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G. COURTOIS EL ARTE DE DIRIGIR

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Page 1: El Arte de Dirigir

          

 G. COURTOIS

        

      

EL ARTE DE DIRIGIR

Page 2: El Arte de Dirigir

   

    

GASTON COURTOIS 

        

EL ARTE DE DIRIGIR      

Coedición MexicanaDe Ediciones Promesa, S.A.

YSociedad de Educación

Atenas, S.A.

Page 3: El Arte de Dirigir

   

LICENCIA ECLESIASTICA     NIHIL OBSTATD. Martín ArroyoCensor     

IMPRIMATUR:JOSE MARIA

Obispo Aux. y Vicario general.Madrid, 9 de agosto de 1963.

           

Con autorización de la Editorial francesa FLEURUS. París.-Título del original: “L’ART D’ETRE CHEF”.-

Traductor: Juan Oteo y Uruñuela, Pbro.       

___________________ © ES PROPIEDADCopyright by Sociedad

Page 4: El Arte de Dirigir

 

ABATE GASTON COURTOIS  

 Sacerdote francés, perteneciente a la Congregación de los Hijos de la Caridad. -Es Procurador general de los Hijos de la Caridad. -Dignatario de la Iglesia Católica Oriental. -Director general de la UNION DE LAS OBRAS CATOLICAS DE FRANCIA. -Fundador del Movimiento de CORAZONES VALIENTES Y ALMAS VALIENTES DE Francia. (Dos millones de muchachos.) -Capellán general, nombrado por la Santa Sede, de la OFICINA INTERNACIONAL CATÓLICA DE LA INFANCIA. -Director eclesiástico de la UNIÓN DE LAS RELIGIOSAS PARROQUIALES DE Francia. -Asesor general de la OFICINA INTERNACIONAL CATÓLICA DE LA INFANCIA.      -“Sacerdote ejemplar y que viene realizando una labor verdaderamente meritoria.” Carta del Excmo. Sr. D. Juan Ricote, de 28 de julio de 1955, en nombre y por encargo del Excmo. Sr. Patriarca-Obispo de Madrid-Alcalá, al Abate Gastón Courtois.)

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CAPITULO PRIMERO   

LA MISIÓN DEL JEFE (1)    

SUMARIO   

I.-Lo que es el Jefe.   

II.- Por qué se necesitan jefes.   

III.- La gran misión del jefe: servir.   

IV.- Lo que hace el jefe. 

           (1) La palabra francesa Chef equivale a jefe, cabeza principal, fundador, caudillo, superior de algún cuerpo u oficio, rey, etc.

Page 6: El Arte de Dirigir

     

I.- Lo que es el jefe     1. Jefe, etimológicamente, es el que está a la cabeza, o mejor

dicho, el que es la cabeza; cabeza que ve, y piensa y hace obrar, pero en beneficio del cuerpo entero (NOTA 1)

  2. Es jefe el que sabe y quiere y realiza, y también hace saber,

querer y realizar.  3. Es jefe el que sabiendo lo que quiere, sabe también

proporcionar el esfuerzo al fin pretendido.  4. Nadie es jefe más que en la medida en que sea capaz de

hacer que un grupo participe del ideal de que él vive y de conducirlo a la realización superando todos los obstáculos.

  5. Decidir no es nada; lo importante es que las decisiones sean

ejecutadas. Ser jefe no es sólo mandar, sino escoger a los que han de realizar, educarlos, animarlos, sostenerlos, revisarlos.

  6. Cuando llega la hora de tomar decisiones, de incurrir

responsabilidades, de imponer sacrificios, ¿dónde hallar los auxiliares para las empresas arriesgadas, sino en esas naturalezas superiores, empapadas de voluntad de vencer, que solo ven claramente los medios conducentes a a la victoria y que encuentran el valor de arriesgarlo todo? (1).

      

Page 7: El Arte de Dirigir

     7. Compréndase bien el sentido y la grandeza del nombre “jefe.

Jefe es el que sabe hacerse obedecer y amar a la vez. Jefe no es el impuesto, sino el que se impone, No olvidéis que para mandar a los hombres se ha de saber mandar.

  8. Ser jefe no es sólo hacer una obra, sino, sobre todo, hacer

los hombres, buscarlos, unirlos, amarlos y ser de ellos amado. Saint-Exupéry dice en Terre des Hommes: “La grandeza de un oficio está quizá, sobre todo, en unir a los hombres.” Esto particularmente es verdad en el oficio o profesión de jefe.

  9. Jefe es otra cosa que presidente. Presidente, presida lo que

quiera, por definición es, no un hombre de pie, sino un señor sentado, que arbitra los consejos de los presididos y en ellos saca una preponderante mayoría. Puede ser hábil, influyente, pero no manda, no es un jefe.

  10.¿Queréis saber cuál es el verdadero jefe de una empresa?

Preguntaos a quién será imputada la responsabilidad, en caso de fracasar.

  11.Ser jefe no consiste en dar pruebas de vigor, de elocuencia,

de audacia o de habilidad. Ser jefe tampoco consiste en reunir en torno suyo sentimentales o interesadas adhesiones. Ser jefe consiste esencialmente en saber hacer trabajar a los hombres en comunidad, en conocer y utilizar lo mejor las habilidades de cada uno, en señalar el puesto más eficaz para cada uno, en infundir en todos el espíritu de solidaridad y de igualdad en la faena de que son responsables en los diferentes puestos de un mismo equipo o cuadrilla.

       

Page 8: El Arte de Dirigir

     12.El jefe no se conoce por la electricidad de la mirada, ni por la

prominencia del maxilar, ni por los labios finos, ni por la resolución de la voz. Jefes hay dulces en la mirada, de tono modesto, de aspecto sin presunción; los hay también, como San Pablo, feos y débiles y los más grandes jefes detestan la ostentación. El jefe no se define por señales externas, sino por una misión propia. El es sobre todo, quien toma sobre sus hombros la carga de los otros.

  13.En conocer al hombre en general, a sus hombres en

particular, y a sus subordinados directos bien a fondo; el conocer de manera exacta sus contratos y atenerse a ellos; el acordarse durante el trabajo que se trata de voluntades, que no de ruedas o máquinas; el descubrir consiguientemente el más amplio campo a la iniciativa de ellos; el conseguir de este modo la agilidad, el celo, el entusiasmo en vez de la inacción indiferente y mecánica; el hacer que reine la disciplina de consentimiento, más bien que de imposición violenta; el mantener la subordinación de los intereses particulares al interés general; el reducir o contener incesantemente las tendencias centrífugas en fecunda coordinación; ésta es la función esencial del jefe; para ésta es necesario e irreemplazable.

  14.El hombre es un ser social y la libertad individual debe estar

encauzada y disciplinada hacia el bien común. Pero sería imprudente dejar a la perspicacia de cada socio el cuidado de resolver lo que el bien común reclama de él, y todavía más, dejar al arbitrio de su voluntad el cuidado de conformar a él su conducta.

 El jefe no es más que el mandatario del bien común, que tiene que interpretar, defender y realizar, en servicio del interés superior del grupo y, por tanto, de la persona de cada uno. (NOTA 2)

     

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  15.Reconócese el verdadero jefe por esta señal: su sola

presencia es para los hombres que él dirige un estímulo para excederse a sí mismos en servicio del bien común.Si sustituís “presencia” por “recuerdo”, entonces ya tendréis los grandes jefes.

                                        

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II.- Por qué se necesitan jefes       16.Una asamblea es incapaz de mandar. Tropa sin jefe es

cuerpo sin cabeza. Tropa sin jefe es tropel, rebaño errante a la aventura y a merced de la primera espantada.

   17.Una asamblea, excelente para vigilar siempre es impropia

para funcionar. Un grupo no puede mandar nada, nada, ni un desayuno (1).

   18.En contra de todas las teorías igualitarias, muchos hombres

sienten la instintiva necesidad de apoyarse en otro que los supera cuando no tienen quien les comprenda y anime, se ven vacilantes e inseguros. La presencia del jefe, digno de tal nombre, es para cada uno apoyo, fuerza, seguridad.

   19.Sin un jefe que ordene y coordine, sin un jefe que piense y

transmita su pensamiento a los subordinados, como la cabeza transmite a los miembros el influjo nervioso, un grupo humano se agota en esfuerzos yuxtapuestos, que se neutralizan y terminan siempre en un fracaso, tanto más falaz cuanto mayor era la voluntad de cada uno, fracaso simbolizado en la torre de Babel y en la corte del rey Pétaud (1)

       

Page 11: El Arte de Dirigir

      20.Cuando falta jefe, manda la anarquía, y la anarquía no es

buena más que para destruir, nunca para construir.  21.El jefe, signo visible de la autoridad, lo es también de la

unidad. Ordenando, coordina y evita que un grupo se disgregue, se desorganice y muera.

  22.Tened por algún tiempo un grupo sin jefe; las mejores

voluntades se desunen, las energías más entusiastas se paralizan, vendrán los razonamientos y, por fin quedará pulverizado.

  23.Para unir eficazmente a los hombres con miras a salir

adelante con una empresa, es necesario el jefe, principio de unidad y cohesión, capaz de exponer e imponer a todos el bien colectivo y también capaz de arrastrar y entusiasmar a todos para la persecución de este bien.  

24.En toda sociedad hay tantos elementos de discordia como socios, porque cada uno entra en ella con la mezquindad de su egoísmo. Si la causa del bien común, o de la misión que hay que cumplir, en orden a dicho bien, no la toma por su cuenta un jefe responsable, pronto los conflictos, la falta de inteligencia y la incuria general habrán logrado disgregarlos todo.

   25.En todo grupo humano, sea cual sea, es necesario un jefe, y

un jefe que se haga obedecer. A él toca coordinar las actividades con miras al máximo rendimiento. Por más que sena generosos y desinteresados, los sacrificios que nos están coordinados desembocan fatalmente en ñun fracaso, tanto más doloroso cuanto que se trata precisamente de personas sinceras y de buena voluntad.

  

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   26.Para hacer una grande obra hay que reunir los esfuerzos

que, dispersos, quedarían estériles. Hay que seguir la pista indicada por el jefe, no porque en sí es la mejor –muchas veces hay mil otros modos de hacerlo tan bien-, sino que es la mejor porque él la indica y porque sólo ella hará la unión fecunda de las voluntades y corazones.

  27.Un equipo mediocre puede animarse y excederse al soplo de

un jefe de valía. 

Un equipo excelente puede enervarse y disociarse al seguir a un jefe mediocre cuya conducta descorazona las buenas voluntades y apaga los entusiasmos.  

28.Para justificar el principio de autoridad no hay para qué invocar un contrato social primitivo o un consentimiento positivo de los socios. Esto es superficial. Debiendo la acción humana estar unificada, coordinada, para que de muchos esfuerzos se componga uno solo, la autoridad es una de las condiciones de la vida del hombre. Tiene su fundamento en la naturaleza de las cosas y, por consiguiente, en Dios, principio de nuestra naturaleza y de nuestro ser.

  29.Como Hacedor que es de todas las cosas, Dios es el Señor

supremo: su autoridad es soberana; pero ha querido asociar a los hombres para su acción en el mundo. ¿Oh grandeza de la misión del jefe!; su autoridad es una participación de la autoridad divina. (NOTA 3)

  30.En verdad es cosa excelente el espíritu de equipo. Un jefe,

por bien dotado que esté, no puede saberlo todo, ni conocerlo ni verlo todo; y el empeño que todos sus colaboradores pondrán en el trabajo será proporcionado al sentimiento que tengan de su responsabilidad en la obra que se ha de realizar. Pero hay una idea falsa del equipo, que tendería a convertirlo en algo absoluto, que absorbe y condiciona el papel de jefe.

   

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    Decíase en la “Reveu de Jeunes”, en octubre de 1935: En el equipo el jefe acepta dar en cada instante pruebas de su valor y de no deber más que a su capacidad el derecho de mandar o de orientar, puesto que no es él, sino el trabajo quien manda.  

31.Un equipo o cuadrilla sin jefe es algo absurdo, aunque se componga de personas de mucha valía.Cuanto más fuertes son las personas de un equipo, tanto más necesario es un jefe para encausar sus energías, orientarlas hacia objetos determinados adoptados por todos, y aunarlos a sincronizar la acción; de otro modo esto correrá riesgo de desparramar las fuerzas, dispersar los esfuerzos, invadir el terreno de otro y, sobre todo, esas brillantes salidas se estampia, sin preocuparse del vecino, que tienen como efecto el comprometer la armonía y el equilibrio del conjunto.Véase el comentario del General de la Porte du Theil, entonces Comisario Scout de Francia, hoy Comisario General des Chantiers de Jeneusse.  “Le Chef” del 15 de enero de 1936:  “No es él quien manda, es el trabajo.” Pero ¡Esto es la negación de la autoridad!Negación en su fundamento: todo poder viene de Dios. Todo jefe es elegido y consagrado por Dios mismo, y Dios escoge al que quiere, y no es por necesidad ni el mejor ni el más fuerte ni el más inteligente. Además, ¿cómo juzgar del relativo peso de todas las cualidades del alma de un jefe? (NOTA 4). Negación en las consecuencias. No es el jefe quien juzga el trabajo, sino el trabajo, la obra material es el que le juzga; y como esto en último término es absurdo, hay que decir que es la idea que cada uno se forma del trabajo. Y, ¿quién no ve así un excelente pretexto para todo abandono y disciplina? Formar una sociedad que descanse exclusivamente en el espíritu de equipo con tales extremos es levantarla sobre arena. 

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   Toda sociedad tiene como base una jerarquía, una autoridad legítima y en su origen divina; autoridad cuyo ejercicio está regulado por el espíritu de equipo bien entendido, que une a los jefes con sus subordinados, pero que deja al jefe en nombre de la investidura que ha recibido la iniciativa, el poder directivo, la responsabilidad.  Si en rigor puede concebirse un jefe que no forme equipo con los subordinados, no es posible concebir un equipo sin jefe.“El jefe no debe más que a su trabajo el derecho de mandar” . Es desmedido orgullo de quien no hace de jefe más que por creerse con capacidad superior a los demás.  

32.No esperéis nada decisivo de movimientos colectivos, de la actividad de asociaciones generosamente ofrecidas para la elaboración de un ideal. Todas estas buenas voluntades anónimas no hacen más que trabajar la tierra. Los granos de semilla son los que darán cosecha, y estos granos son los jefes, los hombres de corazón puro y de voluntad fecunda” (1)

  33.No hay que imaginarse que el mandar es fácil y que con una

cara hermética y una voz imperiosa ya está ganada la partida. Para ser jefe se necesita tener el amor del prójimo y la cultura que permite conocer al hombre y escudriñar los últimos repliegues del alma. Además se precisa pertenecer esta espiritual aristocracia que tiene por divisa: servir. Pero con servicio desinteresado, perseverante, resuelto, que reclama convecciones, entusiasmo, carácter.

          (1) PAUL BAUDIN en la revue des Jeunes del 10 de abril de 1939.

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III.-La gran misión del jefe: servir(NOTA 5.)

   

34.Una nación, para vivir, necesita que los individuos escojan una doctrina, se conserven fieles a ella, se fijen una regla, una consigna: “Yo he escogido y me he impuesto una disciplina: servir” (1).  

35. Toda autoridad viene de Dios, pero se ha concedido al jefe un beneficio de los demás, no para beneficio personal.  

36. La autoridad puede definirse: derecho de mandar lo más conveniente al bien general social (NOTA 6.)  

37 El jefe no desempeña su papel sino cuando proclama no su voluntad, sino el bien colectivo, y cuando es guiado no por el interés privado, sino por el interés general.  

38. El verdadero jefe no busca dominar por dominar. No se aprovecha de los hombres sino les ayuda en servicio de una causa que los supera: la obsesión de la obra que se ha de terminar es el principal elemento del alma del jefe (NOTA 7.)  

39. Mandar es servir: servir a Dios, en cuyo nombre se manda –porque toda autoridad que no se funda en El es al fin ilusoria y usurpada; servir a los que uno manda, que sin jefe estarían en peligro de ser rebaño sin pastor; servir a la causa que nos sobrepuja y merece adhesión, obediencia y, si es preciso, el sacrificio propio.     

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40. ¡Hermoso oficio es el de jefe! Pero es también algo más que un oficio, es una vocación, un llamamiento, una como predestinación; porque “toda autoridad viene de Dios”, lo que sitúa a quien desempeña función de jefe como intermediario entre Dios y sus subordinados. El texto escritural no adminte restricciones ni reservas. Se es jefe “en nombre de Dios”, y únicamente para realizar en los otros hombres una imagen más semejante a Dios, ayudándoles a hacerse más hombres, haciéndoles adquirir conciencia de su dignidad de criaturas divinas, ayudándoles a poner en práctica los dones que tienen providencialmente recibidos (1)  

41. La autoridad es un servicio, pero un servicio magnífico. Consiste, no en acariciar caprichos individuales, sino en obligar a la nación a ejecutar lo que la naturaleza y la conciencia exigen de ella (NOTA 8.) 

Además, hasta cuando el jefe resiste a la opinión extraviada y cuando somete la nación a duros y necesarios sacrificios, no es un déspota. Sirve, aunque como servidor animoso y leal. 

La nación no debe reclamar sino seguirle. Y le seguirá, pues verá claramente que el jefe, a pesar de la rudeza, o mejor, por su misma rudeza, no pretende mandar hacer simplemente lo que quiere, sino lo que ella quiere de veras como nación y no como lucha de egoísmos.  

42. “Sirviendo” manifiestamente el bien común, el jefe, a su modo, da ejemplo de obediencia y, además, hace presente a toda mirada lo que legitima y exige la obediencia: el bien común impuesto por la naturaleza y por Dios (1). 

43. El jefe es el que manda; también es el que asume resueltamente y a la vista de todos lo más penoso de la obediencia.    

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El jefe no decide arbitrariamente; su regla es buscar resonancia en lo más hondo de sus dirigidos. El jefe es quien orienta y ayuda; alegrándose los subordinados al pensar que el jefe no está más que para ayudarles a querer.  

44. Basta, para que la autoridad aumente, ejercerla conforme a su naturaleza; es decir, sirviendo al bien común. 

Que en el jefe el individuo quede absorbido de algún modo y desaparezca en la función. Esta desaparición varonil y denodada confiérele un prestigio y una fuerza que ninguna guardia proporciona. Llegando a ser personaje público, pero de manera clara y visible, elévase por su mismo servicio por encima de los mezquinos egoísmos. Su voz resuena de modo diferente que las demás: es la voz de la conciencia moral buscando el bien superior colectivo. Entonces las decisiones parecen más fuertes por la voluntad de Dios.  

45. La autoridad está ligada, sobre todo, a la existencia y a la conciencia de una misión superior, de la que está encargado el jefe, no para provecho suyo, sino para el bien de los que conduce y cuya responsabilidad asume. El jefe no manda por placer, desde fuera, como lo hace el amo que manda a esclavos y saca un provecho del trabajo de los otros, no; antes bien, para conducir una comunidad mediante una ingeniosa ordenación de medios a la completa realización material y a su más elevado valor moral.  

Su misión le domina como una vocación, le pertenece. Su comunidad es la que le posee. El es de ella, para hacerla llegar a ser todo cuanto puede, todo cuanto debe ser. El sirve. Y si está compenetrado de la idea de su misión, obsesionado por esta vocación, consagrado a este servicio, entonces, y sólo entonces, es un jefe (1). 

46. Desde luego, jefe no es el que anima, persuade, arrastra, convence, sino el que manda en nombre de la autoridad de que se halla legítimamente investido, y para él es ésta la más noble manera de servir. Su misión es un verdadero servicio social.  

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 47. Mandar es servir. El jefe para el servicio de la

comunidad, sin que esto quiera decir que ha de estar a sus órdenes: éstas, con demasiada frecuencia, no son sino la expresión de sus caprichos o de sus fantasías, cuando no el fruto de sugestiones extrañas más o menos interesadas.  

Razón hay para decir del jefe que debe ser el intérprete del bien común; esto, empero, no significa que él deba ser el intérprete de la voluntad general. Esta, dadas las variaciones de sensibilidad propias de la psicología de las multitudes, con mucha frecuencia no es otra cosa que la inconstante opinión pública, en contradicción frecuente con el verdadero bien superior del conjunto. 

El jefe no es un simple delegado de la comunidad, sino su guía en la persecución de sus mas altos fines. Aun si está elegido y designado por sus iguales, la autoridad de que es depositario le da derecho de mandar, sin que cada vez tenga que emplear para hacerse obedecer la persuasión y argumentos personales. 

48. Un jefe está poseído del sentimiento de la responsabilidad. Tener el sentimiento de la responsabilidad no significa que se tema un castigo si no se cumple la obligación. Un jefe de verdad jamás piensa en las sanciones en que podría incurrir de parte de otros jefes superiores a él en la jerarquía. 

Pero estos hombres que él tiene no quiere que sufran inútilmente; no quiere que sean injustamente castigados; no quiere que estén privados del poco bienestar que pueden tener. 

No quiere que anden tres kilómetros de más porque las órdenes han sido mal dadas. No quiere que después de una larga etapa anden errantes por el pueblo a que acaban de llegar sin saber en dónde han de dejar la mochila, sin tener paja para tenderse, sin tener, si es posible, la sopa caliente que les conforte. 

Piensa en todo, todo lo vigila, no va ni a comer ni a descansar hasta que todo está en orden. Una cosa hay en que no piensa, es en su propio cansancio. Si no es el esclavo de sus superiores, es el esclavo del deber de protección que tiene para con los suyos. Este sentimiento de la necesidad de los otros, muchas veces le hace capaz de trabajos que parecen superiores a las fuerzas humanas (1).

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IV. - Lo que hace el jefe.

  

49. Lo que da al jefe el derecho de mandar no es directamente su capacidad; es el mandato auténtico que ha recibido; es el mandato auténtico que ha recibido. Más no llevará eficazmente su visión de jefe en bien de la colectividad si no desarrolla en sí la cualidad que hagan digno del título de jefe.

  

50. El ejercicio del poder es la prueba en la que los faltos de las cualidades constitutivas de los jefes se manifiestan pronto frívolos y provocan, en los que deben conducir, la terrible tentación de tratarlos de usurpadores.

  

51El jefe verdadero se da a conocer en que cerca de él se experimenta una impresión casi física de fuerza y seguridad, y que se siente uno pronto a seguirle en todas partes a donde le pida. “Con él nos hubiera hecho ir hasta el fin del mundo”, decían los veteranos de Napoleón.   

52. Cerca de sus hombres, amándolos tanto por ellos mismos, seres de carne y sangre, creados a semejanza de un Dios, en quien Patrich Arbois creía en toda su alma, como por que ellos disponían, cada cual por su parte, de una partecita de la fuerza de la patria, el joven oficial, de año en año, había adquirido esta experiencia humana, hecha de benevolencia y fuerza, de comprensión y de prudencia, de rigidez y de tacto, sin la cual no hay verdadero de jefe (1).  

53. La confianza en un jefe es una consecuencia directa de la admiración y de la seguridad que inspira; pero la admiración y seguridad, para ser duraderas, han de estar merecidas por las cualidades intelectuales y morales que forman a los verdaderos jefes.

 

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 54 El verdadero jefe es el que es admirado, amado y

seguido. Se le admiraba: se confía en él, se reconoce su competencia , sus cualidades, sus cualidades, su valor, sábese que con él ni se extravía uno ni jamás se queda sin salida. Se le ama: hay confianza en si desinterés, en su espíritu de servicio y se sabe que para él cada uno de sus encomendados vale por una realidad, mejor dicho, vale por una persona y por eso se puede él contar con cada uno. Se le sigue: su palabra, su presencia, su mirada, hasta su recuerdo, son otros tantos estímulos. Se está dispuesto a sacrificarse con él, o también por él, en servicio de la causa que él representa.

  55 El ejercicio del mando es otra cosa que el llevar una insignia,

el derecho al saludo de parte de algunas categorías de funcionarios, y como argumento supremo, el derecho a castigar. Se supone actividad extrema, un permanente don de sí mismo, el cuidado de realizar, el de las responsabilidades, un sincero y profundo amor de los hombres, una perfecta dignidad de vida.

  56 Muchos jefes revestidos de mando, que ostentan uniforme y

galones, no tienen autoridad alguna. La eficacia de los gestos de verdad jefe no depende del traje, sino que brota de su persona de su cuerpo, de su alma. El desgaste del traje no hace que desaparezca el prestigio, pero sí el desgaste del alma.

  57 El jefe debe estar siempre en todas partes presente. La

presencia tiene una eficacia que con nada puede reemplazarse: el gesto la mirada, la voz el porte y los modales es lo esencial de un jefe y esto es por lo que se actúa. Por que en el jefe lo que importa es el hombre, y sus cualidades de hombre se manifiestan, primero y principalmente, en las cosas menudas. De una suma de cosas pequeñas nace la autoridad del jefe. Por ejemplo la atención que presta a un detalle que se impone.El jefe debe tomar las cuestiones una por una, y a los hombres uno por uno, para que su acción, en defecto de la persona, se desarrolle siempre y en todas partes por la

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posibilidad de sorprenderlos en todo momento, llegando de improviso sin causarle ansiedad, pero forzándoles a estar siempre a punto, de modo que se cree en ellos una conciencia, y una conciencia siempre alerta. Ahí está el secreto de los jefes, tan desemejantes como un Condé y un Turena.

 58.Lo que hace el jefe es la voluntad, el deseo, la necesidad de

actuar en los hombres para transformarlos, levantarlos y encadenarlos para algo más mejor.

  59.Jefe es cualquiera que ama de verdad a sus hombres:

descubriendo lo mejor que hay en cada y queriendo a toda costa acarrearlos a ponerlos al servicio del conjunto. Esto no se logra sin luchas, por que la ley de la pereza es una ley natural.

  60.Sólo el que está emocionado por la realidad humana, el que

está empapado de inmensidad de la vida, es digno de ser jefe. Y por falta de jefes de verdad nuestra nación se marchita. (1)

  61.El hombre satisfecho de lo que tiene y le rodea, el hombre sin

preocupación de cambio., sin deseo de ver el mundo de otra manera que como está, desde luego está falto de algo para llegar a ser jefe: todo lo más podrá ser un expedidor de negocios ordinarios.

  62.Para ser jefe se necesita lo que a cada grupo falta para

cumplir con lo que es su razón de existir, saber darle el completo a medida y según la necesidad, un vez recibido auténtico mandado, obrar en consecuencia.

  63.El temperamento de jefes es el que tiene vocación para

asumir no sólo su parte normal de responsabilidad y peligro, sino también las numerosas partes que millares de hombres descargan en torno de él. Es, primer lugar, un vicario; él no es un domador que esclaviza, ni un príncipe que humilla, ni un emboscado favorito.

  

 

Page 22: El Arte de Dirigir

 Ha de estar más despierto que los otros para ser el primero en advertir el peligro o la suerte; más perspicaz, para interpretar mejor los datos o antecedentes de la acción; más seguro de juicio; más pronto en la decisión, para que la acción estalle en el momento querido; más audaz en aceptar los peligros necesarios, para obligar a los otros a aceptar los suyos, más valeroso, para dominar las timideces circundantes; más perseverantes, para vencer la pérdida de tiempo y los obstáculos; finalmente, más resistente a la soledad, al mismo tiempo que más rico de calor humano. No se agranda esta vocación anegándola en un misterioso misterio. Todo el misterio consiste en su complejidad y en el raro equilibrio de cualidades diversas que exige. (1)                              

 (1) BUSSY-ROBIN. 

Page 23: El Arte de Dirigir

  

   

CAPITULO SEGUNDO 

   

CUALIDADES DEL JEFE   

 SUMARIO

   

 I. Fe en la misión.II. Sentido de la autoridad.III. Espíritu de decisión e iniciativa.IV. Espíritu de disciplina.V. Energía realizadora.VI. Calma y dominio de sí mismo.VII. Sentido de la realidad.VIII. Competencia.IX. Espíritu de previsión.X. Conocimiento de los hombres.XI. Benevolencia del espíritu.XII. Bondad de corazón.XIII. Respeto de la dignidad humana.XIV. Espíritu de justiciaXV. Firmeza.XVI. Ejemplo.XVII. Humildad.

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I. Fe en la misión   

64.El jefe que no tiene fe en la causa a que sirve no merece el nombre de jefe. Empero, no basta creer, es necesario hacer partícipes de su fe y entusiasmo. Se necesita que cada uno de sus encomendados comprenda su propia responsabilidad en la obra que se ha de realizar; corresponde al jefe hacer comunicar a sus hombres en el ideal de que está animado (NOTA 10)

  65. “La fuerza eficaz de un ejército dijo Marmont- no crece en

razón del número de soldados y de elementos materiales, sino mucho más en razón del espíritu que lo anima.”Esto es y resulta verdadero para todo grupo humano, sea el que sea. Infundir el espíritu, crear el clima, comunicar el fuego, es uno de los trabajos más principales de la misión del jefe.  

66.El jefe que no tiene fe en su misión no puede ser afortunado; esto en todo el significado de la palabra; no tiene en sí alegría, va de cara al fracaso.

  67.Un jefe abatido es un jefe ya batido. 68.Un jefe escéptico, con cualquiera forma de escepticismo,

elegante o cínico, es un destructor de entusiasmo, tanto en sí como en los demás.

  69.Nada más engañoso para el jefe y para los subordinados que

un escéptico “¿para qué?” o un descorazonante “no hay nada que hacer”. Reaccionar vigorosamente; todavía hay algo que hacer, todo puede servir.

    

Page 25: El Arte de Dirigir

   70.Cuando oigáis que alguien os dice: “No hay nada que hacer”,

traducidlo así: aquí todo está por hacer, pero yo no estoy en condiciones de hacer nada.

  71.No hay tarea inferior ni ser inferior, sino que lo que es inferior

es el cumplir mal la tarea (1).  72.La sola fe en la grandeza de la empresa y en las

posibilidades de realización despierta en el jefe las energías bastantes para excederse a sí y para arrastrar a los otros a seguirle.

  73. “Para llegar a la meta en cualquier cosa, la primera condición

es creerla posible”, decía Luis XIV.  74.La acción en común, sea la que sea, exige demasiados

sacrificios de intereses particulares, supone mucha y rígida tensión de fuerzas, disciplina muy prudente de libertades, para poder pasar sin fe, sin aliento, sin mística.

  75.Todo lo que vive, alienta; lo que no alienta está muerto.                 (1) PÉGUY

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    76.No se hace bien más que lo que se hace con pasión. El que

trabaja simplemente para ganar dinero y el que no siente la pasión del oficio, jamás será hombre de valía, menos aún de jefe.

  77.Todas las empresas humanas, las más humildes y las más

levantadas, las profanas y las sagradas, están sometidas a las mismas condiciones orgánicas. Creer, esperar, amar, son las virtudes necesarias a todo hombre que pretenda hacer obra viva y fecunda. Creer en lo que emprende y esperar el éxito; amar su trabajo y ofrecer a los hombres el fruto de su trabajo son las condiciones primeras y necesarias, sin las que ninguna empresa prospera.

 La inteligencia no puede proseguir el esfuerzo de construcción si no cree en la verdad y utilidad de la faena. El valor solo puede afrontar las dificultades cuando espera vencerlas. Finalmente, todos los resortes de la acción son tanto más frágiles cuanto son más violentos, como no vayan impuestos por el amor (1).  

78.El jefe que no ha logrado comunicar su entusiasmo por la faena común ordenada al bien común se parece al maquinista que quisiera hacer avanzar la locomotora sin vapor.

             (1) P. DONCOEU

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  79.El entusiasmo, ante todo, nace de una profunda convicción,

de un pensamiento bien madurado y que llega a ser tan obsesionante que impone la invencible necesidad de exteriorizarlo.

  80.Exígese, ante todo, a los oficiales, que sean hombres

convencidos y persuadidos; atrevámonos a decir la palabra: que sean apóstoles dotados, en altísimo grado, de la facultad de “prender el fuego sagrado” en las almas jóvenes: en esas almas de veinte años, dispuestas para las impresiones hondas y que una chispa puede encender para toda la vida, pero que también el escepticismo de los primeros jefes habidos podría enfriar para siempre (1)

  81.El ascendiente de los verdaderos jefes viene de la amplitud

de sus proyectos. El hombre tiene necesidad de extensos horizontes. Se ahoga en lo mezquino.

