemente en relación a su situación respecto al santuario de Apolo. Pero la forma atestiguada en los manuscritos de Diodoro y en Pausanias es Pronoia, o sea, la «Providente». Este templo era un edificio arcaico de caliza situado ai sur de la fuente Castalia, en la zona conocida como Manuaria.

121 El relato de Diodoro nos recuerda el de H e r o d o t o , VIII 37, 2-3. Los gruesos peñascos que cayeron sobre los persas podían desprenderse de la falda del Parnaso, de la peña Hiampea, la más oriental de las rocas Fedríadas, las «brillantes». En ei siglo pasado (el 12 de mayo de 1905) se registró una tormenta y un desprendimiento similares con la destrucción de parte del templo de Atenea.

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posteridad un monumento perenne en recuerdo de aquella manifestación de los dioses, levantaron, al lado del templo de Atenea Pronea, un trofeo, en el que grabaron esta ins­cripción en dísticos elegiacos:

En recuerdo de la guerra protectora y de la victoria testi- los delfios me erigieron, a Zeus agradecidos, [monio,y a Febo, tras rechazar el destructor ejército de los Medos y proteger el templo de bronce coronado122.

Al pasar por Beoda, Jeijes arrasó el territorio de los tes- 5

pieos e incendió Platea, que se encontraba desierta, dado que los habitantes de esta ciudad habían huido en masa hacia el Peloponeso123. A continuación, los persas invadie­ron el Atica, devastaron los campos, arrasaron Atenas e in­cendiaron los templos de los dioses. Mientras el Rey estaba

122 La única fuente segura de estos versos es Diodoro. Ι-lace unos tres­cientos años podían leerse in situ y fueron copiados, cerca de la fuente Castalia, por Francis Vemon en 1675; su texto era idéntico al de Diodoro (cf. M k r j t t , Hesperia (1947), 58-62 = Bull, épigr. 1948, 86); pero podría tratarse de un falso del siglo iv a. C. Cf. J. E b e r t , Zeitschrift fiir Papyro­logie iind Epigraphik 47 (1982), 35-36.

m Tespias y Platea habían permanecido fíeles a la causa de los grie­gos, por lo que fueron duramente castigadas. Cf. H e r ó d o t o , VIH 50, 2. Tespias, localidad de Beocia meridional situada en el valle del Asopo y al pie del monte Heiicón, se encontraba a unos 12 Km ai noroeste de Platea (cf. P a u s a n i a s , EX 26); con Platea intervino contra los persas en las bata­llas de las Termopilas y de Platea, donde sus hombres se distinguieron. Platea, situada entre el monte Citerón y el río Asopo, fue fiel aliada de Atenas frente a los tebanos (cf. H e r ó d o t o , VI 108). En el 4 9 0 , los píateos se alinearon al lado de los atenienses en Maratón y también estuvieron presentes en las trirremes atenienses en Artemisio. El nombre de Platea, en fin, queda ligado a la victoria griega contra Mardonio del 4 7 9 , que forzó la retirada del ejército persa.

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ocupado en estas acciones, la flota zarpó de Eubea rumbo al Atica y en la travesía saqueó Eubea y la costa del Atica m .

is Por el mismo tiempo los corci-Actitud de los corcireos. re0Sj qUe habían equipado sesenta tri-

Saqueo del Atica , , ,y debate sobre la táctica manes, se entretenían en aguas del Pe-

de la batalla naval. loponeso porque, según ellos decían, no estaban en condiciones de doblar

el cabo Malea, o bien, según afirman algunos historiadores, porque esperaban a ver por quién se inclinaba la balanza de la guerra, con el fin de ofrecer a los persas el agua y la tierra en el caso de que la ganaran, o para dar a los griegos la im­presión de que estaban a su lado si éstos conseguían la

2 victoria125. Los atenienses que estaban a la expectativa en Salamina, cuando vieron el Ática asolada por el fuego y su­pieron que el santuario de Atenea había sido arrasado, expe­rimentaron un terrible desánimo. Igualmente un miedo es­pantoso se apoderó de los otros griegos que, venidos de todas partes, se habían concentrado en el Peloponeso126. En

124 Jerjes llegó al Ática a comienzos de septiembre del 480 a. C. Ocu­pó una Atenas desierta y sitió la Acrópolis, donde se habían fortificado unos pocos habitantes que habían quedado. Desde la altura del Areópago los persas lanzaron flechas encendidas contra la barricada de la Acrópolis y finalmente la tomaron escalando el muro por la parte del santuario de Aglauro. Mataron a los atenienses acogidos a sagrado, saquearon los tem­plos e incendiaron toda la Acrópolis. Cf. H e r ó d o t o , VIII 50-53.

125 Cf. H k r ó d o t o , VII 168, donde encontramos la misma versión res­pecto a la actitud de los corcireos. Después de equipar sesenta naves, hicieron escala en el Peloponeso y fondearon en aguas de Pilos y del Té- naro, en territorio lacedemonio, a fin de aguardar de qué lado se decantaba la guerra.

126 Desde Salamina los atenienses podían ver los incendios del Ática y los movimientos de las tropas de Jerjes; la distancia desde el sitio de la isla ocupado por los atenienses hasta la costa ática es de 1.500 a 2.000 m. So­bre la invasión del Ática, cf. H e r ó d o t o , VIII 50-56. Desde la caída de las

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estas circunstancias se decidió que todos aquellos a quienes se había conferido el mando se reunieran en consejo para determinar en qué aguas era conveniente combatir la batalla naval. Las opiniones que se expusieron fueron numerosas y 3 de diverso género. Los peloponesios, preocupados sólo de su propia seguridad, sostenían la necesidad de entablar el combate cerca del Istmo127, que, una vez bien fortificado, ofrecería a los derrotados, en el caso de infortunio en la ba­talla naval, la posibilidad de encontrar con la mayor preste­za un refugio seguro en el Peloponeso; si, por el contrario, se encerraban en la pequeña isla de Salamina, se verían ex­puestos a situaciones de difícil solución. Temístocles, en 4 cambio, aconsejó que libraran la batalla naval en aguas de Salamina, ya que creía que en espacios reducidos quienes combatían con un pequeño número de barcos tendrían una importante ventaja frente a una flota mucho más numerosa; en suma, demostró que el mar del Istmo sería totalmente in­adecuado para aquella batalla naval, puesto que el combate se entablaría en alta mar y los persas, debido a los amplios espacios disponibles, podrían fácilmente destruir una flota exigua gracias a su superioridad numérica. Y tras desarro­llar con igual perspicacia otros muchos argumentos en rela­ción con la situación, convenció a todos para que votaran en el sentido que les proponía128.

Termopilas, el Peloponeso acogió a numerosos refugiados: tespieos (cf. H e r ó d o t o , VIII 51), atenienses (cf. H e r ó d o t o , VIII 40-41), píateos (cf. H e r ó d o t o , VIII 44) y otros. Los peloponesios trabajaron día y noche en la fortificación del Istmo (cf. H e r ó d o t o , VIII 70-74).

127 Naturalmente, el istmo de Corinto.128 Diodoro sigue a H e r ó d o t o (VIII 58). Los diversos argumentos de

Temístocles a los que aquí alude Diodoro aparecen en H e r ó d o t o , VIII 60-63.

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Finalmente, al haber tomado elDescontento Consejo la decisión de combatir en

por la decisión . . . .de librar batalla aguas de Salamina, los griegos hicie-

en Salamina ron los preparativos para afrontar con­venientemente el encuentro con los

persas. Euribíades, teniendo a su lado a Temístocles, trataba de animar a las tripulaciones incitándolas al inminente com­bate. Pero las tripulaciones no le escuchaban, sino que, al estar todos espantados ante la magnitud de las fuerzas per­sas, nadie prestaba atención a sus jefes, y en el pensamiento de cada uno no había otra idea que zarpar rápidamente de Salamina rumbo al Peloponeso'29. Asimismo el ejécito de tierra de los griegos no estaba menos aterrorizado por las fuerzas de los enemigos; causaba consternación la pérdida en las Termopilas de aquellos soldados de un prestigio ex­traordinario, y las desgracias del Ática que tenían ante sus ojos inspiraba en los griegos un terrible desánimo. Cuando los miembros del Consejo vieron la turbación de 3as masas y el terror general, votaron fortificar el Istmo con la construc­ción de un muro130. La obra fue llevada a término rápida­mente131 gracias al entusiasmo de los hombres que en gran número trabajaron en ella; pero mientras los peloponesios consolidaban el muro, que tenía una extensión de cuarenta

129 Ni Euribíades ni Temístocles consiguen calmar la agitación de las tripulaciones. H e r ó d o t o , Vííí 70 nos habla del miedo cerval de ios grie­gos, especialmente de los peloponesios, después de la llegada de la flota persa a aguas de Salamina. Diodoro insiste en este episodio en la inefica­cia de las exhortaciones de los jefes y la rebeldía de las tripulaciones.

130 Una vez conocidas en el Peloponeso las noticias de la muerte de Leónidas en las Termopilas y de la caída de Atenas, los peloponesios se dirigieron apresuradamente al Istmo a las órdenes de Cleómbroto, herma­no de Leónidas, bloquearon la ruta Escirónide y, acto seguido, comenza­ron a construir un muro a través del Istmo. Cf. H e r ó d o t o , VIII 7 1 , 2 .

131 La obra fue acabada al año siguiente. Cf. H e r ó d o t o , IX 7, í .

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estadios desde Lequeo hasta Cencreas132, los soldados esta­cionados en Salamina, así como toda la flota, estaban hasta tal punto espantados que ya no obedecían a sus je fes133.

Viendo que el navarca Euribíades n Estratagema era incapaz de contener la irritación

ctë T'&iTiistoclcsSe prepara de las tripulaciones y constatando que

la batalla naval las dificultades de la bahía de Salami­na podían prestar una gran contribu­

ción con vistas a la victoria, Temístocles urdió este estrata­gema134: persuadió a un hombre135 para que se presentara como tránsfuga a Jerjes y le asegurara que las naves fon­deadas en Salamina estaban a punto de abandonar el lugar

132 Lequeo era el puerto de Corinto a orillas del golfo de Corinto, y Cencreas era el puerto que tenía la ciudad en el golfo Sarónico (cf. E s t r a -

b ó n , VIII 6 , 2 2 ; T ucíd id e s , VIII 10 , 1). E l muro se construyó a unos 4

Km al sur del díolkos (la ruta terrestre por la que los barcos se deslizaban sobre rodillos de madera a fín de evitar la circunnavegación dei Pelopone­so. Cf. E s t k a h ó n , Geografia BCG 2 8 9 , Madrid, 2 0 0 1 , VIII 1, 3 , nota 2 3 ) .

Su longitud era de algo más de 7 Km, puesto que no se construyó en la zona más estrecha del Istmo, donde estaba el díolkos; la longitud del canal actual es de 6 .3 4 0 m.

133 Respecto al descontento y a la reacción violenta de los que querían abandonar Salamina, cf. H e r ó d o t o , VIII 74; P l u t a r c o , Vida de Temís­tocles 12, 3. Tuvo lugar una asamblea en la que los peloponesios defendie­ron la conveniencia de zarpar rumbo al Peloponeso, mientras que los ate­nienses, los eginetas y los megareos sostenían que debían quedarse donde estaban.

134 Cf. H e r ó d o t o , VIII 75, que nos da un amplio relato de esta estra­tagema, cuya historicidad es objeto de discusión. Cf. asimismo P l u t a r c o ,

Vida de Temístocles 12, 4; P o l if .n o , I 50, 3; A r is t o d e m o , FGrHíst 104, fr. 1; E s q u i l o , Persas 353 ss.

135 Su nombre era Sicino, un prisionero persa al que Temístocles había elegido como preceptor de sus hijos. Cf. H e r ó d o t o , VIII 75, 1; P l u t a r ­

c o , Vida de Temístocles 1 2 , 4 .

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158 BIBLIOTECA H ISTÓ R IC A

2 para reagruparse en el Istmo136. Por ello el Rey, confiando en aquellas noticias debido a su verosimilitud, se apresuró a impedir que las fuerzas navales de los griegos se unieran a las tropas de tierra. A toda prisa, pues, hizo zarpar a la flota egipcia con la orden de bloquear el paso entre Salamina y Megáride137. El resto de la flota fue enviado a Salamina con la orden de atacar al enemigo y de resolver la contienda en aquella batalla naval138. Las trirremes estaban ordenadas por pueblos, unas a continuación de otras, a fin de que la comu­nidad de lengua y el conocimiento mutuo de los tripulantes

3 los animara a prestarse ayuda unos a otros. Ordenada la flo­ta de este modo, los fenicios ocupaban el ala derecha, mien­tras que la izquierda estaba ocupada por los griegos que sos­tenían la causa de los persas139. Los comandantes de los jonios enviaron a los griegos un hombre de Samos para re­velarles las decisiones del Rey y la disposición en orden de batalla de todas sus fuerzas, y para explicarles los motivos por los que tenían la intención de desertar de los bárbaros en

4 el curso del combate140. Cuando el samio logró realizar la

136 Diodoro recorta el mensaje de Temístocles que, según Heródoto y Plutarco, manifestaba la intención de pasarse a los persas. Cf. H k r ó do to , Historia, trad, cit., VHI 75, 2-3, nota 386.

137 Diodoro es la única fuente que se refiere a esta misión de la flota egipcia. Podría referirse a la misma maniobra P l u t a r c o , Vida de Temis- tocles 12, 5, que cita la partida de doscientas naves sin especificar su na­cionalidad.

138 Sobre el ataque, la maniobra envolvente de la flota persa y la ocu­pación de Psitalea, cf. H e r ó d o t o , VIII 7 6 .

139 Cf. H e r ó d o t o , VHI 85, 1.140 Sobre este hecho, encontramos una versión diferente tanto en He­

r ó d o t o (VTII 82, 1) como en Plutarco (Vida de Temístocles 12, 8). La no­ticia de los movimientos de la flota persa habría sido comunicada a los griegos por una trirreme de desertores de Teños. La versión de Diodoro del hombre de Samos que llegó a nado debe de proceder de Éforo, que, al ser de Cime, pretendería justificar a los jonios.

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LIBRO XI 159

travesía a nado sin ser descubierto e hizo aquellas revela­ciones a Euribíades, entonces Temístocles, al haber tenido su estratagema el resultado que había previsto, se alegró mucho y comenzó a exhortar a las tropas a afrontar el peli­gro; y los griegos, que con la promesa de los jonios habían recuperado su confianza y pese a que la situación les forza­ba a un combate naval contrario a su idea, llenos de ardor bajaron todos juntos las pendientes de Salamina para librar la batalla naval141.

Cuando finalmente Euribíades y Batalla Temístocles dispusieron sus fuerzas,

de Salamina. . .Ruptura los atenienses y los lacedemonios ocu-

de las lineas persas paron el ala izquierda, alineándose fren­te a la flota de los fenicios; la superio­

ridad de los fenicios era grande, tanto por su número como por su experiencia en las actividades náuticas heredada de sus antepasados142. Los eginetas y los megareos formaban el ala derecha; tenían la fama de ser los más expertos mari­neros después de los atenienses143, y además eran ios que iban a luchar con más porfía, puesto que sólo ellos entre los griegos se quedarían sin refugio si la batalla naval acababa en fracaso. El centro estaba ocupado por el resto de los griegos.

141 Respecto a los episodios que precedieron a la batalla, cf. H e r ó d o ­

t o , VIII 76-84; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 12, 6-8; Vida de Arístides 8, 4.

142 No hay acuerdo en las fuentes respecto a la disposición en orden de batalla. Así H e r ó d o t o (VIII 8 5 , 1) nos presenta a los atenienses alineados frente a los fenicios, mientras que los espartanos se encuentran frente a los jonios, en dos zonas diferentes.

143 Tanto la isla de Egina como Mégara tenían una larga tradición ma­rinera.

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160 BTBUOTECA H ISTÓ RICA

Así, pues, tras formar de este modo, se hicieron a la mar y ocuparon el estrecho entre Salamina y el santuario de Heracles144. El Rey ordenó a su almirante que avanzara con­tra el enemigo y él se fue a un lugar de la costa situado en­frente de Salamina, desde donde era posible seguir el desa­rrollo de la batalla naval145. En un primer momento, los persas conservaban su formación, dado que, al navegar en mar abierto, tenían mucho espacio, pero cuando llegaron al estrecho, se vieron obligados a romper las líneas separando algunas naves, lo que provocó un gran desconcierto146. El almirante, cuyo navio iba al frente de la formación, fue el primero en trabar combate y pereció después de haberse ba­

144 Sería el tetrákómon Hëràkleion, el santuario de los cuatro demos, cuyas ruinas no se han identificado. Cf. G. Roux, «Eschyle, Hérodote, Diodore, Plutarque racontent la bataille de Salamine», Bulletin de Corres­pondence Hellénique 98 (1974), 79.

145 Respecto al lugar donde se sentó Jerjes para contemplar la batalla, He r ó d o t o , VIII 90, 4, dice que estaba en la ladera del monte Egáleo, pe­queña cordillera del Ática (453 m de altura máxima) con la estribación su­doccidental del monte Coridalo (217 m.), situado frente a la isla de San Jorge y a la bahía de Palukia, en Salamina. Pero P l u t a r c o , Vida de Te­místocles 13, 1, nos da dos versiones: la de Fanodemo (FGrHist 325, fr. 24), que habla de un lugar en una zona situada más arriba del templo de Heracles, probablemente en la vertiente sudoriental del Coridalo, y la de Acestodoro (C. M ü l l e r , Fragmenta Historicorum Graecorum, París, 1846, Π 464), que sitúa el lugar del taburete de oro, convertido en trono por la tradición, en la frontera de Megáride.

146 Todas las fuentes están de acuerdo respecto al desorden y a la inca­pacidad estratégica de la flota persa para maniobrar en espacios reducidos. El relato de Diodoro sobre la batalla propiamente dicha no es muy extenso (18, 4-19, 2), pero ningún autor antiguo nos ha dejado un análisis comple­tamente fiable, satisfactorio y razonado de las maniobras y desarrollo del encuentro. El de Diodoro, pese a su insuficiencia y errores, se ha conside­rado bastante sistemático.

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LIBRO XI 161

tido con gran vehemencia147. Cuando su nave fue hundida, el desorden se apoderó de la flota de los bárbaros, puesto que eran muchos los que daban la voz de mando, pero cada uno daba órdenes diferentes. La consecuencia fue que inte­rrumpieron el avance de sus naves, ciaron y retrocedieron hacia alta mar. Los atenienses, cuando vieron el desorden de los bárbaros, pusieron proa contra las naves enemigas; a unas las alcanzaron de lleno con sus espolones y a otras les arrancaron sus filas de remos al pasar rozando sus cascos; y al no poder servirse de los remos, muchas trirremes de los persas, dejando su flanco expuesto al enemigo, fueron gol­peadas repetidamente por los espolones. Por ello no sólo ce­saron de ciar, sino que se pusieron a virar de bordo e inicia­ron una apresurada fuga148.

Una vez que las naves de los feni-Se consuma ¡a derrota cjos y |os chipriotas fueron SOm e-

persa. Nueva , 1 1 1 ·estratagema hdas por los atenienses, las de los ci-

de Temístocles licios, de los panfilios y también lasde los licios, que estaban alineadas a

continuación, en un primer momento resistieron vigorosa­mente, pero cuando vieron que los navios más fuertes em-

147 Según H e r ó d o t o , VIH 84, quien abrió el combate por la parte griega fue el ateniense Aminias de Palene, tal como afirmaban los atenien­ses, o bien una nave egíneta, al decir de los eginetas. En cuanto al almiran­te al que se refiere Diodoro, es probable que sea Ariabignes, hijo de Darío y hermano de Jerjes, que estaba al mando de las fuerzas jonias y carias (cf. H e r ó d o t o , VIII 97). Pero para P l u t a r c o , Vida de Temístocles 14, 5, el almirante de Jerjes era Ariámenes, que, enfrentándose a Aminias y a So­cles, fue alcanzado por una lanza y arrojado al mar.

148 Trataron de salir del estrecho y dirigirse al Falero, pero fueron in­terceptados por los eginetas, que habían situado parte de sus naves preci­samente para intervenir en el caso de que los navios atenienses pusieran en fuga a los barcos persas.

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2 prendían la faga, abandonaron igualmente el combate. En la otra ala149 tuvo lugar una violenta batalla y durante algún tiempo el resultado fue indeciso150; pero cuando volvieron los atenienses, que habían perseguido hasta la costa a los fe­nicios y a los chipriotas, los bárbaros, rechazados por ellos,

3 viraron de bordo y perdieron muchas naves151. De este mo­do, pues, vencieron los griegos superando a los bárbaros en una brillante batalla naval; en el encuentro los griegos per­dieron cuarenta naves y los persas más de doscientas sin contar las que fueron apresadas juntamente con sus tripulan­tes 152.

149 Puede pensarse que se refiere al ala derecha griega según la forma­ción descrita por Diodoro, pero se ha demostrado (G. Roux) que en reali­dad se refiere al ala izquierda ocupada por los lacedemonios y los otros aliados. Se han emitido numerosas hipótesis y reconstrucciones sobre las fases de la batalla, en algunos aspectos problemática.

150 Sobre esta violencia e indecisión del resultado señalados por Dio­doro, cf. L is ia s , Epitafio 37.

151 Aquí termina el relato de Ja batalla propiamente dicha. Diodoro ha pasado por alto un episodio glorioso, aunque considerado secundario: la hazaña de Aristides y sus hoplitas en Psitalea (cf. E s q u i l o , Persas 4 3 5 -

4 7 2 ; H e r ó d o t o , VIII 9 5 ; P l u t a r c o , Vida de Aristides 9 , i - 3 ; P a u s a -

n í a s , I 3 6 , 1 -2 ). Diodoro no se refiere a la duración de la batalla, que em­pezó por la mañana, al alborear el día, (cf. E s q u i l o , Persas 3 8 5 ; H e r ó d o ­

t o , VIII 8 3 ) .

152 Estos datos de Diodoro son las únicas indicaciones numéricas sobre el resultado de la batalla. Heródoto nos da una visión más general, comen­tando la gran cantidad de pecios arrastrados por el viento de poniente a la costa del Ática (cf. H e r ó d o t o , VIII 9 6 , 2 ) . Respecto a las pérdidas de ambos bandos, cf. asimismo, E s q u i l o , Persas 4 3 1 - 4 3 3 ; H e r ó d o t o , VIII 8 6 -8 9 ; C t e s ia s , Persica fi. 13 , 2 6 ; D e m ó s t b n e s , Sobre las sinmorías 2 9 ;

P l u t a r c o , Sobre la gloria de los atenienses 7. Según H e r ó d o t o (VIH 8 9 ) , los griegos, por saber nadar, tuvieron pocas bajas, mientras que la mayoría de los bárbaros, dado que no sabían nadar, perecieron en el mar. Esta impresionante victoria griega tuvo lugar a fines de septiembre del 4 8 0 .

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El Rey, derrotado contrariamente a sus esperanzas, con­denó a muerte a los fenicios a los que atribuía la mayor res­ponsabilidad en el inicio de la fuga y amenazó a los otros con infligirles el castigo que merecían. Los fenicios, asus­tados por estas amenazas, primero hicieron vela hacia el Atica, pero, al sobrevenir la noche, zarparon rumbo a A sia153. Entre tanto Temístocles, considerado el artífice de esta victoria154, imaginó un segundo ardid no menos notable que el primero. Dado que los griegos temían combatir por tierra contra tantas miríadas, redujo en gran manera el po­tencial de las' fuerzas de tierra enemigas del modo siguiente. Envió al pedagogo de sus hijos155 a Jerjes para revelarle que la flota griega se disponía a navegar hacia el puente156 para

153 Sobre el castigo de los fenicios, cf. H e r ó d o t o , VJII 90, 1-3. Dio­doro es la única fuente que nos habla de la huida a Asia de los fenicios.

154 Cf, H e r ó d o t o , VIII 124, 1.155 Tal vez el mismo Sicino (cf. supra, XI 17, 1, nota 135). La tradi­

ción sobre este segundo mensaje, que no se suele considerar histórico, dí­ñ e te según las fuentes. Según H e r ó d o t o (V1ÏI 110, 2), su portador fue Sicino, con lo que parecen coincidir Diodoro y Justino (II 13, 5). Pero para P l u t a r c o (cf. Vida de Temístocles 16, 5) y P o l ie n o (I 30, 4) el emisario fue Amaces, un eunuco de Jerjes que había sido capturado por ios griegos.

156 El puente sobre el Helesponto (cf. supra, XI 3, 6). En H e r ó d o t o (cf. VÍH 108), los griegos persiguen a la flota persa hasta la isla de An­dros, donde celebran un consejo. La propuesta de Temístocles, de perse­guir a la flota enemiga y poner proa rumbo a! Helesponto para destruir los puentes y bloquear la retirada del ejército de tierra persa, encontró la opo­sición de Euribíades (cf, H e r ó d o t o , VIII 108, 2) o de Aristides (cf. Plu­tarco, Vida de Temístocles 16, 1-2). Al ver que su plan no era aceptado, Temístocles ideó un nuevo plan, el envío de una embajada a Jerjes, En ΗΗκόηοτο, V III110, la embajada informaba al Rey de que era mérito de Temístocles (que pretendía asegurarse el favor del Rey) haber contenido a los griegos, que deseaban perseguir la flota persa y destruir los puentes del Helesponto. Heródoto parece pues tener en cuenta una tradición contraria a Temístocles que le acusaba de doblez y de tendencia a la traición. Res­pecto a la segunda estratagema y al segundo mensaje secreto de Temísto-

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6 destruirlo. El resultado fue que el Rey, confiando en aquella revelación debido a su verosimilitud, fue presa del temor de que los griegos, al ser señores del mar, le cortaran la vía de regreso a Asia, y decidió pasar de Europa a Asia lo más rápidamente posible, dejando en Grecia a Mardonio con tro­pas de élite de caballería e infantería, cuyo número total as­cendía a no menos de cuatrocientos mil hombresl57. Así, pues, Temístocles, con sus dos estratagemas, fue el artífice de los grandes éxitos de los griegos158. Tales son los hechos que tuvieron lugar en Grecia en esta época.

cíes,, de historicidad discutida (posiblemente un doblete del primero), cf. asimismo H e r ó d o t o , VIII 108-í 10; T u c í d i d e s , 1 137, 4; Plutarco, Vida de Temístocles 16 y Vida de Aristides 9, 5-6. A diferencia de la versión de Heródoto, en la otra tradición referente al mensaje no hay alusión a la trai­ción de Temístocles a la causa griega, puesto que no habría sido enviado desde Andros en los téiminos de Heródoto, sino desde Salamina y para conseguir la rápida retirada de Jerjes.

157 Fue el mismo Mardonio quien aconsejó a Jerjes el regreso a Asia con el grueso del ejército y el plan de dejarle a él con un contingente en Grecia (cf. Heródoto, VIII 100; Plutarco, Vida de Aristides 10, Î), La armada persa zarpó por la noche del Falero para regresar al Helesponto a fin de custodiar los puentes (Heródoto, VIII 107, 1), mientras el ejército de tierra con el Rey al frente se dirigió a Beocia acompañado por Mardo­nio, que, dada la época del año, decidió invernar en Tesalia, para atacar el Peloponeso en la primavera siguiente (Heródoto, VIII 113, 1). En Tesa­lia Mardonio escogió a las tropas de élite que debían quedarse con él, y Jerjes a marchas forzadas se dirigió al Helesponto, adonde llegó al cabo de cuarenta y cinco días (Heródoto, VIII 1Î 5). Según la tradición, fue una retirada difícil, con epidemias y hambre y con el peligroso paso del helado rio Estrimón (cf. E sq u ilo , Persas 481 ss.; Heródoto, VIII 97-120; P lu ­tarco, Vida de Temístocles 16; Vida de Aristides 10). La marcha victorio­sa de Jerjes fue desde luego detenida por el desastre sufrido en Salamina. Pero el ejército de tierra estaba casi intacto, por lo que se ha pensado que en realidad la retirada no debió de ser tan dramática.

158 Diodoro tiene razón al calificar a Temístocles como el artífice de la victoria. Diez años antes había sido el creador de la potencia naval ate­niense, y en Salamina se impuso su estrategia, lo que le valió el reconocí-

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Una vez que hemos expuesto su- Expedición cartaginesa ficientemente los hechos acaecidos en

a Sicilia. Amíicar Europa, abordaremos el relato de la ataca Himera , . , . sq

historia de otros pueblos . Los car­tagineses, que habían pactado con los

persas que someterían al mismo tiempo a los griegos de Si­cilia í60, habían hecho grandes preparativos para afrontar las necesidades de la guerra. Y cuando todo estuvo dispuesto, eligieron como general a Amílcar, inclinándose por el hom­bre que gozaba de mayor admiración entre ellos161. Asumi­do el mando de importantes fuerzas terrestres y navales, zarpó de Cartago con un ejército de tierra de no menos de trescientos mil hombres, con más de doscientos navios de guerra y además un gran número de transportes cargados de los víveres, más de tres m il162. Durante la travesía del mar Líbico fue sorprendido por una tempestad y perdió los bar­cos que transportaban los caballos y los carros. Y cuando desembarcó en Sicilia, en el puerto de Panormo163, afirmó

m ie n to d e lo s o tro s g e n e ra le s y e l p re m io a l v a lo r (c f. H e r ó d o t o , VIII 123).

159 Los capítulos 20-26 de este libro, que relatan la batalla de Hímera y sus consecuencias, son un extracto de Timeo.

160 Cf. supra, XI 1, 4-5. No parece verosímil que el ataque cartaginés contra Sicilia fuera el resultado de un acuerdo con ios persas. Los cartagi­neses tenían sus propios motivos para intervenir en la isla.

161 Amílcar era hijo de ílannón y nieto de Magón, el fundador de la dinastía de los Magónidas. El nombre púnico era Abd-Melkart, es decir, «el servidor de Meikart».

162 La expedición zarpó en la primavera del 480. En H e r ó d o t o , VII 165 encontramos el mismo número de trescientos mil hombres, una cifra poco verosímil, que puede ser una exageración patriótica de las fuentes griegas, en este caso de los griegos de Sicilia, tendentes a aumentar el po­tencial bélico de persas y cartagineses.

!63 Palermo, uno de los asentamientos púnicos más importantes de Si­cilia «el puerto más bello de Sicilia» según D io d o r o , XXII 10, 4.

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que en realidad ya había llevado a buen término la guerra, porque había temido, decía, que el mar librara a los sicilio-

3 tas de los peligros de aquella guerra. Durante tres días hizo que sus soldados se recuperaran y reparó los daños sufridos por la flota a causa de la tempestad; luego se dirigió con sus fuerzas de tierra contra Hímera164, seguido por la flota, que navegaba a lo largo de la costa. Cuando llegó a las cercanías de dicha ciudad, estableció dos campamentos, uno para el ejército de tierra y otro para las tripulaciones de las naves. Tras poner en seco todas las naves de guerra, las rodeó con un profundo foso y una empalizada; fortificó el campamento de las tropas de tierra, instalándolo enfrente de la ciudad y extendiéndolo desde el muro que protegía la flota hasta las

4 alturas que dominaban el lugar165. En suma, ocupó toda la zona situada al oeste de la ciudad, después de lo cual hizo descargar de los barcos de transporte todos los víveres y

164 Hímera fue fundada a mediados del siglo vu a. C. por los caícideos de Zancle (cf. T u c í d i d k s , VI 5, 1; D i o d o r o , XIII 62, 4, que sitúa la fun­dación en el 648; P s e u d o E s c im n o , 288-290; E s t r a b ó n , VI 2, 6 y 9, que atribuye la fundación a los zancleos de Mílas). La historia de Hímera ante­rior al siglo v es poco conocida por las fuentes literarias, pero los datos ar­queológicos nos muestran la situación del asentamiento urbano, en el que se pueden distinguir dos fases, una arcaica, de los siglos vii-vi, y otra de la primera mitad del v. Las fuentes literarias nos informan respecto al siglo v. Sabemos que Hímera, eludiendo la ambición expansionista de Hipócra­tes de Gela, selló una alianza con Anaxilas de Regio, dando vida a una coalición filopúnica que, tras ía expulsión de Terilo de Hímera (cf. H e r ó ­

d o t o , VII 165) en el 482/481 y la caída de ía ciudad por obra de Terón de Acragante, incitará la intervención cartaginesa del 480. Tras la victoria contra Cartago y la eliminación del elemento calcideo impuesta por Terón (cf. supra, XI 48, 6-8; 49, 3-4), Hímera expulsará a Trasideo, hijo de Te­rón, en el 472. Respecto al papel de Hímera en la guerra del Peloponeso, cf. D i o d o r o , XIII 4, 2; y sobre su destrucción, X III49, 4; 62, 4-5.

165 Junto al río Torio. Cf. O s c a r B e l v e d e r e , Himera III. 1-2, Prospe- zione archeologica nel territorio, L’Erma, Roma, 1988-2002.

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despachó a toda prisa estas embarcaciones con la orden de traer grano y otras provisiones de Libia y de Cerdeña. Des­pués, con sus tropas de élite marchó contra la ciudad, puso en fuga a los himereos que habían salido a su encuentro y mató a muchos de ellos, provocando el espanto de los que habían quedado en la ciudad. Ante esta situación, Terón, el soberano de los acragantinos16δ, que con un contingente considerable custodiaba Hímera167, tuvo miedo y envió rá­pidamente una embajada a Siracusa para pedir a Gelón que acudiera en su ayuda lo más pronto posiblel68.

Gelón, que también tenía sus fuer- Geión acude zas dispuestas a intervenir, cuando se

en auxilio de Hímera. enteró del abatimiento en que se en-Estratagema de Gelón , , i > · . ·,contraban los himereos, partio apresu­

radamente de Siracusa con no menos de cincuenta mil infantes y más de cinco mil soldados de caballería169. Recorrió el camino a marchas forzadas y llegó a las proximidades de la ciudad de Hímera, lo que devolvió el ánimo a sus habitantes, espantados por el despliegue de

166 Terón se convirtió en tirano de Acragante (o Acragas, gr. Akrágas, ía actual Agrigento) hacía el 489 (cf. P o l ie n o , Vi 51).

167 La expresión es un evidente eufemismo. Terón ocupaba militar­mente Hímera después de expulsar a Terilo.

168 Los tiranos de Siracusa y Acragante eran los defensores de la liber­tad de los griegos de Sicilia frente a las ambiciones de Cartago, que inter­vino al ver amenazada su hegemonía en la zona occidental de ia isla. Esta­ban ligados por lazos familiares. Gelón de Siracusa se había casado con Demarete, hija de Terón. Seguramente ya habían hecho la guerra juntos contra los cartagineses en la zona occidental de Sicilia (cf. H e r ó d o t o , VII 158; P o l i e n o , I 28; J u s t i n o , IV 2, 6; XIX 1, 9). Ahora debían de estar a la expectativa de un ataque cartaginés.

169 Según Timeo (escolio a P í n d ., Pit. I, fin, D r a c i i m a n n ) , los efecti­vos de Gelón eran inferiores, diez mi! infantes y dos mil soldados de caba­llería, amén de doscientas naves.

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las fiierzas de los cartagineses. Estableció su campamento en un lugar adecuado de los alrededores de la ciudad y lo fortificó rodeándolo con un profundo foso y una empaliza­da; luego lanzó toda su caballería contra los enemigos que vagaban por la región en busca de botín. Al aparecer los soldados montados a caballo entre hombres dispersos por el campo sin ningún orden, hicieron tantos prisioneros como cada uno pudo llevarse consigo. Fueron más de diez mil los prisioneros que fueron llevados a la ciudad; Gelón se gran­jeó una gran popularidad y los habitantes de Hímera empe­zaron a despreciar a los enemigos170. Actuando en conse­cuencia, todas las puertas que antes Terón había hecho tapiar por miedo, Gelón, al contrario, las mandó despejar, como manifestación de este desprecio, e hizo construir otras que pudieran resultar útiles en caso de urgente necesidad.

En suma, Gelón, con sus extraordinarias dotes de estra­tega y con su inteligencia, trataba de encontrar pronto la es­tratagema mediante la cual podría derrotar a los bárbaros y, sin riesgo para sus hombres, destruir completamente sus fuerzas. En la realización de su proyecto le ayudó mucho el azar, al encontrarse con las siguientes circunstancias. Había tomado la decisión de incendiar las naves de los enpmigos, y ocurrió que, mientras Amílcar estaba ocupado en el cam­pamento naval disponiéndose a ofrecer magníficos sacrifi­cios en honor de Posidón171, un destacamento de caballería, que volvía de una incursión por el campo, condujo a Gelón un correo portador de una carta de los selinuntios, en la que es­taba escrito que, para el día que Amílcar había indicado, le

170 Este primer éxito de Gelón, sin gran importancia en el aspecto mili­tar, tuvo una importancia notable desde el punió de vista psicológico.

171 Ha soiprendido el hecho de que Amílcar sacrificara a Posidón, di­vinidad no perteneciente al panteón púnico.

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enviarían un contingente de caballeríal72. Este día fijado era 5 precisamente aquel en el que Amílcar iba a ofrecer el sacri­ficio; en consecuencia, Gelón envió aquel día su propia ca­ballería con la misión de efectuar un rodeo por la zona y de dirigirse al alba al campamento naval enemigo presentándo­se como si fueran los refuerzos enviados por los selinuntios y, una vez dentro de la empalizada, matar a Amílcar e in­cendiar las naves 173. Asimismo envió vigías a las alturas circundantes, a los que ordenó dar la señal convenida una vez que vieran la caballería en el interior del campamento enemigo. Y él mismo, al amanecer, con sus fuerzas en or­den de batalla, se puso a esperar la señal.

Al salir el sol la caballería cabalgó 22

Derrota hacia el campamento naval de los car-cartaginesa en Hímera. tagineses y, tras ser recibidos por los

La fama de Gelón .· , · , . ,guardias como aliados, en seguida se lanzaron contra Amílcar, que estaba

ocupado en el sacrificio, lo mataron e incendiaron las na­v es174; después, cuando los vigías dieron la señal, Gelón con todas sus fuerzas en orden de batalla avanzó contra el campamento de los cartagineses. Los comandantes púnicos 2

del campamento hicieron salir primero a todas sus fuerzas al encuentro de los siciliotas, trabaron combate y lucharon vi-

172 SeÍinurite, la cotonía griega más occidental, vecina de los élimos dominados por Cartago (cf. T u c íd id e s , VI 2, 3 y 6), tenía interés en en­viar su caballería a Amílcar, dado que se veía amenazada por la expansión de Acragante.

m Respecto a esta estratagema, cf., asimismo, P o u e n o , I 27, 2.174 El relato de Diodoro respecto a la muerte de Amílcar a manos de la

caballería de Gelón encuentra confirmación en P o l ie n o I 27, 2; pero no está de acuerdo con H e r ó d o t o VII 167, 1, según el cual el propio Amíl­car se arrojó a las llamas cuando vio, mientras ofrecía sacrificios propicia­torios, que sus tropas se daban a la fuga.

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gorosamente; al mismo tiempo en uno y otro ejército las trompetas dieron la señal de batalla y en ambos se produjo alternativamente un terrible griterío, porque unos y otros trataban de superar al adversario con la fuerza de sus gritos. Fue grande la carnicería y la batalla, de un lado a otro, estu­vo indecisa; pero súbitamente, cuando las llamas de las na­ves se elevaron y algunos dieron la noticia de la muerte del general, los griegos cobraron ánimos y, con el espíritu exal­tado por los gritos y la esperanza de la victoria, presionaron con mayor vehemencia a los bárbaros, mientras que los car­tagineses, espantados y renunciando a la victoria, se dieron a la fuga.

Dado que Gelón había dado orden de no capturar ningún prisionero, la matanza de los que huían fue numerosa, y fi­nalmente cayeron no menos de ciento cincuenta mil hom­bres. Los supervivientes consiguieron refugiarse en un lugar fortificado y al principio pudieron rechazar los asaltos, pero aquel lugar que habían ocupado no tenía agua y, atormenta­dos por la sed, se vieron forzados a entregarse a los vence­dores175. De este modo Gelón, tras vencer en una tan bri­llante batalla, cuyo éxito se debía sobre todo a su habilidad estratégica, se granjeó una fama que se extendió por todas partes, no sólo entre los siciliotas, sino también entre las demás gentes. No se recuerda, en efecto, que ningún general antes que él se haya valido de una estratagema tan eficaz, o que en una sola batalla haya acabado con la vida de tantos bárbaros, o que haya capturado un número tan grande de prisioneros176.

175 Diodoro describe con dramatismo la terrible derrota cartaginesa.176 Se ha señalado que Diodoro recoge una tradición influida por la

propaganda de la casa de los Dinoménidas de Siracusa, a la que pertenecía Gelón, dado que queda en nada la contribución de Terón y de los otros aliados. En cuanto al elogio de Gelón y al epílogo de la batalla de Hímera,

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Sicil

ia y

Gre

cia

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Por esta razón muchos historiado- Comparación res comparan esta batalla a la que los

de hechos y personajes griegos combatieron en Platea, y lade Grecia y Sicilia , . -, ^ w -, ,estratagema de Gelon a las astucias

concebidas por Temístocles, y en vir­tud del excepcional valor de ambos pueblos177, se otorga la palma ora a unos, ora a otros. Tanto los pueblos de Grecia como los de Sicilia antes de la batalla miraron con espanto la multitud de las fuerzas bárbaras, pero fueron los siciliotas los que, al haber obtenido primero la victoria, infundieron confianza a los griegos de Grecia, a quienes había llegado la noticia de la victoria de Gelónl78. Por otra parte, en lo que concierne a los hombres que tenían en sus manos el poder supremo en los dos ejércitos bárbaros, en el caso de los per­sas, el Rey consiguió librarse de la muerte y con él muchos millares de hombres, mientras que en el caso de los cartagi­neses, no sólo perdieron a su general, sino que también fue­ron masacrados todos los que participaron en la guerra, de modo que, según se dice, no se salvó ni siquiera un mensa­jero para llevar la noticia a Cartago. Además, en cuanto a los más ilustres generales del lado de los griegos, en el caso de Pausanias y Temístocles, el uno fue condenado a muerte por sus conciudadanos acusado de ambición de poder y trai­ción y el otro, expulsado de todo el territorio de Grecia, buscó refugio en la corte de su mayor enemigo, Jerjes, y vi­

Ios capítulos en jos que glosa la trascendencia histórica dei hecho y las cualidades de Gelón, cf. M. A l g a n z a R o l d a n , «Sobre los epílogos de las batallas de Hímera y Tanagra», Estudios sobre Diodoro de Sicilia, en J. L e n s T u e r o (dir.), Granada 1994, págs. 209-220.

177 Griegos y siciliotas.178 Diodoro utiliza sin duda una fuente siciliota que insistía en la im­

portancia de la victoria de Hímera y su influencia psicológica en los grie­gos que se preparaban para la decisiva batalla de Platea.

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vió junto a él hasta el fin de sus días179, mientras que Gelón, después de la batalla, gozó de una popularidad cada vez mayor entre los siracusanos, envejeció en el ejercicio del poder y murió en medio de la admiración; y el afecto hacia su per­sona de sus conciudadanos era tan grande que tres miem­bros de su familia conservaron el poder en sus manos l8°.

Pero, una vez que aquellos de estos hombres que han adquirido una fama merecida han recibido asimismo de no­sotros los elogios adecuados, pasaremos a la continuación de los hechos que antes se estaban relatando.

Ocurrió, en efecto, que Gelón ob-Coincidencia . . . .de Himera tuvo su victoria el mismo día en el

y Jas Termopilas. ' qUe los hombres que estaban en lasConsternación ^ , -i T - · j 1 1 .en Car(ag0 Termopilas con Leonidas lucharon con­

tra Jerjes,181 como si la divinidad hu­biera dispuesto que la más espléndida victoria y la más glo­riosa derrota ocurrieran simultáneamente. Después de la batalla que tuvo lugar cerca de la ciudad de Hímera, logra­ron escapar veinte naves de guerra, las que Amílcar n o 182

m Se exalta la figura de Gelón y se desmítifica a Pausanias y Temís- tocles protagonistas de Salamina y Platea. Sobre la condena de Pausanias, cf. infra, XI 45, 1-7; y sobre el exilio de Temístocles cf. infra, XI 55, 1.

!íffl Hierón, Trasibulo y Polizelo, hermanos de Gelón. El patriotismo de Tímeo sin duda tiene que ver en esta exaltación de Hímera por encima de Salamina y Platea (recuérdese la crítica de Timeo que encontramos en Po- LIBIO, XII 3 ss.).

ISI Para este sincronismo Hímera-Termópilas la fuente es Timeo. Se­gún otra tradición, la simultaneidad se dio entre Hímera y Salamina (cf. H e r ó d o t o VII 1 6 6 ; A r is t ó t e l e s , Poética 2 3 , i 4 5 9 a ) .

182 Parece necesaria la adición del ouk propuesta por Rhodoman. Las naves puestas en seco han sido incendiadas (22 1, 3) y ios barcos de trans­porte habían sido enviados a buscar víveres inmediatamente después de la llegada de Amílcar a Palermo (20, 4). Las veinte naves de este pasaje no habían sido pues sacadas para atender a las urgencias.

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había puesto en seco para destinarlas a las necesidades más urgentes. Por esta razón, aunque casi todos los hombres pe­recieron o fueron hechos prisioneros, estos barcos estuvie­ron a tiempo de hacerse a la mar para el regreso. Pero reco­gieron a numerosos fugitivos, y así, sobrecargados, fueron sorprendidos por una tempestad y naufragaron todos. Hubo, sin embargo, unos pocos que en una pequeña embarcación llegaron a Cartago sanos y salvos e informaron a sus con­ciudadanos con esta breve declaración: «Todos los miem­bros de la expedición a Sicilia han perecido».

Sorprendidos por esta grave desgracia contrariamente a sus expectativas, los cartagineses fueron presa de una cons­ternación tal que pasaban las noches en vela guardando su ciudad, por temor a que Gelón hubiera decidido zarpar in­mediatamente con todas sus fuerzas para atacar a Cartago. Debido al gran número de muertos, el luto público se apode­ró de la ciudad, mientras que en privado las casas particula­res se llenaban de llantos y gritos de dolor. Unos echaban de menos a sus hijos, otros a sus hermanos; un gran número de huérfanos, privados de sus padres, lloraban la muerte de sus progenitores y el hecho de que se quedaban sin protección. Así los cartagineses, temiendo que Gelón se les adelantara pasando a Libia, le enviaron como embajadores plenipoten­ciarios a sus más hábiles oradores y negociadores583.

183 Parece que las consecuencias de la derrota de Hímera no fueron tan catastróficas para Cartago. Gelón, acertadamente, no emprendió una em­presa de ultramar y Cartago sólo tuvo que pagar una indemnización de guerra de 2.000 talentos (cf. infra, 26, 2). Los cartagineses renunciaron a su expansión en Sicilia y se orientaron hacia otras rutas, África y las costas del Océano.

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LIBRO XI 175

Después de la victoria, Gelón no El esplendor sólo honró con regalos a los solda-

y el pw tí& o de Gelón dos de caballería que habían matado a de Siracusa Amílcar, sino que también concedió

distinciones a los otros que habían descollado por su valor. En cuanto al botín, se guardó las piezas más bellas, porque quería adornar los templos de Si­racusa con aquellos despojos; muchos de los objetos que quedaban los hizo clavar en los muros de los más famosos santuarios de Hímera y repartió el resto así como los prisio­neros entre los aliados, proporcionalmente al número de sol­dados que habían combatido a su lado. Las ciudades pusie­ron grilletes a los prisioneros que Ies tocaron en el reparto y los emplearon en los trabajos públicos184. Los acragantinos recibieron el mayor número y embellecieron su ciudad y su te­rritorio; tan numerosos, en efecto, fueron los cautivos que les correspondieron que muchos particulares llegaron a poseer quinientos en sus casas185. Contribuyó a que les tocara esta cantidad de prisioneros no sólo el hecho de que habían sido enviados muchos soldados a la batalla, sino también la circuns­tancia de que, después de la derrota, muchos fugitivos se habí­an dirigido al interior de la isla y especialmente al territorio de los acragantinos, y dado que todos ellos habían sido capturados por los acragantinos, la ciudad se llenó de cautivos. La mayor parte fueron asignados al Estado, y fueron destinados a tallar las piedras con las que fueron construidos no sólo los más

184 Respecto a las construcciones de Acragante, cf. D i o d o r o , XIII 81- 82 (con un relato detallado de las fabulosas riquezas y magníficos edifi­cios de Acragante), donde se cita como fuente a Timeo, historiador ena­morado de Agrigento, «la más bella ciudad de los mortales», según P ín -

d a j ío , Piücas XII, 2.185 Cifra que parece exagerada.

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grandes templos de los dioses186, sino también los canales sub­terráneos para desaguar las aguas de la ciudad, una obra de tal magnitud que merece ser vista, pese al menosprecio de estas construcciones debido a la vulgaridad de su uso. Al frente de estas obras estuvo un arquitecto llamado Féax187, que, gracias a la fama de esta construcción, hizo que por él los conductos sub-

4 terráneos fueran llamados «feacios». Los acragantinos también construyeron un espléndido estanque188, de siete estadios de perímetro y veinte codos de profundidad. A él fueron conduci­das las aguas de ríos y fuentes, con lo que se convirtió en un vivero que suministraba muchas variedades de peces para los placeres de la mesa189; y al posarse en sus aguas gran cantidad de cisnes, ofrecía a la vista un espectáculo delicioso. Pero pos­teriormente debido al descuido se llenó de tierra y, con el paso

5 del tiempo, acabó por desaparecer. Toda la zona, al ser fértil, fue plantada de viñas y cubierta de todo tipo de árboles frutales, de modo que obtuvieron de ella grandes beneficios.

Gelón, después de licenciar a sus aliados, devolvió a sus conciudadanos a Siracusa, y por el gran éxito obtenido se granjeó la admiración no sólo de sus conciudadanos, sino también de toda Sicilia; conducía, en efecto, una tal multi­tud de prisioneros, que daba la impresión de que toda Libia era prisionera de la isla190.

186 En los años que siguieron a la victoria de Hímera se construyeron ios mayores templos de Acragante: de Hera Lacinia, de Deméter y Core, y sobre todo el impresionante templo de Zeus Olímpico, en cuyo frontón de la Gigantomaquia se celebraba la victoria de Zeus contra los gigantes, una transposición mitológica de la victoria de Acragante frente a los bárbaros.

1X7 No tenemos más noticias sobre este personaje.188 Es la llamada kolymbethra, un estanque o piscina, testimonio de la

prosperidad y magnificencia de Acragante a partir del 480.189 Con la lectura eis trophèn leal cipólamin.190 La victoria de Hímera fundamentó la potencia de Gelón, que desde

entonces fue considerado el defensor del helenismo de Sicilia.

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LIBRO XI 177

Inmediatamente se presentaron a él embajadores de las ciudades y de

Moderación de Gelón. . , , . ΛPaz con los cartagineses los soberanos que antes le habían sido

hostiles, a fin de pedirle perdón por sus errores y prometerle que en ade­

lante harían todo lo que les ordenara19’. Los trató a todos con moderación y concluyó una alianza; en una situación de tan gran fortuna, supo comportarse con humanidad no sólo con ellos, sino también con los cartagineses, sus mayores enemigos192. Cuando se presentaron a él los embajadores enviados por Cartago y con lágrimas en los ojos le suplica­ron que les tratara humanamente, les acordó la paz, les exi­gió como contrapartida dos mil talentos de plata en concep­to de indemnización por los gastos de guerra193 y les ordenó que construyeran dos templos, en los que debían depositar los tratados194. Los cartagineses, que contra sus expectativas habían obtenido garantías de seguridad, no sólo se compro­metieron a cumplir las condiciones, sino que también prome­tieron una corona de oro a Damarete, la mujer de Gelón195. Damarete, en efecto, a petición de los embajadores, había contribuido mucho a la conclusión de la paz y, una vez que hubo recibido de ellos una corona de cien talentos de oro,

191 En la alianza a îa que se refiere aquí Diodoro estarían algunas pla­zas sículas y sicanas, y sin duda Selinunte y Regio. Selinunte se había ali­neado con Amílcar (cf. supra, XI 21, 4-5) y grande debió de ser la preocu­pación de Anaxilas de Regio por mantener su control del estrecho de Mesina.

192 La exaltación de la clemencia y moderación (epieíkeia) de Gelón es un tópico de la historiografía filogeíoniana.

193 Esta indemnización no parece muy onerosa, dadas las circunstan­cias. Dos mil talentos suponían la soldada anual de 3.500 hoplitas.

194 Se ha discutido respecto a ia ubicación de estos dos templos. Es probable que uno estuviera en Siracusa y el otro en Cartago o en la zona de influencia púnica de Sicilia occidental.

!95 Hija de Tcrón de Acragante y esposa de Gelón desde el 488.

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178 BIBLIOTECA H ISTÓ R ICA

hizo acuñar la moneda que por ella recibió el nombre de da- maréteion; esta pieza equivalía a diez dracmas áticas y por su peso los siciliotas la llamaron pentékontúlitron196.

Gelón trataba a todos con moderación, sobre todo por­que esta conducta obedecía a su modo de ser, pero también porque deseaba ganarse a las masas con sus gestos de bene­volencia; se preparaba, en efecto, para zarpar rumbo a Gre­cia con una poderosa armada a fin de combatir al lado de los griegos en su guerra contra los persas!97. Cuando ya estaba a punto de hacerse a la mar, arribó una nave de Corinto para anunciar que los griegos habían vencido en la batalla naval de Salamina y que Jerjes con una parte de su ejército se había retirado de Europa. Suspendió, pues, ía partida y, sa­tisfecho por el entusiasmo de sus soldados, convocó una asamblea y ordenó que todos se presentaran con sus armas,

196 Es decir, «cincuenta litras». La litra es una moneda de plata de Sici­lia. Lo que dice Diodoro respecto al valor y al peso del damaréteion es co­rrecto (una dracma ática = 4, 36 gr, por lo que 4, 3 6 x 1 0 = 43, 6 gr; y una litra = 0, 87 gr. por lo que 0, 87 x 50 = 43, 5 gr; y estos resultados corres­ponden al peso de los ejemplares, unos veinte, de damaréteion conserva­dos). De todas formas, esta moneda ha sido objeto de no pocas controver­sias (cf. un resumen de los problemas en C. M. ICraay, Archaic and Classical Greek Coins, Londres, 1976, págs. 205-206; y asimismo H. B. M a t t in g l y , «The Damareteion controversy: a new approach», Chiron 22[1992], 1-12; y K. R u t t e r , «The myth of the Damareteion», Chiron 23[1993], 171-188). Según la tradición recogida por Diodoro, los damareteia fueron acuñados utilizando los cien talentos que los cartagineses habían regalado a Demarete en agradecimiento a su labor mediadora, pero, según otra tradición que encontramos en P ó l u x , ÏX 58, y en H e s i q u io , s . v.

Dëmaréteion, fueron las joyas ofrecidas por Demarete antes de la guerra las que sirvieron para acuñar esta moneda de plata.

197 Esta noticia de Diodoro respecto al deseo de intervención contra los persas, basada en una fuente favorable a Gelón, está en contradicción con algunos pasajes de Heródoto: Vil 157-162, 1, donde Gelón pone condicio­nes para su ayuda a los embajadores del consejo de Corinto; y VII 163, donde envía a Delfos a Cadmo de Cos, para ofrecer al Rey persa el agua y la tierra en el caso de que venciera a los griegos.

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LIBRO XI 179

mientras que él fue a la asamblea no sólo sin armas, sino in­cluso sin túnica, vestido sólo con un himátion198, y tomando la palabra dio cuenta de toda su vida y de todo lo que había hecho en favor de los siracusanos, A cada mención de sus 6 actos, las masas manifestaban su aprobación y admiraban en gran manera que se hubiera presentado sin protección a aquellos que hubieran querido atentar contra su vida; así, le­jos de recibir un castigo como tirano, todo el mundo le aclamó como benefactor, salvador y rey199. Después de es- 7

tos hechos, Gelón con el botín de guerra construyó dos tem­plos magníficos en honor de Deméter y Core200, y mandó hacer un trípode de oro de dieciséis talentos que consagró en el santuario de Delfos como ofrenda de gratitud a Apo­lo201. Posteriormente emprendió la construcción de un tem-

198 Era urs simple manto de lana que solía ir encima del chiton o el pé­pias (túnica), aunque los hombres también podían llevarlo solo, sin otra prenda debajo. Podía conservar su color blanco originario, estar teñido o tener algún adorno o ribete de color.

199 Estos tres títulos (euergétës, soter y basileús) que le atribuye Dio­doro, símbolo del poder absoluto, no se encuentran en otra fuentes. Cf. E l i a n o , Historias curiosas VI 11; XIII 37; y P o l ik n o , I 27, que lo califica de tyrannos.

200 Las dos divinidades principales de Sicilia. Cf. D io d o r o , V 2-5. Los Dinoménidas antepasados de Gelón eran en Gela hierofantes (revela­dores y sumos sacerdotes de sus misterios y cultos) de Deméter y Core, las Diosas Subterráneas (cf. H e r ó d o t o , VII 153). Démeter era una manifes­tación de la diosa-tierra, generadora de la vida de los vegetales, y su hija Perséfone (Core, «la doncella») fue raptada por Hades, el dios de los in­fiernos, que la hizo su esposa (cf. A. Ruiz d e E l v i r a , Mitología Clásica, Madrid, Gredos, 2_j* ed., 1982, págs. 69-72).

201 Según A t e n e o , VI 231 ss., que recuerda a Fanias y a Teopompo (FGrHist 115 fr. 193), además del trípode, ofreció a Delfos una Nike de oro. El escoliasta de P í n d a r o , Píticas I, 152, cita unos dísticos atribuidos a Simónides (cf. ir. 106 D ie h l = 170 E d m o n d s ) que celebran la dedicato­ria a Delfos del trípode ofrecido por Gelón y sus hermanos, Hierón, Poli- zelo y Trasibulo en conmemoración de la victoria sobre los bárbaros.

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8

27479/8

pío de Deméter en la región del Etna202, donde faltaba un templo consagrado a la diosa203, pero no logró acabarlo, puesto que su vida fue truncada por el destino.

En esta época el poeta lírico Píndaro estaba en la flor de la edad204. Tales fueron poco más o menos los hechos más memorables de aquel año.

Mientras Jantipo era arconte enLa flota persa en la costa . , ?r>s i i · ·

jonia. Los premios Atenas20', los romanos eligieron con-al valor y el inicio suies a Quinto Fabio Silvano y a Ser-

de la ruptura entre Atenas vjQ £ ornelÍO TricOStO206. En este tiem-y España ^ ^ persa, sin los fenicios,

después de la derrota en la batalla naval de Salamina, estaba

202 Seguramente se refiere a la ciudad de Catana, que después recibió el nombre de Etna (cf. infra, XI 49, 2). Parece que también se difundió allí el culto de Deméter, pese a que no se han encontrado los restos de este templo.

203 Siguiendo la corrección de Vogel (neos endeoúses) a un texto pro­blemático.

21)4 Píndaro celebró al tirano Gelón y su victoria en Hímera en la PiticaI 139-153. El gran poeta lírico, nacido en Cinoscéfalas, cerca de Tebas, en tomo al 520 a. C., estaría en su acmé, los cuarenta años, en la época de la batalla de Hímera. Esta mención aislada al final del capítulo puede sugerir que Diodoro tenía presente una tabla cronológica.

205 Sobre Jantipo, cf. P l u t a r c o , Vida de Arístides 5, 10, donde se lee Jantípides; Marmor Parium, A 52. Cf. R. D k v k l in , Athenian Officials 684-321 B. C., Cambridge, 1989, pág. 64.

206 Los cónsules citados por Diodoro ocuparon el consulado en el año 485 a. C., por lo que Diodoro va con siete años de adelanto respecto a la cronolo­gía varroniana; cf. T .R .S . B r o u g h t o n , The Magistrates o f Roman Republic, Nueva York, 1951-52 ( - Cleveland, 1968), pág. 21. Estos cónsules corres­pondientes al año varroniano 485 (269 a.U.c.) son Servio Comelio Malu- ginense y Quinto Fabio Vibulano (ios manuscritos de Diodoro deformaron el cognomen del segundo transformando Ouiboulanon en Silouanon; cf. E . J. B i c k e r m a n n , Chronology o f the Ancient World, Londres, 1969, pág. 171; A. E . S a m u e l , Greek and Roman chronology, Munich, 1972, pág. 256; T . R . S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 21). Según la tradición vulgata ( T it o Li­vio, H 48, 1; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , IX 14, 1 E u t r o p i o , I 16; cf. T . R .

S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 25), fueron cónsules Gayo Fabio Vibulano y Tito Virginio Tríeoslo Rutilo, respecto a los cuales cf. T. Livio, Π 48, 1-6.

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LIBRO XI 181

en Cime. Allí pasó el invierno y, cnando llegó el verano, navegó a lo largo de la costa hacia Samos, a fin de vigilar Jonia207. Las naves que fondearon en Samos eran en total más de cuatrocientas. Su misión era vigilar las ciudades de los ionios, que eran sospechosas de abrigar sentimientos hostiles208.

En Grecia, después de la batalla naval de Salamina, los 2

atenienses, al tener la fama de ser los artífices de la victo­ria209, estaban ensoberbecidos, y era evidente para todo el mundo que disputarían a los lacedemonios la hegemonía marítima. Los lacedemonios, en consecuencia, previendo lo que iba a ocurrir, trataban de rebajar la soberbia de los ate­nienses210. Así, cuando se propuso que se adjudicara el pre­mio al valor211, hicieron valer su influencia para que se to-

207 Después de la derrota de Salamina, Jerjes, tras dejar a Mardonio en Tesalia, cruzó el Helesponto y llegó a Abido y después a Sardes. Entre tanto la flota invernó en la eolia Cime (cf. supra, XI 2, 3) y en primavera puso rumbo a Samos (cf. H e r ó d o t o , VIH 130) bajo el mando de Mardon- tes, hijo de Bageo, de Artaíntes, hijo de Artaqueas, y de Itamitres.

2()íi En H e r ó d o t o , VIII 130, 2, las naves son trescientas. Para Heródo­to el motivo de su presencia en aquella costa era igualmente el temor de que se produjera una rebelión de las ciudades jonias.

209 La idea de que Atenas era la artífice de la victoria de Salamina apa­rece frecuentemente y es constante en la obra de Heródoto. Cf. asimismo, L is ia s , Epitafio 43; Is ó c r a t e s , Panegírico 90 y Panatenaico 51; D em ó s-

t e n e s , Contra Aristocrates 196.210 Aquí resume Diodoro las razones del enfrentamiento entre Atenas y

Esparta que determinará la historia posterior.211 Cf. H e r ó d o t o , VIII 123, donde se cuenta que, tras el reparto del

botín, los griegos se reunieron en el Istmo a fin de adjudicar un premio; los generales depositaron sus votos en el altar de Posidón para designar los puestos primero y segundo, y cada general se votó a si mismo para el pri­mer puesto, pero la mayoría votaron a Temístocles para el segundo. Por ello, aunque por envidia se retiraron sin una resolución, el vencedor moral fue Temístocles, cuya fama se celebró incluso en Esparía (cf, H e r ó d o t o ,VIII 124). En contradicción con la tradición de Heródoto, P l u t a r c o , Vi­

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182 BIBLIOTECA HISTORICA

mara la decisión de conceder el premio a la ciudad de los eginetas, mientras que un segundo premio se otorgaba a títu­lo individual al ateniense Aminias, el hermano del poeta Es­quilo, que, al mando de una trirreme, había sido el primero en embestir con el espolón el flanco de la nave almirante de los persas2'2, echándola a pique y matando al almirante213.

3 Los atenienses soportaron mal esta injusta derrota y los la- cedemonios, temiendo que Temístocles, irritado por lo su­cedido, maquinase alguna grave acción contra ellos y contra los griegos, lo honraron con dones cuyo valor doblaba los premios de los otros214. Y cuando Temístocles aceptó estos dones, el pueblo de los atenienses lo apartó del cargo de

da de Temístocles 17 1-2, afirma que se votó a Temístocles para el primer premio.

212 Con la corrección de Wesseling; la expresión emboen doiinai signi­fica «embestir con el espolón el flanco de un navio». Sobre esta maniobra cf. E s q u i l o , Persas 279 y 336; T u c í d i d e s , II 89; VII 70; D i o d o r o , XIV 49, 2; XX 89; P o l i b i o , I 51, 6.

213 Cf. supra, XI 18, 5. También según H e r ó d o t o , VIII 84, 1, Ami­nias de Palene tuvo el mérito de ser el primero en embestir un navio ene­migo. Respecto al palmarès de Salamina, cf. asimismo, H e r ó d o t o , VIII 93 y 123; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 14 3-4 y 17 1-2; Elio Aristides, 46, 218; E l i a n o , Historias curiosas X II10. Además del mérito aquí rese­ñado, se atribuye a Aminias la persecución de Artemisia, la «amazona» de la flota persa (cf. H e r ó d o t o , VIII 93). Según H e r ó d o t o , VIII 93, los eginetas fueron los griegos que más elogios recibieron, seguidos de los atenienses, y, a título individual, el egineta Polícrito y los atenienses Éu- menes de Anagirunte y Aminias de Palene. A este último la tradición lo convirtió en hermano de Esquilo, que, en Persas 409 ss., narra el episodio de la embestida del navio, pero sin dar el nombre del protagonista o de su demo. Hay que poner en duda la veracidad de esta tradición.

214 Cf. H e r ó d o t o , VIH 124; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 17, 3-4.

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LIBRO XI 183

estratego215 y confió el mando a Jantipo, el hijo de An­fión216.

Cuando las diferencias entre los 28

atenienses y los otros griegos fueronLa diplomacia en acción. , ,Segunda toma de Atenas dominio publico, llegaron emba­

jadores a Atenas, unos de parte de los persas y otros de los griegos217. Los

enviados por los persas declararon que su general, Mardo­nio, prometía a los atenienses, si escogían el partido de los persas, darles la región de Grecia que quisieran, reconstruir sus murallas y sus templos y conceder la autonomía a su ciudad218; por el contrario los enviados por los lacedemo­nios les pidieron que no se dejaran persuadir por los bárba-

215 Cf. H e r ó d o t o , VTII 125, que no se refiere a la remoción del cargo de estratego (cf. H e r ó d o t o , trad, cit., VIII nota 645), pero recuerda las críticas furiosas de un tai Timodemo de Afidnas y la inteligente contesta­ción de Temístocles. Sobre este episodio, cf. asimismo, P l u t a r c o , Vida de Temístocles 18, 5 y Moralia 185c; P l a t ó n , República 329e-330a; C i ­

c e r ó n , Sobre la vejez 3 , 8 .

2,6 El padre de Pericles. Cf. H e r ó d o t o , VI 131, 2 y VIII 131.217 Los capítulos 28-30 narran lo que ocurrió en Grecia entre las bata­

llas de Saîamina y Platea. Cf. H e r ó d o t o , VIII 126-129, 18. La actividad diplomática se desarrolla en el tiempo en que Mardonio invernaba en Te­salia y Macedonia (cf. H e r ó d o t o , VIO 126, 13) o en Beocia (cf. supra, XI 27, 3).

218 Respecto a las ofertas de Mardonio a Atenas, cf. H e r ó d o t o , V I I I

136-144; I s ó c r a t e s , Panegírico 94; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 10, 1-2. El intermediario fire el macedonio Alejandro I , hijo de Amintas, rey entre el 495 y el 450 aproximadamente, que por parentesco estaba ligado a los persas, mientras que tenía relación con los atenienses como próxeno, euergétës y posiblemente amigo de Temístocles. Mardonio, sabedor sin duda de las diferencias entre Esparta y Atenas, trataba de crear una fractu­ra en eí frente griego mediante la defección de Atenas; evitando la inter­vención ateniense, se aseguraba el dominio del mar y el aislamiento de Esparta.

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184 BIBLIOTECA H ISTO RICA

ros, sino que mantuvieran su lealtad a los griegos, sus her­manos de raza y de lengua219. A los bárbaros los atenienses les respondieron220 que los persas no poseían ninguna re­gión tan rica ni oro en tal abundancia que ellos pudieran aceptar, traicionando de esta forma a los griegos221; y a los lacedemonios les dijeron que ellos procurarían mantener en el futuro la misma preocupación por Grecia que habían mostrado en el pasado, y que les pedían que acudieran cuan­to antes al Atica con todos los aliados, ya que era evidente que Mardonio, al ver sus propuestas rechazadas por los ate­nienses, marcharía contra Atenas con todas sus fuerzas. Y esto fue lo que ocurrió. Mardonio, que esperaba en Beocia con sus fuerzas, trató primero de provocar la defección de algunas ciudades del Peloponeso distribuyendo dinero a los dirigentes de estas ciudades222, pero a continuación, cuando fue informado de la respuesta de los atenienses, entró en có­lera y condujo todas sus fuerzas contra el Ática. Aparte del ejército que le había dejado Jerjes, el propio Mardonio había conseguido reunir otros muchos soldados de Tracia, de Ma­cedonia y de las otras ciudades aliadas, más de doscientos

219 Sobre la embajada de Esparta a Atenas, cf. H e r ó d o t o , VIII 141- 142; P l u t a r c o , Vida de Aristides 10, 3. El temor de una posible defec­ción de los atenienses debió de inducir a los espartanos a enviar la emba­jada a Atenas, que sin duda utilizaría las proposiciones de Mardonio como medio de presión sobre sus aliados. Respecto a la conciencia lingüistica de los griegos, cf. B. R o c h e t t e , «Remarques sur l’élaboration de la cons­cience linguistique des Grecs», Glotta 79 (2003), 175-204, donde se co­menta este pasaje en relación a la conciencia de la comunidad étnica y la lengua (pág. 181).

220 Sobre las respuestas de Atenas a Mardonio y a Esparta, cf. H e r o ­d o t o , VIH 143-144; P l u t a r c o , Vida de Aristides 10, 4-6, donde se exal­ta el patriotismo ateniense.

221 Una expresión muy semejante puede leerse en H k r ó d o t o , VIII 144, 1.

222 Cf. H e r ó d o t o , IX 1-3.

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LEBRO XI 185

mil hombres. Mientras estas fuerzas tan ingentes avanzaban 5

contra el Atica, los atenienses enviaron correos a los lace- demonios para pedirles que acudieran en su ayuda; pero dado que éstos se retrasaban y los bárbaros ya habían pene­trado en el Ática, fueron presa del espanto y de nuevo, tomando consigo hijos, mujeres y todo cuanto pudieron re­coger a toda prisa, abandonaron su patria y volvieron a refugiarse en Salamina223. Mardonio, irritado contra ellos, 6 devastó toda la región, arrasó la ciudad y destruyó comple­tamente los templos que la invasión anterior había dejado

■ 224en pie *

Cuando Mardonio volvió a Tebas 29

Se prepara con su ejército225, los diputados de losla batalla de Platea, griegos reunidos en asamblea decidie-

Eí juramento de Platea , ,ron hacer causa común con los ate­nienses, avanzar, reunidos en un solo

223 Sobre la segunda evacuación del Ática y la petición de ayuda a Es­parta, cf. I-Ie r ó d o t o , IX 4 -11 ; L is ia s , Epitafio 44-46; P l u t a r c o , Vida de Aristides 10 , 7 - 1 0 . Diodoro omite la segunda proposición de Mardonio a los atenienses refugiados en Salamina. Tampoco se ha referido a las reco­mendaciones de los tebanos respecto a que 110 avanzara hacia el Sur ni al irresistible deseo de Mardonio de tomar por segunda vez Atenas (cf. H k r ó d o t o , IX 3 , 1).

224 Heródoto (IX 3, 2) precisa que la primera toma de Atenas precedió en nueve meses a la segunda, de modo que, al tener lugar la toma de Jerjes a fines de septiembre del 480, Mardonio entró en Atenas en junio del 479.

225 Con la necesaria corrección de Dindorf: Thebas en lugar de Athenas de los manuscritos. Mardonio se encuentra en Tebas en el capí­tulo 30, 1 ; después de la toma de Atenas, ha vuelto pues a Tebas, lo que no se dice en ninguna parte, sino en el presente pasaje corregido. Una vez en Tebas, los persas, cuando supieron que los griegos estaban reunidos en el Istmo, se situaron en una zona que desde Eritras se extendía hasta Platea a lo largo del río Asopo (cf. H e r ó d o t o , IX 15 , 3; P l u t a r c o , Vida de Aris­tides 11, 1).

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186 BIBLIOTECA H ISTÓ R ICA

ejército, hacia Platea y combatir en defensa de la libertad, y asimismo prometer solemnemente a los dioses que, si obte­nían la victoria, los griegos conmemorarían este día en co­mún con una fiesta a la Libertad226 y organizarían en Platea

2 los juegos de la Libertad227. Una vez que los griegos hubie­ran reunido sus fuerzas en el Istmo, decidieron por unanimi­dad prestar un juramento respecto a la guerra que les garan­tizaría la concordia entre ellos y íes obligaría a afrontar

3 valerosamente el peligro. El juramento era el siguiente: «No estimaré la vida más que la libertad, no abandonaré a mis je­fes ni vivos ni muertos, enterraré, al contrario, a todos los aliados que perezcan en combate; tras derrotar en la guerra a los bárbaros, no destruiré ninguna de las ciudades que hayan participado en la contienda, y no reconstruiré228 ninguno de los templos que hayan sido incendiados o derribados, sino que los dejaré intactos y los legaré a las generaciones futu-

4 ras como recuerdo de la impiedad de los bárbaros» 229. Cuan­

226 Estas fiestas son las Eleuihéria, las Eieuterias, las fiestas de la Li­bertad de Platea. Cf. E s t r a b ó n , IX 2 , 31; P a u s a n ia s , IX 2, 6 ; P l u t a r c o ,

Vida de Aristides 21,1; Elio Aristides, Panatenaico 13, 148; cf. asimismo, T u c í d i d e s , II 71 y III 58. La fiesta aún se celebraba en época de Pausa­nias.

227 Los juegos Eleuterios, instituidos a propuesta de Aristides. En cuanto a las tres decisiones que, según este pasaje de Diodoro, tomaron los griegos, se ha observado que Heródoto no dice nada al respecto. No se ex­plica muy bien que los griegos reunidos en el Istmo pudieran decidir que la batalla tendría lugar en Platea, y la institución de las Eieuterias parece más verosímil después de la victoria.

228 C f . C i c e r ó n , República 3, 9; P a u s a n ia s , X 35, 2229 Este «juramento de Platea» del que no dice nada Heródoto, también

aparece, con algunas variantes, en L ic u r g o , Contra Leócrates 80-81. Se encuentra asimismo un testimonio epigráfico, la llamada «estela de Acar- nas» de la segunda mitad del siglo iv a. C., cf. M. N. T o d , A selection o f Greek historical inscriptions, 2.1' éd., Oxford, 1946-48 (= Greek Historical Inscriptions„ Chicago, 1985), 204, cuya autenticidad se ha puesto en en-

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LIBRO XI 187

do hubieron prestado este juramento, marcharon a Beocia a través del Citerón y, una vez que estuvieron al pie de la montaña, cerca de Eritras, establecieron allí su campamen­to230. Arístides231 estaba al frente de los atenienses y Pausa­nias232, el tutor del hijo de Leónidas, mandaba todo el ejér­cito griego.

tredicho. La fuente de Licurgo y de Diodoro debe de ser Eforo y es vero­símil que se formule un juramento antes de una batalla. Pero también hay dudas respecto a la historicidad del propio juramento.

230 Las tropas griegas se concentraron en Eleusis, en el Ática, y de allí marcharon a Eritras de Beocia y, enterados de que los persas se habían si­tuado a lo largo del Asopo, se establecieron al pie del Helicón.

231 A r ís t id e s , h i j o d e L is ím a c o , n a c ió e n A te n a s , e n e l denio d e A ló p e -

c e , h a c ia e l 5 4 0 . S e t i e n e n p o c a s n o t i c ia s s o b r e s u é p o c a d e j u v e n tu d , y n o

s e s a b e n a d a s e g u ro s o b r e é l h a s ta q u e , c o m o e s t r a te g o e n e l 4 9 0 /4 8 9 a . C .,

a p o y a lo s p la n e s d e M i ic ía d e s e n M a r a tó n . L a s fu e n te s e s tá n e n d e s a c u e r ­

d o r e s p e c to a s u o r ie n ta c ió n p o l í t ic a . P l u t a r c o , Vida de Arístides 2 , 1 , lo

a s o c i a a C l í s t e n e s y s u b r a y a s u a d m ir a c ió n p o r L ic u rg o y p o r u n a f o r m a d e

g o b ie r n o d e c o r te a r i s to c r á t i c o , in s is t i e n d o e n s u s d i f e r e n c ia s y e n e m is ta d

c o n T e m ís to c le s ( c f . a s im is m o C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Arístides 1 ,1 ) .

P e r o A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 2 3 , 3 -5 , m á s a t e n to a la

r e a l id a d h is tó r i c a , s e ñ a l a s u in c l in a c ió n p o r u n a d e m o c r a c i a m o d e r a d a , e n

o p o s ic ió n a i a p o l í t i c a p r o g r e s i s ta d e T e m ís to c le s . D e s p u é s d e su e l e c c ió n

c o m o e s t r a te g o e n e l 4 9 0 /4 8 9 a . C., o c u p ó e l c a rg o d e a r c o n tc e n e l

4 8 9 /4 8 8 , y f u e c o n d e n a d o a l o s t r a c is m o e n e l 4 8 2 , d e b id o a s u d e s a c u e r d o

c o n T e m ís to c le s . Regresó d e l e x i l io e n e l 4 8 0 , e n v í s p e r a s d e l a b a t a l l a

d e S a la m in a , d o n d e s e d is t i n g u ió e s p e c i a lm e n te a l f r e n te d e u n c u e r p o d e

h o p l i ta s , d e s e m b a r c a n d o e n P s i ta l e a y a c a b a n d o c o n to d o s lo s p e r s a s q u e

h a b ía e n d ic h o is lo te ( c f . H e r ó d o t o , VIII 9 5 ; E s q u il o , Persas 4 4 7 - 4 6 4 ;

P l u t a r c o , Vida de Arístides 1 9 , 1 -4 ; Vida de Temístocles 13 , 2 ). En la

b a t a l l a d e P la t e a e s ta b a a l m a n d o c o m o e s t r a te g o d e u n c o n t in g e n te d e

o c h o m i l h o p l i t a s ( c f . H e r ó d o t o , IX 2 8 , 6 y P l u t a r c o , Vida de Arístides Π,1).

232 Pausanias, hijo de Cleómbroto y sobrino de Leónidas, pertenecía a la familia de los Agiadas. Después de la muerte de su padre, acaecida tras la conclusión de las obras del muro del Istmo, asumió la tutela de su primo Plistarco, menor de edad, hijo de Leónidas, y con elia la regencia de Es­parta. En agosto del 479 a. C., dirigió las fuerzas griegas que derrotaron a

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188 BIBLIOTECA HISTO R ICA

30 Cuando fue informado de que lasEfectivos de los ejércitos, fuerzas enemigas avanzaban hacia Beo-

Primeros encuentros c · Mardonio salió de Tebas a su en- y traslado del

campamento griego, cuentro ; y tras llegar a orillas delSe inicia la batalla r{0 Asopo, estableció su campamento,

que fortificó con un profundo foso y rodeó con una empalizada234. El número total de los griegos ascendía a unos cien mil hombres, mientras que el de los bár-

2 baros era de unos quinientos m il235. Fueron los bárbaros quienes iniciaron la batalla; desplazándose de noche hacia las posiciones griegas, se lanzaron al asalto del campamento

Mardonio en Platea, una decisiva victoria frente a Persia. Después de la conquista de Bizancio en el 478 (cf. infra, IX 44, 3), suscitó las sospechas de sus conciudadanos, que lo acusaban de connivencia con el Rey de Per­sia. Se trasladó a Colonas de Tróade después de haber pasado algunos años en Bizancio (cf. T u c íd id e s , 1131, 1-2), y hacia el 470 los éforos le enviaron un heraldo con la escítala ordenándole que regresara a Esparta y lo encarcelaron. Consiguió liberarse, pero, sospechoso de maquinar un le­vantamiento de los hilotas, se refugió en el templo de Atenea Calcieco, donde fue encerrado vivo para que muriera de hambre (cf. infra, XI 44-45; T u c íd id e s , I 128-135; C o r n e l io N e p o t e , Vida de Pausanias). Sobre su rehabilitación, cf. infra, XI 46, 3, nota 357.

233 Diodoro omite algunos episodios entre la toma de Atenas y el re­pliegue definitivo de Mardonio hacia Tebas. Cf. H e r ó d o t o , IX 1-15.

234 El campamento de Mardonio se extendía a partir de Entras y, pa­sando por Hisias, se prolongaba hasta territorio plateo, estando situado a lo largo del río Asopo. Cf. H e r ó d o t o , IX 15.

235 Respecto a los efectivos griegos y persas, cf. H e r ó d o t o , IX 9-11 y 28-32; P l u t a r c o , Vida de Aristides 10, 8 y 11, 1. Según Heródoto, el ejército griego era de 110.000 hombres (IX 30), mientras que los bárbaros eran 300.000 (la misma cifra en Ju s t in o , II 13, 2) más los 50.000 solda­dos de las ciudades medizantes (IX 32, 2). Diodoro se contradice, puesto que en XI 19, 5 los hombres dejados por Jerjes eran 400.000, a los se aña­dían los 200.000 reclutados en eí norte de Grecia (XI 28, 4), dando un to­tal de 600.000, mientras que en el presente pasaje nos habla de 500.000. De todas formas los historiadores piensan que la superioridad numérica persa no era tan grande y se tiende a rebajar las cifras.

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LIBRO XI 189

cor» toda la caballería236. Pero los atenienses, dándose cuen­ta a tiempo de lo que sucedía, salieron a su encuentro ani­mosamente con todo el ejército en orden de combate, y la batalla que siguió fue encarnizada. Finalmente, todos los griegos pusieron en fuga a los bárbaros que estaban alinea­dos frente a ellos, salvo los megareos, que, situados enfrente del hiparco237 y de la mejor caballería persa, se encontraban en una situación apurada, pero aun así no abandonaron su puesto, sino que enviaron a algunos de sus hombres a los atenienses y lacedemonios, para pedirles que acudieran rá­pidamente en su ayuda. Aristides al punto envió unos solda­dos de élite de su contingente ateniense238; éstos en forma­ción cerrada se lanzaron sobre los bárbaros y liberaron a los megareos de los peligros que les amenazaban; mataron a un buen número de persas y entre ellos al hiparco239 y pusieron en fuga a los restantes.

Así, pues, los griegos, habiéndose mostrado netamente superiores en lo que podría considerarse una especie de pre­ludio, alimentaron la esperanza de obtener una victoria de-

236 Sobre el ataque de la cabalíería persa mandada por Masistio, que causó muchas bajas a los griegos y en especial a los megareos, cf. P l u ­t a r c o , Vida de Aristides 14,1.

237 El comandante de la caballería, Masistio (cf. H e r ó d o t o , IX 20). Su coraza se conservaba en la Acrópolis de Atenas, en el templo de la Políade (cf. P a u s a n ia s , I 27, 1).

238 Cf. H e r ó d o t o , IX 21, 3. Estos soldados de élite iban capitaneados por Olimpiodoro, hijo de Lampón, seguramente padre de aquel famoso adivino Lampón que fue amigo de Pericles y participó en la fundación de la colonia panhelénica de Tunos en 444/443 (cf. A r is t ó f a n e s , Aves 521; P l u t a r c o , Vida de Pericles 6). En Heródoto, la iniciativa no se atribuye a Aristides; y en Plutarco (Vida de Aristides 14, 5), Olimpiodoro es uno de los comandantes (lochagoi) de Aristides.

239 Sobre la violenta muerte de Masistio y la encarnizada lucha en tor­no a su cadáver, cf. H e r ó d o t o , IX 22-23; P l u t a r c o , Vida de Aristides 14, 5-6.

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190 BIBLIOTECA HISTÓRICA

cisiva; después de este encuentro abandonaron la falda de la montaña y trasladaron su campamento a otro lugar más fa-

5 vorable para una victoria completa. Tenían a su derecha una colina elevada y a su izquierda el río Asopo; su campamento ocupó el espacio intermedio, fortificado naturalmente gra-

6 cias a la seguridad que el propio lugar ofrecía240. Para los griegos, que habían tomado esta acertada decisión, la estre­chez del espacio constituía una gran ayuda para obtener la victoria; en efecto, la línea de batalla de los persas no tenía la posibilidad de desplegarse en un frente amplio, de modo que resultaban ineficaces los innumerables millares de bár­baros. Por ello Pausanias y Arístides, confiados en el acierto de su posición, condujeron sus fuerzas a la batalla y, una vez adoptada una formación adecuada a las características del terreno, avanzaron contra el enemigo241.

3i Obligado a ordenar su ejército enLa derrota. profundidad, Mardonio dispuso sus

Muerte de Mardonio fuerzas de la forma que le pareció más y huida de los persas ventajosa lanzando el grito de gue­

rra, avanzó al encuentro de los grie­gos. Rodeado de sus mejores soldados242, se lanzó el prime­ro contra los lacedemonios que estaban alineados enfrente y, luchando valerosamente, mató a muchos griegos; pero los lacedemonios opusieron una fuerte resistencia, afrontando

240 Respecto a este cambio de posición, cf. H e r ó d o t o , IX 25. Bajaron de los contrafuertes del Citerón hacia Platea, donde había abundancia de agua y eran mayores sus posibilidades operativas; acamparon junto a la fuente Gargafia y el recinto del héroe Andrócrates.

241 Va a iniciarse la auténtica batalla. Cf. H e r ó d o t o , IX 41-57; P l u ­t a r c o , Vida de Arístides 15-17, 4. Diodoro nos presenta un cuadro muy simple y favorable a los griegos. El detallado relato de Heródoto nos muestra que las cosas no fueron tan sencillas.

242 Un cuerpo de élite de mi! hombres. Cf. H e r ó d o t o , IX 63.

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LIBRO XI 191

con ánimo audaz todos los peligros del combate, y causaron una gran carnicería entre los bárbaros243. Mientras la suerte 2

quiso que Mardonio combatiera al frente de sus tropas de élite, los bárbaros sostuvieron el choque con buen ánimo; pero cuando Mardonio cayó luchando valerosamente y de sus soldados de élite unos murieron y los otros fueron gra­vemente heridos, su coraje se vino abajo y emprendieron la huida244. Bajo la presión de los griegos, la mayor parte de 3

los bárbaros encontró refugio en el fuerte de madera; en cuanto al resto del ejército, los griegos que se habían alinea­do al lado de Mardonio se refugiaron en Tebas245, mientras que de los otros, que eran más de cuarenta mil, se hizo cargo Artabazo, un hombre que gozaba de gran prestigio entre los persas246, que logró huir en la dirección opuesta avanzando en una rápida retirada hacia la Fócide247.

243 Sobre la batalla propiamente dicha, cf. H e r ó d o t o , IX 58-75; L i­sia s , Epitafio 46-47; P l u t a r c o , Vida de Aristides 16, 8-19, 4. Diodoro simplifica los hechos, pero está de acuerdo con Heródoto en que los lace- demonios fueron los primeros en sufrir los ataques de las tropas de élite de Mardonio (cf. H e r ó d o t o , ÎX 62-63)

244 Según H e r ó d o t o , IX 64, Mardonio murió a manos de Arimnesto, un hombre que en Esparta gozaba de prestigio. P l u t a r c o , Vida de Aristi­des 19, dice que lo mató de una pedrada, con lo que se cumplía un sueño profético. C f. asimismo A r is t o d e m o , FGrHist 104, frs. 1, 2 y 5; P a u s a - n ía s , I 27, 1. Según C t e s ia s , Persica fr. 13, 28, y J u s t in o , II 14, Mardo­nio huyó. La descripción de Diodoro está de acuerdo con H e r ó d o t o , 1X63.

245 Cf. H e r ó d o t o , IX 65, 1.246 Era hijo de Fárnaces y mandaba a los partos y los corasmios (cf.

H e r ó d o t o , VII 66, 2). Había escoltado a Jerjes hasta el Helesponto y se distinguió en empresas como las tomas de Potidea y Olinto (cf. H e r ó d o ­t o , VIII 126 ss.). Heródoto manifiesta simpatía hacia este personaje y se­ñala su desacuerdo con Mardonio.

247 En Heródoto la huida persa también se realiza en tres direcciones. Sobre la derrota persa de Platea, cf. H e r ó d o t o , IX 66-69; P l u t a r c o , Vi­da de Aristides 19, 3-6.

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192 BIBLIOTECA H ISTÓ R ICA

Al haberse separado de este modo los bárbaros en el curso de su fuga, el

Persecución y matanza ejército de los griegos también tuvo que dividirse de la misma manera; los atenienses, los píateos y los tespíeos

persiguieron a los que habían partido hacia Tebas248; los co­rintios, los sicionios, los ñiasios y algunos otros fueron de­trás de los que se habían dado a la fuga con Artabazo249; y los lacedemonios, con el resto del ejército, persiguieron a los que fueron a refugiarse en el fuerte de madera y pusieron todo su ardor en el asedio250. Los tebanos acogieron a los fugitivos, los unieron a sus fuerzas y atacaron a los atenien­ses que los perseguían. Tuvo lugar un violento combate de­lante de la muralla, los tebanos lucharon con vehemencia y cayeron muchos hombres en los dos lados, pero finalmente, cediendo a la presión de los atenienses, todos se refugiaron de nuevo en Tebas251. A continuación, los atenienses se reti­raron para reunirse con los lacedemonios y con ellos se lan­zaron al asalto de la empalizada para atacar a los que se habían refugiado en el interior del campamento fortificado de los persas252. Se luchó con gran ardor en los dos bandos y, al defenderse admirablemente los bárbaros desde aquel lugar fortificado y poner todo su empeño los griegos en for­

248 Cf, H e r ó d o t o , IX 67; P l u t a r c o , Vida de Aristides 19, 3. Los beocios combatieron durante largo tiempo contra los atenienses.

249 H k r ó d o t o (IX 69) menciona a los megareos en lugar de los sicio­nios y dice que fueron atacados por la caballería tebana.

250 Cf. H e r ó d o t o , IX 70, 1.251 Esta acción junto a Tebas no aparece en otras fuentes.252 Según H e r ó d o t o , IX 70, 2 y P l u t a r c o , Vida de Aristides 19, 4,

recibieron la ayuda decisiva de los atenienses conducidos por Aristides, de mayor experiencia en poliorcética (cf. T u c íd id e s , trad, cit., I 102, 2, nota 573).

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zar el fuerte de madera, fueron muchos los hombres que en el transcurso de la lucha recibieron graves heridas y nume­rosos fueron asimismo aquellos que, bajo una lluvia de dar­dos, aguardaron a pie firme la muerte. Sin embargo, ni el bien construido cerco de defensa ni el gran número de bár­baros lograron contener el furioso asalto de los griegos, y todo intento de resistencia se vio condenado al fracaso, por­que la emulación impulsaba a los dos pueblos que estaban al frente de Grecia, los lacedemonios y los atenienses, exalta­dos por sus precedentes victorias y confiados en su propio valor253. Finalmente los bárbaros fueron vencidos y hechos prisioneros y, aunque pidieron que se les perdonara la vida, no fueron en modo alguno objeto de misericordia, dado que el general en jefe de los griegos, Pausanias, viendo la supe­rioridad numérica de los bárbaros, quería evitar cualquier sorpresa debida a aquella extraordinaria desproporción. En consecuencia dio la orden de no perdonar la vida y rápida­mente hubo una cantidad increíble de cadáveres. Al final, después de haber dado muerte a más de cien mil bárba­ros254, a duras penas pusieron fin a la matanza de enemigos.

253 Respecto a los combates que tuvieron lugar en el curso de la huida de los persas, cf. H e r o d o t o , IX 65-70; P l u t a r c o , Vida de Arístides 19, 1-4.

254 Esta cifra, que lleva a pensar en la de Ctesias de ciento veinte mil bajas (FGrHist 688 fi\ 13, 30), se considera excesiva, pero todavía es más desorbitada la de H e r ó d o t o , IX 70, 5. Los autores griegos magnificaban el número de los persas. Con esta cita del número impresionante de caídos, que glorificaba la victoria de los griegos, termina el relato de la batalla de Platea, que, según P l u t a r c o , Vida de Arístides 19, 8, tuvo lugar a fines de agosto del 479 (el cuarto día del mes de Boedromión).

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194 BIBLIOTECA HISTÓ R ICA

33 Tal fu e e l final de la batalla, y losReparto del botín. . . , ,

El trípode de Delfos. g n e g o s d iero n sepu ltu ra a lo s c a íd o s,

Honores a los caídos. que fueron más de diez m il255. Luego,M a Z T e b Z desPués de haber repartido el botín

proporcionalmente al número de sol­dados256, procedieron a la concesión de los premios al valor y , por consejo de Aristides257, decidieron premiar a la ciu­dad de Esparta y , a título individual, al lacedemonio Pausa­nias258. Entre tanto Artabazo, con los persas, alrededor de cuarenta mil, que habían logrado escapar, avanzando a mar­chas forzadas, pasó a Macedonia a través de la Fócide y lo­gró llegar a Asia sano y salvo con sus soldados259.

2 Los griegos apartaron el diezmo del botín260 para fabri­car un trípode de oro que consagraron a Delfos como exvoto

255 Sobre las tumbas de los caídos griegos en el escenario del campo de batalla, cf. H e r ó d o t o , IX 8 5 , 1-2.

256 Sobre el reparto del botín, cf. H e r ó d o t o , IX 8 0-82 ,257 Con la corrección Arísteídou keleúsantos (cf. P l u t a r c o , Vida de

Aristides 20, 1) aceptada por Oldfather. La lectura de algunos manuscritos es muy problemática.

258 Sobre la concesión de los premios al valor, cf. H e r ó d o t o , IX 64 y 70-75; P l u t a r c o , Vida de Aristides 20, í-3. La elección provocó una vio­lenta disputa entre atenienses y espartanos.

259 Según H b r ó d o t o , IX 89, Artabazo llega a Bizancio después de de­jar tras de sí a muchos de sus soldados, diezmados por los tracios o vícti­mas del hambre y la fatiga,

260 Respecto a las ofrendas a los dioses efectuadas con el diezmo del botín, cf. H rró d o to , IX 81; Pa u s a n ia s , V 23. Según Heródoto, los grie­gos reservaron tres diezmos, uno para el dios de Delfos, con cuyo importe se hizo el trípode de oro, otro para el dios de Olimpia, con la que se consagró una estatua en bronce de Zeus, de 4,50 m de alto, y otro para el dios del Istmo, con la que se erigió una estatua en bronce de Posidón, de unos 3,10 m de altura.

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LIBRO XI 195

en señal de agradecimiento al dios26' . En él hicieron grabar este dístico elegiaco:

Los salvadores de la vasta Grecia dedicaron esta ofrenda, cuando liberaron sus ciudades de la esclavitud odiosa·262.

Asimismo hicieron grabar inscripciones en honor de los la­cedemonios muertos en las Termopilas; una de ellas, dedi­cada en común a todo el contingente, rezaba de este modo:

261 Sobre el trípode de oro consagrado al dios de D elfos, el llamado «trípode de Platea», cf. H e r ó d o to , VIH 82 y IX 81; T u cíd id es , I 132-133 y III 57, 2; Pseudo D emóstenbs, 59, 97-98; Aristodhmo, fr. 4, 1; Cornelio N epote, Vida de Pausanias 1, 3-4; Pa u sanias, II 8, 2, V 23, 1, X 13, 9; R. M eiggs, D . Lewis, A selection o f Greek Historical Inscrip­tions, Oxford, 1969, núm. 27. Fue erigido frente a la entrada del templo de Apolo, Su soporte no eran tres pies, sino una columna de bronce dorado formado por tres serpientes que se entrelazaban, en las que estaban graba­dos los nombres no sólo de los vencedores de Platea, sino de todas las ciu­dades que habían luchado contra los persas en fa Segunda Guerra M édica y que habían dedicado la ofrenda. Según Pausanias, X 13, 9, la parte de oro la fundieron los focenses o focidios cuando ocuparon D elfos durante la Tercera Guerra Sagrada (356-346 a. C.), y la columna de bronce fue lle­vada por Constantino I a Constantinopla para adorno del hipódromo de su nueva capital; todavía se conserva, algo mutilada, sin las cabezas de las serpientes, cerca de la M ezquita A zul de Estambul.

261 Diodoro es la única fuente de este dístico atribuido a S im ó n id e s (fr. 102 D ie h l = 168 E d m o n d s ). Según Tucídides (í 132, 2), Pausanias había hecho grabar en el trípode el dístico siguiente:

Tras destruir el ejército medo, el capitán de los griegos, Pausanias, consagró a Febo este recuerdo.

Pero Esparta hizo borrar en seguida esta arrogante inscripción y la sustitu­yó por los nombres de todas las ciudades (treinta y una) que habían contri­buido a vencer al bárbaro, destacando el mérito colectivo y queriendo po­ner freno al poder de Pausanias. Se ha puesto en duda que el dístico citado por Diodoro hubiera figurado en el trípode.

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196 BIBLIOTECA H ISTO R IC A

Aquí combatieron un día, contra dos millones, cuatro mil hombres venidos del Peloponeso263.

La otra, dedicada en particular a los lacedemonios, decía:

Extranjero, anuncia a los lacedemonios que aquí yacemos en cumplimiento de sus leyes264.

3 De modo semejante el pueblo de los atenienses también adornó las tumbas de sus muertos en la guerra contra los persas, celebró los juegos fúnebres, entonces por primera vez265, e instituyó una ley según la cual oradores designados para aquel fin pronunciarían el elogio de los caídos que eran sepultados a expensas públicas266.

4 A continuación Pausanias al mando de sus fuerzas mar­chó contra Tebas y reclamó la entrega de los responsables

263 Cf. H e r ó d o t o , VII 228, 1 (=fr. 91 Diehl y 118 Edmonds), según el cual 3a inscripción fue grabada en la tumba de los peloponesios, en las Termopilas; E l io A r is t id e s , Discursos 28, 65; Antología Palatina VII 248; Suda, s. v. Leónides. En el texto de Diodoro leemos «dos millones», mientras que en Heródoto son «tres millones».

264 C f. H e r ó d o t o , VII 228; L ic u r g o , Contra Leócrates 109; E s t r a - b ó n , IX 4, 16; Antología Palatina VII 249; Suda, s. v. Leónides. De nota­ble austeridad, es el más famoso de los epigramas heroicos atribuidos a Simónides; C ic e r ó n (Tusculanas, I 42, 101) lo tradujo al latín:

Dic, hospes, Spartae nos te hic vidisse iacentes, dum sanctis patriae legibus obsequimur.

265 Esta noticia de Diodoro encuentra confirmación en Pl u t a r c o , Vi­da de Aristides 21,1, que se refiere a una propuesta de Aristides de cele­brar los Juegos Eleuterios cada cinco años.

266 Sobre los honores tributados a los caídos y a las sepulturas de Pla­tea, c f H e r ó d o t o , IX 85. En cuanto a la oración fúnebre pronunciada por un orador prestigioso, como fue el caso del discurso fúnebre de Pericles en el 431, conviene relacionar el texto de Diodoro con el patrios nomos de T u c íd id e s , II 34. Sobre ello, cf. N. L o r a u x , L ’invention d'Athènes. His­toire de l'oraison funèbre dans la «cité classique», Paris, 1981.

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de la alianza con los persas, a fin de castigarlos. El espanto que por el número y el valor de los enemigos se apoderó de los tebanos fue tan grande que los principales culpables de la traición a los griegos se sometieron voluntariamente a la entrega y todos, condenados a muerte por Pausanias, fueron ejecutados267.

También en Jonia los griegos se 34Se prepara la batalla enfrentaron a los persas en una batalla

de Micale. Estratagema memorable el mismo día en el que tu-áeLeotiqmdas vo [Ugar el encuentro de Platea, y va­

mos a escribir sobre ella emprendien­do la narración desde el principio268. El lacedemonio Leotí- 2

quidas y el ateniense Jantipo, que estaban al mando de las fuerzas navales269, después de la batalla de Salamina reunie­ron la flota en Egina, donde permanecieron unos días, y

267 Sobre el castigo de los responsables del medismo tebano, cf. H e r ó ­d o t o , IX 86-88.

268 En cuanto a la afición a los sincronismos de acontecimientos me­morables, hay que decir que generalmente no responden a la realidad. De los cuatro sincronismos que se presentan en este período de la Segunda Guerra Médica, sólo uno se corresponde con la realidad, el de Termópilas- Artemisio, Los otros (Termópilas-Hímera, Salamina-Hímera y cí presente, Platea-Mícale) no se ajustan a la realidad o no son exactos. Ya H e r ó d o t o ,IX 90 hablaba del sincronismo Platea-Mícale, pero se considera que Míca- le es algo posterior, tal vez en unos diez días, a Platea (cf. H e r ó d o t o , ob. cit., trad, y notas de C. S c h r a d e r , IX 100, 2 y nota 578). Sobre la compo­sición y los problemas de los capítulos 34-36, cf. A. S c iïe r r , Diodors XI. Buch Kompositions und Quellenstudien, Bottrop, 1933, págs. 14-18.

269 Leotíquidas, perteneciente a ia familia de los Euripóntidas, sucedió a Demarato en el 491 y desempeñó un papel importante en el período 479- 476. En la primavera del 479 se hizo cargo de forma extraordinaria del mando de la flota en sustitución de Euribíades. Fue un rey emprendedor e intrigante, según vemos en H er ó d o t o , VI 65 ss., 71-72. Jantipo era el pa­dre de Pericles y tuvo también un papel importante (cf. Pl u t a r c o , Vida de Arístides 10, 10).

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luego pusieron rumbo a Délos con doscientas cincuenta tri­rremes. Mientras estaban fondeados allí, llegaron de Samos unos embajadores para pedirles que liberaran a los gnegos de Asia270. Leotíquidas se reunió en consejo con los otros jefes y, tras escuchar las peticiones de los samios, decidie­ron liberar las ciudades griegas, por lo que la flota zarpó inmediatamente de Délos271. Los almirantes de la flota per­sa, que se encontraban en Samos, tan pronto como se entera­ron de que la armada de los griegos hacía rumbo contra ellos, abandonaron Samos con todas sus naves y, tras arribar a Mícale272, en Jonia, viendo que no estaban en condiciones de sostener una batalla naval, pusieron sus barcos en seco y los rodearon con una empalizada y un foso profundo273. Además enviaron a buscar fuerzas de tierra de Sardes y de las ciudades vecinas, y lograron reunir unos cien mil hom­bres en total274; asimismo hicieron todos los preparativos necesarios para la guerra, convencidos de que los jonios harían defección para pasarse al enemigo. Leotíquidas con toda su flota en orden de batalla avanzó contra los bárbaros que estaban en Mícale, y envió por delante una nave con un heraldo a bordo, el hombre que tenía la voz más potente de todo el ejército. Le ordenó que se acercara al enemigo y que

270 Según H e r ó d o t o , VIII 131, í, las naves que se concentraron en Egina eran sólo ciento diez, número que parece demasiado exiguo en comparación con las fuerzas navales de Salamina. Sobre la embajada que llegó de Samos, entonces bajo control persa, cf. H e r ó d o t o , IX 90, 1-2.

271 En primavera del 479. Diodoro no detalla los movimientos de la flota entre Salamina y Mícale.

272 Un promontorio situado enfrente de Samos, entre Mileto y Éfeso. Cf. E s t r a b ó n , XIV 1, 12-14 y 20.

273 Sobre ei abandono de Samos por los persas y la topografía de Mí­cale, cf. H rródoto, IX 96.

274 H e r ó d o t o (IX 96) habla de un ejército de tierra de 60.000 hom­bres a las órdenes de Tigranes.

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proclamara a voz en grito que los griegos habían vencido a los persas en Platea y que en aquel momento estaban allí pa­ra liberar a las ciudades griegas de Asia275. Leotíquidas ac- 5

tuó de esta manera porque pensaba que los griegos que combatían al lado de los bárbaros abandonarían la causa de los persas y que se generaría así una gran confusión en el campamento bárbaro, cosa que realmente ocurrió. En efec­to, cuando el heraldo se acercó a las naves que estaban en seco y proclamó lo que se le había ordenado, sucedió que los persas empezaron a desconfiar de sus griegos, que a su vez comenzaron a organizarse con vistas a la defección276.

Exhortaciones Después de observar con atención 35

ante la batalla. 10 que ocurría en el campamento ene-Explicación , . i « « i i

sobre Ia noticia del éxito m lg°> los grieë os hicieron desembar­re Platea car sus fuerzas. A l día siguiente, mien-

y la estratagema tras se disponían a formar en orden dede Leotíquidas 1

batalla, se esparció la noticia de que los griegos habían vencido a los persas en Platea277. Por ello Leotíquidas reunió a sus tropas en asamblea y las incitó al

275 Sobre la actitud de Leotíquidas ante los persas de Mícale y el envío del heraldo, cf. H e r ó d o t o , IX 9 8 , 1 -4 .

276 Cf. Heródoto , IX 98, 100. Después de la proclama del heraldo, los persas desarmaron a los samios temiendo que pudieran abrazar la cau­sa griega, y por la misma razón enviaron a los milesios a las alturas de Mícale.

277 Cf. H e r ó d o t o , IX 100, 1. Hay confusión en estos pasajes (34, 1-35, 3) respecto a la relación cronológica Platea-Mícale. No parece vero­símil el perfecto sincronismo recogido por la tradición (cf. H e r ó d o t o , IX 100, 2; 101, 2; Ju s t in o , II 14, 7-9) entre las batallas de Platea y Mícale, que además, según Heródoto, tuvieron lugar en dos sitios donde había un santuario consagrado a Deméter Eleusinia. Podemos, sin embargo, pensar en una estrecha relación entre los dos hechos, en el sentido de que la flota griega, animada por las frescas noticias procedentes del continente, se de­cidió a atacar a la flota persa. La hipótesis de Diodoro, de que Leotíquidas

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combate, celebrando, entre otras consideraciones, la victoria de Platea, convencido de que este éxito acrecentaría el áni­mo de los hombres que iban a entrai' en combate. La realidad de los hechos fue ciertamente soiprendente, puesto que fue al parecer el mismo día que tuvieron lugar las dos batallas, la que se libró en Mícale y la que se combatió en la región de Platea. En consecuencia, parece que Leotíquidas todavía no estaba informado de la victoria de Platea y que, al forjar por propia iniciativa la noticia de aquel éxito, actuó de esta manera porque quería recurrir a una estratagema; la gran distancia que separaba ios dos campos de batalla era la prueba de que era imposible la transmisión de la noticia. Los generales de los persas por su parte, desconfiando de los griegos de su ejército, los desarmaron y entregaron las armas a sus aliados; exhortaron después a sus tropas, di- ciéndoles que Jeijes en persona acudía en su ayuda con nu­merosas fuerzas; de este modo consiguieron infundir en todos sus hombres el ánimo necesario para afrontar la inmi­nente batalla.

Cuando ambos bandos hubieron situado sus ejércitos en orden de bata-

La batalla de Mícale. ,, , i ,Derrota de los persas lla Y estaban avanzando unos contra

otros, los persas, viendo cuán exiguoera el número de sus enemigos, los

menospreciaron y se lanzaron al ataque con gran griterío278.Los samios y los milesios, tras tomar la decisión de ir todos

no estaba realmente informado cuando ideó la estratagema del anuncio de la victoria de Platea, sigue una tradición, distinta a la herodotea (cf. Po- L iE N o , I 33) que trata de racionalizar los hechos respecto a los que Heró­doto había de una intervención divina.

278 El ejército de tierra de los persas a las órdenes de Tigranes tenía se­senta mil hombres.

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juntos en ayuda de los griegos, avanzaron hacia ellos ali­neados unos junto a los otros y a toda prisa; sin embargo, cuando en su avance llegaron a la vista de los griegos, pese a que los jonios279 pensaban que su presencia animaría a los griegos, el resultado fue el contrario. Los soldados de Leo- 3

tíquidas, imaginando que era Jerjes que, llegado de Sardes con sus fuerzas, avanzaba contra ellos, fueron presa del pá­nico; la confusión se adueñó del ejército y hubo división de opiniones, puesto que unos decían que era preciso volver cuanto antes a las naves mientras que otros sostenían que era necesario permanecer y recomponer con coraje el or­den de batalla. Todavía estaban en esta situación de desorden cuando aparecieron los persas dirigiéndose contra ellos con un armamento y un griterío que les aterrorizó. Así los grie- 4

gos, ya sin tiempo para deliberar, se vieron obligados a aguan­tar a pie fírme el ataque de los bárbaros.

Al principio, luchando unos y otros con extraordinaria violencia, la batalla se mantuvo indecisa y fueron numero­sas las bajas en los dos bandos; pero, cuando se vio con cla­ridad la presencia de los samios y los milesios, los griegos cobraron ánimos mientras que los bárbaros, espantados, se dieron a la fuga280. La matanza fue impresionante, los sol- 5

dados de Leotíquidas y de Jantípo acosaron a los vencidos y persiguieron a los bárbaros hasta su campamento, y des­pués, cuando el resultado de la batalla ya se había decidido, los eolios y otros muchos pueblos de Asia aportaron su ayu­da; un extraordinario deseo de libertad se había apoderado de las ciudades de Asia. Así casi todos, sin preocuparse ni 0

279 Diodoro, siguiendo a Éforo, subraya el papel de los jonios en Mí- cale.

280 Cf. H e r o d o t o , IX 102-103.

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de sus rehenes ni de sus juramentos281, se unieron a los otros griegos en la acción de exterminar a los bárbaros durante su huida282. De este modo fueron derrotados los persas, que perdieron más de cuarenta mil hombres. De los supervivien­tes, unos se refugiaron en el campamento y otros se retira­ron hacia Sardes283. Cuando Jerjes fue informado de la de­rrota de Platea y de la huida de sus soldados en Mícale, dejó una parte de sus fuerzas en Sardes, para que continuara la guerra contra los griegos, mientras que él, desconcertado, partió con el resto de su ejército y tomó el camino de Ecba­tana.

Leotíquidas y Jantipo se hicieronDespués de Mícale.Se sigue el criterio de nuevo a la mar rumbo a Samos yateniense. Asedio concertaron una alianza con los joniosde Sesto. Victoria , ,. , , , ,

romana sobre ló s a s e o s V l0S e 0 ll0 S ; lu e g ° Μ ω 0 η d e COn-vencerles para que abandonaran Asia

y se trasladaran a Europa; les prometían expulsar a los pue­blos que habían tomado el partido de los medos y entregar­les las tierras de estos pueblos284. En suma, les decían que, si permanecían en Asia, tendrían en sus fronteras a unos enemigos cuyas fuerzas eran muy superiores, y que sus alia-

281 Los rehenes en manos de los persas como garantía de fidelidad y los juramentos prestados en el mismo sentido.

282 Fue notable la intervención de los milesios de las alturas de Mícale en la matanza de los fugitivos persas.

283 El relato de Heródoto de ia batalla, en la que los atenienses tienen un papel principal (IX 102-106), es más amplio y claro. La narración de Diodoro es más resumida y seguramente mezcla (cf. C. H i g n r t t , Xerxes ’ invasion o f Greece, Oxford, 1963, pág. 257) datos de Heródoto con otros de Éforo, que pretendía sobrevalorar la intervención de los griegos de Asia. Diodoro no se refiere, por ejemplo, al incendio de las naves y fortifi­caciones enemigas (cf. H e r ó d o t o , IX 106, 1).

284 Cf. H e r ó d o t o , IX 106, 2-4.

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dos, al estar al otro lado del mar, no podrían prestarles su ayuda a tiempo. Los eolios y los jonios, dando oídos a las promesas, decidieron aceptar la proposición de los griegos y comenzaron los preparativos para zarpar con ellos hacia Eu­ropa. Pero los atenienses, cambiando de parecer, les hicie- 3 ron una propuesta contraria aconsejándoles que permanecie­ran allí y asegurándoles que, aunque ninguno de los otros pueblos griegos les prestara su ayuda, ellos, los atenienses, sus hermanos de raza, acudirían en solitario en su ayuda; sospechaban que los jonios, una vez establecidos en Grecia con el acuerdo de todos los griegos, ya no mirarían a Atenas como su metrópoli. Fue por esta razón que los jonios se echaron atrás y prefirieron permanecer en Asia285.

Después de estos hechos, las fuerzas de los griegos se 4 separaron; los lacedemonios hicieron vela rumbo a Laconia, mientras que los atenienses, acompañados por los jonios y los isleños286, levaron anclas rumbo a Sesto287. Inmediata- 5

285 Según Diodoro, pues, los atenienses, pese a estar de acuerdo al principio con los espartanos respecto al traslado de los jonios, se desdije­ron y aconsejaron a los jonios que permanecieran en sus asentamientos. Heródoto no se refiere a este cambio de opinión. Luego concertaron una alianza con los samios, los quiotas, los lesbios y otros habitantes de las is­las. Samos, Quíos y Lesbos juegan un papel importante en ia constitución de la liga ático-delia. Cf. H e r ó d o t o , IX 106 y T u c í d i d e s , I 89.

28ú Los griegos de las islas del Egeo.287 Según H e r ó d o t o (IX 114), la flota griega fondeó primero en Lec­

to, en la Tróade, y desde allí se dirigieron a Abido, donde encontraron des­truidos los puentes que pensaban encontrar todavía tendidos, lo que consti­tuía el principal objetivo de su llegada al Helesponto. Entonces Leotíquidas (cf. H k r ó d o t o , IX 114, 2 y T u c í d i d e s , I 89, 2) decidió regre­sar a Grecia, renunciando a proseguir la lucha y cediendo a Atenas el pa­pel principal en la defensa del helenismo. Los atenienses decidieron atacar el Quersoneso, la actual península de Gallipoli, donde Atenas tenía desde mediados del siglo vi a. C. importantes intereses comerciales, y asediar Sesto, una plaza de la orilla europea del Helesponto de indudable interés

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mente después del desembarco, el estratego Jantipo se lanzó al asalto de la ciudad de Sesto y la tomó; y después de esta­blecer en ella una guarnición, despidió a sus aliados y él con sus conciudadanos regresó a Atenas288.

Así, pues, llegó a su fin la guerra conocida con el nom­bre de Médica, que tuvo una duración de dos años289. Entre los historiadores, Heródoto, tomando como punto de partida la época anterior a la guerra de Troya, ha escrito en nueve libros una historia prácticamente universal y acaba su obra en la batalla de Mícale, que opuso los griegos a los persas, y en el asedio de Sesto290.

En Italia entre tanto los romanos hicieron la guerra contra los volscos, los vencieron en una batalla y mataron a un gran número291. Espurio Casio, que en el año preceden-

estratégico y comercial. Atenas iniciaba una política beneficiosa para sus intereses con la ayuda de sus aliados y se hacía con el control del Heles- ponto, el logro final que ponía cierre a las Guerras Médicas y alejaba el peligro persa.

288 Cf. H e r ó d o t o , IX 114-121; T u c í d i d e s , I 89, 2; A r ís t o d e m o ,

FGrHist 104, fr. 4, 1. Después de la toma de Sesto por los atenienses y sus aliados, en otoño del 479, los atenienses volvieron a su patria con un tro­feo glorioso, los cables de ios puentes del Helesponto. Los consagraron en el santuario de Delfos juntamente con los mascarones de proa y popa de los navios persas destruidos en Mícale.

2X9 Desde la primavera del 480, cuando Jerjes atravesó el Helesponto, hasta el otoño del 479.

290 Este texto de Diodoro constituye la mención más antigua de la di­visión de la obra de Heródoto en nueve libros y, com o dice Diodoro, la obra herodotea acababa realmente en la toma de Sesto, si excluimos la anécdota retrospectiva sobre la sabiduría de Ciro. Sobre Heródoto, cf. su­pra, X 24, 1.

291 Puede referirse a un episodio que se sitúa en realidad en el 485a. C., una campaña dirigida por el cónsul Quinto Fabio Vibulano (cf. T. Livio, II 42, Î; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , VIII 82, 1-2). La contienda de Roma contra los volscos fue realmente una guerra crónica a la que Tito

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te292 había sido cónsul, fue condenado y ejecutado, porque se pensó que trataba de instaurar la tiranía293. Éstos fueron, pues, los acontecimientos de aquel año.

Cuando Timóstenes era arconte en 38 Sicilia. Popularidad Atenas294, en Roma se hicieron cargo m ~

de Gelón. del consulado Cesón Fabio y LucioMuerte y sucesión r ·,· ^ , ,Emilio Mamerco . Durante este ano

la isla de Sicilia gozó de una paz pro­funda, puesto que los cartagineses habían sido finalmente sometidos y Gelón ejercía su poder sobre los siciliotas con moderación, dotando a las ciudades de una legislación exce­lente y de una gran abundancia de todos los recursos nece­sarios296. Dado que los siracusanos habían suprimido me- 2

Livio se refiere en repetidas ocasiones en los libros Π-VIÏ. Roma no logró dominar a sus belicosos vecinos hasta principios del siglo ni a. C.

