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EL DISCURSO EFICAZ CINCO PRÁCTICAS DE EXPRESIÓN ORAL

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El discurso Eficazcinco prácticas dE ExprEsión oral

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Universidad aUtónoma de la CiUdad de méxiCo

Avenida División del Norte 906,Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DFtels. 5543 0538, 5543 0341,5543 0743, 5543 1729

difUsión CUltUral y extensión Universitaria

Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DFtels. 5543 0538, 5543 0341,5543 0743, 5543 1729, exts. 6801 y 6802

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El discurso eficaz

Cinco prácticas de expresión oral

Manuel Pérez Rocha

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© El discurso eficaz. Cinco prácticas de expresión oralprimera edición, 2007.© Manuel Pérez RochaD.R. Avenida División del Norte 906, Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DF tels. 5543 0538, 5543 0341, 5543 0743, 5543 1729

Publicaciones: Eduardo MoschesDiseño gráfico: Marco Kim

Hecho e impreso en México/Printed in Mexico

correo electrónico: [email protected]

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En este cuaderno se explica cómo realizar con provecho CINCO prácticas de expresión oral...

CINCO breves ejercicios en grupo que nos proporcionarán varios beneficios.

(Véase “Los beneficios” en la p. 13)

Estas prácticas pueden ser realizadas enMES Y MEDIO

por cualquier grupo dePERSONAS INTERESADAS EN SUPERARSE

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Reconocimiento y advertencia

Este cuaderno es producto de un trabajo colectivo; en su elaboración participaron colegas y amigos promotores durante varios años de las prácticas de expresión oral; también quienes han hecho estas prácticas, y muchas personas que al leer los borradores han formulado valiosas sugerencias para mejorar el fondo y la forma, a todos ellos expreso mi sincero agradecimiento. Algunos lectores, de formación académica, sugirieron cambiar drásticamente el orden en el cual se presentan los materiales; la propuesta consistía en colocar al principio los apartados “teóricos”, y remitir el instructivo para la organización de las prácticas a un “anexo”. No he incluido esta modificación porque implica una cuestión de fondo: el objetivo de este cuaderno no es sólo informar o ilustrar al lector, si­no esencialmente inducir nuevas prácticas en el uso del lenguaje. Esta propuesta tiene su origen en algunos esfuerzos de educación popular iniciados en 1975; sus resultados, insatisfactorios, evidenciaron que la falta de desarrollo lingüístico constituye el primer reto en ese campo. Me parece claro desde entonces que la educación popular debe lograr, entre otros, los siguientes objetivos: enriquecer el vocabulario, desarrollar las habilidades de expresión oral y escrita, de escucha atenta; crear conciencia de la importancia del lenguaje y de su relación con el pensamiento y, sobre todo, generar entusiasmo y confianza en el desarrollo de las propias capacidades expresivas y de pensamiento mediante el trabajo. Esto se busca con las “prácticas de expresión oral”. Con la traducción y adaptación de un instructivo usado en un taller denominado “Effective Presentation”, en el que participé en 1965, inicié la promoción de estas “Prácticas de expresión oral”. Durante más de veinte años, después de cada ejercicio, se introdujeron cambios a dicho manual y, sobre todo, se le hicieron muchas adiciones. Algunas de las

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recomendaciones prácticas de aquel instructivo1 se conservan en El discurso eficaz, pero la estructura, orientación educativa y la mayor parte del contenido (particularmente en los apartados “Bases de la prácticas de expresión oral” y “Siete peldaños más”), pertenecen exclusivamente a este cuaderno de trabajo.

Manuel Pérez Rocha

1 Ignoro qué queda del manual original, que extravié hace tiempo, pero en general se corresponde con los aspectos prácticos de estos ejercicios. De cualquier forma, hoy en día hay más de 53,000 sitios de internet en los que se puede consultar “Effective presentation”, en muchos de los cuales se encuentran recomendaciones prácticas como las de El discurso eficaz.

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CONTENIDO

I.Presentación 1. Los beneficios 2. El trabajo 3. Advertencias 4. Siguiente paso: leer y escribir

II. Instructivo para organizar y realizar las prácticas 1. Las cinco prácticas 2. Recomendaciones

III. Bases y objetivos de las prácticas de expresión oral 1. Satisfacción y enriquecimiento personal 2. Lenguaje y pensamiento 3. El lenguaje, una herramienta 4. Enriquecer nuestro vocabulario 5. Usar las palabras para comunicar y entender 6. Expresión: instrumento de autoevaluación 7. Expresión verbal: guía para el estudio y la investigación

IV. El discurso eficaz 1. El discurso 2. Dos ideas fundamentales.3. Ingredientes de un discurso eficaz 4. Características de un discurso eficaz

V. Preparación de un discurso eficaz 1. La preparación, un trabajo creativo 2. Estudio de las circunstancias y del auditorio 3. Selección y delimitación del tema 4. Definición y especificación del objetivo 5. Selección de los medios o recursos

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6. Diseño del discurso (organización de las ideas) 7. Revisión y desarrollo 8. Aproximaciones sucesivas

VI. Siete peldaños más 1. La verdad que vale la pena decir. 2. Enfermedades de la expresión oral 3. La lectoescritura 4. Formas y funciones del discurso 5. Dos modelos prácticos 6. Guía para la evaluación y los comentarios 7. Sugerencias para el buen uso de las ayudas visuales

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I. PRESENTACIÓN

1. Los beneficios Quienes han hecho estas cinco breves prácticas afirman que han obtenido, entre otros, los siguientes beneficios inmediatos: Han aprendido a expresarse con más facilidad, claridad y seguridad en sí mismos. Esto les ha sido muy útil en el trabajo, en las actividades cívicas o políticas, en la vida familiar y social, en la escuela; porque muchos de los problemas en todos esos ámbitos son causados o agravados por nuestra incapacidad para comunicarnos con claridad. Han conseguido pensar con más claridad.

Es cierto, lo que más ayuda a ordenar, fundamentar y enriquecer nuestros propios pensamientos es el esfuerzo de transmitirlos a los demás; éste es un camino efectivo para poner a prueba nuestras ideas y para desarrollarlas. Han conseguido una conciencia más clara del avance que han logrado en su desarrollo intelectual … …y una idea más precisa de lo que saben y de lo que ignoran, de lo que necesitan averiguar (investigar, estudiar) y aprender.

• También han adquirido un mayor entusiasmo por prepararse.

• Algunos señalan que, además, han aprendido a escuchar con más cuidado y a analizar lo que los otros dicen, y por qué y para qué lo dicen.

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UNA EXPLICACIÓN MÁS COMPLETA DE LOS BENEFICIOS SE ENCUENTRA EN “BASES Y OBJETIVOS...” p. 23

Éstos son algunos de los beneficios que pueden esperarse de la realización de estas prácticas, pero... ...debe tenerse presente que estas prácticas son sólo un punto de partida, o una ocasión para reforzar nuestro desarrollo intelectual... …desarrollo intelectual que TODOS podemos alcanzar para ser más libres, para tener una vida más útil y más plena.

2. El trabajo Los principales trabajos que se desarrollan en estas prácticas son los siguientes:

a) Leer este cuaderno, comentarlo, discutirlo, criticarlo, tomando de él lo que sea útil.

b) Cada semana, todos y cada uno de los participantes prepararán un breve discurso, charla, o exposición (como se le quiera llamar); en total cada participante va a preparar cinco exposiciones.

Se recomienda que las sesiones sean una por semana y no menos espaciadas porque lo que se pretende es presentar los resultados de un trabajo (no de una improvisación), lo cual requiere tiempo; cuando no se disponga de tiempo suficiente para trabajar cinco semanas, es preferible reducir el número de prácticas, pero no el tiempo entre ellas.

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c) Presentar los discursos ante el grupo. d) Escuchar y observar, atenta y activamente, cada exposición o

discurso.e) Después de cada presentación, los demás miembros del grupo le

dirán al expositor cuál fue la impresión que les produjo su discurso, cuáles les parecen los principales aciertos y errores, qué cambios pueden ayudarlo a ser más convincente, más ameno.

ES ACONSEJABLE ANOTAR LOS ASPECTOS MÁS IMPORTANTES DE CADA PRÁCTICA.

Se propone que las prácticas sean un trabajo en equipo porque es la mejor forma de alcanzar los objetivos propuestos, pero también porque en el trabajo en equipo tienen lugar experiencias muy valiosas. Ahora bien, el trabajo en equipo es fundamental para la educación y el aprendizaje, pero la educación también exige momentos de trabajo individual, de esfuerzo solitario que rendirá sus frutos cuando lo que haya estudiado cada uno se analice en grupo y se ponga a prueba en la acción. La lectura de este cuaderno y la preparación de las exposiciones cons­tituyen, en estas prácticas, esos momentos indispensables de trabajo individual.

3. Advertencias a) Con estas prácticas se busca que revisemos (para mejorarla) nuestra capacidad de expresarnos con eficacia ante quienes nos rodean en la vida de todos los días. De aquí la importancia del cuarto y quinto trabajos: la observación atenta y activa de cada exposición y la comunicación de las opiniones y sugerencias de los propios compañeros. El éxito de las prácticas depende en gran medida de que se desarrolle entre los participantes un buen ambiente de cooperación...

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…de que todos estén dispuestos a hacer el mayor esfuerzo posible por realizar un buen trabajo de preparación de los discursos, por hacer con generosidad, prudencia y cortesía comentarios útiles a los trabajos de los demás… …y a aceptar con sencillez y madurez las observaciones que los compañeros hagan a sus trabajos. b) En este cuaderno se encuentran los apoyos necesarios para que las prácticas sean un éxito; pero es necesario subrayar que se trata de apoyos y sugerencias que deben ser usados en la medida en que de verdad ayuden. Se propone que todos los que van a participar en las prácticas lean con cuidado este cuaderno, que anoten sus dudas, las ideas con las que no estén de acuerdo y las sugerencias que tengan para un mejor desarrollo del trabajo. Este cuaderno, como cualquier otro escrito que cae en nuestras manos, debe ser visto como material de trabajo.

Pero incluso la lectura completa de este cuaderno, previa a las prácticas, puede suprimirse. Por ejemplo, un grupo de colonos de la Ciudad de México que hizo las prácticas avanzaba con mucha lentitud en la lectura del cuaderno, y estaba ansioso por iniciar el trabajo práctico... …decidió entonces limitarse a estudiar el es­quema pasado­presente­futuro (que se explica en la p. 65)… …y de inmediato inició el trabajo práctico; al mismo tiempo continuó el estudio del cuaderno, buscando en él apoyos para solucionar los pro­blemas a los que se enfrentaba a cada paso.

!Aún así, las prácticas dieron muy buenos resultados!

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4. Siguiente paso: leer y escribir Con demasiada frecuencia no somos conscientes de nuestras propias ne­cesidades básicas. Este es el caso de necesidades tales como la de pensar con claridad y de esa manera comunicar nuestras ideas y emociones. ¿No son éstas, necesidades de todos los seres humanos? En efecto, lo son. Sin embargo, sólo de vez en cuando prestamos atención a ellas; a pesar de los múltiples problemas que todos los días origina la falta de claridad en el pensamiento y en la comunicación, poco hacemos por mejorar nuestro desempeño en estas actividades. Las prácticas de expresión oral son de utilidad general e inmediata porque los seres humanos tenemos, todos los días, la necesidad de expresarnos oralmente con claridad y eficacia, aunque no seamos muy conscientes de ello. Estas prácticas responden a necesidades reales de la vida cotidiana; efectuarlas nos hará tomar conciencia de esas necesidades y nos ayudará a satisfacerlas. Pero estas prácticas también nos ayudarán a descubrir que, aunque no sean tan visibles e inmediatas, tenemos otras necesidades no menos importantes; por ejemplo, saber leer y escribir. Tengamos presente que saber escribir no es sólo saber dibujar las letras para con ellas formar palabras; saber escribir es saber usar las palabras para expresar nuestros pensamientos, ideas y emociones. De la misma manera, saber leer no es sólo pronunciar los sonidos correspondientes a cada letra; saber leer es entender el significado de las palabras, frases, oraciones, párrafos, páginas, capítulos y libros. No son muchas las personas que hoy sienten todos los días la necesidad apremiante de leer y escribir (en el sentido explicado en el párrafo anterior); pero la realización de las prácticas de expresión oral nos hará ver que un desarrollo intelectual avanzado y sólido exige practicar la escritura y la lectura. Así, las prácticas de expresión oral serán una oportunidad para comprobar la necesidad y utilidad de la escritura y la lectura.

Una explicación amplia sobre el significado de la lectoescritura en la vida y la cultura se presenta en la página 52.

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NOTAS

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II. INSTRUCTIVO PARA ORGANIZAR Y REALIZAR LAS PRÁCTICAS

1. Las cinco prácticas Como se ha señalado en la presentación, el trabajo de estas prácticas consiste en:

• Leer y comentar este cuaderno; • Preparar cinco breves discursos o exposiciones; Presentar los discursos ante el grupo; • Escuchar atenta y activamente los discursos de los compañeros; • Comunicar a cada expositor nuestras opiniones sobre su trabajo y

sugerirle medidas que puedan ayudarlo a mejorar su expresión oral. A continuación se sugiere el contenido de los discursos de cada práctica. a) PRIMERA PRÁCTICA: una exposición totalmente libre. A quienes se sientan principiantes, o inseguros, sugerimos empezar con un tema que les sea familiar (su trabajo, su colonia, su familia, etcétera) y que organicen sus ideas con el esquema pasado­presente­futuro (que se ex­plica en la p. 65). b) SEGUNDA PRÁCTICA: una descripción. Teniendo presente lo que se dice sobre las formas del discurso en la página 60 y sobre la descripción en la página 62, en esta práctica se hará una exposición que tenga como elemento importante (aunque no necesariamente único) una descripción. c) TERCERA PRÁCTICA: una narración. Se hará una exposición que tenga como elemento importante una narración (véase p. 63). d) CUARTA PRÁCTICA: ayudas visuales. Una exposición libre tratando de hacer uso eficiente de alguna ayuda visual (pizarrón, dibujos, objetos, etc.); en la página 71 se presentan sugerencias prácticas para este propósito.