  82.El jefe que padece de timidez en el ideal jamás será

adiestrador de hombres.  83.Poca inteligencia, empleada por un corazón apasionado, irá

mucho más lejos que un genio manejado por un alma fría (2).  84.Hacer creer en su suerte, para un jefe es la mejor suerte.  85.El jefe que cree en su suerte se da un aire de seguridad que

descarta las veleidades de resistencia. No conoce la indecisión, tan dañosa para el éxito. Tiene la convicción de que triunfará, haga lo que haga, y así se encuentra al abrigo de las nefastas consecuencias del “esfuerzo revertido”. Obedece a su impresión instintiva, continuamente dictada por lo subconsciente, abundante en anteriores experiencias. (NOTA 11.)

   (1) LYAUTEY, Le Róle Social de l’officier, página 43.(2) MAUROIS. Dialogues sur le Commandement, pag. 116

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    86.La delicadeza de espíritu y la bondad de corazón serán nada

sin ese aire vivo, sin esa expresión animada que habéis de tener si queréis entusiasmar a vuestros encomendados.

  87.No seáis de aquéllos que al ver delante una media botella se

lamentan de que la mitad esté vacía.  88.Quizá hay en el mundo más pensamientos bajos y malos que

pensamientos levantados; pero el poder de un solo pensamiento de amor es infinitamente superior a un pensamiento de odio.

  89.El que tiene razones para estar descontento de sí, se piensa

está descontento de los otros.  90.¿Puede concebirse un jefe dormido, que no vigila? Sin duda,

hay cuidados de la responsabilidad, pero también hay sus exigencias y no es la menor el optimismo. (NOTA 12).

 

91.Los disgustados no hacen más que cosas bobas; los descuidados no hacen más que cosas oscuras; los pesimistas no hacen más que cosas muertas.

  92.Bien sé yo que algunos pretenden que sean reclutados los

optimistas casi exclusivamente entre los imbéciles, y una parte entre las gentes que quizá no son del todo imbéciles, pero que al menos lo son a sobrehaz. Evidentemente, esta tesis puédese ensayar y probar pero también puédese probar que es mucho más sagaz, cuando es posible ser optimista que ser pesimista. La hermosa se crece viendo el lado feo de las cosas; la hermosa se crece pudiendo decir, cuando un siniestro acontece: “Lo había predicho.”

 Cada cosa, cada acontecimiento, tiene, cuando menos, dos caras: una hermosa y una fea. ¿Por qué mirar la fea y no, por el contrario, contentarse con mirar la hermosa? 

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    ...En la vida hay que ser optimista: los pesimistas no llegan a nada; reflexionan siempre, se preguntan siempre con qué pie han de bailar, y esperando, esperando, jamás bailan.Hay que ser optimista, en absoluto optimista (1)

  93.El mundo no será en verdad feliz sino cuando todos los

hombres tengan alma de artista; es decir, cuando todos tengan gusto en su ocupación, comprendiendo la hermosura y la bondad (2).

  94.El jefe dinámico es el que, teniendo fe en su misión, cree en

el éxito de su causa, saca de los menores acontecimientos toda la parte favorable y no se deja abatir ni por la contradicción ni por la falta de éxito.

  95.El jefe jamás se espanta de tener contratiempos,

contradicciones, dificultades. 

Cuando un desagradable suceso acontece, ¿es el primer movimiento de queja, de dolor, quizá de encolerizarse? Otro tanto de energía mal gastada. Lo mejor es mirar fríamente la situación y decirse: ¿Qué podría hacer yo para que este duro golpe sea el punto de partida de alguna cosa mejor? ¿Cómo me las ingeniaré para rebotar y transformar este disgusto en ventaja? Hasta cuando no se ve la solución inmediata, el hecho de reaccionar positivamente constituye la mejor actitud para limitar los daños. Hay tejas que sirven para construir; hay pepitas que son simientes. 

96.El jefe, con toda humildad y verdad, ha de tener cierta dosis de confianza en sí mismo: confianza razonable, no presuntuosa, por la realidad de sus talentos y posibilidades. Porque ser humilde no consiste en decir: “nada tengo, nada soy”, “nada puedo”, pues la conclusión es obvia, “no hago nada”, sino en decir: he recibido un número de talentos. No tengo el derecho de gloriarme en mí mismo; antes tengo obligación de desarrollarlos y explotarlos en beneficio de los demás.

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    97.El jefe es el signo sensible de la autoridad.  98.El jefe ha de tener concepto elevado de su misión de jefe en

cualquier grado que este puesto representa la autoridad; tiene obligación de hacerla respetar en su persona.

  99.Haciendo respetar la autoridad, el jefe sirve a la colectividad

humana a cuyo frente está puesto.  100. Importancia de la autoridad del jefe para la eficiencia de la

tropa: “Tropa bien mandada, menos instruida, vale más que tropa más instruida, menos manejable”, decía Lyautey (1).

  101. La autoridad es un depósito que tiene confiado; no tiene

derecho para dilapidarlo. La autoridad es una fuerza; no tiene derecho para malgastarla. La autoridad es una partecita de la majestad divina; no tiene derecho para hacerla despreciar.

  (1) Du róle social de L’officier.   102. Un jefe bueno de niño, bueno de muchacho, no tardaría

en dejarse caminar por sus huellas de bonachón. Más por encima de la persona está el principio de autoridad, que resultaría lesionado con el mayor perjuicio del grupo entero.

  103. El jefe que no inspira respeto no es digno del puesto que

ocupa. Y para hacerse respetar es necesario ser respetable, no sólo en el ejercicio de la función, sino en toda la vida.

  104. Grandeza y servidumbre del jefe: el jefe está

comprometido por la causa a que se entregó y por el grado en que sirva a dicha causa. El jefe no tiene el derecho de decaer del rango; toda falta, aun las privadas, es una disminución de prestigio para el ideal que representa.

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   105. Depositario de una porción de autoridad, el jefe no tiene el

derecho de abdicar; debe al interés general el hacer respetar la autoridad.

  106. Los hombres no apetecen la complacencia de una

autoridad débil; pero están satisfechos encontrando uno que sea fuerte y en quien puedan apoyarse; la firmeza varonil los asegura; la debilidad complaciente los hace desconfiados y por fin les disgusta (1).

  107. El bien común marca exactamente los límites de la

autoridad de un jefe; pero, a la vez, le da la fuerza y el ascendiente. La conciencia de que se habla y se obra en nombre del bien social, comunica al superior esa firmeza inflexible y esa seguridad, sin las que no es de verdad jefe. Como dentro de los límites del bien común verdaderamente hay una autoridad, es decir, poder de unir y de obligar; no usar de ella, o hacerlo con mano débil, sería traicionar al bien común, permitiendo hacerse molesto el vigor imprescindible del derecho.

   

108. Firmemente creo no haber jamás observado que las gentes se hayan quejado de tener impuestas cosas difíciles, siempre y cuando hayan estado bien mandadas.Al contrario, a la falta de ordenamiento suceden las más terribles revueltas. Yo me pregunto si lo que con el nombre de libertad reivindicaron tan energéticamente nuestros padres era otra cosa que el derecho a ser bien mandados (1).

109. Por ningún pretexto puede un jefe rebajar en su persona la noción de la autoridad: que no es ella un privilegio personal, sino la forma especial, eminente que reviste su <<servicio>>. Dejarse arrastrar hasta la camaradería, el traicionar a su misión; así perdería con el prestigio la confianza, que es la condición indispensable de su actuación.

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Como el padre de familia en quien el amor no excluye el vigor, así manda el jefe (2).

(Nota 14.) 110. En la medida posible el poder del jefe es prevenir el descontento y poner remedio a las injusticias antes de cualquier queja. Para conseguirlo a de guardar contacto con aquellos que manda. Exponga, pues, su persona.Vaya a las trincheras, si es genera; lléguese a la fábrica con los obreros, si el patrón; el mandar nunca es un privilegio, es una carga.Necesario es que el jefe tenga un poco de imaginación y que, esforzándose por tener presente la vida de todos, ahorre a los que están a sus órdenes sufrimientos y molestias evitables. El secreto de ser amado es amar – y saber el oficio mejor que todos -. Los hombres aguantan ser mandados, y hasta desean serlo, con tal de ser bien mandados (1). 111. Jefe es quien sabe tener autoridad y tomar responsabilidad. De ningún modo es necesario que tenga plumas en la testa, ni entorchado en todo el cuerpo; ni tampoco que tenga diplomas o grados universitarios. Pero es necesario que tenga carácter y deseable que tenga imaginación. Es necesario que sea bastante sagaz, para saber rodearse de consejeros, y bastante seguro de juicio, para tomar decisiones por sí solo (2). 112. El jefe sabe perfectamente que no tiene la ciencia infusa: necesita informarse, documentarse aun de sus subordinados, que muchas beses están más en contacto con las realidades y dificultades inmediatas.Mas al oír sus advertencias no debe estar nunca sujeto por nadie. El soviet o consejo es el embrollo. Diligente en buscar luces, un jefe de verdad no busca por ningún lado apoyo. Muda, sí, de parecer; no consiste en comprartir responsabilidades. Repetidas veces Napoleón, en el Memorial, explica lo que fue en orden a esto su propia práctica. Escuchaba a todos, provocaba las advertencias, se hacia presentar memorias y oía a cada uno le hablase con toda libertad. Después de eso decidía él solo.

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 113. Para un jefe la mayor desgracia es temiendo de hablar y actuar como jefe.  114. Cuando un jefe llega a olvidar su condición de jefe, los subordinados tienen buen cuidado de olvidarlo también.115. El jefe debidamente constituido no tiene porque excusarse del rango de superior, no tiene que mendigar de la obediencia. Mande sin arrogancia, pero mande. Guarde su puesto sin orgullo, pero guárdelo. La falta de autoridad es mucho más perjudicial a la colectividad que no el exceso. 116. Jefes hay que por deseo de popularidad o por pueril igualamiento ha tenido por bueno practicar ilimitadamente el no oponerse y vencer; pero han provocado la incuria, el desorden, la ruina, la derrota. 117. Cuando por falsa humildad, por reparo de las responsabilidades o por miedo a molestare, el jefe vacila en tomar una decisión en hacer respetar su autoridad , prepara un estado de anarquía cuyas víctimas serán él mismo y sus subordinados . 118. Hablábase cierto día a san Tomás de Aquino de muchos posibles candidatos para el cargo de superior._Fulano es un sabio._Que nos enseñe_ respondió Santo Tomás._Zutano es un santo._Que ruegue por nosotros._Mengano es un jefe._Que se ponga al frente y que nos mande.         

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 III.- Espíritu de decisión y de iniciativa 119. Puédense tener cualidades excelentes y no tener disposición más que subalterno; lo que revela al jefe es la iniciativa y el valor de las responsabilidades. 120. El hombre que <<asume las responsabilidades>> es aquel que habién-dolo pesado todo y examinado con frialdad, ha visto los peligros, ha contrapesado esto con los resultados y ha juzgado que el sobrepuja en mucho al riesgo y después ha decidido marchar (1). 121. El jefe que tiene miedo de las responsabilidades y que limita sus ambiciones por las cosas fáciles y ordinarias, siempre se hallará falto de inspiración para animar a los demás.  122. Una oportuna decisión, aunque imperfecta, seguida de tenaz ejecución, es mejor que la espera indefinida de una resolución que o nunca o muy tarde será ejecutada. 123. He aquí lo que Pedro de la Force escribió de la mentalidad de los ministros que rodeaban a Luís XVI: <<Intimidaba la preocupación de no moverse más que siguiendo la costumbre, y parecía que todo intento marcado con fuerte sello personal tuviese aire de originalidad peligrosa; si una atrevida iniciativa osaba presentarse, interponíase la etiqueta , que hacia lentas todas las cosas, y los pareceres para llegar hasta el señor pasaban por tantos trámites que entre tanto la ocasión se había escapado..>> Sabido es a qué catástrofe condujeron esta timidez afectada y este conformismo paralizador. 124. Para un jefe nada hay mas pernicioso que la impotencia para decidirse La voluntad incapaz de determinarse a aceptar o rechazar un proyecto vacila perpetuamente. Cierto que antes de decidirse a de proceder un examen leal y concienzudos de las soluciones presentes; pero querer

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encontrar la solución perfecta y del todo adecuada es una quimera. En este sentido, decisión es mejor que precisión, porque de la constante oscilación del jefe nace el enervamiento, de los colaboradores, la inquietud de los operarios, sin contar las pérdidas del tiempo y de dinero; y al fin, el jefe indeciso, so pretexte de evitar la precipitación, provoca nuevas complicaciones. 125. Jefes es todo aquel que para estar siempre pronto para obrar, ha adquirido buenos reflejos, porque la vida es una suma de decisiones pequeñas, y la, fidelidad a estas decisiones animas dispone al jefe para tomar las grandes en el momento mas imprevisto. 126. Un jefe jamás debe quedarse pasivo o inactivo, pues si no trata de dominar los acontecimientos será por ellos dominado. <<La alegría del alma está en la acción >>, ésta era la divisa de Shelly, que Lyautey tomó por suya. .En verdad podría decirse que la salvación del jefe está en la acción. 127. El jefe que espera órdenes o tiempos mejores para actuar no es un verdadero jefe. 128. El jefe ha de saber tomar iniciativas, y para esto tiene que ser enemigo de la rutina, de los caminos trillados de las fórmulas estereotipadas. Nada ha producido mayor daño en multitud de jóvenes dotados de disposiciones para ser jefes que un funcionalismo que, poco a poco, les causa esclerosis. Ahora bien, para tener iniciativas hay que conservar el alma joven y ágil, no temer a la imaginación, pues según la fórmula de Maurois en los diálogos sobre el mando, <<el territorio de lo posible es de es de superficie elástica>>, y del jefe depende el dilatarla o el contraerla. 129.Las dos nociones de responsabilidad y de autoridad están estrecha-mente relacionadas: no andan solas si no en función mutua una de otra. No puede haber responsabilidad más que donde hay autoridad, por que para estar obligado a responsabilidad

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es necesario estar en condiciones de responder. Y, al revés, no podrá haber autoridad sino allí donde haya responsabilidad, porque una autoridad responsable seria una locura, un absurdo. La autoridad debe crecer con la responsabilidad. 130. La iniciativa puede muy bien consistir, no en tomar el jefe por sí mismo determinaciones que son competencia de un jefe superior, sino en dar las ordenes impuestas por la situación. 131. Los beréberes tienen un proverbio:<<Escoge y ganarás.>>Y ¿si no hay razón de escoger? No importa: escoge o tu ruina es segura (1). 132. La capacidad de decisión es una cualidad especifica del mando. Si el jefe esta desprovisto de ella se paraliza el negocio; y sí por lo contrario, la toman sus colaboradores tenemos la anarquía. 133. Hay que tener un temperamento ávido de responsabilidades. Las decisiones hay que tomarlas antes de que nos sean impuestas; conviene ir delante de las responsabilidades (2). 134. Es jefe nato quien concibe con entusiasmo lo que se ha de hacer; decide con prontitud y arrastra a los otros por la prontitud de su elección. 135. Mejor es tener pocas ideas y ejecutarlas que tener muchas y no ejecutar ninguna.  136. La obediencia no será alegre y confiada cuando el jefe sabe lo que quiere y lo que quiere con energía; es decir, cuando manifieste espíritu o ánimo decidido.Nada es tan nocivo a la autoridad como aparecer vacilante, andar buscando salidas o retroceder. A la vez se asesta un golpe a la admiración debida a la superioridad del jefe y a la tranquilidad y reposo legítimo de los subordinados.

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137. ¿Habéis observado alguna vez a los choferes en las encrucijadas? Delante, el conductor con determinación señala la dirección y se mantiene en ella; los demás, profundamente, hacen lugar. Cualquier vacilación es entonces 100 veces más peligrosa que la audacia (1). 138. La obediencia pasiva no es nunca el rebajamiento de un hombre delante de otro hombre. Es la voluntaria desaparición de un individuo ante una función. Cuando yo me pongo delante del coronel, ¡ atención ¡(con vivo placer, os lo aseguro ), no es delante de un hombre de quien choco los tacones. Es ante un principio la autoridad que juzgo útil y respetable, y sin el cual las sociedades humanas, nodrizas de vuestra preciosa libertad, jamás habrían existido (2). 139. La decisión es la solución de un problema, cuyos datos, como vivos y humanos, son complejos y delicados; de un problema nuevo al que no satisface ninguna solución del todo acaba. Ante todo, hay que conservar la atención de estos datos, observáramos, estudiarlos, purgarlos de cualquier prejuicio, detallar, pedir referencias precisas y contrastadas, ser imparcial con respeto a sus propios pensamientos. Mas luego de tomada la decisión, hay que seguir con energía hasta la ejecución.                

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IV.-Espíritu de disciplina  

146. La mayor parte de los jefes tienen que obedecer a otros superiores tanto como mandar a los inferiores. A los que están por debajo de ellos débenles el ejemplo de respeto y obediencia a sus propios superiores. 

147. El verdadero jefe se esfuerza por penetrar el pensamiento de los superiores y concilia la independencia y originalidad de sus proyectos personales con el respeto de las órdenes legítimas. Extralimitarse no sólo es personal insubordinación, sino un desorden tanto más grave cuanto que es responsable de una colectividad. 

148. Discutir las decisiones del superior jerárquico siempre es pernicioso, porque las más de las veces la discusión está fundada en el vacío, sin tener los elementos necesarios de juicio, y determina en los subordinados una vacilación en la obediencia, suficiente para hacer fracasar los planes mejor combinados. 

149. Sólo el comenzar la ejecución leal de una orden permite juzgar la importancia real de las dificultades que nuestra nativa pereza y el miedo de ser atropellados en nuestra rutina han muchas veces exagerado a placer. 

150. La crítica deprime la moral: ataca al valor de los individuos; introduce en los grupos la incertidumbre y el desacuerdo, y rompe la unidad de plan de acción. 

151. Aunque investido de una autoridad, cuyo principio se remonta hasta Dios, el jefe, con todo, quédase hombre. Y porque es hombre no puede no tener en sí alguna imperfección.

Cierto; el jefe tiene la obligación de valorizarse incesantemente y de todos modos, para estar a la altura de su misión y ser merecedor del mando. Sus subordinados, empero, y sus colaboradores principalmente, quienes al vivir cerca de él pueden con más facilidad descubrir los puntos débiles, han de tener cuidado de no dejarse hipnotizar por ellos. Serían ellos mismos las primeras víctimas del desprestigio del jefe a sus ojos.

Se ha de creer en el jefe, para estar prontos a seguirle hasta el fin, y es necesario que el jefe sienta que su equipo cree en él, para que tenga el valor de pedir a los que le rodean los esfuerzos y sacrificios que los llevarán a todos a la victoria. 

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152. El jefe verdadero atenúa las faltas de los superiores, cuando se dan, sintiéndose satisfecho de manifestar a los subordinados que todo el éxito es debido al jefe responsable. 

153. Cuanto de más alto viene la crítica, tanto más daño puede causar. Un jefe que critica a su superior delante de los subordinados arriesga a perder su influencia y a ver pasados por el tamiz sus propios métodos. En realidad, lo moral descansa en lo legal, en la fidelidad para con los jefes. 

154. La disciplina no es fecunda más que a condición de ser alegre y activa. El simple conformismo pasivo, tímido, el vago temor de los reproches o de las sanciones, están desprovistos de verdadero valor social. Lo que hace consentir la disciplina ha de ser una poderosa sensación del interés común, del honor común, de la obra o empresa común.

Entonces la disciplina no peligrará en suprimir o debilitar las iniciativas (1). 

155. “Ser disciplinado no quiere decir callarse, abstenerse o no hacer más que lo que se cree poder emprender siguiendo el arte de evitar responsabilidades, sino más bien actuar en conformidad con las órdenes recibidas, y para ello encontrar en su invención, en la consulta, en la reflexión, a posibilidades de ejecutar las órdenes, y en su carácter, energía para salvar los peligros que van unidos a la ejecución” (2). 

156. Para un jefe, disciplina no es lo mismo que ejecución de las órdenes recibidas en cuanto que parecen razonables, convenientes y aun posibles; disciplina significa que ha abrazado completamente las ideas del jefe que dio la orden y que hace todo lo posible para cumplirlas. Disciplina no quiere decir silencio o abstención para no hacer nada más que lo que os parezca posible sin comprometer; no es el arte de zafarse a las responsabilidades; por el contrario, es actuar en el sentido de las órdenes recibidas (1). 

157. Si el jefe subalterno se contenta con unir su voluntad con la del superior, si no llega hasta conformar su juicio con el juicio de aquel a quien está sometido; si no tiene para con él la confianza absoluta y la docilidad de una “desposada”, la armonía del “hogar”, de la autoridad, será precaria, con detrimento del fin buscado en común (2). 

158. La disciplina no apunta a matar la personalidad, sino regular y coordinar los esfuerzos. 

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159. El aumento de disciplina se traduce siempre en aumento de bienestar, lo mismo que el desarrollo de la energía en un suplemento de fuerza. 

160. En todos los grados de la escala social, lo mismo en la vida familiar que en la profesional, se impone, de un lado, la restauración del sentido de la autoridad, y de otro, la reeducación del espíritu de disciplina.

“La disciplina –dice un antiguo proverbio militar- es la fuerza principal de los ejércitos”. También es la fuerza principal de una nación que quiere no perecer. Un resurgimiento nacional pide la colaboración y adhesión de todos.

Habrá, quizá, muchos caminos para salir de un bosque. Pero el que se ha de seguir es el escogido por el jefe debidamente nombrado. Teóricamente podrán, quizá, imaginarse mejores, pero, de hecho, el mejor será el que haya indicado, y precisamente por haberlo indicado. Si cada uno, guiado por su fantasía o por sus instintos, tira por su lado, seguiráse la neutralización de las fuerzas del grupo y pronto también la desaparición del grupo como tal.

Además, un jefe posee elementos de información ignorados de los súbditos. Una vez tomada “en junta” la determinación, ha de tener certeza de que se seguirá, pues no es posible aplicar sus facultades de jefe para el bien general sin no tiene absoluta seguridad sobre este punto.

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V.- Energía realizadora  

161. El jefe no ha de contentarse con tomar una decisión; la decisión tiene que “encarnarse en la realidad”. Lo que cuenta no es la orden dada, sino la orden ejecutada. 

162. Jefe sin energía no puede ser jefe. No se trata de una energía brutal, sino de una energía ejecutiva que proporciona el esfuerzo con el fin que pretende obtener, que mira siempre las posibilidades para que no se encuentre sin aliento en el preciso momento de tomar una cota. 

163. El jefe ha de tener razón resistente; no debe acobardarse por los primeros obstáculos; conoce el lema “a hombre valiente nada es imposible”, y conforme al dicho de general Clément Grandcour, “el verdadero jefe, civil, o militar, espiritual o temporal , saca posibles de lo imposible; en eso mismo se le reconocerá.  164. Nada se obtiene sin trabajo , y el hombre activo no tiene que sorprenderse de encontrar dificultades. Estas pueden nacer de sí mismo , y no sen estas las menos duras de resolver . Pueden también nacer de los subordinados o las mas de las veces, de parte de aquellos que deberían de serle sostén y apoyo.Asimismo pueden venir de las circunstancias y de la misma naturaleza de las cosas. El verdadero jefe acepta siempre lo irreparable y, como lo decía Lyautey ,<<el se las arreglará<<.  165. El jefe espera las dificultades, aunque no se deja hipnotizar por ellas . Previstas o imprevistas, forman parte del programa.  166. Las dificultades se presentan para ser vencidas. Para un jefe las dificultades no son barreras que le detienen, sino trampolines que le dan ocasión de excederse al obligarse a sobrepujarlas.  167. Un jefe, aun siendo muy flexible y <<realista<< , no ha de cambiar con mucha frecuencia de dirección. Los cambios demasiado frecuentes inquietan a los subordinados y les quita la confianza. 168. El éxito depende de la perseverancia y tenacidad en la ejecución todavía mas que de la habilidad de la concepción.

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  169. El don del jefe es el don de la fuerza , pero entendiendo <<por alma fuerte no solo la que conoce las emociones fuertes, sino más bien aquella cuyo equilibrio no turban las fuertes emociones<<, según decía Foch.  170. No hay acción sin riesgo , pero quien nada arriesga nada tiene. Hase de pesar el riesgo, probar de disminuirlo ; pero, según el reglamento de marina , <<se ha de correr con ánimo valeroso y resuelto<<.  171. El esfuerzo es la única fuente segura de libertad y de ideal contra la anarquía interior de los instintos y apetitos egoístas. Quien salva el esfuerzo, salva la personalidad y, por lo mismo salva la comunidad.  172. Cualquier cosa que hagáis en la vida , hacedla con el mayor vigor posible (1).  173. Nadie puede ser verdadero jefe sino sabe triunfar de los obstáculos excepcionales, y no triunfara si no da muestra de una voluntad excepcional.Ahora bien ; nada exige mayor grado de voluntad ; nada ejercita más las facultades que el mandar a las pasiones, a los deseos vehementes , al mismo exterior, reprimiendo todo gesto inútil o excesivo de alegría, de dolor , de espanto, de entusiasmo , de horror ; a la fisonomía que se sabe conservar impasible en presencia de las mas grandes angustias.

Todo esto forma el dominio de sí mismo y esculpe en el rostro rasgos austeros y le comunica ese aire a la vez inseguro e inexorable que obliga a la obediencia; pues quien es inflexible para con sus debilidades , ha de serlo para con las de otros. Quien sabe imponerse a sí mismo , sabrá desafiar la resistenciade los subordinados . Es decir , el completo dominio de sí mismo prepara la autoridad (2).  174. La menor resistencia exige alguna firmeza y tenacidad.  175. ¿E inteligencia? Ciertamente , se necesita. Pero sobre todo , voluntad :voluntad fija, que no se desparrama . Todo está en esto : querer...Aún con mediana inteligencia , quien encausa toda su voluntad hacia un hito concreto y persevera con ánimo constante , está seguro de alcanzarlo. Tomad una idea , fijadla como otra estrella polar , caminad con los ojos clavados en ella . No se llegua a

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triunfar más que por el trabajo encarninado y bien dirigido(1).(Nota 16).  176. Solo los atrevidos realizan. Solo los que organizan tienen éxito.Muchas veces lo que puede parecer <<suerte<< o <<acaso<< no es si no un triunfo de un largo trabajo de preparación y de empeño de llegar.  177. La acción no es otra cosa que una incesante adaptación de sí mismo y de lo que arrastra la vida a un fin visto con claridad y buscando con tesón.  178. Cualquiera que sea el ideal que anima al jefe, hay horas en el que el trabajo cotidiano puede hacérsele pesado. Es hombre y siéntese por una atmósfera de tedio con sus puntas de amargura : tan ingratas resultan muchas veces las condiciones de trabajo.Recuerde entonces que ningún esfuerzo es pedido y que ningún fracaso es definitivo.   179. Pálpese que el jefe no se no se decide sino por motivos muy elevados , por obligación , por el bien de todos , olvidándose de sí mismo , y , además, con dominio de sí , de sus emociones , de su capricho y de su ingenio. Nunca turbado , nunca sorprendido , nunca desconcertado . Pero pálpese también que, una vez tomada la decisión, nada hará doblegar su voluntad , y que si tiene el alma bastante grande para reconocer sus yerros y para corregir sus miradas, tiene el alma demasiado grande para no asegurar las obligaciones necesarias , aun a costa de su paz (1).  180. Todo jefe tiene que prepararse para una vida dura , física y moralmente con mezcla de éxitos y reveses, de alegrías y desengaños, de apoyos y dificultades ; mas quien se renunció a sí mismo para entregarse a la empresa no se dejará arredrar por esta perspectiva , ya que el tiene otra en su corazón : la de la fecundidad invencible de su acción, que trasciende las apariencias. En esta fe es en donde encuentra la escondida fuente de sus mejores energías. 181.-Para tener calma ha de haberse tomado la costumbre de jamás dramatizar las cosas, y según la fórmula de Foch: “No tomar por lo trágico las cosas sencillas y simplificar las cosas trágicas.” 

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182.-El jefe que quiere ser digno de mandar debe comenzar por hacerse capaz de mandarse a si mismo. Sin dominio de sí propio nadie puede pretender el dominio de las cosas, y menos todavía el de las personas.

 183.-Toda la persona del jefe ha de irradiar una

impresión de serenidad, a fin de que sientan seguridad todos los que le rodean.

 184.-La menor señal de inquietud , de depresión y “a

fortiori“ de perturbación, que estando solas no tendría graves consecuencias, puede tener repercusiones irreparables en el grupo que mandáis.

 185.-Un jefe no conoce el miedo, o si lo conoce, nadie

ha de saberlo. El debe dar la impresión de que será en todo y siempre superior a los acontecimientos, según la fuerte expresión de La Varende. Con los reflejos abolidos, dominada la naturaleza y, si hay necesidad, cómico del valor, acepta todos los peligros siempre que su aparente sangre fría asegure a los suyos y les evite el pánico, que en la guerra es el peor de los peligros.

  186.-Por instinto, en los momentos de peligro se mira la

cara del jefe: si se sorprende en el desasosiego o angustia, esta impresión se refleja en la colectividad con un coeficiente tanto mayor cuanto mayor es la estima del jefe y la confianza de poder contar con el.

  187.-Uno d los generales de Verdun, que aguardaba en

su puesto de mando las noticias del ataque y no podía saber sino lo que migajas le comunicaba el teléfono, nota: “La inquietud me devora, la angustia me tortura y, no obstante, si quiero conservar mi prestigio, irradiar confianza, he de presentarme a los ojos que me preguntan a hurtadillas, con una cara imposible. Mi gesto debe ser sobrio, mi voz firme, mi pensamiento claro. No conozco prueba mas dura y, a la vez , mas decisiva para la voluntad del jefe”

  188.-La calma en seguida causa la impresión de una

voluntad que sabe lo que quiere y que no consentirá desviarse del blanco. Una mirada sosegada y tranquila es bastante muchas veces para inspirar una como seguridad a los indóciles: entonces sienten por instinto que no tienen ellos la ultima palabra.  

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189.-Todos los que han estado en la guerra recuerdan la inquieta mirada de la tropa hacia el oficial que manda en momentos difíciles la calma o el alegre disimulo de un joven jefe de sección, ¿no resultan entonces mas engendradores de confianza que los brillantes y alocados de un veterano ayudante?

  190.-Para estar tranquilo, el jefe tiene que saber

cuidarse y tomarse el tiempo de reposo necesario, evitando tanto el agotamiento como el exceso de trabajo.

 191.-La salud y la facultad de trabajo están en primer

puesto entre las condiciones requeridas para ser jefe. La grandeza de la obra es todavía menos exigente que la continuidad del esfuerzo, y mientras que la enfermedad permite al sabio sus investigaciones y al artista sus creaciones, aniquila la acción del jefe.  

192.- Para un jefe es un arte el saber tomar descanso, pero es un arte indispensable, y el jefe que lo descuida en sí mismo está expuesto, un día u otro, a perder el dominio de los reflejos. Gengis Khan decia que el jefe incansable no vale para mandar.

 193.-Todos los conductores de pueblos sienten la

necesidad de aislarse par meditar con calma y se reservan tiempo para elaborar acción inmediata o lejana GALLIÉNI llamaba a esto “el baño del cerebro”.

  194.-El jefe, a fuerza de darse, se vaciará rápidamente

si no cuida de abstenerse intelectual y espiritualmente. Ha de distribuir el tiempo de manera que cuide cada día de tener una o dos horas de meditación y lectura. Con sus compañeros debe tener con regularidad reuniones que le proporcionen no solo amistad y descanso, si no que le permitan seguir en común encuestas y reflexiones.

Ante todo ha de conservar y cultivar en sí la facultad inventiva: buscar sin parar nuevas iniciativas, nuevas experiencias: hacer el balance de lo que conoce desde su juventud; aventurar hipótesis nuevas, que de seguida vendrán los hechos a debilitar o confirmar; permanecer accesible a al riqueza humana, que muy bien podría traerle el hallazgo de sus años juveniles (1).

  195.-Como siempre tengo más cosas que hacer que

tiempo para hacerlas, y el pensar en esto me preocupa y

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estorba no considero las cosas que he de hacer, sino el tiempo que puedo emplear.Lo emplearé sin perder nada, comenzando por las mas importantes, y no me inquietaré por las que no estén hechas

  

196.-El jefe evita las palabra inútiles; sabe ser discreto, no publica sus proyectos ni los estados de ánimo. Richelieu afirmaba que el secreto es el alma de los negocios , y que se ha de oír mucho y hablar poco para actuar con eficacia

  197.-El silencio del jefe, índice de una voluntad firme y

de una intensa reflexión, inspira respeto. La verborrea y la charla hacen decaer el prestigio muchas veces; siempre, la confianza.