292 Sería eí 480, pero sobre esta cronología, cf. supra, XI 1,2, nota 6.293 Cf. T , Lfvio, I I 41; D i o n is io d e H a l i c a r n a s o , VIII 78 y X 38. Pa­

rece que el consul quiso ganarse el favor de la plebe con una ley agraria que despojaba a los patricios.

294 Encontramos asimismo al arconte Timóstenes en el año 478/7 a. C. en A r is t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 23, 5 y en el Mármol de Paros 52-53. Cf. R. D e v e l in , Athenian Officials 684-321 B. C., Cambrid­ge, 1989, pág. 66.

295 Estos cónsules citados por Diodoro, Lucio Emilio Mamarco y Cesón Fabio Vibulano, desempeñaron el cargo en el año 484 a. C. (270 a. U. c ). Diodoro sigue pues con desfase de siete años respecto a la cronología varro- niana. Cf. supra, XI nota 5. Cf. E. J. B ic k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R. S, B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 22. Según la tradición vulgata (T. L iv io , II 49, 9; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , IX 16, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 25-26), fueron cónsules Lucio Emilio Mamerco (cónsul en 484 y 473) y Gayo Servilio Estructo Ahala.

296 Sobre este período de paz y prosperidad en Sicilia y la buena adminis­tración de Gelón, cf. H e r ó d o t o , VII 156, 158; T e o p o m p o , fr. 93; D i o n i ­

s io d e H a l i c a r n a s o , VII 1; P l u t a r c o , Sobre la tardanza de la divinidad en castigar 551 C-D (en. Obras morales y de costumbres VIII, BCG 219,

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diante una ley los funerales suntuosos y habían reducido los gastos que solían hacer en honor de los muertos, y que en la ley se habían fijado asimismo unas sepulturas absolutamen­te sencillas297, el rey Gelón, queriendo respetar la voluntad popular en todos los casos, mantuvo escrupulosamente lo

3 prescrito sobre los enterramientos incluso para el suyo. En efecto, al verse afectado por una enfermedad y sin esperanza de seguir viviendo298, puso el reino en las manos de Hierón, el mayor de sus hermanos299, y respecto a sus exequias dio instrucciones precisas para que se observara rigurosamente la ley. Así, una vez que hubo muerto, su sucesor en el trono celebró sus funerales de acuerdo con las disposiciones que

4 había dejado. Su cuerpo fue enterrado en la finca rústica de su mujer, en las llamadas Nueve Torres, una obra admirable por la solidez de su construcción. El pueblo en masa partici­pó en el séquito que partió de la ciudad, pese a que el lugar

5 del entierro se encontraba a doscientos estadios300. Después

Madrid, 1996); Máximas de reyes y generales 175A 2 (en Obras morales y de costumbres, III, BCG 103, Madrid, 1987); Vida de Coriolano 16, 1. La fuente de Diodoro debe de ser Timeo, historiador favorable a Gelón, cuya victoria en Himera abrió una época de prosperidad.

297 Esta frase es problemática; estamos ante un texto corrupto que ya en Jos manuscritos presenta correcciones, por lo que ha sido objeto de diversas interpretaciones. Seguimos la lectura de Oldfather, con îa adición (litón) de Capps.

2915 La enfermedad de Gelón era la hidropesía. Cf. Escolios a P í n d a r o

I, escolio 46 a; P l u t a r c o , L o s oráculos de la Pitia 19, 403C.299 La sucesión, de acuerdo con las normas de la familia de los Dino-

ménidas para la transmisión de la hierofantía de Deméter, se hizo por línea horizontal, pasando el poder al hermano mayor y no al hijo. Cf., asimismo, E l i a n o , Historias curiosas 13-36. Según la tradición, eran seis los hijos de Dinómenes, dos hijas, de nombre desconocido, y cuatro hijos, Gelón, Hierón, Polizelo y Trasibulo.

100 La distancia de doscientos estadios parece excesiva. La devoción del pueblo de Siracusa por Gelón se ve confirmada por P l u t a r c o , Vida

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de ser enterrado allí, el pueblo le erigió un espléndido mo­numento sepulcral y atribuyó a Gelón los honores que se tributan a los héroes; pero luego este monumento fue des­truido por los cartagineses durante una guerra que empren­dieron contra Siracusa, y Agatocles, movido por la envidia, derribó las torres301. Sin embargo, ni el odio de los cartagi­neses, ni la bajeza de Agatocles, ni ninguna otra cosa han podido privar a Gelón de su gloria. En efecto, el justo testi- 6 monio de la historia ha confirmado la fama que lo envolvía, proclamándola con voz penetrante para toda la eternidad302. Es justo ciertamente, y a la vez conveniente para la vida de la comunidad, que, gracias a la historia, entre aquellos que han ejercido el poder, los malos sean objeto de reproche, y que los bienhechores alcancen un recuerdo inmortal; éste es el mejor medio de incitar a muchos hombres de las genera­ciones posteriores a trabajar por el bien de la humanidad303.

de Timoleón 23, 5, donde vemos que se mantuvo su recuerdo, puesto que cuando Timoleón en el 343, decidió vender todas las estatuas de Siracusa, se exceptuó la de Geión.

301 A las destrucciones de los cartagineses de Himilcón, en el 396, se referirá D io d o r o en XIV 63. Sobre Agatocles, tirano de Siracusa entre el317 y el 289, véanse los libros XIX-XXI. Es probable que la fuente de este pasaje sea T im b o (fr. 124).

302 La historia como «adquisición para siempre», como «posesión para la eternidad»; cf. T u c í d i d e s , I 22, 4.

303 Toda la obra de Diodoro está marcada por su objetivo moralizador. Ya en el comienzo del libro I insiste en la gran utilidad de la historia como maestra de la vida y habla dei aprendizaje por la experimentación, recor­dando al más experimentado de los héroes, al que «vio las ciudades de muchos hombres y conoció su pensamiento» (Odisea I 3). Afirma que los historiadores con sus trabajos se afanan en favorecer la vida común (el koinos bíos) y que ofreciendo sin peligro la enseñanza de lo conveniente proporcionan la más bella experiencia a sus lectores; la historia contiene la enseñanza de los fracasos y éxitos ajenos. Frecuentemente reafirma su propósito moralizante: quiere que su obra sea un tesoro de ejemplos mora­les (cf. XIV I, 1-3; XV 88, 1; XXXI 15, I; XXXVIII 4, 1), habla dë-lcw

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7 Gelón reinó pues durante siete años, y su hermano Hie­rón, que le sucedió en el trono, reinó sobre los siracusanos once años y ocho meses304.

39 En Grecia, después de la victoriaAtenas se fanifica de Platea305, los atenienses hicieron

contrariando a Esparta, regresar a Atenas a sus hijos y muje- Astucia de Temístocles , , ^ 0res desde Trecen y Salamina ; e in­

mediatamente emprendieron la fortifi­cación de la ciudad y se preocuparon de las demás medidas

2 necesarias para su seguridad307. Pero los lacedemonios, vien­do que los atenienses se granjeaban una gran fama gracias a sus fuerzas navales, empezaron a mirar con recelo su cre­ciente prestigio y decidieron impedir la reconstrucción de

elogios (épainoi) a ios buenos y los reproches (pso go i) a los malos (cf. X 12, 1-2; XI 38, 6 y 46, 1; XXIII 15, 1), y en cuanto se le presenta la oca­sión incita a la virtud (cf. IX 33, 1; XI 3, 1; XXXI 15, 1; XXXII 26). Res­pecto a este tema, cf. J. M. C a m a c h o R o j o , «En tomo a Diodoro de Sici­lia y su concepción moralizante de la Historia», en J. L e n s T u e r o (din), Estudios sobre Diodoro de Sicilia, Granada, 1994, págs. 63-69; D. A m b a -

g l i o , La Biblioteca Slorica di Diodoro Siculo: Problemi e método, Como, 1995, págs. 109-118.

304 Gelón reinó en Gela del 491/0 al 485, y en Siracusa del 485 al 478/7. Cf. Mármol de Paros 53 A ; H e r ó d o t o , VII 153-156; A r is t ó t e ­

l e s , Política 5 ,3-5; D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , Historia antigua de Roma. VII 1, 4-5; P a u s a n i a s , VI 9, 4-5. El reinado de Hierón va del 478/77 al 467/66.

305 Y de la toma de Sesto. Sobre la repatriación de los refugiados ate­nienses, cf. T u c í d i d e s , I 89. Desde este capítulo 39 hasta el 43, Diodoro se refiere a la figura de Temístocles.

306 Además de Trecén y Salamina, que aquí cita Diodoro, también po­demos pensar en Egina, si se tiene en cuenta la primera evacuación.

307 Tenían que reconstruir una ciudad totalmente destruida por los per­sas, que habían demolido templos y edificios públicos; sólo habían queda­do en pie los edificios donde se habían alojado sus jefes.

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sus murallas308. Así, pues, enviaron en seguida embajadores a Atenas con el pretexto de aconsejarles que por el momen­to no fortificaran su ciudad, dado que ello no aportaba nin­guna ventaja al interés general de los griegos; en efecto, si Jerjes se presentaba de nuevo con fuerzas más numerosas, tendría a su disposición ciudades fortificadas fuera del Pe- loponeso, desde las que fácilmente podría ponerse en mo­vimiento para someter a los griegos309. Al no lograr con­vencerles, los embajadores se acercaron a los hombres que trabajaban en la construcción del muro y les conminaron a dejar cuanto antes las obras310.

Dado que los atenienses estaban en duda respecto a la conducta a seguir, Temístocles, que entonces gozaba del mayor crédito entre sus conciudadanos, les aconsejó que no tomaran ninguna iniciativa, porque si recurrían a la fuerza, los lacedemonios, ayudados por los peloponesios, podrían fácilmente acudir a las armas e impedirles que fortificaran ía ciudad311. Luego declaró en secreto al Consejo312 que él mismo, en compañía de otros enviados, acudiría como em­bajador a Lacedemonia, para explicar a los lacedemonios el

308 £ £ T u c í d i d e s , I 9 0 , 1, d o n d e v e m o s lo s d o s g r a n d e s m o t iv o s d e l

r e c e lo e s p a r ta n o : la p o te n c ia d e ía f lo ta a te n ie n s e y la c o n s t r u c c ió n d e la s

m u ra l la s .

309 Estos argumentos de Esparta parecían tener una cierta justificación, pero el móvil real era el temor de los espartanos a que el creciente poderío de Atenas pudiera evolucionar, como verdaderamente ocurrió, hacia una hegemonía ateniense en detrimento de Esparta. C f. A r is t o d e m o , FGrHist 1 0 4 , f r . 5 , 1; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 6 , 2 -4 .

310 Este detalle no aparece en otras fuentes.311 Cf. T u c í d i d e s , I 9 0 , 3 . La respuesta ateniense a los embajado­

res· fue que en seguida enviarían una delegación a Esparta para tratar del asunto.

312 La Boulé o Consejo de ios Quinientos, que, entre sus importantes competencias en la administración de la polis, tenía la de la diplomacia. Cf. A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 4 3 -4 9 .

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210 BIBLIOTECA HISTÓRICA

asunto de la fortificación, y recomendó a las autoridades que retuvieran a los embajadores enviados por los lacedemonios, en el caso de que llegaran otros a Atenas, hasta que él regre­sara de Lacedemonia, y que entre tanto todo el pueblo cola­borara en la fortificación de la ciudad; de este modo, mani­festó, alcanzarían su propósito313.

40 , Los atenienses aceptaron su plan,Exito del plan , . . .

de Temístocles: Atenas Y Temístocles y sus colegas se dirigie-recomtruye sus murallas, ron a Esparta, mientras los ateniensesGuerra de Roma contra

los ecuos y Túsculo construían sus muros con gran empe­ño, sin respetar ni las casas ni las

tumbas314. Tomaron parte en las obras los niños y las muje­res y, en suma, todos los extranjeros y todos los esclavos, y

2 no hubo ninguno que quedara atrás en entusiasmo315. Cuan-

313 Cf. T u c í d i d e s , I 90, 3-4. La versión tucidídea es algo diferente; Temístocles se va solo a Esparta y propone que los oíros embajadores ele­gidos para acompañarle en la misión permanezcan en Atenas; para man­darlos, debían esperar a que la muralla alcanzara una altura suficiente. En Esparta, Temístocles trata de ganar tiempo y no se presenta a las autorida­des con el pretexto de que estaba esperando a sus colegas de embajada. Cuando la situación se hace insostenible, e! mismo Temístocles exhorta a los espartanos a enviar unos embajadores a Atenas y, en secreto, envía un mensaje a sus conciudadanos para que retengan la embajada espartana hasta que él y sus colegas, que ya habían llegado a Esparta, regresaran a Atenas (I 90, 5-91, 3); en Diodoro esta advertencia de Temístocles respec­to a la retención de los embajadores espartanos precede a la partida hacia Esparta del hábil estadista ateniense. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 19, 1-3, también ofrece algunos elementos nuevos, como un intento de sobor­nar a los éforos (cf. T e o p o m p o , FGrHist 115, fr. 85) y una acusación a los atenienses de un tal Poliarco de Egina.

314 Fueron demolidos todos los edificios de los que se podía obtener material de construcción.

315 T u c í d i d e s (190, 3) dice que colaboraron «todos los que estaban en la ciudad, hombres, mujeres y niños, sin respetar ningún edificio, ni priva­do ni público, que fuera de alguna utilidad para la obra».

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LIBRO XI 211

do los trabajos, contra toda expectativa, fueron llevados a término, tanto por la numerosa mano de obra como por el ardor de todos, Temístocles, convocado por las autoridades de Esparta316 y recriminado por la reconstrucción de los mu­ros, negó la realidad de las obras y exhortó a las autoridades a que no dieran crédito a rumores sin fundamento y a que, por el contrario, enviaran a Atenas embajadores fidedignos; por ellos, les dijo, podrían conocer la verdad y, como garan­te de su seguridad, se ofreció él mismo, junto con sus cole­gas de embajada317. Los lacedemonios siguieron su consejo, pusieron bajo vigilancia a Temístocles y a sus colegas, y enviaron a Atenas a los hombres más ilustres para que exa­minaran aquello sobre lo que era precisa su intervención. Al haber pasado ya un cierto tiempo, ios atenienses habían con­seguido levantar el muro hasta una altura suficiente, de mo­do que, cuando llegaron a Atenas los embajadores de los lacedemonios y les hicieron reproches con gritos y amena­zas, los pusieron en prisión y les dijeron que los liberarían una vez que los lacedemonios hubieran dejado partir a Te­místocles y sus colegas. Engañados con esta estratagema, los laconios se vieron obligados a liberar a los embajadores atenienses para poder recuperar a los suyos. Temístocles, que gracias a esta estratagema consiguió fortificar su ciudad en poco tiempo y sin peligro, adquirió un gran prestigio en­tre sus conciudadanos318.

316 Seguramente los éforos.317 Cf. T u c í d i d e s , I 91.318 Sobre la reconstrucción de ías murallas de Atenas, cf. T u c í d i d e s , I

90-93 y 69, 1; A r is t ó f a n e s , Caballeros 813 y Escol. 84; A n d o c i d e s , So­bre la paz 38; P l a t ó n , Gorgias 455d-e; L is ia s , Contra Eratóstenes 63; D k m ó s t e n e s , Contra Leptines 73; A r is t ó t e l e s , Constitución de los ate­nienses 23, 4; A r is t o d e m o , fr, 9; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles6, 2-7; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 19, 1-3. Todas las fuentes están de acuerdo en que Temístocles reconstruyó las murallas frente a la oposición

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212 BIBLIOTECA HISTÓRICA

41477/6

En el mismo período en el que tuvieron lugar estos he­chos, los romanos emprendieron una guerra contra los ecuos y los habitantes de Túsculo319. Vencieron a los ecuos en el campo de batalla y mataron a muchos enemigos. A conti­nuación asediaron Túsculo y obtuvieron su rendición, y ocu­paron la ciudad de los ecuos320.

Una vez que hubo pasado este año, Adimanto fue nombrado arconte

F m W yc Im M k m * , A t e n a s 32l C e n t r a s q u e e n R o m aae 1 emistocles 5 ^

fueron elegidos cónsules Marco Fabio Silano y Lucio Valerio Publio322. En

este época, Temístocles, por sus cualidades de estratega y por su sagacidad, gozaba de un gran prestigio no sólo entre

de Esparta. Según Aristodemo, el recinto de la ciudad era de 60 estadios, es decir, unos 11 Km. El apresuramiento de la construcción hizo que se aprovecharan todo tipo de materiales, de edificios derribados, estelas, etc., circunstancia que ha sido evidenciada por ía arqueología.

319 Sobre la guerra contra los volscos y ecuos y la toma de Túsculo, di­rigida por el cónsul Lucio Emilio Mamerco, cf. T. Lrvio, Π 42; III 23; D io n is io d k H a l i c a r n a s o , Historia antigua de Roma VIH 82, 3.

320 En el siglo v a. C., las dos ciudades principales de los ecuos eran Prcneste y Tíbur.

321 Cf. S im ó n id r s , fr. 77 D i e i i l - 176 E d m o n d s ; P l u t a r c o Vida de Temístocles 5, 5; Mármol de Paros A 54. Cf., asimismo, R. D e v e l in , Athe­nian Officials 684-321 B.C., Cambridge, 1989, pág. 67.

322 Diodoro sigue con una diferencia de siete años respecto a la crono­logía varroniana; en el año 483 a. C. (271 ab, U. c .) fueron cónsules Mar­co Fabio Vibulano y Lucio Valerio Potito, a los que Diodoro da cognomi­na diferentes. Cf. E. J. B ic k e r m a n » , ob. cit., pág. 171; A. E. S a a íu k l , ob. cit., pág. 256; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 22. Según la tradición vulgata (T. Livio, II 51, 1; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , IX 18, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 26-27), los cónsules del 477 fueron Gayo (o Marco) Horacio Pulvilo y Tito Menenio Lanato (cf. T. Livio, II 51, 1-3; D i o n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 18-24).

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sus conciudadanos, sino también entre todos los griegos323. Así, en la cumbre de su gloria, concibió otros proyectos 2

mucho más Ambiciosos con vistas a acrecentar la hegemonía de su patria. En este tiempo, en efecto, lo que se conoce como el Píreo no era un puerto y los atenienses utilizaban como fondeadero la ensenada llamada F alero, que era abso­lutamente insuficiente. Temístocles tuvo pues la idea324 de convertir el Pireo en un puerto, que, sin necesidad de gran­des obras, podía llegar a ser el puerto más hermoso y más amplio de Grecia325. Esperaba que, al disponer los atenien- 3

ses de estas nuevas instalaciones, la ciudad podría aspirar a la hegemonía marítima; ya poseían entonces un gran núme­ro de trirremes y, gracias a las continuas batallas navales, habían adquirido experiencia y una gran fama en los enfren­tamientos navales326. Por otra parte, calculaba que los ate- 4

323 Sobre la fama de Temístocles cf. H e r ó d o t o , VIII 123-124; P l u ­

t a r c o Vida de Temístocles 17, 3-4; P a u s a n i a s , VIII 50, 3. En los Juegos Olímpicos del 476, ios siguientes a la batalla de Salamina, se concentró en él toda la atención de los espectadores, según relata Plutarco.

324 Sobre el espíritu emprendedor y clarividente de Temístocles cf. su­pra XI 19, 5; A r is t ó f a n e s , Caballeros 884.

325 Hasta esta época, el Faiero fue el puerto de Atenas. Los persas fon­dearon allí después de la batalla de Maratón (cf. H e r ó d o t o , VI 116) y también sirvió de base naval a Jerjes. Mientras que el Faiero era una bahía abierta sin protección, el Pireo, un promontorio situado al sudoeste de Atenas, estaba formado por tres puertos naturales (Zea, Muniquia y Cánta­ro) que podían defenderse con facilidad si se amurallaban. Temístocles lo comprendió y aconsejó su fortificación, que se inició en el año de su ar- contado, el 493-492 a. C. (cf. T u c í d i d e s , I 93, 3). El Pireo siguió siendo el primer puerto de Grecia durante toda la Antigüedad.

326 La inteligencia y la visión política de Temístocles orientó a Atenas, ligada hasta entonces a la tierra y a la agricultura, por los caminos del mar y sentó las bases del imperio marítimo ateniense, de la Confederación de Délos durante la Pentecontecia. Parece que Temístocles también pensaba en el Occidente griego. Cf. H e r ó d o t o , VIII 6 2 ; T u c í d i d e s , I 1 3 6 , i; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 4 , 7 .

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214 BIBLIOTECA HISTORICA

nienses tendrían a los jonios de su parte debido a su comu­nidad de raza y que con su colaboración podrían liberar a los otros griegos de Asia, y que éstos, gracias al beneficio recibido, se inclinarían asimismo del lado de los atenienses; suponía además que todos los isleños, impresionados por la magnitud de las fuerzas navales atenienses, estarían prestos a alinearse con aquel pueblo capaz de causarles los mayores daños o de procurarles los mayores beneficios327. Veía asi­mismo que los lacedemonios, aunque estaban bien dotados en lo relativo a las fuerzas de tierra, mostraban por el con­trario una gran incapacidad para los combates navales.

Una vez que hubo sopesado todas El proyecto estas consideraciones, decidió no ex-

de Ton is toc ¡ esante 1a Asamblea Poner en público su proyecto, porque

y el Consejo íle Atenas sabía perfectamente que los lacede- monios impedirían su realización. Ha­

bló, pues, con sus conciudadanos en la Asamblea y les co­municó que deseaba ser el consejero y promotor de realiza­ciones importantes y ventajosas para la ciudad, pero les dijo que no era conveniente revelarlas, sino que el interés de to­dos exigía que se aprobara su ejecución con la intervención de un pequeño número de hombres328; pidió por tanto al pueblo que designara a dos hombres en los que tuviera su mayor confianza y les encomendara el análisis del proyecto. La mayoría aceptó esta petición y la elección del pueblo re­

327 La impresionante victoria de Salamina, debida a la política naval y al genio de Temístocles aseguró a Atenas la hegemonía del Egeo e hizo que las islas confiaran en Atenas para que las defendiera con su flota fren­te a un eventual peligro bárbaro.

328 Sobre esta propuesta de Temístocles, cuya historicidad ha sido ob­jeto de debate, cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 0 , 1; Vida de Aristides 2 2 , 2 . Se ha observado que Tucídides no comenta nada al respecto.

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LIBRO XI 215

cayó en dos hombres, Aristides y Jantipo329, a los que el pueblo prefirió no sólo por su valor, sino también porque veía en ellos a los rivales de Temístocles en la lucha por la fama y la primacía, razón por la cual mantenían un enfren- tamiento330. Estos hombres escucharon en privado el pro­yecto de Temístocles y manifestaron al pueblo que el plan que Temístocles les había revelado era de gran importancia, ventajoso para la ciudad y realizable331.

El pueblo admiraba a aquel hombre, pero al mismo tiem­po tenía la sospecha de que emprendía tan grandes y tan ambiciosos proyectos con el objetivo de abrirse el camino a alguna forma de tiranía; y por ello le exhortaban a que de­clarara abiertamente sus propósitos. Pero Temístocles dijo una vez más que no era conveniente para el pueblo que él pusiera al descubierto sus intenciones. Con ello se acrecentó mucho más la admiración del pueblo por la habilidad y la gran perseverancia de aquel hombre, pero le ordenaron que comunicara al Consejo332 sus intenciones en una sesión se­creta; si el Consejo decidía que sus propuestas eran realiza­bles y ventajosas, entonces se llevaría a término su proyecto de acuerdo con sus instrucciones. Así, una vez que el Con­

329 Plutarco sólo se refiere a la elección de Aristides.330 Sobre la rivalidad política de Temístocles y Aristides, cf. H e r ó d o ­

t o , VIII 79; A r is t ó t e l b s , Constitución de los atenienses 23, 4; C o r n e l io

N e p o t e , Vida de Aristides 1, 1-2; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 3, 1-3 y5, 7; Vida de Aristides 2, 1-4; 3, 1-4; 4, 3-4; 25, 10; Vida de Cimón 5, 6 y 10, 8. Plutarco nos ofrece bastantes detalles sobre esta enemistad, que constituye un lugar común de la tradición que debe ser objeto de matiza- ciones. Aristides y Temístocles representaban dos corrientes políticas, am­bas antioligárquicas en política interior, mientras que en política exterior una era más filoespartana y antipersa, y la otra era sobre todo antilaconia.

331 Cf. diferencias en P l u t a r c o , Vida de Temístocles 20, 2; Vida de Aristides 22, 3.

332 La Boule.

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216 BIBLIOTECA HISTORICA

sejo fue informado con detalle y decidió que las propuestas de Temístocles eran ventajosas para la ciudad y realizables, y que a continuación el pueblo estuvo de acuerdo con el pa­recer del Consejo, Temístocles obtuvo la autorización para actuar conforme a sus deseos. Y al retirarse de la asamblea, todo el mundo admiraba las cualidades excepcionales de aquel hombre y a la vez estaba en un estado de exaltación, ansioso de ver llegar a término su proyecto333.

Temístocles, una vez obtenida la autorización para actuar, y teniendo a

Política naval .de Temístocles su disposición toda la ayuda necesana

para su empresa, concibió de nuevo una estratagema para engañar a los la­

cedemonios; sabía en efecto con absoluta certeza que los lacedemonios, igual que habían tratado de impedir la cons­trucción del muro de la ciudad, del mismo modo, en rela­ción a la construcción del puerto, tratarían de obstaculizar el proyecto de los atenienses. En consecuencia consideró opor­tuno enviar embajadores a los lacedemonios para hacerles ver que convenía al interés común de Grecia disponer de una importante base naval ante el peligro de una futura ex­pedición de los persas. Debilitando de este modo la oposi­ción de los espartiatas a su proyecto, se entregó totalmente a las obras y, gracias a la colaboración entusiasta de todos, los trabajos del puerto se concluyeron con una sorprendente ce­leridad334. Además consiguió convencer al pueblo para in­

333 Sobre Temístocles y la defensa de su proyecto ante la Asamblea (la Ekklësia), cf. C i c e r ó n , Sobre los Deberes, 3, 49; V a l e r io M á x im o , 6, 5 ext. 2; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 20, 1-2.

134 Respecto a la política naval de Temístocles, cf. T u c íd i d e s , I 93, 3-7; A r is t ó f a n e s , Caballeros 813-16; 884-85; Aves 1126-29; A n d ó c i d e s ,

Sobre la paz 5; P l a t ó n , Gorgias 455d-e; E s q u in e s , Sobre la embajada

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LIBRO XI 217

crementar cada año con veinte trirremes la flota ya existente y para eximir de impuestos a los metecos y a los artesa­nos335, a fin de que la ciudad tuviera una gran afluencia de inmigrantes de todas las procedencias y se ampliara fácil­mente el número de actividades; consideraba que estos dos factores serían muy favorables con vistas a la construcción de las fuerzas navales336. Tales eran pues los empeños que ocupaban a los atenienses.

Misión liberadora Los lacedemonios pusieron al fren-de Pausanias. te de una flota a Pausanias337, el que

Su entendimiento había tenido el mando en Platea, y lecon los persas J

y su retorno a Esparta, ordenaron que liberara a todas las ciu-Via Ubre a la hegemonía ¿a(jes griegas que todavía permane-

ateniense , , . , , , . .cían bajo el control de guarniciones bárbaras. Con cincuenta trirremes del Peloponeso y treinta

i 7 3 ; A r i s t o d e m o , f r . 5 , 4 ; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 6 , 1;

P l u t a r c o , Vida de Temístocles 19, 3 , 4 y 4 , 4 .

335 Desde la época de Solón Atenas había seguido una política acoge­dora respecto a los extranjeros, cuyo número aumentó considerablemente durante la Pentecontecia, en vísperas de la guerra del Peloponeso. Temís­tocles fue favorable a aligerar los impuestos de estos metecos.

336 Para estas medidas de Temístocles Diodoro es nuestra única fuente. Con la construcción de las veinte trirremes anuales se incrementaban los efectivos de la flota, mermados en las batallas de Artemisio y Salamina, y se reemplazaban las naves viejas. Se debe asimismo a Temístocles una se­rie de mejoras técnicas en los navios de guerra. Cf. T u c í d i d e s , I 14, 3; P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 2.

337 Sobre la misión de Pausanias, cf. T u c í d i d e s , I 94, 1-2; 128, 5 -6 ,

que es sin duda la fuente principal; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias2, 1-2; Vida de Aristides 2, 2; P a u s a n ia s , III 4, 9; J u s t i n o , II 15, 13-14. Sobre dicha misión y el final de la carrera de Pausanias, cf. J . D e l o r m e ,

Histoire des cinquante ans. Commentaires sur la Pentékontaétie de Thu­cydide, Toulouse, 1992, págs. 7-88. Se sitúa ia partida de Pausanias de Es­parta en la primavera del 478 a. C .

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que había pedido a los atenienses y que mandaba Aris­tides338, Pausanias navegó primero rumbo a Chipre, donde liberó las ciudades que todavía tenían guarniciones persas; a continuación hizo vela hacia el Helesponto y conquistó Bi­zancio, que estaba en poder de los persas339; de los restantes bárbaros, a unos los mató y a otros los expulsó de la ciudad, que de este modo recuperó la libertad; pero a un buen núme­ro de persas importantes que capturó allí ios conñó a la cus­todia del eretrieo Góngilo340, que oficialmente debía tener­los en cautividad para infligirles un castigo, pero en realidad para enviarlos sanos y salvos a Jerjes. Pausanias, en efecto, había concluido en secreto un pacto de amistad con el Rey e iba a casarse con la hija de Jeijes con la intención de trai­cionar a los griegos341. Quien actuaba de intermediario era el general Artabazo342, que a escondidas proveía a Pausanias

338 Según T u c í d i d e s , I 94, 1, las naves peloponesias de Pausanias eran veinte; a ellas se unieron las treinta atenienses bajo el mando de Aristides, según Diodoro, o de Cimón y Aristides, según P l u t a r c o , Vida de Aristi­des 23, 1. Sobre estas diferencias numéricas, cf. R. M h íg g s , The Athenian Empire, Oxford, 1972, pág. 38, n. 1, y el apéndice The Use and Misuse o f Diodorus (págs. 447 ss.),

339 Cf. T u c í d i d e s , I 94, 2. Bizancio, ciudad sita en la orilla europea del Bosforo, era una colonia de Mégara en cuya fundación también parti­ciparon colonos procedentes del Peloponeso y de Grecia Central. Estuvo bajo el control persa desde los años de la expedición de Darío contra los escitas hasta fines del verano del 478 a. C. Formó parte de la liga de Délos desde el 476 y protagonizó dos defecciones, en el 440/439 y en el 411.

340 Cf. T u c í d i d e s , I 128, 5-6, respecto a la complicidad de Góngilo de Eretria. C f. asimismo J e n o f o n t e , Helénicas III 1, 6; Anábasis VII 8, 8; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias 2, 2. Sobre el personaje, c f . G. B r u n o S u n s e r i , «Un ambiguo caso di medismo: Gongilo d ’Eretría», Seia, II 1985 [1988], 91-103.

341 Sobre la problemática traición de Pausanias, cf. T u c í d i d e s , I 95 y 128-134,

342 Artabazo, hijo de Famaces, pertenecía a una noble familia persa. Aparece frecuentemente en Heródoto (que lo presenta como un hábil mili­

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LIBRO XI 219

de grandes sumas de dinero, destinadas a corromper a los griegos mejor situados para servir a sus designios. Pero la intriga fue descubierta y Pausanias fue castigado de la ma­nera que a continuación expondremos.

Al querer imitar las costumbres refinadas de los persas y 5 conducirse como un tirano con los que estaban a sus ór­denes, todos lo soportaban con dificultad, y especialmente aquellos griegos que tenían algún mando343. En todo el ejér- 6 cito, pues, hablaban unos con otros los hombres del mismo grupo étnico o de la misma ciudad y censuraban la arrogan­cia de Pausanias344; en estas circunstancias, los pelopone- sios lo abandonaron y zarparon para regresar al Peloponeso, enviando embajadores a Esparta para denunciar a Pausa­nias345. Entretanto el ateniense Aristides, aprovechando la ocasión con inteligencia, se granjeaba el favor de las ciuda­des en los consejos comunes que se celebraron y, gracias a

tar que evitó que sus tropas sufrieran en Platea el desastre de las demás; cf.VII 66; VIII 126-129; IX 41-42; 66; 89) y en los presentes libros XI y XII de Diodoro (cf. supra, XI 31, 1 y 3; infra, XI 74, 6; 75; 77, 1; XII 3, 2 y 4, 5). También en T u c í d i d e s , I 129, Jerjes encarga las negociaciones a Arta- bazo y a tal efecto le nombra sátrapa de Dascilio, en la orilla asiática del Helesponto, en sustitución de Megábates. Sobre la intención de Pausanias de casarse con la hija de Jerjes, cf. T u c í d i d e s , I 128, 7. Según H e r ó d o t o ,

V 32, que se basaría en una tradición oral, se había comprometido con una hija de Megábates, primo de Darío, noticia que puede compaginarse con la de Tucídides, procedente seguramente de un testimonio literario; las pre­tensiones de Pausanias habrían cambiado y apuntarían más alto.

343 Otras fuentes se refieren asimismo al cambio de costumbres de Pausanias, en contraste con la austeridad de su ciudad. C f. T u c í d i d e s , I 130; A r is t o d e m o , FGrHist 104, fr. 4, 2 ; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pau­sanias 3, 1-2.

344 Sobre la arrogancia de Pausanias, cf. T u c í d i d e s , I 95, 1; 130, 2; P l u t a r c o , Vida de Aristides 23, 1.

345 £ £ T u c í d i d e s , I 95, 3-7, sobre la respuesta de Esparta a estas de­nuncias.

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220 BIBLIOTECA HISTORICA

las conversaciones amistosas que tuvo con ellas, las hizo aliadas de Atenas346. Pero el azar trabajó todavía más a fa­vor de los atenienses por los hechos que presentamos a con­tinuación.

45 Pausanias había concertado quelos mensajeros que llevaran sus cartas

Traición y castigo , π ,de Pausanias a* no volvieran, a tm de que no

traicionaran sus secretos; por este mo­tivo eran eliminados por los que reci­

bían las cartas y de esta forma ninguno lograba escapar a la2 muerte. Pero uno de estos correos347 reflexionó un día sobre

lo que ocurría y abrió las cartas; constató que lo que pensa­ba respecto a la desaparición de los portadores de las cartas

3 era cierto y envió el documento a los éforos348. Estos, sin embargo, se mostraron desconfiados, debido a que la carta les había sido entregada abierta, y pidieron una segunda

346 Las «aficiones persas» de Pausanias provocaron el malestar de los aliados y los éforos le hicieron regresar a Esparta (cf. H e r ó d o t o , VIÍI 3; T u c í d i d e s , I 95, 1; 130; A iu s t o d e m o , FGrHist 104, fr. 4, 1-2; C o r n e l i o

N e p o t e , Vida de Pausanias 2, 2-6; Vicia de Aristides 2, 2-3; P l u t a r c o ,

Vida de Aristides 23; Vida de Cimón 6 , 2-3; J u s t i n o , II 15, 14-16). Este regreso de Pausanias significa el fin de la hegemonía espartana. Los gru­pos más conservadores de la oligarquía espartiata descartaron una política hegemónica fuera del Peloponeso y prefirieron la política inmovilista de la hegemonía sobre las tierras peloponesias. Este hecho, como señala Tucídi­des, dejó via libre a Aristides y los atenienses, que supieron aprovechar la coyuntura para liderar las aspiraciones de las ciudades e islas amenazadas por los bárbaros y dirigir la continuación de la guerra contra los persas.

3,17 En T u c í d i d e s (I Í 3 2 , 5), el correo (bibliaphóros) de la última carta de Pausanias a Artabazo era de Argilo, una ciudad cercana a Anfípolis. C f.

asimismo C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias 4, 1.348 La versión de Diodoro sigue la tucidídea, más amplia. Sobre el epi­

sodio del cabo Ténaro, véase la descripción más precisa de Tucídides (I 133).

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LIBRO XI 221

prueba más convincente; entonces el correo les prometió que les haría escuchar la confesión del mismo Pausanias. Se fue pues al Ténaro y se sentó como suplicante en el santua­rio de Posidón, instalándose en una tienda doble, donde es­condió a los éforos y a algunos otros espartiatas; cuando lle­gó Pausanias y le preguntó sobre la causa de su presencia allí en actitud de suplicante, el hombre le echó en cara lo que había escrito en aquella carta sobre su muerte. Pausa­nias le dijo que se arrepentía y le pidió perdón por su falta; le suplicó además que mantuviera el secreto y le prometió grandes recompensas349. Una vez que se hubieron despedi­do, los éforos y sus acompañantes, pese a haberse enterado con exactitud de la verdad, no tomaron entonces ninguna iniciativa, y algún tiempo después, cuando los lacedemonios se ocuparon del asunto juntamente con los éforos, Pausa­nias, prevenido del peligro, se refugió en el templo de Ate­nea Calcieco350.

Y mientras los lacedemonios no sabían si castigar al su­plicante, se dice que la madre de Pausanias se presentó en el templo sin pronunciar palabra ni hacer otra cosa que deposi­tar en la entrada del templo un ladrillo que llevaba en sus

349 Sobre la astucia del argilio, además de T u c í d i d e s , I 1 3 3 , cf. A r is ­

t o d e m o , FGrHist 1 0 4 , f r . 8 , 2 - 3 ; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias 4 ,

3 -6 .

350 Cf. T u c í d i d e s , 1 128, 2; 134. E i santuario de Atenea Calcieco (lite­ralmente «de la morada de bronce») estaba situado en la «Acrópolis» de Esparta. Fue excavado por la Escuela Inglesa de Atenas en la terraza si­tuada al norte del teatro (cf. Annual o f the British School at Athens XIII [1906-7], 137-154, XIV 142-146). La denominación «Calcieco» ha sido diversamente interpretada; seguramente se debe a los relieves de bronce que adornaban el templo, uno de los cuales representaba el nacimiento de Atenea. También recibía el nombre de Poliuco («!a protectora de la ciu­dad»). Cf. E u r í p i d e s , Helena 228; P a u s a n ia s , III i 7.

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222 BIBLIOTECA HISTORICA

manos, y que, una vez hecho esto, regresó a su casa351. En­tonces los lacedemonios, de acuerdo con la decisión de la madre, tapiaron la entrada y de este modo obligaron a Pau­sanias a morir de hambre352. El cuerpo del difunto fue en­tregado a los parientes para que lo enterraran353, pero la di­vinidad indicó que se había violado el derecho de asilo de los suplicantes. En efecto, en una ocasión en que los lace- demonios consultaban en Delfos respecto a otros asuntos, el dios les dio un oráculo en el que les ordenaba que restituye­ran el suplicante a la diosa. En consecuencia, los espartiatas, pensando que este oráculo era irrealizable, estuvieron sin saber qué hacer durante bastante tiempo, incapaces de eje­cutar la orden del dios; pero finalmente, tras deliberar sobre lo que podían hacer, construyeron dos estatuas de bronce de Pausanias y las consagraron en el templo de Atenea354.

351 Este gesto simbólico de la madre de Pausanias no aparece en Tucí­dides, pero lo encontramos en C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias 5, 3.

352 Según T u c í d i d e s , I 134, 2-3, Pausanias murió después de ser saca­do del templo, para evitar que, al morir dentro, profanara el santuario; la muerte en el interior del templo hubiera acarreado el ágos, la culpa sacri­lega para los responsables y la contaminación del lugar.

353 Sobre el entierro del cuerpo de Pausanias, cf. T u c í d i d e s , I 134, 4, según el cual la primera intención de los éforos fue lanzarlo al Céadas, donde se solía arrojar a los criminales.

354 Sobre este oráculo de Delfos, cf. T u c í d i d e s , I 134, 4 y 135, 1; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Pausanias 5, 5; P l u t a r c o , Sobre la tardanza de la divinidad en castigar 560F; P a u s a n ia s , ΠΙ 14, 1; 17, 7. La versión de Diodoro no señala la orden del dios de enterrar a Pausanias en ei sitio donde había muerto ni explica el mandato de compensar a la diosa con dos cuerpos en lugar de uno para reparar el sacrilegio.

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LIBRO XI 223

Nosotros, que a lo largo de todo 46Pausanias y Aristides, nuestro relato histórico hemos tenido

Esparta cede la costumbre de exaltar la gloria dela hegemonía naval 1 1 1 ·ι , i ,los hombres ilustres con los elogios

que les hemos dedicado, y que hemos dirigido a los malvados, con ocasión de su muerte, los re­proches que merecían, no dejaremos ahora de condenar la infamia y la traición de Pausanias355. ¿Quién, pues, no se 2

asombraría de la locura de este hombre, que, celebrado co­mo benefactor de Grecia, vencedor en la batalla de Platea y autor de otras muchas acciones dignas de elogio, no sólo no supo conservar el prestigio de que gozaba, sino que, seduci­do por la riqueza y el lujo de los persas, deshonró el buen nombre que antes tenía? Ensoberbecido, en efecto, por sus 3

éxitos, empezó a aborrecer el modo de vida laconio y a imi­tar el desenfreno y el lujo de los persas356, él que era el que menos debía emular las costumbres de los bárbaros, puesto que, no por informaciones de otros, sino por su propia expe­riencia conocía cuánto aventajaba en virtud el género de vi­da de sus antepasados a la vida lujosa de los persas357.

355 Se considera este capítulo como un paréntesis en el relato de Dio­doro sobre los años que siguieron a la guerra entre griegos y persas. El ca­pitulo nos presenta una contraposición Pausanias-Aristides, un topos histo- riográfico que bebía por una parte en la propaganda del eforato espartano hostil a Pausanias y por otra en la valoración positiva de Aristides que vemos en ía historiografía de los siglos v y rv.

356 Cf. supra, XI 44, 5, nota 343.357 El relato de Diodoro, junto al de T u c í d i d e s (I 94-95 y 128, 3-134)

es una fuente importante para el estudio del medismo de Pausanias, figura que ha sido objeto de rehabilitación entre los estudiosos modernos; habría sido víctima de la propaganda del eforato, contrario a su política y deseoso de disminuir el prestigio de la monarquía. Cf. J. F. L a z e n b y , «Pausanias, son o f Kleombrotos», Hermes 103 (1975), 235-251, con bibliografía;J. W o L S K i, «Les Ilotes et la question de Pausanias, régent de Sparte», Atti del Colloq. intern., Bressanone 25-27 nov. Î976, Padua, 1979, págs. 7-20;

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224 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Pero no sólo recibió en su persona el castigo que mere­cía a causa de su infamia, sino que, además, fue el respon­sable de que sus conciudadanos perdieran la hegemonía marítima. Como resultado, en efecto, de la comparación efectuada por los aliados, la habilidad en el mando de Aris­tides, juntamente con su familiaridad con los que estaban a sus órdenes y sus restantes virtudes, hizo que todos, con un movimiento prácticamente unánime, se inclinaran por la causa de los atenienses358. Por ello ya no prestaron ninguna atención a los comandantes enviados por Esparta359, sino que, llenos de admiración por Aristides y dispuestos a se­cundarle en todo, hicieron que, sin ningún contratiempo, ob­tuviera el mando supremo de las fuerzas navales.

Aristides aconsejó en seguida aLa Confederación

Áíico-Delia. Aristides todos los aliados, reunidos en una asam- «ei Justo» fija ei tributo blea general, que designaran Délos co-

y'Alaprítnackine mo se< e ^el tesoro común, donde se depositarían todas las sumas recogi­

das, y que se impusiera un tributo a todas las ciudades, de acuerdo con sus posibilidades, a fin de hacer frente a la gue­rra que se sospechaba podía venir de parte de los persas, de modo que el montante total ascendiera a quinientos sesenta talentos360. Designado para el establecimiento de las contri-

y F. B o u r r i o t , «Pausanias, fils de Cléombrotos, vainqueur de Platées», L Inform, hist. , 44 ( 1982), 1-16.

358 Este punto de vista fue fomentado por el eforato conservador, opuesto a las propuestas de Pausanias y a toda política expansionista de­fendida por las jóvenes generaciones, que no querían renunciar a la hege­monía de Esparta. Cf. infra, XI 50, 3.

359 Cf. T u c í d i d e s , I 95, 6, donde vemos que Esparta envió a un tal Doréis, al que los aliados no confiaron el mando.

360 Según el testimonio de T u c í d i d e s , I 96-97 (cf. A r is t o d e m o ,

FGrHist 104, fr. 7; A n d ó c i d e s , Sobre la p a z con los espartanos [3], 38),

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LIBRO XT 225

buciones, calculó el reparto con tanta precisión y equidad que todas las ciudades dieron su aprobación361. Por esta ra­zón, porque se estimaba que había triunfado en una empresa que parecía imposible, adquirió una extraordinaria reputa­ción por su sentido de la justicia362 y, a raíz de este alto sen­tido de la justicia, recibió el sobrenombre de «el Justo»363. Así, a un tiempo, la infamia de Pausanias privó a sus con- 3 ciudadanos de la hegemonía por mar, mientras que las vir­tudes de Aristides en todos los campos permitieron que Atenas consiguiera una primacía que hasta entonces no po­seía364. Tales fueron pues los acontecimientos de este año.

a lg u n a s c iu d a d e s d e b í a n a p o r t a r d in e ro y o tr a s c o n t r ib u i r c o n n a v e s , s e

in s t i tu y ó la n u e v a m a g is t r a tu r a d e lo s helenotamias, e n c a r g a d o s d e r e c a u ­

d a r e l t r ib u to , la s a s a m b le a s s e c e le b r a r í a n e n e l s a n tu a r io , y e l p r im e r t r i ­

b u to s e f i jó e n c u a t r o c ie n to s s e s e n ta ta le n to s ( c i f r a c o n s id e r a d a y a m u y a l ­

ta ) , n o e n la c i f r a e r r ó n e a q u e d a ú n ic a m e n te D io d o r o (c f . a s im is m o

C o r n e l io N e p o t e , Vida de Aristides 3, 1; P l u t a r c o , Vida de Aristides 24, 4). R e s p e c to a Ía c r e a c ió n d e la l ig a á t ic o - d e l ia o C o n f e d e ra c ió n d e

D é lo s , la e x p l ic a c ió n d e D io d o r o e s tá e n g e n e r a l d e a c u e r d o c o n e l r e s to

d e la t r a d ic ió n . T o d a s la s f u e n te s , a e x c e p c ió n d e T u c íd id e s , c o n c u e r d a n

e n s u b r a y a r e l p a p e l d e A r is t id e s ( A r i s t ó t e l e s , Constitución de los ate­nienses 23, 5; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Aristides 5, 1; P l u t a r c o , Vida de Aristides 24). Hay d i f e r e n c ia s , sin e m b a r g o , e n c u a n to a la f e c h a d e la

f u n d a c ió n ; D io d o r o s i tú a to d o s lo s h e c h o s q u e c o n d u c e n a l a f u n d a c ió n e n

e l a r c o n ta d o d e A d im a n to (477/476), m ie n tr a s q u e A r is tó te le s la a d s c r ib e

a l d e T im ó s te n e s (478/477). Es d if íc i l d e t e r m in a r la f e c h a con p re c i s ió n ,

y a q u e n o s e c o n s ig n ó u n a c to f u n d a c io n a l , p e r o lo m á s v e r o s ím i l e s p e n ­

s a r e n f in a le s d e l 478-principios d e l 477.361 Según P l u t a r c o , Vida de Aristides 24, 1, el tributo fue fijado de

acuerdo con la extensión del territorio de las ciudades y de sus recursos económicos.

362 C f . P l u t a r c o , Vida de Aristides 2 4 , 6 .

363 C f . C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Aristides 1, 2 ; P l u t a r c o , Vida de Aristides 6 , 1 -2 ; E s q u in e s , Contra Timarco, [1 ] , 2 5 ; Contra Ctesifonte, [ 3 ] , 181 .

364 C f . H e r ó d o t o , VIII 3; T u c í d i d e s , I 95, 2-6; ΠΙ 10, 3; VI 76, 3-4; A r is t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 23, 2-5; C o r n e l i o N e p o t e ,

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226 BIBLIOTECA HISTORICA

48

476/5

Durante el arcontado de Fedón en Atenas365, se celebró la Olimpíada sep- tuagesimosexta, en la que venció en la carrera del estadio Escamandrio de Mi- tilene366, y en Roma fueron cónsules Ceso Fabio y Espurio Furio Mene- leo367. En el curso de aquel año murió

Leotíquidas, el rey de los lacedemonios, después de haber reinado veintidós años368; le sucedió en el trono Arquidamo,

Leotíquidas y Arquidamo de Esparta. Anaxilas y Micito de Regio.

Siracusa: conflicto entre Hierón y Polizelo. Trasideo

y la conspiración de los himereos.

Terón de Acragante.

Vida de Aristides 2, 2-3; P l u t a r c o , Vida de Aristides 23-25; Vida de Ci­món 6, 2-3. Los aliados se sometieron de buen grado a la hegemonía de Atenas, según leemos en T u c í d i d e s , I 9 6 , 1 (los atenienses recibieron la hegemonía «por la voluntad de los aliados a causa del odio hacia Pausa­nias»). Cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 9 6 , notas 526-533. Esta afirmación constituyó un lugar común del elogio a Atenas durante los siglos v y iv y fue repetida frecuentemente por los oradores atenienses (cf., por ejemplo, L is i a s , Epitafio 47; I s ó c r a t e s , Areopagitico 17 y 80; Panegírico 7 2 ; So­bre la Paz 7 6 ; Sobre el tronco de caballos 27; Panatenaico 6 7 ) .

365 Fedón fue arconte en el 476/5. Sobre Fedón, cf. D i o n is i o d e H a l i ­

c a r n a s o , IX 18, 1; P l u t a r c o , Vida de Teseo 36, 1; escolio a E s q u in e s ,

Π 31. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 68.366 Q f Pap. Oxy. 222; D i o n i s i o d e H a l i c a r n a s o , IX 18, 1.367 El desfase de la cronología de Diodoro respecto a la varroniana pa­

sa aquí de siete a seis años de adelanto, avance que se mantiene hasta el capítulo 88 inclusive (cf. supra, nota 6); ello se debe a que Diodoro ha omitido los cónsules del 482 (272 a. U. c.), es decir, Quinto Fabio Vibula- no II y Gayo Julio Julo. Los cónsules citados por Diodoro (Q. Fabio Vibu- lano II y Espurio Furio Fuso) lo fueron en e l año 481 (273 a. U. c.). Cf. E. J. B ickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 256 T.R.S. Broughton, ob. cit., pág. 24. Según la tradición vulgata (T. Livio, II 51, 4; Dionisio de Halicarnaso, IX 25, 1; 28, I; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 27), fueron cónsules Aulo Virginio Tricosto Rutilo y Espurio Servilio Estructo, que derrotaron a los veyentes y etruscos (cf. T. Livio, II 51, 4-9; D i o n i s i o d e H a l i c a r n a s o , IX 26,4-9).

368 Sobre Leotíquidas y su sucesor Arquidamo II, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 79, 2, nota 441; I 89, 2, nota 478.

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LIBRO XI 227

que reinó durante cuarenta y dos años369. También murió Anaxilas, tirano de Regio y de Zancle, después de tener el poder durante dieciocho años370, y le sucedió en la tiranía Micito, que recibió el poder con la condición de restituirlo a

369 Arquidamo era hijo de Zeuxidamo y nieto de Leotíquidas y perte­necía a la familia de los Euripóntidas. Mandó al ejército peloponesio en las frecuentes invasiones del Ática durante ia guerra del Peloponeso y en la expedición contra Platea del 429. El presente pasaje evidencia que Dio­doro manejaba una tabla cronológica de los reyes de Esparta. Sin embar­go, este texto ha suscitado dificultades cronológicas que requieren una ex­plicación. El sucesor de Leotíquidas fue ciertamente su nieto Arquidamo. Pero según Diodoro o su fuente cronográfica, erróneamente, Leotíquidas murió en el 476/5, después de 22 años de reinado, y Arquidamo le sucedió y reinó durante 42 años. Este apunte cronológico ha sido objeto de análisis y requiere una serie de precisiones: 1) Diodoro evidentemente nos deja su­poner que Arquidamo sucedió a Leotíquidas después de la muerte de éste,lo que es inexacto. El hijo de Leotíquidas, Zeuxidamo, no reinó, sino que murió de enfermedad antes del exilio de su padre; y Arquidamo sucedió a su abuelo Leotíquidas cuando éste fue desterrado de Esparta hacia el 476a. C. (cf, H e r ó d o t o , VI 71-72; P a u s a n ía s , III 7, 10). Los historiadores antiguos no nos dan la fecha del exilio y de la muerte de Leotíquidas, pero el exilio parece que siguió inmediatamente a la expedición de Tesalia (si­tuada entre el 478/7 y el 476/5). Arquidamo, pues, subiría al trono en el 476, como indica Diodoro, pero Leotíquidas no moriría hasta el 469 (cf. H e r ó d o t o , VI 72-73), 2) En cuanto a la duración de los reinados, se ha observado que Diodoro, respecto al de Arquidamo, habla de 42 años, y que en XII 35, 4, nos dice que murió en el 434/3. Pero parece que murió en el 427/6 (cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 89 y nota 626), con lo que su reinado du­raría 49 años. Los 42 años del presente pasaje de Diodoro pueden expli­carse abarcando el período que va desde la muerte de Leotíquidas en el 469 hasta la de Arquidamo en el 427. Respecto a Leotíquidas, si se acep­tan los 22 años que da Diodoro y el 476 para el fin del reinado, subiría al trono en el 498.

370 Anaxilas o Anaxilao fue tirano de Regio desde el año 494 hasta el 476 a. C. A la muerte de Hipócrates de Gela se apoderó de Zancle, con lo que consiguió el dominio del estrecho de Mesina. Entonces se establecie­ron en Zancle otros griegos, principalmente mesenios, de los que derivó el topónimo «Mesene», el nuevo nombre de Zancle (cf. T u c íd i d k s , VI 4, 6).

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228 BIBLIOTECA HISTÓRICA

3 los hijos del difunto, todavía demasiado jóvenes371. Hierón, rey de los siracusanos después de la muerte de Gelón 372, viendo que su hermano Polizelo gozaba de una gran popu­laridad entre los siracusanos y pensando que estaba al ace­cho para arrebatarle el trono, trataba de desembarazarse de él; tomó la iniciativa de reclutar soldados extranjeros y or­ganizó a su alrededor un cuerpo de mercenarios, suponiendo que de este modo se aseguraría el mantenimiento del tro-

4 no373. Por esto, cuando los sibaritas374 asediados por los cro- toniatas le solicitaron su ayuda, reclutó un gran ejército con vistas a la expedición y lo confió a su hermano Polizelo, creyendo que éste encontraría la muerte a manos de los cro-

5 toniatas. Pero, al rehusar Polizelo el encargo de aquella ex­pedición por la sospecha de lo que hemos expuesto, Hierón se irritó contra su hermano y, al refugiarse éste en la corte de Terón, tirano de Acragante,375 se preparó para emprender

371 Micito era un hombre de confianza de Anaxilas, posiblemente miembro de su familia (cf. H e r ó d o t o , VII 170, 4), aunque, según P a u ­s a n i a s , V 26, 4, y J u s t i n o , IV 2, 5, era simplemente un esclavo que fue tutor de los hijos del tirano.

372 Cf. supra, XI 38, 7, nota 304.373 Sobre Hierón y su cuerpo de mercenarios, cf. J e n o f o n t e , Hierón,

6, 5; Z e n o b i o , 5, 88. Gelón y Trasibulo hicieron lo mismo (cf. infra, XI 69, 5 y 72, 3). Se interpreta este temor de Hierón a la competencia de su hermano como un signo de la disgregación entre los miembros de la fami­lia de los Dinoménidas.

374 Se refiere a los sibaritas que, después de la destrucción de su ciudad por Crotón en el 510 a. C., se refugiaron en Laos (en la colina de S. Barto­lo, a unos tres kilómetros del mar de Escalea) y en Escidro.

375 La griega Acragante (Akrágas) o la romana Agrigento, «la más bella ciudad de los mortales, amante del esplendor, sede de Perséfone» ( P í n d a r o , P i ticas XII 1-3), situada entre los ríos Hÿpsas y Akrágas, en la costa meridional de Sicilia, frente al mar de África. Cf. T u c í d i d e s , VI 4, 4.

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LIBRO XI 229

la guerra contra él376. Algún tiempo después, dado que Tra- ó sideo, hijo de Terón, gobernaba la ciudad de Himera con más mano dura de lo que convenía, los himereos se volvie­ron contra él. Descartaron la idea de ir a quejarse ante su pa- 7 dre, convencidos de que no les escucharía con imparcialidad; en consecuencia, enviaron una embajada a Hierón para pre­sentarle sus motivos de queja contra Trasideo y le prome­tieron no sólo que pondrían su ciudad en sus manos, sino que también se alinearían a su lado para atacar a Terón. Pero Hierón, decidido a resolver pacíficamente sus dife- 8 rencias con Terón, traicionó a los himereos y le reveló todo lo que se estaba maquinando contra é l377. Por ello Terón, después de indagar sobre los planes de los hime­reos y verificar la veracidad de la información, se recon­cilio con Hierón, restableció a Polizelo en la situación de benevolencia en la que antes estaba 378, arrestó a sus ad-

376 La negativa de Polizelo y su huida a Acragante quebrantó las rela­ciones entre Siracusa y Acragante (cf. Escolio a P í n d a r o , Olímpicas II 15

b-d; T im e o , FGrHisi 5 6 6 , ir. 93b).377 Hierón, probablemente preocupado por la oposición de Regio y de

Crotón, prefirió renunciar a la costosa guerra contra Acragante.378 El conflicto entre Hierón y Polizelo constituye un importante tema

de investigación. Sobre sus diferencias, cf. Escolios a P í n d a r o , Olímpicas-II 15 (29) b-d; eacol. 95 (173) d, f, i, k; a Píticas II 72 (132). Polizelo era el tercer hijo de Dinómenes, a la vez yerno y suegro de Terón. Era un ge­neral hábil y popular. Hierón le había encargado el mando del ejército si- racusano y Polizelo obtuvo un gran éxito en una campaña contra los pue­blos no griegos de Sicilia. En realidad Hierón deseaba que la guerra le desembarazara de su hermano y, tras aquella victoriosa campaña, le enco­mendó ía expedición para apoyar a los sibaritas confia Crotón, guerra que también fue exitosa; y a continuación le acusó de fomentar una revolución, con lo que estalló el conflicto entre los dos hermanos. Entonces Polizelo era sin duda tirano de Gela; y el tirano de Acragante (Terón o su hijo Tras- ideo, según las versiones) ofreció su ayuda a Polizelo para atacar a Hierón. Pero al final se acabó en una reconciliación, sellada por un matrimonio; Hierón se casó, en terceras nupcias, con una sobrina de Terón. Polizelo fue

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230 BIBLIOTECA HISTORICA

versarlos de Hímera, que eran numerosos, y los hizo eje­cutar 379.

49 Hierón expulsó de sus ciudades aRepoblación de Naxos, los naxios y a los cataneos y envió allí

Catana y Leontinos como habitantes a colonos de su elec-por obra de Hieran,

y de Hímera por Terón ción, cinco mil hombres que reuniódel Peloponeso, a los que añadió un

número igual de siracusanos; además sustituyó el nombre de Catana por el de Etna y repartió en lotes a estos colonos, hasta llegar al número de diez mil, no sólo el territorio de Catana, sino también una gran parte de los territorios veci-

2 nos380. Hizo esto porque deseaba tener a su disposición una importante ayuda en caso de necesidad y asimismo recibir honores heroicos de parte de la fundada ciudad de diez mil habitantes.381 A los naxios y los cataneos, expulsados de sus

tirano de Gela, como lo prueba la inscripción de la base del famoso Auriga de Delfos, consagrado a Apolo por Polizelo tras su victoria pítica del 478 o del 474.

379 Los opositores himereos eran sobre todo los miembros de la oligar­quía calcidea.

3X0 Hierón quiso debilitar el elemento calcideo mediante la deportación de ciudadanos de las más importantes ciudades calcideas. Naxos, Leonti­nos y Catana fueron las que sufrieron un mayor trastorno, ya que fueron repobladas con contingentes dorios procedentes del Peloponeso y de la propia Siracusa. Con ello se pretendía reforzar el elemento dórico de Sici­lia y precaverse frente a los intentos de rebelión de los calcideos, como el de Hímera antes citado.

381 El hecho de que a Catana se le diera el nuevo nombre de Etna indi­ca que se trató de una fundación, por lo que Hierón podía proclamarse ecista (oikistés) de una nueva colonia (cf. E s t r a b ó n , VI 2 , 3 ) . Como tal será cantado por P í n d a r o (Píticas I 5 6 -5 7 ; fr. 10 5 B . S n e l l , Pindarus, Leipzig, 1 9 5 3 [S n e l l - M a e h l e r , 1 9 8 0 ] ) y por Esquilo en las Etmas, una tragedia perdida. El breve relato de Diodoro se completa con los escolios de Píndaro y los datos proporcionados por la numismática. Parece eviden­te que hay una relación entre esta fundación y la erupción del Etna del 4 7 5

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patrias, los trasladó a Leontinos y les ordenó que vivieran en esta ciudad con la población que residía allí382. Entre tan­to Terón, constatando que, después de la matanza de hi- mereos, la ciudad precisaba colonos, añadió a su población un contingente de dorios y asimismo inscribió como ciuda­danos a todos los otros que estaban dispuestos a ello383. Es­tos habitantes vivieron como conciudadanos, en buena ar­monía, durante cincuenta y ocho años, hasta que la ciudad fue tomada y arrasada por los cartagineses, y así ha perma­necido deshabitada hasta nuestros días384.

Cuando en Atenas era arconte Dro-Debate en Esparta , , , . .. .sobre la hegemonía m o c l i d e s l o s romanos eligieron pa­

ra el consulado a Marco Fabio y a Gneo Manlio386. En aquel año, los lacedemonios, que habían perdido absurdamente la hegemonía del mar, aceptaron este

a. C. , que destruyó Catana y Naxos. Hierón trasladó los habitantes de las dos ciudades destruidas a Leontinos y fundó una nueva ciudad con el nombre de Etna en el emplazamiento de Catana. La fundación se sitúa en­tre el 476/5 y el 471/0. Sobre las erupciones del Etna, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., Ill 116 y notas. Se ha conjeturado que los cinco mil «siracusanos» a tos que se refiere Diodoro podían ser sículos, mientras que los cinco mil peloponesios serían mercenarios.

382 La incorporación de los nuevos habitantes provocó tensiones en la estructura social de Leontinos, que se convierte en un centro calcideo.

383 De este modo Terón repobló I-Iímera, destruyendo la mayor parte del elemento calcideo y reforzando el poder de su hijo Trasideo. Los do­rios se hicieron fuertes en la ciudad y la controlaron, incluso después de la expulsión de Trasideo, como confirman las monedas del siglo v a. C.

384 La repoblación de Himera tuvo lugar en el 476/5 y los cartagineses la destruyeron en el 409/8. Sobre esta destrucción cf. D io d o r o , X ííí 59; 62; 80,1 ; 87, 1 ; E s t r a b ó n , VI 2, 6, 9.

385 Este nombre no aparece en otras fuentes. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 69.

386 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. En el año 480 (274 a. U. c.) fueron cónsules Marco Fabio Vibulano II y

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hecho con dificultad; por ello, resentidos contra los griegos que se habían separado de ellos, les amenazaban con infli­girles el castigo que merecían. La Gerusía387 se reunió y de­liberó sobre una guerra contra los atenienses para recuperar la hegemonía marítima. Del mismo modo, cuando se reunió la Asamblea de todos los ciudadanos, los jóvenes y la mayor parte de sus miembros estaban ansiosos por recuperar la hegemonía, considerando que, si lograban asegurarla, ten­drían la posibilidad de procurarse abundantes riquezas, y que no sólo harían en general una Esparta más grande y más poderosa, sino también que cada familia en particular alcan­zara un considerable incremento de su prosperidad388. Re­cordaban asimismo el antiguo oráculo, mediante el cual la divinidad les ordenaba que cuidaran de no tener una hege­monía coja, afirmando que la advertencia del oráculo no se refería a otra cosa sino a la situación presente, ya que su su­premacía sería coja si, habiendo dos hegemonías38<J, renun­ciaban a una. Dado que prácticamente todos los ciudadanos se inclinaban por esta idea y que la Gerusía se había reunido para deliberar sobre este asunto, nadie esperaba que hubiera alguien que se atreviera a proponer otra solución. Pero un miembro de la Gerusía, de nombre Hetimáridas, que era de

Gneo Manlio Cincinato. Cf. T. R. S. B r o u g h t o n , The Magistrates o f Roman Republic, Nueva York, 1951-52 (= Cleveland, 1968), pág. 24.

387 La Gerousía o Consejo de Ancianos estaba compuesta por veintio­cho miembros vitalicios elegidos entre los espartiatas de más de sesenta años. Entre sus competencias estaba la de preparar las propuestas de ley que se sometían a la asamblea del pueblo.

388 Las jóvenes generaciones de Esparta querían una política que les condujera a recuperar la hegemonía tradicional de su ciudad, pero las Gue­rras Médicas habían hecho emerger una nueva potencia hegemónica, im­pulsada por hábiles políticos como Temístocles y Aristides.

389 Es decir, la doble hegemonía por tierra y por mar. Sobre otra ima­gen de la hegemonía «coja», cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 16, 8.

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la estirpe de Heracles y por sus méritos gozaba de gran prestigio entre sus conciudadanos390, les aconsejó que deja­ran aquella hegemonía a los atenienses, puesto que no con­venía a los intereses de Esparta combatir por el dominio del mar; y supo encontrar argumentos convincentes para soste­ner su inesperada propuesta, ya que, contra toda expectati­va, logró persuadir a la Gerusía y al pueblo. Finalmente los 7 lacedemonios juzgaron que Hetimáridas defendía sus inter­eses y abandonaron el proyecto de una guerra contra los 8 atenienses391. Los atenienses, que primero pensaban que tendrían que sostener una gran guerra con los lacedemonios por la hegemonía del mar, habían preparado por este motivo un importante número de trirremes, se habían procurado abundantes sumas de dinero y mantenían buenas relaciones con sus aliados; pero cuando se enteraron de la decisión de los lacedemonios, al verse libres del temor de la guerra, se dedicaron a acrecentar el poderío de su ciudad.

Cuando Acestórides era arconte en siIíierón ayuda a Camas .y vence a tos etruscos Atenas, en Roma asumieron el consula- 4/4/J

do Ceso Fabio y Tito Virginio392. En

390 Este personaje no aparece en otras fílenles. Su prestigio debió de ser glande, puesto que logró que triunfara una propuesta inicialmente de apoyo minoritario, con la que evitó una guerra con Atenas que parecía inevitable.

391 Prevaleció pues la propuesta de los conservadores, que querían mantener la política tradicional de Esparta, frente a la línea de los jóvenes, defendida entre otros por Pausanias, que pretendía dar una nueva orienta­ción a la política espartana, que consiguiera hacer frente al carácter em­prendedor (la polypragtnosÿnë) de los atenienses. Diodoro es el único au­tor en el que encontramos este debate en Esparta sobre su hegemonía.Sobre la renuncia a esta hegemonía, cf. T u c í d i d e s , I 7 5 , 2 y 9 5 , 7 ; J e n o ­

f o n t e , Helénicas VI 5 , 3 4 ; A r i s t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 2 3 , 2 ; P l u t a r c o , Vida de Aristides 2 3 , 7 .

392 El nombre de Acestórides no se encuentra en otras fuentes (cf. R. D e v e l in , Athenian Officials 6 8 4 -3 2 1 B.C., Cambridge, 1 9 8 9 , pág. 6 9 ) . Si-

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aquel año, Hierón, el rey de los siracusanos, cuando se presen­taron a él embajadores de Cumas de Italia para solicitar su ayuda en la guerra que les hacían los tirrenos, entonces señores del mar, les envió para combatir a su lado un buen número

2 de trirremes393. Una vez que los comandantes de esta flota hubieron arribado a Cumas, con la ayuda de las fuerzas de aquella ciudad sostuvieron una batalla naval contra los tirrenos y, tras destruir muchas naves enemigas, obtuvieron una gran

gue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsu­les citados por Diodoro, K. Fabius Vibulano III y T. Virginio Trícosto Ruti­lo, ocuparon el cargo en el 479 (cf. E. J. B ic k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 25).

m Cumas (Kymë en griego, como la eólica Cime), ciudad de Campa­nia, era, según la tradición (Eusebio), la colonia más antigua de Occidente, puesto que se situaba su fundación hacia el 1050 a. C. Sus fundadores se­rían, según las diversas fuentes, de Calcis y de la Cime eólica, guiados por Hipocles y Megástenes (cf. E s t r a b ó n , V 4, 4), calcideos (cf. T. L i v io ,

VIII 22, 5; V bleyo P a t é r c u l o , 1 4, 1), calcideos y eolios (cf. P s e u d o -

E s c i m n o , 238-239), eretrieos y calcideos (cf. D i o n i s i o d e H a u c a r n a s o ,

VII 3, 1). Pero la arqueología demuestra que la fundación de Cumas no ha de situarse más allá de mediados del siglo v i i i a. C. La ciudad prosperó rá­pidamente, tanto por la fertilidad y riqueza del territorio en el que fue ex­tendiendo su influencia como por el control que efectuó del comercio del Tirreno, entre el mundo griego y los etruscos. Las relaciones entre etrus- cos y cumanos, que primero habían sido buenas, empeoraron en la segun­da mitad del siglo vi, después de la victoria etrusca de Alalia, que dio pá­bulo a los etruscos para la hegemonía en el Tirreno, una primacía que amenazaba a Cumas y al mundo griego de Campania. En el 524 a. C. los cumanos rechazaron un primer ataque etrusco (cf. D i o n i s i o d e H a u c a r ­

n a s o , VII 3, 1 ss.); allí ya se distinguió el cumano Aristodemo, el mismo que veinte años después obtendría un importante éxito en Aricia, recha­zando a los etruscos que la amenazaban (cf. T. L i v io , I I 14, 5-7). Entonces se inicia en Cumas una tiranía que luego es sustituida por un gobierno oli­gárquico; y de la confusa situación política se aprovecharon de nuevo los etruscos, que atacaron la ciudad. Para defenderse, en el 474, los cumanos solicitaron la intervención de Hierón a la que se refiere este pasaje.

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victoria naval394, con la que humillaron a los tirrenos y libera­ron a los cumanos de sus miedos; y después zarparon rumbo a Siracusa.

Cuando en Atenas era arconte Guerra entre Menón395 y los romanos eligieronlos taren linos cónsules a Lucio Emilio Mamerco y>’ ios yapiges a Qayo Cornelio Léntulo396, en Italia

estalló la guerra entre los tarentinos y los yápiges. Estos dos pueblos, en efecto, disputaban en­tre ellos por la propiedad de un territorio limítrofe; durante algún tiempo no cesaban de enfrentarse en escaramuzas y de devastar los unos las tierras de los otros, pero, al ir en aumento cada vez más sus diferencias y acabar muchas ve­ces en muertes, finalmente se lanzaron a un enfrentamien­to decisivo. Los yápiges, pues, prepararon un ejército que reclutaron entre ellos, al que agregaron tropas aliadas pro-

394 Sobre la victoria naval de Cumas, cf. P í n d a r o , Píticas I 71-75 y escolio 71c; escolios a P í n d a r o , Píticas II inscr.; E s t r a b ó n , XIII 6, 26; L i c o f r ó n , 689 ss.; la inscripción de un casco etrusco (cf. M e i g g s -L e w i s ,

núm. 29). En la Pítica I, Píndaro ponía la victoria de Cumas sobre los etruscos aí mismo nivel que Salamina y Platea, como símbolos de la de­fensa del helenismo contra los bárbaros.

395 Su nombre aparece igualmente en el Argumento de los Persas de Esquilo. Cf. R. D e v e l i n , Athenian Officials 684-321 B.C., Cambridge, 1989, pág. 69.

396 Estos cónsules citados por Diodoro ocuparon el cargo en el 478 (276 a. U. c.), aunque el nombre del segundo es problemático, de modo que los estudiosos suelen rechazarlo; seguimos con el mismo adelanto de seis años respecto a la cronología varroniarsa. Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R. S . B r o u g h t o n ,

ob. cit., págs. 25-26. Según la tradición vulgata (T. Livio, II 54, 3; D io n i ­

s io d e H a l i c a r n a s o , IX 37, 1; 41, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 29), fueron cónsules Lucio Emilio Mamerco (cónsul en 484 y 478) y Vopisco Julio Julo.

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cedentes de las regiones vecinas, de modo que en total re­unieron más de veinte mil hombres. Los tarentinos, cuando se enteraron de la importancia de las fuerzas reunidas contra ellos, movilizaron los soldados de su ciudad, a los que aña­dieron un importante número de hombres de Regio, que eran sus aliados. Tuvo lugar una violenta batalla en la que ca­yeron muchos hombres en ambos lados, pero al final ven­cieron los yápiges. Los derrotados, en su fuga, se dividieron en dos grupos, de forma que unos se retiraron hacia Tarento, mientras que los otros huyeron hacia Regio; y los yápiges se separaron de modo semejante. Los que persiguieron a los ta­rentinos, aunque la distancia era corta397, mataron a muchos enemigos, mientras que los que perseguían al contingente de Regio pusieron un empeño tan grande que penetraron en Regio juntamente con los fugitivos y se apoderaron de la ciudad398.

397 El texto dice: olígou diastématos óntos, que suele traducirse co­mo «al ser corta la distancia», Pero esta interpretación está en contradic­ción con otros pasajes del mismo Diodoro, en los que la explicación de! importante número de fugitivos muertos es la larga distancia que les se­para deí refugio o el largo trecho de la persecución (cf. D i o d o r o , XVI 4, 7; XIX 76, 2; XIX 109, 4; y asimismo P o u b i o , V 73, 16). Por ello damos un valor concesivo al participio, como hace J. Haillet (cf. D io- DORK d e S i c i l e , Bibliothèque Historique, tome VI, livre XI, par J. H a i ­

l l e t , Paris 2002, pág. 69).398 La derrota de Tarento y Regio fue sangrante, si esta guerra entre ta­

rentinos y yápiges es îa misma a la que se refiere H e r ó d o t o , VII 170. I-Ieródoto habla de 3.000 muertos entre los de Regio y de un número inde­terminado entre los tarentinos. Cf., asimismo, A r i s t ó t e l e s , Política 1303 a 3; sobre la rivalidad entre los tarentinos y sus vecinos, cf. también P a u ­

s a n ia s , X 10, 6 y 13, 10.

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Después de estos hechos, Cares399 Terón y Trasicleo. fue arconte en Atenas, en Roma fue-

Tmsideo se enfrenta ron elegidos cónsules Tito Menenio y S í í C Í <*>?> Horado P u lv iloT y se celebró

sobre ¡os romanos en Élide la Olimpíada septuagesimo- séptima, en la que el argivo Dandes401

venció en la carrera del estadio. En aquel año, en Sicilia, murió Terón, el soberano de los acragantinos, después de haber tenido el poder durante dieciséis años, y le sucedió en el mando su hijo Trasideo402. Terón, al haber ejercido el po­der con moderación, gozó en vida del gran favor de sus con­ciudadanos y después de su muerte obtuvo los honores que se tributan a los héroes; pero su hijo, que ya en vida de su padre se había mostrado violento y sanguinario, después de su muerte, gobernó su patria sin respetar las leyes y de

399 Sobre este personaje, cf. D io n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 37, 1; y Mármol de Paros 5 5 . Cf. R. D e v e l t n , ob. cit., p á g . 6 9 .

400 Igual adelanto de seis años respecto a la tradición varroniana. Los cónsules aquí citados por Diodoro, C. ( M ?) Horatius Pulvillus y T. Me­nenius Lanatus, desempeñaron el cargo en el 477 (277 a. U, c.). Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 26-27. En los manuscritos de Diodoro leemos Minoúnios o Minoúkios y Polyeidos, que se consideran corrupcio­nes de Menenios y Poloutflos, es decir, Menenio y Pulvilo, aunque la se­gunda forma puede interpretarse como Pulvido. Según la tradición vulgata (T. Livio, II 56, 1-4; D i o n is io d e H a l ic a r n a s o , IX 41-42, 3; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , o k cit., pág. 29), los cónsules fueron Lucio Pinario Mamer- cino Rufo y Publio Furio Mcdiilino Fuso.

40! Su nombre aparece en otras fuentes (cf. S im o n i d e s , fr. 98 D i e h l ;

Pap. Oxy. 222; D i o n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 37, î).402 Terón había subido al trono en el 488/7 y durante su gobierno tuvo

lugar el máximo desarrollo económico, artístico y cultural de Acragante. Su política expansiva ie llevó a controlar Hímera y la costa tirrénica (cf. supra, X 28, 3, nota 102). Su hijo Trasideo no estuvo dotado de los mis­mos talentos.

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de forma tiránica403. Por ello perdió rápidamente la confian­za de sus súbditos, fue objeto de continuos complots y su vidano cesó de excitar el odio; de ahí, pues, que pronto le llegara el fin que su desprecio de las leyes merecía. En efec­to, después de la muerte de su padre Terón, reunió un gran número de mercenarios y también reclutó contingentes de acragantinos y de himereos, juntando de este modo un total de más de veinte mil hombres de caballería e infantería404. Dado que con estas fuerzas se disponía a hacer la guerra co­ntra lossiracusanos, el rey Hierón preparó un ejército considerable y se puso en marcha contra Acragante. Hubo una violenta ba­talla que enfrentó unos griegos a otros griegos y muchos de ellos cayeron405. En la batalla vencieron los siracusanos y perecieron, en el bando siracusano, cerca de dos mil hom­bres, mientras que los caídos en el campo contrario super­aron los cuatro mil. Después, Trasideo, humillado y depues­to del poder, buscó refugió en la tierra de los megareos que reciben el nombre de niseos406, donde fue condenado a

403 Esta comparación entre Terón y su hijo Trasideo puede hacernos pensar en otros parangones, como en el que encontramos más adelante (XI 67, 2-5) referido a los Dinoménidas, Gelón, Hierón y Trasibulo. En Pinda­ro (OHntica II) encontramos grandes elogios sobre Terón, pero hay que te­ner en cuenta que Píndaro fue uno de los poetas favoritos de los tiranos de Sicilia. Diodoro también elogia su filantropía en X 28, 3, Pero no todo fue de color de rosa (cf., por ejemplo, supra, XI 49, 3-4).

404 Su objetivo principal sería rodearse de una guardia principal. Un reclutamiento similar de mercenarios hicieron Gelón (cf. XI 72, 3), Hierón (cf. XI 48, 3) y Trasibulo (cf. X I 67, 5).

405 El enfrentamiento militar con Hierón fue el mayor error del inex­perto y despótico Trasideo, que pensaba que su ciudad podía sustituir a Siracusa como potencia hegemónica de Sicilia.

406 Se llama megareos niseos (Megareîs Nisaîoi) a los de Mégara de Grecia, cuyo puerto era Nisea, en el golfo Sarónico, para distinguirlos de los de Mégara Hiblea, de Sicilia. El tirano acragantino debía de esperar

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muerte y ejecutado. Los acragantinos se dieron un gobierno democrático407, enviaron una embajada a Hierón y obtuvie­ron la paz.

En Italia estalló una guerra entre los romanos y los ve- 6 yentes y tuvo lugar una gran batalla cerca de un lugar lla­mado Cremera408. Los romanos fueron derrotados y muchos de ellos cayeron en el campo de batalla, entre los cuales, se­gún afirman algunos historiadores, estaban los trescientos Fabios, que pertenecían a la misma familia y, por esta ra­zón, fueron agrupados con un solo nombre común409. Estos, pues, fueron los acontecimientos de aquel año.

que una acogida favorable por parte de los políticos que gobernaban en Mégara.

407 Sobre la evolución política de Acragante después de la caída de la tiranía de Trasideo, cf. D ió g e n f s L a e r c io , VIII 2, 63-65; P l u t a r c o ,

Contra Colotes 32. Siguió la oligarquía de los Mil, que duró tres años; y a continuación Empédocíes puso fin a las discordias civiles y estableció la igualdad política (cf. T im e o , fr. 2). Sobre los disturbios que siguieron a la caída de esta tiranía de los Eménidas (en el 467/466 a. C.), cf. infra, XI 72-73, 76, 86. Cf. P . J. B l c k n e l l , «The date o f the fall o f the Emmenid tyranny at Acragas», Civiltà classica e cristiana 7 (1986), 29-35.

408 El desastre de Cremera tuvo lugar en el 477. Cf. D io n is io d e H a l i ­

c a r n a s o , IX 15-21; T. L iv i o , II 48-50; O v i d i o , Fastos II 205; A u l o

G e l io , Noches Áticas 17, 21. Ei Cremera era un torrente que nacía en la zona de Veyes y desembocaba en el Tiber, a 8 Km de Roma; es el actual Fossa di Valca.

409 Pertenecientes a la gens Fabia, una de las más famosas familias pa­tricias de Roma, a la que la tradición le atribuía el mérito de ia resistencia contra los veyentes. Según T. L iv i o , II 48, 8-9, trescientos seis Fabios hicieron frente a los veyentes, seguidos por contingentes de otras ciudades etruscas, en el Cremera; después de una heroica resistencia encontraron ía muerte (T. L iv i o , II 50). La situación e incluso el número de muertos, los 306, llevan a evocar el episodio de ios espartiatas que cayeron en las Ter­mopilas.

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Cuando en Atenas era arconte Pra- xiergo410, los romanos eligieron cón-

Maniobra, de Εψαν,α ¡ A u l0 Virginio TriCOStO y a Ga-contra Tem ¡atocles ° J

yo Servilio Estmcto 411. En aquel año, los eleos, que habitaban en un gran

número de pequeñas ciudades, se reunieron en una sola, que se llamó Élide412. Los lacedemonios, viendo que Esparta había sido humillada a causa de la traición de su general Pausanias, mientras que los atenienses eran estimados al no tener ninguno de sus conciudadanos condenado por traición, estaban deseosos de envolver a Atenas en semejantes acusa­ciones ignominiosas413. Por eso, ya que Temístocles estaba

410 Este nombre no aparece en otras fuentes literarias. Cf. R. D evelin, Athenian Officials 684-321 B. C., Cambridge, 1989, pág. 69.

411 Los cónsules aquí citados por Diodoro como Aulo Virginio Tríeos­lo y a Gayo Servilio Estructo (= A. Verginius Tricostus Rutilus y Sp. Servi­lius Structus) desempeñaron el cargo en el 476 (276 a. U. c.). Cf. E. J. B ickkrmann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samukl, ob. cit., pág. 256; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 27. El praenomen del segundo cónsul es Espu­rio en otros autores (cf., por ejemplo, T. Livio, II 51, 4; Dionisio de Halicarnaso, IX 25, 1, da erróneamente Servio). Sigue el adelanto de seis años respecto a la tradición varroniana. Según la tradición vulgata (T. Livio, II 56, 5; D ionisio i>k Halicarnaso, IX 42, 3-43, 1; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 30), los cónsules fueron Apio Claudio Crasino irregilcnse (cónsul en 451) y T. Quincio Capitolino Barbato (cónsul en 468, 465, 446, 443 y 439).

412 Sobre el sinecismo de Élide, cf. Iíeródoto, IV 148; Tucídides, V 47, 9; Estrabón, ob. cit., VIII 3, 2 y nota 62. Parece que, coincidiendo con el sinecismo, los eleos se dieron una constitución democrática inspira­da en el modelo ateniense. Cf. Ε. Schwyzer, Dialectorum Graecarum exempla epigraphica potiora, Leipzig, 1923, reimpr. Hildesheim, 1960, núms. 409-411.

413 Las maquinaciones de Esparta para extender el descrédito de Pau­sanias sobre Temístocles, y por ende sobre Atenas, encuentra confirma­ción en otras fuentes. Según Diodoro, los motivos de la actitud de Esparta contra Temístocles, fueron ei deseo de lograr el descrédito de Atenas y, principalmente, la voluntad de apartar de la escena política al hombre a

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muy bien considerado entre sus conciudadanos y gozaba de una gran fama debido a sus méritos, le acusaron de traición, afirmando que había mantenido una gran amistad con Pau­sanias y que de común acuerdo con éste había planeado poner Grecia en manos de Jerjes414. Mantuvieron conversa- 4 ciones con los adversarios de Temístocles, incitándoles a presentar acusaciones contra él; les entregaron dinero y les dieron una información según la cual, cuando Pausanias hubo tomado la decisión de traicionar a los griegos, reveló su plan a Temístocles y le invitó a asociarse a su proyecto; afirmaban que si bien Temístocles no aceptó la proposición, tampoco juzgó que era su deber acusar a un hombre que era su amigo415. Pese a ser acusado, Temístocles escapó en 5 aquella ocasión a la condena por traición. A raíz de eso, en un primer momento, después de la exculpación, gozó de

quien debía tanto el éxito de Atenas y que había mostrado una extraordina­ria habilidad en sus actuaciones frente a Esparta. Había sido el artífice de la política naval ateniense que llevó a Atenas a la hegemonía, de la fortifi­cación de su ciudad y de la construcción del Pireo, realizaciones que no hicieron ninguna gracia a Esparta. A partir de aquí, Diodoro dedica cinco capítulos a Temístocles (54, 2-59, 3), una digresión justificada por todos los méritos y éxitos del insigne hombre de Estado, cuya tradición tiene en Diodoro una de sus fuentes principa Íes juntamente con T u c íd e d e s , I 135- 138 y P l u t a r c o , Vida de Temístocles 23-31.

414 No es posible determinar qué fundamento podían tener las acusa­ciones de connivencia con Pausanias. Podemos, sin embargo, encontrar alguna indicación de algún velado gesto medizante de Temístocles; así en P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 0 , 3 -4 , el político ateniense se opone, por motivos de estrategia política, a una proposición espartana que quería apartar de la alianza anfíctiónica a las ciudades que no hubieran participa­do en la guerra contra los persas. Fue un motivo más para atraerse la ene­mistad de Esparta, que empezó a apoyar a Cimón, mejor dispuesto a sus intereses.

415 Sobre las maniobras espartanas con los adversarios de Temístocles y su apoyo al joven Cimón, cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 0 , 4 ; Vi­da de Cimón 16, 2.

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un gran prestigio entre los atenienses, ya que sus conciuda­danos lo estimaban extraordinariamente por sus logros; pero a continuación los que temían su preeminencia y los que le envidiaban por su fama no sólo olvidaron sus beneficios, si­no que también se afanaron por rebajar su poder y su ambi­ción.

Comenzaron pues por expulsarloEl os ticic is ni o

de Temístocles. Esparta ^ ciudad, valiéndose contra el delacusa a Temístocles llamado ostracismo416, práctica insti-

de connivencia í _ - j λ , , , , , ι ι ·con Pausanias tu,da en Atenas despues de la abolí-

ción de la tiranía de los Pisistrátidas. La ley determinaba lo siguiente: cada ciudadano escribía en un pedazo de vasija rota417 el nombre de aquel que, a su pa­recer, podía derribar la democracia; y a aquel que era desig­nado por el mayor número de tejuelas la ley le ordenaba que viviera exiliado de su patria durante un período de cinco años418. Parece que los atenienses promulgaron esta ley no

416 Sobre el ostracismo de Temístocles, cf. Tucídides, I 135, 3; Pla­tón, Gorgias 516 d; A ristodemo, frag. 6, 1; Cornelio N epote, Vida de Temístocles 8, 1-2; Cicerón, Sobre la amistad 12, 42; Plutarco, Vida de Temístocles 22-23, 1. Sobre la fecha de su destierro se ha oscilado entre e¡ 474 y el 470, y se considera probable el 471. Es sorprendente que de los aproximadamente 11.000 óstraca encontrados en el Ágora y el Cerámico de Atenas una gran cantidad llevan el nombre de Temístocles. La insti­tución del ostracismo, según A ristóteles, Constitución de los atenienses22, apareció en la reforma de Clístenes del 508/507, pero dado que el pri­mer personaje al que se le aplicó fue Hiparco, en el 487 (cf. supra, XI 22, 4), se ha pensado en una datación más baja. Cf. A. Martin, «L’ostracisme athénien. Un demi-siècle de recherches», Revue des Études Grecques 102 (1989), 124-143.

417 Un ôstracon, una tejuela.4IR La votación sólo era valida si había un quorum de seis mil votantes.

Si un personaje era condenado al ostracismo, debía abandonar la ciudad en diez días y por un período de diez años, no de cinco como erróneamente

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para castigar la infamia, sino para abatir, mediante el exilio, la ambición de quienes habían conquistado un poder excesi­vo419. Temístocles, pues, fue condenado al ostracismo según el procedimiento descrito, y exiliándose de su patria buscó refugio en Argos420. Cuando los lacedemonios se enteraron 4 de este hecho, pensando que la fortuna les ofrecía una oca­sión propicia para atacar a Temístocles, enviaron a Atenas una nueva embajada para acusar a Temístocles de complici­dad en la traición de Pausanias, y dijeron que, dado que en el proceso se juzgarían crímenes que afectaban a toda Gre­cia, era preciso que no se celebrara en Atenas como un asunto particular ateniense, sino ante la asamblea general de los griegos, que en aquel tiempo solía reunirse en Espar­ta421. Viendo que los lacedemonios ponían gran empeño en 5

afirma Diodoro, que probablemente confunde el ostracismo con el peta- lismo, una similar institución siracusana. En las otras fuentes la duración es de diez años. El condenado, sin embargo, no perdía sus derechos de ciudadano,

419 Hay discordancia en las fuentes respecto a los fines que se preten­dían con la institución del ostracismo. Diodoro parece coincidir con A n -

d r o c i ó n , FGrHist 324, fr. 5, y con el texto citado de Aristóteles al consi­derar el miedo frente al excesivo poder como la causa de aquella medida preventiva. Lo cierto es que su uso fue a veces arbitrario y sirvió para apartar a los adversarios políticos más que para salvaguardar la demo­cracia.

420 Sobre su exilio en Argos, cf. T u c í d i d e s , I 135, 3; A r i s t o d e m o ,

frag. 6 , 1; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 8 , 1-2; P l a t ó n , Gor­gias 516 d; C ic e r ó n , Sobre la amistad 12, 42; P l u t a r c o , Vida de Temís­tocles 23, 1-3, quien es el único que se refiere al intento de Pausanias de conseguir la adhesión del ateniense a su proyecto de traicionar la causa griega y a la negativa de Temístocles. Argos, inmediatamente después del fin de la guerra con los persas, se separó de Esparta y adoptó una constitu­ción democrática. Este alejamiento de Esparta explica que Temístocles eligiera Argos como refugio.

421 El koinon synédrion, la asamblea general de los griegos, no solía tener lugar en Esparta. El Laurentianus 70.12 (F) y algunos editores omi-

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desacreditar y humillar a la ciudad de Atenas, y que los ate­nienses por su parte querían defenderse de la acusación que se dirigía contra ellos, Temístocles comprendió que sería

6 entregado a la asamblea general. Sabía que esta asamblea no tomaba sus decisiones con un espíritu de justicia, sino para complacer a los lacedemonios; entre otras pruebas, tenía la de su conducta con ocasión de la elección entre los atenien­ses y los eginetas422; en efecto, aquellos que tenían la res­ponsabilidad del voto estaban tan mal predispuestos por en­vidia contra los atenienses que, pese a que éstos habían proporcionado más trirremes que todas las otras ciudades combatientes juntas, no habían reconocido su superioridad

7 sobre el resto de los griegos. Por estas razones Temístocles no tenía confianza en los miembros de la asamblea. Ade­más, era a partir de la anterior autodefensa de Temístocles en Atenas que los lacedemonios habían fundamentado su

8 nueva acusación. En efecto, Temístocles, en su defensa, ha­bía confesado que Pausanias le había enviado cartas en las que le solicitaba que participara en su traición, y, valiéndose de éstas como prueba esencial, había demostrado que Pau­sanias no le habría rogado si él no hubiera rechazado su pe­tición423.

ten el «en Esparta». Sobre esta embajada espartana, que probablemente fue posterior a la muerte de Pausanias, cf. T u c í d i d e s , I 135, 2; C o r n e l io

N e p o t e , Vida de Temístocles 8 , 2 ; entonces se sacaron a la luz documen­tos que comprometían a Temístocles (cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles23, 4).

422 O, según otra lectura, «con ocasión de la atribución del premio al valor». Cf. supra, XI 27, 2-3. El texto de los manuscritos es problemático y ha dado lugar a diversas correcciones.

423 Temístocles quiso utilizar las cartas de Pausanias para demostrar que no era cómplice del espartano. Pero prevaleció el criterio contrario si es cierto lo que leemos en C o r n e l i o N e p o t k , Vida de Temístocles 8 , 3 , y

en P l u t a r c o , Vida de Aristides 25, 10. Respecto a las relaciones entre

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Por estas razones, como las aca- 56 Huida de Temístocles, bamos de exponer, partió de Argos424

que se refugia p ara dirigirse a la corte de Admeto, elen la corte persa , , ,rey de los molosos , donde se refu­

gió delante del hogar en actitud de su­plicante426. El rey, al principio, lo acogió amigablemente, le

Temístocles y Pausanias se cree que Diodoro sigue la tradición que re­monta a É f o k o , frag. 1 8 9 y que se refleja en P l u t a r c o , Sobre la mala in­tención de Herodoto 5. Sobre los dos personajes y sus relaciones, cf. A. J. P o d l e c k i , Rivista di F ilología e d ’Istruzione Classica, 1 0 4 ( 1 9 7 6 )

2 9 3 -3 1 1 .

424 Diodoro liga la huida de Temístocles de Argos al temor a verse sometido a la asamblea panhelénica y ser condenado (cf. Tucídides, I 136, 1; Plutarco, Vida de Temístocles 23, 6-24, 1). Antes de ir a la corte de Admeto, se dirigió a Corcira (cf. T ucídides, I 136, 1; A ristodemo, frag. 10, 1; Cornelio Nepote, Vida de Temístocles 8, 3-10; Plutarco, Vida de Temístocles 24, 1), etapa que omite Diodoro. Tenía el título de benefactor (euergétës) de Corcira, tal vez por haber evitado el castigo a Corcira por su neutralidad en las Guerras Médicas o quizás, según Plu­tarco, Vida de Temístocles 24, 1, por haber favorecido a Corcira en un conflicto entre ésta y Corinto. Pero los corcireos tuvieron miedo de darle asilo y de incurrir en la enemistad de lacedemonios y atenienses, por lo que lo trasladaron a la costa situada enfrente de su isla y seguramente le indujeron a refugiarse en la corte de Admeto.

425 Los molosos constituían una confederación de diversas tribus en la región sudorienta! del Epiro y tenían un gran prestigio e influencia en todo el Epiro durante el siglo v a. C. Controlaban el importante santuario de Zeus en Dodona.

426 Cuando llegó, Admeto estaba ausente, pero se presentó como su­plicante ante su mujer, que, según Tucídides, le aconsejó que se sentara delante del hogar (actitud solemne de súplica) con su hijo en brazos. Llega Admeto y Temístocles le explica quién es y le dice que, si bien se había opuesto a alguna de sus peticiones a los atenienses, sería indigno que to­mara venganza en un fugitivo. Cf. T u c í d i d e s , I 136, 3 ; A r is t o d k m o , frag. 1 0 , 2 ; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 4 , 3 -4 ; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 8, 4, versiones con diferentes detalles.

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exhortó a tener confianza y le prometió en suma que cuida­ría de su seguridad427. Pero, cuando los lacedemonios en­viaron en embajada al rey Admeto a los espartiatas más ilustres y le pidieron que les entregara a Temístocles para infligirle un castigo, ya que le acusaban de traidor y de res­ponsable de la ruina de toda Grecia, y le manifestaron ade­más que, si no lo entregaba, le harían la guerra con la ayuda de todos los griegos, entonces el rey, espantado por las ame­nazas, pero lleno de piedad por el suplicante y queriendo evi­tar le vergüenza de una traición, persuadió a Temístocles a partir lo más pronto posible a escondidas de los lacedemo­nios y le dio una gran cantidad de oro para las necesidades del viaje428. Temístocles, pues, viéndose expulsado de todas partes, aceptó el oro y huyó de noche del país de los molo- sos, una vez que el rey le hubo prestado toda la ayuda posi­ble para la huida; encontró dos jóvenes originarios del país de los lincestas429, que se dedicaban a actividades comercia­les y por esta razón conocían los caminos, y huyó en su compañía. Viajando de noche, escapó a los lacedemonios y, gracias al interés y a la resistencia de los jóvenes consiguió llegar a Asia430, donde contaba con la ayuda de un amigo

427 Cf. T u c ÍD ID E S , J 137, I.428 El relato de Diodoro encuentra confirmación en Tucídides y en

C o r n e l i o N e p o t e ( Vichi de Temístocles 8 , 5 ) , donde queda claro el recha­zo de Admeto a conceder la extradición de Temístocles.

429 Los lincestas eran un pueblo vecino del reino de Admeto; habitaban al sur de Macedonia, en el territorio recorrido por el río Erigón, en los con­fines de Iliria. Cf. E s t r a g ó n , VII Ί, 8; T u c í d i d e s , II 9 9 , 2 . Diodoro es el único autor que cuenta este episodio de los jóvenes lincestas.

430 La narración de Diodoro de la huida de Temístocles da algunos de­talles que no aparecen en otras íuentes, pero omite dos etapas: la de Pidna, donde habría embarcado, tal vez en compañía de los lincestas, en un barco mercante que se hacía a la mar rumbo a Jonia, y la de Naxos, entonces si­tiada por los atenienses después de su defección de la liga ático-delia, (o Tasos). Y también omite el lugar de desembarco en Asia Menor, Éfeso en

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personal, un hombre llamado Lisitides, admirado por su fa­ma y por sus riquezas, junto al cual encontró refugio. Se da- 5

ba el caso de que este Lisitides era amigo del rey Jerjes y que, cuando había tenido lugar el paso de Jerjes, había ofre­cido una comida a todo el ejército persa. En consecuencia, puesto que mantenía buenas relaciones con el Rey y que, movido por un sentimiento de compasión, quería salvar a Temístocles, le prometió que le prestaría toda su ayuda431. Cuando Temístocles le pidió que le condujera en presencia 6 de Jerjes, en un primer momento rehusó, argumentándole que sería castigado a causa de sus pasadas acciones contra los persas, pero a continuación, cuando comprendió que aquello era conveniente, cedió y lo puso a salvo en Persia de un modo sorprendente y sin correr ningún riesgo432. Era una 7

costumbre entre los persas que quien conducía una concubi­na al Rey la llevaba en un carruaje cubierto y que ninguno de los transeúntes curioseara ni se acercara a la pasajera pa-

Tucídides. C f. T u c í d i d e s , Ï 1 3 7 , 2 -3 ; A r i s t o d e m o , frag. 10 , 1 -4 ; P l u ­

t a r c o , Vida de Temístocles 2 5 - 2 6 ; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temísto­cles 8, 5 -7 ; P 0LIEN0, Hist, var., I 3 0 , 8; Pap. Oxyrrh. 7 , 1 0 1 2 , fr. 9, 2 5 ss.

431 Según P l u t a r c o , Vida de Temístocles 26, 1-3, Temístocles fue acogido en Egas, cerca de Cime, por un tal Nicógenes, que mantenía rela­ciones de hospitalidad con Temístocles y era el hombre más rico de la re­gión.

432 Las fuentes discrepan sobre el paso de Temístocles a Asia y sobre quién era el Rey de Persia a su llegada. Según T u c í d i d e s , oh. cit., I 137, 3 y nota 872, seguido por C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 9, 1, Te­místocles pasó a Persia después de ia subida al trono de Artajerjes, mien­tras que otros historiadores, entre ios que se encuentra Éforo, fuente de Diodoro, afirman que quien recibió a Temístocles fue Jerjes. Esta segunda tradición surgió tal vez con el propósito de que se volvieran a encontrar Temístocles y Jerjes, el vencedor y ei vencido de la batalla de Salamina, encuentro de indudable efecto dramático. Si Tucídides está en lo cierto, Temístocles no llegó a Persia antes del 465, dado que Artajerjes subió al trono en el 465/4 (cf. infra, XI 69, 5).

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ra verla, y Lisitides se valió de este medio para llevar a tér­mino la empresa. Hizo preparar el carro adornado con sun­tuosos velos, instaló en él a Temístocles y con toda seguri­dad lo condujo sano y salvo a encontrarse con el Rey, una vez que hubo tomado la precaución de conversar con él y hubo recibido garantías de que su huésped no sufriría nin­gún daño.433 Luego lo introdujo en presencia dei Rey, que dio la palabra a Temístocles y, una vez convencido de que no era culpable, lo dejó marchar sin infligirle ningún casil­

las razones que siguen. Mandana, hija de Darío, el que había condenado a muerte a los magos435, hermana consanguínea de Jerjes, gozaba de una extraordinaria estima entre los per­sas. Habiendo perdido a sus hijos cuando Temístocles había derrotado a los persas en la batalla naval de Salamina y no pudiendo soportar con resignación la muerte de sus mucha­chos, la magnitud de su desgracia suscitaba la compasión del pueblo. Tan pronto como se enteró de la presencia de

433 La misma estratagema del carro se encuentra en P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 6 , 4 -6 .

434 Sobre la favorable acogida de Temístocles en la corte persa, cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 2 7 , 2 -2 9 ,1 0 , según el cual el Gran Rey recibió dos veces a! ateniense. En la primera audiencia, Temístocles le ar­gumentó en su defensa que él había impedido la persecución de los persas después de Platea, y en la segunda el rey le concedió honores extraordina­rios y le dio doscientos talentos.

435 Pertenecientes a una de las seis tribus de Media. Se trata de Darío el Grande.

Mandana quiere vengarse.

Proceso de Temístocles. Honores del Gran Rey

Cuando parecía que Temístocles, de una manera inesperada, se encon­traba a salvo gracias a la benevolencia del enemigo, se encontró de nuevo inmerso en los mayores peligros por

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Temístocles, se dirigió al palacio real vestida de luto y con lágrimas en los ojos suplicó a su hermano que infligiera un castigo a Temístocles. Y como éste no le prestaba atención, fue por todas paites solicitando la intervención de los persas más notables y, en general, incitando al pueblo a reclamar el castigo de Temístocles. Entonces, cuando el pueblo acudió en masa al palacio real y reclamó a voz en grito el castigo de Temístocles, el Rey respondió que constituiría un tribu­nal compuesto por los persas más nobles y que su sentencia sería ejecutada. Todo el mundo estuvo de acuerdo y, puesto que se dio un tiempo suficiente para preparar el proceso, Temístocles aprendió la lengua persa y, sirviéndose de ella en su defensa, fue absuelto de sus cargos436. El Rey se ale­gró sobremanera de la salvación de aquel hombre y le honró con magníficos dones; le unió en matrimonio a una persa que sobresalía por su cuna y por su belleza y que además era elogiada por su virtud437; y (le dio como dote)438 no sólo un gran número de criados para su servicio, sino también vasijas de todas clases y todos los enseres necesarios para una vida de placer y de lujo. Le regaló además tres ciudades adecuadas a las necesidades de su sustento y sus placeres: Magnesia, situada junto al Meandro, la más rica en trigo de todas las ciudades de Asia, para procurarle el pan; Miunte para el condumio, puesto que su mar era abundante en pe-

436 Sobre el proceso de Temístocles cf. Tucídides, I 137, 4-138, 3; A r i s t o d e m o , frag. 10, 4; Plutarco, Vida de Temístocles 28-29, 5; C o r ­

n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 9-10; escolio a A r i s t ó f a n e s , Caba­lleros 84. Las fuentes difieren. En Tucídides, antes de presentarse al Gran Rey, Temístocles le dirige una carta, y ni en Tucídides ni en Plutarco se había de un proceso. En el asunto de la hostilidad de Mandana, Diodoro utiliza fuentes diferentes, tal vez persas.

437 Este matrimonio de Temístocles tampoco aparece en otras fuentes.438 Parece que hay una laguna en ei texto.

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ces; y Lámpsaco, que tenía una gran extensión de su territo­rio plantada de viñas, para el vino439.

58 Así, pues, Temístocles, libre deltemor que lo oprimía en Grecia y, pa-

M iterte y excelencia radójicamente, exilado por aquellos ade lem is to c les J ’ r

quienes había dispensado los más gran­des beneficios y objeto de los benefi­

cios de aquellos a quienes había causado los más terribles males, pasó su vida en estas ciudades, bien provisto de todos los bienes que necesitaba para una existencia placentera; y acabó sus días en Magnesia, donde tuvo una sepultura me­morable y un monumento que todavía se conserva en nues-

2 tros días440. Algunos historiadores afirman que Jerjes, de-

439 Sobre estos dones del Gran Rey, cf. T u c í d i d e s , I 138, 5-6; A ris­t o d e m o , frag. 10, 5; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 10, 2-3; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 29, 5-11; escolio a A r i s t ó f a n e s , Caba­lleros 84; A t e n e o , I 29 f y 12, 533D; E s t e b a n d e B i z a n c i o , s . v. Lámp- sakos; Suda, s. v. Themistoklês. Magnesia del Meandro, según Tucídides, producía 50 talentos al año; Lámpsaco estaba en una región que era «la más vinícola de aquel tiempo»; y Miunte, situada entre Priene y Mileto, proporcionaba lo que los autores antiguos llamaban ópson (cf. el griego moderno psári, pescado), es decir, condumio o companaje, came o pesca­do; en este caso era básicamente pescado. Si Magnesia y Miunte estaban cerca una de otra, Lámpsaco se encontraba en la costa asiática del Heles- ponto, a 300 Km. Sobre el estado de estas ciudades en relación a Persia o a la Liga ático-delia, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 138, 5-6, nota 883. Sobre la costumbre del Gran Rey de obsequiar a importantes personajes con los in­gresos o los productos de una ciudad, cf. H e r ó d o t o , II 98; J e n o f o n t e ,

Anabasis I 4, 9; P l a t ó n , Alcibiades 123 b ss. Parece que Temístocles adoptó el modo de vida persa, lengua, vestidos, costumbres... C f. C o r n e ­

l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 10; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 27- 29; A t e n e o , 12, 533E.

440 Temístocles fue objeto de grandes honores en Magnesia, donde se­guramente había fijado su residencia; se han encontrado monedas acuña­das allí por el ateniense. Sobre su sepultura en Magnesia, cf. T u c í d i d e s , I

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LIBRO XI 251

seoso de emprender una nueva expedición contra Grecia, invitó a Temístocles a tomar el mando de la guerra y que és­te aceptó a cambio de obtener garantías ligadas al juramento de que el Rey no marcharía contra los griegos sin contar con Temístocles441. Se sacriñcó un toro y se pronunciaron las 3 palabras del juramento, y a continuación Temístocles llenó una copa con la sangre de la víctima, la bebió completamen­te y al acto murió. Así, dicen, Jeijes renunció a la empresa y Temístocles, con su suicidio, dejó la más bella prueba de que había actuado como un buen ciudadano en lo tocante a los intereses de los griegos442.

138, 5-6; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 10, 3-5; P l u t a r c o , Vi­da de Temístocles 32, 4-6. Eí monumento todavía existía en época de Plu­tarco; y puede ser que el monumento o la tumba de la plaza de Magnesia no fuera más que un cenotaño, pues según algunas tradiciones los huesos de Temístocles fueron, repatriados y enterrados en el Atica (cf. T u c í d i d e s ,

I 1 3 8 , 6 ; P a u s a n i a s , I 1 , 2 ) ; en tiempos de Pausanias, junto al puerto ma­yor del Pireo, se encontraba «la tumba de Temístocles»; «los atenienses se arrepintieron de su comportamiento con él y sus parientes recogieron sus huesos y los trajeron de Magnesia». Según Cornelio Nepote, el monumen­to estaba en la ciudad y el sepulcro se encontraba en el exterior.

441 Sobre las esperanzas o el proyecto de esta nueva expedición contra Grecia, cf. T u c í d i d e s , I 138, 2; A r is t o d e m o , frag. 10, 4-11; C o r n e l io

N e p o t e , Vida de Temístocles 10, 2-4; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 29,3 ; 3 1 , 3 -5 ; Vida de Cimón 1 8 , 6 -7 ; escolio a A r i s t ó f a n e s , Caballeros 8 4 ;

Suda, s. V. Themistoklês, Kímón. Tucídides habla de «las esperanzas que le hacía concebir de someter el mundo griego», mientras que los otros auto­res hablan de una «promesa» que Temístocles hace al Rey.

442 Respecto a la muerte de Temístocles, cf. T u c í d i d e s , I 138, 4; A r i s t ó f a n e s , Caballeros 83-84 y escolio', A r i s t o d e m o , frag. 10, 5; Ci­c e r ó n , Bruto 10-11, 42-43; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Temístocles 10,4 ; V a l e r io M á x im o , 5 , 6 , 3 ; P l u t a r c o , Vida de Temístocles 3 1 , 4-7; Vi­da de Cimón 18, 7; E u s e b io , Chron. (vers, armen. OÍ. 78, 3 y vers. st. Jer. OI. 78, 3 ) ; C i c e r ó n , Sobre la amistad 12 , 4 2 ; Suda, s. v. Themistoklês. Las versiones no están de acuerdo respecto a si su muerte fue un suicidio (cf. Plutarco) o si murió de enfermedad en Magnesia (cf. Tucídides y Cornelio Nepote). E l hecho de que Tucídides contemple las dos versiones

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4 Hemos llegado pues al fm de los días del hombre más grande de Grecia443, respecto al cual muchos discuten si él, por haber cometido injusticia contra su patria y contra los otros griegos, se refugió entre los persas o si, por el contra­rio, fueron su ciudad y todos los griegos quienes, pese a ha­ber recibido de él grandes beneficios, se olvidaron de mos­trarle la gratitud que le debían y cometieron la injusticia de

5 conducir a su benefactor a una situación extrema. Pero si alguien examina atentamente, sin envidia, el talento natu­ral y las acciones de este hombre, descubrirá que Temísto­cles, tanto en una cosa como en otra, ocupa el primer pues­to entre todos los hombres de quienes guardamos recuerdo.

demuestra que ya a fines del siglo v el misterio envolvía la muerte de Te­místocles. Según J . M a r r , Greece and Rome 42, 2 (1995), 159-167, la

leyenda del suicidio surgió por obra de sus hijos y de su familia. En cuanto al suicidio por ingestión de sangre de toro, existía la creencia de que ía sangre de toro era un veneno porque se coagulaba con gran rapidez provo­cando la muerte del que la bebía (cf. A r i s t ó t e l e s , Historia de los anima­les ΙΠ 19; P l i n t o , Historia Natural XI 90, 221; H e r ó d o t o , III 15, 4; D i o d o r o , Biblioteca Histórica, tomo II, BCG 328, Madrid, 2004, IV 50, 1, nota 345). Se ha discutido cómo sería mortal la sangre de toro, porque la sangre fresca de un animal no es un veneno y sólo adquiere propiedades tóxicas por putrefacción; tal vez añadiendo alguna sustancia tóxica. Por otra parte, la expresión haíma taúrou, «sangre de toro», en P s e u d o D io s -

c ó r i d e s , 3, 105, por ejemplo, se aplica a un veneno, el marrubio. Tam­bién ha sido objeto de debate la fecha de la muerte del gran ateniense, que se sitúa entre el 465 (fecha dada por Eusebio) y el 450.

443 Un hombre al que Ortega comparaba con César, «las dos cabezas claras del mundo antiguo» según el filósofo (cf. J. O r t e g a y G a s s e t , La rebelión de las masas, 13.* ed., Madrid, 1956, pág. 158). Tucídides mani­festaba asimismo una admiración sin paliativos por el talento de Temísto­cles un hombre cuya personalidad aparece con claroscuros en otras fuen­tes. Las críticas contra él fueron fruto, según Tucídides, de intereses y rivalidades políticas, frente a las que hay hechos que atestiguan su incues­tionable magnitud, tanto para Atenas como para toda Grecia (cf. T u c í d i -

d e s , trad, cit., I 138, nota 877).

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LIBRO XI 253

Por ello resulta natural asombrarse de que los atenienses hayan querido privarse de un hombre de un talento tan ex­cepcional 444.

¿Quién sino él, cuando Esparta era más poderosa y el espartiata Euri-

Elogio de Temístocles bíades tenía el mando supremo de la flota, hubiera podido, gracias a sus iniciativas, privar a Esparta de tal glo­

ria445? ¿De qué otro hombre nos ha mostrado la historia que en una sola hazaña haya conseguido superar a los otros co­mandantes, dar la supremacía a su ciudad sobre las demás ciudades griegas y a los griegos sobre los bárbaros? ¿Bajo el mando de qué otro general ha habido tan escasos medios pa­ra afrontar las situaciones más difíciles? ¿Quién sino él, po­niéndose al frente de su ciudad devastada446, logró vencer a todas las fuerzas de Asia? ¿Quién sino él, en tiempo de paz, hizo a su patria poderosa con empresas tan grandiosas? ¿Quién sino él consiguió salvar a su ciudad oprimida por una terrible guerra y, gracias a un solo plan, el relativo al puente447, debilitó al enemigo, reduciendo a la mitad sus

444 Los dos últimos párrafos del capítulo 58 y todo el 59 constituyen un elogio de la excelencia de Temístocles y una condena de Atenas. El juicio de Diodoro conecta, probablemente a través de Éforo, con una tra­dición favorable a Temístocles. Cf. H i p é r i d e s , Epitafio [VI] 37; E s q u i ­

n e s , Contra Timarco [I] 25; Sobre la embajada fraudulenta [II] 9; Contra Ctesifontei III] 181,259.

445 Cf. supra, 41, 3-4 y notas 326-327, respecto al mérito de Tcmísto- cles a cuya iniciativa se deben la construcción de la flota y las bases de la potencia ateniense.

446 Se refiere al saqueo de Atenas después de la batalla naval de Arte­misio (cf. supra, XI 13, 3-4).

447 Cf. supra, XI 19, 5-6.

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254 BIBLIOTECA HISTORICA

fuerzas de tierra, de modo que los griegos tuvieron más faci­lidad para vencerlo? Por todo ello, cuando contemplamos la magnitud de sus acciones y las examinamos una a una, des­cubrimos que Temístocles fue tratado indignamente por su ciudad, que precisamente gracias a sus empresas alcanzó tan alto nivel, y concluimos que la ciudad que con razón tenía la reputación de ser la más sabia y la más civilizada de todas, se condujo con la mayor crueldad respecto a aquel hombre.

Si con esta digresión sobre los méritos de Temístocles nos hemos alargado excesivamente, es porque hemos juzga­do que era injusto pasar por alto sus merecimientos sin sub­rayar su importancia448. Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, en Italia, Micito, soberano de Regio y de Zancle, fundó la ciudad de Pixunte449.

448 Aquí acaba el encendido elogio de Temístocles, que Diodoro hace según su plan de elogiar a los grandes hombres con un fin moralizador; pero sorprende su tono de sinceridad en los encomios del ateniense, unido a la insistencia sobre la ingratitud de Atenas, ciudad que en otros pasajes del libro XI es objeto de la admiración de Diodoro. Sobre Temístocles, cf. A. J. P o d l e c k i , The Life o f Themistocles. A Critical Survey o f the Literary and Archeological Evidence, Montreal, 1975; R. J. L k n a r d o n , The Saga o f Themistocles, Londres, 1978; J. P a p a s t a v r o u , Themistokles. D ie Ges- chichte eines Titanen und seiner Zeit, Darmstadt, 1978; M. S a n m a r t í Vi- l a p l a n a , «Temístocles: estudio cronológico desde su ostracismo hasta su muerte», Index, 15 (1987) 255-288.

449 Pixunte (Pyxoûs en Diodoro y Pyxis en Esteban de Bizancio) se identifica con la romana Buxentum y el actual Policastro Bussentino; se encuentra en Lucania, en el golfo de Policastro, a! sur de Palinuro. Exis­tía ya antes de la recolonización de Micito en el 471 ; había sido fundada en el siglo vi y estuvo bajo la influencia de Síbaris hasta la destrucción de ésta.

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LIBRO XI 255

Cuando en Atenas era arconte De- 470/69Cimón conquista Eyón . , .yEsciros. Expedición mocion45”, los romanos eligieron con-

a la costa de Asia Menor, suies a Publio Valerio Publicóla y a Ga- yo Naucio Rufo451. Aquel año los ate- nienses eligieron estratego a Cimón,

hijo de Milcíades, le confiaron un considerable ejército y lo enviaron a las costas de Asia para ayudar a las ciudades aliadas y para liberar a las que todavía estaban ocupadas por guarniciones persas452. Tomó el mando de la flota que es- 2

taba en Bizancio453, zaipó rumbo a la ciudad que recibe el

'15° Su nombre no aparece en otras fuentes. Cf. R. D e v e l i n , Athenian Officials 684-321 B.C., Cambridge, 1989, pág. 70.

