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MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 1 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México. Paidos. UNIDAD I LOS SISTEMAS DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Lectura 2 Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México D.F. Paidos p.p. 118-149 Marx, M. H. y Hillix (1985) te darán a conocer la naturaleza de los sistemas psicológicos y cómo la psicología emergía de un trasfondo general científico y filosófico, temáticas propias de la segunda unidad mínima de aprendizaje, el Funcionalismo, de la Unidad I Los Sistemas de la Psicología Científica E E L L F F U U N N C C I I O O N N A A L L I I S S M M O O U U N N I I D D A A D D I I . . L OS SISTEMAS DE LA P SICOLOGÍA CIENTÍFICA El funcionalismo fue el primer sistema norteamericano de psicología. Su desarrollo comenzó con William James, considerado en el ámbito de la profesión como el más grande psicólogo norteamericano (Becker, 1959), y llevó directamente al conductismo watsoniano. La fuerza original del funcionalismo provino en parte de su oposición al estructuralismo, situación que repetirían posteriormente los conductistas al oponerse a ambos sistemas. El funcionalismo nunca fue una posición sistemática muy diferenciada. En realidad, según Woodworth (1948): "Se llama psicología funcionalista una psicología que intenta dar una respuesta exacta y sistemática a las preguntas: `¿qué hacen los hombres?' y `¿por qué lo hacen?' " (pág. 13). Si aceptamos los términos de esta especificación tan débil, eI funcionalismo podría no morir hasta tanto nuestros hábitos lingüísticos de preguntar qué, cómo y por qué fueran reemplazados por otros. Pero probablemente ésta es una especificación inadecuada del funcionalismo. Aunque su definición debe conservar la laxitud del sistema, podemos por lo menos agregar que un funcionalista se interesa de una manera característica en la función de adaptación al medio que tienen la conducta y la conciencia del organismo. Es probable que también se interese en las relaciones funcionales, o de dependencia, entre antecedentes y consecuentes; aquí se emplea el término "función" en su acepción matemática. La psicología norteamericana, influida por la teoría de la evolución y por un espíritu práctico, se ha interesado en la utilidad de la conciencia y de la conducta. Por eso tendió a ser funcional. Tal como se muestra en el cuadro 9, tres grupos de psicólogos contribuyeron al desarrollo del funcionalismo. Los pioneros son los que pusieron los cimientos para el desarrollo ulterior del funcionalismo, abriendo una amplia variedad de nuevos campos de indagación, como por ejemplo la conducta infantil y animal. Los fundadores, John Dewey y James Angell, establecieron el funcionalismo como sistema. Y a los

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MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 1

Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías Psicológicas Contemporáneos. México. Paidos.

UNIDAD I LOS SISTEMAS DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

Lectura 2 Marx, M.H. y Hillix (1987) Sistemas y teorías

Psicológicas Contemporáneos. México D.F. Paidos p.p. 118-149

Marx, M. H. y Hillix (1985) te darán a conocer la naturaleza de los sistemas psicológicos y cómo la psicología emergía de un trasfondo general científico y filosófico, temáticas propias de la segunda unidad mínima de aprendizaje, el Funcionalismo, de la Unidad I Los Sistemas de la Psicología Científica

EELL FFUUNNCCIIOONNAALLIISSMMOO

UU NN II DD AA DD II ..

L O S S I S T E M A S D E L A P S I C O L O G Í A C I E N T Í F I C A

El funcionalismo fue el primer sistema norteamericano de psicología. Su desarrollo comenzó con William James, considerado en el ámbito de la profesión como el más grande psicólogo norteamericano (Becker, 1959), y llevó directamente al conductismo watsoniano. La fuerza original del funcionalismo provino en parte de su oposición al estructuralismo, situación que repetirían posteriormente los conductistas al oponerse a ambos sistemas.

El funcionalismo nunca fue una posición sistemática muy diferenciada. En realidad, según Woodworth (1948): "Se llama psicología funcionalista una psicología que intenta dar una respuesta exacta y sistemática a las preguntas: `¿qué hacen los hombres?' y `¿por qué lo hacen?' " (pág. 13). Si aceptamos los términos de esta especificación tan débil, eI funcionalismo podría no morir hasta tanto nuestros hábitos lingüísticos de preguntar qué, cómo y por qué fueran reemplazados por otros. Pero probablemente ésta es una especificación inadecuada del funcionalismo. Aunque su definición debe conservar la laxitud del sistema, podemos por lo menos agregar que un funcionalista se interesa de una manera característica en la función de adaptación al medio que tienen la conducta y la conciencia del organismo. Es probable que también se interese en las relaciones funcionales, o de dependencia, entre antecedentes y consecuentes; aquí se emplea el término "función" en su acepción matemática. La psicología norteamericana, influida por la teoría de la evolución y por un espíritu práctico, se ha interesado en la utilidad de la conciencia y de la conducta. Por eso tendió a ser funcional.

Tal como se muestra en el cuadro 9, tres grupos de psicólogos contribuyeron al desarrollo del funcionalismo. Los pioneros son los que pusieron los cimientos para el desarrollo ulterior del funcionalismo, abriendo una amplia variedad de nuevos campos de indagación, como por ejemplo la conducta infantil y animal. Los fundadores, John Dewey y James Angell, establecieron el funcionalismo como sistema. Y a los

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desarrolladores, Harvey Carr y Robert S. Woodworth, se debe la maduración y elaboración ulterior del sistema.

Se muestra también, a la izquierda del cuadro 9, tres influencias antecedentes primarias, todas de origen inglés. Charles Darwin (1872) comenzó el estudio de la conducta animal, así como el desarrollo de la teoría moderna de la evolución orgánica. Galton, que recibió la influencia de la teoría evolucionista, inició el estudio científico de la capacidad humana. Romanes y Morgan dieron un ímpetu adicional al estudio de la conducta animal. James, Hall y Baldwin fueron influidos de una manera directa por la teoría evolucionista, y Hall se ocupó también de los tests y las diferencias individuales. Carr se interesó por los estudios animales, más que su predecesor más directo: Angell. Se incluye a Baldwin, Ladd y Scripture porque participaron en el montaje de la escena para el desarrollo de la psicología funcionalista; no se los considera con importancia suficiente respecto de las aserciones básicas del funcionalismo, y por eso no se los trata en el texto.En los comienzos de su carrera E. L. Thorndike tuvo un marcado interés por la investigación animal, y estuvo estrechamente relacionado con James y Cattell. Su conexionismo podría haberse incluido en este capítulo, como un tipo especial de funcionalismo y no en el capítulo 3 sobre el asociacionismo.

El cuadro 9 excluye a dos hombres que, aunque originalmente formados por funcionalistas, participaron después en el desarrollo de otras escuelas, John B. Watson se formé en el funcionalismo y luego se hizo conductista; se graduó con Angell. Bergmann (1956) llega a considerar a Watson como el último y más gran-de funcionalista. Walter S. Hunter es otro producto de la escuela de Chicago, aunque también él tendió a considerarse un conductista. Sin embargo, su desarrollo y guía de un laboratorio pequeño pero muy productivo, en la Universidad de Brown, justifica que por lo menos se lo mencione en este panorama general. La investigación producida durante muchos años en Brown tuvo un fuerte sabor funcionalista, y puede ciertamente comparársela en cuanto a excelencia general —no ya en cantidad o extensión— con las de Columbia y Chicago.

En consecuencia, parece que casi tenemos una regla de la evolución sistemática: la mayor parte de los discípulos norteamericanos de Wundt —sobre todo Cattell y Hall— regresaron a los Estados Unidos y se hicieron funcionalistas, o al menos avanzaron en esa dirección. Los discípulos de los funcionalistas, como Watson y Hunter, se movieron más en dirección al objetivismo y se convirtieron en conductistas o en casi conductistas. Por supuesto, en cualquier generación de organismos o de personas que trabajan

de acuerdo con un sistema, la mayoría de los individuos no se alejará demasiado; pero, parecería haber una dirección clara del movimiento para aquellos que sí lo hacen. ANTECEDENTES DEL FUNCIONALISMO Charles Darwin (1809-1882) originó una de las controversias más grandes de la historia intelectual, una cuyos ecos todavía no se han extinguido en este año de Nuestro Señor. Y Nuestro Señor tuvo, por supuesto, mucho que ver en la polémica, por cuanto la evolución hizo estremecer los fundamentos de la religión.

Irónicamente, Darwin era un científico tan cauteloso, por no decir un tímido y un solitario retraído, que jamás habría publicado sus ideas ni iniciado la controversia, de no haberle enviado Alfred Russell Wallace (1823-1913) un informe en el que bosquejaba exactamente la misma teoría de la evolución en la que Darwin había estado trabajando durante 20 años. Según relata Irvine:

La siguiente carta de Wallace, conteniendo el famoso trabajo sobre la evolución y la selección natural, tuvo el efecto de una bomba. En el curso de una sola semana, mientras un ataque de malaria lo mantenía postrado, en las junglas de la península malaya, Wallace había pasado súbitamente de su posición anterior a las conclusiones más avanzadas de Darwin. Todo lo que a Darwin le había costado dos décadas de perplejidad, indagación, preocupaciones, ansiedad, dolor e infinitos sacrificios, Wallace lo investigó y explicó —con mucha menos perfección pero exactamente con los mismos resultados— en unos tres años. Las ideas conocidas aparecían expresadas con una fuerza y claridad nada darvinianas, como éste no pudo evitar reconocerlo. (1963; pág. 98-99).

Como era típico de él, Darwin fue incapaz de resolver por sí mismo el dilema que se le presentó al recibir el trabajo de Wallace. Dos de sus amigos, Lyell y Hooker, lo resolvieron por él mediante el recurso de leer, en una misma sesión de la Linnean Society, el informe de Wallace y un

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esbozo de las ideas de Darwin. Es digno de destacar que tanto Darwin como Wallace fueron amigos toda su vida y que el respeto mutuo emergió incólume de una situación que podría haber llegado a ser áspera y amarga en extremo.

Darwin no pudo responder personalmente a las iracundas críticas que desencadenó su trabajo y que llegaron a su punto culminante en 1859, con la publicación de The origin of species. La batalla le cupo en suerte a Thomas Henry Huxley (1825-1895), el biólogo que fue implacable y brillante amigo y colega de Darwin. El que Huxley terminara finalmente por ganar la victoria para la evolución (al menos dentro del marco de la comunidad científica) ya es historia. Cuando las cosas se ponían difíciles Darwin siempre sentía la necesidad de retirarse a un balneario por problemas de salud.

A pesar de sus excentricidades, este perro de presa científico fue uno de los antecedentes más importantes del funcionalismo. Era un agudo observador de la conducta y también de la morfología animal. Su teoría establecía una continuidad entre los seres humanos y los animales que era necesaria para justificar el intenso estudio de la psicología animal. Finalmente, el acento evolucionista sobre la adaptación al medio fue introducido de modo directo como una "explicación" de la conducta por vía del instinto, y quizá de modo indirecto como principio de refuerzo.

Sir Francis Galton (1822-1911), inspirado por su primo Darwin, estudió el problema de la herencia en los seres humanos. Su aristocrática aspiración era controlar la herencia, pero primero tenía que demostrar su eficacia como agen-te de cambio. Esta necesidad lo condujo a estudiar la herencia de la inteligencia humana, justamente algo que, según se decía, él poseía en grado sumo (se le estimaba un Cl de 200; véase Boring, 1950, pág. 461). Por supuesto, estas estimaciones cuasi cuantitativas son una tontería. Sin embargo, mientras no se las tome demasiado en serio resultan divertidas y nos permiten recordar, una vez más, que al estudiar historia estamos estudiando las hazañas de personas brillantes.

