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JOSE MARIA HEREDIA: NOVELA Y REALIDAD DE AMERICA LATINA POR ANGEL AUGIER UNEAC Acababa Jose Maria Heredia de escribir, al borde mismo de la impo- nente catarata, los arrebatados versos de su oda <Niagara> cuando -en carta a su tio Ignacio (1824)- hizo esta confesi6n de genuina filiaci6n romantica: Yo no se que analogia tiene aquel espectaculo solitario y agreste con mis sentimientos. Me parecia ver en aquel torrente la imagen de mis pasiones y de las borrascas de mi vida. Asi, asi como los rpidos del Niagara hierve mi coraz6n en pos de la perfecci6n ideal que en vano busco sobre la tierra. Si mis ideas, como comienzo a temerlo, no son mas que quimeras brillantes, hijas del acaloramiento de mi alma buena y sensible, por que no acabo de despertar de mi suefio? i Oh! Cuindo acabari la novela de mi vida para que empiece su realidad? Pocos meses antes habia arribado, a los veinte aios de su edad, en el crudo invierno neoyorquino, en los inicios de su destierro, cuya perpetuidad no imaginaba. Sufria las secuelas de sus primeras actividades revoluciona- rias, y en la soledad del exilio, al repasar su breve pero intensa existencia, sentiase en un punto critico que no acertaba a definir. En su confesi6n y en la patetica interrogante final se perciben claves de la compleja persona- lidad del poeta; no s6lo como expresi6n individual, sino tambi6n de una nueva sensibilidad del hombre de esta parte de America, enfrentado a sus suefios redentores en una recidn estrenada dimensi6n hist6rica que le plan- teaba conflictos nacidos de la cambiante realidad en que estaba inmerso. Porque nadie como Heredia, entonces, pudo haberse impregnado ode la grandeza de su tiempo -como sefialara Marti-, donde cantaba Byron y peleaban Napole6n y Bolivar>>. De la epopeya bolivariana le toc6 en

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JOSE MARIA HEREDIA:NOVELA Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

POR

ANGEL AUGIERUNEAC

Acababa Jose Maria Heredia de escribir, al borde mismo de la impo-nente catarata, los arrebatados versos de su oda <Niagara> cuando -encarta a su tio Ignacio (1824)- hizo esta confesi6n de genuina filiaci6nromantica:

Yo no se que analogia tiene aquel espectaculo solitario y agreste conmis sentimientos. Me parecia ver en aquel torrente la imagen de mis pasionesy de las borrascas de mi vida. Asi, asi como los rpidos del Niagara hiervemi coraz6n en pos de la perfecci6n ideal que en vano busco sobre la tierra.Si mis ideas, como comienzo a temerlo, no son mas que quimeras brillantes,hijas del acaloramiento de mi alma buena y sensible, por que no acabo dedespertar de mi suefio? i Oh! Cuindo acabari la novela de mi vida para queempiece su realidad?

Pocos meses antes habia arribado, a los veinte aios de su edad, en elcrudo invierno neoyorquino, en los inicios de su destierro, cuya perpetuidadno imaginaba. Sufria las secuelas de sus primeras actividades revoluciona-rias, y en la soledad del exilio, al repasar su breve pero intensa existencia,sentiase en un punto critico que no acertaba a definir. En su confesi6n yen la patetica interrogante final se perciben claves de la compleja persona-lidad del poeta; no s6lo como expresi6n individual, sino tambi6n de unanueva sensibilidad del hombre de esta parte de America, enfrentado a sussuefios redentores en una recidn estrenada dimensi6n hist6rica que le plan-teaba conflictos nacidos de la cambiante realidad en que estaba inmerso.

Porque nadie como Heredia, entonces, pudo haberse impregnado odela grandeza de su tiempo -como sefialara Marti-, donde cantaba Byrony peleaban Napole6n y Bolivar>>. De la epopeya bolivariana le toc6 en

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suerte ser testigo excepcional durante todo un dramitico lustre, precisamen-te el de su paso de la infancia a la adolescencia. Aun desde la dificilposici6n que ocupara durante la contienda el infortunado oidor de la Au-diencia de Caracas, que era su padre, y a trav6s de la rectitud de 6ste,pudo Heredia percatarse (en la cruenta pugna hist6rica que se libraba enVenezuela, repetida inmediatamente despuds en M6xico) de qu6 lado estabala justicia.