451 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Publio Valerio Publicóla y Gayo Naucio Rutilo, fueron cónsules en el 475 (279 a. U. c.). Cf. E. J. B ic k k r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R, S . B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 27; T. Lrvio, II 52. Se­gún la tradición vulgata (T. Lrvio, II 61, 1; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 51, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 31), los cónsules fueron Lu­cio Valerio Potito (cónsul en 463) y Tiberio Emilio Mamerco (cónsul en 467).

452 Según Plutarco, Vida de Cimón 6, 1 y 7, podemos pensar que es­ta expedición de Cimón tuvo lugar poco después de la Segunda Guerra Médica. Cimón fue sin duda uno de los protagonistas de la política ate­niense de los años que siguieron a las Guerras Médicas (cf. Plutarco, Vida de Cimón 5, 4). Se caracterizó por su filo laconismo y por su marcado odio contra Persia, por lo que defendió una política de entendimiento con Esparta, lo que supuso el enfrentamiento con Temístocles. Después de la victoria de Mícale, participó como estratego en las operaciones en el Egeo de la flota griega capitaneada por Pausanias, y con Aristides logró llevar las ciudades jonias a la esfera de Atenas (cf. Tucídides, 1 95, 1-2; Plu­tarco, Vida de Aristides 23; Vida de Cimón 6, 2-3; Cornelio Νεγοτε, Vida de Aristides 2, 2-3).

453 Sobre la toma de esta plaza por las fuerzas aliadas conducidas por Pausanias, hacia fines del verano del 478, cf. supra, XI 44, 3, y nota 339. Luego, los atenienses, mandados por Cimón, toman Bizancio y fuerzan a salir de ella a Pausanias, que había regresado a la plaza a título personal después de ser llamado a Esparta por las acusaciones de medismo. Sobre

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256 BIBLIOTECA HISTORICA

nombre de Eyón y sometió esta ciudad que estaba en poder de los persas454; después de un asedio, conquistó Esciros, habitada por los pelasgos y los dólopes, estableció allí a un ateniense como fundador de la colonia y distribuyó en lotes el territorio455. Después de estos hechos456, proyectando lle­var a cabo empresas más importantes, se hizo a la mar y re­gresó al Pireo, donde reforzó su flota con nuevas trirremes y

Cimón y Bizancio, cf. T u c í d i d e s , I 131, 1, que no nombra directamente a Cimón; Pap. Oxy. XIII 1610, fr. 6 (posiblemente Éforo, cf. Ir. 191); P l u ­

t a r c o , Vicia de Cimón 6, 6; Ju s t i n o , IX 1,3. Se discute sobre la fecha de esta misión de Cimón y de la expulsión de Pausanias de Bizancio; el hecho se sitúa entre el 476 y el 470. Para Cu. F o r n a r a , Historia 15 (1966) 257-271, Pausanias sería expulsado por Cimón en el 472/1.

454 Eyón estaba situada en la costa tracia, en la desembocadura del río Estrimón, a 4 Km de Anfipolis; era un lugar estratégico que desempeñó un importante papel en la guerra del Peloponeso (cf. T u c í d i d e s , ob. cit., I 98, nota 539). Sobre la toma de Eyón, cf. H e r ó d o t o , VII 107; T u c í d i d e s , I 98, 1; Pap. Oxy. ΧΠΙ 1610, fr. 6; D e m ó s t e n e s , Contra Aristocrates 199; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Cimón 2, 2; Plutarco, Vida de Cimón 7-8, 9; P o h k n o , Vil 24; P a u s a n ia s , VIH 8, 7-9. Se suele situar esta conquista en el 476 a. C .

455 L a is la d e E s c i r o s , s i tu a d a e n e l a r c h ip ié l a g o d e la s E s p ó r a d a s , a

c o m ie n z o s d e l s ig lo v a . C , , e s ta b a h a b i ta d a p o r u n a p o b la c ió n d e s c e n d ie n ­

te d e p e l a s g o s y d ó lo p e s d e d ic a d a a la p i r a te r ía . S u c o n q u i s t a o b e d e c ió

p u e s a ia n e c e s id a d d e a s e g u r a r la r u ta d e l P i r e o a C a lc íd i c a , y e n c o n tr ó

u n a ju s t i f i c a c ió n r e l ig io s a e n e l t r a s l a d o d e lo s h u e s o s d e T e s e o a A te n a s .

E l h é r o e a t e n ie n s e , e n e f e c to , h a b í a e n c o n tr a d o l a m u e r te e n E s c i r o s a m a ­

n o s d e l r e y L ic o m e d e s . S o b r e la c o n q u i s t a d e E s c i r o s , c f . T u c í d i d e s , I 98, 2; Pap. Oxy. XIII 1610, fr. 6; P l u t a r c o , Vida de Cimón 8, 3-7; Vida de Teseo 36, 3-4; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Cimón 2, 5; P a u s a n i a s , I 17, 6; A r is t id e s , escolio 46, 3, p á g . 688, e d . D in d o r f , L e ip z ig , 1829; escolio a

A r is t ó f a n e s , Pluto 627.456 A partir de las diferentes fuentes se ha de analizar el tiempo trans­

currido entre la toma de Esciros y la victoria de Eurimedonte, que en la narración de Diodoro llega al capítulo 62. Diodoro omite otros éxitos atri­buidos a Cimón, como la expedición contra Caristo y la represión de la re­vuelta de Naxos. (Cf. H e r ó d o t o , IX 105; VI 96; T u c í d i d e s , I 98, 3; 137, 2). La cronología de estos hechos ha sido objeto de debate.

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LIBRO XI 257

preparó convenientemente los otros recursos para la expedi­ción; luego, zarpó con una flota que entonces contaba con doscientas trirremes457, pero que a continuación, con las que pidió que le enviaran los jonios y todos los otros pueblos, alcanzó un total de trescientas458. Así, con la flota completa, 4 hizo vela rumbo a Caria y, de las ciudades de la costa, a to­das las que habían sido fundadas por los griegos las persua­dió inmediatamente a rebelarse contra los persas, mientras que a todas las que eran bilingües y que tenían guarniciones persas, haciendo uso de la fuerza, las sometió a asedio. Y una vez que tuvo de su parte a las ciudades de Caria, del mismo modo se ganó a las de Licia por medio de la persua­sión459. De los aliados que sin cesar se iban adhiriendo a la 5

causa ateniense recibió algunas naves, con lo que acrecentó todavía más el potencial de su flota460. Los persas por su parte prepararon el ejército de tierra reclutando sus propios hombres, mientras que la flota que reunieron procedía de Fenicia, de Chipre y de Cilicia; el comandante de las fuer- 6 zas persas era Titraustes, hijo ilegítimo de Jerjes.461 Cimón, al enterarse de que la flota persa estaba en aguas de Chipre,

457 Con estas trirremes se dirigió desde Cnido y Triopio hasta Fasélide, en la costa licia, que fue castigada por negar su apoyo (cf. Plutarco, Vi­da de Cimón 12, 2-3).

458 No encontramos confirmación de esta cifra en otras fuentes.459 Las ciudades costeras de Caria y de Licia entraron en la Liga de

Délos: cf. Pap. Oxy. X îll 1610, fr. 8; P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 1-4; F r o n t i n o , Estratagemas DC 1, 3 .

460 Se piensa que con estos refuerzos de las ciudades aliadas la flota alcanzaría las trescientas cincuenta naves, el número indicado por Éforo (cf. FGrHist 70 fr. 192 = P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 5).

461 Hay desacuerdo en las fuentes respecto al comandante de los per­sas. Éforo cita a Titraustes como almirante de la flota, mientras que da ei nombre de Fercndates como comandante de la infantería. C a l ís t k n k s (cf. FGrHist 124, fr. 15 = P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 5) nos habla de Ariomandes como comandante en jefe de todas las fuerzas persas.

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258 BIBLIOTECA HISTORICA

hizo rumbo al encuentro de los bárbaros y con doscientas cincuenta naves entabló batalla contra las trescientas cua­renta de los enemigos462. El combate fue violento y las dos flotas lucharon brillantemente, pero al final vencieron los atenienses, que destruyeron muchas naves enemigas y cap-

7 turaron más de cien barcos con sus tripulaciones. Las naves restantes se refugiaron en Chipre; sus tripulaciones se retira- ron tierra adentro y las embarcaciones, sin nadie que las de­fendiera, cayeron en manos de los enemigos463.

462 P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 6, nos da otras cifras. De los bárba­ros dice que combatieron con «600 naves, según Fanodemo, o 350 según Eforo». No da el número de los barcos de Cimón que participaron en la batalla, pero dice que «zarpó de Cnido y de Triopio con 300 trirremes». (Cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 2, lo que se relaciona con el pasaje de Diodoro (XI 60, 3).

1163 Respecto a esta batalla, Diodoro sigue la versión de Éforo y con­templa un encuentro con dos fases, situando la primera en aguas de Chi­pre, donde Cimón, pese a su inferioridad numérica, consiguió destruir la importante flota enemiga, mientras que en la segunda ataca al ejército de tierra persa situado junto al río Eurimedonte. Pero este relato de Diodoro ha suscitado una objeción de difícil solución: no es posible que Cimón, en el mismo día (cf. 61, 7), combatiera en dos sitios que distaban 200 Km, a no ser que la expresión peri ten Kÿpron de 60, 6 («en aguas de Chipre») deba entenderse en un sentido muy amplio y se refiera a aguas de la costa asiática. Por ello la narración ha sido objeto de debate y se ha pensado en una confusión de Diodoro. Respecto a la «batalla terrestre y naval del río Eurimedonte», cf. T u c í d i d e s , I 100, i ; Pop. Oxy. XIÍ1 1610, fr. 9-13; L i ­

c u r g o , Contra Leócrales 72; P l a t ó n , Menéxeno 241 d; A r is t o d e m o :

FGrHist 104 fr. 11, 2; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Cimón 2, 2-3; P l u ­

t a r c o , Vida de Cimón 12-13, 3; P o l i e n o , I 34, 1; P a u s a n ia s , I 29, 14 y X 15, 4-5; J u s t i n o , II 15, 20; Suda, s. v. Kimón. La victoria de Eurime­donte, comparable a Maratón y Salamina, evidenció el talento militar de Cimón; se anticipó a la flota persa-fenicia y la atacó en su propia base, con lo que puso fin al dominio persa en aguas de Chipre y Asia Menor; supuso un éxito importante para la joven Liga de Délos. La fecha de la batalla se sitúa entre el 470 y el 465 (cf. T u c í d i d e s , ob. cit., I 100, 1, nota 549). Cf. R. M e i g g s , The Athenian Empire, Oxford, 1972, págs. 75 ss.

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LIBRO XI 259

A continuación, Cimón, no satis­fecho con una victoria tan importante,

vlctona de inmediatamente se hizo a la mai* conbunmedontetoda la flota para atacar las fuerzas de tierra de los persas, que habían levan­

tado su campamento junto al río Eurimedonte464. Con la in­tención de engañar a los bárbaros con una estratagema, hizo que sus mejores hombres embarcaran en las naves captura­das al enemigo, después de haberles proporcionado tiaras465 y haber ordenado que se vistieran con ropas persas. Tan pronto como se acercó la flota, los bárbaros, engañados al ver las naves y los vestidos persas, pensaron que eran sus propias trirremes, por lo que recibieron a los atenienses co­mo si fueran sus camaradas. Caída ya la noche, Cimón hizo desembarcar a sus soldados y, acogido como amigo por los persas, irrumpió en el campamento de los bárbaros466. La confusión fue grande entre los persas y los hombres de Ci­món hicieron una degollina de todos los que fueron a su en­cuentro; a uno de los dos generales bárbaros, Ferendates, que era un sobrino del Rey, lo sorprendieron en su tienda y lo mataron; de los otros, unos encontraron la muerte, otros fueron heridos y todo el mundo, a causa de lo imprevisto del ataque, se vio forzado a emprender la fuga; en suma, el asombro y la incertidumbre que se apoderaron de los persas fueron tales que la mayor parte de ellos eran incapaces de

464 Uno de los más importantes cursos de agua de Asia Menor, proce­dente de los montes de Pisidia, pasaba por la ciudad de Aspendo y, des­pués de un recorrido de unos 150 Km, desembocaba en el mar que bañaba la costa de Licia, en el golfo de Fasélide. Es el actual Koprü.

465 Con la tiara se cubrían la cabeza los dignatarios persas.466 Esta estratagema, poco verosímil, es una anécdota que encontramos

también en P o l i e n o , I 34, 1.

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260 BIBLIOTECA HISTÓRICA

reconocer quiénes eran los que les atacaban. No sospecha­ron, en efecto, que eran los griegos quienes habían venido contra ellos con un ejército, porque estaban convencidos de que los griegos no disponían en absoluto de tropas de infan­tería; pensaron que eran los pisidas, un pueblo vecino que abrigaba sentimientos hostiles hacia ellos, los que habían venido con su ejército. Por eso, creyendo que esta irrupción enemiga provenía de tierra adentro, se pusieron a huir hacia las naves en la idea de que eran amigas. La oscuridad de una noche sin luna acrecentó todavía más la incertidumbre y na­die era capaz de darse cuenta de la realidad. Por eso, des­pués de una terrible matanza provocada por el desorden de los bárbaros, Cimón, que anteriormente había dado orden a sus soldados de correr a reunirse en tomo a la antorcha que sería levantada, hizo levantar la señal luminosa junto a las naves, para evitar que pudiera ocurrir algún imprevisto en el caso de que sus soldados se dispersaran y se precipitaran en busca del botín. Una vez que todos se hubieron reunido donde estaba la antorcha y hubieron renunciado al saqueo, entonces se retiraron hacia las naves; y al día siguiente, des­pués de levantar un trofeo, se hicieron a la mar rumbo a Chipre, tras haber obtenido dos magníficas victorias, una en tierra y otra en el mar. Hasta hoy, en efecto, no se tiene re­cuerdo de acciones de esta naturaleza e importancia realiza­das en el mismo día por el mismo ejército, por mar y por tie-

467 Tal es la versión de Diodoro, dependiente de Éforo, de la batalla de Eurimedonte. Según otra versión (T u c í d i d e s , I 100, 1, que nos da una descripción sucinta; cf. C a l ís t e n e s , FGrHist 124, fr. 15 = P l u t a r c o , Vi­da de Cimón 12, 2-13, 5) la batalla naval y la de tierra tienen lugar junto a la desembocadura del Eurimedonte. Todas las versiones afirman que se disputaron en el mismo día.

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LIBRO XI 261

Después de haber obtenido estosFama de Cimón . , .

y prosperidad de Atenas importantes éxitos gracias a su talentoa raíz de Eurimedonte. <je estratega y a su valor, Cimón se

Agradecimiento ■ , c ,-r- i- -a la divinidad g ^ e o lm a fa m a Qu e Se d lf^ ld lO p o i

todas partes, no sólo entre sus conciu­dadanos, sino también entre todos los demás griegos. Había capturado, en efecto, trescientos cuarenta navios, más de veinte mil hombres y una ingente cantidad de dinero. Los persas, al haber sufrido tan importantes pérdidas, prepararon nuevas trirremes en gran número, temiendo el creciente po­der de los atenienses. Desde este momento, en efecto, la ciudad de los atenienses conoció una gran prosperidad, gra­cias a la abundancia de recursos que se había procurado y a la enorme fama adquirida por su valor y su talento en la guerra468. El pueblo ateniense separó el diezmo del botín, lo dedicó a la divinidad469 y en la ofrenda votiva que se prepa­ró hizo grabar esta inscripción:

Desde que el mar separó en dos partes Europa y Asia y domina las ciudades de los mortales Ares impetuoso, ninguna hazaña de los hombres que moran la tierra como ésta ha sido, en tierra firm e y en el mar a un tiempo. Estos hombres en Chipre a muchos medos aniquilaron, cien navios de los fenicios en el piélago capturaron, llenos de hombres, y Asia gimió amargamente por su causa, golpeada con ambas manos por la fuerza de la guerra470.

468 Diodoro destaca el éxito de Cimón contra los persas, con el que Atenas controlaba ía isla de Chipre y aseguraba su dominio en el Medite­rráneo oriental. Después de Eurimedonte, Atenas inició un gran período de hegemonía y prosperidad.

469 Cf. supra, XI 33, 2, nota 260.470 Epigram a atribuido a S im ó n í d e s (frag. 103 D i e h l = 171 E d m o n d s ;

cf. Antología Palatina V il 296; D . L. P a g h , Epigrammata Graeca, O x ­ford, 1975, pág. 26; Further Greek Epigrams, p ágs. 266/8). E ste epigram a

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262 BIBLIOTECA HISTORICA

63

469/8

Tales fueron pues los aconteci­mientos de este año. Cuando Feón era arconte en Atenas471, en Roma se hicieron cargo del consulado Lucio Furio Mediolano y Marco Manilio

Vasón 472. En el curso de ese año 473, una gran calamidad

de Diodoro ha sido objeto de estudio; para algunos se referiría a una expe­dición posterior (450/48) de Cimón a Chipre, o habría una fusión de dos epigramas, uno relativo a Eurimedonte (versos 1-4) y otro a la victoria de Chipre del 450/9 (versos 5-8). Sobre el diezmo y las ofrendas a Apoio de Delfos después de la victoria de Eurimedonte, cf. P l u t a r c o , Vida de Ni­cias 13,5; Sobre los oráculos de la Pitia 397 F; Charlas de sobremesa, 8, 4, 724B; P a u s a n ia s , X 15, 4-5. En Atenas se levantaron estelas en honor de los muertos de Eurimedonte (cf. P a u s a n ia s , I 29, 14). La metáfora de «ambas manos» puede referirse al celo y éxito en la realización de la em­presa, pero también puede verse una doble intención como una referencia a los «dos brazos» de las fuerzas armadas, el ejército de tierra y la flota.

471 Hay divergencias en la tradición y vacilaciones en los manuscritos respecto al nombre del arconte epónimo del 469/8. En los manuscritos de Diodoro se lee Phaíónos o Phaidónos (Feón o Fedón), mientras que otras fuentes dan Apsefíón (Apsëphiônos en Mármol de Paros 56; y en Apolo doro, FGrHist 244, fr. 34; Aphépsíón o el corregido Apsëphiôn en Plu­tarco, Vida de Cimón 8, 7). Cf. R. Develin, ob. cit., pág. 70.

472 Los cónsules citados por Diodoro ocuparon el cargo en el 474 a. C. (280 a. U. c.). Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología va- rroniana. Estos cónsules, Lucio Furio Mediolano y Marco Manilio Vasón, fueron Lucio Furio Medulino y Aulo Manlio Vulsón. El prenombre del segundo aparece como Gayo ( T i t o L iv io II 54, 1) o como Aulo (D io n i s i o

d e H a l i c a r n a s o , IX 36, 1). Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 256; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 28. Se­gún la tradición vulgata (T. L i v i o , II 63, 1; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 56, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 31-32), los cónsules fueron Tito Numicio Prisco y Aulo Virginio Celiomontano.

473 Sobre el terremoto de Esparta, cf. T u c í d i d e s , I 101, 2 y 128, 1; P l u t a r c o , Vida de Cimón 16, 4-6; P a u s a n ia s , I 29, 8 y IV 24, 6; P o l ie -

n o , I 41, 3; E l i a n o , Historias curiosas VI, 7; Escolios a A r i s t ó f a n e s , Li- sístrata 1137-1144 y Acarnienses 510-11. Este importante movimiento

Terremoto de Esparta. Rebelión de mesemos

e hilotas. Reacción de Arquidamo

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LIBRO XI 263

azotó inesperadamente a los lacedemonios; en Esparta se produjeron grandes terremotos a consecuencia de los cuales las casas se desplomaron desde los cimientos y encontraron la muerte más de veinte mil lacedemonios. Al ser la ciudad 2

golpeada durante mucho tiempo y sin tregua y caer las ca­sas, muchas personas perecieron sorprendidas por la caída de los muros y fueron innumerables los bienes domésticos que el seísmo arruinó474. Los lacedemonios sufrieron esta 3

calamidad como si se tratara del castigo de un dios irritado contra ellos, pero ocurrió que tuvieron que enfrentarse a otros peligros provocados por los hombres, cuyas causas fueron las siguientes. Los hilotas y los mesenios475, a pesar 4

de que ya se encontraban en una situación de hostilidad con los lacedemonios, antes de la catástrofe se mantenían tran­quilos, temiendo la superioridad de la potencia de Esparta; pero cuando vieron que la mayor parte de los espartiatas ha­bían sido víctimas del seísmo, despreciaron a los supervi­vientes a causa de su escaso número476. Por ello concluye-

sísmico no suele fecharse en el 469/68, como hace Diodoro, sino en eí 464.

474 Esparta se vio reducida a minas; sólo quedaron en pie cinco casas: c f . P l u t a r c o , Vida de Cimón 1 6 , 5 ; P o l i e n o , 1 4 1 , 3 ; E l i a n o , Historias curiosas VI, 7.

475 Cf, T u c í d i d e s , 1 101, 2. Los hilotas, tal vez descendientes origina­riamente de las poblaciones indígenas del Peloponeso sometidas por los dorios, eran esclavos que pertenecían al Estado. Por otra parte, los habitan­tes del llano de Mesenia, sometidos por Esparta y reducidos a la esclavitud a fines del siglo vm a. C., pasaron a ser «hilotas» y, a continuación, los es­clavos de Laconia, fueran o no de origen mesenio, recibieron el nombre de «hilotas».

476 Sobre la rebelión de mesemos e hilotas, cf. H e r o d o t o , IX 64, 2; T u c í d i d e s , I 101, 2 y 103, 1-3; A r i s t ó f a n e s , Lisistrata 1137-44 y esco­lios; P l u t a r c o , Vida de Cimón 16, 7-17, 3; P a u s a n ia s , I 29, 8 y IV 24, 5-7; J u s t i n o , VI 1-11. Diodoro ya se ha referido a las anteriores guerras

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264 BIBLIOTECA HISTÓRICA

ron un pacto entre ellos y juntos emprendieron la guerra con­tra los lacedemonios. El rey de los lacedemonios, Arqui- damo, con su personal previsión, salvó a los conciudadanos que pudo durante el seísmo y, durante la guerra, se enfrentó valerosamente a los agresores. En efecto, mientras la ciudad era azotada por la fuerza terrible del seísmo, él fue el prime­ro de los espartiatas que, tras tomar a toda prisa sus armas, se precipitó fuera de la ciudad en dirección al campo y or­denó a sus conciudadanos que hicieran lo mismo477. Los es­partiatas le obedecieron y de este modo los supervivientes consiguieron salvarse, y el rey Arquidamo los organizó so­bre las armas y se preparó para hacer la guerra a los re­beldes.

Rebelión Los mesenios, alineados con losde mesemos e Mlotas. hilotas, en un primer momento se lan-Ehechazode Espmta zaron COntra Esparta, suponiendo quea ia ayuda de Atenas, r ? ir icausa de su posterior podrían conquistarla a causa de la fal-

hostilidad ta de defensores; pero cuando supie­ron que los supervivientes, agrupados en tomo a su rey Ar­quidamo, estaban dispuestos a combatir en defensa de su pa­tria, renunciaron a este ataque y ocuparon un lugar fortifica­do de Mesenia, que tomaron como base para efectuar incursiones en Laconia478. Los espartiatas, que habían recu­rrido a la ayuda de los atenienses, recibieron de ellos unas

mesenias: cf. VIII 5-6 respecto a la primera, y VIII 27, sobre la segunda; y en XV 66, 2-6, resume la historia de los mesemos hasta el 369/8.

477 Cf. Plutarco, Vida de Cimón 16, 6.478 La revuelta la iniciaron los hilotas en Laconia, que se hicieron fuer­

tes en la plaza fuerte de Itome, en eí monte del mismo nombre, un macizo abrupto de unos 800 m de altura que ya había servido de base a los mese­nios en la primera guerra mesenia (cf. P a u s a n ia s , ÎV 9-13). Los hilotas contaron con los mesenios y con algunos periecos (cf. T u c íd id e s , 1 101, 2).

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LIBRO XI 265

tropas de refuerzo; asimismo consiguieron reunir contingen­tes de los otros aliados, por lo que estuvieron en situación de contrarrestar a sus adversarios. Y al principio fueron muy superiores a sus enemigos, pero después, al concebir la sos­pecha de que los atenienses tenían la intención de inclinarse del lado de los mesenios, rompieron la alianza con ellos, ar­gumentando que los otros aliados eran suficientes para afrontar la inminente batalla479. Los atenienses, pensando 3 que eran objeto de una afrenta, por el momento se retiraron, pero a continuación, al abrigar ya sentimientos hostiles a los lacedemonios, no cesaron de alimentar este odio. Por ello consideraron este episodio como el inicio de su hostilidad, y más tarde las dos ciudades se enfrentaron y las grandes gue­rras que emprendieron cubrieron Grecia de tremendas cala­midades480. Pero los detalles que conciernen a estos hechos

479 S o b r e la p e t i c i ó n d e a y u d a d e lo s e s p a r t a n o s y la in t e r v e n c ió n a t e ­

n ie n s e , y la p e t ic ió n a o t r a s c iu d a d e s a l ia d a s (E g in a , P la t e a , M a n t in e a ) , c f .

A r is t ó f a n e s , Lisís trata 1137-44 y e s c o l io s ; T u c í d i d e s , I 101, 1-2; P s e u -

d o - J e n o f o n t e , Constitución de los atenienses 3, 11; P l u t a r c o , Vida de Cimón 16, 8-10 y 17, 3; P a u s a n j a s , I 29, 8; IV 24, 5-6. L a a y u d a a t e n ie n ­

s e fu e p r o m o v id a y d i r i g id a p o r C im ó n , p a r t id a r io d e l a c e r c a m ie n to a E s ­

p a r ta e n o p o s ic ió n a E f ia l t e s . P o r o tr a p a r t e , s e r e s p e t a b a c o n e s ta in te r ­

v e n c ió n u n a c l á u s u la d e l a a l ia n z a c o n t r a lo s p e r s a s , q u e p r e v e í a el a p o y o

d e A te n a s a E s p a r t a e n e l c a s o d e u n a r e v u e l ta d e lo s h i lo ta s . S o b re e l r e -

c e io d e E s p a r ta r e s p e c to a la a y u d a a te n ie n s e , c f . T u c í d i d e s , I 102, 3; P l u t a r c o , Vida de Cimón 17, 3; P a u s a n i a s , IV 24, 6-7; J u s t i n o , III6, 1-3.

480 Diodoro ve en esta afrenta espartana la causa de la futura hostilidad entre Atenas y Esparta. T u c í d i d e s (I 102, 4) dice que los atenienses «lo llevaron a mal y , considerando que no merecían este trato de parte de los lacedemonios, tan pronto como se hubieron retirado, abandonaron la alianza que habían pactado con ellos contra cl Medo y se hicieron aliados de los argivos, enemigos de los lacedemonios; y los mismos juramentos y

la misma alianza unieron a ambos pueblos con los tesalios». Esta alianza (hacia el 462-460) supuso el fin de la solidaridad panhelénica establecida con motivo de las Guerras Médicas y un cambio profundo en las políticas

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65468/7

los relataremos cuando lleguemos al momento adecuado. En el tiempo que nos ocupa, los lacedemonios marcharon con­tra Itome con sus aliados y la sitiaron. Los hilotas, que se habían levantado en masa contra los lacedemonios, comba­tieron al lado de los mesemos, venciendo unas veces y sien­do derrotados en otras. Y al no poder llegar a su fin esta guerra durante diez años, los contendientes no cesaron de causarse daños durante este tiempo481.

Después de estos hechos, Teage- Rtvalidad entre Af-gos n jd eg 482 fu e arconte en Atenas y en Ro-

Destrucción de Micenas fueron nombrados cónsules Lucio Emilio Mamerco y Lucio Estudio Ju­

lio483, y se celebró la Olimpíada septuagesimoctava, en el curso de la cual Parménides de Posidonia venció en la carre-

exteriores de Atenas y Esparta. Cf., asimismo, P a u s a n i a s , í 29, 9 y IV 24,7 . En Atenas la democracia radical de Efialtes encontró la ocasión para atacar a Cimón y a los Filaidas. Cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón Î 7 , 3 , Ci­món fue condenado al ostracismo en el 461, lo que supuso la victoria de la nueva democracia de Efialtes y Pericles, de la política ateniense que pro­pugnaba una hegemonía exclusiva de Atenas.

481 Esta indicación de Diodoro respecto a la duración de la guerra me- senia (diez años) está en desacuerdo con un pasaje posterior (cf. infra, Xï 84, 7-8), según el que serían de doce a catorce años. Cf. Tucídides, 1 103; Pausanias, IV 24, 7-25, 1.

482 Este nombre (Theageneidës) aparece del mismo modo en el Már­mol de Paros A 57, en D i o n i s io d e H a l i c a r n a s o , IX 56, y en Escolios a A r is t ó f a n e s , Lisisfrata 1144. Pero en P s e u d o P l u t a r c o , 835 a, se lee Theogenidës, y en la Hypothesis de los Siete contra Tebas de Esquilo en­contramos Theagénous. Cf. R. D e v r l in , Athenian Officials 684-321 B. C., Cambridge, Î 989, pág. 70.

483 Continúa el adelanto de Diodoro de seis años respecto a la cronolo­gía varroniana. Los cónsules citados por Diodoro como Lucio Emilio Mamcrco y Lucio Estudio Julio ocuparon el cargo en el 473 (281 a. U. c.). El nombre del primer cónsul es Lucio Emilio Mamerco, pero hay diver­gencias respecto al nomen y al cognomen del segundo, que, según Bic-

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LIBRO XI 267

ra del estadio484. En aquel año estalló una guerra entre los argivos y los miceneos por las razones siguientes. Los mi- 2

ceneos, orgullosos por el antiguo prestigio de su patria, no se habían sometido a los argivos como las otras ciudades de la Argólide485, sino que, manteniéndose en una posición de independencia, no prestaban ninguna atención a los argi­vos; tenían asimismo sus diferencias con ellos a propósito del santuario de Hera486 y pretendían reservarse para sí mis-

kermann, sería Vopiscus lulius Iuüus, mientras que, para Samuel (que se basa en T. Livro, II 54, 3) sería Opiter Verginius. Cf. E. J. Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 256; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 29. Los manuscritos de Diodoro no están de acuerdo respecto al cognomen (Ioúlios 0 loûllos), Según la tradición vulgata (T. Livio, II 64, 2; Dionisio de Halicarnaso, IX 57, 1; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 32), ios cónsules fueron Tito Quincio Capitolino Barbato (cónsul en 471, 465, 446, 443, y 439) y Quinto Servilio Estructo Prisco.

484 También venció en la carrera doble, el diaulos (cf. Pap. Oxy., 222; Dionisio de Halicarnaso, IX 50, 1). Cf. L. Moretti, Olympionilmi, i vincitort negli antichi agoni olimpici, Memorie Accademia Nazionale dei Líncei, VIII, 1959, págs. 235/236.

485 Tras su período de mayor esplendor (1400-1200 a. C.), Micenas su­frió diversas destrucciones, la última de las cuales (hacia el 1120), atribui­da a los dorios, provocó la decadencia de la ciudad. En la primera mitad del siglo vu, como otros centros del área de Argos, se vio obligada a reco­nocer la hegemonía de los argivos. Pero, después de la victoria de Cleo­menes de Esparta sobre los argivos, a principios del siglo vi, la ciudad re- cupe^ su independencia y formó parte de la Liga del Peloponeso; los miceneos se alinearon al lado de los espartanos de Leónidas en las Termo­pilas (cf. Heródoto, VII 202) y también combatieron en Platea (cf. Heródoto, IX 28, 4). Fue constante su rivalidad con los argivos. Cf. E s -

trabón , Geografía tomo IV [trad, y notas de J. J. T o r r e s Esbarranch], BCG 169, Madrid, 200Î, VIII 6, 10 y 19, nota 496.

486 Era el famoso I-Iereo, situado entre Micenas y Argos, un santuario común de la Argólide, que motivaba disputas respecto a su administración. Parece que era de mediados del siglo vu a. C.; a principios del vi se cons­truyeron dos pórticos, y en el v fue adornado con una famosa estatua cri- soelefantina de Hera, que se atribuye a Policleto.

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268 BIBLIOTECA HISTORICA

mos la administración de los Juegos Ñemeos487; además, cuando los argivos habían votado no combatir al lado de los lacedemonios en las Termopilas, si no se les concedía una participación en el mando, los miceneos fueron el único- pueblode Argólide que combatió al lado de los lacedemo­nios488. En suma, los argivos desconfiaban de los miceneos, no fuera que, una vez acrecentado su poder, les disputaran su hegemonía en nombre del antiguo prestigio de su ciudad. Así pues, dado que por las razones expuestas las relaciones entre los dos pueblos eran hostiles, los argivos desde hacía tiempo ansiaban destruir la ciudad de sus enemigos, y entonces pen­saban que se les presentaba la ocasión favorable, al ver que los lacedemonios se encontraban en dificultades y no estaban en condiciones de ayudar a los miceneos. Reunieron pues un ejército considerable, formado por soldados de Argos y de las ciudades aliadas, y marcharon contra los miceneos y, después de vencerles en una batalla, los encerraron en el interior de sus murallas y pusieron sitio a la ciudad489. Los miceneos

487 Se celebraban cada dos años desde el 573 en el santuario de Zeus Ñemeo; la administración correspondía a Cleonas, en cuyo territorio se encontraba el santuario (cf. Píndaro, Nemeas, IV 17; X 42). En el 460 a. C. Argos conquistó la ciudad y controló la administración de los Juegos (cf. Pausanias, II 15,2)

488 Contrariamente a lo que dice aquí Diodoro, algunas ciudades más se alinearon con los aliados (cf. Heródoto, IX 28, 4; Pausanias, V 32, 1- 2); en Olimpia se erigió una estatua de Zeus, en cuya base figuraban los nombres de los aliados que vencieron en Platea, y entre ellos estaban Fliunte, Trecén, Hermione, Tirinte y Micenas. Sobre la neutralidad de Ar­gos en la segunda Guerra Médica, cf. Heródoto, VII 148-152; IX 12; sa­pra, XI 3, 5. Sobre la participación de otras ciudades de Argólide en la alianza, cf. Herodoto, VII 202; IX 28 y 31.

489 Respecto a las hostilidades entre Argos y Micenas en época de la revuelta de los hilotas, cf. Pausanias, II 25, 8, sobre Tirinte; V 23, 3; VII 25, 5-6; V ili 27, 1; Estrabón, VIII 6, 10 y 19. Estrabôn dice que Argos recibió la ayuda de Cleonas y Tegea. Respecto a los miceneos que aban-

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LIBRO XI 269

consiguieron rechazar con vigor a sus sitiadores durante algún tiempo; pero a continuación, a causa de su inferioridad en la guerra, y dado que los lacedemonios no podían prestarles ayu­da debido a ios combates que ellos mismos tenían que sostener y a la desgracia que les había sobrevenido a raíz de los terre­motos490, al no poder contar con otros aliados, fueron tomados al asalto debido a la falta de socorros. Los argivos redujeron a la esclavitud a los miceneos, consagraron a la divinidad el diezmo del importe obtenido por la venta de los prisioneros y arrasaron Micenas. Así pues, esta ciudad, que había sido prós­pera en los tiempos antiguos, que había tenido grandes hom­bres y había llevado a cabo empresas memorables, tuvo este final miserable y ha permanecido deshabitada hasta nuestros días49!. Tales fueron, pues, los acontecimientos de aquel año.

Hierón y los hijos _ Cuando en Atenas era arconte Li-de Anaxilas. Micito sistrato492, los romanos eligieron cón-

abandona Regio. Sules a Lucio Pinario Mamertino y aMuerte de Hieron

Publio Furio Fifrón . En aquel año,

donaron forzosamente la ciudad, Pausanias (VII 25, 6) dice que se refugia­ron en Macedonia, en la corte de Alejandro, en Cerinea y en Cleonas.

49ü Cf. supra, XI 63, 2.491 La destrucción de Micenas es confirmada por E s t r a b ó n (VIII 6, 10),

que, como Diodoro, afirma que en su tiempo no quedaba ni el menor vestigio de la ciudad. Pausanias también constata la destrucción de Micenas y Tirinte.

492 Personaje no atestiguado en otras fuentes. Cf. R. Develin, ob.cit., pág. 70.493 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana.

Los cónsules citados por Diodoro, Lucio Pinario Mamertino y Publio Fu­rio Fifrón (L. Pinarius Mamertinus Rufus y P. Furius Medullinus Fusus) lo fueron en el año 472 (282 a. U. c.). Cf. E. J. Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 29. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, III 1, 1 ; Dionisio de Halicarnaso, IX 59, I; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 32), los cónsules fueron Tiberio Emilio Mamerco (cónsul en 470) y Quinto Fabio Vibulano (cónsul en 465 y 459).

66467/6

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270 BIBLIOTECA HISTORICA

Hierón, rey de los siracusanos, hizo venir a Siracusa a los hijos de Anaxilas, el que había sido tirano de Zancle, les colmó de regalos recordándoles los beneficios de Gelón a su padre y les exhortó, dado que ya habían alcanzado la edad adulta, a pedir cuentas a Micito, su tutor, y a asumir perso­nalmente el poder494. Cuando regresaron a Regio y pidieron a su tutor que diera cuentas de su administración, Micito, que era un hombre honesto, reunió a los amigos del padre de los jóvenes y les presentó las cuentas de un modo tan irre­prochable que todos los presentes admiraron su justicia y su lealtad495 y los jóvenes, arrepintiéndose de lo que habían hecho, rogaron a Micito que tomara de nuevo el poder y que administrara los asuntos del Estado con la autoridad y la po­sición de un padre. Micito, sin embargo, no aceptó el ofre­cimiento y, una vez que hubo entregado escrupulosamente todo lo que se le había confiado y hubo cargado su fortuna personal en un barco, zarpó de Regio acompañado de la simpatía del pueblo; luego desembarcó en Grecia y vivió el resto de sus días en Tegea, en Arcadia, entre los elogios de todo el mundo496. Hierón, el soberano de Siracusa, murió en Catana y recibió los honores que se tributan a los héroes en su calidad de fundador de la ciudad497. Tuvo, pues, el poder once años y dejó el trono a su hermano Trasibulo, que go­bernó a los siracusanos durante un año498.

494 La intervención de Hierón en los asuntos internos de Regio al con­vocar a los hijos de Anaxilas es una prueba de su desaprobación de la polí­tica de Micito.

495 Sobre la honradez de Micito, cf. Justino, IV 2, 5.496 Dato confirmado por Heródoto (VU 170, 4) y Pausanias (V 26,4-5).

Cf. asimismo E. Schwyzbr, Dialectorum Graec. ex. epigraph, potiora, 794.497 Cuando Diodoro habla de Catana, se refiere en realidad a Etna, ya que

Catana fue refundada por Hierón con el nombre de Etna. Cf. supra, X I49,2.498 Hierón había subido al trono en el 478/477. Cf. supra, XI 38, 7 y nota

304. Sobre la duración de los reinados de Hierón y Trasibulo, cf. Ajustó-

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LIBRO XI 271

Cuando en Atenas era arconte Li- sanias499, los romanos eligieron cón-

Digresión suies a Apio Claudio y a Tito Quinciosobre los Dmomemdas *7 J ^ 4

Capitolio . En aquel año, Trasibulo, soberano de los siracusanos, fue des­

poseído del poder501. Pero, para presentar un relato detalla­do de este hecho, es necesario que retrocedamos un poco en el tiempo y expongamos claramente toda la historia desde el principio502. Gelón, hijo de Dinómenes, era muy superior a los demás hombres por su valor y su talento de estratega y, valiéndose de una estratagema contra los cartagineses, logró vencer a los bárbaros en una gran batalla campal, como antes se ha dicho503; al tratar a los vencidos con magnanimidad y comportarse por lo general con humanidad con todos los pueblos vecinos, se granjeó una gran popularidad entre los siciliotas. Así, pues, amado por todos por su afabilidad,

t e l e s , Política V 12, 6; E s t r a b ó n , V I2, 3; Escolios a P i n d a r o , Olímpica I inscr. a; a Pítica I, 89. Se esperaría que el sucesor de Hierón hubiera sido el tercer hermano de los Dinoménidas, es decir, Polizelo, no el hermano menor; pero debió de morir antes que Hierón, o tal vez tenía poco peso po­lítico.

499 Personaje desconocido en otras fuentes. Cf. R. Deveun, ob. cit, pág. 70.

500 Continúa el adelanto de seis años de Diodoro respecto a la cronolo­gía varroniana. Los cónsules citados por Diodoro, Apio Claudio y Tito Quincio Capitolio (Appius Claudius Crassinus Inregillensis Sabinus y T. Quinctius Capitolinus Barbatus) lo fueron en el año 471 (283 a. U. c.). Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 17 í ; A. E, S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S . B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 30. Según la tradición vulgata (T. Li- vio, III 2, 1 ; D i o n is io d e H a l i c a r n a s o , IX 60, 1 ; cf, T. R. S . B r o u g h ­

t o n , ob. cit., pág. 33), los cónsules fueron Quinto Servilio Prisco (cónsul en 468) y Espurio Postumio Albo Regilense.

501 Este hecho constituía el final de la tiranía de los Dinoménidas.502 Diodoro inicia una digresión en la que reflexiona sobre los tres ti­

ranos de la dinastía dinoménida.503 Cf. supra, X I 21-23,2.

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272 BIBLIOTECA HISTÓRICA

pasó su vida en paz hasta el momento de su muerte504. Le su­cedió en el trono Hierón, el mayor de sus hermanos, que no

4 ejerció el poder de la misma manera sobre sus súbditos. En efecto, era codicioso y violento y, en pocas palabras, estaba muy lejos de la simplicidad de costumbres y de la probidad de su hermano505. Por ello, aunque eran muchos los que de­seaban rebelarse, reprimían sus impulsos en consideración a

504 Sobre la popularidad y gloria postuma de Gelón, cf. Plutarco, Timoleón 23, 7-8; Dion , 5; Sobre la tardanza de la divinidad en castigar 6; Apopht. Gelón, 4; Ps. Dion de Prusa, XXXVII, 21-22; Luciano, Hermótimo 34; Eliano, Historias curiosas 6, II; Polieno, I, 27; Suda, s. V. Phórmos. Cf. asimismo Diodoro, XI 26, 4-6; ΧΠΙ 22, 4; XIV 66, 1-5. Diodoro siempre se muestra elogioso respecto a Gelón. Aquí encontramos el tópico propagandístico de fa humanidad del tirano, de su afabilidad con los súbditos, cf. supra, XI 38, 1 y 26, 1-4. Pero no debe olvidarse que Ge­lón, como los otros Dinoménidas, tuvo una guardia personal de mercena­rios (cf. infra, XI 72, 3) y que sin ningún miramiento ordenó traslados de pobiacíón para asegurar su posición en Siracusa; así vendió al pueblo de Mégara iïiblea (cf. Heródoto, V ïi 155-156).

505 Diodoro presenta un juicio duro, sin concesiones, respecto a Hie- rón, personaje ambiguo sobre el que hay desacuerdo en las fuentes. Subra­ya su comportamiento tiránico y pasa por alto su mecenazgo de poetas, sus victorias en los juegos y sus ofrendas en los grandes santuarios. El Hierón tirano instituyó una policía secreta con espías femeninas, las potagógídes a las que se refiere Aristóteles, Política V 11, 7; tenía una guardia perso­nal formada por mercenarios (cf. supra, XI 48, 3; Píndaro, Olímpicas VI 98-101, inscr. escolio b; Pausanias, V 27, 1-2 y 7); controlaba la justicia y eran frecuentes las ejecuciones capitales (cf. Cicerón, Bruto 46; Aris­tóteles, frag. 137 R; Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 27). Fueron evidentemente antipopulares hechos como la refunda- ción de Catana y el traslado forzoso de la población calcidea de Naxos y Catana a Leontinos. El mecenas protegía a los poetas: Píndaro, Baquílídes, Simonides y Esquilo estuvieron en su corte y compusieron para él: y tam­bién fue su huésped Jenófanes de Colofón. Y con motivo de las victorias hípicas obtenidas en Olimpia y Delfos, consagró importantes ofrendas a los dioses (cf. Píndaro, Pítica I y Olímpica I; Baquílídes, 3 y 4; Pausa- nías, VI 12, 1 y VIII 42, 9). Es probable que la actitud hostil respecto al ti­rano esté influenciada por la obra de Timeo (FrGrHist 566, frag. 93b).

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la gloria de Gelón y al recuerdo de su benevolencia con to­dos los siciliotas. Después de la muerte de Hierón, asumió el poder su hermano Trasibulo, que superó en perversidad a su predecesor en el trono. Violento y sanguinario, hizo ejecutar a un gran número de ciudadanos contra toda justicia y man­dó al exilio a otros muchos con acusaciones calumniosas, a fin de confiscar sus bienes en provecho del tesoro real. En suma, lleno de odio y odiado por las víctimas de sus injusti­cias, reclutó un gran número de mercenarios, preparando de este modo un contingente que pudiera oponerse a las fuer­zas de los ciudadanos506. Odiado cada vez más por sus conciudadanos, dado que no cesaba de ultrajar a muchos de ellos y de condenar a muerte a otros, obligó a sublevarse a los que eran víctimas de su violencia. Fue por esta razón por la que los siracusanos, después de elegir a los hombres ca­paces de guiarlos, se levantaron en masa para derribar la ti­ranía; dispuestos en orden de batalla bajo el mando de sus comandantes, estaban resueltos a luchar por la libertad. Tra- sibulo, al constatar que la ciudad entera estaba en armas con­tra él, en un primer momento trató de apaciguar la revuelta con un discurso persuasivo, pero, cuando se dio cuenta de que era imposible detener el levantamiento de los siracusa­nos, reunió a los colonos que Hierón había establecido en Catana507, a sus otros aliados y también a un gran número de mercenarios, de modo que dispuso de un ejército que en

506 Con Trasibulo debió de acentuarse el enfrentamiento entre el tirano y la aristocracia y es probable que hubiera divisiones en el interior de la familia de los Dinoménidas (cf. A r is t ó t e l k s , Política V 1313b). A I tirano sólo le quedaba el apoyo de ios mercenarios.

507 Los ciudadanos siracusanos instalados en Etna (Catana), agradeci­dos a Hierón (cf. supra, XI 49, 2). Como en XI 66, 4, Diodoro llama a la ciudad Catana en lugar de Etna. Con los «otros aliados» se refiere segura­mente a las otras ciudades del reino dinoménida.

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total contaba con cerca de quince mil hombres. Ocupó luego la parte de la ciudad que se llama Acradina y la Isla, que es­taban fortificadas, y tomando estos lugares como punto de partida, hacía la guerra a los sublevados508.

Los siracusanos en primer lugar Los siracusanos ocuparon la parte de la ciudad llama­

re liberan de ¡a tiranía da Tica509 y, tomando este lugar como de los Dinoménidas v j · ubase de operaciones, enviaron emba­

jadores a Gela, a Acragante y Selinun­te así como a Hímera y a las ciudades de los sículos situadas en el interior de la isla, con la petición de que acudieran a toda prisa y les ayudaran a liberar Siracusa. Todas estas ciu­dades respondieron con presteza a la llamada, e inmediata­mente unas enviaron tropas de infantería y de caballería, otras, naves de guerra prestas para el combate, y así se re­unieron en poco tiempo importantes fuerzas en apoyo de los

508 La Isla es la isla de Ortigia, que constituía la prolongación del ba­rrio de Acradina, la punta occidental habitada desde los primeros años de la ciudad. Una fortificación rodeaba Ortigia y Acradina, que separaban los dos puertos de Siracusa, el puerto pequeño al nordeste y el puerto grande al sudoeste. En Ortigia estaba el primer asentamiento de la colonia co­rintia.

509 Tÿkë. Este topónimo ha sido objeto de debate. Todos los manuscri­tos de Diodoro presentan un problemático îtÿ’kën, donde se esperaría un Tÿkën o un Tychen. Normalmente se corrige la lectura de los manuscritos. Se ha pensado en un Tÿkë como variante del Sÿkë de Tucídides, VI 98, 2 (Sica, topónimo tal vez relacionado con la presencia de una higuera famo­sa por cualquier circunstancia: cf, Tucídidhs, ob. cit., nota 256). O se re­fiere al barrio conocido como Tÿchë (topónimo del que se desconoce la época exacta de su aparición) que encontramos en Cicerón, Verrinas I I 4, 119. Cf. Es probable que Sÿkë y Tÿkë fueran dos denominaciones del mismo barrio de Siracusa, verosímilmente situado en la zona meridional de las Epipolas. Cf. H.P. Drôgemüller, «Syrakus», Gymnasium, 6 (1969) 62 ss.; 103 ss.

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siracusanos. Éstos equiparon los navios de hombres510, dis­pusieron su ejército de tierra en orden de batalla y mostra­ron que estaban preparados y resueltos a combatir por tierra y por mar. Trasibulo, abandonado por sus aliados511, con las esperanzas puestas tan sólo en los mercenarios, tenía el con­trol de Acradina y la Isla, pero el resto de la ciudad estaba en manos de los siracusanos. A continuación, Trasibulo hizo avanzar sus naves contra los enemigos y, vencido en una batalla naval, perdió un gran número de trirremes y se refu­gió en la Isla con las que le quedaban. Igualmente hizo salir sus fuerzas de infantería de Acradina, situó sus tropas en orden de batalla en los arrabales y, vencido, perdió muchos hombres y de nuevo se vio obligado a refugiarse en Acradi­na512. Finalmente, habiendo perdido toda esperanza de man­tener la tiranía, envió una embajada a los siracusanos y con­cluyó con ellos un pacto en virtud del cual pudo partir hacia Locros513.

Los siracusanos, una vez que hubieron liberado su patria de este modo, permitieron a los mercenarios que salieran de Siracusa y, liberando a las otras ciudades sometidas a una ti­ranía o que se encontraban bajo el control de guarniciones,

510 Seguimos a J. H a i l l e t {D iodore de Sicile. Bibliothèque H isto­rique, tome VI, livre XI, París, 2002, pág. 89) en el sentido dado a katartí- santes, como en P o l i b i o , I 47, 6. Diodoro ha dicho que los navios estaban prestos para combatir, y los sublevados siracusanos los equipan con las tripulaciones.

511 Las fuerzas de Zancíe y Regio permanecieron neutrales.512 La derrota de la flota fue decisiva, puesto que Trasibulo perdía la

salida por mar. El subsiguiente encuentro en tierra ya le dio la puntilla al tirano.

513 Siracusa mantenía buenas relaciones con la ciudad de los locros epicefirios; desde la época de Hímera se había alineado con ella frente a ios crotoniatas y Hierón había intervenido para obligar a Anaxilas de Re­gio y a su hijo Leofrón a poner fin a la guerra contra los locros.

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instauraron en ellas regímenes democráticos514. Desde estos días, Siracusa, en una situación de paz, experimentó un no­table incremento en su prosperidad y conservó la democra­cia durante casi sesenta años hasta la tiranía de Dionisio515. Trasibulo, que había heredado un reino con sólidos cimien­tos, perdió el poder de manera deshonrosa a causa de su propia ineptitud y, refugiándose en Locros, vivió allí el resto de su vida como un simple particular.

Contemporáneamente a estos hechos, en Roma entonces por primera vez fueron elegidos cuatro tribunos de la plebe, Gayo Sicinio, Lucio Nemetorio, Marco Duilio y Espurio Acilio516.

Transcurrido este año, Lisíteo asu-Aseswato deJerjes mjó el cargo de arconte en Atenas517 y y subida al trono

deArtajerjes en Roma fueron elegidos cónsules Lucio Valerio Publicola y Tito Emilio

Mamerco518. En aquella época en Asia, Artábano, hircanio de origen, que tenía un gran poder en la corte del rey Jerjes

514 Sobre la caída de Trasibulo y el final de la tiranía dinoménida, cf. A r i s t ó t e l e s , Politica V 1 2 , 6 ; P l u t a r c o , Sobre los oráculos de la P i­fia, 19.

515 En el 406. Cf. supra, XIII 91-96, 3. En realidad, la caída de Trasi­bulo fue seguida por una época de convulsiones, según testimonia el mis­mo Diodoro (cf. infra, XI 72-73, 76, 78; 86, 88, 91-92). Sobre la prosperi­dad, cf. infra, XI 72.

516 Sobre la creación de los tribunos de la plebe, cf. Τίτο Lrvio, II 58, 1-2. Los tribunos elegidos fueron Gneo Sicio, Lucio Numitorio, Marco Duilio, Espurio Icilio y Lucio Mecilio, que no aparece en Diodoro. Hay divergencias respecto al número original.

517 No atestiguado en otras fuentes. Cf. R. D kvelin, oh. cit., pág. 71.518 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana.

Los cónsules aquí citados, Lucio Valerio Publicóla y Tito Emilio Mamer­co (L. Valerius Potitus y T. Aemilius Mamercus) ocuparon el cargo en el 470 a. C. (284 a. U. c.). T. L ivio (II 61, 1) escribe L. Valerius y R.

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y estaba al mando de la guardia del monarca519, decidió eli­minar a Jeijes y que el poder real pasara a sus manos. Co­municó su maquinación al eunuco Mitrídates, que era cham­belán del Rey y gozaba de toda su confianza, y éste, al ser a la vez pariente y amigo de Artábano, consintió en secundar el complot. Introducido de noche por su cómplice en el 2

dormitorio del Rey, Artábano mató a Jerjes, y a continua­ción corrió al encuentro de los hijos del monarca. Éstos eran tres: Darío, el hermano mayor, y Artajerjes vivían en palacio, mientras que el tercero, Histaspes, en aquel tiem­po se encontraba ausente, dado que gobernaba la satrapía de Bactriana520. Artábano pues, se presentó, cuando toda- 3

Aemilius. Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 31. Según la tradición vulga­ta (T, L i v i o , III 2, 2; D i o n is i o d e H a l ic a r n a s o , IX 61, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 33), los cónsules fueron Quinto Fabio Vibula- no (cónsul en 467, 459) y Tito Quincio Capitolino Barbato (cónsul en 471, 468, 446, 443 y 439).

519 Este Artábano, influyente en la corte del Rey (cf. C t e s ia s , ir. 13, 33), comandante de la guardia real, puede ser el que recibió a Temístocles: cf. P l u t a r c o , Vida de Temístocles 11, 2-8. No tiene nada que ver con el Artábano («el bienaventurado» en persa) hermano de Darío y tío de Jerjes, al que H e r ó d o t o (IV 83; VII 10, 52, 82; VIII 54) presenta como un hom­bre prudente y sabio.

520 Sobre el asesinato de Jerjes, cf. C t e s ia s , Pérsicas fr. 13, c. 32-33 y fr. 14, c. 34; Pap. Ox. XIII 1610, fr. 14-16; A r i s t ó t e l e s , Política V 10,21, 1311 b; J u s t i n o , III 1 ; E l i a n o , Historias curiosas XIII 3 ; E u s e ­

b i o , Chron., Vers, de Syncellus, 478 6 y 8 ( S c h o e n e , I pág. 126 y II pág. 104). La fuente de Diodoro en lo relativo a estas intrigas en tomo a Jer­jes parece ser el relato de Ctesias. Diodoro habla de tres hermanos, pero conocemos el nombre de un cuarto, Artario, que fue sátrapa de Babilo­nia (cf. C t e s i a s , Pérsicas fr. 14, c. 41, y P l u t a r c o , Vida de Artajerjes 16). Bactriana era una región situada en el extremo nordeste del Imperio persa, atravesada por el curso superior del Oxo, el actual Amu-Daria.

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vía era de noche, ante Artajerjes y le dijo que su hermano Darío había asesinado a su padre y que quería apoderarse del reino. Le aconsejó por tanto que, sin esperar a que el otro se hiciera con el poder, él mirara de no convertirse en esclavo de su hermano por su propia indolencia y que ocu­para el trono después de haber castigado al asesino de su padre; y le prometió que la guardia real estaría a su lado en aquella empresa. Artajerjes se dejó persuadir e inmediata­mente, con la ayuda de la guardia, asesinó a su hermano Darío; y Artábano, al ver que su complot se desarrollaba sin contratiempos, hizo venir a su lado a sus propios hijos y, proclamando que le había llegado el momento de apode­rarse del poder, atacó a Artajerjes con su espada. Éste, herido, pero no seriamente alcanzado por el arma, consi­guió defenderse de la acometida de Artábano y le mató con una estocada certera. Así, salvado de un modo inesperado e infligiendo el castigo al asesino de su padre, Artajerjes he­redó el reino de los persas521. Jeijes murió pues del modo des­crito, después de haber reinado sobre los persas más de veinte años522, y su sucesor Artajerjes reinó cuarenta años523.

521 La tradición recogida por Diodoro difiere de la de Justino, III 1, 2- 9, según la cual Artábano, ayudado por sus siete hijos, asesinó a Jeqes y luego hizo creer a Artajeijes que el asesino había sido su hermano Darío; Artajeijes se enteró de la verdad gracias a Megabizo y, con la ayuda del ejército consiguió matar al asesino de su padre. Parecida a la de Justino es la versión de Ctesias {Pérsicas 60-61, ed. Gilmore). Cf. asimismo Aris­tóteles, Politica V 1311b.

522 Había subido al trono en el 486/485, sucediendo a su padre Darío.523 Artajerjes debió de subir al trono en diciembre del 465 y su remado

se prolongó hasta el 425/424 (cf. infra, XII 64, 1).

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, , , Cuando en Atenas era arconte Ar-Rebelion de Tasos „ , .

y Egina y endurecimiento quedemides , ios romanos eligieron del imperialismo ateniense, cónsules a Aulo Virginio y a Tito Colonización de Anjipolis Æ- ■ -521 i u ' i /-\ι· r λ

y desasto de Trocla Minucio52s, y se celebro la Olimpiadaseptuagesimonovena, en la que venció

en la carrera del estadio Jenofonte de Corinto526. En el curso de aquel año, los tasios se sublevaron contra los atenienses, con los que estaban en desacuerdo respecto a la explotación de las minas, pero, rendidos en asedio por los atenienses, fueron obligados a someterse de nuevo a su dominio527. Igualmente, cuando se sublevaron los eginetas, los atenien­ses, para someterles, emprendieron el asedio de Egina; esta ciudad, en efecto, estaba henchida de orgullo por sus nume­

524 El nombre de este personaje aparece en otros autores: cf. D io n is io

d e H a l i c a r n a s o , IX 61, 1; P a u s a n i a s , IV 24, 5, que eiróneamente escri­be Arquímedes. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 72.

525 De nuevo encontramos el adelanto de seis años respecto a la crono­logía varroniana. Los cónsules citados por Diodoro desempeñaron el cargo en el año 469 (285 a. U. c.); de acuerdo con E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171, y A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257, fueron Tito Minucio Prisco y

Aulo Verginio Celiomontano (cf. T. R. S . B r o u o h t o n , ob. cit., pág. 31). Según ia tradición vulgata (T. L iv i o , III 4, 1 D io n is io d e H a l i c a r n a s o ,

ÏX 62, 1 ; cf. T. R. S . B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 34), los cónsules fueron Aulo Postumio Albo Regilense y Espurio Furio Medulino Fuso.

526 Su victoria fue cantada por P í n d a r o , Olímpicas XIII 37 ss. Era hijo de Tésalo y venció en el estadio y en el pentatlón. Cf. D i o n i s i o d e

H a l i c a r n a s o , IX 6 1 , 1 y P a u s a n i a s , IV 2 4 , 5 .

527 Respecto a la sublevación de Tasos, uno de los hechos más nota­bles de la Pentecontecia, cf. T u c í d i d e s , I 100, 2-101; C o r n e l i o N e p o t e ,

Vida de Cimón 2, 5; P l u t a r c o , Vida de Cimón 14, 2; Vida de Temístocles 25, 2; P o l i e n o , 2, 33 e IG I3 928. A partir de Diodoro puede entenderse que la rendición de los tasios tuvo lugar el mismo año en que estalló la su­blevación, pero por Tucídides (I 101,3) sabemos que fue al tercer año del asedio cuando los tasios consintieron en desmantelar las fortificaciones y

entregar las naves así como en pagar un tributo y renunciar al continente y a las minas.

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rosos éxitos en las batallas navales, tenia abundancia de di­nero y un buen número de trirremes y mantenía, en suma, una actitud constantemente hostil en relación a los atenien-

3 ses. Ésta fue la razón por la que los atenienses, emprendien­do una expedición contra ella, devastaron su territorio y pu­sieron sitio a la ciudad de Egina con el propósito de tomarla por la fuerza528. Los atenienses, en efecto, con el notable in­cremento de su potencia, ya no solían tratar a sus aliados con moderación como hacían antes, sino que ejercían su

4 hegemonía con violencia y arrogancia. Por esta razón la mayor parte de los aliados, no pudiendo soportar aque­lla carga, empezaron a mantener conversaciones unos con otros respecto a una posible defección, y algunos, sin prestar atención al congreso federal, empezaron a actuar por su

5 cuenta529. Mientras tenían lugar estos acontecimientos, los

528 La sublevación de Egina y el comienzo de las hostilidades parece que han de situarse en el 459/458; nos encontramos pues ante un error de Diodoro, que sitúa el hecho en el arcontado de Aiquedetnides, en el 464/463. Cf. T u c í d i d e s , I 105 2 ss., que sitúa ei acontecimiento inmedia­tamente después de la intervención ateniense en Egipto en apoyo de la su­blevación de Jnaro. Se trata de una guerra entre atenienses y eginetas, que desde fines del siglo vi habían evidenciado indudables pretensiones de hegemonía marítima: y en estos momentos, frente a lo que deja entender aquí Diodoro (con el «cuando se sublevaron los eginetas»), Egina no era miembro de la Confederación de Deios, en la que entra por la fuerza a continuación (458; cf. supra, XI 78, 4; T u c í d i d e s , trad, cit., 1 108, 4 y no­ta 639; las condiciones de capitulación fueron semejantes a las impuestas a los tasios).

529 Sobre ei crecimiento del imperialismo ateniense, cf. T u c í d i d e s , ob. cit., I 19; 96-99 y notas; III 10, 3-11; VI 76, 3; A n d ó c i d e s , Sobre ¡a paz con los lacedemonios, 37-38; P s k u d o J e n o f o n t e , Constitución de los atenienses 2, 2-8; C o r n e l i o N k p o t e , Vida de Cimón 2, 4; P l u t a r c o , Vi­da de Cimón 1 i; Vida de Pericles 7, 8; cf. asimismo supra, XI 41, 3-5 y Suppi Epigr. Graecum, X 23, 19, 55. Ha llamado la atención la convenci­da afirmación de Diodoro de que ia mayor parte de ios aliados, abrumados por la creciente carga del imperialismo ateniense, se concertó con vistas a

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atenienses, que eran dueños del mar, enviaron diez mil co­lonos a Anfípolis, unos reclutados entre sus conciudadanos y otros entre los aliados530; dividieron el territorio en lotes que les distribuyeron y, durante algún tiempo, consiguieron tener bajo control a los tracios, pero después, cuando se in­ternaron en Tracia, todos los que penetraron en el país de los tracios fueron exterminados por los llamados edonos531.

una posible defección; y, a partir de la comparación con Tucídides, I 98- 98, puede concluirse que la escalada hacia el imperialismo fue notable en el decenio 475/465, y que la primera reacción importante se produjo hacia el465 con la defección de Tasos. Diodoro coincide con. Tucídides en la cro­nología y en la presentación de los hechos.

530 Este intento de Atenas de controlar la costa tracia mediante el esta­blecimiento de una colonia se sitúa en el 4 6 5 /4 6 4 . El sitio en el que se es­tablecieron los colonos se llamaba Nueve Caminos (Ennéa Hoáoí). Cf. T u c í d i d e s , trad, cit., 1 1 0 0 , 3 y notas 5 5 4 ss. Dice Tucídides: «Por el mismo tiempo enviaron al Estrimón diez mil colonos, en parte propios y

en parte de sus aliados, con la intención de colonizar el lugar que entonces se llamaba Nueve Caminos y ahora Anfípolis; consiguieron apoderarse de Nueve Caminos, que ocupaban los edonos, pero, habiendo avanzado hacia el interior de Tracia, fueron aniquilados en Drabesco».

531 La colonización de Anfípolis, la revuelta de Tasos y el desastre de Tracia son hechos relacionados, de notable importancia en la Penteconte- cia. Sobre Anfípolis y el descalabro de Tracia, cf. Heródoto, IX 75; Tu- c.ídides, ob. cit., I 100, 3 y nota 557 y ÏV 102, 2; Isócrates, Sobre la paz 86; D iodoro, infra, XII 68, 2; escolio a Esquines, Sobre la embajada 31 [34]; Pausanias, I 29, 4-5. El desastre de Drabesco fue importante, con un número de caídos impresionante, pero de ningún modo los diez mil colo­nos, que debieron de permanecer en Nueve Caminos, mientras que un grupo más reducido, tal vez unos dos mil o tres mil fueron llevados a la masacre por unos generales incompetentes, Sófanes y Leagro. Con esta derrota se ha relacionado la lista de caídos, atenienses y aliados, de ins­criptiones Graecae I2, 928, vista por Pausanias (I 29, 4-5) «en el camino hacia la Academia».

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2

Cuando Tlepólemo fue arconte en Artajerjesreorganiza Atenas532, los romanos eligieron cón-

el imperto persa. sujes a j^ o Quincio y a Quinto Servi-Sublevación ae tg ip to /λ j ^

y ayuda ateniense lio Estructo533. En aquel año, Artajerjes, el rey de los persas, que recientemente

había asumido el poder real, comenzó por castigar a los que habían participado en el asesinato de su padre y luego se pu­so a organizar los asuntos del reino de acuerdo con sus in­tereses. De los sátrapas existentes, destituyó a los que le eran hostiles y eligió entre sus amigos a los más adecuados y les confío las satrapías. Se ocupó de los ingresos públicos y del armamento de los ejércitos y, dado que de un modo ge­neral administró el reino con moderación, gozó de un gran prestigio entre los persas534.

Pero cuando los habitantes de Egipto se enteraron de la muerte de Jerjes, de toda la intriga por el poder y del desor­den que había turbado el reino de los persas, decidieron lu­char por su libertad. Sin perder un momento, pues, reunie­ron un ejército y se sublevaron contra los persas y, después

532 Personaje que no aparece en otros autores. Cf. R. Develin, ob. cit., pág. 72.

533 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro (Tito Quincio Capitolino Barba­to y Quinto Servilio Estructo Prisco) ocuparon el cargo en el año 468 (286a. U. c.). Cf. E. J, Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 32. Según la tradición vulga­ta (T. Livio, III 6, 1; Dionisio de Halicarnaso, IX 67, 1; X 7, 5; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 34-35), los cónsules fueron Publio Servi­lio Prisco y Lucio Ebucio Helva. Durante su consulado Roma padeció una peste terrible y los dos cónsules murieron víctimas de la enfermedad.

534 El sucesor de Jeijes destacó pronto por su notable capacidad políti­ca. Acometió la reorganización interna del imperio y de las satrapías y prestó especial atención, como señala Diodoro, a las finanzas del Estado y al potencial bélico, con la idea de devolver a Persia el prestigio de anta­ño, mermado por las Guerras Médicas.

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de expulsar a los funcionarios persas encargados de recau­dar los tributos en Egipto, eligieron rey a un hombre llama­do Inaro535. Éste comenzó por reclutar soldados del país, pero 4 a continuación reunió mercenarios venidos de otros pueblos, y así consiguió preparar un ejército considerable.También envió embajadores a los atenienses para proponerles una alianza militar, prometiéndoles que, si liberaban a los egip­cios, les haría partícipes del gobierno del reino y que ade­más les recompensaría con beneficios muy superiores a los servicios que hubieran prestado. Los atenienses, juzgando 5

que les convenía humillar a los persas en la medida de lo posible y tener de su parte a los egipcios ante los avatares de la fortuna, votaron el envío de trescientas trirremes para so­correr a los egipcios536. Así pues, los atenienses trabajaron 6

535 Egipto había caído bajo control persa hacia el 525, cuando fue con­quistada por Cambises, hijo de Ciro. Cf. supra, X 14-15; Heródoto, III 1- 16. Después de Maratón, había intentado en vano recuperar su libertad; Jerjes sofocó la rebelión en el 483, dos años después de la muerte de Darío (cf. Heródoto, VII 7). En la ocasión presente la sublevación fue capita­neada por Inaro, rey de los libios, que, partiendo de Marea, incitó a la re­belión a la mayor parte de Egipto y llamó en su ayuda a los atenienses. Tucídides, trad, cit., I 104, y nota 591 ; Aristodemo, FGrHist 104, fr. 11,3. Las fechas del inicio de la revuelta y de la intervención ateniense han sido objeto de debate; podemos situar la sublevación en el 463/462 y la in­tervención de Atenas en el 462/461.

536 Cf. Tucídides, trad, cit., I 104, 2 y nota 593; 105, 3; 109-110; Ctesias, Pérsicas, fr. 14, c. 36-39; Platón, Menéxeno 24 le; Isócrates, Sobre Ja paz 86; Aristodemo, 11, 3-4; Plutarco, Vida de Temístocles 31,4; Justino, III 6, 6; Eliano, Historias curiosas 5, 10; Meiggs-Lewis, 33; y el mismo Diodoro, infra, XI 74-75, 77, 1-5 y XII 3, 1. Según Tucídi­des, doscientas naves atenienses hacían rumbo a Chipre cuando Inaro lla­mó en su auxilio a los atenienses; entonces estas naves abandonaron Chi­pre y remontaron el Nilo hasta Menfís. Según Ctesias, Atenas envió cuarenta navios. Y Diodoro nos da unos datos contradictorios: en el pre­sente pasaje, los atenienses votan el envío de trescientas trirremes, número sin duda exagerado, y en X I 74, 3, arriban a Egipto con doscientos navios.

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con gran empeño en la preparación de esta flota. Y cuando Artajeijes recibió la noticia de la rebelión de los egipcios y de sus preparativos militares, juzgó que era necesario superar a los egipcios en el potencial bélico. Así se puso inmediatamen­te a reclutar soldados en todas las satrapías, a construir naves y a velar sobre todos los demás preparativos. Tales fueron los acontecimientos de aquel año en Asia y en Egipto.

Por lo que respecta a Sicilia, tan pronto como la tiranía fue derrocada

Sicilia despues en Siracusa y todas las ciudades de la de los Dinomemaas J

isla hubieron recuperado su libertad, Sicilia entera hizo grandes progresos

en el camino de la prosperidad. En efecto, al disfrutar de la paz y habitar una tierra fértil, los siciliotas, gracias a la abundancia de las cosechas, inmediatamente incrementa­ron sus fortunas y llenaron el país de esclavos, de rebaños y de toda clase de bienes, obteniendo grandes beneficios y sin tener por otra parte ningún gasto en las guerras a las que habían sido acostumbrados537. Pero en seguida se vie­ron de nuevo inmersos en las guerras y en las discordias civiles por las razones que siguen. Una vez que hubieron derribado la tiranía de Trasibulo, reunieron una asamblea y, después de deliberar sobre la forma de su democracia538,

537 La visión idílica de la prosperidad de Sicilia inmediatamente des­pués del derrocamiento de la tiranía deriva sin duda de fuentes fílodemo- cráticas y contrarias a los dinoménidas. Como en otros pasajes (XI 68, 5-6 y XVI 83, 1), la fuente puede ser Timeo. Parece que Diodoro presenta el programa de los nuevos gobernantes, pero la realidad no fue tan pacífica y las guerras civiles comenzaron pronto. El mismo cuadro idílico y falso se encuentra en XII 25, 2-6 para el año 442/441.

538 De acuerdo con Aristótrlrs, Política V 1304a, se piensa que la revolución respondía a los intereses de los sectores oligárquicos contrarios a la tiranía, con exclusión del pueblo.

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todos de común acuerdo votaron que se erigiera una esta­tua colosal de Zeus Eleuterio539, que se celebraran cada año las Fiestas Eleuterias540 y se organizaran unos Juegos de gran renombre en el mismo día en el que habían derro­cado al tirano y habían liberado su patria; y establecieron que, durante estos Juegos, sacrificarían a los dioses cua­trocientos cincuenta toros y que distribuirían estos anima­les en un banquete de los ciudadanos541. Asignaron todas 3

las magistraturas a los antiguos ciudadanos, pero a los ex­tranjeros que, bajo Gelón, habían recibido el derecho de ciudadanía les negaron la participación en aquel honor, bien porque los juzgaban indignos, bien porque desconfia­ban de ellos, temiendo que hombres habituados a la tiranía y a combatir en la guerra a las órdenes de un monarca in­tentaran un cambio violento de la situación política, cosa que realmente ocurrió. Gelón había inscrito en las listas de ciudadanos a más de diez mil mercenarios extranjeros 542, de los que más de siete mil seguían viviendo allí en el pe­ríodo que estamos examinando.

539 Es decir, Zeus Liberador. Estaba muy extendido en el mundo grie­go el culto a Zeus como garante de las libertades políticas.

540 Las Fiestas de la Libertad. También se instituyeron unas fiestas en honor de Zeus Eleuterio después de la victoria de Platea. Cf. supra, XI 2 9 ,

1; P a u s a n ia s , IX 2 , 5 -7 .

545 Una hecatombe de cuatrocientos cincuenta bueyes era realmente suntuosa y constituye un indicativo de la riqueza ganadera de la isla y de la elevada población de Siracusa partícipe del banquete ritual.

542 La introducción masiva de extranjeros en la ciudadanía es un pro­cedimiento al que recurren los tiranos para incrementar el número de sus partidarios.

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Estos hombres llevaron a mal su Los mercenarios exclusión de los honores derivados de la

se enfrentan elección a las magistraturas y, de comúna los sirocusanos acuerdo, se sublevaron contra los sira-

cusanos y se apoderaron de una paite de la ciudad, Acradina y la Isla, ya que ambos lugares tenían una muy sólida muralla. De nuevo inmersos en los desórdenes, los siracusanos ocuparon el resto de la ciudad, fortificaron la parte que mira hacia las Epipolas543 y tomaron todas las disposicio­nes necesarias para su seguridad; en seguida privaron fácilmen­te a los sublevados de toda posibilidad de salida hacia el cam­po, con lo que rápidamente consiguieron que les faltaran los víveres. Los extranjeros eran inferiores a los siracusanos en número, pero les aventajaban largamente en experiencia bélica. En consecuencia, cuando se producían encuentras en la ciudad y escaramuzas, los extranjeros se imponían en los combates, pero, al tener cortado el acceso al territorio circundante, tenían falta de material y penuria de víveres. Tales fueron pues los acontecimientos de aquel año en Sicilia.

Victoria ateniense Cuando Conón era arconte encontra los persas

en Egipto. Atenas , en Roma obtuvieron el con-m a t lZ Ê l^ S d in sll,ado Quint0 Fabio Vibulano y Tibe-

contra Egipto rio Emilio Mamerco545. Durante aquel

543 Epipolas (Epipolai, «alturas») es el altozano, situado al noroeste de Si­racusa, que dominaba toda la ciudad. Cf. Tucídides, oh. cit., VI 75, 1, nota 183, y 96, 2, donde el historiador nos describe el lugar. Fueron de gran impor­tancia estratégica durante el asedio ateniense de Siracusa en el 415-413.

544 Este personaje aparece también en Aristóteles, Constitución de los atenienses 25, 2. Cf. R. Develin, ob. cit., pág. 72.

545 Sigue el adelanto de Diodoro de seis años. Los cónsules citados por Diodoro desempeñaron el cargo en el año 467 (287 a. U. c ); fueron Tibe­rio Mamerco II y Quinto Fabio Vibulano. Cf. E. J. Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 32. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, III 8, 2; Dionisio de Halí-

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año, Artajerjes, el rey de los persas, nombró general de la guerra contra los egipcios a Aquémenes, hijo de Darío y tío suyo546; le confió más de trescientos mil soldados de infan­tería y caballería con la orden de derrotar a los egipcios547. Cuando llegó a Egipto, Aquémenes estableció su campa- 2

mentó junto al Nilo y, una vez que el ejército se hubo recu­perado del viaje, se ocupó de los preparativos para la bata­lla. Los egipcios, que habían reunido fuerzas de Libia y de Egipto, estaban a la espera de los refuerzos atenienses. Los 3

atenienses arribaron con una flota de doscientos navios, se alinearon en orden de batalla al lado de los egipcios para en­frentarse a los persas y tuvo lugar una violenta batalla. Du­rante algún tiempo los persas llevaban ventaja gracias a su superioridad numérica, pero a continuación, cuando los ate­nienses se lanzaron al ataque y pusieron en fuga a los ene­migos que tenían enfrente, matando a un gran número de ellos, el resto de la multitud de los bárbaros se dio precipi­tadamente a la fuga548. En el curso de esta huida se produjo 4 una gran matanza y, finalmente, los persas, después de haber perdido la mayor parte de su ejército, se refugiaron en

CAjRNASo, XI 69, 1; X 7, 5; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., págs. 35-36), en el presente año los cónsules fueron Lucio Lucrecio Tricipitino y Tito Veturio Gemino Cicurino.

5,16 Cf. Hhróooto, III 12 y VII 7. Era hijo de Darío y por tanto herma­no de Jerjes. Ctesias heleniza su nombre en Aqueménides (Achaimenídes) y lo hace hermano de Artajerjes (cf. Pérsicas ed. Gilmore, Londres, 1888, fr. 14, c. 36-37). En Heródoto Aquémenes ya era sátrapa de Egipto.

547 Ctesias había de cuatrocientos mil hombres y ochenta naves (cf. Ctesias, ob. cit., 63).

548 Ctesias distingue una batalla en tierra y otra naval, en la que cua­renta navios atenienses se enfrentaron a ochenta naves persas. Vencieron los atenienses mandados por Caritímides; cincuenta barcos persas fueron destruidos y diez capturados con sus tripulaciones.

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la llamada Fortaleza Blanca549; los atenienses, que habían obtenido esta victoria gracias a su propio valor, persiguieron a los bárbaros hasta el lugar mencionado y no renunciaron al asedio550.

5 Cuando Artajeijes recibió la noticia de la derrota de sus tropas, como primera medida envió a Lacedemonia a algu­nos amigos con grandes sumas de dinero para pedir a los la­cedemonios que emprendieran una guerra contra los ate­nienses, pensando que de este modo las fuerzas atenienses, victoriosas en Egipto, se harían a la mar rumbo a Atenas pa-

6 ra acudir en defensa de su patria551. Pero los lacedemonios no aceptaron el dinero ni tampoco tomaron en consideración las peticiones de los persas552, por lo que Artajerjes, deses­perando de obtener la ayuda de los lacedemonios, preparó otras fuerzas; puso al frente de ellas a Artabazo y Megabizo,

549 Es el Leukôn Teîchos, «Muro Blanco», llamado así a causa del co­lor de sus piedras; era la ciudadela de Menfis. Cf. H e r ó d o t o , II 99; III 14, 1 y 91, 3; T u c í d i d e s , I 104, 2; P s e u d o C a ü s t e n e s , Vida y hazañas de Alejandro, I 34, donde se recuerda su fama de inexpugnable. Según el es­coliasta de Tucídides, era uno de los tres recintos amurallados de Menfís y estaba construido en mármol.

550 En C t e s ia s (ob. cit., 63) la primera fase de la expedición a Egipto concluye con una victoria naval ateniense. Aquémenes encuentra la muer­te y su cadáver es enviado a Artajerjes.

551 T u c í d i d e s (I 109, 2 ) también se refiere a que Artajerjes «envió a Esparta al persa Megabazo con dinero para persuadir a los peloponesios a invadir el Ática y forzar así la retirada de los atenienses de Egipto». Tucídides dice que se gastó el dinero inútilmente y que el Rey ordenó el regreso de Megabazo a Asia con el dinero que quedaba, y que entonces envió a Egipto al persa Megabizo, hijo de Zópiro, al frente de un gran ejército.

552 La negativa espartana puede explicarse por el hecho de que en esta época Esparta estaba bastante ocupada con la revuelta hilota; y, por otra parte, las relaciones con Atenas aún no habían alcanzado un deterioro que justificara aquella ayuda al Gran Rey.

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hombres que se habían distinguido por su valor, y los envió a combatir contra los egipcios553.

Cuando Eutipo era arconte en Una expedición Atenas554, los romanos eligieron cón-

persa de refuerzo suies a Quinto Servilio y a Espurioparte hacia Egipto postumio Albino555. Aquel año en Asia,

Artabazo y Megabizo, que habían si­do enviados a hacer la guerra contra los egipcios, partieron de Persia con un ejército de caballería y de infantería de más de trescientos mil hombres556. Cuando llegaron a Cili-

553 Ambos generaies tenían un excelente historial militar. Artabazo había sustituido a Mardonio después de Platea y había guiado la retirada persa (cf. supra, XI 31, 3-32, l); Megabizo se había distinguido al frente de la infantería persa (cf. Heródoto, VII 82 y 121,3). Salvo Diodoro, to­das las otras fuentes hablan de Megabizo como único jefe de (a nueva ex­pedición a Egipto (cf. Tucídides, I 109, 3).

554 El mismo nombre aparece en el Mármol de Paros A 58. Se ha pen­sado si sería el amigo de Cimón citado por Plutarco, Vida de Cimón 17,4. Cf. R. Develtn, ob. cit., pág. 73.

555 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varro- niana. Los cónsules, citados por Diodoro, Quinto Servilio y Espurio Postumio Albino lo fueron en el año 466 (288 a. U. 6·.). Cf. E. J. Bic- kermann, ob. cit., pág. i 71; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 33. Según la tradición vulgata (T. Livio, III 10, 5; 18, 8; Dionisio de Halicarnaso, X 1; Valerio Máximo, I6, 5; Plinio, H istoria natural II 167; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., págs. 36-37), los cónsules fueron Publio Volumnio Amintino y Servio Sulpicio Camerino.

556 Tucídides, 1 109, 3, sólo habla de «un gran ejército». Diodoro precisa que eran trescientos mil hombres y trescientas trirremes, y Cte­sias (Pérsicas, fr. 14, 32-36) eleva la cifra, con las fuerzas que ya esta­ban en Egipto, a quinientos mil hombres, mandados por Megabizo (cf, Tucídides, trad, cit., I 109, 3, nota 649), mientras que Orisco estaba al frente de una flota de trescientos veinte navios.

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cia y a Fenicia, hicieron que sus fuerzas de tierra se recu­peraran del cansancio de la marcha y ordenaron a los chiprio­tas, a los fenicios y a los habitantes de Cilicia que prepararan una flota. Una vez que estuvieron dispuestas trescientas trirremes, las equiparon con los marineros más expertos, con armas y proyectiles y todo lo que pudiera ser útil en una batalla naval. Los generales estuvieron pues ocupados en estos preparativos, ordenando a sus soldados que hicie­ran ejercicios físicos y adiestrándolos en todas las artes de la guerra, y en estas actividades pasaron casi todo el año. Los atenienses que estaban en Egipto seguían sitiando a los que se habían refugiado junto a Menfis, en el interior de la Fortaleza Blanca; pero los persas se defendían con coraje y los atenienses, al no poder tomar la plaza, prosi­guieron el asedio durante aquel año.

En Sicilia, los siracusanos, en gue­rra contra los extranjeros sublevados,

Luchas aviles en Sicilia lanzaban continuos ataques contra despues de las tiranías

Acradina y la Isla; vencieron a los re­beldes en una batalla naval, pero en

tierra no lograron expulsarlos de la ciudad debido a la forta­leza de sus posiciones. A continuación, se produjo un en­frentamiento en campo abierto; unos y otros lucharon con ardor y en los dos bandos cayeron muchos hombres, pero vencieron los siracusanos. Después de la batalla, los siracu­sanos recompensaron a los soldados de élite, que eran seis­cientos y habían sido los artífices de la victoria, y como premio al valor les concedieron una mina de plata a cada

557 Los seiscientos epílelctoi, los chariéstatoi, constituían un cuerpo de élite, como otros cuerpos similares de otras ciudades griegas. Una mina equivalía a 100 dracmas, es decir, 1/60 de talento. El total de la recompen­sa fue pues de 10 talentos.

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3 Coincidiendo con estos hechos, Ducetio, el caudillo de los sículos558, disgustado con los habitantes de Catana debi­do a su apropiación del territorio de los sículos, emprendió una expedición contra ellos. Paralelamente los siracusanos marcharon asimismo contra Catana y, entendiéndose con Ducetio para un reparto común del territorio de aquella ciu­dad, hicieron la guerra a los colonos que había instalado allí el tirano Hierón559. Los habitantes de Catana resistieron, pe­ro vencidos en diversas batallas, fueron expulsados de Cata­na y pasaron a ocupar la ciudad que hoy recibe el nombre de Etna y que antes se llamaba Inesa560; y los antiguos habitan­tes de Catana, después de mucho tiempo, recuperaron su pa­tria.

4 Después de estos acontecimientos, los que, en tiempos de la tiranía de Hierón561, habían sido echados de sus ciuda-

558 Ducetio, personaje prestigioso entre los sículos (cf. infra, XI 78, 5), capitaneó la reacción sícula de la zona calcidca.

559 Cf. supra, XI 49, 2.56u Respecto a los movimientos de poblaciones de Catana, Etna-Inesa,

cf. Estrabón, VI 2, 3. Para fundar Etna, Hierón había expulsado primero a los cataneos originarios y los había trasladado a Leontinos; a continua­ción estableció en su lugar a sus propios colonos, cinco mil siracusanos y cinco mil peloponesios, y finalmente había cambiado el nombre de Catana por el de Etna. Ahora los habitantes de esta Etna fundada por Hierón son expulsados de su ciudad por Ducetio y los siracusanos y van a habitar una ciudad del macizo del Etna, Inesa, a la que dan el nombre de Etna. Dos ciudades, por tanto, han tenido el nombre de Etna: Catana y después Inesa. Etna-Inesa se sitúa entre Catana y Ceníoripa, al norte de la actual Paterno. En tiempos de Diodoro era ésta la que se conocía como Etna.

58 ' Dado que a continuación se citan Gela, Acragante e Himera, ha sorprendido eí nombre de Hierón y se ha pretendido sustituirlo por el de Terón. Masacres o traslados de poblaciones en sitios como Rimera y Acragante se sitúan en época de Terón. La expresión que aquí se concreta en la época de Hierón podría hacerse extensiva en general a toda la época de ia tiranía, puesto que de los movimientos de las poblaciones hay ejem­plos en tiempos de todos los antecesores de Hierón.

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des, al tener aliados que combatieran con ellos, regresaron a sus patrias y expulsaron a los que se habían apropiado injus­tamente de las ciudades de otros; entre éstos estaban los habitantes de Gela, de Acragante y de Hímera. De modo 5 análogo los habitantes de Regio, juntamente con los de Zan­cle, expulsaron a los hijos de Anaxilas, los tiranos de sus ciudades, y liberaron sus patrias562. A continuación, los habitantes de Gela, que originariamente habían colonizado Camarina, repartieron en lotes el territorio de esta ciudad563. Casi todas las ciudades se afanaron en poner fin a las hosti­lidades y tomaron una decisión común: pactaron con los mercenarios extranjeros residentes en el país, acogieron a los exiliados y devolvieron las ciudades a los antiguos ciu­dadanos. A los extranjeros que, gracias a las tiranías, tenían en sus manos ciudades que pertenecían a otros les permitie­ron que se llevaran sus bienes y que se establecieran todos

562 Sobre la caída de la tiranía en Regio y Zancle, cf. Justino, 4, 3. Fueron las dos últimas ciudades que vivieron el movimiento de liberación, diez años después de Acragante y seis después de Siracusa.

563 Sobre Gela y la fundación de Camarina, cf. Heródoto, VII 154 y 156; Tucídides, VI 5, 3; escolio a Píndaro, Olímpicas 5, 9 (19) a, b, c, con el fr. 19 de Timeo, Camarina estaba en la costa sur de Sicilia, junto a la desembocadura del río Híparis, «los venerables cauces del Híparis» can­tados por Píndaro en su Olímpica V, a unos 28 Km al sudoeste de Ragu- sa y a unos 30 al este de Gela. La historia de Camarina fue una sucesión de destrucciones y reconstrucciones. Sobre sus primeros fundadores hay dos versiones diferentes: según Tucídides, fue fundada por Siracusa en el 598, 135 años después de Siracusa; según Timeo, por los de Gela durante la Olimpíada 42 (entre el 612 y el 608), una segunda vez, hacia el 493/492, por Hipócrates de Gela (también en Tucídides VI 5, 3), y de nue­vo una tercera igualmente por los geloos, que también contempla Tucídi- dcs (con una corrección de Dodwell, a partir del presente pasaje de Dio­doro: cf. Tucídides, trad, cit., VI 5, 3, nota 2Î). La fuente de Diodoro es seguramente Timeo.

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en el territorio de Mesina564. Fue así como las discordias ci­viles y las revueltas tuvieron fin en las ciudades de Sicilia; después de poner fin a los regímenes políticos impuestos por extranjeros, casi todas estas ciudades distribuyeron sus territorios respectivos entre todos los ciudadanos565.

Cuando en Atenas era arconte Partida de los atenienses prasjc|j¿es 566 ge cejebró ]a. Olimpíada

de Egipto. Efia!tes . . ,frente ai Areópago octogésima, en la que la victoria en la

carrera del estadio la obtuvo el tesalio Torilas567, y los romanos eligieron cónsules a Quinto Fabio y a Tito Quincio Capitolino568. Aquel año en Asia, los gene­rales de los persas, que habían pasado a Cilicia, equiparon trescientas naves bien provistas de todo lo necesario para la guerra569, y después, con el ejército de tierra, prosiguieron

564 Cf. supra, X I 48, 2.565 Diodoro es nuestra ftiente principal sobre estas luchas civiles en las

ciudades de Sicilia y de Italia meridional durante este período.566 Con la corrección de J. van Meurs Phrasikleidou en lugar del Pha-

sikleídou de los manuscritos, corrección que se basa en Dionisio de Halicarnaso, X 1, 1 (Frasicles) y Pseudo Plutarco, Vidas de los diez oradores 835C. Cf. R. Develin, ob, cit., pág. 73, que da Frasicles o Frasi- clides.

567 Cf. Dionisio de Halicarnaso, X I, 1. Cf. L. Moretti, Olympio- nikai, i vincitori negli antichi agoni olimpici, Memorie Accademia Nazio- nale dei Lincei, VIII, 1959, pág. 259.

568 Continua el adelanto de seis años respecto a la cronología Varronia­na. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Quinto Fabio y Tito Quincio Capitolino (O. Fabius Vibulanus II y T. Quinctius Capitolinus Barbatus III), lo fueron en el año 465 (289 a. U. c.). Cf. E. J. Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 33. Según la tradición vulgata (T. Livio, III 15, 1; Dionisio de Halicar­naso, X 9,1; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 37), los cónsules fueron Publio Valerio Publicola (cónsul en 475) y Gneo Claudio Irregilense Sabino.

569 Cf. supra, XI 75, 2.

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su marcha a través de Siria y Fenicia; y con la flota que na­vegaba a lo largo de la costa a la altura del ejército de tierra, llegaron a Menfis, en Egipto. En primer lugar, su llegada 2

hizo parar el asedio de la Fortaleza Blanca, al provocar el espanto de egipcios y atenienses; a continuación con una decisión prudente renunciaron a un ataque frontal y se pro­pusieron poner fin a la guerra valiéndose de estratagemas. Así, dado que las naves áticas estaban fondeadas en la isla llamada Prosopitis570, desviaron el curso del río que la ceñía mediante canales, transformando de este modo la isla en tie­rra fírme571. Entonces las naves de pronto se encontraron en 3

seco y los egipcios, dominados por el pánico, abandonaron a los atenienses y se reconciliaron con los persas. Los atenien­ses, privados de sus aliados y viendo que ya no podían ser­virse de sus naves, las incendiaron para evitar que cayeran en manos de los enemigos; ellos, sin ser presa del espanto ante aquella dramática situación, se animaban unos a otros a no hacer nada que fuera indigno de sus hazañas anteriores. Así, superando en valor a aquellos que habían muerto por 4

Grecia en las Termopilas, estaban prestos a combatir contra los enemigos. Pero los generales de los persas, Artabazo y Megabizo, viendo la extraordinaria audacia de sus enemigos y calculando que sería imposible aniquilarlos sin perder un sinnúmero de sus propios soldados, concluyeron un acuerdo con los atenienses por el que éstos podrían abandonar Egip­to sin correr ningún peligro. Los atenienses, después de sal- 5

570 Isla situada en el delta del Nilo, entre las bocas Canóbica y Sebení- tica y un canal que las unía. Cf. Heródoto, II 41, 4-5; Tucídides, I 109, 4; Estrabón, XVII 1, 20; Ptolomro, IV 5, 49.

571 Tucídides, I 109, 4, dice que los atenienses estuvieron sitiados en la isla Prosopitis durante un año y seis meses, hasta que Megabizo, dese­cando el canal desviando el agua por otro conducto, dejó las naves en seco y unió la mayor parte de la isla a tierra firme.

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var su vida gracias a su valor, partieron de Egipto y, una vez que a través de Libia llegaron a Cirene, desde allí, contra

6 toda esperanza, volvieron sanos y salvos a su patria572. En Atenas, coincidiendo con estos acontecimientos, Efialtes, hijo de Sofónides,573 que era un líder del pueblo, excitó a las masas contra los miembros del Areópago y persuadió a la asamblea popular a votar un decreto que disminuía el poder del consejo del Areópago y abolía las celebradas normas de la tradición patria574. Pero no quedó sin castigo por aquellas

572 La versión de Diodoro, embellecida, difiere notablemente de la de Tucídides (1 110, 1-3), en la que no hay un acuerdo entre persas y ate­nienses, sino un gran desastre después de seis años de guerra, a raíz del cual «unos pocos de entre muchos lograron salvarse dirigiéndose a Cirene a través de Libia»; pero la mayor parte pereció y Egipto volvió a estar bajo la autoridad del Rey persa. E Inaro, el rey de los libios, que había tramado todo el asunto de Egipto, fue capturado a traición y empalado (no inmedia­tamente, sino cinco años después, según Ctesias: cf. F. Jacohy, FGrHîst 688, fr. 14).

573 Después de Temístocles, Efialtes se convirtió en un líder indiscu­tible del partido popular y sus reformas fueron continuadas por Pericles. Ciudadano íntegro (cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 1 0 , 8 ; E l i a n o , H isto­rias curiosas XI 9 y XIII 39), aglutinó a los opositores a la política fi- loesparíana de Cimón, cuyo ostracismo ( 4 6 2 /4 6 1 ) significó el triunfo de la democracia de Efialtes y Pericles, que cortaron con ia relación con Esparta de los sectores conservadores, siguieron en la línea de Temísto­cles y trabajaron por una real democratización del sistema político ate­niense.

574 Sobre las reformas de Efialtes, cf. A ristóteles, Política 2, 1274a 5-10; Constitución de los atenienses 25; 27, 1; 35, 2; 41, 2; Filócoro, FGrHist 328, fr. 64; P lu ta rc o , Cornejos políticos 812D (en Obras mora­les y de costumbres X, BCG, Madrid, 2003; Vida de Cimón 10, 8 y 15, 2- 3; Vida de Pericles 7, 8, 9, 3-5 y 10, 7-8; H arpocración, s. v. ho kátdthen nomos; Pausanias, 1 29, 15; Hypothesis a Isocrates, Areopagí- tico; posibles alusiones en Esquilo, Euménides 681-710 y 861-866. El juicio negativo de Diodoro ha de confrontarse con las demás fuentes.

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LIBRO XI 297

transgresiones de las leyes, sino que una noche fue asesina­do y el fin de sus días quedó envuelto en el misterio 575.

Transcurrido aquel año, Filocles 78Exitos atenienses

contra Corinto, Epidauro arconte en Atenas , y en Romay Egina. Ducetio funda el cargo del consulado pasó a manos Meneno y se apodera , λ τ π ^ r* ' i

deMorgantina d e A llI° PostUHIiO R egu lo y EspUIlOFurio Mediolano577. Durante este año,

estalló una guerra entre los corintios y los epidaurios de un lado y los atenienses del otro. Los atenienses marcharon con­tra el enemigo y obtuvieron la victoria en una encarnizada batalla. Zarparon luego con una gran flota y desembarcaron 2

en la ciudad llamada Halias 578, avanzaron hacia el interior

575 Sobre el asesinato de Eíialtes, cf. Antifonte de Ramnuntk, Sobre el asesinato de Herodes 68; Pseudo Platón, Axíoco 368D; Aristóteles, Cons­titución de los atenienses 25, 4; P lu tarco , Vida de Pericles 10, 7-8. Fue ase­sinado poco después de su reforma, hacia el 462/461. El ejecutor del asesinato fue Aristonico de Tanagra, pero los instigadores no fueron descubiertos.

576 Nombre atestiguado en otras fuentes. Cf. Hypothesis a Esquilo, Agamenón; IG, II2, 2318, 4 i ; Pseudo Plutarco, Vidas de los diez orado­res 83 5 C y 83 6A. Cf. R. Develin, oh. cit., pág. 74.

577 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Aulo Postumio Régulo y Espu­rio Furio Mediolano (A. Postumius Regillensis y Spurius Furius Medulli­nus Fusus), lo fueron en el año 464 (290 a. U. c.). En ios manuscritos de T. Livio (III 4, 1), el primer cónsul aparece con el nomen y cognomen de Postumio Albo, y el segundo aparece como Espurio Furio Fusco. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, III 22, 1; Dionisio de Halicarnaso, X 20, 1; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 38), los cónsules fueron Quinto Fa­bio Vibulano (cónsul en 467 y 465) y Lucio Corneíio Maluginense.

Cf. E. J. Bickhrmann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 34.

578 Ciudad costera situada en el extremo sur de la Argólide.

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del Peloponeso y mataron a muchos enemigos579. Los pelo- ponesios se reagruparon y reunieron importantes fuerzas, y se libró una batalla contra los atenienses cerca de Cecrifa- lia580, en la que vencieron de nuevo los atenienses. Después de haber conseguido tales éxitos, viendo que los eginetas se enorgullecían de sus hazañas pasadas y que les eran hostiles, decidieron someterles por medio de una guerra. Los ate­nienses enviaron pues contra ellos una flota considerable, pero los habitantes de Egina, que tenían una gran experien­cia y gozaban de una gran fama en los combates navales, no se dejaron intimidar por la superioridad de los atenienses y, al disponer de un número suficiente de trirremes y añadir aun otras de nueva construcción, afrontaron la batalla naval, pero fueron derrotados y perdieron setenta trirremes. Así, con sus aspiraciones abatidas por la magnitud del desastre, se vieron obligados a adherirse a la liga ateniense compro­metiéndose al pago de un tributo581. Tales fiieron pues los éxitos que consiguió para los atenienses el estratego Leócra- tes, que empleó nueve meses en llevar a término la guerra contra los eginetas582.

579 La expedición contra Halias del 459/458, que, según Diodoro, constituyó un éxito para los atenienses, para Tucídides (I Í05, 1) acabó con una derrota ateniense. De todas formas, el texto de Diodoro es pro­blemático.

580 Isla del golfo Sarónico, situada entre Egina y Epidauro. Es la actual Angistri. En aguas de la isla de Ceerifalia, la flota ateniense venció a una fuerza naval corintia.

581 Cf. supra, XI 70, 2-3 y nota 528. Sobre la guerra entre Atenas y Egina y la capitulación de Egina, cf. Tucídides, I 105, 2-4 y 108, 4; An­docides, Sobre la paz 6; Esquines, Sobre la embajada fraudulenta 173; cf asimismo, Hhródoto, V. 89; IG I3, 929; Lisias, Epitafio 48-49. La ca­pitulación de Egina tuvo lugar en el 457/456.

582 Leócrates, hijo de Estrebo, había combatido en Platea. Cf. Plu­tarco, Vida de Aristides 20, 1. Su nombre aparece en una dedicatoria an­terior al 460 (cf. IG I2, 821; SEG, X 340).

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LIBRO XI 299

Coincidiendo con estos acontecimientos, en Sicilia, Du- cetio, el rey de los sículos, ilustre por su familia y muy po­deroso en aquel tiempo, fundó la ciudad de Meneno y repar­tió el territorio circundante entre sus habitantes; después, emprendió una expedición contra la importante ciudad de Morgantina y, al apoderarse de ella, adquirió un gran presti­gio entre su pueblo583.

Transcurrido aquel año, Bión fue 79

Guerras entre corintios arconte en Atenas,584 y en Roma el 458/7 ymegareos cargo del consulado pasó a manos de

y ente focenses y dorios t i t r ci τ ' j . ± τ τ ίPublio Servilio Estructo y Lucio Ebu- ció Halbas585. En este año estalló una

disputa por una cuestión de un territorio limítrofe entre los corintios y los megareos, y las dos ciudades entraron en guerra. Comenzaron por efectuar constantes saqueos los unos 2

583 En la fundación de Meneno, se ha señalado el comportamiento de Ducetio como un fundador griego. Morgantina estaba cerca de Aidona, a 9 Km al nordeste de Piazza Armerina. Cuando cayó Ducetio pasó a manos de los siracusanos y en tiempos de Estrabón (cf. VI 2, 4) ya había sido abandonada, como ha confirmado la arqueología.

584 El nombre de este arconte en la forma que da Diodoro aparece en IG II2, 2 3 1 8 , 5 2 , La variante Habrón (preferida por R. D e v e l in , ob. cit., pág. 7 4 -7 5 ) se encuentra en IG I2, 1 9 -2 0 = SEG X 7 ; M . N. T o d , A selec­tion o f Greek historical inscriptions, 2 .a éd., Oxford, 1 9 4 6 -4 8 (= Greek Historical Inscriptions, Chicago, 1 9 8 5 ) , 3 1 ; R. M e i g g s -D . L e w i s , A Se­lection o f Greek historical inscriptions, Oxford, 1 9 6 9 , 3 7 .

385 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Publio Servilio Estructo y Lucio Ebucio Halbas (P. Servilius Priscus y L. Aebutius Helva), lo fueron en el año 463 (291 a. U. c.). Cf. E. J. Bickermann, oh. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257; T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 34, Según la tradición vulgata (T. Livio, ΙΠ 25, 1 ; Dionisio de Halicarnaso, X 22, 1; XI 20, 1; cf. T. R. S. Broughton, ob. cit., pág. 39), los cónsules fueron Gayo Naucio Rutilo (cónsul en 475) y Lucio Minucio Esquilino.

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300 BIBLIOTECA HISTÓRICA

en el territorio de los otros, enfrentándose en grupos pe­queños en escaramuzas y pequeños combates; pero el con­flicto se agravó y los megareos, que salían siempre peor pa­rados y temían a los corintios, sellaron una alianza con los

3 atenienses586. De este modo se restableció el equilibrio de fuerzas entre las dos ciudades y, cuando los corintios, con la ayuda de los peloponesios, invadieron Megáride con un ejército considerable587, los atenienses enviaron a los mega­reos un contingente mandado por Mirónides, un hombre admirado por su valor588. Tuvo lugar una batalla campal, violenta y larga, en la que unos y otros se igualaron en va­lor, pero al final vencieron los atenienses y mataron a un

4 gran número de enemigos589. Pocos días después, se produjo de nuevo una violenta batalla en un lugar llamado Cimo­lia590; de nuevo vencieron los atenienses [y mataron a un gran número de enemigos. Pocos días después, se produjo de nuevo una violenta batalla]591 {...).

586 Sobre las diferencias entre Corinto y Mégara y la alianza de ésta con Atenas, cf. T u c í d i d e s , I 103, 4; A n d ó c i d b s , Sobre la p a z 3; P l u ­

t a r c o , Vida de Cimón 17, 1-2. En Tucídides, los acontecimientos de Me­gáride se sitúan entre la instalación de los mesemos en Naupacto y el prin­cipio de la expedición a Egipto. Megáride era de una indudable importan­cia estratégica para Atenas.

587 En cuanto a las batallas de Megáride, el relato de Diodoro está muy próximo al de Tucídides. Sobre estas batallas, cf. T u c í d i d e s , I 105, 3-106; IG I3, 929 (= M e i g g s - L e w is , 33); L is ia s , Epitafio 49-53.

588 El pueblo admiraba su vaior y se le consideró el hombre capaz de salvar a Atenas después del desastre de Sicilia. Según T u c í d i d e s , í 1 0 5 , 4 ,

el contingente estaba compuesto por los más veteranos y los más jóvenes.5X9 En T u c í d i d e s , I 1 0 5 , 5 - 6 , e l encuentro tuvo un resultado incierto y

ambos bandos erigieron un trofeo.590 Cimolia no ha sido localizada.591 El pasaje ha sido objeto de supresiones por los diversos editores y

parece que hay una doble copia debida a la inadvertencia de un copista. Al error se le puede unir una laguna en el pasaje.

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LIBRO XI 301

Los focenses592 emprendieron la guerra contra los do­rios, los antepasados de los lacedemonios593, que habitaban tres ciudades, Beo, Citinio y Eríneo, situadas al pie del monte llamado Parnaso594. Al principio consiguieron imponerse 5 sobre los dorios por la fuerza y se apoderaron de sus ciuda­des, pero algún tiempo después los lacedemonios enviaron a Nicomedes, hijo de Cleómenes595, en ayuda de los dorios, a causa de su parentesco étnico; llevaba consigo a mil qui­nientos lacedemonios y un contingente de diez mil hombres proporcionados por los otros peloponesios. Así, pues, Ni- 6 comedes, que era tutor del rey Plistoanacte, todavía menor, acudió con tales fuerzas en socorro de los dorios; venció a los focenses y, después de reconquistar las ciudades, hizo reconciliar a los focenses y a los dorios596.

592 Los focenses eran los habitantes de la Fócide, región situada al no­roeste de Beocia y la norte del golfo de Corinto. Por el norte limita con el territorio de los loeros opuntios y por el noroeste con la Dóride, mientras que al este tiene la Lócride Ozolia. No deben confundirse con los foceos, habitantes de Focea.

393 La Dóride era la región de Grecia Central de la que habrían partido los dorios invasores del Peloponeso; por ello era la metrópoli de ios espar­tanos y estuvo siempre bajo ia protección de Esparta. Sobre la guerra entre focenses y dorios y la intervención lacedemonia, cf. T u c í d i d e s , l 107, 2; P l u t a r c o , Vida de Cimón 17, 4; E l i o A r is t id e s , 13, l. El relato de Dio­doro es próximo al de Tucídides. La Fócide solía mantener buenas rela­ciones con Atenas (cf. T u c í d i d e s , III 9 5 , 1).

594 Las tres ciudades aparecen citadas en T u c í d i d e s (I 107, 2) y Dio­doro. También se encontraba allí Pindó. Estaban en el camino que desde Málide se dirigía a Fócide.

595 En realidad Nicomedes no era hijo de Cleómenes, sino de Cleom­broto. Cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 94, I; y I 107, 2. Estamos ante un error de los manuscritos.

596 La intervención de Esparta en defensa de los dorios suponía una victoria de la diplomacia de Pericles, que, después de las victorias de Ce- crifalia, Egina y Mégara, veía inevitable una guerra contra Esparta.

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302 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Cuando los atenienses supieron que los lacedemonios habían puesto fin a

La batalla de Tanagm la guerra contra los focenses y se dis­ponían a emprender el camino de re­greso a su casa, decidieron atacar a los

lacedemonios durante su marcha. Partieron pues contra ellos con un ejército reforzado con tropas de los argívos y los te- salios, y, con el plan de atacarlos con cincuenta naves y ca­torce mil soldados, ocuparon los pasos de Gerania597. Los lacedemonios, al enterarse de las intenciones de los atenien­ses, se dirigieron a Tanagra, en Beocia598; y cuando los ate­nienses se presentaron en Beocia, los dos ejércitos se situa­ron frente a fiente y tuvo lugar una violenta batalla. A pesar de la defección de los tesalios, que en el curso de la batalla se pasaron a los lacedemonios, los atenienses y los argivos prosiguieron la lucha con gran ardor; fueron muchos los caídos en uno y otro bando, y al caer la noche, suspendieron las hostilidades599. A continuación, cuando estaba al llegar

597 Cf. T u c í d i d e s , I 107, 3. Los atenienses trataron de cortar la retira­da a las tropas espartanas, por mar con una flota fondeada en aguas dei golfo de Corinto, y por tierra ocupando los desfiladeros de los monies que separan el territorio megareo del corintio; estos montes de Gerania atravie­san toda la Megáride, desde el golfo Sarónico al golfo de Corinto.

598 Tanagra, la ciudad más importante de Beocia oriental (a unos 25 Km al este de Tebas), estaba cerca de la frontera con el Ática y no lejos del mar. El paso de los espartanos a Beocia no solo encuentra justificación en el hecho de que los atenienses ocuparan los pasos de Megáride, sino también, según observa T u c í d i d e s (I 107, 4) «en el hecho de que algunos atenienses los animaran en secreto, con la esperanza de poner fin a la de­mocracia y a la construcción de los Muros Largos». Serían algunos oligar­cas exasperados por las reformas de Efíaites, para quienes los Muros Lar­gos significaban el triunfo de los demócratas y de una política dependiente del mar.

599 Por parte ateniense, la intervención en Beocia era absolutamente necesaria, dado el peligro que suponía la presencia del ejército de Nico-

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procedente del Ática un importante convoy de víveres para los atenienses, los tesalios decidieron atacarlo en aquel mo­mento y, una vez que hubieron cenado, aprovecharon la no­che para ir al encuentro de los hombres que escoltaban el convoy. Los atenienses encargados de la escolta, ignorando lo ocurrido, acogieron a los tesalios como amigos, y tuvo lugar una serie de confusos combates por la posesión de los víveres. Al principio los tesalios, acogidos por enemigos ig­norantes de la situación, mataban a los que encontraban y, al estar organizados frente a hombres totalmente confundidos, dieron muerte a muchos de ellos en combates cuerpo a cuer­po600. Los atenienses que se encontraban en el campamento, cuando se enteraron del ataque de los tesalios, acudieron a toda prisa y al primer ataque los pusieron en fuga e hicieron una gran carnicería. Pero los lacedemonios acudieron en auxilio de los tesalios con su ejército en orden de batalla; todas las tropas de los dos bandos se enfrentaron en una ba­talla campal, en la que, por el pundonor de los combatientes, fueron muchos los que perecieron en uno y otro lado. Al fi­nal, el resultado de la batalla fue incierto, y ocurrió que los lacedemonios y los atenienses reivindicaron la victoria. En­tonces, dado que la noche sobrevino y la victoria estaba aún indecisa, intercambiaron embajadores y concluyeron una tregua de cuatro meses605.

medes tan cerca de Atenas. Era además ventajoso atacar a los espartanos lejos del Peloponeso. La defección de la caballería tesalia (cf. T u c í d i d e s ,

107, 7; P a u s a n i a s , 1 29, 9) fue un duro contratiempo para los atenienses.600 Diodoro es la única fuente que nos cuenta este episodio.601 Sobre la batalla de Tanagra, cf. H e r ó d o t o , IX 35; T u c í d i d e s , 107,

4-108, 1; P l a t ó n , Menéxeno 242a-b; A r is t o d e m o , FGrHist, 104, fr. 12, 1; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Cimón 3, 2; P l u t a r c o , Vida de Cimón 17, 4-8; Vida de Pericles 10, 1-3; J u s t i n o , III 6, 8-9; E l io A r i s t i d e s , XIII, [I 256 D i n d o r f ]; P a u s a n i a s , I 29, 9 y III 11, 8. Los historiadores aceptan la fecha de Diodoro, el 458/7, y precisan que la batalla tuvo lugar en la

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81457/6

Transcurrido aquel año, Mnesitides fue arconte en Atenas602, y en Roma

La victoria de Mirónides fueron elegidos cónsules Lucio Lu­crecio y Tito Veturio Cicorino603. En este año, los tebanos, cuya importan­

cia había disminuido a raíz de su alianza con Jeijes604, bus­caron el medio de recuperar la potencia y la gloria de sus antepasados. Por esta razón, dado que todos los beocios los despreciaban y no les prestaban ninguna atención, los teba­nos pidieron a los lacedemonios que les ayudaran a con­quistar para su ciudad la hegemonía sobre toda Beocia. A cambio de este servicio, les prometieron que por su cuenta harían la guerra a los atenienses, de modo que en adelante los espartiatas no tendrían ninguna necesidad de enviar un

primavera del 457. Respecto al resultado de la batalla, Diodoro, que sin duda utiliza una fuente filoatenicnse, está en desacuerdo con las otras fuentes, que, con excepción de Aristodemo, atribuyen la victoria a los es­partanos y sus aliados. Esta victoria encuentra confirmación en una ins­cripción de Olimpia (cf. P a u s a n i a s , V 10, 4; T o d , 27 = M e i g g s -L e w i s ,

36). La tregua de cuatro meses sólo es mencionada por Diodoro.602 Su nombre está atestiguado en escolio a A r i s t ó f a n e s , Accirnienses

10, que da Mnesítheos, y en A r is t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 26, 2. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 75.

603 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronoiogía varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Lucio Lucrecio Tricipitino y Ti­to Veturio Gemino Cicorino, lo fueron en el año 462 (292 a. U. <?.). En los manuscritos de Diodoro encontramos la forma Loukrátios. Cf. E. J. B ic- KERMANN, ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S.

B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 35. T. L iv i o (Π 1 8 , 2) da Lucio Lucrecio Trici­pitino y Tito Vetucio (o Vetusio) Gemino. Según ia tradición vulgata (T. L iv i o , III 15, 1; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , X 9, 1; cf. T. R. S . B r o u g h ­

t o n , ob. cit., pág. 37), los cónsules fueron Gayo (o Marco) Horacio Pulvi- ío (cónsul en 477) y Quinto Minucio Esquilino.

604 Sobre el medismo de Tebas. cf. supra, XI 4, 7; 21, 3; 22, 1; 32, 2; 33,4.

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ejército de tierra fuera del Peloponeso. Los lacedemo- nios605, juzgando que la propuesta era ventajosa para ellos y pensando que, si acrecentaban la potencia de Tebas, ésta se­ría como una especie de contrapeso de la de los atenien­ses606, precisamente por esta razón, dado que entonces, en la región de Tanagra, tenían un importante ejército dispuesto a actuar, agrandaron el perímetro de las murallas de la ciudad de los tebanos y obligaron a las ciudades de Beocia a some­terse a los tebanos607. Los atenienses por su parte, afanán­dose por contrarrestar las acciones de los lacedemonios, organizaron un ejército considerable y eligieron como estra­tego a Mirónides, hijo de Calías608. Éste reclutó a un núme­ro suficiente de sus conciudadanos, les dio las órdenes pre­cisas y les convocó para el día en que tenía la intención de partir de la ciudad con el ejército. Cuando llegó el momento señalado, y algunos soldados no se presentaron en el día fi­jado609, con los que habían acudido se puso en marcha hacia Beocia. Algunos comandantes y algunos amigos decían que se debía esperar a los retrasados, pero Mirónides, que era un general a la vez inteligente y enérgico, se negó a esperar; declaró que los que voluntariamente se habían retrasado en la salida, también se comportarían de modo cobarde e inno­ble en la batalla, y que por ello no afrontarían los riesgos que la defensa de la patria requería, y que, por el contrario,

605 Hasta después del dióper, «precisamente por esto», no hay un ver­bo en forma personal, lo que ha sorprendido y ha hecho que algunos quie­ran Ver aquí una laguna con un «aceptaron»,

606 Respecto al tratado entre Esparta y Tebas, cf. J u s t i n o , III 6, 10.607 Diodoro ha explicado perfectamente las ventajas que el tratado te­

nía para ambos bandos. Las esperanzas de Tebas se ven absolutamente satisfechas.

608 Cf. supra, XI 79, 3, y nota 588.609 Con la lectura hêméran. O bien «en el punto de partida fijado» con

la corrección aphormén (Capps, Oldfather).

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306 BIBLIOTECA HISTÓRICA

aquellos que habían estado prestos y presentes en el día fija­do manifestaban de modo evidente que no abandonarían su puesto en el curso de la guerra; y esto fue realmente lo que

6 ocurrió. En efecto, marchando al frente de pocos soldados, pero los más valerosos, los alineó en orden de batalla en Beocia contra un enemigo mucho más numeroso, e infligió una dura derrota a sus adversarios610.

82 En mi opinión, este hecho de ar-La victoria de Mirónides, mas no tiene nada que envidiar a nin-

T em h to d es *M ilciades guna de las batallas sostenidas por los y Cimón atenienses en los tiempos precedentes;

en efecto, ni la victoria de Maratón, ni el éxito obtenido en Platea contra los persas, ni las demás empresas famosas de los atenienses no aventajan en nada, a mi parecer, a la batalla en la que Mirónides venció a los

2 beocios. De las batallas precedentes, en efecto, unas se combatieron contra los bárbaros y otras se libraron con ayu­da de aliados, mientras que en la batalla campal que nos ocupa los atenienses obtuvieron la victoria afrontando el pe­ligro ellos solos y tuvieron como adversarios a los más vale-

6!0 Diodoro no localiza esta gran victoria de Mirónides sobre los beo­cios, pero puede pensarse que se trata de la batalla de Enófita, que tuvo lu­gar en septiembre del 457, unos setenta y dos días después de la derrota de Tanagra. Respecto a Enófita, cf. T u c í d i d e s , 108, 2-3; P l a t ó n , Menéxeno 242 b; A r i s t o d e m o , FGrHist, 104, fr. 12, 2; E l i o A r í s t id r s , XIII, [Din- dorf, 1 256]; P o l i e n o , 1 35,1-2; F r o n t i n o , 114, 11; IV 7, 21; 1G Ÿ26. Es­ta victoria fue la respuesta ateniense a los intentos espartanos de imponer­se en la Grecia central. En cuanto a las palabras de Mirónides sobre los que se retrasaron, también se hace referencia a ellas en P l u t a r c o , Máxi­mas de reyes y generales 185Ε; y las mismas se atribuyen a Leónidas en Máximas de espartanos 225D, o a Timoteo en P o l i e n o , III 10, 3. En cuanto al sitio de Enófita, se desconoce su localización exacta, pero se piensa que estaba cerca de Tanagra. Hoy hay una localidad cercana a Ta­nagra que lleva el mismo nombre.