 198.-Para tener calma el jefe no debe jamás dejarse

desbordar, ni por las ocupaciones, ni por los acontecimientos, ni aun por los hombres, y puede añadirse: ni por si mismo.

  199.-El hombre de acción no se entretiene en deplorar

lo que le viene en contra; lo acepta como un nuevo dato del problema que tiene que resolver.

 200.-Jamás digais “estoy fuera de mi” por que después

de cierto tiempo esto llegará a ser en vosotros como una obsesión y una necesidad de repetirlo sin cesar; acabaréis creyéndolo, y esto será abrir la puerta a todos las impaciencias y a la fatiga nerviosa.

  201.-Lo que fatiga y enerva no es tanto lo que se hace

como lo que no se llega a hacer; esta es la razón por qué el jefe prudente ha de organizar su vida. Tener el sentido de la jerarquía de los valores, establecer el orden de urgencia para su actividad y proporcionar a la importancia de cada esfuerzo el tiempo que le debe estar reservando.

  202.-La paciencia es una gran garantía de orden, dice el

educador americano Huger. Y añade, con razón : “perder el dominio propio es siempre el medio mas seguro de perder la autoridad sobre los demás. Una postura tranquila, que nace no de temperamento flemático, sino de la disciplina personal, ejerce en el mundo, nervioso, desordenado, una influencia de sugestión a la que no resiste”.

  

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 203.-Dicho está por un antiguo poeta de la india:

“Subyúgate a ti mismo para subyugar a los otros. No siendo

por una fuerza personal, ¿cómo podrías conducirlo hasta

querer lo que tu quieres?.

  204.-Un jefe irritado o excitable cesa de cumplir la mas

esencial de sus funciones, cual es encarnar la autoridad y el orden verdadero: tampoco el es otra cosa que una muestra de esa disipación, de esa inquietud, de esa falta de regularidad que pretende combatir en otros. Y desde entonces, por mas celo que despliegue, no podrá irradiar el espíritu de orden (1).

 205.-Vais a dominar a los hombres, no es momento

oportuno para perder el dominio propio. 206.-Si se presenta obstáculos imprevistos, únicamente

el jefe es quien no debe emocionarse. Cuando todos estén desanimados tendrá que gallear todavía para infundir valor en los otros aun cuando para sí no lo tenga.

  207.-Véanse los consejos dados por un patrón

conocedor de los negocios para el caso de crisis. “no digáis a vuestros colaboradores: ¡esto no es nada, sois unos cobardes!; tampoco exageréis en sentido inverso, gritándoles: ¡todo esta perdido, sálvense el que pueda!; antes bien, decidles: la situación es muy grave y pide toda vuestra energía; pero estad tranquilos y tened confianza en mi fuerza, como yo la tengo en vuestra abnegación”.

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VII.- Sentido de la realidad   208.-Bueno es tener una idea grande, alimentar un

bello ideal; pero si el ideal es quimérico y la idea se queda en imaginación, todo esto no es nada. Es preciso que el ideal encarne en la realidad y aquí es donde el jefe, para no extraviarse, para evitar toda desviación entre la inteligencia y la vida, necesita desarrollar en sí mismo el sentido de la realidad.

  209.-La misión de jefe implica algunas

contraindicaciones. Es un oficio que no conviene al soñador; quien al vivir en la estratósfera olvida que tiene la cabeza sobre los hombros y los pies en la tierra.

 210.-Es un oficio que tampoco conviene al pesimista

mórbido, quien no queriendo ver mas que el lado malo de las cosas, de los hombre y de los sucesos, se ha hacho incapaz de descubrir todas las posibilidades que se le ofrecen escondidas.

  211.-Es un oficio que tampoco conviene al optimista

bobo, cuya natural sencillez se pone por juguete de los astutos y charlatanes.

  212.-Este cargo no conviene tampoco al verboso, que

se cree haber obrado porque ha hablado, y que no se da cuenta que, al pagarse de palabra, se alimenta de ilusiones.

 213.-El cargo del jefe requiere a un hombre que tenga

la cabeza sobre los hombros y los pies en la tierra. Puede todo resumirse en este principio: la falta de adaptación a la realidad es la ineptitud primera para el mando.

  214.-Influenciada por la filosofía subjetiva y por causa

del exceso de enseñanzas puramente teóricas, la inteligencia no es para muchos la facultad de ver lo real, sino la facultad de especular y disertar brillantemente. Del hombre hábil para hablar se dice: “es inteligente”.

Constrúyanse sistemas en la imaginación, amontonándose hipótesis; creeríase perder el rango yendo a ver sobre el terreno lo que hay. Ha sido una gran debilidad, en todos los departamentos de la actividad nacional, de los estados

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directores. Demasiados espíritus brillantes se habían de tal manera acostumbrado a hacer juegos de manos con los sistemas financieros, económicos y militares, que habían perdido el contacto con las realidades humildes de la vida y antes con el sentido común.

   215.-Tener sentido de la realidad es, ante todo, conocer

objetivamente la realidad y conocer lo que la realidad puede sostener de posibilidades ahora y en lo venidero.

  216.-Ver claro, ver lo verdadero, ver lo justo, tal debe

ser la mirada del jefe

217.-La peor alteración del espíritu es el ver las cosas como uno quiere que sean, en vez de verlas tales como son.

 218.-No os contentéis con lo que se os diga aconsejaba

Foch, id a verlo con vuestros ojos. No os pregunto que es lo que pensáis. Decidme lo que hay... hechos, hechos. Hay que verlos. Esos quedan. No los haréis desaparecer con el sentimiento.

 219.-Tener sentido de la realidad es conocerse a si

mismo, conocer sus posibles tan bien como sus limites. Esto forma parte de los datos del problema, y se ha de tener el valor de saber lo que es antes de tener el valor de saber lo que se quiere.

  220.-Tener sentido de la realidad es, en vez de

lamentarse estérilmente de los efectos de los subordinados, poner todo el empeño en aprovecharlos según su capacidad.

 221.-Tener sentido de lo real es desconfiar de las

fórmulas totalmente hechas. No hay formulario tan completo en el que los casos que se presentan tengan una solución ya impresa de antemano. Hay que estudiar y resolver cada caso por si mismo. Las soluciones totalmente hechas son cosa de empleados de oficina, es decir, de los que no se atreven, o porque no saben, o porque no conocen mas que el famoso “precedente” administrativo, padre de la “odiosa rutina, que atolla tantas energías para trasformarlas en estériles”.

 222.-El jefe ha de andar siempre alerta. Jamás ha de

considerar su organización como definitiva.

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Desde cierto punto de vista resulta menos difícil poner una institución en marcha que el mantenerla en buen orden de marcha, puesto que la vida es algo tan variable que se necesita renovar incesantemente los conceptos para encuadrarlos en las nuevas condiciones de las circunstancias y de la personas. El jefe que se adormeciese en la rutina no tardaría en perder contacto con la realidad y pronto llegara a ser un inadaptado.

  223.-Un jefe se hace viejo ya desde que rehúsa volver a

pensar los problemas, ya desde que no se siente con fuerza para renovar sus conceptos y los cuadros.

 224.-El desarrollo de la acción hace olvidar con sobrada

frecuencia la necesidad de volver a pensar, para toda empresa, continuamente en su origen, espíritu, mística y porvenir. Uno ha arrancado con gran entusiasmo; Luego, falto de tiempo, absorbido por la faena que sobreviene al día deslízase en el automatismo. Un jefe de estado o un industrial ingenioso tendrá a su lado un grupo de hombres de ciencia encargados de este único empeño: de reponer la obra a punto, de cuidarla con inteligencia y espiritualidad.Hoy sería conveniente multiplicar los encargados de estudiar y los de misión en todos los organismo colectivos, considerando su función no como una amable sinecura, sino como una de las mas esenciales entre todas (1).

  225.-El jefe jamás debe hacer tabla rasa de lo pasado.

Hay interés, cuando toma las palancas del mando en las manos, de que no se resuelva todo, y sobre todo de no dar la impresión de que quiere cambiar por el simple placer de cambiar algo.

Mas, por otra parte, derecho tiene de querer los progresos que, ya por experiencia, ya por estudio, se imponen, sin dejarse jamás detener por la objeción: “siempre se ha hecho así” lo pasado es interesante para explicar lo presente; mas nunca para sujetar a los que desean hacer el porvenir.

 226.-Hay que estudiar los asuntos, repetía Foch

constantemente. Y el estudiaba a fondo todos los suyos. Desde luego, encarga el examen de los mismos a los que trabajan con el. “mirad también todas las vueltas y revueltas.”

Quien le informe no ha de llevarle impresiones: “No os pido vuestra manera de pensar, si no cosas precisas, realidades.”

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Hasta cuando pregunta si hace frió, no se ha de responder: el aire es fresco, sino cuántos grados marca el termómetro. Informes seguros, exactos, comprobados; solo “los hechos constituyen para él una base sólida” no os apoyéis en frases si no en hechos. Con estos podéis construir.”

No os paguéis de palabras si queréis no ser pagados con decepciones. Fuera elegancia, fuera sentimiento. Se dice: “Yo creo que ... se hace el elegante”: “ pienso que el enemigo hará esto... o aquello.” Mal: “yo creo yo creo”... ¡se ha de estar seguro! Hay que estudiar, ver las posibilidades, contarlas, juzgar, decidir, y entonces va bien. (1) 

227.-Muchas reglas tenidas por intangibles por los practicones de espíritu corto cesan de ser aplicables a poco que cambien los datos del problema. De querer aplicar, con datos inseguros, las reglas demasiado invariables, se terminan en evidentes absurdos; también los que han profundizado en estas cuestione sean filósofos u hombres de acción, todos al unísono han vituperado el abuso del formulismo.- nada mas perjudicial al estado que aquellos que quieren gobernar las naciones por las máximas que sacan de los libros.

Pocas máximas son para todos verdaderas. Nada es absoluto en la guerra. Fuera los moldes, hay que aprender a discurrir.   

228.-Tener el sentido de lo real es tenerlo de todo lo real. Algunos hay que tienen, a veces, la tentación de hipnotizarse con un detalle y de no mirar tal por menor. El verdadero jefe no pierde de vista el conjunto; mira siempre en su espíritu presente “la síntesis de que está encargado”. Esto le facilita el poder mirar el sentido de las proporciones y el dar a cada cosa su relativa importancia. 

229.-“El jefe. Decía Lyautey a de ser el técnico de ideas generales. Pero las ideas generales no han de ser vagas generalidades. Vea las relaciones algunas veces lejanas que unen dos problemas; dé a la cuestión presente su verdadero valor, sin disminuirlo, porque haya de tener repercusiones sin aumentarlas, porque no es la única que nos interesa y porque no debe triunfar a costa de otros asuntos o de otros intereses igualmente legítimos.  

230.-La energía de espíritu es la cualidad preferida del jefe, no tanto con miras a trabajar en el análisis arduo de un asunto difícil como para concentrarse rápidamente sobre una cuestión urgente que resolver, abarcando fuertemente, de

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una vez, todos los datos de la cuestión y todas las incidencias de la solución.

Esta energía supone una intuición que ningún ingenio geométrico puede detener en su vuelo; una extensión de miras que ninguna especialidad absorbe; una flexibilidad de adaptación que ninguna rutina anquilosa; una solicitud de los acuerdos que ninguna psicosis de detalle reduce, y , finalmente, esta cultura general que, dando conocimiento de todo, prepara a comprenderlo todo. 

231.-Tener sentido de lo real es también desarrollar en sí ese como olfato, que permite ver al instante las nuevas posibilidades que se presentan con un cambio de situación para utilizarlas y tomar una nueva decisión adaptada a las circunstancias. 

232.-Hay que saber, según el dicho de Talleyrand, “aceptar lo inevitable para hacerlo utilizable.” 

233.-Es necesario que la intuición del jefe sea constante y que su capacidad contractiva sea templada por el sentido práctico de las posibilidades de realización. No es el lanzarse adelante, sin reflexión, contando solo con su audacia o con su buena estrella, porque, según confesión del mismo Napoleón, “con la audacia se puede emprender todo, empero no se puede hacer todo” 

234.-Un gran jefe nos pone en presencia de las cosas tales cuales son, solo que nos manifiesta que podremos hacer con ellas otras cosas. No por su capricho, si no por el bien público no arrebatado quiméricamente por la imagen que proyecta ante sí, con clarividencia traza la ruta por lo mejor del terreno. Su misión, y primeramente para sí, prefiere lo real a su ideal, como prefiere su faena a su persona.(1)  

235.-Unos no ven mas que las dificultades; otros quieren ignorarlas. Lo mejor es ver las posibilidades pensando en las dificultades y hallar en las primeras recursos para vencer las segundas. 

236.-Cuando se es de veras todo un hombre, se toma de las cosas lo presente, como es, y se trabaja para que en lo venidero estén algo mas ajustadas a lo que deben ser. 

237.-Si hay un pesimismo desalentador, consistente en cruzarse de brazos ante la fatalidad, hay también un optimismo pernicioso, que sustenta la ilusión so pretexto de conservar la confianza.(2) 

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238.-Hay planes muy bien hechos; no son los planes los que faltan, ni tampoco las ideas; mas para cada circunstancia hay entre ellos uno bueno y manada mas. Quizá es el menos bello de todos, el menos grandioso, el que conquistará menos gloria; pero, seguramente, es el único que la realidad hace posible, y ese es el que ha de escogerse.

El jefe que tiene la responsabilidad y toma la decisión, debe tener esta noción de lo posible. Si le falta, podrá ser un estético militar eminente, pero no un jefe de veras.

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VIII.- Competencia    

239.-El valor no es el exclusivo fundamento de la autoridad del jefe.

No es menos verdad que el jefe tiene que desarrollar la competencia para a estar en disposición de servir mejor, y su autoridad moral crecerá en proporción de las muestras que diere de valor. 

240.-La competencia del jefe no es de la misma naturaleza que la de los subordinados. Su competencia ha de consistir esencialmente en poseer las nociones generales necesarias y el suficiente conocimiento de las diferente ramas de actividades para organizar el conjunto de ellas. Cuanto mayor es la responsabilidad del jefe, tanto mas ha de evadirse de la especialización, mientras que cuanto mas el agente un ejecutor, tanto mas ha de dar pruebas de su capacidad técnica. 

241.-La competencia específica del jefe es una competencia de gobierno, que consiste en prever, organizar, mandar, comprobar, en orden a la faena o misión que se ha de llenar; competencia que permite apreciar los valores relativos y ponderar las oportunidades; competencia psicológica que se adquiere con la práctica del manejo de los hombres.  

242.-La competencia profesional no es solo una condición de prestigio, si no cuestión de moralidad. “la mayor inmoralidad -escribía Napoleón a su hermano José- es ejercer un cargo que no se sabe.” 

243.-No se puede pedir al jefe que sea competente en todo. No habría jefes. El jefe domina las ideas generales: ese es su propio dominio. Si, además, tiene algún otro talento particular, tanto mejor, o, quizá, tanto peor. Quizá tanto peor, porque si tiene la debilidad de entregarse a sus éxitos, se achicará y no será mas que un especialista.El jefe deja los especializados para cuando han visto que serán útiles y eficaces, y dentro de los limites prefijados. El es quien se esfuerza para “dominar la situación”, orientando y coordinando los esfuerzos.  

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244.-La cultura no consiste en saberlo todo, ni en saber un poco de todo, si no en tener dominio de las cosas para tomarlas miradas desde lo alto. 

245.-No hay que pedir al jefe que sea competente en todo –aunque ha de tener en su favor una competencia indiscutida e indiscutible, sino para hacer, al menos para juzgar, apreciar y decidir con conocimiento de causa.  

246.-El que no es más que militar, no es sino un mal militar; quien no es más que profesor, no es sino un mal profesor; quien no es más que un industrial, no es sino un mal industrial. El hombre completo, el que quiere cumplir de lleno su destino y ser digno de guiar a hombres; en una palabra, ser jefe; este tal ha de tener sus ventanales abiertos a todo lo que honra a la humanidad. (1) 

247.-Además de la competencia técnica requerida, la competencia peculiar del jefe es la que consiste en el arte de crear la unidad, sabiendo ordenar y coordinar los esfuerzos de cada uno con miras a la obra común.  

248.-La victoria no se contenta con la virtudes de ultima hora. La realidad del campo de batalla es que allí no se estudia; se hace, sencillamente, lo que se puede para aplicar lo que se sabe. Desde luego, para poder allí un poco es necesario saber mucho y bien. (2)

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IX.- Espíritu de previsión 

249.-El bueno o mal resultado depende mucho de las miradas del jefe sobre el porvenir. El jefe no puede trabajar solo “al día”. Ha de prever para plazo mas o menos largo las consecuencias de sus decisiones, la oposición o dificultades que puede encontrar y la parada que tendrá que montar en la diferentes hipótesis. 

250.-La costumbre de prever y de vivir en el porvenir es lo que permite la rapidez del cálculo y la prontitud de decisión. “si estoy siempre dispuesto decía NAPOLEÓN, es por que antes de emprender he mediado mucho tiempo. Vivo adelantado en dos años y tengo previsto lo que pueda ocurrir.” 

251.-A puro de prever y preparar es como se hace uno capaz de improvisación cuando las circunstancias lo piden. Y, al contrario, si deliberadamente se remite perezosamente a la inspiración del momento, se camina al desastre. 

252.-No es un genio quien me revela en secreto lo que yo tengo que hacer en una circunstancia no esperada para los otros, sino la reflexión, la meditación (1). 

253.-Difícilmente se imagina cuanto se esfuerzan los grandes jefes en prever con precisión. Véase a MANGÍN preparando la revancha del fuerte de Douaumond: “Nada se ha dejado a la ventura.” Utilizó todos los informes recibidos de sus aviones, de las patrullas, de los desertores, los clasificó recortados, verificados… ¡que trabajo supone todo esto! Sólo entonces acometió y el triunfo fue completo. El mismo método en 1917 en Fismes: “En el mapa se contaba, no por kilómetros, si no por metros; cada salida de las trincheras estaba estudiada en las múltiples posibilidades; se notaban los menores accidentes del terreno, las ruinas de las casuchas, los troncos de los árboles cascados; se trasladaban las señales para orientarse en las fotografías de avión y en los planos directivos; el tiro de la artillería y el alcance del tiro, el desplazamiento de los cañones, el avance de la infantería, a la cobertura de los obuses; todo estaba determinado en un segundo” (1) 

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254.-El jefe que está siempre en vela, en previsión de dificultades, en intuición de los acontecimientos; el que no proyecta su voluntad en el misterioso provenir, par plantar en él con anticipación jalones de su marcha: iniciativas, creaciones, campañas, propaganda...; que no sabe, cuidadoso de lo real, son atosigar la imaginación, construir un plano, establecer un programa, combinar horarios, asegurarse de las posiciones de repliegue o de las líneas de socorro, no es mas que “un encargado de negocios”, inerte valiente, rutinario, que al no dominar la vida será por ella dominado y vencido.   

255.-Cuanto mas precisa sea la idea que el jefe se forme de lo venidero, tanto la idea tendrá mas probabilidad de convertirse en realidad. Querer no significa solo decir lo que se quiere; es representarse con energía como se obrará. (MAUROIS: Dialogues sur le Commandement.)

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X.- Conocimiento de los hombres  

256.-El arte de conducir hombres es difícil. Lo es primeramente por que depende de dones naturales desigualmente repartidos, y también porque las leyes psicológicas, que son la base de las relaciones entre jefes y subordinados, están muy poco conocidas.  

257.-Un hombre de experiencias, entrado en años, que rápidamente llegó a sacar adelante una empresa industrial, empleando numeroso personal, respondía a los amigos que se admiraban de un tan rápido éxito; “Yo no conocía las máquinas, es verdad; pero conocía bien a los hombres.” 

258.-Primero hay que hacer rueda de gente, como en familia, para ver lo que valen (1) 

259.-Conocer sus oficio bueno es, y puede ser lo bastante para el artesano que trabaja solo; pero el jefe, por definición, tiene que mandar a otros hombres, y el conocimiento de los hombres a los que ha de mandar le es tan necesario como el conocimiento de la tarea para la que los debe mandar.  

260.-El primer servicio del jefe consiste en estudiar y comprender a los que debe formar. Siendo toda educación un contacto, no es posible tener contacto con ellos si no hay unión entre las dos partes: el jefe y sus subordinados, adaptación del que manda al que obedece, a fin de que un día haya adaptación del que obedece al que manda. (1) 

261.-El ideal para el jefe es colocar a cada uno en su puesto: the right man in the right place. Un hombre que se encuentra delante de una tarea que le puede, parece zurdo y desmañado; un hombre que ocupa el sitio que le conviene parece siempre inteligente. 

262.-No siempre resulta fácil hallar para cada uno el sitio que le conviene; mas por experiencia se sabe que muchas veces basta un desplazamiento, al parecer insignificante, para convertir en bueno a un mal obrero. 

263.-Es falso decir que el hombre vale tanto como otro hombre, y hay que conocer bien a sus hombres para poner el hombre preciso en el sitio que le convine. 

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264.-El jefe debe conocer a sus hombres para estar en condiciones de adaptar las órdenes a la capacidad de cada uno, dejando a los que se lo merezcan mucho de iniciativa y teniendo mas de la mano a los que no puedan actuar solos, con todo un teclado que recorre desde la orden a secas hasta la sutil persuasión. Hay jefes tan poco hábiles, que cuando han hablado, los subordinados sienten ganas de hacer todo lo contrario de lo que se ha dispuesto.  

265.-Un individuo calificado como malo por un jefe puede ser estimado como excelente por otro jefe, solo porque el segundo ha sabido ganarlo, mientras que el primero no lo comprendió.   

266.-No juzguéis de ligero a nadie como incapaz. Son muchos menos los incapaces de lo que generalmente se cree; lo que sí son muchos los mal aprovechados, a quienes no se ha dado el empelo que convenía. 

267.-Un grupo, sea cual sea, no tiene cohesión mientras sus miembros no se conocen mutuamente, y conocen a su jefe, y se creen conocidos de todos ellos; el ser humano tiene necesidad de sentirse apreciado, asimilado, comprendido, conocido, para entregarse totalmente a la faena que tiene impuesta, y será capaz de excederse a si mismo si sabe que su jefe cuenta con él. Personalmente para un esfuerzo que hay que hacer.  

268.-Todo hombre tiene mas o menos confusamente el sentido de dignidad humana, y espera que su personalidad sea reconocida. Ser tratado como un número o como una simple rueda de una máquina determina en él un complejo de inferioridad que tratará de compensar con la indiferencia, la rebelión o el desprecio. 

269.- El jefe tiene que dar a cada uno la impresión de que le reconoce una individualidad propia, que no le confunde con los otros, que le distingue por tener una existencia y valor singulares en medio de la multitud de semejantes. 

270.- este profundo conocimiento es a la vez para el jefe la mayor habilidad y la mayor fuente de su poder: este es el secreto de los caudillos de los pueblos. (NAPOLEÓN, tirando de la oreja: “¡Hola, tú; te vi en Marengo!)  

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271.- el jefe, siempre que es posible, llama a cada uno por su nombre, sin olvidar que el nombre es para cada uno la palabra mas dulce e importante del diccionario. 

272.- el conocimiento de los hombres permite apreciar con exactitud la moral del grupo y de terminar lo que se le puede exigir en un momento dado sin peligro de provocar desorden. Este es el que da la sensación de lo que se llama “lo practicable” , sin él la disciplina se rompe. 

273.- todo jefe, que es más o menos educado no puede ejercer su bienhechora influencia mas que siendo a la vez perspicaz para adivinar las necesidades, las aptitudes, los gustos, los caracteres y los reflejos de sus hombres. No es bastantemente conocer el corazón humano; es preciso tener el instinto de adivinar lo que pasa en el alma de los encomendados. 

274.- Para conocer bien a los hombres, el jefe debe precaverse de las simplificaciones exageradas. El hombre no es siempre razonable y sencillo, sino un ser con múltiples tendencias, que se compensan y equilibran las unas con las otras, sometido, además, a variaciones mas o menos frecuentes, según el temperamento, el carácter, la salud, el ambiente que le rodea, los acontecimientos que le afectan. 

275.- conocer, según la etimología francesa (“connaitre = naitre avec”), es nacer con, vivir con, sentir con. No hay verdadero conocimiento sino en cuanto se simpatiza, se penetra en las penas y dificultades de cada uno, se sabe sustituirle en su puesto. 

276.- el hombre inquieto busca siempre a quien confiar el objeto de sus inquietudes; mas vale que la confidencia sea recogida por el jefe, que podrá rectificar el error o testimoniar la simpatía. De toro modo, el hombre está tentado de pedir ayuda a un ignorante o a un irresponsable.  

277.- el jefe ha de esforzarse para estar en contacto con los subordinados. Esto le dará ocasión para observaciones fecundas, porque así podrá sorprender infraganti las más espontáneas reacciones, a la vez que podrá romper las timideces que paralizan y provocan las conferencias que dan descanso. 

278.- el hombre que carece del instinto de adivinar lo que pasa en el alma de sus subordinados puede ser un genio en otro plan, pero nunca será un jefe de verdad. 

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279.- el hombre que se queja no exige necesariamente que se le de una satisfacción; desea sobre todo, ser escuchado con interés y que se provoque una decisión en el sentido que sea.  

280.- para apreciar a sus hombres, el jefe tiene que desarrollar en sí, enfrente de ellos, una disposición afable y benévola, porque los defectos, frecuentemente, son mas visibles que las cualidades. Además, la importancia de un defecto no puede ser algo absoluto en valor, depende esencialmente de la cualidades que le contrapesan y de la naturaleza de la función encomendada al interesado.

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XI.- Benevolencia de espíritu 

281.- Las relaciones humanas entre jefes y sus subordinados se producen por naderías, al día, a la ventura de circunstancias y ocasiones; pequeñeces, nadería; una corta conversación sin objeto determinado, sostenida con tono sonriente, una pregunta tan corta como esta: “¿Cómo esta usted?, cuando se adivina algo de cansancio posible; una palabra que indica vuestro interés por lo que a él interesa. En un palabra, todos esos gestos minúsculos, discretos , sinceros, que se dirigen a un hombre; a esas pequeñeces con las que uno quiere parecer humano, contribuyen a despejar la atmósfera que los inevitables choques del servicio tienden de continuo a cargar. Con frecuencia permiten contestar con calma algunas preguntas espinosas, explicables, hacerse comprender mejor y hacer aceptar con mas facilidad sus decisiones y direcciones. Quitan poco a poco a las exigencias del servicio todo lo que tienen de duro y costoso, permitiendo atenuar o corregir las torpezas y las observaciones, quizá demasiado secas o bruscas. Contribuyen, mas que todo, a crear atmósfera de colaboración y confianza. 

282.- Sus disposiciones para con nosotros son tan benévolas y favorables que podemos desearle. Facilitan nuestros deberes, sin que las haga desagradables ninguna muestra de orgullo. No hace sentir las distancias sociales, con tal que se guarden. Es justo; su seriedad jamás es inmerecida. Se da uno cuenta que es la razón, no el sentimiento, lo que guía. 

283.- La simpatía y compresión mutuas constituyen, entre los miembros de una colectividad, el lazo que produce la armonía en la acción. Todos los grandes sentimientos pueden responder a la llamada de la simpatía, y el jefe avisado sabrá aprovecharlos y hacer reinar la concordia entre sus subordinados. 

284.- Después de haberse impuesto el respeto y consideración de los súbditos por su valor personal y por el ejemplo que les da en toda ocasión, el jefe ganará su confianza interesándose por los detalles de su vida, escuchándoles afablemente, siempre que no lo impidan las reglas de la disciplina; probándoles que , después del cumplimiento del servicio, el principal cuidado del comandante es el bienestar de la tropa. (2) 

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285.- Dése a los hombres la impresión de que sus preocupaciones personales interesan a sus superiores. 

286.- El súbdito es particularmente impresionable en presencia de su jefe. No le consiente de buena gana mezclarse en los asuntos privados; todo el “complejo paterno” se pone en juego nuevamente en presencia del jefe, lo mismo que en presencia del padre. Por consiguiente, no es posible ayudar a los subordinados dándoles consejos de “alto a bajo” . esos consejos les hieren, les irritan, no pueden seguirlos. El medio único es que el jefe se ponga “al lado de ellos” y les comunique sus propias experiencias, sin pretensiones de enjuiciamiento; así esto no resulta una ingerencia en las vidas privadas, si no un don de experiencias personales puesta a disposición de ellos. 

287.- El jefe, manifestando a los súbditos que los conoce, no se preocupa por lo que les atañe, ganara fácilmente el corazón de unos y de otros y conseguirá la confianza mucho antes que si en su presencia no se sale en ninguna circunstancia de la fría y distanciada reserva, pareciendo por otra parte confesar de este modo la poca fe que tiene en su autoridad.  

288.- Saber hablar a un soldado de manera que se le muestre que se le conoce y comprende es uno de los mas seguros medios de ganar su confianza, de hacer que nazca en él la seguridad de que, en caso de peligro, sus intereses serán amparados en la medida posible, pues estarán reconocidos. 

289.- la criatura humana busca con avidez la simpatía comprensiva. Por tanto, las alegrías y las penas del trabajador no pueden tomarse como fenómeno que solo a él concierne, sino una ocasión para el jefe de faena de ponerse en comunicación con un alma.

El jefe que se acerca a sus empleados en los momentos de sus pruebas o de sus triunfos penetra mas hondamente en su corazón, en tan breve instante, que dure muchos años de trabajo impuesto. Siempre servirá a la causa la expresión de simpatía: el alistamiento, el ascenso, el nacimiento de un niño, la muerte de un pariente, un aniversario, ofrecen excelentes ocasiones al jefe de trabajo para manifestar su interés, para estrechar los lazos que le unen al empleado y de provocar, por lo mismo, sentimientos recíprocos. 

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290. cuando algunas veces hay un rencor secreto, o violento, del soldado para con el oficial, no es porque este le haya exigido algo penoso o peligroso; será porque lo ha exigido con un tono que significa indiferencia o desprecio. El noventa por ciento de las veces el oficial duro para el servicio y para el fuego, pero que sabe hablar con humanidad a su soldados, compartir su vida y, como suele decirse, -explicarles el golpe-, es mas amado y mejor seguido que otro jefe menos exigente, pero grosero, frío y desdeñoso. 

291. Imaginad a vuestro superior en la guerra, a vuestro director en la paz, o bien sólo a vuestro hermano mayor, a vuestro abuelo, que haya omitido un día trataros con afecto. Estalla al punto el despecho, la cólera, la amargura rencorosa, el sufrimiento y confesad que quienes están siempre bajo jefes o superiores lo sentirán cien veces al día y que lo sueñan por la noche. Pensad también que todos esos nubarrones se disipan con una mirada apacible, y de seguro haréis con toda el alma la obra de divina caridad de vuestra fineza a tantos seres que sienten necesidad de ella (1). 

292. No es buen sistema responder a la antipatía, a un mal proceder con otro mal proceder. No hacéis mas que envenenar las cosas.

Pensad intensamente que estáis lleno de benevolencia para con el inferior; pronto le veréis transformado.

Proceder así no es debilidad, sino energía superior, la que vence al mal con el bien. 

293. No podéis pensar que satisfacción tan superior y completa hay en tener en la mano una gran maza y en no servirse de ella. Los fuertes son bondadosos...(1). 

294. El jefe que aprecia lo real, lejos de lamentarse estérilmente de los defectos de los subordinados, pone su empeño en utilizarlos según sus habilidades. 

295. Ni por sus excelentes intenciones, ni por todos sus esfuerzos, el jefe puede jactarse de conquistar a todos los subordinados; algunos se quedarán distanciados, inertes y cerrados hasta el fin; otros no se dejarán ganar sino con el tiempo. Días vendrán de infiltrarse el mal espíritu, la mala voluntad y todas las molestas pequeñeces que la siguen. Pero si no os desanimáis y si desinteresadamente os esforzáis por ser humanos con todos y siempre, terminaréis por formar una atmósfera de confianza y de simpatía, cuya bienhechora influencia experimentarán todos. 

