jacob collins, an anthropological turn, nlr 78, november-december 2012

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  • NEW LEFT REVIEW 78

    enero febrero 2013

    ARTCULOS

    Gran Therborn Las clases en el siglo xxi 11Jacob Collins Un giro antropolgico? 39

    Patrick Wilcken La hora del juicio en Brasil 71

    Mario Sergio Conti El ascenso de los creadores de imgenes 91

    Andrew Smith Trabajar cara al pblico 109

    Michael Cramer Las lecciones de historia de Rossellini 125

    CRTICA

    Jennifer Pitts Una geocultura liberal? 147

    Barry Schwabsky Artistas bajo la bandera 157

    Jan Breman Historias de Annawadi 164

    SEGUNDA POCA

    La nueva edicin de la New Left Review en espaol se lanza desde la Universidad de Posgrado del Estado de EcuadorIAEN,

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  • new left review 78 ene feb 2013 39

    Jacob Collins

    UN GIRO ANTROPOLGICO?

    El inadvertido paradigma del pensamiento moderno francs

    Francia experiment, en la dcada de 1970, una singu-lar combinacin de acontecimientos que sent las bases de una nueva configuracin intelectual. El retroceso de la oleada izquierdista vivida en la dcada de 1960; el avance de una eco-noma de consumo liberalizada, en medio de una recesin capitalista internacional; la perspectiva de que el Partido Socialista y el Partido Comunista formasen una Unin de Izquierda, que permitira a los comunistas llegar al gobierno; signos de una renovada Guerra Fra, sobre el teln de fondo de los avances revolucionarios en frica y Asia: todos ellos fueron componentes de un nuevo orden social y poltico. La aparicin del posestructuralismo y el deconstruccionismo ha generado una amplsima bibliografa, con ramificaciones que, para bien o para mal, todava se dejan sentir en la actualidad. En este artculo explico que otro resultado, menos percibido, de esta coyuntura fue el marcado giro del pensamiento francs hacia lo antropolgico, lo cual supuso un replanteamiento sistemtico de la poltica y las relaciones sociales desde una especie de punto cero.

    Al asumir la especulacin antropolgica, diversos pensadores franceses plantearon cuestiones que haban sido pasadas por alto o poco desarro-lladas por anteriores movimientos intelectuales. La consideracin de lo sagrado, lo religioso y lo poltico considerado aqu desde un punto de observacin antropolgico permiti a estos pensadores reanalizar la funcin de la poltica y de la historia en la vida contempornea. Desde el punto de vista intelectual, el giro antropolgico se superpuso a menudo a movimientos adyacentes: sus antepasados, el existencialismo y el estructuralismo, pero tambin sus hermanos, el posmodernismo,

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    el posestructuralismo y el neohumanismo. No obstante, tena su propio conjunto de parmetros, temas y lgicas. Como prueba de su carcter y alcance, ofrezco una exploracin sistemtica del trabajo de cuatro pen-sadores: Alain de Benoist, Marcel Gauchet, Emmanuel Todd y Rgis Debray, que abarcan el espectro ideolgico de derecha a izquierda. Por separado, puede considerarse que cada pensador trabaja sobre una serie de problemas planteados por las mltiples crisis de la dcada de 1970, produciendo como respuesta un novedoso sistema poltico-antropol-gico a comienzos de la de 1980. En conjunto, este inslito cuarteto de figuras revela una notable uniformidad de trayectoria. Sus visiones de un nuevo orden poltico no siempre eran coherentes o atractivas, pero indi-can nuevas formas de pensar y superar puntos muertos cuya lgica se ha entendido de manera imperfecta.

    Alain de Benoist, nacido en 1943, proceda de una conservadora familia pequeoburguesa del valle del Loira. El padre traslad la familia a Pars en 1950, y ms tarde adquiri una casa de veraneo en Dreux, futuro epicentro del Frente Nacional de Le Pen. All, Benoist trab contacto con veteranas figuras de la extrema derecha de entreguerras, que lo invita-ron, de adolescente, a aportar pequeos artculos a sus variadas revistas. Esto lo introdujo en el medio de los jvenes contrarrevolucionarios mili-tantes que lucharon por conservar Argelia. Benoist dej los estudios de derecho y filosofa en la Sorbona para convertirse en periodista y mili-tante a tiempo completo. Tras pasar la mayor parte de la dcada de 1960 escribiendo para la prensa de extrema derecha Cahiers universitaires y Europe-Action, ambas orgullosamente ultranacionalistas y racistas Benoist decidi, a finales de 1967, abandonar su programa nacionalista militante para abordar la poltica intelectualizada, que ms tarde llama-ra un gramscismo de derechas. Reuniendo amigos y simpatizantes, fund la Nueva Derecha y public el primer nmero de su primera revista, Nouvelle cole, en 1968. El movimiento se ha dedicado a la filoso-fa del esencialismo cultural, con tintes de etnopluralismo antirracista. Su poltica es tpicamente antiintervencionista (Benoist se ha opuesto a todas las guerras recientes) y antiestatalista (su creador prefiere solucio-nes federalistas a los problemas planteados por un Estado jacobino). En 1977, el pensador public una recopilacin de sus artculos periods-ticos, Vu de droite, que mostraba una impresionante gama de intereses, desde la mitologa noruega a la fsica moderna, y obtuvo el premio lite-rario de la Acadmie Franaise. El siguiente libro, Les ides lendroit (1979), reunido tras un frenes meditico en torno a las tentaciones

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    fascistas de la Nueva Derecha, proporcion la ms contundente decla-racin de principios del autor.

    Como Benoist, los orgenes de Marcel Gauchet son provincianos y conservadores. Nacido en 1946, creci en un pueblo costero de Normanda. Sus padres eran jornaleros, y Gauchet cantaba en el coro de la parroquia local. Inicialmente intent estudiar para maestro pero, radicalizado por las protestas universitarias contra la guerra de Argelia, decidi matricularse en la Universidad de Caen. All estudi sociologa, historia y filosofa, pero tambin estableci una prolongada colabora-cin intelectual con su profesor Claude Lefort. ste lo introdujo en un crculo de izquierdistas no marxistas y exmarxistas que a comienzos de la dcada de 1970 teoriz el movimiento de la autogestin y celebraba el espritu democrtico de Mayo del 68. Ms tarde, Gauchet rompi filas y volvi a la derecha, en la dcada de 1980, respaldando el liberalismo y la Alianza Atlntica. Sus escritos de la dcada de 1970 principalmente ensayos publicados en revistas poco conocidas fueron reeditados en 2005 con el ttulo de La condition politique. Gauchet fue conocido por su tesis sobre la laicizacin: El desencantamiento del mundo: una historia poltica de la religin (1985), que muchos, como Charles Taylor, han considerado la reteorizacin definitiva del concepto. Desde entonces se ha concentrado en desarrollar una historia filosfica de la democracia desde el siglo xvi hasta la actualidad, Lavnement de la dmocratie, una obra en cuatro volmenes.

    Emmanuel Todd, nacido en 1951, es el ms joven del grupo, y el nico no catlico. Es hijo del periodista y bigrafo Olivier Todd judo aus-tro hngaro con antepasados ingleses y nieto (por parte de madre) del escritor comunista francs Paul Nizan. Atrado por el comunismo en la dcada roja de 1960, se afili a las Juventudes Comunistas a los 16 aos, y despus al Partido propiamente dicho. Una visita a Hungra en 1968 le hizo cambiar de idea, convirtindolo en un espectacular anti-comunista1. Aproximadamente por la misma poca decidi emprender estudios universitarios, como su padre y su abuelo, en Cambridge. All, bajo la tutela de Peter Laslett y Alan Macfarlane, su inters por la familia aument, y escribi una tesis sobre las familias campesinas preindus-triales en Europa. Volvi a Francia a mediados de la dcada de 1970, y

    1 Emmanuel Todd, Contre la monnaie unique, le choix de la nation et du bon sens conomique [conferencia pronunciada en el 29o Congreso del pcf], Cahiers du communisme, 1-2, 1997, p. 170.

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    de inmediato se dio a conocer con La chute finale, que predeca el final del comunismo en la Unin Sovitica y que encontr una fcil recepcin en la atmsfera antitotalitaria del momento. Su siguiente obra, Le fou et le proltaire, exploraba las bases psicosociales de las relaciones de clase en Francia, concluyendo que la clase obrera se haba reconciliado por fin psicolgicamente con la sociedad burguesa. A comienzos de la dcada de 1980, el trabajo de Todd cambi de objetivo, dando como resultado un atlas mundial sobre los patrones de parentesco, y un anlisis com-plementario de la alfabetizacin y sus consecuencias poltico-culturales. Estos textos, La troisme plante y Lenfance du monde, respectivamente, formaron la base terica para todo el trabajo posterior de Todd, incluso en un trabajo tan ulterior como Aprs lempire (2002), en el que critica el imperio estadounidense.

    Nacido en 1940, la educacin de Debray fue profundamente parisina, aunque probablemente ms conservadora que la de Todd. No obstante rompi con ella y se afili a la misma organizacin juvenil comunista. Se convirti en un brillante normalien en la dcada de 1960, antes de partir hacia Cuba y trabajar para Castro. Entre 1965 y 1973 permaneci en Amrica Latina, sirviendo a la Revolucin Cubana como maestro, terico y embajador improvisado (del Che y ms tarde de Allende); fue encarcelado por la dictadura boliviana entre 1967 y 1970. Volvi a Francia a mediados de la dcada de 1970, y la encontr irreconocible. Su inters por la antropologa probablemente surgi por las clases que haba recibido en la dcada de 1960 de Georges Balandier, el decano de la antropologa poltica, as como por su extenso contacto con los nativos sudamericanos. Estas afinidades las expres desde media-dos de la dcada de 1970 en una impresionante variedad de formatos (novelas, obras teatrales, autobiografas, memorias), aunque les dio un tratamiento ms sistemtico en Critique de la raison politique (1981). Las conclusiones de Debray acerca de la constitucin de la sociedad humana proporcionaron un prctico conjunto de conceptos que sigue inspirando el pensamiento social y poltico de este autor.

    1. Marcadores

    El giro antropolgico efectuado por estos cuatro pensadores tan distin-tos incluy un enfoque que trataba la sociedad humana contempornea como expresin o brote de una dinmica social antigua e invariable.

