dufour carlos - teoría y práctica del disenso

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Filosofía NS TEORÍA Y PRÁCTICA DEL DISENSO CARLOS DUFOUR A Carlos Disandro, en entrañable recuerdo Las dificultades para practicar y comprender el disenso acosan a quien quiere reflexionar sobre él ordenadamente. ¿Qué aconsejaríamos a una persona que, armada de un martillo, se dirigiera a la playa para recoger hongos? Atónitos, no sabríamos con qué despropósito comenzar. Un espectáculo similar ofrecen las ruinas del barroco hispanoamericano: en un medio hostil a la discusión, una dialéctica en vías de atrofia va conducida por una heurística miope. De nada sirve la búsqueda minuciosa cuando se busca en el lugar equivocado. La impericia en el arte de argumentar inhibe el pensamiento, pero aún una dialéctica aceptable, cuando se desgaja de la heurística apropiada, desemboca en la inanidad. Me propongo formular algunas reflexiones que atañen a la heurística del disenso. En la primera sección describo la situación que dificulta el ejercicio del disenso. Después expongo una apretada teoría de los extravíos heurísticos. En la sección tercera trato de confirmar lo precedente con ejemplos concretos, relegando en ellos - muy a mi pesar - el aspecto dialéctico. Concluyo con una propuesta constructiva de heurística conceptual a partir del ejemplo anterior. - 1 - Nuestro medio neglige la discusión, favorece los cacicazgos, incita a la inducción verbal Wittgenstein observaba que el filósofo que no discute es como un boxeador que jamás sube al ring. En Latinoamérica se estila una convivencia más pacífica, con elogios recíprocos y desdenes simétricos. Cuando se puede, se ignoran los problemas, se

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Filosofa NS

TEORA Y PRCTICA DEL DISENSO

CARLOS DUFOUR

A Carlos Disandro,

en entraable recuerdo

Las dificultades para practicar y comprender el disenso acosan a quien quiere reflexionar sobre l ordenadamente. Qu aconsejaramos a una persona que, armada de un martillo, se dirigiera a la playa para recoger hongos? Atnitos, no sabramos con qu despropsito comenzar. Un espectculo similar ofrecen las ruinas del barroco hispanoamericano: en un medio hostil a la discusin, una dialctica en vas de atrofia va conducida por una heurstica miope.

De nada sirve la bsqueda minuciosa cuando se busca en el lugar equivocado. La impericia en el arte de argumentar inhibe el pensamiento, pero an una dialctica aceptable, cuando se desgaja de la heurstica apropiada, desemboca en la inanidad.

Me propongo formular algunas reflexiones que ataen a la heurstica del disenso. En la primera seccin describo la situacin que dificulta el ejercicio del disenso. Despus expongo una apretada teora de los extravos heursticos. En la seccin tercera trato de confirmar lo precedente con ejemplos concretos, relegando en ellos - muy a mi pesar - el aspecto dialctico. Concluyo con una propuesta constructiva de heurstica conceptual a partir del ejemplo anterior.

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Nuestro medio neglige la discusin, favorece los cacicazgos, incita a la induccin verbal

Wittgenstein observaba que el filsofo que no discute es como un boxeador que jams sube al ring. En Latinoamrica se estila una convivencia ms pacfica, con elogios recprocos y desdenes simtricos. Cuando se puede, se ignoran los problemas, se olvidan los argumentos, se pronuncia un escueto: "No comparto la posicin X" y aqu no ha pasado nada. Cuando el trueque de adulaciones y distancias fracasa se amaga, a veces, una disputa - como dos que amenazan irse a las manos, tras haberse cerciorado de que rondan suficentes comedidos prontos a separarlos. A un pensamiento chato corresponde un debate estlido: no hay objecin, hay rezongo; no hay rplica, hay reproche; no hay anlisis, hay simplificacin.

El fnomeno proviene, entre otras causas, de una muy dilatada pedagoga religiosa en Latinoamrica, una pedagoga del Amn, para la cual las evidencias cuentan menos que los actos de fe, para la cual la reflexin libre configura un delito de desacato. El intelectual habla ex cathedra y, si no puede imitar al Papa, no le faltar para inspirarse la remembranza de un prroco locuaz, siempre eximido del argumento honesto gracias a las prerrogativas de su oficio retrico. Nuestros festejados cinco siglos sin herejas - es decir sin disenso en lo que pasa por fundamental - se cobran a la larga un alto precio. Esa pedagoga persiste, secularizada, a diestra y siniestra. Cada cual tendr sus experiencias. En una Universidad integrista un alumno de postgrado me vio leyendo a Arnold Gehlen. Interrogado sobre mi lectura, empec a comentarla. Mi interlocutor me interrumpi en el acto para decerrajar la pregunta clave: "Pero ese Gehlen, es un autor de buena doctrina?"

O sea: garantas de "nihil obstat" para creer sin pensar; reclamo de un Denzinger con las sentencias sanas de un lado y firme anatema para las otras. As las ideas se truecan en objeto de fe, es decir, en algo que se acepta en virtud de alguna autoridad. Y si hay varias autoridades? Entonces hay que hacer como si hubiera una sola, con lealtad geogrfica - quien propicie ideas no garantizadas por la autoridad del distrito debe ser ignorado, al menos como medida cautelar. En tal atmsfera se erigen el cacicazgo y el ninguneo como estructuras culturales. Un mapa intelectual mostrara una arquitectura de pirmides diseminadas, con sus jerarquas hacia adentro y sus distancias hacia fuera.