296. En la vida de negocios y en la vida familiar hay una malsana tendencia a olvidar las cualidades para no ver

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mas que los defectos de los que se nos acercan: según el dicho de SHAKESPEARE, tallamos sus defectos sobre bronce, y escribimos sus virtudes sobre el agua: “Men´s evil manners live in brass; their virtues we write in water....”Fenómenos, por otra parte, muy comprensibles, porque las más hermosas cualidades nos parecen, a la larga, naturales, mientras que la manifestación repetida de un efecto acaba cansando la paciencia.

Este error de óptica es tanto más peligroso cuanto mas inconsciente, aunque puede corregirse haciendo de vez en cuando el balance intelectual y moral de sus colaboradores: pónganse, de una parte, las cualidades, habiendo pesado bien su valor, y de la otra, los defectos; pero apreciados en su justa proporción, y compárense los provechos y los perjuicios. Si el saldo es favorable, amortizad los defectos con un poco de indulgencia y no os privéis de un excelente jefe de servicio con el pretexto de que es algunas veces difícil de soportar.“Se han de conocer las debilidades humanas y hay que acomodarse a ellas antes de combatirlas”, decía NAPOLEÓN.Temed, sobre todo, que por contenerlos bruscamente no consigáis hacer presentarse a vuestro derredor la hipocresía. 

297. Todos conocen la celebre orden del día de G. Q. G. Francés del día 19 de mayo de 1917: “Nuestros oficiales... titubean en manifestar a sus jefes las dificultades de ejecución que ellos comprueban, por miedo de ser tachados de espíritus apocados. De esta tímida abstención resulta que el mando superior mantiene, a las veces, órdenes que no habrían dudado en completar o en diferir si hubiera estado mejor informado”.

Es un hecho. Hay informaciones preciosas para el mando que no se atreverá un inferior a exponerlas a su jefe sino cuando esté seguro de ser escuchado con oído simpático.

Por esto añade la orden del día: “El superior ha de dispensar a sus subordinados una acogida benévola, manifestar el deseo de ayudarles a resolver las dificultades que los detienen, pasar lista de los informes útiles y hasta provocarlos. La actitud afable del jefe está conforme con las mas nobles tradiciones del Ejercito francés... cuando se disminuye tiende a provocar un estado molesto y censurable: los agriados confían su rencor a los indiferentes o a los incompetentes creando poco a poco una atmósfera de disgusto e inquietud que puede llegar a ser peligrosa.

Esto es verdad, no solo en el ejercito, sino en todo.  

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}

XII.- Bondad de Corazón

 298. “Perjudicial es toda otra ciencia a quien no posee

la ciencia de la bondad”, dijo MONTAIGNE.

Aunque pudiera hacerme temer, todavía prefiero hacerme amar. 

299. Se puede resistir a un argumento, se puede resistir a un acto bueno, pero no se resiste a la influencia de un corazón bueno... que se rodea de una atmósfera en que se bañan las vidas y se impregnan de la misma sustancia que él... 

300. Cuan inflexible era su severidad en el curso de una acción, tanta era su bondad terminada aquélla, su longanimidad se confirmaba en toda ocasión, en su manera de tratar y juzgar a los individuos... todavía lo oigo repetir: “El jefe nunca se engaña por exceso de bondad” (1). 

301. Hay una manera de ser que influye en la manera de ver. Recíprocamente, los que ven el buen fuera de sí, prueban que lo han experimentado en sí. (Nota 17). 

302. Cuando nos parezca que la bondad ha desertado del mundo, pensemos que antes desertó de nuestro corazón. 

303. El espíritu recto, el corazón bueno, no se dejan alucinar ni por la falta ni por el mal...Sin ser exclusivos, saben buscar preferentemente el buen meollo...; en una teoría encuentran el embrión de la verdad...; en un gesto, el deseo mas amplio que él...; en un alma, el poder generoso...; en el grano de mostaza, un árbol, en potencia... 

304. La recompensa del capitán no están en las notas del comandante, sino en la mirada de sus nombres (2). 

305. La recompensa del jefe no tanto son las felicitaciones del superior, cuando el mudo, pero total afecto de cuantos sienten, aun los más bajos en la escala, que forman parte de la casa.“En cuanto a los altos jefes, su amor me ha interesado siempre infinitamente menos que el de mis subordinados, únicos que yo anoto” (3).

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306. el corazón seco bien podrá hacerse temer; pero se está mal servido por esclavos. 

307. Es un error el creer que la indulgencia y la delicadeza están vedadas a la autoridad.Conocido es el dicho de TURENA a uno de sus oficiales: “A nadie hablo yo con dureza...; pero os haré cortar la cabeza en el punto que os neguéis a obedecer”.Arranque de un jefe que, sobre todo, tenía autoridad porque era equitativo, y cuya indulgencia y humanidad han llegado a ser proverbiales: “Severo para consigo, tenía todas sus desgracias por faltas; indulgente con los que habían faltado, hacia pasar sus faltas por desventuras”. 

308. ¡Tal es el poder del corazón! Aquel que no ha conseguido ampararse en nuestros pechos, que no confié en sus órdenes y que no espere llevarnos lejos por el camino de la obediencia. Pero quien se haya hecho dueño de nuestros corazones, ya puede atreverse a exigir. Lo puede pedir todo. La autoridad fuerte es la que está apoyada en la fuerza del amor. (1). 

309. “La cima de la habilidad está en gobernar sin fuerza”, escribe justamente VAUVENARGUES; y LACORDAIRE decía aún más exactamente: “No se puede reinar en los hombres cuando no se reina en los corazones”. 

310. No hay mando eficaz sin amor: la voluntad impuesta a viva fuerza, no hay duda, es capaz de impulsar la ejecución momentánea de una determinada faena; pero no puede obtener esta “adhesión total de las voluntades, de los espíritus y de los corazones”, absolutamente necesaria al jefe para cumplir su misión.Esta adhesión no la conceden los subordinados más que si sienten en el que los guía amor profundo y sincero; deseo de entregárseles con todo su corazón y con toda su inteligencia; voluntad para hacerles realizar de lleno, en función de su dignidad, todo cuanto hay en ellos en potencia y, por tanto, de hacerles colaborar a la obra común.Así mandados, dan ellos a quien se les ha dado su propio amor; y solo a partir de eso puede un hombre pedirlo todo a los que tienen por misión el conducirlos; entonces solamente puede llamarse en verdad jefe.Efectivamente, nada se ha obtenido en tanto que la confianza del interior no ha respondido a la confianza del superior, en tanto que un inmenso cambio de amor verdadero no se haya establecido entre todos los que, en diversas escalas de la jerarquía, han de colaborar al trabajo común (1).

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 311. Los franceses valen cada uno por diez con jefes

estimados y queridos, y no valen nada con un jefe que no le inspira estima ni confianza (2). 

312. Una buena palabra es, muchas veces, mas eficaz que una buena razón (3). 

313. Cuanto mas alto es la jerarquía y mas encumbrado está uno, más obligado está a ser bueno (4). 

314. Con unas pinzas pueden abrirse los erizos; los corazones, no. 

315. cuando LA BRUYERE quiso trazar la verdadera grandeza de alma, trazó el retrato de Turena:“La verdadera grandeza es libre, dulce, familiar, popular; ella se deja tocar y manejar; nada pierde cuando se la ve de cerca; cuanto más se la conoce, más se la admira; se dobla por la bondad hacia los inferiores y sin esfuerzo recobra su dirección natural.“Nos acercamos a él con libertad y respeto...Y ahí esta el secreto de los sentimientos tan particulares que inspira a los hombres de su tiempo en los que van unidos al efecto y la admiración”. 

316. Hablando de un residente que poco había sobresalido, decía LYAUTEY: “Es muy inteligente, pero nunca hará nada, porque está falto de la partecita del amor, sin la cual ninguna grande obra humana se lleva a cabo”. 

317. Muchas veces hay hombres tímidos y desconfiados, cuyos corazones se abren por la cordialidad y se cierran por la grosería. 

318. Hablando de sus soldados, dice el oficial, satisfecho: “Mis hombres”, tendría por lo mismo, que no ponerles esta nota de soberanía opresiva, sino siempre de solícita inquietud, lo mismo que el padre que dice: “Hijos míos”, o el cristiano: “Hermanos míos.” 

319. Ciertamente, un jefe debe tener cuidado del bienestar, de la salud, de la moral de todos los que tiene a su cargo. Pero aún ha de tener mayor cuidado de la dignidad de ellos. Respecto a ella, jamás será delicado en demasía. El progreso social no ha hecho más que afinar la susceptibilidad de los hombres, quienes tienen derecho de querer no ser tratados como menores eternos.  

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XIII.- Respeto de la dignidad humana   

320. Un Jefe nunca tiene que olvidar que los subordinados son seres humanos y que al lado del servicio tiene sus intereses, sus cuidados, sus sentimientos humanos. El jefe comprensivo ha de interesarse con discreción y tacto por todo lo que es humano en ellos.  

321- La cuestión social es, ante todo una cuestión de atenciones (1). 

322. El deber más esencial del jefe al frente de los subordinados es, aun en el ejercicio del mando, el reconocer el valor de hombres y el tratarlos según su dignidad de personas racionales y libres. 

323. Porque el Hombre es persona, no pertenece más que a si mismo y a Dios; no podría pertenecer a otro hombre que pudiera considerarle como cosa. Sería esto volver a un concepto pagano de la autoridad, según el cual, en la antigüedad, el amo poseía sus esclavos con el mismo titular que sus rebaños o sus tierras.    1(1) León Hamel  

324. El servicio, en primer lugar, es cierto. Pero el Servicio no lo es todo; ¿Para qué serviría una hermosa tarea por el bien de la humanidad, si termina por hacer menos hombres a los que tienen que trabajar en ella?  

325. La disciplina es un medio, no un fin. Ha de ser flexible para que sea formativa; ha de permitir a los hombres que tomen sus responsabilidades. Se procede como hombre según se comprende el porqué de sus actos. 

326. De la educación cristiana se ha conservado la idea hermosa y profunda de que todo hombre es importante, no sólo en cuanto es un sujeto, un cuidado, sino en cuento es un hermano, individuo fraterno (1). 

327. El hombre rechaza la servidumbre, aunque no rehuye el servicio; antes halla en éste la satisfacción de un instinto natural de fidelidad, siempre y cuando esté seguro del aprecio y confianza de quien le manda y reciba de él trato humano. 

328. Brusco o tranquilo, quien reconoce en cada hombre una individualidad, que es toda su riqueza y orgullo, no puede menos de poner misteriosamente en el tono una como llamada de un hombre a otro hombre,

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manifestación de un profundo y fundamental sentimiento de igualdad, a pesar de la diferencia de jerarquías.

No hablemos de esa igualdad insultante, de esos pequeños que resultan mandiles o taparrabos, de esa flamante juventud que sólo inspira disgustos a quien la adula, sino de esas relaciones nobles de un hombre con otro hombre, de uno  (1) Maurois, En parlant de Lyautey  

a otro, señor feudal el uno, vasallo el otro, unidos por el deber preciso del mando y de la obediencia. Así, en tiempos del feudalismo, jerarquizando hasta el abuso y abundante en célebres y trágicas obediencias, corría el raudal escondido y vivificante de la fraternidad cristiana de las almas iguales ante Dios , a pesar de las desigualdades naturales y universalmente (1). 

329. Una mala palabra, una falta de atención, una expresión dura y despectiva, pueden hoy sembrar el rencor que mañana se presentará en cólera. 

330. Cuando más elevado en dignidad está un jefe, tanto con más miramiento ha de tratar la susceptibilidad de sus subordinados, porque una flecha cuando cae de más alto, más honda se clava, y así toca el corazón puede ser mortal.  

331. Una injuria en boca de un jefe deshonra y abre en el alma del inferior una herida incurable.  

332. El mariscal De Belle-Isle escribía a su hijo “Os recomiendo que delante de los soldados no uséis expresiones duras ni epítetos denigrantes, y jamás profiráis ante ellos palabras innobles y bajas. Creedme, hijo mío, éste es el único medio bueno que por sí hace respetar las órdenes tornarlas agradables y acelerar su ejecución; inspirad en los soldados esa confianza en sus oficiales, que es la madre de la buena disciplina y los éxitos”. (Nota 18)  (1) El Capitán Morel, en Revue d’Infanterie, julio 1930: Esprit de finesse et de commandement.  

333. Véase el muy sugestivo extracto de una carta escrita en 1831 por un artillero al general Drouot, a cuyas órdenes había servido en 1809: “A mi juicio, lo principal es hacerse querer del soldado, porque si el coronel no es amado, no hay mucho empeño en hacerse matar por las órdenes de uno a quien se detesta. En Wagram, cuando aquello ardía y nuestro regimiento hizo tanto, ¿creéis que de no haber sido vos como erais, los artilleros de la Grande hubiesen maniobrando tan perfectamente? “Yo, mi general, jamas he hallado un coronel que haya sabido hablar a los soldados como vos; erais severo, lo admito, pero erais justo; es decir hablabais al soldado como si hubiera sido vuestro ideal, Hay oficiales hablan a los soldados como si los oficiales fuesen soldados, unos iguales, y esto lo tengo yo por nada.”

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 334. El Jefe debe empeñarse en caer entre él y los subordinados una

atmósfera y unas relaciones de colaboración verdadera. ¿Y no es el medio mejor para esto interesarles en la faena que se ha de cumplir, habiendo que participen, en la medida que sean capaces, del ideal que perseguís?  

335. Cada cual de nosotros está, naturalmente, persuadido de que respeta la persona de sus colaboradores. Todo nombre valiente busca el hacerlo; pero guardar ese respeto hasta el cabo, no es tan fácil como se cree. Porque respetar la persona humana en cada uno de los subordinados es hablarles con la misma estima que a los jefes (1). (1) A. Carrard, le Chef, sa formation et sa tache, Pág. 17. 

336. un militar no se inclina cuando saluda a su superior. Al contrario, debe darse importancia, y su gesto arrogante simboliza la grandeza que ha de tener en servir. Sería deshonrar semejante gesto, todo confianza y grandeza, hacerle significar bajeza o debilidad.  

337. Desde las primeras instalaciones de fábricas en Francia, ¿cuáles son las que no han ido a la huelga? Por todas partes donde lo hemos podido comprobar había fábricas en que el jefe estaba en contacto personal con los subalternos; en las que el (hombre) , como persona humana, era el objeto de su atención y cuidados; en las que el jefe sabía interesarse por la familia de sus obreros, les preguntaba por las novedades de casa, les proporcionaba ayuda personal efectiva.   Conocí en un deseos establecimientos un jefe que empieza sus relaciones de fábrica por lo personal. Quiere que los subordinados le informen de las fiestas o de los duelos, de los aniversarios, de las dificultades momentáneas de los hombres que les ha confiado. Solo después se entra en la parte técnica. Cuando faltaba este contacto personal, olvidando todo lo que, por otra parte, se hubiera hecho por los obreros, éstos han entrado en el taller y han manifestado su odio profundo contra los jefes que les había tratado, en último término como “máquinas de producción” (1).

338.Siempre he estado convencido de que el superior debe respetar la dignidad personal de los subordinados; éstos jamás cumplen evidentemente con su ideal absoluto. Pero tenemos que servirnos de los subordinados tales cuales son, utilizando sus cualidades y aun sus defectos, los que muchas veces no son otra cosa que exageraciones de las cuales. Esforcémonos por mandar y obedecer con buen humor; el hombre malhumorado y el encolerizado están enfermos; por lo tanto, son, momentáneamente, seres de calidad inferior.  Seamos siempre corteses con nuestros inferiores: cuando uno es educado, educa a los que dirige; cuando no es grosero, se rebaja a sí mismo. En presencia del superior la falta de educación es una falta contra la disciplina; en presencia del inferior es, además una cobardía.

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 Sólo la delicadeza hace soportable la dureza de un reproche. Hablemos siempre dulcemente, lo cual no empece para hablar con firmeza: al dar órdenes, al hacer observaciones con tono demasiado levantado, enloquécese a los subordinados, indúceselos a gritar, pónese fiebre en el servicio (1). 

339. Los obreros, aplastados por la maquinaria, han sido mucho tiempo víctimas del progreso de una técnica sin alma y de un liberalismo pagano, que los ha reducido a la categoría de material humano, menos apreciado muchas veces que la maquinaria que cuidaban. De ahí ha resultado en el alma obrera un complejo de inferioridad que ha conducido acá y allá a reacciones de violencia. Desde el momento en que un jefe respeta la altivez de sus hombres y los trata de veras como a hombres, empieza a estar resuelta la cuestión social.

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XIV.- Espíritu de Justicia. 

340. Que sea justo es la primera cualidad que un hombre digno de este nombre reclama de quien tiene autoridad sobre él.  

341. Reste sentimiento de justicia es tan innato en el corazón del hombre, que toda injusticia hasta en el jefe amado, le intranquiliza, le revuelve, le encabrita. Comprenderá que un superior sea exigente, severo si se quiere; pero si es derrotado por una maniobra desleal, o por una acato arbitrario, guardará en el hondo del corazón una secreta herida, que exhalará un día a otro en amarga queja, en tenaz rencor y quizá en odio implacable.  

342. Ser justo es distribuir elogios y censuras con discreción, saber reconocer la buena voluntad de cada cual, llegar al fondo de las cosas y tener en cuenta, por si acaso, las causas que han frenado el esfuerzo de quien ha procedido lo mejor que pudo. 

343. Ser justo es atribuir, a quien de hecho lo merece, y sobre todo a un inferior, el mérito de tal idea ingeniosa; saber reconocer lealmente la parte que ha cada colaborador suyo corresponde en el éxito.  

344. Ser justo es quedar imparcial en todas las circunstancias, sin dejarse guiar nunca por sus simpatías o antipatías; conceder el ascenso según la valía y aptitudes probadas, y no según el peso de las recomendaciones o la habilidad en el arte de adular que pudiera poseer el candidato.  

345. Ser justo es respetar la jerarquía por uno mismo creada, reforzada la autoridad de los que han sido puestos al frente de un servicio o de una sección, y no intervenir en su radio sin contar con ellos.  

346. Ser justo es reconocer noblemente su error o su falta, y no buscar el hacerla recaer en otro; menos todavía echarla a un subalterno, que no ha hecho más que ejecutar, lo mejor que pudo y con los medios de que disponía, las órdenes imprecisas o incompletas. 

347. Ser justo es aportar en el ejercicio de su misión una rectitud irreprochable, que hace más para asegurar el ascendiente moral sobre una colectividad que el empleo de todos los artificios del mando.  

348. No hay en el mundo un hombre, por virtuoso que sea, que pase por inocente en concepto de un amo que sin examinar las cosas por sí mismo da oídos a las calumnias (1). 

349. Nuestros inferiores tiene derecho a la justicia absoluta: hagamos todos nuestros esfuerzos para dársela.  

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No busquemos inspirar a nuestros subordinados terror, sino confianza: que no teman, antes bien deseen la presencia del jefe.  Protejámosles siempre cuando han ejecutado o han creído ejecutar nuestras órdenes . 

350. Nada de inútiles exigencias. El francés no gusta de estar siempre molestado por tonterías. Por lo que exijamos sea de manera absoluta y continua. Sobre todo, hagamos comprender a nuestros inferiores la razón de nuestras exigencias; hagámosles comprender que la disciplina es necesaria, no sólo para el servicio, sino para el bien de cada uno (1).  

351. El jefe defenderá siempre a sus inferiores si sus órdenes le valen por advertencias; debe irradiar lealtad, por que es deshonor del jefe mandar a sus inferiores con doblez porque él no anda con sinceridad.  

352. Pensad que todo ser humano es perfectible. Sean vuestros juicios muy provisionales y nunca irreformables, Tened cuidado en nunca “fichar” definitivamente a un hombre. Nada habría más injusto y debilitante.  

353. Nada hay que antes mate el esfuerzo que un hombre podría intentar hacer para mejorarse o corregir, como este pensamiento: “¿para qué? Estoy fichado.” 

354. Sed prudentes, sobre todo en presencia de gentes que veis raras veces. Cuidaos de la impresión que os han dejado en un contacto fugitivo hace ya muchos años. Después han podido modificarse. No os fiéis sólo vuestros recuerdos.  

355. ¡Cuántos gérmenes de rebeldía depositados durante la guerra en millares de almas de soldados por la arrogancia de jefes indignos¡ El Corazón del Soldado no buscaba para entrenarse más que admirar: rodeaba con verdadera ternura al jefe que había ganar su estima. Pero esta necesidad de admiración y afecto se convertía en cólera y en desprecio en presencia de la injusticia, la infamia y la dureza (1).

356. Como el rey era el defensor nato de su pueblo contra la avidez de los grandes, así todo jefe supremo ha de vigilar para que los “ejecutores” obreros, soldados, marinos, sean tratados por sus subordinados con justicia y honor. Ahí está el papel más difícil, porque el deber del patrón es doble: no debe debilitar la autoridad de sus lugartenientes, pero no debe tolerar abuso de autoridad. 

357. Un acto de la justicia es el no hacer jamás promesas que no se pueden cumplir. Si es tan difícil “Cumplir lo que se promete”, es porque muy difícil “no prometer más que lo que se promete”, es porque es muy difícil “no prometer más que lo que se está seguro de poder cumplir.”  

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358. Nada gana tanto la confianza de los subordinados como la franqueza. De Ernesto Psichari decían sus hombres: “Es tan sincero que se tienen ganas de imitarle.” 

359. El mantenimiento de la disciplina, absolutamente necesario para conseguir el fin de la acción militar, exige de parte del oficial no solo la firmeza, sino también cierto respeto de las distancias.  Quien quiera mandar sólo por amistad y persuasión, renunciando al prestigio del grado, a esa especie de poder absoluto que dan los galones, se expondría a graves disgustos; el procedimiento, sin duda, tendría éxito en los mejores, mientras que los peores se aprovecharían de él para sustraerse a la obligación, y aun los mejores no tardarían en pedir a gritos justicia y a perder ánimos.  

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XV.- Firmeza  

360. Excelente método de mando es la firmeza, cuando es una manera habitual de ser; pero es poco eficaz si procede a golpes inconsiderados. Tenéis derecho para ser exigentes; pero evitad las brusquedades de la cólera; sed estables en la seriedad.  

361. El jefe ha de merecerse la reputación de que es un hombre que sabe lo que quiere y lo que quiere hasta el fin. Esto no le empece de escuchar una observación justificada de los subordinados y de corregir los errores de sus decisiones o de sus directivas.  

362. Nada tan dañino como la debilidad y la cobardía. Y nada tan humano como la firmeza. Los regímenes de cobardía son los que cuestan más al mundo, y en definitiva son los que pueden acabar y los que realmente acaban en la atrocidad.  No me gusta un bonachón que está en el poder. Quiera Dios que nuestros señores sean firmes; es todo lo que les pedimos. Para quien está de súbdito nada hay más dañoso que la hombría del bien –bobería-del que está arriba (1).  

363. Este hombre (el Capitán) era duro; justo, sí; pero con justicia severa y no indulgente. Ninguno de sus subordinados creyó jamas que fuera posible, o no hacer, o no hacer más que a medias lo que él había ordenado, y cada uno sabía, o mejor sentía, que estaba completamente en peligro de recibir un balazo en la cabeza en caso de faltar. Todas las mañanas, lo mismo en la línea que en el cuartel, revisaba su compañía, a paso largo, practicando su justicia, como él decía. No dejaba pasar nada ni toleraba que un hombre o un graduado no hiciese su oficio.  Frecuentemente acompañábale, y algunas veces le vi demasiado riguroso; parecíame que en su puesto hubiera sido más complaciente; pero hoy veo que él tenía razón. La regla inflexible es siempre buena, pero protege contra el desorden, y el que es severo es bienhechor.  Además, aumentaba su severidad a medida de la graduación, porque a sus ojos un grado era un aumento de deberes antes que un aumento de sueldo o bienestar. Y en verdad que no se privaba de sacudir con vigor a sus suboficiales y oficiales. Yo lo fui lo mismo que los otros, y fuertemente, sin pensar jamás en quererle mal (2).  

364. Gentes hay que a cualquier precio pretenden subir; para ellas son buenos todos los medios de hacerse valer y de aplastar a los otros en la

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carrera. Aprovecha todas las ocasiones para decir de sus camaradas cualquier cosa de desventaja y para hacer resaltar la superioridad propia, no queriendo saber la de los demás. Desde que se presiente que un jefe se deja influenciar de tales arribistas y que se tienen más probabilidades de prosperar haciendo lo mismo que hacer ellos, que no trabajando en su puesto a conciencia, entonces todo cambia; cada uno se encierra en su trabajo, nada comunica ya a sus compañeros y, a su vez, empieza a intrigar. La colaboración ideal se cambia en desconfianza, en lucha solapada de cada uno contra todos; la atmósfera se hace irrespirable.  

365. Otra clase de colaboradores hay todavía más peligrosos, porque son más difíciles de descubrir. A presencia de los jefes son serviciales sumisos, acordes con todo, sin personalidad. Delante de los subalternos con duros, cargantes, distanciados, desconfiados. No puede sufrir que los demás prosperen.  Aquí es donde ha de intervenir la firmeza clarividente del jefe. Debe “apreciar cada uno en su justo valor”, sin permitir que por celos o envidia ni diferencia sea olvidado éste o aquél. (Nota 20)  

366. Sed afables, pero no ingenuos. Estad preparados para hacer confidencia; pero no os confiéis sino con entero conocimiento. 

367. No es necesario cegar la confianza para darla a alguien.  

368. Poniendo a vuestros colaboradores en las mejores condiciones para salir bien, graduad sus responsabilidades y su autoridad. Mejor es aumentársela que no el disminuírsela en vista de los fracasos.  

369. Cuando se conoce que el jefe ni es un impulsivo ni un influenciado, para quien el último en hablar es el que tiene razón, se le tiene por jefe.  

370. Todo el que no se deja manejar es un jefe.  

371. Es frecuente que subordinados que quieren y sirven bien al jefe estén celosos unos de otros y se discuten con demasiada avidez las señales de su estima. El “patrón” ha de adivinar y apaciguar estas susceptibilidades, que debilitan peligrosamente el cuerpo.  Como un chófer experimentando sabe, al oír el ruido de su motor, que uno de los cilindros no va bien, así el jefe nato siente que el equipo no rinde y busca la causa de ello y la encuentra. Esta causa es frecuentemente minúsculas: un grano de polvo en un tubo, un encogimiento de hombros, que no era más que un tics (contracción involuntaria), y que se tomó por un insulto. Lyautey tenía el instituto de las cosas: “Fulano se queda a trasmano”, decía, y al momento, con dulzura y firmeza, le hacía sentir la espuela (1). 

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372. Proseguid hasta tanto que hayáis conseguido un resultado. No se debe abandonar cosa alguna sino cuando se ha llegado al término. Cuando no se logra resultado, nada está hecho. Hay que acabar (2).  

373. El jefe debe ser un hombre de carácter. Tener carácter no es lo mismo que tener mal carácter, como lo creen muchos. Es sí caber conservarse libre e independiente; es mandar sin buscar la satisfacción inmediata, aunque legítima y apetecible por otra parte. Es, cuando se tiene la certidumbre de una verdad, saberse mantener en ella, cueste lo cueste, suceda lo que sea. Es saber mantenerse solo en la barra esperando cuando todo lo del rededor se cansa. Finalmente, es saber ser imparcial en su conciencia y reconocer sus yerros.   

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XVI Ejemplo. 

374. Quiéralo o no, el jefe es un blanco o hito. Los ojos de los subordinados están dirigidos constantemente sobre él, y el ejemplo tiene tanto mayor peso cuanto más es él más apreciado. 

375. El ejemplo es decisivo; los ejemplos arrastran. Concretan el acto o una actitud lo que hasta entonces sólo era una idea abstracta del entendimiento. (Nota 21). 

376. Los hombres nunca se conducen por los preceptos de la razón pura; necesitan ver su ideal encarnado en un hombre, que los obliga a su seguimiento por la seducción del ejemplo. (Nota 22). 

377. El jefe que da el ejemplo puede pedirlo todo a sus hombres, por que siempre acaba por merecer y conquistar su confianza. 

378. La vida del jefe habla siempre a sus hombres mas alto que su voz, y cuando la vida esta en contradicción con sus palabras, hay una falta de lógica que escandaliza a los débiles y rebela a los fuertes. 

379. El concepto de la autoridad varia en la acción y situaciones peligrosas; disminuye la que al jefe presta el grado, mientras crece la que le da su carácter y el ejemplo. 

380. El jefe que exige de los otros un trabajo duro debe ser un modelo ejemplar de trabajo. No se obtiene fácilmente de otros la colaboración si no se exige todavía más de sí mismo. 

381. El jefe que se abandona a la ley y el esfuerzo mínimo autoriza tácitamente a sus hombres para que hagan lo mismo. El hombre moderno no admite disciplina si no es reciproca y si que el manda no cumple los deberes de su cargo con tanta exactitud cuanta exige de sus subordinados. 

382. Cuando un subordinado ve al superior trabajar sin tregua como prescindir de legítimas comodidades, desdeñar la riqueza y los honores; cuando se da cuenta de que sólo una pasión le mueve: la buena marcha del grupo y la satisfacción de los inferiores, entonces también el se deja ganar de la generosidad y no quiere ya rehusar nada a quien nada se concede. 

383. Quien piensa que hace lo bastante para la recompensa que recibe nunca pasará de subalterno, jamás será jefe.

384. Muchas veces se oye decir que es bastante dar buen ejemplo en el servicio y que, fuera de esto, el jefe pueda hacer lo que quiera. No; lo que el subordinado a de poder encontrar en su jefe es, desde luego, ejemplo en el trabajo; pero después es la manera de vencer y resolver los problemas de la vida en general; la influencia no puede ahondar mucho si el ejemplo no es total. 

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385. A medida que se haciende mas alto, hay menos frecuente inspección de los superiores; por tanto debe la conciencia del jefe agrandarse al paso que subiendo de la jerarquía, se encuentra mas libre y solo. 

386. En otro tiempo mi lema era: << Ciencia y conciencia.>> También hoy lo conservo, pero invirtiendo los términos y poniendo primero conciencia y después ciencia. Sí, primero conciencia. Es lo más importante (1).

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XVII.- Humildad

387. El mandar es una función pública; para ella se prepara uno desembarazándose del mezquino egoísmo, de las preocupaciones demasiado interesadas y de la vanidad que suele acompañarla. 

388. Evitemos, sobre todo, el hablar mucho de nosotros mismos y él proponernos como ejemplo. No hay cosa más desagradable que un hombre siempre pagado de sí mismo. Efectivamente, el ejemplo no es eficaz sino cuando naturalmente se impone a la intención de los subordinados; sería grosero error psicológico creer que se puede acrecentar el efecto útil con afirmaciones gratuitaso con gargarismos de cumplido; por que el espíritu de contradicción, dormido en toda alma, sé despertaría en los colaboradores y secretamente vendría a demoler el efecto que creiais producir. (Nota 23) (1). 

389. El jefe debe haber nacido grande o ha de llegar a serlo; pero no se es grande sino en la medida en que se es desinteresado de sí mismo. Como afirma Lacordaire, <<Todo lo que en él se ha hecho de miserable se hizo en nombre del interés.>> 

390. La misión del jefe esta confiada esencialmente para el bien común; ni el capricho ni el interés, ni el orgullo deben dictar al jefe sus decisiones. 

391. Sin humildad, la fuerza no es mas que violencia; sólo la humildad permite aminorar los peligros, disminuir los defectos, reconocer y reparar las faltas. 

392. Cuando algo no marcha, las nueve décimas de los hombres tienen una tendencia muy natural para justificarse, de buscar razones fuera de ellos, es decir, a su lado, probando que quien tiene la culpa es el vecino. Pues bien, cuando uno quiere elevarse en la vida y estar a la altura de una situación, a de procurar pertenecer a la décima última, a la que sabe reconocer leal y francamente, sin hipócrita humildad, que a podido engañarse... y que sabe buscar el medio de hacer lo mejor en lo venidero, o de hacerlo a ser mejor, que es más exacto. Todos nos equivocamos: nadie cumple su oficio hasta la perfección, y yo no tengo, en verdad, pretensión de desempeñar el mismo, de manera irreprochable; pero, al menos, cuando alguien me indica, o veo yo mismo que las cosas no caminan, cuido de hacer que caminen, pueden hacer que caminen mejor y no busco el excusarme en mis adentros (1). 

