la mediación y la solución de los conflictos

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Capítulo primero CONSIDERACIONES SOBRE EL CONFLICTO SOCIAL Antes de hablar de negociación o de mediación es preciso detenerse en la situación que da lugar a tales proeedimicnlOs, es decir, el con- flicto. Hay negociación porque hay un confticto por resolver. Las concepciones del conflicto son muchas y no tenemos la pretensión de pasar revista a todas. Lo que nos parece útil. en el contexto de nuestro trabajo. es indicar las principales concepciones rcrcrentes al origen de los conflictos. sin entrar ro una discusión detallada de su formulación. As\ podremos caractcril':lr nuestra propia forma de en- focar el conflicto y, por consiguiente, la negociación y la mediación. Nos parece que es posible agrupar las teorías que se proponen e~plicor el ocaecimiento de los conflictos en tres grandes categorfas: una orientación psicológica. que sitúa al conflicto en el nivel de las motivaciones y de las reacciones individuales; una sociológica. que k> sitúa en el nivel de las estructuras y entidades sociales fundamen· talmente conflictivas y, finalmente, una orientación psicosociológica, que sitúa al conílitto en el nivel de la interacción de las variables del individuo y del sistema social. Cada una de cstls grandes orienrnciones ha dado lugar a \'lirias teorías o concepciones del conílicto. las nu!s notables de las cuales Lralaremos de exponer. l. La con cc p n psicológi ca El conílicto inlraindividual En psicología. el vocablo conflicto designa, en primer lu~r. el con- flicto intrapsiquico. consciente o inconsciente. El conflicto se define. pues, como el estado de un organismo sometido a unas fuerzas con- tradictorias. Con independencia de que éstas emantn de la situación o provengan del propio organismo. K. Lewin lo define así: «Situa- :. .\

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Nos parece que es posible agrupar las teorías que se proponenexplicar el ocaecimiento de los conflictos en tres grandes categorfas:una orientación psicológica. que sitúa al conflicto en el nivel de lasmotivaciones y de las reacciones individuales; una sociológica. quela sitúa en el nivel de las estructuras y entidades sociales fundamen·talmente conflictivas y, finalmente, una orientación psicosociológica,que sitúa al conílitto en el nivel de la interacción de las variablesdel individuo y del sistema social.

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Page 1: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Capítulo primero

CONSIDERACIONES SOBRE EL CONFLICTO SOCIAL

Antes de hablar de negociación o de mediación es preciso detenerse en la situación que da lugar a tales proeedimicnlOs, es decir, el con­flicto. Hay negociación porque hay un confticto por resolver. Las concepciones del conflicto son muchas y no tenemos la pretensión de pasar revista a todas. Lo que nos parece útil. en el contexto de nuestro trabajo. es indicar las principales concepciones rcrcrentes al origen de los conflictos. sin entrar ro una discusión detallada de su formulación. As\ podremos caractcril':lr nuestra propia forma de en­focar el conflicto y, por consiguiente, la negociación y la mediación.

Nos parece que es posible agrupar las teorías que se proponen e~plicor el ocaecimiento de los conflictos en tres grandes categorfas: una orientación psicológica. que sitúa al conflicto en el nivel de las motivaciones y de las reacciones individuales; una sociológica. que k> sitúa en el nivel de las estructuras y entidades sociales fundamen· talmente conflictivas y, finalmente, una orientación psicosociológica, que sitúa al conílitto en el nivel de la interacción de las variables del individuo y del sistema social.

Cada una de cstls grandes orienrnciones ha dado lugar a \'lirias teorías o concepciones del conílicto. las nu!s notables de las cuales Lralaremos de exponer.

l. La conccpdón psicológica

El conílicto inlraindividual

En psicología. el vocablo conflicto designa, en primer lu~r. el con­flicto intrapsiquico. consciente o inconsciente. El conflicto se define. pues, como el estado de un organismo sometido a unas fuerzas con­tradictorias. Con independencia de que éstas emantn de la situación o provengan del propio organismo. K. Lewin lo define así: «Situa-

:. .\

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Con.sldcnc:ioncs 1Wbre el c:oníltctO 1ocL;i.l

clón en que unas fuerzas de magnitudes iguales actúan simultllne>· mente en diracciones opuestas sobre el individuo» (K. Lcwio. 1935, p. 122). Esta situación conftictiva es univcrs.11 e incluso. cotidian~­Cuando en un problema tiene que escoger entre dos soluc,oncs posi­ble.~. cuando toma una decisión. el individuo puede tener que afron­tar un confUcto. En un nivel menos operativo, sl una persona X no gusta a un individuo A. pero sí gusta a su mejor amigo B. enton­ces A c,rerimcnta un conflicto intrapcrsonal, lo que Fcstíng~r ha denominado disonancia cognoscitiva. Un individuo puede expenmen­tar un conflicto a nivel de los pnpclc$ que deba desempeñar, si per­tenece a grupos diferentes que le prescriban papeles s-ontradictorios en un mismo momcn,o. Por últi1no. en un nivel menos consciente. el confticto intrapsíquico puede situarse en el nivel de los deseos. las quejas. los impulsos, y todo el a.nálisis freudiano de la persoaa­lidad giro en tomo de la noción de conflicto entre impulsos antagó­nicos n entre 13 libido y las instancias de la peminalidad. Asl. pues. desde la perspectiva psicoanalítica. el conflicto se vincula con el des­arrollo psiquico del individuo: sin confticto. no habrb evolución. El conDicto edípico es, en este sentido, el ejemplo más clásico de la necesidad del confticto en la estructuración de la persona lidod. Final­mente. en el plano pntol6gico, el síntoma ncurtilico es un intermedio entre dos grupos de representaciones que actúan como un par de fuerzas contrarias de In misma intensidad. El confticto. ¡x,r tanto, ocupa un lugar en la diaámica de la enfermedad o de la perturba·

ción mental. Debido a que es universal e inherente a la vida psíquica. el con-

1\icto ba sido objeto de diversos tipos de estudios por porte de mu­chas escuelas y teorias psicológicas, especialmente en el nivel de los procesos de solución. Los teóricos de la decisión han intentado com­prender los procesos que conducen. en el conteJ<ln de una alternativa. a la elección de una solución. mientras que los teóricos de la funda­mentación cognoscitiva se han propuesto identificar y explicar las maneras de reducir el desequilibrio o la disonancia cognoscitiva, y los teóricos de los roles 113n introducido. entre otras, la noción de grupo de referencia. para explicar la solución del connicto de roles: y los psicoanalistas, con su análisis de las interacciones de las ins­tancias, bao arrojado una luz nueva sobre la diniimica del conflicto inconsciente. Pero no es el conflicto intr:úndividual el objeto de

nuestro estudio.

El confticto interindividual

Este capítulo se propone analizar el conflicto que opone a varios individuos. grupos u organizaciones. El conflicto, ya sea interpersonal. social o internacional, es una situación en la que los protagonistas

Z'\

-

La opinión del ps1coal\álbl$

manifiestan unos comportamientos agresivos, violentos o no. La agre­sión es una conducta cuya finalidad es la de matar, herir, dallar r perturbar a alguien, o bien de destruir sus bienes o apoderarse de ellos. Puede, o no. ir acompañada de vioicncia física. La psicoloria ha tratado de explicar la aparición de estas conductas. Sin pretena. reseñar todas las investigaciones realizadas aC<--rca de esta cuestión. quemamos exponer bre\'cmente tres grandes orientaciones que cxpH­can el componamiento agri!Sivo y, per lo tanto. el confticto. En opi· nión de ciertas escuelas. las conductas agresivas que definen el con­nieto intcrindividual se explican por la existencia en el individuo de tendencias. impulsos o tensiones, logrñndose la satisfacción de tales impulsos o la reducción de esas tensiones mediante el comporta­miento agresivo. Para algunos. la agresión es un comportamiento cuyas fuentes se encuentran en un impulso instintÍ\'O del hombre n del animal; para otros. la agresión es una respuesta individual a la frustración derivnda de las restricciones que el medio exterior impone al cnmport:tmicnto del individuo. En ambos casos, la conducta agre­siva se explica por una acumulación de tensiones en el individuo. tensiones que se rcsueh•en per la agresión, pero cuyos origenes son diferentes según las concepciones de unos u otros. De acuerdo con otra escuela, la del refuerzo. la a~esión es un comportamiento deci­didamente instrumental. una manera gratificante de lltgar a un fin.

A) El comportanritnto agres;vo pro,.:iene dt. impulsos tntlógt!11os

l. La op.inión del psicoanálisis

No fue sino muy tarde que Freud llegó a hablar de pulsiones agre­sivas instintivas. Su teoría de los instintos de muerte no se formu­la hasta Más allá del principio de placer (1920). En esa época formuló también su teorla de que existen en el hombre dos catego· rfas de instintos: los de vida. eonstjtuidos por las pulsiones se.,uales. y los de muerte, caracterizados por el retomo ineluctable a lo inani­mado. Los instint<>'i de muerte so dirigen en primer lugar contra el individuo mismo, tienden a la autodestrucción. Esto se comprende desde la óptica de un principio absoluto de placer: el individuo trataría de mantener al displacer en su nivel minimo. Ahora bien. la muerte. el retomo a lo inanimado. es el estado má.~ radicalmente exento de estímulos elttemos, por lo tanto. de di.~placer. La pulsi(,n de muerte es. para Freud. la pulsi6n por antonomasia. toda ve.: que contiene todas las caractcristicas de la pulsión: irreductibilidad, di­vorcio de la realidad y retorno al estada anterior (en este caso. In ausencia absoluta de estímulos). Observando la importancia de la ambivalencia, de la agresividad y del odio, asi como los fenómenos de repetición - íenómenos qu" no parcelan explicarse ni por el prin-

2S

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Cons1dcr.u:1or1cs sobre c1 conRict.o social

cipio de placer, tal como lo habla formulado hasta entonces. ni por la influencia de las pulsiones sexuales (por ejemplo, la neurosis de destino. la neurosis de fracaso. los impulsos suicidas y. en un seutido más general. el masoquismo)-. Frcud llegó a pensar que el principio de placer podía s,:r insuficiente. Cuando es insuficiente, se produce un intento de retomo al estado anterior. Para Freud, esca teoría de las pulsioncs de muerte no se contradice con la teoría biológica de los instintos. que estnblece que éstos tienen como (unción la conser· vación del individuo y de la especie. La conservación va contra la evolución, c., un perpetuo retomo al estado primitivo, y cla finalidad de toda vida es 13 muerte» (Freud. S1a11dard Edítio11, Hogarth Prcss. Londres. L 18, p. 38). La eYolución orgánica puede atribuirse a la acción de factores externos perturbadores, que apartan al individuo de su tendencia al estancamiento. Pero la mayotfa de las veces, esta pulsi6n de muc.rte choca con la libido narcisista. que viene a opo· nérsclc. La pulsión de muerte se dcsplaz¡¡ entonces hacia el mundo exterior y adopta las formas de la agresión. La agresión al extcriof es, pues. un desplazamiento. un fenómeno secundario. Además, al oponerse. estas dos categorías de pulsioncs pueden también comple­mentarse. Entre ellas se produce una interacción, dado que las pul· siones agresivas permiten el logro de una finalidad que aportará satisfacción a un impulso de vida. •Por ejemplo, el instinto de con· sc.rvación cs. en verdad. de tipo erótico. pero debe. sin embargo, dis· poner de agresividad para alcanzar ,us fines» (Freud. Why war?, carla dirigid;i u Einstein. SF. t 22. p. 208).

Esta concepción de Frcud ha lcVllntado muchas criticas y puede afirmarse. con Laplanche y Pontalis (1967). que «sigue siendo una de las nociones más contro"ertidas» (p. 348). Las críticas más im· ponantC$ parecen apoyarse en el hecho de que. indudablemente. b pulsión de muerte rara~ veces se da aislada. La satisfacción libidi· nosa y el goce narcisista están presentes en el comportamiento auto• agresivo o exlcroagrcsivo. Además. !..aplanche y Ponlalis demuestran que Freud no llega a integrar, por ejemplo, este nuevo dualismo pulsional con el conOicto neurótico: habla poco de impulsos de muerte en su obra de 1926. /11hibici611, slnlot1w )' angustia.

La concepción de Melanie Klein es ligeramente distinta; trata· remos de resumirla sin deformarla demasiado. La agresión f'lrma panc de los rasgos innatos del individuo: a menudo. la alimentación aporta la experiencia de la agresión. Sus relaciones con la madre son fundamentnlmcnte ambivalentes; experimenta la fantasmática al­ternancia del amor y el odio. La relación con la madre. primera felación de objeto, está partida: se percibe a la madre. simultánea­mente, como un buen objeto protector. fuente de amor. de calor. de bienestar. y como un objeto malo, frustrante, amenaL,dor y devora· dor. La íantasmática de cada uno de nosotros vendrá, pu~. según Melanie Klein. orientada por esta primera experiencia de ambivaleo-

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r La optni6n de tos pSicoñsi61ogos )' los et61ogO"i

cia y por la par1 ición de la rebci6n d~ objet~- A diferencia de Freud Melanie Klein no introduce la noción de 1oslmtos de muerte diri¡µdos en primer lugar contra sl mi~o. Para ella,. la agrC;'ión es una secuela de nuestra reacción defensiva ante el pruner ob¡eto de amor, percibido como perseguidor y amenazante: i~scribiéndose esta ambivalencia en la psique humana desde el n>c1m1en10.

Sea como fuefe, puede decirse que, para el psicoanAlisis. el com· portamiento agresh•o proviene de una pulsión interna constante, cuya acumulación 11.,ce necesaria una descarga que se orienta a la demuc· ci6n. mientraS que las pulsioncs sexuales tienden a cre;.tr o a mantener.

2. La opinión de los psicofisiólogos y los et61ogos

(.os psicofisiólogos han demostrado que la agresión es un compor· tnmicnto cuyas raíces fisiológicas pueden sacarse a la ~u1. del dla. La cólera. como las dem!ls emociones. ofrece carocterísucas esten:o· tipadas que hacen que escape a la voluntad del suj_eto: .Estos m~c:1-nismos fisiológicos tienen la función de preparar al ,nd,v,duo. an,mal o humano. para lo acción defensiva Las in,<!.<ligaciones hechas en este campo. y que no es de nuestrn competencia discutir. muestra~ que las manifestaciones internas y externas de la e61~ en el mam1· fero (aumento de las pulsaciones cardíacas. de In tensión s:rngulnca. de la circulación periférica. del ritmo respirolorio. del. tono musc~lar. de la secreción de adrenalina. el bloqueo de la.1 funciones d1gest1vas. la erección del pelo, los gritos) están gobernadas por el hipotálamo

(cf. Cmnon. 1929). Donde las tcorlas divergen es en el origen d~ los estímulos capa·

ces de generar estos fenómenos p,icofisiológicos. La estimulación, ·viene ~olamente del medio externo o procede esencialmente del me· dio interno, del sujeto mismo? 'La agresión. ¿es una respuesta • una situación amenazante o proviene de una pulsión interna. como la definió Freud? Para la primera hipótesis. bastarÍll suprimir los cstl· mulos amenazadore.1 para que la agresión desapareciera; ~ra la segunda. la agre.~ión sería inherente al individuo y no podna su· prirnirse.

Los autores defienden ambas concepciones; la primera será la que se desarrollar!\ más extensamente: la agresión es una respuesta a la amenaza y a la frustración. En el individuo no existe necesidad de agresión. sino. simplemente, una capacidad instintiva de responder a ciertos estímulos de manera agresiva. Para la segunda tcorla, _ el comportamiento agresivo es instintivo. pero es :t la vez una función de condiciones internas y de c.tlmulos externo, dcscoc.idenantcs. Ln­renz ejemplifica esta opinión. Los ciclidos, unos peces especialmente agresivos. manifiestan unas conductas agresiva.._. «~nom1ales» ~".t': su propia progenie y su pareja sexual. cuando no t,enen In pos1b1hdad

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Con,,dernC'iond .sobre el conOicto -.oc1al

de agredir a un congénere. El animal manifiesta entonces conductas susiítutivas de la agresión, como si ésta fuera la respuesta a una pulsión interna. Dice Lorcoz que e.xistcn unas secuencias de con­ducta específicas de carácter iJmnto, que acusan «la tendencia abso­lu1amcntc típica de producirse espontáneamente. con independencia de cualquier excitación exterior ... Cuanto mayor es el lapso durante el cual tal tendencia no se desencadena, más se reduce el umbral de excitación que desencadena cota secuencia, hastll el punto de que, aun faltando una excitación exterior ndv~rtible. esta última. deno­minada "reacción al vacío''. surge brutalmente y. como es obvio, sin desempefüir en este caso ,u "papel"' de conservación de la especie» íLorenz, 1970. p. 328). Estas secuencias innatas de comportamien­to específico se basan en «una aptitud ele,nertta/ del sisten,o 11en·ioso c,nrral, esto cs. la f(e11eraci611 espontánea de excitaciones de regula­ci6o :iutom-átjca ... Puede nfinnars.c, con verosimilitud ray.tna en J3 ce11eza, que lo que la psicología proíunda designa como pulsión agresiva es la manifestación de una producción endógena. de influjo especifico, de la acción• (Lorcnz, 1970, p. 329).

~ñadamos que est~ impulso espontánoo y especifico nttesita para mamíestarse. la mayona de las veces. ele unos factores exóJ,?cnos que los ct61ogos denominan estímulos desencadenantes Estos desencade­nantes son específicos. a la vez. de la especie y del componamiento dado. El animal tiene una especie de conocimiento innato de ciertos o_bjctos que desencadenan reacciones agresivas. El ejemplo más clá­sico es el desencadenamiento de la actitud de lucha en el picón Clínbcrgeo, 1953). Lorcnz y su escuela han demostrado que la con­ducta agresiva depende de dcsene,1denantes que inhiben la reacción. En el anima I se produce una ritualiuición del combare que se explica por _su eíect? de estimulo inhibitoria de la agrcsi6n:

0el perro que

ha s.1do dominado, ofrecerá a su agresor la parte exterior mh vulne­rable de su cuell~; el. ani!"nl dominodor se verá entonces impedido d~ morder. Esta ntualo1.ac16n de la agresión es un íenómeno primor­dial para comprender el hecho de que. en las condiciones naturales de la vida. la Oj,?l'csi6n dentro de la misma especie raras veces llegue a la muerte del vencido. El hombre es la única especie animal· en la cua l la agresión lleva frecuentemente a la muenc del congénere, toda vez que, como puede suponerse, el poder de las armas crendas por el hombre y qui1.á tambifo In promiscuidad hacen fracasar los cst.imulos inhibitorios que conducen a la ritualización.

~renz Y _su .escuela demuestran que la agresión tiene la función habnual. del instinto, es decir. In de conservación del individuo y de 1~ c$pecte. lo cual resulta a priori. por lo menos. paradójico. La agre­sión_ entre ~species tiene la íunción de asegurar al animal su subsis­t~nc,a mediante ~a captura de ~resos. La agresión intr.ie,pecífica toene •. a su vez, unportantes funciones para 13 supervivencia de la especie. Asegura, en primer término, una distribución de territorios.

Frustración pro\:oc:adJ. por cstlmul<M externo,

Es sabido. en efecto. que la agresión intrac,pecílica se manifiesta sobre todo en la defensa del territorio. D.: esta manera se realiza la di,•isión de los recursos vitales y del alimento. &ta repartición de los territorios lleva consigo la falta de promiscuidad o de superpoblación que. en ciertos casos. provocan lo lucha a muerte entre cong~cres. Luego, la agresión intraespccífica ritualizada llev¡1 a la sclecc16n ~e los animales m:\s fuertes como agentes reproductores de la especie. Lorenz ha podido demostrar que el vin:ulo ~riginado por la _prcfc­rencfa entre compañeros sexuales no c,uste sono en las espe,:1cs en que se da la agresión iotraespecífica: ha puesto asimi,~o "? cviden· cia una notable corrclación entre la íucn.1 de la agresión ontraespe­cifica y la fuerza del vínculo sexual: vinculo _seJtt~nl Y ag":si6n van unidos (cí. Sobre la agresión. 1969). La agresión ontracspec,Jica per­mite. pues. un rcfuerzc, del vínculo sexual y. de consiguiente, una mejor protección de la familia y del grupo social contra los depre­dadores. Finalmente, esta misma agresión ,ntrac.-¡,ccifica acarrea el establecimiento de una jemrquia dentro del grupo social, una jcmr­qula de roles en el sentido de una adaptatión menos costosa Y mAs eficaz dcl gnipo social a su medio wnbicotc.

Puede decirse que. para la etología, la a~resión es un comporta­miento instintivo que se explica simultáneamente por la existencia de una estimulaci6n espontánea. endógena e innata. y por la presencia de estímulos descocadenantes. coadyuvantes e inhibidores.

u) u, conducta agresi,,a es w,a respuesta a 1cna /rustrución provocada por esrí,nu/os e:r:rernos

«No h1l) ninguna prueba fi5iológica de que txisl2 un e11t1mulo inttmn C5J)C)TI• lineo para l'l C\lmbatc. Esto ,i¡ni6ca que no ha\• mis necesidad para el c:om· bate, ngrcsh.o o deícos.ivo. que lo que proviene dcl medio e:x1e"!'º· ( .. ) _EJto es dife:tt.nte de ta ft.siologf:i del h.tmbrc, por l:t cual el proceso de metabolismo provoca unos cambios fisioJó¡Vco.s prce-iJos, que evtn1ualmcotc producen hambre y estimulo de comc.r. 11in c:an1bia del medio externo» (Scon. 19S8).

