honneth intergridad y desprecio

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Integridad y desprecio Motivos básicos de una concepción de la moral desde la teoría del reconocimiento AXEL HONNETH Universidad de Constanza S i s e a d m i t e c o n E r n s t B l o c h q u e l a c o m - p i a d e u n a t e o r í a n o r m a t i v a d e l r e c o p l e t a i n t e g r i d a d d e l h o m b r e , s u d i g n idad, nocirniento recíproco, entre desprecio e sólo se alcanza estableciendo una adecua- integridad humana que Bloch sugirió da protección ante los distintos modos de pero no desarroló, para así poder introfensa y de desprecio personal, entonces ducir una tesis fuerte de sociología moeso significa a la inversa que la integridad ral: la experiencia del desprecio pemde la persona humana depende constitu - nal representa un impulso moral en el tivamente de la experiencia de reconoci- proceso de desarrollo de la sociedad, miento intersubjetivo. El presente texto pues el progreso moral es el resultado quiere aclarar esa conexión, premisa pro- de la lucha por el reconocimiento. E r n s t B l o c h i n t e n t ó m o s t r a r e n s u l i b r o D e r e c h o n a t u r a l y d i g n i d a d h u m a n a q u e e n t o d a s l a s d i f e r e n t e s p r o l o n g a c i o n e s d e l a t r a d i c i ó n i u s n a t u ralista existía el núcleo de una intuición moral única. Como es sabido, el resultado que obtuvo su todavía hoy fascinante investigación consiste en la tesis de que, a diferencia de la perspectiva eudemonista de las utopías sociales, el Derecho Natural se orienta a la protección de la dignidad humana. Con el lenguaje sobrio de las distinciones analíticas, que carece de aquela normalmente típica expresividad de Bloch, se dice en un lugar destacado d el libro: «Las utopías sociales se dirigen en su mayor parte a la felicidad o, por lo menos, a la eliminación de la necesidad y de las circunstancias que la conservan o la producen. Las teorías del Derecho Natural [...] se dirigen predominantemente a la di gnidad, a los derechos humanos, a las garantías jurídicas de la seguridad o la libertad humanas, en tanto que categorías del orgulo humano. Conforme a lo cual, la utopía social se dirige ante todo a la eliminación de la miseria humana, mientras el Derecho Natural ante todo a la eliminación de la humillación humana».'Las formulaciones negativas que Bloch emplea en esta última frase nos permiten conocer las dos consideraciones principales que introduce en su argumentación como premisas determinantes: en primer lugar, que la sustancia de todo aquello que en teoría moral se llama «dignidad hu- * Traducción de Juan Carlos Velasco Arroyo. 78 ISEGORÍA / 5 (1992)pp. 78-92

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Integridad y respeto

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  • In tegr idad y desprec io Mot ivos bs icos de una concepcin de la mora l desde la teor a de l reconocimientoAXEL HONNETH Universidad de ConstanzaSi se admite con Ernst Bloch que la com- pia de una teora normat iva del recopleta integr idad del hombre, su dignidad, nocirniento recproco, entre desprecio e slo se alcanza estableciendo una adecua- integridad humana que Bloch sugiri da proteccin ante los distintos modos de pero no desarroll, para as poder introofensa y de desprecio personal, entonces ducir una tesis fuerte de sociologa moeso significa a la inversa que la integridad ral: la experiencia del desprecio pemde la persona humana depende constitu- nal representa un impulso moral en el tivamente de la experiencia de reconoci - proceso de desarrol lo de la sociedad, miento intersubjet ivo. El presente texto pues el progreso moral es e l resul tado quiere aclarar esa conexin, premisa pro- de la lucha por e l reconocimiento.Ernst Bloch intent mostrar en su l ibro Derecho natural y dignidad humana que en todas las d i ferentes pro longaciones de la t radic in iusnaturalista exista el ncleo de una intuicin moral nica. Como es sabido, el resultado que obtuvo su todava hoy fascinante investigacin consiste en la tesis de que, a diferencia de la perspectiva eudemonista de las utopas sociales, el Derecho Natural se orienta a la proteccin de la dignidad humana. Con el lenguaje sobrio de las distinciones analticas, que carece de aquella normalmente tpica expresividad de Bloch, se dice en un lugar destacado del libro: Las utopas sociales se dirigen en su mayor parte a la felicidad o, por lo menos, a la eliminacin de la necesidad y de las circunstancias que la conservan o la producen. Las teoras del Derecho Natural [...] se dirigen predominantemente a la di gnidad, a los derechos humanos, a las garantas jurdicas de la seguridad o la libertad humanas, en tanto que categoras del orgullo humano. Conforme a lo cual, la utopa social se dirige ante todo a la eliminacin de la miseria humana, mientras el Derecho Natural ante todo a la eliminacin de la humillacin humana.' Las formulac iones negat ivas que Bloch emplea en esta l t ima f rase nos permi ten conocer las dos considerac iones pr inc ipa les que in t roduce en su argumentac in como premisas determinantes: en pr imer lugar , que la sustancia de todo aquel lo que en teor a moral se l lama dignidad hu-* Traduccin de Juan Carlos Velasco Arroyo.78 ISEGORA / 5 (1992)pp. 78-92