393. Él yo es odioso, sobre todo en el ejercicio de la autoridad: <<Toda autoridad que no es humilde es grotesca>> - dice Fóerster -. Decir: <<Yo soy el amo>> Es ridículo; decir: << Yo tengo razón>>, es pedante; decir: <<Por mí tienes trabajo>> es rencoroso y tiránico. 

394. El jefe no tiene que bajarse delante de los superiores. Conviene para las relaciones humanas, que goce de prestigio. Pero ante la obra que se hace a de permanecer modesto. Por la sumisión a los datos reales, siempre debe acordarse de que el jefe, por más grande que sea, nunca es la regla de la vida del mundo, sino que es un intérprete.

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 395. El gran enemigo para el espíritu de equipo es el orgullo, que hace que,

apuro de referirlo todo a sí mismo, se llegue a ser incapaz de comprender las necesidades ajenas, y, por tanto, de colaborar con ellos.  

396. El verdadero jefe es desinteresado. Va hasta el fin por que su deber es él alcanzarlo; no va por su medro personal. No busca sus ventajas personales ni su gloria; recuerda que no es jefe sino para representar o realizar el bien común; no es jefe para sí, sino para los demás. 

397. El jefe tiene que guardarse de aceptar de sus colaboradores la mejor lisonja. No están allí para alabarle ni para criticarle; aunque algunas críticas de parte de los colaboradores son admisibles cuando están presentadas con respeto y son la expresión de su entrega a la causa común. Pero la lisonja de un subordinado rara vez es desinteresada. Y es tanto más dañosa cuanto más sutil. <<Creemos aborrecer la adulación, cuando lo que odiamos es la manera de adular>> - dijo la BRUYERE -, y hay que confesar que se acaba por ser menos exigente con la manera cuando se deja dominar por la costumbre. 

398. El hombre tiene necesidad de apoyarse en algo mayor que él. Busca un ser superior que le guíe y con quien pueda contar, porque pocos hombres soportan la idea de estar del todo solos. Por tanto, con facilidad tendrá el subordinado tendencia de atribuir al jefe cualidades sobre humanas. Tanto mas fácilmente caerá en esto cuando el jefe se permita favorecer está tendencia que lisonjea a su amor propio, por que gusta de <<figurar>> y de señalar su <<superioridad>>. Pero es un juego peligroso, por que rodeándose de halagadores, que no ven más que por sus ojos, se priva de la ayuda de la sana crítica de personas que pueden ver la cosa desde otro punto de vista, y pierde así el contacto con el medio en el que vive. No puede guiar con conocimiento de causa. 

399. Por excelentes que sean las cualidades, el jefe no es un superhombre, y pronto o tarde el subordinado se da cuenta de que había sobretasado al superior. Si este es modesto, el inferior no achacará su error de óptica más que así mismo, y no modificará nada en la intensidad de su entrega. Pero si, por le contrario, estima que ha sido engañado por las promesas que no se han sostenido, resulta en el una violenta reacción que puede llegar al desprecio del jefe. 

400. Un jefe no puede tener ilusionados por largo tiempo a los que manda. Después de algunos tanteos, aquéllos le conocen. De ser humilde en su juicio, el jefe es más fuerte en presencia de los otros; verídico para sí, puede pedir a los otros que sean veraces ante él. Hay una manera de decir a un hombre, mirándole sin dureza a los ojos: <<a mí no me cuentes eso>>, yo desinflo todo bluff. Se conoce pronto a los jefes a quienes <<no se llena la cabeza con estopa>>. A ésos se atreve uno a confesar sus flaquezas, pero es para preguntar como el médico: <<¿Cómo podré curar?>> (1). 

401. El jefe de veras jamás habla de sí: nunca dice: <<Yo.>> se incluye en el conjunto y dice: <<Nosotros>> mientras que el <<yo>> sea la preocupación céntrica, se constituye en término final de su actuación y explota más o menos conciente mente a los demás para su servicio. No comprende su misión si no a partir del momento en que se arranca de sí mismo para entregarse sin interrupción al interés general. 

402. Jamás hagáis de profeta, ni vencedor ni vencido: <<Ya lo había dicho yo..., lo tenía previsto..., una vez más tengo o he tenido razón..., bien tenía anunciado lo que ha acontecido...>>; por que si, en efecto, habiais previsto lo sucedido, una de dos: o habéis tomado las medidas consiguientes, y en tal caso no hay porque trompetear la victoria, o no habéis tomado las medidas que se imponían, y en este caso

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vuestro interés esta en callar por que haciendo de profeta inatendido os hacéis ridículo u odioso a todos vuestros colaboradores. 

403. El signo más seguro de la fecundidad de un jefe es el verle trabajar para su sucesor, conocido o desconocido, por que es prueba de que supone la duración de su obra por encima de su persona. 

404. Un hombre no es más que un hombre, y ha de recordarlo cada día. El que no entra dentro de sí y no se pone constantemente en un situio delante de Dios, caerá fatalmente en el orgullo; sus esfuerzos quedaran estériles, por que no puede abarcarlo todo con su inteligencia, siempre limitada, y porque con el orgullo ha perdido la preciosa facultad de escuchar. 

405. La virtud capital de un jefe, y quizá la más rara, es la humanidad. Si nuestros jefes no están profundamente convencidos de esto, sino saben aceptar las inevitables lecciones que les vienen de los hombres y de las cosas, si persisten en su opiniones hasta llegar a no querer escuchar a nadie, pronto serán inútiles, por estar desgastados y avejentados. A buen seguro encontrarán imediatamente un coro de admiradores y se creerán que están apoyados por los subordinados, sino por todos, al menos por los que son inteligentes, comprensivos... Que tengan cuidado. Los más servirles adoradores que tornarán contra ellos a la primera ocasión que les parezca su sinterés está en adular a otro. Y esperando abusarán muy pronto del señor a quien afectan servir, desde luego para servir a sí mismos.  Son demasiadas las personas que confunden voluntad y terquedad, y mal carácter. Es, por el contrario, prueba de una gran fortaleza de alma el aceptar una advertencia, escuchar una observación, el reflexionar en ella, despojándose de sus ideas propias y doblando la voluntad. El hombre que reconoce lealmente que se ha equivocado, o, más sencillamente, que no lo sabe todo, se engrandece singularmente. Y por añadidura conquista, al conquistarse a sí, una magnífica independencia. Ahí está tan sólo la verdadera libertad: dura es la esclavitud de un hombre ante otro hombre; pero es peor todavía la esclavitud de sí mismo (1).   

    

 

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CAPITULO TERCERO 

LA JEFATURA 

SUMARIO

I.- El arte de formar y educar.

II.- El arte de organizar.

III.- El arte de mandar.

IV.- El arte de comprobar.

V.- El arte de reprender.

VI.- El arte de castigar.

VII.- El arte de neutralizar las resistencias.

VIII.- El arte de animar y recompensar.

IX.- El arte de hacerse ayudar.

X.- El arte de formar equipo con los demás jefes.

 

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I El arte de formar y educar. 

406. Todo verdadero jefe es un educador, porque se esfuerza en sacar del ser humano que asocia a su faena todas las virtudes acultas de que es capaz, a fin de guiarle a que se sobre puje así mismo para realizar cuanto su misión espera de él. 

407. El verdadero jefe no es el propietario de una especie de talismán reservado para su uso; es un despertador de iguales. Gusta de que el más humilde de sus trabajadores esté hecho a su imagen y de enfocar sobre él el reflejo de un hombre libre, creador, atrevido. Regocíjase cuando alrededor ha esparcido iniciativa, lucides, desición de espíritu, franqueza, en aquellos que hace poco eran todavía niños ante la vida (1). 

408. Uno de los medios mejores para ganar la confianza de un hombre es dirigirle a sobre pujarse a sí mismo, y no pocas veces el tratarlo como mejor que lo que dicen las apariencias. 

409. El jefe educador habrá de ver, por encima de los defectos y vicios que forman la corteza, las cualidades profundas de las cuales hay que hacer al individuo a adquirir conciencia, para que, encantado de alegría en vista de las desconocidas riquezas, se aplique a darles valor. 

410. No hay cosa que determine más a un hombre a perfeccionarse que la persuasión de estar comprendido y animado por su jefe. 

411. Siempre se hace con inteligencia y corazón aquello que a cada uno interesa y en lo que sobresale. En fuerza de este principio, el jefe hase de aplicar a despertar el interés del subordinado por las faena que se ha de hacer y ponerle en condiciones de tener éxito en ella. 

412. La educación dada por el jefe debe conducir a desarrollar en el subordinado el amor del esfuerzo, el sentido de la responsabilidad del gusto en común. 

a) Amor del esfuerzo. 

413. El gusto del esfuerzo mínimo conduce a la rutina, quiebra los arranques más generosos y esteriliza las actividades más prometedoras. 

414. Nada se gana sin pérdida, y las cosas tanto valen cuanto cuestan. 

415. Renunciar al esfuerzo es renunciar a la vida, al progreso, a la fecundidad. 

416. El hombre no es esforzado naturalmente, y para infundirle la costumbre de vencerse y de encontrar en su vencimiento la suficiente alegría que compense el

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esfuerzo empleado, es preciso haber determinado en él una actitud positiva en presencia de las dificultades que le aguardan, con una de las dos siguientes: << Las dificultades están hechas para ser vencidas.>><< las dificultades no son barreras que nos detienen, sino trampolines que nos facilitan el sobrepujarnos, obligándonos a subir.>> 

417. A propósito de educación escribía DUGÁS: << el maestro que trata de instruir sin inspirar amor a la instrucción es un herrero que machaca un hierro frío.>> Otro tanto puede decirse del jefe que intenta obligar a los hombres sin inspirarles gusto por el esfuerzo y por la faena que se ha de hacer. 

418. La educación del esfuerzo debe también conducir a desarrollar el gusto por el trabajo bien hecho, el cuidado de los detalles bien acabados en cada uno y el sentimiento del orden, sin el cual todo lo demás resulta despilfarro e incuria. 

419. Hase de amar el esfuerzo; hase de hacer con amor lo que se hace. 

420. la educación del esfuerzo es tanto más necesaria cuanto que el hombre, por instinto de conservación, está propenso a evitar el peligro y a buscarse comodidades. 

421. No tanto se trata de imponer los esfuerzos cuanto de provocarlos hábilmente, por que no hay obra de verdadera y honda educación sino en la medida en que hay adhesión y colaboración. 

422. Uno de los mejores medios de estimular el esfuerzo de los subordinados es hacerle saborear el contenido del progreso realizado y, todavía más, la satisfacción de estar en disposición de servir mejor. 

423. El ser humano es complejo. Es un campo de lucha de tendencia profundas, que se corrigen y se neutralizan. El papel del jefe, sobre todo cuando quiera cumplir su deber de educador, es el llamar a todas las tendencias generosas que están ocultas en cada hombre y neutralizar con ellas los instintos de pereza y miedo al sacrificio, que no son sino formas del instinto de conservación. (nota 24). 

424. << No rechaces al héroe que hay en tu alma >>, dice NIETZSCHE al hombre que quiere merecer tal nombre . En todo ser humano, sea como sea, hay siempre una llama en potencia, una mecha humeante. Toca al jefe señalar las faenas o restringirlas, según sean necesarias, en relación con lo que cada uno lleva en sí de heroísmo latente. 

425. Para desarrollar en los hombres el gusto del esfuerzo está permitido estimular el amor propio. <<La falta de amor propio y de sana estimación – escribe P. KIEFFER en Educación y equilibrio- quebranta los arranques del alma, mata el espíritu de iniciativa, y crea seres pasivos e inertes.>> 

426. Guárdese mucho el jefe de pedir esfuerzos desproporcionados con las actuales posibilidades de sus subordinados, a los que los han de poner. Progresivamente hay que acostumbrar a los hombres a triunfar de los obstáculos siempre más difíciles, de tal manera que no se desanimen, sino que confiando en los medios, entren en ganas de continuar progresando. 

427. Hay una grave equivocación en concebir el progreso como un fin que no busca otra cosa que facilitar al hombre más y más medios para que haga cada vez

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menos esfuerzos. El progreso no es legítimo sino cuando llega a ser un medio para servir más y mejor. 

b) Sentido de la responsabilidad 

428. Lo que esencialmente diferencia al hombre y al autómata o al animal es que el primero está dotado de libertad y, por tanto, de responsabilidad. Despertar el sentido de la responsabilidad en los subordinados es para el jefe uno de los más eficaces medios de hacernos más hombres. 

429. ¡ Cuántos hombres tomarían mas a gusto su faena si se les hubiese presentado ésta como un servicio social del que se sintieran responsables!. 

430. ¡ Cuántos hombres pondrían también todos sus sentidos para lograr el resultado que se espera de ellos, si pensaran que su jefe tiene puesto en ellos su confianza!. 

431. En una gran fábrica de productos químicos el contramaestre explica a un obrero novel cómo debe portarse éste, e insiste, sobre los tres graves accidentes que pueden producirse de no observar estas prescripciones. Todo esto es normal. A partir de éste instante el contramaestre puede tomar una de estas actitudes: mostrar desconfianza, haciéndole temible la <<inspección>> o manifestar confianza diciéndole: <<precisamente por que es peligroso os elegí para este trabajo, por que se que puedo contar con vos>>. Esto no suprime la necesidad de la inspección; pero ésta se convierte en una ayuda bien vista o en una comprobación del deber cumplido (1). 

432. Uno está tanto más interesado en una faena cuando más capaz se siente de hacerla; mejor comprende su utilidad y encuentra ocasiones de probar su inteligencia e iniciativa. 

433. Dos tendencias se dan en la necesidad de independencia: la una, negativa, consiste en no querer someterse a la disciplina: la otra , positiva, consiste en querer elegir por sí el mejor medio para llegar a la meta que se ha propuesto. El arte del jefe consiste, consiguientemente, en llevar a sus subordinados a que hallen por sí mismos el medio mejor para lograr el fin común. En este concepto ha de ser un animador y no un dictador. 

434. El hombre tiende siempre ha protestar del trabajo que se le confía. 

435. Dos maneras hay de obrar un jefe : <<desembarazarse>> del trabajo desagradable y de menos importancia con los subordinados, o <<confiar>> el trabajo que están capacitados de hacer. Si el estado del alma del jefe es bueno, con facilidad encontrará la fórmula correspondiente, por ejemplo: <<¿Querríais encargaros de este quehacer?, porque tengo empeño en que esté bien hecho>>. Los hombres llevados de esta manera trabajarían con muy otro sentimiento del deber, con muy otra nobleza profesional, con muy otro placer en el trabajo, aunque las condiciones exteriores fuesen tratados de otra manera. 

c) Gusto del trabajo en común 

436. La idea de responsabilidad crece a medida que se desarrolla al mismo tiempo el sentimiento de solidaridad, en virtud del cual nuestros actos nos siguen, y nada de cuanto hacemos es indiferente para el bien general del conjunto. El arte del verdadero jefe esta en despertar ese sentido de solidaridad en todos los subordinados. 

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437. Poner interiormente de perfecto acuerdo un equipo es difícil frecuentemente. No ha de tolerar el jefe que cada servicio adquiera espíritu de casta y como un patriotismos local, que lo pondría en guerra con los demás servicios. Trátese, en los ferrocarriles, de la tracción y de la exploración, o, en un estado mayor, del gabinete primero y segundo, es de importancia que el jefe haga comprender a todos que un ejercito, una fábrica, un país, formar un cuerpo único y vivo y que toda lucha de un órgano con los otros sería literalmente un suicidio (1).  

438. Sólo el hecho de trabajar al mismo tiempo y bajo el mismo techo no es suficiente para producir la cohesión y espíritu de unidad. Un grupo, sea cual sea, si se quiere que no se deshaga en esfuerzos estériles y muchas veces contradictorios, ha de llegar a ser un organismo vivo en el cual trabaje todo pensamiento en armonía con los otros, inspirándose todos en el pensamiento del jefe superior, asimilado por los jefes subalternos y transmitiéndose hasta los últimos peldaños de la escala, diverso en el modo, inmutable en el fondo. 

439. Buena es la división del trabajo; pero hace de vigilar que los servicios no olviden la acción colectiva, que no se desconozca entre sí, que colaboren amistosamente, de modo que no se llegue a un mosaico de esfuerzos yuxtapuestos, sino una acción concorde multiplicada. 

440. El hombre esta fácilmente inclinado a ponerse en un punto de mira personal para juzgar de todo. En una medida tomada por un jefe con facilidad no ve más que el lado vejatorio o simplemente molesto para él. No acierta a colocarse en el punto de mira del orden general y del bien común, que tiene sus exigencias . Necesítase cierto grado de abnegación propia para mirar las cosas desde el punto de vista del conjunto; más oficio es del jefe aplicarse a ser comprender a sus subordinados la relación de cada directiva con la prosperidad o con la relación de la faena común. 

441. El espíritu de asociación en común opónese diametralmente al de la concurrencia, en el que se ha fundado hasta nuestros días la vida social y todos los métodos de educación y enseñanza. El espíritu de concurrencia opone los intereses particulares y excita los egoísmos: pone el interés general y el bien común en segundo grado; crea clases, hace oposición, suscita las luchas sociales y las guerras. 

II.- El arte de organizar  

442. Ordenar, antes que mandar, significa poner en orden; es decir, organizar. 

443. un coronel no manda a 3000 hombres; un jefe de batallón, 1000; un capitán , 250. el coronel manda a 3 batallones; el comandante 4 compañías; el capitán, 4 secciones; el jefe de sección, 4 escuadras. No lo olvidaremos.Instruyamos a nuestros directos subordinados y mandemos por medio de ellos; sobre todo no nos pongamos hacer sus veces, que no estaríamos en nuestro oficio (1). 

444. En la vida, lo mismo que en el ejercito, el técnico va en importancia general detrás del organizador. Uno de los generales franceses que se a hecho tristemente ilustre en el pasado, Bazaine, a devorado muchos disgustos porque hacía oficios de ayudante, pues iba tan pronto a corregir un tiro como a mandar la posición de un arma o la de un tirador, sin permitir nada a sus generales agrupados en derredor y que solicitaban, que mendigaban casi, una orden o una idea de conjunto capaz de sostener la acción suya propia. 

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445. El jefe, si quiere estar a altura de su cargo, debe, desde luego, organizar su propio trabajo y encontrar el tiempo necesario para ocuparse de los problemas que le incumben como jefe, a saber: la división del trabajo, el prudente reparto de trabajo en proporción de las diferentes aptitudes de los colaboradores; luego, la coordinación del movimiento en función de la idea directriz que se a de realizar. 

446. En cuanto al orden y método sirve de ejemplo el mariscal Yyautey. Para terminar una obra hay pequeñeces que el jefe debe saber hacer por sí mismo.Entre las faenillas de cada día hay una que el mariscal llamaba <<hacer la cocina>>; era capital; cuando el mariscal hacía la cocina, no había que intentar interrumpirle. <<Tú comprendes esto es demasiado importante>>, decía él mismo al amigo que entraba en su gabinete en tal momento, y tenia que aguardar, algo asombrado y quizá impaciente, hasta tanto que hubiese puesto exactamente cada cosa en su sitio. En ello ponía su atención totalmente, de manera que cada papel, cada carta, cada nota, fuese, a la primera, al lugar señalado, en la <<carpeta>> de uno de los oficiales del Estado Mayor; al cestillo, para <<contestar>> a los <<compromisos adquiridos>>, o al legajo <<para tener a la mano>>. No era esto una manía de burócrata, sino la convicción de que un orden real y metódico es el fundamento de toda acción profunda y duradera (1). 

447. Según crece la perfección de un ser y según son mas numerosos los órganos, más diferencian el esfuerzo: un órgano, una función.Es la ley de la división del trabajo, cuya inobservancia produce confusión. 

448. Luego de estar el trabajo separado, ha de ser repartido enseguida a los operarios, contando con las aptitudes de cada uno. De esto resulta un cuadro de organización que fija para cada uno el trabajo, el suplente, los colaboradores y el superior. Un principio del agrado no M. FAYOL es: <<para un acto determinado el ejecutante no ha de recibir ordenes más que de un jefe solo>>. Así esta asegurada la unidad de mando, que se diferencia de la unidad de dirección, pero del todo necesaria siendo la violación de esta ley una de las causas más ordinarias del malestar orgánico, de la vacilaciones, desorden, ofensas y conflictos. Por lo mismo, prohibe al superior mayor actuar apartando a los intermediarios, aunque exigen, igualmente, una definición categórica de los poderes. 

449. La división del trabajo ofrece algunos peligros que apuntan nada menos que a destruir la unidad viva del grupo o de la empresa, y el deber del jefe a de ser reducir incesantemente las tendencias centrífugas, hacia una coordinación fecunda.Uno de los mejores medios para asegurar la coordinación será la conferencia o conformación frecuente de los jefes de servicio en presencia del director, para hacer conocer a cada uno las necesidades, las dificultades, los recursos de los otros, resolver los problemas de interés y asegurar la marcha armoniosa del conjunto. Para que dichas conferencias sean provechosas se debe comunicar con tiempo a cada uno y bastante pronto para que pudiera estudiar el orden de las cuestiones que se trataran. No se traten en común más cosas que las interesantes para todos los participantes y liquidar con rapidez los asuntos pendientes (dejando para estudiarlos fuera de la reunión los que no están madurados para una decisión rápida); educar a los jefes de servicio para que presenten las preguntas en forma clara y concisa, proponiendo ellos mismos después las soluciones que les parecen mejores. La tarea del jefe será, por tanto, dirigir a sus jefes de servicio con preguntas, para serles precisar las ideas y conducirles o la solución que ellos desean, y después sancionar (ocasionalmente protocolizar) la decisión tomada. 

450. En todos los consejos hay para el jefe un escollo que ha de editarse: el hablar demasiado. Los jefes que hablan siempre ellos no saben escuchar y dejar que

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hablen los subordinados jamás sabrán exactamente lo que hablan, lo que resulta mas grave, matar toda iniciativa en sus colaboradores. 

451. Gracias al concurso de todos los servicios y de todas las competencias es como se elabora el programa de las reuniones de consejo. Cada uno de los agentes, preguntado sobre el próximo pasado, pese al presente que le envuelve y predice el futuro que sospecha. Cuando a esta experiencia y balance se a juntado la ciencia de los especialistas, entonces, informado de todo, juzgándolo todo, el jefe pondrá su parte como ordenador y resolverá sus planes.

452. Calcúlese lo que cuesta este trabajo. Ha exigido de los participes un grande esfuerzo de inspección e imaginación. Supone que todos tiene interés por la empresa y que se dedican con ella con celo y que son bastante estables para conocer lo pasado y las posibilidades. Pero de parte del jefe reclama más trabajo y más capacidades. Especialmente la competencia, el valor de mirar al porvenir y mandarlo; también el valor de comprometerse cuando tan fácil es <<esperar y ver=waid and see>>, y por encima de todo, el arte de estimular la colaboración de los jefes de servicio.  

453. La recompensa es segura: reduciendo al mínimo las sorpresas, vacilaciones, falsas maniobras, cambios de orientación, caprichos de los dirigentes, incertidumbre de los dirigidos, funda la reciproca confianza, asegura la inteligencia a media palabra de las órdenes y directivas y en presencia de súbitos acontecimientos proporciona calma, fuerza y habilidad. Por otra parte, sólo así es posible apreciar con certeza los resultados obtenidos, confrontados con las previsiones concebidas, y permite la educación del personal, tan importante para la suerte del negocio(1). 

454. La reunión semanal de cuadros parece una excelente ocasión de establecer el balance de la vida de la compañía durante la semana transcurrida.En el curso de este consejo de familia, los buenos resultados se hacen observar, los errores notados con espíritu estrictamente educativo, exento de toda polémica personal, marcado con la serenidad, pero siempre en busca de las causas para explicar los efectos. Además, los mismos reparos se repiten sin cesar. Su repetición a través de casos diferentes acaba poco a poco por sorprender, convencer a los mas incrédulos y traducirse en la ejecución por hechos sin tacha (1). 

455. Si para remediar la lentitud inevitable del camino jerárquico se emplea la pasarela o paraje inmediato de un servicio a otro, el jefe superior a de autorizarlo y se le debe dar cuenta. 

456. No hay acción eficaz más que la organización, y no hay organización más que donde se da jerarquía. Todos deben colaborar para el fin propuesto; pero cada uno desde su puesto.Tan hermoso resulta obedecer con miras a una acción de conjunto como el dar órdenes para conseguirla. 

457. se debe evitar a toda costa las falsas situaciones en dos asociados que tienen iguales poderes, sobre los mismo hombres; cuentan con que la amistad, la mutua confianza, las solicitud de interés común, el tacto, harán inútil el inmediato reparto y atribuciones. Esta ilusión dura poco. A esta indecisión siguen de cerca la irritación y la desavenencia. 

458. Las cargas aplastantes y las excepcionales cualidades que impone o exige la función <<capital>> hacen con pena resaltar los déficits humanos. Limitados en el tiempo, en el espacio, en los conocimientos adquiridos y en la capacidad, ¿ no es

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una necesidad para ellos el completarse uniéndose con otros?. Si, más a condición de que al multiplicarse los órganos el poder ordenado sea único.

Por esta razón todo jefe se rodea de un Estado mayor, que le sirve de ojos, manos, piernas, orejas, boca, cerebro y memoria y competencia, con lo que multiplica sus medios de ver, de escribir, de oír, de estudiar. Pero de cualquier forma que se presenten: de secretarios, de especialistas consejeros, mesas de estudio, laboratorio, etcétera, no son más que órganos poderes subsidiarios de la persona única del jefe. No tiene ninguna autoridad ordinaria y es peligroso que el jefe delegue; quizá pone la firma, pero nunca tienen el mando.

FAYOL es de parecer que, si falta el jefe, sea reemplazado por un directo inferior, más no por un oficial por un oficial de estado mayor. 

459. Una preocupación dominante del jefe ha de ser el colocar en su sitio conveniente a cada uno de los hombres de quienes dispone, o, en otros términos, buscar para cada uno un encaje; quiere decirse la situación en que pueda él responder afirmativamente a estas preguntas: ¿estará bien? ¿trabajará bien?. 

460. Como hay una escala de valores, hay una escala de cargas. Lo esencial es concordarlas exigencias del puesto con las facultades de un hombre; hay quien será un excelente jefe de compañía y nunca será un buen jefe de regimiento. 

III.- El arte de mandar. 

461. Lo que más aprecian los hombres en el jefe es el mandato (1). 

462. Mandar no es doblegar las voluntades, y aun menos quebrantarlas, sino buscarlas para conducirlas a adherirse a los actos necesarios a la realización de la faena encomendada. 

463. El verdadero jefe no busca el dar ordenes por mandar, sino que se esfuerza en hacer que nazca en los subordinados el deseo de colaboración voluntaria. 

464. El mandar no es nada. Lo importante es comprender bien en los que se tiene encomendados y en hacerse comprender bien de los mismos. Entenderse bien es el secreto de la vida (2). 

465. Nunca he mandado tal como se cree. He traído a cuanto me rodeaban a mi modo de pensar, y esto es todo (3). 

466. El arte de mandar es el arte de guiar a los hombres de manera que se obtenga de ellos el mayor rendimiento para la causa que se sirve, con el mínimo de rozamientos y el máximo de colaboración. 

467. El subordinado nunca debe ser considerado como una simple máquina para cumplir órdenes, sino como un ser humano dotado de inteligencia y libertad, llamado por el jefe a colaborar de cerca o de lejos con él, en vistas a una faena o a un ideal que lo excede y a que junto sirve, cada uno en su puesto. 

468. Mandar no es imponer su voluntad a esclavos pasivos; para el jefe de verdad, apoyado en un equipo bien seleccionado, mandar es aconsejar y guiar. Y

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entendida así la autoridad, lejos de ponerse la comunicación de ideas entre jefes y subordinados, la suscita y desarrolla.

Para los verdaderos jefes, para aquellos que por la elevación de su inteligencia parecen cernerse por encima de lo vulgar, el aislamiento moral es rara vez de temer, por que saben ganarse la confianza en su derredor, y por que de esta confianza nacen con mas frecuencia los sacrificios que los abusos (1). 

469. Atiéndase a esta palabra: <<orden>>. Tiene doble sentido y esto afortunadamente; feliz coincidencia. Marca una relación curiosa, pero ¡cuan curiosa!.Orden es la indicación precisa dada a un subordinado de lo que tiene que hacer.Orden es también en un sentido mucho mas amplio, el armonioso arreglo de los elementos de un todo para que responda a una concepción de conjunto. El jefe no ha de dar órdenes sino en función de un orden general preconcebido. 

470. Si el derecho de mandar es un título para la autoridad, el talento de hacerse obedecer es el que le da la talla de jefe. 

471. El mando no se reparten – y cuando se vio en la República Romana elegir dos cónsules, al menos estaba claramente establecido que mandasen por turno.El jefe es único responsable – y libre, dentro de los términos fijados a sus atribuciones (1). 

472. Cuando deis una orden, nunca descuides señalar por su nombre al que es responsable por su cumplimiento. 

473. La responsabilidad, cuando mas se reparte, más tiende a cero. 

474. El jefe no tiene que buscar lo que piensan o desean los subordinados para ser una suma de las intenciones; aunque, por otra parte, debe hacer llamadas a su experiencia y proximidad a la realidad (frecuentemente mayor que la propia) en que se a de trabajar, para intentar descubrir la verdad de la acción. Por esto, en la fase de consejo, de preparación de trabajo que se ha de hacer, el jefe debe rodearse de consejo; cuando haya examinado, escogido, decidido, a de dar las ordenes, sin tener que alegar excusas y sin tener que cuidarse más de saber si corresponden a la mayoría de las advertencias recogidas. 

475. En la elección que haga no ha de esperar la infalibilidad. La realidad es demasiado compleja y nuestras inteligencias excesivamente débiles. Pero hay que pensar que, por su función y situación, la decisión que haya tomado será la mejor aproximación, la solución suficiente para obrar, solución que todos conjuntamente trabajarán por hacerla verdadera, guardándola con toda sus fuerzas y mejorándola en su curso de la acción. 

476. Toda orden dada compromete la responsabilidad de quien la da. Un jefe digno de mandar debe tener la necesaria entereza de carácter para cargarse de buena gana esta responsabilidad. Si la teme, es incapaz; si la huye, es indigno. 

477. La cosas duras, penosas, peligrosas, no amedrentan al soldado que tiene valor y dignidad. Esto le llevará a cumplir con seguridad e inteligencia todo lo necesario, entre sonrisas, heroísmos y sacrificio apasionado por su jefe, siempre que éste sepa mandar. 

478. Es preciso hacerse comprender y para esto dar las ordenes netas, claras, leales, que no parezcan están redactadas para esquivar responsabilidades eventuales y

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para dejar caer sobre los inferiores el peso de los fracasos y la vergüenza de los reveses. 

479. El jefe no ha de implorar obediencia: debe mandar con calma. Si tiene el derecho y el deber de explicar una orden, jamás tenga interés en llegar a discutirla. Un jefe no debe dejarse manejar por los subordinados.  

480. Una orden que por su forma o aplicación parezca arbitraria, tiránica, restrictiva de la libertad personal, arriesga bloquear el instinto de confianza, y provocar el resentimiento y aún el descarado antagonismo. Más bien templada con algún prudente comentario y lograréis una reacción psicológica completamente distinta; abriréis las esclusas por las que correrá, guiada por la razón, la energía que habréis soltado. Habréis hecho funcionar el instinto de conservación, o hasta el instinto gregario, si la orden dada interesa a la seguridad del grupo.Pongamos por ejemplo una orden que limite, restrinja o suprima los permisos; desde luego, provocará una reacción hostil. Más suponed que, al mismo tiempo, el comandante anuncia una epidemia en el vecindario; ante el peligro que se debe evitar desaparece toda objeción (1). 

481. Es cosa experimentada que los subordinados realizan la idea del jefe tanto mejor cuanto mejor han comprendido el objeto y la comunicación, y ponen tanto más ardor en el trabajo cuanto más hacen suya la idea y más a despertado el jefe en ellos el deseo de realizarla. 

482. Un comandante de compañía dijo a los veteranos la víspera del licenciamiento: <<habéis sido buenos soldados hasta hoy. Los seréis hasta el último instante. A pesar de vuestra salida, mañana, de madrugada, dejaréis los dormitorio bien arreglados: quiero poder enseñarlos a los nuevos reclutas como modelo.>>Jamás recordaba el jefe haber quedado el cuartel tan limpio el día del licenciamiento (2). 

