The Pennsylvania State University
The Graduate School
College of the Liberal Arts
THE TERESIAN EPISTOLARY OR THE BACKSTAGE OF FOUNDINGS
AND REFORMS: THE CONSTRUCTION OF POWER IN THE LETTERS OF
SAINT THERESA OF AVILA
A Dissertation in
Spanish
by
Arlette De Jesús
Submitted in Partial Fulfillment
of the Requirements
for the Degree of
Doctor of Philosophy
August 2010
The Pennsylvania State University
The Graduate School
College of the Liberal Arts
EL EPISTOLARIO TERESIANO O EL TRASBATIDOR DE LAS
FUNDACIONES Y LA REFORMA: LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER EN
LAS CARTAS DE SANTA TERESA DE ÁVILA.
A Dissertation in
Spanish
by
Arlette De Jesús
Submitted in Partial Fulfillment
of the Requirements
for the Degree of
Doctor of Philosophy
August 2010
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The dissertation of Arlette De Jesús was reviewed and approved* by the following: Mary E. Barnard Associate Professor of Spanish, Italian and Portuguese and Comparative Literature Dissertation Adviser Chair of Committee Julia Cuervo-Hewitt Associate Professor of Spanish, Italian and Portuguese
Thomas O. Beebee Distinguished Professor of Comparative Literature and German
John Ochoa Associate Professor of Spanish and Comparative Literature
Chip Gerfen Head of the Department of Spanish, Italian and Portuguese
* Signatures are on file in the Graduate School.
iii
Abstract
Teresa de Jesús is one of the most studied authors of the sixteenth and
seventeenth centuries, the Spanish Golden Age. Studies devoted to her work
concentrate on style, lineage, and matters of spirituality. Critical works have mainly
focused on her autobiography, Libro de su vida, and Las moradas del castillo
interior, but her epistolary production has recently attracted attention from several
critics, among them, Joan Cammarata, Alison Weber, Pilar Cocejo, and Barbara
Mujica.
This study will examine the Epistles of Teresa of Jesús, in particular the letters to
King Philip II, María Mendoza (a lady of the nobility who helps Teresa in founding the
convent in Valladolid), María de San José (prioress of the convent of the Carmelites in
Seville), and Gracián (her confessor and spiritual director). It explores ways in which
Teresa, through her letters, seeks a position of power and authority, fashioning for herself
a voice within a male church hierarchy.
In a society where the Inquisition had the power to impose and sanction the
practices of Catholic orthodoxy, Teresa manages to become a noted reformer and founder
of Carmelite convents. She writes about her spiritual experiences, knowing that this could
very well cost her her own life. This study is a testament to the courage of a woman who
opted to use the pen as an instrument of power.
Resumen
Teresa de Jesús es una de las escritoras más estudiadas de los siglos XVI y
XVII, el llamado Siglo de Oro. Sus obras siempre suscitan interés y se han
examinado desde diferentes puntos de vista y enfoques críticos. La extensa
bibliografía va desde estudios que se concentran o atienden a su estilo, su linaje y
compleja espiritualidad. La crítica se ha centrado principalmente en su
autobiografía, el Libro de su vida y Las moradas del castillo interior.
Recientemente la producción epistolar ha despertado el interés en estudiosos
como: Joan Cammarata, Alison Weber, Pilar Cocejo y Bárbara Mujica.
Este estudio se ocupa de las epístolas de Teresa de Jesús, específicamente
las cartas dirigidas al Rey Felipe II, María de San José, priora del convento en
Sevilla, María de Mendoza, dama de la alta nobleza que ayuda a Teresa en la
fundación del convento en Valladolid y Gracián, confesor y director espiritual de
Teresa de Jesús.
El objeto de esta investigación ha sido examinar la manera en que
mediante la escritura Teresa busca obtener una posición de autoridad. La monja
Carmelita afirma su dominio en el discurso y se otorga el poder con el propósito de tener
una voz, un lugar, dentro de la estrecha jerarquía eclesiástica liderada por los hombres.
En una sociedad en donde el tribunal del Santo Oficio se daba a la tarea de vigilar
y sancionar las prácticas que se salieran de la ortodoxia católica. Teresa de Jesús logra ser
reformadora y fundadora de la Orden del Carmelo, además de escribir sobre sus
experiencias espirituales aún sabiendo que podía costarle la vida misma. Por tal razón
este estudio es un testimonio más de la valentía de esta mujer que optó por usar la pluma
como instrumento de combate y de poder.
Table of Contents
Introducción……………………………………………………………………………………………1
Capítulo 1. Las cartas al Rey Felipe II o el poder detrás de la súplica…………..33
Capítulo 2. La epístola a María de Mendoza: la tensión discursiva y la cuestión
del poder…………………………………………………………………………………………………67
Capítulo 3. María de San José y Teresa de Jesús o la disputa por la autoridad..100
Capítulo 4. El epistolario de Gracián: entre el dominio y la sumisión……………145
Conclusiones………………………………………………………………………………………………173
Bibliografía…………………………………………………………………………………………………178
A mi padre Francisco, mi madre Carmen y mi hermana Giomar
por todo el amor, la fe inquebrantable y el apoyo incondicional
y a Santa Teresa con profunda e inmesa gratitud.
1
Introducción
De las muchas representaciones que se han hecho de Teresa de Jesús una de las
más comunes e interesantes es la de la monja Carmelita con el hábito de la orden, un
libro en una mano y en la otra la pluma, con la paloma posada en su hombro,
representando el Espíritu Santo. Esta imagen nos entrega a Teresa la escritora, oficio que
la acompañó desde que se inició en las letras hasta prácticamente su muerte1. La
pasividad de la escritura y la acción, tanto fundacional como espiritual, en la priora del
convento de San José, siempre estuvieron íntimamente vinculadas. Así lo reconoce
Francisco Márquez Villanueva en su ensayo “La vocación literaria de Santa Teresa” al
decir que “Santa Teresa constituye un verdadero ejemplo de irrestañable vocación
literaria y de un curso creador limpio e impetuoso. Contemplación y literatura vivieron en
ella lado a lado, no en actitud de compromiso o de tregua ( como ocurrió con Baltasar
Gracián), sino en armónica hermandad y simbiósis” (355). Teresa, se inició en las letras
tratando de traducir al papel sus experiencias místicas y desde ese momento no dejó la
pluma, la escritura se convirtió en su mejor arma de defensa en contra de una sociedad
1 Es interesante comentar que de la monja fundadora existen diversas imágenes, una de
las más famosas es la de Giovanni Lorenzo Bernini, El éxtasis de Teresa, que se
encuentra en Italia en la iglesia de Santa Maria della Vittoria en Roma, y que constituye
una de las obras maestras del barroco. Esta escultura ha sido punto de partida para
diversos análisis acerca de la experiencia mística teresiana. Pero no solo en las artes
plásticas podemos ver diferentes representaciones de la mística de Avila, sino también en
la literatura del siglo de oro, un ejemplo de ello lo son dos comedias sobre Teresa y que
han sido atribuídas a Lope: Comedia famosa de la bienaventurada Madre Teresa de Jesús
(1604) y la otra Vida y muerte de Santa Teresa de Jesús(1622). Fuera ya del ámbito
literario podemos evidenciar diferentes imágenes que destacan una u otra cualidad de la
monja Carmelita ya sea desde una perspectiva seria o cómica. Del mismo modo es
importante señalar los diversos nombres con los cuales se le ha reconocido: Santa Teresa
de Avila, Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, Teresa de Ahumada, Teresa Cepeda,
Teresa de Avila la Santa de Avila, la monja Carmelita, la monja fundadora, entre muchos
otros, dejando de esta manera establecida las diversas identidades que coexisten en la que
conocemos históricamente como Teresa Sánchez de Ahumada.
2
que, como sabemos, amordazaba a la mujer. En aquellos momentos difíciles, en los
cuales hasta el silencio podía ser una señal de peligro, Teresa encontró en la pluma su
forma de expresión, es decir, una voz propia. El papel en blanco fue su espacio, su podio,
desde el cual hablar, dialogar, esgrimir sus ideas y teorizar acerca del camino espiritual.
Susan Gubar lo afirma así al decir que “previously marked only with male inscriptions, is
now an empty space waiting to be inscribed with inspiration, creation, and ultimately the
Incarnate Word”. La escritura le otorgó el poder que le negaba la jerarquía eclesiástica.
Para Teresa la escritura fue su manera de comunicar, de dialogar con el mundo que le
rodeaba, su manera de posicionarse y fraguarse un lugar desde el cual autorizarse. Era
también, un acto en el cual ella al escribir se construye una identidad, se autorepresenta,
mediante el lenguaje y se otorga el poder. Ruth El Saffar en su ensayo, “The I of the
Beholder: Self and Other in Some Golden Age Texts”, expone que “the act of
transforming experience into image and word has the effect of creating a container for the
otherwise inchoate self. In the successive acts of writing her life, Teresa was forced
together the fragments of a being, and to create a place of her own which to stand” (869).
Ella añade que “the I that is born in the Renaissance is one that is born in pain and anger”
(865). Teresa, es un ejemplo de lo dicho anteriormente, ya que en muchos de sus textos,
sobre todo en El libro de la vida y en las epístolas, podemos dar cuenta que la gestación
de ese “yo” nace como producto de esa tensión proveniente del poder y de la autoridad
entre el autor y el lector o receptor del texto. Es en esta lucha de poder, en doblegarse e
imponerse, en conceder y tratar de quitar autoridad es que se constituye ese “yo”
teresiano. Ruth El Saffar explica que “the task of the “I” is to maintain control over the
forces that threaten to engulf it” (865). Ese “yo” está mediatizado por la palabra, de esta
3
manera toma distancia y es capaz de controlar, y contener todas las frustraciones, las
angustias, y el coraje que de hecho existen en los textos de la monja Carmelita. Resulta
oportuno señalar la reveladora relación que establece El Saffar entre la mujer y el mito
de Pandora, la estudiosa comenta, “Women, as in the myth of Pandora, become the
containers in which the toxic waste of collective rage fear, and desire were stored. Their
release threatened the stability of the whole culture”(865). De todos estos temores,
angustias, inseguridades e inestabilidad que se originan de las relaciones que establecía
Teresa con su mundo circundante es que nace la autorrepresentación o “Self-fashioning”.
Ese yo que se va construyendo a través de la palabra y que a su vez va a estar moldeado
por el propósito que Teresa quiere conseguir, es decir, su propia agenda. Detrás del
discurso de la monja de Avila existe un objetivo el cual ella persigue y que en ocasiones
ella oculta y no devela a simple vista. Es por eso que de la misma manera podemos decir
que Teresa enmascara su discurso para cumplir con las espectativas e ideas de una
sociedad misógena que anulaba por completo a la mujer.
En este trabajo nos centraremos en las epístolas al Rey Felipe II, la carta del 11 de
junio de 1573, 19 de julio de 1575, 18 de septiembre de 1577, 4 de diciembre de 1577; la
carta del 7 de marzo de 1577 a María de Mendoza, muestras de la correspondencia de
Teresa a María de San José y algunas de las cartas a Gracián. Proponemos, cómo Teresa
en las cartas que vamos a examinar se otorga el poder mediante el lenguaje, es decir, a
través del discurso. La monja Carmelita busca autorizarse en estas cartas, no perder el
control en los asuntos de la orden . De esta manera, detrás del propósito de la misiva se
encuentra el deseo de imponer una agenda. Ella se otorga el poder para ganar al lector
4
para su causa. Por tal razón la Santa instaura, en la mayoría de sus cartas, una relación
tensa con sus interlocutores, estableciendo en muchas ocasiones una lucha por el poder.
Pero a la vez nos preguntamos, ¿qué es el poder? ¿cómo se identifica? ¿cuáles son
sus huellas? Teresa tenía poder debido a que, como enfatizaremos más adelante, ella era
la Madre Fundadora y Reformadora de la Orden. El cargo ya de por sí la autorizaba, la
designaba, para mandar en los asuntos de las Decalzas. Sin embargo Teresa, en la
escritura, y ante su receptor, tuvo que legitimar y defender esa capacidad de administrar,
gobernar, mandar, de estar al frente de las decisiones y de los negocios de las Carmelitas
Descalzas. De esta manera Teresa rescata, a través de la palabra ese sitial. La epístola se
convierte así en el espacio desde el cual la Madre Reformadora ejerce y materializa su
dominio. El poder para la Santa es ese deseo de querer no solamente infliur sino también,
ejercer el dominio sobre su interlocutor y es por esta misma razón que se crea entre ella y
su receptor. Para ello la monja Carmelita utilizará la retórica y se convertirá en “rhetor”
siguiendo así muy de cerca las lecciones aprendidas en sus lecturas como las Epístolas de
San Jerónimo y las Confesiones de San Agustín, a quien la Santa leyó durante sus años
de formación espiritual.
Es importante recordar, que para San Agustín era fundamental aprender el arte de
las palabras y adquirir la elocuencia necesaria para persuadir a la audiencia. Esta era una
de las ideas del Obispo de Hipona el orador moverá a su audiencia por medio de sus
argumentos. Teresa buscará disponer a su receptor apelando a los sentimientos para
persuadirlo, es decir, para hacer que cambie su posición. Para ello, sus expresiones y
argumentos estarán, muchas veces, revestidos de emoción, es decir, de “pathos”. Un
ejemplo de estas huellas del poder, que mencionamos anteriormente, las encontramos en
5
las cartas al Rey, Felipe II, al decir Teresa, “ordinario cuidado que tengo de encomendar
a vuestra majestad a nuestro Señor” (915), “Yo veo que la Virgen nuestra Señora le ha
querido tomar por amparo para el remedio de su Orden […]”, “Ha cuarenta años que yo
vivo entre ellos, y miradas todas las cosas, conozco claramente que […]” (951). De la
misma forma cuando le dice a María de Mendoza con el asunto de la postulante que
Teresa no quería tomar “Líbremelo vuestra señoría a mí […]” (908) como diciendo
“déjeme solucionar el asunto a mí” por su experiencia con los padres Jesuítas. Más
adelante en la carta del 19 de febrero de 1581 a Gracián, le dirá “[…] y aunque le
parezcan a vuestra reverencia algunas de esas ocho cosas que pongo a principio de poca
importancia, sepa que son de mucha, y ansí querría no quitasen ninguna, porque en esto
de monjas puedo tener voto, que he visto muchas cosas […] (1310). En otra de las
epístolas a Gracián, Teresa, mostrará su indignación de esta manera “Más que parlar hago
y que de boverías escribo […] yo le digo que me estoy deshaciendo por no tener la
libertad para poder yo hacer lo que digo” (1148).
Por otra parte tenemos que señalar las múltiples ocasiones en que Teresa ordena u
manda que se tome una decisión en particular, aunque utilice palabras como “súplica”,
“por el amor de nuestro Señor”, son sólo la otra cara de la misma moneda la intención, el
deseo de persuadir al lector para que siga su dictamen reconociéndole su posición de
Reformadora de la Orden. Estas expresiones muestran cómo Teresa va construyéndose el
poder, mediante su discurso y a la vez cuando se relaciona con sus interlocutores, es
decir, en un intercambio de dominio o autoridad. No es tan sólo como dice Bárbara
Mujica, en su estudio, Teresa de Ávila Lettered Woman, “In her letters Teresa used many
of the same strategies as elsewhere, and with the same objective: to assert authority
6
without apperaring unduly aggressive” (66), si no que Teresa, tiene su agenda y va más
allá en busca del reconocimiento de la supremacía dentro de la Orden. En los capítulos
veremos más detalladamente de qué manera mediante la palabra Teresa se va
construyendo el poder que, cómo argumentaría Foucault funciona a partir de otros
poderes y de los efectos de éstos, al igual que nunca está localizado en un lugar
específico. Así vemos que desde los asuntos cotidianos como lo son la vestimenta, la
comida, las actividades de las monjas, hasta situaciones de mayor envergadura como lo
fue el conflicto entre los Descalzos y Calzados, estaba cuidadosamente vigilado por la
Santa.
De otra parte, Teresa, debido al peligro que suponía su posición de mujer,
escritora y contemplativa, forcejea consigo misma para tratar de cumplir con las
exigencias sociales, para literalmente caber en el molde impuesto por las concepciones de
la época. Pero si por un lado, es cierto que Teresa busca no apartarse de la ortodoxia o de
la doctrina católica de su momento, por otro lado se descubre ante el lector como una
mujer experta en espiritualidad, con opinión ante los conflictos que siempre la rodearon y
con poder. Es por esta razón que decimos que su identidad esta construída dentro de este
ámbito de lucha y es un develarse y velarse, un acto de enmascararse y quitarse la
máscara que ella misma ha creado por medio del lenguaje. Es pues un yo que se
constituye cada vez en una posición liminal, vulnerable y cambiante. Acerquémonos a
nuestro objeto de estudio: las epístolas2.
2 La carta es un género antigüo que según Jamile Trueba Lawand en su libro, El arte
epistolar en el Renacimiento español “pudo haber tenido sus manifesataciones tempranas
en los “libelli o codicilli” romanos que eran mensaje del emperador al senado y
viceversa” (17). Otro tipo de epístolas son las filosóficas-políticas, que escribe Platón a
Dion. Están las epístolas familiares, cuyo primer exponente lo fue Cicerón. También
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El epistolario teresiano lo integran 451 cartas entre autógrafos y copias, y 25
fragmentos albergados en numerosos conventos y otros lugares esparcidos a través de
Europa y América. Las cartas fueron escritas entre 1561 al 1582 con bastante regularidad.
En la breve introducción al epistolario que posee la edición que trabajamos el editor nos
comenta que:
Aunque el epistolario es de los más nutridos del género familiar, solo una
pequeña parte de todas las cartas que despachó ha llegado a nosotros. En las 476
cartas y fragmentos actualmente conocidos hallamos noticias de otras muchas
cartas perdidas. Las referencias continuas a su abrumadora correspondencia diaria
nos convencen de que se han conservado solo una reducida parte. El número de
cartas conocidas, divididas en los últimos veinte años de su vida, daría el exiguo
resultado de dos cartas por mes. Del examen histórico de dicho período sería más
acertado asignar dos cartas por día como término medio, que suman en total
escribireron Séneca y Plinio. En la Biblia encontramos las epístolas de San Pablo a
diferentes comunidades como las de: corintio, gálatas, efesios, filipenses, entre otras.
Estas cartas se caracterizan por su contenido doctrinal y moral. En su estructura tienen
una salutación y un exordio. Los padres de la Iglesia escribieron cartas en las de cuales se
desarrollaron arguementos teológicos. El primer tratado epistolar lo fue el De elocutione
de Demetrio, además Cicerón, Séneca y Quintiliano aportaron al género. Hay que
recordar que en la antigüedad la epístola era parte de los tratados retóricos “bajo el
apartado de ethopeia” (19). Cicerón cosidera la carta como una especie de conversación
entre amigos ausentes. En el medioevo hubo un interés de los dictators por formalizar el
género epistolar y esta época se caracteriza por las rígidas reglas del ars dictaminis. Es en
el Renacimiento que el arte epistolar “no sólo tiene un fin misivo sino literario” (43).La
carta fue el género elegido por los humanistas. Con tratadistas como: Perotto y
Manzanares hay una preocupación por el estilo. Con Erasmo de Rotterdam y su tratado,
Opus de conscribendis es que la carta se concibe en términos más amplios, en donde
caben todos los temas y estilos. Define la carta como una conversación entre dos
personas ausentes. Para Erasmo el estilo debe ser flexible, según lo dicta el tema del
decoro.
8
14,600 cartas; añadiendo luego la correspondencia anterior a 1562, rebasamos las
15,000. (863).
La primera edición de las cartas salió el año 1658 en Zaragoza, según comenta el editor
de las Obras completas de Teresa, en dos tomos. En el primero iban 41 cartas, y en el
segundo 24, publicadas. En el año 1674 salió otra edición que contenía 107 cartas, luego
para 1771 se imprimieron los volúmenes III y IV, el tercero recopilaba 82 cartas y el
cuarto 75 y 87 fragmentos. Para 1862 con la edición de Vicente de la Fuente el número
de cartas subió a 405, y fue Silverio de Santa Teresa quién “desplazó por fin las ediciones
anteriores con su monumental edición del espistolario en tres tomos (Bruselas 1922-
1924) además de ajustar el texto e introducir muchas cartas desconocidas[…] salieron
440 cartas y fragmentos” (864). La edición que trabajamos incluye, según el editor, “14
cartas desconocidas y 20 autógrafos de los que se conocían copias” (864). ¿Cuántas
cartas escribió Teresa de Avila? No sabemos, porque la mayor parte de ellas ha
desaparecido. Francisco Sedeño en su artículo, “El epistolario teresiano: para una
hipótesis desde la intertextualidad”, citando a los estudiosos L. Rodríguez Martínez y T.
Egido dice que “es muy fácil suponer que la desbordada actividad epistolar se iniciara
con la segunda fundación de Medina del Campo y no amainaría hasta la muerte; es decir,
desde 1568 hasta 1582[…] resulta prácticamente imposible un promedio inferior a dos
cartas por día; el máximo habría que colocarle en cinco, pues cuando tiene que escribir
siete u ocho lo acusa,[…] (160). Sedeño recoge el testimonio de Ana de San Bartolomé,
colaboradora de Teresa, y la cita “Le acaecía estar despachando y escribiendo cartas
hasta las dos de la mañana, y que se acostaba a aquella hora y decía la despertasen de allí
a dos horas” (160).
9
Una mirada a la crítica o estudios en el epistolario teresiano nos revela que no se
le ha prestado tanta atención como el resto de la producción de la monja Carmelita, si
comparamos con los trabajos hechos en El libro de la vida o Las moradas del castillo
interior. Entre los estudios que hay que mencionar está la traducción al inglés que hace
Allison Peers, The Letters of Saint Teresa of Jesús, del epistolario teresiano, “Para el
epistolario teresiano”, de Eduardo Esper, es un artículo publicado en el año 1957, que
intenta corregir la versión que tenía Silverio de Santa Teresa en su edición de las cartas
del 1922. El estudioso consideraba el fragmento de carta número IX como apócrifo y por
tal razón la tenía como apéndice en su edición. Eduardo Rupert encuentra otros hallazgos,
relacionados con la misma carta, y concluye que todos estos fragmentos pertenecen a la
carta IX, en la edición de Silverio de Santa Teresa, así lo afirma:
Creemos pues segura y bien probada nuestra afirmación inicial: la carta de
antiguo conocida como dirigida al fundador de Segura de la Sierra, las lîneas
sacadas a luz por el P. Ceñal, y la carta IX de la edición del P. Silverio, son una
sola y única carta, toda ella auténtica, dirigida a Cristobal Rodríguez de Moya
para animarle a la fundación de un monasterio de la Reforma: […] ( 397).
Otro estudio que se dedica a explorar el epistolario teresiano es el de Francisco Javier
Sedeño, “El epistolario teresiano: para una hipótesis desde la la intertextualidad”.
Publicado en el año 2004, este trabajo se concentra en el estudio de “las incidencias” que
tiene el epistolario y sus textos. El estudioso menciona que:
Uno de los aspectos importantes que ha destacado la crítica sobre la obra de
Santa Teresa es la relación entre sus tres obras mayores, de marcado carácter
biográfico, con algunas características del género epistolar […] Teresa de Jesús se
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configura en lo literario, al menos cronográficamente, a través de su aprendizaje
como escritora de carta. Quizás este hecho revele que al escribir sus obras en
prosa, éstas se dispongan con algunos elementos de extensas cartas, unas veces
dirigidas a sus confesores, fundamentalmente al Padre García de Toledo- Libro de
la vida – y otras, a sus religiosas- Camino de perfección y Las moradas (159).
Alison Weber en su ensayo “Dear Daughter”: Reform and Persuasion in St Teresa’s
Letters to Her Prioresses” estudia las cartas que Teresa les escribía a las prioras de los
conventos que fundaba. Weber escoge algunas de las cartas y va examinando la manera
en que están escritas, es decir, algunas de las estrategias retóricas que Teresa utiliza en las
correspondencias con las prioras. La estudiosa comenta que en las cartas a las prioresas y
a las monjas es mucho mas directa, da las gracias por los regalos que le hacen, regaña,
hace bromas, en fin “Teresa exploited the richness of the Spanish system of address to
create a sense of relative equality, intimacy, and common purpose with her scattered
correspondents”. (261) Alison Weber en su artículo comienza a rasgar la superficie del
epistolario teresiano y a descubrirnos su riqueza y su importancia no sólo literaria sino
como documento histórico de la época. De la misma forma la estudiosa se ha centrado en
la figura y la obra de la priora del convento en Sevilla, María de San José, en ensayos
como: “María de San José (Salazar) Saint Teresa’s “Difficult” Daughter” y “On the
Margins of Ectasy María de Sna José as (Auto) biographer”. En esta mirada a la crítica en
las epístolas de Teresa hay que mencionar también el estudio de Joan Cammarata, “Letter
from the Convent : St. Teresa of Avila’s Epistolary Mode”, que de forma somera trae a
consideración algunos aspectos importantes en la correspondencia de la madre
Fundadora. La estudiosa centra su atención en la escritura de las cartas resaltando la
11
conversación como: “model for Teresa’s epistolary form as she strives to create a
reciprocal commitment to dialogue with the interlocutor”(46). El ensayo concluye con la
idea de que “Her letter writing is a tool in the struggle to create an identity and a vision of
the world through a genre that allows her to be critical and creative”(50) De la misma
manera considera las cartas como documento histórico también: “Through the letters of
both public and private individuals, we can begin to piece together the intelectual history
of a period and the social history of a people”(50).
Otro de los estudios que se han hecho en torno a las cartas teresianas lo es el de
Pilar Cocejo, “Fórmulas sociales y estrategias retóricas en el epistolario de Teresa de
Jesús”. En este estudio Cocejo afirma que la monja Carmelita tuvo que haber conocido
manuales de la época para escribir sus cartas. La estudiosa se pregunta directamente:
¿Se sirvió de manuales para escribir sus cartas? Creemos que sí, a juzgar por la
exactitud y precision con que usa títulos, tratamientos y cortesías. Cuando en
1562 tuvo que salir del convento para consolar a la viuda del mariscal de Castilla
y se hospedó en Toledo, no sabía como dirigirse a los señores. […] Esta
experiencia en palacio le adiestró en las formas sociales y en el buen decir
epistolar. Es muy posible que entonces conociera y se familiarizara con los
tratados epistolares más conocidos en su época: las Epistolas familiares de
Antonio de Guevara, por entonces muy en boga en los círculos cortesanos; el
Estilo de escribir cartas mensajeras de Gaspar de Tejada y el Manual de
Escribientes de Antonio de Torquemanda. A través de sus lecturas y del trato
social, Teresa fue dándose cuenta que los títulos eran muestra no sólo del
12
merecimiento y estima en que la persona que escribe tiene al destinatario, sino
que hacían referencia también a su reputación social (279).
Igualmente Cocejo estudia algunas de las estrategias que utilizaba Teresa en sus
epístolas, cómo lo eran las repeticiones de los títulos aduciendo que eran intencionales.
Cocejo comenta, “Teresa no sólo sigue las fórmulas sociales al uso, sino que en el cuerpo
de las cartas repite los títulos hasta la saciedad. La repetición va cargada de
intencionalidad; es la táctica que usa para ponerse a tono con el corresponsal e ir
logrando lo que persigue” (280-81).
Por otra parte Jamile Trueba Lawand en su trabajo sobre El arte epistolar en el
Renacimiento español, divide las cartas de la monja Carmelita en dos tipos: “de negocios
y privadas” (115). Comenta que “las de negocios, como es de suponer tratan de asuntos
relacionados con la fundación, organización, y funcionamiento de los conventos de las
Carmelitas Descalzas. Las privadas van dirigidas a parientes y amistades” (115). Añade
que la Santa no trata de un sólo tema en sus cartas, sino de varios asuntos y por esto “es
difícil realizar una clasificación por el asunto que tratan” (115). Pero la estudiosa
comenta que es posible agruparlas según los remitentes: “la realeza, la nobleza,
familiares, caballeros, señoras, las monjas y religiosos” (116).
Teresa ha concebido las cartas como una conversación, informal, en la cual se
tratan varios temas. No obstante hay que decir que la Santa sigue las reglas del decoro,
que tanto enfatizaba Erasmo de Rotterdam. De igual forma Teresa mezcla en la
correspondencia los discursos retóricos: el judicial, el deliberativo y el demostrativo,
como veremos más adelante. Por otra parte encontramos, también, la carta familiar que se
utilizaba para felicitar, lamentar o laudear. El modo exhortatorio en las cartas del Rey, en
13
la cual debe estimular la acción mediante las emociones: la piedad, la súplica, el miedo,
entre otras. En ocasiones entrelaza la defensa de alguna persona o causa, con la
descripción de sus acciónes para persuadir. Decía Erasmo que el estilo epistolar debía de
ser flexible, según lo dictaba el tema, en Teresa podemos ver lo primero, pero con
relación a los asuntos tratados en las epístolas eran siempre más de uno por carta.
Resulta interesante la defenición del género que propone Thomas Bebee en su
estudio, Epistolary Fiction in Europe, 1500-1850 y que podemos evidenciar al leer las
cartas teresianas, “A letter was considered merely a speech conveyed in writing, defined
as “talking on paper” or “the converse of the pen” (1). Más adelante el estudioso añade
“My consideration of epistolary fiction begins not, as has so often been the case, from the
stanpoint of literature or novel, but from that of the letter as a Protean form which
crystallized social relationships in a variety of ways” (3). Thomas Beebe cita al teórico
Philippe Lejune para sustentar su punto de vista y cita sus palabras “Philippe Lejeune “ a
history of the “letter as a literary genre could display something other than the
permanenet variability of the system of genres and the boundaries of what we presently
call literature? There is no eternal essence of the letter, but the fluctuating and contingent
existence of a certain mode of written communication, which, combined with other
characteristics, has been able to fill different functions in different systems” (12). Thomas
Beebee concluye al final de su introducción que “ A letter is a text which has become
separated from its author and has entered the various postings and relays which will
inevitably influence its interpretetion and evaluation” (15). Diferentes motivos o
propósitos movieron a Teresa a escribir, pero en casi todos estuvo presente la necesidad
14
que tenía la Santa de hacerse presente, de intervenir, de persuadir para que se escuchara
su voz e imponer sus normas o criterios.
Sin embargo, el más reciente estudio es el de Bárbara Mujica, Teresa de Avila:
Lettered Woman. En este libro Mujica situa la correspondencia de Teresa dentro de un
contexto histórico, además de examinar las estrategias retóricas epistolares al igual que
cómo se autorrepresenta Teresa en las cartas. Este estudio es del año 2009 y contextuliza
históricamente las cartas, además de analizar los recursos retóricos y la
autorrepresentación de Teresa en sus epístolas. Por otra parte, este texto sirve muy bien
como punto de partida para estudios aún más detallados o específicos sobre la
correspondencia teresiana.
A pesar de las aportaciones al estudio del epistolario teresiano, pienso que faltan
estudios que reconozcan el valor que tienen estos documentos. A penas se empieza a
descubrir la diversidad de temas que existen por explorar en este corpus. Por tal razón es
que no existe un análisis como tal sobre el tema que estamos trabajando y es por esto que
nos enfocaremos, como ya dejamos dicho, en el poder cómo finalidad y factor generador
de las misivas en cuestión. El asunto del poder es importante en cuanto Teresa tiene que
autorizarse para así validar su empresa y no perder el control de la orden. Ella se ocupó
de que fuera reconocida, dentro de la orden, como la figura importante, central, para que
de esta manera, casi todos los asuntos tuvieran que pasar por su consideración. De esta
forma ejercía una presencia activa en los asuntos y conflictos de las Carmelitas
Descalzas.
Aunque ya sabemos que mucha de la correspondencia de Teresa se extravió, la
que nos queda evidencia los conflictos, las luchas y las dificultades, a las que se enfrentó
15
Teresa durante su vida como fundadora de 17 conventos y reformadora de la orden del
Carmelo. Al leer la correspondencia teresiana nos asomamos, no solamente al interior de
la monja, es decir, a sus sentimientos, pensamientos o a su proceso espiritual sino
también vemos a la monja Carmelita esgrimir argumentos, debatir, exponer su posición
ante lectores como el mismo rey Felipe II. Mucha de esta correspondencia evidencia los
avatares de Teresa, las tensiones, preocupaciones y angustias a las que ella diariamente se
enfrentaba. La falta de dinero, los cabildeos para que personas de la nobleza le otorguen
ayudas y propiedades, problemas en las casas o conventos con la conducta de algunas
monjas, sus enfermedades y las de algunas de sus prioras, asuntos legales tanto en su
familia, como en trámites para comprar las casas, y el enfrentamiento entre Descalzos y
Calzados son algunos de los asuntos que llevaron a Teresa a escribir hasta altas horas de
la madrugada y por momentos enferma con dolores corporales. Pilar Cocejo en su ya
mencionado estudio, “Fórmulas sociales y estrategias retóricas en el epistolario de Teresa
de Jesús”, comenta que “Las cartas son un documentos insuperables de psicología y
espiritualidad. Teresa conoce la naturaleza humana y juzga con certeza. A sus monjas las
advierte y aconseja sobre la melancholia , las falsas ilusiones y el falso quietismo en pro
de un sano equilibrio espiritual” (287).
En este sentido las cartas nos entregan a una Teresa más humana, que es capaz de
enojarse con sus prioras, de embromar, y de ser sarcástica cuando la ocasión así lo
requería. La monja reformadora cuenta en las cartas aquellos acontecimientos que no
revela en textos como el Libro de su vida. De igual forma notamos que Teresa en su
epistolario asume un mayor control y poder, es decir, está muy presente en los asuntos de
la reforma y del problema con los Calzados. Ella ordena lo que se ha de hacer e
16
interviene con Gracián para asegurarse de que se lleven a cabo sus dictámenes en las
diferentes situaciones o acontecimientos y qué partido tomar en las decisiones cruciales
para la reforma. En las cartas podemos ver la reforma tras bastidores y asistir al proceso
interno de la fundación. Las cartas se nos antojan como una mirada desde dentro a los
asuntos que la ocupaban diariamente, es casi como si la viéramos en el día a día.
Teresa da cuenta hasta de su misma escritura y se ve a sí misma en el pleno
proceso de redacción, como lo atestigua la correspondencia que ella le escribe a Luisa de
la Cerda: “Yo quisiera tener más espacio para alargarme aquí; y pensando tenerle hoy de
escrivir, helo dejado hasta el postrer día, que me voy mañana[…] ( 871) En otra carta a la
misma Luisa de la Cerda le dice “ Jesús sea con vuestra señoría. Ni lugar ni fuerza tengo
para escrivir mucho, porque a pocas personas escrivo ahora de mi letra” (883) En otras
hace referencia a la hora, como lo hace aquí, en esta correspondencia a su hermana Juana
de Ahumada, “No escrivo ahora más largo, porque he escrito mucho hoy y es tarde”
(889). En cierto sentido la escritura se torna reflexiva ya que Teresa da cuenta de la
manera en que las concibe y de su condición física al momento de la redacción al igual
que habla del exceso o volumen de su producción. Mientras Teresa escribía su
correspondencia, al mismo tiempo redactaba textos como Las fundaciones, Las moradas,
Camino de perfección entre otros. Es interesante porque también la escritura está
vinculada al cuerpo, es decir, al dolor físico que estaba sintiendo la monja Carmelita al
momento de su redacción. La tarea de escribir, hasta cierto punto le causa dolor o hace
que se le empeoren sus achaques.
Sin embargo, el acto escriturario se da en las cartas en función de un receptor, ese
otro que está ausente y con quién se establece un diálogo, que en muchas de las ocasiones
17
es conflictivo, tenso. Teresa redacta como si tuviera a su interlocutor al frente. En las
cartas notamos que en lugar de existir la exploración o reflexión que observamos en otros
textos como lo son: El libro de la vida o Las moradas, se da la discusión, el discurso se
vuelca hacia el exterior, es decir, se construye en el mismo intercambio de la tensión
que existe entre las intenciones de escritor y el receptor. Por tal razón es que, como
hemos mencionado anteriormente, Teresa se constituye en ese diálogo con su lector de
turno, y de esta manera vemos cómo va variando, cambiando, según su interlocutor.
En el epistolario teresiano evidenciamos cómo la monja Carmelita trae a su
discurso la presencia de otras voces, no solamente de su interlocutor a quien se está
dirigiendo sino de otros sujetos que vienen a su consideración. La escritura es un acto en
el cual el destinatario está ausente, sin embargo en el discurso del emisor – el escritor se
hace presente. Es así como a través de su discurso no sólo Teresa responde o contesta a
su destinatario, sino también alude a otras situaciones, conflictos que involucran a otros
sujetos y a la vez va tomando posición ante estas voces y va autoconstruyéndose al
mismo momento que está dialogando con su interlocutor. Emile Benveniste argumenta
que es en el lenguaje que el individuo se constituye como sujeto, como también la
autorrepresentación es una construcción linguística que se crea en el mismo discurso en
el momento que se va emitiendo. Así el epistolario teresiano está escrito en un continuo
diálogo, como si ese interlocutor estuviera en frente de la monja Carmelita. Joan
Cammerata indica que “Conversation is the model for Teresa’s epistolary form as she
strives to create a reciprocal commitment to dialogue with the interlocutor” (46). Por tal
razón a las exigencies suyas y de ese interlocutor ausente- presente es que se origina la
autorrepresentación. Según el destinatario de Teresa, ella se posiciona de diferente
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manera y su discurso y sus expresiones cambian, al igual que su trato al destinatario. De
esta manera es que el Self-fashioning puede ser entendido como las posiciones que se
adoptan como producto de las negociaciones a los diferentes discursos oficiales.
Así en la correspondencia que Teresa escribe al Rey Felipe II vemos cómo la
monja Carmelita construye con mucho cuidado todo un argumento de corte deliberativo
para persuadir al Rey para que favorezca a la Orden de las Carmelitas descalzas en el
conflicto de los calzados. Desde el comienzo de la carta, en el saludo mismo, ya notamos
esta construcción: “La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra majestad amén.
Bien creo tiene vuestra majestad, entendido el ordinario cuidado que tengo de
encomendar a vuestra majestad a nuestro Señor en mis pobres oraciones” (915) Lo
primero que tendríamos que observar aquí sería el reconocimieto de las posiciones
jerárquicas, al decir “su majestad” ya deja establecido el rango, la categoría de a quién se
está dirigiendo, establece una distancia y una posición. Inmediatamente Teresa se
autorrepresenta como intercesora ante Dios, ya que en sus oraciones pide por el Rey. Ella
es la mediadora entre Dios y el Rey. Sutilmente, ella se autorrepresenta con poder porque
delante de quien es la Autoridad mayor es la medianera, pero inmediatamente se vuelve a
representar como una persona de poco mérito “mis pobres oraciones”. Hemos podido ver
cómo en un mismo párrafo Teresa agudamente se autorrepresenta y posiciona de varias
maneras, con el propósito de mover al Rey a proteger a las Carmelitas.
Si, por otro lado, tomamos una de las cartas que Teresa le dirige a su hermano,
Lorenzo Cepeda, encontramos una situación completamente diferente. La monja
Carmelita se siente en libertad, no existe una relación de poder, más bien de camaradería,
de iguales y por tanto hay cierta comodidad. En las cartas, donde la Santa le da consejos
19
espirituales existe una representación de la escritora como maestra espiritual. Aunque en
la primera carta que aparece a su hermano, después de agradecerle la limosna, ella dice:
“Y creo fue movimiento de Dios el que vuestra merced ha tenido para enviarme a mí
tantos; porque para una monjuela como yo, que ya tengo por honra, gloria a Dios, andar
remendada, bastavan os que havían traído[…]” (865). Teresa acude una vez más a la
forma de “enviada de Dios” , “intercesora divina”, “favorecida de Dios” que le da cierto
poder, sin embargo se llama “monjuela” que tiene por bien “andar remendada”. Así
coexisten ambas representaciones, la primera como “Dios que la favorece” fue la acción
divina que movió a Lorenzo para auxiliarla, y la segunda, como queda claro, “monjuela
remendada”, casi como mendiga. Es así que Teresa despierta los sentimientos en su
hermano, a la vez que le da las gracias por los dineros con los que la ha ayudado. Es por
eso que dice “Espero en la majestad de Dios que ha de ganar mucho delante de El” (865),
De esta manera, a Lorenzo, Dios le va a recompensar porque después de todo ha
socorrido a la Orden que Dios ampara. En otra de las correspondencias a su hermano,
aconsejándolo sobre la oración le dice: “¡Qué bovo es, que piensa que es esa oración
como la que a mí no me dejava dormir!” (1084). Teresa se siente en la confianza de reirse
de la ignorancia de su propio hermano, es decir, embromarlo. Se nos presenta esta vez la
escritora como alguien bromista que tiene la habilidad de dejar a un lado la seriedad que
suponen el tema de la oración contemplativa y mostrar ese otro lado, más relajado:
Teresa es capaz de hacerle la broma a su hermano en un tema, para ella tan tenso y
conflictivo.
Así la monja Carmelita se nos representa no de una sola, sino de muchas maneras,
siempre cambiante, nunca fija. Aunque sí podemos decir que es un yo o sujeto místico el
20
que le da la unidad a todas estas otras representaciones de ella misma en la escritura. Esta
idea de fluidez hace recordar los planteamientos de Helene Cixous en los cuales ella
enfatiza que “Woman must put herself into the text – as into the world and into history –
by her own movement”(875). La estudiosa se asombra ella misma ante las innumerables
construcciones que posee la mujer, “But what strikes me is the infinite richness of their
individual constitutions” (876).
