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Había una vez, había dos, había tres...

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Publicación de cuentos gandores de la 3º edición del concurso de cuentos no sexistas que organiza el Instituto Municipal de la Mujer de Rosario.

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Había una vez,había dos,había tres...

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Estas nuevas historias son las ganadoras del 3° Concurso de cuentos no sexistas denominado “Había una vez, había dos, había tres...hacia la cons-trucción de igualdades”.

Estas historias permiten, al compartirlas, la ampliación de todas las potencialidades humanas hacia el logro de una sociedad más igualitaria.

El cuento siempre ha sido un soporte de transmisión cultural que se ha ido conformando en un vehículo educativo a lo largo del tiempo.

A través de la construcción de sus personajes, de sus sentimientos, vínculos y palabras, se pueden plasmar diferentes actitudes, roles, funciones, sen-timientos y emociones que permitan instalar en ni-ñas y niños, nuevas identificaciones que influyan en la construcción de personas capaces de convivir con las diferencias. Personas capaces de construir una sociedad sin jerarquizaciones ni discriminaciones, sin coerción ni violencias.

PRÓLOGO

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Entre astronautasy amuletosMaría Selva Palacio

Había y aún hay, en un lugar no muy lejano… una astronauta. Si decimos había, Emma tiene 8 años. Si decimos hay, ella está trabajando en el espa-cio en este mismo momento.

La pequeña Emma siempre pensó que tenía suerte de haber nacido dónde nació, de la familia que le tocó y los vecinos con los que compartió toda su vida.

Su mejor amigo se llama Dante, en ese en-tonces tenía 7años y 8 meses; por la diferencia de edad Emma se encargó de mostrarle el mundo y protegerlo contra las raspaduras de rodillas y otras bubas. Juntos aún conservan sus pequeños amule-tos de buena suerte; el de él tiene forma de muñeca: pelo negro y ondulado, ojos marrones, bajita y algo regordeta, con una gran sonrisa. El de ella, tiene for-ma de auto: rojo, cuatro puertas y con sus ruedas que giran. Fue un regalo por parte de un vecino algo loco, que había llegado de Salta hacía muchísimos años, dicen, en globo aerostático; y, por más que era

salteño, no era tan lindo.Ella siempre manejó mejor que Dante. Pati-

netas, bicis y autos de carreras con cajones de man-zana… pero él lo compensaba con sus dotes para la cocina: con panqueques, pan caliente, y puré de las manzanas que sacaba de los mismos cajones.

A los 9 años de Emma, juraron estar juntos y defenderse siempre; sobre todo de Malena. A ella le faltaban un par de dientes, los cuales perdió en una carrera contra los chicos del barrio al intentar ha-cer trampa. Jugaba sola, y no compartía ni la pelota ni los bizcochos que le daba su mamá para la me-rienda. Siempre era un problema cuando le tocaba cuidar a Antojos, la mascota del grupo, un peluche desafortunado, que cada vez tenía menos pelo y es-taba más descolorido. Antes era un oso, después se convirtió en un perro flaco, y terminó siendo lo que cada uno creía ver.

La historia comienza en el mismo momento en que Emma decide ser astronauta, era una maña-

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na de sol, con olor a tierra mojada; pudo haber sido en noviembre porque hacía calorcito y las flores del jardín estaban listas para hacer las esencias con la nona Nita que tanto le gustaban.

Nita, mientras preparaba mermelada de membrillo, con su delantal rojo y bailaba lo que de lejos parecía escucharse: “puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único, espero que algún día…”, le volvía a contar a su nieta uno de los nu-merosos cuentos inventados para ella… lo normal: princesas guerreras de gran musculatura, conquis-tadoras de tierras intríngulis, mujeres científicas que descubrían la cura para la tos dragonil, y Robina Hood, versión mujer claro.

Este cuento en especial que relataba la abuela en la cocina, decía más o menos así: hace no mu-cho tiempo, a kilómetros de casa, había una prin-cesa que estaba siempre ocupada con sus estudios, amigos, y familia. Pero… un día, decidió rescatar al príncipe que estaba preso de una oscuridad impues-ta por otros, obligado a vivir cosas que él no que-ría. Entonces, llegó la princesa y dijo algo así como: -Presten atención, ¿hay algún heredero que necesite rescate? Ahora es cuándo. Porque más tarde vienen amigas a casa y me voy a tener que ir.

Así que miles de animales salvajes, un golden-retriever y un bull terrier, la guiaron hacia la casa del príncipe. Vamos a llamarlos Almendra y Máximo. Almendra para la princesa y en lo posible, Máximo para el príncipe. Podemos decir que fue una con-

versación muy animada, en dónde su alteza le contó a Max que siempre podemos cambiar nuestro des-tino, decidir y volver a empezar; que el ser felices sólo depende de nosotros; y así sin más, ella decidió cortar el manto oscuro que lo cubría con una ora-ción sanadora muy poderosa y el príncipe pudo ver la realidad con ojos llenos de esperanza y emoción nuevamente.

Al tiempo él la buscó agradecido y la invitó a tomar un café, ella muy amablemente lo rechazó; y le propuso tomar un helado porque… era más rico. Ah! Y en alguna parte del relato, había una piedra mágica fuente de fuerza para Max que siempre la llevaba en el bolsillo derecho de su pantalón y fue la que lo ayudó a invitar a Almendra a salir.

Emma aprendió de este cuento que podía ha-cer todos los cambios que necesitara para aumen-tar su alegría y, que era muy fuerte como la prin-cesa para romper, así, todos los mantos de tristeza. Desde ese momento, ya no había más por decir… estaba decidido, iba a ser una astronauta en busca de vida inteligente (porque al ver las guerras de este planeta, ella pensó que necesitábamos ayuda espa-cial, o… especial) como una vez soñó y nunca pudo olvidar.

