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EL VIAJE 29-30 septiembre de 2019. Madrid-N’Djamena Todos pensábamos que ir en la fila de la salida de emergencia era lo máximo. Y nos ha- bía tocado de chiripa. Y hablo en pretérito porque, en cuanto nuestras posaderas se desplomaron en los asientos de tan golosa fila, nos dimos cuenta de LA REALIDAD. En el 737 de Air Maroc que cubre el vuelo Casablanca-Niamei-Ndjamena hay dos filas de emergencia. Y nosotros estábamos en la primera de ellas. Ni reclinación ni posibilidad de llevar nuestra bolsa de mano delante de nosotros. Pasaríamos las siguientes 7 horas (desde las 22 hasta las 5) con nuestra espalda absolutamente perpendicular al suelo. Incómodos pero con la emoción del viaje (que inhibe cualquier pensamiento negativista), disfrutamos de la viande que nos sirvieron los auxiliares de vuelo de Air Maroc, asumien- do las horas de contorsionismo que teníamos por delante. Afortunadamente, el avión (en el que no hubiera cabido ni una gallina) se vació conside- rablemente en Niamei, así que cambiamos de sitios y pudimos descansar algo más de una hora seguida. No nos imaginábamos cuán importante sería esa hora... Después del típico numerito en el aeropuerto de NDjamena, por fin llegamos a Kabalaye, donde pudimos descansar dos horitas para empezar nuestro “día de furia”. Trámite de pasaportes: 3 horas. Microsiestas en la sala de espera del Vicecónsul. Por fin emprendemos el viaje hacia Bébédjia. Julia y yo convertidas en siamesas en el asiento del copiloto (donde cabe una persona de tonelaje considerable o un par de fi- deos). Rocío, Javier y JoseLuis, fundiéndose en los de atrás. El contacto continuado de la cara lateral de brazos y piernas va dibujando un cerco de sudor cada vez más amplio. A unos 30 kilómetros de la capital, Jean Paul (el conductor de la pickup) escucha un rui- do metálico golpeando el asfalto (Impresionante. Como si lo hubiera estado esperando el tío). Nuestro primer momento de arcén, la búsqueda de una arandela de unos 6 cm de diámetro en la carretera. La encuentra y nos explica que va a tener que reparar la avería. Nos acerca a 10 por hora al siguiente pueblo y nos deja aparcados bajo un árbol (gracias a Dios) mientras se sube en una moto que le acerca a la capital donde tiene que comprar una arandela nueva (la primera de muchas) y encontrarse con el primero de una sucesión de mecánicos. Es curioso verlos trabajar. Llegan con un zurrón sucio lleno de piezas, piececillas y he- rramientas y, en dos minutos tienes una liada de cuidado. Tanto es así que piensas que es imposible que vuelvan a acertar con el montaje. Y cuando sobran piezas...malo. Creo que fueron 3 horas las que estuvimos bajo el árbol. Con todisimos sus minutos, rodeados

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EL VIAJE 29-30 septiembre de 2019. Madrid-N’Djamena

Todos pensábamos que ir en la fila de la salida de emergencia era lo máximo. Y nos ha-bía tocado de chiripa. Y hablo en pretérito porque, en cuanto nuestras posaderas se desplomaron en los asientos de tan golosa fila, nos dimos cuenta de LA REALIDAD. En el 737 de Air Maroc que cubre el vuelo Casablanca-Niamei-Ndjamena hay dos filas de emergencia. Y nosotros estábamos en la primera de ellas. Ni reclinación ni posibilidad de llevar nuestra bolsa de mano delante de nosotros. Pasaríamos las siguientes 7 horas (desde las 22 hasta las 5) con nuestra espalda absolutamente perpendicular al suelo.

Incómodos pero con la emoción del viaje (que inhibe cualquier pensamiento negativista), disfrutamos de la viande que nos sirvieron los auxiliares de vuelo de Air Maroc, asumien-do las horas de contorsionismo que teníamos por delante.

Afortunadamente, el avión (en el que no hubiera cabido ni una gallina) se vació conside-rablemente en Niamei, así que cambiamos de sitios y pudimos descansar algo más de una hora seguida.No nos imaginábamos cuán importante sería esa hora...

Después del típico numerito en el aeropuerto de NDjamena, por fin llegamos a Kabalaye, donde pudimos descansar dos horitas para empezar nuestro “día de furia”.

Trámite de pasaportes: 3 horas. Microsiestas en la sala de espera del Vicecónsul. Por fin emprendemos el viaje hacia Bébédjia. Julia y yo convertidas en siamesas en el asiento del copiloto (donde cabe una persona de tonelaje considerable o un par de fi-deos). Rocío, Javier y JoseLuis, fundiéndose en los de atrás. El contacto continuado de la cara lateral de brazos y piernas va dibujando un cerco de sudor cada vez más amplio. A unos 30 kilómetros de la capital, Jean Paul (el conductor de la pickup) escucha un rui-do metálico golpeando el asfalto (Impresionante. Como si lo hubiera estado esperando el tío). Nuestro primer momento de arcén, la búsqueda de una arandela de unos 6 cm de diámetro en la carretera. La encuentra y nos explica que va a tener que reparar la avería. Nos acerca a 10 por hora al siguiente pueblo y nos deja aparcados bajo un árbol (gracias a Dios) mientras se sube en una moto que le acerca a la capital donde tiene que comprar una arandela nueva (la primera de muchas) y encontrarse con el primero de una sucesión de mecánicos.

Es curioso verlos trabajar. Llegan con un zurrón sucio lleno de piezas, piececillas y he-rramientas y, en dos minutos tienes una liada de cuidado. Tanto es así que piensas que es imposible que vuelvan a acertar con el montaje. Y cuando sobran piezas...malo. Creo que fueron 3 horas las que estuvimos bajo el árbol. Con todisimos sus minutos, rodeados

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de niños que nos miraban curiosos mientras intentaban vendernos lo que llevaban sobres sus cabezas.

Como era de esperar, primer intento de reparación fallido. De eso nos dimos cuenta cuando llevábamos algo menos de 5 kilómetros recorridos y las ruedas no respondían a las órdenes del volante. Ahí empezó nuestro segundo arcén; vimos atardecer (entre mi-crosueño y microsueño), y llegar e irse a unos 5 mecánicos que intentaban apañar la jee-peta. Corrían la las 8 de la noche cuando nos enteramos que había salido un coche desde Doba a buscarnos; eso significaba que nos encontraríamos con él hacia la 8 de la maña-na.

Por fin, un golpe de sentido común hizo que nos viniera a buscar un jeeptaxi y nos llevara de vuelta al Centro de acogida Kambalaye, en N’DJamena.

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Todo ese trámite nos llevaría unas 9 horas. Es increíble pensar que en España, antes de que te de tiempo a poner los triángulos, ya tienes a la guardia civil organizando el tráfico y en menos de una hora tienes grúa, coche de sustitución y aquí no ha pasado nada.

En el centro de acogida pudimos descansar (que no cenar, porque llegamos a las 22:30) hasta emprender, de nuevo, un viaje (apretadillo también) que duraría 12 horas. Miras el salpicadero en un intento de calcular cuánto tiempo tardaremos en recorrer los últimos 200 km ... y te vienes abajo, horrorizado. Nuestra velocidad de crucero es de unos 20 k/h. La carretera es un mosaico de boquetes de diámetros y profundidades diferentes pero con entidad suficiente para seguir retrasando nuestra llegada a Bébédjia.

La lumbalgia, la gonalgia, el agobio, la sed y hasta el cerco de sudor desaparecen cuan-do los árboles de la carretera se empiezan a inclinar sobre nosotros hasta convertirse en el precioso túnel verde que nos anticipa la llegada a Saint Joseph.Ya estamos en casa. Chambre 2. A dormir.

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CAL Y ARENA Bébédjia, 3 de octubre de 2019

Os escribo desde mi crisálida blanca. Aunque es nueva (tiesa total), tiene dos agujeros por donde pueden entrar los pequeños asesinos voladores. (Mamá, no te agobies que he tapado los defectos con un par de pedazos de de cinta ais-lante).

Desde mi crisálida veo la salamandra que velará mi sueño. Apago la lámpara portátil y cierro los ojos. Escucho el canto rítmico de las aves nocturnas y los murciélagos. Me dispongo a recordar el primer día.

Agridulce. Cal y arena.

Fui la última en salir del recinto de las chambres. Mientras me peleaba con el candado, alguien me llama.

- ¡Baula!

Me vuelvo. Una de las mamás adolescente del pasado viaje me mira sonriendo de oreja a oreja. - ¡Baula, Baula!- canturrea. - Georgette!Nos abrazamos, le acaricio la cara. Está igual. Dulce.

- Anais est hospitalisée?Su preciosa, sonriente y meona malnutrida era el ojito derecho de Sor Raffaella. Anaïs se abrazaba a ella como si fuera una koala. A todos se nos caía la baba con la pequeña.

La adolescente ensombrece la mirada. Me da miedo preguntar.

- Elle a décédé. ¿Cómo digerir esta noticia tan amarga? Falleció hace dos meses. No puedo dejar de pensar en cómo decírselo a Marimar, o en lo triste que se pondría Raffaela cuando se en-teró.

Nos abrazamos nuevamente y la invito a venir a verme un día al hospital. Ese día estaba de paso acompañando a una amiga.

Pronto llega mucho dulce. - ¡Paula!

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Escucho mi nombre una veintena de veces. Abrazo a mis compañeros Chadianos uno a uno. Acompañando a los achuchones, choques de manos e intercambio rápido de infor-mación.

- Ça va? La famille? Fatiguée? Bienvenue!

Cada uno de sus abrazos sinceros vuelve a recargar el “compartimento” de felicidad, tan-to que el día, a pesar de otros pequeños reveses recibidos, termina dibujando mi sonrisa típica Bébédjiana.

La cosa no va mal. El pueblo disfruta de un par de horas de electricidad, el local técnico para las baterías e inversores de la planta fotovoltaica está prácticamente terminado. Los médicos Chadianos trabajan maravillosamente a pesar de la sobrecarga: adultos ma-lísimos, 102 niños ingresadoshacinados en los dormitorios, quirófanos a pleno rendimien-to...Los enfermeros, como siempre, de 10. Algunos trabajando con paludismo, haciendo no-ches mientras toman su quinina. El barco sigue a flote.

Descansa en paz, risueña Anaïs.

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SIGUE LLOVIENDO Bébédjia, a 5 de octubre de 2019

La época de lluvias se ha alargado este año. Por eso la sabana está tan verde.

Sigue lloviendo, y gracias a eso, habrá más arroz y más trabajo para los que lo recogen.

Sigue lloviendo, y por culpa de eso hay más mosquitos y más malaria. Por eso en la “sala de cuidados intensivos” de pediatría, hay 2 o 3 niños por camilla, en transverso.

Sigue lloviendo, el campo está precioso y hay menos miedo a la hambruna en la época seca, pero el paludismo está arrasando con la salud y la vida de cientos de pequeños cada día. En Saint Joseph ingresan los que viven más o menos cerca, pero hay miles de niños enfermos sabana adentro, en las pequeñas aldeas de todo el país.

Y mientras llueve, hay 97 niños con sus madres y algunos hermanos en la pediatría. 97 niños de los cuales la mayoría tienen malaria, y más de un tercio son malnutridos graves.Hace dos noches murieron 3 de ellos; antes había 100. Hay tantos niños en la pediatría que todavía no he alcanzado a verlos a todos.