La razón o una de las razones por las cuales nuestra escritora se transforma
continuamente es la excesiva vigilancia que existía en la época por parte del Tribunal del
Santo Oficio a todo lo que no estuviera dentro de los límites de la ortodoxia católica. Con
esta continua metamorfósis Teresa busca establecerse con derecho a la autoridad, al
poder, la palabra frente al mandato bíblico del silencio. La pregunta de Teresa sería
¿cómo escribir acerca de las expericias espirituales para que el destino de sus textos no
fuera la censura y tengan credibilidad?, ¿de qué manera ganar la confianza del lector y a
la vez dar autoridad a lo que escribo? Es entonces que surgen las estrategias para
autoconstituirse y esta construcción a su vez le sirve de máscara o escudo para evadir el
ojo incisivo de sus confesores y censores. La monja Camelita de cara al papel en blanco,
se debió haber sentido atemorizada por lo que implicaba escribir acerca de experiencias
contemplativas y sobre todo en mujeres. No podemos dejar de comentar, como prueba de
ello, las veces que en el Libro de su vida ella le pide a su confesor, en aquel momento
García de Toledo, que literalmente queme las páginas de su libro si él encontrase que no
están de acuerdo con la doctrina de la Iglesia católica. Las alusiones a la hoguera o al
fuego son considerables, porque la escritora, sin duda alguna, cargaba con las imágenes
de los autos de fe y de los inquisidores en su conciencia.
21
Indudablemente Teresa, ya lo hemos visto anteriorimente, estaba asediada. El
momento histórico en que le tocó vivir, sabemos, fue uno de censuras, autos de fe y
vigilancias excesivas, en donde un desliz, o tan solo una proposición mal sonante o que
tuviera sesgos de heterodoxia, podía costar años en prisión. La Santa tenía muy presente
en su conciencia los resientes procesos a los alumbrados, y si bien por un lado fue
valiente al fundar y escribir sobre la experiencia mística por otro, los lectores somos
testigos del terror y la angustia de Teresa por evitar caer en la silla de los acusados. Cabe
señalar, según Llamas Martínez en su ensayo “Teresa de Jesus y los alumbrados” que
[…] de no haber mediado ciertas circunstancias particulares y el interés de
algunas personas influyentes, Teresa de Jesus hubiera sido víctima de los rigores
del Santo Oficio. Su nombre habría figurado igualmente en la lista o nómina de
los heterodoxos espirituales del siglo XVI, al lado de Valdés, del Arzobipo
Carranza y otros. No la salvó propiamente su inocencia. También fue inocente
Fray Luis de León y estuvo varios años en las cárceles de la Inquisición. También
fue inocente doctrinalmente Carranza, y fue condenado. A Teresa le salvó el
valimento de sus amigos, más poderosos e influyentes que sus acusadores, tanto o
más que su propia ortodoxia. (138-39)
Llamas Martínez en este importante estudio menciona que las acusaciones de la Madre
Carmelita se pueden dividir en dos: “las declaraciones y acusaciones contra la persona de
la Madre Teresa y contra el manuscrito de su Vida (1574-1579). La segunda está
integrada por la serie de acusasiones contra sus libros impresos (1589-1598)” (140). Si
seguimos el artículo del estudioso “la primera acusación la presentó la Princesa de Eboli,
viuda de Rui-Gómez, hacia el mes de abril de 1574, después que la Madre Teresa mandó
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a levantar la fundación de Carmelitas de Pastrana que ella misma había patrocinado”
(141). Argumenta Llamas el dato de que “Cuando las religiosas carmelitas, salidas de
Pastrana, pasaron por Madrid camino de Segovia, donde establecieron la nueva
fundación, muchos decían – según la referencia de Lanuza- “que iban presas por la
Inquisición de Toledo”. Tal era el ambiente que se había creado en torno a la Madre
Teresa y sus monjas”. (141) Otro incidente nos lleva a imaginar la gravedad de las
circustancias y los momentos de zozobra que debió haber vivido. Este fue cuando Teresa
aceptó a una beata, María del Corro, que gozaba de “falsa fama de santidad”. Luego de
un período de prueba, la Madre fundadora decidió sacarla del convento. María del Corro
fue a la Inquisición y denunció a las Carmelitas y a la misma Teresa. El tribunal del Santo
Oficio en Sevilla “llevó a cabo las pertinentes averiguaciones y declaraciones de testigos
y de acusados, siguiendo las instrucciones recibidas desde Madrid. “Todo el proceso se
vio ante el Ordinario del lugar. Santa Teresa tuvo que declarar más de una vez, ante los
severos jueces, sobre la práctica de su oración mental, sobre la enseñanza que daba a sus
monjas; sobre lo escrito en el Libro de su Vida y sobre otros extremos. Tantos eran los
temas de la acusación.”(143). A este hecho le tenemos que sumar la conciencia que
tendría Teresa de su pasado, ya que su abuelo paterno fue procesado por la inquisición
por judaizar y llevó, junto a sus hijos, entre ellos Alonso, el futuro padre de Teresa, el
“sambenito con sus cruces” en procesión por las calles de Toledo durante siete viernes
consecutivos.
Es importante, para saber la magnitud de la infamia, mencionar que el sambenito,
después de cumplir la penitencia, se debía colgar en la Iglesia para que todo el mundo se
enterara de lo acontecido. De esa manera quedaba estigmatizado el apellido, es decir, la
23
familia completa. Alonso luego se cambiaría el apellido a Cepeda y se mudaría de ciudad
buscando de esta forma alejar su pasado. Toda esta situación hacía más complicada y
peligrosa la posición de la escritora que, igualmente, deseaba dejar atrás su
comprometedor linaje paterno haciéndose llamar Teresa de Jesús, y a la pregunta de
quién era hija respondía sin vacilar: de la Iglesia católica. La Madre Teresa vivía con el
temor de que en cualquier momento pudiera ser arrestada y acabar así la empresa que
tanto amaba. Ella sabía que esto podía acontecer en cualquier momento y es por ello que
acudió en innumerables ocasiones a amigos influyentes, al rey Felipe II, y hasta el
mismo inquisidor Quiroga, que tenía una sobrina en uno de los conventos de las
Descalzas.
El epistolario recoge este ambiente de tensión sobre todo las cartas que tratan del
conflicto entre Calzados y Descalzos3. En las cartas tenemos delante a una Teresa
3 El conflicto se comienza a gestarse en la reunión del capítulo general en Piacenza,
Italia, el 22 de mayo de 1595. Aquí se leyó el breve del 3 de agosto de 1574, revocando
los visitadores dominicos, seguido por otro fechado el 15 de abril del 1575, que otorgaba
al capítulo y a sus actuaciones autoridad apostólica. Este breve especificaba que aquellos
a quienes habían nombrado superiores en contra de lo establecido por lo general y la
obediencia debida a los superiores de la Orden, que habían aceptado o vivían en
conventos o sitios prohibidos por tales superiores, debían ser cesados. Por tal razón se
suprimieron las fundaciones de Andalucía que se habían hecho sin permiso del general
Rubeo. Se quiso despojar a Gracián de sus poderes como Visitador de la Orden de los
Descalzos. Las directrices de Rubeo eran que prohibir a los padres Descalzos formar una
provincia, es decir no habrá división entre los descalzos y “los del paño” y no se les
permitirá llamarse descalzos sino contemplativos. Esta fue la época en que a Teresa se le
prohíbe fundar y se le dice que escoja un convento para quedarse allí, la Santa
seleccionará a Toledo. El padre Ormaneto, que está a favor de las Descalzas, no le hizo
caso al breve y Gracián continuó visitando las casas de las Descalzas. Pero cuando
Ormaneto enferma y muere, Roma designa a Jerónimo Tostado como Visitador. El
Tostado, estaba a favor de los Calzados y puso los conventos reformados de las
Descalzas bajo los padres Calzados. Encarcelan a San Juan de la Cruz y a otro padre que
eran los confesores de las Descalzas. Realmente fue un período de mucha angustia para
Teresa, porque la amenaza de destrucción, de lo que había sido la Reforma y los
Descalzos, parecía ser un hecho. En el fondo, como menciona el estudioso Teófanes
24
ocupándose de todos los asuntos, defendiendo su empresa desesperada por la persecusión
de los calzados, como negociante tratando de comprometer a la nobleza con su empresa
fundacional, agradeciendo las aportaciones monetarias que le hacía la gente de poder, en
trámites legales de compra y venta de casas. Ella misma reconoce que ha adquirido cierta
habilidad con los negocios y le dice a su hermano Lorenzo “Delante de mí se hizo la
cuenta de los derechos que han llevado; aquí la enviaré, que no hice poco yo entender
estos negocios, y estoy tan baratona y negociadora que ya sé de todo con estas casas de
Dios y de la Orden, y ansí tengo yo por suyos los de vuestra merced y me huelgo de
entender en ello”. (892) Es interesante ver cómo Teresa ante nuestra mirada atenta de
lector va asumiendo distintas posiciones, tonos y representaciones. La escritura no solo
fue el lugar desde el cual asumir un poder, sino también fue su manera de liberación,
evasión, y a la misma vez le sirvió como mecanismo de control. Por otra parte, Teresa
aprendió a re-crearse en la escritura, a mirarse en ella, es decir, a reflejarse. La escritura
fue, en palabras de Derrida, su “antídoto y su veneno” al mismo tiempo.
Examinemos más de cerca lo que ya empezábamos a estudiar ¿cómo se
autorrepresenta Teresa para autorizarse? Esta mujer que en pleno siglo XVI escribía, a
altas horas de la noche, casi sin parar, dentro de un contorno constituido más que nada
por hombres del alto clero con poder y en muchos de los casos, con una mentalidad
misógena, se tuvo que armar de lo único que le permitía constituirse y tener un espacio:
el lenguaje. Así, Teresa, lo que realmente tenía era la escritura que aprendió a manejar
con gran sutileza. La palabra para Teresa, al igual que para Scherezada, significó la vida
Egido, ante los avances de la Reforma y de las fundaciones de los conventos Descalzos,
temían ser absorbidos. El conflicto terminó con la independencia de la Orden de las
Descalzas y los Calzados, una vez el rey Felipe II se entera de los sucesos que acaecían.
25
misma. Si recordamos la princesa todas las noches contaba un relato al rey, que tenía por
costumbre matar a la mujer con la cual había cohabitado. Scherezada dejaba la narración
en el punto culminante hasta la próxima noche. De esta manera el rey le perdonó la vida.
La misma significación tuvo la palabra para Teresa que le permitió desde hacer posible
la reforma en la orden del Carmelo, hasta las fundaciones y además constituirse como
sujeto místico, a través de la búsqueda de la exploración de sus propias experiencias
espirituales. ¿Cómo logra la monja Carmelita ir haciéndose, autocreándose? La respuesta
es a través de la retórica.
Teresa fue una lectora voraz y leía todo lo que llegaba a sus manos. La Madre
fundadora da testimonio de su pasión por la lectura en el Libro de su Vida. Ella misma
nos relata que su madre “era aficionada a libros de cavallerías” y nos cuenta cómo “le
tomé para mí” y “parecíame no era malo, con gastar muchas horas de el día y de la noche
en tan vano ejercicio” (36). Da noticia Teresa de que leyó también las Epístolas de San
Jerónimo, dice de qué manera el hermano de su padre le dio para leer “ muchos libros en
romance”. En otra parte menciona que conoció los tratados espirituales de la época: El
Terecer Abecedario de Osuna, Fray Luis de Granada las biografías de santos como la de
santa Catalina de Siena, y Las Confesiones de San Agustín, fueron solo algunos de los
textos que sin lugar a dudas leyó y estudió. De ellos muy probablemente aprendió el
artificio linguístico, la forma de manejar el lenguaje, es decir el arte de la retórica4.
4 Estudiosos como Menéndez Pidal, Rafael Lapesa, Elison Peers, y Américo Castro
pensaban que en los escritos teresianos defendían la oralidad en sus textos, el “hablar por
escrito” al que se refería Pelayo. Américo Castro, en su ensayo sobre la mística, decía que
Teresa tenía un “alma femenina” “una femeneidad afectiva”. Es Márquez Villanueva
quien comienza alertar acerca de un propósito de subversion en las obras de la monja
contemplativa. Víctor García de la Concha es quién propone que la monja Carmelita fue
una “retoricista talentosa”, y adaptaba su estilo de acuerdo a las circunstancias. El
26
Quintiliano define la retórica como “la ciencia de hablar bien”. Sin embargo
Platón en el Georgias dice que es “la fuerza de persuadir por medio del discurso” . De la
misma manera Cicerón escribió en el De inventione que la tarea del orador es “hablar
adecuadamente para persuadir”. Platón, condena la retórica diciendo que pertenece al
mundo de la mentira del “pseudo”, ya que se utilizaban los argumentos para un fin que
era el de persuadir, el de mover al que escuchaba. En realidad no importaba si los
argumentos eran o no ciertos, o fundamentados parcialmente en la verdad, su fin era
convencer al oyente del punto de vista del que hablaba. Así tanto en la Antigua Grecia
como en la Roma imperial la persona que pudiera usar la palabra con efectividad tomaba
ventaja de los demás tornándose en alguien con una gran influencia y poder. En la Atenas
democrática el arte de persuadir a otros, era la ruta al éxito y la riqueza. De la misma
manera Cicerón alcanzó la fama por saber hablar elocuentemente a los senadores. En
general todo hombre cultivado en la antigüedad necesitaba ser un orador: para enseñar,
convencer, para mover a tomar decisiones y posiciones. Por esta razón es que la retórica
tiende a desestabilizar, o descentralizar, ese es su propósito: mover los estamentos u
opiniones establecidas. Escalígero, teórico italiano del siglo XVI, en su Poética dice que
“los límites de la retórica son imposibles de fijar y sus parámetro están continuamente
cambiando”. Es así como el discurso retórico tiene en cuenta al que habla como al que
estudioso plantea que la oralidad de Teresa, en el lenguaje escrito, la defendió Luis
Vives. Alison Weber en su libro, Teresa of Avila and the Rhetoric of Femininity, ha
tratado el tema del uso de la retórica en los textos como: El libro de la vida, Camimo de
Perfección y Las Moradas. Weber analiza el discurso teresiano y ve la retórica como una
estrategia, ya que la estudiosa dice “es imposible para ella obedecer la autoridad y retarla
a la vez, es entonces cuando ella crea lo que llama “el double bind”. Ella argumenta: “Her
rhetoric of femininity was self conscious, alternatively, defensive, and affiliative and
above all subversive; it allowed her to break the Pauline silence. But her success also led
to a self- subversion, for through her insistent writing she found the means to silence
voices she did not want to hear” (16)
27
recibe el mensaje, y esto para disuadirle. En el Renacimiento la retórica comprendía tres
disciplinas: el arte de la oratoria, el de la predicación, y el de la epístola.5
Mucho más recientemente Paul De Man en su ensayo “ The Resistance to Theory” cita a
la retórica como un miembro inestable del “classical trivium”. El teórico argumenta
“rhetoric by its actively negative relationship to grammar[…] grammatical cognition is
undone, at all times, by its rhetorical displacement” (17). Edward Friedman en un artículo
sobre la Celestina “Rhetoric at Work Celestina, Melibea, and the Persuassive Arts” cita a
De Man y comenta “If grammar suggests order, rhetoric suggests disorder, disjunction,
deviation, defamilliarization convoluted logic. Grammar respects labels “constraints” and
rhetoric to what he calls “drives”, and it is the tension between these two factors that Julia
Kristeva views as key to the signifying process. Rhetorical discourse is a reaction against
5 En la antiguedad tardía el arte epistolar vino a ser más fijo, dentro de la tradición
bizantina, con un lenguaje muy estilizado. En Occidente el arte espistolar estaba adherido
a una formulas rígidas, que se pueden trazar al período merovingio y carolingio. La
colección más famosa de esta formulas, son del año 660, y pertenecen a un monje francés
llamado Mar Colf. En el siglo XIII el Arts Dictaminis estuvo acompañada de comentarios
de Cicerón y la del pseudo –ciceroniana Rhetorica ad Herennium, que reforzó que las
reglas de la antigua oratoaria podían aplicarse a la composición de las cartas. Petrarca en
el 1435, descubre en la Biblioteca de Verona el manuscrito de las cartas de Cicerón. El
autor del Canzionere escribe su obra Epistola de rebus familiaribus en la cual expone su
criterio, dejando de lado las rígidas reglas antiguas, abogando por un estilo más
espontáneo y familiar. Un lenguaje apropiado a los pensamientos expresados. Esto
recuerda a Erasmo y Vives cuando en sus manuales para la redacción de cartas
aconsejaban adoptar un estilo de acuerdo al asunto y al remitente. En 1433 Jorge
Trebizond publicó su primera retórica completa del humanismo. Cabe señalar que, según
investigaciones de Luis Griguera en su estudio La retórica del Sigo de Oro, tuvo mucha
influencia en España en la primera mitad del siglo XVI. En esa época había dos
corrientes en España la escuela de Trapezundio ( influencia en Hermógenes) y la clasista
(Aristóteles). El Arts Dictaminis, siglo XV, normativa para la epístola que propiciaba el
uso de la oratoria y se podían emplear los géneros de la oratoria: deliberativo, judicial y
demostrativo. Erasmo atacó el arts dictaminis medieval y reaccionó contra los excesos
clasicistas. A Erasmo se atribuye el “escribo como hablo” valdesiano, y al “huir de la
afectación” a estas ideas Erasmo le dedica todo un apartado en su De conscribendis
epistolis. El humanista dice que entre el puro coloquio espontáneo y el cuidadísimo estilo
ciceroniano está el estilo también cuidado pero aparentemente natural y sin afectación.
28
the binds of traditions or codes, social and literary, that would repress free – that is,
creative, unrestricted- speech (360). Sin lugar a dudas cuando se posee la habilidad tanto
para escribir como para hablar, usando la retórica, consciente de unas estrategias, se
consigue el poder, la autoridad y el control. La retórica otorga el poder al que habla o
escribe para cambiar ideas, dirimir modos de pensamiento, y encontrar en este proceso
una identidad. Si el que habla o escribe hace uso de la retórica para conmover, o
convencer, tiene que tomar en consideración las emociones, la situación o circunstacias
del emisor, sus miedos, sus preocupaciones, todo esto se desprende de una interacción o
relación cercana entre ambos.
Al leer el epistolario teresiano y La vida nos damos cuenta de que Teresa utiliza
las estrategias retóricas. La monja Carmelita va adaptando cada palabra, su discurso
entero, sus argumentos y la forma de emitirlos al destinatario. Podemos decir que en
Teresa existe una manipulación de la retórica. Así lo reconoce Sandra Loueen en su
trabajo, Body, Soul, Text: Teresa of Avila and the Written Self, al hablar sobre las
epístolas en las cuales la Madre Teresa se muestra como negociante reconoce: “the key
aspect of both kinds of business is Teresa’s manipulation of rhetoric. Rhetoric is of the
utmost importance in the reform, and rhetoric is responsible for inventing an identity for
each letter Teresa writes” (158). Sin embargo, ¿estaba la Madre fundadora familiarizada
con los tratados de cartas o retóricas de la época? Luisa López Griguera en su libro La
retórica en el Siglo de Oro, trata de contestar la pregunta y argumenta:
Yo me atrevo a pensar que dado el concepto de la época de que la retórica era la
que daba las bases mismas de todo discurso, sería raro que no hubiera recibido
Teresa alguna formación básica, elemental, que le permitía distinguir entre estilos,
29
y niveles de estilos, y entre las bases mismas del ritmo y del ornato. Y me atrevo
también a pensar que, en el caso de que no hubiera recibido esto de sus maestros,
sería muy difícil que esta mujer, ávida de saber y de saber hacer las cosas lo mejor
que fuera posibe, no hubiera pedido a sus directores – especialmente cuando la
impelían a escribir ciertos lineamientos básicos indispensables. Y por otra parte
me pregunto si sus aprendizajes, procedentes de los sermones que escuchaba;
sólo serían del plano del significado, y nada observaría, nada aprendería en el de
las formas. (122)
Las cartas se nos presentan como un estudio en las diversas autorrepresentaciones
de la Madre Teresa, ya que en ellas se exponen diferentes asuntos, la mayoría
relacionados con las fundaciones, los conflictos entre los Calzados y Descalzados,
asuntos familiares y situaciones que surgían con las prioras al igual que con las monjas.
De la misma manera podemos evidenciar cómo se manifiestan los diferentes discursos
retóricos: el deliberatvo, que como argumenta Quintiliano “exige muy especialmente la
conmoción a los efectos”, el judicial que se distingue por la defensa y el demostrativo con
el fin de adular a alguien o entretener. Luisa Griguera en su estudio, antes citado, afirma
que en el “epistolario se ven claramente los diferentes niveles de estilo: las cartas al Rey
contrastan con las dirigidas a sus hermano. Revelan estas obras una presencia de diversos
modos de organización de la frase- compositio- que responden a lo perceptuado por la
retórica vigente en aquellos años”(122).
Por otra parte, y como venimos advirtiendo, la monja Carmelita no perdió nunca
el control, las riendas de su Orden. La retórica para Teresa significa el poder y la
escritura, la manera de articular esa autoridad, era también el espejo donde se refleja ese
30
deseo de poder, y del proceso para lograrlo. Dentro de este proceso se sitúa la
autorrepresentación. La constitución de esta identidad que contínuamente, como se ha
visto, está en perpetuo cambio, en metamorfósis. Con relación a este planteamiento
Catherine Balsey, argumenta que, “[…] the displacement of subjectivity across a range of
positions form which that subject graps itself and its relation with the real, and these
positions may be incompatible or contradictory” (661). Las diversas
autorrepresentaciones que hemos examinado aquí nos entregan un sujeto en continua
constitución, reconstruyéndose y diseminándose una y otra vez a lo largo del discurso.
Esto le permite el acceso al espacio desde el cual ella hace valer su palabra y se autoriza,
como lo hemos estudiado. La retórica, es decir, las estrategias que utiliza son las que
permiten esa construcción. Estrategias como: el empequeñecimiento, expresiones de
afecto, cumplidos o “encomiendas” como las llama Teresa, la amplificatio, las
descripciones detalladas, la captatio benevolentiae, llevan un objetivo de construir un
discurso que conmueva a estos lectores a los cuales Teresa se dirigía. Las distintas
autorepresentaciones que, como hemos visto, asume Teresa son también estrategias que
le permiten reposicionarse, para, entre otras cosas, lograr tener poder y no fijarse dentro
de unos rígidos estamentos que la pongan en un grave peligro. De esta manera la Madre
Teresa descentraliza o desmantela la autoridad el poder de la jerarquía eclesiástica
masculina.
Por otra parte la escritura es el espejo en donde ella se mira para autoconstituirse
y necesita de ello para generar este proceso. Según Lacan en la etapa del espejo el niño se
percive como un otro, se constituye como tal; así mismo el escritor se constituye como
otro en su texto. Su discurso es su espejo, el otro en el cual él se refleja, estableciéndose
31
así una relación de dependencia. Existe una division entre el sujeto que está escribiendo,
que se percive, y el que está siendo percivido. Es un sujeto que se construye en el
lenguaje. Así lo vemos con Teresa. Ella se constituye en la tensión que se desprende del
encuentro con ese lector en la escritura misma. De este proceso de múltiples miradas, de
reflejarse y refractarse a la vez, nace la autorrepresentación. Teresa se percibe a sí misma
en las epístolas como sujeto escribiente. La monja Carmelita hace muchas referencias a
esta representación: ella, pluma en mano, escribiendo sin parar hasta altas horas de la
noche, en ocasiones, con dolores en su cuerpo. Teresa alude al acto mismo de la escritura
al decir “más plumas he mudado en esta carta” (1090); en otra ocasión “Harto he puesto
en qué sea buena la tinta; la letra escrivo tan apriesa y como digo –tal hora, que no la
puedo tornar a leer” (868). Si bien podría ser cierto el hecho de que algunas veces no
podría reeler lo que escribía, también es igualmente evidente que la monja Carmelita
estaba muy consciente de lo que hacía y cómo lo llevaba a cabo, es decir, qué deseaba
conseguir al tomar la pluma en su mano.
Después de lo expuesto podemos decir que la monja Carmelita busca autorizarse,
tener el dominio, pero ¿cómo lo consigue? a través de la escritura, haciendo uso del
lenguaje, acomodando sus argumentos, haciendo uso de la autorepresentación, de la
retórica. Es por esto que detrás de este arte para manejar el discurso está el poder, para de
esta manera no sólo abogar por la Orden, sino también para validar su propias
experiencias místicas, sus ideas acerca de lo que debe ser la vida monástica, sus
planteamientos en torno a la oración, y a la vida espiritual definida como un viaje al
interior del ser humano. Es precisamente en las cartas en dónde más claramente podemos
percibir esta relación escritura- poder, específicamente en la red de contactos sociales
32
que Teresa va tejiendo a través de este continuo flujo de cartas. Es también desde esta
perspectiva que podemos considerar la concepción del género que propone Thomas
Beebee en la introducción a su estudio sobre la ficción en las epístolas del siglo XIX en
Europa; “My consideration of epistolary fiction begins not, as has so often been the case,
form the stanpoint of literature or the novel, but from that of the letter as a Protean form
which crystallized social relationships in a variety of ways” (3). Más adelante Beebee,
dialogando con la definición que plantea Foucault acerca del poder, afirma que “is a set
of relationship and transformations” (4). Estas dos ideas nos hacen pensar en las cartas
teresianas, la primera en la manera proteica que Teresa cambia continuamente de
posiciones en el discurso epistolar, al igual que de las diferentes representaciones que
asume la Santa y de las cuales tiene que hechar mano e investirse dependiendo del
asunto expuesto en cada carta. En cierta manera, estos cambios, se dan debido a la
interacción entre la escritora y sus diversos receptores. Como hemos advertido y
examinaremos en los siguientes capítulos, las relaciones que se establecen entre ambos
son tensas y conflictivas. Así el poder, el querer tener el control, la autoridad, el dominio,
será la intención, la brújula, que dirija la pluma de la Santa en sus largas noches en donde
solo el papel era testigo de su propósito. Abramos la ventana del tiempo: Toledo, tarde en
la noche, Teresa en su celda escribe con fruisión tratando de traducir sus pensamientos y
sentimientos en cada palabra que escribía. Estas cartas era de suma importancia, su
destinatario: el Rey Felipe II.
33
Capítulo 1
Las cartas al Rey Felipe II o el poder detrás de la súplica.
“[…]suplico a vuestra majestad mande que con
brevedad le rescaten y que se dé orden como no
padezcan tanto con los “del paño” estos pobres
descalzos todos,[…]” (1122).
Felipe II tuvo entre sus manos un gran imperio que se extendió desde Chile hasta
la Florida y desde el Pacífico hasta las Filipinas. Sin embargo, en marcado contraste con
su dominio, estuvo el carácter austero del rey. Felipe II fue, sin duda alguna, un hombre
riguroso, en muchas ocasiones inflexible, serio y extremadamente trabajador. Geoffrey
Parker en su biografía del rey dice que “era infatigable, podía trabajar a todas horas y en
cualquier lugar” (52). Cuenta el estudioso que en una ocasión firmó “en solo un día 400
documentos diferentes que se habían acumulado en su escritorio”(52). Trabajaba muchas
horas, en ocasiones, hasta la madrugada y se obstinaba en examinar todos y cada uno de
los documentos que le ponían en sus manos. Narra el biógrafo que “cuando la familia real
navegaba por el Tajo en Aranjuez, Felipe llevaba en su barca un bufete en que iba
firmando y despachando negocios que le traía Juan Ruiz de Velasco, su ayudante de
cámaras”(52). Felipe quiso siempre controlar sus asuntos administrativos, es decir,
durante su reinado existió un persistente deseo de centralización que generó otros
problemas en su gobierno por las grandes distancias de algunas de las provincias y de los
reinos del otro lado del océano Atlántico.
En este capítulo exploramos las cartas de Teresa al rey y como el ruego o la
súplica, por parte de la monja Carmelita, se transforma en una arma de poder dentro del
discurso. Aunque la súplica, es un recurso en donde el emisor o escritor que lo emplea se
34
empequeñece, aquí podemos ver que en realidad para Teresa es una tactica que la pone en
una posición de autoridad. Así lejos de quitarle dominio se lo otorga. De igual forma
veremos cómo se va entretegiendo este discurso, cómo se va construyendo, montando, si
podemos decir, muy hábilmente para lograr que el monarca interceda y favorezca a las
Descalzas. No podemos mirar la súplica solamente como una forma de rebajarse, sino
como una técnica de poder. Teresa, la mayor parte de las veces, tiene una agenda detrás
de lo que escribe, y aquí es clara buscar la intervención del rey, lograr que Felipe II esté
de su lado y sea su defensor tanto en el conflicto local como en Roma. Pero regresemos
momentáneamente a este breve retrato que vamos delineando, ¿por que la Santa piensa
que el rey puede ser una pieza importante en sus propósitos con la Orden? ¿en qué
aspecto fundamentó o estableció Felipe II su gobierno?
Otro de los rasgos que resalta y a la vez lo define, al leer su biografía, es su
desconfianza. Su biógrafo, Lorenzo van der Hammer decía que “sospechar, y no creer ni
confiar eran los nervios de su prudencia” (55). Pero ante todo se destacaba su
religiosidad, para Felipe II era Dios quien manejaba los asuntos del estado. El rey tuvo
siempre una fe que podríamos calificarla de inquebrantable. Para él, Dios intervenía en
los asuntos de su gobierno y del mundo. Geoffrey Parker afirma este argumento al decir
que “Felipe II evidentemente creía que su causa era la causa de Dios, y por esta razón
temía a veces que, a menos que el pueblo español viviese una vida piadosa, ofendería y se
enajenaría a su divino protector” (81). Así pensó el rey cuando obtuvo la victoria en un
ataque anglo- francés en 1583, en la isla de Terceira en las Azores. Era el día de Santa
Ana y Felipe II creyó que, además de la ayuda que la Santa prestó intercediendo ante
Dios, la Reyna, que había muerto en 1580, también tuvo parte en este suceso. Esta es una
35
evidencia contudente de la creencia del rey en la intervención divina en los asuntos del
reino. De la misma forma el monarca pensaba que a través de la fe católica su reino se
mantendría unido. No cabía la menor duda de que Felipe II veía el favor divino en cada
una de las victorias que obtenía en las batallas.
Por otra parte hay que reconocer que sus relaciones con el papado nunca fueron
muy buenas. En 1527 el ejército de su padre, Carlos V, había saqueado Roma tomando al
Papa como prisionero. Un tiempo después Felipe II haría lo mismo en 1556 al invadir el
territorio papal. Sus relaciones con los diferentes líderes del papado fueron muy hostiles y
llegaron a crear mucha desilusión en el rey. Su reinado comienza con la proclamación de
guerra de Paulo IV y acabó con el apoyo de Clemente VIII a Francia, su enemigo. Los
dominios de Felipe II cercaban los Estados Pontifícios por el Norte y el Sur. Los papas
llegaron a tener temor a las movidas de Felipe II. El rey y sus ministros creían que para
defender era necesario atacar. Aunque las disputas con el papado resultaron en una
continua lucha por el poder o el dominio, el reinado de Felipe II fue uno donde la
religión, como hemos visto, ocupó un lugar primordial. Esta polémica con el papado va a
funcionar como resorte para que Teresa le escriba al Rey buscando su ayuda en el difícil
conflicto con los Calzados.
Contrario a la fama del Rey de piadoso, justo y de que las más de las veces
evitaba agraviar a nadie, Felipe II fue el monarca que apoyó el aterrador estatuto de
limpieza de sangre. En 1554 lo aprobó en cuatro catedrales del reino de Granada, dos
años después lo introdujo en Toledo, contra la oposición de muchos ministros. Así para
aspirar a un alto puesto eclesiástico había que mirar los orígenes raciales de los
candidatos. El mismo monarca estuvo muy atento a este proceso, aunque por otra parte
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admitió que no sabía si alguno se le había escapado y la realidad fue que muchos de los
conversos siguieron ocupando puestos de importancia dentro de la administración, aún en
Toledo donde se había implantado el estatuto. Es por esta razón que muy pronto
comenzaron las disputas entre la nobleza y la autoridad del estatuto empezó a debilitarse.
Muchos de los funcionarios del mismo Rey tenían algún antepasado de origen semita. El
famoso Libro Verde de Aragón muestra cómo casi toda la nobleza “estaba manchada”, es
decir, tenía ascendencia judía. En este grupo de gente marcada estaba Teresa de Jesús.
La monja Carmelita catapultó su apellido y su pasado, ella sólo era “hija de la Iglesia
católica”. Esta fue una medida que, bajo la ideología de la supremacía de la ortodoxia
católica, se hizo para castigar y eliminar el poder económico de un sector de la sociedad
española.
Ante esta figura un tanto contradictoria y paradójica cabe preguntarse: ¿favoreció
Felipe II a las Descalzas? ¿buscó la manera de solucionar el conflicto que tenían con los
Calzados? ¿Conoció el rey a Teresa?. Para contestar estas preguntas debemos aludir al
ensayo de Carole Slade “The Relationship Between Teresa of Avila and Philip II: A
Reading of the Extant Textual Evidence”. En este artículo la estudiosa después de indagar
en los archivos y documentos concluye que:
None of these historians, even those writing in and primarily for the academy,
provides documentation for the assertions and quotations above. Parker and
Kamen both quote fragments of Teresian letters that have been shown to be
apocryphal, as I shall explain below. No textual evidence of a relationship with
Teresa has surfaced from among the papers of Phillip; the one royal secretary who
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used original documents to chronicle his reign, Cabecera de Cordoba, does not
mention any kind of communication with Teresa. (224).
Carole Slade insiste en las influencias que tuvo Teresa y que de alguna manera la
mantuvieron enterada de las decisiones que tomaba el mismo rey. Ella argumenta que no
hay evidencia de que lo haya conocido o tratado en persona, ni de que hayan coincidido
en alguna ciudad. La estudiosa afirma, “Here it will suffice to say that Teresa had the
backing of at least two members of Philip’s Council of State, Roque de la Huerta and the
Count of Tendilla, both with personal connections to the Discalced through female
relatives” (241). De estos contactos son testigos las cartas que Teresa le escribe a Roque
de la Huerta informándole de todo lo que acontece en las Descalzas y de toda la polémica
que se va desprendiendo del conflicto de los Calzados con las Descalzas. Roque de la
Huerta por su parte le informa sobre las decisiones del nuncio Sega e intercedió a favor
de las Descalza, sobre todo cuando éstas estaban excomulgadas debido a la elección
“machucada” de la priora en la Encarnación.
En relación a si Felipe II supo del conflicto y beneficio o pretegió a las
Descalzas, Carole Slade cree que “During her lifetime, Philip’s support for the Discalced
was sporadic, and he probably never took an interest in Teresa herself” (241). Sí podemos
afirmar que hubo un interés póstumo y que para el 1592 el rey se ocupó de que sus obras
estuvieran en el Escorial. Además “he ordered and financed the second round of
depositions on Teresa’s santification’s. In 1597 he dispatched the transcripts to Rome
with a supporting letter that propelled Teresa to saint hood in 1622, forty years after her
death.”(242). Si Felipe II al parecer no tuvo contacto con la monja Carmelita, y sólo se
ocupó de vez en cuando de los asuntos de las Descalzas ¿por qué la Santa le escribe al
38
monarca? ¿Cómo se sentía Teresa y cuáles eran las circunstancias cuando empuñó la
pluma en sus manos y decidió enviarle las cartas exponiendo la situación de sus monjas?
Cuando Teresa le escribe al Rey estaba sumamente angustiada. Las Descalzas
estaban sumergidas en una situación extremadamente delicada y de mucha tensión. La
Reforma que tanto desvelo le había traído estaba en grave peligro, quizás, a punto de
desaparecer. Para ese momento Teresa estaba detenida en Toledo. El capítulo, que se
había reunido en Piacenza, Italia, decidió ponerle fin momentáneamente a la reforma y
Teresa tuvo que escoger en qué monasterio de Castilla iba a quedarse encerrada, sin
moverse, sin fundar conventos. La monja Carmelita seleccionó la ciudad de Toledo para
pasar sus días de encierro. Como sabemos, el prior general de la orden Giovanni Battista
Rossi, conocido como Rubeo, en una visita oficial a Ávila, en el año 1567, le dio la
orden a Teresa de fundar monasterios de monjas y frailes pero solamente en Castilla. El
general de la Orden autorizó la fundación de dos conventos de monjes, pero con la
condición de que ninguno fuera en el territorio de Andalucía. Sin embargo Teresa, en el
1575, fundó en Beas un convento creyendo que estaba bajo la jurisdicción de Castilla y
aunque sí lo estaba por la parte civil, por el lado de la jurisdicción eclesiástica pertenecía
a Andalucía. Más tarde cuando Teresa conoce a Gracián y lo nombran visitador de las
Carmelitas, convence a la Madre que funde un convento en Sevilla. Teresa accede a la
propuesta del Padre visitador, desobedeciendo así la orden de Rubeo. Las razones que la
monja Carmelita tuvo para ello fue “que sería gran servicio de Dios fundar en Sevilla,
que le pareció muy fácil, porque se lo habían pedido algunas personas que podían y
tenían muy bien para dar luego casa; y el arzobispo de Sevilla favorecía tanto a la Orden
que tuvo creído se le haría gran servicio” (759). Teresa reconocía que “havía rehusado
39
mucho hacer monasterio de éstos en Andalucía por algunas causas […] y aún bien graves
para no ir a Sevilla” (760), pero por obediencia a Gracián se encaminó hacía este destino.
Sin embargo, Bárbara Mujica argumenta que “Teresa had other options. If she agreed to
obey Gracián, it could have been because his directive coincided with her own desire to
spread the reform” (41). Este sin duda fue uno de los períodos en dónde Teresa escribió
la mayor cantidad de cartas. Mediante la correspondencia la monja Carmelita “she had to
lead the reform and combat its enemies long-distance”(42). Desde su celda en Toledo
Teresa tomaba parte activa en la reforma, asumiendo el mando, controlando cada
situación o decisión que tuviera que ver con sus fundaciones. Es por esta razón que la
producción epistolar en este período de tiempo fue considerable.
La monja Carmelita debió de haber sentido un temor inmenso de perder el timón
de la reforma, y aunque muchos de los asuntos se manejaban desde el papel y la pluma,
en otros su presencia era casi imprescindible para resolver las situaciones que se
suscitaban. Teresa sabía muy bien que el efecto de la presencia física, es decir, de la
fuerza persuasiva de la palabra emitida delante del receptor para lograr convencer, era,
en ocasiones, insustituible. Varias veces en las mismas cartas al Visitador de la Orden el
padre Jerónimo Gracián decía “¡Oh mi padre, y quién pudiera hallarse en estos cuidados
con vuestra paternidad! (1050). Teresa aquí se lamenta de no estar junto a Gracián
lidiando con los problemas que planteaban quienes estaban en contra de los conventos de
los Descalzos, como lo era Jerónimo Tostado. Este pasaje es evidencia de la
preocupación, de la tensión, que le generaba no poder resolver las cosas por sí misma, en
el fondo parecía que Teresa no le gustaba delegar los asuntos delicados de la reforma y
tampoco confiaba del todo en el trabajo de Gracián, en su manera de intervenir.
40
La monja Carmelita elaboró, como ya sabemos, un discurso escrito que se traduce
en sofisticadas estrategias retóricas para convencer al lector y de esta manera reemplazar
la presencia física, con la palabra hablada. Esta sustitución tiene como consecuencia un
discurso que en muchas ocasiones adquiere forma de documento legal que busca no sólo
emitir una opinión, sino también articular una autoridad, un poder. Es decir los
argumentos que se van entrelazando están en función de este propósito: dejar memoria
de su protagonismo, de su voz dentro de la estructura eclesiástica masculina. Bárbara
Mujica en su ya citado estudio argumenta que “In her letters Teresa used many of the
same strategies as elsewhere, and with the same objective: to assert authority without
appearing unduly aggressive. However, in her letters Teresa used these strategies very
selectively. When writing to powerful clerics or benefactors whose support she needed,
she was often careful to maintain an unassuming posture” (66). Sin embargo, esto es otra
de las estrategias porque una lectura más profunda arroja que de alguna manera Teresa sí
está revelando su punto de vista. La escritura teresiana es a manera de una maquinaria
linguística, si podemos decir así, puesta al servicio de sus intereses. Teresa de Jesús
siempre tuvo en su mente una agenda muy bien trazada, aún en los momentos de mayor
oscuridad y confusión, ella sabía hacia dónde se dirigía o por lo menos se ocupaba de
planificar sus próximos pasos. Su discurso es un montaje que aún la simple disposición
de los argumentos está orientada hacia un objetivo. Teresa no solo tenía conciencia de la
expresión, la manera en que escribía, sino estudiaba a sus receptores. Antes de entrar a
ver cómo Teresa construye su discurso y se autorepresenta en función de lograr el poder,
la autoridad, en las cartas al rey Felipe II, resulta imperativo hechar un vistazo al
41
enfrentamiento o conflicto entre los Descalzos y los Calzados que sera el principal
motivo de las cartas al rey.
¿En qué consistió el conflicto de las Descalzas? ¿Qué era lo que acontecía
específicamente en la Orden cuando Teresa toma la iniciativa de escribirle al mismo Rey
Felipe II? La priora de la Encarnación sintió que tenía que agotar los límites de los
recursos y de sus conecciones y apelar a la máxima autoridad en aquel momento.
Mientras la monja Carmelita se encontraba en su encierro, como ya dejamos dicho, por
mandato de la jerarquía de la Orden, reunida en Piacenza, es decir el mismo general
Rubeo, Gracián se ocupaba de los asuntos y las necesidades de los monasterios al igual
que del conflicto que se había suscitado con los Descalzos. ¿Cómo se inician los eventos?
