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El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina, 1698–1800 por Luis Alonso Álvarez Abstract. – This paper shows the evidence of the quantitative importance of the indi- genous tribute on the Philippine Islands during the 18th century, compared to what hap- pened in other colonial areas where it was less relevant to the imperial financing. In that respect, the paper analyses the structure of the tribute at three significant moments (1697, 1739, and 1794) and its evolution throughout the century, stimulated by the Bour- bon reforms. The research concludes pointing out that this tax on the indigenous eco- nomy was the biggest fiscal income on the islands until the establishment of the tobacco monopoly at the end of the century. In that sense, it opened the way to a slow transfor- mation that led to a market economy and, together with the other three monopolies, ensured the maintenance of the 19th century Philippine Treasure. INTRODUCCIÓN El trabajo que sigue constituye la evidencia cuantitativa que refuerza los contenidos del artículo, publicado en esta misma revista, 1 sobre el tributo indígena establecido por los españoles en las islas Filipinas en los años 60 del siglo XVI y que se mantuvo sin apenas variaciones hasta finales del siglo XIX. Debido a la extensión del estudio, los editores decidieron, de acuerdo con el autor, publicarlo en partes sepa- radas que, aunque complementarias, disponen cada una de entidad independiente. En la primera, se intentaron destacar algunos rasgos generales de la conquista y colonización filipinas para conocer con 1 Luis Alonso Álvarez, “‘¿Qué nos queréis, castillas?’ El tributo indígena en las is- las Filipinas entre los siglos XVI y XVIII”: Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 40 (Colonia 2003), pp. 13–42. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 41 © Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien 2004 1438-4752_JBLA04_09_alvarez.qxd 12.11.2004 11:22 Uhr Seite 91

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El tributo indígena en la consolidación de laHacienda filipina, 1698–1800

por Luis Alonso Álvarez

Abstract. – This paper shows the evidence of the quantitative importance of the indi-genous tribute on the Philippine Islands during the 18th century, compared to what hap-pened in other colonial areas where it was less relevant to the imperial financing. In thatrespect, the paper analyses the structure of the tribute at three significant moments(1697, 1739, and 1794) and its evolution throughout the century, stimulated by the Bour-bon reforms. The research concludes pointing out that this tax on the indigenous eco-nomy was the biggest fiscal income on the islands until the establishment of the tobaccomonopoly at the end of the century. In that sense, it opened the way to a slow transfor-mation that led to a market economy and, together with the other three monopolies,ensured the maintenance of the 19th century Philippine Treasure.

INTRODUCCIÓN

El trabajo que sigue constituye la evidencia cuantitativa que refuerzalos contenidos del artículo, publicado en esta misma revista,1 sobre eltributo indígena establecido por los españoles en las islas Filipinas enlos años 60 del siglo XVI y que se mantuvo sin apenas variacioneshasta finales del siglo XIX. Debido a la extensión del estudio, los editores decidieron, de acuerdo con el autor, publicarlo en partes sepa-radas que, aunque complementarias, disponen cada una de entidadindependiente. En la primera, se intentaron destacar algunos rasgosgenerales de la conquista y colonización filipinas para conocer con

1 Luis Alonso Álvarez, “‘¿Qué nos queréis, castillas?’ El tributo indígena en las is-las Filipinas entre los siglos XVI y XVIII”: Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 40(Colonia 2003), pp. 13–42.

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mayor precisión las condiciones en las que surgió la figura fiscal,investigar su naturaleza y estudiar su evolución jurídica entre los siglosXVI y XVIII. Las funciones del tributo indígena evolucionaron a lolargo de estas centurias. Inicialmente, había surgido para financiar lacontinuidad de la conquista, y estimular la lealtad de los militares a laCorona, en un territorio tan alejado de la Nueva España, del que depen-día administrativamente – una lejanía que lo convertía en extremo vul-nerable frente a los enemigos internos y externos. En este sentido, seríala respuesta a aquel dramático grito de “¿Qué nos queréis, castillas?”,2

dirigido por un campesino filipino a los arcabuceros españoles que sedisponían a atacar a su pueblo. Sin embargo, tras la consumación de laconquista hacia finales del siglo XVI, el tributo se había convertido yaen un mecanismo que facilitaba la transferencia de bienes y serviciosprocedentes de la economía indígena hacia el comercio del galeón, unaactividad sobre la que se había consolidado la presencia española yfundamentado la hispanización del archipiélago. Pero al tiempo, per-mitió también financiar los costes de administración, defensa y evan-gelización en las áreas alejadas de la capital y gestionadas por los alcal-des mayores y corregidores, a quienes se traspasó la ejecución delimpuesto, excluyéndose, en la práctica, de las cuentas de la Haciendacentral de Manila. Sin embargo, hacia fines del siglo XVII y comien-zos del XVIII, coincidiendo con la desaparición de las últimas enco-miendas, la Corona recuperó una parte significativa de la tributación,hasta entonces en manos privadas, y su gestión se reintegró al Tesoropúblico. Desde finales de la centuria, tras las oportunas reformas ope-radas en su recaudación – del sistema de “cuenta cerrada” al de “cuen-ta abierta” –,3 el tributo indígena se transformó, junto con el estanco del

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2 “Relaçión del orden que la gente española, que por mandado de su magestad salió de la nueva españa para las islas Philipinas, á tenido y tiene en pacificar la tierra ysustentarse en ella”: Isacio R. Rodríguez, Historia de la provincia agustiniana del Smo.Nombre de Jesús de Filipinas, vol. XIV (Manila 1978), p. 228. El documento original de1574 se encuentra en el Archivo General de Indias (Sevilla, en adelante AGI), Patro-nato, 23, r. 21. La ortografía y la puntuación de los textos originales ha sido actualizada,salvo en sus títulos. La palabra castilla, o también castila, era empleada por los filipinospara señalar despectivamente a los españoles.

3 El sistema de cuenta cerrada estaba vigente durante todo el siglo XVII y parte delXVIII. Frente al de cuenta abierta – que exigía una visita a la provincia, un recuento(cuenta) de los efectivos demográficos y una tasación de las especies señaladas para cada demarcación territorial, operaciones todas ellas que encarecían la recaudación – en

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tabaco y los licores, en una de las figuras fiscales que convertiría a laHacienda filipina en autosuficiente, toda vez que cubría el déficit ori-ginado por la desaparición del “situado mexicano” tras la emancipa-ción de la Nueva España hacia comienzos del siglo XIX.