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e) QUINTA PRÁCTICA: una argumentación. Este trabajo consistirá esencialmente en una argumentación, y su resultado se medirá por el gra­do de convencimiento logrado en los miembros del grupo. Aquí puede ensayarse la llamada “organización sicológica” (p. 66) y aplicar lo que se dice acerca de la argumentación en la página 64.

2. Recomendaciones a) Como se ha señalado, es muy importante que entre una sesión y otra transcurra una semana, para que las exposiciones sean resultado de un trabajo serio y no improvisaciones o discursos preparados con precipitación. b) En todos los casos el tema es libre; no puede ser de otra manera pues, como se señala más adelante, un ingrediente esencial del discurso eficaz es el interés del expositor en el tema que está tratando. c) Cada exposición debe durar unos tres minutos, que son suficientes para transmitir una idea y para apoyarla.

Es esencial aprender a hacer exposiciones breves (y al mismo tiempo sólidas) por lo regular el tiempo para comunicar nuestras ideas está limitado por las circunstancias o por la paciencia e interés de nuestros oyentes. La brevedad significa respeto a quienes nos escuchan y, además, es factor esencial de la eficacia, ya que si expresamos oralmente di­versas ideas y transmitimos mucha información, muy poco de esto quedará en la memoria de nuestros oyentes.

d) Tres minutos también son suficientes para hacer los comentarios a cada discurso. En la página 68 se encontrarán sugerencias útiles para hacer este trabajo que, en ocasiones, es muy delicado.

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e) Un grupo de diez personas tardará cerca de una hora en la realización de cada práctica. Si el grupo es mayor (digamos quince personas), cada sesión duraría hora y media; en estos casos quizá es preferible dividir la sesión de trabajo en dos partes, intercalando un breve receso.

Si hay más de quince personas interesadas en hacer las prácticas, es mejor formar dos o más grupos.

f) Se recomienda dedicar al final de las prácticas una hora (o más si el grupo lo desea) para hacer una evaluación general del trabajo realizado por todos. g) Horario de trabajo. Será, por supuesto, el que mejor se acomode a las ocupaciones de los participantes; sólo se sugiere evitar que las prácticas se realicen inmediatamente después de la comida pues, en general, a esa hora disminuye nuestro rendimiento intelectual. h) Lugar. Es preferible realizar las prácticas en un lugar cerrado, donde no haya distracciones y todos los participantes puedan estar sentados con comodidad formando un semicírculo. i) Acomodo. Cada participante debe pasar al frente del semicírculo a hacer, de pie, su exposición; de esta manera podrá ver a todos los demás participantes y éstos lo verán a él. Esta posición refuerza físicamente la relación del expositor con sus oyentes. j) Cronómetro. Apenas termine su presentación, se le dice al expositor cuánto tiempo duró su discurso; el grupo debe asegurarse de tener un reloj con segundero y ponerse de acuerdo para que alguno de los participantes tome el tiempo de los discursos. k) Materiales. Será muy útil, aunque no indispensable, tener a mano un pizarrón o algún otro dispositivo para escribir (por ejemplo, hojas grandes de papel).

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NOTAS

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III. BASES Y OBJETIVOS DE LAS PRÁCTICAS DE EXPRESIÓN ORAL

1. Satisfacción y enriquecimiento personal Mejorar nuestras capacidades de expresión puede ayudarnos a vivir de manera más rica y satisfactoria. No nos referimos, por supuesto, a la sa­tisfacción vanidosa de quien habla con pedantería, ni a los beneficios que obtienen quienes usan las palabras para engañar y manipular a los demás; nos referimos a la satisfacción que produce comprobar que hablar con claridad, precisión y sencillez, nos permite ser más eficaces, más úti­les, y compartir con los demás nuestros conocimientos e ideas, nuestras preocupaciones, nuestros sentimientos, nuestras emociones. La falta de claridad, precisión y sencillez impide que las conversaciones sean ocasión de comunicación y enriquecimiento mutuo, impide que la discusión sea un medio para solucionar conflictos y controversias. Es más, como hemos dicho, la falta de claridad, precisión y sencillez agrava y complica innecesariamente los problemas.

2. Lenguaje y pensamiento Esforzarnos por hablar mejor (o escribir mejor) nos permite comunicar nuestras ideas, nuestros pensamientos, pero además…

…al esforzarnos por hablar mejor, aprendemos a pensar con más claridad y a entender me­jor el mundo que nos rodea, ese mundo que determina nuestra vida diaria. Esta claridad de pensamiento también puede proporcionarnos di­versas satisfacciones y evitarnos algunas angustias y desilusiones.

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En la presentación de este cuaderno hemos apuntado ya esta idea:

El lenguaje no es sólo un medio para transmitir nuestro pensamiento y nuestros sentimientos, es esencial también para pensar y una ayuda para entender y vivir más plenamente nuestros sentimientos y emociones.

Quienes han estudiado con cuidado el origen y el desarrollo del lenguaje humano han demostrado que lenguaje y pensamiento dependen es­trechamente uno del otro. Una forma eficaz de aprender a pensar mejor, más ricamente y con más claridad, es esforzarnos por perfeccionar y enriquecer nuestras capacidades de expresión, en particular la capacidad de expresar nuestras opiniones y convicciones por medio de la palabra, ya sea escrita o hablada.

3. El lenguaje, una herramienta

El lenguaje es una herramienta que todos podemos y debemos usar; también debemos estar atentos para defendernos cuando se usa contra nosotros o para defender a otras personas cuando se usa en contra de ellas. Las agresiones con las palabras pueden tomar diversas formas; un especialista dice atinadamente:

Muchas palabras aciertan como garrotazos, pero mu­chas las tragamos como anzuelos y seguimos sin darnos cuenta de que ellas nos controlan.

Al esforzarnos por mejorar nuestras capacidades de expresión, desa­rrollamos una herramienta para actuar: y también un arma de defensa, porque aprendemos a analizar y juzgar lo que escuchamos, lo que vemos

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o leemos; además, desarrollamos el hábito de reflexionar sobre lo que los demás dicen.

4. Enriquecer nuestro vocabulario

Un lenguaje pobre no es sólo reflejo de un pensamiento pobre, es también causa de un pensamiento pobre. Un vocabulario demasiado limitado nos dificulta tener conciencia de nuestras experiencias y nos impide recordarlas. Un conocido autor dice: “aun experiencias tan sencillas como disfrutar ante una flor hermosa se borran muy fácilmente de la memoria si no le damos un nombre al cual asociar su imagen”. Pero aún más, la falta de vocabulario, de palabras para nombrar las cosas, no sólo impide recordarlas, muchas veces nos impide incluso percibirlas, verlas. Los siguientes son ejemplos que se citan con frecuencia en los libros especializados en este tema:

Quien ha visitado por primera vez los desiertos africanos dirá que en ellos vio “arena”; pero los beduinos que habitan en esos desiertos no tienen en su vocabulario una palabra equivalente a “arena”, en cambio tienen diez palabras con las que nombran (designan) diez cosas distintas que los extranjeros confunden en la burda noción de arena; cuando los beduinos viajan por el desierto no ven una cosa (arena) sino diez cosas distintas.

Lo mismo pasa con los habitantes del Polo Norte, que tienen veinte palabras para designar veinte cosas que nosotros llamamos hielo y usan cuarenta y una palabras para las diferentes formaciones de agua que nosotros llamamos nieve.

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Otro autor nos dice:

El mundo se enriquece con cada nueva palabra; pues cada nueva palabra es una luz que alumbra algún rincón del mundo y torna visibles cosas, pensamientos y sentimientos que antes estaban inadvertidos en la oscuridad.

Por supuesto, disponer de palabras adecuadas es mucho más importante cuando se trata, por ejemplo, de experiencias humanas valiosas o de fenómenos sociales que nos afectan. Quienes conocen el significado de palabras como “rencor”, “ambición”, “demagogia”, “chantaje”, estarán mejor preparados para identificar estos sentimientos y comportamientos y para tomar una posición consciente frente a ellos… Las prácticas de expresión oral nos ayudarán a conocer las posibilidades y las limitaciones de nuestro propio vocabulario, y serán una oportunidad para enriquecerlo con palabras útiles para nosotros y para los que nos rodean. Enriquecer nuestro vocabulario es pues enriquecer nuestro pen­samiento, es enriquecer nuestra visión del mundo, de los demás hombres, de la sociedad en que vivimos y, por lo tanto, nuestra visión de nosotros mismos. Sin embargo, enriquecer nuestro vocabulario no es un trabajo sencillo, pues hay palabras que lejos de “tornar visibles cosas, pensamientos y sentimientos que estaban inadvertidos en la oscuridad” sirven, por el contrario, para ocultar la realidad. Pensemos, por ejemplo, en la palabra “bruja”, tan usada en la llamada Edad Media y que, lejos de ser “una luz”, era un medio para deformar la realidad y justificar acciones incalificables. En estos tiempos son otras las palabras que desempeñan esas funciones oscurantistas.

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5. Usar las palabras para comunicar y entender

Para que las palabras sean una herramienta útil, un instrumento eficaz de comunicación y pensamiento, deben ser usadas con orden, precisión y oportunidad. Para enriquecer nuestro pensamiento y mejorar nuestra capacidad de comunicación no basta con conocer muchas palabras y sus significados, es necesario que sepamos seleccionarlas, darles forma y or­ganizarlas; ésta es la tarea de la gramática. La gramática la asimilamos, en gran parte, en nuestra primera infancia al aprender a hablar, y la usamos, aunque con errores y limitaciones, siempre que hablamos o escuchamos, y por supuesto también cuando escribimos o leemos. Pero esos errores y limitaciones tienen consecuencias más o menos graves: confusiones que conducen a conflictos, incapacidad de comprender lo que oímos o leemos, incapacidad de percibir las trampas de quienes quieren engañarnos o manipularnos, etcétera. La manera de usar una palabra puede cambiar por completo su sig­nificado, según la forma que le demos a la palabra misma, o por el lugar en que la ponemos; también por el tono de nuestra voz, por los gestos con que la acompañamos, por el sitio y ocasión en que la usamos. Conviene revisar y tener presentes las reglas básicas de la gramática, pero la mejor forma de apropiárnoslas consiste en practicar sistemáticamente la escritura como un medio de expresión y comunicación de nuestras ideas.

6. Expresión: instrumento de autoevaluación El trabajo para mejorar y enriquecer nuestra capacidad de expresión nos puede dar otro gran beneficio: nos permite apreciar, evaluar, con mayor precisión y objetividad lo que en realidad sabemos y lo que ignoramos acerca de las cosas que nos interesan. En general, todos tendemos a creer que sabemos acerca de muchos temas más que lo que de verdad sabemos de ellos; esto es, con mucha frecuencia ignoramos los alcances de nuestra ignorancia y sólo cuando hacemos el esfuerzo de explicar o convencer a otros, de exponer con cla­ridad nuestros puntos de vista, nos damos cuenta de las cuestiones que a nosotros mismos nos quedan oscuras o confusas.

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También con frecuencia menospreciamos nuestros conocimientos; ex­ponerlos nos permitirá apreciarlos en su justa dimensión.

7. Expresión verbal: guía para el estudio y la investigación Esforzarnos por expresar nuestros sentimientos, nuestras ideas y opiniones tiene este otro beneficio: nos indica qué, y dónde tenemos que investigar para conocer mejor las cosas que nos interesan. Las preguntas y refutaciones que nos hacen nuestros interlocutores, o las que nosotros mismos nos ha­cemos cuando revisamos lo que hemos dicho o escrito, son ya el primer avance en el conocimiento de cosas nuevas y nos indican el camino para estudiar y para investigar.

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IV. EL DISCURSO EFICAZ

1. El discurso La palabra discurso está muy desprestigiada; los malos políticos y los oradores pedantes han hecho que sea palabra que sugiera fastidio y aburrimiento. Sin embargo, todos la usamos con mucha frecuencia, aunque modificada (por ejemplo, cuando decimos que alguien discurrió hacer tal o cual cosa para resolver un problema); y lo que es aún más importante: todos hacemos discursos con mucha frecuencia, aunque no nos demos cuenta de ello (entre otras cosas porque no asociamos al acto de discurrir con la palabra discurso). Discurrir es, como otras muchas palabras de nuestra lengua, una pa­labra inventada por los antiguos romanos; con la palabra “discurrere” ellos querían decir caminar o correr por diversas partes. Hoy, discurrir es avanzar, caminar en el pensamiento; de un pensamiento pasar a otro que se apoye en el primero. Por lo tanto, un discurso es una serie de pensamientos ligados en­tre sí, una serie de pensamientos que se apoyan unos a otros. Hay muchas maneras de clasificar los discursos; una muy común dice que por su forma hay tres clases de discurso: descripción, narración y argumentación. Sin embargo, esta clasificación es origen de confusiones pues, como veremos, la argumentación no es meramente una forma que puede presentar un discurso, sino una de las tres funciones que desempeña todo discurso; y la descripción y la narración son las formas que puede adoptar otra de esas tres funciones: la información. Según las teorías más avanzadas todo discurso desempeña tres fun­ciones: información, expresión y argumentación. La información es la transmisión de datos (cantidades, fechas, nombres, etcétera), ideas, imágenes; la expresión es lo que con el discurso dice de sí

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mismo el orador; la argumentación es lo que de la realidad dice el orador a quienes le escuchan para provocar en ellos una reacción determinada (véase en la página 60, “Formas y funciones del discurso”). En todo discurso domina alguna de esas funciones, pero siempre están presentes las tres aun el discurso más puramente informativo (por ejemplo un “reporte” técnico) contiene siempre algunos elementos de ex­presión y de argumentación: el tono de formalidad o informalidad con que se presenta, la importancia que se da a dicho informe, el momento en que se lee o entrega, etcétera, todo ello expresa cosas del autor y busca provocar en los oyentes una determinada reacción.