Hereditary genius (1869) de Galton contenía estudios sobre las diferencias individuales de inteligencia. Ya hemos observado, sintéticamente, de qué modo Cattell continuó las investigaciones en esta área, poco tiempo antes de que empezara a abrirse el campo de los tests mentales, para llegar a su plenitud durante la Primera Guerra Mundial, cuando se comenzaron a administrar tests a los reclutas del ejército de los Estados Unidos. Este campo ha hecho muchísimo para justificar ante el público la existencia de la psicología durante los años de su infancia, aunque ahora está comenzando a importunar nuestra madurez. Por alguna razón —y muy pronto expondremos

una de las razones posibles— Galton no ha recibido un gran reconocimiento por sus logros.

Romanes (1848-1894) y Morgan (1852-1936) son nombres importantes para la psicología debido a su trabajo en el campo de fa conducta animal. Cada uno de ellos representa una actitud hacia las relaciones entre el hombre y los anima-les inferiores. Darwin fue duramente reprobado por los teólogos porque opinaban que estaba haciendo descender a la humanidad al nivel de los animales, y sólo admitieron la ascendencia antropoide con una gran resistencia, no carente de arrogancia. Desde el punto de vista contemporáneo, sin embargo, parece que tanto Darwin como Romanes pecaron de excesiva generosidad en la dirección opuesta. Cada uno de ellos estaba conciliadoramente dispuesto a atribuir facultades humanas a los animales. Morgan, que no compartía para nada este entusiasmo infantil, exigía pruebas estrictas antes de acordar a los humanos o a los animales una facultad "superior" sobre la base de un determinado desempeño. Romanes y Morgan definieron así una polaridad que todavía se advierte, pero ambos dieron su apoyo al estudio de los animales.

En la década de 1970, el interés por los animales parece haber alcanzado su punto más alto. Las series de televisión los muestran como si poseyesen ha bilidades que hacen parecer ultraconservadoras las afirmaciones de Romanes. En la dirección contraria tenemos multitud de libros que comparan a los humanos con los monos o los antílopes, y explican nuestros problemas atribuyendo los orígenes de nuestra agresión, de nuestra sexualidad o de nuestra territorialidad a nuestro pasado animal (Ardrey, 1966, 1970; Lorenz, 1966; Morris, 1967). A pesar de lo cuestionables que puedan ser estos esfuerzos, ellos indican la profunda aceptación dentro de la conciencia popular de la perspectiva evolucionista. La teoría de la evolución parece haber sido el escalón intelectual necesario como preparación previa para vemos a nosotros mismos como parte de la naturaleza y empezar así a interesarnos seriamente en ella.

Herbert Spencer (1820-1903) tenía una perspectiva algo diferente de la naturaleza; veía la evolución como una batalla permanente, con dientes y uñas, en la que la victoria era para el más fuerte. Consideraba que la sociedad no debía interferir con la parte humana de esta batalla auxiliando al débil; era ley de la naturaleza que el débil

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tenía que desaparecer. Bajo una forma un tanto diferente, Spencer estaba expresando el interés eugenésico de Galton por el mejora-miento de la especie. Es probable que este aspecto de su pensamiento haya empeorado la reputación de ambos; ésta es la razón a la que aludirnos antes, al señalar que Galton no ha recibido el reconocimiento que aparentemente mere-ce. El concepto de eugenesia jamás fue popular en las sociedades democráticas, y mucho menos después del intento de Hitler de "mejorar la especie" ex-terminando a millones de judíos. Por este motivo, es probable que, a la larga, tanto Spencer como Galton hayan hecho tanto para dificultar el desarrollo de la psicología funcionalista como lo hicieron para que progresara.

Spencer se destacaría incluso en un catálogo de genios excéntricos. Anticipó a Darwin con una teoría de la evolución que tuvo la mala fortuna de ser lamarckiana y, en consecuencia, no tuvo influencia durante mucho tiempo. Infortunadamente también, Spencer no se inclinaba a basar sus opiniones en un examen minucioso de los datos. Según Irvine:

Ningún pensador moderno ha leído tan poco a fin de escribir tanto. Se preparó para su Psychology primordialmente mediante una lectura cuidadosa de Prolegomena logicae de Mansel, y para su Biology, mediante un examen a fondo de los Principies of comparative physiology de Carpenter. Elaboró un tratado de sociología sin leer a Comte, y un tratado sobre ética aparentemente sin haber leído nada. ...Había descubierto que sus "sensaciones de cabeza", con sus ramificaciones acompañantes, se debían a un deterioro en la irrigación sanguínea al cereb r o . . . por lo tanto. . . Algunos de los capítulos más profundos y difíciles de la Psychology fueron dictados... durante los intervalos de un partido de tenis jugado cerca de Londres. Su vida racional no se hizo menos excéntrica con el paso de los años (1963, págs. 287-288).

A pesar de sus extravagancias, de las que lo que antecede es sólo un leve

indicio, Spencer produjo la primera psicología completamente evolutiva. Darwin menciona expresamente The principies of psychology (1855) de Spencer y señala que trazó los lineamientos que debe seguir el desarrollo de la psicología evolutiva. Lo cual es un tanto extraño puesto que Darwin hace este comentario en The origin of species (1859), ¡que fue la primera exposición completa de la propia teoría darviniana!

Además, como lo hemos visto, Spencer no titubeó, como el cauto Darwin, en hacer amplias caracterizaciones de la teoría evolucionista y en trazar analogías con la sociedad (véase Spencer, 1961; publicado por primera vez en 1863). En consecuencia, su influencia se hizo sentir —aunque no fue siempre favorablemente acogida— en el pensamiento social, la sociología y la psicología social (véase Hofstadter, 1955). Spencer vio con claridad que los tipos de cambios que se producen en la vida del individuo por medio del aprendizaje podrían ocurrir, mediante la selección, en la vida de las especies. Lamentablemente, decidió que las asociaciones adquiridas por el organismo individual se podían transmitir genéticamente; es decir, creía que Lamarck estaba en lo exacto. Se había persuadido de la exactitud de Lamarck leyendo los argumentos en contra de su teoría, lo cual indica que la testarudez de Spencer no siempre le dio resultado. Si Spencer hubiese rechazado a Lamarck, o siquiera no hubiese abierto juicio, podría haber sido considerado un gran psicólogo en lugar de ser uno más entre los muchos antecedentes del funcionalismo. Aun así, la idea de atribuir los cambios evolutivos y los cambios con el aprendizaje a un marco de referencia común, pero con una escala de tiempo diferente, es muy importante (véase en Fisher, 1966, un estudio del tema). Podemos esperar que la psicología y la biología modernas sean capaces de demostrar que incluso intervienen materiales comunes —quizá con la participación de materiales genéticos como el ADN (ácido desoxirribonucleico) o el ARN (ácido ribonucleico) en el proceso de aprendizaje.

LA PSICOLOGÍA DE JAMES William James (1842-1910) fue el principal antecedente norteamericano del funcionalismo, si preferimos no considerarlo su fundador. Su obra en dos volúmenes, The principies of psychology (1890), era un clásico virtualmente antes de su publicación, ya que gran parte del libro había aparecido en forma periódica, a medida que se iban completando los capítulos. Watson (1968) figura entre los que han señalado que esta obra es todavía leída por quienes no tienen necesidad de hacerlo, ¡un raro tributo para un libro de texto! James fue también ungido como el más grande de los psicólogos norteamericanos por sus colegas en una encuesta realizada después de 1950. ¡Lo que no está nada mal para un

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hombre que escribió un solo libro y que no hizo nada en psicología después de 1890!

Parte de la popularidad de James se debe a la personalidad amable y en-tusiasta que aflora en sus escritos. Joncich (1968) afirma de James que "el último libre que leía era siempre una gran obra y la última persona que veía, un hombre maravilloso" (pág. 434). Considerando lo que James dijo con respecto al tipo de psicología fechneriana (algo que examinaremos con más detalle en un momento) hay que pensar que Joncich debe haber estado hablando de manera un tanto hiperbólica. James llegó incluso a llamar a Herbert Spencer ignoran-te, y dijo que no tenía habilidad para elaborar nada en detalle. Pero Joncich es-taba correcto en lo esencial; James tenía entusiasmo incluso por las cosas que le desagradaban, y sin duda era feliz toda vez que encontraba algo sobre lo cual podía entusiasmarse.

Esta personalidad no le permitió a James ser un gran experimentalista. Su contribución al desarrollo de la psicología se debió a su capacidad para sinteti-zar los principios psicológicos sugeridos por los experimentos de otros, para efectuar conjeturas intuitivas allí donde faltaba el conocimiento y para pre-sentar los resultados en un envoltorio verbal increíblemente atractivo. Durante años, el dicho favorito de los psicólogos ha sido que William James era un psi-cólogo que escribía como un novelista, en tanto que su hermano Henry era un novelista que escribía como un psicólogo.

Cronológicamente, James está entre Wundt (diez años mayor) y Titchener (veinticinco años menor). Como ha señalado Heidbreder (1933), James prece-de y sucede a Titchener, en el sentido de que sus ideas reconocen raíces meta-físicas más antiguas, y al mismo tiempo han perdido tan poco de su frescura que aún ahora no sólo es agradable leerlo sino que resulta sorprendentemente moderno, aunque necesariamente pasado de moda en muchos temas. James tenía un talento poco usual que lo hacía práctico, fácil de leer, interesante y popular, imponiendo al mismo tiempo respeto científico. De ninguna manera sus escritos fueron una mera divulgación; por el contrario, incluyeron mucho pensamiento e interpretación originales.

James perteneció a una conocida familia de Nueva Inglaterra. Desde bastante temprano comenzó a manifestar su talento para descubrir lo que no era; estudió arte durante un año, y decidió que no era artista; recogió luego especímenes con el gran naturalista Louis Agassiz, y descubrió que no servía para eso, siguió después estudios de medicina, con muchas interrupciones a causa de su mala salud, para descubrir finalmente que no era médico. Lo que sí obtuvo fue un nombramiento para enseñar anatomía en Harvard, y en realidad enseñó

psicología fisiológica, para lo cual estableció un pequeño laboratorio para demostraciones en 1875, exactamente en el momento en que Wundt estaba haciendo lo mismo en Leipzig. Poco después se embarcó en su última gran aventura para descubrir lo que no era: empezó a escribir su gran The principies of psychology (1890), que lo llevó, una vez completado, a decidir que no existía una ciencia-de la psicología. Se dedicó entonces cada vez más a la filosofía (fue un filósofo de alma toda su vida), y pronto tuvo éxito en lograr que Hugo Munsterberg fuera a Harvard y asumiera las responsabilidades relacionadas con el laboratorio de psicología. Después de la llegada de Munsterberg, en 1897, James siguió escribiendo prolíficamente, y tanto Talks to teachers en 1899 como Varieties of religious experiencie de 1901 v 1902, concitan el interés de los psicólogos. James como crítico James se rebeló contra lo que él consideraba la estrechez, artificialidad y falta de agudeza de la tradición alemana o wundtiana en psicología, ejemplificada por Titchener y la escuela de Cornell. James fue un factor muy importante, que llevó a la protesta más general formulada posteriormente por los funcionalistas. Es mejor que dejemos hablar a James, para mostrar la fuerza de su crítica al mismo tiempo que la fluidez y el carácter persuasivo de su estilo literario. Decía de Fechner, por ejemplo:

Pero sería terrible que un anciano tan querido pudiera entristecer nuestra ciencia para siempre con sus pacientes extravagancias, y en un mundo tan lleno de objetos de atención más nutritivos forzara a todos los estudiosos futuros a transitar las dificultades, no sólo de sus propios trabajos, sino de los otros, más áridos aun, escritos para refutarle (1890, I, pág. 549).

