honras y exequias por felipe iv en lorca - ayuntamiento de lorca · en la ciudad de lorca las...

10
HONRAS Y EXEQUIAS POR FELIPE IV EN LORCA INTRODUCCIÓN E l concepto generalmente aceptado de fies- ta barroca nos la presenta como un fenó- meno social global que invade y altera el espacio físico de la ciudad e involucra a los habi- tantes en su desarrollo. Pero ésta no se presentó siempre enfocada a la diversión y el esparcimien- to. Julián Gallego ya indicaba que fue la muerte «... una de las fuentes principales de las fiestas y ceremonias».(1) Las apreciaciones en torno a este tema, para el caso concreto de Murcia, van un punto más lejos con los trabajos del hispanista Guy Lemeunier que caracteriza a la muerte, con la am- plia dimensión y matices que su aparición tiene en los siglos XVII y XVIII, como uno de los centros de la cultura, como un eje principal sobre el que giran una parte de las manifestaciones sociales de carácter público y privado de esa época.(2) Tras- ladándonos al ámbito nacional, está ya suficiente- mente tipificado por los que estudian la arquitec- tura efímera renacentista y barroca un tipo de cele- bración de doble signo que se venía repitiendo, desde el siglo XVI, a la muerte de un monarca y cada vez con mayor desarrollo de la liturgia y del aparato escénico. Por una parte, las honras y exe- quias fúnebres por el óbito real, con un sentido gra- ve y luctuoso que se encargó de magnificar la pro- ducción literaria surgida al efecto; y por otra el le- vantamiento del pendón real por el nuevo gober- nador de los reinos(3), motivo de alegría para los 1 GALLEGO, J. Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro. Ed. Cátedra, Madrid 1984; pag. 139. : LEMEUNIER, G. «Una sociedad en crisis. III. La religión de los murcianos: 7. La muerte en el centro de la cultura». En Historia de la Región de Murcia, Tomo VI, Ed. Mediterráneo, Murcia 1980. 1 Los documentos hablan siempre de levantar el pendón real. Sin embargo, parece ser que no todas las ciudades y villas disponían de poderes establecidos, que veían repuesto y con con- tinuidad el sistema en el que estaban inmersos, así como para la población en general, que deseaba seguridad y estabilidad en un momento en que és- tas no estaban siempre garantizadas. Es pues inne- cesario, por mi parte, ahondar en lo paradójico de la muerte unida a la fiesta justificando la relación de dos términos que no concuerdan en su signifi- cado. El presente artículo quiere ser una aportación al aspecto funerario de la fiesta y la cultura espa- ñolas, mostrando en qué modo se llevaron a cabo en la ciudad de Lorca las exequias y honras fúne- bres por Felipe IV y el levantamiento del pendón real por Carlos II, a la vez que servirá de marco para dar a conocer el alzado original del proyecto de túmulo que pasará a formar parte de la relación de este tipo de encargos artísticos que han llegado hasta nosotros y a los que hoy se dedica una espe- cial atención en orden a su concreción plástica y a su contenido simbólico. Por otra parte, el relato pormenorizado que se hace de los hechos tiene la intención de mostrar detalles protocolarios, sim- bólicos y de carácter social que permitan estable- cer comparaciones con lo que sucedía en ciudades de parecido rango situadas fuera del reino de Mur- cia con el fin de mostrar coincidencias y rasgos diferenciadores. Esa relación pormenorizada va a permitir también, en última instancia, una reflexión acerca de la participación popular en este tipo de acontecimientos que tenían, ante todo, un marca- do carácter oficialista. esta enseña para ser izada. Para el caso concreto de Murcia y Lorca ver el artículo de ESPÍN RAEL, J, «Eutrapelia acerca de la Bandera Municipal y el Pendón Real de la Ciudad de Murcia». Diario La Verdad 26 de julio de 1947, y los 28 artículo;, de ORTEGA PAGAN en ese mismo diario entre 28 de junio de 1947 y 26 de noviembre de 1949. Además ver Archivo Municipal de Loica (en adelante A.M.L.) Leg. Monográfico N, Expedientes de los siglos XV1-XVII sobre pen- dón real y pendones de oficios. 119

Upload: ngocong

Post on 05-Oct-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

HONRAS Y EXEQUIAS POR FELIPE IV EN LORCA

INTRODUCCIÓN

El concepto generalmente aceptado de fies-ta barroca nos la presenta como un fenó-meno social global que invade y altera el

espacio físico de la ciudad e involucra a los habi-tantes en su desarrollo. Pero ésta no se presentósiempre enfocada a la diversión y el esparcimien-to. Julián Gallego ya indicaba que fue la muerte«... una de las fuentes principales de las fiestas yceremonias».(1) Las apreciaciones en torno a estetema, para el caso concreto de Murcia, van un puntomás lejos con los trabajos del hispanista GuyLemeunier que caracteriza a la muerte, con la am-plia dimensión y matices que su aparición tiene enlos siglos XVII y XVIII, como uno de los centrosde la cultura, como un eje principal sobre el quegiran una parte de las manifestaciones sociales decarácter público y privado de esa época.(2) Tras-ladándonos al ámbito nacional, está ya suficiente-mente tipificado por los que estudian la arquitec-tura efímera renacentista y barroca un tipo de cele-bración de doble signo que se venía repitiendo,desde el siglo XVI, a la muerte de un monarca ycada vez con mayor desarrollo de la liturgia y delaparato escénico. Por una parte, las honras y exe-quias fúnebres por el óbito real, con un sentido gra-ve y luctuoso que se encargó de magnificar la pro-ducción literaria surgida al efecto; y por otra el le-vantamiento del pendón real por el nuevo gober-nador de los reinos(3), motivo de alegría para los

1 GALLEGO, J. Visión y símbolos en la pintura española del Siglo

de Oro. Ed. Cátedra, Madrid 1984; pag. 139.