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    El trmino antropologa se usa aqu en su sentido ms amplio, haciendo referencia tanto a un inventario de la naturaleza humana en todas sus formas, como al estudio comparativo de las sociedades primitivas2. Lo que yo denomino giro antropolgico tena un bagaje de procedimientos metodolgicos, uno de los cuales era la negativa a aceptar los paradigmas de la decisin racional en las ciencias humanas. Los cuatro criticaban duramente, por ejemplo, la filosofa del libera-lismo clsico del homo conomicus, la idea de que los humanos son actores racionales, con motivos e intereses transparentes. Este motivo crtico destac en la obra del neoderechista Benoist: la vacua promesa de libertad y la falsa idea de igualdad ofrecidas por el liberalismo privan al hombre de sus apegos, de todas las tendencias incluyen-tes que le permiten compartir una identidad colectiva3. El marxismo era igualmente culpable, en opinin de Benoist, porque tambin com-parta esta superficial antropologa igualitaria. En el otro extremo del espectro, Debray intent efectuar una ambiciosa revisin de la filosofa del hombre establecida por el marxismo, que fuese capaz por fin de explicar los cimientos afectivos y subracionales de la cohesin social. Smbolos, mitos, ritos histricamente los mayores estmulos para movilizar masas haban sido pasados por alto durante demasiado tiempo en la preocupacin marxista por las relaciones de produccin. Louis Althusser, el marxista francs ms grande de su generacin, y amigo y maestro de Debray, escribi en una ocasin que esta ruptura con cualquier antropologa o humanismo filosficos no es un detalle secundario; es el descubrimiento cientfico de Marx4. En ltimo tr-mino Debray coincida con esta formulacin, pero la consideraba una desgracia del marxismo, no un triunfo. Podemos considerar el trabajo de Debray a partir de la dcada de 1970 como un intento de completar esta imagen perdida.

    Ms sorprendente quiz es el desdn mostrado por los dos liberales, Gauchet y Todd, hacia la tendencia economicista del liberalismo. Todd, que conect las disposiciones polticas y sociales modernas con las rela-ciones de parentesco de comienzos de la modernidad, insisti en que la

    2 La tradicin francesa distingue lo primero como antropologa y lo segundo como etnologa, pero a menudo se traducen indistintamente al ingls. El primer captulo de la Antropologa estructural de Lvi-Strauss, Histoire et ethnologie, se traduce al ingls como History and Anthropology, por ejemplo.3 Alain de Benoist, Les ides lendroit, Pars, 1979, p. 87.4 Louis Althusser, For Marx, Londres y Nueva York, 2005, p. 227.

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    vie conomique estaba firmemente modelada y regulada por los sistemas antropolgicos, que proporcionan un marco invisible e inconsciente al racional y calculador homo conomicus5. Los motivos econmicos ya estaban programados en el elemento social. Para Gauchet, haba algo denominado la condicin poltica, una disposicin ontolgica hacia cierto tipo de conducta social cuya expresin ms pura poda encon-trarse ya en la sociedad primitiva. En su lucha elemental por la cohesin social y la autodefinicin poltica, el hombre primitivo revel que la vida social era cuestin de ordenar las relaciones de poder y de dominio. Los motivos econmicos quedaban subsumidos bajo este imperativo social ms urgente6. En ambos casos, un especfico ngulo de visin antropol-gico provoc la ruptura con las prescripciones liberales convencionales. Sus trayectorias hacia el liberalismo no terminaron en un paradigma jurdico, basado en los derechos, ni en un despliegue de criterios utili-tarios destinos tpicos de la tradicin anglo estadounidense sino en un desarrollo histricamente determinado de la comunidad poltica. Las restricciones tico-jurdicas estn completamente ausentes de la obra de Gauchet y Todd7.

    Los puntos muertos de la dcada de 1970 llevaron a los pensadores franceses a explorar nuevas opciones polticas e intelectuales, e incluso a reconsiderar las viejas. Un examen ms detenido del pensamiento francs en el periodo posterior a 1968 revela la misin arqueolgica, el esfuerzo por descubrir referencias antropolgicas especficamente francesas. Los historiadores de las ideas han observado adecuadamente la importacin del pensamiento alemn y las transformaciones que ste provoc en la tradicin intelectual francesa: el existencialismo, el marxismo althusseriano, el psicoanlisis, pero tambin ciertas ramas del liberalismo y de la sociologa seran impensables sin la influencia formativa alemana. Ha predominado una comprensible tendencia a estudiar la transmisin de Hegel, Marx, Nietzsche y Heidegger como

    5 Emmanuel Todd, Lillusion conomique, Pars, 1998, p. 20 [ed. cast.: La ilusin eco-nmica: Ensayo sobre el estancamiento de las sociedades desarrolladas, Madrid, 2001].6 Marcel Gauchet, Politique et socit: La leon des sauvages, La condition politi-que, Pars, 2005, p. 101.7 Es fcil captar la compleja relacin de Gauchet con la tradicin liberal en dos comentarios sobre Benjamin Constant. Vase LIllusion lucide du libralisme, Benjamin Constant, crits politiques, ed. por Marcel Gauchet, Pars, 1997; M. Gauchet, Constant: Le libralisme entre le droit et lhistoire, La condition politi-que, cit., pp. 277-305.

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    principal lnea de fractura del pensamiento francs del siglo xx8. En esta bsqueda, sin embargo, la relacin de Francia con su propia tradicin intelectual ha quedado oscurecida. En la dcada de 1970 se produjo, por ejemplo, el redescubrimiento de Tocqueville, lo cual dio renovado vigor a la crtica liberal de la Revolucin Francesa y revitaliz el estudio de la democracia9. De igual modo, los pensadores del giro antropolgico ayu-daron a recuperar escritores olvidados o poco apreciados, como forma de utilizar la tradicin poltica contra el consenso establecido.

    La principal figura en la reconcepcin de la sociedad europea efectuada por Benoist fue George Dumzil, prolfico lingista y antroplogo, y decano de los estudios indoeuropeos. Gauchet recibi una doble influencia: por una parte Tocqueville, que elabor un anlisis lcido y estereoscpico de la democracia, y por otra el antroplogo Pierre Clastres, que aport a Gauchet su idiosincrsica explicacin de la relacin entre el Estado y la sociedad. El despliegue por parte de Todd de criterios demogrficos para estudiar la ideologa se inspir en el cientfico social del siglo xix Frdric Le Play, autor de un estudio profundamente conservador sobre las relaciones de parentesco en Europa. El saqueo de Debray ofreci ricas reinterpretaciones de Auguste Comte y un antroplogo de la sociedad primitiva, Andr Leroi-Gourhan, produciendo una originalsima inter-pretacin de la relacin entre religin y tecnologa en la modernidad10.

    Otro rasgo metodolgico caracterstico de este movimiento fue el intento de sintetizar afirmaciones antropolgicas invariables con las descripcio-nes historicistas. El efecto fue el de conservar algunas apreciaciones ahistricas del estructuralismo afirmaciones sobre los componentes estticos de la sociedad humana sin abandonar un marco evolutivo o historicista. Cada pensador reconfigur estas variables a su modo

    8 Respecto a Hegel, vase Michael S. Roth, Knowing and History. Appropriations of Hegel in Twentieth-Century France, Ithaca, Nueva York, 1988; respecto a Heidegger, vase Ethan Kleinberg, Generation Existential. Heideggers Philosophy in France, 1927-1961, Ithaca, 2005; y Stefanos Geroulanos, An Atheism That Is Not Humanist Emerges in French Thought, Stanford, 2010.9 Daniel Lindenberg, en su conocida polmica, seal que Claude Lefort, Franois Furet y Blandine Kriegel todos liberales fueron fundamentales para revitalizar la obra de Constant, Quinet y Tocqueville en la dcada de 1970. Vase Le rappel lordre. Enqute sur les nouveaux ractionnaires, Pars, 2002, p. 8.10 Esto no quiere decir que la influencia alemana se disuelva por completo. Benoist est profundamente influido por Nietzsche y los filsofos de la revolu-cin conservadora alemana; Gauchet, por Heidegger; Debray, por Feuerbach, Marx y Benjamin.

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    especfico. Desde sus reflexiones ms prximas sobre el 68, el artculo de 1969 titulado Tiempo y poltica, hasta la actualidad, Debray ha reflexionado sobre el problema de la historicidad. Su enfoque recibi una articulacin ms plena en Crtica de la razn poltica: por un lado, las dinmicas de grupo estaban determinadas por restricciones formalistas estticas y existentes fuera de la historia, mientras que por el otro, estas dinmicas estaban sometidas al cambio a medida que la fuerza acumula-tiva de la innovacin tecnolgica, motor de la historia, ejerca diferentes presiones sobre el grupo. En otras palabras, Debray no descart la histo-ria, sino que le dio nueva forma, al aadirle una constante antropolgica.

    En el otro extremo del espectro, Benoist bas su poltica restauracio-nista en una nueva concepcin del tiempo, en la que el pasado profundo se acumulaba al presente: La cuestin de saber si uno puede revivir o no el pasado se hace irrelevante: el pasado concebido como pasado vive siempre en el presente. Es una de las perspectivas que permiten al hombre elaborar sus proyectos y forjar su propio destino11. En el centro, Todd y Gauchet reperiodizaron la historia de la democracia, rastreando su evolucin en la escala de los siglos. A Todd, como antes a Veblen, Schumpeter o Polanyi, le interesaron las disposiciones sociales premo-dernas que pasaron a la modernidad y siguieron inspirando actitudes polticas, sociales y religiosas. Fue la tendencia inversa la que le interes a Gauchet, la eliminacin y la sustitucin de las relaciones antiguas en la modernidad. La domesticacin del futuro otrora incognoscible se haba convertido en el mundo contemporneo en sustituto de la religin: Nos permite creer, en el sentido pleno del trmino, y aprovechar las compen-saciones del activismo moderno sin perder las de la devocin antigua12. Cada uno de estos pensadores conceda al pasado a menudo un pasado muy antiguo una cierta primaca como fuerza restructuradora del pre-sente: las antiguas relaciones se acumulaban y sedimentaban a lo largo del tiempo, con independencia de la fantasa de ruptura limpia asumida por la modernidad.

    11 A. de Benoist, Les ides lendroit, cit., p. 38.12 Marcel Gauchet, Lavnement de la dmocratie, tomo i: La Rvolution moderne, Pars, 2007, p. 206. Vase tambin Marcel Gauchet, The Disenchantment of the World: A Political History of Religion, Princeton, 1999.