Y hablando en forma más general de la posterior psicología wundtiana:

En el espacio de unos pocos años ha surgido en Alemania lo que puede llamarse una psicología microscópica, llevada a cabo con métodos experimentales, que exige en todo momento datos introspectivos, pero elimina la incertidumbre de éstos al operar en gran escala y extraer medias estadísticas. Este método exige al máximo a la paciencia, y difícilmente hubiera aparecido en un país

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cuyos nativos pudieran aburrirse. Alemanes como Weber, Fechner, Vierordt y Wundt, evidente-mente no pueden; y su éxito ha arrastrado a un ejército de psicólogos experimentales más jóvenes, dedicados a estudiar los elementos de la vida mental, disociarlos de los resultados gruesos donde están incrusta-dos, y en lo posible reducirlos a escalas cuantitativas. Habiendo agota-do sus posibilidades el método simple y franco de ataque, se prueba el método de la paciencia, tratando de tomar la plaza por hambre y por cansancio; la mente debe soportar un sitio regular, en el cual las ventajas minúsculas ganadas día y noche por las fuerzas que la cercan se sumarán hasta obtener su rendición. Hay poco del gran estilo en estos nuevos filósofos del prisma, el péndulo y el cronómetro. Les interesan los negocios, no las proezas. Lo que no han hecho la generosa adivinación, y esa superioridad de virtud que, como enseñaba Cicerón, da a un hombre la mejor comprensión de la naturaleza, lo realizarán sin duda algún día su constante espiar y raspar, su tenacidad implacable y su destreza casi diabólica (1890, I , págs. 192 y sigs.).

El programa positivo Sería erróneo suponer que James no fue más que un crítico inteligente del ele-mentalismo y el introspeccionismo wundtiano. Por el contrario, formuló un extenso programa positivo para la psicología. Aunque personalmente prefería no experimentar, reconocía el valor y la necesidad del método experimental, tanto para la psicología como para las disciplinas más antiguas. Sin embargo, hablando en términos más amplios, la nota clave de su programa es su acento en el pragmatismo, que implica que la validación de cualquier conocimiento debe hacerse en términos de sus consecuencias, valores o utilidad. Según James, el conocimiento útil para la psicología provendría de estudiar por igual la conciencia, las diferencias individuales y los principios generalizados, la emoción y los impulsos irracionales, y las capacidades intelectuales.

En el fundamento de todos estos tipos de estudio, estaba el supuesto gene-ral de que la psicología debe estudiar funciones: que la psicología es una parte de la ciencia biológica y el hombre debe ser considerado en su adaptación y readaptación al ambiente. De acuerdo con la nueva e influyente teoría de la evolución, James opinaba que la conducta del hombre, y especialmente su mente, de-be tener alguna función que justifique su supervivencia. A lo largo de sus escritos, se hacen evidentes también los efectos de la formación

médica de James, por ejemplo cuando acentúa la importancia de las condiciones de la mente y la conducta; para él, "condiciones" significaba "sistema nervioso". James mantuvo un activo interés, al menos en un nivel literario, por la teorización neurofisiológica. Su contribución original más famosa —su teoría de la emoción— es un buen ejemplo de esta tendencia, ya que James hace de la realimentación sensorial proveniente de las acciones corporales, el punto central del proceso emocional. La conciencia en James El contraste entre la amplitud de los puntos de vista de James sobre la conciencia, y los de Titchener, es especialmente instructivo como clave para comprender la diferencia entre los enfoques estructural y funcional. En primer lugar, James señaló las características de la conciencia, que son estudiadas sola-mente por la psicología: es personal, individualista —pertenece a una sola persona; es siempre cambiante—, es esencialmente un proceso y debe ser estudiado ante todo como tal (su famosa expresión "corriente de la conciencia" fue acuñada para expresar esta propiedad); es sensiblemente continua —a pesar de las brechas se mantiene siempre la identidad individual—; es selectiva: elige, proveyendo la atención, la pertinacia y la continuidad de la elección; y ocurre tanto de una manera transitiva como de una manera sustantiva.

Este último punto, la dicotomía entre el contenido claro y los llamados estados marginales de la conciencia, es uno de los puntos más dignos de atención en la posición de James. Este sostenía que los procesos conscientes transitivos no son notados con tanta facilidad, pero son muy importantes y no se les ha estudiado lo suficiente. Pensaba que todas las ideas ingresan en la conciencia como transitivas, marginales en cuanto a la atención y a menudo evanescentes, y pueden o no pasar a la forma sustantiva, en la cual la idea tiene más estabilidad, más "sustancia". En todo caso, las ideas transitivas marginales (como la falta de familiaridad, relación. y otras semejantes) explican muchos significados y conductas.

En segundo lugar, James puso énfasis en la finalidad de la conciencia. Aquí, como se ha sugerido, recibió una gran influencia de la nueva teoría evolucionista; opinaba que la conciencia debe tener alguna utilidad biológica, o de lo contrario no hubiera sobrevivido. Su función es hacer del ser humano un animal mejor adaptado, capacitarlo para elegir. La elección consciente contrasta con el hábito, que se hace involuntario e

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inconsciente. La conciencia tiende a entrar en juego cuando hay un problema nuevo, cuando se necesita una nueva adaptación. Su valor de supervivencia, de acuerdo con el razonamiento de James, se relaciona con el sistema nervioso (1890): "La distribución de la conciencia muestra que ésta es exactamente como podría esperarse de un órgano agregado con el objeto de gobernar un sistema nervioso que ha llegado a ser demasiado complejo para regularse a sí mismo" (pág. 144).

En tercer lugar, James pensaba que la psicología debía estudiar las condiciones de la conciencia. A diferencia de Titchener, cuya posición al respecto era un paralelismo psicofísico, James opinaba que la conciencia no podía considerarse aparte del cuerpo. En los Principies of psychology, James examinó en detalle las soluciones de su época para el problema mente-cuerpo y encontró que debía rechazarlas en su totalidad. Sin embargo, su perspectiva funcional de la conciencia parecía implicar una interacción: ¿cómo podría la conciencia "controlar" el sistema nervioso si no pudieran influirse mutuamente?

Las especulaciones de James sobre la acción ideomotriz parecen confirmar esta interpretación. James afirmaba que los procesos sensoriales tendían a expresarse en procesos motores a menos que algo los inhibiera; en consecuencia, es de suponer que una idea, a menos que otras la inhiban, conducirá más o menos directamente a la acción. El propio ejemplo que da James del valor de esta hipó-tesis es que si uno tiene problemas para levantarse a la mañana, lo que debe hacer es simplemente tener en mente el levantarse y desalojar todas las ideas que se le opongan. De acuerdo con esta hipótesis, no tardará uno en encontrarse levantado.

Hemos mencionado ya que James experimentaba la clásica aversión del autor de manuales hacia su producto, cuando dijo, al finalizarlo, que su libro sólo probaba "que no existe una ciencia de la psicología" y que la psicología está todavía en "una condición anterior a la ciencia" (Boring, 1950, pág. 511). No obs-tante, incluso en la actualidad James parece tener a veces una increíble modernidad. Hermstein y Boring (1965, págs. 483-495) presentan una selección de escritos de James en la que lo vemos refutar brillantemente los argumentos que unos veinticinco años después John B. Watson utilizaría como fundamentos de la psicología conductista. Esto demuestra que tales problemas ya estaban en el aire en 1890, pero sirve también para mostrar a un James incisivo como siempre, capaz de reconocer y exhibir con precisión quirúrgica los problemas metodológicos más críticos. ¡Volveremos a encontrar estas mismas características cuan-do exploremos los antecedentes de la psicología

de la Gestalt!

Examinaremos ahora brevemente a otro de los primeros psicólogos norteamericanos que desempeñaron una parte importante en la tradición funcionalista. Un rasgo peculiar de la historia de la psicología en los Estados Unidos es que, después de James, la psicología funcionalista mostró una tendencia a ser cada vez menos funcional a medida que se iba desarrollando. Nadie está seguro acerca de cuál es la causa de esto; sin embargo, podemos aventurar una hipótesis razonable. La psicología funcionalista es hija de la teoría de la evolución, y su foco central consistiría en la adaptación del organismo a su medio. Para mantener ese foco en el centro de nuestra atención es preciso que estudiemos el organismo en su medio. Sin embargo, la mayoría de los pioneros del funcionalismo norteamericano sufrieron, en cierta medida, la influencia de Wundt, con su énfasis sobre la ciencia pura y las virtudes casi exclusivas del enfoque experimental. Por consiguiente, en el período que va desde James hasta la época más reciente, el funcionalismo ha tendido a ser una unión bastante inestable entre una filosofía evolucionista y una metodología experimental. Toda vez que en este matrimonio se produjeron conflictos, se vio que el jefe de la familia era la metodología.

PIONEROS DEL FUNCIONALISMO NORTEAMERICANO G. Stanley Hall

Granville Stanley Hall (1844-1924) puede servir, en algunos aspectos, de prototipo de la clase de psicólogo híbrido que combina los rasgos de Wundt con los de James. En 1878, durante la época de James, obtuvo el primer doctorado norteamericano en psicología; viajó después a Leipzig para estudiar dos años más con Wundt, fue vecino de Fechner y estudió con Ludwig. Poco después de su regreso, en 1883, fundó en la Universidad de Johns Hopkins, uno de los primeros laboratorios psicológicos. Sin embargo, no debemos hacer a un lado el aspecto híbrido de Hall; no tenía demasiado de experimentalista y efectuó la mayor parte de su contribución a la psicología por vía de una ruta eminente-mente práctica y administrativa. Pero antes de proseguir con esa historia, echemos un vistazo a los primeros años de su vida.

Hall nació en Ashfield, Massachusetts. Según se informa en el excelente libro de Dorothy Ross (1972), el padre de Hall se dedicó a las tareas agrícolas después del nacimiento de su hijo —aunque antes había

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trabajado durante un tiempo como maestro de escuela— y en su granja hacía hincapié en la inteligencia y la innovación. Los padres de Hall compartían fuertes convicciones religiosas, que tuvieron mucho que ver con el hecho de que él asistiera al Williams College para prepararse para el ministerio religioso. Pasó después al Union Theological Seminary para completar su preparación, pero allí se inclinó por la filosofía y no tardó en partir hacia Alemania, donde estudió en la Universidad de Berlín hasta que, al quedarse sin dinero, tuvo que regresar a los Estados Unidos, don-de concluyó sus estudios de teología. Sin embargo, su contacto con la filoso-fía lo había impregnado de un indeleble tinte liberal y alcanzó a predicar sólo durante diez semanas antes de resolver sus conflictos religiosos lo suficiente como para decidirse por un carrera académica.

Hemos visto que pasó cierto tiempo antes de que terminara recibiendo su diploma de manos de James en Harvard, momento en el cual tenía alrededor de treinta y cuatro años. Tenía treinta y seis cuando regresó a Leipzig para embarcarse en la principal empresa de su vida. No obstante, la suya fue una de las carreras más sorprendentemente activas y variadas para cualquier psicólogo profesional. En 1887 fundó el American Journal of Psychology. En 1888 se le llamó para presidir una nueva escuela para graduados, la Universidad de Clark, en Massachusetts. En 1891 fundó el Pedagogical Seminary (actualmente Journal of Genetic Psychology). En 1892, el mismo año en que Titchener llegó a Estados Unidos, se planeó, durante una conferencia en su estudio, la American Psychological Association, y él fue su primer presidente.

El desarrollo de la psicología como disciplina académica científica, hecho por Hall en Clark, posee un considerable interés: su resultado fue la inusual situación de que la disciplina científica más nueva asumiera la parte más importante en esta institución, cuyo propósito primario era el entrenamiento científico. Hall trajo a E.C. Sanford, de Hopkins, para encabezar el laboratorio, y mantuvo un activo interés personal en la psicología.

