elegía al canon harold bloom

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1. ELEGÍA AL CANON (CI,-- I I ! I I i I i ! I i : i I i 25 qq (t1 'Lh¡old, b0orrru: t ú ¿<,^o^ occifu !"f t gl, lo<grcna.< , B«c¿!tñc, ElS ) Originariamenre,.cl canon signifi ca.ba. laelección de libros por pane de nuestlas iosritucionerJ;;r'.-o*r., y e pesar de las recien_ tcs ideas políticas de. murticur*rriir-o'r. auténtica cuestión del .Hff ",::::';'i;T,""* ¿eue debe'i;;;;,", reer er i,,ai"ia,-". q* sente años r" "" o*lI§rfffffihh historia? r"' iiiiill, ,.- des.escritoár q,r. *-ponen lo que podriaf-selección de los.gran- , occidentar, poi no h"Éra, a. r.r=.."ffiffT:?lf:: h:frr::Bl quc lee debe eregir' puesto que literalmenre no hay ticmpo sufi- crente para lcerlo todo, aun t,.rando ;;;." hiciera orr" .or",.e' -1*.o gr1. Er magnrfico **" l" ü"ri# ! w he lefdo todo;-los librosr- ,. h" "oor,Íj1: :i... o.lri:r} oy, La superpobración, r" ,.prc.i0n"ffiü:XX,:: Í f¿llf'Ii.- telo dc las angustias canónicas. ¡" l"l ::T-1. ,i' qi"-r,r.vas orcadas a" r"-r}§'d, :: pasa ni un cándosc 9n su propio ertcrminio, d;;:Iflr"il"..Tffii;;T: morales del crltico. aurlque, con el tiarrrpo, cste moralismo remitirá. Todas ras institucioncs. dc -er,s.a-"-.,j".il'áru" su departamenro de estudios culturales, un bucy;i ;;;."#., cgrá una estética subterránea, quc resraurajjt: :*to"ar, r flore- cismo de Ia lectr¡ra. __--_E, :ss {ssraurara en paftc el rornanti_ .. Reseñar malos libros, scñaló une vez Audcn, es malo para el ca_ rácter' Al iguar que todos r"r *"*,r"raláos, Auden idea,zaba e fr:#:::ffL?#*:,i h"b#il;i".*" presente, en ra paraer.",¿.*,.o,"i:.$**:;::":i::::TiIrJ,:X*f tores -pongarnos a Há',,.ro, b;,-Sü;.; convenirá ár, -.¡or., "i"¿"á*"r.';, "".'liti;i;,nJ:;;i:rH:

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1. ELEGÍA AL CANON(CI,--

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25

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(t1 'Lh¡old, b0orrru: t ú ¿<,^o^ occifu !"ft gl, lo<grcna.< , B«c¿!tñc, ElS )

Originariamenre,.cl canon signifi ca.ba. laelección de libros porpane de nuestlas iosritucionerJ;;r'.-o*r., y e pesar de las recien_tcs ideas políticas de. murticur*rriir-o'r. auténtica cuestión del

.Hff ",::::';'i;T,""* ¿eue debe'i;;;;,", reer er i,,ai"ia,-". q*

sente años r" "" o*lI§rfffffihh historia? r"' iiiiill, ,.-des.escritoár q,r. *-ponen lo que podriaf-selección

de los.gran- ,

occidentar, poi no h"Éra, a. r.r=.."ffiffT:?lf:: h:frr::Blquc lee debe eregir' puesto que literalmenre no hay ticmpo sufi-crente para lcerlo todo, aun t,.rando ;;;." hiciera orr" .or",.e'-1*.o gr1. Er magnrfico **" l" ü"ri#! w he lefdo todo;-los librosr- ,. h"

"oor,Íj1: :i... o.lri:r} oy,

La superpobración, r" ,.prc.i0n"ffiü:XX,:: Í f¿llf'Ii.-telo dc las angustias canónicas. ¡" l"l::T-1. ,i' qi"-r,r.vas orcadas a" r"-r}§'d, :: pasa ni uncándosc

9n su propio ertcrminio, d;;:Iflr"il"..Tffii;;T:morales del crltico. aurlque, con el tiarrrpo, cste moralismo remitirá.Todas ras institucioncs. dc -er,s.a-"-.,j".il'áru"

su departamenro deestudios culturales, un bucy;i ;;;."#.,cgrá una estética subterránea, quc resraurajjt: :*to"ar, r flore-cismo de Ia lectr¡ra.

__--_E, :ss {ssraurara en paftc el rornanti_ ..

Reseñar malos libros, scñaló une vez Audcn, es malo para el ca_rácter' Al iguar que todos r"r *"*,r"raláos, Auden idea,zaba efr:#:::ffL?#*:,i h"b#il;i".*" presente, en raparaer.",¿.*,.o,"i:.$**:;::":i::::TiIrJ,:X*ftores -pongarnos a Há',,.ro, b;,-Sü;.;convenirá ár, -.¡or., "i"¿"á*"r.';, "".'liti;i;,nJ:;;i:rH:

según el sublimc Osc.er Wlldc, quc tenfu ruón cn todo, Trmbiénnos diio quc tode mara poerfn .r'rrn"iii. sr yo tuvreri "i

pJ". a"hacerlo, darfa ordcn .d.-C.r: .ru, p"l.bria fuernn gr.bra;rTii'.n-trada de todas ras universidedcr,

" f¡n dc quc todos ros cstudiantcspudieran ponderar el esplendor dc dicha idea,

o._ll^l".rT-" -,,1Tf*, del presidcnte Clinton, cscrito por Maya.angetou, fue elogiado en un editorial del New Vorn f¡kr, ,o^o, una obra de magnitud whitmaniana, y su sinceridad es de hechoabrumad.ra; entra a formar parte de'todas las ob.as instan;;;""-

mente. canónicas que inundan nuestras academias. ra ¿esaici"aaverded es gue nada podemos hacer; podemos resistir hasta ciertopunto' pero más allá de ese punto incluso nuestras universidades sevcrán compelidas a acusarnos de racistas y sexistas. n..,r"áo q.r.un colcga, sin duda con ironfa, le dijo a un entrevistador d,el NcwYorh Times que «Todos somos crfticás feministas». eri" .rl"'*ro-rica ndecuad^ p^r^ un pllr ocupado, un pals que no espera libera_ción alguna dc Ia liberación. pulde q,r" t", instituciones..d;;; ;.-guir cl consejo del prlncipe de_Lampedusa, autor de El gatopard,o,quc rccomienda a sus parcs: «eue todo cambie ,r., po.o'p"í" q,r.todo siga exactamentc igrral.»Por dcsgracia, ntda. volverá a ser lo mismo, puesto. que el artedc lcer bicn y a fondo, que es cl .imienio de rrucstr";;;.r;,;.-

pcndla de pcrsonas que ya en la infancia cran fanáticas de la lectura.Incluso los dcvotos y soritarios lcctores son ahora necesariamenteascdiados,.pues no_pleden .r,", ,.g"r", ál qu. las nuevas genera-ciones.acaben prefiriendo a Shakesf,eare o a Dant" po, .n.-i*, i.cualquier otro escritor. Las sombras se alargan cn este oceso, y nos1:ercaTos

al segundo milcnio esperando irre las sombras .án^naun mas.No deploro todo esto; la estética es, baio mi punto de vista, unasunto individual más,que social. En cualquier ."ro, ,ro h";;;E_

,O^r-:r,-^"n0". algunos de nosotros

"gr"d"".il"mos que no se nos di_,era que carecemos de las ideas sociales libcrales, g.rr..or", y

"bi..i",de los que nos suceden. La crltica litcraria es un arte antiguo; su in_ventor' según Bruno snelr, fue Aristófanes, y casi estoy d-e acuerdocon Fleinrich Hcine cuando dice que «Hay un Dios, y ,., ,ro_U.. .,Aristófanes». La crrtica curtural ., o,." íamentable ciencia social,pero la crftica literaria, como arte, siempre fue y será ,., f.nOm.roclitista' Fue un error creer que ra crftica literaria podia convertir-se en ur'¡ pirar de la educación democrática o d. i" meiora social.

2(¡

cuando nuestros departamentos de Literatura Inglesa u otras litera-turas se encojan hasta l¿s dimensiones de nucstroi actualcs dcparta-mentos de clásicas, cediendo casi todas sus funciones a las legioncsde los Estudios culturales, quizá seamos capaces dc rcgresar

"i.rtr-dio de lo ineludible, a Shakespeate y ^

sus escasos iguales, quiencs,después de todo, nos inventaron a todos nosotros.

lo que se ha escrito, ! nos olr _

gidos para un estudio determinado, sc¡á idéntico a un A¡tc de laMems¡ria.literario, sin nada que ver.@-non. La memoria es siempre un arte, incluso cuando aciúa involun-

-

ter_lamente. Emerson oponla el Partido de la Memoria al partido dcl"@".rra, pero eso era en una Norteamérica muy distinta.An@ ¿,el partidodel"Esp n_

:@do. Pero siempre ha sidolelfr-oso

tor y esc*or individual con lg.que se ha conservado de entre toáo

11¿: ra¡4: prrrur¡va¡r¡cI¡tgr.o a-cldad de convertirse en lectores v escrirores mrrl--áliliiiiFlt]^olectores y

"§4ror.r -"li"ifiiliülililo,dffimos abandonados a su suerte. Er l" p.¿oi.a, el valár estético iuedereconocerse o experimentars., p ,que sgn incapaces de ca r.r y pe¡sepci;;;;Tai,por él nunca lleva a nad,e.

