kant con sade - clase nº 6

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  • 8/18/2019 Kant Con Sade - Clase Nº 6

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    "Puntuacion De Escritos: Kant Con Sade (vi)" 

    (*) Seminario En La Escuela Freudiana De Buenos Aires. Clase 6ta. (12-11-1996)

    Rolando Karothy

    La vez pasada habíamos desarrollado algunas consideraciones sobre la llamada "apatía

    sadiana" que es uno de los temas interesantes para pensar tanto el fantasma sadiano como

    algunas cuestiones referidas a la ley y al problema general de las perversiones.

    Habíamos dicho que, desde la perspectiva estoica y también de raigambre spinoziana, la

    apatía se origina en el rechazo furibundo del padecimiento, del padecer en el sentido de la

    pasividad, buscando así lograr una transformación razonada de esa pasividad en una

    actividad que nosotros ahora llamaríamos "actividad gozosa" (Spinoza la postulaba como

    "actividad deseante"). En este sentido la práctica ascética de la apatía implica la existencia de

    un deseo que podría denominarse "deseo de deseo absoluto", un deseo sin eclipse, sin

    declinación, sin intermitencias.

    Sabemos desde el final de La interpretación de los sueños de Freud que el deseo es

    indestructible pero también es necesario decir que el deseo es intermitente. La apatía, a modo

    de un ideal ascético, busca un deseo sin descansos, sin intermitencias, sin declinaciones.

    Esta aversión por la pasividad procede de una problemática que se encuentra en el

    fundamento mismo de la filosofía del Marqués de Sade. Lacan remarca mucho la importancia

    de la apatía sadiana. Efectivamente hay algo que permite entender la importancia que tiene la

    apatía sadiana en la ética de Sade y también en sus articulaciones con la ética kantiana. Esa

    apatía a modo de ideal ascético se fundamenta en algo que al Marqués de Sade le inspira un

    profundo horror, esto es, aquello que denomina "la naturaleza".

    Dice el Marqués de Sade en Justine o Los infortunios de la virtud, una de sus famosas obras:

    "Sí, mi amigo, aborrezco la naturaleza, la detesto por lo que la conozco bien. Instruido en sus

    horribles secretos me he replegado sobre mí mismo y he sentido, he probado una suerte de

    placer indecible en copiar sus crímenes. ¿Su mano bárbara no sabe amasar otra cosa que elmal? ¿El mal la divierte, entonces? ¿Podría amar yo a tal madre? No, yo la imitaría, pero

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    detestándola. La copiaría. Ella lo quiere pero eso no sucederá más que maldiciéndola".

    Veamos otro enunciado que aparece un poco más adelante en ese mismo texto, refiriéndose

    a las expresiones de un químico que se encuentra en los bordes del cráter del Etna y que

    siente correr bajo sus pies la lava del volcán. En ese momento, uniendo a un gesto su palabra,

    dice algo. El gesto es masturbatorio y en el momento de la eyaculación, cuando tiene la

    sensación que su esperma se mezcla con la lava que corre debajo de sus pies, dice: "Venid a

    ver brotar los chorros de mi esperma en los del betún y el azufre con los que la amable

    naturaleza nos rodea. Me parece estar en los infiernos y me descargo en sus fuegos. Estaidea me divierte, en realidad estoy aquí sólo para satisfacerla".

    Esa escena revela la apatía, una apatía que, como se ve, no es ajena a la función del goce,

    no es una indiferencia absoluta, pues tiene una función de límite respecto al imperio

    caprichoso del Otro, es decir, tiene la función de establecer un límite frente a la omnipotencia

    caprichosa del Otro. La única defensa que encuentra el Marqués de Sade contra eso que

    nosotros llamamos "el goce del Otro" -que en el Marqués de Sade toma el rostro, la figura de

    la naturaleza, y que él identifica con la madre, podríamos decir "la Madre" con mayúsculas-,

    contra el goce de esa Madre que adquiere todas las características de una madre

    absolutamente maligna y caprichosa, contra ese goce que quiere la aniquilación de todasingularidad, la defensa del Marqués de Sade consiste en transformarse en un deseo

    absoluto. La apatía significa que cualesquiera sean los procedimientos que el Otro utilice en

    mi contra, nunca ese Otro va a impedirme gozar.

    En el Marqués de Sade aparece la expresión "deseo absoluto". Me parece que eso que el

    Marqués de Sade llama "deseo absoluto", que tiene el antecedente en la misma expresión de

    Spinoza, caracterizable como una especie de deseo sin intermitencias, es el goce.

    Entonces, la apatía tiene esta significación: cualesquiera sean los procedimientos que el Otro

    pueda o quiera usar en mi contra, nunca va ha impedirme gozar. "Si no puedo escapar de lamuerte a la que la naturaleza me destina, en cambio, el goce que puedo experimentar siempre

    se le escapará para siempre", dice C. Millot quien supo captar la relación de Sade con

    Spinoza. (1) Eso determina que en el sujeto quede la posibilidad de abrirse a un goce

    "ilimitado". "Gozo con la impotencia que sufre el Otro en el intento fallido de esclavizarme a su

    goce, que consistiría en anonadar mi subjetividad deseante y pongo, así, un límite al imperio

    de su arbitrariedad", agrega luego la misma autora. (2)

    De todas maneras, el goce del fantasma sadiano es un goce que está siempre del lado del

    goce fálico. Eso es lo que delimita la caracterización sadiana del goce desde la estructura de

    su fantasma y que permite entender a su vez la perversión como el intento de evitar todo goce

    fuera de los límites del falicismo.