: LEMEUNIER, G. «Una sociedad en crisis. III. La religión de losmurcianos: 7. La muerte en el centro de la cultura». En Historia de laRegión de Murcia, Tomo VI, Ed. Mediterráneo, Murcia 1980.

1 Los documentos hablan siempre de levantar el pendón real. Sinembargo, parece ser que no todas las ciudades y villas disponían de

poderes establecidos, que veían repuesto y con con-tinuidad el sistema en el que estaban inmersos, asícomo para la población en general, que deseabaseguridad y estabilidad en un momento en que és-tas no estaban siempre garantizadas. Es pues inne-cesario, por mi parte, ahondar en lo paradójico dela muerte unida a la fiesta justificando la relaciónde dos términos que no concuerdan en su signifi-cado.

El presente artículo quiere ser una aportaciónal aspecto funerario de la fiesta y la cultura espa-ñolas, mostrando en qué modo se llevaron a caboen la ciudad de Lorca las exequias y honras fúne-bres por Felipe IV y el levantamiento del pendónreal por Carlos II, a la vez que servirá de marcopara dar a conocer el alzado original del proyectode túmulo que pasará a formar parte de la relaciónde este tipo de encargos artísticos que han llegadohasta nosotros y a los que hoy se dedica una espe-cial atención en orden a su concreción plástica y asu contenido simbólico. Por otra parte, el relatopormenorizado que se hace de los hechos tiene laintención de mostrar detalles protocolarios, sim-bólicos y de carácter social que permitan estable-cer comparaciones con lo que sucedía en ciudadesde parecido rango situadas fuera del reino de Mur-cia con el fin de mostrar coincidencias y rasgosdiferenciadores. Esa relación pormenorizada va apermitir también, en última instancia, una reflexiónacerca de la participación popular en este tipo deacontecimientos que tenían, ante todo, un marca-do carácter oficialista.

esta enseña para ser izada. Para el caso concreto de Murcia y Lorcaver el artículo de ESPÍN RAEL, J, «Eutrapelia acerca de la BanderaMunicipal y el Pendón Real de la Ciudad de Murcia». Diario LaVerdad 26 de julio de 1947, y los 28 artículo;, de ORTEGA PAGANen ese mismo diario entre 28 de junio de 1947 y 26 de noviembre de1949. Además ver Archivo Municipal de Loica (en adelante A.M.L.)Leg. Monográfico N, Expedientes de los siglos XV1-XVII sobre pen-dón real y pendones de oficios.

119

/. RECEPCIÓN DE LA NOTICIA Y PRIMERASDISPOSICIONES

El factor desencadenante de este tipo de cele-braciones en todo el país será la recepción en elConcejo de cada localidad de una carta de la rei-na, o de la persona a quien correspondiera en casode no existir ésta, anunciando el fallecimiento delmonarca. Recibida y leída en Lorca el 12 de octu-bre de 1665, en ella se daba cuenta detallada de lamuerte, ocurrida el 17 de septiembre entre las cua-tro y las cinco de la mañana, y se les pedía a losregidores que

«... como buenos y fieles vasallos ayudéis asentirlo, cumpliendo con vuestra obligacióndispongáis que en esa ciudad se hagan lashonras, sentimiento, demostraciones de lu-tos y exequias que en semejantes casos seacostumbran y que en nombre del rey donCarlos Segundo, mi hijo, como rey y señornatural, heredero y sucesor universal que haquedado en estos reinos y señoríos... se alceel pendón de esa ciudad y se hagan las otrassolemnidades y ceremonias...».

El Concejo, enterado del contenido de la carta,dispuso las primeras provisiones dirigidas hacialas propias personas de su Ayuntamiento, ordenán-doles vestir lutos en tanto se daba a conocer lanoticia a los vecinos. Dispuso igualmente que sehiciera lo necesario para realizar las exequias enla Colegial de San Patricio, nombrando de entrelos caballeros regidores cuatro comisarios encar-gados para que se llevaran a cabo con la pompa yautoridad que otras veces, y que hechas se levan-tara el pendón por el nuevo rey.

Felipe IV moría en un momento en que la cele-bración solemne de este tipo de acontecimientosestaba en pleno auge.(4) Así pues, no es de extra-ñar que la incidencia que la noticia iba a tener so-bre la población fuera tan rigurosa como se verá.El 28 de octubre, d°o de los Santos Apóstoles Si-món y Judas, se decidió informar del suceso a losvecinos con presencia del corregidor, caballeros

4 Ver CHECA, F. y MORAN, J.M. El Barroco. Ed. Istmo, Madrid1982; pag. 251.

comisarios y los demás que tuvieran que asistir,todos ataviados con los lutos de costumbre arras-trando por el suelo, con chías, con las caras tapa-das y con gualdrapas negras los caballos. Para queel efecto que se perseguía tuviera un marco psico-lógico adecuado que predispusiera a la poblacióna acoger una noticia dolorosa, se avisó previamenteal vicario y prelados de los conventos para que, altiempo que se diera el primer pregón en la PlazaMayor, doblaran las campanas de la ciudad mien-tras durasen los anuncios que también debían dehacerse en las puertas de Nogalte y de San Ginés.Los lugares en que se iban a decir estos pregonesestaban perfectamente definidos por el uso y lacostumbre: las dos puertas más importantes deentrada y salida de la ciudad y la plaza principal,enclave jerárquico por excelencia en torno al cualgiraba casi toda la actividad urbana de Lorca. Sinembargo, hemos de tener en cuenta que en estasfechas la plaza, aún siendo importante, no era laque hoy todos conocemos. Sensiblemente menorque la actual, extendía su plano frente a la puertarenacentista de San Patricio, a la que se accedíaentonces a través de unas escaleras. Un grupo pocoordenado de construcciones, en donde se encon-traban algunas escribanías, la delimitaban por elSur y, por supuesto, no estaban aún construidas nilas salas capitulares de la Colegial ni el airoso edi-ficio del Concejo. La sede de los regidores se en-contraba ubicada todavía en la Plaza de Adentro -hoy de Belluga o de las Barandillas- ocupando eledificio que luego sería cedido para que se insta-lara en él el corregimiento.

