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Hacia una historia del psicoanálisis Francisco de Asís Blas Aritio Departamento de Psicología General. Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid. INTRODUCCION El psicoanálisis es, sin duda, uno de los fenómenos culturales más destacados de nuestro siglo. Ya el propio Freud, en su Esquema del psicoanálisis (Freud 1968, vol. u), atribuyó al concepto «psi- coanálisis» tres significados diferentes, si bien complementarios: un método de investigación psicológica; un método terapéutico; y una teoría que contiene una serie de conocimientos psicológicos adquiridos por este método, que van constituyendo paulatinamente una disci- plina científica. rreud se quedó cierta- mente corto. El psicoanálisis significa mucho más que una teoría y un método clínico. Constituye una auténtica nueva cultura, una nueva forma de interpre- tar la realidad y de conocer al hombre. Su dimensión heurística ha sido apro- vechada por la psicología, por la pedago- gía, por la sociología, por la antropolo- gía, por el arte, por la literatura..., y hasta por la publicidad. La vulgariza- ción de algunos de sus conceptos for- man ya parte del patrimonio lingüístico de la cultura occidental. Asimismo, el psicoanálisis —ya desde tiempos de Freud— se fue configurando como una «profesión institucionalizada», como una sociedad peculiar, regida por las normas de supervivencia comunes a toda orga- nización (ritos de iniciación, períodos de prueba para el ingreso, exigencia de fidelidad a los principios o dogmas es- tablecidos, sanciones a los heréticos, et- cétera...) y sometida a los inevitables cismas y escisiones que sufre toda or- ganización en su período de maduración. El psicoanálisis, en fin, constituye tam- bién toda una utopía cultural, que ofre- ce al hombre el camino de la felicidad o, al menos, los instrumentos necesa- rios para evitar el sufrimiento. Con independencia de su estatuto epistemológico, el psicoanálisis —como fenómeno cultural— se halla más acá y más allá del estrícto fenómeno cien- tífico propiamente dicho. Por ello, su análisis histórico no queda agotado con la mera aplicación de las categorías de la historiografía de la ciencia. La com- prensión histórica del psicoanálisis exige un tratamiento plural, cuyos enfoques iluminen las diferentes perspectivas his- tóricas —así como su mutua interrela- ción— que han venido ilustrando su pe- culiar entidad. Dicha pluralidad de en- foques se observa en las numerosas bis- Estudios de Psicología n.. 8 - 1981

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Hacia una historiadel psicoanálisis

Francisco de Asís Blas AritioDepartamento de Psicología General.Facultad de Psicología.Universidad Complutense de Madrid.

INTRODUCCION

El psicoanálisis es, sin duda, uno delos fenómenos culturales más destacadosde nuestro siglo. Ya el propio Freud, ensu Esquema del psicoanálisis (Freud1968, vol. u), atribuyó al concepto «psi-coanálisis» tres significados diferentes,si bien complementarios: un métodode investigación psicológica; un métodoterapéutico; y una teoría que contieneuna serie de conocimientos psicológicosadquiridos por este método, que vanconstituyendo paulatinamente una disci-plina científica. rreud se quedó cierta-mente corto. El psicoanálisis significamucho más que una teoría y un métodoclínico. Constituye una auténtica nuevacultura, una nueva forma de interpre-tar la realidad y de conocer al hombre.Su dimensión heurística ha sido apro-vechada por la psicología, por la pedago-gía, por la sociología, por la antropolo-gía, por el arte, por la literatura..., yhasta por la publicidad. La vulgariza-ción de algunos de sus conceptos for-man ya parte del patrimonio lingüísticode la cultura occidental. Asimismo, elpsicoanálisis —ya desde tiempos deFreud— se fue configurando como una

«profesión institucionalizada», como unasociedad peculiar, regida por las normasde supervivencia comunes a toda orga-nización (ritos de iniciación, períodosde prueba para el ingreso, exigencia defidelidad a los principios o dogmas es-tablecidos, sanciones a los heréticos, et-cétera...) y sometida a los inevitablescismas y escisiones que sufre toda or-ganización en su período de maduración.El psicoanálisis, en fin, constituye tam-bién toda una utopía cultural, que ofre-ce al hombre el camino de la felicidado, al menos, los instrumentos necesa-rios para evitar el sufrimiento.

Con independencia de su estatutoepistemológico, el psicoanálisis —comofenómeno cultural— se halla más acáy más allá del estrícto fenómeno cien-tífico propiamente dicho. Por ello, suanálisis histórico no queda agotado conla mera aplicación de las categorías dela historiografía de la ciencia. La com-prensión histórica del psicoanálisis exigeun tratamiento plural, cuyos enfoquesiluminen las diferentes perspectivas his-tóricas —así como su mutua interrela-ción— que han venido ilustrando su pe-culiar entidad. Dicha pluralidad de en-foques se observa en las numerosas bis-

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Estudios 117torias del psicoanálisis publicadas hastanuestros días: los diferentes perfiles quemanifiestan unas u otras «historias» delpsicoanálisis obedecen a la acentuacióny énfasis concedidos a alguno de estosenfoques, en detrimento de los demás.Se hace, por tanto, necesario definir enforma sistemática los principales enfo-ques históricos de los que es susceptibleel fenómeno psicoanalítico, señalar losintereses temáticos de cada uno de ellosy dibujar la perspectiva donde ha detener lugar su encuentro teórico.

Algunas de estas tareas se intentanabordar en este trabajo: en primer lu-gar, se pretende ordenar los más des-tacados tratamientos históricos del psi-coanálisis, sin que ello suponga —porsupuesto— considerar agotado el tema.En segundo lugar, se procede tambiéna enunciar los principales temas y pro-blemas que incluye cada uno de los res-pectivos enfoques históricos. Finalmen-te, se ofrece una selección de fuentesbibliográficas relativas a cada enfoque.Dada la enorme cantidad de literaturapsicoanalítica (en 1971, A. Grinsteinhabía reunido 14 volúmenes en su In-dex of psychoanalytic writings), es obli-gado realizar una selección de la misma.La selección que aquí se presenta in-tenta responder a la combinación de trescriterios: el mantenimiento de las obrasclaves clásicas, el carácter contempo-ráneo de las fuentes y el acceso a lasmismas a través de las bibliotecas y he-merotecas universitarias.

EL ENFOQUEANALITICO-BIOGRAFICO

Historiar el psicoanálisis es una tareacompleja que ha de resultar de la con-fluencia de distintas perspectivas histó-ricas, no siendo la menos importante deellas la «biográfica» Existe entre lospsicoanalistas una comúnmente aceptadaopinión acerca de la estrecha relaciónentre la evolución de los conceptos yteorías psicoanalíticos y las biografías desus creadores: implicita o explicitamen-

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te, numerosos historiadores del psico-análisis (Jones, 1953-57; Thompson,1950; Reik, 1965; Alexander et al.,1966; Roazen, 1973-1978; Anzieu,1975; Robert, 1978; Clark, 1980...) sehan interesado en destacar este fenó-meno. Resulta singular, además, apreciarque las biografías de los teóricos delpsicoanálisis presentan un marcado ca-rácter «analítico».

