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P R o L o G o
¿y
WLW999
D ONJuan del Prado y Ramos era un gran pe
cador;un dia ado leció
En el siglo XIII,un poeta , Gonzalo d e Ber
ceo , escribe lo s Milagros de Nuestra Señora .
Nuestra Señora ha salvado muchas almas pre
wcita
‘
sa;Del baratro las ha vuelto de nuevo al
mundo . En el milagro V11 , Berceo refiere el
caso de un monje sensual y mundano :
Em depoco 5850, fa/cz'
e mucha locura .
l
No le contenían en sus locuras ni admoni
ciones ni castigos . Todos sus pensamientos eran
para lo s regalos y deleites terrenos :
Por salua’a
’e su cuerpo epor vew
'
r mas sano
usaba lectuarz'
os aprz'
esa cutz’
auo ,
euyv z’
eruo ca lz'
euz‘
es , ¿ fríos eu verano;
a’
ebrz’
e ana’
ar devoto e aua’aba loz ano .
Finó en la contumacia . Pero el monasterio
en que había pr‘ofesado estaba!
b aj o la advo ca
ción de San Pedro . San Pedro quiso salvar al
pecador . No pudo su solicitud lograr del Señor
el milagro . Entonces se dirigió a María . Entre
María y el Señor se entabló una patética y tier
na contestación . Alegaba el Señor el menoscabo
que con la Violación de todo lo establecido su
frirían las Escrituras .
Serie menoscaóaa’a z
‘
oa’a la Escrzlptura .
Pero,al fin
,vence Nuestra
Don Juan del Prado y Ramos no llegó a mo
rir;pero su espíritu salió de la grave enferme
dad profundamente transformado .
D O N J U A N
DON Juan es un hombre como todos los homw . s w
bres . No es alto ni baj o ; ni delgado ni grueso .
Trae una barbita,en punta
,corta.Su pelo está
cortado casi al rape . No dicen nada sus oj os cla
ro s y vivos : miran como todos los ojos . La ropa
que vi ste es pulcra,rica;pero sin apariencias fas
tuo sas. No hay una mácula en su traj e ni una
sombra en su camisa . Cuando no s separamos
de él,no podemo s decir de qué manera iba
vestido : si vestía co n negligencia o co n exceso
I I
de atuendo . No usa j oyas ni olores .No desb o r
da en palabras corteses,ni toca en zahareño .
Habla con Sencillez . Ofrece y cumple . Jamás
alude a su persona. Sabe escuchar . A su interlo
cuto r le interroga benévolo sobre lo que al in
terlo cutor interesa . Sigue atento,en S i lencio ,
las respuestas . No presume de dadivoso; pero
lo s necesitados que él conoce no se ven en el
trance de tener que pedirle nada; él , sencilla
mente,con gesto de bondad
,se adelanta a sus
deseos . Muchas veces se ingenia para que el so
corrido no sepa que es él quien le socorre . Pone !y
la amistad —flor suprema de la civilización -w ;por encima de todo . Le llegan al alma las infi
dencias del amigo;pero sabe perdonar al des
leal que declara noblemente su falta. ¿Hay , a
veces,un arrebol de melancolía en su cara?
¿Matiza sus oj os,de cuando
'
en cuando , la tris
teza? Sobre sus pesares íntimos coloca , en bien
1 2
l1
del prój imo,la máscara del contento . No se
Wir
queja del hombre,ni — lo que fuera locura- f
del Destino . Acepta la fiaquez a eterna humana
y tiene para los desvaríos aj enos una sonrisa de
piedad .
II
MÁ S D E S U E T O PEY A
qué semcgcup a Don Juan ? ¿Cómo distribuye
las horasdel día? Don Juan no se desparrama
en vanas amistades,ni es un misántropo . Gus
ta de alternar la comunicación social co n la so
ledad confortadora . Bossuet ha dicho una frase
profunda en su Oraez'
o'
ufuuebrea’eMaría Teresa
a’e Austria . « Il faut savoir se donner des heures
d ’une solitude effective - dice el gran orador
si l ’on veut conserver les forces de l ’
áme » . FuerD
z as del alma son el gusto por la belleza,el sen
tido de la justicia , el desdén por las vanidades
decorativas . En sus viaj es,durante las tempora
I S
das que pasa en sus ciudades predilectas , gusta
Don Juan de abismarse,de cuando en cuando ,
en la bienhechora soledad . La meditación es
para él la fuerza suprema del espíritu . No es
artista profesional; pero cuando lee un libro
piensa que en arte lo que importa no es la can
tidad ,sino la espiritualidad y delicadeza del
trabaj o . Ha Viaj ado Don Juan mucho . La o b ser
vación de los encontrados usos y sentimientos
humanos le ha enseñado a ser to lerante .
'
No
tiene para el pobre la fingida y humillante co r
dialidad de los grandes senores : su afecto es
campechano compañerismo . A los criados los
trata humanamente . Comprende —según se ha
dicho que si exigiéramos a lo s amos tantas
buenas cualidades - como exigimos a los cria
dos,muy pocos amos pudieran ser criados .
I I I
L A P E Q U E N A C I U D A D
DON Juan no mora ya en una casa suntuosa , ni
se aposenta en grandes hoteles . ¿Se va cansando
de lo s trabaj os del mundo ? ¿Está un poco has
tiado de lo s deleites y apetito s terrenos? « ¿Qué
puedes ver en otro lugar que aquí no veas ?
— se lee en la [mitaez'
o’
u a’e Cristo Aquí ves
el' cielo
,y la tierra
,y lo s elementos , de lo s cua
les fueron hechas todas los cosas . ¿Qué puedes
ver que permanezca mucho tiempo debaj o del
so l?» Don Juan vive en una ' pequeña ciudad .
«La ciudad — dice una viej a Guía de 1 845 es
de fundación romana . Conserva de sus primiti
2 I 7
vas edificaciones , un puente sobre el río Cer
meño y restos de murallas . Suelen encontrarse
en su término monedas y fragmentos de esta
tuas . La ciudad está edificada en un alto , ro
deada de alegres lomas y colinas . Cuenta co n
cuatro puertas . La Catedral es de estilo gótico;
fué restaurada en 10 72 por Alfonso VI;tiene
ocho dignidades,diez canónigos , cuatro racio
neros, trece medios y diez capellanes . La in
dustria de la ciudad consiste en telares de j er
ga y jalmas,estameñas y paños , curtidos de
cuero y suela,y co rdelería. En su campiña se
cosecha trigo,aceite , rubia y alazor . Se cele
bra unaferia por San Martín » .
Desde lej os,Viniendo por el cam ino del río ,
se ven lo s pedazos de la muralla y la ermita
de San Z o les . Por encima de las techumb res se
yergue la casa del Maestre . Unos cipreses aso
man entre tap iales : son lo s del huerto de las
18
Jerónimas . A la derecha,otra mancha verde
marca el convento de las Capuchinas . Hay en la
ciudad una cofradía del Cristo '
Sangriento . De
noche,en las callejuelas
,por las plazoletas
‘
,
unas voces largas cantan la hora,después de
haber exclamado : « ¡Ave María Purísima ! » Bri
lla un farolito en un retablo . No sabemos adón -
j
de vamos a salir por esta maraña de callejitasd
obscuras . Vemos , a la débil claridad del Cielo ,
que un vi ej o palacio tiene un sobrado en ar
cos , como una galería , debaj o de un ancho
alero .
IO criados , 2 1 dependientes de la Inquisición .
En la provincia había tamb ién hidalgos .
Los comerciantes eran 304 . Los fabricantes , 375.
Lo s artesanos , Lo s j ornaleros , Los
labradores,
La provincia comprendía
una ciudad, 82 villas , 238 lugares , 70 despo b la
dos, 39 1 parroquias . En la actualidad , hay en
la pequena Ciudad dos conventos de frailes y
cuatro de monjas . De lo s do s conventos de
frailes,uno es de franciscanos , el otro , de do
minico s. Los conventos de monj as son: el de
las Jerónimas , el de las Capuchinas de la Pasión ,
el de las Dominicas y el de Carmelitas descalzas .
El más rico es el de las Jerónimas;el más pobre ,
el de las Capuchinas de la Pasión . El de las Je
rónimas está en la plaza del Obispo Illán;el de
las Capuchinas se levanta en la calle de Colo
rero s. Las monjas Jerónimas llevan túnica y
escapulario blanco;la túnica va ceñ ida co n una
22
correa;la capa y el velo son negros . Las Carme
litas descalzas llevan túnica y escapulario de
paño pardo y manto negro . Las Dominicas vis
ten túnica blanca y capa negra . Las Capuchinas
visten túnica gris-azulado,ceñida con cuerda
de cáñamo .
V
E L E S P! R IT U D E LA
PE Q U E ! A C I A D
ROMA,la Edad Media
, el Renacimiento,han
su sedimento espiritual en la pequeña
ciudad . Lo s fragmentos de muralla que quedan
son romanos; romano es también el p uente
sobre el río Cermeño . La Catedral es gótica .
Son del Renacimiento la casa del Maestre,la
Audiencia y el Concej o . Lo s siglos han ido for
mando un ambiente de señorío y de reposo .
Sobre las cosas se percibe un matiz de eterni
dad .
JLo s gestos en las gentes son de un cansan
cio lento y grave . El blanco y el azul , en el
25
zaguán de un pequeño convento humilde,no s
dice , por encima del arte , eternidad . El arte ,
que ha hecho espléndida la ciudad,ha realiza
do , andando los siglos , el milagro supremo de
suprimirse e’
l mismo y de dejar el ambiente
maravilloso por él formado . Ese muro blanco
y azul de un patiz uelo ,en una calle desierta
, es
la expresión más alta del ambiente creado . Lo
más remoto se ha apropincuado a lo más cer
cano . No es en la Catedral,ni en lo s palacios
del Renacimiento,donde sentimos más honda
mente el espíritu de la pequeña ciudad . Desde
lo alto de una callej a contemplemos en lo hon
do un fornido pedazo de muralla romana . Las
lomas labrantías aparecen,por encima
,al otro
lado del río : esas lomas son verdes unas veces;
otras,negruzcas . Más arriba de las lomas está el
ciel o No vemos más . Las casas de la ca
lle son pobres; no pueden atraernos con sus
26
primores . Esas tres notas simples , claras , per
manentes — la muralla,la colina y el cielo es
lo que solicita profundamente nuestro espíritu .
Como contemplaran este espetáculo hace dos
mil años otros oj o s ,'
lo contemplamos nosotros
ahora . En su permanencia está la norma de
finitiva de la vida . No nos cansamos de con
templar la muralla,la colina y el cielo . La voz
de un romano nacido en España llega hasta
nosotros . «Todo el mundo — dice Séneca en
W
su tratado De Vu‘
a bea l‘
a todo el mundo
aspira a la Vida dichosa;pero nadi e sabe en qué
consiste . De ahí proviene la grande dificultad
de llegar a ella . Porque cuanto más no s apresu
ramos , no habiendo tomado el verdadero ca
mino , más nos apartamos del te’ rmino apeteci
do . De esta suerte,nuestro afán por la vida di
chosa no sirve sino para alejarnos de ella cada
Vez más»
27
Baj o el cielo,az ul O gris , está la colina ,
o negruzca;luego , más abaj o , la recia muralla
romana . Vivere omues beate voluut , sea’
ad pro
v z’
a’
eua’um quía
’
sit , quoa’beatam vitam effi ciat,
Salazar . El Obispo era de rostro fino ,alargado .