He aquí una ctmcepción de la conducta agresiva, radicalmente opuesta a la anterior. Los bebávioristas se proponen dcmostror que el comportamiento de agresión resulta. no de un estímulo interno que baya que descargar. sino de un estímulo exterior_ al o~anismo. No niegan el origen innato de esta respuesta a la est1mulac16n ex6-gena. sino su origen endógeno. La tesis más célebre es la de Oollard y otros. que hace de la frustración. el origen de la agresión (1939). Otros trabajos bebavioristas m~s modernos atribuyen In agresión a un aprendizaje y a la teorfa del reíuerzo: hay agresión porque, de una maneta o d~ otra. gratifica

Page 5: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Considcr:\C1<>1i.~ :wbrc el conílk:to soe:ial

J. u 1eoría de la íru,lfación

Dollard y la escuela de Vale afirman que 13 existencia de una frustra­ción inevltablcmcnle conduce a una forma determinada de agresión. M111er. sin embargo, en 1941, alemperó cstn afim1aci6n diciendo que la frustración aporta un eslimulo para una_~ respuestas que pueden adoptar la forma de agresión. Es decir que no siempre una fruslra· ción lleva a la agre;ión, pero que la agresión se origina en la frus-1raci6n.

La agresión se define en principio como una conducta cuya fina. lidad es míligir un daño a alguien o a algo. La frusl!ación es «la in1erferencia en la producción de una rcspuestn de finalidad en el momento más propicio de la secuencia de comportnmicnlo». Para los psicólogos de Vale, la motivación agresiva depende. por Jo menos. de lres íaclores: la fuerza de instigación de la respuesta frus1rada. el grado de inierferencia en la respues1a frustrada, y la canlidad de secuencias de rcspuestns frus1radas que haya padecido el individuo.

a) La fuerza de in,tigaci6n de la respuesta frustrada

Es1e foc1or comprende do~ aspecios: iJ es1imaci6n de la fuer23 de In mo1ivación frustmda y la fuerza de atracción del sujeto hacia un objete> dado que sa1isfuce una necesidad. Tomemos como ejemplo el hambre: cuan10 más fuerte sea el hambre del sujeto. mayor será la posibiJjdad de que la respucsw sea agresiva si el ,ujcto se ve privado de nliment,i: pero si sól,, acepia algunos alimentos o ciertos manjares. el ofrecimicn10 de 01ms alimentos producir:! una frustra· ción y llevará a una motivación agresiva. Dicho de olr.i manero. la frustración puede ser sclec1iva. Se han hecho estudios en animales y seres humanos. En los primertl>, la fuerza de la motivación ba sido ponderada a menudo en función de la proximidad de la finali­dad. Es sabido. efcc1ivamenrc. que cuanto más cerca está el sujeto de su meta, más aumenta su mo1ivaci6n Con los niños, Hancr y Bmwn (1955), se ha aplicado con éxito el mismo proccdirnien10. Se interrumpla a los niños en la realización de una tarea por 1.:edio de una seíial sonora, la que debían hacer cesar para poder continuar. presionando un botón: cuamo más cerca estaba el niño de alcanzar la meL~. más fuerte era su presión sobre el bocón. Es posible, sin embargo. duda.r de la idoneidad de la analogía entre es1e comporta­miento y In agresión.

Fru,trn.ción pro,,oc.:,;d;i por estlmulm cxtcrn~

b) El grado de in1crrercncin en la respuesta frus1,11da

Se denomina asl a la can1idad de actos de in1erfercncia y a su nalu· raleia más o menos hostil. Frcnch (1944) ha demostrado que, al hacer una experiencia en que unos sujetos estnban e.n ioterac~ión con 01ros, las victimas de mayor número de frustraciones debidas a una interdependencia necesaria para la realización de la tarea mos­traba mayor tendencia a producir mds actos agresivos hacia los otros miembros del grupo que los que eran más independientes unos de otros en la tarea grupal. Thomas (1957) ha obienido rcsullados si­milares. McOclland y Apicella (1945) han demosirado experimen­talmente que uru, serie de sujetos reaccionaban con una identidad 1an10 mayor de agresión verbal cuanto más frecuentt'lllCOle se velan impedidos de realizar con éxito UM tarea. Finalmente, oiros autores (Hovland y Sea!'$, 19.W; Mintz. 1946). han obtenido resultados pare­cidos en el plano sociológico: en efcc10. exi;ce una correlación nega­tiva signilicnliva entr~ el precio del algodón y la can.tidad de lincha· mielllos. en los Estados del sur de los &lados Urudos. cmre 1882 v J 930. El precio del algodón se toma. en es1e caso. como índice de bienestnr económico: cuanto más bajo. mtls importan1c es la frustración.

e) La cantidad de secuencias de respu<Slas frustrada~

Es10 corresponde a un fenómeno de acumulación. C'u•nlo más fre­cuente sea la frustración. aunque se trate de frustraciones menores cada vez, mayor será la probabilidad de que se produzcan actos agresivos. En una experiencia efectuada con niños de nivel preescolar a los que se asignaba unn tarea que implicaba va.rías lentati~s. Otis y McCandJess (1955) demo.,traron que las acc,ones agresivas aumen111ban junio con la cantidad de 1cntativas frustradas. Una expe­riencia de Berkowitz (1960) con un grupo de estudiantes confirma esos resultados.

Es!ll teoria de la frustración como fuenic de la agresión ba sido criticada por los freudianos. por los et6logos y por algunos psicólo· gos no bchavioristas, que le señalan numerosos puntos débiles. Lewin (1944) se opone a las conclusiones de la escuela de Vale en base a consideraciones formales y experimentales. Demuestra que la defini­ción de la frustración es demasiado geneml y que «remire de manera imprecisa a una multitud de si1uaciones diferentes. m:\s que a un solo tipo de siiuación conceptualmente definible• (Lcwin, 1959, p. 84). Para él, es imposible. en este caso. relacionar frustración y agresión. «puesto que habrfn que conocer los tipos de frustración y la situaci(m concreta, para llegar a una cooclu.sión precisa:o (op. ei1 .. p 85). Al de·

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Page 6: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Con.sidcr.u:-,oncs wbrc el conlliclo social

fini r la frustración como una entidad psicológica vaga, los psicólogos de Yale se ven en la situación de no poder integrar en su teoría los rc,.ultados diferentes obtenidos por olros invel>tigadorcs, como por ejemplo los de Darker. Dembo y Lewin (1941), que evidencian la relación cotre frustración y regresión en el niño pequeño. Maslow (1941) también piensa que hay que dislinguir varias formas de frus­tmción y que es posible que no produz.can los mi,mos efectos; para él. la privación puede conducir a la Msqueda de solución p:ira un problema, mientras que la amenaza o el ataque suelen conducir con mayor frecuencia a la agn.-sión. Janis (1957) ba demostrado que la frustración puede provocar miedo y no agresión: las encuestas rea· li1.adas en poblaciones bombardeadas durante la segunda guerra mun­dia l mostraron que las caracterizaba el miedo. no la cólera. Scott y Frcdericson (1951) bao demostrado que producir dolores leves en las ratas provoca la agresión. mientras que los dolores Cuertes oca· sionan la huida. McClclland (1951) sostiene que la existencia o in­existencia de agresión depende. no solamente de la frustración. sino también de los recursos del sujeto en la situación dada: si cuenta coa una solución para la frustración. ao reacciononi agresivamente. mientras que si careo, de solución, reaccionará frente o la frustra· ci6a mediante 13 agresión. De todas m•nerns. definir qué es lo que constituye para el sujeto una amenaza o una solución a la situación creada por la frustración, es una cuestión que debe resolverse indi­vidualmente. y no un ractor susceptible de un traU1n1iento experi­mental senciUo. Esto quiere decir que la íru.<traci6n depende de la percepcii\n que el sujeto tenga de la misma. Ahoru bien. algunos nutorcs llegan a afirmar. con arreglo o un.a burda petición de prin• cipio. que ba existido frustrJcióa cxpcrimentnl cfic-Jz, puesto que ha habido respuesta agresiva. «Si. p<>r ejemplo. el experimentador pre­dice que de un incrcmcnh> de la fru\tración resultará un aumento dcl compnrtnn1ienlo ngresívC". nü puede entnnct..'<- usar este compor· tamiento agresivo como prueba de que ha hecho aumentar la [rus­tración» (McNeil, 1959). Las experiencias rcali1:.idas en este terreno pe,ca.n a menudo de simplificación extrema, basándose en la hipótesis de que uaa misma acción. llamada frustrante. frustrará de igual maocrn a todos los sujetos y a idénticas necesidades de todos los sujetos.

Otras críticas provenientes de los beba vioristas han pue,;to en duda la ausencia total del aprendizaje en la teoría de la írustracié>n Se basan en estudios que demuestran que es po;ible entrenar a algu• nos sujetos para que respondan agresivamente a un estimulo dado sin relación habitual con la agresión y a responder de manera no agresiva a unos estímulos que nomtalmente dan lugar a respuestas agresivas (Oavitz, 1952). Bandura y Huston (IQ61), y Bandura, Ross y Ross ( 1961. 1963) ponen en evidencia los elementos de imitación y de identificación con un modelo en el comportamiento agresivo.

r 1 j

t.a ctoria de Bcrko\\'1tz

Los niños a quienes se les muestre una película en que los adultos manifiestan comportamientos agresivos experimenta~ rca~ciones agre­sivas muy parecidas a las observadas. sean o no s1mb6h".3s, a l paso que los que no hayan visto la película no tendrán n:aec,ones semc· jantc$. Cuanto más se vea recompensada la respuesta agresiva, más probabilidades tendrá de aparecer. . .

Los adeptos de la teoría de la frustración no niegan que estos resultados tengan fundamento. pero responden que. su_ teoría sólo no es aplicable a las situaciones en que todo aprend1za¡e esté ausente.

2. La teoría de lkrkowilz

L. Berkowitt i:mta, desde hace unos quince años, de arrojar luz sobre la realidad de la relación írustración-agrcsi6n. En realidad, ha llegado a una nueva formulación de la teoría. Para este autor (1962, 1965. 1969). el mecanismo de la agresión es el siguiente: .la frustración genera una disposición parn producir respue,;tas agres1v:is mediante el despertar de una reacción emocional que es la cólera_. Por lo tanto. la cólera es unn variable intermedia cnrre la frustración Y la agre· sión. Pero csia disposición puede tener orig~n. n~ sólo en fa. agrc· sión, sino también en la observación de In v1olenc,a, en el hábil? de responder agresivamente. Adem6s, para que haya comportam1cnto agresivo. se precisa que baya también estímulos des~11code11a1Ues, es decir estlmulos relacionados con la causa de la colcra presente o pnsada. La intensidad de la respuesta agresiva depende, pues. tanto de la fuerzll de la asociación de desencadenantes con la causa. de la cólera. como del grado de disposición del sujeto para la ngrcs160. es decir. de la intensidad de la cólera.

Unas experiencias realizadas por este autor y ~us colaboradores ponen de relieve la importancia de estos eslimulos desencad~ante~. Unos sujetos, en presencia de un compnñero a quien pueden mfüg1r descurgas eléctricas, ven previamente una secuencia violenta d~ ~no peUcula: las descargns son más intensas, cuanto la~ carnct~nst,cas del compañero más se asémejan a las del persona_ie. agresl\'O del filme, Además, son más intensas cunndo las earactensticas del com· pañero se p:irccen a las de la victima de ~a película Y no a l~s del agresor (caractcñsticas que pueden ser_ vana.s: n<lmbre y apellido .º estudios encaminados hacia una profesión que puede o no parecerse a la del personaje del fi lme). También la antipatía hacia el compa­ñtro refuerza su valor como desencadenante.

Tal es la nueva [orrnulación de la tcoña que vincula agresión y frustración. Esta teoría de Berkowitz. mucho mh elaborada que la de Dollard y MíUer. la cuol íue su punto de partida. integra a la ,..,7, en nuestra opinión, los resultados de los eMudios de quienes se atienen a la importancia del aprendizaje. y los de los ct61ogos.

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Con.sidcroc,onc:-s aobre el eonOi.cto 'JOCiJl

que ms,sten en el papel que desempeñan l<>s desencadenante.<. La conducta agresiva está lejos de ser una respuesta simple y mecánica: su aparición depende de la disposición del sujeto. de su historin personal, de la situación dada (frustración, percepcion de la violen· cia, desencadenantes) y de la interpretación que el sujeto haga de LII situación.

e) La uorfa de la ins1r11mentalidad de la agresión

Algunos trabajos recientes. relativos a la teoría del refuerzo. parecen demostrar que la fuente de la agresión no debe buscarse en la írus­traci611 sino, más bien. en su canlcler instrumental: la agresión cs. con frecuencia, Jo que permite alcanzar el fin que uno se haya fijado. Es un medio idóneo de ncción La obrn de Buss (1961) y un articulo posterior (1966), asi como los trabajos más recientes de Lange (1972. 1973). aportan pruebas experimentales para esta teoría. Buss 0961. 1966) distingue dos tipos de refuerzos primarios de la agresión: re­fuerzos intrínsecos. por ejemplo el sufrimiento de la victima de la a¡;resión y el placer que se experimenta con la agresión, y reruerzos extrínsecos. como el hecho de que el comportamiento agresivo íaci· lite el impedir a un adversario el logro de sus objetivos. Buss de· muestra que este segundo tipo de refuerzo. que conduce a lo que él denomina «instrumentalidad de la agresión», es un Factor mucho más importante, para la instigación de una conduclll agresiva. que la Crustración y que los relucl'20S intrínsecos. Pero, en la opinión de estos autores, existen también refuerzos secundarios. e.Es perfecta· mente posible que si el comportamiento agresivo de un individuo viene a menudo seguido de gratificaciones (rc[ucr1os primarios). este tipo de comportamiento llegue. en un momento dndo. a conVl!rtirse en gratificante de por si. Existe entonces un refuerzo secundario• (Lange y Van de Nes. 1973). Los rcsuliados de las experiencias de ~tos dos autores demuestran que los refuerzos externos (como el dinero) son unos determinantes más poderosos de la agresión que los determinantes internos (como el impedir al compañero hacer su uabajo).

Los trabajos que se refieren a la te<>ría del rcíuerzo no refutan la inOucncin de la frustración sobre la agresión. pero parecen de· mostrar que la instrumentalidad es un factor aun más determinante del comportamiemo agresivo.

¿Qué podrá entonces pensarse del carácter innato de la conducta agresiva? Las opiniones están muy divididas y no nos parece posi• ble una respuesta definitiva. Quienes ven en la agresión el rcsuliado de un aprendizaje o de su instrumenialidad niegan su ca.ráctcr innato (cí. Bandura y Walters. 1963). mientras que, entre los adeptos de la

~4

La in,1rumentalidad de 1:i agresión

tcoña de la frustración, algunos sostienen el carácter innato y otros no se pronuncian en favor ni en contra. Para Dolla,d (1939. p. 10), es innata la relación frustración-agresión. Más recientemente, Ulricb (1966) ha demostrado que en las ratas criadas en soledad (por lo tanto, en ausencia de cualquier aprendizaje SQCial). las descargas eléctricas llevan a la agresión, lo mismo que en las rata, criadas en sociedad: «El hecho de que unos sujetos sin e,rperitncias de inter­acción social combatan, demuestra que la agresión pmvocada por el dolor tiene una base instintiva o no condicionada.» Sin embargo, Millcr. coautor de la obra de 1939. no se pronuncia en esta cues· tión: «No puede formularse ninguna hipótesis relativa a si la rela­ción [rustraci6n-agresión tiene un origen innato o adquirido» (Miller. 1941. p. 340). Finalmente. la posición de Berkowitz es mixta: estima que pueden coexistir ambos procesos: «The Jrustration-oggrcssiot1 rc­lotio11ship may be "learnable" without bein/1 entirely "learned"& (La relación frustraci6n-agresi6n puede ser adquirible sin ser totalmente odquirida) (1969. p. 4).

Volvamos, para concluir. al eonOicto social. En esta perspectiva psicológica, el confticto socia 1 se de6ne por la existencia de un com· portamicnto agresivo que tiene su fuente. bien en impulsos endógenos innatos. o bien en una situación externa frustrante. o bien. asimismo. en el empleo de 13 agresión como medio de acción gratificante. Según una teoría o la otra. serán diferentes las actitudes ante el conflicto. Para la primera tcorla, el connicto se origina en la agresividad indi­vidual y es ineluctable. Las únicas posibilidades que se ofrecen a la sacie.dad son de dos órdenes: hacer tratar a todos los individuos por el psicoan61isis. a fin de atenuarles la angustia. o canalizar la agresividad en actividades sustitutivas, que resulten posilivas en el plano social; estos .dos tipos de soluciones pueden. además. complc· mentarse entre st No hay peor solución que reprimir esta tendencia a la agresión. toda vez. que las pulsiones pasan entonces por un canal desviado e inconsciente y provocan desórdenes individuales patoló­gicos o conflictos sociales explosivos y destructo1'CS: «Si la sociedad está en peligro, no es por causa de la agresividad del hombre, sino por la represión de la agresividad personal del individuo, (Winnicott. 1958, p. 204). Melnnic Klein (1950) se inclina por la primera solu· ci6n:

cNo se puede. es cierto. suprimir el ímtinto agresivo del hombre en cuanto tal; pero jC puede.. disminu~endo b. angustia que !lccnlú.:l C'Stos ins1in10!'i. connr el n:í,ic:no muwo que comtantcmtntc 5c produce en.tre el odio y ti rruedo. ( .) E!st.mos di-;pucs1os a creer que lo que hoy paíCC'C'rl:1 una utopht puedo tornarse realidad en un dl::i. no lejano~ cuando, como cspt:ro, el psico­an.'llisi! infantil se convlCrm en parte: integrante del d~rmllo pc.rsoo.,1 de todos y cada uno, como lo CJ l11 tducació11 C$C01.ir de nuestros d111s• (Kh:in, l 950. p. 276).

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Freud. en su carla Wh)' war?, dirigida a Einstcin en 1932, afinna sin ambigüedades su convicción de que la agrc,ividad humana no puede desaparecer:

«Nu es de .ningun:i. utilidad qu1:rer supnm•r la tendencia agresiva de los h<1mbrcs 1·ambién los comunjjtas ruws ~pcra.n ser capacc:s de hicu des­ap:1roc:er la :..gre:si\idad hum:i.na gnrnnti:ciodo la 11tisf.:tcción de toda, las llCCC$idades mAttrlalcs y estableocit..ndo la igw.ldad, en otros sentidos, di! todos los mjembros de lit comunid!ld. Es10 le me antoµ UIUi 1lwi6n No se _pueden suprimir completamente las pu4iones p,gruivBS de los hombres, ya es bast.lnll: con tr.unr de deriv.irlaJ lo !!Ufic:icntc como parn que no h.1.)1l neo:.sidad de eq,resarl::.s nlcdiantc la guerr.t:t (Fn:ud, SE, L Z2, pp. 211·212).

En opinión de Frcud. los úriicos mé1odus eficaces parn luchar con1ra la guerra son indircc1os; consisten en reforzar los vínculos emocionales entre los componenlcs de la comunidad humana. Estos vínculos son de dos 1ipos: el amor hacia los demás (en el sentido no sexuaJ del término) y la idemificación. es decir, el compartir inte· reses importantes entre los individuos. Puede. entonces. suponerse que la civilización humana proseguirá su proceso de evolución en el scnúdo de un desplaz.am.icaco de las metas y de los impulsos ins· tinlivos.

«Entre Ja.."I etl'ilc1'erhtica.f! Jblcoló¡ie.tS de la dv1Ji1..1.ción, d01 p."lrtctn .ser lt1, mlls impon:.ntt!l: un rc(ucrw di:J intc1o:tc,, que empicu .1 ¡obcm.1r ta vida in.s,intiv:i. y una intcrioriución de la.s pul,ioncs agresi\'3..5, con todas sus coosccucnci:u: pcxitivas y pe:Hgro,¡11s• (Frcud, SE, t.. 22, p. 214).

Lorcni {1969), en función del psicoanálisis. considera que las pO· sibilidadcs de la humanidad radican en la sublimación de la agre­sividad individual. A su parecer, cs1a sublimación debería lograrse por medio de unas ac1ividades socialmente positivas. 1ales como el deporte. el juego, el arle. la ciencia y la lucha por la verdad cienti· fica. Pero cabe pre¡¡uniarse si tal sublimación alcanzará para reducir la camidad y la i111ensidad de los con0íc1os sociales e in1ernacionalcs.

Si se adopta la segunda teoria, que ve en la agresión una rcspuesia para una situación frustrante, el conflicto puede ser evitado o, por Jo menos. disminuido: menores serán las posibilidades de que se pro­du1.ea. cuanws menos sean las sicuaciones frus1rantes. Habrá. enton· ces. que empcñnrse en suprimir la mayor canlidad posible de motivos de Cruscración. en cl plano individual y en el social. Pero. ¿no volve­mos a encontrar aqut ciertas u1opfas politicosociales cuya realización seguimos esperando? ¿No es que la frus1ración es inevitable porque se inscribe en la interacción del individuo con su medio y con sus scmejanles? Una acción gratificanlc para uno puede ser frumante para otro y la presencia ajena puede acarrear tanto írustración como gratificación.

Por último, para los sostenedores de la !corla del refuerzo. ta

1

La! tcorlas 1unc:1on111isw

agresión desaparece si se 1orna punitiva. CiCran la solución en el re(ueno, a nivel de la sociedad, de las nonnas. rcglame111os Y leyes capaces de hacer que la agresión rcsuhe un C<'mport1mie~10 inefica_z y no gratificanie. «Eslo, por supuesto. es mucho más fáe,I de escri­bir que de poner en prác1ica» (Lange y O.. Nes. 1973).

