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n o . 2 7 p r i m a v e r a 2010 méxico
ADIÓS AL CINE LATINO Francisco Haroldo Alfaro Salazar y Alejandro Ochoa Vega
A la extinción de los viejos cines de nuestra
ciudad se suma ahora la del cine Latino,
cuya construcción en Paseo de la Reforma
296, se inició a partir de 1942, aunque se
inauguró finalmente el 20 de abril de 1960.
Paseo de la Reforma, con el cine en construcción.
El proyecto fue realizado por los arquitectos
Gabriel Romero, Carlos Vergara y Guillermo
Salazar. La fecha inicial explica la solución
en dos niveles –luneta y anfiteatro que
corresponde al partido tradicional de la época
de oro de las salas cinematográficas, misma
que ya se había desechado prácticamente en
todos los cines construidos después de 1954.
El esquema de pórtico, con vestíbulo a doble
altura y sala de proyección con capacidad
para alrededor de 2500 espectadores, perfiló
a este cine dentro de la espectacularidad
monumental de los realizados en las
décadas de los treinta y cuarenta, sin
embargo ofrecía una imagen más austera en
su decoración.
El Cine Latino en su época de esplendor.
Las letras monumentales de CINE LATINO
enfatizaban una fachada sobria, imagen
imborrable de la zona por años. Desde la calle
y pórtico se accedía al enorme vestíbulo de
doble altura, rematado por un mural de
grandes dimensiones que representaba una
figura humana con el perfil del mapa de
América Latina, obra del artista Octavio Ríos.
Se cuenta que en sus orígenes tuvo una
cascada al interior de la sala, parte de un
atractivo extra a la proyección de las películas.
Fue, en su época, de los primeros cines que
contó con estacionamiento propio, signo de
modernidad, retomado por los cines
posteriores. El Latino fue el punto de reunión
ideal para los cinéfilos durante muchos años,
como sede de la Muestra Internacional de
Cine. ¿Cuál era la razón? Su encomiable
ubicación, en plena Zona Rosa, menos
decadente que ahora, y donde la gente podía
ir a cualquier cafetería, restaurante o bar
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cercano a comentar la última de Allen,
Kubrick, Bergman y Wenders, o lo último de
la cinematografía mundial. En sus últimos
años como cine, se fragmentó en tres salas,
en búsqueda de más espectadores, los
cuales ya preferían irse a un centro
comercial, o quedarse en casa viendo cine
mediante una videocasetera.
Fachada del Cine Latino.
Para 1997, en nuestro libro Espacios
Distantes… Aún Vivos. Las salas
cinematográficas de la Ciudad de México
(UAM Xochimilco, México), se proponía
rescatar un edificio relevante de la
arquitectura moderna y conservar un espacio
para la exhibición cinematográfica:
… su ubicación sobre Paseo de la
Reforma es por demás privilegiada al
converger en el lugar personas de todos
los puntos de la ciudad, ya sea por estar
ahí el sector financiero más importante de
la capital del país, o por ser parte del
núcleo comercial y recreativo de la Zona
Rosa, también muy visitado. Además, la
sala fue hasta 1995 sede principal de la
Muestra Internacional de Cine con lo cual
definió un perfil de difusión hacia la cultura
cinematográfica. Por esta razón
proponemos que se recupere la sala única
-al estar fragmentada actualmente en 3- y
que sea destinada a los grandes estrenos
de la cinematografía mundial, además de
volver a ser el recinto espectacular que un
evento como la citada muestra requiere.
(página 192)
Aquella idea de recuperación no encontró eco
y, como tantos otros cines, un mal día fue
cerrado definitivamente y las especulaciones
sobre su demolición se iniciaron. Tal hecho se
retrasó por un tiempo, pero finalmente en
noviembre de 2009 y cercano a su 50
aniversario, el cine Latino fue borrado del paisaje
histórico, cultural y urbano de nuestra ciudad.
La demolición del Cine Latino.
Como con otras estructuras cinematográficas,
hoy nadie recuerda que donde está la Torre
Mayor, alguna vez estuvo el cine Chapultepec;
lo mismo sucederá cuando se concluya la
mega torre de más de cincuenta pisos, que se
realizará en el predio donde ahora se apilan
las ruinas del viejo y entrañable Cine Latino.
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CONVERSACIONES CON DON ENRIQUE GUERRERO LARRAÑAGA Catherine R. Ettinger
Enrique Guerrero Larrañaga es uno de varios
arquitectos del siglo XX que, en palabras de
Louise Noelle, “han corrido con menos suerte
en el campo de la difusión”. Aunque hay
referencias a su obra en varias publicaciones
a nivel nacional incluyendo la revista
Arquitectura/México, las Memorias de la
Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA)
y del Comité Administrado del Programa
Federal de Construcción de Escuelas
(CAPFCE) y en algunos libros incluyendo
Mexico’s Modern Architecture de I. E. Myers
(Nueva York, 1952) promovido por el INBA,
Arquitectura moderna en México de Max
Cetto y La arquitectura contemporánea
mexicana. Precedentes y desarrollo de Israel
Katzman, no es tan conocida su obra como la
de algunos de sus contemporáneos.