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    2. Temas

    El giro antropolgico represent una nueva forma de estudiar la socie-dad poltica tardocapitalista, aunque us y refin viejos conceptos. Junto con las innovaciones metodolgicas descritas arriba, se dieron varios temas recurrentes. Estos fueron, en primer lugar, un nuevo nfasis en la idea de lo poltico; segundo, la fijacin en la importancia de la religin para modelar la cultura de finales del siglo xx; y tercero, una preocu-pacin por el destino de la cultura europea a largo plazo, tendiendo a los mensajes de reafirmacin. Lo poltico haca referencia a la idea de que la poltica era una esfera de actividad con leyes y procedimien-tos propios, independiente de determinaciones econmicas, religiosas o biolgicas previas. La innovacin poda atribuirse a Maquiavelo, el pri-mer pensador que liber el pensamiento poltico de cualquier atadura religiosa u orgnica. Con el ascenso de las teoras del derecho natural en el siglo xvii, sin embargo, lo poltico se deslizara nuevamente a una posicin subordinada; igual que para los modernos, en especial liberales y marxistas, para quienes las relaciones polticas eran en ltimo trmino expresin de las econmicas. Lo poltico efectu un firme retorno al pensamiento occidental a comienzos del siglo xx, a modo de protesta contra los regmenes liberal-parlamentarios europeos, dbilmente cons-tituidos. La restauracin de lo poltico en Francia se dio, por una parte, mediante la traduccin del pensamiento de Carl Schmitt, emprendida a mediados de la dcada de 1960 por un pensador estrasburgus cercano a l, Julien Freund13. A comienzos de 1970, Freund trab amistad con el joven Benoist, que estaba muy interesado por la obra de Schmitt y la incor-por a su propia filosofa, publicando adems traducciones de su extensa obra y comentarios sobre la misma. Benoist fundi la teologa poltica de Schmitt con las estructuras culturales de los pueblos indoeuropeos, para formular un nuevo tipo de teora poltica. Esta sntesis tan atractiva de lo poltico y lo cultural poda, de acuerdo con Benoist, ayudar a salvar la sociedad europea de la doble amenaza del socialismo y el liberalismo.

    Por otra parte, de lo poltico se apropi a finales de la dcada de 1960 un grupo de intelectuales de izquierda excomunistas, en el que destacaban el filsofo Claude Lefort y el antroplogo Pierre Clastres. De manera independiente y con puntos de referencia muy distintos, los dos llegaron a la misma conclusin, redactada aqu por Lefort: Solo la inteligencia

    13 El mayor texto de Freund, y el ms schmittiano, es Lessence du politique, Pars, 1965.

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    de lo poltico [du politique] podra sacarnos de la rutina positivista en la que nos haban metido la teora marxista y las ciencias sociales14. Para ambos pensadores, la antropologa poltica poda descubrir los rasgos universales e irreducibles de la estructura de la experiencia social. En su investigacin sobre el caciquismo amerindio, Clastres situ lo poltico en los orgenes mismos de la sociedad humana. Sostena, en contra de los cnones antropolgicos existentes, que las sociedades primitivas no solo carecan de Estado, sino que estaban especficamente en contra del Estado, un rechazo del poder que revelaba una actitud poltica compleja entre las sociedades anteriores a la forma estatal15. Esta concepcin dio mpetu a las primeras obras de Gauchet: Yo estaba convencido escribi muchos aos despus de que este enigma de la poltica primitiva pol-tica en aparente ausencia de poltica contena las claves para entender nuestra condicin poltica. A este juego apost mi trayectoria intelectual. El resto surgi como una solucin que desde mi punto de vista poda dar respuesta a este problema. Gauchet complement el trabajo de Clastres centrndose en los orgenes religiosos de la razn poltica. En la estruc-tura religiosa de las sociedades primitivas, basada en la separacin entre lo visible y lo invisible, entre el aqu y el ms all, Gauchet detect los orgenes del Estado: En este nudo primordial, lo poltico y lo religioso se iluminan mutuamente16.

    Debray sigui una ruta ms idiosincrsica hacia lo poltico. Contemplando el fracaso de la campaa guerrillera de Ernesto Che Guevara, mientras permaneca encarcelado en Bolivia, concluy que la poltica de clase, en ltima instancia, no haba logrado imponerse a los sentimientos nacionales ms vivos del pueblo latinoamericano. De hecho, los apegos afectivos a la nacin, a Dios o a la comunidad siempre triunfaran sobre clculos basados en el inters. En consecuencia, una teora pol-tica ms penetrante debera descubrir las condiciones y las fluctuaciones de la creencia dentro de los grupos e intentar capturar lo poltico en su estado embrionario17. Aunque trabajando dentro de una tradicin

    14 Claude Lefort, Luvre de Clastres, en Miguel Abensour (ed.), Lesprit des lois sauvages: Pierre Clastres ou une nouvelle anthropologie politique, Pars, 1987, p. 190.15 Pierre Clastres, La socit contre ltat: Recherches danthropologie politique, Pars, 1974. Vase en especial el captulo i, Copernic et les sauvages.16 Marcel Gauchet, Introduction, La condition politique, cit., p. 13.17 Rgis Debray, Critique de la raison politique, ou linconscient religieux, Pars, 1981, p. 25 [ed. cast.: Crtica de la razn poltica, Madrid, 1983]. Respecto a sus reflexiones sobre Bolivia, vase Lous soient nos seigneurs: Une ducation politique, Pars, 1996, pp. 248-258.

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    marxista muy distante de Gauchet, Debray lleg a la misma identidad oculta de lo religioso y lo poltico, presente ya en los orgenes de la socie-dad humana. A diferencia de Gauchet, sin embargo, Debray encontr un remedio contra la vacuidad contempornea de lo poltico, en forma de conceptos religiosos laicizados, sobre todo el de la hermandad, o frater-nit, republicana18. En cuanto a Todd, es el nico pensador para el que la poltica no era una esfera de actividad autnoma, puesto que emana de patrones de familia preexistentes. Aun as, la concepcin subyacente de Todd era muy similar: la accin poltica estaba determinada antes de la reflexin, y responda a un esquema irracional y arcaico.

    Las nociones de lo sagrado

    La religin ha sido otro punto de enfoque comn entre los cuatro pen-sadores. Todos son ateos declarados, pero no obstante han seguido fijndose en la capacidad de la religin para modelar la cultura moderna. Para Todd, la religin est en el centro de todas las interacciones lgi-cas e histricas. Proporcion la base del desarrollo cultural que uni las relaciones de parentesco fundacionales con los patrones ideolgi-cos modernos. Era inevitable que la cultura se laicizara a medida que aumentasen las tasas de alfabetizacin; pero la religin, sostena Todd, nunca desapareci por completo, ya que los hombres sustituyen de inmediato la imagen evanescente de la ciudad de Dios por la nueva imagen de la sociedad ideal19. Todas las ideologas polticas tenan sus races en las tradiciones religiosas. Benoist fue el ms implacable-mente hostil a la religin, pero al serlo, reconoca de manera implcita la asombrosa longevidad de sta. Como en el anlisis de Todd, no fue la creencia religiosa la que sobrevivi, sino sus costumbres, hbitos y maneras. Esto era un problema para Benoist, en la medida en que los valores judeocristianos haban impregnado y corrompido el alma de la civilizacin europea, eclipsando sus orgenes autnticamente paga-nos. Como Debray y Gauchet, Benoist consideraba que lo sagrado era un componente integral de la poltica o incluso su fuerza estructuradora y proporcionaba de igual modo una antropologa propia, con sus leyes de movimiento. Solo reapropindose de lo sagrado con criterios paganos,

    18 Vase Rgis Debray, Charles de Gaulle: Futurist of the Nation, trad. John Howe, Londres y Nueva York, 1994, p. 5; y Rgis Debray, Le moment fraternit, Pars, 2009.19 Emmanuel Todd, Linvention de lEurope, Pars, 1990, pp. 94, 193.

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    sostena Benoist, poda Europa revertir la transvaloracin de todos los principios, y deshacer su mezquino materialismo judeocristiano20.

    Debray y Gauchet ocupan el escenario central en este debate sobre la religin. Gauchet ha aportado una de las teoras ms influyentes sobre la laicizacin en Le dsenchantement du monde, mientras que el enfrenta-miento frontal de Debray con la religin ha entrado en el debate pblico, especialmente durante la controversia del velo en Francia. Pero ambos han defendido posturas opuestas acerca de la funcin de la religin en el mundo moderno, y en cierto momento debatieron estos puntos de vista en las pginas de la revista de Gauchet, Le Dbat21. Debray sostena que, a medida que las fuerzas centrfugas de la modernidad tecnol-gica se aceleraban, tambin deba hacerlo la necesidad de mantener la cohesin grupal, provocando un aumento de la identificacin reli-giosa. La religin histricamente la mayor fuerza movilizadora que la humanidad ha conocido actuaba ahora como mecanismo centrpeto de solidaridad grupal en todo el mundo. Al estar ms atomizada, la moder-nidad tena ms necesidad de encantamientos para mantenerse unida. Gauchet, por el contrario, sostena que el proceso de laicizacin haba comenzado con la llegada del monotesmo, en torno a 3000 a. c., y haba penetrado ms profundamente con los comienzos del Estado moderno, a finales de la Edad Media. Occidente llevaba siglos conviviendo con el desencantamiento; cualquier resurgencia del entusiasmo religioso incluidas sus patologas polticas, el fascismo y el totalitarismo deba interpretarse sencillamente como rplica sintomtica de esta transfor-macin subyacente. No obstante sus considerables diferencias, ambos pensadores trataban la religin como el inconsciente de la poltica, lo cual los obligaba a inspirarse en la antropologa de los pueblos primiti-vos. En cierto modo, los cuatro han tratado una cuestin planteada por Tocqueville casi siglo y medio antes, a saber, si la poltica moderna es decir, la democracia podra sobrevivir sin los hbitos del corazn vin-culantes proporcionados por el cristianismo.