Fue también el responsable de la fotografía más famosa en la historia de la psicología. La Universidad de Clark iba a celebrar su vigésimo aniversario. Hall, siempre abierto y atento a los avances más modernos, logró que Freud, Jung y Ferenczi. tres psicoanalistas sobresalientes viajaran desde Europa para la celebración, en 1909. Naturalmente, con semejante cebo en el anzuelo, también asistieron muchos de los más famosos psicólogos de los Estados Unidos: William James, en el año anterior al de su muerte, el propio Hall y otros. El retrato que se tomó de este grupo es uno de los más

conocidos por aquellos que sienten algún interés por la historia de la psicología.

Hall continuó desarrollando nuevas áreas de la psicología, comenzando por la psicología infantil —donde popularizó el empleo del cuestionario como instrumento de investigación—, pasando por la psicología adolescente —sobre la cual escribió dos grandes volúmenes titulados Adolescence, probablemente sus publicaciones más influyentes— y tomando por fin la psicología de la vejez (publicó Senescence a una edad muy adecuada, ¡setenta y ocho años!). Además trabajó en diversos campos de la psicología aplicada: psicología educacional, psicología sexual (luego do descubrir a Freud, en quien se interesó tempranamente), psicología de la religión (su libro Jesus, the Christ, in the light of psychology representa un resurgimiento de sus intereses teológicos), ¡e incluso sensaciones alimentarias!

La influencia de Hall se hizo sentir en su mayor parte de una manera in-directa a través de la apertura de esta gran variedad de campos de interés y actividad. Todos ellos tenían un sabor utilitario o funcional, en contraste con el introspeccionismo estricto de Titchener. Aunque quienes alcanzaron el título de doctor en filosofía bajo la dirección de Hall en Clark fueron ochenta y uno (en contraste con los cuarenta y cinco que lograron en Cornell en época de Titchener), pocos de ellos llegaron a ser prominentes en psicología. Quizás el mejor conocido es Lewis Terman, quien durante mucho tiempo fue líder en el campo de los tests y de las diferencias individuales. Un dato sugestivo sobre la influencia personal de Hall, lo constituye el hecho de que un tercio de sus candidatos al doctorado hayan pasado finalmente a ocupar, como él mismo, posiciones administrativas. En todo caso, la carrera de este hombre notabilísimo tuvo mucho que ver con el matizado desarrollo de la psicología norteamericana de los primeros tiempos, y particularmente con la fuerza de la marea que llevaba hacia el funcionalismo.

James McKeen Cattell Ya hemos presentado a James McKeen Cattell (1860-1944) como aquel impetuoso joven norteamericano que se autodesignó primer ayudante de Wundt. Eso ocurrió en 1883, el ano en el que Hall había iniciado el laboratorio en Johns Hopkins tras regresar de Leipzig. Cattell siguió mostrando su naturaleza agresiva, obstinada y enérgica negándose con

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tesón a aceptar la definición de psicología de Wundt. Después de tres años, Cattell regresó a los Estados Unidos y fundó el

laboratorio de psicología en la Universidad de Pennsylvania. En 1891, se trasladó a la Universidad de Columbia y volvió a fundar un laboratorio. Allí estaba cuando llegó Thorndike con su cesta llena de pelitos entrenados, empollados y educados en el sótano de James.

Cattell fue despedido de Columbia en 1917 a causa de su manifiesto pacifismo; aparentemente recordaba demasiado bien a Wundt y sus colegas de Leipzig, aun cuando tampoco había aceptado nunca los pronunciamientos autoritarios de éstos.

No tuvo necesidad de pasar hambre después de ser despedido del mundo académico. Simplemente dedicó su tiempo a administrar las lucrativas empresas que ya había fundado: la Psychological Corporation, la revista Science, que es toda-vía el órgano oficial de la American Association for the Advancement of Science; la publicación biográfica periódica, American Men of Science, y la Psychological Review, que fundó en 1894 junto con James Mark Baldwin. Todas estas empresas contribuyeron de una manera u otra al desarrollo de la psicología, y la Psychological Corporation en especial demostró que la psicología se podía aplicar fuera del aula y del consultorio.

De importancia más directa para el desarrollo del funcionalismo fue la promoción de los tests mentales que hizo Cattell. En la década de 1890, antes de que apareciera la escala de Binet-Simon, Cattell administraba tests mentales y físicos, de un tipo relativamente simple, a los estudiantes de la Universidad de Columbia. Sin embargo, el éxito de aquella batería más amplia eclipsó el trabajo anterior en Columbia. Cattell continuó con su actividad en el campo de las diferencias y capacidades individuales (por ejemplo, en la percepción y la lectura, en asociación libre y controlada) y trabajó en años posteriores primordialmente a través de la Psychological Corporation.

ESTABLECIMIENTO DEL FUNCIONALISMO El funcionalismo como escuela comenzó en la Universidad de Chicago, con John Dewey y James Angell, quienes llegaron en 1894, para enseñar en la nueva universidad. Angell había estudiado previamente con Dewey, en la Universidad de Michigan, con James en Havard y con Erdmann en Halle, Alemania. John Dewey

John Dewey (1859-1952), filósofo, educador y psicólogo, fue uno de los norteamericanos más ilustres de los últimos tiempos. Estudió con Hall en Hopkins, se doctoró allí y enseñó en Michigan y Minnesota antes de ir a Chicago. Fue Dewey quien envió a Angell de Michigan a Harvard para que estudiara con James. Algunas veces nos sorprende la cantidad de interrelaciones que el estudio detallado revela entre las figuras prominentes de la historia de la psicología. Probable-mente no sea tanto así en lo que respecta a los hombres que acabamos de mencionar, que pertenecían a una tradición común, como lo es en el caso de Watson y Titchener, sobre los que hablamos en el capítulo anterior. Nuestras categorías conceptuales parecen hacernos visualizar las reuniones de la American Psychological Association en el pasado como si hubiesen tenido lugar en un enorme salón con carteles en los que se leyera: "Estructuralistas, inscribirse y reunirse aquí", "Funcionalistas, inscribirse y reunirse aquí", etcétera. Sin embargo, en seguida advertimos que si tal reunión se celebrara hoy, los psicólogos se harían visitas sin tomar en cuenta, para nada, sus convicciones sistemáticas. Así lo hacía la última generación; si bien los psicólogos se asociaban, hasta cierto punto, de manera selectiva, había mucha mezcla y los psicólogos conocidos estaban al tanto del trabajo de los demás.

De todos modos, mantener separados a los grupos no habría ayudado a las relaciones personales. Titchener no habría podido encontrarse con su amigo Watson (dejando de lado el hecho de que Titchener no tuvo nada que ver con la American Psychological Association después de los primeros años y por lo tanto no habría asistido a esas reuniones que imaginamos). Dewey habría tenido que encontrarse con G. Stanley Hall, su maestro y colega funcionalista, pero ambos se tenían una profunda aversión. Dewey no habría tenido oportunidad de compartir sus sentimientos con Wundt, que estaba muy enojado con Hall pues éste había escrito una biografía sobre él, que Wundt calificaba de "una invención de cabo a rabo". ¡Por lo tanto parece justo que nunca nos hayamos segregado por razones de sistema!

Volviendo a Dewey, en 1886 lo encontramos muy feliz por la publicación de su nueva obra, Psychology. Su felicidad estaba justificada, porque el libro fue muy popular desde el principio; aunque fue efímero, por cuanto, como sabemos, en 1890 James habría de publicar sus Principies, un libro contra el cual ningún otro podía competir.

Diez años después de la aparición de su libro, Dewey hizo una

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contribución más influyente, en un breve escrito titulado "El concepto del arco reflejo en psicología" (1896). El artículo se transformó en un clásico, y se lo considera el mojón más significativo en el comienzo del movimiento funcionalista. Dewey objetó el análisis del arco reflejo, que cortaba la conducta en unidades de estímulo y de respuesta separadas y por lo tanto suponía que los nervios sensoriales y motores que participaban en los reflejos actuaban de modo separado. Según el esquema del arco reflejo, la cadena conductal puede dividirse en: 1) un componente aferente, o sensorial, iniciado por el estímulo y mediatizado por los nervios sensoriales; 2) un componente de control, o asociativo, mediatiza-do por la médula espinal y el cerebro, y 3) un componente eferente, o motor, mediatizado por los nervios motores y que culmina en una respuesta.

Dewey tomó ejemplos de James y de Baldwin para mostrar el carácter inadecuado de sus formulaciones de la conducta en función de reflejos. Desarrolló una posición organísmica, entendiendo la conducta como una coordinación total que adapta el organismo a una situación. Siguió el espíritu de James cuando éste insistía en la continuidad de la conciencia, más que cuando hablaba sobre la acción refleja. Dewey consideraba que estímulo y respuesta eran abstracciones convenientes más que realidades, y señalaba la necesidad de tener una respuesta antes de que podamos decir con sentido que tenemos un estímulo; el reflejo total no es un compuesto formado por un estímulo y una respuesta sucesivos, porque no existe tal relación sucesiva. La distinción entre estímulo y respuesta es artificial; es un resultado de seguir sosteniendo el antiguo dualismo mente-cuerpo. ( ¡Dewey decía esto en 1896!) Los dos puntos principales de la formulación de Dewey son: a) que debe considerarse la conducta tal como funciona, y b) que deben emplearse unidades molares para prevenir un exceso de análisis elementalista. El primer punto marcó el comienzo de la psicología funcionalista, y el segundo fue una afirmación guestaltista formulada veinte años antes de que existiera la psicología de la Gestalt.

El aspecto funcionalista del artículo de Dewey se revela en el siguiente párrafo:

El hecho es que el estímulo y la respuesta no son distinciones de la existencia sino distinciones teleológicas, es decir, distinciones de la función, o parte desempeñada, con referencia a la consecución o conservación de un fin. . . Hay simplemente una secuencia de actos cuidadosamente ordenada, todos

adaptados en sí mismos y en el orden de su secuencia, para alcanzar cierto fin objetivo, la reproducción de la especie, la preservación de la vida, la locomoción a cierto lugar. El fin se ha organizado completamente en los medios (1896, págs. 365-366 ).

Infortunadamente, el trabajo sobre el arco reflejo fue la última contribu-

ción de Dewey a la psicología propiamente dicha. Durante su permanencia en Chicago trabajó sobre todo en educación y filosofía. Estableció el programa para el movimiento de la educación progresiva en una comunicación sobre "La psicología y la práctica social" (1900) leída al retirarse como presidente de la American Psychological Association. Dewey continuó siendo la cabeza titular de este movimiento hasta su muerte. Más que nadie fue responsable de la aplicación del pragmatismo a la educación: la noción de que la educación es la vida, aprender es hacer, -y que la enseñanza debe centrarse en el estudiante más que en el tema. No podemos hacer responsable a Dewey por los excesos oca-sionales de sus seguidores en el movimiento de la educación progresiva. Rara vez los seguidores les piden a sus líderes que aprueben las nuevas interpretaciones y aplicaciones antes de ponerlas en práctica. Dewey simplemente tuvo que pagar el precio de la fama cargando con los errores de otros. En 1904, fue designado profesor de filosofía del Teachers College de la Universidad de Columbia, y permaneció allí el resto de su carrera.

Dewey, al igual que William James, fue siempre en realidad un filósofo, no importa cuál fuera el cargo académico que estuviese ejerciendo en ese momento. En consecuencia, su importancia dentro de la psicología no proviene primordialmente de sus contribuciones al objeto de estudio. Se lo recuerda por su estímulo a los demás, sobre todo gracias al delineamiento por él efectuado de los fundamentos filosóficos del funcionalismo. James Rowland Angell Uno de los hombres sobre los que más influyó Dewey fue J. R. Angell (1869-1949). El interés de Angell en la vida académica se despertó por primera vez leyendo la Psychology de Dewey, y posteriormente fue discípulo de él en la Universidad de Michigan. El padre de Angel] era

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presidente de esa institución y fue allí donde Angell recibió su master con especialización en filosofía.