En la segunda parte de este trabajo, la que ahora nos ocupa, se prac-ticará un estudio específico de esta institución durante el siglo XVIII,la que reviste un mayor interés tanto por el valor alcanzado en lascuentas del Tesoro como por el papel desempeñado en el nuevo diseñode la Hacienda, que se configuraría en el último cuarto de la centuria.En este sentido, examinaremos algunos ejemplos cuantitativos que nosilustrarán sobre aspectos fundamentales de su recaudación. En primerlugar, analizaremos la estructura del tributo en tres momentos signifi-cativos: a fines del siglo XVII – que nos permite anticipar el paisaje decomienzo del Setecientos –, en la segunda mitad de los años 30 delsiglo XVIII – que nos permite observar su composición anterior a lasreformas emprendidas por el oidor de la Audiencia de Manila, Cal-derón Henríquez – y a la conclusión de la centuria. De su análisispodremos conocer, en primer lugar, el número real de tributos existen-tes, tanto los pertenecientes a la Corona como los integrados en enco-miendas particulares, su valor en pesos, la parte devengada en dineroo en producto – con los efectos más frecuentes de intercambio –, loscostes que contribuían a financiar en las provincias y, finalmente, elingreso líquido, que en ocasiones resultaba negativo. En segundolugar, examinaremos su evolución en el largo plazo del siglo XVIII, endonde se nos revelará la tendencia a aumentar a partir de los años 40,lo que manifiesta una mayor eficiencia en su recaudación. Todo ellonos induce a concluir que en el último cuarto del siglo XVIII laHacienda filipina se había convertido definitivamente en una forma-ción madura sobre la que descansaría la financiación de la presenciaespañola en Asia tras la desaparición del Imperio americano.

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el de cuenta cerrada se pactaba con las principalías indígenas locales el censo de contri-buyentes, de compleja evaluación en un hábitat tan disperso, al tiempo que se evitabauna revisión periódica en la valoración de las especies en que se tributaba, lo que bene-ficiaba a los alcaldes mayores y encomenderos. Sin embargo, tras la extinción de las úl-timas encomiendas en las primeras décadas del siglo XVIII, la reposición del sistema decuenta abierta permitió obtener unos ingresos superiores debido a las notables oculta-ciones de las que se beneficiaba la principalía indígena y que ahora, en forma de nuevostributos, pasaron al poder de la Corona.

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LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO EN EL SIGLO XVIII

El punto de partida de nuestro estudio arranca de finales del sigloXVII. En la información empleada para conocer la estructura del gra-vamen en estos momentos4 figura en primer lugar el número de tribu-tos brutos ingresados, resultado de la cobranza anual (cuadro I), unacifra que asciende a unos 106 mil pesos, de los cuales casi dos tercioseran percibidos por la Corona y un tercio por los descendientes de losencomenderos.

Los recaudadores sustraían del gravamen bruto las llamadas “reser-vas” de aquellas personas que gozaban legalmente de exención. A losya dispensados desde finales del siglo XVI – solteros menores de 20(hombres) o 25 años (mujeres), mayores de 60, “cabezas de barangay”y sus primogénitos, “gobernadorcillos” en el desempeño de su funcióny cantores y sacristanes de las doctrinas –5 fueron añadidos ya a prin-cipios del siglo XVIII los aguadores, leñeros y aserradores, los solda-dos pampangos y sus mujeres, los fallecidos durante el ejercicio fiscal,los indígenas al servicio del gobierno, y algunas otras ocupacionesmenores. La operación de sustracción de las reservas da como resul-tado el líquido o neto obtenido. A finales del siglo XVII éstas suponí-an una cantidad muy poco relevante (un 0,9% respecto al total brutorecaudado), pese a lo que parece reflejar la gran variedad de exencio-nes. Como también puede apreciarse, las reservas tan sólo afectaban alos tributos administrados por la Corona.

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4 Se trata de los legajos que constituyen el juicio de residencia del gobernador donFausto Cruzat y Góngora (1690–1701), en donde aparece la contabilidad del tributo ela-borada por los contadores de la Hacienda de Manila. Cruzat había destacado por su in-tento, alcanzado en parte, de racionalizar la Hacienda filipina. Véase Archivo HistóricoNacional (Madrid, en adelante AHN), Consejos, leg. 21.022.

5 El “barangay”, esa legendaria embarcación en la que llegaron a las islas lospobladores malayos procedentes del continente asiático, había cedido su nombre a losprimitivos asentamientos prehispánicos y llegado incluso a identificarse con las doctri-nas o “pueblos de indios”, el tipo de hábitat más concentrado, impuesto por los conquis-tadores, siguiendo el modelo americano. Los “cabezas de barangay” constituían la prin-cipalía indígena procedente de la época prehispánica, entre los que se nombraban oelegían los gobernadores de indios – los denominados “gobernadorcillos” por las autori-dades españolas –, el vínculo administrativo entre la autoridad colonial (alcaldes ma-yores y corregidores) y los campesinos indígenas. La investigación del “barangay” hadado lugar a una abundante literatura en la que colaboran historiadores, antropólogos ysociólogos. El estudio más completo sobre la materia es el de William Henry Scott,Barangay. Sixteenth-Century Philippine Culture and Society (Manila 1994).

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CUADRO IESTIMACIÓN DEL NÚMERO DE TRIBUTOS

EN LAS ISLAS FILIPINAS EN 1697

Tipo de tributo Tributos brutos Reservas Tributos netos

De la Corona 67.342,50 978,25 66.314,75

(62,78%)

De encomienda 39.312,00 0,00 39.312,00

(37,22%)

Totales 106.654,50 978,25 105.626,75

(100,00%)

Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.

En la información que nos proporciona el cuadro llama poderosa-mente la atención el alto número de tributos particulares o de enco-mienda, cedidos desde el siglo XVI a los militares que participaron enla conquista, frente a los que resultaban propiedad de la Corona. Enotras palabras, a finales del siglo XVII la encomienda poseía todavíauna importancia económica decisiva en Filipinas ya desaparecida enotras partes del Imperio, al punto de que más de uno de cada tres tri-butos se desviaba aún de la Hacienda real a los descendientes de losantiguos encomenderos. En conjunto, el total neto sobrepasaba ligera-mente la cifra de los 105 mil.

¿Qué conceptos fiscales se incluían en la materialidad del tri-buto y que puedan ser fácilmente percibidos en la fuente utilizada? Enprimer lugar, el impuesto propiamente dicho, que se elevaba a ochoreales (un peso) por matrimonio de contribuyentes, a pagar en dineroy especie. Pero a él se le agregaba el “situado real”6 (que ascendía ados reales), abonado en dinero e ingresado íntegramente en el Tesoro,independiente de la naturaleza pública o privada del gravamen. Segui-damente, figuraba el “donativo de Zamboanga”, con el que contri-

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6 Como se indicó en su momento, no debe confundirse con el situado mexicano, laayuda fiscal remitida por las Cajas de la Nueva España. El destino de los dos reales, queimplicaban un incremento de un 25% en la tasa tributaria, era doble: 1,5 reales contri-buían para la paga de los soldados del campo de Manila, hasta entonces sin ella, y me-dio real para gastos religiosos, dado que en las islas no se introdujo el diezmo hasta finesdel siglo XVIII. Véase RC de 9 de agosto de 1589: AGI, Filipinas, 339, libro 1, ff. 365v–389r. También Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Philipinas, Patricio Hi-dalgo (ed.) (1. ed. 1609, Madrid 1997), p. 304.

