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Artículos 7 Encuentro No. 92, 7-28, 2012 Ganaderas en la producción de leche: una realidad oculta por el imaginario social en dos zonas de Nicaragua Selmira Flores * y Sylvia Torres ** Recibido: mayo de 2012 / Aceptado: julio de 2012 Existe una realidad cambiante en el sector de la ganadería de la que poco se habla. No se reconoce en los diagnósticos de problemática, en las propuestas de políticas de desarrollo, o en los estudios sobre el sector ganadero. Este artículo aborda la presencia y participación de las mujeres como ganaderas, así como los conflictos que enfrentan por ser mujeres en una actividad catalogada para hombres. En el imaginario social, la ganadería es una actividad que genera diferenciación social, estatus social y poder entre los hombres. Existe el ganadero-varón como figura simbólica dentro de esta actividad económica pero no la ganadera-mujer aunque existan mujeres dueñas de fincas de ganado. Las mujeres quedan ocultas dentro de este imaginario social que se distancia de lo que en realidad existe: variadas expresiones de relaciones de género. Hay una separación entre ideas-realidad y una simplificación de lo complejo. El artículo también presenta variadas expresiones de la masculinidad de los ganaderos que van desde la más tradicional, anclada en la noción de la ideología patriarcal, hasta las más modernas, en las que algunos hombres ganaderos se comportan de manera diferente y establecen relaciones más equitativas con sus parejas. En la práctica cotidiana hay familias ganaderas que muestran cambios en curso que ameritan ser estudiados. Palabras clave: ganadería / género / mujeres-ganaderas / imaginario social / dueñas de finca * Candidata a Ph.D. Universidad de Amberes-Bélgica, cientista social con maestría en Estudios del Desarrollo Rural. Investigadora social de Nitlapan-UCA. Correo electrónico: [email protected] . ** Antropóloga. Candidata a Ph.D. Universidad de Pittsburgh. Ex directora de Género de la Cuenta Reto del Milenio, Nicaragua. Correo electrónico: [email protected] .

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Artículos

7Encuentro No. 92, 7-28, 2012

Ganaderas en la producción de leche: una realidad oculta por el imaginario social en dos zonas de Nicaragua

Selmira Flores* y Sylvia Torres**

Recibido: mayo de 2012 / Aceptado: julio de 2012

Existe una realidad cambiante en el sector de la ganadería de la que poco se habla. No se reconoce en los diagnósticos de problemática, en las propuestas de políticas de desarrollo, o en los estudios sobre el sector ganadero. Este artículo aborda la presencia y participación de las mujeres como ganaderas, así como los conflictos que enfrentan por ser mujeres en una actividad catalogada para hombres. En el imaginario social, la ganadería es una actividad que genera diferenciación social, estatus social y poder entre los hombres. Existe el ganadero-varón como figura simbólica dentro de esta actividad económica pero no la ganadera-mujer aunque existan mujeres dueñas de fincas de ganado. Las mujeres quedan ocultas dentro de este imaginario social que se distancia de lo que en realidad existe: variadas expresiones de relaciones de género. Hay una separación entre ideas-realidad y una simplificación de lo complejo. El artículo también presenta variadas expresiones de la masculinidad de los ganaderos que van desde la más tradicional, anclada en la noción de la ideología patriarcal, hasta las más modernas, en las que algunos hombres ganaderos se comportan de manera diferente y establecen relaciones más equitativas con sus parejas. En la práctica cotidiana hay familias ganaderas que muestran cambios en curso que ameritan ser estudiados.

Palabras clave: ganadería / género / mujeres-ganaderas / imaginario social / dueñas de finca

* Candidata a Ph.D. Universidad de Amberes-Bélgica, cientista social con maestría en Estudios del Desarrollo Rural. Investigadora social de Nitlapan-UCA. Correo electrónico: [email protected] .

** Antropóloga. Candidata a Ph.D. Universidad de Pittsburgh. Ex directora de Género de la Cuenta Reto del Milenio, Nicaragua. Correo electrónico: [email protected] .

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Ganaderas en la producción de leche: una realidad oculta por el imaginario social en dos zonas de Nicaragua

1. Introducción

Este artículo reflexiona sobre la realidad cambiante del sector pecuario y cómo el imaginario social en torno a la ganadería va quedando rezagado en viejos conceptos e ideas que se distancian de esta realidad. Este rezago constituye una barrera a las mujeres productoras de leche para crecer en su actividad económica. La reflexión tiene como base la experiencia de las autoras en estudios de género en la cadena de lácteos, particularmente el realizado por Flores et al. (2010) en los municipios de Matiguás y Muy Muy, y el realizado por Lindo (2008) en Occidente, así como en la ejecución y evaluación del proyecto del conglomerado ganadero promovido por la Cuenta Reto del Milenio (CRM) en León y Chinandega, ejecutado entre septiembre 2008 y septiembre 2010. La reflexión también se apoya en el conocimiento derivado de la observación participante de las autoras en diversos espacios vinculados a la participación de mujeres y hombres en actividades pecuarias y lácteas en 2011 (entrevistas y discusiones grupales con productoras y productores, técnicos hombres y mujeres, foros de discusión en el contexto de la Agenda de Armonización para la incorporación de género en Cadenas de valor entre 2010-20111 y de la sistematización de la experiencia de incluir género en el conglomerado lácteo en Occidente). También se apoya en revisión de literatura sobre estudios relacionados con la ganadería (incluyendo el análisis de la cobertura de medios de comunicación sobre la ganadería), la teoría de género y del imaginario social.

El análisis de género en las cadenas de lácteos y las reflexiones a partir de la inclusión de la perspectiva de género en el caso de la CRM, continúan afirmando la necesidad de analizar lo que ocurre en el sector ganadero y en la producción láctea desde otras perspectivas. En efecto, a menudo dichos aspectos se analizan desde una visión androcéntrica sustentada en la tradicional cultura ganadera que se percibe fija o inamovible. Los diferentes estudios (ver Flores & Artola, 2004; Agurto & Guido, 2005; Lindo, 2008; Flores & Santos, 2009, Torres & Cordón, 2010) señalan que en la práctica ni la ganadería, ni la producción de lácteos son campos de exclusividad de los hombres, aunque sobre estas actividades predominan los viejos códigos masculinos.

La reflexión inicia con el estudio histórico del imaginario social en la ganadería, que confiere estatus social al ganadero-varón (sección 2). Se discute cómo, a pesar de la presencia y participación de las mujeres en el sector, en esta actividad se reconoce sólo un prototipo, al ganadero como una figura masculina que ejerce poder en el ámbito privado y público. La ausencia de una reflexión sobre el rol de las mujeres en la ganadería hace que la figura femenina en esta actividad no alcance la misma dimensión que toma la figura masculina del ganadero. No pretendemos, en este artículo, construir tal figura, sino mostrar cómo en realidad la ganadería ha dejado de ser, si es que en algún momento lo fue, un ámbito de dominio enteramente masculino. Reconocerlo contribuiría a que las mujeres sean consideradas como grupo meta de políticas públicas y puedan tener más opciones para desarrollarse

1 Esta es una iniciativa de diferentes organizaciones de desarrollo que trabajan con el enfoque de cadenas de valor y género en Centroamérica. Para más información al respecto se puede visitar el sitio http://ruta.org/agendagenerocadenas

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como actoras de la economía local. Luego, la reflexión avanza (sección 3) a partir de testimonios de productoras de leche que ponen de manifiesto las barreras de género y la desigualdad social que enfrentan en la actividad productiva, analizando a las mujeres según tres diferentes aspectos con los que interactúan: el de productora dueña de finca ganadera, el de esposa de productor ganadero y el de socia de cooperativa lechera. Finalmente (sección 4), el artículo busca mostrar una realidad más compleja, una realidad en la cual las relaciones de género están cambiando y que amerita ser mejor discernida.

El artículo concluye que más que un cuestionamiento de los factores culturales tradicionales en el sector ganadero y de la producción de lácteos, es necesario hacer más visible y prestar atención a las otras dimensiones de esta realidad en la que algunas relaciones de género se van modificando. Estos cambios, que aparecen tímidamente o que son poco reconocidos, pueden convertirse en una nueva base para diseñar políticas orientadas al desarrollo económico y social con equidad de género.

2. Imaginario social en torno al ganadero vs ganaderas sin estatus social

2.1. Antecedentes

La ganadería en el país se estableció en la época de la colonización española (1521-1821). La imagen masculina, dominante durante esta época, de acuerdo con Bolt (2003) se estableció a partir de: a) la tenencia de la tierra y el uso del caballo como recursos simbólicos del que ostentaba poder, b) el poder de dominio sobre los otros, particularmente sobre los indígenas, las mujeres y sus hijas, c) la violencia para con los débiles, vencidos y dominados, d) el uso sexual de las mujeres indígenas, e) el rechazo o la destrucción de todo lo que se consideraba ajeno a las normas españolas, f) la violencia frente a cualquier ofensa que pudiera poner en duda su hombría, su honor o su poder, g) el desprecio al trabajo de las manos, y h) la desacralización y explotación de la naturaleza.

Con la colonización se estableció un modelo social concebido como un orden intrínsecamente eurocéntrico y androcéntrico con consecuencias de exclusión en las mujeres, en los grupos empobrecidos, en la tierra y en las razas negras, indígenas y mestizas, todo con el apoyo de estructuras socio-eclesiales patriarcales (Aquino & Támez, 1998). Así, los mestizos, para sobrevivir imitaron, asumieron y reprodujeron las características de dominio de los conquistadores. En la hacienda, el hacendado – siempre un hombre – tenía poder no sólo sobre la tierra que recibía, sino sobre todo lo que había en ella, incluyendo poblaciones indígenas y mestizas. La hacienda colonial simbolizó estatus y base de la diferenciación social. El hacendado, amparado en la legislación, asumió la figura del patriarca, mientras los trabajadores varones se convirtieron en mandadores, peones o mozos.

Esta concepción va a expresarse de manera concreta al seguir o al aceptar como válido un único patrón o norma, y al rechazar lo que es diferente. Así se va creando una cultura particular que, en el caso del sector ganadero, está en gran

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medida sostenida por una mentalidad masculina basada en una ideología patriarcal en la que predominan relaciones desiguales entre hombres y, a la vez, entre hombres y mujeres. Las ideas y prácticas de naturaleza patriarcal en la sociedad postcolonial confirieron autoridad a los hombres de mayor edad para controlar el trabajo, los cuerpos y la propiedad de sus subalternos (miembros de la familia y trabajadores). En su trabajo sobre peonaje y patriarcado en Granada, Dore (2008) distingue entre el patriarcado de arriba y el patriarcado de abajo. El primero se refiere al poder de los hacendados sobre otros hombres dominados – indígenas-campesinos-mestizos – y sobre las mujeres (sus esposas y empleadas), mientras que el segundo se refiere al poder de los hombres sobre sus esposas e hijas. A menudo sus propios maridos o padres las relegaban a ellas a la servidumbre al servicio del hacendado.

2.2. Estratificación, imaginario social reciente y los sesgos de género

La estratificación social en economías agrarias, en donde predomina el policultivo combinado con la crianza-desarrollo de animales y la actividad comercial, resulta una tarea compleja. Sin embargo, los ganaderos se incluyen dentro de los estatus sociales más altos del sector agropecuario. La ganadería de carácter extensivo – como se caracteriza en el país – remunera mejor que la actividad agrícola, ya que requiere de menos inversión de trabajo por manzana de tierra disponible.

En la tipología de Maldidier y Marchetti (1996), por ejemplo, los productores como finqueros-ganaderos se subdividen entre: a) los policultivistas-ganaderos, b) el ganadero de zona seca, c) el pequeño ganadero de la zona de vieja frontera agrícola, y d) empresarios ganaderos. Al primero lo ubican en las planicies del pacífico, su sistema de producción es policultivista y la ganadería se orienta a cría de animales para carne y venta de leche. En cambio, al segundo, es decir al ganadero de zona seca, lo ubican en las zonas semi-áridas. Su sistema de producción es de cría y leche como el primer caso, con la diferencia de que no hace transhumancia2 del ganado. Además, combina la ganadería con el cultivo de granos básicos para el auto-consumo. El tercer tipo, denominado campesino ganadero de vieja frontera agrícola, se diferencia del segundo tipo en que vende leche para queso. Los empresarios ganaderos, el cuarto tipo, utilizan un sistema de cría-leche y de engorde de novillos producidos en la propia finca para abastecer a los mataderos del país, actividad que también se acompaña de la compra de animales de otros productores para engorde y venta al matadero. Este último tipo de ganadero posee varias fincas de grandes extensiones, entre las que realiza la transhumancia de su ganado, dispone de sus propios medios de transporte para movilizar el ganado hasta los mataderos y se destaca en el liderazgo de las asociaciones de ganaderos.

Esta estratificación se circunscribe dentro del imaginario social respecto a la figura del ganadero varón. El imaginario social incluye los esquemas socialmente construidos que permiten percibir, explicar e intervenir, en lo que en cada sistema social diferenciado se asume como realidad (Pintos, 2004). De tal manera, el prototipo del ganadero es claramente percibido, pero no así el de la ganadera, sobre

2 Este término se refiere a la movilización del ganado de una zona a otra durante el año, buscando áreas en donde haya disponibilidad de pastos para la alimentación de los animales.

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quien no se construye una imagen específica que le confiera estatus social. Por nuestras observaciones empíricas sobre el sector ganadero del país, por los estudios de las cadenas de los lácteos y por el trabajar en proyectos de desarrollo ganadero, podemos deducir que el prototipo tradicional del ganadero se ha modernizado. La imagen simbólica del ganadero de antes se asociaba a un hombre con las siguientes características: de mediana edad (40-50 años), vistiendo jeans, usando botas vaqueras y sombrero de felpa, ostentaba caballos de raza y montura lujosa, vivía en la hacienda con su familia, se enorgullecía de sus grandes extensiones de tierra y de la cantidad de animales que poseía. En cambio, en el prototipo del ganadero moderno, hoy se identifica a un hombre que cambió el sombrero por la gorra, el caballo por la camioneta 4x4 del año, preserva las botas de cuero y salió de la finca para vivir con su familia en la ciudad. Su casa suele estar adornada con imágenes, esculturas o cabezas disecadas de toros o vacas, espuelas y albardas como símbolos de su identidad. Tiene como hobby los desfiles hípicos (en donde recupera el símbolo del sombrero, la mejor montura y la mejor raza de caballo), las montaderas de toros y las peleas de gallos. Los medianos y los pequeños finqueros-ganaderos, de una forma o de otra, asumen como referente de desarrollo a este prototipo de ganadero descrito, aunque la brecha que les separa sea grande (Artola, 1998).

Instalados en este imaginario colectivo, técnicos de ambos sexos trabajando en el sector ganadero en occidente, señalan que cuando un hombre con ganado está en proceso de mostrarse como ganadero y realiza un buen negocio, no es de extrañar que se compre un sombrero Stetson, que puede llegar a costar unos 300 dólares, o una “camionetona”, aun cuando en la finca, la casa en la que convive con su familia, mantenga piso de tierra (sistematización de la experiencia de incorporación de género en la CRM).

Las mujeres-ganaderas, en cambio, están ausentes en las diferentes tipologías de los sectores sociales del agro que se han realizado en el país (ver por ejemplo Wheelock, 1974; Baumeister, 1989; Maldidier & Marchetti, 1996). Ellas no son incluidas porque, de acuerdo con Pintos (2004), el imaginario social, en este caso de naturaleza masculina, responde a intereses particulares de individuos y usa códigos de comunicación en donde importa hacer sentir la relevancia (imagen masculina) y anular toda opacidad (imagen femenina) que podría dañar los intereses que representa. Así, en la experiencia de la CRM en León y Chinandega, para la mayoría de técnicos era impensable el que hubiera mujeres ordeñando o manejando una finca ganadera. No obstante, la realización del análisis de género mostró que de 24 actividades requeridas para producir leche, las mujeres participaban en 12. Se descubrió que el lavado de pichingas, una tarea esencial para la calidad de la leche, se considera tarea del ámbito doméstico cuando es realizado por mujeres (Lindo, 2008). Sin embargo, tanto en Matiguás como en León, la misma actividad de lavado de recipientes adquiere una valorización distinta si sale del ámbito del hogar y es realizada por hombres, como ocurre en los centros de acopio para el enfriamiento de leche. El imaginario colectivo incorpora este fenómeno de presencia/ausencia a la vez, hace presente lo que considera relevante y deja como ausente la opacidad, que en palabras de Pintos (2004) “lo que queda fuera, lo que no aparece, lo ocultado u obviado, es lo que se pretende que no tenga realidad, pero sin lo cual no hay realidad posible”. Dicho de otra manera, las mujeres ganaderas están presentes en

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la ganadería pero ausentes a la vez porque el imaginario social se encarga de mostrar que no lo están. La noción masculina tradicional no permite ver a las ganaderas en su labor, lo que hizo que proyectos como PRODEGA y FONDEAGRO, aunque tuvieron la intención de beneficiar a mujeres en la ganadería bovina, terminaran sin hacerlo (ver Eskola, 2003; Gallina & Ocón, 2010).

Un ejemplo concreto de reconocer el imaginario sobre la producción de leche y la ganadería en general, lo encontramos en la cobertura de medios de comunicación social. Una revisión electrónica de las noticias sobre ganadería que se publicaron en el diario de mayor circulación nacional, La Prensa, muestran que entre el 5 de mayo y el 2 de julio de 2012 se cubrieron asuntos relacionados con la ganadería 11 veces, siendo uno un artículo de de opinión y el resto, noticias o reportajes. En ellos, una sola vez se menciona a una productora,3 como parte de un conflicto por el precio del litro de leche.

La convención social de género libera a los hombres de los atributos relacionados con el ámbito de la familia y lo doméstico, y en contraste, reafirma sistemáticamente para las mujeres esta atribución como de su exclusividad. Así, mientras a los hombres se les reconoce principalmente por sus atributos fuera del ámbito de la familia-casa, como el ganadero-empresario, el ganadero-finquero, el ganadero-comerciante, a las mujeres, aunque tengan propiedad, ganado, vendan leche, animales y hagan otras actividades, la convención social interiorizada termina condicionando verlas sólo como mujeres-madres-esposas cuya función primordial es el cuido de la familia y de la casa (Lagarde, 1997).

Agurto y Guido (2005), en los estudios de FIDEG, señalan que del total de mujeres dueñas de tierra, el 20% se dedica a actividades ganaderas, un 8% a actividades agrícolas y el 72% combina agricultura con ganadería. Al interior de la actividad ganadera, las mujeres representan 34.5% y los hombres el 65.5%. La participación de la mujer es más evidente dentro del sector de los medianos y pequeños ganaderos, donde combinan esta actividad con otras labores, como el procesamiento de los derivados de la producción lechera: cuajada, queso, quesillo, crema.

Los estudios sobre cadenas de lácteos realizados para visibilizar la participación de las mujeres (ver por ejemplo Flores & Artola 2004; Flores et al., 2010) revelan que las tareas para productores y para productoras en el manejo de las unidades productivas se dividen entre las labores de campo y aquellas de naturaleza administrativa. El involucramiento de unas y de otros en unas o en otras tareas va a depender de la situación económica en que se encuentra la productora o el productor, del estado civil, del lugar de residencia (campo-ciudad) y de las normas sociales interiorizadas o modificadas en la práctica respecto al rol de hombres y de mujeres. Por ejemplo, quienes viven en el pueblo (tanto hombres como mujeres) y no en la finca (en su calidad de propietarios) son quienes tienen más recursos económicos, usan menos mano de obra familiar y delimitan más su función en el área de administración. Por el contrario, quienes viven directamente en las fincas (ambos sexos), asumen

3 Juana Mendoza, pequeña productora de leche, argumentó que en vez de perder su producción prefiere venderla a 20 córdobas por galón, pese a que ese precio violenta los acuerdos firmados con autoridades nacionales el pasado 10 de junio, que establecen los 25 córdobas (21 de junio de 2012, La Prensa).

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indistintamente los dos tipos de labor en el mismo espacio. Igual ocurre con las productoras que viven en el pueblo y están al frente de

las fincas, como señala el estudio de Flores, et al. (2010) al citar el extracto de una discusión con productoras asociadas a uno de los centros de acopio en Matiguás, que aquí reproducimos:

Hay casos en que las mujeres no hacemos lo que los hombres hacen, pero hay mujeres que sí. Ellas van, agarran una vaca, la lazan, la enrejan y la ordeñan, la inyectan, la bañan y hacen todo, pero en otros casos, como en el mío, no. yo me meto al corral, pero voy a ver y a controlar, cuento los animales revisando el inventario anterior para ver si todo está igual. Son cosas más administrativas, pero yo soy la dueña de las vacas.

El mismo estudio reconoce diferencias entre productoras de leche que asumen

funciones más administrativas – unas son viudas, otras casadas (algunas tienen pareja con ocupación distinta, por ejemplo, el hombre es asalariado mientras ella está al frente de la finca), algunas estudiaron una carrera universitaria pero atienden los negocios de la familia o sus propias herencias – y otras que han comprado su propia tierra y ganado. El estudio también señala que, paradójicamente, la separación de funciones administrativas es percibida por técnicos (hombres) de entidades públicas o privadas que brindan servicios de asistencia técnica, de manera sesgada por el género. Los técnicos tienden a ignorar a las mujeres que ejercen funciones administrativas a nivel de finca, pero no ignoran a sus pares varones que igual tampoco viven en la finca. En estos casos, entre hombres no se cuestiona su conocimiento ni su capacidad, aun cuando usan el mismo recurso que utilizan las mujeres: delegar las tareas en otros a través de la contratación.

En Matiguás y Muy Muy las mujeres que viven en la finca y están casadas pueden o no involucrarse en la actividad de la finca. Si lo hacen, su participación será asumida como marginal y en el mejor de los casos considerada como ayuda. Este tipo de familia ganadera tiene un estatus social inferior a las familias que tienen domicilio en el pueblo o la ciudad. Las mujeres productoras, sin pareja o sin hijos que puedan trabajar, realizan una parte de estas tareas consideradas “de hombres”, particularmente cuando no tienen recursos económicos para pagar por ello. La norma social acepta que las mujeres en condiciones de pobreza puedan hacerse cargo de estas labores y se justifican debido a su condición de pobres. Esto es congruente con el planteamiento de Dore (2008) respecto a que la tradicional división del trabajo en términos de género (hombre proveedor, mujer mantenida), en el campo resulta falsa porque las mujeres siempre han estado a cargo de ser también proveedoras de alimentos e ingresos para sus hogares.

En la cadena de la cuajada en Matiguás y Muy Muy se muestra que las mujeres, como propietarias del negocio, pueden estar con o sin pareja. Las mujeres con pareja pueden o no recibir colaboración de parte de ellos y la mayoría de ellas tiende a no recibirla. Sin embargo, ocurre lo contrario cuando el propietario del negocio es un hombre. Por lo general éste siempre cuenta con el trabajo de las esposas e hijas aunque se contrate mano de obra. El dueño del negocio, en la mayor parte de los casos, se hace cargo de la cobranza, del pago a los productores y de mantener

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la relación con las clientas en el mercado de Guanuca, en Matagalpa. Las mujeres (esposas e hijas del dueño del negocio y, en ocasiones, otra mujer contratada para este trabajo) están a cargo de producir la cuajada. Además de elaborar las cuajadas, la esposa del dueño del negocio también se encarga de comprar insumos, supervisar el trabajo de los varones contratados y atender a los productores cuando no está el esposo.

En León y Chinandega el análisis de género del proyecto de la CRM encontró que el procesamiento artesanal de leche era realizado más por mujeres que por hombres, que los empleos que ellas generaban equivalían o superaban los proporcionados por una pequeña planta procesadora “La Vaquita”, siendo estos empleos fundamentalmente de carácter familiar. En la mayoría de los casos, el control de los recursos estaba en manos de las propietarias. En el caso de las esposas de los propietarios de fincas, el único control que ejercían sobre los ingresos producidos por la leche era el proporcionado por la elaboración de cuajadas en la casa, una actividad que les permite aportar alimentos e ingresos a la familia a partir de la agregación de valor a la leche.

3. Barreras de género y desigualdad social

Las relaciones de desigualdad que enfrentan las mujeres ganaderas trastocan sus variados roles: a) como productoras de leche, b) como esposas de productores, c) como socias de cooperativas que incursionan en otro ámbito de la esfera pública. En Matiguás y Muy Muy el estudio de las cadenas de los lácteos se interesó en testimonios de productores de ambos sexos relacionados a la forma en que se manifiestan las barreras de género, y encontró lo siguiente.

a. Las mujeres, como productoras-propietarias de la finca y del ganado, enfrentan una resistencia silenciosa de parte de los trabajadores varones.

En la finca, los trabajadores que tienen cierta jerarquía (mandadores) frente a otros del mismo sexo, se sienten incómodos ante el cambio de roles asignados socialmente para las mujeres. Cuando ocurre, los mandadores reaccionan al cambio de roles con resistencia silenciosa. Esta práctica se corresponde con lo que Scott (1992) llama hidden transcript (término en el idioma inglés), es decir que cuando la confrontación con el poder implica un riesgo muy grande (en este caso, el despido) las personas confrontan esta situación actuando de forma oculta (hidden transcript) como una manera oblicua de resistir el poder.

Una manera de manifestar el rechazo silencioso es creando situaciones que provocan pérdidas económicas a la productora, con el propósito implícito de hacerla dudar de su capacidad y de hacerla desistir. Veamos el testimonio de una dueña de finca de Matiguás:

Al inicio, si yo mandaba al mandador a que me cercara un potrero o a que me compusiera el cerco, yo le entregaba la cantidad necesaria de grapas pero después él llegaba y me pedía más grapas, me decía que no

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le ajustaron. A mí me parecía raro, después yo averigüé y lo que pasaba era que él botaba las grapas. Eso también supe que lo hacía con el medicamento para el ganado, desperdiciaba el medicamento que le daba para aplicar a los animales sólo para provocarme más gastos. Usted sabe que al ir a pedir más, lo que le provoca a uno es más gasto y la reacción en uno es que se molesta.

En Occidente también se encontraron ejemplos de resistencia por parte de los mozos o mandaderos a seguir las orientaciones de las dueñas, aun en casos en que las mujeres tienen títulos universitarios. Como explicó una ganadera de El Viejo:

…él siempre me llevaba la contraria, no obedecía mis instrucciones, por lo que no me quedó más remedio que despedirlo. Con el nuevo mandador de entrada le pregunte si estaba dispuesto a obedecer. No he tenido problemas, aunque me cuido de estar en buenas relaciones con él y garantizarle condiciones para el trabajo y prestaciones.

La resistencia del mandador no se ejerce en relación con la autoridad, en tanto se reconoce que él está en una posición subordinada al ser un trabajador y ella la propietaria. La resistencia se hace a la autoridad que emerge de la figura de una mujer porque, en la construcción de la masculinidad tradicional, esta función debe ser ejercida por otro hombre. Siendo que no puede rebelarse a la línea de mando, la estrategia es crear situaciones incómodas en la relación con la intención de que ella busque a un interlocutor con el cual él como hombre se pueda entender.

Otra forma silenciosa de resistencia y de boicoteo a la autoridad femenina se puede ver en el siguiente testimonio de una productora de leche administrando la finca de la familia en Matiguás.

yo tuve una experiencia con un trabajador que contraté. Él me aceptó

el trabajo pensando que yo no sabía nada. Así que lo más difícil que me ha tocado ha sido con el mandador que se quiere dar libertades que no le corresponden o hacer cosas indebidas. Después que yo asumí la finca, de repente empezó a faltar leche. Aparentemente las vacas estaban dando menos leche, pero era una cosa que no podía pasar así tan rápido. Empiezo a indagar y encontré que estaban desviando el producto. Cuando yo sospeché lo que estaba pasando, le dije al mandador: “No me ordeñe una sola vaca”. y yo tuve que ir a medir la leche de cada una de las vacas. ¿y qué es lo que él hacía? Él ordeñaba en el potrero con otro trabajador. Empezaron como quien dice a quererme envolver. Las vacas no bajaron su producción. Cuando me di cuenta de que estaba desviando leche con el otro, entonces yo lo saqué. Después supe, por uno de los trabajadores, que él había dicho que creía que yo no sabía nada del trabajo que se hacía en la finca y de la producción de las vacas, porque como soy mujer.

En otros casos, productoras, particularmente viudas, que asumen la dirección de las fincas, se han enfrentado a barreras de información y de conocimiento. Alma

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Julia, de Matiguás, es uno de estos casos. Ella tiene 12 vacas en producción y una producción de leche que oscila entre 40-45 litros por día. Paga a una persona para que ordeñe, alimente las vacas y se haga cargo de ver la finca. Dado que la casa y la finca están separadas, para llegar de una a otra caminando se requiere de hora y media. Ella va una o dos veces por semana a la finca para supervisar lo que se está haciendo y tomar decisiones. Para ella ha sido un gran cambio y mucho reto ponerse al frente de la finca porque mientras su esposo vivía ella estuvo relegada de la actividad productiva. Ahora ella considera que las mujeres deberían tener apoyo de sus propias parejas dándoles la información y ayudándoles a entender la dinámica productiva:

Imagínese, ¿qué sabía yo de que había que bañar los animales, que hay

que ponerles este o aquel otro remedio para cuando se enferman? Es duro. Por fortuna aún tengo a mis padres, a quienes puedo preguntar o decirles que me ayuden con tal situación, o voy donde alguien que sabe para solicitar si me ayuda con el problema que tengo con esos animales. Ahora tengo que estar pendiente y tengo que ir a ver si están haciendo bien las cosas por las que estoy pagando. Lo más difícil para mí es estar pendiente de los mozos, de que hagan bien las cosas.

Otra manifestación de resistencia, se esconde en el estereotipo de que las mujeres son fáciles de engañar. Productoras de leche en Matiguás coincidieron en lo siguiente:

Dicen ellos que nosotras las mujeres somos más débiles en la negociación, y que a veces somos más fáciles de engañar, y que ellos son de carácter más fuerte. En el caso de un hombre, si él dice esto es, esto es, y otro hombre no le va a dar vuelta.

Los comerciantes suelen tratar a las mujeres dueñas de ganado como si no tuvieran conocimiento del valor de sus recursos. Dos testimonios lo expresan así:

Cuando uno va a vender animales es cierto que los hombres, si ven que es una mujer la que está vendiendo, siempre le van a ofrecer el precio más bajo por sus animales. y le dicen a uno que lo toma o lo deja porque ese es el precio. Pero en mi caso, si yo veo que no me conviene le digo que se vaya, ya vendrá otro con quien pueda entenderme.

Cuando yo tengo que vender animales, como sé que a mí me van a querer sacar los animales a precios más bajos, entonces lo que hago es que hablo con mi cuñado o con mi hermano para que ellos hagan la negociación. Pero no se vende si yo no estoy de acuerdo con el precio. Ellos van, hablan y luego quedan de confirmar si hacen trato. Después vienen a confirmar conmigo porque yo tengo que darme cuenta de cómo está la situación y decir si estoy de acuerdo o no.

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b. Las mujeres, como esposas de productores, se ven inmersas en una relación de poder que las mantiene desinformadas y las inhibe del manejo de recursos productivos (dinero, tierra y ganado) acentuando la tradicional subordinación al esposo en un contexto en que la realidad va cambiando.

