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Universidad Autónoma de la Ciudad de MéxicoPlantel Cuautepec

Problemas de la Producción y de la Reproducción Cultural. Profesor: Fernández Defez Francisco José Martínez Márquez Brenda 12-011-1153

El problema del Patrimonio Cultural como concepto relativosegún Josué Llull Peñalba

El patrimonio cultural de un país o región está constituido por todos aquellos

elementos y manifestaciones tangibles o intangibles producidas por las

sociedades, resultado de un proceso histórico a través de la reproducción de las

ideas constituyen factores que identifican y diferencian a ese país o región, es

pues que incluye no sólo los monumentos (sitios y objetos arqueológicos,

arquitectura, documentos y obras de arte), sino también las diversas

manifestaciones de la cultura popular, es decir; las poblaciones o comunidades

tradicionales ( artesanías y artes populares, la indumentaria, los conocimientos,

valores, costumbres y tradiciones).

Los elementos que constituyen el patrimonio cultural son testigos de la forma en

que una sociedad o cultura se relaciona con su ambiente, son un reflejo de la a los

problemas concretos de su existencia sobre la tierra, desde el punto de vista de la

antropología.

Asimismo se debe entender que la cultura está constituida por los conocimientos,

aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad, que

junto con el medio están estrechamente relacionados..

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Concepto de patrimonio cultural

Llull (2005) comienza definiendo las distintas concepciones de patrimonio cultural

a través de distintos autores, comenzando por Olaia Fontal quien lo define como

propiedad en herencia, selección histórica, sedimento de la parcela cultural y

como conformador de la identidad social. Ahora bien, pone en contra parte a

González quien limito la categorización al decir que sólo abarcaba al monumento

artístico y aquellos objetos a los que se concede un valor, un significado distintivo

y por tanto los diferencian de otro tipo de objetos; así también, reafirma ésta

concepción con Ballart al definir los tipos de valores que pueden otorgarse a los

bienes culturales para posteriormente dividirlos en tres categorías: valor de uso,

valor formal y valor simbólico-significativo.

Menciona que el problema reside en que es un concepto relativo el cual atribuye

valores al devenir de la historia, las modas y el propio dinamismo de las

sociedades, pues a dicha selección de objetos se le otorga una serie de

cualidades superiores que justifican la necesidad de su conservación y transmisión

para las generaciones futura a través de las personas que interaccionan de

manera distinta con los bienes culturales.

Así, pues expone las diversas

concepciones en la que el patrimonio

cultural es difundido a través de los

monumentos y obras de arte como

representaciones o símbolos de

identidad colectiva, de las cuales

también existen diferentes tipos de

manifestaciones culturales que son

producidas por las sociedades humanas

en los diferentes contextos en los que se

desarrolla, para posteriormente medir el

valor de los objetos patrimoniales.

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Es entonces que adjunta una clasificación propia para dicho concepto en el que

define al patrimonio cultural “como el conjunto de manifestaciones u objetos

nacidos de la producción humana, que una sociedad ha recibido como herencia

histórica, y que constituyen elementos significativos de su identidad como pueblo y

que el valor que se le atribuye va más allá de su antigüedad o su estética, pues se

consideran los bienes culturales los que son de carácter histórico y artístico, como

los de carácter archivístico, documental, bibliográfico, material y etnográfico”

(Llull, 2005: 181)

El coleccionismo de objetos como primera forma de valoración del patrimonio

En este siguiente apartado menciona la evolución que ha tenido el concepto de

patrimonio, destacando que desde la antigüedad ha tenido un significado univoco

de riqueza personal que abarcaba la exploración, los intercambios comerciales

entre otras circunstancias, es pues que funcionaba como sinónimo de posesión,

esencialmente en términos monetarios.

Su disfrute era individual y privado con accesibilidad limitada. Pues el patrimonio

personal era solo de los poderosos como las tumbas reales o las ofrendas para las

divinidades de los templos. Es pues un enriquecimiento material derivado de la

adquisición de tesoros (Llull, 2005:184), aunque también representaba la

asimilación de elementos foráneos la propia cultura.

Así pues al patrimonio adquirió una significación, convirtiéndose en el modelo

referencial del buen gusto al que todas las manifestaciones culturales debían

imitar.

En la época helenística, menciona el autor, se planteó la posibilidad de utilizar

algunos edificios para exponer públicamente determinados objetos, aunque con

carácter de propaganda política u una gran ostentación del poderío imperial, sin

embargo el arte se manifestó para acercarse al pueblo, posibilitando así, una

cultura de consumo de masas. Ya para el Renacimiento, la especialización

artística del coleccionismo, menciona el autor, se reoriento hacia el mecenazgo;

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atribuyendo la adquisición de pinturas y esculturas principalmente, pero lo más

significativo fue el cambio de mentalidad que se gestó en el proceso de valoración

de los objetos patrimoniales, pues los monumentos del pasado empezaron a ser

apreciados como testimonios de la historia, que explicitaban visualmente el paso

de los siglos y avalaban la información adquirida de los textos escritos que

provenían de las culturas antiguas, sin embargo, la creación de instituciones que

se encargaban de controlar la función social de las artes tuvo un papel muy

importante pues contribuyo a la protección, el estudio, la catalogación y la difusión

pedagógica de los monumentos.