¿Felipe II escuchó las peticiones, los reclamos de Teresa? ¿Le contestó alguna vez el Rey
a Teresa? ¿Cuál era la posición del Rey en relación con Roma y la Reforma de las
órdenes religiosas? Al leer las cartas todas estas preguntas están presentes en la mente del
lector y ayudan a construir el contexto de estas correspondencias.
La confrontación entre Calzados y Descalzos se recrudeció aún más después de la
fundación de Sevilla. Rosa Rossi en su estudio biográfico sobre la monja Carmelita,
Teresa de Avila, nos comenta:
Y de esta enorme fe en Gracián tuvo necesidad Teresa para afrontar las
dificultades de la fundación de Sevilla, que – contrariamente a lo que habían
asegurado Gracián y Ambrosio Mariano– demostró ser muy difícil, hasta el punto
de que Teresa estuvo por hacer una cosa que no había hecho jamás: renunciar,
declararse vencida, y retroceder con las manos vacías. (185).
42
Al llegar, Teresa se encontró con un ambiente totalmente hostil y con un
arzobispo que, lejos de estar a favor de la fundación, estaba en contra de la misma. De
igual manera la casa en dónde se iban a alojar era prácticamente inexistente. Rosa Rossi
narra cómo Teresa y sus compañeras tuvieron que hacerles frente a la situación “ cara a
cara, con la miseria y la soledad que encontraron en Sevilla. Allí nadie estaba dispuesto,
como en Castilla, a hacerle un préstamo a la madre Teresa” (185). Sin embargo, la
Reformadora sin amilanarse y con mucha energía tres días después de su llegada, 29 de
mayo de 1575, fundó el convento de las Carmelitas Descalzas en Sevilla, con el nombre
de San José. La priora fue María de San José con quien Teresa tendrá una relación
particular con sus altas y bajas. Recordemos que este monasterio se hizo en oposición a la
orden de Rubeo que, como sabemos, le prohibía fundar en el Sur debido a la
inestabilidad, que había en los monasterios de los frailes Calzados. Estos frailes
practicaban la regla mitigada y se resistían a la reforma. El Padre Rubeo con el empeño
de imponer la reforma Tridentina, en 1566 visitó el sur de España y encontró serios
abusos, crueldad física y negligencia en los oficios religiosos. Los frailes respondieron a
sus reclamos diciéndole que se fuera de la ciudad. Razones tenía Rubeo para prohibir las
fundaciones en el Sur. La estudiosa Bárbara Mujica quien ha trabajado el contexto
histórico, social y humano de las personas envueltas en la Reforma y fundación de
conventos afirma que, Rubeo “was afraid that trying to establish Discalced houses in this
volatile region would only aggravate the situation. He thought it would be more effective
to implement changes in the existing Calced houses rather than to introduce Discalced
monasteries” (p.70) Teresa había desobedecido al General de la Orden y obedecido a
Gracián su confesor y Padre Visitador. A esta razón se sumó la de una novicia que entró a
43
profesar en el convento de Sevilla y que no soportó las normas o reglas de las Carmelitas
y las delató a la Inquisición. Enrique Llamas en su estudio, Teresa y la Inquisición,
recoge de forma somera las acusaciones que María del Corro, nombre de la novicia, hizo
al Tribunal “la vida y las costumbres de las descalzas, acusándolas de relajación, de
inmoralidad y de estar guiadas por el mismo espíritu que animaba a los alumbrados e
iluministas” (63).
Mencionar la palabra alumbrado era por demás un peligro. Significaba la
persecusión inquisitorial, porque los alumbrados se tenían por heterodoxos, entre muchas
razones, por llevar una relación personal con Dios sin la mediación de los dogmas de la
Iglesia. Otro de los factores era la importancia concedida a la oración mental sobre la
oración vocal que promulgaba la ortodoxia católica. Muchos de estos grupos tenían como
líderes espirituales a mujeres, de la misma manera, entre ellos habían conversos. Por tal
razón, la inquisición inició una campaña sistemática para sofocar los núcleos dónde se
encontraban los alumbrados o iluminados, como también se llamaban, y fueron
arrestados, encarcelados, otros quemados en autos de fe. Sabemos que Teresa promovía
la oración mental, ese fue uno de los propósitos de la reforma: el trato íntimo con Dios y
dedicar la vida al ministerio de la oración en beneficio para la Iglesia. Esta empresa
estaba liderada por una mujer, solamente estas prácticas eran lo suficiente como para la
permanente vigilancia inquisitorial, sin contar que Teresa, la protagonista de la reforma
de los Descalzos, tenía experiencias espirituales, escribía y fundaba conventos. Es un
hecho, Teresa estuvo siempre sobre la vigilancia incisiva de los inquisidores, en
ocasiones los tuvo a las puertas de su convento como sucedió en Sevilla y aunque la
monja Carmelita actuaba sin aparente preocupación, cuando leemos sus textos sí notamos
44
la presencia de ese censor interno en las repetidas veces que Teresa manda a su confesor
a romper sus propias páginas o a quemarlas en el fuego. Sin duda, en la mente de la Santa
debieron estar presentes los famosos autos de fe. Tras la delación le siguieron las
pesquisas inquisitoriales e interrogatorios, “con el carruaje del inquisidor delante de la
puerta del convento. De un momento a otro podían venir a arrestarla” (200).
Existía otra razón por la cual Teresa, para aquel momento, tenía que sentir una
gran preocupación, ya que el Libro de la Vida se encontraba en la Inquisición, y se habían
formulado acusaciones sobre el mismo. La princesa de Eboli, Ana de Mendoza, denunció
el Libro de la Vida al Tribunal del Santo Oficio. Teresa habia conocido a Ana de
Mendoza en la casa de Luisa de la Cerda, amiga de la monja Carmelita. Ana de Mendoza
era la esposa de Ruy Gómez, consejero de Felipe II y además era arrogante, prepotente e
irracional. La Princesa de Eboli le propuso a Teresa fundar en su propiedad en Pastrana
un convento de monjas y de frailes. Teresa no estaba muy convencida pero al final
accedió. De igual forma hizo que la Reformadora le dejara leer su Libro de su Vida, con
la promesa de no enseñarlo, ni de comentar el contenido del texto. Pero ella, repartió el
libro entre amistades, asi como ridiculizó su contenido. Para el año de1 1573 Ana de
Mendoza se queda viuda y entra al convento de monjas en Pastrana con su madre y sus
sirvientes. Ella no tenía intención de obedecer ninguna de las reglas que tenían las
Descalzas y esta actitud altanera incomodó a las monjas y a la priora Isabel de Santo
Domingo. Finalmente ella abandona el convento y Teresa, cuando se entera de que las
monjas están mortificadas por la presencia de Ana de Mendoza, las muda de Pastrana a
Segovia. Esta acción llenó de ira a la Princesa de Eboli y en venganza denuncia el Libro
de Teresa a la Inquisición de Valladolid.
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Por otra parte estaba la lucha de poder que se desató entre los Calzados y
Descalzos. Los Calzados en Andalucía no se querían someterse a la reforma y esta actitud
de desorden es la que lleva a Rubeo a deponer a Gaspar Nieto de su posición de
provincial de Andalucía. La jerarquía en Roma buscaba la manera de reformar a como
diera el lugar estos conventos del Sur de España. El visitador de Andalucía Francisco
Vargas delegó esta ocupación en Gracián y en el 1574 llegó a ser vicario provincial, con
la única misión de hacer entrar en la regla a los indómitos conventos de los Calzados. Las
conductas disolutas de estos frailes dieron mucho de que hablar en la ciudad, y es una vez
más la estudiosa Bárbara Mujica quien nos ofrece el dato: “ Pedro Cota, the subprior of
the Seville community, had been caught in a brothel, and Rodrigo Curiel another Calced
Carmelite, had been seen around in secular clothes. Some Carmelite friars had taken to
wearing buttons and ribbons on their cassocks, and reports of the friars fighting,
profanity, and licentiousness provided fodder for Seville’s gossip” (72).
Jerónimo Gracián se dio a la tarea de disciplinar a los Calzados, es decir de
hacerlos entrar por la línea, tanto es así que los llega a descomulgar. Entre tanto el Papa
pone la reforma en manos de Nicolás Ormaneto, y asigna a Gracián como provincial,
visitador y reformador de los conventos. Sin embargo la furia de los Calzados llegó al
extremo de encarcelar a Gracián, no lo reconocieron como visitador, y se negaron a
aceptar la autoridad de Ormaneto. Este último les ordena que obedezcan a Gracián bajo
pena de excomunión. Pero los Calzados no se quedaron de brazos cruzados y enviaron
una comitiva de dos frailes de su Orden, Pedro Cota y Luis Navarrete, a Roma con el
propósito de reemplazar a Gracián y poner a Jerónimo Tostado. Rubeo estaba molesto
con Teresa y Gracián, esta situación ayudó a que se cumpliera la petición de los
46
Calzados. De esta manera Miguel de Ulloa, que era el candidato de Rubeo, pasó a ser el
prior de esta comunidad. Tostado inmediatamente suprimió las visitas de Gracián, pero
éste no le obedeció y continuó con las mismas a pesar del disgusto de los Calzados.
Gracián puso en tela de juicio el nombramiento de Jerónimo Tostado que, de otra parte,
era amigo y confidente de Rubeo. Pedro Cota trajo documentos validando el
nombramiento de Tostado, pero Gracián le restó credibilidad. Jerónimo Tostado será
quien, años más tarde, impedirá que Teresa sea priora de la Encarnación, aún con el
apoyo de casi todas las monjas en el monasterio. Al igual, excomulgará las monjas por el
hecho de haber votado por Teresa como priora e impondrá otra en el cargo. Fue el
responsable también del encierro en un momasterio Calzado de San Juan de la Cruz,
reformador y confesor de las Descalzas.
En el 1577 Ormaneto muere y con ello se queda la reforma teresiana sin amparo y
Gracián sin el apoyo para poder seguir como Visitador. La situación fue de mal en peor al
nombrar a Felippo Sega en sustitución del Nuncio Ormaneto. Sega estaba en contra de
los Descalzos. De inmediato hizo un decreto, que todos los conventos de Descalzas
estuvieran bajo la autoridad de los Calzados, concediéndoles autoridad sobre la Orden.
Aunque Sega dejó que Gracián continuara con las Visitas, le exigía un documento, un
reporte de lo que él se encontraba y la acción tomada. Sin embargo, a la vez que le
permitió seguir en su función de Visitador, por otro lado le hacía campaña en su contra.
Los Calzados no dieron tregua y comenzaron a circular rumores acerca de la reputación
de Gracián y se convirtieron más adelante en acusasiones, que aunque no tenían
fundamento, fueron determinantes para que, más tarde, Sega confinara a Gracián en un
monasterio en Alcalá. El mayor detractor de Gracián lo será Baltasar Nieto escribiendo
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una carta acusando al primero de conducta inmoral con las monjas. Tostado le prohibe a
Gracián las visitas y lo excomulga junto a sus compañeros: Mariano y Antonio de Jesús.
El fraile Carmelita temeroso de que todo esto terminara en la hoguera inquisitorial, se
escapó y llego a refugiarse en una cueva en Pastrana. Era una lucha por la supremacía de
una orden sobre la otra, a fin de cuentas, por el poder. Mientras todo esto acontecía
Teresa escribía cartas a todas sus amistades que le habían ayudado anteriormente y que
tenían posiciones de poder no solo económico, sino eclesiástico, aunque su principal
aliado lo será el mismo Rey Felipe II.
Felipe II estaba muy disgustado por la intromisión de Roma en los asuntos
religiosos de España. La historia lo recuerda como el Rey que cerró la fronteras de
España a toda influencia extranjera. Su religiosidad llegó al extremo de tratar de aislar al
país, no sólo a la influencia protestante, sino también a todo el saber científico e
ideológico que se estaba gestando en aquella época y que iban a ser determinante para los
adelantos científicos y filosóficos que se producirían en siglos venideros. De esta manera
todo pensamiento que cuestionara el dogma de la fe católica o que se saliera de los
esquemas ortodoxos era sospechoso, estaba mal visto. Su horizonte político fue siempre
la religión y podemos decir que rozó en muchas ocasiones el fanatismo. El Rey ponía en
entredicho la política del Papa, pero aceptaba la de Trento y algunas de las reformas las
puso en práctica como la reorganización de las órdenes religiosas, regulaciones del clero,
revisiones litúrgicas, entre otras. Felipe II estableció un Concilio en Madrid para que la
reforma monástica fuera de acuerdo a los cánones españoles. Sin duda alguna fue el Rey
católico por excelencia y luchó dentro y fuera del país, en parte, por la supremacía
católica, a la vez que le daba la espalda al papado.
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Teresa apeló al favor del Rey cuando los Calzados apretaron el cerco contra los
Descalzos. La monja Carmelita sabía de la hostilidad del Rey con Roma y que los
Calzados habían estado buscando el apoyo en la alta jerarquía romana, en esos momentos
Teresa se trató de aliar con el Monarca. Mediante estas palabras la Santa espera crear un
sentido de agardecimiento en el monarca de tal manera que tenga que ser reciprocado.
Quizás, Felipe II nunca le respondió sus cartas pero Teresa, agotó todas sus posibilidades.
Sabemos que la monja Carmelita no solo se dirigió al Monarca, sino también a la alta
jerarquía eclesiastica en Roma. Teresa atacaba todos los flancos que tenía a su alcance
para lograr obtener la atención, en este caso del Rey, debido a la situación tan álgida que
vivían las Descalzas.
Si nos enfocamos en las cartas al Rey nos damos cuenta inmediatamente del
montaje que hace Teresa para construirse un espacio de autoridad ante el Monarca.
Estamos ante la figura de máximo poder y Teresa, que tenía una conciencia muy clara de
las jerarquías sociales, sabía muy bien a quién se estaba enfrentando. De este modo la
monja Carmelita no sólo emplea estrategias que tienen un efecto en la representación de
Teresa, como han señalado estudiosos como Allison Weber, y la misma Bárbara Mujica,
a quien venimos citando, sino también en el receptor. La monja de Avila, desde que inicia
la carta del 11 de junio de 1573 dirigida al Rey, busca bajar de posición al mandatario.
Se dirige a él de forma familiar, como si lo conociera de antemano. Este efecto lo vemos
al decir “Bien creo tiene vuestra majestad entendido el ordinario cuidado que tengo de
encomendar a vuestra majestad a nuestro Señor en mis pobres oraciones” (915). Teresa
aquí trata al Rey de manera habitual, como si se relacionara con él personalmente y por
esta razón el Monarca supiera que Teresa lo encomienda en sus oraciones. Sin embargo,
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ésta es otra treta más porque la monja del Carmelo sabía que el Rey no guardaba ningún
tipo de relación cercana con ella, pero es de esta forma que le hace conciente a su
receptor de la importancia que tiene su intervención, no solo para sí sino, para sus
monjas. Pero no sólo esto sino también lo imprescindible que eran Teresa y sus monjas
para el Rey. Teresa da por seguro que el Monarca sabe de su acción, y mueve sus fichas
para estrechar la comunicación y disponer la buena voluntad del Rey. El persuasivo y
estudiado comienzo de la monja de Avila apela a uno de los aspectos más importantes
para Felipe II en su reinado: la religión. La defensa del catolicismo fue, como ya
indicamos, uno de los objetivos centrales a su gobierno, diríamos la mayor agenda de su
reinado. Reformar fue uno de sus principales proyectos al igual que el de Teresa. La
Fundadora tiene “ordinario cuidado de encomendar al Señor”, es decir, de hacerle un
favor al Rey intercediendo por el con sus “pobres oraciones”. Teresa le va a pedir un
favor a Felipe II, pero ella primero le da motivos al Rey por el cual le tenga que
agradecer, sutilmente. La monja Carmelita lo está presionando para obligarlo a que le
cumpla su petición. De esta manera ella construye todo un discurso centrado, no sólo en
estrategias retóricas, sino en la intención, su discurso lleva un propósito, una agenda, y
ella usará la palabra para conseguir su principal objetivo: salvar sus fundaciones y lograr
hacer valer, ante la mirada de la jerarquía eclesiástica, la reforma carmelitana. Teresa
llevaba otro propósito y era el de tener poder, ser una mujer con autoridad en materia de
espíritu, ser guía en la búsqueda de la más alta espiritualidad. Era por demás peligroso
que una mujer instruyera a otros y la práctica de una espiritualidad más interna que
externa, por tal motivo ya habían sido enjuiciadas otras mujeres por el Tribunal del Santo
Oficio. Teresa quería conscientemente ir por otro lado, el de ganar confiaza y
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credibilidad. Así que ante el Rey asumirá una postura que la podemos catalogar de tensa,
conflictiva, y así desde esta primera oración se establece una lucha por el poder. Teresa
para ello se autorrepresenta como si fuera embajadora de Dios ante el Rey.
La estrategia que la estudiosa Allison Weber ha identificado como de
empequeñecimiento la utiliza Teresa una y otra vez en toda su obra, y las cartas no son la
excepción, aunque debemos afirmar que es precisamente en su correspondencia en dónde
menos hace uso de este recurso. Bárbara Mujica en su estudio da cuenta de ello y afirma:
“[…] expressions of self- deprecation and uncertainity are absent from much of Teresa’s
epistolary writing. Even hard –hitting letters written during the worst years of the reform
are usually devoid of self – abasement […] (64) La estudiosa advierte que “[…] self –
confidence is evident in her correspondence. The image of Teresa that emerges from her
letters is that of a strong, self-assured woman who, even in times of adversity, maintains
not only her focus but even her sense of humor” (67). Si comparamos el Libro de su Vida
con la correspondencia teresiana, nos damos cuenta inmediatamente de este hecho. Desde
casi el inicio de su biografía podemos evidenciar la cantidad de estrategias de
empequeñecimiento que posee su discurso y a la vez de justificaciones, por cada una de
estas estrategias existe su contraparte en una excusa creando así una dualidad en su texto.
Si regresamos a lo que nos ocupa, las cartas al Rey, es evidente la tirantez y el
pulseo que Teresa desarrolla en su discurso. Una vez más se empequeñece y dice “por ser
yo tan miserable” pero inmediatamente cambia su posición e insinúa lo contrario “y
aunque es pequeño servicio, […] es alguno porque sé que sirven a nuestro Señor; y en
esta casa que ahora estoy se hace lo mesmo junto con pedir para la reina nuestra señora, y
el príncipe, a quien Dios dé muy larga vida. Y el día que su alteza fue jurado, se hizo
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particular oración. Esto se hará siempre; y ansí mientras más adelante fuere esta Orden,
será para vuestra majestad más ganancia”. (915) Teresa hace valer su Orden ante el Rey,
diciéndole que le sirve, le brinda un beneficio. La monja Carmelita mercadea, si
podemos decirlo así, las Descalzas al Monarca, literalmente le dice que “ganará” con la
existencia de la Orden. Ellas le sirven al Rey de una manera valiosa, por medio de la
oración y Teresa se transforma en publicista y lo divulga a viva voz. Aquí la estrategia
de empequeñecimiento no puede verse sino como algo obligado que hay que decir para
conseguir el favor del Rey, para conmover. Esta estrategia está en función de adquirir
valía, poder, ante Felipe II. Inmediatamente lo dice Teresa de manera explícita al
expresar el propósito de la carta, “Y esto me he atrevido a suplicar a vuestra majestad nos
favorezca en ciertas cosas que dirá el licenciado Juan Padilla a quien me remito” (915).
Ella reconoce su osadía, al atreverse a tomar la pluma y escribirle al Rey, pero esto no es
más que otro doblez ya que Teresa lo que buscaba era mover la máquinaria de la
autoridad a su favor. La “súplica” en última instancia está al servicio de una causa bien
definida.
Interesante como a simple vista la correspondencia puede parecer una sencilla
petición y es además todo un montaje, una construcción discursiva para ganar el poder, la
autoridad para con los asuntos de las Descalzas. Teresa parecería que se quita la
autoridad, pero no es así, hace uso de estas estrategias para ganarla y son como especie de
máscaras, tras las cuales ella oculta en la escritura su verdadera intención. Teresa sabía
que su posición era crítica, débil, que estaba llevando a cabo toda una empresa y que
promulgaba algo que no estaba muy bien visto por la ortodoxia católica como lo era la
oración mental. Su objetivo era una Orden contemplativa que tuviera como fundamento
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central y único la oración mental como vía para llegar a tener un encuentro del alma con
Dios. Por tal razón sus esfuerzos van a estar dirigidos, a través de la escritura, a darle
poder e importancia a las Descalzas: reafirmar y afianzar la orden. Teresa trataba a toda
costa de darle prestigio a las Carmelitas a la vez que un sitial dentro de la jerarquía
eclesiástica. La priora de la Encarnación lo evidencia en esta carta al decirle al Rey
“Harto gran alivio es que, para los trabajos y persecusiones que hay en ella, que tenga
nuestro Señor un tan gran defensor y ayuda para su Iglesia como vuestra majestad es”
(915). Sutilmente Teresa equipara las persecusiones que pasaba la Iglesia, en aquel
momento, con las que estaban sufriendo las Descalzas y declara al Rey “gran defensor y
ayuda” de la Cristiandad al igual que de la causa de su Orden. Con ello crea una imagen,
pero ella va más allá y con sus parlabras busca comprometer al Rey para que le brinde su
apoyo. A la sombra del poderoso Monarca, Teresa pretende colocar sus Descalzas para
conseguir su protección. Teresa es muy hábil verbalmente y vemos cómo detrás de la
aparente sencillez de su discurso existe toda una intención de otorgarse el poder y asumir
un espacio, una opinión autorizada dentro de la jerarquía eclesiástica. Otro detalle que
debemos señalar es al principio de esta carta, del 11 de junio de 1573, la manera en
Teresa se dirige al Monarca. La monja Carmelita sabía la importancia de la Captatio
Benevolentiae, reconocer y enaltecer al receptor, disponiendo su buena actitud para
lograr su favor. Bárbara Mújica hace incapié en ello y argumenta:
By addressing the king as sacra católica majestad (Sacred Catholic
Majesty) Teresa appeals to Philip’s self –image as defender of the faith, and by
including the adjective cesárea (Imperial Majesty), she likens him to the great
Roman heads of state, in particular Julius Caesar. She also subtly suggests a
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relationship between the king and herself, since both are leaders of the monastic
reform in Spain. However, in the conclusion, she addresses the king with great
humility, stressing his role as champion of Christendom and protector of religious
purity, an effective strategy in this plea for support. (61)
Es evidente lo que apuntamos al principio la tensión, en este caso, enrtre Teresa y el Rey,
el cambio continuo de posición para ir ganando una vía hacia el poder.
En la carta del 19 de julio al Rey es aún más persuasiva e incisiva. Los
problemas en la Orden se habían agravado y, como dejamos dicho, los Calzados habían
levantado calumnias contra Gracián y Teresa. La monja Carmelita estaba muy tensa y
preocupada por las consecuencias que este hecho pudiera tener para la Orden. Uno de los
efectos era que se podía perder la dignidad, el respeto y la confiabilidad en las Descalzas.
Esto último representaba el fin de la Orden y de la reforma misma. La carta la inicia
Teresa hablando sobre la “pena” que le causaba todo este conflicto, aunque sabemos que
la monja de Avila debió haber sentido indignación. La situación era muy seria para sólo
sentir “pena” y este afecto debió de haber estado acompañado de desesperación,
desasosiego, impotencia y de ira. Sin embargo, Teresa oculta y sólo deja ver la “pena”
que le causa ver a las Descalzas en tantos aprietos. Hay que decir, que los Calzados
habían entrado al monasterio de la Encarnación y las habían excomulgado por elegir a
Teresa como priora del convento. Las cosas no podían estar peor, el futuro de la Orden
estaba totalmente incierto y se bloqueaban todas las salidas. Teresa le escribe una vez
más al Rey, con el propósito de que el máximo mandatario detenga la acción de los
Calzados separando las Órdenes, es decir, le quite ingerencia, el poder sobre los
Descalzos. Teresa lo expresa así en su carta:
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Estando con harta pena encomendando a nuestro Señor las cosas de esta sagrada
Orden de nuestra Señora, y mirando la gran necesidad que tiene de que estos
principios que Dios ha comenzado en ella no se cayan, se me ofreció que el medio
mejor para nuestro remedio es que vuestra Majestad entienda en lo que consiste
estar ya del todo asentado este edificio, y aún remediados los calzados con ir en
aumento. (951)
Aunque la monja Carmelita le va a pedir al Rey su protección, de forma casi
imperceptible va a la vez dándose, mediante las palabras, poder al decir de “esta sagrada
Orden”. Las Descalzas no pertenecen al mundo terrenal sino son propiedad divina,
específicamente de “Nuestra Señora”, de la Virgen. Inmediatamente lo afianza
expresando que la Orden, no sólo es de la Virgen sino de Dios mismo, y por eso existe
una necesidad imperante de que los principios que en ella se practican no se “cayan”. El
temor que tiene Teresa a la desaparición de las Descalzas está presente dentro de su
interior, pero ella lo enmascara con el planteamineto de la necesidad que Dios tiene de
continuar lo que ha empezado a hacer. Es por tanto una obra divina que no puede dejarse
extinguir, y por esto es un mandato buscar una solución. Con estas palabras ya Teresa
prepara el terreno para hacer su petición al Rey, “Ha cuarenta años que yo vivo entre
ellos, y miradas todas las cosas, conozco claramente que, si no se hace provincia aparte
de descalzos –– y con brevedad ––, que se hace mucho daño y tengo por imposible que
puedan ir adelante” (952). Resulta interesante ver la manera en que se coloca en una
posición de superioridad diciendo el tiempo que lleva manejando estos asuntos y por tal
razón sabía cuál era la mejor solución para la confrontación entre Calzados y Descalzos.
De igual forma, la monja Carmelita, exige que sea “con brevedad” porque de lo contrario
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podría causar mucho “daño” a la Orden. No solamente Teresa le da la solución al Rey
diciéndole qué tiene que hacer, sino también el tiempo en que se debe poner en ejecución.
De manera muy estratégica Teresa después de declarar la divinidad de la Orden y el
llamado a no dejar que desaparezca, le expone a Felipe II lo que debe hacer. La monja
Carmelita va imponiendo su criterio a través del discurso y estratégicamente colocando
sus piezas con el propósito de otorgarse poder ante la autoridad, en este caso, el mismo
Rey.
Después de dejar claro que, por el tiempo que ha vivido con las monjas y las
experiencias que ha tenido en sus fundaciones, es la más indicada para decir que “hacer
provincia aparte” es lo que más le convendría a las Descalzas, involucra al Rey en la
empresa. La monja Carmelita se autoriza, sabe que ella es la que conoce la Orden y por
ello tiene poder sobre las Descalzas; más que el mismo Monarca, ella es la autora de la
Reforma, así que nadie mejor que ella para tomar decisiones realcionadas con el futuro de
sus monjas. Teresa antes de decirle al Rey qué es lo que debe hacer, se justifica con los
años que lleva manejando los asuntos de la Orden. Esta declaración le sirve como excusa,
a la vez que la capacita, es decir, le da la facultad o potestad. Ella se autorrepresenta
como líder, directora, al igual que el Rey, ella tiene un cargo importante e impone el
mando dentro de la Orden. Teresa una vez más no olvida su plan dirigido a obtener el
poder y dignificar la Orden y, haciendo uso de otra de sus técnicas, le devuelve la
autoridad al Rey y reconoce que él es el que tiene el asunto en sus manos. Ella va
comprometiendo a Felipe II al decir que “yo veo que la Virgen nuestra Señora le ha
querido tomar por amparo para el remedio de su Orden, heme atrevido a hacer esto para
suplicar a vuestra Majestad, por amor de nuestro Señor y de su gloriosa Madre, vuestra
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Majestad mande que se haga; […]” (952). Teresa sabía la importancia que Felipe II le
había dado a la defensa de la religión católica por consiguiente, y a la reforma en las
órdenes religiosas y que su ejército luchó contra los musulmanes en la batalla de Lepanto.
La monja Carmelita trata de conmover al Rey para que actúe a su favor, lo persuade
diciéndole que es el defensor no ya de la Orden, como habíamos visto, sino de Dios y la
Virgen. Es interesante cómo Teresa va en ascenso en su discurso, primero Dios dio
“inicio a los principios” de la Orden, luego se autoriza y le dice al Rey la solución para el
conflicto que tienen los Descalzos y Calzados y por último le devuelve el poder al Rey
para que ejecute su mandato, disfrazado de petición, apelando a la idea de Felipe como el
“Escogido por Dios y la Virgen” para llevar a cabo el plan divino en la tierra. ¿Cuál era
parte de este proyecto? asegurar la protección y la existencia de los Descalzos. Una vez
más vemos cómo Teresa dispone el discurso y, más que estrategias aquí o allá dispersas,
es todo un entramado una red o circuito para crear un poder que ella por sí sola no tenía.
La lectura de la Santa nos obliga a ir desdoblando lo que vamos leyendo, a no dar
por seguro lo que simplemente declaran sus palabras o el significado de las mismas, sino
a acompañar sus expresiones con una intención y agenda detrás de ellas que transforma el
sentido del discurso. El Rey queda aquí como el que va a “amparar” y a “remediar” la
situación de la sagrada Orden del Carmelo. Teresa utiliza la tan estudiada estrategia de
empequeñecimiento y ella misma reconoce que “heme atrevido a hacer esto para suplicar
a vuestra Majestad, por amor de nuestro Señor y de su gloriosa Madre”. La monja
Carmelita reduce su petición al Rey a la súplica, para conseguir que “vuesra Majestad
mande se haga”. Teresa baja el tono y le ruega a Felipe II que “por amor” a Dios mismo
le cumpla, o conceda lo que ella le está pidiendo. La expresión, aún en la actualidad, la
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usamos a menudo y en el mismo contexto en el que la emplea Teresa, para conmover.
Vemos cómo ella coloca a Dios otra vez como mediador, dejando establecido al Rey que
es el Señor, el poder supremo, por quién el Monarca actuaría. Es una manera de presionar
a Felipe II a prestar atención a esta problemática de los Descalzos. Teresa al final de
cuentas, si leemos bien, a quien le adjudica el poder es a Dios y no al Monarca.
Sin embargo la petición de “hacer provincia aparte” no es la única en esta
correspondencia que venimos aludiendo. Teresa sugiere que sea Gracián el que “en estos
principios se encargue”. La Fundadora se lo recomienda al Rey presentándolo como el
elegido por Dios para los principios de la Orden; ella declara que lo “ha conocido ahora;
y aunque mozo, me ha hecho harto alabar a nuestro Señor lo que ha dado a aquel alma y
las grandes obras que ha hecho por medio suyo, remediando a muchas; y ansí creo que le
ha escogido para gran bien de esta Orden” (952). Tras esta alabanza de Gracián, la monja
Carmelita hábilmente le vuelve a otorgar la potestad al Señor al decir que, “Encamine
nuestro Señor las cosas de suerte que vuestra Majestad quiera hacerle este servicio y
mandarlo”(952). Al afirmar este deseo Teresa no solamente le quita poder al Rey sino
que indirectamente le está obligando a cumplir, porque de alguna manera al establecer
que Dios es el que tiene la decisión en sus manos, sugestiona al Monarca.
Inmediatamente después la Fundadora le recuerda al Rey su favor o compromiso hacia
las Descalzas, ya que fue él mismo quien le dio el permiso de fundar un monasterio en
Caravaca. El Rey le da licencia, es decir, poder a la monja Carmelita y ella lo reconoce a
la vez que lo agradece con un acto de sumisión muy oportuno. Teresa no se olvida de
agradecer el hecho con un gesto de reconocimiento de la autoridad, “beso a vuestra
Majestad muchas veces las manos”, ella sabía el efecto positivo del agradecimiento en la
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mentalidad y en la predisposición del ánimo en la otra persona y sobre todo en una figura
de tanta importancia como el Rey. Unas palabras, en este sentido, eran capaces de
conmover y transformar, así que, además de darle Teresa genuninamente las gracias a
Felipe II, estaba a la misma vez tratando de mover a su poderoso receptor hacia su causa.
Muy oportunamente ella le recuerda que fue él mismo quien le dio el poder para fundar
Ya no es ella quien está tratando indirectamente de que se le reconozca la supremacia,
sino es el Rey el que se la ha otorgado anteriormente.
Sin embargo, la Reformadora le “suplica perdón” al Rey porque “ya veo que soy
muy arevida” en un gesto de aceptación de una conducta que se ha dejado ver a lo largo
de la carta, por si el Rey se ha dado cuenta, lo reconoce antes que Felipe II le envíe una
reprimenda. Teresa sabe muy bien que se ha atrevido a hacer unas peticiones al Rey, pero
también sabe cómo bajar el tono a tiempo y en qué momento pedir “perdón” aunque
también sea una pantalla, un disfraz para excusarse después de lo dicho, es decir, una
acción ficticia hasta cierto punto. Esto lo confirmamos cuando dice, “más considerando
que oye a los pobres el Señor y que vuestra Majestad está en su lugar, no pienso ha de
cansarse” (952), Teresa encuentra la manera de justificar su “atrevida” actitud en el
amparo de Dios, ya que ella es “pobre” el Señor la protege y la escucha. Por tanto, el Rey
como su representante aquí en la tierra la tiene que escuchar y nunca cansarse de atender
a todo aquel que le ruega. Con esta afirmación Teresa se asegura que el Rey no sólo
preste oídos a sus actuales peticiones, sino también sea la excusa para las futuras
ocasiones. De este modo vemos cómo frases retóricas se ponen al servicio de una agenda
y cobran dentro de este contexto una significación que está dirigida a otorgarse el poder,
al igual que a afirmarse con autoridad en diferentes empresas como fundadora,
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reformadora, al igual que como consejera espiritual, por las multiples experiencias
espirituales que Teresa había tenido, dentro de la cerrada y rigurosa jerarquía eclesiástica
de su época.
La última carta al Rey tiene que ver con los sucesos que acontecieron en las
confrontaciones entre los Descalzos y Calzados. La carta del 18 de septiembre del 1577
tiene como propósito un “memorial” que le llega al Rey “ contra el Padre maestro
Gracián”. Teresa le suplicará a Felipe II que:
no consienta que anden en los tribunales testimonios tan infames, porque es de tal
suerte el mundo que puede quedar alguna sospecha en alguno (aunque más se
prueve lo contrario) si dimos alguna ocasión, y no ayuda a la reforma poner
mucha mácula en lo que está, por la bondad de Dios, tan reformado como vuestra
majestad podrá ver, si es servido, por una provanza que mandó hacer el padre
Gracián de estos monasterios por ciertos respetos de personas graves y santas que
a estas monjas tratan” (1115).
En esta carta se puede ver la ira de Teresa desde los comienzos, porque después de los
saludos, ella pasa directamente a denunciar las infamias que escribieron los Calzados, no
solo en contra de Gracián, sino de ella misma y de sus monjas. Al momento en que
Teresa escribe esta misiva las Descalzas se han quedado prácticamente sin defensores.
Las acusasiones más bien eran de índole moral. Sin ambagues ni consideraciones le
expone al Rey que:
A mi noticia ha venido un memorial que han dado a vuestra majestad contra el
padre maestro Gracián, que me espanto de los ardides del demonio y destos
padres calzados; porque no se contentan con infamar a este siervo de Dios (que
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verdaderamente lo es, y nos tiene tan edificadas a todas, que siempre me escriven
en los monesterios que visita que los deja con nuevo espíritu), sino que procuran
ahora dislustrar estos monesterios adonde tanto se sirve a nuestro Señor (1115).
Teresa se concentra aquí en el ataque frontal a los Calzados los llama despectivamente
“destos padres calzados” (1115) y dice que está “espantada” dando a entender con esta
palabra su fuerte indignación. La monja Carmelita no podía creer lo que estaba
escuchando y como sabía que eran viles mentiras, calumnias, adoptó un discurso
apologético. Teresa defiende a Gracián y a la vez denuncia el que los Calzados quieran
deshonrar sus monasterios que le “sirven a nuestro Señor” (1115). Así los servidores de
Dios son el padre Gracián y sus monjas y los que se asocian con las “ardides del
demonio” son los padres Calzados. De esta manera va construyendo sus argumentos
revelando quienes son los que están involucrados en este asunto. Teresa asume la postura
de contestar los ataques y al mismo tiempo una postura de denuncia. Un ejemplo de ello
es cuando le dice al Rey que uno de los frailes calzados “sirvió en estos monesterios y ha
hecho cosas adonde da bien a entender que muchas veces le falta el juicio” (1115).
Pero si bien existe este deseo evidente de refutar, de denunciar, existe por otra
parte el de alcanzar la confianza, la credibilidad ante el rey. Es la versión de los Calzados
contra su versión “se han querido valer los frailes “del paño” haciéndoles firmar
desatinos, que si no temiese el daño que puede hacer el demonio, me daría recreación lo
que dice que hacen las descalzas[…]” (1115). Teresa le resta valor a lo que dicen los
frailes “del paño” y deconstruye su testimonio con el humor “me daría recreación”,
queriendo decir me da risa. De esta manera comienza a afirmar y a tratar de crear
mediante la argumentación un sentido de veracidad que le infunde autoridad y poder.
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Hay, sin embargo, un temor subyacente y es al del proceso inquisitorial, a las citaciones,
las preguntas, las visitas de los censores, y Teresa misma lo revela en frases como: “ si no
temiese el daño que puede hacer el demonio” (1115). Ella le teme a los estragos que estos
rumores puedan hacer en la reputación de la Orden ya que pueden ser el final de las
Descalzas, pero a la vez no se cohibe y ofrece su punto de vista. Era su palabra contra los
falsos testimonios que levantaron los Calzados debido a la mera envidia. Teresa de nuevo
toma la posición de sumisión delante de la figura de maxima autoridad y le “suplica a su
Majestad” que interceda para que no llegue el caso a los tribunales. Una vez más la Santa,
por medio de la súplica, del ruego, pretende doblegar al Rey e inclinarlo a su favor. Pero
no se queda ahí porque en el discurso teresiano todo está encadenado de manera muy
pensada. Teresa está muy consciente de la “mácula” que podrían tener los Descalzos si
esta situación saliera a la luz pública; sabe por demás la monja el daño que hace la
opinión, la malidicencia, auque sea mentira, porque es “de tal suerte el mundo que puede
quedar alguna sospecha en alguno” (1115). Claramente le dice a Felipe II que esas
acusasiones no ayudan a la reforma ni “a lo que por la bondad de Dios está “tan
reformado”. Otra vez aquí encontramos que Teresa se resguarda detrás del gran escudo
que es el Señor, la autoridad más grande, al que nadie, ni nada, derrota. En el plano
terrenal todo era inseguridad, vulnerabilidad, pero cuando se trataba del Padre, Teresa
sabía que en su contra se disipaban los argumentos. Ese será en todas las difíciles
circunstancias su mejor estrategia. Aquí Teresa vincula la reforma con Dios. Él es el que
la está llevando a cabo. Ante la posibilidad del desprestigio, está el nombre de quien le
puede dar el mayor de los créditos a la Orden: Dios, la única ley a obedecer. De igual
manera, los argumentos que le siguen van a otorgarle el renombre que ha tenido la orden
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ante “personas graves”, es decir, importantes. Gracián hizo un documento para
contrarrestar las agresiones de los Descalzos y Teresa alude a esta “provanza” como
prueba o evidencia de la integridad de sus monasterios y de las “personas graves y santas
que estas monjas tratan” (1115). Teresa continúa tratando de quitarle valor al memorial
de los calzados diciendo “de los que han escrito los memoriales se puede hacer
información de los que les mueve, por amor de nuestro Señor, vuestra majestad lo mire
como cosa que toca a su gloria y honra; […]” (1115). Ella trata este asunto como si fuera
uno de limpieza de sangre, que tan de cerca conocía y había sufrido en carne propia,
utilizando los mismos términos, y cobra visos de amenaza cuando le dice al Rey que “le
toca a su gloria y honra”. Felipe II quedaría manchado, y desprestigiado si no toma
acción y la reforma de Teresa quedaría tronchada. Él que era el Rey por excelencia de las
Reformas, su compromiso con las órdenes religiosas, quedaría en entredicho. La monja
Carmelita le dice al Monarca que el asunto le atañe a su gloria, entendiéndase por esta
palabra, según el Diccionario de la Real Academia, “reputación, fama y honor que resulte
de las buenas acciones y grandes calidades”. Teresa recurre a todos sus argumentos que
se convierten en estrategias para, en este caso, lograr que el Rey le cumpla y responda por
la Orden.
De esta manera, podemos dar cuenta que la concepción que tiene Teresa de la
palabra se podría comparar o examinar en la Biblia. Es interesante observar que lo que
allí se dice se traduce en acción. La palabra tiene poder de hecho, de transformación,
sobre todo si leemos los Hechos de los apóstoles, y las mismas Cartas de San Pablo que
seguro Teresa leería con fruisión, en español antes del Indice de Valdés de 1559, notamos
que las palabras que van emitiendo los apóstoles sanan, resucitan, devuelven la vista,
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convierten al que no cree en el Señor. Así también San Pablo y San Jerónimo en sus
respectivas cartas tratan de persuadir, convencer, convertir a la doctrina de Cristo. De la
misma forma, Teresa buscaba, por medio de su palabra, en este caso escrita, transformar,
mover al Rey con la mera expresión de su discurso. Pero no solamente ella va
construyendo sus argumentos, sino también de manera psicológica va anticipando las
reacciones de cada persona, al igual de lo que sucederá si se toma una decisión o la otra.