En Matiguás y Muy Muy, el estudio de la cadena de lácteos muestra que las esposas de productores generalmente enfrentan desinformación sobre los ingresos que genera la venta de la leche. Los ejemplos surgidos en los grupos focales muestran diferentes actitudes para inhibir a las mujeres de tener acceso a la información y por tanto ejercer cierto tipo de poder. Las productoras opinaban por ejemplo que: “algunos hombres que producen leche inventan gastos para que la mujer no sepa del ingreso real que está teniendo”, o bien “no dejan que las mujeres vean los recibos de la leche que les entregan”. Ocultar información acentúa la dependencia de las mujeres hacia ellos. Otras esposas no pueden disponer del dinero de la leche aunque se reconozca que ellas hacen mejor uso del mismo. Productores varones también daban testimonios como los siguientes:

Hay hombres que no dan dinero a la esposa en la casa después de que han cobrado el cheque de la semana de la leche. Les piden a ellas que hagan una lista de las cosas que se necesitan para ellos comprarlas y llevarlas a la casa.

yo he visto que las mujeres hacen rendir el dinero. Cuando van de compras ellas traen más cosas que uno y hasta traen dinero de regreso a la casa. Si uno hace las compras y le sobra, entonces se gasta el resto en cigarros o se compra unas cervezas, pero las mujeres no, ellas traen todo para la casa y hacen que les sobre.

Estos testimonios nos colocan frente a hogares en donde se ha interiorizado como normativa la desigualdad entre los miembros que los integran, donde sólo uno (el hombre) puede decidir y decide por todos sus miembros. La libertad para decidir el tipo de acción que se realizará o el tipo de vida que se construirá está determinada unilateralmente. Las esposas deben subordinarse a las decisiones de los maridos. Esta situación es congruente con la institucionalización de género establecida por la legislación nicaragüense del siglo pasado que le confirió a los hombres, desde el más encumbrado hasta el más sencillo, el derecho a representar a la familia y a decidir por las mujeres y sus hijos (Dore, 2008).

En este tipo de hogares, otra práctica consiste en excluir a las esposas del trabajo productivo aunque sean ellas quienes recibieron bienes productivos en herencia, como mencionaron las productoras de Matiguás. “Hay hombres que no les gusta que las mujeres manejen nada del trabajo productivo, sólo ellos. No les gusta ni que las mujeres lleguen al corral”. “yo tengo una hermana que tiene ganado y ni sabe cuánto tiene, y ella no se asoma al corral ni nada”. La exclusión del trabajo productivo y de la información respecto a éste tiene consecuencias negativas en la vida de las mujeres y de sus familias cuando por circunstancias de la vida (fallecimiento del esposo) deben

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quedarse al frente de la propiedad. Las que enviudaron, y sólo entonces logran tener un estatus como productoras, enfrentan muchos desafíos: a) por un lado, se sienten vulnerables porque no tienen información y dominio de lo que implica la actividad productiva, sus costos, la generación de ingresos y el manejo de relaciones con otros actores, b) entran al mundo masculinizado donde no se sienten cómodas, perciben que están en una situación en la que constantemente tienen que probar ante los demás que pueden, c) no encuentran solidaridad ni apoyo en trabajadores en la finca, sino maniobras orientadas a hacerlas desistir. Por ejemplo, no hacer nada ante un problema con los animales hasta esperar que las mujeres decidan qué hacer, esperando que las decisiones que tomen sean equivocadas.

En una de las discusiones grupales, algunos de los productores varones mostraron su desacuerdo con esta práctica, argumentando que es mejor que las esposas tengan información y manejen con detalles lo que implica el trabajo productivo, dado que el desconocimiento del mismo les traerá problemas serios a ellas y a sus hijos cuando el hombre, por una o por otra razón, no pueda hacerse cargo de la finca.

Por otra parte, a menudo cuando estas mujeres, en el rol de esposa de productor ganadero, opinan, se les ignora o se duda de sus ideas, información y conocimiento empírico sobre el ganado. Como una de ellas expresó:

En mi caso, si yo veo que un animal está enfermo, le digo a él (esposo): “Ponele tal cosa que eso es bueno”. Pero él no me cree y entonces él no hace caso de lo que yo dije, y él viene y le pone otra cosa. Como el animal no se cura va a buscar al técnico, y cuando llega el técnico le dice lo mismo que yo le había dicho… es que los hombres piensan que uno como mujer no sabe nada, es lo primero que piensan. Es como que si uno no puede aprender, lo creen incapaz del todo a uno.

En estas circunstancias algunas mujeres se auto-limitan: “…pero como el marido no la escucha, no le hace caso, entonces dice: mejor me callo, porque de nada sirve que diga lo que pienso”. Al no sentirse útil, la mujer se calla. “Usted sabe que ignorando algo o ignorando a alguien entonces la gente tiende a agachar la cabeza y a no hablar”, esta es una clara manera de neutralizar la iniciativa de las mujeres y de evitar su mayor involucramiento en la actividad productiva.

Dos factores más a mencionar como influyentes en esta forma de relación social son, por un lado, la interpretación errónea sobre la igualdad de derechos para las mujeres. Existe una percepción equivocada, que a menudo también se traduce en acciones, respecto a que la igualdad de derechos busca un cambio de roles en el cual las mujeres asumirían el rol dominante masculino y los hombres el rol de subordinación femenino. En ambas zonas ganaderas (Matiguás-Muy Muy, León-Chinandega) productoras y productores de leche de una u otra manera conocen de las reivindicaciones de los movimientos de mujeres y de las capacitaciones sobre género. El discurso sobre la igualdad y equidad de género se percibe orientado hacia un cambio que no siempre se comprende apropiadamente. En opinión de productoras de Matiguás existe un “temor en los hombres a que uno sobresalga más que ellos, temor a quedar en relevo… a perder la autoridad y que la mujer

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tenga más autoridad que él”. En otros casos, como uno registrado en Occidente, para cuidar el prestigio masculino y resguardar la pareja, algunas mujeres se ven obligadas a re-asignar bienes, “como la finca era mía y él no se sentía bien, hice un préstamo y compre otra finca y la puse a su nombre”. Estos testimonios reflejan la forma en que las mujeres luchan constantemente contra los factores subjetivos de la masculinidad tradicional.

Asociado a lo anterior, por otra parte, influye el aislamiento y la poca interacción social de las familias en las zonas rurales. Esta barrera afecta más a las mujeres que viven en las fincas, ya que sus relaciones sociales más inmediatas están limitadas al ámbito de la familia, considerando las distancias que separan unas fincas de otras. Para productoras de leche radicadas en el pueblo como en Matiguás, las mujeres que viven en las fincas “tienen más desventajas, no tienen contacto con más gente, ellas se la pasan sólo haciendo las cosas de la casa, cuidando al esposo y a los hijos, no es como en el pueblo”. “Allá en la finca a veces los maridos se ponen bien enojadísimos de que la mujer salga. A la mujer la mantienen con más obligaciones, las ponen a hacer esto, que lo otro, es decir, tiene más trabajo”.

c. Las productoras, como socias de las cooperativas, enfrentan inhibiciones a ocupar cargos cuando no se reconoce explícitamente la desigualdad de género. Ellas también muestran que la violencia intrafamiliar es un fenómeno del que no escapan.

En las cooperativas lecheras, aparentemente hombres y mujeres tienen iguales derechos y obligaciones, sólo que estas obligaciones no consideran las particularidades que viven las socias. Ciertas decisiones que se toman en las cooperativas se vuelven obstáculos para algunas socias en particular. Por ejemplo, el acuerdo de colaborar para reparar los tramos de la carretera por donde pasan las rutas que recogen la leche. Este simple acuerdo les trae problemas a las socias de las cooperativas que no pueden disponer de su fuerza física, no tienen hijos (varones) a quienes enviar en su lugar, o no tienen dinero para pagar por este trabajo. A ello se agrega la forma como los ruteros presionan a quienes tienen más dificultades. En ocasiones los reclamos incluyen palabras soeces; otras veces se perciben como amenazas. Algunas socias comentaron que los ruteros dicen que “si no las ven trabajando no les van a recoger la leche”.

Otro tema que menciona el estudio de las cadenas de lácteos en Matiguás es el de ocupar cargos directivos. Las socias mencionaron que no se les excluye formalmente de las candidaturas a cargos, aunque en ocasiones se topan con el menosprecio: “Hay hombres que cuando se propone a una dama para un cargo, dicen: ‘¿y para qué van a poner a esa, si esos cargos son para hombres’ ”. Pese a ello, se reconoce como un avance que se piensa también en mujeres como candidatas a cargos aunque ellas no siempre aceptan:

Se ha propuesto a varias mujeres para ocupar cargos en las directivas, pero a las mujeres no les gusta aceptar porque dicen que los maridos no las dejan. Pero la participación ahí es pareja. Si se propone a una mujer,

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se apoya siempre, pero el caso que se da es que muchas veces la mujer no tiene la decisión de aceptar.

En realidad, no es un asunto de voluntad. Hay otros factores que no salen a luz pública en el momento, pero que en realidad inhiben a las socias de ocupar cargos. Al respecto, se conoció que un factor influyente es la tensión con el uso del tiempo al no poder liberarse de sus funciones en la economía del cuidado. Los hombres afirman que este es el espacio para ellas, como señala el siguiente testimonio en Matiguás:

En la cooperativa se tenía que nombrar a alguien para que revisara y estuviera pendiente del funcionamiento del acopio. Los hombres, lo primero que dijeron es que una mujer no va a andar así, de aquí para allá, decían. Tenemos que elegir a varones porque una mujer no va a dejar de hacer lo que está haciendo por venirse al acopio. Ellos dicen que nuestras ocupaciones sólo son las de la cocina y que no podemos dejar lo que estamos haciendo para ir a averiguar lo que está sucediendo en el acopio.

Detrás de esta argumentación se esconden estereotipos respecto a la responsabilidad femenina, que tienen como función inhibir a las mujeres de moverse en la esfera de lo público e interactuar con los hombres poniéndose en su mismo nivel. En paralelo, en las reuniones de las cooperativas de leche predomina la presencia física de los hombres y se hace sentir el ambiente masculino (bromas pesadas, malas palabras, lenguaje corporal, círculos entre hombres). Los hombres controlan el tiempo y el discurso. En estas circunstancias, la mayor parte de las socias se ven obligadas a jugar el rol de escuchar.

Finalmente, otro factor que influye en las mujeres, independientemente del rol de la mujer, es la violencia intrafamiliar y el acoso sexual abierto o encubierto. En Matiguás este tema surgió de manera espontánea y de manera muy discreta. Es un tema que el presente estudio no profundiza y queda como tarea pendiente para futuras investigaciones. Por ejemplo, dos socias de cooperativas diferentes y dos hijas de productores socios lo abordaron explícitamente, dos para referirse al ámbito familiar y dos en el ámbito de su interacción con el centro de acopio. A continuación, extractos de los testimonios.

…yo recibí un terrenito de Reforma Agraria y ahí tengo las tres vaquitas que ordeño. Desde que tengo ese terreno, él (esposo) quería que yo lo vendiera. El asunto es que yo soy la dueña del terreno y él no tiene nada a nombre de él. Fíjese que hasta un pastor de la iglesia luchó para que yo le diera el derecho a él (al esposo), me dijo que mi esposo no sólo era dueño de mí, sino de lo que tengo. Mi esposo quería que yo vendiera esta tierra para que nos fuéramos a otro lado, pero yo sabía que si vendía ese terreno me iba a quedar sin nada. yo le he aguantado 20 años de palo (maltrato), él dice que para eso se casó conmigo. No tiene idea del sufrimiento que he pasado, pero ahora por fin nos hemos separado… Hace poco llegó borracho y con machete en mano. Me dio tanto miedo que tuve que

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mandar a buscar a la Policía, porque él no acepta que yo haya buscado el divorcio. Una vez me amenazó con matarme, la verdad es que le tengo miedo.

Él era un hombre (su esposo) horrible, malhumorado, mujeriego, alcohólico… usted no tiene idea de lo que yo le aguanté, peleaba por cualquier cosa. y que Dios me perdone pero el día que él murió yo hasta me alegré, sentí que descansé.

A mí no me gusta ir al centro de acopio cuando mi papá me pide que vaya a retirar el dinero de la leche. Es que me siento incómoda. Ahí hay muchos hombres y las miradas siempre están sobre uno.

yo no vendo directamente al acopio como socia porque mi marido es muy celoso y no me deja salir sola. Para evitar problemas con él, lo que hago es que le doy la leche a mi mamá que es socia del acopio y ella la vende por mí. Cuando tengo que salir de la casa, siempre tengo que buscar a alguien que me acompañe, a veces voy con uno de mis hijos, o le digo a mi mamá que me acompañe para que él no piense mal de mí.

La violencia intrafamiliar y el acoso sexual están entre los problemas sociales más graves denunciados por los movimientos de mujeres del país, y terminan, inclusive, en lo que ahora se conoce como feminicidio. La Red de Mujeres Contra la Violencia (2010) señala que el feminicidio (o femicidio) es la manifestación extrema de la violencia que las mujeres sufren por su condición de ser mujeres. Tanto en zonas rurales como urbanas se puede expresar en igual magnitud, la diferencia es que los sucesos que ocurren en las zonas rurales suelen quedar rezagados en el tiempo debido a las distancias, el aislamiento en que se encuentran los hogares, la falta de protección para las mujeres y la creencia de que hay que aguantarle todo al marido. Esta situación de violencia intrafamiliar permea todos los estamentos de la sociedad nicaragüense y en el sector de la producción de leche también está presente.

Algunos estudios, como el de Herrera (2001), revelan el efecto perverso de la violencia en la economía del país: ésta reduce los ingresos de las mujeres agredidas en US$ 29.5 millones (el 1.6% del PIB de 1996); las que sufren violencia física severa ganan sólo el 57% de lo que ganan las mujeres que no sufren este tipo de abuso; y la frecuencia del uso de los servicios de salud se duplica, comparado al uso de las que no son afectadas.

Estos testimonios muestran la vigencia y fuerza con que aún hoy día perduran los tradicionales roles asignados de manera diferenciada para hombres y mujeres. Sin embargo, no significa que las mujeres, y aun algunos hombres, no tengan una forma distinta de entender y modificar estas relaciones sociales de género. En la siguiente sección se expone la dimensión escondida en la ganadería, es decir, otras prácticas, ideas y valores que comparten mujeres y hombres sobre las cuales se construyen relaciones diferentes.

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4. La otra dimensión de realidad en la ganadería: relaciones de género cambiando en el tiempo

En paralelo a las prácticas y concepciones tradicionales dominantes en la cultura ganadera, ocurren ciertos cambios paulatinos que se orientan a modificar las normas sociales respecto a los roles y a los modos de ser de hombres y de mujeres. Esta modificación se observa al prestar mejor atención a las diferencias existentes entre mujeres, así como entre hombres y mujeres, al margen del tiempo requerido para que estas nuevas prácticas de relación social desplacen a las tradicionales.

Para ilustrar los cambios que van modificando la normativa social tradicional en relación con el género, recurrimos de nuevo al estudio de los lácteos en Matiguás y Muy Muy y a la experiencia de la CRM en León y Chinandega. Primero veremos aquellos casos de familias que sin intervención intencionada del Estado o de algún proyecto de la cooperación, van emergiendo, aunque se dan en el contexto de espacios sociales abiertos a hombres y mujeres. Después veremos los efectos de los cambios intencionados estimulados desde proyectos de desarrollo, tomando como base la experiencia de la CRM.

4.1. Los cambios que emergen por medio de una interacción más abierta y respetuosa

El primero de estos cambios es el de aquellas familias donde las parejas muestran bastante acercamiento a la equidad en la relación de pareja, en el acceso a los recursos y en el usufructo de los beneficios. Se trata de hogares en donde la pareja ha entrado a procesos de organización social y se ha vinculado con otras organizaciones que les han dado acceso a participar de proyectos sociales, de ampliar su cosmovisión conociendo de otras experiencias y de su relación con otros actores. En estos hogares los recursos productivos y la toma de decisiones parecen más compartidos, y se percibe mayor comunicación y colaboración entre los miembros del hogar, aunque las decisiones se centralizan en el nivel de la pareja. Veamos el testimonio de una de una pareja de productores de Matiguás.4

Mientras ella menciona: “Antes todo lo manejaba él, pero como yo me empecé a involucrar con la organización de la cooperativa, después yo saqué un préstamo para comprar mis vacas y ahí entonces hemos venido trabajando. Por medio de la organización uno va despertando y aprende a trabajar de manera diferente. Si no es porque yo empecé a ir a las reuniones, no hubiera sacado el préstamo para comprar vacas y no estuviera en la asociación de ganaderos”; él hace referencia a que “uno como hombre tiene que reconocer que cuando las mujeres quedan solas tienen más dificultades, tienen más trabajo para salir adelante. Por eso hay que dejarlas que ellas hagan cosas, para que después cuando uno falte no tengan que pasar tanto trabajo”. Durante la entrevista, se observó que él no la interrumpe a ella

4 Son una familia de campesinos finqueros que combinan la ganadería (incluyendo pelibuey y gallinas) con el café y con el cacao; también cultivan granos para el autoconsumo. Su casa es de tabla y de piso embaldosado, y para recrearse utilizan la TV satelital.

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cuando habla, mueve su cabeza expresando coincidir con las afirmaciones de ella o refuerza verbalmente lo que ella plantea. Ella, al contrario de otras productoras que entrevistamos, se le observa a gusto conversando al lado del esposo. Se expresa abiertamente, hace contacto visual, se ríe. Por nuestras observaciones empíricas respecto al comportamiento de las personas en zonas rurales, sabemos que cuando la relación de pareja está dominada por el hombre, la actitud de la mujer suele ser la retirada, ella se va al interior de la vivienda y deja solo al marido para que converse.

Otra forma de mostrar que no todos los hombres piensan y actúan de igual manera respecto a su relación con las mujeres se rescata de las discusiones grupales con productores varones de las cooperativas. Aunque unos confirmaron su papel dominante en la relación de pareja, otros socios defendieron abiertamente la idea de que hay que involucrar a las esposas en el manejo de información y toma de decisiones sobre la actividad productiva, como resume el siguiente testimonio:

yo platico con mi esposa de que ella debe saber por dónde pasa la parcela, cuántos animales tengo, a quién se le debe, a quién no se le debe. Ella debe saber todo, ¿sabe por qué? Porque así como él estaba hablando de que quizá la viuda de la que él estaba hablando está fracasando, es porque quizás el conocimiento lo tenía sólo el marido y ella no sabía nada. Fíjese que aun cuando la mujer le diga a uno ́ yo no sé nada de eso´, porque eso pasa también, que ellas dicen así, pero yo la tomo en cuenta a ella porque ella debe saber.

Las productoras en Matiguás también reconocieron que la tradicional práctica de mediería entre finqueros-ganaderos con más ganado y menos disponibilidad de preservar sus animales sobre todo en período de verano, también se hace entre hombres y mujeres. Ocurre, particularmente, cuando las mujeres como dueñas de finca disponen de suficiente pasto y tienen pocos animales.

En el caso de mi vecino, él vio que yo tenía más pasto que él, entonces vino a verme para ver si podía agarrar sus vacas, él sabía que iba a comer bien su ganado. Las vacas venían por parir, cuando parían esas vacas, yo cogía la mitad de los terneros y toda la leche era mía, ese trato fue por un año, pero ya he trabajado otras veces con él.

También ocurre que en la práctica común de mediería sólo entre hombres, el que se beneficia con la leche cede este recurso a la esposa.

Mi esposo hace arreglo con otro productor para tener vacas a medias, pero él siempre me da el poder a mí porque yo soy la socia que entrega leche al acopio y el dinero lo uso para la casa. Mi esposo no me dice nada de cómo gasto el dinero de esa leche.

En otros casos, las ideas de cambios sobre los roles son también influenciadas por las mismas productoras cuando transmiten a sus hijas consejos como el siguiente: “Nunca des lugar que te manden en lo que es tuyo… eso me decía mi mamá”. Por

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ello, mujeres educadas de esta manera van a luchar por establecer una relación más equitativa con sus parejas, aprenderán a valorar y a defender su autonomía en el manejo de los recursos a los que tienen acceso y, probablemente, podrán emprender iniciativas económicas en mejores circunstancias personales.

Somos mujeres con diferentes situaciones, no es igual la situación mía a la de ella (se refiere a otra mujer que acababa de expresar que era dependiente del marido). Me imagino que ella creció en una finca. Es que antes eran otros tiempos, cuando a las mujeres no las dejaban salir solitas. En mi caso no, yo estudié en el pueblo, me fui a la universidad a Managua, yo comencé a ser más independiente.

En esta rápida exposición de testimonios se observa la variación existente en la forma en que hombres y mujeres interactúan como pareja y como actores económicos del sector. Aunque siguen predominando las normas sociales históricas que asignan un rol de desventaja a las mujeres, la realidad muestra que este rol se va modificando lentamente a través del tiempo. De hecho, hay una coexistencia entre las nuevas normas sociales que van emergiendo y las viejas existentes. Para las productoras, romper con estas normas sociales que limitan su desarrollo, como también el de los hogares, implica que ellas tienen que aprender a mostrar que piensan, que tienen ideas, que son también actoras de la economía y que son una persona con iguales derechos en el hogar. Esto pasa por “cambiar la forma de educar a los hijos y a las hijas respecto a los roles sociales asignados”, tener acceso a recursos, aprender a defender las ideas y emprender proyectos propios. Pero también hay que cambiar las formas de pensar y de ser de los hombres, que se amparan en el concepto viejo de masculinidad. Implica ayudar no sólo a modificar este concepto, sino a darle un nuevo significado.

En opinión de las productoras, es necesario contribuir a restar el efecto de las burlas de otros hombres hacia aquellos que tienden a mostrarse fuera de las posturas y pensamientos machistas. Los hombres que defienden el status quo de la supremacía masculina cuestionan abiertamente a los que se salen de la norma social aceptada como la correcta. Este cuestionamiento se expresa a través de frases como “te tienen dominado”. De esta manera, el ser diferente se asocia a la “falta de hombría”, la cual, en el lenguaje masculino, es entendida como debilidad, una característica aceptada como propia sólo para las mujeres.

En relación con lo anterior, se puede concluir que urge indagar más en los cambios de actitud y de pensamiento respecto a las mujeres en sus actividades productivas y en su vínculo con el mercado, en el hogar, en las organizaciones sociales, y en la sociedad en general.

4.2. Los cambios que emergen de intervenciones dirigidas

Una intervención intencionada – es decir, dirigida a través de un proyecto de desarrollo específico – para contribuir al empoderamiento de las productoras y procesadoras de leche, requiere más que una declaración. Sin una voluntad política implementada por las autoridades de la CRM en el occidente del país no hubiese

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sido posible que entre 2007 y 2011, a través de Technoserve, se contribuyera a iniciar cambios en la percepción de la ganadería en Occidente (Marenco, 2010). Esta voluntad política concretada en acciones específicas permitió derribar dos mitos: el primero, que el occidente del país no era ganadero; y el segundo, que no había mujeres ganaderas en la región. A partir de la integración de las productoras, las esposas y las hijas de los productores en entrenamiento de buenas prácticas de producción y manufactura, lo mismo que a través de la proyección de casos exitosos entre los que sobresalían mujeres, se logró que 464 mujeres – un 23% del total de productores y procesadores – elevaran en un 80% sus ingresos netos anuales. Si bien la integración a un programa de desarrollo no se traduce automáticamente en empoderamiento, ésta permite a productoras, de otra manera ignoradas, tener mejor acceso a recursos productivos como un paso hacia su empoderamiento personal.

Este cambio, que en sus inicios parecía imposible, se logró a partir de los resultados del análisis de género y mapeo de cadenas. Una de las primeras acciones implementadas fue un programa de sensibilización del personal técnico, que no lograba ver a mujeres en las actividades productivas de leche y sus derivados. Para ello se diseñó una metodología de Búsqueda Activa de Productoras, usada como herramienta de trabajo para la selección de grupos meta, y se implementó un Programa de Entrenamiento en Desarrollo Empresarial con Enfoque de Género, en el que participaron hombres y mujeres.

Como resultado de la intervención de género en la CRM se mejoró la participación y posición de las mujeres en puestos claves en las empresas en el conglomerado ganadero. Al momento de cierre del Programa, las mujeres participaban en el 100% de las juntas directivas de las comisiones del conglomerado, de las asociaciones de procesadoras y de centros de acopio. El 31% son lideresas de las 11 comisiones que conforman el conglomerado. Dos centros de acopio estaban liderados por mujeres, uno de ellos con capacidad de cuatro mil litros, el doble de capacidad de los demás (Marenco, 2010).

Una productora de Somotillo, quien tomó el mando de la finca después de la muerte de su marido, aunque proviene de una familia ganadera, resume el impacto de la intervención de la CRM así:

Cuando empecé a trabajar con la Cuenta, por primera vez planté pastos, ellos me dieron parte de la semilla, yo compré más y empecé a alimentar mejor a mi ganado. Así que ahora mi ganado ya no está mal nutrido como antes, que se me morían entre cuatro y seis animales. Siguiendo los consejos de los técnicos doblé la producción que tenía antes de estar en el programa. Además, proceso la leche y le doy trabajo a ocho personas. Pero no sólo la finca cambió. yo, además, empecé a ser parte del Consejo de Mujeres de Occidente.

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5. Conclusión

Para finalizar, tres conclusiones. La primera es reiterar la necesidad de no sólo hacer visible la contribución de las mujeres ganaderas a la economía familiar y social para mostrar su faceta de actoras productivas. En paralelo es necesario ahondar y develar las prácticas ocultas, como la resistencia silenciosa de parte de los varones, que impiden o dificultan a las mujeres desarrollar sus capacidades. Se necesitan acciones orientadas a liberar a las esposas de productores que se ven inmersas en una relación de poder que las mantiene desinformadas y las inhibe del manejo de recursos productivos (dinero, tierra y ganado), aun cuando ellas contribuyen a la actividad productiva. El tema de la violencia intrafamiliar y su influencia directa en la economía familiar es un tema que amerita también ser estudiado.

La segunda conclusión corresponde a la necesidad de inducir el cambio del imaginario social. El análisis de las diferentes formas en que se manifiesta el género, y la divulgación de casos de mujeres productoras y procesadoras exitosas en la producción y manejo de sus fincas, con seguridad influirá en un imaginario cambiante de la realidad de las mujeres involucradas en la producción de la leche en Nicaragua. Así, las actividades de sensibilización de género, en vez de sólo criticar la tradicional subordinación al esposo, requieren ser orientadas a mostrar un nuevo contexto en el que emergen cambios en las relaciones de género y en la tradicional masculinidad del ganadero.

Finalmente, la sociedad nicaragüense, y el Estado en particular, están llamados y obligados no sólo a devolver los espacios cerrados y las oportunidades que se les ha negado a las mujeres en las actividades económicas, sino también a desarrollar diferentes estrategias de carácter masivo para cambiar la imagen distorsionada de las mujeres nicaragüenses. En su lugar, el Estado debería diseñar políticas para hacer visibles las múltiples capacidades y habilidades de las mujeres productoras para sostener y desarrollar la familia, y contribuir al desarrollo de la comunidad y del país.

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1 Este artículo fue originalmente publicado en inglés bajo la referencia Van Hecken, G., Bastiaensen, J. & Huybrechs, F. (en prensa). “Towards an Institutional Approach of Payments for Environmental Services: Supply and Demand Perspectives from two Case Studies in the Nicaraguan Agricultural Frontier”. En R. Muradian & L. Rival (Eds.). Governing the Provision of Ecosystem Services. Dordrecht: Springer.

* Representante de Broederlijk Delen en Nicaragua e investigador afiliado al Instituto de Políticas y Gestión del Desarrollo (IOB), Universidad de Amberes, Prinsstraat 13, B-2000 Amberes, Bélgica. Correo electrónico: [email protected].

** Investigador y profesor en el Instituto de Políticas y Gestión de Desarrollo (IOB), Universidad de Amberes, Prinsstraat 13, B-2000 Amberes, Bélgica. Correo electrónico: [email protected].

*** Investigador de doctorado en el Instituto de Políticas y Gestión de Desarrollo (IOB), Universidad de Amberes, Prinsstraat 13, B-2000 Amberes, Bélgica. Correo electrónico: [email protected].

Hacia un enfoque institucional de los Pagos por Servicios Ambientales: perspectivas sobre la oferta y la demanda de servicios ambientales a partir de dos estudios de caso en la frontera agrícola nicaragüense1

Gert Van Hecken*, Johan Bastiaensen** y Frédéric Huybrechs***

Recibido: mayo de 2012 / Aceptado: julio de 2012

Basado en evidencia empírica de dos estudios de caso en Nicaragua, en este artículo examinamos el concepto de Pagos por Servicios Ambientales (PSA) tanto desde una perspectiva de demanda como de oferta. Primero, nuestro análisis de un proyecto de PSA para la promoción de prácticas silvopastoriles sugiere que una combinación de factores económicos y no-económicos motivó a los agricultores a adoptar las prácticas deseadas. El segundo estudio de caso evalúa la propensión a pagar (PAP) por un mejor suministro local de agua potable en una cuenca hidrográfica. A pesar de la existencia de una demanda por un servicio mejorado de agua potable en la cuenca baja y una consciencia de interdependencias entre la cuenca alta y la cuenca baja, la viabilidad de un sistema de PSA con financiamiento local es debilitada por la existencia de percepciones locales sobre externalidades agrícolas y derechos (formales e informales) de uso de la tierra y de otros recursos naturales. Concluimos

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que el enfoque ‘mercantil-Coasiano’ de PSA falla primordialmente al no considerar las interacciones complejas e inevitables entre los mecanismos de PSA y el contexto institucional más amplio en el cual están inmersos. Por tanto, un enfoque más flexible que reconoce los resultados complejos proviniendo de interacciones institucionales podría ser más apropiado para investigar las oportunidades y limitaciones de sistemas de PSA y de otros instrumentos de gobernanza de los recursos naturales.

Palabras clave: Pagos por Servicios Ambientales (PSA) / motivación / propensión a pagar (PAP) / externalidades / instituciones

1. Introducción

El concepto de Pagos por Servicios Ambientales (PSA) ha atraído, en años recientes, una creciente atención tanto de parte de académicos como de parte de tomadores de decisión. Una de sus aplicaciones radica en su posible incidencia en la mejora de los patrones de uso del suelo, promoviendo el desarrollo de prácticas más amigables con el medioambiente. En este contexto, la premisa del enfoque resulta atractiva: productores agropecuarios, que tienen poco o ningún incentivo para incorporar el cuido del medio ambiente en el manejo de sus tierras, podrían animarse a hacerlo a cambio de pagos directos por parte de los compradores de Servicios Ambientales (SA). A menudo se argumenta que el mecanismo del mercado condicional de los PSA suele ser más efectivo que los enfoques alternativos de política ambiental (Wunder, 2005). Sin embargo, este supuesto de la superioridad de los PSA sobre otros enfoques de conservación es ampliamente cuestionado (Redford & Adams, 2009). Desde esta perspectiva, este artículo enfatiza algunas de las debilidades de la conceptualización ‘mercantil-Coasiana’ del concepto de los PSA y cuestiona su efectividad y viabilidad como una alternativa de gobernanza de los recursos naturales que puede ser implementada de forma independiente de otros enfoques. El análisis de dos estudios de caso que tratan respectivamente sobre las perspectivas de oferta y demanda de SA en la región de Matiguás y Río Blanco, muestra que el enfoque ‘mercantil-Coasiano’ falla primordialmente al no considerar las interacciones complejas e inevitables entre los mecanismos de PSA y el contexto institucional más amplio en el cual están inmersos.