2. Dos ideas fundamentales a) Eficacia Una facultad distintiva del hombre es su capacidad de fijarse fines, ob­jetivos, metas y orientar su acción en busca de ellos. En esto consiste la eficacia: en emprender acciones que nos lleven a lograr fines, a conseguir resultados previamente establecidos. Muchas veces puede justificarse que al hablar lo hagamos sin un propósito definido (por ejemplo, en la charla amistosa, aun cuando en este caso hay un beneficio muy valioso, que es el disfrute mutuo de la amistad), pero en muchas otras ocasiones, por ejemplo en nuestro trabajo, en nuestras acciones políticas, cívicas, vecinales, etcétera, las palabras no pueden salir de nuestros labios irresponsablemente, en esas ocasiones hablamos para obtener ciertos resultados y tenemos que estar conscientes de los efectos que debemos buscar, y ser responsables al preparar nuestra exposición o discurso.

b) El talento es el trabajo En algunas ocasiones escuchamos discursos o exposiciones que al parecer son improvisaciones muy exitosas, pero en realidad la total improvisación efectiva no existe; quienes “improvisan” buenos discursos en realidad están aprovechando los frutos de la experiencia y del trabajo previos.

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Hablar bien (conscientemente, con eficacia) y pensar bien no son resultados de dones recibidos del “cielo”, sino producto del trabajo; y lo que muchas veces se considera como mayor inteligencia no es sino ma­yor progreso en el dominio del lenguaje; este progreso depende de las oportunidades que cada quien ha tenido y conseguido una vez que ha tomado conciencia de la importancia del lenguaje.

3. Ingredientes de un discurso eficaz Los ingredientes esenciales de un discurso eficaz son: a) el interés, b) los conocimientos y c) la preparación. Si carecemos de alguno de éstos es probable que nuestra exposición resulte insatisfactoria para nuestros oyentes y para nosotros mismos. a) Interés Debemos tener interés en el tema; si el tema no nos interesa es mejor no hablar. No se trata por supuesto de un interés egoísta, sino del interés derivado de nuestras responsabilidades y convicciones, y de nuestra experiencia y compromisos sociales. No intentemos fingir interés en temas o asuntos que nos fastidian o aburren, nuestros oyentes se darán cuenta y nuestro discurso será opaco y aburrido. Por el contrario, el interés auténtico nos permitirá hacer una exposición en la que de manera congruente, armónica, sólida, se complementen y apoyen entre sí las tres funciones del discurso: in­formación, expresión y argumentación. Una vida rica y atenta a los problemas del mundo y de nuestros se­mejantes nos hará desarrollar interés por temas que vale la pena estudiar y exponer. Un conocido pensador dijo “nada del ser humano me es ajeno”; y en efecto, un hombre maduro, que se valore a sí mismo y a sus semejantes, no podrá despreciar tema alguno que se refiera a la humanidad.

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b) Conocimientos Si el asunto que hemos escogido como tema nos interesa, es probable que sepamos algo de él y que hayamos reflexionado alguna vez acerca de él; no obstante, tenemos que asegurarnos de que nuestro conocimiento se co­rresponde con la preparación de nuestro auditorio. Rara vez (por no decir nunca) sabremos todo acerca de un tema. Es pues muy importante que seamos conscientes de lo que sabemos y de lo que ignoramos; nuestro tiempo dedicado a hablar, y el de nuestros oyen­tes a escucharnos, se justificarán si proporcionamos nuevos conocimientos sobre el tema o si hacernos una interpretación o explicación nueva acerca de los conocimientos que compartimos. Además de conocer el tema específico que vamos a tratar, se requiere también conocer los temas relacionados directa o indirectamente con aquél; esto nos permitirá tener una idea más objetiva y clara del asunto que tratamos, de su importancia, de sus posibles relaciones con los intereses de nuestros oyentes. Debemos tener siempre presente que los problemas sociales están muy relacionados entre sí y que para entenderlos, y para entender sus causas, es indispensable verlos desde todos los ángulos posibles (económico, so­cial, político, filosófico, psicológico, etcétera). Ninguna visión parcial o especializada nos permitirá conocer el fondo de los fenómenos sociales, la realidad del mundo es unitaria y sólo el esfuerzo de captar esa unidad nos llevará a entenderlos realmente. De la misma manera, es siempre necesario analizar la forma como cambian las cosas, las situaciones, las personas, las instituciones, etcétera, esto es, el análisis serio de cualquier tema implica siempre estudiar la historia de los elementos materiales, humanos, sociales que en él intervienen (véase pasado, presente y futuro en la p. 65).

c) Preparación La preparación de un discurso puede durar menos de un minuto o varias semanas, dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, si en un debate nos vemos de pronto obligados a tomar la palabra, tendremos unos cuantos segundos para preparar nuestra exposición (mientras caminamos rumbo al

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estrado, mientras nos pasan el micrófono, mientras se hace el silencio para que empecemos a hablar). Nos encontramos pues, prácticamente, ante una improvisación y es en estas circunstancias cuando nuestra experiencia será fundamental, pero también lo será que aprovechemos esas fracciones de minuto para realizar las actividades esenciales de la preparación, que se revisan en el capítulo V (“Preparación de un discurso eficaz”); a) estudio de las circunstancias y del auditorio, b) selección y delimitación del tema, c) definición y especificación del objetivo, d) selección de los medios o recursos, e) diseño del discurso (organización de las ideas) y f) revisión y desarrollo. Así pues el interés, el conocimiento y la preparación son esenciales. Sin embargo, en ciertas circunstancias, las deficiencias en alguno de estos elementos pueden ser compensadas, en parte, por la calidad de los otros; por ejemplo, el conocimiento a fondo del problema que tratamos puede remediar en algo las deficiencias en la preparación.

4. Características de un discurso eficaz Al hablar del interés como ingrediente indispensable de un discurso eficaz, hemos subrayado la importancia de la autenticidad y de la congruencia: la autenticidad de nuestro interés en el tema y la congruencia entre lo que pensamos, lo que sabemos, lo que sentimos y lo que expresamos (y, por supuesto, lo que hacemos). Pero, para que un discurso sea eficaz, no bastan nuestra congruencia y autenticidad personales, es necesario que el discurso mismo tenga la composición y el estilo adecuados. Lograrlo es cuestión de práctica, de experiencia; sin embargo, las siguientes sugerencias han resultado útiles a muchas personas.

a) Claridad

Si queremos comunicar ideas e información a nuestros oyentes, tenemos que ser claros. Esto implica que usemos palabras sencillas, palabras que sabemos que nuestros oyentes entienden o que pueden entender con una

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breve explicación nuestra (véase lo que se dice acerca del “tecnicismo” en la p. 50). La claridad implica, también, orden. En el siguiente capítulo (“Prepara­ción de un discurso eficaz”) se dan algunas orientaciones para ordenar las ideas de un discurso. La claridad de un discurso también se refuerza haciendo, en momentos oportunos, resúmenes parciales; señalando, por ejemplo, “hasta aquí he­mos analizado..., pasemos ahora a nuestro siguiente argumento...”, “hemos demostrado la falsedad de tres argumentos en contra, ahora veamos los argumentos a favor”, etcétera.

b) Sencillez La sencillez es siempre provechosa; aun en los ambientes más formales y sofisticados un discurso sencillo (pero rico y sólido) es bien recibido. En cambio, la solemnidad y la petulancia pueden incluso provocar risa o enojo en personas a quienes pretendemos impresionar. c) Variedad Un estilo eficaz exige del uso imaginativo de la gran variedad de recursos del lenguaje hablado; argumentaciones sólidas y bien ordenadas, descripciones ricas en detalles interesantes, anécdotas amenas y divertidas, etcétera. Tratemos de combinar todas estas formas del discurso (véase “Formas y funciones del discurso”, p. 60) y al mismo tiempo cuidar la necesaria brevedad que imponen las limitaciones de tiempo y la resistencia de nuestros oyentes.

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V. PREPARACIÓN DE UN DISCURSO EFICAZ

La preparación, un trabajo creativo En este capítulo se proporciona orientación y apoyo para la preparación del discurso, preparación que, como hemos señalado, es uno de los in­gredientes básicos de un discurso eficaz. Lo que aquí se presenta son sugerencias que han resultado de mucha utilidad a quienes han hecho estas prácticas, pero que deben aplicarse con buen juicio, aprovechando lo que en cada situación concreta parezca útil y desechando lo que sea innecesario o estorboso. Las actividades que se mencionan a continuación no son pasos que se siguen mecánicamente uno tras otro hasta concluir el trabajo. La preparación de un discurso eficaz es un trabajo creativo, imaginativo, flexible, pero a la vez tiene que ser un trabajo ordenado; más adelante explicaremos cómo puede lograrse esto, pero antes es necesario tener presente en qué consisten las seis actividades principales del trabajo de preparación:

• Estudio de las circunstancias y del auditorio.

• Selección y delimitación del tema.

• Definición y especificación del objetivo.

• Selección de los medios y recursos.

• Diseño del discurso (organización de las ideas).

• Revisión y desarrollo.

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Veamos en qué consiste cada una de ellas.

Estudio de las circunstancias y del auditorio Entendemos por “auditorio” cualquier conjunto de personas que se reúnen a oír. Estudiemos con detenimiento las circunstancias en las que vamos a hablar; ¿qué tipo de reunión será?, ¿ asamblea?, ¿ reunión informal de amigos?, ¿mitin?, ¿por qué se convoca?, ¿qué antecedentes tiene?, ¿quiénes van a asistir?, ¿es un grupo homogéneo? ¿qué tan importante será para ellos esa reunión?, ¿qué información o conocimientos tienen ellos acerca de los temas que yo puedo abordar?, ¿cuál es el lenguaje que dominan y les es familiar?, ¿quién y por qué me invitó a hablar? y ¿cómo se invitó a los que me van a oír? Una pregunta fundamental es ¿qué supongo yo que ellos piensan acerca de los temas que voy a tratar? Averigüemos también todo lo que se pueda acerca del lugar en el que vamos a hablar: ¿será un espacio abierto? ¿un salón de clases? ¿un auditorio? ¿una casa habitación? ¿con qué recursos cuenta? (luz, sonido, proyectores, pizarrón, etcétera). Son muchas las preguntas que pueden formularse, la poca o mucha importancia de cada una se aclarará conforme avance el trabajo de pre­paración. Por el momento, baste subrayar que el éxito de nuestro discurso dependerá, en gran medida, de que al prepararlo y al exponerlo tengamos presente a quién le estamos hablando y en qué circunstancias lo estamos haciendo. Debemos desarrollar la habilidad de comunicarnos con eficacia en los distintos ambientes en los que actuamos. Por las razones anteriores, se sugiere que en estas prácticas todos los participantes se esfuercen por hacer discursos dirigidos a los demás miembros del grupo, y que no intenten hacer ensayos o simulaciones de situaciones distintas de la que se está dando.

Selección y delimitación del tema El tema es aquello de lo que vamos a hablar, una cosa, una institución, una persona, una idea, un proceso, etcétera. Veamos unos ejemplos:

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Cosas: un terreno, el edificio para una escuela, un drenaje, una carretera. Instituciones: el gobierno, la empresa, la unión de colonos, el sindicato, el partido. Personas: un compañero, un familiar, un funcionario.Ideas: la justicia, la cooperación, los derechos ciudadanos. Procesos: el empobrecimiento de unos y el enriquecimiento de otros, un trámite administrativo, un juicio legal, el creciente fortalecimiento de un grupo político.

El tema está definido por un nombre, el nombre de aquello de lo que vamos a hablar. Definirlo con precisión es muy importante pues, de otro modo, corremos el riesgo de divagar, de distraernos en varias cosas a la vez y de distraer la atención de nuestros oyentes. En ocasiones, una vez seleccionado el tema, se necesita delimitarlo, esto es, escoger aquellos aspectos en los que vamos a centrar nuestra atención. Por ejemplo, el tema la unión de colonos queda delimitado al centrar nuestra atención en la organización de la unión de colonos y queda aún más delimitado si hablamos sólo de las causas por las cuales debe ser organizada la unión de colonos. Lo contrario de la delimitación es la ampliación del tema; la con­veniencia de hacer una u otra cosa dependerá de varios factores, entre ellos el objetivo que perseguimos, el tiempo que tenemos para preparar el discurso, para investigar las cosas que no sabemos acerca del tema, el tiempo que tendremos para pronunciarlo, etcétera. Al escoger el tema y delimitarlo tendremos presente que la eficacia del discurso dependerá de nuestro interés en él, de esta preparación que estamos haciendo, de nuestros conocimientos y, por supuesto, al escoger el tema daremos la mayor importancia a los intereses del auditorio, pero procurando siempre hablar de verdades que vale la pena decir (véase en la p. 43 “La verdad que vale la pena decir”). Si no tenemos algo valioso que decir, o no nos interesa el tema, o no lo conocemos, es mejor no hablar. Las verdades importantes están ocultas no sólo detrás de las muchas mentiras que se difunden hoy en día, también las ocultan las miles de verdades intrascendentes que distraen la atención de millones de hombres y contribuyen a su enajenación.