El cortejo, compuesto por cuatro alguaciles acaballo, pregonero, atabalero, maceros, dos reyesde armas con los escudos reales y de la ciudad pin-tados en sus vestiduras, escribanos mayores, co-misarios regidores y corregidor, a caballo unos yotros a pie, todos de negro y con capuchas algunosde ellos, cubiertas las mazas con tafetán negro, sa-lió de la sala del Concejo yendo a la Plaza Mayoren formación, al son de atabales destemplados, paraleer la carta de la reina y hacer saber qué era lo queordenaba el Ayuntamiento al respecto.

La carta contenía dos noticias consecuentes yun mandato velado. La primera trataba directamen-te del rey muerto, que lo fue por voluntad divina(«... fue nuestro señor servido de pasar de esta amejor vida al rey mi señor...») y al que se suponía

120

en presencia del Altísimo («... que está en gloria...»), buscando un efecto ejemplarizante en lospárrafos referidos a su cristiana muerte («... su finfue igual a la [vida] que tuvo y en él mostró supiadoso y santo celo recibiendo con suma devo-ción y humildad los santísimos sacramentos de laEucaristía y Extremaunción ...»). La segunda erade carácter político haciendo saber que el rey lahabía dejado por «... tutora y curadora del rey donCarlos Segundo, mi hijo, y gobernadora de estosreinos ...». A continuación pedía, con carácter deobligación, que le ayudaran a sentir la muerte realcomo «... en semejantes casos se acostumbra ...»,y que se aceptara como heredero y sucesor a Car-los II alzando por él el pendón real. Las dos cele-braciones eran, en suma, una exaltación de la mo-narquía que se mandaba hacer desde la Corte y elmodo en que habían de desarrollarse parecía estarampliamente tipificado, ya que salvo detalles deprotocolo, que se irán viendo conforme avance elrelato, las disposiciones y preparativos necesariosse adoptaron con gran rapidez.(5)

El bando, en la parte que afectaba a la pobla-ción, decía así:

«... mandan que todos y cualesquier perso-nas de cualquier estado, calidad y condiciónque sean, así hombres como mujeres, se cu-bran y pongan y vistan luto suficiente cadauno según su posibilidad y ninguno esté niande sin él, por lo menos el pobre que nopueda otra cosa traiga sombrero sin toquillani seda alguna y las mujeres se vistan de ne-gro y tocas negras sin traer en los mantospuntas de seda ni cosas de color, galas nideshilachados, ni balonas con puntas, nimangas abiertas, y ninguno se vista de color,y las mujeres que fueren pobres cumplan contraer tocas negras...».

Las penas eran de 20 días de cárcel, perder losvestidos con que infringían las ordenanzas, 4000maravedís para la Real Cámara de Su Majestad ygastos de justicia a partes iguales. Más adelante se

5 PEÑAFIEL RAMÓN, A. Testamento v buena muerte. Acad. Al-fonso X el Sabio, Murcia 1987; pags. 106-115. El autor analiza lasexequias fúnebres llevadas a cabo en Murcia durante los primeros 60años del siglo XVIII.

impondrían los tres días de luto oficial que coinci-dirían con las exequias en la Colegial de San Pa-tricio, durante los que el comercio y cualquier otraclase de actividad industriosa se paralizarían, pro-hibiéndose los bailes de día y de noche, así comoel tocar instrumentos musicales, no habiendo tam-poco fiestas de cohetes o arcabuces en iglesia al-guna. Aquellos que contraviniesen el bando seríantenidos por personas que no sienten como debenlas cosas de su rey y señor, haciéndose acreedoresde las penas impuestas.

La comitiva fúnebre dio la vuelta a la PlazaMayor después de la primera lectura, bajó por lacalle del Águila hasta la Puerta de Nogalte y des-de allí, por la Corredera, llegó a la Puerta de SanGinés y, luego, por la calle de la Cava hasta lascuatro esquinas, desde donde tomó la calle de San-tiago para pasar por la casa del corregidor en cuyobalcón esperaba la mujer del delegado regio enlu-tada. La comitiva regresaría desde aquí al Ayunta-miento, su punto de partida. Este cortejo no teníaotra misión que la de hacer pública la noticia, quede hecho debía de ser ya conocida hasta en losmás escondidos rincones de la ciudad, y manifes-tar el modo en que los poderes instituidos sentíanla real pérdida para ejemplo de la ciudadanía.

//. LAS CELEBRACIONES PRECEPTIVAS

11.1. La construcción del túmulo

La realización de los actos programados andu-vo con cierta calma. El 6 de noviembre de ese añoel Concejo daba cuenta de que «... por cuanto seha hecho la planta del túmulo que se ha de haceren la Colegial de San Patricio se corra en la Pla-za Mayor por si hay persona que quiera hacerpostura en su fábrica en la conformidad de dichaplanta que acuda a su merced y se les hará todo elpasaje que fuere posible...». La convocatoria parala participación de los artistas con su trabajo esta-ba hecha. Desafortunadamente no queda constan-cia de quién ideara e hiciera el dibujo del túmulo.El diseño, que revela una cierta ingenuidad en eldibujo y en la concepción artística, consistía enuna estructura piramidal de cuerpos rectangularessuperpuestos, con tres escaleras con sus barandi-llas más los escalones que comunicaban los dife-rentes pisos entre sí. Todo ello iba dentro de unbaldaquino formado por cuatro pilastras, con sus

121

122

basas y capiteles compuestos, unidas por frisoscorridos.