Echemos un vistazo a las bases. La mayora equipara el razonamiento con la induccin verbal. No hay hombre de campo que renuncie a pronosticar el tiempo por el aspecto de las nubes; discutible como es, se trata de una inferencia atendible, que de una serie de experiencias reales pasa a una hiptesis general. Diferente es la induccin verbal: de tanto escuchar una serie de frases se cree haber constatado una verdad apodctica. Todava Lessing deba aclarar a sus contemporneos que una cosa es una experiencia de milagros y otra una experiencia de relatos de milagros.

til al proselitismo, la repeticin palabrera es intil al anlisis; para la creacin es letal. Un pblico acostumbrado a la induccin verbal se infantiliza, exige escuchar el mismo cuento con las mismas palabras. La verdad, en vez de adecuacin del enunciado con las cosas, pasa a convertirse en adecuacin del enunciado con las expectativas habituales. Eliminada la sorpresa, se liquida exitosamente la posibilidad de un pensamiento suscitante. La tribu no piensa, acata.

En el caso de los caciques mismos, la relacin con las ideas tiende a caracterizarse por el bluff, ardid que en mala hora difundiera Cervantes en el Prlogo a su Don Quijote, sin sospechar qu estragos provocara. El bluff entonces, pero reforzado con el poder intimidatorio de los pronombres posesivos: "Mi mujer, mi perro, mi idea. Si usted se mete con ellos, tendr que vrselas conmigo!" Un disenso pasa as por agravio personal, que se ventilar de acuerdo con los poderes e influencias de que se disponga. La primera regla que aprende el intelectual es abstenerse de discusiones; con los aos, sabe cmo ningunear a las objetores mediante una minuciosa diplomacia editorial y acadmica. En esta Arcadia latinoamericana un Scrates hara de aguafiestas. Se estila la cortesa hipcrita del vivir y dejar vivir, aun a costa de perder la facultad de objetar y responder, aun a costa de cultivar un pensamiento esencialmente inofensivo.

Discusiones con neotomistas latinoamericanos (bsquense los de cierta fama, abrumados por el peso de condecoraciones europeas y vaticanas) aleccionarn al benvolo lector sobre el carcter surrealista de la situacin. Estos "metafsicos", civiles y eclesisticos, imaginando estr ms all del silogismo, se quedaron ms ac; son incapaces de seguir un argumento o de responder a una objecin. Para ser justos, no olvidemos a los "positivistas lgicos" que desconocen la Matemtica, a los "lgico-matemticos" que no pueden resolver los ejercicios del manual que plagiatoriamente escribieron, a las erudiciones tramposas de segunda mano y abigeato bibliogrfico, a los hegelianos impertrritos que jams pensaron qu problemas estaba Hegel intentando resolver, a los germanistas que ignoran el alemn, etctera. No se trata ya de barbarie, sino de barbarie calificada, queriendo pasar por cultura. Podemos llegar a aceptar que alguien se ponga ases en la manga, pero se vuelve insoportable si encima nos asegura que es Dios Padre en persona quien se los coloca.

En suma: no se agudiza el ingenio para fundamentar una ocurrencia, sino para hablar como quien tiene autoridad. Insertos en estas condiciones sucumbe el dilogo crtico. As los artculos culminan su vida con el modesto honor de la tipografa; quien de buena fe publica una idea, de hecho la sepulta.

El disenso debe quebrar todos estos hbitos.

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Una Teora del Disenso Previene contra Consensos Vacuos y Polmicas Estriles. Los Tres Extravos Heursticos

Un disenso efectivo no slo debe vencer las condiciones hostiles del medio. A ellas se agrega el carcter desconcertante de los actos de negacin, que aspiran a cambiar el camino sin desandar lo andado y pueden acabar en un rodeo hacia lo mismo. Toda negacin apunta a lo infinito, decimos "Yo" y es yo, decimos "No-Yo" y ah cabe el resto del mundo. Pero la negacin ha de determinarse y volverse finita, si ha de ser fecunda. Una segunda negacin, en este sentido, no nos debe retornar al punto inicial. La posibilidad agonal del pensamiento tiene propiedades dignas de atencin, relacionadas con la heurstica.

El disenso no es aditivo. Quien acumula sumas de dinero obtiene una nueva suma de dinero, pero de la acumulacin de discrepancias no resulta necesariamente una nueva discrepancia. Dos historiadores pueden discrepar en cuanto a la existencia de Carlomagno - siempre y cuando coincidan en muchos otros aspectos de la figura. Pero si un historiador asevera que Carlomagno fue, por lo menos supuestamente, un varn nacido en el 768, descendiente de Carlos Martel, rey de los francos, conquistador de la Sajonia, coronado emperador en la navidad del 800... y el otro historiador discrepa en cada uno de esos puntos ("Carlomagno nunca fue emperador, no conquist la Sajonia, no descenda de Martel sino de los merovingios, no naci en el siglo VIII sino en el XII, no fue un varn sino una doncella"), el resultado final no ser una mayor discrepancia. En ese contexto, cuando un historiador asevera la existencia de la figura y el otro la niega ambos estn fuera de tema, hablando de asuntos distintos.

Probablemente todos admitiremos, como ley general, que debe existir un vasto terreno comn para poder disentir sensatamente; problemticas son las leyes especiales. Quienes no las disciernen se exponen a establecer consensos vacuos o alimentar polmicas estriles. Una heurstica propone cursos aptos para la indagacin a partir del disenso.