Un ejemplo de ello lo tenemos cuando ella le advierte al Rey lo que pasará si no impide
que estas “infamias” lleguen al tribunal, “ porque si los del paño ven que se hace caso de
sus testimonios, por quitar la visita le levantarán a quien la hace que es hereje, y adonde
no hay mucho temor de Dios será fácil provarlo” (1115). Esta es otra manera más de
torcer el asunto a su favor, de obligar al Rey, si no ya por “su honra y gloria” entonces
por las consecuencias que tendrá sobre alguien inocente. El Rey será pues cómplice, si no
actúa, y el principal responsable de acusaciones falsas que pueden ser altamente
perjudiciales para Gracián y la Orden. La monja Carmelita se dirige al Rey como si fuera
un caso legal, que de hecho puede verse de esta forma. De inmediato Teresa alaba a
Gracián y su escritura se transforma en una apologia, en un discurso deliberativo, en el
cual al principio ella trata de mover a la compasión de su lector, predisponiéndolo, al
decir, “yo he lástima de lo que este siervo de Dios padece y con la rectitud y perfección
que va en todo;” (1115). Teresa se transforma en abogada; le entrega a su lector una
imagen de Gracián impotente, de víctima, padeciendo injusticias de las que no se puede
defender, totalmente desamparado y a la merced de los despiadados Calzados. Sin
embargo, la Santa mezcla este tipo de alegato con el demostrativo y menciona la “rectitud
y perfección que va en todo” lo que hace Gracián.
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A estas expresiones añade “el que es hijo de criados de vuestra majestad”, para
doblegar a Felipe II a tomar acción, si es que no lo hace por ser el Rey, representante de
la justicia divina en la tierra y protector oficial de las Ordenes religiosas, lo haga por la
poderosa influencia que Gracián posee en la corte. Teresa continúa con su encomio:
“verdaderamente me ha parecido un hombre enviado de Dios y de su bendita Madre,
cuya devoción –– que tiene grande –– le trajo a la Orden para ayuda mía, porque ha más
de diecisiete años que padecía a solas con estos padres “del paño” y no sabía como lo
sufrir, que no bastava mis fuerzas flacas” ( p.1116). Gracián es el “escogido” para ayudar
a la monja Carmelita en la Reforma y los conflictos con los Calzados. Teresa utiliza los
argumentos de la “devoción” que tiene Gracián por la Virgen, es decir, él es su hijo y
como tal ella lo llevó a la Orden del Carmen para su servicio. El poder de la Madre de
Dios, es más que el del Rey, de esta manera Teresa le quita autoridad al Rey en su propia
ejecutoria. La Madre fundadora apela a la compasión del Rey diciendo el número de años
que lleva lidiando con las confrontaciones entre Descalzos y Calzados.
Por otra parte, Teresa se autorrepresenta como alguien a quien le flaquean las
fuerzas, sufrida, desvalida; nos la podemos imaginar ya mayor de edad, enferma.
Tenemos que considerar que ella muere hacia el año 1582 y esta carta es una de las que
ella escribe para el 1577; aunque sabemos que la condición que expone es una realidad,
Teresa persuade, en este caso, con su misma condición física. Así no hay argumento que
ella no esgrima, tocando todos los posibles puntos débiles de su lector, diciendo unas
veces directamente lo que tiene que decir y en otras indirectamente, manejando a sus
lectores de forma oblicua. Teresa le ruega al Rey, le “suplica”, que la “perdone. Cambia
una vez más su postura ante el Rey y aquí la vemos, no como la monja de “fuerzas
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flacas”, aunque también le pide a Felipe II que tome partido y favorezca a su Orden, sino
como su súbdita y bajo su poder le pide excusa porque sabe que ha ido más allá de los
límites. Teresa vuelve a cambiar de postura y le dice a su interlocutor, “el grande amor
que tengo a vuestra majestad me ha hecho atreverme, considerando que, pues sufre
nuestro Señor mis indiscretas quejas, también las sufrirá vuestra majestad” (1116). Por
un lado lanza el argumento del amor, el aprecio que dice tenerle al Rey, que tal vez pudo
ser verdad, pero por otro lado, al mismo tiempo, apela directamente a sus sentimientos,
para una vez más doblegar su voluntad a su favor: simplemente lograr que Felipe II la
escuche y obre conforme a su petición.
Por último Teresa se mueve de posición y se coloca como hija de Dios. Si el
Señor sufre las “indiscretas” quejas de la monja Carmelita, el Rey las tiene que oír.
Indirectamente la monja del Carmelo coloca al Monarca en una posición de igualdad
ante Dios, los dos como hijos, es decir en la misma condición. De esta manera en todas
las cartas dirigidas al Rey existe una lucha de poder, una tensión que proviene del
insesante cambio continuo de posiciones de la escritora con el propósito de alcanzar el
poder de una manera o de la otra con las palabras. Teresa se enfrenta al Monarca con una
agenda muy seria y delicada: pedirle, suplicarle, que detenga las acusasiones que hacen
los Calzados en contra de la moral de los Descalzos, ella tiene que convencer, involucrar,
conmover al Rey para ganarlo en beneficio de su causa. El Monarca con el poder máximo
y Teresa mujer, reformadora, fundadora, y mística buscó la manera de ganar poder
quitándoselo a Felipe II para lograr una equidad entre ella y su interlocutor. Muy
probablemente el Rey no le contestó, pero a la monja Carmelita no se le quedó en el
tintero ningún argumento por emplear en función del poder. Así, en muchas ocasiones y
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de manera desafiante Teresa empuñaba la pluma y escribía. La escritura para Teresa
significó el poder, la autoridad, la manera de hacerse una voz, un espacio dentro de la
jerarquía eclesiastica tan axsfisiante y estrecha.
De esta manera pudo Teresa vencer la anulación y la impotencia y demostrar su
inteligencia en sus diferentes dominios. Uno de éstos ámbitos lo fue como administradora
y como ltigadora, defensora siempre de la Reforma y de la orden de las Descalzas. Asi en
toda la historia de la reforma y de las fundaciones de los monasterios, la nobleza jugó,
como se sabe, un papel protagónico. No solamente ayudó económicamente y legalmente
a establecer las casas que luego pasan a ser los monasterios, sino le dio amparo a Teresa
los días en los cuales el coche de la Inquisición se estacionaba con cierta regularidad al
frente de sus monasterios.
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Capítulo 2
La epístola a María de Mendoza: la tensión discursiva y la cuestión del
poder.
“Si vuestra señoría lo quiere mandar
determinadamente, no hay para qué
hablar más en ello,[…]” (907).
“Por descargo de mi conciencia no
puedo dejar de decir lo que yo hiciera [...]”(907).
La nobleza y la aristocracia jugaron un papel importante en la existencia de los
conventos teresianos al igual que en la reforma. A lo largo de sus fundaciones la monja
Carmelita encontró en la clase noble el apoyo incondicional que tanto necesitó para su
empresa. A esta clase, como sabemos, pertenecían los conversos o “cristianos nuevos”,
incluyendo su propia familia que participó muy de cerca en la actividad fundacional. Su
hermano Lorenzo de Cepeda donó dinero para las monjas de San José de Avila, y en
otras ocasiones sacó de apuros económicos a Teresa. Muchos conversos sintieron
atracción por el mensaje de igualdad y al mismo tiempo por la importancia que Teresa le
daba a la oración mental. Para entrar en sus monasterios la Santa no pedía la tan temida
probanza de limpieza de sangre, y es por esta razón que las hijas de conversos, que
constituían prácticamente la clase noble, tuvieron la oportunidad de entrar a los
conventos de las Descalzas. Así lo atestigua Joidi Bilinkoff al evidenciar que los
“conversos thus had the chance to place their daughters in convents and endow
chaplaincies for family members, social and spiritual privileges denied them by most
other religious orders, which by the mid-sixteenth century required the infamous purity of
blood statutes for entrance (147). La estudiosa nota como “When Teresa began to extend
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her reform movement throughout Castile she gravitated toward commercial centers such
as Medina del Campo, Toledo, Segovia y Seville, which possessed the population and
economic resources to support religious houses, and the type of people – merchants,
professionals, bureaucrats – to whom her program appealed (147). Sin embargo, a
medida que la reforma fue ganando adeptos, la aristocracia también se vio involucrada
en las fundaciones.
En este capítulo vamos a examinar en detalle la carta del 7 de marzo de 1572 a
Doña María de Mendoza. Al leer la misiva nos planteamos la pregunta que venimos
explorando ¿de qué manera Teresa se adjudica el poder? ¿cómo ella presenta o dispone
su discurso para lograr este propósito? ¿cómo Teresa se autorepresenta? ¿cómo las
estrategias que ella utiliza en su discurso se entrelazan para obtener el poder? El discurso
de Teresa es uno en el cual la mayor parte del tiempo posee una agenda interna, detrás,
escondida. Teresa, como hemos visto, se las agencia para esconder sus propósitos y hasta
encontramos omisiones y contradicciones en el mismo. Sin embargo,
independientemente, es un discurso intencionado y hasta podemos decir obsesionado con
la idea del control y del poder, ¿cómo logra este control Teresa? La monja Carmelita no
deja el timón de la Reforma, como lo pudimos ver, en las cartas al Rey Felipe II que
escribe desde su encierro en Toledo. Desde este lugar Teresa, le comunica al Rey la
difícil situación por la que pasan las Descalzas. Sin mucha demora vimos como la
“suplica” de la Santa al Rey, de que separe la orden de los Calzados y las Descalzas, se
torna en inapelable mandato.
En la carta que vamos a trabajar Teresa tiene una disputa con María de Mendoza
porque se niega a aceptar una monja postulante recomendada por ella. Aquí vamos a ver
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a la monja Carmelita lidiar con uno de los asuntos más delicados de la Reforma: la
admisión de las monjas. Este tema era uno que siempre le preocupaba a Teresa y lo
consideraba central. Escoger las monjas era para ella parte del éxito de la Reforma, un
trabajo muy delicado que recaía sobre la priora y para el cual ella había dejado escritas
reglas específicas en las Constituciones. Por otra parte fue también un tema conflictivo
porque a pesar de la importancia que tenía para Teresa la vocación, el que la postulante
tuviera dinero fue, en muchas ocasiones, una condición relevante también para poder
sostener los gastos del convento. Un ejemplo de esto lo podemos ver en la carta del 26 de
septiembre de 1576 a María de San José, Teresa comenta:
¿La hija del portugués –u ¿qué es?– no tome si no deposita primero en alguna
persona lo que le ha de dar, que he sabido que no le sacarán blanca, y no estamos
en tiempos de tomar de balde, y mire que no haga otra cosa. (1008).
En otro lugar en la correspondencia del 11 de julio de 1577 a la misma priora,
María de San José, le comenta, “La monja tome enhorabuena, que no es mal dote el que
dice que tiene. Esa viuda querría que entrase ya” (1110). Al igual que la misiva del 10 y
11 de marzo de 1578 al padre Gracián le da noticia de dos monjas de Burgos que quieren
entrar y le pide que le dé la licencia, “Acá en esta casa andan en habla dos monjas con
mil y quinientos ducados, de Burgos; y son –dicen –muy buenas y harto menester para la
obra y cercarla, que con otra monja se acabará todo” (1142). En cada una de estas
instancias Teresa menciona la dote en primer término, dejando ver así su interés en el
aspecto económico y es que muy pronto la Madre reformadora comprendió que el dinero
era un factor imprescindible para la existencia de sus monasterios. Sin embargo, en otra
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parte asegura que lo esencial es “menester monjas de talento” refiriéndose al nivel
espiritual. Así lo evidencia en la carta del 21 de enero de 1577 a María Bautista:
A lo que dice del dote de esotra, dijo que havía de sacar allí cincuenta ducados
para el camino. Yo le dije que si eso era, para que decía sería el dote seiscientos,
que no les pusiese ese nombre. Del ajuar no me acuerdo. Si ella es la que dicen,
poco va en que no sea tanto, que yo le digo que hemos bien menester monjas de
talento. Crea que lo que tuviere que lo trairá; y ya sabe que si las monjas son muy
para nosotras, que no hemos de mirar tanto en el dote (1078).
Podemos evidenciar cómo la Santa se debatía entre una posición y la otra. La postulante
debía tener inclinación y vocación para lo más importante: la oración, pero si traía una
buena dote se cumplían los dos requisitos. Sin embargo el tema en las Constituciones fue
tratado sin dejar dudas de que era lo central en una candidata. Teresa comienza
destacando que sean “personas de oración” y añade “y que pretendan toda perfección y
menosprecio del mundo”. En cuanto a la limosna dice “ Contentas de la persona, si no
tiene ninguna limosna que dar a la casa, no por eso deje de recibir como hasta aquí se
hace”. Teresa es muy específica y sigue aclarando, “Si la quisiere dar a la casa, teniendo
para ello, y después por alguna causa no se diere, no se pida por pleito ni por esta causa
dejen de darla profesión. Téngase grande aviso de que no vayan por interese, porque poco
a poco podría entrar la codicia de la manera, que sería gran mal; siempre tengan delante
la pobreza que profesan, […]” (827). De esta manera queda constatado el deseo de Teresa
de atender primero la espiritualidad, piedra angular de su orden, aunque en la realidad, es
decir, en la práctica diaria muchas veces había que añadir el factor económico. Pobreza
en teoría, porque Teresa sabía que para lograr la estabilidad y la tranquilidad de sus
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monjas y que se dedicaran a la oración, tenía que contar con el sustento material. Así lo
atestigüa Jodi Bilinkoff en su ensayo, al decir:
Reluctantly Teresa came to accept rentas as necessary for convents founded in
rural locations. She acknowledge that these convents, remote from an urban
population disposed to give alms or buy the articles spun or embroidered by the
nuns, simply had to have a secure income or the sisters would starve. She also
began to actively encourage prospective nuns to enter convents with dowries – the
bigger the better– although she still refused to make this a requirement for
acceptance into the order. In her last years she considered beginning even urban
foundations with fixed incomes (177).
La monja Carmelita se dio cuenta desde el principio de la ironía detrás de su empresa, lo
espiritual y lo material tendrían que ir de la mano en muchas ocasiones. La aceptación de
mujeres postulantes a los conventos de las descalzas fue un tema muy complicado y
difícil para Teresa. Este asunto era el corazón de la reforma, ya que garantizaba el éxito
de la misma.
Este fue el motivo principal de la carta a María de Mendoza, Teresa no quería
admitir a una postulante que venía recomendada por ella. Así pues quedan las dos
enfrentadas. Es por esta razón que en la misiva está presente la fuerte tensión, el pulseo,
si podemos decir, entre una posición y la otra. Esta carta es un vivo ejemplo de cómo la
nobleza amenazaba con tener un papel protagónico en la toma de decisiones de la
empresa teresiana, debido al auspicio de sus conventos. Teresa está luchando para no
dejar tan delicada decisión en las manos de María de Mendoza, sin embargo no puede
imponérsele directamente porque ella es una de las benefactoras de su empresa. La monja
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Carmelita reconoce que al permitir que la nobleza financiara las fundaciones se vería
comprometida, y con las manos atadas en relación a las decisiones que se tomaran en los
conventos. Teresa debió de haberse sentido así en una posición liminal entre las
exigencias e intereses de la nobleza y los principios espirituales que eran el eje de la
reforma. Esta carta, es un ejemplo de esta situación.
Pero antes de entrar al texto directamente, ¿quién era María de Mendoza?,
¿realmente tenía tanto poder?, ¿por qué Teresa le escribe con reclamos disfrazados de
cordialidad para de esta manera evitar la cofrontación directa?
María Sarmiento de Mendoza era la hermana del poderoso arzobispo de Ávila, Alvaro de
Mendoza. La monja Carmelita estuvo siempre muy cerca de estos dos hermanos. Pero
más que la mera vinculación, Teresa fue muy querida por ellos; a ambos le debe la
Reformadora, en parte, la extensa conección que tenía con la nobleza.
Ambos pertenecían a la poderosa clase nobiliaria de Ávila conectada con la
aristocracia por poderes políticos. Sus padres eran los Condes de Ribadavia, una de las
grandes familias de España. María de Mendoza estaba casada con el comendador
Francisco de los Cobos, secretario del rey Carlos V. Ambos estaban muy bien conectados
en la Corte, ligados más bien al entramado del poder tanto político como económico.
María de Mendoza quedó viuda para el año 1547, y se dedicó a la beneficencia y a la vida
de piedad. Estableció relaciones con la Santa a partir del nombramiento de su hermano,
Álvaro de Mendoza, para el arzobispado de Ávila. De la misma forma ella está
estrechamente relacionada con los grandes amigos de Teresa como lo eran: Luisa de la
Cerda, los Duques de Alba, Pedro Fernández, Angel de Salazar, la Princesa de Eboli,
entre otros. Esta última acusará a Teresa ante la Inquisición. María de Mendoza también
73
logró una copia del Libro de la Vida, que siguió en su poder después de entregar el libro
a la Inquisición. La monja Carmelita le debe mucho tanto a Álvaro de Mendoza como a
María. El primero estableció relaciones con Teresa a raíz de la fundación del convento de
San José en Ávila. Ante la fuerte oposición que suscitó dicho evento, el arzobispo de
Ávila Alvaro de Mendoza, defendió la empresa de Teresa. Hubo un gran enfrentamiento
de parte de la gente y los del concejo de la ciudad, por la construcción del convento de las
Descalzas y a consecuencia de este antagonismo se generaron un sin número de protestas.
La misma Santa en su Libro de la vida lo explica, “No se huvo comenzado a saber por el
lugar, cuando no se podrá escrivir en breve la gran persecución que vino sobre nosotras:
los dichos, las risas, el decir que era disbarate. […] el lugar no havía casi persona que
entonces no fuese contra nosotras y le pareciese grandísimo disbarate. Fueron tanto los
dichos y el alboroto de mi mesmo monasterio, que el provincial le pareció reacio ponerse
contra todos, y ansí mudó el parecer y no la quiso admitir” (176-177).
El conflicto se debía a que la monja Carmelita trataba de fundar su primer
convento, San José, sin rentas, en completa pobreza, dependiendo solamente de las
donaciones y el trabajo de las propias monjas. Este fue el corazón de la reforma. Teresa
orientaba su brújula hacia un punto totalmente diferente al establecido. La Santa buscaba
que la autonomía, la igualdad entre las monjas, la pobreza, el asetismo, la separación de
la familia y de la sociedad, y sobretodo la oración, fueran el norte en su nuevo
monasterio. Por tal razón los corregidores y regidores de la ciudad de Ávila se
escandalizaron porque no veían la manera de que las Carmelitas reformadas pudieran
pagar la hipoteca que les debían a la ciudad.
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Pero no solamente era la preocupación por el sustento económico del convento,
sino que al mismo tiempo las autoridades del gobierno de la ciudad querían perpetuar el
mismo sistema religioso social que Teresa le interesaba eliminar: el de las “capellanías”
que le otorgaban poder a una elite o clase social. Esta práctica consistía en rezar
vocalmente por el alma de los que hacían donaciones a los conventos. En Ávila la clase
alta, aristócrata, tenía la costumbre de perpetuar el poder y las influencias en el sistema
de patronaje a instituciones religiosas o casas monásticas. De esta manera otorgaban al
monasterio o a la iglesia sumas de dinero a cambio del entierro en un altar o capilla y de
que se rezara por su alma, junto a las de sus parientes. Con las nuevas corrientes
espirituales, la “devotio moderna” y sobretodo el erasmismo se introdujeron nuevas
perspectivas o ideas que abogaban por un encuentro personal con Dios, la oración mental
y la educación del clero. Estas fueron las bases fundacionales de la reforma y fue
principalmente Juan de Ávila, uno de los pilares de la reforma, quién comenzó a criticar
de manera insistente el sistema de “capellanías”. Por tal motivo, la Inquisición de Sevilla
lo arrestó en 1533, y aún así continuó con la idea de que los sacerdotes debían interceder
en sus oraciones por todos los hombres y no por los que habían de alguna manera donado
dinero a la iglesia. Su mayor contribución a la reforma en general fue en la parte de la
educación, la instrucción, sobretodo, de los pobres. Pero fue Gaspar Daza, quien llevó las
ideas de Juan de Ávila a la ciudad natal de Teresa. Daza era un sacerdote abulense muy
conocido por sus omilías y sus ideas reformadoras y a través de sus discursos proclamaba
los planteamientos de Juan de Ávila. Daza apoyaba las ideas reformadoras de Teresa y se
convirtió en su colaborador.
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Así, Álvaro de Mendoza envió a Gaspar Daza que era, además, representante
suyo, para defender la Reforma del nuevo Carmelo en la junta que se iba a celebrar en
agosto del 1562. El arzobispo de Ávila, no solo ayuda económicamente a las Descalzas,
sino que les manda imágenes para sus conventos. Por otra parte, Álvaro de Mendoza,
había sido uno de los primeros lectores del Libro de la vida, cuando fue aprobado por
Juan de Ávila. Fue sin duda el amigo personal de la Santa, y siempre procuró estar de su
lado y Teresa también estuvo muy presente en su vida familiar, un ejemplo de ella es la
carta del 6 de septiembre de 1577, donde le felicita por el casamiento de una sobrina y de
paso le agradece la ayuda económica que le había mandado, “Pague nuestro Señor a
vuestra señoría la limosna, que ha venido a muy buen tiempo, porque ya no teníamos a
que acudir, […]” (1114). Pero no solo Álvaro de Mendoza, tenía una estrecha relación
con la Santa sino su hermano Bernardino le ofreció una casa grande de “gran valor” para
la fundación en Valladolid, “[…]tratando conmigo un cavallero muy principal, mancebo,
me dijo que si quería hacer monesterio en Valladolid, que él daría una casa que tenía con
una huerta muy buena y grande, que tenía dentro una gran viña, de muy buena gana, y
quiso dar luego posesión; tenía harto valor” (707). Más tarde la misma Teresa contará
como después de tomar posesión del convento, en 1568, estuvieron poco tiempo porque
las monjas se enfermaron y tuvieron que abandonar la casa. Es en este momento que
María de Mendoza le ofrece comprarle otra casa a cambio de la que tenía el monasterio.
Así doña María tuvo a cargo la fundación de Valladolid. Teresa en las Fundaciones narra
este momento:
Viendo esto una señora de aquel lugar, llamada doña María de Mendoza, mujer
del comendador Cobos, madre del marqués de Camarasa, muy cristiana y de
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grandísima caridad (sus limosnas en gran abundancia le davan bien a entender),
hacíame mucha caridad de antes que yo la havía tratado, porque es hermana del
opbispo de Avila, que en el primer monesterio nos favoreció mucho y en todo lo
que toca a la Orden. Como tiene tanta caridad de antes y vio que allí no se podrían
pasar sin gran trabajo, ansí por ser lejos para limosnas, como por ser enfermo,
díjonos que le dejásemos aquella casa y nos compraría otra. Y ansí lo hizo, que
valía mucho más la que nos dio, con dar todo lo que era menester hasta ahora, y lo
hará mientras viviere. (708).
Teresa le debía mucho a la familia de los Mendoza, que eran una de las Casas más
grandes e importantes en España como reconoce Rosa Rossi en su libro Teresa de Ávila.
La fundación del primer convento San José de las Carmelitas, como vimos, estuvo bajo la
protección jurídica de Álvaro de Mendoza. El prácticamente hizo posible la fundación de
este convento y su hermana tuvo a cargo la compra de la casa para el monasterio en
Valladolid.
De esta manera Teresa estaba doblemente atada, por una parte debido al
compromiso primordialmente económico con su empresa y luego por la simpatía y el
cariño que conlleva la amistad. Todo este transfondo es de suma importancia para
entender la maginitud de las tensiones que esgrime Teresa en la carta que le escribe a
María de Mendoza. Teresa estaba realmente comprometida con esta familia pero no
solamente ella, sino también se daba cuenta de que mientras más aceptaba ayuda de la
nobleza, en este caso de los Mendoza, más le entregaba su empresa a manos ajenas. La
Santa tuvo que haber sentido mucha preocupación y temor, porque podía estar
entregándole el poder y la toma de decisiones importantes a otras personas. Sin embargo
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y a pesar del peligro de perder el control en los asuntos de los conventos, Teresa trató,
por todos los medios, de afianzarse cada vez y de no soltar el mando de su empresa. Este
es el conflicto detrás de la misiva a María de Mendoza. Es una lucha por el poder, por el
control, Teresa no va a ceder su autoridad y ¿cómo va a reclamar su dominio? a través de
la palabra. Una vez más, vamos a examinar la manera en que la monja Carmelita va
adquiriendo autoridad y va elaborando su discurso para conseguir este propósito, y las
expresiones que usa están en función de esta agenda. Su discurso es como una máscara o
disfraz, ya que leído a simple vista parece que la monja se disculpa así misma, que se
trata de minimizar, pero leído en entrelíneas es todo lo contrario: su objetivo es afirmarse,
darse poder. Su discurso es complejo, y otro de los efectos es que a la vez que va
construyéndolo, desautoriza a su receptor. Teresa se mueve en diferentes posiciones
mientras va conversando con el Otro, que en este caso es el que tiene el poder. Veamos
¿cómo la Santa lo logra?.
La carta es relativamente extensa y comienza precisamente con el
encabezamiento, es decir, a quién va dirigida, en el cual nos deja ver que ella tenía
conocimiento de las diferentes fórmulas que se utilizaban en las epístolas. Así lo
reconoce Pilar Cocejo en su ensayo, “Fórmulas sociales y estrategias retóricas en el
epistolario de Teresa de Jesús”, al afirmar que “La estructura de las cartas revela que
conocía y le eran familiares las reglas del código epistolar de su época. El esquema es
sencillo: encabezamiento, invocación y saludo, contenido o cuerpo de la carta,
conclusión, despedida, fecha y firma” (279). Es de esta manera que Teresa le reconoce la
posición social a María de Mendoza al llamarla, “A la ilustrísima señora doña María de
Mendoza, mi señora”. Teresa es muy aguda y esta invocación –saludo– no solamente es
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parte importante de la estructura de la epístola, sino también es una forma de disponer a
su lectora, es decir, la “captatio benevolentiae”. Bárbara Mujica, acerca del uso de este
recurso retórico en la correspondencia teresiana, señala que:
[…] captatio benevolentiae do occur precisely where we would expect them: in
letters to spiritual authorities, superiors, and benefactors – those to whom she felt
the need to ingratiate herself. She casts herself as a suppliant in need of
benevolence when she asks for support, fears she has overstepped her bounds, or
whishes to soften a reprimand (64).
La escritora ya sabía la intención que llevaría su misiva y de alguna manera también era
una forma de tratar a María de Mendoza con el debido merecimiento y distinción. De
igual forma establece las posiciones jerárquicas y de poder desde el inicio de la carta,
aunque luego veremos cómo quedan sutilmente invertidas. Así detrás del formulismo
social hay un propósito que la Santa le va impartiendo, que obliga al lector a considerar
no ya la mera retórica, sino la significación o implicación dentro del contexto en el cual
se escribe la carta. Pilar Cocejo comenta con relación a Teresa que “llama la atención el
cuidado que pone en dar a cada destinatario el tratamiento adecuado. […]” (280), y da
cuenta de lo antes expuesto al decir que la monja Carmelita:
conocedora de la sensibilidad social, Teresa no sólo sigue las fórmulas sociales al
uso, sino que en el cuerpo de las cartas repite los títulos hasta la saciedad. La
repetición va cargada de intencionalidad; es la táctica que usa para ponerse a tono
con el corresponsal e ir logrando lo que persigue. La repetición sirve para templar
su impaciencia e indignación, para calificar malentendidos, para acelerar una
fundación o bien para agradecer favores a sus amigos (280-81).
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Es importante notar que después de otorgarle el título a María de “ilustrísima”
reconociendo así su rango social, le llama “mi señora”. Aunque sigue Teresa
reconociéndole superioridad, en esta frase, observamos cómo el adjetivo posesivo además
de hacer su función, señalando a quién pertenece el nombre que acompaña, tiene
connotaciones de cariño y familiaridad. De este modo logra la Santa acercarse a su
interlocutora e irla predisponiendo y ganando para sí.
Inmediatamente después de los saludos se muestra preocupada por la salud de
María de Mendoza, “harto me he acordado de su señoría en este tiempo y tenido miedo
su reciedumbre havía de hacer daño a su señoría” (906). Teresa no le aborda enseguida
lo que está pasando, ella se ha enterado de que María de Mendoza está enojada por no
haberle aceptado su candidata, en vez de plantear directamente la situación que acontecía.
Al preguntarle por su salud la Reformadora atenúa y a su vez va desmontando la ira de
María, ya que es un acto de empatía con su lectora, tal gesto evidencia más que nada lo
querida que fue la distinguida dama para Teresa. Por otra parte a la monja Carmelita
tampoco le convenía que María de Mendoza se ofendiera debido a que, como hemos
visto, su familia ocupaba un papel protagónico en su empresa. Son varias las ocasiones en
que ambos hermanos la sacan de apuros y la ayudan económicamente a lo largo de sus
fundaciones. Así también la frase “harto me he acordado” revela, como dijimos, la
preocupación, intencional y auténtica, de Teresa por María. Pero también puede dejar ver
que no sólo la recuerda por el “tiempo recio” y el efecto que este pudiera tener en la
dama, sino también por el problema de la candidata propuesta por María y en este caso
podríamos catalogar el comentario de irónico. Sin duda alguna Teresa habrá tenido que
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pensar mucho en esta situación: qué acción tomar y en cómo enfrentarla a través de la
misiva.
La monja del Carmelo continúa con el tema de la salud, en el próximo párrafo y
comenta acerca de su propio bienestar. Este argumento a la vez que sirve para dar cuenta
de ella misma, porque de esta manera sigue evitando entrar en el tema de la postulante, le
sirve también para alivianar las tensiones que este asunto debió de haber generado entre
las dos. En total son tres párrafos en los que ella describe el estado de su salud, con
detalles: los dolores que está sintiendo, la cuartana a la que se había sometido, y el enfado
que le provoca estar en esta situación. No podemos dejar de considerar el que Teresa nos
haya descrito minuciosamente su estado de salud para despertar el sentimiento de
compasión en María de Mendoza, y así poder derrumbar la resistencia y las defensas que
tendría su interlocutora al leer la carta. La monja Carmelita se transforma en un “rhetor” e
imparte “pathos” (emoción) a su discurso a través del sentimiento de la compasión, con el
propósito de persuadir. Teresa iniciará un paréntesis un tanto elíptico, en dónde le cuenta
a María de Mendoza con detalles acerca de su salud y de cómo van las cosas en la
Encarnación. La figura retórica aquí presente es la preterición, cuando el autor o el
“orator” pretende encubrir la finalidad del discurso. Luego la monja Carmelita entra en la
parte en la cual ella expone el conflicto con su cercana e influyente amiga. La Santa
comienza por decir de manera general:
A mí me ha provado la tierra de manera que no parece nací en ella; no creo he
tenido mes y medio de salud al principio[…] y luego va dando detalles de manera
específica […] yo no entiendo sino en regalarme, en especial tres semanas ha que
sobre las cuartanas me dio dolor en un lado y esquinancia. El uno de estos males
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bastava para matar[…] Con tres sangrías estoy mejor. Quitáronseme las
cuartanas; mas la calentura nunca se quita. Estoy tan enfadada de verme tan
perdida, que si no es a misa no salgo de un rincón, ni puedo. Un dolor de quijadas
–que ha cerca de mes y medio que tengo–me da más pena (906).
Teresa casi siempre da noticias de su salud en sus cartas, sobre todo a sus familiares y
amistades más cercanas, a manera de información y uno que otro detalle, pero en muy
raras ocasiones dedica, como aquí lo vemos, tres párrafos para describir las enfermedades
que le aquejan. Así que podemos pensar en la posibilidad de que Teresa de manera
consciente, primero mostrara preocupación por la salud de María y después le infromará
acerca de la suya. Resulta interesante por demás que Teresa se justifique por haber
“contado todos estos males” y la razón es “por que no me culpe si no he escrito a vuestra
señoría, y por que vea que son las mercedes que el Señor me hace en darme lo que
siempre le pido”(906). La misma Teresa se da cuenta de que se ha extendido y lo justifica
con dos razones: para que sepa el porqué no le escribe más a menudo y para declarar las
“mercedes” que le hace Dios. La monja Carmelita quiere recalcar que Dios siempre le
concede lo que ella le pide. La entrelínea parecería ser que el poder de Dios, que es más
valioso y grande que el terrenal, está siempre de su parte. De la misma forma esta
intervención podría ser otra elipsis, en la cual la autora da vueltas para evitar caer en el
tema tan pronto y así poder preparar a su lectora.
Teresa sabía todo lo que le debía a María de Mendoza, como vimos, pertenecía a
una de las familias principales de España y también la había ayudado muy de cerca en
las fundaciones. Contra estos hechos la Reformadora se quedaba sin argumentos, y
desamparada ante la posibilidad real de que se apropiara la nobleza de su empresa. Ella
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solo tenía el amparo de Dios que era una realidad en su vida a través, como sabemos, de
las experiencias espirituales que le permitían sentir Su presencia. Este argumento le dio a
la Santa mucha seguridad y la capacidad para autoafirmarse con autoridad y por tal razón
este planteamiento se puede rastrear por casi toda su obra. La monja Carmelita se suele
autorrepresentar como alguien que tiene poder ante Dios, a quién el Señor le cumple
promesas, le concede lo que le pide, se le revela en el centro de su alma allá en lo oculto,
en lo escondido. Teresa es la escogida para llevar a cabo su empresa aquí en la tierra, es
también portavoz de Su mensaje evangélico y mesiánico. Privilegiada porque es
recipiente de los secretos de Dios, ella decodifica los códigos divinos, los lee e interpreta.
Por lo tanto observamos cómo ella, afirmando que el Señor le daba lo que pidiera,
reclama el poder que María Mendoza no posee, comenzando así el proceso de despojarla
de la autoridad. Teresa sabía, además, que para ganar este poder ante su receptor, tenía
que construir un “ethos”(carácter), es decir, una imagen de confianza, ya que de esto
dependía la efectividad de sus palabras para mover a su lector.
Así en el discurso teresiano no sólo existen las estrategias deprecatorias, que han
sido estudiadas por críticos como Alison Weber y muy recientemente Bárbara Mujica en
su estudio, concentrado en la correspondencia de la monja Reformadora, sino también en
las que la escritora se otorga poder, que podemos llamarlas de autoafirmación, porque le
sirve para establecerse, tener una autoridad dentro de la escritura y desde allí poder tener,
a su vez, un espacio dentro de la apretada e incómoda sociedad. Vemos también que estas
tácticas funciona para tratar de bajar de estado a su lector hasta quedar en igualdad de
condiciones. De la misma forma, estas expresiones, le otorgan valor y credibilidad, algo
con demasiada importancia en su época, dentro de la jerarquía eclesiástica.
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Si regresamos a la carta encontramos que Teresa continua haciendo referencias a
su salud. Pero esta vez no sólo le afecta el tiempo, sino también el trabajo, “los
negocios”, ella admite:
Cierto, a mí me parecía imposible, luego que aquí vine, poder mi poca salud y
flaco natural tanto trabajo (porque los negocios son muy ordinarias de cosas que
se ofrecen en estos monasterios y de hartas cosas que aún sin esta casa me train
cansada); para que vea que todo se puede en Dios, somo dice san Pablo. Dame tan
en un ser poca salud (y con esto lo haga todo, yo me río algunas veces), y déjame
sin confesor y tan a solas que no hay con quién tratar cosa para algún alivio, sino
todo con miramiento (906).
Teresa aquí hace alusión, como en muchas de las cartas, al cansancio que le producen las
necesidades en los monasterios, las situaciones que enfrentaban las Descalzas, los
conflictos, las luchas dentro de la misma Orden. En general las cartas nos muestran, en
este sentido, una Teresa real, como debe haber sido, en muchas ocasiones agobiada por el
cansacio tanto físico como emocional, desanimada, angustiada, deprimida y hasta afligida
por la soledad. Las cartas son, en este sentido, como una radiografía espiritual en la cual
podemos ver, y hasta trazar, los estados de ánimo de Teresa, sus fluctuaciones entre la
alegría, el humor, la ironía, el sarcasmo, la mordacidad y la aridez espiritual. El paso de
una reacción a la otra, de un sentimiento al otro, nos lo deja documentado la monja
Carmelita en su correspondencia. Este párrafo es pues un claro ejemplo en el que la Santa
refleja su tedio diciendo directamente que no sólo son “las cosas que se ofrecen en estos
monasterios”, sino también “y otras hartas cosas que aún sin esta casa me traían
cansada”. Posiblemente esas “cosas” sean la misma situación con María de Mendoza.
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Con estas palabras Teresa muy probablemente le debió de haber aludido indirectamente
al hecho. La monja Carmelita expresa su queja abiertamente, tras el exceso de trabajo no
tenía confesor y se sentía “tan a solas que no hay con quien tratar cosa[…]”. Sus palabras
debieron conmover a su entrañable y poderosa amiga logrando así el efecto que Teresa
quería, y de esta manera ir suavizando su reacción. Observamos cómo existe un doble
propósito, el de dejarle saber a María de Mendoza su estado de salud y de ánimo y el que
carga con la intención de ir allanando el camino, conmoviendo a su interlocutora de
manera que cuando le aborde el asunto ya esté lo suficientemente dispuesta como para
aceptar su resolución.
Teresa cambia de tema en los próximos párrafos, y le informa a María cómo le va
con las monjas de la Encarnación. La monja Carmelita le cuenta que en lo que respecta a
la limosna dice “que le han hecho harta” y que sólo pan come de la casa, aunque “aún eso
no quisiera”. Sigue informándole que se les ha acabado la limosna que “nos diera doña
Magdalena que hasta ahora hemos dado con ella una comida (y con la ayuda a la más
limosna que a su señoría y algunas personas) a las más pobres” (907). Magdalena era una
señora castellana del grupo de amigas de María de Mendoza. Era famosa por sus
abundantes limosnas a favor de los pobres. Por tal razón se le llegó a llamar “la limosnera
de Dios”. Teresa acudió a su ayuda durante sus tres años en la Encarnación para remediar
la situación del monasterio. La Santa reconoce que María es otra de esas damas que la
auxilian con frecuencia y que la existencia de sus conventos se la debe a esta red de
amistades que la rodean casi en todas las ciudades. Teresa se muestra aquí algo
angustiada porque va faltando la comida, y se lo hace saber a María. De igual manera le
comenta acerca del estado de las monjas “como ya las veo tan sosegadas y buenas,
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pesarme ha de verlas padecer, que cierto lo están. Es para alabar a nuestro Señor la
mudanza que en ellas ha hecho. Las más recias están ahora más contentas y mijor
conmigo” (907). Teresa se refiere aquí al tiempo en que ella fue priora en la
Encarnación.
Al parecer Angel de Salazar, el padre general de la orden en ese momento, ante
las controversias que venían suscitándose, le ordenó al visitador apostólico, Pedro
Fernández, que nombrara a la Reformadora priora de la Encarnación. Bárbara Mujica en
su ya citado estudio, nos dice cuál fue el factor que detonó la decisión de Salazar:
Opposition was growing among influential ecclesiastical who resented Teresa’s
success. For a woman, she displayed extraordinary independence and
administrative ability, and some thought she overstepped the limits of decorum or
were suspicious of the kind of contemplative spirituality she was fomenting in her
convents. Furthermore, the reform was producing tensions within the order (39-
40).
Teresa, como señala Rosa Rossi, estaba cansada porque “había fundado siete conventos
en cinco años”(145). Era regresar a un convento que ella había dejado hacía ocho años
atrás y que además no estaba reformado. La Encarnación seguía la regla mitigada, y
muchas mujeres estaban allí no precisamente porque querían llevar una vida en
contemplación y de oración.
Por otro lado constituía un verdadero reto para la Santa ser la priora de un
convento en el cual las monjas no estaban de acuerdo, simplemente por seguir la orden de
sus superiores. Teresa debió de haberse sentido un tanto mortificada porque regresaba a
un monasterio de casi ciento treinta monjas, ruidoso, con la abierta oposición de las
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monjas, “como quien se ve en el sosiego de nuestras casas y se ve ahora en esta
baraúnda” le escribía en esta forma a otra de sus grandes amigas doña Luisa de la Cerda.
La consecuencia de toda esta situación era de esperarse, el día de su incorporación se
produjo una especie de motín en la puerta del convento protagonizado por las monjas que
trataban de impedirle la entrada. Teresa tenía ante sí una gran empresa ya que la mayoría
de las mujeres que habitaban allí estaban en su contra. Ellas pensaban que la monja
Carmelita venía a imponer, a sancionarlas, a quitarles sus libertades, en fin, a reformarlas
por la fuerza. Pero Teresa, con mucha sutileza, intuición y su aguda inteligencia, pudo
salir airosa de toda esta prueba. Es Rosa Rossi quien nos ofrece los detalles de este
primer encuentro de Teresa con sus monjas “les dijo que no sólo tenía mucho que
aprender de ellas, sino que también que era su deseo que todas sirvan al Señor con
suavidad y que ya que aquí no lleguemos con las obras lleguemos con los deseos”(146).
La monja Carmelita, conocedora de la psique femenina, les propuso la suavidad y la
libertad interior como ejes conductores de la vida monacal. Rosa Rossi, nos ofrece una
anecdota muy significativa, que nos deja ver la habilidad para manejar situaciones de
conflicto, la destreza para difuminar la confrontación, cuenta la estudiosa cómo:
En la primera reunión del capítulo, pidió a las hermanas que colocaran una figura
de la virgen del Carmelo y otra de San José sobre los asientos de la priora y de
vicepriora y ella se sentó en medio de ambos. Además, puso las llaves del
convento en las manos de la figura de la Virgen y pidió que se volvieran a guardar
allí, todas las noches después del cierre de las puertas (147).
Pero Teresa no podía olvidar la parte práctica, el problema de la subsistencia
diaria en la comunidad, de la alimentación y de las deudas que aquejaban al monasterio.