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buían al sostenimiento del presidio de Mindanao tan sólo algunas pro-vincias y que era pagado en palay, el arroz sin descascarillar. Ascen-día a dos gantas7 en las encomiendas reales y a cuatro en las particu-lares, de las que dos eran pagadas por el encomendero y las otras dospor el campesino. Finalmente, aparecía también, aunque únicamentepara las provincias del cinturón agrario que rodeaba a Manila (Tondo,Bulacán, Pampanga y Laguna de Bay), un impuesto pagado en galli-nas para auxiliar la alimentación de los hospitales de la capital.

CUADRO IIINGRESOS BRUTOS DEL TRIBUTO EN 1697

Pesos de a 8 Porcentajes

Metálico 76.795,2 75,95

Especie 24.316,3 24,05

Totales 101.111,5 100,00

Fuente: AHN, Consejos, leg, 21.022.

Si ahora utilizamos el valor de los tributos como elemento de compa-ración, comprobaremos que a finales del siglo XVII el ingreso bruto,es decir, lo realmente extraído a los campesinos indígenas, ascendía aalgo más de 101 mil pesos,8 de los cuales un 75,95% era rembolsadoen dinero, mientras que el resto (24,05%) lo era en especie. Esto nospermite deducir, en principio, la existencia de un elevado nivel demonetización de la economía, aunque en este sentido no conviene serdemasiado optimista. Los campesinos podían adquirir fácilmente eldinero para pagar el tributo, por ejemplo, vendiendo determinados ali-mentos o realizando ciertos servicios a los españoles y chinos, y sinembargo realizar el grueso de sus transacciones en producto, algo queresultaba más próximo a una “economía moral” como la suya. La mer-cancía de pago universal, exceptuada la moneda metálica, era el palay,cuyo total se elevaba a 1,8 millones de cabanes de 25 gantas,9 equiva-

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7 La ganta era una unidad filipina de capacidad, equivalente a tres litros.8 La diferencia que se registra entre el número de tributos (cuadro I) y la recauda-

ción bruta (cuadro II) se debe a que aparecen agregados los 1.099,5 procedentes de losmestizos de chino, que pagaban 20 reales cada uno.

9 El cabán de 25 gantas o 200 chupas, correspondiente a 75 litros o a 1,35 hanegasde Castilla, constituía la mayor unidad de capacidad entre los indígenas filipinos.

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lentes a unos 135 millones de litros, lo que nos puede dar una idea dela magnitud de la recaudación en especie. Si pensamos que el númerode tributos rebasaba los 105 mil – lo que supondría el mismo número defamilias, aproximadamente –,10 la cantidad a contribuir sólo en palayera de 1.300 litros por familia al año, lo cual nos remite a los nivelesde producción (y de mercantilización) de la economía filipina, forza-da por mecanismos fiscales cuando entraba el siglo XVIII. Únicamen-te las provincias de Ilocos, Tayabas y Calamianes dejaban de contri-buir con este artículo universal y lo hacían con productos alternativos.Así, en Ilocos se entregaba arroz limpio, en Tayabas aceite de coco ybrea, y en Calamianes cera. El caso de Cavite resulta excepcional alestar la economía muy monetizada por los salarios de los astilleros yel entorno del galeón, por lo que los pagos se ejecutaban siempre enmetálico. El segundo producto de mayor empleo en el pago del tribu-to era el arroz limpio, con dos grandes provincias proveedoras, Panga-sinan e Ilocos, que sobrepasaba ligeramente los 275 mil cabanes de 22,5gantas. A continuación, se situaban los textiles procedentes de laindustria rural doméstica, como las mantas de algodón de Ilocos, cuyonúmero ascendía a casi seis mil; los lompotes11 (casi cinco mil brazas,exclusivamente pagadas por Cebú); los medriñaques12 (más de tres mil

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10 Como en el estudio de algunas otras áreas del antiguo Imperio español, en las Filipinas se ha utilizado el tributo como indicador de la evolución de la población. Véaseal respecto un estado de la cuestión en Michael Cullinane, “Accounting for Souls: Ecclesiastical Sources for the Study of Philippine Demographic History”: Daniel F.Doeppers/Peter Xenos (eds.), Population in History. The Demographic Origins of theModern Philippines (Quezon City 2000), pp. 281–346.

11 Tejidos de algodón; según Joaquín Martínez de Zúñiga, Estadismo de las islas Filipinas o mis viajes por este país, vol. II (Manila 1897), pp. 88 y 95. También se losconocía con el nombre de gasas de Cebú.

12 Escrito a veces mendriñaques y medinaques: tejidos de abacá sin listar. Los lista-dos llevaban trama de algodón y urdimbre de abacá; según el P. Francisco Colín, Laborevangélica de los Obreros de la Compañía de Jesús en las Islas Filipinas por el Padre[...], Pablo Pastells (ed.), vol. I (Barcelona 1900–1902 [1660]), p. 39. Según el P. PedroChirino, História de la província de Filipines de la Companyia de Jesús, 1581–1606,Jaume Gorriz (ed.) (Barcelona 2000 [1610]), p. 82, eran telas bastas; y para Juan Grau yMonfalcón, “Memorial dado al Rey en su Consejo de Indias”: Luis Torres de Mendoza(ed.), Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y orga-nización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias, por [...] (Madrid 1886), p. 380,eran “telas fuertes de algodón, de que también se hacen medias”.

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piezas de cuatro brazas, procedentes de Leyte, Antique, Isla deNegros, Cebú y Caraga); las guinaras13 (casi 2,5 miles de piezas decuatro varas, todas ellas de Iloilo); el abacá en hebra (1,8 miles dechinantas,14 de Antique y sobre todo de Mindoro); las taficiras15 (640piezas de a cuatro varas, de Iloilo); las calcetas bastas (160 pares); lasmedias de algodón (37 pares), manufacturadas estas dos últimas enCebú; y manteles (80 piezas), procedentes de Iloilo. El resto de pro-ductos con los que se pagaba el tributo eran alimentos, como el aceitede coco (Tayabas y Leyte), el vino y vinagre de la tierra (Pampanga),el pan de maíz o borona (Zebú); y productos como la brea (Tayabas),el oro en polvo (Caraga, Ilocos y Pangasinan) y la cera (Zebú, Cama-rines y Albay).16 Véanse en el mapa adjunto los límites de las provin-cias filipinas tras la incorporación de las encomiendas a la Corona acomienzos del siglo XVIII.17

Sin embargo, del conjunto de los más de 100 mil pesos a que ascen-día el tributo a fines del siglo XVII había que sustraer todos aquellosgastos que comportaba la financiación de las provincias (cuadro III), enespecial los inherentes a la evangelización de las islas, que suponían un87,7% del total del gasto, los de administración (11,1%) y otros (1,2%).

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13 También llamadas sinimays: tejidos ordinarios de abacá. Véase Tomás de Comyn,Estado de las Islas Filipinas en 1910, brevemente descrito por [...] (Madrid 1820), apén-dice 3; y Manuel Buzeta/Felipe Bravo, Diccionario geográfico, estadístico, histórico delas Islas Filipinas, vol. I (Manila 1850), p. 28. Se tejían guinaras rayadas y de colores;según Feodor Jagor, Viajes por Filipinas (Madrid 1875), p. xvii. En los siglos XVIII yXIX solían denominarse nipis. Eran usadas generalmente para confeccionar camisas quese manufacturaban en Camarines, Albay, Samar, Iloilo y Tondo. AGI, Filipinas, 732.