  • lIn tegr idad y despreciomana slo se constituye por la va indirecta de una determinacin de los modos de la humillacin y el dao personal; y, en segundo lugar, que tales experiencias negativas de desprecio y ofensa, que eran slo la fijacin de un fin normativo de aseguramiento de la dignidad humana en el proceso histrico, tambin desarrollan un impulso prctico. En la primera premisa est formulada ciertamente una tesis de filosofa moral; en la segunda tesis, si se puede decir as, una de sociologa moral. Por cierto que ambas premisas guardan en Bloch el carcter de hiptesis no diluci dadasf i losf icamente, porque l las ha usado s lo como expediente ter ico para una apropiacin marxista de la t radic in iusnatural ista. Aunque forman el centro ter ico moral de su argumentacin, no las ha hecho ya objeto de una reflexin expresa en el marco hermenutico de la investigacin. De esta manera se le ha mantenido oculto aquello que representaba filosficamente el punto propio de su libro: si un concepto de la dignidad del hombre, de su completa integridad, se logra slo aproximativamente en el camino de una determinacin de los modos de la ofensa personal y el desprec io , entonces eso s ign i f ica a la inversa que la in tegr idad de la persona humana depende const i tut ivamente de la exper iencia de reconocimiento intersubjetivo. Bloch se sirve, sin saberlo, de una teora normativa del reconocimiento recproco. De ah que la integridad del sujeto humano, porque puede llegar a ser herido por la ofensa y el despreci o, se ver en dependencia del beneplcito y aprecio de otras personas. En lo siguiente quiero aclarar un poco ms esa conexin determinada negativamente, que ha sido perfilada as, entre desprecio e integridad humana, que Bloch ha suger ido pero no ha desarrollado. As, en conexin con la primera premisa de su investigacin, pretendo en primer lugar distinguir por de pronto unas maneras de desprecio personal de otras (I). De la distincin entre las tres formas elementales de desprecio resultar despus indirectamente, en el siguiente paso, un examen de la totalidad de experiencias de reconocimiento que el hombre necesita si ha de ser protegido en su integridad (II). Slo despus de esta pieza intermedia de teora del reconocimiento puedo abordar a continuacin la segunda premisa: la premisa de sociologa moral int roducida por Bloch, en la que se af i rma que la exper iencia del desprecio personal representa un impulso moral en el proceso de desarrol lo de la sociedad ( I I I ) .IEn nuestro uso cot id iano del lenguaje est todava asumido como un saber ev idente que la in tegr idad del hombre se debe de modo subconsc iente a la aprobacin o a l reconocimiento de los ot ros su je tos. En la autodescr ipc in de los que se ven t ra tados mora lmente de un modo fa lso juegan hasta hoy un papel dominante categor as ta les que, como las de ofensa o humi l la -ISEGORA 15 (1992) 79

  • Axel Honnetkcin, se ref ieren a formas de desprecio, de- reconocimiento negado. Mediante conceptos negativos de esta ndole se designa una conducta que no representa ya tanto una injusticia, dado que menoscaba a los sujetos en su libertad de accin o les ocasiona daos. Ms bien se refiere a aquel aspecto de una conducta daina por el que las personas son heridas en la comprensin positiva de s mismas que han adquirido por vas intersubjetivas. Aquellos conceptos de desprecio u ofensa en modo alguno se han de emplear, con sentido, sin la referencia implcita a las exigencias que un sujeto plantea a la reaccin reconocedora de su congnere. De ah que nuestro uso cotidiano del lenguaje, que Bloch tambin comparte como evidente, contenga la referenci a a un concepto de la teora de la intersubjetividad, en el que la invulnerabilidad y la integridad del ser humano han de ser consideradas en dependencia con la aprobacin de los otros. En la doctrina hegeliana del reconocimiento, pero ante todo en la psi cologa social de G.H. Mead, este saber intuitivo ha sido transformado dentro del contexto de una teora sistemtica. De ah se considerar la individualiza-c in de l hombre como un proceso en e l que e l ind iv iduo puede consegui r una ident idad prct ica conforme es capaz de cerc iorarse del reconocimiento de s mismo a travs de un crculo creciente de interlocutores? Sujetos capaces de habla y accin slo se constituirn como individuos aprendiendo a referirse a s mismos como un ser bajo la perspectiva de otros que les aprueban, como un ser a quien le corresponden ciertas cualidades y capacidades. De ah forman una conciencia creciente de su individualidad al mismo tiempo que una dependencia progresiva de sus relaciones de reconocimiento que les of rece e l mundo de la v ida de su contexto soc ia l . De esta de l imi tac in in terna de ind iv idual izac in y reconocimiento, de la que tanto Hegel como Mead han partido, resulta aquella especial vulnerabilidad del ser humano, a la que nos referimos mediante el concepto de desprecio: dado que la autoimagen normativa de cada hombre, su Me, como dira Mead, depende de la posibilidad del continuo reaseguro en el otro que acompaa a la experiencia de desprecio, existe el peligro de una herida que puede llevar al desmoronami ento de la identidad de la persona completa.Ahora es ostensible que todo lo que coloquialmente se designa como desprecio u ofensa parece abarcar grados diferentes de profundidad de la herida psquica de un sujeto: entre la manifiesta humillacin, que se asocia con la privacin de los derechos fundamentales ms elementales, y el sublime abatimiento que va acompaado de la alusin pblica al fracaso de una persona, subsiste una diferencia categorial que amenaza con perderse con el empleo de una nica expresin. Ya la circunstancia de que tendamos tambin a proponer intuitivamente gradaciones en el contracon-cepto posi t ivo de respeto indica d i ferencias in ternas, que exis ten entre las formas de desprecio: a la in t roduccin de este concepto en la teor a80 ISEGOR(A 15 (1992)

