ganador 2014 el cante del puente de genave de pablo garcía gonzález

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El cante del Puente de Génave La avería Estaba bien la carretera en aquel tramo. A la izquierda se abría un amplio valle sin olivos, que Pep e observaba distraído. El coche pasaba aho ra junto a unas bellas edifcaciones, dos naves paralelas unidas por una hermosa verja de hierro. Le llamó la atención una cortada vertical, un gran terraplén veteado de tonos marrones y grises, a unos cientos de metros a la izquierda de la marcha. Iba tan relajado y distraído contemplando el paisaje que no se dio cuenta de que el coche perdía impulso, aminoraba la velocidad y el motor dejaba de oírse. Una curva, una ligera cuesta abajo, el silencio, y el coche sin brío hasta detenerse suavemen te. Entonces Pepe salió de su modorra y preguntó a Braulio qué ocurría. El hombre hizo un gesto de duda, tocó alguna palanca y unos resortes y salió del auto. Pepe vio cómo abría el capó izquierdo del motor y comprobaba algunos cables, luego pasó por delante del coche, abrió el otro capó y se entretuvo en más comprobaciones. El chóer volvió a subir al coche con cara de perplejidad, tocó algún botón y la palanca de marchas, cogió de debajo del asiento la manivela de arranque, la acopló en su sitio en la parte delantera del vehículo, bajo el radiador, e intentó poner de nuevo el motor en marcha. Pepe se bajó del coche y observó el empeño de su empleado y compañero de viaje, que se esorzaba en girar con uerza la manivela sin conseguir que el motor arrancara. Pepe observaba en silencio. Braulio volvió a revisar el motor, comprobó cables, regresó a la manivela de arranque y la giró varias veces, en series de cuatro o cinco rotaciones sin resultado; entonces se irguió, miró a su jee como si lo viera por primera vez y le dijo -Don José, tenemos una avería. El coche no arranca Pepe vio entonces, a unos cientos de metros más allá, las primeras casas del pueblo -Habrá que buscar ayuda –dijo-, y echó a andar El bar Llegó a un puente nada más dejar a la derecha el cartel con el nombre del pueblo, PUENTE DE GÉNAVE, y el yugo y las echas alangis tas, muy inclinadas a la derecha, a punto de caerse; después, a la izquierda un bonito edifcio industrial y el zumbido, apenas perceptible, de las máquinas. A la derecha, huertas. Al ondo, como si estuviera en medio de la carretera, una 1

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  • El cante del Puente de Gnave

    La avera

    Estaba bien la carretera en aquel tramo. A la izquierda se abra un ampliovalle sin olivos, que Pepe observaba distrado. El coche pasaba ahora junto aunas bellas edificaciones, dos naves paralelas unidas por una hermosa verjade hierro. Le llam la atencin una cortada vertical, un gran terrapln veteadode tonos marrones y grises, a unos cientos de metros a la izquierda de lamarcha. Iba tan relajado y distrado contemplando el paisaje que no se diocuenta de que el coche perda impulso, aminoraba la velocidad y el motordejaba de orse. Una curva, una ligera cuesta abajo, el silencio, y el coche sinbro hasta detenerse suavemente. Entonces Pepe sali de su modorra ypregunt a Braulio qu ocurra. El hombre hizo un gesto de duda, toc algunapalanca y unos resortes y sali del auto. Pepe vio cmo abra el cap izquierdodel motor y comprobaba algunos cables, luego pas por delante del coche,abri el otro cap y se entretuvo en ms comprobaciones. El chfer volvi asubir al coche con cara de perplejidad, toc algn botn y la palanca demarchas, cogi de debajo del asiento la manivela de arranque, la acopl en susitio en la parte delantera del vehculo, bajo el radiador, e intent poner denuevo el motor en marcha. Pepe se baj del coche y observ el empeo de suempleado y compaero de viaje, que se esforzaba en girar con fuerza lamanivela sin conseguir que el motor arrancara. Pepe observaba en silencio.Braulio volvi a revisar el motor, comprob cables, regres a la manivela dearranque y la gir varias veces, en series de cuatro o cinco rotaciones sinresultado; entonces se irgui, mir a su jefe como si lo viera por primera vez yle dijo

    -Don Jos, tenemos una avera. El coche no arranca

    Pepe vio entonces, a unos cientos de metros ms all, las primeras casas delpueblo

    -Habr que buscar ayuda dijo-, y ech a andar

    El bar

    Lleg a un puente nada ms dejar a la derecha el cartel con el nombre delpueblo, PUENTE DE GNAVE, y el yugo y las flechas falangistas, muyinclinadas a la derecha, a punto de caerse; despus, a la izquierda un bonitoedificio industrial y el zumbido, apenas perceptible, de las mquinas. A laderecha, huertas. Al fondo, como si estuviera en medio de la carretera, una

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  • casa con un torren, que tena abierta una puerta en arco de medio punto;haba gente, algunos sentados; le pareci que lo miraban, volvi la cabeza yvio a Braulio que lo segua, al fondo, varado en la carretera, su coche debaser el objeto de la observacin de aquellos hombres. Al acercarse, vio que lacarretera giraba a la izquierda y la casa del torren era un bar, IBERIA BARley sobre la fachada. Los hombres con aire de campesinos desocupados,seguan mirando en silencio al forastero bien vestido, que los saludaba antesde entrar en el bar: respondieron como un coro con un buenas nos de Dios.El bar no pareca una taberna de pueblo, un arco lo divida en dos estancias;en la del fondo, en un par de mesas jugaban a las cartas, en una tercera, aldomin, dando fuertes golpes con las fichas sobre el mrmol del velador. En labarra, donde se acod haba varios hombres, pero nadie detrs del mostrador;uno de aquellos hombres llam: Joaqun y, enseguida sali Joaqun por unapuerta que seguramente comunicaba el bar con la cocina; traa unos platillosde aperitivo que puso delante del grupo en el que estaba el que lo haballamado. Joaqun se acerc a Pepe y a Braulio, les dio los buenos das y lespregunt que deseaban

    -Antes que nada, -dijo Pepe- saber si hay un mecnico que pueda mirarnuestro coche: se nos ha averiado a la entrada, un poco ms all del puentede la entrada.