Enrique Guerrero Larrañaga en el XXV Aniversario de la fundación de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos.
Marzo 1944. Cortesía familia Guerrero Pérez.
La labor de este arquitecto destaca
particularmente en la construcción de
escuelas y de hospitales y clínicas. Fue el
primer Jefe de Zona del CAPFCE en
Michoacán en 1945; después ocupó diversos
cargos en ese organismo, incluyendo Jefe del
Taller de Arquitectura (1950 a 1952),
Subdirector del Departamento de Planeación y
Proyectos (1953) y Director de Planeación y
Proyectos (1954 a 1956).
Sin embargo, la aportación más relevante de
Guerrero radica en el ramo de la salud. En
participación con el Programa de Hospitales
de la SSA, proyectó cinco hospitales entre
1941 y 1946, incluyendo tres edificios en
Chiapas: el Hospital General de Tapachula, el
Hospital General Rural de Cacahotán y el
Hospital General Rural de Pichucalco.
Posteriormente participó en el diseño y
construcción de grandes conjuntos hospita-
larios incluyendo el Centro Médico Nacional, el
Hospital Nacional de Nutrición, los conjuntos
Médico-Sociales del IMSS en Cadereyta,
Linares y Sabinas, y Hospitales de Gíneco-
Obstetricia y Pediatría del IMSS en Mexicali y
San Luis Potosí, entre otros.
La oportunidad de conversar con don Enrique,
a sus 95 años, y de comentar con él los
álbumes de fotografías de sus obras que aún
conserva, no arrojó grandes noticias sobre sus
logros profesionales, pero sí, sobre su
persona y sobre el optimismo y el compromiso
social de los arquitectos de la época.
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Al preguntarle sobre criterios de diseño, tanto
de escuelas como de hospitales, en lugar de
presumir sus conocimientos, con humildad
serefirió las enseñanzas que había recibido
de Juan O’Gorman y de José Villagrán,
además de mencionar su larga amistad y respeto
por Enrique Yáñez. En sus comentarios
destacó una jerarquía, se describió como
“chambero” de Yáñez en un principio y se refirió
a otros arquitectos como sus “chamberos”.
Al revisar fotografías que tenía algunos años
sin ver, la cara de don Enrique se iluminaba;
admiraba la modernidad de las obras
construidas hace más de medio siglo y
recordaba con toda lucidez las intenciones: el
asegurar para la población mejores servicios
de educación y salud. Recordaba también la
importancia de su obra en relación a las
personas a quien se buscaba ayudar,
haciendo énfasis en la idea de alcanzar
diversas entidades del país.
Hospital General de Tapachula durante su construcción.Cortesía familia Guerrero Pérez
Me pareció particularmente revelador que
uno de sus álbumes había guardado una
fotografía de la “clínica” de Tapachula que
había antecedido al moderno edificio que él
edificó. Se trataba de una cabañita de
madera en la selva chiapaneca que lucía,
con pretensiones a la modernidad, un reloj
en una torre de madera. A un lado de esta
fotografía, había conservado imágenes de la
clínica nueva en proceso de construcción. La
fotografía del edificio anterior servía para
enmarcar y destacar el sentido de la obra
moderna en términos de mejorar los servicios
de salud para la población.
Conjunto Médico–Social–Administrativo del IMSS Aguascalientes. Cortesía familia Guerrero Pérez.
Las conversaciones con Enrique Guerrero
dieron mucho que reflexionar acerca de los
valores que sustentaron el trabajo de un grupo
importante de arquitectos que participaron
activamente en la modernización de los
servicios de salud y educación en México
durante el siglo XX. La conciencia de grupo, el
optimismo y el orgullo de participar en la
renovación de la arquitectura, y el compromiso
social aún se escuchan en la voz de Enrique
Guerrero.
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EL ESTILO NEOMAYA: UNA VERSIÓN NACIONAL DEL MOVIMIENTO MODERNO Enrique Urzaiz Lares
Es de todos conocido el estilo internacional
que vistió o caracterizó la arquitectura de
México y del tercer mundo hacia mediados
del siglo pasado; sin embargo poco se sabe
y se reconoce de otras versiones de estilo
nacional o nacionalista como es el caso del
estilo neomaya promovido y desarrollado en
el país durante la primera mitad del siglo por
algunos arquitectos entre los que se destaca
el yucateco Manuel Amábilis Domínguez.