Ninguna de es!Jls 1eorias nos parece susceptible de concurrir efi­cienlemcn1e para la reducción de conflictos sociales o in1crnncionalcs. En definitiva: ¿puede baslllr una concepción psicológica para explicar y describir 1ales conftic1os? ¿Es suficiente analizar el comporlllmiento individual para comprender una realidad. la sociedad, que excede al individuo? Los sociólogos tienen razón, creemos. cuando acusan a psicólogos y psicoanalistas de ~educcionis~o. ~ realidad de 1?5 co~­Oictos sociaJes no puede reducirse a las d1mens1oncs de la ps,colog,a individual. El individuo vive dentro de cstruc1uras sociales. ¿No será, pues. más bien en el análisis de cslas ~structu'.as SClciales dond; resida la explicación fund:uncnlaJ del coníl1c10 soc,aJ e m1ernac1on:tl.

n. Ln conce11dón sociológica

Muy distintos son los análisis del conflicto que los sociólogos nos proponen. También en esle caso. las 1esis son muchas y no podremos reseñarlas todas. Nos limi1arcmos a señalar, aunque sucin1amen1c, las más dcsiacadas. Algunos ven en el conílic10 un fracaso. una dis· función social: 01ros lo consideran como fundamental e inhercnlc al proceso social. Para los primeros. el conflic10 es un incideo1e pasnjero que cabe suprimir. para los segundos el conlliclo es ineluctable y necesario para el fuocionamicnto de la sociedad y, más particufar­menle. de la sociedad indus1rial.

A) Las teorfas /1111cior,aliSta.t

En opinión de los partidarios de la lcoría funcionalista, cuyos mayo­res repn:sentan1es son noncamcricanos {P:usons. Barnard, Merton. Mayo, Drucker. por no citar sino a algunos entre los más prestigio­sos). loda sociedad se basa en los siguicn1es principios:

- 1oda sociedad es una estruclura relativamente es1ablc de ciernen· tos. es decir. un conjun10 relativamente estable de elemen1os intcr­depcndicn1cs:

- todo elemento socinl cumple una función. es decir, contribuye al manlenimien10 del sislcma social:

- 1oda estrucrura social que funcione descansa en un consenso acerca de los valores.

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Page 9: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Considemciot1C'J sobre el conflicto socia.l

Estos principios definen, pues, el sistema social como un conjunto de ~dividuos que cooperan mancomunadamente para lograr un fin comun. «Es una. o~nización equilibrada entre los distintos partici­pes de la organ1zac16n. de modo que el fin perseguido, que es la razón de ser del todo. pueda ser logrado cómoda y continuamente» (Ma~o. 1949, p. 45): ~ una sociedad semejan1e, el confli<:to puede ~xost~r. pero su ehnunac16n es un sencillo problema de organización ontclogentc. que tome en cuenta la diversidad de intereses existentes.

Desde esta perspectiva, el conflicto es una desviación del estado norma_l ?e las actitudes y los comportamientos humanos. que puede ser chmonada. y debe serlo. mediante la educación y la fo11ru1ci6n. El conflicto social es un remanente del estado primi1ivo de la huma­nidad, la expresión de las imperfecciones humanas. que pueden <U· primirsc por la adopción de sanas actitudes sociales de colaboración. Para los partidarios de la tesis de las «relaciones humanas» en la empresa, la eliminación del conflicto es un problema de actitud de la dirección, un problema de comunicación y de compreosióo recí­procas entre los distintos niveles jerárquicos. El conflicto es. pues, resultado de un mal funcionamiento del sistema social: no es de ninguna manera inherente y necesario del funcionamiento social. Los obreros y la direoción de la empresa. por ejemplo, tienen los mismos grandes interese~. companen el mismo conjunto de valores fundamen· iales. a to<los interesa que la empresa funcione. y el conflicto oo puede ser rcsuliado más que de una mala organil'.Oción o de uno desinteligencia. Esto es lo que re:;ulta del análisis que Goldthorpe hace de la concepción de los conflic1os. en el programa de Formación para las relaciones humanas de los capataces de las minas briUlnicas de carbón (1961).

. Oc.,de esta óplica, no hay espacio para una sociologia del eon­ílocto; ésta es. adconá.~. la tn7.6n por la cual la sociologla nortean,cri­eana cs. desde hace tiempo, no una psicología del conflic10. sino del disconíormismo.

B) La teoría nwrxista

Completamente diferente es la 1eoría marxista del conflicto ,ocial. ,:~taremos de resumir, con todos los riesgos que implica una expo­soc16n tan somera. la teoría de la lucha de clases. de Marx.

Puede afirmarse que, para Marx. la dinámka socia l es fruto de la lucha de clases: el cambio social. In revolución. tienen su origen en b lucha de clases. Es decir que. para el marxismo, el cooRicto es_ el meollo del proceso social de Is sociedad capilalista. Pero, como seoala R. Aron (1964), es dificil encontrar en Marx una definición clara del concepto de clase. Puede decirse que lo que constituye una clase es, en primer lugar. el sitio ocupado por un conjunto de

La teorla mar..siata

'd el '"ºº del modo de producción de la sociedad capi-,ndiYl uos en -talista.

c.Lm propic11ños de In mera fuerza de trnb~;o. los pr-opicl;t~Q!'i del ca­'tal )' los propietarios de la dclTil. cuya., mpcctJva, fuentes de ingresos .son

~: gat:,,rio. el lucro y l.i. rcnlia. por lo 1-anco las t.nlbajad<1rc~ a,11.láño.d~. 10.1 capiuiti11m y Jos ~rrattnitnt.cs, 00~1it~)1tO hu tres ar:1

6ndc.1 ~/:l.!CS ~cA11n

1~c~

n,odc.m.'1, b3sad:i en el n,odo Qp1lll.lhU1 di! produca n> ( n ~opar.u, 1 l'O , citado par O:thrcndoñ, J 959. p. 10).

Ahora bien. lo que diferencia a las tres clases. son sus diferencias en relación con la propiedad de los medios de producción. La c?rt· dici6n esencial de existencia de la dasc b~rguesa «es b acu~ulac,6n de la riqueza en manos de personas . p~ruculares .. la f~rmacoón Y. el acrecentruniento del capital; la cond,coón de cx,stencl3 del capot.'ll es el saJario• (El manifiesto del partitlo c-om1111ista, p. 34 de la ed. (ranccsa en la «10/lA»). De la propiedad privada de los medios de producción derivan 1odas las demás características que definen a las clases. así como su antagonismo. y su antagonismo las define a unas

en relación con las otras.

cEn 111 medida en que mi1lones de fa,mitl:i.s ~pc.5ina,; viv~ en co~­cione, ccon6mic::ta. q\1~ l:is separen entre 11 y q_ue oponpn su .esta1o de vtda, su

5 1ntc.res~ y su cultura a los de 1.:.s dcmi,: chiscs de la soc,cdad. aquélla_s

contituycn una cb.se» <E.l 18 brun1álio de luis Bonopartt. p. 127 de l..1. cd1~

ción rmnCCS3.),

De este lugar en la producción derivan unas relaciones de autori· dad en el seno de la sociedad en general, es decir. la estructura del poder polilico. La clase que posee los medios de producción posee también el poder polltico y el poder intelectual. El lugar que se ocupa en la producción implica, asimismo. diferencias en las mane­ras de pensar y en las actitudes.

«sobrt: las dh·eNas (orml.\\ de propiedad }' sobre has condidoncs de cxi,.. tencl;i. social ,;e )-crgue u>di. ut1.:i s:opcrc\tn1clur3 de impre5i~nes .. de Uudoncs. de rnancns de pco!W' y de concepciones tilos6íic:a., panieul¡u·cs. la c.Jil,c en s.u con1unto lll!i crcll y l11, fonn11., sobre 1:. ~ase de estas condicio.nC$ m~uc-­riald )' de W rcl3cion.cs sociales correspond1c111es» (El 18 brumar,o, p. 47).

Una categoría social no se convicrle por si mi•ma en clase, sino , panir del momento en que posen en común unos intereses com· partídos que la opongan a otra da~ y que motiven su organiznción política. La lucha de cla,;,,, es una lucha politica y f.la historia de todas lllS sociedades. hasta el presente. es la historia de las luchas de clases» (El ttumifiesto, p. 19). En la sociedad capi1nlista, es la clase proletaria la que tiene las llaves del futuro. «Una clase opri­mida es la condición vital de toda se>eicdnd fundada co el antagonis· mo de clases. La libernci6o de la clase oprimida implica, pues,

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Page 10: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

necesariamente la creación de una sociulad nuc,u (Misma d~ la /ilMOflo, p. 218 de la ed. francesa). Lucha de clases y revolución poblica \'11.ll cnlaz.adas y las cwluciones sociales dejañn de ser re­voluciones polhicas cuando no cx.1Man más clases ni on1agonismo de cla5CS. El conflicto social está, pues. en cl meollo del proceso social y del proceso de cambio.

t:P'-ra Ata~. la SOC&cdud no es ptinop.ilmcntc un onkn de funaonam.ittlt<t u,u:i"'ui1o de un "rpnisino sodU. un s:i.stcm.. social otAlico. ~u ea.nc:tcdsUCli dom11•.nte a, mas bi-=n. el cambio CDGl,j.111),.· no 16&o do sus elementos. sino de J.U prc.,p1;a UI.Nc.turo ÚII! c.imb1t.> f'e"\'t.ll, 11. ,u vez, la prncncia de con~ lldul romo (cnómcoo cwncial de toda i,OQcJ.ad._ los confHci..l"'J on aon alc•tO­rios: son producto 11,1c.m.\.t1(1.l de- la t11uucrura m.wna. dt b. l('IOcdJd• (Dlhr,:nd<>rf, 1959, p 17).

e) IA sociofog/a drl confli,to

Algunos soci61ogos contcmportmo, tit!nen una concepción m:is afin con la de Man< (aun cuando no ,can en los fenómenos c.:onómi­cos ni en b estructura c,;on(lmica el orircn del connicto social) que con la de los íuncionalistas: son los so.:iólogo, que han prcicu­rado elaborar una sociología del conOic<o

Hay acuerdo general p;¡ra definir el conftJCto como una si(uación en la que coexi-<cn. entre seres humanos, unos fines o unos vnlorcs inconcili3blcs o cxclu,J\'OS unos de otros.

cCacb u.no de:- los dm tiftCII putdc 1cncr ,'J..lor por 11. pero es imposible servirlos 1imutt1nea.mcn1c. Si to opt.t pt1r uno se excluye al om> Se tnta. en resumen. de sacriflca.r un \-alor a otro. Jn C"ual, cron6mjcamcn1c, implica cic:no ~rr C\ta.ndo uq ¡rup, k>gra h.aocr lriu.nl:.r :r,u, \'llllorn,. a a ctpcmu de lOI de ocro arupo. Unos \'nlorct se adquieren .. al precio•· de otros. t..a, trori.u del con:ftic.h> CunQdu en b nnción de "co,,cc" tobrtntic..nde.n 11 csi,. tmaa de v.ilo"" o de. ftD:S inc:or:npatibku (J . Bcm:ard. 19.S1. pp -41-4:?l

Esta noción instrumental del conflicto con lle, a la de b estrate­gia Frente a una si1uoci6n en que dos grupos tienden o meta, incon­ciliables. C3da uno a, abocará a la r.·uu de elaborar una estrategia, La violencia, lo guerra, puede ser uno de c.1111s estrategias. El con­tlicto rt<ponde entonces a una conducta deliberada. racional, aun cuando puedan mezclru:sc en ti aspectos irracionales:

el.a violc.oci:t y b 11rai\'1Jad ( ) pueden ~t·r empkadas a san•re fó1 sin oc.lío. a c:C\n.'tt'Ucncla de una apd6n calcub.d11 en el m:irco de unill polidca o una estr>l<gja dc~n.cla» (l . lkmanl. 1"7, p O) El e<>n1liclo <1, .,.. tonct,. alao distln1u de 111. ho1:111idad , C<,Kt (19S6) hl.cr- 1Jcmi1 un.a d1..ttinci6n ~ na!iltic cc,n/Utt ) non rtol1ttif' c,,,rf/irt. P.t.m ll c:1 N'lAUstl'c con/lltt, qu.= Jh)dri.. rradu .. i~ 9or «'"nffict" imtrwnutlbJ. a un eonfticto que te caractcri.t.a por In bínqucdi. dt una me1.i ctJ)Cci.fiaa, a 1A cual se opone un advi;nario. U con.P'ictó non nalistk, qvc lraduci~mos ror «tlpresi,·C'I», viene

-\Q

provocado por •la hOCCl1dad de ckscarp do la tcnsl6n de pano de, p.:,r lo meno;:. uno de: lot pro&asnftis.111..1, En ctt1: cuo. la ('1,-..,oa que uaaa '°' &ht.agC\ni,w dependo de unos dtttnrunantc,, no d1n:c:ta.mcn1c v1nculadot con un conk.acioto )' no 1C oriatb h..aa la obet:r.a.Oo Je nsu.11.Ju. cspcciftCOS> lP 49).

El confli,<o instrumental =ni CU.lndo los octorc. ha}an encon­trado un medio satisfactorio de alcanzar sus ob¡euvos. El conlhcto exprcs"o cesará cuando b tensión baya vuelto a un ni,el sulic11:n-1cmeote bajo. Para Co;er, estu di.\linción entre los dos tipos de con­fllClo puede e,·i~r que se caiga en el enor cde explicar el íen,\mcno social del conflicto instrumental en términos e<clus1vamentc de "dcs­carg3 de la tcnsi<,n"» (Co,.,r. 1956. p. SO)

El conílicto social no puede, entonces. .,,.poner<c con a}uda de concepto, p<icológicos: la hostilidad y la agresividad no e,lán ~icm­pre presentes en el conflicto SOC:131, y, sobre todo. el conflicto SCJCÍ31 no puede reduéir:.c a sus aspectos afectivos o Impulsivos. Para cicr-1,u auto~. el conflicto social tiene su origen en el proceso sncial mismo. Dahrendorf (1959) cs. sin duda, uno de los que más ncta­m<nte rechazan el reduccionismo psicológico. En su opinión, cl con­meto es una consecuencia ineludible de toda organi1.aci6n soci31 e, incluso, de b vida «Puede cxtraenc un:a conclusióo (de lo. trabajos intcrdiscipliruirios) de pasmosa claridad: resulta que no sólo en la vida social, sino en todo, donde hay vida hay confticto» (op. ciL, p. 208). «El cambio y el conflicto son i¡¡ualmente uni,-ersalcs en la <ocicdad» (op. cit., p. 210). Esta ubicuidad del conflicto tiene su on¡¡en en la desigualdad del reparto del poder social:

«En tl:nn1no, in,tllucionalct. 11sn1fica. que, en coda, lu: o,pninaoDQ .)o,.

ciHI~. dcn.M pn,Jcione, ticnth dcttcbo a c:jc:rc:tr conU'OI sobrt olru S)(Kiciones. e1.,n el 6111 d.. uc-guro1r u;w cocmon c:í,11..""ti,-a: en olrOI tl:nn,noe. c,to qutt~ decir que cx.itlc u.n.1 di!itribuc:i6n d1fcrtnciad~ del poder ) d.: IA autoriJ.ad Un.a de lit t~i, centrales ck este c1tudJ1, tt La .mrtnad6n dt q~ c,ta dt,i,;. bucí6n diícttl'k.., ub de la autorid..d se cnn,;crtc- tnvanabkmc:ntc en el fA<:tor th:lermina.nte de los conRictO\ socialu sisc~m.1000,, (DJhrendorf, 19$9, p. 16S).

Paru Dahrendorf, el conflicto social se ongma. pues, en la des­lgUaldad del poder. lo que implica unas relaciones de autoridad de dontlnaci6n y de sumisión. &llls relacione,. a su voz. 1mpl1can u~ intere$CS di,·ergcnte, y hasta contradictorios entre los grupo,,. siendo lo~ intereses divergentes el origen de los conflictos sociales

cAgn:-sucmnit a.han b rruposidón ,,~uitnt, unu ~ic,or,o cuackri• ad.u por u.na autol'idad diíc.tcncl11da, lmpliétn. de pane de c1uicnt:$ tas ~pcn.. u"°" intcrCSC'i Q:1t1fti',ti\W 1.os ocupa.o1~, de ta, poqcí"ncs de domi~­ción Y lc.11 ocurunh."J de la, Pil\idona d~ ,umi'11ón tienen. 11 C:Onk'aknci:a dt ,.w p<•~ciones. dtno, intcrd« que ,on contradjcmnos de nirurah:ta y de s.:ncldo» (O.h....i.,rf, 1'><9 p l 7•)

..\\

Page 11: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Consideraciones iobrt e1 confticto social

Asf, si el conflicto forma pane del proceso social, conviene ana· lizar sus funciones. ¿Es negativo el conflicto, es fuente de desintegra· ción social, como piensan los íuncionalistas. o tiene funciones posi­tivas? Coser (1956) sostiene In tesis de que el conflicto social e. un importante factor de socialización en el nivel colectivo. La tesis de Coser consiste en demostrar que el conflicto intragrupaJ o intcrgrupal es un factor de renovación y de cambio social: el conOicto puede evitar el empobrecimiento de la creatividad; el enfrentamiento de los valores. de los intereses, de las normas, la lucha por el poder y por la igualdad de oportunidades son factores de vitalidad social. El re­nacimiento. comparo.do con el periodo medieval, contempló el estallido de la rígida estructura feudal y la cíervcscencia de valores conílicti­vos. «Una vez quebradas las viejas formas tradicionales y unitarias de integración, la explosión de los interese" y los valores conflictivos. ya librados de la rigidez de la estructura medieval, condujo a nuevas formas de unificación y de integración» (Coser. 1967, p. 23). Es por la presión de las luchas obreras por lo que se generaliza la mecaniza­ción y se instaura la era tecnológica.

Pero esta tesis general necesita apuntalarse con un análi•is más preciso de las consecuencias sociológicas del conílicto. En primer lugar, el conílieto rcíuena la identidad de los grupos enfrentados. fü durante un conflicto cuando un grupo se percata de lo que Jo diferencio. de lo que lo define. Aqul volvemos a encontramos con la conciencia de clase de los análisis marxistas. Por ejemplo. el con­nieto racial de los años 60 en los Estndos Unidos hizo que los ne­gros norteamericanos se dieran cuenta de su identidad colectiva y se pudieron ver muchas asociaciones de negros que crecían conside­rablemente. Pero también aquí hay que insistir en la distinción entre cooílicto instrumental (rmlistic) y conflicto e~presivo (non realisric). El conflicto instrumental es. a veces, imposible por la rigidez de la estructura social: la desigualdad de los derechos, por ejemplo. se considera le~itima y es imposibl<> cua lquier protesta directa (ejem· plo: las sociedades tradicionales o totalitarias). En tales casos se a.sistc a unos conílictos desviados hacia objetivos su,titutivos. Por ejemplo, la sociología ha demostrndo a menudo que las actitudes racistas son mucho más frecuentes en el seno de las categorías so· cialcs desfavorecida.~; la hostilidad hacia la estructura social estable· cida apunta a otra diana. las minodas étnicas. que hacen entonces el papel de chivos expiatorios. Semejante conllicto expresivo no tieoe la misma función que el conflicto instrumenlal (en el cual Ta diana del e<>nfticto es la causa del resentimiento. en el cual existe conflicto de valores): la situación social sigue sin crunbios y el conflicto per· manecc en estado latente. El conflicto expresivo no cs. pues. un factor de cambio, sino que. por el contrario, puede reformr el sraw quo social. Coser demuestra que en los sistemas sociales rígidos. en que difícilmente se tolera el conflicto, este mismo conflicto, si final·

.!\2.

La sOClologi). del con.Dicto

mente allora, puede ser entonces destructor y desembocar, no en un cambio sociaJ positivo. sino en una conmoción y. t veces. un des· moronamknto de la sociedad. En los sistemas sociales Oexibles. en los que tiene importancia la movilidad social, los conHictos son fre­cuentes. pero. en razón de esta misma movilidad. no son nunca acu· mulativos. «Tal participación s.egmenmda puede entonces prnducir w1a especie de mcc:inismo de equilib~io que. impida las p~rliciones proíund:ls en el sentido de u~ ~.lo c¡e. La mtcrdepcndenc1a. de los grupos en conflicto y la mul11phc1dad de los ~o~fl ,ctos ~o acumula­tivos aportan uno de los medios. pero no el uo1co. de impedir una ruptura del consenso en una sociedad abierta» (Coser. 1956. p. 79). Guy Rocber (1973). analizando la sociedad de Qucbec. oírece un

ejemplo:

cAdcrn.:'LJ. íucra de W cl3SCI soci:1les nll .... m:\s, c~1$te. una gmo cantidad de luchu cotn:, div.:rws g,mpos de inte.re-.¡c., )' de: presj6n. ~us luchas vienen a ocupar el sitio de l:..s npO!icioncs de cld.SieS, con l!as cuales no deben $1!.r confundidas.. Asl, en 105 conRic:tos que e:nfNDtnn a produc1orcs Y consum1· dol'l!S, a loc::a1:1ri(tt; y propíc:1.arios, 10, m.icmbn,, d~ una. misma elasc ,ocia] \C cncuentr3n en lucha unos coul.ra otrm.. por int.;.rcsc) divcrgcnl.CS. La c.om, plcjidw:1 de la modcrro vida iocio.l acama 111 mu1tiplicac:i6o de le,, difc~ntes niveles de r1ealid11d. ~ clln NSulta 4uo ptNGnn• o e,nsp,c>s q_uc teng1.n 1ntc, ~~ con,unes en la pc~--cución d~ ciertos fin~s. pueden cnrrt.n1•r;e t.n campo, apueitOS p2rr.t la realiz.ación de OU'OS objetiven. ~16s blcn que L:. !m!l.gcn de ana. s,ocl\!d:.id tn vlas de polarización en 1orno de d0$ clnscs IOCIBICS anta• g6nic:u. me parece que l;i. de u.na sociedad cad-a \'CZ mis plumllst11 y agitada por milltipl.:i connicio, es la que mejor m;pondc n la rcalid:11.I q_uc conocemos )' en 1.i cual ,·himou (Roch~r. 1973, pp. 71•72).