    20 Alain de Benoist, Comment Peut-on tre paen?, Pars, 1981.21 Rgis Debray y Marcel Gauchet, Du religieux, de sa permanence et de la possibi-lit den sortir, Le Dbat 127, noviembre-diciembre de 2003. Este intercambio fue comentado por Michael Behrent, Religion, Republicanism and Depoliticization: Two Intellectual Itineraries, en Julian Bourg (ed.), After the Deluge. New Perspectives on the Intellectual and Cultural History of Postwar France, Lanham, Maryland, 2007.

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    La cultura, para cada uno de los escritores aqu considerados, repre-sentaba algo ms que una mera coleccin heterognea de costumbres, hbitos y producciones artsticas. Se ha tomado en su sentido ms antiguo, como defensa contra la naturaleza y los elementos. Sin este baluarte, las sociedades experimentaran una precipitada decadencia, y empezaran a perder su autonoma. Debray fue el ms alarmado por esta evolucin, temiendo, desde finales de la dcada de 1970, el inminente empobrecimiento cultural de Francia. Los acontecimientos del 68 haban desbloqueado el camino para los procesos de liberalizacin y mediatiza-cin; en una dcada, la integridad cultural francesa estaba sitiada. Los intelectuales se aliaron entonces con el orden establecido, una oleada de consumismo barri siglos de cultura y el proletariado agente clave en la identidad nacional francesa estaba en vas de desaparicin. Debray se vio obligado, a la luz de estos acontecimientos, a asumir la cosmo-visin republicana que recalcaba la importancia del nacionalismo y de la educacin republicana estricta para reconstruir la cultura francesa. Si adoptamos el pesimismo cultural en su sentido menos drstico no como nihilismo cultural, sino como creencia implcita en la inminen-cia del declive podemos decir que los otros tambin compartan esta tendencia. Gauchet marc el ao 1970 como el comienzo de una nueva coyuntura en la que las fuerzas de la desintegracin se desataron sobre Francia con inquietante velocidad. En esta era de individualizacin cha-bacana y derechos humanos formalistas, la comunidad y la poltica se convirtieron en vacos caparazones de lo que fueron. El de Benoist fue tambin, como hemos visto, un paradigma de constante decadencia, de forma tal que la cultura se alejaba cada vez con mayor rapidez del verdadero destino, el que tena en la antigedad pagana. Incluso la interpretacin whig de Todd, que vea las patologas de la modernidad resueltas por la universalizacin del par alfabetizacin-democracia, estaba oscurecida por los nubarrones en el horizonte. Dos de las obras ms recientes de Todd, Aprs lempire. Essai sur la dcomposition du sys-tme amricain y Aprs la dmocratie, conjuran un mundo al borde de la ruina, sumido en el vrtice del capital financiero y el imperio.

    La desesperacin nunca ha sido profunda, sin embargo. En todos los casos, el sentimiento de decadencia ha estado compensado por un opti-mismo subyacente, una confianza en la capacidad de las instituciones humanas para sacar a Francia de su mal. La imagen de un mundo de paz democrtica, expuesta por Todd, nunca se ha oscurecido por completo, y al final se ha impuesto el mensaje tranquilizador. A este respecto, el giro

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    antropolgico debe distinguirse de un movimiento hermano, el posmo-dernismo, que comparta con el primero el inters por las estructuras arcaicas, pero en ltimo trmino rechazaba su enfoque histrico de los conceptos sociales y polticos. Es bien sabido que el posmodernismo afirmaba desentenderse de todas las metanarrativas, encontrando solaz en estructuras analticas difusas redes del lenguaje, cdi-gos semiticos en lugar del campo de conflicto dualista, comn a los sistemas modernos (ej., el marxismo)22. La desesperacin por la inmovilidad (o la hipermovilidad banalizadora) de la historia iba acom-paada, para los posmodernos, de un impulso utpico, una sumisin gozosa a las nuevas formas de realidad, ya fuesen la hiperrealidad de Baudrillard, o la economa libidinal de Lyotard. Este rasgo ldico era anatema para nuestros pensadores, que todava albergaban una fe sub-yacente en la capacidad de la historia, la poltica y la cultura para rescatar a la modernidad de su actual malestar. Excepto Benoist, excluido delibe-radamente de la cultura pblica por sus opiniones de extrema derecha, todos han sido voces destacadas en la formacin de la opinin pblica; y de hecho, sin excepcin, han difundido activamente sus ideas en diferen-tes medios (revistas, institutos culturales, think tanks, etc.).

    3. Races

    Cules fueron las fuentes ms profundas de esta configuracin inte-lectual? En primer lugar, la antropologa poltica practicada por estos pensadores no era nada nuevo en la tradicin occidental. De hecho, podramos muy bien afirmar que el pensamiento moderno empez a modo de antropologa poltica, que la ruptura con lo tardomedieval se correspondi con el descubrimiento de pueblos no europeos a partir del siglo xvi. Amrica aport un contundente teln de fondo a la teora poltica de Moro, Hobbes y Locke; en Francia, la lnea de pensamiento que empez con Montaigne y se extendi hasta Rousseau y Diderot se form en torno a encuentros (imaginarios) con los no europeos. No se trataba de un mero recurso para criticar la sociedad europea, como los historiadores de la Ilustracin han resaltado. Era tambin una tcnica ingeniosa para descubrir, sobre una base universal, la constitucin

    22 Fredric Jameson ha sealado la obsesin del posmodernismo por los cdigos genticos, por ejemplo, y por las espirales cibernticas, estructuras entrelazadas, en bucle, sin trayectoria rectilnea. Vase Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Londres y Nueva York, 1991, p. 155 .

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    de la conducta humana y las modalidades sociales que podan deducirse de ella. La antropologa permiti, por consiguiente, interpretar la comuni-dad poltica desde un punto de observacin distinto y atractivo.

    En Francia, la tradicin antropolgica siempre haba tenido que enfren-tarse a un poderoso racionalismo cartesiano, nacido de la nueva filosofa del individuo en el siglo xvii. Ambas corrientes haban influido por sepa-rado en la filosofa de la Revolucin y seguiran floreciendo hasta bien superada la Primera Repblica, aprovechando el prestigio adquirido durante el Sicle des Lumires. Naturalmente, ambas cambiaran de com-plexin a lo largo del siglo xix. La tradicin antropolgica dio pasos ms grandes hacia la profesionalizacin: de la antropologa en trminos generales, el estudio de la naturaleza humana a la etnologa, el estudio comparativo de grupos raciales o tnicos. Esto no estaba en s tan relacio-nado con pensadores individuales como con exigencias institucionales: la universidad, obviamente, pero tambin el Estado. La burocracia colonial en Argelia, por ejemplo, patrocin estudios etnogrficos que captasen las poblaciones locales en su irreducible otredad. El universalismo ilustrado del imperio requera la investigacin antropolgica para desarrollar no solo una imagen precisa del ser humano, sino tambin un diagrama com-parativo del progreso humano que inspirase sus modalidades de dominio.

    Con mile Durkheim, a finales de siglo, la etnologa alcanz el enorme prestigio que tiene en la tradicin francesa. l la dot de mayor rigor y sistematicidad, ampli su alcance combinando de hecho la sociologa, la antropologa y el estudio de la religin en una sola disciplina pero tambin, quiz lo ms importante, la puso al servicio de una poltica socialdemcrata de izquierdas. La influencia ms cercana de Durkheim fue Auguste Comte, que a mediados de siglo haba efectuado una fusin muy idiosincrsica de antropologa y (lo que ahora denominamos) sociologa. Ms vitales an para el pensamiento de Durkheim fueron Rousseau y Montesquieu, el primero apelando a su lado antropolgico, con la historia terica del hombre, el segundo a su lado sociolgico, con la cuidadosa tipologa de los sistemas polticos23. El legado de Durkheim a las ciencias sociales francesas fue extenso, del orden de la influencia de Weber en el pensamiento alemn. Polticamente, su sociologa se aline con el proyecto republicano de finales del siglo xix, dando primaca a la

    23 Estas influencias se observan perfectamente en un texto pstumo: mile Durkheim, Montesquieu et Rousseau: Prcurseurs de la sociologie, Pars, 1966.

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    ciencia sobre la religin, al imperio de la ley sobre la autoridad arbitra-ria, y a la solidaridad de grupo sobre la libertad individual. Su rechazo a la tradicin heroica del individualismo y a la adjunta filosofa econmica liberal, sera interiorizado por el siguiente siglo de pensamiento social, al igual que su constante preocupacin por lo social como unidad domi-nante, fusionada mediante lazos orgnicos.

    Aunque no es posible acusarlo convincentemente de ahistoricismo en su sociologa, Durkheim s tenda a centrarse en los modos en que actuaba la religin para reforzar la estabilidad de las sociedades: por qu principio se mantiene la vida de los componentes del clan, la vida de los animales o plantas de las especies totmicas24. Esta analtica tenda a resaltar los procesos estticos frente a los dinmicos. En ambos aspectos es decir, en la cuestin de los grupos y la del historicismo Durkheim proporcion una base slida para el siguiente siglo, y ciertamente para los pensadores del giro antropolgico, todos los cuales aprovecharon su tesoro intelec-tual. Por ltimo, est el duradero legado de su ltima obra maestra, Las formas elementales de la vida religiosa (1912), en la que Durkheim formul la dicotoma sagrado/profano con referencia a las religiones totmicas de Australia. Este era el eje del pensamiento religioso para Durkheim, y divi-da el mundo en dos gneros: Las cosas sagradas son las protegidas y aisladas por prohibiciones; las cosas profanas son aquellas a las que se aplican las prohibiciones y que deben guardar distancia con lo sagrado25.

    Es difcil exagerar el impacto que esta concepcin tendra sobre las gene-raciones siguientes. El propio crculo de Durkheim, reunido en torno a su revista, Lanne sociologique, adopt enseguida la distincin como paradigma dominante de sus investigaciones sociolgicas. Pero fue Marcel Mauss, sobrino y principal alumno de Durkheim, quien dio al marco original una forma que resultara enormemente atractiva para el pensamiento social en el periodo de entreguerras. El texto ms celebrado de Mauss, Ensayo sobre el don (1923), fue el primer estudio comparativo sistemtico sobre el intercambio de dones en las sociedades primitivas. Presentaba este fenmeno social en su totalidad, un enfoque que, de acuerdo con Lvi-Strauss y otros, distingue a Mauss de su to. Con el intercambio de dones arcaico, Mauss poda ver las inferencias morales, jurdicas, estticas, religiosas, polticas y mitolgicas de la economa

    24 mile Durkheim, The Elementary Forms of Religious Life, Nueva York, 1995, p. 206.25 Ibid., p. 38.