Formado en la Escuela Superior de Bellas
Artes de París, Amábilis fue catedrático de
teoría de la arquitectura en la Universidad
Nacional de México, donde tuvo alumnos
muy destacados como el propio José
Villagrán García, a quien cedió su cátedra en
1928 para viajar a España y construir el
pabellón de México para la Exposición
Mundial de Sevilla (1929).
Pabellón de México en Sevilla. (Foto Ivan San Martín)
Mientras que Villagrán se convirtió poco a
poco en el mayor teórico, promotor y defensor
del funcionalismo en México, Amábilis se
manifestó en contra de las supuestas
incomprensiones estilística y estética y de
igual falta de lógica constructiva y utilitiario-
económica que Villagrán asignó a la
arquitectura anacrónico-nacional, así como
defendió la validez de retomar e incorporar en
las expresiones modernas signos y elementos
del pasado pues los consideró susceptibles de
adaptarse a las necesidades modernas de
lógica, economía y utilidad.
Xavier Moyssén señaló al respecto: “Amábilis
se mantuvo firme en sus convicciones
estético-nacionalistas, ante las nuevas
corrientes de la arquitectura, por lo tanto no
comprendió el significado trascendente de Le
Corbusier, al que censuró sin entenderlo pues
por principio de cuentas él se declaraba un
tradicionalista; critico al funcionalismo en
medio de incongruencias, en la conferencia
que dictó dentro del importante ciclo de
pláticas que organizó en 1933 la Sociedad de
Arquitectos Mexicanos, tendientes a aclarar la
posición de la arquitectura ante el
funcionalismo.” (Anales del Instituto de
Investigaciones Estéticas, Nº 55, pág. 126)
Aproximadamente en 1915, Manuel Amábilis
diseñó y construyó en Mérida una nueva
fachada para el Templo del Dulce Nombre de
Jesús, que para entonces fungía como Logia
Masónica. El diseño de la fachada tuvo una
franca expresión de estilo neomaya, pero
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desafortunadamente, pocos años después, el
fue demolida para dar lugar a un supuesto
teatro del que ni siquiera llegó a ponerse la
primera piedra. Existen testimonios foto-
gráficos en la Enciclopedia Yucatanense que
editó el Gobierno del Estado de Yucatán en
los años cuarenta, y en publicaciones
posteriores como las de Adonay Cetina
Sierra, Historia Grafica de Mérida de
Yucatán, 1542-1984 y Juan Antonio Siller,
“La presencia prehispánica en la arquitectura
neomaya de la península de Yucatán”, en
Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana
Nº 9. Tales registros fotográficos son hoy
testimonio de la calidad y claridad de esta
búsqueda nacionalista de Manuel Amábilis,
quien hacia 1919, asociado con un ingeniero
extranjero Gregory Webb, participó en el
diseño y construcción del Sanatorio Rendón
Peniche, obra que combinó hábilmente la
modernidad funcionalista con una orna-
mentación de depurado estilo neomaya.
Sanatorio Rendón-Peniche, acceso. (Foto LN)
Más tarde Amábilis ganó el concurso nacional
para construir en Sevilla, España, el pabellón
de México para la Exposición Iberoamericana
de 1929; realizó al menos dos obras más con
este estilo: la casa del señor Neguib Simón en
el número 38 de la calle de Campeche y el
Teocalli Superclub, ambas desaparecidas. Se
trata de variaciones ornamentales o
expresivas, del sanatorio Rendón Peniche que
muestraba una serie de adelantos técnicos
interesantes, como la utilización de cubiertas,
trabes y columnas de concreto armado, en
lugar de los tradicionales terrados de
estructuras mixtas y la mampostería
combinada con elementos metálicos o de
madera.
Sanatorio Rendón-Peniche, capitel neo maya- (Foto LN)
La Casa del Pueblo (1926-1928) del arquitecto
italiano Ángel Bachini y el edificio del Diario de
Yucatán (1933) del ingeniero Rubio Ibarra,
complementan los ejemplos más relevantes
de la primera etapa del neomaya en Yucatán;
una etapa caracterizada por una inercia
academicista que se manifiesta alterada por la
inclusión de símbolos y elementos mayas
como tamborcillos, grecas, mascarones,
junquillos o cornisas, entre otros.
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En cuanto a la evolución constructiva,
encontramos el uso del concreto armado; en
cuanto a las cualidades espaciales, encontra-
mos una coincidencia con la ya mencionada
tipología decimonónica, en particular con las
características que les confiere su carácter
de edificios públicos, para configurar por sí
mismos, nuevos espacios urbanos a partir de
su vinculación y desplante con respecto al
alineamiento de la calle y de los demás
edificios del contexto inmediato.