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    Este es un goce aparentemente dominable por la voluntad. Por más que parezca ilimitado -

    parece tener la nota del mismo goce femenino, o de un goce más allá del falo - sin embargo al

    ser en apariencia dominable por la voluntad se ubica en relación al falo y pone un límite.

    El goce derivado de la apatía es el límite de la potencia del Otro. El Marqués de Sade goza

    con la impotencia que sufre el Otro en el intento fallido de esclavizarlo a su goce. El intento de

    este Otro, según la estructura del fantasma sadiano, sería anonadar al sujeto, borrar la

    existencia subjetiva en el sentido de que ahora el sujeto se define a partir del goce. Esto poneun límite al imperio de la arbitrariedad del Otro.

    Si tomamos una expresión que Lacan a su vez extrae de Marguerite Duras, se podría decir

    que tiene una función de establecimiento de un "dique contra el Pacífico" del goce maternal.

    Hay una obra de Marguerite Duras publicada en 1950 que se llama Un dique contra el

    Pacífico. Lacan en el Seminario de La transferencia, sin decir de dónde saca esa expresión,

    se refiere a la función de límite frente al goce, hablando "del dique contra el Pacífico". En la

    novela se trata de las inundaciones tan frecuentes en la zona de Indochina Francesa donde

    Marguerite Duras vivió su infancia y parte de su adolescencia. Esa es una de las cuestiones

    que hacen al eje del argumento de esa obra que es realmente interesante. Lacan aprovechaesa expresión - "dique contra el Pacífico" - y creo que también podría utilizarse en el sentido

    de un dique contra una inundación, una invasión de goce, del goce del Otro, del goce materno

    que plantea el Marqués de Sade. Entonces, este intento de mantener un deseo sin

    intermitencias al modo de esta función del goce que definíamos recién, funciona como un

    dique contra el Pacífico del goce maternal.

    Tomaré algunas citas del Marqués de Sade que me parecen interesantes porque permiten

    entender las variantes que existen en relación al concepto de naturaleza. El Marqués de Sade

    ubica dos tipos de naturaleza: la naturaleza primera y la naturaleza segunda. El objetivo

    inalcanzable del Marqués de Sade es la naturaleza primera.

    El establecimiento de dos tipos de naturaleza en el Marqués de Sade fue puesto de manifiesto

    por primera vez por uno de los biógrafos e interpretadores más importantes del Marqués de

    Sade, Pierre Klossowski, que en el texto de Lacan Kant con Sade aparece mencionado.

    Klossowski escribió una obra que se llama Sade mi prójimo que está traducida al castellano

    pero es prácticamente inconseguible porque está agotada hace muchos años.

    Klossowski fue el primero que puso de manifiesto la importancia de estas dos naturalezas, la

    primera y la segunda. Es más o menos sencillo. La naturaleza segunda, empiezo por ahí

    porque es lo que más comúnmente conocemos o podemos entender, es la naturaleza

    sometida a sus propias reglas, la naturaleza donde existen creaciones y destrucciones. Si hay

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    desorden, pérdida y entropía (para usar un término de la termodinámica), hay también

    creaciones, reconstrucciones. Por ejemplo cuando se produce una destrucción, la muerte

    inclusive, ella puede dar origen a nueva vida. Pero esta no es la naturaleza a la cual aspira el

    Marqués de Sade.

    El Marqués de Sade aspira a una destrucción total donde ella no sea el origen de algo nuevo.

    Esto es lo que el Marqués de Sade puso en su famoso testamento. La decepción del

    personaje sádico en relación a esta forma de naturaleza es que justamente lo que él añora

    siempre es la destrucción total. ¿Por qué se decepciona con esta naturaleza? Porque lo queesta naturaleza muestra es que el crimen absoluto es imposible.

    La naturaleza primera a la cual aspira el Marqués de Sade, es lo que podríamos llamar una

    pura negación. La naturaleza primera alude a la segunda muerte. La naturaleza primera, en

    tanto imposible, aparece para el Marqués de Sade como el objeto de una idea. Por ejemplo:

    en Las 120 jornadas de Sodoma el libertino se encuentra excitado "no por los objetos que se

    hallan aquí y ahora, sino por el objeto que no está presente, es decir por la idea del mal". Esta

    idea del mal - que es lo que puede desplegar la destrucción total - es lo que produce la

    excitación. Pero como esa idea no surge de la experiencia sino que pertenece a otro plano,

    sólo puede ser objeto de demostración. Recordemos que Lacan dice en el Seminario X que laperversión implica una lógica donde se juega la demostración.