Todos los días Dante la ayudaba a entrenar, caminaban lento para que ella se acostumbrara a la velocidad del espacio y mudaron al pez a una palan-gana para usar su pecera de casco. El pez tenía más lugar y Emma parecía un chupetín gigante.

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Un día, caminando juntos después de haber comprado chocolates para comer en la casa de Dan-te, y habiéndolos terminado por el camino al sentir punzadas de hambre a media tarde; se encontraron con Malena, que lloraba desconsolada en la vereda.

Ellos siguieron sin hacer ruido para que no los viera, pero Dante se arrepintió y volvió sobre sus pasos.

Le alcanzó el último chocolate que quedaba, Malena lo tomó, lo miró y… lo tiró al piso, llorando más fuerte.

Ahora era el turno de Emma para acercarse a ellos. Se sentó al lado de la sollozante y preguntó: -¿Qué es lo que pasa?- y bajito agregó:- no nos pe-gues, por favor.

Malena levantó la mirada y una mueca de enojo cruzó su rostro, pero rápidamente desapare-ció al ver las manchas de chocolate que tenía Emma en la nariz y el resto de la cara, soltando una leve risita. Era menos amenazante cuando reía.

-No sé si podemos ayudarte, pero nos vamos a quedar con vos un ratito hasta que estés mejor- no estaba segura de lo que decía, pero se aferró a su amuleto rojo con fuerza y ahí se quedó; pudiendo ver el manto de tristeza sobre sus cabezas.

Pasados unos minutos, Malena, al estar un poco más tranquila, dijo:

-Yo no soy linda como ustedes, la ropa no me queda igual que a vos -señala a Emma- se ríen de mí, y cuando vuelvo a casa sé que todos cantan “si

Malena se aparece, pesadillas es que tienes, ella es mala y no le importa, dice feas palabrotas”- (con la melodía de Estrellita Dónde Estás). Al escuchar la canción tanto Emma como Dante no pudieron con-tener sus sonrisas, lo que la hizo llorar un poco más –Si se ríen voy a pegarles!

-¿Es por eso que sos mala con nosotros?- pre-gunta preocupada Emma.

-Sí, no me gusta que se burlen de mí...-Pero nosotros no nos burlamos de vos, no

te invitamos a jugar porque tenemos miedo de que nos golpees. No soy perfecta tampoco, mirá! Ten-go una oreja más grande que la otra, y el pie plano- muestra Emma sacando un pie del zapato.

-Yo tengo ésta herida- dice Dante muy orgu-lloso, enseñando su mentón.

-No es herida, es una marquita porque te caís-te del sube y baja…- termina de decir Emma con calma.

-Quiero ser linda como todos, pero no pue-do. Y lo que más me gustaría es que Bautista hable conmigo (un pecosito, de un metro y pico, 10 años, buen corredor)- El día anterior, Bautista le gritó y todos se pelearon con Malena, porque ella empezó a pegarles para llamar la atención de Bauti.

-Pero si lo empujaste el otro día!- grita asom-brado Dante.

-Sí, él no quería ser mi novio y le tuve que pe-gar.

-Jaja, pero si le pegás no va a querer jugar con

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vos de nuevo. -¿Y qué tengo que hacer?-dijo entre mocos.-Bueno, primero tenés que dejar de tratarnos

mal, y nosotros vamos a hablar con los chicos para que no te carguen más. Después, podés pedirle per-dón a Bautista, vas a ver que con el tiempo pueden ser amigos- El manto de tristeza comenzaba a cor-tarse al terminar la oración.

Al día siguiente, los tres le hicieron frente al grupo entero, explicándoles que Malena no era mala como creían, sino que así se defendía de las burlas, porque no le gustaba que se rieran de ella y le dolía no poder cambiarlo; al principio con desconfianza pero después como amigos de toda la vida termina-ron jugando juntos sin problemas.

Al sumarse una más al grupo, aumentaba la diversión, y siempre había tiempo para un desem-pate o de escapar del perro del vecino que los per-seguía, ahora con tantos chicos no sabía a quién co-rrer primero. Aprendieron a tolerar las diferencias y no reírse de los compañeros, ya que lo distinto no tiene porqué ser malo ni motivo de miedo.

Todos ayudaban a Emma con su entrena-miento de astronauta, molían galletitas y las ponían en tubos de pasta de dientes, usaban radios para co-municarse, y de a poco aprendieron algunas señas universales para hacerse entender con las manos y la cara.

Así es como pasaron los años… y Dante se convirtió en un excelente chef, gracias al entrena-

miento de Emma es el único en Latinoamérica ca-paz de aguantar la respiración por 3 minutos y 4 segundos.

Tiene una novia maravillosa, ella no sabe cómo se ve Dante… porque… no puede ver, pero es hermosa la manera en que le da la mano y dice su nombre, por lo que con eso es suficiente.

Malena no se puso de novia con Bautista; pero sí, años después, con Ariel, algunos dicen que él rescató a Antojos de una escena violenta en un lavarropas. Ella tiene un negocio propio de juegos para chicos y grandes, dónde pasa gran parte del tiempo probando los nuevos productos con los clientes. Las únicas reglas de la casa son: “sonríe y todos pueden jugar con todo”.

Aprendió a no enojarse cuando las cosas no salen como espera y a quererse, más allá de lo que otros pretenden.

Y… ¿Qué fue de Emma?.. Ella, con mucho esfuerzo, completó su en-

trenamiento especial-espacial, y ahora, desde el cosmos debe estar saludando con una sonrisa igual o más grande que la del amuleto de Dante. Espera volver a la Tierra, para regalarle a sus amigos polvo de estrellas, y contarles todo, absolutamente todo lo que vio.