Esta mañana he entrado en la sala de cuidados intensivos de pediatría buscando niños con daño cerebral por malaria. En la pequeña habitación hay un total de 12 niños, repar-tidos entre las 5 camillas. Están ellos, sus madres, y los mosquitos que actúan de vecto-res de la enfermedad que les ha llevado a esa sala. Hay dos pequeños recibiendo una transfusión. Una niña con una hemoglobina de 1g/dl; el otro de 2g. Si, lo sé. Todos pensamos que esas cifras son incompatibles con la vida, pero estos pequeños no dejan de sorprendernos con su fortaleza. Y mientras en España esos niños estarían muertos o en la UCI, aquí están tumbados en un trozo de camilla

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desvencijada, mientras la vida les va entrando por la vía que tienen en el dorso de sus manitas, en sus antebrazos e, incluso, en sus cabezas.Y entre las dos camillas donde yacen tendidos sendos niños anémicos, veo en el suelo unos paños. Y debajo de esos paños, un precioso niño de 6 meses que se llama Franco (habéis leído bien). Está tendido en el suelo y su madre ahora mismo no está. Tiene los ojos cerrados, las manos en puño con el pulgar alojado dentro, codos flexionados y pe-gaditos a su diminuto tórax, piernas en flexión. Está rígido, pero reacciona cuando intento moverle las extremidades, y cuando le abro los ojos para ver su mirada perdida e intento distinguir las pupilas del oscuro iris. Lleva ingresado dos semanas, convulsionando, fe-bril, inconsciente. Hoy no ha convulsionado. Si todo sigue así, el lunes intentaré empezar a tratarle.

Hay tantos niños ingresados que es fácil que dejes de ver a alguno un día. Sobretodo si está tendido en el suelo, entre dos camillas y envuelto por paños. Pero Franco ya es mío, y no se me pierde ;)

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BEAU CLAIRE Bébédjia, 6 de octubre de 2019

Hoy me han eliminado de un chat. Como os lo cuento. Era un chat de la promoción de medicina 93-99, bastante silencioso, y en el que yo parti-cipaba durante mis viajes a Chad mandando los relatos. Y la verdad es que empecé a mandar los relatos a ese chat con la esperanza de que algún ex compañero se engan-chara, que cada vez es más difícil encontrar médicos que quieran venir a Saint Joseph.Me salió el tiro por la culata, porque ME HAN ELIMINADO . Se que puedo ser intensa con el tema; me han evitado con gran sutileza en algún acto social, han huido de alguna conversación con la excusa de que otra persona requería su presencia inmediata....pero nunca-unca, jamás de los jamases, me habían aniquilado de esta manera.

A decir la verdad, poco me ha importado, porque el día ha sido precioso.

Esta pasada noche no ha muerto ningún niño en la pediatría. Han ingresado dos más (99tenemos ya), y Franco sigue con sus puñitos cerrados pero no ha vuel-to convulsionar. Javi nos ha preparado una fabada estupenda y, de postre, me han hecho el mejor re-galo del mundo.

¿Os acordáis de Beau Claire? Beau es el hijo de Blanchie, her-mano de Marie (ahora Marie Paula). Hace un año, cuando tenía solo dos añitos, tuvo una malaria que le afectó al cerebro. Se quedó cie-go y no movía las extremidades. Era incapaz de voltearse, y mucho menos de quedarse sentadito. Le estuve tratando, enseñé a sus padres técnicas que pudieran hacerle en casa (Vojta) y les pedí que llevaran al niño a Mondou a continuar con el tra-tamiento.

Cuando hoy volvía a la chambre - cuasi reptando por el efecto postfabada- me espera-ban Blanchie, Beau, Marie Paula y Simplece cerca del recinto de los cooperantes. Casi muero de amor.

¿Os acordáis de Beau Claire? Beau es el hijo de Blanchie, her-mano de Marie (ahora Marie Paula). Hace un año, cuando tenía solo dos añitos, tuvo una malaria que le afectó al cerebro. Se quedó cie-go y no movía las extremidades. Era incapaz de voltearse, y mucho menos de quedarse sentadito. Le estuve tratando, enseñé a sus padres técnicas que pudieran hacerle en casa (Vojta) y les pedí que llevaran al niño a Mondou a continuar con el tra-

Blanchie y Beau, 2018

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Beau Claire se mantiene sentado y es capaz de gatear con un patrón adecuado. Manipu-la aceptablemente con ambas manos e interactúa de maravilla. Puede ver, aunque pare-ce que solo lo que se encuentra en su campo derecho y escucha cuando le llamas. Un milagro después de casi un mes de convulsiones.Marie es, sencillamente, lo máximo. Simpática, lista y provocadora como hace un año. Se intuye algún signo de malnutrición, pero en general está muy muy bien.Blanchie está un poco más apagada; al parecer su marido no tiene trabajo en la actuali-dad, y hace unos meses perdió a su madre. Además, Narcise (su marido) no tiene trabajo en la actualidad.

Su visita ha puesto todo en su sitio: el sueño post- fabada, la estupefacción post-aniqui-lación y la sensación de que soy una #pesadasinfronteras.

Hay cosas importantes en la vida por las que hay que luchar y por las que preocuparse. El resto, sobra.Y hoy ha sido un día perfecto.

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EL NIÑO SERPIENTE Y EL ÁNGEL Bébédjia, 7 de octubre de 2019

¿Cuantas cosas pueden ocurrir en una mañana? ¿En un par de horas? ¿En 15 minutos?

Esta mañana me vino a buscar Sor Paula, misionera de la congregación de Hermanitas de los Pobres que lleva en Chad 15 años. A Paula la conocí mi primer año aquí, y fue un flechazo total. Ella es maestra, y con sus hermanas llevan un colegio católico de Mbikou que es un oasis en medio de tanta miseria. Aparte de un método educativo diferente, este cole tiene la particularidad de que hay, al menos, un discapacitado por aula y que las hermanas luchan porque, como mínimo, terminen la primaria y aprendan un oficio.

Para el tema de las hospitalizaciones, las ayudas técnicas y las cirugías que pudieran ne-cesitar a lo largo del año estos pequeños, se me ocurrió crear un grupo de whatsapp que incluyera a amigos que quisieran apadrinarlos. Y así, ahora mismo tenemos en nuestra particular cantera a Roland, Hervé, Caleb, Severine, Juskar, Guershom, Samira y, recién incorporados y potencialmente apadrinables Apolinaire y JulesChrist.

Todos los años Paula me los trae a Saint Joseph para hacer una revisión o bien yo me desplazo a sus casas en plan visita a domicilio. Este año pensó Sor Paula que sería más bonito que los viera en la escuela. Y si, ha sido precioso y esperanzador ver a estos 8 fantásticos (Roland este año está en un liceo a unos km de aquí) mezclados en el grueso que componen los casi 380 niños escolarizados.

La escuela está impecable gracias, en gran parte, a los papás de los niños que pintan las aulas y juegos de exterior, rastrillan la tierra llena de hojas (matando a las serpientes que

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van encontrando), y podan los árboles. Columpios de colores hechos con neumáticos, un sube y baja, un tobogán...hasta las fuentes tienen color.

Para asegurarse de que los niños rinden en la escuela, se prepara, a diario, una taza de bouille para cada niño y maestro. Hay muchos niños que no desayunan, y otros tantos a los que les dan los restos fermentados de la boule del día anterior, que les atonta por su pequeño contenido de etanol.Esta bouille que prepara a diario Tabita lleva cacahuete, milo, azúcar y tamarindo. Es co-cida en una enorme olla desde primera hora de la mañana y, para cuando los niños ha-cen la pausa a media mañana, ya se enfrió. Comprar los materiales necesarios para ali-mentar a estos niños durante todo el curso cuesta 1000 euros, que proporciona la agen-cia de cooperación Suiza. ¿Os dais lo que se puede hacer con esa cantidad? Una pasa-da.

Antes de volver a Bébédjia con Samira (que tiene ya programada la cirugía para el miér-coles gracias a Javier), me han traído a Jules Christ para que lo vea. Tabita, la mujer que prepara la bouille, es su abuela. Jules tiene 3 años. A los dos años convulsionó (proba-blemente por paludismo) y desde entonces su desarrollo comenzó a ir más lento de lo normal. Jules Christ no habla, no camina ni repta, tampoco es capaz de comer solo. En la exploración por encima que le he hecho no me ha parecido que fuera sordo, pero si me llamo la atención que no me mirara a los ojos. Esto es menos valorable teniendo en cuen-ta que la mayoría de los niños temen a los nazaras, necesitaría que lo ingresaran en el hospital para hacer una exploración completa y empezar con el tratamiento. Y ahí ha empezado la discusión con el hermano mayor de la madre.

A los niños como JulesChrist los llaman niños serpiente. Algunos tienen la creencia de que están “malditos” por culpa de algún pecado u ofensa cometida por algún miembro de la familia, y los niños son el signo vivo del “delito”. Creen que la maldición sólo des-aparecerá cuando el niño serpiente muera. Cuando Paula le ha explicado a los papás que era necesario tráelo a Bébédjia, el her-mano mayor de la madre se ha negado en redondo. Se opone a que el niño reciba el tra-tamiento y Paula se ha enfrentado a él como una autentica leona.

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Me ha dicho que durante esta semana va a solucionar el conflicto familiar (con denuncia incluida al cantón del pueblo) y que me traerá al niño la semana siguiente.

De vuelta a Saint Joseph, entro en la urgencia a buscar a Franco. Ha pasado por fin a compartir camilla. Mientras le hablo suavemente para que nos empecemos a conocer, veo por el rabillo del ojo a una madre que señala a la camilla que está pegada a la pared. Ahí, tendida e inerte yace una niña de unos 10 meses. Es preciosa. Acaba de traerla su madre con fiebre; todas sus mucosas están blancas. Su corazón ha dejado de latir. Em-pieza Blandine la resucitación y tomo el relevo yo. Alexis pone en marcha el concentrador de oxígeno y le coloca unas gafitas nasales. 15 minutos hundiendo el pequeño tórax de la niña mientras Alexis le administra adrenalina. Las madres se agolpan fuera. Nadie grita, nadie habla. Todo transcurre en un doloroso silencio hasta que, finalmente, dejo de bom-bear. Acaricio su cabeza e intento cerrarle los ojos. No puedo. Me retiro y vuelvo con los vivos.

La madre ha entrado y le ha cerrado los ojos y la boca. Lo ha hecho mecánicamente, sin vacilar, como si ya lo hubiera hecho demasiadas veces antes. Luego le ha atado un pa-ñuelo rojo desde el mentón a la cabeza y, mientras el enfermero ha comenzado a quitarle la vía y el pulsi del dedito del pie, ella ha empezado a envolver a la pequeña.

Cuando salgo de la urgencia, me cruzo con dos madres con sendos bebés que necesitan una transfusión. En nuestro hospital no podemos hacerlas, porque no nos quedan reacti-vos para el test rápido de hepatitis B. La muerte irá ganando segundos mientras sus pa-dres se llevan a sus hijos a otros centros donde puedan comprobar que la sangre del do-nante es apta para dicha transfusión.

En quince minutos una preciosa niña ha muerto por malaria.En un par de horas varios niños han llegado a la urgencia con necesidades que no hemos podido cubrir. En una mañana he visto qué bonitas salen cosas cuando uno las hace con amor, he sen-tido esperanza, he abrazado a niños a los que extraño el resto del año, he comprobado que la ignorancia mata, Franco y yo hemos empezado a conocernos, he sentido impo-tencia y he visto a una niña preciosa dormirse para siempre.

Son muchas cosas para una mañana.

Y os escribo bajo mi crisálida blanca, asustada porque no derramé ni una lágrima.

