el espiritu de la frontera - zane grey.pdf

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  • Segundo libro de la trilogacompuesta por:

    La Herona De Fort Henry (1903)El Espiritu De La Frontera (1906)La ltima Senda (1909)

    Para escribir esta dramticanarracin, Zane Grey se inspir enel legado de sus antepasados, losZane que colonizaron antao unvasto territorio de los EstadosUnidos. Otras dos novelas surgieronya de los cuadernos de notas delcoronel Zane e hicieron famoso algran escritor americano: La herona

  • de Fort Henry y La ltima senda. Enorden cronolgico, El espritu de lafrontera sigue a la primera yprecede a la ltima, pero cada unade ellas puede leerse como unanarracin independiente. El espritude la frontera evoca la epopeya delos primeros colonizadores en tornoal caudaloso Oho, las tremendasluchas con los pieles rojas quedefendan las tierras donde cazaronsus antepasados.

  • Zane Grey

    El espritu de lafrontera

    ePUB v1.3Pepotem 19.09.12

  • Ttulo original: The Spirit Of The BorderZane Grey, 1906.Traduccin: Editorial Juventud

    Editor original: Pepotem2 (v1.3)ePub base v2.0

  • Introduccin

    El autor no tiene la intencin deexcusar aqu lo que muchos lectorespuedan llamar la "brutalidad" de lanovela, pero desea explicar que suespritu salvaje corresponde a la vida dela frontera del Oeste tal como seconoca hace tan slo poco ms de unsiglo.

    El que esto escribe es feliz poseedorde materiales histricos de evidenteveracidad y valor. Se trata del cuadernode notas, largo tiempo perdido, delcoronel Ebenezer Zane, uno de los ms

  • preeminentes cazadores y exploradoresa los que se debe la colonizacin delOeste selvtico.

    La historia de aquel perodo trgicomerece lugar ms sobresaliente en laliteratura histrica del que hasta ahoraha ocupado, indudablemente debido a lafalta de datos autnticos acerca de laconquista del terrible Oeste. Teniendoen cuenta los muchos aos durante loscuales lucharon los colonizadores en losconfines de este pas, la historia de susesfuerzos es pobre y oscura.

    Si los aos del fin del siglodieciocho y del comienzo del diecinueveestaban llenos de aventuras

  • emocionantes entre los colonizadoresque todava vivan en la costa delAtlntico, cunto mayores no habrnsido las hazaas de los casi olvidadosexploradores que atrevidamenteinvadieron las inhospitalarias selvas! Lahistoria de sus vidas azarosas, de suherosmo y de sus grandes sacrificios enbeneficio de futuras generaciones, esmuy poco conocida.

    Para que se comprendan mejoraquellos das, el autor ha utilizado lasnotas de sus antepasados con el fin dehacer un retrato nuevo y emocionante deaquella poca; un cuadro que revela lafiebre de libertad del explorador, aquel

  • poderoso impulso que llev a tantos ytantos a tumbas ignoradas; un cuadro quedemuestre su labor, sus amores, el efectode las causas que hicieron su vida tandura, y que no olvide tampoco, en modoalguno, a los pieles rojas, taninjustamente tratados.

    La frontera produca en 1777hombres blancos tan salvajes, que eranhombres slo de nombre. Estosforajidos y renegados vivan entre lossalvajes y durante treinta aoshostigaron la frontera, perpetrando todasuerte de endiabladas crueldades entrelos colonizadores. No menos crueleseran para con los pieles rojas a los que

  • dominaban; en el apogeo de su cruentacarrera deshicieron la larga y penosalabor de los misioneros y destruyeron laapacible aldea de los indios cristianosllamada Gnaden Hutten, o sea Villa de laPaz.

    Y mientras la frontera produca talesforajidos, tambin produjo cazadorescomo Boone, los Zane, los MacCollochy Wetzel, aquel hombre extrao,silencioso, de cuyas hazaas an sehabla en la regin donde erraba paraperseguir insaciablemente a los salvajesy renegados, un hombre que era tan sloproducto de su poca. La civilizacin nohubiera producido un hombre como

  • Wetzel. Las grandes revoluciones, lasgrandes crisis, los grandes momentosproducen al hombre que necesitan.

    La frontera necesitaba a Wetzel. Loscolonizadores hubiesen necesitadomuchos ms aos para civilizar aquellasregiones de no haber sido por l. Wetzelnunca fue colonizador; slo fue cazadorde indios. Cuando no segua las huellasde los salvajes pieles rojas, se quedabaen las colonias, su aguda mirada y sufino odo atentos a cualquier seal dehostilidad. Para el supersticioso indioera una sombra, el espritu de la fronteraque llevaba la muerte a las selvasoscuras. Para los colonizadores era el

  • brazo derecho de la defensa, elcabecilla adecuado para los pocosaudaces que hicieron posible lacolonizacin del Oeste.

    Y si esta historia de una de susinexorables persecuciones revela alhombre tal como fue en realidad, amadopor los colonizadores, respetado ytemido por los indios y odiado por losrenegados, si suaviza un poco la fama dehombre despiadado con que ha pasado ala historia, el autor se considerar muybien recompensado.

    Zane Grey

  • INelly, me estoy encariandomucho con usted.

    As debe ser, seor Joe, si aldecirlo muchas veces lo convierte enverdad.

    La muchacha hablaba con sencillez,desprovista del todo de su caractersticapicarda. Las travesuras, las sonrisasburlonas y pizpiretas y un dejo decoquetera haban parecido cosa naturalen Nelly, pero aquel tono grave yaquella mirada casi tristedesconcertaban a Joe.

  • Durante el largo viaje cruzando lasmontaas, la joven haba sido alegre yfeliz, mientras de pronto, cuando iban asepararse, tal vez para no volver averse, ella le revelaba una parte de sucarcter ms grave, ms profunda. Estodetuvo la osada de Joe como no lohubiera podido hacer otra cosa. Depronto vio la verdadera significacindel amor de una mujer, cuando sta lootorga libremente, sin reservas.Enmudeciendo al pensar que no habalogrado comprenderla, que casi habaestado jugando con ella, Joe se quedmirando la agreste regin.

    La quietud del panorama impresion

  • a la joven pareja y les record confuerza que se hallaban en el umbral delOeste desconocido, que en alguna partems all de aquella colonia, entreaquellas selvas vrgenes, que, negras ysilenciosas, se extendan ante sus ojos,estaba su futuro hogar.

    Desde el punto elevado en que sehallaban los dos, el terreno bajaba y seestrechaba gradualmente hasta terminaren punta aguda que sealaba el ltimotrozo de tierra entre los ros Allegheny yMonongahela. En aquel punto unanselos dos ros de rpida corriente paraformar el ancho Ohio. El nuevo ro, yaorgulloso y potente en su comienzo

  • como si adivinase su lejana grandeza, sedeslizaba majestuosamente en ampliacurva, y, al parecer, se perda en elfollaje denso del bosque.

    En la estrecha lengua de tierra, sobrela unin de los dos ros, haba unedificio bajo, ancho, cercado por unaempalizada tupida en cuyas cuatroesquinas haba sendas casitas quesobresalan de la estacada como siquisieran ver lo que pasaba debajo. Lostroncos macizos y gruesos empleados enla construccin de aquel fuerte, la formacuadrada compacta, y los pequeos yoscuros agujeros cortados en lasparedes, daban a la estructura un aspecto

  • amenazador.A los pies de Nelly y Joe, en la

    orilla, haba muchas cabaas de troncos.El barro amarillo que llenaba las grietasentre los troncos les daba un aspectosingular, como si estuviesen pintadas arayas. En la vecindad de las cabaashaba animacin, en agudo contraste conla grandiosa calma de los bosquescercanos. Se vean algunos carros contoldos de lona, en derredor de los cualesjugaba la chiquillera. Algunos caballospacan en la hierba corta y seis bueyespintos coman el forraje que lesacababan de echar. El Humo de muchasfogatas daba mayor animacin a la

  • escena, y junto a las fogatas se hallabanmujeres de rostros encendidos queremovan el contenido de calderashumeantes. Un hombre manejabavigorosamente el hacha y los limpiosgolpes resonaban fuertes; otro clavabaestacas en tierra donde colgar marmitasy calderas. Ante una cabaa grande, uncomerciante de pieles enseaba susmercancas a tres indios. Otro indiollevaba un montn de pieles desde lacanoa, a orillas del ro, a la cabaa. Unpequeo grupo de blancos contemplabacon mirada curiosa a los salvajes. Dosnenes se asomaban tras el delantal de sumadre, temerosos pero llenos de

  • curiosidad.Desde aquella escena, cuya

    significacin acababa de comprender,Joe volvi los ojos a su compaera. Erael de sta un rostro dulce, de rasgosquietos, pero con promesa de muchassonrisas. Los ojos azules no podanocultar por largo tiempo los destellos dealegra y, de buen humor. La joven sevolvi tambin y los dos quedaronmirndose. Los ojos de la joven sesuavizaron al contemplar a aquelhombre joven, de anchos hombros ycuerpo gil y fuerte.

    Esccheme dijo Nelly. Slonos conocemos desde hace tres semanas,

  • desde el da en que usted se reuni anuestra caravana. Por su amabilidad, porhaberme ayudado a soportar lasmolestias e incomodidades del viaje, meha sido usted simptico. No puedo decirms, aunque quisiera. Me ha dicho ustedque se escap de su casa en Virginiapara buscar la aventura en la frontera yque no conoca a nadie en esta reginselvtica. Es ms, me ha dicho usted queno podra ni quisiera trabajar comocolonizador. Tal vez tampoco mihermana ni yo sirvamos para estostrabajos, pero nos vemos obligadas aseguir con nuestro to, porque es elnico pariente que tenemos. l ha

  • venido aqu para unirse a los misionerosmoravos y predicar el Evangelio a losindios. Compartiremos, pues, su vida yle ayudaremos en todo lo que podamos.Usted me ha dicho que que me quierey ahora cuando nos vamos a separar, nos qu decirle; slo podra decir:abandone la idea de buscar la aventura yvngase con nosotros. Me parece que enesta regin no es necesario buscar laaventura, pues vendr por s sola.

    Quisiera ser como Jaime exclam Joe de pronto.

    Quin es Jaime?Mi hermano.Hbleme de l.

  • Poco hay que hablar de l. Somoslos nicos que quedamos de nuestrafamilia, lo mismo que usted y Kate de lasuya. Jaime el predicador; es unexcelente muchacho Yo le quieromucho.

    Entonces, por qu se alej ustedde l?

    Estaba cansado de Williamsburg,re con un hombre le her. Adems,quera ver el Oeste; me gustara cazarciervos y osos y pelear con los indios.En realidad sirvo para poco.

    Era Jaime el nico a quien ustedquera, pregunt Nelly sonriendo,porque le sorprendi verle tan serio.

  • S, excepto mi caballo y mi perro.Los tuve que dejar repuso Joebajando la cabeza.

    Le gustara ser como Jaimeporque es predicador y as podra ustedayudar a mi to a convertir indios?

    S, en parte; pero mayormenteporque porque algo que usted hadicho me ha hecho quererla de distintomodo y quisiera ser digno de usted.

    No puedo creer que usted no seabueno, aunque me lo diga contest lajoven.

    Nelly exclam Joe de pronto, yla cogi de las manos. Pero Nelly sesolt y se apart de un salto. En aquel

  • momento sonrea francamente.Tenga la bondad de portarse como

    es debido, seor.Nelly, al decirlo, ech atrs la

    cabeza para quitarse el cabello delrostro, y le mir con ojos entornados .Vendr usted con Kate y conmigo?

    Antes de que Joe pudiera contestar,un grito desde abajo les llam laatencin. Se volvieron y vieron que enla colonia entraba en aquel momentootra caravana de carros. Los niosgritaban y corran junto a los bueyescansinos, los hombres y las mujeres seacercaban, curiosos.