La idea que de él nos queda, según el dibujoconservado, nos muestra una construcción en don-de sobresalen, por su abundancia, las figuras decalaveras con las características tibias cruzadas -elemento indispensable que proclama la fugaci-dad de la vida y el triunfo de la muerte-, portado-ras algunas de ellas de atributos identificables -tiara papal, corona real, capelo cardenalicio, mi-tra, etc- que aluden a la igualdad de todos al finalde la vida. Pero es curioso señalar cómo esos atri-butos no están dispuestos anárquicamente, comohubiera sido de esperar si se tratara de una igual-dad real, sino que se agrupan, de arriba a abajo, alo largo de las cajas de las pilastras guardando unestricto orden jerárquico: el papa antes que el car-denal y el canónigo, o el rey antes que el obispo.Es una curiosa transposición de la idea secreta deigualdad ante el Juicio Final que anidaba desdeantiguo en el subconsciente de la colectividad. Ensegundo orden de importancia visual figuran lasarmas e insignias reales -escudo de España con eláguila imperial, cetro y corona- colocadas en laparte más alta, teniendo un papel menos prepon-derante los símbolos del escudo de la ciudad deLorca -castillo, llave y espada- que aparecen en elbasamento de la estructura piramidal y en las cua-tro esquinas superiores.

Al observar con detenimiento el conjunto sepuede llegar a la conclusión de que el dibujanteposeía un conocimiento muy somero de las reglasy proporciones de la arquitectura y que manejabacon deficiencia la perspectiva y los volúmenes. Enel aspecto decorativo, salta a primera vista la co-nexión con los tópicos universales de la muerte,lo que indica además una utilización muy pobredel repertorio iconográfico fúnebre que ya en estaépoca estaba muy desarrollado y ampliamente di-fundido. Parece obra más de un carpintero o de untallista, por la cantidad y minuciosidad de los de-talles y la interpretación hecha de los órdenes ar-quitectónicos, que de un pintor aunque este fuerade mediana calidad.(6) El túmulo terminado seríaun cuadrado de 31 palmos de lado, quedando en

6 Ver para los pintores que pudieron estar en activo en estos añosMUÑOZ CLARES, M. El pintor Pedro Camocho Felizes de Alisen

altura a ras de la cornisa principal de la Colegial,un alzado extraordinario que junto a las velas yciriales que lo iluminarían -ochocientas, según sedice- justifican plenamente el nombre de«capelardentes» que en general se les asigna aestos túmulos. El de Lorca, como era de esperarpor la modestia del lugar donde se realiza, carecede alegorías, jeroglíficos y emblemas tan corrien-tes, y diríamos que necesarios, en los fabricadosen las grandes ciudades.

Pero si profundizamos en la configuración to-tal del túmulo, que responde en líneas generales alos que se podían levantar en cualquier parte deEspaña, su nivel de significación simbólica no estan pobre como pudiera parecer a primera vista.El empleo de la más común y directa representa-ción de la muerte -la calavera- asociada a un cata-falco real, está tan estrechamente ligado a la tradi-ción como la propia estructura del monumentofunerario lorquino. Era usual elegir una formapiramidal escalonada y también frecuente incluir-la dentro de un baldaquino o templete. Estastipologías arquitectónicas, surgidas mucho antes,debieron de tener en el origen de su asociacióncon las celebraciones fúnebres una lectura queparece omitirse después en los relatos que se so-lían hacer de estos acontecimientos, bien por serobvia su comprensión o por haberse diluido conel tiempo su significado, pasando a tener una casiobligada presencia en hechos luctuosos de las ca-racterísticas del que estamos tratando. El modeloal que aludimos es posible que se repitiese mecá-nicamente en aquellos lugares donde la renova-ción artística iba a la zaga de los centros impor-tantes que era donde se producían los verdaderosavances de orden estético en lo referente a arqui-tectura efímera. El baldaquino, ya desde su em-pleo en el antiguo Oriente, dignifica el espacio quecontiene cobrando éste un matiz acorde con el lu-gar donde se instala.(7) Por otro lado, la pirámide

(¡644-1716) v su entorno artístico. Acad. Alfonso X el Sabio, Mur-cia 1988. Es interesante tener en cuenta el caso peculiar del carpinte-ro Antonio González, que se titula a sí mismo «maestro de carpinteroy escultor», una combinación de oficios curiosa, quien en 1664 hacíael retablo de Nuestra Señora de los Remedios para la ermita de SanLázaro.

' Para la valoración simbólica de determinadas estructuras arquitec-tónicas ver VILLALON, M.C. y CERRILLO MARTIN DE

123

encierra unas connotaciones simbólicas universal-mente aceptadas y por todos conocidas: represen-ta a la tierra en su aspecto materno, como origende la existencia y lugar de retorno tras la muerte, ysu vértice es el punto de partida y llegada de todo,el centro místico -allí es donde se colocan, en eltúmulo lorquino, las armas reales-; asociada a lám-paras o luminarias, expresa la doble idea de lamuerte y la inmortalidad; y más directamente re-lacionada con el tema que nos ocupa, es la imagenarquitectónica preferida para expresar la gloria delos príncipes y los gobernantes.(8)

Teniendo en cuenta estos significados, es fáciladvertir una perfecta imbricación entre elsimbolismo de estas dos tipologías arquitectóni-cas, la peculiar iconografía heráldica y funerariaincorporada a ellas y la exaltación que en todoslos planos se hacía de la figura de un rey muertocon las celebraciones fúnebres encaminadas a hon-rar la memoria de su vida terrena, favoreciendo, siera posible más, la ultraterrena.