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NAZARAS A MEDIO GAS Bébédjia, a 8 de octubre de 2019

Hoy he llegado tarde a trabajar. Desde ayer tengo un catarrazo de aúpa (un insulso cata-rro como los de primer mundo, atribuible, yo creo, a un viaje de ida y vuelta a Doba en la jeepeta de las sores mexicanas con el aire acondicionado a tope). Pero no he estado sola esta noche. Otros dos del equipo han pasado la noche sentados en la loza. Empatía llevada al extremo. Más lenta de lo normal y con ojos llorosos, he visto cambios positivos. Ya tenemos reac-tivos para la hepatitis B, con lo que los dos niños que han necesitado una transfusión esta mañana no han tenido problemas; la embarazada con un cuadro neurológico extra-ño ha empezado a mejorar desde que empezamos con los corticoides; Franco ha empe-zado a abrir, espontáneamente, la mano izquierda y Jean Paul, en un intento de huir de la blanca mocosa, ha gateado hasta su madre. Además, he conocido a una niña divertIdi-sima que se llama Feli.

Así que ya veis: los Chadianos sobreviven a hemoglobinas de 1gr o trabajan con malaria aderezada con fiebre tifoidea y aquí estamos, 3 de los 5 nazaras, arrastrándonos por las esquinas por un catarro y un par de diarreas.

Buedas doches a todos

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SOLEDAD Bébédjia, 9 de octubre de 2019

Hay 104 niños ingresados en la pediatría, 14 de ellos en la sala de cuidados intensivos, donde no cabe ni un alfiler. Debe oler fatal, pero no me doy cuenta porque sigo sin olfato. Todos los niños de la uni-dad de cuidados intensivos están acompañados por un familiar. Todos, menos uno.

Hace dos días trajeron a un niño con edemas en todo el cuerpo. Los párpados hincha-dos, cráneo, manos, piernas. Heridas en las orejas, cuello, nalgas, muslos. Era incapaz de abrir los ojos. Lo traía una mujer en brazos.Nada más verlo, hice una foto y se la envié a Marimar. Pensamos que podría ser un Kwa-shiorkor. Fueron llegando pruebas; hemoglobina de 5, malaria malnutrición…un desastre.

Al día siguiente se aclara todo: su padre le había golpeado hasta dejarlo en ese estado. Después parece que le abandonó en el bosque, atado a un árbol. La historia está llena de lagunas; las enfermeras y la doctora de la pediatría me van contando retazos con los que yo voy recomponiendo su pesadilla. Torturado, atado por el cuello a un árbol, abandona-do en el bosque. Me pregunto por qué tiene los ojos tan hinchados. ¿Le estrangulaba la cuerda cuando intentaba escaparse? ¿O fue de tanto llorar?La mujer que lo trajo al hospital pronto desapareció; huyó, suponemos que para evitar enfrentarse a las autoridades, dejando nuevamente al pequeño desamparado.

Una vez curadas las heridas, resuelta la malaria, la malnutrición y la anemia, las autorida-des deberán decidir qué hacer con él. Y, mientras, él observa el mundo a través de sus párpados casi cerrados, en una sala donde apenas se puede respirar.

Tiene unos dos años, y cuando he llegado a la pediatría, me lo he encontrado sentado, compartiendo una camilla. No se sienta erguido, no tiene suficiente fuerza para hacerlo. Esta desnudito, con una sonda urinaria y apoyado sobre un trapo manchado con sus propias heces. Es capaz de abrir un poco los ojos y, en cuanto me ve, me lanza los bra-zos. Se me revuelve el estómago. Torturado, abandonado, malnutrido, enfermo, sucio, desnudo, solo, sin nombre. En su cartilla solo figura el apellido de su familia: Mbairamad-ji.

Todo el personal está haciendo algo. Llueve, así que nadie despeja pasillos ni habitacio-nes para estar en el patio central. Resulta muy difícil moverse entre la gente.Le pido permiso a Pelagie (la jefa de enfermería) para lavarlo y curarle las heridas. Rápi-damente me da lo necesario; la bañerita, un jabón y una muda de ropa. Es una lastima que la sudadera tenga capucha; el pobre tiene el cuello lleno de úlceras y heridas.

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Mis compañeros están tan saturados que es materialmente imposible que alguien se ocupe del pequeño ahora. Cojo la bañera, mezclo agua caliente con agua del grifo, voy a por una esponja al refrectoire y a por unas toallitas de dodot que tengo en el cuarto.Y empiezo a limpiarle. Despacio, intentando no hacerle daño aunque me resulta imposi-ble. Despacio, susurrándole en español que esté tranquilo. Despacio, pidiéndole perdón cada vez que gime de dolor.

Luego le curo las heridas. Está lleno. Con más betadine y más gasas de las que proba-blemente debería, hago un repaso de todas sus úlceras y heridas. Le visto y le dejo tum-bado. Solo. Pero ya limpio y con ropa seca. Julia viene a verlo y le cambia la bolsa de la sonda. Las dos nos quedamos mirándole, sobrecogidas.

Mi dolor se ha trasformado en algo físico: me ahogo en la pediatría, tengo nauseas, pero no puedo llorar. Me voy a la habitación y vomito. Vomito mi rabia, mi tristeza, mi impoten-cia. Me encuentro mejor.

Julia podrá quedarse con él hasta diciembre, y eso me llena de paz.Y hasta el día que nos vayamos, no dejaremos de curarle las heridas, limpiarle, asegurar-nos de que tiene ropa limpia y seca, acariciarle y canturrearle al oído.

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NUESTRO EQUIPO. UN DÍA COMO HOY. Bébédjia, 10 de octubre de 2019.

JuliaDulce, educada, compasiva, trabajadora.Toma notas en su cuadernito rojo durante el pase de visita.Consigue mucho, haciendo poco ruido.La REA casi a punto gracias a esta hormiguita.

Rocío Buenrrollo, energía, sonrisa de esas que contagian todo lo bueno, valiente.Trae niños al mundo, hace ecografias como churros, opera y ayuda a operar.Acompaña y abraza.

Javi Protector, trabajador, divertido, cariñoso, generoso.Cirujano valiente, médico sensible y sabio, opera, ayuda, ayuda. El alma del equipo.

Jose LuisProfesor, amigo de Manolo, viajante incansable, estudioso, mago, clown.Un lujo tener a un cinturón negro en bichos ayudándonos desde el laboratorio.

Yo no sé muy bien definir mi puesto; intento ser rehabilitadora aunque más bien hago de consultora neuroortopédica, instrumento de los pediatras, dermatólogos y traumas que me ayudan desde Fuenlabrada. Haciendo lo que puedo con lo que tengo. Como todos.

Los cinco, acompañándonos, conociéndonos, consolándonos, aprendiendo los unos de los otros en esta tierra mágica que nos enamora desde que ponemos el primer pie.

Hoy ha sido un día feliz, horrible, triste, ilusionante, terrorífico, positivo...

Javi y Valentino han operado a la pequeña Samira, extirpándole el tumor que deformaba la cara y producía tanto dolor.

Se nos ha muerto otra preciosa niña que llegó demasiado tarde, demasiado enferma.

Hemos ingresado a un niño que sabemos tiene un pronóstico infausto, y nos da miedo ir a comprobar si sigue vivo todavía.

Julia y yo hemos limpiado las heridas de nuestro pequeño Survivant (así hemos bautiza-do a el pequeño maltratado) después de que dos enfermeros le bañaran en el patio.

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La madre y la abuela de Franco han decidido que se van a llevar al niño a un curandero tradicional y no puedo hacer nada para impedírselo.

En el mercado, nos hemos hecho con un par de conjuntos para Survi” y ya tiene muda y pañales. Y lo he sacado de la sala de cuidados intensivos donde no se podía ni respirar (con el visto bueno de la magnífica Pelagie). En la cunita de neonatos donde lo he dejado, he colocado una muñeca de tela “nazara” y, sobre los dos, una mosquitera de cochecito del primer mundo que traje en mi primer viaje a Chad. En su día se la entregué a Pelagie para que la utilizara con los bebés sin mosquitera.

Terminamos este 10 de octubre en el patio de las chambres, con buena música y sensa-ción de que hicimos lo que pudimos.

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MBAIRAMADJI EST PARTI CE MATIN Bébédjia, a 11 de octubre de 2019

A primera hora de la mañana, Blandine viene a mi encuentro.

- Paula. Mbairamadji est parti ce matin.

Se fue de madrugada. Lo encontraron a las 6:30 sobre un charquito de sangre, en la cuna en la que le dejé ayer por la noche, con su ropita nueva y con la mosquitera de nuestro bugaboo cubriendo su cuerpo.

El sangrado del pabellón auricular me confundió. Probable-mente era un sangrado interno, secundario a una fractura de la base del cráneo. Se me pasó.Me tenía que haber dado cuenta ayer por la tarde de que algo iba mal. Solo quería apo-yar su cabeza contra mi pecho, pero no contra la parte derecha, sino sobre mi tórax iz-quierdo. Quizá le tranquilizaba mi latido cardiaco. No contestaba cuando le preguntaba cómo estaba. No quería separarse de mi. Y yo le dejé en esa cuna, fuera de la sala de cuidados intensivos, porque pensé que sería lo mejor. Probablemente, si le hubiera deja-do compartiendo camilla en esa sala asfixiante, otra madre se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando y hubiera avisado a los enfermeros. Y puede que lo mejor para él hubiera sido morir acompañado, no en esa cunita de neonatos, con una muñeca nazara, y con la mosquitera separándole, ya, de este mundo.

Me quedo con los ratos que pasé con su cabecita apoyada sobre mi corazón, con los pequeños movimientos que hacía con sus pies cuando estaba a gusto, con la sensación de infinita ternura que provocaban esos puñitos cerrados, agarrando mi ropa. Movía sus índices, como haciéndome pequeñas caricias que sabían a gloria.

Survi me ha acompañado toda la mañana. No me he movido de la pediatría. Estando cerca, podía acercarme a cada rato para acariciarle la cara y hablarle bajito. Y rezar a su lado.

Han venido las autoridades. Luego Sor Pilar, que ha querido que nos juntáramos para re-zar por él, con él. Unos cuantos alrededor de esa cuna de plástico que ahora se me anto-ja cajita de muertos.

A la una ha llegado Jean Paul con otros dos hombres. Han tendido sobre el suelo una al-fombra nueva, limpia, como de rafia. Luego han cogido un paño blanco rectangular y lo han doblado cuidadosamente. Después han tomado en brazos a Survi (con su trajecito nuevo y con la mosquitera de nuestro bugaboo enrollada a su lado) y lo han posado so-

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bre ese paño blanco con el que después le han envuelto. Una vez oculto, lo han enrollado en la alfombra y se lo han llevado.

Es una tontería, pero en el fondo me ha enternecido que entierren a Survi con algo que ha sido de mis hijos.

Descansa en Paz, mi querido niño. Cuantas cosas me has regalado estos días. Y tú sin saberlo.

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SANANDO HERIDAS Bébédjia, 12 de Octubre de 2019

Y, menos de 24 horas después de que Survivant se convirtiera en angelito, nos envió un regalo para que termináramos bien el día.

A eso de las 21 horas suena el teléfono de Rocío; la matrona, Tatiana, nos avisa de la in-minente llegada de dos misioneras franciscanas con una mamá que ha roto la bolsa. Es-tán muy preocupadas por el bebé. Este es el tercer embarazo de ésta joven madre, pero los dos previos terminaron en drama. Sendos niños murieron a la media hora de nacer. Si a eso le añadimos un poco de diabetes gestacional, el temor está servido.

Aunque poco puede hacer una rehabilitadora en un paritorio oscuro, se me ocurrió que sujetar linternas se me da bien. El apoyo moral en este caso era también importante, y eso lo podía hacer sin problemas. Rocío me dejó acompañarla a esta escena de vida. Ayer, todos necesitábamos vida nueva.

Fue precioso verlas trabajar a las dos. Tatiana ocupándose de Rocío y Rocío ocupándose de la mamá y del pequeño ser que tenía prisa por salir.

⁃ Parto vomitado, parto acelerado - aseguraba Rocío. Y así fue.

