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El origen de la privatización de los servicios públicos: la destrucción de los Estados Nacionales por el Liberalismo
Francisco José Fernández-Cruz Sequera.
Abril 2013.
Publicado en: http://lagranpartida.blogspot.com.es/2013/04/el-origen-de-la-
privatizacion-de-los.html
El origen de la idea de privatizar la actividad propia del Estado no es nueva ni
reciente, ya desde principios del pasado siglo se planteó la posibilidad del
“Estado Administrador” como alternativa a los modelos de Estado hasta ese
momento existente. El economista judío y presidente del Partido Laborista
durante 1945-1946, Harold Joseph Laski, que fue profesor en las universidades
de McGill, Harvard y el London School of Economics, afirmó sentando los
antecedentes inmediatos de la concepción del Estado como mero administrador
y prestador de servicios, que la soberanía incondicional del Estado había dejado
de ser un principio evidente para tornarse insostenible tanto desde el punto de
vista teórico como empírico, y apuntaba como causa de ello el aumento del
poder de diversos grupos económicos, sociales y religiosos.
A comienzos de los años setenta, los intereses del sistema financiero se estaban
internacionalizando y coincidían con los de las grandes empresas
transnacionales y corporaciones. Esta coincidencia de intereses hizo que desde
los “think tanks” promovidos por el dinero de las multinacionales y los bancos,
se fuera imponiendo una nueva corriente ideológica dentro de las ideas
liberales clásicas, que aportaba una visión cada vez más optimista de las
posibilidades de expansión del capitalismo que superaba los límites de las
legislaciones estatales que imponían barreras y límites entre los diferentes
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mercados nacionales. Esta corriente ideológica recibió el nombre de
Neoliberalismo.
Estas legislaciones
nacionales, se alzaban
como un obstáculo para la
construcción de un único
mercado internacional, que
redujera los costes y
aumentara los márgenes de
beneficio. Para superarlas,
esencialmente en los países
menos desarrollados, se
promovió el
endeudamiento de los
Estados como forma de
debilitar a los mismos,
aunque el escenario
político internacional, la
llamada “Guerra Fría”,
hiciera que se tolerase un
mayor grado de fortaleza
en los Estados como medio
para evitar cualquier proceso revolucionario en los mismos. Por esta razón, los
Estados seguían siendo soberanos y esto hacía que preservaran la mayor parte
de los recursos nacionales de sus países.
La base esencial del fenómeno llamado “globalización”, no es otra que la
disolución progresiva y controlada de los Estados nacionales, para facilitar la
aparición de un mercado mundial que permita aumentar los márgenes de
beneficio de las grandes corporaciones, y un medio de asegurar la hegemonía
imperial de los EE.UU. Básicamente, la “globalización” supone en sí misma una
primera privatización, la del poder político que pasa de los Estados a las
corporaciones.
La disolución del Estado como objetivo no es un hecho novedoso, partiendo del
cuerpo ideológico liberal nacido de la Revolución ilustrada, coinciden en sus
objetivos de destrucción del Estado como meta de su desarrollo: el anarquismo,
el comunismo y el liberalismo capitalista. No en vano Zbigniew Brzezinski1
propuso en 1971 encontrarse “a mitad de camino con el bloque comunista”.