- h Í1. -ár -. i"t.*r, . , demi profesión hayan dcscrtado de la estética, t"rri"rrdo o, orort" q,r"al do la capacidad dc expe_rimentar cl valor cstético. En Freud, esa dcserción cs la metáfora dela represión, del olvido inconsciente pero significativo. En el casode-miscolegas, el propósito de esa deserción está claro: mitigar unaculpa desplazada. O-lvidar, en un conte tico, es desastroso, .P@ 'Longino habrla dicho que lo que los resentidos han olvidado es clplacer' Nietzschc lo habrla llamado dolor; pero todos ellos habrlan ,pensado en la misma expcriencia en las alturas. Aqucllos que dc allfdescienden, como lcmmin§, sal@iormanera de explicar la l@ra es dccir que se trata de gna mistlfi-cación promovida por las instituciones burquesas.-Eso;JrcAñ t, eiteti""i-iEál,ogffiEño mucho e mcteffsicr.

"r#)fl

ia. Ncccsitamos ense-

27

Un pocma no puede lcerse co¡no un poema, debido a quc cs origi-nariamcnte un documcnto social, ot rara vcz, aunquc cabe csa po-sibilidad, un intento dc superar la filosoffa. CoqELt$C_idÉ jnsto aylr^ t.n.", r.§ist"n.ia

"uyg'rolo obietivo sc" "ffi

lUt^ ptetitr¿ y pureza coma Ia postle. Nucstras lcgioncs quchán .lesertado repñnta;Tn ramáiT; nuestras tradicioncs qucsiem¡rre ha huido de la estética: cl moralismo platónico o la cien-cia social aristotélica. Cuando se ataca a le poesf^, o bi.@-lia pqrque destruJe el hieg.éitár social o biéñE la tolera siempre y

,cuando asury? et p al @lru¡evo multiculturalisgro. Bajo las superficffinisrno o neohistoricism-o académicos, la antigua p"¡é*.Iá defttri-[6ñTsmo, ;?il;;Aicina social aristotélicá igaralmente

^r.ii.,prosiguen su marcha. Supongo que el conflicto entre estas tenden-cias y los siempre acosados partidarios de la estética nunca cesará.Ahora estamos perdiendo, y sin duda seguiremos perdiendo, y csuna lástima, porquc muchos de los mciores cstudientcs nos aban-donarán por otras disciplinas y profesioncs, un abandono que ya seestá produciendo. El quc lo hagan está justificado, pucs no pode-mos protegerlos contra l" pé.did" d" l"r ".it.r y_.r-

Aemos-ñ;;sceder a la mentira de

vnoceder a la mentira de que aquello a que nos oponcmos gsl3 av.en-tura y las nujrer_IilslPlgxgPEs.

Es conocida la frase de Freud en la que define la ansiedadcomo Angsl aor etutas, o inquietud por cl porvenir. Siempre hayalgo que nos angustia del futuro, aun cuando sólo sea el estar ala altura de las expectetivas depositadas cn nosoros. Eros, presu-miblemente la más placentera de las expectatives, provoca sus pro-pias angustias en la conciencia reflexiva, lo cual es el tema deFreud. Una obra literaria también lcvanra lvassan ser t.as angustiasmasnlón, detrnen lo lltera-rio y casi se identilidan con ello. Un poema,.,rr",ul-láIiEiiro se@ rrastornos de rahumanidad, incluyendo el miedo a la mortalidad, que en el..artc dela literatura se transmuta en la pretensión de scr canónico, deunirse a la memoria social o común. Incluso Shakespearc, en sus

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mciorcs sonetos, rcvolotca sobre este deseo o impulso obsesivo. La

rctórica de la inmortalidad es también una psicologfa dc la supervi-vcncia y una cosmologla.

¿Dc dóndc proccdc la idea dc concebir una obre litcraria que el

mundo esté dispucsto a considerar inmortal? No la.encontramos en

las Escrituras de los hebrcos, que al hablar de tcxto§ canónicos se

referlan a aqucllos que contaminaban las manos que los tocaban,

presumiblemente Porque las manos mortales no eran aPta§ Para ma-

neiar escrituras sagradas, Para los cristianos, Jesús reemplazí a ltToú., y lo que más importaba de Jesús era la Resurrección. ¿En qué

fecha de la historia de la escritunprofena se comienza a hablar de

poemas o de relatos inmortales? El concepto está en Petrarca, y lodesarrolla maravillosamente Shakespearc en sus §onetos. Ya cs unelefnento latente en el elogio que hace Dantc de su propia Diainacomed.ia, No podemos decir quc Dantc sccularizara la idce, Pucstoque Io subsumió todo, con lo quc, cn cierto scntido, no secularizó

nardt. Parl,;e é1, su pocma cra une profecla, tanto como la dc Isafes, dc

modo que quizá podamos dccir quc Dante invcntó nuestre modcrneidea de lo canónico. Ernst Robert Curtius, cl cmincntc erudito me-

dieval, pone énfasis en que Dante considcraba quc sólo dos viaies al

más allá antes que el suyo eran auténticos: el dc Encas, en cl Libro6 de la épica de Virgilio, y cl de San Pablo, tal como lo narra en Co'rintios 2, 1222. Dc Eneas surgió Roma; dc San Pablo cl cristienismogentil; de Dantc iba a surgir, si hubicra vivido hasta los ochenta yun años, cl cumplimiento de la profecfa csotérica oculta en le Come-

dia, peto Dante murió a los cincuenta y seis.

Crrrtius, sicmpre alerta a la fortuna de las metáforas canónicas,

tiene un excurso tituledo «La poesla como perPetuación» que re-

monta ef origen dc la eternidad de la fama poética ab llíada (6.359)

y alas Odu dc Horacio (4.8, 28), donde se nos asegura que es la elo-

cuencia y afecto dc la Musa lo quc permite que cl héroe nunca

mucra. Jakpb Burckhardt, en un capftulo sobrc la fama litcraria quc

Curtius cita, observa quc Dante, el pocta-filólogo de la Italia rcna-

centista, «tenfa plena conciencia dc ser un dispensador dc fa,me y,

de hecho, de inmortalidad», una conciencia que Curtius localiza cn-

tre los poctas latinos de Francia en fecha tan temPrana como el año

1100. Pero en cierto momento esta conciencia fue ligadt a la idea de

la canonicidad laica, de modo que no era el héroe celebrado, sino la

celebración misma, lo que se aclamaba como inmortal' F.l canon

laico, en el que la palabra significa catálogo dq ,utot.s-lplo!"'{ot,

á

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tg-gg l, durante elpcrfodo iitcr^riffirrtrüa"Iy lo subrime.Las odas dc william collins restreen el canon sublime en los pre-cursores heroicos dc la sensibilidad, comenzando por los antiguosgriegos y pasando por Milton, y se cuentan entre lás primeros f,oe_mas ingleses escritos pare promover una tradición laica de l, cr.ro-nicidad.

E_! s,gon, una palabra religiosa en su orige.n, se ha convertido

"-n.!.19t_.lgió. "rtr" tc*tor q irr_terplgt3lsa elg!&n corne_re¿!&1da por grupos sociales dorñjñ?n_t§s, instljusiengg rduc3tivas, tradicionem yo,pot 4g!o*s- le*"prti"iEr ryr,.rl* - ,"*=" , ,." "l.gtd.d nÉr-iri_Ut:nores, "ol=t"s. Algor,@e-r"denomina a sf mismo radicalismo ecadémico lregan a sugerir q,re lasobras entran a fotm* parte del canon debido a iructrferi's campanasde publicidad y propaganda. Los compinches de esros escépticos aveces llegan a cucstionar incluso a Shakespcare, cuya eminencia lcsparece cn cierto modo impuesta. si adoras al dios dc los procesoshistóricos, estás condenado a negarle a shakespeare s'palpable su-premacfa estética, la originalidad verdaderamente escandalosa de

nizo, de Nathanael §üest en Miss Lonelyhearts y de Thomas Pynchonen La subasta de I lote 49 gozaron de mayor considcración crltica qucHermana Carric y Una tragedia americana dc Thcodore Drciser.Ahora ha comenzado una posterior revisión dc géncros con cl dcsa-rrollo de la novela periodfstica, como por eicmplo A sangre trfa deTruman Capote, La canción del verd,ugo, de Norman Mailcr, y La ho-guera d,e las aanidad,c¡ dc Tom Wolfc; ala, luz de dichas obras, (lnatragedia americana ha rccuperado gran parte dc su brillo.

La novela histórica parcce haber quedado pcrmanentcmcnte de-valuada. Gore Vidal me dijo une vez, con amarge clocuencia, que sufranca orientación sexual le habfa negado la categorfa canónica.Pero lo que ocurrc, en mi opinión, es que las meiores obras de Vi-dal (a exccpción de la sublimemente provocativa Myra Brechen-bridge) son novelas históricas -Lincoln, Burr y varias más-r / estesubgénero ye no conscguirá la canonización, lo cual cxplicarfa cltristc dcstino dc la novcl¿ pródigamcnte imaginative dc NormanMailer Noches d,c la anttgüedad, une maravillos¿ anatomla del cm-baucamicnto y cl engaño que no sobrcvivió a su ubicación cn cl an-tiguo Egipto de El Libro de los mucrtos. La historiey le narrativa sehan separado, y nuestras sensibilidadcs no parecen capaces de conci-liarlas.