    -S, seor, hay un taller y su dueo es un buen mecnico, adems vivecerca y podemos avisarle; a esta hora debe estar ya comiendo en su casa.

    Pepe sac su reloj del bolsillo del chaleco, lo abri con un ligero chasquido ymir la hora.

    -Las dos y media, Braulio, nosotros tambin tendramos que tomaralgo. Ya va haciendo hambre

    Pepe pregunt a Joaqun donde podran comer algo, mientras avisaban almecnico y el del bar le contest que haba varios sitios. Pepe pidi dos vasosde vino, Joaqun se los puso y desapareci por la puerta de la cocina parasalir al momento con dos platillos de carne con tomate, que coloc junto a losvasos de vino.

    -El mejor sitio para comer es la Fonda La Manuela dijo Joaqun-. Estun poco ms all, al pasar el puente nuevo, esto es pequeo. Y la fonda estcerca del taller de Alfonso.

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  • Pepe pens que lo mejor sera comer y, luego, buscar al mecnico, al fin y alcabo, si el tal Alfonso estaba almorzando no iba a levantarse a medio comerpara atender una avera. Joaqun le dijo que Alfonso sola tomar caf en el bartodos los das a las cuatro, antes de volver al taller, as que tenan tiempo decomer y regresar a ver al mecnico y solucionar lo de la avera.

    La fonda tena un pasillo con un patio al fondo, pero vieron a la derecha unapuerta y mesas preparadas con mantel y platos. Entraron y se acomodaron;comieron unas excelentes lentejas con chorizo y chuletas de cordero conpatatas; no tomaron postre y se volvieron enseguida al bar Iberia a esperar aAlfonso. Pepe le dijo a Braulio que si el mecnico daba con la avera, podranestar por la noche en Albacete, como haban previsto.

    Cuando llegaron, Alfonso ya estaba all porque Joaqun le mando recado conun chiquillo de que lo esperaban unos forasteros. Tras la barra no estabaJoaqun, sino su hermano Juan Jos, segn supo Pepe, mientras les servacaf, el de Braulio con un chorrete de coac.

    La magneto

    Alfonso se subi al Ford de pedales y le dijo a Braulio que intentara arrancarlo;gir con fuerza la manivela, sin resultado. Alfonso se baj del coche y dijo,mirando con cara de preocupacin a Pepe y a Braulio

    -Va ser la magneto

    A Pepe le sonaba aquello de la magneto, pero antes de que llegara apreguntar, Alfonso le estaba explicando a Braulio que sin electricidad el motorno arranca y por lo que oy cuando haba girado la manivela, seguro que erauna avera elctrica.

    -Mire Ud., don Jos dijo Alfonso, al darse cuenta de que Pepe tenacara de no entender nada- la magneto produce la corriente que el motornecesita para que el coche ande. Y el problema est ah: en la bobina o en losimanes, que son los dos componentes fundamentales. Para saberlo hay quellevar el coche al taller y desmontar la magneto.

    -Claro dijo Pepe, mientras Braulio abra el cap del coche y trataba debuscar la magneto-, as que ahora mismo, no sabe Ud. cuanto le llevararreglar la avera.

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  • -No, seor, -contest Alfonso- pero no creo que sea menos de un par dedas. Si es cosa de los imanes o los rodamientos, tenemos que pedirlos abeda y si es la bobina, habr que embobinar y eso lleva su tiempo. Lamagneto es lo que tiene.

    -Qu vamos a hacer! dijo Pepe, resignado- y la operacin se puso enmarcha

    Alfonso explic que, gracias a Dios, estaban cerca del cortijo de La Vicara,donde tenan un tractor que remolcara el coche. La Vicara era una granfinca, atravesada por la carretera, donde haba quedado el coche averiado. Nofue difcil mandar recado al cortijo, a ver si se poda acercar el tractorista parallevar el coche al taller. Los dueos de la Vicara estaban muy agradecidos aAlfonso porque siempre que recurran a l lo encontraban dispuesto, acualquier hora del da o la noche. Y recurran muy a menudo porque, ademsdel tractor, en la finca haba otros motores que daban problemas; sobre todo,en poca de aceituna, el motor de la fbrica de aceite. El encargado de lafinca mand inmediatamente a Toribio, el tractorista, para que remolcara elcoche. Toribio estaba orgullosos de ser tractorista: su tractor haba sido elprimero en llegar a la comarca y era una animal, que tena ms fuerza quecuatro yuntas, como deca Toribio, arrogante, a quienes miraban aquellamquina imponente. Era un Farmall que se arrancaba con un pequeo motorde gasolina; en el momento adecuado, Toribio accionaba con soltura unaspalancas y el motor de gasoil tomaba el relevo. Majestuosamente, Toribio sepuso en marcha con su tractor.

    En un momento, amarraron el coche y salieron camino del taller. Atravesaronel pueblo seguidos por un enjambre de chiquillos, que correteaban en torno alos vehculos, y observados por muchos vecinos, unos embelesados por labelleza del automvil y otros asombrados por la fortaleza que atribuan altractor.