Después de estudiar con Dewey, fue a Harvard a estudiar durante algún tiempo con James, después de lo cual partió hacia Alemania. Esperaba estudiar con Wundt, pero el laboratorio estaba completo, por lo que cursó un semestre en Berlín e hizo después otro en Halle con Erdmann. Cuando su tesis en filosofía estaba casi concluida, recibió la oferta de asumir de inmediato una cátedra en la Universidad de Minnesota. Aceptar el cargo significaba para él poder casarse después de cuatro años de noviazgo. En este punto Angell demostró su herencia realmente evolucionista, por cuanto retornó a toda prisa a Minnesota; nunca tuvo tiempo en su vida turbulenta de volver por el doctorado en filoso-fía, aunque posteriormente recibió títulos honoris causa. Angell pasó un año en Minnesota antes de recibir una oferta de la Universidad de Chicago, donde volvería a reunirse con su amado maestro, John Dewey. Se trataba natural-mente de una oferta que no podía rechazar y una mudanza que daría por resultado una escuela de psicología. Angell llegó a Chicago en 1894. Su primer trabajo en colaboración con A. W Moore (1896) apareció en el mismo volumen de la Psychological Review que el artículo de Dewey sobre el arco reflejo. Era un estudio experimental de los tiempos de reacción. El trabajo de Angell y Moore intentaba resolver la controversia entre Titchener y Baldwin. Titchener sostenía que los tiempos de reacción eran más rápidos cuando el sujeto se concentraba en la respuesta (condición motriz); Baldwin sostenía que, por el contrario, eran más rápidos cuando el sujeto se concentraba en el estímulo (condición sensorial). Angell y Moore informaron que había amplias diferencias individuales en los tiempos de reacción entre sujetos principantes, siendo en algunos de éstos más rápidos los tiempos sensoriales, pero que con la práctica continuada generalmente se hacían más rápidos los tiempos motores. Esta solución señalaba la diferencia básica entre la posición estructuralista, con su énfasis en el observador muy entrenado, y la posición funcionalista en desarrollo, de Dewey sobre el arco reflejo. Era un estudio experimental de los artículo tiem-pos de reacción. El trabajo de Angell y Moore intentaba resolver la controversia entre Titchener y Baldwin. Titchener sostenía que los tiempos de reacción eran más rápidos cuando el sujeto se concentraba en la respuesta (condición motriz); Baldwin sostenía que, por el contrario, eran más rápidos cuando el sujeto se concentraba en el estímulo (condición sensorial). Angell y Moore informaron que había amplias diferencias individuales en los tiempos de reacción entre sujetos principantes, siendo en algunos de éstos más

rápidos los tiempos sensoriales, pero que con la con su aceptación de datos de observadores tanto principiantes como entrenados.

En el escrito en que replicó a las críticas sobre su tipo de psicología, Titchener tomó prestado de James el término psicología estructuralista como opuesto a psicología funcionalista. Los términos estructural y funcional se emplearon como base para los recientemente definidos "ismos" en psicología. Titchener fue así el responsable de la denominación de ambos sistemas.

Como ya hemos observado, Titchener estaba peleando y perdiendo la batalla. Al terminar el siglo, los desarrollos en psicología educacional, psicología animal, tests mentales y campos relacionados, ayudaban a fortalecer la posición funcionalista básica. Fue James Angell quien se transformó en el campeón de la nueva tendencia. Publicó un trabajo sobre las relaciones entre la psicología estructuralista y la funcionalista (1903), un manual (1904) y finalmente la ex-presión más clara de la posición funcionalista en su discurso (1906) como presidente de la American Psychological Association titulado "El campo de la psicología funcionalista":

La psicología funcionalista es en la actualidad poco mas que un punto de vista, un programa, una ambición. Quizá su vitalidad provenga ante todo de su protesta contra las bondades exclusivas de otro punto de partida para el estudio de la mente, y por ahora disfruta al menos del peculiar vigor que por lo común acompaña al protestantismo de cualquier clase en sus primeros tiempos antes de hacerse respetable y ortodoxo. El momento parece propicio para intentar una caracterización algo más precisa del campo de la psicología funcionalista. (1907, págs. 61-94).

En su discurso, Angell procedió a delinear tres concepciones distintas

sobre la psicología funcionalista. En primer lugar, podría considerarse el funcionalismo como una psicología de las operaciones mentales, por contraste con una psicología de los elementos mentales. Este punto de vista presenta una antítesis directa entre las posiciones estructuralista y funcionalista. Desde el punto de vista funcionalista, señala Angell, la respuesta completa a la pregunta "¿qué?" con respecto a la mente, debe incluir respuesta a las preguntas corolarias "¿cómo?" y `¿por qué?" En

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segundo lugar, podría considerarse el funcionalismo como la psicología de las utilidades fundamentales de la conciencia. En relación con esto, Angell presenta una perspectiva muy similar a la de James, donde la mente funciona como mediadora entre el organismo y su ambiente, y se hace activa sobre todo en la acomodación a una situación nueva. En tercer lugar, podría considerársela como la psicología de las relaciones psicofísicas. Aquí funcionalismo sería la psicología de la relación total entre el organismo y el ambiente, incluyendo todas las funciones mentales-corporales. Este tercer punto de vista abre la perspectiva del estudio de la conducta de hábito, no consciente.

Angell creía que el primero y segundo puntos de vista eran demasiado es trechos; cada uno de ellos restringía el funcionalismo al estudio de la experiencia consciente, y el primero ponía demasiado énfasis en la oposición al estructuralismo. El tercer punto de vista era más satisfactorio, aunque Angell opinaba que las tres perspectivas del funcionalismo eran interdependientes.

En Chicago, Angell logró que el departamento se separara del de filosofía, y se convirtió en su presidente cuando Dewey partió hacia Columbia. Hizo de este departamento un centro dedicado a los estudios funcionalistas, con la colaboración de estudiantes destacados como John B. Watson y Harvey Carr, entre otros. Después Angell dejó Chicago para presidir, tras muchas angustias, la Carnegie Corporation. Como había ocurrido en Minnesota, recibió de nuevo una oferta que no pudo rechazar: la presidencia de la Universidad de Yale, cargo que desempeñó con gran categoría desde 1921 hasta su retiro, en 1937. Fue inevitable que durante estos años abandonara su intensa actividad en la psicología a causa de la presión de los asuntos administrativos. LA ESCUELA DE CHICAGO: HARVEY CARR También resultó inevitable que la psicología perdiera el liderazgo de un hombre como Angell, pero fue reemplazado por otro hombre capaz, tranquilo, modesto y subestimado, Harvey Carr (1873-1954). A Carr, un joven campesino proveniente de Indiana, no le resultó nada fácil abrirse camino en la Universidad de Chicago. Muy gradualmente fue desarrollando intereses intelectuales; asistió primero a un curso preparatorio y siguió luego dos años de estudios en la Universidad de DePauw. Posteriormente enfermó y tuvo que suspender su carrera mientras recuperaba su salud primero y su equilibrio financiero después, dando clases en una escuela rural cercana. Finalmente

completó sus estudios en la Universidad de Colorado y prosiguió hasta obtener un master, antes de ir, a los 29 años, a Chicago a estudiar psicología experimental. En 1905, Can obtuvo el doctorado en filosofía, pero el título no llegó acompañado de ningún trabajo. Por fin, al concluir ese verano, consiguió empleo como profesor en una escuela secundaria de Texas; de allí pasó al Pratt Institute, donde estuvo dos años, y después volvió de nuevo a la Universidad de Chicago para tomar el lugar de Watson, que acababa de marcharse. Once años más tarde, sucedió de hecho a Angell como jefe del departamento de psicología, aunque su designación no se formalizó hasta dos años después. Harvey Carr había encontrado un lugar y se lo había ganado. Ya que fue con él que el funcionalismo de Chicago floreció y adquirió sus rasgos más definidos, hemos decidido examinar su sistema con cierto detalle, por considerarlo el representante más amplio y completo del funcionalismo.

La actitud de Chicago mientras Carr estuvo allí fue tal que no alentó pequeñas disputas ni problemas con respecto a los sistemas. Se consideraba que lo que se hacía en Chicago era la psicología de la época, y aparentemente no se sentía la necesidad de una sistematización formal. Marx (1963, págs. 14 y sigs.) había ubicado la teorización funcionalista entre el enfoque deductivo en gran escala, en un-extremo y el enfoque puramente inductivo en el _otro. La tendencia funcionalista ha sido la de construir teorías muy limitadas y restringidas a los datos. A este respecto, los funcionalistas anticiparon la tendencia moderna hacia los sistemas matemáticos en miniatura. Puesto que los funcionalistas no intentaron elaborar un sistema cohesivo, no tuvieron necesidad de ignorar ningún dato en particular ni ningún enfoque de la psicología.

Los funcionalistas tendían también a compartir el sentimiento de que las otras posiciones sistemáticas "nuevas", como el conductismo, la psicología de la Gestalt y el psicoanálisis, tenían poco que ofrecer. Se pensaba que estos movimientos eran desarrollos exagerados y muy dramatizados de aspectos relativa-mente limitados de la psicología. Así por ejemplo el conductista, con su insistencia en el empleo de mediciones de la conducta manifiesta, estaba meramente atacando allí donde ya los funcionalistas, de un modo más tranquilo, habían abierto las trincheras. El psicólogo de la Gestalt acentuaba las cuestiones rela-tivas al campo de estimulación, que el funcionalista ya había estado investigan-do durante mucho tiempo. El psicoanalista señalaba la gran

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importancia de la motivación, un concepto que había sido básico en todo momento para la insistencia funcionalista en la conducta intencional y adaptativa. Los funcionalistas opinaban que las nuevas escuelas agregaban poco a lo que su propia psicología omnicomprensiva había incluido siempre.

Examinaremos sucintamente el funcionalismo de Carr tal como fue expues-to en su libro Psychology, publicado en 1925, siguiendo una vez más el bos-quejo derivado de los criterios de McGeoch para los sistemas de la psicología. El tema central de Carr es el de la adaptación del organismo, que lo define como a un funcionalista en el sentido más amplio de la palabra. Definición de la psicología La psicología es el estudio de la actividad mental, que a su vez es un término genérico para la conducta adaptativa. De acuerdo con Carr (1925, págs. 72 y sigs.), el acto adaptativo es el concepto clave en la psicología. Implica tres fases esenciales: 1) un estímulo motivador, 2) una situación sensorial, y 3) una respuesta que altera la situación para satisfacer las condiciones motivantes. El motivo es un estímulo que domina la conducta del organismo hasta que el organismo reacciona de manera tal que el estímulo deja de ser efectivo. Definidos así, los motivos no se consideran necesarios para la conducta, sino que se los concibe como fuerzas directivas que en general determinan lo que hacemos. Un acto adaptativo puede resolver un motivo de tres maneras distintas. El arto puede eliminar el estímulo, apartarlo mediante la introducción de un estímulo más fuerte, o resolverlo mediante una adaptación sensorial al estímulo.

Carr opinaba que la conducta adaptativa era el objeto de estudio tanto de la psicología como de la fisiología. Sin embargo, las dos disciplinas debían distinguirse por los tipos de variables estudiados. Carr hizo la siguiente distinción:

La psicología se interesa en todos los procesos que intervienen directamente en la adaptación del organismo a su ambiente, mientras que la fisiología sé- dedica á estudiar actividades vitales tales como la circulación, la digestión y el metabolismo, que concurren primordialmente al mantenimiento de la integridad estructural del organismo. (1925, pág. 7.)

Carr adoptó una posición definida con respecto al papel de una psicología

estrictamente introspectiva. Sostenía que la conciencia era una abstracción artificial, una reificación infortunada e innecesaria; se supone que existe algo, cuando todo lo que existe en la realidad es un conjunto de procesos. El concepto de conciencia es similar a otros conceptos abstractos como inteligencia, poder de la voluntad y mente colectiva; ninguno de estos conceptos existe aparte de los actos y procesos que les dan significado, y ninguno puede servir di-rectamente como tema de investigación empírica.