La obra del túmulo se estuvo pregonando paraencontrar postor desde el 7 de noviembre hasta el16 de diciembre de ese año. No lo hubo. El ánimode servir y honrar al rey cedía ante una perspecti-va de escasa ganancia e incluso impago. La reso-lución del corregidor, ante la negativa tácita de loscarpinteros, fue tajante. El 26 de diciembre, aca-bada la celebración de la Pascua, daba orden en elsiguiente tono:

«... mando se les notifique a todos los car-pinteros y examinados que luego y sin dila-ción alguna con los oficiales acudan a la di-cha Colegial a trabajar en el dicho túmuloque su merced les mandará pagar su justo y

CÁCERES, E. «La iconografía arquitectónica de la Antigüedad alMedievo». Cuadernos de Arte e Iconografía, Tomo 11, n" 3, pag. 60.Ed. FUE, Madrid 1989. Para la significación del baldaquino verBIEDERMANN, H. Diccionario de símbolos. Ed. Paidós, Barcelo-na 1993.

s Ver para estos significados CIRLOT, J.E. Diccionario de símbolos.Ed. Labor, Barcelona 1981; MORALES Y MARÍN, J.L. Dicciona-rio de iconología y simbología. Ed. Taurus, Madrid 1984. Muchosejemplos de este valor simbólico conferido a la pirámide pueden serencontrados en textos de diferente carácter. Véase, con especial sig-nificación local, la introducción al libro de MORÓTE PÉREZCHUECOS, P. Antigüedad y blasones de la ciudad de Larca. Lib.López Mesnier, Murcia 1741.

debido salario en el tiempo que en ello seocuparen y asimismo se visiten las casas delos dichos maestros carpinteros y demás quese tuviere noticia hay madera la embargueny conduzcan a la dicha Colegial y asimismose les pagará la madera que traigan y lo cum-plan pena de 10000 maravedís y 20 días decárcel y que a su costa se traerán maestrosdefuera para que hagan la dicha obra ...».

Los carpinteros a los que se cursó citación fue-ron Sebastián de Guardiola, Esteban Fernández,Andrés García, Antonio González, Miguel GarcíaVergara, Diego Navarro y Patricio Campoy. Lastardanzas cesaron en este punto y el túmulo co-menzó a levantarse.

//. 2. El levantamiento del pendón real

La muerte real se había hecho pública con losconsiguientes efectos y las honras y exequias fú-nebres llevaban curso de realizarse con el esplen-dor debido. Antes, el 22 de octubre, hubo reunióncapitular(9) donde se dio cuenta de que en Madrid,Murcia y otras partes, tras dar a conocer la funestanoticia, sin aguardar exequias se había levantadoel pendón por Carlos II. Se acordó entonces inver-tir el orden de los actos y realizar este ritual deadhesión, salvando antes, por acuerdo de los regi-dores, el problema de no haber alférez mayor en laciudad encargado de portar y levantar el pendón ala vez que recitar las fórmulas convenidas para talcaso. El Concejo, que había nombrado regidorespara este menester en otras ocasiones, pronto vioenvuelta la reunión en una disputa de preeminenciasentre el alguacil mayor y el regidor que ocupaba,por real título, el lado derecho del corregidor enlas procesiones cívicas, que era el sitio destinadoal pendón. La reunión acabó con los votos de losasistentes a favor de la antigua costumbre.

Tampoco en la preparación de este acto hubomayores prisas. Acordado en principio para el 8de noviembre, se emplazó para finales de ese mesobligando, por coincidencia, a retrasar la fiesta delpatrón de la ciudad que tradición al mente se cele-bra el día 23. El año 1665 San Clemente se festejóel 30 de noviembre.

' A.M.L. Acta capitular de 22 de oclubre de 1665.

124

Al acto del levantamiento debían asistir, porrespeto, los ciudadanos, aunque es ello no habíala menor obligación, y por supuesto las personasdel Ayuntamiento y las tropas de caballería e in-fantería ya que se trataba, principalmente, de unademostración política y militar. La pena por in-fracción para regidores y oficiales se cifraba en50 ducados. Para el mayor lucimiento se pedía ala población que colaborara engalanando con se-das y damascos el recorrido y los lugares que ibana servir de marco. Por su parte el Concejo, ade-más de hacer con las salas capitulares aquello quepedía a la ciudad, fabricó un entarimado de dospisos de 50 por 30 palmos, arrimado a la partenueva de San Patricio, con dos grandes escaleras,una hacia la escalera de la Colegial y la otra endirección al edificio del Ayuntamiento. El entari-mado estaba vestido con brocados y damascos yun amplio dosel, estando los suelos y gradas cu-biertos con alfombras. La ciudad alteraba, en cier-to modo, el aspecto que presentaba habitualmentetransmitiendo un aire festivo y optimista a suspobladores, a los que se predisponía favorablemen-te con unos reclamos de carácter visual que entra-ran en sintonía con el significado y la carga emo-cional que se solía imprimir al levantamiento delpendón. Completaba el cuadro la asistencia de losregidores vestidos para la ocasión -ropas de cali-dad, cadenas de oro, plumas, enjaezados de lujolos caballos,...- y de la infantería y la caballeríaque acudirían con las banderas e insignias de suscompañías respectivas.