Pudiera afirmarse que el 6nfasis en las disciplinas humanisticas quepuso el padre al atender desde temprano, personalmente, a la educaci6nde su primogenito tuvo s6lido respaldo en los detalles de la Ilustraci6n,que regian la conducta del magistrado Jos6 Francisco Heredia: los sagradosderechos del hombre, la sagrada libertad, Rousseau, los enciclopedistas...(Recuerdense aquellos versos que el hijo titul6 <<A mi padre, en sus dias>>:<<Amor a todos los hombres, / temor a Dios me inspiraste, / odio a la atroztirania / y a las intrigas infames.>>

Acabaron de moldear la dictil arcilla, el soplo vigoroso de la emanci-paci6n americana con su calido aliento romintico, tan acorde con el ardordel temperamento del adolescente, y el rudo contraste entre los patriotasque enarbolaban la bandera de la independencia y los sanguinarios caudillosmilitares que se les oponian a nombre de Espafia -Monteverde, Boves-,anatematizados en las primicias del bisofio poeta.

En Heredia es transparente el proceso de transici6n desde la mentalidadliberal espaiola formada por la severidad del juez criollo hasta la plenaasunci6n de la identidad americana que impuso la terca voluntad de lahistoria. <<Al brillar mi raz6n, su amor primero / fue la sublime dignidaddel hombre>>, proclama con firmeza cuando indaga en el origen de su amorvitalicio por la libertad. Y no soporta la visi6n ni el recuerdo de la escla-vitud, que <<emponzofia la atm6sfera> de su tierra natal con <<el gemidodel esclavo infeliz>>, <<el crujir execrable>> del azote y <<el clamor insolente>>del tirano.

Su lira apenas balbucea, y ya se empina con las notas de su <Canci6nen la abolici6n del comercio de negros>>; cuando censura, por la mismadpoca, el <<Abuso de la navegaci6n>, lo mueve la misma ira contra ese vilcomercio y exhorta: <<Llevadle vuestras luces en buena hora, / mas no laesclavitud, mas no la muerte.>> En la restauraci6n constitucional de 1820,adn en M6xico, al calor de su padre y mentor, dirige a 6ste aquella conmo-vedora misiva sobre los encendidos versos de <<Espafia libre>>, inspiradospor los sucesos que dieran lugar al forzoso y fugaz apogeo de la Constitu-ci6n de 1812:

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... arrebatado al solo nombre de libertad, cuando perdia la esperanza devolver a ver a mi patria sacudiendo el ignominioso yugo de sus tiranos,acaso desfogud mi odio hacia la esclavitud con algunas composiciones...Si, padre mio: no es 6sta la primera vez que encendido en el amor de mipatria le dirijo mis ecos. Al verla gemir bajo el maldito azote de la tirania,me senti mil veces arrebatado de un extrafio furor y en lo mas escondidode mis delirios la vi correr al campo de la gloria, sacudir el yugo de losopresores y fijar para siempre los cimientos de su libertad al eco s6lo de mivoz que la reanimaba... Escuche usted, pues, los acentos que salen de micoraz6n y no de mi lengua en honor de una naci6n y unos ciudadanos queusted tanto venera. iOjalk algin dia, Ilevado de mis patri6ticos sentimientosy de los sabios consejos de usted, pueda tributarle como testimonio de misincera gratitud, en lugar de empalagosos y estdriles himnos, los honrososy sagrados servicios del ciudadano.

Todavia, para Heredia, <<la patria>> es Espaiia, una patria ilusoria queno encontraba raices en su coraz6n, como las encontraba su amor a lalibertad y a la dignidad humana. Pocos meses despu6s de aquella cartafalleci6 el preocupado funcionario del foro colonial; no resisti6 mas tiempolos quebrantos de su salud bajo las presiones phblicas a que estaba some-tido, que en Mexico no eran menores ni distintas que las enfrentadas antesen Venezuela. Ya entonces la prolongada lucha de los patriotas mexicanoscontra el dominio espaiol estaba decidida a favor de la independencia.

Simultineamente con el poderoso acontecer de que era testigo el jovenHeredia -envuelto en ideales de redenci6n y en legendarios rasgos deheroismo-, otros factores contribufan a configurar su conciencia: la pre-sencia de la singular naturaleza de su tierra nativa y de las otras tierras delhemisferio donde habian transcurrido sus primeros afios y la evocaci6n delpasado que el paisaje le inspiraba, como si no pudiera concebirlo sin elhombre que lo pobl6 y cultiv6 en otros tiempos An frescas las ligrimaspor la p6rdida del padre amoroso, escribi6 el adolescente, durante losiltimos dias de su primera mansi6n mexicana, uno de los poemas de mayor

aliento lirico de la literatura hispanoamericana, <<En el teocalli de Cholula>>,donde el paisaje toma sus mas puros relieves:

iCu6nto es bella la tierra que habitabanlos aztecas valientes! En su senoen una estrecha zona concentrados,con asombro se ven todos los climasque hay desde el Polo al Ecuador. Sus Ilanoscubren a par de las doradas mieseslas cafias deliciosas. El naranjoy la pifia y el plftano sonante,

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hijos del suelo equinoccial, se mezclana la frondosa vid, al pino agreste,y de Minerva el arbol majestuoso.Nieve eternal corona las cabezasde Iztaccihual purisimo, Orizabay Popocatepetl, sin que el inviernotoque jamis con destructora manolos campos fertilisimos, do ledolos mira el indio en pdrpura ligeray oro tefiirse, reflejando el brillodel sol en occidente, que serenoen yelo eterno y perennal verduraa torrentes verti6 su luz dorada,y vio a Naturaleza conmovidacon su dulce hervir en vida.