La segunda runción de In socializncióo del oooflicto social es la de rcfornir la e<,hesión iotema de los grupos en conflicto; cslo. sio embargo. no ocurrirá. si el consenso íundamental en el seno de cad3 grupo íaltaba en el momento inicial. Los historiadores po!íticos han demostrado que la guerra es. a menudo, factor de centrali:zoción para un país (centralización que. en el pensamiento MI autor. no es, absolutamente. sinónimo de despotismo). Con todo. Coser dcnrnestm que la guerra de 1940 produjo consecuencia., diíerentcs en ~rancia Y en [nglaterra: Francia se vio dividida y presa del dospousmo del gobierno de Vichy, al paso que Inglaterra se solidarizó en torno de su primer ministro W. Churchill, pese a las divc'1)encias. que eran reales. La diíerencia se explica por la importancia de la ruptura del consenso social en Francia: el país se hallaba dividida en la cuestión fundamental de determinar si Francia seguiría. o no, siendo una uni· dad nacional independiente. Aparte del casi, en que falta el consenso social [undamental, Coser afirma que el conOicto unifica al grupo o al país. La guerra árabe-israelí de 1973 es. en nuestra opinión. un buen ejemplo: pese a sus muchas divergencias. los países árnbes hicieron frente com6n contra Israel y la guerra sirvió de aglutinante entre ellos. Himes (1966), al analizar el conílicto racial de los Esta-

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Con$ideraciond IObre e1 conflicto .social

dos Unidos. demuestra que hn sido factor de solidaridad: el conflicto por los civil right• (derechos civiles) refonó los valores íundamentalcs de la sociedad norteamericana. como la dignidad del individuo. la i~ualdad de oportunidades. el derecho de vivir. la libertad y la con· s'écución de la felicidad, toda vez que la.s acusaciones de los negros contra los blancos pusieron en el primer plano del debate político el problema de esos mismos valores: «¿Serán solamente para los blancos?» Pocos individuos pudieron responder afirmativamente.

Tercera función del conflicto: aproxima a los beligerantes. Esta afirmación paradójica exige cierta elaboración. Tomemos, a titulo de ejemplo, el duelo. Durante el A nde11 Régim•. cuando se atentaba contra el honor de un individuo, la norma social imponía que la afrenta íuera lavada en duelo. Una ,~,z concluido el duelo, podían restablecerse unas ~laciones normales y menos conflictivas entre an1~ bos protagonistas. El ritual del duelo limitaba y reglamentaba el con­ílicto. permitiendo nsí el restablecimiento de las relaciones intcrper· sonales. En el nivel colectivo es observable el mismo proceso. En el curso del conflicto, o a su finalización, se asiste a menudo a la ela­boración de nuevas normas, de nuevos reglamentos o de nuevas lcye.<, o al refuerzo de fas normas y leyes antiguas. Por ejemplo, los con­flictos sociales entre obreros y direcciones de empresas han llevado a menudo n la redacción de convenios colectivos que regulan las re· laciones entre obreros y patrones, que ritualinm el conflicto, que fijan las condiciones del conflicto (la huelga. en su caso). Todas estas normas tienden a asegurar un mínimo de previsibilidad del cooHicto y a reducir la aniquilación totnl del vencido (cf. Coser. 1956. p. 71).

Por último, el conflicto establea o mantiene un equilibrio del poder. El conftitto es, con frecuencia, la única posibilidad que tienen íos adve.rsarios de probar sus íucrzas relativas. Con suma frecuencia. la huelga es una posibilid:td con que cuentan Jos t-rabajadores para hacer una demostración de poder. pero. sobre todo, de verificar su poder. A menudo, la negociación no llega a buen puerto antes de la declaración de la huelga.

«J..a huelan es un11 prueba de re..,is1cncia económica, u.o proceso de usura, en que el re..,;ultado lo dctcrmioan los ruursos relativos de. los advcrgrios ... El Cl!$C de hostilidadct 5C produoc en el punto de equilibrio do los ~ de las panes.. El acuerdo que se sigue, no -.e basa en la aplica.ció-o de pñttdpios rcconoc:idos, sino en la rucf"l.11, en la medida e.o que cada. uno reconoce 1:a..'I mejoreJ condiciones que h.a podido lograr, dentro de los Jlmitcs impuesto$ por IO!I códigos y los postulados establecidos de Ja soc:icdad que los encicttL .E.I acuerdo debe cstnblt'a!ne ll base de un nuevo equilibrio de las fucttas. en relación con l.a c:au1.1 del contlic10» (Hillcr. 1928, citado _por Coser, 19S6, p 136)

Se interpreta aquí al conflicto. entonces, como un mecanismo de rcequilibrio de las fuerzas. que viene a mantener y consolidar los sis· 1emas sociales.

L.-. soc1olo1ia del contlic10

la sociologla del conflicto nos permite, pues, reemplazar cl con­flicto en el seno de los mecanismos sociales.· P~r una pane. el con· flicto. concebido como una situación que pone en práctica unos fines o unos valores incondlíables, es íundamenllll. todn vez que se basa en una repartición desigual del poder. característica de toda sociedad humana; por otra parte, el confticto cumple runciones sociales posi­t.ivas que consisten, en definitjva, en permitir qut un s.i~ten1n social no se osifique, que cambie y que refuerce los intercambios y todos los procesos de socialización.

Sin eslllr espccificamente centrado en el análisis de los conflictos sociales. el libro reciente de A. Tourainc pcm1ite al autor presentnr· nos una sfntesis de su pensamiento y de su sociologia de la acción. y aporta acerca de las íunciones del conílicto social en la construc­ción, en la «producción de la sociedad•. pues tal es su título, unas aclaraciones capitales. Para Touraine, toda sociedad es su propio creador Si Jo Icemos bien, podemos decir que. en su opioión. la sociedad es un sistema de relaciones y de acciones que se articula en tomo de dos polos de tensión: el pasado y el futuro. la herencia y lo potencial, la reproducción de si y la producción. Por una parte, la sociedad vive de esta tensión; por otra, su creación no puede ser sino fruto de coollic1os. Ella es «resultado de uaa acción social, de decisiones o de transacciones. de una dominación o de conflictos• (fouraioe. 1973. p. 7). A Jo largo de este libm nos cacoutramos con frecuencia con la idea de que la producción de la sociedad se efectúa por medio de relaciones de las clases en conflicto.

cEl problema «ntral de 111 socíolog1a con~istc en compn:!ndcr cómo uoa sociedad descansa sobre un coojun10 de oricnt:t,ción, oon todo y e&tar diñ¡ida y or1aní7,ada por un poder: cómo es una y doble. historicidad y reJ.acionc.s de clases. Quienes no pertenecen a la clase diñgcn1.: y form;in la da.so. pr,pulu, se dtfténdtn de la dominación y de la acción bist6rica mhnu, pero lt,.mbifn refutan 6U apropiación pri\'U.d:t y tratan de rt.'CUper11r el control in,'lrticndo la dornin;:tción de la clase di.rigc:nlc. A1I, c:J oonOicto de las c.l.t.ac:s no puede d~finir1e mis qua mmo una Ju:ehi por b. po,ición wprcm11, que es la direc• ción de la acción histórica» (op ciL, pp. J 1·12). cla acción hi'i16rica, el rna• bajo de la sociedad sobre ,u propio tr.tbajo. no lle ejercen sino a t.rnvés del con/licto d~ clasn, en una luchn. que n.o es un mero conflicto de intcrc$CS o de vnlon:$, sino un ~mb:uc por la gestión de J:1. histoñcidad y de las orii:nutcione:s IOCialcs y culturales del sistema. d:c 1uri6n histórica,» (Tour.ü.ne. 1973, p. 16).

Opina Touraioe, y en este sentido es mucho más radical que Dahrendorf y Coser, que el conflicto social es el motor. no sólo del cambio social. sino de la creación continua de la sociedad por sí mismo.

La sociología del conflicto no se limita a describir los orígenes y las funciones sociales del conflicto. Muchos sociólogos y especia­listas de las ciencias políticas han emprendido un estudio sistemático y cuantitativo de los conllictos de todas clases. Aquf nos limitaremos

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a citar algunos nombres. sin pretender ofrecer un resumen de sus trabajos. lo cual cllccdcrfa el plan de este libro. En lo referente a los conflictos indusuinles. la obra de Komhauser. Oubin y Ross (1954) es la más clásica; debemos añadir, entre otros. los trahajos de Kerr (19S4. 1964). Ross (1959). Ross y Hartmnnn (1960\, Dunlop (19S7). Lewinson (1966) y Aanders (1956. 1965). En cuanto a los conflictos internacionales, los trabajos son m:ls recientes: mencionaremos. entre otros. los de Corson (1970). Hermano (1969. 1972). Holsli (1972), Loclrart (1973), McClelland (1966. 1972). Kaplan (1957, 1968). Singcr (1968) y Tanier (1974) 1• Adem:ls de los análisis generales y de sis­temas sobre las relaciones inlcmacionalc,, se e11cuen1ran estudios sobre hechos históricos relncionados con grandes con0ic1os o crisis. como la dcclamci6n de g11erra de 1914.·la crisis de Agadlr (1911). la crisis de Cuba (1962). las crisis de Berlín (1948-194q y 1958-1961). la intervención norteamerica1t0 en Corea (1950). ele. Se iram de una corricnle de investigaciones que cobra cada vei mayor importancia y que puede contribuir a una comprensión mejor de la dindmica de

los conílictos internacionales

m. L• concepción psicosociológica

La psicología social. en cuanto disciplina independiente de la psico­logia y de la sociologin. pretende aportar una concepción original: su nivel de análisis no se sitúa en el plano individual ni en el de la sociedad. sino en la encrucijada de los dos. es decir, en el nivel de la i11teracción del individuo y los sistemas sociales en cuyo seno vive. Esto significa que los resultados de las dos perspectivas ante­riores le senln G1ilcs y que deben! integrarlos en una nueva perspec­tiva que no elimine las otras dos. Oigamos, para empéUr. que la psicosociologia del conílicto es muy reciente: los primeros trabajos se remont:in alrededor de 1960; por lo tanto. todavía es incapaz de. proponer una concepción sólidamente establecida de los conllictos. No es nue.~tra intención íormular aqul una 1eoria original del con­llic10. sino más bien hacer una síntesis de los estudios de los prioci· pales psicólogos sociales que se han interesado por esla cuestión.

La psicologla social se centra, como hemos dicho. en la interac­ción del individuo y su medio social. y es, en primer lugar. una psicologia. El conflicto interpersonal o intorgrupal pone siempre en cuestión a individuos. Este dato fundamental no debe olvidarse. Aunque implique a organizaciones. el conílicto es conducido y puesto en práctica por individuos. F.s tarea de la psicología social el aclarar la parte que corresponda a las variables personales y las var iables de situación en el contexto de los conflictos interpersonales o inter­grupalcs. Los historiadores se han pregunlBdo a menudo cuál es la parte que corresponde a 105 jeles de Estado o de gobierno en el des-

arrollo de las guerras (por ejemplo. a Hitler en la segunda guerra mundial). El estudio histórico no permite responder a tal pregunta. pero el estudio experimental en el la bonuorio o ;obre el terreno puede arrojar algunas luc~ Por ejemplo. uno< estudios inspirado.~ por la escuela de California (Adorno y colaboradores. 1950\ sobre la «personalidad autoritaria» en sus relaciones con la< conductas de hostilidad, nos dan a1gun05 elementos de respuesta. La personalidad «autoritaria» es un síndrome que se caracteriza por un super yo muy punitivo. unos mecanismos defen$,iVO$ estrictos que reprimen la agresividad y controlan los impulsos. por unas actitudes muy rígidas. por una marcada discriminación entre el in-j/roup y el 011t-gro11p que se manificsm por eslereolipos notables de cara al Olll·J/róup. El individuo «autoritario» valoriza el poder, el stallls y la domina­ción. Cuando la hostilidad es pcm,itida por las normas sociales. se expresará abiertamente. Este análisis demuestra que una siluación so­cial conflictiva puede ser. para los individuos «autoritarios•. la oca­sión de mani(estar sin reticencias sus tendencias agresivos reprimidas.

Es decir que la parte de este slndromc individual en la dinámica de un cooflic10 interpersonal no puede ser ignorada por el psicólogo social, como tampoco puede ignorar los aportes del psicoanAlisis freudiano, de la clologfa. y de k1s leorlas de la rrus1ración o del reluer1.o. Pero. al tratarse de un conílicto de las dimen~iones de un sistema social. parece que la parte que corresponde al individuo en la creación de la situación eonílicti\•a se reduce en relación con la p:trte correspondiente a la siluación social. En efecto. un conflicto es una situación que, en el plano social. se define por cicrUls relaciones entre grupos. organizaciones o individuos: se persiguen fines contra­diclorios, se afirman Válores inconciliables. se viven relaciones de po­der; los protagonistas t ienen unas estrategias más o menos definidas. Por encima de las conducUls individuales de hostilidad y de compc-1cncia, sca que estén enrafaadas en pulsiones probablemente innatas o que resulten de tensiones adquirid;s, hay unn determinada cstruc­lUra social que crea y defmc el conflicto.

A) Definición de /u noción de conflicto

El vo<:nblo conflicto designa. pues. una situación compleja que se define primero por una determinada csl.ruclura de las relaciones so­ciales. El connicto puede enfrentar a individuos (conflicto intrr(H!r­so,aa/), a grupos (conflicto inurgmraJ), a organizaciones sociales (con­ílic10 social) o a naciones (conílicto i,uemnci(mal). Pero la naturalc1,a del conflicto puede ser muy va.riada. Las partes pueden perseguir fines antagónicos; por ejemplo, los asalariados de una empresa quie­ren obtener un aumento de salarios que la dirección no quiere otor­garles: los asalariados pueden exigir el reconocimieo10 de la comisión

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Considernc1ones sobno i:1 conn1~lo social

sindica 1 de la empresa y la dirección oponerse; o una categoría social minoritaria tratar de obtener los mismos derechos de la categoría domin:ime (lo; clerrcloos ci••ilcs en los Estados meridionales de los Estados Unidos). PUede también que las partes defiendan valores contradictorios; por ejemplo, la propiedad privada y In colectivización de los medios de producción: In educación no coercitiva y la edu· roción autoritaria. Estos \•a1orcs contradic1orios pueden asimismo ma· nifestarsc en el nivel de los medios n adoptar para alcanzar un mismo objetivo: es posible que dos partidos políticos persigan fines idén· ticos. pero que se opongan en cuanto a los medios para lograrlos. en las estrategias y las tácticas. Este conflicto se explica, a su ve:z. por una evaluación distin1'1 de los elementos de la situación política El conílicto parncc, pues. definir una situación e.o la cual unas enti­dades sociales apuntan a metas opuestas. a6.rman valores antagónico, o tienen intereses divergentes.

Pero existen situaciones conflictivas en las que los adversarios pcr· siguen el mi.mu, fin. aunque de manera competitiva: es el caso del territorio que simultáneamente desean dos naciones, del amor de una misma mujer que dos hombres requieren. o bien del ejercicio de una misma función a la que aspiran dos o más individuos. Se babia a menudo, en este caso. de rivalidad o de competencia. Algunos autores no hacen diferencia alguoa entre competición y conflicto. Así. Dahrendorf (1959) afirma: «Pese a las tradiciones terminológicas. no veo por qué es necesario o deseable establecer una distinción con­ceptual entre competición y conflicto. Tgual que la competíci6n, el conflicto implica el acaparamiento de los recursos escasos. Desde un punto de vista lingüi,tico. es perfectamente correcto decir que unos grupos que tengan intereses en confti<:to. están e.o competencia por el poden (DaJ¡rendorf. p. 209). La misma amalgama se lee en Raven y Kruglanski: «La compcticíóo es, pues. una forma de con· Dicto» (l 970. p. 70). A nosotros. sin embargo. no nos parece que la competición sea idéntica al conflicto: una competición dcporti,.,. en la que dos equipos tratan de ganar no es vivida, habitualmente. como un confticto. La distioción que hace DcuL~h (1%9) entre com· petición y conOicto nos parece indispensable. pero insuficiente. Des­pués de haber demostrado que el confticto puede resultar de la CSC3SC2 de un recurso, como el dinero. el tiempo. el espacio. el status o la rivalidad entre dos personas. define a la competición como «la oposici6o de metas de panes intcrdependiontes. de suerte que la pro­babilidad de que una de ellas alcance dicha meta decrece mientras la probabilidad de lo otra uumenu,:o (Dcutscb. 1969. p. 8).

Consideramos que esta definición de M. Dcutsci1 de la competi­ción es insatisfactoria, pues estimarnos que en tal situación no hay oposición de metas. sino la persecución de una misma meto por parte de ambos actuantes. cada uno de los cuales aspira a alcanzarla en detrimcoto del otro ( •búsqueda simultánea, por dos o más personas.

<\'e

Oc!Jn,ción de li noción de conOteto

de una misma dignidlld. de· un misnw tltulo. de un mismo cargo. de un mismo resultado», oos dice el diccionario de RoJCrt; el subrayado es nuestro). Una primera definicióo de la competición podría ser. pues. la persecución simultánea de una misma meta por dos o más actores. de ~uerte que la probabilidad de que uno la logr~. disminuye al aumentar la probabilidad del otro. Pero la guerra de conquista entra también en c.l marco do una de6nición semejante; y no nos parece que se pueda identificar la guerra con la competición deportiva.

Pensamos que se puede diferenciar competición y conílicto ha· cicodo intervenir la noción de poder. de6oida como la posibilidad que tiene un ac1or (individuo, grupo. organización, nación) de influir sobre la conducta de otro actor. de modificar o contro lar su compor· tamicnto. sus actitudes o sentimientos. Si la búsqueda del control so­bre otro es crucial, íundamcntal paro las partes; es decir. si en ella consiste la meta aspirada o es el único medio de lograr la meta. ha­blaremos de co11/lic10. La competición motivada muy frecuentemente por el deseo de ganar no llega a ser conflicto más que en el caso de que la meta aspirada implica la necesidad imperativa de controlnr el comportamiento del adversario. esto es, de neutralizarlo o de ha­cerle sufrir algún daño o iocluso de eliminarlo. Este paso de la com­petencia al conflicto se acompaña, en general, de un incremento de la moLivaci6n de los protagonista<.

«P;lrn qui.! un.A mouvaci6n ooi:npcli1iv.i. ..e tome connictiva, b.:tbr1 de: lnt(.r:cnir el hecho do que l.i lncompatibilid.'\J sea o no percibida, y u.imismo ~1 hcd10 de que loli objetos ~n litigio sc:in considera.dos importantes por lu panes. El conflicto se ~nútc a un3 ,huad6n competitiva particular, en que los dos ::iototts son con~ient~ de b. i ncomp:uíbilidad de las posiciones potco­ci:Llc.s íutums ) en que C3da uno SI! \!I: [ucn-cm\!nlc. impulsa.do n ocup11r u.o;i. P')sici6n inc"2mp;uibl.: coo lus intm:si:s pcrábidos dc1 olro• (R. North, anlculo cconflic:to»., en la lntf'rtta.Jiunal Encyclup<Jla uf So,ial Sri~tt.Ctl, pp. 227-228).

Una confronuición deportiva puede convertir>c, durante algunos instantes. en conílicto. cuando se torne prcdomjnante esta motiva­ción por el control total de los compona.mjento~ de otro. Pero las ,-,glas del juego, encarnadas en el árbitro. vienen a re.guiar el «com· bate» y a obligar a las partes a mantenerse eo el marco de In compe­tencia '· Aquí nos encontramos con la distinción que bace Zajonc (1967):

«Podemo! entonces decir que, CUJndo no existen convcncioDC'S p.tra a,n­trol:..r c1 comporunli~nto irulrumcntal e.o un.t situación competitiva, hay cunillcto> (p. 91).

Con todo. nosotros modificaremos un poco esta aftrmac.ión, que se refiere a los animales. porque nos parece que nunca íaltan com· plctamente las convenciones en el nivel de la interacción humana:

49

Page 15: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Con1ldcrac1oncs sc>brc ti conflicto s«Ull

hay conflicto. cuando, en uoa situación competitiva, la motivación al control total del comportamiento de otro es más fuerte que las con­venciones y las reglas destínadas a inhibirla.

Podremos entonces definir nl cooflic10 como una situación en que unos actores, o bien persiguen metas diferentes, defienden valo· res contradictorios, tienen intere>eS opuestos o dislÍlltos, o bien per­siguen simultáneamente y compcliuvamente la misma meta. En cada situación, la iníluencia oobré otro, o el control total de la conducta de otro, son, o bien la meta perseguida. o bien el medio escogido para alcanzar la meta.

~tos son los aspectos manifiestos, instrumentales o estratégicos del conflicto. Conviene no olvidar sus aspectos afecllvos, emocional~ y expresivos: DculSCb (1969) habla en estos casos de conflicto latelllt. Con ello designa las representaciones, las acutudes. las percepciones, los estereotipos o los sentimientos que los adversarios acumulan o expcrm,cntan los unos hacin los otros. ~te ru.pecto subyacente puede connotar los aspectos más racionales y estn1tégicos del conflicto. Pue­de decirse tambíén que en ciertos casos el conllicto manifiesto no es mis que ua aspecto sintomático de un conOicto latente o expresivo. Aqui volvemos a encontrarnos con la noción de reo1isric co11/lic1 opue•t• a la de 11ort reolisric co11/licr, tan cara paro Coser (1956).

Un conflicto determinado puede caracterizarse por una mayor parte de elcm~otos expresivos que de elementos iostruroenláles, o vi­cevcrs.,. No todo conflicto implica el uso de la violencia. Los con­Oictos agudos de trabajo, por ejemplo, pueden desarrollarse sin vio· Jencia. El desarrollo de un conflicto depende de gran cantidad de va­riables, de las que l.kuLSCh (1971) ha intentado un io,·eOLario: - las caractcristicas de los partes en(rcntadas (valores, aspiraciones

y objctívos. sus recursos intelectuales, sus actitudes de cara al conflicto, esir.itcgias y tácticas posibles);

- sus relaciones mutuas anteriores (la evolución de las actítudes y de las previsiones del uno respecto del otro);

- la naturaleza del problema que orígioó el conflicto (•u extensión, su signi6cado motivacional, su periodicidad);

- el ambiente social en cuyo seno se desarrolla el conllicto (restric­ciones, nliento o disuasión ante la resolución del conflicto, normas y reglas institucionales que lo regulan);

- los públicos y sus relaciones con el tema del conflicto (los inte­reses de estos públicos, puesto> en juego por el conflicto);

- la esirate¡¡ía y las ttlc1ícas emploada, (utilidade~ po,itivas y neb,a. uvas y las probabilidadc.s subjetivas que conllevan, las presiones y amenazas utilimblcs. la libertad de elección, las posibilidades de comunicación y de intercambio de información, In credibilidad de la información intercambiada):

- las consecuencias del conflicto para cada parte. a corto y medio plazo (los cambios posibles derh'1ldos del conflicto, para cada

So

Limitaciones de 1.:1. teoría de los 1ueaos

parre y para las relaciones entre las paru:s, el prestigio que se pueda ganar o perder).