Una constante en todos los casos es la
búsqueda de la adecuación climática y la
integración natural a las condiciones del
trópico yucateco, misma que encontramos
ejemplificada claramente en el auditorio de la
Casa del Pueblo que “resulta especialmente
interesante al resolver su iluminación y
ventilación de una manera natural sorpren-
dentemente correcta”
Auditorio de la Casa del Pueblo (Foto LN)
Esta permanente búsqueda de la integración
climática y ambiental está presente también
en otras manifestaciones regionalistas
modernas, con características interesantes y
siempre con el enfoque neomaya o
neocolonial.
CANDELA EN EL CANDELERO Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes
El pasado miércoles 27 de enero, la Facultad
de Arquitectura de la UNAM conmemoró el
centenario del nacimiento de Félix Candela
(Madrid, 27 de enero de 1910) con una
comida en el Restaurante Los Manantiales de
Xochimilco, una obra emblemática. A lo largo
del año se desarrollarán una serie de
actividades (conferencias, visitas guiadas,
exposiciones, publicaciones) para recordar a
este arquitecto del exilio español que ganó
fama mundial con las sorprendentes
estructuras laminares de concreto armado que
construyó en nuestro país, en los años
cincuenta y sesenta.
Aspecto de la reunión en Los Manantiales.
Llama la atención que la bibliografía sobre la
singular y prolífica obra de Candela era, hasta
hace pocos años, mas bien escasa. Colin
Faber publicó en 1963 Candela, the shell
bulider (Reinhold, Nueva York), traducido al
alemán por su amigo Max Cetto en 1965
(Candela und seine Schalen, Callwey, Munich)
y sólo hasta 1970 en español (Las estructuras
de Candela, Editorial Continental, México),
año en que emigró a los Estados Unidos. Esta
fue, durante mucho tiempo, la única
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monografía que presentaba un panorama
analítico sobre su obra. Si bien en 1985 la
editorial vasca Xairat reunió una selección de
artículos de Candela bajo el título En defensa
del formalismo y otros escritos, hubo que
esperar hasta mediados de los noventa para
ver nuevos trabajos: el catálogo de la
exposición Félix Candela, arquitecto (Instituto
Juan de Herrera, Madrid, 1994) y un lujoso
libro japonés con extraordinarias fotografías
de Yutaka Saito (Toto Shuppan Publisher,
Tokio, 1995). En el número 2 de la revista
Arquine (invierno de 1997) se publicó el
artículo “Félix Candela, el mago de los
cascarones de concreto”, de quien esto
escribe; su aparición coincidió con el
fallecimiento del arquitecto, acaecido el 7 de
diciembre de 1997 en Raleigh, Carolina del
Norte, donde residió sus últimos años. El
mejor análisis que se ha hecho hasta la fecha
de las cualidades estructurales de Candela
sigue inédito, la tesis doctoral Las estructuras
arquitectónicas de Félix Candela
(Universidad de Valladolid, 1998) de Alfonso
Basterra Otero.
Afortunadamente, en la última década han
proliferado las publicaciones que arrojan
nuevos datos sobre su vida y su obra. En el
año 2000, la colección Círculo de Arte del
CONACULTA publicó Félix Candela, escrito
por Juan Antonio Tonda, su más cercano
colaborador. En 2004 apareció Candela-Pérez
Piñero, un diálogo imaginal de Miguel Seguí
(Ministerio de Vivienda), que aborda la
relación de estos dos genios de las
estructuras tomando como punto de partida el
proyecto que presentaron para el concurso del
Velódromo de Anoeta en 1972, donde
obtuvieron el segundo lugar. Cabe recordar
que Emilio Pérez Piñero, creador de
ingeniosas estructuras metálicas plegables,
murió poco después del fallo del concurso (de
37 años) en un accidente automovilístico, con
lo que quedó interrumpida esa incipiente
colaboración que prometía nuevos horizontes
en el campo del diseño estructural.
En 2007, el catálogo de la exposición
Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del
exilio español (Henry Vicente, editor,
Ministerio de Vivienda), que ganó el “CICA-
Julius Posener Catalogue Award 2008”
otorgado por el Comité Internacional de
Críticos de Arquitectura (CICA) de la Unión
Internacional de Arquitectos (UIA), ubicaba a
Candela entre el medio centenar de
arquitectos españoles que partieron al exilio
en la diáspora republicana de 1939 y que
tuvieron que enfrentarse, en sus “patrias de
adopción”, a la paradoja de ejercer un oficio
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de arraigo (la arquitectura) en una situación
de desarraigo (el exilio). México recibió a
veinticinco de estos arquitectos; Candela era
uno de los más jóvenes.