En sintesis asombrosa, el poeta logra apresar las notas dominantes delpaisaje hasta identificarse con 61 en la solemne hora del creptisculo, tanplenamente y con tal fuerza evocadora, que presente y pasado se acoplanen impresionante transposici6n del tiempo para mostrar, en el mismo centrode su meditaci6n, hasta qu6 punto se confunden los fen6menos naturalese hist6ricos de Iberoamdrica.

Cuando por aquellos mismos dias dedica <<Al sol>> un exultante cantode luz y de vida, no deja de advertir al <<rey de los astros>> que en el Cuzco<<los incas y su pueblo [lo] acataban>>, <<aquel pueblo de hermanos / alzabaa [61] sus inocentes manos>>, para, al final, reprocharle su indiferencia antela tragedia que habia sido la conquista espaiiola:

.. Oh sol! Ti vistea tu pueblo inocentebajo el hierro inclementecomo plida mies morir segado.Vanamente sus ojos moribundospor venganza o favor a ti se alzaban:ti los desatendias,y tu carrera etemrna prosegufas,sangrientos y yertos expiraban.

Un rec6ndito sentido de la autoctonia americana anima esa evocaci6n,a la que vuelve en otras composiciones, particularmente en una donde,ademas, ya prefigura la distinci6n que varias d6cadas mis tarde formularyJos6 Marti entre la Am6rica latina y la sajona: al referirse Heredia al triunfosobre el despotismo, logrado en otras regiones del orbe, exclama: < Ah!

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iLlegue a nuestra America infelice / tanto, tan grande bien!>> Es en elpoema <<Las sombras>>, las de los monarcas indigenas que enfrentaron lainvasi6n de los conquistadores espafioles y perecieron en la lucha, donde,como en un vasto anfiteatro continental, dialogan las sombras majestuosasde Moctezuma, Guatimozin, Atahualpa, Manco Capac, Tuipac-Amaru,Guaycaypuro y Taramayna. El eco de sus voces son <<clamores de vengan-za>> alzados <<al cielo vengador de la inocencia>>. [Es significativo que alpublicar el poema <<Las sombras>>, precedidndolo de una nota dando a suautor la bienvenida a la capital mexicana, la Gaceta de Mexico (23 deoctubre de 1825) afirmara que por este poema <<se conocer que Herediaes el poeta de la libertad del Nuevo Mundo. Joven como la Am6rica, hacesentir el vigor de su edad y la tremenda voz de la venganza>>.]

Tan aguzada sensibilidad americana, en la que concurren los diversosfactores apuntados hasta ahora, fue concentrada por Heredia en su islanatal, Cuba; no obstante, la circunstancia de que desde el primer desplaza-miento del magistrado Heredia con su familia, en 1806, la Isla no fue parasu vistago sino un punto de trnsito hacia otras tierras del arco del Caribe:Santo Domingo, Venezuela, Mexico. Cuando a la muerte del padre eneste iltimo pais regresa el poeta a La Habana a principios de 1821, de losdiecisiete de su edad acabados de cumplir apenas unos cuatro afios enconjunto habia permaneciso en su suelo natal en breves temporadas suce-sivas.

Sin embargo, una secreta fuerza tehirica le ata a la Isla de su primeraluz, que 61 supo definir: <<El sol terrible de mi ardiente patria / ha derramadoen mi alma borrascosa / su fuego abrasador.>> Esa marca imborrable lehizo susceptible de percibir tanto los latidos de la naturaleza islefia en suintimidad y su esplendor como los del espiritu de su pueblo. Los fugacesencuentros con su tierra desde la primera temprana ausencia, en vez deprovocar el desarraigo, lo fundieron mas a sus raices por obra del suefioy la nostalgia por la magia de la poesia. Fue la concreci6n de su pasi6namericana y de su angustia por el destino del hombre.

En Cuba despert6 Heredia al sentimiento amoroso, y ello es un vinculoemotivo mis con la patria. En la ausencia, el enamorado adolescente enlazael recuerdo de la amada a la naturaleza cubana, a los dias brillantes y alas noches criollas que fueron testigos de su efimera dicha. Afiora la luzque ilumin6 sus ilusiones y suspira por ella: <<Oh! C6mo palpitante salu-dara / las dulces costas de la patria mia, / al ver pintada su distante som-bra / en el tranquilo mar del mediodia. / ... / Hermoso cielo de mi hermosapatria, / i,no tornar6 yo a verte?>> El sol y la palma que adorna la campifiacriolla estan en la que ama: <<Ver6 en el sol tus refulgentes ojos; / en lagallarda palma, la elegancia / de tu talle gentil.>> Pero le atormenta el brutal

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contraste entre <<la belleza del fisico mundo>> y <los horrores del mundomoral>>. En su tierra goza de la luz, de la vegetaci6n, pero no tolera lavisi6n de la injusticia:

.. De mi patriabajo el hermoso y desnublado cielono pude resolverme a ser esclavo,ni consentir que todo en la Naturafuese noble y feliz, menos el hombre.