A este respecto, la posición de Can difiere de la de otros funcionalistas. Angell, por ejemplo, insistía en que era absolutamente necesario algún tipo de introspección para que los psicólogos llegasen a resultados significativos, y ya hemos visto el papel que James acordó a la conciencia en sus Principies. En este punto, Carr se aproximaba más a su condiscípulo John B. Watson, un hombre al que mucho admiraba. Postulados Al igual que en los otros sistemas psicológicos de los primeros tiempos, los postulados del funcionalismo no se enunciaron explícitamente. Sin embargo, se hacen evidentes varios supuestos: 1) La conducta es intrínsecamente adaptativa e intencional. 2) Todos los estímulos sensoriales afectan a la conducta, no sólo los motivos, tal como se los definió más arriba. Para Can, no había una diferencia absoluta entre un motivo y cualquier otro estímulo; un motivo podría volverse un estímulo ordinario después de haber sido resuelto como motivo. 3) Toda actividad es iniciada por algún tipo de estímulo sensorial; ninguna res-puesta ocurre sin su estímulo. 4) Cada respuesta modifica la situación estimu-lante. Como lo señalara antes Dewey, la conducta es esencialmente un proceso continuo y coordinado.

Como todos los demás sistemas, el funcionalismo tuvo también su cuota de preferencias metodológicas, a las que cabría considerar como cuasi postulados. Dos de las que parecían características de la escuela de Chicago —aunque al parecer no provienen de una perspectiva evolutiva— eran las que establecían que se debía claramente preferir el experimento a la observación naturalista y que el aprendizaje era el área clave para el estudio. Por consiguiente, el funcionalismo, tal como de hecho se desarrolló históricamente en los Estados Unidos, ten-día hacia el ambientalismo, cuando filosóficamente podríamos haber esperado que

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se inclinara hacia el lunatismo. Posición frente al problema mente-cuerpo Aquí Can siguió a Dewey más que a James, y minimizó el problema (véase en el cuadro 5 el resumen de las posiciones mente-cuerpo). Opinaba que no era necesaria una solución detallada, porque no existía un problema real. Simplemente se suponía la integridad psicofísica o integración del organismo. Así, el funcionalismo tiende a adoptar una posición monista o bien una posición de "doble-aspecto", pero no tiene una posición elaborada o sostenida con firmeza. Los primeros funcionalistas, como Angell, pueden haber tendido hacia un paralelismo, o quizá tomar una posición que implicara un aparente interaccionismo, como James; pero Carr opinaba que la psicología como ciencia empírica y natural no necesitaba preocuparse por problemas metafísicos. Can señaló la falta de adecuación del paralelismo psicofísico adoptado por Titchener, y la posición general funcionalista fue a su vez vigorosamente atacada por Watson, para quien en realidad era una posición interaccionista. Anteriormente, Angell había dicho que si se acepta la creencia funcionalista de que la conciencia tiene valor adaptativo, debe rechazarse una posición epifenomenista; aquella creencia parece realmente implicar un interaccionismo. Naturaleza de los datos A pesar de que en su énfasis en la adaptación del organismo al ambiente el funcionalismo tiene un sabor conductista, no elimina la introspección como método para obtener datos. Sus datos son tanto objetivos como subjetivos, con un acento cada vez mayor en el primer tipo, a medida que el funcionalis-mo fue madurando como sistema.

Hay amplios estudios de animales en la bibliografía experimental funcionalista, que ejemplifican el empleo de los datos objetivos. Por otra parte, los intereses de Can relacionados con la percepción y el pensamiento ejemplifican su utilización de conceptos que podrían no adecuarse a un marco de referencia con-duetista. Tal como la empleaba Carr, percepción se refería a la aprehensión del ambiente inmediato a través de estímulos espaciales presentes; pensamiento se refería a la aprehensión de una situación que no estaba inmediatamente presente en el ambiente. En el estudio de ambos se aceptaban los datos introspectivos.

A este respecto, vemos a Can en una posición que ha desorientado a muchos psicólogos; está aceptando los datos introspectivos mientras niega la utilidad de la conciencia como concepto científico. Sin duda alguna, él resolvió la dificultad dando por sentado que la introspección no consistía realmente en el estudio de una "conciencia" reificada; simplemente daba parte de estados de cosas perfectamente objetivos, como las distancias de los objetos (en los estudios de percepción espacial) o las descargas de circuitos nerviosos (en los estudios del aprendizaje, pensamiento, etcétera). Principios de conexión

Los principios de conexión son los principios del aprendizaje, y como tales eran el corazón del programa de investigación funcionalista. Básicamente el aprendizaje era un proceso de establecer conexiones asociativas o de organizar elementos de la conducta a través de la asociación en unidades nuevas y mayores. Muchos funcionalistas, como Can, se inclinaban a adoptar principios asociacionistas en sus explicaciones del aprendizaje. La mayor parte del trabajo que continuó la tradición de Chicago prácticamente no se diferenciaba del que siguió la tradición asociacionista. Notables ejemplos de esto son el trabajo sobre aprendizaje verbal hecho por McGeoch, Melton y Underwood (véase después). Su trabajo sobre las sílabas sin sentido es la consecuencia lógica del trabajo de Ebbinghaus, que militaba en las filas del asociacionismo. ¡Con frecuencia resulta difícil distinguir entre las difusas "escuelas" del asociacionismo y el funcionalismo!

Por lo general, los funcionalistas preferían el enfoque relativo en la interpretación del aprendizaje. Evitaban lo que Can llamaba la búsqueda de constantes y destacaban en cambio un análisis dimensional, estructurando una situación de aprendizaje total en continuos específicos que eventualmente podían medirse. Underwood dice al respecto (1949): "Cuando se puede demostrar confiablemente (congruentemente) que cualquier fenómeno varía cuantitativamente con respecto a alguna característica específica, tenemos una dimensión" (pág. 7). Sus libros sobre psicología experimental (1957, 1966) ejemplifican en general el enfoque funcionalista. Un discípulo y amigo de Can, J. A. McGeoch (McGeoch e Irion, 1952), proporciona también un excelente ejemplo del enfoque funcionalista de los

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problemas del aprendizaje. Es representativa la posición adoptada ante el problema de la curva del aprendizaje, tema de controversia que evidentemente estimulaba a las primeras generaciones de psicólogos experimentales. El funcionalista se inclinaba a aceptar que mientras no se completara el análisis dimensional, ninguna curva podría llamarse la cueva del aprendizaje; los resultados de-penden demasiado de la influencia de la situación específica.

En una carta inédita en la que responde a una pregunta sobre grafología (1934), McGeoch expresó una vez la voluntad funcionalista de suspender el juicio hasta conocer bien los hechos:

Ante su ansia de información concerniente a la grafología, confieso mi ignorancia... pero hasta que lo sepa, albergaré serias y francas dudas. En el ínterin, me aferraré a mi prejuicio de que, cuando haya transcurrido otro siglo de trabajo fundamental sobre las complejidades de esas funciones entrelazadas que llamamos mente, será tiempo de abordar las regiones apartadas donde moran la profecía molar y la nigromancia proximal. Pero para ese tiempo es más que probable que Robert se haya convertido ya en un santo y el señor Rhine, que hace poco esparció sal sobre la cola de la telepatía, sea un arcángel, mientras que yo estaré haciendo rodar los tambores de la memoria en el infierno, para diversión de ellos.

La investigación funcionalista se ocupó de los factores que influyen en la velocidad y el curso del aprendizaje, más que de la naturaleza básica del proceso; también se estudiaron los problemas de la retención y la transferencia. La actitud de McGeoch (1942) es típica de la usual posición ateórica: acepta la ley empírica del efecto como un principio explicativo adecuado y rehúsa definirse sobre la necesidad teórica del efecto. Hilgard (1956) y Hilgard y Bower (1966, 1975) hacen un buen resumen de la teoría e investigación funcionalista reciente sobre el aprendizaje. Principios de selección Para Carr los principales agentes de la selección de conductas eran la atención, los motivos y el aprendizaje. La atención es concebida como un acto o adaptación sensoriomotriz preliminar, cuya principal función es facilitar la percepción. Los motivos, definidos como estímulos persistentes, dirigen la

acción y desempeñan así un papel fundamental en la determinación de cuál conducta ocurre. El aprendizaje opera de tres maneras principales: 1) ciertos mecanismos adaptativos deben adquirirse necesariamente para vivir; 2) adquiridos es-tos mecanismos adaptativos, otros aspectos de la situación estimulante se asocian con la respuesta (como el condicionamiento), y resultan así capaces de provocarla, y 3) ciertas asociaciones son impuestas por la sociedad (por ejemplo, el miedo a la oscuridad o a las tormentas, la aversión hacia grupos étnicos par-ticulares). El programa experimental Como lo hemos sugerido, la experimentación de laboratorio fue la nota clave de la psicología funcionalista bajo la dirección de Carr en Chicago. Un ejemplo de los intereses de investigación del mismo Carr aparece como una importante contribución por derecho propio, y al mismo tiempo como una interesante indicación del modo en que se instrumentan activamente los principios funcionalistas en el programa de experimentación. La investigación sobre la orientación, o la tutoría en el aprendizaje, era un persistente problema de laboratorio. El problema principal era bajo qué condiciones y en qué momento debía introducirse la orientación. Se utilizaron investigaciones sobre el comportamiento de la rata en un laberinto, para desarrollar importantes principios de largo alcance. Por ejemplo, se concluyó que, en la medida de lo posible, debía utilizarse la iniciativa del animal, haciendo escaso empleo de la orientación activa, y que la orientación que se hiciera debía administrarse al comienzo del aprendizaje. El intento de Carr de aplicar esos principios a la enseñanza y aprendiza-je humanos (1930) representa un buen ejemplo de cómo, con cautela, los resultados obtenidos en animales pueden generalizarse a problemas humanos.

Además de Carr, las dos figuras más importantes en el programa experimental de Chicago fueron K. S. Lashley, un temprano conductista cuya contribución mejor conocida fue su programa de extirpaciones cerebrales en relación con la eficiencia del aprendizaje (véase capítulo 11), y L. L. Thurstone, conocido más que nada por sus contribuciones al análisis factorial y al estudio de las habilidades humanas primarias. Además, prominentes psicólogos de todo el país fueron llevados a Chicago durante períodos breves, especialmente durante las sesiones de verano, de modo

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que durante la década de 1930 la universidad se desarrolló como uno de los centros rectores de psicología, si no el centro rector, en Estados Unidos. LA ESCUELA DE COLUMBIA: R. S. WOODWORTH Robert Sessions Woodworth (1869-1962) fue uno de de los hombres más notables de la psicología. Su carrera abarcó el período que va desde los primeros trabajos de Thorndike con gatos en cajas de truco hasta la era presente. Recibió la primera medalla de oro de la American Psychological Foundation, en 1956; publicó su libro Dynamics of behavior, en 1958, y comenzó a revisar su tan di-fundida obra Contemporary schools of psychology, sin duda en medio de un denso programa de otras actividades. En la convención que celebró la American Psychological Association en 1956, se dijo en broma que Woodworth, que con-taba con 86 años por ese entonces, andaba en amoríos con su secretaria; aunque esta anécdota no es un reflejo fiel de la conducta de Woodworth, sí refleja con exactitud la admiración cordial y llena de afecto que se sentía por Woodworth y sus continuos logros. En este contexto, resulta gracioso que Murchison con-siguiera que Woodworth escribiera su autobiografía para la edición 1932 de A history of psychology in autobiography; se supone que una autobiografía es una mirada retrospectiva, propia de un hombre que está ya en el final —o próximo al final— de su carrera profesional. Evidentemente, Woodworth era un hombre que dedicaba poco tiempo a mirar hacia atrás, y de hecho tenía casi la mitad de su carrera todavía por delante cuando escribió esa prematura autobiografía. ¡Quien escriba la biografía completa de él tendrá un buen trabajo!