14 Unidad de peso, equivalente a unos 6,5 kg.15 Otra de las variedades de tejido, cuya exacta naturaleza no se ha podido estable-

cer. Era común en el siglo XVII, y como tal aparece documentado en los registros de losnavíos portugueses procedentes de Asia.

16 La información sobre los productos en que se pagaba el tributo está extraída tam-bién de AHN, Consejos, leg. 21.022.

17 Fuentes: Para la denominación y límites de las provincias: AGI, Contaduría, 1279,ff. 141–154; y Buzeta/Bravo, Diccionario geográfico (nota 13), passim. La parte grá-fica es del Servicio Histórico Militar/Servicio Geográfico del Ejército, Cartografía y re-laciones históricas de Ultramar, tomo X, Filipinas (Madrid 1996), núms. 127 y 139. Ela-boración propia.

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CUADRO IIIGASTOS DEL TRIBUTO EN 1697

Pesos de a 8 Porcentajes

Doctrineros 77.060,9 87,7

Conductores 4.545,2 5,2

Derechos cobro 1.978,2 2,2

Sueldos de alcaldes 3.300,0 3,7

Hospitales 1.049,0 1

Totales 87.933,3 100,0

Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.

Cobran aquí particular significado las palabras del fiscal de la Audien-cia de Manila, Francisco Leandro de Viana, cuando señalaba que “sóloel estado eclesiástico, o por mejor decir, las religiones, utilizan y per-ciben casi todo el producto de los tributos”.18

El producto líquido que suministraba el tributo e ingresaba la admi-nistración quedaba así muy disminuido, como también podemos apre-ciar en el siguiente cuadro.

CUADRO IVLÍQUIDO DEL TRIBUTO EN 1697

Pesos de a 8 % sobre bruto

Metálico 7.038,5 9,1

Especie 6.139,7 25,2

Total 13.178,2 13,1

Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.

Del metálico ingresado – más de 76 mil pesos –, tan sólo resultaba unsaldo de algo más de siete mil, lo que suponía el 9,1% de la partida

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18 “Demostraciones de lo que contribuyen a SM los naturales de las Islas Filipinas”(Manila 1766): Archivo de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, Historia ci-vil de Filipinas, tomo 3, doc. 15. Según los cálculos de Viana, el porcentaje del tributoque ingresaban los curas doctrineros alcanzaba un 74,8%, una cifra que a la luz de la evi-dencia empírica resulta contraída.

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inicial. El descenso no era tan drástico en los productos pagados enespecie que ascendían a seis mil (25,2%) de los más de 24 mil pesosingresados. En conjunto, de los 101 mil pesos brutos recogidos enmetálico y especie, la recaudación neta quedaba reducida a algo másde trece mil, una cantidad casi ocho veces menor.

Sin embargo, el saldo sería inferior a comienzos del siglo XVIII, loque significa que se ejecutaría todavía más gasto en las provincias. Setrataba del coste de las operaciones militares, especialmente relevantesen las Bisayas y Mindanao, que no eran exclusivamente gastos del tri-buto y que aparecen en las contabilidades de las Cajas provinciales,como veremos.

LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO A FINES DE LOS AÑOS 30

Para finales de los años treinta del siglo XVIII disponemos de otrotipo de fuente, aunque no tan abundante en información como la quenos proporcionan las probanzas del juicio de residencia del goberna-dor Cruzat. En estos documentos tan sólo figuran el número de tribu-tos, su importe en dinero, arroz y otras especies, el gasto efectuado yel líquido recibido por las Cajas de Manila.

CUADRO VCOMPOSICIÓN DEL TRIBUTO EN 1739

(TRIBUTOS EN UNIDADES; EL RESTO EN PESOS DE A 8)

Unidades/ Pesos Porcentajes

Número de tributos 104.054

Ingreso bruto en dinero 134.999 97,3%

Ingreso bruto en arroz y otros productos 3.610 2,7%

Total ingreso bruto 138.609 100,0%

Gasto efectuado en las provincias 93.822

Ingreso líquido19 44.787

Fuente: Museo Naval (Madrid), Ms. 1667, doc. 9.

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19 El líquido ingresado suponía una cantidad algo menor debido a las primeras li-quidaciones en cuenta abierta.

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Si comparamos el cuadro con los anteriores, comprobamos que hasta1739 los gravámenes correspondientes a la Corona habían crecido deforma respetable (pasaban de más de 66 mil a 104 mil unidades, esdecir, se multiplicaban por el factor 1,6), lo que se explica por lareducción de las encomiendas particulares. Sin embargo, aunque conlas reservas advertidas, resulta más espectacular comprobar una mayormonetización en el pago, que en gran medida tenía que ver con un avance en la mercantilización de la economía en el siglo XVIII: mien-tras que a fines del siglo anterior se pagaba un 76,0% en dinero, a fina-les de los años 30 ya era el 97,3%. Por su parte, el gasto efectuado enlas provincias con los recursos del tributo se elevaba a algo más de 93mil pesos, lo que equivale a un 67,6% del bruto ingresado, un descen-so porcentual significativo frente al 86,9% que suponían los 87 milpesos de fines del siglo XVII (véase más adelante el cuadro VII). Setrata de algo que tiene mucho que ver con los intentos de las Cajas deManila por desplegar un mayor control sobre las Haciendas provin-ciales conforme aumentaba y mejoraba su recaudación.

LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO HACIA FINES DEL SIGLO XVIII

La primera mudanza que se produjo en la segunda mitad del siglo fueel significativo aumento de la recaudación (cuadro VI), aunque este esun tema que veremos aparte, al contar con fuentes específicas.

CUADRO VICOMPOSICIÓN DEL TRIBUTO EN 1794 (EN UNIDADES Y PESOS DE A 8)

Número de tributos 251.989

Ingreso bruto en dinero, arroz y otros productos 327.758

Gasto efectuado en las provincias 138.858

Líquido ingresado 186.899

Fuente: Museo Naval (Madrid), Ms. 1576, doc. 18.

Una segunda lectura, sin embargo, resulta aún más reveladora porqueconfirma la tendencia observada en la primera mitad del siglo: el gastoejecutado en las provincias hasta 1794 bajaba al 42,3% (cuadro VII).

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CUADRO VIIGASTOS EXTRAÍDOS DEL TRIBUTO Y EJECUTADOS EN LAS PROVINCIAS

Años Pesos % sobre ingreso bruto1697 87.933 86,91739 93.822 67,61794 138.856 42,3

Fuentes: AHN, Consejos, leg. 21.022 (para 1697); Museo Naval, Ms. 1667, doc. 9 (para1739); y Museo Naval, Ms. 1576, doc. 18 (para 1794).

En otras palabras, se aprecia la tendencia de que conforme aumentabael ingreso por tributo disminuía el porcentaje del gasto en provincias.Respecto a los niveles de monetización del gravamen, que de algúnmodo revelan los de la economía, las fuentes disponibles no propor-cionan ninguna evidencia, aunque no resulta temerario suponer quehacia fines del siglo XVIII se mantendrían y aún superarían los de losaños 30, que ya habían sido muy altos, especialmente en las demarca-ciones próximas a la capital, que eran además las áreas de un mayornúmero relativo de contribuyentes.