Ya en Cuba, en regreso que sofiaba definitivo, librado a su propiavoluntad, Heredia se integr6 a un magno fen6meno de cristalizaci6n delespiritu de nacionalidad, en el preciso instante en que con mas vigorrepercutian en la Isla los acontecimientos que en Espafia y sus antiguasposesiones estremecian todo el andamiaje de la colonia. El hecho politicode la apertura constitucional fue un incentivo al auge de las letras y de lasideas de renovaci6n. En el breve periodo de la libertad de imprenta esta-Ilaron de consuno los impetus revolucionarios largamente reprirnidos y lasvocaciones literarias carentes hasta entonces de los adecuados rAedios dedifusi6n. En aquella atm6sfera de inquietudes politicas y literarias de lasnuevas generaciones criollas, Heredia desarroll6 desde su Ilegada una ac-tividad intelectual de gran intensidad. Obtuvo el grado de bachiller enleyes y prosigui6 hasta terminar la licenciatura en abogacia. Fund6 larevista Biblioteca de las Damas, de vida efimera, y colabor6 con frecuenciaen muchas de las publicaciones de La Habana y Matanzas, que la libertadde imprenta habia hecho proliferar. Ya poseia cultura y personalidad lite-rarias superiores a las de la mayoria de quienes cultivaban las letras en laIsla, por lo que fue acogido con entusiasmo en el circlo que comenzabaa animar Domingo del Monte, de tan saludable influencia en el desarrollode la cultura cubana. En este circulo, el poeta estrech6 amistad con revo-lucionarios sudamericanos residentes en La Habana, como el ecuatorianoVicente Rocafuerte, el colombiano Jos6 Fernandez Madrid y el argentinoJos6 Antonio Miralla. Es natural que estas relaciones ampliaran los horizon-tes politicos deljoven escritor y consolidaran su concepci6n americanista.

A la sombra del movimiento constitucional se debatian entonces enCuba las cada vez mas hondas contradicciones ideol6gicas y de interesesentre criollos y peninsulares. Mientras los reformistas polemizaban conlos integristas y los constitucionalistas con los absolutistas -a veces entdrminos de violencia fisica-, las ideas de independencia se abrian pasoal estimulo de la ingente contienda bolivariana. La juventud de Cuba eraganada por esa epopeya y sus romanticas resonancias, mientras en la esferade la confusa politica colonial se elegian diputados cubanos a Cortes con

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el triunfo de las corrientes liberales del pensamiento cubano, representadaspor el presbitero F61ix Varela -quien habia creado la ctedra de Consti-tuci6n en el Seminario San Carlos-, Leonardo Santos Suirez y TomasGener.

Es 16gico que Heredia, al punto, entrara de Ileno en el <<torbellinorevolucionario>>, al que mas adelante habria de hacer alusi6n. En Matanzas,donde se habia acogido al amparo de su tio Ignacio de Heredia, se juramen-t6 en la logia Caballeros Racionales, una de las ramas del movimientoSoles y Rayos de Bolivar, estructurado segin normas de la masoneria. Elimpulso independentista de los cubanos contaba asi con un vinculo directoa la revoluci6n sudamericana. Al crearse oficialmente la Milicia Nacionalpara defender la Constituci6n, Heredia tambien ingres6 en ella, comomuchos otros j6venes cubanos, seguramente con el prop6sito de aprovecharla organizaci6n e instrucci6n militares en las futuras acciones revoluciona-rias.

Con la linea de continuidad en el desarrollo de sus convicciones poli-ticas, se registr6 en el joven poeta una sostenida evoluci6n de sus ideasest6ticas mis acordes con la 6poca y con su temperamento, esencialmenterominticos. Ya se sabe c6mo su obra primigenia esta determinada por laescuela salmantina, en particular por la poesia de Nicasio Alvarez deCienfuegos, de quien fue tributario. Pero las profundas transformacionesque al pensamiento y la sensibilidad de Heredia impuso la intensa presi6ndel momento revolucionario en Cuba, y con mayor 6nfasis en nuestraAmerica, exacerbaron su vehemente pasi6n por la libertad y su impulsoexpresivo, al punto de aportar entonces con su verso ardiente las primerasnotas del romanticismo en la literatura de lengua espafiola, asomadas yaen composiciones suyas de tema amoroso y en las que recogen su visi6nconmovida de la naturaleza.