Los oj os miran fij amente , con dureza . «Era de
grandes ensanches de ánimo »,d ice su b iógra
fo . Escribió Don García varios tratados teo lógi
co s y una gruesa Summa a’e casos a
’e coucz
'
euez'
a .
Estuvo en el Concilio de Aviñón;allí defendió
seis proposiciones que causaron escándalo . Do s
de estas proposiciones eran las sigui entes : una ,
«que Nuestro Señor Jesucristo no fué muerto
sino al principio del año treinta y tres de su
edad »; la otra , «que nor
padeció a veinticinco
de marzo,sino a tres de abril» . Fueron causa
de ruidosas protestas estas propos iciones;pero
como dice un autor moderno « se ven hoy
seguidas y aplaudidas,casi como evidentes ,
por todos los críticos,astrónomos , cro no lo
gistas e historiadores de más renombre» .
Era Don García de inflexib le carácter. Lo
inspeccionaba todo en su palacio y en la cate
30
dral . Las menores negligencias eran castigadas
terriblemente . Su lucha con las Jerónimas del
convento de San Pablo dividió en dos epo
cas — Ia anterior y la posterior lo s fastos de
la pequeña ciudad .
V I I
L A S J E R Ó NIMA S
Y D O N G A R C ! A
LA lucha del obispo Do n García con las!
Jeró
nimas del convento de San Pablo fué épica .
Toda -la ciudad la presenció conmovida . Duró
muchos años . En el siglo xv la Vida en lo s co n
ventos de religiosas era placentera y alegre .
Las monjas entraban y salían a su talante . No
estaba prescrita la clausura . Se celebraban en
lo s conventos fiestas profanas y divertidos
saraos . El Concilio de Trento acabó con tal E,
liviandad . El obispo Don García se dispuso a
proceder severamente . Todas las monjas de la
diócesis le obedecieron . Se negaron a sus man
3 33
datos las Jerónimas del convento de San Pablo .
Fueron inútiles imploraciones y amenazas . Pe
saba sobre las frágiles monjas la decisión de un
Concilio , los mandatos de varios pontífices, la
conminación del obispo Don García . A todo
resistieron . Bonifacio VIII , en su decreto Perí
culoso , había ordenado la clausura . Pío V , en su
extravagante Circa pastora les, había ordenado
la clausura . Gregorio XIII, tamb ién en su extra
vagante Den sacrís , había ordenado la clausura .
El Ob ispo Don García voceaba cole’ rico en su
palacio y daba puñetazos en lo s brazos de su
sillón . A todo resistieron las tercas monjas . De
la decis ión tridentina se alzaron ante la Con
gregación de cardenales intérpretes del Conci
lio . Fueron vencidas . Apelaron entonces al
Consej o Real . Del Consej o Real mandaron otra
Vez, lo s Consej eros , la causa a Roma . Otra vez
en Roma fueron vencidas . Llegaron después en
34
súplica hasta el Rey. Y fueron vencidas . Las ale
gaciones , pedimentos , protestas , solicitudes ,
recursos y memoriales de este pleito forman
una b alumb a inmensa y abrumadora . Alegaban
las monjas que «no les puede mandar el obispo
la clausura , ni el Concilio , n i el Papa , por no
haberla votado ni haberse guardado en sus mo
nasterio s antes de agora , ni cuando ellas entra
ron,y que si se guardara , por ventura no entra
ran,ni fuera su intención obligarse a ello» .
Así hablaban las monjas deSanPab lo en 1 579 .
Fueron vencidas en la lucha;pero de la antigua
y libre Vida , siempre quedó en el convento un
rezago de laxitud y profanidad .
No se sabe si hay en su cara smelanco lía o ale
gria . Su sonrisa es indefinib le . Jeannette toca
con suavidad el escapulario,la correa , la blan
ca estameña de la monja . Sor Natividad ha pa
sado su mano por el fino paño del traj e de Jean
nette .
Cuántas cosas veréis en París , Angela !
exclama Sor Natividad .
Y añade :
¿Es bonito París , Jeannette?
Sor -Natividad s e levanta lentamente del
asiento . A l estar en pie hace un movimiento
leve para componer la ropa . Es alta;baj o la tú
nica blanca,al moverse , se perciben las llenas
y elegantes líneas del cuerpo . Sor Natividad
cruza las manos sobre el pecho y comienza a
caminar . Sus Oj os miran una lej anía ideal . Pasa
Sor Natividad por las galerías del claustro . En
el centro del primoroso patio plateresco cre
38
cen lo s rosales . Sor Natividad se detiene , silen
ciosa,extática
,en el umbral de una puerta . En
el fo ndo luce el altar mayor de la iglesia . Mul
titud de luces , en límpidas arandelas de cristal ,
brillan , entre ramos , sobre los dorados esplen
dentes . So r Natividad permanece un momento
en la puerta,encuadrada en el marco , como la
figura de un retablo .
En su celda , So r Natividad sc sienta con un
libro en la mano . A ratos va pasando la hojas ,
y a ratos permanece absorta. Suena una cam
panita . Lentamente,
‘
como quien despierta de
un sueño , Sor Natividad avanza por los corre
dores , ya en tinieblas , hacia el coro .
Cuando llega el momento ! lel reposo,Sor
Natividad se va despoj ando de sus ropas . Se
esparce por la alcoba un vago y sensual aro
ma . Lo s movimientos de Sor Natividad son
lentos , pausados; sus manos blancas van , con
39
suavidad,despojando el esbelto cuerpo de lo s
hábitos exteriores . Un instante se detiene Sor
Natividad . ¿Ha contemplado su busto sólido ,
firme,en un espej o ? La ropa de batista es suti l
y
I X
L A S M O N J A S PO BR E S
EL convento de Capuchinas de la Pasión está
en la calle de Parayuelos . La calle es solitaria .
Una puertecita estrecha da entrada a un patio ,
formado por tres altos tapial es , y en el fondo ,
el convento . En medio del patio,en el centro
de un alcorque cercado de piedras , se enhiesta
un ciprés . Otra puertecita no s da paso a un re
ducido zaguán . Las paredes e stán enjalbegadasde cal blanca;un zócalo azul — con una rayita
negra entre lo azul y lo blanco corre por
todo el ámbito . Otra puerta conduce al interior
del convento;el torno y la rej a del locutorio
4 1
están en esta primera estancia . Si pudiéramos
penetrar en la casa,veríamos un corredor blan
co y unas celditas blancas . Las monjas van y
vienen silenciosas . En sus celdas meditan y re
z an . En cada celda hay un tabladillo de made
ra en que las monjas reposan por la noche . Las
comidas de las monjas so n legumbres y verdu
ras . La Regla de la Comunidad dice así en su
principio : «En el nombre de Nuestro Señor
Jesucristo comienza y sigue la forma de la vida
y regla de las so ro res pobres , la cual el bien
aventurado San Francisco instituyó » . La po
breza es uno de lo s fundamentos de la Orden .
«Y así como yo — dice Santa Clara en la Re
gla siempre fuí solícita,j untamente con mis
sorores, de guardar la santa pobreza que al
Senor Dios y a1 bienaventurado San Francisco
prometimos,así sean tenidas las abadesas que
en mi Oficio sucedieren , y todas las sorores ,
4 2
de la guardar hasta el fin sin traspasa
miento » .
La casa de un pobre labriego es más rica que
este convento . Pero todo está limpio y blanco .
Blancas las paredes;blancas las puertas;blanca
la tosca loza en lo s vasares. Silenciosamente ,
como sin apoyarse en el suelo,desfilan las
monjas por lo s-
blancos corredores . Las rosas
rojas de un rosal - en un patio interior de
muros lisos destacan,baj o el azul del cielo
,
sobre lo blanco unánime
papeles del siglo XVII . La casa de doña María
tiene un zaguán chiquito . Arranca del zaguán
una esCalerita de madera;llega hasta el fondo y
tuerce a la izquierda formando una galería . En
el fondo , a un lado , se abre la puerta . Hay en
la casa anchas salas llenas de antigüedades y
co rredores obscuros con ladrillos sueltos en el
pavimento que hacen ruido al ser pisados .
Doña María , entre cachivaches anodinos , tenía
algunos primores en muebles,porcelanas y
telas . A l pasar frente a una puerta , la ha ab ier
to y ha dicho :
— Aquí posa Don Juan .
Hemos entrado : La estanCia estaba sencilla
mente aderezada. Una puerta de vidrieras daba
a la alcoba . En las paredes había una serie de
litografías en color . Desde el balcón se contem
plab a el río en lo hondo . Iba muriendo el día .
La pálida claridad del cielo,en el lej ano hori
46
zonte,ponía en el ambiente una íntima tristeza .
Un caminito de cipreses se perdía,a la otra
parte del río , entre las lomas . ¿Adónde va ese
cam ino ? ¿De dónde Vienen esos hombres que
marchan por él lentamente? La casa estaba ya
casi a obscuras . Fulgía en el cielo la estrella
vesperal . Lo s cipreses del caminito han ido per
diéndo se en la somb ra . ¿Adónde irá ese° cami
nito ? ¿Cuántas veces lo contemplará Don Juan
eternidad , eternidad desde el balcón que
da al río ?
X I
E L O B I S P O C I E G O
UNA débil claridad aparece en las altas“
vidrie
ras de la Catedral . ES la hora del alba . A esta
hora baja el obispo a la Catedral . El palacio del
Obispo está unido a la Catedral por un pasadizo
que atraviesa la calle . A la hora en que el obis
po entra en la Catedral todo repo sa en la pe
queña ciudad. La Catedral está casi a obscuras :
resuenan ,de cuando en cuando
,unos pasos;
chirría el quicio de una reja . En la pequeña
ciudad la luz de la mañana va esclareciendo las
callejas . Se’
ve ya, en la plaza que hay frente a
la Catedral,caer el chorro del agua en lau taza
4 49
de la fuente;el ruido de esta agua , que había es
tado percib iéndose toda la noche , ha cesado ya .
El obispo está ciego;ciego como el dulce y
santo Obispo francés Luis Gastón-Adrian de
Segur. Entra en la Catedral despacito;va soste
niéndo se en un cayado;obra de dos o tres pa
so s le van siguiendo do s fam i liares . La amplia
capa cae en pliegues maj estuosos hasta las lo .
sas. Se dirige el buen prelado hacia la cap i lla
del Maestre don Ram iro . De cuando en cuan
do se detiene , apoyado en su bastón , con la
cabeza baja,como meditando . Su pelo es abun
dante y b lanquísimo . Destaca su noble cabeza
en el vivo morado de las ropas talares .No pue
de ya ver el ob ispo n i su Catedral , ni su ciu
dad . Pero desde su cuartito , él , todas las maña
nas, a la hora cn que rompe el alba , espía to
do s lo s ruidos de la ciudad , que renace a la
v ida : el canto de un gallo , el tin-tin de una he
so
rrería, el grito de un Vendedor , el ruido de Io s
pasos . Ya no puede él ver los zaguanes blancos
y azules de los conventos pobres;ni las iglesi
tas sin mérito ninguno artístico , pero ennoble
cidas, santificadas , por el anhelo de las genera
ciones;ni lo s vencejos que giran en torno de la
torre de la Catedral;ni el panorama de las co
l inas que se descubre desde el paseo de la ciu a
¡Cuánto daría el buen Obispo por ver, no
un cuadro famoso , ni una.
maravilla arquitectó
nica, ni un paisaj e soberb io , sino uno de estos
porches de los conventos humildes,enjalbega
y
dos de cal nítida y con un zócalo de vivo azul ! i.