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Aprendamos a hablar... y a callar cuando no ten­gamos algo que decir.

Hablar por hablar es un vicio muy generalizado; en la pági­na 48 se analizan algunas “Enfermedades de la expresión oral”. ¡Vacunémonos a tiempo!

Definición y especificación del objetivo Además de seleccionar un tema y delimitarlo, es indispensable definir y especificar el objetivo. El objetivo es aquello que pretendemos lograr al hablar de un determinado tema. Nuestro objetivo puede ser convencer (de votar en determinado sentido, de actuar, de no actuar), demostrar (la importancia de una acción, la validez de una proposición, el peligro de una decisión equivocada), puede ser informar, describir, entusiasmar, disuadir, ilustrar, instruir, inhibir, deprimir, motivar, irritar, satisfacer, preocupar, angustiar, etcétera. El objetivo es pues el efecto que queremos provocar en nuestros oyen­tes al hablar de un determinado tema, El objetivo está definido por un verbo. Nuestro objetivo puede ser ambicioso o modesto. Por ejemplo, son ob­jetivos relativamente modestos los siguientes; informar, describir, instruir; son objetivos ambiciosos: convencer, motivar, entusiasmar, disuadir. Si nos proponemos lograr un objetivo ambicioso debemos asegurarnos: a) de que contaremos con los recursos necesarios (conocimientos, tiempo, experiencia, autoridad, etcétera), b) de que es posible lograr ese objetivo con ese auditorio y c) de que las circunstancias en las que hablaremos serán propicias para lograrlo. Si no es así, será mejor proponernos un objetivo modesto.

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Aquí es oportuno señalar que el frecuente ner­viosismo de quien va a pronunciar un discurso es causado, casi siempre, por el temor de no poder lograr lo que el auditorio espera, o lo que el expositor cree que el auditorio espera de él; nos ponemos nerviosos porque sentimos que no contamos con los elementos necesarios para alcanzar un objetivo más o menos ambicioso.

La solución al problema del nerviosismo, de la inseguridad, está en lograr un ajuste correcto entre las expectativas del auditorio, nuestro objetivo y los recursos que utilizaremos para alcanzarlo. Si no contamos con muchos recursos (entre ellos experiencia), fijémonos objetivos modestos, que no por eso dejarán de ser valiosos. El objetivo debe ser tan específico como para que podamos seleccionar los medios que permitan alcanzarlo. Un objetivo demasiado general (por ejemplo: “motivarlos para que sean más positivos” o “concientizar a los jóvenes”), nos conducirá a decir generalidades sin efectos reales o importantes. Especificar un objetivo no significa empobrecerlo o reducirlo; por ejem­plo, el objetivo “que mis oyentes sepan cómo fue mi reencuentro con mi amiga” nada pierde si especificamos “que mis oyentes perciban las emociones que experimenté al reencontrar a mi amiga” o aún más específico “que mis oyentes perciban la felicidad y el temor que sentí al reencontrar a mi amiga”. Al especificar así el objetivo, éste nada ha perdido y en cambio contamos con un instrumento mucho más práctico para continuar la preparación del discurso. Tengamos también presente que además de “el” o “los” objetivos que nos propongamos alcanzar, es probable que produzcamos en nuestro auditorio efectos no previstos y quizá indeseables; en ocasiones, la heterogeneidad del auditorio nos obligará a pensar en objetivos distintos para cada uno de los grupos (o personas) que lo componen.

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Selección de los medios o recursos

La definición del objetivo (o los objetivos) está íntimamente relacionada con la disponibilidad de los medios para alcanzarlo. Los medios a nuestra disposición son: nuestras ideas, nuestros razonamientos, las ideas y circunstancias del auditorio, el estilo de nuestro discurso, la autoridad propia o la ajena (la que se puede usar citando sus ideas, argumentos o testimonios), las ayudas visuales, etcétera. En el capítulo VI se encuentran sugerencias acerca de los medios o recursos que pueden ser útiles en una descripción (p. 62), en una narración (p. 63) y en una argumentación (p. 64); también se encuentran algunas sugerencias para lograr un uso correcto de las ayudas visuales (p. 71).

Diseño del discurso (organización de las ideas) De acuerdo con todos los elementos anteriores y tomando en cuenta lo que sabemos del tema seleccionado (y lo que podamos investigar y aprender en el tiempo disponible), haremos un diseño preliminar de la exposición o discurso. Primero definimos las grandes partes y después los incisos y subincisos con todo el detalle que sea necesario. La forma o formas del discurso que hemos seleccionado también de­terminarán cuál es la organización más adecuada; véase, por ejemplo, en las páginas 60 a 64 lo que se dice acerca de la descripción, la narración y la argumentación. Para la realización del diseño pueden ser útiles algunos esquemas de uso común, como los que se explican en la página 65. El resultado de la preparación será, de preferencia, un guión, no un escrito. Un conocido novelista dice: “Los escritos no sirven para un discurso, su forma es literaria; son rígidos, inflexibles, incompatibles con la expresión oral”. Debemos hacer pues un guión lo más detallado que se pueda y, si se juzga conveniente, algunos párrafos que leeremos como apoyo a nuestro discurso (por ejemplo citas de autores prestigiados, declaraciones, fragmen­tos de escritos, artículos de alguna ley o reglamento, etcétera).

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Revisión y desarrollo Es necesario escribir un primer guión con la mayor anticipación posible, así podremos revisarlo varias veces y mejorarlo, podremos corregir los errores, ampliar las partes que nos parezcan débiles, y enriquecerlo con nuestras reflexiones e investigaciones, con ejemplos, con las situaciones que veamos, etcétera. Una vez que hayamos elaborado un primer guión (un primer proyecto de nuestro discurso), nuestra mente trabajará en él en los momentos más inesperados: en el trayecto al trabajo, en las conversaciones, al conducir un automóvil... Por esto es conveniente traer siempre con nosotros un lápiz y una tarjeta en la cual anotemos las ideas que nos vengan a la mente. Escribir nuestro guión (nuestro proyecto) es fundamental, porque la escritura nos permite ver fuera de nosotros lo que hemos pensado; en esto consiste la reflexión, en pensar acerca de nuestras ideas, en pensar sobre nuestra forma de pensar, en hacer que nuestras ideas se reflejen y vuelvan a nosotros para ser analizadas y juzgadas. Por supuesto, se puede reflexionar sin escribir, pero la escritura nos auxilia enormemente porque nos obliga a ser más concisos en la expresión de nuestras ideas; una vez escritas, nuestras ideas están allí, en el papel, el cual funciona como un espejo; podemos verlas cuantas veces queramos, desde diversos ángulos, sin que por eso se modifiquen o se nos olviden; además, la escritura nos permite poner tiempo de por medio entre la aparición de una idea y su revisión posterior, lo cual también es muy útil.

El poeta latino Horacio recomendaba guardar cada escrito seis meses en un cajón para después poder leerlo con ojos de extraño.

Aproximaciones sucesivas La preparación de un discurso exige, casi siempre, un trabajo de apro­ximaciones sucesivas para hacer que ajusten las seis piezas del rompecabezas (circunstancias, auditorio, tema, objetivo, recursos y diseño); esto es, des­

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pués de un primer estudio de las circunstancias y del auditorio (actividad 1), trabajaremos en la actividad 2: selección y delimitación del tema; quizá aquí nos encontremos con que tenemos que regresar a la actividad 1 para precisar algún dato del auditorio. Después avanzamos de nuevo a la actividad 2 y, si nos parece que hemos logrado seleccionar un tema adecuado, avanzamos a la actividad 3, y quizá hasta la actividad 4; es probable que aquí descubramos que nuestro tema es todavía demasiado amplio, o que nuestro objetivo es demasiado ambicioso, o quizá que nos hace falta conocer algo más de las circunstancias o del auditorio, tendremos entonces que hacer las modificaciones necesarias a todo el trabajo realizado. Así, yendo y viniendo, nos aproximaremos cada vez más a un proyecto coherente y sólido. El resultado nunca será perfecto, casi siempre quedaremos con la ten­tación de modificarlo, pero tengamos presente que lo fundamental es que hagamos el trabajo de preparación con responsabilidad y empeño y que lo perfecto puede ser enemigo de lo bueno. Esta forma de comunicarnos no es, pues, ni la improvisación irres­ponsable, ni el rígido discurso escrito que se lee mecánicamente ante un auditorio al que se le presta poca atención. Con el guión como apoyo, durante la exposición recrearemos de nuevo nuestro trabajo. Así, incluso ante la presencia de nuestros oyentes y en función de sus reacciones, iremos introduciendo cambios y elementos que ayuden a establecer una buena comunicación. ¡No memoricemos! En primer lugar porque corremos el riesgo de olvidar; en segundo, porque un discurso memorizado es algo mecánico, sin vida, que nos convierte en meras máquinas parlantes.

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VI. SIETE PELDAÑOS MÁS

1. LA VERDAD QUE VALE LA PENA DECIR “Hay personas que no encuentran las verdades que vale la pena escribir” (o decir). Estas personas, dice Bertolt Brecht, revolucionario escritor alemán que luchó con valentía contra el nazismo, se parecen a aquellos poetas que nos dicen que la lluvia cae de arriba hacia abajo y que las sillas tienen superficies para sentarse. Esto es, dicen la verdad, pero dicen verdades sin importancia. Descubrir las verdades fundamentales, esenciales, las que vale la pena decir o escribir, es una de las “Cinco dificultades que surgen al escribir la verdad”. Estas ideas están contenidas en un escrito, publicado por Brecht en 1935, pero que son de gran actualidad. Por supuesto que en ese escrito Brecht no rechaza el valor de la poesía ni el de la belleza, no podría hacerlo quien fuera un poeta y notable creador. En ese escrito, Brecht habla en favor de la autenticidad y la honestidad intelectual, habla en contra de la hipocresía, en favor de la verdadera sa­biduría y en contra de la arrogancia y de la frecuente complicidad del co­nocimiento académico con los intereses de los poderosos. En estas páginas revisaremos y comentaremos brevemente esas ideas, que nos pueden ayudar no sólo a desarrollar una expresión oral más eficaz, sino también a escoger como tema de nuestros discursos verdades que vale la pena decir. Esto resulta de gran importancia en estos tiempos en los que, como hemos dicho, la expansión de los medios de difusión hace que las verdades importantes queden enterradas no sólo bajo el peso de las mentiras, sino también bajo el de miles de verdades sin importancia que llenan las páginas

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de los periódicos, las horas de radio y televisión, los noticieros, las porta­das de las revistas, etcétera. Ahora bien, no son sólo los opresores quienes ocultan la verdad tras de los muros de la mentira y las verdades sin importancia; Brecht nos señala, con acierto, a los poetas, a los intelectuales, que adornan de importancia cosas que no debieran tenerla; a nosotros no se nos dificultará encontrar, en nuestro tiempo y lugar, a esos poetas e intelectuales que manejan muy bien el arte de dar importancia a verdades secundarias: las de las filigranas teóricas, las de la erudición intrascendente, las de la ciencia academicista.

A. El valor de decir la verdad Ocuparse de dar importancia a verdades que no la tienen es un truco muy usado por quienes quieren hablar para tranquilizar su conciencia, pero al mismo tiempo temen a los poderosos y a quedarse sin riquezas, o sin los honores que conceden los poderosos (premios, medallas, un nombre en la historia, etcétera). En esta situación se colocan muchos maestros, intelectuales y científi­cos que olvidan que encontrar la verdad que vale la pena decir exige, antes que nada, valor para decirla y para asumir sus consecuencias, a pesar de que ello exija fuertes cambios en el comportamiento propio. Esos intelectuales están preocupados por aprender el método científico que es necesario para encontrar la verdad, y éste es en verdad un problema básico (que Brecht considera más adelante) pero olvidan que no es el único; olvidan, o quieren olvidar, que la primera dificultad es tener el valor de aceptar las consecuencias de la verdad, tener el valor de decirla y de mo­dificar la propia vida según los dictados de esa verdad. No en balde la sabiduría popular nos dice: vive como piensas o acabarás pensando según vives. Encontrar la verdad que vale la pena decir requiere pues, antes que nada, valor; con toda claridad Brecht nos advierte: “Quien quiere escribir la verdad no debe plegarse a los poderosos ni engañar a los débiles”. “Desagradar a los poderosos significa renunciar a la propiedad [...], y rechazar la fama entre los potentados [...] significa a menudo rechazar toda fama. Hacerlo requiere valor”.

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“Poco valor se necesita para lamentarse, en general, de la maldad del mundo [...] del triunfo de la brutalidad [...]”. “Se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismos, sobre nosotros mismos, los vencidos [...]; muchos que son perseguidos pierden la facultad de reconocer los propios defectos”. “No es lícito admitir como propia de la bondad la debilidad [...] requiere valor decir que los buenos fueron vencidos no por buenos, sino por débiles”.

