generación espontánea

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Generación Espontánea Els Cavallers de Neu:poesía en la década de los ochenta en Valencia teína poesía 12

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Antología de poemas realizada por Jesús Zomeño sobre 5 poetas valencianos de los años ochenta

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Generación Espontánea

Els Cavallers de Neu:poesía en la década de los ochenta en Valencia

teína poesía

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Generación EspontáneaEls Cavallers de Neu: poesía en la década de los ochenta en Valencia.

teína poesíawww.revistateina.com2006

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Revista teína agradece a Jesús Zomeño su colaboración para ela-borar esta Antología espontánea, así como el mal rato que debió pasar por entregarse alguna tarde a la melancolía de escribir sobre un tiempo que ya fue. Hablar de lo que sucedió hace casi veinte años nunca resulta sencillo.

Nota: este poemario es de libre difusión y se distribuye sin fines de lucro.

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ContenidoGeneración poética de los ochenta por Jesús Zomeño.Poética (creo que generacional) por Jesús Zomeño.

AutoresJavier Bosch AzconaJuan Ángel Castaño LópezRafael CamarasaFernando GarcínUberto StabileJesús Zomeño

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Generación poética de los ochenta

En los años 80 hubo una Generación Literaria, una generación a la que Fernando Garcín, uno de sus integrantes, llamó Generación Espontánea. De algún modo, creo que tenía razón.

Entonces hablábamos de una realidad inmediata, aunque nuestra realidad fuera la nostalgia por el cine; hablábamos de unos senti-mientos directos, de todas las noches que no dormíamos; hablába-mos de nuestra ansiedad por ser felices; hablábamos mucho de una América que no alcanzábamos; utilizábamos un lenguaje cinema-tográfico, unas poses premeditadas ante las que el éxito o el fraca-so eran secundarios a lo que realmente importaba: vivir. Importaba sólo vivir.

Eran los años de la Movida, la Edad de Oro del Pop Español, de los ilustradores, de la revista MADRIZ, del estreno de Blade Runner, de La Ley de la Calle, era «cuando el chico de la moto todavía no había muerto», cuando todos nosotros éramos daltónicos para ver los peces de colores que flotaban en el aire, cuando se nos precipitó el Halley encima y pasó de largo despeinando levemente nuestro ro-manticismo. Entre toda aquella magnificencia de fuegos artificiales y cometas, la noche era fresca en Valencia.

Surgió entonces una generación literaria a la que, como indiqué antes, Fernando Garcín llamó Generación Espontánea; pero que también podría haberse llamado Generación a la Deriva, por cierto sentimiento de pérdida, por su falta de pretensiones, por su voluntad de «ir hacia ningún lugar», como diría Uberto Stabile.

(Cuando no lo hace el marketing, ya ven, es la nostalgia quien inventa las Generaciones.)

Toda aquella generación estaba catalizada en el café-librería Cava-llers De Neu —Caballeros de la Nieve—, en el barrio del Carmen, en Valencia. Todo el mundo terminaba cada noche en Cavallers, porque el mundo entonces parecía nacer de Cavallers... Un pequeño café

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dedicarse a escribir un poema sobre la caricia de su hijo rozándole la pierna... revitalizando la vieja polémica entre el Arte y la Vida.

Sin embargo, antes, mucho antes de aquella de-generación, hubo una generación como una moto con sidecar donde habíamos ido todos, cuando la pasión era nuestra juventud y en ella la poesía era una bandera con la que nos limpiábamos los pies para entrar a casa porque todo eran días de lluvia y gabardinas.

Nosotros ya no somos los mismos con los años, con los hijos que se nos han venido encima, con los horarios y las hipotecas ya no somos los mismos; aunque a veces, en días como hoy, uno se vuelve un poco nostálgico y habla de aquello; quizá porque en el recuerdo salta la chispa que, a veces, aviva el fuego.

Jesús Zomeño, Elche 2005.

más allá del Bien y del Mal, ajeno a todo cuando tanto frío hacía en la calle.

En aquel local, regentado por Uberto Stabile, se fraguaban y pre-sentaban los libros de la colección Malvarrosa, los de la Línea de Sombra, 5 Interior, la Gata Loca y otros tantos títulos de colección que entonces brillaban como el filo de cuchillos instantáneos que te herían para siempre en la noche.

Y aquel mundo interior, además de humo, no tenía libros de texto, ni club de socios, ni apenas dinero.

No había lecciones para escribir, porque sabíamos que tampoco la Vida tenía cuaderno de instrucciones, ni siquiera garantía de reposi-ción o de ser felices.

Era la generación de Uberto Stabile, de Fernando Garcín, Rafa Camarasa, Juan Ángel Castaño, Javier Azcona... Era Daniel Mon-zón con cazadora roja mientras veía amanecer en la playa de la Mal-varrosa, con la arena cubierta de cortezas de sandía y las olas dando bocados al silencio.

Y todos éramos Dani cuando desayunaba cerveza después de toda la noche sin dormir, éramos todos ocupantes de la furgoneta de Uberto, que conducía entre camiones de basura por las calles vacías de Valencia y golpeaba el saco de arena que colgaba del Jazz para boxeadores de segunda en películas en blanco y negro.

Era una generación a la deriva, un luminoso de neón que anuncia-ba que dentro del local había música, bebida y mujeres fatales que guardarían para siempre nuestra vida en sus pitilleras.

Y aquella generación era una moto negra con sidecar donde fui-mos todos nosotros entonces...

Vendría después la resaca.... Uberto Stabile, que se marchó a Huel-va; vendría el silencio de aquella noche en el Bar Benicarló, cuando Fernando Garcín y yo cenábamos a las seis de la mañana después de haber salido a comprar tabaco; vendría la reflexión de Rafa Camara-sa sobre qué es preferible si la caricia de su hijo rozándole la pierna o

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Poética (creo que generacional)

(Que utilice la primera persona, no es protagonismo sino el ejemplo de que todos hablamos de nosotros y compartimos las anécdotas y coincidimos, como si tomáramos un café, sólo eso.)

La última vez que presenté un libro mío en Valencia, me alojé, como siempre, en casa de mi amigo Fernando Garcín.

Fernando tiene una extraña enfermedad derivada del estrés y por la que no controla ni sus niveles de tensión ni sus horas de sueño. Cuando llegué, sobre las once de la mañana, Fernando había esta-do toda la noche sin dormir. Primero fue porque no tenía sueño y después porque tuvo miedo a quedarse dormido y a no escuchar el timbre a mi llegada.

Quiero decir, después de tanto preámbulo, que alguien esperaba en vela mi llegada, que Fernando me abrió la puerta y se fue a dormir. Sin embargo, había escogido antes una película de vídeo para mí: Una historia verdadera.

La trama es sencilla: un hombre anciano decide que, antes de mo-rirse, tiene que ir al otro extremo del país a ver a su hermano, con el que hace años no se habla. Entonces el hombre, como no tiene otro medio, coge su segadora de césped y comienza a avanzar. Va despacio, tarda semanas en llegar, duerme a la intemperie o en un remolque que arrastra. Se encuentra con mucha gente por el camino, pero nada le distrae. Al final de la película, avanza por una calle y llega frente a la casa de su hermano, que está sentado en el porche. Llega y se baja de la cortadora de césped. Camina hacia el porche y se sienta junto a su hermano.