El obispo camina lentamente con su capa
morada y su bastón hacia la capilla del Maes
tre . Don Juan viene alguna mañana a verle . En
la capilla del Maestre,el obispo dice misa
, to
do s los días , a tientas , ayudado por sus fami
liares. ¿Hemos dicho que él hubiera querido
51
ver tan sólo un pedazo de muro blanco y azul?
Tal vez ni esta inocente concupiscencia tiene .
Como Segur , el otro obispo ciego , el obispo dela pequena ciudad , exclama : « ¡Qué me impor
ta,después de todo
, ver o no ver la luz exte
rior, con tal de que los oj os i luminados del co
raz ón perciban la luz verdadera y eterna , que
no es otra que Cristo viviendo en noso tro sl»
que la casa tiene un subterráneo que llega al
río . Corrió por la ciudad antaño el rumor de
que el aurífice había encontrado en la cueva un
maravilloso tesoro . El tesoro que tiene el auri
fice son unos libros y papeles que él revisa to
das las noches . Posee una casa de campo cerca
del pueblo . Vive solo : no tiene a nadie . Todas
las noches vi enen a dormir a la tiendecilla , des
de la casa de campo , dos mozos de labranza .
Todas las noches,el aurífice se cala sus anti
parras,y,como si fuera a labrar una delicada
j oya,se inclina sobre su pupitre , escudriña pa
peles,forma largas fi las de guarismos , lee pe
riódico s llenos de números , escribe cartas a
Madrid y París .
En la tiendecilla trabaja todo el día . Y todas
las tardes , a la misma hora , el aurífice y Don
Juan ven la cara de un niño qu e se pega al cri s
tal . Las mej illas y la nariz aparecen chafadas en
54
la transparente planicie . El niño mira con avi
dez los movim ientos del martillito y el ir y
venir d e l a lima . Así permanece un largo
!Un año después , el niño es ya mayor y está
sentado dentro,en el taller. Diez años después ,
el niño es casi un hombre,y da él también gol
pecito s con el martillo . Veinte años después ,
el niño es ya un hombre formado . El aurífice
ha muerto . El niño de antaño ha tirado la ca
sita de piedra;ha comprado las do s de al lado;
ha construído un caserón‘ de ladrillo y ha pues
to en la fachada : Grau Baz arModerno.)
X I I I
EL D O C T O R Q U I J A N O
UNA placa dice en el portal : Doctor Quzj’
auo .
El doctor está en su despachito . Se halla pare
daño del convento de las Jerónimas. A medio
día,en la madrugada
, se oye una campanita , y
luego un canto ronrOneante y sonoroso . El des
pacho tiene — en invierno una recia estera de
esparto crudo . Frente a la mesa hay un arma
rio con libros . Nadie puede ver lo s libros que
tiene el doctor;el doctor no le deja la llave a
nadie . El techo es baj o , con viejas vigas cuadra
das. Por la ventana se ve un patio en que se
yerguen verdes evónimós .
57
Cuando penetramos en el despacho del do c
tor,al comenzar a hablarle en voz alta, él no s
coge del brazo,
/
nos aprieta un poco y ex
clama :
¡Silencio ! Está
—¿Quién ? — preguntamos .
No vemos a nadie en la estancia .
—¡Está aquil — rep ite el doctor con gesto de
misterio Ha venido;se halla presente .
Otras veces,el doctor
‘
se muestra entriste
cido .
No ha querido ven ir — dice Lo s
drines tienen la culpa .
El doctor recorre toda la ciudad;visita a lo s
ricos y a lo s pobres;es infatigable;para todos
tiene una palabra de amor . Po r las noches ,
cuando le llaman,acude
'
prestamente a casa
del enfermo . Muchas veces , al salir de la casa
de un pobre,queda sobre la mesa , en u
'
na silla ,
58
un recuerdo que ha dejado el doctor . Don
Juan le acompaña alguno s días en sus visitas
por lo;barrios populares . Es bueno e inteligen
te el doctor Quijano;pero a nadie le deja leer
los libros de su armario . Y,a veces
,cuando
entramos en su despacho,desprevenidos, nos
hace callar de pronto y no s dice baj ito :
¡Silencio ! Está aquí;ha
angosto,porque si no es por la parte de 1a
dehesa,por las demás no tiene media legua
de término » . El pueblo vive « de granj erías del
campo,principalmente del vino » . Hay en el
pueblo una iglesia . Cuenta la iglesia con cuatro
beneficios,un curado
,tres beneficios simples ,
seis prestameras,un cabildo co n veinte cléri
go s . Existen también en el pueblo tres cape
llanías;un monasterio de monjas con 40 reli
gio sas y cuatro capellanías, y un convento de
frailes con 20 religiosos .
Segú n el Nomeucla'
z‘
or de 1 888,el pueblo
tiene habitantes . En la [reformacz'
o'
u sobre
la crz'
sís agríco la ,abierta por el Estado en 1887
se declara que el alimento, po r habitante , es el
Sigu iente : carne,un gramo diario;pan , IOO gra
mos; aceite , I o gramos; vino , I5 centílitro s.
Y añaden lo s informadores : « todo esto teniendo
en cuenta que la clase proletaria , que constitu
62
ye las tres cuartas partes de la población,no
se alimenta con nada de lo que se consigna en
esta respuesta » . La clase proletaria se alimenta
de patatas , judías , chiles y acelgas; todo ello
« sin pan » . El suelo es pobre . Con lo s cereales
que se producen «apenas hay para atender al
consumo de la localidad » . Van desapareciendo
lo s viñedos,a causa «del empobrecimiento del
agricultor , que no tiene para renovar las vides ,
que se mueren de Viejas,y no puede poner de
nuevo » . En cuanto a los cereales, en las tierras
de primera alterna el barbecho y la siembra;las de segunda y tercera
,«hay que dejarlas
¿ idescansar dos años por cada uno de siembra» .
í;
Lo s j ornaleros ganan I peseta 25 céntimos
diarios;trabaj an ciento ochenta días al año .
El viaj e lo‘
han hecho el doctor y Don Juan
lentamente , a caballo . Había que ir por lo s fra
gosidades de la montaña; la Vereda que han
63
seguido subía y bajaba porlo s alcores y se re
torcía entre las quiebras . A las do s horas han
d ivi sado al pueblo allá en lo hondo . Junto al
montón de casas aparecía una lám ina casi re
donda,de un intenso color negro : era una la
guna . Cuando , más tarde , se han aproximado a
ella , han visto que las aguas , sobre fondo de
dura p iedra,tenían una transparencia maravi
l losa .
X V
C A S A D E G IL
EN el pueblo,Don Juan y el docto r Quij ano
han ido a pasar la noche a casa de un labrador
amigo . La cocina es negra . La luz tremulante
de un candil apenas la alumbra;arden gruesos
troncos en la chimenea . Gil es un hombre recio
y curtido . Con la mirada fij a en lo s tuero s, Gil
permanece largos ratos inmóvil .
—¿Cómo cultiva usted sus tierras ? —
pregun-f
ta Don Juan al labrador.
— Yo hago con mis tierras tres suertes u
hojas — dice Gil De estas tres hojas , Siem
b ro nada más que una.
5 65
—¿Cómo llama usted a las demás? — torna a
preguntar Don Juan .
— Una de las suertes la Siembro — rep ite
Gil de las otras do s , una la labro , pero no la
siembro,y se llama barbecho;otra , no la siem
bro ni la labro , y se llama eriaz o .
—¿Se necesitará mucha tierra para coger al
guna cosecha? — observa Do n Juan .
Se necesita mucha tierra — replica el la
brador El que más,cultiva aquí las t ierras de
año y vez;algunos las dejan descansar cuatro ,
seis y aun ocho años .
Don Juan iba preguntando por lo s nombresde todos lo s utensilios y trebej os de la cocina.
Aquí , ante este fuego , en medio de esta primi
t iva simplicidad,rodeado ‘de esta áspera po
breza, se le antoj aba hallarse , no sólo tres o
cuatro S iglos atrás,sino lej osde España , entre
lo s lapones , como Regnard , en 1681 , o en la
66
Groenlandia, o en alguno de los países imagina
rios p intados en el Persz'
les .
Iba pasando el tiempo . Parecía que eran las
do s de la madrugada y eran las nueve de la no
che . La cámara a que Gil ha conducido a Don
Juan,tenía el techo en pendiente y sostenido
por troncos , retorcidos , de pino . El piso era de
yeso blanco . Se veían dos grandes arcaces de
roble , toscamente tallados;los cubrían tapetes
a l istas de vivos colores roj os,verdes y azules .
En las paredes había colgados hacecillos de
hierbas aromáticas : romero ,tomillo , Salvia ,
orégano, cantueso . En un rincón descansaba
una escopeta viej a,y al pie había do s caretas
de castrar colmenas . La cama la formaban seis
colchones altísimos .
La noche ha sido interminable . A la madru
gada , Do n Juan se ha levantado un momento y
ha abierto un ventani llo . Brillaba con un fulgor
67
intenso la estrella matutina . En el silencio den
so ,profundo
,el parpadeo , henchido de miste
rio del lucero , ha puesto en el espíritu de Don
Juan una sensación indefinib le de infinitud e
idealidad .
sordamente . Lo s n iños van a casa del carpinte
ro . «Ras-ras» , hacen lo s cepillos sobre las ma
deras , y saltan y llenan el suelo las virutas lim
pias y olorosas . Lo s niños van a casa del buen
tej edor . El buen tej edor es ya muy viej ecito .
No quedan ya más tej edores en la ciudad . El
tej edor tiene su telar en un rinconcito de su z a
guán;parece una arañita curiosa . La lanzadera
va de una parte a otra . Hace un ruido sonoro y
rítmico el telar. La tela que va tej iendo el te
jedo r es roj a , azul y verde. El buen tej edor eu
v ía una sonri sa bondadosa a los niños .
— Ahora — d ice el maestro vamos a leer
el gran Libro .
Se marchan todos saltando y gritando al
campo . El campo — en primavera , en otoño
está lleno de animalitos . Lo s niños levantan las
piedras , observan los horado s , ven correr sobre
las aguas los insectos con sus largas patas . El
70
maestro les va diciendo lo s nombres de todas
estas bestezuelas y de todas las plantas . Vuel
ven lo s niños cargados de ramas olorosas y de
florecitas de la montaña. Don Juan les acompa
ña algunos días .
— Yo quiero — le dice el maestro que es
to s niños tengan un recuerdo grato en la vida .
X V I I
E L P R E S I D E N T E
D E L A A U D I E N C I A
POR el paseo de la Chopera va caminando un
grupo de señores de la ciudad . En el centro
aparece don Francisco de Bénegas , presidente
de la Audiencia . Es la última hora de la tarde;
se ve a la luz suave , a lo lej os , el panorama de
las colinas y altozanos . A un lado y a otro,lo s
árboles fornidos,seculares .
—¡Eso que usted dice , amigo Pozas , es una
eno rmidad ! exclama el presidente de la Au
diencia, dirigiéndose al más j oven de sus acom
pañantes.