En efecto, la historia del psicoanáli-sis —desde el enfoque analítico-biográ-fico— sugiere que la evolución y eldesarrollo de los conceptos y teorías psi-coanalíticos obedecía, no sólo a una su-puesta lógica interna, sino también ysobre todo a una compleja e irracionaldinámica afectiva, que se fue creandoentre los miembros de la inicialmentereducida familia psicoanalítica. Con ma-yor claridad que en otras disciplinas, laevolución inicial del psicoanálisis ponede relieve que su curso responde, másque a «normativas lógicas», «desarrollosnormales» o «programas de investigaciónevaluados por la falsación», a un conjun-to de intereses y conflictos de índole ge-neralmente afectiva: las fidelidades, loscelos, las dependencias, las defensas, lasrelaciones paterno-filiales, las culpabilida-des, las agresiones, las rebeliones contrala autoridad, las sumisiones, las rupturas,los desengaños, etc., parecen ser los au-ténticos dinamismos que subyacen enla creación teórica. (Aunque este fenó-meno resalta de forma más pronunciadaen la primera época —inevitablementeasociada a la polémica personalidad deFreud—, no ha dejado de producirse trasla muerte del fundador del psicoanálisis:baste citar, como ejemplos ilustrativos,el cisma de la «Academia del Psicoaná-lisis» de Chicago —de enfoque cultu-ralista— iniciado en los arios 40 y con-sumado en 1956; o la escisión en 1952entre la lacaniana Escuela Freudiana deParís y la Sociedad Psicoanalítica Fran-cesa.) Es desde esta perspectiva analí-tico-biográfica desde donde la historiadel psicoanálisis se resiste a ser inter-pretada exclusivamente por las catego-rías de la historiografía de la ciencia.

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118 EstudiosLa legitimidad o ilegitimidad de unanueva teoría, de una nueva incorpora-ción conceptual o metodológica, no vaa depender tanto de su validez intrín-seca, de su grado de aplicabilidad o desu correspondencia con las expectativasteóricas creadas por los anteriores con-ceptos, sino de la correlación de fuerzasafectivas que existan en un momentodado.

Así, por ejemplo, las veleidades deJung, denunciadas ya en 1909 por Abra-ham y Jones, van a ser toleradas porFreud, quien ha depositado en él la es-peranza de convertirlo en el apóstol delpsicoanálisis ante el mundo gentil; sinembargo, arios más tarde (1914), el pro-pio Freud no dudó en criticar implaca-blemente lo que arios antes había con-siderado una aportación enriquecedora(cfr. Historia del movimiento psicoana-lítico, 1914). Del mismo modo, mien-tras Adler fue expulsado (1911) porreivindicar una mayor atención al signi-ficado del «yo», arios más tarde Freudretorna el tema (en El yo y el ello, 1923)y a finales de los arios 30 acoge satis-factoriamente la psicología precursoradel «yo» de Paul Federn. Si bien escierto que Stekel apoyó en cierta medidala postura independiente —ya que nola teórica— de Adler, parece que suexpulsión también estuvo motivada enno pequeño grado por su enfrentamien-to con Tausk, favorito entonces de Freud.Asimismo, si hubo razones para expul-sar a Silberer en 1922 de la SociedadPsicoanalítica, había muchas más parahacerlo con Sandor Ferenczi; y, sin em-bargo, durante nueve arios (1924-1933)Freud evitó romper con él; su muerte(1933) liberó a Freud de tener que asu-mir esta dolorosa decisión...

Podían seguir citándose multitud deanécdotas acerca de esta complicada ma-deja de pasiones y afectos que, de hecho,estaban vehiculando el devenir de algoque aspiraba a ser una disciplina cien-tífica (Roazen, 1978). Los principalesbiógrafos de Freud no han tenido re-paro alguno en destacar la trama afectivaque soportó el nacimiento y crecimiento

del psicoanálisis. Siendo la mayoría deellos también psicoanalistas, han adopta-do una posición coherente con la doc-trina teórica que profesan: han realizadouna historia «psicoanalitica» del psico-análisis, remitiendo el origen de muchosconflictos teóricos y metodológicos a losconflictos personales. En este sentido,la historia analítico-biográfica del psico-análisis se nos ofrece como un auténticoy complejo caso clinico (en el que unacolectividad desempeña el papel de «in-dividuo»), cuyo desciframiento sólo esposible utilizando los propios términospsicoanalíticos. Al menos, ésta ha sidola intencionalidad —latente o mani-fiesta— de quienes han desarrollado esteenfoque.

No es escaso el interés que ofrece estetratamiento, ni tampoco es casual quehaya sido el adoptado con más frecuen-cia en las historias del psicoanálisis. En-tre otros aspectos, este enfoque ponede relieve el carácter «atípico» de ladisciplina psicoanalítica, la cual se erigesimultáneamente en sujeto y parte desu evaluación histórica. Asimismo, co-rrobora la intuición básica de aquellosfilósofos e historiadores de la ciencia(Kuhn, Hanson, Feyerabend, Toulmin,Achinstein...) que se opusieron a larigidez logicista del modelo neopositi-vista-lógico: el psicoanálisis es una delas disciplinas donde más claramente sepatentiza que el desarrollo, cambio, rec-tificación o incorporación de las teoríasno responde meramente a la lógica in-terna de las mismas, sino también a laspredisposiciones subjetivas de los teó-ricos y a motivaciones de índole extrao paracientífica (la «sociopsicología dela ciencia» kuhniana encontraría aquíuna expresión radicalizada, al quedarreducida a «psicoanálisis de la ciencia»).En cualquier caso, sea cual sea la orien-tación historiográfica que asuma en elfuturo la historia del psicoanálisis, éstaya nunca podrá hacerse sin una obligadareferencia biográfica a sus protagonis-tas. Aun admitiendo el alto grado deexageración que revisten ciertas inter-pretaciones analiticas de la historia del

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Estudios 119psicoanálisis, es incontestable que laobra, tanto de Freud como de sus másdestacados seguidores, se halla estrecha-mente vinculada a la evolución de susvidas.

Sin embargo, el historiador del psico-análisis tampoco debe resignarse a acep-tar el discurso histórico de los propiospsicoanalistas —iniciado por el propioFreud en su Historia del movimientopsicoanalítico, 1914— como el único dis-curso histórico posible. Son evidenteslos intereses personales y profesionalesencubiertos tras dicho discurso. Peroello tampoco ha de significar su totalrechazo. Habrá, pues, que completar lapropia versión de los psicoanalistas so-bre su historia con el análisis de otrosfactores —no estrictamente subjetivos—que también cooperaron decisivamentea configurar la implantación y el des-arrollo de uno de los fenómenos cultu-rales más influyentes de nuestra época.Lo contrario —limitarse a la historia«psicoanalítica» del psicoanálisis— seríaincurrir en un ya trasnochado psicolo-gismo historicista.