483. Una decisión cuyas razones se han comprendido y aprobado, será aplicada con el máximo de conciencia y eficacia; una decisión aceptada a regañadientes será saboteada voluntaria o involuntariamente. 

484. Las ordenes han de ser claras, pues nada enerva más la autoridad que las ordenes equivocadas que siempre parecen dar pie al jefe para criticar a los subordinados. 

485. Algunos niegan al ejercito el derecho a <<querer comprender>> y no le dejan otro recurso que el de la obediencia pasiva. Esta teoría, que se encamina a negar a los soldados el carácter de criaturas humanas ya considerarles como ruedas de una máquina, da por resultado matar no sólo el instinto de curiosidad, sino también la confianza de sí.

La depresión moral, consiguiente a la ignorancia, engendra el desorden. El espíritu humano es activo y no se puede nutrir del vacío sino se le proporciona algún alimento, la imaginación acaba por deformar la realidad. Vale más muchas veces confesar a las tropas un fracaso que el dejarlas en la incertidumbre (1). 

486. Ser exigentes, pero sin olvidar que tendréis tanto mas derecho a hacerlo cuando vuestros subordinados más hayan comprendido lo bien fundado de vuestras exigencias. 

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487. Hay que arreglárselas para no tener que repetir mucho la misma orden. Por eso no se a de dar una orden sino en tales condiciones que los que tenga que ejecutarla la hayan entendido y comprendido y puedan realizarla inmediatamente. 

488. La vacilación de un jefe permite suponer que al dar la orden a tropezado con las dificultades de la ejecución; desde entonces el inferior no piensa en obedecer, espera pacientemente la contraorden. Un mandato dado netamente consigue la adhesión casi automática.Servirá de prueba una observación tomada de la vida cotidiana: un viajero sale de una estación importante, con una mano lleva la maleta y la otra frioleramente metida en el bolsillo.

Un individuo a la larga un prospecto con decisión. Sin reflexionar, el viajero saca la mano que iba muy calientita en el bolsillo y coge el papel, que tirara al momento siguiente. Sí por el contrario, el repartidor hubiérale ofrecido el prospecto con vacilación, aquel hubiera pasado de largo a lado sin molestarse.Cuando un hombre tiende la mano a otro, hay que hacer un esfuerzo de voluntad para no estrecharla, aunque el individuo sea antipático. Un gesto bien hecho y resulto arrastra casi automáticamente a ejecutar un gesto de conexo; lo mismo una orden dada sin vacilar implica el comienzo de la ejecución (1). 

489. Cualquiera que sea el método de aproximación adoptado, es recomendable el proceder por afirmación, mejor que por negación.La fórmula <<cumplid la obligación>> contiene una fuerza psicológica de propulsión muy superior a la formula negativa: <<no estéis sin hacer nada>>.Igualmente, no hay para que hacer jugar una cualidad negativa: el miedo, por ejemplo, allí donde se puede acudir para lo mismo a una cualidad positiva, como el amor propio. 

490. Jefes hay que, pensando en imponerse a los subordinados, buscan intimidarlos y hacerlos perder sus facultades. No se admiren si terminan por perder algo de confianza y del afecto de sus colaboradores más acérrimos. 

491. Si se ha podido decir que el oficio militar despersonaliza al hombre, es cuando la autoridad habitualmente procede con órdenes absolutas, sin ganarse la razón y la voluntad de los ejecutantes. En tal sentido, aquel famosos: <<no se ha de buscar comprender>> podría pasar en la boca del soldado, expresión natural de una especie de desesperación ante un esfuerzo cuyo alcance se escapa.Por el contrario, el buen oficial a de hacerlo más frecuentemente posible comprender y movilizar el espíritu del soldado a la vez que el cuerpo. Si sólo decís a los que abren hoyos mientras llueve: <<¡cavad esos hoyos y aguantad la mojadura!>>, no tenéis delante más que máquinas humanas irritadas por el sentimiento de su miseria y desgracia aunque a escondidas, y crispadas contra vos.Mas si habéis sabido con una palabra bien dicha explicarles la razón de vuestra orden, la utilidad de este remate de trinchera; si habéis dado a estos humildes maniobreros de conciencia de una solidaridad activa con todos los que contribuyen a la gran obra de la guerra entonces habéis salvado a unos hombres. 

492. Ante todo, respeto absoluto de la forma, lo cual no implica en manera alguna debilidad.Efectivamente, toda acto del jefe tiene doble aspecto: el fondo y la forma.Si hay que dedicarse a dar siempre ordenes justas, inspiradas por el cuidado superior del bien del servicio, y no por capricho ni fantasía personal, también hay que esforzarse para obrar siempre con tacto y guardar buenas maneras. (Nota 25).Demasiado frecuente es ver que ordenes justificadas dan lugar, por su forma, a que criticas que destruyen su efecto.

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Pregúntese frecuentemente: <<¿qué pensaría yo si estuviese mandado o reprendido así? ¿Cuáles serían mis reacciones internas?>>(1). 

493. El arte de mandar no esta en pensar y decidir en vez y por todos los subordinados, en los que la pereza de espíritu llevan la indisciplina. Se han de dejar a los subjefes las decisiones de su incumbencia (2). 

494. Cuando hayáis encomendado una misión, pedid a vuestro colaborador que os presente el programa, el presupuesto o el plan de su obra antes de proceder a ejecutar. así podréis dar vuestro beneplácito con conocimiento de causa, verificar si el plan propuesto coincide y casa bien con el plan general, poner oportunamente los reparos necesarios (que prevenir es mejor que curar) y poneros en condiciones de poder sostener con mas fuerza, si es necesario, la obra de vuestro colaborador, mientras que esté realizando. 

495. El jefe ha de inhibirse de dar ordenes directamente sin pasar por los grados jerárquicos normales. 

496. Cuando una orden urgente a empezado a ejecutarse no pretendáis mejorarla en el curso de la ejecución con intempestivas modificaciones; las órdenes complementarias no harían otra cosa que embrollar la ejecución. 

497. Ver claro no es mucho. Dar la orden es una cuarta parte; las tres cuartas parte es hacer que se ejecute (1). 

498. Orden dada, cuya ejecución no se vigila, es orden en vano (2). 

499. Antes de tomar decisiones, discusión; después de tomadas, ejecución. Todos obedecen (3). 

500. Tolerar que una orden, cualquiera que sea, no se ejecute, es consentir en una abdicación (4). 

501. La noción del servicio no empaña la de amistad ni la perjudica, más bien la enriquece, dándole sentido. En el tiempo en que la acción no esta inmediata y el jefe necesita reflexionar y rodearse de advertencia, lo natural es conferenciar con sus colaboradores, solicitar sus avisos, provocar las discusiones. Pero una vez juzgue que ha reunido todos los elementos de su decisión y la ha tomado, ya no se trata de amistad; se trata de servicio. Cuando se ha dado una orden, debe ejecutarse. Se a expuesto la idea, sean dado las instrucciones, cada uno debe de seguirlas y no hacer nada más (1). 

502. Autoritario, Lyautey era, no obstante, el hombre menos obstinado, menos prevenido, menos rígido que haya. Asimismo era de una flexibilidad extraordinaria, de una agilidad casi felina. Escuchar con serenidad todas las indicaciones. No eliminaba sino a los que juzgaba ininteligentes. Pero desde que una observación le parecía fundada, aunque fuese opuesta su manera de ver, la tenía en cuenta. Su juicio se formaba metódicamente. Trataba siempre de asegurarlo. Cuando se había pensado en todo, y pesado y puesto a punto, entonces tomaba la decisión. Desde aquel momento se abría una zanja. El era un jefe que manda. Su voluntad era una vara de hierro: ni admitía discusión, ni retraso, ni desidia. Era tenaz, exigente, trepidante, arrolladora, insaciable. Nada ni nadie podía doblegarla. De máxima serenidad en la preparación, y de máxima voluntad para le ejecución. Tal fue la teoría de mando Lyautey. Así fue él (2). 

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503. Sea cual fuere intuición inicial y la perseverancia posterior, el jefe se verá con frecuencia obligado a rectificar las primeras órdenes generales. Más para justificar una contraorden no es bastante valorar el obstáculo; para pesar exactamente la situación es preciso poner en el otro platillo de la balanza las posibles repercusiones de la contraorden y tener previstos los modos que impedirán que degenere en desorden.En todo caso, es un precaución que nunca se encarecerá demasiado explicar a los colaboradores interesados los motivos de un cambio eventual en las <<órdenes iniciales>>. Temed el confesar que os habíais equivocado, o que los acontecimientos os han rebasado; esto sería pensar que los colaboradores no son capaces de notarlo por sí mismos, y si tuvierais de ellos opinión tan mezquina, ni tendríais razón para conservarles cerca de vos.Además, muchas veces, una dificultad que a distancia os parece infranqueable, y que a juicio vuestro motivaría un cambio de método, a vuestros colaboradores, parecerá de otro modo, por estar mejor situados que vos para apreciar detalles. Ellos mismos os invitarán a perseverar en la dirección inicial, cuando estabais dispuesto a abandonarla por medio de imponerles un esfuerzo demasiado duro. Mirado de lejos un acantilado parece inaccesible; pero un guía del país podré enseñar el sendero por el que se puede llegar a la cima.También es necesario que vuestros colaboradores sean de los que creen en el esfuerzo y gustan caminar por las alturas(1). 

504. No se deben repetir las órdenes; esto sería hacer notar en nosotros que apenas se tiene confianza de su eficacia. Si se teme que una orden haya sido mal entendida, mal comprendida o mal interpretada lo mejor es hacerlo repetir por uno de los que la deben ejecutar. Entonces será fácil rectificar o precisar. 

505. Los subordinados esperan que los jefes sean consecuentes.Ser consecuente es no pedir más de lo que se puede y que se está

resuelto a conseguir. Esto es verdad aun para la educación de los niños en las familias donde la madre se pasa el día diciendo a sus hijos: “No hagáis esto, no hagáis eso”, pero no castiga severamente cuando el niño sigue haciéndolo igual, hay indisciplina y disgusto porque la madre no es consecuente.

Lo que es verdad para los niños, lo es tanto más para los adultos.  

505. Los subordinados esperan que los jefes sean consecuentes. Ser consecuente es no pedir más de lo que se puede y que se está resuelto a conseguir . Esto es verdad aun para la educación de los niños. En las familias donde la madre se pasa el día diciendo a sus hijos: No hagáis esto, “no hagáis eso”, pero no castiga severamente cuando el niño sigue haciéndolo igual, hay indisciplina y disgusto porque la madre no es consecuente.Lo que es verdad para los niños, lo es tanto más para los adultos.

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IV. – El arte de comprobar (1) 

506. Dar órdenes es cosa fácil; asegurar su ejecución no lo es tanto, y en esto es en lo que se discierne a los jefes entre todos los aspirantes al poder.  

507. Habéis dado unas ordenes. ¿Y después? Hay que ver si se ejecutan. Hay que vigilar a la gente, espolearla. Creedme: si el mando se limitase a dar ordenes, ese oficio no sería difícil. Hay que hacerlas ejecutar (2). 

508. Poder organizar, mandar, coordinar, no es bastante. Es necesario que el jefe se asegure de la respuesta que ha dado los hechos a sus proyectos para hacer con urgencia las reparaciones convenientes. 

509. La comprobación es una necesidad para los subordinados y un deber para el jefe. 

510. La comprobación es la que frecuentemente falta: para muchos, la organización es un placer de la actividad constructiva, como el trabajo apasionado del inventor que monta una máquina. Lo que sigue: la prueba en el banco de ensayo, la mirada crítica de su propio esfuerzo, la comprobación de las piezas defectuosas, los retoques o también la refundición, el esfuerzo de memoria, el trabajo de verificar la ejecución de las órdenes, todo esto es duro, ingrato, sin poesía, fastidioso para el amor propio... Y no obstante, en esto esta toda la responsabilidad (1) 

(1) “Contróler”, en francés = revisar, inspeccionar, verificar, comprobar, censurar, examinar, criticar. “To control”, en inglés = gobernar, intervenir, dirigir.

(2) Foch. 

511.- Demasiados jefes se imaginan que lo esencial del mando está en dar órdenes; y satisfechos pretenden disculparse del fracaso diciendo con tono amargado y de suficiencia: “Y, sin embargo, tenía dada la orden de ...” Dar una orden no es cosa ; la ejecución lo es todo. Lo que cuenta son los resultados, y hasta eso llega la responsabilidad del jefe.  

512. La orden ha de encarnarse en la vida pasando por los que han de ejecutarla. Pero dada la humana flaqueza, pueden no haber encajado el plan previsto y la realidad vivida. Y es una de las razones por las que se imponen la comprobación, no una comprobación minuciosa y vejatoria, sino constructiva, destinada a verificar la adaptación de la idea a la realidad. 

513.- La comprobación ha de hallar el justo medio entre la continuidad cargante y el retraso que la haga inútil. Pude adoptar la forma de inspección periódica o también de sondeo imprevisto, que permite evitar toda rutina. 

514. La comprobación ha de practicarse de modo que no sea malévola y los subordinados la acepta de buen grado cuando la aprecia como dominada por un pensamiento constructivo, que tiene por objeto, no tanto el corregir las faltas como el sugerir medios para reparar el mal y para trabajar mejor.

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 (1) Rigaux, La táche des sayes.

  

515. El jefe debe saber reconocer lo bien hecho; pero no ha de vacilar en manifestar lo que habría debido hacerse; para esto no pocas veces se necesita valor. Puede resultar molesto en ocasiones comprobar que un colaborador no vale para la tarea, y todavía más molesto tener que decírselo. No obstante, es un deber de lealtad mirando al bien común, del que el jefe no es sino un servidor; un deber de caridad mirando al colaborador deficiente, que necesita ser estimulado en su tarea, o colocado en un puesto en proporción con sus habilidades; un deber de justicia, mirando a los otros colaboradores, que corren el peligro de quedar en desventaja por la insuficiencia del compañero. 

516. Un grupo, sea cual sea, en que no se hace nunca la comprobación, corre gran peligro de ser víctima de la ley de la degradación de energía que vale tanto para lo moral como para lo físico. 

517. A puro de tolerancia y abandono se llega a no hacer las cosas sino a medias, hasta el punto de comprometer la causa a la que se había entregado con generoso impulso, o el trabajo que se había emprendido con ardor. 

518. Una rigurosa comprobación es uno de los primordiales deberes del jefe, que habiendo hecho con largueza particiones de su autoridad, sabe que está obligado a dar cuenta del ejercicio de tal autoridad, tanto por los otros como por sí mismo.Esta comprobación, para que resulte eficaz, ha de ser personal, hecha por el mismo jefe; rara vez por intermediarios; aún menos por el procedimiento del papel de informes; jamás por el ejecutor. Ha de ser, por otra parte, terminal, es decir, que ha de llegar directamente al pie de la escala jerárquica, al último ejecutor.Según dicen todos los que le han conocido, en Marruecos, no amanecía cuando LYAUTEY, desembarazándose por una o dos horas por las cadenas del bufete, hacía una escapada a Rabat, con pretexto de “revisar los trabajos”; pero, en verdad, para tomar en contacto directamente con “su pueblo”, para saltar la barricada y colocarse en el plano del público, para meterse en el cuerpo del administrado. En toda ocasión marchaba de viaje... para ver las cosas en su lugar, en la ciudad, en un puesto, en un bled (1); y allí ningún programa, ningún protocolo le estorbaba para quebrar las pantallas y llegar directamente al colono, al empresario, al comerciante, al indígena y dejarles desahogarse; contacto cargado de poder, del que saltaba con frecuencia la chispa de la decisión. 

(1) Lugar interior desierto del Marruecos Francés. 

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V.- El arte de reprender. 

519. Un jefe que tiene miedo de hacer las necesarias reconvenciones, con el pretexto de quitar historias, es un incapaz , pues crea a su derredor una atmósfera propicia para la organización del desorden y del abandono en todas sus formas, y el resultado inesperado es que el jefe pusilánime, que se imagina ganarse las simpatías de los subordinados con su espíritu de tolerancia, acabará, a la corta o a la larga, por ser blanco de profundo menosprecio. ( NOTA 26.) 

520. Cuando una observación es necesaria, debe hacerse sin dilación; el que recibe una represión mucho tiempo después del caso recriminado, tendrá tendencia a creer que habíais al principio aprobado sus actos, pero que una influencia extraña o una determinación a este respecto ha cambiado después vuestra opinión (1). 

521. Hacer resaltar una falta demasiado duramente acusa poco conocimiento de psicología y con frecuencia una injusticia. El culpable jamás es, a su juicio, tan responsable como parece, y una reconvención demasiado viva corre el riesgo de, al herir el amor propio, desanimar, o lo que es peor, de rebelar al inferior, sin ningún beneficio de nadie. 

(1) COURAU, Le Patron et son équipe, pág. 208.  

522.- Una reprensión desproporcionada a la falta cometida tiene un resultado diametralmente opuesto a lo que se espera. El subordinado se indigna contra la exageración, que juzga inmerecida, pierde confianza en la justicia de su jefe y con ello toma motivo para olvidar completamente su parte de culpabilidad. 

523. Es regla general que las faltas por las que el jefe está mas tentado de indignarse, ordinariamente son aquellas en que tiene él una parte de responsabilidad más grande, porque o se explicó mal o no ha sabido comprobar la ejecución. 

524. Cuando ha de darse una reprensión hay que recordar que menos peligro hay de ser injusto utilizando las circunstancias atenuantes que juzgando con severidad por sólo los hechos probados. La malicia, propiamente dicha, es rara, y también la mala voluntad. Las negligencias y distracción, por más reprensibles que sean, pueden tener explicación en causas que el jefe tiene la obligación de averiguar, lo mismo que la tiene de remediarlas. 

525. Guárdese mucho de generalizar con precipitación una falta cometida, atribuyéndola a defecto congénito e irremediable, pues, aun siendo verdad, sería un medio infalible de aniquilar para siempre toda posibilidad de levantamiento o corrección. 

526. Jamás deis una seria represión estando dominados de la cólera o de gran nerviosidad; correríais peligro, al exagerar los reproches, de disminuir el

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efecto y os desacreditaríais ante vuestros colaboradores por causa de vuestra falta de moderación. 

527. Cuando se reprende, siempre hay que tener presente el fin que se quiere alcanzar, que es la educación y formación del subordinado; hay, pues, que pensar en las reacciones que nacerán en él violentas y no dar libre curso a un momento de mal humor. 

528. Cuando dominados por la nerviosidad estéis a punto de dirigir a un colaborador unas frases hirientes, o si estáis prontos para refrenar su iniciativa con un destemplado mandato, o si sentís alguna tendencia a invadir bruscamente sus atribuciones, reflexionad, aunque sea sólo un instante, y mentalmente poneos en lugar de vuestro colaborador y preguntaos con sinceridad cómo reaccionaríais, dado que se invirtiesen las situaciones, y no hay duda que evitaréis una torpeza. 

529.- También se ha de tener cuidado de no recordar, con ocasión de una falta, las quejas antiguas. No hay cosa que pueda desanimar más a un hombre que el pensar que está catalogado de manera desfavorable y definitiva por aquel de quien depende.  

530. Tened cuidado con la ironía. Puede, sí, en cosa de ninguna importancia, contener elegantemente una observación; pero tratándose de cosa mayor, la ironía reviste el mismo carácter que la injusticia. 

531. Apreciad las proporciones: no vayáis a dar una severa amonestación por una falta de poca importancia. 

532. No intervengáis a cada paso: las intervenciones demasiado repetidas, o por nonadas, acaban por gastar la autoridad. 

533. No se ha de confundir la firmeza con la brutalidad. La reprensión más severa puede darse con palabras cultas. Fortiter in re, suaviter in modo. Sobre todo, evitad en vuestras observaciones las palabras injuriosas; vuestro colaborador olvidaría el objeto de vuestras observaciones para no acordarse más que de la injuria. 

534. Un jefe exigente puede ser querido, y aun lo es siempre, más que un jefe indiferente o débil. El mejor medio para hacer que sea aceptada la severidad es no tolerar cerca de sí más que a los que se aprecia. Todo hombre soporta fácilmente las críticas tan luego como su carácter y su espíritu están evidentemente fuera de lugar.

Decir en seguida y con energía lo que se tiene en el pecho es una sabia política. Un reproche duro, pero rápido, hace menos daño que un desprecio hostil y burlón. Los subordinados deben saber que si no cumplen las órdenes serán sacrificados; pero también que, en caso de ir al desastre, cumpliendo las órdenes, ellos estarán a cubierto. Un jefe de verdad siempre acepta la responsabilidad total de sus actos (1). 

535. Mejor que agobiar con tonterías al jefe responsable de servicio, examinad las disposiciones por él tomadas, y preguntaos en conciencia si con los elementos de información de que podía él disponer no hubieseis vosotros seguido iguales procedimientos. En tal caso, explicadle los hechos de manera objetiva; analizad con él las causas y las consecuencias de su error; pero

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dispensaos de todo reproche y, por otra parte, ayudad a vuestro colaborador a corregir sus directivas; si está impresionado del fracaso, le habéis proporcionado una ayuda moral preciosa y, de seguro, ganaréis en su estima confesando sinceramente que en su puesto no hubierais, probablemente, obrado de otro modo. No obstante, si ha habido error flagrante y vuestro colaborador se ha dejado sorprender por un acontecimiento que habría debido prever, será él bastante reflexivo, por lo general, y no será útil apesadumbrarlo con ello; únicamente significad le que la falta no pasó inadvertida y confiad en la buena fe y sentido del culpable para reconocer y reparar su error. Insistiendo torpemente le incitaríais a buscar argumentos especiales para defenderse y acabaría por asirse a sus propios argumentos, y bajo la impresión de una sorda rebeldía contra vuestra falta de tacto acabaría persuadiéndose que su falta es del todo excusable. Pero si reincide en un error ya cometido, en el que a sabiendas ha quebrantado vuestras órdenes precisas, no haya consideración que os impida aplicarle la reprensión merecida; por amarga que sea la medicina, es indispensable administrarla sin vacilación. Con todo, guardad en ella modo, que las medicinas más eficaces son nocivas en crecidas dosis (1). (Nota 27.) 

(1) COURAU, op. cit., pág. 307 536. Hay un método de vivir y de pensar que llamaré yo negativo; otro, que llamaré activo, positivo. El primero consiste en ver siempre lo defectuoso en los hombres y en las instituciones, menos para remediarlo que para tomar ocasión de alabarse: a volver de continuo la vista atrás y a buscar preferentemente lo que separa y desune. El segundo consiste en mirar alegremente la vida de frente y los deberes que impone; en buscar en cada ser lo que tiene de bueno para desarrollarlo y cultivarlo; en no perder jamás la esperanza en el porvenir, fruto de nuestra voluntad; en sentir por las faltas y miserias humanas esa compasión valiente que produce la acción y no nos consiente más la vida inútil (1). 537. El jefe que echa la culpa a los subordinados jamás llegará a nada; más bien debe tenerse por responsable de su formación. Había un jefe industrial que gustaba repetir que cuantas veces tenía que dar una reprensión a uno de los subordinados, tenía la impresión de que él estaba equivocado, porque decía : una de dos: o había exigido demasiado o no había preparado lo bastante , dirigido y vigilado al subordinado.  538.- En la reprensión hay que establecer una diferencia entre los hechos que materialmente se pueden comprobar y los hechos de interpretación; podéis decir a un colaborador que trabaja insuficientemente ( hecho de comprobación); pero le haríais una herida mortal, y no os creería además, si le decís que está falto de inteligencia, que es torpe ( hecho de interpretación) (2). 

(1) ELISABETH LESEUR.(2) COURAU, op. cit., pág.208.

 

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 Por desgracia, la educación consiste para muchos en aprovechar las faltas cometidas para ponerlas ante los ojos del culpable, hasta conseguir que no tenga otra conciencia de sí mismo como delincuente y que haya perdido toda especie de entusiasmo para levantarse más. (1).  540. Si tenéis que hacer una observación, dadle la forma de consejo bastante seguro. Nunca repitáis lo que ya habéis corregido. 541.- El reporte del jefe verdadero no es ducha que enfría, sino soplo que aviva el ardor (2). 542.- Cuando con ocasión de un incidente mínimo se hacen revivir todas las quejas antiguas, es como si se buscara encarcelar al hombre en sus ingratos recuerdos (3). 543. Nunca se debe dejar largo tiempo a un subordinado bajo la impresión de un reproche, aunque fuera merecido; porque todo reproche determina un complejo de inferioridad que busca hallar compensación por una actitud interior de desconfianza, o de oposición, cuando no acaba ya en desaliento, ya en desprecio.Por esto, todo reproche, para ser educativo, debe terminarse con una llamada alentadora a lo que todo hombre lleva en su fondo con más estima. 544. Hace años un ingeniero suizo verificó una encuesta entre gran número de obreros manuales de las mejores fábricas. Por medio de preguntas indirectas, ajenas a toda sugestión, buscó saber de lo que dichos obreros se sentían. El resultado fue que, en el 90 por 100 de los casos, lo que ellos más temían era el tener que encajonar reproches inmerecidos. El trabajo, hasta el que exteriormente estaba en condiciones desfavorables, sólo en tercero o cuarto lugar les resultaba desagradable.  

VI.- El arte de castigar. 

545. Castigar es hacer justicia, no es enajenarse por fuerza las simpatías, porque los hombres tienen el sentido de lo justo, y algunos no comprenden el alcance real de sus actos sino cuando las consecuencias están a la vista. ( Nota 28.) 546. La sanción automática general y unida a la inobservancia de una ley sólo es un medio empírico rudimentario, indispensable algunas veces, pero que se queda en una manera primitiva de justicia ciega. El castigo, para que sea eficaz y justo, ha de estar adaptado a cada caso particular. 547. Una mirada, algunas palabras, bastan al jefe apreciado para expresar su satisfacción o su desagrado. Un ejemplar castigo dado a tiempo consigue, de seguro, su intento.Quien levanta la voz y castiga a menudo, es perjudicial. Las amonestaciones vehementes y los vejámenes destruyen la confianza en sí y para con los otros.El médico ni previene ni cura las enfermedades tan sólo con drogas: utiliza los maravillosos recursos de la naturaleza, puesta en las mejores condiciones posibles de desarrollo y de resistencia. 

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548. Castigar no sólo es un deber, sino que, sobre todo, es a menudo un deber penoso, al que no tiene derecho a sustraerse. El castigado ha de darse cuenta de que no nosotros, sino la ley y los reglamentos, cuyos representantes somos, le castigan.Jamás castiguemos en un momento de irritación: generalmente aguardemos al siguiente día para fijar el castigo. Oigamos al que ha cometido alguna falta y busquemos de buena fe con él las circunstancias que puedan ser atenuantes.Cuando estemos ciertos de tener que habérnoslas con un individuo malo, inaccesible a los buenos procederes, paguemos, paguemos sin descanso hasta que se cambie o desaparezca. Esforcémonos para no dejar nunca juntos a los malos, pues para buenos y malos la unión es la fuerza. Nunca reprendamos a un graduado delante de sus subordinados; rebajándole en nuestra presencia disminuiríamos el principio de autoridad.Jamás dudemos sin motivo de la palabra de los subordinados, que sería una injuria sin fundamento. Si nos damos cuenta que nos ha mentido, tendremos el derecho de castigarle con tanta más severidad cuanto que habíamosle mostrado más confianza (1). 549.- No podéis creer qué superior y completa satisfacción hay en tener en las manos una gran maza y en no servirse de ella. Los fuertes son dulces...(2). 

(1) DE MAUD´HUY.(2) LYAUTEY.

 550. Antes de fijar un castigo es con frecuencia ventajoso preguntar al culpable a solas, escuchar sus explicaciones sin interrumpirle, buscando penetrar su pensamiento y las circunstancias que han motivado su acción. Entonces será más fácil descubrir las excelentes disposiciones que están muchas veces en estado latente en el ánimo del delincuente, y si se pone un castigo, o como saludable advertencia, o como ejemplo, hacérselo aceptar de corazón, como medio para rehabilitarle. 551. La falta puede provenir de muchas cosas: 1.- La orden inicial fue mal concebida por el jefe; por tanto, hay que corregirla.2.- La orden estaba bien concebida, pero ha sido mal interpretada por el subjefe. Entonces la falta está en los dos: en el jefe, que debía haberse asegurado de que había sido comprendido haciendo que se repitiera la orden; en el subordinado, que ha aceptado la tarea que se le confiaba sin cerciorarse de que había tomado bien la voluntad de su jefe. Por lo tanto, cada uno en su puesto ha de juzgarse responsable.3.- La orden estaba correcta y la transmisión de ella fue buena; sólo que la persona encargada de la faena carecía de la capacidad deseada para vencer las dificultades encontradas. También entonces la falta es doble: el jefe no debiera haber confiado una faena demasiado difícil al subordinado; este último, por su parte, no debía aceptarla, o cuando menos, debía haber hecho su informe en vista de que no se hallaba preparado para cumplir la misión que se le tenía confiada.4.- Los puntos 1,2 y 3 están todos en orden, pero el subordinado no se ha molestado. 

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En este último caso, y sólo en este caso, la falta recae enteramente en el subordinado, a menos que el jefe del último no se sienta también responsable por no haber sabido despertar en aquél el interés necesario. 552. En el ánimo del jefe la mala reputación no ha de perseguir constantemente al delincuente, y las sanciones han de ser consideradas mucho más como un medio de liberar al culpable de la falta cometida que de ejercer contra el una medida coercitiva. También es preciso que sepa el delincuente que, una vez cumplida la pena legal, estará considerado como si nunca hubiese merecido represión. 553. Sobre todo, no deis jamás al hombre la impresión de que esta <<notado>> (aun cuando sea objeto de estrecha vigilancia), y que todos sus actos serán criticados por principio; antes, por el contrario, que si lo hace bien, se tendrá la satisfacción de decírselo. Así es como empiezan las reparaciones (1). 554. Quebrantar una voluntad es siempre esterilizar un ser; pero no siempre es aniquilar la rebelión. 555. Quizá las faltas serían menos numerosas si se desarrollase más el sentimiento de comunidad y, de rechazo, el sentimiento de la responsabilidad comunes. Entonces la falta de un miembro se convierte en falta de todo el cuerpo, y en vez de agobiar al infeliz, esfuérzase cada uno en ayudarle a desquitarse y superarse. Es algo parecido a un entramado: la falta de uno perjudica a todo el equipo; a cada uno le interesa que el desfalleciente sea apoyado, sostenido, animado.  <<En la crujía de los O.S. los marineros castigados estaban alineados delante del despacho de Arboís, vigilados a la vista del cabo de armas. Allí estaban cinco, entre todos y por todos, lo cual, para un efectivo de 600 hombres, era honroso. Cada mañana, Arboís, se imponía el verlos uno por uno, después de <<la audiencia>> que les concedía Leblond, quien, lugarteniente del vapor fusilero, estaba a cargo de la disciplina de a bordo. El segundo juzgaba que el derecho de castigar era una de las prerrogativas esenciales del mando, y sostenía de buena gana que un castigo, por suave que sea, y por un delito lo más caracterizado, no se debía imponer sin que antes se hubiese establecido un contacto humano entre el delincuente y la autoridad superior. 

Cuando De Esmond entró, Arboís, sentado en su bufete, acababa de preguntar a un marinero:

-Así que, Marsot, a pesar de la palabra que me habías dado, otra vez te has emborrachado abominablemente.

-Si, mi comandante.-¿Y tu estimas que esto está bien?-No, mi comandante; pero....-¿Pero, qué...?-Me he contenido más de un mes.-Exacto, y es meritorio, ¿sin duda para recuperarte habrás procurado

resistir a la patrulla que te ha recogido en tierra?. Primer castigo, tú te has proporcionado que se te quite tu portamonedas y no podrás enviar a tu madre el dinero convenido.

El marinero bajó la cabeza.-¡ De él tiene, no obstante, necesidad la pobre anciana, y los ciento

veinte francos que te has gastado o perdido, hubiéralos ella empleado mejor!

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-Si, mi comandante.-En fuerza de nuestras convicciones estoy obligado a alinearte quince

días, lo que te privará de la salida en Bizerta y en Oán. Tanto peor para ti. Más como yo no quiero que tu madre tenga el disgusto de saber que tú te has portado mal, recibirá ella lo que tú le habrías mandado <<sin tu borrachera>>. Sólo te prevengo que como no quiero borrachos a bordo del <<Guichén>> en la próxima escapada te desembarco. 