    Los personajes de las obras del Marqués de Sade se encuentran siempre atormentados,

    desesperados, cuando ven que sus crímenes reales son insignificantes comparados con la

    idea del crimen absoluto. Esa idea sólo se encuentra en la razón, es imposible desplegarla en

    la experiencia, por ejemplo es posible referirse al sueño del crimen universal e impersonal.

    Volviendo a la idea anterior, el único modo de poner un freno a la desmesura totalitaria y

    arbitraria del Otro, consiste en afirmar la singularidad del goce. En este sentido esta

    singularidad del goce estable, como comentaba hace un rato, implica un límite a lo arbitrariode la naturaleza. Estamos hablando ahora de la naturaleza segunda. Klossowski siempre se

    ocupó de señalar la importancia del odio que el Marqués de Sade tenía hacia su madre. En

    general hay una especie de prejuicio o idea apresurada que consiste en suponer que la

    perversión es siempre un rebelión contra la ley paterna. La obra del Marqués de Sade

    mostraría más bien una tentativa de alianza con el padre, una tentativa en la cual se intenta

    dar consistencia a la figura paterna al modo de la père-version, a través de la figura del

    libertino.

    La empresa del Marqués de Sade es perversa en el sentido de la père-version. Está volcada

    hacia la invención de un padre. Quien encarna la figura del padre es un libertino que

    manifiesta justamente esta potencia de desear sin límites, única forma capaz de dar algún

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    límite, de establecer las riendas para limitar el despotismo de la madre.

    La obra del Marqués de Sade puede leerse no como una rebelión contra la ley paterna sino

    contra la madre despótica, es decir, contra lo que él llama la naturaleza, pero a través de una

    forma paradojal que consiste en una cierta voluntad de colaboración porque dice: "hay que

    imitar a la naturaleza". Quiere usar los mismos recursos que el enemigo: adivinar lo que la

    naturaleza quiere, consentir a sus deseos es el único modo de substraerse a la dominación

    que la naturaleza ejerce. Copiar a la naturaleza, imitarla es un modo de competir con ella para

    al fin liberarse de su tutela. Imitarla es la pretensión de igualarla. Igualarla con el objeto deridiculizar sus leyes. (3)

    Pero acá el Marqués de Sade se encuentra con un problema. Si imitarla es un modo de

    oponerse aunque sea para rechazar sus leyes, todavía sigue siendo un modo de someterse a

    ella. Si la naturaleza en términos de la naturaleza segunda, aún a pesar de la destrucción, se

    propone siempre propagar la vida, estaría en el poder del hombre oponerse a esa naturaleza

    (por ejemplo a través del asesinato y la sodomía, que serían las dos formas de oponerse a la

    vida). Pero aún así no es posible oponerse a esa naturaleza segunda porque ella también

    utiliza la corrupción de los cadáveres para engendrar nueva vida. Eso significa que si se

    extiende la destrucción todavía se la sirve mejor porque la naturaleza aprovecha siempre ladestrucción para generar nueva vida.

    Al respecto Sade dice: "Para servirla serían necesarias destrucciones completas, mucho más

    completas que las que podemos operar, es la atrocidad, la extensión lo que ella quiere en sus

    crímenes. Sería necesario poder oponerse a la regeneración del cadáver que enterramos. No

    sólo con el cadáver, el asesinato, el entierro, sino oponerse a la regeneración del cadáver. El

    asesinato sólo quita la primera vida del individuo". Se capta la idea: la primera muerte quita la

    primera vida. "El asesinato sólo quita la primera vida del individuo al que golpeamos. Haría

    falta poder arrancarle la segunda para ser más útiles a la naturaleza, porque lo que ella quiere

    es el anonadamiento. Está más allá de nosotros el darle a los asesinatos la extensión que elladesea. Porque la naturaleza primera querría que ustedes se opusieran a toda reproducción,

    que ustedes pudiesen aniquilar los tres reinos para facilitarle nuevos proyectos".

    En relación a las leyes de la naturaleza y a las leyes de la materia, agrega: "Las leyes de la

    materia son como las olas del mar que suben y bajan todo el tiempo sin que aumente la masa

    de agua. Es un movimiento perpetuo que ha sido y que será siempre, y nosotros nos

    convertiremos en sus principales agentes, sin dudas, por nuestros vicios y virtudes".

    Ahora bien, si se supone que la naturaleza tiene un autor, no sólo se propone la imitación sino

    también la asimilación con ese Dios que ahora el Marqués de Sade concibe como un principio

    maligno denominado Ser Supremo en maldad. Si Dios existe hay que imputarle entonces el

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    haber querido la creación con todas sus consecuencias incluyendo el sufrimiento de sus

    criaturas, de las que sufren y de las que hacen sufrir, es decir, tanto de las virtudes como de

    los vicios.

    Si existe también una voluntad de dañar, esta voluntad que se despliega en el "espectáculo

    del mundo" no puede ser más que una voluntad que pertenece al Ser Supremo en maldad, es

    decir, un ser de malignidad suprema que está animado por un goce cuya maldad lleva al

    extremo de imaginar suplicios eternos.