Fou'lcr llega más leios a la hora de exponer la cuestión de porqué, en cada momento de la historia, no todos los géneros gozan dele misma popularidad:

tenemos que tener en cucnta el hecho de que, cn cada pedodohistórico, no todos los géneros gozan de la misma popularidad, yalgunos, de hecho, quedan prácticamente relegados al olvido.Cada época posee un repertorio de géneros bastantc escaso alque los lectores y crfticos reaccionen con entusiasmo, y el repcr-todo del que pueden disponer sus escritores es también más pe-queño: el canon provisional qucda fiiado, e! sr¡casi jgl:ded,por los escritorcs má s, @ o!g4sarca.pos. Cada época elimina nuevos nombres del repertorio. Enun sentido amplio, quizá existan todos los géneros en todas las

edades, vegamente encarnados en extravagantes y caprichosasexcepciones... Pero el repertorio dc géneros en activo siempreha sido pequeño, y sujeto a suprcsiones y adiciones proporcio-

r,J\á

sus obras. La convierte en eltérminos como empresa i{rdividrr"@ .o*-petencia, que ngalgg!án los corazo.effi"r,marxistas, neohistoricistas inspirados por ro"c*ii o 6ññi.ti-vñtái; de t" -.;;ffi;;,de la Escucla del Rescntimicnto.

una iluminadora tcorra ^cerc

de la formación del tanon la ex-pone Alastair Fowler en Tipos de litcratura (19s2). En un caprtulotitulado r<Jerarqulas dc géneros y cánoncs de literaturar, Fowüt se-ñala quc «los cambios en el gusto literario a menudo pueden atri-buirse a una revaluación de los géneros que las obras canónicas re-presentan». En cada época, hay géneros considerados más canónicosquc otros. En las primeras décadas de nuestro siglo, la novela ro-mántica norteamericana fue exaltada como género, lo quc contri-buyó a que Faulkner, Hemingway y FitzgerulJse convirtieran en losescritores dominantes de la prosa de ficción del siglo xx, dignossucesores de Hewthorne, Melville, Mark Twain, y dá Henry J"me,que triunfó con La copa d,orada y Las alas de la paloma. -ei efectode esta exaltación del romanticismo sobre la novela nülista, fueque narraciones visionarias como la de Faulkn er en Mientras ago-

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nalmente significativas ... algunos crfticos han sentido la tcnta-ción de considerar el sistema de géneros como algo casi besadoen un modelo hidrostático, como si su sustancia total pcrmenc-ciera constante, aunque suieta a redistribuciones.

Pero no existe una base firme para dichas espcculacioncs,Haremos meior en tratar los vaivcnes de los géncros simplc-mente en términos de elección estética.

Yo mismo querrla. argüir, en partc siguiendo a Fowler, quc¡elgcción estética h -gnÉg_dg|qenon, pero resulta diflcil mantener este argumenro enunos momcntos en que la defensa del canon literario, al igual quesu ataque, se ha politizado hasta tal extremo. Las defensas ideológi-cas del canon occidental son tan perniciosas en relación con los va-lorcs estéticos como las virulcntas cdtices de quienes, atacándolo,prctcnden destruir cl canon o «abrirlo», como proclaman ellos. Na-da resulta tan csencial al canon occidental como sus princioios áeta aacriterios puramcnte artlsticos. Aquello@n in-sistcn en quc cn la formación del canon siempre hay una ideologladc por mcdio; dc hccho, ven más allá y hablan de la ideologf a de leformación del canon, sugiricndo que construir un canon (o perpe-tuar uno ya existentc) es un acto ideológico en sl mümo.

El héroe de estos anticanonizadores es Antonio Gramsci, que ensu Cuadernos de la cárcel niege que cualquier intelectual pucda estarlibre dcl grupo social dominante si dcpende exclusivamentc de la«cualificación cspccial»» quc comparte con cl gremio de sus colcgas(por cicmplo, los demás crfticos litcrarios): «Puesto que estas diver-sas categorlas dc intclectuales tradicionales adquieren su ininte-rrumpida cualificación históricd a través de tn esprit de corps, arca-ban proponiéndosc a sf mismos como autónomos e indepcndientesdcl grupo social dominante.»

En cuanto que crltico literario en lo que yo ahora considero lapeor de todas las épocas paru la crltica literaria, cl comentario deGramsci no me parece pcrtinente. El esprit de corps del profesiona-lismo, curiosamente tan caro a muchos altos sacerdotes de entre losanticanonizadores, no me interesa lo más mfnimo, y yo repudiarlacualquier «continuidad histórica ininterrumpida» con la academiaoccidental. Deseo y reivindico una continuidad con úñ puñado decrfticos anteriores a este siglo y con otro puñado de las tres gcnera-

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cloncr rntcr¡orcr. Por lo que se refiere a la «cualificación espccial»r,

lr mf¡ propi¡, contrariamente a lo que dice Gramsci, es Purementcpcrmnrl. Aun cu¡ndo sc identificara al «grupo social dominantc»con l¡ Corporación dc Yalc, o con los administradores de la Uni'vcnldrd dc Nucva York, o con la universidades norteamericanes cngcnerll, toy incepez de descubrir ninguna conexión interna cnúecurlquicr grupo social y la manera concreta en que he pasado mi :vida'lcycnáo,' r""o.d"táo, juzgando e interpretanio lo qo" "ttt"ño

' f'dldenominábamos «literatura de imaginación». Para descubrir a algu- ffinos crlticos al scrvicio dc una ideologfa social uno sólo ticne quccontcmplar a aquellos que desean desáitifica, o abrir el canon, o a dP»

sus oponentes que han caldo en la trampa de convertirse en aquelloquc contemplaban. Pero ninguno de estos gruPos es verdadera-

mente literario.Dcscrtar de Ia estética o reprimirla es algo endémico en las ins-

titucioncs dc lo que todavfa se considera una educación superior.Shakcspcarc, cuya supremacla cstética ha sido conf¡rmada por el iui-cio universal dc cuetro siglos, es ahora «histoizado» cn un menos-cabo pragmático, precisamente porque su misterioso poder estéticoes un cscándelo para cualquier ideologla. El principio cardinal de laprcsentc Escuela del Resentimiento puede afirmarse sin tapuios: loquc se denominan valores estéticos emana de la lucha de clases.

Este principio es tan amplio que no pucde ser refutado del todo. Yomismo insisto en que el yo individual es el único método y el únicocriterio para pcrcibir el valor estético. Pero «el yo individual»r, ad-

mito muy a mi pesar, se define sólo en contra dc la sociedad, y parte

dc su agón con lo comunitario inevitablemcnte participa del con-flicto entre clases sociales y económicas. A ml, hijo de un sastre, se

me ha concedido un tiempo ilimitado pata lcet y meditar sobre mislecturas. La institución que me ha sustentado, la Universidad de

Yale, es inevitablcmente perte del establishment norteamericano, ymi meditación rcmunerada

^cerca dc la literatura cs, Por tanto, vul-

nerable a los más tradicionales análisis marxistas de intcrese§ dcclase. Todas mis apasionadas soflamas sobre el valor cstético dcl yo

aislado sc ven incvitablemcntc debilitadas cuando sc me rccucrd¿

que.el ocio nccesario pairt la meditación es algo quc dcbc comPrersc

a la comunidad.Ningún crftico, ni siquiera un servidor, es un hcrmético Próspero

que practica la magia blanca en una isla encantada. La crltica, al igualque la poesla, es (en el sentido hermético) una especie de robo de los

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bienes públicos. Y si la clase gobernantc, cn ros dlru crc ml fuvcntud,liberaba a alguien para que fuera sacerdote dc h cotéticr, ¡ln dudrtenia sus propios intereses en tal saccrdocio. Sin cmbrrgo rdmltiresto es admitir muy poco. La libertad pera comprcndcr cl vrlor c¡-tético puede surgir del conflicto de crasc, pcro el v¡lor no cr idén-tico a la libertad, aun cuando ésta no pucda scr alcanz¡dr ¡ln com-prender tal cosa. Por dcfinición, el valor estético cs cngcndrado poruna interacción entre los artistas, una influencia quc cJsicrnpr" un,interpretación. La libertad para ser artista, o crftico, surgc nccesaria-mente del conflicto social. pero la fuente u origen di la libcrtadpara percibir, aunque de importancia pa.* el vaior estético, no csidéntica a él' En una individuaridad madura existe siempre un sen-timicnto de culpa; es una vcrsión de la culpa de ser un supervi-vientc, y no produce valor estético.

Sin alguna respucste a la triplc cuestión del agón -¿más que,mcnos que, igual a7- no pucde haber valor estético. La cuestión secnmerca cn cl lcnguajc metafórico de lo Económico, pero su res_pucsta cstará libre dcl Principio Económico de Freud. Nt puede ha-bcr pocma cn sl mismo, / aun con todo algo irreductible permanececn la cstética, El valor que no puedc menoscabarse del tádo consti-tuye en sl mismo el proceso de ra influencia interartrstica. Dicha in-flucncia conticne componentes psicológicos, espirituales y sociales,pcro su clcmento principal cs estético. un marxista o un historicistainspirado por Foucault puede empecinarsc en que la produccifin deln cotéticn cs una cucstión de fuerzas históricas, p.ro i" produccióncn ¡l misme no cs cl tcma que tretamos aqul. De buena gana con_vcngo con la máxime dcl Dr. Johnson -«sólo un zoquete eicribe sinquc haya dinero de por medio»-, aunque la innegable economla dele litcratura, desde Pfndaro hasta el prcsente, no Jetermina las cues-tiones dc suprcmecfa estética. y los que ptetenden abrir el canon ylos tradicionalistas no disienten demasiaáo acerca de dónde se en-cuentre la suprcmacfa: cn shakespeare. shakcspearc es el canonlaico, o incluso la escritura laica; para propósitos canónicos, él dc-fine por igual a predecesores y legatarios. Éste es el dilema al que seenfrenran los partidarios del resentimiento: o deben negar la emi-nencia única de Shakespeare (un esunto trabaioso y difrcil) o debenmostrar por qué y cómo la historia y la lucha de clases produjeronaquellos aspectos de su obra que le han llevado " o.rpa, un lugarcentral en el canon occidental.