B. La capacidad de encontrar la verdad Hay quienes están dispuestos a decir la verdad que vale la pena decir, pero no la encuentran, carecen de conocimientos; piden la justicia en general, pero no hacen el esfuerzo de buscar las cifras y los hechos específicos de la injusticia. Para éstos, el mundo es demasiado complicado: no conocen los hechos ni ven las relaciones entre ellos. Pero la verdad, dice Brecht, debe ser específica; la mentira es genérica, ambigua; la verdad es algo práctico, concreto, irrefutable, precisamente lo que se necesita para cambiar las situaciones indeseables. La verdad puede encontrarse sin método alguno, y aun sin buscarla, pero esto es ineficiente, perdemos mucho tiempo, corremos el riesgo de nunca encontrar alguna verdad que valga la pena decir y, de encontrarla, con seguridad nunca podremos representarla de tal manera que los hombres, gracias a tal representación, sepan cómo deben actuar. Por lo tanto, se requiere tener un método. Es bien sabido que no existe un método universalmente válido para encontrar una verdad; el tema, las circunstancias, los destinatarios, todo esto nos indica en cada caso cuál es el método más adecuado. El estudio, la investigación, la reflexión, la práctica con conciencia de lo que hacemos, son los caminos para obtener el conocimiento de las cosas, conocimiento que es requisito indispensable para quien quiere escribir o decir la verdad, la verdad que vale la pena decir. Sin embargo, no olvidemos que hay bases fundamentales para cualquier circunstancia: la unidad entre lo que pensamos y lo que hacemos, el análisis cuidadoso, objetivo y sistemático acerca de lo que hacemos y el actuar con valentía de acuerdo con nuestras conclusiones y convicciones; esto es, la

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concordancia del pensamiento con la acción, la unidad de la teoría y la práctica.

C. El arte de hacer la verdad manejable como arma La verdad, dice Brecht, “debe ser dicha para sacar de ella determinadas conclusiones sobre el propio comportamiento […] debemos alcanzar una verdad susceptible de traducirse en la práctica […] que nos permita hacer manejables los problemas de este mundo”. Brecht criticó con dureza a quienes se lamentaban del fascismo como si éste fuera una catástrofe natural, y a quienes se expresan de las situaciones indeseables en forma demasiado general y que en realidad a nadie se dirigen; quienes escuchan una verdad así expresada, no saben qué hacer. Esta forma de representar las situaciones indeseables tiene dos efectos: el primero es que muestran pocos eslabones de concatenación causal, esto es, no se preguntan el porqué, del porqué, del porqué ... hasta encontrar las causas evitables y las pautas de acción; el segundo efecto es que se presenta a las fuerzas sociales como incontrolables. Sin embargo, nos dice Brecht, cuando se desea escribir con eficacia la verdad sobre ciertas condiciones deplorables, se requiere escribirla de tal manera que se puedan ver las causas evitables. Cuando las causas evitables se reconocen, las condiciones deplorables pueden combatirse. Así como en 1935 muchos críticos presentaban al fascismo como una catástrofe natural, hoy se presentan como catástrofes naturales la pobreza, el hambre, las “crisis económicas”. Tal método de representar las cosas, dice Brecht, “mantiene mucha oscuridad, detrás de la cual se encuentran las fuerzas que generan la catástrofe. Un poco de luz, y aparecerán hombres en la base de la catástrofe. Ya que vivimos una época en que el destino del hombre es el hombre”. Pero, añade Brecht, hasta de las catástrofes se puede hablar en forma digna del hombre, en forma de hacer un llamado a su energía combativa. Brecht comenta el caso de un trágico terremoto y concluye que, “entre las posibles maneras de hablar de un terremoto, sin comparación, la más importante es la de los ingenieros, quienes calculando los deslizamientos del terreno, la violencia de las sacudidas, el calor desarrollado, etcétera, llegan a nuevas construcciones que pueden soportar los terremotos”.

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Para quienes escriben, es esencial encontrar el tono justo para decir la verdad. Lo que comúnmente se oye está dicho en el tono débil y lamentoso de personas incapaces de matar una mosca. Quien lo oye, encontrándose en la miseria, se siente más miserable. D. Escoger a personas en cuyas manos la verdad se hace efectiva

La cuarta dificultad, nos dice Brecht, es adquirir el juicio necesario para escoger a aquéllos en cuyas manos la verdad se hace eficaz. El que “escribe para quien le paga razona de la siguiente manera: yo hablo, y quienes quieran escuchar, me escuchan”; en realidad, dice Brecht, “él habla, y quienes pueden pagarle, le escuchan. No todos oyen lo que dice, y quienes lo oyen no lo quieren oír todo”. El argumento de Brecht es éste: no es posible escribir simplemente la verdad, hay que escribirla para quien pueda hacer algo con ella. “El conocimiento de la verdad es un proceso común a escritores y lectores. Para poder decir algo bueno, hay que oír bien y oír algo bueno. La verdad debe ser dicha con cálculo. Y para nosotros, los que escribimos, es importante saber a quiénes se la decimos y quién nos la dice”. “Debemos decir la verdad acerca de las graves situaciones de aquéllos para quienes más graves son las situaciones, y tenemos que averiguarla por boca de ellos. No sólo se debe hablar a la gente de determinadas convicciones, sino a la gente a quien, por su situación, incumben esas convicciones”. E. La habilidad de propagar la verdad entre muchos Brecht escribió mucho tiempo en un ambiente de aguda represión, pero siempre tuvo la pericia necesaria para decir lo que quería y, burlando a las policías, hizo llegar sus mensajes a quienes consideraba que debían recibirlos. En el escrito que estamos comentando, muestra cómo muchos hombres han logrado hacer esto, manejando con habilidad el lenguaje, utilizando narraciones o descripciones que en apariencia sólo tienen que ver con realidades ajenas, usando ingeniosamente la ironía, etcétera.

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Por ejemplo, Brecht nos señala que la propaganda para que las personas razonen y piensen por cuenta propia, en cualquier campo que se haga, siempre sirve a la causa de los explotados, pero hay gobiernos que se opo­nen a que la gente piense acerca de su realidad. Sin embargo, “aun en estas circunstancias, hay campos donde la verdad se puede señalar, sin peligro; por ejemplo, hablando de los éxitos de la razón en el campo de la ciencia militar y la técnica”. Todo depende del hecho de que se enseñe un modo justo de razonar, “una forma de razonar que interrogue por cada cuestión y cada acontecimiento desde su lado transitorio y cambiante […], la relación de cada cosa con muchas otras que cambian continuamente es pensamiento peligroso para las dictaduras y puede expresarse de muchos modos, sin dar pretexto a la policía”. Brecht nos da dos ejemplos de recursos para decir verdades que vale la pena decir: “una descripción minuciosa de las circunstancias, de todos los procesos en que se mete un hombre que abre una tabaquería, puede ser un golpe serio para una dictadura, hasta con una poesía que describe un paisaje se puede hacer algo, si se incorporan a la naturaleza las cosas creadas por el hombre”.

2. ENFERMEDADES DE LA EXPRESIÓN ORAL

Vacunémonos a tiempo contra las enfermedades de la expresión oral; en ciertos ambientes esas enfermedades constituyen verdaderas epidemias. Algunas de las más graves y frecuentes son:

• el rollismo • la verborrea • el tecnicismo

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• el verbalismo • el teoricismo.

Veamos brevemente en qué consisten y cómo podemos combatirlas. Las tres primeras (rollismo, verborrea y tecnicismo) son enfermedades que se manifiestan en el acto de hablar; se manifiestan con claridad en las características del discurso mismo y en la relación que se establece entre el orador y su auditorio. a) Rollismo Esta enfermedad, muy común hoy en día en nuestros ambientes escolares, la padecen en general quienes de repente descubren que tienen boca, lengua y cuerdas vocales para hablar y que simplemente ponerlas a trabajar ante un grupo les permite sentirse alguien. Muy impresionados por el descubrimiento de esta facultad, e impulsados por el deseo de dejar de ser nadie, los “rolleros” siempre que pueden se paran a hablar de cualquier cosa (de todo y nada a la vez). El rollo que nos echan los rolleros es improvisado, con mucha frecuencia es largo, desordenado y repetitivo, da la impresión de que nunca va a acabar y no tiene un objetivo específico en relación con los oyentes; el único objetivo es el del orador consigo mismo: dejar de sentirse nadie. El rollero no conecta su boca con su cerebro; le interesa más que nada verse a sí mismo hablando, inclusive no le importa estar fastidiando a sus oyentes, y no son pocos los que, al ser abucheados, ruegan indignamente que se les conceda “un minuto más para concluir”. La relación del rollero con su auditorio es, en gran medida, una relación sadomasoquista. Es obvio que el remedio contra el rollismo consiste, en primer lugar, en aprender a respetarnos a nosotros mismos, en ser conscientes de que somos capaces de algo más que decir “aquí estoy, véanme” de que pode­mos, apoyados en nuestra inteligencia y nuestro trabajo, alcanzar objetivos valiosos con nuestros oyentes. Será muy útil seguir algunas de las recomendaciones de este cuaderno para hacer de nuestra expresión oral una actividad creativa, consciente, eficaz.

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b) Verborrea A diferencia del rollero, el verboso es, generalmente, un experto en pronunciar discursos y lo que más le interesa es impresionar bien y con fuerza a sus oyentes; no le interesa convencerlos de algo valioso, aclarar situaciones o transmitir información relevante. Lo que le interesa es que lo admiren, le interesa fascinar y para ello recurre a un lenguaje florido y rebuscado, a su erudición, a hacer sentir a sus oyentes que él está muy por encima de ellos. La relación del verboso con el auditorio es una relación de dominación, con frecuencia aceptada con agrado por el propio auditorio (de su difícil curación haremos un comentario más adelante). c) Tecnicismo El tecnicismo consiste en el uso de un lenguaje innecesariamente es­pecializado o, si dicho lenguaje es necesario, el tecnicismo consiste en usarlo sin preocuparse por explicar al auditorio el significado de los tér­minos técnicos utilizados. En ocasiones el tecnicismo es una enfermedad que se padece sin de­searla, o sin ser consciente de padecerla; en estos casos se puede curar cuidando reducir al mínimo los términos técnicos de nuestros discursos y esforzándonos por explicar con claridad aquellos que son indispensables. Muchos académicos creen que el esfuerzo de comunicar los conocimientos a los no especialistas, al vulgo, significa degradar el nivel científico del conocimiento, que la ciencia no puede expresarse en términos ordinarios, que sólo puede ser comprendida por una élite. Esto es falso; la función de todo término técnico es sintetizar una o varias ideas; por lo tanto, para que sea comprendido, es necesario explicar esas ideas, enunciarlas señalando las relaciones entre ellas y las relaciones con las demás ideas del discurso. Siguiendo al filósofo Hegel (que decía: cuando faltan las palabras, falta el pensamiento), un especialista nos dice: cuando no hay palabras para aclarar algo en un lenguaje accesible, entonces falta el pensamiento. Aquí, por supuesto, puede presentársenos un problema práctico: la limitación del tiempo. La explicación de algunos términos técnicos puede

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requerir un curso de un año de duración. Pero esto es algo que podemos prever y resolver al preparar el discurso. Ahora bien, en ocasiones el tecnicismo es practicado intencionalmente para impresionar a los oyentes, para hacerles sentir que el orador posee un conocimiento al que el auditorio no puede acceder; en este caso la en­fermedad tiene una causa semejante a la de la verborrea: querer dominar a los demás. En el tecnicismo intencional, como en la verborrea, la causa es tan grave que su curación excede con mucho las posibilidades de cualquier recomendación al orador; son los oyentes los que pueden poner algún re­medio negándose a ser sometidos. Las siguientes dos enfermedades se distinguen de las anteriores. Veamos en qué consisten. d) Teoricismo El teoricismo es una desviación del trabajo intelectual que consiste en reducir éste a la pura elaboración de teorías, sin relacionarlas con los problemas prácticos, concretos, y sin preocuparse por ver si esas teorías corresponden a la realidad. Por supuesto, quienes así trabajan no pueden sino producir discursos teoricistas (sin relación clara con los problemas prácticos y sin apoyo de datos concretos de la realidad). Con frecuencia la causa del teoricismo es un excesivo aprecio por la razón y por nuestra inteligencia; a menudo el teoricismo está acompañado de una gran soberbia intelectual que aleja a los científicos de la verdadera sabiduría, de esa sabiduría que se alimenta de la razón y de la inteligencia, pero también de la modestia, de las virtudes morales, del humanismo y del contacto con la realidad social. Contra el teoricismo arrogante, que con frecuencia conduce al autoritarismo y al despotismo, podemos vacunarnos, en primer lugar, procurando siempre una complementación recíproca de las ciencias con las humanidades, buscando siempre poner a la ciencia al servicio de los mejores valores humanos. En segundo lugar, conectando la teoría con nuestra propia práctica, teorizando con todo rigor y honestidad sobre nues­tro propio quehacer vital y nuestro propio trabajo; buscando su sentido, su utilidad y sus limitaciones.

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e) Verbalismo El verbalismo es atribuir una importancia desproporcionada a la expresión verbal; proviene de creer que las palabras por sí mismas pueden hacerlo todo, de olvidar que la palabra, para ser eficaz, tiene que ser seguida y refrendada por los actos. El verbalismo no tiene por fuerza una consecuencia visible, apreciable, en nuestros discursos; a veces, puede ser la causa de un discurso pobre y opaco. Ahora bien, el verbalismo puede ser considerado como una en­fermedad de la expresión verbal porque hace de ésta una acción aislada, muchas veces ineficaz por la falta de congruencia de lo que se dice con lo que se hace. La curación del verbalismo se logra al asumir tareas y responsabilidades específicas, al participar en el trabajo común organizado, al predicar con el ejemplo.