Por lo que respecta a las fuentes bi-bliográficas, hay que destacar, en pri-mer lugar, los trabajos pioneros del pro-pio Freud —Historia del movimientopsicoanalítico (1914) y Autobiografía(1924)— que, si bien resultan claramen-te incompletos debido a su fecha de pu-blicación, son el verdadero punto departida de este original enfoque, al quese conservarán fieles los historiadorespsicoanalistas. La obra capital de esteenfoque es, sin duda alguna, la de E. Jo-nes (1953-57), The life and work ofSigmund Freud (3 vols.), en la que con-fluyen de forma singular, tanto los va-lores heurísticos que ofrece la perspec-tiva analítico-biográfica, como sus inevi-tables limitaciones: por una parte, Jonesha sabido relacionar con genial agudezalos diversos períodos de la vida privadade Freud con los períodos de su produc-ción teórica; pero, por otra parte, Jonesno ha ocultado su clara toma de posi-ción «ortodoxa» —en ocasiones, próxi-ma a la mistificación— a favor del fun-

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dador del psicoanálisis. Correspondentambién a este enfoque, aunque cierta-mente en un tono menos apasionado,los trabajos —entre otros— de Robert(1978), Roazen (1978), Freeman (1963),Schur (1972), Alexander y otros (1966),Anzieu (1975), Brown (1963), Clark(1980), Reik (1965)...

Junto a estas personales versiones ana-litico-biográficas del desarrollo del psi-coanálisis, el principal documento histó-rico que da cuerpo a este enfoque esla numerosa correspondencia escrita quemantuvo Freud con amigos y colaborado-res a lo largo de su vida: cartas a Fliess(Freud, 1954), a Jung (Freud - Jung,1974; Van der Leeuw, 1977), a LouAndreas-Salomé (Freud-Andreas Salomé,1972), a Tausk (Roazen, 1973), a Abra-ham (Abraham-Freud, 1966), a Pfister(Freud-Pfister, 1963), a Putnam (Put-nam, 1971), a Jones (Jones, 1953-1957),a Zweig (Freud, 1974)... Este insustitui-ble material histórico, en ocasiones —co-mo en el caso de las cartas a Fliess-milagrosamente conservado, suministranumerosas claves históricas para com-prender la génesis y el posterior des-arrollo del campo teórico del psicoaná-lisis.

EL ENFOQUESOCIO-CULTURAL

Si el tratamiento analítico-biográficodel desarrollo del psicoanálisis aportavaliosos instrumentos teóricos para rea-lizar su historia, en ningún modo losagota. Como fenómeno cultural, el psi-coanálisis debe ser situado históricamen-te: ¿sobre qué raíces socio-culturaleshunde el psicoanálisis su aparición his-tórica?; ¿qué contexto socio-cultural so-portó el mantenimiento de esta disciplinaa lo largo de todo el siglo xx?; ¿quévalores ideológicos contribuyeron al éxi-to popular de las ideas psicoanaliticas?;¿qué «culturas» contemporáneas acudie-ron al encuentro del psicoanálisis y esta-blecieron con él vínculos ideológicos?...Estas y otras preguntas similares afec-

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120 Estudiostan al interés del historiador del psico-análisis. Si se acepta que el psicoanálisises algo más que una pretendida disci-plina científica, su historia debe incluirnecesariamente la respuesta a estos inte-rrogantes. Dado el polémico estatutoepistemológico de la teoría psicoanalítica(y su consiguiente relación conflictivacon un sector mayoritario de la psico-logía académica, de la que Freud siem-pre esperó un reconocimiento), sólo lacomprensión histórica de su carácter so-cio-cultural permitirá ofrecer algunas lu-ces sobre su permanente vigencia en laescena psicológica.

Si las variables socio-culturales soninsustituibles a la hora de ubicar histó-ricamente el nacimiento de una disci-plina teórica, esta exigencia se hace tam-bién extensible —en el caso del psico-análisis— a su progreso histórico. Enefecto, qué duda cabe que importantesdesarrollos del paradigma freudiano (co-mo el psicoanálisis del yo, el revisionis-mo psicoanalítico de corte culturalistao el freudo-marxismo en cualquiera desus versiones —por citar ejemplos sufi-cientemente conocidos) no son sino lasresultantes de la penetración del psico-análisis en sociedades y Culturas especí-ficas. Que ello haya supuesto una des-virtuación del psicoanálisis original, cons-tituye otro problema —a pesar de loslacanianos. Lo que es históricamenteincontestable es su relativa implanta-ción y su indisociable pertenencia alcampo psicoanalítico.

(Resulta ocioso pretender estableceruna jerarquía de importancias respecto alos diversos tratamientos que exige lahistoria del psicoanáisis. El tratamiento«socio-cultural» no es ni más ni menosimportante que el «analítico-biográfico».Es igualmente necesario. Posee su rela-tiva autonomía y a la vez forma parteinsustituible de ese complejo rompeca-bezas que sirve de instrumento teórico-metodológico para historiar el psicoaná-lisis.)

Son numerosos los temas y problemasque incluye este enfoque, al que se hacalificado genéricamente como «socio-

cultural». En primer lugar, si bien lapersonalidad psicológica de Freud (enfo-que analítico-biográfico) constituye unobjeto de interés histórico, por seme-jantes razones históricas también su per-sonalidad social (Roazen, 1972), queexpresa el marco ideológico-cultural encuyo seno tiene lugar la teoría psicoana-lítica, merece una atención destacada.Poner de relieve el trasfondo ideológicacultural en el que Freud formó y des-arrolló su pensamiento iluminará el ori-gen y significado meta-teórico de algu-nos conceptos y teorías psicoanalíticos.Así, por ejemplo, y aunque parezca pa-radójico, la nunca ocultada (el Moisés,de Freud) —pero sí matizada (Bakan,1958; Robert, 1977)— fidelidad deFreud a la tradición judía, así como sumoralismo (Reiff, 1959) o su puritanis-mo victoriano (Leahey, 1980), son clavesdecisivas para comprender la obstina-ción de Freud en proseguir, aunque fue-ra en solitario, la aventura psicoanalí-tica.

Un segundo capítulo importante, quetambién afecta al interés del enfoque so-cio-cultural, es el derivado de la herme-néutica cultural de índole psicoanalíti-ca. Iniciado por el propio Freud en suespléndido El malestar en la cultura(1929), y proseguido por su discípuloAbraham (1968), este capítulo relativoal diagnóstico y terapéutica del fenóme-no cultural ha provocado el interés desociólogos y teóricos de la cultura ( Jack-son, 1968; Marcuse, 1968; AdornaDirks, 1968; Fromm, 1966...). La aten-ción prestada a las sugerentes tesis psi-coanalíticas por autores o escuelas dereconocida talla intelectual (recuérdese,por ejemplo, el papel desempeñado porla Escuela de Frankfurt) ha contribuidoa apuntalar la credibilidad teórica y, enconsecuencia, la validez epistemológicadel psicoanálisis. La creciente sensibi-lidad de nuestra sociedad contemporáneaante el supuesto estado enfermo de nues-tra cultura es otro factor más que per-mite comprender la peculiar vigencia his-tórica del psicoanálisis.