Tales son algunas de las variables qu~ intervienen en el desarrollo de un conflicto. Aquí encontramos Vll riables estructurales, estratégi­cas, y variables más emocionales y afectivas. ~ta es la razón por la cual el análisis del conHiclo debe hacerse. en nuestra opinión. con arreglo a estas dos grandes dimensiones, la estructural o instrumental por un lado, y la expresiva y afectiva por el ouo.

B) Los aspectos esrrucrnralts del co11flicto

Con el objeto de aclarar la estructur-a de uno situación conílictiva, los psicólogos sociales ban recurrido a dos tipos de análisis: algunos han tomado de In teorla de los juegos los recursos de (ormaliuci6n que puede aportar; orros llevan el análisis ni poder. al tipo de poder en disput.a, n su simetría o asimetría y a las coaliciones.

L Aportaciones y limitaciones de la tcoña de los juegos

Nuestro objolivo, aquí, no es el de analizar todo Jo que, en los as­pcaos teóricos e ideológicos, implica el uso de los postulados y teoremas de ia teoría de los juegos por parte de la psicologla social (cf. Pion, 1972). Queremos sólo indicar cómo la teoría de los juegos permite formalizar la emuctura de uaa situaci6n de contlicto. Recor· demos que la teorla de los juegos nace del cálculo de probabilidades. cuyos precursores son Pascal y Bernoullí y del bosquejo de una teorfa de la decisión colectivn de Condorcet. La tcorla de los juegos es obra de un matemático y un eco~omista, Von Ncurnao y O. Mor· gcostern (1944). Ellos so propusieron elaborar una teorla de la deci­sión en el nivel social y coleclivo, que permitiera pasar de Jo situación de juegos a unas situaciones sociales y elaborar asimismo una verda­dera «ciencia de la acción>. Más particulorizadameou,, los teóricos de los juegos estiman que esta herramicnlll macemálica permite un estudio racional de las situaciones de conflicto.

«H;i.y. con todo, otr.i. actitud que prevalece en l<K &ta.dos Un1dQs y que también llc\':t a promowr el intc.rel por I:~ tcorla de los juego,. y es la [e en la dcnci.1 romo henumicnttt pa.na conU'Olar el mcdjo, Aqul, la te:orí:i. de lo, juegos p;u-ccc cspccillln1t:nt<: pcnincntc.. )a que su objeto es el di: ser una dcnda de la dtci"li6n rncioll.31 en las !iÜUa.c:ioncs de conflicto. ( .) 1.4 reor1:a de los juegos e~ uoa codificación deJ pensamiento e1tm1.tgico y el ~n,¡amicn10 estrnt6g.ioo, sobre todo en IWI shu:.cioncs de confficto, p;,m.-c un pa.radigmn de an.rn,;, r1cionol• (Ra¡,opon, 1%9, p 4).

La teoría de los juegos pretende ser unn 1eorfa formal. es decir. que no depende de cada caso particular. sino que analiza la estruc.,

SI

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Con-.:idcracionL"S Mtbrc el conRKto soc-lal

tum formal de un:i ~ituaci,ln de conílicto. Luego procura clab<>mr decisiones óptimas en función de objetivos dados; esto no •ignifica que los individuos. en la realidad. adopten mies decisiones. «Tal tco· ría dice cómo deberla actuar la gente, no cómo actúa• (Rapopon. 1969, p. 6). La psicología social ha utilizado, pues, la teoría del juego con el fin de proceder a un análisis fom,oJ de situaciones so• ciales de conflicto (cf. Luce y Raiffn, 1957; Rapoport, 1970. 1964. 1965) y aquí nos limitaremos a indicar las aportaciones que la teoría de los juegos hace a este análisis de la estructura de las situaciones de coollicto.

Esta teoría define as! el concepto de juego:

1) un juego es una situación en la que, por Jo menos. hay dos «ju­gadores• cuyos intereses están en conflicto. Esto puede darse entre dos individuos o entre un individuo y la «naturaleza»;

2) cada jugador dbpone de una gama de elecciones posibles que se dcnomiuan esrraregias:

3) unn panida consiste en una elección simultánea de una estrategia por parte de cada uno de los jugadores;

4) una vez que cada uno de los jugadores ha esc<1gido su estrategia, el resultado está determinado. Una matriz describe c;e resultado. que depende de la es1rategia elegida por cada uno de lóS juga· dores;

S) El rcsullndo significa, para cada jugador. ciena ganancia o cierta pcrdida. a las cunles cada jugador atribuye detem1inado valor. fate ,-alor se denomina 111//idad.

El juego supone. entonces. una interdependencia de los jugadores; el resultado depende de la estrategia elegida por cada uno de Jo; jugadores. L.1 teoria de los juegos distingue. generalmente, varios ti, pos de juegos los juegos entre dos y entre más personas. Cntre los juegos de dos. que son los más ,impks, se perftlan las situaciones de conflicto y las situaciones de colaboración:

1) Los juegos de suma cero corresponden a una situación de conflicto puro: lo que uno de los actores gana. el olro lo pierde. La suma de ganancias es fija y, frecuentemente, igual a cero.

. 2) Los juegos de sumo no cero: los jugadores tienen intereses divergentes. pero los dos pueden ganar algo. o perder los dos. o uno ganar '."is. que ~J otro .. SchclLing ( 1963) propone denominar juegos de mot1vac16n u11xta (mi.red moríve gamcs) a este tipo de situaciones. Es la situación de conflicto más corriente en Jo realidad social y así "' como puede caracterizarse la situación de negociací6JL Se trata de unas situaciones en que la$ moti\·ac·iones son mixtas: competene:iu y cola b<>ración a la ve,.

. ~~totiv-.tción mjxt.n no signifio, por supuesto, ralla de claridad d~ un indn'tdUO de cara .1 1us propias prcftrcnciu, sino mh bien 111 ambjvalcncio.

52.

LLm1t:\c1onC-' de la 1cori11 de los juega\

1 'ó 1 , d ka mcz&la de- dcpcr.Jcnci.:a murua y de de su re ao n con e . otro 1ug:.1 or. l'W"tcncia» (Schelling. 1963, conR1cto. de coo~c16n (pannt'rship) l de com,,_ p 89)

3) Los juegos de coordinacíoo pura, en que _l~s actores tienen intereses comunes pero no pueden comunicarse exphc11.1mente y deben

adivinar la estrategia, el uno del otro. . . Toda \'CZ que la tcoria de los juegos tiene como º.b¡ettrn e_J de

permitir In definición de la decisión ó/>tima en C:1da llpo de siwa­ción. se funda en la noción de rnciona/i,/trd: _c~~acion~

2t~; ds'CiS~~~

que satisfaga tres criterios: de coherencia (si > · . < en lo que respecta a las ¡,reíerencias de los . rcs~t~d°: p~s~les: Rd¡" instrumentalidad (si RI se prefiere a R2. la acc~~) • ~mcu

O ª/.d d

,;crá preferible a la acción A2, que acarrea R3-1

• / e transi "( ; fsí R 1 > R2 y R2 > RJ. entonces R 1 > · •.ro."~ postu • o utilitario subtiende esta noción de racionalidad : li°~ mdividuos tratan de maximizar u optimar sus ganacios. Este po~tu 3 0 es un~ ~on,·en· ción que h·rn adoptado los teóricos de los 1uegosh.. conb'!' e amente ocordc con las tcorins del ho,no econon,icu.s . . A ora icn, ya se

. convcnc1onal y no se corres-sabe que esta conccpctón es meroment" • . , pondc con la realidad del comportamiento cconomico ·

Es decir que la teoría del juego no se propone ser una teota d~I comportamiento, sino que tiene carácter formal Y ·~~tracto. o ut,­Jización de semejante teorln por la psicol~gia socia no es. pues. justificable, salvo que los «Juegos• sigan siendo Jo que son •. o sea. unas situaciones abstractas. formales. 1,3mentablemente, la ps1c11l~gia social pasa muy rápidamente. por vla del razona~1cnti° an~Jóg1co. de Jo formal a lo re3J, v termina p0r roroour . so re os «¡ucgoso como si se tratara de In ·realidad social. cc>mo s, ,;e tratara de mo·

d~los de la realidad (cf p. 201).

«En cieno modo nos enoontramos de nuevo ante b omlo~.La de hace LR.1 ' · • -n entre lo, "JUCºO'I de at.nr"

si@los, la que Pa..'C:11 v ~lontmon ~tablee•~'"' . • y fQS "negocios civi1ts'". a pesar di! Ju crudJl3~ oon.strucooncs que entretanto

ha)an (Xldido ~r ct.abQradas» (Plon, J972a. P· 10).

Vol,•amos ahora a los juegos. Los juegos d_e suma. no cero. de motivación mixto, son los que permiten formalizar me¡o~ la cstruc• tum de muchos conflictos. con la salvedad de que estos ¡uegos Y las decisiones óptim:is en el marco de dichos juegos como tale, ~!". son modelos (miniaturas) de situaciones sociales reales n1 ~e las dec1~aoncs que deberían adoptarse en la realidad social. La teoria de los ¡u_egos simplemente puede hacemos comprender In estructura de unn. _s,tua­ci6n de conflicto en un plano rom,ol. Entre los ¡uegos de mo111ac1on mixta, esto es, aquellos en que los sdvcrsarios pued~n tener o la vez la posibilidad de escoger una estmtegia de conipe1cnc1a y de cc>labo~­ción. el dilema del prisionero es el que ha dado Jugar a mayor ou·

5..">

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Consideraciones sobre el conl\iclo IOCl:al

mero de estudios. La wécdota que le da su n<1mbre es la siguiente: dos prisioneros están en celdas separadas y no pueden comunicarse. Están acusados del mismo crimen. Na pueden ser condenados si uno o el otro confiesan. Si conlios:in los dos, se condena n ambos. Si ainguno confiesa, a rungu1to se condena. Pero si uno confiesa y el otro niega, el primero obtiene la libertad y el segundo recibe una pena más i,evera que en el caso en que ambos confiesen.

La estructura de gonandas de tal situación se reprcsenui en una matriz. Tomemos como ejemplo una de las que nos proporcionan Rapopon y O,umm:ih (1965. p. 29):

8 Nieva Conheta

1, 1

A

Confiesa ' 2 I ,

Por la lectura clc C..'ila matriz. en1cndcmos cu~I puede ser la C!)(ra­tcgia de los prisionero,. Si el juego se juega una sola vez. se ve que cada uno de los sujetos tiene ÍJ!terés co confesar, suponiendo que trate de maximi~r sus ganancias. En erecto, si A confiesa y O niega. A ga· na 2; y si B también confiesa, A no pierde más que 1 (-1). Esta estmtcgiu es la estrategia dominante: cualquiera sea In que escoja el otro. es In estrategia que pcrmi1c obtener los mejores resultados (payo/Is) para el prisionero. Sin embargo, a ambos prisioneros ÍJ!te· rcsn negar juntos. ya que así ganarán I los dos. El dilema reside. entonces, en una oposición de los intereses indfridualcs y el interés colectfro de los jugadores. Como el dilema del prisionero se jueg¡i una sola vez. no existe estrategia óptima. Si la situación se repite y se conviene en un juego entre varios. los jugadores tendrán interés por aprender n elegir ambos la cstregia de negar.

Esta situación del dilema del prisionero hn sido formalizada así por Rapoport y Chammah (1965): se denomina C y O a ambas estrategias,, siendo C la cooperativa y D la deíensiva. Las ganwcias y pérdidas también se designan por letras: R para la recompensa (mwud), S para la explotación (s11cker's payofl). T para In tentación y P para la punición. La matriz se convierte entone<}! en:

e, º• e, R, R s. 1

O, r. s P. p

Limit:teiond de L1. tcort::a de los juegos

Para que sea un dilema del prisionero, deben respetarse las dos

desigua.ldades siguientes: S<P<R<T

2R > S + T Los estudios relativos al dilema del prisionero han sido abundan­

tes desde 1958. con fines de íormalizar la estrategia de la negociaci6a. Vol\'eremos sobre ellos en el capitulo cuarto, a fin de ver si sirven

0 no para compreoder el proceso de negociación (cf. p. 1 S5). En efecto. en el dilema del prisionero jugado varias veces. los jugadores. declames, tienen que aprender a elegir la estrategia C conjuntamente. Pnra que pueda hacerse tal elección, es necesario que entre los juga­dores se establezca un acuerdo de elegir obllgatoriumcntc dicha estra· tegia C. En el dilema del prisionero. este acuerdo no puede ser más que tácito. porque no hay ninguna comunicación. Esto prosupone. no solamente la confianza entre ambos. sino también Ja obligación de optar por C. Porque. si el acuerdo no eslipula la obligación. para los dos, de jugar C. la pregunta: «¡,debo respetar el pacto?».

cinunduc:c otro Juego oxae1unente 5.1.miln.r a.l jueio dc:I díkJl\11 de prisionero : cnrre d"" c,trntegi:is: po~ib1cs. C (cumplir el p."lcto) y O' (romperlo), o· n Ja e,tr.a1cgia domin1ntl! (~ mis ,icntaJOIO romper el p;1c10, c:ualquiera fuere l:t opd6n del otro jug;idor). EJ J)O!ituJn.do de que los p:.1ctos deben ser impc.ra­livos (~nfotctabl~) es, pue.'I, de. imporunc:ia. vita.1. si se lnclu~e.n coolicioncs )' coluiioncs: como r1c:tore\ en las decisiones nacionales, lRa.poport, 1969. p S7).

Lo interCS:lllte del juego del dilema del prisionero es que nos propone una situación en que las motivaciones de los actores son mixtas: cada uno quiere, a la vez. colaborar y gnnar a expensas del otro. Ahora bien: esta ambivalencia de las motivaciones. ¿no es frecuente en las situacione~ de conflicto social? El juego del dilema del prisionero nos lleva entonces a la necesidad de un pacto obli· !•torio entre las panes, si se quiere llegar a una decisión que maxi­mice las ganancias. Ahora veremos que esta «colusión» entre adver­sarios es frecuente en los conílictos: la negociación implica cierta «colusión» entre los adversarios. Comprendemos mejor. con ayuda de la teori, del juego. la evolución de la esuuctura íonnal de los conflictos sociales, que pueden pasar. de la estructuro de un juego de suma cero en que cada uno quiere ganar en detrimento del otro. a la estructura de un juego de suma no tero. en que la actitud d, colaboracióo se mezcla con la actitud competitiva.

La teoría de los juegos nos suministra, entonces, los recursos de la íormalizaci6n, pero no es una tcorla de los conílictos socio.les. S< limita, en efecto. a situaciones en que cada uno de los prot.1gomsta1 conoce claramente las utilidades (preferencias) del otro y en que ne existe comunicación entre ambos. Ahora bien. la no transpa.rcnci, de los adve=ios en el plano estratégico, así como la posibUidad o I¡ existencia de uaa comunicación eíeeth'8, cambian completamente la si

,S!::,

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Consideraeionm sobre el connicto social

tuación. y en estos casos. que corresponden a la realidad social, la teoría de los juegos no nos es todavía de ninguna ayuda. Adeinás. la élica y la ideologia de los individuos. que siempre están mds o menos presentes en los conflictos, aponan nuevas variables a la situa­ción. que la teoria del juego no puede tomar en consideración Algu­nos teóricos del juego son. por lo demás. muy conscientes de estas limitaciones:

«Toda , c7. que la o,odcrna teoria de 111. utilidad. sl.n fa cu;ll carece de ÍUl'rta la tcorla de. los juegos. es mu>· hmitnda en sus !lplicaciooe:s a J.t PfÍco­logia do!.I riesto, las opcra.nmi de una aphcación ex.t<'nsa de In 1corra de Jo, jucgm a las J:t\Untos hun1aaQS siguen s:itndo limitadas» (Rnpopo-ri, 1970, p 234) cUn conlticto de ideologlas diflcllmcnre puede te:r ~, rínico fundamento de los conílie10.s socilllcs en gn.n estala y d~ los conílic(01 internacion:i.le-. Pero pued~ d~mper't:.tr un p:ipcl imponanh: '.\ ali.!nu1.r aii has ci-1nsidcrucione5 e11m-16g;CM. a.sl como rtfot'l..lr las "fuerza, ciegas ... llll)' que comp~ndcr, t'n10~. los orlgi.:ncs )' b función <le la 1dcnlc-ai11• (Rapopon, 1970, p. 360)

Pero esto compete a la psicologill social y a la sociología, no a la teoría de los juegos.

2. Estudios sobre el poder

La sociología del conflicto (cf. Marx, U.hrcndorf. Toumine), como bemos visto, hace del poder el centro de la situación de conflicto social Y la teoría de los juegos permite opcr:icionalizar su estructura. Alg"?os psicólogo, sociales. partiendo de estos dos tipos de onllli<is. han intentado estudiar las implicaciones del poder en los conflictos interpersonales e intergrupoles, y responder a algunas cuestiones que se plantean. La cantidad de poder que poseen los adversarios. su igualdad o desigualdad. ¡,inciden en el desarrollo del conflicto? La naturaleza del poder que se posee, ¿tiene influencia wbre las estra­tegias Y los comportamientos de los adversarios? De estos dos tipos de cuestiones derivan unos análisis diferentes.

a) Los aspectos cualitativos del poder

Pocos estudios anafizon de manera sistcmdtiea los as~tos cualita­tivos del poder en relación con el desarrollo del conílicto. Frrnch y Raven {1959). en un articulo y:¡ clásico. trataron de definir los diver­sos fundamentos del poder social. Estos autores, situindose en una postura lewiniana. definen el poder de un individuo sobre otro como la inHuendn potencial del primero sobre el segundo. La influencia de O sobre P es la n.-sultante de todas las fuerzas que actúan en un momento t. tanto las fuerzas inducidas por O como las fuerzas de resistencia. La influencia se dclinc como el cambio que se verifica

E.itudím aobrc c1 poder

eo P. carnbio que se origina en una acción de O. El pod~~ de ? es el m6xirno do influencia posible de O sobno : 'J ~s posmvo s, las r ,zas inducidas son superiores a las de rcs1stenc1a. ue Las bases del poder son cinco: el poder _de rncomp;:nsa, el de

coerción. el poder legitimo, el pod~r de referencia y el de competencia. El poder de recompensa es In capacidad que tiene; O de procurar

P unas gratificaciones a cambio de un componam,ento dado. o de a . Debe . reducir o suprimir los sinsabores o írustrac,ooes. ar a~ompa-ñado de la percepción de tal capacidad por parte de t Como c¡emplo, el poder que po!oe<> el padre de rc<:ompensar a su h1¡0 por los buenos

resultados escolares. EJ poder de cO<'rció11 consiste en la capacidad que tiene O de

administrar castigos a P. si éste no acata lo que O le ordena. Este tipo de poder supone que O puede impedir a P el ~lir del campo de Ja situación para escapar a la amenaza de casugo. lo que los autores denominan la vigilancia necesaria de O sobre P. El poder legitima es el qu<> se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad. que presu­pone un consenso entre l~s dos personas_ acerca de la relación entre el stotus y el componam,ento. fa este llpo de poder el q_ue se en­cuentra en las organizaciones sociales de estructura jerorqu,ca y que caracteriza las relaciones de íuncioncs entre superiores Y subordina­dos. El poder de referencia descansa en la idcnuficación d~ P ':°n O. p se deja influir por O porque valora a O. El poder -~nsmáuco d_e cienos individuos presligiosos corresponde a esta dc~m~1ón Por Ctlu­mo. el poder de con,perencia se origina en k,s conoc.un1cn1os parucu­larcs de o. reconocidos por P. Es el poder que pase., el expeno y que presupone la confianza. la ccnidumbre de P de que O no abusará de sus conocimientos pam engañarle.

Tal descripción de las bases del poder social pucdc.~r muy per­tinente para el análisis del conflicto. Ravcn y Krugla_nsk, {1970) han tratado de aplicar esta tipología del poder al conHtcto. Para es'.os dos autores. el desarrollo de un conflicto depende en gran ~cd,da del tipo de poder que esté en juego: la intensidad y la soluc,ón del conOicto no dependen solamente de la cantidad de poder poseído por los advers:irios. sino también de la naturaleza de ese poder. A s~ vez. Ja naturaleza del poder puesto en acción viene influida por la inten­sidad del conflicto. Habría entonces unn doble intcracci6n del des· arrolla del conflicto con la naturaleza del poder. Un coo6icto cmre un individuo y un experto sera distinto de un conflicto entre este mismo individuo y un chantajista.