    Debe de ser la caravana que mi

  • to esperaba. Vamos abajo dijo Nelly.Joe no contest, pero la sigui por el

    sendero. Cuando llegaron junto al grupode sauces, cerca de las cabaas, seinclin y cogi la mano de ella. Nellyvio la mirada de osada en los ojos deJoe.

    No lo haga, que nos veran murmur la muchacha.

    Si no es ms que eso, me pareceque poco importa

    Qu quiere usted decir? Yo no hedicho no he querido oh!sulteme! Nelly trat de soltarse,pero Joe la tena tan fuertemente cogidade la mano, que no le fue posible

  • desasirse. Al ver a la mujer deltraficante en pieles mirar por la ventana,la joven frunci el ceo. Recordhaberle dicho a aquella mujer que no legustaba Joe; tal vez por temor a aquellosojos le contrari la audacia de Joe.Abri la boca para protestar, pero nopudo pronunciar palabra, porque Joe sehaba inclinado y le haba cerrado laboca con la suya.

    Durante el breve instante que dur elabrazo, Nelly se qued dolorida y muda,mirando a Joe. Generalmente lamuchacha era vivaracha y respondona,pero el aturdimiento que le caus alverse besada, precisamente a la vista de

  • la mujer del traficante, la dej comoparalizada. Luego oy voces y cuandoJoe se march sonriendo satisfecho,Nelly sinti que el corazn le lata coninusitada violencia.

    La alta figura de Joe descollabaclaramente sobre la ladera cuando sedirigi hacia la nueva caravana, sinvolverse ni una vez. Mirndole conmirada que auguraba poco bueno para elporvenir, Nelly se meti en la cabaa.

    Al penetrar por la puerta le parecique el canoso cazador, que se hallabasentado en el banco junto a la entrada,sonrea con picarda y le guiaba el ojo,como diciendo que saba guardar un

  • secreto. La seora Wentz, la mujer deltraficante, estaba sentada cabe laventana; tratbase de una mujer gruesa,de fuertes facciones, con la calmosaplacidez comn a la gente que ha vividomucho tiempo en distritos escasamentepoblados. Nelly la mir de soslayo ycrey percibir una sombra de sonrisa enaquellos ojos tristes.

    Ya he visto a usted y a su noviohacindose el amor tras aquellos saucesobserv la seora Wentz con grannaturalidad. No s por qu tienen queesconderse. A nosotros aqu nos gustaver felices a los jvenes, y su novio esun hombre muy simptico. Estaba segura

  • de que eran novios, aunque usted decaque slo le conoca de poco. Lize Davistambin dijo que ese joven la quiere. Am me gusta la cara de ese muchacho.Jake, mi marido, dice que ser un buenesposo para usted y que se acostumbrara la frontera como el pato al agua.Siento que ustedes no se queden aqu.No tenemos ocasin de ver muchasmuchachas por aqu y menos tan guapascomo usted. Cuanto ms lejos al Oestese vayan, ms solitarios estarn. Jakeconoce todo lo concerniente al FuerteHenry y a Jeff Lynn, del puesto decazadores; conoce tambin a Eb y a JackZane y a Wetzel; en fin, a todos los

  • hombres del Fuerte Henry. Supongo queall se casarn ustedes, verdad?

    Usted se equivoca dijoNelly, que se iba poniendo cada vez msencarnada, al or a aquella buena mujer. Nosotros

    Luego vacil y, por fin, se call.Comprendi que era intil negar oquerer dar explicaciones. La mujerhaba visto la escena del beso y haballegado a pensar lo que era lgico.Durante los pocos das que Nelly habapasado en el Fuerte Pitt haba visto quelos moradores de la frontera tomabantodas las cosas con la mayornaturalidad. Les haba visto expresar

  • cierta alegra, pero nunca sorpresa, nipreocupacin, ni ninguno de los rpidosimpulsos tan comunes entre otras gentes.Era otra leccin que aprendi Nelly muypronto. Se daba cuenta de que entraba enuna vida completamente distinta de suantigua y le daba miedo. No obstante, lefascinaba todo lo que haba odo deciracerca de su futuro hogar, de los pielesrojas, de los renegados y de la vida enaquellas selvticas regiones. Aquellasgentes que se haban asentado en ellaseran personas sencillas, honradas yvalerosas; aceptaban lo que sucedacomo hechos que no se podan discutir ycrean lo que les pareca verdad. Estaba

  • visto que para la mujer del traficante ypara su vecina, Joe y ella eran novios yno les pareca mal.

    Esta seguridad aument elresentimiento de Nelly contra el joven.Haba vuelto la espalda a la seoraWentz, frunciendo el ceo y dando en elsuelo nerviosamente con su pie.

    Dnde est mi hermana? pregunt a poco.

    Se ha ido a ver la nueva caravana.Todo el mundo est all.

    Nelly reflexion un instante y luegosali de nuevo vio cierto nmero decarros con toldos de lona delante de lascabaas; los vehculos estaban llenos de

  • polvo y las ruedas cuajadas de fangoamarillento. El cazador canoso que lesonriera estaba apoyado sobre su rifle y,hablaba con tres hombres, cuyos trajesmanchados y rados revelaban lo largodel viaje fatigoso. Advertase en todaspartes el barullo de la agitacin propiade la llegada de gente desconocida, delrpido cambio de saludos, de ladescarga de los carros y deldesenganchar de las bestias de tiro.

    Nelly mir a todas partes buscando asu Hermana. Finalmente la vio junto a suto, el cual hablaba con uno de lostronquistas. Nelly no se acerc, sino quemir en torno suyo en busca de otra

  • persona. Por fin vio a Joe descargandomercancas de uno de los carros, vueltode espaldas a ella, pero en seguida lereconoci por los anchos hombros. Novio a nadie ms, ni prest atencin anada, a causa de su gran indignacin.

    Al or sus pasos, el joven se volviy, vindola, la contempl conadmiracin, diciendo:

    Buenas tardes, seorita.Nelly no haba esperado un saludo

    tan formal por parte de Joe. No haba ensu rostro el menor indicio dearrepentimiento; plcidamente continusu labor.

    No siente usted haberme

  • tratado as? exclam Nelly.La calma de aquel hombre la

    exasperaba. En lugar de la contricin yde las excusas que esperaba y le erandebidas, al parecer se burlaba de ella,como otras veces.

    El joven, al orla, dej caer unamanta y la mir.

    No la comprendo contest conseriedad. Es la primera vez que laveo.

    Aquello era demasiado para laimpetuosa Nelly. Haba pensadovagamente perdonarle despus de quehubiese presentado sus excusas, pero alver que se burlaba de ella, olvidaba sus

  • buenas intenciones; alz rpidamente lamano y le dio una bofetada.

    El joven se puso rojo y se tambalehacia atrs, llevndose la mano a lacara. En aquel momento Nelly percibiuna exclamacin a su espalda y losladridos de un perro.

    Cuando Nelly se volvi, sesorprendi al ver a Joe junto alvehculo, con un gran perro blanco quesaltaba y brincaba alegremente. Depronto se aturdi. Mir de Joe alhombre al que haba dado la bofetada yno supo decir cul de los dos le habadicho que la amaba.

    Jaime! Conque me has seguido!

  • exclam Joe echndose en brazos desu hermano.

    Ya lo ves; creme, me alegramucho haberte encontrado contest eljoven con expresin de alegra ysatisfaccin.

    Chico, qu alegra me has dado!Y ah est mi viejo perro Mose! Perocmo has sabido? Cmo has podidoencontrarme? Qu vas a hacer aqu enla frontera? Habla, di! Qu ha pasadodespus de irme?

    Entonces Joe vio a Nelly, plida ytemblorosa, y se dio cuenta de que algoocurra. Mir a su hermano, que estabagrave.

  • Qu diablos? Nelly, lepresento a mi hermano Jaime, del que lehe hablado. Jaime, sta es mi amiga, laseorita Nelly Wells.

    Mucho gusto en conocer a laseorita Wells contest Jaimesonriendo, a pesar de que me ha dadouna bofetada sin motivo alguno.

    Que te ha dado una bofetada?Por qu? De pronto lo comprenditodo y se ech a rer hasta que lesaltaron las lgrimas. Te ha tomadopor m. Ah, ah, ah! Esto es colosal!

    Nelly se haba puesto encarnada ylos ojos le brillaban, pero la muchachatrat de sobreponerse, a pesar de

  • sentirse humillada.Lo siento mucho, seor Downs.

    Le tom por l, es verdad. l me hainsultado.

    Despus se volvi y se meti aprisaen la cabaa.

  • II

    Joe y Jaime eran singularmenteparecidos. Tenan casi la mismaestatura, eran muy altos, pero tanrobustos, que su altura no parecaexcesiva. Sus ojos grises y todos losrasgos de sus facciones eran tan igualesque se adverta inmediatamente que eranhermanos.

    Ya has vuelto a tus travesuras desiempre? pregunt Jaime con unamano sobre el hombro de Joe, viendolos dos huir a Nelly.

    No; la quiero de veras y no fue mi

  • intencin ofenderla pero, hblame deti, Jaime. Por qu has venido aqu?

    Para ensear la verdadera fe a losindios. Sin duda, tu marcha ha ejercidoen m una gran influencia.

    Como siempre, vas a hacer algnsacrificio. Siempre sers el mismo;cuando no te dedicas a m, te sacrificaspor otro. Ahora, hasta llegas a exponerla vida. Tratar de convertir a los pielesrojas e influir en m para que sea buenoson cosas imposibles. Cuntas veces tehe dicho ya que en m no hay nadabueno! Lo que yo deseo es matar pielesrojas, y no dedicarles sermones, Jaime.Me alegro de volver a verte, pero ojal

  • no hubieses venido. Esta reginselvtica no es lugar para un predicador.

    Opino lo contrario repusoJaime, decidido.

    Qu hay de Rosa, la muchachacon la que ibas a casarte?

    Joe, al preguntarlo, mir a suhermano y ste se puso plido y apartel rostro.

    Te hablar de ella por ltima vezrepuso. Confieso que conocas aRosa mejor que yo. Una vez trataste dedecirme que a ella le gustaba demasiadoque la admirasen y yo te reproch tandesfavorable opinin, pero ahoracomprendo que tienes ms experiencia

  • con las mujeres y sabes cosas que yo nopoda comprender. Rosa fue desleal.Cuando t te marchaste de Willamsburgporque, despus de jugar con Jewett, lepegaste, tu actitud no me despist. Aqueljuego de cartas fue un pretexto. Unaoportunidad para vengarte de la villanaque Jewett haba cometido conmigo ycon Rosa. Ahora ya todo ha pasado.Aunque t le pegaste cruelmente,dejndole desfigurado para toda la vida,no ha muerto, y, gracias a Dios, no eresasesino. Cuando me enter de tu hudano tuve ms idea que seguirte. ElDestino quiso que yo encontrara unpredicador que me dijo que tena que

  • irse al Oeste con el seor Wells, de lamisin morava. Me explic los motivosque tena para no realizar su intencin.Inmediatamente me ofrec a sustituirle yaqu me tienes. He tenido mucha suertede encontrar al seor Wells y a ti almismo tiempo.