El impuesto ingresado, como vimos, no suponía su inclusión físicaen las Cajas centrales de Manila, aunque sí lo hacía en términos con-tables. Desde principios del siglo XVII, especialmente cuando comen-zaron a crecer de manera notable los situados mexicanos para finan-ciar las guerras con Holanda en el Pacífico, la gestión del tributo habíasido transferida a las Cajas territoriales, administradas por los alcaldesmayores y corregidores. Allí servía para financiar los costes de evan-gelización (uno de cada cinco tributos, más una cuarta parte del situa-do real), de administración (conducciones del producto a la cabecerade provincia, cobranzas y sueldos de alcaldes) y de defensa (donativode Zamboanga y tres cuartos del situado real). Para el siglo XVIII se revela en mayor grado esta evidencia porque disponemos de una fuente de información hasta ahora no utilizada: las liquidaciones querealizaban los alcaldes mayores y corregidores a las Cajas de Manilaen las que figuran las cuentas de las Cajas territoriales.20

103El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina

20 AGI, Filipinas, legs. 874–878, años 1759–1830.

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Se trata de las “relaciones juradas”,21 presentadas por las autorida-des provinciales durante los años de su mandato, que eran fiscalizadaspor los funcionarios del Tesoro de Manila.22 La información apareceorganizada por provincias, pero resulta insuficiente en la medida enque algunos alcaldes y corregidores nunca pudieron enviar las cuentasa su destino.23 Sin embargo, constituye un buen indicador de lo real-mente recibido en cada momento por la Hacienda central.

En toda relación jurada existía un “cargo” y una “data”. El primeroestaba integrado por los ingresos del tributo de cada doctrina según elpadrón provincial, y otros conceptos menores. La data estaba confor-

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21 El título es del siguiente tenor: “Cuenta y relación jurada en cargo y data que yodon [...], alcalde mayor que acabo de ser de la provincia de [...], doy a la contaduría ma-yor del Real tribunal y Audiencia de cuentas de estas islas del Real haber y demás ramosque administré en dicha provincia correspondiente a los años de [...], cuya formación ar-reglada a los documentos que cita es la siguiente”. Finalizaban con algo similar a esto:“De forma que importando el cargo [...] y la data [...] resultan en mi contra y a favor dela Real Hacienda [...]. Y juro a Dios nuestro señor y a esta señal de la cruz ser ciertas yverdaderas las partidas contenidas en esta cuenta, como los documentos a que se refie-ren, salvo yerro de pluma o suma, y si lo contrario pareciere me obligo a la pena esta-blecida por leyes y ordenanzas.” AGI, Filipinas, 875.

22 Los oficiales de las Cajas de Manila cotejaban las cuentas – que estaban sobredi-mensionadas en las datas y rebajadas en los cargos – con las facturas y corregían una auna las partidas. Son los “pliegos de reparos”. A los alcaldes mayores y corregidores seles practicaban “pliegos de consistencia, resultas y reparos”, por “cargar de menos o demás”, “por equivocación” o “mala suma”. En el expediente de don Fernando Araya, al-calde mayor de Albay entre 1764 y 1769, los funcionarios de las Cajas de Manila seña-laron lo siguiente: “en cuya conformidad, habiéndose averiguado con toda prolixidad di-chos estipendios, para vencer la dificultad de la confusión y desorden con que se hallansus documentos con motivo a traerlos todos compuestos de recibos de partidas dadas acuenta, se encuentra debérsele abonar los citados seiscientos setenta y dos pesos, cuatrotomines y nueve granos.” AGI, Filipinas, 875. Al alcalde mayor don Domingo Hurtadode Saracho, también de la provincia de Albay en 1770, se le hace un “pliego de consis-tencias, resultas y reparos que producen de la cuenta de los ramos de la Real Haciendade la provincia de Albay correspondiente al año de 1770”. Son “partidas aumentadas decargo”, “partidas testadas de la data”, “partidas aumentadas en la data”, “reparos” y “ad-vertencias”. AGI, Filipinas, leg. 875.

23 La razón de que no aparezca completa no deriva tanto de que los documentos ha-yan desaparecido, como de que nunca fueron entregados por los alcaldes: o porque fal-lecían en el ejercicio de su empleo y no se realizaba su liquidación, o porque se extravia-ban sus papeles en la propia alcaldía. En todo caso, las liquidaciones existentes eran lasque garantizaban el tributo recaudado oficialmente y constituyen por lo tanto un buen in-dicador del ingreso por este concepto.

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mada por los estipendios transferidos a los curas doctrineros (lo queconstituía el porcentaje más elevado); bandalas o compras forzadas alos indígenas (repartimientos de dinero);24 gastos de transporte delproducto; sueldos del alcalde mayor; los descubiertos de los “cabezasde barangay” – a quienes se condenaba a trabajos forzados en la sinies-tra fundición de Manila –; los gastos de represión del contrabando;construcción de obras públicas; cortes de maderas; sueldos y racionesde guarniciones “para contener los negros infieles”; vestuario de latropa; y una variada panoplia. Las contabilidades se extendían, por logeneral, a los tres años que duró el mandato del alcalde mayor o co-rregidor, aunque algunas podían ampliarse a dos y más trienios conse-cutivos, a veces truncados por la muerte del funcionario real. En elcuadro VIII podemos ver algunos ejemplos para la provincia de Albay.

CUADRO VIIIALGUNOS EJEMPLOS DE RELACIONES JURADAS PRESENTADAS EN LA

HACIENDA DE MANILA POR LOS ALCALDES MAYORES DE ALBAY

Alcalde mayor o Periodo del Cargo en Data encorregidor mandato pesos pesos

Antonio de Arburu 1760–1762 24.931 29.865

Fernando Araya 1764–1769 54.149 57.530

Domingo Hurtado de Saracho 1770 10.924 9.842

Joaquín Gamboa 1771–1774 47.310 44.200

Nicolás García 1778–1781 43.936 42.145

Juan Durán 1781–1783 39.658 41.995

Andrés de Nava 1784–1789 85.001 96.004

Alexo Rodríguez 1790–1794 81.563 80.393

José Pascual de Huertas 1794–1799 61.649 55.854

Manuel Garay 1799–1805 124.044 123.136

Fuente: AGI, Filipinas, leg. 875.

105El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina

24 La institución del repartimiento (de mercancías y de dinero) en el Imperio es-pañol dispone de una amplia literatura especializada, sobradamente conocida. Una úl-tima contribución que ofrece un estado de la cuestión y presenta nuevas perspectivas de análisis es la de Margarita Menegus, El repartimiento forzoso de mercancías en México,Perú y Filipinas (México, DF 2000).