3. LA LECTOESCRITURA

Alfabetizar no es sólo enseñar a leer y escribir, alfabetizar es incorporar en la vida ordinaria la práctica de la lectoescritura, como instrumento de trabajo y como medio de enriquecimiento personal. En consecuencia, el problema excede el ámbito escolar y debe ser abordado por toda clase de medios escolares y extraescolares, con la par­ticipación de todos los interesados: Estado, instituciones educativas y culturales, escritores, medios de comunicación, editoriales culturales y co­merciales, diarios y revistas, empleadores, etcétera.

A. La lectoescritura hoy La escritura es, sin duda, uno de los inventos más destacados en la historia de la humanidad y una herramienta de enorme poder intelectual, político y económico. No es exageración calificar la escritura como una de las más grandes revoluciones de la cultura humana. Son muy reconocidos los beneficios que proporciona la escritura como medio para conservar la palabra, para almacenarla (en libros, revistas,

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archivos, etcétera) y para almacenar así el conocimiento; de igual manera son reconocidos los beneficios que la escritura proporciona al comunicar las palabras y con ellas los pensamientos y sentimientos de quienes las escriben. Pero otras funciones de la escritura, que no siempre tenemos presentes, son aún de mayor trascendencia. En efecto, la escritura constituye una técnica esencial para el desarrollo y enriquecimiento del lenguaje y por tanto un medio eficaz para desarrollar el pensamiento verbal. Como ningún otro medio, la escritura hace posible separar al pensamiento respecto de su autor y de esta manera permite convertir el pensamiento propio en objeto de análisis, de pensamiento; esto es, la escritura es una técnica imprescindible para poder desarrollar el pensamiento reflexivo y objetivo. También, como ningún otro medio, la escritura permite concatenar ideas una tras otra, y generar así textos, argumentaciones y discursos sólidos y coherentes que hacen posible un conocimiento integrado y profundo de los fenómenos y las cosas. Sin la escritura serían impensables la ciencia y la cultura contemporáneas. De hecho, puede decirse que la escritura constituye no sólo una técnica de la palabra sino una clase específica de cultura. Un especialista, Walter Ong, afirma que “la escritura, mediante la separación del conocedor y lo conocido, posibilita una introspección ca­da vez más articulada, lo cual abre la psique como nunca antes, no sólo frente al mundo objetivo externo (bastante distinto de ella misma), sino también ante el yo interior, al cual se contrapone el mundo objetivo”. No es exagerado, pues, concluir con Ong, que la escritura reestructura la conciencia y desarrolla destrezas intelectuales de enorme poder –podemos añadir– no sólo cultural sino también político. La escritura es, sobre todo, un medio de expresión y por tanto de realización humana, pues en gran medida el hombre se realiza al expresar y hacer común con sus semejantes su vida interior. La escritura es además, en la literatura, una de las bellas artes que más han enriquecido a la humanidad. Pero a pesar de su enorme valor, durante milenios se aceptó que sólo élites muy reducidas tuvieran acceso a la lectoescritura, a su dominio y a su usufructo directo. Cierto es que desde la invención de la escritura no pocas personas y grupos lucharon por ampliar y extender su uso y beneficios a

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sectores populares amplios, sin embargo, encontraron siempre una fuerte resistencia y los resultados de tales luchas fueron muy limitados. En su espléndido libro Educación y desarrollo en Occidente, Carlo Cipolla transcribe el argumento con el cual el presidente de la Royal Society de Inglaterra derrotó, en la Cámara de los Lores, en 1807, un proyecto de ley para la creación de escuelas elementales en toda Inglaterra: “En teoría, el proyecto de dar educación a las clases trabajadoras es ya bastante equívoco y, en la práctica, sería perjudicial para su moral y felicidad. Enseñaría a las gentes del pueblo a despreciar su posición en la vida en vez de hacer de ellos buenos servidores en agricultura y en los otros empleos a los que les ha destinado su posición. En vez de enseñarles subordinación, les haría facciosos y rebeldes, como se ha visto en algunos condados industrializados. Podrían entonces leer panfletos sediciosos, libros peligrosos y publicaciones contra la cristiandad. Les haría insolentes con sus superiores; en pocos años, el resultado sería que el gobierno tendría que utilizar la fuerza contra ellos”. En Francia la reacción no era menos virulenta, el propio Cipolla cita la siguiente de un conspicuo miembro de la aristocracia: “Nunca ha habido tantos estudiantes como hoy. Incluso la gente del pueblo quiere estudiar. Los hermanos de la religión cristiana […] están realizando una política fatal. Enseñan a leer y escribir a gente que sólo debería aprender a diseñar y a manejar instrumentos y que ya no quiere hacer esto. El bien de la sociedad exige que los conocimientos de la gente no vayan más lejos de cuanto es necesario para su propia ocupación cotidiana.Todo hombre que mire más lejos de su rutina diaria no será nunca capaz de continuar paciente y atentamente esa rutina. Entre el pueblo bajo es necesario que sepan leer y escribir sólo los que tienen oficios que requieren esa pericia”. Otro obstáculo a la popularización de la escritura lo constituían las limitaciones de recursos materiales, pero no era el único. Apenas a principios del siglo pasado en el mundo occidental se extendió la idea de que la lec­tura y la escritura deberían estar al alcance de todos. Impulsados por las exigencias de la urbanización y de la industria, los gobiernos adoptaron la política de enseñar la lectura y la escritura a los más amplios sectores po­pulares y encomendaron esta tarea a las escuelas. También contribuyeron a extender la alfabetización las instituciones religiosas –en especial las iglesias protestantes– para las cuales la enseñanza de la lectura era el medio idóneo para dar a conocer la Biblia.

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Ahora bien, en ciento cincuenta años de acción alfabetizadora, en casi todos los países de Occidente, los resultados, en mayor o menor grado, están muy lejos de la alfabetización universal. En muchos países, sectores más o menos numerosos de la población no tienen siquiera acceso a la escuela y, además, proporciones significativas de quienes logran ingresar a ella deben abandonarla antes de haber concluido la enseñanza primaria, lo cual casi siempre significa que no han alcanzado el dominio de la lectoescritura. Estos niños expulsados antes de terminar la primaria se convierten en analfabetas funcionales. En México cerca del 50% de los ni­ños que entran a la primaria salen de ella antes de haberla terminado. Además, también en muchos países, aun los niños y jóvenes que con­cluyen la enseñanza primaria presentan graves deficiencias en cuanto a su dominio de la lectura y la escritura, y puede decirse que sólo en casos de excepción logran integrar estas técnicas a su vida intelectual cotidiana: Esto se constata en el ingreso al empleo y en el ingreso y desempeño en los ciclos superiores de la educación escolar. Incluso en Estados Unidos existe hoy en día una gran preocupación del gobierno y de los empresarios porque muchos de los egresados de high school y junior college muestran graves deficiencias en cuanto a su capacidad de leer y escribir. En México, según datos oficiales, 33.4 millones de los mayores de 15 años tienen rezago educativo, pues 5.9 millones son analfabetas, 10.5 millones no terminaron la primaria y 17 millones interrumpieron la se­cundaria. Además, esta cifra aumenta con rapidez, pues cada año dejan la escuela cerca de un millón de niños sin haber terminado la primaria, y los sistemas de alfabetización y educación básica extraescolar expiden un número muy bajo de certificados al año. Pero este fracaso del sistema escolar es sólo uno de los factores por los cuales el dominio de la lectoescritura, y su práctica cotidiana como parte de la vida intelectual, siguen siendo patrimonio de grupos muy reducidos. Además, hoy en día, la presencia de nuevos medios y técnicas de comunicación y procesamiento de la palabra disminuyen los tradicionales apremios para leer y escribir y por tanto para aprender a hacerlo: el teléfono reemplaza a las cartas; la transmisión de imágenes mediante la fotografia, el cine, la televisión y el fax, hacen innecesarias muchas descripciones que antes debían hacerse por escrito; los símbolos transmiten muchos mensajes simples (por ejemplo en las calles y en la maquinaria moderna). No sólo

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eso, durante algún tiempo la lectura fue una forma idónea de pasatiempo, hoy en día es reemplazada en esta función por nuevos pasatiempos como el cine, la televisión, los juegos electrónicos y otras muchas novedades. No puede extrañar, pues, que los fabricantes de libros y los editores de diarios y revistas se alarmen por el descenso de sus ventas. Éste es un fenómeno que por muchos factores tiende a agravarse, pero por su­puesto el problema no se reduce a que un grupo de negocios pierda su mercado, más graves son los efectos sociales perversos que ocasiona el que el dominio de la lectoescritura siga siendo, y cada vez de manera más acusada, patrimonio de una élite cultural; este monopolio es factor decisivo de injustas e inhumanas diferencias sociales, de dominación intelectual y política, y de inefíciencia productiva. El interés por fomentar la lectoescritura no responde a un sentimiento de nostalgia ni a una reacción frente a la modernidad ¡bienvenidos los nuevos medios! Son muchas sus fortalezas y virtudes, pero no debemos ignorar sus riesgos y debilidades. Es claro que muchas de las más valiosas funciones de la escritura no pueden ser desempeñadas por la imagen y el sonido de la televisión, ni por el “ratón” de la computadora. El fenómeno es complejo y no ha sido estudiado con suficiencia. El fracaso de los sistemas escolares para asegurar una alfabetización efectiva tiene, como una de sus causas, la superficialidad e ingenuidad con las que casi siempre se aborda esta tarea, y la espontaneidad con la que se elaboran planes y reformas educativas. La inoperancia de muchos de los programas de enseñanza de la lectoescritura se deriva del hecho de que ésta es enseñada olvidando que se trata de una técnica de comunicación y de desarrollo del pensamiento, y que como tal está fuertemente condicionada por factores personales, afectivos. Grave contradicción es, por ejemplo, que se pretenda desarrollar la lectoescritura en un espacio, el escolar, en donde una norma férrea es el silencio de los estudiantes. Por tanto, una tarea significativa es reforzar el estudio sistemático, riguroso e interdisciplinario del problema, el cual tiene causas y efectos culturales, sociales, políticos y económicos. Además, es indispensable vincular este estudio con las acciones y prácticas que buscan resolver el problema y con los intereses económicos, políticos y culturales reales que lo determinan.

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El sistema escolar puede y debe desempeñar tareas fundamentales en la enseñanza de la lectoescritura y el fomento de su incorporación a la vida intelectual cotidiana de todos; esta contribución exigirá, entre otras medidas, que el espacio escolar deje de ser un espacio de silencio y se convierta en un espacio de desarrollo de la expresión enriquecedora. Pero en el ámbito extraescolar también son muchas las acciones que pueden desarrollarse. En la promoción y fomento de la lectoescritura deben estar interesados no sólo las autoridades educativas, los maestros y los investigadores es­pecializados en el tema y las disciplinas afines, sino también, por ejemplo, las editoras y las empresas periodísticas cuyos mercados están sufriendo graves reducciones. Pero cabe insistir en que no se trata de un simple problema del mercado que pueda resolverse con encuestas y diseños novedosos del producto o con campañas de carteles y anuncios de radio, sino de un complejo fenómeno social, cultural, pedagógico, económico y político. Hoy en día, en nuestras universidades y otras instituciones educativas, culturales, académicas, existen equipos humanos muy bien capacitados en los campos del conocimiento relacionados con el problema de la lec­toescritura: lingüistas, filólogos, filósofos, psicólogos, antropólogos, his­toriadores, pedagogos, etcétera. Sin embargo, en términos generales, su trabajo tiene varias limitaciones: la escasez de recursos económicos, la frag­mentación en disciplinas y su desvinculación respecto de los programas y acciones educativas y culturales. A este trabajo académico pueden re­conocérsele diversos méritos, pero sus efectos reales son muy limitados.

B. Fomentar la lectura... ¡y la escritura! Tanto en los programas de alfabetización como en los de educación básica se pone empeño en la enseñanza y la práctica de la lectura, pero no en las de la escritura. También las agencias culturales realizan campañas para fomentar la lectura, pero descuidan el fomento de la escritura. Este hecho de transcendentales consecuencias no es casual, obedece a arraigadas concepciones que merecen ser revisadas. El empeño que se pone en fomentar el hábito de la escritura es escaso en gran medida por la idea generalizada de que sólo una minoría de la

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población puede escribir, que sólo una minoría tiene el “talento intelectual” y las condiciones de vida que supone ser escritor y que la gran mayoría que compone el resto de la humanidad, o de una sociedad determinada, está ahí para leer lo escrito por las élites intelectuales. Ciertamente, también es una meta de las políticas educativas gu­bernamentales que todos “sepan escribir”; pero esto no significa que se busque que todos sean capaces de escribir poemas, ensayos filosóficos o narraciones con valor literario, sino que sean capaces de escribir su nombre y las cuestiones prácticas que se derivan de su vida laboral y social diaria: su dirección, el llenado de un formulario, un informe de trabajo, etcétera. La idea de que la creación intelectual es privilegio de una minoría es la que, en última instancia, causa que tanto en los programas escolares como en los extraescolares la escritura ocupe un segundo lugar, o ninguno. Muchos escritores consagrados se pronuncian una y otra vez por el fomento de la lectura; es natural, quieren ser leídos por amplios sectores de la población, pero rara vez se preocupan por el fomento de la escritura, y también esto es natural, responde a la concepción que tienen de sí mismos como seres excepcionales y, no podemos descartarlo, al temor de generar demasiada competencia. No tiene sentido ni es fructífero discutir si toda la humanidad tiene “talento” para escribir creativamente, si este talento lo tiene el diez por ciento, la mitad o el noventa por ciento. Mientras no se haya hecho lo necesario para fomentar el ejercicio masivo de la escritura, no habrá bases para condenar a las “masas” a ser simples receptoras de los escritos producidos por las élites. Este esquema –de una élite que escribe para amplios grupos que sólo leen– es, además, discutible desde el punto de vista mismo de la naturaleza de la escritura. Escritura y lectura son dos actividades estrechamente interrelacionadas, son dos momentos de un mismo proceso. El primer lector de cualquier escrito es su propio autor quien, en el momento de escribir, va leyendo las palabras que salen de sus dedos, de su pensamiento; es él el primer sorprendido, con no poca frecuencia ve con azoro el producto de un comple­jo proceso intelectual y afectivo en el que han intervenido innumerables factores. Con razón Octavio Paz dice “Cuando sobre el papel la pluma escribe, a cualquier hora solitaria, ¿quién la guía?”