Partiendo de esta hipótesis general. los autores toman suce.<iva­mente cada tipo de poder en situación unilatern 1 Cuno posee el poder y el otro no) y en situación bilateral (amhos poseen la misma camidad de poder) y tratan de extraer las consecuencias previsible, del con· nieto. Este nniculo. lamentablemente. se queda relativamente en lo

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,,

Con1:1dc.rar.1oncs sobre el confhclo soc1a.l

teórico, toda vez que no existen los estudios empíricos que permitan verificar algunas de las indicaciones que se dan: la mayoría de los c.1tudios emprendidos hasta el presente se refieren al poder de recom· pcJ1sa y al de coerción. Con todo. este análisis nos parece prometedor y daremos como ejemplo el caso de conflicto entre dos personas en que el poder es asimétrico: uno tiene el poder y eJ otro no. Ra,,cn y Kruglanski tratan de predecir cuáles pueden ser las reacciones del individuo influido (13) frente al agcnt" de influencia (A). pam cada tipo de poder. En este sentido. vuelven a tomar una clasificación de K. Hor· ney (1945), de las reacc,ones qu.e pueden tenerse írcnte a otro. de reaccionar hacia (mOl'ing roward). de alej3rse (movi11g away) y de reac, cionar con1ra (tnQving againsr J. Diíercncian estas reacciones con arre· glo a varios aivcles de análisis: el comportnmicnto manifiesto obser· vable por A, las opiniones personales. In imeracción con B y la evaluación de B o su identificación con él. Las indicaciones de los autores no pueden ser sino hipotélicas. a íalta de estudios sistemá· ticos peninentes. La tabla I pros~nta estas hipótesis y pone de ma· nifiesto los re<ultndos distintos que cabe esperar, según el tipo de poder utilizado por el agente de influencia A en un conílicto con B.

Tabla l. E/«IO.l de u1ilit.acló11 dtl ,x,dtt JOClol ~n 1l1111ino1 dr IY'attionar hacia (+)

Of('jnrst (O) y f«'tléf"lt1114,r t:ontra (- ) f'I ag~nte dl! i'nfluencla

Fut:nte del poder d< A

Recampt"ni.'l Coerción Lca;tim_idad Cc,mpt"tcncin Rd'"•rencia J.aform:,ción

E/tCIOI sobrt B t·O,nporra-.--n,;tnto ,na- Opiniones lntcraa:ión Jden1iflcaci6n

nlflttto pri~aúos con A con A.

+ + + + + +

o

+ + + +

+

o o + 01

o

o o +

Los autores hacen el mismo análisis en el caso de con1'.!cto en que el mismo pOdc,r o dos poderes diferentes son utmiados por am, OOs adversarios. Pero este análisis no es sino aproxin1n1ivo. debido a la complejidad de la situación y la cantidad de variables cn juego.

cCI anili..si, complt-10 dél coníliclo diidic:o cxigjri:a tomar en con5iderndón lu carncttrísliC\s de la., do$ partes, de 13.J pcrcepdoncs de ,., y del otro y las Cuentes de poder que pueden utilizar; de todo ello podr1:imos prcvt'r qu6 h:i.'le. de poder sera la que en TC11.1idad utilice cada parte. La utili1.1tci6n de una dctc.rminadn coos1eh\ci6n de- íucntc.1 de poder altcr.1.rá. a fU w.r.. hu pcrccp.­c:iunci que cád;i una tenga de sf misma )' de la Olr.l. Esto, a su vez. uunbito, ICRrtt-11.rf.i. n.uevos cambios en ta, prcfcrcnci.;is de poder, de panc de cacb w,u (Raven ) Krugl.aoskl, 1970, p. 105)

61!)

fu1udios sobre el poder

No solamente los protagonistas están en ull~racci,\n reciproca, sino que las diversas variables lo está a también, las unas con las otras· la utilización de un 1ipo de poder por una de ellas provoca cierta; reacciones de Ju otro.. que pueden obligar a la primero a utili1.ar un poder distinto. Sin embargo. e.te análisis del papel que desempcfui lo naturaleza del poder utihzado en el curso de un conílicto. nos parece que debería conducir a un mejor conocimiento del desarrollo de los conflictos diJ!dicos y. en consecuencia, prever su resultado o rcsul· ta dos.

b) Los aspectos cuantitativos del poder

Aqui no se trata ya tanto de la naturale2a del poder cuanto de la cantidad que posee cada adversario y de sus implicaciones en el des· arrollo del confficto: - ¿ Varían las estrategias y los resultados de un conílicto cuando los

adversarios poseen poco o mucho poder? - Cuando hav asimetría del poder entre los adversarios. ¿cuáles

pueden ser· 1as estrategias del íucrte y del débil y cu:!les son las variables que iníluycn en la utilización de las distintas estrategias posibles? Los estudios referidos a los aspectos cuantitativos del poder se

limitan. por Jo general, al poder de coerción o al de recompensa Además. la manipulación de la co.ntldad de poder. según sean los estudfos. se hace de dos maneras muy diferentes: - por el control que ejerce A sobro los resultados de B. Volvemos

a encontramos nqul en el contexto de formalización de la teoría de los juegos y el poder de cada uno se define por las ganancias que figuran en una matrii;

- por la cantidtul de recursos de que disponga cada uno al principio de la situación.

Si111ac-io11es de {JO(ler igual. Reseñaremos aqui los resultados de algunos estudios que utilizan una u otra manipulación del poder. Los primeros estudios que dieron cierto impulso en este terreno son los de DeuLsch y Krauss (1960 y 1962), que luego han sido prnlon· gados o criticados por los de Kelky (1965), Homstcin ( 1965). Gum· pen (1967). Tedeschi y olros (!970), etc.

Deutseh y Krauss (1960. 1962) han hocho experiencias utiliza.ndo un juego de camiones. Dos indi,•iduos tienen que llevar su respectivo camión a dos destinos opuestos. La ruta es de un solo carril en una porción del trayecto más cono y está disponible una ruta más larga para cada uno, pero las penalidades son cle,•ndas. Se imponen tres condiciones experimentales: que las dos partes puedan manipular una puerta que cierra al adve1sario el acceso a la ruta de un solo carril

,sq

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(amennza bilateral). que uno solo do eUos tenga este poder. o que no lo posea ninguno. Los resultados muestran que las ganancias con­junllls de los individuos son las más bajas en la situación de ame­nazn bilateral. intem1edias en la de amenaza unilateral. y las m:is ahas cuando ninguno posee el recurso amenazante. El estudio de Homsteon ( 1965), que manipula la importancia de las amcnaias, com· plemenlll los de Dcutséh y Krnuss. En situación de poder igual. cuan· 10 mayor es la ,mportaocia de la amenaia. menos elevadas son las gananci::,c: conjuntas de los adversario~. EsLos resultados se explican por un mecanismo de escalad:. en el conHicto: el empleo de una an1cnaza trae consigo el de una contraamenaza } así sucesivamente. Este proceso de ese:, lada se caracteriza. segun Deut,ch y Krauss (1962) y Gumpert (1967) por la iJtducción de actitudes hostiles y por la escasez de con)unicaciones e,ntrc los adversarios. comunicaciones que no sirven sino p:ira enviar las amenazas. Dicho de otro modo. la disponibilidad de amenazas de un:, pane y de la otra refuerza las bases afectivas del confli~10 y hace difícil su solución.

Notemos aqul lo controversin que ha surgitlo entre Kclley (1965) y Deutsch y Krauss. en lomo de la manipulaci6n de la amenaz.t del recurso de la, puenas. Eo la opinión de Kelley. la existencia de otra rulll más larga eitplica la parvedad de los resultados conjuntos de los dos adversarios en la situación de las amenazas reciprocas. En efecto. al tomar la ruta larga. unu de los individuos logra resultados pobres. que no son imputables má~ que al tiempo pa.~do en la utili1.aci6n de dicha rula. El conllicto no se ha reforzado, sino que. simplemente, es más largo el tiempo empleado por una de las partes en llegar a su meta. Kclley reíuta. pues. la interpretación de los autores. El estudio de Shomer. Davis y Kellcy ( 1966) muestra que, en ausencia de esta ruta más larga. los protagoniStaS terminan por aprender a colaborar. pese a la posible utilización de amcnaz.1s bilaterales. El connicto es. simplemente. más largo de resolver. El rocurso a la ruta larga, en el estudio de Dcutsch y Krauss. se interpreta como la posibilidad de rehuir la situación. ¿No es posible generali1.ar esl3 idea. de que en una situación de amena?;IS bilaterales los adversarios pueden muy bien optar. en dctermin~dos casos. por c-scurrir el bulto, por sa~rse <le las normas establecidas?

Siruudo11e., de poder desi¡¡ual. Se tralll do los situaciones en que el poder de coerción no es el mismo para cada adversario. Los rcsul­llldos de Deutsch y Krauss demuestran que en tales c.1sos las ga· nancias conjuntas de las partes son intermedias : más elevadas que en el caso de las amcnaws bilaterales. pero menores que en la ausen· cia de amenazas.

Los estudios de Solomon (1960). Homstein (1965), Gahagaa y Tedeschi (1960) se valen de juegos e>perimcntlllcs en los que el poder consiste en In posibilidad de reducir las ganancias del adversario Los

Lo

Estudios sobre el poder

autores demuestran que los juegos de poder dfüal son más colabora­dores y más sumisos que en las si1u.1ciones de poder iimftrico y que las ganancias son tanto más elevadas cuantn más marcada sea la disparidad del poder. Añadamos que la noción de credibilidad de la amcns1.:1 es uno variable impor1nn1c. Horni y Tedeschi (1969) han demostrado que la cred ibilidnd y la importMcia del castigo están po­sitivamente vinculadas con 13 sumisión. Apíelbaum 0974) formula a estos estudios una crítica muy pertinente: todos se basan en la idea subyacen1c de que la sun11si6n del débil es de desear: ninguna de estos experiencias deja al sujeto débil otro opción que la de some­terse. Apoyándose luego en cierta cantidad de estudios cuyos obje1ivos no han sido siempre de dar respuesta a esta cuestión. formula la hipótesis según la cual en una situación de displridad del poder. el sujeto débil trata en primer lugar. antes de someterse. de restablecer el equilibrio. la igualdad. si piens., que sea posible re~wbleccrlo. Se­gún Homstcin (196S). los sujetos débiles apelan a la amenaza cuandn no es grande la desigualdad con el adversario. pero no la empican cuaJ1do es elevada: los mismos resultados sumioi,tran Tedeschi y otros (1970). Apfclbaum fonnula In siguiente hipótesis: cuando la des· igualdad es grande. y existen otras estrategias aparte de la sumisión. el sujeto d~bil las utilizará; especialmente la huida de la situación o una acción agresiva desesperado e inadaptada. Evadirse de la siLua­ción es. con frecuencia. la única manifestación de poder del débil. la única manera que 1icno de oponerse a l más fuerte. Una experiencia de Berger y Tedcschi (1969) permite comprobar esta hipótesis. Los sujetos del experimento son niños blancos y negros que interactúan en el marco del dilema del prisionero. Además de las dos estrategias habituales. tienen la posibilidad de escoger. cada siete ensayos. una tercera vla de acción (In llamada :11(> op1ion). que les permite sali= de la sÍluacióu del dilema. pero que implica costes elevados para el sujeto. Los negros no usan con más frecuencia que los blancos esta :ap op1io11, pero si se valen más a menudo de una estrategia de cooperación con la contraparte, y se valen de efü a cualquier coste. al paso que los blancos la utilizan más cuando resulta menos costosa.

e.La :.op optlfJn c.ondltc en quiuarle :t P (cJ ,¡ujct.o (ucnc) llgún c:lcmcntu que W (el st.1j,é.to dtbil) tuponc que P "1110ril".ll. l!t uso d~ es-ta eslmtegla put.•:dt cntOIK'Cll c:nntldcnirsc romo un modo de ttdudr la di'iparidacl inicial de poder Y de obt~ner un conlnll mutuo \Obrt La C\'l11uc1ón de b. rclac1ón Esto se ronflrm:t aun m.'\,¡: por el hecho de que los sujetos débiles son pro­pc:m:os 11. incurrir en Jo,; co1l1!$ d..: l:a utiliz:aci6n de ~lll :ap oprln11• (Apfcl­b.,um. 1974. p. 1%).

El autor formula la hipóte~is de que. cuando no está directa y expresamente disponible una acción semejante. los sujetos débiles bus­Qin\n una y probarán de innovar.

lo\

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CotL\idcr:.actone, :.obre el confliclo $QC.'"ml

e.El comportamiento de lnnó":u:i6n po,t.:c:, para el ;rupo oprl.Dlido: uiu función C'.)n~1rueCi\'a en el d..:sutK!Jl<J del oonfticto. ln\"c~do nu~vd.S acaon~, en et c:unpo cognosciU\'\J, el grupo dCbít oonrnbu~\! ll 1r cst-:i.bkal.'n~o. p:iubD~ n:uncntc nucv:as ronnas y, a br¡o pl~zo. u ~gurar una nc-goaac160 mis 1...,quilibrad;i» (Apíclb.turn, p. 148).

E,,to no es, por el momento, m:!s que una hipótesis que el autor planea "erilicar en una sene de experimentos ad hoc. O,~de ahora, se puede cuco11,ror una comprobac,on en .el plano SO{'lológ,c?, en e~ re· cur$<> 3 Ja violencia o n la insurrecc,óo de las categonas ~oc,ales

0 de los pueblos desfa,.orccidos u oprimidos (d. pp. 7 Is Y 95).

e) Las coaliciones

El estudio de las coalici,mc,, consutuyc un caso particular de los C>tudios sobn: el poder en el s.eno de un conflicto. Varios autores ban intentado elaborar una teoria d.: la íonnación de las coaliciones en los gruP<-'S y especialmente en las triadas (Milis. 1954.: Caplow. 1956: Gamson. 1961. Vinackc y Arkoff, 1957) El más reciente es el de Gamson y a él no, referiremos aquí.

l'ucde definirse la coalición como la uníón de dos o más indivi­duos ante uno o varios adversarios. E,,ta unión se establece. en ge· neral, entre individuos o grupos que divergen, sea en el plano de los medios quo s., utilizaran para alcanzar un objdivo a largo pla2.0, sea en el tl!Tfcno de los valMes. pero que deciden unirse ten,pora· riamcntc y posponer sus divergencias para formar un frente contra otroS individuos o grupos. l..:l vida política, social e internacional es ric-..i en nlianzas semejantes. que se rompen cuando la situación ya no requiere dícha unión. l..:l coalición apunta, pues, a un objetivo inme· diato y no presupone un consenso profundo. Cada miembro de la albn2'l preserva su identidad. En este sentido la coalición se diferencia de un grupo en cuyo seno es indispensable un C(lnsenso fundamental mJnimo ) en el cual la identidad de los elementos se dJluye en una totalidad. que es el grupo. La coalición reside en el uso común de los recursos disponible, de cada miembro, es decir. el uso común de determinado poder, susceptible d~ superar al del adversario. y que llSimismo p<:rmtte lograr la metu perseguida.

En 13 vida politica y social se asiste • este lipo de poner en común rontra uatura.· dos servicios de unn organización se aUan tempor:iriamente aunque h3)an estado siempre en conllicto; dos sin· dic.11os rivales concuerdan unidad de acci(,n con vistas a una huelga importante: los sindicatos obreros se alían por un tiempo con las organizaciones de pequeños comercinntcs, aunque las ideologías de w1os y l1tros C!-té.n en c.-0nflicto.

L, psieologia social intenta, por medio de la CJtpcrimcntación con grupos de ""' personas. sobre tilde>, de estudiar los procesos de forma·

"l.

&tudio, sobre el poder

ción de las cooLiciones, principalmente a pa rtir del poder respectivo de las partes presentes. Reseñaremos nqui la teoría de Gamson (1961). que nos parece la m:is previsora. por el momento. Su teoría no se aplica más que en Las situaciones ea que se dan todas las condiciones siguieaLCS:

1) debe tomarse una decisión en el seno de un conjunto que com· prende más de dos unidades que tratan de elevar al máximo sus ganancias;

2) ningUJla solución putdc maximizar las ganancias de todos los miembros;

3) ningün miembro posee por si solo el poder absoluto sobre todos los demás, definiéndose el poder en términos de recursos dispo· niblcs:

4) ningún participante posee poder de veto, es decir. no dcb<l fo,. mar parte de toda coalición pnra que ésta gane.

La silllllción de define, además, por cierto número de par:imcLTos :

n) el poder de cada uno de los miembros del grupo, es decir, sus recursos iniciales;

b) cada coalición consiste en una unión particular de ciertos miem• bros del grupo por la cual se conocen tanto las ganancias como las pérdidas de los que no son miembros de la coalición;

e) las preferencias e,,tratégicas no utilitarias. o sea las que dependen de variables dístin111s del poder inicial, por ejemplo. las afinida· des interpersonales o ideológicas:

d) el punto de decisión eficaz. es decir. la cantidad de poder nece· saria para controlar la decisión.

Dos nociones complementan el arsenal conceptual de Gamson: la coalici6n ganadora n1íni111a, esto es, una coolición gnnadora tal que la defecci(m de uno solo de S'us miembros le impedirá ganar. y la c(J(Jfició11 ganadora menos cosroso., o sea la coalición ganadora minima que posca un total de recursos lo m:ls cercano posible al punto de decisión. Por último. para que una coolición se constituya. es nece­sario que haya reciprocidad de elección enLTe los ponicipantes. Gam­soo demuestra que la coalición que se constituye dentro de estos límites es la coalición ganadora menos C<'~tosa. Cuando un miembro puede elegir entre dos coaliciones ganadoras que procuren las mismas ganancias. optara por aquella en que la dis:paridad de recursos entre los miembros sea menor. toda vez que e~istc una nonna de propor· cionalidad que hace que, dentro de una coalición. las ganancias se repartan a prorrata de los recursos iniciales aportados por cada miem­bro. Supongamos que en una coalición política se repartan los votos tres tendencias. sin que ninguna tenga la mayorla absoluta: A. 48 %:

"'~

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Consideraciones sobr.:. el c.onRicto ,ocial

B. 30 %, y C. 22 %, La coalici6n BC tiene muy buenas probabili, dadcs de constiLulr,;e, puesto que en tal coalición gan.'lrian más B y C. con anc,;lo a la norma de proporcionalidad en el reparto de ga· nancias.

Los rcsulLados de experimento~ emprendidos en grupos de tres personas en los cuales las preferencias no uúlitarias (afinidades dí, vcl'Sa.)) se 1ua111ienen con~tantc~. ratifican la tcoria de Gamson. Es evidenLe que en In realidad social ~ política estas preferencias no uti· liwias - talos como las preferencias idc'Ológicas o personales - vie­nen a complkar la situación, porque están lejos de ser iguales entre los dist.intos asociado, posibles . .Todas las previsiones concernientes a la formación de una coalición deberán, pues. tomar en cuenlll el peso que cada uno de los miembros adjudica a dichas preferencias no uúlit.tria~. Ahor,1 bien, estas preferencias íonnan parte de los aspectos afccLi,os y subyacentes del conflicto, que tenemos ahora que abordar.

q Los aspectos afectfros del co11//ic10

Entendemos por aspectos afeclivi>S el conjunto de variables que definen lo que Deutsch ( 1969) llama conflic10 subya,·ente, para diferenciarlo del conJliclo manifiesto. Se Hnta de las actitudes, es1ercot.ipos y repre­sentaciones recíprocos que los grupos en conflicto elaboran los unos r~-peclo de los otrM, asi como los factores de personalidad en las situaciones de conflicto inLer¡x,f'<m>I. Puede decirse que los aspectos estructurales contribuyen a definir la situad6n confiicLiva, mientras que n los aspectos afectivos se los conbidcra. en general. como con.se• cucncia, de la situación de conílicto. El conílícto, que se define por una relación anLag6nica respecto de un mis,M objetivo o por la perse· cución intcrdcpcndientc de obj,!tivos contradic1orios. así como por la naturaleza y cantidad de poder que po~n los actores. implica cienas act.iwdcs. c,,1crco1ipos y representaciones de dichos actores, unos res­pecto de 01ros. Pero cabe suponer que. a su vez.. estas actitudes pueden inHuir sobre los aspectos cstr11cturales del conOícto. bien perpetu.indo· los o bien modificándolos. En resumen. en el marco de los conflictos in1erpersonales, puede fonnularsc la hip61csis de que los rasgos de personalidad de los individuos también iníluyen en el desarrollo de los conflictos.

Los tsLudios risurosos hechos en este campo preciso son poco abundantes y poco sistemáhcos. Si bien son muchos los estudios sobre las actitudes y las relaciones interémicas (cf. Hnrding y otros. 1969). raras son las iovestigacíones tendentes a echar luz sobre las iotérac· ciooes que existen entre las variables estrucLurales y afectivas del con Dicto.

l. Los estereotipos negativos provienen de la ex"'1cncia de grupos independientes y compe1itivos

Sherif es el primer autor que ha tratado de estudiar esta cuestión por medio de la experimentación (1953, 1961, 1966). Ha logrado poner de manifics1o el surgimiento de estereotipos negaLivos en estructuras de relaciones intcrgrupalcs. asi como definir un modo eficaz de re­solver el conflicto. En tres experimentos sobre el Lcrrcno rcnhzados en colonias veraniegas para varones de 11 a 13 años, este autor ha podido verificar las siguientes hipótesis:

1) cuando individuos que no se conocíao se encuentran en un mis­mo gr11po. se establecen entre ellos relaciones de amistad basadas en la atracción personal y en la comunidad de intereses y de

gustos; 2) cuando a estos mismos individuos se los distribuye luego en dos

gmpos diferentes y sin contacto entre sí. de suerte que en el sen? de cada grupo solamente subsista la 1ercera parte de las afini­dades. se compr11cba que los vínculos de afinidad se modifican en beneficio de los miembros del grupo en cuestión;

3) cuando. en cs1os grupos. los individuos interactúan en actividades interesantes y que requieran cierta interdependencia para logr:ir las mellls. se elabora en lo, mismos grupos una estructura esta­tutaria y de funciones diferenciadas;

4) cuando ambos grupos toman contacto en actividades compctili· vas, aparece la hostilidad entre ambos: elaboración de actitudes e im:lgencs reciprocas desfavorables. sobrcstimación de lo que produce el in-group y subestimación del 0111-group;

5) en tales condiciones se observa un incremento de la solidaridad iotragrupal y un cambio de la organización interna de cada grupo;

G) la manera más eficaz de resolver el conflicto y de restablecer ae-1Íludes intergrupales favorables consiste en la participGción en actividades que promuevan objetivos superiores a :u~bos grupos y que ninguno pueda alcanzar por si solo (superordmate gools).