73
Se detiene don Francisco;se detienen todos ,
en medio círculo , mirando en s ilencio al presi
dente . El presidente lleva una barb ita blanca y
unas gafas de o ro . En su corbata luce una
perla .
—¿Cree usted que es una enormidad? — d ice ,
al fin,Pozas .
¡Una enormidad ! — rep ite don Francisco .
Y ríe con una risita j ovial y sarcástica.
—¿Po r qué es una enormidad , querido don
Francisco ? — pregunta Pozas .
Habían comenzado a andar de nuevo; otra
vez se deti enen .
— Es una enormidad — dice donFrancisco
porque co n ello quedarían alterados , subverti
do s, derru idos lo s fundamentos del orden social .
—¿Y por qué iban a quedar subvertidos lo s
fundamentos del orden social? —se atreve a
preguntar Poz as .
74
Todos m iran en silencio a Pozas , extrañados
de esta inusitada audacia .
—¿Que po r qué iban a quedar destruido s lo s
fundamento s del orden social?
Se ha detenido don Francisco y ha mirado
fijamente a Pozas . Después ha comenzado a
caminar otra vez ; al cabo de un momento ha
dicho :
Usted separa la Justicia y la Ley;usted
afirma que puede haber Justicia sin
Se detiene otro poco don Francisco , y des
pués d ice pasando su m irada por todos los
circunstantes
— Señores : lo hemos oído
Todos asienten en silencio,respetuosamente .
Don Francisco añade :
Pues bien;si usted prescinde de la Ley,
¿en dónde va usted a asentar lo s fundamentos
del Orden social?
75
Se han detenido todos . Los circunstantes ,
vueltos hacia Pozas , esperaban su respuesta .
Don Francisco no apartaba de él su mirada .
Pozas se ha atrevido , al cabo , a decir :
Yo asiento los fundamentos del orden
Pero el presidente le ha ataj ado con rapidez ,
tendiendo hacia él la mano,mientras se ponía
otra vez en marcha :
—¡No;no ! ¡Si n o puede usted decir nadal Si
usted suprime la Ley v i ene el caos , la anar
Y mirándole otra vez fij amente,entre la
expectación de todos,entre la execración dis
creta de todos :
—¿Es que pretende usted sostener las doc
trinas de la Anarquía?
Caía la tarde . Caminaba detrás un mendigo y
les ha alcanzado; era un pobre caminante , an
76
X'V I I I
H I STORIA D E UN GO BERNAD OR
EL nuevo gobernador llegó a la ciudad ,
l
sin
avi sar,en un tren de la noche . Se fué a la fon
da,y se acostó . A la manana siguiente salió a
dar un paseo . Le preguntó a un guardia mun i
cipal por el Gobierno civi l . Entró y vió en la
portería a un guardia civi l que estaba bruñendo
unas botas .
¿El señor gobernador civil? — le preguntó .
El guardia, sin levantar la cabeza , contestó :
No hay gobernador; el interino lo es él
secretario del Gob ierno .
79
¿Y no se podría ver al secretario ? — insis
tió el gobernador .
El guardia civi l levantó entonces la cabez a y ,
encogiéndose de hombros,replicó :
— Está malucho y viene tarde .
— Pues,entonces — d ij o el gobernador é s
peraré a que venga . ¿Dónde puedo esperar?
El guardia civi l volvió a mirarle de‘
sdeño sa
mente , y ,señalándo le una silla , dij o :
— Si usted tiene empeño en esperarle , Sién
tese ahí .
Hizo como que iba a sentarse el gobernador;
pero cambiando bruscamente de pensamiento
anadió}:— No; aquí , no . Le esperaré en el despacho
del gobernador .
Entonces el guardia civi l le miró estupefacto
y se puso a reír . Pero el nuevo gobernador
abría ya la puerta y entraba en las dependen
8o
cias del Gobierno . El guardia civil , repentina
mente serio, se lanzó hacia él , y el gobernador
exclamó :
—¡Soy el nuevo gobernador ! Vaya usted a
llamar al secretario
Se le cayeron de las manos al guardia las
botas que estaba limpiando; titubeaba;andaba
azorado; no sabía si abrir la puerta del aespa
cho y acompañar al gobernador o marcharse
corriendo a cumplir la orden que el go b erna
dor le había dado .
A lo s do s días de tomar posesión del Gob ier
no,vinieron de Madrid
,a visitar al gobernador ,
Noblejas,el novelista
,y Redin , el crítico . El
gobernador era un gran poeta . En el despacho ,
el gobernador se sentaba encima de la mesa ,
Noblejas en el brazo de un sillón y Redín a
horcajadas en una silla . De cuando en cuando
entraba el portero y anunciaba una visita . Des
6 8 1
de fuera se O ían gritos , fragmentos de frases :
« ¡Pues a mí , « ¡YO les digo a uste
des que
— El señor gobernador — decía el portero a
los vi sitantes que esperaban en la antesala
el señor gobernador está celebrando una entre
vi sta importante con unos señores de Madrid .
—¿Es interesante la ciudad? — le preguntó
Noblej as al gobernador .
No lo sé — replicó éste no la he v i sita
do todavía;encontré aquí unos libros viej os y
he estado revolviéndolos .
Salieron a recorrer la ciudad . Lo primero
que encontraron fué un disforme caserón;esta
ba en la misma calle del Gobierno .
¿Esto qué es ? — preguntaron a un guardia .
El Hospicio — contestó el guardia .
Entremo s — dij o el gobernador .
No les querían dej ar pasar , y el gobernador ,
82
irguiéndo se , dij o con v o z recia , mientras go l
peaba el suelo co n el bastón .
—¡Soy el gobernador !
Un dependiente salió corriendo a avisar al
presidente de la Diputación . El cuadro que en
el Hospicio se ofreció a lo s visitantes fué b orri
ble . Los niños estaban escuálidos,famélicos
,y
andaban vestidos de andraj os . El presidente
de la Diputación había l legado ya . El go b erna
dor iba de sala en sala sumido en una especie de
Sopor . No oía lo que le decían ni Noblejas,ni
Redín , ni el De pronto,el poeta
sale de su estupor y entra en una encendida y
terrible cólera . El poeta coge por la solapas al
presidente , lo zarandea con una violencia impe
tuo sa y le grita junto a su cara :—¡Miserable !
Entre las dos manos del gobernador habían
quedado lo s dos j irones de las solapas del pre
83
sidente . Y el gesto de supremo desdén con que
el gobernador los tiró al aire , fué el más bello
gesto que ha hecho nunca un artista .
Tres días después fué destituído el gob erna
do r. Un periódico ministerial , al censurar la
conducta del gobernador , dij o , entre otras co
sas, que «no estaba en la realidad» .
larga y ancha barba . Sus manos son férreas y
! nudosas Don Teodoro hizo de capitán la cam
paña de Cuba . Los soldados le ido latrab an . No
usaba nunca armas; llevaba Siempre un baston
cito en la mano . En lo más recio de los com
bates,cuando por todas partes silb ab an las b a
las,don Teodoro se detenía y sacaba un librito
de papel de fumar . Cortaba una hoja y se la
pegaba en el labio . Las balas pasaban silb ando .
Sacaba después una tosca petaca de cuero y
daba en ella do s go lp ecito s. La abría y ponía
tabaco en una mano . Volaban por el aire cascos
de granadas; las balas rugían . El tabaco que
tenía don T eodoro en una mano lo estregaba
suavemente con la otra . Liaba don Teodoro un
cigarro,lo encendía
,levantaba la cabeza y
echaba una bocanada de humo a lo alto .
— Me decía usted,querido Pozas — dice el
coronel que el princip io de
86
Yo le decía a usted — ataja Pozas que
el principio de—¡Ruperto ! — interrumpe el coronel , llaman
do al mozo .
El mozo , silenciosamente , se lleva el book
vacío que tenía delante don Teo do ro,
‘
y trae
otro lleno .
El coronel se pasa la palma de la mano,con
suavidad , por la barba; sus oj os , entristecidos ,miran vagamente la calle .
—¿H a visto usted? — dice bruscamente
Esa señora que ha pasado tiene la misma ma
nera de andar que tenía mi pobre Adela .
En un momento cruza por el cerebro del co a
ronel toda la tragedia de su vida . Su mujer,un
día , estando embarazada , como anduviese dis
traída en lo s quehaceres de la casa,fué a sen
tarse en una silla,calculó mal
,cayó ° al suelo
,
malparió y murió . Luego,el suicidio
l
de su hij o
87
Pepe , en la Academ ia de Toledo;su hij o Pepe ,
tan pundonoroso, tan inteligente . Después , su
otro hij o,Antoñito ,
un muchacho de doce
años,yendo en bicicleta por el campo , recibió
una tremenda pedrada y expiró a las dos horas.
—¡Ruperto ! — vuelve a gritar el coronel
El mozo,silenciosamente , sirve otro book.
— Decía usted , querido Pozas , que el prin
cipo de
Yo decía — torna a ataj ar Poz as que el
princip io de
Pero de pronto ha aparecido en la puerta un
capitán . El capitán se llega hasta don Teodoro ,
se cuadra marcialmente , saluda y d ice :
— Mi coronel : acaba de llegar la conducción
de presos de Barcelona .
DonTeodoro ha apartado suavemente el book
que tenía delante .Donde estaba el book ha pues
to el codo , y ha reclinado la cabeza en la mano ,
88
con la cara mirando al mármol de la mesa .
En esta forma ha estado absorto un instante .
Luego ha levantado la cabeza y ha dicho
—¿Han venido por la carretera de Henci
nares?
— Sí,mi coronel — ha replicado el cap itán
Han salido de H encinares a las tres de esta
tarde y han llegado ahora .
Cuántos so n ? — ha preguntado don Teo
doro .
— Ocho y un niño — ha contestado el capitán .
—¿Un niño ? — ha interrogado don Teodoro .
— Sí , mi coronel; un niño de doce o trece
años .
El coronel ha vuelto a inclinar la cabeza
sobre la mesa y ha permanecido en silencio
otro instante . Después ha dicho :— Diga usted que me traigan ese niño .
Un momento después entraba un sargento
89
con un niño . Era un niño rubio , revuelto el
pelo , co n los oj os vivos y azules . Llevaba una
chaqueta muy ancha,atada con una cuerda de
esparto,con las mangas cortadas
,deshilacha
das;lo s dedos de Sus pies asomaban por las ro
turas de los zapatos . Venía cubierto de polvo .
El niño estaba de pie , si lencioso , ante el co
ronel,mirándole co n sus oj illos despiertos .
¿Cómo te llamas ? — le ha preguntado don
Teodoro .
Marianet - ha dicho el niño .
¿Marianet,cómo ? — ha tornado a preguntar
don Teodoro .
Marianet Pagés y Valls ha dicho el’ N
na .
¿Qué has hecho en Barcelona?
El niño no contestaba . Subía y bajaba lo s
hombros;movía la cabeza a un lado y a otro;
reía .
oo
—¿Qué
' has hecho en Barcelona? — ha insis
tido el coronel .
Nada — ha dicho,al fin
,el nino Estar
en las
El coronel ha sonreído co n una sonrisa de
tristeza y de bondad .
¡Ruperto ! — ha gritado Tráete para este
niño un par de bocadillos de jamón .o
Y al mismo tiempo señalaba su book vacío .
Ha vuelto el mozo con lo pedido . El niño
comía vo razmente sentado al lado del coronel .
El coronel bebía lentamente con un gesto de
profunda tristeza .