Pero, sin duda, el aspecto más desta-

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Estudios 121cado al que debe hacer referencia estetratamiento histórico es el de las rela-ciones del psicoanálisis con las nume-rosas disciplinas que registran el estadoactual de una cultura; en concreto, conla literatura, el arte, y las ciencias so-ciales y políticas. El análisis de estasrelaciones, no sólo abunda en la expli-cación de la permanente actualidad ycontinuado interés que suscitan las tesispsicoanalíticas (tal y como hace un mo-mento se acaba de señalar), sino quepermite, sobre todo, situar el origen denumerosos desarrollos teóricos del psi-coanálisis. Fue el propio Freud (Múltipleinterés del psicoanálisis, 1913) —unavez más— quien abrió el camino a lasrelaciones del psicoanálisis con otras dis-ciplinas no psicológicas: sus estudios sobre la obra de Miguel Angel, de Leo-nardo, de Goethe, de Dostoyevsky; surelectura analítica de la Gradiva; su po-lémico El porvenir de una ilusión.., sonclaros ejemplos del interés freudiano porrebasar los confines estrictamente psico-lógicos. Desde entonces y hasta la actua-lidad, el psicoanálisis ha tomado contac-to con numerosas disciplinas: en algunasocasiones para incorporar heurísticamen-te su singular interpretación de la reali-dad, como es el caso de la literatura(Holland, 1966; Meyer, 1964; Jack-son, 1968; Groddech, 1975; Ruiten-beck, 1975; Clancier, 1976; Kligerman,1970...), del arte (Philips, 1957;Wangh, 1957; Peters, 1961; Kris,1964; Groddeck, 1975...), de la pe-dagogía (A. Freud, 1966; Barande,1973...), de la sociología (Parsons, 1961;Vallensteín-Smelser, 1969; Ruitenbeck,1973...), de la antropología (Roheim,1959; Labarre, 1961; Wyss, 1971...),de la ética (Fromm, 1963...), etc.; enotras ocasiones, como objeto de refle-xión y análisis de su identidad, como esel caso de la filosofía (Ricoeur, 1970;Wolheim, 1974...) o de la teoría gene-ral de sistemas (Levenson, 1978); porfin, en otras, como lugar de convergen-cia de intereses mutuos, como es el casode la lingüística (Liowitz, 1977), de lafilosofía existencialista (Coltrera, 1962;

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Ruitenbeck, 1965; Varios, 1972...), delestructuralismo (Safouan, 1968; Varios,1970...), de la fenomenología (Ceriotto,1969), del marxismo (Reich, 1977; Ro-zitchner, 1972; Castilla del Pino, 1971;Tort, 1973; Hornstein, 1973; Capa-rrós, 1975; Turkle, 1978...), etc.

El tratamiento histórico del contextoy dimensiones socio-culturales del psico-análisis permite neutralizar las exagera-ciones «psicologistas» que han pretendi-do reducir la historia del psicoanálisis ala personalidad genial de su fundador.Por otra parte, desautoriza la falsa ima-gen de «rechazo y persecución» con laque algunos psicoanalistas —incluido elmismo Freud— han presentado a vecesel status social de su disciplina. Si bienno siempre ha sido reconocido en de-terminados círculos de la psicología yde la psiquiatría académicas, el psico-análisis —les guste o no a los psicoana-listas— ha sido favorablemente acogidopor la cultura contemporánea (con in-dependencia de que ello constituya unacierto o un error).

EL ENFOQUEINSTITUCIONAL - PROFESIONAL

Sin dejar de postular una única his-toria de la ciencia, Toulmin (1972) aludea las dos tareas —interdependientes eintrínsecamente relacionadas— que tieneque realizar toda historia de una cien-cia: junto a la historia disciplinaria ointelectual o interna (cómo han sido yson los conceptos y teorías de una dis-ciplina; por qué procedimientos, téc-nicas, métodos.., se ha llegado a suelaboración o, en su caso, a su aban-dono), Toulmin habla de la historia pro-fesional o sociológica o externa (cómohan ido modificándose las actividadesde los científicos individuales, de losgrupos científicos; cómo ciertas comu-nidades científicas adquirieron autoridaden un momento dado o, en su caso, laperdieron).

Como se pretende justificar en estetrabajo, la historia del psicoanálisis —de-bido a su peculiar status— exige más

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122 Estudiosde dos tareas (por supuesto, interdepen-dientes e intrínsecamente relacionadas),entre las cuales se hallan incluidas lasdos a las que hace referencia Toulmin.En este epígrafe se destacará la segun-da, esto es, la historia profesional (socio-lógica o externa).

En efecto, toda disciplina ideológica—sea o no científica— necesita parasobrevivir unos aparatos institucionalesque protejan su identidad, que garanti-cen su divulgación y que posibiliten sucrecimiento. Por otro lado, necesita in-sertarse en el colectivo social y mantenercon éste unas determinadas relaciones«profesionales» que faciliten el recono-cimiento de sus funciones y, en conse-cuencia, materialicen su aceptación so-cial. El psicoanálisis no es ninguna ex-cepción a esta regla: transcurrida la fasede la investigación solitaria de Freud—que se confunde con el período másimportante de su aqtoanálisis (1895-1900)—, en los primeros años de estesiglo tienen lugar en la casa de Freuduna serie de encuentros con sus prime-ros discípulos (Reitler, Kahane, Stekel,Adler, Rank...) que recibirán el nombrede «seminarios de los miércoles». A par-tir de este momento el proceso de ins-titucionalización del psicoanálisis será yaimparable: Sociedad Psicoanalítica deViena (1907); Sociedades Psicoanalíti-cas en Alemania (Abraham), en Suiza(Jung y Eitingon), en Inglaterra (Jones),en los EE. UU. (Brill), en Hungría (Fe-renczi)... ; Sociedad Internacional de Psi-coanálisis (1910); Congresos de Salz-burgo (1908), Nuremberg (1910), Wei-mar (1911), Munich (1913), Budapest(1918)...; fundación del «Jahrbuch»(1909), de «Imago» (1912)...; creacióndel «Comité» (1912)...; Fine (1979)informa que en 1977 existían las siguien-tes Sociedades Psicoanaliticas (supuesta-mente «ortodoxas», es decir, reconoci-das por la Sociedad Internacional dePsicoanálisis): una en los EE. UU., otrasdos en América del Norte (Canadá yMéxico), nueve en América del Sur, ca-torce en Europa, tres en Asia, una enAustralia y tres grupos de estudio (dos

en Europa y uno en Argentina). A estalista habría que añadir la numerosa pro-liferación de grupos, asociaciones, insti-tutos, escuelas y sociedades psicoanaliti-cos «heterodoxos». La institucionaliza-ción del psicoanálisis es un hecho incon-testable, cuya complejidad no puede sereludida por el historiador del psicoaná-lisis.