El hermano, sentado, mira a la segadora de césped y le pregunta algo así como:

—¿Has venido en eso?El otro responde algo así como:—Sí.

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como si fuera un tercer anciano sentado en el porche, deshojé la mar-garita:

- Primero le quité la necesidad de aplausos y de gloria, como cuando la segadora de césped enfila en silencio, por su propio esfuerzo y con su monótono ronroneo la calle donde vive el hermano.- Segundo le quité las cámaras de televisión y la publicidad, como el hermano que recibe al otro sin levantarse del sillón.- Tercero, evité las frases solemnes, como cuando el hermano pregunta curioso si ha venido con eso, señala a la segadora y el otro responde que sí.- Cuarto, para definir mi poética, ya sin vanidad le quité además el pétalo de la posteridad; como mi amigo Fernando, tan cabrón, que estaba durmiendo sin ser testigo y testimonio de mis actos aquella mañana.- Quinto pétalo..., sexto... y séptimo... No había nada más que decir.

Para definir mi poética, sentado imaginariamente en el porche, en-tre aquellos dos hombres en silencio; puedo imaginar para definir mi poética, que deshojo la margarita, pétalo a pétalo deshoja la poesía, hasta llegar al silencio. Y con el tallo, ya desnudo y, sobre todo, mudo me lo clavo en el pecho o, si tuviera el hábito, me lo fumaría por ver el humo diluirse mientras pienso «en mí»..., mientras ciento «en ti»..., en aquello...

Jesús Zomeño, Elche 2005.

Y se callan. Y se quedan los dos sentados en silencio. Y nadie aplaude, ni hay ninguna reportera de televisión que haya mitificado el viaje, ni lloran los hermanos al encontrarse, ni siquiera es emocio-nante el encuentro, ni siquiera hay un abrazo, nada salvo el viaje y la llegada justifican la película ante el espectador... Sin embargo, los dos hermanos están juntos, aunque nada tengan que decirse, aunque nada tengan que expresar para nosotros.

Mi amistad con Fernando Garcín residía en eso, en que me hubiera esperado despierto toda la noche, por miedo a que no le despertara el timbre cuando llegara. Nuestra amistad residía en los preparativos de la película de vídeo, en los zumos que había dejado en la neve-ra. Ambos compartíamos muchos recuerdos, como cuando fuimos los dos a Madrid a propósito para cenar en un restaurante tan sólo porque se llamaba Kerouac; como la promesa que cumpliríamos des-pués de visitar juntos Hyde Park en Londres.

No éramos amigos porque él me esperara para irnos a tomar una cerveza.

Tampoco le dije, ni él me dijo, que me alegraba mucho de verle o que él se alegrara mucho de verme.

Quizá la chispa fuera lo bien que se estaba en su casa, el que a él le gustaran mis poemas, el que a mí me gustaran sus poemas y los zumos y un libro enorme que tiene de fotografías de Allen Ginsberg, o el que a mí me gustara mucho la película de vídeo del viaje del cortador de césped.

Aquella mañana no tuvo aplausos, ni memoria. Cuando terminó la película rebobiné la cinta. Rebobinar la cinta de vídeo es como estar a punto de morirte. El sonido mecánico del arrastre hace que te vuelvan a la mente imágenes sueltas de la película. Después todo llegó al extremo y la cinta se detuvo como si recibiera un golpe la conciencia, como si despertara después del viaje y de la película, en aquella casa. Fue una mañana muy agradable.

Cuando pensé que tenía hoy que escribir una poética, deshojé,

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Javier Bosch Azcona

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Javier Bosch Azcona nació en 1965, es Licenciado en Filosofía y guionista realizador cinematográfico. En 1992 escribió y dirigió el cortometraje Fet D’armes, basado en un cuento de Pere Calders. Ob-tuvo los premios Ajudes a la creació 1992 y 1993 de la Universidad de Valencia con el mediometraje Wanda y el proyecto Entre las vías. Obtuvo la pensión anual de la Academia de Bellas Artes de España en Roma (Ministerio de Asuntos Exteriores) en la modalidad de ar-tes visuales. Trabajó en Cinecittà como investigador de documenta-les italianos de los años cincuenta y como guionista y copy de Cecchi Gori Group.

Actualmente administra sus negocios y realiza documentales. Ha obtenido algún premio literario por sus poemas (los de él, no los suyos), tiene en preproducción el largometraje invisible Yo fui AH, colabora con diversos medios —incluido el acuático— y es profesor de guión de largometraje en la escuela de cine Núcleo Cinematográ-fico de Valencia.

Poemarios- Diálogo de Ángeles en la Calle E, editorial Fernando Garcín. Valencia, 1987.- Un caso raro de Amor, editorial Ayuntamiento de Mislata, 1993.- Ni sombra de lo que fuimos, editorial Línea de sombra, Valencia, 1993.- Cuaderno de Nantes, 2000-2003 (inédito).

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Abuelo

Recuerdo que le gustaba la música, disfrutaba con las viejas canciones,baladas que tarareaba todo el día.

Mi abuelo era peluquero en la calle Clarín, criaba cerdos en casa, cortaba la leñay labraba una huerta que daba lechugas y tomates,parecía un hombre alegre de la mañana a la noche.

Todavía puedo ver al viejo subiendo por la cuesta de Cachetas,con un par de caramelos en la mano y vino para la cena,cantando más y más en cada escalón,ahuyentando las penas con su eterna juventud.

Cuaderno de Nantes, inédito.

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Un agujero en la luna

Esta noche y cada noche, amiga, lloverá sobre la Iglesia de la Santa Cruz,sobre los mil puentes de Europa,sobre las mentiras que nos hemos dicho acerca del amor.

Lloverá eternamente y los ríos se desbordarán. Verás que los ojos se ahogan con la mirada blanca del ángel. Verás las preguntas de los inocentes, descansan en un cielo sin memoria.

Aunque te prometí que bajo cada deseo crecería un árbol de oroy que existía el amor sin dolor en la boca del otoño,verás llover sobre los tejados de nuestra historia,

Cuaderno de Nantes, inédito.

Agamenón

Agamenón se salió de la carretera en las fiestas de Zubielkiy quedó empotrado en el árbol de los antepasados.En las noches de verano, cuando las luciérnagas salen, podemos ver la luminosa sonrisa del héroe.

«Era cachondo, le privaba la fiesta y la rondica,cambió de txabisque como si no tuviera importancia,le dio por saltar la valla...»,el ayuntamiento puso esquelas en las calles y la dueña de la tienda de bacalao le pagó unas misas en San Miguel.

No tenía más familia que una tía en Málaga,las hayas, los caballos y los tejones de la sierra.El Ega, el cielo estrellado, los camareros y las mozas.En fin, que iba a su rollo y trabajaba en la SuperSer. Agamenón, tus amigos no te olvidan,aunque te gustaran los Dobbie Brothers.

Cuaderno de Nantes, inédito.

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Prevert

En casa de una estudiante vi aquella magnífica instantánea del viejosentado con su perro en un café de París.Ya sabéis, era de esos tipos insobornables de la época del blanco y negro,un bestia que bebía vino y les decía las cosas claras a los poderosos.

Imaginad la mirada de Prevert en esa fotografía;la mirada del hombre después de la guerra.

Imaginad la mirada limpia de Prevert,del hombre que hablaba de la lluvia de sangre,contemplando la casa de una joven estudiante, los sueños de los que empiezan el camino.