— Decía usted,querido Pozas
,que cl prin a
cipio de autoridad
nador algo que parecía hacedero . Deseaban
que los presos que llegaron ayer, por ca
rretera, a la pequena Ciudad , prosigan su Viaj e
en tren .
El gobernador,que se frotaba las ma
nos sonriendo , ha cambiado súbitamente de
gesto .
— Lo que ustedes me piden — ha dicho gra
vemente el gobernador lo que ustedes me
piden es'
co sa de más trascendencia de lo que
parece .
Don Juan y Pozas insi stían .
— Yo ingnoro— ha dicho Don Juan lo
dispuesto sobre el particular ;—¡Ramírez ! — ha gritado de pronto el go
b ernador llamando al secretario Ramírez,
tenga usted la bondad de traer el Apéndice
sexto al tomo XIV del Alcubil la y ábralo usted
por el capítulo xxxn .
94
Y luego,sonriendo otra v ez , sonriendo festi
va e irónicamente :
— Ahora les enseñaré a ustedes lo legislado
sobre el particular .
Y después de una pausa,sonriendo también
,
fro tándo se suavemente las manos :
— Yo, señores , no soy más que un humilde
guardador de la ley.
Cuando ha venido Ramírez con el volumen
del A lcubil la , el gobernador.
lo ha tomado y ha
estado leyendo en vo z alta un largo rato .
—¿Ven u s t e d e s ? ha dicho sonriendo
después .
— Pero , señor gobernador — ha dicho Don
Juan abonaremo s todos los gastos
del viaj e en tren de esos presos .
El g o b e r n a d o r h a tornado a ponerse
serio .
—¡Oh , no ! — ha dicho ¿Cómo va a acep
95
tar eso el Estado ? El Estado no puede entrar
en ese género de transacciones .
Y luego,sonriendo otra vez :
Lo único que puedo hacer,en obsequio de
ustedes , es telegrafiar esta tarde a Madrid;pero
desconfío del éxito .
Y continuaba sonriendo , amablemente , m ien
tras se frotaba las manos .
X X I
E L Á R B O L V I E J O
TODAS las mañanas,cuando hace buen tienïpo ,
va Don Juan a la Chopera . La Chopera es la
viej a alameda que se extiende bordeando las
murallas . Lo s árboles,frondosos
,centenarios ,
casi forman bóveda tupida con su ramaj e . Al
entrar en la alameda lo primero que columbra
Don Juan al lá a lo lej os,es una ancha y larga
barba blanca . Don Leonardo pasea también .
¿Cuántos años tiene do n Leonardo? Don Leo
nardo tiene ocho hij os,treinta nietos , quince
biznietos; es un roble centenario , venerable ,
con la fronda llena de pajaritos . Es un roble
7 97
centenario : las más fervorosa pasión de don
Leonardo son los árboles . Siempre que se habla
de lo s árboles , don Leonardo sonríe como un
niño . Tiene el buen anciano la ' risa franca y los
entusiasmos súbitos de los niños; ha llegado a
la suma vej ez con el candor inalterable de lo s
seis anos .
L - Don Leonardo — le pregunta Do n Juan
¿qué ha hecho usted hoy?
Don Leonardo lleva un libro en la mano,lo
abre,señala un pasajey se lo da a leer a Do n
Juan .
Mire usted — dice lo que acabo de leer
en este libro .
Don Juan lee : «Jagadish Chandra Bose , di
rector del Instituto que ha fundado en Calcuta
para el estudio de la fisiología vegetal , es autor
de instrumentos y procedimientos ingeniosos
de una gran delicadeza,especialmente , del lla
98
mado crescografo , que facilita ver crecer las
p lantas . DeSUS'
trab aj o s se desprende que lo s
vegetales están dotados de mayor sensibilidad
quelo que se creía hasta ahora : un árbol , por
ej emplo,se contrae cuando se le golpea;los te
j ido s de una planta tienen verdaderas pulsacio
nes y , al morir , experimentan una especie de
espasmo » .
Don Leonardo es un ingeniero forestal , eru
dito y meticuloso . Las paredes de su despacho
están llenas de cuadros con árboles;ha presen
tado trabaj os meritísimo s en varios Congresos;
ha escrito monografías elogiadas en el extran
j ero . De cuando en cuando , a solicitud de lo s
periódicos , escribe ligeros y graciosos artículos
de vulgarización .
— Don Leonardo , ¿ha escrito usted algo hoy?
pregunta otro día Don Juan .
—Sí — contesta don Leonardo,sonriendo
99
he e s cri t o un articulito titulado El a'
rbol
viej o .
Bajo el ramaj e de lo s árboles centenarios, Ve
nerab les , don Leonardo comienza la lectura .
—Es un artículo — añade Don Leonardo
escrito contra lo s que talan lo s Viej os árboles .
D ice así : «La‘ ancianidad es respetable,debido
a que , por lo menos , supone larga lucha co n
las numerosas causas de destrucción que , ince
santemente,circundan cuanto
Una manana no está don Leonardo en la
Chopera; no se ve entre los negros y nobles
troncos su barba luenga y blanca . Don Leonar
do está enfermo . No puede salir de casa . La
enfermedad es larga y de cuidado . Todos lo s
días va a verle Don Juan .
—¿Cómo van mis árboles , Do n Juan ? — pre
gunta el anciano .
Su pensamiento está en lo s árboles de la
ICO
Lo s circunstantes sienten una profunda opre
sión y se esfuerzan por urdir piadosas menti
ras . Ya va estando mej or e l buen anciano; po
quito a poco,con los cuidados del amor que le
rodea , va recobrando la salud . Ya habla de lo
que va a escribir cuando se levante y de los pa
seo s que va a dar por la Chopera .
Con un paseíto que yo dé por la Chopera
-dice,sonriendo alegremente como un niño
co n un paseíto que yo dé por laChopera , ya es
taré bueno .
Le ha mandado ya el médico a do n Leonar
do que se levante mañana; la semana próxima
podrá salir de
XX LI
P O R L A P A T R I A
ALGAZ ARA ,estrépito
,clamor de voces que se
aleja por la cal le y se va apagando poco a poco .
Hace un momento han pasado baj o los balco
nes co n una bandera . Se oye el Chin -Chin de
una música;suena el tronido de los cohetes . La
dama que está sentada en la sala , con 1a cabeza
entre las manos,revive la vida de Carlitos . LO
ve a los dos años,chiquitito
,cuando daba lo s
primeros pasos,agarrándose a lo s muebles para
no caer . Luego,a lo s Cinco años , cuando tenía
un lápiz en la mano, se incl inaba sobre un pa
pel e iba trazando,él so l ito
,unas letras gran
1 0 3
des y torcidas . Su cara,en esos momentos , se
tornaba ceñuda y había un mohín de coneen
trada atención en su boca . Cada tres meses ,
Carlitos estaba enfermo . Las zozobras eran
angustiosas,interminables . El termómetro Clí
nico estaba S iempre entre lo s dedos de la ma
dre . La cara de la madre se acercaba ansiosa ,
cerca de la luz,al tub ito de cristal . Era frágil ,
quebradiza como un delgado vidrio , la salud
del niño . Al igual que planta de países meridio
nales en país frío,le habían ido cuidando du
rante la infancia . ¡Eran tan anchos , Vivaces y
luminosos sus oj os ! ¡Decía las cosas con un son
de vo z tan dulce ! ¿Qué iba a ser este n ino en el
mundo : gran artista , gran poeta , gran orador?
Ahora seguía brillantemente lo s estudios de
ingen iero .
La música toca a lo lej os;se p ierden lo s ú lti
mos sones; van y vienen sobre la ciudad las
1 04
X X I I I
L A T ! A
LA Tía vivió antaño en la cuesta del río , j unto
a las Tenerías,en una casilla medio caída . Un
día ocurrió allí un suceso terrible; resultaba
comprometido un señorito de la Ciudad ; Pro
cesaron a la Tía;pero la Tía calló . Nadie pudo
sacarla de su mutismo . Aquel silencio valió a
la Tía una larga,constante y misteriosa proteo
ción . De la cuesta del río se mudó la Tía a una
casa de la calle de Cereros . La calle estaba
siempre desierta . En la casa de la Tía estaban
S iempre cerradas las puertas y las ventanas .
De tarde en tarde,al anochecer
,durante la no
1 07
Che , se escurría una sombra por la callej a; lle
gaba a la puerta y tiraba del cabo de una
cuerda . Dentro sonaba una campanilla .
A las ventanas no se asomaba nunca nadie .
A veces se oían voces iracundas , lamentacio
nes,ruido de muebles golpeados . La Tía era
una muj er alta,fuerte;tenía la tez pálida , terro
sá ;en los ded os de las manos lucían apretadas
sortij as y tumb agas. Silenciosamente , en los
momentos de ira,esos dedos cogían un brazo
e iban apretándo lo como unas tenazas hasta
dej ar una honda huella amoratada . Y de pron
to , ante los gritos de la víctima , la Tía , co n
los Oj os relampagueantes,comenzaba a vo cife
rar también,daba tremendos porrazos
,lanzaba
po r el aire los muebles .
Don Juan pasaba alguna vez po r la calleja .
No había entrado nunca en la casa . Una tarde ,
al asomar por la calle, vió que se abría la puerta .
1 08
X X I V
D O N F E D E R I C O
A las tres de la madrugada abandona don Fé
derico su despachito de la Redacción . Ya ha
vi sto el primer ej emplar del día siguiente; su
olfato ha p ercibido , una vez más , sobre las pági
nas recientes, cl perdurable olor a tinta fresca .
Una bombilla pende sobre la mesa , co n una
pantalla de papel de periódico;hay en las pare
des una fi la de garfio s con abultados números
de periódicos;se ven periódicos sobre la mesa .
La Ciudad duerme. Brillan las estrellas en lo
alto;parecen como cansadas en las calles las
I I I
lucecitas de la noche . Encima de la mesa del
comedor tiene preparados don Federico,asea
dos y limpios,unos mantenimientos . En las al
cobas , seis cabezas de niño y una de mujer ,
orlada de rubia cabellera,descansan en las
almohadas . Al día siguiente,a las doce
,dan
unos go lpecito s tenues en la puerta . Dos o tres
ninos entran y suben presta y alegremente a la
cama de don Federico .
¿Dónde han nacido estos niños? Don Federi
CO ha trabajado en Madrid , en Barcelona , en
Bilbao , en Valencia . Treinta años lleva sentán
dose frente a las cuartillas y llenándolas con su
letra . Su ropa está limpia , sin una mancha;pero
un poco usada . Ya para él declina la vida . Las
i cosas le son un poco indiferentes . Cuando en
la Redacción se entabla una polémica sobre lo s
méritos de los políticos , y le preguntan a don
Federico,el buen periodista no contesta . Don
1 1 2
deseo consultarle a usted sobre un asunto im
portante .
Don Juan , al o ír estas palabras , rápidamente
se ha puesto en p ie;se ha acercado a lo s rime
ro s de periód i cos,que penden de las paredes ,
y ha preguntado algo, aparentando indife
renc ia :
— Don Juan — ha repet ido don Federico
deseo consultarle una cosa importante que me
sucede.
Don Juan seguía aparentando indiferencia .
Lo que le ocurre a don Federico es que un
amigo suyo le escribe desde Madrid diciéndo
le que regrese a la corte;el problema de la vida
de don Federico está resuelto;el amigo cree
poder asegurárselo así al buen periodista .