Woodworth nació en Massachusetts; era hijo de un ministro protestante y de una maestra. Pasó seis años de su infancia en Iowa, otros seis en un pequeño pueblo de Connecticut y el resto de su primera juventud en Boston. Estudió matemáticas y enseñó en una escuela secundaria; estudió psicología y filosofía con James y con Royce en Harvard, hizo el doctorado en filosofía con Cattell y estudió fisiología durante cinco años, por último con Sherrington en Liverpool, antes de decidirse finalmente por la psicología. Para esa época, 1903, tenía 34 años. Hemos visto ya que Woodworth tenía casi 60 años de activa vida profesional por delante cuando regresó a la Universidad de Columbia y al departa-mento dirigido por James McKeen Cattell, su amado profesor.

La primera expresión del punto de vista sistemático de Woodworth es su

Dynamic psychology (1918). Hay muchas y estrechas semejanzas entre la posición de Woodworth y la de los funcionalistas de Chicago; sin embargo, en gran medida desarrolló su posición de manera independiente, y la psicología dinámica podría ser considerada una escuela independiente. Al incluirla como una rama del funcionalismo, seguiremos el ejemplo de Boring (1950) y de Hilgard (1956).

Woodworth comparte antecedentes comunes con los funcionalistas de Chicago: James y Dewey, Hall y Cattell. Su sistema, como el de aquéllos, es modera-do y no presuntuoso; no pretende ser definitivo o completo. Ambos puntos de vista siguen una orientación experimental, restringiendo al máximo la superestructura teórica. Woodworth muestra el eclecticismo funcionalista en su forma extrema, tratando de adoptar los mejores rasgos de cada sistema. Mowrer cuenta una anécdota de Woodworth que ejemplifica esta actitud:

Hay una anécdota, quizás apócrifa, sobre un colega que en cierta oportunidad regañó afablemente al profesor Woodworth por haber actuado como un mero espectador "sentado en la cerca" durante gran parte de su vida profesional, en lugar de bajarse y comprometerse en la controversia prevaleciente. A lo cual se dice que respondió Woodworth, después de un momento de reflexión: "Supongo que, como usted dice, he estado sentado mucho tiempo en la cerca. Pero debe usted admitir que desde allí se tiene una buena perspectiva, ¡y además es más fresco!" (1959, pág. 129.)

Este punto de vista puede no tener vigencia en su último libro (1958), pero ciertamente la tiene en cuanto al eclecticismo temprano de Woodworth; éste tendía a aceptar contribuciones sin preocuparse por sus orígenes. Incluso en la última obra de Woodworth (Woodworth y Sheehan, 1964) se tiene la impresión de que evaluaba los nuevos experimentos de la siguiente manera: "Si el trabajo es bueno, entonces es funcional; y si es funcional, es aceptable".

La psicología dinámica de Woodworth difirió del funcionalismo de Chicago en cuanto a la fuerza de la protesta contra el estructuralismo de Titchener. Woodworth aceptó en mayor medida las técnicas introspectivas, y por momentos fue asimismo un firme defensor de la

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introspección. Sin embargo, rechazó tanto el estructuralismo como el conductismo en cuanto a sus posibilidades de proporcionar una metodología adecuada a la psicología. Fue menos influido por el asociacionismo y por los enfoques estrictos del tipo estímulo-respuesta. Los teóricos del estímulo-respuesta solían hablar como si el estímulo llevara directamente a una respuesta, sin mediación del organismo ni dependencia respecto de éste en la determinación de la respuesta; ésta es la base de la queja de que gran parte de la psicología se ocupa del "organismo vacío". Woodworth acentuaba la importancia de considerar al organismo, e insistía en incluirlo en la fórmula básica que expresaba las relaciones de que se ocupaba la psicología. Así, él no escribía E—R sino E—O—R. Como corola-rio a esta insistencia en el organismo, Woodworth dio más énfasis que los funcionalistas de Chicago a la motivación. Carr podría definir la motivación como un estímulo persistente, pero Woodworth insistía en considerar los eventos fisiológicos que subyacen a la motivación.

El corazón del sistema de Woodworth es el concepto de mecanismo, que tiene más o menos el mismo significado que el acto adaptativo de Carr. Para Woodworth, los mecanismos-son respuestas o conjuntos de respuestas intencionales. Hacía la misma distinción que Sherrington (1906) entre reacciones preparatorias y reacciones consumatorias; las primeras preparan para las reacciones próximas, mientras las últimas llevan a cabo la intención. Así, abrimos nuestras bocas (acción preparatoria) antes de que podamos recibir la comida y tragarla (reacción consumatoria).

Según Woodworth, los impulsos se relacionaban estrechamente con los mecanismos. Aunque por lo general los impulsos se definen como las condiciones internas que activan los mecanismos, Woodworth prefería pensar que los procesos impulsivos internos son en sí mismos tipos de respuestas. También lo inverso era cierto: los mecanismos, los modos conductales manifiestos que dan satisfacción a los impulsos, ¡podían transformarse en impulsos! Woodworth opinaba que prácticamente todos los mecanismos podían transformarse en impul- ;os, corriendo por cuenta propia, por así decirlo. Allport (1937) postularía más tarde una noción similar en su teoría sobre la "autonomía funcional de los motivos".

Una contribución posterior de Woodworth ofrece otro ejemplo de su tipo de pensamiento. Se trata de su sugerencia de que el acto de percibir es intrínsecamente reforzante, sugerencia que fue propuesta en un escrito poco pretencioso titulado "El reforzamiento de la percepción" (1947). La percepción es interpretada aquí como una conducta adaptativa cuya

ejecución exitosa es reforzada sin que operen condiciones impulsivas o condiciones recompensantes extrínsecas. Este escrito y su último libro parecen ubicarlo más en el campo cognitivo que en el del reforzamiento estímulo-respuesta, ya que no ve ninguna necesidad de operaciones reforzantes externas para que se mantenga la conducta. CRITICAS AL FUNCIONALISMO Definición

Se dijo que el funcionalismo no era una posición lo suficientemente bien definida como para constituir un sistema significativo. Un psicólogo formado por Titchener, C. A. Ruckmick (1913), objetó lo que según él era un empleo vago y vacilante del término función. Encontró que se lo utilizaba en dos sentidos: primero, como una actividad o un uso, y segundo, en el sentido matemático, indicando la dependencia de una variable respecto de otra (una relación funcional). Aunque puede ser cierto que hubo cierta vaguedad en el uso funcionalista de la palabra función, no hay error en emplear una palabra en dos modos diferentes, en tanto ambos usos sean generalmente aceptables y no se los intercambie ilegítimamente. Probablemente, los funcionalistas estaban tratando de conservar las mejores partes de dos mundos en sus múltiples definiciones; retuvieron en efecto un punto de vista generalmente evolucionista (primera definición de arriba), pero deseaban hacer hincapié en su confianza "científica" en la ex-perimentación, que nos proporciona relaciones funcionales entre variables de-pendientes e independientes (segunda definición de arriba). Carr decía, y creemos que correctamente, que se podía demostrar que el significado matemático incluía a los demás. Este significado de la "función" en realidad es tan general que no hay nada particularmente funcional (en el sentido de la psicología funcional) respecto de él. Ciencia aplicada El hecho de que los funcionalistas, con sus múltiples intereses en actividades utilitarias, no distinguieran cuidadosamente entre la ciencia pura y la aplicada, perturbó a algunos de los primeros críticos. Los

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psicólogos contemporáneos tienen una posición muy similar a la de los funcionalistas. Actualmente se acepta en general que los procedimientos científicos esenciales son idénticos, y que la ciencia pura y la ciencia aplicada sólo pueden distinguirse con respecto a la intención del investigador (esto es, el grado en que él está pensando en una aplicación). Muchas importantes relaciones básicas han sido descubiertas como resultado de esfuerzos estrictamente aplicados, y quizá sea más significativo que algunos de los más importantes hallazgos aplicados hayan sido resultados incidentales de la investigación pura. De modo que la posición contemporánea sería que la distinción pura aplicada no es absoluta ni siquiera muy importante, y que el funcionalismo debía ser felicitado, más que criticado, por restar importancia a la distinción. Teleología A causa de su interés en la utilidad y la finalidad, los funcionalistas fueron acusados de emplear las consecuencias últimas de la conducta para explicarla; cuando se carece de pruebas apropiadas, tal explicación suele denominarse teleológica. Esta crítica puede aplicarse a algunos funcionalistas, pero no a Woodworth o a Carr. Este último tuvo particular cuidado en rechazar la teleología y en postular solamente los estímulos proximales como causas. Reconocía que una explicación en función de los efectos de la conducta era, en el mejor de los casos, incompleta, y que tendía a detener la investigación antes de que se elaborara la naturaleza detallada de las relaciones entre la situación estimulante, la fisiología del organismo y la conducta. Puede tomarse como ejemplo la conducta de trepamiento del árbol en ciertas larvas. Su ascenso tiene el efecto de llevarlas a un lugar donde se alimentan de hojas. De modo que esta conducta puede ser un factor importante en la supervivencia de la especie; pero si decimos que las larvas trepan el árbol para comer hojas, estamos dando una explicación teleológica que en realidad no nos dice nada acerca del porqué de la conducta del organismo individual. Como decía Carr (1925): "Debe explicarse cada acto en función de la situación inmediata y de la organización del animal con respecto a ella" (pág. 81). De modo que si podemos determinar que las larvas siempre dan una respuesta positiva a la luz, y que hay un gradiente de claridad que las orienta hacia arriba en el árbol, habremos escapado a la ilusoria finalidad de la explicación teleológica, y es-taremos en el camino de una explicación de la conducta sobre la base de facto-res proximales.

Existe cierta similitud entre la acusación teleológica hecha contra el funcionalismo en este contexto y la acusación formulada contra Thorndike y otros teóricos del refuerzo en el sentido de que su explicación del refuerzo requiere que una causa opere hacia atrás, hacia un efecto que la precedió en el tiempo. En el caso de los "instintos" y de las "conductas aprendidas a través de la acción de refuerzo", sin embargo, la causa actúa hacia adelante en el tiempo. Cuando sólo el más apto sobrevive, el efecto es seleccionar conductas que ya son adaptativas. Cuando se produce el refuerzo, el efecto se ve en los ensayos posteriores y se presume que es mediatizado a través de los efectos sobre la actividad que son contemporáneos o siguen al refuerzo.

Puesto que el problema de la teleología se presenta con tanta frecuencia en cualquier discusión sobre las adaptaciones maravillosas de los organismos a sus ambientes, tratemos de examinar la cuestión con el empleo de una analogía proveniente de otro campo. Supongamos que alguien que cree en la teleología señala al cielo y nota la prodigiosa adaptación de los planetas a su tarea de dar vueltas alrededor del sol."¿Cómo podría esto ocurrir," preguntaría tal vez esta persona, "a menos que las órbitas estuviesen diseñadas para cumplir con el pro-pósito final, la revolución alrededor de una estrella central?" La respuesta de un no teleolólogo coherente sería fácil en este caso. Todos los planetas o todos los componentes potencialmente planetarios que no se adaptaron a esta tarea cayeron dentro del sol o fueron despedidos fuera de su campo de atracción. Los planetas más aptos sobrevivieron. Eran los más aptos sólo en el sentido de que eran los más a propósito para dar vueltas alrededor del sol durante un largo período; es decir, sólo dado un criterio para la adecuación y sólo dado un con-junto de leyes de la gravitación que determinen cuál satisface el criterio.