Cuaderno de Nantes, inédito.

Cartas

Si yo fuera adivino preguntaría qué hay tras la distancia.En pocas palabras, me gustaría saber qué estará haciendo ahora.¿Por fin habrá leído a Virgilio?¿Me echará de menos como si hubiera muerto?

La verdad, al diablo este mundo cruel y su negro futuroque no interesa toda esa indecencia al que ama realmente.Sólo la ecología, por lo del ozono y la limpieza del planeta.

Qué voy a decir de sus cartas,que cada una deja profunda ausencia y ese desaliento típico,y que yo quisiera atraerla y apretarla contra mí,aunque fuera por arte de magia.

Cuaderno de Nantes, inédito.

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Cuaderno de Nantes

Mi amigo me enseña sus travesuras y sonríe feliz y orgulloso,como un adolescente que hablara de mujeres desnudas y futbolistas.Me da sus poemas uno a uno.

Quedamos los martes para tomar café y mirar a las camareras,es el día del espectador y tiene a la canguro en casa,fumamos toda la tarde y me da consejos.

Yo le hablo de ti, pero no le enseño mi cuaderno de Nantesporque es mi amigo y no me fío de él.

Cuaderno de Nantes, inédito.

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Juan Ángel Castaño López

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Juan Ángel Castaño López nació en Elche en 1961. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante. Profesor de lite-ratura en diversos centros de Alicante y Elche. Miembro fundador de las asociaciones culturales Frutos del Tiempo (1990) y Tres Esta-ciones (2004) y del Grupo poético Abril 2005. Fundador y director del Festival de Piano y Música de Cámara de Elche.

En 1984 publicó su primer poemario, Para bailarinas ambiciosas al que siguieron Elegías y haikus (1990), En la Caverna (1991), Las Edades (1993), Mi amiga la música (1993), Noches de Cine (1999) y la antología Seis Estaciones (1999). También ha publicado relatos en varios libros colectivos y el libro de cuentos Un pianista vegetariano (1999). Es autor de dos series de obras breves para teatro: Seis pasos desde el Cid a la Celestina y Tres entremeses, algunas de las cuales fueron representadas en 2002 por el Grupo teatral Eliot.

Ha dictado conferencias sobre La Celestina, Borges, J.S. Bach, Beethoven o Chopin, y ha dirigido la edición de libros de crítica literaria y musical. También ha colaborado en el libro Cien películas para amar el Cine, publicado por ediciones Frutos del Tiempo en la colección Solara.

Dedica el tiempo libre a sus amigos de Elche, Madrid, Alicante y Valencia, al piano, a la cocina vegetariana, al ajedrez y al ping pong.

Actualmente prepara la edición de sus séptimo poemario, La pia-nista, su segundo libro de cuentos, Los últimos deseos de Alexandra Lu y su primer libro de cocina vegetariana.

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Carta

Mi sueño esdespertarme una mañana de domingoy correr siguiendo la rutadel perfume naranjahasta llegar a la cocinadonde Ella inventa el desayunola música y los besos

levantar la persianay que pase el día con su luz

ya lo sabéis queridos reyes magos

Elegías y haikus, 1990.

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Como un problema de ajedrez

Planteado como un problema de ajedrezel amor que siento por ella no me asusta.Quizá piense que es fría esta perspectivapero es dulce —por más que no resolver un problemao perder una partida pueda llegar a doler— contemplarcómo cada posibilidad cierra y abrecaminos insospechados y cada movimientotiene algunas consecuencias imprevistas.En última instancia a la hora de movermás que la clásica frase — “era sólo un juego”—es dulce recordar la historia de la princesa Yvorinque, enamorada en el transcurso de la partida,se dejó ganar por Huón, y fue suya.

Las Edades, 1993.

Los fines de semana

Ella pasea los fines de semanay frecuenta los hormiguerosdonde las hormigas los fines de semanabeben y bailan junto a escarabajosy toda clase de insectosbeben y bailan y se llenande ruido sin cesar ella paseaporque se aburre yo paseo no sé por qué.“Me aburro, me aburro, me aburro”me dice en prueba de amistad.Adivino una invitaciónen sus labios, pintados,en sus uñas, pintadas.

Tener dinero o no tener dinero, ésa es la cuestión.

La soledad no está de moda esta primavera.

En la Caverna, 1991.

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Tiempos modernos

a T.C. y E.C.

—Más deprisa, tienes que trabajar más deprisaque la máquina; la producción no puede detenersepor la torpeza de un obrero. Más deprisa,vamos, más rápido; la producción no debe pararse por la pereza de un obrero.Si no pones los tornillos más deprisatendrás que reducir de cinco a dos minutosel tiempo para el bocadillo; al menoshasta que llegue la nueva máquinaque te permitirá seguir trabajandomientras almuerzas. Pero no dejes de trabajar.Más deprisa, vamos, más deprisa.Eres muy afortunado al tener un puesto de trabajo,con tanto desempleo como hay. No puedes quejarte.Ya que sólo trabajas dieciséis horas al día,al menos no te pares. Muchos quisieran estar en tu puesto.

—Señor patrono, no puedo más. La máquina va muy deprisa.No puedo seguir su ritmo. No soy una máquina.Lo dejo. Me voy. Al menos tendré tiempo para pensar un poco.Yo pienso que no se debió hacer el hombre para la máquinasino la máquina para el hombre. Para todos los hombres.

Noches de Cine, 1999.

De vita beata

No tener que madrugar.No tener vacacionespor no necesitarlas.Dar clases de latíny de literatura—y de vez en cuandoun alumno predilecto—.Vivir cerca del marsin ruidos.Ser justo y ser feliz,como decía Borges,y ayudar a los demás a serlo.Tener amigos, un piano y una amiga—o una novia—inteligente y casi vegetariana—lo demás se daría por añadidura—con quien leera Eliot y a Quevedo,jugar al ajedrez y al ping pongy a otros juegos;pasear por el puerto,por la playa,amigos de la música,del mar, de las estrellas, del silencioescuchar el sonido más dulcetodos los díasy permanecerentre el vivir y el soñar,sin prisas.

Mi amiga la música, 1993.

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Rafael Camarasa

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Rafael Camarasa. Valencia, 1963. He publicado algunos libros (de todos ellos he elegido algún poema) y he ganado diversos premios que no vienen al caso. Nunca me he preguntado por qué escribo, pues la contestaciones serían tan prosaicas que desilusionaría a los dos o tres admiradores que tengo. Por la misma razón, huyo de los programas de literatura (aunque en verdad son ellos los que huyen de mí). Qué coño le iba yo a contar a Sanchez Dragó: que empecé a escribir para ligar más y que sólo logré conocer a algunos tipos tan impresentables como los que me acompañan en esta especie de antología. No es mucho, dado que, salvo Uberto el bello, el resto son más bien feos. Pero qué le voy a hacer. Menos da una piedra. No pretendería que todo saliera bien y al besar al sapo saliera la princesa. Eso sólo pasa en los cuentos. Si queréis saber algo de mí, aquí están mis poemas, entre los que incluyo una especie de biogra-fía. Si después de leerlos deseáis más, ahí va mi dirección de correo: [email protected]

Un abrazo.