Esperaban un niño. Bueno, en realidad esperaban un hijo que sobreviviera. Pero no se habían planteado el nombre. Aquí no se suele pensar en cómo se llamará el pequeño hasta que ya ha pasado un “tiempo de seguridad” que varía, supongo, en función de las experiencias previas de la parturienta y de su familia.

Cuando uno tiene miedo, resulta muy complicado que no se te note. Y los 3 estaban asustados: el padre, la madre y la kaká (que significa abuela en nganbae).

Rocío y Tatiana hablaban en bajo, serenas. Rocío se movía como escala; parece que bai-la, es ágil, segura de cada paso. Y todo eso se lo iba regalando a esa mamá aterrorizada, hasta el final.

La pequeña nació ayer, a las 23:30. Rocío se ocupó de que la pequeña tuviera una llega-da al mundo lo más tranquila posible. Aquí no es costumbre asegurar el momento piel con piel y demorar otros detalles algo menos importantes; así que nuestra doctora con-virtió el cuarto oscuro en una habitación del hospital de Fuenlabrada.Yo tuve mi ración de amor cuando se me encomendó mantener a la pequeña calentita. ¡Qué momentazo!

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Grace nació sana, sobrevivió a los primeros 30 minutos de vida y está, en este momento, mamando bajo su crisálida blanca junto a su preciosa mamá..

Se que no es casualidad que rompiera la bolsa ayer. Y creo que un angelote nos acompañó a todos esa noche.

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FIEBRE DE SÁBADO NOCHE (I) Bébédjia, a 13 de octubre de 2019

Congelo uno de los momentos vividos anoche. Os describo la foto:Paritorio de unos 10 metros cuadrados. Charcos de sangre en el suelo. Una niña de 13 años en una mesa de partos, semiincorporada. A su lado, su madre y abuela. La matrona de guardia buscando un guedel. Una niña de 17 años, embarazada de 36 semanas, tum-bada y convulsionando en una segunda camilla con perneras. Rocío intentando hacerle un tacto vaginal con ayuda de Julia. Dos acompañantes de la mujer embarazada, soste-niendo la cabeza y cogiéndole la mano, respectivamente. Javier saliendo del paritorio mientras llama a Abdulaye para que prepare el quirófano urgente. Yo sosteniendo contra mi cuerpo a una prematura de 1,900gr, hija de la adolescente, intentando darle calor. Asomándose al paritorio, tres hombres árabes.

Sábado noche. Hoy sí que si. Teníamos plan. Unas cervezas con Blandine y su novio en la petrolier. Bai-lar un poco de ulamba y algún tema de Daphne. Ocio.

3 horas antes, Rocío y yo estábamos donando sangre para dos niños de la pediatría. Uno de ellos, de unos 10 años, con una hemoglobina de 2.

Poco después empezaría nuestro particular sábado noche.

La pequeña de 13 años, embarazada de unas 30 semanas, se había puesto de parto. Rocío y Julia se volvieron a enfundar los pijamas de Fuenlabrada para empezar con el tema. Una hora después, recibimos una llamada de Julia. Parece que la cosa va más rá-

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pido de lo previsto. Javi y yo vamos al paritorio y nos encontramos a Julia escuchando al bebé con uno de los doppler fetales que trajimos el año pasado y a Rocío haciendo una ventosa a la pequeña que intentaba salir por una pelvis demasiado estrecha. Nuestra gi-necóloga estaba sudando y jadeando por el esfuerzo realizado. Fue un parto muy difícil. La pequeña prematura necesitó algo de estímulo y un “pseudo-aspirado” de fosas nasales con una ridícula perita de silicona, pero rompió a llorar poco después de nacer, para gozo de los presentes. Las 3 mujeres árabes nos miraban con una mezcla de estupefacción y diversión.

Issa, la mamá adolescente, observaba lo que ocurría a su alrededor como si no fuera con ella. Pálida, sudorosa, amímica. Una niña. No emitió ningún gemido durante el traumático parto, la episiotomía o la sutura posterior. Supongo que era mucho pedir que se mostrara feliz con lo que acababa de ocurrir y enternecida al ver a su pequeña prematura viva. No pude evitar pensar en mi hija, Marina. Misma edad, dos realidades tan distintas.

Todo volvía a la calma. Mientras Rocío y Tabita terminaban con el alumbramiento y la sutura, Julia y yo no aca-bábamos de decidirnos sobre qué hacer con la pequeña hija de Issa. Demasiadas pape-letas para morir en las próximas horas.Finalmente, tras ver el percal en la pediatría (dantesco), decidimos volver con ella a la maternidad. Ahí empezaría la segunda parte de nuestra saturday night fever.

(...)

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FIEBRE DE SÁBADO NOCHE (II) Bébédjia, a 14 de octubre de 2019

Volvemos a la escena central de la noche del día 12. Paritorio de unos 10 metros cuadrados. Charcos de sangre en el suelo. Una niña de 13 años en una mesa de partos, semiincorporada. A su lado, su madre y abuela. La matrona de guardia buscando un guedel. Una niña de 17 años, embarazada de 36 semanas, tum-bada y convulsionando en una segunda camilla con perneras. Rocío intentando hacerle un tacto vaginal con ayuda de Julia. Dos acompañantes de la mujer embarazada, soste-niendo la cabeza y cogiéndole la mano, respectivamente. Javier saliendo del paritorio mientras llama a Abdulaye para que prepare el quirófano urgente. Yo sosteniendo contra mi cuerpo a una prematura de 1,900gr, hija de la adolescente, intentando darle calor. Asomándose al paritorio, tres hombres árabes.

La joven embarazada llegó agitada. Lograron tumbarla en una segunda camilla de parto que estaba pegada a la pared. Daba patadas, se negaba a la exploración. Mientras Rocío intentaba hacerle un tacto vaginal, la mujer comenzó a convulsionar violentamente. En ese momento, Nuestra ginecóloga se convirtió en directora de orquesta.

- ¡Sulfato de magnesio! Pero una ampolla solo, que quedan muy pocas. ¡Una vía! ¡Gue-del, que alguien encuentre un guedel! ¡Acercadme el doppler fetal! ¡Hacedle un test de malaria a la mamá! Suero, diazepam…

Y mientras Rocío intentaba diferenciar el latido de la madre taquicárdica del bebé, habla-ba entre dientes.- Se va a morir, joder. Este niño se va a morir si no lo sacamos ya. Está bradicárdico, lo pierdo…- TDR positif, docteur.

Zenaba (la mujer embarazada) tenía malaria. Y si ella tenia malaria, su bebé probable-mente también. Una papeleta más que ensombrecía el pronóstico: madre con malaria grave, febril, convulsionando; feto bradicárdico, probablemente infectado y pretérmino.

La adolescente de 13 años, su madre y su abuela observaban la escena, atónitas.

Abdulaye, encargado de abrir el bloque quirúrgico, montar el quirófano y anestesiar, es-taba localizado y en camino. Todo demasiado lento para nuestra mentalidad primermun-dista.

Tuve que obligar a Rocío a beber agua mientras se ponía la bata estéril. Su pijama estaba empapado de sudor y no le había dado tiempo a reponer líquidos desde que donamos.

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Una vez llegó Abdulaye, no sin cierta confusión entre los que no íbamos a meter bisturí, empezó el trabajo. Entre Javier y Rocío sacaron a la pequeña y me la entregaron mientras seguían con el trabajo quirúrgico.Y ahí estábamos Julia y yo, intentando que la pequeña respirara. Aspirando las secrecio-nes, frotando la espalda, animándola en español como dos locas…

- ¡Rociiiii! ¡Late rápido y respira! Pero está más blanca que nosotras...Silvie nos explicó cómo hacer el “frotamiento a alta frecuencia con alcohol”. Una maravi-lla. A seguir frotando.

Baja el ritmo del sábado noche. Por fin.

Javier sigue cerrando a Zenaba mientras Rocío, lentamente, se retira hacia la pared del quirófano, se tumba en el suelo y pone sus pies en alto. Parece una guerrera que acaba de ganar una batalla larga y agotadora. Yo sigo intentando espabilar a la pequeña.

Ya en la cama de la maternidad, terminamos la noche facilitando que la pequeña succio-ne el calostro de su madre, que yace inconsciente. Primero Rocío ordeña la mamá dere-cha mientras sujetamos a la niña. Luego yo lo hago con la izquierda. Ahora me entra la risa recordando la cara de todos los familiares que desfilaron por la habitación comparti-da mientras las nazaras sobaban sendos pechos de la madre, inconsciente.

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Valentino se ocupó de que la hija de Zenaba se trasladara a la pediatría para empezar con la quinina, antibióticos y recibiera oxígeno las horas que hay electricidad. La pequeña duerme en una vieja incubadora que la mantiene calentita y aislada de los mosquitos mientras una familiar hace guardia día y noche, acuclillada o tumbada en el suelo a su lado.

Tanto trajín merecía un fin de fiesta adecuado. Cenamos los cuatro de madrugada, a la luz de los frontales, y descorchamos una de las dos botellas de HABLA que compramos en el aeropuerto.

Y este sábado noche que a nosotros nos pareció horrible pero excepcional, puede ser una noche cualquiera en ésta maternidad. Una matrona armada con una linterna y un teléfono que marcará el número de Sor Elisabeth pidiendo socorro.

Espero que ésta crónica de hoy sirva como homenaje a los que trabajan, a diario, en éste hospital. 365 días al año, 7 días a la semana, 24 horas al día.

Hoy, por fin, ha despertado de su estado postcrítico Zenaba. Su hija está preciosa, en la incubadora, continuamente escoltada.

Issa sigue muy anémica y con malaria a pesar del tratamiento; necesitará una nueva tras-fusión. Su hija ha perdido poco peso y mama bien.

Podrían haber muerto las 4. Pero la saturday night fever triunfó.Sigo pensando que Survi tiene que ver.

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LA FORMACIÓN Bébédjia, a 15 de octubre de 2019

Todas las misiones de enganCHADos tienen varios propósitos: traer material y medica-mentos urgentes, realizar labor asistencial y, sobretodo, formar al personal.

La docencia la realizamos durante la práctica diaria, pero también preparamos sesiones formativas que solemos organizar para todo el personal sanitario de Saint Joseph.

Nuestros compañeros esperan impacientes el día de la formación. Te lo recuerdan a dia-rio hasta que, por fin, llega el día. Sospecho que no es solo por ampliar conocimientos. Reconozco que he de suplir mis escasos conocimientos de la lengua francesa con bas-tante teatro y obligando a mis tímidos colegas a salir como “voluntarios”. No os creáis, que doy premio al sufridor: hoy le ha tocado el Chupa Chups a Dimanche, el enfermero de la maternidad. Después, se les entregan los diplomas a los asistentes e invitamos al personal a una co-mida; en esta ocasión, cabra y pan para todos.

Esta mañana pensábamos que no se podría celebrar por el pedazo de tormentón que ha caído; hay muchos compañeros que vienen de lejos y Bébédjia se ha trasformado en po-cos minutos en un barrizal. Al final escampó, creemos que gracias a las oraciones de nuestra querida zamorana Sor Pilar, misionera Comboniana que se ocupa de la adminis-tración del hospital. Sea como fuere, han venido la mayoría (han faltado los enfermeros que estaba en turno de tarde y Sor Elisabeth, que está en Madrid con nuestros engan-CHADos) y han estado atentos y tomando apuntes en las 3 sesiones.

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Jose Luis ha hablado del diagnóstico y manejo de la malaria; Javier ha hecho una expo-sición entretenidísima de semiología general y, de postre, a mi me ha tocado el “liviano” y “sencillo” tema de exploración y semiología neurológica.

