druetta-guerra ideología y sociedad en la corporación militar argentina

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www.escenariosalternativos.org Critica & Utopía - N° 10/11 1 GUERRA, POLÍTICA Y SOCIEDAD EN LA IDEOLOGÍA DE LA CORPORACIÓN MILITAR ARGENTINA Por Gustavo Druetta "La carrera militar es una de las pocas maneras dignas de vivir la vida", general de brigada (R) Emilio Bolón Varela. "Lo esencial de la regla oligárquica no es la herencia de padre a hijo, sino la persistencia de una cierta manera de ver el mundo y de un cierto modo de vida impuesto por los muertos a los vivos. Un grupo dirigente es tal... en tanto pueda nombrar a sus sucesores (...). No importa quién detenta el Poder con tal de que la estructura jerárquica sea siempre la misma", George Orwell. 1. EL NACIONALISMO COMO VANGUARDIA DEL GOLPE DE ESTADO El 18 de diciembre de 1975 se sublevan dos unidades de la Fuerza Aérea comandadas por jefes de filiación nacionalista contra el gobierno de Isabel Perón. Herederos de un militarismo clerical fascio-falangista con influencias maurrasianas que tenía su anclaje nacional en las corrientes reaccionarias, anti-obreras y anti- radicales, de la década de 1920, y había gozado de algunos meses de gloria durante la dictadura del gral. Félix Uriburu en 1930-31 y concurrido al golpe encabezado por el gral. Pablo Ramírez en 1943. En el primer caso, ligada a intereses petroleros norteamericanos, había sido copado y desplazado por la concordancia conservadora pro-británica liderada por el gral. Agustín P. Justo, presidente del "fraude patriótico" entre 1931 y 1937. En el caso de Ramírez sus simpatías pro-nazis fueron neutralizadas por el vuelco de la guerra favorable a los aliados en 1943, siendo desplazado por la alianza militar-sindical conducida desde el Estado por el Cnel. Juan D. Perón, presidente constitucional entre 1946 y 1955, año de su derrocamiento. La coalición nacional popular peronista, alienada del apoyo nacionalista por su enfrentamiento con la jerarquía de la Iglesia y la grey católica de la pequeña burguesía es desalojada por una coalición liberal radical y nacionalista conservadora, apoyada por minorías políticas del progresismo y la izquierda social-demócrata y comunista. El jefe de la vanguardia insurreccional nacionalista católica, Gral. Eduardo Lonardi, luego de presidir durante 50 días la Revolución Libertadora en 1955, es a su vez desalojado por la fracción militar liberal que lleva a la presidencia de facto al gral. Pedro E. Aramburu. Este acaba con el intento lonardista de integrar corporativamente al peronismo sindical "sin vencedores ni vencidos", excluyendo el liderazgo de Perón y su personal político y militar incondicional. El “movimiento de recuperación nacional que por la vía de la insurrección de militares peronistas intenta el gral. Juan J. Valle en nombre del movimiento nacional y popular, duramente perseguido por los "gorilas" del antiperonismo civil y militar, es aplastado y escarmentado con la masacre de algunos militantes obreros y el fusilamiento de una veintena de oficiales y suboficiales fuera de las normas legales corrientes, sentando el primer precedente de inclemencia con el vencido en las luchas sociales argentinas de la segunda mitad del siglo XX. El radical intransigente Dr. Arturo Frondizi asume la presidencia en 1958 luego de una campaña opositora a la Revolución Libertadora y a sus aliados de la Unión Cívica Radical (del Pueblo) y con el aporte electoral del peronismo proscripto, llevando adelante un proyecto de industrialización con la inyección de grandes masas de capitales extranjeros en ramas productivas inexistentes o escasamente desarrolladas. Su pretendido integracionismo social fue combatido por los sindicatos peronistas incondicionales a Perón, bajo el cargo de haber quebrado el pacto por el cual debía levantar toda proscripción al Partido Justicialista y a la candidatura de Perón, exiliado primero en Centroamérica y luego en España. Luego de que el peronista Andrés Framini ganara (bajo una denominación partidaria ad hoc) las elecciones de la Pcia. de Buenos Aires en 1962, Frondizi, obligado por los mandos adherentes a un liberalismo arcaico ("colorados " ) a anular la votación, queda inerme ante el golpe de Estado. Sin embargo una variante moderna del desgastado nacionalismo militar se había desple- gado en los mandos medios, alimentada por los tecnócratas desarrollistas entre los oficiales que valoraban la eficiencia profesional y la consideraban un freno a la politiquería de los altos mandos. Son éstos profesionalistas que se dicen legalistas ("azules " ) los que equilibran las fuerzas para lograr una sucesión formalmente constitucional a Frondizi, que recae en el ignoto presidente del Senado, Dr. José María Guido. Acto seguido, los dos enfrentamientos violentos entre azules del ejército y la aviación, contra colorados del ejército y la marina, mediados por una sucesión de luchas sordas intramilitares, entre 1962 y 1963, dejan el campo en manos de los Este artículo presenta algunos de l o s resultados de una investigación realizada con una beca de CLACSO y el auspicio de FLACSO- Programa Buenos Aires. Se deja expreso agradecimiento a las observaciones formuladas a la versión original del artículo por Mario R. dos Santos y Eduardo Viola, eximiéndolos a ambos de cualquier responsabilidad sobre su contenido final. Quiero agradecer muy especialmente la valiosa colaboración de mis alumnos de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad del Salvador, Valeria Cohen, Verónica Ventureira y Jorge Horvitz cuyo entusiasmo juvenil da sentido a estas páginas. Agradezco la dirección de beca de José E. Miguens y el apoyo de Alain Rouquié.

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    GUERRA, POLTICA Y SOCIEDAD EN LA IDEOLOGA DE LA CORPORACIN MILITAR ARGENTINA

    Por Gustavo Druetta

    "La carrera militar es una de las pocas maneras dignas de vivir la vida", general de brigada (R) Emilio Boln Varela. "Lo esencial de la regla oligrquica no es la herencia de padre a hijo, sino la persistencia de una cierta manera de ver el mundo y de un cierto modo de vida impuesto por los muertos a los vivos. Un grupo dirigente es tal... en tanto pueda nombrar a sus sucesores (...). No importa quin detenta el Poder con tal de que la estructura jerrquica sea siempre la misma",

    George Orwell.

    1. EL NACIONALISMO COMO VANGUARDIA DEL GOLPE DE ESTADO El 18 de diciembre de 1975 se sublevan dos unidades de la Fuerza Area comandadas por jefes de filiacin nacionalista contra el gobierno de Isabel Pern. Herederos de un militarismo clerical fascio-falangista con influencias maurrasianas que tena su anclaje nacional en las corrientes reaccionarias, anti-obreras y anti-radicales, de la dcada de 1920, y haba gozado de algunos meses de gloria durante la dictadura del gral. Flix Uriburu en 1930-31 y concurrido al golpe encabezado por el gral. Pablo Ramrez en 1943. En el primer caso, ligada a intereses petroleros norteamericanos, haba sido copado y desplazado por la concordancia conservadora pro-britnica liderada por el gral. Agustn P. Justo, presidente del "fraude patritico" entre 1931 y 1937. En el caso de Ramrez sus simpatas pro-nazis fueron neutralizadas por el vuelco de la guerra favorable a los aliados en 1943, siendo desplazado por la alianza militar-sindical conducida desde el Estado por el Cnel. Juan D. Pern, presidente constitucional entre 1946 y 1955, ao de su derrocamiento. La coalicin nacional popular peronista, alienada del apoyo nacionalista por su enfrentamiento con la jerarqua de la Iglesia y la grey catlica de la pequea burguesa es desalojada por una coalicin liberal radical y nacionalista conservadora, apoyada por minoras polticas del progresismo y la izquierda social-demcrata y comunista. El jefe de la vanguardia insurreccional nacionalista catlica, Gral. Eduardo Lonardi, luego de presidir durante 50 das la Revolucin Libertadora en 1955, es a su vez desalojado por la fraccin militar liberal que lleva a la presidencia de facto al gral. Pedro E. Aramburu. Este acaba con el intento lonardista de integrar corporativamente al peronismo sindical "sin vencedores ni vencidos", excluyendo el liderazgo de Pern y su personal poltico y militar incondicional. El movimiento de recuperacin nacional que por la va de la insurreccin de militares peronistas intenta el gral. Juan J. Valle en nombre del movimiento nacional y popular, duramente perseguido por los "gorilas" del antiperonismo civil y militar, es aplastado y escarmentado con la masacre de algunos militantes obreros y el fusilamiento de una veintena de oficiales y suboficiales fuera de las normas legales corrientes, sentando el primer precedente de inclemencia con el vencido en las luchas sociales argentinas de la segunda mitad del siglo XX. El radical intransigente Dr. Arturo Frondizi asume la presidencia en 1958 luego de una campaa opositora a la Revolucin Libertadora y a sus aliados de la Unin Cvica Radical (del Pueblo) y con el aporte electoral del peronismo proscripto, llevando adelante un proyecto de industrializacin con la inyeccin de grandes masas de capitales extranjeros en ramas productivas inexistentes o escasamente desarrolladas. Su pretendido integracionismo social fue combatido por los sindicatos peronistas incondicionales a Pern, bajo el cargo de haber quebrado el pacto por el cual deba levantar toda proscripcin al Partido Justicialista y a la candidatura de Pern, exiliado primero en Centroamrica y luego en Espaa. Luego de que el peronista Andrs Framini ganara (bajo una denominacin partidaria ad hoc) las elecciones de la Pcia. de Buenos Aires en 1962, Frondizi, obligado por los mandos adherentes a un liberalismo arcaico ("colorados") a anular la votacin, queda inerme ante el golpe de Estado. Sin embargo una variante moderna del desgastado nacionalismo militar se haba desple-gado en los mandos medios, alimentada por los tecncratas desarrollistas entre los oficiales que valoraban la eficiencia profesional y la consideraban un freno a la politiquera de los altos mandos. Son stos profesionalistas que se dicen legalistas ("azules") los que equilibran las fuerzas para lograr una sucesin formalmente constitucional a Frondizi, que recae en el ignoto presidente del Senado, Dr. Jos Mara Guido. Acto seguido, los dos enfrentamientos violentos entre azules del ejrcito y la aviacin, contra colorados del ejrcito y la marina, mediados por una sucesin de luchas sordas intramilitares, entre 1962 y 1963, dejan el campo en manos de los Este artculo presenta algunos de l o s resultados de una investigacin realizada con una beca de CLACSO y el auspicio de FLACSO-Programa Buenos Aires. Se deja expreso agradecimiento a las observaciones formuladas a la versin original del artculo por Mario R. dos Santos y Eduardo Viola, eximindolos a ambos de cualquier responsabilidad sobre su contenido final. Quiero agradecer muy especialmente la valiosa colaboracin de mis alumnos de la Escuela de Ciencia Poltica de la Universidad del Salvador, Valeria Cohen, Vernica Ventureira y Jorge Horvitz cuyo entusiasmo juvenil da sentido a estas pginas. Agradezco la direccin de beca de Jos E. Miguens y el apoyo de Alain Rouqui.