—¿Q ué cree usted , Don Juan?
Don Juan, con ínt ima y ligera emoción , ha
contestado :
1 1 4
Creo,querido don Federico , que debe us
ted ir a Madrid .
Cuando ha vuelto don Federico esta noche
a su casa , ha ido besando dulcemente las cabe
citas que reposaban en la almohada .
roj o es un salón Luis XIV . Se ven en su ám
bito anchos y baj os sillones,tapizados con é s
cenas campestres en el respaldo,armarios y
cómodas con incrustaCiones de concha y cobre ,
bustos de mármol blanco .
El otro salón es de estilO;Imperio ;en lo s si
l lones de caoba brillan cariátides y ramos de
bronce;las mesas rematan sus patas en garras
de león Ï SOb refl
una consola ,entre
'
ïdo s ánforas
de fina porCelana, un sátiro y unas ninfas dan
zan en torno de un reloj .
En el piso principal se hallan las hab itacio
nes de la familia , la bib l ioteca y un pequeno
museo . El maestre es coleccionista de monedas
romanas . En el extenso monetario se v en mo
nedas preciosas de o ro ;monedas de plata;mo
nedas de bronce . Las de bronce están veladas
por sus pátinas azules , rosadas y verdes . En la
biblioteca,forman
,en los largos p lú teo s, todos
1 18
lo s Clásicos espanoles ytodo s los Clásicos fran “
ceses . Lo s volúmenes aparecen intactos,irre
pro chab les . Tienen su ex libris y su dorado su
per libris . Enlas paredes,entre los cuadros an
tiguo s y modernos , un retrato de Ingres , un
paisaj e de Corot,la figura esbelta de una dama
española — el busto hacia atrás, el abanico en
el pecho pintada por Goya .
da? Todos se disponen a escucharle en silencio .
Aquí están su mujer , Angela;su hij a , Jeannet
te;Don Juan , el doctor Quij ano , el maestro Re
Señoras y dice do nGo nz alo
Tengo la satisfacción de anunciar a ustedes que
hoy he adquirido una moneda legionaria de
Septimio Severo . Es ésta .
Don Gonzalo va pasando la moneda ante los
oj os de los contertulio s .
La historia,señoras y señores —prosigue
é l maestre es una sucesión de monedas . [u
uummis b istoria . ¡Cuántas cosas han sucedido
en el mundo desde que fué troquelada esta
mo nedita ! De mano en mano habrá ido pasan
do a lo largo de las generaciones . Lágrimas ,
alegrías,entusiasmos , todo lo
habrá vi sto esta mo nedita. Como ahora la ten
1 22
go yo en mimano , la habrá tenido un príncipe ,
una Co rtesana, tal vez un bandolero . La mone
dita permanece intacta , y han pasado los im
perio s , han muerto los príncipes , las más es
p léndidas Ciudades se
De pronto suena estrepitosamente el piano;
y Jeannette canta :
Dep lorab le Sion , qu’
as- z‘
ufaiz‘ de ta gloire?
Tout l’
uuioers admiroiz‘ z‘a sp leua’eur:
Tu u’
esp lus quepoussiere;et a’
e cette
¡Jeannette ! — exclama don Gonzalo .
C'
ber papa ! responde Jeannette . Y calla
el piano .
Perdonad , Señoras y'
seño res — continúa
el maestre ¿Qué es la historia? Para unos
historiadores , una cosa , y para otros , otra. ¿Son
los intereses materiales o so n las ideas lo que
impulsa a la Humanidad ? Lo s historiadores nos
1 23
hablan de lo s grandes hombres . ¡Pobres gran
des hombres ! Sin ellos,tarde o temprano , su
cederían las mismas cosas que ellos creen hacer
con su intervención providencial . ¿Puedo Citar a
Montesquieu? Montesquieu dice en sus Consi
deraciones sobre la grandez ay decadencia de los
romanos : «Si César y Pompeyo hubieran pen
sado como Catón,otros hubieran pensado como
César y Pompeyo,y la República
,destinada a
perecer,hubiera sido arrastrada al precipicio
por otras manos » . El Tiempo,señoras y seno
res , el Tiempo es
Vuelve a sonar el piano alegremente . Jean
nette canta :
Sur ceglobe, la course ¡zumaine
Ne dure, belas ! quepeu d’
instants .
Le postil lon qui tous nous mene,
Ï e le connais trop, c’
est le Temps .
1 24
XXVII
P!
A R Ï'
S
Lo s mismos contertulio s de siempre están re
unidos en casa del maestre .
As tu envie d’
al ler au'
vil lage, ma clu‘
re
Ï eannette? — le pregunta don Gonzalo a su
Jeannette contesta haciendo un mohín có
mico de ansiedad :O
Ï res env ie, mon cnerpapa !
Don Gonzalo añade :
— Ton vil lage est lep lus j oli du monde.
Jeannette replica :
— Oui, c’
est o rai; lep lus j oli du monde!
1 27
Don Gonzalo y Angela,reciéncasado s, se
marcharon a París . Iban por un mes; estuvie
ro n ocho anos . En París nació Jeannette . Pa
rís es el pueblecito de Jeannette . La familia
pasa la mitad del año en la Ciudad;la otra mi
tad,en París .
—¿Qué le gusta a usted más de París ? — le
han preguntado a don Gonzalo .
—¿De París ? — dice don Gonzalo El cielo
,
el aire,el De París lo que me gusta
más es caminar despacio por la ori lla del Sena,
en un día ceniciento y dulce;me gusta Ver el
Cielo de un gris de plata oxidada,y contemplar
al lado del agua unos álamos Nada
más,y esto es todo .
Don Gonzalo va y viene por la estancia a
pasos menudito s;parece que sus pies no tocan
el suelo .
¿Q ué será de París dentro de doscientos
1 28
X X V I I I
A N G E L A
ENAngela resalta lo Siguiente : sus labios gro
sez uelo s y roj os , la carnosidad redonda y sua
ve de 1a barbilla , sus manos rosadas . Sus ma
no s l lenitas , sedosas y puntiagudas . En la mano
de Angela luce una magnífica esmeralda . La
mano de Angela es una mano que no nos can
samos de contemplar sobre la seda joyante de
un traj e , en la página blanca de un libro , per
diéndo se entre la melenita rubia de un niño;es
una mano imperativa e indulgente . Angela ti e
ne estas alternativas de indulgencia y de impe
rio , de actividad y de languidez . Camina pre
1 3 1
surosa por la casa; lo ve todo; todo procura
que esté limpio . A los criados no les tolera ne
gligencias;pero sabe mandarles con afabilidad .
Cuando está todo ordenado y limpio,Angela
se s ienta , pone la mano en la rodilla y clava la
vista en la esmeralda . Hay,entonces
,en su
cara un arrebol de epicureísmo satisfecho . La
com ida está dispuesta y va a ser servida . Tres
o cuatro invitados se sientan d iariamente a la
mesa . Todo ha sido preparado por Angela;su
mano - blanca,carnos ita
,ha ido delicadamente
de una parte a otra . Angela está sentada . Se
repliega volup tuosamente sobre sí misma; su
barbilla redonda es más carnosita que antes .
¿En qué piensa Angela? En profundo S i lencio
está el comedor . Nítido el mantel,brillan so bre
la nitidez el cristal límpido y las piezas de ar
gentería. Angela sale de sus ensueno s. Ya se
sientan a la mesa la familia y lo s invitados . Ré
1 32
XX I X
UNA T E R R I B L E T E N T A C I Ó N
D IEZ y ocho primaveras ha visto ya Jeannette .
LaS h'
a visto con unos ojos anchos y negros .
Anchos y negros en una faz de un ambarino
casi imperceptible , formada en óvalo suave , pi
carescamente agudo en el mentón . Una pince
ladita de vivo carmín marca los labios . La ne
grura intensa del pelo aviva lo roj o de la boca .
Jeannete entra en un salón , en unaí
tienda,en
el teatro : sonr íe con leve sonrisa equívoca; su
mirada va de una parte a otra,vagamente;en
sus oj os brilla la luz que brilla en lo s ojuelos de
una fierecilla sorprendida . La mirada quiere
demostrar confianza , y dice recelo;quiere mos
1 35
trar inocencia,y descubre Ha pasado
!
i minuto . La m irada de la fierecilla ha cam
biado . Jeannette está ya segura de Sí m isma .
Dom ina ya a su interlocutor . Ahora la risa es
francamente sarcást ica . De tarde en tarde ,
Jeannette,al igual de una domadora intrépida ,
hace co n la cabeza un gesto instantáneo , enér
gico ,Como queriendo
,ante lo s espectadores
del circo,esparcir al aire la cabellera espléndida .
Y recuerdan el circo todos SUS movimientos :
v ivos,prestos , en que el cuerpo se escabulle ,
se doblega , se tuerce en ángulos , y curvas que
hacen pensar en una masa de goma sólida y
flexible , sedosa y tibia.
Jeannette corre y salta por la casa;arregla y
desarregla lo s muebles; canta; se det iene de
pronto . Se detiene frente a Un ancho espej o .
Calla un momento,pensativa . Avanza un poco
el busto y se contempla la línea ondulante
1 36
clina más hacia Don Juan;después acaba por
decir suavemente , susurrando , una frase ino
cente,pero con una ligera entonación equivo
ca . Don,Juan calla . Ahora Jeannette pone el
l ibro que está leyendo en manos de Don Juan y
le dice,con un gesto de inocencia : «Señor ca
ballero,explíqueme usted esta poesía de amor;
yo no la entiendo » . Una noche , terminada la
tertulia,al dar la vuelta a la casa para marchar
se a la suya , Don Juan ve que en las callejuelas
desiertas se marca el cuadro de luz de una ven
tana . El salón de damasco roj o está iluminado .
La ventana está abierta . Sobre el roj o damasco ,
a través de la ancha reja , destaca la figura é s
belta,ondulante , de Jeannette .
Au reo‘
oir,monsieur! grita Jeannette a1
ver pasar al caballero .
Y en seguida con vo z gangosa :
— Buona sera , don Basilio!
1 38
X X X
Y UNA TENTACION CELESTIAL
¿H A visto usted el patio de San Pablo ? — le
ha preguntado el Maestre a Don Juan .
Y como don Juan contestara negativamente ,
do n Gonzalo ha añadido :
— Le avisaré a Natividad y mañana iremos a
Verlo .
Han ido al día S iguienteal convento de San
Pablo . En el saloncito , de muebles roj os , se
yerguen , frescos y pomposos , lo s ramos sobre
la consola. Un leve olor de incienso llega del
interior de la Casa . El patio está en Silencio . Se
I 39
descubre un cuadro de flores en el centro .
Hasta la galería trepa el tupido paramento de
los jazminero s , cuajados de olorosas florecitas
blancas . Entolda el patio el ci elo azul . Lo s Vl
sitantes caminaban despacio . Entre los flo rido s
arbustos está Sor Natividad .Tiene , en una mano ,
un cestillo y,en la otra
,unas tij eras . Como
sutil y transparente randa , en torno de los ar
co s y en los capiteles de las columnas , se halla
labrada la pi edra . Sor ' Natividad va’
cortando ,
con gesto lento , las flores del j ardín . No se ha
estremecido al ver entrar a los visitantes;pero
en su faz se ha dibujado leve sonrisa . De cuan
do en cuando , Sor Natividad se inclina o se
ladea pa ra coger una flor : baj o la blanca esta
meña se marca la curva elegante de la cadera ,
se acusa la ro tundidad armoniosa del Al
avanzar un paso , la larga túnica se ha prendido
entre el ramaj e . Al descubierto han quedado las
i 4 o
hermosa .