    Al pasar junto al bar Iberia, siguiendo al tractor camino del taller, Pepe leshaba dicho a Braulio y a Alfonso que se encontrara con ellos dentro de unrato, que se iba a quedar tomando otro caf. Juan Jos, que haba visto pasarel coche arrastrado por el tractor, le pregunt si era grave la avera y Pepe lecont lo que pudo recordar de lo que haba dicho Alfonso.

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  • -Pero tenemos que esperar que desmonte la pieza y vea el dao. Asque pngame un caf y sea lo que Dios quiera dijo, con un gesto deresignacin.

    El paisano aparejador

    En la barra del bar haba un grupo de hombres tomando, en animada charla,caf y coac, a los que Pepe haba saludado distrado y casi sin mirar. Y unpoco ms all un hombre alto, enjuto, que vesta traje y corbata y llevabacalada una boina. Estuvo observando a Pepe, que miraba distrado al frente,mientras saboreaba sorbo a sorbo su caf, y finalmente se acerc a l

    -Perdone que le moleste, -dijo el hombre- tengo la sensacin de que loconozco; soy de Sevilla, me llamo Salvador Tous.

    -Encantado de conocerlo, paisano; yo tambin soy de Sevilla, deMarchena, para ser exactos, me llamo Jos Tejada Martn contest Pepe,tendindole la mano.

    -Lo saba! dijo Salvador Tous con una amplia sonrisa- Es Ud. PepeMarchena. Es un placer saludarlo, maestro.

    -El gusto es mo, don Salvador

    -Estuve vindolo en beda, hace cunto? menos de un ao, creo,cuando actu Ud. con su espectculo Pasan las coplas. Salvador Touscontinu, emocionado.- Me gust mucho y quise saludarlo. Soy un humildeaficionado al flamenco y pens que era mi oportunidad de conocer al msgrande; pero haba tanta gente esperando hacer lo mismo en la puerta delcamerino que me retir, le confieso, que decepcionado, contrariado. Y mirepor donde, hoy, en un lugar inslito, est Ud., y yo tengo la oportunidad deinvitarlo a un caf, si Ud. me lo permite.

    Jos Tejada Martn, conocido como Pepe Marchena, era un mito del flamenco,muy conocido en Espaa y en los grandes pases iberoamericanos, aunquehubiera pasado inadvertido en aquel remoto pueblo de la Sierra de Segura: nisiquiera sus pelculas La Dolores y Martingala haban sido proyectadasan en el cine Mari Paz, que funcionaba en el pueblo desde haca unos meses.Pepe Marchena, que estaba acostumbrado a ser reconocido y, muchas veces,atosigado por gentes que lo admiraban, crey, tras las primeras horas deestancia en aquel pueblo, que pasara en un cmodo anonimato el tiempo quetardaran en arreglarle el coche. No iba a ser as, pens, mirando a aquel

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  • hombre, que le hablaba de sus canciones y de los espectculos que habatenido la oportunidad de presenciar. Reconoci al buen aficionado, perotambin al hombre educado que estara dispuesto a retirarse, antes de causarla ms leve molestia.

    -Sinceramente, don Salvador, -dijo Pepe Marchena- me alegro dehaberme encontrado con Ud.

    Salvador Tous, que conoca como todos los clientes del bar el episodio de laavera del coche, se ofreci a Marchena para lo que pudiera necesitar y quisoacompaarlo al taller de Alfonso para ver si ya haba desmontado la magnetoy tena idea de cunto tiempo precisara la reparacin. Le dijo que Alfonso eraun mecnico muy bueno, con acreditada fama, al que traan coches ycamiones de todos los pueblos de los alrededores y hasta de lugares alejados.

    -Y no solo coches, -aadi Tous- conoce al dedillo los motores de lasfbricas de aceite, que por aqu abundan, o los de las aserradoras, de las quehay varias en pueblos ms grandes y ms metidos en la Sierra.

    Camino del taller, Salvador Tous era saludado por el todo el que se cruzaban:buenas tardes, don Salvador, y la compaa, le decan en unos casos conafecto amistoso, con respeto, en otros. Pepe Marchena se dio cuenta de queera un hombre querido en el lugar.

    -Bueno, don Salvador, -le dijo- Ud. lo sabe todo de mi: dgame algo deUd. qu hace aqu, donde parece que le tienen tanto apego?

    Salvador Tous le cont que era aparejador y que, por lo tanto, construa casas.Que llevaba en el pueblo ya casi diez aos y que, si tenan oportunidad, lemostrara alguna de las casas que haba hecho; sobre todo, le dijo, elAyuntamiento, del que se senta muy orgulloso. Y remat con un gesto demelancola en la mirada

    -Y puedo decirle que no estoy por gusto, pero estoy a gusto

    La frase le sali sin pensarla, sin querer decirla; como una confidenciaespontnea a un viejo amigo. Y entonces tuvo la sensacin de que gracias alflamenco conoca a Pepe Marchena de toda la vida.

    -Eso parece un acertijo. dijo el cantaor

    Salvador Tous se defini como un perdedor, un derrotado de la guerra civil, enla que haba participado poniendo sus conocimientos profesionales al servicio

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  • de la Repblica: fue jefe de un Batalln de Obras y Fortificaciones, y con sugente realiz muchos trabajos de fortificacin militar en la provincia de Jan.Al terminar la guerra fue encarcelado y luego absuelto, tras un juiciosumarsimo, y puesto en libertad. Pero no se le permiti volver a Sevilla, sinoque fue desterrado a este pueblo.

    -Sabe que, cuando se ha presentado, -dijo Marchena- su apellido me haresultado familiar. Vamos que me suena lo de Tous.

    -Seguramente, maestro; -respondi el aparejador- mi familia esbastante conocida en Sevilla.