    Siento no haber matado a Jewett,pero me consuela el haberle sealado.Es una vbora, un canalla que siempreandaba detrs de las mujeres. Le odiabacon todas mis fuerzas y cuando pude, medesahogu atizndole. Lstima que no lehaya matado. Joe hablaba con calma ycon cierta complacencia; como si elmatar a un hombre fuese para l cosa de

  • poca monta. Bien, Jaime, ya estsaqu y hay que conformarse.Continuaremos el viaje con esepredicador moravo y sus sobrinas. Si nolamentas demasiado lo pasado, todo irbien tal vez. En cuanto a m, la fronteraes lugar que me conviene Otra cosa,querido hermano te suplico que, por unavez en la vida, aceptes un consejo mo.Estamos en una regin donde cadahombre tiene que cuidarse de s mismo.El que t seas predicador no teproteger aqu donde todo hombre llevanavaja y hacha y donde hay muchosdesesperados. Djate, pues, de hablar entono melifluo y s un poco ms

  • semejante a tu hermano. Puedes ser todolo bondadoso que quieras y predicartodo lo que se te antoje, pero cuandoalguno de esos hombres de la fronteratrate de despreciarte y atropellarte,como no puede menos de suceder,oponte con energa como no lo hashecho hasta ahora. Yo sufr mi leccinlos primeros das en la caravana decarros. Tuve cuatro peleas, y ahora yasaben que no se puede gastar bromasconmigo.

    Querido Joe, ten por seguro queno me achicar, si es a eso a lo que terefieres contest Jaime sonriendo.Comprendo, en efecto, que aqu empieza

  • una vida nueva y me satisface. Si puedoencontrar una tarea til y estar al mismotiempo a tu lado, me considerar feliz.

    Ah!, viejo Mose, me alegra verteexclam Joe dirigindose al perro,que no se apartaba de su lado. Luegopregunt a su hermano: Qu hashecho de los caballos?

    Mira detrs del carro.Con el perro saltando delante de l,

    Joe hizo lo que su hermano le dijo yencontr en el lugar indicado doscaballos.

    No era extrao que sus ojosbrillasen con alegra al verlos. Uno delos caballos era de color azabache, el

  • otro gris pardo, y los dos revelaban aprimera vista que se trataba de animalesde pura sangre. El negro alz la esbeltacabeza y relinch mostrando claramenteque reconoca a su amo.

    Lance, viejo camarada! Cmo hepodido dejarte! murmur Joe alecharle el brazo al cuello. El perro alzla mirada y movi alegremente la cola,feliz al ver reunidos a los tres viejosamigos. En los ojos de Joe brillaba unalgrima, cuando por fin, con una ltimacaricia, se apart de su caballo favorito. Vamos, Jaime, te llevar a ver alseor Wells.

    Los dos empezaron a cruzar la

  • pequea plaza mientras Mose, el perro,se escondi debajo del carro, mas a unallamada de Joe, corri detrs de los dos,muy satisfecho de poder estar junto a suamo. A medio camino de las cabaas, untronquista alto y de cara brutal, quecantaba con voz de borracho, se lesacerc tambaleando. Al parecer se habaalejado del grupo que estaba cerca delos pieles rojas.

    No esperaba yo ver aquborrachos observ Jaime en voz baja.

    Hay muchos. Ayer mismo vi a esehombre tan ebrio, que no poda dar unpaso. Wentz me dijo que era malapersona.

  • El tronquista, el rostro encarnado ylleno de sudor, los brazos arremangados,trat de dar un puntapi al perro alcruzarse con Jaime y Joe; Mose seapart rpidamente, sin gruir niensear los dientes, pero agachando unpoco la cabeza y el esbelto cuerpo,como si quisiera dar un salto.

    No toque usted a ese perro, quele har dao! exclam Joe con vozaguda.

    Vamos, amigo, le convido a unacopa contest el tronquista con muecaamistosa.

    No bebo repuso Joe secamente,continuando su camino.

  • El tronquista dijo algunas palabrasen tono grun, de las que slo sedistingui la palabra "clerigalla". Joe sedetuvo al instante y se volvi. Sus ojosgrises parecan contraerse, sin despedirdestellos, perdiendo slo su colornatural. Jaime vio el cambio y, sabiendolo que significaba, cogi a su hermanodel brazo y se lo llev. La aguda voz deltronquista se oa hasta que los doshermanos entraron en la cabaa deltraficante en pieles.

    Cerca de la puerta encontraron a unhombre con largo pelo blanco, cubiertoen parte por ancho sombrero, que tenasobre las rodillas a uno de los hijos de

  • la seora Wentz. Tena el rostro surcadopor profundas arrugas, pero sus suavesojos azules revelaban su gran bondad.

    Seor Wells, le presento a mihermano Jaime. Es predicador y vieneen sustitucin del hombre que ustedesperaba de Williamsburg.

    El viejo se levant y alarg la mano,mirando gravemente al hermano de Joe.Al parecer le satisfizo el rpido examen,porque con simptica sonrisa le dio labienvenida.

    Seor Downs, tengo mucho gustoen conocerle, y me alegro que est usteddispuesto a venir conmigo. Doy graciasa Dios por poder llevarme a las selvas a

  • un hombre joven que pueda continuar milabor cuando llegue mi hora.

    Ser un grato deber para mayudarle en todo lo que pueda, seor repuso Jaime con voz grave.

    Tenemos delante una gran tarea.He odo a muchos pesimistas que dicenque es ms que locura tratar d enseara esos fieros salvajes el cristianismo,pero yo s que se puede hacer. Yo, porm nada temo, mas no quisiera ocultarleque es grande el peligro de meterseentre los indios hostiles.

    Eso no me har vacilar. Losindios tienen todas mis simpatas. Hetenido ocasin de estudiar el carcter

  • del piel roja y creo que la raza esnaturalmente noble. Se le ha llevado a lafuerza a la guerra y quisiera ayudarlepara que conozca los caminos de la paz.

    Joe dej a los dos hablando de susasuntos y se volvi a la seora Wentz.La mujer del traficante estaba fuera de sde alegra. Llevaba en la mano algunosjuguetes y explicaba a una muchacha queeran para sus hijos y que el predicadorse los haba trado de Williamsburg.

    Kate, dnde est Nelly? pregunt Joe a la muchacha.

    La seora Wentz la ha mandado aun recado.

    Kate Wells era lo contrario de su

  • hermana. Su porte era lento, de acuerdocon su corpulencia; sus ojos y cabellospardos contrastaban con los de suhermana. La mayor diferencia entre lasdos estaba en que el rostro de Nelly eraalegre y risueo, mientras que el de Kateera calmoso como la superficie quietade un lago profundo.

    Kate, aqul es mi hermano Jaime.Iremos con ustedes.

    Ah! S? Me alegro mucho contest la muchacha mirando el rostrohermoso y grave del joven predicador.

    Su hermano es exactamente igualque usted dijo en voz baja la seoraWentz.

  • S que se le parece dijo Katecon lenta sonrisa.

    Lo cual quiere decir que ustedpiensa o espera que en lo fsico se acabeel parecido replic Joe riendo.Bien, Kate, en efecto, gracias a Diospara Jaime, en lo externo acaba lasemejanza.

    Joe hablaba en tono triste y amargo,que hizo que las dos mujeres le mirasensorprendidas. Joe haba estado paraellas lleno de sorpresas, pero, hastaentonces, jams haban visto ningn dejode tristeza en sus ojos. Sobrevino unbreve silencio. La seora Wentzcontemplaba con cario maternal a sus

  • hijos, que jugaban con los nuevosjuguetes, mientras Kate pensaba en laobservacin de Joe y le mir de reojo.Le fue muy simptica la extraaexpresin con que miraba a su hermano.La ternura y el cario en aquellos ojosno se compaginaban bien con muchascosas de aquel joven alegre y atrevido.Kate haba visto en l hasta entoncesslo un hombre osado y fro, distinto aotros hombres, y, sin embargo, de prontose vio sorprendida por el cario queprofesaba a su hermano.

    El murmullo de la conversacin delos dos predicadores fue de prontointerrumpido por un grito fuera de la

  • cabaa, seguido de una carcajada yluego una voz ronca: Quieta,muchacha!

    Joe se dirigi en dos zancadas a lapuerta y vio a Nelly forcejeando con eltronquista embriagado.

    Un besito nada ms, para que medes buena suerte deca el tronquistacon buen humor.

    Al mismo tiempo Joe vio que tresvagos se echaron a rer y que otrapersona, el cazador de pelo cano,avanz con un grito.

    Sulteme! exclam Nelly.En el mismo instante en que el

    borracho acerc el rostro abotargado a

  • la muchacha, dos manos enrgicas lecogieron por el cuello como con garrasde hierro. Privado as de poder respirar,abri la boca y sac la lengua; al mismotiempo sus ojos parecan salir de lascuencas y sus brazos se movanalocadamente. Luego se vio alzado ylanzado con fuerza contra la pared de lacabaa. All se qued tumbado en lahierba, manando sangre de una herida enla frente.

    Qu sucede aqu? pregunt unhombre con voz autoritaria. Haballegado rpidamente sin que nadie leviera.

    Pues una cosa bien hecha, Wentz

  • dijo el cazador de pelo cano. Yo nohubiera podido hacerlo mejor. Lefflertrataba de besar a la muchacha. Hacedos das que no sale de la borrachera. Elnovio de la nia sabe manejar lasmanos, se lo aseguro.

    Ya s que Leffler es muy molestocuando ha bebido contest eltraficante en pieles, y, dirigindose aJoe, aadi: Cuando vuelva en s, esposible que trate de vengarse.

    Dgale que si estoy aqu cuandosalga de la borrachera, lo matar exclam Joe con voz aguda, mirando denuevo al borracho con una extraacontraccin en los ojos. Era una mirada

  • tajante y tena el brillo del acero.Nelly, siento no haber acudido antes dijo, dirigindose a la muchacha, comosi tuviese la culpa de aquel incidente.

    Al entrar los dos en la cabaa, Nellyle mir de reojo. Era la tercera vez quehaba maltratado a un hombre por ella.En varias ocasiones haba visto enaquellos ojos la mirada fra y acerada ysiempre se haba asustado, mas laexpresin desapareci antes de queentrasen en la cabaa. Joe dijo algo queella no comprendi bien, ,pero su vozsonora calm la agitacin de lamuchacha. Nelly haba estado furiosacon Joe, pero se dio cuenta de que su

  • resentimiento se haba desvanecido. Nohaba demostrado que se considerabaprotector y novio suyo? Le embarg unaextraa emocin, dulce y sutil, comosabor de vino, y al orgullo ante la fuerzade aquel hombre se mezclaba ciertorencor. La joven se dijo que cualquiermuchacha se alegrara de tener uncampen tan valiente, por lo que decidimostrarse tambin satisfecha, porqueJoe era realmente un novio del cualpoda estar orgullosa.

    Esccheme, Nelly, an no me hadirigido usted la palabra exclam Joede pronto, viendo que ella al parecer nohaba prestado atencin a lo que le deca

  • . An est usted enfadada conmigo?continu. Nelly, yo la quiero.

    Al parecer Joe crea que esto erarazn suficiente para explicar todos susactos. La ternura de su voz conquist ala joven, que se volvi hacia l conmejillas encendidas ojos brillantes.

    Si no he estado enfadada murmur Nelly y, esquivando el brazode Joe, entr corriendo en otrahabitacin.

  • III

    Joe estaba sin hacer nada, apoyadoen la jamba de la puerta de la cabaa,contemplando pensativamente a dospersonas que descansaban a la sombrade un arce. En una reconoci al piel rojacon el cual su hermano Jaime habaestado hablando una hora aquella mismamaana. Aquel hijo de los bosquesestaba durmiendo. Tena debajo de lacabeza una camisa de confeccin caseray de muchos colores que el jovenpredicador le haba regalado, pero,durante el sueo, la cabeza se haba

  • apartado de la almohada improvisada yla prenda policroma estaba all, alparecer sin dueo. Lo cierto era queatrajo la atencin de Joe y despert unaidea en su frtil cerebro.

    El otro que dorma al lado del indioera un hombre de baja estatura al queJoe haba visto algunas veces. Aquelindividuo no estaba bien de la cabeza yera objeto de muchas bromas de la gentedel lugar. Los nios le llamaban Lurey y,como el indio, estaba durmiendo lamona pillada la noche anterior.