Durante 2008 se editaron: Seven Structural
Engineers. The Candela Lectures (MoMA);
Félix Candela: Engineer, Builder, Structural
Artist, de David Billington y Maria M. Garlock
(Princeton University, Yale University Press);
Aquella primavera creadora… Cascarones de
concreto armado en México (Juan Ignacio del
Cueto, editor, FA, UNAM), y Candela. El
dominio de los límites, de Enrique X. de Anda
(Taschen). El primero recoge las ocho
conferencias magistrales organizadas por
Guy Nordenson, dictadas entre 1998 y 2005
(una por año) en el MoMA, cuando Terence
Riley fungía como chief-curator. En la
introducción del libro, Nordenson -profesor de
la Escuela de Arquitectura de Princeton-
explica que Candela estaba programado para
inaugurar el ciclo pero falleció unos meses
antes, por lo que Stanford Anderson lo
sustituyó con una ponencia sobre Eladio
Dieste a la que siguieron seis conferencias de
destacados diseñadores estructurales sobre
su propia obra (Cecil Balmond, Leslie E.
Robertson, Heinz Isler, Mamoru Kagwaguchi,
Christian Menn y Jörg Schlaich). Sólo en la
última sesión de aquel ciclo a cargo de David
Billington y María Garlock, catedráticos de la
Escuela de Ingeniería de la Universidad de
Princeton, “Thin-Shell Concrete Structures:
The Master Builders”, se abordó la obra de
Félix Candela junto a la de otros genios del
diseño estructural: Anton Tedesko, Pier Luigi
Nervi y Heinz Isler; profundizaron en el estudio
de la vida y obra de Candela tras recibir parte
de su archivo cedido por su segunda esposa,
la arquitecta Dorothy Davies. Así el copioso
archivo personal de Candela está repartido en
tres prestigiosas universidades, la Biblioteca
Avery de Columbia y el Archivo de Arquitectos
Mexicanos de la UNAM.
El 11 de octubre de 2008, para clausurar el
“Symposium on Félix Candela: His influence
for today and tomorrow”, se inauguró en el
Museo de Arte de la Universidad de Princeton
la exposición Félix Candela. Engineer, Builder,
Structural Artist, cuyo magnífico catálogo fue
realizado por Billington y Garlock
aprovechando el material de este archivo
(fotos de su infancia y juventud, apuntes de su
etapa de estudiante, documentos de su exilio)
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para recrear la vida de Candela en España y
sus primeros años en México. Alumnos de
posgrado de la Escuela de Ingeniería de
Princeton, realizaron las maquetas de la
muestra y los análisis estructurales que
recoge la publicación: el Pabellón de Rayos
Cósmicos, los paraguas utilizados en
diversas obras, la iglesia de la Virgen de la
Medalla Milagrosa, la Capilla de Palmira, el
restaurante Los Manantiales y la planta
embotelladora Bacardí.
En el marco del Simposio IASS 2008
(International Association for Shell and
Spatial Structures), celebrado en Acapulco
unos días después del de Princeton, se
presentaron tres producciones (exposición,
documental y publicación) realizadas desde
el Laboratorio de Estructuras de la Facultad
de Arquitectura de la UNAM, bajo el título
Aquella primavera creadora… Cascarones de
concreto armado en México, que presentan
un panorama de la “época dorada” en la
construcción de cascarones en nuestro país,
done Candela fue el gran protagonista,
aunque no el único actor. Las producciones
rescatan la obra de otros diseñadores de
estructuras laminares de concreto: Fernando
López Carmona, Juan Antonio Tonda,
Alberto González Pozo y José Luis Rincón, y
el ingeniero Porfirio Ballesteros.
Por su parte, la editorial Taschen se percató
del atractivo de la obra de Candela y lanzó
uno más de sus éxitos de venta. La hábil
estrategia comercial de la empresa al realizar
grandes tirajes, asegura que con Félix
Candela. El dominio de los límites la figura del
arquitecto será (re)conocida en buena parte
del mundo; por ello resulta preocupante que el
texto esté salpicado de imprecisiones
historiográficas -que no es propósito enumerar
aquí- que demeritan la calidad del libro.
Sorprende que para ilustrar la portada se haya
elegido una de sus escasas esculturas
urbanas, la que adorna la Plaza de los
Abanicos en Cuernavaca, pues no fue este
tipo de cascarón lo más significativo (ni lo
mejor) de la producción del Candela. Tras una
introducción, se presentan veinticuatro de sus
obras más conocidas en un supuesto orden
cronológico, que se rompe cuando la capilla
de El Altillo se pone por delante de la sala de
remates de la Bolsa Mexicana de Valores,
siendo que la cubierta de esta última fue el
primer producto de la fecunda colaboración de
Candela con de la Mora y López Carmona. La
descripción de las obras está apoyada en un
buen material gráfico.