Como institución-profesión (Henry,1971, 1973; Ritvo, 1971; Wadeson,1975...), el psicoanálisis se rige —aligual que cualquier otra organización osociedad— por una lógica más socio-lógica que científica. Aunque las orga-nizaciones científicas se constituyan alservicio de la ciencia, acaban sirviendomás a sus propios intereses de autorre-producción y supervivencia que a losespecíficamente científicos. La existen-cia de grupos de presión y de luchas porel poder institucional de las organizacio-nes científicas —sean o no éstas aca-démicas— es un hecho común a todaslas sociedades científicas. En consecuen-cia, el devenir histórico de las organiza-ciones y aparatos institucionales del sa-ber exige un tratamiento relativamenteindependiente, cuyos instrumentos deanálisis no se hallan en el desarrollodisciplinar-teórico-interno de dicho sa-ber, sino en causas sociológicas-exter-nas. Por otra parte, es evidente que noresulta indiferente para el desarrollo dis-ciplinar interno la forma que adquierala historia profesional externa: comoaparatos institucionales que vehiculanlos contenidos internos de una discipli-na, las organizaciones y sociedades delsaber son decisivas en relación al rumboy dirección que éste adopta.

Respecto al caso específico del psico-análisis, pueden diferenciarse dos dimen-siones en su historia institucional-profe-sional: por un lado, su difusión e im-plantación en el exterior; por otro lado,la consolidación institucional interna dela Sociedad Psicoanalitica. Esta últimadimensión está estrechamente vinculadacon el conflictivo problema del «análisisprofano», que obligó a Freud a pronun-ciarse públicamente (Apéndice a la dis-

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Estudios 123cusión sobre el análisis profano, 1927)a favor del mismo y en defensa de sudiscípulo y amigo Th. Reik (que no eramédico), frente a la opinión generalizadade los psicoanalistas norteamericanos (apesar de Freud, en el Congreso de Parísde 1938 los norteamericanos plantearon—y acabaron imponiendo por la fuerzade los hechos, tras la Segunda GuerraMundial— su independencia adminis-trativa e institucional de la Sociedad Psi-coanalítica Internacional, con lo que apartir de entonces las funciones de éstafueron, de hecho, reduciéndose a la or-ganización de congresos científicos pe-riódicos; el poder administrativo e ins-titucional fue desplazándose progresiva-mente a las sociedades psicoanalíticas«nacionales»); pero, sobre todo, estáestrechamente vinculada con el no menosconflictivo problema de la formación decandidatos. ¿Quién puede ser psicoana-lista?, ¿cómo se ingresa en la familiapsicoanalítica?; ¿quién decide sobre laaptitud de los candidatos?; ¿qué normasregulan el acceso de los mismos?... Noes necesario insistir en la importanciade esta tarea a lo largo de la historiadel psicoanálisis, pues en ella se poníanen juego las formas de autorreproduc-ción de la estructura institucional y, enconsecuencia, la propia supervivencia delpsicoanálisis. Tampoco parece necesarioseñalar nuevamente los intereses, no es-trictamente científicos, sino sobre todosociológicos, que subyacían a su resolu-ción.

A pesar de la relativamente tempranafundación de la primera escuela de for-mación de psicoanalistas —el InstitutoPsicoanalítico de Berlin (1920), dirigidopor Abraham, quien desde el primermomento reguló las tres fases del «train-ing» psicoanalítico (formación teórica,psicoanálisis didáctico, y psicoanálisis di-rigido por el candidato y supervisadopor un miembro de la Sociedad Inter-nacional)—, el problema de la formaciónde candidatos no ha quedado, ni muchomenos, resuelto en la historia del psico-análisis. Como señala Arlow (1972) —re-firiéndose a la Sociedad Psicoanalítica

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Americana—, al menos se han produ-cido media docena de escisiones a causadel eterno problema de la formaciónde candidatos. Durante la década de lossetenta ha crecido la conciencia críticaacerca de la formación de los analistas,como lo demuestran —entre otros— lostrabajos de Pollock (1972), McLaughlin(1973), Shapiro y Sachs (1976), Lifs-chutz (1976), Goodman (1977), Golden-sohn (1977), etc...

La otra dimensión de la historia ins-titucional-profesional del psicoanálisis serefiere a su progresiva implantación yextensión. Aunqsue Freud no logró con-vertir a Jung en su «apóstol de losgentiles», pudo comprobar antes de sumuerte que el objetivo de universalizarel psicoanálisis, rebasando los marcosde la cultura hebrea, había sido satisfe-cho con creces. Como, a su modo, lesucedió a la psicología experimental, elpsicoanálisis acabó teniendo su mayorauditorio en los EE. UU. (sin duda, laemigración de intelectuales que provocóel período nazi no fue un hecho ajenoa este fenómeno), si bien en Europa semantuvo siempre un núcleo importantede psicoanalistas que garantizaron sudesarrollo sobre todo en Inglaterra, Fran-cia e Italia; posteriormente, el psico-análisis se extendió también a Latino-américa y Asia.

Las modalidades concretas que asu-mió el psicoanálisis en cada uno de lospaíses, las normas institucionales «na-cionales» (recuérdese que a partir dela Segunda Guerra Mundial la SociedadInternacional de Psicoanálisis fue per-diendo poder institucional en favor delas Sociedades Psicoanalíticas «naciona-les»), los propios conflictos internos ori-ginados en cada país (liberales frentea conservadores, ortodoxos frente a he-terodoxos) y las secuelas derivadas deellos (escisiones, creación de nuevas es-cuelas o institutos...) ... forman tambiénparte de la historia institucional-profe-sional del psicoanálisis. Por su impor-tancia cuantitativa, ha sido la historiadel psicoanálisis norteamericano la másestudiada (Obendorf, 1953; Gitelson,

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124 Estudios1964; Hale, 1971; Carlson - Quen,1978...); otras historias de psicoaná-lisis nacionales son las de Alemania(Thoma, 1969; Spiegel, 1975; Decker,1977, 1978...), Inglaterra (Bibring,1953; Glover, 1966...), Francia (Ba-rande-Barande, 1975), etc...

