el ser del docente peruano

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El ser del docente peruano: entre la inoperancia y el desaliento

(Carta a un maestro del país)

Estimado maestro:

Hace un buen tiempo que te observo más decaído y como si la vida te hubiera arrebatado el brillo que relucía cuando llegaste por primera vez a mi vida.

Yo era apenas un infante que necesitaba de tu cuidado. Y vaya que lo hiciste muy bien. Me tomaste de la mano y me guiaste por la senda del saber siempre con la práctica y el amor. Cuando niño me contaste las mejores historias y me encaminaste a las ciencias y al arte, pero lo que más recuerdo son los juegos que teníamos en el recreo. Allí reías sin parar. Fue cuando quise ser como tú, pensé que eras feliz haciendo lo que sólo tú podías hacer.

Luego me enseñaste que esta carrera era la mejor por sobre todas. Y tampoco te equivocaste, a pesar de mis constantes ausencias lograste que terminara y viera al fin materializados tus sueños, tus esperanzas.

Aprendí que la docencia como ciencia del saber es la que nos permite guiar el proceso de enseñanza y aprendizaje en un sistema reglado o libre. Su fin será siempre orientar, facilitar y encaminar el conocimiento de la realidad circundante de un sujeto que aprende. El docente como agente mediador del proceso de aprendizaje buscaría los mecanismos necesarios para poner en práctica métodos, estrategias, técnicas a fin de desarrollar competencias en los estudiantes. Tal como tú hacías conmigo.

Comprendí que la escencia del docente peruano es por tradición ser un amauta por naturaleza, conocedor del cosmos y de la técnica, de la vida y del proceso del pensamiento, de la física y la metafísica. Que ha estado en nuestro Ser siempre la necesidad de conocer y de enseñar. Y que esta necesidad de conocer se ha visto interrumpida cuando el proceso del desarrollo cultural estuvo influenciado por otra visión del mundo, una visión occidentalizada. Sin embargo me has aconsejado retomar la sabiduría de los maestros de antaño de los sabios ancestrales y volver a encaminarse hacia el conocimiento y la sabiduría.

Pero he vuelto para decirte que finalmente he comprendido el significado de la docencia y que el elemento principal es la pasión por

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enseñar y aprender. Y tú, maestro, ya no eres el mismo me cuesta trabajo pensar que has cambiado. Tu aspecto se ha estilizado, se ha vuelto a la defensiva. Entro en mi niñez y temo tu presencia. Voy hasta el final de cada clase porque ya no me maravillas con tus historias. Tu lenguaje carece de ternura y de ciencia. Tus argumentos son tan débiles que cualquiera podría rebatirlos. Has perdido contundencia en tu discurso.

Maestro, es momento de reencontrarte con la carrera docente. Aquellos que decidieron ser maestros por vocación deben mantenerse firmes y contagiar a las jóvenes promociones que se incorporan en cientos de instituciones a lo largo de la geografía de nuestro territorio. Y quienes llegamos como aves de paso y nos quedamos, reestructuremos nuestros objetivos buscando el bien institucional que por efecto es el de todo el país. Sigamos mirando con optimismo a nuestros estudiantes como grandes almácigos que un día serán trasplantados en la sociedad. Hagamos de ese almácigo que es nuestro centro de labores el mejor escenario para crecer como profesionales y hombres de bien.

Sabemos que el proceso educativo es multicausal y que no solo depende de los miles de maestros que conforman el magisterio del Perú, pero está en cada uno de nosotros buscar el desarrollo de competencias que los habitantes de nuestra nación necesitan. Así como antaño se nos consultaba para las decisiones más importantes del estado, en hogaño, tomemos el sitial que la inoperancia y el desaliento nos han arrebatado.

Si bien es cierto eres el peor pagado dentro de los trabajadores estatales y que tus esfuerzos han caído por ello en desaliento ya que la clase política te ha contagiado con su ineficacia. Tú estás destinado a cosas mucho más grandes. Que tu filosofía no caiga como un cristal desde lo alto más sea una roca que retumbe ecos de esperanza. Así como hiciste conmigo, y tantos otros que volverán mañana.

Sin embargo van transcurriendo veinticinco años de estabilidad económica, dices y no ves compensados tus esfuerzos. Los grandes hombres jamás esperaron nada a cambio (me lo enseñaste), tienes a Encinas y Zevallos, sin ir muy lejos o el valiente Sócrates y su férrea convicción de ideales. No pretendemos que seas un mártir solo que te contagies de esperanza y volverá la vitalidad que necesitas para ser el docente que todos esperamos.

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Soy lo que tú forjaste desde tus fortalezas y debilidades. Soy tú, cuando joven, cuando niño; refléjate en mí y recuerda lo que esperabas de tus maestros, no es acaso lo que yo espero ahora de ti. Sé que necesitas aliento, quiero ser tu guía, enséñame cómo. Construiremos un nuevo país, te lo aseguro.