ferro, j. - g.k. chesterton

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    EL POETA DEL REAliSMO

    "Chesterton es el poeta creacionista" (4). En efecto, slo en unavisin creacionista se puede valorar de tal modo la realidad, detrsde la cual se dejan ver el amor y el poder del Creador.

    Chesterton es signo de contradiccin . En un siglo de utopismo,de positivismo, de idealismo, es el poeta del realismo. Entre hombresde mirar cansado, a los que todo parece aburrir, vive de asombro enasombro frente a las realidades ms humildes y cotidianas. En el "mun-do de la huida", del que habla Max Picard (5), en el cual el hombreno quiere vnculos, es el poeta del arraigo.

    El mundo de hoy, fustico, mundo de la praxis, no sabe contem-plar. Esto se dice muchsimo, con toda verdad. No hay lugar para la"theora".' Por eso es un mundo decrpito, lleno de tedio, donde hastalos escndalos y las rebeliones son paradjicamente algo convencionaly las "protestas juveniles" tienen un regusto a senil y reblandecido.Contra esto nos grita un personaje de Chesterton: "Djense de comprar y vender y empiecen a mirar!" (6).

    Y cuando empezamos a mirar, la realidad nos va entregando sustesoros. Esto quiere Chesterton: que miremos. Y para que miremos nospresenta las cosas desde ngulos inslitos, como vistas por primera vez,sorprendindonos. De ah su gusto por la paradoja: lo inesperado, quenos golpea y nos hace poner atencin. Quiere que miremos como nios en un mundo maravilloso, pues en realidad la creacin es algo maravHioso: obra de Dios. los objetos ms comunes son extraordinarios,si sabemos mirar. Cada cosa es nica, y cada momento es nico. Todoslos atardeceres, en sus obras, son apocalpticos, abrumadores en su colorido y estn cargados de rUna suerte de expectaci6n de sucesos 'fabulosos.

    Slo aprendiendo a mirar triunfamos del hasto. El tedio, la monotona, no estn en las cosas, sino en nosotros. For eso no se tratade "cambiar de aires" tanto como de mejorar la mirada. Desterrar lamirada pragmtica, turbia y desatenta, que resbala por la superficie dela realidad sin penetrarla ni gustarla. Este "tedium vitae" tan, siglo XXsiempre existi, aunque tal vez nunca con tal intensidad. Y ya Hora-

    ( 4) L. Castellani, en op. cit., El buen sentido de Chesterton, p. 179.( 5) Max Picard., La Huida de Dios, Guadarrama, Madrid, 1962.( 6) G. K. Chesterton, Hombrevida, La Espiga de Oro, Bs. As., 1946, p. 60 .-78-

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    do condena el remedio falso: la huida. "Caelum mutant, non animum,qui trans mare currunt" (Ep. a Bulacio). En la huida llevamos el hastocon nosotros.

    Frente a esta huida integral, tentacin que sacude a nuestro tiempo, Chesterton se nos aparece como un hombre del arraigo. Ama ycanta los lazos entraables que unen a los hombres y a las cosas; elmatrimonio, la amistad, el amor, la patria y el terruo. En el arraigoflorece esa alegra que resplandece en sus obras. En un siglo gris,pone colorido y poesa. Frente a la desabrida tristeza materialista, ia-alegra cristiana. Una alegra seria. Es decir, profunda. Serio no se contrapone a alegre, sino a vano, inconsistente. Chesterton no nos fastidiacon un optimismo barato y publicitario, de slogan y sonrisa estereotipada. Ha conocido el dolor y la incertidumbre, aunque en su obra estn como velados por la luz de la alegra. Pero al lector atento, ciertospasajes (por ejemplo, en "El hombre que fue jueves" ms explcitamente) revelan un espritu que conoci los tormentos de la oscuridad.Ms que de optimismo, habra que hablar en Chesterton de Esperanza.l.A NOSTALGIA DEl REINO