Pertenece también al enfoque «insti-tucional-profesional» (aunque asimismosea objeto de interés del enfoque «teó-rico», que será tratado más adelante) elanálisis de las diferentes escuelas psi-coanalíticas. Si durante la vida de Freudla frontera entre la ortodoxia y la hete-rodoxia quedaba de alguna forma defi-nida por el juicio del fundador del psi-coanálisis, a su muerte nadie fue capazde heredar su autoridad disciplinar. Lasdiferentes lecturas que se han realizadodesde entonces sobre «lo que dijo» osobre «lo que quiso decir» Freud handado lugar a otras tantas escuelas ocorrientes del pensamiento psicoanalítico,compitiendo todas ellas en reivindicarcomo suyo el genuino espíritu freudia-no. Por otro lado, desde Adler y Jungse han desarrollado asimismo enfoquesteóricos que confiesan su inspiración psi-coanalítica, pero que han optado volun-tariamente por desarrollos heterodoxos:también ellos forman parte del paradig-ma psicoanalítico y, en consecuencia, sontambién objeto de interés de la historiadel psicoanálisis. Por supuesto, el trata-miento del abanico de escuelas psico-analíticas desde la perspectiva institucio-nal-profesional debe referirse únicamentea sus aspectos organizativos y sociológi-cos (sus aparatos institucionales, sus nor-mas de auto-regulación, sus órganos deexpresión, su implantación...), quedan-do reservado al enfoque «teórico» elanálisis de sus diferencias teóricas y con-ceptuales. En este sentido, junto a lasconocidas obras clásicas de Munroe(1955), Alexander (1961), Alexander yotros (1966) y Wyss (1966), merecela pena reseñar los trabajos más recien-tes de Fages (1976) y D'Amore (1978).

Finalmente, hay que aludir a un temade mutuo interés para la historia delpsicoanálisis y para la historia de la psi-

cología: el de las irregulares relacionesentre el psicoanálisis institucional y laasimismo institucional psicología acadé-mica. Posiblemente a causa del irresuel-to problema de la identidad epistemo-lógica de la psicología, lo cierto es quepor lo general la psicología académicaha oscilado en sus relaciones con el psi-coanálisis desde posiciones de ignoranciay resuelto desprecio hasta posiciones másmoderadas, pero todavía distantes. Encontadas ocasiones se ha producido unesfuerzo por incorporar explícitamentea la psicología académica algunas con-cepciones teóricas del psicoanálisis (co-mo ejemplo más notable destaca la es-cuela hulliana y, sobre todo, los traba-jos de Dollard y Miller, 1939). Tampocoel ejemplo de la Universidad de Buda-pest —al adjudicar una cátedra a Fe-renczi— ha sido frecuentemente imitadopor las instituciones académicas: por elcontrario, las autoridades de la psicolo-gía académica institucional (más en lospaíses anglosajones que en los latinos,lo cual a su vez constituye un interesanteproblema histórico a analizar) no parecendispuestas a compartir sus cátedras conel psicoanálisis, ni le reconocen a ésteun rango académico. Por otro lado, noes previsible que esta incomunicacióninstitucional vaya a resolverse a cortoplazo. Como señalan Shakow (1969)y Caparrós (1977, 1979), durante laprimera mitad de siglo el psicoanálisis—frente a su ambigua rigurosidad me-todológica— ofrecía una «densidad» psi-cológica y una proyección terapéutica,de las que carecía el rígido conductismoque dominaba la psicología académicade entonces: gracias a ello, en ciertoscírculos académicos se conservaba uncierto interés y respeto por las tesispsicoanalíticas. Sin embargo, a partir delos arios cincuenta, el crecimiento de lastécnicas de modificación de conducta yel desarrollo de la terapia conductista,por un lado, y la recuperación de ladensidad psicológica por los nuevos en-foques cognitivos, por otro, han provo-cado la pérdida de numerosos partidarios

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Estudios 125del psicoanálisis en los ambientes aca-démicos.

Y, a pesar de todo, nadie se atreveríaa negar que el psicoanálisis ha influidoen la psicología académica (Murphy,1956; Rapaport-Shakow, 1964; Sha-kow, 1969, 1976). Por citar el ejemplomás ilustrativo, ahí está todo el capítulode la «motivación» —en la obra de Pia-get (Wolff, 1960), en la teoría de lossistemas de tensión de Lewin, en lateoría del impulso de Hull, en las teo-rías ya citadas de Dollard, Miller yMowrer...—, cuyo desarrollo todavía nopuede permanecer ajeno a las concepcio-nes psicoanalíticas.

EL ENFOQUEEPISTEMOLOGICO

Como señala Fichant (1970), del mis-mo modo que la epistemología es inevi-tablemente histórica, la historia de laciencia ha de ser necesariamente epis-temológica. Efectivamente, la perspec-tiva epistemológica es inseparable detoda historia de las ciencias. En el casodel psicoanálisis es doblemente necesa-ria: primero, por ser una disciplina teó-rica que se pretende científica; segun-do, por su ambiguo estatuto epistemo-lógico.

La primera tarea que atañe a estetratamiento es el establecimiento de lasinfluencias epistemológicas que sufrió elpensamiento de Freud durante el perío-do de su formación intelectual. Losbiógrafos de Freud coinciden en citara Brentano, Brücke —e indirectamenteHelmholtz—, Charcot y Breuer comolos intelectuales más reconocidos y res-petados por Freud. Shakow (1976) se-ñala que la filosofía de la ciencia domi-nante durante el último tercio del si-glo xrx en Centroeuropa venía expresadaen el «programa de Helmholtz». El pro-grama de Helmholtz, según Cranefield(1957), constaba de tres objetivos: a) es-tablecer una posición antivitalista; b)proponer el uso de la observación y delexperimento, y c) reducir la fisiología

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a la física y la química. Es lógico supo-ner que Freud asumiera esta filosofíade la ciencia que se respiraba en losambientes científicos que él frecuentaba(sobre todo en el período inmediata-mente postuniversitario). Su colabora-ción en el laboratorio de Brücke (1876-1882) atestigua en favor de esta hipóte-sis. Por otra parte, se pueden reconoceren su «Proyecto de una psicología paraneurólogos» (1895) numerosas resonan-cias helmholtzianas. Según Shakow,Freud fue fiel a Helmholtz no sólo ensu concepción del «determinismo» psí-quico, sino también en el uso de los«métodos observacionales» y en la posi-ción antivitalista; por otro lado, aunquees evidente que sus métodos carecíandel rigor del control experimental, comocontrapartida no tuvo que limitar su ob-jeto de estudio (a la percepción y a lasensación) como los experimentalistas,sino que se abrió a la «realidad psico-lógica». En efecto, Freud no tuvo reparoen afirmar explícitamente, en una cartaa Zweig fechada en 1934, que las teo-rías psicoanalíticas son independientesde la verificación experimental (Freud-Zweig, 1974).