    La familia Tous, oriunda del Valle de Arn, en el Pirineo leridano, llevabamuchos aos establecida en Sevilla, donde en este momento su hermano Luisera mdico, catedrtico de ginecologa en la Universidad; su hermano Nicols,ingeniero industrial, y otro hermano, Romn, tambin ingeniero, era directorde la potente empresa cermica de La Cartuja. Los Tous pertenecan a laburguesa sevillana y Salvador era considerado el garbanzo negro de lafamilia.

    -Lo malo es que se lo considere Ud. mismo le dijo Marchena,afectuoso-.

    La familia, sobre todo sus hermanos, nunca haban soportado las ideasizquierdistas de Salvador y su implicacin en actividades polticas.

    -Pero ha dicho que est a gusto aqu. dijo Pepe Marchena, que queracambiar de conversacin porque vea a Tous incmodo en aquellasconfidencias-.

    -S. Estoy bien; -dijo don Salvador- al principio se me hizo el vacoporque llegu precedido por mi pasado. El pequeo grupo dirigente, formadopor propietarios y profesionales, que se sienten vencedores con derecho apasar factura, me miraban con recelo. Bueno, algunos cafres, que nodesaprovechan ocasin de vestirse de azul y lucir correajes, me lo hicieronpasar mal en algunos momentos. Pero todo eso pas. Puedo decir que estoyintegrado en esta pequea comunidad y tengo suficiente trabajo.

    El taller de Alfonso

    El taller estaba en la salida del pueblo, junto a un edificio blanco que luca ungran rtulo: CINE MARIPAZ. Entraron por un amplio portaln a un patio,

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  • cubierto en parte por una techumbre, bajo la que haba varios vehculos conlos motores al aire; all estaba el Ford de Pepe con la parte delantera delmotor descubierta. A la derecha estaba el taller; encontraron a Alfonso,observado por Braulio, que manipulaba una bonina de hilo de cobre. Seacercaron y Alfonso les mostr la bobina

    -Esta es la culpable dijo haciendo un gesto con la barbilla hacia labobina-. Pero es lo menos malo que poda ocurrir, porque la vamos a arreglaraqu. Tenemos un especialista que la embobinar y quedar mejor que nueva.

    Alfonso les explic que un problema en los imanes o en los rodamientoshabra sido ms difcil de resolver, y seguramente tendran que haber pedidorepuestos a los talleres Costn, de beda; pero que, afortunadamente, Luis elelctrico compondra la bobina. Ahora solo faltaba buscarlo y que dejara loque estuviera haciendo, para ocuparse de aquello. Alfonso haba mandado auno de sus aprendices a buscar a Luis.

    La fonda

    Haba sido un da completo, le deca Braulio a su jefe, cuando se sentaron auna mesa del comedor de la Fonda. Quien les iba a decir cuando salieron porla maana de Linares, camino de Albacete y Cartagena, que acabaran con elcoche averiado en un taller de aquel pueblo, que se iban a encontrar con tanbuena gente y que iban a cenar en aquel agradable comedor, de cuya cocinasala un olor que abra el apetito. Tomaron una sopa de picadillo, con muchasustancia, luego sardinas asadas en lea de jara y de postre un flan de huevo.Marchena se levant de la mesa y se asom a la puerta de la cocina. Habauna mujer de treinta y tantos aos, vestida de negro, con un delantal grisoscuro y una cofia blanca con la que recoga su pelo, y dos chicas msjvenes, una ellas les haba servido la mesa, la otra estaba en ese momentofregando los platos. Era una cocina amplia y ordenada. Al asomarse, la mujerde negro se volvi haca l.

    -Perdone, seora, -dijo Pepe- quisiera decirle que su cena ha sidodeliciosa, que la sopa es una de las ms sabrosas que he tomado y que lassardinas estaban muy frescas y buenas. Muchas gracias

    Justa, la cocinera, era hija de Manuela y haba aprendido de su madre el buenhacer en la cocina, que haba dado merecida fama a la Fonda de la Manuela.

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  • -Muchas gracias, seor,-respondi con una sonrisa de agradecimiento-me alegro de que hayan cenado bien.

    Le cont que el caldo de la sopa se haba hecho cociendo lentamente durantemuchas horas el hueso de jamn, el espinazo, sus trozos de cordero, un pocode tocino salado y las verduras, y que ese era el secreto.

    Al da siguiente, Pepe Marchena, se enterara de que Justa se haba quedadoviuda haca poco: su marido, que tena un coche de alquiler, haba tenido unaccidente en Jan. Le contaron que desde haca veinte aos, Manuelaregentaba aquella Fonda y que se haba hecho un nombre por la limpieza delas habitaciones y por la excelente cocina, primero de Manuela y, luego de suhija. Y supo que otro hijo, Paco, era chfer y tena una camioneta con unamigo suyo, Isidro, con la que traan una o dos veces a la semana pescado debeda. Solo esos das en que el pescado estaba muy fresco lo servan en laFonda.

    Pepe Marchena volvi a su mesa, tras agradecer la cena a Justa, se sent y ledijo a Braulio si quera tomar caf. Antes de que se lo sirvieran, un hombreque haba estado observando a Marchena desde otra mesa, se levant y fuehaca l.

    -Buenas noches, me llamo Manuel Tercero le dijo, tendindole lamano-, si Ud. es Pepe Marchena, que creo que lo es, soy admirador suyo yestara muy honrado si aceptaran, Ud. y su acompaante, que los invitara auna copa. Estoy con don Pedro, el prroco del pueblo.