  • Integr idad y despreciomoral kant iana se ret rot rae una d iscusin pers is tente hasta hoy en la que con d i ferentes medios, sean fenomenolgicos o anal t ico-lingsticos, se ha emprendido el intento de diferenciar grados de desprecio de otra persona segn qu caractersticas de personalidad llegan a ser reconocidas en ella y de qu modo.' Me remito implcitamente al curso del debate ah aludido, cuando emprendo el intento de destacar sistemticamente cada una de las tres maneras de desprecio frente a las dems; sus diferencias deben medirse por el grado en que pueden perturbar la relacin prctica de una persona cons igo misma pr ivndola de l reconocimiento de unas determinadas pretensiones de ident idad.Si se adoptara ta l punto de v is ta como medida de comparac in, entonces cobrara sentido partir de un tipo de desprecio que roza el estrato de la integridad fsica de la persona: aquellas formas de maltrato practicado, en las que a una persona le son retiradas por la fuerza todas las posibi lidades de libre di sposicin sobre su cuerpo, representan la manera ms primitiva de humillacin personal. El motivo es el siguiente: que cada tentativa, contra la voluntad de una persona e independientemente de la intencin, de apoderarse de su cuerpo produce un grado de humillacin tal, que afecta de manera destructiva ms profundamente que cualquier otra forma de maltrato en la relacin prctica consigo mismo. Lo peculiar de estas maneras de vulneracin fsica, como ocurre con la tortura o con la violacin, no es que impliquen dolor corporal propiamente dicho, sino su unin con el sentimiento de estar expuesto indefenso a la voluntad de otro sujeto hasta la privacin consciente de la realidad .4 El maltrato fsico de un sujeto representa un tipo de desprecio que hiere per sistentemente la confianza antes aprendida en la capacidad de coordinacin autnoma del propio cuerpo. De aqu la consecuencia lg ica, junto a una especie de vergenza soc ia l , de prd ida de conf ianza en s mismo y en e l mundo, prd ida que a lcanza n ive les fsicos del trato con otros sujetos. Por tanto, el reconocimiento de que aqu se priva a la persona por el desprecio es el evidente respeto de aquella disposicin autnoma sobre el propio cuerpo, respeto que por su parte slo ha sido adquirido en la socializacin por medio de experiencias de inclinacin emocional. La lograda integracin entre cualidades corporales y espirituales de comportamiento se romper ulteriormente en cierto modo desde fuera, y por e l lo se destruye pers is tentemente la forma ms e lementa l de re lac in con uno mismo: la conf ianza en s mismo.De este t ipo ext remo de desprec io, que ya in terrumpe la cont inu idad de la imagen posi t iva de s mismo en e l p lano corpora l , cabe desl indar aquel las formas de humi l lac in que afectan a la autocomprensin normat iva de una persona. Con el lo se alude a t ipos de desprecio personal que se causan a un sujeto, de manera que quede estructuralmente excluido de la posesin de determinados derechos dentro de una sociedad. Por de-ISEGORA 15 (1992) 81

  • lAxel Honnethrechos se entienden aquellas pretensiones individuales con las que puede contar legtimamente una persona para su realizacin social, dado que participa en su organizacin institucional con los mismos derechos como miembro pleno de una comuni dad. Si se le retienen sistemticamente cier tos derechos de este tipo, tambin implica esto la afirmacin de que no se le concede en igual medida que a los otros miembros de la sociedad la capacidad de imputacin moral. Lo especial en estas formas de desprecio, como acontece en la privacin de derechos o en la marginacin social, representa no slo la l imitacin comparativa de la autonoma personal sino tambin su conexin con el sentimiento de no poseer el status de sujetos con igualdad moral de derechos y con pleno valor. El hecho de que se preserven las pretensiones jurdicas, socialmente vlidas, de no ser daado en las expectativas intersubjetivas significa, para el individuo, ser reconocido como sujeto capaz de formular un juicio moral; en esa medida, con la experiencia de la privacin de derecho se da tpicamente tambin una prdida de autoestima, de la capacidad de referirse a uno mismo como inter locutor en igualdad de derechos con sus congneres.5 Con lo cual , e l reconocimiento de que se pr iva a una persona por medio del desprecio es el respeto cognitivo de una capacidad de imputacin moral, que por su parte slo ha sido adquirida con gran esfuerzo en procesos de interaccin socializadora. Frente a ese segundo tipo de desprecio, que arrastra la autocomprensin normativa de un sujeto a la compasin, se puede establecer an un ltimo tipo de humillacin que se refiere negativamente al valor social de individuos o grupos; slo con estas formas en cierto modo valorat ivas del desprecio, de la profanacin de la d ign idad de los modos de v ida ind iv idua les o co lec t ivos , se cons igue rea lmente la forma de compor tamiento a la cual hoy en da se alude de manera coloquial ante todo con conceptos tales como ofensa o deshonra. Por honor, dignidad o, dicho con un trmino moderno, por status de una persona se entiende la medida de aprecio social que corresponde a su modo de autorrealizarse en el horizonte de la tradicin cultural de una sociedad;b si esta jerarqua social de valores estuviera constituida de manera que desprestigiara formas de vida o convicciones individuales considerndolas de menos valor o defectuosas, entonces se quitara al sujeto afectado toda posibilidad de atribuir un valor social a sus propias capacidades. La degradacin valorativa de determinados patrones de autorrealizacin tiene como consecuencia, para su portador, que tales patrones no puedan referirse a la realizacin de su vida como a algo que dentro de su comunidad tuviera una significacin positiva; para el individuo se da tambin tpicamente, junto a la experiencia de una devaluacin social semejante, una prdida de autoest ima personal y de la oportunidad, por tanto, de poder comprenderse a s mismo como un ser aprec iado por sus cua l idades y capac idades caracter s t icas . El reconocimiento del que la persona se ve aqu pr ivada por e l despre-82 ISEGORA 15 (1992)