El ambito del romanticismo en que lo sitda su tiempo hist6rico y sutemperamento apasionado le hace desbordarse con impetus de torrente enla expresi6n poetica de su afin de acci6n revolucionaria. Se solidariza conlas luchas por la independencia de pueblos lejanos en la geografia y asociasus luchas con la que el suyo debe emprender sin demora: es su manerade disimular en analogias contemporineas la incitaci6n al combate armadocontra la opresi6n extranjera de su patria, lo que asoma en el poema <Ala insurrecci6n de la Grecia en 1820>>. En la inflamada arenga, el poetavislumbra un futuro de libertad para Cuba como parte integral de nuestraAm6rica despu6s de transportarse <<a los siglos futuros>> y vivir en elporvenir <<como un espectro del sepulcro en el borde suspendido>>, dondedivisa lo que tanto anhela:

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... miro a mi patria,a la risuefia Cuba, que la frepteeleva al mar de palmas coronada,por los mares de America tendiendosu gloria y su poder: miro a la Grecialanzar a los tiranos indignada...

Tambidn llama a las armas por la libertad en su <<Oda a los habitantesde Anahuac>>, que calificaria de <ap6strofe a los mexicanos>> contra latirania de Iturbide (1822): <<Jurad en los altares de la patria / ser libres omorir; las fuertes manos / contra el tirano vil la espada empufie>, exhorta,y es transparente la intenci6n de extender la excitativa a sus compatriotas.

En romintico arrebato, el sofiador Heredia traza un idilico cuadro delfuturo -de Mexico, de America Latina- bajo el reinado de la libertadconquistada, y no deja de ser ut6pica la aspiraci6n de las que ilamariadespuds sus <<brillantes quimeras>>:

... Al pueblo abiertasserin las fuentes del saber: no en vanolos surcos regari que abri6 su manocon el sudor de su angustiada frenteal riistico infeliz...

... el fruto anhelado de su campodividir con su feliz familiael indio laborioso, sin que impiose lo arrebate el exactor malvadopara que muestre de esplendor cercadoun intitil seilor su poderfo,mientras de hijuelos plidos la turbase apila en torno del desnudo padre,y el hambre enfurecida los devora.De libertad bajo el feliz reinadoen paz respirari: libre y contento,de su afan esperando el fruto ansiado,con faz serena y venturoso acento,el suelo con la reja desgarrando,junto a sus bueyes marchard cantando.

Parece evidente que el poeta sabe en su conciencia que tambidn susversos son armas en la lucha, en aquella atm6sfera de extrema agitaci6nde los meses iniciales de 1823, cuando el conflicto entre criollos y penin-sulares desembocaba en graves incidentes, en tanto que en Espafia sedesarrollaba un episodio mas de su dramitica hist6rica: la invasi6n francesa

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de <<los cien mil hijos de San Luis>>, propiciada por la reaccionaria SantaAlianza para liquidar el gobierno constitucional y restituir al absolutistade Fernando VII, cuyas consecuencias no tardarfan en repercutir en Cuba.

Cuando el 6 de agosto de 1823 apareci6 en El Revisor Politico yLiterario, de La Habana, el poema de Heredia dedicado a la lucha delpueblo griego, las tensiones se habian agudizado en la Isla y la conspiraci6nde los Soles y Rayos de Bolivar Ilegaba a momentos decisivos. Pero yalas autoridades espaiolas estaban al cabo de los hilos del movimientorevolucionario, y a mediados del mismo mes comenz6 la ofensiva con elapresamiento de los jefes de la conspiraci6n. Al dictarse en noviembreauto de prisi6n contra e1, Heredia pudo rehuir a tiempo la orden judicialrefugiindose en casa amiga, en Matanzas, hasta embarcar clandestinamenteen un bergantin norteamericano surto en puerto, que arribaria a Boston el4 de diciembre.

De repente, un brusco vuelco del destino le hacia iniciar un nuevocapitulo en la novela de su vida. Empezaba su largo destierro el frustradocombatiente por la independencia de Cuba.

Frustraci6n y desencanto rezuma el poema que precediera a su partida,<La estrella de Cuba>>, con el que da comienzo a la poesia revolucionariacubana. En el poema, el dolor del fracaso alcanza diapas6n tan alto,intensidad tan vehemente, que su fuerza admonitoria qued6 vibrando enel tiempo para dar aliento a futuras batallas. El poeta se lamenta de que<<la estrella eclipsada / por un siglo de horror queda ya>, y advierte que<<si un pueblo su dura cadena / no se atreve a romper con sus manos, /bien le es ficil mudar de tiranos, / pero nunca ser libre podri .