    Mientras se levantaba y le estrechaba la mano, Marchena pens por uninstante negar que fuera quien era y dar esquinazo a aquella gente, pero esaidea se desvaneci enseguida: estaba muy a gusto en aquel comedor y no levendra mal una tranquila velada de conversacin; al fin y al cabo, ni tenasueo, ni la obligacin de madrugar. Pepe Marchena y Braulio acompaaron alhombre a la otra mesa y se hicieron las presentaciones. Manuel Tercero era uningeniero de caminos, jefe del departamento de carreteras de la provincia deJan, que estaba all en viaje de trabajo. El ingeniero tena una muy buenaamistad con don Pedro Garca Belln, desde haca unos aos cura de aquellaparroquia. Se tomaron el caf y Braulio se despidi disculpndose porquetena que madrugar para estar en el taller con Alfonso, y el cura aprovechpara elogiar al mecnico, del que dijo que era muy bueno en su oficio, perosobre todo una buena persona de reconocida honradez. Mientras les servan

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  • el caf y una copa de Magno, Manuel Tercero comenz a contar lo que saba,que era mucho, de Pepe Marchena, al que dijo seguir desde que lo haba odocantar en el teatro de la Latina, cuando estudiaba en la Universidad deMadrid. Marchena record que, aunque entonces empezaba a ser conocido,fue fundamental para su consolidacin, el apoyo del cantaor Rafael Pareja ysus actuaciones en el teatro de la Latina, contratado por el empresarioCarceller, donde lo haba odo don Manuel Tercero. Ante los elogios de Terceroal arte de Marchena y las alabanzas de Marchena al flamenco, Don Pedro selament de no haber tenido apenas oportunidad de or flamenco; cont queen un viaje a Mlaga, haca ya aos, unos amigos lo llevaron a la Pea JuanBreva y lleg a emocionarse con aquellos cantes que espontneamente, comoen una competicin amistosa y festiva, ofrecan los que participaban en lavelada.

    -Fue mi primer y nico encuentro con el flamenco dijo el cura- y fue talla experiencia, que al da siguiente compr algunas pizarras, que me llev acasa esperando el momento de ponerlas en la gramola, perolamentablemente los discos me dejaban indiferente. No me transmitan laemocin de aquella noche en la Pea Juan Breva.

    Marchena habl del embrujo que se produce cuando la guitarra y la vozexpresan un sentimiento de una manera imposible de decir por otros medios,y cmo un rasgueo de guitarra y unas pocas palabras pueden encerrar lo quetoda una biblioteca

    -Miren Uds. dijo, y cant muy quedo para que solo lo escucharan suscontertulios-

    La noche del aguacero

    Dime donde te metiste

    Que no se te moj el pelo

    Ven qu manera de expresar el drama de los celos.

    O el resentimiento de la decepcin:

    Mira si soy desprendo

    Que al pasar por el puente

    Tir tu cario al ro

    O esta declaracin de amor:

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  • Porque te llamas Aurora

    Me levanto al ser de da

    Si te llamaras Angustias

    De pena me morira

    Oyendo a Marchena, los dos amigos estaban maravillados al ver que esossencillos versos se transformaban, en la voz del cantaor, en algoextraordinario. Pero Marchena rompi el embrujo que l mismo haba creado

    -Bueno, amigos, dejemos el flamenco y hablemos de otra cosa.

    An siguieron con el flamenco un buen rato y pasaron luego al estado de lascarreteras de la zona, que dependan del ingeniero. Manuel Tercero les cont,aunque no dependieran de su departamento, que estaban a punto dereanudarse las obras del ferrocarril Baeza-Utiel, que pasaba muy cerca delpueblo y, por lo que l saba, iban a instalar all oficinas y talleres. Y eso seramuy bueno porque habra mucho trabajo durante algunos aos. Laconversacin continu animada hasta que don Pedro dijo que el siguiente erada de escuela y tena que retirarse. Marchena pens que era una forma dedecir que era da de trabajo y brome

    -Venga, don Pedro, no exagere, y Ud. disculpe, que se lo digo con todorespeto; deca mi padre que a l le habra gustado tener la jornada de loscuras: media hora y con vino.

    Rieron mientras se levantaban de la mesa, pero Manuel Tercero cogi delbrazo a Marchena y le dijo

    -No se equivoque con este cura; tambin es maestro, y despus de sumedia hora con vino, algo ms tarda en decir su misa, se va a su escuela,donde intenta meter en vereda a cuarenta o cincuenta chiquillos.

    Mientras se despedan y ante la curiosidad de Marchena, don Pedro lo invit aacercarse por su escuela.

    -Pregunte maana por la escuela del cura, ver que tengo un buennmero de chiquillos listos. le dijo.

    Las obras de don Salvador

    Pepe Marchena se levant temprano y baj a desayunar; Braulio habamadrugado y seguramente estaba ya en el taller con Alfonso. Le pusieron un