  • Integr idad y desprecioc io es la aprobacin socia l a una forma de autorreal izac in que e l la misma tuvo que encontrar fa t igosamente con ayuda tan slo del est mulo creado por la so l idar idad del grupo.Es ahora t p ico, para los t res grupos de exper iencias de desprecio que de esta manera se pueden diferenciar analticamente uno de otro, que sus consecuencias individuales sean siempre descritas con metforas que aluden a desgracias para el cuerpo humano: en las investigaciones psicolgi cas que rastrean las secuelas personales de las experiencias de tortura o de violacin, se habla a menudo de muerte psquica; dentro del mbito de investigacin que, tomando como ejemplo la esclavitud, se ocupa del proceso colectivo con que se engendra la privacin de derechos y la marginacin socia l , se ha in t roducido e l concepto de muerte soc ia l; y en referencia al tipo de desprecio que se encuentra en la denigracin de la dignidad cultural de una forma de vida, es la categora de ultraje (KMnkung) la que se aplica preferentemente.' Con este tipo de alusiones metafricas al padecimiento fsico y a la muerte se expresa lingsticamente que a las distintas formas de desprecio por la integridad psquica del ser humano les corresponde el mismo papel negativo que adoptan las enfermedades orgnicas en relacin con la reproduccin de su cuerpo: por la v ivenc ia de la humi l lac in y e l rebajamiento soc ia l , pe l igran los seres humanos en su ident idad tanto como pel igra su v ida f s ica ante e l padec imiento de enfermedades. Si esta relacin, indicada por nuestra prctica lingstica, no es totalmente inaceptable, entonces como consecuencia de nuestra sinopsis sobre las diferentes formas de desprecio tendran que poderse extraer tambin conclusiones en orden a lo que, por as decir, contribuye a la salud psquica, a la integridad del ser humano; a la prevencin de enfermedades correspondera, visto as, la garanta social de relaciones de reconocimiento que sean capaces de proteger lo ms ampl iamente pos ib le a los su je tos cont ra la exper iencia del desprecio. La tes is ah indicada quis iera intentar expl icar la brevemente en la segunda parte.IIS i a la defensa de la in tegr idad humana por medio de la protecc in f rente a l menoscabo de la d ignidad y a la ofensa la consideramos, a l igual que Ernst Bloch, como el motivo moral central que se encuentra detrs de todas las versiones de la tradicin iusnaturalista, entonces puede dar un giro positivo el problema que aqu se plantea, pues la diferenciacin de tres formas de desprecio, objeto de las anteriores reflexiones, contiene ya la referencia indirecta a aquellas relaciones de reconocimiento intersubjetivo, cuya existencia, en conjunto, constituye el presupuesto para la integridaddel ser humano. Los su je tos con capac idad de acc in, como Hegel y Mead demostraron conv incentemente, deben a la exper ienc ia de l reconoci -ISEGORA 15 (1992) 83

  • Axel Honnethmiento recproco la pos ib i l idad de formacin de una re lac in posi t iva consigo mismos: su Yo prctico, dado que aprende a tener confianza y respeto en s mismo desde la perspectiva de la reaccin aprobatoria de los interlocutores, est orient ado hacia relaciones intersubjetivas en las que puede experimentar el reconocimiento. Pero en estas relaciones de reconoci miento recproco tambin hay que efectuar las mismas diferenciaciones que se hallaron en las distintas formas de desprecio social, pues cada una de las diferentes formas de ultraje y menoscabo de la dignidad haba daadoun par t icu lar t rato de re lac in posi t iva con uno mismo cuyo desarro l lo formacional mani f iestamente slo puede deberse de nuevo, por su par te, a la ex is tencia de un par ticular trato de reconocimiento en cada caso. En esa medida, la diferenciacin de las tres formas de desprecio nos da una clave para distinguir entre el mismo nmero de relaciones de reconocimiento mutuo; stas, si nuestras reflexiones son correctas, establecen la infraestructura moral de un mundo de vida social en el que los individuos pueden no slo adquirir sino tambin mantener su integridad como personashumanas.El punto de par t ida de mis d i ferenciac iones lo representaban aquel los t ipos de desprecio que se encuentran en las humillaciones fsicas tales como la tortura y la violacin. Por eso podan servir como forma fundamental de degradacin del hombre ya que le privan de la autonoma incor porada en el trato consigo mismo y destruyen con ello una parte de la elemental confianza en el mundo. La relacin de reconocimiento que corresponde a esta forma de desprecio, dado que ayuda al individuo en la formacin de tal confianza en s mismo vinculada al cuerpo, es la de una inclinacin emociona l que e l romntico, como Hegel, ha intentado captar con el concepto de amor. Como las necesidades y los afectos en cierto modo slo pueden obtener confirmacin, en definitiva, siendo directamente satisfechos o correspondidos, el reconocimiento mismo tiene que poseer aqu el carcter de aprobacin afectiva y de estmulo; en esa medi da esta relacin de reconocimiento est tambin vinculada a la existencia corprea de otros concretos que se dispensan mutuamente sentimientos de estima. La actitud positiva que cabe al individuo adoptar para consigo mismo cuando experimenta un reconocimiento afectivo de este tipo es la de la confianza en s mismo; con esto se alude al estrato fundamental de una seguridad emocional y corprea en la expresin de las propias necesi dades y sensaciones, que consituye el presupuesto psquico para el desarrollo de todas las dems actitudes de autoestima.$ No hay que generalizar este modo de reconocimiento recproco ms all del crculo de las relaciones sociales primarias como es el caso de las vinculaciones afectivas que siguen el patrn de las familias, amistades o relaciones amorosas. Dado que las ac t i tudes de a f i rmac in emociona l es tn v incu ladas a los requ is i tos ind iv idua lmente no d isponib les de s impat a y a t racc in, no se pueden84 ISEGORA 15 (1992)