    Durante unos momentos, Joe losestuvo contemplando con expresin querevelaba que estaba meditando una

  • broma. Mirando rpidamente en tornosuyo, se meno en la cabaa y cuandovolvi a salir para contemplar la plazacon ojos rientes, llevaba en la mano unacestita de confeccin india. Estabahecha de hierbas y slo contena trozosde piedra calcrea, suave, que los indiossolan emplear para pintarse. Joe habaencontrado esta coleccin entre lasmercancas del traficante en pieles.

    Joe mir de nuevo en torno suyo yvio que todo el mundo estaba muyocupado. Se dirigi a los dos hombres,dio a Lurey un empujn con el pie y seech a rer, cuando vio que no sedespertaba. Entonces cogi la camisa

  • policroma del indio y se la puso a Lurey,abotonndola sin que el tonto se dieracuenta. Luego pint aquel rostro redondocon greda blanca y roja y despus,quitando hbilmente la pluma de guiladel cabello del indio, se la clav en elpelo espeso de Lurey. Joe llev a cabola transformacin con rapidez y sin quenadie se diera cuenta; luego, volvi aponer la cestita en su sitio y se fue alro.

    Varias veces haba visitado aquellamaana el embarcadero improvisadodonde Jeff Lynn, el cazador de pelocanoso, se hallaba muy atareado en lospreparativos del viaje que hara en una

  • balsa ro Ohio abajo.Lynn haba recibido el encargo de

    llevar misioneros y los suyos al FuerteHenry, y como los dos hermanos lehaban informado de su intencin deacompaar a los viajeros, habaconstruido otra balsa para ellos y suscaballos.

    Joe se ech a rer cuando vio labalsa, que consista en doce enormestroncos slidamente atados, sobre loscuales haba un sencillo cobertizo.Aquella frgil proteccin contra el sol yla lluvia era lo nico que tendran losdos hermanos durante el largo viaje.

    Sin embargo, se dio cuenta de que la

  • otra almada, mucho mayor que la deellos, estaba preparada pensando enproveer a las muchachas de algunascomodidades. El suelo de la pequeachoza estaba ms alto, de modo que lasolas no podan llegar all. Joe se subi ala balsa y examin la choza; lecomplaci que Nelly y Kate se hallarancmodamente instaladas y bienprotegidas, aun en caso de un temporalvio tambin que parte del equipaje delas muchachas ya se hallaba a bordo.

    Cundo partimos? pregunt.A la salida del sol respondi

    Lynn.Me alegro, porque me gusta

  • empezar los viajes muy de maana exclam Joe alegremente.

    La mayora de la gente del Este nosuele tener prisa en embarcarse en estero observ Lynn mirando a Joe conatencin.

    Pues es un ro muy hermoso y megustara viajar por l hasta dondetermine y volver dijo Joe con grancalor.

    Tiene prisa por marcharse?Espere hasta que vea los diablos rojoscon plumas en el pelo deslizndose porentre las espesuras de la orilla y percibael ruido de sus balas. Tal vez maanapor la tarde se arrepienta y tenga ganas

  • de regresar lo ms rpidamente posible.Puede que otros piensen as, pero

    yo no exclam Joe con risita fra ybreve.

    El viejo cazador termin lentamentesu labor de enrollar una cuerda de cuerohmeda y luego, sacando una pipa vieja,tom un ascua del fuego y la colocsobre la taza. Empez a succionarlentamente y por fin sac grandes nubesde humo. Sentndose sobre un tronco,examin con mirada atenta los robustoshombros y largos brazos del joven,apreciando debidamente su simetra yfuerza. La agilidad, la resistencia y elvalor significaban ms en las selvas que

  • cualquier otra cosa, y todos los quellegaban a la frontera eran apreciadospor los veteranos respecto de aquellascualidades y se les respetaba de acuerdocon la proporcin en que las posean.

    El viejo Jeff Lynn, mientras fumabasu pipa, musitaba:

    Puede que haga mal en simpatizartan de repente con ese joven. Puede quesea porque le tengo cario a su novia, ytambin puede que sea porque me estoyvolviendo viejo y la gente joven meresulta ms simptica que antes. Seacomo sea, me parece que si ese jovenpierde diez kilos de peso en el trabajo,ser capaz de convertirse en un buen

  • cazador.Joe, mientras tanto, pasebase sobre

    la balsa fijndose en su construccin ytambin manej un poco el burdo remoque serva de timn. Por fin se sentjunto a Lynn. Deseaba hacer preguntas,quera saber algo ms acerca de lasbalsas del ro, del bosque, de los indios,de todo lo que se relacionaba con lavida de aquella agreste regin, pero yahaba aprendido que preguntar aaquellos veteranos era el mejor mediode cerrarles los labios.

    Ha manejado usted alguna vez unrifle largo? pregunt Lynn rompiendoel silencio.

  • S repuso Joe con sencillez.Para tirar al blanco? dijo el

    veterano, despus de algunas chupadasms a la pipa.

    Para matar ardillas.Excelente prctica, matar ardillas

    observ Lynn tras otro silencio.Da usted en el blanco, digamos, a cienmetros?

    S, pero no siempre en la cabezacontest Joe, como excusndose de suescasa puntera.

    Sobrevino otro silencio. Lynn estabapensativo. Despus de la ltimaobservacin del joven, se meti la pipaen el bolsillo y sac la tabaquera Se

  • cort un buen trozo de tabaco y se lometi en la boca. Despus brind latabaquera a Joe.

    Coja, si quiere.Ofrecer tabaco a alguien era en un

    veterano de la frontera garanta desentimientos amistosos. Jeff escupimedia docena de veces, aproximndosecada vez ms a la piedra que habatomado por meta de sus escupitajos. Talvez era la manera del cazador paraprepararse a la charla, porque enseguida empez a hablar.

    Su hermano de usted va a predicaraqu, verdad? Lo de predicar est muybien y nada tengo que decir en contra,

  • pero dudo un poco acerca de la utilidadde predicar a los pieles rojas. Sinembargo, conozco indios que son buenagente y no se sabe lo que puede resultar.Y usted qu va a hacer? Va adedicarse a labrar el campo?

    No, no tengo vocacin deagricultor.

    Entonces, ha venido usted aquporque siente la atraccin del Oeste.

    He venido aqu porque estabacansado de la vida mansa y quieta. A mme gustan las selvas, quisiera cazar ytambin me gustara conocer a losindios.

    Ya me lo figuraba observ Lynn

  • moviendo la cabeza como sicomprendiese perfectamente el caso deJoe. Bien, muchacho; al sitio queusted va, lo de ver o no ver a los indiosno depende de uno. No slo los ver,sino que tendr que pelear con ellos.Malos aos corren ahora en la frontera yme parece que las cosas an sernpeores. Ha odo usted hablar de Girty?

    S, es un renegado.Es un traidor, y Jim y Jorge Girty,

    sus hermanos, son peores que los peorespieles rojas. Simn Girty ya es malo,pero lo que es Jim, se es el peor detodos. Siempre est en acecho pararaptar a alguna mujer blanca y llevrsela

  • a su tienda india. Simn Girty y suscompinches MacKee y Elliott desertarondel fuerte que usted ve aqu y ahoraviven entre los pieles rojas en la regindel Fuerte Henry, donde hacen difcil lavida a los colonizadores.

    Es que el Fuerte Henry est cercade las aldeas indias? pregunt Joe.

    Ms all del Fuerte Henry, Ohioabajo, viven los delawares, shawnis yhurones.

    Dnde est la misin morava?Usted se refiere a la Villa de la

    Paz, verdad? Pues se halla en medio dela regin habitada por los indios. Creoque est a unas cien millas del Fuerte

  • Henry.Supongo que el fuerte es un punto

    estratgico de mucha importancia.Me parece que s. Es el ltimo

    lugar sobre el ro hacia el Oeste respondi Lynn sonriendo. Realmenteslo se trata de algunas cabaasrodeadas de una empalizada y guardadaspor una docena de hombres. Los indios1o han atacado muchas veces, peronunca han podido destruirlo. Slohombres como el coronel Zane, suhermano Jack y ese Wetzel son capacesde hacer lo que han hechomantenindose fuertes en aquel sitiodurante todos estos aos. El coronel

  • Zane no dispone de muchos hombres,pero sabe manejarlos, y con guas comoJack Zane y Wetzel, siempre sabe lo quepasa entre los pieles rojas.

    He odo hablar del coronel Zane ys que estuvo al servicio de LordDunmore. La gente habla con frecuenciade Jack Zane y de Wetzel. Qu son?

    Jack Zane es cazador y gua. Leconoc hace aos. Es un hombre amabley quieto, pero cuando se enfada, escomo el rayo. Wetzel es cazador deindios. Hay quien dice que es cazadorde cabelleras, pero me parece que no esverdad. Yo le he visto algunas veces. Nosuele pasar mucho tiempo entre los

  • colonizadores, a no ser cuando losindios piensan hacer alguna de las suyas.Va y viene sin avisar, sin apenas hablarcon nadie, pero toda la frontera conocesus hazaas. Por ejemplo, me hancontado que ms de una vez loscolonizadores se han encontrado unabuena maana un par de indios muertosy sin cuero cabelludo frente a suscabaas. Nadie sabe quin los mat,pero todos afirman que ha sido Wetzel.Esta es su manera de decirles que esnecesario buscar refugio en el fuerte, ysiempre suele tener razn, porquecuando los colonos vuelven luego a suscabaas, slo encuentran las cenizas. No

  • sera posible que se dedicara nadie enesta regin a la agricultura si no fuesepor Wetzel.

    Qu aspecto tiene? preguntJoe, muy interesado.

    Wetzel es recto como aquel robleque est all, para poder entrar poraquella puerta tendra que entrar delado, tan anchos son sus hombros; peroes veloz y ligero como un corzo. Encuanto a sus ojos casi no es posibleresistir su mirada. Si ve usted alguna veza Wetzel, lo conocer sin que se lopresenten.

    Tengo muchas ganas de conocerleexclam Joe, entusiasmado. Debe

  • de ser un gran guerrero.Ya lo creo. Lew Wetzel es el ms

    valiente de todos, y eso que hayexcelentes luchadores aqu en el Oeste.Hace algunos aos me un a una partidaen busca de indios cuyas fechoras noshaban denunciado. Wetzel estaba connosotros. No tardamos en encontrar lashuellas de los indios, pero descubramosque abundaban ms que las chinches.Todos estbamos por volvernos atrs,porque ramos pocos, y cuandoempezamos a emprender el camino deregreso, Wetzel se qued sentado en untronco. Le preguntamos si no iba a venircon nosotros y nos contest: "He venido

  • aqu en busca de pieles rojas y, ahoraque los he encontrado, no piensovolverme". Y all le dejamos. De modoque ya ve usted que Wetzel es unvaliente.

    Confo en conocerle pronto repiti Joe, sonriendo animado como unmuchacho.

    Es fcil. Tambin ver usted a losindios y seguramente no sern mansos.

    En aquel momento se percibieronvoces agitadas cerca de las cabaas. Joevio que varias personas corran hacia lamayor y desaparecan detrs de ella. Eljoven se sonri porque se figuraba quela conmocin se debera a la broma que

  • l haba gastado al indio.Joe se despidi de Lynn y se dirigi

    a la cabaa para ver lo que pasaba. Ungrupo de hombres y mujeres, todosriendo y hablando, rodeaban al indio yal tonto. Joe percibi un gemido y luegouna voz gutural:

    Rostro blanco, ladrn. Indio, loco,mucho loco, matar rostro blanco.

    Despus de abrirse paso por entrelos, del grupo, Joe vio que el indio tenaa Lurey asido con una mano y que ledaba puetazos en la espalda con laotra. El rostro del pobre hombrerevelaba claramente el terror que senta,a pesar del rostro pintado. Tan grande

  • era su pnico que se limitaba a gimotear.Silvertip quitar cabellera a rostro

    blanco. Uf! exclam el salvaje,dndole a Lurey otro golpe.