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  • caf de puchero hecho con cebada tostada y achicoria, que a l le gustabamucho mezclado con leche. Casi le gustaba ms que el caf-caf, que tomabacuando estaba cerca de la raya de Portugal; prefera la suavidad de la cebadaal amargor del caf. Una chica morena muy joven y de expresin muy dulce,que la noche anterior fregaba los platos, coloc en su mesa, junto a la tazaoscura y humeante, una bandeja de rosquillas y galletas. Estaba comindoseuna rosquilla cuando la chica le llev un plato con una torta, que dijo era demanteca y que tuviera cuidado porque estaba caliente, que es como hay quecomerlas. Le dijo que el rosco que se estaba comiendo era de revoltn y quetodo lo hacan all en la Fonda. Desayun muy bien y sali a buscar a supaisano don Salvador. Lo encontr en el puente nuevo, mirando a los obrerosque se afanaban en levantar paredes sobre unas rocas junto al ro. Era elpuente por donde pasaba la carretera, desde el que se vea muy cerca otro,pequeo, de piedra, pero reparado con tableros que sonaban cuando la genteo las caballeras lo cruzaban. Su paisano le explic que el puente grande,sobre el que estaban, tena apenas cincuenta aos, pero al otro lo llamaban elpuente viejo porque era muy antiguo, quizs lo hicieron los romanos hace dosmil aos. Y ya necesita una reparacin. Bajaron hasta el puente viejo y Pepepudo comprobar que entre aquellos gordos tablones, que se movan ygolpeaban cuando los pisabas, haba grietas por las que se vea el agua. Lefaltaban tantas piedras del arco, que daba un poco de miedo pasar por all.Entre los dos puentes, el ro giraba a la izquierda al encontrarse con las rocassobre las que don Salvador estaba construyendo la casa. El agua seremansaba en la curva y se formaba un gran charco. Supo que jams se habaahogado nadie ni en ese charco, que llamaban del puente, ni en ningn otrode los muchos que formaba el ro en otras zonas del pueblo y eso que losnios y los jvenes pasaban el verano bandose en ellos. Mientrasobservaban a los albailes, al otro lado del charco, Pepe supo que loschavales se tiraban al ro desde el puente viejo y buceaban hasta debajo delnuevo y don Salvador le cont que ese charco guardaba el secreto de unasesinato: haca cincuenta o sesenta aos, un da emergieron del agua lospies de un hombre desaparecido desde haca das. Ante el estupor de la genteque se aglomeraba en las orillas, la guardia civil sac el cadver de aquelhombre al que sus asesinos haban atado una gran piedra a la cintura,pensando que haba profundidad suficiente para que nunca lo encontraran;pero calcularon mal y, cuando los gases de la muerte hincharon el cadver,salieron los pies y las piernas hasta las rodillas, en una imagen sobrecogedoraque el pueblo no haba olvidado an. Nunca se supo quien fue el asesino, ni

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  • juzgaron a nadie por ello, aunque muchos pensaban que haba sido lavenganza de la familia de un hombre, al que el muerto haba asesinadomuchos aos antes por un lance de juego.

    El aparejador sevillano explic a Pepe que para un profesional es muy gratoconstruir una casa sobre las rocas, junto al ro en el que se reflejara, con taldesnivel que le permitira hacer una planta que dara al ro y a un jardnposterior y sobre ella, otra al nivel de la carretera y, hasta otra ms sobre esa.La casa se apoyara sobre unos arcos, bajo los que pasara una estrecha calle,paralela al ro, como un pequeo puente bajo el que pasarn personas, en vezde agua, y con los que quera hacer un homenaje a los constructores deaquellos dos hermosos puentes. El entusiasmo de aquel hombre despert enPepe la curiosidad por conocer otras casas construidas por l.

    La Confianza

    Subieron por una amplia escalera, adosada al puente nuevo, hasta la alturade la carretera y, enseguida, a la derecha, don Salvador le seal una casa,que sobresala sobre sus vecinas: La Confianza Jos Luna. Ferretera.Paquetera. Tejidos. Confecciones. A Pepe le record casas vistas en Sevilla oen pueblos grandes de la provincia; el aparejador le dijo que l, como muchosarquitectos sevillanos y de otros lugares, pensaba que una casa debe ser til,pero tambin bella, y que es fundamental usar los materiales quetradicionalmente se han usado en cada lugar.

    -Debo reconocer dijo don Salvador- que yo he utilizado aqu unelemento que no es de aqu: los azulejos. Pero es que es un material queembellece ms que cualquier otro y pertenece a la tradicin arquitectnicaandaluza. Al fin y al cabo, este es un pueblo andaluz, aunque haya nacido dela nada hace muy poco tiempo. Aqu todas las casas estn hechas por losvecinos con la ayuda, a veces, de buenos albailes. Si se fija, todas soniguales; un piso o dos, pero todas iguales. Y en algunas zonas, poco ms quechozas.

    -Esta tienda, parece de capital dijo Pepe

    Y observaba el escaparate, la balconada del primer piso con la gran franja deazulejos amarillos con las letras en negro, excepto La Confianza en azulverdoso, perfilado en negro. Le llam la atencin, que los ltimos ventanales,en la parte ms alta, eran los ms bonitos, los tres terminados en arco.

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  • -El arco es un elemento fundamental de nuestra arquitectura yllevamos utilizndolo dos mil aos, pero desde hace un tiempo lo usamoscomo elemento decorativo. Y, mire, yo he puesto esas tres ventanas con arcoen la parte ms alta porque en las construcciones campesinas, la ltimaplanta est dedicada a guardar trastos, son las cmaras, lo menos cuidado deuna casa. Pero esta no es una casa campesina, es un comercio, es el smbolodel progreso, la sociedad ha crecido por el comercio y por eso he querido quemi casa terminara como un rbol que crece y muestra su mayor belleza en lacopa.

    El Ayuntamiento

    El Ayuntamiento estaba a la entrada del pueblo. Haba pasado por la puerta elda anterior, cuando desde el coche averiado se dirigi hasta el bar, en buscade ayuda: iba tan pendiente de la gente que lo miraba desde la puerta del barque no se fij en el Ayuntamiento. Delante tena un jardincillo, cerrado poruna balaustrada.

    -Le confieso que estoy muy orgulloso de este edificio dijo emocionadodon Salvador-. Le puedo asegurar que los inconvenientes y las molestias, noquiero hablar de sufrimientos, que me est ocasionando este destierro se vencompensados por esta obra. Debo decir en favor del alcalde, que me hadejado libertad para hacer lo que he querido. He trabajado a gusto. Ver queest recin terminado. Los arbolillos acaban de plantarse.