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    primitiva. El enfoque global era solo una de las razones del atractivo de Ensayo sobre el don. Otra era la idea de Mauss de tratar la economa en su forma arcaica, como cuestin de intercambio simblico. Su texto era un registro de todo lo que se haba perdido, en comunicacin interpersonal, con el desarrollo de una economa racional centrada en el dinero. Por elegiaca que pareciese su conclusin, Mauss no era un primitivista y sostena, como Durkheim, una imagen de progreso humano. La moder-nidad poda convertir al homo conomicus en una mquina calculadora, pero tambin lo transformara en el hombre moral, el hombre guiado por el deber, el hombre cientfico, el hombre razonable26.

    Por ltimo, la figura que por s sola elev la reputacin de la antropolo-ga en el periodo de posguerra fue Claude Lvi-Strauss, quien se situ en el linaje de Durkheim, que encarnaba la esencia de la contribucin francesa a la antropologa social, y de Mauss, que la liber de sus provincianismos y la aplic al estudio de la sociedad como un todo. La propia obra de Lvi-Strauss asumi la unidad de las perspectivas antro-polgica y etnolgica. La primera, afirmaba l, poda proporcionar un inventario de la naturaleza humana, una conversacin del hombre con el hombre, sin entrar en conflicto con la misin de la segunda, la de reconstruir el pasado de las sociedades primitivas. Renaca as con Lvi-Strauss el proyecto de Rousseau y los philosophes: estudiar, a escala universal, qu compartimos en cuanto seres humanos, y en qu nos diferenciamos, a escala particular, por ser miembros de una unidad cultural27. El codicilo de Lvi-Strauss era que deberan suspenderse los juicios morales sobre estas diferencias, siendo preferible el relativismo cultural a las viejas descripciones evolucionistas que justificaban el colo-nialismo europeo. Si Lvi-Strauss aument enormemente el alcance y el prestigio de la antropologa al purgarla de sus asociaciones coloniales y renovar sus imperativos morales, tambin lo hizo infundindole una metodologa estructuralista, tomada de la lingstica. El atractivo de este modelo, que afirmaba descubrir las propiedades universales de la mente humana, fue muy extenso y afect prcticamente a todas las disciplinas acadmicas francesas durante el auge del estructuralismo.

    26 Marcel Mauss, The Gift. Forms and Functions of Exchange in Archaic Societies, trad. Ian Cunnison, Nueva York, 1967, p. 74.27 Claude Lvi-Strauss, Structural Anthropology, vol. II, trad. Monique Layton, Chicago [1983], pp. 4, 9, 11, 12, 24.

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    Ese atractivo haba empezado a deteriorarse a finales de la dcada de 1960, cuando uno de los propios discpulos de Lvi-Strauss, Pierre Clastres, seal que este discurso elegante, a menudo muy rico, no habla de la sociedad. La respuesta de Clastres fue categrica: Queremos hablar de la sociedad, hablemos de la sociedad!28. Los cuatro pensadores del giro antropolgico (y muchos de sus contemporneos) lamentaron tambin las tendencias hermticas del estructuralismo, su incapacidad para plantear cuestiones que corcernieran al mundo. Haba nuevos estancamientos y crisis que considerar despus del 68, y los anlisis estructurales eran inadecuados para abordar estos retos. Por ejemplo, despus de 1968 empez a cuestionarse la funcin del Estado, provo-cando que el pensamiento antropolgico adoptase un ngulo de visin ms poltico. Una forma de abordar esta cuestin fue el estudio de socie-dades sin Estado, que poda arrojar nueva luz sobre la naturaleza y la funcin del nada transparente Estado occidental, y ayudar a sentar nue-vas bases para interpretar la poltica. Los antroplogos estadounidenses y britnicos se fijaban por primera vez en Europa, confirmando en cierto sentido lo que el giro antropolgico ya saba: que Europa no poda seguir mirando al resto del mundo con sentimiento de superioridad, como lo haba hecho en el siglo xviii. La descolonizacin, as como el inicio de la recesin de la dcada de 1970, socavaron el satisfecho triunfalismo euro-peo. La obra de Lvi-Strauss perciba esta transformacin, y su sombra perspectiva sobre la historia europea atrajo mucha simpata en Francia.

    Este sentimiento de malestar, de desaparicin de los horizontes de cre-cimiento dentro de Europa, llev a los pensadores del giro antropolgico a crear una nueva filosofa del sujeto que no era estructuralista ni neo-humanista, pero comparta aspectos de ambas. Los neohumanistas, en reaccin a la proclamacin de la muerte del hombre y la creencia en la absoluta contingencia del sujeto por parte de los estructuralistas, pro-pusieron en la dcada de 1980 restaurar el actor humano autnomo, un individuo lcido y transparente, plenamente responsable de sus accio-nes. El giro antropolgico adopt una senda intermedia, revelando un sujeto racional y consciente de s mismo, cuya constitucin estaba, no obstante, determinada por modos que escapaban a la percepcin de dicho sujeto. Debray y Gauchet consideraban la heteronoma una condicin fundamental de la existencia humana en sociedad, y a veces la conside-raban una virtud, condicin para hacer realidad un nuevo sentimiento de

    28 Pierre Clastres, Archeology of Violence, Los ngeles, 2010, p. 224.

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    comunidad. Tambin Todd y Benoist se inclinaban por ver las restriccio-nes arcaicas a nuestra autonoma como significantes positivos: los apegos familiares y culturales seguan estructurando la conducta grupal, haciendo de freno a las fuerzas centrfugas de la modernidad. Esta concepcin del sujeto inmuniz al giro antropolgico contra la retrica de los derechos humanos y evit cualquier acercamiento simplista a dichos paradigmas jurdicos. La tendencia a caracterizar el periodo posterior a 1968 simple-mente como el retorno del actor parecera por lo tanto prematura, al dejar de lado esta importante corriente de pensamiento colectivista.

    4. Callejones sin salida

    Observando ms de cerca la Francia de la dcada de 1970, comprendemos que el pensamiento no solo reaccion a la recesin en las economas indus-triales avanzadas, sino tambin a una serie de estancamientos sociales y culturales adjuntos. La turbulencia en el rgimen de produccin y acumu-lacin podra generar modos de pensamiento turbulentos, como David Harvey sostena respecto al posmodernismo. Pero puede de hecho pro-ducir la tendencia opuesta, llevando a los pensadores a buscar un terreno ms firme en el mbito de la teora poltica: hacia una constante antropo-lgica. El prestigio de la tradicin antropolgica en Francia no garantizaba que sus intelectuales efectuasen este giro, pero ciertamente aumentaba la probabilidad. Con la crisis multiforme de la dcada, una convincente tradicin intelectual y cultural fue desbloqueada y reelaborada.

    Los cuatro escritores percibieron un giro ssmico en la estructura social subyacente en Francia, a saber, la desaparicin del proletariado como actor histrico significativo. El desplazamiento de la fbrica en el esquema ms amplio de produccin capitalista y la naturaleza cam-biante del trabajo hacia una mayor especializacin debilitaron la fuerza colectiva del proletariado, que supuestamente deba haberse fortalecido a medida que empeorasen las crisis del capitalismo29. A este respecto, se produjo una interesante coincidencia en el pensamiento de los cua-tro a finales de la dcada de 1970. Le fou et le proltaire (1979) de Todd

    29 La bibliografa en francs sobre este tema es rica y extensa. Vase Andr Gorz, Mtamorphose de travail. Critique de la raison conomique [1988], Pars, 2004; Robert Castel, Les mtamorphoses de la question sociale, Pars, 1995; Stphane Beaud y Michel Pialoux, Retour sur la condition ouvrire: Enqute aux usines Peugeot de Sochaux-Montbliard, Pars, 1999.

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    predeca la inminente disolucin del Partido Comunista a medida que el proletariado se integrase plenamente en el capitalismo. La revolucin sexual de la dcada de 1960, de acuerdo con Todd, haba estabilizado la clase trabajadora, liquidando las patologas que la haban mantenido en los mrgenes de la sociedad durante casi un siglo. Que despus de que la crisis golpease, en 1973, no se hubiesen producido manifestaciones en la calle, que el pcf no hubiese aumentando su nmero de votantes en las elecciones de 1974, a pesar de un repunte del desempleo, era la prueba de que Francia empezaba a hacer realidad sus verdaderos or-genes pequeoburgueses. Esta normalizacin solo sera derrotada si el Partido Socialista decida explotar un momento psicolgicamente arduo para el proletariado30. La interpretacin de Debray era casi idntica a la de Todd, pero con la valoracin invertida: la individualidad, el consu-mismo y la muerte del proletariado, en lugar de salvar a Francia de la ruina inminente, debilitaran su integridad cultural y poltica. Debray predeca que este giro sociolgico hara peligrar la supervivencia del pcf, y lo llevara a adoptar una serie de tcticas peligrosas, incluida la de sabo-tear la Unin de la Izquierda. En Lettre aux communistes franais (1978), anunciaba pblicamente su ruptura con el Partido, y explicaba por qu, en su opinin, cualquier programa inteligente de la izquierda tendra que abandonar la doxa de la dictadura del proletariado, y reagruparse terminantemente bajo el estandarte de los socialistas.

    A la banda derecha del espectro poltico no le preocupaba tanto el impacto de la desaparicin del proletariado a mediados de la dcada de 1970. Benoist, reflexionando sobre Mayo del 68 diez aos ms tarde, pensaba que dicho movimiento no tendra consecuencias. Las facciones ms inte-ligentes de la izquierda perciban algo que estaba ya en perspectiva, que los proletarios solo quieren convertirse en burgueses. Habiendo perdido sus principales fuentes de legitimidad poltica e intelectual la solidaridad de la clase obrera y la descolonizacin la izquierda haba entrado en crisis, el militantismo no tiene donde aferrarse, las escisio-nes se multiplican hasta el infinito, los resultados electorales son cada vez ms escasos31. El espacio abierto por la izquierda en decadencia poda llenarlo una derecha en ascenso. Era hora de pensar sin Marx ni Freud, y volver a Nietzsche. La posicin de Gauchet a finales de la dcada de 1970 era ms sutil. En Tocqueville, lAmrique et nous (1980),

    30 Emmanuel Todd, Le fou et le proltaire, Pars, 1979, pp. 258, 18, 265.31 Alain de Benoist, Postface: Mai 68, Les ides lendroit, cit., pp. 292-293.