El desfile marcial, hecho después de haber ve-lado el pendón durante todo un día delante de lassalas del Concejo, entrañaba un protocolo que re-sulta atractivo. La enseña era retirada de la venta-na del Concejo por el corregidor y se entregaba ala persona designada que antes debía hacer por tresveces homenaje a «ley de caballero». En la puertaesperaban ya los regidores a caballo con todas susgalas y en la plaza mayor los soldados formados.Tras la orden de marchar, las compañías se entra-ban por la calle del Águila seguidas de los que to-caban las trompetas, clarines y atabales. Detrás deellos los maceros, los reyes de armas, los jurados,los regidores recientes, los escribanos, los regido-res más antiguos y por último el corregidor y elportador del pendón que para ese día se habíaalhajado de modo extraordinario. El desfile discu-rría por los mismos lugares por donde lo hiciera el

cortejo encargado del pregón fúnebre. Una vez queregresaban a la Plaza Mayor, las compañías pasa-ban a distribuirse ocupando distintos lugares se-gún fueran de caballería o infantería. Entoncesentraban los representantes de la ciudad que, des-montando del caballo, ocupaban el entarimadosegún el orden y los lugares que se habían dis-puesto previamente. Al entrar el pendón en la pla-za, los alféreces abatían las banderas que llevabany sonaba una descarga de arcabuces. El motivocentral en torno al cual giraba todo era así magní-ficamente señalado. El pendón ocupaba la partemás alta del entarimado mientras sonaban las chi-rimías, quedando los maceros y reyes de armas alos pies de las escaleras. Acabando de tocar porsegunda vez las chirimías, acompañadas ahora detrompetas, clarines y atabales, uno de los reyes dearmas decía: «Oid, oíd, oid, callad, callad, callad».Se hacía el silencio y el escribano mayor, hacien-do acatamiento y cortesía al pendón, se adelanta-ba y leía la carta de la reina. Terminada de leer sevolvía a escuchar: «Oid, oid, oid, (y ahora) escu-chad, escuchad, escuchad». Entonces el portadordel pendón lo hacía tremolar al aire y repetía portres veces el juramento de fidelidad de Lorca, al-zando la última vez el pendón manteniéndolo enesa posición, momento en el que sonaba una nue-va descarga de arcabuces y comenzaba la música.Así acababa el acto, retirándose los participantesen el mismo orden en que habían llegado acortan-do el recorrido de vuelta al Ayuntamiento por lascalles de la Cava, Nueva y Zapatería. Allí era en-tregado el pendón al corregidor. Su portador pidiótestimonio por escrito de haber actuado como tal.

La pormenorizada relación que se conserva dela función del levantamiento, hecha por el escri-bano del Concejo, no alude en ningún momento ala presencia de los vecinos de la ciudad, a su acti-tud pasiva o entusiasta con respecto al acto, endefinitiva, a su participación. Quizás el documen-to, tendente a relatar y enfatizar la parte másoficialista del acontecimiento, se recree más en elladejando a un lado detalles que pudieran parecersecundarios. Sin embargo, quizás sea más correc-to pensar en una ausencia notable de clases popu-lares, o una asistencia apenas relevante, siendo losúnicos actores y espectadores las clases privile-giadas que, evidentemente, eran las más interesa-das en la perpetuación del orden social y políticoque hasta entonces habían disfrutado y que les era

125

en cierta forma indispensable para el mantenimien-to de su status y prebendas. El levantamiento delpendón no encarnaba otra cosa que la continuidadde un sistema, y era, en suma, un acto al que, sal-vo raras ocasiones y con la prevención oportuna,podríamos desprenderlo del apelativo popular.

II.3. Honras y exequias fúnebres

Los siete carpinteros lorquinos citadosnotarialmente por el corregidor para trabajar en eltúmulo, invirtieron en su construcción un tiempoque se nos puede antojar excesivo, aunque tam-bién es cierto que las condiciones a las que estabansometidos justifican de manera sobrada la tardan-za. Sin embargo, la obra quedó al gusto de todosya que un testimonio del momento da cuenta deello del siguiente modo: "Para las exequias de lamuerte de nuestro católico rey y señor don FelipeIV se hizo por esta ciudad un gran túmulo en laSanta Iglesia, alto, de cuatro órdenes, de cuartonesy ripias y balaustres, cosa superior que jamás sehavisto ".{10) En la sesión capitular de 11 de mayode 1666(11) -habían pasado casi cinco meses des-de la notificación del corregidor- se daba cuentade estar acabado el túmulo, prevenidos los predi-cadores y provista la cera necesaria para la ilumi-nación. El acuerdo que se tomó dictaminaba elcomienzo de los actos para el día siguiente, a lasdos de la tarde. La presencia de regidores, jurados,etc, era de nuevo requerida con carácter de obliga-toriedad ya que se debía salir desde el Ayuntamiento«en forma de ciudad» para ir a la Colegial y asistira los oficios y nocturnos que se hubieren de hacer.Se les impuso la asistencia también los días 13, 14y 15, por la mañana, a las misas y sermones res-pectivos. En caso de que faltasen serían apercibi-dos y se les retiraría el luto que se les dio. Los pre-gones dados el 28 de octubre de 1665 quedabanmuy lejanos, de tal manera que fue preciso un nue-vo pregón, más corto y con menos boato, para re-frescar las órdenes del Concejo para esos días. Tam-bién se avisó al vicario para que desde el día 12 almediodía doblaran las campanas, cursando invita-

10 GUIRAO GARCÍA, J. "Prodigios y sucesos del escribano Pas-cual". En Homenaje al profesor Juan Barceló Jiménez. Ed. Acad.Alfonso X el Sabio. Murcia 1990; pags.265-274.

" Ibidem, 11 de mayo de 1666.

ción a los conventos para que asistieran a las cele-braciones. Habían transcurrido ocho meses desdela muerte de Felipe IV.