Do s rosas , tan rojas como las rosas del jardín ,
han surgido en la cara de So r Natividad . Ha
tosido nerviosamente Sor Natividad y se ha in
clinado sobre un rosal .
XX X I
V I R G I N I A
¡Que’
bien bailan las serranas ,
que'
bien bailan !
POCO más de media hora de la Ciudad se en
cuentra la aldea de Parayuelos . La componen
familias de pelantrines y terrazguero s pobres .
Tiene en Parayuelos una granja do n Gonzalo .
Don Juan suele ir allá,algunos días
, con el doc
to r Quijano . Le place ver cultivar la tierra a lo s
labriegos . Se informa de las propiedades y vir
tudes de las piedras y las plantas . Una moza va
y viene por la casa y las tierras . Se llama Vir
gin ia,y es la hija del cachicán .
I4 3
En los pinares deYucar
o i bailar unas serranas ,
a l son del agua en las piedras
y a l son del v iento en las
¡Que’
bien bailan las serranas ,
que’
bien bailan !
No hay quien baile como Virginia . La moza
es alta y esbelta . Ríe y rie Siempre con una
risa sonora . Desde que quiebra el alba hasta la
noche no se cansa Virginia de traj inar por la
casa .
Prepara las encellas para los quesos;dispone
por el otoño el almijar;cierne la harina y ama
sa; clarifiCa la miel cuando se castran las col
menas;cuelga en largas cañas las frutas navi
deñas;aliña con romero e hinoj o las aceitunas
negras , en las grandes Y cuando llega
1 4 4
Un día , Virginia ha venido a casa del Maes
tre . En el salón gris , la moza , co n sus colores
Vivos,está en p ie, inmóvil , ante Angela yJean
nett'
e,que contemplan su esbeltez y su gracia .
De pronto,Jeannette exclama :
—¡Quiero ponerme el collar de Virginia !
Prestamente lo ha desceñido del cuello de
Virginia . Ya letiene en la palma de la mano .
Entonces,al contemplar estas perlas finas , pu
rísimas , verdaderamente maravillosas , una pro
funda extrañez a se ha p intado en su rostro . Le
ha alargado el collar a Angela . El mismo estu
por se ha retratado en la cara de Angela . Las
tres muj eres permanecen un momento en s ilen
cio , absortas .
¡Que’
bien bailan las serranas ,
que'
bien bailan!
XXX I I
E L N I ! O D E S C A L Z O
POR un caminito de la montaña iba DonJuan .
La ciudad se veía a lo lejos . Po r el caminito,
hacia la Ciudad,iba un niño descalzo . El niño
trae sobre las espaldas un haz de leña; va en
Corvadito . Al oír pasos ha levantado la cabeza .
Camina despacito el niño . No puede llevar la
carga que le abruma. ¿Son las iniquidades que
cometen lo s hombres con lo s niños lo que lleva
sobre sus espaldas este niño ? So n lo s dolo
res de todos lo s niños : de lo s niños abandona
do s , de lo s maltratados , de lo s enfermos , de los
hambrientos , de los andraj osos . Son los dolo
1 4 7
res del niño que duerme aterido en el quicio
de una puerta;del niño alimentado con leches
adulteradas; del niño inmóvi l en las escuelas
hoscas;del niño encerrado en aposentos lób re
go s;del niño encarcelado;del niño S in alegrías
y sin El niño del haz de leña ha
hecho un esfuerzo para levantar la cabeza . Sus
pies descalzos estaban sangrando . Don Juan ha
cogido al niño y lo ha sentado en sus rodillas .
Don Juan le va limpiando sus piececito s. El
niño tenía al princip io la actitud recelosay en
cogida de un animalito montaraz caído en la
trampa . Poco a poco se ha ido tranquilizando;
entonces el niño le coge la mano a Don Juan
y se la va besando en silencio . ¿Qué le pasa
al buen caballero que no puede hablar? A lo le
j os,Sobre el Cielo azul
,destaca la ciudad . Se
ve el huertecito de un convento , la casa del
Maestre .
¿Quién era don- Antonio Cano Olivares ?
pregunta el maestro Reglero en la tertulia del
Maestre
— Don
’
Antonio Cano Olivares — dice el doc
to r Quij ano debía de ser hij o de don Felipe
Cano,el que tenía una tiendecilla en la cal le de
Co rdelero s .
— No — replica un contertulio Cano Oli
vares debía de ser un muchacho que se marchó
hace cuarenta años; era hij o de doña , Jesusa
Olivares , hermana del canónigo Olivares , que
murió en Z amora .
Están ustedes confund idos — Observa otro
contertulio Ese muchacho que usted d ice no
era hij o de doña Jesusa Ol ivares. Debía de
—¡Hay aquí tantos Canos y tantos Olivares !
interrumpe el docto r Quijano .
— En fin — resume elI
maestro Reglero
fuera quien fuere , Cano Olivares ha hecho una
150
buena Obra . De aquí han salido centenares de
muchachos con rumbo a América , que luego no
se han acordado de su
Se han abierto lo s cimientos del futuro edi
ficio . A la co locación de la primera piedra asis
te todo el pueblo . Toca una música . El alcalde
pronuncia un discurso . «Señores — dice el al
calde honremos a Cano Olivares . Cano Oli
vares era un grande hombre . De grandes hom
bres podemos cal ificar a aquellos que con su
trabaj o perseverante,con sus iniciativas arries
gadas,con su esfuerzo paciente de todos los
días,han sabido labrarse una fortuna
,y a la
hora de la muerte,lej os de la patria , apar
tados de su Ciudad natal por millares de le
guas , tienen para ese pueblo , que les v ió na
cer,un rasgo espléndido y generoso . Honre
mo s , señores , a Cano Olivares , y tengamos para
1 51
su memoria,en nuestros corazones
, gratitud
perdurable » .
La música toca alegremente . La muchedum
bre aplaude . Confundido entre el pueblo , don
Juan sonríe .
Gonzalo,ha estado visitando los monumentos
de la Ciudad . En la catedral , el señor Perrichón
ha exclamado :
—¡Oh , muy bello , muy bello !
la Audiencia, el señor Perrichón ha ré
petido :
¡Oh , muy bello , muy bello !
El señor Perrichón sonríe siempre y se incli
na respetuoso y atento ante las damas .
- Senor Perrichón —le dice Jeannette
¿Quiere usted contarnos su viaj e a Suiza?
Vo lontiers , mademoisel le — contesta Pe
rriChón .
Y comienza su relato , pintoresco'
e inge
nio so .De cuando en cuando ríe a carcajadas ,
echando la cabeza hacia atrás . La concurrencia
ríe también y palmotea .
Angela ha querido dar'
una comida de gala
en honor del señor Perrichón . Todos lo s co n
1 54
tertulio s estaban en torno de la mesa . Todos
los más selectos vinos de España han desfilado
por la mesa . Perrichón estaba encantado . Sus
ojuelos brillaban . Allí estaban el claro y fresco
valdepeñas;el rioja; el oloroso j erez; el fondi
llón alicantino;el málaga; el El se
ñor Perrichón se llevaba el vaso a los labios ,sab oreab a lentamente el delicioso vino y levan
Vantab a , extasiado , los Oj os al cielo .
Señor Perrichón — ha dicho don Go’nza
lo una canción a estilo de la Viej a
El señor Perrichón se ha puesto en pie .
—¡Queridos amigos ! —ha exclamado .
No ha podido continuar . Se ha llevado las
manos al pecho con un gesto silencioso . Todos
han aplaudido . El señor Perrichón ha bebido
un sorbo de vino,ha levantado la copa en lo
alto y ha comenzado a cantar :
1 55
S‘e ne suis gu’
un o ieux bon/zomme,
[We'
ne'
trier du bameau;
Maispour sage on me renomme,
Et j e bois mon o in sans
Al acabar la canción , ha resonado un fervo
roso aplauso en la sala .
¡Viva la viej a FranCia ! ha exclamado
don Gonzalo .
¡Viva la España ! grita Perrichón ,lleván
dose las manos al pecho .
Y se dej a caer , desplomado , en la silla , los
oj uelos llorosos,lacios lo s gruesos y largos b i
go tes rubios .
Usted — le dice a Reglero será el perro .
Y al doctor Quij ano :
Usted , el pato .
Y a don Leonardo :
“ Usted,el gato .
Y a Pozas :
Usted,el gallo .
Tú,papá
, el tigre . Tú , mamá , la marmota .
Llega Jeannette ante Don Juan; se detiene
sonriendo .
¿Qué quiere el senor caballero ?
Jeannette — responde Don Juan yo seré
lo que usted quiera hacer de mí .
- Pues yo quiero — dice Jeannette que sea
usted el pavón .
Perrichón com ienza su relato con vo z cam
pamuda . Dice que el león está enfermo y que
todos lo s animales van a visitarle.
Le visita primero — dice el perro .
1 58
Entonces , el personaj e que representa el pe
rro ,tiene que hacer lo que el perro hace . El
maestro Reglero comienza a ladrar y a imitar
lo s movimientos del can .
— Le visita después — prosigue Perrichón
el pato .
El doctor Quijano lanza algunos graznidos
imita’
ñdo a los patos y sacude lo s brazos como
S i saliera del agua .
-Le visita después el gato .
Don Leonardo da unos maullidos suaves .
— Le vi sita después el pavón .
Don Juan Chilla agudamente como los pavos
reales .
Al final dice Perrichón :
— Le visitan todos los animales .
Y entonces se promueve una algarabía estre
pitosa de maullidos , ladridos y gritos de todos
los animales .
I S9
Como nadie se ha equivocado dice Jean
nette v oy a prem iar a todos .
Coge Jeannette un fresco ramo de flores y
las va repartiendo entre los contertulio s.
A usted — le dice a Don Juan,dándole una
rosa la rosa más roja , la rosa más lozana.
do s días que está , con el doctor Quijano , fuera
de la Ciudad . Todo estaba en orden y limpio .
La mancha de las cortinillas rojas,en las vidrie
ras de la alcoba,destacaba en el fondo . En las
paredes había una serie de litografías antiguas ,
francesas . Tenían ancho marco de?
roble,puli
mentado,con redondeles de metal dorado en
lo s ángulos . Representaban la historia de La
tude y de la Pompadour . En la primera de la
serie estaba de pie,
Latude , lindo y apuesto
garz ón , rehusando una bolsa de oro que le alar
gaba la bella marquesa;en otra , la Justicia venía
a prender a Latude ,que estaba en la cama
con una cami sa de encaj es ; en otra, Latude se
descolgaba , de noche , por un alto
Jeannette ha comenzado a leer la inscripción
de la primera estampa : «Latude , né en I 7 25, a
Montagnac,en Languedoc , ambitieux , mais
plus étourdi que
162
Después , meditativa , ensoñadora , ha excla
mado mirando a la bella marquesa, con su pei
nado alto y su falda cuajada de rosas :—¡Qué bonita era la Pompadour !
En una de las litografías, en la primera , entre
el cristal y el marco,había clavada una rosa :
una gran rosa seca . Era la rosa que Jeannette
había regal ado a Don Juan noches antes . Jean
nette la ha cogido y la ha colocado en la lito
grafía en que la Justicia prende a Latude .