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El escritor lee la palabra recién escrita, continúa, lee la oración formada, regresa al principio del párrafo, revisa la coherencia, la continuidad, la elegancia de lo escrito; corrige lo necesario, reescribe párrafos enteros, los reacomoda después de revisar (leer) la página completa. En todo este proceso toma infinidad de decisiones que responden a criterios estéticos, morales y técnicos. Escribir implica pues leer, releerse a sí mismo. Pero implica también haber leído a otros muchos, el impulso de escribir surge muchas veces de una lectura, ya sea porque resultó estimulante o, por el contrario, porque nos decepcionó o nos produjo enojo. El impulso por la escritura puede tener también otras motivaciones. Estados de ánimo particularmente intensos invitan a escribir (es obvio que siempre y cuando se sepa escribir y se haya tenido la experiencia de haber escrito algo personal). La nostalgia, la soledad, el sentimiento de impotencia, son frecuentes motores de la escritura; por supuesto también lo son la alegría, el gozo, el entusiasmo. No queremos que se escape ese pensamiento, queremos verlo y revisarlo, escudriñarlo, analizarlo, por eso lo ponemos en el papel. Por eso dibujaban los hombres de la edad de piedra en las paredes de sus cuevas. No siempre lo hacían, como algunos han creído, por meros afanes didácticos, sino por la necesidad de objetivar un pensamiento, una sensación, una imagen impactante, de hacerla imperecedera; era la necesidad de verse a sí mismos. La necesidad de escribir es la necesidad de verme a mí mismo. Pero escribir es, además, escribir para otros, es comunicar. Y aquí los propósitos pueden ser didácticos (o políticos), pero también son con­secuencia de una necesidad afectiva, la necesidad de integrar un nosotros, de hacer que las ideas y los pensamientos se vuelvan parte de la realidad porque son patrimonio común. Veo un hecho insólito: un pájaro carpintero en un árbol frente a mi casa; de inmediato corro y traigo a otros para que lo vean; será realidad cuando sea compartido. También por eso escribo, por hacer realidad, mediante la participación, lo que de otro modo regresaría a la nada. En realidad muchas de nuestras impresiones, intenciones, sen­saciones, vuelven a la nada por el simple hecho de no convertirlas en palabras. El poeta ruso Ossip Mandelstam lo ha dicho espléndidamente: “He ol­vidado la palabra que quería pronunciar y mi pensamiento, incorpóreo, regresa al reino de las sombras”

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Aventuro una tesis: se es buen lector en la medida en que se es escritor. ¿Cómo asimilar y juzgar un escrito lleno de creatividad e imaginación?, ¿cómo valorarlo si nunca hemos hecho el trabajo de crear e imaginar? Cla­ro que hay muchos tipos de lectura: incluso llamamos lectura al proceso mecánico de convertir signos visibles en sonidos, o a las operaciones que realiza una computadora. Pero leer, en el otro extremo, debe significar un diálogo profundo con el escritor: “Esto que tienes en tus manos lector –advierte Whitman–, no es un libro, es un hombre”. Leer, en este otro extremo de un amplio rango, es comprender los momentos que produjeron el escrito y que estuvieron llenos de dudas e inquietudes y de respuestas guiadas, como hemos dicho, por criterios técnicos, estéticos y morales. Es obvio que la comprensión y valoración de este complejo trabajo humano son imposibles si no se ha vivido, en alguna medida, personalmente. Fomentar la buena lectura enriquecedora, reflexiva, comprensiva, impli­ca fomentar la escritura. Como hemos visto, lectura y escritura constituyen la base de la cultura contemporánea y una de las grandes revoluciones en la historia de la humanidad. Fomentar la escritura en el pueblo puede parecer una propuesta ingenua cuando la fascinación por las imágenes absorbe casi todo el tiempo libre de niños y adultos, cuando el trajín urbano añade cuatro o más horas a la jornada del obrero y del empleado, cuando la comunicación mediante señales y sonidos ha disminuido muchas de las ocasiones para escribir y leer. Sin embargo, si aspiramos a una sociedad democrática, una socie­dad que no deje lugar a dominación alguna –incluyendo la intelectual– tenemos que abordar la tarea de fomentar la escritura como práctica ordinaria de todos.

4. FORMAS Y FUNCIONES DEL DISCURSO A. Clasificación de discursos En algunos libros se dice que los discursos, por su forma pueden clasificarse en descriptivos, narrativos, y argumentativos. Sin embargo, ésta es una clasificación simplista y confusa.

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Como hemos señalado, todo discurso, con independencia de las in­tenciones declaradas y conscientes de quien lo produce, desempeña, por lo menos, tres funciones: información, expresión y argumentación. Estas tres funciones aparecen en todo discurso; así, incluso un discurso que pretende ser puramente informativo, siempre expresa algo acerca de quien lo dice y contiene o conlleva alguna argumentación o proposición. Por esta razón, clasificar los discursos en informativos, argumentativos y expresivos es una simplificación excesiva, puede ayudar a analizar algunos aspectos de los discursos, pero oculta su complejidad. Así, una forma común de engaño y manipulación consiste, por ejem­plo, en presentar como sólo informativo un discurso que en el fondo, ve­ladamente, transmite emociones o argumentos con los que se pretende provocar una reacción no plenamente consciente en los oyentes o en los lectores. Al preparar un discurso, dependiendo de nuestros objetivos y de los recursos disponibles, buscaremos poner énfasis en alguna de las tres funciones y lo organizaremos para que la desempeñe con eficiencia; sin embargo, nunca olvidemos tener presente lo que ocurre con las otras dos funciones. Descripción y narración son dos formas que adquiere la información. Describir es transmitir mediante las palabras la información acerca de algo (un objeto, una persona, un proceso, etc.) con el fin de que quien recibe esta información pueda formarse una imagen de lo descrito. Narrar es transmitir, mediante las palabras, la información acerca de un suceso o serie de sucesos relacionados entre sí con el fin de que quien recibe esa información sepa cómo ocurrió el suceso o sucesos. Por lo tanto, clasificar los discursos como descripción, narración y argumentación puede ser origen de muchas confusiones, En primer lugar porque, como se ha dicho, la argumentación no es la forma en que se elaboran algunos discursos, sino una función que desempeñan prácticamente todos los discursos. Además, no hay argumentación sin in­formación (sea ésta en forma de descripción o de narración), tampoco hay información sin argumentación, ni es raro que la narración requiera del auxilio de la descripción y que ésta requiera de algunos elementos narrativos.

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Por otra parte, esta clasificación ignora la función expresiva de todo discurso y no asigna lugar alguno a los discursos en los que esta función predomina. Teniendo presentes todas las advertencias anteriores, veremos al­gunas cuestiones prácticas acerca de la descripción, la narración y la argumentación. Hemos dejado de lado la función expresiva y las formas correspondien­tes (la poesía, por ejemplo) porque por su complejidad ameritan un tra­tamiento aparte. Para avanzar en este aspecto se recomienda leer a buenos escritores (novelistas, poetas, cuentistas). Más que clasificar los discursos, importa tener claro lo que son las funciones de todo discurso y las formas que pueden presentar algunos de sus elementos.

B. Descripción La descripción es la representación de personas, lugares o cosas por medio de la palabra, explicando sus distintas partes, cualidades y circunstancias. Esta representación tiene como función general la de transmitir la imagen, las sensaciones y las emociones que nos produce aquello que describimos. Una descripción puede hacerse para alcanzar objetivos muy variados: convencer de la bondad de algo (por ejemplo para vender una mercancía), provocar aceptación o rechazo, hacer sentir emociones (temor, compasión, enojo), etcétera. Una descripción eficaz es por lo general breve, clara y ordenada. Para lograr esto es necesario que sepamos distinguir, en aquello que describimos, lo esencial de lo secundario y de lo irrelevante, que escojamos un orden adecuado al hacer la descripción: de afuera hacia adentro, de abajo hacia arriba, de (o cercano a ) o lejano, etc., que utilicemos calificativos adecuados y con significado real (muchos calificativos como fabuloso, increíble, ex­traordinario, dicen muy poco de lo que describimos; quizá sólo dicen que a nosotros nos impresionó aquello que queremos describir). Para lograr buenas descripciones tenemos que desarrollar nuestra capacidad de observación y, como hemos visto, ésta también está con­dicionada por la riqueza de conceptos y palabras que manejemos. Hacer

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ejercicios de descripción puede, a su vez, ayudarnos a desarrollar nuestra capacidad de observación. La descripción puede ser fidedigna (si pretende transmitir con fidelidad lo visto o sentido) o deformada (lo cual es aceptable, por ejemplo, cuando se anuncia explícitamente como una caricatura); puede ser esencial (si se limita a los aspectos esenciales) o comprensiva (si se pretende comunicar hasta el último detalle); puede ser aparencial (si describe los aspectos ex­ternos) o funcional (si describe las relaciones entre sus partes); puede ser, en fin, cualquier combinación de éstas.

C. Narración

La narración es la transmisión, por medio de la palabra, de la información acerca de una sucesión de hechos o acontecimientos, reales o ficticios, que puede perseguir diversos objetivos; uno de esos objetivos puede ser con­vencer al auditorio de que actúe para cambiar el curso de un proceso; otro puede ser ejemplificar con el relato una idea general (por ejemplo, cómo las ambiciones personales ilegítimas descomponen las organizaciones); otro, demostrar el papel que una persona, idea o cosa ha desempeñado en un proceso, etcétera. Por ejemplo, en un sindicato el orador puede usar la narración pa­ra hacer ver la forma como se han desarrollado las negociaciones con el patrón; quien visita una nueva colonia donde se desea organizar una unión de colonos, puede usar la narración para hacer ver cómo el nacimiento y desarrollo de su propia unión de colonos trajo mejoras al barrio; un ejidatario puede usar la narración para hacer ver el pa­pel que ha desempeñado el comisariado en la evolución del ejido. Además de la narración de hechos reales, es frecuente la narración de hechos que no ocurrieron, de hechos ficticios. La narración ficticia puede ser verosímil (es creíble que haya ocurrido o pueda ocurrir) o fantástica; aun las narraciones fantásticas pueden ser de gran utilidad para transmitir emociones o ideas (un caso muy conocido son las fábulas). Tres elementos fundamentales en la construcción de una narración son:

a) el marco de referencia (tiempo y lugar en que se dan los hechos), b) los personajes, y

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c) el orden cronológico, que puede ser alterado de muchas maneras e incluso combinar diferentes tiempos.

En su forma más simple la narración sigue los siguientes pasos: inicio, desarrollo, clímax y desenlace

D. Argumentación El propósito central de la argumentación es convencer y consiste en la exposición cuidadosa de los datos y razonamientos que conducen a una conclusión, a una tesis, a una afirmación, a una proposición. La argumentación puede hacer uso de la narración y de la descripción, pero, por principio, excluye el uso de recursos emocionales. Para tener éxito en una argumentación es necesario contar con los ingredientes de un discurso eficaz; particularmente es indispensable estar bien informado y tener una opinión definida sobre el asunto que se trata. El orden del discurso puede seguir diversos criterios, en particular aquí es indispensable seguir la lógica de la argumentación y cuidar mantener la atención y el interés del auditorio. Además de explicar la forma como se van relacionando nuestros datos y razonamientos hasta llegar a la conclusión, es indispensable que aportemos todas las pruebas posibles; en ocasiones será muy efectivo llevar en la mano y mostrar con oportunidad documentos probatorios, fotografías, objetos, etcétera. Finalmente, es muy importante anticipar y refutar los posibles argu­mentos en contra; un discurso argumentativo eficaz puede seguir el siguiente orden:

1. Tesis (proposición), 2. Refutación de los posibles argumentos en contra, 3. Argumentación a favor, 4. Reafirmación de la tesis.

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Este orden disminuye el riesgo de que, durante nuestra argumentación a favor, el auditorio se distraiga pensando en la posible validez de los argumentos en contra.

5. DOS MODELOS PRÁCTICOS Presentamos a continuación dos modelos que nos pueden auxiliar en la elaboración de los esquemas o guiones de nuestros discursos, esto es, en la organización de nuestras ideas. A quienes hayamos logrado transmitir la intención general de este cuaderno, no necesitamos insistirle en que se trata de sugerencias que pueden usarse como auxilio o apoyo, para adaptarlas libre y creativamente a cada circunstancia. Recordaremos sólo que la organización del discurso tiene que apoyar­se en la selección y delimitación del tema, en la especificación del objetivo y en la selección de los medios. MODELO A: Pasado, presente y futuro Si vamos a hablar de una institución, un fenómeno o alguna otra cosa que tenga historia (en realidad todo tiene historia, hasta las piedras) podemos hablar en primer lugar del pasado, después del presente y luego del futuro. Después podemos añadir, por ejemplo, nuestras propuestas para lograr un futuro deseable o evitar uno indeseable. Este esquema es bastante simple; puede ser muy útil, por ejemplo, cuando se dispone de poco tiempo para la preparación, incluso es muy útil para una intervención inesperada, pues mientras recorremos con la me­moria el pasado podemos ir preparando el resto del discurso. También es muy práctico para quienes, por falta de experiencia, no se sienten seguros de tener éxito con un discurso complicado. Un discurso organizado con base en el tiempo puede adquirir otras modalidades; por ejemplo, podernos hablar primero de un futuro desea­ble, después haríamos ver cómo las experiencias del pasado demuestran que ese futuro es valioso y posible, y finalmente señalaríamos lo que hay que hacer en el presente para conquistar el futuro propuesto.