Pueden establecerse reglas especficas? Para obtenerlas introducimos una distincin. Podemos diferir en una cuestin de dos maneras bsicas: por referencia a los hechos o por referencia a los conceptos que aplicamos a los hechos. Cada caso impone un diferente rumbo para acercarse a un consenso, es decir, una diferente estrategia heurstica. Supongamos que dos psiclogos policiales no logran ponerse de acuerdo sobre si el sospechoso es inteligente. Pudiera ser que ambos psiclogos compartieran el mismo concepto de inteligencia, pero que difirieran en cuanto a los datos vlidos. Para poner fin a la discrepancia deben adoptar una heurstica emprica: efectuar nuevas observaciones y controlarlas con ms atencin.

Tambin puede ocurrir que los psiclogos coincidan en los hechos, pero que discrepen en el concepto de inteligencia. Aqu slo una heurstica conceptual, analizando lo que se entiende por "inteligencia" puede contribuir a resolver el problema.

Pero si los dos expertos no advierten dnde est el punto de controversia y en qu rumbo pueden converger, entrarn en una polmica estril. Si coinciden slo en el concepto, sera intil que se abocaran a pormenores del mismo para llegar a un acuerdo; bautizar este malentendido como Extravo del Hecho. Si coinciden slo en los datos, intil sera que ambos se entregaran a recopilar ms observaciones empricas para deponer diferencias; eso sera un caso de Extravo del Concepto. Podemos formular entonces dos reglas: Cuando la diferencia es fctica, no busques ms conceptos. Cuando la diferencia es conceptual, no busques ms hechos.

Pero qu sucede si nuestros expertos discrepan tanto en el concepto como en los hechos sintomticos?

En ese caso la acumulacin de discrepancias puede traducirse en una prdida de la cuestin (como en el caso de los historiadores y Carlomagno), o peor an, en un consenso vacuo, que encubre la divergencia tcita. Voy a llamar a esto el caso del Extravo Doble. El primer psiclogo escucha al sospechoso y piensa: "Las personas que manejan el lenguaje fluidamente son inteligentes y l se expresa muy bien, por lo tanto no caben dudas de que es inteligente". El otro se dice: "Las personas que hablan de forma entrecortada suelen reflexionar lo que dicen, lo cual es un signo inequvoco de inteligencia; como este hombre se expresa sin mucha fluidez, hay que considerarlo inteligente". Y en el momento de enunciar su conclusin, los colegas creen coincidir: "Estamos de acuerdo, el acusado es inteligente". Y los que escuchan repiten: "El punto est claro, los expertos piensan lo mismo".

La regla heurstica ser: Cuando un consenso est rodeado de disenso, investiga materialmente las razones del consenso; y respectivamente, aunque algo trivial: Cuando un disenso est rodeado de consenso, investiga formalmente las razones del disenso.

*

Lo que vengo exponiendo es adrede esquemtico, una explicacin somera y local de una intuicin global, que slo puedo describir mediante una analoga. Digamos as: lo que el sentido del humor es al chiste, eso es la perspicacia intelectual a las cuestiones tericas. Se puede ensear una serie de chistes, pero no se puede - creo yo - ensear el sentido del humor.

Una reflexin filosfica - Frege proponiendo un inslito simbolismo lgico o Heidegger retraduciendo a Anaximandro, por tomar dos ejemplos al azar - presupone en el que escucha una capacidad de ver dnde est la gracia del chiste, la pointe de la cuestin. Si un pensador se dirige a un pblico imperspicaz se coloca en la misma situacin penosa que un cmico agudo ante un auditorio privado del sentido del humor; nada raro que recoja una silbatina y sea reemplazado por un cmico improvisado, que con ademanes groseros relate a ese pblico chistes de tono subido. Es claro que el pensador no tiene control sobre su pblico, pero quien es parte del pblico puede recordar la analoga para beneficio propio, aprendiendo el arte de leer lentamente y no prejuzgar.

En el tema metodolgico que nos ocupa la pointe est en advertir, cuando surge una divergencia, si ella est ubicada en el sujeto emprico o en el predicado conceptual, para elucidarla con los medios ms aptos.

Me apresuro a aadir que mi esquema de tres extravos deja de lado varias complicaciones: el esquema es bidimensional, como si slo hubiera hechos y conceptos, dejando de lado la profundidad, emotiva o no, de una experiencia; adems pudiera ser que los famosos "hechos" estuvieran a su vez compuestos de conceptos y otros hechos ms bsicos; tambin pudiera ser que los conceptos, empricos, tericos o normativos, siempre trascendieran aquel factum al que se aplican. Pero tales complicaciones (tridimensionalidad, composicin y trascendencia) no afectan mayormente los rasgos generales de lo que aqu propongo acerca de los extravos y la heurstica pertinente. Slo quiero destacar, primero, que una discrepancia conceptual no necesita ubicarse en la definicin, puede estar en la red de relaciones tericas en que se aloja el concepto. Segundo, que una discrepancia fctica no necesita estar en el conjunto de hechos aceptados sino en los rasgos que en ellos se destacan.1

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La Prctica del Disenso

Corrobora la Teora

La miniteora precedente establece la posibilidad de tres extravos heursticos y formula reglas para enfrentarlos. La teora debe pasar el test de la aplicacin prctica mostrando infracciones reales contra las reglas heursticas y, aunque est claro quin le pone el cascabel al gato, no est dicho a qu gato ha de ponrsele el cascabel. Entre los mltiples candidatos opto por ciertas exposiciones de Alberto Buela, director de la revista DISENSO. Lo hago, antes que nada, porque Buela practica generosamente el disenso intelectual, denunciando sin ambages desde los galimatas de Heidegger hasta las inatingencias de Disandro. Ha de aplaudirse esta iniciativa de Buela que, en un medio hostil al dilogo crtico, por fin lo inaugura - y qu mejor aplauso que examinar con atencin lo que propone, con la misma severidad que l ejerce con sus antagonistas?