Y cuando iban a sal ir de la estancia las visi
tantes , Jeannette se ha vuelto otra vez hacia
las litografias y ha exclamado :—¡Qué elegante era la Pompadour !
b ierto de papel rameado . La sillería es de seda
Verde con dibuj os blancos . En una consola de
mármol se yergue una Virgen,debaj o de un
fanal . En la pared destacan un r e t r a t o de
León XIII y una copia del Cristo de Veláz
quez . El Obispo ha entrado , andando lenta
mente,apoyado en su báculo .
¿Qué es lo que recuerda usted más de Pa
rís , señor obispo ? — ha preguntado Angela .
Le han oído ya algunas veces al buen obispo
contar la historia,pero gustan de o írsela contar
de nuevo .
¿Lo que más recuerdo yo de París ? — dice
el ob ispo
Recordará usted muchas cosas — observa
Jeannette .
“
¿No estuvo usted en París en 1 880 ? — aña
de don Gonzalo .
— Estuve — repl ica el obispo cuando ré
166
gresaba de Roma , el primer viaj e que hice
en 1880 .
—¿Y qué es lo que más le llamó a Usted la
atención ? - dice Angela .
“ Muchas cosas vería en París el señor obis
pom agrega don Gonzalo .
Hay un momento de silencio . En la puerta
del salón,uno de lo s familiares se inclina al
Oído del otro y le dice unas palabras sonriendo .
En París — dice,al fin
,el obispo yo
yo Vi el Enemigo .
—¿É l Enemigo , señor obispo? — dice Angela
fingiendo espanto .
—¿H a Visto usted
,señor Obispo , el Enemigo
en París ? — dice Jeannette fingiendo también
terror .
Sí,Sí — afirma el Obispo he visto el
Enemigo . Fué una tarde; iba yo con varios
compañeros . ¿Cómo se llama aquella plaza que
167
hay cerca de otra grande con una estatua? No
me acuerdo ya De pronto uno de mis
companeros me señaló un señor baj ito , rechon
cho,con la cara afeitada , y que parecía un
cura ! .
¿Y quién era ese transeúnte , se!
ñor obispo?
pregunta Angela .
—¡Era el Enemigo ! — exclama ahuecando
infantilmente la vo z el Obispo ¡Era el Ene
Pero un hombre gordo , y que parecía un
cura, ¿era el Enemigo ? — pregunta Jeannette .
— Sí,Juanita — dice el obispo Sí , Angela;
sí,don Gonzalo . Era el
Lo s dos familiares , que se hallan de pie en la
puerta,sonríen levemente . Sonríen también co n
discreción Angela,don Gonzalo , Jeannette .
Al día siguiente — prosigue el Obispo Vi
168
X X X V I I I
L A ! L T I M A T A R D E
H AN llegado lo s días del otoño . En lá plaza
amarillea el follaj e de las acacias . Se pone el
Cielo triste;llueve a ratos . Las golondrinas se
van marchando . Do n Gonzalo , Angela y Jean
nette se marchan tambiéna París;con el los re
torna el señor Perrichón . Saldrán hoy mismo,
a prima noche . En la sala de la tertulia están
reunidos todos lo s amigos . Lo s muebles tienen
sus fundas blancas . En el vestíbulo están pre
parados lo s equipaj es . Desde donde está sen
tado Don Juan se columbra un pedazo de cielo;
a veces , se cubre de nubes grises; a veces , se
1 7 1
muestra límpido el azul . La luz va disminuyen
do . Caen a ratos chubascos violentos . Jeannette
va de un lado para otro , tarareando y sal
tando .
— Monsieur Perrichón — dice sentándose al
piano y dirigiéndose a l buen Perrichón
monsieur Perrichón , le «Retour d Paris » ?
mademoisel le — dice el señor
Perrichón .
Jeannette comienza a tocar y a cantar :
Vive Paris , le roi du monde!
Ï e le revois avec amour.
F ier ge’
ant , arme’
de safronde,
[l marc/ie, il grandit cbaquej our.
Hasta la próxima primavera el piano no VO !
Verá a sonar . No volverá a correr Jeannette po r
la casa,a saltar
,a o mirarse en lo s espej os y a
1 72
X X X I X
A L P A R T I R
Po ur la
.
O)
D ON Juan , don Leonardo , el doctor Quijano ,
el maestro Reglero , Pozas , todos , todos los
contertulio s han ido a la estación a despedir a
la familia del Maestre . La noche estaba revuel
ta . Llovía sin cesar . En la sala de la diminuta
estación se hallan todos reun idos . Angela lleva
un traj e gris , sobrio , entallado . Jeannette viste
de azul obscuro con rayitas blancas;su cuerpo
se marca grácil , ondulante , baj o el terso paño
I 7S
BERENICE .
dern iere fo is , adieu , se igneur .
ANTIOCHU S .
H élas !
! Final de Beren i ce
suave . Perrichón no ha abandonado su dimi
nuto sombrero a cuadros negros y blancos .
El tren va a llegar dentro de un instante . En
la fo scura de la noche brillan a lo lej os lo s fá
ro s roj os y azules . Suena el tic -tac del telégra
fo . Repiquetea ruidosamente un
¡Adiós , Don Juan ! ha dicho Jeannette .
¡Adiós, Jeannette ! — ha dicho Don Juan .
Han permanecido con las manos trabadas,
en silencio .
¿Hasta la vista? — ha añadido Jeannette .
¡Quién sabe ! — ha exclamado Don Juan .
Ha habido otro corto silencio; las manos
continuaban unidas .
—¡Adiós , Don Juan ! — ha dicho
,al fin
, Jean
nette .
¡Adiós , adiós,querida Jean
nette ! — ha dicho Don Juan sacudiendo nervio
samente la mano de Jeannette .
1 76
E P I L O G O
H ERMANO Juan : ¿por qué es usted tan pobre
cito ? ¿É s verdad qué ha S ido usted muy rico?
Todoshemos sido ricos en el mundo; to
do s lo somos . Las riquezas las llevamos en el
corazón . ¡Ay del que no lleve en el corazón las
riquezas !
— Hermano Juan : si ha sido usted rico , ¿cómo
se puede acostumbrar a vivir tan pobre?
— Yo no soy pobre , hija mía . Es pobre el
que lo necesita todo, y no tiene nada . Yo no
necesito nada de los bienes del mundo .
— Pero sus riquezas , hermano Juan , ¿las per
dió usted por azares de la fortuna , o las aban
donó usted de grado ?
Mi persamiento está en lo futuro , y no en
I 79
el pasado;mi pensamiento esta en la bondad
de lo s hombres , y no en sus maldades .
— Hermano Juan : dicen que usted vivía en
un palacio . ¿ES verdad ?
— Mis palacios son lo s vientos , y el agua , las
montañas,y lo s árboles .
! Hermano Juan : ¿cuántos criados tenía us
t ed?
Lo s criados que tengo son las avecicas del
cielo y las florecillas de los caminos .
Hermano Juan : su mesa de usted era es
pléndida; había en ella de los más exquisitos
manjares .
— Mis manj ares son ahora el pan de lo s bue
nos corazones .
— Hermano Juan : usted ha Vis itado todos los
países del mundo . ¿Habrá Visto ust ed todas las
maravillas ?
Las maravillas que yo veo ahora son la fe
180
! ND I C E
Páginas.
PRÓLOGO
I. DOII Juan . ,
II . —Más de su etopeya
IIl . - La pequeña ciudad
IV.—Censo de pob lación
V.—Él eSpíritu de la pequeña ciudad .
VI.— É l ob ispo Don García
VII. - l .as J erónimas y Don García .
VIH.- Sor Natividad
IX.— Las monj as pobres.
X.— Él caminito misterioso
XI.— Rl ob ispo Ciego .
XII. —Aurificina
1 83
Páginas.
XIII . —Él doctor Quijano
XIV .- Un pueb lo
XV.— En casa de Gil
XVI. —La gaya tropa infantil
XVlI. - É 1 presidente de la Audiencia .
XVIII .— H istoria de un gobernador
X1X .— Él coronel de la Guardia civi l .
XX .—Otro gob ernador
XXL- É l árbo l viejo
XX ! I . —Por la patria
XXIII . —La Tía
XXIV.—Don Federico
XXV.— La casa del Maestre
XXVI. “ El Maestre Don Gonzalo
XXVII . « París
XXVIII. — Angela
XXIX —Una terrib le tentación
XXX .
-Y una tentacmn celestial
XXXI . - Virginia
1 84
1 0 3
Io7
I I I
I I 7
1 2 1
1 27
1 3 1
1 35
1 39
1 4 3
l il .
IV .
VII.
VIII .IX.
XVI .XVII .XVIII .XIX .
XXII .
XXIV.
XXVI .
XIII:XIV.
A Z O R I N
E L A LMA C A S T E L L A N AL A v O L U N T A
,
D
A N T O N I O A Z O R I NLAS CONFESIONES DE UN PEQUENOF I L O S O F O ! A U M E N T A D A )
L O S,
P U E B L o S
F A N T A S I A S Y[
D EVANE O SE L P O L I T I C OLA RUTA DE DON QU I J O TEL E C T U R A S E S P A N O L A SI. OS
,
V A L O R E S L I T E R A R I O SC L A S I C O S Y M O D E R N O SC A S T I L L AUN DISCURSO DE LA CIERVAAL MARGEN DE LOS CLASICOSEL L I C E N C I A D O V I D R I E R AU N P U E B L E C I T O
R I V A S Y L A R R AEL PA I S A J E D E E S PA N AV I S T O POR Lo s E SPAN O L E SENTR E E SPANA Y FRANC IAPAR LAMENTAR I SMO E SPAN O LP A R I S ,
B O M BA R D E A D O Y
I D , S E N T I M E N T A L
E R I N T O
O BRA S D E
Vidas somb rias.
idilio s vascos.
El tab lado de Arlequ in .
Nuevo tab lado de Arle
qu in .
Juventud , ego latría.
ldi lio s y fantasias.
Las horas so litarias .
Mo in en tum Catastróphfl
cum.
La Cav erna del l lumorismo .
D ivagaciones sob re la Cultura .
LAS TRILOGI’
ASTIERRA VASCA
La casa de Aizgorri.
El Mayorazgo de Labraz .
Z alacaín el Aventurero .
LA VIDA FANTASTICA
Camino de perfección .
Aventuras, inventos ymixtificaciones de S ilv estreParadox.
Paradox , rey.
LA RAZ ALa dama errante.
La ciudad de la nieb la .
El árb o l de la ciencia.
LA LUCHA POR LA VIDA
La busca .
PIO BARO JA
Mala h ierba.
Aurora roja.
EL PASADO
La feria de lo s discreto s .
Los ú ltimo s románticos .
Las tragedias gro tescas .
LAS CIUDADESCésar o nada.
El mundo es ansí.
La sensual idad pervertida .
EL MAR
Las inquietudes de ShantiAndía.
MEMORIAS DE UN HOMBREDE ACCIÓN
El aprendiz de consp irador.
El escuadrón del Brigante .
Lo s camino s del mundo .
Con la p luma y con el
sab le.
Los recursos de la astucia.
La ruta del aventurero .
Los contrastes de la Vida .
La veleta de Gastiz ar.
Lo s caudil los de 1 83o .
La Isab elina .
El sab or de la venganza.
Las Furias.