  • sIn tegr idad y despreciotransfer i r a voluntad a un nmero mayor de inter locutores. De aqu se desprende que a esta relacin de reconocimiento es inherente un part icular ismo moral que no se puede deshacer por medio de n ingn in tento de general izac in.Del mal t rato f s ico, que corresponde posi t ivamente a la favorable inc l inac in emocional en re lac iones pr imar ias de este t ipo, se pudo d i ferenciar como una segunda forma de desprecio la privacin de derechos y la marginacin social; con este desprecio se degrada a un ser humano de manera que no se le concede en el interior de su comunidad social la capacidad de responsabilidad moral propia de una persona con plenitud de derechos. De acuerdo con ello, este tipo de desprecio debe corresponderse con una relacin de reconocimiento recproco en la que el individuo aprende a comprenderse desde e l punto de v is ta de las personas con las que se in ter re lac iona como un por tador igual de derechos; como mecanismo por el que esto acontece identific G.H. Mead el proceso de adopcin de la perspectiva de un otro generalizado, proceso que garantiza al sujeto (Selbst) de la relacin prctica consigo mismo (Selbstbeziehung), junto con la imposicin de ciertas obligaciones, a la vez la satisfaccin de determinadas exigencias. A esta relacin de reconocimiento corresponde, como se deduce de ello, un carcter primariamente cognitivo al contrario de lo que acontece en las re lac iones n t imas: ego y a l ter se reconocen mutuamente como personas su je tos de derechos porque poseen un saber comn de aquellas normas que regulan los derechos y deberes que, por as decir, les competen en el marco de la comunidad en cada caso. La actitud positiva que puede adoptar un sujeto para consigo mismo cuando experimenta este reconocimiento jurdico es la de una elemental autoestima; le cabe considerarse como una persona que comparte con todos los dems miembros de su comunidad las caractersticas de un actor moralmente responsable? La re lacin jur d ica permite, a l contrar io que la re lacin de reconocimiento que se da en la relacin primaria, una generalizacin del medio de reconocimiento que le es propio, en dos direcciones: una expansin de contenido y otra social de los derechos. En el primer caso, el derecho gana en contenidos materiales, con los que de manera progresiva consiguen consideracin jurdica las diferencias de oportunidades indivi duales para la realizacin de las libertades garantizadas intersubjetivamente. En el segundo caso, al contrario, se universaliza la relacin jurdica, en el s ent ido de que a un c rcu lo crec iente de grupos hasta ahora marginados o per jud icados le son reconocidos los mismos derechos que a l resto de los miembros de la comunidad. De ah que a la re lac in de reconocimiento por medio del derecho le sea inherente un un iversa l ismo de pr inc ip ios que a lcanza su desenvo lv imiento a t ravs de luchas h is tr icas .Finalmente, el tercer t ipo de desprecio -t ras el que iba en mi propuesta de d i ferenciac in- cons is t a en la degradac in de l va lor soc ia l deISEGORA 15 (1992) 85

  • eAxel Honnethlas formas de autorrea l izac in; estas muestras de degradacin va lorat iva de determinadas formas de v ida t ienen como consecuencia para los su je tos afectados el no poderse referir positivamente, en el sentido del aprecio social, a sus capacidades adquiridas a lo largo de la propia historia vital. De ah que la relacin de reconocimiento que corresponde a esta forma de desprecio sea la que pueda ayudar al individuo a una autoestima de este tipo, una relacin de aprobacin solidaria para formas de vida alternativas; en esta relacin encontraran los sujetos, con sus caractersticas ind iv idua les, como personas indiv idual izadas a lo largo de su b iograf a personal , e l reconocimiento recprocamente a lentador. Mead argument, con la mirada puesta en tal relacin de reconocimiento: dado que el sujeto (Selbst) de la autorrelacin prctica (Selbstbeziehung) tiene que cerciorarse de s no slo en tanto que ser autnomo sino tambin como ser individual, tiene que poder situarse adems en la perspectiva de un otro generalizado que le proporcione aprobacin intersubjetiva en su pretensin de unicidad e insustituibilidad;' de la posibilidad de tal autoconfirmacin tica se cuida una re lac in de reconocimiento mutuo, en la que ego y a l ter se encuentran dentro de l hor izonte de unos va lores y metas que les sealan recprocamente el irrenunciable significado de la propia vida de cada uno para el correspondiente otro. Mientras esta forma de reconocimiento tenga que presuponer la experiencia vital de cargas y responsabilidades compartidas, tambin estar siempre involucrado en ella, ms all del momento cognitivo de un saber tico, un elemento afectivo de participacin solidaria. La actitud positiva que puede adoptar un sujeto consigo mismo cuando se le reconoce de esta manera es la de una valoracin de la propia persona: dado que es respetado por sus inter locutores como una persona biogrf icamente individualizada, puede identificarse el sujeto sin restricciones con sus cualidades especiales y sus capacidades. Lo especial de esa relacin tica de reconocimiento es tambin para Mead la circunstancia de que esto apunta ntimamente a la posibilidad de una sucesiva apertura a las tendencias realizadoras del sujeto (Selbst): las normas ticas, a cuya luz se pueden reconocer mutuamente los individuos en su particularidad ind iv idual , estn abiertamente a favor de un proceso de ruptura con la t radic in, en el curso de la cual p ierden su carcter jerarquizador y prescr ipt ivo por su general izacin creciente. De aqu que esta re lac in de reconocimiento de la sol idar idad de la et ic idad (Si t t l ichkei t ) conl leve un pr inc ip io de d i ferencia igual i tar ia, que puede lograr su desenvolv imiento bajo la pres in de los su je tos ind iv idua l izados.Con estos t res patrones de reconocimiento (e l amor, e l derecho y la sol idar idad) quedan establec idos aquel los requis i tos formales de las re lac iones de in teracc in en cuyo contexto pueden los seres humanos sent i rse seguros de su d ign idad o in tegr idad. Las mencionadas determinac iones son formales, porque con ayuda de los t ipos de reconoc imiento s lo pue-86 ISEGORA 1 5 (1992)