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rosos entre los griegos. Los beodos, ciertamente, no pare­cen inferiores a ningún otro pueblo en la resistencia ante las penalidades y en los combates de la guerra; es un hecho que algún tiempo después, en Leuctra y en Mantinea, fueron pre­cisamente los tebanos quienes, enfrentándose, ellos solos, con todos los lacedemonios y sus aliados, adquirieron una gloria extraordinaria por su valor y conquistaron, de modo inesperado, la hegemonía de toda Grecia611. Entre los histo­riadores, aunque esta batalla a la que nos referimos se ha hecho famosa, ninguno ha descrito ni las fases del encuentro ni la disposición de las tropas612. Pero Mirónides, sin duda alguna, después de haber vencido a los beocios en aquella brillante batalla, puede sostener la comparación con los más ilustres generales que le han precedido, Temístocles, Mil- cíades y Cimón613. Después de esta victoria, Mirónides614 tomo Tanagra tras un asedio, derribó sus murallas y,'reco­mendó toda Beocia, la devastó y saqueó y, repartiendo el

61 ! En julio del 371, Epaminondas venció estrepitosamente a los lace- demonios en Leuctra, con lo que puso fin a las ambiciones hegemónicas de Esparta y dio a Tebas el papel de líder de Grecia. Pero en Mantinea, en julio del 362, Epaminondas cayó en el campo de batalla y Tebas tuvo que renunciar a la hegemonía en el Peloponeso.

612 Sólo se encuentra alguna información sobre la colocación de los atenienses en P o l i e n o , I 35, 1-2. Diodoro se muestra orgulloso de aportar algún comentario original.

613 En este pasaje y de nuevo más adelante (XII 1, 5), Diodoro pone a Mirónides en pie de igualdad con Temístocles, Milcíades y Cimón.

614 Aunque a veces se les ha considerado el mismo, parece que hay que distinguir entre dos personajes con el nombre de Mirónides; uno fue estra­tego en Platea y otro fue el vencedor en las campañas del 458 al 456. Cf. escolio a A r is t ó f a n e s , Lisístrata 801. Diodoro hace aquí un encendido elogio del segundo, hijo de Calías (cf. supra, 81, 4) y tal vez padre de Ar- quino. Cf. asimismo, P l u t a r c o , Vida de Pericles 16, 3 y 24, 10; A r i s t ó -

f a n e s , Lisístrata 801 ss.

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botín entre sus soldados, los obsequió a todos de manera abundante615.

Los beocios, irritados por la de- Enófita y las campañas vastación de su territorio, se concen-

de Mirónides en Lócride, traron en masa y, en el momento de Fócide y Tesalia · i i , , · j' partir a la guerra, habían conseguido

reunir un gran ejército. La batalla tuvo lugar en Enófita en Beocia y, al afrontar los dos ejércitos la violencia del combate con gran fortaleza de ánimo, esta ba­talla duró todo un día; pero una vez que los atenienses a du­ras penas pusieron en fuga a los beocios, Mirónides se apo­deró de todas las ciudades de Beocia, a excepción de Tebas616. A continuación, levantó el campo y salió de Beo­cia, y emprendió una expedición contra los locros llamados opuntios617. Los sometió en el primer ataque y, después de tomar rehenes, se lanzó contra Parnasia618. Como había he­cho con los locros, derrotó a los focenses y, después de to-

615 Con ello se ponía fin a la Liga Beocia bajo la hegemonía de Tebas impuesta por los espartanos a la que se acaba de referir en el capítulo 81,3.

616 El capítulo 83, en relación a los dos anteriores, se ha considerado problemático. La hipótesis de que la batalla tan elogiada por Diodoro en los capítulos 81-82 no sea la de Enófita no se considera aceptable. En este primer párrafo del c. 83 aparece citado expresamente por primera vez el nombre de Enófita; pero se piensa que este pasaje es una duplicación del episodio ya expuesto en los capítulos precedentes. Se trataría de una erró­nea utilización de las fuentes por parte de Diodoro; dos relatos de la misma batalla de Enófita se habrían tomado por dos batallas diferentes. T u c í d i -

d e s (I 108) se refiere claramente a la batalla de Tanagra y a continuación a la de Enófita, sin ningún encuentro intermedio.'Diodoro menciona la de Tanagra en el capítulo 80 y después ya pasa a resaltar el gran éxito que supuso Enófita, que recalca en este primer párrafo del c. 83

617 T u c í d i d e s (I 108, 3) también se refiere a este ataque a los locros opuntios, situados frente a Eubea, al norte de Beocia.

618 La región del Parnaso.

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mar rehenes, levantó el campo y marchó hacia Tesalia619, puesto que reprochaba a los tesalios su traición pasada y les ordenaba además que acogieran a los exiliados; y cuando los farsalios se negaron a recibirlo, puso sitio a su ciudad620. Pe­ro dado que no podía apoderarse de la ciudad por la fuerza, ya que los farsalios resistieron el asedio durante mucho tiem­po, renunció por el momento a sus planes respecto a Tesalia y regresó a Atenas621. De este modo Mirónides llevó a término grandes empresas en poco tiempo y se granjeó una clamorosa reputación entre sus conciudadanos. Tales fueron, pues, los acontecimientos de aquel año.

Cuando Calías era arconte en Ate- Periplo de Tólmides ñas622, se celebró en Elide la Olim-

en tomo ai Peioponeso piada octogesimoprimera, en la que Polimnasto de Cirene623 obtuvo la vic-

619 Con la ocupación del territorio de los focenses, la Fócide, los ate­nienses pensaban en el control del oráculo de Delfos y su influencia políti ­ca. A continuación, con la expedición contra Tesalia buscaban la interven­ción en la Anfictionía deifica, en la que los tesalios tenían una posición importante. Sobre !a ocupación de la Fócide, cf. T u c í d i d e s , I 108, 3; Po- LiKNO, I 35, 2.

620 Farsalo se encontraba en Ftiótide, uno de los cuatro distritos de Te­salia, en la zona meridional de la llanura tesaiia, al sur del río Enipeo y al pie del monte Nartacio.

621 Sobre la expedición de Mirónides a Tesalia, cf. T u c í d i d e s , I 111, 1, que da más detalles que Diodoro. Los atenienses actuaron a petición de Orestes, para restaurarlo en su jefatura (como tagós), y evidentemente querían asegurarse una alianza tesaiia.

622 Personaje mencionado en otras fuentes. Cf. Mármol de Paros·, A

59; D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , X 26, 1; escolio a A r is t ó f a n e s , Acar- nienses 10 y Nubes 971; escolio a E s q u in e s , Sobre la embajada fraudu­lenta 75 (78). Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 76.

623 Cf. L. M o r e t t i , Olympionikai. i vincitori negli antichi agoni oliin- pici, Memorie Accademia Nazionale dei Lincei, VIH, 1959, págs. 269.

84456/5

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tona en la carrera del estadio, y en Roma fueron cónsules Servio Sulpicio y Publio Volumnio Amentino624. Durante este año, Tólmides625, que estaba al frente de las fuerzas na­vales y que ambicionaba competir con Mirónides en valor y prestigio, se afanó por llevar a término alguna acción me­morable. Así, dado que en aquella época nadie todavía había devastado Laconia, exhortó al pueblo a saquear el territorio de los espartiatas y les prometió que, con mil hoplitas626 a bordo de sus trirremes, devastaría Laconia y humillaría la reputación de los espartiatas. Los atenienses estuvieron de acuerdo y él, queriendo llevarse mediante alguna argucia un mayor número dehoplitas, recurrió a la siguiente estratage­ma. Los ciudadanos pensaban que reclutaría su cuerpo expe­dicionario entre los jóvenes que estuvieran en la flor de la edad y con pleno vigor físico; pero Tólmides, deseoso de llevarse consigo a la expedición no sólo a los mil hombres designados, se acercaba a todos los jóvenes, uno por uno, y especialmente a los que se distinguían por su fortaleza físi­ca, y les decía que tenía la intención de reclutarlos; así, aña­día, era preferible que participara en la expedición como vo­luntario a que pareciera que se había visto obligado a ello

624 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Servio Sulpicio Camerino Cor- ñuto y Publio Volumnio Amentino Galo, !o fueron en el año 461 (293 a. U, c.). Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 17i; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 36. Según la tradición vulga­ta (T. Livio, III 31, 1; D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , X 31, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 41), los cónsules fueron Marco Valerio Latuca y Espurio Virginio Tricosto Celiomontano.

625 Tólmides, hijo de Tolmeo: cf. T u c í d i d e s , I 108, 5 y 113, 1. Fue un estratego emprendedor, que ya estuvo en Enófita (cf. A r is t o d e m o ,

FGrHist 104, fr. 12, 2); propugnó una ofensiva contra Esparta, debilitada por el fracaso en Beocia. Capitaneó diversas incursiones navales contra el Peloponeso.

626 Cf. P o l i e n o , III 3.

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por las listas de reclutamiento627. Una vez que con este ra- 5

zonamiento hubo persuadido a más de tres mil a alistarse como voluntarios, cuando vio que los restantes ya no mos­traban ningún deseo de partir, entonces reclutó entre estos otros a los mil que inicialmente le habían sido concedidos. Cuando hubo acabado los otros preparativos de su expedí- 6

ción, se hizo a la mar con cincuenta trirremes y cuatro mil hopütas628, desembarcó en Metone en Laconia, tomó esta plaza y, cuando acudían los lacedemonios para defender­la629, zarpó y navegó a lo largo de la costa hasta Gitio, la base naval de los lacedemonios, se apoderó de esta ciudad e incendió los arsenales de los lacedemonios y saqueó el terri­torio 630. Desde allí se hizo de nuevo a la mar y puso rumbo 7

a Zacinto, que pertenecía a Cefalenia; se apoderó de la isla y se aseguró la sumisión de todas las ciudades de Cefale- nia631; hizo luego la travesía hasta la costa de enfrente y arribó a Naupacto. Como en los otros casos, tomó esta plaza

627 En las listas de reclutamiento (catálogoi) podían figurar ios ciu­dadanos movilizables, entre 20 y 50 años, que podían ser enviados a las diversas expediciones. El servicio militar o efebia se cumplía entre los18 y 20 años, en los que no se participaba en las campañas propiamente dichas. Los jóvenes, pues, a los que se dirigía Tólmides para superar los mil asignados serían los de más de 20 años. La astucia de Tólmides apa­rece también en P o l i e n o , ÍII 3. P l u t a r c o , Vida de Pericles 18, 2, cuenta más o menos la misma anécdota a propósito de la expedición de Beocia del 447.

628 Cifras confirmadas por P o l i e n o , III 3.

629 De este ataque a Metone, plaza fuerte situada en la costa occidental del Peloponeso, Diodoro es la única fuente.

630 Gitio estaba en ía costa occidental del golfo Laconio, al norte del cabo Ténaro. Era la base naval y el arsenal de Esparta.

631 Las islas de Zacinto y Cefalenia fueron obligadas a adherirse a la Liga ático-delia, hecho de gran importancia para la navegación ateniense en el mar Jonio. Diodoro es la única fuente de estos hechos.

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312 BIBLIOTECA HISTORICA

85

455/4

en el primer ataque, e instaló allí a los notables mesenios que los lacedemonios habían dejado partir en virtud de un acuerdo 632. En aquel tiempo, en efecto, los lacedemonios, después de haber luchado durante largo tiempo contra los hilotas y los mesenios633, habían conseguido dominar a sus dos adversarios; dejaron partir de Itome a los segundos en virtud de un acuerdo, como se ha dicho, castigaron a los hilotas responsables de la revuelta y redujeron a la esclavi-

Cuando Sosístrato era arconte en Atenas635, los romanos eligieron cón­sules a Publio Valerio Publicola y a Gayo Claudio Regilo636. Este año, Tól-

632 Sobre el establecimiento de los mesenios en Naupacto, cf. T u c í d i -

d e s , I 103, 1-3; P a u s a n i a s , IV 24, 7-25, 1 y IV 33, 2; IG f 37 (= S. E. G.X 9); R. M e i g g s , D. L k w is , 74.

633 Cf. supra, XI 63-64 y nota 481. Diodoro ha situado el inicio de la revuelta de hilotas y mesenios en el 469, pero debió de estallar en el 464 y, al prolongarse la resistencia durante diez años, la capitulación ha de situar­se hacia el 455/454.

6:w Sobre la rendición de Itome, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 103, 1, y nota 576; P a u s a n ia s , IV 24, 7. Tucídides dice: «llegaron a un acuerdo con los lacedemonios por el que se comprometían a salir del Peloponeso bajo la protección del pacto y a no poner los pies allí nunca más».

635 El nombre de este arconte no se encuentra en otros autores. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., p á g . 7 7 .

636 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se refiere Diodoro, Publio Valerio Publicola y Ga­yo Claudio Regilo, lo fueron en el año 460 (294 a. U. c.). Cf. E. J. B ic -

k e k m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S.

B u o u g í i t o n , ob. cit., pág. 37. Después de la muerte de Publio Valerio, fue elegido como cónsul suffectus Lucio Quincio Cincinato. Según la tra­dición vulgata (T. Lrvio, III 31, 2; D i o n is i o d e H a l i c a r n a s o , X 33, 1 ; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 42), los cónsules fueron Tito Romilio Roco Vaticano y Gayo Veturio Cicurino.

tud a los otros634.

Aparece Pendes. Expedición contra

el Peloponeso y Acarnania

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mides permaneció en Beocia y los atenienses eligieron es­tratego a Pericles, hijo de Jantipo637, perteneciente a una fa­milia aristocrática; le confiaron cincuenta trirremes y mil hoplitas y lo enviaron a atacar el Peloponeso638. Saqueó una 2

gran parte del Peloponeso y luego pasó a Acarnania639, donde se aseguró la sumisión de todas las ciudades, a ex­cepción de Eníadas640. Así pues, los atenienses durante este año obtuvieron la hegemonía sobre muchísimas ciudades, y se granjearon una gran fama gracias a su valor y a la pericia militar de sus jefes641.

637 Pericles era de familia aristocrática, por su padre Jantipo y sobre todo por su madre, Agariste, nieta de Clístcnes, y por tanto una Alcmeóni- da (cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 3, 1-2). Se ha señalado el hecho curio­so de que la entrada en escena de Pericles en la obra de Diodoro se efectúa en las mismas circunstancias que en T u c í d i d e s (1 111,2).

63S Según T u c í d i d e s , I 111,2, los mil hoplitas atenienses embarcaron en Pegas, puerto de Megáride en el golfo de Corinto, bajo control ateniense.

639 La expedición contra Acarnania (región de Grecia central situada entre ei mar ionio al oeste, el golfo de Ambracia al norte y el río Aqueloo a oriente) constituía un ataque a la zona de influencia corintia y obedecía al proyecto de Pericles de asegurarse la navegación no sólo en el golfo de Corinto, sino también en la ruta occidental hacia Italia y Sicilia.

640 Ciudad de Acarnania meridional, cercana a la desembocadura del Aqueloo. Cf. T u c í d i d e s , I 111, 3 y II 102, 2-6. Reuniendo los datos de T u c í d i d e s (I 111, 1-3), P l u t a r c o (Vida de Pericles 19, 2-3) y los de es­tos pasajes de Diodoro, se pueden distinguir las etapas siguientes: Pericles sale de Pegas con mil hoplitas embarcados en 50 trirremes, según Tucídi­des y Diodoro, en 100, según Plutarco; va costeando hasta la altura de Si- ción, desembarca, derrota a los sicionios y pone sitio a su ciudad, asedio al que ha de poner fin cuando llegan refuerzos lacedemonios; pasa iuego a Acaya, territorio amigo en el que embarca nuevas tropas; desembarca lue­go en la costa de enfrente y remonta el Aqueloo; en su campaña en Acar­nania, no consigue tomar Eníadas y acaba regresando a Atenas, o a Pegas.

641 Atenas, con éxitos como los de Enófita, Egina y Mégara, y sus expe­diciones contra el Peloponeso, hechos en los que habían brillado las capaci­dades estratégicas de hombres como Mirónides, Tólmides o Pericles, asegu­raba su hegemonía. Se ha señalado que en el 455/454 el imperio ateniense conoció su mayor extensión; hacia el norte, Atenas controlaba Beocia, Dóri-

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314 BIBLIOTECA HISTÓRICA

86 Tregua de cinco años Cuando Aristón era arconte en Ate- 454/3 eype]oponZios. ñas642, los romanos eligieron cónsules

Luchas civiles en Sicilia, a Quinto Fabio Vibulano y a Lucio Cor-Tindárides , . .

nelio Cuntmo . En este ano, se esti­puló una tregua de cinco años entre los atenienses y los pe- loponesios, y fue el ateniense Cimón quien negoció el

2 acuerdo644. En Sicilia, estalló una guerra entre los egesteos y los lilibeos por el territorio situado junto al río Mazaro645. Hubo una violenta batalla; cayeron muchos hombres en am-

de y Fócide; Egína y Mégara le daban el dominio del golfo Sarónico; en el golfo de Corinto Pegas, Naupacto y parte de Acarnania dependían de los atenienses; en el Peloponeso contaban con la alianza de Argos y de Acaya; en fin, ei mar Egeo se había convertido en un mar ateniense, ya que no había flota capaz de enfrentarse a la de Atenas, y la mayor parte de las islas y ciu­dades de Asia Menor pertenecían a la Confederación de Délos.

642 Personaje que no aparece en otras fuentes literarias. Cf. R. D e v e ­

l i n , ob. cit., pág. 77.643 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los

cónsules a los que se refiere Diodoro, Quinto Fabio Vibulano y Lucio Comelio Curitino (Q. Fabius Vibulanus IE y L. Cornelius Maluginensis Uritinus [Uritus en Bickermann]), lo fiieron en el año 459 (295 a. U. c.). Cf. E. J. B i c k e r m a n n ,

ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , oh. cit., pág. 257; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 38. Según la tradición vulgata ( C ic e r ó n , República II 35, 60; T. Li- vio, DI 31, 5; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , X 48, 1; P l in io , Historia natural V II101; G e l io , I I 11, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 37), los cónsu­les fueron Espurio Tarpeyo Montano Capitolino y Aulo Atemio Varo.

644 Sobre la tregua de cinco años entre atenienses y peloponesios, cf. T u c í d i d e s , I 112, 1; A n d ó c i d e s , Sobre la paz con los espartanos, [3], 3- 5; E s q u in e s , Sobre la embajada fraudulenta [2], 172; T e o p o m p o , fr. 88; C o r n e l i o N e p o t e , Vida de Cimón 3, 3; P l u t a r c o , Vida de Cimón 18, 1 (la sitúa en el 451 ), Vida de Pericles 10, 4; posible alusión en A r is t ó f a ­

n e s , Acarnienses 187-190. La cronología tradicional la sitúa en el 451 (cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 112, 1, nota 672) y îa indicación de Diodoro según la cual la tregua se concluyó en el 454/453 parece estar en contradicción con Tucídides; de todas formas, esta datación es problemática.

645 Esta referencia de Diodoro a egesteos y lilibeos ha sido objeto de debate. Se ha pensado en una corrupción del texto o en un anacronismo

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LIBRO XI 315

bos lados y los dos pueblos no pusieron fin a su rivalidad. En las ciudades de Sicilia se había procedido a efectuar las 3

inscripciones en las listas de ciudadanos y a la redistribu­ción de las tierras, pero, al haberse hecho muchas de estas inscripciones sin ninguna norma y al azar, las ciudades se resintieron y cayeron de nuevo en las luchas civiles y los disturbios; y el mal se desarrolló sobre todo en Siracusa646. En efecto, un hombre llamado Tindárides, un individuo lie- 4

no de audacia y desvergüenza, comenzó por rodearse de un gran número de pobres y después, organizándolos en una guardia de corps a su servicio, preparó un grupo armado

del historiador. Los manuscritos y el Sumario hablan ciertamente de una guerra entre Egesta y Lilibeo. El río Mazaro constituía ia frontera entre los fenicios de Motia (después Lilibeo) y los elimos de Egesta. Pero, en el año 454/453, Lilibeo todavía no existía como ciudad, ya que fue fundada en el 397. Diodoro lo sabe, al menos cuando escribe unos pasajes posteriores (ΧΙΠ 54, 4 y XXII 10, 4) en los que alude a la fundación. Antes del 397, Lilibeo no podía enfrentarse a la poderosa Egesta. El pasaje, pues, podría ser un anacronismo de Diodoro, que, en el momento de escribir este libro, no tendría presentes los acontecimientos de los libros posteriores. Se ha pensado asimismo en un problema textual y en sustituir Lilibeo por Seli­nunte. Se trataría de una guerra entre Egesta, la ciudad más importante de los élimos, progresivamente helenizada, sobre todo en el siglo v, y Seli­nunte, ia más importante colonia griega de Sicilia occidental, ciudades de rivalidad bien conocida desde la fundación de Selinunte en el siglo vu. Cf. infra, XII 82, 3; T u c í d i d e s , VI 6. Y también se ha emitido la hipótesis de que el pasaje se refiriera a una guerra entre Egesta y Halicias, para las que el río Mazaro podría servir de frontera.

C4Í> Después de la caída de Trasibulo, las clases menos pudientes inten­taron mejoras socio-económicas, mientras que la aristocracia trataba de so­focar cualquier intento de cambio y buscaba una política de convivencia pacífica con los sículos. La aristocracia terrateniente, partidaria del enten­dimiento con los sículos, era contraria a una política exterior militar y ex- pansionista, mientras que la numerosa clase de los comerciantes aspiraba a la expansión y al mantenimiento de los mercados exteriores; y a estas dos categorías se añadía la amplia clase de los pobres, protagonistas, como se­ñala Diodoro, de agitaciones y revueltas.

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3 1 6 BIBLIOTECA HISTORICA

dispuesto a implantar la tiranía. Después, al hacerse eviden­te que aspiraba a conquistar el poder, fue llevado a juicio y condenado a muerte647. Mientras se le conducía a la cárcel, aquellos que habían sido objeto de sus atenciones se reunie­ron y atacaron a los que le conducían. Al apoderarse la agi­tación de la ciudad, los ciudadanos más distinguidos648 se reunieron, apresaron a los provocadores y los ejecutaron junto a Tindárides64'\ Y dado que esta situación se repitió con una cierta frecuencia y otros hombres aspiraron a la ti­ranía, el pueblo fue inducido a imitar a los atenienses y a es­tablecer una ley muy semejante a la que aquellos habían ins­tituido sobre el ostracismo650.

En Atenas, en efecto, cada ciuda­dano debía escribir en un pedazo de

Instauración y abolición ~ rota (ó s tm c o n ) e l n o m b re d e delpetahsmo en átracusa J 1 '

aquél que, a su parecer, tenía más po­sibilidades de ejercer la tiranía sobre

sus conciudadanos; en Siracusa, en cambio, el nombre del ciudadano más poderoso debía escribirse en una hoja de olivo (pétalon) 05' ; luego se hacía el recuento de hojas y el ciudada­no cuyo nombre aparecía en el mayor número de hojas tenía

647 El juicio negativo sobre Tindárides indica que Diodoro tiene una fuente fíloaristocráiica.

648 Los chariéstatoi.649 Sobre las revueltas en Sicilia y las tentativas de golpes de Estado ti­

ránicos, cf. T u c í d i d e s , VI 3 8 , 2 -3 . Pese a las tensiones sociales, Siracusa consiguió evitar la tiranía hasta el 406, año en el que Dionisio el Viejo se hizo con el poder.

650 Cf. supra, XI 55, 1-3.651 En Atenas se votaba sobre tejuelas, mientras que en las votaciones

de Siracusa se usaban hojas de olivo (pétala); de ahí el nombre de peta- lismo, sobre el que Diodoro es prácticamente nuestra única fuente.

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LIBRO XI 317

que marchar al exilio durante un período de cinco años652. Los dos pueblos pensaban que de esta manera podían rebajar las ambiciones de los ciudadanos que gozaban de mayor po­der en su patria; en suma, no se trataba de castigar por su delito a los transgresores de la ley, sino de frenar el excesivo poder de los individuos. Los atenienses llamaron a esta institución ostracismo a causa del procedimiento empleado, y los siracu­sanos le dieron el nombre de petalismo. Esta ley permaneció en vigor mucho tiempo en Atenas, pero en Siracusa fue rápi­damente abolida por las razones siguientes. Al ser condena­dos al exilio los hombres más influyentes, los ciudadanos más distinguidos, que, por sus méritos personales, eran los que podían aportar muchas mejoras al sistema político, se alejaron de la vida pública y, a causa del temor que aquella ley les infundía, vivían como simples particulares y, ocupán­dose únicamente de su fortuna personal, propendían a una vida muelle. Por el contrario, los ciudadanos peores y más des­vergonzados se ocupaban de la vida pública e incitaban a las masas al desorden y a la revolución. La consecuencia fue que estallaron nuevas luchas civiles, las masas se entregaron a las disensiones y la ciudad se vio envuelta una vez más en conti­nuos y graves disturbios. Pululó una turba de demagogos y sicofantas, la habilidad oratoria era lo único en que se ejerci­taban los más jóvenes y, en suma, muchos cambiaron por in­nobles ocupaciones el modo de vida honesto de otro tiempo y, si acrecentaban sus fortunas gracias a la paz653, mostraban escasa preocupación por mantener la concordia y actuar de acuerdo con la justicia. Por estas razones los siracusanos cam­biaron de idea y abolieron la ley del petalismo, después de

652 En Atenas, ei ostracismo desterraba al ciudadano durante un dece­nio. Cf. supra, XI 55, 2, nota 418.

653 La paz en el exterior.

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318 BIBLIOTECA HISTORICA

recurrir a ella sólo durante poco tiempo. Tales son los aconte­cimientos que aquel año ocurrieron en Sicilia.

88 Cuando en Atenas era arconte Lí-Expediciones de Pericles , , „ ,, ,y de Tólmides. Siracusa sicrates W4, en Roma fueron nombrá­dmete a los piratas jos cónsules Gayo Naucio Rutilo y

U lT C U O S,Empresas de Ducetio Lucio Minucio Carutiano655. En este

año, Pericles, estratego de los atenien­ses, desembarcó en el Peloponeso y saqueó el territorio de

2 Sición. Los sicionios salieron en masa a su encuentro y tuvo lugar una batalla; Pericles obtuvo la victoria, mató a muchos enemigos en su huida y, encerrándolos, puso sitio a su ciudad. Después de lanzar algunos asaltos contra las mura­llas, al no poder tomar la ciudad, y darse además la circuns­tancia de que los lacedemonios habían enviado tropas de so­corro a los sitiados, levantó el campo y partió de Sición; hizo rumbo a Acarnania, desembarcó allí y efectuó correrías por el territorio de Eníadas, donde reunió un ingente botín, y

3 luego zarpó de Acarnania656. A continuación, marchó al Quer-

654 Cf. A r is t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 2 6 / 3 ; escolio a E s q u i n e s , Sobre la embajada fraudulenta [2 ] , 3 1 ; IG I2, 10, 2 = SEG, X 11; T o d , 2 9 ; M e ig g s - L e w i s , 4 0 . Cf. R . D e v e l í n , ob. cit., p á g . 77 .

655 Sigue el adelanto de seis años respecto a la cronología varroniana. Los cónsules a los que se reñere Diodoro, Gayo Naucio Rutilo y Lucio Minucio Carutiano (C. Nautius Rutilus II y L. Minucius Esquílinus Augu- rimis, según Samuel), ocuparon el cargo en el año 458 (296 a. U. c.), pero, mientras que Lucio Minucio es cónsul ordinario en Diodoro, T. Livio (III 25, 1) y D i o n i s i o d e H a l i c a r n a s o (X 22, I), los Fasti Capitolini lo dan como suffectus, dato aceptado por Bickermann. Cf. E. J. B i c k e r m a n n , ob. cit., pág. 171; A. E. S a m u e l , ob. cit., pág. 257; T. R. S. B r o u g h t o n ,

ob. cit., pág. 39. Según la tradición vulgata (T. Livio, III 32, 1; D i o n i s i o

d e H a l i c a r n a s o , X 53, 1; cf, T. R. S. B r o u g i i t o n , ob. cit., págs. 43-44), los cónsules fueron Sexto Quintilio y Publio Curiacio Fisto Trigémino.

65(1 Podría pensarse que en este pasaje hay una repetición de las cam­pañas a las que se refiere Diodoro en XI 85, 1-2: en el año 456/455, Peri-

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LIBRO XI 319

soneso657 y distribuyó el territorio entre mil ciudadanos. Contemporáneamente a estos hechos, Tólmides, el otro es­tratego, pasó a Eubea y repartió su territorio, junto al de Naxos658, entre otros mil ciudadanos659.

En Sicilia, dado que los piratas tirrenos infestaban el mar, 4 los siracusanos eligieron como almirante a Failo y lo envia­ron a atacar Tirrenia. Él se hizo a la mar y comenzó por sa­

cies saqueó gran parte del Peíoponeso, pasó a Acarnania, donde sometió a todas las ciudades a excepción de Eníadas. Ahora (XI 88, 1-2), en el 453/452, devasta la región de Sición, fracasa en su intento de tomar la ciu­dad, desembarca en Acarnania y saquea la región de Eníadas. Diodoro re­lata pues dos expediciones diferentes que tuvieron lugar con tres o cuatro años de diferencia. El problema es la tregua de cinco años (cf. T u c í d i d e s ,

I 112, 1-2; supra, XI 86, 1), que aquí parece rota. En T u c í d i d e s (I 111,2), una campaña contra Sición precede a la expedición de Acarnania y el fa­llido ataque contra Eníadas que Diodoro sitúa en el 455/454. La cronolo­gía de estas campañas no está exenta de problemas.

657 EÎ Quersoneso íracio, que poseía un suelo fértil y ocupaba una po­sición estratégica extraordinaria, ya que controlaba el paso principal entre Asia y Europa. Pericles estableció allí clerucos. La fecha del 447 está en desacuerdo con la cronología de Diodoro. Cf. A n d o c i d e s , Sobre la paz 9; E s q u i n e s , Sobre la embajada fraudulenta 1 7 5 ; P l u t a r c o , Vida de Peri­cles 11, 5 y 19, 1; B. D . M e r i t t , H. T . W a d e -G e r y , M . M e G r e g o r , The Athenian Tribute Lists, Cambridge, Masscichusets, lista 8, Π 108-109; R. M e i g g s -D . L e w i s , A Selection o f Greek historical inscriptions, Oxford, 1871, num. 48. La colonización del Quersoneso tracio ya estaba en la línea de la política exterior ateniense desde hacía tiempo. Milcíades se había es­tablecido allí y Milcíades el Joven había permanecido hasta el 493.

658 Con la adición de Wesseling, aceptada por Oldfather.659 Sobre la expedición de Tólmides a Eubea y Naxos cf. A n d ó c i d e s ,

Sobre la p a z 9 ; E s q u i n e s , Sobre la embajada fraudulenta 1 7 5 ; Is ó c r a t e s ,

Panegírico 10 8 ; P a u s a n ia s , I 2 7 , 5 ; P l u t a r c o , Vida de Pericles 11 , 5 .

No es forzoso el desacuerdo entre el envío de colonos a Eubea en el 4 5 3 /4 5 2 y el que suele situarse en vísperas de la revuelta del 4 4 7 /4 4 6 .

Naxos también se sublevó entre el 4 7 4 y 4 7 1 ; la represión le hizo perder su autonomía.

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320 BIBLIOTECA HISTÓRICA

quear la isla llamada Etalia660, pero, habiendo recibido en se­creto dinero de los tirrenos, regresó a Sicilia sin haber llevado

5 a término ninguna empresa digna de mención661. Los siracu- sanos lo condenaron por traición y lo exiliaron; luego eligie­ron otro general, Apeles, y lo enviaron contra los tirrenos con sesenta trirremes. Éste efectuó incursiones por la costa de Ti- rrenia y zarpó luego rumbo a Gimo662, que entonces estaba en poder de los tirrenos; devastó la mayor parte de esta isla y se apoderó de Etalia, y a continuación regresó a Siracusa, adon­de llevó un gran número de prisioneros y un abundante botín.

6 Después de estos hechos, Ducetio, el jefe de los siculos, re­unió en una sola confederación todas las ciudades habitadas por este mismo pueblo, a excepción de Hibla663 y, al ser un hombre de acción, aspiraba siempre a nuevas empresas; entre todas las ciudades de la Confederación de los Siculos, reunió un ejército considerable, trasladó Menas664, su ciudad natal, a la llanura y, cerca del recinto sagrado de los dioses llamados

660 La actual Elba. Era famosa por sus minas de fierro explotadas por los etruscos. Cf. D i o d o r o , V 13,

661 Los problemas políticos y sociales de Siracusa se vieron agravados por la piratería de los etruscos, los llamados tirrenos; los intereses de los sec­tores aristocráticos ligados al comercio exigían una solución. Desde la victo­ria naval de Cumas del 474/473, que había humillado la hegemonía etrusca (cf. .supra XI 51, nota 394), los siracusanos se habían lanzado al Tirreno.

652 La actual Córcega. Cf. D io d o r o , V 13-14.6f>3 La ciudad de Hibla, excluida de la confederación (syníéleia) sícula,

sería la tercera de las 1res que con este nombre son enumeradas por E s t e b a n

d e B i z a n c i o (s . v. Hybla), es decir, Hÿbla Galeôtis o Geleâtis (cf. T u c í d i -

D Es, VÏ 62, 5) o Gereátis (cf. P a u s a n i a s , V 23, 6), que se localiza en la ac­tual Paterno, sobre el valle del Simeto y a unos 50 Km al norte de Pantafica, o en la propia Pantalica, fortaleza que domina el valle del Anapo.

664 Se identifica con la actual Mineo, a 15 Km al oeste de Caltagirone, situada en un sitio elevado, en el interior de la isla.

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LIBRO XI 321

Palicos, fundó una ciudad importante a la que dio el nombre de Palice en atención a los dioses citados665.

Dado que hemos mencionado es- 89 tas divinidades, no procede pasar por

Digresión sobre a|t0 la antigüedad y la naturaleza in-el culto de los raucos ^ J

creíble de este santuario y, en general, las peculiaridades de los llamados

«cráteres»666. La tradición cuenta que este recinto sagrado supera a los demás por su antigüedad y por la veneración que inspira y, en relación a él, se han transmitido fenómenos extraordinarios. En primer lugar están los cráteres, que, en 2

cuanto a tamaño, no son en absoluto grandes, pero lanzan hacia arriba unos chorros de agua impetuosos desde una profundidad inverosímil; podrían compararse a calderos que, calentados por un fuego abundante, eyectan agua hirviente. Esta agua proyectada al aire tiene, pues, la apariencia de es- 3

665 Palice (Paliké) también estaba en el interior, entre Caltagirone y Catana, a unos 50 Km de ésta; excavaciones efectuadas en la colina Roc- chicella, situada a 250 m al este del lago al que se le dio el nombre de Pa­lice, de aguas sulfúreas, han sacado a la luz fortificaciones de Ducetio. Podría identificarse con la Trinada o Trinacria del libro XII (29, 2). Los dioses gemelos Palicos (Palikot) eran divinidades ctónicas de los sículos, como su padre Adrano, dios guerrero e infernal del Etna; estaban relacio­nados con los manantiales de aguas sulfúreas; fueron asimilados por los griegos, que les dieron diversas genealogias; pasaban por ser hijos de Adrano/Hefesto y de la ninfa Etna, o bien del mismo Zeus y Etalia, la hija de Hefesto y Etna; y tenían caracteres comunes con los Dioscuros y los Cabiros (dioses venerados en Tracia, Samotracia y Lemnos); daban la abundancia y protegían a los navegantes.

666 Estos géiseres cercanos al monte Etna son mencionados por V irg i­lio , Eneida, IX 585, y descritos por M acrobio, Saturnales V 19, 15 ss. Este capítulo 89 de Diodoro está dedicado íntegramente a las característi­cas del culto de los Palíeos. Cf. asimismo, E strabón , VI 2, 9; Ovidio, Pónlicas X 25; Metamorfosis V 406; S ilio I tá l ic o , Punica XIV 219.

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322 BIBLIOTECA HISTÓRICA

tar hirviendo, pero no se tiene un conocimiento preciso de su naturaleza, ya que nadie se atreve a tocarla; el chorro del líquido provoca un estupor tal que parece que este fenóme-

4 no sea debido a una fuerza divina. Esta agua, en efecto, des­prende un fuerte olor de azufre y la sima emite un enorme y espantoso fragor; y lo más sorprendente de todo es que el lí­quido ni se desborda ni disminuye de nivel, sino que man­tiene un movimiento y una fuerza en el flujo proyectado

5 hacia arriba que incita a la admiración. La majestad divina que circunda este recinto sagrado es tan grande que allí se sellan los más sagrados juramentos, y el castigo divino al­canza inmediatamente a los perjuros: algunos, en efecto, han

6 salido del santuario privados de la vista. Al ser tan grande el temor de los dioses, los hombres que se ven envueltos en procesos, cuando se encuentran en una situación de inferio­ridad frente a un adversario más poderoso, son juzgados mediante un trámite previo que utiliza estos juramentos. Por otra parte, este recinto sagrado es respetado como lugar de asilo desde tiempos antiguos y ofrece una gran ayuda a los esclavos desgraciados que han caído en panos de señores

7 crueles. En efecto, los señores no tienen el derecho de sacar a la fuerza a los esclavos que se refugian en aquel lugar, que permanecen allí, sin sufrir ningún daño, hasta que sus seño­res pueden llevárselos después de haberles persuadido me­diante unas precisas promesas de un trato humano y después de haberles dado, mediante los juramentos a los dioses, ga-

8 rantías del cumplimiento de su acuerdo. Y no se cuenta nin­gún caso de alguien que, después de haber dado esta garan­tía a sus esclavos, haya violado su juramento; ¡tan grande es, en efecto, el temor de los dioses que hace que los señores respeten los juramentos que han prestado a sus esclavos! Es­te recinto sagrado se encuentra en medio de una llanura dig­na de la majestad de los dioses y convenientemente embe-

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LIBRO XI 323

llecida con pórticos y otras instalaciones de reposo667. Pero sobre este tema ya hemos hablado suficientemente, por lo que retomaremos nuestro relato donde lo habíamos dejado668.

Así, pues, Ducetio, después de ha- 90

ber fundado Palice y haberla rodeadoLa suerte de Police. · , << ,

Refundación de Síbaris C0" Utla muralla, repartióentre sus habitantes el territorio circun­dante. Y sucedió que esta ciudad tuvo

un rápido crecimiento gracias a la fertilidad de su suelo y al número de sus habitantes. Pero su prosperidad no duró mu- 2

cho tiempo, ya que fue destruida y ha permanecido deshabi­tada hasta nuestros días. Pero haremos un relato detallado cuando lleguemos al período correspondiente669.

Tal era, pues, la situación de Sicilia durante este año. En 3

Italia, cincuenta y ocho años después de la destrucción de Síbaris por los crotoniatas, Tésalo670 reagrupó a los sibaritas que aún vivían y fundó de nuevo Síbaris, que estaba situada

667 Ei culto a los Palicos tenia lugar junto al lago Naftia, donde se fun­dó la ciudad sicula de Palice, a 45 Km de Catana en el camino hacia Cal- tagirone. Los detalles de este pasaje sobre sus instalaciones hoteleras 2 muestran que era un importante centro de peregrinación. Sobre este san­tuario, cf. N. C u s u m a n o , Ordalia e soteria nella Sicilia an ticari Palici, Palermo, 1991.

668 Diodoro pone fin a las digresiones con fórmulas semejantes a las de Heródoto (cf. II 34, 2; 76, 3; III 113, 1 ; IV 15, 4).

669 Diodoro promete volver sobre el asunto, pero no encontramos otra mención de Palice en los libros conservados. Tal vez lo hizo en el libro XXXVI, con ocasión de la segunda guerra de los esclavos. Cf. el fragmen­to 3, 3 de este libro, en el que los esclavos se refugian en el santuario de los dioses Palicos.

670 O un tesalio de los mencionados en el libro XII, 10, 2. Después de la destrucción del año 5 10 por obra de ios crotoniatas (cf. supra, X 23), los supervivientes trataron de reconstruir la ciudad, conducidos por un tesalioo un grupo de tesalios o un sibarita llamado Tésalo.

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324 BIBLIOTECA HISTÓRICA

91

451/50

entre dos ríos, el Síbaris y el Cratis. Al tener una tierra ubé­rrima, acrecentaron rápidamente sus riquezas. Pero, después de ocupar su ciudad sólo unos años, de nuevo fueron expul­sados de Síbaris. Pero, respecto a estos hechos, intentaremos presentar un relato detallado en el libro siguiente671.

[Falta el año 452/451 a. C., el primer año de la Olimpiada 82]

Cuando Antídoto era arconte en Derrota de Ducetio Atenas672, los romanos eligieron cón­

sules a Lucio Postumio y a Marco Horacio673. En este año, Ducetio, que estaba al frente de los sículos, conquistó Etna, después de haber matado valiéndo­

671 Sobre la refundación de Síbaris, cf. infra, ΧΠ 9-10; E s t r a b ó n , VI1, 13.

672 Su nombre se encuentra en A r i s t ó t e l e s , Constitución de los ate­nienses 26, 4. Cf. IG I2, 32, 5 = SEG, X 13. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 79.

67í El adelanto de Diodoro respecto a la cronología varroniana pasa aquí a ser de siete años, en lugar de los seis que éran hasta este momento. En el año 457 (297 a. U. c.) fueron cónsules Gayo (¿Marco?) Horacio Pul- vilo II y Quinto Minucio Esquilmo (cf. E. J. Bickermann, ob. cit., pág. 171; A. E. Samuel, ob. cit., pág. 257). En T. Livio (III 30, 1) leemos Quinto Minucio y Marco Horacio Pulviío, y D ionisio de Halicarnaso (X 26, 1) da los mismos en orden inverso. Entre los capítulos 90 y 91 falta el primer año de la Olimpíada 82, el año 452/451 a. C., en el que el arcon­te fue Queréfanes (según Pap. Ox. 2438, 14). La próxima equivalencia cronológica entre el sistema ateniense y el sistema romano se encontrará en el libro XII 3, 1 (Olimpíada 82, 3 = 450/449 : arconte Eutidemo y cón­sules Lucio Quincio Cincinato y Marco Fabio Vibulano. Estos dos cónsu­les no aparecen en el resto de la tradición, pero puede observarse que la dictadura de Lucio Quincio Cincinato es situada por Tito Livio en el con­sulado de Lucio Minucio y Lucio Naucio, es decir, en el año varroniano 453/452 (D iod., XI 88, 1); esta proximidad ha podido ser la causa de una confusión de Diodoro. Dos años de Diodoro están sin sus cónsules corres­pondientes: 1.°) el año 1.° de la Olimpíada 82 - 452/451: arcontado de

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LIBRO XI 325

se de una argucia al comandante de la plaza674; después, le­vantó el campo y marchó con sus fuerzas contra el territorio de los acragantinos, y puso sitio a Motio675, que estaba bajo el control de una guarnición acragantina. Cuando los acra­gantinos, con la ayuda de los siracusanos, acudieron en auxilio de la plaza, Ducetio entabló la batalla y, después de obtener la victoria, expulsó a los dos ejércitos de sus cam­pamentos. Y, dado que el invierno era inminente, se separa­ron y regresaron a sus respectivas ciudades. Los siracusanos sometieron a un proceso a Bolcón, su general, que era res­ponsable de la derrota y parecía que había cooperado en se­creto con Ducetio; lo consideraron culpable de traición y lo ejecutaron. Luego, al principio del verano, eligieron otro general, a quien confiaron un ejército considerable con la orden de derrotar a Ducetio. Éste avanzó con su ejército y sorprendió a Ducetio, que estaba acampado en la región de

Queréfanes (omitido por Diodoro); 2.°) el año 3.° de la Olimpiada 82 = 450/449 : arcontado de Eutidemo, en el que, como vemos, el consulado de Cincinato sólo aparece en Diodoro. Parece por tanto que se trata de un do­ble error de Diodoro y no de una laguna de los manuscritos entre los capí­tulos 90 y 91. Cf. J. H a i l l e t , Diodore de Sicile, Bibl. Hist., XI, págs. 186- 187; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 41. Según la tradición vulgata (C i c e r ó n , República II 36, 61; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 45), los cónsules dei 450 fueron Apio Claudio Craso (cónsul en 447) y Tito Genucio Augurino, que formaron parte de los decemviri consulari imperio legibus scribundis, encargados de redactar un código (cf. T. Livio, III 33, 4-7).

674 Se trata de Etna-Inesa, la ciudad en la que se habían refugiado en el 460 los extranjeros expulsados de Catana: cf. supra, XI 76, 3 y nota 560.

675 La fortaleza de Motio (Mótyon) debe situarse en la zona central de Sicilia entre Catana y el territorio acragantino. Se ha identificado con el si­tio de Vassallaggi, entre San Cataldo y Serradifalco, o con Sabucina. Constituiría una avanzada de Acragante hacia el territorio siracusano. Tan­to la conquista de Motio como la de Etna-Inesa suponían para Ducetio la recuperación de centros griegos en territorio sículo y le facilitaban el con­trol del interior de la isla.

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326 BIBLIOTECA HISTORICA

Nomas676. Tuvo lugar una gran batalla campal y fueron nu­merosos los caídos en ambos bandos; los siracusanos a du­ras penas doblegaron a los sículos, los pusieron en fuga y en su huida mataron a un gran número. La mayor parte de los que escaparon a la masacre se pusieron a salvo en las forta­lezas de los sículos677, pero unos pocos prefirieron compar-

4 tir las mismas esperanzas con Ducetio. Coincidiendo con es­tos hechos, los acragantinos tomaron al asalto la fortaleza de Motio, ocupada por los sículos que seguían a Ducetio; lue­go, uniendo sus fuerzas a las de los siracusanos, que ya habían obtenido la victoria, establecieron un campamento común. Ducetio, completamente destrozado por la derrota, al ser abandonado por una parte de sus soldados mientras que otros conspiraban contra él, llegó al colmo de su deses­peración.

Finalmente, dándose cuenta de que los amigos que le quedaban iban a poner las manos sobre él, se anticipó a ellos y se escapó "a caballo durante la noche en dirección a Siracusa. Era

aún de noche cuando llegó al ágora de Siracusa; se sentó en los altares y se proclamó suplicante de la ciudad, entregando a los siracusanos su persona y el territorio del que era se-

2 ñor678. La gente, ante aquel acontecimiento sorprendente,

67í' Nomás es la lectura de los manuscritos, pero este sitio no ha podido ser identificado. Por ello puede aceptarse la corrección de Dindorf, Menás. Menas era la ciudad natal de Ducetio, de la que se ha hablado antes (cf. supra, XI 88, 6, nota 664). Se quiere situar la derrota de Ducetio al pie del monte Navone, cerca del valle del Braemi.

677 Tà phrouria tôn Sikeión. Eran numerosos los centros sícuios en el interior de Sicilia que a lo largo de los siglos vi y v se fueron hclenizando.

678 Ducetio seguramente huyó a Siracusa confiando en algunos secto­res de la aristocracia de esta ciudad.

92

Juicio y destierro de Ducetio.

Fin del libro XI

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LIBRO XI 327

acudió ai ágora, y los magistrados convocaron la asamblea y propusieron una deliberación sobre lo que debía hacerse respecto a Ducetio. Algunos de los que solían recurrir a la 3 demagogia aconsejaron castigarlo como enemigo y aplicarle la pena que sus crímenes merecían; pero los más distingui­dos entre los de mayor edad salieron a hablar y declararon que se debía salvar al suplicante y tomar en consideración la Fortuna y la Venganza de los dioses; era preciso reflexionar, no sobre el castigo que merecía Ducetio, sino sobre lo que era oportuno que hicieran los siracusanos; condenar a muer­te a un hombre abatido por la Fortuna, decían, no era con­veniente, pero salvaguardar a la vez la piedad hacia los dioses y la vida del suplicante era algo digno de la magnanimidad del pueblo679. Entonces el pueblo, desde todos los lados, se 4 puso a gritar al unísono que se salvara la vida del suplicante. Así los siracusanos libraron del castigo a Ducetio en su condición de suplicante. Lo enviaron a Corinto ordenándole que pasara allí el resto de su vida y asignándole los medios suficientes para su subsistencia680.

Por lo que respecta a nosotros, una vez que hemos lie- 5 gado al año que precede a la expedición de los atenienses

m Ducetio salvó su vida gracias a la intervención de los chariéstatoi, los conservadores respetuosos de las tradiciones religiosas, apoyados por el pueblo. Los aristócratas eran favorables a un compromiso con los sícu­los y en la defensa de Ducetio invocaron la piedad hacia los dioses y la tradición de respetar ai suplicante. Triunfó su parecer, seguramente con al­gún compromiso político. Los acragantinos, en cambio, vieron con malos ojos la decisión siracusana (cf. infra, XII 8, 1-3). La clemencia siracusana fue una de las causas esgrimidas en la declaración de guerra de Acragante a Siracusa en el 446/445.

680 La elección de Corinto como lugar de destierro se explica por los lazos que unían a Siracusa con su metrópoli. En el 446/445 Ducetio regre­sará con numerosos colonos (cf. infra, XII 8, 1-2), en 440/439 fundará Ca- leacte, en un intento de restablecer su autoridad sobre los sículos; poco después morirá de enfermedad (cf. infra, X II29, 1).

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328 BIBLIOTECA HISTÓRICA

contra Chipre bajo el mando de Cimón, acabamos este libro de acuerdo con el plan que nos hemos marcado al princi­pio681.

681 Cf. supra, XI 1,1.

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LIBRO XII

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1234

5678

91011

12

131415161718

SINOPSIS

índice antiguo del libro XII.Prólogo. La variabilidad de la fortuna.Hegemonía ateniense. Plan del libro XII.Expedición a Chipre bajo el mando de Cimón.Campaña de Chipre. Asedio de Salamina. Paz de Calías y muerte de Cimón.Revuelta de Mégara,Invasión del Ática. Derrota de los atenienses en Coronea. Pericles somete Eubea.Ducetio regresa a Sicilia para fundar Caleacte. Guerra entre Siracusa y Acragante.Digresión sobre Síbaris. Guerra entre Síbaris y Crotón.Síbaris y la fundación de Turios.Los primeros pasos de Turios, Organización política y legis­lación.Las leyes de Carondas. Los sicofantas. Las malas compañías. La instrucción pública. 0Preocupación de Carondas por la cultura.Testimonios de los poetas sobre las leyes de Carondas.La tutela de los huérfanos.Ley sobre la cobardía. La permanencia de las leyes.La revisión de las leyes. La enmienda de una ley en Turios. Otras dos leyes de Turios enmendadas. Divorcio. Matrimonio de las epicleros.

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332 BIBLIOTECA HISTÓRICA

19 La muerte de Carandas.20 El código de Zaleuco.21 Comentario sobre las leyes de Zaleuco.22 Síbaris de Traente. Los atenienses en Eubea.23 Los decenviros. Guerra entre Turios y T arento.24 Los nuevos decenviros. El episodio de Virginia y la ocupa­

ción del Aventino.25 Luchas civiles en Roma. Acuerdos entre patricios y plebeyos,26 Las Doce Tablas. La paz universal.27 Sublevación de Samos y reacción de Atenas.28 Pericles derrota a los samios.29 Muerte de Ducetio. Victoria siracusana sobre los sículos y

destrucción de Trinacia.30 Hegemonía siracusana. La Guerra de Corinto. Victoria roma­

na contra los volscos.31 Los campanos. El Bosforo Cimerio. Victoria naval de Corcira.32 Preparativos de corintios y corcireos. Fundación de Anfípolis.33 Atenas apoya a Corcira, que obtiene una nueva victoria na­

val.34 Conflicto de Potidea, Defección de los calcideos. Fundación

de Létano. La colonia de Ardea.35 El problema de Turios.36 Muerte de Espártoco. El ciclo de Metón. Fundación de Hera­

clea.37 Formión continúa el asedio de Potidea. Tucídides comienza

su H istoria .38 Estalla la Guerra del Peloponeso. Anécdota de Pericles acon­

sejado por el joven Alcibiades. La guerra como escapatoria.39 Acusaciones contra Fidias, Pericles y Anaxágoras. El decreto

contra los megareos y la decisión de ir a la guerra.40 Los cálculos de Pericles ante la guerra.41 Ruptura de hostilidades. Los tebanos entran en Platea.42 Atenas envía un socorro a Platea. Los aliados de Esparta y

Atenas. Arquidamo invade el Ática y Pericles envía una flota al Peloponeso.

43 Expedición naval ateniense contra el Peloponeso.

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LIBRO ΧΠ 333

44 Atenas envía a Cleopompo contra los locros. Expulsión de los eginetas. Expedición de Pericles contra Megáride.

45 Segunda invasión del Atica. La peste de Atenas. Descontento contra Pericles.

46 Potidea: fracaso de la expedición de Hagnón. Capitulación.47 Los atenienses en Naupacto y los lacedemonios en Platea.

Expedición ateniense a Tracia. Expedición peloponesia con­tra Acarnania.

48 Batallas navales de Patras y Naupacto.49 Proyecto peloponesio de atacar el Pireo. Ataque a Salamina.50 El reino de Sitalces. Su amistad con los atenienses y su expe­

dición contra Perdicas de Macedonia.51 Precauciones de Grecia central. Sitalces se reconcilia con

Perdicas y regresa a Tracia.52 Tercera invasión del Ática. Desánimo ateniense.53 Leontinos pide ayuda a Atenas. Gorgias al frente de la emba­

jada,54 Expedición ateniense a Sicilia en auxilio de Leontinos.55 Atenas sofoca la rebelión de Lesbos.56 El final de Platea.57 Guerra civil en Corcira.58 La epidemia de Atenas y sus causas. La purificación de Délos.59 Los terremotos impiden una invasión del Ática. Fundación de

Heraclea.60 Atenas envía a Demóstenes contra leucadios, etolios y am-

braciotas.61 Demóstenes fortifica Pilos. Reacción de Esparta. Ocupación

de Esfacteria y primeros combates.62 Valor de Brásidas en el ataque a los atenienses. La singulari­

dad de los hechos de Pilos.63 Bloqueo y capitulación de Esfacteria.64 Muerte de Artajerjes. Roma nombra dictador a Aulo Postu­

mio, que vence a los ecuos.65 Expediciones de Nicias: Melos, Oropo, Tanagra, Lócride, Co­

rinto, Cromión, Metona, Citerea y Tirea.66 Situación apurada de Mégara.

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334 BIBLIOTECA HISTORICA

67 Expediciones de Brásidas: Mégara y Tracia. Los hilotas.68 Éxitos de Brásidas en Anfípolis y en Calcídica.69 Intervención ateniense en Beocia. Se prepara la batalla de

Delio.70 La batalla de Delio.71 Reinados de Jeijes II, Sogdíano y Darío II. El historiador

Antíoco de Siracusa.72 Defección de Escione. Expedición ateniense contra Antandro.

La tregua de un año. El problema de Escione. Toma de Mende.73 Expulsión de los delios. Expedición de Cleón a la costa tra­

cia. La toma de Torone.74 Muerte de Cleón y de Brásidas en Anfípolis. La paz de Ni­

cias y el fín de la primera parte de la guerra.75 La alianza entre Atenas y Esparta inquieta a otras ciudades

griegas. Argos entra en escena.76 Esparta suaviza su política y Atenas la endurece. El ejemplo

de Escione. Los campanos toman Cumas.77 Restitución de Délos. Deterioro de la paz y actividad diplo­

mática. Diferencias entre Esparta y Atenas, que se alia con Argos. Tebas ayuda a Heraclea de Traquinia. Olinto toma Mecibema.

78 Expedición lacedemonia contra Argos. La tregua de cuatro meses.

79 Reanudación de las hostilidades. Capitulación de Orcómeno y ataque a Tegea. Victoria espartana en la batalla de Mantinea.

80 Paz y alianza entre Esparta y Argos. Oligarquía en Argos y restauración de la democracia. Guerra entre focenses y lo­aros. Atenas y Melos. Roma contra Fidenas.

81 Expedición de Esparta contra Argos. Alcibiades ayuda a los argivos. Lucha por Orneas.

82 Bizantinos y calcedonios atacan Bitinia. Guerra entre Egesta y Selinunte.

83 Leontinos y Egesta solicitan la intervención ateniense en Sici­lia. El engaño de los egesteos. Nicias contrario a la expedición.

84 Alcibiades persuade a los atenienses a emprender la expedi­ción a Sicilia. Preparativos para la guerra.

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E l c o n t e n id o d e l L ib r o XII d e D io d o r o es e l s ig u ie n t e :

Sobre la expedición ateniense contra Chipre (1-4).Sobre la sublevación de los inegareos contra los atenienses

(5).Sobre la batalla de Coronea entre atenienses y beocios (6).Sobre la expedición ateniense contra Eubea (7).Guerra en Sicilia entre los siracusanos y los acragantinos

(8).La fundación de Turios en Italia y su guerra civil (9-11).Cómo Carandas de Turios, elegido legislador, prestó gran­

des servicios a su patria (12-19).Cómo Zaleuco legisló en Locros y obtuvo una gran fama

(20-21).Cómo los atenienses expulsaron a los hestieos y enviaron

allí sus propios colonos (22).Sobre la guerra entre los turios y los tarentinos (23).Sobre la guerra civil en Roma (24-26).Sobre la guerra entre los samios y los milesios (27-28).Cómo los siracusanos emprendieron una expedición contra

los trinados y arrasaron su ciudad (29).Cómo estalló en Grecia la llamada guerra de Corinto (30).Cómo se constituyó en Italia la nación de los campanos

(31).Batalla naval entre los corintios y los corcireos (31-33).

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336 BIBLIOTECA HISTÓRICA

La sublevación de Potidea y de los calcideos contra los ate­nienses (34).

Sobre la expedición de los atenienses contra los potideatas

( 3 4 ) -

Sobre la guerra civil en Turios (35).Cómo el ateniense Metón fue el primero en exponer el ciclo

de diecinueve años (36).Cómo los tarentinos fundaron Heraclea en Italia (36).Cómo en Roma fue ejecutado Espurio Melio por aspirar a la

tiranía (37).Sobre la llamada guerra del Peloponeso (38-41).Sobre la batalla entre los beocios y los píateos (41-42).Cómo, cuando Metone fue asediada por los atenienses, el

espartiata Brásidas sobresalió por su valor y se hizo fa­moso (43).

Cómo los atenienses hicieron una expedición contra los lo- cros y saquearon la ciudad de Tronío (44).

Cómo los eginetas, expulsados por los atenienses, se insta­laron en la ciudad llamada Tirea (44).

Cómo los lacedemonios, en una expedición contra el Ática, destruyeron las instalaciones (45).

La segunda expedición de los atenienses contra los potidea­tas (46).

Expedición de los lacedemonios contra Acarnania y batalla naval contra los atenienses (47-48).

La campaña de Sitalces en Macedonia y la de los lacede­monios en el Ática (50-51).

Sobre la embajada de los leontinos a Atenas y el talento ora­torio del embajador Gorgias (53).

Sobre la guerra entre los leontinos y los siracusanos (54).La sublevación de los lesbios contra los atenienses y la con­

quista y destrucción de Platea por los lacedemonios (55- 56).

Page 326: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

LIBRO XII 337

Guerra civil en Corcira (57).Cómo los atenienses, víctimas de la peste, perdieron mu­

chos ciudadanos (58).Cómo los lacedemonios fundaron la ciudad de Heraclea de

Traquinia (59).Cómo los atenienses mataron a muchos ambraciotas y deja­

ron deshabitada su ciudad (60).Sobre los lacedemonios hechos prisioneros en la isla de Es-

facteria (61-63).Sobre el castigo infligido por Postumio a su hijo por aban­

dono del puesto (64).Sobre la guerra entre los lacedemonios y los atenienses por

Mégara (66).La guerra entre los lacedemonios y los atenienses por los

calcideos (67-68).La batalla combatida en Beocia entre los atenienses y los

beocios (69-70).La expedición ateniense contra los exiliados lesbios (72).Expulsión de los delios por los atenienses (73).Toma y destrucción de Torone por los atenienses (73).Cómo, una vez que los atenienses y los lacedemonios

hubieron concluido una alianza particular, las otras ciu­dades se separaron de ellos (74-76).

Cómo los delios fueron devueltos a su patria por los ate­nienses (77).

Cómo los lacedemonios hicieron la guerra contra los manti- neos y los argivos (78-79).

Expedición de los bizantinos y de los calcedonios contra Bi- tinia (82).

Sobre las causas por las que los atenienses emprendieron la expedición contra Siracusa (83-84).

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Se puede quedar perplejo justa- Prólogo. mente si uno se para a pensar en la

La variabilidad incoherencia de la condición humana;de la fortuna r , < , , , , . ,en efecto, de todos los bienes reputa­

dos como tales no se encuentra nin­guno que haya sido dado a los hombres por entero, y de to­dos los males no hay ninguno que lo sea de modo completo y que no presente alguna utilidad. La demostración de esta afirmación se hallará fijando la atención sobre los hechos del pasado, y especialmente sobre los más importantes1. Por ejemplo, la expedición de Jerjes, rey de los persas, contra Grecia2, por la importancia de sus fuerzas, inspiró a los griegos un intenso terror; estaban convencidos de que en la guerra que iban a afrontar estaba en juego su esclavitud3 y,

1 Respecto a ios prólogos, donde Diodoro insiste en el valor morali­zante y en la utilidad de la historia, véase, por ejemplo, el del libro 1(1- 2), o los de los libros IV (1) y V (í) . Cf. supra, XI 3, 1, nota 31; 38, 6, no­tas 302-303; 59, 4, nota 448.

2 Cf. supra, X I 1 ss.3 La guerra contra los persas significaba la lucha por la libertad

(eleutheria), para evitar la esclavitud (douleía). Este sentimiento de una lucha épica está presente en Heródoto, que escribió ya a una cierta dis­tancia de Maratón, Termopilas, Salamina o Platea; y la literatura del siglo IV ya miró las Guerras Médicas como una auténtica epopeya. Cf. I s o ­

c r a t e s , Sobre la antídosis [15], 306; Panegírico [4], 51-52, 85-98; Li­c u r g o , Contra Leócraies 104-110; E s q u in e s , Sobre la embajada fraudu­lenta [2], 74-75; H i p e r i d e s , Epitafio [6], 37.

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340 BIBLIOTECA HISTÓRICA

al ver que las ciudades griegas de Asia ya habían sido some­tidas4, pensaban que las ciudades de Grecia iban a sufrir la

3 misma suerte. Ahora bien, esta guerra, contrariamente a lo que se esperaba, tuvo un final increíble; los habitantes de Grecia no sólo se vieron libres de los peligros de la guerra, sino que también conquistaron una gran gloria, y cada ciu­dad griega fue colmada de tanta abundancia que todo el

4 mundo admiró aquel cambio de la fortuna5. Durante los cincuenta años que siguieron6, Grecia experimentó un gran avance en el camino hacia la prosperidad. En el curso de es­te período, la riqueza facilitó el desarrollo de las artes, y és­ta fue la época en la que trabajaron los artistas más grandes que recordamos, entre los que está el escultor Fidias7. Del

4 Aristágoras de Mileto había sido el promotor de la revuelta jónica, iniciada en el 499 y culminada con el incendio de Sardes en el 498 (cf. H e r o d o t o , V 35 ss; 99-102; VII 8 β 3). La victoria persa en la batalla naval de Lade y la conquista de Mileto en el 493 (cf. H e r ó d o t o , VI 6 ss) pusieron fin a las pretensiones de las ciudades griegas de Asia.

5 Diodoro extiende a todas las ciudades griegas la prosperidad que tuvo su centro en Atenas, la ciudad que salió más fortalecida de la guerra contra los persas.

6 Son los años de la Pentecontecia. Cf. T u c í d i d e s , 1 89-118. El relato de Tucídides de aquel período de cincuenta años enlazaba cors el final de la obra de Heródoto (IX 114-122).

7 En la época de Pericles el arte griego alcanza un gran desarrollo, en el que sin duda tuvieron que ver los medios económicos y la mano de obra sostenida por una acertada política cultural ateniense. Diodoro cita a Fidias como el artista más representativo de esta época. Fidias nació en Atenas hacia el 490 a. C. y a su nombre van ligadas las grandes obras que han dado gloria a Atenas: ia Atenea Prómaco, enorme estatua de bronce erigida hacia el 460-450 como exvoto de Atenas por la victoria de Mara­tón (cf. JG I2 , 338; Demóstenes, Sobre la embajada fraudulenta [19], 272; Pausanias, 1 28, 2); la Atenea Lemnia, considerada su obra más be­lla (cf. Pausanias, loe. cit.); las dos imágenes crisoelefantinas de Atenea descritas por Pausanias (I 24, 5) y destinadas al Partenón, y la de Zeus del templo de Olimpia (Pausanias, V 11, 1-12, 3; E s t r a b ó n , VIH 3, 30);

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LIBRO ΧΠ 341

mismo modo ias letras también tuvieron un gran crecimien­to y los griegos, con los atenienses a la cabeza8, mostraron su preferencia por la filosofía y la oratoria. Entre los filoso- 5

fos, podemos citar a Sócrates, Platón y Aristóteles9, y entre los oradores a Pericles, a Isócrates y a sus discípulos10. Hubo igualmente hombres que se hicieron famosos en el ar­te militar, como Mílcíades, Temístocles, Aristides, Cimón y Mirónides11 y aun otros muchos sobre los que sería largo escribir.

y los mármoles del Partenón, en ios que trabajó el artista y su escuela en­tre el 447 y el 432 (cf. IG f , 339-353 = SEG, X 246-256). Pero el arte del siglo de Pericles cuenta con otros artistas impresionantes, como el argivo Policieto, Mirón y los arquitectos Ictino y Calícrates, los constructores del Partenón y del templo de Atenea Nike; los maestros ceramistas del Ática y pintores como Polignoto de Tasos.

8 Atenas atraía a pensadores y artistas de todo el mundo griego. Ana- xágoras, Parménides, Protágoras y Zenón pertenecían al círculo de Peri­cles.

9 Sócrates, nacido hacia el 470, ejerció su actividad en la Atenas de esta época, en la segunda mitad del siglo v. La cita de Platón y Aristóte­les sólo está justificada por su relación con la filosofía de Sócrates, pero cronológicamente están fuera del período del que ahora se va a ocupar Diodoro,

10 Respecto al talento oratorio de Pendes, cf. É u p o l i s , Demos, fr. 94 K o c k ; P l a t ó n , Fedro 269e-270a; A r i s t ó t e l e s , Retórica, passim; P l u ­

t a r c o , Vida de Pericles 7, 1-8 y 15, 2-3; C i c e r ó n , Sobre el orador III 34, 119; D i o d o r o , infra XII 40, 5-8. Isócrates, el orador más repre­sentativo de la época, nacido hacia el 436/435, fundó una escuela de retó­rica hacia el 390, en la que se formaron oradores como Iseo e Hipérides, e historiadores como Éforo y Teopompo. Su sistema educativo (paideía) aspiraba a una educación integral del ciudadano.

11 Sólo Cimón y Mirónides están dentro del período que Diodoro se propone abarcar en el libro XII. Se les une a los otros como represen­tantes más significativos de la gran tradición militar ateniense.

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342 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Los atenienses sobre todo se dis­tinguieron por su reputación y por su

Heplandeítibiom**' va or Y su nombre íue conocido prác­ticamente en toda la tierra habitada12; acrecentaron tanto su hegemonía que,

sin los lacedemonios y los peloponesios, contando con sus propios medios, derrotaron a las ingentes tuerzas persas por tierra y por mar, y hasta tal punto abatieron la renombrada hegemonía de los persas que les forzaron a liberar todas las ciudades de Asia mediante un tratado. Pero de estos hechos, con bastante precisión y punto por punto, hemos organizado la narración en dos libros, éste y el precedente; ahora nos ocuparemos de los acontecimientos en cuestión, después de definir los límites temporales de nuestro relato. Así, pues, sí en el libro precedente hemos comenzado por la expedición de Jerjes y hemos expuesto sucesivamente los hechos de to­dos los pueblos hasta el año anterior a la expedición ate­niense contra Chipre bajo el mando de Cimón13, en este libro, a partir de la expedición de los atenienses contra Chipre, proseguiremos nuestro relato hasta llegar al momento en que los atenienses votaron hacer la guerra contra los siracu­sanos 14.

12 Cf. supra. XI 62, 2.13 En el libro precedente;, Diodoro ha llegado al año 451 (cf. supra,

XI 92, 5).14 El libro XII abarcará pues los acontecimientos comprendidos entre

el 450 y el 415, el año de la expedición ateniense a Sicilia. El debate de la asamblea ateniense sobre la expedición a Sicilia concluirá el libro (capí­tulos 83-84).

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LIBRO XII 343

Cuando en Atenas era arconte Eu- tidemo15, los romanos eligieron cón-

Expedicion a Chipre su[es a Lucj0 Quincio Cincinato y abajo el mando de Cimon *

Marco Fabio Vibulano « Este año, los atenienses, que habían llevado a

cabo una guerra contra los persas para ayudar a los egipcios y habían perdido todas sus naves en la isla de Prosopitisl7,

15 O Eutino, forma propugnada por Develin. Cf. 1G I2 , 22, 3 y 88 = SEG, X Í4. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 80.

16 Este consulado mencionado por Diodoro, de Lucio Quincio Cincinato y Marco Fabio Vibulano, es desconocido por el resto de la tradición (cf. Gh . P e r l , Kritische Untersuchungen zu Diodors romischen Jahrzàhlung, Ber­lín, 1957, pág. 106; R. W e r n e r , Der Beginn der romischen Republik, Mú- nich, 1963, págs. 172, 179-181). Se ha pensado en una confusión de Diodo­ro por la proximidad de la dictadura de Lucio Quincio Cincinato en el 453/452 ( D i o d o r o XI 88, 1). El año 452/451 (el primero de la Olimpíada 82) fue omitido por Diodoro (cf. supra, XI 91, 1, nota 673) y, en el presente 450/449 (el tercero de la Olimpíada 82), el consulado de Cincinato sólo se encuentra en Diodoro. Parecen pues dos errores del historiador. El adelanto de Diodoro respecto a la cronología varroniana aumenta de nuevo; desde el comienzo del libro XI era de seis años; desde XI 91, pasó a siete, y ahora la diferencia es de ocho; y de tres respecto a la cronología de los fasti según Wemer (ob. cit., pág. 291). Diodoro podría haber utilizado una tradición di­ferente; y en todo caso, los cónsules a los que hace referencia se situarían en el 457 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 41). Según la tradición vulga­ta (cf. T i t o L iv io , ΠΙ 35, 9-11; D io n is io d e H a l i c a r n a s o , X 58, 4-5; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 46) el presente año se nombró un nuevo decenvirato, los decemviri consulari imperio legibus scribundis, con el en­cargo de continuar la obra legislativa iniciada el año anterior (cf. supra, XI 91,1, nota 673).

17 La expedición a Egipto y el desastre de Prosopitis han sido narra­dos en el libro XI (cf. supra, XI 7 4 , 5 , 7 5 y 7 7 ; T u c í d i d e s , I 1 0 9 , 4 ) . La pérdida de navios fue importante; Diodoro e Isócrates hablan de doscien­tos, y T u c í d i d e s (I 1 0 4 , 2 ) se refería asimismo a un envío de doscientas naves. Cf. supra, XI 7 1 , 5 , nota 5 3 6 . Diodoro es la única fuente que afir­ma que los atenienses «viendo que ya no podían servirse de sus naves, las incendiaron para evitar que cayeran en manos de los enemigo» (cf. supra,XI 7 7 , 3 ) . Sobre este asunto, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 1 1 0 , 1, nota 6 5 5 .

3450/9

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344 BIBLIOTECA HISTORICA

poco tiempo después decidieron combatir de nuevo contra los persas para socorrer a los griegos de Asia. Equiparon una flota de doscientas trirremes, eligieron estratego a Ci­món, hijo de Milcíades, y le ordenaron que navegara contra Chipre para hacer la guerra a los persas18. Cimón tomó el mando de la flota, provista de hombres valerosos y de abundan­tes recursos, y zaipó rumbo a Chipre. En este tiempo, Artabazo y Megabizo estaban al frente de las fuerzas persas19. Artabazo, el comandante supremo, estaba en aguas de Chipre con tres­cientas trirremes, y Megabizo estaba acampado en Cilicia con unas fuerzas de tierra de trescientos mil hombres. Cimón des­embarcó en Chipre y, al tener el dominio del mar, tomó en ase­dio Citio y Mario20, y se comportó con humanidad con las po­

18 La empresa fue confiada al hombre que se distinguía por su política an- lipersa y que había obtenido éxitos tan resonantes como la victoria de Eurime- donte (cf. supra, X I 61). Hacía poco que había sido llamado deí exilio y se oponía a Pericles con su política antipersa y filoespartana; bajo su iniciativa se había concluido, en el 451, la tregua de cinco años con Esparta. En la decisión de esta expedición contra Chipre se habría dado un compromiso entre el parti­do democrático de Pendes, que así alejaban a Cimón, y los aristócratas dirigi­dos por el propio Cimón, que conseguían su objetivo de atacar a Persia. Las fuentes sobre esta expedición son numerosas y en ellas por lo general encuen­tra confirmación la versión de Diodoro. Cf. T u c í d id e s , I í 12, 2-4; Is ó c r a t e s ,

Sobre ¡a paz [8], 86; C o r n e l io N e p o t e , Vida de Cimón 3, 4; P l u t a r c o , Vida de Cimón 18-19, 2; Vida de Pericles 10, 5; E l ia n o , Historias curiosas V 10; P a u s a n ia s , 1 29,13; A r is t o d e m o , FGrHisî 104 fi·. 13,1.

19 A Artabazo I I ya le hemos encontrado junto a Megabizo en el pe­ríodo 460-455, en Egipto (cf. supra, XI 74, 6 y 77; T u c í d i d e s , I 109. Puede ser el Artabazo, hijo de Famaces, que mandaba la expedición de Jerjes en el 480 (cf. supra, XI 31, 3; 33, 1; y 44, 4). Megabizo II era hijo de Zópiro y nieto de Megabizo I; después de la guerra de Egipto fue go­bernador de Siria hasta el 448. A él se rindieron los atenienses en Proso- pitis (cf. H e r ó d o t o , III î 60).

20 Citio, la actual Lámaca, está situada en la costa meridional de la isla; fue seguramente una colonia fenicia. Mario, cercana a la moderna Polis, es­taba en la costa noroccidental; sus orígenes remontaban al comienzo de la

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LIBRO ΧΠ 345

blaciones sometidas. A continuación, unas trirremes proceden­tes de Cilicia y de Fenicia se presentaron en la isla; Cimón se hizo a la mar y entabló el combate; hundió un buen número de naves enemigas, capturó cien con sus tripulaciones y persiguió a las restantes hasta Fenicia21. Los persas, con las naves que les quedaban, fueron a refugiarse en el continente, en el lugar don­de Megabizo había establecido el campamento del ejército de tierra. Los atenienses, que les habían seguido, desembarcaron sus tropas y trabaron la batalla en la que perdió la vida Anaxí- crates, uno de los estrategos, que luchó con un notable heroís­mo; los hombres de Atenas obtuvieron la victoria y, después de efectuar una gran masacre, volvieron a las naves. A continua­ción, zarparon para regresar a Chipre. Éstos fueron pues los acontecimientos del primer año de guerra.

^ ~ , Cuando Pedieo era arconte en Ate-Campana de Chipre.Asedio de Salamina, nas22, los romanos eligieron cónsules

paz de Caltas y muerte a M arco V a le r io L a c tu c a y a E sp u r io de Ctmon , . . _ . ,

Virginio Tricosto . En el curso de es­

época geométrica. El importante número de vasos áticos encontrados en sus excavaciones atestiguan las buenas relaciones con Atenas hacia la mitad del siglo V. Otros autores confirman el asedio, pero no la conquista (cf. Tucí- DiDES, 1 1 1 2 , 3 -4 ; P l u t a r c o , Vida de Cimón 18 , 5 ; 19, 1-5).

21 La victoria ateniense contra las naves procedentes de Cilicia y Fe­nicia encuentra confirmación en P l u t a r c o , Vida de Cimón 18, 6.

22 Este nombre no aparece en otras fuentes literarias. Cf. R. D e v e l i n ,

ob. cit., pág. 81.23 Los cónsules mencionados por Diodoro, Marco Valerio Lactuca y

Espurio Virginio Tricosto, ocuparon el cargo en el 456; continúa pues el adelanto de ocho años (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 41). C f. T it o

L iv /o , III 31, 1, que da los nombres sin su cognomen. En cuanto al sobre­nombre del primero, el resto de la tradición da Máximo en lugar de Lac­tuca. Según la tradición vulgata (C i c e r ó n , República Π 31, 54; T . Livio, III 55, 1; D i o n is io d e H a l ic a r n a s o , XI 5, 2; cf. T. R. S. B r o u g h t o n ,

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346 BIBLIOTECA HISTÓRICA

te año, Cimón, el estratego de los atenienses, al tener el do­minio del mar, se afanaba por someter las ciudades de Chi­pre. Dado que en Salamina24 había una importante guarni­ción persa y la ciudad estaba abundantemente provista de todo tipo de armas defensivas y ofensivas, y también de gra­no y de recursos de todas clases, juzgó que era conveniente

2 someterla a un asedio para lograr su rendición25. Pensaba que de este modo dominaría toda Chipre mucho más fácilmente y así provocaría el terror de los persas, que, al ser incapaces de socorrer a los salaminios debido a que los atenienses controlaban el mar, tendrían que sufrir todo tipo de repro­ches por haber abandonado a sus aliados; en suma, la suerte

ob. cit., pág. 47), en el presente año los cónsules fueron L. Valerio Potito y M. Horacio Barbato.

24 La ciudad más importante de la isla, situada en la costa oriental. Según la tradición (cf. J u s t i n o , XLIV 3, 2), había sido fundada por Teu­cro, hermano de Ayante. A partir de fines del siglo vi a. C. fue gobernada por una monarquía. Apoyó la revuelta jonia, incitando a la rebelión a las demás ciudades de la isla (cf. H e r o d o t o , V 104), pero los chipriotas fue­ron de nuevo sometidos por los persas (cf. H e r ó d o t o , V 108-115).

25 Sobre el asedio de Salamina, Diodoro es la única fuente. En cuanto a la reconstrucción de la sucesión cronológica de los hechos de Chipre hasta llegar a la paz de Calias, hay que decir que es una tarea dificultosa que ha sido objeto de debate, ya que el testimonio de Heródoto no está de acuerdo con otras fuentes. Según Diodoro, el orden es el siguiente: desembarco en Chipre, conquista de Citio y Mario, victoria naval contra la flota procedente de Cilicia y Fenicia, persecución de la flota enemiga y victoria del ejército de tierra ateniense en Cilicia, asedio de Salamina y muerte de Cimón por en­fermedad (antes o durante el asedio). T u c í d i d e s , 1112, 2-3, ofrece un relato más conciso con este orden: desembarco en Chipre y asedio de Citio (sin hablar de conquista), muerte de Cimón (sin precisar la causa), batalla naval a la altura de Salamina y batalla por tierra, y regreso a Atenas (cf. T u c í d i -

d e s , trad, cit., nota 683). P l u t a r c o , Vida de Cimón 18-19, 2, da, en cam­bio, la siguiente secuencia: victoria ateniense sobre la flota persa en aguas de Panfilia, muerte de Cimón durante el asedio de Citio, debida a enferme­dad o a herida, y regreso a Atenas.

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LIBRO XII 347

de la guerra estaría ya decidida, si toda Chipre era sometida por la fuerza; y esto fue realmente lo que ocurrió. Los ate­nienses emprendieron el asedio de Salamina; cada día se 3

lanzaban al asalto, pero los defensores, dotados de armas arrojadizas y bien equipados, rechazaban de sus muros a los sitiadores sin dificultad. Tan pronto como fue informado de 4 las derrotas de Chipre, el rey Artajerjes deliberó con sus ín­timos y consideró que convenía negociar la paz con los griegos. Escribió entonces a los comandantes y sátrapas que se ocupaban de los asuntos de Chipre, comunicándoles las condiciones en las que podían llegar a un acuerdo con los griegos. Así Artabazo y Megabizo enviaron embajado- 5

res a Atenas para tratar sobre la reconciliación. Los ate­nienses los acogieron favorablemente y enviaron emba­jadores plenipotenciarios conducidos por Calías, hijo de Hiponico26; se concluyó un tratado de paz entre los atenien­ses y sus aliados de una parte y los persas del otro, cuyos puntos en esencia eran los siguientes: todas las ciudades griegas de Asia serían autónomas, los sátrapas persas no avanzarían en dirección al mar a menos de tres días de mar­cha27, y ningún navio de guerra surcaría las aguas entre Fa- sélide y las Cianeas28; si el Rey y sus generales observaban

26 Calías, nacido en Atenas a fines del siglo vi, era hijo de Hiponico y primo de Aristides; se casó con Elpinice, hermana de Cimón (cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 4 , 8 ) ; participó en la batalla de Maratón (cf. P l u t a r c o , Vida de Aristides 5, 4). Su nombre está ligado a los acuer­dos de paz que habría negociado, con Persia, después de los hechos de Chi­pre, en el 449, y con Esparta en el 446/445 (la paz de los treinta años).

27 Plutarco habla de cuatrocientos estadios, lo que está de acuerdo con la expresión de este pasaje.

28 Diodoro, pues, nos presenta un acuerdo de tres cláusulas: autono­mía para las ciudades griegas de Asia, prohibición a los sátrapas de aproximarse al mar y prohibición a ía flota persa de navegar entre Faséli- de y las Cianeas. Fasélide (Phásélis) era un importante centro comercial

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J

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estas cláusulas, los atenienses, en correspondencia, no em­prenderían ninguna campaña contra el territorio gobernado por el Rey. Una vez concluido el acuerdo, los atenienses re­tiraron sus fuerzas de Chipre, después de haber obtenido una brillante victoria y de haber sellado un importante trata­do29. Aconteció asimismo que Cimón murió víctima de una enfermedad cuando todavía se encontraba en Chipre30.

Cuando Filisco era arconte en Revuelta deMégara Atenas31, los romanos eligieron cón­

sules a Tito Romilio Vaticano y a Ga­yo Veturio Cicorio32, y los eleos celebraron la Olimpíada

en la costa oriental de Licia (cf. E s t r a b ó n , XIV 3, 9), en el golfo de Pan- filia; pertenecía a la Liga ático-delia, en la que había entrado tras la ex­pedición de Cimón del 468 (cf. P l u t a r c o , Vida de Cimón 12, 3-4). Las Cianeas eran dos islotes situados en la bocana del Bosforo tracio desde el Mar Negro, actualmente llamadas Urek y Jaki (cf. E s t r a b ó n , XII 3, 11). Se aceptaba la soberanía persa sobre Chipre y Egipto a cambio de la hegemonía ateniense entre Fasélide y las Cianeas.

29 Este capítulo 4 es problemático al contener dos acontecimientos que han sido objeto de discusión: la expedición a Chipre y la Paz de Ca­lías. La historicidad del tratado entre Atenas y Persia concluido en Susa, la llamada Paz de Calías, se ha discutido y negado (cf. T e o p o m p o ,

FGrHist 115, fr. 153-154) pero los testimonios de este pacto de no agre­sión son numerosos, pese al silencio de Tucídides, hecho sin duda a tener en cuenta para una plena aceptación.

30 La noticia de la muerte de Cimón es muy imprecisa. Según P l u ­

t a r c o , Vida de Cimón 19, 4, el cuerpo de Cimón fue llevado a Atenas y enterrado en la tumba de la familia. La tumba de Cimón que Nausí- crates, también según Plutarco, habría visto en Citio sería un cenotafio.

31 Aparece asimismo en D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , X 11, 1. Cf. R. D e v e l i n , ob. ciL, pág. 81.

32 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 4 5 5 (cf. T . R. S. B r o u g i i t o n , ob. cit., pág. 4 2 ) . Cf. T i t o L i v i o , III 31, 2 .

Según la tradición vulgaía (T . L iv io , III 6 5 , 2 ; D io n is io d e H a l i c a r -

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octogesimotercera, en la que Crisón de Himera33 obtuvo la victoria en la carrera del estadio. Este año, los megareos 2

hicieron defección de los atenienses34, enviaron embajado­res a los lacedemonios y sellaron una alianza con ellos; los atenienses, irritados, enviaron tropas al territorio de los me­gareos, las cuales saquearon sus propiedades y se apodera­ron de un considerable botín; los habitantes de la ciudad acudieron en defensa de su territorio y se entabló una bata­lla en la que vencieron los atenienses, que persiguieron a los megareos hasta el interior de sus murallas.

n a s o , XI 51, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 50), en el presente año los cónsules fueron Espurio (?) Herminio Coritinesano y Tito Virgi­nio Tricosto.

33 Cf. L. M o r e t t i , Olympionikai, i vincitori negli antichi agoni olim- pici, Memorie Accademia Nazionale dei Lincei, VIII, 1959, pág. 294. Sobre su victoria y sobre sus cualidades, cf. P l a t ó n , Protagoras 335; H e s iq u i o , .V. V. Gríson; P a u s a n ia s , V 23, 4.

34 La defección de Mégara parece que ha de situarse un año después, en otoño del 446, y que fue posterior a las derrotas atenienses de Beocia (cf. T u c í d i d e s , I 114). La exposición de Diodoro choca con la de Tu­cídides. Para Diodoro la revuelta de los megareos habría ocurrido antes de la batalla de Queronea; para Tucídides, en cambio, la rebelión de Eu- bea y la defección de Mégara serían posteriores a los acontecimientos de Beocia. Pericles ya había desembarcado en Eubea cuando le anunciaron que Mégara se había sublevado, que los peíoponesíos estaban a punto de invadir el Ática y que las guarniciones atenienses habían sido aniquiladas por los megareos, a excepción de los hombres de Nisa; todo esto le obli­gó a retirarse de Eubea. La sucesión de hechos presentada por Tucídides encuentra confirmación en P l u t a r c o , Vida de Pericles 22, 1. Pero hay una inscripción que podría confirmar el texto de Diodoro (cf. IG I2, 1085 = SEG, X 4 Π ; M . N. T o d , A selection o f Greek historical inscriptions,2.a éd., Oxford, 1946-48 ( - Greek Historical Inscriptions, Chicago, 1985), 41; R. M e i g g s -D , L e w i s , A Selection o f Greek historical inscrip­tions, Oxford, 1969, 51).

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6

447/6Cuando Timárquides era arconte

Invasión del Ática. en A tenas35, los romanos eligieron Derrota de los atenienses cónsules a Espurio Tarpeyo y a Aulo

en Cotonea Asterio Fontinio36. Este año, los lace- demonios penetraron en el Ática, de­

vastaron una gran parte del territorio y, después de sitiar al­gunas fortalezas, regresaron al Peloponeso37; entre tanto, Tólmides, estratego de los atenienses, tomó Queronea38. Pe­ro los beocios reunieron sus fuerzas y tendieron una embos­cada a Tólmides y a sus hombres; se entabló una violenta batalla cerca de Coronea, en el curso de la cual Tólmides

35 Diodoro es el único historiador que nos da su nombre. Cf. IG II2, 2318, [71]. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 83.

3ñ Los cónsules mencionados por Diodoro, Espurio Tarpeyo y Aulo As­terio Fontinio, ocuparon el cargo en el 4 5 4 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 4 2 ) . Cf. T it o Livio, ΙΠ 3 1 , 5 . Según la tradición vulgata (T . Lrvio, III 6 5 , 5 ; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , XI 5 1, l ; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 5 0 -5 1 ) , en el presente año los cónsules fueron M. Geganio Mace- rino (cóns. 4 4 3 , 4 3 7 ) y Gayo Julio Julo (cónsul en 4 3 5 y ¿en 4 3 4 ? ) ,

37 Diodoro no se entretiene en la invasión del Ática del año 446. Es­tuvo al frente de ella Plistoanacte, rey de Esparta, acompañado por Cleándridas; llegaron hasta Eleusis y Tría, pero se retiraron pronto del Atica, lo que provocó las sospechas de los espartiatas de que su rey se hubiera dejado sobornar por Pericles; cf. T u c í d i d e s , II 21, í; V 16, 3; P l u t a r c o , Vida de Pericles 22, 2-23, 2, quien afirma que las sospechas eran infundadas. Debido a ello, Plistoanacte fiie desterrado y Cleándridas condenado a muerte (cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 22, 3; Vida de Ni­cias 28, 3-4 = T im e o , FGrHist, 566 fr. 100).

38 Cf. T u c í d i d e s , I 113, 1; P l u t a r c o , Vida de Pericles 18, 2. Tól­mides, con sus mil boplitas atenienses y algunas tropas aliadas, estaba decidido a eliminar la resistencia de los grupos contrarios a Atenas en Orcómeno, Queronea y otras plazas de Beocia. El ataque a Beocia que tuvo lugar entre el invierno del 447 y la primavera del 446 se debió a la decisión de Tólmides, que, en oposición a Pericles, insistía en intervenir contra la amenaza beocia.

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LIBRO ΧΠ 351

cayó con las armas en la mano; de los atenienses unos per­dieron la vida y otros fueron capturados39. Al haber sobre­venido una tal desgracia, los atenienses, para recuperar a los prisioneros, se vieron obligados a reconocer la autonomía de todas las ciudades beodas40.

Cuando Calimaco era arconte en Atenas41, los romanos eligieron cón-

P eñ c les som ete Eubea suies a Sexto Quincio (...) Trigémi­no42. Este año, los atenienses, cuyo prestigio había recibido un duro golpe

en Grecia debido a la derrota de Coronea en Beocia, sufrie­ron la defección de muchas ciudades. Quienes principal­mente tomaron el camino de las revueltas fueron los habi­tantes de Eubea, por lo que Pericles, elegido estratego,

39 Fue una importante derrota para Atenas, por las numerosas bajas y por ia muerte de Tóknides. Cf. T u c í d i d e s , I 113, 2; I I I 62, 5; 67, 3; J e ­

n o f o n t e , Recuerdos de Sócrates III 5, 4; P a u s a n ia s , I 27, 5; 29, 14; A r i s t o d e m o , FGrHist !04, fr. 14, 2. Entre los caídos estuvo también Clinias, el padre de Alcibiades (cf. Is ó c r a t e s , X V I 28; P l u t a r c o , Vida de Alcibiades 1,1).

40 La derrota de Coronea tuvo serias consecuencias para Atenas. Cf. T u c í d i d e s , I 113, 3. Puso fin al intento ateniense de controlar Beocia y hacía resurgir el peligro de una federación beocia bajo la hegemonía de Tebas.

41 Diodoro es el único historiador que nos da su nombre. Cf. JG II2, 2318, [83]. Cf. R. Develin, ob. cit., pág. 84.

42 Hay una laguna en el texto, en la que podríamos poner los nombres de Sexto Quintilio (cf. R. W e r n f r , ob. cit., pág. 2 9 1 ) y Publio Curiacio Fisto Trigémino. Los cónsules a los que se refiere Diodoro ocuparían el cargo en el 453 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 43-44). Según la tradición vulgata (Trro L i v i o , III 66, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 51), en el presente año los cónsules fueron Tito Quincio Capitolino Barbato (cónsul en 471, 468 y 465) y Agripa Furio Fuso.

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emprendió una campaña contra Eubea con un ejército considerable y, después de tomar Hestiea43 al asalto, expul­só a los hestieos de su patria; de este modo asustó a las otras ciudades y las obligó a someterse de nuevo a los atenienses; después concluyeron un tratado de paz de treinta años; quienes negociaron el acuerdo y sellaron la paz fueron Ca­lías y Cares44.

43 Cf. T u c í d i d e s , I 114, 3. La nueva expedición de Pericles contra Eubea contó con cincuenta mil hoplitas y cincuenta naves; los atenienses recuperaron el pleno control de Eubea y pactaron una serie de tratados con las diversas ciudades, que reducían sensiblemente su autonomía (cf. R. Meiggs, D, Lewis, ob. cit., 52; IG Ÿ , 39 y 40). En Calcis expulsaron a los nobles, los hippobótai, y la ciudad fue obligada a un juramento de lealtad y al pago de un tributo (cf. IG I3, 39 = T o d , 42; SEG., X 36; Meiggs-Lewis, 52). Eretria igualmente tuvo que jurar fidelidad a Atenas y pagar un tributo (cf. IG I2, 17= SEG., X 35). En el caso de Hestiea, es­tablecieron una colonia propia de clerucos expulsando a sus habitantes, que se refugiaron en Macedonia según T e o p o m p o (FGrHist, 115, fr. 387 F . J a c o b y ) ; cf. asimismo, P l u t a r c o , Vida de Pericles 23, 3-4; A r i s t ó ­

f a n e s , Nubes 211-213; F i l ó c o r o , FGrHist, 328, fr. 118; infra, XII 22, 1- 2). La revuelta de Eubea prueba la impopularidad del Imperio ateniense (cf. T . J . Q u i n n , «Thucydides and the unpopularity of the Athenian Em­pire», Historia 13 [ 1964]).

44 Este tratado se sitúa en el invierno del 446/445. Cf. T u c í d i d e s , I 87, 6; 115, 1; P l u t a r c o , Vida de Pericles 24, 1; J u s t i n o , III 7, 1; E s ­

q u i n e s , Sobre la embajada fraudulenta [2], 174. Diodoro no se refiere a las cláusulas del acuerdo, la devolución de Nisea, Pegas, Trecén y Acaya, esto es, los territorios del Peloponeso que estaban en poder de los ate­nienses (I 115, 1), el reconocimiento de la autonomía de Egina (I 67, 2; Í19, 1; 140, 3), la posibilidad concedida a las ciudades neutrales de adherirse a una de las dos ligas (I 35, 2; 40, 2). Los acuerdos fueron en rea­lidad un compromiso que no satisfizo y encontró problemas en ambas partes.

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LIBRO ΧΠ 353

En Sicilia estalló una guerra entre 8 D ucetio regresa a S icilia los siracusanos y los acragantinos por

p a ra fu n dar Caleacte. |as razones siguientes. L O S SÍraCUSa- G iterra entre Siracusa °

y A cragante nos, después de haber derrotado a Du­cetio, el jefe de los sículos45, le habían

perdonado sus culpas al haber acudido a ellos como supli­cante y le habían asignado como residencia la ciudad de los corintios46. Después de haber permanecido en Corinto du- 2 rante algún tiempo, quebrantó el acuerdo47; fingiendo que había recibido un oráculo de los dioses con la orden de ir a fundar Caleacte48 en Sicilia, se hizo a la mar rumbo a la costa de Sicilia con numerosos colonos; también se unieron a la empresa algunos sículos, entre los que estaba Arcóni- des, el jefe de los herbiteos49. De este modo, pues, Ducetio se dedicó a la fundación de Caleacte50. Pero los acragantinos, 3 resentidos con los siracusanos y reprochándoles al mismo tiempo que habían salvado la vida de Ducetio, su enemigo común, sin tener en cuenta su opinión, declararon la guerra

45 Cf.supra, XI 91.46 En el destierro a Corinto prevaleció la opinión de los chariéstatoi,

que querían salvar la vida de Ducetio (cf. supra, XI 92, 1).47 Estuvo en Corinto hasta el 448. Su regreso y la fundación de Ca­

leacte contó sin duda con el soporte de Corinto. Interesaba abrir nuevos espacios comerciales en el Tirreno.

48 Kale Alcte, es decir, «Costa Bella» o «Playa Hermosa», la Calacte de ios latinos (cf. C i c e r ó n , Veninas II 3, 43; S ilio It á l i c o , XIV 251); se encontraba en la costa norte de Sicilia, a unos 100 Km al oeste de Zan­cle, «en la costa que mira a Tirrenia» (cf. H e r ó d o t o , VI 22, 2).

49 Arcónides era señor de Herbita, centro sículo situado en las cerca­nías de la actual Nicosia, a unos 60 Km al sudeste de Hímera y a medio camino entre ésta y Catana. Colaborador y continuador de Ducetio, era adversario de los siracusanos y amigo de los atenienses (cf. T u c í d i d e s ,

VII 1, 4; D io d o r o , XX 99).50 Su emplazamiento está en Marina di Caronia, a 145 Km de Mesina,

188 de Siracusa y 198 de Agrigento.

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4 a los siraciisanos. Las ciudades de Sicilia se dividieron y unas se alinearon al lado de los acragantinos mientras que otras lo hicieron con los siracusanos, reuniéndose en ambos bandos fuerzas considerables. La rivalidad entre las ciuda­des se exasperó y los dos ejércitos acamparon frente a frente junto al río Hímera51; hubo una batalla campal en la que los siracusanos vencieron e hicieron una matanza de más de mil acragantinos; después de la batalla, los acragantinos envia­ron negociadores y los siracusanos concluyeron la paz52.

9 Tal era la situación en Sicilia. EnDigresión sobre Síbaris. Italia entre tanto se fundó la ciudad de

Guerra entre Síbaris l0s turios por las razones siguientes,53 y Crotón ^ , , ■ ΛEn una época anterior, los griegos

habían fundado en Italia la ciudad de Síbaris, y aconteció que esta ciudad se desarrolló rápida-

2 mente gracias a la bondad de su suelo54. Estaba situada en­tre dos ríos, el Cratis y el Síbaris, del que tomó su nombre; sus pobladores, al explotar un territorio vasto y fértil, se en­riquecieron y, al otorgar a mucha gente el derecho de ciu­

51 El actual río Salso, en el término de Licata.52 No conocemos las cláusulas de este acuerdo.53 Aquí comienza una larga digresión sobre Síbaris y Turios, y luego

sobre Carandas y Zaleuco de Locros. Es un excursus sobre la historia de la Magna Grecia que se ocupa de un hecho importante en la historia de las aspiraciones occidentales de Atenas, es decir; el establecimiento de ia co­lonia parthelénica de Turios, fundación querida por Pericles.

54 La fundación de la primera Síbaris remontaría al 720, según el Pseudo Escimno (357-360), o al 709/708 según la cronología de Eusebio. La colonizaron aqueos procedentes de varios sitios de Acaya y colonos de Trecén. Cf. E s t r a b ó n , VI 1, 13, para el que el fundador procedía de Hélice. El lugar seguramente ya había sido habitado antes; las excavacio­nes arqueológicas han confirmado relaciones comerciales entre asenta­mientos de aquella zona y el mundo micéníco.

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dadanía, progresaron de tal modo que pareció que aventaja­ban en gran manera a los otros pueblos que habitaban Italia; sobresalieron tanto por el crecimiento de su población que la ciudad llegó a contar con trescientos mil ciudadanos55. Entre ellos, sin embargo, surgió un demagogo, Telis, que movía acusaciones contra los personajes más importantes y que indujo a los sibaritas a enviar al exilio a los quinien­tos ciudadanos más ricos y a confiscar sus propiedades56.

55 Respecto a la rápida prosperidad de Síbaris, cf. E s t r a b ó n , V I 1, 13, que afirma que «disfrutó de una fortuna tal que llegó a comandar a los cuatro pueblos vecinos, tuvo como súbditas a veinticinco ciudades, envió una expedición de trescientos mil hombres contra Crotón y llenó con sus habitantes un recinto de cincuenta estadios sobre el Cratis» (trad, de J. V e l a T e j a d a , BCG, Madrid 2001). Pese a lo hiperbólico de las ci­fras, Síbaris fue probablemente la colonia aquea más poderosa y próspera y su lujo fue proverbial. Cf. D io d o r o , V IH 18, 1-20, i.

56 Según H k r ó d o t o , V 44, Telis (Télys) era tirano (tyrannos o basi- leús) de Síbaris. Diodoro lo llama dëmagôgôs, término con el que quiere reflejar su condición de jefe de un partido popular en oposición a los gru­pos oligárquicos, el tipo de «tirano» que se repitió en el siglo vi. Su nom­bre está ligado a una época turbulenta de la ciudad. Los hitos de la histo­ria de Síbaris pueden resumirse como sigue:— Fines del siglo vm a. C.: Fundación por aqueos y trecenios.— 511/510: Crotón destruye Síbaris (cf. H e r ó d o t o , V 44; D io d o r o , X

23). Esta destrucción, según otra hipótesis, podría remontar unos diez años, hacia el 525/23.

— 453/452: Nueva fundación de Síbaris por un cierto Tésalo ( D io d o r o ,

XI 90), cincuenta años después de su destrucción, según D io d o r o , XI 90, 4, donde Diodoro manifiesta su intención de presentar un relato detallado sobre Síbaris en el libro siguiente, y el presente pasaje, XII 10, 1.

— 448' Nueva destrucción por obra de Crotón, cinco años después ( D io d o r o , X 2); en XI 90, se habla de «sólo unos años». E s t r a b ó n ,

VI 1, 13, atribuye la destrucción a los atenienses y a otros griegos que fundaron luego Turios.

— 446/445: Refundación con el nombre de Síbaris anterior al desplaza­miento del que nació oficialmente Turios.

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356 BIBLIOTECA HISTORICA

Cuando los desterrados se presentaron en Crotón57 y se re­fugiaron en los altares del agora, Telis despachó embajado­res a los crotoniatas conminándoles a entregar a los exiliados o aceptar la declaración de guerra. Se reunió la asamblea del pueblo y se propuso la deliberación de si se debía entregar los suplicantes a los sibaritas o sostener una guerra contra un enemigo más poderoso. El Consejo58 y el pueblo estaban en duda; al principio la mayoría se inclinaba por la devolu­ción de los suplicantes, debido a la amenaza de guerra; pero a continuación, cuando el filósofo Pitágoras59 les hubo acon­sejado que salvaran a los suplicantes, los crotoniatas cam­biaron de parecer y eligieron la guerra para salvaguardar la vida de los suplicantes. Los sibaritas marcharon contra Cro­tón con un ejército de trescientos mil hombres, mientras que los crotoniatas se les enfrentaron con uno de cien mil a las órdenes del atleta Milón60, que, gracias a su extraordinaria fuerza física, fue el primero en poner en fuga a los hombres alineados frente a él. Este hombre, que había obtenido seis victorias en Olimpia, cuyo coraje era similar a su fuerza fí­sica, se presentó en la batalla, dicen, ciñendo las coronas olímpicas y llevando los atributos de Heracles, la piel de

57 El gobierno de Crotón estaba en manos de una aristocracia terra­teniente.

58 El Consejo era el synklëtos, constituido por mil miembros; dirigía la política de Crotón, que contaba asimismo con la Asamblea del pueblo, la ekkiësia, y un consejo de ancianos más restringido.

59 Pitágoras llegó a Crotón hacia el 530, después de huir de su patria, Samos, entonces en manos del tirano Pisistrato (cf. D ió g e n k s L a e r c i o ,

Vida de Pitágoras 3). Cf. supra, X 9, 9, donde Diodoro se ha referido a los honores que los crotoniatas tributaron al filósofo.

60 Milón, hijo de Diotimo, tuvo su estatua en Olimpia, obra del tam­bién crotoniata Dameas. Cf. P a u s a n i a s , VI i 4, 5-9, que nos cuenta una serie de anécdotas sobre su vida y muerte. H e r ó d o t o , III 137, 5, ya alu­de a la fama del atleta.

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LIBRO XIÍ 357

león y la clava; fue el artífice de la victoria y se granjeó la admiración de sus conciudadanos61.

Dado que los crotoniatas, movidos 10 por la cólera, no quisieron hacer pri-

Síbaris y la fu ndación s j o n sin0 m a t a r o n a t o d o dd e Tunos ’ 1

que en la huida caía en sus manos, lamayor parte de los sibaritas fueron

masacrados; su ciudad fue saqueada y quedó completamen­te abandonada62. Cincuenta y ocho años después, un grupo 2 de tesaiios63 se establecieron en la ciudad, pero al cabo de poco tiempo fueron expulsados por los crotoniatas, cinco años después del segundo establecimiento. En la época de 3 la que ahora nos ocupamos64, la ciudad fue restablecida65 y

61 Su gloriosa vida de atleta contrastó con una muerte miserable; apri­sionado en un gran tronco, murió devorado por unos lobos (cf. P a u s a -

n ía s , VI 14 , 8; E s t r a b ó n , VI 12 ; supra, IX 14 , 1).

f,z Síbaris fue sitiada durante setenta días, tomada, arrasada e inundada por aguas del Cratis, cuyo curso fue desviado; los habitantes que esca­paron encontraron refugio en antiguas colonias de Síbaris de la costa ti- rrenia, como Lao y Escidro (cf. H e r ó d o t o , V 4 4 ; VI 2 1 , 1). Así culmi­naba la rivalidad entre Síbaris y Crotón; el último pretexto había sido la acogida de los exiliados sibaritas por parte de Crotón, pero debía de pesar mucho la oposición de la oligárquica Crotón con el nuevo gobierno siba­rita, que contaba con e! soporte del pueblo; y las dos ciudades evidente­mente tenían que rivalizar por motivos comerciales y por la hegemonía en la Magna Grecia.

63 Sobre la reconstrucción o segundo establecimiento del 453/452, cf. supra, XI 90, 3-4; se habla de un tesalio que condujo a los supervivientes sibaritas, de un grupo de tesaiios o de un personaje llamado Tésalo.

64 Es deck, cinco años después del segundo establecimiento, durante el arcontado de Calimaco, en el 446/445.

65 Nuestra traducción sigue el texto adoptado por M. C a s r v it z , Dio­dore de Sicile, Bibliothèque Historique, LivreXII, París, 1972.

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358 BIBLIOTECA HISTORICA

poco tiempo después fue trasladada a otro lugar66, recibien­do un nombre diferente; sus fundadores fueron Lampón y Jenócrito67, y los hechos ocurrieron del modo siguiente. Los sibaritas expulsados por segunda vez de su patria enviaron embajadores a Grecia, a los lacedemonios y a los atenien­ses, para pedirles que les apoyaran en el retomo a su patria

4 y que participaran en el envío de una colonia. Los lacede­monios no prestaron atención a su petición, pero los ate­nienses les prometieron su colaboración y equiparon diez naves que enviaron a los sibaritas, mandadas por Lampón y Jenócrito; despacharon asimismo heraldos a las ciudades del Peloponeso para dar a conocer la empresa colonial co­mún al que quisiera participar en la colonización de la nue-

5 va ciudad68. Muchos contestaron afirmativamente y, una

66 Síbaris se sitúa entre los ríos Cratis (el actual Crati) y Síbaris (el actual Coscile, que hoy vierte sus aguas al Crati, a unos 7 Km del mar), tal como dice D i o d o r o en XII 9, 1 y en XI 90, 3, y afirma asimismo Es- t r a b ó n (VI 1, 13), que indica que los crotoniatas desviaron el curso del Cratis para anegar la ciudad.

67 Lampón es el adivino del que se burla A r is t ó f a n e s (Aves 521, 988, y Nubes 332); cf. asimismo P l u t a r c o , Consejos políticos 812 D y Vida de Pericles 11. Jenócrito, que no se encuentra en Plutarco, aparece en Focio, Lexicon, s. v. La noticia de una segunda reconstrucción de Síbaris en el 446 parece estar en contradicción con la afirmación del mismo Diodoro en XII 9, 1, según Sa cual Turios habría sido fundada en el mismo año. Pero la contradicción sólo es aparente si se considera la nueva colo­nia de Turios como continuación del establecimiento de Síbaris refunda- do en el 446.

68 Parece que en la fundación de Turios tenemos e! primer ejemplo de colonia panhelénica, en la que Atenas, por la influencia de Pericies, tuvo un papel principal. Bajo la apariencia de panhelenismo, se trataba de una creación de Pericles de gran importancia para sus objetivos políticos y comerciales. Establecía una cabeza de puente entre Atenas y el Occidente griego y aseguraba la presencia de Atenas en una zona de gran riqueza. La significación de la colonia se refleja en el hecho de que entre los co­

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vez que hubieron recibido una respuesta del oráculo de Apolo, diciéndoles que debían fundar una ciudad en un sitio donde habitarían «bebiendo agua con mesura y comien­do pan sin mesura»69, se hicieron a la mar rumbo a Italia y, llegados a Síbaris70, se pusieron a buscar el lugar en elque debían fundar la colonia según la orden del dios. Encontra­ron, no lejos de Síbaris, una fuente llamada Turia, que tenía un tubo de bronce que los indígenas llamaban «medimno» 71

y, pensando que aquél era el sitio indicado por el dios, cons­truyeron allí un recinto amurallado y fundaron una ciudad a la que, por el nombre de la fuente, llamaron Turio72. Divi­dieron la ciudad longitudinalmente en cuatro avenidas, lla­mando a una avenida de Heracles, a otra de Afrodita, a la tercera de Olimpia y a la cuarta de Dioniso73; transversal­mente la dividieron en tres avenidas, denominadas Heroa, Turia y Turina. Y cuando los espacios entre las calles estre­chas estuvieron ocupados por casas, la ciudad pareció per­fectamente organizada74.

lonos hubo grandes personajes como Heródoto, Protagoras de Abdera e Hipódamo de Mileto.

69 El oráculo parece citado literalmente. Cf. H. W. Parece-D. E. W. W o r m e l l , The Delphic Oracle, II, pág. 58, n.° 132, y I, págs. 186-187.

70 La indicación de que los colonos llegaron primero a Síbaris parece implicar que el sitio estaba habitado desde hacía unos años.

71 El término indicaba una unidad de medida usada para el grano; su capacidad era de unos cincuenta y dos litros.

72 Turios (cf. infra, XII 17, 3; 35, 1-3), citada aquí en singular (Thoú- rion). La fundación se realizaba de acuerdo con unos ritos tradicionales: construcción de un recinto amurallado y denominación de la nueva polis.

73 Ha sorprendido que no estuviera el nombre de Atenea, tal vez por discreción de los atenienses.

74 El plano urbanístico de Turios era hipodámico, con un trazado arte­rial (cf. R. M a r t i n , L'Urbanisme dans la Grèce antique, París, 1956, págs. 40-41). La descripción de Diodoro ha encontrado confirmación ar­queológica en las excavaciones de Parco del Cavallo. En cuanto a la ero-

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360 BIBLIOTECA HISTORICA

Los turios vivieron en concordiaLos primeros pasos t o n t e P0C 0 tÍemP°> Ya ClUe en Seguida

de Turios. Organización se vieron inmersos en graves dis- política y legislación co rd ia s c ivüeSj y no sin razones75. Los

sibaritas de origen se atribuían los car­gos más importantes y dejaban los de menor trascendencia a los ciudadanos inscritos posteriormente. Pensaban asimismo que las mujeres originarias de la ciudad debían ser las pri­meras en ofrecer los sacrificios y que tenían que hacerlo en segundo lugar las que habían llegado después. Además, en la distribución del territorio se habían reservado los terrenos próximos a la ciudad, asignando las tierras más lejanas a los recién llegados76. Cuando estallaron las disputas por los motivos citados, los ciudadanos inscritos posteriormente,

nología, ante el contraste en el texto de Diodoro entre las dos noticias que hacen coincidir en el mismo año (446/445) la fundación de Turios (XII 9,1) y la refundación de Síbaris (XII 10, 3), puede pensarse que Diodoro ha recogido una doble tradición, una (10, 3) que distinguiría dos momentos (la recolonización de Síbaris en el 446/445 y el sucesivo traslado a otro emplazamiento, con el cambio de nombre, Turios, en el 444/443), y la otra, que situaría la fundación de Turios en el 446/445 dando simplemen­te a los fundadores Lampón y Jenócrito el papel de guiar la flota atenien­se a la Magna Grecia. Respecto a la primera tradición, la más cercana a la realidad histórica, cf. E s t r a b ó n , VI 1, 13; P l u t a r c o , Vida de PericlesII , 5; Vidas de los diez oradores 835 A; D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , Li­sias 1 453.

75 Respecto a estas disensiones, cf. A j u s t ó t e l e s , Política V 3, 1303 a, que utiliza este caso para demostrar que surgen las disputas civiles siempre que hay un aporte de elementos extranjeros en una ciudad, ya en el momento de su fundación, ya posteriormente. Cf. asimismo E s t r a b ó n ,

VI 1, 13, que señala la oposición entre los viejos sibaritas en el período comprendido entre la refundación de Síbaris y el desplazamiento a Tu­rios.

76 Las disensiones tenían pues causas políticas, religiosas y económi­cas. Los sibaritas originarios querían conservar el primer papel en una

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más numerosos y más fuertes, mataron a casi todos los siba­ritas de origen y se quedaron como únicos señores de la ciudad77. Y dado que el territorio era vasto y rico, hicieron venir de Grecia numerosos contingentes de colonos conlos que se repartieron la ciudad y las tierras de un modo equita­tivo. Los habitantes que quedaron amasaron en seguida grandes riquezas, sellaron un pacto de amistad con los cro­toniatas 78 y se dieron una buena administración. Establecie­ron un régimen democrático79 e hicieron una distribución de los ciudadanos en diez tribus, a todas las cuales les atri­buyeron un nombre acorde con el grupo étnico que la cons­tituía: tres, formadas por gentes procedentes del Pelopone- so, fueron llamadas Arcadia, Aquea y Elea; otras tres, formadas por gentes de la misma etnia de fuera del Pelopo- neso, fueron llamadas Beocia, Anfíctiónica y Doria; y las cuatro restantes, formadas por otros pueblos, fueron llama­das Jonia, Ateniense, Euboica e Insular. Eligieron luego como legislador a Carandas, el mejor de los ciudadanos admirados por su cultura80. Éste, después de examinar las

ciudad que consideraban continuación de la suya, y los nuevos colonos partían de la base de una ciudad radicalmente nueva.

77 Los sibaritas que escaparon a la matanza fueron a fundar una nueva Síbaris junto al rio Traento. Cf. infra, XII 22.

78 En Crotón, a mediados del siglo v, un movimiento antioligárquico había eliminado a los pitagóricos, que habían desempeñado un importan­te papel en la escena política y cultural y hablan sostenido el régimen oli­gárquico. Por consiguiente, ahora había una mayor afinidad política entre Turios y Crotón.

79 Tras la derrota de los sibaritas y la llegada de nuevos colonos se es­tablece pues un régimen democrático y Turios adquiere un carácter de colonia panhelénica; pero en todo ello Atenas debió de tener un papel más importante del que se desprende de este pasaje (cf. infra, ΧΠ 35, 1-3).

so Es imposible que el legislador fiiera directamente Carandas, ya que es­te personaje vivió probablemente en la segunda mitad del siglo vu.

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legislaciones de todos los pueblos, escogió los principios mejores para consignarlos en sus leyes; pero fueron fruto de su reflexión muchas aportaciones personales que no es in­oportuno recordar para ilustración del lector.

En primer lugar, para aquellosLegislación . .

de Carandas. Que imponían una madrastra a sus m-Los sicofantas.^ jos, estableció como pena que fueran

Las malas compañías. i ■ j j , ■ j jLa instrucción pública f lu id o s de los consejos donde se

tomaran decisiones concernientes a la patria, puesto que creía que quienes habían tomado una de­cisión perjudicial para sus propios hijos también tomarían decisiones equivocadas respecto a su patria81. Decía que los hombres que habían sido afortunados en su primer matri­monio debían quedar satisfechos y vivir con aquella expe­riencia dichosa, pero que a aquellos que habían sido infeli­ces en el matrimonio y se exponían a un segundo fracaso se les debía considerar necios82. A los que habían sido conde­

Originario de Catana, fue autor de leyes adoptadas por diversas ciudades de la Magna Grecia y de Sicilia, lo que le dio una fama que lo convirtió en un personaje mítico (cf. A r i s t ó t e l e s , Política II 12, 1274a-b). Segu­ramente está en lo cierto H e r a c l i d e s e l P ó n t i c o (en Dió g e n e s L a e r -

c i o , IX 8 , 50) al afirmar que el redactor de la nueva legislación de Turios fue el filósofo Protágoras que tal vez reelaboraría las antiguas leyes de Carandas. Sobre Zaleuco, Carandas y las legislaciones de la Magna Grecia, cf. J. J. To­r r e s R u i z , Legislaciones de la Magna Grecia, Granada, 1976.

81 En el capítulo 12 Diodoro inicia una larga digresión sobre la legis­lación de Carandas, que continuará hasta el capítulo 18. Comenta leyes relativas a las madrastras (12, I), al falso testimonio (12, 2), a las malas amistades (12, 3), a la instrucción pública (12, 4), a los huérfanos (15), a los cobardes (16, 1-2) y a la reforma de las propias leyes (17-18).