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Autobiografía

En la librería, una mujer mira los libros de poemas. Pasa la uña de su índice por los lomos y, de vez en cuando, se detiene en algún autor. Ahora llega a la “C” y toma mi último poemario. Después de hojearlo unos segundos, lo devuelve al anaquel. Definitivamente, creo que no va a comprarlo. Yo, que he seguido sus movimientos, me consuelo pensando que, antes que a mí, ha despreciado a Baudelaire.

Cromos, (inédito, 2005).

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Estación de servicio

Con la nariz pegada al cristal del último autobús rumbo a Phoenix vio las luces de la estación de servicio desdibujarse a través de sus lágrimas mientras el denso humo de su cigarro y dos billetes en el bolsillo le convertían en un serio aspirante a morir de cáncer de amor.

Algunos corazones solitarios, Lunara Poesía, Elche 1992.

La pillé en el mejor de los momentos. La fotografié desnuda y luego hice quinientas fotocopias. Las arrojé por las calles desde el coche y las regalé a mis amigos. Todas llevaban abajo la siguiente inscripción: “joderos, capullos”. Fue hermoso. Muy hermoso. Aunque no lo parezca.

Irreverentes goces menores, Universidad de Valencia, 1987.

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que cruzaba la superficie de la pizarra y que a nadie que visitase la casa descubriría nada sobre sus moradores, se convirtió en una de esas señales que dejamos en los libros de cabecera y nos indican a la noche siguiente la página donde nos quedamos.

(Sé que una marca no me asegura que volverás a por el libro de tu mesilla, pero sí que tenías esa intención al doblar el ángulo de la hoja).

Esta mañana cuando llegaste con el bolso lleno de cerezas y las dejaste junto a las que yo compré al pasar por el mercado, sonreímos pero cada uno lo hizo por una cosa.

A ti te resultó gracioso que los dos nos acordáramos. Yo tan sólo te agradecía que hubieras confirmado el presagio.

Cabos sueltos, Diarios de Helena. Elche, 2003.

Cerezas

En la pizarra de la cocina dejaste un recordatorio para el día siguiente: “Hay que comprar cerezas”. Y yo me sentí feliz.

Sólo porque existía un espacio vacío en nuestro frutero y éste ocupaba su lugar de siempre en un rincón de la nevera, y esa máquina de frío habitaba en silencio la cocina de esta casa recién pintada en la que hemos compartido las cerezas que faltaban en el recipiente que esperaba en el frigorífico.

Y porque en aquel detalle tan nimio, parecido a tantos otros, de escribir con tu letra redonda algo que anoche faltó en la mesa —aunque nunca lo había pensado y tú ni siquiera lo sospeches— residía el gesto de seguir, de continuar un rumbo que me incluye: nadie se preocupa por la ausencia de unas cerezas en su vida cuando piensa en arrojar la toalla, en marcharse sin volver el rostro.

Así que aquella frase tan simple

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que, a pesar del abrigo que llevo, escucho su idioma desnudo, envuelto en la niebla y la lluvia.

Ya no es momento de preguntas, he cruzado un meridiano; alcancé el fin de la tierra y un continente queda a mi espalda. La luz pasa a través de mí, ahora, como por el ojo de una aguja.

Y, a medida que avanza esta línea que leerás dentro de unos días, pienso que la felicidad es una mujer que recoge conchas en la playa, fascinada por colores y formas para los que no busca motivos.

Cabos sueltos, Diarios de Helena. Elche, 2003.

La carta

He llegado a Finisterre para olvidar el tiempo de las preguntas, ése en el que hubiera indagado sobre las mareas, sobre el particular azul de estas aguas, y sólo aspiro a ser una ventana atravesada por un viento sin nombre que suene al rozar a su paso el borde de mis costillas.

Puede que alguno de estos días me asome al vértigo de un acantilado y como un científico o un turista curiosee en sus profundidades, pero hoy soy un ignorante en las rocas al que no importa el porqué del aire; una especie de niño a la inversa, más cerca del fin que del principio.

En el punto más occidental de Europa he armado de corazón mi cerebro y me convierto en un umbral que separa lo incomprensible de dos océanos: a un lado el intenso Atlántico, al otro el mar que me conforma, y juro que no daré ni un paso para entender sus tempestades.

Nada más quiero escuchar el simple rugido del agua al romperse y contar a quien me pregunte

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Voz

Éste es el contestador automático de un ausente. Ésta, sólo su voz. En estos preciosos segundos en algún lugar gozo, sufro o, tal vez, por qué no, estoy completamente muerto. Si regreso a casa, seas quien seas, escucharé tus palabras. El eco de una voz que no estará aquí y a esa hora reirá, llorará o, quién sabe, gritará en un trapecio. Al oír la señal piensa en todo ello y deja tu mensaje si puedes. Luego, vive con todas sus letras.

Cromos, (inédito2005).

El lejano oeste

Como un buscador de oro cribo lentamente los días y sólo de vez en cuando encuentro el metal precioso.

Un mínimo brillo en la arena que me reconcilia con el río y, sin otorgarme riquezas ni librarme de la corriente, honra mis pies en el agua y tanta tierra removida.

El sitio justo (inédito 2005).

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estuve en el campo de batalla.

El sitio justo (Inédito 2005).

Soldados

Un amigo me regaló un casco inglés de la segunda guerra mundial que compró muy deteriorado y restauró para mí.

Cuando alguien viene a casa y al verlo en mi escritorio pregunta, sé que espera que le hable de la guerra, que nombre trincheras y batallas, el horror o las hazañas del soldado cuya cabeza ocupó su hueco.

Sin embargo, yo le cuento del amigo y de su empeño por limpiarlo de óxido, por borrar las impurezas del tiempo y aplicar con precisión la pintura. Yo le describo a la mujer que, más allá, sigue cómplice sus maniobras y a sus hijas que juegan a pillar alrededor de la mesa de trabajo, ignorando que hasta su alboroto es parte del íntimo hilo de Ariadna que une ese antiguo casco a la madeja de mi memoria y lo convierte en un objeto distinto al que el visitante mira.

¿Y en el frente?, insisten todos. ¿A quién perteneció en la guerra? Como si ellos no supieran que nunca

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Fernando Garcín

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Fernando Garcín nació en Valencia, allá por 1959. Desde entonces ha escrito y ha cantado lo suyo. También ha pasado unas cuantas noches de insomnio. Cuando estuvo despierto llegó a codirigir varias colecciones de poesía: Cuadernos del Mar, Vagabundos del Darma, La Línea de Sombra y Ediciones de Nunca Acabar.

Sus discos poéticos musicales:- Tan fiero tan frágil (2003, Arteria), con el grupo M.- La mejor hora (1999, Seminola), como Garcín & Troupe con músicos de La Gran Esperanza, Blanca, UHF, más Edu Marín, Dani Cardona, Mara del Alar, M. Crespo y Bustamante.- VASH GON (disco-libro, Cubic, 2000), con el guitarrista Carlos Carrasco.

Sus colaboraciones como letrista musical: Salva Ortiz, Vicente Saba-ter, Burguitos, UHF, La Gran Esperanza Blanca, Bustamante, Carlos Carrasco, M y La Otra Mitad.