    Ahora bien, este arraigo no significa un ciego aferrarse a lo terreno. El cristiano es "horno viator". Ama las cosas de aqu en cuantoreflejan y conducen a Dios. Paradjicamente, el materialista se afincatotalmente en este mundo, y lo pierde. El Evangelio nos manda "perder"lo que queremos ganar. En Chesterton el arraigo no se da a expensasdel ansia de absoluto. Chesterton no queda preso en las cosas, ni tampoco -en ltima instancia- las diviniza en alguna suerte de pantesmo. Ama las creaturas y, a travs de ellas, al Creador. Pero ese "a travs" se hace sentir. Hay una nota de nostalgia que recorre toda suobra, y aflora por momentos con especial claridad.

    lo nostlgico surge a cada paso. Sealemos dos rasgos: las referencias al mundo de la infancia, que suelen darse cuando un personaje se encuentra consigo mismo. Y en el plano del lxico, su aficinpor el sugestivo adjetivo "quaint".

    y hay como dos niveles de nostalgia en Chesterton. Una nostalgiade un pasado relativo, concretamente las pocas de Cristiandad, de laEdad Media tan comprendida y amada por l en sus valores permanentes. Y ms all, una nostalgia de un pasado absoluto, ednico, quese funde con la esperanza de la Vida Eterna. Nostalgia de Dios, enquien coinciden nuestro origen y nuestro fin; una identidad del pasa-

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    do y del futuro arquetpicos: ". . . la felicidad no es slo una esperanza sino en cierta extraa manera un recuer do, y que somos real

    todos reyes desterrados" (7). Es obvio sealar el papel que jue-ga aqu la doctrina del pecado original y er "status naturae lapsae".

    As, en el amor a la patria terrena - Ing la terra- hay una nosta lgia por la Inglaterra catlica, alegre y medieval, la Inglaterra deljuego congregante, el vino y el canto de los poetas. Pero ms allhay un anhelo de la patria celestial. Esta patria es figura o tipo de lacelestial que todos anhelamos: "Pues el esp ritu quiere eternidad. Ellaes su patria" (8).

    Y nuevamente encontramos la paradoja: hay que "perder" las co-sas para ganarlas: "Yo soy un homb re que se fue de su casa, porqueya no poda aguantar ms el estar a leado de ella" (9 ). El nico modo.:le arraigarse es amar, a travs de las cos as terrenas, las celestiales. "Mehe hecho peregrino para curarme de estar deste rra do" ( 10). Si absolutizamos lo terreno, lo perdemos.

    Este mundo no es lo definitivo, como tantos hoy se empean encreer. Chesterton nos recuerda " . . . que todos estamos desterrados, yque ninguna cosa terrena puede curar la santa nostalgia de la casaeterna que nos prohibe descansar" (11 ). Pero al mismo tiempo nos advierte que este anhelo no se expresa en vagos sentimentalismos, sinoen amor a realidades concretas: "Creo que Dios nos ha dado el amora puntos determinados, al hogar y a la patria por una buena razn"(12). Y poco ms adelante: " . . . si ha de habe r para m una casa enel Cielo, tendr o un farol verde y un cerco, o algo tan absolutamentepositivo como un farol verde y un cerco".

    El poeta es, en la comunidad, uno de los que tienen la m1s1onde avivar esta nostalgia y fortalecer este arraigo; de afirmar nuestrosvnculos y recordarnos nuestra condicin de peregrinos. Curiosamente,quien es tildado de "soador" debe ayudar a disipar sueos vanos depara sos en la tierra y nuevas Babeles.

    * * *( 7) G. K. Chesterton, LcJ. que es, La Espiga de Oro, Bs. As., 1946, p. 268.( 8) Th. Haecker, Diario del D a y de la Noche, Rialp, Madrid, 1965, p. 25.( 9) Hombrevida, p. 226.( 10) Ibid., p. 227.(11) Ibid.(12) Ibid.

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    Recordemos a Chesterton con gratitud como se recuerda a un viejo amigo. El conoci como pocos la amistad . Y como pocos suscit afecto y admiracin, aun en sus adversarios ms enconados, y no precisamente por concesiones en el campo de los principios. Un poeta (Walterde la Mare) lo llam "Caballero del Espritu Santo", y un Pontf ice/ (S .S.Po XI) "Defensor de la Fe Catlica". Agradezcamos al Seor el inmerecido regalo de su amistad.

    JORGE N'. FERRO

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