Adems, Buela exhibe disensos en cuestiones importantes, cuestiones que seguirn vigentes por s mismas, fuera lo que fuese de mi teora. Me parece indicado ponerla a prueba con ejemplos de carne y hueso, de tal modo que por un acto autorreflexivo se dispute, al mismo tiempo, sobre una temtica y sobre el disputar. Por ltimo, paro no herir susceptibilidades, hay que disentir con los que disienten, como se pelea con los que combaten.2 Y si estoy obligado a disentir aqu y all con Buela in actu signato, coincido por ese hecho con l in actu exercito, subiendo con l al mismo cuadriltero. Pero basta ya de preliminares.

En su artculo "Religin y Modernidad en Amrica" 3 Buela enuncia reparos frente a las severas tesis de Carlos Disandro acerca de la religiosidad que se instaura en Amrica. Para tranquilidad del pblico, Buela aclara que Disandro ha dado falsa alarma, que en lo ataedero a religin las cosas estn en buenas manos y no hay motivo de inquietud.

Buela no rechaza el pensamiento disandriano in toto, hay reconocidas coincidencias y discrepancias. Pero tal vez algunas reconocidas coincidencias sean un resultado accidental de divergencias sustanciales, mientras que las reconocidas discrepancias amenacen encaminarse a un rumbo desacertado. Creo que las reflexiones del citado artculo resumen esplndidamente todos los extravos heursticos: el extravo doble, el conceptual y el fctico. Explicar por qu, en ese orden.

Tanto Buela como Disandro coinciden, por ejemplo, en el rechazo de la Teologa de la Liberacin. Pero acaso este rechazo provenga de la yuxtaposicin de divergencias. Como antes en el caso de los dos psiclogos, pudiera ser que nos encontrramos con un extravo doble. Disandro pensara:

"Slo es admisible una Teologa que coincida esencialmente con el principio tendrico. El contenido esencial de la Teologa de la Liberacin es la negacin del teandrismo. Por lo tanto hay que oponerse a ella".

Y pudiera ser que Buela estuviera pensando otra cosa, que es an ms distinta porque al final parece ser lo mismo, como si dijera:

"Slo es admisible una Teologa que coincida esencialmente con la radicacin telrica (p. ej., mediante la Pacha Mama y la Difunta Correa) del mensaje universal de la Iglesia. El contenido esencial de la Teologa de la Liberacin, un producto europeo, es la negacin de la radicacin telrica del mensaje universal. Por lo tanto hay que oponerse a tal Teologa".4

Obviamente, la coincidencia es vacua. Probablemente esto podra hacerse extensivo a otras coincidencias aparentes entre Disandro y Buela, que valdra la pena estudiar. Porque slo en el terreno de la apariencia pueden asimilarse, bajo el rtulo de "pensadores nacionales", un fillogo gibelino, recalcitrante defensor de las soberanas nacionales, y un adalid folklrico de la Internacional Vaticana.

*

Pasemos al Extravo del Concepto (recordando la regla: Cuando la diferencia es conceptual, no busques ms hechos). Disandro afirma en diversos escritos que la religiosidad que se despliega en Hispanoamrica es la del Barroco, la de Trento y su Contrarreforma, ansiosa de una seguridad mental, una religiosidad de la cual la Compaa de Jess sera la expresin ms acabada.5 Como era de prever, Buela niega esto; sorprendente son las razones que invoca. En vez de apuntar a una discrepancia conceptual, cree que se trata de aportar ms datos empricos:

[ANTTESIS] "La religin que llega a Amrica no es producto ni del ecumenismo vaticano-mundialista ni del vacuum barroco del racionalismo jesutico."6

[PRUEBA] "La religin que llega a nuestras tierras es pre-moderna. Es el catolicismo bajomedieval anterior a la modernidad. Anterior a la revolucin mundial para hablar como Christopher Dawson. Ni siquiera son los jesuitas, que ciertamente poseen rasgos modernos, pero que llegan 80 aos despus del descubrimiento y fueron expulsados en 1767, sino rdenes tradicionales y enfrentadas a ellos como los dominicos (1510), los franciscanos (1511), los mercedarios (1513) y los agustinos (1523)". 7

Pero es ms que improbable que se trate de este tipo de cuestiones, al estilo - sit venia verbo - de ganador y plac en una competencia hpica.8

El punto de la controversia est en las tendencias predominantes en la religiosidad americana. Desde luego, hay que tomar algunos puntos de partida empricos: al abordar su anlisis Disandro toma en cuenta las estadsticas de Emilio Scherer y los trabajos del P. Pascual Lacroix 9 ms datos histricos, como la extincin de la cultura coral. Ciertamente sera un argumento espectacular contra Disandro, si se probara que el coro se extingui en Europa mientras que se difundi en la Amrica espaola al modo tpico del medioevo, que la pedagoga de Trento no incidi en nosotros, etc. Pero en los aspectos empricos coinciden los dos contendientes, difieren en cambio en cuanto al concepto en que deben ser subsumidos. Puede ser que una elucidacin conceptual provoque un enriquecimiento que conduzca a una nueva bsqueda de datos; entonces surgira una polmica promisoria. Lo equivocado aqu es dar vueltas sobre datos conocidos o fatigar enciclopedias con fechas de llegada cuando la cuestin apunta a otros rumbos. Constatamos aqu un extravo del concepto.