Indignado, apostrofa y fulmina a diestra y siniestra por el fracaso delmovimiento revolucionario cuando parecia que <<la estrella de Cuba sealzaba / mis ardiente y serena que el sol>. Pero la estrella en modo algunoqued6 eclipsada, y desde los versos en que 61 la hizo despuntar entoncesqued6 fija como simbolo del impetuoso anhelo de libertad del pueblocubano, hasta resplandecer en el rojo triangulo de la bandera nacional(como en el escudo replandece otro de los simbolos de cubania que Herediacant6: la palma). En aquel poema, ademas, ya se formula una decisi6nque seria escrita con sangre en el himno de la patria por los combatientesbayameses, que casi medio siglo despuds iniciaron las guerras por la inde-pendencia: la decisi6n de que <<morir por la patria es vivir>>.

Fue dificil para Heredia el sibito extrafiamiento en pais con habitos,tradiciones, psicologia y clima diametralmente diferentes a los de su origeny con un idioma del que s6lo nociones posefa, cuya fondtica le resultabaingrata, aspera. La correspondencia de entonces a sus familiares permite

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seguir con asombrosa cercania sus itinerarios de viaje -desde su residenciaen Nueva York- tanto como sus estados de animo.

Precisamente la confesi6n y la interrogante con que abrimos este acer-camiento al poeta nos revela uno de sus instantes criticos cuando, agobiadopor los embates del despiadado invierno sobre su d6bil constituci6n fisicay de la aterida soledad de su desamparado coraz6n, pone en duda larealizaci6n de sus suefios de redenci6n humana. Sin plena conciencia deello, su sensibilidad latinoamericana es la que sangra por esa herida. Ental reacci6n personal ante la compleja situaci6n conflictiva esti patente laexpresi6n del nuevo hombre <<nuestramericano>>, que enfrenta las dificulta-des y vicisitudes de su afan transformador de la historia de su mundo ytiene la certidumbre de que su ida es una novela que precisa convertirseen realidad.

No obstante las circunstancias adversas, es indudable que la permanen-cia de Heredia en los Estados Unidos -prolongada durante un afio y cercade nueve meses- constituy6 una rica experiencia. Ademis de dilatar loshorizontes de su cultura -que no eran demasiado estrechos-, fortaleci6su posici6n ideol6gica con el trato de relevantes compatriotas exiliados,como 1, principalmente Felix Varela, con quien coincidi6 en el plantea-miento de la independencia como (nica soluci6n valedera del problemanacional de Cuba, cuando los demis ide6logos de la burguesia cubana semantenian entre el reformismo y la anexi6n a los Estados Unidos. Laafioranza de la patria y de su sol esti presente en cuanto escribe entonces,pero tambidn el recuerdo de la opresi6n y la injusticia. Cuando en otracarta familiar describe su visita al lago Erie, expresa:

Las orillas del canal estaban cubiertas de flores, y los campos vecinosdesplegaban en su vegetaci6n todo el lujo de junio. A la vez de mirarloscon placer, no sentia la mano de hierro que apretara mi coraz6n en loscampos de Cuba cuando me acordaba que su riqueza venia del sudor, de lasangre tal vez de tantos miserables esclavos.

No escribia Heredia desde el sur esclavista, es cierto; pero pareciaolvidar que las riquezas del norte tenian un origen igual que las de Cuba.

Heredia, desde los Estados Unidos, pudo apreciar, asimismo, con masprecisi6n y mejor perspectiva, la hazafia hist6rica de la independencialatinoamericana. Cuando su madre le envia una copia de las Memorias delas revoluciones en Venezuela, escritas por su padre, para que gestione suedici6n en Nueva York, fueron justas sus consideraciones para aplazar elmomento de publicarlas:

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Las circunstancias han variado de seis meses aca. La lucha de la indepen-dencia se ha concluido, y lo que antes parecia s6lo una guerra interminablede desolaci6n, se ha convertido en una revoluci6n que muda la faz delmundo. La Inglaterra, la Holanda, la Suecia, los Estados Unidos han inscritoya en su catilogo de naciones a las que ahora cinco afios despues eran s6louna turba de rebeldes. Bolivar, que a los ojos de mi padre no pudo parecersino un faccioso obstinado, es hoy el dios tutelar de Am6rica. El Per6, SantaFe, Quito, Venezuela, una octava parte del mundo, le debe la existencia,ceden gustosos al ascendiente de su genio y le miran como un ente posibleentre el hombre y la divinidad. Su nombre se pronuncia con respeto en todaEuropa y es el mas bello que presenta la historia de su siglo. Todos losnombres ilustres de legisladores se han oscurecido delante de su gigantescaelevaci6n. Mi papa, por desgracia, tuvo el desconsuelo de no ver sino laparte oscura y sangrienta del cuadro, y la muerte le arrebat6 antes de quese alzara, como se ha alzado ya, el velo que cubria todo el resplandor desu gloria.

(Dos afios despues escribiria Heredia su oda <<A Bolivar>>: <<Y de tusiglo al recorrer la historia / las razas venideras / con estupor profundo /tu genio admirarin, tu ardor triunfante, / vidndote sostener, sublime Atlan-te, / la independencia y libertad de un mundo>.)