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Las diferencias entre el cargo y la data – el saldo –, que constituíancantidades en general módicas, eran lo único ingresado en las Cajascentrales. Pero, a veces, ni siquiera llegaban a abonarse si hemos deconsiderar la protesta que realizaban como posdata los oficiales realescuando transcribían en los documentos de cargo la exigüidad de lodevengado por tributo.25 Sin embargo, conforme avanzaba la centuriay tras las reformas efectuadas en los años cuarenta, estas cantidadescomenzaban a ser crecidas, una situación bien visible en las contabili-dades de la Hacienda central a partir de los años setenta. Como re-sumía en 1801 los oficiales reales de las Cajas de Manila en un infor-me a sus superiores de la Nueva España,

“[...] el ramo de tributos se cobra en dinero [y en] diferentes géneros y granos, que seconsumen en proveer los presidios, raciones de tropas de esta plaza y la de Caviteempleados en su Arsenal, velamen y carenas de los buques del Rey y suelen vender-se cuando no son precisos para las atenciones del servicio”.26

LA EVOLUCIÓN DE LA RECAUDACIÓN TRIBUTARIA

EN EL SIGLO XVIII

El cuadro IX, que nos ofrece la evolución de las magnitudes del tri-buto entre 1690 y 1799, nos proporciona también alguna lectura deinterés, pese al inconveniente que presentan las fuentes utilizadas ensu elaboración: mientras que disponemos de una información excep-cional hasta 1761 – los registros anuales de la contaduría de las Cajascentrales de Manila –, las modificaciones experimentadas por la admi-nistración de la Hacienda a partir de 1762 (fecha de la ocupacióninglesa) no permiten la continuidad de estas cifras, que han de buscar-se en informaciones alternativas y que no disponen de variables homo-géneas para poder comparar con algún rigor.

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25 Véase el texto que corresponde a la nota 21.26 Archivo General de la Nación (México), Filipinas, vol. 40, exp. 4, fol. 49.

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CUADRO IX. EVOLUCIÓN DEL TRIBUTO INDÍGENA

EN LAS ISLAS FILIPINAS, 1690–1799

Número Reservas Total Valor Situado TotalAño tributos tributos pesos pesos

1690 Corona 35.788 1.157 34.631 34.631 8.657 43.288

Encom. 52.724 656 52.068 52.068 13.017 65.085

Totales 88.512 1.813 86.699 86.699 21.674 108.373

1695 Corona 56.837 1.247 55.590 55.590 13.898 69.488

Encom. 41.730 520 41.210 41.210 10.302 51.512

Totales 98.567 1.767 96.800 96.800 24.200 121.000

1700 Corona 57.835 1.245 56.590 56.590 14.147 70.737

Encom. 41.730 520 41.210 41.210 10.302 51.512

Totales 99.565 1.765 97.800 97.800 24.449 122.249

1705 Corona 57.837 1.247 56.590 56.590 14.147 70.737

Encom. 43.883 536 43.347 43.347 10.837 54.184

Totales 101.720 1.783 99.937 99.937 24.984 124.921

1710 Corona 70.710 1.024 69.686 69.686 17.421 87.107

Encom. 44.719 482 44.237 44.237 11.059 55.296

Totales 115.429 1.506 113.923 113.923 28.480 142.403

1715 Corona 79.996 814 79.182 79.182 19.795 98.977

Encom. 44.979 485 44.494 44.494 11.124 55.618

Totales 124.975 1.299 123.676 123.676 30.919 154.595

1720 Corona 80.143 961 79.182 79.182 19.795 98.977

Encom. 42.471 457 42.014 42.014 10.503 52.517

Totales 122.614 1.418 121.196 121.196 30.298 151.494

1725 Corona 91.746 990 90.756 90.756 22.689 113.445

Encom. 34.746 373 34.373 34.373 8.593 42.966

Totales 126.492 1.363 125.129 125.129 31.282 156.411

1730 Corona 97.463 1.051 96.412 96.412 24.103 120.515

Encom. 28.829 308 28.521 28.521 7.130 35.651

Totales 126.292 1.359 124.933 124.933 31.233 156.166

1735 Corona 102.030 1.101 100.929 100.929 25.232 126.161

Encom. 24.262 259 24.003 24.003 6.001 30.004

Totales 126.292 1.360 124.932 124.932 31.233 156.165

1740 Corona 103.598 1.118 102.480 102.480 25.620 128.100

Encom. 22.578 243 22.335 22.335 5.583 27918

Totales 126.176 1.361 124.815 124.815 31.203 156.018

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Número Reservas Total Valor Situado TotalAño tributos tributos pesos pesos

1745 Corona 171.297 1.859 169.438 169.438 42.359 211.797

Encom. 22.015 236 21.779 21.779 5.445 27.224

Totales 193.312 2.095 191.217 191.217 47.804 239.021

1750 Corona 174.880 1.898 172.982 172.982 43.245 216.227

Encom. 20.849 223 20.626 20.626 5.156 25.782

Totales 195.729 2.121 193.608 193.608 48.401 242.009

1755 Corona 176.448 1.917 174.531 174.531 43.632 218.163

Encom. 18.682 202 18.480 18.480 4.620 23.100

Totales 195.130 2.119 193.011 193.011 48.252 241.263

1760 Corona 190.159 2.047 188.112 188.112 47.028 235.140

Encom. 18.392 196 18.196 18.196 4.549 22.745

Totales 208.551 2.243 206.308 206.308 51.577 257.885

1799 Corona 312.251 – 312.251 312.251 78.062 390.313

Encom. 0 – 0 0 0 0

Totales 312.251 312.251 312.251 78.062 390.313

Fuentes: AGI, Contaduría, 1250, ff. 847–865; Contaduría, 1255, ff. 81–91; Contadu-ría, 1258, ff.123–132; Contaduría, 1262, ff. 115–127; Contaduría, 1266, ff. 130–146;Contaduría, 1274, ff. 130–147; Contaduría, 1279, ff. 141–154; Buzeta/Bravo, Diccio-nario geográfico (nota 13), vol. II, p. 52.

Lo primero que llama la atención de la lectura de las cifras es el ele-vado nivel de recaudación alcanzado por el gravamen, independiente-mente de que una parte del líquido se desviase a rentistas privados,algo que se amortiguaría hasta llegar a desaparecer en el transcurso dela centuria. Los guarismos se sitúan entre un mínimo de 108 mil pesospara finales del siglo XVII y un máximo de 390 mil pesos a finales delXVIII, cantidades que se han de calificar de extraordinarias para unárea marginal del imperio, muchas veces definida como deficitaria entérminos de fiscalidad.