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    renda homenaje al proletariado, al que consideraba una de las mayores fuerzas igualitarias de la historia, preguntando retricamente, Acaso no ha cumplido, en general, su verdadera misin histrica, muy a pesar de su misin ideolgica de emancipacin total: la de incluir como alia-dos sociales en el proceso colectivo a aquellos antes reducidos al silencio y apartados de la toma de decisiones sociales?. El destino histrico del proletariado no era la revolucin, sino la inclusin en un orden parla-mentario. Una vez alcanzado esto, su existencia sobrara: El problema especfico planteado por la existencia de un proletariado fuera de la vida civil est en parte resuelto32. Un proletariado plenamente ajustado al capitalismo ya no era un proletariado, sino un grupo normalizado que funcionaba dentro del sistema democrtico.

    El suceso discursivo con creces ms influyente a mediados de la dcada de 1970 fue lo que el historiador Michael Scott Christofferson ha deno-minado el momento antitotalitario, el asalto organizado por liberales e izquierdistas de centro, tanto exsocialistas como no socialistas, contra la alianza electoral de socialistas y comunistas, la Unin de la Izquierda. Como con gran pormenor muestra Christofferson, no fueron las reve-laciones del Archipilago Gulag de Solzhenitsyn las que alarmaron a la izquierda moderada porque mucho de esto ya se saba sino el tre-mendo ataque del pcf contra dicho libro, lo que suscit el miedo a que el pcf estuviese listo para asumir el control de la unin con el ps para forjar una nueva hegemona intelectual. En la estrategia retrica diseada para impedir esta posibilidad, importantes pensadores de la izquierda liberal anticomunista invocaron el concepto del totalitarismo, la idea de que el pcf, si se le daba el control del gobierno, impondra un rgimen de socialismo represivo similar al de la urss. A finales de la dcada de 1970, como muy bien seala Christofferson, emergi un consenso en torno a este concepto, de forma tal que Foucault, Domenach, as como los nuevos filsofos y Franois Furet, asumieron o toleraron la conclusin de que el comunismo, el marxismo y la revolucin eran totalitarios33. Aunque Mitterrand obtuvo una ajustada victoria en las elecciones de 1981 impo-nindose por un margen de tres puntos en la segunda ronda, despus de que Giscard ganase en la primera la legitimidad intelectual de su pro-grama haba sido debilitada por la eficaz contrarrevolucin antitotalitaria librada por la izquierda moderada y el centro.

    32 M. Gauchet, La condition politique, cit., p. 378. 33 Michael Scott Christofferson, French Intellectuals against the Left. The Antitotalitarian Moment of the 1970s, Nueva York, 2004, p. 20.

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    5. Los espectros del totalitarismo

    Christofferson analiza la genealoga del totalitarismo como recurso retrico en un duro enfrentamiento poltico, pero las consecuencias intelectuales de este despliegue fueron mucho mayores de lo que l imaginaba. Porque no solo la izquierda liberal anticomunista asimil y transmiti este discurso, sino tambin sectores de la derecha y de la izquierda marxista. Todos los miembros del cuarteto aqu estudiado se sintieron obligados a enmarcar su opera magna a finales de la dcada de 1970 y comienzos de la de 1980 en torno al concepto del totalita-rismo (o al menos de examinarlo crticamente). De los cuatro, solo Debray era consciente de su efecto alarmista, al escribir, En el arsenal de nuestras ciencias polticas, el totalitarismo cumple la misma funcin que el fanatismo en las de la Ilustracin o el totemismo en la etnolo-ga: es tanto una excusa para la ignorancia como un rito para conjurar al diablo34. La presencia del discurso totalitario fue tal que recibi respuesta terica de casi todos, incluso aquellos que lo tachaban de espejismo y humo ideolgicos.

    Los otros tres eran, al menos a finales de la dcada de 1970, celosamente antitotalitarios. Christofferson afirma acertadamente que los liberales fueron quienes con ms entusiasmo blandieron este arma. Le fou et le proltaire (1979) de Todd, por ejemplo, ilustraba a la perfeccin la tesis de Christofferson: identificaba al pcf como amenaza totalitaria al modo de vida francs, y sugera que una victoria de la Unin de la Izquierda en 1981 convertira a Francia en un Estado similar a la Unin Sovitica. Centrarse exclusivamente en este momento localizado, sin embargo, es olvidar que el antitotalitarismo constituy un hito en la posterior obra de Todd. La troisime plante (1983) era una ambiciosa representacin de las ideologas mundiales y sus correspondientes races en ciertas estruc-turas familiares. Y sin embargo este texto, que ayud a establecer la fama de Todd como estudioso serio, estaba intelectualmente en deuda con el concepto totalitario. Todd volva constantemente a la afirmacin de que los sistemas familiares nucleares, como los que se encuentran en el mundo anglosajn y en partes de Francia, son incapaces de engendrar formas polticas e ideolgicas de totalitarismo35. De igual modo, el obje-tivo implcito de los estudios antropolgicos de Todd sobre el parentesco

    34 Rgis Debray, Critique de la raison politique, Pars, 1981, p. 22. 35 Emmanuel Todd, La troisime plante. Structures familiales et systmes idologiques, Pars, 1983, p. 119.

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    era el de ofrecer una explicacin alternativa al apego mundial al comu-nismo, una explicacin que demoliese el mito marxista de la lucha de clases. El totalitarismo desapareci finalmente de su obra tras la cada de la Unin Sovitica, pero su funcin formativa en la teora poltica de Todd es indiscutible.

    Nuestro otro liberal, Gauchet, ocup el lugar de honor como el antito-talitario ms comprometido de Francia. Christofferson le concedi este honor a Franois Furet, que de hecho escribi uno de los textos ms influyentes del antitotalitarismo, Penser la Rvolution franaise. Pero fue Gauchet quien le dio mayor peso filosfico e histrico, convirtindolo en un concepto central en el metarrelato de la democracia occidental. Su obra ms reciente, lpreuve des totalitarismes, 1914-1974 (2010), es sin duda el ms omnicomprensivo, aunque ampuloso monumento a la teora totalitarismo en Francia hasta la fecha. En cierto sentido, Gauchet estaba idealmente situado para la tarea: joven pensador for-mado en Caen con Claude Lefort uno de los principales tericos del concepto pero tambin cercano a Furet en la cole des Hautes tudes en Sciences Sociales36. Su apego al totalitarismo estaba en funcin de una antropologa poltica especfica, que sostena que la comuni-dad poltica, en su forma ms pura, estaba constituida de forma tal que repudiaba reflexivamente el poder. Las sociedades sin Estado eran entidades estables, autogobernadas, solo nominalmente regidas por un lder. Solo con el desarrollo del Estado, el primitivo sueo de la autogestin se vio amenazado y finalmente consumido por esta amenaza externa. El totalitarismo era, por consiguiente, una trayecto-ria natural del Estado concebido como tal. Aunque Gauchet adopt el totalitarismo en el contexto de los debates polticos entre facciones a mediados de la dcada de 1970, esta idea tiene una resonancia intelec-tual mucho ms profunda en su obra, fcil de rastrear cuando articula su antropologa poltica.

    Benoist, en la extrema derecha, respald plenamente la idea totalitaria en los escritos publicados desde mediados de esa misma dcada. En ellos, asuma una funcin polmica indistinguible del proyecto intelectual de Benoist y de la Nueva Derecha: estigmatizar muchas de las adhesio-nes filosficas de Occidente, calificndolas de corruptas y peligrosas, y

    36 Respecto a los escritos de Lefort sobre el concepto, vase Les formes de lhistoire: Essais danthropologie politique, Pars, 1978, y Essais sur le politique: xixe-xxe sicles, Pars, 1986.

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    empezar a aliarse en torno a un conjunto de ideas distinto. El totali-tarismo era perfectamente adecuado para esta tarea, siempre que se entendiese como una lgica que impregnaba ciertos sistemas ideolgi-cos, y no simplemente como matriz de lo poltico. En Totalitarisme galitaire (1977), escribi: El totalitarismo no es el fruto natural del ejercicio del poder. No debe nada a la esencia del poder. Y tampoco es un avatar permanente de las pasiones humanas. El totalitarismo es el producto del espritu igualitario, y, singularmente, del espritu econmico que es el corolario obligado. Parecera que tenemos entre manos un antitotalitarismo revisionista, que traslada la responsabilidad del campo de la accin poltica, cuya dignidad Benoist deseara conservar, al de las relaciones econmicas. No hay nada inherentemente errneo en lo pol-tico, afirmaba Benoist. En el mundo pagano, las sociedades se regan por ideas y costumbres que les eran naturales: una cierta concepcin del mundo era vivida de modo coextensivo a toda la actividad social37. Fue la modernidad la que interrumpi este esquema, introduciendo ideo-logas universalistas monotesmo, economicismo, democracia que finalmente sometieron a las organizaciones polticas locales. La paradoja era que Benoist estaba usando la retrica antitotalitaria contra los anti-totalitarios (y no exclusivamente contra la izquierda comunista, como supona Christofferson). El blanco principal eran los nuevos filsofos, que, de acuerdo con Benoist, confundan fundamentalmente el fenmeno totalitario al insistir en que se debe preferir Jerusaln a Atenas, es decir, fusionar la poltica con la moral. La ortodoxia de estos pensadores daba una nueva legitimidad a la insustancial poltica de los derechos huma-nos: seal segura, para Benoist, de la decadencia occidental.

    6. Sntomas

    Las seales de una crisis intelectual profundamente asentada estaban por todas partes. A muchos pensadores de la dcada de 1970 les pareca que una fase concreta de la historia estaba llegando a su fin, y que el futuro aportara algo completamente nuevo. Las mismas condiciones de pensamiento ahora asociadas con la coyuntura global posterior a 1989 sensacin de agotamiento de la historia, de haber superado la pol-tica ideolgica fueron contempladas en Francia una dcada antes, pero con ms urgencia, porque sucedan, en cierto sentido, dentro. Las

    37 A. Benoist, Les ides lendroit, cit., pp. 160, 159.

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    reacciones fueron variadas: los posmodernos profetizaron el fin de la historia, o al menos fantasearon con l; muchos liberales lo vieron como el final del excepcionalismo francs y una invitacin a adoptar las lneas filosficas anglo estadounidenses (otra variante, de hecho, del fin de la historia); y por ltimo, el giro antropolgico aprovech la ocasin para reformular la gramtica del pensamiento poltico hasta entonces conocida en Francia.