    El pobre hombre se retorca dedolor. Los espectadores se hallabandivididos; los hombres rean, mientrasque las mujeres se compadecan de lavctima.

    Esto ya pasa de ser una broma murmur Joe, y se coloc en primerafila.

    Luego alarg un brazo que por susmsculos pareca el de un herrero y asila mueca del indio con una fuerza tangrande que el piel roja solt

  • inmediatamente a Lurey.Yo rob la camisa, para gastarte

    una broma. Qutame a m la cabellera site atreves.

    El indio contempl al gigantn quele haba interrumpido taninopinadamente y con un rpidomovimiento se desprendi de l.

    Rostro blanco grande muchabroma, jugar como una mujer dijo condesprecio y en sus ojos sombrosbrillaba una amenaza al alejarserpidamente del grupo.

    Temo que se haya usted ganado unenemigo dijo Jack Wentz a Joe. Unindio nunca olvida un insulto, y esa

  • broma, para l ha sido eso. Silvertipsola venir aqu en son de amistad,porque nos venda pieles. Es un jefe delos shawnis. All va entre los sauces.

    En el nterin, Jaime, el seor Wells,la seora Wentz y las muchachas sehaban unido al grupo. Todos vieron aSilvertip meterse en su canoa y alejarsero abajo.

    Mala seal dijo Wentz, y al verque Jeff Lynn acababa de venir, leexplic en pocas palabras lo sucedido.

    Nunca me ha gustado eseSilvertip. Es un indio muy astuto y no esde fiar contest Jeff.

    Ahora se ha vuelto y nos est

  • mirando intervino Nelly rpidamente.Es verdad observ Wentz.El indio se hallaba unos doscientos

    metros ro abajo y haba cesado deremar. El sol se reflejaba en sus plumasde guila. Aun a aquella distancia sevea claramente la expresin sombra desu rostro. El indio alz la mano y lamovi en seal de amenaza.

    Si no vuelve usted a saber de eseindio, yo no me llamo Jeff Lynn observ con calma el veterano cazador.

  • IV

    Al avanzar las almadas al impulsode la corriente, los viajeros vieron a loscolonos del embarcadero cada vez mspequeos, hasta que slo fueron puntosnegros sobre el fondo verde. Por finslo vieron una mancha en la lejana yluego la oscura lnea del fuerte, que apoco desapareci tambin tras la colinaverde que obligaba al ro a dar una granvuelta.

    El Ohio, abrindose paso entre lascolinas boscosas, continu su camino atravs de la selva. Aunque el panorama

  • con sus constantes cambios era muyhermoso, con los riscos abruptos ygrises en un lado y en el otro las colinasverdes, sobre el agua y la tierra habaalgo ms llamativo que la belleza delescenario: la atmsfera de absolutaquietud y gran soledad.

    Esta impresionante soledad echaba aperder un poco la alegra que de otromodo hubiera inspirado el escenariopintoresco, e hizo que los viajeros, paraquienes aquel pas era nuevo, tomasenmenos inters en los pjaros de alegreplumaje y en los furtivos animales quese vean en las orillas y quecontemplaban con atencin a los

  • extraos intrusos de su paz.En general, los animales no se

    asustaron al ver las balsas flotantes. Lagrulla, pasendose por la orilla, alzabael largo cuello al ver aquel objeto pocofamiliar y se quedaba quieta como unaestatua hasta que las balsasdesaparecan. Las garzas, que buscabancomida en la playa, al ver el inusitadoespectculo empezaban a chillarsorprendidas y alzaban el vuelo paraalejarse a lo largo de la ribera. Loscuervos volaban por encima de losviajeros, mostrando con chillidos suagitacin. Otros pjaros ms pequeosse posaban en los palos, y algunos, entre

  • ellos un petirrojo, se aventurabantmidamente para recoger las migas quelas muchachas les echaban. Los venadosvadeaban hasta las orillas en el agua y,al aproximarse las embarcaciones,alzaban la cabeza y se quedaban quietosy absortos. De vez en cuando aparecaen la orilla algn bisonte que mostrabasu resentimiento por la llegada deaquella cosa extraa a sus dominios conenrgicos movimientos de su enormecabeza.

    Durante todo el da, las dos balsasavanzaron rpidamente ro abajo,presentando a los viajeros cuadrossiempre variantes de colinas con densas

  • selvas, de riscos abruptos con escasavegetacin, de largas extensiones deplayas arenosas que reflejaban condestellos ureos la luz del sol, del vueloy la llamada de los patos silvestres, delcanto de las aves en los bosques y, devez en cuando, el mugido de las bestiasocultas en las frondas de las orillas.

    El azul intenso del firmamentoempez a palidecer y a lo lejos en elOeste, las leves nubes dorbanse por unmomento, tornronse rojas en otro y, porfin, se oscurecieron al desaparecer elsol tras las murallas. A poco, el cieloqued cubierto con luz sonrosada yfinalmente el crepsculo gris invadi

  • aquel mundo y la luna creciente salitras las copas de los rboles.

    Por hoy ya hemos viajado bastanteexclam Jeff Lynn al dirigirse a unaislita, donde at la embarcacin a unrbol en la orilla. Aqu podemosbajar y cenar. Debajo de aquel abedulveo un excelente manantial. Tengo aqupara nosotros una buena pierna devenado. Hay hambre?

    Lynn haba trabajado duramente todoel da guiando las dos balsas; sinembargo, Nelly le haba visto sonrersemuchas veces durante la jornada y,adems, haba tenido tiempo dearreglarle un asiento muy cmodo.

  • Haba en la voz del veterano unasolicitud para con ella que la emocion.

    Ya lo creo exclam Nellysonriente. Me parece que me comeraun ciervo entero.

    Todos desembarcaron y subieron lapina orilla para sentarse en la cima de laislita donde haba un hermoso grupo deabedules. Bill, el segundo almadiero, unhombre fuerte y silencioso, manej enseguida el hacha para cortar lea para lafogata. El seor Wells y Jaimeempezaron a pasear; Kate y Nelly sesentaron en la hierba, contemplando congran inters a Jeff Lynn que suba enaquel instante del ro, donde se haba

  • lavado cara y manos. Pronto ardi unabuena fogata y cuando todo estuvodispuesto, Lynn se dirigi a Joe:

    Para que se acostumbre a vivir enlas selvas conviene que sepa que lacarne de venado puede echarse a perdersi se la corta y cocina mal. Usted cortatrozos demasiado gruesos. Ajaj, esoes! Ahora pngale buena cantidad de saly procure no asarla sobre llama viva; lomejor son las ascuas.

    Con un palo puntiagudo, Lynnsostuvo breves momentos las delgadaslonjas sobre el fuego y las puso sobrelimpios pedazos de roble, cortados porel hacha de Bill. Los viajeros, que

  • tenan buen apetito, comieron con gransatisfaccin la sencilla comida de carney pan, bebiendo buenos tragos de aguafresca del manantial. Despus determinar la colacin, Lynn ech untronco al fuego y observ:

    Puesto que an tardaremos algntiempo en entrar en el territorio de lospieles rojas, nos podemos permitir ellujo de tener una buena fogata. Estoyseguro de que todos ustedes dentro depoco notarn el fro de la niebla, demodo que con este fuego podrncalentarse.

    Cunto camino hemos hecho hoy?pregunt el seor Wells, porque tena

  • gran inters en llegar lo antes posible allugar donde realizar su misin.

    Unas treinta millas, me parece. Noes mucho, pero maana haremos ms.Encontraremos una corriente ms rpiday las dos balsas tendrn que irseparadas.

    Qu calma! exclam Katerompiendo de pronto el silencio quesigui a la respuesta de Lynn.

    Es hermoso dijo Nelly conimpetuosidad mirando a Joe. ste lacorrespondi con rpida mirada; eljoven no deca nada, apenas habahablado con ella durante el viaje; perosu mirada le mostr que le complaca

  • que a Nelly le encantara aquella reginselvtica.

    Nunca he estado en un sitio comoste exclam con voz grave el jovenpredicador. Me embargo unasensacin casi arrolladora de soledad.Me siento como perdido; sin embargo,tambin yo lo encuentro sublime.

    sta es la tierra de promisin. LaNaturaleza tal como ha sido creada porDios contest el anciano seor Wellscon honda emocin.

    Cuntenos un cuento! dijoNelly al veterano almadiero, cuandoste se sent en el crculo alrededor dela animada fogata.

  • Conque la pequea quiere uncuento? pregunt sonriente,encendiendo al mismo tiempo la pipa.

    Se quit la gorra de piel y se laguard cuidadosamente. Su rostrocurtido por la intemperie se contrajo enancha sonrisa, porque le complaci lapeticin de la muchacha. Despus de darunas cuantas chupadas a la pipa y echargrandes bocanadas de humo, removi lafogata con un palo, como si al mismotiempo quisiese remover las ascuas delrecuerdo. Con otra chupada ms a lapipa, se envolvi completamente enhumo y de esta nube blanca sali su vozlenta y pausada.

  • Todos ustedes han visto aquelabedul all, aquel que est un pocoinclinado como si sufriese alguna pena.Pues bien, antes estaba ms recto y mserguido que un roble. Conozco a eserbol desde hace muchos aos, desdeque navego por este ro, y me parecemuy natural que vaya inclinndose pocoa poco, porque da sombra a la tumba deuna muchacha joven y dulce como ustedmisma, seorita Nelly. La gente solallamar a esta isla la Isla de Jorge,porque Washington acamp una vez enella, pero en los ltimos aos losalmadieros suelen decir: Vamos a versi antes de la puesta del sol llegamos al

  • abedul de Milly, lo mismo que hemoshecho hoy Bill y yo. Hace aos suba yoro arriba desde el Fuerte Henry yllevaba a bordo a una muchacha llamadaMilly. Nunca supimos su apellido. En elfuerte se me acerc, y me dijo que sufamilia haba muerto a manos de losindios y que deseaba regresar a Pitt,para encontrarse con su novio. A m nome gust la idea y al principio le dijeque no, pero cuando vi las lgrimas enaquellos ojos azules, me abland y ledije a mi compaero Jim Blair Nos lallevamos." Y, en efecto, tal como me lotema, durante el camino nos atacaronlos indios. No s cmo pero el caso fue

  • que Jim Girty se enter de que tenamosa una muchacha a bordo y cerca de aqu,en un sitio que s llama La Roca deShawni, nos atac el renegado con suspieles rojas y tuvimos una lucha terrible.Antes de poder alejarnos, muri JimBlair, y Milly sufri una grave herida.Todava sigui viviendo algunos das,mostrndose paciente y valerosa, apesar de que llevaba en el cuerpo labala del renegado, pues fue ste el quedispar sobre ella al ver que no podallevrsela. Tanto nos emocion, quetodos hubisemos sacrificado la vidapara que se cumpliera el deseo de lajoven, que quera volver a ver a su

  • novio antes de morir.Sobrevino un largo silencio durante

    el cual Lynn contempl el fuego conmirada triste.

    No pudimos hacer nada por ella, yla enterramos bajo aquel abedul, dondemuri con la sonrisa en los labios.Desde entonces el ro se ha ido tragandopoco a poco la isla. Ahora no queda deella ni la mitad de lo que fue antes y, conotra avenida, desaparecer todo estojunto con la tumba de Milly.

    El relato del viejo almadiero afecta todos. El anciano predicador inclin lacabeza en silenciosa oracin para quesus sobrinas no sufriesen tan terrible

  • suerte. El joven misionero volvi amirar a Nelly como haba ya hechomuchas veces aquel da. Las dosmuchachas contemplaron con ojos llenosde lgrimas el rbol a cuyo pie sehallaba una tumba. En los ojos de Joebrill de nuevo la mirada acerada,mientras con rostro grave y rgidocontemplaba la amplia extensin del ro.