A las múltiples celebraciones bicentenarias y
centenarias del naciente 2010 se une una
más: la del centenario de Candela. Para
conmemorarlo se realizarán actividades tanto
en su país de origen como en sus “patrias de
destino”, México y Estados Unidos. En sus
casi noventa años de vida, Candela residió en
los tres países y adquirió sus respectivas
nacionalidades; cada periodo, de cerca de 30
años de duración, puede identificarse con su
trayectoria personal: se formó en España (1910-
do . co mo . mo _ m é x i c o 11 b o l e t í n - p r i m a v e r a 2 0 1 0
1939), donde estudió arquitectura y combatió
en una guerra civil; se desarrolló
profesionalmente en México (1939-1970),
donde alcanzó su plenitud creadora
colaborando con arquitectos mexicanos; en su
etapa estadounidense (1971-1997) actuó
como consultor de varias empresas y se
escoró hacia la vida académica como profesor
y conferencista. Curiosamente, cerró su ciclo
en España pues su obra póstuma está en el
Parque Oceanográfico de Valencia: un clon del
restaurante Los Manantiales, que proyectaba
cuando le sorprendió la muerte.
Visita a techumbre de Los Manantiales.
Los cascarones de Candela están inspirados
en una tecnología de origen europeo que él
desarrolló en México con creatividad y una
buena carga de intuición, alejándose del
farragoso campo del cálculo estructural y
llevando las cualidades del paraboloide
hiperbólico a sus máximas cotas de lógica,
sencillez y expresividad. Ganó fama mundial
haciendo arquitectura mexicana. Su centena-
rio debe servir para revalorar, conservar y
difundir su legado. En este 2010, Félix
Candela volverá a estar en el candelero,
como lo estuvo hace medio siglo.
RECONVERSIÓN DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL Sara Topelson de Grinberg
No extraña encontrar grandes estructuras
industriales a lo ancho de nuestros países,
legado del auge económico del siglo XX y
testimonio de la actividad humana de una
época de fuerte crecimiento productivo.
Fábricas, estaciones de tren, instalaciones
ferroviarias, ingenios azucareros, centrales
hidroeléctricas y termoeléctricas, almacenes,
hornos, talleres, casas de máquinas, son
huellas tangibles del desarrollo industrial y
muestra inseparable de identidad e historia.
Hoy en día, estas edificaciones se encuentran
en su mayoría abandonadas, al haber perdido
sus funciones originales; cambios en la
producción y la tecnología han puesto bajo
amenaza la conservación de esta memoria de
la vida productiva de varias generaciones.
Matadero Madrid (Foto Sara Topelson)
La forma más sustentable y dinámica de
preservarlas, ya experimentada en numerosas
ciudades, es mediante su reconversión hacia
usos y necesidades actuales, permitiendo un
nueva vida para edificios significativos de gran
calidad arquitectónica y urbana. La amplitud
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de espacios y las características
constructivas de estos recintos permite
responder a una gran diversidad de usos y
funciones sin perder su identidad, testimonio
de una época.
En este sentido es ejemplar la recuperación
del antiguo matadero y mercado de ganado
de Madrid, inaugurado en 1928 y obra de
Luis Bellido, quien proyectó un conjunto de
pabellones dedicados a diversas funciones y
servicios. Tras algunos intentos en los años
setenta por renovarlo, el matadero cerró sus
puertas en 1996, como inmueble catalogado.
El Ayuntamiento de Madrid, en colaboración
con entidades públicas y privadas, promovió
la recuperación de este predio de 148,300 m2
en el centro de la ciudad para nuevos usos
culturales. El proyecto Matadero Madrid
tendrá poco más de 86,000 m2 dedicados a
equipamientos culturales, donde se integran
actividades de apoyo a la creación siguiendo
el criterio de un Plan Especial, que preserva
la envolvente de las naves.
La intervención del matadero ha tenido como
eje principal la reversibilidad de las obras,
manteniendo las huellas del paso del tiempo,
respetando los espacios, dotándolos de los
servicios necesarios para su nuevo uso e
introduciendo materiales y elementos recicla-
dos y reciclables, propiciando una clara
lectura de las intervenciones y conservando
la fuerte expresión de la estructura.
El proyecto plantea un centro formativo y
multidisciplinario, para actividades creativas:
música, arquitectura, danza, diseño, cine,
literatura y paisajismo, con espacios que a
partir del 2007 han ido abriendo sus puertas
en etapas. La Central de Diseño está
dedicada a la difusión y promoción del diseño
gráfico, industrial y de espacios. Las Naves
del Español son un conjunto escénico de
5,900 m2, en el que se logró la flexibilidad y la
versatilidad que permiten múltiples
configuraciones escénicas. Intermediæ está
dedicado a la experimentación, reflexión e
intervención de la creación contemporánea, en
una superficie de 1,900 m2. Además, cuenta
con una central de instalaciones que permitirá
un importante ahorro energético y una notable
reducción de los costos de mantenimiento, de
acuerdo con los principios de sustentabilidad y
economía.