Por lo que podemos decir que vivieron y vi-ven felices, salvo por la perdiz... pero esa, es otra historia.

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Cucos y Cucas

Julieta Saffo

Estamos en una sala iluminada, llena de asien-tos, todos ocupados por elegantes espectadores y es-pectadoras. Desde el techo, repleto de luces, cables y cortinas, desciende una plataforma giratoria de la que penden lazos brillantes. Sobre la plataforma hay al-guien, cuya silueta, dado lo intenso de la luz, apenas se distingue. Este alguien carraspea en medio de un silen-cio pleno, y tras dejar pasar unos segundos, comienza a hablar así:

-¡Atención, Cucas y Cucos! ¡Muy buenas no-ches! Sean todas y todos bienvenidas y bienvenidos. Están a punto de presenciar, aquí, hoy, un espectá-culo despampanante, misterioso, azulino, refrescan-te, centelleante, emocionante, un espectáculo que revestirá sus almas de fluorescentes destellos pren-diapagantes: un espectáculo para el cual decir mági-co es poco. Preparen sus ojitos, parpadeen, así: uno, dos, tres, cuatro veces. Ahora estiren los brazos, así: arriba, abajo, derecha, izquierda. ¡Muy bien! Sacudan los piececitos queridas cucas y queridos

cucos, sacudan los piecesitos con ímpetu perruno. ¡Muy bien! El teatro Cuquil no es cualquier teatro, necesita un público muy muy despierto. Y se los ve despiertos, se los ve despiertos y dispuestos para el asombro interminable. ¡Aflojen los cachetes que se van a reir de lo lindo! Este espectáculo jamás se vio antes, este teatro es loco, sí cucoras y cucores, loco. Lo que está arriba se va para abajo, lo que está abajo se trepa para arriba; lo frío es caliente, el cielo es la tierra, y así sucesivamente. ¡Preparen sus orejas! La música que viene es música inaudita. Si las hormi-gas cantaran y los caballos tocaran la guitarra: ésta es la música que harían, la que van a escuchar en esta obra de teatro mágica.

-Cucas queridas: ¡alisten sus bigotes de seda! Cucos estimados: trencen sus dedos y sus cabellos, enjuagados con productos salidos directamente de las televisoras y las radios.

-Si alguna o alguno tiene un celular prendido, si alguna o alguno quiere comer caramelos de papel

· MENCIÓN ESPECIAL

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CATEGORÍA ADULTOS

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ruidoso, pues ¡adelante! tosan. Este teatro es el tea-tro del ruido, este teatro quiere que la gente grite y zapatee mientras los actores se desloman arriba del escenario. ¿Dije “arriba”? Quise decir, en toda esta planicie que es la sala, porque no tenemos escena-rio, ni escena, más que la vida misma, con ustedes ahí y nosotros y nosotras acá, con ustedes silbando y nosotros y nosotras soplando, porque es así como queremos al teatro.

-Y les digo más, querido público lleno de pa-dres y madres, de tíos y tías, de abuelos y abuelas, de hijos e hijas, de hermanas y de hermanos, de hijos e hijas únicos que tienen amigos o amigas, de gente sola, de amargados, amargadas, de felices; les digo más: miren para sus costados, miren a su vecino, a su vecina, y presten atención a lo que hace. Son las actrices, son los actores, que están entre uste-des improvisando, porque eso sí que tenemos acá: improvisación. Así es, cucas, así es, cucos: esta no-che se improvisa, igual que mañana, igual que ayer. Nuestro teatro no tiene paredes ni tiene límites, y no se sabe muy bien dónde empieza, ni cuándo se termina.

-Pero veo sus caras ansiosas, veo que alguno mira el reloj sin disimulo, y que alguna se rasca la frente y la pera y revolea los ojos. No se pongan an-siosas, no se pongan ansiosos queridos y queridas; esta presentación es apenas un suspiro si lo compa-ramos con lo que se viene en breve nomás. Y ya que me apuran, ya que me hacen señas, ya que alguno

se puso de pié, asustado, y que alguna se incomodó con mi discurso, voy a pasar a relatar el tema de la obra, para que estén atentas y atentos a los más mí-nimos detalles, y no se pierdan nada, porque todo, absolutamente todo lo que pasa en este teatro, está ensayado.

-”¿Cómo ensayado?”, se preguntarán ustedes: “¿cómo ensayado si dijo que esta noche se impro-visa?”. Son inteligentes, y ese es el público que que-remos, un público atento, crítico, suspicaz. Lo que pasa acá está ensayado, incluso lo improvisado. Así es, nuestro elenco tiene un entrenamiento intensivo en técnicas de improvisación, y ensayadas todas las combinaciones posibles de las costumbres y actitu-des cuquiles. Saben llorar, saben reír, saben maullar y trastabillar con una destreza que parecen diez. Expertos, profesionales de las pasiones cuquiles y animales, pero sobre todo, expertos en sí mismos, eso son nuestros actores y nuestras actrices.

-Pero basta de rodeos y entretenimientos: pa-semos al cuarto principal, pasemos ¡a la cocina! Ol-fateemos lo que se cocina aquí mismo, en el corazón teatral de este hermoso, mágico, polivalente teatro.

-Primeramente, citaré a ustedes los persona-jes que integran esta sublime pieza teatral:

Diamantina: muchacha bella y enamorada.Salmonceti: viejo avaro padre de la muchacha.Rómulo Evandro: joven rico y valiente que

pretende a Diamantina.Atalaya: vieja metiche madre de Rómulo.