1 Zbigniew Brzezinski, es un politólogo judío norteamericano nacido en Varsovia (Polonia) el 28
de marzo de 1928. Considerado uno de los más prestigiosos analistas en política exterior
americana del mundo, fue Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter entre
1977 y 1981. En 1953 se doctoró en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard, y en 1958
obtuvo la ciudadanía estadounidense y se trasladó a Nueva York para ejercer de profesor de
Asuntos Soviéticos en la Universidad de Columbia, en donde se convirtió en un gran defensor de
la Guerra de Vietnam. A principios de los setenta, advirtió en un artículo en la revista Foreign
Affairs de los riesgos del declive del poder imperial norteamericano y de la necesidad de una
recomposición de hegemonías planetarias a las que debía corresponder una nueva política de
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La caída del bloque soviético en
1989, hizo desaparecer la necesidad
de mantener la fortaleza de los
Estados nacionales, además de
asociar la intervención del Estado
en la economía al dirigismo del
Estado comunista que se había
derrumbado. Resulta evidente que
la proposición de Brzezinsky se ha
cumplido, y que en gran medida
este “encuentro” permite explicar el
colapso del poder de la URSS, más
allá de las explicaciones
hagiográficas acerca de la
intervención personal de Reagan,
Thatcher o Juan Pablo II. Desde una
perspectiva atenta a la realidad
geopolítica y económica, la caída del
Estado soviético no fue sino el
comienzo de la “globalización”, el
primer paso hacia la disolución de
los Estados-Nación.
A escala nacional, la “globalización” implica una reducción estructural del
Estado a su mínima expresión, ya que según argumentan los neoliberales, la
experiencia histórica demuestra que el Estado es “un mal administrador”. Por lo
que partiendo de esta idea, y tras la caída de la URSS, se inició por parte de los
“think tanks” dependientes de las corporaciones transnacionales y de sus
políticos2, una intensa campaña ideológica basada en los siguientes argumentos:
Washington. Fue contratado por el banquero David Rockefeller para ayudarle a crear y dirigir
una organización que fomentara la cooperación entre EE. UU., Europa, y Japón: la Trilateral
Commission. En la actualidad, Zbigniew Brzezinski es miembro de la junta directiva de Council
on Foreign Relations, Atlantic Council, National Endowment for Democracy y Center for Strategic
and International Studies, y es profesor en la Paul H. Nitze School of Advanced International
Studies de la Universidad Johns Hopkins. Su hijo Mark Brzezinski trabajó como abogado en el
Consejo de Seguridad Nacional durante la Administración Clinton, y ha integrado el equipo de
asesores en política exterior de la campaña presidencial del Senador Barack Obama. Su otro hijo,
Ian Brzezinski, ha asesorado a la campaña presidencial del Senador John McCain. En 2006 en
una audiencia ante el Senado de Estados Unidos, explico que EE.UU. podría llevar a cabo un
atentado terrorista como el del 11 de septiembre en suelo americano, para iniciar la guerra
contra Irán, afirmó: "Un escenario posible para un enfrentamiento militar con Irán implica que el
fracaso iraquí alcance los límites americanos; seguido de acusaciones americanas que hagan a
Irán responsable de ese fracaso; después, por algunas provocaciones en Irak o un acto terrorista en
suelo americano, del cual se haría responsable a Irán. Esto pudiera culminar con una acción
militar americana “defensiva” contra Irán que sumergiría a una América aislada en un profundo
lodazal en el que estarían incluidos Irán, Irak, Afganistán y Pakistán". Fuente:
http://www.voltairenet.org/article145191.html
2 Debemos recordar la llamada “Teoría de la puerta giratoria”. Se ha acuñado en los EE.UU. la
expresión “revolving door” (puerta giratoria) aplicada a la política, para describir la alternancia
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• Los mercados son siempre más
eficientes que los Estados en el uso de
los recursos. (Las reiteradas crisis
alimentarias y financieras de las últimas
décadas, han demostrado este
argumento como falso);
• No es función del Estado realizar
funciones económicas rentables,
debiendo limitarse a controlar los
excesos del mercado y sólo debe
concurrir allí dónde la actividad
económica no sea rentable, cumpliendo
una “función de subsidiariedad”. (Esta