82 En esta necesidad de adecuación entre la vida pública y la vida pri­vada es evidente la influencia pitagórica. Diodoro ha parafraseado aquí unos versos que luego incorpora en el capítulo 14.

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nados por calumnia les impuso como pena que recorrieran la ciudad coronados con una rama de tamarisco, a fin de que todos los ciudadanos pudieran ver que habían obtenido el primer premio de perversidad. Por ello hubo algunos que, condenados por aquel delito, se quitaron voluntariamente la vida, no soportando aquella ignominia. Cuando se comenzó a aplicar esta ley, todos los que habían hecho de los falsos testimonios su actividad habitual83, tomaron el camino del exilio y la vida del Estado, libre de aquel azote, pudo trans-

84curnr en pazCarandas también redactó una ley no usual relativa a las

malas amistades, que había sido descuidada por otros legis­ladores. Sostenía que los hombres buenos pervierten algu­nas veces sus costumbres debido a la amistad y al trato con hombres malvados85 y que la vileza, propagándose como una peste, arruina la vida de los hombres e infecta las almas de los mejores; el camino que conduce al mal es, en efecto, una pendiente suave que hace que el viaje sea fácil. Esta es la razón por la que muchos hombres de costumbres mode­radas, seducidos por placeres engañosos, han caído en las prácticas más infames. Deseoso, pues, de terminar con esta fuente de corrupción, el legislador prohibió que se estrecha­ran las relaciones de amistad con los degenerados, instituyó los procesos contra las malas amistades y, con la amenaza de penas severas, disuadió a los que iban a caer en aquel error.

Redactó asimismo otra ley muy superior a la preceden­te, que los legisladores más antiguos habían omitido. Pro­

83 Todos los sicofantas inveterados.84 La ley sobre el falso testimonio es confirmada por A r is t ó t e l e s ,

Politica II 12, 1274b, donde leemos que Carandas fue el primero en per­seguir el falso testimonio.

85 Cf. E s q u i l o , Siete contra Tebas, 599-600.

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mulgó una ley según la cual todos los hijos de los ciudada­nos debían aprender a leer y a escribir, y las pagas de los maestros correrían a cargo de la ciudad, porque pensaba que quienes estuvieran faltos de medios económicos, al no poder pagar personalmente a los maestros, se verían privados de acceder a las ocupaciones más nobles86.

útiles para la vida, como los votos, la correspondencia epis­tolar, los tratados, las leyes y en general todo lo que contri­buye a mejorar la condición humana87. ¿Qué elogio más grande podría hacerse de la enseñanza de la escritura? Es sólo por ella que los muertos perduran en el recuerdo de los vivos; y por ella que aquellos que están separados por una gran distancia siguen conversando, gracias a sus cartas, con los que están muy lejos, como si los tuvieran al lado; y en los tratados en tiempo de guerra entre los pueblos o los re­yes, la seguridad proporcionada por la escritura ofrece la ga­rantía más segura respecto a la permanencia de los acuer­dos; en suma, las más bellas sentencias de los sabios, los

86 Las leyes sobre las malas compañías y sobre la instrucción pública demuestran la importancia que el legislador daba a la educación y a la promoción de los jóvenes. Tenemos pocos casos atestiguados de la edu­cación a expensas del Estado. Sólo P l u t a r c o , Vida de Temistocles 10, indica que los niños atenienses llevados a Trecén fueron educados a ex­pensas de esta ciudad.

157 El elogio de las letras constituye también un topos desde el Prome­teo de E s q u il o (cf. 459 ss.). Se ha observado que en estos pasajes, como en otros de este libro XII, Diodoro abandona su concisión narrativa y adopta un cierto tono más lírico y caluroso.

Preocupación de Carondas

por la cultura

El legislador, en efecto, juzgaba el estudio de las letras muy superior al de las otras disciplinas, y tenía razón, ya que por medio de ellas se realizan la mayor parte de actividades y las más

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oráculos de los dioses, y también la filosofía y toda la cultu­ra, sólo la escritura las preserva y no cesa de transmitirías a las generaciones posteriores para la eternidad. En conse­cuencia, hemos de pensar que si el hecho de vivir depende de la naturaleza, el bien vivir depende de la formación que proporciona la escritura. Así Carandas, convencido de que los hombres iletrados se ven privados de algunas grandes ven­tajas, con esta legislación trató de remediar su condición considerando que merecían la atención de los recursos del Estado; a los legisladores anteriores, que habían establecido que los particulares que sufrieran alguna enfermedad fueran curados por los médicos a expensas públicas, los superó en gran manera, ya que aquellos se habían ocupado de cuidar la salud de los cuerpos, mientras que él se preocupó del cui­dado de los espíritus paralizados por la ignorancia88. Y si deseamos no tener nunca necesidad de médicos, ansiamos, por el contrario, pasar todo el tiempo junto a los maestros que enriquecen nuestra cultura.

Respecto a los dos preceptos queTestimonios .de los poetas hemos mencionado primero, son mu-

sobre las leyes chos los poetas que han dejado el tes-de Carótidas · , , ,timonio de sus versos; he aquí algu­

nos sobre las malas compañías:

El hombre que se complace en frecuentar a los malvados,sin preguntarle nunca, sé perfectamenteque es igual a aquellos con cuya compañía se complace89.

88 Diodoro podía pensar en la inscripción «Clínica del Alma», puesta en ia biblioteca del faraón Osimandias, como explica en su libro I 49, 3.

89 Son versos del Fénix de Eurípides (fr. 812, 7-9 Nauck). Sin refe­rirse a Carón das, también los cita E s q u i n e s , Contra Timarco 152. Eran una cita frecuente en relación a la influencia de las malas amistades.

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La ley referente a las madrastras es evocada en estos versos:

El legislador Carondas, dicen, en su código,entre otras, promulgó esta medida:quien a sus hijos madrastra imponeno sea estimado ni tome la palabraentre sus conciudadanos, por haber introducidoen sus asuntos un mal ajeno.Si has tenido éxito, añade, en el primer matrimonio, conténtate con esta felicidad; pero si ha sido un fracaso, repetir con una segunda mujer es una locura90.

Verdaderamente es justo que se tenga por loco al que2 cae dos veces en el mismo error. También Filemón91, el co­

mediógrafo, presentando en escena personajes que frecuen­temente recorren el mar, en el Bastardo92 dice:

De lo que me asombro no es de que se navegue, sino de que se navegue por segunda vez.

De modo semejante se podría afirmar que lo asombroso no es que uno se case, sino que se case dos veces. ¡ Y sería mejor que se confiara dos veces al mar que a las mujeres!

90 Son versos de un autor desconocido (cf. T. K o c k , Comicorum Atti­corum Fragmenta III 425, fr. 110).

91 Filemón, nacido en Siracusa hacia el 365-360, es, junto a Menan­dro, uno de los más prolífícos autores de la comedia nueva. Diodoro (XXIII 6, 1) dice de él que escribió noventa y siete obras y vivió ochenta y nueve años. De las obras sólo se conservan algunos fragmentos y el nombre de parte de los títulos. Influyó notablemente en la comedia de Plauto. El fragmento aquí citado (183 Kock) pertenece a la comedia el Bastardo (Nóthos) y también se encuentra en Nicéforo Gregoras (Histo­ria de Bizancio XII 6, 297).

92 Aceptando la corrección de Kock (Nóthói por nomói). Según la lec­tura adoptada por otros, la traducción, en lugar de «en el Bastardo dice:», sería «y refiriéndose a la ley dice:».

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En efecto, las más graves y penosas disputas domésticas, que enfrentan a los hijos con sus padres, se deben a las ma­drastras, y en ello está la causa de numerosos crímenes que los trágicos han representado en los teatros.

Carondas redactó asimismo otra ley digna de aprobación, la referente a

La tutela ja jos huérfanos. Esta ley,ele los huérfanos J

considerada superficialmente, no pa­rece contener ningún punto extraordi­

nario o digno de especial atención, pero, si es examinada con rigor y estudiada en todos sus detalles, revela un impor­tante empeño y una gran reflexión. El legislador estableció que los parientes más próximos por parte del padre tuvieran la tutela de los bienes de los huérfanos y que su educación fuera confiada a los parientes de la parte de la madre. A primera vista, en efecto, no se ve que esta ley contenga nin­gún principio de una sabiduría jurídica extraordinaria, pero, cuando se la examina a fondo, se encuentra que es merece­dora de justos elogios. Si se indaga el motivo por el que confió las propiedades de los huérfanos a una parte y su educación a la otra, aparecerá la prueba de la clarividencia, en cierta manera excepcional, del legislador. Los parientes por línea materna, al no tener nada que hacer con la heren­cia de los huérfanos, no atentarán contra la vida de su pupi­lo, y los familiares por parte del padre tampoco podrán ma­quinar nada contra él, puesto que no se les ha confiado el cuidado de su persona. Además, dado que el patrimonio pa­sará a sus manos si el huérfano muere víctima de enferme­dad o accidente, administrarán con mayor cuidado sus bie­nes, que esperan hacer suyos con la ayuda de la suerte.

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Carandas también promulgó una Ley sobre la cobardía. le Y qu e castigaba a los que abandóna­

l a permanenda ban su puesto en tiempo de guerra o,de lus leyes en g en era}5 a jo s qu e rehusaban tomar

las armas en defensa de su patria. Si los otros legisladores habían establecido la pena de muerte como castigo de tales delitos, Carandas ordenó que ios cul­pables pasaran tres días en el ágora vestidos con ropa feme­nina93. Esta ley no sólo era más humana respecto a la que estaba en vigor en otros sitios, sino que al mismo tiempo, de un modo inadvertido, gracias a aquella pena infamante, con­siguió disuadir a aquellos hombres de la cobardía, porque es preferible morir a experimentar una tal indignidad ante los ojos de la patria. Al mismo tiempo además, en lugar de su­primir a los culpables, los conservaba para la ciudad, para hacer frente a las necesidades de la guerra, convencido de que se corregirían con aquel castigo ultrajante y de que, para bo­rrar el deshonor del pasado, se afanarían entonces en la rea­lización de actos heroicos.

Gracias a la severidad de las leyes, Carandas logró ase­gurar su permanencia94; exigió, en efecto, una absoluta obe­diencia a la ley, incluso en el caso de que su redacción fuera claramente defectuosa; pero permitió que se enmendaran aquellas que necesitaban enmienda. Sostenía que era bueno someterse a la autoridad del legislador, pero totalmente ab­surdo subordinarse a las argucias de un ciudadano privado, aunque se hiciera con vistas a alguna ventaja. Y sobre todo,

93 La legislación de Carondas era más indulgente con los acusados de cobardía (anandria).

94 Todos los legisladores se preocupaban de la permanencia de sus códigos y establecían normas o procedimientos para las enmiendas o re­formas. Ahora Diodoro se refiere a este aspecto de la legislación de Ca­rondas.

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al establecer un tal principio, impidió que aquellos que, ante los tribunales que juzgaban las ilegalidades, presentaban ar­gumentos e interpretaciones contrarios al sentido literal de las leyes arruinaran la autoridad de éstas con sus argumen­tos especiosos. De aquí que algunos de los que presentaron acusaciones ante jueces que debían juzgar en aquellos pro­cesos por ilegalidad manifestaran que era preciso elegir en­tre salvar la ley o salvar al hombre.

Pero se dice que la ley más Sor­i a revisión d e ¡as leyes, prendente de Carondas es la que pro-

La enmienda mulgó respecto a la revisión de lasde una lev en Turios , A , , , ,propias leyes. Al constatar que en la

mayor parte de las ciudades aquellos que intentaban modificar las leyes, a causa de su gran núme­ro, no conseguían sino corromper las legislaciones preexis­tentes e incitar además al pueblo a las discordias civiles, ins­tituyó una ley singular y del todo inusitada. Estableció que aquel ciudadano que quisiera revisar una ley, en el momento de presentar su propuesta de revisión, debía pasar su cuello por un lazo corredizo95 y permanecer así hasta que el pueblo manifestara su decisión respecto a la enmienda de la ley; si la asamblea aceptaba la nueva redacción, el ponente era li­berado, pero si rechazaba la enmienda, debía morir inmedia­tamente estrangulado. Ante una tal disposición sobre la re­visión de las leyes, debido a que el miedo frenaba a los nuevos legisladores, nadie se atrevía a abrir la boca para proponer una revisión; en todo el tiempo que siguió, sólo se recuerdan tres casos en Turios de personas que propusieran una modificación , y fueron llevados a ello por algunas cir­

95 E s t o b u o ( I I I 733 )x compilador del siglo v d. C., atribuye una ley semejante a Zaleuco.

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cunstancias inevitables. Por ejemplo, estaba en vigor una ley según la cual quien había saltado un ojo a otra persona debía sufrir el mismo castigo96; y se dio el caso de un tuerto que, al serle saltado su único ojo y perder completamente la vista, sostenía que, si a su vez le hacía saltar un solo ojo al culpable, éste recibiría una pena inferior al delito; en efecto, cuando se había dejado ciego a un ciudadano, si el causante del mal sufría la pena prevista por la ley, no se veía cierta­mente golpeado por una desgracia equivalente; era justo, por tanto, que, por haber dejado sin vista a un tuerto, se le saltaran los dos ojos, si es que verdaderamente debía recibir un castigo equivalente. Así el tuerto, terriblemente afectado, se atrevió a pronunciar un discurso en la asamblea respecto a su propia desgracia; se lamentó ante sus conciudadanos de su infortunio y al mismo tiempo propuso al pueblo que en­mendara la ley; finalmente, después de haber ofrecido su cuello al lazo, su propuesta fue aceptada, la ley existente fue abolida, la enmienda promulgada y él se salvó de morir ahorcado.

La segunda ley enmendada fue la otras dos leyes de Twios que autorizaba a la mujer a divorciar-

enmendadas. D ivorcio. & i m jr g e a] hombre que eligiera.Mafrnnonio de tas 1 -i o

epicleros Un hombre de edad avanzada, que te­nía una mujer más joven y había sido

abandonado, propuso a los turios que enmendaran la ley y que al texto «la mujer que ha abandonado al marido puede unirse con el hombre que elija» le añadieran «con tal que és­te no sea más joven que el primer marido». Del mismo mo-

9ft Esta ley recuerda la ley del talion, que se encuentra en los orígenes de muchas sociedades; se encontraba en el código mosaico (Éxodo XXI24) y en el romano (Ley de las Doce Tablas). Cf. asimismo D e m ó s t e n e s ,

Contra Timocrates 140; A j u s t ó t e l e s , Retórica I 1365 b 17.

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do, si el hombre repudiaba a la mujer, no debía casarse con otra que fuera más joven que la repudiada. Aquel hombre 2 consiguió el objetivo que su proposición pretendía; la ley precedente fue abolida y él se libró del peligro del lazo; y su mujer, en la imposibilidad de unirse a un hombre más jo­ven, se casó de nuevo con el que había abandonado.

La tercera ley enmendada fue la relativa a las epicle- 3 ros97, ley también existente en el código de Solón98. Esta ley ordenaba que el pariente más próximo fuera asignado en matrimonio a la epiclero y, paralelamente, que la epiclero fuera asignada al familiar más cercano, el cual tenía la obli­gación de aceptar la boda o, en caso contrario, pagar qui­nientos dracmas como dote a la epiclero que fuese pobre. Pero hubo una epiclero, huérfana, de noble familia, pero to- 4 talmente carente de medios de subsistencia, la cual, debido a su pobreza, no podía encontrar marido; en vista de ello recu­rrió al pueblo; bañada en lágrimas, expuso su soledad, mos­tró el desprecio al que se veía sometida y terminó propo­niendo una enmienda de la ley, de forma que, en lugar del

97 La epiclero (epíkléros) era, en el derecho ático, una heredera única que eí pariente más próximo debía tomar por esposa para mantener los bienes en la familia y transmitir así el patrimonio a los hijos; era una hija legítima sin hermanos que en realidad no heredaba ella misma, sino que era depositaría de una herencia que debía transmitir con el culto familiar a su descendencia. Si era pobre, como en el caso citado en este pasaje, el pariente más cercano estaba obligado a casarse con ella o a darle una dote.

98 Cf. P l u t a r c o , Vida de Solón 20, 2-3, que se refiere a una ley un tanto ambigua que fue objeto de chanzas. Sobre las normas atenienses re­lativas a las epicleros, cf. L. G e r n e t , «La loi de Solon sur le testament», Revue des Études Grecques, 33 (1920), 123 ss. y 249 ss. (= Droit et So­ciété dans la Grèce ancienne, Paris, 1964, págs. 121 ss.). Sobre las leyes de la herencia en el conjunto de Grecia, cf. D. A s h e r i , «Laws o f Inheri­tance, Distribution o f Land and Political Constitutions in Ancient Greece», Historia 12 (1963), 2-21.

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pago de quinientas dracmas, se dictara que el pariente más próximo debía casarse obligatoriamente con la epiclero que le había sido asignada. El pueblo, movido a piedad, votó que se enmendara la ley, la huérfana se libró del peligro del lazo y su pariente próximo, un hombre rico, se vio obligado a casarse con una epiclero pobre y sin dote".

Nos queda aún por hablar de la muerte de Carondas, que ocurrió de

La muerte de Carnudas una forma singular e inesperada. Ha- bía salido para recorrer la región ar­mado con una espada por miedo a los

ladrones; y volvió en un momento en el que la asamblea se había reunido y reinaba un gran tumulto en las masas; en­tonces, curioso por conocer la causa de la disputa, se acercó a la reunión. Pero una ley que él mismo había promulgado ordenaba que nadie podía participar en la asamblea si lleva­ba un arma; y él, al haber olvidado que llevaba un arma, ofreció a sus adversarios un pretexto para acusarle. Y cuan­do uno de ellos le espetó: «¡Has abolido tu propia ley!», le replicó: «¡No, por Zeus, estoy aquí para ratificarla!», y en­tonces sacó su espada y se atravesó. Algunos historiadores, sin embargo, atribuyen este acto al legislador Diocles de Si­racusa 10°.

Una vez que hemos hablado suficientemente sobre el legislador Carondas, queremos referirnos también al legisla­dor Zaleuco, debido a la semejanza de su manera de pensar y obrar y al hecho de que sus ciudades son vecinas.

99 O «sin poder pagar una dote en su lugar».100 Esta anécdota se atribuye a la muerte de D i ocles en D i o d o r o , XIII

33 ,2 .

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Zaleuco, pues, era originario de Lo­cros en Italia; pertenecía a una familia

E l código de Zaleuco noble y era admirado por su cultura;fue discípulo del filósofo Pitágoras101. Al gozar de una gran popularidad en

su patria, fue elegido como legislador; puso los fundamen­tos de un nuevo código y, ante todo, comenzó por referirse a los dioses celestes. En el mismo preámbulo de su código, en efecto, sostenía que era necesario que los habitantes de la ciudad ante todo estuvieran íntimamente y plenamente con­vencidos de la existencia de los dioses y que, al observar a la luz de su inteligencia el cielo, el orden cósmico y la dis­posición del universo, consideraran que este sistema no era obra ni del azar ni de los hombres; debían pues venerar a los dioses como causa primera de todo lo bello y bueno que hay en la vida de los hombres, y asimismo mantener su alma limpia de toda maldad, porque los dioses no se complacen con los sacrificios y los dispendios de los malvados, sino con la conducta justa y honesta de los hombres de bien. Des­pués de haber exhortado a sus conciudadanos, por medio de este preámbulo, a la piedad y a la justicia, añadió el precep­to de no considerar a ningún ciudadano como enemigo irre­conciliable, sino asumir las enemistades con la idea de lle­gar de nuevo a la reconciliación y a la amistad; y quien transgrediera este principio, debía ser considerado entre sus conciudadanos como un salvaje de espíritu cruel. Exhortó

!0i Zaleuco, legislador de Locros epicefíria, vivió en el siglo vn. Cf. E s t r a g ó n , VI 1, 8, según el que los locros tuvieron ías primeras leyes escritas; A r is t ó t e l e s , Política I 1365b 17; P l u t a r c o , D e cómo alabarse sin despertar envidia 543A, y Vida de Numa IV 11; P o l i b i o , XII 6; C i ­

c e r ó n , Leyes II 6, 14-15. Según Éforo, citado por Estrabón, Zaleuco compuso sus leyes a partir de normas de los cretenses, de Esparta y del Areópago.

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374 BIBLIOTECA HISTORICA

asimismo a los jueces a no ser arrogantes ni soberbios y a no dejarse influenciar en sus juicios por sentimientos de odio o amistad. En las disposiciones particulares de las le­yes aportó numerosos aspectos que eran fruto de su análisis y que expuso con gran claridad y originalidad.

Así, mientras que todos los demás Com entario habían impuesto penas pecuniarias a

sobre las leyes Jas mujeres culpables, Zaleuco corrí-de Zaleuco ■, ~ i i ·gio sus desenfrenos con la aplicación

de castigos llenos de astucia. Dictó las disposiciones siguientes: una mujer libre no debía ir acom­pañada por más de una esclava, a no ser que estuviera bo­rracha m ; no debía salir de la ciudad de noche, a no ser que tuviera un amante; no debía adornarse con joyas de oro ni ponerse vestidos bordados de púrpura, a no ser que fuera una prostituta; y el hombre no debía llevar anillos de oro ni mantos al modo milesio, a no ser que se prostituyera o tu­viera amante. De este modo, por las exclusiones infamantes que implicaban las penas previstas, logró fácilmente apartar a los ciudadanos del lujo perjudicial y de las conductas des­enfrenadas103, ya que nadie quería, confesando su vergon­zoso libertinaje, convertirse en el hazmerreír de sus conciu­dadanos. Por otra parte, legisló acertadamente sobre otros muchos puntos relativos a los contratos104 y a otros aspectos

102 La misma exigencia de sobriedad se encuentra en otras legislacio­nes; en Marsella y Mileto, por ejemplo, se dictaron normas contra las mu­jeres que bebían vino, y Solón en Atenas sólo autorizó la venta de vino diluido (cf. A t e n e o , X 431 d).

103 Sobre la ley suntuaria de Zaleuco y su equivalente en Siracusa, cf. A t e n g o , XII 5 2 1 b.

104 E s t r a b ó n , VI 1 ,8 , dice que Zaleuco simplificó los formularios de los contratos.

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LIBRO x n 375

conflictivos de la vida cotidiana; sería largo escribir sobre ello e impropio del objetivo de nuestra historia. Volvamos por tanto al relato de los acontecimientos que siguieron a los que antes hemos expuesto.

Cuando Lisimáquides era arconte 22 en Atenas105, los romanos eligieron 445/4

Sibans de Traente. cónsules a Tito Menenio y a PublioLos atenienses en tubea J

Sestio Capitolino . Este año, los si­baritas que habían conseguido esca­

par de los peligros de la guerra civil107 se establecieron jun­to al río Traente108, donde permanecieron durante un tiem­po, pero después fueron expulsados por los bretios109 y ex­terminados. En Grecia, los atenienses, después de haber 2 reconquistado Eubea y haber expulsado de su ciudad a los habitantes de Hestiea, enviaron allí una colonia propia bajo

105 S u nombre aparece en el escolio a A r is t ó f a n e s , Avispas 7 1 8 = F il ó -

c o r o , FGrHist 3 2 8 , f r . 1 1 9 . Cf. R. D b v e l in , ob. cit., pág. 8 5 , q u e da Li­simáquides o Lisímaco.

106 Los cónsules citados por Diodoro, Tito Menenio y Publio Sestio Capitolino, ocuparon el cargo en el 452 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 44-45). Cf. T it o Lrvio, III 32, 5, donde, en lugar del Tito del presen­te pasaje, leemos Gayo. Continúa el adelanto de ocho años respecto a la cronología varroniana. Según la tradición vulgata (T . Lrvio, IV 1, 1; 7, 3; D io n is i o d e H a l i c a r n a s o , XI 53, i ; cf. T . R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 52), en el presente año los cónsules fueron Marco Genucio Augurino y Gayo (o Agripa) Curcio Filón (o Quilón). (cf. D io n C a s io , Historia Romana I-XXXV, trad, cit., pág. 265).

107 Son los supervivientes a los que se ha referido antes, en XII 11,2.108 El Traente o Traento es el actual Trionto, que desemboca junto al

cabo del mismo nombre, en el golfo de Tarento, a 70 Km al noroeste de Crotón. Según E s t r a b ó n , VI 14, algunos autores tenían Síbaris de Traen­to por una fundación rodia.

11)9 Los bretios eran un pueblo itálico de origen oseo. En el siglo iv atacaron las colonias griegas de Italia meridional.

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376 BIBLIOTECA HISTORICA

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444/3

el mando de Pericles1 !0, y los mil colonos enviados se repar­tieron la ciudad y su territorio.

Cuando Praxiteles era arconte en Atenas111, se celebró la Olimpíada oc­

io ^ decenvu os. Guerra togesimocuarta, en la que Crisón de entre fu ñ o s y Járen lo i

Hímera obtuvo la victoria en la carrera del estadio, y en Roma fueron

nombrados los siguientes diez hombres113 para redactar las leyes: Publio Clodio Regilano, Tito Minucio, Espurio Vetu­rio, Gayo Julio, Gayo Sulpicio, Publio Sestio, Rómulo, Es­purio Postumio Calvinio114. Estos hombres se pusieron a

1,0 Cf. supra, XII 7.IH Su nombre aparece en P l u t a r c o , Vidas de los diez oradores 835

D. Cf. R. Develin, ob. cit., pág. 86.112 Fue su segunda victoria, puesto que ya la había obtenido en los

Juegos Olímpicos anteriores. Cf. supra, XII 5, 1; L . M o r e t t i , ob. cit., págs. 294 y 306.

113 Los famosos decenviros (Decemviri consulari imperio legibus scribundis). Estos hombres citados por Diodoro (cf. T. R. S. B r o u g h ­

t o n , ob. cit., págs. 45-46), encargados en de redactar un código (cf. su­pra, XI 91, 1, nota 673), elaboraron unas leyes escritas en diez tablas que se expusieron en el foro; estas leyes estaban destinadas a sustituir ei de­recho consuetudinario (mos maiorum). Este primer decenvirato ejerció sus poderes extraordinarios con gran equidad, según reconocen las fuen­tes: cf. C i c e r ó n , República II 36, 61; T. Lrvro, III 32, 5 ss.; D i o n i s i o d e

H a l i c a r n a s o , X 56, 1-2; T á c i t o , Anales III 27; A. G e l i o , XI 18, 6 y XVII 21, 15. Sobre el decenvirato y los problemas cronológicos que plan­tea, cf. G . P e r l , ob. cit. págs. 106-107, 125, y R. W k r n e r , ob. cit., 484. A diferencia de T . L i v io , III 34 ss. y de D i o n i s i o d e H a l i c a r n a s o , X 57 ss., Diodoro sólo habla de dos años decenvirales en lugar de tres, al que­dar el segundo ilegalmente en funciones el tercer año (cf., asimismo, Ci­c e r ó n , República II 36, 61 y 37, 62 ss.; Z o n a r a s , VII 18).

fM Faltan los nombres de dos decenviros. Publio Sestio es el cónsul del año anterior, autor, según Tito Livio, de la proposición de instaurar el decenvirato. Publio Clodio es seguramente Apio Claudio. Según la tradi-

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LIBRO ΧΠ 377

codificar las leyes. Durante este año, los turios y los tarenti- nos, enfrentados en una guerra, se dedicaron a saquear los unos el territorio de los otros en ataques por tierra y por mar, y, aunque efectuaron un gran número de pequeños combates y escaramuzas, no llevaron a término ninguna empresa digna de mención n5.

Cuando Lisanias116 era arconte en Los nuevos d ecen ios. Atenas, los romanos eligieron de nue-E i episodio de Virginia Vo diez hombres como legisladores:

y la ocupación del Aventino A ■ ^ 1 j · γλ i· tApio Claudio, Marco Cornelio, Lucio Minucio, Gayo Sergio, Quinto Publio,

Manio Rabuleyo y Espurio Veturio117. Estos hombres no pudieron llevar a término la codificación de las leyes. Lino

ción vulgata (T. L iv i o , IV 7, 1; D io n i s i o d e H a l i c a r n a s o , Xí 61; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 52-52), en el presente año fueron elegi­dos tribuni militum consulari potestate Aulo Sempronio Atratino, Lucio Atilio Lusco y Tito Clelio Siculo. Fue el primer colegio de tribunos des­pués de la creación de ia institución que tuvo lugar durante el año prece­dente, cuando se dio un compromiso entre patricios y plebeyos para la creación de estos tribunos, que debían ser elegidos indistintamente entre patricios y plebeyos (cf. T. Livio, IV, 6, 8-12; D io n is i o d e H a l i c a r n a ­

s o , XI 53, 1-63, 1).ÜS Las hostilidades entre Turios y îa poderosa colonia dórica de Ta­

rento se iniciaron después de la fundación de la nueva colonia panheléni- ca y se prolongaron durante diez años. Estaba en juego la ciudad de Siris y su fértil territorio. Respecto al resultado, cf. infra, XII 36, 4. Vencieron los tarentinos y Siris se convirtió en una colonia de Tarento con el nuevo nombre de Heraclea. Según A n t í o c o (citado por E s t r a b ó n , VI 1 ,4 = FGrHist, 555, ir. 1.1), Cleándridas, desterrado de Esparta, conducía las tropas de los turios.

116 Este personaje no aparece en otros autores. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 87.

117 Sobre estos decenviros, cf. T. L iv i o , III 35-37. Aquí aparecen sólo siete nombres, y el último, Espurio Veturio, no se encuentra en otras lis­tas. Fueron elegidos para el año 450 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit.,

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443/2

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378 BIBLIOTECA HISTÓRICA

de ellos se enamoró de una joven de familia noble pero po­bre118, y comenzó por tratar de corromper a la muchacha con dinero, pero, al no prestarle ella ninguna atención, le en­vió un sicofanta1’9 con la orden de reducirla a la es clavitud.

3 El sicofanta declaró que era su propia esclava y la llevó a presencia del magistrado120; presentó a la muchacha y la denunció como si fuera su esclava. El magistrado dio oídos a la denuncia y entregó la muchacha al sicofanta, que se

4 quedó con ella y se la llevó como esclava. Pero el padre de la joven, que había presenciado la escena y estaba terrible­mente afectado121, una vez que ya nadie le prestaba aten­ción, pasó casualmente por delante de una carnicería, cogió un cuchillo que estaba sobre el mostrador, y con él asestó una puñalada mortal a su hija, para evitarle la experiencia

págs. 46-47) con el encargo de continuar el trabajo legislativo de ios pre­cedentes, pero se caracterizaron por su ambición y sus abusos. A las diez tablas de leyes anteriores añadieron otras dos (cf. C i c e r ó n , República II36, 61; T. L i v i o , III 37, 4.; D i o n is io d e H a l i c a r n a s o , X 59, 1-60, 6), que Diodoro, por el contrario, atribuye a los cónsules del año 449 (cf. in­fra, XII 26, 1). Según la tradición vulgata (T. L i v i o , IV 8, 1; 10, 9; D io ­

n is io d e H a l i c a r n a s o , XI 63, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 53), en el presente año los cónsules fueron Marco Geganio Macerino (cónsul en 447) y Tito Quincio Capitolino Barbato (cónsul en 471, 468, 465 y 446).

118 Se trata de la historia de Virginia (cf. T. L iv i o , III 44 ss.; D io n i s i o

d e H a l i c a r n a s o , XI 28-40), que, salvo en Diodoro, suele situarse en el tercer año decenvirai. Los protagonistas fueron un patricio, Apio Claudio, y una plebeya, Virginia, hija de Lucio Virginio. La historia lleva a pensar en la de Lucrecia (cf. supra, X 20, 1-3; 21,1-5).

119 Era Marco Claudio, cliente de Apio Claudio.120 El mismo Apio Claudio. Marco Claudio había declarado esclava a

la joven, ordenándole que le siguiera; pese a las protestas de los presen­tes, la condujo ante Apio Claudio, cuya inicua sentencia permitió que su cliente se quedara con Virginia.

121 Según Tito Livio, Virginio no estaba en Roma cuando comenzó el asunto.

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LIBRO ΧΠ 379

de la violación; después salió precipitadamente de la ciudad y se dirigió al campamento del ejército, que entonces se en­contraba en el Algido122. Encontró refugio en medio de la 5 tropa a la que expuso entre lágrimas la desgracia que le había sobrevenido, con lo que suscitó la piedad y la compa­sión decidida de todos los soldados. Todos se apresuraron a prestar ayuda a los infortunados123 y, con las amias en la mano, se abalanzaron de noche hacia Roma, ocupando la colina que recibe el nombre de Aventino124.

Cuando se hizo de día y se cono- 25

Luchas c iv iles m Roma, ció la aversión de los soldados por la A cuerdos entre pa tr ic io s vileza cometida, los diez redactores

y p leb eyo s [as j e y e s p a r a ayudar a su colega,reunieron un gran número de jóvenes,

con la intención de someter la decisión a las armas125. Pero cuando el enfrentamiento se exacerbó, los ciudadanos más respetables126, previendo la importancia del conflicto, en­viaron embajadores a los dos bandos con vistas a la reconci­liación, pidiéndoles con mucho empeño que pusieran fin a las disensiones a fin de que la patria no se viera envuelta en terribles desgracias. Finalmente, todos se dejaron convencer 2

122 El Algido es un monte o una cordillera entre Velletri y Túsculo, que fue la fortaleza de los ecuos (cf. supra, XI 40, 5; infra, XII 64, 1-3).

123 Se trata de la segunda secesión de la plebe, con la resonante toma dei Aventino.

124 La concisa narración de Diodoro de este episodio concuerda esen­cialmente con la de Lrvio (III 50).

125 Esta reacción no aparece en otras fuentes.126 Son los chariéstatoi, que, en Diodoro, son los ciudadanos de más

alto rango, como sería en este caso, o los más prestigiosos por alguna ac­tividad (cf. infra, XII 33, 3). Aquí serían los senadores que, según T. Li- vio, III 51, 11-13, temerosos por la suerte de la república, quisieron en­frentarse al peligro de una guerra civil.

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26442/1

y concluyeron un acuerdo entre los dos bandos, que estipu­laba la elección de diez tribunos de la plebe dotados de los más grandes poderes entre los magistrados de la ciudad, que serían, por así decir, los custodios de las libertades cívi­cas ,27; por otra parte, de los cónsules nombrados anualmen­te, uno sería elegido en las filas de los patricios, mientras que el otro, sin ninguna excepción, pertenecería a la plebe; y el pueblo tendría facultad para elegir a los dos en las filas de la plebe. Se tomó esta disposición porque la plebe deseaba rebajar la supremacía de los patricios; estos hombres, en efecto, gracias a la nobleza de su nacimiento y a la gran glo­ria heredada de sus antepasados, se habían convertido, po­dríamos decir, en los señores del Estado. En los acuerdos se añadió una cláusula que obligaba a los tribunos de la plebe llegados al término anual de su magistratura a subrogarse por un número igual de tribunos, bajo pena de ser quemados vivos si no cumplían esta disposición128. Además, en caso de conflicto entre los tribunos, éstos entre tanto no se veían impedidos de ejercer sus funciones129. Tal fue, pues, la con­clusión de estas luchas civiles en Roma.

Cuando Dífilo130 era arconte enla s Doce Tablas. Atenas, los romanos eligieron cónsu-La paz universal . ,. .

les a Canco Horacio y a Lucio Va­

127 La elección de los tribunos de la piebe tuvo lugar en el Aventino una vez que los decenviros hubieron dimitido de su cargo. Cf. T. L m o, III 54, 6.

128 Cf. T. Livio, III 55, 14; V a l e r io M á x im o , VI 3, 2, quien nos ha­bla de una ejecución de esta pena ordenada por el tribuno Publio Mucio contra sus colegas.

129 El pasaje es problemático y admite otras interpretaciones.130 Personaje que aparece en D io n i s io d e H a l i c a r n a s o , XT 62;, 1;

Mármol de Paros A 6 0 . Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., p á g . 88 .

!3! «Marco» e n T. L i v i o , III 5 5 .

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LIBRO XII 381

lerio Turpino132. Este año, en Roma, los cónsules llevaron a término la redacción de las leyes que había quedado incom­pleta debido a las discordias civiles. En efecto, de las llama­das Doce Tablas, diez ya estaban completas, y las dos res­tantes fueron redactadas por los cónsules133. Cuando la legislación estuvo acabada, los cónsules la hicieron grabar en doce tablas de bronce que clavaron en los Rostros, que entonces se encontraban delante del Senadoi34. Este código, redactado en un estilo conciso y simple, no ha cesado de ser admirado hasta nuestros días135.

132 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 449 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 47-48). Desempeña­ron un importante papel en la restauración de las magistraturas repu­blicanas abolidas por ios decenviros y en el avance de las conquistas de Jos plebeyos. Según la tradición vulgata (T. Livio, IV 11, 1; 7, 3; cf. T. R. S, B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 54), en el presente año los cónsules fueron Marco Fabio Vibulano (tribuno militar en 433) y Pos- turnio Ebucio Helva.

133 La noticia de Diodoro se contrapone a la de otros autores, que atribuyen las dos últimas tablas al segundo decenvirato (cf. T. L i v i o , III37, 4).

134 Sobre el emplazamiento de las Doce Tablas, cf. T. Livio, III 57, 10. Habrían sido destruidas en el incendio de los galos, y sólo con­servamos algunos fragmentos conservados por las fuentes (cf. C i c e r ó n ,

Leyes III 8, 19; P u n i ó , Historia Natural XVIII 12; G e l i o , XX 1, 45). Los Rostros, situados en las puertas del Senado, fueron trasladados por César. Era la tribuna para las arengas adornada con los espolones (rostra) de los navios capturados a los volseos en Antium, en el 338 a. C.

135 Se ha señalado el silencio de Diodoro respecto a la embajada que los romanos, durante la redacción de su código, habrían enviado a Atenas y a la Magna Grecia, hecho mencionado por T. L iv i o , III 31, 8 y D i o n i ­

s io d e H a l ic a r n a s o , X 51 y 54. Esta embajada probaría la influencia griega en la legislación romana. Quienes niegan estos contactos se apo­yan en el silencio de Diodoro.

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382 BIBLIOTECA HISTORICA

Mientras tenían lugar estos acontecimientos, la mayor parte de los pueblos de la tierra habitada estaban tranquilos y casi todos vivían en paz136. Los persas, en efecto, habían acordado dos tratados con los griegos; uno lo habían con­cluido con los atenienses y sus aliados, y en él sereconocía la autonomía de las ciudades griegas de Asía; el segundo había sido sellado con los lacedemonios y, por el contrario, estipulaba que las ciudades griegas de Asia estaban someti­das a los persas137. Del mismo modo los griegos, a partir de la tregua de treinta años sellada entre los atenienses y los la­cedemonios, mantenían la paz entre ellosí38. Igualmente había paz en Sicilia después del tratado estipulado entre los cartagineses y Gelón139, del reconocimiento de la hegemo­nía de los siracusanos que por propia decisión habían acor­dado las ciudades griegas de Sicilia, y del acuerdo entre los acragantinos y los siracusanos después de la derrota de los primeros junto al río Hímera’40. Asimismo reinaba la tran­quilidad entre los pueblos de Italia y de Céltica, y también de Iberia, y prácticamente del resto de la tierra habitada141. En consecuencia, ninguna acción bélica digna de mención

136 Después del paréntesis dedicado a Roma, Diodoro inicia una rápi­da digresión dedicada a comentar la paz universal.

137 El primero, la llamada paz de Calías, fue acordado por los atenien­ses y los persas después de la expedición de Cimón a Chipre (cf. supra,XII 4, 4-6). Del segundo, entre Esparta y los persas, no tenemos más no­ticia que esta alusión de Diodoro; no' se conoce ningún tratado entre Es­parta y Persia anterior al 412.

138 Cf. supra, XII 7, 1 y nota 44.139 El tratado sellado después de la gran victoria de Gelón, tirano de

Siracusa, sobre los cartagineses en el 480; consolidaba la posición de los Dinoménidas en Siracusa y frenaba las aspiraciones cartaginesas en Sici­lia. Cf. supra, XI 26, 1-3.

140 Cf. supra, XII 8, 3-4.141 La paz no debía de ser total en Italia, puesto que los turios y los ta-

rentinos estaban en guerra.

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LIBRO ΧΠ 383

fue llevada a término durante este período, sino que remaba una paz universal y eran frecuentes en todas partes las cele­braciones solemnes, los juegos, los sacrificios en honor de la divinidad y todas las actividades que acompañan a la prosperidad.

Cuando Timocles142 era arconte en Atenas, los romanos eligieron cón-

Sublevación de Samos j a Larino Herminio y a Tito Es-y reacción d e A tenas < J

tertinio Estrúctor!43. Durante este año, los samios, en conflicto con los mile-

sios a propósito de Priene, entraron en guerra y, al ver que los atenienses se mostraban favorables a los milesios, se sublevaron contra Atenas. Pero los atenienses eligieron a Pericles como estratego y lo enviaron contra los samios con una flota de cuarenta trirremes144. Pericles hizo vela hacia

142 Este personaje aparece en el escolio a A r is t ó f a n e s , Avispas 283 (cf. IG I2, 293, 6 = T oo, 50; M e ig g s - L k w is , 55). Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 89.

143 Los cónsules citados por Diodoro (cf. T. L iv io , ΠΙ 65, 2, donde leemos: Lars Herminio Coritinesano y Tito Virginio Tríeoste Celiomon- tano) desempeñaron el cargo en el 448 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 50). Continúan los ocho años de adelanto respecto a la cronología Va­rroniana. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 12, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 54-55), en e¡ presente año los cónsules fue­ron Gayo Furio Pacilo Fuso (tribuno militar en 426) y Manio (o Marco) Papirio Craso.

144 Diodoro vuelve aquí, con las hostilidades entre Samos y Mileto y ia rebelión de Samos, a ía narración de los acontecimientos de Grecia in­terrumpida en el capítulo 7. Entre este capítulo (446-445 a. C.) y el pre­sente (441-440 a. C.) hay un hiato de cinco años en la historia de Atenas y Grecia, creado para introducir los hechos de Sicilia, la Magna Grecia y Roma; es un quinquenio importante para Atenas, en la que el protago­nismo de Pericles encontró la oposición de Tucídides, hijo de Melesias. Respecto a la revuelta de Samos, cf. T u c í d i d e s , I 115-117.

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384 BIBLIOTECA HISTORICA

Samos, irrumpió en ia ciudad y, una vez dueño de ella, esta­bleció allí un gobierno democrático; hizo pagar a los samios un tributo de ochenta talentos, tomó el mismo número de niños como rehenes145, que confió a los lemnios, y, habien­do llevado a término toda la operación en pocos días, regre­só a Atenas.

3 En Samos, sin embargo, estalló la discordia civil; unos preferían la democracia, mientras que otros eran partidarios de la aristocracia, y un gran desorden se apoderó de la ciu­dad. Los opositores al régimen democrático pasaron a Asia y se dirigieron a Sardes para pedir ayuda al sátrapa persa Pi- sutnes. Éste les dio setecientos soldados146, en la esperanza de que con este contingente se apoderaría de Samos147 ; los samios, con lo s so ld a d o s facilitados por el sátrapa, se hicie­ron a la mar de noche e irrumpieron subrepticiamente en la ciudad de Samos con la colaboración de sus conciudadanos; se apoderaron fácilmente de Samos y expulsaron a sus ad­versarios de la ciudad. Después, una vez que se hubieron llevado furtivamente a sus rehenes de LemnosI48, consolida-

145 T u c í d i d e s (I 115, 3) y P l u t a r c o (Vida de Pericles 25, 2) no se refieren al tributo de ochenta talentos y dan un número diferente de rehe­nes («cincuenta niños samios y un número igual de hombres»).

146 En T u c í d i d e s , í 115, 4, encontramos el mismo número de sol­dados.

147 Los persas aprovechaban cualquier ocasión para intervenir en la política de las ciudades griegas de la costa de Asia Menor. P l u t a r c o ,

Vida de Pericles 25, 3, que se inspira en una fuente distinta a la de Dio­doro, ya habla de un intento de soborno a Pericíes para disuadirlo de una acción contra Samos.

i4lí Diodoro coincide con el relato de T u c í d i d e s (I 115, 5) e incluso utiliza el mismo verbo (ekklépto). Plutarco atribuye esta acción directa­mente a Pisutnes, y Tucídides añade que los samios entregaron a Pisutnes la guarnición ateniense y los representantes de Atenas y que en seguida se dispusieron a marchai- contra Mileto con la ayuda de Bizancio, que se había sublevado contra Atenas. Todo e llo significaba, com o dice

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LIBRO ΧΠ 385

ron la situación en Samos y se declararon abiertamente enemigos de los atenienses. Éstos designaron de nuevo a 4 Pericles como estratego149 y lo enviaron contra los samios con sesenta navios. Poco tiempo después, Pericles se en­frentó en una batalla naval a setenta trirremes y venció a los samios150; y a continuación, con el refuerzo de veinticinco naves enviadas por los habitantes de Quíos y Mitilene151, puso asedio a la ciudad de Samos. Algunos días después, 5 Pericles dejó una parte de sus fuerzas para proseguir el ase­dio y se hizo a la mar al encuentro de las naves fenicias que los persas habían enviado en ayuda de Samos.

aquí Diodoro, que «se declararon abiertamente enemigos de ios ate­nienses.»

149 Cf. T u c í d i d e s , I 1 1 6 , 1 , según el que Pericles fue designado con otros nueve estrategos, lo que demostraría la importancia que se daba a la empresa; por Tucídides también sabemos que sólo pudieron contar con cuarenta y cuatro navios de una flota de sesenta, ya que de las otras dieciséis unas partieron hacia Caria en misión de reconocimien­to de la flota fenicia y otras rumbo a Quíos y Lesbos, en busca de re­fuerzos.

!5° La victoria ateniense tuvo lugar junto a la isla de Tragia, situada al sudeste de Samos, frente a Mileto (cf. E s t r a b ó n , XIV 1, 7). Cf. T u c í d i -

d e s , I 1 1 6 , 1, y P l u t a r c o , Vida de Pericles 2 5 , 5 .

151 Cf. T u c í d i d e s , I 1 1 6 , 2 . A las naves de Quíos y Mitilene Tucídi­des añade un refuerzo de cuarenta naves procedentes de Atenas. Una vez bloqueada Samos, Pericles zarpó con sesenta naves hacia Cauno y Caria para hacer frente a una flota fenicia que se dirigía a Samos (cf. T u c í d i ­

d e s , I 1 1 6, 2 , y P l u t a r c o , Vida de Pericles 2 6 , 1 ).

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3 8 6 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Los samios, considerando, a raíz 28

de la partida de Pericles, que era unaPencles derrota buena ocasión para atacar las naves

a los samios rque había dejado, hicieron rumbo con­tra ellas152 y, al vencerlas en una ba­

talla naval, se llenaron de orgullo153. Pero Pericles, tan 2

pronto como se enteró de la derrota de sus fuerzas, dio me­dia vuelta, y se puso a reunir una flota considerable, decidi­do a aplastar de una vez por todas la flota enemiga. Al en­viarle inmediatamente los atenienses sesenta trirremes154, y treinta los quiotas y mitileneos, tuvo a su disposición unas fuerzas importantes con las que emprendió el asedio por tie­rra y por mar, lanzando un ataque tras otro. Fue el primero 3

respecto a sus predecesores en hacer construir máquinas de asedio155, los llamados arietes y tortugas que diseñó Ar­temon de Clazómenas. Sometió la ciudad a un enérgico asedio y, después de derribar sus murallas con la ayuda de

152 Bajo el mando del filósofo Meliso, entonces general de los samios. Cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 2 6 , 2 -4 .

153 Les duró catorce días, según vemos en T u c í d i d e s (I 117, Î). Con ello los sitiados pudieron abastecerse y prepararse para resistir un asedio más largo.

154 £ £ trad, cit., I 117, 2 y notas. De las sesenta trirremesde Atenas, cuarenta estaban a las órdenes de Tucídides, seguramente el hijo de Melesias, de Hagnón y de Formión, y veinte capitaneadas por Tlepolemo y Anticles. El envío de Atenas de estas fuerzas y de estos hombres para apoyar a Pericles demuestra su interés por solucionar cuan­to antes el problema de Samos, cuya actitud podía servir de ejemplo para otras ciudades aliadas.

155 Según P l u t a r c o , Vida de Pericles 27, 3, se debe a Éforo (cf. FGrHist 70, fr. 194) la observación sobre el uso de las máquinas de ase­dio y el trabajo de Artemón. Cf. asimismo, P l i n i o , Historia Natural VII 202, que también atribuye a Artemón el uso de las tortugas. El empleo de

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LIBRO ΧΠ 387

las máquinas, consiguió apoderarse de Samos156. Después de castigar a los responsables, hizo pagar a los samios los gastos ocasionados por el asedio, que estimó en doscientos

4 talentos,57. Les quitó asimismo sus naves y arrasó las mura­llas, y a continuación, una vez que hubo restablecido un go­bierno democrático, regresó a su patria158. Hasta este tiempo, la tregua de treinta años estipulada entre los atenienses y los lacedemonios fue plenamente respetada. Tales fueron pues los acontecimientos de aquel año.

máquinas de guerra en el mundo griego no se desarrolló hasta el siglo rv a. C., y ei mismo Diodoro, en XIV 48-53, indica que Dionisio I de Sira­cusa, que las utilizó en el asedio de Motia en el 398-397, era un adelanta­do a este respecto.

156 El asedio de Samos duró prácticamente nueve meses, desde agosto del 440 hasta mayo del 439 aproximadamente. Cf. T u c í d i d e s , trad, cit., I 117,3.

157 Hay desacuerdo en las fuentes respecto a los gastos de Atenas en la guerra de Samos. La cifra transmitida por Diodoro de doscientos talen­tos es del todo improbable (a no ser que se acepte la corrección de Bengt- son de «mil doscientos talentos»). Tucídides no concreta la cifra y habla de la exigencia ateniense de un reembolso a plazos de los gastos de gue­rra; pero otros autores concretan cifras más elevadas: 1000 talentos en Is ó c r a t e s , Sobre ¡a antídosis [15], 111; 1200 talentos en C o r n e l i o N e ­

p o t e , Vida de Timoteo i , 2 , cifra que parece encontrar confirmación en los 1276 talentos que se refieren a los gastos de Samos en IG I2 , 293 = T o d , 50; M k ig g s - L e w i s , 55). Evidentemente Atenas realizó un impor­tante esfuerzo económico en la campaña de Samos. Cf. T u c í d i d e s , trad, cit., 1 117, 3 y nota 742.

158 Sobre los acuerdos estipulados entre atenienses y samios, cf. Tu- c î d i d e s , I 117, 3; P l u t a r c o , Vida de Pericles 28, 1. Diodoro, igual que Tucídides, Éforo o Aristóteles, no se refiere a ia presunta crueldad de Pe­ricles contra los samios, de la que nos habla Duris de Samos (cf. FGrHist, 76, fr. 67).

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29 Cuando Miríquides159 era arconte'39 Muerte de Ducetio. en Atenas, los romanos eligieron cón-

Victoria siracusana s u l e s L ¿ M Qsobre los siculos J σ

y destrucción de Trinada nio160 y los eleos celebraron la Olim-piada octogesimoquinta, en la que

Crisón de Hímera obtuvo por segunda vez161 la victoria en la carrera del estadio. Este año, en Sicilia162, Ducetio, el an­tiguo caudillo de las ciudades sículas, instituyó la patria de los caleactinos163, donde estableció un gran número de co­lonos, y reivindicó la hegemonía de los siculos, pero le sor-

2 prendió una enfermedad que acabó con su vida164. Los sira-

159 El nombre (Miríquides o Mirísquides en los manuscritos) aparece en varias fuentes: cf. escolio a A r is t ó f a n e s , Acarnienses 67 [Moríqmdes, adoptado aquí por Casevitz]; escolio a Avispas 283; IG f , 293, 6 = T o d , 50; M e ig g s -L e w i s , 55. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 90, que da Moriquides.

160 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 447 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 50-51). Según la tradición vulgata (T. L iv io , IV12, 6; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 55), en el presente año los cónsu­les fueron Próculo Geganio Macerino y Tito Menenio Lanato (cónsul en 452). En aquel año T. L iv io (IV 13, 1-5) sitúa la conjuración de Espurio Melio.

161 Se trata de un error; ha de cambiarse ei to deúteron por to triton. Fue en realidad la tercera victoria de este gran atleta, después de la pri­mera obtenida en los Juegos Olímpicos del 448 (cf. supra, XII 5, I) y de la segunda en el 444 (cf. supra, ΧΠ 23, 1). Platon cita y elogia a Crisón en el Protagoras 335 e, y en Jas Leyes VIII 840 e.

162 Se ha observado que en este cambio de escenario Diodoro tal vez está influido por el orden de los acontecimientos en Tucídides, que de los hechos de Samos pasa a Corcira y Potidea.

163 Los habitantes de Caleacte. La fundación de Caleacte se había ini­ciado seis años antes (cf. supra, XII 8, 2 y nota 48).

164 Sobre la figura de Ducetio y su aureola heroica, cf. E. G a l v a g n o ,

«Ducezio ‘eroe': storia e retorica in Diodoro», Mito, Storia e Tradizione. Diodoro Siculo e la Storiografîa Classica, ed. E. G a l v a g n o -C . M o l h

V e n t u r a , Catania, 1991, págs. 99-124. Después de su muerte, Siracusa intensificó sus ataques contra los siculos.

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cúsanos, después de someter todas las ciudades de los sícu­los a excepción de la conocida como T rinadal65, decidieron emprender una expedición contra ella. Recelaban en gran manera de los trinados, por temor a su pretensión de su­premacía sobre los sículos, sus hermanos de raza. Esta ciu­dad contaba con muchos y valerosos guerreros y siempre había ocupado el primer puesto entre las ciudades sículas; y estaba llena de adalides que se enorgullecían de su valor. Por este motivo los siracusanos reunieron todas sus fuerzas, 3 de Siracusa y de las ciudades aliadas, e iniciaron la campa­ña contra ella. Los trinados, pese a que no contaban con el apoyo de aliados, dado que las otras ciudades estaban some­tidas a los siracusanos, opusieron una gran resistencia. Afrontaron los peligros con ardor y dieron muerte a un gran

165 Trinacia o Trinacria. No se puede asegurar qué ciudad era Trina­da; seguramente se encontraba en el interior, y podría ser la misma ciudad de Palice (cf. supra, XI 90, I-2), sitio estratégico e importante centro religioso, que fundó el mismo Ducetio en el 453/452 (cf. supra, XI 88, 6 y nota 665). Diodoro ya ha hablado de su destrucción, por lo que el presente pasaje y el citado del libro XI aludirían a la misma destrucción si se admite la identifica­ción Trinacia-Palice. Sorprende, sin embargo, que Diodoro utilice dos topó­nimos para la misma ciudad. Por otra parte, el nombre de Trinacria o Trina­cia se aplica, debido a su forma, a la isla de Sicilia. Trinahia sería la isla de los «tres cabos» (de tria, «tres», y ¿ikra, «cabo», «promontorio»). E s t r a b ó n

(VI 2, 1) dice que la isla se llamó así por su forma triangular y añade, imagi­nando un proceso etimológico contrario al real, que después cambió su nom­bre por el de «Trinacia», Thrinakíé, es decir, la isla «del tridente» (de hrlnax, «tridente), «por ser más eufónico». Pero en realidad Trinacia ya aparece en Homero (Odisea XII 127), la isla donde se encontraban las vacas de Helios que mataron los compañeros de Odiseo (cf., asimismo, IX 107; XII 135; XIX 275), isia identificada con Sicilia. Luego Thrinaláe fue corregido en Trina- kría, que tiene un significado que se corresponde con la forma de la isla. En Tucídides (VI 2, 2) aparece el nombre de Trinacria, cuya etimología la en­contramos en Timbo (FGrHist 566, fr. 37). Sobre los nombres de Sicilia, cf. D io d o r o , V 2, 1.

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30439/8

número de enemigos, pero al final perdieron todos la vida luchando heroicamente. Asimismo la mayor parte de los an­cianos se quitaron la vida al no poder soportar la ignominia de la conquista de su patria. Los siracusanos, que habían ob­tenido una brillante victoria sobre hombres hasta entonces invictos, redujeron la población a la esclavitud, arrasaron la ciudad y enviaron a Delfos la mejor parte del botín como testimonio de su gratitud al dios166.

Cuando Gláucides167 era arconte en Atenas, los romanos eligieron cónsules a Tito Quincio y a Agripa Furio168. Durante este año, los siracusanos apro­vecharon los éxitos que hemos men­

cionado para construir cien trirremes y doblar los efectivos de su caballería; también se cuidaron de su infantería, y se procuraron recursos económicos aumentando los impuestos a los sículos que les estaban sometidos; tomaron estas me­didas en la idea de hacerse poco a poco con el control de to­da Sicilia.

Contemporáneamente a estos hechos, en Grecia tuvo lugar el principio de la llamada guerra de Corinto169, debida

iCí> La toma de Trinada tiene lugar unos veinte años después de la ac­ción de Ducetio contra Etna-Catana en el 461.

167 Su nombre aparece como Glaucino en el escolio de A r i s t ó f a n e s ,

Acarnienses 67, forma adoptada en este pasaje por Casevitz. Cf. R. De- v e l i n , ob. cit., pág. 92, que igualmente acepta Glaucino.

168 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 446 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 51). Según la tradición vulgata (T. L i v i o , IV 13, 6; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 56), en el presente año los cónsules fueron Agripa Menenio Lanato y Tito Quincio Capitoli­no Barbato (cónsul en 471, 468, 465, 446 y 443).

169 Diodoro sitúa el comienzo de esta guerra de Corinto, denomina­ción seguramente tardía, o conflicto de Corcira (cf. T u c í d i d e s , I 24-55)

Hegemonía siracusana. La Guerra de Corinto.

Victoria romana contra los volscos

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LIBRO ΧΠ 391

a las causas siguientes. Los epidamnios, que habitaban en la costa del Adriático y eran colonos de los corcireos y de los corintios170, estaban divididos en discordias civiles. El par­tido que se hizo con el poder desterró a muchos de sus opo­sitores, pero los exiliados171 se organizaron y recibieron ayuda de los ilirios, con los que hicieron vela hacia Epi- damno. Al participar los bárbaros con tuerzas considerables, 2

no sólo ocuparon el territorio, sino que también pusieron si­tio a la ciudad. Entonces los epidamnios, en la imposibilidad de defenderse por sí mismos, enviaron embajadores a Corci- ra para solicitar a los corcireos que, en nombre de su paren­tesco, acudieran en su ayuda. Al no ser atendida su petición, entablaron negociaciones con los corintios con vistas a una

en el 439/438, pero actualmente esta fecha se considera inaceptable. El enfrentamiento entre demócratas y oligarcas en Epidamno con el conflic­to entre Corcira y Epidamno, en el que participaron Corinto y Atenas, es­tallaría en el 436/435. Básicamente ios hechos se desarrollarían entre el 435 (batalla de Leucimna) y el 433 (batalla de las islas de Síbota).

170 Epidamno fue fundada por los corcireos en la costa ilírica hacia el 625, pero, según una antigua costumbre, cuando una colonia fundaba a su vez otra colonia, la fundación era presidida por un fundador (oilrístes) de la metrópoli. En este caso, la ciudad fundadora, Corcira, solicitó a su me­trópoli, Corinto, la intervención de un miembro de su aristocracia, Falio, De ahí que tanto Corcira como Corinto se consideraran con derecho sobre Epidamno, la posterior Dyrrachium romana y hoy Durrës, puerto de Al­bania central cercano a Tirana (en italiano, Durazzo). Fue un enclave muy importante en la ruta de Grecia al alto Adriático, y en el siglo vi a. C., en la época de Periandro de Corinto, estuvo sometida, juntamente con Corcira, a la poderosa Corinto. En tiempos de Roma y Bizando siguió siendo un enclave estratégico; además de su importancia en las comuni­caciones marítimas, partía de allí la via Egnatia, que, a través de Iliria, se dirigía a Tesalónica y Bizancio (cf. E s t r a b ó n , VII 7, 4).

171 Fueron los aristócratas los exiliados que se unieron a los taulan- tios, bárbaros vecinos suyos de raza iliria.

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alianza, y reconocieron a Corinto como única metrópoli172 al mismo tiempo que les pedían el envío de nuevos colonos. Los corintios, por piedad hacia los epidamnios y a la vez por odio hacia los corcireos, debido a que eran los únicos entre sus colonos que no habían enviado a la metrópoli las ofrendas sagradas habituales, decidieron ayudar a los epi­damnios 173. Así, enviaron a Epidamno no sólo los colo­nos174, sino también un número de soldados175 suficiente para defender la ciudad. Entonces los corcireos, irritados, enviaron cincuenta trirremes bajo el mando de un estrate­go176. Éste arribó a Epidamno y ordenó que se acogiera a los exiliados; al mismo tiempo Corcira envió embajadores a la guarnición corintia, pidiendo que el problema de la colo­nia se sometiera a la decisión de un tribunal y no se confiara a las arm as177. Los corintios rechazaron la propuesta; las

172 Un oráculo de Delfos había aconsejado este reconocimiento de Corinto como única madre patria, (cf. T u c í d i d e s , I 2 5 , 1 ) .

173 Respecto a las razones de la intervención de Corinto a favor de Epi­damno, cf. T u c í d i d e s , I 2 5 , 3 -4 . Además de los motivos psicológicos invo­cados, del hecho de que los corintios se sentían postergados por los corci­reos, la verdadera causa era más profunda; Corinto no aceptaba que una colonia suya se hubiera hecho más poderosa y poseyera una gran flota que controlaba las costas de la península balcánica y las ratas hacia Italia; por otra parte, el hecho de que Corcira no se incorporara a la Liga dei Pelopone- so favorecía a la gran rival, Atenas. Así, Corinto, cuyo gobierno era oligár­quico, se decidió a intervenir a favor de un gobierno democrático.

174 Cf. T u c í d i d e s , I 26, i ss. A diferencia de Tucídides, Diodoro no distingue los ápoikoi (los miembros de la fundación de una colonia, apoi- !da) de los oikétores, las gentes que, sin ser miembros de una misión mili­tar, van a incrementar la población de una colonia ya existente.

175 Ampraciotas, leucadios y corintios, según T u c í d i d e s , 126, 1.176 Según T u c í d i d e s , I 26, 3,1, las naves enviadas a Epidamno fueron

veinticinco, seguidas luego por otra escuadra, probablemente de quince naves, dado que a continuación (I 26, 4 ; 29, 4 ) totalizan cuarenta.

177 Cf. T u c í d i d e s , I 28, 1 ss., que sitúa una embajada de corcireos, acompañados de lacedemonios y sicionios, a Corinto después del co­

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dos partes decidieron entrar en guerra, por lo que se pusie­ron a preparar unas fuerzas navales considerables y busca­ron la ayuda de los aliados. Tales fueron pues las causas por las que estalló la llamada guerra de Corinto. Los romanos entre tanto, en guerra contra los volscos, combatieron al principio en escaramuzas y encuentros sin importancia, pero después, al vencer en una gran batalla campal, aniquilaron a la mayor parte de los enemigos!7S.

Los campanos. Cuando Teodoro179 era arconte enEl Bosforo Cimeño. Atenas, los romanos eligieron cónsu-

Vrdoria naval de Corara |es a ]y[arco Genucio y a Agripa Cur-cio Quilón180. Este año, en Italia, se constituyó la nación de

mienzo del asedio por parte de las tropas corcireas y de los preparativos militares de Corinto. Los corcireos se dirigieron contra Epidamno con una flota de cuarenta naves, acompañados de los desterrados, con inten­ción de restablecerlos, y con tropas ¡lirias; acamparon junto a la ciudad, situada en un istmo, y le pusieron sitio. La reacción corintia fue inmedia­ta; enviaron una expedición de treinta naves propias y tres mil hoplitas, a ia que se unieron fuerzas de los megareos, palcos de Cefalenia, epidau- rios, hermioneos, trecenios, lcucadios y ampraciotas, además de otras co­laboraciones (cf. T u c í d i d e s , I 2 6 , 4 - 2 7 ) .

178 qç -j, L i v io , III 66-70, que sitúa estos hechos en el año 446, bajo el consulado de Agripa Furio y Tito Quincio Capitolino Barbato. Ecuos y volscos devastaron el territorio y llegaron hasta los muros de Roma, pero los cónsules reaccionaron y el enfrentamiento acabó en una brillante vic­toria romana.

179 Su nombre aparece en varias fuentes (cf. escolio a A r is t ó f a n e s ,

Acarnienses 67; escolio a Paz 605 = F i l ó c o r o , FGríiist, 328, fr. 121; IG, XIV 1097, 4). Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 93.

180 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 445 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 52). Según la tradición vulgata (T. L iv io , IV 16, 7; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 57-58), en el pre­sente año en lugar de cónsules fueron elegidos como tribuni militum con­sulari potestate Mamerco Emilio (Mamercino?), Lucio Quincio Cincinato

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los campanos181, cuyo nombre se debe a la fertilidad de la llanura adyacente182.

En Asia, entre tanto, los soberanos del Bosforo Cimerio, de la dinastía de los llamados Arqueanáctidas, tuvieron el poder durante cuarenta y dos años; les sucedió en el trono Espártoco, que reinó durante siete años,83.

2 En Grecia, los corintios, en guerra con los corcireos, una vez que hubieron preparado su flota, entablaron una ba­talla naval. Los corintios, que contaban con setenta navios bien equipados, hicieron rumbo contra el enemigo; pero los corcireos les hicieron frente con ochenta trirremes y obtu-

(cónsul en 428, tribuno militar en 425, y 420) y Lucio (o Gayo) Julio Julo (cónsul en 430).

181 Después de la gran victoria griega sobre los etruscos del 474 (cf. supra, XI 51), los pueblos de lengua osea llamados por los romanos sabé- licos, los samnitas esencialmente, se establecieron en Campania en la se­gunda mitad del siglo v; conquistaron Capua, ciudad de origen etrusco que daba nombre a la fértil llanura conocida como ager Capuanus o Campanus, y Cumas, la colonia más antigua de la Magna Grecia, fundada por los calcideos a mediados del siglo vm. De su fusión con los etruscos surgió el pueblo de los campanos, que impusieron su lengua, el oseo, a las gentes de la región (cf. infra, X ïï 76, 4).

182 Pensando en una etimología que derivaría Campania del término latino campus, «llano».

183 El Bosforo Cimerio, situado en el actual estrecho de Kertch, entre el Mar Negro y el Mar de Azov, fue colonizado en el siglo vi por colonos procedentes de Mileto; a principios del siglo v, fue un reino bajo la dinas­tía de los Arqueanáctidas, que hacia el 438/437 fueron sustituidos por los Espartácidas, que reinaron hasta el 410. Espártoco o Espartaco, el funda­dor de esta dinastía, reinó hasta el 433/432, cuando le sucedió Seleuco. Pericles mantuvo relaciones comerciales con Espártoco, a cuya muerte se referirá Diodoro luego (XII 36, 1), situándola en el 433/432, en desacuer­do con el principio de su reinado en eí 438/437. El sucesor, Seleuco, reinó durante cuarenta años, y Diodoro se refiere a él, con el nombre deSátiro, en XIV 93, 1-6.

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vieron la victoria184; a continuación tomaron Epidamno des­pués de un asedio y mataron a todos los prisioneros a ex­cepción de los corintios, a los que encadenaron y metieron en prisión185. Después de la batalla naval, los corintios, atemori- 3 zados, pusieron rumbo al Peloponeso, mientras que los corci­reos, señores del mar en aquellas aguas, hicieron vela contralos aliados de los corintios y saquearon su territorio186.

Transcurrido aquel año, en Atenas 32

Preparativos fue arconte Eutímenes187, y en Roma, 437/6de corintios y corcireos.Fundación de Anfipolis en lugar de los cónsules, fueron de­

signados tres tribunos militares 188,Aulo Sempronio, Lucio Atilio y Tito Quincio. Este año, los corintios, después de su derrota en la batalla naval, decidie­ron construir una flota más importante. Así, se procuraron 2

584 Ursa vez que rechazaron la propuesta corcirea (cf. T u c í d i d e s , I 29), los corintios atacaron con setenta y cinco naves, mandadas por Aristeo, Ca- lícrates y Timánor, y cors dos mil hoplitas a las órdenes de Arquetimo e Isárquidas. La batalia naval tuvo lugar entre el golfo de Ambracia y Leu- cimna, un promontorio en la costa sudoriental de Corcira, donde se levantó el trofeo, y vencieron los corcireos, que destruyeron quince naves corintias; en el mismo día las tropas que sitiaban Epidamno la forzaron a una rendi­ción. La fecha más probable de este éxito de Corcira es el verano del 435.

íes ££ x u cfDIDESj i 30,1.186 El territorio de Léucade, colonia corintia, fue devastado, Cilene, la

base naval de los eleos fue incendiada, y la flota corcirea maniobraba a sus anchas por el mar Jonío.

187 Nombre atestiguado en varias fuentes (cf. A r is t ó f a n e s , Acarnien- ses 61 y escolio; escolio a E s q u i n e s , Sobre ¡a embajada fraudulenta [2], 31; F il ó c o r o , FGrHist, 328, fr. 36; I G I2, 363, 3; 349, 3. Cf. R. D e v e l i n ,

ob. cit., pág. 94.188 Los chiliarchoi, tribunos militares con poder consular. Estos tribunos

mencionados por Diodoro desempeñaron el cargo en el 444 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 52-53). Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 17, 7-8; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 58), en el pre­sente año fueron cónsules Marco Geganio Macerino (cónsul en 447 y 443) y Lucio Sergio Fidenates (cónsul en 424; tribuno militar 433, 429 y 418).

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una gran cantidad de madera, trajeron de otras ciudades constructores de naves a sueldo y pusieron un gran empeño en la construcción de trirremes y en la fabricación de todo tipo de armas ofensivas y defensivas; en suma, preparaban todo su armamento para la guerra; en cuanto a las trirremes, construían algunas de nueva planta, reparaban las que esta­ban averiadas y hacían venir otras de sus aliados m .

Los corcireos por su parte hicieron preparativos simila­res y su empeño no fue inferior; era evidente que la guerra iba a tomar un gran incremento. Mientras ocurrían estos he­chos, los atenienses fundaron Anfípolis190; escogieron una parte de los colonos entre sus conciudadanos y otra entre las guarniciones vecinas.

„ Cuando Lisímaco191 era arconteAtenas apoya a Corara,que obtiene una nueva en Atenas, los romanos eligieron cón-

victona naval sules a Tito Quincio y a Marco Gega-nio Macerino192 y los eleos celebraron la Olimpíada octoge- simosexta, en la que el tesalio Teopompo193 obtuvo la victo-

189 Desde la batalla naval, los corintios emplearon dos años en los preparativos. Cf. Tucídides, 131, 1.

190 Sobre esta fundación de Anfípolis por Hagnón, cf. T u c í d i d e s , trad, cit., IV 102, 3 y nota 626; V 11, í ; escolio a E s q u in e s , Sobre la embajada Jraudulenta [2], 31; P o l ie n o , VI 53; H a r p o c r a c ió n , Lexicon, s. v. Am­phipolis. Era la tercera ciudad en el sitio de Anfípolis. Cf. infra, XII 68.

191 Cf. D io n is io d e H a l ic a r n a s o , Isocrates, 1; P l u t a r c o , Obras mo­rales y de costumbres 836F; D ió g e n e s L a e r c i o , ΙΠ 3; IG I3, 447, [346] ( I , 350, 35); Π2, 2318, [84]; XIV 1097,12. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 95.

192 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 443 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 53). Según la tradición vulgata (T. L i v i o , IV 21, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 60), en el presente año los cónsules fueron Lucio Papirio Craso (cónsul en 430?) y Marco Cornelio Maluginense. El tribuno de la plebe Espurio Melio movió al pueblo contra los patricios (cf. T. L i v i o , IV 21, 3-5).

193 Tal vez es el Diopompo que P l a t ó n (Leyes VIII 840a) cita junto a oros atletas. Cf. L. M o r e t t i , ob. cit., pág. 316.

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ria en la carrera del estadio. Este año, los corcireos, al ente­rarse de la magnitud de las fuerzas que se preparaban con­tra ellos, enviaron embajadores a los atenienses para solicitar su intervención194. Dado que los corintios hicieron lo mis- 2

mo, la Asamblea se reunió, el pueblo escuchó a los embaja­dores y votó la alianza con los corcireos195. Por ello Atenas envió inmediatamente diez trirremes perfectamente equipa­das y prometió enviar un mayor número si era necesariol96. Los corintios, al no haber conseguido la alianza de los ate- 3

nienses, equiparon ellos mismos noventa trirremes, a las que añadieron sesenta que les procuraron sus aliados 19?. Así, pues, con una flota de ciento cincuenta naves bien equipa-

m £ £ I 31, 2 ss. De este modo, las luchas civiles de Epi-damno no sólo provocaron la intervención de Corinto y Corcira, sino que generalizaron el conflicto al implicar a Atenas y Esparta. Esto debió de ocurrir en junio del 433.

195 La diplomacia de Corinto trataba de evitar que Corcira recibiera la ayuda de la poderosa flota ateniense, lo que haría fracasar todos sus es­fuerzos. T u c í d i d e s (131, 4-43) relata el debate de los embajadores corci­reos y corintios en Atenas. En realidad la Asamblea ateniense deliberó dos veces; en la primera, después de escuchar las argumentaciones de ambos contendientes, se tuvieron en cuenta las razones de los corintios, pero en la segunda (Ï 44) el pueblo ateniense decidió acordar una alianza defensiva (epimachía; 110 una alianza plena, una symmachía, a fin de no romper la tregua de treinta años) con Corcira, cuya situación en el mar Jonio, en la ruta hacía Italia y Sicilia (cf. T u c í d i d e s , I 43; infra, XII 54), y cuya importante flota eran factores a tener muy en cuenta ante un even­tual enfrentamiento con los peloponesios.

¡96 Q f ' T u c í d i d e s , I 45, que también habia del envío a Corcha de un socorro de diez naves, mandadas por Lacedemonio, Diotimo y Proteas, sin referirse al envío de refuerzos posteriores. Habían recibido órdenes de no librar batalla contra los corintios a no ser que éstos se dirigieran contra Corcira o contra su territorio. Les dieron estas órdenes por temor a ser acusados de ruptura de la tregua de treinta años, y ésta sería asimismo la razón del escaso número de naves. Cf., asimismo, P l u t a r c o , Vida de Pericles 29, 1-2, que se refiere a la responsabilidad de Pericles al enviar este socorro a Corcira.

197 Cf. T u c í d i d e s , I 46.

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das y habiendo elegido como estrategos a los hombres me­jor preparados, zarparon rumbo a Corcira, decididos a librar

4 cuanto antes una batalla navali98. Cuando los corcireos su­pieron que la flota enemiga no estaba lejos, hicieron rumbo contra ellos con ciento veinte trirremes, incluidas las de los atenienses199. Se entabló una violenta batalla200 y al principio los corintios se imponían, pero después, cuando aparecieron otras veinte naves enviadas por los atenienses conforme a la segunda parte del acuerdo, los corcireos obtuvieron la victo­ria201. Al día siguiente, cuando toda la flota corcirea zarpó para entablar combate, los corintios no se hicieron a la mar202.

198 Según Tucídides, con cuyas cifras coincide Diodoro, la flota corintia, mandada por Jenóclides y cuatro colegas, arribó a ia costa del continente que mii-a a Corcira y echó anclas en Quimerio, en la Tesprótide.

199 El mismo número que en Tucídides. Las mandaban Micíades, Esí- mides y Euríbato, y fondearon en una de las islas de Síbota, junto a las diez naves atenienses, mientras que el ejército de tierra acampó en Leu- cimna (cf. T u c í d i d e s , I 47, 1 -2).

200 La batalla naval de las islas de Síbota (agosto/septiembre del 433), des­crita con todo detalle por Tucídides (148-52) y simplificada por Diodoro.

201 «La batalla naval fue violenta — dice Tucídides (I 49, 2-3)— y se ca­racterizó no tanto por la habilidad de maniobra como porque se parecía más a una batalla de tierra; pues cuando se producía un abordaje, difícilmente se des­pegaban debido al número y a la aglomeración de las naves, y a que para la victoria confiaban sobre todo en los hoplitas de los puentes, que combatían a pie firme cuando las naves estaban quietas; y no se produjeron penetraciones de la línea enemiga, sino que se combatió con valor y fuerza más que con ciencia». Primero, las naves áticas no trababan batalla, respetando el mandato de Atenas, sólo apoyaban a los corcireos en dificultad, pero después, cuando la flota corcirea llevaba las de perder, ya intervinieron directamente; se hizo in­evitable el enfrentamiento de corintios y atenienses; y luego vino la llegada providencial de otras veinte naves de Atenas, lo que forzó la retirada corintia (cf. T u c íd id e s , I 50-51 ; P l u t a r c o , Vida de Pericles 29,3).

202 Cf. T u c í d i d e s , I 52 ss. Inmediatamente después de la batalla naval de las islas de Síbota, que de hecho acabó en tablas, los corintios envia-

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Cuando Antióquides203 era arcon- Conflicto de Potidea. te en Atenas, los romanos eligieron

Defección de ios calcideos. cónsules M F ab ¡0 póstumorunaaaon de Letano. JLa colonia de Árdea Ebucio Uleco . Este año, las reía-

dones entre los corintios y los ate­nienses eran tensas, debido a que los atenienses habían combatido al lado de los corcireos y habían contribuido de modo determinante a su victoria en la batalla naval. Por ello, ansiosos de vengarse, los corintios incitaron a la ciudad de Potidea, que era una colonia suya, a sublevarse contra los atenienses205. De igual manera, Perdicas, rey de los mace­

ran negociadores a los atenienses en una chalupa, sin el caduceo (que hubiera supuesto su reconocimiento de que estaban en guerra con Atenas; cf. T u c í d i d e s , irad. cit., I 53, nota 307), y les acusaron de violar la tregua de treinta años. La inmediata respuesta ateniense manifestó su decisión de mantenerse fieles al tratado, pero también la de defender a toda costa a sus aliados corcireos (53, 4). Con ello acabó el encuentro; tanto los corin­tios como los corcireos reivindicaron la victoria y unos y otros levantaron un trofeo, los corintios en Síbota del continente, y los corcireos en la isla de Síbota. Después todos regresaron a su patria.

203 Su nombre aparece en IG XIV, 1097, 1-6. Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 96.

204 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 442 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 54). Póstumo Ebucio tiene el sobre­nombre de Helva en el resto de las fuentes. Según la tradición vulgata (T, L i v i o , IV 21, 6; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 60), en el pre­sente año los cónsules fueron Gayo Julio (Julo?; cónsul en 447 y 434?) y Lucio (o Próculo) Virginio Tricosto.

205 Respecto al conflicto de Potidea, cf. T u c íd i d e s , I 56-66. Aunque era colonia corintia, Potidea era tributaria de Atenas. Potidea había sido funda­da, a comienzos del siglo vi, por colonos corintios conducidos por Evágo- ras, hijo del tirano Periandro (cf. N i c o l a o d e D a m a s c o , FGrHist, 90, fi-. 60 F. Ja c o » y ). Pronto fue una de las ciudades más prósperas de Calcídica de­bido a su excelente situación en el istmo que unía la península de Palene al resto de Calcídica. No pudo resistir a Jerjes cuando se produjo la invasión persa (cf. H e r ó d o t o , V il 123,1), pero se sublevó después de Salamina. Pa­só a formar parte de la Liga Ático-Delia, pero siguió recibiendo cada año a

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donios, que abrigaba sentimientos hostiles a los atenien­ses206, persuadió a los calcideos a hacer defección de los atenienses y a évacuai' las ciudades de la costa para unirse en

3 una sola ciudad, la de Olinto207. A l recibir la noticia de la de­fección de los potideatas, los atenienses enviaron treinta naves con la orden de devastar el territorio de los sublevados y de sa­quear la ciudad. En cumplimiento del mandato del pueblo, la expedición desembarcó en Macedonia y puso sitio a Potidea208.

4 Y a continuación, dado que los corintios habían enviado un so­

los enviados religiosos, los epidemiourgoí, de su metrópoli Corinto. En el 434 vio que se le aumentaba su tributo anual, Ío que sin duda la predispuso a la defección. Los atenienses, que recelaban de Potidea por temor a un po­sible acuerdo con Corinto, ordenaron a ios potideatas que demolieran su muralla por el lado que mira a Palene, que les entregaran rehenes y que no recibieran a los epidemiurgos que todos los años les enviaban los corintios (cf. T u c íd id e s , I 56, 2). Temían que la rebelión de Potidea arrastrara a la defección a los demás aliados de la costa de Tracia.

206 T u c íd id e s (I 57) señala las razones de la enemistad de Perdicas; «antes había sido aliado y amigo —dice— pero se había convertido en enemigo. Se había enemistado porque los atenienses habían concertado una alianza con Filipo, su hermano, y con Derdas, que de común acuerdo le hacían frente». Pero temía sobre todo que Atenas, al controlar el Egeo sep­tentrional, frenara la presencia macedonia en Tracia y Calcídica. Por ello si­guió una política antiateniense, negociando con Esparta, tratando de ganarse a los corintios con vistas a la sublevación de Potidea, buscando la alianza con las ciudades calcideas e invitándolas a hacerse fuertes en Olinto, al nor­te de Potidea (cf. T u c íd id e s , 1 58, 2), y también con los botieos. Los ate­nienses, enterados de sus intrigas, trataron de anticiparse a las sublevaciones de las ciudades. La de Potidea estalló una vez que Esparta hubo asegurado a los potideatas que invadiría el Ática si los atenienses atacaban Potidea.

207 Olinto estaba a 2,5 Km del mar, distancia suficiente para no verse soiprendida por un ataque desde la costa. Sobre el emplazamiento de Olinto, cf. T u c íd id e s , trad, cit., I 63, 2, nota 365.

208 La reacción ateniense a las noticias sobre las intrigas de Perdicas fije inmediata; enviaron una expedición de treinta naves y mil hoplitas bajo el mando de Arquéstrato y de otros cuatro estrategos (cf. T u c íd id e s , Ï 57, 6), que llegaron a Tracia cuando Potidea ya se había sublevado (I 59, 1 ). Según Diodoro, el envío de la flota fue posterior a la defección.

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corro de dos mil soldados a los asediados, el pueblo ateniense dispuso asimismo el envío de dos mil hombres209. Después de la batalla que tuvo lugar junto al Istmo de Palene, en la que los atenienses obtuvieron la victoria y mataron a más de trescientos enemigos210, se cerró completamente el cerco en torno a Poti- dea. Mientras ocurrían estos acontecimientos, los atenienses 5 fundaron en Propóntide una ciudad que tomó el nombre de Lé- tano211. Y en Italia, los romanos enviaron colonos a Árdea y les distribuyeron el territorio.212

209 También fue inmediata la intervención de Corinto en apoyo de los potideatas. Enviaron voluntarios del mismo Corinto y mercenarios del resto del Peloponeso, un contingente de mil seiscientos hoplitas y cuatrocientos soldados de infantería ligera a ias órdenes de Aristeo, los cuales llegaron a Tracia «cuarenta días después de la sublevación de Potidea» (cf. T u c íd id e s , I 60). Al recibir la noticia de la sublevación, los atenienses también envia­ron una expedición, dos mil hoplitas de la misma Atenas y cuarenta naves, bajo el mando de Calías y otros cuatro estrategos, los cuales se unieron a los mil hombres de Arquéstrato cuando acababan de tomar Terme y estaban si­tiando Pidna. Al no poder conquistarla, tuvieron que llegar a un acuerdo con Perdicas y retirarse de Macedonia, puesto que les urgía llegar a Potidea, adonde ya había llegado el corintio Aristeo (cf. T u c íd id e s , 161, 2-3).

210 Tucídides habla de algo menos de trescientos hombres en el bando de los potideatas y sus aliados, y de ciento cincuenta, entre los que estaba Calías, en el lado ateniense (cf. T u c íd id e s , Î 63, 3). Cf. IG I2, 945 = M. N. T o d , I2 59, y SEG, X 414, que podría referirse a esta batalla. A diferencia de la noticia sintetizada de Diodoro, encontramos en Tucídides un relato deta­llado de esta batalla de Potidea (I 62-63). Cf. asimismo A r is t o d e m o , FGrHist, 104, fr. 18; I s ó c r a t e s , Sobre el tronco de caballos [16], 29. A la batalla siguió el bloqueo de Potidea, primero por la parte del istmo, y a con­tinuación, después de la llegada de Formión, por el lado de Palene, con lo que se cerró el cerco (cf. T u c íd id e s , 164).

2n Ciudad no identificada. Podría tratarse de Ástaco de Bitinia, fun­dada por los megareos en el 712/711 y recolonizada por los atenienses en el 435/434. Cf. E s t r a b ó n , Geografía XI-XÍV [intr. trad, y notas de M .n P a z d e H o z G arc ía -B e l l id o ] , BCG 306, Madrid, 2003, XII 4, 2 y nota 217; M e m n ó n , FGrHist, 434, fr. 12, 2.

212 Cf. Τ. L m o, IV 7, 9, 10-12; D io n is io d e H a l ic a r n a s o , XI 62, 4. Aldea era la ciudad de los rútulos, la mayor de la Liga Latina.

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Cuando Crates213 era areonte en Atenas, los romanos eligieron cónsu-

Eiproblema de Turios les a Quinto Furio Foso214 y a Manio Papirio Craso215. Durante este año, en Italia, los habitantes de Turios,216 que

se habían unido allí procedentes de muchas ciudades, tenían diferencias entre ellos para determinar de qué ciudad Turios debía considerarse colonia y a quién era justo atribuir el títu­lo de fundador217. Los atenienses, en efecto, reivindicaban el mérito de la fundación de la colonia, argumentando que la mayor parte de los colonos procedían de Atenas; pero los peloponesios, recordando que sus ciudades habían pro­porcionado no pocos hombres para la fundación de Turios, pretendían que el título de aquella colonia les pertenecía a

213 Su nombre también aparece como Cares. Cf. ÏG f , 352, 6 ( = Tod, 52; M e ig g s -L e w is , 59); 377, 17 6 ( — Tod, 54; M e ig g s -L e w is , 62). Cf. R. D e v e u n , ob. cit., pág. 97.

214 Foso (Phóson o Phósson) en los códices, Fu so (Phoúson), según Rhodoman.

215 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 441 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., págs. 54-55). Según la tradición vulgata (T. Li- vio, IV 23, 1-3; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 61), en el presente año los cónsules fueron Gayo Julio Julo (cónsul en 447, 435) y Lucio (o Próculo) Virginio Tricosto (cónsul en 435); pero, según otra tradición (cf. Va­lerio Antias [ir. 20: H. P e t e r , Historicorum Romanorum fragmenta, Leip­zig, 1883, reimp. Stuttgart, 1967] y Elio Tuberón [fr. 6 Peter]), los cónsules fueron Marco Manlio Capitolino y Quinto Sulpicio Camerino.

216 Sigue el relato de los acontecimientos de Turios dejado en el capítulo 11. En este año no relata ningún acontecimiento de Grecia, donde el asedio de Potidea llevó al debate de Esparta previo al comienzo de la guerra,

217 Una vez que el enfrentamiento entre los ciudadanos de origen si­barítico y los nuevos colonos concluyó con la eliminación de los prime­ros, la colonia panhelénica, hacia el 434/433 según la cronología de Dio­doro, pasó por un nuevo periodo de discordias civiles debido a la disputa entre el elemento ateniense y el peloponesio para determinar a quién se atribuía la primacía en las cuestiones de la fundación.

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ellos. Igualmente, entre aquellos hombres valerosos, que en gran número habían colaborado en la expedición colonial y habían prestado grandes servicios, se entabló un importante debate, dado que cada uno ambicionaba el título de funda­dor. En vista de ello, los turios acabaron por enviar una de­legación a Delfos para preguntar a quién se debía considerar el colonizador de la ciudad, y el oráculo les contestó que era el dios en persona quien debía recibir el título de funda­dor218. De este modo se apaciguó la disputa, se proclamó a Apolo fundador de Turios, y el pueblo, ya libre de la guerra civil, volvió a la concordia precedente.

En Grecia murió Arquidamo219, el rey de los lacedemo­nios, después de haber tenido el poder cuarenta y dos años; su sucesor, Agis, reinó veintisiete años.

Muerie de Espártoco. Cuando Apseudes220 era arcontee í ciclo de Metón. en Atenas, los romanos eligieron cón-

Fundación de Heraclea ^ # ^ Me„enio y a prodo Qg.

218 Esta respuesta del oráculo, que frecuentemente tenía el papel de árbitro en asuntos coloniales, bajo una aparente equidad, satisfacía más al elemento peloponesio; Turios sería una colonia panhelénica no por ini­ciativa de Atenas, sino por la voluntad del dios de Delfos.

2,9 Se trata de un error de Diodoro, que no está atento a la cronología que se encuentra en otras partes de su propia obra. E! reinado de Arqui­damo, a cuyo comienzo ya se ha referido antes (cf. supra, Xï 48, 2 y nota 369) no pudo comenzar en el 476 y durar sólo cuarenta y dos años, pues­to que encontramos a Arquidamo al frente de tres expediciones contra el Ática en el 431, el 430 y el 428. Su muerte debe de situarse antes de la invasión del Ática del 426, mandada por su hijo Agis (cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 89, 1 y nota 626). Cf. infra, XII 47, 1 y 52, 1, donde Diodo­ro se referirá de nuevo a Arquidamo.

220 Su nombre está atestiguado en otras fuentes. Cf. escolio a A r i s t ó ­f a n e s , Aves 997 = F i l ó c o r o , FGrHist, 328, fr. 122; IG I2, 51, 4 ( = T o o , 58; M e ig g s -L e w is , 63); 52, 8 (= T o d , 57; M e ig g s -L e w is , 64); 377, 22 (= T o d , 54; M e ig g s -L e w is , 62); y 295, 1-2 y 13 (— T o d , 55; M e ig g s -L c w is , 61). Cf. R. D e v e l i n , ob. cit., pág. 99.

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ganio Macerino221. Fue el año en el que murió Espártoco222, rey del Bosforo, después de haber reinado siete años; su su­cesor en el trono fue Seleuco, que reinó durante cuarenta años.

En Atenas, Metón, hijo de Pausanias223, muy afamado por sus estudios de astronomía, presentó el llamado «ciclo de diecinueve años», cuyo comienzo fijó en el día 13 del mes ateniense de Esciroforión224. En estos diecinueve años, los astros completan la vuelta a su posición inicial en el fir­mamento y concluyen el ciclo de lo que podemos llamar un «año grande», al que algunos, en consecuencia, dan el nom­bre de «año de Metón». Por lo que parece, este hombre acertó de modo admirable en sus pronósticos y previsiones, ya que los astros efectúan sus desplazamientos y aparicio­nes de acuerdo con su descripción; por esta razón, hasta nuestros días, la mayor parte de los griegos utilizan el «ciclo de diecinueve años», y no se equivocan.

221 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 440 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 55). La tradición vacila entre Tito y Lucio Menenio Proel us = Proculus. Según la tradición vulgata (Τ. Lrvio, IV 25, 2; cf, T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 62), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos tres tribunos militares con po­testad consular: Marco Fabio Vibulano (cónsul en 442), Marco Folio Fla- cinátor y Lucio Sergio Fidenates (cónsul en 437 y 429, tribuno militar en424 y 418).

222 Cf. supra XII 31. En el libro XIV 93, 1, referente al año 393/392, los manuscritos dan una duración de cuarenta y cuatro años al reinado de Sátiro, llamado aquí Seleuco.

223 Famoso astrónomo que con su «ciclo» coordinó el año lunar con el solar. Aristófanes se mofa de él en Aves 993-1020, y en Nubes 615- 616, donde alude a la reforma del calendario.

224 Mes correspondiente a junio-julio, dedicado a Atenea Escírada, en el que se celebraban las Esciroforias.

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En Italia225, los tarentinos, una vez que hubieron depor­tado de su patria a los habitantes de la ciudad llamada Siris y hubieron añadido sus propios colonos, fundaron la ciudad que recibió el nombre de Heraclea226.

Cuando Pitodoro227 era arconte en Atenas, los romanos eligieron cónsu­les a Tito Quincio y a Nito Mene­nio228 y los eleos celebraron la Olim­piada octogesimoséptima, en la que el

ambraciota Sofrón obtuvo la victoria en la carrera del esta­dio229. Este año, en Roma, fue ejecutado Espurio Melio, que aspiraba a la tiranía230. Los atenienses, vencedores en Poti- dea en una memorable batalla, al haber caído su estratego Calias en el combate, enviaron un nuevo estratego, For-

225 No dice nada, sin embargo de Sicilia y sus relaciones con Atenas.226 Cf. supra, XII 23, 2 y nota 115.227 Su nombre aparece en diversas fuentes. Cf. T u c íd id e s , H 2, 1 ; A ris­

t ó t e l e s , Constitución de los atenienses 27, 2; escolio a A r is t ó f a n e s , Paz 605 = F il ó c o r o , FGrHist, 328, fr. 121 ; escolio a A r is t ó f a n e s , A ves 997 = F il ó c o r o , FGrHist, 328, fr. 122. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 101.

228 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 439 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 56). En otra tradición, Menenio tiene como prenombre Agripa. Según la tradición vulgata (T. Livio, IV 25, 5; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 62), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos tres tribunos militares con potestad consu­lar: Lucio Pinario Mamercino, Lucio Furio Medulino (tribuno militar en425 y 420) y Espurio Postumio Albo.

229 Este atleta no aparece en otras fuentes. Cf. L. M o r e t t i , ob. cit., pág. 321.

230 La intentona de Espurio Melio se sitúa en el 440/439. Era un rico ple­beyo que, en tiempo de carestía, había distribuido grano a expensas suyas para congraciarse con el pueblo, lo que levantó sospechas de que aspiraba a la tira­nía. Le habría dado muerte Gayo Servilio Ahala, magister equitiim, por orden del dictador Lucio Quincio Cincmato (cf. T. Lm o, IV 13, 12-16, 1; D io n is io d e H a u c a r n a s o , XII2,2-8; C ic e r ó n , Sobre la vejez 16, 55).

Formión continúa el asedio

de Potidea. Tucídides comienza su Historia

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mión231. Éste tomó el mando del ejército y continuó el asedio de la ciudad de los potideatas, lanzando continuos ataques contra ellos; pero los sitiados se defendían vigorosamente, y el asedio se hizo interminable232.

Tucídides, el ateniense, tomando este año como punto 2 de partida de su historia, relató la guerra entre los atenienses y lacedemonios conocida como Guerra del Peloponeso233.Esta guerra duró de hecho veintisiete años234, pero el relato de Tucídides sólo cubrió veintidós, en ocho libros o, según la división efectuada por algunos, en nueve235.

Estalla la Guerra C u a n d o E u t i d e m o 236 e r a á r c e n t e 3«del Peloponeso. Anécdota en Atenas, los romanos designaron, 431/30

de Pendes aconsejado en |ugar ¿ e }os cónsules, tres tribunosp o r e l jo v en A lcibiades. G

La guerra militares, Manio Emiliano Mamerco,como escapatoria Gayo Julio y Lucio Quincio237. En es-

231 Formión fue enviado con mil seiscientos hoplitas, según leemos en Tucídides (I 64, 2), sin que se relacione su envío con la muerte de Calías. Era un hábil militar que ya se había distinguido en Samos, antes de que los atenienses tomaran la isla en el 440/439 (cf. T u c íd id e s , 1117, 2).

232 El asedio de Potidea fue más largo de lo previsto, puesto que, ini­ciado en el verano del 432 (cf. T u c íd id e s , I 64, 3), no terminará hasta el invierno del 430 (cf. T u c íd id e s , II 70), cuando Potidea capitula por ham­bre. Cf. infra, XII 46, 6.

233 Al disponerse a relatar los acontecimientos de la Guerra del Pelo­poneso, Diodoro se siente en la obligación de citar a Tucídides de Atenas, el historiador que dedicó su obra al inevitable conflicto entre Atenas y Esparta, «la mayor conmoción que haya afectado a los griegos», la gran­diosa y trágica aventura de Atenas, que él mismo vivió,

234 q£ rpu c íDIDES) trad, cit., V 25-26 y notas.235 Además de la división tradicional y más difundida en ocho libros,

había otras, en nueve o trece, pero ninguna es atribuible al historiador.236 Aparece en A t e n e o , V 217a. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 117.237 Los tribunos militares con potestad consular mencionados desem­

peñaron el cargo en el 438 (cf. T. R. S. B r o u g i i t o n , ob. cit., pág. 57).

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te año estalló la guerra entre los atenienses y los lacedemo­nios, la llamada Guerra del Peloponeso, la más larga entre las guerras de las que la historia nos ha dejado el recuer­do238. Es necesario por tanto, y conforme al plan de nuestra obra, efectuar una exposición preliminar de sus causas239.

2 Los atenienses, empeñados en mantener su hegemonía marítima, habían transferido a Atenas el tesoro de la liga depositado en Délos240, una suma de unos ocho mil talentos,

Según la tradición vulgata (Τίτο Lrvio, IV 26, 2; cf. T. R. S. B r o u g h ­t o n , ob. cit., pág. 63), en el presente año los cónsules fueron Tito Quin- cio Peno Cincinato (cónsul en 428; tribuno militar con potestad consular, en 426 y 420 ?) y Gayo (o Gneo) Julio Mentón.

238 £ £ T u c íd id e s , trad, cit., I 23, 1-3. La magnitud o importancia de los acontecimientos era para Tucídides una categoría fundamenta! del conocimiento histórico. Ya al principio de su obra, ia ilamada Arqueolo­gía sirve para demostrar su primera afirmación respecto a que la guerra que historió era más grande y memorable que las precedentes debido a que Grecia, antes de la guerra del Peloponeso, no estaba preparada ni econó­mica ni militarmente para guerras importantes.

239 Sobre las causas de la guerra del Peloponeso, la fuente utilizada por Diodoro, según él mismo declara (cf. infra, XII 41, I), es Éforo (FGrHist 70, fr. 193), aunque podemos observar que en el relato de mu­chos acontecimientos Diodoro tiene presente a Tucídides. Respecto a los orígenes del conflicto, Diodoro también efectúa una distinción de cuño tucidídeo entre causa verdadera (aitia) y motivos aparentes (próphasis). Según Diodoro, la verdadera causa es el imperialismo ateniense impulsa­do por Pericles, el responsable del enfrentamiento (cf. infra, 4), y los pre­textos son los que analiza Tucídides.

240 Desde la constitución de la Liga ático-deiia, Délos, en el centro de las Cicladas, ya prestigiosa por los antiguos mitos y como centro religio­so de los jonios, había sido elegida como capital de la Liga y depósito del tesoro (cf. T u c íd id e s , ob. cit., I 96 y notas). El traslado del tesoro de De­los a Atenas tuvo lugar en el 454 a. C.; se hizo a propuesta de Pericles, y con ello Atenas controlaba directamente los fondos procedentes de las re­caudaciones de la Liga de Délos (cf. P l u t a r c o , Vida de Aristides 25, 3; Vida de Pericles 12, 1; J u s t in o , IIÏ 6, 4). La cifra de ocho mil talentos correspondía a las contribuciones y ganancias de guerra de veintitrés

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y lo habían confiado para su custodia a Pericles, que por su linaje, su fama y su habilidad oratoria aventajaba en mucho a sus conciudadanos. Pero después de un cierto tiempo, cuando ya había gastado por cuenta propia una importante parte de aquella suma y se le pidieron cuentas, cayó enfer­mo, al no poder dar una justificación del dinero que se le había confiado241. Mientras estaba angustiado dando vueltas 3

al asunto, su sobrino242 Alcibiades, un huérfano que estaba bajo su tutela y que todavía era un muchacho, le sugirió el modo de defenderse respecto al dinero. Observando, en efecto, el disgusto de su tío, le preguntó cuál era la causa de su preocupación. «Es — le contestó Pericles— que se me pide una justificación del empleo del dinero y yo busco de qué manera podría rendir cuentas a los ciudadanos». A lo que Alcibiades le replicó que debía buscar no cómo rendir cuentas, sino cómo no rendirlas243. Fue así como Pericles, 4

años, cifra que está en contradicción con la de diez mil talentos que luego nos da el mismo Diodoro (XII 40, 2; 54, 3; XIII 21,2).

2íil La oposición a Pericles, de la que se hacen eco Diodoro y Plutar­co, miró la decisión de transferir el tesoro a Atenas, alegando motivos de seguridad, como una ofensa a los aliados y una excusa para utilizar los fondos en beneficio de Atenas y del embellecimiento de la ciudad (cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 12, 2). Parece que Pericles no fue el único responsable del tesoro, y las versiones que recogen estas noticias deben de proceder de Éforo, que se basaría en una tradición del siglo v (cf. A r is t ó f a n e s , Paz 605 ss.). Existe un fragmento de papiro procedente de Egipto que se refiere a una proposición de Pericles del 450/449 de utilizar sumas de la Liga de Délos para la reconstrucción de templos de Atenas, lo que confirmaría las acusaciones.

242 Pericles era primo hermano de Dinómaca, mujer de Clinias, el pa­dre de Alcibiades, que había muerto en Coronea (447/446), Entonces Pe­ricles fue nombrado tutor de Alcibiades (P l u t a r c o , Vida de Alcibiades 1,1). Véase el árbol genealógico en el Apéndice Ï, pág. 529.

243 Esta anécdota también la encontramos en P l u t a r c o , Vida de Al­cibiades 7, 3. Cf. asimismo A r is t o d k m o , FGrHist, 104 fr. 16, 4.

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aceptando la sugerencia del muchacho, empezó a buscar el pretexto para meter a los atenienses en una gran guerra244; ésta sería la mejor manera, pensaba, gracias al desorden y a las vacilaciones y temores que se adueñarían de la ciudad, de eludir una exacta rendición de cuentas. Y a este modo de defenderse le vino en ayuda el azar, de la forma que a con­tinuación expondremos.

39 Acusaciones Fidias estaba trabajando en la es-contra Fidias, Pericles tatúa de Atenea245 y Pericles, hijo de

y Anaxagoras. Jantipo, había sido designado super-Ll decreto contra r ’ o rlos megareos visor. Pero algunos de los colaborado-

V la decisión de ir res pj¿jaSj inducidos por los ene- a agüen a migOS Pericles, fueron a sentarse

como suplicantes en los altares de los dioses246. Citados en justicia a causa de su inesperado comportamiento, declara-

244 Diodoro recoge evidentemente la tradición, de signo oligárquico, que responsabilizaba a Pericles y Alcibiades de la guerra futura.

245 Se refiere a la estatua crisoelefantina de A tenea Parthénos, erigida en la A crópolis, en la celia del Partenón, sobre un pedestal en el que figu ­raba el nom bre del artista (cf. Pl u t a r c o , Vida de Pericles 13,14; 31, 2-4; E stra b ó n , IX 1, 16; escolio a D em óstenes, Olintiaco tercero [3], 25). F iló co r o , FGrHist, 328, fr. 121, y el escolio a A ristó fa n es , Paz 605, d icen que el oro de la estatua pesaba cuarenta y cuatro talentos, unos 1150 kg. (cf. infra, X II 40, 3; T u c íd id e s , trad, cit., II 13, 5 y notas 94- 95); precisan asim ism o el nom bre del arconte Teodoro, lo que nos lleva al año 438/437 (cf. supra, Χ Π 31, 1), Su construcción debió de realizarse en unos diez años, entre el 447 y el 438/437. Pericles fue el supervisor, e! epistcites, com o confirm an Plutarco y Filócoro. Los textos epigráficos nos orientan sobre los costos, que ascenderían a unos setecientos talentos (cf. IG f , 354-362; SEG, X 257-263; To d , 47; M e ig g s -L e w is , 54). P au sa - n ía s , I 24, 5-7; V 11, 10, nos describe con detalle la estatua.

246 Este hecho significaba que pedían la impunidad por la denuncia que querían efectuar. Cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 31-32, que habla de un solo denunciante llamado Menón, colaborador de Fidias.

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ron que podían probar que Fidias disponía de una gran parte de los fondos sagrados, y que el supervisor Pericles estaba enterado de ello y era su cómplice. En consecuencia, se re- 2 nió la Asamblea para examinar el asunto; los enemigos de Pericles consiguieron persuadir al pueblo a arrestar a Fidias y acusaron al mismo Pericles de robo sacrilego247. Y el sofista Anaxágoras, que era maestro de Pericles, también fue obje­to de los ataques de los sicofantas, que le acusaron de im­piedad hacia los dioses248. En sus acusaciones y calumnias involucraron a Pericles, debido a que, movidos por la envi­dia, se afanaban en desacreditar su ascendiente y su fama.

Pero Pericles sabía bien que el pueblo, cuando está em- 3

peñado en una guerra, admira a los grandes hombres a cau-

247 Atacando a Fidias, se apuntaba en realidad al prestigio de Pendes. Fidias fue acusado de impiedad, ya que en ía Amazonomaquia represen­tada en la égida de la diosa aparecían él y Pericles (cf. P l u t a r c o , Vida de Peñoles 32, 3-4). La tradición, recogida por Plutarco (Vida de Pericles 31, 5), según la que Fidias habría muerto en la cárcel, de enfermedad o envenenado, está en contradicción con otra según la que su muerte habría tenido lugar en Elide, durante el arcontado de Pitodoro del 432/431, des­pués de haber acabado el Zeus de Olimpia.

2A8 Anaxágoras fue acusado de acuerdo con el decreto de Diopites, que castigaba a quienes no creían en los dioses o enseñaban teorías sobre los espacios celestes (cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 32, 2). Anaxágoras, nacido en Clazomenas hacia el año 500, en la Olimpíada 70, se trasladó a Atenas, donde comenzó a filosofar hacia el 480, durante el arcontado de Calladas, cuando tenía veinte años. Se dice que vivió unos treinta años en la Atenas de la época intermedia entre las Guerras Médicas y la del Pelo­poneso, la Atenas de Pericles, que fue amigo y admirador del filósofo; es­ta amistad fue seguramente la causa de la acusación de impiedad que obligó a Anaxágoras a abandonar Atenas y huir a Lámpsaco, condena motivada por el deseo de desacreditar al hombre de Estado. La cronolo­gía de este hecho es muy discutida, ya que, según otras fuentes (cf., por ejemplo, D ió g e n e s L a e r c io , II 7), el proceso habría tenido lugar hacia el 450: pero Plutarco ( Vida de Pericles 32) y el presente pasaje de Diodoro sitúan el hecho en el período 433-431.

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sa de las necesidades que lo oprimen, mientras que en tiem­po de paz calumnia a los mismos hombres, debido a la au­sencia de preocupaciones y a la envidia. Por ello decidió que le convenía hacer entrar a la ciudad en una gran gue­rra249, a fin de que tuviera necesidad de sus cualidades y de su talento de estratego, rechazara las acusaciones dirigidas co­ntra él y no tuviera ni la despreocupación ni el tiempo nece­sarios para proceder a un examen minucioso de las cuentas.

4 Al votar los atenienses un decreto que prohibía a los megareos el acceso a su mercado y a sus puertos250, los me­gareos recurrieron a los espartiatas. Los lacedemonios, con­vencidos por los megareos, de la manera más abierta envia­ron embajadores para que, de acuerdo con la decisión del Consejo común251, conminaran a los atenienses a derogar el

249 El motivo de la guerra como escapatoria o medio de distraer al pueblo de otros asuntos, se encuentra también en P l u t a r c o , Vida de Pe- rieles 32, 6.

250 Después de la defección de Mégara y de su acercamiento a Esparta (cf. supra, XII 5, 2 y 6, 1), Pericies esperaba la ocasión de dar una res­puesta adecuada. La oportunidad se la dieron los propios megareos, se- gún se desprende de las acusaciones que les dirigieron los atenienses de cultivar ilícitamente la tierra consagrada a las divinidades de Eleusis en los confines entre la Megáride y el Ática y la del territorio fronterizo, y asimismo de dar acogida a esclavos fugitivos atenienses (cf. T u c íd id e s , ob. cit., I 139, 1-2 y notas; 140, 3-4; 144, 2; P l u t a r c o , Vida de Pericies 29, 4 y 7; cf. asimismo, A r is t ó f a n e s , Acarnienses 515-539; 526-527; Paz 605-611; A r is t o d e m o , FGrHist, 104 fr. 16, Î-3). La enemistad de Mégara se manifestó igualmente cuando se alió a Corinto en ia guerra contra Corcira. La controversia llevó al famoso y debatido decreto mega- reo, votado a propuesta de Pericies, que excluía a Mégara del ágora de Atenas y de los puertos y mercados controlados por Atenas.

251 Es el Consejo de la Liga del Peloponeso, la confederación dirigida por Esparta. Respecto a las reuniones en Esparta en vísperas de la guerra, cf. T u c íd id e s , I 6 7 -6 8 , un primer debate que no respondía a una convo­catoria formal de todos ios aliados, lo que constituía un privilegio de Es­parta, sino seguramente una iniciativa de Corinto para plantear la situa-

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decreto contra los megareos, con la amenaza, en caso de que no cedieran, de entrar en guerra contra ellos juntamente con sus aliados. Cuando la Asamblea se reunió para exami- 5

nar el asunto252, Pericles, que aventajaba en mucho a sus conciudadanos por su habilidad oratoria, persuadió a los atenienses a no derogar el decreto, diciéndoles que ceder a las imposiciones de los lacedemonios en contra de sus in­tereses significaba el comienzo de la esclavitud. Les acon­sejó, pues, que transportaran a la ciudad todos los bienes que tenían en los campos y que, en su condición de señores del mar, emprendieran la guerra contra los espartiatas253.

Respecto a la guerra, expuso sus 40

cálculos bien meditados; evaluó el granLos cálculos de Pericles n ú m er0 ¿ a ü a d o s ¿ ¡ ¡ su _

ante la guerra _ ’

perioridad de las fuerzas navales y además los ingentes fondos traslada­

dos de Délos a Atenas, que habían sido reunidos a partir de los tributos pagados por las ciudades en beneficio común254.

ción; y una segunda asamblea general (cf. T u c íd id e s , I 119-125), en la que !os espartanos sometieron a votación la cuestión de si se debía em­prender la guerra y en la que por mayoría se decidió de modo afirmativo (125, 1).

252 Después de la asamblea de la Liga, los espartanos enviaron varias embajadas a Atenas (cf. T u c íd id e s , I 126, 1; 139, 1). Aquí se refiere a la segunda, en la que se exigía la derogación del decreto megareo (cf. Tu- c íd id e s , 1 S39, 1-2).

253 Respecto a la Asamblea de Atenas en la que se impone el criterio de Pericles de no ceder ante Esparta, Diodoro concuerda en general con el relato tucidídeo (cf. T u c íd id e s , I 139, 3 -1 4 5 ). En cuanto al consejo de trasladar a la ciudad los bienes que se tenían en los campos, cf. T u c í d i - d e s , Π !3 , 2.

254 Los cálculos de Pericles se apoyaban, pues, según Diodoro, en tres puntos: el número de ciudades aliadas, la superioridad naval y los ingen­tes recursos económicos. Los mismos elementos son también señalados

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De los diez mil talentos del fondo común255, había gastado cuatro mil en la construcción de los Propileos y en el asedio de Potidea; y cada año la contribución de los aliados aporta­ba cuatrocientos sesenta talentos256. Además estimó en qui­nientos talentos el valor de los utensilios sagrados emplea­dos en las procesiones y los despojos de los medos257; mencionó el gran número de ofrendas depositadas en los santuarios, y los cincuenta talentos de oro de la estatua de Atenea258, recordando que el revestimiento que la adornaba era desmontable; si una necesidad apremiaba, podrían tomar estos elementos en préstamo de los dioses y restituírselos cuando volviera la paz. Afirmó además que la vida de los ciudadanos, gracias al largo período de paz, había alcanzado altas cotas de prosperidad.

Aparte de estos recursos financieros, Pericies indicó que, sin tener en cuenta los aliados y las tropas de los fuer­tes, la ciudad contaba con doce mil hoplitas259, que las tro­pas de los fuertes y los metecos superaban los diecisiete mil

por T u c íd id e s , I 141, 2-144; pero en el discurso tucidídeo, Pericies insis­te además en la inferioridad de los espartanos contrapuesta a la superiori­dad ateniense en todos los aspectos indicados.

255 Esta cantidad aparece de nuevo en XII 54, 3 y en XIII 21,3; es po­sible que en estos casos la fuente sea Timeo. Pero la cifra está en contra­dicción con la que ha dado antes, en XII 38, 2. En T u c íd id e s , II 13, 3, se estima que el montante de los fondos había llegado a nueve mil setecien­tos talentos, de los que se habían gastado unos cuatro mil en los Propileos y en otros edificios y en el asedio de Potidea. Quedaban, pues, unos seis mil talentos, de acuerdo con Tucídides e Isócrates.

256 Seiscientos, según eJ pasaje citado de Tucídides.257 Coincide con T u c íd id e s , I I 13, 4.258 F il ó c o r o , FGrHist, 328, fr, 121 (cf. supra, XII 39, 1, nota 245),

da otra cifra para el oro de la estatua.259 Tucídides habla de trece mil hoplitas y de dieciséis mil en las mu­

rallas, cifras que han sido objeto de debate (cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 13, 6 y notas 100-101).

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hombres, y que las trirremes que tenían a su disposición eran trescientas260. En cuanto a los lacedemonios, señaló que sus recursos económicos eran escasos y que sus fuerzas navales eran muy inferiores a las atenienses261. Con esta de­tallada exposición y con los ánimos para la guerra que in­fundió en los ciudadanos, persuadió al pueblo a no atender a los lacedemonios. Lo consiguió fácilmente gracias a su ta­lento de orador, por el que había recibido el sobrenombre de Olímpico262. Aristófanes, el poeta de la comedia antigua, que vivió en la época de Pericies263, nos recuerda estos he­chos en los siguientes tetrámetros:

Campesinos miserables, que se preste oído a mis palabras, si queréis saber cómo ésta264 se ha perdido.

260 Diodoro coincide con Tucídides en el número de trirremes. No di­ce nada, sin embargo, de los mil doscientos soldados de caballería ni de los mil seiscientos arqueros (cf. T u c íd id f .s , II 13, 8).

261 Sobre la inferioridad de Esparta, cf. T u c íd id e s , I 142. En cuanto a sus disponibilidades económicas, Tucídides señala que estaban ligadas a los fondos depositados en Olimpia y Delfos (cf. 1 121, 3 y 143, 1), y que no había una reserva de capital privado o público (cf. T u c íd id e s , trad, cit., I 80, 4 y nota 449; 141, 3). En cuanto al potencial naval, aun contan­do con las trirremes corintias, era indiscutiblemente inferior al de Atenas. El mismo Pericies, sin embargo, reconoce la capacidad del ejército hopií- tico espartano (l 141, 6).

262 Respecto al talento oratorio de Pericles, cf. supra, XII 1, 5 y no­ta 10.

263 Aristófanes, nacido al pie de la Acrópolis, conocía muy bien la mísera población que, durante la guerra del Peloponeso se hacinaba den­tro de los muros de la ciudad. Siguió con vivo interés la vida política de su ciudad y la aventura de la guerra que fue minando el papel hegemóni- co de Atenas y los valores tradicionales; en sus comedias, de las que se han conservado once y numerosos fragmentos, encontramos la mirada que contempla con una extraordinaria vis cómica, una ciudad a la que ama profundamente.

264 Se refiere a la Paz.

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Primero fue Fidias quien trató de esclavizarla, sin éxito; después Pericles, por temor a sufrir igual fracaso, hizo saltar la pequeña chispa del decreto megareo y atizó el fuego de una guerra tan grande que su humo hace llorar a todos los griegos, de un extremo a otro265.

Y también en estos otros:

Pericles, el Olímpico, lanzaba rayos y truenos y de Grecia hacía revoltijo266.

Y el poeta Éupolis dice:

La persuasión en sus labios se posaba: de tal modo seducía, y entre los oradores era el único que dejaba el aguijón en la oreja de quien le escuchaba261.

265 Son lo s versos 603-606 y 609-611, con u n a v arian te en el p rim er verso , de la Paz, com ed ia p resen tad a en las D ion isias de l año 42 Î que celebra una paz consegu ida después de d iez años de duro conflic to . A ristó fanes, con trario a la p o lítica de P ericles, lanza aquí un lam en to o un grito de án im o a los cam pesinos, que llev an e l peso de u n a g u erra p rom ov ida p o r el e s tad ista a ten iense , que con e l decre to m egareo se hab ía hecho responsab le de u n incendio cuyo hum o iba a b añ ar en lá­grim as a todo el m undo griego. En A ristó fanes, el p rim er verso consti­tuye u na p arod ia de u n te trám etro de A r q u íl o c o (fr. 52 D ie h l ), que rep rodu jo C r a t in o (fr. 198 K o c k ), e l m ás v ie jo de los com ed iógrafos de la com edia an tigua, am igo de C im ón y acérrim o enem igo de P e ri­cles. Se da la v a rian te de «m iserab les» (lipernétes), que A ristó fanes sustituyó p o r « sap ien tís im os» (sophotatoi). A quí co nservam os el tex to de los m anu scrito s de D iodoro .