*

Concluyo con un Extravo del Hecho, ilustrando la regla: Cuando la diferencia es fctica, no busques ms conceptos. Buela sostiene que con la colonizacin se dio en el orden racial un mestizaje envidiable y que ste causara, condicionara o fluira paralelamente con el surgimiento, en el orden cultural, de una conciencia nueva, con una cosmovisin propia y una forma especfica de religin.10

Aqu uno aguarda vido de ms detalles, pues se trata de hechos importantes, poco estudiados y abiertos a la controversia. Se precipitan preguntas sobre preguntas: Haba una raza aborigen o varias? Vinieron godos e beros: con qu etnas europeas se mezclaron las razas amerindias? Si dos etnias poseen disposiciones biopsquicas divergentes, provocar su mestizaje una complementacin o una neutralizacin? Con la terminologa de Broca y de Baker: hubo una hibridacin paragnetica o una eugentica? En el orden cultural: es esa "cosmovisin propia" ms fuerte all donde la mestizacin es mayor? Qu elementos de juicio indican que ha surgido una nueva forma de conciencia y no, como sostiene M. Gngora, una mera recepcin pasiva de los resultados de la cultura europea?

Esta temtica da gritos por referencias empricas. Pero para esclarecernos, en vez de dirigir la mirada a las facticidades de Gentica, Antropologa Fsica, Sociologa e Historia, Buela pasa a exponernos el concepto de mixtum de la qumica escolstica! Para redondear distingue prolijamente al mixtum del concepto de substancia incompleta (muy conversado en neoescolstica por las objeciones del jesuita Palmieri), sin perdonarnos una mencin de la divisin analgica, diferente de la unvoca.11

Pudiera ser que tales conceptos, claramente obsoletos, poseyeran relevancia en otro contexto, no en ste. Aqu asistimos a un llano escamoteo de los hechos en nombre de abstracciones inasibles. Un canje del oro de los datos por conceptos en bancarrota y otras cuentas de colores. En vez de indagar en el sujeto emprico, sea la magnitud y las caractersticas de ese mestizaje, sea la existencia de una nueva conciencia, Buela descarga entre hurras y vtores un predicado valorativo: sea en cuanto a la cohesin tnica, sea en cuanto a la unidad de la conciencia colectiva, no hay problemas, todo est bien, todo est en perfecto equilibrio, como el mixtum perfectum de la qumica escolstica. No veo un ejemplo ms difano del extravo del hecho.12

*

Un reconfortante ejemplo de buena heurstica lo hallamos en Mario Gngora (cf. CC N 46, pp. 13-16) que para determinar si puede hablarse en Amrica de una nueva cultura o sencillamente de una zona de frontera donde el influjo espaol llegaba con menor bro, se atiene a hechos historiogrficamente accesibles, revisando incluso las bibliotecas coloniales.13 Lo mismo vale para las indagaciones atinentes a la Antropologa fsica, a la posibilidad de algunos mestizajes eugenticos, o a la fusin de razas patriarcales (ver CC N 26, p. 5). Todo esto solicita una investigacin emprica, por cierto ardua. J. M. de Mahieu encabeza dos expediciones para comprobar sus ideas. Buela, que apuesta a la induccin verbal, corrobora sus afirmaciones citndose a s mismo.14

Los tres extravos quedan as suficientemente ejemplificados. Rara vez los ejemplos de carne y hueso sirven para ilustrar didcticamente las teoras. "Religin y Modernidad" constituye una de esas raras y felices excepciones - al lector interesado por la heurstica quiero invitarlo a una atenta lectura de ese artculo.

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Una propuesta de crtica constructiva

y heurstica conceptual

Donde Buela cree encontrar inatingencias de Disandro hemos hallado un extravo conceptual por parte del disentidor. Quiero cerrar este ensayo indicando qu heurstica conceptual me parece adecuada para evitar la polmica estril y apreciar en justicia lo que Disandro nos est proponiendo.

Coloquemos Medievalidad y Modernidad en una red de relaciones conceptuales. La distincin disandriana visibilia/invisibilia puede declararse por comparacin con la separacin kantiana de fenmeno/nomenon. Podemos discernir entre una realidad perceptible y otra que no lo es - no porque en ella ubiquemos a los ngeles, sino porque hay nexos y dimensiones que no son en s mismos perceptibles. Ni una ley de la naturaleza, ni un pensamiento, ni una institucin, ni el lenguaje estn correlacionados con un grupo especfico de datos sensibles.

Diciendo perceptible/imperceptible seguimos al principio una denominacin extrnseca a las cosas: la demarcacin se refiere a un sujeto que puede percibir o no. Pero si pensamos que hay dos tipos de entidades que por naturaleza propia responden a uno u otro lado de esa dicotoma, se plantea el problema de ubicar esas entidades y averiguar la relacin en que se hallan. Para Kant lo que hay de imperceptible se reparte entre las construcciones del sujeto, que informan una materia sensible, y el nomenon, que est escindido del sujeto, posee realidad, pero resulta incognoscible.