Resumir la exploración y semiología neurológica en poco más de 20 minutos de charla en francés ha sido todo un reto, gracias a Dios ya superado :).Si ya es complicada la neurología en nuestro medio, aquí resulta casi imposible llegar a un diagnóstico certero. Estamos tan acostumbrados a utilizar las exploraciones comple-mentarias (resonancia magnética, TAC, estudios neurofisiológicos, biopsias musculares, estudios genéticos...) que, sin ellos, te sientes absolutamente “en bolas”. Además aquí los cuadros se manifiestan de forma caprichosamente original (para desgracia mía, de mis compañeros neurólogos y rehabilitadores españoles a los que tengo fritos a pregun-tas). Cada viaje colecciono cuadros imposibles de personas que no hablan francés. Te buscas a alguien que hable francés mejor que el paciente y que domine el gnanbae o árabe según la etnia del enfermo. Y así te pasas un buen rato jugando al teléfono esca-charrado políglota.

Ejercer aquí la medicina es como volver a los orígenes de este arte. Tus oídos, tus manos y tu cerebro en acción sin más herramientas que la linterna de tu móvil, un martillo de re-flejos y estetoscopio prestado. Por eso resulta tan interesante hacer hincapié en los sig-nos y los síntomas.

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Aunque la verdadera frustración la experimentas cuando quieres tratar la patología que sospechas. Es altamente probable que se haya acabado el medicamento en el hospital o que, directamente, no se pueda encontrar en la región. Otra posibilidad es que el pacien-te, al enfrentarse a un tratamiento crónico, no quiera o no pueda adquirirlo.

A pesar de todo, acogen con ilusión e interés cada charla; saben que dispondrán de nue-vas herramientas que harán más fácil su trabajo diario.Y estos ratos en los que compartimos conocimientos y comida nos hacen, cada vez, un equipo más fuerte. El equipo de hermanamiento Fuenlabrada-Saint Joseph.

NUESTRAS NIÑAS Bébédjia, a 15 de octubre de 2019

¿Pensabais que os iba a dejar hoy sin noticias de nuestras cuatro chicas, supervivientes del sábado noche?

Después del relato institucional llega el humano, el que más me gusta. Como dice Rocío: uno con corazón.

Nuestra mamá adolescente tiene mejor cara después de la trasfusión. Sin embargo, la pequeña tiene una gota gruesa positiva, así que tendrán quedarse unos días más ingre-sadas. No tenemos quinina en jarabe; tampoco paracetamol en jarabe o intravenoso, así que la quinina irá intravenosa y a rezar para que no haga fiebre. Ayer compré el último bote de paracetamol iv que había en la farmacia de la carretera. Debido a las multiresistencias que tiene el plasmodium por estas tierras, hay que asociar a la quinina otro medicamento: para los adultos, doxicixlina, y para los niños clindamici-na. Oh, wait....tampoco hay clinda. Así van las cosas por aquí.

El otro dúo de niñas, Zenaba e hija, van muy bien, tanto que mañana trasladaremos a la pequeñaja definitivamente a la maternidad para que empiecen a conocerse madre e hija.Hoy he cogido en brazos a la pequeña peso pluma. ¡Es tan bonita! Y fui la primera que la abrazó, así que es un poco nazara también.

La bebita de la “cama 33”, que llegó a la unidad es de cuidados intensivos ayer por la mañana, murió ayer a pesar de la trasfusión y la medicación, y lo hizo después de que se fuera la luz y dejase de entrarle el oxígeno que le proporcionaba uno de los concentrado-res de oxígeno que hemos ido llevando en las diferentes misiones.

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La niña de 3 años con meningoencefalitis, Latina, ya está conectada de nuevo con este mundo (perro), y es capaz de sostenerse en pie. Estamos deseando poder pasarla a una “cama” de una de las habitaciones en cuanto haya sitio para ella. Todavía le queda una semana de ingreso más o menos.

A diario debemos pensar cuál es la opción menos mala para el niño ingresado. La mayo-ría de los ingresados y sus respectivas madres tienen malaria; cada minuto que pasen fuera de una mosquitera es un minuto en el que corren el riesgo de ser infectados. Y te-niendo en cuenta que no tenemos medicación, a veces debemos dar altas prematuras para prevenir males mayores.

Así que seguimos con la cal y la arena, subidos en esta montaña rusa, alternando la ale-gría y la tristeza, aprendiendo mucho de humildad y creciendo personal, profesional y es-piritualmente.

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CULA MNDA Bébédjia, a 16 de octubre de 2019

Hoy es miércoles, cula mnda en nganbae.Es mi día favorito en Bébédjia.

Los miércoles, después de trabajar, podemos encontrarnos con los niños de la APMS (centro de atención psicológica, médica y social para los pacientes VIH+). Estos niños, huérfanos de padre y/o madre con SIDA, están apadrinados por socios, amigos y miembros de enganCHADos. Son 78 ahora mismo; 78 portadores de esperanza ya que son niños que tienen asegurada su escolarización. 78 pequeños que aprenderán francés, y eso mejorará las posibilidades de encontrar trabajo. La mayoría no llegarán mas allá de primaria o secundaria; solo unos pocos con verdaderas aptitudes para optar a una formación superior (entre las cuales se encuentra mi hija Chadiana, Marie Claire).

En Chad, la media de años que un niño permanece escolarizado es de 2,3. El 69% de las personas entre 14 y 25 años son analfabetas. Los niños matriculados en las escuelas pú-blicas progresan con dificultad; sufren largos periodos de vacío educativo por las huelgas de los maestros del estado. Las escuelas privadas que dependen, en su mayoría, de las diócesis, son escasas y su precios inalcanzables para la población general. La escolari-zación en una escuela pública supone 50 euros/año. En las escuelas privadas asciende a 150 euros año.

Las encargadas de llevar el APMS centro Misioneras de Cristo Resucitado, una orden Mexicana bastante joven. Ellas se ocupan de ofrecer diagnóstico, seguimiento y adminis-tración y control de los tratamientos antiretrovirales, además de los tratamientos que los pacientes vayan necesitando durante el resto de su vida.La prevención del contagio por el VIH y el control de administración de los tratamientos requiere un esfuerzo educativo tremendo en ésta sociedad en la que la poligamia está legalmente admitida, donde el objeto de la mujer es, simplemente, embarazarse una y otra vez y donde no hay cultura de seguir un tratamiento crónico, aunque dicho trata-miento sea gratuito.

Al margen de los aspectos médicos, estas misioneras se preocupan de los daños colate-rales que ésta infección causa en las familias. Las enfermedades oportunistas y muerte precoz de los enfermos dejan demasiados huérfanos. Así que la APMS acoge a las viu-das (la mayoría son mujeres), enseñándoles algún oficio o dándoles trabajo en el propio hospital; y con los niños hace otro tanto, gestionando apadrinamientos para asegurar sus estudios, contratando profesores de apoyo y asumiendo los tratamientos médicos y/o quirúrgicos que vayan a necesitar en el caso de las familias mas pobres. En las reuniones semanales, nuestros niños aprenden, también, a jugar. Parece una broma pero no lo es.

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¡Nuestros niños saben jugar! Cuando la malaria no les deja KO, se chinchan, se persi-guen, ríen a carcajadas. Son niños felices. Al menos los miércoles por la tarde.Cula mnda es cuando puedo verlos a todos, hacerles fotos para sus padrinos, verlos tra-bajar en los proyectos de artesanía que idea nuestra querida Cristina desde Madrid, comprobar cómo han crecido, preguntar cómo van los estudios; puedo abrazarlos, co-gerlos en brazos y soñar que van a tener vidas normales, salud y educación.Hoy he podido entregar a Mijael y Kadidja los dibujos que han hecho mis hijos para ellos dos y para Achta, la mediana del clan de Nafisa que no ha podido venir hoy.He podido grabar unos cuantos vídeos para gozo de los pequeños, que se tronchan cuando ven las tonterías que hacen cuando vienen los nazaras.

El fin de fiesta lo hemos hecho en casa, con Marie Claire y Chanceline, hermanastras y huérfanas de madre. Con ellas hemos bailado sobre nuestra alfombra, mientras nos mor-dían las hormigas y nos atacaban los mosquitos.

Cula mnda ha sido gore por la mañana, triste a mediodía y absolutamente delicioso por la tarde noche.

Mañana, cula so, me marcho a Mondou a conocer el centro de discapacitados de refe-rencia en el sur del país.

Os mando un abrazazo a todos desde mi crisálida blanca.

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LO NJA TAR Bébédjia, a 17 de octubre de 2019

Ponerse en pie. Seguir adelante.Luchar contra la limitación funcional, contra las barreras, contra el mundo.Dejar de arrastrarse por el suelo, entre animales salvajes, suciedad y deshechos.Dejar de ser niños serpiente.

Nunca pensé que los rehabilitadores tendríamos mucho que hacer en el tercer mundo hasta que a Sor Lourdes y Sor Raffaella se les ocurrió que, a lo mejor, los niños que su-frían daños cerebrales por malaria grave o meningoencefalitis de diversas causas podrían tener una posibilidad de sobrevivir si se los trataba.

Ser discapacitado aquí puede significar la muerte. Si no eres capaz de desplazarte, de comer solo o de ganarte la vida, para poco sirves. Eres una carga para tu familia, para la sociedad. ¿Cómo sobrevivir?

Culturalmente, es complicado que los padres busquen atención sanitaria para sus hijos; los traen cuando están a punto de morir, lo que explica en parte la mortalidad tan alta que tenemos en el hospital. Están tan acostumbrados al dolor y a la enfermedad que buscan ayuda profesional cuando ya hay poco que hacer. La asistencia sanitaria no es gratuita en este país, así que estiran el chicle hasta que se rompe.

Por otro lado están los curanderos tradicionales, en los que la población confía a pesar de los resultados. El hospital está lleno de pacientes con escarificaciones, úlceras, que-maduras infligidas por estos chamanes. Hace unos días nos llegó un bebé de dos sema-nas al que llevaron al curandero por cólicos del lactante. Un pequeño ya malnutrido, que

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ingresó con un cuando séptico por la infección de las múltiples heridas realizadas en el abdomen, longitudinales , desde el reborde costal inferior hasta el pubis. A éste niño, al menos, lo llevaron a alguien en busca de ayuda, pero en el caso de los niños serpiente, es mejor dejarlos morir.

Todos los años tengo muchos pacientes de la pediatría, niños que acaban de despertar tras semanas de convulsiones y están ciegos, sordos y con incapacidad para moverse. Este año está siendo extraño en este sentido; los niños que tienen malaria grave con afectación cerebral se han muerto antes de que yo pudiera trabajar con ellos. Salvo Franco. Franco sobrevivió, pero su madre y su abuela prefirieron llevarlo al curandero tra-dicional. Así me lo dijeron. Insistí: tenían que dar una oportunidad a la fisioterapia, apren-der ejercicios, quedarse ingresados un par de semanas más...pero no hubo manera. Me despedí del pequeño con profunda pena, intentando abrirle sus pequeños puñitos, deseándole en susurros lo mejor.

Otros años he tenido a Halúa, Rossine, Beau Claire, Zacharias, Anaïs, Tresor, Victoire, Esperance...El feedback de los que volvieron el año siguiente fue positivo. Halúa, la prematura con disparesia espastica, logró caminar. Esperance, con secuelas importantes de campo vi-sual y hemiparesia tras una meningoencefalitis tuberculosa, también camina y se defien-de. Beau Claire ya gatea.

En el sur del Chad hay dos centros de rehabilitación. En uno de ellos (el de Doba, a 20 km de aquí), cuentan con un auxiliar de fisioterapia y personal de enfermería. Trabajan

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con tanto amor y profesionalidad, se preocupan tanto por cada paciente de una forma tan global, que siempre me gusta ir a verlos. Durante el año estamos en contacto para cualquier duda o cosa que necesiten.En Mondou, a 65 km de Bébédjia, está el otro centro, Notre Dame de Paix. Allí trabajan 3 fisioterapeutas y un auxiliar de fisioterapia. Desbordados y agobiados por la ausencia de un médico que valore a los pacientes, he sido receptora de quejas y reproches; piden di-nero, ayuda para formación, fisioterapeutas cooperantes, un médico, algún técnico orto-peda...El síndrome del burnout existe también en el corazón de Africa.