    Otro sntoma de esta crisis fue un intento sistmico de replantearse el Estado, o incluso la soberana tout court. El mensaje que muchos izquier-distas haban recibido del 68 era que el Estado era invariablemente un cuerpo reaccionario, y que el poder deba ser ejercido a escala local por organizaciones obreras dirigidas autnomamente. El mito antitotalita-rio, por supuesto, aliment directamente este rasgo distintivo. Foucault y otros escribieron acerca de una cierta estadofobia a finales de la dcada de 197038. Pronto surgira, sin embargo, una reaccin, a medida que algunos perciban que la reduccin de las competencias del Estado podra tener consecuencias indeseables, permitiendo una mayor pri-vatizacin y el debilitamiento de la posicin de Francia en la poltica internacional. Al frente de esta rfaga de escritos sobre el Estado se situaban Foucault, Nicos Poulantzas y Blandine Kriegel, cada uno desde posturas radicalmente distintas. Que pudiesen hacerlo y lo hiciesen era un smbolo de la ambigua funcin del Estado en este periodo, una incer-tidumbre que resonaba en el pensamiento del giro antropolgico. A esta incertidumbre programtica se sumaba una molesta ansiedad por la posicin de Francia en el mundo en general. Nuestro pensadores esta-ban atentos a las cambiantes arenas de las solidaridades geopolticas la inminente decadencia de la Unin Sovitica, el fin de la descolonizacin en 1975 con la derrota de Estados Unidos en Vietnam y cmo afectara esto al lugar ocupado en ellas por Francia. Deba el pas avanzar hacia una mayor integracin en la matriz europea, deslizarse bajo el paraguas estadounidense, o intentar avanzar solo?

    Estas preocupaciones aumentaron durante los gobiernos de Mitterrand y Chirac. Ambos, pero especialmente el primero, afrontaron difciles cues-tiones acerca de los compromisos geopolticos de Francia: las decisiones de unirse al sistema monetario europeo y a la otan, la reunificacin

    38 Vase Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collge de France, 1978-1979, Pars, 2004, p. 78.

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    alemana, Maastricht y la adopcin de una moneda nica. Sobre estas cuestiones, todos los pensadores del cuarteto adoptaron en las dcadas de 1980 y 1990 una actitud resuelta que en la mayora de los casos poda retrotraerse a la plantilla poltico-antropolgica que todos haban esbozado durante la dcada de 1970 asolada por la crisis. El resuelto republicanismo de Debray, apartado de la integracin europea y de la Alianza Atlntica, emerga directamente de su antropologa poltica del colectivo humano: ninguna unidad poltica poda funcionar como apndice de otra. Por consiguiente, el Estado una entidad ambigua para Debray debe elabo-rar un decisivo programa de autonoma nacional y mantener un firme control sobre su arsenal nuclear, el medio para su autonoma. Todd efectu la mayor volte-face del grupo, empezando como cruzado antiso-vitico, que escriba con entusiasmo sobre la asimilacin de Francia en la Unin Europea. Al comienzo del milenio, era un nacional-republicano convencido, que despreciaba tanto las polticas de libre mercado como el imperialismo estadounidense, al tiempo que desplegaba una apasionada apologa del proteccionismo estatal39. Los pilares subyacentes de este pen-samiento, sin embargo, se mantuvieron fijos: la antropologa de la familia segua siendo la grille de lecture de las formaciones ideolgicas.

    Adems de la afinidad con el republicanismo, Todd y Debray compartan tambin la crtica al imperio estadounidense. Para ambos, el dominio de Estados Unidos sobre el mercado mundial amenazaba la autonoma cultural y econmica de Francia (y de otras naciones). Esta posicin era ms sorprendente en Todd, que difcilmente poda calificarse de anties-tadounidense fantico (aunque con frecuencia lo acusan de eso). Aprs lempire, xito de ventas en toda Europa, retrataba a Estados Unidos como una superpotencia enloquecida, que usaba su poder militar y financiero asimtrico para extraer tributos al resto del mundo y as compensar el declive de su ventaja manufacturera. Estados Unidos, un coloso, pronto se enemistara con los aliados que le quedaban, perdera su ventaja compe-titiva en el mercado mundial y dejara sitio a una zona euro rpidamente emergente. Debray, por el contrario, era antiimperialista por conviccin. Sus credenciales hablaban por s mismas: desde la lucha contra el poder yanqui en Cuba y Bolivia en la dcada de 1960, hasta su brillante stira de la Alianza Atlntica, Ldit de Caracalla (2002), haba mantenido una

    39 Aunque escptico respecto al euro, Todd defenda polticamente la idea de la inte-gracin europea, sealando que el continente an posea la mayor concentracin de estudiosos, ingenieros, tcnicos y trabajadores cualificados del mundo, vase E. Todd, Aprs la dmocratie, Pars, 2008, p. 251.

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    posicin inquebrantable40. Por lo general, la crtica es algo sencillamente asumido en sus textos, y rara vez Debray ha efectuado un anlisis soste-nido de la sociedad o la poltica estadounidenses. Una excepcin ha sido la de Les empires contre lEurope, un apasionado tratado gaullista, escrito bajo los auspicios del antigaullista Mitterrand. En l, Debray esbozaba un arte de gobernar capaz de burlar a las superpotencias rivales y conservar la autonoma nacional de Francia (y esto significaba, algo controvertido en aquel momento, una adhesin firme del pas a su programa nuclear). Este anlisis inclua una lcida comparacin del imperio sovitico y el estadou-nidense, el primero candidato a la cada, y el segundo, al ascenso.

    Benoist estaba a favor de una mayor integracin europea, pero estric-tamente cultural. Si Europa no se convierte en una potencia unida, autnoma, decisiva y soberana, sus habitantes dejarn de hacer la histo-ria; otros la harn por ellos, escriba en 1979. La cultura europea, como todas las culturas, es autosuficiente41. Este programa solo era pensable por virtud de la preexistente unidad interna de las culturas indoeuropeas, un esquema que dio a Benoist y a la Nueva Derecha una base duradera para oponerse al dominio de potencias extranjeras como Estados Unidos, pero tambin para denunciar la impronta cultural de las comunidades inmigrantes en Francia. Como crtico de Estados Unidos, Benoist ha sido quiz el ms implacable y sarcstico de los cuatro, y no solo ha atacado verbalmente al imperio, sino tambin al American way of life: sus orgenes puritanos, su nocivo igualitarismo. En su forma imperial, de acuerdo con Benoist, Estados Unidos era un monstruo consumista que impona valores liberal-materialistas en todo el mundo, pisoteando las formaciones culturales nativas all donde pona el pie. Extraamente para alguien de la sensibilidad poltica de Benoist, Europa se encontraba en este caso aliada con el Tercer Mundo, porque ambos estaban atrapados entre las grandes superpotencias, luchando por la autonoma cultural. En Europe, Tiers monde, mme combat, Benoist sostena que si Europa quiere ser ella misma, debe establecer un dilogo Norte-Sur, y romper con la dia-lctica Este-Oeste42. La inspiracin terica para la contrageometra de la poltica mundial de Benoist era Rgis Debray, importante pensador

    40 El autor ofrece reflexiones ms personales sobre su relacin con Estados Unidos en Un anti-amricain New York, Contretemps. loges des idaux perdus, Pars, 1992, pp. 82-118.41 A. de Benoist, LEurope retrouve, en Jean Amado Maiastra, Renaissance de lOccident?, Pars, 1979, pp. 313-315.42 A. de Benoist, Europe, Tiers monde, mme combat, Pars, 1986, p. 223.

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    de la cooperacin Norte-Sur. Por supuesto, una poltica completamente distinta subyaca a esta convergencia de pensamiento.

    Gauchet fue el nico de los cuatro que apoy la reaproximacin de Francia a Estados Unidos. En cierto sentido, siempre haba asumido la idea de que Occidente, Europa y Estados Unidos compartan un destino histrico comn, inscrito en su programa gentico43. No obstante, puede consi-derarse que Gauchet sigui trabajando de acuerdo con los trminos del giro antropolgico, es decir, defendiendo un argumento a favor de la auto-noma de una unidad poltico-cultural. Si el giro ha sido un intento de replantear los colectivos polticos autnomos en torno a un eje antropol-gico, la crtica al imperio estadounidense constitua una posicin sensata, dado que a menudo Estados Unidos era contemplado como una amenaza a dicha autonoma. Esto era igualmente aplicable a Todd y Debray, que operaban, aproximadamente, dentro del contexto del Estado-nacin. Para Gauchet, por el contrario, la unidad poltico-cultural pertinente era mucho ms amplia, e inclua a todo el bloque occidental. El conflicto no se daba entre barrios, naciones o regiones, sino entre civilizaciones; la intrusin se produca en forma de interferencia de otras religiones y otros modos de vida. Esto quiere decir que la actitud proestadounidense de Gauchet no contrastaba completamente con los topoi del giro antropolgico, sino que constitua una interesante variacin sobre uno de sus resultados clave.

    Por ltimo, los efectos de la crisis econmica de la dcada de 1970 no fueron inmediatamente percibidos por los pensadores aqu considera-dos, ninguno de los cuales, excepto Todd en ciertos momentos, mostr mucha afinidad por la economa poltica. No obstante, sus escritos intuan un cambio de paradigma socioeconmico. Acerca de la dcada de 1980, Gauchet escribira que el mercado recupera su legitimidad, el moneta-rismo impone sus frmulas y el sector financiero despega. En medio de la zozobra se desarrolla una inmensa transformacin del aparato industrial y empresarial, ayudando a emerger a un nuevo rgimen tcnico centrado en los ordenadores y en la informacin. Entretanto, insista, el equilibrio previamente establecido entre poltica, derecho e historia se ha roto, todo habr de ser reconstituido44. Debray percibi tambin los cambios posin-dustriales en el rgimen de produccin. Una vez el capitalismo haba logrado pacificar a la clase obrera y agotar la utilidad del Estado-nacin, las

    43 M. Gauchet, La condition politique, cit., p. 402.44 Marcel Gauchet, La dmocratie contre elle-mme, Pars, 2002, p. vii; La rvolution moderne, cit., p. 11.