    Hay un límite al sufrimiento humano. Hay muchos límites al sufrimiento humano, uno de ellos

    es la muerte. El Marqués de Sade decía que el infierno supone una segunda vida que ya no

    puede tener ese límite, es decir, una vida que no va a tener nunca un límite al sufrimiento, una

    vida que no implica el límite de la muerte como un freno al sufrimiento.

    Kant era cristiano desde una de las versiones extremistas de la concepción protestante

    denominada pietismo. Si Lacan pone en la otra cara de la misma moneda al Marqués de Sade

    es porque éste también lleva al otro extremo la lógica cristiana. Esta idea del infierno es la

    idea según la cual el Marqués de Sade propone extender al infinito los suplicios infringidos a la

    criatura humana.

    El Marqués de Sade dice: "Existe un Dios [tiene razón Lacan cuando dice que el Marqués de

    Sade no es ateo, como habitualmente se cree], una mano cualquiera ha creado

    necesariamente todo lo que veo. Pero lo ha creado para el mal y no se complace más que en

    el mal. El mal es su esencia y el que nos hace cometer es indispensable para sus planes. Soy

    feliz con el mal que hago a los otros como Dios es feliz con el que me hace a mí".

    En este sentido, para el Marqués de Sade el crimen es el acto más adecuado para esta

    voluntad de Dios. Es una especie de mística cristiana invertida que encontraría su fin en una

    unión con Dios, ya que Dios es el mal absoluto.

    Después de la muerte las criaturas humanas estarían llamadas a reintegrar su principio y

    unirse con la divinidad de la cual proceden. El Marqués de Sade dice: "He aquí lo que debe

    comprometer a los hombres a volverse lo más malvados posible para que parecidos a las

    moléculas a las que deben unirse algún día, tengan en este acto de disolución que sufrir

    infinitamente menos. En efecto, cuanto más el hombre haya manifestado los vicios y crímenes

    en este mundo, más se habrá acercado a su irremediable fin que es la maldad. En

    consecuencia sufrirá menos cuando se una al foco de la maldad que es la materia prima de la

    composición del mundo".

    Es que es cierto que la naturaleza aparece equiparada a la función de la madre. Lo que pasa

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    es que en este punto extremo se confunde con la figura de Dios. Cuando eso lo establece

    como ley, entonces la pretensión del Marqués de Sade es ubicarse compitiendo con esa ley,

    es decir, transformándose él también en alguien que tiene una voluntad de goce. Como dice

    Lacan en el Seminario X, en última instancia se transforma en un instrumento de ese goce.

    Creyendo dominar el goce se transforma en un instrumento. Pero en el extremo, al final, se

    confunden las dos figuras.

    Se trata de servir a la naturaleza con el objetivo de que la naturaleza segunda no exista más

    como potencia generadora de vida. El único objetivo está en poder identificarse a esa potenciaabsoluta de una naturaleza sólo destructiva, equivalente a la voluntad del mal. No hay

    voluntad del mal en la naturaleza segunda porque hay siempre recreación.

    Son modelos para pensar estos intentos extremos a los cuales se somete. Se somete a la

    voluntad de goce perversa. Esta voluntad no es sólo una cuestión especulativa en la lectura

    de los textos del Marqués de Sade, sino que es fundamental para entender lo que se llama la

    voluntad de goce perversa. En este sentido es voluntad de goce que fracasa, porque la

    voluntad de goce es un servirse para poder dominar cuando, en realidad, al final termina

    sirviendo a la ley del mal, creyendo saber y dominar el mal. En realidad se somete y está tan

    sometido a la ley que por eso no es una buena expresión decir que el perverso está fuera dela ley. Está sometido a una ley pero es una ley transgresiva, la ley del mal.

    La cuestión se puede entender así: hay momentos en que aparecen separadas la figura de la

    naturaleza y la figura de Dios y hay momentos en que se confunden. Se podría hacer este

    esquema: frente a la potencia de la naturaleza identificada a ese goce del Otro que el

    Marqués de Sade llama la Madre, él propone un límite, un límite indicado como voluntad de

    goce. Ese límite de la voluntad de goce es un límite a la voluntad del Otro materno llamado

    naturaleza. Lo que propone nuestro autor es imitar a la naturaleza de modo tal que acote en

    un punto su potencia de maldad, es decir en el aspecto inherente sobre todo a la naturaleza

    primera que presenta esa maldad en forma absoluta.

    En esa identificación con la naturaleza primera termina proponiendo la identificación con Dios

    que es el Ser Supremo en maldad, el principio de la malignidad. Al identificarse con la

    naturaleza primera lo que en realidad propone es identificarse con el principio que rige esa

    naturaleza que es una especie de principio viril, que es Dios. La naturaleza en sí sería la

    Madre. El principio que rige es un principio viril ubicado como Dios, que es el principio del mal.

    Propone identificarse a ese principio que rige la naturaleza con el objeto de oponerse a la

    Madre.

    Eso es lo que Lacan aprendió del Marqués de Sade y llama voluntad de goce. Sería la clave

    para entender lo que se define como voluntad de goce del perverso que es el resultado de

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    algo con lo cual el perverso se identifica.

    La cosa va todavía más allá. El libertino en las obras del Marqués de Sade siempre va más

    allá, pretende actuar todavía mejor que Dios porque para eso le sirve, para ser todavía mejor.