Aquí se encuentran con ra insuperable dificurtad de la fuerza

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más idiosincrásica de Sfrakespeare: siempre cstá por encima de ti,tento conceptual como metafóricamente, seas quien seas y no im-porta la época a que pertenen s. Él te hace anacrónico porquc tecontlcnc; no puedes subsumidc. No pucdcs iluminarlc con unenucva doctrina, ya sea el marxismo, el frcudismo o cl csccpticismolingüfstico demaniano. Por contra, él ilumina la doctrina, no prefi-gurándola, sino posfigurándola; como si dijéramos, lo más impor-tante que encontramos en Freud ya está en Shakespeare, además deuna convinccnte crftica de Freud. El mapa freudiano dc la mentecstá en Shakespeare; Freud sólo parece haberlo escrito en prosa. O,por dccirlo de otra manera, una lectura shakespcriana de Freud ilu-mina y carga de significado el texto de Freud; una lectura freudianade Shakcspeare minimiza a Shakespeere, o lo harfa si pudiésemossoportar una rcducción quc llcga hasta el absurdo dc echarlo a pcr-del. Coriolano cs una lcctura dc El dtcciocho brumario de Luis Napo-ledn de Mam mucho más convinccnte de lo quc ningún lector mar-xista de Coriolano podrfa csperer.

La cminencia dc Shakespcerc cs, cstoy scguro, la roca sobrc laCual acabará dcrrumbándosc la Escuela del Rescntimiento. ¿Cómopueden iugar a dos barajas? Si es algo arbitrario quc Shakcspearccentre el canon, cntonccs deben explicar por qué la clase dominantcle cscogió a él en lugar dc, pongemos, a BcnJonsonpa;t^ ese papelarbitrario. O si la historia y no las clases dirigentes exalteron a Sha-kespeare, ¿qué habla en Shakcspeare que cautivó al poderoso De-miurgo, la historia social y cconómica? Resulta claro que esta lfneadc invcstigación comienza e orillar lo fantástico; cuánto más simpleserla admitir que existe una diferencie cualitativa, una difercncia es-pccffica, entre Shakcspc rc y cualquier otro escritor, /t scc Chaucer,Tolstói o el quc elijamos. La originalidad es el gran cscándalo a queel resentimiento no puede acomodarse, y Shakespeare sigu.e siendocl escritor más original que conoceremos nunca.

Toda podcrosa originalidad literaria sc convicrte en canónica.Hace algu.nos años, en una tormentosa noche en New Haven, me

senté a relcer, una vez más, El paraíso perdido de Milton. Tenla queescribir una conferencia sobre Milton pera un cursillo que estabaimpartiendo en la Univcrsidad de Harvard, pero querfa empezar de

nuevo con el poema: leerlo como si no lo hubiera lefdo nunca, de he-cho como si nadie lo hubiera lefdo nunca. Hacerlo asl significaba re-

I>

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lh¡zar toda la bibliografle crftica sobrc Milton quc habfa en mi ca-beza, lo cual cra virtualmente imposiblc. y aun con todo lo intentéporque nccesitaba la cxpcricncia de relecr El paraíso perdido talcomo lo habla lefdo unos cuarcnta años antcs. y micntres lo lela,hasta que me quedé dormido, ya dc madrugtda, la familiaridad ini-cial del poeme comenzó a disiparsc. siguió disipándose en los drasque siguieron, mientras lo lela hasta el final, y me quedé curiosa_mente perplejo, un tanto enaienado, y sin embargo tremendamenteabsorto. ¿Qué estaba leyendo?

Aunque el poema cs une epopeya blblica en form¿ clásica, la pe-culiar impresión que me causó era la que generalmente atribuyo a lafantasla literaria o a la ciencia ficción, no a Ia épica heroiia. Meprodujo el abrumador efecto de haberme enfrentado e algo extrafro.Dos sensaciones relacionadas pero distintas mc deiaron estupefacto:la fuerza competitiva y triunfante del autor, maravillosamcnic exhi-bida en su lucha, tanto implfcita como expllcita, contre todos losautores y textos, la Biblia incluida, y también la extrtñeze.. cn oca-siones aterradora, provocada por lo que epareclaen aquellas páginas.sólo después de llegar el final recordé (conscienremente, dc iodosmodos) el virulcnto libro de William Empson El Dios d,c Milton,con su crftica observación de que El paraíso perdid.o le parecla tanbárbaramente espléndido como ciertas esculturas africanas primiti-vas. Empson censuraba la bárbete, visión que Milton tenla del cris-tianismo, doctrina quc él encontraba abominable. Aunque Empsoncra polfticamcnte merxista, y simpatizaba profundamente con loscomunistas chinos, dc ningún modo sc le puede considerar un prc_cursor de Ia Escuela del Rescntimiento. su análisis histórico .r" L"s-tantc libre y asombrosamente certero, y aunque continuamentc te-nfa prcscnte el conflicto cntre las clases sociales, iamás se sentfetcnt¿do dc rcducir El paraíso perdid,o a una interacción de fuerzaseconómicas. Su interés primordial scgufa siendo estético, que es eltema propio dc la crftica literaria, y procuraba no convertir su ¿ver-sión moral por el cristianismo (y el Dios de Milton) en un juicio es-tético en contra dcl pocma. El elcmento bárbaro me impresionótanto como a Empson; el triunfalismo agonlstico me interesó más.

Hay, supongo, muy pocas obras que pare?r.^n másésenciales alcanon occidental que El paraíso perdido: las principales tragediasde Shakespeare, los Cuentos de Canterburl de Chaucer, La áir¡no

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comedia dc Drntc, lr Torá, lor Evangclios, Don Qrljote de Cervan-tes, las epopcy¡t dc Homcro. A cxccpción quizá del poema deDante, ningune dc cctea obras cstá tan presta e der b*llla como lasombrf¿ obra dc Milton. No hay duda de quc Shakespeare recibfaprovocacioncs dc drematurgos rivalcs, mientras que Chaucer, de unmodo cncantador, citaba autoridades ficticias y ocultaba sus euténti-cas deudas con Dante y Boccaccio. La Biblia hebrea y el NuevoTestamento gicgo fueron revisados hasta presentar su forma actualpor rcdactores que probablemente tenlan muy poco en común conlos autores originales a quicnes estaban corrigiendo. Cervantes, conun humor desparcio, parodió sin compasión e autores de libros dccaballerlas que le habfan precedido, mientras que no tenemos lostextos de los precursores de Homero.

Milton y Dante son los más bclicosos dc los grandcs escritoresoccidentales. Los cruditos consigucn cludir la fcrocidad dc ambospoetas c incluso los tratan de devotos. De cstc modo, C. S. Lcwisfue capaz dc descubrir su propio y «puro cristianismo» en El paraísoperdid.o, y John Frccccro considcra a Dantc un ficl scguidor de San

Agnstln, setisfecho dc emular les Confeston J en su «novela dcl yo».

Dante, de un modo quc todavfa no hc hccho más quc cntrevcr, co-rrigió crcativamente a Virgilio (cntrc otro§) dc mancra tan profundacomo Milton corrigió absolutamcnte a todos los que habfan cscritoantes que él (Dantc incluido) mcdiante su propia crcación. Pero, se

muestrc guasón cl artista cn csta lucha, como Chauccr, Cervantcs yShakcspearc, o agresivo, como Dante y Milton, la lucha sicmpreestá ahl. Hay una parte de la crltica marxista que mc parece decicrto valor: la que dicc que en todo texto importante hay conflicto,.ambivalcncia, contradicción entre tema y estructure. Donde mc sc-paro de los manristas cs en los orfgenes dc ese conflicto. Dcsde Pfn-daro h¿sta cl prcsente, el escritor que lucha por la canonicidadpuede luchar por une clase social, tal como hizo Pfndaro por losaristócratas, pcro, primordialmcnte, todo escritgr ambicarena sólo cn su prooio nombrc. v frecuentementc traiciona o tc-niesa de su clasc a fin de pcrsezuir sus proDios intereses. quc sc cen-iran complctimcnte e¡ h indioiduación. Dantc y Milton. sacrifica-ron mucho por lo quc .cllos consideraban una carrera polfticaespiritualmente rica y justificada, pero ninguno de los dos habrfa es-

tado dispucsto a sacrificar su poeme clave por ninguna causa. Para

solucionar estc conflicto identificaron la causa con el poema, en lu-gar dc identificar cl pocma con la causa. Al hacerlo asf, sentaron un

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precedcntc quc, hoy cn dla, la chusma académica quc prctcnde rela-cionar el cstudio dc la litcraiiliñillEñá, á" ün cambio so-cial no ha scguido, Podemos encontrar seguidorcs nortcemcricanosdc cstc aspccto dc Dantc y Milton donde uno cspcrarle cncontrar-los, cn nuestros más grandcs poetas dcsdc Whitman y Dickinson:los socialmentc reaccionarios §üallacc Stcvens y Robcrt Frost.