Sin embargo, reducir la epistemolo-gía freudiana a la síntesis de las influen-cias antes citadas o considerar la obrade Freud como una aplicación del « pro-grama de Helmholtz» a la psicología(con más razones habría que reclamareste título para la psicología wundtia-na), no sólo es una simplificación, sinosobre todo es un error de apreciaciónhistórica. Freud, es cierto, fue hijo desu época y heredó de ésta algunas desus concepciones epistemológicas, peroes indudable que el psicoanálisis intro-dujo innovaciones en este campo y que,en cualquier caso, sufrió a lo largo de sudesarrollo importantes modificaciones ensus puntos de vista. El ejemplo másclaro de estas modificaciones queda ilus-trado por el propio Proyecto de unapsicología para neurólogos. Escrito en1895, Freud se negó a publicarlo (apa-reció por primera vez publicado en1950). ¿Por qué no quiso Freud acceder

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126 Estudiosa su publicación? ¿Por qué abandonóFreud el punto de referencia del Pro-yecto —el sistema nervioso— y lo sus-tituyó por una clara posición mentalis-ta? ¿Qué razones obligaron al psico-análisis a modificar su relativamenteortodoxa posición inicial —la psicofisio-logía del Proyecto— por su última posi-ción especulativo-filosófica representadapor la teoría del «Eros-Thanatos»? ¿Có-mo, a pesar de la manifiesta evolucióndel psicoanálisis, Freud nunca se deci-dió a deshacerse del Proyecto? (existeconstancia de, al menos, dos ocasionesen las que Freud destruyó toda su co-rrespondencia y aquellos manuscritos queya no eran de su interés). En estas cues-tiones se encierra un importante proble-ma histórico ( ¿confiaba Freud en la cien-tificidad del psicoanálisis?) todavía irre-suelto, que pertenece al segundo capítulode tareas relacionadas con el enfoqueepistemológico: ¿qué modificacionesepistemológicas han tenido lugar en lahistoria del psicoanálisis?

Por fin, y como tercera tarea, esteenfoque está obligado a dar cuenta delestatuto epistemológico del psicoanálisis.Desgraciadamente, a estas alturas —trasmás de ochenta arios de psicoanálisis—el problema de la cientificidad del psi-coanálisis sigue provocando airadas po-lémicas. A los partidarios de un bandohabría que decirles: «¿por qué despuésde ochenta años no habéis sido capacesde convencer del carácter científico delpsicoanálisis?». A su vez, a los del otrobando habría que preguntarles: «¿porqué después de ochenta arios seguís tanpreocupados por demostrar que el psico-análisis no es científico?». En definiti-va, daría igual. La polémica no es tal:es más bien un auténtico diálogo desordos, donde nadie —o casi nadie—convence al contrario. Ni siquiera la ape-lación a supuestos árbitros neutrales—estudios objetivos (el trabajo clásicode Sears, 1951), cuantitativos (Dahl,1972) o de enfoque experimental (Sil-yerman, 1967, 1970)— ha conseguidosituar el problema de unas coordenadasevaluadoras aceptadas por todos. En este

sentido, la idea kuhniana acerca del com-portamiento irracional de los científicosque abrazan paradigmas distintos y que,en consecuencia, no atienden a más ar-gumentos que los suyos propios, parececumplirse efectivamente en este caso.(Sea dicho de paso, por lo general losfilósofos de la ciencia que han abordadoel tema se muestran reacios a atribuirun carácter científico al psicoanálisis:para Popper [1972], las teorías psico-analíticas no son falsables, por tanto noson científicas; ello no quiere decir queno sean útiles o que carezcan de signi-ficado. Kuhn [1970], por su parte, tam-poco considera científicas a las teoríaspsicoanaliticas, pero no porque no seanverificables experimentalmente, sino por-que carecen de una articulación sufi-ciente y de reglas adecuadas para dirigirsu desarrollo.)

Por lo demás, baste indicar que tantoa un lado como a otro las filas de par-tidarios a favor o en contra del caráctercientífico del psicoanálisis siguen engro-sándose y autorreproduciendo conocidosargumentos de un signo o de otro. Véan-se, entre otros, los trabajos de Skinner(1956), Farrell (1961), Eysenck (1966,1972), Eysenck - Glenn (1980), Kline(1972), Levenson (1972), Rachman(1975), Steiner (1977), etc., que cues-tionan el estatuto científico del psico-análisis. Los trabajos de orientaciónopuesta no son menos numerosos: Ra-paport (1959), Mazlish (1963), Madden(1966), Lacan (1966), Nassif (1968),Fine (1969), Sherwood (1969), Ziziems-ky (1971), Legrand (1972), Althusser(1973), Braunstein y otros (1976), Kol-teniuk Krauze (1976), Fisher-Greenberg(1977), etc...

Tampoco parecen haber contribuido asuavizar la polémica las «terceras vías»o posiciones de carácter más moderado,orientadas a señalar los limites y posi-bilidades epistemológicas del psicoanáli-sis, rehuyendo en todo momento unpronunciamiento radical sobre el carác-ter científico del psicoanálisis: trabajosde Hook (1969), Castilla del Pino

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Estudios 127(1971), Levy-Valensy (1973), Feigl(1976), Ricoeur (1977), Mujeer-ur-Raha-man (1977), Kuiper (1979), Masling-Schwartz (1979), etc...

El historiador del psicoanálisis no de-be suponer que su mediación en el con-flicto va a resultar decisiva, entre otrascosas debido a las razones kuhnianas alas que antes se ha aludido. Sin embargo,no cabe duda que una perspectiva his-tórica «enfriará» un tanto el dramatismoy radicalidad con que a veces se pre-sentan ciertos argumentos y —lo quees más importante— por ser precisa-mente una «perspectiva» no incurriráen reiteraciones viejas y conocidas, en-caminando la investigación hacia posi-bles lugares teóricos nuevos donde eldiálogo y la comunicación científica em-piecen a ser una realidad.

Al respecto, y para concluir este apar-tado, sólo una breve reseña acerca delreciente trabajo de Masling - Schwartz(1979), A critique of research in psy-choanalytic theory, donde se sugierenalgunos de esos posibles lugares teóricosnuevos. Según Masling y Schwartz, ge-neralmente se confunde el verdadero ca-rácter de los constructores teóricos delpsicoanálisis (tanto por psicoanalistascomo por experimentalistas). Las teoríaspsicoanalíticas no deben ser entendidasliteralmente: una cosa son los modelosde personalidad y otra cosa las realida-des a las que dichos modelos se refieren(una cosa es el «mapa» y otra cosa esel «paisaje real» al que dicho mapa re-presenta). No es, por tanto, previsibleque se produzca una alta correlación en-tre un experimento y una descripciónpsicoanalítica de la personalidad (igualque es muy difícil encontrar a una per-sona que sea idéntica a un carácter des-crito en una novela). ¿Qué es, pues,verificable de la teoría psicoanalítica?Los modelos psicoanalíticos son comoparadigmas holisticos que establecen re-gularidades generales en términos típicos.Su función es la de suministrar normashipotéticas con las que pueden identifi-carse los casos individuales. Pero no de-ben ser considerados como «leyes» en

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el sentido habitual de las ciencias natu-rales. Expresiones como «todo miedo secorresponde con un deseo primitivo queestá reprimido» no deben considerarsecomo una «ley general», sino como unadescripción singular de un solo caso.¿Cómo verificar estas descripciones-ob-servaciones? Intentando maximizar elajuste entre la construcción de la reali-dad derivada de las observaciones analí-ticas y la construcción de la realidadderivada de los resultados experimenta-les. Por tanto, no se trata de verificarexperimentalmente los paradigmas holís-ticos psicoanalíticos —derivados de ob-servaciones clínicas—, pues no se en-contrarían correlaciones con resultadosexperimentales; se trata más bien deaprovechar su dimensión heurística yplantearse los problemas experimentalesque suscitan: hallar los resultados deéstos, inferir generalizaciones y contras-tarlas con las psicoanalíticas. En conse-cuencia, los dos métodos —el clínico yel experimental— son complementariosmás que excluyentes: cada uno verificaal otro.