Luego de una breve conceptualización de los PSA, describimos el contexto de la investigación y el marco analítico, profundizando en los aspectos de oferta y demanda de la teoría ‘Coasiana’ en los estudios de caso. Después detallamos la metodología y el diseño de la investigación. En las últimas secciones presentamos los resultados y argumentamos que los hallazgos soportan la necesidad de abordar a los PSA con un enfoque institucional integral, como parte de una estructura de gobernanza (ambiental) más amplia.

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2. Marco teórico

El concepto de PSA generalmente se considera un instrumento de gobernanza ambiental basado en mecanismos de mercado (Engel, Pagiola & Wunder, 2008). Esta visión supone que la degradación ambiental es comúnmente causada por el fallo de los mercados, al no tomar en cuenta las externalidades ambientales de las actividades económicas privadas. La noción subyacente es que los dueños de tierra privados incorporarán la provisión de SA – o consideraciones de conservación – en su toma de decisiones mientras éstas coincidan con sus intereses económicos directos. En este sentido, la introducción de un pago por externalidades positivas, derivadas de la incorporación de prácticas ambientalmente amigables, debería conducir a un cambio de comportamiento (Engel et al., 2008; Wunder, 2005). Teóricamente, los pagos serían realizados por los beneficiarios directos, creando un mercado donde se juntarían la oferta y la demanda de SA. Así, Wunder define los PSA como una transacción voluntaria donde un SA bien definido (o un uso del suelo que conlleve a la provisión de dicho servicio) es ‘adquirido’ por un comprador de SA de parte de un vendedor de SA, sí y solo sí, el vendedor de SA garantiza la provisión del mismo (2005, p. 3). Este enfoque convencional de los PSA está basado en una interpretación popular del ‘Teorema de Coase’ donde se asume que ante la presencia de costos de transacción lo suficientemente bajos y derechos de propiedad claramente definidos, las negociaciones voluntarias e individuales a través del mercado llevarán a una distribución más eficiente de las externalidades2 (Coase, 1960).

El origen y popularidad del instrumento puede atribuirse a una insatisfacción general tanto hacia los enfoques muy regulativos, como hacia los enfoques comunitarios y educativos, por ser considerados ineficientes para detener la degradación ambiental (Baland & Platteau, 1996; Ferraro, 2001; Pagiola, Bishop & Landell-Mills, 2002). Aunque el enfoque de PSA basado en el mercado ha sido presentado como una alternativa más eficiente y efectiva (Wunder, 2005), su rápida aceptación por los académicos y los formuladores de políticas tiene una evidencia empírica limitada (Redford & Adams, 2009). Investigaciones recientes parecen indicar que la mayoría de iniciativas de PSA generan poca oferta adicional de SA y tienen un efecto reducido en cuanto al manejo ambiental, por lo que no se alcanza el aumento de eficiencia previsto (Kosoy, Martínez-Tuna, Muradian & Martínez-Alier, 2007; Muñoz-Piña, Guevara, Torres & Braña, 2008; Muradian et al., 2010; Pattanayak, Wunder, & Ferraro, 2010; Robalino et al., 2008).

Este artículo se enfoca en ciertos problemas relacionados con la implementación

2 En este artículo los términos ‘Coasiano’ y ‘basado en mecanismos de mercado’ se refieren a un modelo de gobernanza y a un enfoque de los PSA que se basa principalmente en la creencia que el cumplimiento de las reglas y la acción individual o colectiva deben alcanzarse mediante el uso de incentivos económicos individuales y descentralizados. ‘Basado en mecanismos de mercado’ es una traducción del termino ‘market-based’ y proviene de la distinción hecha por Uphoff (1993) entre tres modelos de gobernanza (gobernanza burocrática o basada en mecanismos de mando y control; gobernanza basada en mecanismos de mercado; gobernanza basada en la comunidad o voluntaria). Cada modelo utiliza diferentes instrumentos y filosofías subyacentes que llevan al cumplimiento de las reglas y la acción colectiva. En el modelo basado en mecanismos de mercado, la toma de decisiones se hace de forma individual, calculando las ventajas privadas sin referencia a intereses más amplios ligados al bien público general (1993, p. 610).

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de procesos de PSA basados en el mercado. En particular, presenta dos estudios complementarios desde una perspectiva de oferta y demanda, respectivamente. Los hallazgos incrementan sustancialmente las dudas en cuanto a la efectividad y viabilidad del ‘Enfoque Coasiano de PSA’ como una alternativa de gobernanza independiente, desconectada de procesos institucionales más amplios3. Por tanto, nuestra conclusión soporta al nuevo consenso emergente, en el cual el concepto de PSA tiene que ser integrado a un enfoque de gobernanza institucional más amplio e híbrido (por ejemplo, Corbera, González Soberanis & Brown, 2009; Farley & Costanza, 2010; Muradian et al., 2010; Vatn, 2010).

3. Descripción del contexto de investigación y de los estudios de caso

Los dos estudios de caso presentados en este artículo fueron realizados en los municipios de Matiguás y Río Blanco, en el departamento de Matagalpa, Nicaragua (Ilustración 1). Los municipios pertenecen a la región con mayor incidencia de pobreza en Nicaragua (INIDE, 2005). Son parte de la vieja frontera agrícola, cuya colonización inició en los años ‘20 y ‘30 (Maldidier & Marchetti, 1996) cuando la creciente demanda de tierra en la región más densamente poblada del pacífico de Nicaragua empujó a pequeños y grandes dueños de tierra hacia las zonas boscosas en busca de pasto para la ganadería extensiva. Fue el inicio de un proceso de deforestación que tuvo su auge entre 1950 y 1980, con la apertura del mercado estadounidense a la carne proveniente de Nicaragua. La guerra de los ‘80, cuyo frente principal estaba localizado en la región de Matiguás-Río Blanco, interrumpió temporalmente el proceso de deforestación. Pero dicho proceso recuperó velocidad e intensidad después de los tratados de paz de 1990. De acuerdo con datos oficiales, el área boscosa en Matiguás ha disminuido en más de 40% en los últimos 20 años, principalmente para dar lugar a la cría de ganado (INIFOM, 2004). Actualmente, la región de estudio abarca dos áreas protegidas: las reservas naturales ‘Sierra Quirragua’ y ‘Cerro Musún’.

3 El término ‘instituciones’ se refiere a las reglas del juego que existen en la sociedad, es decir, al conjunto de estructuras formales e informales que influyen – pero sin definirlos de antemano – en los comportamientos individuales y las interacciones sociales (ver, por ejemplo, North, 1990).

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Ilustración 1. Matiguás y Río Blanco en el departamento de Matagalpa, NicaraguaFuente: Van Hecken (2011).

Nicaragua tiene una larga tradición de manejo centralizado de recursos naturales, con un enfoque de tipo ‘mando y control’ (command-and-control) y con un fuerte énfasis en medidas punitivas y en la creación de áreas protegidas (Ravnborg, 2010). La gobernanza ambiental en Matiguás y Río Blanco está en conformidad con ese enfoque regulativo vertical de arriba hacia abajo. Sin embargo, la dependencia excesiva hacia medidas de tipo ‘mando y control’ pero con poca capacidad de cumplimiento, ha frenado el desarrollo de un marco local de protección ambiental efectivo. Por ejemplo, la falta de guardabosques o policías ambientales en las áreas protegidas, hace que dichas zonas sean protegidas solamente ‘en papel’ cuando, en realidad, la deforestación y degradación de la naturaleza continúan en el campo.

La forma según la cual este tipo de gobernanza ambiental está inmerso en los contextos locales – en particular cómo interactúa con las instituciones formales e informales – está también influenciada por las percepciones prevalecientes de conservación que existen en dichos contextos. Es así que el derecho a la tierra aún depende del –ahora en gran parte imaginario– acto de colonización que se define localmente como la ‘conquista’ de áreas boscosas ‘salvajes e improductivas’ para ser domesticadas y convertidas en tierras agrícolas y ganaderas. Para los productores locales, el despale de dichas áreas es considerado como una ‘mejora’ de la cual derivan derechos de propiedad y, por tanto, el derecho de recibir una indemnización en caso de expropiación, aún dentro de las áreas protegidas (Bastiaensen, D‘Exelle

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& Famerée, 2006). Por otra parte, la frontera agrícola es también una ‘frontera institucional’ distante de las infraestructuras establecidas en el país y caracterizada por una presencia estatal limitada y por la ausencia de extensas redes sociales, confianza mutua y seguridad (Ravnborg, 2010). Sin embargo, a pesar de la lejanía de Matiguás y Río Blanco con respecto a la sociedad urbana en la capital y al resto del mundo, los mensajes ecológicos sobre las especies en peligro, el cambio climático y la creciente presión sobre el agua y los bosques han penetrado la cultura local.

El enfoque tradicional de manejo ambiental regulativo de arriba hacia abajo en Nicaragua, ha resultado en una percepción general de la conservación de la naturaleza como un compromiso prácticamente militar (ver también Ravnborg, 2010). En el discurso urbano predominante sobre la degradación ambiental, los culpables del despale son agricultores ‘malintencionados’ cuyas actividades deberían ser sujetas a regulaciones más estrictas y medidas punitivas. Por otra parte, en las zonas de estudio prevalecen las relaciones patrón-cliente donde unos cuantos actores principales (los patrones o ‘gatekeepers’) juegan el papel de intermediarios y controlan los flujos de información y de recursos hacia otros individuos dependientes y relativamente aislados (los clientes). Por tanto, estos patrones dominan y manipulan la acción (o inacción) colectiva. Esto influye en fomentar la desconfianza, los comportamientos oportunistas y el fuerte pesimismo en cuanto a la posibilidad de romper la dinámica negativa de no cooperación e irrespeto a las reglas formales que caracteriza una gobernanza vertical de tipo patrón-cliente (Putnam, Leonardi & Nanneti, 1993).

Es dentro de este contexto de poco cumplimiento de las regulaciones de protección ambiental y de fuertes concesiones entre procesos de desarrollo y conservación ambiental que se sitúa el primer estudio de caso. El proyecto “Enfoques Silvopastoriles Integrados para el Manejo de Ecosistemas” (RISEMP por sus siglas en inglés) fue una iniciativa piloto con fondos del Banco Mundial y del Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés), diseñada e implementada para promover el uso de prácticas silvopastoriles en la ganadería4 (GEF 2007; Vaessen & Van Hecken, 2009). Aunque las prácticas silvopastoriles generan beneficios directos a largo plazo en las fincas (particularmente en el contexto actual de aumento de oportunidades para la producción lechera), generalmente no resultan atractivas para los productores. Se supone que las principales barreras son la necesidad de realizar significativas inversiones en capital y trabajo, la diferencia de tiempo entre la adopción de nuevas prácticas y la obtención de una mayor productividad, y la falta de conocimiento (Dagang & Nair, 2003). De lo anterior proviene la idea de parte del proyecto de introducir los PSA y/o esquemas de Asistencia Técnica (AT) con el objetivo de estimular la adopción de buenas prácticas en cuanto al uso del suelo.

Los pagos del RISEMP estaban vinculados a un Índice de Servicios Ambientales (ISA) que atribuía valores de SA a veinticuatro tipos de uso de suelo, en términos de biodiversidad y captura de carbono. Los productores recibían un pago anual de U$75 (en un escenario de cuatro años) o de U$110 (en un escenario de dos años) por cada punto incrementado en su ISA/ha comparado con una línea

4 Las prácticas silvopastoriles “combinan pastos… con árboles y arbustos para la alimentación del ganado y para cumplir con otras funciones, cercas vivas y sistemas de corte y acarreo” (Pagiola et al., 2007, p. 375).

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de base levantada al iniciar el proyecto (el ISA se calculaba a partir de imágenes de teledetección) (Pagiola et al., 2007). Los pagos no se basaban en el valor de los SA generados para los usuarios potenciales sino – de un modo más pragmático – en el costo de oportunidad estimado de los usos de suelo más ambientalmente amigables y en el correspondiente subsidio requerido para ‘inclinar la balanza’ a favor de inversiones en prácticas silvopastoriles.

Como se analiza más abajo, se considera generalmente que el RISEMP fue un proyecto piloto exitoso (Pagiola et al., 2007). Sin embargo, fue de duración limitada, con los productores recibiendo pagos por dos o cuatro años (2007). Esto creó preocupaciones sobre la falta de continuidad del esquema de PSA, llevando a Pagiola et al. (2007) a sugerir que el sistema local de PSA, aunado a un servicio de agua potable mejorado en el área urbana de Matiguás, podría asegurar fondos a largo plazo para el mecanismo de los PSA. El abastecimiento urbano de agua potable, que ha estado bajo una creciente presión por las actividades agrícolas en las zonas altas, es una preocupación en el territorio. El área urbana de Matiguás actualmente utiliza el agua del río Cusiles, cuyo origen se encuentra en las zonas altas en el área del Quirragua. Si bien el Quirragua es una reserva natural, alrededor del 70% de la tierra que la conforma es propiedad privada, perteneciente a unas sesenta familias rurales que utilizan el agua principalmente para la agricultura y la ganadería (MARENA, 2010). Las consecuencias negativas de estas actividades agropecuarias en las zonas altas son percibidas localmente como una amenaza para la provisión de agua potable en la zona urbana río abajo, indicando una necesidad de una gobernanza ambiental más efectiva y negociada. Ideas preliminares sobre un esquema de PSA para la cuenca local fueron discutidas por las autoridades municipales, ONG locales y una nueva asociación de productores del Quirragua, quienes se presentan como defensores de la reserva. Tal esquema funcionaría como un intercambio entre los, aproximadamente, 2000 hogares del área urbana de Matiguás y los 60 productores del Quirragua. Estaría basado por un lado en la percepción de amenaza que las actividades agropecuarias de las zonas altas representan para la provisión de agua potable y, por otro lado, en la expectativa de que los usuarios del agua en la localidad pudieran asegurar fondos a largo plazo para realizar los PSA. En este contexto, el segundo estudio de caso se enfoca en la demanda, midiendo la propensión a pagar de los usuarios del agua por obtener una provisión de agua mejorada, además de sus preferencias por diferentes opciones de políticas.

4. Diseño de la investigación y metodologías

Ambos estudios de caso – la re-evaluación de los resultados del proyecto RISEMP y la medición de la propensión a pagar (PAP) y de las preferencias en términos de políticas de mejoramiento del servicio de agua potable en el área urbana de Matiguás – adoptaron un enfoque metodológico mixto, combinando técnicas de investigación cuantitativas y cualitativas. Obviamente, la metodología implementada se adaptó a los temas estudiados en cada caso.

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4.1. Una perspectiva desde la oferta: el Proyecto RISEMP en Matiguás y Río Blanco

El GEF y el Banco Mundial conceptualizaron el RISEMP como un proyecto piloto de PSA que involucraba la recuperación de pastos degradados a través de la adopción de sistemas productivos silvopastoriles más intensivos. El diseño del proyecto incluía Pruebas de Control Aleatorias (PCA), las que, en el escenario nicaragüense, se enfocaban en el comportamiento de 123 productores elegidos al azar. Algunos fueron expuestos a uno de los cuatro escenarios de tratamiento del proyecto (PSA basados en el ISA obtenido a lo largo de dos a cuatro años, con o sin asistencia técnica complementaria), los otros se mantuvieron – al menos en teoría – desconectados del proyecto (ver más abajo) y por tanto conformaron el grupo de control.

El primer estudio realizado para esta investigación consiste en una re-evaluación a fondo de los hallazgos obtenidos por el equipo investigativo y técnico del proyecto RISEMP (Pagiola et al., 2007; Pagiola, Ríos & Árcenas, 2008). Incluye una reseña de los artículos y reportes producidos, un análisis de los datos de las encuestas originales del proyecto y una reinterpretación del experimento de PCA. Este análisis de escritorio fue complementado con un estudio de campo cualitativo de dos meses de duración que se implementó después de la finalización del proyecto. La investigación de campo incluyó entrevistas con informantes claves, observación participante y entrevistas abiertas (Rubin & Rubin, 2005) con treinta y tres productores participantes en el proyecto y tres no-participantes. La selección de los productores entrevistados se hizo en base a un método de muestreo de tipo bola de nieve y máxima variabilidad (Glaser & Strauss, 1967), en el cual se atribuyó a cada productor valores altos, bajos y medianos para variables tales como el tipo de productor (beneficiario de pago y/o AT, grupo de control), los pagos recibidos, el tamaño, la ubicación y la accesibilidad de la finca, el sexo, el tamaño del hato y los cambios de uso de suelo.

4.2. Una perspectiva desde la demanda: PSA hidrológicos en Matiguás

El segundo estudio se enfoca principalmente en la demanda para un sistema de PSA hipotético con financiamiento local en el contexto específico de gobernanza del recurso agua en Matiguás entre la cuenca alta (área rural) y la cuenca baja (casco urbano). Aquí la lógica subyacente de la metodología de investigación implementada fue primeramente de recopilar información cualitativa sobre el contexto institucional del manejo del recurso agua y de la gobernanza ambiental, incluyendo percepciones y conocimientos sobre las interacciones entre la cuenca alta y baja. Esta información fue después utilizada para diseñar una encuesta cuantitativa y definir los escenarios para un estudio de valoración contingente (VC). Dicha información cualitativa también sirvió posteriormente para contextualizar e interpretar los resultados del estudio de VC. La investigación cualitativa fue conducida durante seis meses entre 2008 y 2009, y consistió principalmente en entrevistas abiertas y la realización de tres grupos focales. Se entrevistó a más de 25 informantes claves de diferentes instituciones y organizaciones locales, desde representantes de grupos de consumidores hasta

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delegados de instituciones gubernamentales y desde secretarios de partidos políticos hasta presidentes de cooperativas de productores en el Quirragua.

La investigación cualitativa fue complementada en agosto de 2009 con una encuesta de hogares en el área urbana de Matiguás, en la cuenca baja. Para dicha encuesta, le selección de la muestra se basó en una estratificación geográfica aleatoria de hogares dentro de una lista de 1,955 parcelas que mostraba el último mapa urbano catastral. Las entrevistas estructuradas fueron conducidas por diez estudiantes universitarios locales (cinco varones y cinco mujeres) que recibieron cuatro días de entrenamiento antes de ir al campo. Se completó un total de 1,015 entrevistas (la tasa de respuesta fue de 74.5%).

La encuesta indagó acerca de la percepción de los hogares sobre el sistema de agua potable existente, sus usos y patrones de consumo de agua, sus gastos en agua de grifo y embotellada y sus características socio-demográficas. Además, la encuesta consideró varios factores que influencian la aceptación de mecanismos de PSA por medio de preguntas diseñadas para visibilizar las percepciones y actitudes de los hogares urbanos en cuanto a degradación ambiental, derechos sobre los recursos naturales, existencia de externalidades en la cuenca alta y baja, así como sus soluciones preferidas para contrarrestar dichas externalidades.

La propensión a pagar por un servicio mejorado de agua potable en la cuenca baja se investigó a través de un muestreo fraccionado y de un análisis econométrico de un solo límite a la pregunta referéndum de VC dentro de la encuesta. El método de VC mide el precio que el entrevistado está dispuesto a pagar por cambios en la provisión de un bien de suministro público, y su uso se ha incrementado grandemente en las investigaciones sobre suministro de agua potable en los países en desarrollo (Whittington, 2002; Vásquez, Franceschi & Van Hecken, 2012). En la presente investigación, el método se utilizó principalmente con el propósito de evaluar qué preferencias de los hogares se mantienen estables bajo dos escenarios de políticas ambientales distintos (Farley & Costanza, 2010, p. 2063). Cada encuestado en el área urbana de Matiguás fue confrontado aleatoriamente con uno de cuatro (dos-por-dos) escenarios de VC (Cuadro 1). Todos los escenarios involucraban un suministro garantizado e ininterrumpido de agua potable. La mitad de los entrevistados en la muestra de hogares fueron confrontados con un escenario en el cual esta meta se alcanzaría por medio de mejoras estructurales (nuevas tuberías, tanques y filtros). Los otros hogares fueron confrontados con un escenario de mejoramiento de prácticas de uso del suelo en la cuenca alta que se lograría por medio de pagos mensuales condicionados (PSA) a los productores del Quirragua. El estudio de valoración contingente también tomó en cuenta una variable administrativa (el manejo del suministro de agua por medio de la actual compañía de agua departamental o por una nueva empresa municipal), ya que la municipalidad había expresado su interés en manejar el suministro local de agua.

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Encuentro No. 92, 29-52, 2012

Cuadro 1. Los escenarios de Valoración Contingente utilizados en las encuestas en el casco urbano de Matiguás

Tipo de mejora

Mejoras de infraestructura

Protección de los Servicios Ambientales (por medio de PSA)

TOTAL

Tip

o de

ad

min

istr

ació

n

Actual empresa de agua departamental

n=240cuota mediana=98.0

n=244cuota mediana=100.2

n=484cuota mediana=99.1

Nueva empresa municipal

n=249cuota mediana=99.1

n=245cuota mediana=100.7

n=494cuota mediana=99.9

TOTALn=489cuota mediana=98.6

n=489cuota mediana=100.5

n=978cuota mediana=99.5

Nota: La cuota mediana presentada a los respondientes está expresada en Córdobas (C$) (al tiempo del estudio – agosto 2009 – U$1 equivalía más o menos a C$20.5). El total de las observaciones está basado en el numero de entrevistados que respondieron a la pregunta en relación a la VC (n=978).

Se dijo a todos los entrevistados que los fondos para el proyecto propuesto requerirían que cada hogar pagara una cuota mensual adicional, la cual se agregaría a la factura actual del servicio de agua potable. La cuota adicional propuesta variaba aleatoriamente de un hogar a otro, desde C$20 hasta C$180, con intervalos de C$20.5 Luego se pidió a los 1,015 encuestados que votaran a favor o en contra del proyecto. Se obtuvieron 978 respuestas, un número que fue reducido a 842 a causa de variables faltantes para poder estimar el modelo de la regresión logística.

Los factores que influencian la subyacente PAP para un servicio mejorado de agua potable se identificaron por medio de un modelo econométrico, en el cual se asume que la PAP es una función de las características y percepciones específicas de los hogares (Vásquez, Mozumder, Hernández-Arce & Berrens, 2009) y que dicha función tiene una forma logarítmica-lineal (log-lin):

LNPAP= Xβ+e (1)

5 Estos montos fueron definidos a partir de la información recolectada en la investigación cualitativa presentada más arriba y validados con la realización de una encuesta piloto. Cuando se realizó el trabajo de campo US$1 equivalía a C$20.5.

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Donde LNPAP representa el logaritmo natural de la PAP de los hogares por un cambio en los servicios de agua potable. X es un vector de co-variables, incluyendo variables de tratamiento (correspondientes a diferentes mejoras y escenarios de administración del sistema de agua potable), ingreso de los hogares, percepciones del entrevistado y otras características relevantes de los hogares. β es un vector de coeficientes a estimarse y e es el término de error estocástico. El formato de referendo utilizado en este estudio no permite la observación directa de la PAP. Sin embargo, el LNPAP puede ser calculado indirectamente, dado que se espera que los entrevistados respondan favorablemente a las preguntas del referendo solamente si la PAP del hogar es mayor o igual que la cuota (LNCUOTA) propuesta en el escenario de contingencia. Los parámetros directos de la PAP de la ecuación (1) pueden entonces calcularse dividiendo consecutivamente los coeficientes estimados de las variables independientes entre los coeficientes estimados del LNCUOTA y cambiando los signos del parámetro resultante (ver Cameron, 1988; Van Hecken, Bastiaensen & Vásquez, 2010).

5. Re-evaluación de la experiencia RISEMP

El diseño del proyecto RISEMP está implícitamente basado en un modelo de maximización de la utilidad individual, donde se asume que el comportamiento de los tomadores de decisiones individuales puede ser cambiado, ceteris paribus (i.e. manteniendo todos los otros factores de influencia constantes) al sacar provecho de: (a) los incentivos económicos que tienen (PSA condicional) y (b) su conocimiento tecnológico, y por tanto de su función de producción. El diseño del experimento de Pruebas de Control Aleatorias (PCA) se basa en los mismos supuestos. Sin embargo, en el transcurso de la etapa de implementación, un número de cosas salieron mal – al menos desde un punto de vista científico experimental. Primero, la selección de los participantes en los grupos de tratamiento (o sea, los que recibieron pagos y/o AT) y de control, fue parcializada en lugar de aleatoria. Debido a sus objetivos sociales y motivados por preocupaciones relacionadas con el buen manejo de sus relaciones con los productores, Nitlapán, la ONG de desarrollo a cargo de implementar el proyecto, seleccionó a los miembros del grupo de tratamiento entre los productores más pobres y con fincas de tamaño mediano, mientras que el grupo de control fue seleccionado entre los productores más ricos. Obviamente, esto infringió el principio de selección aleatoria, que era clave para el diseño de la investigación de PCA. Segundo, se dieron más problemas prácticos con el diseño experimental, ya que se dieron efectos de ‘difusión’ no previstos entre los grupos. En la práctica, los productores a los cuales no se les brindó AT regularmente sustituían a otros productores en los talleres de AT cuando éstos no podían asistir. Quizás aún más importante, aunque las prácticas silvopastoriles no eran totalmente desconocidas para los productores locales, la presencia de un proyecto de tal envergadura en tres comunidades rurales relativamente pequeñas significó múltiples e inevitables intercambios ‘informales’ sobre las tecnologías impulsadas.

Los problemas con el diseño de las PCA llevaron a que el equipo investigativo del RISEMP eliminara el grupo de control en su análisis y se enfocara en una comparación ex ante – ex post de los grupos de tratamiento (Pagiola et al., 2007). Los

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datos del proyecto muestran un cambio sustancial en el uso del suelo, particularmente una disminución significativa de las áreas de ‘pastos degradados’ (de 30.9 por ciento a 10.1 por ciento del área total de las fincas), que fueron reemplazados principalmente por pastos mejorados con árboles y bancos forrajeros. Además, el uso de cercas vivas casi se cuadruplicó, y cerca de la mitad de la superficie para cultivos anuales fue reemplazada por matorrales. Pagiola et al. (2007) atribuyeron estos cambios principalmente a los incentivos por PSA, con la AT jugando un papel secundario en la adopción de prácticas silvopastoriles. Como se demostrará, la re-evaluación de la experiencia del RISEMP soporta el hallazgo según los cuales el proyecto tuvo un impacto sustancial. Aún mas importante, nuestras visitas ex post a las fincas confirmaron que muchos de los cambios de uso del suelo hacia técnicas silvopastoriles se mantuvieron después de la finalización del proyecto. Sin embargo, la interpretación que atribuye este impacto principalmente a los incentivos monetarios de PSA es debatible.

Una primera indicación proviene de los cambios en el uso del suelo observados en el grupo de control. Coincidimos con la interpretación que este grupo estaba parcializado hacia los productores más ricos y, por tanto, con el hecho de que no puede servir como contra-factual, tal como lo pretendía el diseño inicial de las PCA. Sin embargo, esto no significa que este grupo deba ser excluido del análisis, en especial porque los resultados obtenidos son sorprendentes. De hecho, la mayor reducción en pastos degradados fue observada en el grupo de control, y las cercas vivas se expandieron más extensivamente en este grupo (Van Hecken & Bastiaensen, 2009). Una comparación de los grupos de control y tratamiento no muestra ningún efecto significativo de los PSA y/o la AT en el cambio de uso del suelo, pero debido a la parcialización en la selección del grupo de control no podemos basarnos en esto para concluir que no existe ningún efecto. Sin embargo, dado el resultado antes mencionado, sería ciertamente problemático formular la hipótesis (basada en la comparación ex ante – ex post) de que los cambios observados en el uso del suelo dentro de los grupos participantes en el RISEMP son principalmente atribuidos a los PSA y la AT. Después de todo, cambios bastante similares se dieron entre los más ricos en el grupo de control por razones aparentemente distintas.

Nuestras entrevistas de campo revelan que todos los grupos de productores tienen una motivación subyacente clave para implementar las prácticas silvopastoriles, que se relaciona directamente con las oportunidades en el sector lechero. La creciente importancia de la producción de leche fresca provee un incentivo para los productores, particularmente en fincas para las cuales es posible el transporte de la leche hacia los centros de acopio. El auge en el consumo nacional de leche y el acceso mejorado a los centros de acopio lechero y queseras (semi-)industriales, han llevado a una mayor demanda de leche y a un incremento significativo en los precios de la leche a nivel regional. Estas evoluciones justifican el incremento de inversión en infraestructuras productivas (áreas de ordeño, galeras…), pasturas mejoradas (más densas) y ganado lechero genéticamente mejorado, que también requiere más árboles para sombra ya que es menos resistente al calor excesivo. Los centros de acopio lechero también premian un suministro de leche constante durante todo el año. Esto implica la necesidad de disponer de cultivos para forraje con el objetivo de mitigar la escasez de comida en el verano. En conjunto, las mejoras en relación

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al pasto degradado, los cultivos para forraje y la siembra de cercas vivas adicionales, contribuyen al incremento de la producción lechera y a un rendimiento lechero más constante6.

A pesar de las dudas en cuanto al impacto diferencial de las actividades del RISEMP entre grupos de tratamiento y el grupo de control, no podemos concluir que el proyecto no tuvo impacto. Comparada con otros municipios y comunidades de la región, los cambios en el uso del suelo hacia prácticas silvopastoriles han ocurrido más rápido y más sustancialmente en el área del RISEMP. Sin embargo, es importante destacar que muchos productores han enfatizado el papel decisivo de la AT. Se dice que la AT como tal, y el impulso social generado, estimularon la experimentación con nuevas prácticas, o la difusión de buenas prácticas de manejo del suelo ya conocidas. También redujo la percepción de riesgos, impactando en la motivación de los productores para comprometerse fuertemente con las técnicas silvopastoriles.

Aunque los inevitables efectos de difusión de la AT hacia el grupo de control se consideran un problema en el experimento de PCA, demuestran que el ‘ruido silvopastoril’ generado por el RISEMP ha creado un impulso motivacional en favor de la intensificación silvopastoril. Como De Haan y Zoomers (2005) han argumentado, esto indica que procesos de cambio rural, como los engendrados por la iniciativa del RISEMP, no son tanto un asunto de innovaciones individuales como el resultado de procesos colectivos de cambio. Estos procesos colectivos resultan de la ocurrencia y articulación de un impulso social cristalizado en procesos de acción colectiva e individual, interrelacionados y apoyándose mutuamente, dando vida a determinadas rutas de desarrollo (y excluyendo otras) (2005, pp. 40-44). Mientras las interacciones a nivel de la comunidad hicieron imposible aislar la AT y su efecto cognitivo-motivacional en productores particulares, dicha AT sí generó un amplio y sustancial impacto a nivel de la comunidad en general.