Matadero Madrid será concluido en el 2011,
con una inversión de 110 millones de euros,
incentivando la reactivación y la revalorización
de la zona sur de Madrid y la recuperación del
río Manzanares.
Tecnopolis (Foto Sara Topelson)
Otro proyecto ejemplar de reconversión del
patrimonio industrial es la rehabilitación de la
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antigua fábrica de gas en Atenas, cuya
ubicación cercana al Partenon la convierte en
una zona deseable para ser transformada en
un centro tecnológico y cultural: Technopolis.
La gasera, fundada en 1858, estuvo en
servicio hasta 1984, siendo ésta la última
fábrica en Europa en producir gas por el
método tradicional. El predio de 30,000
metros cuadrados está ubicado en el barrio
Keramicos, una de las zonas con más
movimiento de la ciudad. La iniciativa del
alcalde de Atenas fue convertir estesitio
industrial en un parque cultural y de espacios
multifuncionales de gran atractivo para
jóvenes y visitantes de la ciudad.
Aquí los gasómetros fueron recuperados
respetando su estructura y dotándolos de
nuevas tecnologías para su óptimo uso: una
sala de exposiciones, un museo de
tecnología, y uno más fue conservado como
testimonio de la estructura original. Los
espacios fueron adaptados para llevar a cabo
conferencias, exhibiciones, presentaciones y
eventos culturales, con áreas de servicios
para los visitantes al parque. Technopolis es
considerado hoy en día uno de los mejores
museos industriales de Europa, un ejemplo
de conservación del patrimonio industrial,
que ha detonado la actividad gastronómica y
cultural en el entorno urbano.
Estos dos casos muestran que el reciclaje
permite dotar de nueva vida a edificios que, a
pesar de haber perdido su uso original,
pueden ser rehabilitados exitosamente.
SILVIO ALBERTI, AL SUR Hans Kabsch Vela El joven arquitecto italiano Silvio Alberti, tomó
quizá la decisión más importante de su vida, al
desprenderse de la tutoría de Guido Oberti
en Milán, para unir su destino al de un
arquitecto que le proponía trabajo y un sueldo
de mil novecientos pesos al mes, en una
lejana ciudad en la provincia de México. Llegó
a Guadalajara en 1950, invitado por Ignacio
Díaz Morales, para formar parte del cuerpo
docente, junto a otros europeos como Mathias
Goeritz, Bruno Cadore, Eric Coufal y Horts
Hartung, de lo que seria La Escuela de
Arquitectura de Guadalajara.
Imagen del conjunto, primera poniente, esquina sexta
avenida norte. (Foto HKV)
Alberti se desempeño sobre todo como
docente especializado en la materia de
edificación, donde difundía las ideas de Pier
Luigi Nervi acerca de la coherencia entre
estructura y calidad espacial. Rápidamente se
desenvolvió con notoriedad en ese ambiente
académico y profesional, siendo protagonista
de la renovación y moder-nización de la Perla
de Occidente. Para 1964, fue contactado por
Antonio Corona Monroy, gerente de la plaza
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del Banco Nacional de Comercio Exterior, en
la Costa de Chiapas. El propósito era la
construcción de una sede bancaria acorde
con las necesidades de un corporativo
moderno, ya que hasta ese momento, el
Banco operaba en un antiguo edificio de
principios de siglo en la ciudad de Tapachula.
Fachada sur. (Foto HKV)
El edificio propuesto por Alberti, que
desplazaba a la antigua edificación ubicada
en una céntrica esquina de la ciudad, resulto
paradigmático; resuelto en tres niveles,
espacialmente introducía el concepto del
Mezanine, espacio a doble altura, que
permitía integrar el área pública bancaria,
con el área administrativa y gerencial. En
planta alta se ubicó una vivienda tipo
penthouse, para el gerente, con un inédito
roof garden. Constructivamente, ofrecía
innovaciones: un armazón de vigas de acero
de sección “I”, fabricadas en México a la
medida y transportadas a Chiapas en
ferrocarril.
Al llegar a su destino, el manejo de las
pesadas estructuras supuso todo un reto
para el elemental equipo de grúas disponible
por aquel entonces, según rememora José
Antonio Toriello, socio local de Alberti y
constructor de la obra.
La estructura conformada por vigas de acero y
losas de concreto se alternaba con una
fachada “colgante”, donde se hacia evidente la
separación entre elementos estructurales y
divisorios, característico de la modernidad.
Detalle de cornisa y parteluz. (Foto HKV)
La cancelería estaba realizada con marcos de
aluminio anodinado, siendo el primer edificio
en utilizar este material en la ciudad y cristal
transparente o acrílico traslucido. Cabe
agregas que el aluminio se utilizo
profusamente no solo en la cancelería, sino en
todos los pasamanos y unos elementos que
dan sentido estético y funcional a la fachada:
los parteluces de persianas horizontales,
dispuestos al sur y al oriente, como medida de
protección solar sobre la ventanería.