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Crisantemo: amigo y empleado de Rómulo.-Y así, presentados los personajes, sólo me

resta anticiparles que además de orejas, narices y ojos, tengan muy, pero muy atentos, sus rozagan-tes corazoncitos. Déjenlos latir para presenciar la historia del romance más puro, más transparente, y más febril, de una parejita tórtola. Y digo “febril” y debo decir también “para la más sufrida historia de amor”; porque como en todo amor que se precie de tal, el dolor y los obstáculos están presentes aquí, esta noche, en esta obra, en este teatro, en el abrazo agitado y amoroso de Diamantina y Rómulo.

-Pero no digo más, estimado público; no digo más. En menos de lo que canta un grillo comenzará la tan anticipada obra, y ustedes mismos cuquillos, y ustedes mismas cuquonas, podrán en un mismo tiempo gozar y emocionarse a moco limpio, y reír como hiena en carnaval. Pero no hablo más: con us-tedes: “la obra de teatro”.

Se apagan las luces. Vuelve el silencio. Una luz roja apunta a un rincón de la sala, redobla un tambor y comienza a sonar un vals desacompasado. Un minu-to interminable pasa sin que pase nada. De repente se escucha un grito proveniente de atrás de todo.

-¡Sufrimiento las pantuflas! Yo no quiero ac-tuar así, ya le dije al director.

La voz es de una de las actrices, quien comienza a caminar hacia el centro de la sala a paso largo. Va vestida con una bata de lana y un pantalón pijama a rayas. Con la mano izquierda agita, cual poncho en

chacarera, un vestido rosa.-Diamantina, toda esta gente vino a vernos,

no hagas una escena, o sea, no hagas una escena que no esté en el libreto.

Esta vez habla un actor, asomado desde las bambalinas. Una luz verde lo enfoca.

-Diamantina: es que la presentación está mal, Rómulo, mi personaje no es una muchacha enamo-rada y bella: ¡Mi personaje es mucho más que eso! Mi personaje es una muchacha, sí, es una mucha-cha, pero sus cualidades principales son muy otras que el enamoramiento y la belleza. Ella estudia para ser médica, y poder así ayudar a la gente curando heridas y picaduras; y tiene muchas amigas y ami-gos, y espera que su pareja sea un buen compañe-ro, que juntos armen proyectos, que juntos salgan a divertirse, que juntos se ocupen de la casa y de los hijos, si es que llegan.

-Rómulo: tenés razón, la presentación está mal. Dice que mi personaje es valiente, y yo me pre-gunto “¿qué es ser valiente?”. Como si los varones tuvieran que ser valientes y protectores. Eso no pasa así en la vida: en la vida hay muchachas valientes, muchachos valientes, y muchachas temerosas y muchachos temerosos. Mi personaje no es valien-te, mi personaje es tímido, y le gustan las praderas florecidas, y escuchar música suave hasta quedarse dormido.

La sala entera, llena como está, se inunda de murmullos. Algunos y algunas se ponen de pie y se van,

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arrojando el programa al suelo; otras y otros se contie-nen las ganas de aplaudir. En eso se oyen unos pasos pesados que desde el pasillo se precipitan hacia el inte-rior de la sala. Otro actor, de mayor edad, irrumpe a los gritos.

-¡Viejo avaro! Yo ya les dije que mi personaje no es ningún viejo avaro. Trabajó toda su vida para que su hija tenga su plato de tallarines con tuco, su banana, su postrecito de dulce de leche, en la mesa. ¡Y si de viejo se le da por cuidar su bolsillo es porque la jubilación que gana es una miseria!

-¿Y a mí entonces, qué?La voz de una actriz que habla al tiempo que

arroja ruleros a un público cada vez más sorprendido, sacude la sala.

-¿A mí entonces, qué? Dicen que la madre de Rómulo es metiche y no es así, no es así. Ella crió a su hijo con todo el amor del mundo, ella cree en la “revolución de las madres”; y si ella se interesa, escuchen, si ella se interesa por su joven hijo, es por-que lo ama, y porque quiere acompañarlo y brindar-le su experiencia cada vez que aquél lo necesite.

La cucada de más edad, dispuesta en la sala, aplaude, ahora sí, aunque con timidez. Entre los aplausos tibios comienza a oírse un aplauso efusivo, seguido de una carcajada amarga. Un tercer actor se levanta de una butaquita a las sombras de un corti-nado.

-¡¿Y qué me dicen del empleado-amigo?!Grita, en tanto que el foco rojo transfigura la

mueca de su rostro. -¿Les parece serio decir que Crisantemo es

amigo y empleado del muchacho? ¿Acaso le paga por su amistad? ¿O es que se hace amigo para que sea más barato su salario? Es muy rara esta situación.

Los actores y actrices gritan al unísono.-¡Quién hizo la presentación! O nos presen-

tan como corresponde, o esta noche no habrá fun-ción.

-Calma amigos y amigas, calma.La plataforma se ilumina nuevamente, la voz

que presentó la obra vuelve a escucharse.-Calma, les pido. Serenidad, sosiego. Resol-

vamos esto como profesionales.-Somos profesionales pero sobre todo cucas

y cucos.-Por eso mismo, por eso mismo. Si quieren

que les diga la verdad, a mi la presentación me la dieron por escrito y lo único que hice fue atenerme al texto. Pero estoy de acuerdo con ustedes. Les digo más, tengo los papeles acá, en mis manos, y busco la fecha en que estas palabras fueron fijadas y, sorprén-danse: ¡la fecha que leo es de hace cincuenta años!

Alguien del público deja escapar un silbido. Otros murmuran: “con razón”. La voz que presenta pide silencio.

-Se me ocurre que toda esta cuquil presencia no puede quedarse esta noche sin su obra de teatro. Ustedes y yo somos profesionales, y cucos, y cucas, por supuesto, pero a lo que voy es: podemos cam-

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biar la letra, podemos modificar lo que está escrito, podemos corregir los antiguos textos, ¡podemos mejorar las cosas!