Disandro piensa los visibilia e invisibilia como entidades en unin ntima, cuya relacin arquetpica es la expresin, como en la palabra, en la experiencia esttica, en el culto, en la accin teleolgica. All hay una dimensin sensorial y otra dimensin que la inhabita y la trasciende. La mentalidad medieval poseera una experiencia profunda por ubicar los objetos perceptibles en esa relacin expresiva; la mentalidad medieval discurrira por la categora de mediacin, tpica del signo y del orden de los significados, por oposicin al orden mecnico de las facticidades. Paradigma de la relacin entre visibilia e invisibilia sera tambin la unin hiposttica de dos esencias con un solo modo subsistencial.15 Conocer una cosa al modo medieval sera saber qu expresa, qu significa en el orden global, no averiguar los componentes de la cosa, medirla, pronosticarla o reproducirla perfectamente en la representacin.

Desde tal perspectiva, el Renacimiento alterara la relacin de visibilia e invisibilia, sea con su identificacin (como en cierto mpetu pantesta), sea con una debilitacin de su unidad. La categora de mediacin cesa de estructurar la experiencia. La Reforma luterana, al igual que la naciente Fsica, combate la mediacin; en ambas se busca la inmediatez de la fuente respectiva: el telogo en la Biblia, el fsico en la experiencia. La mediacin tradicional, sea aristotlico-teolgica o aristotlico-fsica, se vive como una opaca intercalacin. Para la salvacin no es ya necesaria la intercesin de los santos, ni la oracin de los monjes, ni la insercin en una estructura jerrquica, ni la participacin en la vida divina mediante el sacramento. La va de los signos ni es unvoca ni funda la certeza.

La Contrarreforma quiere responder a la Reforma de modo inmediato y urgente con una garanta de certeza inconmovible: no responde entonces recuperando la mediacin medieval, sino definiendo en Trento un canon bblico, dogmtico y tico, que ha de ser enrgicamente propagado. Aqu nace el Santo Toms munido de una autoridad avasallante, que el medioevo desconoci.

El Barroco consumara el distanciamiento: los visibilia son el objeto de la ciencia, que potencia con instrumentos la perceptibilidad y con la matemtica la inteligibilidad. Cuando la fsica traduce los conceptos cualitativos en conceptos mtricos se puede aplicar a los visibilia el lgebra y el clculo infinitesimal. Los invisibilia sern el objeto de la metafsica racionalista, ahora como un mundo del ms all. En Descartes se vuelve problemtica la comunicacin de res extensa visible y res cogitans invisible. Con la crtica de Kant culminara el alejamiento: los invisibilia son, como nomenon, el mbito de la moralidad y la razn prctica; los visibilia, como fenmenos, el objeto de la ciencia, de la razn terica. La armona se logra por separacin de Apariencia y Realidad, donde cada una puede ocupar el lugar de la otra, denunciarla o ser denunciada.16

Disandro nos dira que la filosofa kantiana expone los resultados terminales del movimiento centrfugo entre visibilia e invisibilia. Que Kant slo explicita en Filosofa el proceso que ya estaba operante en la cultura europea al cabo del Renacimiento. Al mismo tiempo, el pensamiento catlico no puede ni evitar a Kant ni competir con l. El intento de restaurar la metafsica tradicional es ridculo habindose liquidado las experiencias que pudieran suscitarlo y el contexto cientfico con ella compatible. Las famosas pruebas de la existencia de Dios, por ejemplo, no pueden competir con los patrones de racionalidad de la Edad Moderna.

En este sentido, creo yo, con esta heurstica conceptual de Medievalidad y Modernidad, podemos repreguntar qu espiritu religioso llega a nuestra Amrica, qu procesos desencadena. Esto es ya terreno de la Historia de la Cultura. Pero el espritu de Trento, con sus codificaciones racionales, sus infantiles reaseguros apologticos, sus fijaciones doctrinales (la nueva Vulgata para la teologa bblica, S. Toms para la teologa dogmtica y moral) no es ya el espritu medieval. La seguridad que Trento quiere es la que Descartes s puede, por un momento, ofrecer.

Esto tiene graves consecuencias para nosotros, en la medida en que somos tributarios de ese espritu. Una interpretacin de Hegel, de Heidegger, de Nimio de Anqun, de Disandro se torna imposible desde la mentalidad tridentina: se trata de reflexiones sobre problemas que para esa mentalidad no se plantean ni pueden plantearse seriamente. Asimismo esa mentalidad yace exange; buscaba cartesianamente una certeza inconmovible y obtuvo fracasos estrepitosos, chocando con la Fsica primero, con la Biologa y la Filologa despus. El espritu de Trento no tuvo mejor idea que emprender la huida hacia delante e imaginar, desesperadamente, un nuevo criterio de certeza: la infalibilidad pontificia proclamada por el Concilio Vaticano I y una restauracin escolstica de guardaespaldas.17 Ah se agotan las instancias, sin duda. Dan ya un franco paso en la parodia quienes defienden al catolicismo confesando que no importa si podemos o no creer en l, que basta con el hecho bruto de su existencia para que debamos acatarlo como esencial e insustituible,18 - sin posibilidad de disenso. Pero qu religiosidad sera sa? Y a quin sirve?