Sus poemarios: - Dalmau y la distancia (1985).- La Nada Disponible (1985), premio de la Crítica Comunidad Valenciana 1986.- Nawi. La mirada en Trivia (1987), seleccionado por España para la Bienal de Artistas Jóvenes del Mediterráneo en Tesalónica, Grecia.- Nómadas (1992), sendas becas de la Diputación de Valencia en 1986 y 1991.- Corazón en peligro (1993)- El Cantante Mudo (1995), antología, finalista del premio de la crítica Comunidad Valenciana 1995.- La Ronda (1996).- Eclipse (1998).- El Lejano Oeste (2001).- La Segunda Lluvia (2005, inédito).

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Louise

Apenas si sé pronunciar tu nombreY los baresTodavía no han abierto.¿De qué ciudad has de ser?Una madreselvaEjecuta el guiño perfecto del intruso.Habrás visto mi relojSobre la mesa.Las huellas de mis zapatosEn la escalera.Al llegar al portalHabrás pensado:¿Qué será de nosotrossi no recordamos?

Apenas si adivino tu edad.Qué temes.Borracho de tus labios pintadosViajo por las marismas del confuso amanecer.¿En qué ciudad serás feliz?

Dalmau y la distancia, 1985.

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Hoy lloviendo con Suzanne

Esta motocicleta conoce la lluviaSabe por qué no corremosY desconoce el restoNo es diferente de ti y de míNos llevará donde demonios nos llevéSabe por qué queremos irY desconoce adónde vamos a pararEl porqué de estar aquí o estar allíSi existe el paraísoO es sólo una forma eleganteDe dejar que la magiaLlegue y se desvanezcaNo es diferente de ti y de míEsta motocicleta bajo la lluviaAhora —¿sabes?— sólo nos queda el vinoQue de todos los barcosEs el único que al desbordarseProduce la sensación de flotarEn un mar de recuerdos.

El Cantante Mudo, 1995.(parte del CD poético musical Vash Gon, 2000.)

Opio

El camino más cortoEstá bien para quienes desean llegar antes.A los que conservan la ilusiónDe nunca llegarLes atraen más los caminos vecinalesY los vanos extravíos.

La mirada en Trivia, vol. II, 1994.

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Óxido

Ha salido una grietaen el tubo de escape de la motoy al arrancarla sonaba diferenteUn sonido clásicoLa he llevado al mecánicoy me ha dicho que hay que cambiarel tubo, que la grietaha sido cosa del óxido...El exceso de humedadDemasiado tiempo a la intemperieme ha dicho y es verdadHa pasado un año descuidadacomo yo, como la casapero ha resistido y no es graveSobre el efecto de ese año de óxidoen mi corazón, el mecánicome ha dicho que podría cambiar el tuboel tubo de escape de mis sentimientosy que procure no olvidarese sonido clásico.

Eclipse, 1998.

Hay días raros

Hay días rarosLo que necesitas no lo tieneslo que tienes no lo necesitasLa sangre corre en sentido contrarioLas estaciones se paran en los trenesy los labios no recuerdan los besosHay días rarosYa sea un eclipse o un giro del vientoEl caso es que desembocan en nochesaún más rarasHay perfume del otro pero el otro no estáHay motivos para llorar pero te da por reírLos garitos van cerrando a tu pasoEl rodaje ha terminadopero los actores siguen con su interpretaciónNadie dice “corten”Caminas vestido de negro por la arenay no eres consciente de queel único lugar que no cierra nunca es el marY cuando sientes el agua en los tobilloscomprendes que mañana ya es otro díay vivir es avanzarincluso en los días raros.

La Ronda, 1996.(parte del CD poético musical La Mejor Hora, 1999.)

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Regreso a Caledonia

Las montañas de Kyntire, Tarbert,hojas y el viento seco, la turba.Una vez quise tener algo tan oscuroy pobre que me iluminaray calentara, luego lo olvidé, la turbaSiempre he tomado caminos alumbradosSiempre he visto la luz en los túnelesLa isla de MullMe habla el viejo guía mientras conducecon voz queda, parsimoniosoAquí dibujo Stevenson el mapa de la Isla del TesoroAquí nació la sensación de prodigioAquí durmió John Keats uno de sus últimos sueños olvidados.

Es tardeSiempre me ha perseguido esa sensaciónLa de hacerse tarde“Se me hizo tarde” o “llegué tarde otra vez”Frases que me rondan hace tiempoy que aquí en Caledoniatienen sentido sin ser tristes ni afiladasEl aire es más frío, buscamos las tabernasla música, el humo, una habitacióndonde cerrar los ojos y reconocernos solosEl tren de medianocheGlasgow húmeda, aceite en las floresTiene la ciudad algo de esos imanes de la infanciaque tanto nos gustaba llevar guarecidosen las manos, en los bolsillosy así acercar lo lejano

Calcomanías

I

Asfalto húmedoLa moto hace un extrañoEl extraño soy yo

II

Cuando al fin pude verlosTus ojos negrosEntré de puntillas por temor a molestarY cuando cerraste los párpadosMe quedé allí encerradoEn la noche bajo el sol

III

Cada vez que cierro el libro con el monstruo dentro, la niña se ríe alborozada y yo grito: “¡Hemos aplastado al monstruo!”. Lo que ella no puede saber es que cada vez cierro el libro con más fuerza y que he llegado a sentir que, en verdad, por un momento, habíamos aplastado al monstruo.

El Lejano Oeste, Diarios de Helena, 2001.

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Ahora vuelvo.Regreso a Caledonia en cuanto puedo.No puedo evitarlo. Siento el cansancioy cuando la fatiga de querer me convierte en peregrinoregreso a Caledonia.Respiro hondo y no llego a despertarte.Sigue siendo tarde. He visto pasar a los barrenderos.Ya no hay para hoy juegos de amorsi dejaron de sonar las canciones.El día es largo y el trabajo en las ciudades y en el campo.Mañana de rozar la luz con los ojos cerradosy bailar sobre las brasas del misterio.Mientras viajo a Caledoniapienso en Chaplinen aquella película, “La Quimera del oro”Le veo abrazarse a su chaqueta de vagabundo andrajosoapretar los dientes, ha pescado una botaentumecidas las manos por el fríoprepara en la cabaña la bota para cenarSe arregla el traje, se coloca el sombreroParece un digno comensal, síy va a apurar hasta el último clavo de la botaEnciende una vela, una flor en la solapaElla pasa sin verle...

El Lejano Oeste, Diarios de Helena, 2001.

Un grupo de unos veinte percusionistasinvaden un local con su ritmo frenéticoy hacen vibrar pechos y cristalesGraciosamente me coge de la manoSe llama Natasha, no quiere que hablesólo quiere bailar, deja mis cosas en una sillaNo quiere saber de dónde soyNo quiero saber de dónde esLa música es la misma para los dosy el amor tiene las horas contadas como el sigloHasta Cenicienta esta noche podría conseguir zapatos nuevosDulces camareras, cerveza amargaRitmos latinos y el sueño en las retinasNatasha también se va a dormir, con su amigaen uno de esos grandes taxis negrosdonde no sólo caben los que se van en ellossino también las miradas de los que se quedanEspero que duermas bienEspero que si crees de verdad que la locomotora es el amorlos vagones no te hagan descarrilarlas facturas, los compromisos, el futuro en cómodos plazos, el miedo...