    ¿Y por qué puede llegar a ser mejor aparentemente? Porque puede llegar a concebir lo

    imposible. Un personaje de Juliette, llamado Belmor, dice hablando con Juliette: "Usted habría

    debido darse cuenta de que mis más dulces goces con usted son aquellos que dando vuelo a

    nuestras dos cabezas nos permiten crear seres de una lubricidad tal, que su existencia es

    infelizmente imposible... Se devasta el mundo... Uno lo repuebla con objetos nuevos que seinmolan también... He aquí su nalgas, Juliette, las tengo bajo mis ojos, las encuentro bellas

    pero mi imaginación, siempre más brillante que la naturaleza y más diestra, me permito

    decirlo, ha creado otras más bellas todavía... No quiero hacer con usted lo que todo el mundo

    quiere hacer, me parece que haré con este culo, obra de mi imaginación, cosas que los dioses

    no inventarían". (risas) (4)

    Como se ve, hay efectivamente una facultad activa derivada de la imaginación sadiana que

    permite la extensión del pensamiento más allá de los límites de la sensibilidad, algo así como

    negar los límites que la realidad impone. A través de este poder más trascendente de la

    imaginación sadiana se encuentran algunos límites que siempre va a intentar exceder. Porejemplo: Juliette encuentra a Clairwill, en una escena que aparece en ese texto, y refiriéndose

    Clairwill a Juliette, en un momento en que él la quiere desnuda, dice: "Saquémonos estos

    velos inoportunos. ¿No son ya muchos los que nos impone la naturaleza? Ah, cuando excito

    en ti tus arrebatos me gustaría ver palpitar tu corazón".

    Piensen la referencia: "ver palpitar". Es como si dijéramos: no sólo sacar el velo de la

    vestimenta, sino también sacar el velo de la piel, sacar todo el velo y ver el corazón

    palpitando.

    Otro de los personajes, Saint-Fond, siempre sueña con prolongar sus ferocidades más allá dela tumba. Dice que tiene una receta para hacer eternos los efectos de su crueldad, que es

    "introducir en el culo de sus víctimas justo en el momento de la muerte, un mensaje para el

    infierno, firmado con su sangre, entregando sus almas al diablo".

    Ese es el plano de la idea del mal. Esta posibilidad de identificación superadora de Dios, del

    Ser Supremo en maldad, para poner límite al goce arbitrario y todopoderoso de la Madre,

    consistiría en este intento, en esta esperanza de extender los sufrimientos hasta el infinito y

    entonces gozar. Cito textualmente a Saint-Fond: gozar del "placer delicioso de haber

    prolongado [el sufrimiento] más allá de los límites de la eternidad si es que la eternidad tiene

    límites". "Con menos crueldad en el corazón, tus dogmas serían menos sanguinarios y tú

    prefieres exponerte a tí mismo a la eterna condena de la que hablas antes que renunciar al

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    delicioso goce de aterrar a los otros [...] No mates a un individuo por un largo tiempo, lo que es

    imposible; pero asesina a muchos otros, lo que es factible", le dice Clairwill a Saint-Fond

    después de haber refutado la idea del infierno en la polémica que surge entre estos

    personajes.

    Las acciones parecen extenderse más allá de los límites de la vida de una persona. El

    asesinato moral liquida la pasividad del estado de muerte y acrecienta la posibilidad de actuar

    por intermedio de otros agentes de propagación. Clairwill dice: "Un libertino, decidido a este

    tipo de acción, puede fácilmente en el curso de un año corromper trescientos niños". Esa es laidea de la extensión de la corrupción espiritual. "Al cabo de 30 años habrá corrompido nueve

    mil, y si cada niño corrompido por él lo imita aunque fuera en 1/4 de su corrupción - cifra

    verosímil - y si cada generación actúa de la misma manera, al final de 30 años el libertino, que

    ya habrá visto nacer dos generaciones corrompidas, tendrá nueve millones de corruptos, o por

    él o por los principios que habrá establecido".

    La corrupción espiritual, avanzando a modo de una gran epidemia, tiene un poder

    enormemente más grande que el poder de la procreación. Se confirma el poder de la actividad

    destructora sobre el poder de la actividad creadora.

    Deleuze escribió un libro muy lúcido que se llama Presentación de Sacher-Masoch. Se trata

    de un autor muy variable tanto en sus inquietudes como sus posiciones. Este libro revela una

    gran sagacidad clínica, a pesar de no ser alguien vinculado a la clínica pues se dedicaba a la

    filosofía; es muy diferente por ejemplo a El Antiedipo que escribió con Guattari, un libro muy

    criticable. Este libro sobre Sacher-Masoch, en cambio, es un texto que fue explícitamente

    elogiado, con razón, por Lacan. Revela una gran sagacidad clínica para entender problemas

    del sadismo y del masoquismo. En ese libro Deleuze dice, hablando de la apatía: "Es

    indispensable que la violencia no se deje influir por pequeños placeres que espera y que

    acabarían por encadenarnos para siempre a la naturaleza segunda. Por el contrario es

    necesario que esta violencia proceda a sangre fría que es la frialdad y rigor del pensamientocomo proceso demostrativo".