Los cinco actuantes quedan pensativos. El pú-blico expectante. Por fin se resuelven.

-De acuerdo, de acuerdo.Tras una breve reverencia, los tres actores y las

dos actrices suben uno tras otra a la plataforma lu-minosa. La voz pide paciencia al público, ruega que sepan disculpar las molestias, y anuncia que aquellos y aquellas que lo deseasen, podrían ir a servirse del ser-vicio de buffet reservado para el entreacto.

-Luego repondremos la bebida, aunque no podría garantizar lo mismo con la comida- dijo la voz.

Al cabo de media hora, los actores y actrices descienden a la sala y se dirigen a bambalinas sin pro-nunciar palabra ni emitir sonido alguno.

-La enormidad de las gracias que debo darle al público de esta sala en esta noche en este momen-to, no cabe en ningún bosque del mundo (quizás porque por la tala indiscriminada nos quedan cada vez menos bosques). Si un público ha habido que

sepa respetar maravillosamente la...Alguien del público le grita que redondee.-De acuerdo; coincido con ustedes y no me

demoro más, a continuación, los personajes de la obra:

Diamantina: joven que se enfrenta al desafío de descubrir una vacuna contra alguna enfermedad malévola. Compañera de Rómulo.

Salmonceti: padre de Diamantina. Abocado completamente al bienestar de su familia.

Rómulo Evandro: joven empresario que desea bucear en el arte. Compañero de Diamantina.

Atalaya: madre de Rómulo.Crisantemo: empleado de Rómulo con quien

hay afinidad. Cuconas y cucones, estimadísimo y paciente

público, ahora sí, y pudiendo decir que la agónica espera valió la pena, tengo el honor de...

-Redondeá.Vuelve a gritar alguien del público.-Sí, sí. Disculpen. Decía que ahora sí, con us-

tedes “La Obra de Teatro”, y ¡que empiece el show!

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Romea y JulietoVictoria Cabrera

“Romea y Julieto” por William Shakespeare.El profesor de teatro escribió con tiza ese tí-

tulo en el pizarrón, usando letras lo suficientemen-te grandes como para que los veinte alumnos que componían 4to Año Humanidades se miraran ex-trañados ante las palabras escritas, las cuáles, para ellos, no tenían sentido alguno.

-Profe, -Tamara fue la primera en romper el silencio, levantando la mano con rapidez- ¿no es Romeo y Julieta?

A pesar de que la chica de cabello colorado y ondulado era una fanática indiscutible de Shakes-peare, cualquier persona podría darse cuenta que el nombre de tan aclamada obra, estaba mal.

-Así es. -Respondió el profesor girando sobre sus talones para ver a los alumnos, chocando las manos una contra otra para quitar los restos de tiza. -Pero tengo un proyecto armado, algo innovador, algo en el que todos van a participar.

Los reproches y quejas empezaron a inundar

el salón. Edgard, el nombre que usan los alumnos para dirigirse a su profesor, no pudo hacer más que reír ante la reacción de los adolescentes. Levantó ambas manos pidiendo silencio y agregó:

-Ni siquiera saben de qué se trata y ya se están quejando como si les hubiese pedido que le den tres vueltas al Parque Independencia bajo la lluvia.

-Es que ya sabemos como viene la mano. To-dos vamos a tener que actuar y hay algunos que no servimos para eso.-Atacó Belén cruzándose de bra-zos.

-En realidad este proyecto lleva nota y ya he asignado los papeles. En tu caso, -dijo Edgard ha-blándole a la alumna que había hablado. - vos vas a interpretar a Mercucio, el mejor amigo de Romeo.

Si antes había dudas en los ojos de los alum-nos, ahora la incertidumbre se podía oler en el am-biente. Edgard pasó a explicar. Como todos saben, Mercucio es un personaje masculino, así como Ro-meo o Teobaldo. Pero Belén es mujer. La idea del

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· PREMIOCATEGORÍA JOVEN

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profesor consistía en que los hombres interpretaran a los personajes femeninos y las mujeres a los mas-culinos. En la época de Shakespeare, los hombres hacían papeles femeninos; pero porque las mujeres tenían prohibido actuar. Ahora, en el siglo XXI cual-quiera podía actuar. Sin embargo, el 99% de las ve-ces, cada actor interpretaba al género que le corres-pondía. El objetivo era que las chicas aprendieran a actuar como hombres. Cosas como blandir espadas, pelear cuerpo a cuerpo, caminar como uno y hasta hablar con la voz grave característica de ellos. En el caso de los hombres, debían vestir como mujeres, peinarse como tales, caminar con paso grácil, hablar con voz fina y maquillarse.

-Hay que romper con las estructuras, chicos, además, van a tener que ayudarse entre ustedes y voy a tomar muy en cuenta eso.- concluyó Edgard observando a sus alumnos.

-Mientras no sea Julieto.- comentó Lucas, bromeando con Luciano, quién se sentaba a su lado y resultaban ser los más molestos del salón.

-Lucas, vos vas a ser la Sra. Capuleto y tu compañero de banco, la Sra. Montesco

Luciano apoyó la cabeza contra el banco, como si estuviese preguntándose algo como: ¡Dios! ¿Por qué a mí? Y Lucas resopló poniendo los ojos en blanco. Ambos sabían que no tenían otra opción, estaban a punto de llevarse la materia.

-Pago una fortuna por verlos con vestidos.- dijo Giuliana entre carcajadas

-Vas a tener que pagarla porque van a usarlos. Y vos vas a ser Montesco y Evangelina Capuleto. - agregó Edgard mirando su cuaderno, donde tenía una lista con los papeles asignados a cada alumno.