De los tres experimentos armados a base de un modelo similar. el tercero es el más sistemático. Los niños de 11 a 13 años. elegidos de manera que no se conocieran entre sl. que no tuvieran problemo.s ca· racterológicos ni diferencias socioculturales demasiado notorias, fueron primero reunidos para que se conocieran. SheriJ los distribuyó luego en dos grupos. de manera que, dentro de cada grupo, cada individuo no volviera a encontrar m:ls que a un tercio de sus amigos. Estos dos grupos comc01aron entonces a funcionar por separado; comidas. juegos, na111Ción, remo. Se dio entonces la. cstru~turaei6n de _cada grupo con arreglo a estatutos y a papeles d1fcrenciados. A contmua·

65

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Cu,uu.lcrac.,ones sobre ~• ronfl,.:10 ?ilXIJ.I

ci6n se puso en contacto a ambos grupos, para actividades competi­tivas organizadas en un lomeo. A¡Mreci6 13 hostilidad inter¡¡rup-•1 y los miembros de nmbos grupos se consideraron adver,;arios: insultos. gr=as, cxped1cionei. punihvas. Uno de los grupos quemó cl bandcrln dcl orro; blllita los antiguos amigó, llegaron a agredirse o injuriarl>I!. Concluido el torneo, cada grup1, s.: negó a tener el menor conwcto con el otro, ,iquicra en actividades no competitivas, como ir juntos a ""' una pclicula. Cada grupo sobrcvaforó su propia actuación y subvaloró la del otro, incluso en el caso de lu; objetivamente perde­dores. En uno de los grupos, el caudillo fue despojado de su liderazgo. por no haberse mos:r.ido baswnte vengativo respecto del 01ro grupo. Un observador foráneo qu~ hubiese llegado en ese momen10, habría simplemente Uegndo u la conclusión. por las conduc1as visibles, de que cslóS muchachos (que erJn «la flor y nata» de los ambientes de donde procedían) eran peligrosos y anom,alcs, unos «gamberros» (Sherif, 1966, p. 85).

Para reducir el cooílicto, Shcrií y sus colabomdorcs elaboraron dos fases: una primera, de encuentros de ambos grupos para activi, dadcs que no implicaran interdependencia alguna, salvo la de comer en el mi.smo recinto o ver una mis,na película o uno~ ruegos artilí• ciales. Esta fose. lejos de reducir el conílicto, dio oponunidad para que :imhos grupos ,e agredieran . La segunda fase promovió activida­des en las que una m.i,mo meta no pudiera ser alcanzada sino mediante la colaboración: un accidente en el agua que obligó a la participa­ción activa de ambos grupos. una avería del camión que transporlaba b comida duranle un p3""o, uno colecta para ver w1a película. Es1as tres atividadcs que no podian realizarse más que haciendo fondo común de los recursos de los dos grupos (su{"'Tordi11u1e gooJ) no disi, paron · inmediatamente las hostilidades. pero. gradu:ilmcnte, «las acti· vidadcs que requerían interdependencia redujeron d conílicto y la hostilidad enlre los grupos. Como consecuencia. los miembros de los dos grupos empezaron a trotarse m;ls amistosamente» (Sherií. 1966, p. 90). Las conductas agr,-sivas se alcnuuron Fin:ilmente, ante la posibilidad de regresar en dos autobuses scparodos o en el mismo, los miembros de los dos grupos pidieron fer transportados en cl mismo. Los diálogos de los muchachos ratificaron el cambio de ac1i1udes.

Los resultados de Sherif mucslran con claridad que dos grupos independientes puestos en interacción competitiva elaboran cs1creoti­pos negativos recíprocos. al paso que puedeo elaborar actitudes muy positivas respecto del @rupo propio. El 0111-group es desvalorizado y es objeto de actitudes y conductas hostilC$ y agresivas. Dicho de otrn manera, en situación de competencia. los C!ttcreolipos nc-gath•os son consecuencia de lo constitución en grupos independientes. La reducción de las actitudes hostiles no puede lograrse sino mediante actividades en que la mela exceda a cada grupo y sea común a ambos.

(.c.,

El Icnómtno de carc¡on7..ac.16n social

es decir, mediante unn situación .que reduzca la constitu~ión c_n dos grupos independientes y anwg6111cos, que redu,ca la ex,stenc,a del

coo0ic10. . Otros estudios con oüios confinnan estos tres expenmentos de

Shcrif: Susmnn y Veil (1960). Avigdor (1952) y Jamous y Lemaine (1962). Asimismo. estudios realizados con adultos han pueslo de ma­nifiesto fenómenos completamente símilarcs a los observados por She· rií. Blakc y Mouton (1961. 1962) han demos1mdo que en el marco de empresas constituidas en grupos competitivos se observa el refuerzo de la estructura de los grupos y de la cohesión in1cma. a5l como acti• tudcs de denigrar al grupo rival, falm de atención a las similitudes en aras de las diferencias en las propuestas de acuerdo de los dos grupos en uoa negociación, y sobrevaloración por cada grupo de su propia producción, ligada a una desvalorac16n de la del orro grupo.

2. El fenómeno de categorización social

Según Sberif. el efecto de estereotipo de las ~cütudcs y de las. repre­sentaciones entre dos grupos se debe a la ex,stenc,a de metas lllCOm· patíbks o de una competencia por la misma n~eta: <;>tro~ estudios m~~ recientes demuestran que hay un efecto de d1scnmmac16n en las relaciones intcrgrupales, incluso en ausencia de conílicto o competen­cia. Este fenómeno se llama categorización social. Las investigaciones de Ferguson y KeUey (1966) y de Robbio y Horwitz (1969) dcmues· tran que en una situación no oon1pe.titiva los individuos pcrtcncc.ientcs a un grupo dado. pero que no han participado en la actividad juZ!::'da, sobrevaloran la actuación del grupo a que pertenecen. o a sus miem­bros. y subvaloran la actuación del otro grupo o a sus miembros. Existe, entonces. en el plano de la percepción, un cfcclo discriminon!•· independiente de toda competencia o cooílicto enlfe los grupos. Do,se (1969a} ha observado el mismo efecto. en las opiniones de los alum­nos de una gma escuela. al hacerse referencia a un grupo rival. Los sujetos, en el grupo de control. debian dar su opinión personal acerca de su escuela; luego, su opinión después de una discusión en grupo: y, en el grupci experimental, dar además su o_pinión presu?ta sobre los alumnos de una =uela de la competencia. La mención do la escuela rival originó una polarización de opiniones. Algunos estudios sobre este efecto discriminante demuestran que se trata de un fenómeno transcritcrial: la diferenciación enlre dos grupos se esta­blece en el nivel de criterios, opiniones, percepciones y conductas diferentes; la percepción de camclcrlsticas ncgatiY'.lS del out-gro_up corre parejas con las opiniones desfavorables y las conductas hos11lcs respecto de él. Doisc y otros (1972) han puesto de manifiesto esta vinculación entre conductas y act iludes discriminatorias en las rela­ciones intcrgrupales y Doise volvió a verificarlo un aao más larde (1973a}.

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Consldetac1oní.a ¡obre el coun1~,o $0Cl..l.l

Éstos estudios complementan el experimento de Taj!el y colabora· dores (197 ll, que estableció claramente que unos sujetos dis1tibuidos en dos grupos con arreglo a sus prcferc_ncins estéticas favorec,~ si~tc­máticamente a los miembros de su propio grupo a k, hora de nd¡ud1car

el dinero.

3. Los estereotipos negativos inducen la adopción de conduelas com­

petitivas

Se unta aqui de la hipótesis inversa de la de Sherif; las actitudes negativas pueden ser causa, y no efecto, de la competición. Algunos estudios permiten verificar esta hipótesis; Doise (1969b) demuestra que las representaciones negativas preceden a lt1 interacción con un grupo adversario. Ya antes de la interacción, los sujetos de grupos distintos :llribuían motivaciones más competitivas a los miembros de grupos adversarios que a los miembros del propio. Trátase aqui_ de lo que Doise llama 4representación anticipadora». Esta represcntac,ón, «que atribuye ciertas motivaciones al grupo opuesto. fncilita la acción que haya de emprenderse frente a este último• ( 1973b, p. 211). Tam­bibl Deutseb ha puesto de manifiesto el impacto que causan. sobre el comportamiento interpersonal en situación de con~ict~. algunas normas inducidas por el expcrimcmador. Én una expcncnc,~ en que se nplicó el dilema del prisionero (1960). el autor determinó. me· diante consignas. tres orientaciones motivacionalcs: una de colabo­ración ( «usted quiere gana.r todo el dinero que puc.la y quiere que también su contraparte gane»). una indi\'idualista («usted no le va a apoyar ni o derrotar. Lo que usted quiere es ganar todo el dinero posible y le importa un pito lo que le pase al otro») y una compe,­miva ( «usted quiere ganar todo el dinero que pueda y más que el ol!o»). Las tres situaciones, caracteriz.,das por motivaciones diferen­tes. produjeron actitudes y conductas también diferentes: la orienta· cíón colaboracionista mutua produjo la confianzn y la comunicación honesta, que produjeron una ganancia mutua; la orientación compe­titiva acarreó sospechas y una conducta eitploratoria. así como comu­nicaciones hostiles o erróneas que condujeron a pérdidas muruas. y la orientación individualista llevó a resultados aproximados a los de la segundo condición. Krauss (1966) obtuvo resultados todavia más cercanos a la hipótesis antes enunciada Cuando el experimen­tador induce In percepción de la similnridad de actitudes morales Y politicas en tos dos adversarios. los comportamientos observables en el juego de los camiones son más colaboracionistas que cuando lo que se induce es la diferencia de actitudes. Dos estudios citados por l)cutsch (1973), uno de James Farr y otro de J. Margolín, demues· tran que cuando dos sujetos tienen una aciitud idéntica hacia un tercero. tienden a tener estrategias más colaboradoras ea un juego de

Pct10Dalid:.d en Jo,¡: conflictos ia1crpenonalct

dilema del prisionero, y estrategias mas competitivas cuando tienen actitudes divergentes sobre esa ten:cra persona. Apf.lbaum (1967) ha hecho la prueba de que ta inducción de una representación del adver­s,irio influye eo la proporción de opciones colaboraciooistas en un juego de dilema del prisionero. Cuando la reprcsentnc.ión del compa· ñero es la de «a toma y daca». induce más opciones a la cooperación que la representación de un compañero «igualitario» (siempre cola· bomdor) o personal (que maximiw sólo sus ganancias). El campa· iícro «a toma y daca» calca sus opciones de las dd sujeto: es un verdadero «interactor». Apfelbaum demuestra así la importancia de la

reactividad interpersonal.

«~ra tl dC$3rTOllo de la. col.i)bornc:ión. el v.1Jor instrumcnt.il de 1.n. repre­sentación .!i'i! muc'itta, pu1.-s. \f'inculado n la n006n de rcacth,id3d intcrpcra.oni)I Cu:indu 13 rcprtii:nt:tción dt la co.nu·a~ne implica C$tc componente de rcacti­\'ld.'ld in1.crpcnonal, lus sujetm wn caµaet\ de apn:ndcr a cobborar, cuo.1-quicm. que hi:a.y.i tido su Qñcn1aci6n inicial» (p. '294).

Este estudio se confirma con el de Abric y otros (1967). que de­muestra que los sujetos que juegan contra una máquina (que, por lo l.'lnto. carece de todo componente de reactividad personal) son menos cooperativos que tos que juegan contra un jugador humano.

Por la lectura de estas investigaciones puede, pues. decirse que las representaciones y los estereotipos interpersonales (o intergrupa· les) pued"n inducir un tipo especial de interacción. De aquí se des­prende wta doble interacción entre comportamiento competitivo y actitudes intergrupalcs o interpersono.lcs. Por un lado. Shcrif ha de­mostrado que la situación de competencia induce estereotipos nega­tivos enl!e los grupos. y por otro. algunos autores haa puesto también de relieve el efecto determinante de las actitudes y representaciones sobre la interacción. Habría. entonces, una doble caus,ilidad entre actitudes y comportamientos: las actitudes y representaciones pueden ser producto de una situación de conflicto. pero, a su vez, inJluyen en el desarrollo del conJlícto, sea por un refuerzo de los componentes competitivos y agresivos. sea por una reducción de estos mismos comportamientos en beneficio de las conducutS cooperativas.

Todos estos estudios, toda,1a poco abundantes. nos dcmuesl!an la utilidad de tomar en cuenia los aspectos representativos. motivacio­nitles y de las actitudes, para comprender la situación de conflicto o para influir en el desarrollo del conflicto.

4. Los factores de personalidad en los conílictos interpcrsooa les

Hasta ahora hemos e¡cpuesto cu~J podrfa ser la influencia de las variables de situación, tanto en el plano de la estructura de la situa· ción, cuanto en el plano de las actitudes y representaciones. Pero,

'')

Page 25: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Consideraciones sob(e el confltct.o social

en una descripción completa de la siiuación de connicto, convendrfa incluir las variables de personalidad de los adversarios. Algunos auto­res han U'atado de poner de manifiesto esta iníluencia, pero pocas investigaciones se han propuesto verificar la parte respectiva, en un connicto interpcri;onaJ, de las variables de situación y du las \'ariables de personalidad. Terhune (l 970), en una excelente reseña de pn>­blemas, trnLl de estableur un equilibrio en este terreno. El autor demuc,tra que sus investigaciones pc=nalcs ( 1968) 1<> han llevado a afirmar que las variables de personalidad eienen mayor iníluencia cuanto menos amenni.as in1porte Ja situación. Cn una situación en que la omena:m nt> existe o es mlnima, las diferencias motivacionales influyen sobre los comportamientos en el cunflieeo: los sujetos que se concentran en el éxieo son los más t'Olaboradores, mientras que los que reparan más en la afiliación son más defensivos y los cenerados en el poder los más expklladores (esms tres categorías se e,,¡tablcccn a partir de respueseas al TA 1). La esU'ucmra cognoscitiva rambién parece tener su inOucncia: Driver (1965) demuestra que los sujceos concretos son más agresivos. porque obron mediante una ,implifica­ción perceptiva que les lleva a eliminar las rcspucseas no :cgresivas. Cunndo ambos sujetos son intolerantes anee la ambigüedad. la sicuación desemboca en conflicto y no en cooperación (Pilisuk y otros, 1965). Los sujeeos dogmáticos (Druckmao, 1967) se resisten a las soluciones de U'asaccióo en una situación de negociación, porque, paro ellos. equivalen a derrotas. Puede decirse, ene0nces, que los sujeeos con· creeos. intolerantes ante el anáfüis o dogmáticos, se comportan de mat1cro más competitiva que los sujetos abst.raclos, tolerantes y no dog­máeicos. que llegan o vhlumbrar una gama más amplia de respuestas posibles.

Por úhimo. algunos estudios ecnerados en el concepto de persono· lidad aueoriearia han demostrado que los sujeeos que tienen una pun­cuación elevado en lo cscnln F son menos cnnfiados (Dcutscb. 1960). más agresivos (Driver, 1965) y más competíti\'OS (Bixcostine y O'Rci­lly. 1966).

En cua,tto a la importancia relativa de las ,oariables de situación y de personalidad en uno situación de confticeo, Tcrhune (1970) llega a la conclusión de que. en ausencia de UJ>a cantidad suficien;e de estudios en este terreno, no pueden formularse sino hipótesis de tra­bajo. Aparentemente, las variables de personalidad actúan más cuando la situación es simple o no comporta amenazas y. dado el caso opues­to, son las variables de sieunción las que pre\'alecen. Hacen folla estudios más siseem:lticos para desvelar los puntos siguientes: cuáles son las ,11riable.~ de personalidad que actúan y cuáles las que no actúan. y cuáles son las situaciones en que estas variables iníluycn sobre los comportamicneos y los resultados del conOicto y en cuáles no inOuycn.

o) Lo violencia coleétiva

El estudio de los conflictos. en que interviene la vi?lencia colectiva nos proporciona la oportunidad de mostrar 1~ necesidad de adop_e~r

a Plurnlidad de nivdcs de análisis en todo mtcnto de comprcns1on

un · 1 del conOieto. No todos los conflictos, foliw1enec. son vio cneo.s en su desarrollo; pero, posiblemente más que en lo, ot:"'· los co~llictos ea

ue ineervienc la violencia cjempllfü:an esl3 plurahdad de vauablcs que ~ucden explicar su desarrollo. Habíamos aludido _antes a la po~ibiUdad que tiene el procagonista dominado en un C<infl1cto de recurrir ~ ac­ciones al margen de las normas del juego. a veces a la m~o\'ac~ón l' otras \'CCC> a las acciones desesperadas. El recurso a 13 v1olenc1a es. frecuentemente. un c¡cmplo. Alguno;; estudios recientes sobre los con­tlictos raciales en los Estados Unidos nos ayudarán n trazar algunas lineas maeseras ae la dinámica de la violencia colectiva y nos de· mostrarán la ncce,idad de los estudios ineerdesciplinarios de los con-

Oictos. Los tumultos raciales de los Estados Unidos, que culminaron entre

1964 y J 969. obligaron a ciertos psiquiatras, sociólogos Y psicosodó­Jogos a dedicarse a la violencia wlcc~~ª· <;:uando se habla de :·,o­/e11cia se dcsi¡¡na, en general, una acc1on directa. tcnd:nte a her,~ o matar a otro. o a desll'uir bienes u objetos; la v1olcnc1a es colecuva cuando la produce deecm,inada cantidad de individuos o de grupos. Esla violencia colectiva se inscribe por regla general en el marco de las manifostncion<S colectivas violentas (riots). Nos parece que el caso de estas manifestaciones o tumultos raciales nos da ocnsión de identificar factores a la vez estructuraks y afectivos en el plano de un conUicto social. Smelser (1963) enumera seis condiciones capaces de prcdispnn~r a un grupo o caecgorla social a la \'iolenccia colecti,o:

1) conJic.ioncs cstruceuralcs. como fas condiciones de vida: con· viene incluir aquí las variable, sociocconúmico., y demográficas: subalimcntación. supe,pobloción. existencia en la sociedad de sub­grupos con grandes diferencias de 1,ts condidones de , ido;

2) la ecruión csuucturnl. como el conflicto en el plano de los va­lores o de las normas de un grupo. la frustración eominu> de las esperanzas y aspiraciones sociaks de este grupo. la incxisttncia de e,tructurns que permitan In cxpresi6n colectiva de las insatis·

facciones; 31 el desarrollo y la impt1rtancio de las reprcscnrncioncs sociales que

idenllfiqucn el origen de la tensi(,n, atribuyan ckrt,s caracterfs­licas neg:,tivas a este origen y recomienden el recurso n la ,·io­lcncia para suprimir fa tensión (gmaali:.ed hosti/c bclie/1:

4) un acontecimiento catalizador que haga las veces de chi~pa denll'O de una mczda de gases explosivos;

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Page 26: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

Consideraciones sobtt el conflicto social

5) la movilización de los participantes en la acción: es de subrayar la importancia del liderazgo y de la comunicacióa;

6) la ausencia relativa de controles sociales y las reducidas expec­tativas de sanciones sociales.