Invarilblcmente, equellos (canontca vcn gus texto§ como a

tlggpo. La cosa contenida varla; un gren poeme, por definición, re-húsa ser contenido, ni siquiera por el Dios dc Dante o de Milton. ElDr. Sarnuel Johnson, el más avispado de todos los crlticos literarios,conclufa acertadamentc que la poesla devota era imposiblc al com-pararla con la devoción poética: «El bien y cl mal de la Etcrnidadson demasiado pesados para las alas del ingenio.» «Pesado» cs unametáfor^ de «incontenible», que cs otra metáfora, Aquellos qucquieren abrir cl cenon censuran la religión manifiesta, pero recla-man versos devotos (¡y una crltica devota!), aun cuando cl obieto dedevoción se haya convertido en el ascenso al poder de las muieres, ode los negros, o del más dcsconocido de todos los dioscs desconoci-dos: la lucha dc clascs cn Estados Unidos. Todo depende de vues-tros valores, pcro siemprc mc parccc rero que los marxistas sean tanpcrspicaces a la hora dc encontrar competencia en todas pertes, yaun asl no consigan vcr que cs algo intrfnseco a las bellas artes. Loquc sc hacc es infrevalorar e idcalizar cn exceso la litcratura de ima-ginación, quc sicmpre ha pcrscguido sus propios fines egglstas.

El paratso pcrdido se convirtió en canónico antes dc que se esta-bleciera cl canon laico, durante el siglo siguientc al de Milton. Larcspucsta a «¿Quién canoniá a Milton?» está en primer lugar cn elpropio John Miltonr /, casi en primcr lugar, cn otros grandes poetas,desde su amigo Andrew Marvell hasta John Dryden, y en casi todoslos poetes importantes del siglo Xvrrr y del perlodo romántico:Pope, Thomson, Cowper, Collins, Blake, §Tordsworth, Coleridge,Byron, Shelley, Keats. No hay duda de que algunos crlticos, el Dr.Johnson y Hazlitt, contribuyeron a la canoniztción; pero Milton, aligual que Chaucer, Spenser y Shakespeare antes qoé-éI, y al igualque §lordsworth después, superaron la tradición y la subsumieron.

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dc escribir una obra

Ésta cs la prueba más diffcil dc superar para incorporersc el canon.

Sólo unos pocos podrlen supcrer y subsumir la tradición, y ehoraquizá no haya nadic quc pucde hecerlo, Por cllo le cucstión quc sc

plentca hoy cn dla cs: ¿Se puedc obligpr e le treditión e quc tc haga

sitio abriéndotc paso ¡ codazoo dcsde dentro, por dccirlo dc elgunemancre, cn lugar dc dcsde fucra, tal como prctcndcn los multicultu-relistasP

Ningrtn movimicnto originado en cl interior dc Ia tradiciónpucdc scr ideológico ni ponerse al scrvicio de ningún obietivo so-

cial, por moralmente admirable que sea éste. Uno solo irrumpe en

\-o,ffi

el canon por fuerza estétice, que se compone primordialmente de la \***csiguiente amalgama: dominio dcl lenguaie metafórico, originalidad, , \poder cognitivo, sabidurla y exubcrancia en la dicción. La iniusticiaúltima de la iniusticia histórica es que sus vlctimas no prccisan otracose quc sentirse vfctimas. Sea lo que sea el canon occidcntal' no se

treta de un programd púe la salvación social.

La manera más estúoida dc defendcr cl canon occidcntal con-siste cn insistir cn que encarna las sictc virtudcs moralcs quc com-Donen nuestra suDuesta mma de valores normativos y principios dc-mocráticosl ,Fso es palmariamentc falso. La lllada muestra le

in-omparable gloria dc una victoria armada, micntres quc Dante se

rccrea en los eternos tormcntos sobre sus encmigos máo personalesde que es testigo. La versión quc Tolstói ofrece dcl cristianismo dciade lado casi todo lo que cualquicra dc nosotros conserva, y Dos-toicvski prcdica cl antisemitismo, el oscurentismo y la nccesidad dcla scrvidumbrc humana. Las idcas polfticas dc Shakespcare, al mc-nos por lo que podemos prccisar, no Parecen muy distintas dc las dcsu Coriolano, y las ideas de Milton acerc de la libcrtad dc expte-sión y la libcrtad de prensa no impiden la imposición de todo tipode rcprpsioncs sociales. Spenser se regociia cn la masacre de los re-beldes idandescs, mientras que la egomanla de \üüordsworth exalte

su mentc poética por encima dc cualquier otra fuente de esplendor.Los más grandcs escritores occidentalcs subvierten todos los va-

lores, tanto los nucstros como los suyos. Los eruditos que nos instan

a encontrer el origch de nuestra moralidad y de nuestra polftica en

Platón, o en Isafas, están alicnados de la realidad social cn que vivi-mos. Si leemos el canon occidental con la finalidad de conformarnuestros valores socialcs, pollticos, personales o morales, creo firme-

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mente que nos convertiremos en mon§truo§ entregados al egolsmo yla explotación. Lecr al scrvicio dc cualquier ideologfa, a mi juicio,es lo mismo quc no leer nada, La reccpción dc la fucrza estética nospermite aprender a hablar de nostros mismos y a soporternos. Laverdadera utilidad de Shakespeare o de Cervantes, de Homero o deDante, de Chaucer o de Rabelais, consiste en contribuir al creci-miento de nuestro yo interior. Leer a fondo el cenon no nos harámeiores o peores Dersonas. .i.rd^logo de la mente consigo misme no cs primordialmente una realidadsocial. Lo único que el canon occidcntal puede provocar es que utili-cemos adecuadamente nuestra solcdad, esa soledad que, cn iu formaúltima, no es sino la confronteción con nuestra propia mortalidad.

Poseemos el canon porque somos mortales y nuestro tiempo eslimitado. Cada dia nuestra vida se acofta y hay más cosas que leer.Desde el Yahvista y Homero hasta Freud, Kafka y Beckett hay unviaje de casi tres milenios. Pucsto que este viaje pasa por puertos teninfinitos como Dante, Chaucer, Montaigne, Shakespearc y Tolstói,todos los cuales compensen ampliamente una vida entere de relec-turas, nos hallamos en el dilema de excluir a alguien cada vez qucleemos o releemos extensamente. Una antigua prueba para saber siuna obra es canónica sigue vigente: a menos que exiia una relectura,no podemos calificarla de tal. Lt enalogla. inevitable es erótica. Sieres Don Giovanni y Leporello te lleva la cuenta, un breve encuen-tro es suficicnte,

En contra de ciertos parisinos, el texto no está zhl pa:^a propor-cionar placcr, sino cl supremo displaccr o el más diFrcultoso placerquc un texto mcnor no proporcionará. No voy a entrar en disprrstacon los admiradores d,e Meridian, de Alice rJüalker, una novela quemc he obligado a leer dos veces, aunque la segunda lectur¿ fue unade las cxperiencias literarias más extraordinarias de mi vida. produjouna epifanfa en la que vi claramente el nuevo principio impllcito enlos eslóganes de aqucllos que proclaman la apertura del canon. Laprueba que hay que pasar para formar partc del nuevo canon es

simple, clara y maravillosamente conducente al cambio social: laobra no debe y no puede ser relefda, pues su contribución al pro-greso de la sociedad es su generosidad al ofrecerse a sf m.isma parauna rápida ingestión y un pronto olvido. Desde Pfndaro hasta Hól-derlin y Yeats, las grandes odas de autocanonización han procla-

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mado su inmortalidad agonlstica. La oda socialmente aceptable del

futuro sin duda nos dispensará de tales Pretensiones, y en lugar de

eso se orienta:i'á ela apropiada humildad de la hermandad compar-tida, a la nueva sublimidad de hacer ganchillo, que es ahora cl troPopreferido de la crftica fcminista.

Y aun con todo debemos elegir: puesto que nue§tro tiempo es

limitarlo, ¿debemos releer a Elizabeth Bishop o a Adrienne Rich?

¿Debo ir de nuevo a la busca del tiempo perdido. con MarcelProust, o intentar releer la conmovedora denuncia de Alice §íalkerde todos los varones, blancos y negros? Mis antiguos cstudiantes,muchos de los cuales son ahora estrellas de la Escuela del Resenti-miento, proclaman que están enseñando a vivir en una sociedad sinegolsmo, y pa:.a ello hay que comenzar aprendiendo a leer carentesde todo egolsmo. El autor no tiene yo, cl Personaie literario no

tiene yo, y el lector no tiene yo. ¿Dcbemos rcunirnos iunto al rfocon todos cstos generosos fantasmas, librcs de la culpa de curndo clyo se manifestaba, y ser bautizados en las aguas dc Leteol ¿Qué hr'fcmos Pare salvarnos)

El cstudio dc la litcr?t.r^, por mucho quc rlguie lfi.l ¡gsalvará-a nadie, no más dc lo quc mqior.rrÁ r le ¡ocicdrd, ShrJtcr.

-

tffi-os hará meiorcs. tamDoco not hsr4 peorci, PS-PggCcqu c-ñ6ffiTñ6lcu a n d o hgb I a m oi cc n n g!e!!e!-nr i ¡ m o¡. Demalera coniiguiEñ§frredc que nos enscñc ¡ eccPt¡r cl crmbio, cn

nosotros y cn los dcmás, y quizá la forme definitive de egc cambio.Para nosotros, Hamlct cs el embaiador dc la muertc, quizá uno dc

los pocos embaiadores iamás enviados por la mucrtc quc no nos

miente ^cerca.

de nuestra inevitablc relación con e§e pafs ignoto. La

rclación es del todo solitaria, a Pesar de todos los obscenos intentosde la tradición por socializarla.