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De igual manera había que hacerle algunos arreglos a la estructura física de la
Encarnación, ya que se filtraba la nieve, la lluvia, el sol y las monjas se enfermaban por
causa de esta situación. La monja Carmelita sabía muy bien que el hambre, el frío, las
enfermedades afectaban mucho la calidad de la experiencia religiosa, y que en estas
condiciones era muy difícil dedicarse a la vida contemplativa y de oración. También
necesitó un confesor para trabajar con cada una de aquellas almas y el designado para
esta tarea lo fue, a quién ella llamaba “mi Senequita”, San Juan de la Cruz. Por el lado
material recurrió, como en muchas ocasiones, a sus poderosas amistades y en esta
ocasión a la duquesa de Alba. El dinero pondría fin no sólo a los problemas económicos
en el convento sino al de la desigualdad entre las monjas. Después de algún tiempo las
cosas empezaron a mejorar y como vemos le dice a María de Mendoza en al carta “que
las ve más sosegadas”.
Por otra parte en la misiva nos enteramos de que Teresa había logrado enmendar
el problema de las visitas y las salidas del convento al decir: “Esta cuaresma no se visita
mujer ni hombre, aunque sean padres, que es harto nuevo para esta casa. Por todo pasan
con gran paz. Verdaderamente hay aqui grandes siervas de Dios, y casi todas se van
mijorando” (907). Este era uno de los problemas más graves de la Encarnación y la
Reformadora logró imponer, sin severidad, las nuevas reglas aplicadas en los conventos
de las descalzas reformados. Aludiendo a la Virgen que, como ya mencionamos, había
nombrado como priora y la había sentado literalmente en la silla designada para este
cargo, comenta que “Mi Priora hace estas maravillas”. Teresa expresa su contento al
decir “ha ordenado nuestro Señor que yo esté de suerte que no parece que vine sino a
aborrecer la penitencia y no entender sino en mi regalo”(907). Así después de la
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confrontación Dios le regaló la estabilidad, el bienestar dentro de las paredes de la
Encarnación, su antiguo hogar.
De esta manera, luego de aludir a la estabilidad que estaba alcanzando como
priora, alude a una situación por la cual está “padeciendo”, es decir, tensa, preocupada,
estableciendo así un contraste entre lo que le contó anteriormente acerca de la
Encarnación y este conflicto que tiene que afrontar. Ella comienza diciendo que “Ahora –
– por que de todas maneras padezca– me escrive la madre priora (María Bautista de
Ocampo) de esa casa de vuestra señoría, que quiere vuestra señoría se tome en ella una
monja y que está vuestra señoría desgustada, que se lo han dicho, porque yo no la he
querido tomar, que le envíe licencia para recibirla y otra que trai el padre Ripalda”(907).
Teresa no dice cómo en realidad se siente, ya que la palabra “padezca” es ambigua no
define si es aflicción, angustia, coraje, ira, con María de Mendoza. Probablemente la
intención de Teresa era ocultar no sólo su verdadero sentimiento acerca de la incómoda
situación, sino también su opinión acerca de la misma y es en este sentido que la carta se
transforma en una lucha por el poder, en una polémica, si podemos decirlo así, a través
del discurso. Evitando, cómo las más de las veces Teresa lo hace, decir directamente su
opinión la carta se convierte en un documento en el cual los argumentos se van
elaborando con el fin de derrotar la posición de su lectora.
Es interesante porque, por otra parte, la escritora lucha por autocontenerse, es un
discurso hecho a presión, a punto de estallar y decir la verdad de lo que realmente Teresa
pensaba acerca de todo este asunto. Es que la monja Carmelita tiene una posición
bastante crítica y difícil, no puede discutir abiertamente con María de Mendoza ya que no
puede dejar que la relación entre ambas se afecte o se deteriore. La dama que tuvo a
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cargo la compra de la casa para la fundación del convento de Valladolid, le está
exigiendo a Teresa prácticamente que acepte a una monja que ella recomienda para
ingresar en el monasterio que ayudó a fundar. Este era el tipo de problemas que Teresa
quería evitar a toda costa, ya que al dar dinero para su empresa muchos nobles se creían
con derechos a imponer sus condiciones, a recomendar postulantes y a tomar decisiones
en los procedimientos administrativos o formas de vida de las Descalzas. Teresa sabe que
María de Mendoza podía tener voz en este asunto, pero si accedía a su petición iba a
sentir que estaba perdiendo poder además de ceder su autoridad. Por lo tanto, Teresa se
victimiza y de esta forma va manipulando la situación desde el principio de la carta, con
la mala salud, y ahora “padeciendo” por esta situación con su distinguida amiga.
Sin embargo, a pesar de sus intentos por esconder sus emociones podemos ver
que a través de las repeticiones de “vuestra señoría” Teresa muestra su disgusto con
María. La dama le exige a la monja Carmelita la licencia para que la postulante ingrese,
pero no conforme con esta gestión el Padre Ripalda traía otra monja con licencia para que
Teresa la considerara. Jerónimo Ripalda fue un jesuita de gran prestigio. De igual manera
fue amigo y colaborador de la Santa. Le propuso con insistencia a Teresa la fundación del
Carmelo en Burgos, y la animó a que escribira el libro de las Fundaciones.
A partir de los próximos párrafos vamos a constatar la extraordinaria agudeza
retórica que posee la monja Carmelita para manejar tanto al lector como para lograr que
prevalezca su punto de vista. Inmediatamante Teresa trata de desmantelar la postura de su
receptora, desviándo la culpa hacia los padres de la Compañía, diciéndole:
Pensado he que le han engañado. Dame hía pena si fuese verdad, pues vuestra
señoría me puede reñir y mandar, y no puedo yo creer que, si no es por librarse
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vuestra señoría de ellos, esté de mi desgustada sin decírmelo, sino por esto vuestra
señoría lo muestra. Si esto fuese ansí, daríame mucho consuelo, que con esos
padres de la Compañía yo me se avenir, que no tomarían ellos a nadie que no
conviniese a su Orden, por hacerme merced (907).
Teresa aquí, muy sabiamente no ataca directamente a María, que debería haber estado
indignada, sino que desplaza las razones de su ira hacia los padres de la Compañía de
Jesús. Teresa impone así su versión de lo sucedido, reinterpretando lo que debió de haber
acontecido. El primer argumento que la monja Carmelita utiliza es que María está
engañada, su ataque no es precisamente contra ella sino “por librarse de ellos”. Teresa
para no dejar la impresión de entera superioridad sobre el asunto, reconoce que María la
puede “reñir y mandar”, de esta manera le concede estratégicamente el poder, para al
final quitárselo, afirmando porque “yo me sé avenir” con ellos. Resulta interesante notar
cómo Teresa desmonta la ira de María al decirle que le tiene “pena”, ella es la engañada,
la confundida, la que no sabe qué hacer. De esta manera Teresa va quitándole también
autoridad a María de Mendoza y enfatizando la suya, es cómo si dijera entrelíneas, que de
ese asunto sí sabía y por tanto su opinión era impresindible. Teresa aquí quiere omitir, no
decir, lo que en realidad dice aunque sea de manera oblicua, esta figura en retórica se
llama preterición.
La monja Carmelita siempre sabe a dónde va en materia discursiva, tiene su
objetivo muy bien delineado y siempre el mismo: ganar para sí poder. La batalla que
Teresa no podía librar en su vida diaria, la esgrime en las letras. La escritura representa
para ella, aunque sea a través de la máscara de la retórica, la ratificación del poder, la
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concesión de la autoridad legal que la devuelve con todos sus méritos a la sociedad, y la
saca de la marginalidad.
Teresa cambió el problema conjeturando lo que había acontecido e imponiendo su
versión de lo que había pasado para tratar de desautorizar a María de Mendoza. La monja
Carmelita reenfocó la situación desde otro punto de vista para así decentralizarla. Teresa
le concede nuevamente el poder a María de Mendoza y le dice:
Si vuestra señoría lo quiere mandar determinadamente, no hay para qué hablar y
ha de ser obedecida de mí. Enviaré a pedir licencia al padre visitador y al padre
general ( porque es contra nuestras constituciones tomar con el defecto que tiene,
y no podré yo dar licencia contra ella sin el uno de ellos), y ellas deprenderán bien
a leer latín, porque está mandado no se reciba nenguna sin saberlo” ( 907).
La monja Carmelita, ante la establecida tensión entre las dos partes, se posiciona o sitúa
aparentemente en una posición jerárquica más baja. Pero, el lugar en el cual la
Reformadora se ubica llega al servilismo, se autorepresenta como sierva o súbdita de
María de Mendoza. Es prácticamente decir “usted ordena y yo obedezco”, y de cierta
manera Teresa debió haberse sentido así en una posición liminal entre las exigencias e
intereses de la nobleza y los principios espirituales que eran el eje de la reforma. Esta
carta refleja esta incomodidad, esta tensión, la lucha por un dominio reconocido, estable,
aunque sea en el plano discursivo.
Sin embargo, este ceder la posición de autoridad, este “no hay para que hablar”
era solo aparente porque inmediatamente ella involucra a otras personas; todo para quitar
el poder absoluto que le concedió al principio. La figura retórica que está detrás de esta
acción discursiva, se llama la permisión o concesión, en la cual se admite que el
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adversario puede tener razón para conseguir persuadir, en este caso, al lector. De igual
manera para quitarse un poco la responsabilidad absoluta del asunto, involucra a terceros
como el padre visitador y al padre general para que autoricen y otorguen la licencia.
Teresa diluye convenientemente su resposabilidad, para que no parezca que es sólo ella la
que se está negando a aceptar la candidata de tan fuerte contrincante. Sabemos que la
Santa podía perfectamente dar el visto bueno, pero ella muy agudamente evade asumir la
responsabilidad en el asunto, al igual que le quita la autoridad a María de Mendoza para
decidir sobre el mismo. Entrelíneas le dice que existen otras personas con las cuales hay
que contar. Por otra parte estaban las Constituciones, que Teresa había escrito para la
Orden y que ella misma hace respetar recordándole a su benefactora que no se admitían
monjas sin saber leer latín. Ella le hace entender a María que existen unas reglas y que no
se pueden obviar y aunque ella haya sido su soporte económico en muchas ocasiones no
podía pasar por alto las reglas. En última instancia, como decimos, es poner en su lugar a
María de Mendoza. Es un tirar y aflojar y al mismo tiempo una lucha por el poder.
Teresa vuelve a embestir diciéndole, “Por descargo de mi conciencia no puedo
dejar de decir a vuestra señoría lo que en este caso yo hiciera después de haverlo
encomendado al Señor”(907). De esta manera vemos a la Santa tomar un paso hacia
adelante y con cierta agresividad expresarle a María que por la tranquilidad de su
conciencia iba a dejar saber su opinión, ya que es un asunto que Teresa consideraba muy
importante y delicado. El tono de Teresa aquí sube y muestra su indignación de forma
directa y firme. Es interesante aquí el uso del subjuntivo “hiciera” porque funciona como
un paleativo, es decir, atenúa el argumento, y lo diluye, en fin, pierde la fuerza del inicio,
como si Teresa indirectamente le estuviera pidiendo permiso para plantear su punto de
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vista. La Santa después de anunciar que va a emitir su posición ante la situación no lo
hace y una vez más tenemos que sí se desprende de lo que va diciendo.
Teresa, es obvio, evade la confrontación directa con María, da vueltas de forma
elípitica y de alguna manera omite lo que en realidad quiere decir, ¿cómo lo hace?. El
discurso aquí alcanza un alto nivel de tensión. Podríamos decir que éste es uno de lo
momentos de mayor enfrentamiento en la misiva. Con ello Teresa le da un viraje a su
discurso, ya que, por una parte va a salvar su responsabilidad ante un asunto tan difícil,
declarando su parecer, y por la otra, trata de concientizar a María de Mendoza apelando
al sentido de compromiso. De esta manera la monja Carmelita se libera de la
responsabilidad y del posible sentido de culpa, si es que las cosas no salieran bien,
depositándola en su amiga: “Dejo aparte, como digo, el quererlo vuestra señoría, que por
no enojarla, a todo me he de disponer y no hablaré en ello más. Sólo suplico a vuestra
señoría que lo mire bien y quiera más para su casa, que cuando vuestra señoría no vea le
está muy bien, le ha de pesar”(907). Teresa muy estratégicamente, tras parecer que iba a
declarar su posición de manera abierta, abandona literalmente el punto de conflicto, y lo
que hace es poner de manifiesto los setimientos, la reacción de María. Al hacerlo así es
una manera de desmantelar tanto la opinión de su amiga como su reacción ante lo
sucedido. Teresa, ya lo hemos visto, está también enojada y no se cansa de llamarla
“vuestra señoría” dejando entrever cierto cinismo. Pilar Cocejo da cuenta de esta actitud
en las epístolas de la Madre fundadora y argumenta que “prodiga títulos y cortesías,
proyectando en ellos sus sentimientos más íntimos. Unas veces los carga de calor
humano; otras de matices diversos: despectivo, irónico o recriminatorio”(290). Esta es
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otra de las estrategias que Teresa maneja en esta carta, con el propósito específico de
mostrar su coraje e indignación con María de Mendoza.
Por otra parte la Reformadora hace ver que está actuando a su favor al decir “a
todo me he de disponer”. Teresa parece que fuera a acatar la decisión de María de
Mendoza, a ceder ante la presión del poder. Por tal razón va a callar “no hablaré en ello
más”, sin embargo, ¿es cierto lo que dice?, es en realidad un montaje más, otra vuelta
para derrotar a su lectora. Sabemos que ha venido hablando sobre el problema y que lo
seguirá haciendo ya que inmediantamente le dice que “mire bien lo que hace”. Esta
exhortación va disfrazada de súplica, que tiene la función de persuadir, un mecanismo
más para llamar la atención de su lectora y ganarla para su causa. Sólo en apariencias
Teresa recurre a bajar su estado, ya lo vimos con las cartas al Rey, en aquel caso
cumplían el objetivo de ganar el poder. Teresa a toda costa está buscando que María le dé
la razón, que termine por pensar como ella acerca del polémico asunto y, como vimos, le
lanza la resposabilidad a su influyente amiga “y quiera más para su casa”. Teresa aquí
ataca el flanco del bienestar de las monjas, y con el adjetivo posesivo “su casa” la hace
partícipe de su empresa, es decir, le recuerda que ella de alguna manera es co-fundadora
y tiene la obligación de procurar el bienestar de sus monjas. Con ello, también se pone en
igualdad de condiciones, para de inmediato alzarse con la amenaza “que cuando vuestra
señoría no vea le está muy bien, le ha de pesar”. Este es quizás uno de los puntos más
álgidos de la misiva, Teresa apela a la conciencia de María, al sentido de culpa, que ha
venido elaborando mediante argumentos, hasta emitir la sentencia. Todo ello para
asegurarse de que María de Mendoza, después de leer su carta, al menos, reconciderará
su opinión.
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De inmediato Teresa bajará el tono y asumirá una postura más racional, es decir
no apelando ya a los sentimientos, y explicará porque no conviene escoger a la
postulante. La Santa plantea:
A ser casa de muchas puédese mejor sobrellevar cualquier falta; más adonde son
tan pocas, de razón havían de ser escogidas, y siempre he visto a vuestra señoría
con esa intención, tanto que para todos cabos hallo monjas y a esa casa no he
osado enviar nenguna, porque deseava fuese tal, que, tan cabal como para ahí la
quisiera, no he hallado; […](907-908).
Seguramente este argumento era algo que María sabía, pero Teresa lo repite aquí para
recordárselo a su amiga. El ataque contra María ahora se dirije a cuestionar su actitud, “si
siempre he visto a vuestra señoría con esa intención”, Teresa puntualiza su aparente
cambio de parecer o falta de la debida atención y sutilmente se lo echa en cara. La monja
del Carmelo la pone contra la pared, le devuelve los argumentos para así acabar de traerla
para su lado. Teresa le dice que ella misma ha tenido dificultad en la selección de monjas
para el monasterio de Valladolid. Cada vez más acorrala a su lectora hasta que finalmente
este argumento da paso a que Teresa abiertamente diga lo que hasta ahora se había
aguantado declarar, ella literalmente explota, y hasta la podemos imaginar con ira
diciendo: “y ansí, por mi parecer, nenguna de esas dos ahí se recibiera, porque ni
santidad, ni valor, ni tan sobrada descrición, ni talentos yo no los veo para que la casa
gane” (908). Teresa aquí se le agota la paciencia argumentativa y se sale de sus casillas
dictaminando la sentencia. Luego le hace una pregunta retórica ¿para qué quiere vuestra
señoría que se tomen? Con el propósito de ir al centro mismo de la polémica y
desarmarla.
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Más adelante Teresa regresa al ruego y le pide a María que “por el amor de
nuestro Señor, mire bien y vea que siempre se ha de mirar más al bien común[..]” (908).
Vuelve la Santa a posicionarse en un nivel más bajo con relación a su interlocutora, y a
recurrir al argumento de María como benefactora y le pide que también las favorezca en
este asunto de la selección de candidatas. Teresa le reconoce a María el que “en lo demás
le hace merced” y con estas palabras muy, estratégicamente colocadas, le reconoce su
ayuda y le pide que de igual manera esté atenta al bienestar de sus monjas las cuales
“están encerradas y han de hacer una vida unas con otras y llevar sus faltas con otros
trabajos de la Orden”. La imagen que Teresa quiere dar de la vida de las monjas es de
dificultad, de dureza, pero todo esto en función de acabar de destruir la propuesta de
María. El argumento que parece emitir indirectamente a la dama de Valladolid es que “ya
sus vidas son suficientemente trabajosas, no se las haga aún más áspera” al tener que
soportar a alguien inapropiado para la vida en encierro. De esta manera pretendía
despertar la piedad en María de Mendoza, para lograr que acatara su decisión de no
aceptar las postulantes. No obstante, remata con una orden para su lectora “libremelo
vuestra señoría a mí, si manda, que – como digo – yo me averné con ellos”, es decir,
déjeme el asunto a mí que yo me encargo. Otra vez la santa se mueve de posición y se
coloca a un nivel más alto que su famosa lectora porque ella sí sabe escoger a sus
monjas. Teresa reclama así su autoridad, se afirma y se otorga poder que es su constante
propósito. Interesante es cómo ella una vez tras otra se mueve de lo marginal a una
posición central, a otra intermedia, logrando así descentralizar la perspectiva e ideas de su
lector.
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Teresa, como hemos visto, va cambiando de posición continuamente dentro del
discurso. La escritora sabía que no podía quedarse estática, si quería llegar a una posición
de autoridad, de poder, tenía que moverse dentro del mismo discurso para poder
apropiarse de los argumentos de su lector. Con este movimiento continuo toda jerarquía
queda desmantelada, al menos develada, en el discurso. Teresa, en cierta medida, crea un
nuevo espacio desde dónde ella retoma el discurso, o los planteamientos oficiales y por
medio de la escritura los va despojando de su significación, de su relevancia para así
autorizarse. Esta carta es un ejemplo de este cambio continuo de posiciones, al igual que
de la tensión que ello genera entre escritora y lectora.
Casi al final de la carta le recuerda a María que ella hará lo “que vuesa señoría
manda” pero le deja claro que es a “cargo de su conciencia”. Podemos ver esta concesión
como una fórmula de cortesía, luego de que todo el discurso epistolar ha sido un
verdadero litigio, una polémica, una tensión entre conceder el poder y retenerlo para
lograr su objetivo. Teresa sabía que ella no se podía imponer así directamente, que para
ello tenía que saber esgrimir los argumentos, adentrarse en los caminos de la complejidad
retórica, de saber decir las cosas de manera elíptica, con frases llenas de intención
implícita, de autoafirmación y a la vez de negación, de deprecación y por otro lado de
autoridad, en dónde se afirme, valide y reconozca la misma. Es por esta razón que
decimos que el discurso epistolar teresiano es uno complejo, enmarcado dentro de una
aparente sencillez, que engaña a todo aquel que se asome a sus páginas.
Finalmente, después que Teresa se lo ha dejado “a cargo” de “vuestra señoría”, lo
pone en las manos de Dios “ordénelo el Señor como más sea para su gloria y de a vuestra
señoría luz para que haga lo que conviene[…] (908,1986). Esta resolución es la que
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quizás la monja Carmelita tenía que haber tomado desde el principio. Teresa asume aquí
una posición más conciliatoria, reconociendo que Dios es el único que puede escoger con
sabiduría. Esto no es algo nuevo para la monja Reformadora pero ¿por qué en vez de
asumir o buscar una posición más relajada, balanceada, asumió la del litigio, la de la
polémica?. Teresa se debió de haber sentido probablemente amenazada, con miedo a ser
desplazada o a perder el control, de la empresa que con tantas fuerzas amaba. Por tal
razón fue una carta escrita con indignación y, como hemos visto, con una fuerte tensión
entre Teresa y su interlocutora, María de Mendoza. Es una misiva redactada desde el
temor subyacente que poseía Teresa a que su empresa quedara en manos de quienes no le
dieran importancia a los asuntos que sí merecían, como era la paz en la vida comunal
para que se pudiera llevar a cabo el propósito central: la vida en oración, en
contemplación con Dios. No es muy aventurado suponer que Teresa debió cuestionarse
hasta dónde llegaría la amistad de todas estas personas que auspiciaban las fundaciones.
La monja sí sabía que la ayuda no venía sin compromiso, pero hasta dónde quizás no lo
podía saber y muy probablemente la idea de futuros problemas nublaría la luz de la
reforma teresiana. A la monja Fundadora le debió desvelar el pensamiento de que detrás
de la sobrevivencia de la orden reformada de las Descalzas se escondieran otras
situaciones deplorables e indignas del propósito originario, es decir, que le dio vida.
Teresa deja entre ver sus temores en varias ocasiones y aquí la vemos enfrascarse en un
conflicto discursivo, de carácter contencioso, que al parecer pudo muy bien haber tenido
este transfondo.
No obstante la Santa no se queda conforme con esta posición de igualdad y
conciliatoria para las dos, sino que pasa a reiterar “que creo con dejarlo en la conciencia
99
de vuestra señoría asiguraré la mía”(908,1986). Teresa le deja la responsabilidad en
manos de María de Mendoza, y con ello le despierta también un sentido de culpa si la
decisión no saliera bien, como ya la monja Carmelita lo vislumbraba. Pero Teresa no se
queda ahí y más adelante añade que en sus monasterios “se hallará monja con tan notable
falta ni yo la tomara por cosa” (908,1986), de esta manera deja saber por última vez su
opinión acerca de la aceptación de las candidatas. Teresa quiere asegurar indirectamente
que su planteamiento es el correcto, y así se posiciona en un nivel más alto que su
contrincante. Ella sí es capaz de no fallar y escoger lo que más conviene, también
parecería decirle a María que no accedería a tomar una monja que no reuna las cualidades
estipuladas por nada ni por nadie, haciéndole ver indirectamente que ella debería seguir la
misma norma, o quizás señalando la vulnerabilidad de su distinguida amiga. En toda la
misiva no ha hecho otra cosa que autoafirmarse, elaborar su discurso en función de la
autoridad y de ganar dominio, poder.
Pero al final de la carta Teresa ha ganado la contienda, afirmando su superioridad
y dominio. No sabemos si en efecto se llegaron a tomar estas candidatas, pero lo que sí
podemos afirmar es que tanto María de Mendoza, como a los lectores posteriores de las
epístolas no nos quedan dudas acerca del extraordinario manejo de la argumentación y de
su habilidad en la complejidad discursiva, al punto de lograr su meta más ansiada: hacer
de la escritura una vía de acceso al poder.
100
Capítulo 3
María de San José y Teresa de Jesús o la disputa por la autoridad.
“Y en este caso me han de hacer caridad,
vuestra reverencia y todas, de no salir de lo que yo
ahora les diré, y crean que es, a mi parecer, lo que conviene, […]” (1231)
María de San José de Salazar no era una monja Carmelita común y Teresa lo tuvo
que haber sabido desde el mismo momento en que la conoció en el palacio de doña Luisa
de la Cerda. La madre Fundadora, con su aguda y extrasensorial percepción había
detectado una habilidad, un talento especial en la que sería su hija en Cristo. Cuando
ambas se encuentran ya Teresa de Ahumada, era bastante conocida mientras que María
contaba con tan solo doce años. Alison Weber en su artículo, recoge la reacción de María
ante la presencia de Teresa: “[What impressed me] was the gentleness and prudence of
our good Mother. In truth I believe that if those whose work it is to bring souls to God
were to use the same schemes and skill that were used by this saint, many more women
would come to religious life than are coming now[…]” (3). Dos cualidades de Teresa
resalta la futura priora de San José, su gentileza y prudencia. Resulta interesante porque
son estas mismas aptitudes las que van a predominar todo el tiempo en su escritura,
ambas van a transformarse en la máscara retórica de la que hemos venido hablando y de
la cual se reviste casi toda la obra teresiana. La cortesía, la amabilidad, ese enmudecer a
tiempo, o decir sin decir, elíptico, que son tópicos entre los escritores del Siglo de Oro
que lo fue también de la vigilancia y la censura inquisitorial.
101
En este capítulo examinaremos de qué manera Teresa le va quitando autoridad a
María de Salazar en su correspondencia, de qué manera la Santa establece ese dominio o
control, cómo la monja Carmelita se posiciona en el discurso epistolar. A pesar de su
gran amistad con la priora de Sevilla la madre Fundadora no le cede el poder
completamente en la deliberación de asuntos importantes del monasterio. Al igual que en
el caso anterior, con la carta a María de Mendoza, en las epístolas a la priora existe una
evidente tensión, quizás aún más disimulada, que la que asistimos con la dama de la alta
nobleza, hermana del arzobispo de Avila, Alvaro de Mendoza. Teresa se autorrepresenta
como Madre protectora, pero también autoritaria y dominante. Los recursos de la ironía y
el humor entre otros, están empleados aquí en función del propósito de obtener el poder.
Teresa trata de posicionarse por encima de su interlocutora a través de toda la
correspondencia, e inclusive podemos constatar instancias donde la Fundadora ridiculiza
a María de Salazar. Resulta interesante este hecho, ya que por un lado ambas estaban al
mismo nivel y por el otro Teresa era la Reformadora de la orden del Carmelo, y además
la madre Fundadora. De esta manera, a pesar de la relación de amistad, e igualdad, puesto
que ambas son prioras, Teresa siempre va a estar en una posición más elevada que la de
su entrañable compañera. Aunque la monja Carmelita tratará de mantener este difícil
balance entre una relación igualitaria y el poder, no siempre lo logrará y así sus epístolas
se irán conviertiendo en mandatos, unas veces directos y otras solapados.
Debemos aclarar que hemos selecionado diversas instancias de las cartas de
Teresa a María de San José que van mostrando o quizás develando ante nuestros ojos las
diversas facetas de esta relación. Estos pasajes evidencian los altibajos de esta relación,
en la cual Teresa pasará del dominio, al enojo, al agradecimiento, al cariño revelando
102
una tensión, e incomodidad que subyace el epistolario dirigido a la priora del convento de
las Descalzas en Sevilla. De esta manera hay cartas en las cuales se pone de manifiesto la
preocupación por parte de Teresa por la salud de sus prioras en general, al igual que por
la de María, por la parte económica del monasterio, los regalos o muestras de afecto que
le hace María a Teresa, el conflicto en el convento en Sevilla y la reacción de la madre
Fundadora.
Pero, ¿quién era la monja que acompañó a Teresa en el viaje hacia Beas? Para
contestar esta pregunta tenemos que recurrir al citado ensayo de la estudiosa Weber, en el
cual se refiere a las investigaciones de María Pilar Mareno Sorolla. Weber señala que
“after extensive research in different convent archives, has uncovered the following” y de
inmediato detalla lo que descubrió la investigadora:
The Book of Professions from Malagón, where María made her profession, states
that she was known in the world as María de Salazar and that she was the
daughter of Pedro de Velasco and María de Salazar, and natives of Aragón. But
the records from the convent of San José in Seville, where María was later
prioress, affirm that she was a native of Toledo and the daughter of Sebastián de
Salazar and Doña María de Torre. None of these personas has been identified. A
seventeenth- century Portuguese historian of the Discalced Carmelites records
that she was a distant relative of the dukes of Medinacelli. Manero Sorolla
speculates that María was not a distant relative but the illegitimate daughter of
Gastón de la Cerda, the third duke of Medinacelli (2-3).
Sin embargo, lo importante es, como señala Weber, que María “was raised with solicitous
care by the duke‟s sister, Doña Luisa de la Cerda. […] In Doña Luisa‟s magnificent
103
palace in Toledo, María received an extraordinary education for a woman of her day. She
studied French and Latin and became a skilled poet in Spanish” (3). María de San José se
hizo monja en 1570 y a la edad de veinticuatro años, fue electa priora del convento de
San José en Sevilla. Weber, como podemos evidenciar, se ha enfocado en la figura de la
priora de San José, sobre todo, en su aspecto de escritora. Al parecer María de San José
escribió dos obras, una autobiografía dialogada El libro de las recreaciones y otra
autobiografía narrada Ramillete de mirra. Weber se concentra más que nada en El libro
de las recreaciones. En ambos recoge la autora sus experiencias como priora en Sevilla y
Portugal. En el Libro de las recreaciones ella expone su vida en forma de diálogo
llegando a ser, según Weber, “as far as we know the first female- authored dialogue in
Spanish” (257). La estudiosa concluye en su ensayo:
[…] it must be conceded that in many ways Libro de recreaciones demonstrates
the unrepresentability of woman‟s authobiography in pre-modern literature.
María‟s aute is masked and fractured through multiple personas; her bios
subordinated to that of an inimitable model, her grafía restricted to a „private‟
audience. Unable to inhabit the maternal narrative of sin and ecstatic conversion,
or the paternal narrative of intellectual and apostolic mastery. María embraced her
role as imitator, glosser, parodist, and impersonator. But paradoxically she
succeeded in inscribing her own authoritative voice on the margins of the
mystical, intellectual, and scriptural discourses that would exclude her (268).
De esta manera, María de San José además de “apropiarse” y “parodiar” las
convenciones del diálogo, también reta el mandato Paulino de que las mujeres no deben
emitir ninguna opinión. Es en este proceso de hacerle frente al plantemiento de San
104
Plablo que, según sugiere Weber, “no solo subvierte el género de la biografía por
mandato sino que utiliza algunas de las estrategias retóricas de Teresa” (262). Sin
embargo, ella con su texto expone desde su propia perspectiva sus experiencias durante
su vida y nos enseña esa otra faceta de los acontecimientos durante el período de la
fundación del convento de las Carmelitas en Sevilla con Teresa de Jesús. Pero antes de
comenzar propiamente el análisis es imperante contestar esta pregunta, ¿cómo Teresa
llega al palacio de Luisa de la Cerda en Toledo? Es en este lugar dónde ocurre el
encuentro entre María y la Santa.
El provincial de la orden, Angel de Salazar, le dio el mandato a Teresa de partir
para Toledo a darle apoyo emocional y espiritual a Doña Luisa de la Cerda. Esta mujer
pertenecía a la alta jerarquía castellana, a una de las familias más ricas y poderosas en
Castilla. Luisa de la Cerda era la hija del segundo duque de Medinacelli, Juan de la Cerda
y de su esposa María de Silva y de Toledo, esta última tenía parientes en las casas reales
de España y Francia. Los Medinacelli eran una de las casas más grandes, y aristocráticas
de Castilla. Esta mujer de la alta nobleza castellana se había casado en 1537 con Antonio
Arias Pardo de Saavedra, sobrino del cardenal Juan Pardo de Tavera. La muerte de su
marido la sumergió en una seria crisis y como advierte Bárbara Mujica “Doña Luisa‟s
children contacted Salazar to arrange for Teresa to visit and confort the distraught widow
at her Toledo palace” (37).
Esta estadía fue muy fructífera para la Santa desde todos los puntos de vista, tanto
a nivel social como literario. En el primer plano fue durante la estadía en la casa de doña
Luisa, que Teresa debió conocer muchos contactos, entre ellos el de García de Toledo,
quién fue su confesor y le ordenó poner por escrito sus experiencias espirituales. Desde el
105
plano literario fue en aquel suntuoso palacio toledano que Teresa escribió la primera
redacción de el Libro de su vida. Fue de esta manera cómo la monja Carmelita y Luisa de
la Cerda se hicieron muy buenas amigas y la presencia de esta última a lo largo de la vida
de la Fundadora fue muy importante. Si por un lado Luisa era muy rica por el otro era
muy piadosa y auspició la fundación del convento en Malagón y existe evidencia, sobre
todo en la correspondencia, de que no abandonó a la Santa en los momentos difíciles de
su empresa. Así, cuando Teresa regresó de haber fundado el monasterio en Sevilla
cansada, enferma, en parte por todos los contratiempos, los obstáculos, con los que se
habían encontrado ella y sus monjas, le escribe a María de San José “doña Luisa nunca
tanto me quiso y tiene cuidado de regalarme”. De esta manera Luisa de la Cerda no solo
le brindó a Teresa su apoyo económico sino también emocional.
Pero ciertamente la razón por la cual el padre Provincial de la orden le otorgó el
permiso a Teresa para ir a Toledo fue el escándalo que se había gestado en Ávila ante la
idea de la fundación de un convento Carmelita reformado, es decir, obedeciendo a la
primitiva regla de la Orden. La depresión que sufría Luisa de la Cerda no pudo ser más
oportuna ante los ojos de Salazar, fue la excusa perfecta para sacar a Teresa de su ciudad
natal. La monja Carmelita, junto a doña Guiomar de Ulloa y otros amigos de la Santa,
como hemos examinado en el capítulo anterior, ya habían iniciado la fundación del
monasterio de San José bajo la regla de la estricta pobreza, solamente vivirían de
limosnas, y dedicadas completamente a la oración y a la contemplación. El momento no
pudo ser mejor para quitar a Teresa de la escena enviándola para Toledo a servirle de
compañía a Luisa de la Cerda. La estadía allí serviría para enfriar los ánimos en Ávila y
darle largas al asunto de la fundación. Aunque, como ya sabemos, cuando la monja
106
Carmelita se encontró en Ávila nuevamente puso en marcha sus planes y tras recibir el
permiso de fundar inició los trámites para adquirir una casa. Finalmente el convento de
San José de Ávila se hizo realidad el 24 de agosto de 1562.
Después de fundar con éxito en Castilla, Teresa recibe el permiso para dejar la
Encarnación y fundar en Segovia en 1574. Al año siguiente María, cómo dejamos dicho,
acompaña a la Madre Fundadora en este viaje hacia el Sur para fundar en Caravaca, Beas
y poco más tarde, Sevilla. En las primeras dos la madre Teresa no encontró muchos
problemas, pero el panorama cambió totalmente cuando llegaron a Sevilla. Para empezar,
como advertimos en capítulos anteriores, la Santa no contaba con el apoyo del arzobispo,
ni de los franciscanos. No había ninguna licencia o permiso para levantar el monasterio.
Es decir, que cuando llegaron, tras muchos trabajos en la ciudad, no había nada seguro,
no había licencia para obtener la casa y fundar y tampoco quienes la pudieran patrocinar.
La angustia, la desesperación y la inseguridad se apoderaron del espíritu de la Santa. Ella
recoge este momento en su libro de las Fundaciones, al decir, “que nadie pudiera juzgar
que en una ciudad tan caudalosa como Sevilla y de gente tan rica havía de haver menos
aparejo de fundar que en todas las partes que había estado. Húvole tan menos, que pensé
algunas veces que no nos estava bien tener monesterio en aquel lugar” (764). Teresa
admite que nunca se vio “más pusilánime y covarde en mi vida” . Refiriéndose al calor
que hacía, sabemos que la Santa enferma al llegar allí, y a los conflictos que comenzaron
desde el viaje de Beas hacia Sevilla que estuvo lleno de contratiempos. María de San José
también tiene su versión de lo acontecido, bien merece que la examinemos:
We entered… the twenty –sixth of May [1575]… Father Mariano had rented a
house for us, quite small and damp, on the Calle de las Armas, where two ladies
107
who were his friends received us. That day they accompanied us there and then
they left, and for a very long time we saw nothing more of them, nor did they or
anyone else send us so much as a jug of water… Let us relate in detail the
furniture and effects we found in that house. First were half a dozen old cane-stalk
frames that Father Mariano had ordered; … these lay on the floor to be used as
beds. There were two or three very dirty little mattresses, like those of Discalced
friars, and accompanied by a crowd of such creatures as usually do accompany
them [i.e., fleas] ( 4-5).
Si comparamos los dos testimonios, el de María y el de Teresa, observamos que este
último que pertenece a la primera es más detallado que el mismo de la Santa. María
misma dice que va a narrar los detalles de las condiciones del lugar y el mobiliario. La
Madre fundadora no ofrece los pormenores solo cuenta los hechos. Estamos ante otra
manera de ver los acontecimientos más cerca de la realidad, y de lo cotidiano,
específicamente, dónde durmieron la primera noche que pasaron en Sevilla. Teresa omite
o evita señalar esta clase de pormenores y nos preguntamos la razón, ¿sería porque no
consideraba este tipo de detalles importantes? o ¿porque tenía un efecto negativo en la
reforma?. Podría ser una combinación de estos planteamientos unidos a otros que
estarían en la estratégica mentalidad de Teresa, pero lo evidente es que el relato de María
suele ser más directo, dándole importancia al entorno físico. Otro ejemplo que podemos
aludir es el relato que hace María de la calentura que la Santa tuvo al llegar al Sur y de
la venta en la que tuvieron que quedarse. Teresa solo entrará en algunos detalles como la
cama y las ventanas por dónde entraba la luz solar muy fuerte y concluirá su relato con
“¡que cosa es la enfermedad, que con salud todo es fácil de sufrir! En fin tuve por bien
108
levantarme, y que nos fuésemos, que mejor me parecía sufrir el sol del campo que no de
aquella camarilla” (761). En cambio su hija espiritual lo relatará de la siguiente manera:
Llegando a una venta antes de Córdoba … le dio a nuestra Madre tan terrible
calentura que comenzó a desvariar, y el refrigerio y reparo que para tan terrible
fiebre y recio sol, que le hacía grande, teníamos, era un aposentillo que creo
habían estado en él puercos; tan bajo el techo que apenas podíamos andar
derechas, y que por mil partes entraba el sol que con mantos y velos
reparábamos… . Más qué fue lo que se pasó por el espacio que allí estuvimos, con
los gritos y juramentos de la gente que había en la venta y el tormento de los
bailes y panderos, sin bastar ruegos ni dádivas para los hacer quitar de sobre la
cabeza de nuestra santa Madre, que con la furia de la calentura estaba, como he
dicho, casi sin sentido; al fin tuvimos por bien de sacarla de allí y partirnos con la
furia de la fiesta (264).
María de San José da a conocer las condiciones en que se encontraba la venta y lo que
pasaron ellas con Teresa enferma. La futura priora del convento de San José de Sevilla
parecería querer dejar constatado la dificultad que muchas veces tenían que afrontar.
Detrás de la espiritulidad de las fundaciones, existió siempre una serie de contratiempos
que marcaron el inicio de la vida conventual en cada ciudad a la que llegaban las
Desacalzas. La escritora destaca ese lado a veces inhóspito, hostil de la empresa, esa otra
cara difícil que es la del día a día. De esta manera, no solamente la parte espiritual
constituía un reto dentro de la reforma, para cada una de las monjas, sino también la vida
diaria se les presentaba en su forma más cruda y sin paleativos. Por tal razón María de
San José gira su narración en torno a todos los detalles que, en este caso hicieron casi
109
imposible su corta estadía en aquella venta de camino a Sevilla. Es Weber, quien una vez
más fija su atención en este pasaje y comenta al analizarlo “Teresa is in a sense the
affective centre of this episode, the solicitous concern of the narrator paradoxically
diminishes her role as protagonist – Teresa is also treated somewhat like an icon carried
around by „nosotras‟ (264).
Resulta interesante esta manera de examinar este episodio ya que pone de
manifiesto o revela el tipo de relación que se establecía entre estas dos mujeres. Por un
lado vemos cómo la Madre Teresa es quien protagoniza esta instancia y por el otro es la
descripción de la escena en sí lo que le resta atención a la monja Carmelita y su
enfermedad. Es así como queda Teresa en igualdad de condiciones con su entorno y así
no sólo es importante “la calentura de la santa Madre”, sino también la circunstancia que
las rodea a todas. Podríamos decir que es como si María trasladara, simbólicamente, a la
narración su particular visión de su relación con Teresa. Como ya hemos advertido, a
pesar de la amistad que existía entre ambas, hubo también momentos de mucha tensión y
animosidad entre las dos monjas. Aunque no poseemos las cartas de María de San José a
la Madre Teresa, las de esta última nos entregan suficiente evidencia para llegar a la
conclusión de que al menos por parte de la Fundadora sí hubo animosidad e incomodidad
con la priora de San José. La principal razón de estas diferencias lo fue la obediencia, es
decir, el reconocimiento de la autoridad, y del poder.
Retomemos las preguntas que quedaron planteadas al principio en particular,
¿cómo Teresa de Jesús se adjudica el poder la manera en que se autorrepresenta?, y
examinemos algunos ejemplos dentro de la correspondencia de la monja Carmelita. Sin
embargo, antes de pasar directamente al análisis del epistolario, debemos de hechar un
110
vistazo a los incidentes que se suscitaron después de la fundación del convento de San
José en Sevilla.
Tras la negativa y la resistencia, por parte del arzobispo de Sevilla, a tener un
monasterio de clausura, en el cual sus monjas iban a estar dedicadas a la oración
contemplativa y a vivir en la pobreza; Teresa, finalmente, toma posesión de la casa que le
fue rentada. “Con mucha importunidad” se dio la misa para el día de la Santísima
Trinidad, 29 de mayo de 1575. De este polémico convento fue priora María de San José.