En Mondou he visto secuelas de ictus, niños amputados y otros recién intervenidos por una misión quirúrgica de cirujanos plásticos. Y mi nueva amiga, la pequeña Felicité, me ha regalado un baile que, en cuanto llegue a España, compartiré con vosotros.

Tengo un sueño: dar un empujón a la rehabilitación en el sur del Chad. Va a ser mucho trabajo pero, ¿acaso no merecen el esfuerzo los últimos de los últimos?

Ponerse en pie. Lo nja tar. Lo nja tar.

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ZARA Bébédjia, a 18 de octubre de 2019

La pediatría estaba a oscuras y en silencio cuando el bebé de las escarificaciones dejó este mundo. Decisiones equivocadas tomadas desde el amor, mala praxis fruto de la ig-norancia, un cuerpito demasiado frágil e inmaduro. Su paso por la vida fue excesivamen-te corto y doloroso; afortunadamente estuvo siempre acompañado por sus padres, una joven pareja que, probablemente, volverá a cometer el error de llevar a sus futuros hijos al mismo curadero que causó la muerte del primogénito.

El pase de visita de hoy se alargó más de lo normal. Hay 97 ingresados en total. Mucho niño nuevo, otros tantos con fiebre que no remite, demasiados pequeños ya transfundi-dos que mantienen hemoglobinas muy bajas. Stefan, mi “hermano de sangre”, sigue con cifras por debajo de los 4gr. No me dejan volver a donar.

Y, a una semana de volver a casa, la “unidad de rehabilitación infantil” (o sea: yo) se ani-ma. Todos los días trato a Jules Christ, un niño de 3 años que no camina ni habla, y que tampoco sabe comer solo. Además, hoy he empezado con Divine, una bebota de 16 me-ses con secuelas graves tras la malaria sufrida hace 8 meses. Lauren, el pequeño de la urgencia, ya ha dejado de convulsionar, así que ¡a por él! Me preocupa escaso tiempo que me queda aquí. Florence, la madre de Divine, aprenderá rápido, pero las otras mamás hablan mal el francés y muestran menos interés. Beau Clai-re todavía no ha vuelto del village, donde se lo llevaron los padres por el fallecimiento del abuelo. Parece que los últimos días pasan más rápido de lo normal.

Me queda contaros lo más bonito. Antes de empezar la visita, valoramos a los ingresados en la sala de cuidados intensivos. Tendida en la camilla más alejada, una niña preciosa que me suena muchísimo. Su madre, al verme, me ha hablado en árabe. Blandine ha tra-ducido.

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- Elle a dit que vous étiez déjà arrivé.

Me ha mirado, ha señalado a su pequeña, luego ha señalado la puerta y me ha dicho “Zara”. - ¿Zara?

Inmediatamente he entrado en la galería de fotos de mi móvil y le he enseñado una foto de sus hijas. Ha sonreído y asentido.

¿Os acordáis de Zara? Os hablé de ella el año pasado. Zara es la niña árabe que, en un pase de visita, vino corriendo a mis brazos me tapizó de besos y me dio la misma vida.

No he conseguido verla en toda la mañana, y cuando estaba a punto de meterme en la ducha al terminar la jornada...

- ¡Baula! ¡Baula, Baula, Baula!

He vuelto a vestirme a toda prisa y, al abrir la puerta de la chambre 2, ahí estaba mi Zari-ta pizpireta acompañada de otros dos niños árabes, alejándose cuando yo me acercaba con los brazos abiertos, con risa nerviosa incontrolada (y un poco de miedo).Me he agachado y me he quedado quieta, como quien intenta domesticar a un animalillo; teniéndole mi mano he dicho su nombre en bajito y, por fin, he conseguido que se acer-cara a mi. Me ha mirado a los ojos todavía un poco asustada para después rodearme con sus brazos y apretujarme contra ella.

Soy de las que piensa que no hay una demostración de afecto tan bonita como los abra-zos. Podría alimentarme de ellos. Y ésta pequeña árabe me carga las pilas como nadie.

Shukrān jazīlan, habibi.

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CUANDO ES DE NOCHE Bébedjía, a 19 de octubre de 2019 Cuando es de noche, se apagan las vidas de los más débiles. Cuando gobierna la oscuridad, se duermen para siempre los niños más graves de la sala de cuidados intensivos.

En Saint Joseph se trabaja a oscuras 16 horas y se disfruta de unas 7 u 8 horas de vida. Los fines de semana se reducen las horas de vida a 5.

En el primer mundo nos olvidamos de lo maravilloso que es tener luz 24 horas al día. Puedes guardar comida en un frigorífico, utilizar una lavadora (madre mía, el mejor inven-to de todos los siglos) y, aunque sea de noche, puedes trabajar, cocinar, leer o estudiar.

Aquí vivimos entre tinieblas. Casi todo lo hacemos a tientas. Alumbramos el armario o el cepillo de dientes con un farolillo de decathlon, cocinamos y cenamos con frontales. Re-sulta un poco incómodo estar como en eterno campamento, pero uno se acostumbra enseguida.

Lo realmente duro ocurre en el trabajo. Si quieres ver o curar una herida (incluso durante las horas de luz natural), debes alum-brarla con la linterna del móvil. Intentar coger una vía a un niño grave se vuelve misión imposible; la piel es oscura y lle-gan tan graves que es complicadísimo identificar un vasito colapsado. Durante el día, hay un punto en el patio de la pediatría donde hay suficiente luz natural; por la noche los en-fermeros buscan desesperadamente los accesos con un par de linternas o frontales.

Cuando se acaba la luz, dejas de poder monitorizar la saturación de oxígeno de los pa-cientes más graves y se acaba la posibilidad de regalar a éstos ese aporte extra de oxi-geno que les mantenía en el mundo de los vivos.

EnganCHADos ha comprado varios concentradores de oxígeno para Saint Joseph a lo largo de estos años. Los concentradores son unos aparatos que toman el oxígeno del medio ambiente (que encontramos al 21%) y aumentan la concentración hasta alrededor del 95%. No es igual de eficaz que la oxigenoterapia de la que disfrutamos en nuestros hospitales, pero es lo que podemos ofrecer tanto al paciente que está en la mesa de qui-rófano, como al paciente grave que tenemos en nuestra recién estrenada reanimación o a los niños que llegan con anemias gravísimas y boqueando. A veces ese hilo de vida invi-sible es suficiente.

Se puede medio aceptar que un niño se te muera porque no dispones de un medicamen-to en concreto o de la posibilidad de realizar una técnica quirúrgica compleja, pero resul-ta intolerable que fallezca a la media hora de habernos quedado sin luz; roza la obsceni-dad.El dolor que sientes cuando ésto pasa un día tras otro ha sido el motor de un proyecto que hemos iniciado en el hospital.

El problema que tenemos con la electricidad es global, afecta a todo el país. Es impac-tante comprobar cómo la gente está acostumbrada a vivir sin luz, a trabajar sin luz, a lle-var su linternilla y a no frustrarse cuando la vida deja de entrarle a los niños por las gafitas nasales. El mundo no se para; siguen viviendo y trabajando con triste aceptación. Esto es

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lo que hay. Es como si ya se hubieran rendido, como si no creyeran que existe una solu-ción que acabe con la oscuridad.

En Saint Joseph disponemos de una planta fotovoltaica mal instalada y peor dimensio-nada y de dos grupos electrógenos que funcionan a temporadas y consumen una canti-dad enorme de carísimo combustible. La planta dejó de funcionar por completo en sep-tiembre de 2018, por lo que las horas de luz se fueron progresivamente. En el quirófano existen unos paneles independientes cuyas baterías se ponen en marcha si hay cirugías urgentes. Pero el resto del hospital se queda en stand by.

Gracias al dinero de los donantes y de la ayuda de la empresa española GNERA, hemos conseguido arreglar la avería de la planta fotovoltaica y construir un local técnico para alojar los componentes de la misma, reduciendo las posibilidades de nuevas averías.

Dimos el primer paso, pero el aporte eléctrico sigue siendo insuficiente. 7-8 horas al día de vida. Y si, para colmo, llueve, las baterías no se cargan y la cosa se pone peor. El fri-gorífico mixto de energía solar y gas que compramos para el banco de sangre, no fun-ciona y el número de horas de vidas se reduce.

Inicialmente soñamos ampliar la capacidad de la planta; actualmente nos conformaría-mos con que pudiéramos asegurar el aporte eléctrico 24 horas al día en la sala de cuida-dos intensivos pediátricos, en el laboratorio y en la sala de reanimación si fuera preciso.

Empezamos la semana con un niño de 14 años fallecido por malaria grave, media hora después de que se quedara sin aporte extra de oxígeno. Fue el primer caso, pero no el último.Terminamos este sábado con un parto terrible: una joven que debe dar a luz a su hijo muerto, a oscuras.

La noche siempre me dio algo de miedo, pero aquí, me aterroriza.

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CUENTA ATRÁS Bébédjia, a 20 de octubre de 2019

Esta misión ha sido un poco distinta a las anteriores. Hemos trabajado bastante más, con muchas incidencias por las tardes y los fines de se-mana.Ha llovido un día si y otro también, así que no hemos podido dar nuestro garbeo diario, y nos ha faltado tiempo de esterilla bajo el cielo estrellado sin contaminación lumínica.Un par de compromisos institucionales de fin de semana nos han impedido pasar ratos de ocio con nuestros compañeros Chadianos en el Amical o en La petrolier.La pediatría ha estado peor que nunca, y me ha faltado mi compañera pediatra, Marimar, tanto desde el punto de vista personal como profesional.Las cervezas no han estado tan frías. Salvo la de Chez Nodji del otro día.

Como queriendo ganarle horas a los días que nos faltan para volver a casa, entre ayer por la tarde y hoy hemos intentado hacerlo TODO.

Hoy hemos quedado con Zita, Denisse y Blandine para comer en una terraza bastante agradable. Aquí uno se va al bar que más le gusta, se pide su botella de cerveza (de 650 ml ni más ni menos) y luego se busca la vida para comer algo.Nos ha tocado a Denisse y a mi ir a por la comida y, para que engañaros; preferiría no haber presenciado el “making of” de la vaca que nos hemos comido.

A ambos lados de la calle principal hay pequeñas tiendas montadas, generalmente, con palos (nunca dispuestos perpendicularmente al suelo) , planchas de uralita y con un te-chito a modo de terraza. Otra variante son las tiendas-contenedor. Bébédjia se va convir-tiendo en un gran basurero lleno de contenedores venidos de otros países y abandona-dos allí donde fueron descargados. Fuera contenido, allá os apañéis con el continente. Los árabes más ricos se pueden permitir las tiendas construidas de ladrillos.

El caso es que Denisse y yo hemos ido a un asador de los que están hechos con palos y ahí estaba un hombre, con las manos llenas de algo que brillaba, dando vueltas a la car-ne troceada que se calentaba sobre una plancha de latón ya negra, sucia y requemada. Debajo, unas brasas. El chef interrumpía de cuando en cuando su movimiento trilero-like para recibir billetes mugrientos, abrir la caja roñosa, y dar el cambio con billetes a punto de desintegrarse de tanto manoseo y cerdez. Y después, de vuelta a nuestra vaca.Le he pedido 6000 francos de carne y ha intentado darme los trozos magreados; cuál na-zara cinturón negro en compras de mercado, me he puesto firme y a grito de “go dó” (léase no), he señalado la única pieza íntegra que le quedaba. Nos la ha cortado ase-gurándose de estabilizar adecuadamente cada trozo de carne con la totalidad de la mano y después ha construido una montañita de viande que ha procedido a meter en una bolsa negra de plástico (parecidas a las que utilizamos en España para recoger las cacas de

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nuestros perros, pero de un plástico infinitamente más delgado). Antes de cerrarla, se ha asegurado de meter una lima pequeña y una bolsita de pimón. Y, ¡voilá! Comida para 8.