    Estaban parados en medio de una zona empedrada con guijarros del tamaodel puo, mirando la fachada. El aparejador hablaba de la combinacin deladrillo rojo y paredes blancas, del pequeo atrio con dos airosos arcos y unahornacina central, ocupada por un bellsimo jarrn de loza dorada

    -Ese atrio establece un trnsito entre la calle y el interior del recinto, yadems me permite sacar el balcn que ocupa toda la parte central de lafachada, imprescindible en una casa consistorial.

    Don Salvador le hizo observar que a la hora de disear las puertas de salida albalcn resolvi no rematarlas en arco porque habran quedado deslucidas porlos dos grandes arcos del atrio, pero decidi adornarlas con esos casisemicrculos de cermica, bordeados de ladrillo, que complementan el granpao central, donde luce ese adorno de cermica. El aparejador se aproximentonces a su interlocutor y le dijo al odo

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  • -A m me habra gustado poner otro motivo, pero se empearon consan Isidro, el patrn del pueblo. Yo habra puesto un smbolo civil.

    La zona central del edificio est rematada por un tmpano vaco, austerocomo toda la fachada. An as, el tmpano le da la prestancia que deben tenerlos edificios pblicos, y en l un solitario reloj nos recuerda que andamos depaso.

    -Y esos siete bcaros de cermica verde, sobre los vrtices de lafachada y en los extremos del balcn, -dijo Tous- pensar que son un caprichoy puede que as sea, pero reconocer que dan mucha gracia al edificio.

    Pepe intentaba seguir las explicaciones del aparejador y le pareca que estabaaprendiendo a mirar de otra forma. l, que viajaba mucho, procuraba visitarlas catedrales de las ciudades donde actuaba y, en Sevilla, volva de vez encuando a la catedral y a los Reales Alczares y se admiraba de tanta bellezay, sobre todo, de tanta grandeza. Y de pronto en este perdido pueblo estabaaprendiendo a ver en unas sencillas fachadas de edificios insignificantes,comparados con los de cualquier ciudad, cosas en las que nunca hubierareparado a no ser por este buen hombre.

    Entraron al Ayuntamiento y don Salvador le habl del vestbulo, en el queestaban, un gran espacio distribuidor desde donde se accede a serviciospblicos, como correos y telgrafos, y desde el que parte una hermosa yamplia escalera que lleva a la zona noble, donde est la alcalda y el saln dereuniones. Y Pepe, a veces, no lo oa, tan atento estaba en descubrir por smismo los bellos detalles del edificio.

    Al salir, Pepe se fij en aquello que le llam la atencin el da anterior, eseedificio del bar, que parece estar en medio de la carretera, y don Salvador ledijo que tambin haba hecho esa casa, que gracias a la curva de la carretera,se ve desde lejos, un kilmetro antes de llegar al pueblo y, por eso, la habarematado con un torren, que se reconoce y se ve como un faro y, al mismotiempo, es un esplndido mirador. Es la originalidad del bar del Pintor.

    -Cmo el bar del Pintor? se extra Pepe, que ya prximos al bar,estaba leyendo el rtulo.- Ah pone Iberia Bar.

    -S. Lleva usted razn. dijo don Salvador- Pero todo el mundo lo conocecomo bar del Pintor.

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  • Y le cont que el pintor era Joaqun, uno de los dos hermanos que regentabanel bar; Joaqun, el pintor, es un hombre afable de una gran curiosidad,aficionada a la pintura. Yo creo que tambin le gusta la msica y con algunosamigos y su hermano Juan Jos montan, a veces, obras de teatro.

    All se despidieron y don Salvador volvi a la casa que estaba haciendo juntoal ro y el puente nuevo.

    Pepe Marchena pregunt por la escuela del cura a una mujer, que llevaba unacanasta de tomates. La mujer le dijo que estaba all mismo y lo acompahasta la puerta.

    La escuela del cura

    La escuela estaba en la primera planta de una casa de tres, en un saln queocupaba toda la fachada y se abra a la calle con tres balcones de forja. Entra la casa y encontr a una mujer mayor, con el pelo blanco recogido en unmoo, que sala de un patio, al fondo del pasillo, y le indic, tras responder asu saludo, la escalera. Al llamar suavemente a la puerta con los nudillos, seatenu el murmullo que se oa dentro y la voz de don Pedro lo invit a pasar.

    Al entrar, vio a la derecha la mesa del maestro rebosante de libros ycuadernos y una vitrina, en la que don Pedro buscaba algo antes de dirigirse asu encuentro; la sala, relativamente grande, pareca pequea atestada depupitres dobles, alguno ocupado por tres chiquillos. En el centro de la paredms luminosa, enfrentada a los balcones, una gran pizarra negra estaba llenade sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, y de nmeros quebrado yraces cuadradas, todo sin resolver. Debajo de la pizarra, en un banco sinrespaldo, media docena de nios de cuatro o cinco aos se entretenan concartillas del mtodo rayas. Y en medio de la escuela, junto a una estufa tiposalamandra, apagada, un grupo de nios, de pie, lea en voz alta y originabael leve guirigay, que haba escuchado desde la escalera. Los chicos de lospupitres, que se haban levantado con generalizados golpes de asientos, alentrar la visita, volvieron a sus tareas a una seal de don Pedro.

    El cura-maestro sac del bolsillo de su sotana un paquete de ideales, de losconocidos como caldo gallina y ofreci a Marchena un cigarrillo, que elcantaor rechaz con un gesto. Don Pedro comenz a liar sosegadamente elsuyo, mientras el cantaor observaba curioso a los chavales

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  • -Mire, don Pedro, -dijo Marchena- no hay nada que me produzca msenvidia que esto, y nada que valore ms que el saber. Mis padres erancampesinos, seguramente como la mayora de los padres de estos chiquillos,pero afortunadamente para ellos tienen la suerte de poder estar aqu.