Si nosotros comparamos estas cifras con las que nos ofrecen lasCajas de Manila, las evidencias son aún más contundentes. Seleccio-nemos aleatoriamente algunos años: en 1690, por ejemplo, los ingre-sos de la Hacienda central habían sumado algo más de 403 mil pesos.Si dejamos de lado lo remitido por México (el situado), el mayor com-ponente del cargo, el almojarifazgo, apenas alcanzaba los 30 mil pesos,mientras que los tributos equivalían a 108 mil pesos (aunque sólo aparecen tres mil pesos registrados en la contabilidad central). Si

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ahora nos trasladamos a 1740, el total ascendía a casi 390 mil pesos; el mayor componente del cargo, también el almojarifazgo, sobrepasabalos 50 mil pesos, mientras que los tributos rebasaban los 150 milpesos. En 1760 el ingreso total se elevaba a 523 mil pesos mientras queel tributo alcanzaba los 257 mil pesos, y sólo 35 mil pesos el impuestoque más recaudaba. Si nos trasladamos a 1800, ejercicio en el que elingreso se situaba en los 2,2 millones de pesos, el mayor capítulo delcargo era constituido por los estancos (287 mil pesos) mientras que lostributos se elevaban a casi 400 mil pesos, de los que sólo figuraban enla contabilidad unos 138 mil pesos.27 Esto significa que el tributo cons-tituía, durante gran parte del periodo colonial, el impuesto de mayorpeso para la economía de las islas, una realidad que ha pasado des-apercibida entre los investigadores porque sus cifras no quedabanregistradas en la contabilidad de las Cajas de Manila sino en las de lasprovincias.

Si comparamos para el mismo periodo el comportamiento del gra-vamen filipino con el de las grandes regiones del Imperio americano,el resultado resulta también sorprendente: en el virreinato mexicano,el tributo indígena constituía tan sólo un 4,4% de los ingresos totales,ocupando un discreto quinto lugar tras los estancos, la minería, lospréstamos y el comercio;28 respecto al virreinato del Perú, la propor-ción era ya de un 10,7%, situándose en segundo lugar;29 finalmente, enel Alto Perú alcanzaba un 43,1%, ocupando el primer lugar entre losingresos totales.30 El modelo tributario filipino se asemeja, pues, al delas áreas no productores de metal precioso en el conjunto del Imperio.

Una parte de la información del cuadro IX ha servido para confec-cionar el gráfico I, en el que se aprecian mucho mejor los cambiosexperimentados por los ingresos tributarios en el largo plazo. El cam-

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27 Las referencias a las cifras anteriores de las Cajas de Manila, en AGI, Contaduría,1247–1280B y AGI, Filipinas, 859–868. Véase también Luis Alonso Álvarez, “Sobre lanaturaleza de la fiscalidad imperial en las islas Filipinas, 1565–1804: Lugares comunesy evidencias empíricas”: Ernest Sánchez Santiró/Luis Jáuregui/Antonio Ibarra (coord.),Finanzas y política en el mundo iberoamericano: del Antiguo régimen a las naciones in-dependientes (México, DF 2001), pp. 77–114.

28 Elaboración propia sobre datos de Herbert S. Klein, Las finanzas americanas delImperio español 1680–1809 (México, DF 1994), pp. 88–132.

29 Ibidem, pp. 30–64.30 Ibidem, pp. 65–87.

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GRÁFICO IINGRESOS POR TRIBUTO EN LAS ISLAS FILIPINAS, 1690

(EN PESOS DE A 8 REALES Y SIN INCLUIR EL DONATIVO DE ZAMBOANGO)

Fuentes: véase cuadro IX.

bio del siglo XVII al XVIII coincide con el declive de las encomien-das particulares que desde comienzos de los años 90 proporcionabanya menos ingresos a sus tenedores que las pertenecientes a la Corona.Hacia la década de los veinte y los treinta se observa un mayor dete-rioro en esta relación, efecto sin duda de los decretos que las sentenci-aban definitivamente a la extinción.31 En 1760 tan sólo se manteníauna docena de encomiendas privadas propiamente dichas; el resto fuereasignado por la Corona a instituciones de enseñanza, hospitales ymonasterios, entre otros el colegio de San Ignacio, el monasterio deSanta Clara, el hospital de San Lázaro, los colegios de huérfanos deSan Juan de Letrán y de doncellas de Santa Potenciana, la religión deSan Juan de Dios, el colegio de Santa Isabel y algún otro.32

110 Luis Alonso Álvarez

31 Reales órdenes de 23 de noviembre de 1718, 12 de julio de 1720 y 31 de agostode 1721, en: Manuel Joseph de Ayala, Diccionario de Gobierno y legislación de Indias,vol. V (Madrid 1988–1996), pp. 356–357.

32 AGI, Contaduría, 1280B.

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El crecimiento de los tributos de la Corona, y con ellos el conjunto,resultaba moderado hasta los años cuarenta: crecía sólo a un ritmo deun 4,4% quinquenal. Sin embargo, la reforma efectuada por el oidordon Pedro Calderón Henríquez – que recuperó el procedimiento derecaudación de cuenta abierta, como vimos – dispara la curva haciaarriba con una subida del 34,8% entre 1740 y 1745. No obstante, vuel-ve a estancarse entre 1745 y 1760 (crecimiento quinquenal de 1,8%),para remontarse desde entonces hasta final de siglo con una mediaquinquenal del 5,7%. Sin embargo, el gráfico únicamente nos aporta latendencia, no las fluctuaciones, para este periodo final del que sóloconocemos las cifras extremas.

GRÁFICO IIINGRESOS POR TRIBUTO EN LAS CAJAS DE MANILA, 1690–1800

Fuentes: AGI, Contaduría, 1247–1291; AGI, Filipinas, 858–871 y 875

Para compensar esta laguna, se ha construido el gráfico II, basado enlas cifras oficiales del tributo que aparecen en la contaduría de laHacienda de Manila, a las que se ha superpuesto el epígrafe de alcan-ces, que, según la propia información de los oficiales reales, resulta-ban de los descubiertos (diferencias negativas entre lo ingresado y logastado) de los alcaldes mayores y corregidores al realizar su balance

111El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina

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provincial. Pese a que la primera variable aparece distorsionada leve-mente hacia arriba por la inclusión del ramo de vagabundos y lasegunda por incluir tan sólo las liquidaciones de los recaudadores alTesoro – por tanto desaparecen los costes de la administración territo-rial –, el gráfico presenta la ventaja de cubrir todo el periodo. Conestas salvedades, observamos en primer lugar que el efecto de lareforma de Calderón Henríquez se aprecia algo más tarde (entre 1745y 1750), para caer luego el ingreso debido a la invasión inglesa deManila (1762–1763) y la gran revuelta indígena de las provincias delnorte de Luzón.33 También podemos observar cómo se produjo unarecuperación cuando se aplicó en Filipinas el programa de la Ilustra-ción a partir de los años 80, que mejoró la eficiencia de la recaudación,especialmente en estancos (tabaco y licores) y tributos – nótese quedesde los años 90 no existen ya alcances contra los alcaldes y corregi-dores –, que convertiría el Tesoro filipino en autosuficiente tras laemancipación mexicana en las primeras décadas del siglo XIX.34

TRIBUTO, HACIENDA Y ECONOMÍA

Los resultados que aquí son presentados coinciden en gran parte conlo ya investigado para el caso mexicano.35 No en vano las Filipinasconstituían un territorio que dependía administrativamente de laNueva España, pese a la gran autonomía que no sólo la distancia geo-gráfica otorgaba a sus gobernadores. No entraré entonces en la con-sideración de sus semejanzas para poder subrayar aquellas diferenciasque revelan en mayor medida la identidad filipina. Entre ellas, pues, seha de señalar en primer lugar que el tributo constituía el mayor grava-men que existió en las islas hasta la imposición del estanco del taba-

112 Luis Alonso Álvarez

33 Además de los factores señalados se pueden incluir la epidemia de viruela de1761, las guerras contra los “moros” del sur y la “pérdida” de 4.000 campesinos tributa-rios en Bohol. Véase Josep Maria Fradera, Filipinas, la colonia más peculiar. La Ha-cienda pública en la definición de la política colonial, 1762–1868 (Madrid 1999), p. 165.