Como acabado final, las sencillas formas
prismáticas exteriores fueron revestidas de
laja queretana café oscuro en el cuerpo
inferior y placas de travertino claro en el
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superior. Estos recubrimientos dan al edificio
un particular aire de elegancia atemporal.
Detalle del ventanal y parteluz de persiana en aluminio.
(Foto HKV)
El Banco Nacional de Comercio Exterior, no
fue la única obra de Alberti en Tapachula, ya
que proyectaría también el edificio Arzate; se
trata de un inmueble de cuatro niveles para
vivienda y comercio, mismo que ha sido
severamente modificado en la actualidad.
Respecto al posterior uso del Banco, se debe
agregar que en la década de los setenta, fue
ocupado como sede del Banrural, hasta los
noventa, cuando la privatización bancaria lo
dejo sin uso. En la actualidad la edificación
sobrevive parcialmente integra en su
apariencia general, aunque en un estado de
deterioro creciente, esperando un urgente
rescate o eventual transformación.
FRANCISCO MARROQUÍN TORRES Jesús Villar Rubio
El arquitecto Francisco Marroquín Torres
falleció el 22 de febrero de 2010. Nació en
San Luis Potosí el 20 de noviembre de 1931,
cursó los estudios de primaria y secundaria
en el Instituto Potosino en la ciudad de San
Luis Potosí y los estudios de bachillerato en el
Centro Universitario México en el Distrito
Federal; ingresó a la a la carrera de
arquitectura de la UNAM en 1950. Uno de los
profesores que más influencia tuvo en su
formación fue el Arq. José Villagrán García,
profesor de teoría de la arquitectura, además
de Juan Sordo Madaleno y Augusto H.
Álvarez. Cuando era estudiante trabajó en el
despacho de Torres y Velázquez y en el de
Mario Pani, también trabajó en el
Departamento del Distrito Federal. Terminó
sus estudios en 1954 y se tituló mucho tiempo
después. Abrió su despacho en San Luis
Potosí con su compañero el Arq. Ignacio
Salinas Aguilera. Su primera obra fue la casa
de la Sra. Manuela Villanueva en Agustín Vera
125, de 1963 y la Botica Mexicana ubicada en
Manuel J. Othón esquina Morelos de 1964
(modificada a finales del siglo XX).
El Arq. Marroquín proyectó y construyó la casa
Gómez Valle en Amado Nervo 719 de 1967;
casa Bárcena Pods en Río Pánuco 315
esquina Río Lerma, de 1967; casa Torres Arpi
en Juan de Oñate 829, de 1966; su obra
magna fue el Auditorio Miguel Barragán (1966-
1970) ubicado en la Unidad deportiva Adolfo
López Mateos, en la Av. Himno Nacional,
inaugurado en 1970. Fue miembro de la
Asociación de Ingenieros y Arquitectos de San
Luis Potosí (APIA) y presidente en 1968;
maestro fundador de la carrera de Arquitectura
en la Universidad Autónoma de San Luis
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Potosí, abierta en 1972. Fue miembro de
número de la Academia Nacional de
Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos
mexicanos desde 1981.
Auditorio Miguel Barragán, San Luis Potosí. (Foto Jesús Villar)
La teoría impartida por su maestro José
Villagrán, la puso en práctica y la transmitió a
todos sus alumnos, encontrando en ella, los
valores universales que todo arquitecto debe
de poner en práctica en el momento de
proyectar y construir. Los concursos que
ganó en el ramo de la educación y la salud
con los proyectos de la Clínica del Potosí y
con los prototipos de escuela organizados
por SEP y CAPFCE, nos confirman su
calidad como diseñador, su experiencia como
docente y su calidad como ser humano.
Casa Marroquín-Villasuso, 1977, San Luis Potosí. (Foto Jesús Villar)
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Boletín do. co. mo. mo Editor: Louise Noelle Editor adjunto: Sara Topelson
do . co mo . mo _ m é x i c o directorio: MTRA. LOUISE NOELLE GRAS Presidenta
ARQ. SARA TOPELSON DE GRINBERG Vicepresidenta DRA. LOURDES CRUZ GONZÁLEZ F. Tesorera MTRO. ALEJANDRO AGUILERA
DR. ENRIQUE AYALA ALONSO
MTRO. MANUEL BERUMEN ROCHA
DR. JUAN IGNACIO DEL CUETO
MTRA. MARIA DE LOURDES DÍAZ
DRA. CATHERINE R. ETTINGER M.
DRA. RAQUEL FRANKLIN
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MTRA. GABRIELA LEE ALARDIN
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Coordinación Boletín: CLAUDE CONSTANT