*

Las tesis de Disandro, aun si queremos combatirlas, exigen la generosidad de un logos concipiente. Nietzsche adverta:

Para medir la sutileza o debilidad natural de los cerebros, as sean los ms ingeniosos, prstese atencin a cmo comprenden y exponen las opiniones del adversario: ah se delata la medida natural de cada intelecto. El sabio perfecto, sin querer, idealiza a su adversario y libra a la tesis antagnica de toda mancha y contingencia. Slo despus de haber transformado as a su adversario en un dios de armas refulgentes, entabla la lucha contra l.19

Esto vale para todos nosotros, sobre todo para los posibles antagonistas: la memoria que guardemos de Disandro no lo juzga a l sino a nosotros. Acaso sean las heursticas disparatadas con que se rechaza a Disandro la mejor confirmacin de sus apreciaciones sobre el barroco hispanoamericano y su quebrada inteligencia.

Un nimo dcil a lo ctnico nunca merece un destino solar. Dispersas en la Amrica Romnica yacen las ruinas mudas de un espritu abatido. Quien lo toma como fuente jura en falso, quien quiere restaurarlo ha desertado. Los plpitos del perjurio evocan, a su modo, grandezas que no tenemos ni tuvimos, como queriendo exorcizar las potencias de la nada con el vacuo sermn de los obtusos. Su pregn se acalla, el tiempo corre. Arde en letras de fuego ese dilema que Disandro nos pusiera de destino: - o crear, o perecer.

Carlos Dufour

Ciudad de los Csares

N49 (junio-agosto 1998)

1 Comparar por ejemplo: "Juan muri el sabado porque trabaj excesivamente el viernes 13" y "Juan muri el sbado porque trabaj excesivamente el viernes 13". Segn dnde se ponga el nfasis pasamos de la fisiologa laboral a la creencia supersticiosa.

2 Prolongando la comparancia de Wittgenstein: Ningn pugilista se ofende con otro que lo enfrenta en buena ley - a menos que se trate de un boxeador falsificado, cuya entera reputacin se deba a la conjuncin de intereses espreos al deporte, promotores venales y peleas arregladas.

3 DISENSO 12 (1997), pp. 49-54. En su editorial, p. 6, declara Buela espontneamente: "Moverse dentro del no-conformismo es muy fcil si uno lo hace en forma acrtica (...) Lo difcil es hacerlo crticamente". Efectivamente, y no s si el mismo Buela se percata de cunta verdad exudan sus palabras.

4 Buela escribe a propsito de esa Teologa, con vocabulario algo mercantil: "No es un secreto para nadie que sus representantes ms conspicuos as como sus categoras de anlisis son ambos productos europeos" (p. 53). Aqu el dialctico pondra en duda que el predicado "... es un producto europeo", aplicado a una idea, la califique o descalifique. Al rebajar la cotizacin de los productos europeos en la plaza local Buela parece confundir el contexto de descubrimiento de las ideas y teoras con el mbito de su validez. No es un secreto para nadie - replicar el dialctico - que la Fsica y la Lgica podrn ser "productos europeos" pero que la validez de sus leyes no sufre merma en las proximidades de Sudamrica. Adems es probable que toda la teologa conocida sea un "producto europeo", con lo cual un Buela consecuente serruchara la rama en la que est sentado. - Bien, pero stos son el tipo de reparos dialcticos, que como anunci al principio, conviene aqu relegar

5 Vid. "La Quiebra del Hombre Barroco", en Argentina Bolchevique, La Plata: Ediciones Hosteria Volante, 1960 (1960), pp. 21-41. El contacto entre el afn de seguridad de la Contrarreforma y el cartesianismo no ofrece mayores dificultades

6 Loc. cit., p. 52.

7 Ibid., pp. 52-53.

8 Esta heurstica inapropiada llevara, por ejemplo, a debatir si la Societas Jesu, fundada recin a partir de 1534, no vino despus de todo con suficiente celeridad, si los aos de 1572 a 1767 son pocos o son muchos, si la influencia de la Compaa fue en ese lapso ms o menos fuerte, si la influencia se ejerce slo por una presencia geogrfica y similares. Adems qu pasara si el primero en llegar hubiera sido un viking pagano? Etc. - Todo esto es inconducente

9 Vid. "La Quiebra del Hombre Barroco", p. 21.

10 Op. cit., p. 52.

11 En realidad, Buela habla de un todo que sera "anlogamente diferente" (p. 52) de sus componentes - lo cual es inexacto, pero no importa, porque l persigue un propsito retrico, ornamental. Cierto pblico se deja intimidar por la jergas tcnicas, las palabras de prestigio metafsico, los nombres clebres, el bluff. Buela, que no vive recluido en la torre de marfil, se ve compelido a hacer estas concesiones al medio, para ser escuchado como quien tiene autoridad.