A mi difunto amigo Paul de Man le gustaba comParar la soledad

de todo tcxto literario con la de toda muerte humana, una analogia

que rcchacé en una ocasión. Yo le habfa sugerido que un troPo

más irónico scda comparar el nacimiento humano con el naci-

miento de un poema, une analogfa que rclacionarfa los textos igual

que se relacionan los niños, sere§ sin voz vinculados a voces ante-

riores, su incapacidad de heblar vinculada a lo que los muertos han

hablado, a lo que nos han dicho en vida. No pudc venccr cn esa dis-

cusiór, crltica porque fui incapaz dc convenccrlc dc cse analogfa

más humana; él preferla la autoridad dialéctica de una ironla más

heideggeriana. Lo único que un texto' Pongamos la tragcdia de Ham-

%\

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/al, comprrte eon lr muettc et ru ¡Rlctlrrl, pero culnrlo lr enmprrteccrn nosotror, ¿hnhlr eon lr rutorklml cle lr mue¡fel sen eurl rlr trrespuestf,' mc gurterln rcfrrlrr que lr ¡utorldrd de lr muortc, [r rGrlitcraria o cxistencirl, no e! prlmordhlmGntc unr rutorldrd iochl,El canon, lcios dc ser el scrvidor de l¡ clrrc ¡ocht domlnrntc, e; ctministro de la muertc. para abrirlo hry quc convcnccr rl lcctor clcque se ha despeiado un nuevo espacio cn un ecpacio mÁs grrnde po-blado por los muertos. eue ros poetas consicnten en cedcinos su-ru-gar, gritó Artaud; pcro eso es exactamcnte lo que nunca conscn_tirán.

Si fuésemos literalmente inmortares, o si nuestra vida doblara suduración hasta elcanzar los ciento cuerenta años, podrlamos abando-nar toda discusión ecerca de los cánones. pero sóio poseemos un in-tervalo, y a continuación deiamos de ocupa. ,r.rartro lugar en elmundo; y no me perece que la responsabilidad del crltico- litcrariosea llenar ese intervalo con malos textos en nombre de cualquieriusticia social. El profesor Frant< Lentricchia, apóstol del cambiá so-cial a través de la ideologfa académica, ha conslguido lecr la «Anéc-dota de laiarca»>, de Wallace Stevens, como un pá.m" polftico, en elque el poeta se hace portavoz de las clases dominantis. El arte decolocar un iarrón, para stevens, estaba ligado al arte de haccr rami-lletes de flores, y no veo por qué Lcntricchia no deberra pubricar unmodesto volumen acerca de la polftica de los ramilletcsl baio cl tf-tulo de Ariel y las flores dc nucstra rcgión, Todavfa recuerdo miconmoción, hace unos treinta y cinco años, cuando me llevaron porprimera vez a un partido de fútbol en Jerusalén en el que los cspe._tadores sefardlcs animaban al equipo visitante dc Haifa, qr"

"rt"-ba polfticamente a la derecha, mientras que el equipo de Jerusarénestaba afiliado al Partido Laborista. ¿por qué conftrmarno,

"o, po-litizar el estudio de la literatura? Reempla".-o, a los comcnta.istasdeportivos por lumbreras polfticas como primer paso hacia la reor-ganizaciín del béisbol, con la Liga Republicana enfrentándose a laLiga Demócrate en las series Mundiales. Eso nos ofrecerfa una for-ma de béisbol en la que no podrfamos evadirnos en busca de eriviopastoral, tal como hacemos ahora. Las responsabilidades polfticasdel iugador de béisbol serlan tan pertinenies, ni más ni menos,como las responsabilidades pollticas, ahora proclamadas a los cuatrovientos, del crftico literario.

Hoy en dla, y en casi todo el mundo, la cultura es una especiede antigualla, algo especialmente palpable en los Estados Unidos de

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América. Somos los últimos herederos de la tradición occidental. Lacducación fundada sobre la llíada, la Biblia, Platón y Shakespeare

oiguc sicndo, de manera más o menos sostenida, nucstro idcal, aun-que la relevancia de esos monumentos culturalcs en la vida dc nucs-tra¡ ciudadcs interiores es inevitablemente bastante escasa. Aqucllosqu€ sc indignan ante los cánones sufren un complejo dc culpa eli-tista basado cn la apreciación, bastante exacta, de que los cánonessicmpre sirven indirectamente a los intereses y objetivos sociales ypolfticos, y ciertamente espirituales, de las clases más opulentas decada generación de la sociedad occidental. Parecc claro que el capi-tal es necesario para el cultivo de los valores estéticos. Pfndaro, elúltimo campeón supremo de la llrica arcaica., componfa sus odas a

cambio dc grandcs sumas, y los ricos, a c¿mbio de su gcncrosoapoyo financiero, obtenfan una espléndida exaltación de su divino li-naie. Esta dlianza dc sublimidad y poder fin¿nciero y polftico nuncaha cesado, y presumiblemcnte nunca lo hará, ni podrá hacerlo.

Existcn, naturalmente, profetas, desde Amos hasta §íhitman,pasando por Blakc,,que se alzan para protestar en contra dc esta

alianza, y sin duda algún dla surgirá una gran figura comparable a

Blake; pcro la norma canónica sigue siendo Pfndaro, y no Blake. In-cluso profetas como Dante y Milton se comprometieron mucho más

de lo quc Blakc estuvo dispuesto o fue capaz dc comprometcrse, enle mcdida en quc puedc afirmarse que las aspiraciones culturalcspragmáticas tcntaron a los poetas de La divina comedio y El paralsopcrd.tdo. Me ha llevado toda una vida de inmersión en el estudio dela poesla el llegar a comprender por qué Blake y \üflhitman se vieronobligados a convertirse en los poetas herméticos, incluso esotéricos,que vérdaderamente fueron. Si rompes la elia¡za entre riqueza ycultura -una ruptura que marca la diferencia cntre Milton y Blake,entre Dante y §Thitman-, debes pagar el elevado e irónico preciode aquellos que buscan destruir las continuidades canónicas. Tcconvicrtcs en un gnóstico tardfo, cn gucrra contra Homcro, Pletóny la Biblia al mitologizar tu lectur¿ errónee de la tradición. Unaguerra asf puede proporcionar victorias limitadas; Cuatro Zoas oCanto a rnl ¡nismo son triunfos que califico de limitados porquc con-ducen a szs herederos a distorsiones perfectamente desesPeradas dcldeseo creativo. Los poetas que transitan el camino abierto Por§fhitman con mayor fortuna son aquellos que se le parecen profun-damente, pero no superficialmente, Poetas tan severamente forma-les como §flallace Stevens, T. S. Eliot y Hart Crane. Aquellos que

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buscan emular sus forme¡ rpnrcntemcntc rblcrt¡¡ mucrcn todos enel páramo, rudimenterios mprodru c impoetorco ¡c¡démicos caldosen la cstcla dc csc padrc delicrdrmcntc hcrmético. N¡d¡ sc consi-gue por nada, y Whitman no h¡r4 tu trrbrjo por,ti. Un bl¿keanomenor o un aprendiz dc lü(/hitman ca cicmprc un frl¡o profcta, y sucamino nunca llcva a ninguna perte.

No me complacen en absoluto esas vcrd¡deo occrca dc la dcpcn-dencia de la poesla del podcr terrcnal; simplcmentc estoy siguicndoa §lilliam Hazlitt, 9l verdadero izquicrdista entre todos los grandcscrfticos. Hazlitt, en su maravillosa discrtación sobre Coriolano dePersonajes de las obras dc Shahespeare, comienza admiticndo a dis-gusto que «la causa del pueblo cuenta muy poco como suieto poé-tico: admite la retórica, que da lugar a razonamicntos y cxplicacio-ncs, pero no suscita cn la mentc imágenes inmcdiates o claras».Tales imágenes, descubre Hazlitt, están prcscntcs cn tod¡s partes dcllado de los tiranos y sus instrumentos.

La. clalra noción quc tienc Hazlitt dc la turbulcnta intcrecciónentre el poder de la retórica y la rctórica dcl poder poscc un ilumi-nador potencial en la oscuridad quc ahora impcra. Les propies idcnspollticas de Shakespcare pueden scr o no las de Coriolano, al ig¡ralque las angustias de Shakcspeare pueden ser o no las de Hemlet oLear. Ni tampoco es Shakespeare cl trágico Christopher Marlowe,cuya obra y vida parecen haberlc cnseñado a Shakcspearc cl caminoque no debfa scguir. Shakespcare sabc implfcitamcnte lo quc scega-damente Hazlitt dcja explfcito: la Musa, ye sca trágica o cómica,sicmpre toma partido por la élite. Por cada Shellcy o Brccht, encada sociedad hay más de una doccna dc grandes poetas que gravi-tan de manere natural del lado dc lás clases dominantes. La imagi-nación literaria, está contaminada por cl celo y los excesos de lacompetencia social, pues e lo largo de toda la historia dc Occidentela imaginación crcativa se ha concebido a sf misma como lo compe-titivo por antonomasia, semeiantc al corredor solitario, que sólopersigue su propia gloria.