La progresiva valoración de los monumentos como símbolos de la identidad sociocultural

Las ideas ilustradas colocaron a la cultura en una posición de protagonismo, lo

cual la convirtió en el eje de las conversaciones humanas (Llull, 2005: 187),

convirtiéndose pues, en la patente del ascenso social que servía para delimitar las

diferencias de clase, pues el proletariado y el campesinado como sectores

sociales desfavorecidos, se veían imposibilitados en el acceso de los

conocimientos básicos de cultura.

Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX los museos dejaron de ser simples

almacenes de obras de arte, antigüedades y objetos curiosos, de difícil acceso,

para mostrarse como un verdadero templo cultural, indicador de la riqueza

patrimonial de un país (Llull, 2005: 187).

Ya para la Revolución Francesa, existió una nueva valoración del patrimonio

histórico como un conjunto de bienes culturales de carácter público, cuya

conservación había que institucionalizar técnica y jurídicamente, como menciona

el autor, en beneficio del interés general, es pues que en Europa se pasó del

coleccionismo de antigüedades a la nacionalización de tales objetos con el fin de

ponerlos al servicio de la colectividad, pues los bienes culturales ya eran

considerados elementos significativos del acervo cultural de toda la nación,

aunque en general, estos bienes siguieron siendo accesibles sólo para una

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minoría aristócrata y burguesa, que disponía de los recursos educativos y

económicos necesarios para disfrutar de su contemplación.

La preocupación política por la difusión y la protección del patrimonio histórico artístico

Ahora bien, el creciente interés de los Estados nacionales por organizar diversas

estrategias de gestión de las políticas culturales, facilito un mayor acceso a la

cultura para todos los sectores de la población, pues promovió la identificación

social con determinados valores, donde se aseguraban las mejores condiciones

posibles para su protección; pero a la vez se descontextualizaba y se le restaban

posibilidades de interacción con el hombre.

La aparición de la cultura de masas y el desarrollo de nuevas ideas sobre los bienes culturales

La destrucción y el expolio, menciona el autor, que alcanzo el patrimonio artístico

al término de la Segunda Guerra Mundial provocó la urgente necesidad de su

reconstrucción, la cual se desarrolló con una participación cada vez mayor de

todos los sectores sociales, pues se dedicaría mayor atención a la cultura y al

patrimonio, estableciendo bases teóricas y criterios más adecuados para su

conservación y gestión, es así que en 1954 la Convencion de la Haya, la UNESCO

empleó por primera vez la expresión “bienes culturales”, con la intención de

otorgar una visión más amplia y actualizada al concepto de patrimonio histórico

artístico, incluyendo en esa categoría tanto los bienes muebles e inmuebles (Llull,

2005: 197).

La cultura como negocio ha adquirido una forma de expresión a través de las

industrias gráficas, editoriales, audiovisuales o publicitarias dedicadas a la

reproducción y comercialización de obras de arte, libros, música, etc, que tratan de

despertar en la masa social hábitos de consumo, aunque tambipen ha tenido

como consecuencia una innegable difusión del conocimiento sobre el patrimonio,

pues aunque las industrias culturales han acercado a la gente a los acervos.

También han engendrado, como menciona el autor, millones de consumidores

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compulsivos y también han generado una visión descontextualizada respecto de

su significación original.

La necesidad de plantear una relación sostenible, desde una perspectiva más

ética y educativa, entre la población y el patrimonio cultural, es lo que ha llevado a

cuestionarse cuál debería ser la forma de interacción más idónea entre ambas

partes. Así surgió a finales de la década de 1970 la noción de "democracia

cultural", que pretende convertir la cultura en un ámbito de desarrollo personal y

de participación social (Llull, 2005: 199).

De ésta forma, la población debe implicarse activamente en los procesos

culturales, para así, favorecerse con su propio acervo cultural mediante el

aprendizaje significativo y recuperar los signos de identidad que definen su

sociedad.

Finalmente Llull (2005)

recapitula la travesía de

dicho concepto en la

siguiente tabla, que

muestra de forma

sintética los elementos

clave que se ejercen en

el empleo de los

materiales e

inmateriales acervos.

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Conclusión

Las distintas formas de relación entre el hombre y el patrimonio histórico es

necesario mantener en todo momento un equilibrio entre los intereses de la

población y el cuidado que merecen esos elementos, tener en cuenta las

necesidades y las inquietudes de la población autóctona, pues objetos. La

conducta de la sociedad civil será siempre de enorme trascendencia en relación a

la conservación de los bienes culturales

El patrimonio es entendido así como "riqueza colectiva" y el objetivo de su

regulación es la protección, acrecentamiento y transmisión de la misma a las

generaciones futuras titularidad: el hecho de que las obras de arte se hallen

jurídicamente vinculadas a alguna personalidad o institución, no implica que el

resto de la población no pueda considerarla elemento integrante de su acervo

cultural.

La preocupación por

conservar el patrimonio

cultural es un hecho

cotidiano que atañe a los

comportamientos

habituales de todos los

ciudadanos, y su correcta

transmisión a las

generaciones venideras es

una decisión que sólo

puede partir de un ejercicio

de concienciación social.

Llull, J. 2005. Evolución del concepto y de la significación social del patrimonio cultural. En Arte, Individuo y Sociedad. Escuela Universitaria "Cardenal Cisneros"

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Universidad de Alcalá. Pp175-204


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