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    profesionalistas que llaman a elecciones pero adoptan el "ilegalismo" de los colorados al proscribir nuevamente al peronismo. En 1963, accede al gobierno el Dr. Arturo Illa por la U.C.R., cuya ilegitimidad de origen no alcanza a ser compensada a los ojos indiferentes de la sociedad civil y en particular para los movilizados sindicatos que lanzan poderosos planes de lucha, por la legitimidad de desempeo en lo que respecta al normal desenvolvimiento de la lucha poltica y la ausencia de desbordes represivos anticonstitucionales. En 1966, los ex-legalistas azules irrumpen violentamente en el poder, anticipndose al llamado a elecciones libres en 1967 para cargos provinciales y renovacin de cmaras, pre-anunciado por Illa. Un autoritarismo corporativo en lo poltico-social y un "desarrollo asociado" a capitales extranjeros tendiente a sentar las bases de un crecimiento autosostenido, parece ser el programa que unifica a la clase poltica militar de la Revolucin Argentina. Pero de inmediato estallan los equvocos. Unos los "paternalistas la entienden como la cristalizacin de un orden tecnocrtico y comunitarista; otros los "nacionalistas" como la realizacin definitiva de la revolucin nacional abortada en 1930, desnaturalizada en 1943 y traicionada en 1955; y finalmente los "liberales" participan en ella unidos en el antiperonismo con sus camaradas pero imaginando una revolucin "norteamericana" o "francesa" que pusiese en orden el sistema poltico y lo sacudiese de rmoras populistas disciplinando a las clases populares, como interregno ms o menos largo hasta el restablecimiento de una repblica democrtica donde el pueblo eligiera a los mejores despreciando a los "demagogos".1 El gral. Juan C. Ongana representa la presidencia del paternalismo y la hegemona del neo-liberalismo econmico entre 1966 y 1970; el gral. Roberto M. Levingston el equvoco de un intermezzo nacionalista desarrollista con nfulas estatistas que pretende revertir el predominio de la gran burguesa trasnacional y agraria en el onganiato. Pero el Estado corporativo de orden y equilibrio social prometido por la Revolucin Argentina haba cado en un descrdito irreversible al comps de las explosiones sociales que desde 1969, con el Cordobazo, dejaran al desnudo las facetas ms represivas de la doctrina de la seguridad nacional. El aceleramiento de los conflictos obreros y de las capas medias de carcter peronista y clasista, el incremento de la actividad guerrillera, el embate de las fracciones oligoplicas de la burguesa urbana y rural, y los indicios de profundos fraccionamientos en las FF.AA., deciden a la Junta Militar a reemplazar a Levingston, luego de que el "viborazo" de estudiantes y obreros cordobeses lo marcara con el estigma del rechazo popular. El ascenso a la presidencia del gral. Alejandro A. Lanusse en marzo de 1971 hara cristalina la subyacente hegemona de los liberales autoritarios en el ejrcito, ahora en una versin defensiva del golpismo paraconstitucional de Justo y Aramburu. Un pasado de antipopulismo sin claudicaciones (Lanusse haba purgado con cuatro aos de crcel su participacin en la rebelin antiperonista de 1951), no tan claro en los corporativistas paternalistas ex-profesionalistas ni menos an en los nacionalistas, le permitira a Lanusse conducir una retirada ms ordenada de las FF.AA. hasta mayo de 1973, entablando un duelo-negociacin casi personal con el caudillo de Puerta de Hierro. La alienacin entre "lo nacional" la Patria, la Bandera, el territorio y "lo popular" las clases subordinadas concretasde una mentalidad conservadora, liberal o paternalista, que idealizaba a una repblica "civilizada" sin masas incultas movilizadas, permanecera enraizada en el tejido celular de las FF.AA., luego de que extirparan de su seno en 1955-56 los anticuerpos peronistas y amputaran, entre esos aos y 1973, a todos los intentos de predominio nacionalista populista. El liberalismo autoritario seguira su devenir en la ideologa subterrnea de los militares, a despecho de la sucesin de los tres comandantes en jefe Carcagno, Anaya y Laplane que acompaaron a los cambios en la relacin de fuerzas intra-peronistas Cmpora, Pern, Lpez Rega hasta emerger hegemnico en la cpula castrense cuando en la segunda mitad de 1975, el Estado justicialista se debata en la impotencia. Entre 1973 y 1975, la conduccin del ejrcito evolucionara ambiguamente desde un "peruanismo" expectante respecto de la movilizacin juvenil impulsada por los Montoneros materializada en un ensayo de peligrosa cooperacin entre sus "milicianos" y los soldados, denominada "operativo Dorrego" hasta una convergencia conflictiva e inorgnica, pero real, con las escuadras represivas y defensivas de la derecha peronista frente a un enemigo comn: la "subversin marxista" guerrillera o no, y la izquierda de extraccin peronista y cristiana tercermundista, acusada de "infiltracin" en gremios, fbricas, universidades y organismos pblicos. Pero era slo una alianza tctica: los futuros mandos del Proceso (PRN), hijos primognitos de la Revolucin Libertadora, no podan olvidar la utilizacin "estratgica" que Pern haba hecho desde comienzos de los aos 70 hasta su regreso definitivo a la Argentina en junio de 1973, de las "formaciones especiales" (Descamisados, FAP y Montoneros) de su movimiento. A raz de la lucha in crescendo que las FF.AA. venan librando contra aquellos guerrilleros cristiano-marxo-peronistas y el foquismo guevarista del ERP y las FAL desde 1969, el ejrcito haba ido recuperando al viejo profesionalismo combatiente detenido en 1912, ao de los ltimos encuentros armados y matanzas de aborgenes resistentes en territorios del Chaco. (La historiografa militar no reivindicaba en sus recordaciones guerreras los "combates" con que los partes de campaa haban bautizado la mayora de las acciones de persecucin y fusilamiento de ms de un millar de peones rurales y obreros portuarios, en huelga insurreccional en la Patagonia "trgica" de 1920-21). El ejrcito bajo el mando del gral. Jorge R. Videla desde noviembre de 1975, representaba ms cohesionadamente que el de los comandantes del peronismo, el reaseguro armado corazn acorazado que el Estado antepona a una "crisis de dominacin celular" (crisis del Estado "en" la sociedad). Algunas de sus ma-

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    nifestaciones haban comenzado a recobrar su mpetu, luego de que el carisma del gral. Pern, presidente de noviembre de 1973 a junio de 1974, las haba apaciguado, derrotando polticamente la opcin revolucionaria de las izquierdas peronizadas e intentando un nuevo "pacto social" entre el capital y el trabajo. La crisis de hegemona de la dominacin social, es decir, "el `fracaso' (relativo) del Estado como aspecto garante y organizador de las relaciones sociales fundamentales en una sociedad capitalista",2 pareci tomarse irreversible luego de que el predominio lopezrreguista (filo-fascista) desde la muerte de Pern (julio del 74) hubo tocado a su fin a mediados de 1975, dejando al gobierno isabelino inerme ante las reivindicaciones laborales defensivas de los sindicatos peronistas frente a una profunda crisis econmica. Hasta ese momento, el "profesionalismo integrado" (al peronismo) propuesto por el comandante en jefe gral. Numa Laplane se sustentaba militarmente en la batalla (constitucionalmente legitimada) del ejrcito, contra el ERP de Tucumn, a cargo del gral. Acdel Vilas, y polticamente, por la convivencia entre Laplane y Lpez Rega. Alejado ste del palacio, pronto mostrara su debilidad estructural en cuadros formados en un profesionalismo supuestamente apoltico realmente corporativo y autoritario reforzado por los desafos armados e ideolgicos que provenan de una sociedad percibida como anarquizada y faccionalizada. La pretensin guerrillera de arremeter frontalmente contra el monopolio de la violencia de las FF.AA. y de aliviar la presin sobre el ERP en Tucumn, tendra dos jalones notables por su osada y tambin por su impotencia trgica a fines de 1975. El 18 de diciembre, los rebeldes impenitentes del nacionalismo aeronutico pre-conciliar, salan a la palestra con sus proclamas apocalpticas y sus rosarios al cuello reedicin del "Cristo vence" pintado en los aviones rebeldes del 55 liderados por el brig. Orlando Capellini. Neutralizados por una simblica represin area legalista, cumpliran la funcin de anunciar la santidad anticomunista y antiperonista del golpe de Estado consumado tres meses despus. En marzo de 1976, se inauguraba la militarizacin ms profunda de la Argentina contempornea y se instauraba el reinado de un terror represivo, a cargo de un Estado cuasi-totalitario que superara largamente las caractersticas liberticidas del Estado "burocrtico-autoritario" de 1966-73. El genocidio ideolgico de por lo menos 20.000 (algunas cifras pasan los 30.000) opositores dirigentes polticos y sindicales, intelectuales, militantes de base y guerrilleros prisioneros o sin alternativas de rendicin y respeto por la vida puede explicarse como la respuesta extrema dictada por el miedo de clase a una expansin de la metodologa del terrorismo y la guerrilla a amplias capas populares? Lo cierto es que ese peligro no exista en 1975. Haba sido eficientemente neutralizado por Pern desde su regreso definitivo a la Argentina. La derrota poltico-militar y la masacre perpetrada por elementos de la derecha peronista en Ezeiza el 20 de junio de 1973 haba iniciado la desarticulacin de los Montoneros del movimiento peronista, desautorizados por la convocatoria pacificadora de Pern y su afirmacin de la ortodoxia justicialista. La descalificacin de toda guerrilla urbi et orbi como simples hechos policiales de status criminal con que Pern intent desarmar a los Montoneros ysepararlos de las FAR o del ERP, recibi una respuesta brutal cuando ascenda a la presidencia en septiembre de 1973, con el asesinato de Jos I. Rucci, secretario general de la CGT peronista, por un comando montonero. A partir de la retirada de la Plaza de Mayo de la Juventud Peronista montonera el 1 de mayo de 1974, ante la ofensiva verbal de Pern en respuesta a sus reclamos de limpiar de gorilas y fascistas al "gobierno popular", el foquismo revolucionario sera su mtodo principal de accin y el camino suicida hacia su acelerado aislamiento. La ulterior adopcin del partido alternativo Partido Autntico como vanguardia parlamentaria de la revolucin socialista nacional, no resisti la prueba de la realidad (poltica y represiva) bajo el predominio del poder sindical y para-policial en la crisis del rgimen peronista de 1975-76. Desde noviembre de 1975 a marzo de 1976, a Videla y sus pares de la Armada y Aeronutica se les presentaba la tarea de estrechar el cerco sobre la insurgencia rural, aproximacin al objetivo estratgico de su total aniquilamiento. La erradicacin de la guerrilla urbana presentaba la complejidad de su enraizamiento en la cotidianidad de los grandes centros poblados, donde las operaciones deberan hacerse a la vista de una sociedad ms intercomunicada. La misma que era sospechada de encubrimiento o por lo menos de condescendencia con la violencia contestataria. Por ello, la lgica golpista respondera al diagnstico de que la "extirpacin del cncer marxista" no podra completarse sin una refundacin nacional, a imagen y semejanza de la que los hombres de la generacin de 1880 haban realizado luego de aplastar a todos sus enemigos internos; aquellos hroes y mrtires de las "montoneras federales" eran reivindicados por sus presuntos epgonos de la "barbarie" contempo-rnea, prueba de que la "civilizacin" deba reasumir la iniciativa militar. Pero en qu concepciones del hombre y la poltica se asent el proyecto de una guerra purificadora de una sociedad "enferma" que, como el bistur de los cirujanos, deba extirpar el tumor ideolgico maligno y operar todos los tejidos sociales amenazados de metstasis subversiva? Sin duda, fue el correlato de la propuesta econmica de Martnez de Hoz de abrir anloga a la accin de operar las relaciones de produccin, comercializacin y distribucin al mercado financiero e industrial internacional para erradicar la enfermedad del proteccionismo-populismo benefactor, reemplazndolo por el "fascismo de mercado". Este elimin empresas locales "ineficientes" ante la tecnologa y productividad trasnacional; las FF.AA. aniquilaron fsicamente la oposicin ms radical y consecuente en las