34 Ibidem, pp. 191 y ss.35 Véase Miranda, El tributo indígena en la Nueva España durante el siglo XVI

(México, DF 1952), pp. 22–23.

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co,36 gravámenes que recaían ambos directamente sobre las econo-mías campesinas. Sin ningún género de duda, desde la perspectiva de laHacienda, fueron los campesinos indígenas quienes contribuyeron enmayor medida a sostener el dominio español en Asia. Y esto, que a lavista de las cifras constituye una obviedad, lo hemos olvidado con fre-cuencia, seducidos por el espejismo de la ayuda fiscal novohispana (elsituado) y obstinados en mantener esta ficción.37 Por ello resulta difí-cil sostener que el Tesoro filipino era una institución dependiente desubsidios. Como había señalado Grau y Monfalcón en su memorial alrey Felipe IV en el momento más dramático de las guerras con Holan-da, “Majestad […], las Filipinas por sí gastan menos de lo que contri-buyen”.38 He intentado explicar esta confusión en otra parte, a dondeme remito para mayores detalles.39

Resulta también una novedad señalar cómo el tributo facilitó latransición de una economía de autoconsumo a una economía comer-cial con mayores niveles de monetización. Esto fue posible en la me-dida en que el gravamen forzó a los campesinos indígenas a suminis-trar alimentos, textiles y pertrechos, o a vender su fuerza de trabajopara el sistema del galeón y los colonos, inputs sin los cuales difícil-mente hubiesen podido sostenerse la posición intermediaria entre Asiay América y con ella la presencia española. El mecanismo que facilitóesta conexión entre la Hacienda, la economía agraria interna y la exte-rior del galeón – el bandala system – tuvo su centro neurálgico en lasfiguras de los alcaldes mayores y corregidores. Como en Indias,alcanzaban su empleo cargados de deudas – compra del cargo, fianzasy primeras inversiones en productos comerciales –, que necesitabanreintegrar en un tiempo muy breve (tres años), y construir su pequeño

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36 Sobre el estanco del tabaco, véase Edilberto C. de Jesus, The Tobacco Monopolyin the Philippines. Bureaucratic Enterprise and Social Change, 1766–1880 (Manila1980).

37 Véase Leslie E. Bauzon, Deficit Government. Mexico and the Philippine Situado,1606–1804 (Tokyo 1981). El autor sostiene la tesis de una Hacienda asistida por Méxi-co ante la escasez de los recursos fiscales de las islas. Las evidencias aportadas, sin em-bargo, proceden de documentos del último tercio del siglo XVIII. Una atenta lectura delas fuentes tributarias de los siglos XVI y XVII no permite defender resultados tan con-tundentes. Véase al respecto Alonso Álvarez, “Sobre la naturaleza de la fiscalidad impe-rial” (nota 27), pp. 77–114.

38 Grau y Monfalcón, “Memorial” (nota 12), p. 430.39 Alonso Álvarez, “Sobre la naturaleza de la fiscalidad” (nota 27).

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capital, entre tanto, para gastos del juicio de residencia y alcanzar avivir de rentas, algo que también he intentado evidenciar en otraparte.40 Como señalaba, cargado de razones, el residenciado alcaldemayor de Cebú entre 1785 y 1787, don Pedro Flores, cuando la justi-cia le exigía el cumplimiento de la ley:

“Pues se me permite el lícito comercio sin incurrir en pena alguna […] medianteciento ochenta pesos que están regulados a esta provincia; luego si no me valgo deestos arbitrios, será preciso salga sin alcances, sin poder dar cumplimiento a las car-gas y pensiones que trae consigo este empleo y la grande responsabilidad del cre-cido número de tributos que tiene esta provincia con otros trabajos anexos al ofi-cio”.41

Alcaldes y corregidores integraban una red comercial con los “cabezasde barangay” que cubría todas las provincias y que se apoyaba en trespilares: el tributo, que les proporcionaba el líquido necesario paraalternar sus negocios privados con la administración de los públicos;las bandalas o repartimientos de dinero, que inyectaban liquidez a laeconomía indígena de la que se obtenían mercancías a precios de tasa-ción, más baratas que en el mercado; y, finalmente, los polos, serviciospersonales que suministraban mano de obra abundante a los colonosespañoles – edificación de obras públicas, cortes de madera para laconstrucción del galeón, servicio militar y doméstico. En suma, for-zaban – violentando la propia legalidad –42 el funcionamiento de unaeconomía interna que facilitaba la existencia de todo lo demás. Al des-aparecer con la independencia de México una de las bases de la eco-nomía exterior filipina, el galeón de Acapulco, progresaba ya un mer-cado de trabajo, y un sector agrario que habría de sustituir el modelode intermediación por el de la expansión agraria hacia el interior de las

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40 Luis Alonso Álvarez, “La eficiencia del Imperio en las Filipinas coloniales,1698–1820”: Investigación Económica 223 (México, DF 1998), pp. 197–232.

41 AHN, Consejos, leg. 21.029. El residenciado alude al “indulto de comercio”, unafigura jurídica que facilitaba eludir la legislación de Indias que impedía el ejercicio delos negocios a las autoridades coloniales. Sobre el papel desempeñado por la admini-stración local, véase el excelente trabajo de Luis Ángel Sánchez Gómez, Las principa-lías indígenas y la administración española en Filipinas, 4 tomos (tesis doctoral inéditaen la Universidad Complutense, Madrid 1989).

42 Sobre esta cuestión, véase Horst Pietschmann, “Burocracia y corrupción en Hispanoamérica colonial. Una aproximación tentativa”: Nova Americana 5 (Turín1983), pp. 11–37; reproducido en idem, Mexiko zwischen Reform und Revolution. Vombourbonischen Zeitalter zur Unabhängigkeit (Stuttgart 2000), pp. 143–169.

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islas y la venta de sus producciones en el exterior. Estamos ya en losalbores del siglo XIX, cuando las nuevas mercancías, como el azúcar,los nuevos textiles (como el abacá) y, sobre todo, el tabaco, competí-an ventajosamente en el mercado internacional.43 Se presentaba laoportunidad para las áreas marginales del Imperio no productoras demetal,44 – la oportunidad del Imperio insular –, que las ataría todavíacasi un siglo a la metrópoli.

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43 Benito Legarda, After the Galleons. Foreign Trade, Economic Change and Entre-preneurship in the Nineteenth-Century Philippines (Manila 2002).

44 Josep Fontana Lázaro/José María Delgado Ribas, “La política colonial española:1700–1808”: Enrique Tándeter (ed.), Procesos americanos hacia la redefinición colo-niál, vol. IV, Historia general de América Latina (Barcelona 2000), pp. 17–31, aquí: p. 17.

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