la habitación negrasonidosincrustados
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Esta historia me ocurrió cuando
era más pequeña, más o menos
como vosotros. Me encantaba
ir a casa de mi abuela, era muy
divertido estar con la abuela
y sus extrañas historias, pero
había dos cosas que me
aterraban de ir a su casa.
Una era que no había baño, eso
significaba tener que bajar a
las cuadras entre el ganado, y
aunque esto me asustaba
no era nada comparado
con el miedo que me daba
la espeluznante habitación
negra que había en la casa.
Cuando pasaba el día con mi abuela y tenía que pasar por delante de la puerta verde que daba acceso a la habitación negra, me provocaba escalofríos. Afortunadamente, aunque hay que pasar por delante de la maldita puerta cada vez que entras en casa, solía estar cerrada, mi madre siempre me decía: “ habrá culebras, ratones y todo tipo de animalejos, no dejes la puerta abierta hija”.
La habitación negra, era un desagradable enigma para mí, ¿Por qué tendría ese color?, que extraño maleficio la habría puesto así, el negro impregnaba las piedras, no era pintura, era algo pegajoso, sentía pánico solo de pensarlo. Lo cierto, es que conseguía olvidarme de la terrorífica habitación la mayor parte del tiempo, entre la abuela, los vecinos y sus raras costumbres. Algunas de estas costumbres eran para mí un enigma, había una de ellas que me tenía muy intrigada, a veces algún vecino decía
Cuando alguna noche dormía
en casa de mi abuela,
siempre miraba de reojo si
la maldita puerta estaba
cerrada, pero con mucho
disimulo, por nada del
mundo quería que mi
hermano se enterase del
miedo que me daba. Lo
cierto es que al acostarme
pasaba un ratito malo, pero
-No ha sido nada –me dijo mi abuela-. No hay de qué asustarse. Algo se habrá caído. A veces pasa.
Me creí un poco la explicación de mi abuela…. Pero solo un poco, mire la terrorífica puerta de la habitación negra, estaba cerrada y eso me tranquilizo un poco más, pero de todas formas estaba muy asustada, tanto,
Al día siguiente las risas de mi hermano eran infinitas y para colmo cuando me levante la maldita puerta estaba abierta, casi me muero del susto. La tentación me pudo y no pude evitar echar un vistazo dentro de la habitación, tal como la recordaba era escalofriante, toda negra, con las paredes de piedra negra, entre las piedras había agujeros negros y profundos, eran perfectas guaridas para todo tipo de extraños animales. Ya casi no recordaba las escaleras, pero allí seguían, como si fuese poco siniestra la habitación negra, encima había unas escaleras viejas e igual de negras que la habitación, que parecían conducir al mismísimo infierno, un lugar oscuro, frio, donde las arañas tenían auténticos palacios. Esas malditas escaleras, que parecían llevar al infierno estaban medio rotas y chirriaban cuando alguien las pisaba, daban a la habitación un aspecto todavía más sobrecogedor.
Pero yo no me creía que fuesen ratones, menudos ratones tenían que ser para hacer tanto ruido. No señor, estaba segura de que era cosa de espíritus.
Desde ese día cada vez que pasaba por la terrorífica puerta que conducía a la habitación negra, miraba de reojo por una rendija para ver si salía alguna luz como en las películas.
Por más que miraba, no se veía ninguna luz extraña. No, lo único extraño es que al final de la negra escalera se oían ruidos extraños. Cuando esos sonidos pasaron a ser los de un bebe que lloraba ya no me cupo la menor duda de que se trataba de fantasmas.
Y mientras, mi abuela me decía, vamos, vamos, seguro que son imaginaciones tuyas, y claro, mi hermano no aguantaba la risa.
Yo insistí en que me acompañase a mi habitación para que pudiese escuchar el llanto del bebe y, tras mucho rogarle, mi abuela accedió, con mi hermano de rabo tocando las narices. Mi abuela se sentó en mi cama y espero. Y siguió esperando….
Pero allí no se oía nada: ni cosas cayendo, ni bebes llorando, ni nada a parte de los grillos. Mi hermano se partía de risa y mientras me llamaba bebe profesional, cobardica y todo lo que la risa le permitía.
Al poco rato el llanto volvió a aparecer, cuando mi abuela ya no estaba y todavía retumbaban en mis oídos las risas de mi hermano, entonces pensé que no permitiría que mi hermano me siguiese llamando bebe profesional y no dejaría que todos se riesen de mi, estaba segura de que había un fantasma y lo demostraría.
Me levante, cogí una linterna y me detuve ante la aterradora puerta, tomé aire y sin pensarlo la abrí. Enfoque con mi linterna la negra habitación, pero para mí horror el
Estaba decida a demostrar que había
fantasmas, volví a tomar aire, y
puse un pie en el primer escalón,
que como era de esperar crujió
bajo mi peso. Un escalofrío
recorrió todo mi cuerpo.
Luego, despacio, subí los demás
peldaños, hasta llegar a la parte
superior de la habitación negra.
Allí, el llanto era más fuerte y yo
estaba temblando de miedo.
Encogida esperaba la aparición de
un terrorífico espectro, pero tras
¿Por qué decían que iban a tirar los
pantalones y volvían con ellos
puestos?
¿Por qué era negra esa habitación?
¿Qué eran esos ruidos?
¿Qué me ocurrio?