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    capas medias y la clase obrera; y entre ambos erradicaron a la poblacin sobrante por la va del exilio ideolgico y/o laboral de decenas de miles de argentinos. Dejando de lado el programa de liberalizacin de la economa y sus consecuencias debilitadoras sobre el movimiento reivindicatorio de las clases subordinadas, tratemos de rastrear la gnesis de la militarizacin total de la poltica en el desenvolvimiento del pensamiento castrense, antecedente a la ideologa del Proceso de Reorganizacin Nacional. En l encontraremos los fundamentos y anticipaciones sustentados en la transmisin generacional de valores y cosmovisiones sociales y polticas, desarrolladas histricamente dentro de la organizacin militar por oficiales no siempre visibles en la escena pblica. 2. HIPTESIS, CRTICAS Y PROFECAS SOBRE LA RELACIN ENTRE FF.AA. Y SOCIEDAD a) Modernizacin participativa en la democracia estable de los mejores En 1975 el antiguo Tte. Gral. Benjamn Rattembach no pareca preocupado por los chisporrotazos de la contienda antiguerrillera, carente del arte espectacular que slo brindaba la guerra clsica cuya ciencia haba aprendido de Clausewitz en los aos 30. Estaba s abocado a actualizar sus ideas sobre un nuevo profesionalismo militar 3 que articulara institucionalmente las estrechas relaciones que las FF.AA. haban ido tejiendo con las luchas polticas y sociales internas desde la segunda Guerra Mundial, fenmeno sobre el que comenzara a especular luego de pasar a retiro a comienzos de la dcada de 1950. Ingresado al Colegio Militar en 1913 ao del egreso de Pern haba compartido con el futuro caudillo de masas una profesionalizacin semejante. Ambos haban privilegiado al mariscal prusiano Kolmar Von der Goltz en sus primeros escritos de tctica; ambos se diplomaran en la Escuela de Guerra y seran profesores en ella.4 Ambos se perfeccionaran en los dos ejrcitos continentales del Eje; Rattembach en Alemania y Pern en Italia. Pero Pern sera conspirador en 1930 y en 1943, y Rattembach no tendra ningn rol protagnico en esos eventos ajenos a su vocacin profesionalista "apoltica". Sin embargo, sera reincorporado al servicio activo y ascendido por la Revolucin Libertadora en 1955, luego de la cada de Pern. Sus cidas crticas a los "crnicos de la poltica" que se haban reincorporado a las filas, le ocasionaran una gran impopularidad entre los "gorilas". Para l toda revolucin era una suma de deslealtades hacia la superioridad militar y/o a las autoridades republicanas (el derrocamiento de Pern pareca estar justificado por la presunta ilegitimidad de su reeleccin en 1952 segn los profesionalistas no proclives al golpismo). Para Rattembach, una cosa era la decisin de los comandos superiores de intervenir cuando una dictadura o peligro de ella lo exigiera, y otra inadmisible era el anarquismo y partidismo de las personalidades militares politizadas. La cada de Lonardi era un ejemplo paradigmtico. El espritu rattembachiano de la verticalidad jerrquica a ultranza sera realizado por la nueva racionalidad golpista emergente en 1966, perfec-cionada en el golpe de 1976. En la dcada de 1960, el profesionalismo filo-prusiano de Rattembach haba dejado lugar a reflexiones sociolgicas sobre el nuevo "sector social-militar de la sociedad" basadas en autores positivistas y empiristas, sin dejar de lado a representantes de las escuelas comprehensiva y conflictivista. En su opinin, la democracia defectuosa argentina podra dejar de serlo y en ese sentido dejar de provocar golpes de Estado si una cultura poltica desarrollada era inculcada a la sociedad civil con el objeto de revertir la supuesta falta de preparacin y predisposicin del pueblo para la contienda cvica. Una democracia aggiornada que quisiera garantizar el pleno ejercicio de los tres poderes republicanos deba normatizar la participacin poltica del "grupo de presin" militar, convirtindolo en un "grupo de poder" formal inserto en los aparatos ejecutivo y legislativo del Estado. Los intereses propios y legtimos de la corporacin de ciudadanos armados estaran as representados en un nivel equitativo con las dems corporaciones pblicas y privadas que de hecho ocupaban un lugar de poder institucionalmente reconocido en la generacin de polticas. Esta politizacin orgnica del ejrcito eliminara el peligro de su politizacin catica, principal enemigo de su cohesin espiritual y disciplinaria. Haba entonces que reformar el sistema poltico global para insertarle horizontalmente, en todos sus niveles y funciones, el subsistema poltico militar. Era imprescindible segn Rattembach: a) legitimar la vocacin poltica de los militares contemporneos; b) buscar la forma de su par-ticipacin pacfica neutralizando la prepotencia armada; c) cuidar que esa forma no afectase la disciplina interna del arma. Las democracias occidentales europeas brindaban ejemplos tiles, como la representacin parlamentaria de los militares, ya sea en bancas o comisiones, o el permiso individual a los oficiales para candidatearse a cargos electivos. Pero en la Argentina, la condicin imprescindible era la de poner fin a la crisis endmica del sistema poltico nacional, en tanto mala reproduccin de las democracias avanzadas. El golpismo, se deduce, sera el producto genuino del atraso politolgico de la sociedad argentina, basado en una poblacin sociolgicamente inculta. Sin analizar las causas histrico-concretas de las intervenciones militares, ni develar los proyectos socioeconmicos a los cuales respondieron, ni reconocer la importancia de las doctrinas poltico-militares en el ideario golpista, ni la concausalidad de las aspiraciones del poder militar en las crisis estatales, Rattembach ve a las FF.AA. como instrumentos pasivos (casi vctimas) de la inestabilidad poltica cuya responsabilidad primaria correspondera a una repblica inmadura.5 Su instrumentacin activa en direccin al

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    golpe sera consecuencia de que los civiles no sabran encontrar el lugar adecuado para el protagonismo poltico indeclinable de los militares. Lejos de proponer una ubicacin de la sociedad militar sobre la sociedad poltica, Rattembach crea que a partir del desarrollo profesional eficiente de su institucin al lado de unas instituciones civiles presuntamente deterioradas y arcaicas, la participacin modernizada de los militares en la sociedad poltica mediante la adaptacin de modelos externos, actuara como un efecto de demostracin positivo. Esbozadas en 1965, desarro-lladas en 1972 y reiteradas en 1975, estas tesis eran el reflejo intelectual ms elaborado (del pensamiento castrense), de un fenmeno estructural en las. FF.AA. de la post-guerra: la homogeneizacin antidemocrtica de los cuadros paralelamente a una descalificacin de los partidos polticos.6 Esta hiptesis de una evolucin participativa, democrtica y no violenta de los militares en poltica, pareca requerir como condicin sine qua non y en trminos de la comparacin FF.AA. modernas y eficientes vs. sociedad arcaica e inestable, una modernizacin acelerada de los profesionales de la poltica anloga a la que los profesionales de la guerra habran realizado durante la dcada de 1960. La aspiracin de Rattembach a una democracia estable donde la justicia civil ejerciera el "control jurdico" y el ejecutivo y legislativo el "control poltico" del poder militar, que slo vea posible en una sociedad modernizada, representaba a la Repblica ideal con la cual soaban muchos liberales autoritarios de 1966, y que los liberales totalitarios del 76 imaginaron para el ao 2000. La interpretacin elitista de la realidad nacional que sera un rasgo comn de paternalistas, nacionalistas y liberales de la dcada de 1960, sera reconocida a posteriori por el gral. Lanusse como el fundamento de las decisiones errneas que haba compartido con sus camaradas no liberales, partidarios del Orden a cualquier precio o de la Revolucin Nacional irredenta. El gobierno de los mejores impuesto a los peores por su propio bien, se basaba en la presuncin de una sumisin espontnea de la poblacin a un autoritarismo para-republicano cuya legitimidad, unilateralmente interpretada por las FF.AA. vala para los liberales en tanto lograra una legalidad democrtica estable en la cual los mejores (militares) pudieran subordinarse definitivamente a los mejores (civiles) en la Repblica prometida.7 b) Corporativizacin paternalista y nacionalizacin populista-desarrollista Para el gral. Osiris Villegas, la instrumentalidad negativa que una sociedad caotizada haca de las FF.AA. al entregarles el poder en momentos de crisis y reclamrselo intempestivamente recin comenzado el ordenamiento social, deba ser contrarrestada ofensivamente por las FF.AA. Pero no ya como meras restauradoras de la democracia. Los civiles deban reconocer en ellas a la "ltima reserva moral de la nacionalidad" y aceptarlas como modelo espiritual, doctrinario y organizativo adecuado para superar los "errores de la democracia"; fundamentalmente el de la debilidad ante el comunismo.8 La cuestin era subsumir la sociedad poltica y civil en el molde de una corporativizacin paternalista de estilo militar, es decir, de ordenamiento cuartelero. Una comunidad estrictamente jerarquizada, sin monopolios demasiado voraces ni sindicatos demasiado poderosos, y a lo sumo con dos grandes partidos que se turnaran en el poder; lo cual sera imposible hasta no erradicar la "demagogia" manipuladora de las masas. El cemento ideolgico elitista que haba cohesionado a los hombres de la Revolucin Argentina en 1966, adquira en la pluma del secretario del Consejo Nacional de Seguridad entre 1967 y 1970, cierto sesgo neo-populista, cuando en 1969 afirmaba que el inters nacional supona aspiraciones colectivas esenciales que iran emanando de la comunidad. Pero esa emanacin del ser nacional comunitario no se esperaba proveniente de algn signo popular, pues por definicin corresponda a una "funcin tpica (y por tanto exclusiva) de las lites generacionales (cuya) misin inexorable... (es) convertirse en intrpretes de dicha comunidad". La infalibilidad de la vinculacin lite-intrprete-de-lo-nacional dejaba filtrar una advertencia: el xito se alcanzara cuando la comunidad interpretada fuera la propia y no otra.9 Prevencin significativa en el ao en que se acelerara la declinacin poltica de la Revolucin Argentina. Ya en 1968, cuando Villegas dictaba las polticas de seguridad que Lanusse deba aplicar al mando del ejrcito, algunos de sus camaradas volvan al campo de "lo nacional y popular" reclamando por la revolucin traicionada. A fines de 1967 el gral. Adolfo C. Lpez sera arrojado a la arena poltica por su pase a retiro forzoso al ocupar Lanusse (menos antiguo) la comandancia. En diciembre, al despedirse de las filas, haba sealado que las FF.AA. estuvieron obligadas a intervenir (en 1962 y 1966) "para poner en orden un proceso deteriorado de la democracia" pero ante el desvo de los fines revolucionarios, volver el pas al orden significaba entregar cuanto antes el poder al Pueblo. La contrarrevolucin nacional y social en que a jucio de Lpez se haba convertido la Revolucin Argentina, requera nuevos liderazgos. Su llamado caudillesco a la nacionalizacin populista de las FF.AA. era tributario de la vieja escuela poltica de los coroneles del GOU del 43, 44 y 45, modelos de patrio-tismo cuando era un joven teniente y haba admirado la forja de aquella santsima trinidad entre el paternal ejrcito, el filial sindicalismo y el espritu inmanente de la Patria, encarnada por el cnel. Pern en su triple condicin de ministro de Guerra, secretario de Trabajo y vicepresidente de la Nacin entre 1944 y 1945. No era el fantasma de la "dictadura" o la amenaza del autoritarismo defensivo del peronismo lo que impeda al gral. Lpez integrarse subordinadamente al movimiento, sino la suspicacia que comparta con otros nacionalistas