El acontecimiento mas relevante de la estancia norteamericana de He-redia fue la primera edici6n de sus Poesias (Nueva York, 1825), quecontribuy6 al reconocimiento general de su genio po6tico a pocos mesesde su vig6simo primer cumpleafios. En el orden de la creaci6n podtica,esa etapa registra, ademas, sucesos significativos como la oda <<Niagara ,donde el poder descriptivo herediano y el fuego de su inspiraci6n encontra-ron el vehiculo id6neo, y sus traducciones del falso Osiin, las primerasaparecidas en espaiol en verso. Por otra parte, tuvo acceso a un mejorconocimiento, en extensi6n y profundidad, de los grandes poetas romanti-cos contemporineos, en especial lord Byron, lo cual llev6 a su poesia unsoplo vigoroso acorde con su alma inconforme y combativa y con la 6pocaturbulenta en que se inscribi6 su vida.

En cambio, para la sensibilidad cubana -y americana-, lo mas pro-fundo y perdurable de aquella etapa creadora radica en el pufiado de com-posiciones donde Heredia logr6 condensar los sentimientos y las aspiracio-nes hist6ricas de su puebro con tanto vigor patri6tico y tal aliento poetico,que quedaron fijados para siempre como genuina plasmaci6n del espiritunacional. Son ellas la tituladas <<A Emilia>>, <<Proyecto>>, <Himno del des-terrado>> y <<Vuelta al Sur>>. Las dos primeras fueron escritas en NuevaYork y las otras durante la travesia maritima desde aquel puerto hasta lascostas mexicanas en septiembre de 1825.

Al emprender el viaje, pudo decir: <A tus yelos adi6s, norte triste>>, y

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saludar el <cielo del sur delicioso>>, cuyo sol le diera la vida. Gestionesfraternales habian propiciado que el primer presidente de la Reptiblica deM6xico, Guadalupe Victoria, invitase al cubano a trasladarse a aquellanaci6n reci6n nacida al sistema democritico luego de tormentosos avatarespoliticos. Era para Heredia, a la vez, el encuentro con el nuevo sol de laindependencia latinoamericana, cuyos resplandores ansiaba ver reflejadosen su patria esclava. Por aquellos afios, el gobierno liberal de Victoriaapoyaba las gestiones de una Junta Promotora de la Libertad Cubana cons-tituida en Mexico.

Sin abandonar los nexos sentimentales con Cuba ni la constante evoca-ci6n de la patria afiorada, Heredia se vincul6 de inmediato a la vida piblicadel pais hermano en aquella convulsa etapa inicial de la Republica. Enaquel territorio vastisimo de la Am6rica continental iba a discurrir el restode su existencia de perpetuo desterrado, mientras la fama de su obra po6ticarebasaba los limites del Nuevo Mundo.

La poesia herediana de este ultimo periodo, si gan6 madurez y profun-didad -sobre todo en su cosmovisi6n de los grandes temas de nuestraAmrica-, perdi6 imnpetu y frescura, debati6ndose entre los rezagos dela escuela salmantina y los impulsos latentes de su innato romanticismo.En Toluca, donde entonces era ministro de la Audiencia de M6xico, public6en 1832 la segunda edici6n de sus Poesias.

Casado con mexicana y con prole mexicana, Heredia ofrend6 a supatria de adopci6n todos los entusiasmos de su juventud. Aunque se ledispensaron honores, distinciones y reconocimientos a sus rn6ritos y servi-cios, sufri6 no pocos agravios, incomprensiones y dificultades en las fre-cuentes alternativas de libertad y tirania que caracterizaron el procesopolitico mexicano de la 6poca, determinada por la pugna cruenta entre losliberales de las logias <<yorkinas>> y los reaccionarios del <<rito escocs>>,aparte de los graves conflictos suscitados por ambiciosos caudillos e inte-resadas facciones.

Desde las tribunas parlamentaria, judicial, acad6mica y las periodisticasde que dispuso, y a travds de sus obras po6ticas y dramiticas, no ces6 elciudadano Heredia de luchar por las aspiraciones del nuevo hombre denuestra America a un modo de vida regido por la libertad y la justicia, nitampoco de combatir actitudes, hibitos y pragmiticas lesivos a los idealesde la revoluci6n emancipadora.

En todo momento se sinti6 latinoamericano integral, con visi6n de loque significaba la independencia para cada uno y para todos los puebloslatinoamericanos en el ambito mundial. En una de las alocuciones quepronunciara en diversos aniversarios del Grito de Dolores expresa estepensamiento:

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NOVELA Y REALIDAD DE AMERICA LATINA

Nuestra misi6n es augusta y sublime. El mundo fija en America librelos ojos ansiosos de esperanzas y debemos a la libertad del g6nero humanola voz elocuente de nuestro ejemplo. Pero si en vez de paz, seguridad yabundancia le presentamos facciones, guerra civil, terror y miseria, seremosla irrisi6n de los d6spotas y mereceremos las maldiciones de la tierra en quenuestra insensatez afirmara para siempre la tirania...