  • Integr idad y desprecioden per f i larse caracter s t icas est ructura les de los modos de comunicacin, pero no in tentan establecer adems sus formas de real izac in inst i tuc ional; asimismo, con la enumeracin de los tres patrones de reconocimiento quedan tambin mencionadas las infraestructuras morales que tienen que pertenecer a un mundo de vida social si ha de proteger a sus miembros. De acuerdo con esto, aqu integridad tambin es capaz de significar que un sujeto puede saberse apoyado por la sociedad en todo el espectro de sus relaciones prcticas consigo mismo; si participa en un mundo de v ida soc ia l en e l que quepa encontrar escalonados esos t res pat rones de reconocimiento, sea cual sea su forma de concrecin, puede referirse a s mismo mediante los modi positivos de la autoconfianza, la autoestima y el autoaprecio. Para la tesis de filosofa moral que ha desarrollado Bloch en su gran investigacin, surge de estos razonamientos, con todo, la posibilidad de una reformulacin positiva: la moral defiende -si se la toma como institucin para proteger la dignidad humana- la reciprocidad del amor, la universalidad de los derechos y el igualitarismo de la solidaridad contra la entrega a la v io lencia y a la opresin; con otras palabras, le es propio un inters por e l despl iegue de aquel los pr inc ip ios que subyacen est ructura lmente a las d iversas formas de reconocimiento. Ahora b ien: que un e lemento de la realidad social deba favorecer, en el proceso histrico, a una moralidad as entendida es la segunda premisa de sociologa moral en la investigacin de Bloch; en ella quisiera entrar todava, en la ltima parte de mis reflexiones, con unas cuantas citas paradigmticas.IIIB loch ha l lamado la atencin en d i ferentes lugares de su l ibro -nunca s in embargo s in e l pathos que le es prop io- sobre las fuentes morales de motivacin de los cambios sociales: sin la sensacin aadida de la digni dad herida -as consta all- la mera experiencia de necesidad econmica y dependencia poltica nunca se hubiera convertido histricamente en una fuerza impulsora de los movimientos subversivos prcticos; a la escasez econmica o a la opresin social siempre hubo que aadir el sentimiento de ser despreciados en la exigencia de integridad de la propia persona, antes de que pudieran convert i rse en mot ivo inductor de los levantamientos revolucionarios." Con reflexiones de esta ndole, para las que en su investigacin apenas se pueden localizar justificantes histricos, Bloch ha pretendido resaltar una disposicin moral en el hombre, disposicin que favorece la moral del Derecho Natural definida por l negativamente: no es en fuentes positivas de motivacin, como el altruismo o el respeto, donde la moral puede encontrar un apoy prctico dentro de la realidad social, sino en la experiencia del desprecio social, experiencia que se presenta espontnea y re i teradamente. En estas ref lex iones me parece a m apunta-ISEGORA / 5 (1992) 87

  • Axe1 Honnethda la re ferenc ia a una const rucc in con la cual se puede a l lanar una p izca ms e l df ic i t en la teor izac in de las mot ivac iones que hay en la teor a mora l contempornea;" en todo caso, esa const rucc in presupone que las determinac iones de los cometidos de la moral estn ms directamente arraigadas en las pretensiones intersubjetivas de los sujetos corpreos de lo que acontece tal vez hoy en una fundamentacin de la moral desde teoras lingsticas.Los seres humanos, remi t indonos por l t ima vez a la v is in de Hegel y Mead, es tn neces i tados de l reconoc imiento in tersub je t ivo de sus capac idades y obras para poder lograr as una relacin satisfactoria consigo mismos. Si faltara esa forma de aprobacin social, en cualquier nivel de su desarrollo, se abrira, por as decir, un vaco psquico en su personalidad que buscara expresarse mediante reacciones afectivas de ndole negativa como la vergenza o la ira, el ultraje o el menosprecio. De ah que la experiencia del desprecio vaya acompaada siempre de sensaciones afectivasque pueden revelar a l ind iv iduo, por pr inc ip io , que le son negadas determinadas formas de reconocimiento soc ia l . Para hacer p laus ib le esta comple ja tes is , a l menos a grandes rasgos, se recomienda conectar la con un concepto de los sent imientos humanos que se remi te a la ps ico loga pragmat is ta de John Dewey.En algunos escr i tos tempranos, Dewey se haba opuesto a la interpretac in, ampl iamente ex tend ida, segn la cua l la susc i tac in de sent imientos en los seres humanos se deba comprender como forma expresiva de estados de nimo internos. Quera mostrar que, partiendo de una concepcin de este tipo -tambin cabe encontrarla en William James-, se desconoce forzosamente la funcin de los sentimientos referida al comportamiento, pues siempre se presupone el acontecer psquico como un interior para las acciones dirigidas hacia fuera.'3 El punto de partida de la argumentacin de Dewey representa la observacin de que los sent imientos slo aparecen, a l f in y a la postre, en e l horizonte de vivencias del hombre dependiendo positiva o negativamente de la ejecucin de los actos, a saber: o bien acompaan, en tanto que estados de excitacin vinculados con el cuerpo, a la experiencia de comunicaciones especialmente satisfactorias (con cosas o personas), o bien surgen como vivencias de rechazo por la ejecucin de actos fallidos o impedidos. El anlisis de tales vivencias de rechazo le pone a Dewey en la mano la llave que le permite a lcanzar una concepc in de los sent im ien tos humanos desde la teor a de la acc in. Como consecuenc ia de esta concepc in, los sent imientos negat ivos ta les como i ra , ind ignac in y pena const i tuyen e l lado a fect ivo de aquel la desviacin atencional hacia las expectativas propias, desviacin que ha de presentarse en el momento en que tras haber realizado una accin no puede encontrarse la correspondencia planeada; con sentimientos positivos como alegra u orgullo reacciona sin embargo el sujeto cuando se le libera de88 ISEGORA 15 (1992)

  • Integr idad y despreciogolpe de un estado de exci tac in gravoso, porque ha podido encontrar para un problema apremiante de comportamiento una soluc in adecuada y afor tunada. En resumen, los sent imientos representan, segn Dewey, las reacciones afect ivas en e l rechazo del x i to o del f racaso de nuestras in tenc iones de compor tamiento.De este punto de part ida general se abre un camino para nuevas di ferenc iac iones s i se d is t inguen con ms exact i tud los t ipos de per turbac iones que pueden, por pr incip io, hacer fracasar el comportamiento habitual del hombre. Dado que perturbaciones o fracasos de este tipo se miden siempre por las expectativas que preceden orientativamente a la ejecucin de un acto, se ofrece una primera subdivisin grosso modo segn dos tipos diferenciables de expectativas: el comportamiento rutinario de los seres humanos puede chocar con impedimentos o bien en el marco de las expectat ivas ins t rumenta les de x i to o en e l marco de las expectat ivas normat ivas de comportamiento. Si f racasan acc iones orientadas al xito, a causa de resistencias que les salen al paso imprevisiblemente en el campo de cometidos a dominar, conduce esto a perturbaciones tcnicas en el ms amplio sentido; por el contrario, si hay situaciones en que fallan acciones reguladas por normas porque resultan stas daadas en tanto que normas vlidamente supuestas, entonces esto conduce a conflictos morales en el mundo de vida social. Este segundo grupo de ejecucin f rustrada de actos const i tuye el hor izonte empr ico en que las reacciones afectivas morales del hombre tienen su sede prctica; cabe entender, en el sentido de Dewey, a los sentimientos morales como excitaciones emocionales con las que reaccionan los seres humanos cuando experimentan un rechazo imprevisto de su comportamiento debido a una lesin en las expectativas normativas de conducta. Las diferencias entre las reacciones afectivas par ticulares se miden, de modo enteramente elemental, tomando en cuenta si la lesin de la norma -lesin que es lo que frena al acto-viene causada por el propio sujeto agente o por sus interlocutores: en el primer caso se trata de sentimientos de culpa, en el segundo de afectos de indignacin moral con los cuales la persona experimenta el rechazo de sus actos. Pero en ambos casos es vlido lo que Dewey consider como tpico de estas situaciones de vivencia afectiva de un comportamiento que se rechaza, a saber: que, junto con la desviacin de la atencin hacia las expectativas propias, se hacen a la vez conscientes sus elementos cogni tivos (aqu, por tanto, el saber moral), por los cuales se haba dejado guiar e l comportamiento planeado y ahora f renado.De los sent imientos mora les es la vergenza e l que posee e l carcter ms abier to , s iempre y cuando no se ent ienda por e l la s lo e l miedo -c la ramente de un arraigo antropolgico profundo- a la mera expos ic in de l prop io cuerpo; en e l caso de la vergenza no queda estab lec ido de antemano desde cul de los lados de la in teracc in se in f r inge la norma mora l queISEGORA 15 (1992) 89