-¿Y quiénes van a ser Romea y Julieto?- pre-guntó con sincera curiosidad, la primera tan intere-sada, Laila.

-Agustina va a ser Romea y Pablo JulietoAmbos mencionados se miraron frunciendo

el ceño, preguntándose con miradas silenciosas por-qué ellos. Durante el resto de la hora, Edgard termi-nó de repartir los papeles. Tamara era el Fray Loren-zo; Victoria, Benvolio; Laila actuaría de Teobaldo; Juan Pablo interpretaría a la Nodriza de Julieta, Antonella se haría con el papel de Gregorio; Julia, Sanzón y por último, Martín sería Rosalina.

Cuando tocó el timbre para finalizar la hora, todos se llevaban alguna tarea a casa. Las mujeres tenían conseguir espadas de juguete y vestimenta de la época pero masculina, así como pelucas para acortar el cabello. Los hombres, al contrario, ves-tidos, maquillaje, zapatos y pelucas largas. Más de uno se quejó toda la semana, diciendo que era una idea ridícula. Otros decían que iba a ser divertido y ya estaban practicando como cambiar sus voces.

A la semana siguiente, fueron todos al Salón de Actos del colegio, para poder empezar a ensayar. Lo que les sorprendió a todos es que en realidad, todavía no tenían las líneas. Pero, ¿cómo empezar a actuar si Romeo se mueve y habla como una mujer?

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Entonces todo empezó así. Edgard les dijo a Agusti-na y a Pablo, los protagonistas, que subieran al esce-nario. Todos tenían en las manos un papel con una sola frase del personaje. Agus trató de poner su voz grave, lo más profunda posible. Le costó un poco, ya que por ahí, al final de las oraciones, la voz volvía a ser la de una mujer.

Edgard, al verla tan frustrada, le recomendó que practicara hablar durante la clase de teatro con voz grave, lo más que pudiera así se acostumbraba. La recomendación la tomaron todas las chicas, ya que ninguna se veía tan segura de lograrlo a la pri-mera.

Cuando Pablo trató de poner su voz más fina, el lugar estalló en risas. El chico no era alguien ver-gonzoso, así que acompañó a sus compañeros con una carcajada. Cuando pudo mantenerse serio, vol-vió a intentar y no le salía tan mal. Nada mal para ser la primera vez. Luego, sobre el escenario, esta-ban Belén y Laila. Ambas tenían espadas de plástico en las manos.

El profesor explicó que los ataques tenían que ser directos y sin miedo, no tan pensados. Cuando Belén trató de dar la primer estocada, Laila casi sale corriendo.

En un segundo intento, las chicas, sonrientes y con un poco más de confianza, peleaban una con otra como si estuviesen en una escena de El Zorro. En otra parte del salón, Luciano le enseñaba a Giu-liana como caminar erguido y sacando pecho, como

todo un hombre de la época. A la par, Evangelina trataba de que Lucas entendiera que no podía llevar las manos a los costados mientras caminaba. Tenían que ir juntas por delante y el mentón tenía que estar erguido. ¿Los hombros? Hacia atrás. Tamara y An-tonella trataban de ponerle la peluca a Martín, que era más que un desastre.

Mientras todos trabajaban en equipo para empezar a darle forma a la obra, Edgard sonreía con orgullo. Pensó que iba a ser más difícil convencerlos de hacer esto, ya que no siempre la idea de cambiar roles es agradable. Pero, como venían las cosas, aho-ra esperaba que al público le gustara.

La noche que presentaron la obra, después de casi tres meses de trabajo, los padres y alumnos se ubicaban en las sillas distribuidas por todo el sa-lón. Tras bambalinas, los alumnos temblaban. De la emoción, de los nervios, de la ansiedad, del miedo. Las chicas arreglaban sus pelucas y revisaban sus bigotes falsos, sus espadas y sus trajes. Los chicos, arreglaban sus largos cabellos y ajustaban sus zapa-tos para no matarse tratando de caminar con ellos.

-Pase lo que pase esta noche, son un gran gru-po y son muy buenos chicos, pueden hacer cosas grandes. Estoy orgulloso de todo esto.

Y con esas últimas palabras de aliento que dio Edgard, el telón se levantó. Era hora del show.

Los adolescentes dejaron cuanto pudieron en el escenario. Se esforzaron al máximo, de vez en cuando se oían las carcajadas al verlos vestidos o al

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oír el sonido de sus voces. Otras veces se podía sen-tir como todo el mundo aguantaba la respiración en las escenas de pelea. O un suspiro de ternura ante las escenas más románticas de Romeo y Julieta. Sin embargo, nada se comparó al silencio que reinó en el lugar cuando la obra se dio por finalizada. Los ac-tores en escena no habían movido ni un pelo.

“Clap”. El primer aplauso. Luego otro, luego otro, hasta que todos gritaban alegres y aplaudían

con toda la fuerza que se podía. Ovacionaban de pie. Algunos padres lloraban, algunos alumnos gri-taba los nombres de sus compañeros. Los persona-jes se juntaron frente al público, dejando un espacio en el medio para Edgard, la mente maestra del pro-yecto. Y, tomados de las manos, se inclinaron hacia adelante para recibir un merecido reconocimiento por ese valor y por esa energía, de querer ser un poco diferentes.

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Los duendesde las raícesLola Lesaint

Muy abajo, detrás de la última capa de mun-do, casi en el centro de la tierra (un poco antes), hay un mundo subterráneo en el que vive una sociedad mágica que colabora con la madre naturaleza.