Marsot se cuadró, juntando los talones.-Gracias por el envío, comandante-dijo-. Y en cuanto a

desembarcarme, creo que no llegaréis a ese extremo.-¿Promesa?..Promesa, mi comandante.-Bién fío en tu palabra. Puedes retirarte (1).

(1)POUMEYROL, L´éducation moral du soldat, página 183.(1) PIERRE VARILLON, Feux Masqués, <<Revue Deux Mondes>>,

1 de julio 1944. 

VII.- El arte de neutralizar las resistencias.  

556.-Por lo mismo que el jefe está obligado, en virtud de su misión a pedir a los subordinados algunos esfuerzos, y aun algunos sacrificios, no ha de admirarse de tener que encontrar resistencias.Estas resistencias serán individuales o colectivas, descaradas u ocultas, pasajeras o persistentes. El ideal sería prevenirlas; ahí es donde se conoce al jefe que tiene buen olfato. En todo caso, hay que reducirlas y neutralizarlas; en esto se conoce al jefe que tiene maña. 557.-Frecuentemente, lo que encabrita a un hombre no es tanto el esfuerzo que se le pide. Nadie gusta de recibir órdenes. Un <<¿querría usted hacer esto?>> es, a menudo, más eficaz que un <<haga usted esto>>, por que trata con miramiento la altivez del subordinado y le da, además, la impresión de que coopera más bien que ejecuta. 558.-Sacrificios hay para los cuales es mejor aguardar a que el ambiente favorable esté creado para pedirlos; si no, corre riesgo de exponerse a una oposición que, brotando del instinto de conservación, será peligroso que aparezca como legítima defensa. 559.-En todo ser humano se da un complejo de sentimiento que no todos afloran a la conciencia clara. Cuando os dirigís a lo mejor que hay en un hombre, acudís a la luz, a lo desconocido del interesado, a los buenos sentimientos que van a ser aliados vuestros. 560.-A pesar de todo vuestro tacto y bondad, encontrareís, no obstante, descontentos, impresionables, que habrán interpretado mal vuestras intenciones y darán otro sentido a vuestras palabras. La tontería humana es insondable y variada en sus manifestaciones.No os sorprenderéis de nada, ante todo, tened calma; nada echeís a lo trágico. Intentad averiguar la causa de esta oposición sorda. Con mucha frecuencia la causa será una palabra mal comprendida, un gesto mal interpretado, una decisión juzgada como arbitraria. La imaginación aumenta

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los hechos, los generaliza, y pronto el subordinado toma en su fantasía la figura de víctima y de perseguido.Con los recalcitrantes señalados no temaís sajar el absceso en una conversación sincera, para poner las cosas en su punto. Desinflando la tripa y dando confianza, restablecereís la paz. 561.-Nunca acepteís discutir con uno de vuestros subordinados delante de otros. A solas, en vuestro despacho, podreís acudir a los argumentos <<ad hominem>>, que ni por vos ni por el interlocutor son presentables ante una galería. Tanto más que cualquier hombre rehuirá siempre el confesar sus culpas delante de los camaradas, y si teneís evidentemente la razón, nunca os perdonará el haberle humillado en público. 562.-Cuando más excitado esté vuestro interlocutor, tanto más afable y tranquilo habeís de permanecer.Cuando tengaís que discutir con alguno que sabeís está tirante, arreglaos para proponerle las preguntas que pongan un sí en sus labios. Por el mismo hecho de obtener de él un sí, le desirritaís. 563.-A quien por todos los lados ve obstáculos y dificultades y se da el malsano placer de agrandarlos, presentadle los éxitos que lleva ya obtenidos. Inmediatamente ganaís para vuestra causa su amor propio. 564.-La mayor parte de estos a quienes se les mete en la cabeza son, sencillamente, víctimas de un complejo de inferioridad contraído muchas veces en la primera infancia; cuando temían por ejemplo, quedar anulados en la vida por otros más fuertes que ellos. Esta impresión está en algunos transformada en horror a la humillación y ha concluido en una timidez que paraliza; en otros, por reacción interior han provocado la actitud desconfiada y de precaución, y hasta de protesta <<a priori>>, contra todo mandato de autoridad; fórjanse así la ilusión, por una especie de compensación, de conquistar su independencia y de salvaguardar su dignidad. Poco a poco esta manera de obrar llegó a ser un hábito, un verdadero reflejo del que ellos no tienen conciencia. Lo que importa con estos temperamentos es permanecer bueno, indulgente, animador, sin suprimir nada de las exigencias legítimas. Cuando les daís una orden, de ninguna manera pongaís atención en su mal humor o en sus recriminaciones, ni tampoco discutáis. Pero no exijáis inmediata ejecución; dejad que la idea haga su obra; volved más tarde a contemplar vuestra orden, sin mentar para nada su resistencia ni parecer que os hayáis por ella impresionado lo más mínimo. El espíritu se habrá habituado a la idea de obedecer, y la resistencia habrá caído por sí misma. 565.-Un jefe ¿debe aceptar reclamaciones de sus subordinados?Hay que distinguir, pues hay muchas clases de reclamantes.Se da el reclamante ocasional, que sinceramente créese lesionado en sus intereses. A ese oídle con benevolencia esforzandoos por conocer bien su punto de vista. Si está justificada su reclamación, agradecedle el haber venido a encontraros, por que es para vosotros la ocasión, no solo de prevenir o reparar una injusticia, sino de descubrir una falla en vuestra organización.Si sus reclamación cae en falso, mostrádselo con paciencia y bondad. No le manifestéis ningún resentimiento, sino considerad su gestión como una señal de confianza por parte de él; quedará de ello impresionado y reconocido. 

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Pero se da también el reclamante constitucional, que es una especie de maníaco de la reclamación. Esta manía precede a menudo de un traumatismo psíquico sufrido en la infancia. Los niños destetados demasiado pronto, por ejemplo, están señalados de esto; toda la vida reclaman el seno de la nodriza, del que se les ha privado; tan sólo el objeto de su deseo hase transformado, y se traduce en gratificaciones, vacaciones suplementarias, galones, acumulación de tratamientos, etc. Reclamarán los inquietos, quienes en realidad tiemblan por la seguridad del porvenir. Eso los hipnotiza en su caso propio; no piensan más que en sí y llegan a incapacitarse para comprender el punto de vista de otro. En algunos esta manía de reclamar puede crecer hasta llegar a ser como una exigencia mental; reclamar a cada instante; no son ellos mismos si no están reclamando el hecho. Cuando tengaís que habéroslas, con un reincidente en la reclamación, manifestaos firme; apoyaos, si es preciso, en la ley, en las reglas, en las convenciones, en las costumbres; si es posible, enseñádselas y hacedle leer en voz alta un texto escrito justificativo de vuestra negativa. El documento escrito tiene un carácter imperativo, sagrado, que impresiona. Manifestadle además que una aceptación de su demanda sería una injusticia que perjudicaría a los otros. 566.-Entre los que se oponen a la actuación del jefe están los que podrían llamarse los sublevados, con temperamento de jefes. Al poseer al menos algunas de las cualidades que forman a los jefes, sufren por su situación de subalternos y se sienten mal adaptados a ella. Con los tales se ha de proceder con tacto y firmeza a la vez. Con tacto, por que si se percatan de que los estimaís en su valía y que estáis decididos a confiarles, tan pronto como sea posible, una orden en consonancia con sus aptitudes reales recibirán ellos la impresión de estar rehabilitados a sus ojos, y la rebeldía se apaciguará. Con firmeza, por que es conveniente hacerles oír, sin equívocos ni escapatoria posibles, que en interés de la misión que conjuntamente debéis todos cumplir, cada uno en su puesto, jamás toleraréis una autoridad más o menos oculta que arruine la vuestra. 567.-No levantaréis contra vosotros a una colectividad. Subrayad los denominadores comunes que reúnen a los subordinados con el jefe y, particularmente, la misión común, que es el fundamento de vuestra unidad. 568.-Cuánto más prestigio hayáis adquirido por vuestro valer técnico y moral; cuanto ,más hayáis conquistado los corazones por vuestra equidad, vuestra bondad, vuestro desinteresado entregamiento, tanto más fácilmente conseguiréis vencer las resistencias.

 VIII .-El arte de animar y recompensar.

 569.-Encuéntranse jefes que están siempre dispuestos a intervenir cuando se trata de hacer reproches o de imponer un castigo, pero que nunca tienen una palabra de aliento o de alabanza, pretextando que cuando cumplen su tarea los hombres no hacen más que su deber. Cumplir el deber no siempre es

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cosa fácil, y el hombre está hecho de modo que tiene necesidad de sentirse sostenido por la aprobación de los que tienen el encargo de guiarles. Es para él un motivo de confianza el andar por buen camino y un estímulo para progresar. 570.-Nada mina el ardor de un hombre como el sentimiento de que los jefes se muestran indiferentes a sus pruebas, a sus gozos, a sus trabajos. 571.-No podría creerse hasta qué punto es el corazón humano sensible a los procederes de confianza o a los contrarios. Dudar <<a priori>> de un subordinado, sobre todo joven, es cerrarlo. Dudar de su enmienda después de una falta, es perderle del todo. 572.-¡Cuantas magnificas energías estrelladas porque no encontraron en horas decisivas una... Justa recompensa, un inteligente estímulo, una amistad que despertara el valor! (Nota 29.)   573. Es ley en psicología que el medio mejor de provocar la repetición de un acto bueno es unirlo en la memoria con la idea del deber cumplido y con un sentimiento agradable. Para muchos, la satisfacción de la conciencia ha de ser reforzada con el placer de ser comprendidos y recompensados. 574. hay en cada hombre valores positivos y constructivos que deben encontrarse y desarrollarse.Necesítase dar valor a sus fuerzas y aptitudes, ya que para él este es el medio de afirmar su personalidad.Nada alienta más a un hombre, sea quien sea, que el sentimiento de tener un jefe que le ayude a valorar los dones que tiene recibidos. 575. El obrero acepta mal que sus aptitudes se vean negadas, ignoradas o desestimadas, y si se le retira la confianza , reacciona contra la organización de la que se cree víctima.El remedio mejor es proporcionarle ocasión de mostrar su valor, su iniciativa y su juicio, acudiendo a la emulación. Delegándole en caso necesario una faena que extrañe para él alguna personalidad, se borrará el sentimiento de subordinación cuyo peso soportaba mal. 576. Guardaos de aquel deplorable efecto de rancios y regañones jefes para quienes el esfuerzo más laudable no arranca otra cosa que un <¡Bah!> Enojoso y cuya pasión no se despierta más que para censurar. 577. Si observáis con cuidado quiénes son los que no pueden elogiar, que critican siempre, que de nadie están contentos, reconoceréis que son los mismos de quienes nadie está contento (1). 578. La necesidad de sentirse apreciado se deriva de la necesidad de afianzarse, de tener éxito, de imponerse. El resultado ya atestigua la utilidad del esfuerzo.. La apreciación de otros, especialmente de los jefes, viene también a confirmarle y desempeña un papel psicológico enorme. 579. No hay cosa mejor para poner a flote un hombre que está hundiéndose en el desaliento que el que se dé cuenta de que está mirado con simpatía por su jefe y que vea su trabajo apreciado y valorado. 

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580. Cuanto más consideréis las cualidades buenas de cada uno, tanto más benévolo seréis para con él. Buscad y hallaréis algún mérito en los más desheredados de los hombres. En todo hombre, aunque fuera un bandido, hay por lo menos un 5 por 100 bueno, gustaba decir BADEN POWELL.  581. < Conocí a un hombre que había hecho muchas obras buenas y un número importante de obras reprensibles. Un día que le encontré indeciso entre las diversas inclinaciones comencé a decirle frases que empezaban poco más o menos como estas:

- Usted que es tan bueno...- Usted que tiene tales y tales cualidades...

Pues bien, sucedió que aquel hombre se hizo bueno de veras para no decaer de la reputación que había adquirido.Si hubiera yo llamado la atención de tal hombre sobre las bajezas de su conducta, puede ser que pronto hubiera llegado a ser un pirata > (1). 582. El peligro y lucha forman la cuadrilla, que de no verse coronada por el éxito, termina por desalentarse y disgregarse. Un jefe digno de tal nombre sabrá, pues, manifestar al grupo los resultados conseguidos, aun presintiendo el riesgo que tiene, con el fin de probar con los mismos resultados que se va por el buen camino y se está en disposición de vencer (2). 583. Por desgracia, es bien raro que el jefe sepa expresar oportunamente su satisfacción por un determinado esfuerzo o por un trabajo bien hecho.Partiendo del principio de que el trabajo < debe> estar bien hecho, cuando nada se dice es que se está contento.Justo; pero no obstante, < el subordinado necesita oír que se le diga que se está contento de él >.Se le confirma de este modo que va bien y que se le aprecia..¿ Quiere decirse que es preciso repartir alabanzas a diestro y siniestro incesantemente?No, porque no aprovecharían.El arte del jefe está en saber manifestar su contento en el momento en que lo necesite el subordinado, bien después de un esfuerzo grande, cuando ha vencido dificultades internas o ha hecho un progreso, bien para darle ánimos cuando pierde la confianza en sí mismo. Nunca se ha de olvidar que el subordinado necesita el aprecio y la confianza de su jefe para poder dar todo su rendimiento. ( 1 ). 584. Todo se puede obtener de un hombre a quien se le ha dicho: < Os pido un esfuerzo que sé sois capaz de poner > 585. No es bueno colmar a sus hombres de obsequios. Desde luego, es muy laudable tratar de vez en vez de darles gusto. Pero que no se haga costumbre el recompensar con eso la manera de servir: eso rebasaría su ideal. 586. Saber apreciar el esfuerzo de un hombre es hacer que nazca en él un sentimiento de altivez, propio del que crea, y es poner en acción lo mejor que hay en él y también consagrar una dirección justa entre el servicio espontáneo y la servidumbre.   

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IX.- El arte de hacerse ayudar  A) El verdadero jefe no es el que lo hace todo por sí mismo, sino el que

sabe hacerse ayudar. 587. El jefe no puede hacerlo todo. Está puesto para ver lejos y desde lo alto. Ha de consagrarse a la meditación, a levantar o trazar planos. Si se pierde en pormenores, se estrecha, se escoge y quita amplitud de visión a todo aquello que concede a la elaboración de fines intermedios. La meditación profunda se aviene mal con las minucias de las consecuencias del segundo orden ( 1 ).  588.Para Stanley, el mando se ejercita de alto a bajo por todo el escalafón de la ejecución. Ejecutar es mandar a su vez. De donde, a la inversa , síguese que mandar es delegar en parte sus poderes de jefe; es distribuir a sus subordinados su dominio de mando. Concepción concreta y viva: no un jefe y las masas, sino un jefe y los jefes. ¡ Una pirámide de jefes!. 589. Lo importante para un jefe es el conservar independiente su espíritu para dominar, por el pensamiento y la decisión, la obra, < ¡ Cuántas veces- dice M. DE TARDE- hemos oído a Stanley alzarse en términos violentos contra la falsa mística del < jefe, que todo lo hace por sí mismo >, del < jefe que trabaja dieciocho horas al día ! > <Este supuesto jefe-decía él- no sabe mandar: Si lo hace todo por sí mismo, es que no sabe enseñar a los otros a trabajar y ayudarle, si no tiene confianza más que en sí, es que no sabe tener confianza con los otros, señalándoles su tarea, si trabaja dieciocho horas al día, es que no sabe emplear sus horas > <Un jefe- repetía otra vez- jamás está alcanzado; siempre tiene tiempo.> 590. No se ocupe el jefe en detalles, a los que pueden proveer tan bien y mejor que él los agentes subalternos, reservándose para el estudio de los problemas generales, que sólo él puede resolver. Prívese, por tanto, de pensar que está mal hecho aquello en que él no pone mano. En vez de atarearse a medida que crecen las responsabilidades, se asegura una libertad de pensamiento y de acción, tanto más necesaria para el examen de los asuntos supremos; y como no le queda nunca demasiado tiempo o fuerzas para las cuestiones que solicitan constantemente su atención personal, se desentiende de todo trabajo que no tiene obligación estricta de desempeñar por sí mismo. Así tan sólo él no produce; pero lo hace todo, a condición de < no hacer nada, pero de mandar hacerlo todo >. 591. La marca del verdadero jefe es que sepa encontrar colaboradores y utilizar del mejor modo sus aptitudes. Puede sostenerse también que, cuando el jefe es más hábil en este arte, tanto está destinado a subir más, pues muchas veces en esto se ve la diferencia de jefes; uno sabe sacar de los demás lo que el vecino nunca llegará a conseguir. (Nota 30). 592. Será un error del jefe, por temor de que la faena quede mal terminada, que prefiera trabajar él mismo antes que confiar en sus colaboradores. Por una parte , los colaboradores, así dados de lado, pierden toda iniciativa y todo gusto de trabajar, por otra, el jefe, que no puede entregarse a todo, concentra sus cuidados en un detalle y acaba por perder de vista el conjunto de que es responsable. 

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593. El jefe ha de aceptar que la labor que manda esté no tan bien ejecutada como si la hubiese él cumplido; pues llegará un día – y quizá más pronto de lo que se piensa- en que sus colaboradores, entregándose de lleno al trabajo que se les ha confiado, se emplearán en él y lo harán mejor que él mismo. 594. No es oficio del jefe reemplazar a sus auxiliares: < Tengo mis técnicos- decía LYAUTEY-; yo soy el técnico de las ideas generales.> 595. La gran maña del verdadero jefe está en saber determinar en sus colaboradores reflejos conforme a los suyos. Así, habiendo el jefe enseñado a obrar y decidir por sí mismos, como lo habría hecho él en su lugar, no será necesario multiplicar las órdenes con los detalles que supondría la última precisión, pues será bastante comunicar la idea directriz a los colaboradores, de modo que ellos realicen espontánea e instintivamente lo que él mismo habría hecho en su puesto. 596. La envidia del poder en el jefe es la que mata las almas de los jefes entre sus colaboradores. 597. Procurando que hagan se multiplica el jefe. Ingiriéndose en los

detalles, en vez de las responsabilidades que rechaza, se pierde el tiempo y la autoridad. Se cree obrar< mejor >, lo mejor es enemigo de lo bueno (1).

 598. El jefe que quiere hacerlo todo por sí mismo y no ha sabido rodearse de colaboradores capaces de suplirle, correrá el riesgo de ver caer su obra y desorientados sus servicios el día en que por consecuencia de enfermedad o de otra causa cualquiera tenga que ausentarse por un prolongado lapso de tiempo.

 599.Ningún jefe ha de hacer por sí mismo lo que un subalterno puede hacer tan bien como él a fin de estar libre para las cosas que sólo él puede hacer. 600. La autoridad no se ejercita bien sino cuando el poder, que es su detentador, no tiene que dar órdenes más que a un reducido número de hombres, de los que está seguro y que tiene bien conocidos ( 2 ). 601. El jefe verdadero se esfuerza por descubrir todas las cualidades de sus colaboradores, por llamar todas las posibilidades y poner de este modo los talentos al servicio del conjunto.602. En la vida hay dos categorías de seres: los que chupan, los parásitos; los que irradian, la élite. Nunca me he rodeado más que de esta flor y nata y ellos decuplicado mi fuerza. (1)  B) El arte de escoger sus colaboradores. 

603. Las cualidades técnicas no bastan para ser un jefe. Encuéntrense algunas veces hombres de valía que hasta pueden ser eruditos, sabios o técnicos notables y constituir para el jefe unos excelentes secretarios, pero que no tiene madera de jefe. Fulano será excelente segundo, y será deficiente primero. 604. El secreto del éxito de Lyautey ha de buscarse en lo que M. TARDE llama < el sentido del hombre > Lyautey lo poseía en altísimo grado. < Juzga

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al hombre completo y, sobre todo, lo pesa. Sabe Lyautey hasta en donde puede hacerle rendir el máximo.> 605. Los que tienen miedo de las responsabilidades, los faltos de voluntad, los que retroceden delante de los obstáculos, los que buscan sobre todo ponerse a cubierto, no pueden ser jefes. 606. Los incapaces de decidirse, que vacilan siempre, los que difieren para más tarde y cambian a la continua de parecer y decisión, no pueden ser jefes. 607. Pero hay más hombres de lo que se piensa capaces de subir. Las nulidades no son tantas como se pretende. Si se niega valor a los individuos, es con mucha frecuencia porque no se ha sabido descubrirlo en ellos. 608. Pónganse los mismos hombres a las órdenes de dos jefes. Uno sabrá animarles, les convencerá de la grandeza de su misión y conseguirá resoluciones admirables. Otro se quejará de la incapacidad de los subordinados, correrá de uno a otro para reprenderles y desalentarles. Fracasará (1). 609. Alrededor del verdadero jefe encontraréis siempre el equipo, el grupo de especialistas fieles, competentes, a los que deja en plena libertad, pues sabe que harían en toda ocasión cuanto es humanamente posible hacerse (2). 610. Hay que buscar hombres de carácter bien templado, libres de padecer muchas veces los excesos de su temperamento. El mal carácter de un colaborador no es redhibitorio sino cuando lo comunica a los subordinados, poniéndoles en peligro de < volverles al revés >, o si degenera en incorregible testarudez en la discusión (3). 611. La abnegación y el sacrificio, que hacen a los buenos colaboradores, son la señal de almas delicadas; pero esas almas generalmente son sensibles por una palabra mal interpretada. Habrá quienes tratarán esta susceptibilidad de sentimentalismo ridículo y apenas se cuidarán de ella; mas les excusaréis si tenéis, como ellos, un alma delicada; sobre todo, tendréis gran cuidado de no exacerbarles inútilmente, temiendo hacer de colaboradores leales, pero susceptibles, lo que un autor contemporáneo llama ”despellejados morales” 612. si queréis rodearos de un equipo que tenga carácter, tened el alma bastante levantada para aceptar algún despropósito de parte de un colaborador un poco ardiente, pero afecto; bastará reprenderle dulcemente una vez pasada la crisis.

 613. No sólo se han de elegir los jefes, sino también se ha de escoger el momento de nombrarlos.

Si el ascenso tiene lugar demasiado pronto, es un peligro, porque el sujeto corre el riesgo de no estar preparado a la altura de la faena, de hundirse bajo la responsabilidad que no ha podido llevar, o de recurrir a expedientes que son nocivos para la buena marcha de los negocios. Si el ascenso tiene lugar demasiado tarde, hay peligro de tener un jefe que ha perdido todo entusiasmo, toda iniciativa; un jefe que carece del resorte del joven que se lanza esforzado a la conquista de nuevas responsabilidades (1).

 614. La tentación de un jefe un tanto activo está en querer hacerlo todo por sí mismo, en particular si no está del todo contento de lo que se hace. Este es un grave error. Un jefe de verdad deja a sus subordinados el máximo de

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iniciativa y de autonomía compatible con la buena marcha de los servicios, para que puedan formarse y, desde luego, desplegar libremente cuanto hay en ellos de recursos. 

C) El jefe debe desarrollar en los colaboradores el espíritu de iniciativa y repartirles responsabilidades. 615. el jefe que cumple su oficio no absorbe el mando: lo suscita y lo multiplica. “mandar es engendrar mando; es hacer pulular en los tejidos del organismo... estas células vivas: los jefes” (1).

Desde entonces, la ejecución, hasta el peldaño mas bajo de la jerarquía, es un escalón de mando, porque “no hay ejecución sin iniciativa y al jefe corresponde suscitarla hasta el ultimo encargado de la ejecución de sus órdenes”.

 616. Para formar colaboradores y facilitar su unión con los compañeros, el jefe no se ha de aislar con ellos estrictamente en los actos de servicio. Tiene interés en desarrollar su competencia y en asociarlos al propio trabajo explicándoles el porqué de sus directivas. Conociendo bien los pasos de vuestras ideas es como alcanzarán más pronto ese estado del equipo ideal, en que a media palabra cada miembro se posesiona del pensamiento del jefe. Para huir el daño de la yuxtaposición lo importante es aprovechar todas la s ocasiones para mostrar que la faena de cada cual está relacionada con la de los otros y se ha de armonizar con el conjunto. 617. Una hora de colaboración sobre un punto concreto hace para la educación de un equipo más que una avalancha de notas de servicio o de llamadas al orden.

 618. La formación del jefe no se logra por cursos “ex cathedra”. Buscando con ellos la solución a los problemas prácticos de la vida es como el jefe acostumbra poco a poco la mentalidad de sus colaboradores en la línea de su espíritu. 619. el jefe no ha de tener miedo de confiar responsabilidades, a condición de que estén proporcionadas a la valía y habilidades de quien las ha de llevar. 620. En un equipo hay que mantener la libertad de proponer mejoras. Nada tan nocivo como los repetidos frenazos, que terminan siempre parando el motor; las iniciativas se cansan de ser muchas veces rehusadas. Cuando un equipo está completamente desanimado de haber propuesto innovaciones, está muy cerca de que en él reine la rutina. 621. Es preciso que el jefe sepa aumentar, dentro del cuadro señalado, la responsabilidad de los subordinados al paso que son capaces de soportarla. También hay que ayudar a los subordinados a vencer las dificultades interiores, enseñarles a conocer más, orientarles mejor con respecto a las posibilidades que les aguardan, darles una noción más exacta del tiempo necesario para conseguir este o aquel objeto (1). 622. Cada jefe ha de buscar desarrollar en sí la confianza, y en los subordinados la iniciativa. 623. Cuando éstos hacen una falta, ha de informarse de los “motivos” que les han hecho obrar así y ayudarles a descubrir por si mismos cómo debían haber obrado; se ha de completar su instrucción para ponerlos de suerte que

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no hagan faltas semejantes. Es una equivocación, cuando el subordinado ha procedido con buena intención, reprenderle agriamente y con ello disminuir el resto de la confianza en sí. “Bondad” y “paciencia” no son signos de debilidad cuando el subordinado siente que detrás de la bondad y paciencia, nacida del corazón, está “la firme voluntad de llegar a la meta fijada”. 624. No temáis dar a conocer por juntas generales, por consejos restringidos y, dada la ocasión, por conversaciones individuales las metas de trabajo. Manifestad su grandeza, su hermosura, la responsabilidad que a cada uno corresponde en el resultado apetecido. 

Tanto como los hombres dejan de interesarse en su trabajo, cuando tienen la impresión de que son ruedas de una máquina, de la desconocen la razón de ser y el rendimiento; tanto se apasionan por un quehacer, que viene a ser su quehacer, porque saben a dónde tiende y cuánto pende de ellos el éxito.

D) El jefe ha de sostener a sus colaboradores y asentar la autoridad de ellos. 625. Muchas maneras hay de paralizar y, por tanto, de descorazonar a los colaboradores:

 __interviniendo a diestro y siniestro en el sector que le tenéis

confiado; 

__advocando a la continua a vuestro tribunal las causas que son de competencia suya; 

__no autorizándoles iniciativa alguna; 

__ pareciendo encontrar ridículo o absurdo todo proyecto que presentan; 

__ haciendo recaer en ellos las faltas de que vosotros mismos sois más o menos responsables. 626. el verdadero jefe señala, desde luego, su fuerza en proteger a sus inferiores. Alma de señor. ¿Cuál lleva a cuál? Si se inmola al primero, se inmolan los humildes para hacer la corte a los poderosos. Si se gobierna a los subordinados y además se les defiende, como un padre a sus hijos, se llega a la inmolación propia. Esta fuerza, de que carecen los contemporáneos y más los militares, habrá que dársela (1). 627. Tentación muy grande para las personas de importancia es el no acertar a tener confianza en los demás. Oyese a menudo que los jefes se quejan de sus subordinados: “no se puede contar con ellos”, “dejan siempre pasar las faltas”, “no tienen iniciativas”, etc., y ¿de donde tendrían ellos todo eso? ¿se ha procurado sistemáticamente desarrollarles en tal sentido?. 

El jefe que hecha la culpa sobre los subordinados, jamás llegará a nada. Al contrario, debe reconocerse responsable de su formación. Un jefe industrial gustaba repetir que, cada vez que tenía que dar una reprensión a alguno de sus subordinados, sentía que era él mismo quien era responsable de la falta; porque, una de dos: o había pedido demasiado, o no había bastantemente preparado, dirigido o vigilado al subordinado. 

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628. Jefes hay que para afirmar su superioridad no dudan en denigrar a sus colaboradores. Hacen una cosa nefasta, cuyas primeras víctimas serán ellos mismos.

 629. Cuidaos de no infringir una reprensión a un jefe de servicio delante de tercero; sobre todo guardaos de hacerle observaciones delante de uno de los subordinados, si no queréis zapar la autoridad y sembrar el desorden en vuestro negocio.

 630. Si se escoge un colaborador para descargarse en el de una parte del trabajo, cuya responsabilidad está aceptada, es que “se le estima”, que se ve en el una “personalidad”, con sus necesidades de responsabilidad y desarrollo, así como también una persona deseosa y capaz de cumplir bien el papel que se le encomiende.  

Hay que saber despertar la confianza en los subordinados, hacerles partícipes de responsabilidad; así es como se siembra la alegría en el trabajo y se recoge el agradecimiento. 631. Demasiados jefes olvidan la importancia que hay en respetar las competencias de los subordinados.  

Cierto; cuando la casa está ardiendo, se apaga el incendio antes de preguntar quién lo encendió.

 Intervenir directamente siempre es posible “la cosa quema”, pero

entonces es necesario advertir inmediatamente a los intermediarios que se han “saltado”, por que es una ingerencia directa de sus dominios. Si no se hace, tales intermediarios no pueden considerarse responsables, dado que se cambian sus disposiciones sin consultarles ni orientarles. Se les quita de un golpe todo gusto de trabajo y se les mengua autoridad a los subordinados. 

632. ¿Trátase de disipar la envidia y los celos que pueden alimentar los subalternos contra sus superiores? Ensalce el jefe la valía técnica y moral de éstos últimos y consolide su posición delegando en ellos su autoridad; no solo como es costumbre, para mandar y reprender, sino, además, para ayudar y recompensar.

  

E) El jefe tiene que “hacer atmósfera”. 633. El ambiente de simpatía que algunos jefes saben crear en su alrededor es eminentemente favorable para el mejoramiento y coordinación del equipo. Los colaboradores se inspiran entonces con naturalidad en el ejemplo del jefe, por ese inconsciente mimetismo que nos empuja a modelarnos según nuestros afectos, y su entusiasmo puede suplir muchas insuficiencias anteriores, allanando las dificultades de adaptación (1). 634. El trabajo ha de hacer bien a quien lo ejecuta.Habría cada uno de encontrar en su trabajo el sentimiento de bienestar que fluye de la puesta en valor de una fuerza viva arraigada en su naturaleza; el trabajo en común, la colaboración en una gran empresa, habría de

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corresponder al sentimiento de sociabilidad, a la necesidad de no verse aislado, que se oculta en todo hombre.

Poder trabajar y dedicarse a un trabajo que le supera habría de levantar al hombre por encima de sí mismo y llenarle de una profunda satisfacción interior (1).

 635. Cualquiera que sea la naturaleza del malestar moral que podáis temer en vuestros Colaboradores, encontrareis un excelente remedio preventivo en el buen humor. LYAUTEY recomienda “trabajar con pulcritud”; yo añadiré que también se ha de “trabajar con alegría”. 

Dad por vosotros mismos ejemplo de bromas, el ejemplo será contagioso y, esparciendo en torno a vos la animación por el trabajo, habréis con esto ganado útiles simpatías.

 Siguiendo el consejo de Horacio, aprended a olvidar a tiempo la

gravedad-decipere in loco- y no temáis, con colaboradores de vuestro plan social y bien educados decir alguna palabra para reír, en medio de una discusión seria; no pocas veces es un descanso útil para reanimar la atención y despertar ideas nuevas.

 636. Sucederá con frecuencia que se de a una de vuestras palabras mucha mayor importancia que pensabais; o también que se haya supuesto en una de las observaciones, una intención de reprensión que no le habíais dado.  

Es imposible evitar del todo este inconveniente, sobre todo cuando la urgencia de una decisión u otro orden de preocupación os impiden pesar exactamente las palabras; pero tener cuidado de procuraros, además de los ratos de trabajos, horas de libre conversación con vuestros colaboradores y dadles suficiente confianza para tener una franca explicación.

 

 X.- El arte de formar equipo con los demás jefes.