  • Axel Honnethfal ta, por as decir , a l sujeto para la rut inar ia cont inuacin de su comportamiento. El contenido afect ivo de la vergenza consis te ante todo -tal como las posturas psicoanalticas y fenomenolgicas concuerdan en mantener - en una especie de hundimiento de la propia sensacin de autoestima; el sujeto que, con la vivencia del rechazo de su comportamiento, se avergenza de s mismo, se siente de un valor social menor del que haba supuesto anteriormente; esto, considerado desde el punto de vist a psicoanaltico, significa que por la paralizadora lesin de una norma moral no se ve afectado aqu negat ivamente e l super-ego, sino el ideal del ego de un sujeto.14 Este t ipo de vergenza que slo se vive en presencia de los otros sujetos de interaccin reales o imaginarios, sobre los que en cierto modo recae el papel de testigos del lesionado ideal del ego, puede de nuevo deberse al propio sujeto como causa de ella o puede achacarse a la culpa ajena: en el primer caso el sujeto se experimenta a s mismo, por ello, como de menos valor, porque ha infringido una norma moral cuyo cumplimiento constitua un fundamento de su propio ideal del Yo; en el segundo caso, s in embargo, e l su jeto resul ta humi l lado por una sensacin de fa l ta del propio valor debido a que los sujetos con los que se interrelaciona violan normas morales cuyo cumplimiento ha permitido considerarle como la persona que l, de acuerdo con sus ideales del Yo, desea ser. Y aqu se desata la crisis moral en la comunicacin, al resultar defraudadas expectativas que el sujeto agente crey poder transferir a la disposicin respetuosa de su prjimo. En tal medida, este segundo tipo de vergenza moral representa la suscitacin de un sentimiento que domina al sujeto cuando, a causa de la exper ienc ia de un desprec io de sus pre tens iones como un Yo, senc i l lamente ya no es capaz de segui r ac tuando. Lo que descubre de s mismo a t ravs de esta sensac in es la const i tu t iva dependencia de su propia persona del reconocimiento de los ot ros.En esta reaccin afect iva de vergenza t iene, por e l lo , un dbi l as idero empr ico una moral que intenta hacer valer los pr inc ip ios del reconocimiento recproco. Dentro de tales principios, se ve facultada para pedir la palabra una vez y otra, renovadamente, la conviccin cognitiva de que lo que sucede en la praxis del desprecio causa daos a las condiciones inter subjetivas de la socializacin humana. Slo porque los sujetos humanos no pueden reaccionar de manera afectivamente neutra ante ultrajes sociales como son el maltrato fsico, la privacin de derechos y la degradacin, tienen tambin una c ier ta opor tunidad de real izarse dentro del mundo de v ida socia l los pr inc ip ios de una moral concebida como teor a del reconocimiento, pues toda reaccin afect iva de carcter negat ivo que se s igue de la exper ienc ia de un desprec io a las pretens iones de reconoc imiento, cont iene en s de nuevo la pos ib i l idad de que se patent ice tambin cogni t ivamente a l su je to afectado la in just ic ia que se le in f l ig i .Las d i ferentes conmociones mora les de carcter a fec t ivo con que los90 ISEGORIA 1 5 (1992)