6. Perspectiva desde el lado de la demanda en PSA hidrológicos en Matiguás

La sostenibilidad a largo plazo de los fondos para PSA es a menudo considerada un importante obstáculo en la implementación de un esquema de PSA (Engel et al., 2008; Pagiola et al., 2002). En el contexto de Matiguás y Río Blanco, Pagiola et al. (2007, p. 383) afirman que “los servicios de agua potable ofrecen la vía más prometedora para financiar programas de PSA a largo plazo”. Sin embargo, la propensión de los usuarios del servicio de agua potable para compensar a los productores en las zonas altas, con el fin de asegurar una provisión suficiente de agua, no es evidente por sí misma. Por tanto, el estudio indagó acerca de la factibilidad de tales esquemas de pago en la zona urbana de Matiguás.

Los datos de la encuesta revelan serios problemas con el suministro de agua. Los hogares dicen tener un buen acceso al agua potable en verano, con un

6 Un análisis detallado de las limitaciones enfrentadas por diferentes tipos de productores revela más variabilidad en cuanto a estrategias de inversión (ver Van Hecken & Bastiaensen, 2009; 2010a).

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suministro de agua durante 14.2 horas al día. Sin embargo, durante el invierno los hogares sólo tienen acceso al agua potable por 3.8 horas diarias debido a las copiosas precipitaciones que causan inundaciones y sedimentación, resultando en cierres temporales del sistema de suministro. En términos de calidad del agua, cerca del 85% de los hogares piensa que el agua de grifo está contaminada, y cerca de la mitad de los hogares le da algún tipo de tratamiento antes de consumirla, usualmente agregándole cloro o hirviéndola. Casi todos los entrevistados creen que Matiguás está sufriendo las consecuencias negativas de la deforestación, y dos tercios sienten que los recursos hídricos están mal administrados, particularmente por los productores agropecuarios. La investigación también indica que el 78 por ciento y el 86 por ciento de los entrevistados en las zonas bajas consideran respectivamente que las actividades agrícolas en las zonas altas afectan negativamente la cantidad y la calidad del agua. Además, 87 por ciento y 85 por ciento de los entrevistados estuvieron de acuerdo en que la reforestación de la cuenca en las zonas altas mejoraría respectivamente la cantidad y la calidad del agua. Finalmente, dos tercios de los hogares urbanos creen que la manera más adecuada para mejorar la calidad del agua es invirtiendo en la protección de los ecosistemas, en lugar de invertir en mejoras a la infraestructura de suministro de agua existente.

La propensión a pagar por un suministro mejorado de agua para los habitantes de Matiguás, a través de inversiones en infraestructura o de la protección de los SA, fue determinada a través del método de VC explicado en la sección 4. El Cuadro 2 provee una descripción y resumen estadístico de las variables utilizadas para estimar el modelo. La variable dependiente VOTO tiene un valor de 1 para los entrevistados que votaron a favor del escenario propuesto, y de 0 en el caso contrario. LNCUOTA refleja el logaritmo natural de las cuotas aleatoriamente asignadas en el escenario, y se espera que tenga un coeficiente negativo, ya que se asume que una cuota más alta disminuye las probabilidades de aprobación para el proyecto propuesto (compatibilidad de los incentivos). La variable dicótoma PSA se refiere a las dos opciones para mejorar los servicios de agua de acuerdo a la técnica de muestras divididas. Se espera que el coeficiente estimado sea positivo si los entrevistados están dispuestos a pagar más por el escenario de PSA que por el de inversión en infraestructura y negativo en caso contrario. La variable dicótoma CIUDAD indica si el sistema de agua mejorado será manejado por la actual empresa departamental de agua (CIUDAD=0) o por la municipalidad de Matiguás (CIUDAD=1). También se incluye la variable INGRESO y se asume que el agua potable es un bien normal (o sea βINGRESO

>0). Otras características de los hogares incorporadas en el análisis son: los años de educación del entrevistado (EDU), la edad (EDAD), el sexo (FEMENINO) y el tamaño del hogar (TAMAÑOH). No se formularon hipótesis específicas sobre el efecto de estas características en la PAP.

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Cuadro 2. Descripción de las variables utilizadas en la regresión logística y estadísticas resumidas para todas las observaciones

Variable Descripción PromedioDesv. Est.

VOTO

El voto del entrevistado en el escenario de la VC (tiene un valor de 1 para los entrevistados que votaron a favor del escenario propuesto y de 0 en el caso contrario)

0.55 0.50

LNCUOTA

El logaritmo natural de las cuotas aleatoriamente asignadas en el escenario de la VC

4.42 0.67

PSA

Se presenta al entrevistado el escenario de mejora a través de un mecanismo de PSA en el escenario de la VC (1 = escenario de PSA; 0 = escenario de infraestructura)

0.50 0.50

CIUDAD

Se presenta al entrevistado el escenario de descentralización de la administración del agua (1 = administración del agua a nivel de la municipalidad; 0 = la empresa actual de agua a nivel departamental)

0.50 0.50

INGRESOEl ingreso agregado del hogar, expresado en C$

2946.95 2788.85

EDUEl nivel de educación del entrevistado (en años de educación formal)

7.24 4.50

EDAD Edad del entrevistado (en años) 39.09 13.94

FEMENINOEl sexo del entrevistado (1 = femenino, 0 = masculino)

0.82 0.38

TAMAñOHNumero de familiares que viven en el hogar

4.80 2.29

Los resultados de la regresión son mostrados en el Cuadro 3. La primera columna muestra los resultados ‘brutos’ del modelo de regresión logística, mientras la segunda columna muestra los parámetros de PAP.

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Cuadro 3. Estimación del modelo de regresión de la PAP

VariablesCoeficiente en la regresión

Parámetro de PAP

LNCUOTA-0.507(0.111)***

---

PSA-0.375(0.143)***

-0.740 (0.323)**

CIUDAD-0.043(0.142)

-0.084(0.281)

INGRESO0.046(0.030)

0.091(0.062)

EDU-0.007(0.018)

-0.014 (0.037)

EDAD-0.006(0.006)

-0.011(0.012)

FEMENINO0.353(0.165)**

0.696(0.364)*

TAMAñOH-0.008 (0.0314)

-0.017(0.062)

CONSTANTE1.561(0.665)**

5.133 (0.791)***

Observaciones 842

Log-verosimilitud -557.36

Pseudo R2 0.0344

AIC 1132.71

BIC 1175.34

PAP mediana estimada para mejora de infraestructura

C$ 207.45

PAP mediana estimada para escenario de PSA

C$ 98.98

Notas: ***, **, * refieren a una significancia a niveles de 1%, 5% y 10% respectivamente; los números entre paréntesis corresponden a los errores estándar; las estimaciones de la PAP se derivaron a través del procedimiento de Krinsky y Robb (1986) (usando 5,000 simulaciones).

El coeficiente LNCUOTA estimado es negativo y significativo al nivel de 1%, confirmando la suposición de compatibilidad de los incentivos, es decir que la demanda de agua potable será menor a un precio más alto. De forma más sorprendente, el coeficiente estimado de PSA es negativo y altamente significativo,

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indicando la mayor PAP de los entrevistados bajo escenarios de infraestructura que bajo los escenarios de esquema de PSA entre la cuenca alta y baja. Este resultado era imprevisto, ya que la encuesta muestra que para una mayoría de los entrevistados la solución preferida para los problemas de suministro de agua es la protección de los ecosistemas río arriba y la implementación de un manejo adecuado del recurso agua y no el mejoramiento de las infraestructuras. La estimación de las medianas de la PAP bajo escenarios de PSA es C$99, mientras que es C$207 bajo los escenarios de infraestructura. Esto vuelve a indicar que los entrevistados están dispuestos a pagar considerablemente más por una infraestructura mejorada que bajo un esquema de PSA7.

Para explicar este resultado, que parece contra intuitivo, creemos que es necesario considerar un modelo de análisis para las tomas de decisiones que vaya más allá del modelo de elección racional. Para esto, las preferencias inestables reveladas necesitan ser vinculadas con características del ambiente institucional local (que no son necesariamente coherentes y articuladas). El repertorio cultural que caracteriza el contexto institucional y las relaciones sociales dentro del mismo, en conjunto con los discursos que acompañan los distintos escenarios de políticas públicas, juegan un papel importante en la forma como los seres humanos perciben las cosas y en la manera según la cual los individuos toman decisiones (Vatn, 2009).

Una consideración importante en el contexto de la investigación es el hecho de que la gobernanza ambiental se ha concebido de forma predominante a través de la historia como un proceso regulativo y represivo en el cual se espera que los productores cuiden los recursos naturales de forma responsable o sean castigados. Un sistema de PSA que funcione de forma opuesta a estas percepciones dominantes genera entonces un nuevo, y hasta ahora desconocido, marco de referencia, cuya adopción puede ser difícil para una gran parte de la población urbana. Nuestro estudio indica que la mayoría de los hogares urbanos (66%) considera que los productores tienen derechos limitados sobre la tierra que poseen de forma privada, y que tienen la obligación de no destruir el medioambiente. Esto provee evidencias de un sentimiento muy común entre la población urbana de que es “injusto pedirnos que paguemos a los productores por cuidar los recursos naturales que están en sus tierras, cuando de hecho, dichos productores están legalmente obligados a hacerlo”. Varios usuarios urbanos del sistema de agua potable también expresaron que a ellos “no [les] importa pagar más por el agua potable, siempre y cuando el dinero no vaya a los productores [del Quirragua]”.

Además de percibir los PSA como injustos, muchos entrevistados del área urbana tienen dudas sobre si estos pagos condicionados podrían funcionar en la práctica. Esto aparece de forma muy clara en declaraciones tales como “¿por qué los productores empezarían de pronto a proteger el medioambiente si no lo han hecho en los últimos veinte años?” y “¿Cómo podremos estar seguros de que nuestro dinero es gastado en mejoras ambientales y no en aumentar el hato?”. Tales percepciones de injusticia y desconfianza pueden explicar por qué los entrevistados en la VC valoran de forma negativa los escenarios de PSA ya que tienen la impresión de que dichos

7 Los resultados para las otras variables son estadísticamente insignificantes o menos relevantes para el argumento que presentamos en este artículo (ver Van Hecken et al., 2010).

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escenarios conllevan a recompensar a los supuestos destructores del medio ambiente. Resulta entonces difícil, para los habitantes del área urbana, aceptar los PSA como una solución institucional o como una “zanahoria que hace más aceptable el bastón de las regulaciones” (Engel et al., 2008, p. 669).

7. Discusión

Los resultados de los dos estudios, tanto del lado de la oferta como del lado de la demanda, indican que un sistema de PSA inevitablemente interactúa con la realidad institucional más amplia del contexto histórico y geográfico especifico, o ‘espacio-tiempo’ humano (Massey, 1993) en el cual está implementado. Dentro de este marco institucional se pueden identificar tres aspectos interconectados: el marco cognitivo-motivacional (o sea la cultura), las reglas del juego (o sea las instituciones sensu stricto), y las redes y organizaciones sociales (Bastiaensen, De Herdt & Vaessen, 2004, p. 10). Los hallazgos de nuestra investigación confirman que los tres aspectos juegan un papel importante.

Como se indica en la re-evaluación del proyecto RISEMP, un enfoque reductor basado en mecanismos de mercado que modele el impacto a través de cambios en los incentivos, y/o en la función de producción de productores individuales aislados, no puede explicar adecuadamente la amplia adopción de prácticas silvopastoriles en la zona de estudio. La existencia de extensas interacciones sociales es inevitable, así que la mera noción de esquemas de PSA y AT dirigidos a individuos se vuelve problemática. Se puede argumentar que una conceptualización más adecuada es que la mayor adopción de sistemas de producción de leche más intensificados basados en prácticas silvopastoriles es el resultado de un proceso fundamentalmente colectivo. Más allá de un posible cambio en la función de producción, la creación social de nuevos ‘sentidos y motivaciones’ es crucial, y se ha demostrado que está relacionada con el sustancial ‘ruido silvopastoril’ generado por la presencia del proyecto. En este contexto, la creación de conocimiento debe verse como un proceso principalmente colectivo dentro del cual interactúan procesos de capacitación, facilitación y acciones concretas. Por tanto, el debate no debería enfocarse en definir cuál es el mejor enfoque, incentivos, asistencia técnica o educación motivacional, sino más bien en cómo cada uno de estos aspectos debe de conectarse con los procesos de desarrollo emergentes.

Este aspecto debería relacionarse con el hecho de que los arreglos institucionales, tales como son los mecanismos de PSA, no pueden ser vistos como simples transmisores neutrales de incentivos monetarios. En efecto, los PSA también influencian e interactúan con las motivaciones intrínsecas de las personas, las que a su vez están vinculadas con sus niveles de felicidad y satisfacción, su responsabilidad (social) y/o sus deberes (Paavola & Adger, 2005; Reeson, 2008; Vatn, 2005). Varios académicos han señalado un peligro de ‘desplazamiento de motivaciones’ (Frey, 1997), o sea, una interferencia negativa entre una lógica de mercado con sus incentivos monetarios extrínsecos y las motivaciones intrínsecas de las personas (Anderson, 2006; Bowles, 2008). El desplazamiento de motivaciones y la erosión de las normas sociales podrían potencialmente arriesgar el efecto positivo anticipado de los PSA en la provisión de SA. De hecho, el trabajo de campo que hemos realizado

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puso al descubierto pruebas preocupantes de estos efectos no anticipados en ciertas áreas del estudio. Más específicamente, algunos productores ubicados dentro del área protegida del Quirragua y que juegan un rol importante en el suministro de agua para el sistema de agua potable del sector urbano, amenazaron estratégicamente con abandonar las prácticas ambientales amigables que habían adoptado si no se proveía en el futuro ningún esquema compensatorio de PSA.

Sin embargo, en un contexto en donde las percepciones locales están cambiando de forma continua, también puede haber una interacción positiva entre motivaciones intrínsecas y extrínsecas (ver, por ejemplo, Kosoy, Corbera & Brown, 2008). La introducción de un esquema de PSA puede así transmitir el mensaje de que la protección ambiental es altamente valorada por actores externos quienes, por tanto, están dispuestos a pagar significativamente por ella. El PSA como tal podría entonces inducir un cambio a nivel local en las percepciones, valores y normas concernientes a las prácticas agrícolas socialmente ‘aceptadas’ y ‘deseables’. En tal contexto, un fortalecimiento positivo de motivaciones podría ser posible. Sin embargo, es poco probable que los pagos individuales por sí solos puedan contribuir a impulsar la adopción y fortalecimiento de estándares más ambientalmente amigables (Martin, Blowers & Boersema, 2008). Tales pagos tendrán que formar parte de procesos y de discursos de cambios más amplios.

La reconsideración del supuesto reduccionista según el cual la toma de decisiones individuales está basada en una racionalidad estrictamente individual y en preferencias estables e independientes, también da pautas que permiten explicar las respuestas sorprendentes y aparentemente incoherentes que dieron los entrevistados en el estudio de VC sobre la demanda de agua en Matiguás. Aquí debe hacerse énfasis en que la motivación se basa en un modelo cognitivo imperfecto, subjetivo y parcialmente influenciado por aspectos colectivos, así como por rutinas sociales heredadas, lo que subraya el papel crucial que juegan las instituciones en las decisiones tomadas por los actores individuales (Paavola & Adger, 2005; Vatn, 2005).

Mientras el enfoque de PSA se centra en recompensas por externalidades positivas más que en sanciones por externalidades negativas, generalmente se presta poca atención a las potenciales implicaciones de dicho supuesto subyacente así como a su aceptación local (Vatn, 2010). Sin embargo, la clasificación de las externalidades no es un asunto meramente técnico (Van Hecken y Bastiaensen 2010b). El estudio de caso sobre la demanda de un esquema de PSA hipotético en Matiguás, de hecho muestra que las percepciones prevalecientes de los usuarios del sistema de agua en el área urbana, que se basan en una historia de políticas del tipo de ‘mando y control’ y en discursos que caracterizan a los productores de ambientalmente negligentes, orientaron sus preferencias hacia un política de mejoramiento de las infraestructuras y no hacia una intervención de tipo PSA. Al mismo tiempo, la mayoría de los productores en las zonas altas se sienten marginalizados por la sociedad (urbana): se espera que sean ellos quienes carguen con la responsabilidad de cumplir con las nuevas expectativas ambientales, pero al mismo tiempo reciben poco apoyo o incluso reconocimiento cuando implementan prácticas ambientalmente amigables. En este contexto, Sommerville, Jones, Rahajaharison y Milner-Gulland (2010, p. 1263) afirman, con razón, que “las percepciones de injusticia pueden poner en riesgo

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la efectividad de incentivos que provean beneficios netos aparentes a nivel individual [y] pueden tener un impacto sustancial en la participación de la comunidad, y por tanto en la eficacia de la intervención”.

8. Conclusión

En la línea de Ostrom y Cox (2010), el estudio de caso llevado a cabo en esta investigación pone en relieve la complejidad de la naturaleza y de la sociedad, así como el hecho de que ambas interactúan dentro de sistemas socio-ecológicos. Simplificar dicha complejidad para hacerla encajar en un modelo basado en mecanismos de mercado sólo puede hacerse corriendo el riesgo de pasar por alto el marco institucional más amplio, del cual no puede ser separada. Por esta razón, un enfoque ‘Coasiano’ de los PSA, basado en un modelo reduccionista de actores individuales racionales (a diferencia de enfoques supuestamente menos efectivos, tales como regulación gubernamental, participación comunitaria o campañas educativas), no debe considerarse como una panacea universal para el diseño de instrumentos de gobernanza ambiental. Al contrario, cualquier sistema de PSA forma parte de una dinámica histórica espacio-temporal más amplia. Por tanto, los esquemas de PSA tienen que ser obligatoriamente diseñados, analizados y monitoreados tomando en cuenta el contexto de relaciones de poder dentro del territorio que generan ciertas lógicas institucionales y formas organizacionales específicas. Vatn (2005) ha argumentado, con razón, que “elegir instrumentos de política no se trata simplemente de cambiar los incentivos. Antes que todo, se trata de institucionalizar determinadas lógicas, de comprender cuales marcos institucionales aplican las personas, y sobre todo, de influenciar dichos marcos” (2005, p. 215). Se trata de cómo las personas se unen para poner en marcha procesos de cambio colectivos para desarrollar principios y sistemas de normas compartidos así como la motivación y capacidad para hacerlos realidad y, si necesario, monitorearlos y hacerlos cumplir. Las iniciativas de PSA no pueden y no deben ser aisladas de estas dinámicas de cambio institucional más amplias. Los mecanismos de PSA pueden tal vez jugar un papel importante dentro de una estrategia más amplia para mejorar la gobernanza ambiental, pero no deben ser vistos como una panacea mercantil que pueda resolver milagrosamente la inevitable complejidad de los cambios sociales y ambientales.

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Movilidad y desarrollo translocal en la Nicaragua (semi-)rural

1 Este artículo apareció originalmente en Inglés en una edición especial de “International Development Planning Review” (IDPR) sobre Desarrollo Translocal, Corredores de Desarrollo y Cadenas de Desarrollo, bajo la referencia: Steel, G., Winters, N. & Sosa, C. (2011). Mobility, translocal development and the shaping of development corridors in (semi-)rural Nicaragua. IDPR, 33 (4), 409-428.

* Antropóloga, investigadora posdoctoral en el Instituto de Políticas y Gestión del Desarrollo (IOB), Universidad de Amberes, Bélgica. Correo electrónico: [email protected] .

** Investigadora de doctorado en el Instituto de Políticas y Gestión del Desarrollo (IOB), Universidad de Amberes, Bélgica. Correo electrónico: [email protected] .

*** Sociólogo, estudiante del Master en Globalización y Desarrollo en el Instituto de Políticas y Gestión del Desarrollo, IOB, Amberes, Bélgica (anteriormente investigador en el Instituto de Investigación para el Desarrollo de la Universidad Centroamericana, NITLAPAN-UCA).Correo electrónico: [email protected] .

Movilidad y desarrollo translocal en la Nicaragua (semi-)rural1

Griet Steel*, NannekeWinters** y Carlos Sosa***

Recibido: mayo de 2012 / Aceptado: junio de 2012

Este artículo pretende contribuir al debate sobre los vínculos entre la movilidad y el desarrollo, explorando el concepto de desarrollo translocal. Basado en trabajo de campo en los municipios de Matiguás y Muy Muy, éste analiza cómo la movilidad da forma a las estrategias de vida de los hogares (semi-)rurales en Nicaragua, y explora cómo los diferentes miembros de un hogar utilizan la movilidad física como una estrategia de vida. Argumenta que los habitantes de áreas (semi-)rurales consideran distintos tipos de movimientos como estrategias importantes para establecer enlaces entre personas y lugares, y para alcanzar un mejor bienestar en su comunidad natal. Al mismo tiempo muestra cómo la movilidad se forma en una arena de poder, lo que afecta su potencial. De esta manera, este artículo contribuye a un entendimiento dinámico y multidimensional de cómo los procesos de desarrollo dan forma a – y son formados por – la movilidad y la interconectividad.

Palabras clave: desarrollo translocal / hogares (semi-) rurales / estrategias de vida / movilidad / Nicaragua

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1. Introducción

En este mundo globalizado las personas y las localidades se conectan cada vez más como resultado de lo que Massey (1991, p. 4) llama, “la fragmentación geográfica y la disrupción espacial de nuestro tiempo”. Como consecuencia de este aumento en la interconectividad entre personas y lugares, y, en línea con las investigaciones contemporáneas sobre la migración internacional, la noción de movilidad ha ganado un creciente interés entre los investigadores de varias disciplinas (Cresswell, 2006; De Haas & Rodríguez, 2010; Sheller & Urry, 2006; Willis, 2010). El “new mobilities paradigm” o nuevo paradigma de la movilidad ha permitido a los científicos sociales desarrollar “una ciencia social impulsada por el movimiento, en la cual el movimiento, el movimiento potencial y el movimiento bloqueado están todos conceptualizados como una construcción de relaciones económicas, sociales y políticas” (Urry, 2007, p. 43). Este enfoque de movilidad ha coincidido con un creciente número de estudios sobre la multi-localidad de estrategias de vida (Brandao & Zoomers, 2010; De Haan & Zoomers, 2003; Paerregaard, 1998; Steel & Zoomers, 2009; Thieme, 2008). Estos estudios reconocen la significancia de mover y construir lazos entre diferentes localidades para poder beneficiarse de las oportunidades en distintas localidades y por tanto mejorar los medios de vida (Ellis, 2000). La gente tiende a extender sus estrategias de vida a lo largo de lo local, regional, nacional e internacional (Sørensen & Olwig, 2002). Se cree que estos medios de vida multi-locales no sólo resultan en una expansión de oportunidades económicas, sino que también pueden incrementar las conexiones sociales, culturales y políticas entre áreas geográficamente distantes (Duany, 2002). Además, la movilidad es un aspecto recurrente en discursos populares sobre el alivio de la pobreza. En muchos países latinoamericanos, las expresiones locales de bienestar están explícitamente relacionadas a ideas de movimiento. Por ejemplo, la frase “seguir adelante” es comúnmente utilizada para expresar el bienestar mejorado y, por tanto, refleja la creencia popular de que la movilidad es un medio importante para escapar de la pobreza (Leinaweaver, 2008).

Sin embargo, como la movilidad está unida al desarrollo local, es sujeto de un continuo debate y requiere más estudio. Investigaciones sobre el nexo migración-desarrollo han dejado en claro que no existe un vínculo inequívoco, positivo o negativo, entre la movilidad de las personas y el desarrollo (De Haas, 2005). Por tanto, el debate debe ser enriquecido con casos concretos que analicen el nexo en escenarios históricos y locales específicos (De Haas & Rodríguez, 2010). Adicionalmente, se debe considerar una noción de desarrollo más dinámica y tomar en cuenta la diversidad de los flujos de personas entre diferentes lugares.

Esta contribución se suma a ese cuerpo de conocimiento al aplicar el concepto de “desarrollo translocal”, que enfatiza cómo las múltiples pertenencias de personas a distintas localidades influencian el proceso de desarrollo en una localidad específica (ver Zoomers & Van Westen, 2011; ver también Duany, 2002). La propuesta considera estos procesos de desarrollo primeramente en términos de consumo, producción y empleo. Se enfoca en los hogares (semi-)rurales de Nicaragua para analizar cómo la movilidad y los enlaces entre personas y lugares dan forma a sus estrategias de vida. Este artículo explora cómo los diferentes miembros de estos

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hogares usan el movimiento como una estrategia para alcanzar un mejor bienestar en su comunidad natal. Al mismo tiempo, provee una percepción sobre cómo el movimiento físico, al igual que cualquier otro activo, es formado en una arena de poder que afecta su potencial. Este enfoque nos permite alejarnos de nociones estáticas y simplistas sobre la migración y el desarrollo para acercarnos a una conceptualización más dinámica, multidimensional y aterrizada en lo empírico. De este modo pretendemos contribuir a un mejor entendimiento de cómo los procesos de desarrollo dan forma – y son formados por – la movilidad y la interconectividad.

Este artículo está basado en cuatro meses de trabajo de campo etnográfico realizados en 2009-2010 en Matiguás y Muy Muy, dos municipios del departamento de Matagalpa en la región central de Nicaragua (ver ilustración 1) que totalizan alrededor de 56,000 habitantes, un cuarto de los cuales vive en el pueblo de Muy Muy, mientras que el resto vive en las comarcas. Los hogares que forman parte de nuestra investigación están localizados tanto en las comarcas como en el pueblo de Muy Muy2. Casi todos mantienen lazos con el área rural y con el poblado. Por tanto, nombramos a estos hogares como semi-rurales3. Nuestro equipo de tres investigadores utilizó una triangulación de métodos de investigación cualitativos para obtener un mejor entendimiento de las estrategias de vida y la movilidad de las personas. Entrevistamos veinticinco hombres y cuarenta y cinco mujeres pertenecientes a cuarenta y seis hogares distintos, la mayoría en más de una ocasión. Aunque estos hogares son predominantemente jóvenes (la mayoría parejas jóvenes de entre 20 y 30 años, con niños pequeños), una porción significativa incluye miembros mayores, usualmente abuelas. Adicionalmente, utilizamos la observación participativa y experimentamos con talleres creativos, métodos visuales como mapeo social y foto voz (Collier & Collier, 1996) así como diarios financieros (Collins, Mordoch, Rutherford & Ruthven, 2009), con el propósito de permitir que los informantes se expresaran fuera del formato convencional de preguntas y respuestas.

2 En el municipio de Muy Muy llevamos a cabo la investigación en la ciudad misma así como en las comarcas El Bálsamo 1, El Bálsamo 2, El Dorado y La Luna. En el municipio de Matiguás llevamos a cabo investigaciones en las comarcas El Jobo, Pancasán y Sitio Histórico.

3 Seguimos a Ellis (2000 p. 18) quien define al hogar como un lugar de “intensa interdependencia social y económica” que “representa una coalición de actores, comprometidos por elección propia o costumbre, a actuar como una unidad de cara al resto del mundo”. Esta definición no excluye la posibilidad para un hogar de ser espacialmente extendido ni los conflictos que conlleva (Ellis, 2000, p. 19), dos características importantes en el contexto de investigaciones sobre movilidad.

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Ilustración 1. Área de investigación en Matiguás/Muy Muy, Nicaragua (semi-)ruralFuente: Carlos Sosa, Instituto de Investigación y Desarrollo, Nitlapan, 2011

Primero proveemos algunos antecedentes teóricos sobre la migración, la translocalidad y la apropiación del paradigma de la movilidad en estudios sobre desarrollo y estrategias de vida. En la sección empírica introducimos el área de la investigación, enfocándonos en la falta de oportunidades económicas viables en la región y cómo esto induce a los habitantes a moverse lejos de la comunidad. Sobre esta base distinguimos tres grupos que experimentan la movilidad de forma distinta: los hogares jóvenes, las madres solteras y las parejas. En la sección final analizamos cómo los varios actores establecen conexiones importantes entre los diferentes lugares y personas, y la importancia de estos enlaces para un mejor bienestar. En la conclusión el punto principal de nuestro argumento es puesto en la perspectiva más amplia del debate sobre la importancia de la movilidad y el desarrollo translocal en los corredores de desarrollo (Zoomers & Van Westen, 2011).

2. Migración, translocalidad y movilidad en las estrategias de vida

Por varias décadas los estudios sobre migración han analizado la relación entre el desarrollo y la creciente interconectividad o la expansión espacial de las relaciones socioeconómicas. El Informe sobre Desarrollo Humano, SuperandoBarreras: Movilidad Humana y Desarrollo (PNUD, 2009) enfatiza la importancia de la movilidad humana

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en el proceso de desarrollo al afirmar que la migración es efectiva para aumentar el ingreso, la educación y la participación de individuos y familias, así como para mejorar su futuro. Sin embargo, dentro de las ciencias sociales, las implicaciones de la búsqueda de una mejor vida a través de la migración – el llamado nexo migración-desarrollo – son aún sujeto de debate (De Haan, 1999; 2006). No obstante este debate generalmente es obstaculizado por una noción simplista y estática tanto de la migración como del desarrollo, que tiende a omitir varias dimensiones inter-relacionadas que son parte constituyente de estos fenómenos. Por ejemplo, los estudios sobre el nexo migración-desarrollo tienden a adoptar un enfoque “determinado por el lugar” y dejan de lado las dinámicas y complejidades que caracterizan los procesos de migración (Schapendonk, 2011). A menudo descuidan las relaciones de poder que afectan el potencial de desarrollo de la migración. Analizan el desarrollo local desde una perspectiva cerrada y sedentaria que encuentra el desarrollo fijado en el tiempo y en el espacio (Zoomers & Van Westen, 2011). Además, en estos estudios la migración es usualmente presentada o como un obstáculo o como una solución al desarrollo, en lugar de presentarla como “una parte integral” del mismo (De Haas & Rodríguez, 2010, p. 179). Por tanto, fallan al integrar el proceso estructural y la mediación humana para permitir una interpretación más realista de la migración y el desarrollo (De Haas & Rodríguez, 2010, pp. 178-1800).

Un creciente reconocimiento de la naturaleza dinámica y multi-dimensional de la migración y el desarrollo, así como un enfoque más claro sobre los múltiples enlaces entre personas y lugares, permite un análisis más productivo del nexo migración-desarrollo. La perspectiva transnacional en particular, ha jugado un importante papel en nuestro entendimiento de estos enlaces. El transnacionalismo, inicialmente definido como “el proceso mediante el cual los migrantes construyen espacios sociales que unen a su país de origen y al país en que se establecieron” (Glick Schiller, Basch & Blanc-Szanton, 1992, pp. 26-27), ha proveído un punto de inicio interesante para analizar las conexiones de los migrantes con distintos países. Ha estimulado un enfoque en las estrategias de vida espacialmente dispersas, así como el uso activo de las escalas geográficas como un recurso por parte de los migrantes (Bebbington & Battterbury, 2001, p. 374). El transnacionalismo, por tanto, ha introducido un nuevo enfoque interdisciplinario para “el pensamiento sobre las conexiones entre el ‘aquí’ y el ‘allá’” (Waldinger & Fitzgerald, 2004, pp. 1177).