Las escenas de formación del cortejo, lutosarrastrando, etc, se repitieron como en ocasionesanteriores con alguna variante. Ahora no habríaparlamentos en la calle y el cetro, la corona y elalmohadón que aparecen dibujados en la parte altadel túmulo serían llevados allí por los regidores.Durante los largos preparativos de las exequias seintrodujo un elemento nuevo de protocolo y, portanto, un cambio: el almohadón permanecería enlo alto del túmulo y en su lugar se desfilaría lle-vando un estoque. Estos elementos descritos erany son definidores simbólicos de la monarquía -corona- y de su poder político y militar sobre elreino que gobierna -cetro y estoque, respectiva-mente-. Si para llevar y alzar el pendón hubo unadisputa de preeminencias en la sesión capitular,en esta ocasión los desacuerdos se multiplicaronpor tres. Volvieron a esgrimirse reales títulos, opi-niones encontradas sobre protocolo y derechos,pidiéndose testimonios por escrito de las resolu-ciones que se tomaran por si era necesario apelar-las a la Real Cnancillería de Granada o donde fuerenecesario. Se acordó, por votación, que los tresregidores más antiguos actuaran de portadores eneste orden: el tercero en antigüedad que llevara elestoque, el segundo el cetro y el más antiguo lacorona. Se llevarían en bandejas de plata cubier-tos con tafetán negro. Dice el escribano que «... endicha forma y orden (de ciudad), gran silencio,paso tardo y grave, bajan a la plaza y habiendodado vuelta a ella, por las gradas que caen a lapared nueva, entraron en la Colegial».(12)

Es desconocido el pintor que hizo los trabajosde decoración del túmulo. No hubo resistencia porsu parte al ser llamado y las cuentas de propios delConcejo no registran ni el dinero que percibió nisu nombre.(13) Su trabajo dio el toque final a laobra que quedó «... vistosa y perfecta, tan alta quellegaba hasta las últimas basas (sic) de los pila-res y ocupaba toda la nave» (entre coro y presbi-terio). El túmulo tenía tres grandes escaleras: una

'- A.M.L. Legajo Monográfico de Fiestas n" 2.

JA.M.L. Sala I, Caja 337.

126

que daba a la puerta de la Plaza Mayor, otra a la dela Plaza de Adentro y la tercera a la parte del corode la Colegial. Las diferentes alturas del cuerpocentral estaban guarnecidas con barandillas y enellas se colocaron candeleros y ciriales. Al entrarla procesión, los regidores que portaban las insig-nias reales fueron a depositarlas en el catafalco,sobre el almohadón dispuesto para ello, haciendolas reverencias y ceremonias requeridas, incorpo-rándose al resto del Concejo para entrar a tomarasiento en la capilla mayor, en los bancos que lle-vaban tallado el escudo de la ciudad. En ese mo-mento comenzaba un espectáculo lento pero degran efecto: el encendido de los cientos de llamasque iluminarían el túmulo. No cabe duda de queese despliegue de luminarias, portentoso y demucho coste en la época, señalaba un lugar pre-ponderante sobre el resto de la iglesia que con-centraría extraordinariamente la atención desde elprimer momento.

Acomodado el Concejo y encendido el túmulo,salía desde la sacristía de la Colegial la procesiónreligiosa en el orden siguiente: un pertiguero, concetro de plata y vestido con lutos; cuatro infantesde coro; dos sacerdotes y dos subdiáconos consobrepellices; cuatro curas con capas de damasconegro y cetros de plata; y por último dos diáconos,el abad y el maestro de ceremonias. Luego de ha-cer reverencias al Santísimo Sacramento, la proce-sión se dirigía al coro quedando en el túmulo lassiguientes personas: los cuatro curas con capas ne-gras se sentarían en sendos taburetes enlutados co-locados en el primer tercio; en el segundo terciodos sacerdotes con incensarios; y los dossubdiáconos, también con incensarios, se coloca-rían en el tercio superior. Comenzó entonces la misacon el oficio del primer nocturno «... con su músi-ca, cuyas voces, destreza y disposición fuefamosísima ...», cantando un invitatorio a tres co-ros seguido de las lecciones de los magistrales y lamúsica adecuada para cada parte. Acabados los ofi-cios y nocturnos todos se retiraron en igual orden.

Las exequias tuvieron su parte más lucida losdías 14, 15 y 16 de ese mes -Viernes, Sábado yDomingo respectivamente- en que se dijeron laspredicaciones encargadas a los padres francisca-nos y dominicos que las desarrollaron con la bri-llantez esperada. El Domingo 16 dijo la misa elabad y predicó el guardián del convento de San

Francisco. Así se puso fin a los actos que pública-mente realizó Lorca a la muerte del monarca y lasubida al trono de su sucesor. El mote 51 de lacuenta de propios de 1666 expresa la cantidad glo-bal de dinero empleado en las celebraciones:33.031 reales, que suponían entonces una sumamuy elevada para unas finanzas municipales noen exceso saneadas.(14)

///. ¿FIESTA POPULAR?

Si la participación popular podría estimarsecomo baja en el levantamiento del pendón, no de-bemos pensar que para los actos programados enla Colegial la situación iba a cambiar radicalmen-te. Antes que nada, el espacio físico era más redu-cido -hay que tener en cuenta que la gran navecentral se encontraba todavía en construcción-, ypor otro lado la celebración se articulaba basán-dose en unas pautas sociales y con unas clavesculturales que no estaban pensadas para la asis-tencia en masa del conjunto de los ciudadanos. Laparticipación en estas celebraciones presuponía lapertenencia a una clase social acomodada, preci-sando también de un cierto nivel de instrucciónque permitiera entenderlas plenamente, aunquepodían resultar atractivas sólo por su puesta enescena y lograr por este medio mantener la aten-ción del que contemplaba. Aspectos superficiales,como la magnitud del túmulo y su iluminación,las procesiones cívica y religiosa, los cuidados ehistriónicos sermones, etc, atraerían a un públicocurioso que querría ver la magnificencia del actopero que no lo entendería en toda su dimensión ypor supuesto no estaba llamado a tener ningúnpapel activo o de representación.