Así lo cuenta Teresa en las Fundaciones:
Pues llegadas a la casa que – como digo – nos tenían de alquiley, yo pensé luego
tomar la posesión, como lo solía hacer, para que dijésemos oficio divino. Y
comenzóme a poner dilaciones el padre Mariano, que era el que estaba allí, que,
por no me dar pena, no me lo quería decir del todo; más no siendo razones
bastantes, yo entendí en qué estava la dificultad, que era en no dar licencia; y así
me dijo que tuviese por bien que fuese el monesterio de rentas, u otra cosa ansí,
que no me acuerdo.[…] Con mucha importunidad devía ser del padre dicho, nos
dejó decir misa para el día de la Santísima Trinidad–– y envió a decir que ni se
tañese la campana ni se pusiese, decía –– sino que estava ya puesta ––––, y ansí
estuve más de quince días, que yo sé de mi determinación, que si no fuera por el
padre comisario y del padre Mariano, que yo me tornara con mis monjas[…]
(762-63).
Como sabemos por primera vez en todos los años de fundar conventos tuvo deseos de
renunciar a la fundación en Sevilla. Se debió de haber sentido llena de incertidumbre e
inseguridades, para llegar a pensar en irse. Sin embargo la situación más o menos empezó
111
a mejorar y a llegar postulantes andaluzas. Una de ellas fue Beatriz Chavez de la Madre
de Dios, hija espiritual del padre Gracián. Pero la mayor preocupación de Teresa, en
aquel momento, fue dejar a sus monjas en una casa rentada, muy pequeña e incómoda
para ellas. Las dificultades económicas eran muy grandes y la monja Carmelita tenía que
regresar, cuando le llegó la noticia que había vuelto de las Indias su hermano Lorenzo de
Cepeda y “volvía como rico encomendero del Perú, con dos hijos varones, Francisco y
Lorenzo, y una niña de nueve años, Teresita” (187). La Santa misma reconocerá la
oportuna ayuda de su hermano, en las Fundaciones, “El nos ayudó mucho, en especial en
procurar que se tomase en la que ahora están” (764). De esta manera quedaron sus
monjas con Gracián, el Visitador de la Orden, y el padre Garciálvarez confesor y capellán
del recién fundado convento. En los días turbulentos de la fundación este sacerdote le
hizo frente a la difícil situación que tenían las Descalzas en aquel momento y le brindó el
apoyo que necesitó Teresa para continuar con la empresa. Pero a pesar de que todo
parecía ir bastante bien, pronto los contratiempos comenzaron de nuevo a llegar a las
puertas del convento de las Descalzas y con todas estas situaciones tuvo que lidiar la
priora del convento, María de San José.
El primer conflicto con el que tuvieron que lidiar las Carmelitas en Sevilla fue
una novicia llamada María del Corro, al parecer no se acostumbró o no entendió las
prácticas de las Descalzas, denunciando así a las monjas y a Teresa a la Inquisición.
Weber nos explica que una de las acusaciones fue que las monjas “prayed with their faces
to the wall (a Jewish practice) after receiving communion. The nuns admitted that this
was true, but explained that since they did not have enough veils, a nun who had made a
confession would pass her veil on to the next sister in line, and then face the wall in the
112
patio to avoid the glare of the Andalusian sun” (5). La inquisición comezó las
investigaciones y las visitas, pero no encontró evidencia para elaborar acusasiones a las
monjas. Curiosamente Teresa no menciona a esta novicia en sus textos, pero sí lo hacen
Gracián y María de San José en su Libro de recreaciones. La priora dice de ella que era
una “ mujer de cuarenta años”, “gran beata tenida por santa”. María explica lo que
sucedió con la monja de esta manera, “Era la pobre muy más santa en su opinión que en
la del pueblo; y como en entrando le faltaron las alabanzas y comenzó el toque de la
religión a hacer su oficio de descubrir los quilates que había en lo que ella parecía tanto
relucir, hallóse sin nada y comenzóse a descontentar, y nosotras mucho más que ella;
[…]” (63).
Pero las cosas no quedan aquí poco después de Teresa haber partido de Sevilla
por orden del General de la Orden el Padre Juan Batista Rubeo, recibe la noticia de que
hay dos monjas que dicen tener visiones y escuchar voces en las oraciones. Ellas eran,
Beatriz de la Madre de Dios e Isabel de San Jerónimo. De igual forma había otra monja,
Margarita de la Concepción, que representará otro problema en el convento, en especial
para María de San José. Beatriz fue una de las primeras que llegó al monasterio en
Sevilla. La historia de su vida nos la ofrece la misma Santa en el libro de sus Fundaciones
en el capítulo veintiseis. Ambas querían escribir sus experiencias espirituales y Teresa
estuvo en contra de esta práctica. La Madre fundadora cuando se enteró de la situación se
opuso tenazmente y trató el asunto como uno de índole física. Así mandó a Isabel de San
Jerónimo a comer carne, a dejar de orar y no hablar con nadie, la Santa se lo indica a
Gracián en la carta del 23 de octubre de 1576, “De la de San Jerómimo será menester
hacerla comer algunos días y quitarla la oración y mandarla vuestra paternidad que no
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trate sino con él, u que me escriva que tiene flaca la imaginación y lo que medita le
parece que lo ve y oye; […]”(1025). Teresa no pierde ninguna oportunidad para decir
exactamente y sin dudar lo que se tiene que hacer. La monja Carmelita siempre va a
tratar de ejercer la autoridad en sus lectores. La priora de San José ante esta circunstancia
quedará en una posición conflictiva entre la situación en el convento con Garciálvarez y
Teresa. Pero el asunto con estas tres monjas fue más lejos de lo que hubiera querido la
Madre reformadora y se complicó saliéndose de los límites aceptables.
Uno de los puntales más álgidos del conflicto lo fue el sacerdote sevillano,
Garciálvarez. Este padre que tanto había ayudado a la Madre al llegar a Sevilla, manejó la
situación de manera contraria a la que Teresa proponía, y se puso del lado de María del
Corro, de Beatriz y San Jerónimo. Por tanto Garciálvarez rechazó los planteamientos de
la Madre Teresa y ordenó una relación detallada a las monjas de sus experiencias
espirituales. No solamente este sacerdote sevillano se puso en contra de la madre
Fundadora sino también de la priora, María de San José. Garciálvarez se dejó influir por
las declaraciones de Beatriz y la apoyó. La monja terminó denunciando, al igual que lo
hizo María del Corro, la comunidad de las Descalzas a la Inquisición. Pero los
acontecimientos no pararon ahí y el padre confesor consideró que la priora estaba, como
bien explica Weber, en su citado artículo, “trespassing into priestly territory during the
monthly “account of prayer”, and María believed that she had the authority to restrict
Garciálvarez‟s access to the nuns”. (9) La priora de San José buscó apoyo en Teresa y la
monja Carmelita se lo negó. La explicación para tal acción fue porque le debía mucho a
Garciálvarez y no quería que se molestara. Así las cosas María de Salazar debió de
quedar muy dolida y desamparada. Es que la priora de San José tenía otra cualidad
114
adicional, además de su inteligencia, era la independencia. En varias ocasiones la vemos
tomar decisiones sin consultar con la Santa e inmediatamente Teresa se lo va a reprochar.
Toda esta situación se tornó en una lucha de poder, donde la monja Carmelita nunca
abandonará el control de la Orden.
La correspondencia entre Teresa y María fue abundate. Unas sesenta y cuatro
cartas escritas entre 1576 y 1582, dan muestra de la intensa comunicación que existía
entre la Madre fundadora y la priora de San José. Este corpus epistolar se da en los años
más difíciles de la reforma, específicamente cuando el general de la orden el padre Rubeo
persiguió más de cerca a los Descalzos. La situación era doblemente difícil ya que, de
igual manera, también los Calzados aumentaron, literalmente, su acoso hacia los
Carmelitas Reformados. Son los días en que Teresa parte de Sevilla a Toledo, para
quedarse ahí encerrada, sin salir, sin fundar. Como hemos dejado dicho en páginas
anteriores es el período de mayor producción epistolar. Es el tiempo en el cual Rubeo
designa a Jerónimo Tostado, que estaba en contra de la reforma, como visitador y
comisario general de las provincias españolas. La situación se comenzó a complicar con
El Tostado, ya que puso todos los conventos de las Carmelitas Descalzas bajo el dominio
de los Calzados. Sin embargo, los problemas llegan a alcanzar altos niveles de
complejidad cuando se muere el nuncio Ormaneto, que favorecía la reforma y nombran a
Felippo Sega, quién apoya las medidas del Tostado. Es precisamente después de estos
hechos que la amenaza se cierne sobre los monasterios bajo la antigua regla del Carmelo,
y el blanco lo será el convento de la Encarnación en Ávila. Los Calzados arrestan y
encierran en la cárcel a los confesores Carmelitas, San Juan de la Cruz y Germán de
Santo Matías. Felippo Sega quiere excomulgar a Gracián e inclusive a la misma Teresa.
115
Los rumores malintencionados, por parte de los Calzados, acerca de la conducta de
Gracián y la priora de San José acabaron de complicar el tenso panorama que circundaba
a los Descalzos. En el Sur las cosas no podían ir peor, ya que para el año 1577 la
Inquisición llevó a cabo un auto de fe en Sevilla y fueron castigadas tres mujeres y otro
en Extremadura en dónde investigaban a un grupo de beatas. Teresa debió de sentir
temor, aunque ella siempre aludió a la tranquilidad de espíritu que le daba el Señor para
afrontar las dificultades, ante la posibilidad de que todas estas acusaciones que se habían
hecho ante el Santo Oficio, tuvieran repercuciones nefastas. Este fue en términos
generales el marco dentro del cual se dio la correspondencia entre estas dos mujeres.
Si regresamos a las epísotolas de ambas monjas, es importante destacar que,
según Weber, las cartas de María hacia Teresa se encuentran al momento desaparecidas.
Sería interesante ver lo que le respondía María de Salazar a Teresa y de esta manera tener
una mejor idea de cómo fue en realidad la relación entre estas dos monjas Carmelitas. No
obstante con lo que tenemos nos podemos hacer una noción bastante completa de la
interacción entre estas dos mujeres, ya que no sólo son las cartas de Teresa a María sino
las de Teresa a Gracián hablando de María, y con las otras monjas también ella comenta
de la priora de Sevilla. De esta manera ayuda a examinar la forma en que Teresa también
va cambiando la opinión acerca de la priora con otros receptores. Así la monja Carmelita
va creando y a su vez dejando constancia de cómo era la interacción dentro de la
comunidad de las Descalzas. De igual manera se va contruyendo a través de la escritura
su propio circuito de poder.
Al examinar las epístolas a las prioras lo primero que resulta interesante es, la
constante presencia de Teresa en los asuntos de cada uno de sus conventos. A pesar de
116
que el sistema de correos no era confiable, y siempre existía el riesgo de que se perdieran
las cartas, de que no llegaran a su destino, o de que se confiscara la correspondencia o en
el peor de los casos de que cayera en manos comprometedoras que pudieran denunciarla
a la Inquisición, la monja Carmelita se enteraba de todo lo que estaba aconteciendo con
sus prioras y conventos. Teresa, como ya sabemos, no perdía el control en los asuntos de
cada uno de sus monasterios. Así desde los asuntos más triviales desde cómo se van a
vestir para el verano o el invierno, la administración económica, la salud, los alimentos
que ingieren, hasta los asuntos más polémicos y delicados de la orden, ella los enfrenta y
les dice a sus prioras lo que tienen que hacer. Teresa realmentete no le cede
completamente el mando o la autoridad a las directoras de los conventos. La mejor arma
para no perder el poder es la escritura continua, el que tanto sus monjas como las prioras
le informen de lo que estan pasando en sus casas. Es por esta razón que Teresa insistirá
una y otra vez en que le escriban. De la manera más gentil la monja Carmelita le pedirá a
la priora de San José, en la carta del 15 de junio de 1576, que le escriba. Así dirá, “Por
caridad la pido que me escriva por todas las vías que pudiere para que yo sepa siempre
como están” (982). En otra carta a la misma priora del 7 de septiembre de 1576 le
comentará “Yo me huelgo tanto con sus cartas que las estoy deseando” (996). El continuo
encomio a María de San José y las veces que la instaba a que le escribiera, eran parte de
su táctica para persuadir. La expresión podría ser auténtica, pero a la misma vez
implicaba un deseo de saber, de que María de San José le contara lo que estaba
aconteciendo en el convento; esta era la manera en que la priora resolvía los asuntos de
sus monjas e iba tomando carta en las decisiones. Era sin duda una manera de estar
presente, y de no dejar de ejercer la autoridad.
117
Teresa las insta a que escriban, puesto que no hacerlo era quedarse fuera de la red
que iba tejiendo la madre Fundadora. Significaba posicionarse en un plano más alto que
sus prioras para así tener un dominio sobre la Orden. De esta manera le encargará a Ana
de la Encarnación, priora de Salamanca, en la carta de enero de 1574, que “no me deje
de escrivir cómo está” (922). Teresa sabía que las prioras eran la piedra angular de la
reforma y por tal razón tenía un doble propósito, el de la genuina preocupación y el del
poder. Si Teresa se enteraba de los asuntos internos de cada convento podía decir
exactamente qué se iba a hacer, o en última instancia, asumir el mando, y no dejar en
manos de nadie la Orden. Así que no sólo vemos la urgencia de que le escriban y el deseo
de que le lleguen cartas de la priora de San José, sino también esta ansiedad de Teresa la
podemos constatar en la correspondencia a casi todas las prioras de sus conventos.
Aunque tenemos que dejar claro que son las cartas a María Bautista y María de San José
las que predominan, dentro de este corpus dedicado a las prioras, así también a la priora
de Medina del Campo, Inés de Jesús, le dice en la carta del 12 de mayo de 1575 “Bendito
sea Dios que han llegado acá cartas suyas, que no las deseava poco (y en esto veo que la
quiero más que a otras muy parientas) y siempre me parece escrive corto” (944).
Sin embargo es María de San José quién recibe las continuas expresiones de
agradecimiento que le hace Teresa. En casi cada carta la monja Carmelita le agradece que
escriba, además de los presentes o regalos que le hace la priora de San José. Un ejemplo
en dónde Teresa le da las gracias por su correspondencia es la carta del 9 de septiembre
de 1576, “Yo le digo de verdad que me hacen tanto consuelo sus cartas, que como leí una
y no pensé que havía más, cuando hallé la otra me le dio como si no huviera visto
nenguna, de manera que yo me espanté de mí. Por eso entienda que siempre me será
118
recreación sus cartas” (999). En otra ocasión en la epístola del 19 de noviembre le dice
refiriéndose a la correspondencia “Yo le digo que nunca me cansan, sino que me
descansan de otros cansansios” (1039). De igual manera protesta si no le escribe en la del
3 de enero de 1577 reconoce que “ya con deseo de ver carta de por allá, que me parece ha
mucho que no he visto ninguna. También tardan los correos en venir acá como en ir allá.
A la verdad, todo se hace tarde a quien desea” (1067). Estas cartas muestran que siempre
Teresa estaba pendiente de la priora y en ocasiones es insistente hasta el punto de saturar
a su lectora, por tal razón es que pienso en esta doble intención, de saber de los asuntos
de su priora por interés y también porque, como dejamos dicho, le da un absoluto
dominio de los asuntos en el convento.
La relación entre ambas tuvo sus altas y sus bajas pero nunca dejaron de saber una
de la otra. María se ocupaba de Teresa y le enviaba presentes, evidencia de ello es la carta
del 15 de mayo de 1577 “ harto quisiera saber más de su salud, que todos los regalos que
me envía, aunque son como de reina. Nuestro Señor se lo pague. El azahar es muy lindo
y mucho y vino harto a tiempo” (1103). Otro de los presentes que le manda María de San
José son unos cocos y la Madre se lo agradece al decirle “Los cocos recibí; es cosa de
ver” (1110). Más adelante la priora del monasterio en Sevilla le envía “las patatas y el
pipote y siete limones. Todo vino muy bueno” (1127). No hay que poner en duda la
camaradería y las atenciones de María de San José con la Santa. A pesar de que María de
San José le enviaba todos estos regalos a Teresa la relación entre las dos se había tornado
más compleja, se enrarecía, debido a todos los problemas que se sucitaron con las
Descalzas en Sevilla. La priora sentía que no podía sincerarse con la madre Fundadora.
Por otra parte, existe un deseo de controlar, que se manifiesta, como ya vimos, en las
119
repetidas ocasiones en que le pide que escriba y a la vez da gracias por sus cartas, y si no
lo hace le llama la atención al hecho de no haber escrito. La repetición o iteración es el
ejercicio de retórica más antiguo que conocemos, el emisor puede tener el objetivo, como
en este caso, de ejercer la autoridad, de dejar establecido su parecer en relación con una
situación, que aquí específicamente es la demanda, la petición o el ruego casi de que su
lector le conteste y le escriba. En este caso podemos argumentar que la escritura equivale
al saber, al conocimiento, de cómo andaban los manejos del convento.
Otra de las constantes en las cartas a la priora del convento de San José en
Sevilla, al igual que en otras correspondecias de las prioras, es el incesante interés por la
salud. Una y otra vez Teresa le pregunta a María por su salud, así como le informa del
estado de salud de otras prioras. Un ejemplo de ello cuando Teresa le informa a María
sobre la enfermedad de la priora de Malagón, la Madre Brianda. Muy a menudo le dice
cómo se encuentra la priora, sus síntomas y lo que le ha dicho el médico. Veamos un
ejmplo en la carta del 23 de octubre de 1576, en la que Teresa da noticias sobre Brianda “
La nuestra priora de Malagón, que me escrivió estava mejor, hácelo la santa por no me
dar pena, que no era nada de mejoría” (1022). Otra instancia es la epístola del 26 de
septiembre de 1576 en donde le anuncia a María con un tono de gravedad que podemos
advertir “La Madre priora de Malagón está bien mala” (1009). Solamente aludimos a
estas dos instancias de las muchas veces que ella hace referencia a su estado de salud. En
otra ocasión cuando enferma la misma María de San José y le pide que se cuide y le envía
unos remedios, en la carta del 13 de diciembre de 1576, Teresa le dice “Hasta que me
escrivan que está sin calentura, me tiene con mucho cuidado. Mire no sea ojo, que suele
acaecer en sangres livianas. Yo con haber tan poca ocasión me ha pesado mucho. El
120
remedio era unos sahumerios con ervarun y culantro y cáscaras de huevo y un poco de
aceite y poquito de romero y un poquito de alhucema, estando en la cama. Yo le digo que
me tornava en mí” (1053). En otro momento le recomienda que no tome el agua de
zarzaparrilla “Harta pena me ha dado su mal; no sé qué me haga para no sentir tanto los
que tienen estas prioras. La de Malagón está mejor, gloria a Dios. Vuestra reverencia
mire por sí y guárdese del agua de la zarzaparrilla para nadie, y por amor a Dios que no
se descuide a dejar esa calentura sin remedios, aunque no sea purgas” (1014).
Queda así constancia que desde la salud, los remedios hasta los asuntos delicados
de la orden, Teresa se encontraba presente opinando, ordenando, intercediendo, rogando,
en diálogo constante con sus lectores. Para Teresa todo era importante y hasta el asunto
más trivial ocupaba su atención. La madre Fundadora llegaba hasta la desesperación y en
muchas ocasiones podemos catalogar sus contínuas órdenes, ya sean directas o indirectas
como obsesivas. Teresa siempre buscó la manera de posicionarse por encima de las
prioras. De esta manera, hasta en los asuntos cotidianos trataba de infiltrar el dominio
para lograr el control. Si por un lado en las relaciones con las prioras que es precisamente
dónde podríamos ver cierto vínculo de amistad e igualdad, como hemos visto, no siempre
es así porque detrás del consejo, la orden, o la gentileza estaba la autoridad o el poder.
Uno de estos mandatos recurrentes es la necesidad imperante de saber del padre
Gracián. María de San José y Gracián eran más o menos de la misma edad y había una
amistad entre ellos. Debido a la estrecha comunicación que existía entre ambos, los
Calzados levantaron calumnias ocasionando que la priora de San José en Sevilla tuviera
que abandonar su puesto. Bárbara Mujica explica lo acontecido de la siguiente manera,
“In their war of calumnies, the Calced accused them of immoral behavior, causing María
121
to temporarily lose her position as prioress of the Seville Carmel. Scandal was to pursue
Gracián and María even after the Discalced were free of Calced domination; he was
actually accused of fathering a child with her” (116). Con todos los incidentes que se
suscitaron en Sevilla, Teresa asumió una postura un tanto ambigua hacia María. Una de
las razones para esta actitud fue Gracián.
Como hemos mencionado es casi obsesivo las constantes alusiones a Gracián en
casi toda la correspondencia a la priora de San José. A través de ella le da órdenes a
Gracián, se queja de que el Padre no le escribe, de que si lo hace es de manera breve. Le
ordena a María que le regale, que esté atenta a sus necesidades y de que se alimente bien,
además de decirle que le advierta de los peligros con los Calzados. La pregunta legítima
sería ¿tendría Teresa celos de María? No sabemos con exactitud, muy probablemente,
pero lo cierto es que Teresa no cesaba de mencionar a Gracián en casi todas las cartas a
María de San José. Un ejemplo es cuando le advierte a María “Mire que no se descuide,
ni de regalar alguna vez a nuestro padre;[…]” (999). En la carta del 20 de septiembre de
1576 dice, “Y, por caridad, que tenga en cuenta con avisar a nuestro padre que se guarde
y con regalarle” (1007). En la del 22 de septiembre suplica que “tengan en cuenta con
hacerme saber de nuestro padre por la vía que escriví en la carta que llevó su paternidad.
Tengo gran deseo de saber si llegó bueno y como le ha ido” (1008). Esta instancia puede
servirnos para evidenciar cómo la frase “hacerme saber” es una petición pero que implica
un mandato también. Así Teresa, que de por sí tiene una posición de poder por ser la
Reformadora y la Fundadora de conventos, hacer validar su lugar de dominio ante la
priora. En la próxima epístola a María de nuevo menciona a Gracián y literalmente
amonesta a María, diciéndole, “No sé cómo deja venir a el recuero sin carta suya, en
122
especial estando allá nuestro padre, que querríamos saber de él cada día. Harta envidia las
tengo el tenerle allá. Por caridad que no lo haga ansí ni me deje de escrivir todo lo que
pasare, que nuestro padre escribe corto, y cuando no tuviere él lugar de escrivir vuestra
merced no le deje, que ya la he escrito por dónde me puede escrivir a menudo”(1011-12).
La impaciencia de Teresa se traduce en coraje que solo deja ver en manera de
regaño hacia la priora de San José por no comunicarse. La monja Carmelita le exije que
le escriba y al parecer da la impresión de que las cartas de María tienen el solo propósito
de saber de Gracián. Teresa revela su impaciencia al decir que “querríamos saber de él
cada día” y llega a decir que “les tiene envidia”. Inmediatamente el enojo, se traduce en
súplica, “por caridad”, bajándo así el tono, y permitiéndo con ello que María tenga una
posición privilegiada sobre ella por la cercanía al Padre Gracián. Sin embargo después
del ruego, la orden no se hace esperar al decir “no lo haga ansí ni me deje de escribir todo
lo que pasare”, regresando de esta forma a su sitial de autoridad. Teresa debió de haber
pensado que se le restringía la información, es decir, que no se le declaraba todo lo que
acontecía, o también que no le contaban los sucesos como ocurrían. Aunque la monja
Carmelita debió de haber tenido informantes y siempre notamos como ella sabe de los
acontecimientos sin mediar comunicación directa.
Es la red que por medio del papel y la tinta se entretejía y conectaba todos los
conventos, además de las personas cercanas relacionadas a ella, los nobles, y clérigos de
todas las jerarquías. Podría ser por esta razón que se queja de Gracián “porque escrive
corto” y siente que no le cuenta todo, que no es su confidente en los asuntos de las
Descalzas. Teresa trata de designar a María, ya que Gracián no le comenta con detalles de
sus asuntos y los de la Orden, para que le diga lo que acontece allá en Sevilla. La
123
situación, como ya sabemos, era sumamente delicada y Teresa como Reformadora sentía
que debía de tener el control. Pero, además era como la confidencia entre ellos dos,
Gracián y Teresa, que da la amistad y que la madre Fundadora sentiría que de parte de
Gracián, en ocasiones, no poseía del todo. Teresa quería a Gracián, era su hijo espiritual,
y él era su consejero, por tal razón demandaba de él esa confianza. La monja Carmelita
esperaba que, su director espiritual, tuviera una atención especial para con ella y por
supuesto para los asuntos de la Orden, pero en ocasiones las cosas no acontecieron de la
manera en que ella deseaba. De esta forma podemos constatar la presencia de Gracián en
las cartas a María y a la vez cómo se convierte en motivo de quejas y de enojo por parte
de Teresa. Podemos ver aquí una doble perspectiva la de la madre Fundadora y
Reformadora que tiene a su cargo la existencia de la Orden y por tal razón tiene una
posición de poder y por el otro es la amiga de María, una relación de igualdad. El cargo
de priora era uno muy importante y de poder. Si Teresa era la figura de poder dentro de la
Orden de las Descalzas, María lo era para sus monjas del convento en Sevilla. Aunque, la
priora de San José sabía que le debía rendir cuentas a Teresa y estaba bajo su “gentil
vigilancia”. Las jerarquías estaban bien establecidas y Teresa se encargaba de
recordárselo en cada carta que le escribía.
La situación económica fue otro de los temas recurrentes en las cartas a María de
San José. Esta preocupación no solo se manifiesta en la correspondencia a la priora del
convento en Sevilla, sino que la podemos indagar en las epístolas a las demás prioras.
Este tema fue un asunto bastante álgido y controversial ya que, como sabemos, Teresa al
comienzo de la reforma tenía la idea de fundar los conventos en la pobreza absoluta,
como estaba establecido en la primera regla del Carmelo, pero muy pronto Teresa se
124
percató de los inconvenientes de esta propuesta y comenzó a aceptar ayuda económica, y
las fundaciones se llevaron a cabo, básicamente, con dinero de la nobleza. Aquí
observamos cómo Teresa siempre está pendiente de que María de San José y sus monjas
no carezcan de lo esencial para la subsistencia del convento. Teresa llega a plantear en
sus Constituciones, como vimos en el capítulo anterior, el no tomar a ninguna postulante
por el mero hecho de la dote. En estas cartas podemos constatar que son varias las
ocasiones en las que la monja del Carmelo le dará el permiso a María de San José para
admitir candidatas porque poseen buena dote y pueden sacar de apuros aportando dinero
para el convento. En este sentido es interesante la manera en que Teresa va permitiendo,
y a la vez comprometiendo la Orden, con las admisiones de algunas candidatas que
pertenecían a la misma nobleza o a la alta aristocracia. Esta decisión tendrá sus
consecuencias nefastas en algunos casos como el de la Princesa de Eboli, que denunció a
Teresa, a sus monjas y al Libro de su vida a la Inquisición.
Sin embargo a pesar de las complicaciones que trajo esta determinación, Teresa
aprobó y estimuló la admisión de candidatas, diciédole a María cuáles debía de tomar. Es
aquí donde entra la discusión acerca del poder, y nos hace preguntarnos ¿quién
verdaderamente tenía la autoridad en el convento Sevillano: María de San José o Teresa
de Jesús? El conflicto queda expuesto en las páginas textuales, volvamos a las epístolas.
Son muchas las instancias en las cuales la monja Carmelita trae el tema a relucir, quizá
porque muy probablemente María de San José le hablaba sobre las visisitudes
económicas del convento, pidiéndole recomendaciones a la Madre Teresa que en muchas
ocasiones le llegó a decir que contara con la dote de las candidatas para pagar las deudas
del convento. A sí se evidencia en la carta del 7 de septiembre de 1576 cuando le dice,
125
“Respondiendo a lo que dice de pagar los censos y vender éstos, está claro que sería muy
gran bien ir quitando carga. Si se juntase el dote de Bernalda ––– digo de Pablos –––
llegasen a tres mil ducados, no los dejara de tomar. Háblenle primero personas de
autoridad”[…] (997). “En lo de Fanegas harto recio es tomar ahora sin nada a nenguna;
sólo se puede sufrir tomándola por solo Dios[…] (997) y más adelante le advierte “ahora
no es menester cargar la casa si no es para descargar luego la deuda[…] (998)”.
La preocupación e incluso ansiedad por el sustento del convento es evidente. Por
eso una y otra vez las órdenes son claras al tratarse de asuntos económicos: “no las dejara
de tomar”, “harto recio es tomar ahora sin nada”, “ahora no es menester cargar la casa”.
El mandato es ineludible y aunque no poseemos las cartas que le escribía María de San
José, podemos inferir que la priora se sentiría con las manos atadas, con la sola opción de
ejecutar lo que le decía la madre Fundadora. Teresa le va quitando el poder decisional a
la priora, autoafirmando así su posición de superioridad. Por otra parte el humor junto a
la ironía son evidentes al exclamar “¡Cómo presume ya de enviar dineros! En gracia me
ha caído; ¡para estar yo acá con tanto cuidado de cómo ellas se han de valer!” (998). Es
evidente la amonestación detrás de la expresión, porque Teresa no perdía oportunidad
para dejar saber, sea directa o indirectamente, qué tenían que hacer, la dirección a seguir,
su propósito u objetivo en mente fue siempre la vigilancia, el control y más en los
tiempos difíciles. La monja Carmelita no le aprobó del todo que enviara el dinero, aunque
después admite, “Con todo vino a tiempo también para pagar portes”. Se deja entrever
cierta molestia por parte de Teresa, porque María de San José había tomado una decisión
y no hacía lo que era más prudente para sus monjas después de que, como ella misma
dice, “tanto cuidado” tenía Teresa de todas ellas.
126
La decisión que María tomó, en el fondo, no fue aprovada por la madre
Fundadora, creando al mismo tiempo un antagonismo entre ambas. Teresa le insiste con
el problema de no tomar muchas monjas en la epístola del 22 de septiembre de 1576, al
recordarle, “Mucho querría que tuviese gran cuenta con no henchir la casa de monjas, si
no fuere quien sea para ello y ayude a pagarla”(1008). Teresa se muestra más gentil,
menos directa, el uso del subjuntivo suaviza el mandato, que en este caso está expresado
de manera implícita. Sin embargo, no deja de impartir, de emitir la orden presuponiendo
de esta forma su dominio. La mentalidad práctica y administrativa de Teresa se pone de
manifiesto a la vez que la ironía de ser el factor económico lo primero a considerar en la
admisión de candidatas al convento.
Resulta interesante la manera en que Teresa, a la vez que elabora en estas cartas
una retórica que implica expresiones que muestran familiaridad, amistad, cercanía,
confidencialidad, confianza y cariño va desarrollando a la par también otra en donde se
hace presente las expresiones de orden, de mandato ya sea directa o indirectamente. De
igual forma existe cierta desconfianza en el manejo de los asuntos que sucedían en el
complicado convento de Sevilla y que ella evidencia en la escritura. La priora de San
José, como sabemos, era letrada sabía latín y francés y aunque la educación fue otro de
los requisitos para la entrada a sus conventos, en ocasiones, Teresa reciente este hecho en
María de San José. ¿Será porque de alguna manera la Santa se sentía menos? no podemos
saber exactamente, pero lo cierto es que Teresa llega a ridiculizar a la priora de San José
tras la máscara del humor. Teresa estaba perfectamente consciente de que ser letrada
otorgaba cierta superioridad y poder, a la misma vez que autonomía, cualidades nefastas
no sólo para el funcionamiento de la comunidad Carmelita sino, para la obediencia dentro
127
de la jerarquía de la misma orden, donde la madre Fundadora ocupaba el lugar principal.
Es por tal razón que podemos constatar una incomodidad en sus cartas, ya que Teresa
sentía que debía afianzar, afirmar su autoridad en ambos aspectos, en su relación con la
priora y en los manejos del convento. Las indirectas de Teresa en algunas de sus
correspondencias evidencian su molestia con el tema de ser letrada con relación a una
postulante en la carta del 19 de noviembre de 1576 dice, “ Muy buena venía la del padre
Mariano, si no trajera aquel latín. Dios libre a todas mis hijas de presumir de latinas.
Nunca más le acaezca esto ni lo consienta. Harto más quiero que presuman de parecer
simples, que es muy de santas, que no tan retóricas” (1040). Es obvia la alusión a María
de San José, la advertencia velada, como si dijera que por saber latín puede creerse
superior. Teresa tenía muy claro que alguién letrado podía tener independencia de
criterio, no dejarse llevar, y de ahí a la soberbia o a la prepotencia sólo había un paso. A
pesar de su preferencia por los sacerdotes y confesores letrados y de que éste era un
criterio para la entrada al convento, la monja Carmelita al parecer poseía una postura
ambigüa ante el conocimiento.
El saber latín daba acceso no sólo a las Sagradas Escrituras sino a toda la
tradición filosófica occidental y a tratados espirituales tanto antiguos como de la época,
es decir abría la vía al poder. Teresa, ya lo sabemos, era muy leída, pero debió de haberse
sentido, probablemente, un tanto vulnerable y amenazada, con temor de perder el poder
ante la priora de San José. La monja Carmelita no podía permitir que se le fuera uno de
los conventos más problemáticos de sus manos. De esta manera en otra parte la llama
“letrera”, refiriéndose a la priora, un tanto entre el humor, la burla y la ofensa. Bárbara
Mujica alude a esta contradicción de la Madre Teresa al comentar, “While Teresa
128
appreciated Maria‟s intelligence and administrative talents, her disparaging references to
her as a letrera and Latinist suggest uneasiness with female erudition” (117). Podemos
constatar la evidencia en la carta del 28 de marzo de 1578, Teresa con cierto sarcasmo
disfrazado de humor la describe como “letrera” propiamente “Bueno es eso de Elías, más
como no soy tan letrera como ella, no se que son los asirios”(1145). Con esta actitud le
quita valor al señalamiento que le haría María de San José e inmediatamente se refiere a
otro asunto.
Otra de las maneras en que la Santa denomina a la priora del convento de Sevilla,
es cuando la compara con una zorra en la carta del 9 de enero de 1577. Teresa comenta,
“Antes que se me olvide: en gracia me ha caído la memoria que me enviaron de las
limosnas y lo mucho que cuentan que han ganado. Plega a Dios que digan verdad, que
harto me holgaría, sino que es una raposa y pienso que viene con algún rodeo; […]”
(1070). El humor, una vez más, está utilizado para enmascarar una crítica, una
recriminación que Teresa guardaba en su interior contra la priora de San José. Sin
embargo, junto al recurso del humor está el de la metáfora ya que Teresa compara a
María de San José con una “zorra” . Una de las cualidades inmediatamente que se asocia
con este animal es su astucia, la capacidad para el engaño y la artimaña, para aprovechar
todas las oportunidades sacándoles algúna ventaja o beneficio. La Santa le atribuye, a la
priora de las Carmelitas en Sevilla, todas estas cualidades, al llamarla de esta manera. La
representación que hace de María de San José nos deja ver que existía un grado de
desconfianza, un recelo, hacia ella, por parte de la madre Fundadora. Por esta razón la
relación entre las dos, como nos dejan ver sus cartas, es conflictiva, tensa, incómoda.
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Otro de los momentos que podemos evidenciar la opinión que tenía la Santa de
María de San José lo es en una de las cartas que le escribe al padre Gracián. Resulta
interesante lo que le dice sobre ella porque es lo opuesto al afecto que le muestra en sus
correspondencia. La Santa le comenta a Gracián en la epístola del 4 de octubre de 1579 lo
siguiente:
Con harta pena me tiene el desatino de aquella priora, y mucho ha perdido
conmigo el crédito.[…] que veo una rapacería en aquella casa que no lo puedo
sufrir, y esta priora es más sagaz que pide su estado, y ansí he miedo no vaya
ganando y que, como yo la decía allá, que nunca conmigo anduvo llana. Mucho
tiene de andaluz. Yo le digo que pasé harto allí con ella. Como ha escrítome
muchas veces con gran arrepentimiento, pensé que estaba enmendada, pues se
conocía. Poner a las pobres monjas en que la casa es tan mala basta para que la
opinión las enferme. Cartas le he escrito terribles, y no es más que dar en un
acero. (1236).
Aunque en las cartas dirigidas a María se puede percibir la incomodidad por parte de
Teresa con la priora, la monja Carmelita no revela la magnitud del antagonismo más bien
muestra ramalazos de esta difícil relación. Estas líneas muestran la otra cara de la moneda
y nos deja ver la indignación, la frustración que sentía Teresa hacia María de San Jósé. La
Santa le abre su corazón a Gracián y se queja de la manera de ser y del comportamiento
de la priora. La Madre Teresa se desahoga, descargando toda su ira en la escritura,
revelando este otro lado de María que ella no nos entrega en su correspondencia con la
priora. La presenta como sagaz, “que pide su estado”, es decir, muy probablemente un
tanto soberbia, terca, obstinada, que no se dejaba guiar de los consejos de la madre
130
Teresa, como ella muy bien dice le ha tratado de llamar la atención y “no es más que dar
en un acero”. Por otra parte resulta interesante examinar cómo la misma persona puede
ser vista de diferente manera según a quién le dirige la carta. A la manera de un
caleidoscopio ante nuestros ojos va cambiando la imagen que tenemos de María de San
José tanto en las cartas que Teresa le dirigía a ella, como en ésta de Gracián. De esta
manera no solo la monja Carmelita está en desacuerdo con la forma en que María se
conduce sino la manera en la cual ejerce su cargo de priora. Sin duda alguna Teresa en
esta carta al Padre ataca directamente a su hija espiritual y la desacredita o indispone ante
su ojos, cabe preguntarse ¿con qué propósito?. Era un conflicto de obediencia y en última
instancia de poder.
Otra de las situaciones es que la priora de San José le debía dinero a Lorenzo
Cepeda, hermano de la Santa. Este fue un asunto muy espinoso para Teresa y es otro de
los momentos en que podemos ver esta tirantez conflictiva. El asunto económico se
traduce en una polémica sobre la autoridad, ya que Teresa comienza a pedirle, casi a
rogarle, el dinero un año después de la fundación del convento en Sevilla, y María parece
hacer caso omiso. En la carta del 2 de julio de 1576 le pide “Procuremos, pagar presto
esto de mi hermano, digo lo del alcabala, que harto cuidado trayo y más que tenía allá u
tanto de esa casa. ¡Oh lo que él se ha holagado con sus cartas!” (985). Teresa termina con
esta frase para persuadirla, moviendo sus sentimientos, a través de crear una cercanía,
cierta simpatía entre Lorenzo y la priora. Hemos podido constatar cómo la monja
Carmelita pasaba de una posición diplomática, en la que trataba de persuadir a su
oponente mediante el encomio, a la polémica en la cual enfrentaba a su contrario a través
de la ironía, el humor, la amonestación directa y elíptica. En este asunto de la deuda, que
131
durará alrededor de tres años, la madre Teresa pasará de la condecendencia al mandato.
Meses más tarde, en la carta del 13 de octubre del 1576, le sigue recordando Teresa a
María los dineros que se le deben al hermano, “Si van tomando poco a poco lo que les
dieren los de la casa será gran cosa” (1015).
Tres años más tarde, la madre Fundadora continuaba escribiéndole sobre el
mismo asunto, en la carta del 22 de julio de 1579, “Cuando pudiere ir pagando a mi
hermano sepa que tiene necesidad, porque ha tenido muchos gastos juntos; ya ve que se
lo deven” (1229). La situación no tenía ningún indicio de solución porque después de la
muerte de Lorenzo encontramos a Teresa cuatro años más tarde pidiéndole a María que le
pague, para poder hacer la capilla que su hermano quería y así se lo recuerda en la carta
del 21 de noviembre de 1580 “Mire remedio que ha de haver y procure vuestra reverencia
alguna monja para pagar ese dinero para la capilla de mi hermano, que no se puede
escusar de comenzar ya” (1295). Hasta que en la epístola del 8 de noviembre de 1581,
Teresa misma ya no puede más con la situación y reconoce su indignación “Ahora me
tornó a enviar a decir los ciento enviara y los otros ciento cobrase de donde no se podrán
cobrar tan presto. Yo le escribí mostrándome muy enojada con vuestra reverencia[…]”
(1351). María incluso, como se puede desprender de esta correspondencia, le decía una
cosa, luego otra y no le cumplía. Teresa estaba “harta” de tratar el asunto y ella misma lo
reconoce párrafos más adelante. La Santa había sido tolerante y condecendiente, pero
aquí ya después de varios años su diplomacia llega al límite. De inquirir por el pago de
forma suave, cortés pasó a la ira y al mandato directo sin paliativos. Esto debió haber sido
una situación muy fuerte y hasta dolorosa para Teresa. Nada más con este problema la
monja Carmelita no podía mirar o tratar a María de la misma manera, la priora se
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mostraba ante sus ojos desafiante. Teresa debió haber sentido, por momentos, que María
retaba cada vez en lo que era la regla más importante de la Orden religiosa, la humildad,
la obediencia, el reconocimiento de la autoridad que en este caso era la misma Madre
fundadora. No solamente la polémica se establece, en esta carta, a través de las palabras,
sino también el tono da muestra del grado del coraje que poseía la Reformadora.
Igualmente, quedan así enfrentadas María y Teresa en otro de los asuntos más
álgidos que tuvo la Reformadora a lo largo de su vida y sus fundaciones que fueron los
acontecimientos que acaecieron en el convento con Beatriz de la Madre de Dios. La
historia de Beatriz Teresa la cuenta, como ya hemos dicho, en su libro de las Fundaciones
en el capítulo veintiséis, específicamente. Esta monja, como dejamos dicho, fue una de
las primeras postulantes que entró al convento de Sevilla. Al poco tiempo de profesar su
vocación esta monja comenzó a preocupar a la Madre Teresa por sus “extrañesas en la
oración” . Beatriz se mostraba excesivamente encariñada con su confesor, Garciálvarez, y
llevaba una vida concentrada en sí misma. Este sacerdote era el director espiritual de la
comunidad de las descalzas y Teresa le debía mucho porque le ayudó a fundar el
monasterio allí en Sevilla. Sin embargo Garciálvarez no tenía una buena y completa
formación doctrinal. Eran dos las monjas que decían tener experiencias sobrenaturales,
Isabel de San Jerónimo, que más tarde pudo reaccionar, y Beatriz de la Madre de Dios,
que cada vez más pasaba más y más tiempo con su confesor. Garciálvarez a su vez le
prestaba más atención y tenía preferencia por Beatriz. La escuchaba más tiempo del
requerido por la prudencia, tornándose esta situación en una de carácter peligroso y
delicado. Todas las demás monjas se habían dado cuenta de la relación tan estrecha entre
Beatriz y su confesor. De esta manera la conducta entre ambos dio motivo a
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murmuraciones dentro del convento y la priora María de San José se alarmó buscando
apoyo en la Madre Teresa.