    Todo lo que estamos hablando es en el terreno de la idea. Es un racionalista muy fuerte el

    Marqués de Sade. En esto consiste la famosa apatía del libertino. Es la frialdad a diferencia de

    lo que existe en el pornólogo. Sade la opone al deplorable entusiasmo del pornógrafo. La

    palabra entusiasmo aparece en el texto de Lacan, en Kant con Sade, y algunas veces en el

    Seminario de La Transferencia, con la expresión en alemán "Schwarmerein" que quiere decir,

    en una de sus acepciones, entusiasmo.

    El personaje sádico al igual que el ideal femenino de Masoch se caracteriza por su frialdad. La

    apatía sádica actúa contra el sentimiento cualquiera que sea, incluso contra el sentimiento de

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    hacer el mal. Se pone en guardia contra todos los sentimientos porque suponen un poderoso

    despilfarro. Todos los entusiasmos, también el entusiasmo por el mal, están condenados

    porque los encadenan a la naturaleza segunda y son poderosos restos de bondad.

    Deleuze agrega otras consideraciones interesantes en relación al lugar del padre y de la

    madre. Dice: "El tema del padre es algo dominante en el sadismo. Aunque en las novelas de

    Sade abundan las figuras femeninas, sin embargo éstas en sus placeres, en las tareas y

    acciones que emprenden imitan al hombre, exigen la mirada y la presencia del hombre. La

    androginia de Sade es el resultado de la unión incestuosa de la hija con el padre. En susobras hay tanto parricidas como matricidas. Pero no lo son de la misma manera: a la madre se

    la identifica con la naturaleza segunda sometida a las leyes de la creación [que es lo que

    hablábamos antes, es decir a la conservación y la reproducción]; el padre no pertenece a la

    naturaleza segunda, el padre es el principio de la naturaleza primera, es el principio que rige

    en última instancia la naturaleza primera, es decir la ley del mal. El esquema sádico se basa

    en este tema: el padre destructor de su propia familia impulsa a la hija para que torture y

    asesine a la madre". Esta es la escena que en última instancia rige todo el hilo de La filosofía

    en el tocador. Recuerden que las obras del Marqués de Sade son muy variadas, muy

    extensas. Muchas de las obras que circulan en su mayoría son resumidas.

    Esta escena remite a la esencia de La filosofía en el tocador y por algo Lacan dice que La

    filosofía en el tocador es el texto clave para entender la ética sadiana en comparación con la

    ética de Kant. Los otros trabajos son útiles, pero sobre todo es importante La filosofía en el

    tocador.

    El esquema sádico se basa entonces en ese tema. El padre sólo puede ejercer de padre

    situándose por encima de las leyes, desintegrando a la familia y prostituyendo a los suyos. El

    padre, a la vez, es el principio de la naturaleza primera, poder general y anárquico que intenta

    aniquilar las leyes y las criaturas que están bajo su dominio. Por eso el sádico no cesa hasta

    que logra su finalidad, que es acabar con todo tipo de procreación que haga competencia conla naturaleza primera.

    La mujer sádica llega a serlo a través de una relación sodomítica con el padre, inspirada por

    una alianza dirigida contra la madre. Desde cualquier punto de vista el sadismo representa

    una negación constante de la madre mientras afirma la figura del padre como ser por encima

    de las leyes. Esta es una tesis que avanza Deleuze con una sagacidad clínica impresionante.

    La idea de la prostitución universal en Sade, que aparece en un texto que se llama La

    Sociedad de Amigos del Crimen, surge de una institución objetiva que debe asegurar a la vez

    la destrucción de las madres y la selección de las hijas. Es algo muy distinto a lo que sucede

    en Sacher-Masoch, en donde todo se establece a través de un contrato. En Sacher-Masoch

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    no hay un desprecio a la ley, hay en todo caso una ley contractual en juego y además, en esa

    ley contractual, el masoquista persuade esencialmente a una mujer para que pueda también

    entregarse a otros o para que la castiguen.

    En este mismo sentido, Deleuze fue el primero que señaló con claridad que entre sadismo y

    masoquismo no hay complementariedad. En el contrato masoquista se trata de un contrato

    establecido con una mujer para conjurar el peligro del padre.

    Leo un fragmento más que me parece interesante, referido al sádico. "El sádico adopta unaposición irónica con la ley. Como ésta es la norma de la naturaleza segunda, su forma de

    sobrepasarla es con la idea del mal absoluto, cuyo modelo más perfecto son las instituciones

    anárquicas dotadas de movimiento perfecto y en revolución permanente. La ironía es ese

    remontarse de la ley a ese principio superior". Por eso la lucha permanente del Marqués de

    Sade en relación a las instituciones.

    Volvamos ahora a la voluntad de goce.

    La voluntad genera la división entre el sujeto barrado y el sujeto sin barrar, la voluntad de

    goce, con lo que Lacan indica el sujeto de la razón práctica y el sujeto patológico, el sujetobruto del placer.