Las muieres de mayor fuerza poética, Safo y Emily Dickinson,son incluso agonistas más feroces quc los hombres. La señorita Dic-kinson de Amherst no se propuso ayudar a la señora Elizabeth Ba-rrett Browning a ecabu su labor de ganchillo. En lugar de cso, Dic-kinson deia a la señora Browning muy atrás en el polv-o, aunque sutriunfo es más sutilmente transmitido que la victoria de Whitmansobre Tennyson en «La última vez que florecieron las lilas cn el

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huertor», donde se hace abicrtamcntc cco de h l¡urcrdr «Odr ¡ l¡muerte dcl Duque de §fellington», a fin de oblignr rl lector rtGnto rreconocer hasta qué punto la clcgfa a Lincoln tupcrr el hmcnto porel Duque de Hicrro. No sé si la crltics feminl¡tr trlunf¡rl cn ru prc.tensión de cambiar la naturatcze humane, Pcro dudo brutrntc quecualquier idealismo, por muy tardfo quc ree, crmbie todo ct funda-mento de la psicologla occidcntal de la crcatividad, masculina y fc-menina, desde la conticnda dc Hcsfodo con Homcro hasta cl agón

entre Dickinson y Elizabeth Bishop.Mientras escribo estas frases, le echo un vistazo al periódico y

leo una historia ^cetc

de la angustia de las feministas obligadas aclcgir entre Elizabeth Holtzman y Geraldine Ferraro para la nomi-nación al Senado, una elección no muy distinta de la de un crfticoquc cn la práctica si ve obligado a elegir entre la difunta MaySwcnson, que se parece bastante a lo que podrfamos considcrar una

gren poctisa, y la vehemente Adrienne Rich. Un supuesto Poemepucde mostrar los sentimientos más eiemplares, ser pollticamente de

' lo más cxaltado, y tcncr poco de Poema. Puede que un cdtico tenga

obligaciones pollticas, pero su primera obligación es suscitar de

nucve la antigue e inflexible Pregunta del agonistal ¿más que, mc-

nos que, igual a? Estamos destruyendo todos Ios criterios intelectua-

lcs y cstéticos dc las humanidades y las cicnci¿s socialcs en nombrede la iusticia social. En este Punto, nue§tras instituciones demucs-

tran mala fe: no imponen cuotas a los ciruianos cerebrales o a los

matemáticos. Lo quc se ha devaluado es el aprendizaie como tal,

como si la erudición fuera irrclevente en el reino dcl iuicio accrtado

o erróneo,Él ."t ot occidcntal, a Pesar del idealismo ilimitado de aquellos

quc querrfan abrirlo, existe precisamente con el fin de imponer lf-mitcs, de establecer un patrón dc medida que no es en absoluto Po-lltico o moral. Soy consciente de que ehora existc une alienza eñcu-

bierta entrc la cultura popular y lo que se autodenomina «crftica

cultural», y cn nombre de esa alia.nza la propia cognición pucdc, sin

duda, adquirir el cstigma de lo incorrecto' La cognición no pucdc

darse sin memoria, y el canon es el verdadcro arte de la mcmoria, le

verdadera base dcl pensamiento cultural. Dicho con la mayor lla-neza, el canon es Platón y Shakespcare; es la imagen del pcnse-

micnto individual, ya sea Sócrates reflexionando durantc su ProPieagonla, o Hamlct contemplando csa tierra ignota. La mortalidad sc

une a la memoria en la conciencia de poner a prucba la rcalided e

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que induce el canon. por su misme naturarcze, cr cnnon occidentalnunca se ce*ará,, pero nuestras animadoras no puedcn abrirlo por lafuerze. La fuerza sola puede abrirlo, pcro ha dt scr la fucrza dc unFreud o un Kafka, persistente en sus negacioncs cognitivae.

Estas animadoras representan el podcr dcl pensrmicnto positivollevado al ámbito académico. El legfiimo cstudiante dcr canon occi-dental respeta el poder de las negaiioncs inhcrcntes a ra cognición,disfruta de los difrciles_ placercs de la pcrcepción estética, fprendcIas sendas ocultas que Ia erudición nos enseña a transitar disdc er. momento en que rechazamos placeres más fáciles, incluycndo las in-cesantes llamadas de aquellos que dcfienden una virtud poiltica queesté por encima de todos nucstros recuerdos de la experiencia esté-tica individual.

Las fáciles inmortaridades nos acechan ahora porque la matcriaprima de nuestra actual cultura popular ha deiaáo i" ,., cl con_cierto de rock, reemplued,o por el vldco de rock, cuya esencia eguna instantáne¿ inmortalidad, o, mejor dicho, la posibilidad de eso.La relación entre los conceptos de inmortalidad icligiosa y riterariasiempre ha sido controvertida, incluso entre los antlguos

"gricgos y

romanos, entre quiencs las eternidades poéticas y olrmpica, ,. *"r-claban con bastante promiscuidad. Esa confusión fue iorerabrc, in-cluso benigna, en la literatura crásica, pero se vorvió más ominosaen la Europa cristiana. Las distinciones catóricas entre inmortalidad, divina y fama humana, firmementc basadas cn una teologfa dogmá-tica, permanecieron dcntro dc unos llmitcs bastantc pr"-"iro, ñ"rt"el advenimicnto dc Dante, quc se considcraba a sl mismo un pro_fcta, y de una mancra bastantc impllcita otorgó e su Dialna comcd,lala catcgorfa dc Escritura. En ra práctica, Dantc invalidó le distin-ción entre la formación de un canon raico y uno sagrado, una dis-tinción que nunca se ha recuperado, otra di l"s ."Áes que cxpli_cen que les idcas quc poseemos de poder y autoridad sigan siendocontrovertidas,

En la práctica, los términos «podeo» y «autoridad» poseen signi_ficados opucstos en el ámbito de la polftlc

^ y en lo qrre todavla de_

berfamos llamar «litcratura de imaginación». si nos cuesta ver esaoposición, puede quc sea debido e esc ámbito intermedio que se de-nomina a sí mismo «espiritual». Er poder espiritual y la autoridadespiritual se funden, de una manera notoria, ,^nto .n lá porfticacomo en la poesla. De este modo debemos distinguir el poáer y laautoridad estéticos del canon occidentel de cualq-uier tipt ae co.r-

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secuencia espiritual, polftica o moral que pueda haber favorecido.Aunque la lectura, la escritura y la enseñanza son necesariamen-te ectos sociales, la enseñanza posee también un aspecto solitario,una solcdad que sólo dos pueden compartir, en palabras de §flallaceStevens. Gertrude Stein sostenla que uno escribia para si mismo ypara los desconocidos, una megnffica reflexión que yo extendcrfa a

un apotegma paralelo: uno lee para si mismo y p^rl los desconoci-dos. El canon occidental no existe a fin de incrementar las élites so-cialcs preexistentes. Está ahf para que lo leas tú y los desconocidos,de mancra que tú y aquellos a quienes nunce conoccrás podáis en-contraros con el verdadero poder y autorid¿d estéticos de lo queBaudclaire (y Erich Auerbach después de él) llamaba «dignidad es-

tética». Uno de los ineluctables estigmas de lo canónico cs la digni-ded cstética, que es algo que'no se puede alquilar.

La autoridad estética, al igual que el poder estético, cs un troPoo figura quc se refiere a unas encrglas que son esencialmcntc más

soliterias que sociales. Hace bastante tiempo, Hayden White cxPusoqug el gran fallo de Foucault ere su cegucnhacie sus propias metá-foms, un dcfccto que rcsultaba irónico en un disclpulo confeso de

Nictzschc. Foucault sustitufa los tropos de la historia loveioyana' de

lec idces por sus propios tropos, y entonces no siempre recordabaque sus «erchivos» cran ironfas, deliberadas o no. Igual ocurrla conlaa «cncrgfas sociales» del neohistoricismo, ptopenso a olvidar quele «cncrgfa social»r no cs más cuantificeble que la libido de Freud.La eutorided cstética y cl poder creetivo también son troPos, Peroequcllo que rcemplazan -llamémosle «lo canónico»- Posee un as-

pccto toscamcnte cuantificable, que cs decir que §lilliam Shakes-pearc cscribió trcinta y ocho obras de teatro, veinticuatro de ellas

obras macstras, Pero que la energfa social nunca ha escrito ni una

sola escena. La muertc dcl autor es un ttoPo, y bastante pernicioso; ,la vida del autor cs una entidad cuantificable.

Todos los cánoncs, incluyendo los contracánones ten dc modahoy en dfa, son elitistes, y como ningún canon está nunca cerrado,la tan cecareada «apertura del canon» cs una operación bastantc rc-dundante. Aunque los cánones, al igrral que todas las listas y catálo-

1. Sc rcficrc a Arthur Lovcioy (1873-1962), filósofo norteamericano más co-nocido por su obra histórica. En La gran cadena del ser: estudio de la historia dc

una idea,trazaba la posibilidad dcl «principio de plen.itud», por el que todas las po-sibilidades han de ser llevadas a crbo. (N. d.el T.)

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gos, tienen tendencia a ser inclusivos más quc exclusivos, hemosllegado al punto en que toda una vida de lettura y relcctura ape_nes nos pcrmitc Íccorrcr todo cl canon occidcntal. De hcciro,ahora es virtuelmentc imposibrc dominar cl canon occidcntar. Nosólo significarfa asimilar perfectamentc trescientos tibros, muchosde los cualcs, si no la mayorfa, presentan auténticas dificultadescognitivas c imaginativas, sino que las relaciones entre estos librosson más controvcrtidas a medida que se alargtn nucstras perspecti-vas. También tcnemos las cnormcs complejidades y contradic.ion.,quc constituycn la esencia dcl canon occidental, que ni mucho mc-'nos cs una unidad o cstructura estable. Nadie posee autoridad paradecirnos lo que es el canon occidental, desde iuego no desde fg00hasta el dla de hoy. No es, no puede ser, exactamente la lista queyo doy, ni la quc pueda dar ningún otro. Si asl fuera, .ro .orr*,.rti-rla dicha lista en un mero fetiche, en une mercancfa más. pero noestoy dispuesto a dar ie. raznn a los marxistas cuando dicen que clcanon occidental es otro eiemplo de lo que denominan «capitalcultural». A ml no me resulta tan claro quc una nación tr., .ontr"-dictoria como los Estados unidos de América pueda haber sido al-guna vez el contexto pare un «capital cultural»», como no sea paraaguellos sectores de la alta cultura que contribuyen a la cultora demasas. En este pafs no hemos tenido una alta cultura oficial desde1800, una generación después de la Revolución Americana. Launidad cultural es un fenómeno francés, y en cicrto sentido unasunto alcmán, pcro epenas una rcalidad nortcamericana, ni cn elsiglo Xtx ni cn cl xX. En nucr¡tro contexto y dcsdc nueotrt pcrs_pcctivn' cl cenon occidcntal cs una cspccic dc listl de aupcnivicn-tcs. El hccho ccntral cn rclación con Nortcrmérica, segrln er pocteCherlcs Olson, cs cl espacio, pero Olson cscribió .ro ñ"r" rl prin_cipio dc un libro sobre Melville, y por tanto, sobre cl siglo x¡i. ¡,1acebrr el siglo xx, nucstro hecho central es el tiempo,*pues en htierra del ocaso se da ahora el ocaso dc occidente. ¿óaliñcada unode fetiche la lista de supervivientes de une guerra cosmológica detrescientos años?