idea significa reducir la actividad del
Estado a aquéllas actividades
económicamente no rentables con
independencia de la naturaleza de las
mismas, privando al Estado de ingresos
por estos conceptos y reduciendo los
mismos a los impuestos, que al tiempo
se exige sean reducidos. Es decir,
finalmente sólo perciben determinados servicios básicos quienes puedan
pagarlos);
• Los monopolios estatales ahogan la iniciativa privada, distorsionan los
precios y engendra corrupción. (Sin embargo, el gran desarrollo de las
infraestructuras en el S. XX se debe a los monopolios públicos que ahora se
adueñan las corporaciones privadas, convirtiendo las inversiones públicas en
beneficios privados);
• A nivel nacional, el Estado debe limitarse en su función de administración a
cuatro áreas básicas: la educación, la salud, la Justicia y la seguridad; el resto
de actividades debe realizarlas el sector privado que se dice utiliza más
racionalmente los recursos existentes, logrando así un mayor grado de
eficiencia. (En ningún caso está demostrado por la experiencia que el sector
privado preste servicios propios del Estado de forma más eficiente, ni se
explica porque deben convertirse en beneficios privados lo que serían
ingresos públicos);
• Los Estados tienen un tamaño desproporcionado en relación con la sociedad
a la que sirven, por lo que detraen más recursos de los necesarios, generando
un mayor coste para la sociedad del que se produciría si dichas funciones las
de las mismas personas entre los cargos políticos y los ejecutivos de las principales
corporaciones. Habitualmente, estas personas acceden a los cargos públicos gracias al apoyo
económico e informativo de las corporaciones, y una vez alcanzan los cargos políticos su
actuación política se lleva a cabo en beneficio de las corporaciones a las que deben su cargo. Por
último, una vez el político termina su mandato, se incorpora como consultor a las empresas o
bancos que se beneficiaron de su gestión. Muchos de los altos directivos de bancos como JP
Morgan, Goldman Sachs, Lehman Brothers o la energética British Petroleum, Endesa y Red
Eléctrica han trabajado en los diferentes gobiernos y viceversa.
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realizase el sector privado. Si dichas funciones económicas deficitarias las
presta una empresa privada, será ésta la que perdería dinero, si lo hace el
Estado esto supone que es el Estado el que pierde dinero. (Ninguna empresa
privada mantiene una actividad que arroje pérdidas de forma indefinida,
razón por la que resulta absurdo suponer que esa situación pueda darse. Por
otra parte, el sobredimensionamiento de los Estados, al menos en Europa,
viene dado por un sistema de partidos al servicio de una oligarquía que vive
de forma parasitaria del Estado).
Por lo tanto, “la globalización” concibe la comunidad política mundial, como un
conjunto de Estados administradores y gestores de cuestiones locales,
encargado de facilitar el desarrollo de infraestructuras y servicios dentro de un
inmenso mercado sin fronteras extendido prácticamente por todo el planeta.
Uno de los principios fundamentales de la Ciencia Política, es que en ningún
sistema político existen vacíos permanentes de poder. Si se produce un vacío de
poder por cualquier circunstancia, éste es inmediatamente ocupado por otro
sujeto de poder. Aplicando este principio a la cuestión expuesta, se puede
afirmar que la reducción del Estado-Nación a la condición de mero gestor de
servicios, supone el trasvase del poder político hacia organismo e instituciones
diferentes al Estado, que se colocan por encima del mismo. En el fondo no se
trata de reducir el tamaño del Estado para hacer más eficiente la asignación de
recursos, se trata de restar poder al Estado en beneficio de las corporaciones y
de las estructuras políticas globales. De modo que lo que se produce de forma
no explícita es una transferencia de poder desde el Estado soberano, marco en
el que se garantizan los derechos del ciudadano, hacía las estructuras políticas
globales. Lo que con las privatizaciones de la actividad del Estado se está
construyendo, es una estructura imperial de ámbito global, cuyo centro de
poder, y por lo tanto de efectiva soberanía, reside en las corporaciones
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transnacionales. Una estructura imperial, que ha reducido a los Estados gestores
a un papel meramente regional o local.