    Confieso que les hubiese podidocontar una cosa ms alegre y as lo harla prxima vez, pero quera que todosustedes, sobre todo las muchachas,conociesen algo del carcter del pas enque van a entrar. Esta regin selvticanecesita mujeres, pero todava las trata

  • con dureza. Y Jim Girty, como otros desu misma laya, an vive.

    Entonces, por qu no lo mataalguien? pregunt Joe enrgicamente.

    Eso se dice ms pronto de lo quese hace, muchacho. Jim Girty es untraidor y un renegado, pero es tan astutocomo el peor piel roja, entre los quevive. Conoce los bosques mejor quenadie, y slo se le ve cuando menos sele espera. Adems, su hermano Simn ytoda la tribu de salvajes le apoya. Losindios apoyan siempre a los blancos quese vuelven contra los suyos. De aqu queno se haya podido coger nunca a esetraidor. Sin embargo, en el ltimo viaje

  • me enter de que se le ha visto en losalrededores del Fuerte Henry,seguramente para hacer alguna de lassuyas, y que Wetzel est buscndolo. Ysi Lew Wetzel se ha metido en la cabezadespachar a ese renegado, no doy, ni unabrizna de plvora por su vida.

    Nadie le contest. Jeff, luego devaciar su pipa, se fue a la balsa, dedonde regres poco despus con unamanta que ech en el suelo. Actoseguido se tumb sobre ella, se envolviy, cubrindose con su gorro de piel,exclam:

    Ms vale que sigan mi ejemplo yse acuesten tambin. Todos siguieron el

  • consejo de Lynn, excepto Joe y Nelly. Lajoven pareja estuvo durante largo tiemposentada a la orilla del ro, contemplandolas aguas iluminadas por la luz de laluna.

    La noche era apacible. Una suavebrisa aventaba las ascuas de la fogata ymova lentamente las hojas de losrboles. Al principio de la noche, unarama solitaria haba dado voz a suprotesta contra la soledad, pero ya no seoa su triste croar. Una agachadiza tardaavanzaba por la playa en busca dealimento, y sus suaves gritos, querompan de vez en cuando el silencio,an parecan hacer ms honda la

  • soledad de la noche.Joe haba rodeado a Nelly con un

    brazo. sta se resisti al principio, peroal fin cedi y apoy la cabeza en elhombro del joven. No haba necesidadde hablar.

    A Joe le encantaba la proximidad dela muchacha y la deliciosa fragancia desu cabello, que le acariciaba la mejilla,pero no pensaba en el amor. Todo el dahaba laborado en silencio bajo la fuerzade una emocin que no comprenda.Cierta sensacin, en la que noparticipaba Nelly, le atraa conirresistible poder. Le encantaba ladulzura de la pasin de la muchacha,

  • pero a pesar de todo, le absorba conmayor atraccin el aspecto de las aguasbrillantes, el oscuro reflejo de losrboles y las brillantes tinieblas delbosque.

    Al cabo de algn tiempo, Nelly sequed dormida en sus brazos Y Joe seech a rer pensando en cmo seburlara de ella al da siguiente por suindiferencia. Pero en seguidacomprendi que la joven haba de estarcansada a causa del largo viaje y sereproch haberla alejado del descansonecesario. Inmediatamente decidillevarla a la balsa. Sin embargo, tangrande era la novedad de la situacin,

  • que cedi a su encanto y no se marchen seguida. La luz de la luna arrancabaargentinos destellos de la cabellera deNelly, le acariciaba el rostro dormido ytrataba de penetrar por los prpadoscerrados.

    Joe hizo un movimiento como paralevantarse con ella, cuando la muchachaempez a hablar en sueos. Entoncesrecord que le haba contado sucostumbre de hablar algunas vecesestando dormida y lo mucho que ledisgustaba esto. Por si poda descubriralgo ms con que burlarse de ella, Joeescuch atentamente.

    S to ir Kate, hemos de

  • irSobrevino un silencio y luego la

    muchacha volvi a hablar. Joe la oypronunciar su nombre y a poco laentendi perfectamente. Pareca como sila muchacha contestara a un exameninterior.

    Yo le quiero s amo a Joeme domina sin embargo, quisieraque fuese como Jaime Jaime memir con sus ojos profundos y yo

    Joe la levant como si fuese unacriatura y la llev a la balsa, donde ladej al lado de su hermana.

    Aquellas inocentes palabras que lno deba haber escuchado, fueron para

  • l como un mazazo. Lo que ella nuncahubiera confesado despierta, porqueconsciente no se poda dar cuenta, lohaba expresado soando. Joe recordque la mirada de Jaime no se habaapartado de Nelly casi en todo el da ycomprendi perfectamente lo quesignificaba.

    En un extremo de la isla encontruna piedra muy grande, llena de musgo,y se subi a ella, quedando sentado allcon el rostro inundado por la luz de laluna. Gradualmente desapareci de surostro la expresin de amargura, que yahaba desterrado de su corazn, y denuevo se qued absorto en la extensin

  • plateada del agua, en el suave murmullode las ondas sobre la playa y en elmisterioso silencio de los bosques.

    Cuando los primeros rayos dbilesdel sol naciente se asomaban por lacima de los montes del Este y la nieblase levant de las aguas como una nubevaporosa, Jeff Lynn se levant, sedesperez y dio un grito de saludo a lamaana. Su alegre llamada despert atodos los viajeros, excepto a Joe, que sehaba pasado la noche en mudacontemplacin de la selva, y lamadrugada, en pescar.

  • Caramba, que me aspen! exclam Lynn al ver a Joe. Ha sidousted ms madrugador que yo, y,adems, ha cogido una sarta de pescado.

    Cmo se llaman? pregunt Joeensendoselos.

    Lobinas negras. Veo que tieneusted algunas piezas buenas, cmo lasha cogido?

    Pues pescando.Bueno, as parece gru Lynn

    cediendo nuevamente a la admiracinque le inspiraba aquel muchacho.Cmo es que se ha despertado tanpronto?

    Porque no me acost en toda la

  • noche. He visto a tres ciervos quevenan de la orilla, pero esa tambin hasido lo nico vivo que he visto en todala noche.

    Lo que puede hacer ahora eslimpiar el pescado para el desayuno aconsej Lynn a Joe, empezando tambinlos preparativos para la colacin, almismo tiempo que murmuraba para susadentros: Caramba, caramba! Qujoven tan sorprendente! Va a hacercarrera en esta regin.

    Despus de terminar el desayuno,Lynn traslad los caballos a la balsamenor, cort las amarras que la unan ala grande y despus de dar instrucciones

  • a Bill, el segundo almadiero, se marchen la balsa grande con el seor Wells ylas dos muchachas.

    Las dos balsas avanzaron durantealgn tiempo juntas, pero al encontrarcorrientes ms rpidas y a causa de lamayor habilidad de Lynn, la almadagrande gan terreno y poco a pocoaument la distancia entre las dos.

    As navegaron todo el da. Detiempo en tiempo, Joe y Jaime saludabana las muchachas agitando las manos,pero la mayor parte de las horas lasempleaban en calmar a los caballos.Mose, el gran perro blanco de Joe, seretir al cobertizo, desde donde

  • contemplaba a su amo cuando nodorma, porque no le gustaba aquelmedio de locomocin. Bill estuvo todoel da activamente ocupado en manejarel timn con sus potentes brazos.

    Mediada la tarde observ Joe quelas colinas eran ms abruptas y el roavanzaba ms rpido. El joven estuvo enconstante alerta para descubrir la rocaque sealaba el punto de peligro.Cuando el sol hubo desaparecido traslas colinas, vio enfrente una roca grisque sala de entre el verde follaje. Tenaun aspecto amenazador y se alzaba abastante altura sobre el ro. Aqulla erala roca llamada de Shawni. Joe la

  • contempl durante largo rato y sepregunt si tras los pinos del borde delbosque habra algn viga indio. Encimadel mismo risco se alzaba un rbolmuerto con sus ramas desnudas yretorcidas.

    Bill vio tambin la roca, porque sedetuvo en su montono paseo por labalsa y mir ro abajo hacia la almadagrande. La alta figura de Lynn se veaclaramente manejando el timn. Laembarcacin desapareci en un recododel ro y en aquel instante Joe vio lachalina que Nelly agitaba.

    Bill llev la balsa hacia la derecha,donde la corriente era ms rpida,

  • empujando el remo con todas sus fuerzasy recorriendo la balsa incesantemente.Joe oteaba el ro.

    No vea rpidos, slo en algn queotro punto se formaban remolinos deagua donde la corriente tropezaba conalguna roca. Se hallaban en el sitio delro donde el canal se estrechaba y seacercaba a la orilla derecha. Debajo delborde flanqueado por sauces haba unabarra de arena. A Joe no le parecapeligroso trasponer aquel paso.

    Mal sitio es se dijo Bill, alver que Joe contemplaba el ro.

    Pues no lo parece.Una balsa no es una lancha; con

  • una lancha y una buena prtiga es fcilpasar, mas para que floten los troncos dela balsa es preciso que haya bastanteagua, y aqu el ro trae poca. Tengomiedo por los caballos, porque, sichocamos con algo, puede que caigan alagua.

    Cuando la balsa entr en el recodochoc algunas veces con las rocas, peropor fin lleg al canal y todo parecapropicio para un rpido pasaje.

    Mas, con gran sorpresa de Bill, laancha embarcacin choc con algo en elcentro mismo del canal y dio una vueltade tal modo que el timn apuntaba a laorilla opuesta y el agua, al estancarse,

  • flot por encima de los troncos.Sostengan los caballos! grit

    Bill. Algo ha sucedido. Nunca hevisto ningn obstculo en el ro.

    La masa de troncos, no muy biensujetos, se movi con rpidasvibraciones y por fin venci elobstculo, pero la breve demora habasido fatal para el timn.

    A Joe le hubiese encantado acuellasituacin de no ser por su caballo Lance,al que slo pudo sostener con dificultad.Mientras Bill haca esfuerzos para guiarla embarcacin con la prtiga, no vio unlargo tronco de sinuosa raz que flotabacomo una serpiente en el agua. En la

  • agitacin del momento no prestabaatencin a los ladridos de Mose, nitampoco vieron que la raz se ponatensa en el momento que la embarcacinchoc con ella, pero notaron el choque yque la balsa no avanzaba. Las aguasvolvieron a inundar los troncos, y layegua de Jaime relinch de terror y conrpido movimiento rompi la brida y seprecipit al agua sin que el predicadorla soltara, con riesgo de caer tambin alagua.

    Sultala! Te vas a caer! gritJoe cogiendo a su hermano con la manolibre y sosteniendo con la otra a sucaballo, que daba tambin muestras de

  • pnico.Pam!La detonacin de un rifle son por

    encima del ruido de la rpida corriente.Sin abrir la boca, Bill solt el remo

    y se cay de bruces sobre la balsainundada por el agua. sta quedcoloreada de rojo donde yaca elalmadiero, e inmediatamente despus lacorriente se llev el cuerpo deldesgraciado.

    Dios mo! Muerto! exclamJaime, horrorizado.

    Vio el humo blanco de la plvoraentre los sauces y al punto se abrieronlas ramas de stos, revelando los

  • cuerpos oscuros de varios guerrerosindios. Del rifle que sostena el primerode ellos suba an una ligera voluta dehumo. Con el grito de una pantera, elpiel roja salt desde la orilla sobre labalsa.

    Quieto, Jaime! Nos han cogido, ynada podemos hacer grit Joe.

    Si es aquel indio del fuerte! dijo Jaime con voz jadeante.