    Y le cont que cuando tena la edad de estos nios, l trabaj con un arriero yluego de aprendiz de herrero y de tabernero, y en lo que iba saliendo, aunqueeso no le impeda cantar por las noches en las ventas y las tabernas de lacomarca. Y desde entonces el cante haba sido su vida, aunque muchasveces, echaba de menos no haber tenido la oportunidad de estudiar.

    Don Pedro le habl de su vocacin de maestro nacida del convencimiento deque es el mejor servicio que puede hacer a estos cros, porque la mayora deellos, la mayora de nosotros, no tiene un talento especial como el suyo,Marchena, para triunfar en la vida. La gente normal tiene que prepararse y laescuela es la base, el comienzo de esa preparacin. Con unos buenosconocimientos esenciales, estos muchachos saldrn por ah a buscarse la vidacon ms posibilidades que las que tuvieron sus padres.

    Don Pedro Garca Belln siempre haba ocupado el tiempo libre que le dejabala iglesia en dar clases particulares, pero fue al llegar a este pueblo cuandodecidi hacerse maestro. l deca que tuvo que examinarse de todo, inclusode religin, desde primero de bachillerato, porque no estaban reguladas lasconvalidaciones. Cuando termin magisterio, se encontr con que en elpueblo no haba escuela vacante para l y, entonces, fund una escuelaparroquial, que enseguida se llen de chiquillos y, con el tiempo, fueasimilada por el Ministerio de Educacin, como una escuela nacional ms.

    -Mire, Marchena, -deca el cura-maestro- lo que falta en nuestro passon escuelas: aqu hay tres de nios y en cada una, mrelos, -y sealaba lasala repleta de pupitres- hay cincuenta o sesenta chiquillos, desde los cinco alos catorce aos. Con las escuelas de nias pasa lo mismo. Hacen faltaescuelas: por eso me hice maestro.

    Pepe Marchena dej la escuela y baj la calle hasta el puente viejo. Se par aobservar el trajn de los albailes en la casa de Salvador Tous y vio por debajode la obra la boca de una cueva, en la que no haba reparado por la maanaporque delante haba materiales de construccin. Vio en una roca junto al roa un hombre que pescaba con una caa; baj hasta l y le dijo que cmo sedaba la pesca; el pescador le ense una cesta con tres o cuatro peces.

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  • -Son barbos le dijo- y, ya ve, cada uno pesa una libra. Fritos con harinaestn muy buenos.

    El hombre le dijo que la llamaban la cueva de Paco el sastre porque en la casade al lado, esa de ah, le seal, vivi Paco el sastre: ahora vive su familia. Lacueva tiene que ver con una mina, pero no saba nada ms; le dijo que erabastante profunda, pero que l no haba entrado nunca porque le dabarespeto, eso dijo: que le daba respeto.

    El pescado frito

    Lleg al taller de Alfonso. Un poco alejado, a la orilla de la carretera, casidelante del cine, un hombre frea pescado, pescaditos, que a Marchena leparecieron boquerones.

    Pepe Marchena supo luego que era un hombre de un pueblo de la Sierra, quese dedicaba a traer pescado, desde beda, para vender en los pueblos delinterior de los valles de Segura. Tena una vieja camioneta, que se le averiabacon frecuencia y ms de una vez haba tenido que tirar el pescado, por culpade una avera no reparada a tiempo. Para evitarlo, llevaba siempre en su viejocacharro una sartn, trbedes, aceite, harina y lea, y como estabaocurriendo ahora, mientras en el taller de Alfonso le arreglaban la avera, lfrea el pescado para poder conservarlo. Alfonso le haba pedido que sesaliera del taller, que cerca de la gasolina no se poda encender fuego, y elhombre haba aprovechado para llamar al pregonero y ofrecer pescado frescoo frito. Lo estaba vendiendo bien y haba mujeres que se lo compraban frito.

    Braulio andaba por all y echaba una mano a Alfonso cuando era menester:estaban esperando que Luis llevara la bobina, que al parecer tena arreglada;despus de comer montaran la magneto y podran reanudar el viaje.

    En la Fonda, se sentaron a la mesa y sali Justa a preguntarles si les gustabanlos guisos: haba preparado uno de cordero con patatas. Pepe y Braulio ledijeron que les gustaban.

    Cuando un par de horas ms tarde salan del pueblo por la carretera deAlbacete, Braulio oa a Pepe Marchena que, para s mismo, muy bajito,cantaba

    Yo me enamor de ti

    y al entrar en Cartagena

    yo de ti me enamor

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  • La taranta

    Se sabe que Pepe Marchena escribi cartas a varias personas con las que serelacion en Puente de Gnave. Una de esas personas fue don Pedro GarcaBelln, que mantuvo correspondencia con el cantaor. La primera carta,conservada durante muchos aos en un cajn de la mesa de su escuela, decaas:

    Querido amigo don Pedro, quisiera decirle que me he ido deese pueblo con pena: no me habra importado quedarmealgn da ms, sabiendo que gozara de su compaa y de suamistad. Pero, como les dije, tena que cantar en Cartagena yandaba ya apurado de tiempo. Espero volver. Como yo slos cantar, cantando expreso mi agradecimiento. El Puente deGnave me recuerda a algn pueblo minero de Almera,donde naci la taranta, y con una taranta dedicada a esepueblo, les recordar siempre. La llamar El cante del Puentede Gnave. Cuando la estrene, le avisar por si puede venir aorla: Ud. y quienes le acompaen estn invitados. En todocaso, espero incluirla en alguno de mis discos y cuando salga,se lo enviar.

    Con todo mi afecto

    Pepe Marchena

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