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    hacia cualquier veleidad personalista sospechosa de demaggica respecto a los obreros. Si la "revolucin social" ya haba sido realizada por el justicialismo, los nacionalistas neo-peronistas reclamaban para s su consumacin total mediante una "revolucin tcnica nacional" para aumentar la productividad sin el sacrificio de las masas. El instrumento: un gobierno fuerte en un clima de libertad, con el peronismo como co-protagonista y la invitacin a Pern a colaborar bajo la premisa de su renunciamiento a cualquier candidatura. Lpez se anotaba as entre los aspirantes a ser los perones sin peronismo de un desarrollo nacional bajo la vanguardia de las FF.AA. y protagonizado por los sindicatos y la burguesa local, pero postulaba un plebiscito peridico y una asamblea constituyente en el curso de los dos aos siguientes, a condicn de que los partidos polticos hubieran remozado sus estructuras y dirigencias.10 El mito de la supermodernizacin organizativa y de la hiperprofesionalizacin tcnica de los militares, bajo pautas dictadas por la doctrina de la interdependencia entre seguridad interna y desarrollo econmicosocial,11 segua introducido como paradigma de contrabando hasta en los discursos con pretensiones nacionales y populares ms democrticas de la lite militar. El sndrome del salvacionismo militar de lo nacional, y/o lo popular, no era patrimonio exclusivo del discurso paternalista (en el primer caso) ni de la grandilocuencia nacionalista de la cual el cnel. Guevara era un arquetipo generacional.12 En septiembre de 1963, el Tte. Cnel. Eduardo Escud, quien se encontraba en prisin por su participacin en la asonada peronista contra Frondizi en 1960, poco antes de ser amnistiado por Illa convoca a los generales y brigadieres de su promocin (1941) a reorganizar el Estado argentino para elevarlo socialmente a la cumbre de la humanidad. A posteriori de 1966, imaginara que todava perduraba la vocacin patritica y popular de aquellos ex-jvenes tenientes de 1943, anttesis de la "politiquera" y los "acomodos de comit" que crea justificaban el derrocamiento de Illa. En el prlogo de su libro publicado en 1968, recordaba a los argentinos las esperanzas que haba despertado "un hombre honesto, catlico militante, no manchado con la funcin poltica o econmica, (hombre) de accin... el Tte. Gral. Juan C. Ongana".13 La responsabilidad del fracaso que se vislumbraba no resida para Escud en la incapacidad poltica de las FF.AA., sino en la usurpacin del poder por un grupo liberal que habra sorprendido la buena fe de los militares. El peronista Escud coincida obviamente en estos juicios con paternalistas y nacionalistas, con quienes comparta una fe juvenil bautismal: la de la unin pueblo-ejrcito nacida entre el 4 de junio de 1943 y el 17 de octubre de 1945. Pero la "traicin" de los liberales tambin haba sido prevista por los idelogos del nacional-desarrollismo militar. El Tte. Cnel. Mario Orsolini cuyo curriculum poltico nacionalista probablemente le arruin su ascenso a coronel pasando a retiro en 1960 haba intentado orientar ideolgicamente al golpe de 1966, pero al comprobar que conocidos "contra-revolucionarios" liberales rodeaban a Ongana en la conspiracin, dio por perdida a la Revolucin Nacional.14 Ya al desencadenarse el golpe de 1962 y los enfrentamientos posteriores, se haba sentido impulsado a escribir sobre la "crisis del ejrcito" proponindose orientar a sus camaradas. Criticaba la retransmisin mecnica a los cuadros de la doctrina contrarrevolucionaria francesa, desde fines de la dcada de 1950, surgida de la derrota colonial de los franceses en Indochina (1954) y perfeccionada con las experiencias horrorosas de la batalla de Argelia hasta 1962. Observaba agudamente que la nueva "esperanza misional" que aqulla representaba para las FF.AA. post-peronistas, acfalas de misiones fronterizas y recin reconvertidas hacia las fronteras ideolgicas, haba contribuido a "desbordar el cauce especficamente profesional, enriqueciendo el repertorio de argumentos del golpismo crnico". Entre ellos, el resentimiento que los paracaidistas franceses rumiaban contra las democracias occidentales por su falta de apoyo a sus luchas por el "mundo libre" reforzaba la desconfianza de los militares argentinos en su propia democracia. No eran menos nefastas las hiptesis de conflictos contra la poblacin nativa, considerada como enemiga o susceptible de ser conquistada por el enemigo (ideolgico y/o extranjero), al traducirse acrticamente los textos contrainsurgentes despreciando las diferencias entre la poblacin de una colonia y la de una nacin independiente, y entre un ejrcito de ocupacin y un ejrcito colonial. Ante el escndalo que haba suscitado el encuentro de Frondizi con el Che Guevara (utilizado como argumento golpista), Orsolini recordaba ejemplos como el de Nasser negociando con los EE.UU. pero tambin con la URSS para enfrentar a ingleses y franceses por el canal de Suez. Urga por tanto construir un nuevo "ejrcito nacional profesional" que desplazara al "ejrcito ideolgico" (por anticomunista) y "partidista" (por antiperonista), sin "gorilas" furiosos ni adictos furibundos a la "dictadura" de Pern. Deduca con naturalidad una ttrica profeca cumplida durante el Proceso de Reorganizacin Nacional, sobre las consecuencias criminosas y alucinantes a que conduca cualquier ideologa dogmtica como causis bellis, al generar una "guerra santa" basada en odios y miedos.15 Las intenciones de devolver a las FF.AA. la iniciativa de un desarrollo nacional populista seran retomadas en 1970 por el gral. Juan E. Guglialmelli, secretario del Consejo Nacional de Desarrollo durante slo cuatro meses en el gobierno de Levingston. Renunci al no obtener apoyo para una lucha frontal contra la falta de autonoma en el desarrollo econmico-social, en la cual las FF.AA. deban asumir la vanguardia ofensiva contra los mono-polios, considerados responsables del subdesarrollo nacional. Guglialmelli defenda la tesis de que una distribucin de la riqueza era posible al mismo tiempo que se creaban las bases para un crecimiento ms acelerado, pero no era slo la productividad su preocupacin. Crea que si las FF.AA. no se alineaban en el campo de la Revolucin Nacional podan ser responsables de crueles enfrentamientos. En las antpodas de su

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    compaero de promocin (1938) y conspiracin antiperonista en 1951, el gral. Lanusse, Guglialmelli bregaba por profundizar (y no liquidar) a la RA.16 Para ello propona una alianza de hierro entre la versin populista de algunos de los actores que, en la versin corporativista antipopular de la RA., el paternalista Villegas propondra en 1975 para re-comenzarla. Sus roles en 1970 deban adoptar para Guglialmelli el cariz dado por la aguda movilizacin poltica: a) las FF.AA., hegemonizadas por la fraccin menos elitista del nacionalismo y empleadas como el motor de la "liberacin nacional", b) los trabajadores, colocados en una prelacin anterior a los empresarios; c) la Iglesia, en sus sectores ms progresistas y movilizadores corno eran los curas del "tercer mundo"; d) los empresarios, de la burguesa local; y e) los intelectuales nacionales, representantes de las capas medias crecientemente peronizadas y movilizadas. Sectores, fracciones y clases sociales, cuya alianza en la lucha hasta 1973 sera desecha entre 1974 y 1975, en medio de la crisis y la violencia. c) Conciencia critica del republicanismo liberal y propuesta golpista del neo-paternalismo. En 1973, el cnel. ingeniero militar Luis Gazzoli, retirado a mediados de los 60, publicaba una notable autocrtica sobre los fracasos, ambigedades y sinrazones de las intervenciones de las FF.AA. entre 1962 y 1972. Previene con curiosa exactitud cronolgica los renovados mpetus golpistas que sobrevendran en el perodo constitucional que se iniciaba, si las FF.AA. mantenan la pretensin de seguir autointerpretando a la Constitucin y las leyes. All se hallara el nudo gordiano del ciclo de golpes y dictaduras que haca iniciar en 1958, pues al definir al gobierno de Pern como una "dictadura constitucional" no encuadraba a su derrocamiento dentro del intervencionismo militar. En el mismo estilo de los diputados socialistas de los aos 30, cuando criticaban que el ejrcito quisiera erigirse en el "rbitro de la Constitucin", Gazzoli prevea que en 1975 nadie podra garantizar que las mismas FF.AA. que no haban gustado de la democracia en 1966, no quisieran volver a juzgarla sin intentar simplemente vivirla antes de sancionarla con un nuevo golpe.17 Para Gazzoli haba que aceptar que el ejrcito tena la obligacin de ser "uno de los instrumentos de la ideologa" o doctrina poltica del rgimen legtimo. Pero esta tesis de la subordinacin clsica refutada en los hechos por los polticos armados que, desde 1930, seran al mismo tiempo productos y reproductores directos del poder militar supra-constitucional, estaba perdida en el fondo de los tiempos (anteriores a 1916), cuando la clase poltica, liberal conservadora, ejerca el efectivo "control subjetivo" sobre un ejrcito escasamente profesionalizado y corporativizado. El argumento golpista de las "malas democracias" no era razonable para Gazzoli en la medida en que los gobiernos de facto nunca se haban atrevido a tomar la "heroica medida" de desconocer francamente a la Constitucin para aplicar sin trabas las soluciones prometidas, ni tampoco haban dejado funcionar plenamente a la democracia. Por eso dudaba de una adhesin sincera de la mayora de los oficiales al espritu democrtico, con estas profundas reflexiones introspectivas: "Tal vez los militares no gozamos la democracia sino que la padecemos, y es por eso que tratamos de quitrnosla de encima cuando ese padecimiento es intolerable. Tal vez no seamos autnticamente democrticos aunque la democracia nos brinde la oportunidad de disimularlo".18 Lo que Gazzoli ensimismaba lcidamente Lanusse lo llevara a la prctica poltica al virar, luego de 1973, hacia un liberalismo democrtico condescendiente con la presencia de un nuevo Pern que deca retornar "descarnado" de pasiones dogmticas. Pero su propuesta de implantar un desarrollo econmicamente interdependiente con todos los mercados del mundo, y en particular con los de los pases no alineados, recuperando una autonoma ideopoltica y militar aplastada bajo casi 20 aos de permanente dependencia ideolgica estratgica de los EE.UU., sufrira muchos malosentendidos. Frente al modelo de un capitalismo nacional combinado con el capitalismo de Estado imaginado por las fracciones populistas de las FF.AA., los profesionales de la administracin y las burguesas locales, se entablara una lucha a muerte entre los extremos irreconciliables representados por las aspiraciones "socialistas nacionales" de las juventudes e intelectuales, y el "nacional socialismo" de los aparatos estatales de derecha, propagandizados ambos como la nica y verdadera actualizacin doctrinaria peronista. Ninguno de aquellos actores sociales supra-partidarios pareca ver en la democracia parlamentaria-presidencialista el instrumento principal de sus respectivos proyectos. Salvo el mismo Pern, cuando cercano a su muerte, abri significativamente los brazos a sus antiguos acrrimos adversarios del demo-liberalismo.19 A juicio del gral. Villegas, en cambio, en 1975 se avecinaba el "tiempo geopoltico argentino" demorado en 1962 y 1966 por los pruritos constitucionales del liberalismo y el boicot del marxismo. Encarnando el espritu antidemocrtico militar desnudado desde adentro por Gazzoli, senta una "invitacin al combate" que lo llamaba a la demolicin en su caso intelectualde los restos del tercer gobierno peronista. Mientras Rattembach vea con inters el "modelo nacional" legado por Pern a su muerte, Villegas, en las antpodas de pretender representar a la voz del pueblo, se propona como el intrprete de la voz de Dios para "esclarecer al hombre comn que no sabe dnde va, cul es su destino y el de la sociedad". Calificando a los intentos fallidos de construir una repblica gobernada por civiles frondizismo y radicalismo entre 1955 y 1966 como dos lustros "de reaccin", instaba a recomenzar el tiempo econmico de la primera etapa diseada por la Revolucin