12 Si bastara manipular conceptos de prosapia escolstica para tomar la palabra como quien tiene autoridad, con el mismo derecho podran adoctrinarnos ciertos eruditos skinheads en la detractacin del mestizaje. Nos dirn: "De los espaoles lascivos y las amerindias violadas no se gener un mixtum perfectum, sino una corruptio subjecti por inhesin de cualidades contrarias. No surgi una cultura nueva, que hubiera sido unidad de estilo en pluralidad de manifestaciones, sino una barbarie involutiva, una asimilacin brutal de principios contrapuestos, una forma cadavrica sobre un cuerpo derrotado, una conciencia desdichada sin posibilidad de autoconciencia." Frente al Catolicismo americano que Buela (p. 53) proclama como esencial e insustituible, podran proseguir los skinheads: "La Naturaleza necesita ms de mil generaciones para formar una raza, los hombres muy pocas para bastardearla. La doctrina del Pecado Original slo cunde all donde se presiente la deshonra de la sangre, all donde el sexo se vuelve algo vergonzoso y sucio, all donde el propio nacimiento delata una culpa y alimenta un resentimiento, all donde el nico alivio sera poder creer que todos los dems padecen el escozor de ese oprobio. Fue as en el fin de la Antigedad, cuando el caos tnico se propagaba paralelamente al cristianismo; fue tambin as en Amrica Colonial, cuando el bastardaje de razas coincida con la conversin forzada. Y no poda ser de otra manera: el judeocristianismo, concibiendo al Ente como creatura, como el engendro impuro del Ser helnico y la Nada semita, traduce instintivamente el bastardaje ontolgico en bastardaje racial, destruye las estirpes en nombre de un monotesmo universal, pisotea el honor en nombre del amor. La corruptio subjecti es la causa y el efecto de la ideologa judeocristiana. Si no acabamos con ella, ella acabar con nosotros". En verdad, si cada cual puede invocar aqu el concepto filosfico que le viene en gana, esta posicin sera por lo menos tan respetable como la de los apologistas del mestizaje, quienes sin aportar ms datos nos conminan a que veamos a una Dulcinea del Toboso en lo que a lo mejor es una Aldonza Lorenzo. La idealizacin del problema mediante el concepto de corruptio subjecti slo puede ser enfrentada con una mirada serena hacia cosas y hechos, con un saludable empirismo y una alegra por lo real. No hay ningn motivo para cambiar de estrategia heurstica con quienes agitan el concepto, igualmente tendencioso, del mixtum perfectum.

13 Si se trata de averiguar el nmero de vrtebras de un animal, hay que contrselas, no reflexionar si los vertebrados caen bajo el concepto de compuesto hilemrfico. Pero el barroco latinoamericano ama las comodidades del verbalismo

14 Cf. p. 52 donde Buela cita entre comillas el fragmento de Buela, El Sentido de America (1990), p. 57. Algunos lectores pedantes encuentran llamativo que en las pp. 33-34 de la obra de 1990 se hable de lo indio como principio pasivo particularizante y de lo catlico como principio activo universalizante, lo cual sugiere una unin hilemrfica de materia y forma. Tales lectores protestan porque, en la jerga escolstica, materia y forma son justamente substancias incompletas y no mixtos, contra lo explctamente afirmado en p. 57 y repetido en el artculo, que estamos ante un mixto y no ante substancias incompletas. Entonces - dirn - lo indgena y lo catlico son y no son substancias incompletas. - Bien, si hubiramos de tomar estas explicaciones en serio, se tratara efectivamente de una contradiccin. Pero esos lectores pedantes deberan comprender que Buela, cuando les informa que est "hablando metafsicamente" quiere sealar que escribe as, al pasar, como en una pltica informal. Tampoco hay que ser tan esquemticos.

15 All la esencia humana est "abierta", carece de subsistencia propia, y la esencia divina "cierra" la naturaleza humana en la persona del Logos. Las dos naturalezas estaran unidas sin confusin y distinguidas sin separacin. Teandrismo significa esa unin hiposttica pensada como principio operativo y arquetpico de visibilia e invisibilia.

16 Apariencia y realidad conviven en un equilibrio inestable. Comprese con el pndulo teolgico del docetismo al arrianismo, que oscila desde "Cristo es un dios que slo aparece como hombre" hasta "Cristo es un hombre que slo aparece como dios". Puede pensarse tambin la "naturaleza divina" como insumiendo la dimensin axiolgica de la realidad, la "naturaleza humana" como la facticidad inmediata de la vida, cuyo ltimo sentido puede estar en la muerte, la autonegacin y la cruz. Si una cultura quiere unir esas dos dimensiones ontolgicas mediante el par apariencia y realidad (acaso postulando un Sollen o un Ich que engendran el Sein apariencial) en algn momento se probar la permutacin obvia, denunciando el mundo axiolgico como una apa-riencia del mundo emprico-vital, al cual pertenece la completa realidad.

Por la posbilidad de esas analogas iluminadoras, por ofrecer una forma de conciliacin de opuestos,- es el teandrismo, a los ojos de Disandro, un principio operativo de inteleccin. Puede haber ac una feliz intuicin; en ltima instancia, el catolicismo no necesita ser tan limitado como sus bulliciosos panegiristas

17 Rosenberg observaba que, hasta ese Concilio, Cristo haba sido representado por el Papa - de ah en ms quedaba depuesto. Pero ya la declaracin de infalibilidad es una hiprbole involuntariamente humorstica, que sugiere lo contrario de lo que se propone, como si una Penlope ruborizada comunicara al politrpico Ulises: "Voy a decirte dos cosas importantes: primero, te he sido fiel. Y segundo: es verdad!" Una solemne declaracin de infalibilidad delata una Iglesia ntimamente aterrorizada por la duda.

18 Buela, p. 53. Hume indicaba: "Blame not so much the ignorance of these reverend gentlemen. They know how to change their style with the times". Goethe, an ms breve: "Unsterblich ist der Pfaffen List!"

19 Morgenrte, V, 431. Confieso que tambin me anim para escribir este artculo, penitencial e ingrato, el pargrafo precedente, el 430

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