Una vez completada la misión carne, hemos ido a comprar el pan. En una bolsa peque-ña han cabido 8 barras de pan chicloso, redoblado y aplastujado.

Compartir mesa y cerveza mola. Siempre que estoy comiendo en un bar Chadiano, co-giendo la carne con los dedos, untándola en pimón y de ahí a la boca, pienso en mi pa-dre. Estoy segura de que preferiría morir de inanición antes que llevarse un trozo de esa carne a la boca. Sonrío mientras me imagino su cara, y disfruto cada bocado. Estaba muy rica hoy.

Cuando habíamos acabado con nuestra carne, ha aparecido una chica bastante mona con vestido minifaldero rojo pasión sobre leggings negros y peluca de pelo liso corto cas-taño. Sobre su cabeza, un cubo de plástico llenito de saltamontes fritos. Nos ha dejado una rápida para que probásemos la calidad del artrópodo. Yo me comí uno en mi primer viaje y decidí que ya había comido suficientes insectos para el resto de mi vida. Afortu-nadamente para la vendedora, a mis voraces compañeras chadianas les han encantado, así que ración doble para todos. Los saltamontes son ricos en proteínas, así que son un alimento muy preciado aquí. Nuestros hombres, como buenos machos ibéricos, han hecho una competición previa

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provocación con la frase “no hay huevos”, y al final se han comido media docena cada uno. Veremos cómo reaccionan los cuerpos los próximos días.

Después del banquete, unas compritas en el mercado. También pienso mucho en mi pa-dre cuando paseo entre sus puestos. La comida en venta en el suelo, salvo la carne, que está distribuida sobre tablas de madera, cubierta de moscas. Pescado seco, arroz, hari-na, milo, verduras tamaño mini, especias; todo dispuesto en palanganas metálicas donde hunden sus manos las vendedoras para mostrar el género. El olor es intenso, de retro-gusto dulzón, salvo cuando alcanzas la zona de la venta de ropa, exclusiva de los árabes, donde huele a perfume empalagoso pero agradable, ya que anula ese olor mixto de per-sonas hacinadas, especias, carne ya rancia y pescado.

En el puesto de un árabe alto, apuesto y poco dado al regateo, hemos comprado unos cuantos paños para ropa y manteles. Marie Claire nos ha acompañado, porque quería regalarle unos paños para que se haga un conjunto chadiano. Ha escogido la tela más fea y cara del puesto, “de adolescente total” como dice Julia. Pero estaba feliz.

Cuando llegamos a nuestras habitaciones ya es de noche y nos espera una hora de os-curidad. En cuanto se hace la luz, Rocío me acompaña a echar un vistazo a la pediatría.

Os tengo que describir la sala de cuidados intensivos ésta noche; tengo que gritarlo y llo-rarlo antes de dormirme.

En esta sala, de unos 28 metros cuadrados, el ambiente es axfisiante; hay 31 personas en total, 13 de ellos niños. Dos de los más pequeños están convulsionando mientras es-toy intentando ser de utilidad a Grace, la auxiliar de guardia de hoy, porque acaba de lle-gar una niña de año y medio con paludismo grave, inconsciente, ahogándose en sus propias secreciones y con saturaciones por debajo del 80%. Glucemia, temperatura , TDR , hemoglobina y grupo sanguíneo. El test rápido de malaria es positivo, así que a empezar con la quinina y con un antibiótico. No tenemos paracetamol intravenoso, así que toca poner una sonda nasogástrica para administrarle el jarabe de paracetamol que tuve que comprar en una farmacia del pueblo hace un par de días. Y mientras, por fin, conseguimos conectar a la pequeña al concentrador, nos llega en camilla un niño mayor , de unos 14 años, con una hemoglobina de 3. No cabe ni un alfiler en la urgencia. No se puede trabajar a pesar de que ya he conseguido vaciar parcialmente la sala, indicando que solo se permite un acompañante por niño. Además de los niños y pacientes hay ca-zuelas, termos, botellas de agua, bolsas con comida, concentradores de oxígeno, sillas, paños. La gente se agolpa contra la puerta con mosquitera. Es imposible respirar. Llega un momento en que ya no se puede hacer mucho más y no quiero estorbar.

Hoy la oscuridad ha llegado antes de lo normal; a las 21:30. El concentrador ha dejado de funcionar.

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TIEMPO DE ESPERA Bébédjia, 21 de octubre de 2019

Os escribo desde el staff de la maternidad.Bajo la luz de los frontales, intentamos ayudar a Rocío con una niña de 16 años que viene chocada 24 horas después de parir en otro hospital, prematuramente, a su primogénito, ahora muerto. Como no, tiene una malaria grave.Sus padres han pedido el alta voluntaria del otro centro y traen a su hija a Saint Joseph, casi muerta. Sin pulsos palpables, sudorosa, con tensión arterial indetectable, mirando a los cuatro blanquitos alrededor de su cama hablando en una lengua extraña. Está aterro-rizada. Nuestra ginecóloga cree que la adolescente puede tener una rotura uterina, y la solución es la cirugía.La toma de decisión es el punto de partida de una serie de acontecimientos que deben suceder. En primer lugar, que Abdulaye venga y quiera anestesiar a la paciente. Y en principio, y no sin buen criterio, opina que no quiere meterla en quirófano si no podemos transfundir-la. No tenemos hemoglobina (recordemos que vivimos en tinieblas), tampoco hay reser-vas de sangre y la única opción sería la mía y, por segunda vez consecutiva, no me dejan volver a donar.Puestos a un más que probable desenlace terrible, Rocío prefiere que su paciente muera en la mesa de quirófano, intentándolo todo, que en la cama esperando a activar la se-gunda fase del “plan quirófano”. Pero aquí las cosas no funcionan así. Si se muere en la mesa, la has matado tu, porque entrar, ha entrado viva.

Segunda fase: localizar a alguien de laboratorio que pueda hacerle una hemoglobina, grupo sanguíneo y hacerle las pruebas pertinentes a los voluntarios para donar: despis-tase de VIH, hepatitis B, hepatitis C y sifilis. Las posibilidades se van reduciendo. Nos re-sulta imposible contactar con los de laboratorio por lo que, finalmente, debemos llamar a Valentino para que nos ayude con las llamadas pertinentes. Y mientras, el reloj corriendo, los sueros manteniéndola, el ácido tranexámico intentando frenar la hemorragia.Una vez localizado al responsable del laboratorio hay que dar la orden de que pongan en marcha el grupo electrógeno. Una llamada al director y listo; se hizo la luz en el hospital.

Todo cuesta demasiado, todo va muy lento, tantos trámites tediosos para intentar salvar una vida. Y que malamente toleramos este ritmo y forma de trabajar los que venimos de España.¿Cómo es posible que las diferencias sean tan abisales? ¿Debemos aceptar que las co-sas funcionen así?

Ayer os contaba que un niño de entre 13 y 14 años era traído a la sala de urgencias pe-diátricas, a primera hora de la noche, con una hemoglobina de 3. Su cuerpecito de pe-

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queño hombre no aguantó la espera. Falleció a las 23 h. Le siguieron la pequeña bebé que convulsionaba y, después, la niña de 10 años que nunca remontó tras la transfusión.

Os mando un abrazo desde mi crisálida blanca, mientras espero noticias de la materni-dad.

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MAISON D'ARRÊT Bébédjia, 22 de octubre de 2019

Hoy es el día más oscuro de todos los que hemos vivido en esta misión. Llueve furiosa-mente y hace un poco de frío.Que siga lloviendo a estas alturas del año ya ha dejado de ser bueno para las cosechas. El milo, que es el cereal más asequible y que constituye la base de la alimentación de los más pobres, se va a echar a perder. La mayoría de la población no puede permitirse el arroz así que, un año más, pasarán hambre.Que no salga el sol tampoco ayuda a la salud de los ingresados. Si las baterías de nues-tra planta no se cargan, menos horas de vida.

Esta mañana el cielo llora la muerte de la niña de 16 años que ayer de madrugada tuvie-ron que operar de urgencia Javier, Rocío y Valentino. Llora de rabia, llora de pena, llora impotente ante tanta muerte prematura. Y yo no puedo parar de recordar a esa niña, su-dorosa y asustada, tendida en esa cama, esperando, a oscuras.

Tampoco puedo dejar de pensar en nuestra experiencia de ayer por la tarde. Las misioneras de Cristo Resucitado acuden, cada jueves, a la prisión de Bébédjia a ver a los presos. Les llevan medicación, hacen test de malaria, les cambian las botellas de plástico que utilizan tanto para beber agua como para orinar cuando están encerrados. Ayer acompañamos a Sor Teresa para hacer una revisión médica a todos los presos. La mayoría cumplen condena por delitos menores. Es una prisión mixta, aunque casi nunca hay reclusas mujeres.

La construcción, consta de un pequeño patio de tierra y, alrededor, 6 estancias. 3 de ellas (las situadas en el lateral derecho) son muy pequeñas y no tienen puerta; pienso que las podrán utilizar unas 3-5 personas para resguardarse del sol. Frente la puerta de entrada se encuentran las dos habitaciones principales, las celdas donde permanecen encerra-dos los presos desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana. No pude fijarme bien en el tamaño, pero calculo que serían cuartos de entre 8 y 10 metros cuadrados cada uno. Sus celdas no tienen ventanas ni letrina; por eso utilizan las botellas de plástico para ori-nar. Sobre la tierra de esas angostas habitaciociones se hacinan los presos 12 horas al día. Nos cuenta Sor Teresa que ellas encargan el aseo periódico de las estancias, y que están infestadas de cucarachas y mosquitos. Alguna rata se cuela también. Los bacilos tuberculosos, los gonococos y demás fauna microscópica va infectándolos, irremedia-blemente, uno tras otro. Me cuesta respirar solo de pensarlo.En el lateral izquierdo del patio nos encontramos con una estancia-letrina. El olor que sale de ese cuarto es asfixiante. Hace unos años no tenían ese cuarto anexo; fue la ONG Ilumináfrica quien colaboró en su construcción.

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Para separarnos de los presos, hay dispuesta una endeble barrera construida con palos y cuerdas. Los presos, acuclillados, esperaban a ser llamados para pasar a la zona próxi-ma a la letrina y ser explorados según sus síntomas, delante del resto. En función del jui-cio clínico, Rocío y Julia iban preparando las pequeñas bolsas de pastillas indicando las posologías.Ayer vimos a todos los presos, y nos preocuparon unos 5. Nos deja tranquilos el hecho de que éstas misioneras Mexicanas siguen acudiendo, cada jueves, a darles esperanza y cuidados a este grupo de hombres.

Pero no quiero dejaros con angustia. Ya sabéis que siempre (o casi siempre) algo bueno compensa todo lo malo.Esta noche hemos invitado a las misioneras y los médicos (entrantes y salientes) a cenar. Celebramos los reencuentros, el hermanamiento, la amistad; hemos dado la bienvenida a Emmanuel para después despedir, con mucha pena, a nuestros médicos Blandine y Va-lentino. Por fin pudimos disfrutar de Sor Elisabeth que nos ha contado, en clave de hu-mor, su periplo por Madrid.

Está oscuro pero pediatría está bastante tranquila. Dos niños muy graves en la sala de soins intensifs. El resto, potable. Que siga así.