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Otras variaciones pueden ser útiles para ciertos propósitos y cir­cunstancias específicas, por ejemplo el orden puede ser: futuro­pasado­presente, futuro­presente­pasado, presente­futuro­pasado, presente­pasado­futuro. Para sacar todo el provecho posible de este esquema de organización de un discurso, conviene subrayar que no basta con explicar separadamente cada fase (pasado, presente, futuro) sino que es necesario buscar y explicar las relaciones entre ellas. Veamos. Hablamos del pasado para entender el presente y para definir un futuro mejor, pero también nos ocupamos del presente para entender mejor el pasado. Esto último pudiera parecer paradójico, sin embargo no lo es, sobre todo en los fenómenos y procesos sociales. En efecto, los fenómenos sociales son tan complejos que sólo con el paso del tiempo podemos percibir situaciones que, siendo esenciales, antes no eran perceptibles por estar apenas desarrollándose, así, el conocimiento del presente nos ayuda a escoger como objeto de estudio lo que de importante hay en el pasado. MODELO B: Organización sicológica del discurso Son muchos los esquemas que pueden responder a este nombre, de­pendiendo del estado sicológico o anímico que supongamos tendrán nues­tros oyentes. Por ejemplo, si supiéramos que nuestros oyentes estarán exaltados o enojados, la primera parte de nuestra exposición podrá ser una propuesta de acción para aprovechar esa exaltación o, por el contrario, la primera parte podrá ser un razonamiento que los calme y serene, todo depende de cuál sea nuestro objetivo. Si sabemos que nos encontraremos con un auditorio apático, al cual tenemos que interesar en el tema que vamos a tratar (situación muy frecuente) podemos seguir el esquema siguiente:

1. Llamada de atención. Empecemos con algunas palabras o frases que llamen la atención de nuestro auditorio, buscando que todos volteen a vernos y estén atentos; en este momento recorremos con la vista, sin miedo,

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los ojos de todos nuestros oyentes y aseguramos su atención, aseguramos el contacto visual y auditivo. Una breve anécdota relacionada con nuestro tema puede ser una buena entrada. 2. Explicación del tema y del objetivo. De la manera más clara y breve posible diremos, en esta segunda parte del discurso, de qué vamos a ha­blar (el tema); en ocasiones podrá explicarse brevemente de qué sí se va a hablar y de que no se va a hablar, esto es, explicaremos cómo hemos delimitado el tema y por qué. En esta parte del discurso puede ser conveniente explicar también cuál es nuestro objetivo; a veces, por el contrario, convendrá dejar esta explicación para el final del discurso (puede ser una buena forma de concluirlo); quizá en algunas ocasiones será preferible que nuestro objetivo, en vez de ser enunciado explícitamente, se exprese sólo en el contenido y estilo del discurso.

3. Relación tema­auditorio. En esta parte del discurso, le decimos di­rectamente a nuestro auditorio cuál es la relación del tema que vamos a tratar con sus intereses, con sus responsabilidades, con la solución de sus problemas. Les haremos ver que lo que vamos a decir es valioso para ellos y que vale la pena que nos escuchen con atención. 4. Proposición central. Se supone que en este momento el interés del auditorio ha llegado a sus más altos niveles. Es el momento de exponerles de manera clara y concreta nuestra proposición central, la idea que queremos que se lleven al salir de la reunión: un juicio acerca de algo o alguien, una acción que deseamos que realicen o, por el contrario, la propuesta de que se abstengan de hacer algo, etcétera. 5. Argumentación. Inmediatamente después, expondremos los razo­namientos que hemos hecho para llegar a la conclusión que proponemos, las ventajas de la acción que sugerimos, etcétera. En el apartado “Ar­gumentación” del capítulo “Formas y funciones del discurso” pueden encontrarse sugerencias acerca de cómo presentar una argumentación eficaz.

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6. Ejemplos. Después de la argumentación pueden ser muy útiles algunos ejemplos (en forma de narración, por ejemplo) que reforzarán nuestra argumentación y rescatarán el interés que es posible que se haya reducido por la aridez de la argumentación.

7. Conclusión. Ya que hemos elevado nuevamente el nivel de atención del auditorio, repetiremos con brevedad y claridad nuestra conclusión, nuestra propuesta, indicando con claridad la acción o acciones que deseamos que nuestros oyentes ejecuten. Como se ha señalado, éstas son sólo algunas sugerencias para hacer el diseño de nuestra exposición o discurso. En realidad lo más importante es que dicho diseño responda fielmente a los objetivos planteados, a los medios seleccionados, a las circunstancias en las que se hará la exposición y a las características del auditorio.

Es recomendable hacer un diseño preliminar con la mayor anticipación posible para que pueda ser evaluado y corregido varias veces. Una vez hecho un primer proyecto del discurso, nuestra mente estará trabajando sin interrupción, confrontándolo con lo que vemos, oímos o leemos, incorporando nuevas ideas e información y desechando planteamientos débiles o irrelevantes.

6. GUÍA PARA LA EVALUACIÓN Y LOS COMENTARIOS

Los frutos de las prácticas de expresión oral dependen, en gran medida, de que se logre crear un ambiente de cooperación entre los participantes. En especial, los frutos dependerán de la GENEROSIDAD, PRUDENCIA y CORTESÍA con que se hagan las críticas constructivas a las exposiciones de los compañeros. Sin duda la generosidad es algo extraño en estos tiempos en los que todo se compra y se vende. Además, la generosidad es particularmente extraña

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en medios donde prevalecen las luchas individuales o de camarillas por el poder (en los gobiernos, partidos, sindicatos, etcétera). Sin embargo, puede esperarse que en estas prácticas de expresión oral, por su informalidad y brevedad, por sus objetivos y métodos, los participantes encuentren la oportunidad de desarrollar relaciones de otro tipo. La generosidad ha sido desprestigiada por tradiciones de siglos que la asocian a sentimentalismos intrascendentes y a la idea del sacrificio, de la pérdida de algo, de la renuncia (que cuando mucho encontrarán su compensación en la otra vida). No es común, pues, entender que en realidad al dar con generosidad el hombre experimenta y vive su riqueza, su fuerza, su poder, y que tal experiencia, lejos de ser destructiva y dolorosa, es satisfactoria, gozosa. El sicólogo Erich Fromm ha hecho ver que la “capacidad de dar” depende del desarrollo del carácter de la persona, de su madurez; supone el logro de una orientación eminentemente productiva, en la que la per­sona ha vencido la dependencia y el deseo de explotar a los demás, ha vencido el deseo de acumular y ha adquirido confianza en sus propios poderes humanos, en su capacidad de alcanzar el logro de sus fines. Sin embargo, no basta tener esta madurez sicológica para que las crí­ticas constructivas a los compañeros produzcan los efectos deseados; se necesita, además de esta madurez, una actitud prudente y un estilo cortés. La prudencia consiste en condicionar la forma de nuestras acciones a las circunstancias en que deben ser realizadas, en particular tomando en cuenta los estados anímicos de las personas que nos rodean, evitando los malos entendidos y las fricciones inútiles, esforzándonos por lograr una comunicación eficaz. La cortesía responde a la actitud madura de quien por principio respeta a los demás, por encima de sus errores y limitaciones, por encima de las eventuales diferencias de todo tipo; pero aun estando ausente esta mo­tivación, las meras fórmulas de cortesía constituyen un medio eficaz para evitar conflictos. En estas prácticas, como un acto de cortesía y prudencia, tratemos de empezar siempre nuestros comentarios a los discursos de los compañeros señalando lo positivo, los aciertos, los avances, y al señalar los errores y

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deficiencias incorporemos las palabras que puedan disminuir el posible efecto negativo de nuestras críticas: “a mí me parece que...”, “me atrevería a sugerir...”, “quizá si el compañero hubiera….” Tratemos no sólo de señalar los errores sino también de hacer, con modestia, sugerencias de cómo podrían evitarse. Estos son algunos de los principios que deben orientar los comentarios a los discursos preparados por los compañeros. Se sugiere tenerlos presente y ponerlos en práctica. Todo lo que se ha propuesto acerca del discurso eficaz (ingredientes, orientaciones para su preparación, cualidades esenciales, etcétera) cons­tituye la guía para evaluar las exposiciones que se hacen a lo largo de las cinco prácticas. Como una ayuda, se presenta a continuación una lista de algunos de los principales aspectos que deben ser evaluados. a) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL DISCURSO: efecto general en el auditorio, claridad, fuerza, sencillez, amenidad, solidez, organización y orden. b) TEMA: claridad, delimitación, adecuación con el auditorio y las cir­cunstancias, adecuación con los recursos (por ejemplo con el tiempo disponible). c) OBJETIVO: claridad y especificidad; adecuación con el auditorio, con las circunstancias y con los recursos; logro del objetivo, causas del éxito o el fracaso.

d) ASPECTOS EXTERNOS: postura, movimientos del cuerpo y de los pies, ademanes, gestos, vista, apariencia, voz (volumen, tono y modulación). e) RECURSOS UTILIZADOS: tiempo, información, argumentos, emo­ciones, ayudas visuales, citas de autoridades, etcétera. f) ORGANIZACIÓN: el comienzo y el final (adecuación, impacto causado, preparación); criterio seguido en la organización general del discurso (lógico, sicológico, cronológico, etcétera.).

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Si la participación de los asistentes en las eva­luaciones y comentarios a los discursos no es sa­tisfactoria, puede estimularse encomendando a cada asistente la evaluación de algunos aspectos específicos. Por ejemplo, a uno de ellos se le encomienda la evaluación de ademanes y expresión corporal, a otro la claridad y especificidad del objetivo, otro evalúa la pertinencia del tema, etcétera. También puede optarse por definir en cada sesión algunos aspectos que se evaluarán con más atención.

7. SUGERENCIAS PARA EL BUEN USO DE LAS AYUDAS VISUALES

“Una imagen vale más que mil palabras”; éste es un refrán chino muy conocido y convincente. Usando una imagen como apoyo de un discurso podemos ahorrarnos mil palabras, y no sólo eso, podemos incluso comunicar cosas que las palabras no pueden comunicar.

Tengamos presente que, a su vez, las palabras comunican cosas que las imágenes no pueden comunicar.

Sin embargo, para que una imagen de verdad ayude a un discurso, se necesita que sea escogida (o elaborada) con cuidado y que sea usada con inteligencia y habilidad. Las ayudas visuales de una exposición oral pueden ser, desde el común pizarrón hasta costosos sistemas de televisión (videograbadora, circuitos

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cerrados), pasando por una innumerable variedad de instrumentos más o menos accesibles (cartulinas, rotafolios, power point, filminas, trans­parencias, retroproyectores, cine, etcétera). La selección o elaboración de una imagen u otra ayuda visual (por ejemplo, objetos) debe hacerse a partir del objetivo asignado a nuestro discurso; un examen cuidadoso de este objetivo nos permitirá deducir si una imagen puede ser útil para transmitir con rapidez información que a través de la expresión oral tomaría mucho tiempo, si puede servir para reforzar la memorización de ciertos datos que expondremos, si es necesario para transmitir sensaciones y emociones previstas en nuestro proyecto de discurso, si puede ayudar a reforzar la atención de los oyentes después de una argumentación inevitablemente árida, si puede ayudar a que los oyentes sigan paso a paso el discurso, etcétera. En ocasiones nuestro objetivo puede ser precisa y únicamente mostrar una imagen o un objeto determinado; aun en este caso, la presentación tiene que hacerse con habilidad e inteligencia. Se presentan a continuación algunas sugerencias prácticas.

• Al seleccionar la ayuda visual debemos tener en cuenta las circunstan­cias en que se va a hacer la exposición (tamaño del auditorio, ilu­minación, ambiente, etc.); si algunas de estas circunstancias difi­cultan que dicha ayuda se vea, es mejor no usarla.

• Asegurarse de tener oportunamente todo lo necesario a mano (gis, borrador, colores, conexiones eléctricas, etcétera.).

• Mostrar las ayudas visuales sólo en el momento en que se van a usar, para evitar distracciones.

• Al usar la ayuda visual debe cuidarse no perder contacto con el auditorio: no dar la espalda, no ver al objeto que se muestra más que lo que se ve al auditorio.

• Si es posible, deben usarse varias imágenes sencillas en vez de una muy complicada.

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PRIMERA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON

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SEGUNDA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON

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TERCERA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON

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CUARTA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON

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QUINTA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON

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PRINCIPALES COMENTARIOS HECHOS DURANTE LA EVALUACIÓN GENERAL DE LA PRÁCTICAS

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El discurso edicaz. Cinco prácticas de expresión oralobra escrita por Manuel Pérez Rocha fue impresa en noviembre de 2007

en el taller de impresión de la Universidad Autónomade la Ciudad de México, San Lorenzo 290,

Col. Del Valle, Delegación Benito Juárezcon un tiraje de dos mil ejemplares.