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    Argentina, que ahora designaba como Revolucin Nacional en franco intento de cooptacin del antiperonismo nacionalista. Si los "tiempos" poltico y social haban tenido en Yrigoyen y Pern a sus lderes carismticos, la ausencia de sus equivalentes reclamaba el surgimiento de una super-lite al frente de la conduccin frrea de una sociedad elevada a la categora de "pueblo fuerte" porque, para Villegas, "de nada sirve elegir gobernantes y tener justicia social, si no existe una slida economa que permita financiar el bienestar del pueblo", para lo cual sera necesario la decisin de restringir ciertas libertades pblicas y personales. El problema fundamental que la contrarrevolucin preventiva de Villegas urga resolver, era el de controlar las explosiones violentas de inconformismo y el de reprimir las propuestas estatistas izquierdizantes y las pretensiones participacionistas obreras en la cogestin empresaria. Slo as estaran aseguradas las condiciones que consideraba bsicas para una futura aunque no prioritaria democracia poltica. Mientras la empresa era reivindicada como el "manantial de la revolucin" (evolutiva) "y el cambio" (eficientista), a las fuerzas del trabajo se les asignaba una funcin complementaria (subordinada) a travs de la concurrencia de los sindicatos en el esfuerzo del desarrollo, siempre y cuando se eliminara el recurso al "pacto social" entre el Estado y la CGT, Descalificado ste como "unilateral" (es decir totalitario), Villegas propona una "bilateralidad" libremente pactada entre los capitalistas y sus trabajadores agremiados por oficio o industria, sin intervencin o control por parte del Estado ni poder de veto mediante alguna negociacin colectiva de la CGT. A los intelectuales slo les asignaba la misin subordinada y monocorde de "modernizar" la educacin. No era necesaria la produccin de ideas o modelos de desarrollo pues la "revolucin-evolucin" villegiana tena un actor paradigmtico: las FF.AA. De ellas, reivindicaba sus logros histricos concretos desarrollo de una estructura industrial, tecnolgica y energtica propia fuera de todo contexto sociopoltico, y las supuestas virtudes del nacional seguritismo: 20 una organizacin eficiente con acento en la soberana nacional, el desarrollo econmico-social y la seguridad, que contrastara con la presunta mezquindad de los intereses y objetivos de partidos y sectores de la sociedad civil. La "decisin" fundamental que a juicio de Villegas deban asumir las FF.AA. en la coyuntura de 1975-1976, implicaba forzar a un cambio de mentalidad en la poblacin civil que defina as: "De la nusea ciudadana (sic) hay que pasar a la fe en el destino trascendental de esta generacin, con deseos de actos heroicos... De la satisfaccin de la vida fcil hay que llegar a la idealizacin de la vida difcil. Pero que sirva para algo fundamental, como sacrificio".21 El modelo de actos heroicos pareca brindarlo la lucha contrainsurgente. El de vida difcil lo proveera a su debido tiempo el agudo detrimento del salario real de las clases populares y medias y la indefensin ante la arbitrariedad patronal facilitada por la intervencin militar de la mayor parte de las organizaciones sindicales. El modelo de sacrificio fundamental, es decir, fundante de una forma de servicio purificador, lo proporcionara la desaparicin, asesinato y tortura practicados con millares de opositores, y la debacle de la cultura y la poltica argentina, a manos de la censura y la prepotencia del poder sin vallas constitucionales. Los Grales. Villegas y Lpez pertenecen a una de las promociones primigenias de la generacin de polticos armados que hicieron la Revolucin Argentina. Ingresan como cadetes en 1933 y egresan como subtenientes en 1937, siendo los primeros que reciben sus sables en las lujosas instalaciones de El Palomar, viejo escenario de la batalla de Caseros, efemrides fundacional del liberalismo constitucional sellado en 1853 y materializado en la repblica oligrquica que hegemoniza el sistema poltico hasta 1912-1916. A la misma promocin pertenece el gral. Carlos A. Caro22, nico comandante de Cuerpo que se opuso al golpe contra Illa en 1966 y el gral. Julio R. Alsogaray, factotum de su desalojo policial de la Casa Rosada y cte. en jefe del ejrcito en la etapa inicial de la RA. Paternalista Villegas, nacionalista Lpez, liberal autoritario Alsogaray y republicano democrtico Caro, el caleidoscopio ideolgico de la coyuntura de 1966-1972 comprobable en el generalato de una sola camada militar que se repite en varias camadas subsiguientes bajo la hegemona disputada entre corporativistas y liberales autoritarios, slo habra estado completo con la presencia de un peronista de la misma promocin (1937) como el cnel. Federico Gentiluomo. Pero ste haba sido retirado en 1955 junto al resto de los leales a la causa de Pern. Esa promocin junto con las siete que la suceden hasta 1942 (en 1939 hubo dos camadas egresadas), forman parte de la que puede considerarse una generacin de transicin advenida a las filas entre el fin de los conflictos poltico-militares entre oficiales yrigoyenistas y antiyrigoyenistas (1932-33) y el comienzo de las luchas entre peronistas y antiperonistas (1944-45). Gentiluomo la describa expresivamente con referencia a stas luchas: "Los que luchamos en uno y otro bando, nos despedazaremos mutuamente. Mientras tanto, la generacin del 45 se ir desparramando por todo el amplio escenario de la patria. Y esa generacin har historia...".23 Los miembros de la generacin militar que llamamos del 43 (GM43) -eludiendo al sesgo unilateral peronista y aludiendo al episodio poltico-militar que marca una primera experiencia de politizacin golpista comn a aquellos jvenes tenientes egresados entre 1937 y 1942 (lmites aproximados de un corte biogrfico poltico siempre arbitrario),24 haban sido socializados militarmente de cadetes a tenientes por los "revolucionarios" del 30. Luego haban transitado una profesionalizacin doctrinaria ms activa hasta ascender a capitanes a fines de la dcada de 1940, bajo el mando directo de los "revolucionarios" del 43. Entre 1951 y 1956, protagonizaron al mando de tropas las luchas de la dispora institucional impulsada por el peronismo, mientras asoendan desde el

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    grado de capitn al de mayor y Tte. Cnel. Los sobrevivientes profesionales (y fsicos) de las purgas "gorilas" desde 1955 a 1960, seran los coroneles de la tctica durante los planteos, asonadas, conflictos institucionales y golpe de Estado desde 1958 a 1962. A partir de este ltimo ao, comenzaran a ocupar el lugar de los generales de la estrategia (acompaados por sus compaeros coroneles en actividad o ya en retiro) en los enfrentamientos de 1962-1963, y conduciran la conspiracin, golpe y dictadura tecnocrtica neo-liberal iniciada en 1966. Los recuerdos adolescentes de los "tiempos de la repblica" conservadora y floreciente o la "dcada infame" fraudulenta (1931-1942), se sucedan con la expansin romntica juvenil de la "jornada redentora de la patria" del 4 de junio de 1943 (que para los militares del antiperonismo sera evocada como la jornada "reventora" del pas). A la euforia inicial o la oposicin temprana durante el auge del peronismo entre 1946 y 1949, seguira el compromiso poltico de los oficiales peronistas dentro de los cuarteles o en cargos gubernamentales, o el activismo conspirativo contra la "democracia brbara" de los cabecitas negras, hasta su cada en 1955. Desde 1969-1972, el sueo perdido de la "unin pueblo-ejrcito" o la pesadilla del "tirano prfugo" reapareceran rodeadas de presagios trgicos mientras la GM43 preparaba la retirada del rgimen burocrtico-autoritario.25 Sus miembros peronistas marginados en 1955, volvan en 1973 por sus fueros polticos hasta la nueva derrota en 1976. Con el obrerismo peronista desdibujado y en peligro de radicalizacin, el populismo nacionalista desgastado en su bsqueda de msticas inexistentes, el liberalismo autoritario en proceso de autocrtica y el republicanismo democrtico acorralado entre el fuego cruzado de las ultraderechas y ultraizquierdas, slo quedaba disponible un militarismo crudo y total que expresara la reunificacin ideolgica de la corporacin armada durante el interregno peronista. La memoria colectiva de las acciones y reacciones entre los miembros de la GM43 se cerraba definitivamente en marzo de 1976, cuando una nueva generacin de mandos post-revolucin argentina ocupaba la cpula de las FF.AA. 3. EL MODELO DE LA MILITARIZACIN DE LA CIUDADANA Y LA POLTICA a) El ciudadano: soldado del Proceso o traidor a la patria. En 1975, dos de los actores corporativos presentes en los proyectos paternalistas y nacionalistas ocupaban el centro de la violencia y de la pugna econmico-social: las FF.AA., en lucha a muerte contra la guerrilla, y los sindicatos peronistas, en un doble frente contra las organizaciones de la alta burguesa y la agitacin obrera de la izquierda peronista y clasista. El Estado agotaba rpidamente sus posibilidades de consenso social y la demo-cracia parlamentaria era casi una bella palabra sin eco poltico, esgrimida desde los escaos por algunos legisladores que aspiraban afirmar a la Constitucin. Cuando a fines de marzo de 1976 hizo su entrada brutal la pura dominacin coercitiva sin subterfugios legalistas, haba sonado la hora de los annimos oficiales de segunda lnea durante el vacilante autoritarismo de la Revolucin Argentina. Para ellos, los militares de la generacin del 55, la revolucin nacional inconclusa y siempre anhelada por algunos de sus mayores, no era sino un episodio de 1943 en el cual no haban participado. Tampoco tendrn pruritos para declarar congelados los principios liberales de una repblica ideal, por el trmino de 15 20 aos de "regeneracin" nacional. Haban arribado a los mandos medios de las FF.AA. durante la transicin entre el fin de la democracia antiliberal peronista y las pseudo-democracias y semi-dictaduras que haban echado por tierra, en los aos 60, el proyecto de refundacin republicana y disciplinamiento social de la Revolucin Libertadora, en la cual s tenan depositado el recuerdo de una rebelda romntica. Oficiales retirados nacionalistas, liberales y paternalistas de la Revolucin Argentina, recibiran de sus ex-subordinados a cargo del Proceso de Reorganizacin Nacional, la responsabilidad de puestos tcnicos en la administracin pblica. Pero ni siquiera los idelogos del paternalismo tecno-burocrtico militar ms ortodoxo haban anticipado con precisin el modelo cuasi-totalitario 26 de sociedad que, sin traicionar un substrato econmico liberal, pondra en escena el golpe de 1976. El mismo combinara la mxima liberalizacin del mercado industrial y financiero, agudizando la externalidad de sus mecanismos de capitalizacin y arrasando por la va de la competencia salvaje a la pequea y mediana empresa, con la mxima totalitarizacin de la poltica nacional e internacional. Resultante esto ltimo de una ideologa hiper-elitista (del poder) y super-estamental (de la estratificacin social), que si bien haba sido pergeada por los paternalistas de la GM43, ahora excluira al viejo anhelo organicista tendiente a construir una comunidad econmica y socialmente equilibrada entre los diversos factores corporativos de poder laboral y empresarial. El valor supremo del orden jerrquico sera mimetizado con la ilusin propagandstica de la libertad individual, destindola y pervirtindola. El capital subordinara absolutamente al trabajo eliminando todo vestigio de democracia social. Las FF.AA. ocuparan absolutamente el aparato estatal y para-estatal, instalndose incluso en el mbito sagrado de la democracia poltica, el Congreso Nacional, simbolizando as su desaparicin total. El militar, el polica, el "capo",27 reemplazaran absolutamente al civil comn como modelo de ciudadano, suprimindose toda posibilidad de disenso pblico con la cultura cotidiana oficial, es decir, eliminando los resquicios de la democracia civil: Las profecas de Orsolini y Gazzoli haban comenzado a cumplirse, pero como siempre, los personajes reales superaran la imaginacin de los agoreros. La utopa negativa de George Orwell en "1984" se realizara en muchas de sus horrorosas predicciones en la Argentina del segundo lustro de los aos 70.