El tono grave y seco que nos transmite la rela-ción oficial, en la que todo discurría a pedir deboca, casi seguro que oculta un trasfondo de pe-queños sucesos posibles que nos acercarían a loshechos con otro punto de vista. Veamos un ejem-plo referente a la capilla de música de la Colegialque tan buena actuación tuvo en las exequias deFelipe IV. El 5 de julio de 1715, a raíz de las dife-rencias surgidas entre los canónigos sobre admitiro no a dos violinistas, el acta del cabildo recoge losiguiente:

14 Ibidem

127

«... por cuyo defecto (falta de buenos músi-cos) no se celebran las clases de festividadescon el aparato, pompa y decencia que se re-quiere causando su torpeza e inhabilidad irri-sión en el pueblo que asiste a las celebracio-nes ... y se evitará (con la admisión) laindevoción e irreverencia que cama la zam-bra o multiplicidad de voces e instrumentosdiscordes, cuya disonancia percibe el menosinteligente, viendo todos y entendiendo quepara la uniformidad y atraer a cada uno delos referidos a su punto de canturía y seguirla solfa del papel que se le da cuesta inmen-so trabajo al maestro de capilla, de quien nosiguen los compases, y para atraerlos convoces, acciones y otras demostraciones, loejecuta no causando menos nota y risa asíen los que están en dicho coro como en elpueblo que viene a asistir a la celebraciónde los divinos oficios ...#.(15)

Si comparamos con las palabras del relator delas exequias, podemos entrever que éste utilizó uncierto tono de exaltación de todo cuanto se hizo,porque no parece fácil que realmente hubiera unamuy buena e infrecuente actuación de losministriles e infantes de coro de San Patricio. Lasexequias, así como otras fiestas de tinte netamenteoficial, no sólo debían resultar esplendorosas y conel decoro suficiente, sino que además debíanparecerlo. Las relaciones teóricamente asépticasde su desenvolvimiento así lo quieren reflejar parael futuro y todas las provisiones tomadas al efectoconducían a ello: lutos impuestos, asistencias obli-gadas con fuertes sanciones para los infractores,etc. Todos los casos, sin embargo, no pueden sermedidos con el mismo rasero. Es lógico pensarque las honras fúnebres por Felipe II en Vallado-lid, su ciudad natal, encerrarían unos sentimientosmás profundos; o aquellas otras celebradas en Za-ragoza con motivo de la prematura muerte del prín-cipe Baltasar Carlos; o en general todas las cele-bradas en Madrid que tenían como peculiaridadesprincipales la inmediatez de la noticia y las múlti-ples celebraciones, además del numeroso concur-so de artistas y literatos de primera fila.

El alejamiento de la Corte y el excesivo tiem-po transcurrido desde la muerte del rey, así comootras causas que pueden ser especificadas en cada

15 A.M.L. Actas capitulares de San Patricio, 5 de julio de 1715.

caso particular, podían actuar de modo negativo ala hora de obtener una respuesta más o menos sin-cera y expresiva del pueblo. En 1666 se recibía enel Ayuntamiento de Lorca un escrito de afrentacontra el alcalde de Huercal Overa, ciudad que aúndependía del Concejo lorquino y en la que algu-nos representantes de éste vigilaban las actuacio-nes de los vecinos. Los términos en que está rela-tado y lo que de ellos se deduce ilustran bien estacuestión: «... pues hasta ahora esta gente a todocuanto se ha opuesto ha salido con ello y hoy seestán rigiendo, y nosotros metidos por los rinco-nes y afrentados, cuando tiene esa ciudad (Lorca)muchas causas por donde defenderse y algunasde ellas que fueron notificados por el corregidorpara que se hicieran los sentimientos justos porla muerte del rey nuestro señor, que Dios haya, yno lo han querido obedecer, juzgándose ellos re-yes ...».(16) En este caso se trataba de una repre-salia de carácter político, encaminada a conseguirla segregación del municipio de la jurisdicciónlorquina que se produjo sólo dos años más tarde,pero el incumplimiento tan manifiesto de la ordendel delegado regio en asunto tan delicado puedeser una muestra del caso real que se hacía de man-datos en apariencia tajantes e ineludibles.

Es posible pensar ahora que ante el bando queimponía los lutos, las severas penas por su incum-plimiento y la amenaza de ser considerado como«persona que no siente las cosas de su rey», lareacción particular del ciudadano se mostrara con-traria a lo exigido utilizando el único escape posi-ble: la no obligatoriedad de asistir a los actos pro-gramados. La contrastación de esta hipótesis de-bería de realizarse sobre la base de testimoniosparticulares no mediatizados que es difícil queexistan. Deberemos, pues, fiarnos de las relacio-nes oficiales que nos hablen de la presencia popu-lar e intentar averiguar cuál es el grado de verdadque encierran. Para otros casos en que este ele-mento no aparezca, siempre deberíamos interro-garnos sobre su presencia real, su nivel de partici-pación y qué significado encierra el hecho de es-tar representado o no en este tipo de actos oficia-les el estamento social menos afectado, en gene-ral, por los acontecimientos políticos.

Manuel Muñoz Clares

"' A.M.L. Legajo Monográfico Segregación de Huercal Overa.

128