Mañana sonreirás, amigo, me digo un poco asustadoEres más mayor, igual de alto y no has mejoradoSi en el regreso alguien pregunta por mímostraré ese gesto agridulcedel que ha dejado pasar otra vez la gran oportunidadmientras enloquecía todas las nochespersiguiendo pequeñas oportunidades endemoniadasDe las vitrinas robé lo que pudepero no al rey que nada necesitara.

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Poética(La Cara B; La Segunda Lluvia)

Los poemas llegan sin avisar. Tú sólo los cazas al vuelo. Has de intentar mantenerte despierto y darte cuenta de cuándo llegan. La cara B. La segunda lluvia... Esa lluvia que cae de los árboles y de las cornisas de los edificios después de llover. Esas gotas de lluvia rezagada que te recuerdan que existe un segundo instante, una segunda oportunidad para retener el momento que se escapa. Es el After the rain de Coltrane. La poesía hace eso. La poesía llueve. Es la lluvia después de llover, la segunda lluvia. Escribir, como cantar, como vivir, es un eterno regreso a casa. Estás volviendo a casa continuamente, a una casa que igual ya no existe... Te asaltan imágenes en un momento, tan fugaces como parpadear... Atisbas algo familiar, entrañable, algo que no es frío... que es cálido... algo que te haría sentirte en casa, jugar, apasionarte... a esa imagen te gustaría decirle “Si bailas con una rosa, recuérdame un pétalo”... “Harías una taza de té y dejaríamos pasar la tarde sin hacer planes?” Nunca sabes lo cerca o lejos que puedes estar...

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Uberto Stabile

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Uberto Stabile nació en Valencia en 1959. Cursó estudios de Histo-ria del Arte. A finales de los setenta comenzó su actividad editorial con la publicación de revistas de literarias como Xenia, Samarkanda, y Bananas, la colección de poesía Cuadernos del Mar, la revista de cine y poesía Obra Abierta o la Editorial Malvarrosa. En 1985 reci-bió el Premio de Poesía Villa de Alaquàs. En 1986 fundó la Unión de Escritores del País Valenciano. En 1987 recibió el Premio Valencia de Literatura, y ese mismo año representa a España en la II Bienal de Jóvenes Artistas del Mediterráneo, celebrada en Bologna (Italia). En 1991 se traslada a Huelva, donde trabaja como coordinador de acti-vidades culturales de la Fundación Juan Ramón Jiménez de Moguer. En octubre de 1992, funda la Tertulia y Asociación Cultural 1900, desde donde se publican bajo su dirección las Ediciones del 1900.

En 1994 inició un nuevo proyecto editorial, la revista de poesía Aullido. Ese mismo año organizó por vez primera los Encuentros Internacionales de Editores Independientes y Ediciones Alternativas, encuentros que viene dirigiendo ininterrumpidamente hasta la fecha de hoy bajo el nombre de EDITA. Durante los años 1995 y 1996 fue Comisario de la Feria del Libro de Huelva. En 1996 entró a traba-jar como técnico de cultura del Ayuntamiento de Punta Umbría. En 1997 recibió el Premio Internacional de Poesía Surcos y ese mismo año fundó la Asociación Profesional de Gestores Culturales de Huel-va, que se convertirá años más tarde en la Asociación de Gestores Culturales de Andalucía (GECA) de la que ha sido secretario desde su creación.

Tiene publicados una docena de libros de poesía entre los que destacan Distrito Marítimo (1981), El Estado de las Cosas (1982), Hermosas escenas de la noche (1984), Haikú romano (1984), De Kategorías (1988), Las edades del alcohol (1996), Per Verso (1997), Empire Eleison (2000) y Los días contados (2000).

Ha preparado y editado diversas antología sobre poesía de géne-ro en Huelva, poesía mexicana contemporánea y poesía onubense

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de los ´90. Tiene publicada una Guía de Recursos Literarios de la Provincia de Huelva y, en preparación, el Diccionario Literario de Huelva y un libro de artículos de prensa, Entre Candilejas y Barrica-das (Artículos 1995/2005).

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Pájaro blanco

Sentados en el Café de la ÓperaElla había bajado con las llaves de casaÉl guardaba la cerradura en sus labiosUna casa con visillos y música italianaLa semana que murió Bresnev en MoscúEl tenía un libro escritoElla colocó una sonrisa sobre la mesaDurante treinta segundos volóUn pájaro blanco alrededor del café.

Hermosas escenas de la noche, Ed. Universidad de Valencia 1984.

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La mujer china

Todo lo que te imaginasexóticos cuerpos desnudostendidos al sol mágico de Chinatodo lo que sueñastodo lo que profundamente temeses también tu realidad.No supongas que sólo existen dos mundoshay muchos y sólo hay uno—y ella continúa hablando lentamentecomo si se tratara de una oración—.

Es el Deseo el que abrelos ojos del conocimientoy el conocimiento es siempreun acto radical.Los ideales sólo sirvenpara aquellos que no tienenfe en sí mismos.—y cuenta historias del paísen donde nació, de sus gentes,de largos viajes por el ríoregresando a casa—.

Pero es difícil de entenderSi no se mira con los ojos de la tortuga.No triunfar es ya una victoria.—después permanece en silenciofumando su extraña pipay bebiendo licor de naranjas—.Ella es amable, cuando más feliz soy

Paisaje con ciudad

esta última semana estuve leyendo poesíarecogiendo palabraspara construir un verso moderno—fuera de la ciudad—y sólo pude encontrarunos kleenex de john giornoun par de televisores en color con mando a distanciade una reciente antología de la joven poesía alemanay un apellido desconocido para los eruditos de fernando pessoa.

desdeñé sin embargoun cepillo de dientes de allan ginsbergvarios actores de cine de los novísimos italianosy una copia plastificada de la antología de castellet.

finalmentehe optado por ordenar la habitaciónabandonando la idea de construirun nuevo verso para la poesía moderna.quién sabe el tiempo que una empresa asípueda llevar consigo aún teniendo los editores a tu favor.

el próximo domingono creo que vuelva a quedarme en casame iré de la ciudad.

De Kategorías, Diputación Provincial de Valencia 1988.

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Los hombres que cocinan bogavantes no follan

Le dijo que era un hombre de gustos refinados,algo decadente, liberal, de izquierdas, y peso en el partido.Pasó de Gustav Mahler al cine de Bergman,de la Crítica de la razón pura a la transición españoladel pan de pueblo al bogavante a la mostazadel Ribera de Duero a la rayita de cocadel 68 al 69.De vez en cuando la dejaba hablarsin escucharladesnudándola con la mirada clavada en el escotey un sudor militante en el arco de triunfo de sus cejas.Le confesó contradiccionesla responsabilidad de una imagen públicala soledad de quién está condenado a gobernar.Y así, tendidos en la cama donde ella frecuentemente soñaba,el hombre de gustos refinadoscon mucho esfuerzo y ninguna compasióndejó su cuerpo caer una y otra vez hasta cuajar la salsa,una eyaculación precoz y resignadaque nada tenía que ver con el amor y menos con el sexo.Ahora, mientras ella rehace el amor sin recetas él sigue practicando el truco del bogavante a la mostaza.

Los días contados, Diarios de Helena, Elche 2000.

me deja sólo. Y cuando ya se ha idoleo escrito en su tablilla La dura corteza de la ternuraSe llama desesperación.Y vuelvo a la serenidad del vacíoesperando su regreso.

Rendez-vous, Línea de Sombra Valencia 1991.