    Se podría hacer este esquema:

     

    Neurosis Perversión

    ¿Qué quiere decir esto? Este esquema, que sería un modo particular de pensar la separación,

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    muestra en el primer caso una neurosis: el sujeto carga con la barra. Recuerden la fórmula en

    el matema del discurso histérico, donde el lugar del agente está ocupado por el sujeto barrado

    y es en el lugar del otro donde está la suposición de saber sobre el goce. De ahí surge una

    manera de entender la frase de Lacan según la cual el neurótico sueña con ser perverso en

    tanto su sueño es dominar el goce a partir de la función del saber.

    En cambio el esquema de la separación en la perversión, ubica al perverso en el lugar de una

    voluntad de goce, poniendo al otro en el lugar de la castración. Lo decíamos la vez pasada: el

    sádico no puede hacer pareja con el masoquista porque requiere que el otro esté en posiciónde sujeto, no en posición de objeto que es la posición en la que el masoquista se coloca. Por

    eso el sádico nunca va a encontrar su partenaire en el masoquista, ya que el masoquista se

    posiciona como objeto, y lo que el sádico desea desde su voluntad de goce es que el otro se

    angustie y por lo tanto, muestre ahí una posición subjetiva, en todo caso en el límite posible de

    convertirse en un objeto pero no siendo un objeto. En lugar de cargar sobre sí la barra, el

    perverso la empuja al otro por la vía del ultraje al pudor y la transgresión del límite.

    La diferencia está en que lo que se ubica como voluntad en el neurótico no es voluntad de

    goce, sino algo así como el intento de querer lo que se desea, y que la relación es

    esencialmente a un otro dejando sobre el sujeto la barra de la castración. No es ese el casode la perversión, porque su ubicación es desde la voluntad de goce. Pero en tanto la voluntad

    de goce es una voluntad que fracasa, él también está sometido a un Otro.

    Veamos ahora el esquema del fantasma sadiano:

     

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    La letra V designa la voluntad de goce mientras que S remite al otro sujeto que funciona como

    víctima. "Por medio de su sufrimiento, el otro (la víctima) lo confirma como sustancia sólida

    resistente: la carne viva en la que corta el sádico autentifica, por así decir, la plenitud del ser".

    (5)

    En el nivel superior V y S (escritos V®S) indican el carácter manifiesto de la relación sádica ya

    que el perverso funciona a partir de la voluntad de goce y atormenta a su víctima con el objeto

    de alcanzar la plenitud del ser.

    Pero esta relación manifiesta oculta otro vínculo que tiene un valor de verdad respecto de la

    primera y que está señalada en la parte inferior del esquema: a S.

    Esta fórmula invertida en relación al fantasma neurótico nos revela que el perverso en tanto

    voluntad de goce es un semblant cuya verdad es el objeto a, instrumento del goce del Otro.

    El sádico alude a la escisión subjetiva al asumir el rol de instrumento del goce del Otro y sólo

    goza cuando su actividad produce la división en el Otro.

    Sade no se engañaba con su fantasma porque percibía que estaba sometido a un marco quelo determinaba, marco que puede obtenerse con una rotación de 90° del esquema anterior:

     

    El verdadero lugar del objeto perverso es el de ser un objeto a merced de la voluntad del Otro

    que deriva en "coerción moral". Para Sade "esa coerción tomó la forma de la presión ejercida

    sobre él por el ambiente, por su suegra, que una y otra vez lograba su encarcelamiento y

    hasta por el propio Napoleón que lo confinó en un asilo. Sade era la víctima de un acoso

    incesante, un objeto sobre el que se encarnizaban con su sadismo moralista los organismos

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    del Estado". (6) (7)

    Se percibe ese lugar de objeto del Sade "práctico".

    Hoy no tomé muchas referencias puntuales de Kant con Sade pero si se vuelve al texto hay

    una gran cantidad de problemas que tienen relación con lo que dijimos.

     

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    Bibliografía

     

    (1) Catherine Millot: "Ensangrentar el revés de nuestros corazones...", en La vocación del

    escritor, Ed. Ariel, Buenos Aires, 1993, pág. 157.

    (2) Ibíd., pág. 157.

    (3) Ibíd., pág. 158.

    (4) Marqués de Sade: , Histoire de Juliette, en Oeuvres Complètes, Cercle du Livre Precieux,

    París, 1962, págs. 500-501.

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    (5) Slavoj Zizek: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se animó a

    preguntarle a Hitchcock, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1993, pág. 162.

    (6) Ibíd, pág. 162.

    (7) El juego de ese "sadismo moralista de los organismos del Estado", y la lógica de Sade es

    señalado con alguna precisión por Simone de Beauvoir aunque ella cree que Sade se

    "engañaba: "Creyendo defendernos, nos derrumbamos. El mérito inmenso de Sade es quereivindica , en contra de las abstracciones y los enajenamientos, que no son otra cosa que

    huidas, la verdad del hombre. Nadie se ha afiliado más apasionadamente a lo concreto.

    Nunca acordó crédito al 'se dice' del cual los espíritus mediocres se nutren perezosamente.

    Sólo se afilia a las verdades que le son dadas por la evidencia de su experiencia vivida, y por

    ello superó el sensualismo de su época, para transformarlo en una moral de autenticidad.