    Aquel guerrero era en efectoSilvertip, mas, qu cambiado estaba!No llevaba la manta que tena en elfuerte, sino que estaba desnudo demedio cuerpo para arriba, llevabapantaln de piel de gamo, y en su rostro

  • oscuro y endiablado se vea unaexpresin de salvaje feroz. Pero a pesarde todo, era de pies a cabeza unguerrero y un jefe.

    Sacando el hacha mir a Joe conrostro sombro y mirada fija, pero novio en los ojos del joven el miedo quehaba supuesto. Joe le contemplaba conojos fros y serenos.

    Rostro plido robar camisa dijo con su voz profunda. Rostroplido hacer broma Silvertip noolvidar.

  • VSilvertip se volvi a sus bravos ycon una orden breve salt a la playa.Los pieles rojas se precipitaron sobrelos hermanos y los llevaron a la orilla,donde los esperaba el jefe indio. Otropiel roja se encarg del caballo.

    Cuando ste pudo ser por fin llevadotambin a la playa, tarea que costbastantes esfuerzos, el jefe cogi la razsinuosa que se vea claramente y laparti con un solo hachazo. La balsa,libre del obstculo, se precipit roabajo.

  • En el agua clara Joe vio muy bien laastuta trampa que haba causado lamuerte de Bill y la captura de l y de suhermano. Los salvajes haban anclado enel centro del canal un tronco sujeto porla raz, sumergindolo con un peso.Cuando la balsa lleg al tronco hundido,los: indios, ocultos entre los sauces,haban tirado de la improvisada cuerda,deteniendo as la embarcacin. Elasesinato del almadiero demostr laprevisin de aquellos enemigos feroces,porque aun en el caso de salvar la balsael obstculo del tronco, y continuar roabajo, los dos hermanos no hubieranpodido manejarla. Joe pens que, al fin

  • y al cabo, no se haba equivocadomucho al imaginarse que tras la rocaShawni hubiese un piel roja. Lemaravillaba el astuto ardid con que tanrpidamente se haban apoderado de l yde Jaime.

    Una vez en la linde del bosque, losindios maniataron a los dos prisioneroscon correas. Mientras dos de los indiosefectuaban este trabajo, Silvertip seapoy en un rbol sin prestar atencin alos dos hermanos. Luego, uno de losindio habl al jefe y ste ech a andarhacia el Oeste a travs del bosque. Lossalvajes le siguieron en fila india, conJoe y Jaime en el centro. El ltimo piel

  • roja trat de montar a Lance, pero elnoble caballo no lo toler y, al cabo dealgunos esfuerzos, el indio desisti.Mose camin con desgana detrs delcaballo.

    Aunque el jefe mantena suexpresin grave, los dems indiosmostrbanse alegres por haber podidoapoderarse, tan fcilmente de aquellosrostros plidos, y charlabanincesantemente. Uno de los indios, ungigante que iba inmediatamente detrsde Toe, le empujaba constantemente conel rifle y cuando Joe se volva, el pielroja le deca sonriendo: Uf! Joeobserv que aquel salvaje de ancho,

  • rostro tena un tono menos bronceadoque sus compaeros. Tal vez aquellosgolpes se los daba en son de amistad,porque, si bien le divertan mucho, nopermita a sus compaeros que tocasen aJoe. Sin embargo, Joe se dijes quehubiera preferido que demostrase sussentimientos amistosos de modo menosrudo. Aquel indio era tambin el quellevaba el equipaje de Joe y, al parecer,lo haca muy a gusto, porque cuando suscompaeros se mostraban curiosos, lesechaba atrs como si no quisiera quenadie tocase aquel bulto.

    Es un bruto muy alegre observJoe, dirigindose a su hermano.

  • Uf! gru el indio gigante, y ledio otro golpe con el rifle.

    Joe hizo caso del aviso y no volvi ahablar. Dedic toda la atencin alcamino por el cual le llevaban. Era laprimera vez que tena la oportunidad deaprender algo acerca de los indios y desu arte. Se le ocurri pensar que suscaptores no se hubiesen mostrado tanalegres y tan descuidados si no supiesenque no les amenazaba peligro alguno, yconcluy que les llevaban sin prisa aalguna de las aldeas indias.

    Se fij en la esbelta figura del indioque iba delante, en su rpido y ligeropaso casi ingrvido y trat de pisar tan

  • suave como l. Sin embargo, descubrique donde el indio evitaba fcilmentelas ramas y los arbustos l, en cambio,no poda avanzar sin romper las ramascon que tropezaba. De vez en cuandoJoe se fijaba en la configuracin delterreno y estudiaba con gran atencindeterminadas rocas y rboles pararecordar su forma. Quera aprenderse dememoria aquel camino a travs de losbosques para que si la fortuna lefavoreca y lograba escaparse, pudieseencontrar nuevamente el camino del ro.

    Tambin le encantaba enormementeel panorama selvtico. Aquel bosquehubiese parecido hermoso hasta al ms

  • indiferente y Joe estaba muy lejos deserlo. A cada momento sinti ms fuertela sutil influencia que no poda definir.De modo inconsciente trat deanalizarla, pero no encontraba laexplicacin de lo que le fascinaba, comotampoco poda comprender qu era loque causaba la melanclica quietud delambiente. Adems, se haba figurado laselva muy distinta de lo que era aquelbosque, que no era muy denso y carecade verdaderas espesuras. Ms prontocomprendi por qu sus captoresrecorran un bosque tan claro.

    El jefe, que al parecer no sedesviaba un pice del camino

  • emprendido, se mantena, sin embargo,alejado del terreno abrupto, de lasespesuras y partes densas. Joe vio adistancia oscuros barrancos, percibi elmurmullo de cascadas de agua, vioriscos grises llenos de plantastrepadoras, laderas pinas, cubiertas dematas espesas, pero siempre el jefeindio encontraba un sendero fcil y sinobstculos.

    El sol baj tras el follaje en el Oestey las sombras fueron alargndose hastaque todo qued envuelto en la oscuridady la noche puso un alto a la marcha.

    Los indios escogieron un lugarabrigado junto a un rbol grande, al pie

  • del cual corra un riachuelo; en aquellugar casi oculto se vean los restos deuna fogata. Al parecer, los indios habandescansado en aquel sitio aquel mismoda, porque an se vean rescoldos delfuego. Mientras uno de los pieles rojasreanimaba el fuego, otro baj de unarama alta un gran trozo de carne devenado. Pronto surgieron las llamas deentre las ascuas, se ech ms lea y, apoco, una alegre fogata despejaba enamplio crculo las tinieblas del bosque yrevelaba las figuras de los guerrerosindios.

    Era aqul un cuadro que Joe habavisto muchas veces de nio en sus

  • sueos, pero ahora que l mismoformaba parte de la escena, no leimpresionaba lo desesperado de lasituacin, ni la hostilidad del jefe encuya enemistad haba incurrido. Casi sealegraba de la ocasin de podercontemplar y escuchar a los pieles rojas.A l le haban alejado de su hermano yle pareca que sus captores trataban aJaime con un desprecio que no lemostraban a l. Sin duda alguna,Silvertip haba informado a sus bravosde que Jaime estaba en aquellos parajesen su camino para ensear a los indiosla religin de los hombres blancos.

    Jaime estaba sentado con la cabeza

  • baja y expresin triste; sin duda ledescorazonaba la situacin, que se leantojaba trgica. Despus de comer lalonja de venado que le dieron, se tumbde espaldas al fuego.

    Silvertip revelaba en aquel ambientesu verdadero carcter. En la colonia de,los blancos haba aparentadosentimientos amistosos, pero en aquelcampamento era el salvaje inexorable,hijo de las selvas y libre como el guila.Su dignidad de jefe le mantena alejadode los suyos. No haba tomado intersalguno en sus prisioneros desde lacaptura. Permaneca silencioso, mirandoel fuego fijamente con los ojos

  • sombros. Por fin mir primero al indiogigante y luego a los prisioneros.Despus pronunci una sola palabra y seech sobre las hojas.

    Joe advirti en los otros rostrososcuros la misma inmutable expresinque haba visto en Silvertip y le llampoderosamente la atencin. Cuandohablaban con sus voces suaves yguturales o se echaban a rer levementeo miraban fijamente al fuego, sus rostrossiempre seguan con la misma expresin,inescrutable como las profundidades delbosque ahora oculto en la noche.Adems, se dio perfecta cuenta de queaquellos salvajes eran fieros e

  • indomables y lo lamentaba por suhermano, porque se figuraba que seratan fcil ensear docilidad a una panteracomo la religin cristiana a aquellossalvajes pieles rojas.

    Los indios manifestaban gran alegraal ver que su compaero se dispona aabrir el paquete de Joe, y el gigantntuvo que echarles constantemente atrs,para que no le molestasen en laoperacin.

    Por fin qued abierto el paquete, quecontena alguna ropa, un par de botas,una pipa y un paquete de tabaco. Elindio, que se haba apoderado delpaquete desde el primer momento,

  • manifest satisfaccin al ver la pipa y eltabaco y tir las dems cosas a suscompaeros. stos forcejearon entre s yse apoderaron de lo que pudieron. Unode ellos logr hacerse con las botas y sequit inmediatamente los mocasinespara ponerse el calzado del blanco.Empez a caminar, orgulloso, enderredor del campamento, pero prontomostr su disgusto.

    El cuero de las botas no es tan suavecomo la piel de gamo de los mocasinesy aquel calzado extrao estaba haciendodao al piel roja. Se sent y se quit unabota, no sin dificultad, porque el calzadoestaba hmedo, pero no se pudo quitar

  • la otra. Tras vacilar un momento yviendo la burla de sus compaeros,levanto el pie calzado y se lo aproximal indio ms cercano. Este era elgigantn, que, al parecer, era humorista.Cogi la bota con ambas manos yhaciendo ver que quera sacarla arrastra su compaero alrededor de la fogata.Sin embargo, la diversin no haba deser tan slo unilateral, porque cuandoms entusiasmado estaba, la bot cedide pronto. No habiendo previsto aquelcaso, el gigantn perdi el equilibrio ydio con su cuerpo en el suelo; un pocoms y se hubiese cado en el arroyo. Sinembargo, no solt la bota y cuando se

  • puso en pie, la tir al fuego.Despus los indios se calmaron y se

    tumbaron a dormir, dejando al gigantnhaciendo la guardia. Al ver que Joe lemiraba vindole fumar en la pipa nueva,el indio, con gran sorpresa del joven,empez a hablar en ingls, si bien lohaca con dificultad.

    Rostro plido tabaco muchobueno.

    Luego, viendo que Joe no haca nadapor imitar a su hermano, que estabaprofundamente dormido, seal a losindios tumbados y volvi a hablar.

    Uf! Rostro blanco dormirTiendas indias cerca sol poniente.

  • A la maana siguiente, Joe sedespert por el dolor que senta en laspiernas, que haba tenido atadas toda lanoche. Se alegr cuando le cortaron lasligaduras y el jefe indio empez denuevo la marcha hacia el Oeste.

    Los indios, aunque ms quietos,mostraban la misma indiferencia que elda anterior; no tenan prisa, niadoptaban ninguna precaucin especial;slo escogan la parte menos densa delbosque. Hasta se detuvieron un momentocuando uno de ellos percibi unamanada de ciervos. Cerca del medioda,el jefe se detuvo junto a un manantialpara beber; los dems indios le imitaron

  • y permitieron tambin que losprisioneros saciasen la sed.

    Cuando iban a emprender de nuevoel camino, el grito suelto de un pjarolejano son claro en el ambiente quieto.Joe no hubiera prestado atencin a aquelsonido si no hubiese estado tan atento alos movimientos de Silvertip. As vioque ste se puso de pronto rgido yescuch con gran atencin. Los demsindios tambin se pusieron alerta,atentos al menor ruido. De pronto, sobreel suave murmullo del agua se elev denuevo aquella nota musical. Joe se dijoque era el grito de algn pjaro, y sinembargo, a juzgar por la actitud de los

  • indios, deba de tener otro significado.El joven se volvi como si esperase veren alguna parte el pjaro que tanrepentino cambio haba operado con sugrito en sus cantores. Al hacerlo oymuy cerca, pero ms potente, la mismanota. Era la respuesta a la seal y lahaba dado Silvertip.