Esa sociedad está formada por tres clases de seres: los fortalecedores de raíces (nutren, desde abajo, la tierra cercana a las raíces de los árboles para que crezcan fuertes y musculosos), los despedra-dores de raíces (sacan las piedras grandes que hay debajo de la tierra para que las raíces de los árboles puedan ganar profundidad sin chocar con nada) y las valientes consejeras de los árboles (suben a la superficie cuando nadie las ve para charlar con los árboles que se deprimen y ya no quieren crecer o vivir).

Los fortalecedores y los despedradores son duendas y duendos que trabajan codo a codo para cumplir con su misión, pero sólo hay duendas en-tre las valientes consejeras, ya que a los duendos, el mundo de la superficie siempre les había dado mu-

cho miedo y prefirieron quedarse en el mundo sub-terráneo desde el principio de los tiempos. Tantas generaciones de duendos vivieron en la oscuridad, que lentamente fueron perdiendo la vista (porque en las profundidades no era necesaria).

Las duendas, en cambio, tenían muy desarro-llados los cinco sentidos ya que debían ser muy sigi-losas para salir a la superficie a aconsejar y contener a los amados árboles y luego bajar a las profundida-des sin ser vistos por nadie. Todo lo que los duen-dos sabían del mundo de la superficie era lo que las duendas les contaban. Ellos miraban a través de sus ojos, escuchando sus relatos fantásticos y sus aven-turas más arriesgadas.

Felix era un duendo tan miedoso como el res-to, sin embargo, era también una criatura sensible y llena de poesía. Los relatos de su amiga Milena lo había vuelto un ser curioso, y eso, más la poesía, lo hacía diferente a los demás. Un día, casi tartamu-deando y lleno de dudas Felix le dice a su amiga:

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-Creo que… me gustaría… acompañarte a la superficie…

-Siiiiiiiiiii -gritó Milena llena de alegría- y al fin podrás sentir el viento despeinándote el cabello, y el calor del sol en la cara…

-Y el perfume de las flores…-Yo sabía que un día lograría convencerte y

llevarte conmigo. Yo te guiaré y prometo proteger-te en todo momento. No voy a abandonarte nunca. ¡Será una aventura maravillosa!

Y así fue como Milena y Felix comenzaron la aventura más asombrosa de sus vidas.

Esa misma noche Milena le avisó a Felix que a las cinco en punto pasaría a buscarlo para subir a la superficie. Cuando el reloj marcó las cinco en pun-to se encontraron para partir. Milena sacó una larga soga de su mochila y juntos subieron por la raíz de una sequoia.

-Tengo miedo Milena-expresó Félix- ¿A dón-de vamos?

Milena le respondió asombrada:-A la superficie, Félix.-Sí, ya sé eso, pero ¿a qué lugar de la superfi-

cie? Es que todos son tan peligrosos.-Y entonces ¿por qué te preocupas? ¡¡ Jaja-

jaja!! Yo prometí cuidarte y eso haré Félix. Iremos al árbol abuelo, el algarrobo más viejo del mundo. Dice que ya se ha cansado de vivir. Debemos conte-nerlo y apoyarlo para que cambie de opinión.

Milena tomó la delantera y cada tanto giraba

para ver si Felix estaba bien.-¿¡Cómo vas!?-¡Bien, gracias! -gritaba Félix desde abajo-

aunque un poco nervioso. Cuando llegaron a la superficie el sol aún no

había salido, y eso era algo bueno, significaba que nadie estaba despierto y por lo tanto no había ries-gos, al menos no por el momento.

En el camino cruzaron muchos bosquespero hubo uno muy tenebroso. Pero Milena no le temía a nada.

-Milena, escucho muchos ruidos ¡tengo mie-do!

-No te preocupes, son los ruidos del mundo. Además estás conmigo, nada te puede pasar. Yo lo conozco como la palma de mi mano, lo recorro cada madrugada ayudando a nuestros árboles. Confiá en mí.

Y eso es lo que Félix hizo, confiar en su amiga en su deseo vencer los miedos y conocer la superfi-cie.

Milena escucha un quejido que venía desde la profundidad de una cueva y decide investigar que era, entonces le avisa a Félix:

-Hay un ruido extraño en esa cueva ¡entre-mos a investigar! ¡Alguien puede estar necesitando de nuestra ayuda!

-No Mile, por favor no, mejor sigamos cami-nando.

-Te dije que no tengas miedo, sólo dame la

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mano.Entonces, de la mano, entran a la cueva y

caminan hacia el ruido, pero descubren que sólo se trataba de una ardillita perdida, así que la guían para que pueda encontrar de nuevo la salida hacia el bosque. Al salir de la cueva Milena ve que tienen que trepar una gran montaña entonces Felix le dice:

-¿Qué pasa? ¿Porque nos detenemos? -pre-gunta angustiado.

-No es nada, pero sólo por precaución, te ata-ré nuevamente a la soga. Debemos volver a subir.

-¿Y qué hay que trepar ahora?-Es sólo una pequeñísima montañita, no te

preocupes.Nuevamente Milena ata la soga a la cintura

de Félix y comienzaa trepar, pero al tomarse de una piedra suelta, resbala y ambos caen. Antes de llegar al suelo, Milena ve un frondoso árbol y grita:

-¡Señor pino! ¡Ayúdenos!Y lo que ocurrió fue algo mágico, el gran pino

extiende sus ramas como un paraguas y sus acícu-las se transforman en el colchón que amortiguo la caída. Los duendecillos llegaron al suelo como si se hubiesen tirado de un tobogán.

-¡Muchas gracias señor pino! -¡No hay qué, querida amiga!-¿Pero qué fue lo que pasó? -Preguntó Félix

maravillado y preocupado.-Sólo un pequeño resbalón Félix. Señor pino

¿Podría usted alcanzarnos hasta la cima de la mon-

taña?-¡Claro, trabajando en equipo con mis amigos

pinos! Y así fue como de pino en pino subieron has-

ta la cima de la montaña.Al llegar a la cumbre, Félix pudo sentir por

primera vez el viento fresco en la cara, ese viento que tantas veces había imaginado en los relatos de Milena. Y se emocionó mucho; todas las palabras de todos sus poemas no alcanzaban para describir aquella sensación.