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Como pasajeros de un poema sin destinoíbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yocamino del sur encañonando con insolenciala sien plateada y sospechosa de una Europa limpiaordenada y preparada para repeler el hambre que nuncanos dejaron reclamar.

Los días contados, Diarios de Helena, Elche 2000.

Jack Kerouac, Pocahontas hoy

Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yocamino del sur en mi vieja furgoneta escuchandoJohn Lee Hooker en la radioDespeñaperros pa´bajo y algo más en el cuerpocuando recogimos al estudiante colombianohaciendo autostop en la gasolinera de Bailéncon un master en geología y dos piedras de hachís en el bolsillo,contando historias de Manu Chao y las FARCy el estadio de sitio y una muchacha de Cáceres que le prometió el amory se quedó con sus travelcheques como recuerdo.

Íbamos, digo, camino del sur desentonando a coro al Camarónpalmeando sobre el salpicadero de la Nissancreyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemosni quiere reconocernos,cuando vimos la luna sobre la ciudad de Córdoba y suspiramoscomo si fuéramos niños de plata en un jardín prohibido,y nos cogimos de la mano porque en un momento todos fuimos indioscomo Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,indios en una reserva de vino, ceniza y hechizos,y conjuramos al futuro para que nos fuera propicioy el futuro se nos hizo de pronto irreversible, irreverente, irrevocable.

Y tuvimos que enterrar en una sola nochea los amigos que habían muerto desbocados, de amor,de sobredosis, de locura, de la vida misma que ahora nosotrosen el umbral del siglo reclamamos desde la memoria.

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y venderte como siemprelo que antes ya era tuyooye paisa pero yo siempre bueno con tuyo gusta barsa y palleay mucho toro en sevillayo sólo hambre paisamucha hambre…

eres tonto negro,tu nunca amigo mío,tu hambre me da de comertu sed llena mis piscinastu mujer calienta mi camatus heridas de bala las fabrico yoyo soy tu virus del sida negroyo soy el blancode todas tus pesadillas.

no paisa noyo siempre amigo tuyoyo cuida bien tu familiayo sólo tener la vida,mucho querer y amory sonrisasque paisa ya no tiene,sólo eso paisa, la vida.

Revista de poesía Aullido, Huelva 2001.

Paisa

oye paisa tu compra algo mireló, gafa, gorobueno, bonito, barato paisatu compra algo mi…

pero es que no te enteras…no quiero nada de ti morenoya todo lo tengo,tus bosques, tus minas, tus piedraspreciosas, tus negrastoda tu piel y saly los leones enjauladosy los bancos de peces,hasta el color púrpura de áfrica—el cuerno de la abundancia—lo tengo yo…

pero oye paisa yo amigo tuyoyo sólo busca trabajo en españasólo compra algo miyo hambre, yo no casayo amigo paisa, mucho amigo

no negro, tu no amigo mío,esta no es tu tierrayo tengo ahora el tiempoy el fondo monetario internacionaly todas, todas las malditas organizaciones no gubernamentalespara lavarme la cara y el culo

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Los puentes de la memoria

Dónde quiera que estés te gustará saber que te pude olvidar y no he querido.Y por fría que fuera mi noche triste no eché al fuego ni uno sólo de los besos que me diste.

Joan Manuel Serrat

Ninguna lágrima resbalará cuando cruces con paso firme sobre los puentes de la memoria. Bajo tus pies sentirás el río de la vida y la piel convertida en mapa de un mundo donde los detalles nunca fueron sagrados. Escucharás la risa de los niños tu respiración entrecortada, el lamento de la gaviotas, escucharás el agua devorando la orilla incluso el silencio escucharás, pero ninguna lágrima resbalará cuando cruces con paso firma sobre los puentes de la memoria. Porque nunca el valor lo medimos con la fuerza ni calculamos el peligro que nos acecha, así el tiempo que hicimos posible es el tiempo que nos hace libres. Por ello, por todo ello nunca nos diremos adiósni resbalará ninguna lágrima cuando cruces con paso firme sobre los puentes de la memoria.

Los días contados, Diarios de Helena, Elche 2000.

Amor y caracoles

El día que tu quieras me llamas y nos despedimos un poquito compartimos el portal y nos hacemos un nudo en la garganta, uno de esos nudos que te dejan sin habla de los que llenan el cuerpo de viernes y caracoles, o si lo prefieres nos confiamos un secreto y la pasión por Nicaragua, el misterio de las 39 rosas rojas y ese color que nunca tuvo la tristeza. El día que tu quieras me atas a la cama y nos despedimos de lo poéticamente correcto y en lugar de escribir versos nos tatuamos un delirio o dejamos pasar el tiempo y reventamos de utopía este momento de carne, sudor y risas. El día que tu quieras mientras alguien intenta explicar este poema nos casamos con la vida y engañamos al mundo como el mundo engaña al hombre y el hombre a los caracoles.

Voces del Extremo, Moguer, Huelva 2001.

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Jesús Zomeño

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Jesús Zomeño nació en Alcaraz (Albacete) en 1964. Actualmente reside en Elche (Alicante), donde edita la colección de poesía Diarios de Helena ([email protected]).

Ha publicado un libro de relatos: Cuestión de estética (Frutos Se-cos, 1987) y los siguientes libros de poesía: Del eterno regreso (Mal-varrosa, 1989), Diario marroquí (Lunara, 1991), Segundo viaje a Marruecos (La Línea de Sombra, 1992), Diario de los nómadas (Edi-ciones de Nunca Acabar, 1995), El otoño de Montparnasse (Diarios de Helena, 1995), Un libro titulado 34 poemas (Diarios de Helena, 2001) y Lectura de estaciones (Cuadernos del Sornabique, 2003 y edición digital en la revista electrónica teína).

No tiene claro casi ningún poema, por eso no coinciden los mis-mos cuando le piden unos cuantos para una antología. Por ejemplo, ha incluido el poema A la mujer que dijo llamarse Sandra por la canción que del mismo compuso Julio Bustamante, y el poema Fin de Año porque cuando le visitó Rubén fueron juntos al café Mozart y ahora asocia la revista teína con ese lugar —olvidó, no obstante, incluir el de la Isla del Tesoro, que creo que le gusta a Rubén—. En fin, un desastre.

Carece de biógrafo y suele por eso escribir su biografía en tercera persona.

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Poema de lluvia

Un taxi libre bajo la lluvia.

Esperaré en tu portal hasta las seis y cinco.

La mujer con el perro que telefonea desde la cabina.

La imagen de una calle mojadaes como un papel sobre el que telegrafiar el anuncio de un viaje inesperado.

Un coche que pasa y otro que se detiene a las seis.Suben tus vecinos por la escalera. Nunca supieron saludarme.

En la esquina hay un semáforo.Me subo la solapa del abrigo para aprender a llorar. Virgina Wolfque camina muerta con un perro sujeto por una cadena.

Llueve. En la esquina:rojo, v e r d e , rojo, mientras fumo.

Del eterno regreso, Malvarrosa, 1989.

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Poema de Fin de Año

En el café “Mozart” de Elche,todas las buenas intenciones de Fin de Año,la mujer que me acompaña esta noche,la elegancia decadente de nuestros trajes negrosy el sonido de la gente que pasa por la calle,el camarero que nos sirve dos tazas de café,el azúcar, la mujer que mira la ventana,el recuerdo de un callejón sin salida en Rabat,el de una ventana enrejada y otro rostro de mujerlos secretos que intuimos tras cada ventana que se cierra,un deseo que no siempre es la imagen de un destino.Y continúo..., asombrado de la nitidezcon que imagino esta noche el pasado y el restode una felicidad lenta,con un año por delante para definirse en algo.