    Joe pens rpidamente que en elbosque deba de haber otros salvajesque haban descubierto las huellas delos shawnis y comunicaban con ellospor medio de aquellas seales. As era,en efecto, porque pronto surgieron de laespesura figuras oscuras que ibanacercndose y, por fin, penetraron en el

  • calvero donde estaba Silvertip con susguerreros.

    Joe cont hasta doce y advirti queeran distintos a los shawnis. Slo tuvotiempo de darse cuenta de que ladiferencia consista en el tocado delcabello y en el color y la cantidad depintura sobre el cuerpo, cuando le llamla atencin el primero de los queacababan de llegar.

    Tratbase de un indio muy alto, deporte majestuoso, a todas luces un jefe,hacia el cual Silvertip avanzaba conmuestras de respeto. En la elevadaestatura de aquel indio, en su rostro decolor bronceado de lneas fuertes y

  • hermosas, se vean todas lascaractersticas de un rey. En sus ojosprofundos de mirada aguilea, en todoslos rasgos de su rostro altivo percibasela elevada inteligencia, el poder y laautoridad de un gran jefe.

    La segunda figura era tambinnotable, a causa del contraste queformaba con la del jefe. A pesar de losadornos alegres, a pesar de la pintura,del pantaln de piel de gamo y losdems detalles de la indumentaria india,en todas partes se le hubiese reconocidocomo hombre blanco. Su piel estabatostada por el sol y tena un color bronceoscuro, pero careca del dbil tinte rojo

  • que caracteriza al indio. Adems, aquelblanco tena una extraa fisonoma. Lafrente era estrecha y aplastada,reveladora de instintos animales, losojos estaban muy juntos, eran de coloramarillento pardo y vibraban inquietoscomo aguja de comps; la nariz era largay ganchuda, y la boca, de labiosdelgados. Haba en el aspecto delhombre una extraordinaria combinacinde ignorancia, vanidad, astucia yferocidad.

    Mientras los jefes conversabanbrevemente, aquel blanco vestido depiel roja se dirigi a Jaime y Joe.

    Quin sois y adnde vais?

  • pregunt con voz gruona.Y Jaime le contest:Me llamo Downs. Soy predicador

    y estaba en mi camino hacia la misinmorava. Veo que no es usted un indio.Nos ayudar usted?

    Jaime esperaba que lo que acababade decir sera agradable a aquel hombre,pero se equivoc por completo.

    Conque t eres uno de ellos, eh?Pues bien, har algo por ti cuandoregresemos al pueblo. Te sacar elcorazn y se lo dar a trocitos a losbuitres dijo con fiereza, dndole almismo tiempo un terrible puetazo en lacabeza.

  • Joe se qued mortalmente plido alver la cobarde accin y sus ojos, alcruzarse con los del rufin, secontrajeron con su caracterstico brilloacerado.

    T no eres predicador? pregunt el hombre al ver en la miradade Joe algo que no haba visto en la deJaime.

    Joe no le contest, pero tampocodesvi la mirada.

    Me has visto antes? Has odohablar de Jim Girty? pregunt elrufin, muy ufano.

    Antes de que hablases saba queeras Girty contest Joe con calmosa

  • voz.Cmo lo sabes? No tienes

    miedo?Miedo? De qu?De m, de m. De Jim Girty. Joe se

    ech a rer.Yo har que te acuerdes de m

    gru Girty. Cmo me has conocido?Porque me figuraba que en estos

    bosques slo poda haber un hombreblanco suficientemente cobarde parapegar a un hombre que tiene las manosatadas.

    Yo te ensear a morderte lalengua exclam Girty alzando lamano, pero sin poder hacer lo que se

  • propona.El indio que tena la orden de vigilar

    a Joe, le haba cortado un par de horasantes las ligaduras de la mano y losostena slo por el cabo atado a lamueca izquierda. As el joven podamover el brazo derecho y aunque lotena hinchado, lo movi con lavelocidad del rayo.

    Cuando el renegado alarg la mano,Joe la apart con un golpe y en vez depegar, cogi entre los dedos la narizganchuda y la apret con todas susfuerzas. Girty empez a renegarfuertemente forcejeando al mismotiempo, pero sin poder librarse de

  • aquellas garras. Sac el hacha delcinturn y dando un grito de dolor quisoabrir la cabeza a Joe. Sin embargo, errel golpe, porque Silvertip intervino atiempo, apartando el brazo; as Joerecibi una herida dolorosa, pero deescasa importancia.

    La nariz del renegado estabadespellejada y sangraba profusamente.Girty estaba frentico de dolor y defuria, y trataba de echarse encima deJoe, pero Silvertip se interpuso entre sucautivo y Girty, hasta que algunos de losindios llevaron al rufin al bosque,donde el otro jefe haba desaparecido.

    Aquel incidente de la nariz aument

  • la alegra de los shawnis, porque, alparecer, les complaci el dolor delrenegado. Charlaban muy animadamenteentre s y hacan seales de aprobacina Joe hasta que una exclamacin brevede Silvertip produjo un cambiorepentino.

    Joe no pudo comprender bien laspalabras, pero le sonaban a francs. Laabsurda idea de que un piel roja hablaseaquel idioma le hizo sonrer. De todosmodos, el significado de aquellaspalabras debi de ser advertencia dealguna amenaza, porque los indios sequedaron de pronto muy graves,recogieron sus armas y miraron a todas

  • partes con gran atencin. El indiogigante volvi a maniatar a Joe y luegotodos se acercaron al jefe.

    Has odo lo que ha dichoSilvertip y el efecto que han causado suspalabras? pregunt Jaime en voz baja,aprovechando el momento.

    Sonaba a francs, pero,naturalmente, no puede ser contestJoe.

    Pues francs era. Lo he odo muybien. Ha dicho Le Vent de la Mort.

    Caramba! Y qu es? preguntJoe.

    Significa el viento de la muerte.Muy bien, eso lo entiendo; pero,

  • qu significacin puede tener? Loentiendes t?

    No; debe de ser algn presagiopara esta gente.

    Despus de la rpida consulta entrelos pieles rojas, Silvertip at el caballoy el perro de Joe a los rboles y empezde nuevo la marcha. Pero esta vez evitlos espacios claros del bosque,prefiriendo la espesura y los caminosimpracticables. Durante largo tiempoavanz por el cauce del arroyo ysiempre all donde era difcil dejarhuellas. Nadie hablaba. Cada vez queuno de los hermanos promova ruido alandar por el agua o tropezaba con alguna

  • piedra, el indio que iba detrs le dabacon el mango del hacha en la cabeza.

    En ciertos sitios y a una indicacinde Silvertip, el indio que iba delante delos cautivos se volva y les sealabadnde haban de pisar, porque queran atodo trance ocultar la pista. Silvertip losllev por sitios pedregosos, volvi acaminar por el agua y, cuando erapreciso cruzar un terreno blando,avanzaba con gran cuidado. A veces sedetena y se quedaba inmvil durantelargos segundos.

    Esta vigilancia continu durante todala tarde. Desapareci el sol, elcrepsculo primero y luego, la noche

  • negra envolvi el bosque. Los indios sedetuvieron, pero sin encender ningunafogata. Se quedaron sentados muy juntosen un lugar pedregoso, silenciosos yalertas.

    Joe no saba qu pensar de aquelcomportamiento. Era que los indiosteman ser perseguidos? Qu habadicho aquel jefe indio a Silvertip? A Joele pareci que sus captores obrabancomo si creyeran que sus enemigosestaban en todas partes. Aunqueocultaban sus huellas, no era al parecerslo el temor a la persecucin lo que leshaca proceder con tanta cautela.

    Estando echado como estaba sobre

  • el duro suelo, agotado por la larga yfatigosa marcha y sufriendo el dolor dela herida, perdi un poco el valor y seestremeci de miedo. La quietud de lastinieblas del bosque, aquellos salvajesamenazados por un enemigo invisible ensu propia regin selvtica y aquellaextraa frase francesa, que no podaapartar de la mente, tuvieron el efecto deconjurar sombras gigantescas en lafantasa del joven. En toda su vida, hastaaquel momento, jams haba temido anada ni a nadie, y ahora tena miedo dela oscuridad. Aquellos rboles deformas fantsticas y el susurro del suaveviento le haca ver por todas partes al

  • misterioso enemigo, el Viento de laMuerte.

    Mas por fin se qued dormido. A losprimeros albores de la maana, losindios reanudaron la marcha hacia elOeste, sin descansar durante todo el da.Por la noche se detuvieron para comer ydormir; esta vez mont la guardia elmismo Silvertip y otro indio.

    Un poco antes del alba, Joe sedespert de pronto; la noche era oscura,pero se vea un poco ms que cuando sequed dormido. Una luna plidailuminaba la escena dbilmente porentre las nubes. No se adverta ningnmovimiento en el aire. Reinaba

  • completo silencio.Joe vio al indio de centinela

    apoyado en el rbol, dormido. Silvertiphaba desaparecido. El cautivo levantla cabeza para buscar al jefe. Sloquedaban cuatro indios. Tres quedorman y el centinela, tambindormido.

    Cerca de l vio algo que brillaba yal fijarse ms vio que era la hermosapluma blanca que Silvertip haballevado en el cabello. Joe hizo unmovimiento ligersimo que despert alcentinela. El piel roja no se movi enabsoluto, pero sus ojos lo abarcarontodo. Tambin l se dio cuenta de la

  • ausencia del jefe.En aquel momento, de las

    profundidades del bosque sumi unsuspiro, como el gemido del viento de lanoche. Iba aumentando gradualmente defuerza y luego se apag dejando, alparecer, un silencio ms profundo.

    Joe se estremeci; fascinado,contempl al centinela: El indio tena laboca abierta y los ojos salidos, mirandocomo alocado. Lentamente se irgui yestuvo esperando, escuchando. La manooscura que sostena el hacha temblaba yen el acero se reflej la luna.

    De muy lejos del bosque surgi denuevo el suave gemido que iba

  • aumentando en potencia hasta terminaren quejido como el de un alma perdida.

    El efecto que caus aquel profundosilencio fue terrible. A Joe le parecique se le helaba la sangre en las venas.La frente se le inund de sudor fro, y enel corazn sinti un dolor como lapresin de una garra. Trat deconvencerse de que el miedo querevelaba el salvaje slo era debido a lasupersticin, y que el gemido eracausado por el viento, pero no logrcalmarse.

    El centinela, tras aquel extrao grito,se qued un momento como paralizado yluego, como un relmpago, desapareci

  • en las tinieblas sin hacer ruido. Habahuido sin despertar a sus compaeros.

    De nuevo surgi el gemido y seelev con nota triste en el silencio de lanoche; pero esta vez estaba ms cerca.

    El Viento de la Muerte murmur Joe.

    El joven no pudo resistir laimpresin. Las fuerzas le abandonaron yperdi el conocimiento.

  • VI

    Una tarde, algunos das antes de lacaptura de los dos hermanos, un cazadorsolitario se detuvo ante una cabaaabandonada que se hallaba a orillas deun ro, a cincuenta millas tierra adentrodesde el Ohio. La noche se venarpidamente encima, caa una lluvia finay densa y el viento que se levantaba erapresagio de una noche tempestuosa.

    Aunque el cazador parecafamiliarizado con aquella cabaa, semova con gran cautela y vacilaba comosi no estuviese seguro de si le convena

  • confiarse al abrigo de aquella chozasolitaria o permanecer toda la noche a laintemperie, debajo de los rboles.Tocndose el cuerpo, vi