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    La "ltima aristocracia" frente a la democracia plebeya, la "ltima posibilidad de organizacin jerrquica que nos resta entre la disolucin demaggica" era aquello que el ejrcito representaba para Lugones en la dcada de 1920.28 El mismo espritu que resurga otra vez en la mente de los golpistas de 1976, iluminados por un combate de miles de hombres contra un centenar en los montes de Tucumn que ya se presentaba victorioso y pareca preanunciar el camino para la domesticacin de una ciudadana, juzgada catica y anarquizada, en sus demandas de justicia social. El 25 de diciembre de 1975 el tte. gral. Jorge R. Videla deca a sus soldados en la tierra ms tarde macabramente bautizada como "la tumba de la delincuencia aptrida": "... con patriotismo y espritu de sacrificio, nosotros miramos consternados a nuestro alrededor y constatamos con pena, ms con el sano furor del verdadero soldado, las dificultades inconcebibles en las que se debate el pas sin entrever la solucin... Con el justo derecho que le confiere la sangre vertida por sus hijos heroicos, el Ejrcito argentino reclama... una inmediata toma de conciencia y de posicin... Las especulaciones polticas, econmicas e ideolgicas deben cesar... El orden y la seguridad deben reemplazar al desorden y la inseguridad"29 Estos imperativos categricos exigidos a la sociedad civil constituiran el ncleo ideolgico del programa del golpe de 1976. Pero de la nueva nacin que los militares pretendan devolver a la repblica hacia fines de siglo, slo quedaran a principios de los aos 80 los despojos de una librrima especulacin financiera y el miedo a una terrorfica impunidad represiva. Esta llevara a lmites inditos la inseguridad por la vida no slo de los opo-sitores violentos o pacficos, sino tambin de los libre pensadores e incluso de colaboradores que se opusieron a desbordes de corrupcin o prepotencia que los afectaban directamente. Pero el mensaje que Videla, el alm. Emilio Massera y el Brig. Orlando Agosti dirigieron al pas el 24 de marzo de 1976 haba sido bien claro. En su proclama golpista las FF.AA. hacan una exortacin inapelable a la colaboracin de todos los ciudadanos con el gobierno militar, no en cuanto tales, sino en tanto "en esta nueva etapa decan cada ciudadano tiene su puesto de combate".30 La neutralidad en la guerra fratricida no sera tolerada y en relacin a ella todo ciudadano deba alinearse y uniformarse por lo menos en el espritu. En el lenguaje de las rdenes que se transmiten de general a cabo (en un idioma cada vez ms rudimentario) para ser ejecutadas por los soldados conscriptos, exigan sacrificios prometiendo dar el ejemplo de arriba hacia abajo. La verticalizacin de la vida social impona un "ejercicio severo de la autoridad para extirpar definitivamente los vicios que sufre el pas" la delincuencia subversiva y la demagogia, la corrupcin y la venalidad por lo cual no sera admitida "la transgresin a la ley o la oposicin a la obra de reorganizacin emprendida".31 b) La carrera nacional e internacional del presidente del Proceso. Desde un pasado inmediato llegaba la voz del gral. Numa Laplane, antecesor de Videla en el comando en jefe, cuando en octubre de 1975 negaba que el cnel. Vicente Damasco el supuesto depositario del "modelo argentino" legado por Pernrepresentara polticamente a las FF.AA. en la sede de gobierno, ya que stas se limitaban al rol que les fijaba la Constitucin. Esta declaracin de renovado profesionalismo prescindente del ejrcito, reflejaba por un lado la prdida de Laplane de su base de apoyo poltico oficial desde la cada en desgracia del inspirador de la represin para-policial, comisario-ministro Lpez Rega. Pero en la medida en que en la reunin de mandos previa a esa toma de posicin haba participado el jefe del Estado Mayor inter-armas gral. Videla, tambin traduca la voluntad poltica interna de las FF.AA., dispuestas a defender su propia idea de constitucionalidad y a tomar distancia de la suerte del gobierno constitucional efectivo. En el mismo mes de octubre el "cadete" Videla, as conocido entre sus camaradas por su apego a la ritualidad militar estricta, representara a las FF.AA. argentinas en la XI Conferencia de Ejrcitos Americanos encuadrados en el marco del TIAR. All tendra oportunidad de confraternizar con sus pares de los Estados militarizados o dictatoriales que por doquier rodeaban las fronteras argentinas, y de reencontrarse con los oficiales del ejrcito norteamericano con los cuales haba iniciado muy joven relaciones profesionales, antes de regresar para ser ungido comandante en noviembre del 76. Volvera cargado con el aliento moral de quienes quizs confiaban en l como el hacedor de una brillante campaa antisubversiva cuya hiptesis victoriosa no haba podido ser confirmada en los arrozales de Vietnam. Videla no perteneca ya, estrictamente, a la generacin de tenientes de la revolucin de junio de 1943. En este movimiento caro a los peronistas y nacionalistas, no haba sido como en 1930 el Colegio Militar (en el 43 Videla cursaba el ltimo ao) el que haba formado la vanguardia de las columnas rebeldes. En 1943 haba correspondido a los plebeyos aspirantes a suboficiales y no a los "caballeros" cadetes del 30, dormir sobre las rojas alfombras de la Casa Rosada. Subteniente de infantera desde 1944, Videla haba sido ms tarde teniente instructor del Colegio Militar y en 1954, ya con el grado de capitn, egresara de la Escuela Superior de Guerra. Su trayectoria poltico-militar internacional comienza a visualizarse luego de la Revolucin Libertadora de 1955, cuando al mismo tiempo que vuelve a la "catedral del arma" como profesor de cadetes militares, es designado auxiliar del jefe de la primera delegacin permanente que la Argentina enviara a la Junta Interamericana de Defensa. En junio del 56 otros capitanes de infantera (el "arma peronista") moran fusilados por el delito de rebelin nunca castigado antes con la pena capital. En 1957, el mayor Videla es designado asesor de la Delegacin militar en Washington y en 1959 se hace cargo de un curso de Informaciones (inteligencia) en

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    la Escuela Superior de Guerra, pasando desde ese ao hasta 1961, de jefe del batalln de infantera a jefe del cuerpo de cadetes del Colegio Militar, ya con el grado de tte. coronel. Valorado como docente de cuadros y reproductor de doctrinas dentro de la institucin, Videla comienza a foguearse en las segundas lneas de la poltica militar nacional cuando revista en la subsecretara de guerra y el estado mayor general del ejrcito, durante 1962 y 1963, aos de golpe de Estado y enfrentamientos. Ya instalado el gobierno de Illa, marcha en 1964 a los cursos de entrenamiento dictados por el ejrcito de EE.UU. en las escuelas de contrainsurgencia de la zona del canal de Panam, antes de su ascenso a coronel en 1965. El gobierno radical frustrara la primera experiencia contra-revolucionaria de Videla y sus camaradas, al oponerse Illa y el parlamento a la integracin de las FF.AA. en la "fuerza interamericana de paz" que aplast la revolucin nacionalista del Cnel. Caamao Deo en Santo Domingo en 1965. Antes del golpe de 1966, Videla haba obtenido todos los atributos del oficial hiper-profesionalizado por los rangers empeados en Vietnam, al mismo tiempo que sera politizado en las concepciones de la seguridad hemisfrica y su misin nativa de la seguridad policaca interna.32 Por expresiones de un informe de 1963 referido al Programa de Asistencia Militar presentado al congreso norteamericano sobre los resultados del entrenamiento de latinoamericanos comenzado en 1953, los objetivos perseguidos no eran slo blicos sino tambin de formacin de lderes militares que pudieran restablecer la democracia y la estabilidad poltica en cualquier pas de la regin en que fuera vulnerada.33 En 1966 el Cnel. Videla tomara a su cargo un curso de estrategia para nuevos coroneles en el Centro de Altos Estudios; de entre ellos saldran los futuros comandantes, ministros y gobernadores de la dictadura que encabezara diez aos despus, de 1976 a 1981. La dinmica poltico-militar interna de las FF.AA. la haba podido aprehender entre 1966 y 1968 como oficial del Estado Mayor General, del Tribunal de Honor y de la Junta de Calificaciones. El gobierno peronista de 1973 lo heredara en el mximo sitial honorfico para un oficial profesionalista, la direccin del Colegio Militar, cargo al que haba accedido a principios de 1972 recin ascendido a general. Durante 1973-1975, arribara a los tres puestos polticos ms importantes de la cpula de las FF.AA.: jefe del EMG, jefe del EMG inter-armas y comandante en jefe del ejrcito. Era del orden natural de las cosas (por lo menos en la Argentina) que aspirara a la presidencia de la nacin.34 Entre el 8 y el 16 de marzo de 1976 se suceden nerviosas reuniones entre los mandos y entre stos con el ministro de Defensa Dr. Mario R. Deheza. El da 16 ste se hace eco de las presiones golpistas al declarar casi legitimndolas que las FF.AA. estaban prontas a actuar en caso de "caos generalizado o de vaco de poder". El mismo da Videla corresponde a su atencin con la elemental tctica de inteligencia militar de encubrir la accin decisiva para lograr la mxima sorpresa, empleando sus conocimientos profesionales al servicio de la subversin anticonstitucional. No declara que para las FF.AA. el diagnstico ya prescribe inmediata intervencin. Pone en prctica en cambio maniobras de distraccin, superando el pecado de "deslealtad" que Rattembach repudiaba en los golpistas impenitentes al lograr transformar el golpe en una maniobra ms de la lucha contrainsurgente ocupacin de todos los espacios en disputa para lanzar la ofensiva final bajo la conduccin "natural" de las FF.AA. y con una cohesin sin la ms mnima fisura. La intentona previa del brig. Orlando Capellini queriendo reeditar pronunciamientos abiertamente frontales y caudillescos era cosa de patriadas en desuso, Por eso Videla poda declarar sin turbarse, cuando faltaban ocho das para un golpe ya decidido: "... las FF.AA. no sienten ninguna vocacin por el poder, pero ellas estn siempre prestas a intervenir en caso de urgencia".35 Biologismo poltico que evoca la imagen de una FF.AA. -cirujano que autodeciden el lmite de enfermedad social a partir del cual hay que operar. Cuando el 22 de marzo los diarios dan cuenta de los primeros movimientos de tropas, no haba manera de asombrarse; la generacin militar del 55, la de Videla, Viola, Galtieri y Bignone, haba aprendido en 1955, en 1962, y en 1966 una sola manera de relacionarse con el pueblo: la violencia. Pero Videla, Massera y Agosti no giraban en la confusin doctrinaria del golpe de 1962 contra Frondizi, cuando la presidencia de facto le fuera arrebatada a ltimo momento al gral. Poggi por el Dr. Guido, a impulso del legalismo militar. Tampoco Videla se destacara caudillescamente de sus pares de la armada y la aviacin, como se haba presentado Ongana en 1966. Ms bien, su preeminencia en el rol presidencial estara dada naturalmente por la preeminencia estratgica del ejrcito en las operaciones contrainsurgentes. Aunque en ambos terrenos, el de la guerra y la poltica, le disputara el espacio su histrico adversario profesional e ideolgico, la marina de guerra, que el Alm. Massera impulsara a la primera lnea de aniquilamiento subterrneo y annimo a travs del fanatismo "occidental y cristiano" de la versin criolla de los marines.36 c) La hazaa inenarrable de la guerra sucia y el espritu militar seorial Los hroes militares (o militarizados) de la Independencia, los de la guerra del Paraguay (1870-1875) y en particular, los de la conquista del Desierto(1879), seran el espejo glorioso donde pretenderan reflejarse histricamente los oficiales de la "guerra sucia", dada por concluida en 1979 como culminacin de un ciclo milenario del ejrcito "civilizador". El primer mrtir moderno reivindicado, el gral. Pedro E. Aramburu, ex-presidente de facto (1955-1957), asesinado por un comando montonero en 1970 en publicitada represalia por la