EL ENFOQUE TEORICO

Hasta aquí se han propuesto una se-rie de perspectivas o enfoques (el ana-lítico-biográfico, el socio-cultural, el ins-titucional-profesional, el epistemológico)que se consideran insustituibles para rea-lizar la historia del psicoanálisis y cuyaentidad les hace merecedores de un tra-tamiento relativamente autónomo. Sinembargo, su último significado ha dequedar referido a lo que constituye elnúcleo central de la historia del psico-análisis: el análisis del desarrollo de lasteorías y conceptos psicoanalíticos pro-piamente dichos. En última instancia, elobjeto de la historia de una ciencia —yel psicoanálisis aspira a ser consideradocomo tal— es dar cuenta de la evolución,modificación y reorientación de los con-ceptos y métodos que forman su cuerpoteórico. Todo lo demás, o sirve a esteobjetivo, o es la historia de otra cosa.

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128 EstudiosAsí, pues, las otras perspectivas histó-ricas deben ser contempladas como ins-trumentos teóricos que iluminan el aná-lisis de las causas históricas que explicanel devenir teórico del psicoanálisis. Lasbiografías son importantes, sin duda; elanálisis de la dinámica de las institucio-nes y escuelas también lo es...; pero loque constituye la verdadera historia deuna ciencia es su desarrollo disciplinarinterno (Toulmín, 1972), el desarrollode sus propuestas teóricas y metodoló-gicas. En definitiva, el enfoque que aquíse define bajo el calificativo de «teóri-co» viene a confundirse con el objetopropiamente dicho de la historia delpsicoanálisis, y en él deben confluir losresultados procedentes de los demás en-foques.

Sin embargo, sorprende comprobar lageneralizada insuficiencia —por no ha-blar de ausencia— de este tratamiento.Es cierto que la presentación sistemá-tica de las teorías psicoanalíticas cons-tituye un material importante al serviciode este enfoque; en este sentido, ha dereconocerse que los trabajos en estecampo son numerosos: véanse, por ejem-plo, Rapaport (1960), Waelder (1960),Arlow - Brenner (1964), Fine - Moore(1967), Fine (1975), Klein (1976), Wols-tein (1977)... (a los que habría que aña-dir el Hampsted Psychoanalytic Index,de Sandler (1965), y el Diccionario dePsicoanálisis, de Laplanche - Pontalis(1972), textos de obligada consulta).Pero el tratamiento «sistemático» nosustituye al «histórico». Por lo que serefiere a los estudios específicamentehistóricos, se observa asimismo una no-table preferencia por los estudios biográ-ficos, en detrimento de los de orienta-ción temática (véanse los textos citadosen el enfoque «analítico-biográfico»).

Con la destacada excepción de R. Fine(1964, 1973, 1979) —que siempre hasido sensible a esta importante lagunahistórica (su última obra, 1979, quizámás informativa y descriptiva que expli-cativa, ofrece una de las más completasrevisiones históricas de las principalesáreas temáticas abordadas por el psico-

análisis)—, complementada por algún ar-tículo aislado (Gaskill, 1976; Steele-Jacobson, 1978), la historia temático-teórica del psicoanálisis brilla por suausencia y sigue siendo una tarea porhacer.

Por lo demás, la literatura psicoana-litica ofrece, en el mejor de los casos,tratamientos históricos de algunos temasteóricos aislados, en los que con fre-cuencia el énfasis «histórico» queda su-plantado por el énfasis «sistemático».Así, por ejemplo, pueden citarse las revi-siones históricas de la neurosis (Shapiro,1975), de la histeria (Veith, 1965), de lalatencia (Sarnoff, 1976), del superyó(Sandler, 1960), del proceso primario(Noy, 1969), de la metapsicología enge–eral (Rapaport-Grill, 1959; Meissner,1976; Wolstein, 1977), de la persona-lidad (Blum, 1966), de los sueños (Hall,1966; Witkins - Lewis, 1967; Frosch,1976; Garma, 1979), de los instintos(Brunswick, 1954), de la agresión (Bren-ner, 1971), de la represión (Brenner,1957), de la identificación (Koff, 1961),de la libido (Brenner, 1956; Nagerer,1978), de las técnicas terapéuticas (Eiss-ler, 1963; Ehrenwald, 1976; Bergmann-Hartmann, 1977), etc... Como se ha se-ñalado hace un momento, la necesidadde reordenar históricamente las conclu-siones de estos trabajos, de establecersus mutuas interrelaciones y de enrique-cerlos con las tesis históricas procedentesde los otros tratamientos, aún no ha sidosatisfecha.

Ya en el enfoque «institucional-profe-sional» se aludió al estudio de las dife-rentes escuelas e instituciones que con-figuran la compleja geografía psicoana-lítica. Si allí el interés fue de índoleinstitucional, aquí el análisis de las mis-mas debe centrarse en el estudio de susrelaciones teóricas (Munroe, 1955; Ale-xander, 1961; Alexander y otros, 1965;Wyss, 1966; Fages, 1976; D'Amore,1978...).

Finalmente —y a modo de conclu-sión—, conviene salir al paso de posiblesequívocos suscitados a través de la lec-tura de este trabajo. En ningún caso

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Estudios 129se pretende postular la existencia de«varias» historias del psicoanálisis. Lahistoria del psicoanálisis es «una» y «úni-ca» (como «únicos» son los hechos his-tóricos que justifican la razón de serde aquélla). El establecimiento de diver-sos tratamientos o enfoques históricos—supuesta su relativa autonomía— noimplica como consecuencia que a cadauno de ellos le corresponda un discursohistórico diferente; únicamente pone derelieve el carácter pluridimensional dela determinación que sufren los hechoshistóricos. Las teorías psicoanalíticas, encuanto hechos históricos, son, igual que

éstos, efecto de numerosos factores. Lasciencias históricas no renuncian al ori-ginal modelo de explicación científicade la realidad mediante el establecimien-to de relaciones «causa-efecto»; pero síseñalan la inadecuación de la variante«unidimensional» de dicho modelo (qui-zá válida para otras ciencias) en el casoconcreto de su objeto de conocimiento—los hechos históricos.

En definitiva, se trata de construir unasola historia del psicoanálisis, capaz dedescifrar las múltiples causas concurren-tes que hicieron posible su emergenciahistórica y su ulterior desarrollo.

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