266 Son los versos 530-531 de los Acarnienses de A r i s t ó f a n e s , obra que constituye un ataque a la política belicista de Pericles.

267 Son versos de la comedia Demos de É u p o l i s (fr. 94 K o c k , 5-7).

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Tales fueron, pues, esencialmente las causas de la guerra del Peloponeso según las ha relatado Éforo268. De es­te modo las ciudades principales se vieron inmersas en la guerra cuando

los lacedemonios, después de haber reunido el Consejo de los peloponesios, votaron la guerra contra los atenienses y enviaron una embajada al Rey de los persas para invitarle a aliarse con ellos269; también enviaron embajadores a sus aliados de Sicilia e Italia y les persuadieron a intervenir en su ayuda con doscientas trirremes270. Por su parte, organiza­ron sus fuerzas de tierra juntamente con los peloponesios y, una vez dispuestos todos los preparativos para la guerra, fueron los primeros en tomar las armas. Se daba el caso de

268 La figura de Pericles, que en el célebre discurso fúnebre de Tucí­dides aparece como intérprete de los ideales políticos y culturales de Atenas, ejemplo para Grecia entera, es objeto de una valoración diferente en otras fuentes utilizadas por Diodoro. El historiador reconoce explíci­tamente la utilización de Éforo, y es probable que, junto a fuentes fíloate- nienses para el relato de éxitos militares de Pericles, utilizara fuentes de clara tendencia oligárquica contrarias a Pericles, que trataban de difamar­lo insistiendo en el motivo de la guerra como escapatoria o defensa per­sonal.

269 Tucídides habla de embajadas al Rey por parte de ios dos bandos, pero después de los hechos de Platea (cf. II 7, 1).

270 En cuanto a las peticiones de Esparta a sus aliados de Italia y Sici­lia, la versión de Diodoro se diferencia de la de Tucídides, según el que dieron la orden de proporcionar naves en un número proporcional a la importancia de las ciudades, para que se unieran a las que tenían en el Pe­loponeso y alcanzaran un total de quinientas unidades (cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 7, 2 y notas 39 y 40). La cifra de doscientas trirremes puede verse en el texto de Tucídides corregido por Herbst. Diodoro no se refiere a los preparativos de los aliados de los atenienses, mientras que en Tucí­dides leemos que Atenas envió embajadas sobre todo a los países situa­dos alrededor del Peloponeso, como Corcira, Cefalenia, Acarnania y Za- cinto, a fin de controlar la guerra en tomo al Peloponeso (cf. II 7, 3).

Ruptura de hostilidades. Los tebanos

entran en Platea

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que la ciudad de Platea271, en Beocia, era autónoma y man­tenía una alianza con los atenienses. Algunos de sus ciuda­danos, queriendo poner fin a la independencia de su ciudad, entablaron negociaciones con los beocios, prometiéndoles que harían entrar Platea en la confederación de los teba- nos272 y que se la entregarían si les enviaban soldados en apoyo de su plan273. Así, cuando los beocios enviaron de noche trescientos soldados escogidos, los traidores íes faci­litaron la entrada en el recinto amurallado y dejaron que se apoderaran de la ciudad. Los píateos, partidarios de mante­ner su alianza con los atenienses, suponiendo al principio que los tebanos estaban allí con todas sus fuerzas, enviaron emisarios a los que habían ocupado la ciudad con la petición de llegar a un acuerdo; pero, cuando hubo pasado la no­che274, una vez que se hubieron dado cuenta de que eran

27 ! Parece que Diodoro tiene presente el texto de Tucídides, que, en el capítulo 7 del libro II, se refiere a los preparativos de la guerra «después de los hechos de Platea». El relato de los acontecimientos de Platea, ahora introducido por Diodoro, parece resumir la narración de T u c íd id e s , II 2 - 6 .

272 La Liga Beocia, que se había fortalecido después de la derrota ate­niense de Coronea en el 447 (cf. supra, XII 6,2).

273 Tucídides trata de fijar con precisión la fecha en que comienza la guerra y sitúa el ataque beocio a Platea (que supone el fin del tratado de paz de treinta años) en el arcontado de Pitodoro, en la primavera del 431 (cf. T u c íd id e s , ob. cit., II 2, nota 6). Platea era, según Diodoro, una ciu­dad autónoma, ligada a un pacto de alianza con Atenas que remontaría a fines del siglo vi (cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 2, 1, nota 15; III 68, 5), al 519 (noventa y dos años antes de su destrucción en el 427, según Tucídi­des), o, algo más tarde, al 509, después de la abolición de la tiranía en Atenas. Su autonomía era un derecho reconocido desde tiempos de Pau­sanias (cf. T u c íd id e s , II 71, 4).

274 Cf. T u c íd id e s , II 3, 2-4, donde la reacción de los píateos tiene lu­gar durante la noche, aprovechando la oscuridad y el conocimiento de los rincones de su ciudad.

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LIB RO ΧΠ 419

pocos, se agruparon y se pusieron a luchar con ardor en de­fensa de su libertad. En el combate, que tuvo lugar en las calles, los tebanos al principio fueron superiores gracias a su valor y dieron muerte a muchos de sus adversarios; pero cuando los siervos y los muchachos empezaron a lanzarles tejas desde las casas y a herirles, los tebanos se dieron a la fuga; algunos se precipitaron fuera de la ciudad y lograron ponerse a salvo, mientras que otros se refugiaron en un edi­ficio275 y fueron obligados a rendirse. Cuando los tebanos fueron informados por los supervivientes del combate de cuanto había ocurrido en la ciudad, al instante se lanzaron con todas sus tropas a marchas forzadas. Dado que los pía­teos de los campos no estaban preparados debido a lo ines­perado del ataque, fueron muchos los que encontraron la muerte, otros fueron hechos prisioneros y todo el territorio fue presa de alborotos y devastaciones276.

Atenas envía un socarro Los Plateos enviaron embajadores a Platea. Los aliados a los tebanos pidiéndoles que se reti-de Esparta y Atenas. raran su territorio y que a cambioArquidamo invade J 1el Auca y Pericles de ello recuperaran a los prisioneros .

envía una flota Así, una vez concluido este acuerdo,al Peloponeso . . .

los tebanos recuperaron a los pasione­ros, restituyeron el botín y regresaron a Tebas. Los plateos por su parte enviaron una embajada a los atenienses para so­licitar el envío de un socorro y transportaron al interior de la

275 Seguramente un edificio próximo a los muros de la ciudad, cuya puerta fue tomada por una puerta de la muralla.

276 Cf. T u c íd id e s , II 5, 1-4. El relato es más amplio y detallado en Tucídides.

277 A pesar de su promesa, los plateos ejecutaron a los prisioneros te­banos, según leemos en Tucídides.

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420 BIBLIOTECA H ISTO RICA

2 ciudad la mayor parte de sus bienes278. Los atenienses, al enterarse de los acontecimientos de Platea, enviaron al ins­tante un número de soldados adecuado a las circunstancias, los cuales llegaron rápidamente, aunque no pudieron antici­parse a los tebanos279; transportaron del campo a la ciudad los bienes que quedaban, reunieron las mujeres, los niños y el grueso de la población, y los enviaron a Atenas280.

3 Los lacedemonios, juzgando que los atenienses habían roto la tregua281, reunieron fuerzas considerables de la pro-

4 pia Lacedemonia y de los restantes peloponesios. En aquel tiempo eran aliados de los lacedemonios todos los pelopo­nesios a excepción de los argivos, que eran neutrales. De los pueblos de fuera del Peloponeso lo eran los megareos, los ambraciotas, los leucadios, los focenses, los beocios, y, de los locros, la mayor parte de los que miran a Eubea282, y,

278 £ £ T u c íd id e s , II 5 , 5 -6 , 1.

279 Ha sorprendido la expresión, que se ha querido corregir; pero es una simple insistencia de que los soldados atenienses llegaron a Platea después de haber finalizado la acción tcbana.

280 Cf. T u c íd id e s , II 6, 2-4. La noticia de los hechos de Platea llegó tarde a los atenienses, que inmediatamente enviaron un heraldo (signo del reconocimiento del estado de guerra, puesto que había sido atacada su aliada Platea), ordenando que no se cometiera violencia contra los prisio­neros tebanos antes de que Atenas no hubiera tomado una decisión sobre su suerte. Pero el heraldo llegó cuando los prisioneros ya habían sido eje­cutados. Entonces los atenienses enviaron una expedición a Platea, les llevaron víveres, dejaron una guarnición y sacaron a los hombres menos útiles con las mujeres y los niños.

281 La tregua de treinta años concluida en el 446 (cf. supra, XII 7).282 Los locros orientales, es decir, los locros opuntios y sus vecinos

los locros epicnemidios, ya que los occidentales, o sea, los locros ozolos, que habitaban la costa septentrional del golfo de Corinto, al este de Nau­pacto, eran amigos, y aliados luego (en el 425), de los atenienses (cf. Tu- c íd id k s , III 95, 1; 97, 2 y 101, 1). Entre los occidentales los de Anfisa (al este de la Lócride occidental) eran un caso aparte.

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LIBRO XII 421

de los otros, sólo los anfiseos 283. De los atenienses eran aliados los pueblos de la costa de Asia, es decir, los carios, los dorios, los jonios y las gentes del Helesponto; también todos los habitantes de las islas a excepción de los de Melos y Tera; igualmente los habitantes de Tracia excepto los cal­cideos y los potideatas; además los mesenios establecidos en Naupacto y los corcireos284. (De estos pueblos, los quio- tas, los lesbios y los corcireos aportaban una flota, ) 285 y to­dos los otros enviaron tropas de infantería286 Los que hemos mencionado fueron pues los aliados de uno y otro bando287.

Los lacedemonios, después de haber movilizado un ejér­cito considerable, confiaron el mando al rey Arquidamo288. Este invadió el Atica con sus fuerzas, lanzó diversos ataques contra sus fuertes y devastó una gran parte del territorio289. Exasperados por estas incursiones en su territorio, los ate­nienses querían afrontar al enemigo en orden de batalla; pero Pericies, que era estratego y tenía el mando supremo, exhortaba a los jóvenes a mantener la calma, prometiéndo­les expulsar a los lacedemonios del Ática sin correr ningún

283 Este catálogo de aliados concuerda casi exactamente con el de Tu­cídides (II 9). Pero faltan íos anactorios.

284 La enumeración de Diodoro de los pueblos que se alinearon con Atenas coincide con T u c íd id e s , II 9, 4-5.

285 En el texto griego hay una laguna que Wesseling soluciona a partir de T u c íd id k s , II 9, 5.

286 Tucídides dice «infantería y dinero».287 Fuera de los dos bloques quedan por el momento Persia y las ciu­

dades de Sicilia y de la Magna Grecia.28g Había sido partidario de evitar la guerra (cf. T u c íd id e s , I 79, 2-85;

P l u t a r c o , Vida de Pericies 23, 7).289 Con esta invasión del Ática, que tuvo lugar en la primavera del

431, comienza la primera fase de la Guerra del Peloponeso (431-421), ia llamada «Guerra Arquidámica» por el nombre del rey espartano. Algunos detalles del relato de Diodoro llevan a pensar en una utilización del texto de Tucídides.

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422 BIBLIOTECA HISTO R IC A

riesgo290. Equipó pues cien trirremes, en las que embarcó unas fuerzas considerables, puso al frente de ellas a Cárci- no29! y a algunos otros, y los envió al Peloponeso292. Estos saquearon una gran parte de la zona costera y tomaron al­gunos fuertes, lo que espantó a los lacedemonios, que, de­bido a ello, hicieron regresar inmediatamente a sus fuerzas del Ática, con lo que dieron una gran seguridad a los pelo­ponesios293. Liberada el Ática de este modo, Pericles obtu­vo la aprobación de sus conciudadanos, convencidos de sus dotes de mando y de su capacidad de llevar a término la guerra contra los lacedemonios.

290 El saqueo de los campos del Ática, abandonados con pesar por su población (cf. T u c íd id e s , II 16), provocó la indignación de viejos y jó­venes, que reprochaban a Pericles que no saliera al encuentro del enemi­go y se limitara al envío de algunos contingentes de caballería para evitar las cabalgadas de los enemigos sobre los campos cercanos a la ciudad (cf. T u c íd id e s , I I 21, 2.22, 3; P l u t a r c o , Vida de Pericles 33, 5-34, I).

291 Era el poeta trágico de quien se burlaba a menudo Aristófanes (cf. Paz 781 ss.; Avispas 1498 ss.).

292 La reacción de Pericles no se hizo esperar; fue una acción naval contra el Peloponeso, que provocó eí regreso de las fuerzas invasoras pe- loponesias a través de Beocia. El número de trirremes dado por Diodoro coincide con el de Tucídides, que, además del nombre de Cárcino, nos da el de los otros comandantes, Proteas, hijo de Epicles, y Sócrates, hijo de Antigenes (cf. T u c íd id e s , II 23, 2-3; P l u t a r c o , Vida de Pericles 34, 1-3).

293 Seguimos la lectura de los manuscritos, mantenida por Oldfather y Casevitz; la flota enviada por Pericles saqueaba el territorio de muchos aliados peloponesios de Esparta (cf. T u c íd id e s , II 25, 30), por lo que es totalmente lógico que los peloponesios celebraran la decisión de Esparta de llamar a sus tropas expedicionarias. Pero algunos editores (Hermann, Wurm, Dindoif, Bekker, Vogel) han sustituido Peloponnësiois por pole- míois, haciendo que la seguridad beneficiara a los «enemigos», es decir, a los atenienses.

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LIB RO ΧΠ 423

Cuando Apolodoro 294 era arconte

Expedición naval en Atenas, los romanos eligieron cón-ateniense contra el suies a Marco Geganio y a Lucio Ser-

Peloponeso gi0 295. Durante este año, el estratego

de los atenienses296 no cesó de sa­quear y asolar el territorio de los peloponesios y de poner si­tio a sus plazas fuertes; y cuando se le unieron las cincuenta trirremes enviadas por Corcira297, intensificó la devastación del territorio de los peloponesios; arrasó sobre todo la zona de la costa llamada A cte 298 e incendió lasgranjas. Después hizo rumbo a Metone de Laconia, y no sólo se dedicó al pi­llaje del territorio, sino que también se lanzó al asalto de la ciudad299. Fue entonces cuando el espartiata Brásidas, que, pese a su juventud, destacaba por su fortaleza y valor, vien­do que Metone corría peligro de ser tomada al asalto, tomó

294 Aparece en A t e n e o , V 217 a-b; Anónimo, Sobre la comedia III 33 K o s t e r . Cf. R. D b v e l in , Athenian Officials, 684-321 B. C., Cambridge, 1989,págs. 118-119.

295 Los cónsules citados por Diodoro, a los que la tradición suele dar tos sobrenombres de Macerino y Fidenas o Fidenates respectivamente (cf. infra, XI 73, 1, nota 582), desempeñaron el cargo en el 437 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 58). Según la tradición vulgata (C ic e r ó n , República II 35, 60; T. Livio, IV 30, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág, 64), en el presente año los cónsules fueron Lucio (o Gayo) Papirio Craso (cónsul en 436) y Lucio Julio Julo (tribuno militar con potestad consular en 438).

296 Se trata del ya nombrado Cárcino.297 Respecto a estas cincuenta naves de Corcira, cf. T u c íd id e s , II 25, 1.298 Se refiere a la costa oriental del Peloponeso entre Argólide y La­

conia (Oldfather), concretamente a la zona costera de la Argólide entre Epidauro y Trecén (C. Micciché), o, según otros, a la costa mesenia (Ca- sevitz). Sobre ello no habla Tucídides y Diodoro es la única fuente.

299 En el 456 (cf. supra, XI 84, 6), Metone había sufrido .el· ataque. de la flota ateniense mandada por Tólmides. Esta devastación' ae la costa Dé- loponesia es situada por T u c íd id e s (II 25, 1) en el verané.Qei 43:1.

43430/29

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424 BIBLIOTECA HISTÓ R IC A

consigo a algunos espartiatas y tuvo la audacia de pasar a través de los enemigos, que se encontraban desplegados, matando a un gran número y logrando penetrar en la pla­za300. En el asedio que siguió, Brásidas combatió de modo brillante; los atenienses, al verse incapaces de tomar la pla­za, se retiraron a las naves, y Brásidas se granjeó la estima de los espartiatas por haber salvado Metone gracias a su propio coraje y valor. Enorgullecido por esta proeza, com­batió muchas veces con audacia en ocasiones posteriores y adquirió una gran fama por su valor301. Los atenienses, na­vegando a lo largo de la costa, arribaron a Elide, devastaron el territorio y pusieron sitio a Fía, fortaleza de los eleos302; y, al acudir los eleos en auxilio de la plaza303, mataron a un gran número de enemigos y tomaron Fía al asalto. Pero a continuación, cuando los eleos se les enfrentaron con todas sus fuerzas en una batalla campal, los atenienses fueron re­chazados hacia sus barcos. Entonces zaiparon rumbo a Ce- falenia304 y, una vez que hubieron conseguido la alianza de sus habitantes, se hicieron a la mar para regresar a Atenas.

300 Es una de las primeras acciones en las que se distinguió el que a partir del 424 se revelaría como uno de los mejores generales de toda la historia de Esparta. Tucídides se refiere a esta acción en II 25, 2, preci­sando que eran cien los hoplitas que acompañaron a Brásidas. Sobre este personaje, cf. infra, ΧΠ 62; 67-68; y 74.

301 El juicio de Diodoro sobre Brásidas es, igual que el de Tucídides, altamente positivo.

302 Fía era un puerto de la Elide meridional, situado junto al promon­torio de Ictis, cercano a Olimpia y mirando a la isla de Zacinto.

303 Cf. T u c íd id k s , II 25, 3, donde se dice que eran trescientos hom­bres escogidos estos eleos vencidos por los atenienses.

304 Tucídides no habla de una derrota frente a los eleos ni del viaje a Cefalenia.

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LIB R O XII 425

Después de estos hechos, los ate- 44Atenas envía .a cieopompo menses designaron estratego a Cleo-

contra los locros. pompo305 y lo enviaron al mando deExpulsión de los eginetas. , . , , . . , , . . .

Expedición de Períchs tomta naves con la misión de vigilarcontra Megáride Eubea y hacer la guerra a los locros.

Cleopompo se hizo a la mar, devastó la costa de Lócride y , después de un asedio, conquistó la ciudad de Tronío306; luego, entablando una batalla contra los locros que le opusieron resistencia, los venció cerca de la ciudad de Álope307. A continuación, convirtió la isla si­tuada enfrente de la Lócride, llamada Atalanta308, en una base de operaciones contra los locros; y desde allí hizo la guerra contra los habitantes de aquella región. Por otra par- 2 te, los atenienses acusaron a los eginetas de colaboración con los lacedemonios, los expulsaron de su ciudad y , en­viando colonos escogidos entre sus ciudadanos, les repartie­ron Egina y su territorio309. Los lacedemonios concedieron 3

a los eginetas exiliados que habitaran la ciudad llamada Ti-

305 Hijo de Clinias. Cf. T u c íd id e s , II 26 , 1 y 58 , 1.3ür’ Tronío era la ciudad principal de los locros epicnemidios; estaba

en la costa en el extremo occidental de su territorio. Cf. E s t r a h ó n , IX 4,4, que habla de Tronío y de su puerto, situado a unos veinte estadios.

307 Situada en la costa, ai este de Tronío, mirando a Eubea, en la parte occidental del territorio de los locros opuntios. cf. E s t r a b ó n , IX 4, 3. Sobre las operaciones de Tronío y Álope, cf. T u c íd id k s , II 26.

308 Atalanta es la actual Talantonisi (cf. T u c íd id e s , II 32 y ΙΠ 89, 3). La fortificación de esta pequeña isla es situada por Tucídides (II 32) a fi­nes del verano del 431.

309 Las relaciones con los eginetas eran tensas. Cf. supra, XI 78, 3/4. La isla, situada en la entrada del golfo Sarónico y muy cercana al Pireo, constituía una amenaza para Atenas; de «brizna en el ojo del Pireo» La ca­lificaba Pericles (P l u t a r c o , Vida de Pericles 8, 7). Respecto a la expul­sión de los eginetas, cf. T u c íd id e s , II 27, 1; P l u t a r c o , Vida de Pericles 34, 2.

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426 BIBLIOTECA H ISTO R ICA

rea310, en vista del precedente de los atenienses, que habían permitido a los expulsados de Mesene que se establecieran en Naupacto311. Los atenienses asimismo enviaron a Peri­cles con un ejército para hacer la guerra a los megareos312. Pericles saqueó su territorio, devastó sus posesiones y regre­só a Atenas con abundante botín.

Entonces los lacedemonios, con los peloponesios y todos sus aliados, invadieron el Ática por segunda vez313. En el curso de su avance por el terri­torio, cortaban los árboles e incendia­ban las edificaciones de los campos;

devastaron casi toda la región, a excepción de la llamada Tetrápolis314, que fue respetada por el hecho de que sus an-

310 E l territorio de Tirea era fronterizo de Argólide y Laconia. Según Tucídides (Π 27, 2), sólo una parte de los eginetas se establecieron allí, mientras que los otros se dispersaron por el resto de Grecia. Cf. asimis­mo, T u c íd id e s , IV 56-57; E s t r a b ó n , VÍII 6, 17. Tirea se encontraba probablemente cerca de la actual Astros.

3.1 Cf. supra, XI 84, 7 y nota 632; T u c íd id e s , trad, cit., I 103, 3 y no­ta 579.

3.2 Tucídides (II 31) situa esta expedición contra Megáride en otoño del 431. Cf. P l u t a r c o , Vida de Pericles 34, 1-3. En cuanto a la defec­ción de Mégara del 446, cf. supra, XII 5, 2.

313 Cf. T u c íd id e s , II 4 7 , 2 , que sitúa esta segunda invasion en îa pri­mavera del 4 3 0 , el segundo año de guerra. Arquidamo volvía a estar al frente del ejército peloponesio. Diodoro ha pasado por alto la expedición de la flota corintia contra Acarnania y Cefalenia y ei discurso fúnebre de Pericles, hechos que T u c íd id e s (IÏ 3 3 -4 6 ) sitúa en el «invierno» de 4 3 1 /4 3 0 .

3M En esta invasión, después de asolar la llanura, devastaron la zona costera del Atica, la Paralia, y llegaron hasta Laurio, donde estaban las minas de plata de los atenienses (cf. T u c íd id e s , II 55, 1), pero respetaron la Tetrápolis, es decir, la unión formada por los demos de Maratón, Énoe, Probalinto y Tricorinto o Tricorito (cf. E s t r a b ó n , Geografía, trad. cit.

Segunda invasión del Ática.

La peste de Atenas. Descontento

contra Pericles

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LIB RO XII 427

tepasados se habían establecido allí y, haciendo de aquel lu­gar la base de sus operaciones, habían vencido a Euris- teo315. Pensaban que era justo que los benefactores de sus antepasados fueran pagados por quienes eran los descen­dientes con beneficios equivalentes. Los atenienses no se 2 atrevieron a afrontarlos en una batalla campal, y, encerrados en el interior de sus muros, se encontraron en una situación crítica a causa de la peste; una muchedumbre enorme y de diversas procedencias había afluido a la ciudad, y era natu­ral que la falta de espacio incidiera en la transmisión de las enfermedades, debido al aire viciado que respiraban356. Por 3

esta razón, dado que no podían expulsar a los enemigos de su territorio, enviaron de nuevo una numerosa flota317 bajo el mando de Pericies. Este, al devastar una buena parte de la

(BCG 289), VIII 6, 15 y 16; 7, 1; IX 1, 22; D io d o r o , IV 57, 4-6; VII 7 y nota 70).

315 Sobre este conocido mito, cf. D io d o r o d e S ic il ia , Biblioteca His­tórica, trad. cit. (BCG 328), IV 9, 4-5; 10, 6-7; 11 ss; sobre la acogida de la Tetrápolis ática a los Heraclidas y su victoria sobre Euristeo, IV 57, 4- 6 y nota 390; 58. Cf., asimismo, Is o c r a t e s , Panegírico [4], 56; Encomio de Helena [Í0], 31; P l u t a r c o , Vida de Teseo 22, 7; y los Heraclidas de E u r íp id e s .

3,6 La descripción de Diodoro de la epidemia que se declaró en Ate­nas en el verano del 430 es ciertamente mucho más breve que el preciso y dramático relato tucidídeo. Cf. T u c íd id e s , trad. cit. (BCG 149), II 47, 3- 54 y Apéndice, págs. 561-568. Evidentemente, el aflujo de la población de los campos que señala Diodoro provocó un extraordinario aumento de los habitantes de la ciudad y facilitó ía transmisión de la enfermedad. Cf. T u c íd id e s , II 17; P l u t a r c o , Vida de Pericies 34, 5.

317 Cf. T u c íd id e s , II 56, que da un número de cien naves al mando de Pericies. Llevaba a bordo cuatro mil hoplitas, y trescientos soldados de caballería iban en transportes construidos aprovechando viejas embarca­ciones. También participaron Quíos y Lesbos con cincuenta naves. En su ataque a Epidauro no les acompañó el éxito.

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428 BIBLIOTECA H ISTO R IC A

costa y saquear algunas ciudades318, obligó a los lacedemo-4 nios a retirarse del Ática319. Después de estos acontecimien­

tos, los atenienses, con todos los árboles del país cortados y con la epidemia que causaba numerosas víctimas, eran presa del descorazonamiento y, considerando que Pericles era el responsable de que entraran en guerra, estaban furiosos con­tra él. Por este motivo lo destituyeron de su cargo de estra­tego y, basándose en pretextos sin importancia, le ímpusíe-

5 ron una multa de ochenta talentos320. A continuación, envia­ron embajadas a los lacedemonios para pedir el fin de la guerra; pero, al no ser atendida su propuesta, se vieron obli­gados a elegir de nuevo a Pericles como estratego325. Éstos fueron pues los acontecimientos de aquel año.

318 Los territorios de Trecén, Halias y Hermione, y a continuación tomaron Prasias» en la costa oriental del Peloponeso.

3,9 Cf. T u c íd id e s , II 57, quien señala que el miedo a la epidemia pro­vocó que los invasores se apresuraran a salir del Ática. «No obstante — añade-— fije la invasión en la que permanecieron más tiempo y asola­ron todo el territorio; estuvieron en el Ática unos cuarenta días».

320 El reciente fracaso en Epidauro y, sobre todo, la difícil situación de la ciudad, agravada por la peste y la invasión del Ática, exacerbó la oposición contra Pericles, que estuvo en el punto de mira de oligarcas y demagogos como Cleón, que fácilmente encontraron el soporte de las cas­tigadas masas; y la oligarquía terrateniente, la más perjudicada por las in­vasiones, no cesó de oponerse a la política de Pericles. Respecto al des­contento y a las acusaciones contra Pericles, y a la reacción de éste, cf. T u c íd id e s , II 59-65. En cuanto al montante de la multa, tenemos noticias diferentes; según P l u t a r c o , Vida de Pericles 35, 4, estuvo entre quince y cincuenta talentos. El importe de ochenta talentos que nos da aquí Dio­doro se considera exagerado. Según P l a t ó n , Gorgias 516a, ía acusación fue de klopé, es decir, de apropiación indebida de fondos públicos.

321 Diodoro, pues, relaciona la nueva elección de Pericles como estra­tego al fracaso de la proposición de paz de los atenienses. Según Tucídi­des (II 59), el envío de embajadores a Esparta tiene lugar después de lasegunda invasión, en el verano del 430, y su resultado negativo provocael acoso a Pericles, cuya reelección debió de producirse en la primavera

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LIBRO ΧΠ 429

Cuando Epaminón322 era arconte Poticiea: en Atenas, los romanos eligieron cón-

fracaso de la expedición sules a LUCIO Papirio y a Aulo Come- de Hagnón. Capitulación ,. . , , 1 91 ^ ,

lio Macermo . Este ano, en Atenas, murió el estratego Pericles324, un hom­

bre que por su nacimiento y riqueza, y , más aun, por su ta­lento de orador y sus dotes de estratego, aventajaba en gran manera a sus conciudadanos.

El pueblo, deseoso de tomar Potidea por la fuerza325, envió al estratego Hagnón con el ejército que antes había mandado Pericles326. Hagnón arribó a Potidea con toda su

del 429. Para P l u t a r c o , Vida de Pericles 37, la inexperiencia de los oíros estrategos durante la ausencia de Pericles motivó que el pueblo, de­seoso de tener un hombre valioso al frente de ios asuntos públicos, se de­cidiera a su reelección.

322 Lo encontramos en A t e n e o , V 217 e; cf. IG I2, 310 = SEG, X 225. Epaminón es una corrección de Palmer por Epaminondas. Cf. R. D ev e - l in , Athenian Officials, 684-321 B. C., Cambridge, 1989, págs. 121.

323 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en el 436 (cf. T. R, S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 60). En otra tradición, Cornelio tiene el praenomen de Marco. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 30, 4; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 65), en el presente año los cónsu­les fueron Hosto Lucrecio Tricipitino y Lucio Sergio Fidenates (cónsul en 437; tribuno militar en 433, 424 y 418).

324 La muerte de Pericles, alcanzado por la epidemia durante el vera­no del 429, se sitúa en otoño del mismo año. En cuanto a los elogios a Pericles, cf. supra, XII 38, 2 y 39, 5. La fuente sería probablemente Efo- ro. Tucídides le dedica un amplio y sentido elogio en II 65.

325 Ei asedio de Potidea había comenzado en septiembre del 432. Cf. supra, XII 34.

326 Tucídides (II 58, 1-2) sitúa el envío de Hagnón en el «verano» del 430, cuando Pericles todavía vivía. Hagnón, padre de Terámenes (cf. Tu- c íd id e s , VIII 68, 4 ss.), era un personaje muy conocido. Ya había sido es­tratego en el 440/439, cuando participó con Pericles en la guerra contra Samos (cf. supra, XII 27, 4), y había dirigido la colonización de Anfípo­lis en el 437 (cf. supra, XII 32, 3 y nota 190). Cf. T u c íd id e s , I 117, 2; II 58, 1; 95, 3; IV 102, 3; V 11,1; 19, 2; 24,1.

46429/8

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flota y se puso a disponerlo todo para el asedio; preparó máquinas de asalto de todo tipo, una gran cantidad de armas y proyectiles y asimismo grano en cantidad suficiente para todas sus fuerzas. Pero aunque lanzó continuos asaltos día tras día, pasó allí mucho tiempo sin poder tomar la ciudad. Los asediados, por el miedo que les inspiraba la idea de la conquista, se defendían con vigor y, confiando en la altura de sus muros, aventajaban a los que les atacaban desde el puerto327; por otra parte, la epidemia causaba muchas bajas entre los sitiadores, y el desaliento se apoderaba del ejército.. Hagnón, sabiendo que los atenienses habían gastado más de mil talentos328 en el asedio y que estaban disgustados con los potideatas debido a que habían sido los primeros en hacer defección329 para pasarse a los lacedemonios, tenía miedo de levantar el asedio; por ello se veía obligado a per­severar y a forzar a sus soldados a desencadenar una ofensi­va contra la ciudad por encima de sus fuerzas. Pero, en vista de que muchos ciudadanos atenienses perecían en los asal­tos y a causa de la peste, dejó allí una parte de sus fuerzas para proseguir el asedio y se hizo a la veía rumbo a Atenas, después de haber perdido más de mil hombres330. Después de la partida de Hagnón, los potideatas, en vista de que los víveres estaban completamente agotados y de que el des­aliento se había apoderado de la ciudad, enviaron heraldos a

327 Seguimos el texto de los manuscritos, que se entiende pensando que Potidea era sitiada por tierra y por mar; descartamos la corrección de Vogel, que suprime toùs ek toü límenos.

328 Sobre los ingentes gastos bélicos de Atenas, cf. T u c íd id e s , frad. cit. (BCG 149) I 117, 3 y nota 742; III 17. En II 70, 3, se dice que Atenas ya había gastado dos mil talentos en el momento de la capitulación de Po­tidea.

329 En la primavera del 432.330 Cf. Tu c íd id e s , II 58, 2-3, donde se dice que perdió m il c incuenta

de sus cuatro m il hoplitas.

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LIBRO X II 431

los sitiadores para negociar el cese de las hostilidades331. Los atenienses les recibieron de buen grado y se estipuló un acuerdo de cese de las hostilidades según el cual todos los habitantes de Potidea evacuarían la ciudad sin llevarse nada más que un solo vestido los hombres y dos las mujeres332. Una vez concluido este acuerdo, todos los potideatas, con 7

sus mujeres y sus hijos, abandonaron su patria según los términos del convenio y, dirigiéndose al país de los calci­deos de Tracia, se establecieron allí. Los atenienses envia­ron a Potidea como colonos a unos mil ciudadanos, entre los que repartieron la ciudad y su territorio333.

Los atenienses Los atenienses eligieron como es- 47

en Naupacto tratego a Formión y lo enviaron de y hs lacedemonios expe(iición con veinte trirremes. Des-

en Platea. Expedición rateniense a Tracia* pués de la circunnavegación del Pelo-

Expediaon pehponesia p0 neso, arribó a Naupacto y, una vezcontra Acarnania . 1 1 1

que se hubo hecho con el control del golfo de Crisa334, impidió la navegación por aquellas aguas

331 Cf. T u c íd id e s , II 70, 1-2, que sitúa la rendición de Potidea en el in­vierno 430/429. Dice que se llegó al canibalismo. Los potideatas trataron sobre la capitulación con los estrategos Jenofonte, Hestiodoro y Fanómaco, que aceptaron el trato en vista de los sufrimientos del ejército en aquel lugar de invierno riguroso y de los considerables gastos de la guerra, Éstas frieron las razones por las que Diodoro dice que les recibieron de buen grado. Ate­nas, sin embargo, reprochó a sus estrategos, según leemos en Tucídides (II 70, 4), que hubieran negociado sin su consentimiento.

332 En cuanto a las condiciones impuestas por los atenienses, Diodoro co­incide con T u c íd id e s , Π 70, 3-4, salvo en que, según Tucídides, se permitió que los potideatas llevaran consigo una determinada cantidad de dinero.

333 Diodoro es el único autor que especifica el número de clerucos enviados a Potidea. Respecto a esta refundacíón de Potidea, cf. I G t , 397 - T o d , 60; M e ig g s -L e w is , 66 .

334 El actual golfo de Corinto. Cf. T u c íd id e s , I I 1 107, 3; I I 69, 1.

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a los lacedemonios335. A su vez los lacedemonios enviaron un ejército considerable bajo el mando del rey Arquidamo. Este, una vez llegado a Beoda, estableció su campamento cerca de Platea. Cuando se disponían a devastar el territorio, los lacedemonios exhortaron a los píateos a abandonar la causa de los atenienses, pero, en vista de que no les hacían caso, Arquidamo saqueó el territorio y destruyó sus pose-

2 siones336. A continuación, levantó una circunvalación337 en tomo a la ciudad esperando reducir a los píateos con la es­casez de los productos de primera necesidad; y no dejaron de llevar adelante las máquinas de asedio y de valerse de ellas para causar destrozos en los muros, y de lanzar un asalto tras otro. Pero, dado que ni con estos asaltos podían apode­rarse de la ciudad, dejaron allí una guarnición suficiente y regresaron al Peloponeso338.

335 A esta expedición del estratego Formión se refiere asimismo T u - c l d id es , II 69, 1, que la sitúa en el invierno 430/429. Durante este invier­no también fue enviada otra expedición a Caria y Licia bajo el mando del estratego Melesandro para impedir que la piratería peloponesia estorbara la navegación de los mercantes (T u c íd id e s , U 69, 2).

336 Respecto a la expedición-de Arquidamo contra Platea, cf. T u c íd i- d e s , II 71-78, que la sitúa a fines de la primavera del 429.

337 Cf. la detallada descripción de T u c íd íd e s , II 75-78, donde leemos que primero rodeó la ciudad con una empalizada hecha con los árboles que cortaron, y que luego levantaron un terraplén. Los píateos reaccionaron contra el terraplén construyendo un muro de madera asentado sobre su muralla por la parte contra la que se levantaba el terraplén.

338 Fracasados los diversos intentos de tomar o de incendiar la ciudad, un parte del ejército peloponesio se retiró de Platea, mientras que las fuerzas que quedaron bloquearon la ciudad con un muro de circunvala­ción (cf. Tu c íd id e s , III 21; R. W e il , «Le rempart des péloponnésiens à Platée», Revue des Études Grecques 80 (1967), 187-190. Anteriormen­te los píateos habían trasladado a Atenas a niños, mujeres y viejos; se quedaron a defender la ciudad cuatrocientos píateos con ochenta atenien­ses y ciento diez mujeres para preparar la comida (cf. T u c íd id e s , II 78).

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LIBRO ΧΠ 433

Los atenienses eligieron estrategos a Jenofonte y Fanó- 3

maco y los enviaron a Tracia con mil soldados33y. Llegados a Espartolo340, en la Botica341, arrasaron el territorio y des­truyeron el trigo en flor. Pero los olintios acudieron en ayu­da de los botieos y los atenienses fueron derrotados en una batalla, en la que perecieron sus estrategos y la mayor parte de los soldados342. Contemporáneamente a estos acontecí- 4

mientos, los lacedemonios, persuadidos por los ambracio­tas, hicieron una expedición a Acarnania, bajo el mando de Cnemo, que disponía de mil soldados de infantería y unas pocas naves. Después de haber recibido un refuerzo consi­derable de los aliados, llegó a Acamanía y estableció su campamento cerca de una ciudad llamada Estrato343. Pero 5

los acarnanios reunieron sus fuerzas y en una emboscada mataron a muchos enemigos y forzaron a las tropas de

339 Cf. T u c íd id e s , II 79, 1, que sólo menciona a Jenofonte, que com­partía el mando con dos colegas e iba al frente de dos mil hoplitas y dos­cientos jinetes. La expedición se realizaba contra los calcideos y botieos y se emprendió a fines de mayo del 429.

340 Ciudad de Calcídica situada al noroeste de la península de Palene, al oeste de Olinto; era la ciudad más importante de la Botica. Se había re­belado contra Atenas junto a otras ciudades de la región. Cf. T u c íd id e s , I 57, 5; 58, 1; II 79, 2; B. D. M e r it t , H. T . W a d e -G e r y , M. F. M c G r e ­g o r , The Athenian tribute list, I, págs. 412-413.

341 Diodoro, como Tucídides, llama Botica al país de los botieos en Calcídica. Cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 79, 2 y nota 511.

342 La expresión hoi pleioiis, «la mayor paite», es a veces banal en Diodoro. T u c íd id e s (II 79) relata con más detalles las vicisitudes de la batalla y nos da un número de bajas de cuatrocientos treinta hombres de un ejército de dos mil hoplitas. Fue desde luego un gran desastre.

343 Situada en el interior de Acarnania, en el centro de su territorio oriental, cerca del río Aqueloo y en el camino del golfo de Ambracia al golfo de Corinto.

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Cnemo a replegarse y dirigirse a la ciudad llamada Enia- das344.

Por el mismo tiempo, Formión, el Batallas estratego de los atenienses, con veinte

navales de Potras trirremes, se encontró con una flotay Naupacto lacedemonia de cuarenta y siete na­

ves345. Entabló una batalla naval en la que hundió la nave almirante de los enemigos, dejó inservi­bles para navegar a otras muchas, capturó doce de ellas con sus tripulaciones y persiguió a las demás hasta tierra346. Los lacedemonios, que se encontraron con esta derrota sin espe­rarlo, se refugiaron con los barcos que les quedaban en Pa­tras de A caya347. Esta batalla naval tuvo lugar en aguas del cabo R io348. Los atenienses, después de levantar un trofeo y

344 Respecto a la expedición pcloponesia contra Acarnania, cf. el de­tallado relato de T u c íd id e s , Π 80-82. Tuvo lugar seguramente hacia fines de junio o principios de julio del 429. Eníadas era una ciudad de Acama­nia meridional, cercana a la desembocadura del Aqueloo.

345 Cf. T u c íd id e s , Π 83-92. Formión estaba en Naupacto (cf. supra, XU 47, 1) y los cuarenta y siete navios de Corinto y los aliados iban a apoyar a Cnemo; «por los mismos días de la batalla de Estrato —dice Tucídides— se vieron obligados a entablar combate contra Formión y las veinte naves atenienses que estaban de vigilancia en Naupacto». Antes Cnemo había logrado pasar burlando la vigilancia de Formión (cf. T u c í ­d id e s , II 80, 4), pero no lo consiguió este socorro enviado a Cnemo.

346 Tucídides hace una magnífica descripción de la maniobra de For­mión en esta batalla (II 83-84).

347 No sólo en Patras, sino también en Dime de Acaya, según T u c í ­

d id e s (II 84, 3 ), lo que significa que la flota corintia se dispersó mucho en su huida.

348 La batalla tuvo lugar entre en el estrecho de entrada al golfo de Corinto, entre Río de Molicrio, al norte (promontorio en el extremo meri­dional de Etolia, llamado asimismo Rio de Etolia o Antirrío -—para dis­tinguirse del Rio de Acaya) y Rio de Acaya, situado enfrente en la costa sur y a una distancia de algo más de una milla marítima. Cf. T u c íd id e s ,

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LIB RO XII 435

dedicar una nave a Posidón cerca del estrecho349, hicieron rumbo a Naupacto, que era su aliada. Pero los lacedemonios 2 enviaron otras naves a Patras, que, después de juntarse con las trirremes que habían salido indemnes de la batalla naval, fueron a reunirse en R io350; y también se presentaron en el mismo lugar las fuerzas de tierra de los peloponesios y es­tablecieron su campamento cerca de la flota351. Formión, 3

enardecido por su victoria precedente, se atrevió a atacar las naves enemigas, pese a que eran mucho más numerosas que las suyas352. Hundió algunas de ellas, pero también perdió algunas de las suyas, por lo que la victoria que obtuvo fue incierta353. Pero a continuación, cuando llegaron las veinte

trad, cit., Π 84, 4 y nota 560; E s t r a b ó n , X 2, 21. Los atenienses levanta­ron el trofeo en Rio de Molicrio.

349 E l texto es problemático; dice «en el Istmo», pero en Tucídides (II 84, 4) leemos que consagraron una nave a Posidón, al parecer cerca del escenario de ia batalla, por lo que es preferible entender «en el estrecho». Wurm propuso la adición de toi detrás de Poseidóni, entendiendo «con­sagraron una nave a Posidón, el Señor del Istmo». Por otra parte, en Río de Molicrio era conocido desde antiguo un santuario de Posidón, que se levantaba en el extremo del promontorio. Y era costumbre que una nave apresada al enemigo se dejara en un recinto sagrado del dios del mar (cf. T u c íd id e s , II 92, 5; H e r ó d o t o , VIII 121, 1; P a u s a n ia s , X 11, 6).

350 Río de Acaya.351 Los lacedemonios enviaron a Cnemo, como consejeros navales, a

Timócrates, Brásidas y Licifrón a fin de preparar otra batalla naval con un mejor planteamiento (cf. T u c íd id e s , II 85, 1). Formión también pidió refuerzos navales a Atenas (85, 4) y, en espera de su llegada se dirigió a Rio de Molicrio (86, 2-3), mientras que la flota peloponesia fondeó en Rio de Acaya.

352 Setenta y siete frente a las veinte de Formión (cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 86, 4 y nota 578).

353 Según Tu c îd jd e s (Π 90) no fùe Formión quien atacó el primero, sino que la iniciativa la tomaron los peloponesios, y Formión no rehusó el com­bate. Los peloponesios zarparon al alba y entraron en el golfo, obligando a Formión a hacer lo mismo para no dejar desprotegida la plaza de Naupacto;

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trirremes de refuerzo enviadas por los atenienses, los lace- demonios tuvieron miedo y se retiraron hacia Corinto sin atreverse a entablar una batalla naval354. Éstos fueron pues los acontecimientos de aquel año.

Cuando Diotimo355 era arconte en

Proyecto peloponesio Atenas, los romanos eligieron consu­me atacar el Píreo. Aiaque les a Gayo Julio y a Proclo Virginio

a Salamma Tricosto356 y los eleos celebraron la

Olimpíada octogesimoctava, en la que Símaco de Mesina de Sicilia, obtuvo la victoria en la carrera del estadio357. Este año, Cnemo, el navarco de los lacede-

en realidad querían aprovechar su superioridad numérica para envolverle; la maniobra tuvo éxito y sorprendieron en parte a los atenienses, pero once naves de Formión lograron zafarse y ganaron mar abierto. Se produjo en­tonces la reacción de las naves atenienses, que, valiéndose de su mayor pe­ricia derrotaron a las naves que confiadamente salieron en su persecución y sorprendieron luego en su retirada hacia Panormo de Acaya. Al final unos y otros levantaron un trofeo. Pausanias (X 11,6) vio en Delfos una inscrip­ción referente a las victorias de Formión en Rio.

354 En Tucídidhs (II 92, 6-7) la retirada de los peloponesios hacia Co­rinto tiene lugar antes de la llegada de las naves de refuerzo enviadas a Formión.

355 Su nombre se encuentra en Sobre la comedia ΠΙ 38 (K o s t e r ). Cf. R. D e v e l in , ob. cit., p á g . 123.

356 Los cónsules mencionados desempeñaron el cargo en ei 435 (cf. T. R,S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 60). Respecto al prenombre de Virginio, la tradi­ción vacila entre Próculo y Lucio. Según la tradición vidgata (T. Livio, IV 20, 8; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 65 [a]), en el presente año los cónsu­les fueron Aulo Comelio Coso (tribuno militar con potestad consular en 426) y Tito Quincio Peno Cincinato (cónsul en 431 y tribuno militar con potestad consular en 426 y 420) o bien (cf. D io d o r o , XII 77,1; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 65 [b]) Lucio Quincio Cincinato (tribuno militar con potestad consular en 438, 425 ¿y 420?) y Aulo Sempronio Atratino (tribuno militar con potestad consular en 425,420 y 416).

357 En Pa u s a n ia s (VI 2, 10) leemos que Símaco no era de Mesina, si­no de Zancle.

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LIB R O ΧΠ 437

monios, que permanecía en Corinto, decidió apoderarse del Píreo358. Había sido informado de que en el puerto no había naves de servicio en el agua ni soldados destacados para su defensa; los atenienses, en efecto, descuidaban la guardia del puerto porque de ningún modo imaginaban que alguien se atreviera a tomar esta plaza. Por esta razón, después de haber echado al agua en Mégara las cuarenta trirremes que estaban en seco, de noche hizo rumbo a Salamina; una vez allí, atacó inesperadamente el fuerte llamado Budorio359, se apoderó de tres naves e hizo incursiones por toda la isla. Cuando los salaminios hicieron señales de fuego 360 para prevenir a las gentes del Ática, los atenienses, imaginando que el Pireo había sido tomado, inmediatamente salieron en su auxilio con gran tumulto; después, dándose cuenta de lo que había ocurrido361, equiparon a toda prisa un buen núme­ro de navios y se hicieron a la mar rumbo a Salamina362. En­tonces los peloponesios, decepcionados por el fracaso de su

358 Respecto a la intentona espartana contra el Pireo, cf. el detallado relato de T u c íd id e s , II 93-94, que sitúa el hecho en el invierno 429/428. La iniciativa fue de los megareos, que aconsejaron a Cnemo, Brásidas y los otros comandantes un ataque por sorpresa al Pireo con cuarenta naves que se encontraban en Nisea, el puerto de Mégara. Pero al final el intento se desvió hacia Salamina, tal vez por temor al peligro que suponía un ataque ai Pireo o por un viento contrario (el azar, como otras veces en Tucídides, intervino e hizo cambiar el objetivo).

359 Budorio o Búdoro. Cf. T u c îd ïd b s , ob. cit., II 93, 4; 94, 3 y nota 618; W. E . M c L e o d , «Boudoron, an Athenian fort on Salamis», Hesperia 29(1960), 316-323.

360 Las señales luminosas (phtyktoí) realizadas con antorchas y ho­gueras desde torres o alturas, un procedimiento ya utilizado en tiempos de la guerra de Troya para una rápida transmisión de las noticias.

361 Los atenienses no debieron de darse cuenta de la situación hasta el amanecer.

362 Cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 94, 1-2.

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empresa, zarparon de Salamina para regresar a casa363. Los atenienses, una vez que hubieron zarpado los enemigos, aseguraron con mayor cuidado la defensa de Salamina y de­jaron allí una guarnición adecuada; y fortificaron el Pireo bloqueando el acceso con cadenas y puestos de guardia en número suficiente.

EI reino de Sitakes. Por el mismo tiempo, Sitalces364,Su amistad el rey de los tracios, que había here-

con los atenienses dacj0 un reino de escaso territorio,y su expedicióncontra Perdicas había acrecentado grandemente susde Macedonia dominios gracias a su valor e inteli­

gencia personales; gobernaba a sus súbditos con modera­ción, era valiente y hábil general en las batallas y, además, prestaba una gran atención a los ingresos del reino. El resul­tado fue que alcanzó tan alto grado de poder que gobernó sobre un territorio mucho más extenso que aquél sobre el que habían reinado sus predecesores en Tracia. Su costa comenzaba en el territorio de los abderitas y se extendía hasta el río Istro, y la distancia desde el mar hasta el interior era tan grande que un buen marchador necesitaba trece días

363 Al darse cuenta de la llegada de los atenienses, los peloponesios, preocupados además porque sus barcos hacían agua, debido a no haber sido echados al mar desde hacía tiempo, zarparon rápidamente hacia Ni- sea, el puerto de Mégara, y después emprendieron de nuevo e! camino de Corinto.

364 Era hijo de Teres, de la tribu de los ódrisas. Continuó la política de su padre, tendente a la consolidación del poder de su tribu y a la ex­pansión del reino. En el 431 selló una alianza con los atenienses, que confiaban en su ejército para controlar Tracia y mantener a raya al ma- cedonio Perdicas. Murió en el 424 durante una expedición contra los tribalos, y le sucedió su sobrino Seutes (cf. infra, XIII 105, 3; T u c í d i - d e s , IV 101, 5).

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para cubrirla365. A l reinar sobre un territorio tan vasto, tenía unos ingresos de más de mil talentos anuales366. Por la épo- 3

ca que estamos examinando, al tener que emprender una guerra367, reunió en Tracia un ejército de más de ciento veinte mil soldados de infantería y cincuenta mil de caballe­ría368. Pero es necesario ante todo exponer las causas de es­ta guerra, a fin de que el relato que bagamos sobre ella re­sulte claro a los lectores.

Sitalces pues, que había concluido un tratado de amistad con los atenienses369, se concertó para combatir a su lado en

365 £ £ T u c íd id e s ., II 97, 1-2, donde leemos que el imperio de los ódrisas, por la parte de la costa, se extendía desde la ciudad de Abdera, ciudad aliada de Atenas, hasta el río Istro, el actual Danubio, y que el re­corrido por mar de esta zona costera suponía para un barco mercante, por el camino más corto y con el viento de popa, una travesía de cuatro días y otras tantas noches, mientras que por tierra un buen andador realizaba el trayecto entre Abdera y el Istro once días. Y tierra adentro, desde Bizan­d o hasta el territorio de los leos y el Estrimón, un buen andador recorría el camino en trece días. Un día de camino suponía (según un cálculo de I-Ie r ó d o t o , IV 101, 2) doscientos estadios (= unos 33,5 Km). O sea que el trayecto entre Abdera y el Istro de once días, según Tucídides, era de unos 390 Km, una distancia inferior a la real. En la distancia al interior, de trece días (unos 460 Km), Diodoro coincide con Tucídides.

366 T u c íd id e s , II 97, 3, según el cual el importe del tributo proce­dente de todo el territorio dominado por los ódrisas, en época de Seutes, el sucesor de' Sitalces, era de cuatrocientos talentos, a los que había que añadir presentes de oro y plata por un valor no inferior, sin contar regalos en especie ofrecidos no sólo al rey, sino también a los gobernantes y no­bles.

367 Se refiere a la expedición de Sitalces contra Macedonia en el 429.368 La cifra que nos da T u c íd id e s (II 98, 3-4) es de ciento cincuenta

mil hombres en total, un tercio de los cuales aproximadamente eran de caballería.

369 Este pacto de amistad era del 431, año en el que los atenienses nombraron próxeno a Ninfodovo de Abdera, cuya hermana se casó con Sitalces, lo que constituyó una garantía del tratado. La guerra descrita

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la guerra contra Tracia; por esta razón, al estar deseoso de derrotar a los calcideos con la ayuda de los atenienses, pre-

4 paró un ejército considerable. A l mismo tiempo, dado que estaba en malas relaciones con Perdicas, el rey de los mace- donios, decidió restaurar en el trono de Macedonia a Amin- tas, hijo de Filipo370. Fue pues por las dos causas citadas que tuvo necesidad de reunir unas fuerzas considerables. Y una vez que hubo terminado los preparativos de la expedi­ción, se puso en marcha con todo su ejército y, después de

5 atravesar Tracia, irrumpió en Macedonia371. Los macedo- nios, espantados por la magnitud de las fuerzas enemigas, no se atrevieron a afrontarlas y, después de haber transpor­tado los víveres y todos los bienes que pudieron a las forta­lezas más seguras, pennanecieron allí a la expectativa3,72.

6 Los tracios, después de restaurar a Amintas en el trono, al principio, mediante discursos y embajadas, trataron de ga­narse las ciudades; pero luego, en vista de que no íes hacían caso, inmediatamente atacaron la primera fortaleza que en-

7 contraron y la tomaron al asalto373. A continuación, algunas

comenzó dos años después. Sitalces procuraba asegurarse el apoyo de los atenienses con vistas a consolidar" su política expansionista.

370 Filipo era hermano de Perdicas. Según T u c íd id e s (U 95, 2), el ódrisa Sitalces organizó la expedición contra Perdicas y apoyó a Amintas, sobrino del rey macedonio, porque Perdicas no había cumplido una pro­mesa.

371 Cf. T u c íd id e s , II 99, 1. Las fuerzas de Sitaíces se concentraron en Dobero para lanzarse contra la baja Macedonia, que estaba sometida a Perdicas.

372 Cf. T u c íd id h s , II 100, 1-2.373 Tucídides no hace referencia a la restauración de Amintas. La ciu­

dad tomada al asalto puede ser Idómena, al oeste del río Axio, menciona­da por Tucídides (II 100, 3). Otras ciudades, como Atalanta, se pasaron a Sitalces mediante capitulación, debido a su amistad con Amintas, el hijo de Filipo, que estaba presente; a Europo, sin embargo, a pesar de sitiarla, no pudo lomarla.

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ciudades y fortalezas, movidas por el miedo, se sometieron por propia iniciativa, y los tracios, después de devastar toda Macedonia y apoderarse de abundante botín, se dirigieron contra las ciudades griegas de Calcídica.

Mientras Sitalces estaba ocupadoPrecauciones . .

de Grecia central. en estas operaciones, los tesalios, losSitalces se reconcilia aqueos, los magnesios y todos los otros

conPerdicas · , , < , Λ χ Άy regresa a Tracia gnegos <lue habitaban entre Macedonia

y las Termopilas374, se concertaron y reunieron en común un ejército considerable; se ponían en guardia por temor a que los tracios, con tantos miles de hom­bres, invadieran sus territorios y pusieran en peligro sus ciu­dades. Dado que los calcideos por su parte habían tomado las mismas precauciones, Sitalces, informado de que los griegos habían reunido un poderoso ejército, y en vista de que sus soldados soportaban mal los rigores del invierno, se reconci­lió con Perdicas, estableció relaciones con él por la vía del matrimonio375, y luego retiró sus tropas a Tracia.

Tejera Coincidiendo con estos aconteci-invasión del Ática. mientos, los lacedemonios con sus alia-

Desánimo ateniense pe[oponeso invadieron el Áti­

ca376, bajo las órdenes del rey Arquidamo; destruyeron el trigo en flor y devastaron el territorio, después de lo cual re­

3Ή El ataque a los calcideos y botieos alarmó a los tesalios y a los otros pueblos de Grecia central, sobre todo a los griegos enemigos de Atenas. Cf. T u c íd id e s , II 101, 2-4 .

375 Seutes, el sobrino de Sitalces, se casó con Estratonice, la hermana de Perdicas (cf. T u c íd id e s , II 101, 5-6).

376 Tucídides (II 102-103) acaba el relato de los hechos del invierno 429/428 con una expedición a Acarnania de los atenienses que con For­mión estaban en Naupacto y su regreso a Atenas a principios de la prima­

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53427/6

gresaron a sus respectivas ciudades. Los atenienses, sin ánimo para afrontar a los invasores, oprimidos por la epi­demia y la falta de víveres, no miraban el futuro con espe­ranza377. Tales fueron, pues, los sucesos de aquel año.

Cuando Euclides 378 era arconte en

Leontinos pide ayuda Atenas, los romanos, en lugar de los a Atenas. Gorgias al frente cónsules, designaron tres tribunos mi-

de la embajada litares, Marco Manio, Quinto Sulpicio

Pretextato y Servio Comelio Coso379. Este año, en Sicilia, los leontinos, que eran colonos de los calcideos pero que estaban ligados por vínculos de paren­tesco con los atenienses, fueron atacados por los siracusa- nos38°. Abrumados por la guerra y corriendo peligro, debido

vera del 428. Esta invasión del Ática, la tercera, se sitúa en mayo del 428 (c f. T u c íd id e s , III 1).

377 Nueva referencia a la epidemia y a la athymia de los atenienses. Cf. supra, XII 45, 2.

378 Euclides es la forma que aparece en los manuscritos, atestiguada asimismo en el escolio a A r is t ó f a n e s , Caballeros 237. Pero puede ser preferible la variante de Wesseling Eucles, aceptada por Casevitz. Cf. T. J. C a d o u x , «The Athenian Archons from Kreon to Hypsichides», Jour­nal o f Hellenic Studies, 68 (1948), 70-123. Cf. R. D e v b l in , ob. cit., pág. 124, que prefiere Eucles, hijo de Molón, nombre y patronímico que se encuentran en A r is t ó t e l e s , Meteorológicos I 6, 8, 343 b4.

379 Cf. supra, nota 188. Estos tres tribunos mencionados por Diodoro desempeñaron el cargo en el 434 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 61). Cf. T. L iv io , IV 23, que refleja la vacilación de la tradición respecto a si hubo cónsules o tribunos militares con potestad consular. Según la tradición vulgata (T. L iv io , IV 30, 12; cf. T, R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 66), en el presente año los cónsules fueron Gayo Servilio Estructo Ahala (tribuno militar con potestad consular en 419, 418, 417) y Lucio Papirio Mugilano (tribuno militar con potestad consular en 422).

380 Respecto a la guerra entre Siracusa y Leontinos, cf. T u c íd id e s , III 86 ss. Leontinos (cercana a la actual Lentini) estaba al este de Sicilia, a medio camino entre Siracusa y Catana, pero a l l Km del mai'. Había sido

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LIB RO XII 443

a la superioridad de los siracusanos, de caer en poder del enemigo a viva fuerza, enviaron embajadores a Atenas para pedir al pueblo ateniense que les socorrieran lo más rápida­mente posible y protegieran a su ciudad de los peligros que la amenazaban381. El jefe de la embajada era el orador Gor- 2 gías, que aventajaba en gran manera a todos sus contempo­ráneos por su elocuencia382. Fue el primero en inventar téc­nicas retóricas383 y superó de tal modo a los otros en el arte de los sofistas que llegó a recibir de sus discípulos una re­tribución de cien minas384. Llegado pues a Atenas, se pre- 3

fundada en el 7 2 9 /7 2 8 , en el quinto año después de la fundación de Sira­cusa, por Tucles y los calcideos de Naxos, que era la colonia griega más antigua de Sicilia (cf. T u c íd id e s , trad, cit., VI 3, 3 y nota 12). Leontinos tuvo un período de independencia y prosperidad en el siglo vi a. C., pero en eí v se encontró a menudo con la hostilidad o el dominio de Siracusa, la eterna enemiga en Sicilia de los pueblos calcideos. Las relaciones de parentesco que se invocan en este pasaje son las de los jonios. Por el con­trario, Siracusa tenía a su lado todas las ciudades dorias, salvo Camarina (cf. T u c íd id e s , III 86 , 2 ).

381 En el verano deí 427, los leontinos enviaron una embajada a Ate­nas «para persuadir a ios atenienses, en virtud de su antigua alianza y da­do que eran jonios, a enviarles naves...» (cf. T u c íd id k s , III 86, 3). La alianza de Atenas y Leontinos invocada debió de concluirse posiblemente en 454/453 y fue renovada en el 433 a. C. (cf. ÎG f , 53 y 54; T o d , 57; Mbiggs-Lewis, 64; S. C a ta ld i, «I prescritti dei trattati ateniesi con Reg­gio e Leontini», Atti Ac.c, Sc. Torino 121 [1987], 63-72).

382 Tucídides no señala que Gorgias fuera miembro de esta embajada, como recuerda P l a t ó n , Hipias mayor 2 8 2 b. Es posible que esta noticia dada por Diodoro derive de Timeo.

383 Gorgias, hijo de Carmántides, revitalizó el estudio de la oratoria(cf. P a u s a n ia s , VI 17, 8); le precedieron Córax y su discípulo Tisias, que también formaba parte de la embajada. , ώ νι,

384 Una mina equivalía a cien dracmas y &ien minas a un talento. Los sofistas hacían pagar caros sus servicios. Cf. P l a t ó n , Hipias mayor 282 d-e, donde se dice que Hipias en muy poco tiempo ganó ciento cincuenta minas en Sicilia. Cf. P a u s a n ia s , VI 17, 8-9, donde se da testimonio de

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444 BIBLIOTECA HISTO R IC A

sentó en la Asamblea del pueblo; habló a los atenienses de la alianza, y con su elocución novedosa asombró a los ate­nienses, que eran hombres de talento y amantes de los bellos

4 discursos385. Fue en efecto el primero en utilizar figuras re­tóricas singulares, que se distinguían por su ingenio, como la antítesis386, el isocolon387, la parisosis388, el homoioteleu- ton389, y otras del mismo tipo, figuras390 que en aquel tiem­po tenían una acogida favorable por la novedad de la cons­trucción, pero que en nuestros días se consideran fruto de un excesivo artificio y parecen incluso ridiculas si se usan a

5 menudo y exageradamente. Finalmente logró persuadir a los atenienses a aliarse con los leontinos y , después de ser ad­mirado en Atenas por su arte retórica, emprendió el viaje de regreso a Leontinos.

una estatua de Gorgias ofrendada en Olimpia por su cuñado Eumolpo y se recuerda la estima de que gozó Gorgias en Atenas.

385 Se utiliza el término philologos, que ya en la época clásica se apli­caba a los atenienses por oposición a los espartanos o cretenses (cf. P l a ­t ó n , Leyes 641 a), indicando su afición por los discursos, el debate y el razonamiento. En la época helenística se usa con el significado de «amante del saber, de la erudición».

386 La antithesis·, «contraposición» de frases o palabras para que se destaquen por la fuerza del contraste.

387 El isókólon o la isokolía: período dividido en miembros sintácticos y tonales de estructura semejante.

388 El párison o la parísósis: correspondencia entre varios miembros o incisos de un período.

38y El homoiotéleuton\ semejanza entre la parte final de dos palabras próximas en el discurso.

390 Las famosas figuras gorgianas, cuyo abuso le valió la crítica de Aristóteles. Gorgias de Leontinos tuvo al parecer una vida centenaria (483-376 a. C. aproximadamente), que él atribuía a la moderación en los placeres; su nombre da título a un diálogo de Platón, del que recibió un tratamiento respetuoso.

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LIBRO χ π 445

Los atenienses, que desde hacía

Expedición ateniense tiempo estaban deseosos de Siciliaa Sicilia en auxilio debido a la fertilidad de su suelo, en-

de Leontinos , · , -, 1tonces acogieron con agrado las pala­bras de Gorgias y votaron el envío de

un socorro a los leontinos, aduciendo como pretexto la si­tuación de necesidad y la petición de sus parientes, pero en realidad porque ambicionaban la conquista de la isla391. Ya algunos años antes, en efecto, cuando los corintios y los corcireos estaban en guerra y rivalizaban unos y otros por conseguir la alianza de Atenas, el pueblo ateniense había preferido tener como aliados a los corcireos, en vista preci­samente de su situación privilegiada en la ruta hacia Sici­lia392. En suma, los atenienses, que habían conquistado la hegemonía marítima y llevado a término grandes empresas, contaban con numerosos aliados, poseían las fuerzas más poderosas y además tenían a su disposición sumas conside­rables desde que habían trasladado desde Délos el tesoro común de los griegos, que se elevaba a más de diez mil ta­lentos393; tenían asimismo grandes jefes puestos a prueba en el ejercicio del mando; y con todas estas ventajas esperaban derrotar a los lacedemonios y, una vez consolidada la hegemonía de toda Grecia, consagrarse a Sicilia.

391 Además de las ambiciones imperialistas a las que se refiere Diodo­ro (cf. asimismo supra, XII 36, 3), Atenas quería impedir que el grano de Sicilia llegara a los peloponesios.

392 Como confirmación del creciente interés de Atenas por la Magna Grecia y Sicilia en la segunda mitad del siglo v a . C., pueden aducirse hechos como los tratados de alianza con Egesta (o Segesta) del 458/457, con Regio y Leontinos (cf. supra, XII 53), la fundación de Turios en el 444/443, y la alianza con Corcira del 436/435 (cf. supra, XII 33, 2 y nota 195). El interés de Atenas suscitaba evidentemente la reacción de la po­derosa Siracusa.

393 Cf. supra, XII 40, 2 y nota 255.

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446 BIBLIOTECA HISTORICA

a Por estas razones, pues, los atenienses votaron prestar ayuda a los leontinos, y enviaron a Sicilia veinte naves con los estrategos Laques y Caréades394, que hicieron vela hasta Regio, donde recibieron de los reginos y los otros colonos calcideos un refuerzo de veinte naves395. Tomando esta ciu­dad como base de operaciones, primero hicieron incursiones en las islas de los lipareos debido a que éstos eran aliados de los siracusanos3%, luego navegaron hacia Locros y, después de capturar cinco naves de los locros, pusieron sitio a la pía-

394 Cf. T u c íd id e s , III 86. Se trata de la primera expedición a Sicilia. Los motivos que da Diodoro coinciden básicamente con las razones que encontramos en Tucídides; los atenienses enviaron las naves «con el pre­texto de su parentesco, pero en realidad porque querían impedir que lle­gara al Peloponeso el trigo de aquellas tierras y porque así harian un pri­mer ensayo para ver si tenían posibilidades de hacerse dueños de la situación en Sicilia». En cuanto a los estrategos, el primero, Laques, es un personaje muy conocido, mencionado por A r is t ó f a n e s , Avispas 240, 836 y 895, e interlocutor principal del diálogo de Platón que lleva su nombre; tuvo un papel importante en las negociaciones que [levaron a la tregua del 423 a. C. y a la paz del 421 a. C. (cf. T u c íd id e s , IV 118, II; V 43, 2); murió en el 418, en la batalla de Mantinea (cf. T u c íd id e s , V 61, 1; 74, 3). El segundo, Caréades, es menos conocido; según T u c íd id e s , III 90, 2, murió en combate a manos de los siracusanos en esta misma expe­dición.

395 T u c íd id e s (III 86, 2) describe los dos bloques contrapuestos en Sicilia: el dórico agrupaba a Siracusa con todas las ciudades dorias, a excepción de Camarina; el calcideo, que reunía con Leontinos a todas las ciudades calcideas y a Camarina. En Italia, los locros eran aliados de Si­racusa, mientras que Regio, debido a su comunidad de raza, era aliada de Jos leontinos.

396 El ataque de los atenienses, acompañados de los reginos, contra las Lípari tuvo lugar en el invierno 427/426 con treinta naves. Los ate­nienses devastaron las islas, pero, al no pasárseles la población, regresa­ron a Regio (cf. T u c íd id e s , 111 88, 4). Con este final de expedición sin pena ni gloria acabó el invierno y el quinto año de guerra. Un papiro nos ha transmitido un relato, atribuido a Filisto, de esta expedición (cf. FrGrHist, 577, fr. 2).

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za fuerte de Milas397. Los siciliotas de los territorios vecinos 5 acudieron en ayuda de los mileos y tuvo lugar una batalla en la que vencieron los atenienses, que mataron a más de mil enemigos y capturaron no menos de seiscientos prisio­neros; luego expugnaron la fortaleza y la ocuparon398.

Mientras ocurrían estos hechos, arribaron cuarenta na- 6

ves que el pueblo ateniense había enviado399 al haber deci­dido implicarse más enérgicamente en la guerra. Iban al mando de ellas Eurimedonte y Sófocles400. Y una vez que todos los navios se hubieron reunido en el mismo lugar, se formó una flota considerable, compuesta de ochenta trirre­mes. Pero al eternizarse la guerra, los leontinos entablaron 7

397 El ataque de Milas, la actual Milazzo, en la costa norte, a unos 40 Km al oeste de Mesina, tuvo lugar, según la cronología tucidídea en el verano del 426.

398 Cf. T u c íd id e s , III 90, 3-4.399 El envío de estas cuarenta naves, para contrarrestar el dominio del

mar de Siracusa en aguas de Sicilia, se sitúa en el invierno del 425/424. Cf, T u c íd id e s , III 115; IV 2. El relato de Diodoro es aquí lagunoso y confuso, refiriéndose a hechos posteriores. Después de las victorias sobre Milas y Mesene (T u c íd id e s , III 90), en el mismo año 426, T u c íd id e s (ΠΙ 99) se refiere a un nuevo ataque contra los locros y a la conquista de un fuerte a orillas del río Alex, hechos a los que, en el invierno siguiente, si­guen un frustrado ataque contra la plaza sícula de Inesa, cuya acrópolis estaba ocupada por los siracusanos (T u c íd id e s , III 103, 1-2), un desem­barco en el territorio de Hímera en combinación con los sículos y un nuevo ataque contra las islas Lípari (T u c íd id e s , III 115, 1). Después si­gue el envío de las cuarenta naves a las que se refiere aquí Diodoro. En Tucídides el relato de esta campaña de Sicilia se interrumpe en diversas ocasiones debido a su preocupación por el orden cronológico, orden que no observa con el mismo rigor Diodoro.

1,00 Sófocles fue exiliado con Pitodoro en el 424 a, C., al final de esta campaña de Sicilia (cf. T u c íd id e s , IV 65, 3). Algunos lo identifican con el Sófocles que fue uno de los Treinta (cf. J e n o f o n t e , Helénicas II 3, 2). Eurimedonte, hijo de Tucles, fue un estratego importante en la guerra del Peloponeso.

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448 BIBLIOTECA HISTÓ R IC A

negociaciones con los siracusanos y pusieron fin a las hosti­lidades401. Por ello las trirremes atenienses se hicieron a la mar para regresar a la patria402, mientras que los siracusa­nos, concediendo el derecho de ciudadanía a los leontinos, los hicieron a todos siracusanos y proclamaron a su ciudad fortaleza de los siracusanos. Tal era pues la situación de Si­cilia en aquella época.

55 En Grecia, los lesbios se rebelaron

2 Por esta razón enviaron embajadores a los lacedemonios y concluyeron con ellos una alianza; aconsejaron asimismo a los espartiatas que se dedicaran a conquistar la hegemonía marítima, y con vistas a este objetivo les prometieron que pondrían a su disposición un gran número de trirremes para

3 la guerra. A l recibir los lacedemonios gustosamente el con­sejo y estar ya los preparativos de las trirremes en marcha,

401 Esta reconciliación, sin duda por miedo a las ambiciones de Ate­nas, se relaciona con la situación que precede inmediatamente a la asam­blea de Gela, en el 424 (cf. T u c íd id e s , IV 58 ss.). La iniciativa fue de Si­racusa.

402 Los estrategos, a su llegada a Atenas, fueron condenados: dos de ellos, Pitodoro y Sófocles, al destierro, y al tercero, Eurimedonte, le im­pusieron una multa. Según la acusación, a pesar de tener en sus manos el sometimiento de la población de Sicilia, se habían dejado sobornar y se habían retirado (cf. T u c íd id e s , trad, cit., IV 65, 3-4 y nota 354.

403 T u c íd id e s (III 2, 1) sitúa la defección de Lesbos en mayo del 428, inmediatamente después de la invasión del Ática. Fue la primera rebelión importante desde el comienzo de la guerra del Peloponeso. El pretexto fue la oposición ateniense al sinecismo de la isla bajo la hegemonía de Mitilene; pero, en realidad, como observa Tucídides, ya habían querido hacerlo antes de la guerra.

Atenas sofoca ¡a rebelión de Lesbos

contra los atenienses; les reprochaban que se hubieran opuesto a su deseo de reagrupar todas las ciudades de Les­bos en la ciudad de los mitileneos403.

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los atenienses se anticiparon a estos preparativos enviando inmediatamente fuerzas a Lesbos, una vez que hubieron equipado cuarenta naves y designado a Cleípides como es­tratego404. Éste recibió refuerzos de los aliados yse presentó en Mitilene405. Tuvo lugar una batalla naval y los mitile- neos, vencidos, se vieron sometidos a un bloqueo406. Entre tanto, los lacedemonios, que habían votado el envío de un SOCOITO a los mitileneos407, equipaban una flota considera­ble, pero los atenienses se anticiparon a su intervención y enviaron a Lesbos otras naves con mil hoplitas. A l frente de estas fuerzas iba Paques, hijo de Epiclero408, que, a su lie-

404 Antes de decidirse a la intervención militar, Atenas intentó la vía di­plomática (cf. T u c íd id e s , III 3, 1). De Cleípides, hijo de Dinias, sabemos que era del demo de Acamas y que , entre el 450 y el 440 a. C. había sido candidato al ostracismo (cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 3, 2 y nota 21). Man­daba las fuerzas con otros dos estrategos, de los que no sabemos nada.

405 El ataque a Mitilene estaba previsto para que coincidiera con la fiesta de Apolo Maloeis, cuando la población en masa salía de la ciudad, pero los mitileneos fueron avisados, suspendieron la celebración y mon­taron la guardia en las murallas y en los puertos (cf. T u c íd id k s , III 3, 3-5). Inmediatamente después de la llegada de la flota ateniense no hubo, según Tucídides, ninguna batalla naval, sino que ambas partes prefirieron la negociación (cf. T u c íd id e s , III 4) y Mitilene envió embajadores a Ate­nas, pero después, tras eí fracaso de la diplomacia, los mitileneos y el res­to de Lesbos, saívo Metimna, fiel a Atenas, entraron en guerra (III 5).

406 Según T u c íd id e s (III 5, 2-3), tras la ruptura de hostilidades, hubo una salida de los mitileneos contra el campamento ateniense, ataque que no acabó en derrota, pero los de Mitilene se retiraron prudentemente, en espera de la llegada de algún socorro del Peloponeso. En este compás de espera, aprovechando la inactividad de los mitileneos, los atenienses for­tificaron sus campamentos y bloquearon los puertos; el cerco fue por mar, no por tierra (cf. T u c íd id e s , 111 6).

407 Cf. T u c íd id e s , III 8, 1-2; 15, 1. La decisión de la Liga del Pelopo­neso de aceptar a los lesbios como aliados fue tomada en Olimpia, des­pués de la celebración de la Olimpíada del año 428 a. C.

408 Según T u c íd id e s (III 18, 3), era hijo de Epicuro. Tuvo un impor­tante papel en los acontecimientos de Lesbos (cf. T u c íd id e s , III 28-35;

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gada a Mitilene, asumió el mando de las fuerzas que ya es­taban allí, circundó la ciudad con un muro y se puso a lan­zar un ataque tras otro tanto por tierra como por mar409.

6 Entonces los lacedemonios enviaron a Mitilene cuarenta y cinco trirremes bajo el mando de Álcidas410, y asimismo invadieron el Á tica411 con la ayuda de sus aliados; efectua­ron correrías por lugares del Ática que antes se habían li­brado412 y, después de devastar el territorio, regresaron a su

7 patria. Los mitileneos, agobiados por la falta de víveres y la guerra, y en conflicto además los unos con los otros413, ca-

49-50). Según P l u t a r c o (Vida de Nicias è, 1; Vida de Aristides 26, 5), fue considerado culpable en la rendición de cuentas de su magistratura y se suicidó.

409 Según T u c íd id e s (III 18, 5), Mitilene quedó fuertemente bloquea­da por tierra y por mar cuando el invierno estaba en sus comienzos. En­tonces Atenas, ante los gastos del asedio, decidió gravar a los ciudadanos con un impuesto extraordinario y enviar a los aliados doce naves recauda­doras de tributos (cf. T u c íd id e s , I I I 19, 1).

410 Álcidas fue elegido para el cargo anual de navarco en verano del428 y hacia abril/mayo del año siguiente fue enviado a Mitilene al mando de cuarenta o cuarenta y dos naves (cf. T u c íd id e s , ob. cit., ΠΪ 26, 1 y no­tas 370-171). Se ha sugerido (Casevitz) que la cifra de Diodoro podría corregirse en cuarenta y dos (με’ en μβ’). El relato de Diodoro tiene pre­sente el de Tucídides, y los dos autores señalan la concomitancia del en­vío de una flota a Mitilene y la invasión del Ática.

411 Esta invasión del Ática tuvo lugar a fines de la primavera deí 427 y fue mandada por Cleómenes en lugar deí hijo de Plistoanacíe, Pausa­nias, que era rey pero demasiado joven todavía.

4,2 Según Tucídides, esta invasión, la cuarta, fue, después de la se­gunda (del 430), la más penosa para los atenienses (cf. T u c íd id e s , trad. ci(„ III 26, 3 y nota 173).

413 En Mitilene la situación era apurada y aun se vio agravada por la discordia civil. El espartano Saleto, desconfiando de la llegada de las na­ves de Esparta, entregó armamento hoplítico al pueblo de Mitilene, que, una vez en posesión de las armas, exigió a los aristócratas una distribu­ción de víveres bajo amenaza de entenderse con los atenienses y entregar la ciudad. En vista de ello, los que tenían el poder cedieron y los dos par-

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LIBRO XII 451

pitularon y entregaron la ciudad a sus sitiadores414. En Ate­nas, cuando el pueblo deliberaba sobre cómo debía tratar a los mitileneos, el demagogo Cleón415, un hombre de natural cruel y violento, excitó al pueblo sosteniendo que era preci­so ejecutar a todos los mitileneos en edad militar y reducir a la esclavitud a las mujeres y a los niños416. A l final los ate­

tidos acordaron la capitulación con Paques (cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 27-28 y notas 178-179).

414 La rendición de Mitilene se sitúa en junio del 427, cuando la flota espartana de Álcidas hacía rumbo hacia Mitilene.

415 Esta es la primera aparición de Cleón en la obra de Diodoro. Res­pecto a la primera vez que aparece en la Historia tucidídea, cf. T u c í d i - d k s , t)'ad. cit., Ill 36, 6. Evidentemente no gozaba de las simpatías de Tu­cídides (cf., asimismo, V 7, 2; 16, 1), sin duda por lo que suponía respecto a la herencia política de Pericles, al que se había opuesto antes de su muerte. Cleón, hijo de Cleéneto, fue sobre todo después de la muer­te de Pericles un político influyente, el representante más obstinado de la oposición antioligárquica y defensor a ultranza de la guerra. A partir de la posición del historiador ateniense y de los ataques y chanzas de Aristófa­nes, se ha formado un juicio desfavorable de Cleón, al que se mira como un demagogo sin las cualidades de un auténtico hombre de Estado. Sin embargo, si se analizan íos hechos, ya en el mismo relato tucidídeo, ve­mos que hay que atribuirle una serie de intervenciones decisivas y que tuvo un papel importante en hechos como la captura de los espartiatas de Esfacteria (cf. T u c íd id e s , IV 27-39), y su campaña de Tracia, antes de morir en el campo de batalla junto a Anfípolis (cf. V 10, 9), hechos que no merecen un juicio negativo. Respecto a la visión sobre Cleón de las diversas fuentes, cf. M. L. P a l a d in i , «Considerazioni suile Fonti della Storia di Cleone», Historia 7 (1958), 48-73.

416 Cf. T u c íd id e s , III 36-49, respecto al debate sobre Mitilene, donde se contrapone la postura intransigente de Cleón y la moderación de Dio­doto, que se opuso a la propuesta de ejecutar a los ciudadanos de Mitile­ne. El famoso debate entre Cleón y Diódoto, representantes, respectiva­mente, de la tendencia radical y moderada de la política imperialista ateniense, es uno de los pasajes más importantes de la obra tucidídea, es un texto de gran interés para estudiar el imperialismo ateniense y ver có­mo se movía la asamblea popular, rectora del Imperio.

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nienses se dejaron convencer y votaron de acuerdo con la propuesta de Cleón; y enviaron unos mensajeros a Mitilene para que comunicaran al estratego la decisión del pueblo. Paques apenas había leído el decreto cuando llegó un se­gundo decreto que anulaba el primero. Paques se alegró del cambio de parecer de los atenienses y, reuniendo en asam­blea a los mitileneos, Ies eximió de las imputaciones y al mismo tiempo les descargó de los temores más graves. Des­pués los atenienses derribaron las murallas de Mitilene y distribuyeron entre colonos toda la isla de Lesbos, a excep­ción del territorio de los metimneos417. Tal fue el fin de la rebelión de los lesbios contra los atenienses.

Por la misma época, los lacedemo- nios que sitiaban Platea cercaron la

El final de Platea ciudad con un muro de asedio418 a lolargo del cual pusieron un gran núme­ro de soldados para montar la guardia.

Dado que el asedio se prolongaba y los atenienses no en­viaban ningún socorro, los sitiados estaban apurados por la falta de víveres y ya habían perdido muchos hombres en los asaltos de los enemigos. Estaban en duda y discutían res­pecto al modo de salvarse; la mayoría era partidaria de man­tenerse a la expectativa, pero los otros, unos doscientos, de­

4,7 Cf. T u c íd id e s , III 50, 1-2. Se evitó la masacre general de la po­blación de Mitilene, pero siguiendo el parecer de Cleón, fueron ejecuta­dos los responsables de la rebelión, unos mil hombres según el texto tu- cidídeo (aunque es una cifra problemática), y los atenienses derribaron las murallas y se apoderaron de las naves de Mitilene; además, el territo­rio, salvo el de Metimna, en tres mil lotes (cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 50, 2 y notas 357-359).

418 Este relato referente a Platea se une a lo narrado en el capítulo 47, 2. Cf. T u c íd id e s , III 20, 1. Y una detallada descripción del muro de ase­dio de los peloponesios nos la ofrece T u c íd id e s , III 21 .

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LIB RO ΧΠ 453

cidieron forzar de noche los puestos de guardia y abrirse camino hacia Atenas419. Habiendo aguardado pues una no­che sin luna420, persuadieron al resto de sus conciudadanos a dirigir un ataque contra una parte del muro de circunva­lación421; ellos prepararon las escalas422 y, mientras los enemigos se precipitaban en ayuda de la parte opuesta del muro, escalaron el muro, dieron muerte a los centinelas y escaparon hacia Atenas. A l día siguiente, los lacedemo­nios, irritados por la fuga de aquellos que habían conse­guido marchar, atacaron la ciudad de los píateos y pusie­ron todo su empeño en someter a viva fuerza a los sitiados. Entonces los píateos, presa del pánico, entablaron negociaciones y se rindieron ellos y también la ciudad a los enemigos.423 Los comandantes de los lacedemonios,

419 Según T u c íd id e s (III 20, 1) los que defendieron esta solución fue­ron el adivino Tólmides y Eupómpides, hijo de Daímaco, personajes mencionados sólo por Tucídides. D k m ó s t e n e s , Contra Neera 103, se re­fiere a este episodio: unos debían quedar para resistir el asedio y otros efectuarían la salida.

420 Tucídides dice que aguardaron «una noche de mal tiempo con llu­via y viento, y además sin luna». La hora y las condiciones meteorológi­cas tuvieron también su importancia en el episodio de la entrada de los te- banos en Platea (cf. T u c íd id e s , I I 2, 1; 3, 1-2; 4, 2; 5, 1-3). En general, el relato tucidídeo sobre la fuga de ios píateos (III 22-24) es mucho más rico en detalles.

421 Este muro no era sencillo; era un cinturón doble, con un muro mi­rando hacia Platea y otro dispuesto contra un posible ataque exterior des­de Atenas, y entre los dos muros debía de haber unos 4,80 m. de distan­cia; en el espacio intermedio había compartimentos destinados a ios soldados que montaban la guardia, de forma que los dos muros parecían uno solo de gran espesor (cf. T u c íd id e s , ob. cit., II 21, 1-2 y notas 139- 140).

422 Sobre estas escalas, cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 20, 3 y nota 137.423 La rendición de Platea tuvo lugar, según la cronología de T u c íd id k s

(III 52, 1), en el verano del 427. Tucídides la sitúa después de la rendición de Mitilene. Los píateos llegaron a un acuerdo con Esparta después de haber

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454 BIBLIOTECA H ISTO RICA

convocando uno por uno a los píateos, preguntaron a cada uno qué habían hecho a favor de ios lacedemonios; y cuando cada uno admitía que no había hecho nada en su beneficio, de nuevo le interrogaban preguntándole si era culpable de alguna acción contraria a los espartiatas; y da­do que nadie contestó negativamente, los condenaron a to-

6 dos a muerte424. Ejecutaron por tanto a todos los que habí­an quedado, arrasaron la ciudad y arrendaron las tierras425. Así, pues, los píateos, por haber observado tan fielmente su alianza con los atenienses, cayeron, injustamente, en las más terribles desventuras.

recibido un heraido con la comunicación de que, si entregaban voluntaria­mente la ciudad, sólo serían castigados los culpables, y ninguno sin juicio. El relato de Diodoro agrupa acontecimientos que Tucídides, con su división por estaciones, separa.

424 La versión de Tucídides es diferente; quienes interrogaron a tos píateos no fiieron los comandantes, sino cinco jueces enviados por Es­parta (III 52, 3). Como es habitual, el relato tucidídeo es más detallado; a la primera pregunta de si habían prestado algún servicio a los lace- demonios y sus aliados los píateos respondieron después de designar como portavoces a Astímaco y a Lacón, próxeno de los lacedemonios, que con buenos argumentos (III 52, 5-59) trataron de convencer a los espartanos haciéndoles ver la responsabilidad de Tebas; intervinieron también los tebanos (III 60-67) por temor a que ios píateos pudieran convencer a Esparta. Después de estos discursos, los jueces insistieron en la pregunta dirigida a cada plateo y, cuando contestaban negativa­mente, los condenaban a muerte, sin hacer ninguna excepción (III 68,1). Dieron muerte a no menos de doscientos píateos y a veinticinco atenienses que se habían quedado en la ciudad asediada; a las mujeres las redujeron a la esclavitud (cf. T u c í d i d e s , trad, cit., Ill 68, 2 y notas 485-486).

425 A los tebanos por diez años. Para todos los detalles, cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 68, 3.

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LIBRO XII 455

Contemporáneamente a estos acon­tecimientos, graves rivalidades y una

Guerra civil violenta guerra civil estallaron en Cor-en Corara 0

cira debido a las siguientes razones. En la guerra de Epidamno427, muchos

corcireos que habían caído prisioneros y habían sido arroja­dos a la cárcel de la ciudad prometieron a los corintios que les entregarían Corcira a cambio de su liberación. Los co­rintios aceptaron gustosamente la propuesta, y los corcireos fingieron que pagaban un rescate y fueron liberados gracias a una fianza de una considerable suma de talentos428 dada por los próxenos429. Fieles a su promesa, tan pronto como vol­vieron a su ciudad, cogieron a los que habitualmente dirigí­an al pueblo y a los que se distinguían entre la masa430, y les

A2(' Como en Tucídides, el relato de la guerra civil de Corcira sigue inmediatamente a la rendición de Platea (cf. T u c íd id e s , III 69 ss.). El presente capítulo de Díodoro conecta con XII 33. En el 427 el gobierno de la isla estaba en manos de los demócratas.

427 Cf. supra, XII 30, 2-5; 31, 2-33.428 T u c íd id e s (cf. irad. cit., Ill 70, 1 y nota 503) habla de un resca­

te de ochocientos talentos, cifra a todas luces enorme, si se piensa, por ejemplo, que era el doble del tributo anual de la Liga de Délos. Si se calcula el rescate per capita, también sale una cifra muy alta, puesto que, sobre doscientos cincuenta hombres, el recate por prisionero supe­raría los tres talentos. Es probable, por tanto, que se trate de un error. En todo caso parece que la cifra no debió de ser pagada, sino simple­mente avalada.

429 El próxeno (p róxen os) era el representante de los intereses de un país en otro, de modo semejante a los cónsules actuales. Eran designados, a cambio de ciertos honores y privilegios, por el Estado que les confiaba el encargo, pero, por lo genera!, no eran ciudadanos del país que les en­cargaba la defensa de sus intereses, sino de aquel en el que habitaban y en el que tenían que desempeñar su misión. Cf., por ejemplo, T u c íd id e s ,

I I 29, 1; III 2, 3; 52, 5; 70, Î.430 Cf. T u c íd id e s , III 70, 3-71, respecto al enfrentamiento entre Pitias

y sus adversarios.

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456 BIBLIOTECA HISTO R ICA

dieron muerte, aboliendo así el régimen democrático. Pero poco después acudieron los atenienses en ayuda del pueblo, y los corcireos, una vez recuperada la libertad, se pusieron a castigar a los autores del levantamiento; éstos, por miedo a la venganza, se refugiaron en los altares de los dioses y se

4 declararon suplicantes del pueblo y de los dioses431. Los corcireos, por piedad hacia los dioses, les liberaron del cas­tigo, pero los expulsaron de la ciudad432. Pero los exiliados se pusieron a preparar una nueva insurrección y fortificaron en la isla un lugar seguro, desde donde hostigaban a los corcireos433. Tales fueron pues los acontecimientos de aquel año.

431 La llegada del estratego ateniense Nicóstrato desde Naupacto cors doce naves y quinientos hoplitas mesenios puso fin a la lucha. Nicóstrato negoció un acuerdo y convenció a las dos partes, partido popular y oli­garcas, para someter a juicio a los diez principales responsables de la re­vuelta. Los oligarcas se refugiaron como suplicantes en el santuario de los Dioscuros y en el templo de Hera (cf. Tu c íd id e s , ΙΠ 75). Diodoro no dice nada de hechos que siguieron, como la intervención de una Ilota pe- loponesia mandada por Álcidas y Brásidas, que, pese a un éxito naval, se retiraron ante la llegada de una poderosa flota ateniense mandada por Eu- rimedonte (cf. T u c íd id e s , III 74-80). Al final, la presencia ateniense en­valentonó a los demócratas corcireos, que se lanzaron a una caza al hom­bre y exterminaron a todos los enemigos de la ciudad. Pero continuó el enfrentamiento con los exiliados. Cf. T u c íd id e s , III 81-85, sobre los ase­sinatos y excesos en Corcira y sobre las consecuencias morales de la gue­rra civil.

432 Se refiere a la primera reacción de la facción popular respecto a los suplicantes oligarcas (cf. T u c íd id e s , III 75, 5), anterior a los excesos a los que se alude en la nota anterior.

433 Cf. T u c íd id k s , III 85.

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LIBRO XU 457

Cuando Eutino434 era arconte en. 58

La epidemia Atenas, los romanos, en lugar de los 426/5de Atenas y sus causas, cónsules, designaron tres tribunos mi-

La purificación tie Délos M arco M a rc 0 F a ,in ¡0 y

Lucio Servilio435. Este año, los ate­nienses, que durante algún tiempo se habían visto aliviados de la epidemia436, cayeron por segunda vez en la misma desgracia. De tal modo, en efecto, fueron atacados por la enfermedad que de sus soldados perdieron más de cuatro mil de infantería y cuatrocientos de caballería, y, del resto de la población, más de diez mil hombres, entre libres y es­clavos437. Dado que la historia trata de indagar la causa de

434 Los manuscritos dan la forma Euthydemou, que Vogel corrige por Euthynou, Eutino, atestiguado en A t e n e o , V 218 b; F il ó c o r o , FGrHist 328, fr. 128. Cf., asimismo, IG I2 , 324 = T o d , 64; M e ig g s -L e w is , 72; SEG, X 227. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 126.

435 Estos tribunos militares con poder consular mencionados por Dio­doro desempeñaron el cargo en el 433 (cf. T. R. S, B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 62). En cuanto a los nombres, la tradición vacila entre Falinio y Fo­lio, y entre Servilio y Sergio. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 31, 1; cf. T. R, S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 66), en el presente año en lugar de cónsules fueron elegidos cuatro tribunos militares con potestad consu­lar: Tito Quincio Peno Ciiicinato (cónsul en 431 y 428; tribuno militar con potestad consular en 420?), Gayo Furio Pacilo Fuso (cónsul en 441), Marco Postumio Albino (tribuno militar con potestad consular en 4037) y Aulo Comeiio Coso (cónsul en 428).

436 Se ha considerado el presente capítulo como uno de los más cui­dados del libro en cuanto al estilo y al vocabulario. Diodoro ya se ha re­ferido en este libro al azote de la epidemia (cf. supra, 45, 2; 46, 3; 52, 2), pero, mientras que Tucídides la describía en diversas fases, en su apari­ción durante el «verano» del 430 (cf. T u c íd id e s , II 47-54), en su rebrote en el invierno 427/426 (III 87) y la purificación de Délos en el invierno siguiente (III 104; I 8), Diodoro sólo presenta una descripción detallada de la epidemia en el 426/425.

437 Las cifras de los muertos a causa de la epidemia las encontramos también en T u c íd id e s , III 8 7 , según el cual, «murieron no menos de cua-

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458 BIBLIOTECA HISTÓ R IC A

la gravedad de esta epidemia438, es necesario exponer los hechos siguientes.

Al haber caído copiosas lluvias en el curso del invierno precedente, el suelo estaba encharcado y muchas hondona­das que habían recibido un gran volumen de agua se habían convertido en verdaderas lagunas y retenían un agua estan­cada de modo semejante a los lugares pantanosos; en vera­no, además, estos sitios se calentaron y se volvieron pútri­dos; se formaban vapores densos y nauseabundos, que, al emanar, corrompían el aire circundante, un fenómeno que precisamente se puede observar en las zonas pantanosas, que por naturaleza son pestilentes.

Contribuyó asimismo a la epidemia la mala calidad de los alimentos disponibles, dado que las cosechas de aquel ano se habían mojado completamente y habían perdido su calidad natural. Se dio además una tercera causa en la epi­demia: el hecho de que no soplaron los vientos etesios439, gracias a los cuales el período de calor más sofocante del verano experimenta habitualmente un alivio; así, cuando la canícula alcanzó su grado máximo y el aire se convirtió en fuego, los cuerpos de los hombres, sin nada que los refres-

iro mil cuatrocientos hombres en las filas de los hoplitas» ( de los trece mil iniciales, según Gomme), «no menos de trescientos entre los de caballe­ría» (de mil doscientos) y «un número imposible de determinar entre el resto de la población». Las cifras de Diodoro son algo diferentes. Parece que las pérdidas rondaron el tercio de la población del Ática. «No hubo —dice Tucídides— ninguna desgracia que abrumara a los atenienses con más violencia que ésta ni nada que debilitara tan gravemente su poderío.»

438 En XII 45, Diodoro explicaba la epidemia por la falta de espacio y el aire viciado, explicación que omite en el presente pasaje, en el que pa­rece que quiere profundizar en el análisis de las causas y consecuencias de la enfermedad.

439 Vientos que en verano soplan del noroeste.

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LIB RO XII 459

cara sufrieron un deterioro440. En consecuencia, todas las 5 enfermedades que entonces se presentaron lo hicieron acompañadas de fiebre muy alta, debido al exceso de calor. Por esta causa la mayor parte de los enfermos se lanzaban a los pozos y a las fuentes, ansiosos de un refrigerio para sus cuerpos441. Los atenienses, en vista de la gravedad excep- 6 cional de la enfermedad, atribuían la causa del azote a la di­vinidad y, en consecuencia, siguiendo las prescripciones de un oráculo, purificaron la isla de Délos, consagrada a Apo­lo, que se consideraba contaminada por el hecho de que se habían enterrado muertos en ella442. Exhumaron, pues, to- 7

440 Diodoro recurre con cierta frecuencia a las causas relacionadas coa el clima (cf. II 38, 2; XIII, 12; XIV 70, 5-6).

441 En este detalle se da una coincidencia con T u c íd id e s (cf. trad, cit., II 49, 5 y nota 353). Por lo demás, en Diodoro la descripción de ios síntomas es muy escasa (cf., por el contrario, XIV 71). Se discute aún so­bre la naturaleza de la enfermedad, que podría tratarse de un tifus epidé­mico exantemático (cf. T u c í d i d e s , trad, cit., págs. 564-565). Estudios recientes realizados en la Universidad de Atenas, dirigidos por M . P a p a -

g r ig o r a k is {International Journal o f Infectious Diseases [mayo 2006], 206-214) llevan a pensar en una epidemia de fiebre tifoidea, pese a que sus síntomas no encajan en parte con la descripción de Tucídides; se ba­san en el análisis del ADN de la pulpa dentaria de unos dientes obtenidos en una fosa común del Cerámico (de enterramientos urgentes, «sanita­rios») correspondiente a la época de la famosa peste.

442 La isla de Délos fue purificada, según la cronología tucidídea, en el invierno 426/425 (cf. T u c íd id e s , III 104). Esta relación establecida en Diodoro entre la epidemia de Atenas y la purificación de Délos no apare­ce claramente señalada en Tucídides, pero resulta verosímil; el motivo de la purificación podría ser el agradecimiento a Apolo por el fin de la epi­demia, o la petición de que cesara. Délos estaba ligada a la historia de Atenas por haber sido sede del tesoro de la Liga ático-delía, y la purifica­ción, además del aspecto religioso indicado por Diodoro, debía de tener un carácter político, ya que con aquella celebración se trataba de estre­char los lazos con los jonios; después del traslado del tesoro a Atenas en el 454/453 (cf. supra, XÏI 38, 2 y nota 240), a Atenas le interesaba fo­mentar el papel unificador de los jonios que tenía el culto a Apolo en De-

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460 BIBLIOTECA H ISTÓ RICA

dos los cadáveres de las tumbas de Délos y los trasladaron a la isla llamada Renea, cercana a Délos443. Promulgaron además una ley que prohibía dar a luz o enterrar en De­los444. Después celebraron las fiestas solemnes, las Delias, que habían tenido lugar en épocas anteriores, pero que ha­bían sido descuidadas mucho tiempo445.

5 9 Mientras los atenienses estaban

Los terremotos impiden ocupados en esto, los lacedemonios,una invasión del Ática. en compañía de los peloponesios, es-Fundación de Heraclea . - . i · . i τ ¿tablecieron su campamento en el Ist­

mo, con la intención de invadir de nuevo el Ática; pero se produjeron violentos seísmos y, do­minados por un temor religioso, regresaron a sus respectivas patrias446. Estos seísmos, que tuvieron lugar en muchas par­

ios y mantener el control sobre la isla y el santuario. Por otra parte, no era ésta la primera purificación de Délos, puesto que se tiene noticia de la or­denada por Pisistrato, que afectó a toda la parte de la isla visible desde el santuario de Apolo (cf. T u c íd id e s , III 104, 1; H k r ó d o t o , I 64 , 2).

443 Renea se encuentra al sudoeste de Délos, a cuatro estadios según B s t r a b ó n , X 5, 5.

444 Cf. T u c íd id e s , III 104, 2. Estas prohibiciones de morir, enterrar a los muertos y parir en Délos se explican por la concepción de estos hechos como una mancha o impureza. En Atenas, por ejempio, las partu­rientas eran excluidas de los sacrificios durante diez días y debían purifi­carse para recobrar todos sus derechos.

445 Su antigüedad es señalada por T u c íd id e s , I I I 104, 2-6, que cita los versos 146-150 del Himno a Apolo. Tenían lugar cada cuatro años y se celebraban concursos atléticos y musicales. En esta restauración de las Delias, situada en la primavera del 425, los atenienses —dice Tucídi- des— introdujeron una carrera de carros, cosa que antes no existía.

446 Al frente de estas tropas que proyectaban una nueva invasión del Ática iba Agis, sucesor de su padre Arquidamo. Cf. T u c íd id k s , III 89, 1. La expedición se sitúa en la primavera del 426, y ios terremotos a los que se hace referencia eran una continuación de los del invierno anterior (cf.

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LIBRO χ π 461

tes de Grecia, fueron de tal intensidad que el mar inundó y destruyó algunas ciudades de la costa, y en Lócride, en la parte donde había una península, cortó el istmo y formó la isla llamada Atalanta447.

Contemporáneamente a estos hechos, los lacedemonios colonizaron la ciudad llamada Traquis y le dieron el nuevo nombre de Heraclea448 por los motivos siguientes. Los tra- quinios, que estaban en guerra desde hacía muchos años con sus vecinos eteos, habían perdido la mayor parte de sus ciudadanos. A l quedar su ciudad desierta, pidieron a los la­cedemonios, que eran sus colonizadores, que se cuidaran de la ciudad. Entonces los lacedemonios, en atención a su ori­gen común y al hecho de que Heracles449, su antepasado, en los tiempos antiguos había habitado en Traquis, decidieron convertirla en una gran ciudad. En consecuencia, los lace- demonios y los peloponesios enviaron cuatro mil colonos, y aceptaron a los demás griegos deseosos de participar en la fundación de la colonia450; y éstos no fueron menos de seis mil. Así hicieron de Traquis una población de diez mil habi-

T u c id íd e s , III 87, 4; 89). Debieron de considerar los seísmos como un presagio negativo (cf. T u c íd id e s , VI 95, 1).

447 La isla de Atalanta, situada junto al país de los locros opuntios, en el estrecho de Eubea, ya existía. Díodoro ya ha hablado de su fortifica­ción (cf. supra, XII 44, 1 y nota 308). Según T u c íd id e s , LU 89, 3 fue al­canzada por un maremoto, que destruyó parte del fuerte ateniense.

448 Sobre la fundación de Heraclea de Traquinia y su interés estratégi­co, cf. T u c íd id e s , III 92-93.

449 Diodoro ya se refirió al interés de los espartanos y al recuerdo de Heracles en el libro IV (37, 4-38).

450 Tucídides señala que íueron excluidos los jonios, los aqueos y al­gunos otros pueblos. Cf. T u c íd id e s , trad, cit., Ill 92, 5 y nota 664,

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462 BIBLIOTECA H ISTÓ R IC A

425/4

60

tantes, distribuyeron en lotes el territorio y dieron a la ciu­dad el nombre de Heraclea451.

Cuando Estratocles452 era arconteAtenas envía en Atenas, en Roma, en lugar de los a Demóslenes , , „ , ,

contra leucadios, etolios consules, fueron designados tres tn-yambracwtas bunos militares, Lucio Furio, Espurio

Pinario y Gayo Metelo453. Este año, los atenienses eligieron a Demóstenes como estratego y lo enviaron con treinta naves y un número de soldados ade­cuado454. Después de haber recibido quince trirremes en- viadas por los corcireos y tropas de los cefalenios, de los

451 Antes, como era usual, fue consultado el oráculo de Delfos: cf, T u c íd id e s , trad, cit., Ill 92, 5 y nota 662. Al frente de la expedición fue­ron tres fundadores lacedemonios, León, Álcidas y Damagón.

452 Aparece en E str a jb ó n , trad, cit., V ü l 4, 2 y nota 296. Cf., asi­mismo, 1G Ÿ , 63, 56-57 (= SEG, X 75; T o d , 66; M e ig g s -L e w is , 69); 324, 17 (= SEG, X 227; T o d , 64; M e ig g s -L e w is , 72). Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 129.

453 Los manuscritos suelen presentar una laguna detrás de «Pinario», donde Vogel, a partir de F (Laurentianus 70, 12, del siglo XV), añade «y Gayo Metelo», pero este Metelo de F no aparece en las otras fuentes (cf. R. W e r n e r , ob. cit., pág. 292). Estos tres tribunos mencionados por Dio­doro desempeñaron el cargo en el 432 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , oh. cit., pág. 62). Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 35, 1; cf. T. R. S, B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 67), en el presente año en lugar de cónsules fueron elegidos cuatro tribunos militares con potestad consular: Aulo Sempronio Atratino (cónsul en 428; trib. mil. con potest, cons. en 420 y 416), Lucio Quincio Cincinato (cónsul en 428; trib. mil. con potest, cons. en 438 y 420?), Lucio Furio Meduiino (trib. mil. con potest, cons. en 432 y 420) y Lucio Horacio Barbato.

454 La misión de Demóstenes al mando de treinta naves en tomo al Peloponeso se sitúa en el «verano» del 426, según T u c íd id e s , III 9 i ss. Al mismo tiempo, salió una expedición hacia Melos al mando de Nicias, con sesenta navios y dos mil hoplitas.

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LIB RO XII 463

acamamos455 y de los mesemos de Naupacto, hizo rumbo contra Léucade456. Una vez que hubo devastado el territorio de los leucadios, hizo vela hacia Etolia, donde saqueó mu­chos poblados457. Pero los etolios reunieron sus fuerzas con­tra él y la batalla que siguió concluyó con la derrota de los atenienses, que se retiraron a Naupacto458. Enardecidos por 2

su victoria, los etolios, que habían recibido un refuerzo de tres mil soldados lacedemonios, marcharon contra Naupac­to, habitada entonces por los mesemos, pero fueron recha­zados459. A continuación, sin embargo, marcharon contra la 3

ciudad llamada Molicria460 y la conquistaron. El estratego ateniense Demóstenes, por temor a que Naupacto fuera to­mada en asedio, mandó a buscar mil hoplitas de Acarnania y los envió a Naupacto461. Mientras permanecía en la zona 4

455 A los que T u c íd id e s (III 94, 1) añade los zacintios.456 Léucade, fundada por los corintios hacia el 625, había permaneci­

do Fiei a ia metrópoli.457 Fueron los meseníos de Naupacto quienes convencieron a Demós­

tenes para que atacara precipitadamente a los etolios, sus enemigos (cf. T u c íd id e s , III 94, 3-5; 96, 2 y 97, 1).

458 Fue una dura derrota con numerosas bajas. De ios atenienses mu­rieron ciento veinte hopíitas, todos de la misma edad (cf. T u c íd id e s , trad, cit. (BCG 149), III 98, 4 y nota 711). Demóstenes incluso se quedó en Naupacto, sin regresar a Atenas, por temor al pueblo ateniense a causa de la derrota.

459 Cf. T u c íd id e s , III 100-102, 4. Los etolios habían enviado embaja­dores a Corinto y a Esparta solicitando refuerzos contra Naupacto como represalia por haber insistido en la intervención ateniense. El territorio de Naupacto fue saqueado, pero sólo pudieron tomar un suburbio de la ciu­dad, que 110 estaba fortificado.

460 Molicria, o Molicrio, situada a poca distancia al sudoeste de Nau­pacto, en la costa septentrional del golfo de Corinto, era una colonia co­rintia, pero entonces era aliada de Atenas. Cf. T u c íd id e s , trad, cit., II 84, 4 y nota 559; III 102, 2; E s t r a b ó n , IX 4, 8; P a u s a n ia s , V 3, 6.

461 Tucídides sitúa el fracaso del espartano Euríloco ante Naupacto después de la conquista de Molicrio y del envío de los hoplitas acarna-

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de Acarnania, Demóstenes topó con mil ambraciotas que es­taban acampados, entabló combate con ellos y los exterminó prácticamente a todos. Después, cuando de Ambracia salie­ron en masa contra él, Demóstenes de nuevo mató a la ma­yor parte, de modo que la ciudad quedó casi deshabitada462,

s Entonces Demóstenes pensó que era preciso sitiar y con­quistar Ambracia, y esperaba tomarla fácilmente debido a la falta de defensores. Pero los acamamos, temiendo que los atenienses, una vez en posesión de la ciudad, resultaran unos vecinos más incómodos que los ambraciotas, se nega-

6 ron a seguirlo463. Una vez que se manifestó el desacuerdo entre ellos, los acarnanios, reconciliándose con los ambra­ciotas, concluyeron con ellos una paz de cien años, y De­móstenes, abandonado por los acarnanios, se hizo a la mar con sus veinte naves464 rumbo a Atenas. Los ambraciotas

nios. La llegada del contingente acamanio a Naupacto indujo a Euríloco a renunciar a su empresa.

462 Sobre estas operaciones, la expedición de Euríloco y el fracaso de los peloponesios y ambraciotas ante Demóstenes, cf. T u c íd id e s , III 105- 114. Después de la expedición de los ambraciotas contra Argos de Anfí- loquia (en el invierno 426/425), socorrida inmediatamente por los acar­nanios (III 105, 1-2), llegaron a Ambracia, a través de Acarnania, las tro­pas del espartano Euríloco. Y una vez que llegaron una flota ateniense de veinte naves y Demóstenes con doscientos hoplitas mesenios y sesenta arqueros atenienses, tuvieron lugar dos encuentros: en el primero vencie­ron los atenienses y los acarnanios, y Euríloco cayó en el combate (107, 3 - 109, 1); el segundo, después de una tregua y una retirada parcial del ene­migo (de peloponesios y mantineos, que habían pactado con Demóstenes para aislar a ambraciotas y mercenarios), concluyó con una nueva victo­ria de Demóstenes en ídómene, tras una serie de hábiles movimientos, engaños y emboscadas (III 109-112); el resultado fue una terrible matan­za de ambraciotas (111 113). En Diodoro no se distingue el detalle de las dos batallas.

463 T u c íd id e s , trad. cit.. Ill 113, 6 y nota 813.1,64 Las veinte naves aquí mencionadas son las que, según Tucídides

(III 105, 3), estaban a las órdenes de Aristóteles y de Hierofonte, y que

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LIB R O XII 465

por su parte, víctimas de aquella terrible tragedia, solicita­ron una guarnición a los lacedemonios por miedo a los ate-

Luego Demóstenes emprendió una 6i expedición contra Pilos con la inten­ción de fortificar esta plaza como un bastión en el Peloponeso. Se trata, en efecto, de un lugar extraordinaria­

mente seguro, situado en Mesenia, a cuatrocientos estadios de Esparta466. Y al tener entonces a su disposición una flota

habían regresado a Naupacto (III 114, 2). Demóstenes, pues, debió de regresar a Atenas con las treinta naves que tenía al iniciar su expedi­ción contra Léucade y Etoíia (cf. supra, X II60, 1 y T u c íd id e s , HT 91, 1 ).

465 Esta guarnición íes fue proporcionada por Corinto, su metrópoli, y estaba formada por trescientos hoplitas al mando de Jenoclidas (cf. Tu- c íd id e s , 111 114, 4).

466 Pilos, al sudoeste deí Peloponeso, en Mesenia occidental, a unos setenta kilómetros de Esparta, es la pequeña península acantilada situada en el extremo septentrional de la bahía de Navarino, ensenada de 5 Km de largo por 3 de ancho, protegida y casi cerrada por la isla de Esfactcria.En la zona septentrional de esta bahía y al este del promontorio de Pilos (Corifasío) se encuentra actualmente la laguna de Osmán Agá, separada de la bahía por una barra de arena; (su existencia en el 425 a. C. se puso en duda; cf. A. W. G o m m e , A historical commentary on Thucydides, III, Oxford, 1945-1981, págs. 482-487). La historia geológica del lugar ha si­do objeto de discusiones, pero hoy se piensa que en el 425 había tierra fírme donde ahora se encuentra ia laguna (cf. W. K. P r it c h e t t , Studies in Ancient Greek Topography, Univ. California-Berkeley, 1965, págs. 6- 25, que demostró que en esta área la tierra había experimentado un hun­dimiento, no un levantamiento, como otros autores defendían; este hundi­miento habría sido de unos 2,5 m. desde la época clásica; cf. J. B. W il­s o n , Pylos 425 B. C. A historical and topographical study o f Thucydides' account o f the campaign, Warminster, 1979, págs. 54 ss ). En la antigüe­dad, Pilos era considerada sede del reino micénico de Néstor (cf. IliadaXI 682; Odisea III 4; P a u s a n ia s , IV 36, 2) y su nombre está atestiguado en ías tablillas micénicas; pero el célebre palacio de Néstor y la ciudad de

nienses'

Demóstenes fortifica Pilos.

Reacción de Esparta. Ocupación de Esfacteria

y primeros combates

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466 BIBLIOTECA H ISTO R ICA

numerosa y tropas suficientes467, en veinte días fortificó Pi­los468. Los lacedemonios, tan pronto como se enteraron de la fortificación de Pilos, reunieron un número considerable

2 de fuerzas, no sólo de tierra, sino también navales469. Por ello se dirigieron contra Pilos, por mar con una flota de cuarenta y cinco trirremes470 bien equipadas, y por tierra

Neleo no estuvieron en el promontorio de Corifasio, junto a la entrada norte de la bahía de Navarino, donde hoy se encuentra el castillo vene­ciano de Paieokastro, sino mucho más al norte, junto a Jora, donde se ha excavado el palacio micénico de Ano-Eglianos (cf. W. B l e g e n , M. R a w - s o n , The Palace o f Nestor at Pylos in Western Messenia, I-II, Princeton, 1966-1973). La modema ciudad de Pilos (dominada por ei castillo de Neocastro), por el contrario, está situada al sur de la bahía; su puerto es uno de los más bellos puertos del mundo y fue construida en 1829 por el cuerpo expedicionario francés de Morea. En la bahía de Navarino las ño- tas de Gran Bretaña, Francia y Rusia bloquearon y derrotaron a la flota turca eí 20 de octubre de 1827. En cuanto al texto, seguimos ia correc­ción de Palmer (Spàrtës: Messenias).

467 Demóstenes disponía de las cuarenta naves mandadas por Eurime- donte y Sófocles que los atenienses, en la primavera del 425, habían or­denado zarpar rumbo a Sicilia. A esta flota habían agregado a Demóste­nes, autorizándole a disponer de ella en tomo al Peloponeso (cf. T u c íd id e s , IV 2, 2-4). Pese a la oposición de los estrategos que tenían el mando, y ayudado por una tempestad que sobrevino, Demóstenes consi­guió detenerse en Pilos, para ejecutar su plan de fortificación de la plaza (IV 3-5), antes de que la flota prosiguiera su travesía rumbo a Corcira.

468 En seis días, según T u c íd id e s , trací. cit., IV 5, 2 y nota 26. Des­pués, los atenienses dejaron allí a Demóstenes con cinco naves para de­fender la posición y con el grueso de la flota prosiguieron hacia Corcira y Sicilia.

469 Al enterarse de la toma y fortificación de Pilos, se suspendió in­mediatamente la quinta invasión del Atica recién iniciada, se dio orden a los peloponesios de acudir cuanto antes en ayuda de Pilos y se mandó llamar a la flota peloponesia que estaba en aguas de Corcira (cf. T u c í d i -

d e s , IV 6 y 8, 1-3).470 Sesenta trirremes procedentes de Corcira, según T u c íd id e s , IV 8,

2; pero luego sólo participan cuarenta y tres en el ataque (cf. T u c íd id e s ,

trad, cit., IV í 1, 2 y nota 53).

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LIBRO ΧΠ 467

con doce mil infantes, juzgando escandaloso que quienes no habían osado acudir en socorro del Ática devastada ocuparan y fortificaran una plaza en el Peloponeso471. Es- 3

tas fuerzas, pues, a las órdenes de Trasimedes472, estable­cieron su campamento en las cercanías de Pilos. Y dado que las tropas ardían en deseos de afrontar cualquier peli­gro y apoderarse de Pilos por la fuerza, los lacedemonios dispusieron sus navios con las proas dirigidas hacia la bo­cana del puerto473, a fin de impedir con ellas la entrada de las naves enemigas, mientras que por tierra dirigieron un ataque tras otro contra la muralla, demostrando un extraor-

471 Mientras los espartanos preparaban su ataque por tierra y por mar, Demóstenes envió un aviso urgente a Eurimedonte y a la flota ateniense, que entonces se encontraba en Zacinto, para que acudieran en seguida a defender la plaza. Los espartanos, temiendo el ataque de estas naves pro­cedentes de Zacinto, bloquearon las bocanas del puerto (Ja ensenada pro­tegida por la isla de Esfacteria) y trasladaron un contingente de hopiitas a la isla por temor a que los atenienses la utilizaran como base (IV 8, 3-9). Después atacaron por tierra y por mar la fortificación defendida por De­móstenes.

472 Trasimélidas en T u c íd id e s , IV 11,2.473 El puerto tenía en realidad dos entradas; comenta Tucídides (IV 8,

6) que la isla llamada Esfacteria, que se extiende delante del puerto y a corta distancia de la costa, hace que el puerto sea seguro y estrecha sus bocanas; por una de ellas, la que está frente a la fortificación de los ate­nienses y a Pilos, hay un paso para dos naves, y por la otra, la situada al sur de la isla, para ocho o nueve. De hecho, la bocana norte, el canal de Sikiá, entre la isla y la fortificación ateniense, era ciertamente estrecha (de unos 130-100 m, con un canal navegable de unos 30 m de ancho en la parte interior), poco profunda y con bancos de arena, de modo que podía ser cerrada por dos trirremes. Pero la entrada sur es más ancha de lo que dice Tucídides, pues mide unos 1.300 m y permite el paso de más de ocho o nueve trirremes; es además más profunda y más difícil de blo­quear. Todo ello ha dado lugar a diversas interpretaciones y ha sido obje­to de interesantes debates (cf. T u c í d i d e s , trad, cit., IV 8, 6-7 y notas 36 ss).