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    responsabilidad asumida en los fusilamientos de 1956, encabezaba las invocaciones a la lucha. Los cados en emboscadas y combates como el teniente Asa en 1971, el gral. Snchez en 1972, el tte. Cnel. Ardoy en 1973, el tte. 1ro. Cceres en 1974 y el subt. Berdina en 1975, entre ms de un centenar de bajas del ejrcito junto al resto de los oficiales victoriosos, venan a representar, mutatis mutandi, los nuevos Sandes y Lavalles de las campaas contra los "brbaros" caudillos federales, los nuevos "Rivas, Daz, Charlone y otros mil" de la guerra contra las "brbaras" huestes paraguayas, los nuevos Rocas, Villegas y Fotheringham del ejrcito de lnea contra el "brbaro" indio pampa y sus proveedores chilenos. Pero sepultados en la memoria historiogrfica poltico-militar, y al lado de algunos nuevos Levalles herederos de la represin y combate "limpio" contra los revolucionarios del Parque en 1890, parecan resurgir tambin los nuevos mulos de los Falcn y Varela vctimas de sus crmenes poltico-sociales contra el anarquismo proletario en 1910 y 1924, los nuevos Lugones (hijo) de la "seccin especial" de la polica contra los comunistas de los aos 30, los nuevos. Lombilla de las torturas a opositores en los 50, los nuevos Fernndez Surez y Cuarantas de los secuestros y masacres obscuras contra peronistas en 1956, los nuevos torturadores y asesinos del Estado de sitio casi perenne hasta nuestros das. Enero de 1974, fecha del exitoso asalto guerrillero a una guarnicin poderosa de la provincia de Buenos Aires, haba sido el punto de partida. El mayor Ibarzbal cautivo en esa accin y encontrado asesinado en noviembre en una "crcel del pueblo" del ERP, fue proclamado como el smbolo martirolgico del llamado a degello, el signo del abrazo de la cruz con la espada. Episodios como ste y el del capitn Viola - baleado y muerto junto con una pequea hija en Tucumn quedando otra hija gravemente herida se entroncan con el furor homicida que se desat con inaudita intensidad a posteriori de marzo de 1976. Al eliminarse todo freno constitucional la vindicta abarc tambin el exterminio de familiares no militantes de conocidos jefes guerrilleros, como los del montonero Vaca Narvaja o el comandante del ERP Mario Santucho. Esta vorgine genocida, cuyos detalles horrorosos conocidos a travs de relatos de sobrevivientes de centros de reclusin de secuestrados, tortura y eliminacin causan dolorosa repugnancia, sugiere la pregunta de por qu y cmo se haba llegado a tal grado de aberracin moral ms all de los perfiles patolgicos de los ejecutores di-rectos.37 La respuesta debera desentraar el sustrato antropolgico-poltico sui generis que aliment al profesionalismo contrainsurgente preparado en la dcada del 60 y practicado en la del 70. El valor superior de la guerra ideolgica (remplazante de la disputa poltica) como modelo de comportamiento social y estado de pureza espiritual, que en la guerrilla adquiri sus propias caractersticas ora homicidas, ora suicidas, ora heroicas fue proyectado hacia el conjunto de la sociedad por el poder militar superpuesto al poder del Estado. Al ser eliminada su funcin de arbitraje del equilibrio de dominacin, el sentido de la lucha contra la "subversin" en tanto sta buscaba quebrar la hegemona de la burguesa y sus instituciones protectoras se transmut subjetivamente en la causa de una guerra santa. En vsperas del golpe de Estado, cuando el ejrcito ya festejaba su triunfo en Tucumn, una publicacin de la biblioteca del Crculo Militar aparecida en marzo de 1976, planteaba la tesis y anttesis del hombre argentino en los trminos siguientes: "Lo que nos pasa a los argentinos es que tantos aos de paz nos han apoltronado... gracias a Dios, no han apoltronado a los cuadros de nuestro Ejrcito, que en cada momento est brindando ejemplos de coraje, de resolucin y de capacidad combativa. Es probable que se hayan apoltronado las mentes dbiles, contaminadas por sutiles y variadas propagandas ideolgicas, que han posibilitado la accin de bandas de alienados. Pero esa muchachada sana, fsica y moralmente, representada con virilidad por los oficiales y suboficiales jvenes... bendito sea Dios! lejos est de haberse apoltronado".38 Argentino autntico era pues el soldado profesional, el varn militar. Del civil comn siempre podra sospecharse, a menos que fuera conscripto o demostrara lo contrario, indiferencia a la guerra y a la religin (... y a la mujer?). El guerrillero no pasaba de ser una mezcla de delincuente, insano mental (o drogadicto) y sus dirigentes simples mercenarios de los pases marxistas. La neutralidad era delito de traicin a la Patria: no haba esa "tierra de nadie" donde solan confraternizar las tropas enemigas en lapsos entre combates durante las guerras clsicas. Al guerrillero prisionero no se le reconoca la condicin de beligerante protegido por la Convencin de Ginebra, a pesar de que vistiera uniforme y enarbolara bandera propia, como el ERP en Tucumn. Consolidada ya la lucha a favor de las FF.AA. durante el ao 1977, y luego de un silencio literario y quizs funerarioque abarc desde diciembre de 1975 hasta diciembre de 1977, la Revista Militar volva a reaparecer en su carcter de rgano de difusin de la ideologa interna del ejrcito, nico con distribucin al total de los oficiales en todo el pas y en el extranjero. A travs de artculos escritos por militares en actividad y retiro, y por algunos civiles de plumas geopoliticistas, volva a presentar con persistencia ciertos temas internacionales que, como el del Beagle o las Malvinas, o el de la amenaza sovitica en el Atlntico Sur, mantenan la opinin institucional de los cuadros en estado de preparacin pre-blica orientada hacia una guerra fronteriza, aeronaval y terrestre, ms narrable que el aniquilamiento fsico de prisioneros indefensos. En las pginas de la R.M. de 1978 a 1981 no aparece ningn relato sobre hazaas de la guerra antisubversiva, como s ocurre con episodios de la conquista del desierto cuyo centenario se cumpla en 1979 coincidiendo con las declaraciones oficiales de derrota total de la subversin. En cambio se destaca en solitaria argumentacin balbuceo extremadamente

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    rudimentario acerca del sentido filosfico social de la lucha contra el enemigo rojo el artculo de un capitn en actividad titulado "El militar en el Universo del hombre". En lo que pareciera ser el intento de una autojustificacin subconsciente sobre la necesidad de ocultar los mtodos represivos antisociales y antihumanos empleados, reconoce que: "el individuo vive permanentemente presionado por barreras morales que... lo obligan a (actuar) dentro de los cnones (de la) sociedad, obligndolo en oportunidades a encubrir algunas de sus accio-nes, que por no encontrarse dentro de las reglas (sociales)... podran llegar a provocar una reaccin negativa entre sus congneres".39 Pero en la lucha sin cuartel entre las "rojas garras ensangrentadas" y los que con fe en Dios "como los viejos cruzados" los enfrentan, se reproducira la eterna batalla de la nobleza contra la plebe, la dialctica fatal entre un tipo superior de hombre y el pecador hombre comn, asumida por los arcngeles de la justicia capital que Dios habra reconocido en los militares argentinos. Segn el capitn-autor (quien paradjicamente sera dado de baja cuando un tribunal militar del Proceso lo hall culpable de irregularidades y abusos de autoridad denunciados por miembros de un sindicato donde cumpli funciones) un ser humano cualquiera puede optar entre el bien y el mal; "en cambio, el militar tiene un slo camino: el del honor, el del deber, el de la casi abstinencia de los vicios mundanos. Ceder ante la presencia de uno de ellos, significa perder la condicin de caballero". No es forzoso deducir entonces que todo "acto de servicio" a una santa causa, incluso aqul que se apartase de las reglas mo-rales, debera estarle permitido a la noble estirpe de los oficiales? Acaso los caballeros de otras cruzadas no les cortaban las orejas y les vaciaban los ojos a sus enemigos en las guerras santas del medioevo, sarracenos o cristianos escindidos del poder papal? Acaso no torturaban y quemaban a los herejes? Acaso no saqueaban sus hogares y violaban a sus mujeres antes de asesinarlas? El servicio de las armas que segua siendo sagrado estando al servicio de Dios, impeda a los herederos contemporneos de los templarios perder su condicin de caballeros y cristianos por crmenes de fe. An cuando deban ocultarlos a la vista de una sociedad dbil y enferma que no comprendera las duras acciones de sus propios guerreros. Aquellos votos de pureza herldica no eran meras alucinaciones de un fantico capitn con necesidad de catarsis literaria despus de tanto horror. La nobleza militar argentina tena su propia liturgia hereditaria que no se transmita por la va de la sangre sino por la consagracin en el rito espiritual blico de los mayores. En 1980 el gral. (R) Emilio Boln Varela recuerda que el origen del espritu militar nacional se afinca en la vigencia indeleble de la "Patria" como tierra de padres o progenitores. Y era an hoy, avanzado el ltimo cuarto de siglo XX, bsicamente el mismo que imperaba en las fuerzas del virreinato del Ro de la Plata regidas por las "Ordenanzas" de Carlos III, dictadas en 1768 para los ejrcitos de la monarqua espaola. El espritu militar argentino que, segn B. Varela, tendra su nacimiento durante las invasiones inglesas (1806-1807), se habra continuado en la persona y la obra del gral. Jos de San Martn educado en la tradicin marcial de dichas ordenanzas reales. Esto, que poda ser vlido para la simbologa sanmartiniana cristalizada en el bronce del guerrero, obviaba el civilismo caro al anciano San Martn que, desde el autoexilio francs, escriba en 1829 a su amigo Guido a propsito de las facciones polticas que lo proponan como el "salvador" prestigiado por sus victorias para encabezar un gobierno militar "vigoroso": "... ser posible, sea yo el escogido para ser verdugo de mis conciudadanos, y cual otro Sila, cubra mi patria de proscripciones? No jams, jamsmil veces preferira correr y envolverme en los males que la amenazan, que ser yo el instrumento de tamaos horrores; ... despus del carcter sanguinario con que se han pronunciado los partidos, no me sera permitido por el que quedase victorioso usar de la clemencia necesaria (...) (a) la patria... se le debe sacrificar la vida e intereses, pero no el honor".40 d) La militarizacin de la ciudadana en el molde marcial de los imperios Histricamente forjado en el siglo transcurrido entre la iniciacin de la guerra de la independencia hasta la terminacin de la campaa del Chaco (1812 a 1912), es decir, desde la configuracin de las fronteras externas hasta la consolidacin de las fronteras internas, el esprit de korps es para los militares de la Argentina contempornea el hlito sustancial que da vida a la estructura interna de la jerarqua castrense, la esencia indestructible de la cohesin vertical de los cuadros. Una savia milenaria, reivindicada como distinta y superior a la unidad del espritu nacional que podra adjudicarse a la ciudadana comn. Ese espritu santo del sacerdocio de las armas, supone el "orden, gradacin, categora, que slo pueden tener o adquirir las instituciones y los estamentos primordiales... (que fundamentan) el ttulo del grado (del oficial) que es ttulo nobiliario de su seo-ro".41 No eran stas sin embargo elucubraciones metafsicas de un general de la GM55 cumpliendo un papel ideolgico interno mientras sus camaradas conducan el Proceso. Sorprendentemente, el tronco comn del espritu militar argentino, a pesar de su desenvolvimiento de ms de un siglo y medio, todava gozara del impulso fundante y vivificante de aquellas pre-revolucionarias ordenanzas coloniales. Muchos de sus principios normativos acerca de las relaciones jerrquicas, disciplinarias y honorficas, habran sobrevivido a su abrogacin, en 1884, por nuevos cdigos militares inspirados en el ejrcito imperial del Kaiser vencedor en la guerra franco-prusiana de 1870. En la opinin de un articulista contemporneo de la Revista Militar, felizmente