A pesar de su relevancia para el estudio de cómo los migrantes y sus hogares tratan con diferentes enlaces en distintas localidades, los críticos han cuestionado la novedad de la perspectiva transnacional, la forma en que está definida y la significancia de las prácticas transnacionales para los estudios de migración (Kivisto, 2001; Levitt, Dewind & Vertovec, 2003, p. 565). Según Olwig y Sørensen (2002, p. 2) “lo difuso de la noción del transnacionalismo puede reducir el campo de investigación a redes y relaciones que involucren el cruce corporal de las fronteras nacionales, porque ésta es la única característica clara y definida del transnacionalismo”. En efecto, se puede argumentar que el transnacionalismo se basa en gran medida en flujos migratorios unidireccionales del Sur hacia los Estados Unidos u otros países “occidentales”. Por tanto, existe el peligro inherente de que la investigación se enfoque exclusivamente en este tipo de “cruces corporales” (Olwig & Sørensen, 2002, p. 2) en migraciones del sur al norte, dejando de lado otros enlaces entre personas y lugares. La forma en

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que las familias tratan de mejorar su bienestar a través de migraciones estacionales sur-sur, movimientos rurales-urbanos recurrentes y la movilidad diaria, podrían permanecer invisibles.

Para hacer justicia a la diversidad de enlaces, personas y lugares involucrados en la movilidad contemporánea, preferimos hacer uso del concepto de translocalidad (Van Westen & Zoomers, 2011). La translocalidad abarca diferentes tipos de conexiones a través de la movilidad, intercambio y flujos de información entre diferentes tipos de lugares, por ejemplo rurales y urbanos, tanto en el sur como en el norte. Estas interconexiones afectan el significado y potencial de los lugares para el bienestar y el desarrollo. Para los lugares no necesariamente (o no más prominentemente) involucrados en migraciones sur – norte, el desarrollo translocal puede proveer un marco de trabajo más inclusivo y acertado para analizar la importancia de la movilidad y la interconectividad de los procesos de desarrollo en distintas localidades. Este enfoque en la translocalidad incluye el cruce de fronteras sur – norte, pero no está limitado a este aspecto. En un nivel más amplio, nos anima a basar nuestro análisis de estrategias de vida de los hogares (semi-)rurales en flujos e interconexiones entre personas y lugares.

Estudios de estrategias de vida indican que la diversidad, adaptabilidad y capacidad de recuperación son dimensiones importantes en las estrategias para ganarse la vida (Bebbington, 1999; De Haan & Zoomers, 2005; Ellis, 2000; Scoones, 2009). Reconociendo la diversidad de estrategias de vida en general y el hecho de que se desarrollan en distintas localidades simultáneamente, se requiere la inclusión explícita de un concepto de movilidad en los estudios sobre medios para ganarse la vida. Olwig y Sørensen (2002, p. 9) argumentan a favor de un concepto de “estrategias de vida móviles” el cual “explora las diversas prácticas involucradas en ‘ganarse la vida’, así como las relaciones sociales usadas para poder ganársela, en los diferentes contextos en que suceden”. Aunque es útil para enfocarse en el uso cotidiano que la gente da a la movilidad y la variedad de formas que ésta puede tomar, nosotros sugerimos que en el análisis de estrategias de vida la noción de movilidad sea incorporada con mucha cautela. El término “estrategias de vida móviles” puede crear la impresión de que los hogares en cuestión están caracterizados por una movilidad constante y libre de obstáculos. Desde esta perspectiva, el concepto ignora a gran escala la importancia del arraigo (Freeman, 2002; Gilbert, 1998) y de los problemas de acceso. La movilidad, como cualquier otro medio de vida, es un recurso mediado por el poder (Sheller & Urry, 2006, p. 211), que no es disponible para todos (Kothari, 2003). Aún cuando las personas experimentan cierto nivel de movilidad, lo que es probable considerando el continuo flujo de migrantes, no siempre cosechan sus frutos. Esto se vincula con lo que Massey (1993) llama la “geometría del poder” de los flujos contemporáneos. La incorporación de esta noción dentro de nuestro análisis produce un entendimiento más calificado de la relación entre estrategias de vida y movilidad. Por tanto agrega una dimensión importante a nuestro marco teórico para analizar cómo los hogares (semi-)rurales en Nicaragua usan el movimiento como un activo en la construcción de redes y medios de vida a lo largo del tiempo y el espacio.

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3. Hogares y movilidad en la Nicaragua (semi-)rural

Nicaragua es el país más rural de Centroamérica y el único en el que el sector agrícola ha venido creciendo (Grigsby & Pérez, 2007). Distintas zonas rurales en municipios como Matiguás y Muy Muy han experimentado un auge en la producción del ganado lechero debido a una creciente demanda de países extranjeros (como El Salvador y Estados Unidos) y un interés internacional en su industria agrícola (proveniente de compañías como Parmalat). Para ejemplificar, entre 1995 y 2002 los ingresos por productos lácteos se expandieron de U$4 – 5 millones a U$40 millones (Nitlapan-UCA, 2003). A pesar de esta dinámica en la crianza de ganado lechero, la pobreza rural permanece alta y el crecimiento económico esperado no se ha materializado para la mayoría de la población (Bastiaensen & Marchetti, 2010; Flores & Delmelle, 2006). Estas dinámicas recientes parecen haber beneficiado a un número limitado de finqueros privilegiados, quienes pueden participar en la lucrativa cadena del ganado lechero. Sin embargo, la mayoría de hogares se encuentran excluidos de estas cadenas o son sólo marginalmente beneficiados y en su mayoría dependen de actividades que proveen un ingreso irregular. Estos factores contribuyen a una alta movilidad humana que también es característica de otras regiones en Nicaragua (Baumeister, 2006; Morales & Castro, 2002).

Nuestro análisis de las actividades económicas de los informantes confirma que sus opciones en el área investigada están restringidas a actividades agrícolas en pequeña escala y a otras oportunidades de trabajo, inestables y mal pagadas. Los varones entrevistados en las comarcas, por ejemplo, encuentran trabajo por día en haciendas operadas por finqueros, ayudando en actividades como el ordeño de las vacas, arreglando cercas y limpiando la tierra. No obstante, estas actividades dependen grandemente del ciclo agrícola y generalmente son mal pagadas4. Otros informantes encuentran trabajo en talleres de carpintería o en los centros de acopio. Sin embargo, estos tipos de trabajo no son necesariamente más estables o mejor pagados que los trabajos por día en una hacienda privada. Los que viven en el pueblo pueden tener más posibilidades en el sector construcción, que tiende a pagar un poco mejor, pero estos trabajos son también muy inestables. Las mujeres entrevistadas en las comarcas también se quejan ante restricciones similares en sus oportunidades económicas. Ocasionalmente realizan costura, lavado y planchado, o ganan algo criando cerdos, vendiendo huevos, pollos o comidas caseras como rosquillas, nacatamales y buñuelos. No obstante, sus oportunidades económicas están en gran medida limitadas por la temporada de cosecha del café, que dura de noviembre a enero, cuando los salarios de cosecha pueden crear un mercado temporal. Sus contrapartes en el pueblo pueden tener mejor acceso a trabajos más estables en pulperías o como trabajadoras domésticas, pero en la práctica nuestros informantes usualmente pasan por alto este tipo de trabajos por razones socio-económicas.

4 El pago promedio por día laborado en estas comunidades rurales es entre 40 y 60 córdobas o, de acuerdo con la revista The Economist (2010), entre U$3 y U$4.50.

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Dado que la mayoría de nuestros informantes pertenece a hogares jóvenes, recientemente formados, tienden a depender en gran medida de miembros mayores de su familia para organizar sus estrategias de vida. Aunque algunos, provenientes de las comarcas, a menudo buscan ser independientes a través de la compra de su propia casa, tierra u otros recursos (Sosa & Steel, 2010). Esto es especialmente difícil de lograr en una localidad caracterizada por inequidad, falta de educación y oportunidades económicas limitadas. Sienten que, para poder ganar el dinero necesario para sobrevivir en las épocas de crisis, mejorar su nivel de vida e independizarse, necesitan irse. En palabras de Sara, “para poder trabajar tenemos que irnos lejos” (entrevista, 17 de febrero de 2010)5. Por tanto no nos sorprende que la mayoría de nuestros informantes hayan experimentado la movilidad. Para los niños en edad escolar viviendo en comunidades sin escuela secundaria, como en el área rural de Muy Muy, las experiencias con la movilidad usualmente inician con viajes a pueblos y ciudades cercanas para continuar estudios. Sin embargo, aún en las comunidades con escuela secundaria hay muchos estudiantes, sobre todo mujeres, que abandonan el hogar para continuar con su educación en otro lugar. La mayoría inicialmente se va a vivir con hermanos u otros parientes en ciudades como Matagalpa y Managua. A cambio de comida y techo, ayudan con las tareas domésticas. Otras buscan empleo como domésticas para asegurarse un lugar donde dormir y un ingreso para pagar su educación. Dado que estos primeros movimientos fuera de su comunidad son generalmente seguidos por varios movimientos de largo y corto plazo, pueden ser considerados como puntos de partida para estrategias de vida caracterizadas por la movilidad y una mayor independencia.

En esta discusión nos enfocamos en tres grupos distintos de personas cuyas estrategias de vida involucran tipos de movilidad que son comunes en esta localidad6. El primer grupo consiste en hogares jóvenes cuyas estrategias principales de vida se encuentra afianzadas localmente, pero cuyos adultos varones abandonan la comunidad temporalmente para ganar dinero adicional. En las comarcas, la mayoría de estos hogares subsisten de la agricultura, cultivando frijoles y granos básicos en la parcela de sus padres. Los varones de estos hogares tienden a migrar de noviembre a enero para ganar dinero cosechando café en otros lugares de Nicaragua o Costa Rica. También migran de marzo a mayo, durante la llamada “temporada muerta”, cuando las actividades agrícolas en sus comunidades son poco intensivas, para encontrar trabajo ya sea en el sector agrícola o de la construcción. Las mujeres de estos hogares se quedan en casa encargándose del trabajo doméstico, cuidando de los niños y vigilando los cultivos. En casos de emergencia pueden recibir algún dinero de sus compañeros que se encuentran trabajando en otros lugares, pero en general deben arreglárselas hasta que los hombres regresan. El propósito de la movilidad a corto plazo de los miembros varones de la familia es obtener medios financieros suficientes para mantener sus hogares y ser capaces de realizar pequeñas inversiones en el hogar y en la agricultura. Sin embargo, en la práctica, observamos que el dinero que los

5 Todos los nombres han sido cambiados para preservar la confidencialidad.6 Una tipología de este tipo tiene limitaciones, especialmente porque la movilidad es difícil de categorizar.Sin

embargo, distinguir entre los tipos de movilidad más comunes nos ayuda a mejorar nuestro entendimiento en cuanto a su significancia para las estrategias de vida estudiadas en esta investigación.

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varones hacen se va en pagar deudas relacionadas con la migración y con varios tipos de micro-crédito en la pulpería y otros lugares. En efecto, muchas familias enfrentan una recurrente falta de dinero y en consecuencia viven de préstamo en préstamo. Varios informantes afirmaron explícitamente que habían dejado sus comunidades en un intento de encontrar formas de pagar deudas pendientes.

Aunque los hogares en el pueblo están involucrados en la agricultura menos directamente, su situación no difiere mucho de la de sus contrapartes en las comarcas, en términos de su dependencia al calendario agrícola, la necesidad de moverse y la inestabilidad de sus ingresos. A lo largo del año muchos miembros varones de estos hogares se van lejos para trabajar en otros lugares de Nicaragua y Costa Rica. Estos varones están más orientados hacia trabajos en el sector de la construcción que los de las comarcas. Solamente toman trabajos agrícolas cuando no hay otros trabajos disponibles. Aparte de eso, sus experiencias de movilidad no difieren fundamentalmente de las de los varones de las comarcas. Aunque no necesitan regresar por sus cultivos y generalmente son capaces de permanecer lejos por períodos más largos, sus ingresos no son necesariamente más estables. En el sector de la construcción los trabajadores generalmente son contratados por la duración de un proyecto, pero en tiempos de crisis económica muchos proyectos son puestos en espera. Esta inseguridad aunada al hecho de que otros trabajos son difíciles de obtener, significa que sus compañeras en casa a veces tienen que pasar meses sin ningún ingreso. Consecuentemente, la situación de las mujeres que se quedan en el pueblo es prácticamente la misma que la de sus contrapartes rurales. Ambas deben sobrevivir la ausencia de sus compañeros con un apoyo económico mínimo. Las mujeres del pueblo a veces realizan actividades agrícolas, pero la mayoría trata de ganar dinero vendiendo productos caseros, distribuyendo productos de belleza, o proveyendo servicios, como lavando, planchando y cosiendo. Sin embargo, el rango más amplio de actividades, productos y clientes en el pueblo no necesariamente significa que hacer frente a la ausencia de sus compañeros sea más fácil. En la práctica, muchas veces rechazan oportunidades de trabajo fuera de casa porque el pago es muy bajo y, en sus palabras, no vale la pena invertir tiempo en ellas. Esta es la razón por la que las familiares de Anabel se molestaron mucho con ella cuando, eventualmente, logró conseguir un trabajo malpagado en un puesto de comida. Según ellas “no deberías de trabajar por casi nada, no deberías de regalar tu trabajo así” (entrevista, 12 de octubre de 2010). Dado que la vida en el pueblo es usualmente cara, también prevalece la costumbre de vivir de préstamo en préstamo, como en las comarcas.

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Ilustración 2. Mapa de informantes femeninasFuente: Taller sobre la ‘Perspectiva de los jóvenes en zonas rurales’, organizado en El Bálsamo 2, el 30 de enero de 2010.

Ilustración 3. Mapa de informantes masculinosFuente: Taller sobre la ‘Perspectiva de los jóvenes en zonas rurales’, organizado en El Bálsamo, 1 y 3 de febrero de 2010

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El segundo grupo que identificamos se conforma de madres solteras7. Como lo ilustra el ejemplo anterior, las mujeres con pareja generalmente se quedan en el hogar aunque su pareja busque trabajo afuera. Pueden haberse ido por razones educativas como mujeres solteras, pero la mayoría de las mujeres abandonan la educación una vez que tienen una pareja estable. Se hacen responsables de sus recién formados hogares y se dedican cada vez más a las actividades domesticas. Además, sus compañeros muchas veces no las dejan trabajar fuera del hogar. Esto en parte se debe a la expectativa de que las mujeres sean amas de casa y también a los antes mencionados, pocos beneficios del trabajo asalariado para las mujeres. Para tener un mejor entendimiento de los patrones de movilidad de hombres y mujeres jóvenes, condujimos un ejercicio de mapeo. El mapa dibujado por los jóvenes de las comarcas confirma la observación de que los hombres tienden a dejar el área de Muy Muy/Matiguás en busca de oportunidades de trabajo, pero que el movimiento de las mujeres está usualmente restringido a la comunidad, donde la mayoría de sus actividades toma lugar. Las mujeres algunas veces van a la ciudad a comprar, estudiar o visitar al médico, pero mientras más lejos viven, menos frecuentes son estos movimientos. Los mapas dibujados por las mujeres del pueblo muestran que sus movimientos están más restringidos al pueblo y las comarcas aledañas, usualmente para visitar parientes. Sólo en casos de emergencia u otro tipo de eventos mayores es probable que viajen a ciudades vecinas.

Sin embargo, este patrón parece cambiar tan pronto las mujeres se convierten en madres solteras y tienen que enfrentar el reto de criar sus hijos solas. La mayoría de estas mujeres no ve suficientes oportunidades para ganarse la vida en su comunidad y, en consecuencia, frecuentemente buscan trabajo doméstico pagado en las ciudades de Nicaragua y Costa Rica. En contraste con el primer grupo, estas madres solteras encuentran relativamente fácil el obtener un trabajo durante todo el año en el sector doméstico. Sin embargo, como es casi imposible encontrar trabajo doméstico pagado estando acompañada de niños, la mayoría de las madres solteras dejan a sus hijos en la comunidad con sus padres, hermanas u otros parientes. El dinero que las madres ganan en otro lugar es utilizado en la educación de sus hijos y los gastos diarios de las familias en la comunidad. La duración de la ausencia de la madre depende de las dinámicas de las oportunidades laborales urbanas así como de factores relacionados con la familia. Por ejemplo, Mira es una madre soltera de veinticinco años que usualmente trabaja en Managua mientras deja a su hijo de tres años con su madre en la comarca. Sin embargo, al momento de la entrevista se encontraba viviendo nuevamente en la comunidad porque su hijo se había enfermado. Este caso y otros parecidos indican que la dinámica del cuido de los niños es una razón importante para que las mujeres regresen a sus hogares hasta que puedan hacerse nuevos arreglos (Winters, 2010). En contraste con el primer grupo, el momento en el que dejan la comunidad no depende del ciclo agrícola. Las estrategias de vida de estas mujeres generalmente no están explícitamente orientadas hacia la agricultura, por lo que pueden irse cuando lo estimen conveniente. La disponibilidad permanente de

7 En este artículo se define a una madre soltera como una mujer que cría a su hijo sola. Esto no necesariamente indica que no recibe apoyo de su(s) ex compañero(s).

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trabajos para mujeres en la ciudad hace relativamente fácil para ellas el encontrar un nuevo empleo. Consecuentemente, su posición en el mercado de trabajo es menos precaria que la de los hombres pertenecientes al primer grupo.

Finalmente identificamos un pequeño, pero digno de mencionar, tercer grupo que consiste en parejas que viajan a Costa Rica con la esperanza de ganar suficiente dinero para iniciar una vida independiente en su comunidad de origen. El que lleven o no a sus hijos con ellos depende de muchos factores. Más importante aún, como en el caso de las madres solteras, las oportunidades que generan ingresos en el exterior se ven limitadas para las personas acompañadas por niños. Eliana y Julio, por ejemplo, decidieron llevar a sus hijos a Costa Rica con ellos luego de años trabajando allá sin ellos y habiéndolos extrañado demasiado. Sin embargo, no mucho tiempo después los enviaron de regreso a Muy Muy con unos familiares porque no podían permitirse tenerlos con ellos en Costa Rica: no sólo sus gastos diarios incrementaron significativamente, sino que la capacidad de trabajo de Eliana disminuyó a causa del peso agregado por las labores domésticas. Aparentemente sólo un pequeño grupo de parejas bien establecidas puede permitirse vivir en Costa Rica con sus hijos. Los otros trabajan en el extranjero y dejan a sus hijos en casa. De este modo incrementan sus oportunidades de acumular activos, mejorando sus estrategias de vida y ganando independencia.

Habiendo identificado estos diferentes grupos y sus principales aspiraciones y objetivos, en la próxima sección dirigimos nuestra atención a las estrategias utilizadas por nuestros informantes para alcanzar sus objetivos y las implicaciones para su bienestar y la comunidad. Más específicamente, consideramos qué conexiones se establecen entre las personas y los lugares.

4. La movilidad como un recurso negociado

Zoomers y Van Westen (2011) definen el concepto de “corredores de desarrollo” como un conjunto interconectado de personas y lugares en el que toman lugar intercambios y movimientos. El concepto ofrece un marco útil para tener un mejor entendimiento de las implicaciones de la movilidad para los procesos de desarrollo en Matiguás y Muy Muy. Sugiere que el bienestar depende de las conexiones entre personas y lugares, más que de los aspectos “estáticos” tales como los lugares desde y hacia los cuales las personas se movilizan, por cuánto tiempo y por qué. Por tanto, aplicamos el concepto en la exploración de cómo la movilidad establece conexiones y cómo éstas se relacionan a los procesos de desarrollo a nivel de los hogares y de la comunidad.

Primero analizamos el caso de los hogares cuyos miembros varones abandonan la comunidad temporalmente. Como se indicó previamente, la mayoría de nuestras informantes son excluidas de este tipo de movilidad debido a sus responsabilidades familiares. Sin embargo, eso no significa que ellas no estén involucradas de otra forma con la movilidad. Partiendo de la noción de que mejorar el bienestar de un hogar es un esfuerzo mutuo (Pribilsky, 2007), vemos que las mujeres generalmente se benefician de los mayores flujos de efectivos de sus parejas, la capacidad de pagar préstamos e invertir en recursos. Adicionalmente, las mujeres en el pueblo a menudo indican que disfrutan el vivir solas con sus hijos. Como María explicó,

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cuando su pareja está en casa, él demanda toda su atención, discuten sobre los niños y, al no estar acostumbrados a su mutua presencia, solamente consiguen alterarse (entrevista, 17 de julio de 2009). Aunque ella disfruta de estar un par de días juntos, generalmente encuentra más llevadero el tener a su pareja lejos. Sin embargo, las entrevistadas también enfatizan ciertos inconvenientes al tener a sus parejas lejos. En las comarcas las mujeres usualmente perciben la ausencia de sus parejas como una carga pesada: las deja con mayores responsabilidades, como atender los cultivos, y a menudo las hace sentirse solas, especialmente cuando viven en un relativo aislamiento. Adicionalmente, tal como se mencionó antes, las mujeres en las comarcas, así como en el pueblo, deben acudir a sus propias estrategias para arreglárselas mientras sus esposos están lejos y temporalmente incapacitados para enviar dinero. En este sentido las mujeres que se quedan en las comarcas y en el pueblo están directa e indirectamente involucradas con los costos y beneficios de los movimientos de sus parejas.

A nivel de la comunidad, las oportunidades de desarrollo local están muy relacionadas con las dinámicas de la movilidad. Es aparente que la creación de ciertas oportunidades económicas para la comunidad tiene más probabilidad de aparecer cuando los migrantes regresan. Esto es más notable en las comarcas, donde las personas tienen en cuenta la temporada agrícola. Los migrantes de temporada tienden a estar en casa cuando los cultivos necesitan cosecharse y lejos cuando no se necesita realizar un trabajo pesado. En otras palabras, regresan a casa para explotar oportunidades agrícolas. Sin embargo, al mismo tiempo, su regreso genera empleos en otros sectores. Por ejemplo, para los carpinteros, diciembre, enero y mayo tienden a ser meses financieramente gratificantes, ya que este es el tiempo cuando los migrantes se encuentran en casa y por tanto son capaces de gastar sus ganancias en muebles (entrevista con Jonás, 15 de febrero de 2010). En el pueblo las oportunidades económicas parecen estar distribuidas más uniformemente a lo largo del año y dependen mucho menos del calendario agrícola. Sin embargo, aún aquí, los artesanos y negocios locales son afectados por la irregularidad del ingreso en los hogares, ya que generalmente no reciben sueldo hasta que el dinero es enviado o traído por los migrantes mismos. Este efecto es sentido con mayor fuerza por los dueños de pulperías, prestamistas y vendedores de materiales de construcción.

La conexión cercana entre la economía local y las dinámicas de la migración también puede ilustrarse con el caso de la crisis económica global del 2008. La recesión y el consiguiente declive en las oportunidades de empleo, especialmente en el sector de la construcción, significaron una pérdida de trabajo para muchos migrantes. Esto tuvo implicaciones directas tales como visibles disminuciones en los flujos de dinero e inversiones locales, incremento en préstamos y más faltas de pago. Esto sugiere que puede valer la pena examinar oportunidades y restricciones de desarrollo en el contexto de las llamadas “cadenas de desarrollo”, las que toman debidamente en cuenta las interconexiones de las dinámicas socioeconómicas en diferentes localidades (ver Zoomers & Van Westen, 2011).

El análisis anterior muestra que no sólo hay distintos tipos de actores involucrados en la movilidad, pero que también los otros actores están directamente vinculados con los costos y beneficios de tal movilidad. Como otros han discutido (Kothari, 2003; Levitt & Jaworsky, 2007; Vertovec, 2004), la movilidad tiene

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el potencial de cambiar vidas más allá de las de los migrantes y sus hogares. Adicionalmente, el énfasis de nuestros informantes en las oportunidades de desarrollo en sus comunidades parece sugerir que la mayoría aún aspira a un futuro en su localidad. Cuando es posible, invierten en activos como vivienda y educación. En este sentido, no utilizan la movilidad para empezar de nuevo, más bien lo hacen para incrementar su potencial socioeconómico dentro de su comunidad de origen (ver también Sørensen & Olwig, 2002; Thieme, 2008). Es la combinación de las implicaciones de largo alcance que tiene la movilidad para los diferentes actores y la continua importancia de la comunidad de origen, lo que resulta en claros corredores de desarrollo. En este caso, los corredores pueden ser caracterizados como fluidos en el sentido de que los movimientos involucrados, aunque de cierto modo predecibles, no tienden a generar ni ingresos más regulares para el hogar, ni oportunidades económicas estables para la economía local. En cambio, observamos un corredor de desarrollo que está muy orientado hacia la subsistencia y el pago de deudas, y en hacer inversiones modestas para el futuro.

En el caso del segundo grupo, las madres solteras, el corredor de desarrollo que se establece por medio de su uso particular de la movilidad luce ligeramente diferente. En comparación con el primer grupo, estas mujeres experimentan menos fluctuaciones en las oportunidades laborales y tienen más probabilidad de encontrar un trabajo en caso de perder el actual. Por tanto, su ingreso es usualmente más estable y el flujo de remesas es más permanente a lo largo del año. Estas remesas son generalmente utilizadas para pagar los préstamos en que incurren quienes cuidan a sus hijos con los negocios locales, como pulperías y farmacias. Sin embargo observamos una notable diferencia en el comportamiento de las inversiones de estas madres solteras y las del primer grupo. Mientras los hogares en los que el varón abandona temporalmente la comunidad están inclinados a combinar gastos en educación para los niños con la adquisición de activos como tierra y vivienda, el último tipo de gasto parece tener menor prioridad para las madres solteras. Usualmente no aspiran a vivir independiente de sus padres, ya que dependen mucho de la red de cuido en casa. Cabe agregar que generalmente es considerado inapropiado que las mujeres vivan solas, sin un compañero o familia extendida. Sin la presión inmediata de adquirir tierras y vivienda, parecen tener un mayor rango de opciones para invertir continuamente en la educación de sus hijos. Además de ser más estable, el corredor establecido a través de la movilidad de las madres solteras está también más explícitamente orientado hacia el mejoramiento de la educación de sus hijos.

Es importante enfatizar que en este segundo caso, también, las opciones de movimiento y la manera de moverse están en dependencia de la participación de otros actores. Para aprovechar al máximo las oportunidades de trabajo que se les presentan y para mejorar su calidad de vida, las madres solteras recurren al apoyo de sus padres y otros familiares para cuidar a sus hijos. Como Leinaweaver (2008) observó en el caso de “circulación de niños” en Perú, la práctica de dejar a los hijos en casa de algún pariente es muy importante para los proyectos familiares de seguir adelante. Esto plantea preguntas sobre las implicaciones de la red de cuido resultante para las estrategias de vida de quienes se quedan (ver Schmalzbauer, 2010, pp. 1863-4). En las comarcas observamos que, generalmente hablando, los abuelos

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se vuelven cuidadores cuando sus hijas se van y dejan a sus niños atrás. En tales casos, el apoyo de la madre soltera es un ingreso importante para el sustento del hogar extendido. En el pueblo la mayoría de las abuelas no está disponible para cuidar de sus nietos a tiempo completo, ya que la mayor parte del día realizan actividades productivas fuera del hogar. En este caso, la responsabilidad del cuido de los niños recae sobre la pariente más cercana, usualmente una hermana de la madre soltera. Esta responsabilidad disminuye significativamente las oportunidades de esta hermana para poder obtener oportunidades de vida en otro lugar. Aunque, como los abuelos, generalmente se beneficia del flujo de dinero que la madre soltera genera, el hecho de que otros se muevan limita su propia movilidad y tiende a poner en pausa sus propios planes para obtener una estrategia de vida independiente. Este acceso desigual es un ejemplo concreto de la “geometría del poder” de la movilidad (Massey, 1993), a través de la cual los movimientos de algunas personas pueden, de hecho, disminuir las posibilidades de otras. Nuevamente ilustra que los movimientos de los actores definidos en la sección previa están íntimamente relacionados con la falta de movimiento de quienes se quedan.

Finalmente, como un tercer grupo, identificamos a parejas que se van con o sin sus hijos con el propósito de acumular una cantidad de capital suficiente para poder invertir en tierra, vivienda y, si es posible, un pequeño negocio en sus comunidades de origen. En los casos en que estas parejas han dejado a sus hijos con parientes, el consiguiente corredor de desarrollo no difiere fundamentalmente del de las madres solteras. En ambos casos se envía dinero a la familia extendida en casa para gastos diarios y la educación de los niños que se quedaron. Sin embargo, las parejas pueden tener más éxito en su objetivo de construir una vida independiente dentro de su propia comunidad por el simple hecho de que ambos compañeros tienen el propósito de ganar dinero afuera. En los casos en que la pareja lleva a sus hijos consigo, las características del corredor de desarrollo cambian significativamente porque, como es usual, el flujo de efectivo hacia la comunidad no es continuo. Las familias mantienen enlaces con su comunidad de origen, pero sólo envían dinero a sus parientes en ocasiones, como un regalo o en casos de emergencia. Las ganancias son generalmente utilizadas para los gastos de la residencia temporal de la familia o apartados para ser invertidos una vez regresen a la comunidad. En este sentido, su movilidad da forma a un corredor de desarrollo “en espera”. Sólo cuando la familia regresa a su comunidad de origen para construir un mejor futuro es que crean oportunidades económicas tangibles, al invertir en tierra, vivienda y otros. Mientras se encuentren lejos, las familias generalmente mantienen otros enlaces más allá de los monetarios. A través de la comunicación, intercambian ideas y nutren la esperanza del retorno. Mientras el último caso sugiere que los corredores de desarrollo no están restringidos a los flujos de capital y que también se involucran otros aspectos, es claro que el dinero es un catalizador importante para un corredor de desarrollo. Al mismo tiempo, el caso también corrobora nuestro argumento de que los corredores toman forma por el hecho de que ambos, los que se van y los que se quedan, están involucrados con la movilidad. Cuando las parejas se vuelven (temporalmente) menos dependientes de los que se quedan y se distancian más de los procesos de desarrollo de su comunidad de origen, el corredor de desarrollo se torna menos explícito.

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5. Conclusión

El punto de inicio de esta investigación fue la observación de que los discursos locales sobre movilidad social están fuertemente asociados con la idea de movilidad espacial. Es decir, el deseo de seguir adelante anima a las personas a irse del área de Matiguás/Muy Muy. A menudo, distintos miembros del hogar han migrado en varias ocasiones, a diferentes lugares y por diferentes períodos. Al momento de escribir este texto, algunos habrán regresado mientras que otros pueden haberse movido a otra localidad. Dado que la movilidad es ubicua y casi inevitable e impregna las estrategias de vida de las personas de maneras dinámicas e impredecibles, sigue siendo un reto interpretar el nexo entre la movilidad y el desarrollo. Sin embargo, en este artículo hemos contribuido a un mejor entendimiento de estos nexos al incorporar en el análisis el concepto de desarrollo translocal. Esto a su vez nos permite identificar corredores de desarrollo para analizar las implicaciones directas e indirectas de la diversidad de movimientos que son parte de las estrategias de vida de los hogares (semi-)rurales en Nicaragua.

Las maneras en que estos corredores toman forma ejemplifica la complejidad de la relación entre movilidad y desarrollo. Observamos, por ejemplo, que los objetivos al salir son un componente importante de la forma en que estos corredores se materializan. Schapendonk (2011) argumenta que los estudios de migración tienden a sobre enfatizar las intenciones y racionalidades de los migrantes, mientras que debiesen enfocarse en los flujos, interdependencias y oportunidades múltiples. Si bien concordamos con este razonamiento, nuestros hallazgos indican que, a pesar de las oportunidades, los objetivos y logros fluctuantes, nuestros informantes trabajan con su vista puesta en metas claras, aunque sencillas. Primeramente, se mueven para ganar dinero y pagar préstamos, para la educación de sus hijos y para acumular suficientes activos que les permitan ser independientes una vez regresen a casa. Aunque no encuentren muchas oportunidades socio-económicas en sus comunidades, sí aspiran a cumplir un futuro en ella. La noción de mejorar la propia vida en la comunidad implica que el enlace entre personas y lugares finalmente da forma a los corredores de desarrollo.