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468 BIBLIOTECA H ISTÓ R IC A

4 dinario pundonor y entablando admirables combates. A de­más, a la isla llamada Esfacteria, que se extiende a lo lar­go del puerto474, protegiéndolo de los temporales, trasla­daron a sus mejores hombres, lacedemonios y aliados. Hicieron esto porque querían anticiparse a los atenienses impidiéndoles que fueran los primeros en tomar la isla,

5 cuya situación era muy ventajosa para el asedio. Pasaban los días tratando de asaltar los muros y, pese a las heridas recibidas a causa de la altura del recinto amurallado, no cesaban en su brío. Por ello, en su empeño por tomar al asalto un lugar fortificado, fueron muchos los que murie-

6 ron y numerosos asimismo los heridos. Los atenienses por su parte, al haber ocupado los primeros un lugar con bue­nas defensas naturales, y disponiendo además de una gran cantidad de proyectiles y de todo lo que les podía resultar útil, se defendían con ardor; abrigaban la esperanza, en efecto, de que, si tenían éxito en esta empresa, concentra­rían toda la guerra en el Peloponeso y saquearían a su vez el territorio enemigo.

62 El asedio se desarrollaba con unValor de Brcisidas „ . , .

en el ataque empeño insuperable en uno y otroa ios atenienses. bando; entre ios espartiatas que se es-

de b M o I d e Pilos forzaban en asaltar los muros, muchosse granjearon la admiración por su va­

lor, pero fue Brásidas475 quien recibió los mayores elogios.

474 La isla de Esfacteria o Esfagia, nombre dado también en la Anti­güedad (cf. P l a t ó n , Menéxeno, 242 c) y en nuestros días, es, como se ha visto, una isla estrecha y alargada delante de la bahía de Navarino.

475 Ya se había distinguido en la defensa de Metone. Cf. supra, XII 43,2-3.

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4. Pilos y Esfacteria

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470 BIBLIOTECA H ISTO RICA

En efecto, cuando los otros trierarcos476 no se atrevían a que sus trirremes abordaran la costa debido a la dificultad del lugar, él, que era uno de los trierarcos, a voz en grito se di­rigía al piloto y le exhortaba a no tener cuidado del barco y a arrimar decididamente la trirreme a tierra, porque era vergonzoso —-decía— que los espartiatas no escatimaran su propia vida con vistas a obtener la victoria, y que, en cam­bio, trataran con cuidado sus embarcaciones y toleraran que los atenienses se hicieran fuertes en Laconia477. Acabó por forzar al piloto a arrimar la nave; la trirreme encalló, y Brá- sidas subió a la pasarela478 del barco, desde la que se puso a rechazar a la masa de atenienses que corrían contra él. Pri­mero mató a muchos de los que le atacaban, pero a conti­nuación, al ser lanzados numerosos dardos contra su per­sona, apareció con toda la parte de delante de su cuerpo

476 Los comandantes de las trirremes. No estamos bien informados sobre los trierarcos espartanos, a diferencia de lo que ocurre con los atenienses. En Atenas, eran los ciudadanos más ricos, a quienes cada año se les hacía responsables del equipamiento de una trirreme y del recluta­miento e instrucción de sus tripulantes, que eran pagados por el Estado (cf. T u c íd id e s , II, 24, 2; 111 17, 3). Los trierarcos eran, además, los co­mandantes («comandante de una trirreme» es el significado del término trierarchos) de sus respectivas naves, y estaban exentos de otro servicio militar durante el año en que desempeñaban su misión como compensa­ción de sus obligaciones económicas (cf. T u c íd id e s , VI 31, 3). Para la dirección técnica de la navegación contaban con los pilotos (Icybernétai). Podemos pensar que las obligaciones de los trierarcos espartanos eran similares a las de los atenienses. Aquí Brásidas estaba al mando de su na­ve. Su decisión en esta ocasión también es destacada por Tucídides (IV11,4).

477 Cf. T u c íd id e s , IV 11, 4.478 La epibáthra o apobáthra. C f. T u c íd id e s , IV 12, 1; J. S. M o r r i ­

s o n , J. F. C o a t e s , The Athenian Trireme, Cambridge, 1986, págs. 163 ss,; L. C a s s o n , Ships and Seamanship in the Ancient World, Princeton, 1971, pág. 251, n. 104.

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LIBRO ΧΙΓ 471

cubierta de heridas. Finalmente, después de perder mucha sangre por las heridas, y perder el conocimiento a causa de ello, su brazo quedó colgando fuera de la nave y su escudo se deslizó y cayó al mar, y así llegó a manos de sus enemi­gos479. A continuación, él, que había amontonado cadáveres de tantos adversarios, fue sacado medio muerto por sus hombres fuera de la nave; se distinguió tanto de todos los otros hombres por su coraje que, mientras que en el caso de los otros hombres quienes perdían su escudo eran condena­dos a muerte, él, por la misma razón, obtuvo la gloria480.

Los lacedemonios, pese a que en sus continuos asaltos contra Pilos perdieron muchos soldados, permanecieron firmes en medio de los peligros. Podríamos aquí maravillar­nos de las paradojas de la Fortuna y de la singularidad de la situación a la que se llegó en Pilos. En efecto, los atenien­ses, rechazando desde el suelo de Laconia a los espartiatas, llevaban la mejor parte, mientras que los lacedemonios, vien­do su propia tierra convertida en territorio enemigo, ata­caban a sus enemigos desde el mar. Ocurrió así que quienes habitualmente eran superiores por tierra dominaban enton­ces por mar, mientras que aquellos que eran los primeros en

479 Cf. T u c íd id e s , IV 12, 1. Los atenienses lo utilizaron para el trofeo que levantaron en recuerdo de esta batalla. Otros escudos capturados, por ejemplo los de Esfactería, fueron llevados a Atenas y depositados en el pórtico Pecíle, según P a u s a n ia s , I i 5, 4.

480 Diodoro, en su afán pedagógico, señala la antítesis entre la gloria de Brásidas y el castigo infligido a quienes abandonaban su escudo. Sa­bido es que el abandono del escudo se consideraba signo de cobardía y motivo de deshonor. Respecto a los escudos de esta batalla y de Esfacte- ria, P a u s a n ia s (I 15, 4) recuerda haber visto en el pórtico Pecile de Ate­nas escudos de bronce untados con pez, para que el tiempo y la herrum­bre no los estropee, pertenecientes a los lacedemonios apresados en la isla de Esfacteria. Entre ellos también podría estar el de Brásidas, perdido en esta batalla.

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472 BIBLIOTECA H ISTÓ RICA

el mar mantenían entonces alejados de tierra firme a sus enemigos481.

Dado que el asedio se alargaba, y que los atenienses, al haber conquis-

Bloqueoy capitulación ta(Jo j superioridad naval482, impe-de Esfactena r

dían que los víveres llegaran a tierra, los soldados encerrados en la isla453

corrían el peligro de morir de hambre. De aquí que los lace- demonios, temiendo por la suerte de los hombres bloquea­dos en la isla, enviaron una embajada a Atenas para nego­ciar el cese de las hostilidades484. A l no llegar a un acuerdo, pidieron que se procediera a un intercambio de hombres y poder recibir un número igual al de los atenienses que ellos tenían en su poder; pero los atenienses tampoco aceptaron esta propuesta. Por ello los embajadores se expresaron con toda franqueza en Atenas, afirmando que los atenienses, al

4Si En Tu c íd id e s , IV 12, 3, encontramos consideraciones semejantes.482 La flota ateniense que había llegado de Zacinto había forzado k

entrada por las dos bocanas, cayendo sobre las naves enemigas y ponién­dolas en fuga; cinco barcos fueron apresados, uno de ellos con toda su tripulación, y otros muchos fueron averiados. Cf. T u c íd id e s , IV 14.

483 La isla de Esfacteria naturalmente, en la que los espartanos habían hecho desembarcar un contingente de hoplitas, que, después de la victo­ria naval ateniense, quedó bloqueado.

484 Antes de enviar embajadores a Atenas para negociar un acuerdo, decidieron concluir una tregua con los estrategos atenienses en los térmi­nos siguientes: los lacedemonios entregarían a los atenienses toda la flota que tenían en Pilos y los navios de guerra que tenían en Laconia, y no atacarían la fortificación ateniense ni por tierra ni por mar; por su parte, los atenienses permitirían el aprovisionamiento de los hombres de Esfac­teria con unas cantidades determinadas de harina y vino y además carne, abastecimiento que se haría bajo supervisión ateniense. Esta tregua segui­ría vigente hasta que regresaran de Atenas los embajadores (cf. T u c í d i - d e s , IV 15-16).

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LIBRO ΧΠ 473

negarse a proceder al canje de prisioneros, reconocían que los lacedemonios eran mejores485. Los atenienses, una vez 3

que, por la falta de víveres, hubieron agotado la resistencia de los soldados de Esfacteria, los forzaron a capitular y los hicieron prisioneros486. Los hombres que se rindieron fue­

4X5 La negativa ateniense respecto a la petición de paz espartana se debió a la intransigencia del demagogo Cleón, que pretendía la rendición de los espartanos de Esfacteria y la restitución por parte espartana de Ni- sea, Pegas, Trecén y Acaya (cf. T u c íd id e s , IV 21; P l u t a r c o , Vida de Nietas 7, 1-2). En cuanto a la presente afirmación de los embajadores la­cedemonios, Tucídides no se refiere a ella. Después del fracaso y salida de Atenas de los embajadores lacedemonios, Tucídides se refiere a la ruptura de la tregua, a la negativa ateniense a devolver las naves de Es­parta entregadas como garantía y a la reanudación de las hostilidades en Pilos (IV 23).

486 El bloqueo de Esfacteria se prolongó y tuvo sus dificultades, y también fue problemática la resistencia de los atenienses en Pilos, debido a la escasez de víveres y de agua, frente a un ejército peloponesio que se mantenía en sus posiciones. En cuanto a los espartanos de Esfacteria, los atenienses estaban convencidos de poder someterlos en pocos días, pero los hombres de la isla resistieron más tiempo del esperado gracias a los víveres que recibían por diversos procedimientos (cf. T u c íd id e s , IV 26). En Atenas, al recibir las noticias tanto sobre las penalidades de su ejército como sobre la ayuda que llegaba a los de la isla y que alargaba su resis­tencia, la preocupación fue en aumento por temor a la llegada del invier­no, que dificultaría el aprovisionamiento que sus fuerzas recibían por mar y que impediría el mantenimiento del bloqueo marítimo de Esfacteria. Empezaron a arrepentirse de no haber aceptado la paz propuesta por Es­parta. Entonces vino la intervención de Cleón que, enfrentándose a Ni­cias, tuvo que buscar una solución al problema de Pilos y prometió, lo que parecía una fanfarronada, que en veinte días acabaría con la resisten­cia de Esfacteria (IV 27-28). Cleón asumió el mando y eligió como colega a Demóstenes, uno de los estrategos que estaban en Pilos, que estaba proyectando un desembarco en Esfacteria. Sus planes se vieron favoreci­dos por un incendio que se declaró en la isla. Se llegó a la escalada final. Cleón y Demóstenes intimaron a ios espartanos a que dieran a sus hom­bres de la isla la orden de entregarse con ias anuas. Después de la negati­va de los espartanos, los atenienses, tras un día de espera, desembarcaron

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ron ciento veinte espartiatas y ciento ochenta aliados487. Fueron encadenados y conducidos a Atenas por el demagogo Cleón, que entonces era estratego. Y el pueblo votó man­tenerlos en prisión si los lacedemonios decidían poner fina la guerra, pero si, por el contrario, preferían continuarla, matar entonces a todos los prisioneros488. A continuación, enviaron a buscar a las tropas selectas de los mesenios esta­blecidos en Naupacto489, les añadieron un número suficiente de aliados y les confiaron la custodia de Pilos; pensaban, en efecto, que los mesenios, por el odio que abrigaban contra los espartiatas, pondrían todo su empeño en causar daños a

en la isla y, tras una serie de combates, arrinconaron al enemigo en una punta de la isla, donde se produjo una maniobra final que lleva a pensar en las Termopilas, puesto que las fuerzas espartiatas acabaron siendo ro­deados por la espalda por una parte escarpada por la que no se esperaba el ataque (cf. T u c íd id e s , IV 29-38; P l u t a r c o , Vida de Nicias 7, 3-8, í).

487 Según T u c íd id e s (IV 38, 5), de los cuatrocientos veinte hoplitas que habían pasado a la isla, doscientos noventa y dos fueron llevados vi­vos a Atenas, y los otros murieron. Entre los que sobrevivieron, ciento veinte eran espartiatas, pertenecientes a las familias más influyentes de Esparta (cf. asimismo, cf. T u c íd id e s , V 15, 1). A r is t ó f a n e s , Nubes 186, evoca la triste suerte de estos hombres. Cleón acabó con el problema en veinte días, como había prometido; y el asedio de Esfacteria había durado setenta y dos días. Esparta no recuperará Pilos hasta el 409 (Cf. D io d o ­

r o , XM 64, 7).488 £ £ T u c íd id e s , IV 41, I . P a u s a n ia s , IV 36, 6, dice que los ate­

nienses ofrendaron una imagen de bronce de Nike en la Acrópolis en re­cuerdo de los sucesos de Esfacteria. Por otra parte, se ha conservado la inscripción del pedestal de la Nike de Peonio conservada en el museo de Olimpia, relacionada con la intervención de los mesenios de Naupacto al lado de los atenienses en la isla de Esfacteria (cf. P a u s a n i a s , V 26, 1; M. N. T o d , Greek Historical Inscriptions, Chicago, 1985, num. 65 = M k ig g s -L e w is , 74).

489 Cf. supra, XI 84, 7-8.

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LIBRO ΧΠ 475

Laconia al disponer de una plaza fuerte como base de ope­raciones490. Tales fueron pues los acontecimientos de aquel año relativos a Pilos.

Artajerjes, el rey de ios persas, mu- 64Muerte de Artajerjes. rió después de haber gobernado cua-

Roma nombra dictador , ^ j ^ ja Aulo Postumio, ’ ’

que vence a los ecuos jes, reinó un año . En Italia, cuandolos ecuos492 se rebelaron contra los ro­

manos, para dirigir la guerra, nombraron dictador a Aulo Pos- turnio y comandante de la caballería a Lucio Julio493. Los 2

romanos marcharon con numerosas fuerzas contra el territorio de los rebeldes; comenzaron por saquear sus posesiones, y a continuación, cuando los ecuos se les enfrentaron494, tuvo lu­gar una batalla en la que vencieron los romanos, que mataron a muchos enemigos, hicieron prisioneros a un buen número y

490 Cf. T u c íd id e s , IV 41, 2-4.491 Artajerjes subió al trono en el 465/464, después del asesinato de

su padre Jerjes (cf. supra XI 69). Sobre el breve reinado de su sucesor, cf. infra, XII 71.

492 En los manuscritos hay vacilación respecto a la ortografía del nombre de este pueblo.

493 Según la tradición (cf. T. Livio, IV 26, 1-11; T. R, S. B r o u g h ­t o n , ob. cit., pág. 63), la dictadura de Aulo Postumio Tuberto es del 431, cuando eran cónsules Tito Quínelo Peno Cincinato y Gayo (o Gneo) Julio Mentón. La alarma provocada en Roma por la amenaza de volseos y ecuos indujo ai senado a proponer el nombramiento de un dictador. Los dos cónsules, pese a su oposición a la propuesta, se vieron obligados a ceder; y la suerte eligió al cónsul Tito Quíncio para que designara como dictador a su suegro Aulo Postumio Tuberto, que a su vez nombró magis­ter equitum a Lucio Julio.

494 Ecuos y volseos unieron sus ejércitos en e! Algido (cf. T. L iv io ,

IV 26-28).

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476 BIBLIOTECA HISTO R IC A

4

65

424/3

se apoderaron de un abundante botín495. Después de la bata­lla, los rebeldes, consternados por la derrota, se sometieron a los romanos, y Postumio, que, en opinión de todos, había di­rigido brillantemente la guerra, celebró el triunfo tradicio­nal496. Se cuenta asimismo de Postumio una acción singular y completamente increíble; en el curso de la batalla, su hijo, impulsado por su entusiasmo, se había lanzado por delante de la formación, abandonando el puesto asignado por su padre, que, en cumplimiento de la costumbre ancestral, lo hizo eje­cutar por abandono del puesto497.

Transcurrido aquel año, Isarco498 fue arconte en Atenas, y en Roma fue­ron designados cónsules Tito Quincio y Gayo Julio499; y en el país de los eleos se celebró la Olimpíada octoge-

495 El dictador confió la defensa de la ciudad al cónsul Gayo Julio y atacó a los enemigos entre Túsculo y Lanuvio.

496 Cf. T. Lrvio, IV 29, 4. Sobre esta victoria de los romanos, cf., asi­mismo, Ovidio, Fastos VI 723 ss.; P l u t a r c o , Vida de Camilo 2, 1-2; G b l io , XVII 21, 17.

497 Cf. T. Livio, IV 29, 5, que señala las vacilaciones de la tradición respecto a la atribución de aquella tremenda decapitación a Postumio.

498 Su nombre aparece atestiguado en F il ó c o r o (FGrHist, 328, fis. 123 = escolio a A r is t ó f a n e s , Paz 990; 129 = escolio a A r is t ó f a n e s , Avispas 210; 130 = escolio, Avispas 718) y en A t e n e o , V 218 d. Cf. asi­mismo IG I2, 324, 25 = Too, 64; M e ig g s -L e w is , 72. Cf. R. D e v e l in , oh. cit., pág. 132.

499 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 431 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 63). Según la tradición vulga­ta (T. Lrvio, IV 35, 4; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 68), en el presente año en Jugar de cónsules fueron elegidos cuatro tribunos milita­res con potestad consular: Apio Claudio Craso, Espurio Naucio Rutilo, Lucio Sergio Fidenates (cónsul en 437 y 429; tribuno militar con potes­tad consular en 433 y 418) y Sexto Julio Julo.

Expediciones de Nicias: Melos, Oropo, Tanagra,

Locride, Corinto, Cromión, Metona,

Ci ter ea y Tire a

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simonovena, en la que Símaco obtuvo la segunda victoria en la carrera del estadio 50°. En el curso de este año, los ate­nienses, después de elegir como estratego a Nicias, hijo de Nicérato, le confiaron sesenta trirremes y tres mil hoplitas y le ordenaron que saqueara las tierras de los aliados de los la- cedemonios50i. Él se hizo a la mar primero contra Melos, 2

devastó su territorio y sitió la ciudad durante un buen núme­ro de días; era, en efecto, la única de las Cicladas que man­tenía su alianza con los lacedemonios, dado que era origina­riamente una colonia de Esparta502. Nicias, al no poder 3

500 Cf. supra, XII 49,1 y nota 357.501 Ésta es la primera vez que Diodoro nombra a Nicias (en Tucídides

esto ocurría en II 51, 1), pese a que, después de la muerte de Pericles, había desempeñado un papel principal en la política ateniense en oposi­ción al demagogo Cleón (cf. P l u t a r c o , Vida de Nicias 2, 2-3); ya se había distinguido como estratego en tiempos de Pericles y tenía fama de buen soldado; lo demostró en operaciones como la expedición contra la isla de Minoa en el verano del 427 (cf. T u c íd id e s , III 51) y en las expe­diciones contra Melos y Lócride del año siguiente (cf. T u c íd id k s , ΙΠ 91). Fue representante de los intereses de la rica aristocracia (él mismo, como recuerda Plutarco, 4, 2, tenía una gran fortuna) y ejecutor de una política moderada, opuesta a la orientación imperialista y promotora de la guerra del radical Cleón. La expedición de Nicias contra Melos, a la que se re­fiere aquí Diodoro, es situada por Tucídides en el «verano» del 426, y só­lo contaba con dos mil hoplitas (III 91, l).

502 Melos, isla del archipiélago de las Cicladas, situada al sur del Áti­ca, a luios 150 Km al sudeste de Atenas y a 120 Km de la costa del Pelo­poneso, eran una colonia doria (colonizada hacia el 1.100 a. C.; en la isla se hablaba dorio y se utilizaba alfabeto dorio). Como Santorini, es un an­tiguo volcán cuyo cráter, invadido por el mar, forma una profunda ense­nada. Los mellos eran colonos (ápoikoi) de los lacedemonios y, como do­rios que eran, se resistían, como los de Citera y de Tera, a entrar en la Liga ático-delia y a estar bajo el dominio de Atenas (cf. T u c íd id e s , trad, cit. (BCG 149), II 9, 4 y nota 63; III 91, 1; V 84, 2; VII 57, 6; H e r ó d o t o , IV 147-149; VIII 4B), todo ello pese a haber enviado una escuadra a Sa­lamina (cf. H e r ó d o t o , V III46, 4) y tropas a Platea (cf. P a u s a n ia s , V 23,2). Al estallar la guerra del Peloponeso en el 431, Melos, igual que Tera,

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tomar la ciudad debido a la valiente resistencia de los me­llos, se hizo a la mar rumbo a Oropo503 de Beocia. Allí dejó sus naves y con sus hoplitas entró en el territorio de Tana­gra, donde encontró otro contingente ateniense bajo el man­do del estratego Hiponico, hijo de Calías504. Una vez que los dos ejércitos se hubieron unido, se pusieron a devastar las tierras por las que pasaban y, cuando se presentaron tro­pas de socorro tebanas, los atenienses se enfrentaron a ellas y obtuvieron la victoria causándoles numerosas bajas505.

Después de la batalla, los soldados de Hiponico regresa­ron a Atenas, mientras que Nicias volvió a las naves y na­vegó a lo largo de la costa hacia Lócride. Cuando ya había devastado la zona de la costa506, recibió cuarenta trirremes de los aliados, de modo que dispuso de un total de cien na­

permaneció fiel a Esparta (cf. supra, Xll 42, 5; T u c íd id e s , II 9, 4), lo que dio lugar a intervenciones de Atenas que culminaron en la expedición del 416/415 que acabó con la caída de Melos y masacre de los melios, que Tucídides describe precedida del justamente celebrado diálogo de los me­lios (cf. T u c íd id e s , V 84-116). La presente expedición de Nicias, pese a la importancia de las fuerzas enviadas, no obtuvo ningún resultado.

503 Oropo estaba en la desembocadura del Asopo, en la costa situada enfrente de Eubea y en los límites entre Ática y Beocia. Era, pues, una plaza de gran importancia estratégica, por lo que fue objeto de las dispu­tas entre Atenas y Tebas. Su nombre estaba ligado al famoso santuario y oráculo de Anfiarao, el héroe y adivino que, pese a conocer la suerte des­graciada que le esperaba, participó en la expedición de los Siete contra Tebas, y que finalmente fue salvado por Zeus, que le dio la inmortalidad (cf. D io d o r o , trad, cit., IV 65, 5 y nota 462; A p o l o d o r o , Biblioteca, I 8, 2 ; III 6, 3 ss; P a u s a n ia s , I 34 , sobre Oropo, el templo de Anfiarao, su culto y su oráculo; V 17, 7 ss.).

504 En T u c íd id e s (III 91, 4), este contingente aparece al mando de Hiponico, hijo de Calías, y de Eurimedonte, hijo de Tucles.

505 Cf. T u c íd id e s , II I91 , 5.5U6 £ £ T u c íd id e s , II I 9 1 , 6.

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ves; y, al haber reclutado un buen número de soldados de infantería, reunió unas fuerzas considerables, con las que se hizo a la mar rumbo a Corinto507. Una vez desembarcados sus soldados, cuando los corintios se situaron frente a ellos, los atenienses les vencieron en dos batallas508 y, después de matar a muchos enemigos, levantaron un trofeo. En la bata­lla perecieron unos ocho (...)5(39 atenienses y más de tres­cientos corintios. Entonces Nicias hizo vela hacia Cromión, saqueó el territorio y se apoderó de la cindadela5I°. Acto se­guido, volvió atrás y fue a fortificar la ciudadela de Metone, donde dejó una guarnición con la doble misión de defender la plaza y de saquear el territorio vecino511; y después de-

507 El relato de Diodoro se diferencia aquí del de Tucídides, quien si­túa esta expedición ateniense contra Corinto (IV 42) en el verano del 425, después de los acontecimientos de Pilos, y dice que las fuerzas de Nicias estaban formadas por ochenta naves, dos mil hoplitas atenienses y dos­cientos hombres de caballería a bordo de navios pasacaballos, y que iban con ellos aliados milesios, arsdrios y caristios.

5ÜS Tucídides sólo habla de una batalla en varias fases, en la que al fi­nal ios corintios se dieron a la fuga (en el curso de la cual se produjo el mayor número de bajas) y tomaron posiciones en un collado. Pero, al acudir tropas de socorro para los corintios, los atenienses se vieron obli­gados a reembarcar, pese a su victoria, que habían celebrado erigiendo un trofeo. Pero desde ias islas vecinas Nicias, movido por su piedad, envió un heraldo para recuperar sus muertos, hecho que suponía la admisión de la derrota o la renuncia a la victoria celebrada con el trofeo. Cf. T u c í d i - d e s , IV 42-44; P l u t a r c o , Vida de Nicias 6, 4-7.

509 El texto parece corrupto. Según T u c íd id e s (IV 44, 6) murieron doscientos doce corintios y algo menos de cincuenta atenienses.

sio Qf T u c íd id e s , IV 45, 1. Cromión se encuentra al este del Istmo, en la costa septentrional del golfo Satónico, en la costa y junto a la fron­tera con Megáride, cerca de la actual Agii Teodori, a unos 21 Km de Corinto. Allí estaba la guarida de la famosa jabalina gris a la que dio muerte Teseo (cf. P a u s a n i a s , I 27, 9; II 1, 3).

511 Cf. T u c íd id e s , IV 45, 2. Metone (Methénë) o Metana era una for­taleza de la Argólide, situada a medio camino entre Epidauro y Trecén; se

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8 vastó la zona de la costa y regresó a Atenas. A continuación, los atenienses enviaron a Citera512 sesenta naves y dos mil hoplitas, bajo el mando de Nicias y de otros estrategos513. Nicias dirigió la expedición contra la isla y, lanzando diver­sos ataques contra la ciudad, se apoderó de ella después de obligarla a capitular514. Luego dejó una guarnición en la is­la, zarpó hacia el Peloponeso y saqueó las tierras de la zona costera. Después de un asedio, conquistó Tirea, situada en

encuentra en una pequeña península situada al SE. de Epidauro, y al sur del istmo de esta peninsula encontramos las ruinas de Trecén. En los ma­nuscritos de Diodoro, igual que en los de T u c íd id e s (cf. trad, cit., IV 45, 2, y nota 242, y V 18, 7) leemos Methonë, que seguramente era una for­ma que ya aparecía en copias antiguas de Tucídides en lugar de Metana (Méthana), confusion antigua que observa E s t r a g ó n (cf. trad, cit., VIII 6, 15, y nota 534) que en este pasaje llama al lugar Metana, nombre con­servado actualmente.

512 T u c íd id e s (IV 53) sitúa esta expedición contra Citera en el «vera­no» del 424, y también da ¡a cifra de dos mil hoplitas. Citera está situada al sur de Laconia, a la altura del cabo Malea, como observa Tucídides. Era un lugar de gran importancia estratégica para un eventual ataque a Laco­nia. Estaba habitada por espartanos periecos (cf. T u c íd id e s , IV 53, 2; P l u t a r c o , Vida de Nicias 6, 4) y Esparta enviaba allí cada año un ma­gistrado, espartiata, con el título de citeródica, y una guarnición de hopli­tas. La conquista de esta isla fue pues uno de los principales éxitos milita­res de Nicias.

513 Los colegas de Nicias al mando de esta expedición eran Nicóstra- to, hijo de Diítrefes, y Autocles, hijo de Tolmeo.

514 Cf. TucÍDiDhs, IV 54. Primero atacaron y tomaron la ciudad marí­tima de Escandea, y después marcharon contra la ciudad de Citera, situa­da a distancia del mar; tras una breve resistencia, los citereos concluye­ron un convenio con Nicias por el que ponían su suerte a discreción de los atenienses con la condición de que íes garantizaran la vida. Una vez asegurada Citera, hicieron rumbo contra Ásíne de Laconia, Helo y otra plazas de la costa peloponesia y se dedicaron a devastar el territorio du­rante unos siete días.

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los confines entre Laconia y Argólide515, redujo a la escla­vitud a la población y arrasó la ciudad; hizo prisioneros a los eginetas, que habitaban en ella516, y al espartiata Tántalo, que estaba al mando de la guarnición, y los condujo a Ate­nas. Y los atenienses pusieron bajo cadenas a Tántalo junto a los otros prisioneros de guerra, y (...) a los eginetas517.

Durante estos acontecimientos, los

Situación apurada megareos estaban en una situación de Mégara apurada tanto a causa de la guerra con­

tra los atenienses como por la que sos­tenían contra los exiliados518; y, mientras las delegaciones de unos y otros discutían sobre todo ello, algunos ciudada­

515 Tirea era una ciudad situada al sur de Argos y al nordeste de Es­parta, en la comarca llamada Cinuria, en la frontera entre Argólide y La­conia (cf. T u c íd id e s , II 27, 2; IV 56, 2; V 41, 2; VT 95, 1). Las disputas entre Argos y Esparta por su posesión eran antiguas (cf. H e r ó d o t o , I 82).

516 Cf. supra, XII 44, 3 y nota 310.5,7 Según T u c íd id e s (IV 57, 3-4), los atenienses tomaron la decisión

de dar muerte a todos los eginetas capturados, lo que justificaría la laguna en el texto de Diodoro defendida por Casevitz, que propone insertar un «mataron» (apékteimn).

518 La situación de Mégara era preocupante. El decreto de Pericles del 433/432 (cf. supra, XII 39, 4 y nota 250) había sido un duro golpe para la economía de Mégara; y al decreto megareo habían seguido diversos ata­ques de tropas atenienses, como la invasión de Megáride del otoño del431 bajo el mando del propio Pericles (cf. supra, XII 44, 3) y el ataque a Minoa del verano del 427 bajo las órdenes de Nicias. Por otra parte, la guerra civil entre los dos partidos megareos era una herida sangrante; los exiliados de Pegas, desterrados por el pueblo, sometían la ciudad a sa­queos; por ello hubo conversaciones entre los partidarios de uno y otro bando para no causar la ruina de la ciudad desde dos frentes (cf. Tuoíde- d e s , trad, cit., IV 66, 1-2 y nota 358). Pero los dirigentes deí partido po­pular, por temor a los exiliados de tendencia antidemocrática, entablaron

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nos contrarios a los exiliados prometieron a los estrategos2 atenienses que les entregarían la ciudad5'9. Los estrategos, Hi­

pócrates y Demóstenes, de acuerdo con la traición, enviaron de noche seiscientos soldados a la ciudad y los conjurados los introdujeron dentro de las murallas520.

Cuando se descubrió la traición en la ciudad y la pobla­ción se dividió según su opción política, partidarios unos de aliarse con los atenienses, mientras que otros querían ayudar a los lacedemonios, apareció un individuo que por propia iniciativa lanzó una proclama invitando a quien quisiera a

3 tomar las armas con los atenienses y los megareos521. Por ello, al ver los lacedemonios que iban a ser abandonados por los megareos, su guarnición renunció al control de los Muros Largos y fue a refugiarse en la ciudad llamada Nisea,

4 que es el puerto de los megareos. Los atenienses entonces la rodearon con un foso e iniciaron el asedio; después, una vez que hubieron recibido de Atenas los artesanos especializa­dos, construyeron un muro de circunvalación en torno a N i­sea. Y los peloponesios, por temor a ser capturados a viva

negociaciones con los estrategos atenienses Hipócrates, hijo de Arifrón, y Demóstenes, hijo de Alcístenes (IV 66, 3).

519 El partido popular de Mégara, que en un principio quería preservar su independencia frente a Atenas y a los peloponesios, ahora creía que el peligro para ellos era menor con la presencia ateniense, que reforzaría su poder, que si regresaban aquellos que habían sido desterrados.

520 Habían convenido que en primer lugar los atenienses tomarían los Muros Largos, que unían la ciudad a Nisea, su puerto, a fin de que la guarnición peloponesia de Nisea no acudiera en auxilio de la ciudad; lue­go, cumplido este primer objetivo, les entregarían el interior de la ciudad. Pero la entrada en la ciudad se complicó y los atenienses se hicieron fuer­tes en Nisea (cf. el relato detallado en T u c íd id e s , 66, 3-69).

521 Cf. T u c íd id e s , IV 68, 4, según el cual fue el heraldo ateniense quien proclamó que los megareos que quisieran podían tomar las armas al lado de los atenienses. La proclama del heraldo hizo pensar a los lacede­monios que todos los megareos se habían unido a Atenas.

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fuerza y condenados a muerte, capitularon y entregaron Nisea a los atenienses522. Tal era pues la situación en Mégara523.

Brásidas, al mando de un ejérci- 67Expediciones to considerable, procedente de La-de Brásidas: , , 574 , , , . ,

Mégara y Tracia. cedemon y de los otros estadosLoshilotas peloponesios, levantó el campo y

marchó contra Mégara 525. Espantó alos atenienses y los expulsó de Nisea y, liberando la ciu­dad de los megareos, la reintegró a la alianza de los la­cedemonios526. Después atravesó Tesalia con sus fuerzas y llegó a Dio de Macedonia527. Desde allí avanzó hacia 2

522 Cf. T u c íd id e s , IV 69, que ofrece un relato detallado.523 Con esta fórmula final parece que va a cambiar de tema. Pero si­

gue en Mégara, donde desde ahora Brásidas estará en primer plano. La versión de Diodoro se distancia de la de Tucídides, según el cual los ate­nienses se replegaron a Nisea (IV 73).

524 Cf. supra, X I4 , 4 y nota 53.525 El general espartano, que se encontraba cerca de Corinto y Sición

preparando una expedición contra Tracia, cuando se enteró de la toma de los Muros Largos, temiendo por la suerte de sus compatriotas de Nisea y por la ciudad de los megareos, se dirigió a Mégara con dos mil setecien­tos hoplitas de Corinto, cuatrocientos de Fliunte, seiscientos de Sición y con sus propias tropas (cf. T u c íd id e s , IV 70, 1).

526 En un primer intento, Brásidas no consiguió entrar en Mégara; la ciudad no lo recibió debido a que las dos facciones de los megareos tenían miedo y preferían aguardar los acontecimientos (cf. T u c íd id e s , IV 71); pero, después de una batalla ecuestre entre beocios y atenienses (IV 72 ), Brásidas se acerca a la ciudad esperando un ataque ateniense que no se produjo, y finalmente consigue una victoria sin combate y los megareos amigos de los exiliados le abren las puertas de la ciudad, con lo que se da paso a un régimen oligárquico (IV 7 3 -7 4 ).

527 La expedición de Brásidas a Tracia es del setiembre del 424 . Mar­chó con mil setecientos hoplitas y, después de llegar a Heraclea de Tra- quinia, buscó la ayuda de sus amigos de Farsalo para que le condujeran a

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Acanto 528 y selló una alianza con los calcideos. La ciu­dad de Acanto, no sólo por el terror que causó su llega­da, sino también por la fuerza persuasiva de sus palabras afables529, fue la primera a la que convenció para que abandonara la causa de los atenienses; y después indujo a otros muchos pueblos de Tracia a unirse a la alianza de

3 los lacedemonios. A continuación, Brásidas, deseoso de de­dicarse a la guerra con mayor empeño, envió a buscar soldados de Lacedemón, puesto que se afanaba en reunir un ejército considerable. Los espartiatas, que querían librarse de los hilotas más poderosos, le enviaron un millar de estos hombres escogidos entre los más arrogantes, pensando que la mayor parte de ellos serían aniquilados en los comba-

4 tes 530. Cometieron además un acto violento y cruel, con el que pensaban que rebajarían las pretensiones de los hilotas. Hicieron proclamar que todos los hilotas que hubieran pres­tado algún servicio a Esparta fueran a registrarse y prome­tieron liberar a aquellos a quienes seleccionaran. Se inscri-

través de Tesalia; y una vez en el territorio de los perrebos, al nordeste de Tesalia, llegó a Dio (Díon), al pie del monte Olimpo y cerca de la costa occidental del golfo Termaico (cf. T u c íd id e s , IV 78).

528 Acanto era una ciudad situada en la costa del Golfo del Estrimón, al norte del istmo que unía Acte, la más oriental de las tres puntas que proyecta Calcídica, a la península principal. Estaba en la zona en la que Jerjes mandó construir un canal para evitar la circunnavegación de una península carente de puertos y bañada por aguas profundas y de peligro­sas comentes (cf. H e r ó d o t o , Vli 22 ss.). Era aliada de Atenas.

529 Véase el discurso de Brásidas en T u c íd id e s , IV 85-87. La vota­ción secreta que siguió al discurso decidió el abandono de la alianza de los atenienses y la acogida en la ciudad del ejército espartano.

530 Según T u c íd id e s (IV 80, 5), el envío de estos hilotas, setecientos, tuvo lugar antes, cuando Brásidas formaba su ejército; lo explica Tucídi­des en un capitulo que dedica a explicar jas razones de la expedición de Brásidas. Emerge aquí el temor que los hilotas, pese a su condición, ins­piraban a los espartiatas.

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bieron dos mil, y entonces ordenaron a los ciudadanos más poderosos que les dieran muerte, a cada uno en su propia casa531. Estaban terriblemente preocupados de que los hilo- 5

tas no aguardaran la ocasión de alinearse con sus enemigos para poner a Esparta en una situación peligrosa. No obstan­te, Brásidas tuvo a su disposición mil hilotas y, con las tro­pas que reclutó entre los aliados, reunió un ejército digno de consideración.

Así Brásidas, confiando en el gran 68 número de sus soldados, marchó con-

É xito s cisicícis . 1 * j 1 1 1 j a - í Y 1 * i—>

en Anfipolis y en Caleídiea tTa la Cludad llamada AnfipollS532. Era la ciudad que en el pasado había tra­tado de colonizar Aristágoras de M i­

leto533, cuando huyó de Darío, el Rey de los persas. A su 2

muerte, los colonos fueron expulsados por los tracios 11a-

551 Cf. T u c íd id e s , IV 80, 3-4. Esta criminal estratagema demuestra la dureza y la crueldad de los espartanos respecto a los hilotas, y constituye un testimonio del temor que les causaban.

532 Esta expedición contra la colonia ateniense situada a orillas del Estrimón se sitúa en el invierno del 424/423 (cf. T u c íd id e s , IV 102, 1). Sobre Anfipolis, ciudad situada junto al río Estrimón, de gran importan­cia por su situación estratégica en un cruce de caminos, cf. T u c íd id e s ,

trad. cit. (BCG 151), IV 102, ilota 623.533 Cf. H e r ó d o t o , Historia, trad, y notas de C, S c h r a d e r , Madrid,

BCG, 1981, V 126, 1 y nota 577. Después de la revuelta de las ciudades jonias del 499 y del fracaso de la sublevación en el 498, Aristágoras se vio obligado a dejar Mileto y a buscar en Tracia un sitio para reorganizar la rebelión. Cf. T u c íd id e s , IV 102, 2-3, según el cual, después de la ten­tativa y muerte de Aristágoras en el 497 a. C., los atenienses lo intenta­ron treinta y dos años después, es decir, hacia el 465/464, cuando ocurrió el desastre de Drabesco (cf. T u c íd id e s , trad, cit., [BCG 149], I 100, 3 y no­tas 555-557), y al cabo de veintiocho años, hacia el 437, cuando, condu­cidos por Hagnón, expulsaron de allí a los edonos. Cf. D. A s h e r i , «Storia

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mados edonos; treinta y dos años después, los atenienses enviaron a aquel lugar diez mil colonos, que de igual modo fueron exterminados por los tracios en Drabesco534, y al ca­bo de veintiocho535 años, conducidos por Hagnón536, recon­quistaron la ciudad. Dado que esta ciudad había sido objeto de frecuentes combates, Brásidas estaba deseoso de tenerla bajo su control. Por eso marchó contra ella con fuerzas con­siderables; estableció su campamento cerca del puente537, comenzó por tomar el suburbio y, al día siguiente, los anfí- politas, a quienes había aterrorizado, le entregaron la ciudad misma a condición de que se diera a quien lo quisiera la po­sibilidad de marchar de la ciudad llevándose sus perte­nencias.

Acto seguido se ganó a la mayor parte de las ciudades vecinas, de las que las más importantes eran Esime y Ga-

della colonizzazione de Anfipoli fino alia conquista macedone», Riv, Fi­lo,l 95 (1967), 5-30.

534 Cf. supra, XI 70, 5 y nota 530.535 La le c tu ra dyo, « d o s» , d e lo s m a n u sc ri to s h a d e c o rre g irs e dyoîn

déonta triâkonta, a p a r tir de T u c íd id e s , IV 102, 3.536 Personaje muy conocido; fue firmante de la Paz de Nicias y era el

padre de Terámenes (cf. T u c íd id e s , trad, cit., [BCG 149], I 117, 2 y nota 737. La importancia del lugar era debida, además de su situación estraté­gica para controlar el paso por el Estrimón, a la riqueza minera del cerca­no monte Pangeo, lo que explica el interés de Atenas.

537 Sobre el Estrimón y no lejano a la ciudad. El suburbio debía de es­tar entre el puente y la acrópolis fortificada. El ataque de Brásidas tuvo lugar en invierno; «hacia mal tiempo y nevaba un poco» dice T u c íd id e s (IV 103, 2); contó con la ayuda de algunos argilios, que le condujeron al puente; el factor sorpresa le ayudó, forzó el paso del puente y se apoderó de la zona extramuros. De la ciudad se envió un mensaje al historiador Tucídides, que entonces, como estratego, se hallaba en ia cercana isla de Tasos, a fin de que acudiera en defensa de la ciudad. Tucídides zarpó in­mediatamente, pero Brásidas convenció a los anfipolitas y ocupó la ciu­dad antes de la llegada de Tucídides, lo que a éste le valió el destierro.

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lepso, las dos colonias de los tasios538, y Mircino, una pe­queña ciudad de los edonos539. Después emprendió la cons­trucción de más trirremes en el río Estrimón y pidió el envío de nuevas tropas de Lacedemón y del resto de los aliados 54°. Hizo fabricar además muchas armaduras completas, que dis- 5 tribuyó a los jóvenes que no tenían armas, y se aprovi­sionó de proyectiles, de víveres y de todo lo necesario. Una vez que hubo llevado a término todos los preparativos, le­vantó el campo de Anfípolis y se dirigió a la llamada A c ­te541, donde estableció su campamento. En esta zona había cinco ciudades542, de las que unas eran griegas, colonias de

538 Galepso se levantaba sobre una colina, en la costa, al SE. y a unos 17 Km de Anfípolis. Era tributaria de Atenas. Esime estaba también en la costa, al este de Galepso; no figura en las listas de tributos; debía de for­mar parte de la peraía — las posesiones situadas enfrente— de Tasos, de la que era colonia. Mircino era una ciudad situada al nordeste de Anfípo­lis, en el territorio de los edonos o edones (cf. T u c íd id e s , trad, cit., [BCG 151], IV 102, 2 y nota 624; H e r ó d o t o , V 11,2).

539 Cf. T u c íd id e s , IV 107, 3. Brásidas no tuvo éxito, sin embargo, en su intento de conquistar Eyón, una plaza situada junto a la desembocadu­ra del Estrimón (cf. T u c íd id e s , trad, cit., [BCG 149], I 98, 1 y nota 539). Tucídides intervino con celeridad en el caso de Eyón, pudo prepararlo to­do para resistir a un ataque de Brásidas, y conservó así el puerto que des­pués utilizaría Cleón como base de su intento de reconquistar Anfípolis (cf. T u c íd id e s , V 6, 1).

540 Cf. T u c íd id e s , IV 108, 6.541 Acte (Akíé: «el Promontorio») era la más oriental de las tres pe­

nínsulas de Calcídica, al sur de Acanto. Penetra en el Egeo unos 45 Km y tiene unos 5 Km de ancho; es el actual Ágion Óros («Montaña Santa»), promontorio montañoso y cubierto de bosques, sede de monasterios orto­doxos.

542 T u c íd id e s (IV 109) habla de seis: Sane, Tiso, Cleonas, Acrótoos, Olofixo y Dio; pero dice que sólo una, Sane, era colonia de Andros, y que todas estaban formadas por poblaciones heterogéneas de bárbaros bilin­gües. La mayor parte se pasaron al lado de Brásidas, pero Sane y Dio, se­gún Tucídides, opusieron resistencia.

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Andros, y las otras tenían una población de bárbaros bilin­gües de origen bisáltico543. Una vez que hubo sometido es­tas ciudades, marchó contra la ciudad de Torone, colonia de origen calcideo, pero en manos de los atenienses. Gracias a unos traidores que de noche le introdujeron en la ciudad, se apoderó de Torone sin correr ningún riesgo544. Tales fueron pues los éxitos de Brásidas en el curso de aquel año545.

Contemporáneamente a estos acon-

intervención ateniense tecimientos, tuvo lugar cerca de De-en Beoda. Se prepara lio, en Beocia, una batalla campal en-

la batalla de Delio , , ,tre los atenienses y los beocios, cuyos motivos fueron los siguientes546. A l­

gunos beocios, descontentos con su régimen político, y de­seosos de instaurar la democracia en las diversas ciudades,

543 Los bisaltios habían habitado al noroeste de Anfipolis, junto a ia orilla occidental del Estrimón, hasta que fueron desplazados por los ma- cedonios. Cf. T u c íd id e s , trad, cit., Il 99, 6 y nota 685.

544 q ' T u c íd id k s , IV 1 1 0 -U 4 . Torone era la ciudad principal de la península de Sitonia, situada en la costa sudoccidental de la misma (cf. H e r ó d o t o , VII 122). Unos ciudadanos de Torone, que tenía una guarni­ción ateniense, se habían ofrecido a Brásidas para entregarle la ciudad. El general espartano se presentó de noche y se instaló con sus tropas junto al santuario de los Dioscuros, a tres estadios de la ciudad, sin que su pre­sencia fuera advertida ni por la población de Torone ni por la guarnición ateniense; pero sus partidarios, que conocían su llegada, hicieron entrar en la ciudad a siete de sus hombres, armados con puñales, que mataron a los centinelas y abrieron la puerta del lado de Canastreo. Una vez tomada la ciudad, los atenienses que lograron escapar y los toroneos partidarios de los atenienses se refugiaron en el fuerte de Lécito.

545 La caída de Anfipolis y de importantes ciudades tracias en manos del Brásidas fue un duro golpe para Atenas, preocupada por ía ayuda que los tesalios y los aliados tracios habían prestado al general espartano.

546 Los hechos y la batalla de Delio, que se sitúan en el verano/in­vierno del 4 2 4 , son expuestos con detalle por T u c íd id e s , IV 7 6 -7 7 ; 89 ss.

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entablaron conversaciones sobre su proyecto con los estra­tegos atenienses Hipócrates y Demóstenes y les prometieron que pondrían en sus manos las ciudades de Beocia547. Los atenienses aceptaron la propuesta con gusto y, de acuerdo con las disposiciones para el ataque, los estrategos dividie­ron sus fuerzas: Demóstenes, al frente del grueso del ejérci­to, invadió Beocia, pero, al encontrar a los beocios preveni­dos respecto a la traición, se retiró sin ningún resultado; Hipócrates, en cambio, condujo a los atenienses en masa548 contra Delio, tomó la plaza y, adelantándose a la llegada de los beocios, fortificó Delio549. Esta plaza se encuentra cerca del territorio de Oropo y de la frontera de Beocia550. Pagon- das, que estaba al mando de los beocios551, se hizo enviar

547 Uno de los que negociaron con los estrategos atenienses fue Pteo- doro, un exiliado de Tebas (o de Tespias). Cf. T u c íd id e s , IV 76, 2. El plan preveía ía entrega de las ciudades de Sifas y Queronea y, simultá­neamente, en un día convenido, la ocupación de Delio por las tropas ate­nienses.

54S Hipócrates había efectuado en Atenas una leva general, movili­zando a ciudadanos, a metecos y a todos los extranjeros-aliados presentes (cf. T u c íd id e s , trad. cit. [BCG 151], IV 90 , 1 y nota 5 33).

549 Se había planeado una acción combinada de los dos estrategos, pe­ro se produjo un error de cálculo y la combinación fracasó; Demóstenes arribó antes a Sifas, pero no consiguió nada al haber sido denunciado el complot por un fócense llamado Nicómaco; Sifas y Queronea fueron de­fendidas a tiempo (T u c íd id e s , IV 89). Hipócrates, en cambio, llegó tarde a Delio, pero aun así consiguió fortificar la plaza construyendo un muro en tomo al santuario de Apolo (IV 90).

550 Oropo era la última ciudad del Ática, situada en la costa cerca de la frontera con Beocia. Delio estaba situada en la costa oriental de Beo­cia, en el territorio de Tanagra, enfrente de Eubea y a treinta estadios de Áulide (cf. E s t r a b ó n , IX 2, 7 ). Era un centro religioso consagrado al culto de Apolo.

551 Pagondas, del que Tucídides nos ofrece una arenga dirigida a sus tropas en esta ocasión, fue el artífice de la victoria beocia (cf. T u c íd id e s , trad, cit., [BCG 151], IV 91 y nota 548).

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tropas de todas las ciudades de Beocia y llegó a Delio con numerosas fuerzas; tenía cerca de veinte mil soldados de in­fantería y alrededor de unos mil de caballería552. Los ate­nienses aventajaban en número a los beodos, pero estaban peor armados que sus adversarios; habían salido de la ciu­dad repentinamente y sin perder tiempo y, debido a esta par­tida precipitada, estaban peor equipados.

Los dos ejércitos avanzaron llenos de ardor dispuestos del modo siguiente.

La batalla de Delio En el lado beocio, los tebanos estaban

situados en el ala derecha, en la iz­quierda estaban los orcomenios, y la

parte central la ocupaban los otros beocios. En primera línea combatían los trescientos hombres escogidos que ellos llama­ban hëniochoi y parabátai552. Los atenienses aún estaban or­ganizando sus líneas cuando se vieron obligados a trabar combate554. Tuvo lugar una violenta batalla campal555; prime-

552 Las tropas beocias se concentraron en Tanagra; no estaban de acuerdo los once beotarcas, que mayoritariamente eran del parecer de no atacar a los atenienses, pero Pagondas, beotarca de Tebas, que tenía el mando supremo, persuadió a los beocios a presentar bataila. Las cifras de Diodoro confirman las de Tucídides: unos siete mil hoplitas y más de diez mi i soldados pertrechados con armas ligeras, mil hombres de caba­llería y quinientos peltastas (cf. T u c íd id e s , IV 93, 3).

553 Es decir, «aurigas» y «guerreros acompañantes del auriga»; se tra­taba de un cuerpo de élite, testimonio de una tradición bélica antigua, descrita en la épica (cf. Iliada ΧΧΙΠ Î32), que no es extraño encontrar en una región como Beocia, rica en caballos. Respecto a la disposición de las tropas, cf. T u c íd id e s , IV 93, 3-94, 1, que, sin embargo, no dice nada respecto al cuerpo de trescientos hombres.

554 Tucídides no se refiere a esta desorganización de las filas atenien­ses, pero sí lamenta su deficiente armamento (IV 94, 1).

555 Es la única batalla descrita en este libro. Fue seguramente la bata­lla más grande de la Guerra Arquidámica. Sabemos que Sócrates comba-

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ro las fuerzas de caballería atenienses, combatiendo brillan­temente, forzaron a huir a la caballería contraria, pero des­pués, cuando la infantería entró en combate, las líneas ate­nienses situadas enfrente de los tebanos fueron derrotadas y se dieron a la fuga, mientras que el resto de los atenienses pu­sieron en higa a los otros beocios y, después de efectuar una considerable matanza, los persiguieron a lo largo de un buen trecho. Pero los tebanos, superiores por su fortaleza física, se 3

dieron la vuelta renunciando a la persecución por su parte y, lanzándose contra los atenienses que perseguían a sus contra­rios, los forzaron a huir. Así obtuvieron la victoria en una ba­talla memorable y ganaron una gran fama por su valor. En 4 cuanto a los atenienses, unos se refugiaron en Oropo, otros en Delio, algunos llegaron hasta el mar, a sus propias naves, y otros en fin se dispersaron por diversos sitios, al azar556. Cuando se hizo de noche, los caídos por parte beocia no eran más de quinientos, mientras que las bajas del lado ateniense eran muy superiores557. Así pues, si la noche no hubiera so-

íió valientemente en la batalla de Delio, donde recibió el apoyo de Alci­biades, del mismo modo que Sócrates había salvado a Alcibiades en Poti- dea, en el 432 a. C. (cf. P l a t ó n , Banquete 221a-c; y 220e); y por el mis­mo tiempo en que exponía su vida, Aristófanes lo ridiculizaba en las Nubes: «Sokrates was exposing his life at Delium nearly at the same time when Aristophanes was exposing him to derision in the comedy of the Clouds, as a dreamer alike morally worthless and physically incapable» (G. G rotk , History o f Greece, Londres, 1888, pág. 311).

556 La descripción de Diodoro de esta batalla sigue las líneas del rela­to tucidídeo (IV 96).

557 Según T u c íd id e s (IV 101,2), «murieron en la batalla poco menos de quinientos beocios y poco menos de mil atenienses, entre los que estaba el estratego Hipócrates, sin contar un gran número de soldados de infantería ligera y de asistentes». Respecto a estos últimos, se supone que la caballería beocia debió de cargar contra ellos después de la batalla. El monumento de­dicado a estos caídos atenienses era aún visible en tiempos de P a u s a n ia s (cf. I 29, 13). En cuanto a los caídos beocios, el número mayor debió de darse entre las tropas de Tespias (cf. T u c íd id e s , IV 96, 3).

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brevenido, hubieran muerto la mayor parte de los atenienses; interrumpió los ataques de los perseguidores y salvó a los fu­gitivos. No obstante, el número de los enemigos muertos fue tan grande que los tebanos, con el producto del botín, no sólo construyeron el gran pórtico del ágora, que decoraron con es­tatuas de bronce, sino que también recubrieron de bronce los templos y los pórticos del ágora clavando en ellos las armas arrebatadas al enemigo; además instituyeron las fiestas De­lias558, utilizando las sumas obtenidas.

Después de la batalla, ios beocios lanzaron asaltos contra Delio y tomaron la plaza a viva fuerza559; la mayor parte de la guarnición de Delio murió combatiendo con valor y doscientos hombres fueron hechos prisioneros; los restantes consiguieron refugiarse en las naves y fueron llevados con los otros al Áti­ca560. De este modo, pues, los atenienses, en sus maquinaciones contra los beocios, se precipitaron en aquel terrible desastre561.

Reinados de jet jes u, En Asia, el rey Jeijes murió despuésSogdiano y Darío II. ,

E¡ historiador de haber remado durante un ano o, se-Antíoco deSiracma gún escriben algunos, durante dos

558 Celebradas en el mismo santuario de Delio. Diodoro es el único autor que subraya la importancia excepcional de este botín.

559 T u c íd id e s (IV 100), interesado por la poliorcética, describe con todo detalle el ingenio bélico (una especie de lanzallamas) con el que lo­graron tomar la plaza.

560 Cf. T u c íd id e s , IV 100, 5. Los beocios todavía tenían prisioneros atenienses, probablemente estos hombres de Delio, en la paz del 421 a. C. (cf. T u c íd id e s , V 35, 5). Delio cayó a los diecisiete días de la batalla.

561 La derrota de Delio fue un duro golpe para Atenas, que sufría otros graves contratiempos como la pérdida de Anfípolis y de Tracia y el fracaso de sus aspiraciones en Sicilia que suponía la asamblea de Gela (cf. supra, XII 54, 7, y nota 401). La política interna de Atenas se vio afectada por todos estos acontecimientos, la oposición oligárquica se re­forzó y la opinión pública se mostró partidaria de la paz (cf. A r is t ó f a ­n e s , Caballeros y Avispas, de los años 424 y 422).

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meses. Le sucedió en el trono su hermano Sogdiano, que go­bernó siete meses. Darío le dio muerte y gobernó durante die­cinueve años562.

El historiador Antíoco de Siracusa detuvo en este año su Historia de Sicilia en nueve libros que empezaba con Cóca- lo, el rey de los sicanos563.

Defección de Esc.ione. Expedición ateniense

contra Antandro.La tregua de un año.

El problema de Escione. Toma de Mende

Cuando Aminias564 era arconte en Atenas, los romanos eligieron cónsu­les a Gayo Papirio y a Lucio Junio565. Aquel año, los escioneos, menospre­ciando a los atenienses a causa de la

562 La lucha por la sucesión después del asesinato de Jeijes Π (cf. supra,XII 64, 1) y de Sogdiano terminó con la subida al trono de Darío, hijo ilegí­timo de Artajeijes. Según A. A n d r e w e s , «Thucydides and the Persians», Historia 10 (1961), 1-18, que se basa en los testimonios de Tucídides (IV 50, 3), Ctesias (47-50) y Diodoro, la muerte de Artajerjes ha de situarse en febrero o marzo del 424 a. C., y el comienzo del reinado de Darío a princi­pios de diciembre del 424. Jetjes habría reinado cuarenta y cinco días y Sogdiano seis meses y quince días, o sea, ocho meses, y no nueve, en total.

563 Antíoco de Siracusa, escritor que probablemente influyó en Tucí­dides, fue autor de una Historia siciliana (Sikeliká) en nueve libros, que comenzaba con el rey mítico Cócalo y terminaba con el congreso que tu­vo lugar en Gela en eí 424, y de una obra en un libro titulada Sobre Italia (Perl Italías). De las dos obras sólo quedan referencias o fragmentos con­servados por escritores como Dionisio de Halicarnaso, Estrabón o Pausa­nias. En cuanto a Cócalo, cf. D io d o r o , IV 78 ss,

564 Personaje que aparece en A t en h o , V 218d; cf. IG l \ 324, 37 = SEG, X 227; T o d , 64; M e ig g s -L e w is , 72. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 136.

505 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 430 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , oh. cit., pág. 64). En los códices de Diodoro se lee Junio, pero en el resto de la tradición encontramos Julio (Lucio Julio) y el primer cónsul aparece como Lucio Papirio Craso. Según la tradición vul­gata (T. L iv io , TV 37, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 68), en el presente año los cónsules fueron Gayo Sempronio Atratino y Quinto Fabio Vibulano (tribuno militar con potestad consular 416 y 414).

2

72423/2

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derrota de Delio, hicieron defección para pasarse a los lace- demonios566 y entregaron su ciudad a Brásidas, el general de los lacedemonios que se encontraba en Tracia.

2 En cuanto a Lesbos, después de la conquista de Mitilene por los atenienses567, aquellos que habían conseguido librarse de la captura, que eran muchos, ya desde hacía algún tiempo trataban de regresar a Lesbos, pero entonces se reunieron y tomaron Antandro568, desde donde hicieron la guerra contra

3 los atenienses que ocupaban Mitilene. El pueblo ateniense, indignado, envió contra ellos un contingente bajo el mando de los estrategos Aristides y Símaco569. Éstos se presentaron en Lesbos y, después de incesantes asaltos, tomaron Antan­dro; de los exiliados, a unos los ejecutaron, mientras que a

566 Sobre la defección de Escione, cf. T u c íd id e s , IV 120-121. Escíone estaba situada en la costa meridional de Palene, la península occidental del tridente calcidico (la actual Kassandra), entre Mende y el cabo Canastreo. Era tributaria de Atenas. Ocurrió por los mismos dias en que Atenas y Es­parta negociaban el armisticio de un año (cf. T u c íd id e s , IV 117; infra, ΧΠ 72, 5). La defección se produjo en la primavera del 423 con el pretexto de que los escioneos eran originarios de los peleneos del Peloponeso, que, al volver de Troya, fueron arrojados allí por una tempestad.

567 Cf. supra, XII 55, 1-4.568 £ £ T u c íd id e s , IV 52. Los exiliados de Mitilene y del resto de la

isla de Lesbos, después de tomar Reteo (una ciudad de Tróade situada a poca distancia de la antigua Troya), marcharon contra Antandro, de la que se apoderaron gracias a una traición (probablemente durante la pri­mavera del 424); su plan era liberar las otras ciudades de la costa (Hamáxito, Larisa y otras) que antes habían estado en poder de los miti- leneos (hasta el 428 a. C.) y que entonces ocupaban los atenienses. Forti­ficaron Antandro, ciudad en la que iban a tener facilidad para construir naves gracias a la riqueza maderera del monte Ida, para tener esta ciudad como base para atacar Lesbos. Antandro estaba situada en la costa sep­tentrional del Golfo de Adramitio, a unas quince millas de Lesbos.

569 Según Tucídides (IV 75, 1), ios estrategos eran Aristides y Demó- doco, que se encontraban en el Helesponto con las naves encargadas de la recaudación de tributos; cuando se enteraron de los preparativos de An­tandro, decidieron atacarla.

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otros los expulsaron de la ciudad; y después de dejar una guarnición para custodiar la plaza, partieron de Lesbos570. A 4 continuación, el estratego Lámaco571 se hizo a la mar con diez trirremes rumbo al Ponto, echó anclas en Heraclea572, junto al río llamado Calete y perdió todas sus naves573, debido a que cayeron intensas lluvias y la corriente del río se hizo muy vio­lenta, con lo que las embarcaciones fueron arrastradas contra unos escollos y acabaron a trozos en la costa.

Los atenienses concluyeron con los lacedemonios una 5 tregua de un año574, estipulando que cada una de las dos par­tes conservaría las plazas que en aquel momento estaban bajo su control. Mantenían frecuentes conversaciones en las que juzgaban que era preciso terminar la guerra y poner fin a su recíproca rivalidad. Además, los lacedemonios aspiraban a recuperar los hombres que habían sido hechos prisioneros en Esfacteria575. Una vez que hubieron estipulado la tregua del 6 modo antedicho, llegaron a acuerdos en todas las demás cues­tiones, pero ambos bandos mantuvieron sus diferencias en el

570 De la costa asiática perteneciente a Lesbos.571 Era el tercer estratego; según Tucídides, iba con Demódoco y

Aristides.572 Colonia fundada por los megareos y los beocios en la costa de Bi-

tínia, al sudoeste dei Mar Negro. Cf. Je n o f o n t e , Anábasis VI 2, 1-3.573 T u c íd id e s (ÏV 75, 2) sitúa la pérdida de estas naves en el «vera­

no» del 424. Luego Lámaco pudo marchar por tierra con sus tropas a tra­vés del país de los tracios bitinios y llegar a Caicedón, colonia de Mégara situada a la entrada del Bosforo enfrente de Bizancio.

574 Según T u c íd id e s (IV 117, 1), este armisticio por un ano se con­certó al comenzar la primavera del año 423, con la que se iniciaba el no­veno año de guerra, concretamente el catorce del mes de elafebolión (marzo-abril), y ratificada en Esparta el doce del mes lacedemonio de ge- rastio por los espartanos y sus aliados en presencia de Ni costra to, Nicias y Autocles (cf. T u c íd id e s , IV 118, 12-119).

575 Entre las cláusulas del armisticio que aparecen en Tucídides (IV 118), no se encuentra la de la cuestión de los prisioneros de Esfacteria.

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caso de Escione576. Luego, al agravarse la disensión, rompie­ron la tregua y reanudaron la guerra por el asunto de Escione.

Por el mismo tiempo, la ciudad de Mende577 también hizo defección para pasarse a los lacedemonios, lo que acre­centó la disputa por la posesión de Escione. Debido a ello, Brásidas hizo sacar de Mende y de Escione a niños y muje­res y todos los bienes más útiles y aseguró las ciudades con guarniciones considerables578; pero los atenienses, irritados por estos acontecimientos, votaron exterminar a todos los escioneos adultos cuando la ciudad cayera en sus manos579, y enviaron contra ellos una flota de cincuenta trirremes a las órdenes de Nicias y de Nicóstrato. Éstos hicieron rumbo primero contra Mende y se apoderaron de la ciudad gracias

576 Las primeras diferencias surgieron cuando los comisarios encar­gados de notificar el armisticio (Aristónimo por los atenienses y Ateneo por los lacedemonios) informaron a Brásidas. Aristónimo, por el cálculo de los días, se dio cuenta de que la defección de Escione había tenido lu­gar después de la conclusión de la tregua (dos días después, según Tucí- dídes), por lo que se negó a que su caso quedara comprendido en el statu quo del armisticio y exigió que Brásidas abandonara la ciudad, pero el general espartano se opuso a ello. Aristónimo envió un informe a Atenas y el pueblo ateniense, a propuesta de Cleón, votó destruir Escione y ani­quilar a sus habitantes (cf. T u c íd id e s , IV 122).

577 Sobre la defección de Mende, cf. T u c íd id e s , IV 123, 1-2. Mende, ciudad de la costa meridional de Palene, al oeste de Escione, era colonia de Eretria. Estaba al sudeste de la actual Kalandra. Era famosa por su ri­queza vinícola.

578 Brásidas, esperando el ataque de la flota ateniense, evacuó a Olin- to a los niños y mujeres de Escione y Mende y defendió estas ciudades con quinientos hoplitas peloponesios y trescientos peltastas calcideos, to­dos a las órdenes de Polidámidas (cf. T u c íd id k s , IV 123, 4).

579 Cf. T u c íd id e s , IV 122, 6. Atenas aceptó la propuesta de Cleón de destruir Escione y matar a sus habitantes. Respecto a las trirremes, cf. IV129, 2. De las cincuenta, diez eran de Quíos. La flota transportaba mil hoplitas y seiscientos arqueros atenienses, mil mercenarios tracios y un contingente de peltastas de los aliados de aquella zona.

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a la ayuda de unos traidores; después levantaron un muro en tomo a Escione y se entregaron al asedio, lanzando conti­nuos asaltos 58°. Pero la guarnición de Escione, que era nu- 10

merosa y tenía abundancia de proyectiles, de víveres y de otros medios, rechazaba fácilmente a los atenienses y, al ocupar una posición más alta, les causaba numerosas heri­das. Tales fueron pues los acontecimientos de este año.

Expulsión de los denos. E1 afio siguiente, A lceo581 ftie ar- 73

Expedición de clean conte en Atenas, y en Roma fueron 422/1a la costa tracia. cónsules Opíter Lucrecio y Lucio Ser-

La toma de Torone ssngio Fidenates . En el curso de este

año, los atenienses, acusando a los delios de haber conclui-

5B0 Sobre la toma de Mende y el asedio de Escione, cf. T u c íd id e s , IV 130-131. Mientras Brásidas estaba en Macedonia, los atenienses Nicias y Nicóstrato partieron de Potidea y atacaron la guarnición peloponesia de Po~ lidámidas que se encontraba en una altura bien defendida junto a la ciudad de Mende (T u c íd id e s , IV 129). Luego, tras conquistar el suburbio y devas­tar el territorio, se apoderaron de la ciudad. Según Tucídides (IV 130, 3-5), no hubo traición o entrega de los mendeos, sino una reacción del partido popular contra Polidámidas y la guarnición peloponesia. Los atenienses sa­quearon la ciudad e instauraron un gobierno democrático, y a continuación marcharon contra Escione. Durante el asedio de Escione, Perdicas de Mace­donia, disgustado con Brásidas, concluyó un acuerdo con los atenienses (tal vez relacionado con el tratado conservado en IG, 3.a ed., Berlín, 1981,1 89).

5X1 Citado por T u c íd id e s (V 19, 1; 25, 1); A n d r o c ió n , FGrHist, 324, fr. 40; F il ó c o r o , FGrHist 328, fr. 131; y A t e n e o (V 218 b). Cf. IG I2 311,2; II22318, 120. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 138.

582 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 429 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 65). En los manuscritos encontramos Fideniates (corregido por Fidenates en Estienne, y Fidenas en Casevitz). En la tradición encontramos L. Sergius Fidenas y Hostias Lucretius. Según la tradición vulgata (T. Livio, IV 42, 2; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 69), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos tribunos militares con potestad consular: Lucio Manlio Capitolino; Quinto Antonio Merenda y Lucio Papirio Mugilano (cónsui en 427).

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do en secreto una alianza con los lacedemonios, los expulsa­ron de la isla y ocuparon su ciudad583. A estos delios deste­rrados el sátrapa Famaces les dio permiso para habitar la ciudad de Adramitio584.

2 Los atenienses eligieron como estratego al demagogo Cleón, le confiaron unas fuerzas de tierra considerables y lo enviaron a las regiones de Tracia. Él hizo nimbo a Escione, y de allí agregó a sus tropas una parte de los soldados que estaban asediando la ciudad; luego se hizo de nuevo a la mar y desembarcó en Torone, ya que sabía que Brásidas había marchado de aquella zona y que los soldados que ha­bía dejado en Torone no estaban en condiciones de opo-

3 ner resistencia585. Estableció su campamento en las cercanías de Torone, puso sitio a la ciudad por tierra y la tomó al asal­to; redujo a la esclavitud a los niños y a las mujeres, hizo prisioneros a los soldados que defendían la ciudad y los en­vió encadenados a Atenas; dejó luego una guarnición sufi­ciente para defender la ciudad, se hizo a la mar con su ejér­cito y desembarcó cerca del río Estrimón, en Tracia586. Estableció su campamento cerca de la ciudad de Eyón, que

583 Respecto a la purificación de Delos, cf. supra, XII 58. Sobre el destierro de los delios, cf. T u c íd id k s , V 1; que no da motivos políticos para esta expulsión; el pretexto habría sido la voluntad de completar la purificación, al considerar a los delios culpables de una antigua culpa.

584 En la costa de Asia Menor, al nordeste de Lesbos.585 Sobre la toma de Torone, cf. T u c íd id e s , V 2-3. La decisión de

Cleón de dejar Escione y dirigirse rápidamente contra Torone es una prueba de su talento militar. La sorpresa del ataque le llevó a una victoria comparable a la de Brásidas en Anfípolis.

586 Antes de dejar Torone, Cleón levantó dos trofeos, uno en el puerto y otro junto al muro, dado que en la toma de Torone habían intervenido la flota y las fuerzas de tierra.

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dista unos treinta estadios de Anfípolis587, y se lanzó al asal­to de aquella ciudadela.

, , Cuando fue informado de que Brá- 74Muerte de Cleon y

de Brásidas en Anfípolis. sldas con su ejercito se encontraba enLa paz de Nicias y el fin las cercanías de AnfípOÜS, Cleón le­

í/e la primera parte , - , , ,de la guerra vanto el campamento para marchar

contra él. Brásidas, tan pronto como se enteró del avance de los enemigos, dispuso sus fuerzas en orden de batalla y fue al encuentro de los atenienses588. Tu­vo lugar una gran batalla campal en la que los dos ejércitos combatieron brillantemente; al principio, en una situación de equilibrio, la batalla estuvo indecisa, pero a continuación, dado que los jefes de uno y otro bando aspiraban a decidir la suerte de la batalla por su propio pundonor, muchos gue­rreros notables encontraron la muerte, pues los estrategos se lanzaron a la batalla con un insuperable espíritu de emula­ción para conseguir la victoria. Brásidas se distinguió por su 2

valor e hizo una gran matanza antes de acabar heroicamente su vida589; y cuando Cleón cayó igualmente en la batalla,

587 Sobre Cleón en Eyón, cf. T u c íd id e s , V 6. La distancia indicada de 30 estadios, es decir, algo más de cinco kilómetros, es exacta. Diodoro no menciona el ataque a Estagiro y la toma de Galepso (cf. T u c í d i d e s , V 6, 1).

588 Brásidas situó parte de su ejército en el monte Cerdilio, entre Ar­gilio y Anfípolis, en una altura desde donde podía obsevar los movimien­tos del enemigo. Cf. T u c íd id e s , V 6, 3. Cuando el ejército ateniense de Cleón se situó en una colina situada frente a Anfípolis, Brásidas entró rá­pidamente en Anfípolis, donde se dispuso a atacar al enemigo recurriendo a una estratagema descrita con detalle por T u c íd id e s (V 8 ss.).

589 Brásidas no murió en el campo de batalla como parece que deja entender Diodoro, sino que fue recogido y llevado a la ciudad todavía con vida; se enteró de que los suyos habían vencido y al cabo de poco tiempo murió. Cf. T u c íd id k s , V 10, 11.

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los dos ejércitos, sin sus comandantes, fueron presa de la confusión, pero al final vencieron los lacedemonios y levan­taron un trofeo590. Los atenienses, bajo la garantía de una tregua, recogieron a sus muertos, los enterraron y zarparon rumbo a Atenas591. Cuando algunos de regreso de la batalla llegaron a Lacedemón y comunicaron a la vez la noticia de la victoria y de la muerte de Brásidas, su madre, al enterarse de las vicisitudes de la batalla, preguntó cuál había sido el comportamiento de su hijo en la batalla; y cuando le res­pondieron que había sido el mejor de todos los lacedemo­nios, la madre del héroe muerto replicó que su hijo era un hombre valiente, pero inferior a muchos otros592. Estas pa­labras se difundieron en la ciudad y los éforos distinguieron con honores públicos a esta mujer, ya que anteponía la glo­ria de la patria a la fama de su hijo.

Después de la batalla a la que nos hemos referido, los atenienses decidieron concluir con los lacedemonios una tregua de cincuenta años cuyas condiciones eran las siguien­tes: los prisioneros de guerra serían liberados por ambas

590 Se ha observado que Diodoro se muestra imparcial, poniendo al mismo nivel a Clcón y a Brásidas, mientras que en la versión de Tucídi­des la figura de Cleón es presentada de un modo muy desfavorable; se dice de él que huyó en seguida y fue alcanzado y muerto por un peltasta de Mircino. Cf. T u c íd id r s , trad. cit.. (BCG Î64), V 10, 9 y nota 22.

591 Fue una grave derrota para Atenas. Cayeron unos seiscientos ate­nienses frente a siete bajas e n el bando contrario. Cf. T u c í d i d e s , trad. cit. (BCG 164), V 11, 2 y nota 24.

592 Las palabras de la madre de Brásidas, Argileonis, aparecen de modo parecido en P l u t a r c o ( Vida de Licurgo 25, 9; Máximas de espar­tanos 219D; Virtudes de mujeres 240; Máximas de reyes y generales 190B) y en Eliano (Historias curiosas lï 19). Respecto a los honores tri­butados a Brásidas, cf. además Tu c íd id e s , V 11, 1, quien afirma que An- fípolis enterró a Brásidas a expensas públicas en la ciudad. Según esto, los restos de Brásidas quedaron en Anfípolis, mientras que en Esparta, según Pa u s a n ia s , IÍI 14, 1, había un cenotafio del ilustre general.

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LIBRO ΧΠ 501

partes y serían devueltas las ciudades tomadas durante la guerra. De este modo, pues, se concluyó la guerra del Pelo­poneso, que había durado diez años hasta el tiempo al que ahora nos referimos593.

Cuando Aristión594 era arconte enLa alianza entre Atenas Atenas, los romanos eligieron cónsu-

y Esparta inquieta a otras . ~ciudades griegas. Argos Tito QuÍUCÍO y 3. AulO O oiliellO

entra en escena C oso595. En el curso de este año, ape­nas concluida la guerra del Pelopone­

so, se produjeron en Grecia nuevos desórdenes y movimien­tos militares por las razones siguientes. Los atenienses y los lacedemonios habían concluido la tregua y el cese de hosti­lidades de común acuerdo con sus aliados, pero, por el con­trario, habían negociado una alianza entre ellos sin tener en cuenta a las ciudades aliadas. Este comportamiento les hizo sospechosos de que los dos pueblos sellaban aquella alianza de modo privado con vistas al sometimiento596 de los otros

593 Se indica así el fin de la primera fase de la guerra del Peloponeso, ia llamada «Guerra Arquidámica», de diez años, por el nombre del rey espartano que estuvo al frente de ios peloponesios, fase que se concluyó con la Paz de Nicias. Las cláusulas aparecen expuestas con detalle en Tu c íd id e s , V 18. La entrada en vigor de la paz se sitúa a comienzos de abril del 421.

594 Lo encontramos en A t e n e o , V 216 D, F; 218 d. Cf. IG I2, 82, 6-7; 84, 3; 311, 9; 370, 5. Cf. R. Devkun, ob. cit., pág. 140.

595 Los cónsules mencionados por Diodoro ocuparon el cargo en el 428 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit, pág. 65). Según la tradición vulga­ta (T. L iv io , IV 43; 1 cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 69), en el presente año los cónsules fueron Gneo (o N.) Fabio Vibulano (tribuno militar con potestad consular 415 y 407) y Tito Quincio Capitolino Bar- bato (trib. mil. con potest, cons. en 405).

596 En griego katadoûlôsis, la misma palabra que encontramos en Tu- c íd id e s , V 27, puesta en boca de los corintios que incitan a Argos a mo­verse contra Esparta.

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griegos597. En consecuencia, las ciudades más importantes se enviaron embajadas y trataron sobre una política unitaria y una coalición contra los atenienses y lacedemonios. Al frente estaban las cuatro ciudades más poderosas: Argos, Tebas, Corinto y E lide598.

Existía una buena razón por la que las dos ciudades se hicieron sospechosas de conspirar contra Grecia, pues al tra­tado de paz común a todos se había añadido una cláusula según la cual se concedía a atenienses y lacedemonios la fa­cultad tanto de añadir al tratado como de eliminar del mis­mo todo aquello que les pareciera oportuno599. Además, los atenienses por medio de un decreto habían otorgado a diez hombres el poder de tomar las medidas necesarias para los intereses de la ciudad; y dado que los lacedemonios habían dictado una disposición semejante, las ambiciones de las dos ciudades se pusieron al descubierto. Numerosas fueron

597 El descontento y la reacción de los aliados contra el tratado de paz fueron inmediatos. Cf. T u c íd id e s , V 2 1 , donde ya surge el primer pro­blema en relación con la orden de restituir Arsfípolis. Ante este rechazo de los aliados, Esparta, temiendo quedar aislada y preocupada por una posible hegemonía de Argos, se decide a entablar negociaciones con Atenas, con la que concluye una alianza defensiva, a principios del vera­no del 4 2 1 , por un período de cincuenta años, cuyo texto está recogido en T u c íd id e s , V 2 3 -2 4 .

598 Corinto promovía la coalición frente al bloque formado por Espar­ta y Atenas; su primer contacto fue Argos, que no había participado en la primera fase de la guerra y que aspiraba a la hegemonía del Peloponeso (cf. Tu c íd id e s , V 2 7 -2 8 ). A la coalición corintio-argiva se adhirió pronto Mantinea, que quería mantener la supremacía en Arcadia (cf. T u c íd id e s ,V 29 , 1), y todo el Peloponeso estaba agitado por la cláusula que daba carta blanca a Atenas y Esparta (cf. T u c íd id e s , V 29 , 2). A la defección de los mantineos siguió la de los eleos, en desacuerdo con Esparta a cau­sa de Lépreo (cf. T u c íd id e s , V 31, 1-5), y también surgieron problemas con los beocios (cf. T u c íd id e s , V 32)

599 Cf. T u c íd id e s , V 27 , 2; 2 9 , 3.

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las ciudades que respondieron a la invitación de intervenir en defensa de la libertad común; dado que los atenienses eran menospreciados debido al desastre de Delio, del mismo modo que la fama de los lacedemonios se había visto dis­minuida a causa de la captura de los hombres de la isla de Esfacteria600, muchas ciudades hicieron causa común y persuadieron a la ciudad de los argivos a asumir la hegemo­nía601·. Esta ciudad, en efecto, gozaba de una gran conside- 6 ración gracias a sus antiguas empresas; antes del retomo de los Heraclidas602, casi todos los reyes más importantes eran originarios de la Argólide; además, al gozar de una larga paz, había recibido ingentes ingresos y disponía de grandes cantidades no sólo de dinero, sino también de hombres603.

600 Fueron devueltos después de la ratificación de la alianza. Cf. Tu- c íd id e s , trad, cit., V 24, 2 y nota 58. Esparta logró su mayor deseo, pero, al devolverlos, ios atenienses perdían su mayor garantía de que se cum­plirían los términos del tratado, especialmente la restitución de Anfípolis y Panacto. Fue un gesto generoso que Plutarco (Vida de Nicias 10, 8) atribuye a Nicias.

601 «Los corintios —leemos en T u c íd id e s (V 27, 2)— se dirigieron primero a Argos y entablaron conversaciones con algunos dirigentes ar­givos; puesto que los lacedemonios, no para bien, sino con vistas a la es­clavitud del Peloponeso, habían pactado un tratado de paz y una alianza con los atenienses, antes sus peores enemigos, era preciso —dijeron— que los argivos velaran por la salvación del Peloponeso...» Así Argos, gracias a su neutralidad, asumió el mando de una «tercera fuerza».

602 El retomo de los Heraclidas, posterior en una generación a la calda de Troya, se sitúa en el 1104. Sobre los Heraclidas y Argos en esta época, cf. D io d o r o , IV 58.

603 Dînante el siglo v, Argos había mantenido una política de neutra­lidad, sin participar ni en las guerras contra Persia (cf. H e r ó d o t o , VII 148 ss.) ni en la primera fase de la Guerra dei Peloponeso. Durante la Pentecontecia había sido aliada de Atenas en la Liga ático-delia, alianza que abandonó tras la tregua de cinco años concluida entre Atenas y Es­parta en el 451 (cf. supra, XI 86, 1 y nota 644); en el mismo año Argos

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Los argivos además, pensando que se les otorgaría la hege­monía absoluta, crearon un cueipo de mil ciudadanos esco­gidos entre los más jóvenes que se distinguían por su fuerza física y por su fortuna; los liberaron de los otros servicios públicos, aseguraron su sustento a expensas del Estado y les ordenaron que se sometieran a un adiestramiento intensivo. Así estos hombres, gracias a la ayuda estatal y a los conti­nuos ejercicios, se convirtieron rápidamente en guerreros experimentados604.

Esparta Los lacedemonios, constatando quesuaviza su politica e] Peloponeso se estaba uniendo con-

V AfpyjfiK la prfd ijyp rp

El ejemplo de Esdone. tra e]]os Y previendo la importancia de Los campanos toman la guerra, trataron de asegurar con to-

Cumas ^ o s | o s me(jjos posibles su posición

hegemónica. Como primera medida, emanciparon a los mil hilotas que habían servido en Tracia con Brásidas605; a con­tinuación, a los espartiatas que habían sido hechos prisione­ros en la isla de Esfacteria y que, por haber infamado a Es­parta, habían sido desposeídos de los derechos civiles, les liberaron de aquella pena606. Con el mismo propósito, por

estipuló con Esparla un tratado de paz de treinta años, que precisamente expiraba en los primeros meses del 421 (cf. T u c íd id e s , V 14, 4).

Este cuerpo podría ser el mismo que en eí 417, junto con los es­partanos, acabó con el gobierno democrático de Argos instaurando una oligarquía filoespartana. Cf. Tu c íd id k s , V 81,2; Pl u t a r c o , Vida de Al­cibiades 15, 3; infra, XII 80.

605 La medida fue tomada en el verano del 421, después de su regreso a Esparta con Cleáridas. Se Ies concedió además que habitaran donde quisieran, aunque poco después se les estableció en la zona fronteriza en­tre Laconia y Elide.

60ú £ £ T u c íd id e s , V 34, 2. Respecto a otros casos en los que Esparta hizo pagar el deshonor, véase, por ejemplo, H e r ó d o t o , VII 2 3 1 -2 3 2 , donde se cuenta el desprecio que sufrió Aristodemo el Temblón; J en o -

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medio de honores y distinciones por méritos de guerra, es­timulaban a superar las hazañas anteriores en los combates futuros. Trataron asimismo con mayor moderación a sus aliados y, con gestos de benevolencia, se granjearon el favor de los más hostiles. Los atenienses, por el contrario, querían infundir miedo a aquellos que resultaban sospechosos de tramar una rebelión, y mostraron a todo el mundo el ejem­plo del castigo infligido a los escioneos. Después de haber asediado y tomado su ciudad, hicieron una matanza de to­dos los hombres en edad militar, redujeron a la esclavitud a los niños y las mujeres y entregaron la isla607, para que la habitaran, a los píateos, que habían sido expulsados de su patria a causa de los atenienses.608

Por la misma época, en Italia, los campanos marcharon con un gran ejército contra Cumas y vencieron a los cuma- nos en una batalla en la que destruyeron a la mayor parte de las fuerzas que se les enfrentaron. Luego pusieron sitio a la ciudad y, después de numerosos asaltos, la tomaron a viva fuerza; la saquearon, redujeron a la esclavitud a los supervi­vientes y designaron un número adecuado de colonos elegi­dos entre sus propios ciudadanos609.

fo n t e , Constitución de los lacedemonios IX 3-6; Pl u t a r c o , Vida de Agesilao 30,

ή(]? Escione era una cherxó-nesos, una «casi-isla», es decir, una penín­sula.

608 El asedio de Escione duró dos años, ya que se inició en el verano del 423 (cf. supra, XÏI 72, 8-10) y terminó con la capitulación del ve­rano del 421 (cf. T u c íd id e s , V 32, 1). Brásidas ya había sacado de la ciudad a niños y mujeres (cf. supra, XII 72, 7), por lo que éstos no debían de ser muchos en el momento de tomar el camino de la esclavitud. El tra­to que Atenas infligió a Escione y a Mégara, igual que a Melos, tuvo una gran repercusión.

609 La destrucción de Cumas es objeto del relato de T ito L iv io (IV 44, 12). El étnico «campanos», utilizado por Diodoro y por Livio (Cam-

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420/9

Cuando A stífiío610 era arconte enRestitución de Délos. , ,Deterioro de la paz Atenas, los romanos eligieron cónsules

y actividad diplomática, a Lucio Quincio y a Aulo Sempronio,Diferencias enfre

y Atenas, que s,con Argos. Tebas ayuda nonagésima, en la que el siracusano a Heraclea de Traquinia. JJiperbio611 obtuvo la victoria en laOlmto toma Meciberna

carrera del estadio. Durante este año, los atenienses, prestando obediencia a un oráculo, restituye­ron su isla a los delios, y los delios que habitaban Adramitio volvieron a su patria612. Pero el hecho de que los atenienses no restituyeran Pilos a los lacedemonios fue la causa de que de nuevo surgieran las diferencias entre las dos ciudades y de que se volvieran a encontrar en estado de guerra613. Y en vista de esta situación el pueblo de Argos persuadió a los

panoí, Campani), se refiere al pueblo de los sábelos, que en la segunda mitad del siglo v estaban establecidos en Campania, en la fértil llanura de Capua.

6,0 Encontramos su nombre en el Mánnol de Paros A 61, y en A t e ­n e o , V 218d. Cf. JG 12311, 18; 370, 10; II2 4960, 12. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., pág. 142. Los cónsules mencionados por Diodoro a continuación, que con ei adelanto cronológico corresponden al 428 (cf. T. R, S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág, 65), son ignorados por el resto de la tradición (cf. G h . Pkrl, ob, cit., pág. 106). Según ia tradición vulgata (T. Lrvio, IV 44, 1; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 70), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos tribunos militares con potestad consular: Lucio Quincio Cincinato (trib. mil. con potest, cons. en 438 y 425), Marco Manlio Vulsón, Lucio Furio Medulino (trib. mi!, con potest, cons. en 432 y 425) y Aulo Sempronio Atratino (cónsul en 428; trib. mil. con potest, cons. en 428 y 416).

611 No aparece en otras fuentes.612 Q ' T u c íd id k s , V 32 , 1, según el cual la reinstalación de los delios

en su isla, debido a que un oráculo del dios de Delfos así lo ordenaba, tu­vo lugar en la misma época de la toma de Escione, en el verano del 421.

613 En realidad, la responsabilidad de ia ruptura del tratado de paz es atribuible a las dos potencias, dado que el hecho de que Esparta no de­volviera Aníípolis y de que no consiguiera que sus aliados respetaran los

fnU niÜ y l° s eleos celebraron la Olimpíada

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atenienses a concluir un pacto de amistad con los argivos614. Las diferencias se acrecentaron y los lacedemonios conven­cieron a los corintios para que abandonaran la Confedera­ción615 y se aliaran con e llo s516. En esta situación se encon­traba pues el Peloponeso debido a aquella confusión y falta de liderazgo.

Fuera del Peloponeso, los enianes, los dólopes y los me- 4 lieos se pusieron de acuerdo y marcharon contra Heraclea de Traquinia con fuerzas considerables. Los heracleotas se

pactos llevó a Atenas a desconfiar de Esparta y a negarse a la devolución de Pilos y de otras plazas; y se arrepintieron de haber devuelto los prisio­neros de Esfacteria. Cf. Tu c íd id e s , V 35, 2 -8 . Pero, pese a todos los in­cumplimientos, durante todo el verano del 421 se mantuvo la paz. La si­tuación empeoró en el invierno siguiente (4 2 1 -4 2 0 ). En Esparta ya había acabado el mandato de los éforos que habían concluido el tratado de paz y los nuevos éforos eran incluso contrarios al tratado; la actividad diplo­mática entre lacedemonios, atenienses, beocios y megareos, corintios y argivos se intensificó. Esparta estaba preocupada por evitar la enemistad de ios argivos y una posible alianza entre Argos y Atenas, pero, al estipu­larse una alianza particular entre Esparta y los beocios, Argos se inquietó (cf. Tu c íd id e s , V 3 6 -4 0 ); el juego de negociaciones y alianzas cada vez más complicado llevó a Argos a acercarse a Atenas, amiga suya desde antiguo, antes que a Esparta. En Atenas, irritada por la demolición de Pa­nado, la política de Alcibiades, contraria al pacifismo de Nicias, fomentó la buena amistad con los argivos. Con una alianza con Argos, Elide y Mantinea trataba de aislar a Esparta, lo que necesariamente iba a condu­cir a una ruptura con Esparta y a la reanudación de las hostilidades (cf. T u c íd id e s , V 40 ss.).

614 El tratado, fruto de la política de Alcibiades tendente a aislar a Es­parta, se concluyó por cien años entre Atenas, Argos, Mantinea y Elide. Fue la llamada Cuádruple Alianza. Cf. Tu c íd id k s , V 47.

615 La coalición de las cuatro ciudades a la que se ha referido en XII 75, 3 ss.

616 Corinto, aliada de Argos, no se adhirió al tratado entre Atenas y Argos, y, según T u c íd id e s (V 4 8 ), «los corintios se separaron de sus aliados y dirigieron de nuevo su atención hacia los lacedemonios». Se trata de un acercamiento, más que de una alianza.

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alinearon frente a ellos y tuvo lugar una violenta batalla, en la que fueron derrotados los habitantes de Heraclea. D es­pués de perder muchos hombres, se refugiaron en el interior de sus murallas y pidieron ayuda a los beocios. Los tebanos les enviaron un cuerpo de élite de mil hoplitas, con los que consiguieron rechazar los asaltos del enem igo617.

Contemporáneamente a estos acontecimientos, los olin- tios marcharon contra la ciudad de Meciberna, custodiada por los atenienses, expulsaron la guarnición y ocuparon la ciudad618.

Cuando Arquias619 era arconte enExpedición lacedemoma Atenas, los romanos eligieron cónsu- contra Argos. La tregua

de cuatro meses les a Lucio Papirio Mugilano y a Ga­yo Servilio Estructo620. En el curso de

617 Cf. T u c íd id e s , V 51-52, 1. En el apoyo a Heraclea, Tebas sustitu­yó a Esparta, absorbida por los problemas del Peloponeso. Tucídides dice que «se hicieron cargo de la plaza por miedo de que los atenienses la to­maran al tener los lacedemonios muchos problemas en ei Peloponeso», lo que provocó que Esparta se disgustara con Tebas. Pero no se refiere al envío del cuerpo de mil hoplitas. Tucídides sitúa el ataque a Heraclea en el invierno 420/419 y la intervención de los beocios en ia primavera del 419.

618 El ataque de los olintios a Meciberna se sitúa, según la cronología tucidídca (V 39, 1), en el invierno del 421/420.

619 Cf. IG I2 311, 22-23; 370, 13; II2 2319, 77; 469, 13. Cf. R. D ev e­len, ob. cit., pág. 143.

620 Los cónsules mencionados por Diodoro desempeñaron el cargo en el 427 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 66). El cognomen de G. Servilio en otras fuentes es Ahala. Según la tradición vulgata (cf. T. Li­vio, IV 44, 13; T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 71), en el presente año, difícil para Roma por un intento de los esclavos de incendiar la ciu­dad, en lugar de cónsules, fueron elegidos cuatro tribunos militares con potestad consular: Agripa Menenio Lana to (cónsul en 439; trib. mil. con potest, cons. en 417), Publio Lucrecio Tricipitino (trib. mil. con potest, cons, en 417), Espurio Naucio Rutilo (cónsul en 411; trib. mil. con potest.

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LIBRO ΧΠ 509

este año, los argivos, que acusaban a los lacedemonios de no haber ofrecido a Apolo Pitio los sacrificios debidos621, les declararon la guerra; y en este momento precisamente, Alcibiades, el estratego de los atenienses622, entró en Argo­lide con un ejército. Los argivos unieron estas tropas a las 2

cons. en 416 y 404) y Gayo Servilio Axila (cónsul en 427; trib. mil. con potest, cons. en 418 y 417).

621 En T u c íd id e s (V 53, 1), no son los lacedemonios el objeto de la acusación de los argivos, sino los epidaurios. El santuario de Apolo Pi- taeo o Pitio, al que se refiere este pasaje y el de Tucídides, suele identifi­carse con el de Asine, de Argólide, mencionado por P a u s a n ia s , II 36, 5. Cf. T u c íd id e s , trad, cit., V 53, nota 135.

622 Alcibiades era estratego desde la primavera del 420 y fue reele­gido en el 419; iba aí frente de un contingente de mil hoplitas. Alcibia­des, nacido a mediados del siglo v, era de origen noble, ya que su pa­dre Clinias pertenecía a la familia de los Eupátridas y su madre, Dinómaca, era una alcmeónida. Según Tucídides (V 43, 2), siendo un hombre todavía joven según el criterio de otras ciudades, era respetado por ía consideración de que gozaban sus antepasados. Se cuenta que fue famoso en Atenas por su lujo, sus insolencias y excentricidades, su éxito con las mujeres y sus victorias en los Juegos; tenía extraordina­rias dotes personales y don de gentes, y era un gran conductor de ma­sas, por lo que consiguió adhesiones muy diversas. Tucídides lo pre­senta como un hombre ambicioso y orgulloso (V 43), además de astuto (V 45), y Plutarco como un hombre respecto al cual el pueblo estaba dispuesto a perdonarle todo ( Vida de Alcibiades 10). Se opuso a la paz y a la política de Nicias y trató de aislar a Esparta mediante la citada Cuádruple Alianza (cf. Tucídides, V 44-47; Plutarco, Vida de Nicias 10, 4; Vida de Alcibiades 15, 1), lo que necesariamente llevaría a una ruptura con los lacedemonios. Durante el período que sigue, la masa ateniense tuvo que elegir entre el pacifista y prudente Nicias y un A l­cibiades representante de una nueva generación, de una juventud que se lanzaba a grandes empresas. Su personalidad, en suma, es compleja y difícil de sintetizar, con aspectos contradictorios que han dado pie a valoraciones de diverso signo, pero fue sin duda uno de los grandes personajes de los últimos decenios del siglo v. Véanse los árboles genea­lógicos de Alcibiades en el Apéndice I (pág. 529 y sigs.).

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suyas y marcharon contra Trecén623, ciudad aliada de los la­cedemonios, y, después de haber saqueado el país e incen­diado las granjas, regresaron a su casa. Los lacedemonios, irritados por la ilegalidad cometida contra Trecén, decidie­ron emprender la guerra contra los argivos, por lo que reunieron unas fuerzas que pusieron bajo el mando del rey A gis624. Este marchó con su ejército contra los argivos y devastó su territorio; después condujo sus tropas junto a la ciudad e incitó al enemigo a trabar combate625. Los argivos, que habían recibido un refuerzo de tres mil hombres de los eleos y un número no mucho menor de los mantineos, hicie­ron salir a su ejército de la ciudad; y ya iba a entablarse la batalla cuando los generales de los dos ejércitos se inter­cambiaron embajadores y acordaron un armisticio de cuatro m eses626. Cuando los dos ejércitos volvieron a sus países sin

623 Tucídides no se refiere a esta expedición contra Trecén. Relata, sin embargo, una serie de actuaciones de Alcibiades, como su paso al Pelo- poneso en combinación con los argivos, la disposición de una serie de medidas relativas a la alianza, su intervención para persuadir a los de Pa­tras a prolongar sus murallas hasta e! mar, el proyecto de una fortifica­ción en Río de Acaya (cf. T u c íd id e s , V 52, 2), y la ayuda a Argos en la invasión del territorio de Epidauro (V 55, 2 y 4).

624 Respecto a la expedición enviada por Esparta contra Argos al mando de Agis en el verano del 418, cf. T u c íd id k s , V 57 ss. En el in­vierno anterior, Esparta había enviado una expedición por mar a Epidau­ro sin que lo advirtieran los atenienses, lo que motivó una queja de los argivos. A raíz de este ataque lacedemonio, Alcibiades hizo grabar en la base de la estela del tratado con Esparta que íos lacedemonios no habían permanecido fíeles a sus juramentos (cf. T u c íd id e s , V 56, 1-3). La esca­lada bélica se iba incrementando.

625 Véase el relato detallado en Tu c íd id e s , V 58.626 La iniciativa de las negociaciones para la tregua la tuvieron dos

argivos, Trasilo, uno de los cinco generales, y Alcifrón, próxeno de ios lacedemonios, que fueron a tratar con Agis (cf. Tu c íd id e s , V 59, 5). La tregua de cuatro meses se acordó a título personal y en seguida vino la

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LIBRO ΧΠ 511

haber conseguido nada, las dos ciudades se encolerizaron con los generales que habían concluido la tregua. Por ello los argivos la emprendieron a pedradas contra los jefes con intención de matarlos, y éstos a duras penas, después de in­cesantes súplicas, lograron salvar su vida, pero sus bienes fueron confiscados y sus casas arrasadas. Los lacedemonios por su parte se propusieron castigar a Agis, pero, cuando él les prometió reparar su error con bellas acciones, acabaron por ceder, aunque no sin dificultad; y para el futuro eligie­ron diez hombres entre los más experimentados como con­sejeros de A gis y le ordenaron que no tomara ninguna deci­sión sin su consentimiento627.

A continuación, los atenienses en­viaron por mar a Argos un cuerpo es­cogido de mil hoplitas y doscientos soldados de caballería628 bajo el man­do de Laques y Nicóstrato; Alcibiades se unió a ellos como ciudadano priva­

do629, debido a las relaciones de amistad que mantenía con los eleos y los mantineos. Se reunieron todos en asamblea y decidieron denunciar la tregua y entrar en guerra. En conse­

reacción negativa de las respectivas ciudades, A Trasilo lo comenzaron a lapidar en el Caradro (cf, T u c íd id e s , V 60, 1-6).

627 Según T u c íd id e s , V 6 3 , le amenazaron con una multa de cien mil dracmas y el derribo de su casa,

628 Ers T u c íd id e s (V 61, 1), los hombres de caballería son trescientos.629 Alcibiades no fue elegido estratego en el 418, año en el que el

cargo correspondió a Nicias, Demóslenes y Laques (cf. IG I2, 303, 16 y 19). Este hecho se interpreta como un logro de la tendencia fíloíacónica contraria a la guerra con Esparta. Pero se debía respetar el tratado con Argos, cuya amistad era de gran importancia para Atenas. De ahí que la presencia de Alcibiades, partidario de la guerra y de aislar a Esparta, en la expedición constituía una garantía para Argos y los aliados.

Reanudación de las hostilidades.

Capitulación de Orcómeno y ataque

a Tegea. Victoria espartana en la batalla

de Mantinea

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512 BIBLIOTECA HISTÓRICA

cuencia, cada estratego exhortó a sus hombres a luchar; todos respondieron con entusiasmo e instalaron el campa­mento en el exterior de la ciudad. Luego, al haber toma­do la decisión unánime de marchar en primer lugar contra Orcómeno de Arcadia, penetraron en Arcadia, pusieron sitio a la ciudad y lanzaron cotidianos asaltos contra sus mu­ros 630. Una vez que hubieron sometido esta ciudad, decidie­ron poner sitio a Tegea y trasladaron su campamento junto a esta plaza631. Pero, al pedir los tegeatas a los lacedemonios que acudieran en su auxilio a toda prisa, los espartiatas reu­nieron un contingente con todos sus soldados y las fuerzas aliadas y se dirigieron contra Mantinea, convencidos de que con el ataque a esta ciudad conseguirían que se levantara el asedio a Tegea632. Los mantineos, después de recibir refuer­

630 Orcómeno, fiel a Esparta como otras ciudades de Arcadia, era una ciudad muy importante, tanto por su pasado como por su posición estra­tégica en el centro del Peloponeso. Pertenecía a la Liga del Peloponeso desde el siglo vi y participó con ciento veinte hombres en las Termopilas (cf. H e r ó d o t o , VII 202) y con un contingente de seiscientos soldados en Platea (cf. H e r ó d o t o , IX 28, 4). En esta ocasión, los de Orcómeno, pre­ocupados por la debilidad de sus murallas ante aquel considerable ejérci­to, y en vista de que no recibían ninguna ayuda de Esparta, llegaron a un acuerdo con sus sitiadores (cf. T u c íd id e s , V 6Î, 4).

631 En realidad, una vez que Orcómeno estuvo en su poder, los alia­dos se pusieron a deliberar para decidir qué ciudad atacar en primer lu­gar; los eleos proponían que fuera Lépreo, mientras que los mantineos querían marchar contra Tegea, y los argivos y atenienses se adhirieron a la propuesta de los mantineos, por lo que los eleos se retiraron ( cf. Tu- c íd id e s , V 62). Tegea, situada en la zona sudoriental de Arcadia, en un lugar estratégico en el camino hacia Argos, era aliada de Esparta, aunque no lo había sido siempre de buen grado, puesto que había sostenido una guerra contra los lacedemonios, de ia que salió derrotada y obligada a aceptar la supremacía espartana (cf. H k ró d o to , IX 35, 2; 37, 4).

632 La intervención de Esparta en apoyo de Tegea se realizó «con una rapidez nunca vista» (cf. T u c íd id e s , trad, cit., V 6 4 , 2 y nota 174). Cf. el

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LIBRO XII 513

zos de los aliados y ponerse en marcha ellos mismos en ma­sa, se alinearon contra los lacedemonios.633 Tuvo lugar una violenta batalla; las tropas de élite de los argivos, el cuerpo de los mil hombres, perfectamente adiestrados para la gue­rra, al principio consiguieron poner en fuga a los enemigos situados frente a ellos y en la persecución hicieron una gran matanza634. Pero los lacedemonios pusieron en fuga a los otros sectores del ejército y, cuando hubieron dado muerte a un buen número de enemigos, volvieron sobre sus pasos pa­ra atacar a aquellos argivos, a los que rodearon gracias a su superioridad numérica, abrigando la esperanza de aniquilar­lo s635. Aunque las tropas de élite, en clara inferioridad nu­mérica, eran superiores por su valor y arrojo, el rey de los lacedemonios, combatiendo en primera fila, arrostró todos los peligros y estuvo a punto de realizar una matanza; se afanaba por cumplir la promesa hecha a sus conciudadanos y reparar con una acción heroica su error del pasado636; pero

relato detallado en T u c íd id b s , V 63 ss, ; y asim ism o P l u t a r c o , Vida de Alcibiades 15, 1-2.

633 Respecto a la batalla de Mantinea de agosto del 418, cf. el relato detallado de Tu c íd id e s (V 65-74), con los movimientos de los dos ejérci­tos, la estratagema de Agís, las posiciones en orden de batalla, la estima­ción de los efectivos, las tácticas y movimientos de la batalla que acabó con victoria lacedemonia y el balance final. Cf. asimismo Pl u t a r c o , So­bre si el Estado debe ser gobernado por el anciano 797 B.

634 La primera parte de la batalla fue favorable a los mantineos y sus aliados, entre los que se distinguieron lo s argivos (cf. T u c íd id e s , V 71- 71, 3), y ello pese a los intentos del rey Agis de reforzar los espacios más débiles de su formación.

635 Agis, al darse cuenta de que su ala izquierda, frente a los manti­neos y a los mil argivos, se encontraba en apuros, ordenó a todo el ejérci­to que se dirigiera hacia el sector que estaba siendo vencido. Esta orden decidió la batalla (cf. T u c íd id e s , V 73, 2-3).

636 Cf. supra, XII 78, 6.

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514 BIBLIOTECA HISTORICA

no se le permitió llevar a término su empresa. En efecto, el espartiata Fárax, uno de sus consejeros, un hombre que go­zaba de gran prestigio en Esparta637, le exhortó a que dejara escapar a las tropas de élite638, para no exponerse frente a hombres desesperados y evitar así el riesgo de experimentar el alcance del valor abandonado por la Fortuna. Así Agis se 7

vio obligado a actuar según la orden que se le acababa de dar y dejar que el enemigo partiera de acuerdo con el pare­cer de Fárax639. Los Mil, por tanto, pudieron pasar y salvar su vida, y ios lacedemonios, vencedores en una gran batalla, levantaron un trofeo y regresaron a su patria640.

637 Probablemente es el Fárax, padre de Es ti fon, mencionado en Tu- c íd id e s , TV 38, 1. Debía de tener una edad avanzada y hay que distin­guirlo del Fárax comandante en Egospótamos, al que cita Diodoro en XIV 79.

638 Las tropas escogidas de los argivos, con la corrección de Reiske, aceptada por Oldfather, logási, en lugar del arkási de los manuscritos, en cuyo caso la traducción sería: «a que dejara escapar a íos arcadios».

639 Cf. Tu c íd id e s , trad. cit. V 73, 4 y notas 199-200. Según Diodoro, pues, fue Fárax quien aconsejó al rey Agis que renunciara a perseguir o a poner en una situación desesperada a los mil argivos, mientras que en Tucídides la renuncia es justificada por una táctica de guerra habitual en los ejércitos espartanos, que «sostienen las batallas durante largo tiempo y con firmeza hasta el momento que ponen en fuga al enemigo, pero una vez que lo han hecho huir, sus persecuciones son breves y a escasa dis­tancia».

640 T u c íd id e s (V 784, 3) nos da el balance de la batalla de Mantinea: «Murieron setecientos hombres entre argivos, omeatas y cleoneos, dos­cientos de los mantineos, y de los atenienses, con íos eginetas incluidos, otros doscientos y los dos estrategos. En el lado de los lacedemonios, sus aliados no sufrieron pérdidas dignas de tenerse en cuenta; y en cuanto a los mismos lacedemonios, resultaba difícil saber la verdad, pero se decía que habían muerto unos trescientos». Fue pues un claro contratiempo pa ra las aspiraciones atenienses.

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LIBRO XU 515

Transcurrido aquel ano, Antifon-Pazy alianza ω ,entre Esparta te iue arconte en Atenas, y en Ro-

y Argos. Oligarquía ma, en lugar de los cónsules, fueronen Argos y restauración i j , , ·, .... ¿47

de h democracia. Guerra designados cuatro tribunos militares642,entrefocensesylocros. Gayo Furio, Tito Quincio, MarcoAtenas y Me los. Roma p Q ^ y ^ o y Aillo C om elio643. Durante

confra riaenaseste año, los argivos y los lacede­

monios, después de intercambiar embajadores, acordaron la paz y estipularon una alianza644. En consecuencia, los man­tineos, habiendo perdido el apoyo de los argivos, se vieron obligados a someterse a los lacedemonios645. Por los mis­mos días, en la ciudad de los argivos, los mil ciudadanos del cuerpo de élite se pusieron de acuerdo y decidieron abatir la democracia e instaurar un gobierno aristocrático salido de sus filas. A l contar con muchos apoyos, gracias a la posi­

641 Cf. IG I2 , 94, 3; 95; 370, 14; 302, 1 ( = T o d , 75; M eig g s-L ew is , 77); t f , 2319, 84; 4960, 16-17. Cf. R. D ev e l in , ob. cit., pág. 144.

642 Cf. supra, X ll 32, 1, nota 188.643 Estos tribunos con poder consular mencionados por Diodoro des­

empeñaron el cargo en el 426 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 66). Se corresponden con ios citados por T. L iv io , IV 31, 1. Según la tradición vulgata (T. Livio, IV 45, 5; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 72), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos tres tribunos militares con potestad consular: Lucio Sergio Fidenates (cónsul en 437, y 429; trib. mil. con potest, cons. en 433 y 424), Marco Papirio Mugilano (cónsul en 411; trib. mil. con potest, cons. en 416) y Gayo Servilio Axila (cónsul en 427; trib. mil. con potest, cons. en 419 y 417).

644 Respecto a este tratado de paz y alianza entre Argos y Esparta, cf. T u c íd id e s , trad cit., V 76-81 y notas 212 ss. El acuerdo, del invierno del 418-417, constituyó un duro golpe para Atenas. Después de la derrota de Mantinea, el partido oligárquico y filoespartano de Argos se había visto fortalecido; por ello aceptaron la propuesta de conciliación espartana transmitida por Licas, hijo de Arcesilao, próxeno de los argivos. En Tu­cídides encontramos el texto de los pactos.

ms T u c íd id e s , V 81, 1.

80

418/7

2

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516 BIBLIOTECA HISTÓRICA

ción de privilegio de la que gozaban entre sus conciudada­nos a causa de sus riquezas y de sus hazañas, comenzaron por apresar y condenar a muerte a los jefes reconocidos del partido popular, y después, una vez aterrorizado el resto de la población, abolieron las leyes y administraron el Estado según sus ideas646. Mantuvieron este régimen durante ocho meses, al cabo de los cuales el pueblo se unió contra ellos; fueron masacrados y el pueblo restauró la democracia647.

Se produjo otro movimiento en Grecia. Los focenses y los locros, en una situación de conflicto entre ellos, se con­fiaron al campo de batalla para dirimir sus diferencias con el valor de sus propios soldados; vencieron los focenses, que mataron a más de mil locros648.

Los atenienses, mandados por Nicias, conquistaron dos ciudades, Citera y N isea 649; también tomaron M elos des­

646 El derribo de la democracia en Argos se sitúa «cuando el invierno tocaba a su fin, con la primavera ya en puertas», es decir, en ía primavera del 417. Con ello acababa el decimocuarto año de guerra (418-417 a. C.). Cf. T u c íd id e s , V 81, 2.

647 Respecto a esta reacción democrática, cf. T u c íd id e s , V 82, 2-6. Los del partido popular mataron a algunos de sus adversarios y desterra­ron a otros. Ante el temor de una intervención de Esparta, el pueblo de Argos, con la ayuda de los atenienses, empezó a construir sus Muros Largos hasta el mar. Estos muros eran el principal medio que tenían los atenienses para apoyar a sus aliados, gracias a su superioridad marítima. Esto ocurría en otoño del 417.

648 La cronología de Diodoro está aquí en evidente contraste con la tucidídea. Tucídides sitúa el litigio entre focenses y locros en ei verano del 421, coincidiendo con la toma de Escione. Cf. Tu c íd id e s , V 32, 2, donde aparece una breve referencia a esta pequeña guerra.

649 En cuanto a las conquistas de Citera y Nisea, Diodoro ya se ha re­ferido a ellas en XII 65, 8 y 66, 4. Son hechos muy anteriores (cf. Tucí- DiDES, IV 53 ss. y 69). Diodoro, a diferencia de Tucídides, ha menciona­do también la expulsión de los atenienses de Nisea por Brásidas (cf. supra, XII 68). Es probable que, junto a estos hechos citados, Diodoro confunda la primera expedición de Melos dirigida por Nicias, del año 426

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LIBRO XII 517

pués de un asedio, dieron muerte a toda la población mascu­lina650 en edad adulta y redujeron a la esclavitud a niños y mujeres651.

Tales fueron durante este año los acontecimientos reía- 6 ti vos a los griegos. En Italia, los fidenates, cuando llegaron a su ciudad unos embajadores que Roma les había enviado, los condenaron a muerte por motivos insignificantes. En- 7 tonces los romanos, indignados, votaron entrar en guerra652,

(cf. Tu c íd id e s , III 91) , con la segunda, del 416 (cf. T u c íd id e s , V 84 ss.), lo que explicaría la nueva mención de las tomas de Citera y Nisea.

650 Hay una laguna en el texto. Vogel propuso leer pántas, como en XII 76, 3.

651 Cf, Tucídides, V 84 ss. Esta expedición contra Mefos del 416 fue mandada por los estrategos Cleomedes, hijo de Licomedes, y Tisias, hijo de Tisímaco. Iban al frente de una expedición de treinta y ocho naves y unos tres mil hombres entre tropas propias y aliadas (84, 1). Después de inútiles conversaciones entre los embajadores de las dos partes, a las que se refiere e) famoso «Diálogo de Melos» tucidídeo (V 85-112), ios estra­tegos iniciaron el asedio, que se reforzó con el envío de un nuevo cuerpo expedicionario mandado por Filócrates (V 116, 3). La masacre de los me­llos (invierno 416/415) y la crueldad de los atenienses tuvo una amplia resonancia en el mundo griego (cf. Isocrates, IV 100-102; ΧΠ 62; XV 113; Psbudo A ndocides, IV 22-23; P lu ta r c o , Vida de Alcibiades 16, 5-6, que atribuye a Alcibiades una gran paite de responsabilidad). El epi­sodio de Melos, destacado por Tucídides al final dei libro V, que preten­día ser una lección para los aliados inquietos, se convirtió en un tema de reflexión política respecto al enfrentamiento entre el fuerte y el débil, en­tre moral y pragmatismo, y en un símbolo de la lucha antiimperialista. Los mismos atenienses, tras la derrota final, recordaron la suerte de Me­los por temor a sufrir algo parecido (cf. Jenofonte, Helénicas II 2, 3). El caso de los mellos no fue único; ya habían sufrido la misma suerte los es- cioneos (cf. Tu c íd id e s , V 32, 1): destrucción de una comunidad median­te el asesinato de hombres adultos y la esclavitud de mujeres y niños, y sustitución por colonos atenienses. Fue lo que Eurípides llevó a escena en sus Troyanas, obra de actualidad en tantas ocasiones.

652 Diodoro parece seguir la tradición de una sola guerra contra Fide­nas (cf. D io n isio d e H a l ic a r n a s o , XII 5 ss.), mientras que Tito Livio

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prepararon un ejército considerable y eligieron dictador a Anio Emilio, y a su lado, según la costumbre, pusieron a Aulo Cornelio en calidad de comandante de caballería. Emi­lio, una vez acabados los preparativos para la guerra, levan­tó el campamento y marchó contra los fidenates con su ejér­cito. Los fidenates se alinearon enfrente y tuvo lugar una violenta batalla que se prolongó mucho tiempo; cayeron muchos hombres de uno y otro bando, y el resultado del combate fue incierto653.

Cuando Eufemo654 era arconte entxpeaic.ion de Espartacontra Argo. Alcibiades Atenas, en Roma, en lugar de los cón-

ayuda a ios argivos. sules, fueron designados tribunos mili- Lucha por Orneas , T . ^ . T . „ . ,

tares Lucio runo, Lucio Qumcio y Au­lo Sempronio655. Durante este año, los lacedemonios en com­pañía de sus aliados marcharon contra Argólide y , después de

distingue dos guerras contra los fidenates, una después del asesinato de los embajadores romanos, en el 437 (cf. IV 17-19) y otra iniciada en el 426 (cf. IV 31-34), con Mamerco Emilio como dictador y Aulo Comelio como magister equitum, que concluyó con la conquista y el saqueo de Fi­denas. También en este caso, Diodoro parece fusionar dos guerras, unien­do !as motivaciones (defección de Fidenas y asesinato de los embajado­res) con los protagonistas de la segunda.

f>53 Para Tito Livio el resultado no fue indeciso, sino que acabó con una victoria romana.

654 Su nombre aparece en A t e n e o , 216 f-217 b. Cf. IG I2, 96, 3; 149, 4; 302, 25 (= T o d , 75; M eig g s-L ew is , 77); 370, 18; i f , 4960, 18. Cf. R. D ev e l in , ob. cit., pág. 146.

655 Los tribunos militares mencionados por Diodoro desempeñaron el cargo en el 425 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 67). A estos tri­bunos Tito Livio añade Lucio Horacio; y Aulo Sempronio falta en una paite de las fuentes. Según la tradición vulgata (T. Lrvio, IV 47, 7; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 73), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos cuatro tribunos militares con potestad consular: Publio Lucrecio Tricipitino (trib. mil. con potest, cons. en 419), Agripa

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LIBRO ΧΠ 519

tomar la plaza de Hisias, aniquilaron a sus habitantes y arrasa­ron la ciudadela656; después, al enterarse de que Argos había edificado sus Muros Largos hasta el mar657, se dirigieron hacia allí y arrasaron los muros ya construidos; y a conti­nuación emprendieron el camino de regreso hacia su pa­tria658.