    Esto no significa que la solución que propone pueda satisfacernos. Pues si la grandeza de

    Sade surge de su tentativa por captar desde su singularidad la esencia misma de la condición

    humana, la misma singularidad señala sus límites. La salida que eligió la juzgó válida para

    todos, con la exclusión de cualquier otra. Y con ello se engañó por partida doble. Pese a supesimismo, estaba socialmente del lado de los privilegiados y no comprendió que la iniquidad

    social alcanza al individuo hasta en sus posibilidades éticas. La rebelión misma es un lujo que

    exige cultura, ocios, y se aparta frente a las necesidades de la existencia. Si los héroes de

    Sade le pagan con su vida, por lo menos perecen cuando la rebelión ha otorgado a sus

    existencias un sentido valedero. Mientras que para la inmensa mayoría de los hombres la

    rebelión coincidiría con un suicidio estúpido. Contrariamente a sus deseos, es la suerte, no el

    mérito, lo que operaría la selección de una minoría criminal. Si se le reprocha que jamás

    tendió a la universalidad y le bastó con asegurar su propia salvación, no se le hace justicia. Se

    propuso como ejemplo, puesto que ha escrito -y con cuanta pasión- su experiencia. Y sin

    duda no contaba con que su llamado fuera entendido por todos. Pero pensaba en dirigirsesolamente a los miembros de la clase privilegiada, cuya arrogancia abominaba. Esa suerte de

    predestinación en la que creía, la concebía democráticamente, y no hubiera querido descubrir

    que dependía de circunstancias económicas, a las cuales, de acuerdo con su pensamiento, le

    sería posible eludir.

    Por otra parte, Sade no supuso que pudiera existir otro camino que el de la rebelión individual.

    Sólo conoce una alternativa: la moral abstracta o el crimen. Ignora la acción. Si sospecho que

    era posible una comunicación concreta entre los seres a través de la tarea de integrarse todos

    en un proyecto general de ser hombre plenamente, no se detuvo en ello. Negando al individuo

    su trascendencia, lo condenó a una insignificancia que autoriza a violentarlo. Pero esa

    violencia, ejercitándose en el vacío, se hace irrisoria y el tirano que busca su afirmación

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    mediante ella sólo descubre su propia nada.

    A esta contradicción Sade puede, sin embargo, oponer otra, pues el sueño acariciado por el

    siglo XVIII de conciliar los individuos en el seno de su inmanencia, es de todos modos

    impracticable. Al desmentido que debía infligirle el Terror, Sade lo encarnó a su manera

    patéticamente. Al individuo que no consiente en renegar de su personalidad la sociedad lo

    repudia, pero si se prefiere reconocer solamente en cada individuo la trascendencia que lo

    une concretamente con sus semejantes, se llega a enajenarlos a todos a nuevos ídolos y su

    insignificancia personal vuélvese aún más evidente. Se sacrificará el hoy al mañana, laminoría a la mayoría, la libertad de cada uno al cumplimiento colectivo. La prisión, la guillotina,

    serán las consecuencias lógicas de esa negación. La embustera fraternidad consúmase en los

    crímenes en donde la virtud reconoce su rostro abstracto. "Nada se asemeja más a la virtud

    que un gran crimen", ha dicho Saint-Just. ¿No es mejor entonces asumir el mal y no

    suscribirse al bien que acarrea tras de sí abstractas hecatombes? Sin duda, es imposible

    eludir el dilema. Si la totalidad de los hombres que pueblan la tierra se hicieran presentes a

    todos, en su total realidad, la acción colectiva no podría realizarse y el aire tornaríase para

    cada uno irrespirable. En cada instante millares de seres sufren y mueren, vanamente,

    injustamente, y nosotros no nos conmovemos. A ese precio, nuestra existencia es posible. El

    mérito de Sade reside no solamente en haber gritado lo que cada uno se confiesavergonzosamente, sino en no haber elegido esa actitud. Contra la indiferencia. prefirió la

    crueldad. Por eso sin duda encuentra hoy tanto eco, en momentos en que el individuo se sabe

    menos la víctima de la maldad de los hombres que de su conciencia limpia. Es acudir en su

    socorro el herir a ese terrorífico optimismo. En la soledad de los calabozos, Sade tuvo también

    su noche ética parecida a la noche intelectual con que se envolvió Descartes. No logró el

    surgimiento de una evidencia, pero por lo menos discutió todas las respuestas demasiado

    fáciles. Si es posible superar la soledad de los individuos es a condición de no desconocerla.

    En el caso contrario, las promesas de dicha y de justicia envuelven las peores amenazas.

    Sade ha vivido hasta las heces el momento del egoísmo, de la injusticia, de la desdicha y

    clama por la verdad. Lo que constituye el valor supremo de su testimonio es que nos inquieta.Nos obliga a volver a plantearnos el problema esencial, que bajo otras apariencias obsesiona

    a nuestro tiempo: las verdaderas relaciones del hombre con el hombre." (Simone de Beauvoir:

    El marqués de Sade, Ed. Siglo Veinte, Buenos Aires, 1974, págs. 115-119).

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