Igual ocurre con los organismos. Vemos sólo a los supervivientes y éstos están maravillosamente adaptados al medio; pero, una vez más, no podemos deducir que se necesitó de un mecanismo teleológico para conducirlos a su actual adaptación. Los resultados indican que la mayoría de las conductas de los organismos sobrevivientes son o bien adaptativas o bien no totalmente inadaptadas, pero esto es consecuencia de la selección y no de la teleología.

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ECLECTICISMO Debido a su tendencia general a aceptar tantos tipos diferentes de problemas y técnicas de investigación, los funcionalistas a menudo fueron acusados de eclecticismo. Heme (1957) criticó recientemente la posición ecléctica, ocupándose sobre todo de Woodworth. Sostiene que un ecléctico tiende a aceptar los rasgos buenos de posiciones contradictorias, a costa de oscurecer las diferencias entre ellas. Sin embargo, Henle no distingue claramente entre diferentes tipos posibles de eclecticismo.

Henle habla del eclecticismo en un nivel teórico. Sostiene que cuando hay sistemas deductivos alternativos para la deducción de enunciados empíricos no podemos permitirnos caer entre ellos, so pena de perder capacidad deductiva. De modo que el ecléctico debe elegir una teoría o idear una propia. Pero hay otros niveles de eclecticismo, y otras posiciones eclécticas respecto de las teorías aun en este nivel.

En primer lugar, alguien puede ser ecléctico en el nivel de las reglas para la construcción de la teoría, tanto como en el nivel de la teoría misma. Esto es, puede aceptar tanto los pronunciamientos metodológicos guestaltistas como los conductistas, y hacer trabajos típicos de ambas escuelas. Pueden aceptarse datos de naturaleza subjetiva y de naturaleza objetiva. Llamaremos eclecticismo metateórico al eclecticismo de metodología. En el estado presente de incertidumbre respecto de las especificaciones de la metodología, especialmente en psicología, un cierto grado de eclecticismo metodológico, tolerante pero escéptico, es una necesidad y no una desventaja. Hemos visto ya cómo una metateoría demasiado estrecha contribuyó a la decadencia del estructuralismo. En ciencia es siempre peligroso el dejar de abordar problemas porque no se adecuan a un marco metodológico prefijado. Sólo las premisas más básicas y generales de la ciencia están lo suficientemente bien establecidas como para que se las acepte, aunque más no sea de manera tentativa, y de hecho son aceptadas en todos los sistemas.

Incluso en un nivel teórico puede ser sano el eclecticismo; esto es, el ecléctico puede admirar muchas teorías por sus éxitos y lamentar sus fracasos, y en una situación ideal tratará de mejorarlas. El ecléctico puede no aceptar teoría alguna; puesto que no pertenece a sistema alguno, está más libre que nadie para rechazar. El ecléctico pierde parte de la estimulación de la controversia, como también de su acritud; el temperamento personal determinará si esto es bueno o no.

Los funcionalistas han tendido a adoptar un punto de vista más inductivo que el de los defensores de otros sistemas. Tendieron, por lo tanto, a ignorar la construcción de teorías, prestando una atención relativamente mayor a los hallazgos empíricos. En consecuencia, si a uno no le gusta el eclecticismo, se justifica una crítica al funcionalismo basada en que es demasiado ecléctico. Henle pertenece a este tipo de críticos. Sin embargo, el eclecticismo puede ser fundamento para un elogio más que para una crítica. Ciertamente, el eclecticismo de los funcionalistas de Chicago y Columbia no debe considerarse como prueba de mentalidad blanda o debilidad. Por el contrario, estos funcionalistas solían ser críticos muy astutos y severos, sobre todo en lo que atañe a problemas empíricos.

Por último, se dispone de una defensa completamente diferente contra quienes se lamentan del eclecticismo. Y es que el funcionalismo no tiene por qué ser ecléctico. Es fácil imaginarse un estructuralismo ecléctico bajo la égida del tranquilo y modesto Carr y un rígido funcionalismo bajo el autocrático Titchener (esto es, una vez superado el obstáculo de imaginar a los dos caballeros en cuestión cambiando otros aspectos de sus posiciones sistemáticas). El punto es que el eclecticismo es una función de las personalidades de los líderes de una escuela, además de serlo de los preceptos sistemáticos de esa escuela. No hay nada en el funcionalismo que lo haga permanentemente ateórico, ni tampoco existe ninguna estipulación que establezca que debe tener para siempre una gama más amplia de intereses experimentales que las otras escuelas. El eclecticismo parece guardar una relación en parte subsidiaria y en parte accidental con la posición funcionalista.

LA CONTRIBUCIÓN DEL FUNCIONALISMO A causa de la moderación y modestia característica del funcionalismo en

todas sus empresas, es fácil pasar por alto la importancia de su contribución a la psicología. Es cierto, no construyó grandes teorías; tampoco tuvo mucho de escuela o de sistema, en un sentido formal. Pero su temprana oposición a las sofocantes restricciones del estructuralismo prestó un servicio real a la psicología norteamericana, en un tiempo en que justamente estaban surgiendo los primeros lineamientos de la nueva disciplina.

'Los funcionalistas han continuado estimulando y ejecutando

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activamente investigaciones experimentales en todos los campos en los que los primeros funcionalistas fueron pioneros: el aprendizaje en los animales y en los seres humanos, la psicopatología, los tests mentales y la psicología genética y educacional.

Como buenos ejemplos del programa funcionalista pueden citarse dos productos de la investigación. El manual de Woodworth Experimental psychology (1938; Woodworth y Schlosberg, 1954) es un clásico de este tipo. Es un manual científico al viejo estilo, que se ocupa de una manera intensiva e inclusiva de los datos y teorías referentes a una amplia variedad de problemas experimentales. El otro ejemplo lo constituye la extensa serie de investigaciones, que recientemente llegaban a las 24, sobre los fenómenos de la distribución de la práctica en el aprendizaje verbal humano realizado por Underwood (Underwood y Ekstrand, 1967). La persistente y paciente productividad de Underwood en el campo de la investigación ejemplifica a la perfección la tendencia funcionalista a ocuparse intensamente de la interdependencia de las variables empíricas (aun cuando, desde el punto de vista teórico, el propio Underwood bien puede ser considerado como un asociacionista en ropajes funcionalistas).

Entre los funcionalistas que se dedicaron activamente a la investigación figuran algunos de los graduados de Chicago que trabajaron con Carr: John McGeoch, con su extenso programa de estudios sobre el aprendizaje verbal y la retención humanos (y a sus propios protegidos y discípulos, A. W. Melton, B. J. Underwood y A. L. Irion); M. E. Bunch, con su amplio programa de in-vestigación sobre la transferencia y la retención en seres humanos y en anima-les; Fred McKinney, quien desplazó su interés del aprendizaje a la salud mental y el consejo psicológico, y posteriormente a la instrucción televisada y al problema de los valores en la enseñanza, y Henry N. Peters, quien a su vez pasó de la investigación de una teoría de la emoción fundada en el juicio a la aplicación de técnicas básicas de aprendizaje a la motivación de los esquizofrénicos crónicos. Ninguno de estos hombres ha producido algo parecido a la elaborada superestructura teórica característica de Hull o algunos otros, pero sí han estudia-do problemas empíricos de una manera cuidadosa e intensiva. EL RESURGIMIENTO DEL FUNCIONALISMO La mejor conjetura en la actualidad es, al parecer, aquella según la cual el

funcionalismo está resurgiendo. En 1973, Arnold Buss presentó pruebas de que esto podría ser así mediante un manual introductorio a la psicología, Psychology: Man in perspective, en el cual expresaba su opinión de que la teoría evolucionista era la única que se podía organizar, que abarcaba lo suficiente toda la psicología a su alrededor. Los especialistas en genética, etología y sociobiología hall completado tantas piezas del rompecabezas evolutivo que se puede empezar a creer en la posiblidad de que se esté avistando un marco de referencia inclusivo. En el epilogo examinaremos con más detalle esta aparición de una psicología biológica, pero por el momento nos limitaremos a reiterar no sólo que el funcionalismo vive sino también que da muestras de estarse convirtiendo en el más extendido de los enfoques generales de la psicología. UNA DESCRIPCIÓN DIMENSIONAL DEL FUNCIONALISMO La naturaleza ecléctica y difusa del funcionalismo, tal como ha existido en Estados Unidos, podría llevarnos a esperar dificultades al ubicarlo en las dimensiones de Watson, y por cierto esas expectativas no se ven defraudadas. Existieron, como es lógico, las diferencias habituales entre individuos que sustentan la misma posición general; por ejemplo, parece existir una progresión aproximada entre las posiciones de James, de Woodworth y de Can. Una característica ventajosa de los funcionalistas consiste en que, por lo común, no adoptaron posiciones extremas; en consecuencia, normalmente se los debe encontrar más o me-nos en el medio de las dimensiones. Aquí de nuevo los estudiantes deberán hacer sus propias clasificaciones, y compararlas con las de los autores. También resulta bastante esclarecedor comparar las clasificaciones de una escuela con las de otra. Un modo muy llamativo de lograrlo es trazando una gráfica de todas las clasificaciones sobre una misma hoja de papel, utilizando para ello diferentes colores.

Aunque es difícil ubicar a los funcionalistas en cualquier dimensión, las dificultades no parecen ser más pronunciadas con una que con otra. Se puede tomar al monismo-dualismo como una dimensión representativa; si uno opta por James como representativo del sistema, o quizás a Angell, entonces la clasificación se inclinará hacia el extremo dualista; Carr, empero, nos conduce en la dirección opuesta.

Las características dimensionales que nuestros estudiantes

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UNIDAD I LOS SISTEMAS DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

avanzados eligieron como más importantes fueron el funcionalismo, el utilitarismo y el molarismo; esta última corresponde exactamente a un molarismo que está casi en el centro de la polaridad, pero es probable que la mayoría de los estudiantes consideraran importante esta dimensión por cuanto resaltaba por el contraste con el estructuralismo. RESUMEN Y CONCLUSIONES En este capítulo nos hemos ocupado de los diversos orígenes y manifestaciones del funcionalismo en psicología. Se lo ha descripto como un desarrollo sistemático, laxo e informal, pero que representa más que cualquier otro la corriente principal de la psicología norteamericana. Sus antecedentes y pioneros principales fueron William James, G. Stanley Hall y James McKeen Cattell; sus fundadores fueron John Dewey y James Angell; sus representantes maduros fueron Harvey Can, en la Universidad de Chicago, donde se dio el mayor desarrollo formal, y Robert S. Woodworth, en la Universidad de Columbia, donde floreció una rama colateral con el nombre de psicología dinámica. Como movimiento sistemático, el funcionalismo surgió en oposición a la psicología estructuralista de Titchener. Puso un fuerte acento en el aprendizaje, los tests mentales y otros te-mas utilitarios. La importancia sistemática del funcionalismo declinó junto con la necesidad de oponerse al estructuralismo. Sin embargo, sus características convinieron a muchos psicólogos, y por lo tanto el funcionalismo continuó su camino, modesto en pretensiones, incluso después de su declinación sistemática. En la actualidad existen fuertes indicios de que un funcionalismo modificado, más perfeccionado y moderno, está resurgiendo de una manera espectacular.

Se ha caracterizado el funcionalismo, especialmente tal como está representado por las psicologías de Carr y Woodworth, como básicamente experimental; interesado más en las interrelaciones funcionales de variables que en las superestructuras teóricas; aceptando tanto los datos introspectivos como los conductales, pero utilizando sobre todo estos últimos; poniendo el énfasis en la conducta adaptativa y en la actividad intencional, motivada, tanto dentro de un marco E—R (Carr) como E—O—R (Woodworth), y revelando siempre un activo eclecticismo sistemático en combinación con un enfoque severo de los problemas experimentales. Ha hecho y continuará haciendo una contribución muy importante al progreso de la psicología como ciencia, a pesar de su ausencia de pretensiones sistemáticas.