-Me siento libre -gritó- y el eco de la montaña le regaló mil veces el hermoso sonido de esa pala-bra:

-Libre, libre, libre, libre…Detrás de las últimas rocas de la cima Milena

pudo ver al árbol abuelo y conmovida gritó:-¡Lo conseguimos Félix, lo conseguimos! -¡No puedo creerlo ¿está ahí?-Justo frente a nosotros….Milena agarra la mano de Félix para que pue-

da tacarlo.-Hola Milena… hola Félix -dijo el árbol abue-

lo. Félix no podía verlo pero podía olerlo, podía

tocar su corteza, hablarle y escucharlo…-¡¡¡Hola árbol abuelo!!! Qué hermoso es es-

cuchar tu voz y sentir tu presencia mágica. -Es un placer volver a verlo abuelito -dijo Mi-

lena.

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-Soy el algarrobo abuelo, y mi experiencia y mis años me dicen que ustedes vienen a animarme ¿no? pues no gasten sus energías en mí, no lograran convencerme. Llegó mi hora de partir.

-No nos iremos de aquí sin saber que usted seguirá viviendo, feliz y contento de la vida -dijo Milena.

-No tiene ni una mínima idea de lo que nos costó llegar hasta aquí, sin embargo nunca dejamos de intentarlo -dijo Félix.

-El mundo lo necesita, usted es parte de la historia, una historia que debe seguir escribiéndo-se. Así lo decidió la madre naturaleza y así debe ser -agregó Milena.

-No me convencerán, ya se los dije, estoy muy cansado, mi vida ha perdido su poesía.

Entonces los ojos de Felix comenzaron a bri-llar…

-Señor árbol abuelo escúcheme por favor, yo soy un duende ciego, el primero en venir a la super-ficie y usted es el único árbol que aconsejé en mi vida. Milena es valiente y me ayudó a llegar hasta aquí. Con muchas cosas en mi contra, aun así pude lograrlo ¿sabe por qué? Porque yo debía estar hoy aquí para devolverle algo de su poesía perdida.

“En la vida es el amorquien te aleja de todo temor,construye en los amigossinceros aliados y testigos.El tiempo es como la danzaque te refuerza tu confianza,y escribe en cada verso,testimonios de tu esfuerzo”.

-Señor árbol, por favor, no se rinda -suplicó el duende arrodillado.

Entonces el árbol contestó:-Jamás nadie habíatenido un gesto tan lindo

conmigo ¡son dos duendecillos muy valientes y sen-sibles, con un corazón de oro y mucha poesía para regalar. Cambiaré de opinión si me prometen nue-vas visitas cargadas de poesía.

Fue así que el árbol abuelo les prometió se-guir viviendo firme y feliz sobre la cima de aquella montaña, esperando un nuevo encuentro.

Ambos duendes emprendían su regreso cuando Félix comenzó a sentir los primeros rayos de sol, una sensación que había estado esperando toda la vida. Al llegar a casa le agradeció a Milena haber hecho posible la mejor aventura de su vida, sabiendo que se repetiría en nuevas visitas poéticas, tal como lo habían prometido.

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Exclusión cero

Simón Compes Pavón

Aquel hermoso día primaveral, los chicos del barrio: Javier, Esteban, Milton, Julián, Cristian, Gonzalo, Manuel y Leonel, organizaron un partido de básquet. El encuentro se iba a disputar a la tarde del día siguiente.

Los capitanes de cada equipo eran Milton “el Chueco” y Cristian “el Ruso”.

Al equipo de Milton lo formaban Julián, Leo-nel y Esteban y al de Cristian le ponían el cuerpo y el alma: Javier, Gonzalo y Manuel.

A la tarde del día siguiente y desde muuuuuy temprano, estaban todos en el club, menos Leonel y Manuel.

Los capitanes, ansiosos, decidieron llamar a los que aún no habían llegado.

“El Chueco” llamó a Gonzalo y “El Ruso” a Manuel. Cada uno por su parte dijo que estaba en-fermo y que no podía asistir.

Casualmente pasaron por ahí las mellizas Lu-ciana y Sandra, vecinas de Javier, que al enterarse

pidieron participar para completar los equipos.Milton, Esteban, Julián y Leonel estaban de

acuerdo. Para ellos quedaba claro que el objetivo era jugar un partido entre los chicos del barrio, sin im-portar si eran nenas o nenes.

Pero para Cristian y Javier las cosas no esta-ban tan claras. Ellos, sencillamente, no estaban de acuerdo. Decían que las chicas eran débiles para lan-zar la pelota al aro y que no tenían puntería y que esto…y que lo otro…

Como la mayoría dijo que no a la exclusión, Sandra y Luciana pudieron jugar.

En el partido las chicas metieron diez puntos. Como quien dice: se lucieron.

El encuentro fue muy reñido, terminó empa-tado y con promesa de revancha.

Aunque todavía no están muy convencidos, Cristian y Javier entendieron que mujeres y varones pueden jugar los mismos juegos y cada uno puede aportar sus capacidades y habilidades.

· MENCIÓN ESPECIALCATEGORÍA INFANTIL

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Cuentos:María Selva PalacioRocío ErasoVictoria CabreraLola LesaintSimón Compes Pavón

Ilustraciones:Ludmila Gazze

Gráfica:Dirección General de Comunicación Social

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/IMMrosario@IMMrosario

MUNICIPALIDAD DE ROSARIOInstituto Municipal de la Mujer