Otro componente importante que da forma a los corredores de desarrollo son las varias maneras en que distintos actores – los que se van y los que se quedan – se involucran con la movilidad. A través de enlaces entre personas y lugares, la movilidad da forma a las estrategias de vida más allá de los grupos identificados. Esto se ve en el hecho de que quienes no están dispuestos o no pueden irse pueden aún estar involucrados en la movilidad. También es aparente en la estrategia de vida explícita de reservar la movilidad para algunos, mientras se le niega a otros, de acuerdo a las circunstancias. Por tanto, la movilidad puede ser considerada como un recurso negociable, y la manera en que es manejada, así como la forma en que sus costos y beneficios son compartidos, resulta ser instrumental para el bienestar de los hogares y las oportunidades comunales.

Estas observaciones claramente llaman a una visión más calificada y matizada de la movilidad. Partiendo de la noción de Massey (1993) de una “geometría del poder”, proponemos el concepto de un espectro de la movilidad a la no movilidad

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por medio de diferentes arenas de poder, tales como acceso, responsabilidades y dinámicas contextuales. Esta interpretación más amplia de la movilidad identifica a las personas y lugares involucrados y los mecanismos responsables de la construcción de corredores de desarrollo entre ellos. Esto nos ha permitido interpretar diferentes formas en que los corredores pueden asumir y arrojar luz sobre la importancia del desarrollo translocal a nivel de hogares y comunidades en la Nicaragua (semi-)rural. Por ejemplo, los corredores más fluctuantes, formados por hombres, dan lugar a diferentes tipos de procesos de desarrollo translocal que los corredores “en espera”, formados por las parejas. Estamos conscientes de que la comprensión de tales corredores de desarrollo sería significativamente mejorada por la incorporación de observaciones del otro lado (o lados) de estos corredores, por ejemplo, los diversos lugares en Nicaragua, Costa Rica y demás. No obstante, la noción del espectro de movilidad que proponemos ha contribuido sustancialmente a nuestras percepciones de los nexos entre movilidad y desarrollo, y provee un valioso punto de partida para un enfoque más comprensivo.

6. Agradecimiento

Este trabajo de investigación fue financiado por el Consejo de Universidades Flamencas VLIR-USOS y el fondo de Investigación del Instituto de Política y Gestión y Desarrollo (IOB) de la Universidad de Amberes. Agradecemos a Johan Bastiaensen y Pierre Merlet por el proceso de coordinación de este número especial de Encuentro. También expresamos nuestra gratitud a los informantes de Matiguás y Muy Muy, quienes amablemente dedicaron su tiempo a nuestra investigación.

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Desarrollo territorial rural: ¿una oportunidad para incluir a los pobres en el desarrollo?

* Agrosocioeconomista, consultor.

Desarrollo territorial rural: ¿una oportunidad para incluir a los pobres en el desarrollo?

Cristobal Maldidier*

Recibido: junio de 2012/ Aceptado: julio de 2012

El funcionamiento de los proyectos de desarrollo de la cooperación internacional no ha sido consistente con la búsqueda de rutas de desarrollo para los sectores pobres y vulnerables de las áreas rurales. Hoy en día, un nuevo enfoque llamado de desarrollo territorial rural pretende ofrecer posibilidades nuevas para agilizar un giro en las prácticas de los proyectos. ¿Será solamente una nueva etiqueta para designar viejas recetas o constituye realmente un nuevo concepto? ¿En qué medida y bajo qué condiciones este enfoque ofrece nuevas oportunidades para fomentar un desarrollo que incluya a los grupos sociales más desfavorecidos de las áreas rurales? En la primera parte del artículo se revisitan las razones por las cuales los proyectos de desarrollo, aunque sean “participativos”, no logran beneficiar a los grupos vulnerables, recurriendo al análisis de los juegos de actores en las intervenciones de desarrollo, tal como lo ha abordado la antropología del desarrollo. En una segunda parte se analiza cómo el enfoque de “desarrollo territorial”, al reconocer el protagonismo de los actores locales en manejar su propio futuro y la necesidad de negociar con ellos los proyectos, representa un avance que permite mejorar las prácticas de los proyectos de la cooperación internacional. Sin embargo, sin abrir específicamente los espacios para que los grupos vulnerables puedan negociar sus propias agendas de desarrollo, y sin ayudar a que estos grupos aumenten sus capacidades de iniciativa local, de organización y de representación, el desarrollo territorial seguirá siendo tan excluyente como siempre. Se concluye cómo le toca a las ONG y aquellos organismos de desarrollo comprometidos – por sus valores y su historia – con los sectores excluidos del campo, consolidar sus alianzas y compromisos con este sector, y re-politizar su agenda, alejándose del carácter a menudo técnico y “despolitizado” de los proyectos de desarrollo.

Palabras clave: proyectos de desarrollo / desarrollo territorial / grupos vulnerables / concertación

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Encuentro No. 92, 73-86, 2012

1. Introducción

En Nicaragua, el desarrollo rural de las últimas dos décadas está basado en gran medida en la gran producción agropecuaria, principal fuente de crecimiento de la economía del país. Este modelo apunta en la dirección de una concentración cada vez mayor de los recursos en pocas manos y ha contribuido a un aumento de las desigualdades sociales en el país. A pesar del crecimiento agrícola y del fuerte dinamismo de algunas cadenas (carne y lácteos, por ejemplo), muchos pequeños productores quedan excluidos del desarrollo. Se estima que cerca del 70% de la población rural sigue viviendo en condiciones de pobreza (Grisgby, 2010).

Los cuantiosos recursos de la cooperación internacional, la implementación de programas específicos de lucha contra la pobreza, así como los numerosos proyectos de desarrollo en áreas rurales que pretendían reducir la pobreza rural, no han tenido mayor éxito. Las contribuciones posiblemente más eficaces para reducir la pobreza han venido, paradójicamente, de los mismos pobres, al menos de aquellos más jóvenes que han optado – frente a la falta de acceso a los recursos productivos y a la escasez de oportunidades de empleo – por la migración fuera del país, enviando remesas a sus familias (Perez, 2010).

Entre las explicaciones comunes de este fracaso se menciona el hecho de que estos proyectos y políticas no han logrado atacar las causas estructurales de la pobreza rural, en particular las desigualdades en el acceso a la tierra y a los recursos productivos. Asimismo, en el marco del modelo neoliberal, el Estado, debilitado, ha perdido su capacidad de orientar la economía e implementar políticas públicas eficaces. Otra explicación, partiendo de la idea de que este sector más vulnerable del área rural merece ser subsidiado (en productos alimenticios, educación, salud, etc.), apunta a la falta de recursos financieros. En este artículo, inspirado en la sociología y la antropología del desarrollo, nos interesamos más bien, en la manera en que operan o funcionan los proyectos de desarrollo, vistos como un juego de actores en una arena específica.

Un nuevo enfoque, llamado de desarrollo rural territorial, pretende superar las tradicionales y fracasada políticas de desarrollo rural, buscando cómo crear nuevas sinergias entre los actores locales y las redes institucionales. En Nicaragua también está en marcha un cambio de la institucionalidad pública para el desarrollo rural desde una visión sectorial hacia este enfoque territorial. El desarrollo territorial, además de articular la economía del territorio a los mercados dinámicos externos, se plantea mejorar la institucionalidad local, o sea las reglas de interacciones entre los actores locales entre sí, y entre ellos y los agentes externos. Éste ha sido definido como un “proceso de transformación productiva e institucional en un espacio rural determinado cuyo fin es reducir la pobreza rural” (Shejtman & Berdegué, 2004, p. 11).

El desarrollo territorial, ¿será una nueva palabra para designar viejas recetas o constituye realmente un nuevo concepto? ¿En qué medida y bajo qué condiciones este enfoque ofrece nuevas oportunidades de fomentar un desarrollo que incluya a los grupos sociales más desfavorecidos de las áreas rurales?

Designaremos aquí a estos sectores sociales desfavorecidos con las palabras

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Desarrollo territorial rural: ¿una oportunidad para incluir a los pobres en el desarrollo?

“pobres” o bien “grupos vulnerables”, o sea, grupos socialmente dominados, excluidos del acceso a los recursos porque “terminan en el lado perdedor en las múltiples negociaciones sobre el acceso a recursos y oportunidades” (Bastiaensen, De Herdt & D’Exelle, 2005, p. 981).

En la primera parte revisitaremos las razones por las cuales los proyectos de desarrollo no logran beneficiar a los grupos vulnerables, recurriendo al análisis de los juegos de actores en las intervenciones de desarrollo. En una segunda parte veremos cómo este enfoque es útil para entender los cambios que posibilita el desarrollo territorial y discutiremos en qué medida el enfoque de desarrollo territorial puede ser exitoso en desatar el desarrollo para los más pobres. Nos apoyaremos en algunos ejemplos tomados de Nicaragua, y más específicamente, basados en la experiencia de Nitlapán, el Instituto de Investigación y Desarrollo de la UCA, en una de sus regiones de intervención, el centro norte del país.

2. Algunos límites de los proyectos “tradicionales” para fomentar un desarrollo incluyente

Revisaremos primero algunos elementos críticos del funcionamiento “normal” de los proyectos de la cooperación internacional para tratar de explicar cómo fallan en su intento de cambiar la situación de los pobres.

2.1. La rigidez de los proyectos en el marco de la cooperación internacional

Una primera crítica comúnmente mencionada se relaciona con el formato “proyecto”. Clásicamente, se define un proyecto como la movilización programada de determinadas actividades y medios para lograr, en algún plazo determinado, objetivos específicos. Este modelo linear y racional está probablemente más adaptado para prever la ejecución de obras físicas que la realización de procesos complejos de cambio social (el desarrollo rural).

En el caso de la cooperación internacional, el proyecto se enmarca en un contexto institucional específico que son las “cadenas de la ayuda externa”. Estas cadenas son a menudo largas, de tres a cinco eslabones: los financiadores externos (a veces con delegación en el país); el organismo de desarrollo (por ejemplo una ONG capitalina), a veces con su sucursal local; los actores del territorio, a quienes va dirigido el proyecto, más algún intermediario local. Entre estos eslabones existe una distancia, no solamente física o geográfica sino también social y cultural, que dificulta el diálogo y la comprensión mutua a pesar de que varios eslabones intermedios tengan una función implícita de mediadores. Debido, además, a un funcionamiento a menudo unilateral y poco recíproco de estas cadenas, el proyecto resulta a menudo ser insuficientemente flexible para adaptarse a los contextos locales en los cuales se implementa. Los beneficiarios, los últimos eslabones, pueden difícilmente reorientar su contenido, sus procedimientos.

La lógica de este sistema, que parece ofrecer soluciones ya pre-establecidas en cualquier parte sin preocuparse por si calzan o no, ha sido resumida irónicamente como la de “buscar problemas para las soluciones” (Naudet, 1998). El enfoque

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llamado de la “mirada invertida” (Zellweger, citado por Soriano & Tapia, 2005), que analiza los procesos de decisión, informes y flujo de dinero de la cooperación a la luz de los procesos normales de compraventa en el mercado, destaca cómo los eslabones intermedios responden sobre todo a los modelos de los financiadores externos.

Una de la consecuencia es que no queda más remedio para los eslabones intermedios y finales de estas cadenas de desarrollo que buscar cómo manipular las reglas del proyecto para adaptarlas a su contexto y sus estrategias propias. O sea, “entrar con lo de ellos y salir con lo nuestro”. Estas estrategias permiten la realización de algunos ajustes que aumentan la pertinencia o la eficiencia de los proyectos, pero son también estrategias oportunistas donde individuos o grupos logran desviar los objetivos sociales de los proyectos para agendas particulares.

El hecho de que, en las últimas décadas, los proyectos hayan reivindicado ser “participativos” no ha cambiado tanto la situación. Esta “participación” busca a menudo cómo hacer más eficaz al proyecto pero sin dejar un verdadero espacio para que sean modificados sus contenidos y sus modos de operar. Ha predominado una lógica instrumental de la participación (Chambers, 2005). Los “diagnósticos” participativos, que tenían como propósito hacer emerger las verdaderas “necesidades” de la gente, son en realidad orientados por alguna oferta implícita, asemejándose a fin de cuentas a cierta modalidad de manipulación de las poblaciones locales (Mosse, 2000).

Esta rigidez de los proyectos de cooperación internacional se ha agudizado fuertemente con la agudización del manejo “gerencial” de estos proyectos, que se ha traducido en una tendencia de racionalización y estandarización de los formatos, y en la hegemonía creciente de los procedimientos administrativos y financieros en todo el “ciclo del proyecto”. Ha fortalecido aún más el fenómeno de la “mirada invertida” mencionado más arriba. Herramientas como el marco lógico, que se han vuelto casi universales, son un reflejo de la manera en que se concibe y se regula este mundo específico del desarrollo.

Cuando los proyectos se multiplican en un mismo espacio, aumentan los efectos perversos. Es común encontrar, para los miembros de una misma comunidad o cooperativa, que las reglas de acceso a los recursos varíen de un proyecto a otro en cuanto a su carácter devolutivo o no (donación o reembolsable), o en cuanto a los beneficiarios meta (reglas de selección). Esta competencia entre proyectos propicia al final de cuentas una segmentación social (véase, por ejemplo, Mendoza, 2010).

2.2. La exclusión de los grupos vulnerables de los proyectos

La mayoría de los recursos que acompañan los proyectos se quedan en las manos de los grupos dominantes y más acomodados de las comunidades o de los territorios, y los pobres no logran más que “migajas”. Son numerosos los ejemplos. A nivel de comunidades, se observa con frecuencia cómo algunos individuos, bautizados “líderes de la comunidad” por los proyectos, logran consolidar su posición social y económica en dicha comunidad gracias a los proyectos, apropiándose eventualmente de una parte de estos recursos (Mosse, 2001). Lejos de la imagen de comunidad unida y del consenso comunitario que aquel líder trata de ofrecer al visitante de paso y a los actores externos, las comunidades están a menudo divididas entre varias

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redes sociales – cada cual con su(s) líder(es) – que compiten entre ellas (Molenaers, 2006). Además, en el seno de cada una de ellas dominan relaciones de dependencia, explotación y exclusión

A nivel de un territorio entero es igual. Por ejemplo, en los municipios de Matiguás y Río Blanco, se puede constatar cómo los ganaderos medianos y grandes, quienes controlan las estructuras locales de poder, lograron captar los abundantes recursos de la cooperación internacional (proyecto “Proderbo” de la Unión Europea en la década de los 90, proyecto “Fondeagro” en la década de los 2000), para fortalecer un modelo de desarrollo basado en grandes fincas lecheras vinculadas a la industria nacional. Los más pequeños y los pobres tuvieron que irse montaña adentro (Mendoza, Fernández & Hernández, 2011).

Estos ejemplos levantan una interrogación importante: ¿no serian las modalidades mismas de las intervenciones de los proyectos las que crearían una exclusión de los más pobres? Mencionemos dos rasgos característicos de las modalidades de operar de los proyectos.

El primero es que los requisitos que imponen los proyectos se basan en un “mundo” jurídico e institucional que está ligado al Estado moderno pero que es, muchas veces, ajeno a las prácticas y las representaciones de los más vulnerables de la comarca. Sólo algunos, en general acomodados, son los que pueden maniobrar con facilidad entre los dos marcos: las reglas formales estatales y las reglas informales que gobiernan la convivencia local (Bastiaensen, D’Exelle & Famerée, 2006). Por estas razones, los respaldos “oficiales”, como los títulos de propiedad exigidos por las microfinancieras, alejan a los más vulnerables de la misma manera que imponer a las organizaciones formales (cooperativas, comités, etc.) como canal obligatorio entre las poblaciones locales y los financiadores (Gómez & Ravnborg, 2006).

En segundo lugar, la “oferta” de los proyectos no se adecua generalmente a las estrategias de vida de los grupos más vulnerables (Bastiaensen et al., 2011). Puede ser una oferta diseñada por hombres y promovida en las comunidades por técnicos hombres, que no responde a los intereses de las beneficiarias potenciales mujeres, o simplemente no las considera como beneficiarias posibles. Es común observar cómo los técnicos de proyectos, al ofertar sus llamados “paquetes técnicos”, orientan inconscientemente sus acciones hacia ciertos estratos de productores (a menudo acomodados) que son los únicos capaces y deseosos de adoptar las tecnologías que ellos promueven. En cambio, estas tecnologías resultan ser demasiado arriesgadas para los pobres por sus estrategias anti-riesgos; las puedan adoptar, salvo en caso de que estén subsidiadas.

Los proyectos argumentan que responden a una “demanda” de los beneficiarios, sin darse cuenta de que en realidad las poblaciones demandan comúnmente lo que los proyectos ofertan porque saben que muy raras veces estos proyectos son capaces realmente de hacer caso a sus demandas reales. Al aceptar el paquete ofertado, aunque no sea muy adaptado ni muy útil para su proceso de acumulación, no se arriesgan tanto porque saben que hay posibilidad de que sea subsidiado, y además estrechan lazos de confianza con una institución externa que potencialmente puede traer nuevos proyectos y nuevos beneficios.

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2.3. El proyecto, una intervención externa en medio de competencia y negociaciones entre actores

Las ciencias sociales han propuesto marcos conceptuales que ayudan a entender las realidades descritas más arriba. Las intervenciones de desarrollo se conciben como “un proceso continuo, construido socialmente y de manera negociada (entre actores involucrados de manera directa e indirecta) en lugar de la simple ejecución de un plan de acción previamente especificado con resultados esperados” (Long, 1999 citado en Bastianensen et al, 2010). Más precisamente, es una intervención externa en sistemas sociales dinámicos que consiste en transferir recursos a distintos grupos locales, quienes van a intentar captarlos para favorecer sus propias estrategias o, al contrario, para neutralizar efectos negativos (Olivier de Sardan, 2005). Estos recursos son de tipo material y económico (crédito, herramientas o animales, etc.), pero suelen ser también de carácter inmaterial, como son los saberes (técnicos, organizacionales), o de tipo simbólico, como es el reforzamiento del prestigio o del poder de un individuo, de un grupo.

Esta “exterioridad” de los proyectos en relación a los sistemas sociales en los cuales intervienen es siempre problemática. ¿Cómo, por ejemplo, seleccionar a los más pobres y evitar que algunos menos pobres aprovechen la falta de conocimientos del proyecto sobre su acceso a los recursos para hacerse pasar por pobres? ¿Cómo mejorar los conocimientos parciales y fragmentados sobre las realidades locales (más allá de los siempre parciales “diagnósticos” iniciales) para evitar errores en la ejecución del proyecto? Por esto las instituciones que promueven estos proyectos, y las ONG en particular, buscan cómo reducir esta brecha a través de su arraigo local. Sus promotores o técnicos locales, que son los principales enlaces entre el proyecto y las comunidades locales, por su origen social y geográfico tienen un rol clave en este intento de arraigar al proyecto, como ha sido ilustrado para el caso de micro financieras (d’Exelle, Bastiaensen & Alemán, 2003). Mosse (2000) habla de colusión entre promotores de desarrollo y algunos grupos dominantes, en donde los primeros garantizan la ejecución de los proyectos y el cumplimiento de las metas a cambio de sesgos y ventajas para ellos. Esta “remuneración” (material pero también política o simbólica) que compensa la inversión individual de muchos dirigentes locales en el quehacer de los proyectos ha de ser suficientemente explícita y transparente para ser legítima en la comunidad.

Todo proyecto interviene en un juego social local complejo, una arena socio-política donde se confrontan actores con lógicas heterogéneas y poderes distintos. En torno a los recursos del proyecto, se da una situación de competencia y de negociaciones entre distintos grupos e individuos. Esta negociación constituye una “participación escondida a los proyectos” (Chauveau, 1995), o sea, una participación discreta de los diferentes grupos de actores, de la cual el personal del proyecto no se da necesariamente cuenta y que tiene lugar paralelamente a las modalidades de participación “oficial” promovidas por el proyecto. Precisemos que estos grupos no corresponden a categorías fijas sencillas, como son las tipologías de productores o categorías generales como “las mujeres”, “los jóvenes”, sino que son redes sociales o “grupos estratégicos” (reuniendo individuos que se unen en torno a algún interés específico común ligado a alguna esfera específica).

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Los pobres o los grupos vulnerables no son grupos que se pueden caracterizar por indicadores cuantitativos precisos y claramente identificables. La pobreza y la vulnerabilidad se inscriben en un proceso de exclusión del acceso a los recursos, y se trata de un fenómeno dinámico y político. Los proyectos que buscan cómo beneficiar a los más pobres alteran el sistema de regulación de las desigualdades y enfrentan la resistencia de la estructura local del poder. Cuando un proyecto otorga una vaca al crédito o en leasing1 a una familia pobre, o cuando busca cómo facilitar el acceso a la tierra, interviene de manera más o menos indirecta en una relación de tipo cliente-patrón: el patrón pierde cierto control sobre una fuente de mano de obra. Beneficiar específicamente a los más vulnerables significa, entonces, imponer una regla adicional en un sistema de reglas existente sobre el cual el proyecto tiene poco control.

No cabe, sin embargo, ningún fatalismo que consista en creer que siempre los más pudientes serán los que saldrán ganando de cualquier proyecto. Los grupos meta, aun los más pobres, no son “víctimas” sino actores con cierto margen de maniobra, que saben usar estrategias “solapadas” para lograr sacar alguna ventaja de los proyectos. Lograr ampliar los márgenes de maniobra de los más vulnerables es parte de los retos de los proyectos, pero no es una tarea imposible.

3. ¿Contribuyendo a un proyecto de territorio que incluya a los más pobres?

3.1. El enfoque del desarrollo territorial y las implicaciones para los proyectos

En los últimos años, una perspectiva nueva en los proyectos de desarrollo rural ha surgido en torno a la dimensión territorial. A diferencia de lo que vimos más arriba, el territorio no es aquí un simple espacio físico “objetivamente existente y delimitable, por un puro ejercicio técnico ex ante en virtud de una u otra variable o conjunto de variables, físicas o económicas” (Schejtman & Berdegué, 2004, p. 33) sino que se concibe como “un conjunto de relaciones sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósito compartidos por múltiples agentes públicos y privados” (Schejtman & Berdegué, 2004, p. 30).

En él los actores establecen relaciones de coordinación para responder a determinado problema económico o productivo, o incluso para hacer emerger un proyecto para su territorio, o sea, un proyecto que armoniza a los diferentes proyectos individuales y colectivos de los habitantes en torno a algunas actividades económicas predominantes que estén basadas en las riquezas y en los recursos específicos del territorio.

El territorio es entonces una construcción social, y se construye en estos procesos de coordinación de los actores, movilizados en torno a objetivos comunes.

1 El leasing se refiere a todo contrato de arrendamiento de bienes donde una institución cede su usufructo, durante un plazo de tiempo determinado contractualmente, a un tercero quien, a cambio, está obligado a pagar un monto periódico. Al concluirse el plazo, el usuario tiene dos opciones: la de comprar el bien por su valor residual o la de devolverlo.

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Es una “realidad emergente”, producto de procesos de auto-organización del sistema social. Sin embargo, no se trata de un avatar del enfoque de “desarrollo local”, que emergió en la década de los 80 en oposición al verticalismo del Estado desarrollista y basado en una movilización social de la comunidad como fuente de cambio exclusiva en materia de desarrollo.

El desarrollo territorial reconoce, en efecto, que el territorio es un lugar privilegiado de interacciones entre actores, proyectos y políticas sectoriales, y de ahí la importancia de abordar las relaciones entre instituciones estatales, gobierno local, comunidades, empresas privadas, etc. Asimismo, el territorio y sus habitantes no es un espacio “aislado”: existen redes de relaciones que unen a individuos y grupos situados a diferentes niveles territoriales (micro, local, municipal, departamental, nacional e internacional). Por lo tanto, la clave del desarrollo territorial es la articulación entre las dinámicas a estos distintos niveles, lo cual permite superar la distinción habitual entre proyectos top-down y proyectos bottom-up.

¿Que consecuencias esto tiene para los proyectos? A diferencia del enfoque participativo, que tiende a limitar la intervención a algunas categorías de actores locales en función de sus objetivos, este enfoque busca cómo incluir un abanico más amplio de actores locales. Entre ellos está el gobierno local, que aspira a fortalecer sus espacios para definir e implementar su estrategia de desarrollo municipal. Están también los representantes locales del Estado, que tienen que buscar innovadoras maneras de adaptar localmente las políticas nacionales. Están finalmente los actores organizados de la sociedad civil (cooperativas, gremios, asociaciones locales), los privados etc. Al asumir esta diversidad de actores, los proyectos han de abandonar toda idea de consenso ficticio en torno a los caminos de desarrollo, y aceptar la existencia de diferencias de intereses y de contradicciones más o menos conflictivas entre los distintos actores. Le toca a la intervención externa incrementar, en una perspectiva de largo plazo, las capacidades de los actores de concertarse, de coordinarse, de participar en dinámicas colectivas, en un ámbito de acción colectiva.

Asimismo, el territorio deja de ser un “territorio de proyectos”, donde el Estado y cada ONG ejecutan sus proyectos, llevan a cabo sus programas, y donde los habitantes son considerados simples beneficiarios de ayudas (buscan cómo “agarrarse a un proyecto”) según las oportunidades que aparezcan, sin responder a ningún plan o lógica explícita. El enfoque del desarrollo territorial, al reconocer el protagonismo de los actores locales en manejar su propio desarrollo, legitima el hecho de que los proyectos han de ser negociados con estos mismos actores locales. Esta negociación no apunta a realizar algunos ajustes para optimizar la ejecución del proyecto tal como ha sido predefinido, sino que abre a negociación, en la arena local, los campos mismos de intervención, los contenidos concretos, los grupos meta, las reglas y procedimientos de implementación. Los actores locales (incluyendo a los vulnerables, como lo veremos más abajo) han de tener este poder de modificar el quehacer de los proyectos. No significa que van a desaparecer por completo aquellos juegos discretos de negociación, sino que los proyectos van a intentar sacarle provecho a las capacidades locales de confrontarse, de llegar a convergencias, aunque sean parciales y puntuales. Una nueva era de los proyectos ha entonces de abrirse: después de los proyectos participativos, con las ambigüedades que vimos más arriba, el desarrollo territorial abre quizás el tiempo de la negociación (Leeuwis, 2000).

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3.2. ¿Qué lugar ocupan los grupos vulnerables en los proyectos con enfoque de desarrollo territorial?

¿De qué manera y bajo qué condiciones este enfoque de desarrollo territorial facilita o no un desarrollo más incluyente? ¿Acaso las redes de notables locales no van, a nivel del territorio, a seguir monopolizando las vías y recursos de desarrollo, en detrimento de los intereses de los grupos vulnerables? El territorio, ¿no es acaso “un paisaje con vías de amplios carriles para algunos sectores sociales, con estrechas veredas para otros y con profundas quebradas y malos caminos (en un sentido real y simbólico) para los más vulnerables”? (Bastiaensen et al., 2011, p. 22).

Varios autores ubican a la concertación como eje central de la nueva institucionalidad que requiere el desarrollo territorial. Por “concertación” se entiende un proceso de diálogo y de búsqueda de acuerdos con el objetivo de desembocar en propuestas, proyectos u orientaciones aceptadas por todas las partes2. Una hipótesis es que a pesar de que las estructuras sociales locales están marcadas por relaciones de dominación de tipo patrón-cliente y por una fuerte segmentación social, existe también en los territorios un tejido más o menos denso de relaciones horizontales de cooperación vecinal o familiar, y capacidad para que grupos heterogéneos o coaliciones de diferentes actores logren coordinarse y empujar iniciativas comunes (Gómez, 2001).

Shejtman y Berdegué (2004, p. 11) plantean combinar exitosamente dos elementos distintos: “estimular y facilitar la interacción y la concertación de los actores locales entre sí y entre ellos y los agentes externos relevantes, e3 incrementar las oportunidades de que la población pobre participe del proceso y de sus beneficios”. Sin embargo, ¿qué logros pueden alcanzar realmente los grupos vulnerables en estos procesos de concertación? ¿los grupos dominantes estarán realmente en disposición de soltar una parte de su poder para que los más vulnerables puedan orientar el proyecto y fortalecer así sus propias rutas de desarrollo?

Es de temer que sin la apertura de espacios para que esta negociación se pueda preparar y realizar de manera favorable para los más vulnerables y sin apoyo especifico a estos sectores, la concertación termine siendo en definitiva una manera para los grupos dominantes de reducir el riesgo de una posible oposición de los grupos vulnerables.

La responsabilidad de las intervenciones de desarrollo es que las demandas de los grupos vulnerables se formulen y se oigan en las arenas locales, que las modalidades concretas bajo las cuales se realizan los procesos de concertación incluyan a estos grupos y que al menos una parte de los recursos se puedan orientar de manera transparente, sin paternalismo ni clientelismo hacia estas rutas de desarrollo “alternativas”. Paralelamente y progresivamente, se trata de mejorar la capacidad de estos sectores de asociarse, organizarse y mejorar su representación y su poder político en las estructuras de poder territoriales (municipio, comité local, etc.), cooperativas

2 Este proceso de concertación suele tener una faceta informal y, por naturaleza, poco visible para un ojo externo, así como una faceta “institucionalizada” a través de instancias formales, puntuales (en el marco de un proyecto) o permanentes (consejo de desarrollo municipal, por ejemplo).

3 El subrayado es nuestro.

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o gremiales4. Es en el marco de dicho proceso de construcción de largo plazo que son aceptables convergencias parciales de intereses con los actores pudientes y consensos puntuales a nivel local, con la condición de que sean favorables a las estrategias de los grupos vulnerables. Recurriendo a la imagen conocida del boxeo, corresponde a la técnica del “golpe y amarre” (P. Marchetti, comunicación personal, 1992)5.

Para ello, las ONG y especialmente las comprometidas con los pobres han de fortalecer sus alianzas estratégicas con estos sectores y sus organizaciones, aunque esta posición no sea compatible con la posición en principio más “neutral” del animador/mediador de procesos de concertación. Este posicionamiento constituye un retorno a los enfoques originales desarrollados por Paulo Freire (1972), enfoque de naturaleza política, donde los interventores exteriores se consideraban como catalizadores de dinámicas de grupo para que los actores locales “marginalizados” reforzaran su autoestima y su poder político, y progresivamente esto desembocara en una planificación autónoma de la población.

3.3. Una ilustración: el caso del desarrollo excluyente de la vía láctea y los caminos alternativos

Los cambios experimentados por las viejas fronteras agrícolas ganaderas de Matiguás y Río Blanco nos servirán de ilustración. Flores et al. (2011) han puesto de relieve, en una detallada investigación, cómo en los últimos 15 años la leche fresca se ha vuelto el eje aglutinador del desarrollo territorial. Esto se ha logrado gracias a una coordinación bastante eficaz de diversos actores locales entre sí (productores, gremio ganadero, centros privados o cooperativas de acopio, transportistas, gobierno local, etc.) y con actores externos (agroindustria en Managua, instituciones públicas, empresas de servicios, cooperación internacional, etc.). Para ello, fondos públicos del Estado central (para el mejoramiento de la infraestructura vial y de energía) se han combinado con inversión privada, recursos de la cooperación internacional y fondos del gobierno local.