Dos detalles, como transfondo a esta historia, parecen importantes señalar, el
primero es que María de San José había depositado en la monja una extrema confianza al
punto de que en ocasiones le dejaba la casa. El otro aspecto era que Beatriz no sabía ni
leer, ni escribir, es decir no era letrada, y ninguna religiosa le tenía confianza porque
veían en ella una actitud poco sincera. Se trata de alguién en quién María distinguió sobre
las demás monjas del clautro. Con todo a la priora no todas las visiones o experiencias
espirituales le parecían ficticias, por esta razón en los comienzos de la situación, María no
era tan radical, llegando a asumir una postura flexible frente a los fenómenos que
experimentaba Beatriz.
Teresa inmediatamente desaprobó el proceder de las monjas y le pidió el parecer a
Gracián. Se consultó a varios sacerdotes entre ellos Hernando de Pantoja, amigo de las
descalzas y el jesuita Diego de Acosta que se entrevistó con las monjas favoreciéndolas y
convirtiéndose a su vez en su protector. Con esta acción no hacía otra cosa que provocar
la discordia entre la priora y las monjas. Ante tal situación la paz del convento se quebró
y comenzaron los comentarios. María desaprobaba esta relación entre la monja y el
confesor y Teresa disculpaba a Garciálvarez. Este último llegó a desprestigiar a la priora
ante los ojos de los clérigos pricipales y de renombre. La situación se salía totalmente de
control, ya ni la priora podía ejercer su autoridad dentro del monasterio. Teresa buscó el
parecer del antiguo visitador de las descalzas el padre Fernández y Nicolás de Jesús que
le aconsejaron destituir al confesor. María de San José ejecutó la orden, sin embargo el
provincial de los Calzados del Carmen, Diego Cárdenas, lo restituyó. Beatriz, Isabel de
134
San Jerónimo y Garciálvarez redactaron unos Memoriales dónde acusaban directamente
a Teresa, Gracián y la priora. La misma María de San José en su libro de las
Recreaciones señala cómo este Padre, “en todo el día y días que duró la visita no se
quitaba del confesionario, llamando a unas y a otras y forzándolas con amenazas,
poniéndole escrúpulos para que fuesen a decir al Provincial lo que él les ordenaba” (158).
Los padres Calzados visitaron el convento y amedrentaban a la comunidad con
excomulgarlas y como resultado de estas indagaciones depusieron a María de su cargo. El
nuncio Felipe nombró a Angel de Salazar como vicario de los carmelitas reformadas y
anuló los derechos concedidos a los provinciales Descalzos de Castilla y Andalucía. Los
conventos reformados se veían libres de la acción déspota de los Calzados y el mismo
Angel de Salazar instituyó a María de San José en su puesto nuevamente. El arzobispo
de Sevilla, Rojas y Sandoval, destituyó a Garciálvarez y ante todo lo ocurrido las monjas
disidentes reconocieron sus faltas.
A través de todo este complicado proceso la comunicación entre la priora y
Teresa siempre estuvo presente aún en medio de opiniones encontradas y
desaprobaciones nunca dejó de fluir la correspondencia entre ambas partes. Teresa al
principio le deja el asunto en manos de la priora. María, a su vez, le había escrito a Teresa
informándole de lo que estaba aconteciendo en el convento con las dos religiosas y que
habían decidido poner por escrito sus experiencias sobrenaturales. La Madre fundadora le
ofrece su opinión, aunque detrás existe la orden de que desistan de escribir las monjas.
Teresa de manera diplomática ofrece su punto de vista y las razones para su posición,
pero luego se va tornando en una orden que ella dejará en manos de la priora “Antes que
se me olvide: no estoy bien en que esas hermanas escrivan las cosas de oración, porque
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hay muchos inconvenientes que quisiera decirlos. Sepa que aunque no sea sino gastar el
tiempo y que es estorbo para andar el alma con libertad, y aún se pueden figurar hartas
cosas. Si me acuerdo, yo lo diré a nuestro padre, y si no, dígaselo ella.[…] Cuando es
cosa de escrúpulo, díganlo a vuestra reverencia” (1145). Así vemos cómo si por un lado
deja la ejecución de su parecer en manos de la priora, no deja de decirle que es lo que
tiene que hacer, como tiene que actuar. El peso de las razones que Teresa expone son una
fuerza que dirige su ejecución, no le queda otra opción a María de San José. El poder
queda en última instancia en las manos de Teresa, y la priora es el mero instrumento para
ello. Aunque la manera de impartir lo que se debe hacer es muy sutil e indirecta la
sentencia de Teresa se hace sentir, ella es quien tendrá la última palabra en los asuntos de
sus monasterios. De alguna manera reafirma y deja el asunto en la confianza del buen
criterio de la priora al decir que “si hay algo de escrúpulo, díganselo a vuestra
reverencia”.
En la epístola de septiembre de 1578, le pide sufrir y callar, para persuadir a la
Madre María de San José a que “no echen de ahí ese padre”, refiriéndose a Garciálvarez,
como hemos mencionado, era el confesor de las monjas. Por medio de la frase, “Por el
amor de nuestro Señor” la monja Carmelita espera conmover a la priora para que ella
cumpla o ejecute su petición. La priora de San José, como vimos, tenía serias sopsechas
del clérigo, y sabía que era en parte la causa de las situaciones que estaban aconteciendo
con las dos monjas en el convento. María pensó en tomar una acción radical y llegó a
pensar en separar a Garciálvarez de la comunidad carmelitana. Sin embargo se contuvo y
aquí tenemos la razón, el mandato de la Santa. Si el clérigo le estaba haciendo daño, muy
probablemente sin darse cuenta totalmente, ¿por qué Teresa se empeña en retenerlo? Ella
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misma lo dice “ porque no puedo sufrir que nos mostremos dsagradecidas con quien nos
ha hecho bien”(1178). Al final la carta termina con una nota humorística cuando la Santa
reconoce que “Bien veo que no es perfección en mi esto que tengo de ser agradecida;
deve ser natural, que con una sardina que me den, me sobornarán”(1179). Teresa se da
cuenta de que puede estar llevando a los extremos su agradecimiento, y por tal razón trata
de ponerle sordina con el humor. Interesante es por demás el uso de este recurso en las
cartas de la monja Carmelita porque tiene diferentes funciones en el discurso. En muchas
de las ocasiones la Santa lo emplea como paleativo, y aquí lo vemos usado de esta
manera. De igual forma lo podría estar utilizando para excusarse ante la priora, ya que
Teresa sabía que era muy serio lo que estaba sucediendo en el monasterio sevillano. En
toda esta situación María de San José no deja de pedirle opinión a la Madre Teresa,
acatando sus decisiones y aceptando su posición de poder. Aunque, como sabemos, la
priora del convento en Sevilla impone, en ocasiones, su propio criterio.
Otra de las instacias en que Teresa deja ver con su comentario la autoridad y
dominio, es en la carta del 4 de junio de 1578. Después que dice estar alegre con la orden
que emitió el padre Gracián de “que coman carne las dos de la mucha oración” , de
inmediato comenta “ Sepa, mi hija, que me ha dado tema que si estuvieran cabe mí no
tuvieran tanta baraúnda de cosas” (1162). ¿A qué viene este comentario a la priora?,
¿Por qué razón dice “si estuvieran cabe mi”? Teresa parece referirse a si las monjas
estuvieran con ella, no hubiese pasado nada. Es la manera indirecta de hacerle saber a
María de San José que no hay nadie que controle mejor o que vigile a las monjas como lo
hace ella. Es una forma de autoafirmarse, darse poder y colocarse por encima de su
lectora en posición de dominio. Además de hacerle saber que su presencia es
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indispensable para el manejo de los asuntos de la Orden. Una forma de decirle a la priora,
que por momentos ha querido tomar las riendas sin consultar a la monja Carmelita, no
puedes dirigir sin mi consentimiento. El comentario es en última instancia un
reconocimiento de su poder sobre la Orden.
La carta del 3 de mayo de 1579, es una extensa, escrita con el propósito de
ofrecerle a la priora instrucciones específicas de qué hacer ante los hechos y cómo ir
lidiando con los mismos. Es la primera epístola que Teresa dedica casi entera a darle
recomendaciones específicas a la priora ante tan delicado panorama. Al principio Teresa
no le da la atención que requería el problema. Teresa dice habérsele “doblado el amor que
las tenía, aunque era harto, y a vuestra reverencia porque ha sido la que más ha
padecido”. La monja Carmelita se conduele de la priora y con ello reconoce la magnitud
del asunto. Por un lado llama a María cariñosamente “Josefa” y por el otro la baja de
categoría, al llamarle “ruin” cuando sabe que la han destituido de su cargo, le dice que
ella “aunque es harto ruin, tengo entendido que teme a Dios y que no havría hecho cosa
contra Su Majestad que mereciese tal castigo” (1211). Aquí la monja Carmelita
demuestra los sentimientos encontrados, su postura ambigua ante la priora. Teresa no
confiaba del todo en la priora de San José aunque sabía sus capacidades y talento, las
ponía en duda cuando actuaba. Esta es la actitud que predomina en casi todas las cartas a
ella, por un lado las frases de elogio, de amor, y por el otro la desconfianza, la reprensión
que llega a la ofensa. Teresa le reconoce el sitial que como priora tiene María pero a la
vez se lo quita.
Por otra parte en esta correspondencia Teresa alude a los Memoriales, que
redactaron las monjas y el clérigo, y que luego llegarían a la Inquisición,
138
desmintiéndolos, diciéndo que “son falsedades”. El tono de esta carta es de severidad,
serio y se pronuncia de manera contundente hacia las monjas. Teresa dice que las monjas
“la tienen fatigada” y se cura en salud diciendo “dos cartas escriví para que anduviese
con aviso” y continua “aún lo traté con el padre maestro Gracián” librándose de
responsabilidades. Aquí lanza su veredicto diciendo que Beatriz de la Madre de Dios,
como ya habíamos aludido, es “persona engañada y de flaca imaginación” e
inmediatamente comienza Teresa a decirle lo que tienen que hacer punto por punto. De
esta manera se pronuncia “Y en este caso me han de hacer caridad, vuestra reverencia y
todas, de no salir de lo que yo ahora les diré, y crean que es, a mi parecer lo que
conviene,[…]” (1213). La Madre Teresa va dándo las órdenes, las instrucciones,
específicas de cómo han de conducirse de aquí en adelante. De esta manera la monja
Carmelita utiliza frases como éstas “lo primero digo[…], lo segundo que no les pase más
por pensamiento por ahora[…], lo tercero es que no les demuestren ningún tipo de
desamor[…], procuren olvidar, “lo cuarto es que con ninguna persona la dejen hablar sin
tercera[…], no las aprieten, “ Mire que les torno a rogar muy mucho[…] (1213-14).
Teresa es muy clara y precisa en lo que quiere y ordena se lleve a cabo y aunque utilice
palabras como “rogar”, hemos visto, ya como toma visos de mandato persuasivo, dicho
de esta manera el lector tiene pleno convencimiento de su ejecución. Ante tan extrema
situación no deja de recomendar “cuidado” y sentir “gran temor” ante lo que pudiera
suceder. Con la Inquisición avisada y los Calzados, en contra el peligro acechaba por
todas partes a toda hora. Un detalle curioso es que Teresa le permitirá escribir a las
monjas, “si les da consuelo” pues “no sería malo”. Sin embargo no fue así al comienzo de
los acontecimientos. Una vez más Teresa decidía e imponía, directa o indirectamente, con
139
su retórica persuasiva o libre de ella, lo que se había de hacer en sus conventos. Cabe
preguntarse ¿a quién le pertenecía el poder decisional en los contratiempos conventuales,
a la priora o a la madre Fundadora? La contestación parecería oscilar entre una y otra
aunque la voz de Teresa era la que dictaminaba finalmente la acción a seguir.
Este espinoso asunto se ventiló en las epístolas subsiguientes y así en la carta del
24 de junio de 1579 cuando Angel de Salazar decide restituir a María a su cargo de
priora, la monja se niega a aceptar ya sea porque pudo haber estado dolida, herida, o
simplemente cansada de toda la tensa situación que vivieron las descalzas de Sevilla.
Pero una vez más la madre Fundadora impuso su parecer diciéndole “Y vuestra
reverencia, mi hija, déjese ahora de perfecciones bovas en no querer tornar a ser priora.
Estamos todos deseándolo y procurándolo y ella con esas niñerías” (1224). Más adelante
continúa la Madre aún más enfática “ Este no es negocio de vuestra reverencia sino de
toda la Orden, porque para servicio de Dios conviene […]”, es decir, María no tenía
jurisdicción en el asunto y por esto Teresa le dirá “calle y obedezca, no hable palabra;
mire que me enojará mucho” (1224). No hubo opción, para la monja, era aceptar
nuevamente el puesto, sin quejas, ni protesta y menos negativas. Como sabemos,
finalmente, María de San José acata la orden de la madre Teresa.
Otro de los momentos en los cuales hace uso de su autoridad y podemos
evidenciar la complicada relación entre ambas, lo encontramos en la carta del 21 de
diciembre de 1579. Teresa le dirá claramente lo siguiente “Vuestra reverencia me
perdone a mí, que con quien bien quiero soy intolerable, que querría no errase en nada”
(1245). La Reformadora le pide perdón, se excusa, por haber sido “intolerante”, es decir,
intransigente, dura, en muchas ocasiones con la priora. Teresa se da cuenta en realidad,
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de que esta fue la manera en que trató a María de San José, y por ello posee cierto cargo
de conciencia que la obliga a confesar lo que en su momento pudiera haberla llevado a un
exceso. Pero líneas más adelante, en esta misma carta, le manda a que se “guarde de
hacer cosa que sabido puedan ser escándalo” y añade “Librémonos ya de estas buenas
intenciones que tan caro nos cuestan” (1246). Después de aceptar su severidad con la
priora Teresa insiste en advertirle moderación, contención. La petición se inicia con la ya
conocida frase persuasiva de Teresa “por el amor de Dios” que no tiene otro propósito
que el de que se cumpla su mandato, vistiéndolo, como hemos visto, de súplica. De
manera irónica, la carta finaliza con un regaño hacia la priora, contrastando así con la
disculpa del principio, Teresa llega a decirle a María “ En esto de esta casa (pues ya lo ha
entendido), puede tomar espiriencia, […] y que a mí me tenía espantada algunas cosas de
las que vuestra reverencia escrivía haciendo caso de ellas. ¿A dónde estava su
entendimiento? Pues ¡qué, San Francisco! ¡Oh válame Dios, las necedades que traía
aquella carta, todo para conseguir su fin!” (1247). De nuevo aquí Teresa cae en lo que se
excusó al comienzo de esta correspondencia, la intolerancia. Parece ser como si la Madre
fundadora se retractara, o sintiera que tenía que lograr posicionarse por encima de la
priora para dejar establecida, claramente quién tenía la autoridad. María de San José
estaba bajo su gobierno y lo debía entender y recordar en cada momento.
Por último, dos señalamientos que muestran la indisputable e indiscutible
autoridad de Teresa es la carta del 1 de febrero de 1580. Teresa en este momento le
reprocha o critica lo que le dice María al comentarle “En gracia me cai decir vuestra
reverencia que no se ha de creer todo lo que dijere San Jerónimo, haviéndoselo yo escrito
tantas veces” (1256). El humor aquí no está excento de cinismo; la Madre Teresa no
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aceptaba que alguien le dijera algo que ella ya sabía y que primero se lo había advertido.
El poder, la autoridad, recaía en Teresa y ella era la que tenía el control, sin escapársele
casi ningún detalle. Más adelante la Santa sigue amonestando a María, y la razón es
porque:
Creo es que me pareció su carta muy de poca humildad y obediencia. Por eso
vuestra reverencia tenga cuenta con su aprovechamiento –– que se le devía pegar
algo de Paterna –– y con que no se alargue tanto en encarecer porque, aunque con
sus rodeos le parece que no miente, es muy fuera de perfección tal estilo con
quien no es razón sino hablar claro, que harán hacer a un perlado mil disbarates
(1257).
Las cartas de María no se conservan, como ya dijimos, para así poder examinar las dos
correspondecias, sin embargo, tenemos aquí la reacción de Teresa al leer la epístola de
María: le falta humildad y obediencia. La Madre fundadora también le critica el estilo,
porque le parece que no habla claro, que está ocultando y no dice la verdad. Teresa se
muestra muy susceptible y a la vez severa con la priora de San José. La monja Carmelita
en cierta medida se debió sentir ofendida por la manera en que María escribió la carta,
aunque no lo dice directamente. A pesar de las continuas alabanzas y frases de cariño que
le prodiga en las cartas, la priora del convento en Sevilla era para la Santa una figura
conflictiva e incómoda. Si contrastamos lo que dice Teresa en esta carta con la del 17 de
marzo de 1582, nos damos cuenta que en la epístola se ha planteado la idea opuesta de lo
que ella ha expresado en la que acabamos de mencionar. La Santa dice, “Vuestra
reverencia lo dice tan bien todo que, si mi parecer se huviera de tomar, después de muerta
la eligieran para fundadora, y que harto más sabe que yo y es mejor; esto es decir
142
verdad”(1375). Desafortunadamente los deseos de Teresa nunca se hicieron realidad y
María no la sustituyó en el cargo de Fundadora de la Orden. María se fue para Portugal
por mandato del padre Gracián, luego de la muerte de la Madre fundadora. Pero en dónde
tenemos que fijar la mirada es cuando afirma “lo dice todo tan bien”, este argumento es
diametralmente opuesto al que acabamos de examinar en la carta anterior. Parecería que
Teresa no era del todo sincera y trataba de esconder sus sentimientos negativos hacia la
priora de San José. No podemos decir que no le tuviera cariño, pero estos sentimientos
iban a la par con los de recelo y hasta rechazo. Weber en su citado artículo, plantea que
Teresa se sentía culpable “and she is asking for forgiveness”(15) por haber dejado a
María sola, sobre todo al principio, con tan delicado y complicado problema en el
convento. Aunque lo cierto es que la Santa nunca deja a María totalmente abandonada en
tan peligrosa situación y la prueba son las mismas cartas. Pero, sea por esta razón o por
otras la relación entre ambas caía en lo uncanny o “extraña”. De esta manera podemos
evidenciar como Teresa le da poder a María y se lo quita a la mima vez.
Si regresamos a la carta que estábamos examinando, el último argumento que
vamos a traer a consideración es el que Teresa se queja y le reprocha no haberla avisado
de “algunas cosas”. Teresa le advierte, “para que vuestra reverencia tomara espiriencia y
aun pidiera a Dios perdón de lo que no me avisó, que he sabido estava presente a algunas
cosas que osaré apostar que en toda España no han pasado en monasterios muy relajados.
La intención salvaría algunas; otras no bastava. Tome vuestra reverencia escarmiento y
váyase llegada a las constituciones –– pues tan amiga dellas –– si no quiere ganar poco
con el mundo y perder con Dios” (1257). La Santa, enojada, le recrimina no haberla
enterado, la critica una y otra vez por esta razón, y es que de otra manera quedaría
143
marginada, relegada, perdería el control y por consiguiente el poder. La monja Carmelita
al final de este párrafo posee un tono de advertencia que se convierte en amenaza. La
Santa se torna intolerante con María de San José y como vemos más adelante en la
correspondencia del 16 de junio de 1581 “Ahora no la queremos penitente sino que no la
dé a todas con sus enfermedades, y que me sea obediente” (1330).
La obediencia era el “leit motiv” en esta relación, la subordinación, el
acatamiento de las normas y de lo que ordenaba o decía la Madre Teresa. Como hasta
aquí hemos visto la monja Carmelita se mantuvo en vigilancia, en control de sus
monasterios. Teresa no cedió el poder que tenía como Fundadora, Reformadora,
experimentada espiritual, dentro de la orden. Ella tenía el lugar más alto en la jerarquía de
las Caremelitas Descalzas y a través de los años lo va a defender y a reafirmar. Así que
no sólo con acciones, sino con la palabra, con el discurso, buscará posicionarse y
autorizarse. Teresa, no le dejó en las manos de nadie el poder que tenía en la Orden, ella
también tenía su prestigio dentro de las altas esferas eclesiásticas y sociales, ni aún de la
nobleza que tanto la ayudó a financiar las casas. De esta manera ni al Rey, ni a la
nobleza, ni a las prioras y menos aún a Gracián le cederá su posición de poder. La Santa
fue una persona respetada, a pesar de todas las escaramuzas inquisitoriales y todas las
calumnias que se levantaron contra ella, la misma priora y Gracián. De esta manera
quedan contestados los planteamientos iniciales, podemos concluir que las frases de
agradecimiento, las exhortaciones, las advertencias, los consejos, las expresiones
negativas y las prohibiciones, son máscaras para la reafirmación del poder y la autoridad.
Teresa se autorrepresenta como la madre que tiene potestad sobre sus hijas y el jefe de un
estado que gobierna, en este caso, la Orden religiosa del Carmelo Descalzo. A través de
144
sus textos podemos ver que Teresa no quería perder la potestad y así lo expresa, a la vez
que va construyendo este dominio en su discurso ya sea de manera directa o
indirectamente.
Dejemos atrás el convento de San José en Sevilla y tornemos nuestra mirada hacia
el Padre visitador de la orden y confesor de la Santa, Jerónimo Gracián. Esta relación de
Teresa con el Padre tendrá sus semejanzas con la de María de San José, pero por
diferentes razones. Examinemos, ¿cómo fue esta relación? ¿de qué manera asume el
control y el poder Teresa? ¿cómo se representa en la escritura y en ella misma? . Gracián
de treinta años y la Madre Teresa de sesenta se encuentran en Beas, en la primavera de
1575. Teresa quedará profundamente impactada con el joven Carmelita, y desde aquí se
iniciará una relación que dejó como testigo una significativa parte del epistolario
teresiano. Acerquémonos a sus páginas.
145
Capítulo 4
El epistolario a Gracián: Teresa de Jesús y la oscilación entre el dominio y la
sumisión .
“Crea mi padre que estas casas van bien y no han
menester más cargas de ceremonias, que cualquiera
cosa se les hace pesado, y no se le olvide a vuestra
paternidad esto, por caridad, sino siempre apretar en
que se guarden las constituciones[…]” (1160)
Desde que Teresa vio a Jerónimo Gracián quedó literalmente impactada. Era la
primavera de 1575 en Beas de Segura. Con un hermoso paisaje de fondo, típicos del Sur
de España, la Madre fundadora habló con Gracián, podemos imaginar, por largo tiempo.
Según dice Rosa Rossi en su ya citado libro, Teresa de Avila, ambos “tenían un
impresionante número de cosas en común”. La Fundadora “había encontrado una persona
en quien se juntaba el gusto profundo por la experiencia interior y la búsqueda de la
perfección, con el impulso de salir de sí mismo y de tomar iniciativas cara al exterior”
(177). Teresa de Jesús no podía creer que todas las cualidades que ella necesitaba y
buscaba en un director espiritual para su orden, estuvieran reunidas en este joven de
treinta años. La madre fundadora tendría alrededor de sesenta años, cuando se da este
primer encuentro. Teresa, “ya había sido informada de las excepcionales virtudes” del
joven Carmelita. Una de las cosas que más le gustó a la Santa cuando le hablaron de
Gracián fue que era “conocedor de los escritores antiguos y de las obras teológicas, y
estaba preparado de verdad” (177). Gracián tenía además dos cualidades a su favor, era
expresivo y buen predicador. De la misma forma estaba dispuesto a asumir cargos
146
administrativos de gobierno. La fuente de tal recomendación fue Isabel de Santo
Domingo, a quien la Santa le tenía absoluta confianza y lo había conocido anteriormente
en Pastrana. Teresa misma le comentará a Isabel la impresión que le causó el Padre
Gracián en la carta del 12 de mayo de 1575:
¡Oh madre mía, cómo la he deseado conmigo estos días! Sepa que a mi parecer
han sido los mejores de mi vida, sin encarecimiento. Ha estado aquí más de veinte
días el padre maestro Gracián. Yo le digo que, con cuanto le trato, no he
entendido el valor de este hombre. El es cabal ante mis ojos, y para nosotras
mejor que lo supiéramos pedir a Dios. Lo que ahora ha de hacer vuestra
reverencia y todas es pedir a Su Majestad que nos le dé por perlado. Con esto
puedo descansar del govierno de estas casas, que perfección con tanta suavidad
yo no la he visto. (945)
A partir de este momento Teresa, un tanto fascinada con Gracián, establecerá una
relación que tendrá como centro la figura protagónica del Visitador de las carmelitas. Así
una parte de la vida de la monja Carmelita, si podemos decir así, giró en torno a Gracián,
en cada una de las epístolas al padre, como le solía decir, la Santa expresaba su casi
obsesiva preocupación por el joven Carmelita. Las cartas una y otra vez dejan al
descubierto su desesperación, su ansiedad por saber de Gracián, ya sea por él mismo o a
través de otras fuentes. Teresa instaba al joven Carmelita que le escribiera y cuando no lo
hacía era evidente su frustración, su tristeza. La consecuencia de ello, en muchas
ocasiones, era el reproche, la ira por parte de Teresa. Toda la gama de sentimientos pasan
por sus páginas desde la felicidad, porque Gracián le hace el favor de complacerla y
mantenerla informada de todo lo que le acontecía, a la depresión.
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En este capítulo nos proponemos explorar cómo Teresa se desdobla o muestra una
postura dual ante Gracián con el propósito de constituirse en sus epístolas como un “yo”
autoritario, de poder. Por un lado mediante expresiones como, “le suplico”, “si vuestra
paternidad gustara de hacer”, “si vuestra paternidad viere bien”, entre otras, que deja ver,
a simple vista, una actitud de reconocimiento de su posición como confesor de Teresa y
visitador de la Orden. Sin embargo por el otro existe una reafirmación del poder de parte
de la Madre fundadora, ya que, como veremos en las cartas, ella le dice qué hacer a
Gracián y cómo proceder en los asuntos relacionados con la reforma, particularmente,
con el conflicto de los descalzos. De esta manera los consejos a Gracián se traducirán en
mandatos, muchos de los cuales, serán de carácter indirecto.
Son diversos los registros que utiliza la madre Fundadora cuando se dirige a
Gracián. Así la ironía, el humor, la reiteración, cuando el asunto era de suma importancia
y Teresa quería que se ejecutara su parecer, podemos encontrar estos recursos retóricos
en las epístolas al joven Carmelita. Pero realmente ¿obedecía Gracián las órdenes de
Teresa? o simplemente era un simulacro del poder, por parte de la monja Carmelita,
porque ella ya sabía que el Visitador de la Orden haría lo que a su juicio mejor
entendiera. Teresa debió de darse cuenta de que no siempre, Gracián llevaba a cabo sus
consejos, o mandatos. Sin embargo, hasta su última carta nunca dejó de guiar a Gracián.
En estas correspondencias podemos constatar que Teresa no se dirige a Gracián de la
misma manera que lo hace con María de San José o con María de Mendoza. En estas
cartas escritas a la priora de San José y la hermana del arzobispo de Toledo, Teresa de
forma evidente establece su poder y autoridad; en cierta medida podríamos hablar de que
tanto en las mencionadas epístolas como en la correspondencia al Rey, es más persuasiva
148
y agresiva en su discurso. En las cartas destinadas a Gracián, a pesar de que la madre
Fundadora establecía una posición dominante, podemos ver que esta actitud no estaba
excenta de un acatamiento de la voluntad del Carmelita y de sumisión. Por otra parte, el
voto de obediencia que tenía Teresa con Gracián le impedía tomar por completo las
riendas y desautorizar al Padre maestro como lo llega a llamar.
De esta manera Bárbara Mujica en su estudio, Teresa de Avila: a Lettered
Woman, plantea que, “Although she exercised power within the convents, as a woman
working for reform within a larger organization Teresa was often relatively powerless.
She constantly had to navigate among higher – ups anxious to silence or restrain her.
[…] However, Teresa, soon realized that she could not control her spiritual son” (112).
Por tal razón es que proponemos este carácter dual ante su joven confesor, por un lado
Teresa busca ejercer su autoridad, aunque con cierta suavidad, pero al mismo tiempo
dejando sentir su opinión en cada una de las situaciones que acontecían en la orden y en
los conventos.
Por el otro lado podemos ver una actitud de sumisión que podemos evidenciar,
como ya dejamos expuesto, en las expresiones que utiliza en su discurso. Cabe mencionar
que, muy probablemente, Teresa emplea estas frases, igualmente, con doble intención: la
de persuadir a Gracián para tratar de que considere sus argumentos y a la vez otorgarle
su posición de poder. De inmediato hay que recordar aquí la tesis de Alison Weber en su
estudio, Teresa de Avila and the Rhetoric of Feminity, lo que ella llama la retórica del
“double bind” producto del conflicto que se establece entre la autoridad, la obediencia y
la autenticidad. Estos tres aspectos son los que entran en juego en las cartas y con cada
uno de los lectores, Teresa oscila entre una posición y la otra, dependiendo de las
149
circunstancias en las que se ve envuelta. Así va desde la sumisión o “aparente sumisión”
hasta la autoridad. Sin embargo, debemos aclarar que este tipo de retórica que examina
Weber principalmentne en el Libro de la Vida, es la misma que tenemos aquí en la cartas.
La monja Carmelita como madre Fundadora y Reformadora, verdaderamente tenía el
poder, y ella estaba muy conciente de que poseía la autoridad para mandar. No obstante,
muy pronto ella se dio cuenta de que debía o le convenía negociar el poder, es decir,
moverse de posición constantemente para afirmar su dominio. De la misma manera
Teresa usó el lenguaje, como hemos planteado, para tal propósito. Podemos decir que la
Madre fundadora construye su autoridad al igual que su supuesta o real obediencia.
Igualmente hace en el Libro de la vida, donde vemos a Teresa que desde el primer
párrafo contruye su defensa. Este discurso subyace al autobiográfíco, logra coexistir con
el y a la vez lo enmascara.
Bárbara Mujica en su citado estudio no explora a profundidad las tensiones, o
conflictos de esta relación. La estudiosa solo menciona que existieron estas disputas y
alude a algunas de las cartas en que la madre Fundadora le escribe al padre Gracián.
Mujica tampoco explora en detalle o con detenimiento la actitud de la Santa frente a su
lector, y a pesar de que menciona que hubo fluctuaciones o dificultades en su relación
con Gracián no va mucho más allá de esta indagación. La estudiosa concluye su apartado
sobre Gracián afirmando que:
Like most human relationships, the bond between Teresa and Gracián was
variegated and fluctuating. Teresa neither trusted Gracián like an innocent child
nor was able to judge him with complete objectivity. What role he played in her
spiritual development is unclear, since Teresa already had a developed notion of
150
her own spirituality before she met him. Still, she valued his guidance and never
found another confessor she trusted as much. Although she viewed her
relationship with Gracián as a spiritual marriage, Teresa’s role was more that
mother ––– bossy and scolding yet loving and indulgent–––– than that of an
obedient wife (115-116).
De esta manera vemos cómo Bárbara Mujica deja los planteamientos expuestos, de forma
que no investiga si estos postulados se afianzan en las cartas y cómo pueden variar en una
o llevarse a cabo en otras. Sí, tenemos que decir que cita ejemplos de la correspondencia
pero no la estudia en su totalidad. La estudiosa no explora esta idea de la dualidad y de
cómo se manifiesta en las cartas de la monja Carmelita a Gracián. Podemos muy bien
calificar estos apartados de un excelente estudio, o un buen primer punto de partida para
indagar más acerca de cómo Teresa lidiaba con su director espiritual. Por tal razón el
joven Carmelita no dejaba de representar la autoridad, sin embargo, la dirección del
poder se dispara aquí hacia los dos lados puesto que Teresa, al ser la Fundadora y
Reformadora del Carmelo, representaba ya de por sí una figura dominante.
Inmediatamente debemos de aclarar que con mayor poder que el mismo Gracián,
creándose así la dualidad o desdoblamiento del que hablamos anteriormente por parte de
la Santa.
Pero volvamos a la figura de Gracián ¿quién era este joven que cautivó a la Madre
Teresa de Jesús? Rosa Rossi en su estudio autobiográfico sobre la Santa, nos da los
detalles. Cuenta que el visitador de las Descalzas en Andalucía:
provenía de una familia de cristianos viejos de Valladolid. Diego Gracián, su
padre, había sido secretario de Carlos V y traductor de numerosos clásicos latinos
151
y griegos, con lo que había mantenido a su familia. Su hermano Antonio era uno
de los secretarios particulares de Felipe II, veía diariamente al rey y le leía en alta
voz pasajes de los muchos libros que todos los días llegaban hasta la mesa del
soberano; otro hermano, Lucas, era censor y bibliotecario en El Escorial. La
madre era hija natural de un diplomático polaco y era, según decían, una mujer
valiente que había ayudado a sacar adelante a su familia con trece hijos. (175).
La estudiosa añade que “De entre los varones, Jerónimo había sido un brillante estudiante
de teología en Alcalá, en contra de la opinión de su padre, que quería que se licenciara en
Leyes; poco tiempo después de ordenarse sacerdote se había hecho inopinadamente
Carmelita descalzo, en 1572, con el apoyo de la madre” (176). Para el 1574 Gracián
ocupaba el cargo de vicario provincial de los calzados y de los descalzos de Andalucía.
De tal manera que, como dice Rosa Rossi, “Para Teresa, por lo tanto, el joven Gracián era
un director superior” (176). Después, como sabemos, será su confesor. La autoridad de
Gracián siempre estuvo presente, pero Teresa supo, la mayor parte de las veces, cómo
estar, o figurar estar, bajo su autoridad y a la vez establecer la suya.
Teresa, nunca se privó de decirle lo que era mejor, según su juicio, pero tampoco
trató de imponerse aunque muy bien ella lo hubiese podido hacer de esta manera. Si
fuéramos a medir dentro de la orden, Teresa, tenía más poder que el mismo Gracián.
Aunque su hermano trabajaba para el Rey, la Santa a su vez estaba rodeada de personas
influyentes y si por un lado no estuvo excenta de conflictos, por el otro la defendieron y
estuvieron, casi siempre, al cuidado de ella y al de la Orden en los momentos más
difíciles. Entonces, ¿qué era lo que la refrenaba? ¿por qué Teresa no muestra un solo
rostro en estas cartas? ¿Miedo al silencio permanente por parte de Gracián, es decir, a
152
incomodarlo de tal manera que ya no le escribiera más? ¿Se sentía Teresa amenzada, o
con las manos literalmente atadas ante el carácter y forma de proceder de Gracián en los
asuntos de la orden?.
Por otra parte, el joven Carmelita la mayor parte de las veces, le devolvía el
continuo afecto que le mostraba la madre Fundadora, pero de la misma manera el
también confesor de la Santa sintió temor, en más de una ocasión, a que se
malinterpretara la relación entre ambos. De igual forma Teresa en el capítulo 23 de las
Fundaciones confiesa “Parecerá cosa impertinente haverme comunicado él tantas
particularidades de su alma. Quizá lo quiso el Señor para que yo lo pusiese aquí, por que
sea El alabado tanto. Algunas veces havía ocasión, por parecerle que con los muchos
años y lo que oía de mí, ternía yo alguna esperiencia. A vueltas de otras cosas que
hablávamos, decíame éstas y otras cosas que no son par escrivir, que harto más me
alargara” (758). Una profunda preocupación parecería asaltar a la Santa y es por esto que
ella expone y revela lo que su director espiritual le ha estado confesando. Teresa sabía lo
delicado y peligroso del asunto y decide descargar su conciencia, por medio del papel y la
pluma. Sin embargo, aún dice que “hay cosas que no son para escrivir” y con el pretexto
de que “me alargara” queda zanjado el dilema.
Dejemos que sean las propias cartas las que nos encaucen hacia posibles
respuestas. Sabemos que de las cuatrocientas cincuenta y una correspondencia que
recopila la edición de Biblioteca de Autores Cristianos, la mayor parte de ellas están
destindas a Jerónimo Gracián. Según los porcentajes que examina Bárbara Mujica, casi
la mitad del epistolario estaba dirigido sobre todo a cuatro lectores: Gracián, María de
San José, Lorenzo de Cepeda, y María de Bautista. La estudiosa distribuye los
153
porcentajes de la siguiente mamera “Gracián, 95 (21.1%), María de San José, 62 (13.7%),
Lorenzo de Cepeda y María de Bautista 18 (8%)” (103). El que la mayoría de las cartas
estén dirigidas al padre Maestro nos puede dar una idea de la importancia de Gracián no
sólo dentro de la orden como Visitador en Andalucía y por lo tanto al mando de la
Reforma, sino también en la vida misma de la Santa y ella misma se encargará de
revelárnoslo en cada una de las páginas de su epistolario.
Desde la primera carta hasta casi la última Teresa le da directrices a Gracián. Así,
en muchas ocasiones, de la manera más suave, menos impositiva, dejándole siempre el
espacio a Gracián para actuar y contando con la opinión del joven Carmelita, la madre
Fundadora va diciédole qué debe hacer para encarar cada situación que acontece dentro
de la orden. En la carta del 27 de septiembre de 1575, la primera que encontramos en el
epistolario dirigida a Gracián, la Santa ante el conflicto con los Calzados le comentará
“Yo digo a vuestra paternidad que, comenzándose sin ruido y con suavidad, que creo se
ha de hacer mucha labor, que no se ha de querer en un día” (956). En esta oración no hay
ningún verbo en el imperativo. Teresa sólo le dice lo que piensa acerca de cómo se deben
manejar los asuntos relacionados con el conflicto de los Descalzos y Calzados. El tono
que emplea la Santa es como alguien que comenta sobre alguna situación y con sus
palabras espera ayudar, más que mandar.
Esta es la misma retórica que impera en la carta de mediados de octubre de 1575.
En esta carta el primer asunto que se trata es el del reemplazo de la priora de Toledo, Ana
de los Angeles. Teresa utliza la siguiente expresión “Si vuestra paternidad viere es bien,
podrá renunciar y hacer elección aquélla, como que la mata la tierra caliente
conocidísimamente. Más yo no entiendo quién pudiese ir por priora[…]”. Un poco más
154
adelante Teresa vuelve a insistir en el asunto de la selección de la priora y en cierto
sentido podemos decir que es persuasiva aunque de manera muy sutil. De la misma
manera la monja Carmelita se declara con autoridad cuando le escribe “Vuestra
paternidad, padre mío, advierta en esto y crea que entiendo mejor los reveses de las
mujeres que vuestra paternidad, que en ninguna manera conviene para prioras ni súbditas
que vuestra paternidad de a entender es posible sacar a ninguna de su casa, si no es para
fundación. Y créame esta verdad (y si yo me muriese no se le olvide) […]” (958). Teresa
aconseja, advierte, a Gracián pero no de forma agresiva. Sí, podemos decir que la Santa
hace valer su autoridad sobre algunas situaciones que le preocupan grandemente, como
por ejemplo, las salidas de las monjas de los conventos. La monja del Carmelo le dice a
Gracián “que entiende más los reveses de las mujeres”, justificando así, en parte, su
autoridad, por su experiencia y por ser mujer y haber estado antes en la misma condición
que sus monjas. Igualmente apela al sentido de la razón y de la confianza de Gracián en
sus criterios. Es casi como si le diera un manual de instrucciones y le instara al padre a
seguir sus indicaciones sin casi cuestionarlas.
Teresa finaliza el tema de las salidas conventuales con un comentario radical “es
mejor que se mueran unas que no dañar a todas” . Con esta lacónica y radical sentencia le
da a entender a su director espiritual la importancia fundamental que tenía para una orden
de clausura el tema de las salidas y del movimiento de monjas entre coventos. Teresa
utiliza esta manera de persuasión, fundamentada en la construcción de una imagen ante
Gracián de fiabilidad, ya sea por su probada experiencia en los manejos administrativos,
los negocios de la orden o en el ámbito espiritual. Es una forma para ganarse la confianza
de Gracián, y no perder el control. A fin de cuentas Teresa estaba ante un hombre de
155
letras que provenía de una familia que tenía importantes y poderosos contactos como lo
era el mismo rey Felipe II. La monja trata de no ser tan marcadamente autoritaria y ganar
credibilidad para lograr que Gracián hiciera lo que ella le proponía.
En la carta del 15 de junio de 1576, la madre Fundadora con relación al asunto de
las visitas de los frailes a los conventos le comenta, “Todas son mozas, y créame, padre
mío, que lo más siguro es que no traten con frailes. […] Perdóneme, padre mío, y
quédese con Dios” (980-81). Teresa al usar la expresión “créame” busca que el joven
Carmelita acepte, admita sin lugar a dudas lo que le está planteando. Es una forma de
ganar el crédito en su lector y afirmar a la vez su posición. La madre Reformadora
consigue usar aquí una manera de persuadir, de convencer, distinta a la empleada en las
cartas que hemos visto anteriormente. Teresa es mucho más consciente de que tiene
factores en su contra, como la edad de Gracián y su inmadurez para manejar los asuntos
de la orden, por tal razón ella apelará a crear una convicción en el joven. Con el afectivo
“padre mío” de inmediato le otorga al discurso un tono de intimidad, de confidencia. De
la misma manera le reconoce su autoridad aunque de manera especial, ya que al añadirle
el adjetivo posesivo lo personaliza, posicionándolo en el mismo nivel, acercándolo más a
ella al impartirle afecto. Más adelante vemos cómo Teresa se disculpa y le pide excusas a
Gracián y aunque no dice directamente la razón podemos entender que es por haberle
dicho lo que pensaba acerca de las visitas de frailes a las monjas.