Segundo viaje a Marruecos, La Línea de Sombra, 1992.

Paisaje al norte

(Cruzada la frontera por Melillahubo un taxi que nos llevó a Fez.)

El taxi, viejo y amplio como un buque,tenía esa inconsistencia trágicaque tienen algunas habitaciones para amantesen hoteles baratos, con paredes empapeladasy toallas sucias. Donde desesperadamentese aman los novios y el tendero con la putay los dos compañeros de oficina,y aquel vecino que escribía de nochecon la mujer casada del piso de arriba.Ese dolor, casi hundido en el resentimiento,de la soledad del uno frente a la del otro.

A través del paisaje árido del norte,el taxi me recordó ese poema de T.S. Eliot

para dos amantes solos.

Diario marroquí, Lunara, 1991.

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Nada que decir

No tener nada que decirno es ser sincero.

No tener nada que decires sólo una redundancia,

también es vanidad.

No tener nada que decires pretenderque eso es importante.

No tener nada que decirdebiera ser no decir nada,no hacer nada...

Es haber tenido dos hijas,llamar a una Helenay a otra Alicia.

No tener nada que decirsería no dormir por la noche,sería imaginar que el carterotraerá cartas a tu buzón.Ver seguidas dos vecesla misma películay ceder cuando Aliciapide volver a verla,como un jardín espiralsobre cuyo centro

La mujer que dijo llamarse Sandra

La mujer que dijo llamarse Sandrasalió vestida de la habitacióny sin embargo yo la sentía desnuda,desnuda y humillada como un desierto,triste como al final de una puerta sin retorno.Giró la cabeza,incapaz ya de sonreírme por absurdo,y sus ojos desconcertados frente a los míoseran como las sábanas revueltas,espejo de pasión fingidadonde se reflejan los demás.La sentí cubierta de miedo,de odio, desesperación y de olvido.En mi vanidad sentí que querría decirme algo,pedirme que dignificara su vida con una fantasía,salir juntos a tomar café esa noche,fingir acaso un beso en una esquina,caminar en silencio hasta el puerto.Pero fue entoncesal cruzarse en el pasillo con alguien que esperabacuando hizo un gesto tierno, una caricia cómplice,a él, que quizá estuviera cuando yo entré,y después,detrás de ella hasta la callepensé que sólo era yo el humillado,frente a su capacidad reservada de ternurayo quien precisaba de ella para hablarle de mí.

Diario de los nómadas, Ediciones de Nunca Acabar, 1995.

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y la respuesta a gritos de mis hijascomo si sus nombrespartieran en dos las puertasy el secreto de todos los armariosse abriera en tesoros para ellasen la casa vencida de mis padres.

No tener nada que decirsería acaso como ser mis padres.Como haber tenido tres hijosy haber viajado muchoy tener los muebles rotospor tanta mudanza y tanta prisapor llegar a ninguna parte.Sería acaso como tener un poemaque no hablara siquiera del cariñosino de la vida testimoniaday de los días que me contarontres veces la misma películaporque no teníamos vídeo.

No tener nada que decirdebiera ser no decir nada,ni siquiera excusarse,interrumpir el poemapara dar agua a tus hijas,porque cada vaso de aguapedido cuando estas escribiendoes la moneda que echanpor la ranura de la soledad.

No tener nada que decir,

nos precipitáramosen las tardes juntos.No tener nada que decirsería discutir con Helenacuando pide casarsecon sólo cuatro años,cuando pide que besea mi mujerporque eso le da seguridad,a ella y a sus muñecos,como si mis besos a su madrequebraran el hechizo de las pesadillas,como si entendiera de divorcios,como si con esos besos prolongarasu infancia protegida.

Sería distraerse de prontorecordando la extraña fijaciónque siente Helenapor la cama de Wendy.

No tener nada que decirdebiera ser sólo preocuparsepor el bajo rendimiento escolardicho por la maestra de Helena,por el retraso en quitar a Aliciasu dependencia de los pañales;debiera ser la alegríacon que ambas reconocen el caminoque lleva a casa de mis padres,la voz de mi madre por el interfono

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Por los viejos amigos

a Fernando Vicente

¿Dónde están los poemasque faltan en la vida?

¿Dónde está la vidaque falta en los poemas?

¿Dónde está la vida...?

Dónde están mis amigosmientras yo escribo,los que cruzaronel Puente de Brooklyncon un peineen el bolsillo de atrás,los que buscaron la nieblade Walt Whitmany encontraron semáforosbajo la lluviade los cristales rotos,los que rajaron los ojosal poeta y pintaron de estrellas su cochepara que soñara;los amigos que atracarongasolineras vacíascomo saladeros de pecesen el desierto

nunca debiera ser escrito.

Debiera ser sólo tener dos hijas,jugarnos los besoscuando está lloviendoy quedarnos en casa protegidosa resguardo de vanidadesy de poetas que escriben:“Hoy no tengo nada que decir”

como si pretendieranescapar de sus vidas.

Un libro titulado 34 poemas, Diarios de Helena, 2001.

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de predicadores televisivosde Elvis en los burguersen las tuberías de Diosque son los urinarios vacíospor los que desaguan destiladaslas voces de los grandes profetasque escucharon mis amigoscuando marchaban hacia el marcon tablas de surftatuadas con Evangeliosen busca de las olas.

Y dónde Fernando Vicente,telefoneando a cobro revertidoa la vida que traga sus monedasy no dice naday no admite mensajesen el contestador automáticode un Dios ausenteque no perdona el tiempo idoni comprende que fue mejorcualquier tiempo pasadoporque de él se nutrieron los pecessobre los que patinamosen el estanque helado de Central Park,mientras Fernando Vicentey el Guardián entre el Centeno,y el Capitán América,y los Ángeles del Infiernohuyen en busca de un lugar

donde la Verdad sea un espejo

de las grandes carreteras,y bancos del Oestey bancos de Central Parkque disputarona los mendigos.Dónde están todos ellosy la venganza que les caigay los cines de medianochey los vendedores de palomitasacuchillados en los urinarios.

Dónde están mis amigosy el largo amanecerde los cadillacs celestes,el borde afiladode las navajas automáticasen las luchas de lealtad;la sonrisa de Elvisaplastada en los burguers,comida en Día de Acción de Gracias,sembrada de maíz en Alabama...Dónde están los dientes caídosde Everlast, los zapatosde claqué de Harlem,el grito en los cines de media tardeinvadidos por tomates asesinosatacados por zombis mutantespor vendedores de cepilloscon los sobacos sudados,por asesinos en seriepor surfistas visionariosque dijeron escuchar voces

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ante el que nos afeitemos de mañanacon los ojos cerradosy sin cortarnos.

(Inédito)

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NotasEn el nº 1 de teína se puede encontrar una entrevista conJesús Zomeño. Ver sección Archivos y pulsar sobre el icono correspondiente.De la sección Publicaciones de teína se puede descargar el poemario Lectura de estaciones de Jesús Zomeño.Para más información sobre Fernando Garcín: www.fernandogarcin.com

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