  • Integr idad y desprecioseres humanos reacc ionan f rente a la o fensa y a l desprec io cont ienen dentro de s, de este modo, la oportunidad para una idealizadora anticipacin de relaciones de reconocimiento logrado y no distorsionado. Cun dbil es, en verdad, este asidero prctico de la moral dentro de la realidad social, lo demuestra el hecho de que en tales reacciones afectivas la injusticia del desprecio no tiene que manifestarse, sino que precisamente slo puede hacerlo: que el potencial cognitivo inherente a los sentimientos de ver genza social y humillacin se convierta en una conviccin moral depende en gran parte de en qu condic iones se encuentre e l entorno pol t ico-cu l tural de los sujetos afectados. Para elegir una respuesta af i rmat iva t iene que existir el medio de articular un movimiento social, si es que la experiencia del desprecio debe llegar a ser una fuente motivadora de acciones de resistencia poltica. Pero una vez que la condena -fundada en nuestros afectos- del desprecio y la ofensa ha adoptado la forma de una lucha social, entonces esa condena representa un inters emprico que se corresponde con el objetivo terico de la moral. De ah que una concepcin de la moral desde la teor a del reconocimiento no puede prescindi r de la as is tenc ia de invest igac iones h is tr icas y soc io lg icas capaces de most rar que el progreso moral es e l resul tado de una lucha por e l reconocimiento.NOTAS1. Bloch, Ernst: Naturrecht und menscNiche Wrde, Francfort, 1961, p. 234. [Hay traducc in caste l lana de Felipe Gonzlez Vincn, Madrid, Aguilar, 1980, p. 209, N. del T.]2. He intentado reconstru i r este concepto de un modo ms prol i jo en mi escr i to de habi l i tacin (Honneth, Axel: Kampf um Anerkennung. Ein Theorieprogramm in Anschluss an Hegel und Mead, Habi l i tat ionsschr i f t , Francfor t . [El trmino Kommunikat ionspartner se ha t raducido a lo largo de este ar t culo como inter locutor; de cualquier modo el vocablo a lude al socio o compaero con el que se establece una comunicacin. N. del T. ]3. Cfr. Gurwitsch, Aron: Zur Geschichte des Achtungsbegri f fs und zur Theorie der si t t l ichen Gefhle, Inaugural-Dissertat ion, Wurzburgo, 1987; von Ihering, Rudolph: Der Zweck im Recht, Vol. I I , Leipzig, 1905, pp. 388 y ss.; hoy con medios de anl is is l ingst ico: Daiwal l , Stephen L.: Two Kinds of Respect, en Ethics, vol. 88, n. 1, pp. 36 y ss.4. Sobre la pr ivacin del sent ido de la real idad mediante la tortura, puede consultarse un excelente t rabajo: Scarry, Elaine: The Body in Pain. The Making and Unmaking of the World, Nueva York/Oxford, 1985, cap. 1; una s ipnosis de la invest igacin se puede encontrar en Frankenberg, Gnther: Pol i t isches Asyl -g in Menschenrecht?, en Kr i t ische Just iz .5. Sobre la relacin entre derechos y autorrespeto cfr. Feinberg, Joel: The Nature and Value of Rights, en Rights, Just ice and the Bounds of L iberty. Essays in Social Phi losophy, Pr inceton, 1980, pp. 143 y ss. ; ahora de un modo ms anal t ico: Wi ldt , Andreas: Recht und Selbstachtung, Ms. 1990.6. Entre una inabarcable l i teratura, para m la aportacin ms clar i f icadora: Korff , Wilhelm: Ehre, Prest ige, Gewissen, Colonia, 1966. Bajo el punto de vista sociolgico resulta interesante: Berger, Peter: On the Obsolescence of the Concept of Honor, European Journal of Sociology, 11 (1970), p. 339; Speier, Hans: Honor and Social Structure, en Id.: Social Order and the Risks of War. Papers in Political Sociology, Nueva York, 1952, pp. 36 y ss.7. En la d i reccin de una categora de muerte psquica son acertadas, v.gr . , las invest i -ISEGORA 15 (1992) 91

  • Axel Honnethgaciones de Bruno Bettelheim, cfr . Erziehung zum Oberleben. Zur Psychologie der Extrenasituation, Munich, 1982, principalmente Parte 1; sobre la categora de muerte social cfr. entre otros: Patterson, Orlando: Slavery and Social Death. A Comparative Study, Cambridge/Mass., 1982; Meil lassoux, Claude: Anthropologie der Sklaverei, Francfort, 1989, Parte I , cap. V.8. Sistemt icamente sobre autoconf ianza como resul tado de tempranas exper iencias infant i les de car io cfr . Er ikson, Er ika H.: Ident i tt und Ubenszyklus, Francfort , 1974, especia lmente pp. 62 y ss. ; y ya en e l contexto de una teor a del reconocimiento or ientada conceptualmente a Hegel, pero desarrollada psicoanalticamente, cfr. Benjamin, Jessica: The Bonds of Love. Psychoanalysis, Feminism, and the Problem of Domination, Nueva York, 1988, especial mente cap. 1.9. Sobre este tema cfr. Mead, G.H.: Geist, Identiot und Gesellschaft, Francfort, 1973, p. 236 y ss. [Hay traduccin castel lana en Buenos Aires, Paids, 1972, N. del T.] Para la reconstruccin bajo el punto de vista del autorrespeto cfr . Tugendhat, Ernst: Selbstbewusstsein und Selbstbest immung, Francfort , 1979, Leccin 12, pp. 282 y ss.10. Sobre este tema cfr. Mead, G.H.: Geist, Identitat und Gesellschaft, o. cit., pp. 244 y ss. Mi propia reconstruccin apunta en esa misma direccin (Honneth, Axel : Kampf um Annerkennung, o. c i t , especia lmente pp. 183 y ss. ) .11. Cfr. Bloch, Ernst: Naturrecht und menschliche Wrde, o. cit. , p. 309.12. Adems, y con la v is ta puesta en Max Horkheimer: Schndelbach, Herbert : Max Horkheimer und die Moralphi losophie des deutschen Ideal ismus, en Al f red Schmidt y Norbert Altwickler (eds.), Max Horkheimer heute: Werk und Wirkung, Francfort, 1986, pp. 52 y ss.13. Cfr. Dewey, John: The Theory of Emotion, Pars I , en Psychological Peview, 1984, pp. 553 y ss.; Pars I I , en Psychological Review, 1985, pp. 13 y ss.; sobre la teora de los sent imientos de Dewey cfr . la muy enriquecedora aportacin de Eduard Baumgarten, Die geist igen Grundlagen des Amerikanischen Gemeinwesens, en Der Pragmatismus: RW. Emerson, W. James, J. Dewey, vol. I I , Francfort , 1938, pp. 247 y ss.14. Cfr. Piers, Gerhart/Singer, Milton B.: Shame and Guilt. A Psychoanalytic and a Cultural Study, l lueva York, 1971, especialmente pp. 23 y ss.; Lynd, Helen M.: On Shame and the Search for Identi ty, Nueva York, 1958, cap. 2; tambin Georg Simmel t iene una pequea aportacin sobre la cuest in presente: Zur Psychologie der Scham (1901), en Schri f ten zur Soziologie, editado por H: J. Dahme y O. Rammstedt, Francfort, 1983, pp. 140 y ss.92 ISEGORA 15 (1992)