La monja Carmelita estaba dando su parecer, su opinión en un asunto que le
tocaba a Gracián deliberar. Sin embargo, habría que reconocer que la palabra “créame” es
un imperativo. Aunque debemos adimitir que, de manera más suave, hay una orden
envuelta, existe un mandato en la expresión. De esta manera, Teresa no abandona su
156
posición de autoridad y podemos a la vez constatar lo consciente que estaba de su
condición de poder y de validar esta posición. El resultado es la dualidad de que
habláramos al principio de este capítulo pero en función de la autoridad que es lo que
venimos explorando a través de estas páginas, el lenguaje, la expresión retórica al
servicio dela construcción del poder. Teresa tiene diversas formas de expresión que van
matizando su discurso, su posición ante el lector.
Es por eso que hablar de “the bossy and scolding mother” como argumenta
Bárbara Mujica sería no tomar en cuenta la diversidad, por decirlo así, de toda la gama de
representaciones a las que expone Teresa a su lector. Al menos con Gracián no podemos
hablar de un sólo registro, como tampoco con María de San José. Así una cosa es hablar
de ¿cuál es el propósito de Teresa detrás de su discurso? ¿para qué le sirve la escritura a
la monja Carmelita? ¿Cuál es el verdadero móvil o propósito de la escritura? Y otro las
diversas acepciones que a través de su discurso ella asume. Frente a cada uno de sus
lectores parecería tener diferentes respuestas, en unas más agresiva en otras menos, lo
que si podemos notar es que la escritura o el discurso enmascara su intención. Por tal
razón, su discurso es uno muy complejo, retórico, porque hay un uso conciente del
lenguje, con una intencionalidad. Si por un lado es cierto que Teresa es dominante y
“bossy” en su tono, sobre todo con Gracián, por otro la Santa emplea otros tonos y se
posiciona de diferente manera en cada una de sus cartas.
Otro ejemplo interesante lo tenemos en la carta del 6 de septiembre de 1576.
Hablando del asunto de reemplazar a la priora de Malagón, Brianda de San José, Teresa
le dice:
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De lo que vuestra paternidad dice de la priora de Malagón, ya le he escrito sobre
ello a vuestra paternidad. Mas cosa tan grave no la ha de dejar en mi vuestra
paternidad, que ni se sufre, ni yo tengo conciencia para estorbarlo viendo que
vuestra paternidad lo quiere, y ansí le suplico haga lo que le pareciere mejor y vea
quién será buena para ahí, que más ha de ser que para subpriora. Yo no hallo otra
sino la priora de Salamanca, que la que vuestra paternidad dice no la conozco y es
muy nueva; […] Con harta pena me tiene. Vuestra paternidad lo encomiende a
Dios y deje ordenado lo que mandare. (995)
Teresa aquí claramente le pasa el batón a Gracián, es decir, le concede autoridad y el
poder de tomar la decisión. La monja Carmelita ya le ha dicho su opinión sobre la
situación y al parecer el joven Carmelita dudaba entre qué hacer y cómo manejar el
problema, o si debía hacer las cosas de otra manera. La Santa aquí le llama la atención a
Gracián y le recuerda, indirectamente, que él también debe tomar partido. Teresa le hace
conciente de su posición de autoridad y le reclama su acción al decirle que “en cosa tan
grave no la ha de dejar en mi[…]”. Más adelante, Teresa adopta una postura de sumisión
sometiéndose a la autoridad de su director espiritual, al decir “que ni se sufre, ni yo
tengo conciencia para estorbarlo viendo que vuestra paternidad lo quiere”. Otra manera
de expresar lo mismo sería “si vuestra paternidad lo quiere quien soy para impedirlo”.
Pero, a pesar de que vemos esta actitud en Teresa de posicionarse como súbdita de
Gracián, no se puede olvidar que él era su director espiritual, nos preguntamos ¿habría en
la Madre una intención de “lavarse las manos” ante la importancia del asunto? y si
también ¿le convendría a Teresa que Gracián tomara la decisión final?, en resumen ¿era
un asunto de conveniencia, y le tocaba a Gracián ejecutar en este acto?.
158
Como ya dejamos dicho la que aquí se plantea es una actitud que más que de
llamar la atención, evidencia una petición, por parte de Teresa, a que Gracián no la deje
sola en situación tan delicada. Claramente deja la Reformadora establecida aquí la
relación, monja –director espiritual, al suplicarle, “que haga lo que más quisiere”. Con
estas palabras Teresa le cede en este momento, sin lugar a dudas, la autoridad al joven
Carmelita. Sin embargo, cuando ya creemos que Teresa no va a intervenir más,
seguimos leyendo y se invierten otra vez los roles y la monja Carmelita le da su opinión
otra vez “ yo no hallo otra sino la priora de Salamanca que la que vuestra paternidad dice
no la conozco y es muy nueva”. De nuevo se da cuenta y se repliega diciéndole que “con
harta pena la tiene” y recomendándole que lo encomiende al Señor. Teresa termina
diciéndole “deje ordenado lo que mandare” en referencia a la solución del problema y
haciéndole saber qué es únicamente él quién tiene el poder de determinar lo que se va a
hacer en este asunto. Vemos pues que en un solo párrafo de esta carta evidenciamos
cómo con Gracián Teresa muestra su dominio a la vez que lo esconde y le cede autoridad.
Este rostro dual se enmascara y se devela a través del discurso, aunque debemos admitir
que existen diversos matices los cuales se van revelando a través de la escritura. Ante este
panorama no podemos reducir ni encasillar una relación tan complicada como la de
Gracián y Teresa a un solo apartado. En este sentido cada epístola es como un
caleidoscopio, que va variando sus figuras según van pasando las páginas de cada
epístola. Aquí solo estamos considerando una parte del vasto abanico o registro de
posibilidades que se pueden observar en la correspondencia teresiana.
Si movemos nuestra mirada a la carta del 20 de septiembre de 1576, como en
muchas de las ocasiones las cartas de la Santa, en general, no tratan de un solo asunto
159
sino de varios. Esta carta abre con una recomendación de Teresa “No piense, mi padre,
perfeccionar las cosas de un golpe” (1003). Ella le advierte a Gracián, lo guía,
aconsejándolo que no se precipite en las cosas. Sin ejercer la autoridad sobre Gracián le
sugiere que no sea tan exigente y estricto con las diferentes situaciones, en fin, que no
pierda la paciencia, cualidad que Gracián parecía faltarle, en ocasiones, y que ella
aprendió tanto a valorar al punto de inmortalizarla en una de sus más famosas frases “la
paciencia todo lo alcanza”. No obstante, sus palabras no están faltas de afecto, la
expresión “mi padre” viene a situar a Gracián en una posición cercana, e íntima.
De esta manera Teresa transforma la amonestación en un sutil y hasta cariñoso
consejo. Resulta importante señalar que más adelante en la epístola ella, una vez más, le
da directrices a Gracián pero de forma muy dócil y ante el presentimiento que tenía un
amigo de Teresa acerca de la muerte del nuncio Ormaneto, que estaba a favor de la
Reforma, le dice al joven Carmelita, “ y ansí trate las cosas de la visita como cosa que ha
de durar poco”. De la misma manera Teresa le advierte de las quejas que ha recibido
acerca del trato de Gracián, “Quéjense que se rige vuestra paternidad por el padre
Evangelista; también es bien que vaya con advertencia, que no somos tan perfectos que
no podría ser tener con algunos pasión y con otros afición y es menester mirarlo todo”
(1005). Teresa le avisa a Gracián y le hace la advertencia porque “no somos perfectos”.
Una vez más parecería recomendarle la monja Carmelita al padre maestro, prudencia y
paciencia ya que “es menester mirarlo todo”. Con el dictamen de que no hay perfección
humana Teresa le recuerda a Gracián la virtud de la humildad y la compasión. Con estas
expresiones la monja Carmelita deja entrever la personalidad de Gracián.
160
Así podemos inferir que, en ocasiones podía haber sido, impaciente, intolerante y
hasta soberbio. Este es el rostro que Teresa no vio aquella tarde en Beas, cuando lo
conoció y que andando el tiempo su director espiritual le mostraría. Sin embargo, a pesar
de sus desaciertos y de su carácter, Teresa continuará guiando, advirtiendo, cuidando a
Gracián todo el resto de su vida, como lo evidencia su epistolario. La monja Carmelita
siempre buscará estar al tanto de su vida. Más adelante en la carta al parecer Gracián le
deja en sus manos la decisión de irse a Malagón, al respecto Teresa le comenta, “Mucho
me espanté que quisiese vuestra paternidad dejar en mí –– ¡ni hablar! –– en la ida yo a
Malagón, por muchas causas; […]. Teresa sabe que como director espiritual es Gracián
quién tiene que decidir si le otorga el permiso para moverse a Malagón. Por tal razón
Teresa rechaza de plano esta postura de Gracián. La madre Fundadora adquiere un tono
irónico al reprocharle al Visitador de las Descalzas, “Otra cosa buena. Dice que ni me lo
manda ni le parece que es bien que vaya, y que haga yo lo que mejor me pareciere. ¡Harto
buena perfición fuera pensar yo que havía de ser mejor mi parecer que el de vuestra
paternidad!” (1005). Teresa regaña a Gracián por no asumir su rol de director espiritual.
Posiblemente Gracián reconoce también que su posición está por encima de la suya y por
consiguiente la deja que utilice su mejor criterio y decida ella misma. Pero Teresa
responde con indignación y la ironía sirve aquí de paleativo. Se manifiesta un circuito en
torno al poder, ella le dice que asuma su cargo porque haciéndolo así le ordena lo que
debe hacer. Gracián no estaba cumpliendo con la función de padre espiritual, es decir, de
dirigir y vigilar el beneficio espiritual de Teresa en todas las circunstancias tomando las
decisiones correctas y aquí el joven Carmelita rehúsa asumir su rol. Teresa lo amonesta a
161
la vez que se posiciona como su hija, reclamando que el Padre sea el que tome la decisión
y ejerza su autoridad acerca de su traslado a Malagón.
Otras expresiones también reflejan o denotan esta subordinación o aparente
sujeción por parte de Teresa a Gracián. Solamente vamos a mencionar dos instancias que
son muy interesantes para el propósito que venimos examinando. En la carta del 31 de
octubre de 1576, Teresa le da noticia a Gracián sobre “Las Fundaciones” y le comenta,
“Las Fundaciones” van ya al cabo; creo se ha de holgar de que las vea, porque es cosa
sabrosa. ¡Mire si obedezco bien!” La Santa se adjudica la virtud de la obediencia y acerca
de ello dice, “Cada vez pienso que tengo esta virtud, porque de burlas que se me
mandase una cosa la querría hacer de veras, y lo hago de mejor gana que esto de estas
cartas, que me mata tanta baraúnda” (1027). Teresa hace alarde en un tono humorístico
de la virtud de la obediencia. Ella misma reconoce que la tiene y establece como
evidencia o prueba el gusto con el que hace algo que le manden. La obediencia era uno de
los requisitos fundamentales de la vida monacal y de la espiritualidad. De igual forma fue
una de las críticas que enfrentó Teresa a lo largo de sus fundaciones. Se decía que la
Santa solo obedecía las reglas cuando le acomodaban, de lo contrario las cambiaba. La
Madre Teresa con su mentalidad práctica iba haciendo ajustes a la regla según el lugar de
la fundación. A la monja Carmelita debió de haberle preocupado esta situación al punto
de crearle cierta interrogante en su interior, ¿verdaderamente tenía esta virtud?. Vemos
cómo analiza su conducta “porque de burlas que se mandase una cosa la querría hacer de
veras” y finalmente concluye “lo hago de mejor gana”. Resulta estratégicamente
significativo que se lo haga constar a Gracián, su director espiritual. Representaba
realmente un dilema la obediencia en relación entre la monja Carmelita y su director
162
espiritual. De otra parte Teresa comenzó a escribir las Fundaciones, por mandato de su
confesor jesuita en el año 1570 durante la fundación de Salamanca. Este sacerdote le
pidió que redactara un libro en el cual relatara la historia de cada una de sus fundaciones.
En la carta de principios de noviembre de 1576, Teresa aconseja a Gracián en un
asunto con una doncella, “En lo que toca a esotra donceña o dueña, mucho se me ha
asentado que no es tanto melancolía como demonio que se pone en esa mujer para que
haga esos embustes, que no es otra cosa para si pudiese en algo engañar a vuestra
paternidad; ya que a ella tiene engañada; […](1028). Teresa le recomienda a Gracián
cautela, sobre todo en asuntos que tienen que ver con mujeres, y aquí no es la excepción.
La Santa le dice “es menester andar con gran recato en este negocio y no ir vuestra
paternidad a su casa en ninguna manera”, su mandato de “no ir” esta mediatizado por el
barniz del consejo al decir “es menester andar con gran recato”. Un poco más adelante
Teresa insiste “De mi pobre parecer, apártese vuestra paternidad de este negocio”, es
interesante cómo esta retórica del empequeñecimiento sirve para suavizar la orden a
Gracián de que se aparte de la peligrosa situación. Por un lado Teresa no puede dejar de
desempeñar su rol de Madre fundadora y reformadora de la orden y desde esta posición
decirle al padre qué debe hacer y por el otro hay una conciencia muy aguda de cómo se lo
debe de decir porque Gracián, al ser su director espiritual, ocupaba una posición de
poder. De esta forma muestra Teresa esta dualidad, la sumisión y el mandato, y es aquí
donde encontramos la tensión. Ambos tenían cargos de poder de carácter recíproco, ya
que Gracián era el confesor espiritual de Teresa y ella era la madre Reformadora y
fundadora de la orden. Así en casi igualdad de condiciones Teresa, como vemos, era muy
163
cuidadosa en el uso del lenguaje. Unas veces más inciciva y otras menos, Teresa siempre
buscaba la forma de no ser demasido autoritaria o dictatorial.
Casi al final de la correspondencia Teresa vuelve a decirle “Advierta, mi padre,
que, si esa carta no le dio debajo de confesión u en ella, que es caso de Inquisición[…]”
(1028). La situación realmente le preocupaba a la Santa, ya que podía atraer aún más la
atención del Tribunal del Santo Oficio. En la correspondencia Gracián queda
debidamente avisado y no vemos, en la manera en que ella utiliza las frases, una actitud
abiertamente o marcadamente autoritaria. Ella misma como la buena estratega que es
dice, hacia el final de la epístola, “Más ¡qué maliciosa soy!” con el doble propósito de
ponerse en evidencia y conseguir así el que Gracián considere su consejo y de esta
manera persuadirlo para que el joven Visitador de las descalzas pudiera sentirse
conmovido y terminara por adoptar la solución que Teresa le estaba dando. De igual
forma, con la frase la monja Carmelita busca lavarse las manos y retirarse, después que le
ha dejado dicho lo que tiene que hacer. A la vista está no quería incomodar a Gracián,
pero sí advertirlo de la situación. Otra pregunta que vendría a consideración,
¿subestimaría Teresa la capacidad de Gracián para resolver las eventualidades que le
surgían y por tal razón siente la necesidad de advertirlo siempre? Se podría pensar que en
parte fuera así pero también, como ya sabemos, a la Madre no le gustaba perder el control
en los asuntos de la Orden. De igual manera se pueden mirar estas recomendaciones
como de carácter preventivo.
Muchas otras frases que podemos ver a lo largo de las epístolas al Padre nos
confirman esta sutil dualidad, que como ya sabemos, también tiene otras facetas. Así
expresiones como, “No me parece cosa que vuestra paternidad deje de dar
164
licencia[…]”(1032), “Ya le escribí hartos consejos bovos”, “avísase que tenía muchos
enemigos visibles e invisibles, que resguardarse”(1045), “mire, mi padre, no le enojo por
el amor de Dios, que está ahí muy solo de buen consejo y darme a mucha pena”, “Así lo
pienso hacer si a vuestra paternidad no le parece otra cosa”, “Vuestra paternidad lo verá y
hará lo que mejor le pareceire”, “más ¡que parlar hago y que boverías escrivo a vuestra
paternidad!, y todo me lo sufre”, “que en forma me ha mortificado en hacer tanto caso de
mí, si no lo que ha vuestra paternidad le pareciere, que eso será lo acertado”, revelan este
deseo por parte de la Santa de no molestar o imponérsele, de forma abierta, a Gracián.
Cierto miedo, a transgredir los límites en lo que se refiere al cargo de Gracián y por su
mismo carácter, en ocasiones impulsivo, pueden ser el móvil que posee la Santa para
expresarse de manera tan cautelosa. Teresa sabe que ella tiene poder pero ante el joven
director espiritual se coloca en una posición de sujeción o de subordinación, aunque en
muchas de las ocasiones junto a esta actitud vemos cómo también le dice lo que Gracián
tiene que hacer. Podríamos decir que Teresa no abandona el control, el poder, ni aún con
su director espiritual y que estas expresiones pueden ser la máscara, el disfraz o si se
quiere la envoltura que cubre el discurso del poder. De igual forma estaría bien ver estas
dos opuestas posiciones que Teresa muestra ante su lector, como coexistentes y es en este
sentido que hablamos de dualidad.
Otro aspecto que debemos prestarle atención es la obsesión, como ya lo hemos
mencionado anteriormente, de Teresa con Gracián. En casi todas las cartas ella le
recuerda que no le deje de escribir, una y otra vez. Al igual que las muestras de afectos
son insistentes y algunas son reveladoras del profundo cariño que le tenía la Santa a su
joven confesor. A través de estas epístolas podemos darnos cuenta que en este sentido,
165
existe, por momentos, una complicidad entre ambos. De igual manera una eterna
preocupación por la salud, física y emocional, por su seguridad, por librarlo de los
peligros que a diario se tiene que enfrentar Gracián, está presente en casi todo el
epistolario teresiano. Veamos algunas de las instancias más significativas. De las que más
pueden sorprender, quizás al lector, por su expresividad, es la carta del 30 de noviembre
de 1576, Teresa le dice a Gracián, ¡Oh, que de buena gana diera a comer Angela – según
me dice –– a Paulo cuando estava con esa hambre que dice!” (1045). La Santa utiliza
nombres falsos, para poder hablar con el joven Carmelita, por el peligro que suponía
escribir de asuntos de la orden cuando se agudizó el conflicto entre los Calzados y
Descalzos.
En algunas de sus cartas, sobre todo las que se escriben cercanas a las fechas del
conflicto, están redactadas en claves para poder esconder la identidad tanto del lector
como de Teresa. Era una medida de protección, ella misma lo dice, por si le interceptan
las cartas y van a dar a las manos de la Inquisición o de alguien con intenciones de
denunciarla. Teresa se nos presenta en una posición de servicio, a Gracián al decirle “le
diera de comer”. La Santa también se muestra como madre que alimenta, pero también
podría ser esposa con deseos de saciar el “hambre” de su compañero. Interesante, esta
imagen por las resonancias o connotaciones que podrían suscitar. El dicurso teresiano es
uno en dónde el lenguaje se transforma en reproductor de imágenes visuales además de
ser retórico en su mayor parte. Por otro lado es revelador el hecho de que ella enfatiza
que “de buena gana” le daría de comer a “Paulo cuando estava con esa hambre que dice”.
Si bien no podemos extrapolar el lenguaje de su contexto, nos da para pensar en otras
significaciones o resonancias textuales que enriquecen y matizan el discurso
166
impartiéndole ambigüedad. Difícil es no pensar en las connotaciones sexuales que se
asoman por las entretelas de la expresiones y que no se le escapan a un lector moderno.
En la carta del 20 de septiembre de 1576 Teresa, después de los saludos,
comienza a hablar acerca de la estadía de la madre de Gracián, doña Juana Dantisco. La
Madre Teresa le lanza a Gracián esta pregunta indirecta, “Yo, pensando, cuál querría más
vuestra paternidad de las dos, hallo que la señora doña Juana tiene marido y otros hijos
que querer, y la pobre Lorencia no tiene cosa en la tierra sino este padre” (1004). Vemos
a Teresa cuestionándole a Gracián si es que quiere más a su madre o a ella. Teresa le pide
que la quiera más a ella que a su propia madre y la monja Carmelita le da la razón, la
soledad. La Santa “no tiene cosa en la tierra sino este padre”, este argumento le sirve
también para infundir compasión en el joven Carmelita a la vez que la escritora se coloca
en la postura del que pide, es decir, de súbdito. Teresa le pide a Gracián no solamente que
la quiera, sino su compañía, que no se aparte de ella, pero lo más importante para la
Reformadora era quizás un lugar significativo en el interior del joven padre. La monja
Carmelita se posiciona al nivel de súbdita, es la “pobre Lorencia” que casi suplica, ruega
o mendiga el amor del padre Gracián. Pero, como ya sabemos, en Teresa casi todo tiene
su secuela, su agenda escondida y aquí por supuesto no es la excepción. Esta posición
tiene como objetivo conmover al Visitador de las descalzas. En otra ocasión Teresa da
muestras de su amor, en este caso no está muy claro si es a la madre del Carmelita o al
mismo Gracián, al decir “En gracia me caí decir vuestra paternidad que le abriese el velo;
parece que no me conoce: quisiérele abrir yo las entrañas” (1003). Independientemente
de a quién se estuviera refiriendo Teresa aquí se revela su profundo cariño por Gracián.
167
Este pasaje es revelador por demás porque aunque no fuera dirigido hacia su director
espiritual, muestra la actitud que sentía la monja Carmelita por el padre.
De la misma forma también podemos mencionar la carta del 9 de enero de 1577,
como ejemplo de lo que venimos examinando, “¡Oh pues lo que se regala Angela con el
sentimiento que muestra en una plana después de escrita una carta que le envió! Dice que
le quisiera besar muchas veces las manos y que le diga a vuestra paternidad que bien
puede estar sin pena que el casamentero fue tal y dio el nudo tan apretado que sólo la vida
le quitará, y aún después de muerta estará más firme,[…] (1073). Teresa aquí adopta el
seudónimo de Angela, a tono con su autorepresentación de mensajera divina, y hablando
en tercera persona de ella misma le declara su fidelidad utilizando el lenguje propio del
matrimonio humano. La escritora dice que su “casamento fue tal y dio el nudo tan
apretado que solo la vida le quitará” mostrando así la fortaleza de su vínculo con su
confesor. Teresa se autorepresenta aquí claramente como “esposa” y el amor que le tiene
a su “esposo” traspasa las barreras de la misma muerte. Es importante notar que Teresa
asume aquí una vez más una postura de sumisión, al decir que “le quisiera besar muchas
veces sus manos” es una posición de vasallaje. Aunque sabemos que el “casamento” al
que se refiere aquí Teresa es uno de caráter espiritual, no deja de tener implicaciones o
resonancias humanas, por el uso del vocabulario.
No podemos pasar por alto las innumerables veces que Teresa le pide a Gracián
que le escriba, que no la deje sin darle cuentas de lo que le acontece. Veamos tan solo
algunas instancias de las tantas que se pueden constatar a lo largo del epistolario
teresiano. En la carta del 15 de junio de 1576 Teresa le ruega literalmente a Gracián “por
amor de nuestro Señor, vuestra paternidad procure escrivirme con brevedad y encaminar
168
las cartas por algunas vías (que éste es otro trabajo, ver el mal aparejo que hay en Ávila
para saber de vuestra paternidad si no es muy de tarde en tarde), que han de ir por vía de
Madrid u de Segovia, –– y alguna vez –– de Toledo” (979). Teresa le llega a decir, en la
carta del 8 de agosto de 1578, “Plega a Dios me responda todo, que se ha tornado muy
viscaíno”(1166). Un año antes de morir el 12 de marzo de 1581, la Santa le continúa
insistiendo en el hecho de que no cese de escribirle “Mire que no me deje de ecrivir, pues
sabe el consuelo que me da, y muy largo, […]” (1318). En otra ocasión le reprocha no ir
a verla, “No sé que mediga de este no venir por acá vuestra paternidad” (1159). La
ausencia de Gracián llegó a deprimirla, ella lo expresa en varias cartas, este es uno de los
momentos “¡Oh, que soledad me hace cada día más para el alma estar tan lejos de vuestra
paternidad!” (1220). La constante preocupación por la salud de Gracián, por saber si
llegó bien, la advertencia de los peligros que podía encontrarse en los caminos cuando se
trasladaba de un lugar a otro, fue otra de las constantes en sus cartas al joven Carmelita.
La carta de 7 y 8 de noviembre de 1580 evidencia esta actitud de la Santa al decirle a
Gracián , “Yo estoy con harto deseo de saber como llegó vuestra reverencia a Sevilla , en
especial cuando me acuerdo de los arroyos peligrosos” (1292). En otro momento también
le pone condiciones y le increpa, “Esta escrivo ahora para que sepa que hay correo para
este lugar desde ése y no me deje de escrivir con él”, y poco después muestra este casi
incontenible deseo de saber de la vida del Carmelita al decirle, “Plega a Dios haya
llegado mejor allá que acá las de vuestra paternidad –– si las ha escrito –– que estoy con
harto cuidado hasta saber si llegó bueno” (1293). Teresa muestra preocupación tanto por
lo que hace Gracián, literalmente por su ritmo de vida, como por lo que come y le ruega,
169
“Por amor de Dios, que no se dé tanta priesa a sermones esta Cuaresma, ni coma
pescados muy dañosos;[…]” (1307).
Hacia el final de las cartas al padre Gracián, la monja Carmelita se sentía sola y
podemos percibir a través de sus páginas su cansansio. Así se lo hace saber a María de
San José en una carta, que podría asemejarse a una despedida “Ahora mi hija, puedo
decir lo que el santo Simeón, pues he visto en la Orden de la Virgen nuestra Señora lo
que deseava; y ansí les pido y les ruego no rueguen ni pidan mi vida, sino que me vaya a
descansar, pues ya no les soy de provecho”(1322). Teresa va notando más la ausencia de
su confesor y así lo expresa en la carta del 25 de mayo de 1581 al decir, “Todo fuera
bueno si mi padre viniera acá; ansí no sé que me diga” (1327). Más adelante en la
epístola del 26 de octubre de 1581 extraña a Gracián y lo expresa de esta manera “Dejada
la soledad que me hace haver tanto que no sé de vuestra reverencia, es cosa recia no saber
a dónde está” (1347). La Santa se muestra disgustada en la correspondencia del 14 de
mayo del 1582, por una admisión de una “hermana”. Sin embargo, en el fondo Teresa,
podía haber estado molesta con Gracián por el largo período de ausencia al que la había
sometido. Sabemos que el joven Carmelita no volvería a ver a la Santa hasta su muerte.
En esta ocasión le dice directamente a su director espiritual “me he enojado de vuestra
reverencia, que para tan gran desatino como es tratar de recibir ahí otra hermana, estando
dos, ya no veo la hora que sacar de ahí una de las tres que están” (1383). Vemos como
Teresa le cuestiona la acción y la califica de “desatino” y se le pone de frente queriendo
sacar una de las monjas. La contra orden o el ánimo de la monja Carmelita es como si
quisiera establecer una lucha de poder en la cual le dejara claramente establecido a su, en
170
ocasiones, desobediente e impetuoso confesor quién de los dos posee más conocimiento
de la Orden.
En la última carta escrita a Gracián el 1 de septiembre de 1582, ya a solo meses de
su muerte, el tono de la madre Fundadora es realmente desalentador ya no le conforma
que Gracián le escriba y de esta forma comienza por reconocerlo “No basta el escrivirme
a menudo para quitarme la pena, aunque mucho me ha aliviado saber está vuestra
reverencia bueno y la tierra sana” (1402). Teresa ya en este momento cansada de luchar,
enferma, desilusionada no le valen las cartas de Gracián, y quisiera su presencia y
compañía. Por esta razón le reprocha el que haya emprendido el viaje, por diversas
provincias, que lo mantendrá alejado de la monja Carmelita “las causas de determinarse a
ir no me parecieron bastantes[…]” (1402) e inmediatamente se queja “Yo no sé la causa;
mas de manera he sentido esta ausencia, a tal tiempo, que se me quitó el deseo de escrivir
a vuestra paternidad, […] (1402). Teresa se da por vencida, se siente sin fuerzas ya para
insistir o persuadir como lo hacía anteriormente. Ella ya sabía las debilidades del
Visitador de las Carmelitas, y que ya casi nada podía hacer para tratar de ejercer algún
tipo de influencia en él y que acogiera sus advertencias y las pusiera en práctica. Sin
embargo, ella no deja de aconsejarle y darle su opinión en lo que se debe hacer. La Santa
le lanza una indirecta en la cual acusa a Gracián de veleidoso e inconstante “Harto
podrida me ha tenido y tiene, aunque Teresa (la sobrina de la Santa) ha andado bien. ¡Oh,
lo que ha sentido el no venir vuestra reverencia! Hasta ahora se lo hemos tenido
encubierto. En parte me huelgo por que vaya entendiendo qué poco hay que fiar si no es
de Dios” (1403). A través de estas palabras podemos calibrar la profundidad del
sentimiento de desengaño que posee Teresa.
171
En este documento podemos dar cuenta de si por un lado Teresa se encuentra
hostil con Gracián, y le cuestiona las decisiones tomadas, por el otro le reconoce su lugar
y le insta a que “Por el amor de Dios que mire vuestra reverencia allá lo que hace”
(1405). A pesar de que esta última carta al Padre está mayormente infiltrada del
escepticismo y el desengaño, Teresa no deja de notar la ausencia de Gracián “¡Oh mi
padre, qué apretada me he visto en estos días!” (1405) y de implicar la necesidad de su
presencia. De igual manera coexiste el reclamo, la monja Carmelita le pide cuentas a
Gracián en un asunto económico “¿De dónde han de pagar ahora el censo? A mí me tiene
este negocio embovada. Porque si vuestra reverencia les ha dado licencia, ¿cómo me lo
remite a mí después de hecho?” (1405). Teresa muy disgustada por la manera en que se
ha llevado a cabo la administración de los conventos encara la osadía de Gracián al tratar
de que ella le resuelva el problema. En esta epístola la Santa enfrenta a su director
espiritual de una manera más directa, menos tolerante. Detrás de sus palabras existe un
reconocimiento pleno de que Gracián y ella no tenían la misma manera de obrar, algo que
ya la monja Carmelita tenía que haber sabido, y el presentimiento de que las Descalzas
iban a tomar otros caminos después de que su vida se extinguiera.
La complejidad de la relación entre Gracián y Teresa se debió, en parte, al poder.
Por tal razón fue una de carácter tenso, pero a la vez mediatizada por el cariño que la
Santa le tenía a su joven director espiritual. Las cartas al padre Carmelita son un reflejo
de la dinámica que entre ambos se fue desarrollando a lo largo de los años trabajando
juntos por la Orden de los Carmelitas Descalzos. La dualidad que propusimos en este
capítulo la evidenciamos en la respuesta que posee Teresa ante la figura de Gracián. El
joven Carmelita era su director espiritual, el visitador de las descalzas en Sevilla, además
172
era un eclesiástico letrado y con grandes conecciones, de tal manera que todas estas
cualidades hacían de él un hombre con poder ante Teresa. La Santa como mujer y
Reformadora de la Orden poseía autoridad. ¿Cómo lidiar con tal situación? Ya hemos
visto la dualidad, aunque hay diversidad de registros, pero en cuanto al poder se refiere al
parecer es de esta manera cómo se revela en el discurso textual. Igualmente, Gracián
también se tuvo que enfrentar a una mujer poco usual en su época y sería interesante
examinar esta problemática en el epistolario del Carmelita.
Las epístolas teresianas se entretejen unas y otras formando un rico telar
discursivo y de carácter histórico. Al leerlas de inmediato nos damos cuenta de que unas
dependen de las otras para el sentido de la narración y el sentido histórico. Es de igual
manera que las epístolas develan ante nuestros ojos los problemas, sin sabores, reveses,
de la reforma. Un asunto comienza en una carta y luego se continúa tratando en las otras,
además de ser visto de diferentes formas o perspectiva según el destinatario al que Teresa
le escribe. Contrario a lo que podemos pensar este corpus es uno de carácter complejo al
que aún nos empezamos a asomar.
173
Conclusiones:
Resulta interesante destacar algunos puntos que se desprenden de esta
investigación y que podrían servir tanto para arrojar luz sobre el epistolario teresiano y
puntales para futuras investigaciones. Hemos atendido solo a una selección de las cartas
de Teresa entre ellas están: las cartas a Fellipe II, la epístola a María de Mendoza, algunas
de las misivas a María de San José y la correspondencia a Gracián. De los capítulos
anteriormente expuestos podemos proponer, en primer término, que lejos de la
simplicidad que el epistolario pueda parecer ante los ojos de los lectores, es uno que va
tejiendo una compleja red de índole social. La correspondencia teresiana está conectada
una con otra y los temas alcanzan diversas perspectivas dependiendo del receptor de la
misiva.
Sin embargo no solamente a nivel social sino que también, las cartas alcanzan su
complejidad en el discurso mismo. Encontramos que tanto en su autobiografía, el Libro
de su vida, como en las cartas podemos evidenciar el uso de la retórica. Por otra parte, no
podemos negar que la corespondencia teresiana nos revela esa cotidianeidad del día a día,
las enfermedades tanto de Teresa como de sus monjas, la alegría del éxito de alguna
gestión como la desesperación o la angustia que aquejó a la Madre Fundadora cuando los
Calzados amenazaban con dar al traste con la Reforma. De igual manera las cartas
registran toda la gama de sentimientos que Teresa fue experimentando a lo largo de sus
fundaciones y su lucha por la existencia y separación oficial de la Orden de las
Carmelitas Descalzas. Desde lo más sencillo como lo es el intercambio de remedios, para
algún mal, o el de alimentos, hasta asuntos de embergadura como las intervenciones
Inquisición o de los Calzados en los monasterios, están de alguna manera expuestos con
174
todo su realismo en las cartas. De igual manera quedan constatados en el epistolario los
apuros económicos en los que se veía la Santa para la sobrevivencia de sus conventos, y
las cartas de agradecimiento o de petición para ayudar a sus Descalzas; e instrucciones
para las prioras de sus conventos, en diferentes aspectos, como era la admisión de
candidatas. Así vemos cómo la correspondencia muestra los trabajos de Teresa
dirimiendo los asuntos de la Reforma y de sus monasterios. Al final de su estudio sobre
las cartas Bárbara Mujica afirma que “The letters portray a woman of keen intelligence
with an enormous capacity for work and normal human conditions (203).
Sin embargo, al lado de este retrato real y humano que expone la estudiosa
coexiste una Teresa que a través del discurso, del lenguaje, se construye una autoridad
que le otorga el poder en su epistolario. Detrás de las frases, las repeticiones, la ironía, el
humor existe una agenda, un propósito por parte de la Santa de autorizarse, de establecer
dominio, dejando instituido su lugar en la jerarquía de la Orden. Es por esta razón que no
podemos hablar de una Teresa que simplemente tenía como única idea de aconsejar,
advertir, agradecer, enaltecer. Al examinar las cartas nos percatamos del extraordinario
manejo del discurso que poseía la monja Carmelita, y el poder de persuasión del que hace
alarde en cada una de sus páginas. Teresa esgrime la palabra, los argumentos, para ganar
su causa cualquiera que sea, logrando con ello vencer a su lector. La madre Fundadora
aprovechaba así cada oración para ir montando su discurso, y mediante la palabra
construyendo el poder, con el propósito de dirigir la Orden. Para la Santa el poder
significó, no solamente el mando administrativo de sus conventos y el tratar de tener la
última palabra en los asuntos de la Orden, sino tuvo que ver con su indentidad con
validarse a sí misma, crear conecciones dentro del mismo discurso entre sus receptores,
175
que reconocieran y tuvieran confianza en su persona, tener una voz autorizada. La
experiencia le otorgaba esa capacidad ante sus lectores y muchas veces fue, su argumento
más importante. La persuación era su arma para exponer y defender sus planteamientos,
predisponiendo a su receptor mediante la palabra. Nadie mejor que ella sabía lo que le
convenía a sus monjas, tanto en términos espirituales como materiales. De esta manera
Teresa, al escribir, siempre tenía al receptor en su mente, está implicado en sus páginas y
con él establece un diálogo, que como hemos acabado de examinar en los capítulos
anteriores, tiene, en muchas ocasiones, un carácter de confrontación, de enfrentamiento.
En las cartas al Rey, a la dama de la alta nobleza, María de Mendoza, a la priora
de Sevilla María de San José y por último a su director espiritual, la monja establece una
constante y es la existencia de una tensión que a veces esconde y otras revela. Estos
lectores tienen todos algo en común y es que ocupan posiciones de poder con exepción de
la priora de Sevilla, María de San José, que tenía una posición de relativa igualdad,
aunque estaba a cargo de la monjas en el convento sevillano. Aún así pudimos constatar
la manera en que la Santa lograba imponer su criterio sobre el de María, aunque algunas
veces la priora de Sevilla, como ya indagamos, tenía un carácter independiente y
manejaba los asuntos de acuerdo a su juicio. Hemos visto cómo entre estos destinatarios
y Teresa existe una relación conflictiva en la cual la monja Carmelita busca estrategias
para tratar de persuadir y ejercer su autoridad. Una de éstas es el continuo cambio de
posición que la monja Carmelita ejecuta en su discurso, así pasa de una posición
subordinada a una en donde ella misma se autoriza mediante el lenguaje. De esta manera
la súplica, las frases de empequeñecimiento, cumplen la función de autoafirmarse. El
176
discurso teresiano, ya lo mencionamos, no se puede leer en una sola dimensión
significativa, sino siempre con una agenda que podía variar en cada momento.
De esta forma en las cartas al Rey encontramos que la súplica tiene el propósito
de obtener el poder, de colocarse en la posición más baja, la del ruego, para obtener su
objetivo. En estas cartas la monja Carmelita de manera insistente va a hacer consciente al
Rey de la necesidad de separar las órdenes de los Calzados y los Descalzos. A lo largo
de las cartas esta idea es la que se va a afirmar; Teresa va a abogar, ante el Rey, por la
solución de la separación y es de esta forma que la súplica se va a transformar en
mandato. La madre Fundadora sabía que nadie mejor que ella para decidir los asuntos de
las Descalzas y le escribe al Rey con una propuesta de antemano.
Así en la carta a María de Mendoza se pone en evidencia la lucha por el poder, la
autoridad. En este capítulo vimos cómo la Santa maneja los argumentos y llega a desafiar
a María para no aceptar a la candidata que le recomendaba su distinguida amiga. Teresa
no quiere admitirla y convierte la carta en un lugar en donde cada planteamiento se
traduce en un enfrentamiento por la autoridad, el dominio. Teresa, ante su poderosa
amiga, debió de haberse sentido vulnerable, temerosa de que la colaboración económica
que le hacía la nobleza terminara por quitarle el poder en la Orden. Nos preguntamos
aquí ¿sentiría Teresa siempre este temor? Podría ser por esta razón que su escritura llega
a ser una presencia, es decir, la forma de declarar su opinión, su voz, un espacio desde el
cual ella hace valer sus plantamientos. Los miedos subyacen en la escritura teresiana y
pienso en la necesidad de la Santa de una y otra vez reafirmarse, de darse poder a través
de la palabra escrita.
177
En las cartas a María de San José y a Gracián también examinamos cómo Teresa
busca imponerse. En el primer caso, con la priora, Teresa desarrolló una complicada
relación que oscilaba entre el cariño y la hostilidad. En ocasiones rayó en la intolerancia
por parte de Teresa hacia María de San José. La monja Carmelita luchó porque su criterio
imperase y de esta manera adjudiacarse el poder. Con Gracián al igual que con el Rey se
situaba en posiciones bajas como de súbdita, hija espiritual, en dónde, una vez más,
ruega, pide aunque en otras ocasiones su postura era la de dominio. De esta manera los
consejos, las advertencias a Gracián, las amonestaciones se tornan en órdenes que el
director espiritual al igual que la priora del convento en Sevilla a veces escuchaban y
otras al parecer seguían su criterio.
Son estas razones por las cuales podemos afirmar que uno de los objetivos o meta
de Teresa en estas cartas que examinamos aquí fue la de alcanzar el poder. Este era, en el
fondo, el eje o motivo de la escritura para Teresa. Así el acto de escribir encontraba su
finalidad en la búsqueda de autoridad. Desde su posición de madre Reformadora y
Fundadora Teresa inicia una lucha por validarse, autorizarse, evitando así la nulidad, el
silencio, el anonimato o la muerte. El poder es un aspecto constante en las cartas que
estudiamos y al mismo tiempo lo que genera su escritura. Por tal razón es un elemento
que explica el origen de estas cartas. Extender el examen a otras epístolas tomando en
cosideración este criterio, podría ser el objetvo de otro estudio, al igual que la
comparaciones entre las correspondecias. Teresa ocupó durante su vida una posición de
autoridad dentro de la Orden y parecería que a través de la escritura ella quiso perpetuar
su lugar, espacio que la jerarquía eclesiástica, muchas veces, se empeñaba en obliterar.
178
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Vita
Arlette M. de Jesús
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B. A. Secondary Education in Spanish. University of Puerto Rico, Río Piedras. Teaching Experiences:
Fall 2005-2010 Instructor at The University of Pittsburgh and Chatham University.
Fall 1997-2002 Graduate Teaching Assistant at The Pennsylvania State University,
University Park Campus.
Fall 1995-1996 Metropolitan University, Puerto Rico and Comercial Institute of
Puerto Rico.
Research Interest
Area of Specialization: Golden Age Literature and Mysticism.