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    revueltas del 68 ayudaron a facilitar su transicin a la era de la informa-cin, donde se volvi internacional, financiero y cultural. De qu vale el culto al trabajo, se preguntaba, cuando la principal fuente de plusvalor ya no est en la cantidad de trabajo aportada, sino en su calidad tecnol-gica, es decir, en la materia gris empleada?45. En su fase meditica, el capitalismo estaba deshaciendo la relacin del presente con el pasado y esquivando los mecanismos institucionales que garantizaban la cohesin grupal y proporcionaban cierta apariencia de sentido a la vida. La obra posterior de Debray oscilaba entre dos registros. Uno cientfico, que des-nudaba la maquinaria del capitalismo meditico, y el otro pblico, que daba voz a una poltica republicana defendida con pasin. En esta ltima condicin, Debray recreaba una mitologa republicano-socialista, ilus-trando con brillantez cmo se puede usar la tradicin con fines radicales.

    7. Eticizacin?

    Las descripciones del periodo posterior a 1968 han estado dominadas por diferentes versiones de un liberalismo triunfante. Una tendencia, refle-jada tanto en los estudiosos anglo-estadounidenses como en los franceses, es la de contemplar la dcada de 1970 como un periodo de recesin de la hegemona marxista en la filosofa y en la teora poltica. Para esta lnea de pensamiento, ahora asociada con su portavoz ms destacado, Tony Judt, el pensamiento francs situado bajo la tutela de Sartre y compaa en las dcadas de 1940 y 1950 era moralmente degenerado, culpable de las peores rupturas con el pensamiento aceptable, al negarse a renunciar a sus lazos con el comunismo. Lo mismo era aplicable a las dcadas de 1960 y 1970, no menos intoxicadas por la seductora bazofia de la filosofa marxista, la revolucin del Tercer Mundo y la insurgencia anticolonial. Los franceses nunca carecieron de sagaces y sensatas figuras intelectua-les Blum, Camus, Aron pero su complejidad moral, argumenta, nunca estuvo de moda, e hizo que languideciesen en los mrgenes de la vida intelectual. Con el proceso de desmarxificacin, a finales de la dcada de 1970, todo empezara a mejorar46. Este veredicto fue reforzado por

    45 Rgis Debray, Modeste contribution aux discours et ceremonies officielles du dixime anniversaire (1978), en Mai 68, une contre-rvolution russie, Pars, 2008, pp. 27-28.46 Vase Tony Judt, Past Imperfect. French Intellectuals, 1944-1956, Berkeley, 1992. La pesada disertacin de Judt contra el marxismo francs era, l mismo lo admita, una psicohistoria, que trataba ms sobre los hombres y las mujeres que adopta-ron la filosofa comunista que sobre sus palabras y hechos, p. 2.

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    la publicacin de una serie, dirigida por el historiador Mark Lilla, sobre el nuevo pensamiento francs (New French Thought) en Princeton University Press, que present encomiablemente a los lectores de habla inglesa unos pensadores liberales relativamente desconocidos y a menudo muy originales. Era, no obstante, una apologa apenas disimulada de la liberalizacin del pensamiento francs. Lilla escriba en su introduccin a la serie: Con independencia de las diferencias que las separan, todas estas escuelas de pensamiento [es decir, el racionalismo hegelo-marxista y el estructuralismo] coincidan en que el liberalismo era ilegtimo, al igual que cualquier estudio ingenuo, no historicista, del mismo. Abordar la filosofa poltica en Francia en la actualidad y reflexionar sobre la perspec-tiva liberal requiere, por lo tanto, una defensa previa de la empresa en s misma, en un entorno en el que su posibilidad ha sido negada durante mucho tiempo47. Buena parte de la tradicin intelectual francesa de pos-guerra le parecera un lamentable desvo a Lilla.

    Una cohorte ms joven de historiadores estadounidenses ha asumido la revisin de este anlisis, planteando la idea del giro tico como marco para evaluar los cambios acontecidos en la filosofa francesa. Estos auto-res utilizan una periodizacin en general uniforme, mostrando el nuevo paradigma del lenguaje tico y basado en los derechos que emergi con la crisis del marxismo, a finales de la dcada de 1970. Para Samuel Moyn y Paige Arthur, que escribieron respectivamente monografas sobre Emmanuel Levinas y Jean-Paul Sartre, el giro tico fue el momento esen-cial de los itinerarios intelectuales de ambos filsofos, el punto en el que unas reflexiones imperfectas e incompletas maduraron para convertirse en una doctrina plenamente articulada48. La obvia disparidad cronolgica Sartre y Levinas escribieron una generacin antes del supuesto giro se presentaba como evidencia de la asombrosa presciencia de ambos. La historia de Julian Bourg sobre las revueltas de 1968 tena un diseo ms

    47 Mark Lilla, The Legitimacy of the Liberal Age, Mark Lilla (ed.), New French Thought: Political Philosophy, Princeton, 1994, p. 17.48 Para Moyn, El pensamiento de Levinas, tanto su tica general como sus ideas judas, madur en el momento en el que se uni a una cohorte de pensadores existencialistas antiutpicos, antipolticos de hecho que resalt como grupo la importancia de recuperar las normas morales. Samuel Moyn, Origins of the Other. Emmanuel Levinas between Revelation and Ethics, Ithaca, 2005, p. 219. Para Arthur, el momento decisivo fue la dcada de 1960, como demostr el hecho de que Sartre defendiese a Lumumba, presidiese el Tribunal Russell, e intentase analizar los problemas ticos en la conferencia pronunciada en Roma en 1964. Paige Arthur, Unfinished Projects. Decolonization and the Philosophy of Jean-Paul Sartre, Londres y Nueva York, 2010, pp. 139-155.

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    ambicioso, evaluando las vicisitudes de los vnements a travs de una mirada atenta no solo a las ideas que estos alimentaron, sino tambin a las instituciones que los siguieron. Su tesis fundamental es conocida a estas alturas: el 68 marc el momento de transicin de una poca en la que la revolucin era el discurso hegemnico a otra en la que se impuso la tica: la senda desde el maosmo a la reaparicin de la filo-sofa poltica, Tocqueville y el liberalismo pasando necesariamente por el Mayo. En el caso de Bourg, el giro tico experimentado en la dcada de 1970 fue precisamente lo que dio significado retrospectivo a los sucesos del 6849. Tenemos as una teleologa sencilla y cmoda: la filosofa francesa de posguerra conduca a la recuperacin de la tica en la dcada de 1980, y se alejaba del paradigma presumiblemente inmoral, irresponsable y revolucionario propio de la Guerra Fra. En estas historias, los juicios estn ms matizados y mejor investigados, pero la estructura sigue en pie.

    El anlisis marxista ha estado ms acertado, al marcar los primeros aos de la dcada de 1980 como el comienzo de una contrarrevolucin neoli-beral no menos lamentable, paradjicamente supervisada por el gobierno socialista de Mitterrand. Con frecuencia, sin embargo, esta explicacin de la evolucin intelectual ha sido descuidada, tendiendo a confirmar la interpretacin liberal, aunque invirtiendo, por supuesto, su importan-cia positiva: excomunistas agotados, participantes en el 68 convertidos en yuppies, intelectuales liberales de segunda fila unidos a los medios de comunicacin y paradigmas ticos ofrecan un sustituto blando y consen-suado de un anlisis social y poltico agudo. Es necesario observar ms de cerca estos acontecimientos, matizarlos y complementarlos.

    El giro antropolgico ofrece una visin distinta de los acontecimientos intelectuales de estas dcadas, reformulando los lmites, a menudo bur-damente trazados, entre izquierda y derecha. La coyuntura posterior a 1968 no aport una unidad de pensamiento uniforme en Francia, pero s descubri un conjunto de temas y sesgos compartidos que podan ser reconfigurados en una filosofa profundamente crtica. Sin duda, cada pensador del giro antropolgico se imagin a s mismo como un crtico independiente del establishment poltico, pero como hemos visto, esta percepcin era en gran medida falsa. Formaban parte de una corriente

    49 Julian Bourg, From Revolution to Ethics. May 1968 and Contemporary French Thought, Montreal, 2007, p. 38.

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    intelectual ms amplia que se retrotraa a la Ilustracin. La distancia cada vez menor entre derecha e izquierda en esta poca haba estado en funcin de una singular trayectoria francesa: los socialistas subie-ron al poder en 1981, cuando el prestigio cultural de la izquierda se encontraba en su nadir de posguerra. La derecha y el centro lanzaron un ataque planeado contra Mitterrand, al igual que buena parte de la izquierda, en especial la cercana al Partido Comunista. Partidarios ini-ciales de la presidencia socialista se mostraron dispuestos despus de 1983 a revocar su fidelidad, cuando Mitterrand hizo su famoso tour-nant y asumi una serie de reformas neoliberales. Pudo darse, como resultado, algn avance hacia un fondo de crtica comn entre todos los segmentos del espectro poltico.

    Cuestin distinta es en qu medida fue crtico el pensamiento del giro antropolgico. Un comentarista amistoso podra elogiar su firme aten-cin a los sistemas de creencias y valores que impregnan el mundo del pensamiento a comienzos del siglo xxi, y elogiar su negativa a ceder al pesimismo o el apoliticismo. Un comentarista ms escptico podra recordar lo que los escritores Marx y Engels en una ocasin describieron como la Sagrada Familia, cuyo pensamiento idealista especulativo se disfrazaba de crtica crtica. Al activar la latente tradicin antropolgica francesa, estos pensadores han ocultado y ofuscado las bases materialis-tas de las relaciones sociales y polticas. Su atencin a las construcciones idealistas el Estado-nacin (Debray), las relaciones de parentesco ima-ginarias (Todd), la autonoma socio-histrica (Gauchet) y la unidad cultural ancestral (Benoist) no puede sino oscurecer el carcter de las relaciones de produccin, y fomentar una concepcin idealista de la comunidad poltica. Lo que emerge es una propensin comn al arte de transformar cadenas reales, objetivas y exteriores a mi persona en cadenas puramente ideales, subjetivas e interiores, y de mudar todas las luchas exteriores y sensibles en puras luchas ideales50.

    50 Karl Marx y Friedrich Engels, La Sagrada Familia o Crtica de la crtica crtica, Buenos Aires, 1971, p. 100.