La suya era, sin duda, la concepci6n bolivariana de nuestra Americay de su revoluci6n, retomada por Jos6 Marti afios despu6s, y la convicci6nde que la obra emancipadora no debia frustrarse por la anteposici6n deintereses personales o de grupo a los intereses de la naci6n. El nobleluchador ain confiaba en la realizaci6n de los ideales republicanos. En laocasi6n antes mencionada, en la conmemoraci6n del Grito de Dolores, asiimpetr6 al Popocatepetl:

SVolcin, escucha el voto que parte de mis labios al trono de la omnipo-tencia! iQue la independencia y libertad, obra de Hidalgo y de sus ilustrescompafieros, se conserven puras como la nieve que te corona por tantotiempo al menos como haya de existir tu mole eterna!

El fervoroso ruego se perdi6 en el vacio. Dijo en carta a un amigo en1834: <<Ya no es posible que un hombre de bien viva tranquilo en estedesgraciado pais. Las revoluciones se suceden unas a otras con tal rapidez,que s6lo vivimos en un torbellino de angustia y temores.>> Sobre estedesencanto del poeta, Marti diagnosticaria: <<Al ver Heredia criminal a lalibertad, y ambiciosa como la tirania, se cubri6 el rostro con la capa detempestad, y comenz6 a morir.>>

Tambi6n las dos epistolas <<Al ciudadano Andres Quintana Roo>> y elpoema «Desengafios expresan su desilusi6n y explican, en cierto modo,su solicitud de permiso para visitar a la madre en Matanzas hecha al capitingeneral de Cuba al precio de abjurar de sus ideales. <<El poeta -volvemosa citar a Marti- habia tenido valor para todo menos para morir sin volvera ver a su madre y a sus palmas.>

El estado depresivo que lo abatia se agrav6 al regresar a Mexico antela agudizaci6n de los problemas politicos generales y de los suyos propios.Enfermo, pobre, desvalido, aparentemente con mas afios que los treinta ycinco recien cumplidos, dej6 de existir el 7 de mayo de 1839. Habiaafirmado en «Desengaios>>: <<De mi azarosa vida la novela / termina enbrazos de mi dulce esposa.>>

Esti al cumplirse el sesquicentenario de la fecha en que termin6 aquellanoble vida. Podemos resumirla diciendo que Heredia -como int6rpretede la sensibilidad latinoamericana en el momento de comenzar a definirse

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ANGEL AUGIER

la identidad de nuestras naciones y nuestra integridad continental- revel6el proceso hist6rico de los paises emancipados entonces del dominio colo-nial espafiol y de sus dolorosas frustraciones. Marti, que tom6 la antorchade Bolivar y en el que hay mucho de herddico, no fue ciego a esa realidady proclam6 como insoslayable la pelea por la segunda independencia de<<las repiblicas te6ricas de America>>. En su ensayo programatico <<NuestraAmerica>> traz6 el camino seguro para alcanzar verdaderamente la soberaniay la libertad. Por ellas han luchado muchas generaciones latinoamericanasfrente a las fuerzas poderosas del Norte que han impedido la realizaci6nde las aspiraciones de nuestros pueblos. Pero hay ejemplos concluyentesde las posibilidades ciertas: Cuba, Nicaragua... Y ya es tema de renovadaspreocupaciones la plena integraci6n de nuestra Amdrica.

Hemos dicho antes que el conflicto entre novela y realidad que Herediase planteaba no era s6lo un dilema personal. Creo que podria representarel conflicto de nuestras naciones, desde la independencia, oscilando trigi-camente entre la dulce ficci6n -es decir, los suefios de redenci6n social,los ideales de justicia y libertad- y la realidad brutal de sucesivos gobier-nos tirinicos, dictaduras castrenses, oligarqufas dominantes, regimenesneocolonialistas impuestos por el imperialismo norteamericano, caudillis-mo, balcanizaci6n, subdesarrollo...

Pero pudieran invertirse los adjetivos y decir que, desde la emancipa-ci6n de la coyunda colonial hispana, la vida de nuestros paises ha sidopura novela de horrores que debe terminar para que comience su realidad,una realidad espldndida que descanse en los principios e ideales de loslibertadores, a los cuales cant6 Heredia con tanta vehemencia. Esta es unacuesti6n que nos invita a meditar.

Meditemos, pues, en ello mientras volvemos a recordar a Herediaacudiendo de nuevo al licido juicio de Marti: <<El primer poeta de Americaes Heredia. S6lo 61 ha puesto en sus versos la sublimidad, pompa y fuegode su naturaleza. El es volcinico como sus entrafias y sereno como susalturas.

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