Ha emergido entonces un territorio lechero que ha logrado imponer progresivamente su hegemonía sobre el espacio regional, cruzando a tres municipios (Muy-Muy, Matiguás y Rió Blanco). Esta “vía láctea” tiene la forma de un pulpo, cuyos brazos son la red de caminos de todo tiempo, los cuales se van multiplicando y extendiendo. El proceso de extensión es sencillo: la clave es el camino de todo tiempo que permite conectarse con un camino existente y que rentabiliza las inversiones de un centro de acopio de leche, centro neurálgico local de la cadena. El trazado del camino y su hechura supone una movilización colectiva de los productores del micro-territorio6 y negociaciones con alcaldías y financiadores externos. Una vez que el camino está hecho, un nuevo grupo de productores puede insertarse en la cadena lechera existente, partiendo de las coordinaciones existentes. Poco a poco la cadena

4 A menudo los grupos vulnerables son marginalizados en estas estructuras, y su “invisibilización” tiende a crecer a medida que se elevan en las estructuras, como lo demuestran, por ejemplo, el caso de las cooperativas de segundo o tercer grado (Barrios, 2008).

5 Universidad Campesina, Managua.6 Un espacio que tiene aproximadamente una anchura que equivale a una hora en mula desde ambos lados

del futuro camino.

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de leche fresca logra imponerse sobre las cadenas de queso y cuajada. Sin embargo, este modelo de desarrollo del territorio ha sido muy excluyente

desde el punto de vista social. Las exitosas dinámicas colectivas no han logrado incluir a los grupos vulnerables: segmentos de campesinos pobres con tierra (pero poca) y sin capital, mujeres y, particularmente, transformadoras de cuajada (Flores et al., 2011). Su situación se ha deteriorado, provocando un empobrecimiento local, el repliegue en las partes menos accesibles del territorio o la migración hacia la profundidad de la montaña. El proceso social y espacial histórico del avance de la frontera agrícola (Maldidier, 2004) se ha reactivado, entonces, bajo modalidades nuevas debido a la especificidad de la leche, aunque con los mismos resultados de “avance en cascada” amarrados a la polarización social. En definitiva, los grupos vulnerables, poco organizados, poco presentes en las estructuras de poder local y sub representados en las instancias formales de concertación, han sido invisibilizados en los procesos de transformación rural.

Otras vías de desarrollo hubiesen sido quizá posibles (y siguen siéndolo, aunque hoy en día probablemente sea en otras partes del territorio) si se habían apoyado las pocas iniciativas más o menos colectivas de los grupos vulnerables. En efecto la conflictividad social que se ha incrementado fuertemente en la región, traduce también la existencia de varios focos de resistencia a este modelo de desarrollo lechero (Mendoza et al., 2011). Las intervenciones externas hubieran podido (pueden) darse como meta de apoyar sistemáticamente a los grupos vulnerables en sus intentos más o menos colectivos, estructurados y exitosos de defender las rutas de desarrollo que más les convienen.

Las cadenas de queso y de cuajadas particularmente, en mayor medida ligadas a estos grupos vulnerables, se pueden potenciar, con un enfoque de cadena de valor. Esto implica fomentar los encadenamientos locales promoviendo la cooperación entre un tejido de pequeñas estructuras de producción y MIPyMEs de procesamiento y comercialización en torno a un producto de calidad destinado a algunos segmentos de compradores urbanos. En un segundo momento se podrá explorar si estos productos agroalimentarios pueden ser identificados a través de una especificidad, una fama o una imagen territorial, y entonces apoyar para que las organizaciones de productores se involucren en estrategias territoriales y de construcción de signos de calidad vinculados al origen geográfico7. La coexistencia de estas cadenas de queso y cuajada con la cadena de la leche, que implicará la búsqueda de formas de regulación adecuadas, pudiera ser una vía que fortalece posiblemente el proyecto territorial colectivo (al menos en la mayor diversificación de la economía del territorio) y la cohesión social en torno a él.

En esta realidad de frontera agrícola, donde la apertura de caminos se acompaña de cambios sociales veloces, cualquier temática prácticamente puede ser aprovechada para empujar dinámicas alternativas en las cuales los grupos vulnerables

7 Ya sea con una Indicación Geográfica (IO), un signo de calidad que se utiliza en productos que tienen un origen geográfico específico y poseen unas cualidades determinadas o una reputación que es atribuible a dicho lugar, o bien una Denominación de Origen (DO), un tipo especial de indicación geográfica que se aplica a productos que poseen una calidad específica derivada exclusiva o esencialmente del medio geográfico en el que se elaboran.

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consoliden su capacidad de negociar los caminos de desarrollo que les conviene: la apertura y el mantenimiento de un camino de todo tiempo, la capitalización de las fincas, la consolidación de los derechos de acceso y uso de la tierra, la promoción de inversiones colectivas de medios y equipos etc.

Sin embargo, no importa en definitiva tanto el tema sino la finalidad: lograr el arranque de una dinámica en que las poblaciones locales, incluyendo a sus sectores más vulnerables, inicien una movilización, y se consolide un proceso colectivo de interacciones y negociaciones con los otros niveles territoriales y otros actores institucionales. Esto implica largos y múltiples procesos para facilitar reflexión colectiva y movilización en las comunidades, ayudar a que los grupos encuentren sus propias soluciones y aumenten sus capacidades de iniciativa local, de organización y de representación.

4. Conclusiones

El funcionamiento de los proyectos de desarrollo de la cooperación internacional no ha sido consistente con la búsqueda de rutas de desarrollo para los sectores pobres y vulnerables de las áreas rurales que siguen siendo considerados implícita o explícitamente más como sujetos de subsidios que como verdaderos actores económicos insertos en un sistema social determinado.

El enfoque de desarrollo territorial ofrece posibilidades nuevas para agilizar un giro en las prácticas de los proyectos. Una intervención de desarrollo que sea negociada y concertada con los actores locales, que fomente y apoye los procesos de concertación, que abra espacios de negociación para favorecer las rutas para los más pobres es, en esencia, una intervención cuyos caminos y resultados son poco previsibles. Le toca a fin de cuentas a todo proyecto, manejar interacciones entre actores, que son relaciones de cooperación más o menos conflictivas y, otras veces, de enfrentamientos más o menos públicos. A medida avanza, se renegocia continuamente el proyecto mismo. Sin duda, el paradigma de “proyecto proceso” convendría más que el del proyecto convencional de corta duración y descontinuados en el tiempo (Mosse, Farrington & Rew, 1998). Significa considerar que se trata de un aprendizaje colectivo (learning process approach) que asocia a los diferentes actores, y que la planificación ha de ser un sistema flexible en una lógica de proceso de ensayo - error.

Las ONG y aquellos organismos de desarrollo comprometidos, por sus valores y su historia, con los sectores excluidos del campo, tienen que consolidar sus alianzas y sus compromisos con este sector, y re-politizar su agenda, alejándose del carácter a menudo técnico y “despolitizado” de los proyectos de desarrollo. Si no, es de temer que el desarrollo territorial se vuelva más de lo mismo.

Agradecimientos

Agradecemos al revisor anónimo de la versión inicial por sus valiosos comentarios. Asimismo, agradecemos al conjunto del personal del Instituto de Investigación Aplicada y Promoción del Desarrollo Local Nitlapán de la UCA por la riqueza de

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los intercambios sobre las prácticas de sus intervenciones que se dieron en el marco de una reflexión sobre el quehacer estratégico de la institución.

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¿Institución patrón-dependiente o indeterminación social? Genealogía crítica del sistema de habilitación en el café

* Investigador en Centroamérica. Correo electrónico: [email protected]** Investigador en Centroamérica. Correo electrónico: [email protected]*** Investigador en Centroamérica. Correo electrónico: [email protected]

¿Institución patrón-dependiente o indeterminación social? Genealogía crítica del sistema de habilitación en el café

René Mendoza V.*, Edgar Fernández** y Klaus Kuhnekath***

Recibido: julio de 2012 / Aprobado: agosto de 2012

El objetivo de este artículo es analizar de manera crítica el sistema de habilitación en la producción cafetalera en Nicaragua, ya que consideramos que es una ‘fábrica de pobreza’. Más precisamente, intentamos entender si dicho sistema es una “institución patrón dependiente” que determina la conducta de los actores (perspectiva determinista) o es una institución que permite acciones no limitadas a través de una determinación social (perspectiva voluntarista). Nuestro análisis parte de una crítica tanto de la perspectiva determinista como de la voluntarista para luego adoptar un enfoque que nos hace incluir tanto elementos estructurales como de actores individuales. De esta manera alcanzamos un resultado doble identificando, por una parte, elementos que explican cómo el sistema de habilitación se ha mantenido por siglos y, por otra parte, las oportunidades que esconde dicho sistema y que permiten cambiarlo.

Palabras clave: habilitación / café / cooperativas / cambio institucional

1. Introducción

“Te doy el equivalente a sesenta dólares y me pagas con una carga de café (pergamino oreado) en diciembre”, es la típica expresión, entre los meses de mayo a julio de cada año, de un ‘vinagrero’ (intermediario comercial) a un pequeño productor de café en Nicaragua. Esa transacción se llama ‘sistema de habilitación’, cuya genealogía va

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hasta la Colonia. ¿Cómo explicarlo? La perspectiva institucional basada en la noción de patrón de dependencia (pathdependence) explica el presente a través de su origen y dice que los eventos pasados determinan el curso de la historia. Una perspectiva opuesta es la voluntarista, que dice que todo se puede cambiar por decisión de los actores.

¿Es el sistema de habilitación una institución patrón-dependiente determinada por la historia o expresa una indeterminación social cambiable por decisión de los actores? En este artículo mostramos una base empírica para decir que esa institución se mantiene históricamente sostenida por profundas estructuras de poder junto con condiciones objetivas de insuficiente oferta de crédito para que los productores puedan esperar los meses de cosecha y así vender su café en precios adecuados; criticamos la perspectiva determinista y la voluntarista explicitando lo que ambas esconden, lo político, y argumentamos, a través de una crítica contra-hegemonial, que esa institución es cambiable en la medida que se cambia la correlación de fuerzas. En este sentido, nuestro objetivo es buscar oportunidades entre ambas visiones – patrón-dependiente e indeterminación social –, oportunidades que emergen en coherencia con la afirmación clásica de Marx en 1852 en su libro ‘El 18 Brumario de Luis Bonaparte’ que dice que el hombre hace la historia, pero no la hace libremente sino bajo circunstancias dadas (determinadas).

2. La historia importa a la vez que es resultado político y social

El punto de partida es la crítica tanto de la perspectiva determinista como de la voluntarista. La meta es hacer una investigación empírica dentro del marco de la teoría de la dualidad de estructura que nos hace incluir tanto elementos estructurales como de actores individuales sin caer en la trampa del determinismo o del voluntarismo. Nuestra hipótesis es averiguar empíricamente cómo el sistema de habilitación se ha mantenido por siglos y qué oportunidades esconde esa institucionalidad para cambiarla debido a que es una ́ fabrica de pobreza´. Para esto, introducimos la crítica hegemonial a ambas perspectivas (tanto del determinismo como del voluntarismo).

¿Es el sistema de habilitación una “institución patrón dependiente” que determina la conducta de los actores (perspectiva determinista) o es una institución que permite acciones no limitadas a través de una determinación social (perspectiva voluntarista)? La respuesta, a través de una perspectiva de la “dualidad de estructura” (A. Giddens), es: ni determinista ni voluntarista sino mas bien estructuralmente “dual”, es decir: los actores producen el sistema de habilitación que les limita pero no determina sus acciones – igual que en el caso de las reglas del ajedrez, que limitan al jugador pero no determinan sus jugadas. Entonces esa perspectiva nos deja buscar y detectar las oportunidades para cambios si incluimos en nuestro análisis lo político como fundamento de lo social. Es decir, las relaciones de dominación política, lo que arroja luz sobre las decisiones hechas por una minoría sobre la mayoría.

El premio Nobel D. North (1990) plantea que una vez que la economía está sobre un patrón ´ineficiente´ que produce atraso puede persistir (e históricamente

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ha persistido) debido a la naturaleza del patrón de dependencia (pathdependency). Las instituciones (reglas del juego) heredadas (patrón-dependencia) determinan el tamaño y la forma de dividir el ‘pastel’. Estos procesos moldean la capacidad de los actores para acceder a ese ‘pastel’, al igual que su capacidad de (re)negociar estas mismas reglas del juego, situación que es complicada para los pequeños productores, casi por definición, con menos influencia en las negociaciones. Salirse de esas instituciones (como el sistema de habilitación), sostenidas por una centenaria estructura social y política es difícil, y cuando surgen reacciones para cambiarlas más bien las refuerzan. Veamos dos casos.

“La historia importa”: patrón de dependencia es depender de resultados económicos basados en previos patrones de resultados, en lugar de las condiciones actuales; es una institución que persiste aun después de que las condiciones que llevaron a crearla desaparecen. Un ejemplo clásico ha sido el sistema QWERTy (ver David, 1986). Este sistema de teclas estandarizado de la máquina de escribir de siglos pasados evolucionó al teclado de la computadora sin variación alguna. Las empresas que se mantuvieron innovando esa tecnología ligada a enseñanza de su uso prevalecieron, mientras otras empresas con otros sistemas quedaron en el camino. De ahí se infiere que nuestra escogencia del sistema de teclado en el presente está gobernada por la historia.

Mahoney (2001), del institucionalismo histórico de análisis comparativo, abre posibilidades de cambio en la noción de patrón-dependencia con su noción de “juntura crítica”. Para él, patrón-dependencia “ocurre cuando la escogencia-decisiones de actores claves en junturas críticas conduce a la formación de instituciones que tienen virtudes de auto-reproducirse”, instituciones cuya “persistencia produce una serie de reacciones y contra-reacciones que culminan en la creación de un gran régimen de resultados” (pp. 111-112). O sea, dada las condiciones históricas, las junturas críticas expresan varias opciones, y la selección política de una de ellas vuelve progresivamente difícil regresar al punto inicial de opciones múltiples. Aplicando este marco a Centroamérica, Mahoney (2001) argumenta que las ‘condiciones históricas’ fueron la pugna entre liberales y conservadores del siglo XIX por instaurar el liberalismo, que la ‘juntura crítica’ fue la decisión de políticas liberales radicales (Guatemala y el Salvador), reformistas (Costa Rica) y abortadas por la intervención norteamericana (Nicaragua y Honduras), con ‘reacciones’ de movimientos democratizadores que ‘resultaron’ en dictaduras militares autoritarias (Guatemala y El Salvador), dictaduras tradicional-clientelistas (Nicaragua y Honduras) y democracias (Costa Rica).

El sistema QWERTy es técnico a la vez que global, pudo ser cambiado pero persistió. ¿Por qué? Se han discutido las posiciones de las letras, pero no se cambiaron. Lo mismo ocurrió con relación a las dictaduras y democracias en Centroamérica durante más de 100 años: ¿qué factores impidieron el cambio? ¿Qué posibilidades había para cambiarlo? La importancia de estas instituciones radica en que son procesos determinados por causas históricas que moldean los procesos de desarrollo presente1.

1 Serrano (2011), desde la filosofía, coincide con esta visión. Él argumenta que América Latina carece del pensamiento filosófico y jurídico de la Ilustración, que dio origen a la ley como fundamento del poder, y por ese déficit, “el caudillismo, la arbitrariedad, la reelección... y la guerra civil como forma de (...) ejercer la política van a ser, desde entonces, las características dominantes de nuestros procesos políticos....”.

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Conscientes del efecto de esta perspectiva, criticamos su carácter determinista. En el caso de Mahoney, reconocemos que abre posibilidades de cambio con la noción de “juntura crítica”, pero sigue siendo limitada, bastante determinista: ¿existen realmente esos patrones de dependencia? En caso de que sí, ¿pueden ser reducidos a decisiones de políticas macro sobre aspectos económicos de tal manera que determine el curso de un país para los siguientes siglos? Ubicándonos en el marco del determinismo y del voluntarismo averiguamos empíricamente cómo el sistema de habilitación se ha mantenido por siglos, y qué oportunidades esconde esa institucionalidad para cambiarla debido a que es una ‘fábrica de la pobreza’. Para esto, introducimos la crítica hegemonial a ambas perspectivas.

Desde la perspectiva contra-hegemonial, visión de genealogía crítica inspirada en Laclau y Mouffe (2004), discernimos lo político bajo tres elementos: la existencia de antagonismo, de decisiones, pero no de decisiones ultimativas (verdades absolutas; fundamentalismo). Bajo estos elementos se discierne el carácter hegemonial de cada sociedad y se reconoce su contingencia social, que las cosas pueden ser diferentes. Cada orden existe por la exclusión de otras posibilidades (oportunidades), a la vez que debemos reconocer el rol proactivo del capital, más allá de la trampa del voluntarismo vestido de ‘cambio’ (p.ej. “espíritu de apropiación” en el post-fordismo), para ‘reforzar’ el mismo sistema de dominación o restituir constantemente su legitimidad. ¿Cómo construir contra-hegemonía? Necesitamos ‘des-articular’ (perspectiva deconstructivista) para luego ‘articular’ abogando por una intervención que restituya otra hegemonía.

3. Sistema de habilitación, ¿una institución patrón-dependiente?

Comencemos con una revisión histórica de este sistema, desde la Colonia, para luego discernir su funcionamiento y efectos en nuestros días.

3.1. El sistema de habilitación en la época colonial y post independencia

En la época de la Colonia el sistema de habilitación se daba en toda la Capitanía de Guatemala. La cadena de “habilitación” partía de la capital guatemalteca para llegar hasta las provincias, llevando artículos de importación y fabricados por las industrias locales, como aceite, vino, hierro, herramientas y artículos textiles (Zelaya, 2004, p. 27). y “estos productos traídos de Guatemala oscilaban entre 20 y 30 por ciento más de lo que valían en la Capital del Reino, dándonos una idea de las jugosas ganancias que obtenían las personas que se dedicaban al comercio de estos productos” (2004, p. 27). A cambio, la gente de Nicaragua entregaba los frutos de su trabajo: cacao, ganado, quesos, entre otros. Gracias a esa monopolización de los roles de comerciante – financiero prestamista – empresario manufacturero, los habilitadores de Guatemala dominaban la vida económica, política y social de la capitanía centroamericana.

Luego de la independencia la economía giró en torno a la explotación de los recursos naturales y la activación del sector agropecuario en un contexto de

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infraestructura productiva deteriorada por la guerra civil, insuficientes vías de comunicación y pésimo estado de los medios de transporte (Téllez, 1999, p. 29). En este contexto, según Levy (1976, p. 428), la producción había disminuido, “hasta el punto… y durante mucho tiempo… que el comercio consistió casi únicamente en vender cacao, queso y varios artículos de consumo usual a los Estados vecinos”. Levy describe tres situaciones: la primera en que “el comercio por mayor vende al comercio por menor a plazos dilatados, pero por dinero”; la segunda es que si “el negociante por mayor quiere exportar productos del país, los compra al productor… y como no hay banco, le adelanta el precio de su cosecha”; la tercera es que “siendo escaso el dinero, los obreros se conforman con recibir parte de su salario en efectivo”. En vista de que el país no contaba con una ley hipotecaria y debido al poco valor de la propiedad territorial, para disminuir los riesgos que corría el habilitador, los adelantes se hacían “a un mayor interés usurario” y “el habilitador no [daba] casi siempre en dinero más que una pequeña parte de la suma habilitada” (Levy, 1976, p. 442).

3.2. Habilitación en el norte del país

ya en el siglo XIX la habilitación adquiere ciertas diferencias según región. En Matagalpa y Jinotega la actividad comercial ligada al sistema de habilitación no sólo suplía implementos y equipos a los productores, sino de capital para la producción y para la comercialización. De este modo, desde finales del siglo XIX algunas familias terratenientes – la mayoría inglesas y alemanas – y los más relevantes comerciantes tradicionales locales, dedicados al comercio, escalan vertiginosamente basados en el sistema de habilitaciones.

La venta de cosechas a futuro se profundizó debido a la crisis de los años 1930, debilitando a los productores cafetaleros. En este período muchas grandes propiedades pasaron a ser controladas por los más fuertes productores, particularmente algunas casas extranjeras compradoras de café (Casa Calley Dagnall, S.A.; Compañía de Ultramar – Brown Brothers & Seligman –, Cruz Lorena, S.A.), dando lugar a la formación de los primeros bancos privados (Calley Dagnall e Hipotecario). La Compañía Mercantil de Ultramar, apéndice del Banco Nacional, controlada desde su creación en 1912 por banqueros norteamericanos, monopolizaba la comercialización del café producido en la región y, sólo hasta muy tarde, desde la década de 1950, permite la competencia de casas locales: Comercial Internacional (CISA), Agrícola Industrial Nicaragüense S.A. y otros controlados por grandes productores de Managua y Diriamba principalmente.

El grupo financiero del norte central arrancó instalando en 1920 en Matagalpa un trillo para beneficiar café maduro: “Beneficio de Café Calley Dagnall, S.A.”. Sus dueños, dos inmigrantes de nacionalidad inglesa, David Dagnall y Mr. Calley, configuraron un negocio diversificado: compra de café, habilitación a pequeños productores, beneficio seco, trillo, exportación, venta de accesorios, maquinarias agrícolas, abonos. Ese es el negocio que se llamó “Casa Calley Dagnall”, que más tarde cambió su razón social a “Sociedad Agrícola Industrial” y que en los años 50, con el repunte de los precios del café, se convierte en Banco Calley Dagnall. Esta diversificación le permitió tener un fuerte control en la zona y a finales de los años

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setenta pasaba por sus manos más del 50% de la producción de café de toda la zona.En Las Segovias, entre 1940 y 1979, se dio una creciente especialización y

crecimiento de la producción mercantil, estimulados por infraestructura vial comunicando la zona con el resto del país. En esa transformación, el capital comercial, el usurero y el bancario, jugaron un papel fundamental. El Banco Nacional Incorporado (BNI) tenía presencia en Estelí desde finales de 1930 a través de un agente (Aniceto Rodríguez), comerciante, quien daba servicios de transferencia de dinero, compra de café, abastecimiento de sacos de yute, y financiamiento a los intermediarios que acopiaban este grano y a grandes productores. Con la transformación del BNI en Banco de Nicaragua (BNN) en 1940 se empezó a reglamentar los créditos agrícolas y ganaderos: se creó “el avío para pequeños agricultores” (APA) y los “préstamos para grandes agricultores e intermediarios”, dueños de beneficios e ingenios de azúcar (Bone, citado en CIERA-MIDINRA, 1984, p. 177). El Banco habilitaba a los productores a través de los intermediarios y luego abriendo agencias en Pueblo Nuevo (1960) y Limay (1961), y en 1977 se complementó con la institución especial de crédito rural INBIERNO (CIERA-MIDINRA, 1984, p. 178). Así, el Banco captaba la cosecha de zonas de frontera agrícola.

A la par se instalaron beneficios secos en Pueblo Nuevo y en Ocotal, concentrándose aún más el capital cafetalero. Con la mejoría de precios, entre 1950 y 1957, la siembra de café por parte de grandes, medianos y pequeños productores se multiplicó. Este desarrollo fue acompañado por el sistema de habilitación: los propietarios de beneficios secos, aprovechando las líneas de crédito especiales que les proporcionaba el BNN, se convirtieron en los mayores intermediarios compradores de café de Las Segovias. Ellos, como por ejemplo Pastor Midence, redistribuían el crédito a los pequeños caficultores usando el sistema de compra de futuro. A los productores más alejados y más necesitados de dinero les compraban cuando las flores del cafeto apenas empezaban a reventar, a otros les compraban el café en cereza o en pergamino. Otorgaban préstamos con la producción de café como prenda. De esta forma, un préstamo contra dos latas de café se transformaba al poco tiempo en una deuda de 10 – 20… 80 latas de café. Estas ventas de futuro seguían un algebra sencillo: cada año se duplicaba la deuda. El secreto de su acumulación estaba en el monopolio de las compras del café. Estos procedimientos estaban tan institucionalizados que los ricos se vendían las deudas entre sí (los “pagarés”), lo que les permitió agrandar sus fincas a partir de las fincas vecinas endeudadas. “Así poco a poco, los ricos tiraron para afuera a mucha gente, haciéndose dueños de sus tierritas” (CIERA-MIDINRA, 1984, pp. 255-256).

Finalmente, como ejemplo de cómo funcionaba el sistema de habilitación en un área de frontera agrícola, tomamos un municipio de vieja frontera agrícola, Wiwilí. A inicios de los años 80, esta era una zona habitada en su gran mayoría por campesinos pequeños y medianos, y por un pequeño número de grandes propietarios de frontera agrícola. Desde 1950 llegaron familias de Estelí y Jinotega, principalmente por la atracción de ocupar tierras libres. Las familias ricas llegaron 15 o 25 años después de los primeros colonizadores, venían procedentes de áreas urbanas de Ocotal, Jinotega, Estelí y Sébaco. Se instalaron en el poblado y se dedicaron al comercio. A lo largo del tiempo, ellos compraron tierras o se las quitaron a los productores endeudados por “habilitaciones” que jamás pudieron

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abonar, empujándolos más adentro de las montañas.

En Wiwilí las dos estructuras más importantes en la vida social campesina, entrelazadas intrínsecamente una con la otra eran los lazos familiares y las relaciones de clientela. El sistema de habilitación en esta zona se basaba en estos dos tipos de estructuras sociales. Por lo general, los familiares de un campesino se hacían «clientes» del mismo comerciante–habilitador y en muchos casos las relaciones de clientela buscaban reforzarse por parte de los campesinos a través de hacerse compadre de su patrón para mejorar y fortalecer las relaciones, y sobre todo para estabilizarlas. El sistema de clientela es otra extensión de dependencias interpersonales, sus principios son: las relaciones de “patrón cliente» son escogidas de persona a persona; la relación implica privilegios económicos para ambos contrayentes (relación de venta y compra asegurada, mejores precios y/o condiciones, etc.); hay un flujo de información desde los clientes a los patrones y viceversa, donde el patrón transmite la idea de que les protege, les advierte en caso de necesidad y funciona como consejero en algunos casos2. El “patrón” normalmente es un gran comerciante y prestamista en el pueblo. La cualidad más importante del patrón parece ser sus muchos y buenos “conectes”. El patrón compra la mercancía traída por el campesino o su intermediario.

Hasta aquí vemos que el sistema de habilitación es una relación social, una institución de larga data. Puntualizando, Wheelock (1985, p. 38), al estudiar la organización económica latifundaria, y específicamente en torno al café, afirma:

El comercio es un giro de gran importancia para el fortalecimiento de la estructura latifundaria. Se realiza a través de los comisariatos o “ratas”, instituciones de comercio rural que sirven a la vez como centros de suministro – generalmente bienes de consumo – y como centros de acopio que reciben a muy bajos precios la pequeña producción de la zona. En estos comisariatos se extrae el poco jornal pagado al trabajador en el propio latifundio, con el estímulo de otorgarle créditos abiertos y endeudarlo por el consumo de artículos que alcanzan precios exorbitantes. El crédito se extiende también a los pequeños productores de la zona, a modo de “habilitación”, con el cargo de cancelar el consumo mediante la entrega de la cosecha. Con ello, el terrateniente vende productos baratos a precios caros, compra productos que venderá caros a precios irrisorios y por ese servicio cobra los intereses de ’habilitación’ a tasas que oscilan entre el 30 y el 60% del monto total que suma el crédito de consumo.

De esta cita, el sistema de habilitación consiste: 1) en “cancelar el consumo mediante la entrega de la cosecha”; 2) ese “consumo” se refiere a productos dados por comisariato a “precios exorbitantes”; 3) en la misma página 38, en la nota de pie No. 2, Wheelock amplía: “Los artículos alimenticios en los comisariatos sufren alzas que oscilan entre un 60 y un 500% sobre el precio de mercado”; 4) el autor explicita aun más: “el terrateniente vende productos baratos a precios caros, compra productos que venderá caros a precios irrisorios”; 5) y esa brecha de precios está

2 El patrón precisa el máximo de información como su base y fuente de sus ganancias y de sus actividades económicas en general. Su poder se basa en la recopilación de informaciones ("vigilancia").

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amarrada al sistema de habilitación que en su expresión de crédito “cobra los intereses... a tasas que oscilan entre el 30 y el 60% del monto total que suma el crédito de consumo”. En otras palabras, te doy productos a precios inflados (hasta 500%) y te compro productos muy por debajo del precio del mercado, y además, por esperarte algunos meses, te cobro tasas de interés de hasta 60% del monto total. Sin embargo, Wheelock no reconoce que el que compra también corre cierto riesgo (dado que no es seguro que el productor le va entregar un producto adecuado y que está ofreciendo un servicio (crédito y venta) sin el cual – argumentaría el latifundista – los productores estarían aún en peor situación, y todo ello, obviamente, en precios favorables para el habilitante. Basado en este sistema de habilitación, familias como los Calley Dagnall constituyeron su banco, complejo agroindustrial (beneficiado seco), exportación y tecnología (maquinaria e insumos) del café.

Este sistema de habilitación se perfeccionó en torno al café: te habilito (mayo-julio) en dinero efectivo y/o en especie (insumos) para que produzcas café y me lo pagues con café en el momento de la cosecha (noviembre-enero). Esto es una compra de café en mayo, sólo que el café será entregado en diciembre. La misma familia/empresa (Calley Dagnall hasta 1979, CISA o Atlantic desde 1990) es la que habilita y acopia el café, luego lo procesa y lo exporta como grano de oro. Este sistema de habilitación se presenta como un fenómeno necesario, una institución que estabiliza los arreglos societales, que media tanto a los productores como a las empresas.

Ese sistema tuvo variantes pero jamás fue quebrado ni desestabilizado durante la revolución Sandinista de los 80, ni bajo gobiernos liberales de los 90. La banca estatal BANADES habilitaba y la empresa estatal ENCAFE acopiaba el café en los 80. La variante estaba en que ya no eran las familias-empresa sino el Estado.

3.3 Persistencia del sistema por encima de la Revolución Sandinista

La Revolución Sandinista “golpea” al sistema en la década de 1980. Afecta al sistema del latifundio y con ello al sistema de compra de futuro, las formas de renta en trabajo como la mediería y el colonato, persistiendo solamente el trabajo por ajuste debido a su eficacia para elevar la productividad (CIERA-MIDINRA, 1984, p. 363). Sin embargo, en el fondo, la Revolución significó una sustitución de un “patrón” por otro: el Estado en lugar del latifundista. El gobierno, por medio de sus agencias de ENCAFE, se convirtió en el comprador. El precio recibido por los productores era fijado por el Estado (CIERA-MIDINRA, 1984, p. 370). Pero como la habilitación no es sólo crédito sino sobre todo una relación social e institucionalidad, ese golpe generó a la larga la guerra vivida en los 80.