  

637. El equipo no es una tropa sometida por la necesidad o la violencia, ni una clientela atraída por los favores que puede distribuir un poderoso... El equipo es un grupo de hombres reunidos por un lazo orgánico; es decir, para el servicio de una obra o de una causa común, a la que aportan igual entusiasmo y se reparten el esfuerzo requerido en proporción de los dones habilidades o medios, sin preocupación de competencias, rivalidades o intrigas, asociados por el resultado de conjunto, no por el éxito del tal o cual suerte particular. Esta fue la fórmula de todas las grandes obras que han producido las civilizaciones humanas (1)

 638. Para que un equipo pueda hacer obra fecunda, es preciso que haya concordia de espíritus y voluntades. No todos han de hacer las mismas obras, pero las obras de uno no han de estorbar las de otro. Es necesario que cada cuál en su sitio facilite la tarea de su vecino. 

Para esto cada uno tiene que seguir al menos de reojo, la actividad de los otros, aunque no sea más que para ajustarse a ellos y sincronizar la suya.

 

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Para eso también es preciso que cada uno se olvide de sí y no parta como una flecha con riesgo de romper el equilibrio. 639. El trabajo de equipo supone plena confianza de los componentes: confianza mutua en la lealtad y aptitud.

 640. Cuando los jefes de servicio no se entienden entre sí, resulta un malestar, un verdadero razonamiento de ruedas, y toda la obra padece. Además, es imposible que en un momento u otro los subordinados no se den cuenta de ello, y entonces el malestar no hará más que extenderse, porque una de dos: o tomarán el partido de uno de los jefes en contra de los otros y aumentará así la oposición con peligro de comprometer gravemente y de estorbar toda pacificación de los espíritus, o envolverán a todos los jefes en el mismo desprecio, perdiendo confianza en los mismos, ya que no son capaces de entenderse entre sí.

 641. No se ha de tener la ingenuidad de creer que sea cosa tan fácil el entenderse con los jefes vecinos cuando de hecho se ha de colaborar en junto. Por definición, todo jefe tiene que ser un carácter, y cuanto más decididos los caracteres tanto son también mas tajantes. Todo jefe tiene que asumir responsabilidades, defender intereses, que bien pueden ser contrarios a los de su colega. Este es el motivo de que se haya de poner de una y otra parte leal voluntad, sostenida por comprensión mutua.

 642 .nada hay más pernicioso para la salud y eficiencia de un equipo que las sistemáticas críticas de un eterno descontento.Tanto como es vigorizadora la crítica, aunque sea en forma enérgica, cuando es amable y constructiva en el fondo, otro tanto es disolvente, aunque sea con expresión amena, cuando es negativa y bañada en amargura. 643. Quien no se atreve a imaginar y quien no se toma la molestia siquiera de crear, no tiene derecho a criticar las falsas maniobras de los que se atreven y actúan... << Compadre, no debes criticar de palabra, sino de obras, tratando de hacerlo mejor que nosotros. >> 644. La atmósfera de un equipo en que cada uno está al acecho de los errores de los otros, pronto se hace irrespirable y paralizante. 645. La primordial ley del equipo es el mutuo auxilio fraternal para el servicio del fin del equipo. Querer hacer gastar a los otros, felicitarse de subrayar la deficiencia de un compañero de equipo, es arruinar la unidad del equipo y hacerlo inepto para realizar su misión: 646. Comprensión, coordinación, cordialidad, son las tres virtudes principales que ha de tomar a pecho practicar cada socio, si no quiere que su equipo sea herido de muerte. 647. Cada uno ha de estar decidido a no dejarse envenenar de los equivocados por diferencias o discusiones que, entre personas acordes en el fondo, no pocas veces son tanto más sensibles por la forma. 648. El trabajo de mutua comprensión supone:

1. Que cada uno procure comprender a los otros.2. Que cada uno procure hacerse comprender por los otros.Un jefe nunca juega al desconocido.

 

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649. Muchas veces es bastante una leal explicación confiada para disipar los equívocos y poner las cosas en su punto. Lo que sí importa de una y otra parte es la lealtad; la mentira es un corrosivo, un disolvente. Las almas comulgan en lo que tienen más verdad. 650. La franqueza entre los jefes jamás ha de ser grosera, y prueba la experiencia que cuanto más hay que trabajar en común más necesario es ser fieles a todas las delicadezas de la mas completa cortesía. Sería un error el creer que porque se vive en común puede uno dispensárselas. En todo caso, hay que guardarse a toda costa de las discusiones violentas y de esas palabras irreparables, que son la señal de un alma que ha cesado de ser dueña de sí misma. 651. Siempre es posible, entre hombres de buena voluntad, expresarse un tanto vivamente quizá, sin dejar de estimarse y respetarse. 652. Con mucha frecuencia, cuando uno se pone en lugar del compañero, compréndese mejor su posición, y se encuentran mejores argumentos para defender la propia, si es realmente defendible. 653. La cordialidad y el buen humor constituyen la atmósfera ideal para un equipo de jefes, teniendo cada uno que contribuir a esto. Sea nuestra preocupación el progreso moral o hablando en términos más corrientes y prácticos, el mejorar nuestro carácter, y evitemos esos rozamientos pueriles, que por servir a un interés personal siembran la división, cuando tanta necesidad tenemos de estar unidos. ¿ Acaso no es éste el origen de todos nuestros males ? Porque en efecto, ¿ Cómo atreverse a predicar la paz y sembrar la discordia ? hablar de concordia y fraternidad y alimentar el odio en los corazones es traicionar al país (1). 654. Cuando la cooperación no es franca, la obra se resiente de estos. El actor que busca lucir a expensas de sus compañeros, puede triunfar, pero el conjunto sufrirá. 655. Talleyrand era sobrado fino y tenía muchísima experiencia de controversias diplomáticas para ignorar que en ellas es falta tener demasiada razón, que allí se ha de negociar y no abogar, y que nada tanto daña en las mismas como los éxitos de relumbrón, que siempre asienta en el pasivo de quien los obtiene el adversario que se aplica a hacérselos pegar. Tenía también mucha costumbre de los << caros colegas >> para no saber que el humillarlos no es medio de ganarlos o de hacerlos neutrales (2). 656. El Espíritu de equipo está empecido o arruinado cuando los hombres no creen en la tarea común, cuando cada uno pretende no estar de acuerdo más que con quien le agrada o se le parece, cuando el amor propio pasa a ser regla de los esfuerzos y cuando cesa la estimación y confianza mutuas, que conservan en toda clase de incidentes la certidumbre de una abnegación superior a los pasajeros desfallecimientos. 

(1) CAPITÁN ROGUERT, Les forces morales, página 80. (2) COMITÉ DE SAINT- AULAIRE, Talleyrand, página 321.

 

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 657. Trabajar en equipo es incluirse en un movimiento, no es ponerse el movimiento en el bolsillo. Hacer equipo es renunciar con miras al resultado común, conseguido por la mutua común ayuda. De aquí resultan, por un lado, sacrificios, esfuerzos a favor de terceros y el desconocimiento de trabajos anónimos; pero del otro, numerosas y puras alegrías, entusiasmo común y plenitud de una acción concertada. Hacer equipo es, en esencia, preferir al amor propio el amor fraternal y a la gloria personal la gloria de Dios (1). 

 (1) PIERRE SCHAEFFER, Le Chef, 15 enero 1934, página 34.  

     

CONCLUSIÓN 

El secreto del jefe.  

658. Extravíase quien, para arreglar los grandes problemas de la humanidad, se desentiende de los grandes principios, que son la base misma de nuestra civilización y la esencia también del cristianismo ( 1 ). 659. Desde que los hombres pretenden organizar la tierra sin Dios, desde que renuncian a estar parte de la vida contemplativa, o, como decía San Pablo, a esta << conversación en el cielo >> para la que fueron criados, pronto olvidan que son hijos de un mismo padre y de que son demasiado grandes para que ninguna conquista de la tierra pueda llenar la insaciable necesidad de dicha. Luego se necesitan siempre más riquezas, más poder, más conquistas, más dominación; toda participación la estiman como un atentado contra su hambre de grandeza o de expansión; todo el que pone óbice a su avance viene a ser un enemigo. Si la busca de bienes terrenos es el todo del hombre, ya no se puiede limitar esa búsqueda. Al contrario, si lo esencial del hombre está en cultivar la vida del alma y en prepararse para la vida eterna, cabe la posibilidad de poner moderación en la actividad económica. 

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Sólo el << Homo religiosus = hombre religioso >> puede estorbar al << Homo Faber = hombre productor >> de transformarse en una bestia insaciable arrebatada por el vértigo de la grandeza material, verdadero lobo para el hombre. Léase en el Evangelio de San Juan (cap. 13) lo que podría llamarse la carta de la autoridad cristiana, esa admirable escena en que Jesucristo, Dueño y Señor, depositario de toda autoridad, quiso lavar los pies de sus discípulos. Quiso enseñar a los que en el curso de los siglos participaran de autoridad a considerarse como servidores de sus inferiores. Quería de este modo defenderles del orgullo y vanidad, que son la tentación profesional del jefe (1).

(1) Foch. 660. Carta que el Presidente de la Confederación suiza, M. Pilet-Golaz, dirigía en agosto de 1934 a una reunión del grupo de Oxford, en Thoune: << He buscado mucho tiempo las hondas causas de la crisis moral económica que el mundo atraviesa. No he hallado sino una sola que me satisfaga, o más exactamente, que dé satisfacción a mi razón: nuestra civilización cristiana ha perdido el espíritu que la animaba, la sostenía y elevaba: el espíritu de Cristo. << Si de nuevo no se penetra en él, está condenada. Las medidas; casi todas superficiales y temporales, que hoy se han tomado para luchar contra la academia material y espiritual de que estamos amenazados, de nada servirán – aun supuesto que la mayor parte de ellas no sean nocivas – sino se chapean con una verdadera regeneración de los corazones. Es decir: yo no veo la salvación terrestre, lo mismo que la salvación del alma, sino en un retorno al cristianismo; pero entendido al cristianismo verdadero, íntimo y convencido, no al cristianismos verbal y formulista con que muchos querrían contentarse. >>

(1) R.P. FORESTIER, Le Chef, Octubre y noviembre 1940. 661. Dirigiéndose la palabra a los concurrentes a la inauguración del monumento a los muertos de la escuela Ozanam. En Limoges, en junio de 1941. el general LAURE, secretario general del mariscal Pétain, declaró: << La educación religiosa y espiritual es la más grande, la más hermosa y la más segura garantía de vuestro porvenir. Mediante ella podréis ser jefes, no doblaréis la frente, daréis ejemplo. Los que han aprendido a volverse a la inspiración suprema de la más poderosa de todas las fuerzas, es decir, de la fuerza religiosa, serán siempre unos jefes en cuyas filas se puede uno alistar, porque no ajarán el honor...>> 662. El olvido de sí, la abnegación, el amor del prójimo – en otros términos, la humildad y la caridad, esas dos grandes virtudes del Evangelio-, son, tanto en los jefes cono en los súbditos, la base de la ciudad cristiana. Nada es tan necesario como ellas para los que toman como es debido, con respeto y temor, la carga pesada es dirigir a los que Dios ha hecho iguales y a los que Cristo ha hecho hermanos y suyos. 

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<< Manso y humilde de corazón >>, << amarse los unos a los otros >>, << poner la mira no en ser servido, sino en servir >>, estas palabras del Salvador son al mismo tiempo el programa de la verdadera autoridad y la carta de la obediencia verdaderamente moral ( 1 ). 663. Ser jefe, oficio aplastante cuando se está solo, pero magnifico cuando ser apoya en el mismo Dios. ( NOTA 31.) Ser jefe: el alma de un grupo, el campanario de un pueblo, el ejemplo, el guía, el primero no en los honores, sino en las cargas; no por los galones, sino por los cuidados; el que ha de ser el más bueno, el más resignado, el más prudente, aquel hacia quien se vuelve la mirada cuando caen los torpedos; aquel que no tiene el derecho de quedarse en el refugio, que no está autorizado para tener miedo, que es deudor ante su conciencia y ante Dios, no sólo de si mismo, sino de los otros; el que tiene que olvidarse y sacrificarse; aquel a quien la patria ha confiado un número determinado de hijos y que puede ser el buen Pastor o el asesino. Ser jefe: ¿ qué cualidades, no profesionales, sino morales, exige ese oficio sagrado entre todos ? ¿ Qué dones se han de poseer, en guerra y en paz, para ser de los que se siguen o se imitan ? Responderé muy sencillamente enunciando las virtudes teologales: fe esperanza y caridad (2). 664. La vida social implica relaciones de autoridad y de sujeción; y como Dios creó al hombre social, ha querido las relaciones de inferior a superior. Someterse a la autoridad de respetar el orden divino; mandar y hacerse obedecer cuando se está investido de autoridad, es también cumplir el orden divino.

(1) R.M. MERSCH, Morales et Corps mystique, página 241.(2) Aspirante JEAN BOUVIER, muerto en el campo de batalla.

Es preciso que quien mande pueda sacar la fuerza de imponerse a los otros con la convicción de que coopera al cumplimiento de la voluntad de Dios, y quien se someta pueda hacer retroceder toda tentación de rebeldía sugerida por la idea de que, después de todo un hombre vale por otro hombre, en diciéndose a sí mismo: << Dios lo quiere >> (1). 665. El alma del jefe digno del título me parece tan del todo hermosa, que veo en ella la más elevada expresión del ideal divino en la criatura humana. 666. Francia necesita jefes inteligentes que comprendan las necesidades presentes de las almas, que penetren iluminados por la Fe los designios del amor de Dios sobre Francia, jefes activos que comprendan el pensamiento de LYAUTEY: << la alegría del alma está en acción >>, procurando ser no << débiles ilusos >>, sino << sólidos constructores >>, jefes llenos de esperanza a ejemplo de PÉGUY, cuando cantó << la admirable pequeña esperanza, que todo lo enlaza y al mismo Dios admira >>, y por fin, jefes caritativos y buenos; que ya pasó el tiempo de la autoridad dominante y es ahora más que nunca verdadero que << el secreto del mandar es el amar >> (3). 667. El jefe ha de hacerse querer. Esa es la respuesta a las angustiosas preguntas que se proponen a cada instantes, cuando se considera tan pesada la carga de mandar. La confianza y el afecto son los que que resuelven de hecho todas las dificultades.

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(1) KIEFFER, Equilibre et Autorité, pág. 21(2) DESCHARD, en Le Chef, 18 noviembre 1928, página 410.(3) MOR. MARTÍN, Obispo de Puy, 24 Enero 1941.

 Hacer que los subordinados se apropien la idea y el plan de la empresa, infundir voluntas en todos los ejecutantes. Pero si en ello se reflexiona, es comunicarles su alma; asimismo, comulgar con ellos en una ´perfecta concordia, cumplir en común un deber colectivo, coordinar los esfuerzos para realizar un bien general en la justicia; digamos que es un unir a los hombres entre si por Dios, deber supremo y bien absoluto, y démosle el nombre teológico: es propiamente la caridad. 668. la primera cualidad que se exige a un jefe es, desde luego, que sea una persona; es decir, abusando de la etimología de la palabra, per-son-a. Un jefe ha de ser capaz de sentir el destino, no sólo el de la tarea por laque trabaja, sino el de cada una de las personas que le están confiadas. Así, pués, es necesario que cada cual sea bastantes despreocupado de sí mismo para poder comprender el plan del Creador (1). 669. Cuantas veces me he relajado como cristiano, he aflojado como jefe. (2). 670. Dios es el soberano Señor, hacedor de todas las cosas. Su autoridad es soberana. Mas en un arranque de amor, asocia a los hombres en su acción sobre el mundo. Lejos de hacer de ellos esclavos, o servidores, ofréceles llegar a ser colaboradores y amigos suyos.

(1) A. CARRARD, op. Pág. 68(2) RIGAUX, La tpache des Sages, pág. 36

 ¡ Grandeza de la misión del jefe ! Su autoridad es una participación de la autoridad divina. 671. El Jefe que tiene en sus manos unos instrumentos, ( no es también el mismo un instrumento en las manos de Dios ? Al cabo, es la obra de Dios la que se le confía al mandar hacer. Que se trate de conducir un ejército, o de fundar una obra, de animar una fábrica o de botar navíos, probará de ponerse en comunicación con el Cielo para conocer a qué le destina lo mismo que a los suyos, la voluntad soberana. Este conocimiento será el fundamento mejor de su desinterés y tenacidad. Tendrá menos inconvenientes en pedir a los subordinados que abdiquen sus preferencias para hacer una voluntad unánime, y a tales alturas , la misma obediencia será más espontánea. 672. El jefe que ha comprendido su misión de jefe, en un momento u otro sentirá que el cargo le sobrepuja. ¡ Hay tanta distancia entre el ideal previsto y la realidad vivida, tan grande diferencia hay entre los que se es y lo que debería ser ! ¡ Los hombres son a veces tan desconcertantes y los acontecimientos tan desconcertadores ! Además, a medida que un jefe avanza, parece que por un juego misterioso y fatal, sus responsabilidades aumentan. Entonces es cuando el jefe experimenta la necesidad de una luz y fuerza superiores.

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 ¿ Donde las encontrará sino cerca de Aquel que es fundamento de toda autoridad, cuyo conocimiento es el foco de toda luz verdadera, cuyo amor es la fuente de toda energía bien- hechora ?. 673. El secreto del jefe no es otro que el mismo Dios, quien no rechaza jamás al que viene a El con confianza y humildemente se apoya en El; Dios que ha prometido completar los trabajos de quien obra en su nombre como bueno y fiel servidor. Complevit labores illius.  

NOTAS EXPLICATIVAS DEL TRADUCTOR. 

1. Pág. 9 núm. 1. - << La definición, escribió Balmes, es la expliación de la cosa... Cuando la cosa explicada es la significación de una palabra, se llama definición del nombre: << definitio nominis >>. Conviene no confundir la definición del nombre con su etimología; porque siendo esta última la explicación del origen de la palabra, acontece muchas veces que el sentido usual es muy diferente del etimólogo. La etimología ilustra para conocer el verdadero significado, pero no lo determina. >> ( BALMES: El criterio. S.E. Atenas. Madrid, 1941, Cap. XV, nota, pág. 227.)

  

2. Pág. 12, núm. 14 - <<Ni ha de creer el príncipe que es absoluto su poder, sino sujeto al bien público y a los intereses de su estado; ni que es inmenso, sino limitado y expuesto a ligeros accidentes.>> ( SAAVEDRA FAJARDO: Idea de príncipe político cristiano; << La Lectura, Madrid, 1927, pág. 353.)

  

3. Pág. 16, núm. 29.-<<Diligis... omnia quae sunt, et nihil odisti eorum quae fecisti>>... <<tua sunt, Domine>>. Amas todo cuanto tiene ser y nada aborreces de todo lo que has hecho... tuyas son todas las cosas, oh Señor. (sap.cap XI,vv.25,27.) En el mismo libro, capítulo VI y versos 3,4 y 5, se lee: << Praebete aures vos, qui continetis multitudines, et placetis vobis in turbis nationum; quoniam data est a Domino potestas vobis, et virtus ab Altísimo, qui interrogabit opera vestra, et cogitationes scrutabitur: quoniam cum essétis regni ejus...>> Dad oídos, vosotros los que tenéis el gobierno de los pueblos, y os gloriáis del vasallaje de muchas naciones. Porque la potestad os la ha dado el Señor; del Altísimo tenéis esa fuerza, el cual examinará vuestras obras, y escudriñará hasta los pensamientos, porque siendo vosotros unos ministros de su reino...>> <<Non est enim potestas, nisi a Deo.>> (Romanos, XIII, 1.) Porque no hay potestad que no prevenga de Dios. << Dei enim sumus adjutores.>> (1 Cor.III, 9.) Pues somos ayudadores de Dios.

 4. Pág. 17, núm 31.- << Tu elegisti me regem populo tuo.>> (Sap. IX, 7.)

Tú me elegiste rey para tu pueblo. << Et elegit David servum suum et sustulit eum de gregibus ovium.>> ( Ps. LXXVIII, 70.) Y escogió a su siervo David, sacándolo de entre los rebaños de ovejas.

 5. Pág. 19.- Misión = obligación impuesta por un oficio, empleo, cargo,

dignidad o comisión.  

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6. Pág. 19, núm. 36- <<No tiene otra comodidad el mando sino el poder hacer mas bien.>> (P BALTASAR GRACIÁN, S.J.: Oráculo Manual. Luis Miracle, Aribau, 179, Barcelona, página 300.) << El rey es persona pública; su corona son las necesidades de su reino. El reino no es un entretenimiento, sino tarea; mal rey el que goza sus estados y bueno el que los sirve.>> ( QUEVEDO: política de Dios y Gobierno de Cristo; <<La Rafa>>, Madrid 1939, pág. 54.)

 7. Pág. 20, núm. 38.- << La dominación es gobierno, y no poder

absoluto, y los vasallos; súbditos y no esclavos.>> (SAAVEDRA FAJARDO: Idea de un Príncipe político cristiano, >>La Lectura>>, Madrid, 1927, Pág. 250.) << Ut non dominatorem et servos, sed rectorem et cives cogitaret.>> (TÁCITO, LIB. 12 Ann.) Que pensara no en dominador y en esclavo, sino en rector y ciudadanos.

 8. Pág. 20, núm. 41.- Antígono advirtió a su hijo: <<An ignoras, fili mi,

nostrum regnum esse nobilem servitutem?>> (IROG.) ¿ Acaso Ignoras, hijo mío, que nuestro reino es una noble servidumbre.>> “Más es el reino oficio, que dignidad” (SAAVEDRA, ubi supra, nota 7, página 251.) << El rey don Fernando el Santo tuvo el reinar por oficio, que consistía en conservar los súbditos y mantenellos en justicia, castigar los vicios, premiar las virtudes y procurar los aumentos de su reino, sin perdonar a ningún trabajo por su mayor bien.>> 8Id. Ib., pág. 252.)

 9.  

10. Pág. 33, núm. 64.- Fe = confianza, Fidelidad, exactitud, puntualidad. 11. Pág. 36, núm. 85.- <<Tener tanteada la fortuna para el proceder,

para el empeñarse, Importa mas que la observación del temperamento; que si es necio el que a cuarenta años llama Hipócrates para la salud, más el que a Séneca para la cordura. Gran arte saberla regir, ya esperándola – que también cabe la espera en ella -, ya lográndola ; que tiene vez; y contingente, tan anómalo es su proceder. El que la observó favorable, prosiga con despejo, que suele apasionarse por los osados, y aun como bizarra, por los jóvenes. No obre el que es infeliz, retírese; ni le dé lugar de dos infelicidades. Adelante el que le predomina>> (P. BALTASAR GRACIÁN, ubi supra, nota 6, pág. 209 ).

 12. Pág. 37. núm 90.-<<No basta que el rey esté presente si

duerme...,es menester que asista a todo y que abra los ojos, porque los suyos no pierdan la fe.>> (QUEVEDO, ib., pág. 20.)

 13. Pág. 40.- Sentido.- Modo de entender una cosa, juicio que se hace

de ella, significado, acepción de la autoridad. 

14. Pag. 42, núm. 109.- <<Ut enim gubernatio patris familias est regia quaedam potestas domi, ita regia potestas est civitatis et gentis unius, aut plurium quasi domestica quaedam gubernatio.>> (ARIST., LIB. 3, Pol. C. L1.) Pues así como el gobierno del padre de la familia es cierta regia autoridad en la casa, así la autoridad regia es como un doméstico gobernar de una ciudad, de una o de muchas gentes.

 15. Pág. 45,- Espíritu = genio, carácter, ánimo. Valor, tendencia, ingenio,

talento. 

Page 126: El Arte de Dirigir

16. Pág. 60, núm 175.- << El entendimiento bien informado guía a la voluntad, si le sigue. La voluntad ciega e imperiosa arrastra al entendimiento, cuando sin razón le precede.>> ( GRACIÁN; ib., pág. 2.) << El corazón no piensa ni juzga, no hace más que sentir; pero el sentimiento es un poderoso resorte que mueve el alma, y despliega y multiplica sus facultades. Cuando el entendimiento va por el camino de la verdad y del bien, los sentimientos nobles y puros contribuyen a darle fuerza y brio; pero los sentimientos innobles o depravados pueden extraviar al entendimiento más recto. Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables.>> (BALMES: El criterio, ut supra, cap. XIX, XI páginas 312 y 313.)

 17. Pág. 96, núm. 301.- “Influencia del corazón sobre la cabeza”,

“Causas y efectos.” (BALMES; El criterio, ut supra, cap. XIX, II, pág. 279.) << ¿ Y cuál es la causa ? Es que el corazón se ha puesto en juego, es que nosotros nos hemos mudado y nos parece que se han mudado los objetos.>>

 18. Pág. 104. núm. 332.- <<Siempre se ha de llevar la boca llena de

azúcar para confitar palabras, que saben bien a los mismos enemigos.>> ( GRACIÁN: Oráculo Manual, ib., página 294.) Por otro lago, dice el libro de los Proverbios, c. XXVIII, v. 26: <<Dux indigens prudetia, multos opprimet per calumniam.>> Oprimirá a muchos con vejaciones el príncipe falto de prudencia.

 19. Pag.

20. Pág. 115, núm 365.- <<Hacer concepto, y más de lo que imparta más. No pensando se pierden todos los necios; nunca conciben en las cosas la mitad, y, como no perciben el daño o la conveniencia, tampoco aplican la diligencia. Hacen algunos mucho caso de los que importa poco, y poco de lo que mucho, ponderando siempre al revés.” (BALTASAR GRACIÁ; IB., pág. 209.)

 21. Pág. 118, núm. 375.- “ Rey que pelea y trabaja delante de los suyos,

oblígalos a ser valientes; el que los ve pelear los multiplica, y de uno hace dos... Una cosa es en los soldados obedecer órdenes; otra, seguir ejemplos.” (QUEVEDO; ib., pág. 20)

 22. Pág. 118, núm. 376. “En los peligros, el rey que mira, manda con los

ojos. Los ojos del príncipe es la más poderosa arma; y en los vasallos asistidos de su señor es diferente el ardimiento. Descuídase el valor con las órdenes, y discúlpase el descuido.” (QUEVEDO; ib., pág. 19.)

 23. Pág. 121, núm. 388.- “Qui se jacta, et dilatat, jurgia concitad.” Aquel

que se jactá y se hincha de soberbia, excita contiendas. (Proverbios, cap. XXVIII, v. 25.)

 24. Pág. 134, núm 423.- Es digno de ser leído y estudiado lo que Balmes

estampó en El Criterio en todo el capítulo XXII, y especialmente el & XLVI.

 25. Pág. 154, núm. 492.- El emperador Galva aconsejó a Pisón al

adoptarlo por hijo: “Cogitare, quid aut nolueris sub alio principe, aut volueris.” Reflexiona en lo que no quisieras o querrías en otro príncipe. (TÁCITO, I Hist.)

Page 127: El Arte de Dirigir

 26. Pág. 163, núm. 519.- << Qui corripit hominem, gratíam postea

inveniet apud eum magis quam ille, qui per linguae blandimenta de cipit. >> (proverbios, XXVIII, 23.) Quien corrige a una persona, será al fin más grato a ella que otro que la engaña con palabras lisonjeras.

 27. Pág. 167, núm 535.- << Hos tamquam pater momens probasti; illos...

tamquam durux rex interrogans, condemnasti.>> (Sap. XI, 11.) A los unos los probaste como padre que amonesta; mas a los otros pusiste en juicio, como rey inexorable para condenarlos.

 28. Pág. 171, núm 545.- << Cum ergo sis justus, juste omnia disponis:

ipsum quoque, qui non debet puniri, condemnare, exterum aestimas a tua virtute.>> (Sap. XII, 15.) Siendo como eres justo, dispones todas las cosas justastamente: y crees ajeno de tu poder el condenar a aquel que no merece ser castigado << Virtus enim tua justitiae initium est.>> ( Idem ib., 16.) Pues tu poder es el prinicipio de la justicia.

 29. Pág. 184, núm 572.- <<Bonis amici consiliis anima dulcoratur.>>

( Proverbios, XXVII, 9.) Con los buenos consejos del amigo se baña el alma en dulzura. << Melior est vicinus justa, quam frater procul.>> (Id, ib; 10.) Más sirve el vecino que está cerca, que un hermano desviado.

 30. Pág. 190, núm 591.- <<Saber empeñar los dependientes. Un

empeño en su ocasión hizo personas a muchos, así como un ahogo saca nadadores; de esta suerte descubrieron muchos el valor, y aun el saber quedaría sepultado en su encogimiento si no hubiese ofrecido la ocasión. Son los aprietos lances de reputación, y, puesto el noble en contingencias de honra, obra por mil. Supo con eminencia esta lición de empeñar la católica reina Isabela, así como todas las demás; y a este político favor debió el Gran Capitán su renombre, y otros muchos su eterna fama; hizo grandes hombres con esta sutileza.>> (BALTASAR GRACIÁN: Oráculo Manual, L. Miracle, Barcelona, 1941, Pag. 293.)

 31. Pág. 211, núm 663.- << Qui confidit in corde suo, stultus est; qui

autem graditur sapienter, ipse salvabitur.>> (Prov. XXVIII, 26.) El que confia en su propio consejo, es un insensato; mas quien procede sabiamente, ése se salvará. << Qui timet hominem, cito corruet; qui sperat in Domino, Sublevabitur.” (Prov. XXIX, 25.) El que al hombre teme presto caerá; el espera en el Señor, será exaltado.

 * * *

 Merece ser leído y estudiado con detenimiento cuanto BALMES escribió concienzudamente sobre los principios católicos de gobierno en su obra. El protestantismo comparado con el Catolicismo, particularmente en los tomos tercero y cuarto. En sus palabras se oye hablar a la razón, sin parentesco con pasiones o circunstancias que puedan modificar el juicio imparcial y sincero de un gran entendimiento ilustrado por la ciencia divina y los conocimientos humanos. 

  

Page 128: El Arte de Dirigir

 ÍNDICE DE MATERIAS.

   Págs.   

Licencia eclesiástica... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

4

      CAPITULO I.- LA MISIÓN DEL JEFE... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

7

   Lo que es un jefe ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

9

Por qué se necesitan jefes... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

13

La gran misión del jefe: servir... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

19

Lo que hace al Jefe ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

25

CAPITULO II.- CUALIDADES DEL JEFE... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .

31

   Fe en la misión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

33

Sentido de la autoridad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

40

Espíritu de decisión y de iniciativa... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

45

Espíritu de disciplina... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

52

Energía realizadora... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

57

Calma y dominio de sí mismo ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

62

Sentido de la realidad ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

68

Competencia ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

77

Espíritu de previsión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

80

Conocimiento de los hombres ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

83

Benevolencia de espíritu ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

89

Bondad de corazón ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

96

Respeto de la dignidad humana... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

102

Espíritu de justicia... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

108

Firmeza... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

113

Ejemplo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

118

Humildad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

121

Page 129: El Arte de Dirigir

      CAPITULO III.- LA JEFATURA. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

129

   El arte de formar y de educar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

131

a) Amor del esfuerzo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

132

b) Sentido de la responsabilidad... ... ... ... ... ... ... ...

135

c) Gusto del trabajo en común... ... ... ... ... ... ... ...

137

El arte de organizar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

139

El arte de mandar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

146

El arte de comprobar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

159

El arte de reprender... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

163

El arte de castigar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

171

El arte de neutralizar las resistencias... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 177El arte de animar y recompensar.... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 183El arte de hacerse ayudar... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

188

    a) El verdadero jefe no es el que lo hace todo por sí   mismo, sino el que sabe hacerse ayudar... ... ... ... 188 b) el arte de escoger sus colaboradores... ... ... ... ... 192 c) el jefe debe desarrollar en los colaboradores el   espíritu de Iniciativa y repartirles responsabilidades... 195 d) El jefe ha de sostener a sus colaboradores y asentar   la autoridad de ellos... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

197

e) El jefe tiene que “hacer atmósfera”... ... ... ... ... ... ... ...

200

El arte de formar equipo con los demás jefes... ... ... ... ... ... ... 202       CONCLUSIÓN... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

208

   El secreto del jefe... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

208

   NOTAS EXPLICATIVAS DE TRADUCTOR... ... ... ... ... ... ... ... ...

216

   

  

Esta edición de 200 ejemplares seTerminó de imprimir el día 10

Page 130: El Arte de Dirigir

de octubre de 1989 en los talleresDe manufacturas Lusag S.A.

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