Los atenienses eligieron a Alcibiades como estratego, le 2

confiaron veinte naves659 y le ordenaron que fuera a ayudar a los argivos en la reorganización política de su ciudad, en la que todavía persistían los disturbios debido a que habían quedado muchos partidarios de la aristocracia. Alcibiades se 3

presentó pues en la ciudad de los argivos, tuvo una reunión con los defensores de la democracia y tomó nota de los más reconocidos partidarios de los lacedemonios660, a los que

Menenio Lanato (cónsul en 439; trib. mii. con potest, cons. en 419), Gayo Serviíio Axila o Estructo (cónsul en 427; trib. mil. con potest, cons. en 419 y 418) y Espurio Rutilo Craso (o Esp. Veturio Craso Cicurino)

656 Cf. Tu c íd id e s , trad, cit., V 83, 2 y nota 235. En el caso de Hisias, Esparta se nos muestra afectada por la degeneración de la guerra; se trata de una matanza comparable a la efectuada por los atenienses en Escione o en Melos, o a la aniquilación de Platea por los tebanos. Puede verse como un inmediato precedente de lo ocurrido en Melos.

657 Era desde luego una obra ingente y es difícil creer que ya estuvie­ran acabados. Cf. T u c îd id iïs , V 82, 5.

658 Los ataques a Hisias y a los muros de Argos, conducidos por Agis en el invierno del 417/416 constituyen la represalia de Esparta contra Ar­gos, que había acabado con los oligarcas y se había acercado a Atenas. En T u c íd id iís (IV 83, 1-2) el orden es diferente; primero se sitúa el ata­que a Argos y la demolición de los muros, y después Ja toma de Hisias.

659 La expedición lacedemonia contra Argos del invierno anterior fue seguida por el envío de Alcibiades en el «verano» del 416. Diodoro da el mismo número de naves que encontramos en Tucídides.

660 T u c íd id e s (V 84, 1) dice que los promotores de la oligarquía arres­tados y expulsados de la ciudad fueron trescientos y que fueron deporta­dos a islas controladas por los atenienses. Respecto a la suerte de estos hombres, cf. T u c íd id e s , VI 61 , 3.

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82

416/5

expulsó de la ciudad; contribuyó así a consolidar el gobier­no democrático y se hizo a la mar para regresar a Atenas.

Hacia el final del año, los lacedemonios penetraron en Argólide con un numeroso ejército y, después de devastar una buena parte de la región, instalaron a los exiliados argivos en Orneas; hicieron de esta plaza una fortaleza contra la Argólide y dejaron allí una guarnición importante con la misión de hos­tigar a los argivos661. Pero, una vez que los lacedemonios se fueron de Argólide, los atenienses enviaron a los argivos un socorro de cuarenta trirremes y mil doscientos hoplitas662; en­tonces los argivos en compañía de los atenienses marcharon contra Orneas y tomaron la ciudad al asalto; mataron a una parte de los soldados de la guarnición y de los exiliados, y a la otra parte la expulsaron de Orneas. Éstos fueron pues los acontecimientos del decimoquinto año de guerra663.

En el año decim osexto, Arim-Bizantinos y calcedonias , 61 ft , ( ,os ate.atacan Bitima. Guerra

entre Egesta y Selinunte nienses, y en Roma, en lugar de los cónsules, fueron designados cuatro

tribunos militares, Tito Claudio, Espurio Naucio, Lucio Sentio y Sexto Julio 665. Fue el año en que entre los eleos se

661 Según Tucídides, en el invierno 416/415, los espartanos hicieron dos expediciones contra Argólide; en la primera (V 116, 1) se retiraron porque en la frontera no fueron favorables los sacrificios; Pero la segunda (VI 7, 1), a la que se refiere aquí Diodoro, fue exitosa.

662 Treinta naves y seiscientos hoplitas según Tu c íd id e s , V I7, 2.663 Después de estos hechos de Orneas, Tucídides liega al final del

año decimosexto (VI 7, 4).664 Lo encontramos en Iseo , V I 14; y en H e siq u io , s . v. Ermokopídai.

Cf. JG l \ 302, 35 (= T o d , 75; M e ig g s -L e w is , 77); 370, 18. Cf. R. D e v e l in , ob. cit., págs. 147/148.

f’65 Los tribunos militares con potestad consular mencionados por Diodoro desempeñaron el cargo en eí 424 (cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob.

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LIBRO XII 521

celebró la Olimpíada nonagesimoprimera, en la que Exéne- to de Acragante666 obtuvo la victoria en la carrera del esta­dio. Los bizantinos y ios calcedonios, acompañados por un 2

contingente de los tracios, marcharon contra Bitinia con im­portantes efectivos, devastaron el territorio, tomaron un gran número de pequeños poblados y llevaron a cabo actos de una inaudita crueldad; después de capturar muchos pri­sioneros, hombres, mujeres y niños, los mataron a todos.

Por la misma época, en Sicilia, los egesteos estuvieron 3

en guerra con los selinuntios; el objeto de la disputa eran unas tierras situadas junto a un río que delimitaba el territo­rio de las ciudades en lucha667. Los selinuntios, después de 4 atravesar el curso de agua, comenzaron por ocupar a viva fuerza la zona que bordeaba el río, pero a continuación se

cit., pág. 68). Existen dudas sobre el praenomen de Claudio, que podría ser Apio, y sobre el nomen de Sentio, que puede ser Sergio. Según la tra­dición vulgata (T. L iv io , IV 47, 7; cf. T. R. S. B r o u g h t o n , ob. cit., pág. 73), en el presente año, en lugar de dos cónsules, fueron elegidos cuatro tribunos militares con potestad consular: Aulo Sempronio Atratino (cón­sul en 428; trib. mil. con potest, cons. en 425 y 420), Marco Papirio Mu- gilano (cónsul en 411; trib. mil. con potest, cons. en 418), Quinto Fabio Vibulano (cónsul en 423; trib. mil. con potest, cons. en 414) y Espurio Naucio Rutilo (cónsul en 411; trib. mil. con potest, cons. en 419 y 404).

666 Venció de nuevo en el 412. Cf. D io d o r o , XIII 82, 7. De su victo­ria nos habla El ia n o , Historias curiosas II 8. Cf. L. M o r et ti, ob. cit., pág. 345. Exéneto era hijo de Bmpédocles. En ía misma Olimpíada, Alci­biades presentó siete cairos en la carrera de cuádrigas y logró la victoria, el segundo y el cuarto puestos (cf. T u c íd id e s , VI 16, 2; cf. asimismo E u r íp id e s , fr. 1 E d m o n d s ; Isó c r a t e s , Sobre el tronco de caballos 34). Sobre la magnificencia de la delegación de Alcibiades, cf. Pl u t a r c o , Vicia de Alcibiades 11-12; D io d o r o , XIII 74, 2.

667 Cf. Tu c íd id e s , VI 6, 2. No era ésta la primera guerra sostenida por los elimos de Egesta por una cuestión de fronteras. Cf. supra, XI 86, 2 y nota 645, donde se habla de una guerra (en el 454/453) entre los egesteos y los íilibeos, probablemente apoyados por Selinunte, por el territorio si­tuado junto al río Mazaro.

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522 BIBLIOTECA HISTORICA

apropiaron de una buena parte de las tierras adyacentes, des-5 preciando a las víctimas de su tropelía. Los egesteos, exaspe­

rados, trataron primero de persuadir con razones a sus enemi­gos a no penetrar en una tierra ajena, pero después, dado que nadie les hizo caso, marcharon contra los que ocupaban sus tierras, los expulsaron a todos de los campos y recuperaron su

6 territorio. Pero al agravarse el antagonismo entre las dos ciu­dades, unos y otros reunieron tropas y se confiaron al juicio de las armas. En consecuencia, una vez que los dos ejércitos hubieron tomado posiciones, tuvo lugar una dura batalla, en la que los selinuntios obtuvieron la victoria y mataron a un buen

7 número de egesteos668. Los egesteos, humillados e incapaces de contraatacar por sus propios medios, primero trataron de obtener la alianza de los acragantinos y los siracusanos, pero, al fracasar en este intento, enviaron embajadores a Cartago para solicitar su ayuda; y al no ser tampoco atendidos, se pu­sieron a buscar una alianza al otro lado del mar; y en esto el azar colaboró con ellos.

83 Leontinos y Egesta Los Pontinos habían sido depor-soíicitan la intervención tados de su ciudad por los siracusanos

ateniense en Sicilia habían perdido no sólo su ciudad y¿ / en gano de los egesteos. J r

Nicias contrarío sino también sus tierras; por ello losa la expedición exiliados se concertaron y decidieron

tener de nuevo como aliados a los atenienses669, que eran2 sus hermanos de raza670. Comunicaron su proyecto a los

pueblos671 que estaban de su parte, y enviaron en común

668 El ataque y victoria de Selinunte contra Egesta, tradicional aliada de Atenas (cf. supra, ΧΠ 54,2 y nota 392), tendra importantes repercusiones.

669 Cf. supra, XII 54.670 Cf. supra, XII 53, 1 y nota 381.671 Con la lectura éthnësin. Según otra lectura, egestaíois, la traduc­

ción sería «a los egesteos, que estaban de su parte».

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LIBRO XII 523

embajadores a los atenienses, para pedirles que acudieran en auxilio de sus ciudades, víctimas de la injusticia, y para prometerles su colaboración en la resolución de los asuntos de S icilia672. Los embajadores llegaron pues a Atenas y, al 3 invocar los leontinos su parentesco de raza y su alianza pre­cedente673, y prometer los egesteos su contribución a la guerra con grandes sumas de dinero y su apoyo militar con­tra los siracusanos, los atenienses decidieron enviar a al­gunos de sus mejores ciudadanos para investigar sobre la situación de la isla y de los egesteos674. A su llegada a 4 Egesta, los egesteos se pusieron a exhibir abundantes su­mas de dinero, de las que una parte procedía de sus pro­pias casas, mientras que la otra la tenían en préstamo de los pueblos vecinos, con vistas a aquel acto de ostenta­ción675. Una vez que regresaron los embajadores y se refi- 5 rieron a la opulencia de los egesteos676, el pueblo se re-

672 Sobre la embajada de Egesía, cf. T u c íd id e s , VI 6, 2, donde se in­voca el caso de Leontinos y se subraya el peligro de los dorios de Sicilia.

673 Sobre la alianza estipulada entre Leontinos y Atenas, probable­mente hacia el 454/453, y renovada en el 433/432, cf. supra, XII 53, 1. En Tucídides, son los embajadores egesteos quienes recuerdan una alian­za de Atenas y Leontinos en tiempos de Laques (cf. T u c íd id e s , trad. cit. VI 6, 2 y nota 23). Cf. IG, Ia, 19 (=T o d , 31; M eig g s-L ew is , 37).

674 Esta delegación ateniense enviada a Sicilia tenía un doble objeti­vo: verificar el potencial económico de Egesta y examinar la situación de la guerra con Selinunte (cf. Tu c íd id e s , VI 6, 3).

675 Sobre ei subterfugio y eí engaño de los egesteos respecto a sus ri­quezas, cf. T u c íd id e s , V I46 , 3-4 .

676 Los embajadores regresaron a comienzos de la primavera del 415, acompañados por Sos delegados de Egesta que traían sesenta talentos de plata sin acuñar, cantidad que representaba ia paga de un mes para las se­senta naves cuyo envío pensaban solicitar. Los atenienses escucharon los informes de sus propios embajadores, «informes seductores pero no cier­tos» (cf. T u c íd id e s , VI 8, 1-2).

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524 BIBLIOTECA HISTÓRICA

unió en asamblea para debatir el asunto677. Cuando se pre­sentó la propuesta de deliberar sobre la expedición a Sici­lia, N icias, hijo de Nicérato, admirado por sus conciuda­danos a causa de su valor, desaconsejó la expedición678. No era posible — dijo— sostener al mismo tiempo la gue­rra contra los lacedemonios y enviar a ultramar fuerzas importantes; ¡no podían hacerse con la hegemonía de los griegos y esperaban apoderarse de la isla más grande de la tierra habitada!fi79. Si los cartagineses, que gozaban de la más vasta hegemonía y que ya habían hecho mucha guerra para conquistar Sicilia, no habían podido adueñarse de la isla, era también impensable que los atenienses, cuyo potencial era muy inferior al de los cartagineses, pudieran conquis­tar con la lanza la más poderosa de las islas.

Alcibiades persuade a los atenienses

a emprender la expedición

a Sicilia. Preparativos para la guerra

Una vez que Nicias hubo aducido otros muchos argumentos en conso­nancia con la tesis que había expues­to, Alcibiades, el principal defensor de la propuesta contraria y el más

577 Diodoro concentra en una sola asamblea el debate sobre la expedi­ción a Sicilia. En realidad, de acuerdo con Tucídides, la asamblea se re­unió dos veces con un intervalo de cuatro días; en la primera (VI 8, 2), se decretó el envío de sesenta naves a las órdenes de Nicias, Alcibiades y Lámaco; en la segunda (VI 8, 3-26, 1) se trató sobre la aportación de los medios necesarios para la expedición. A esta segunda asamblea se refiere el relato de Diodoro, que, pese a su brevedad, no deja de señalar algunos aspectos importantes que encontramos en el análisis tucidídeo.

678 Sobre la actitud de Nicias contraria a la expedición, cf. T u c íd id e s ,VI 9-14; P l u t a r c o , Vida de Nicias 12; Vida de Alcibiades 18, 1.

r>79 El motivo de la dificultad de sostener un doble frente aparece también en T u c íd id e s , en el discurso de Nicias (VI 10, 1-5).

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LIBRO ΧΠ 525

ilustre de los atenienses, persuadió al pueblo a emprender la guerra680. Era, en efecto, el más elocuente de los ciudada­nos, renombrado por su noble linaje, por su riqueza y por su talento militar681. El pueblo, pues, preparó inmediatamente una flota considerable, con treinta trirremes recibidas de los aliados y cien equipadas por ellos m ism os682. Después de 3 proveerlas con todo lo necesario para la guerra, enroló a unos

680 Según Tucídides, la decisión de enviar la expedición fue tomada en una primera sesión de la asamblea (cf. ÍG I2 > 9 8 -9 9 = To d , 77; M e ig g s -L e w is , 7 8 ) y fue en la segunda cuando se produjo el debate entre Nicias y Alcibiades.

681 Diodoro fija su atención en estos aspectos de la personalidad de Alcibiades y pasa por alto los argumentos del ateniense a favor de la ex­pedición, sobre los que se extiende T u c íd id e s (VI 17, 2-18, 3). El relato de Diodoro no se detiene en el debate entre Nicias y Alcibiades con sus posiciones antitéticas, el primero como el hombre de la paz, prudente y previsor, y el joven Alcibiades como el hombre de la improvisación y las decisiones rápidas. Al discurso de Alcibiades (cf. T u c íd id e s , VI 16-18) siguió, según Tucídides, un segundo discurso de Nicias, intentando di­suadir de la expedición (20-23); tras este discurso, que consiguió el efec­to contrario, siguieron la interpelación de un demagogo (25, 1), una tercera intervención de Nicias (25, 2) y, finalmente el decreto de la asam­blea favorable a la expedición (26, 1). Un tai Demóstrato habría sido su promotor (cf. Pl u t a r c o , Vida de Nicias 12, 6; A r ist ó fa n e s , Lisístrata 387 ss.).

682 Las cifras de las fuerzas navales y de tierra de los atenienses son más o menos las mismas que encontramos en T u c íd id e s , VI 43, es decir, un total de ciento treinta y cuatro trirremes y dos pentecóntoros rodios (de estas naves cien eran atenienses, y de estas cien, sesenta eran trirre­mes rápidas y las otras transportes de tropas [cf. T u c íd id e s , trad, cit., VI 43 y notas 112-113 ss.], mientras que el resto de la flota procedía de Quíos y de las demás ciudades aliadas); el total de los hoplitas ascendía a cinco mil cien (y de éstos, procedían de la misma Atenas mil quinientos hom­bres del alistamiento ordinario y setecientos thétes (los ciudadanos de la cuarta clase censitaria) que iban como soldados de marina, mientras que del resto, que participaban en la expedición a título de aliados, unos vení­an de las ciudades vasallas y los otros eran quinientos argivos y doscien­tos cincuenta mantineos y mercenarios); el total de arqueros ascendía

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526 BIBLIOTECA HISTORICA

cinco mil hoplitas y eligió a tres estrategos para dirigir la expedición, Alcibiades, Nicias y Lámaco683.

4 Los atenienses estaban pues ocupados en esta empresa, y nosotros hemos llegado al principio de la guerra que en­frentó a los atenienses y los siracusanos y, de acuerdo con nuestro proyecto inicial684, expondremos la continuación de estos acontecimientos en el libro siguiente.

a cuatrocientos ochenta (y de éstos, ochenta eran cretenses), y había seis­cientos honderos rodios, ciento veinte megareos exiliados armados a la ligera, y un transporte de caballos con treinta hombres de caballería a bordo.

m Fueron nombrados en la primera asamblea. Cf. Tucídides, trad, cit., VI 8, 2 y nota 29. Se ha discutido sobre quién era el primer estratego, ya que las fuentes literarias no están de acuerdo. Si T ucídides (VI 8, 2), Diodoro y C o rn e lio N epote ( Vida de Alcibiades 3, 1) ponen en primer lugar a Alcibiades, en A ndócides {Sobre los misterios [1], 11), en otro pasaje de Tucídides (VI 47-49) y en Justino (IV 4, 3) aparece en el pri­mer puesto Nicias, en el segundo Alcibiades, y en el tercero Lámaco; eí mismo orden se encuentra en un pasaje de P lu ta r c o ( Vida de Nicias 12, 4), mientras que en otro ( Vida de Alcibiades 18, Iss.), se deja entender que Alcibiades pudo tener ei mando supremo de la expedición. Cf. IG I2, 88-89, fr. b, líneas 2-3. Pero el tratamiento de Nicias como «primer estra­tego», de Alcibiades como «segundo» y de Lámaco como «tercero» refle­ja probablemente la tendencia de los escritores helenísticos a interpretar el mando colegiado en términos de subordinación. Alcibiades puede apa­recer en primer lugar por ser el promotor de la expedición; pero ello no indica una relación estrictamente jerárquica y nada hay en Tucídides que sugiera una posición superior de uno de ellos. De los tres, Lámaco era el menos político; era ante todo un soldado. Aristófanes lo había ridiculiza­do en los Acarnienses (269-270: «libre de líos, batallas y Lámacos»; y 1071: «Ah fatigas, batallas y Lámacos»), en el 425, pero debía de ser un hombre valeroso y capaz. En la campaña de Sicilia, los problemas que después se produjeron en el mando no propiciaron el éxito de la empresa.

684 Cf. supra, XII 2, 3 y nota 14.

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APÉNDICES

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APÉNDICE 1*

L a f a m i l i a d e A l c í b í a d e s

LOS ALCMEÓNrDAS

Megacles I

1 fAícmeón Clístenes de Sición

1------------ 1 r------------ 1Megacles II = Agarista I

Clístenes Megacles III Hipócrates(el legislador) I

Megacles IV Jantipo = Agarista II(ostracismo 487-86) I! _ ¡ ------- !

Dinómaca = Clinias Megacles V Pcricies ArifrónI

Alcibiades

* Cf. W. M. E llis, Alcibiades, Londres y Nueva York, 1989, págs. 1-9, 32-34.

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530 BIBLIOTECA HISTÓRICA

LA FAMILIA DE CLINIAS

Alcibiades I

Clinias I (combatió en Artemisio)

Alcibiades II (ostracismo en 460)

Clinias Π = Dinómaca (muerto en Coronea en 446)

Alcibiades III - Hipáreta Clinias IVI

Alcibiades IV (Isócrates 16; Lisias 14, 15)

LA FAMILIA POLÍTICA

Calías II

(nac. h. 450) (nac. h. 440)

AxíocoI

Ciinias III

Páralo

Hiponico III = hija Alcibiades IV

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APÉNDICE 2

ARCONTES ATENIENSES, CÓNSULES Y TRIBUNOS MILITARES CON POTESTAD CONSULAR

DEL 480/479 (OI. 75a) AL 416/415 (01. 91a)

ARCONTES CÓNSULESvulgata Diodoro

D io d ., XI 1, 2480/479 01. 75.a M. Fabio Vibulano Esp. Casio Próculo Vir­Caiíades Gn. Manlio Cincina- ginio Tricosto (Vulg.Dio d ., X I 2 7 ,1 to (Diod. 475) 486) [Diod.+7]479/478 Jantipo

Ces. (G. ?) Fabio Vi­ Q. Fabio Silvanobulano S. Comelio TricostoT. Virginio Tricosto Rutilo (Diod. 474)

(Vulg. 485)

D i o d . XI 38, 1478/477 Τ Írnoste- L. Emilio Mamerco Cesón Fabiones G. Servilio Estructo L. Emilio Mamerco

(Diod. 473) (Vulg. 484)D i o d ., X I 41, 1477/476 Adimanto G. (o M.) Horacio M. Fabio Silano ^ V i­

Pulvilo bulano)T. Menenio Lanato L. Valerio Publio (Vulg.(Diod. 472) 483)

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532 BIBLIOTECA HISTORICA

D iod ., XI 48, 1476/475 A, Virginio Tricosto Cesón Fabio01. 76.a Fedón Rutilo Esp. Furio Meneleo

Esp. Servilio Estructo ( Vulg. 481) [Diod. + 6](Diod. 471)

D io d ., XI 50, 1475/474 Dromo- P. Valerio Publicola M. Fabioclides G. Naucio Rutilo Gn. Manlio

(Diod. 470) {Vulg. 480)D iod ., XI 51, 1474/473 Acestó- L. Furio Medulino Cesón Fabiorides A. Manlio Vulso Τ. Virginio

(Diod. 469) (Vulg. 479)D io d ., XI 52, 1473/472 Menón L. Emilio Mamerco L. Emilio Mamerco

Vopisco Julio Julo G. Cornelio Léntulo(Diod. 468) {Vulg. 478)

Dio d . XI 53, 1472/471 L. Pinario Mamercino T. Menenio01. 77.a Cares P. Furio Medulino G. Horacio Pulviîo (o

(Diod. 467) Pulvido) (Vulg 477)D io d ., XI 54, 1471/470 Praxíergo Ap. Claudio Crasino A. Virginio Tricosto

T. Quincio Capitolino G. Servilio Estructo(Diod. 466) {Vulg, 476)

D iod . XI 60,1470/469 Democión L. Valerio Potito P. Valerio Publicola

T. Emilio Mamerco Gayo Naucio Rufo(Diod. 465) (Vulg. 475)

Dio d ., XI 63, 1469/468 Feón T. Numicio Prisco L. Furio Mediolano

A. Virginio Celiomon- Marco Manilio Vasóntano (Diod. 464) (Vulsón) ( Vulg. 474)

D io d ., XI 65, 1468/467 T. Quincio Capitolino L. Emilio MamercoOI. 78.aTeagenides Q. Servilio Estructo L. Estudio Julio

(Diod. 463) ( Vulg. 473)

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APÉNDICE 2 533

Dio d ., XI 66, 1467/466 Lisístrato T. Emilio Mamerco L. Pinario Mamertino

Q. Fabio Vibulano P. Furio Fifrón {Vu}g.(Diod. 462) 472)

Dio d ., X I 67, 1466/465 Lisanias Q. Servilio Prisco Ap. Claudio

Esp. Postumio Albo Tito Quincio CapitolioRegilense (Diod. 461) (Vulg. 471)

D io d ., XI 69, 1465/464 Lisíteo Q. Fabio Vibulano L. Valerio Publicola

T. Quincio Capitoli­ Tito Emilio Mamercono Barbato (¡Vulg. 470)(Diod. 460)

D io d ., XI 7 0 ,1464/463 A. Postumio Albo Aulo VirginioOI. 79.a Arquede- Regilense Tito Minuciomides Esp. Furio Medulino

Fuso (Diod. 459)(Vulg. 469)

D i o d ., X I 71, 1463/462 Tlepole­ P. Servilio Prisco Τ. Quinciomo L. Ebucio Helva Quinto Servilio Estructo

(Diod. 458) (Vulg. 468)D iod ., XI 74, 1462/461 Conón L. Lucrecio Tricipitino Q. Fabio Vibulano

Τ. Veturio Gémino Tiberio Emilio MamercoCicurino (Diod. 457) (Vulg. 467)

D i o d ., X I 75, 1461/460 Eutipo P. Volumnio Amin- Quinto Servilio

tino Galo Espurio Postumio Al­Ser. Sulpicio Came­ binorino (Diod. 456) (Vulg. 466) [Diod. + 6]

D io d ., XI 77, 1460/459 P. Valerio Publicóla Q. Fabio01. 80.a Frasiclides G. Claudio Irregilense Tito Quincio Capitolino

(Diod. 455) (Vulg. 465)

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534 BIBLIOTECA HISTÓRICA

D io d ., Xf 78, 1459/458 Filocles Q. Fabio Vibulano Aulo Postumio Régulo

L. Minucío Melugi- Espurio Furio Medio-nense (Diod. 454) laño ( Vulg. 464)

D io d ., XI 79, 1458/457 Bión G. Naucio Rutilo P. Servilio Estructo

L. Minucio esquilmo Lucio Ebucio Halbas(Diod. 453) (Helva) (Vulg. 463)

D io d ., XI 81, 1457/456 Mnesiti- a) G. (o M.) Horacio L. Lucraciodes Pulvilo Tito Veturio Cicorino

Q. Minucio Esquilino (Cicurino)(Diod. 451)b) L. Quincio Cinci-natoM. Fabio Vibulano (Diod. 450)

(Vulg. 462)

D io d ., XI 84, 1456/455 M. Valerio Máximo Servio Sulpicio01. 81.a Calías Esp. Virginio Tricosto Publio Volumnio Amen-

(Diod. 449) tino (Vulg. 461)D io d ., XI 85, 1455/454 Sosístrato T. Romilio Roco Vati­ P. Valerio Publicola

cano Gayo Claudio RegiloG. Veturio Cicurino (Diod. 448)

( Vulg. 460)

Dio d ., XI 86, 1454/453 Aristón Esp. Taipeyo Montano Q. Fabio Vibulano

A. Atemio Varo Lucio Cornelio Curitino(Diod. 447) (Vulg. 459)

D iod ., XI 88, 1453/452 Lisícrates Sex. Quintilio G. Naucio Rutilo

P. Curiado Fisto Tri­ Lucio Minucio Caru-gémino tiano(Diod. 446) (Vulg. 458)

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APÉNDICE 2 535

falta en Diodoro 452/45101 .82.a Queréfanes

Diod ., X I 91, 1 451/450 Antídoto

Diod ., XII 3,1 450/449 Eutidemo

D iod ., XII 4 ,1 449/448 Pedíeo

Diod ., XII 5, 1448/44701. 83.a Filisco

D iod ., XÎI 6 , 1 447/446 Timar- quides

Diod ., X II7, 1 446/445 Calimaco

T. Menenio Agripa P. Sextio Cap. Vati­cano(Diod. 445)

Ap. Claudio Craso T. Genucio Augurino (Diod. 444) : decem­viri consulari impe­rio legibus scribun- dis)

Decemviri consulari imperio legibus scri- bundis (Diod. 443)

L. Valerio Potito M. Horacio Barbato (Diod. 442)

Esp. (?) Herminio Coritinesano T. Virginio Tricosto (Diod. 441)

M. Geganio Macerino G. Julio (Diod. 440)

T. Quincio Capitolino Agr. Furio Fuso (Diod. 439)

faltan

L, Postumio Marco Horacio {Vulg. 457 a) [Diod. + 7]

L. Quincio Cincinato M. Fabio Vibulano {Vulg. 457 b ? :sólo en Diodoro) [Diod. + 8]

M. Valerio Lactuca Espurio Virginio Tri­costo {Vulg. 456)

T. Romilio Vaticano Gayo Veturio Cicorio {Vulg. 455)

Esp. Tarpeyo Aulo Asterio Fontinio {Vulg. 454)

Sex. Quincio (Q uinti­lio ?)P. C uriado Trigémino

(?){Vulg. 453)

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536 BIBLIOTECA HISTORICA

D iod ., XII 22, 1445/444 Lisimá- M. Genucio Augurino T. Menenioquidas G. (o Agr.) Curcio Publio Sestio Capitolino

(Diod, 438) (Vulg. 452)D iod ., XII 23, 1444/443 A. Sempronio Atratmo Decemviri consulari im­01. 84.a Praxiteles L. Atilio Lusco perio legibus scribun-

T. Cíe lio Siculo: tri­ disbuni militum consula­ri potestate (Diod. 437)

(Vulg. 451)

D iod ., X II24, 1443/442 Lisanias M. Geganio Macerino Decemviri consulari im­

T. Quincio Capitolino perio legibus scribundis(Diod. 436) (Vulg. 450)

D iod ., XII 26, 1442/441 Dífílo M. Fabio Vibulano M. Horacio

Post. Ebucio Helva Lucio Valerio Turpino(Diod. 435) (Vulg. 449)

Diod ., XII 27, 1441/440 Timocles G. Furio Pacilo Fuso Larino Herminio

M ’. (o M.) Papirio Tito Estertinio EstmctorCraso (Diod. 434)

(Vulg. 448)

D iod ., XII 29,1440/439 Proculo Geganio Ma­ L. JulioOI. 85.a Miríquides cerino Marco Geganio

T. Menecio Lanato (Diod. 433)

(Vulg. 447)

D iod ., XII 30,1439/438 Gláucides Agr. Menenio Lanato T. Quincio

T. Quincio Capitolino Agripa Furio(Diod. 432) (Vulg. 446)

D iod ., XII 31, 1438/437 Teodoro Mam. Emilio M. Genucio

L. Quincio Cincinato Agripa Curcio QuilonL (o G.) Julio Julo: (Vulg. 445)

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APÉNDICE 2 537

Dio d ., X I I32, 1 437/436 Eutímenes

D iod ., X I I 33, 1 436/43501. 86.a Lisímaco

D io d ., X I I34, 1 435/434 Antióqui- des

D i o d ., XII 35, 1 434/433 Crates

D iod ., XII 36, 1 433/432 Apseudes

tribuni militum con­sulari potestate (Diod. 431)

M. Geganio Macerino L. Sergio Fidenates (Diod. 430)

L. Papirio Craso M. Cornelio Malugi- nense (Diod. 429)

G. Julio (Julo ?)L. (o Proc.) VirginioTricosto(Diod. 428)

a) G. Julio JuloL. (o Proc.) Virginio Tricostob) M. Manlio Capito­linoQ. Sulpicio Camerinoc) Ser. Cornelio Coso M. Manlio Capitolino Q. Sulpicio Cameri­no: trib. mil. consula­ri potestate(Diod. 427)

M. Fabio Vibulano M. Folio Flacinátor L. Sergio Fidenates :

Aulo Sempronio L. AtilioT. Q uincio: tribuni militum consulari p o ­testate (Vulg. 444)

T. QuincioMarco Geganio Mace­rino(iVulg. 443)

M. FabioPostumo Ebucio Uleco (Vulg. 442)

Q. Furio Foso Manio Papirio Craso (Vulg. 441)

T. Menenio Proclo Geganio Ma­cerino

Page 525: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

538 BIBLIOTECA HISTÓRICA

trib. mil. consulari po­testate (Diod. 426)

( Vulg. 440)

D iod., XII 37, 1432/431 Pitodoro L. Pinario Mamercino T. Quincio

L. Furio Medulino Nito MenenioEsp. Postumio Albo : trib. mil. consulari po­testate (Diod. 425)

( Vulg. 439)

D io d . , XII 38,1431/430 Eutidemo T. Quincio Cincinato Manio Emiliano M a­

G (o Gn.) Julio Men­ mercotón G. Julio(Diod. 424) L. Quincio:

trib. mil. consulari p o ­testate (Vulg. 438)

D i o d ., XII 43,1430/429 A polo- L (o G.) Papirio Craso M. Geganiodoro L. Julio Julo Lucio Sergio

(Diod. 423) (Vulg. 437)Diod ., XII 46,1429/428 Epaminón Hosto Lucrecio Tri­ L. Papirio

cipitino Aulo Comelio Mace-L. Sergio Fidenates rino(Diod. 422) (Vulg. 436)

D iod ., XII 49, 1428/427 a) A. Comelio Coso G. Julio01. 88.a Diotimo T. Quincio Cincinato Proclo Virginio Tiicos-

(Diod. 421) tob) L. Quincio Cinci­natoA. Sempronio Atra- tino(Diod. 420)

(Vulg. 435)

Page 526: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

APÉNDICE 2 539

Diod ., XII 53, 1 G. Servilio Estructo M. Manio427/426 Euclides L. Papirio Mugilano Q. Sulpicio Pretextato

(Diod. 419) Servio Comelio Coso: trib. mil. consulari po ­testate {Vulg. 434)

Dio d ., X II58, 1426/425 Eutino T. Quincio Cincinato M. Fabio

G. Furio Pacilo M. FalinioM. Postumio Albino L, ServilioA. Comelio Coso : trib. mil. consulari po ­trib. mil. consulari po­ testatetestate (Diod. 418)

(Vulg. 433)

D iod ., X II60, 1425/424 Estrato- A. Sempronio Atra- L. Furiocles tino Esp. Pinario

L. Quincio Cincinato G. MeteloL. Furio Medulino trib. mil. consulari po ­L. Horacio Barbato testatetrib. mil. consulari po­testate (Diod. 417)

(Vulg. 432)

D iod ., XII 65, 1 Ap. Claudio Craso T. Quincio424/423 Esp. Naucio Rutilo G. Julio01. 89.a Isarco L. Sergio Fidenates

Sex. Julio Julo : trib. mil. consulari po­testate (Diod. 416)

( Vulg. 431)

Diod ., X II72, 1 G. Sempronio Atra- G. Papirio423/422 Aminias tino L. Junio

Q. Fabio Vibulano (Vulg. 430)

Page 527: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

540 BIBLIOTECA HISTORICA

D iod ., XII 73, 1 422/421 Alceo

Diod ., XII 75, 1 421/420 Aristión

Diod ., XII 77, 1420/41901. 90.a Astífilo

D iod ., XII 78, 1 419/418 Arquias

Diod., XII 80, 1 418/417 Antifonte

L. Manlio Capitolino Q. Antonio Merenda L. Papirio Mugilano : trib. mil. consulari po­testate

Gn, (o N.) Fabio Vi­bulanoT. Quincio Capitolino Barbato

L. Quincio Cincinato (o T. Quincio Peno Cincinato)L. Furio Medulino L. Manlio Vulsón A. Sempronio Atra- tinotrib. mil. consulari po­testate

Agr. Menenio Lanato P. Lucrecio Tricipitino Espurio Naucio Rutilo G. Servilio Axila : trib. mil. consulari po­testate

L. Sergio Fidenates M. Papirio Mugilano G. Servilio Axila trib. mil. consulari po­testate (Diod. 415)

Opíter Lucrecio L. Sergio Fidenates (Vulg. 429)

T. Quincio A. Cornelio Coso ( Vulg. 428 a)

L. Quincio Aulo Sempronio (Vulg. 428 b)

L. Papirio Mugilano G. Servilio Estructo (Vulg. 427)

G. Furio T. Quincio M. Postumio Aulo Cornelio: trib. mil. consulari po ­testate (Vulg. 426)

Page 528: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

APÉNDICE 2 541

D iod ., XII 81, 1417/416 Eufemo P. Lucrecio Tricipiti­ L. Furio

no L. QuincioAgripa Menenio La- Aulo Sempronio ;nato trib. mil. consulari po ­G. Servilio Axila testateEsp. Rutilo Craso trib. mil. consulari po~ (estate (Diod. 414)

( Vulg. 425)

D iod ., XII 82, 1416/415 A. Sempronio Atra- T. ClaudioOí. 91.a Arirnnesto tino Esp. Naucio

M. Papirio Mugilano L. SentioQ. Fabio Vibulano Sex. Julio :Esp. Naucio Rutilo : trib. mil. consulari po ­trib. mil. consulari po­ testatetestate (Diod. 413)

(iVulg. 424)

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INDICES

Page 530: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

ÍNDICE DE NOMBRES

abderitas, X II 50, 2.A bido, XI 3, 6.A canto, X I 5, 1; X II 67, 2. Acarnania, XI 85, 2; 88, 2; XII

47, 4; 60, 3-4. acam amos, X I I47, 5; 60, 1, 5-6. Acaya, X I I 4 8 ,1 .A cestórides, XI 51, 1.A cilio, Espurio, X I 68, 8. A cradina, X I 67, 8; 68, 3-4; 73,

1; 7 6 ,1 .A cragante, X 28, 3; XI 48, 5;

53, 4; 68, 1; 76, 4; X II 82, 1.

acragantinos, X I 20, 5; 25, 2, 4; 53, 1 ,3 , 5; 91, 1 ,4 ; X II 8, 1,3-4; 26, 3; 82, 7.

A crópolis (de A tenas), X 24, 3. Acte (de A rgólide), XII 43, 1. Acte (de Calcídica), XII 68, 5. Adim anto, XI 41, 1.Adm eto (rey de los m olosos),

X I 56 ,1 -2 .Adram itio, XII 73, 1; 77, 1.

Adrasto (un frigio), IX 29, 1-2.Adriático, IX 10, 3; XII 3 0 ,2 .Áfetas, X I 12, 3.Afrodita, X I I 10, 7.Agamenón, IX 36, 3.A gam enónida (O restes), IX 36,

3.Agatocles, XI 38, 5.A gis (rey de Esparta, 426-399),

X II 3 5 ,4 ; X I I78, 2, 6; 79, 7.A gripa, cf. Curcio Quilón y Fu­

rio.Alceo (arconte en 422), ΧΠ 73,1.A lceo (el poeta), IX 12, 3.A lcibiades, XII 38, 3; 78, 1; 79,

1; 81, 2-3; 84, 1 ,3 .Á lcidas, X II 55, 6.A lgido, X II 24, 4.Á lope, XII 44, 1.Alpes, Frags. de procedencia in­

cierta, 4.A m asis (rey de Egipto, A hm ose

II, 569-526), X 14, 2.A m bracia, XII 60, 4-5.

Page 531: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

546 BIBLIOTECA HISTÓRICA

ambraciotas, XII 37, Î; 42, 4;47, 4; 60, 4-6.

A m ílcar (hijo de H annón y n ie­to de M agón), X I 20, 1; 21,4-5; 22, 1; 24, 2; 25, 1.

Am inias (arconte en 423), XII 72, 1.

Aminias (ateniense, se distingue en Salam ina), XI 27, 2.

Amintas (hijo de Filipo), ΧΠ 50,4, 6;

amonios (en Egipto), X 14, 3;Anacarsis, IX 6; 26, 2, 5; cf.

escita.Anaxícrates, XII 3, 4.Anaxilas, XI 48, 2; 6 6 ,1 ; 76, 5.A ndros, XII 68, 5.A nfictiónica (tribu en Turios),

XII 11 ,3 .Anflpolis, XI 70, 5; X II 32, 3;

6 8 ,1 ,5 ; 7 3 ,3 ; 74, 1.anfïpolitas, XII 68, 3.anfíseos, XII 42, 4.A nfítrite, IX 16.Anio Emilio, cf. Em iliano M a­

merco.A ntandro, XII 72, 2-3.A ntidoto, XI 91, 1.A ntifonte, X II 80, 1.A ntíoco de Siracusa, X II 7 1 ,2 .A ntióquides, XII 34, 1.Apeles, XI 88, 5.A pio, cf. C laudio [C rasino] y

[Craso Inregilense].A polo, IX 3, 3; X I 14, 2; 26, 7;

XII 10, 5; 35, 3; 58, 6; — Pi-

tio, XII 78, i ; — dios de Delfos, X I 33, 2; X II 35, 3.

Apolo (santuario de), cf. D el­fos.

A polodoro, X I I 43, 1.A pseudes, XII 36, 1.Aquea (tribu de Turios), X II 11,

3.A quém enes, X I 74, 1-2. aqueos (de Ftía)XI 3 ,2 ; ΧΠ 51,1. arcadia (tribu de Turios), XII

11 ,3 ;A rcadia, IX 36, 2-3; 66, 3; XII

79, 2.A rcónides, XII 8, 2.Á rdea, X II 34, 5.A reópago, X I 77, 6.Ares, XI 62, 3.argivos, X 6, 2-3; X I 3, 4; 53,

1; 65, 1-3, 5; 80, 1-2; XII42, 4; 75, 5, 7; 77, 2; 78, 1- 5; 79, 4-5; 8 0 ,1 -2 ; 81, 2-5.

A rgólide, XI 65, 2; XII 65, 9;75, 6; 7 8 ,1 ; 81, 1 ,4 -5 .

Argos, X 6, 2; 9, 8; X I 55, 3; 56, 1; 65, 3; X II 75, 3; 77, 2;79, 1; 81. 1.

Arifrón, X I 27, 3.A rim nesto, X II 82, 1. Aristágoras de Mileto, XII 68,1. A ristides, X I I 72, 3.A ristides («el Justo»), X I 29, 4;

30, 4 y 6; 33, 1; 42, 2, 6; 46,4-5; 4 7 ,1 -3 ; X II 1 ,5 ; 47, 2.

A ristión, X II 7 5 ,1 .A ristófanes, X I I 40, 6.

Page 532: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 547

A ristogiton, IX 1, 4; X 17,1 . A ristón, X I 86, 1.A ristóteles, X I I 1, 5. A rqueanáctidas, X II 3 1 ,1 . Arquedem ides, X I 70, 1. A rquias, X I I 78, 1,A rquidam o (II de Esparta), XI

48, 2; 63, 5, 7; 64, 1; X II 35, 4; 42, 6; 47, 1; 52, 1.

A rquitas de Tarento, X 7, 4. Artábatio, X I 69, 1-3, 5-6. A rtabazo, X I 31, 3; 32, 1; 3 3 ,1 ;

4 4 ,4 ; 74, 6; 75, 1; 77, 4; XII3, 2; 4, 5.

A rtafernes, X 25, 4.A rtajerjes (I de Persia), IX 10,

5; XI 69, 2-3, 5-6; 71, 1, 6; 7 4 ,1 ,5 -6 ; X I I 4, 4; 64, 1.

A rtem isio, X I 4 ,1 ; 12, 4. Artemón de Clazomenas, X I I28,

3.Asia, I X 2 0 ,4 ; 35, I; 36 ,1 ; X 19,

5; 27, 1; 53 19,4, 6; 33, 1; 34, 2 ,4 ; 36, 5; 37, 1-3; 41, 4; 56, 4; 57, 7; 59, 2; 60, 1; 62, 3;69, 1; 71, 6; 75, 1; 77, 1; ΧΠ 1 ,2 ; 2 ,1 ; 3 ,1 ; 4, 5; 26, 2; 27, 3; 31 ,1 ; 42, 5; 71 ,1 .

Asopo, X I 30, 1 y 5.A spandas (Asti ages), IX 2 0 ,4 . Asterio Fontinio, Aulo, XII 6 ,1 . A stiages (A spandas, rey de los

m edos, 584-550), IX 20, 4; 22; 23.

A stíbaras, IX 20, 4.A stífilo, X II 77, 1.

A stilo, X I 1, 2.A talanta (isla), X I I44, 1; 59, 2. Atenas, IX 17; X 3, 1; 24, 3; 27,

3; X I 1, 2; 13, 3-4; 14, 5; 27, 1; 28, 1-2; 37, 3, 5; 38, 1; 39, 1, 3, 5; 40, 2-3; 41, 1; 44, 6;47, 3; 48, 1; 50, 1; 51, 1; 52, 1; 53, 1; 54, 1-2; 55, 1, 4-5, 7; 60, 1; 63, 1; 65, 1; 66, 1; 67, 1; 69, 1; 70, 1; 71, 1; 74, 1 ,5 ; 75, 1; 78, 1 ;7 9 ,1; 81 ,1 ; 8 3 ,4 ; 84, 1; 85, 1; 86, 1; 87, 1 ,3 ; 88, 1; 91, 1; XII 3, 1 ,4 ;4, 1 ,5 ; 5, 1; 6, 1; 7, 1; 22, 1;23, 1; 24, 1; 26, 1; 27, 1-2;29, 1; 30, 1; 31, 1; 32, 1; 33,1-2; 34, 1; 35, 1-2; 36, 1-2; 37, 1; 38, 1-2; 40, 1; 42, 2;43, 1-5; 44, 3; 46, 1 ,5 ; 49, I;53, 1 ,3 , 5; 5 4 ,2 ; 55, 8; 56, 2- 3; 58, 1;60, 1, 6; 63, 2, 4; 65, 1, 5, 7, 9; 66, 4; 72, 1; 73, 1, 3; 74, 2; 75, 1; 77, 1; 78, 1; 80, 1; 81, 1 ,3 ; 83, 3.

A tenea, XI 15, 2; 45, 9; XII 39, 1; Calcieco, X I 45, 5; — Pronea, XI 14, 3-4.

A ten ea (e s ta tu a ), X II 40 , 3; Frags. de procedencia incier­ta, 3,

atenienses, IX 20, 1-2; X 17, 1;24, 3; 27, 1, 3; XI 1, 1; 2, 2;12, 4; 13, 2, 4; 15, 2; 18, 1-2, 6; 19, 27, 2-3; 28, 1-3, 5; 29,1, 4; 30, 2-4; 32, 1-4; 33, 3; 37, 3-4; 39, 1-2, 4; 40, 1, 3-4;

Page 533: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

548 BIBLIOTECA HISTÓRICA

41, 3-4; 43, 1, 3; 44, 2, 6; 46, 4; 50, 2, 7-8; 54, 2, 5; 55, 3-6; 58, 5; 60, 1-2, 5-6; 61, 2; 62,2-3; 64, 2-3; 70, 1-3, 5; 71, 4- 6;74, 2-5; 75, 4; 77, 2-5; 78,1-4; 79, 2-4; 80, 1-6; 81, 2, 3- 4; 82, 1-2; 83, 1; 84, 4; 85, 2; 86, 1, 5; 87, 2; 88, 1; 92, 5; Χ Π 2 ,1,3; 3 ,1 ,4 ; 4 ,1 -3 , 5; 5, 2; 6, 1-2; 7, 1; 10, 3-4; 22, 2;26, 2; 2 7 ,1 ,3 ; 2 8 ,2 , 4; 3 2 ,3 ; 33, 1, 3-4; 34, 1-5; 35, 2; 37,1-2; 38, 1-2, 4; 39, 4-5; 40, 5;41, 2; 42, 1-3; 42, 5-6; 43, 1,3-5; 44, 1-3; 45, 2, 4; 46, 4-7;47, 1 ,3 ; 48, 1, 3; 49, 4-5; 50, 3; 52, 2; 53, 1, 3, 5; 54, 1-4;54, 5-7; 5 5 ,1 ,3 -4 ,9 -1 0 ; 56 ,1 , 6; 57, 3; 58, 1 ,6 ; 59, 1; 60, 1,5-6; 61, 4, 6; 62, 3, 7; 63, 1-3;6 5 ,1 ,3 ,6 , 9; 6 6 ,1 -2 ,4 ; 67 ,1- 2; 68, 6; 69, 1-2, 4; 70 ,1 -4 , 6;72 ,1-4 , 8 ,10; 73,1-2; 74 ,1-2 , 5; 75, 2-5; 76, 3; 77 ,1-2 , 5;78, 1; 79, 1; XII 80, 5; 81, 2, 5; 82 ,1 ; 8 3 ,1 -3 ,6 ; 8 4 ,1 ,4 .

A teniense (tribu de Turios), X II11,3 .

Ática: IX 1, 1; XI 14, 5; 15, 2;16, 2; 19, 4; 28, 2-3, 5; 80, 3; X II 6, 1; 42, 6, 8; 45, 1 ,3 ; 4 9 ,4 ; 52, 1; 55, 6; 59, 1; 61, 2; 70, 6;

áticos, X I 13, 2; 2 6 ,2 ; 77, 2. A tilio [Lusco], Lucio, XII 32,

1.

Atis, 1 X 2 9 ,1 -2 .A tos, XI 2, 4; 3, 6.Aulo, cf. A sterio Fontinio, C or­

nelio Coso, C om elio M ace- rino, Postumio Régulo, Postu­m io [Tuberto], Sem pronio [A tratino], V irginio [Celio- m ontano] y V irg in io T ri­costo.

Aventino, XII 24, 5.

Babilonia, X 19, 2. babilonios, X 13; 19, 3. B actriana, X I 69, 2. bárbaros, X I 3, 1-2, 5, 7; 4, 1;

6 ,2 ; 7 ,1 y 3-4; 8, 2-3; 10 ,1 ;11, 2, 5; 12, 6; 13, 1-2; 14,2-3; 17, 3; 18, 5-6; 19, 2-3; 21, 3; 22, 3, 6; 23, 2; 28, 2, 5; 29, 3; 30, 1-4, 6; 31, 1-3;32, 1, 3-5; 34, 4-5; 36, 4-6; 44, 1, 3; 46, 3; 59, 1; 60, 6;61, 1-3, 6; 67, 2; 74, 3-4; 82, 2; X II 30, 3; 68, 5.

Bastardo (comedia de Filemón), X I I 14, 2.

Beo, X I 7 9 ,4 .Beocia, X 11, 2; X I 14, 2, 5;

28, 3; 29, 4; 30, 1; 80, 2; 81,2-3, 5; 82, 5; 83, 1-2; 85, 1; X II 7, 1; 41, 2; 47, 1; 65, 3;69, 1-3.

Beocia (tribu de Turios), X I I 11,3.

beocios, X 2 4 , 3; X I 3, 2; 81, 2; 82, 1, 3; 83, 1; XII 6, 2; 41,

Page 534: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

ÍNDICE DE NOMBRES 549

3-4; 42, 4; 69, 1-4; 70, 1-2,4, 6; 11, 4.

Berenice, X 31.Bias, IX 13, 1-3; 25, 1-2; 26, 2;

27 .3 .B ib lio te c a (de D io d o ro ) , IX

21.Bión, X I 79, 1. bisáltico, X II 68, 5.Bitinia, X I 2 ,1 ; X I I 8 2 ,2 . Bizancio, X I 44, 3; 60, 2. bizantinos, X II 82, 2.Bolcón, X I 91, 2.Bosforo, X I I 36, 1.Bosforo Cim erio, X II 31, 1. Botica, X II 47, 3. botieos, X II 47, 3.Brásidas, X II 43, 2-3; 62, 1, 3;

67, 1 ,3 , 5; 68, 1, 3 ,6 ; 72, 1, 7; 7 3 ,2 ; 7 4 ,1 -3 ; 7 6 ,1 .

bretios, XII 22, 1.Budorio, X I I 49, 3.

cadm ea (victoria), XI 12 ,1 . calcedonios, X II 82, 2. calcideos, X 24, 3; XII 34, 2;

42, 5; 46, 7; 50, 3; 51, 2; 53, 1; 54, 4; 6 7 ,2 ; 68, 6.

Calcídica, X II 50, 7.Calcis, X 24, 3.Caleacte, X II 8, 2. caleactinos, XII 29, 1.Calete, X II 72, 4.Calíades, X I 1 ,2 .Calías (padre de M irónides), XI

8 1 .4 .

Calías (arconte en 456), X I 84, 1.

Calías (hijo de Cim ón), X 31. Calías (hijo de H iponico), XII

4, 5; 7, 1; 3 7 ,1 .Calías (padre de H iponico), XII

65 ,3 .Calim aco (arconte en 446), XII

7, 1.Calim aco (de Cirene, poeta), X

6 ,4 .Cam arina, X I 76, 5.Cambises, IX 22; X 14, 1-3; 15. cam panos, XII 31, 1; 76, 4. Canco, cf. H oracio [Barbato]. Capadocia, IX 31, 3.Cárcino, X I I4 2 ,6 .Caréades, XII 54, 4.Cares (arconte en 472), X I 53,

1.Cares (ciudadano de Esparta),

XII 7, 1.Caria, XI 2, 1; 3, 8; 60, 4. canos, X 25, 2; XI 3, 7; X I I 42,

5.C arandas, XII 11, 3; 12, 3; 13,

3; 14, 2; 15, 1; 16, 1, 3; 17, 1; 1 9 ,1 ,3 .

cartagineses, X 18, 6 (IV 23,3); XI 1 ,4 -5 ; 2, 1; 20, 1; 21, 1; 22, 1, 3; 23, 2; 24, 3-4;26, 1, 3; 38, 1, 5; 49, 4; 67, 2; X II 2 6 ,3 ; 8 3 ,6 .

Cartago, X 18, 6 (IV 23, 3); XI1, 5; 20, 2; 24, 2; 23, 2; 24, 3; 26, 2; XII 82, 7.

Page 535: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

550 BIBLIOTECA HISTORICA

Casio [V icelino], Espurio, X I 1, 2; 3 7 ,7 .

Cástor, IX 21.Catana, XI 49, 1; 66, 4; 67, 7;

76 ,3 . cataneos, XI 49, 1-2.Cecrifaliaj XI 78, 2.Cefalenia, XI 84, 7; XII 43, 5. cefalenios, XII 60, 1.Céltica, X I I26, 4.Cencreas, XI 16, 3.Cerdeña, X I 20, 4.Cesón, véase Fabio [V ibulano], Chipre, X I 1, 1; 2, 1; 44, 2; 60,

5-7; 62, 3; 92, 5; XII 2, 3; 3,1-2, 3-4; 4, 1-2; 4, 4, 6.

chipriotas, XI 3, 7; 19,1-2; 75 ,2 . C ianeas (Rocas), X I 3, 8; X II 4,

5.Ciáxares, IX 20, 4.Cicladas, XII 65, 2.Cilicia, X I 2, 1; 60, 5; 75, 2; 77,

1; XII 3, 2-3. cilicios, XI 3, 7; 19 ,1 .C iló n ,X 11, 1.Cim e, XI 2 ,3 ; 8, 5; 27, 1. C im olia, X I 79, 4.Cim ón, X 3 0 , 1-2; 31; 32; X I I ,

1; 60, 1, 6; 61, 1-3, 6; 62, 1; 82, 4; 86, 1; 92, 5; XII 1, 5;2, 3; 3, 1-3; 4, 1 y 6.

Cirene, X 4, 1; X I 77, 5; 84, 1. cireneos, X 15.C im o, XI 88, 5.Ciro (el G rande), IX 2, 3-4; 20,

4; 21; 22; 24; 31, 1-3; 32;

33, 2, 4; 34; 35, 1, 3; 36, 1;X 13.

Cirra, IX 16. cisios, XI 7, 2.Citera, XII 65, 8; 80, 5.Citerón, X I 29, 4.Citinio, X I 79, 4.Citio, X I I 3, 3.Claudio [Crasino], Apio (cón­

sul en 466), X I 67, 1.Claudio [Craso Inregilensel, Apio,

X II 2 4 ,1 .Claudio [Craso], Tito (o A pio),

XII 82, 1.Claudio Regilo, Gayo [= Gayo

Claudio Inregilense], X I 85,1 . Cleípides, XII 55, 3.Cleom enes, X I 79, 5.Cleón, X II 55, 8-9; 63, 4; 73, 2;

74, 1-2.Cleopom po, X II 4 4 ,1 .Clinias de Tarento, X 4 ,1 . Clodio (o Claudio) Regilano,

Publio [= Apio Claudio Craso Inregilense], X I I23, 1 (cf. XII 24 ,1).

Cnemo, X I I47, 4-5; 49, 2. Cócalo, XII 71, 2.C o lada , X 2 0 ,1 .Conón, X I 74 ,1 .Corcira, X II 30, 3, 5; 33, 3; 43,

1; 5 7 ,1 .corcireos, XI 15, 1; XII 30, 2-5;

31, 2-3; 32, 3; 33, 1-2, 4; 34, 1; 42, 5; 5 4 ,2 ; 57 ,2 -4 ; 60 ,1 .

Core, X I 26, 7.

Page 536: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 551

corintios, XI 32, 1 ; 78, 1 ; 79, I - 3; X II 8, 1; 30, 2-5; 31, 2-3;33 ,2 -4 ; 34, 1 -2 ,4 ; 54, 2; 57, 2; 65, 6; 77, 3.

Corinto, IX 7; X 32; XI 1, î;26, 5; 70, 1; 92, 4; XII 8, 2;30, 2-3; 48, 3; 49, 2; 65, 5;7 5 ,3 .

Corinto (Guerra de), ΧΠ 30, 2, 5. Cornelio [Coso], Aulo, X II 75,

1; 80, 1 ,7 .Cornelio Coso, Servio, X I I53,1. Cornelio Curitino, Lucio (= Lu­

cio Cornelio M aluginense), X I 86, 1.

Cornelio Léntulo, Gayo, X I52,1. C ornelio M acerino , A ulo, XII

46, 1.Cornelio [Maluginense], Marco,

X II 24, 1,Cornelio T riscosto, Servio, X I

27, LCoronea, X II 6, 2; 7, 1.Cos, X I 3, 8.Crates, XII 3 5 ,1 .Cratis, X I 90, 3; X II 9, 2. Cremera, X I 53, 6.Creso, IX 2 ,1 ,3 -4 ; 10, 6; 12 ,2 ;

25, 1-2; 26, 1, 3-5; 27, 1, 3- 4; 29, 1-2; 31, 1-3; 32; 3 3 ,2 , 4; 34.

«C resta del C ielo» , F rags, de procedencia incierta, 4.

Crisa (golfo de), X I I 4 7 ,1 . Crisón de H im era, XII 5, 1; 23,

1; 29, 1.

Crom ión, X II 65, 7.Crotón, IX 14, 1 ;X II9 , 3, 5. crotoniatas, X 9, 9; 11, 1; 23;

XI 48, 4; 90, 3; XII 9, 3-5;10.1-2 ; 11 ,3 .

cumanos, X I 51, 2; ΧΠ 76, 4. Cumas, X I 51, 1-2; XII 76, 4. Curcio Quilón, A gripa, X II 31,

1.

Dam arete, XI 26, 3.Dam ón (pitagórico), X 4, 4 y 6. Dandes, XI 53, 1.Darío (hijo de Jerjes, 465), XI

6 9 .2 -3 ,5 .Darío (I de Persia, 521-486), X

19, 2, 5; XI 2, 2; 57, 1; 74, 1; XII 68, 1.

Darío (II de Persia, 424-405), ΧΠ 71, 1.

Datis, X 27, 1 ,3 ; X I 2 ,2 . delfios, XI 14, 4.Delfos, IX 10, 1, 6; 32; 33, 2;

36, 3; XI 14, 2, 4; 26, 7; 33, 2; 45, 8; X II 29, 4; 35, 3;— santuario de Apolo, X I 14,2 .

Delfos (dios de), cf. Apolo. Delias (fiestas de Delio), XII

70, 5.Delias (fiestas de Delos), XII

58, 7.Delio, X II 69, 1-3; 70, 4, 6; 72,

1; 75, 5.delios (de Delos), XII 73, 1; 77,

1 .

Page 537: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

552 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Delos, X 3, 4; XI 34, 2-3; 47, 1; XII 38, 2; 40, 1; 54, 3; 58,6-7.

D ém ades, X 9, 1.D em arato, XI 6, 1-2.D em éter, XI 26, 7.D em otion, XI 60, 1.Demóstenes (estratego atenien­

se), X II 60, 1 ,3 -6 ; 61, 1; 66, 2; 69, 1-2.

Dífílo, X I I 26, 1.D inóm enes, XI 67, 2.D io (de M acedonia), X II 6 7 ,1 .D iocles de Siracusa, X II 19, 2.D iodoro (Siculo, autor de la

Biblioteca H istórica), IX 15, 17; 19; 2 1 ;X 2 4 , 1; 29; 31; Frags, de procedencia incier­ta, 1 ,1 -2 ; 3; 4.

D ion, X 29; Frags, de p ro ce ­dencia incierta, 3.

D ionisio (I, tirano de Siracusa, 406-368), X 4, 3 y 6; XI 68 , 6 .

D ionisio, X 29.D ioniso, XII 10, 7.D iotimo, X I I 49, 1.Doce Tablas, X II 26, 1.dólopes, XI 3, 2; 60, 2; X II 77,

4.D oria (tribu de Turios), X II 11,

3.Dóride, XI 14 ,2 .Dorieo, X 18, 6 (IV 23, 3).dorios, XI 3, 8; 14, 2; 49, 3; 79,

4-6; X I I 42, 5.

Dorisco, XI 3, 7 y 9.Drabesco, X II 68, 2.Dracón, IX 17.D rom oclides, X I 5 0 ,1 .Ducetio, X I 76, 3; 78, 5; 88, 6;

90, 1; 91, 1-4; 92, 2, 4; XII8 ,1 -3 ; 29, 1.

Duilio, M arco, X I 68, 8.

Ebucio Halbas (Helva), Lucio,XI 7 9 ,1 ,

Ebucio U leco [o H elva], Postu­m o, X II 3 4 ,1 .

Ecbatana, IX 20, 4; X I 36, 7. ecuos, X I 40, 5; X II 64, 1-2. edonos, X I 70, 5; X I I 68, 2 ,4 . Éfeso, IX 32.Efialtes, X I 77, 6.Éforo, X I I 41, 1. éforos, X I 4, 3.Egesta, X II 83, 4.egesteos, X I 86,2; X I I82 ,3 , 5-7.Egina, X I 34, 2; 70, 2-3; 78, 4;

X I I 44, 2. eginetas, X I 18, 2; 27, 2; 55, 6;

70, 2; 78, 3-4; XII 44, 2-3; 65, 9.

egipcia (flota), X I 17, 2. egipcios, X 14, 2; 15; X I 3, 7;

7 1 ,4 -6 ; 74, 1-3, 6; 75, 1; 77,2-3; X I I 3 ,1 .

Egipto, X 6, 4; 15; X I 2, 1; 71, 3, 6; 75, 4; 74, 2, 5; 75, 4; 77, 1 ,4-5 .

Elea (tribu de Turios), X II 11, 3.

Page 538: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 553

eleos, X I 1, 2; 54, 1; XII 29, 1; 33, 1; 37, 1; 43, 4-5; 49, 1; 65, 1; 77, 1; 78, 4; 79, 1; 82, 1.

Élide, X I 53, 1; 54, 1; 84, 1;XII 4 3 ,4 ; 7 5 ,3 .

Elpinice, X 31.Em iliano M am erco, M anio (=

M anio E m ilio M am ercino), X II 38, 1; — A nio Emilio, X II 80, 7-8.

Emilio, Anio, cf. Emiliano M a­merco.

Em ilio M am erco, Lucio, X I 38, 1; 5 2 ,1 ; 65, 1.

Emilio M am erco, Tiberio, XI74, 1.

Em ilio M am erco, Tito, XI 69, 1.

Eníadas, X I 85, 2; 88, 2; XII4 7 ,5 .

enianes, X I 3, 2; X II 77, 4. Enófíta, XI 83, 1. eolios, XI 3, 8; 36, 5; 37, 1-2. Epam inón, XII 46, 1. Epam inondas, X 11, 2.Epiclero, XII 55, 5. epidam nios, IX 10, 3; X II 30,

2-4.Epidam no, XII 30, 2, 4-5; 31,

2; 57, 1. epidanrios, X I 78, 1.Epipolas, XI 73, 2. eretrieos, X 27, 2; X I 44, 3. Eríneo, X I 7 9 ,4 .Eritras, X I 29, 4.

Escam andrio de M itilene, XI 48, 1.

E scione, X II 72, 6-7 , 9-10;7 3 ,2 .

escioneos, X II 72, 1; 76, 3.Esciroforión, XII 36, 2.Esciros, X I 60, 2.escita (A nacarsis), IX 26, 2-3.Escitia, IX 26, 5.Escotusa, IX 15.Esfacteria, XII 61, 4; 63, 3; 72,

5; 7 5 ,5 ; 76, 1.Esime, XII 68, 4.Esopo, IX 28.Esparta, X I 4, 4; 6; 33, 1; 40, 1-

2; 44, 6; 46, 5; 50, 3, 6; 54, 2; 55, 4; 59, 1; 63, 1, 4; 64, 1; XII 61, 1; 65, 2; 67, 4-5;76, 1; 79, 6.

espartanos, XI 4, 2; 11 ,3 .espartiatas, X 34, 8; XI 4, 5; 6,

I; 9, 1; 12, 4; 43, 2; 45, 4, 9; 63, 4, 6-7; 64, 2; 81, 2; XII 39, 4-5; 43, 2; 55, 2; 56, 5;62, 1-2, 7; 63, 3, 5; 67, 3; 7 6 ,1 ; 79, 3.

Espártoco, XII 31, 2; 36, 1.Espartólo, X I I47, 3.Esperqueo, X I 5 ,4 .Espurio, cf. A cilio, Casio, Fu­

rio M ediolano, Furio M edio- laño (o M edulino), Furio Me- neleo, Melio, Naucio [Rutilo], Pinario [M am ercino], Postu­mio A lbino, Postum io Calvi- nio, Tarpeyo [M ontano Ca-

Page 539: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

554 BIBLIOTECA HISTÓRICA

pitolino], V eturio [Craso C i­curino], V irginio Tricosto.

Esquilo, XI 27, 2.E stertin io E strúcto r, T ito , X II

27, 1.Esteságoras, X 31.Estrato, XII 47, 4.Estratocles, XII 6 0 ,1 .Estrimón, XII 68, 4; 73, 3.Estudio Julio, Lucio, XI 65 1,Eta, IX 6.E talia, XI 88, 4-5.eteos, XII 59, 4.E tiopía, X 14, 3.Etna (Etna-Catana, ciudad de Si­

cilia), X I26, 7; 49 ,1 .Etna (Etna-Inesa, ciudad de Si­

cilia), XI 7 6 ,3 ; 91 ,1 .Etolia, XII 60, 1.etoîios, XII 60, 1-2.Eubea, X I 4, 1; 12, 3-4; 13, 2,

5; 14, 5; 88, 3; XII 7, 1; 22, 2; 42, 4; 44, 1.

euboica (tribu de Turios), XII11 ,3 .

Euclides, XII 5 3 ,1 .Eufem o, X II 8 1 ,1 .Euforbo, X 6, 1-3.Éupolis, X I I40, 6.Euríbato, IX 32.Euribíades, XI 4, 2; 12, 4; 16,

1; 1 7 ,1 ,4 ; 18, 1; 59 ,1 .Eurimedonte, X I 61 ,1 ; ΧΠ 54, 6.Eurípides, IX 10, 4; X 9, 8.Euripo, X I 13, 2.Euristeo, XII 4 5 ,1 .

Europa, X 19, 5; 32; 33; XI 1, 1; 2, 2; 3, 6; 5, 2; 19, 6; 20, 1; 26, 5; 37, 1-2; 6 2 ,3 .

Eutidem o (arconte en el 431), XII 38, 1.

Eutidem o (arconte en el 450), X I I 3 ,1 .

Eutím enes, X II 32, 1.Eutino, X II 5 8 ,1 .Eutipo, X I 75, 1.Evéneto (cf. Síneto), X I 2, 5.Execéstides, IX 1 ,1 .Exéneto de A cragante, XII 82,

1.Eyón, X I 60, 2; X II 73, 3.

Fabio Silano [ - V ibulano], M ar­co, X I 41, 1.

Fabio Silvano, Q uinto, X I 27, 1 (cf. Fabio V ibulano, Quinto).

Fabio [V ibulano], Ceso, XI 38, 1; 48, 1; 51, 1.

Fabio [V ibulano], M arco (cón­sul en 475), X I 50, 1.

Fabio V ibulano, M arco (cónsul en 450), XII 3, 1.

Fabio [V ibulano], M arco (cón­sul en 435; tribuno m ilitar en 426), X I 58, 1.

Fabio V ibulano, Q uinto, XI 27,1 ,X I 74,1; 77, 1; 86, 1.

Fabios (los trescientos), X I 53, 6 .

Failo, X I 88, 4.Fálaris, IX 18; 19; 30.Falero, X I 41, 2.

Page 540: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 555

Falinio, M arco [= M arco Folio Flacinátor], X II 5 8 ,1 .

Fanóm aco, X I I47, 3.Fárax, XII 79, 6-7.Fam aces, X II 73, 1. farsalios, X I 83, 3-4.Fasélide, X I I 4, 5.Féax, X I 25, 3.Febo, 1X 3, 1 ;X I 14, 4.Fedón, X I 48, 1.Fenicia, X I 2, 1; 60, 5; 75, 2;

77, 1; X II 3, 3.Fenicias (tragedia de Eurípides),

X 9 , 8 ;fenicios, X 18, 6 (IV 23, 3); XI

3, 7; 17, 3; 18, 1; 19, 1-2, 4;27, 1; 62, 3; 75, 2; X II 2 7 ,5 .

Feón, X I 63, 1.Ferecides (de Siros), X 3, 4. Ferendates, XI 6 1 ,3 .Fía, XII 4 3 ,4 . fidenates, X I I 80, 6, 8.Fidias, X II 1 ,4 ; 3 9 ,1 -2 ; 40, 6. Fiestas E leuterias, XI 72, 1. Filemón, X I I 14, 3.Filipo, XII 50, 4.Filisco, X II 5 ,1 .Filocles, X I 7 8 ,1 .Fíntias (pitagórico), X 4, 3-4 y

6.Flegón, IX 21. fliasios, XI 32, 1.Focea, XI 2, 3.focenses, IX 10, 6; X I 4, 7; 14,

1; 79, 4, 6; 80, 1; 83, 3; XII42, 4; 80, 4.

Fócide, X I 31, 3; 33, 1.Form ión, X II 37, 1; 47, 1; 48,

1 ,3 .Fortaleza B lanca (en Egipto),

XI 7 4 ,4 ; 7 5 ,4 ; 7 7 ,2 .Frasiclides, XI 77, 1.Frigia, Frags. de procedencia

incierta, 3.Ftía, X I 3, 2.Furio, A gripa, XII 30, 1.Furio, Gayo, X II 80, 1.Furio Fifrón, Publio, XI 66, 1.Furio Foso, Q uinto, XII 35, 1;

cf. Furio, Gayo.Furio M ediolano (o M edulino),

Espurio, X I 78, 1.Furio M ediolano [o M edulino],

Lucio, XI 63, 1.Furio [M edulino], Lucio, XII

60, 1; 81, 1Furio Meneleo, Espurio, X I48,1.

gálatas, IX 10, 6.G alepso, X II 68, 4.Galia, XI 1, 5.Gayo, cf. Claudio Regilo, Cor­

nelio Léntulo, Furio, H ora­cio Pulvilo, Julio, M etelo, N aucio Rufo, N aucio Rufilo, Papirio, Sergio, Servilio Es- tracto, Sicinio, Sulpicio [Ca­merino] y Veturio Cicorio.

Geganio M acerino, M arco, X II29, 1; 3 3 ,1 ; 43, 1.

Geganio M acerino, Proclo, XII3 6 ,1 .

Page 541: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

556 BIBLIOTECA HISTORICA

Gela, X 2 8 ,1 ;X I6 8 , 1; 76, 4-5. Gelón, X 29; 32; 33; X I 1, 1;

20, 5; 21, 1-5; 22, 1 ,4 -5 ; 23, 1-3; 24, 1, 3-4; 25, 1, 5; 26, 3; 26, 4, 7; 38, 1-2, 5 y 7;48, 3; 66, 1; 67, 2, 4; 72, 3; XII 2 6 ,3 .

Genucio [Augurino], Marco, XII31 ,1 .

Gerania, XI 80, 1.Gerusia, XI 50, 2, 5-6.Gitio, XI 84, 6.G láucides, XII 30, 1.Gneo, cf. M anlio [Cincinato]. Góngilo, X I 44, 3,Gorgias, XII 53, 2; 54, 1.Grecia, IX 26, 1; 36, 1; XI 1, 2,

4; 2, 3; 3, 5; 4, 1; 9, 1-2; 11, 1, 6; 19, 6; 23, 2-3; 26, 4;27, 2; 28, 1-2; 29, 1; 32, 4; 33, 2; 3 7 ,3 ; 39, 1; 41, 2; 43, 2; 46, 2; 54, 3; 55, 4; 56, 2;58, 1-2, 4; 64, 3; 66, 3; 77, 4; 82, 3; XII 1 ,2 -4 ; 7, 1; 10, 3; 11, 2; 22, 2; 30, 2; 31, 2;35, 4; 40, 6; 54, 3; 55, 1; 59, 2; 7 5 ,1 ,4 ; 80, 4.

griegos, IX 2, 1; 6; 10, 5; 16; 20, 4; 25, 1-2; 32; 35, 1, 3;36, 1; X 6, 4; 11, 2; 25, 1; 32; 33; XI 1, 1, 3-4; 2, 2, 5;3, 1-2, 3, 5-8; 4, 1 ,5 -7 ; 5 ,4 - 5; 6, 1-4; 7, 1-2 y 4; 8, 2; 9,1, 3; 10, 1, 3-4; 11, í , 5; 12,2, 4; 13, 1-3; 14, 1; 15, 1-2;16, 1-2; 17, 2-4; 18, 2; 19 ,3 ,

5-6; 20, 1; 22, 3; 23, 1-3; 26,4-5; 27, 3; 28, 2; 29, 2; 30, 1-4, 6; 31, 1, 3; 32, 1, 3-5;33, 1-2, 4; 34, 1-5; 35, ly 4;36, 2, 4, 6-7; 37, 2-4, 6; 39, 3; 41, 1; 44, 3-5; 50, 1; 53, 4; 55, 4, 6; 56, 2; 58, 2-4;59, 1-2; 60, 4; 61, 4; 62, 1; 82, 2; X II 1, 2-3; 3, 1; 4, 4- 5; 9, 1; 26, 2-3; 36, 3; 40, 6;50, 7; 51, 59, 5; 68, 5; 75, 2;80, 6; 83, 6.

H ades, X I 9, 4.Hagnón, X II 46, 2, 4, 6; 68, 2. Halias, X I 78, 2.Halis, 1X 31, 1.Harm odio, IX 1 ,4 .Harpago, IX 35, 1-3.H ecateo de Mileto, X 2 5 ,4 . Hefesto, IX 3, 2.H elesponto, X I 2, 1, 4; 3, 6, 8;

44, 3; X I I 42, 5.H era, X 31; X I 65, 2.H eraclea (de B itinia), X II 7 2 ,4 . Heraclea (de la región de Erix, en

Sicilia), X 18, 6 (IV 23,3). H eraclea (de M agna Grecia),

XII 36, 4.Heraclea (de Traquinia), XII 59,

3 ,5 ; 7 7 ,4 . heracleotas, XII 77, 4.Heracles, XI 18, 2; 50, 6; X II 9,

6; 10, 7; 5 9 ,4 ; Frags. de p ro ­cedencia incierta, 2.

H eraclidas, X II 75, 6.

Page 542: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

ÍNDICE DE NOMBRES 557

herbiteos, X II 8, 2.Herm o, IX 31, 2.Herm ón, X 19, 6.Heroa, X II 10 ,7 .Herodoto, IX 20, 4; X 24, 1; X I

37, 6.Hestiea, X I 13, 5; X II 7, 1; 22,

2.hestieos, X II 7, 1.H etim áridas, XI 50, 6-7.Hibla, X I 88, 6.H ierón, X I 38, 3 y 7; 48, 3, 5,

7-8; 49, 1; 51, 1; 53, 4-5; 66,1 ,4 ; 6 7 ,3 , 5, 7; 76, 3-4.

hilotas, X I 6 3 ,4 ; 64, 1 ,4 ; 84, 8; XII 67, 3-5.

H ímera (ciudad), XI 20, 3, 5; 21, 1-2; 24, 2; 25, 1; 48, 6, 8; 68, 1; 76, 4; XII 5 ,1 ; 2 9 ,1 .

H ím era (río), X II 8, 4; 26, 3.him ereos, X I 20, 5; 21, 1; 48, 6,

8; 49, 3; 53, 3.H imeto, IX 37, 2.H iparco, X 17, 1.H íperbio, X II 7 7 ,1 .H ipias, X 17, 1.H ipócrates (estratego atenien­

se), X II 6 6 ,2 ; 69, 1-2.H ipócrates (tirano de Gela), X

28, 1.H iponico (hijo de Calías), XII

65, 3, 5.H iponico (padre de Calías), XII

4 ,5 .hircanio, X I 69, 1.H isias, X II 81, 1.

H istaspes, XI 69, 2.H istiea, cf. Hestiea.H istoria de Sicilia (obra de An-

tíoco de Siracusa), XII 71 ,2 .H oracio [Barbato], Canco (?

M arco), XII 26, 1.Horacio [Pulvilo], cf. Marco Ho­

racio [Pulvilo] y Gayo H ora­cio Pulvilo.

H oracio Pulvilo, Gayo, X I 53,1.

Iberia, X I 1, 5; X I I 2 6 ,4 .ilirios, XII 30, 2.Inaro, XI 71, 3.Inesa, XI 76, 3.Inm ortales, XI 7, 4.insular (tribu de Turios), X II

11 ,3 .Isarco, XII 65, 1.isleños (griegos de las islas del

Egeo), XI 37, 4.Isocrates, X II 1,5.Istmo (de Corinto), XI 3, 3; 15,

3-4; 16, 3; 17, 1; 29, 2; XII5 9 ,1 .

Istmo de Palene, XII 34, 4.Istro, XII 50, 2.Italia, X 3, 4; 4, 1; XI 1, 4-5;

37, 7; 51, 1; 52, 1; 53, 6; 59, 4; 90, 3 ; 'XII 9, 1-2; 10, 5; 20, 1; 26, 4; 31, 1; 34, 5; 35, 1; 36, 4; 41, 1; 64, 1; 76, 4;80, 6; F rags, de procedencia incierta (V 6, 3-4).

Itome, XI 64, 4.

Page 543: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

558 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Jantipo (arconte en el 479), XI27 .1 .

Jantipo (estratego ateniense), XI27, 3; 28, 1; 3 4 ,2 ; 36, 5; 37, 5; 42, 2.

Jantipo (padre de Pericles), XI85, 1; XII 39, 1.

Jenócrito, XII 10, 3-4.Jenofonte (estratego ateniense),

XII 4 7 ,3 .Jenofonte de Corinto, XI 70, 1. Jerjes (I, rey de Persia), IX 10,

5; 20, 4; X 32; 33; XI 1, 1-4;2, 1-2, 6; 3, 5, 6 y 9; 5, 1, 3- 4; 6, 2; 7, 4; 8, 1 ,4 ; 10, 3-4;11, 5; 12, 1; 14, 1 y 5; 16, 3;17, 1; 19, 5; 2 3 ,3 ; 24, 1; 26, 5; 28, 4; 35, 4; 36, 3, 7; 39, 3; 44, 3; 54, 3; 57, 1; 56, 5- 6; 58, 2-3; 60, 5; 69, 1-2, 6;71, 3; 81, 1; XII 1 ,2 ; 2 ,3 .

Jerjes (II, hijo de A rtajeijes I), XII 6 4 ,1 ; 71, 1.

Jonia, X I 27, 1; 34, 1 ,3 .Jonia (tribu de Turios), X II 11,

3.jonios, IX 1, 4; 3, 2; XI 3, 8;

17, 3-4; 27, 1; 34, 3; 36, 2;37, 1-4; 4 1 ,4 ; 60, 3; X II 42,5.

Julio, Gayo (cónsul en 428), XII4 9 .1 .

Julio, Gayo (cónsul en 424), XII 65, 1.

Julio, Gayo (cónsul en 423), XII38, 1.

Julio, G ayo (decenviro en 444), XII 23, 1.

Julio [Julo], Lucio (cónsul en 440 y en 428), X I I 29, 1; 49, 1.

Julio [Julo], Lucio (magister equi­tum en 425), X II 64, 1.

Julio [Julo], Sexto, XII 8 2 ,1 .Junio, Lucio, X II 7 2 ,1 .Junio Bruto, Lucio (sobrino de

T arqu in io el S oberb io ), X 22.

Justo , cf. A ristides.

Lacedem ón (= Esparta, capital de Laconia), XI 4, 4; XII 67, 1 ,3 ; 6 8 ,4 ; 7 4 ,3 .

Lacedem onia (= Laconia), XI39, 5; 74, 5; X II 42, 3.

lacedem onios, IX 36, 1-3; X18, 6 (IV 23, 3); X I 4, 2, 4- 5; 6, 2; 9 ,1 -2 ; 18, 1; 27, 2-3;28, 1-2, 5; 30, 3; 31, 1; 32,1 ,3 -4 ; 33, 2; 37, 4; 39, 2, 4- 5; 40, 3; 41, 5; 42, 1; 43, 1- 2; 44, 1; 45, 5-8; 48, 2; 50, 1, 7-8; 54, 2; 55, 4-7; 56, 2, 4; 63, 1, 3-4; 64, 3-4; 65, 2- 4; 74, 5-6; 79, 4-5; 80, 1-2,6; 81, 2; 81, 3-4; 82, 3; 84,6, 8; 88, 2; XII 2, 1; 5, 2; 6,1; 10, 3-4; 26, 2; 28, 4; 35,4; 37, 2; 38, 1; 39, 4-5; 40, 5; 41, 1; 42, 3-4, 6, 8; 44, 2- 3; 45, 1 ,3 , 5; 46, 4; 47, 1 ,4 ;48, 1-3: 49, 2; 52, 1; 54, 3;

Page 544: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

ÍNDICE DE NOMBRES 559

55, 2-4, 6; 56, 1, 4-5; 59, 1,3-5; 60, 2, 6; 61, 1, 3-4, 6-7;63, 2, 4; 65, 1-2; 66, 2-3; 67, 1-2; 72, 1, 4, 6; 73, 1; 74, 2, 5; 7 5 ,2 -5 ; 76, 1; 77, 2-3; 78, 1-2, 6; 79, 3-7; 80, 1-2; 81, 1 ,4 ; 83 ,6 .

Laconia, X I 37, 4; 64, 1; 84, 6; X II 43, 2; 62, 2, 7; 63, 5;65, 9.

laconios, X I 6 ,1 ; 40, 4; 46, 3. Lámaco, X II 72, 4; 84, 3. Lampón, X I I 10, 3-4.Lámpsaco, XI 57, 7.Laques, XII 54, 4; 7 9 ,1 .Larino H erm inio, XII 27, 1. lem nios, XII 27, 2.Lemnos, X 19 ,6 ; X II 2 7 ,3 . Leócrates, X I 78, 4.Leónidas, X I 4, 2, 6-7; 5, 5; 6,

4; 7, 1-2; 8, 2, 4-5; 9, 2, 4; 10, 1 -2 ,4;11, 6; 24, 1 ;2 9 ,4 .

Leontinos (ciudad), XI 49, 2;XII 53, 5;

leontinos (pueblo), XII 53, 1, 5;5 4 ,1 ,4 , 7; 83, 1 ,3 .

Leotíquidas, X I 34, 2-5; 35, 2;3 6 ,3 ,5 ; 37, 1; 48, 2.

Lequeo, X I 16, 3. lesbios, X I I42, 5; 55, 1, 10. Lesbos, XI 3, 8; XII 55, 1, 3-4,

10; XII 72, 2-3;Létano, X II 34, 5.Léucade, X II 60, 1. leucadios, X I I 42, 4; 6 0 ,1 . Leuctra, X I 82, 3.

L ibertad (fiestas y juegos), XI29, 1.

Libia, XI 1, 5; 20, 4; 24, 4; 25, 5; 7 4 ,2 ; 7 7 ,5 .

Líbico (m ar), XI 20, 2. libios, X 15.Licia, XI 2, 1; 60, 4. licios, X I 3, 7; 19, 1.Lidia, IX 25, 1; 2 9 ,1 ; 31, 3. lidios, IX 2, 1; 25, 1-2; 31, 2;

32; 33, 2; X 16, 4.Liguria, XI 1,5 . lilibeos, X I 86, 2. lincestas, XI 56, 3. lipareos, X II 54, 4.Lisandro, X 9, 1.Lisanias (arconte en 466), XI

67, 1.Lisanias (arconte en 443), XII

24, 1.L isícrates, XI 88, 1.Lisímaco, XII 33, 1. Lisim áquides, X I I 22, 1.Lisis, X 11, 2.L isistrato, X I 66, 1.Lisíteo, X I 69, 1.Lisitides, XI 5 6 ,4 -5 ,7 .Lócride (Opuntia), X II 44, 1;

59, 2; 65, 5. locros (epicefírios, de M agna

Grecia), X I 68, 4, 7; X II 20, 1; 54, 4;

locros (opuntios), XI 3, 2; 4, 6- 7; 83, 2-3; X I I 42, 4; 44, 1.

locros (ozolos), XII 42, 4; 80,4.

Page 545: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

560 BIBLIOTECA HISTORICA

Luciano, IX 19.Lucio, cf. A tilio [Lusco], Com e­

lio Curitíno, E lbucio H albas, Emilio M amerco, Estudio Ju­lio, Furio M ediolano, Furio [M edulino], Julio [Julo], Ju­nio, L ucrecio [T ricip itino], M inucio Carutiano, N em eto- rio, Papirio [Craso], Papirio M ugilano, Pinario M am enti- no, Postumio, Quincio Cinci­nato, Sentio, Sergio F idena­tes, Servilio, Valero Publicola, Valerio Publio y Valerio Tur- pino.

Lucrecia, X 20, I, 3; 21, 1-3.Lucrecio [Tricipitino], Lucio, XI

81 ,1 .L ucrecio [T ricip itino], O piter,

X II 73, 1.

M acedonia, XI 12, 3; 28, 4; 33, 1; XII 34, 3; 50, 4, 7; 51, 1; 67, 1.

m acedonios, X II 34, 2; 50, 4-5.Magnesia, XI 12, 3; 57, 7; 58, 1.magnesios, XI 3, 2; XII 51, 1.M alea, XI 15, 1.M álide, IX 7.malieo, IX 6.M andana (herm ana de Jerjes),

XI 57, LM andana (m adre de C iro el

Grande), IX 22.M anilio Vasón, M arco [M arco

M anilio V asón], XI 6 3 ,1.

M anio, cf. Em iliano M am erco, Papirio Craso y R abuleyo

M anio, M arco M anio, X II 53, 1.

M anlio [Cincinato], Gneo, X I50, 1.

M antinea, XI 82, 3; XII 7 9 ,3 .m antineos, X II 78, 4; 79, 1, 4;

80, 2.M aratón, X I 2, 2; 6, 4; 82, 1.

M arco, cf. C om elio [M alugi- nense], Duilio, Fabio Silano, Fabio V ibulano, Fabio V ibu- lano, Falinio, Geganio M ace- r in o , G en u c io [A u g u rin o ], H oracio [Pulviío], M anilio Vasón, Manio, Postumio [Al­bino Regilense], Valerio Lac­tuca.

M ardonio, X I 1, 3; 2, 2; 19, 6;28, 1-4, 6; 29, 1; 30, 1; 31,1-3.

Mario, XII 3 ,3 .M azaro, X I 86, 2.M eandro, XI 57, 7.M ecibem a, XII 77, 5.M edia, X 2 7 ,1 .M édica (guerra), X I 37, 6.M edo, X 27, 1.medos, IX 20, 4; 22; 23; 3 1 ,2 -

3; X 13; 27, 1, 3; XI 6, 3-4; 7 ,2 ; 14 ,4 ; 37, 1 ;6 2 ,3 .

M egábates, X I 12, 2-3.M egabizo (am igo de D arío), X

19, 2-3.

Page 546: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 561

M egabizo (general persa)X l 74, 6; 75, 1; 77, 4; X II 3, 2, 4; 4,5.

M égara, X I I 49, 3; 6 6 ,4 ; 67, 1. megareo, X II 40, 6. m egareos, X I 18, 2; 30, 3-4; 79,

1-3; X II 5, 2; 39, 4; 42, 4; 44, 3; 66, 1-3; 67, 1.

m egareos niseos, XI 53, 5. M egáride, XI 1 7 ,2 ; 79 ,3 . M elíaco (golfo), X I 5, 2. melieos, XI 3, 2; 4, 7; X I I77 ,4 . M eîio, Espurio, X II 37, 1. m elios, XII 65, 3.M elos, XII 42, 5; 6 5 ,2 ; 8 0 ,5 . M enas, XI 88, 6.M ende, X II 72, 7, 9.M enelao, X 6, 1.M enenio, N ito, XII 37, 1. M enenio [Lanato], Tito (cónsul

en 472), XII 53, 1.M enenio [Lanato], Tito (cónsul

en 445 y 433), X I I 22, 1 ; 36,1.

M eneno, X I 78, 5.Menfis, X 14, 2; X I 7 5 ,4 ; 77 ,1 . M enón, X I 52, 1.M éropes, IX 3, 2.M esene, XII 44, 3.M esenia, IX 13, 1; X I 64, 1;

X II 61, 1. m esemos (de Naupacto), XII 60,

1- 2 .m esem os, IX 13, 2; XI 63, 4;

64, 1-2, 4; 84, 7-8; XII 42, 5; 63, 5.

M esina, XI 76, 5; XII 49, 1. M etelo, Gayo, X II 60, 1. m etim neos, X II 55, 10.M etón, X II 36, 2.M etone (de Laconia), XI 84, 6;

XII 43, 2-3.M etone (M etana, fuerte de A r­

golide), XII 65, 7.M ícale, XI 34, 3-4; 35, 2; 36, 7;

3 7 ,6 .M icenas, XI 65, 5. miceneos, X I 65, 1-5.M icito, XI 4 8 ,2 ; 5 9 ,4 ; 66, 1-3. Mil (tropas de élite argivas),

XII 79, 7; 80, 2.Milas, X II 54, 4.M ilciades, X 19, 6; 27, 3; 30, 1;

31; XI 60, 1; 82, 4; XII 1 ,5 ;3 ,1 .

mileos, XII 54, 5. m ilesios, IX 3, 3; X 25, 2; XI

36, 2, 4; X I I27, 1.Mileto, IX 3, 1 y 3; X 25, 4;

X II 68, 1.M ilón, IX 14, 1; XII 9, 5. M inucio, Tito [ - Tito Genucio

A ugurino], X I I 23, 1. M inucio, Tito [= Tito M inucio

Prisco], X I 70 1.M inucio Carutiano, Lucio, XI

88, 1; X II 24, 1.M ircino, X I I 6 8 ,4 .M iríquides, XII 29, 1. M irónides, XI 79, 3; 81, 4-5;

82, 1, 4-5; 83, 1, 4; 84, 2; X II 1 ,5 .

Page 547: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

562 BIBLIOTECA HISTORICA

M isia, X I 2 ,1 .M isón, IX 6-8.M itilene, IX 11, 1; X I 48, 1;

XII 27, 4; 55, 3, 5-6, 9-10;72, 2.

m itileneos, IX 12, 1; X II 28, 2;55, 1 ,4 , 7-8, 10.

M itrídates (cham belán de Jer- jes), X I 6 9 ,1 .

M iunte, XI 57, 7.M nesitides, XI 81, 1.M olicria, X II 60, 3. m olosos, XI 5 6 ,1 , 3. M organtina, XI 78, 5.M otio, XI 91, 1 ,4 .M uros Largos (de A rgos), X II

81, 1.M uros Largos (de M égara), XII

66 ,3 .N aucio [Rutilo], Espurio, XII

82, 1.N aucio Rufo, G ayo, X I 60, 1. N aucio Rutilo, Gayo, X I 88, 1. Naupacto, XI 84, 7; XII 42, 5;

44, 3; 47, 1; 48, 1; 60, 1-3;6 3 ,5 .

naxios, X I 49, 1-2.N axos, XI 88, 3.N eápolis, Frags. de proceden­

cia incierta, 2.Nearco, X 18, 1-4.Ñ em eos (Juegos), X I 6 5 ,1 . N em etorio (o N um itorio), L u­

cio, X I 68, 8.Neocles, X 32.N icérato, XII 6 5 ,1 ; 83, 5.

N icias, XII 65, 1, 3, 5, 7-8; 72, 8; 80, 5; 83, 5; 84, 1 ,3 .

N icom edes, X I 79, 5-6. N ícóstrato, X II 72, 8; 7 9 ,1 . N ilo, X I 74, 2.N isea, XII 66, 3-4; 67, 1; 80, 5. niseos (cf. m egareos), X I 53, 5. N ito, cf. M enenio.N om as (o M enas), X I 91, 3. N ueve Torres, X I 3 8 ,4 .

O lim pia, X I I 9, 6; 1 0 ,7 . O lim p íad a : 1 7 .a, IX 2 0 , 4;

— 55.a, IX 21; — 61 *, X 3, 1; — 75.a, X I 1, 2; — 76.a,XI 48, 1; — 77.a, X I 53, 1;— 78.a, X I 65, 1; — 79.a, X I70, 1; — 8 0 .a, X I 77 , 1;— 81.a, X I 84, 1; — 83.a,X II 5, 1; — 84.a, X II 23, 1;— 85.a, XII 29, 1; — 86.a,X II 33, 1; — 87.a, XII 37, 1;— 88.a, X II 49, 1; — 89.a, ΧΙΪ 65, 1; — 90.a, X II 77, 1;— 91.a, XII 82, 1.

Olim píadas, IX 21.O lím pico (sobrenom bre de Pe­

n d e s ) , XII 40, 5-6.oliniios, X II 4 7 ,3 ; 7 7 ,5 .Olinto, X I I 34, 2.Opiano, Frags. de procedencia

incierta, 2.Opíter, cf. Lucrecio [Tricipiti­

no].opuntios, cf. locros opuntios. orcom enios, X I I 70, 1.

Page 548: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

ÍNDICE DE NOMBRES 563

O rcóm eno, X I I79, 2.Orestes, IX 36, 3; cf. A gam e-

nónida.Oretes, X 16, 4.Orneas, X II 81, 4-5.Oropo, X II 65, 3; 69, 2, 4.O rtigia (la Isla), X I 67, 8; 68, 3;

73, 1; 76, 1.

Pagondas, X II 69, 3.Paladión, Frags. de proceden­

cia incierta, 3.Palas, X 24, 3.Palene, X II 3 4 ,4 .Palice, X I 88, 6; 90, 1.Palicos, X I 88, 6.Panfilia, XI 2, 1.panfilio s,X I 3, 7; 19, 1.Panorm o, X I 20, 2.Panto, X 6, 1.Papirio, Gayo, X II 7 2 ,1 ,Papirio [Craso], Lucio, X II 46,

1.Papirio Craso, M anio, XII 35 ,1 .Papirio M ugilano, Lucio, XII

78, 1.Paques, X II 55, 5 ,1 0 .Parm énides de Posidonia, X I

6 5 ,1 .Parnasia, XI 83, 2.Parnaso, XI 14, 1; 7 9 ,4 .Pairas, XII 48, 1-2.Pausanias (de A tenas, padre de

M etón), X I I 36, 2.Pausanias (general espartano),

X I 23, 3; 29, 4; 30, 6; 32, 5;

33, 1 ,4 ; 44, 1-4, 6; 45, 1 ,3 -7, 9; 46, 1; 47, 3; 54, 2-4;5 5 ,4 , 8.

Pedieo, X I I 4, 1. pelasgos, X I 60, 2. peloponesios, X I 15, 3; 16, 3;

39, 4; 44, 6; 78, 2; 79, 3, 5;86, 1; XII 2, 1; 35, 2; 41, 1- 2; 42, 3-4, 6; 43, 1; 45, 1;48, 2; 49, 5; 59, 1, 5; 66, 4; 67, 1.

Peloponeso, IX 32; XI 14, 5;15, 1-3; 16, 1; 28, 3; 33, 2;39, 3; 44, 2, 6; 49, 1; 78, 2;81, 2; 85, 1-2; 88, 1; XII 6, 1; 10, 4; 11, 3; 31, 3; 42, 4, 6; 47, 1-2; 52, 1; 61, 1-2, 6; 6 5 ,8 ; 76, 1; 77, 3-4.

Peloponeso (G uerra del), XII37, 2; 38 1; 41, 1; 74, 5; 75, 1.

Pelusio, X 14, 2.Perdicas, X I I3 4 ,2 ; 5 0 ,4 ; 51 ,2 . Periandro de Corinto, IX 7. Pericles, XI 85, 1; 88, 1-2; XII

1 ,5 ; 7, 1; 22, 2; 27, 1-2, 4-5;28, 1-2; 38, 2-4; 39, 1-3, 5;40, 4, 6; 42, 6, 8; 44, 3; 45,3-5; 46, 1-2.

Perilao, IX 18; 19. perrebos, X I 3, 2.Persa (Cam bises), X 14, 2. persas, IX 10, 5; 20, 4; 21; 31,

2-3; 35, 1, 3; X 13; 15; 19,2, 6; 25, 1-2, 4; 27, 1, 3; 31;34, 1, 10; X I 1, 2-3; 2, 5; 3,

Page 549: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

564 BIBLIOTECA HISTÓRICA

3; 4, 7; 5, 4; 6, 2; 7, 4; 8, 4;9, 3; 10, 1, 4; 11, 1; 12, 6;13, 2-3, 5; 14, 2-3, 5; 15, 4;16, 1; 17, 3; 18, 4, 6; 19, 3;20, 1; 23, 2; 26, 4; 27, 1; 28,1-2; 30, 4 y 6; 31, 3; 32, 3; 33, 1 ,3 -4 ; 34, 1 ,3 -5 ; 35, l y 4; 36, 1, 3, 6; 43, 2; 44, 2-3, 5; 46, 2-3; 47, 1; 56, 5-6; 57,1, 3-5; 58, 4; 60, 1-2, 4-5;61, 1-3; 62, 2; 69, 6; 71, 1,2-3, 5; 74, 1, 3-4, 6; 75, 4;77, I, 3-4; 82, 1;XII 1, 2; 2, 1; 3, 1-2, 4; 4, 1-2, 5; 26, 2;27, 5; 41, 1; 68, 1.

Persia, IX 17; X 19, 5; XI 56, 6; 75, 1.

Pesinunte, Frags, de proceden­d a incierta, 3.

Pidna, XI 12, 3.Pilos, X I I6 1 ,1 -3 ,6 ; 63 ,5 ; 77 ,2 . Pinario [M amercinoJ, Espurio,

XII 60, 1.Pinario M am ertino, Lucio, XI

66, 1.

Pindaro, IX 19; X I 26, 8.Pireo, XI 41, 2; 60, 3; X II 49,

2, 4-5. pisidas, X I 61, 4.Pisidia, XI 2 ,1 .Pisistrátidas, IX 1 ,4 ; X I 55, 1. P isistrato, IX 4, 1-2; 20, 1, 4;

37, 1-3; X 17,1 .Pisutnes, XII 27, 3.Pitaco, IX 11, 1-2; 12, 1-2; 25,

1-2; 26, 2; 2 7 ,4 .

Pitágoras, X 3, 1-5; 6, 1-4; 7, 1 y 4; 9, 1-4, 6 y 9; 10, 1-2; X I I 9, 4; 20, 1.

pitagóricos, X 4, 1, 3-4; 5, 1-2;8, 1 y 3; 9, 5; 10, 2; 11, 1-2.

Pitia, 1X 3, 1; 16; 33, 2.Pitio, cf. Apolo.Pitodoro, X II 37, 1.Pitón, IX 6; 10 ,4 .Pixunte, XI 59, 4.Platea, IX 10, 5; X I 14, 5; 23,

1; 29, 1; 34, 1, 4; 35, 1-3;36, 7; 37, 1; 39, 1; 44 , 1; 46, 2; 82, 1; XII 41, 2-3; 42, 2;47, 1; 5 6 ,1 .

píateos, X I 32, 1; X II 41, 5, 7;42, 1; 47, 1-2; 56, 4-6; 76,3.

Platón, IX 10, 2; X II 1 ,5 . Plistoanacte, X I 79, 6.Polibio, 1X 21.Polícrates, X 16, 1; 4. Polidam ante, IX 14, 2; 15, Polim nasto de Cirene, X I 8 4 ,1 . Polinices, X 9, 8,Polizelo, X I 48, 3 -5 ,8 .Ponto (M ar N egro), X I 2, 1; 3,

8; X II 7 2 ,4 .Posidón, X I 21, 4; X I I 48, 1. Posidón (santuario de), X I 45, 4. Posidonia, X I 65, 1.Postum io, Lucio, XI 91, 1. Postum io A lbino, Espurio, XII

75, 1.P ostum io [A lb ino R eg ilen se],

M arco, X II 80, 1.

Page 550: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 565

Postumio Calvinio, Espurio, XII 23, 1.

Postum io Régulo, A ulo, X I 78,1.

Postumio Tuberto, Aulo, X ll 64,1 ,3-4 .

Postumo, cf. Ebucio U leco.Potidea, X II 34, 2-4; 37, 1; 40,

2; 4 6 ,2 , 6-7.potideatas, X II 34, 3; 37, 1; 42,

5; 4 6 ,4 , 6-7.Praxiergo, XI 5 4 ,1 .Praxiteles, XII 23, 1.Priene, 1X 13, 1 ; XII 27, 1.Proclo, cf. G eganio y Virginio.Propileos, X I I 40, 2.Propontide, X II 34, 5.Proro de Cirene, X 4 ,1 .Prosopitis, XI 77, 2; XII 3, 1.Ptolom eo, X 31.Publio, cf. C lodio (o Claudio)

Regilano, Furio Fifrón, Ser­vilio Estructo, Sestio C apito­lino, Valerio Publicola y V o­lum nio A mentino.

Publio, Q uinto, X II 24, 1.púnicos, X I 22, 2.

Q uenas, IX 6-7.Queronea, X II 6 ,1 .Q uersoneso (tracio), X I 88, 3.Q uilón, IX 9; 1 0 ,1 , 4-6.Quincio (o Quintilio), Sexto, XII

7 ,1 .Quincio, Tito (tribuno militar en

437), X II 32, 1.

Quincio Capitolino, Tito, X I 67, 1; 71, 1; 77, 1; X II 30, 1; 33, 1; 37, 1.

Quincio Cincinato, Lucio (cón­sul en 450), ΧΠ 3, 1.

Quincio [Cincinato], Lucio (tri­buno m ilitar en 431 y 417; consul en 420), X II 38; 77 1 ;81, 1.

Quincio [Cincinato], Tito, XII 6 5 ,1 ; 75, 1; 80, 1.

Quinto, cf. Fabio Silvano, Fa­bio Vibulano, Furio Foso, Pu­blio, Servilio Estructo y Sul­picio Pretexta to.

Quios, XI 3, 8; X I I 27, 4. quiotas, X I I 28, 2; 42, 5.

Rabuleyo, Manio, XII 24, 1. reginos, XII 54, 4.Regio, XI 48, 2; 52, 3-5; 59, 4;

66, 2-3; 76, 5; XII 54, 4. Renea, XII 58, 7.Río (promontorio de Acaya), ΧΠ

48, 1-2.Rodas, X I 3, 8.Rom a, X I 38, 1; 41, 1; 48, 1;

51, 1; 63, 1; 65, 1; 68, 8; 69, 1; 74, 1; 78, 1; 79, 1; 81, 1; 88, 1; X II 23, 1; 24, 1 ,5 ; 25, 3; 26, í ; 32, 1; 37, 1; 60, 1; 65, 1; 73, 1; 80, 1, 6; 81, 1;82 ,1 .

rom anos, X 1; 20, 1; X I 1, 2;37, 7; 40, 5; 52, 1; 53, 6; 54, 1; 66, 1; 67, 1; 70, 1; 71, 1;

Page 551: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

566 BIBLIOTECA HISTÓRICA

75, 1; 77, 1; 85, 1; 86, 1; 91, 1; XII 3, 1; 4, 1; 5, 1; 6, 1 ;7 , 1; 22, 1; 26, 1; 27, 1; 29, 1;30, 1, 6; 31, 1; 34, 1, 5; 35,1; 36, 1; 37, 1; 38, 1; 43, 1;46, 1; 49, 1; 53, 1; 58, 1; 64,1-3; 72, 1; 75, 1; 77, 1; 78, 1; 80, 7.

Romilio Vaticano, Tito; X II5 ,1 .Róm ulo, X I I23, 1.

sacas, XI 7, 2.Salam ina (ciudad de Chipre),

X I I 4, 1 ,3 .Salam ina (isla y ciudad del gol­

fo Sarónico), XI 1, 1; 13, 3- 4; 15, 2-4; 16, 1, 3; 17, 1-2, 4; 18, 2-3; 26, 5; 27, 1-2; 28, 5; 34, 2; 39, 1; 57, 2; XII 49,3-5.

salam inios (de Chipre), XII 4,2.

salaminios, XII 49, 4.sam io, sam ios, X 16, 1; XI 17,

4; 34, 3; 36, 2, 4; XII 27, 1- 4; 28, 1 ,3 .

Samos, X 3, 1; 16, 4; XI 3, 8;17, 3; 27, 1; 34, 2-3; 37, 1; X I I 2 7 ,2 -5 ; 28, 3.

Sardes, IX 33, 4; X 27, 2; X I 2, 3; 3, 6; 34, 3; 36, 3, 6-7; XII27 ,3 .

Seleuco, X II 36, 1.Selinunte, XI 68, 1.selinunti os, X I 21, 4-5; X II 82,

3-4, 6.

Sempronio [Atratino], Aulo (cón­sul en 420; tribuno m ilitar en 417), XII 7 7 ,1 ; 8 1 ,1 .

Sempronio [Atratino], Aulo (tri­buno m ilitar en 437), X II 32,1.

Senado (en Roma), X 1 ; X II26,1.Sentio, Lucio, X II 82, 1.Sepíade (cabo), X I 12, 3.Sergio, Gayo, XII 24, 1.Sergio Fidenates, Lucio, X II 43,

i ; 73 ,1 .Servilio, Lucio, X II 5 8 ,1 .Servilio Estructo, G ayo (cónsul

en 471), X I 54, 1.Servilio Estructo, G ayo (cónsul

en 419), X I I 78, 1.Servilio Estructo, Publio, X I 79,1.Servilio Estructo, Quinto, X I 71,

1; 7 5 ,1 .Servio, cf. Cornelio, Sulpicio y

Tulio.Sestio Capitolino, Publio, X I I22,

1; 23 ,1 .Sesto, X I 37, 4-6.Sexto, cf. Julio, Q uincio y Tar­

quinio.Síbaris (ciudad), XI 90, 3-4;

X II 9, 1.Síbaris (río), X I 90, 3; X II 9, 2;

10, 5-6sibaritas, X 23; X I 48, 4; X II 9,

2, 4-5; 10, 1 ,3 -4 ; 11, 1-2.sicanos, X II 71, 2; Frags. de

localización incierta (V 6, 3-4) y 1 ,1-2 .

Page 552: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

INDICE DE NOMBRES 567

Sicilia, X 18, 6 (IV 23, 3); XI1, 4; 20, 1-2; 23, 2; 24, 2;25, 5; 38, 1; 53, 1; 72, 1; 73, 3; 76, 1; 76, 6; 78, 5; 86, 2-3; 87, 6; 88, 4; 90, 3; X II 8,1-2, 4; 9, 1; 26, 3; 29, 1; 30, 1; 41, 1; 49, 1; 53, 1; 54, 1-4, 7; 71, 2; 82, 3; 83, 2, 5-6;F rags, de lo ca liza c ió n in ­cierta (V 6, 3-4).

siciliotas, X 28, 3; X I 20, 2; 22,2, 5; 23, 2; 38, 1; 67, 2; 72, 1; X I I 54, 5.

Sicinio, Gayo, XI 68, 8.Sición, X I 88, 1-2. sicionîos, X I 32, 1 ; 88, 2. sículos, X I 68 ,1 ; 76, 3; 78, 5; 88,

6; 91, 3; XII 8, 1-2; 29, 1-2;30, 1; Frags, de localización incierta (V 6 ,3-4) y 1,1-2.

sidonios, X I 13, 2.Siete Sabios, IX 1, 2; 3, 3; 7;

28; X 10, 1.Símaco (de M esina), XII 49, 1;

65, 1.Símaco (estratego ateniense), XII

7 2 ,3 .Sim onides, XI 11,6 .Síneto (por Evéneto), X I 2, 5. Siracusa, X 28, 2; 29; X I 1 ,2 ;

20, 5; 21, 1; 25, 1, 5; 38, 5;51, 2; 66, 1, 4; 68, 1, 5-6;72, 1; 86, 3; 87, 1, 3; 88, 5; 9 2 ,1 ; XII 19, 2; 2 9 ,3 .

siracusano, siracusanos, X 2 8 ,1 ;XI 23, 3; 26, 5; 38, 2, 7; 48,

3; 49, 1; 51, 1; 53, 4-5; 66, 1, 4; 67, 1, 6-7; 68, 1-2, 5;73, 1-3; 76, 1-3; 87, 2, 6; 88,4-5; 91, 1-4; 92, 1, 4; XII 2, 3; 8, 1, 3-4; 26, 3; 29, 2-4;30, 1; 53, 1; 54, 4, 7; 77, 1; 8 2 ,7 ; 83, 1 ,3 ; 8 4 ,4 .

Siria, IX 19; XI 77, 1.Siris, X II 3 6 ,4 .Sitalces, XII 50, 1, 3; 51, 1-2. Sócrates, XII 1 ,5 .Sófocles (estratego ateniense),

XII 54, 6.Sofónides, X I 77, 6.Sofrón, XII 37, 1.Sogdiano, X II 71, 1.Solón, IX 1, 1 ,3 -4 ; 2, 1-5; 3, 3;

4, 1-2; 8; 17; 20, 1-2, 4; 26,1-2; 27, 1-3; 34; XII 18 ,3 .

Sosístrato, XI 85, 1.Sulpicio [Camerino], Gayo, XII

23, 1.Sulpicio [Camerino Com uto],

Servio, XI 84, 1.Sulpicio Pretextato, Q uinto, XII

53, 1.Sunio, X I 3, 8.Susa, X I 2, 3.

Tales de M ileto, IX 3, 3.Talo, 1X 21.Tanagra, X I 80, 2; 81, 3; 82, 5;

X I I 65, 3.Tántalo, X II 65, 9. tarentinos, X I 52, 1, 3, 5; XII

23, 2; 36, 4.

Page 553: Diodoro de Sicilia - Biblioteca Histórica Libros IX-XII

568 BIBLIOTECA HISTÓRICA

Tarento, X 4, 1; 7 ,4 ; XI 5 2 ,4 . Tarpeyo [M ontano Capitolino],

Espurio, XII 6, I.Tarquinio, Sexto (hijo de Tar­

quinio el Soberbio), X 20, 1, 3; 21, 1.

Tarquinio (Colatino), Lucio, X 20, 1.

Tarquinio (el Soberbio), Lucio, X I; 20, 1; 22,

tasios, X I 70, 1; X II 68, 4. Teagenides, X I 65, 1. tebanos, X 11, 2; X I 4, 7; 32, 2;

33, 4; 81, 1-3; 82, 3; XII 41,3, 5-7; 42, 1-2; 65, 4; 70, 1-3, 5; 77, 4;

Tebas, X 11, 2; XI 4, 7; 29, 1;30, 1; 31, 3; 32, 1-2; 33, 4; 8 1 ,3 ; 83, 1; XII 42, 1; 75, 3.

Tegea, IX 36, 2-3; XI 66, 3;XII 79, 3.

tegeatas, XII 79, 3.Telis, X II 9, 2-3.Tem ístocles, X 32; XI 2, 5; 12,

4-6; 15, 4; 16, 1; 17, 1, 4;18, 1; 19, 5-6; 23, 1, 3; 21, 3; 39, 4; 40, 1-4; 41, 1-2; 42,2-4, 6; 43, 1; 54, 3-5; 55, 3-5, 7-8; 56, 2-3, 5-6, 8; 57, 1- 5; 58, 1-3, 5; 59, 3-4; 82, 4;XII 1 ,5 .

Tem pe, XI 2, 5-6; 3, 2.Ténaro (cabo), X I 45, 4. Ténedos, XI 3, 8.Teodoro, XII 3 1 ,1 .Teopom po, XII 33, 1.

Tera, XII 42, 5.Tencles, X 3, 1.Term opilas, XI 4, 1-2, 5-7; 5,

4; 6, 3-4; 10, 4; 1 1 ,6 ; 13, 2- 3; 14, 1; 16, 2; 24, 1; 33, 2; 6 5 ,2 ; 77, 4; X II 51, 1.

Terón, X 28, 3; X I 20, 5; 21, 3;48, 5-8; 49, 3; 5 3 ,1 -3 .

Tesalia, X I 2, 5; 83, 3-4; XII67, 1.

tesalio, tesalios, IX 14, 2; X I 2, 6; 3, 2; 77, 1; 80, 1-6; 83, 3;X II 10 ,2 ; 51, 1.

Tésalo (hijo de Pisistrato), X17,1 .

Tésalo (un sibarita?), X I 90, 3.tespieos, XI 9, 2; X I 14, 5; 32,

1.Tetrápolis (del Á tica), X II 45,

1.Tiberio, cf. Em ilio M am erco.Tica, X I 6 8 ,1 .Tim árquides, XII 6, 1.Tim eo, X 29.Tim ocles, X I I27, 1.T im óstenes, X I 38, 1.T indárides, X I 86, 4-5.Tirea, X I I 44, 3; 65, 9.Tirrastíadas, X I 8, 5.Tirrenia, XI 8 8 ,4 -5 .tirrenos, X 3, 1; XI 51, 1-2; 88,

4-5.tirrenos (de Lem nos), X 19, 6.Tito, cf. Claudio [Craso], E m i­

lio M am erco, Estertinio Es- trúctor, M enenio Lanato, Mi-

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ÍNDICE DE NOMBRES 569

nució, Quincio, Quincio Capi­tolino, Q uincio [Cincinato], Romilio Vaticano, Veturio Ci- corino y V irg in io [T ricosto Rutilo],

Titraustes, XI 60, 5.T lepolem o, XI 71, 1.Tólm ides, XI 84, 2, 4; 85, 1;

88, 3; XII 6, 1-2.Torilas, X I 77, 1.Torone, X I I 68, 6; 73, 2-3.Tracia, X I 3, 6; 28, 4; 70, 5;

X II 42, 5; 46, 7; 47, 3; 50, 1,3-4; 51, 2; 67, 2; 72, 1; 73,2-3; 7 6 ,1 .

tracios, X I 3, 6; 70, 5; X II 50, 1 ,6 -7 ; 5 1 ,1 ; 68, 2; 82, 2.

Traente, XII 22, 1.Traquinia, X II 77, 4.traquinios, X I 8, 4-5; 9, 3; 10,

1; X II 59, 4.Traquis, X II 59, 3-5.Trasibulo (tirano de Siracusa),

XI 66, 4; 67, 1, 5, 7; 68, 3, 7; 7 2 ,2 .

Trasideo, XI 48, 6-7; 5 3 ,1 , 5.Trasim edes, XII 61, 3.Trecén, X I 3 9 ,1 ; XII 7 8 ,2 .Trigém ino, X II 7, 1.Trinacia, X I I 29, 2.tr inados, XII 29, 2-3,Triopio, XI 3, 8.Tróade, X I 2, 1.Tronío, X I I 44, 1.Troya, X 6, 2; X I 37, 6.Troya (G uerra de), X 6 ,1 .

Tucídides (el historiador), XII37, 2.

Tulio, Servio, X 1, 2.Turia, XII 10, 6-7.Turina, XII 10, 7.Turio (—Turios), XII 10, 6.Turios (ciudad de M agna G re­

cia), X II 17, 3; 35, 1-3.turios (habitantes de Turios),

X II 9, 1; 11, 1; 18, 1; 23, 2;3 5 ,3 .

Túsculo, X I 40, 5.

Valerio Lactuca, M arco, X II 4, 1.

Valerio Publicola, Publio, XI 60, 1; 85, 1.

Valerio Publicola, Lucio, XI 69, 1.

V alerio Publio , L ucio, X I 41, 1.

Valerio Turpino, Lucio, XII 26, 1.

V e tu rio C ico rin o (C icu rin o ), Tito, XI 81, 1.

Veturio Cicorio, Gayo, XII 5, 1.

V eturio [Craso Cicurino], Es­purio, XII 23, 1; 24, 1.

veyentes, XI 53, 6.V irginio [Celiomontano], Aulo

(cónsul en 464), X I 70, 1.V irginio Tricosto, P ro d o (cón­

sul en 480), X I 1, 2.V irginio Tricosto, Proclo (cón­

sul en 428), XII 49, 1.

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570 BIBLIOTECA HISTÓRICA

V irginio Tricosío [Celiomonta- no], Espurio, X II 4, I.

Virginio Tricosto [Rutilo], Aulo (cónsul en 471), X I 54 ,1 .

volscos, XI 37, 7; X II 30, 6. Volumnio Amentino, Publio, XI

84, 1.

yápiges, XI 5 2 ,1 , 3-4.

Zacinto, X I 84, 7.Zaleuco, X I I 19, 3; 20, 1; 21, 1. Zancle, X I 48, 2; 59, 4; 66, 1;

76, 5.Zenón, X 18, 1-3, 5-6.Zeus Eleuterio, X I 7 2 ,1 .Zeus, IX 33, 4; X 28, 1; 31; XI

14, 4; X I I 19, 2.Zópiro, X 19, 2.

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INDICE GENERAL

L i b r o IX (fragmentos) ..................................................... 7

L ibro X (fragmentos) ....................................................... 55

F r a g m e n t o s d e p r o c e d e n c i a i n c i e r t a ............................. 101

L i b r o X I ................................................................................ 105

Libro X I I .............................................................................. 329

A p é n d i c e 1 ............................................................................ 529

A p é n d i c e 2 .......................................................................... 531

Í n d i c e d e n o m b r e s .................................................................................... 543