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TU VAS NOUS MANQUER Bébédjia, a 23 de octubre de 2019

Os escribo desde mi crisálida blanca por última vez. Mañana, a las 4 de la madrugada, salimos hacia Mondou para emprender el viaje de vuelta hacia el primer mundo.

Ha sido un día de despedidas; de nuestros compañeros, de nuestros ahijados del AMPS, de las misioneras y de nuestros ya amigos Chadianos.

También despedimos esta mañana a Stefan, mi hermano de sangre Chadiano, que nunca remontó a pesar de la transfusión. El donante estaba ya en el laboratorio pendiente de los resultados de los test, pero él no pudo esperar más. Siempre las esperas.

Y a Grace, de la cama 11, malnutrida severa a la que se intentaba pasar ya al plumpy nut.

- Los Kwashiorkor hacen cosas como ésta- Me explicaba Blandine hace semanas des-pués de uno de los intentos de reanimación que hemos vivido.

Nunca llegamos a ver al bebé que llegó de madrugada muy grave. Muerte y oscuridad. Y espera.

Acaba nuestra misión en Saint Joseph y me siento agotada (“daonyá) y llena de amor.

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EL CAPUCHINO Mondou-N’Djamena, a 24 de octubre de 2019

Hace casi un año que abrieron la línea Mondou-N’Djamena de Tchadian Airlines.Supongo que la abrirían porque la carretera está cada vez peor, con más cráteres, más accidentes y más camiones, autobuses o coches detenidos en los arcenes de tierra roja por averías. Después del intenso viaje de venida y dado que no han cambiado de Toyota en el hospital, decidimos probar suerte con el avión.

Lo de la compra del billete tiene su intríngulis. Habitualmente, una de las misioneras lla-ma a un hermano capuchino que vive cerca del aeropuerto y éste se acerca a dar los nombres de los viajeros para reservar plaza. Generalmente no es necesario pagar en el momento. El número de vuelos y hora de salida éstos cambia caprichosamente cada semana, para desesperación del que desea viajar. El capuchino deberá hacer otro viaje para cerciorarse de la hora de salida un día antes del vuelo.Como el martes de la semana pasada fui con Sor Pilar a Mondou, ella se encargó de comprar los billetes en el mismo aeropuerto mientras yo conocía el centro de discapaci-tados. Pero para darle más emoción al asunto, la impresora no funcionaba (o bien no ha-bría luz) así que, sin recibí ni ticket ni nada que se le parezca, nos volvimos a Bébédjia sabiendo que habíamos pagado el billete pero sin justificante. Si las sores están tranquilas, tú también, así que esperamos pacientemente a que el ca-puchino fuese a por ellos, se los entregara a no se muy bien quién y nos llegaran a final de la semana pasada.

Con el papel en mano, todos tranquilos, aunque no sabríamos la hora del vuelo hasta el día antes. Ninguno se molestó en ver el billete donde claramente ponía que debíamos llamar 72 horas antes del vuelo. Lo dejamos en manos de el capuchino.

El tema de volverse en avión nos limita mucho en cuanto a equipajes, pues solo puedes volar con una maleta de 20 kilos y bolsa de mano de máximo 10. Vinimos con 10 maletas con 230 kilos de material y ahora volveríamos solo con cuatro, que tendríamos que llenar con la artesanía de las viudas del SIDA, telas y manteca de karité. No contábamos con el hecho de que recibiríamos regalos; mi queridísima Zita vino a casa con cajas de ca-cahuetes garrapiñados, flores de Jamaica, cuencos y calabazas decoradas por ella y pi-món. Debora, una de nuestras ahijadas, vino a la reunión de cada miércoles con 3 kilos de cacahuetes tostados para Nerea. La cara de Javi era un poema.

Tuvimos que dejar muchas cosas atrás (para gozo de Julia, nuestra compañera que se quedara hasta diciembre), pero conseguimos apañarlo.

La llamada al capuchino confirmaba el madrugón. Tendríamos que salir de Bébédjia a las 4:30 de la mañana para poder coger el avión a no sabíamos qué hora, pero pronto.

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Así que a las 4 ha sonado la alarma del móvil y a las 4:30 estaban los 4 nazaras esperan-do, a oscuras, a que Jean Paul viniera a recogernos. Hemos saludado a los que entraban y salían del recinto sin identificar muy bien de quién se trataban y hemos esperado, a os-curas, como siempre. Con 40 minutos de retraso ha llegado Jean Paul, como alma que lleva el diablo, a nuestro encuentro. Yo solo podía contar los minutos de sueño que me había robado. A las 6 nos ha dejado en el aeropuerto de Mondou, regalándonos la buena noticia de que no abrirían las puertas hasta las ocho. Esperar, con luz, en la calle. Las sillas de las bancadas estaban demasiado separadas entre sí, así que tuve que colo-car mi mochila entre dos asientos para lograr un poco el efecto cama. Rocío ha dormido en el suelo, envuelta con un paño Africano.

Una vez dentro, la sala de espera no estaba mal; sillas mirando hacia la cristalera y puer-ta de salida y un baño sin luz (obviamente).

Parece que el capuchino leyó mal. Nuestro avión no saldrá hasta las 11 de la mañana, aproximadamente.

Primero ha salido un avión de ayuda humanitaria para los refugiados del Lago Chad. Después ha llegado un avión multicultural de alguna empresa petrolífera que saca benefi-cios de esta tierra, cuyos habitantes ni huelen. Y por fin, nos toca a nosotros.

El escáner consistía en una persona abriéndote toda la maleta, estupefacta ante la canti-dad de karité, delantales, estuches, carteras multicolores y telas que llevaban los blanqui-tos.Previo detector de metales, llegamos a la zona de facturación. Aquí nos esperaba la se-gunda sorpresa. Parece ser que nuestros billetes eran para hacer el vuelo N’Djamena - Mondou y no a la inversa. O sea, que no teníamos plaza reservada en éste. Y la gente seguía entrando.

Nos recomiendan ponernos en contacto con la agencia de viajes que ha tramitado lo de los billetes y ellos nos solicitan que enviemos la foto de los mismos. La agencia no tenía whatsapp ni correo electrónico, así que quedamos en que mandaríamos el número de localizador por sms. Oh, wait. Nadie tenía crédito para sms (para entender el sistema de recarga de las tarjetas sim en Chad hace falta un máster). Y era imposible comprarlo aho-ra. La opción comprar billete nuevo estuvo sobre el tapete, pero a duras penas conse-guíamos tener la suficiente cantidad de francos centro africanos para comprar los cuatro billetes. Cuando las coronarias estaban en el punto previo al espasmo, un encargado de apiadó de nosotros y nos dio el “Let it be”.

6 horas después de que saliéramos de las chambres, nos montábamos en un bombardier que nos llevaría, por fin, a N’Djamena.

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Hassan (el taxista de referencia al que llamamos desde el aeropuerto) nos esperaba con su berlina Toyota destartalada y ahí nos hemos metido los cuatro, 4 maletas de 20 kilos y 4 macutos. Felices al llegar al Centro de Acogida de Kabalaye que, para nosotros, es un Relais Cha-teau en toda regla.Hay luz. Y ventilador. Y un water con tapa. Y estamos un tantito más cerca de encontrar-nos con los nuestros.

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EMBA Casablanca, 25 de octubre de 2019

De las cosas que más me han llamado la atención de la cultura Chadiana (y, en concreto, la nganbae) es la posición del niño en la sociedad y en la familia.

El objetivo de la mujer es tener hijos, muchos hijos.Tener menos de 5 o 6 es interpretado como un fracaso. Como la poligamia está legalmente admitida, los maridos suelen tener decenas de hijos. Esto parece que tiene poco sentido cuando apenas se las arreglan para comer ellos mismos, pero es así.

A los hijos no se les pone nombre inmediatamente. En la cultura árabe se nombra a los pequeños el séptimo día de vida. Los Nganbae suelen tardar algo menos, pero nunca te dirán cómo se llama el niño que acaba de nacer, y mucho menos cuando lo llevan en el vientre.

Ahora pienso en nuestra cultura y recuerdo cómo yo ya tenía soñados los nombres de mis tres hijos incluso desde antes de la gestación. Sus nombres representaban un anhe-lo, un deseo intenso de tenerlos en mis brazos y verlos crecer. Durante los embarazos tenía la costumbre de hablarles, llamarlos por su nombre y canturrearles nanas. Ellas no lo hacen, probablemente porque temen que al darles nombre pueden gafar el embarazo, parto o periodo neonatal. Quizá. Mueren tantos, que es posible.

Una vez en éste mundo, siempre me pareció que las madres cuidaban a sus hijos de un modo casi animal. No me malinterpretéis; no digo que no los quieran, pero los cuidan como una leona cuida a sus cachorros. Los niños se mantienen alrededor de su madre, como conociendo cuál es el radio de seguridad, y ella los vigila, limpia y da de comer. Queda poco lugar para el juego o el mimo.

Cuando el niño es capaz de caminar, suele ser independiente. Puedes ver pequeños de 2 años paseando solos por la carretera o por las calles de el pueblo o ciudad, aunque es cierto que suelen ir acompañados por sus hermanas mayores quienes, desde bien pe-queñas, se echan el bebé a los lomos mientras llevan de la mano a uno o dos hermanos y en la cabeza una cazuela.

La historia de la comida es una de las cosas que más me impactó en su momento. Los chadianos suelen comer una vez al día y la dieta no es variada. Generalmente comerán la boule (masa de harina, milo, sorgo o arroz) o bien patata. Raras veces lo acompañarán de proteína. El primero en comer siempre será el padre. La siguiente, la madre. Posterior-mente comerá el hermano mayor y, así, sucesivamente. Los más pequeños comerán, solo, si queda comida. Así, el eslabón más débil de la familia, tiene más papeletas para desarrollar una malnutrición grave o para enfermar. En cierto modo, tiene sentido; si el miembro de la familia que puede ganar dinero muere, ¿qué será del resto?

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Si un adulto enferma, la familia buscará la manera de pagar la hospitalización y medica-ción prácticamente sin titubear.Si un niño enferma, la familia prefiere esperar, comprar algún medicamento en el mercado o acudir a el curandero antes que consumir sus ya escasos ingresos económicos en lle-varlo a un centro sanitario. Solo el desplazamiento al hospital es costoso, desde el punto de vista físico y económi-co. Pueden tardar horas caminando hasta la carretera para, posteriormente, tener que coger « l’ occasion », que es un hueco en la parte de atrás de un pickup, y que cuesta unos 3000 CFA por cabeza.Luego pagar el ingreso, la medicación, las pruebas de laboratorio...todo por salvar a un niño que “no produce” nada para la familia.Cuando ya están muy muy enfermos, vence el corazón a la razón y los traen a morir al hospital. Aunque no a todos. En los villages más alejados, hay cientos de niños enterra-dos, pequeñas vidas que nunca existieron desde el punto de vista administrativo y que no entran a formar parte de las estadísticas que nos ofrece la OMS.Nos cuenta Sor Teresa que, hace meses, se pusieron en contacto con ella porque, al pa-recer, una veintena de niños ya había fallecido por un brote de sarampión en un village. Subió en su jeepeta cargada de test rápidos de malaria, antibióticos y quinina, para en-contrarse con 2 casos de sarampión y el resto de niños afectados por malaria. Y así en cientos de pueblos alejados de los centros sanitarios. Es una aberración que la salud dependa de tu nivel económico. Aunque realmente no tengo claro si acudirían a un centro hospitalario si tuvieran los medios.

Emba. Así se refieren los Nganbaes a los niños, desde que nacen hasta que empiezan a ser “productivos”

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Emba significa extranjero, alguien que no pertenece a la tierra, que llega pero se puede marchar.Si vivierais en la pobreza extrema, ¿gastaríais vuestros escasos recursos en un extranje-ro?

Hay excepciones, claro está; a ellas te aferras para no perder la esperanza.