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    "las sabias disposiciones (de las Ordenanzas de 1768) estn calcadas en el Reglamento de Servicio Interno o de Guarnicin actual". Sealaba que si se lo coteja con las viejas ordenanzas de Carlos III "se ver como... sobreviven lozanos principios que han demostrado ser buenos en todo tiempo".42 A partir de 1930 la historia de los golpes con el antecedente de conspiraciones de conservadores militares desde antes del ascenso de Yrigoyen al poder en 1916 est ligada a la creciente autonoma corporativa de las FF.AA., prefigurada desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en contraposicin con el surgimiento de las corrientes democrticas cvico-militares insurreccionadas con la Unin Cvica (luego Radical) desde 1890. Una de las respuestas slo una sobre la gnesis del militarismo argentino est ubicada, como otras claves sociopolticas de la derrota recurrente de la democracia por el autoritarismo, de las clases medias y populares por las oligarquas, de la autonoma nacional por la dependencia trasnacional, a comienzos del siglo. En 1901 se estableci que todo ciudadano de 20 aos de edad estara sujeto a un sorteo por el cual, en un porcentaje variable de acuerdo con las necesidades y presupuesto de reclutamiento, deba pasar por un perodo obligatorio de uno a tres aos de entrenamiento militar. Esto no sera compensado por ninguna ley que propusiera la obligatoriedad de todo militar de pasar por alguna etapa de entrenamiento ciudadano, luego de su egreso de la escuela militar o naval entre los 18 y 20 aos de edad. An cuando esto ltimo no pudiese ni siquiera ser considerado como una "alternativa histrica suprimida" y slo sera el producto de una especulacin terica retroactiva, lo cierto es que la verticalidad y rigidez de la socializacin castrense adquiri un privilegio legal sobre la horizontalidad y fluidez de la socializacin civil (por lo menos en lo que hace a los principios constitucionales referentes a los derechos jurdicos, polticos y humanos abrogados por el cdigo de justicia militar durante el perodo "bajo bandera"). Fue la lite liberal autoritaria de la generacin del 80 la que, ante la convergencia histrica del ascenso de la contestacin anarquista por un lado, y el insurreccionalismo de la oposicin yrigoyenista por el otro, tom la decisin, entre otras medidas represivas y consensuales de 1901 a 1912, de regimentar al ciu-dadano. En particular al de las clases subordinadas populares impedidas de obtener excepciones de clase al servicio militar. Un hijo de inmigrantes nacionalizado en la subcultura del patriotismo impoluto del Colegio Militar, el gral. Pablo Ricchieri, de regreso de un largo periplo de perfeccionamiento en las escuelas militares europeas en las dcadas del 80 y 90 del siglo XIX, imbuido de la doctrina de la "nacin en armas" de Von Moltke (luego la "paz armada" que precede a la Gran Guerra) y en su condicin de ministro de guerra de Julio A. Roca, encarga a un oficial prusiano incorporado al ejrcito durante la campaa del desierto la redaccin de la ley argentina de servicio militar conscripcional.43 El imperio colonial espaol, y luego de la influencia francesa tcnico-militar en el perodo de organizacin nacional (1853-1880), el imperio neo-colonial prusiano, haban contribuido al reforzamiento de un ethos marcial no republicano desde la disolucin de los ejrcitos de la independencia que combinaban al ciudadano en armas con el esclavo liberto y el pen criollo al servicio de los caudillos regionales. La constitucin de las FF.AA. sobre la base del soldado conscripto, correspondi a la menos gloriosa funcin de asegurar las nuevas formas de dominacin social en la democracia ampliada desde principios de siglo y las nuevas formas de la dependencia en la segunda mitad del siglo XX. Para que la "excelsa servidumbre" de las armas pudiese servir a ese cometido an a costa de la voluntad emancipadora de las fuerzas populares y democrticas, la nueva funcin pretoriana de las FF.AA. deba ser revestida con una convocatoria sagrada a las filas, un discurso que exaltara algn fin superior fundido con aqul que slo Dios poda otorgar. B. Varela define a la conscripcin obligatoria as: "el ciudadano en servicio, por nica vez en su existencia se siente regido y amparado... por un inters superior a todos los intereses, por una devocin que excede a todas las devociones ya que Dios reconoce y bendice al que ama intensamente a la Patria terrenal que es la antesala penitencial y virtuosa de la Patria celestial".44 El intento no acabado de insertar una "doctrina nacional" en las FF.AA. en la etapa de 1943 a 1955, ofici como transicin entre el prusianismo remanente en la dcada de 1930 y la norte-americanizacin paulatina iniciada con la adaptacin organizacional a las enseanzas de la "guerra mecanizada" que EE.UU. ofreca a los ejrcitos latinoamericanos junto con los prstamos, arriendos y donaciones de material de rezago, a cambio de la rati-ficacin del TIAR (Argentina lo hizo en 1950).45 Con todo, el peronismo trat de dotar de algn sentido social a la obligacin del proletariado rural e incipientemente urbanizado de pasar por las filas, incrementando en los cuarteles las escuelas de alfabetizacin e incluso ensayando prcticas de reconversin laboral.46 Despus, las teoras de la guerra fra y contrarrevolucionaria, impulsadas en la dcada de 1950 por la guerra de Corea e Indochina francesa, y afirmadas en la dcada de 1960 por el surgimiento de la Revolucin Cubana, la liberacin de Argelia y la guerra de Vietnam, hicieron del soldado argentino un ciudadano inerme a su instrumentacin al servicio de la negacin tica y cultural de la Constitucin poltica nacional. e) La dictadura es Repblica, la poltica es Estrategia y la guerra es Civilizacin. En la interpretacin ahistrica de textos recortados de la Constitucin Nacional estriba uno de los fundamentos oscuros de la aparente contradiccin lgica representada por la alianza entre el liberalismo econmico-social de la "derecha sin votos" argentina y el totalitarismo poltico-militar de las FF.AA. en las dcadas de 1960 y 1970.

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    Los idelogos militares de los gobiernos "de fuerza" en cualquiera de sus variantes a excepcin de una minora de nacionalistas ortodoxamente anti-liberales encuentran depositados los ideales supremos de la "gran poltica", unvoca con los fines del Estado-Nacin (para los corporativistas) o de la Repblica (para los liberales), en el Santo Grial del "Prembulo" de la carta magna de 1853, obviando la reforma de 1949 que introduca los fines de justicia social, independencia econmica y soberana poltica caros a la democracia de masas peronista.47 Conceptos como los de "unin nacional", "justicia", "paz interior", "bienestar general", "libertad" y en definitiva "Constitucin", son abstrados y elevados a la categora de objetivos estratgicos de largo plazo. El fin ltimo del intervencionismo militar desde 1955 sera una democracia representativa ideal, superior a la que, en tanto masiva, disruptiva y "dbil" a causa de las "exageradas" demandas populares y laborales, es vivida por los militares como defectuosa. Los intelectuales militares de los aos 70 profundizando especulaciones precursoras de los aos 60 se pusieron a la tarea de disear manu militari una constitucin poltica-castrense que asegurase secularmente el "Fin" nacional del Prembulo de la Constitucin mediante una "Poltica" nacional refundada a partir del ejercido del poder total, Lanzados a la bsqueda de los verdaderos "objetivos nacionales" y de las "polticas nacionales" necesarias para llevarlos a cabo, optaron por el recurso de exagerar el recuerdo de las glorias pasadas para dominar la ilusin griscea del presente, que luego del triunfo antisubversivo se presentaba peligrosamente vaco de contenido. Para todos (con la excepcin solitaria de algn enamorado del "nacionalismo autntico de Tupac Amaru, de Pincn, de Catriel" donde estara perdida la verdadera nacionalidad americana aplastada por los inmigrantes, la insidia de los ingleses y la cobarda de los que culpan al imperialismo de todos los males argentinos),48 el paradigma de objetivo nacional-poltica nacional fundante de la Nacin es la conquista del desierto monopolizada por el ejrcito de Roca. Los objetivos nacionales no logrados por los gobiernos posteriores a la repblica conservadora clausurada en 1916, iran desde la colonizacin de la Patagonia, la plena ocupacin laboral y la produccin de energa nuclear en gran escala, hasta la afirmacin de los derechos sobre el Beagle y la recuperacin de las Malvinas. Los gobiernos civiles, y los procesos militares que como los de 1955, 1962 y 1966 hicieron concesiones a la "politiquera" habran fracasado en razn de que el dominio de la poltica estratgica no se derivara automticamente de la constitucionalidad de los mandatos sino de algo mucho menos visible que los votos: la conciencia y voluntad de hombres capaces que no siempre lograran alcanzar las cumbres del poder en pueblos desorientados por la demagogia y las polticas de faccin. La Poltica Nacional superior a las polticas partidarias slo les parece posible "en pueblos de lite en el conjunto de las naciones... guiones morales y seeros en la marcha fluctuante de una civilizacin vacilante, reas luminosas en la vastedad de un mundo en la penumbra".49 Dentro de la maniquea declamacin sobre la corrupcin creciente del occidente cristiano frente a la agresin sutil y terrorista del oriente comunista, la Argentina pareca emerger para los conductores del Proceso y la clase poltica y militar reinante, como un raro campen vencedor de la guerrilla extremista y foco ejemplar de la occidentalidad. Videla poda llegar a ser el Roca del siglo XX, en tanto, un milenio despus de la organizacin nacional culminada por la conquista del desierto, el ejrcito volva para reorganizar a la Nacin. Liberales como el gral. Toms A. Snchez de Bustamante y nacional-desarrollistas como el tte. cnel. Orsolini estn de acuerdo en cuanto a la cualidad ejemplar estratgico-poltica del ejrcito y de la lite cvico-militar de la generacin del 80.50 Distintos militares sealan paradigmticamente la diferencia entre la conquista del salvaje far west norteamericano en la cual los granjeros y pioneros civiles haban precedido a los escuadrones militares, y la conquista del sudoeste pampeano en la cual el ejrcito argentino habra sido una vanguardia por dems adelantada, en solitaria tarea constructora. El extremismo ideolgico representado antes del golpe de 1976 por el gral. O. Villegas -el