El tema central es la mortalidad o inmortaridad de ras obras lite-rarias' Donde se han convertido en canónicas, han sobrevivido auna inmensa lucha en las relaciones sociales, pero estas relacionestienen poco que ver con la lucha de cleses, El valor estético emanade la lucha entre textos: en el lector, en el lenguaje, en el-aula, enlas discusiones dentro de una sociedad. Muy pocos lcctorcs dc clase

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obrera pintan algo a la hora.de determinar la supcrvivencia dc los

textos, y los crlticos de la izquicrda no pucdcn lccrlos en nombrc dc

la clase obrera. El valor estético surgc dc la memoria, y también (tal

como lo vio Nietzsche) del dolor, cl dolor de renunciar a pleccres

más cómodos en favor de otros mucho más diffcilcs. Los obrcros ya

tienen suficientes angustias, y prefieren la religión como alivio. Su

ccÍtez de que la estética es, Para ellos, simplemente otra angustia

nos ayuda a aprender que las grandes obras literarias son angustias

conquistadasr ] oo urla liberación de esas angustias. También los cá-

noncs son angustias conquistadas, no pilares uniFrcados de morali-ded, ye sean occidenteles u orientales. Si pudiésemos concebir un

canon universal, multicultural y polivalente, su libro esencial no §e-

rla una escritura, ya fuera la Biblia, el Corán, ni un texto oricntal,

sino Shakespeare, que es representado y lefdo en todas Partes' en to-

dos los idiomas y circunstancias. Sean cuales sean las convicciones

de los neohistoricistas de hoy en dla, para quiencs Shakespeare es

sólo un indicador dc las energfas sociales del Rcnacimiento inglés,

Shakespcare, para cientos de millones de pcrsonas que no son euro-

peas ni de raz,a blanca, cs un indicador de sus emociones, dc su

identificación con unos petsonaies a los que Shakespeare dio exis-

tencia mediante su lengrraie. Para ellos su universalidad no es histó-

rica, sino fundamcntah él pone cn escena sus vidas. En sus per§on¿-

ics ellos percibcn y afrontan sus propias angustias y fantaslas, no las

cncrglas socialcs manifcstadas por el incipiente Londres mercantil.

El arte de la mcmoria, con sus anteccdentcs retóricos y su má-

' gico dcsarrollo, cs cn gran Parte una cucstión dc lugarcs imagina-

iior, o dc lugarcs rcalcs transmutado§ en imágcncs visuales. Desde

lo infencie hc gozado de una cxtraordinaria memoria para la litera-

turo, pcro ega mcmoria cs puramcnte verbal, sin ningún comPo-

ncntc visu¿l dc por mcdio. Sólo recientemcntc' ya rcbasados los se-

¡cntt tño8, hc llcgado a comprendcr que mi memoria literaria se ha

brsrdo cn cl c¡non como sisterria memorfstico. Si soy un caso esPe-

cinl, co ¡ólo cn el scntido de que mi experiencia es una versión más

cxtrcme dc lo quc considcro la principal función pragmática del ca-

non: cl rccorder y ordcnar les lccturas de toda una vida' Los más

grandcs autorcs esumcn cl pepcl dc «lugares» en el teatro de la me-

morie dcl cenon, y sus obras macstras ocuPen la posición que co-

rrespondcrfa a las «imágencs» cn cl arte de la memoria. shakespeare

y Hamlct, un autor capital y un drama universal, nos obligan a re-

cordar no sólo lo que ocurrc en Hamlet, sino, más importante aún,

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qué sucede en la literatura qLle Io conviertc en memorable, prolon-gando, de este modo, la vida del autor.

I;a muertc dcl autor, proclamada por Foucault, Barthes y otrosautores clónicos postcriores, es otro lnito anticanónico, similar algrito de gucrre del rcsentimiento, que rechazarra a «todos los varo-nes europeos blancos y muertos», es dccir, por nombrar a la docenadel frailc, Homero, Virgilio, Dante, Chaucer, Shakespeare, Cervan_tcs, Montaignc, Milton, Goethe, Tolstói, Ibsen, Kafka y proust. Másvivos que vosotros mismos, quienesquiera que seáis, estos autoreseran indudablemente varones, y supongo que «blancos». pero, com_parados con cualquier autor vivo de la ¿ctualidad, no están muertos.Entre nosotros tenemos t_GarcÍa Márquez, pynchon, Ashbery, yotros que es probable que lleguen a ser tan canónicos como Bo"rgcsy Beckett, entre Ios recientemente fallecidos, pero Ccrvant", y Sña_kespeare pertenecen a otro orden de vitalidad. El canon es sii d,rd,un patrón de vitalidad, una medida quc pretcnde poner lfmitcs a loinconmensurable. La antigua metáfoia dc ra inmortaridad dcr cscri-tor resulta aquf pertinentc, y renucva, pzrra nosotros, cl podcr delcanon. curtius tiene un excurso titulado «La pocsfa .o-o p.rp.t,r"-ción», cn cl que cita la fantasla de Burckhardt sobre «La fame,"r, l^ l¡-tcratura» rl cquiparar fama e inmortalidad. pero Burckhardt y curtiusvivleron y muricron antes dc la época de sflarhol, en la que tantagcntc er f¡mosa durentc quincc minutos. La inmortalidad duranteun currto dc hon re conficrc ahora pródigarnentc, y puedc conside-rtrrG unr dc lr¡ conrccucncie¡ más hirarintes dc naürir cl canon».

Lr defcn¡r dcl crnon occidcntal no es dc ningrln modo un¡ de_fonm de t)celdentc o de l¡ cmprese necionalist¡. -si

cl multicultu*-lllmo tlgnlflerrl Ccrvrnt*, ¿quién podrfa qucjr*cp Lur ,.yoi",cnemlgor de lor critcrio¡ c¡téticos y cognitivoc ron rupuerto¡ dcfen-¡016r guc.nor vlencn con tonterfas accrca de los vrlárc¡ morrlea ypolltleo de lr lltc*tur¡. No vivimos segrin ra étic¡ dc h lltada nircgrln l* lclc* polfticr¡ dc pratón. Aquelios quc cnscñan e intcrprc-trr lo¡ tcxtor ticncn mÁs cn común.on lo, sohstas que con s¿iritcc,¿Qué podcmos ccpcrar que haga Shakespeare por nuesrra socicd¡dcn declivc, tcniendo en cuenta que la función áel teatro shar.cspea-riano. tiene poco que ver con la virtud clvica o la justicia social? Losneohistoricistas de hoy en dra, con su extraña mezcla de Foucaurt yMarx, son sólo un episodio menor de la interminable historia jelplatonismo. Platón tenla le esperanza de, al desterrar a los po.,"r,desterrar también al tirano. Al desterrar a Shakespea.., o

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cido a su contexto, no nos libramos de nuestros tiranos. En cual-

quier caso, no podemos librarnos de Shakespeare, ni del canon que

gira a su alrededor. Shakespeare, tal como no§ gusta olvidar, en gran

medida nos ha inventado; si añadimos el resto del canon, entonce§

Shakespeare y el canon nos han inventado por completo. Emerson,en Hombrcs representativos, lo dijo atinadamente: «Shakespeare está

tan por encima de la categorla de los autores eminentes como loestá por encima del vulgo. Es inconcebiblemente sabio; los demás

lo son concebiblcmente. Un buen lector puede, en cierto modo, si-

tuarse en la mente de Platón y pensar desde ahl; Pero no en la de

Shakespeare. Sigue estando fuera de nuestro alcance. Por facilidadcompositiva, por creación, Shakespeare es único.»

Nada podemos decir ^cerc

de Shakespeare que sea tan impor-tante como lo que expresó Emerson. Sin Shakespcare no habrfa ca-

non, pues sin Shakespeare no habrfa en nosotros, quicnesquiera queseamos, ningún yo reconocible. Lc dcbemos a Shakcspeare no sóloque rcprcscntara nucstra cognición, sino gran Parte de nucstra caPa-

cidad cognitiva,. La difcrcncia cntre ShakesPcarc y sus más dircctosrivales es cualitatiira y cuantitativa, y csa doble difcrcncia dcfine Ia

realidad y nccesidad dcl canon. Sin cl canon, deiamos dc pensar. Sc

pucdc pcrscglir sin trcgua el ideal de sustituir los criterios estéticospor consideracioncs ctnocéntricas y de géncro, y también se puedcn

tcncr utros obictivos socialcs admirables. Pero, a pesar de ello, la

Íactzt, sélo rccpta la fuerza, tal como Nietzsche testimonió durantetod¡ su vida.

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