Desde 1990, derrotado el Sandinismo, resurgieron los ‘vinagreros’, intermediarios en localidades y municipios cafetaleros como San Juan del Río Coco y Plan de Grama-Wiwilí. Con ellos resurge el mismo sistema, llamado también “compra de futuro” y “venta de futuro”. La variante es que esta vez entran empresas multinacionales (por ejemplo, CISA, adueñada por Mercon Coffee Group, MCG; Atlantic, por ECU Group) que se montan en ese mismo sistema y lo perfeccionan. Actores globales y empresas nacionales diversifican sus mecanismos de redes teniendo como centro el sistema de habilitación: habilitan a los ‘vinagreros’ acopiadores para que éstos habiliten a los productores, compran café

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de calidad de forma directa a grandes productores, se amarran con intermediarios departamentales, y hasta logran alianzas con cooperativas bajando costos de acopio del café. O sea, mientras mantienen el sistema de habilitación, también lo mejoran y proveen políticas diferenciadas a sus contrapartes: entre más antiguo y leal es el ‘vinagrero’ (intermediario), menores son las tasas de interés y las exigencias de garantías. Finalmente, las cooperativas entran al comercio del café y también asumen la institución de la habilitación, y los productores responden según la cobertura del mismo: cantidad de café a cooperativas, vinagreros y empresas en proporción a la habilitación (crédito) recibida. La paradoja es que las cooperativas emergieron de algún modo para acabar ese sistema de habilitación y terminaron siendo absorbidas por ese mismo modelo: “te financio para que me entregues tu producto y yo lo venderé”. Como podemos ver, independientemente de las variantes, la regla del pulgar en café es: habilitar para acopiar café3, y esto expresa un modelo que bloquea a los productores el conquistar mercados.

¿Importa esto? Citamos a Wheelock en su reflexión sobre los precios y las tasas de interés en detrimento de los pequeños productores y trabajadores. En un libro que publicamos en 2003 (Mendoza) estimamos que hasta un 50% de los pequeños productores vendían “café de futuro”, que el precio en la segunda mitad de los 90 oscilaba entre US$30 y 40/qq cuando los precios en el mercado estaban entre US$80 y 120/qq. Más tarde, observamos entre 2006 y 2008 que ese precio estaba entre US$40 y 50/qq, cuando los precios de mercado oscilaban entre US$120 y 180/qq (ver ilustración 1). Esto quiere decir que el precio del “café de futuro” representa alrededor del 30% del precio de mercado. Esta institución de la habilitación tiene pues una tremenda ‘estabilidad’ en el tiempo.

Ilustración1. Evolución del precio internacional y de “futuro” Elaboración propia con base en los datos estadísticos de la International Coffee Organization (ICO, 2012) y en nuestras estimaciones para el precio de futuro.

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S$/lb

Brazilian natural arabica

Colombian mild arabica

Precio café de futuro

3 Hasta donde vamos entendiendo, también este sistema de habilitación está presente en productos lácteos en departamentos ganaderos, seguramente con muchas variantes, algo que debe ser estudiado.

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De aquí, si 90% del total de productores (33,000) son pequeños productores, y si 50% de ellos venden “café de futuro”, estamos hablando de un sistema de habilitación que los aprisiona impidiéndoles llegar a noviembre-enero, condenándolos a perder cerca del 70% del precio de su café a mediados de cada año. Si nos ponemos en los zapatos de estos productores, no tenemos otra opción más que esperar al vinagrero y ser habilitado, pues entre abril y julio se acabaron los ahorros y hay necesidad de recursos para alimentar a nuestra familia, sembrar granos básicos y mantener el cafetal. Si nos ponemos en los zapatos de las empresas, ese 70% va a nuestra arca en base a nuestro control del capital financiero, de los mercados (exportación), de las redes de ‘vinagreros’, y en base a maniobrar a las instituciones del Estado para que nos ayuden a sostener la institución de la habilitación en función de nuestros intereses. Visto desde el ángulo del país, la habilitación está amarrada a ‘café es café’, a un commodity, a un producto estandarizado. y si el café es de buena calidad por ser de altura o tener algún manejo ‘natural’, entonces lo aprovecha la empresa exportadora vendiendo ese café a mercados de alto valor, no lo aprovecha el vinagrero ni el productor – aunque en algunos casos se hable de “incentivos”. Ahí está pues una de las raíces más profundas de la pobreza y la desigualdad en el país.

4. Reacción y contra-reacción: ¿refuerza o cambia la institución de la habilitación?4

“En 1993 vi que los campesinos malvendían su café al vinagrero, y miré que podíamos capear al vinagrero organizándonos como cooperativa; entonces formamos una cooperativa” (E. López, comunicación personal, presidente de una cooperativa de primer nivel, Cooperativa José Alfredo Zeledón, 2011). ¿Ha sido la cooperativa una forma de cambiar la institución centenaria del sistema de habilitación?

Aparentemente, de cara al territorio donde están los productores, ha habido una tácita colaboración entre las cooperativas y las microfinancieras, afectando el sistema de habilitación. En esencia, las cooperativas han sido un factor de cambio parcial, no tanto del mecanismo de habilitación, pero sí de sus consecuencias. ¿Qué queremos decir? La mayoría de las cooperativas también habilitan para acopiar café, de lo contrario se quedan sin café. Pero a la vez hay un cambio vinculado a la industria del comercio justo (compradores) y a la banca internacional (Oikocredit,Alterfin-Responsibility y crecientemente Root Capital). Las cooperativas han ido respondiendo a mercados diferenciados con café de calidad, café orgánico y café certificado. Esta triangulación (compradores – banca internacional – cooperativas) abarata los costos del capital, y en lugar de exigir garantías físicas, funciona sobre la base de contratos de compra-venta de café y habilitación internacional (de compradores y banca a las cooperativas) y habilitación nacional (de cooperativas a productores). En consecuencia, los pequeños productores agrupados en cooperativas dan un viraje hacia ‘café es más que cafeína’, cambian su mentalidad para producir café de

4 La primera reacción al sistema de habilitación la constituyó la Revolución Sandinista, pero como vimos, fue insuficiente y al parecer sólo fue una búsqueda de sustituir a los “patrones” sin afectar realmente al sistema de habilitación.

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calidad. O sea, el mismo sistema de habilitación, con la variante de reorganización de la cadena con tres redes nacional-internacionales amarradas no a ‘café es café’, sino a ‘café es más que cafeína’5, condujo a la creciente producción de café de calidad que en la actualidad rosa el 20% del total de café exportado por el país.

Obsérvese, no hay participación de la banca nacional que tiene recursos pero que no financia la producción. Aparentemente la banca nacional funciona como una ‘banca rentista’. Sí ha habido creciente presencia de microfinancieras en las zonas de café, al menos hasta 2007. Luego su presencia disminuye debido a los efectos causados por el Movimiento No Pago (MNP) y estructuralmente debido al modelo económico del gobierno con relación al desarrollo rural, que es de fuerte intervención con programas subsidiados con recursos de la cooperación ALBA. La presencia de las microfinancieras afectó positivamente a los productores; a diferencia de la banca privada, las microfinancieras con sucursales en municipios cafetaleros sí hicieron su parte. El Gerente del Fondo de Desarrollo Local (FDL) en San Juan del Río Coco señala: “año tras año, hasta 2007, habíamos logrado que los ‘vinagreros’ se redujesen. Ahora, con la crisis de las microfinanzas, sólo en San Juan han resurgido 24 ‘vinagreros’ que van comprando café de futuro a los más pobres, seguramente con dinero de alguna multinacional” (Pedro Tercero, comunicación personal, julio de 2010). A pesar de la reversión de la que habla, puede observarse que al menos hasta el 2007 la función del crédito complementó la acción de las cooperativas en disminuir los efectos de la institución ‘habilitación’. Este proceso, tácitamente coordinado entre cooperativas y microfinancieras, golpeó el sistema de habilitación, lo varió en sus resultados en términos de calidad del café – al menos en un 50% del café producido por los socios y socias de las cooperativas6 –, en parte porque la oferta de crédito de parte de las cooperativas y las microfinancieras no cubre el 100% de las demandas de crédito de los productores de café.

Las cooperativas, al apostar por café de calidad, tomaron ventaja a las multinacionales. Sin embargo, éstas no estaban de brazos cruzados, se adaptaron a los cambios y lo hicieron a grandes pasos. Las multinacionales compraron el sello comercio justo, entraron a mercados diferenciados de la mano de Starbucks y otros, abrazaron el discurso de la protección ambiental, asumieron políticas sociales de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), fortalecieron sus alianzas con algunas cooperativas, experimentaron variedades de café según nichos de mercado europeo, y van detrás del café de calidad. Es una adaptación a los cambios pero reforzando la institucionalidad de la ‘habilitación’. Un ejemplo, en el último ciclo (2010-11), en zonas cafetaleras por sobre 1000mts encontramos el mismo sistema con el nombre de “fijación de precios bajo contrato” de parte de empresarios que buscan café de calidad. El precio fijado fue de entre US$100 y 120/qq cuando los precios estaban

5 La expresión ‘café es más que cafeína’ fue utilizada por Mendoza y Fernández (2007) para distinguir el café estándar o café convencional, que sería ‘café es café’, y el café de calidad dirigido a nichos de mercados, que sería ‘café es más que cafeína’.

6 En un estudio, basado en encuestas a 543 productores de café socios de cooperativas, Mendoza, Fernández, Zamor y Artola (2011) muestran que el 50% del café convencional de los socios va a las cooperativas y el otro 50% a los ‘intermediarios’. En el caso del café orgánico se encuentra que el 15% va a los ‘intermediarios’ y buena parte de ello será exportado como si fuese café convencional, lo que es una pérdida para todos los actores de la cadena y para el país.

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entre US$200 y 320/qq, probablemente para combatir a las cooperativas y también para captar café orgánico y de calidad que ha sido resultado de las inversiones por parte de la cooperación internacional y del cooperativismo7. Una variante en algunas de estas multinacionales es que no sólo acopian café, también ‘información’. Sus contrapartes-acopiadores están condicionados para recoger y proveer información que luego es sopesada con perfiles de café para determinar geografías y fincas específicas de donde provienen calidades de café diferenciadas, las que podrían calzar con determinados nichos de mercado internacionales que las empresas monitorean o están buscando.

Las cooperativas, por un lado, no fijan precios pero descuentan el costo de los servicios de procesamiento y de exportación, básicamente, e invierten la relación 30-70% a 70-30% a favor de los productores. Igualmente, en el caso de productores que reciben crédito de microfinancieras, tienen la posibilidad de resistir hasta diciembre y así tener mejores opciones de precios. El problema es que los asociados de las cooperativas tienen diferentes grados de lealtad de acuerdo a sus necesidades económicas y el desarrollo organizacional de las cooperativas: si no reciben un monto aproximado para cubrir sus necesidades, entregan una parte de su producción a sus cooperativas, mientras la otra parte es sometida a ese sistema de “venta de futuro”. En las cooperativas con más problemas organizacionales sus asociados le entregan alrededor del 30% de su producción, mientras que las que tienen mayor solidez organizacional podrían en promedio estar acopiando un poco más del 50% del total de su producción. Crecientemente, la mayor parte de este porcentaje es café de calidad. Por otra parte, en el ciclo 2010-11 algunas cooperativas fijaron precios en US$150/qq con compradores como Starbucks intermediados por FALCON. Ese café vendría de sus asociados con capacidad de producir más de 100qq de café, un acuerdo que aunque sólo algunas cooperativas renegociaron también estaba mediado por la institución de la habilitación.

Resumiendo esta sección, si la comercialización del café fue dirigida por familias que edificaron su banco (mientras en rubros como el algodón surgieron pequeños grupos que construyeron su banco), la primera novedad en el café se da con la organización de las cooperativas en alianza con los compradores (comercio justo) y la banca internacional, e indirectamente también con las microfinancieras. Segundo, esa alianza abraza la institución de la habilitación, la transnacionaliza, la redirige hacia cafés de calidad y mercados diferenciados, y le aplica políticas de crédito razonables (p.ej. tasas de interés menores al 24%). Tercero, globalmente la exclusión de los pequeños productores persiste, independientemente del tipo de organización que haya surgido en los últimos 30 años, sea la ‘estatización’ del negocio del café, la entrada de las multinacionales o la emergencia de las cooperativas; en este último caso las cooperativas captan entre 30 y 60% del café producido de cerca del 50% de los pequeños productores organizados en cooperativas, mientras el resto de pequeños productores no cooperativizados y los cooperativizados que diversifican la venta de su café, siguen caminando por la ruta de los ‘vinagreros’.

7 “Las empresas habilitan en meses difíciles y en tiempos de cosecha llegan a ofrecer precios un poco mayores a lo tradicional, así se llevan en bandeja servida lo que tanto nos costó fomentar como cooperativas” (técnico de UCAFE-Dipilto, comunicación personal, junio de 2011).

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Cuarto, las multinacionales que apuestan por café de calidad van recapturando las inversiones de las cooperativas y de la cooperación internacional en términos de café orgánico y cafés de calidad, elevando un poco más el precio del ‘café de futuro’ pero manteniendo los niveles históricos en términos relativos (30%).

La irrupción de las cooperativas, a pesar de no resolver la exclusión de los pequeños productores, ha ido cambiando el mapa del café tendencialmente hacia la calidad en lugar de café como commodity, hecho que ha constituido cierta amenaza para las multinacionales. Núñez (2011), considerando a la mayor parte de la población del país como ‘trabajadores por cuenta propia’, argumenta que ese sector está disputándole el capital a la oligarquía del país. Parafraseando esa afirmación, sobre la base de lo expuesto hasta aquí, decimos que las cooperativas cafetaleras están disputándole a la oligarquía cafetalera y multinacional los excedentes de capital. ¿Qué de particular tiene esto? Es la nueva condición histórica, además de la apuesta por la calidad del café en un contexto de mercado global cada vez más diferenciado, así como de un gobierno que al menos en el discurso asume como su eje de desarrollo a las cooperativas. ¿Se puede dar el cambio institucional del sistema de habilitación de tal manera que en vez de producir pobreza pueda abolirla y generar igualdad?

5. El desafío del cambio institucional posible

A pesar del rol importante que las cooperativas han jugado a favor de la calidad del café, el sistema de habilitación descansa precisamente en la exclusión social, que más bien se ha fortalecido con su transnacionalización. El sistema de habilitación, en situaciones de crisis, provee crédito y a cambio los productores son sometidos a un control del peso, humedad y calidad de su producto de forma asimétrica, mediado por una red de intermediación de la cual los productores – sean socios de cooperativas o no – se hallan excluidos. Luego, esta relación de exclusión como base de la habilitación, ha sido fortalecida en el contexto de la globalización: los compradores que dan adelanto de capital y la banca internacional que provee crédito, sin buscar cambiar los fundamentos de la exclusión social, legitiman esa dinámica y contribuyen a convertir a las cooperativas en “intermediarias” de recursos externos y en portadoras del sistema de habilitación. En lugar de esto, se ve necesario que dichas instituciones apoyen a las cooperativas de primer nivel a organizar sus aportaciones y ahorros, y a los productores a saber invertir – esta dinámica es lo que revertiría ese sistema de habilitación.

ya hay cambio – en lugar de producir commodity se produce crecientemente café de calidad – pero es insuficiente. Somos testigos de un contexto con diferentes condiciones, como el que las cooperativas expresen el 20% de las exportaciones del café, disputándole con ello el capital a las multinacionales, y también el que haya más pequeñas empresas exportadoras (ver ilustración 2). Pero a la vez, la acción de las cooperativas en contra del sistema de habilitación es sólo una variante mejorada de la realizada por la Revolución Sandinista de 1980: sólo sustituye al “patrón” con las cooperativas de segundo nivel, pero es mejorada en tanto contribuye a diversificar las fuentes de crédito para las familias productoras. Lejos ha quedado el

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control absoluto de las exportaciones por parte de un reducido número de familias exportadoras. ¿Qué revolución es posible? ¿Cuál juntura crítica es posible para romper la centenaria exclusión social de las familias más empobrecidas?

La primera juntura crítica la hemos presenciado en la década de los 80, la que no funcionó. La segunda juntura crítica fue entre 1997 y 2005, en un contexto de crisis del café, cuando las cooperativas (con las cooperativas de segundo nivel como locomotoras) se decidieron por apostar en café diferenciado – sea orgánico o café especial, café de calidad – en lugar de ‘café es café’. El éxito de esa apuesta ha significado que las multinacionales como Atlantic también estén buscando café de calidad y a grandes pasos. Este cambio (variable independiente), sin embargo, ha sido insuficiente para romper con la exclusión social de los pequeños productores (variable dependiente). La tercera juntura crítica, consideramos, podría generarse teniendo a las cooperativas de primer nivel como la locomotora del desarrollo territorial en alianza tácita (pero estratégica) con las microfinancieras.

Ilustración 2. Evolución de la exportación de café (qq oro) (CETREX, 2012)

Esta opción tiene la posibilidad de erosionar el sistema de habilitación en su carácter fundamental de exclusión social. Si una cooperativa de primer nivel llega a manejar una cartera de crédito, basada mayormente en sus aportaciones y con algo de apoyo externo, serían capaces de responder al 100% de las necesidades de las familias productoras de café, favoreciéndose de sus conocimientos sobre sus asociados debido a su proximidad física y social. Acopiaría el 100% del café de sus asociados, el que podría ser comercializado por las cooperativas de segundo nivel. Esto significaría que el sistema de habilitación puede perdurar en el sentido de crédito en diferentes momentos para los productores y garantizar el acopio del café, pero ya no como ‘venta de futuro’. La difusión de esta práctica presionaría a las multinacionales a abandonar también sus políticas de ‘compra de futuro’ para sustituirlas por crédito para acopiar café a precios de mercado en los períodos de cosecha – o expandir los acuerdos de colaboración que tienen algunas cooperativas con las multinacionales en el sentido de recibir crédito para proveer café –ya no bajo

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modalidad de ‘venta de futuro’. Igualmente, este ambiente sería favorecido si las microfinancieras proveen más crédito y lo hacen en alianza con las cooperativas de base. Ello garantizaría cero tasa de mora y para las cooperativas cero ‘venta de futuro’. De esta manera asistiríamos al rol real de las cooperativas, no en ser ‘intermediarias’, sino coherentes con el origen de las cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, que según Bédécarrats, Doligez y Bastiaensen (2011) emergieron con apoyo de iglesias progresistas para intentar quebrar la dependencia de los pobres en sus patrones latifundistas.

Hacer realidad esta alternativa, sin embargo, es un poco más complicado. Se puede resolver lo relativo a finanzas y organizar los sistemas de crédito en torno a las cooperativas de primer nivel, (en alianza y/o) complementados con las microfinancieras. Eso es posible, al igual que lo es superar al Movimiento No Pago. Pero superar al sistema de habilitación, que es una “relación social” y una “institucionalidad” que se ha glocalizado (global y local), requiere de mayor pensamiento. La puerta de entrada es reorganizar las finanzas en el modo expresado, eso es algo de indeterminación social cambiable por decisión de los actores, y luego erosionar el sistema de habilitación que es una institución patrón-dependiente. De darse estos dos pasos, el sistema de habilitación tendría fecha de defunción.

Agradecimientos

Agradecemos al Dr. Johan Bastiaensen por sus comentarios a una versión borrador de este artículo.

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Cátedra Xabier Gorostiaga, S.J.

Comentario sobre la ponencia: “La experiencia de incorporar a las procesadoras en la cadena de lácteos en Occidente: el caso de la Cuenta Reto del Milenio”, presentada el 20 de abril de 2012 por Sylvia Torres.

Anielka Pérez Picado*

La conferencia brindada por Sylvia Torres sobre la participación de las mujeres en la cadena productiva del sector lácteo en León y Chinandega resultó sugestiva. La ponente presentó la experiencia de cómo las mujeres se vinculan al sector ganadero, el aporte que hacen y cómo éste casi nunca se toma en cuenta en los proyectos de desarrollo.

La ponencia formó parte del seminario: “Mujeres empresarias en el sector lácteo: reflexión sobre los bloqueos de género que enfrentan y caminos para apoyar sus emprendimientos”, organizado en el marco de la Cátedra Xabier Gorostiaga, S.J. de la UCA.

En Nicaragua, la ganadería es considerada una actividad propiamente de hombres. No obstante, en su ponencia, Sylvia nos reveló la vinculación de la mujer en todo el proceso de la cadena láctea: son productoras, procesadoras y comercializadoras. Además demostró cómo la participación de las mujeres es clave en el desarrollo de este sector.

Los resultados presentados en la conferencia resultan interesantes para el debate y futuros estudios sobre el tema porque visualizan y valoran un eslabón dentro de la cadena láctea poco reconocido, como es el de las procesadoras, presentándolo como una importante fuente de empleo para varias familias del Occidente de

* Promotora de publicaciones y comunicación de la Dirección de Investigación y Proyección Social, y Docente Instructora de la Universidad Centroamericana (UCA).

Tribuna Académica

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Nicaragua. La labor de las procesadoras lácteas no se tomaba en cuenta y era visto como un trabajo informal y de poca incidencia en el desarrollo local. Pero el análisis de género con mapeo de cadenas permitió hacer visible y reconocer el aporte que estos negocios, dirigidos por mujeres, dan a la sostenibilidad de la economía local.

Por otro lado, la ponente evidenció que si para los hombres del sector rural resulta difícil acceder a beneficios para mejorar sus actividades agropecuarias, para las mujeres los obstáculos son mayores. El simple hecho de que la mujer no viva en la finca puede ser razón para no ser considerada una ganadera. En cambio, si el hombre no reside en el campo es valorado como un “hombre importante”.

La incorporación de las procesadoras en la cadena láctea formó parte de una estrategia de género que desarrolló la Cuenta Reto del Milenio (CRM) en sus conglomerados (ganadería, agrícola, forestal y no agrícola), aunque en la conferencia sólo se expuso lo correspondiente a ganadería.

Conocí de cerca el trabajo de la CRM porque tuve la oportunidad de trabajar como responsable del área de comunicación del conglomerado ganadero, ejecutado por TechnoServe. Pero antes, mi labor de corresponsal para el diario La Prensa, en el departamento de León, me permitió ser testigo de los procesos de consultas realizados para el diseño del programa. Por lo tanto, no puedo dejar de mencionar que las acciones de género también son resultado y muestra de la participación ciudadana en la zona. La propuesta de género nació de un análisis que realizó el Consejo de Mujeres de Occidente (CMO), quienes en 2005 presentaron al programa una propuesta de inclusión de género.

La estrategia de género del conglomerado ganadero se planteó, “garantizar que hombres y mujeres tengan un acceso equitativo a los recursos, oportunidades y toma de decisiones en todas las actividades del proyecto”. Las acciones de género aseguraron la inclusión de mujeres en todos los componentes del proyecto ganadero: asistencia técnica a fincas, instalación de centros de acopio y asistencia a plantas de procesamiento lácteo.

Otro de los puntos destacables de la conferencia es que presentó la participación de la mujer, no como una lucha de cuotas de poder, sino resaltando su aporte al desarrollo productivo de la ganadería del Occidente de Nicaragua. No reclaman el espacio, “sólo por ser mujeres”.

“Las mujeres se encargan de lavar las pichingas de leche, y si éstas no están bien lavadas, la leche puede dañarse” mencionaba Sylvia, rescatando una actividad poco valorada entre los hombres, quienes reconocen más el trabajo del ordeñador, del responsable de pastorear o de trasladar la leche.

Pero el trabajo de las ganaderas siempre es menos valorado “por ser mujeres”. Como dice Marcela Lagarde:

(…) la inequidad prevalece, y por más esfuerzos, más trabajos y más aportes que realicen, las mujeres quedan por debajo de los hombres en la jerarquía, y subordinadas a ellos (…). Las poquitas que logran escalar hasta la posición jerárquica más alta, tienen menos poderes que los hombres en esa posición y deben enfrentar constantes maniobras para deslegitimarlas por ser mujeres. Su liderazgo está en duda y su representatividad también. Ante la ocupación de esas

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Comentario sobre la ponencia: “La experiencia de incorporar a las procesadoras en la cadena de lácteos en Occidente: el caso de la Cuenta Reto del Milenio”, presentada el 20 de abril de 2012 por Sylvia Torres.

posiciones por mujeres, las personas extrañan a los hombres y les extraña la presencia de mujeres ahí. En esa situación, las mujeres y su autoestima están doblemente expuestas a daños, a crítica social, a descalificación y desprestigio, a la distorsión de sus acciones, a la desconfianza y a mayor exigencia y menor tolerancia que los hombres. y aun cuando son valoradas, se reconoce que es notable lo que han hecho siendo mujeres. Aun en la valoración se desvaloriza a las mujeres (Lagarde de los Ríos, 2000, p.59).

Conclusiones

El estudio “La experiencia de incorporar a las procesadoras en la cadena de lácteos en Occidente: el caso de la Cuenta Reto del Milenio” es valioso como un material de consulta, no sólo por el trabajo de visualizar y reconocer a las mujeres en una temática considerada de hombres. También por rescatar un rubro poco valorado, como es el sector de procesadoras lácteas, demostrando que es rentable y que aporta al desarrollo económico local. La estrategia resulta interesante para estudios en diversas áreas de las ciencias sociales (género, comunicación, participación ciudadana, educación y economía).

Las acciones demostraron que las mujeres son capaces de modificar sus vidas. En este punto es meritorio mencionar casos como el de las procesadoras Esmilda Rodríguez, del municipio de El Sauce, y Erlinda Ramírez, de La Paz Centro, quienes, con el acompañamiento del proyecto ganadero optimizaron la capacidad de sus negocios. Ellas diversificaron y mejoraron la presentación de sus productos, y aprendieron a administrar mejor sus negocios.

Referencias

Lagarde de los Ríos, M. (2000). Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Madrid: J.C. Producción.

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Encuentro No. 92, 106-108, 2012

La investigación: una poderosa herramienta del proceso de enseñanza-aprendizaje1

Renata Rodrigues∗

El Congreso Interdisciplinario de Investigación es un congreso anual concebido, hace seis años, como un espacio privilegiado para que investigadores de todas las áreas y unidades académicas de la Universidad pudiesen compartir las investigaciones que están realizando. Con él nos propusimos fortalecer la difusión de nuestro quehacer investigativo a nivel interno de la Universidad.

Muchos de nosotros, en diferentes momentos, hemos demandado mayor información sobre las investigaciones que estamos realizando. Muchas de ellas las podemos leer en los medios de difusión científica que tenemos en la Universidad, como la revista Encuentro, los Cuadernos de Investigación, la Revista de Derecho, los Cuadernos de Investigación de Nitlapan, o la Revista de Historia, del INHCA. Sin embargo, mucho de lo que investigamos es publicado en otros medios o, en algunos casos, no es publicado, lo que impide que tengamos acceso a su contenido. El medio de difusión privilegiado de las investigaciones científicas son los medios impresos o digitales, pero es en espacios como este que podemos compartir entre investigadores, dialogar sobre las dificultades que hemos enfrentado al realizar una investigación, los motivos por los cuales trabajamos con una metodología u otra, en fin, conversar con nuestros colegas sobre investigación, principalmente con aquellos con quienes normalmente no tenemos oportunidad de hacerlo por el vorágine del día a día de nuestro trabajo.

A lo largo de estos seis años hemos conocido el trabajo de muchos de ustedes, y al final de cada Congreso, las evaluaciones siempre han mostrado que, aunque podemos mejorar en la dinámica del Congreso, la organización del programa o la presentación de los pósters, vale la pena mantener este espacio. Es por ello que seguimos organizándolo. Agradecemos la participación y asistencia de todos, así como el entusiasmo, la dedicación, el interés de los investigadores que presentarán

1 Palabras de inauguración del VI Congreso Interdisciplinario de Investigación de la UCA. Auditorio Xabier Gorostiaga, S.J., 17 de mayo de 2012.

* Vicerrectora Académica de la UCA.

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La investigación: una poderosa herramienta del proceso de enseñanza-aprendizaje

sus investigaciones a través de ponencias o de pósters.El tema inaugural de este VI Congreso trata sobre el desarrollo de la

investigación en el Pregrado. Escogimos esta temática porque estamos decididos a fortalecer las competencias investigativas de nuestros estudiantes, compromiso asumido en Pregrado y también en Posgrado.

Hemos creado programas enfocados en el desarrollo de la investigación formativa pues pretendemos facilitar los medios y las condiciones institucionales necesarios para desarrollar competencias investigativas en los estudiantes de la UCA.

Consideramos que “la integración de la investigación en el currículo ofrece un enriquecimiento en la incorporación de la práctica investigativa permanente dentro de los procesos de aprendizaje. Lo anterior supone una clara integración entre la teoría y la práctica, a la vez que una profunda articulación entre el desarrollo del currículo y la investigación. Por lo tanto, la enseñanza debe realizarse a través de la creación de oportunidades de aprendizaje, orientación y ayuda por parte del docente, para la adquisición de habilidades y destrezas investigativas” (Programa de Investigación Formativa para el Pregrado, p. 1).

Este programa también considera la investigación como una poderosa herramienta del proceso de enseñanza-aprendizaje, porque permite que los estudiantes hagan preguntas interesantes y aprendan a seguir una ruta adecuada para responderlas. Nuestros estudiantes aprenden a través de la identificación de preguntas relevantes, la revisión exhaustiva de los estudios anteriores sobre el tema (subir a hombros de gigantes como decía Newton), la definición de categorías de análisis, la escogencia de los métodos científicamente más adecuados para responder a la pregunta formulada y el análisis en profundidad de los resultados obtenidos para formular conclusiones sustentadas. Nuestros estudiantes aprenden porque desarrollan capacidades intelectuales de orden superior pues el proceso investigativo supone análisis, síntesis, conceptualización para abstraer los rasgos que son necesarios para describir una situación o un problema, manejo de información para buscar y seleccionar la información necesaria, pensamiento crítico para proponer hipótesis y evaluar la consistencia de las propias ideas, de lo que se lee, de lo que se escucha, de lo que se observa, formular teorías y modelos alternativos.

Todas estas capacidades se desarrollan de manera progresiva, es por ello que no es responsabilidad de un profesor o de una asignatura desarrollar las competencias investigativas en los estudiantes de cada carrera. Es responsabilidad de varios, de muchos de nosotros, y es por ello que debemos articular una serie de estrategias que puedan incidir de manera positiva en la formación de esta competencia.

Hoy invitamos a Susan Jackels, profesora de la Universidad de Seattle, para compartir con nosotros su enorme experiencia sobre el tema y algunas ideas y estrategias para que podamos, como universidad, fortalecer las competencias investigativas de nuestros estudiantes y por qué no decir, fortalecer nuestras competencias investigativas también. Quiero agradecer a la Dra. Jackels su disposición y generosidad.

Aprovecho para agradecer al equipo de la Dirección de Investigación que desde el inicio del año ha puesto las condiciones para hacer posible este congreso, a los académicos que colaboraron en la selección de las ponencias y a los ponentes, muchas gracias por compartir lo que hacen. El desarrollo de la ciencia se da porque

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hay generosidad para compartir, hay humildad para reconocer las limitaciones de nuestros hallazgos y hay mentes acuciosas que hacen preguntas interesantes y apuntan a problemáticas relevantes que nos llaman a buscar respuestas.

Quiero finalizar afirmando que estamos haciendo esfuerzos a nivel institucional para fortalecer la investigación en la Universidad, para promover espacios de formación y actualización sobre investigación, para incentivar a que la investigación sea parte del quehacer de todos nosotros académicos. Sin embargo, todos estos esfuerzos sólo se transforman en resultados concretos con la participación, la colaboración y los aportes de todos y todas.