Pnra Smclscr, estos seis raciores, tanto sociológicos como psicoso­ciol6gicos, son suficientes. cuando existen todos. para desencadenar la violencia colectiva. Algunas encuestas recientes han venido a sub­rayar In imbricación de los distintos factores estructurales y afectivos en las manifestaciones raciales. En efecto, se ha puesto de manifiesto la importancia de los factores rcpresentntivos entre los negros y los blancos. Comparando a los grupos que han participado en las mani­festaciones violentas con los que no lo han hecho. Cllplnn y Paigc (1968) demuestran que los manircstantes no están menos favorecidos que los otros en el plano socioecon6mico o sociocultural, sino que han sufrido más en su persona que los otros esta discriminación. Es­tudiando a los activistas negros de Oetroit. Darrow y Lowinger (1968) demostraron que una tercera parte de ellos c.ran pattidruios de la violencia y que cuanto más jóvenes eran más la valoraban (51 % entre los de 16 a 26 olios. contra 20 % de los de 26 a 30). P-Jra estos activistas. el movimfonto por los derechos civiles está moribundo, si bien le reconocen una importancia histórica y una eficacia en los Estados del sur. <El nuevo liderazgo es esencialmente informal y casi no reconocido, tnoto en el esrablishmmr negro como en el blanco. La exigencia esencial de las personas que han respondido n nuestro cuestionario es el selfgovemment• (citado por Bittker. 1970). También CampbeJJ y Schumun (1968). rras haber interrogado a una muestra representativa de 2800 negros de las IS mayores ciudades norte­americanas. llegan n la conclusión de que In violencia como acci6n poUtica o social no ta · preconiza más que Un3 minoría de negros. pero que las actitudes negativas en relación con la policfa están muy art3igadas en la población de color: más de una tercera parte de los interrogados creen que la polida usa de la ruerza sin ratón y que maltrnta a los negros; sólo una cuarta parte manifestó dudas. Aun cuando sólo un 4 % de los interrogados padeció In experiencia de la brutalidad policial. esta proporción es cuatro veces superior a h que se daba entre los blancos. Por lo que hace a la polida. Rossi y otros (1968)_ han estudiado sus actitudes hacia las neiros (4-00 agentes de las mismas 15 grandes ciudades): estos policías (blancos en sus tres ~ua.rtas pru1es) atribuyen mayor criminalidad a los negros de lo que indican las estadísticas oficiales. 50 °4 de los oficiales blancos creen que los negros los consideran sus enemigos y 25 % tienen actitudes francamente hostiles hacia los negros. Los tumultos. en opinión de los policias blancos. son producto de elementos del hamp.1 y de agi­tadores. El unpacto que ejercen estas actitudes ncgalivas reciprocas se pone de manifiesto si se recuerda que la mítad de los tumultos

la \'lolcncla colcctltJD

e tuvieron fugar en 1967 se produ~ron a miz de enfrentamientos :irc la pollc,a y los negros o por denuncias de abJso de autoridad

de la policia. . . Además, aoali:rando las actitude., respecto de la v,olencia, Camp-

bcll y Schuman (1968) demuestran que, si bien la violencia ºº. la preconiza sino una minoría de negros, la mayona le reconoce ¡us­tificación: 60 % creen que los tumulos se jus~ificaban en ta~to e~ reacciones contra condiciones intolerables de vida y de traba¡o. 60 .'º consideran que fueron útiles para la causa. pero sólo (5 % le ad¡u­dica valor táctico a la violencia; esto. sobre todo los ¡6venes ( 16 a 20 años); 75 % de los interrogados no participarían en un tumulto en su ciudad. frente a JO % que si lo harían y JO% que tratarlan

de impedirlo. EsUls encuestas recientes evidencian la imbricación de los Cae·

10res sociocconómicos. ideológicos. representativos y afectivos en la

eclosión de las manircstncioncs violentas de los negros. Bittker (1970). en el final de un nrticulo acerca de la violencia en los conftictos intergrupales. explica de la siguiente manero la aparición de la vio­lencia colectiva por parte de los negros:

1) 10$ negros tienen un acceso muy limitado a las prerrogativas y ventajas de los demás ciudadanos. Esta fuerza de bloqueo es percibida como discriminación racial;

2) las condiciones de vida en los ghetros y .rlums son un recuerdo constante de la cxploU1ci6n a manos de los blancos; u In policía se In ve como una fuerza de ocupación de los blancos. deili· cada más n oprimir que a proteger;

3) los polielas mismos se sienten extranjeros en fa comunidad negra y la agiUlcióo que hacen los negros en dcíensa de sus derechos la consideran una agitnci6n promovida por delincuen·

tts; 4) la interacción policias-negros es explosiva. Los estereotipos ne·

gntivos recíprocos provocan percepciones interpretativas y sel~c­tivas. La menor acción de la policía o de los negros es percibida por la c-0ntraparte como hostil y amenazadora. Cada campo considera que su causa justifica la violencia como defensa frente

3.1 otro campo; 5) las soluciones no violentas (negociación. partidos politieos. ma­

nifestaciones no violentas), aunque antes bayan sido eficaCA:S en ciertos casos, aparecen ahora como ilusorias para una minoría de negros. Se considera que no han permitido edificar estructuras de poder a la medida de las necesidades de los negros de las grandes ciudades;

6) las promesas del movimiento por los derechos civile., y los medios de comunicación han dado a conocer las espemnws de los negros y han incrementado lu conciencia de la dc;paridad

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Cot.1s1dCtucioncs sobre el contl1clo soc1.:i.l

entre sus condiciones y sus aspiraciones. Las espcrantas frus-1:rndas, unidas oJ sentimiemo de poder alcaozarlas, arrastra a la cólera;

1) los jóvenes, más instruidos que los mayores, son más sensibles a estas disparidades y recha1,11n con mayor facilidad las solu­ciones no violenias en :uas de soludones violentas consideradas más eficaces;

8) la violencia aporta a los jóvenes unas gratificaciones psicoló­gicas en el plano de la imagen de •í mismo, que no le aponan ya los medios tradicionales, como la instrucción. ui violencia puede reforzar el sentimiento de poder, ofrecer una posibilidad de superar la humillación ·Y csiabilizar la idcmidad social de los negros;

9) aparece así. en el seno de la comunidad negra, una ideología tic la violencia que hace descender el umbral del paso a la ac­ción colccliV'.i;

10) el comportamiento de la policía refuerza este descenso del um­bral del paso a la acción y es, con frecuencia. el origen inme· di:uo de In violencia colectiva.

Volvcn1os a cnconLrar. en esta síntesis de las causas de fn vio­lencia imerrocial. el conjunto de variables odelantadas por las distin-1a, concepciones del connicto: varinblcs económicas. estrotégicas. re­laciones de poder. factores vinculados con las intcmcciQnes, las repre­..._...,taciones y las actitudes, factores ligados a la mohvación indivi­dual y a la aulocstimu. Lo que no aparece es la parte alicuow de cada variable en el detcrminl'>m<> de la violencia. Es cloro que eslo pregunta impone que se emprendan inves1igacio11es pluridisciplinarias integradas. que acaban de solir a la luz en los Estados Unidos, pro­movidas por el gobierno federal y por djver>a, fundaciones.

Visión de conjunto

Al concluir este capitulo, creemos necesario precisar lo que de­biera ser Wlll concepcióu e,baustiva del conflicto. Ninguna de las conccpcion<:$ o toorías que hemos pre.sentado nos parece susceptible. por si solo, de describir o de explicar el conflicto. Todas son parcia­les. Asi, por ejemplo. la [rustrJdón no puede explicar por si sola los conflictos sociales. como tampoco ta teoría freudiana de los im­pulsos de muerte. La perspectiva sociológica. ignorada demasiado a menudo por los psicólogos sociales. deja pasar por sus mallas de­masiado ralas los aspectos menos g lobales y más microscópicos de los conflicto, sociales. especialmente la influencia de las inieraccio­ncs propias de cada situación. de las representaciones y de Jas acti­tudes entre miembros de un mismo sistema social. Los estudios

74

V1si6n de con1unlo

·'cosociológicos se limitan, con demasiada frocucncia. al marco del r:bOmlOrÍO y al plano de las relaciones inierpersonak.s. Coda pcrs­pec1h O explora algunos aspectos importames clel eot,llt~t? )' pretc,~der limilar.ie a ella seria un error. Con,c.~dñ~, pues. 1n1c1or 1n,cst1~a· ciones integradas cuyo objetivo lucra_ 1lun11nor lo parle que c~rrcs:

d ea el nacimieolo de los confüctos, a la, muh,ple;, ,anables poo e. . .d 1· . económicas, sociológicas. interactivas. estratc!g,cas. , eo og1cas, perso· nales y biológicas. Nuestro trabajo no >C propone d=nredar este ovillo. sino centrarse. má,; modcslamcntc. en algunos procesos de solución de los conflictos. Antes de abordar este aspecto, no, ha parecido útil señalar que los factores que desempeñan un papel en el desarrollo del conflicto podemos volver o c.nconlrarlos en la ri::so­lución de éste. Em con,•eniente. entonces. reseñarlos. La explos,o_n de un mmuho o el desencadenamiento de una huelga pueden exph­ca.rse por muhitud de faclores. los cuales _,an rnmhién a dese"?peñar un papel eo la interrupción de aquéllos. C11emos algunos: _ccom1m1cO'i y coyunturales, como el encarecimiento del cost~ de _la , ,do: esLratc!­gicos e ideológicos, como la ideología revoluc,onana. o el rechazo de cualquier cambio: !actores vinculados con las relaciones de ~cr dentro de la empresa (como una decisión unilateral de la direcc,ón. derivada de unas relaciones 1,mntes entre dirección Y obreros); fac­tores internos del sindicato (necesidad de alguna 3cción tendente a restablecer la cohesión o a reanimar la militancia o la credibilidad del sindicato): factores relacionados con el lrahajo (ritmo o condi· ciones de trabajo): factores relativos a los representaciones y e<tcreo­lipos que se hacen mutuamente las part.es: factores psic~lógicos in· dividuales (tendencias agresivas, tolerancia de la frustmc,ón por los lideres de una parte o de 01ra). et.o. Si toda hucl@a se curact<;riw por Ja inttí\ención de iodos estos íac1ores. una huelg3 en parltcular se explicará por el canlcter singular de esta in1crvenci6n y se podrá. estudiando con juntarmmte todas estas variables. así como sus rela­ciones partitulurcs. obtener una comprensión completa de dicba huelga y llegar a predecir su evolución y su fin. . . .

Oiremos. en conclusión, que el conflicto es uno s,tuac,ón mu!L•· dimensional que debiera ser estudiada como ta I en una perspcct,va muhid,sciplinaria. tsta es la única estrategia posible, en nuestrJ opinión. susceptible de permitir elaborar una verdadera 1eorla del confticto.

7S

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Capilulo segundo

LA RESOLUCfóN DE LOS CONFLíCTOS

La bistoria y la observación rápida de los ocontecimicntos recientes de nuestra época uos conducen a la siguiente afirmación: todo con· nieto tiene un fin. Un conflicto abierto, de la naturaleza que fuere. no puede perpetuarse. En ef..:to, IIátese de una guerra. de un con­ílicto del trabajo con huelga. de un molln o de una querella. el conOicto debe tenninar de una manera o de otra. porque resulta costoso. Vol• vemos a introducir aqui la noción del coste. que nos parece funda­menllll para comprender de modo global los procesos de resolución de los conflictos; nuestro análisis se centrará en dos formas de solu­ción: la negociación y la mediación.

l . La detención del conflicto

A) El conflicto es costoso

Nuestra afirmación: todo confticto 1iene tin, debe ser especificada u:jos de nosotros la idea de que un confliclo social puede arreglarse de una vez por todas mediante un procedimiento cualquiera de so­lueión. El fin del conRicto no significa que la situación conflictivu baya desaparecido y que lodo connicto abierto haya quedado des· cartado para siempre. El fin de un CQnfficto del trabajo significa quo. en lo inmediato. determinadas soluciones han resultado aceptables para los empleados u obreros y paru la dirección de In empresa. y que el trabajo puede reanudarse. Ha sido posible alcanzar algunos de los objetivos y otros no. El conílicto abierto se detiene. pero puede que subsista de manero más latenle la situación conflicliva.

el.os planc, de paz han ten.ido 1odos ~xito en eltmio.ar alaúo moli\'O o tipo de connícto. peh> nunca 111 g1,1.em misma. (. l Porque los planes de pat.. lo mismo que ~1 pacifismo tradicional. no tte11rrcn ¡ino a. los aspectos bis• 16ricos ) episódicos de l;u guc.rrus. que son su .supco:structuta, y no a la,

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CJ.U~5 ,ociológita\ que son 11u infr;i.c-.1.ruccum pcrmo..ncnto (Oouthou1, 1967 PP ~1-S1).

Cuando hablamos. pues. de rcsoludé>n de los conflictos nos situa· mns en una per~p~ctiva a corto plazo y localizada. en In cual el wnfücto se define por unas metas precisas que cada parte lratn de

ak:ani.ar. El conílicto es costoso: en el plano económico, toda vez que una

guerra cuesta cara' al pals que la pmmuevc. y una huelga _se ca~ac­teriza porque ambas partes dejan de ganar: en el plano ps1eol6g1co. porque 1()do conflicto exige la moviliz:ición de las energías de los individuos. de 1"5 grnpns o de las caicgorias sociales en pugnn, igual qu< el combate entre animales exige una movili2ación fisiol(,gica Y psicológica de los combatientes. En un conflicto. toda la energía se movilim para alcan,.3r las metas fijadas y todas las demás actividades pasan a segundo plano. Pero este coste económico o psicológico puede exceder, en un momento dado. el coste sopormble por el in· dividuo. el grnpo o 13 nación. ya sea porque los daños sulrltlo, son muy imponantes. ya sea porque la continuación del confücto con· tenga el riesgo. a juicio <le los adversarios, de comprometer la su­pervivencia. Son muy raros. en nuestros dlas. IM conftictos sociales o intcmocionalcs que no pueden terminar más que en el exterminio de uno de los rivales. La mayorb de las veces el conHielo se detiene antes, porque una de las partes. o las dos. estiman que el coste del conílicto es más elev:1do qu~ el cnste de su detención. E., nqu1 donde intervienen las regulaciones sociak, del conflicto. l()renz ha demos· trado la exi,tcn~i• de c,w rirnalización del combate inlr3cspecifico entre los animales. que conduce a una regulación del conflicto que evite la muerte del vencido. En el nivel social o el internacional se observo también el establecimiento de norrnas y de ~las que orde· nan el confticto.

Estns norma~ son más o meaos precisas. Klineberg (1957, p. 105) refiere que, en ciertas cu huras. los combates están muy cooificados: entre los aborígenes australianos el combate se detiene cunndo hay un muerto de cadn parte; en algunas tribus indias, concluye a la puesta del sol. En nuestra cultura, los conflictos están meno, codifi­cndos y su detención depende. pues. de In opinión de los belige,antes. La detención del conflicto es el resultado. no de In imposición de la voluntad del más fuerte, su10 de una interacción de los adversa­rios. Es el potencial vencido quien realir.t la paz. Cuando el coste del conflicto, apreciado subjetivamente. sobrepasa los limjtes con~i­dcrados como soport3bles. el potencial vencido intenta hacer entender u su ndvcrsarin que el fin del conOicto es posible. «La guetTa limimda exige limites... pero los límites requieren un acuerdo o. por fo menos. una especie de reconocimiento ) de ascntimicnto mutuos» (Schelling, 1960. p. 53). 1.., detención de un conílícto poco codificado precisa,

-?l,lod()") de resolución de1 coníliclo

I" entonces, del intercambio de signos enlre los beligerantes, de índices simbólicos de victoria o de derroto. Coser analiza muv bien estos mocaoismos en el nivel internacional: la captura de un f~rc milunr o de un lider nacional puede ser la señal. En otros casos. será la toma tic la capital de un pais lo que represente la derrota de uno y la victoria del otro. Estos signos seráo comprendidos por ambos beli· gernntes como c.l precio máximo que puede soportar el potencial vencido. Coser (1967) demuestra que en determinados caso, es difícil la evaluación del coste máJ<imo soportable por el adversario.

c.l.o5 ingle..es no compr<!ndieron (en 1900) que para Jo., boers. rurales como eran. 1.!I campo simboli1::;tb3 la na.c161l mejor que las ciudades; par.­cllm. la gu..:..rra no concluyó sino cuando !a...ltó el forraje y con l11 captura ) el ngo1 .. mjen10 que dicun.:1ron las cab:.JJadas de los ~n.. E.n un p.'\iS en qu..! los hombre:'! vivt;an a cab;tllo. 1~ pérdida d.: l.a~ cab11lpdura1 símbolimb:t lía d<mll•> (Cosor, 1967, p. 46).

Existen finalmente algunn, situaciones, como las guerras coloniale; o los conílicto, del Extremo Oriente. en las cuales ni uno ni otro de los beligerantes se reconocen como vencedor o vencido.

._Puede ocurrir que las partc.11 en conflicto q11i'-'ran Cie'13f el comb,Lt.: sol:i, m¡;:ntc CU2ndo reconozcan que &-u, objetivos no pueden ser alc:anl3dos tino 1\ un precio que no estAn di.spuCSt:3$ a pagar o. mlit g<;ni;ralmenlr. cuando llcg:uc.n a la oonclu.~ión de que. la cootinu:sci6n del conílictn ('.$ mcn01 01.ructiv11 que ti pa.z. En nins:uno de los e.>Jos quicrt11 ac.cpti.r 111 derrota. auo. que ueplcn d~lcnenc ~io hilber logrado 1:. victoria.. E.n t..'\les shuacionC$ pueden \Cnlirsc impuls.tdas a cxplomr lai po<;lbilidade~ de un compromiso» (Coser. 1967, p. 50).

Ea estos casos. el conflicto no puede detenerse sino después de una evaluación de las respectivas fucrnis en liza. evaluación que csui permitido realizar. El conflicto se detiene porque la pa7, después de haberse comprobado qué se est:1 en un callejón sin salida, resulta preferible, para los adversarios, a 13 paz obtenida por el ex1em1inio de uno de los beligerantes. Pero C'oscr demuestra que semejantes conílictos podrfan abreviarse si los adversarios estuvieran en candi· ciones de evaluar. por medio de seña les. su poder respectivo y el coste que cstatian dispuestos a soportar.

«En ~,..: sentido, la inves.ligaci6n orientad• hacia uu comprensión de e1to1 ~imboto, qW! conduce.o a los i.ndi\'}ducis n aceptar wlucloncs intermedias e incluso la. demna. podrln ser 111n válida oomo lil ínvestigad6n re1:i.liva a los símbolos que: empuj:1n a la litucrrn> (Co.scr, 1967, p. 51)

R) Los ma<los de rero/ució11 del co11/li~to

Se puede entonces considerar que el conflicto finaliza con la elimi­nación de uno tic los adversarios o porque el coste sub~tivo del

79

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LD resotucK>n de los conflic:,~

conflicto se torna superior al coste subjetivo de la dcte11cil>n del con­flicto. No vamos o considerar mils que el segundo caso. que es el más frecuente en nuestra sociedad industrializida.

Se pueden definir tres modos: la negociación. la mediación y el arbitraje. Estos tres modos de solución de los conflictos 2 se caracte­riian por una cierta institucionali:znci6n del reglamento del conflicto: determinada cantidad de leyes, de reglas. de códigos, de tradiciones. rigen estos modos {por ejemplo. los con\'enios colectivos) e incluso se han creado organismos sociales o intemacionnles con el fin de favorecer el tipa de reglamento de los conftictos (p.c .• los tribunales de conciliación laboral en Francia, las agencias de conciliación en los Estados Unidos. los organismos dependientes de la ONU. las conferencias internacionales, etc.).

la 11egociació11: Es un procedimiento de discusión que se esta· blece entre las partes adversas por medio de representantes oficiales ) cuyo objetivo es cl de llegar a un acuerdo aceptable por tod~. La negociación se inserta a menudo en un marco mils o menos cocli· ficado y normativo, por ejemplo, la legislación internacional y la legislación del trabajo. Este cuadro jurldko fija - de manera más o menos precisa. según sea la sitW1ci6n del con6icto y del pnls -la.< condiciones en que han de emprenderse y desarrollarse las dis, eusione-s.

La mediación: Se trata de una negociación entre las partes adver­sas en presencia de una tercera parte. neutral. cuyo papel consiste en facilitar la btlsqucda de una solución para el conflicto. El mediador no tiene ningún poder para im¡x,ner una solución a los protagorustas. No es mils que un catalizador. Frecuentemente son las partes adver­sas las que resuelven recurrir n un mediador, por encontrarse la ne­gociación en un callejón sin salida. Algunas veces. como en el nivel internacional. el ofrecimiento de mcdfaci6n puede provenir de la mis· ma. tercera parte.

Conviene subrayar que a menudo. en el campo internacional. la mediación se establece sin contactos directos entre las panes. por discusiones separadas entre el mediador y cadn una de las partes. tsta es la razón por la cual se ha ideado otra técnica y la emplean ciertos especialistas. entre ellos. J.W. Burton. Se trata de reunir a las partes en conflicto ante una comisión de expertos de ciencias sociales y poliúcas, especialistas de la solución de conRictos intemacionale;. quienes, a la manera de un mediador. tratan de favorecer cl estable­cimiento de una comunicación desapasionada entre las partes. Jo que este autor Uama la «comunicación controlada» (cf. Burton, 1969) Si bien esta situación es, desde luego, distinta de aquella en la que existe un solo mediador, puede inferirse. de la lectura de la obrJ de Bunoo. que los objetivos a que se tiende, y lo.\ procesos esenciales

w

• 1

Nc:goci.1ción colectiva en los conflictos del tr.l.Mjo

puestos en práctica por el panel de especialistas, no son diferentes de los observables en las situaciones de mediación en que las partes se reúnen en prescncia de un solo mediador.

El arbitroie: En cl caso del arbitraje, las panes en conflicto se someten al juicio de una tercera parte, para resolver su caso. El árbi· 1ro goza entonces de todo el poder para formular una decisión que tiene fuerza de ley y las partes deben acatarla. El árbitro úcoe. pues. poder de decisión. al paso que el mediador tiene un papel exclusivamente funcional. Según los casos, el arbitraje es obLigatorio o facultativo, de llegarse a un callejón sin salida en las negociaciones. y las condiciones de aplicación del arbitraje fas fija la ley.

Solamente los dos primeros modos de resolución de los conflictos (la negociación y la mediación) ofrecen un gran interés psicosociol6-gieo. El arbitraje, que depende en medida mucho mayor de las dis· ciplinas juridicas, se sale de los lún ites de esta obra y de fo competen­cia del autor: no lo abordaremos. En cambio, In ocgocíac,ón y la mediación son casos privilegiados para el psicosocjólogo, toda vez que definen situaciones de conflicto cuyn solución está en manos de las partes adversas y deriva de la interacción entre ellas.

11. lmportnncio de la negociación eo la socic-dad indu~trialízada

A) La negociación colectfra en los conflictos del trabajo

Los conflictos del trabajo se deben a una disparidad, por no llamarla antinomia. de los objetivos y los \'alores de empleados y pairones. Los partidarios de una sociolog[a intcgracionista afinnan que los ob­jetivos generales son comunes. a saber, la supervivencia de la empresa. que no puede darse sino a través de una intcgruci6a y cooperación de los trabajadores y la dirección. Tal concepción, que considera al conJlicto como una patología do la empresa, nos parece errónea. Los trabajadores (obreros o empleados) tienen un sistema de refe­rencia demasiado distinto del de los ejecutivos y la dirección como para que pueda hablarse de un universo común y de consenso íun· damental. E.n el sistema capitalista. para la dirección de las empresas y para sus propietnrios, el objetivo esencial consiste en que dicha empresa sea financieramente rentable y asegure beneficios a sus due· ños. Para tal efecto, In estrategia consiste en reducir los gastos a sus limites óptimos y en acrecentar los recursos. Tal estrategia ba llevado siempre a la< empresas a procurar el aumento de la productividad, Jo que acarrea, con suma frecuencia, como corolario, la mecani111-ci6n, la automatiz:1ci6n y, por ende. la reducción del personal. Los exhonaciones financieras y de las autoridades para el incremento de la productividad van a menudo co contm del bíenestar de los empica-

~,

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La Sffolución de lo, conftktos

dos y obreros, así como de un mejoramiento sali,,factorio de sus condiciones de 1rabajo. El sistema de rdcrcnda de lo clireeción de las empresas e<;, sobro todo, t'C()t1ómieo. Por lo demás, los patrones. aun tratando a veces de favorecer la partieipaci6n del personaJ en L'l ma_rchn de Ja empresa. raras \·cce, prevén qu\! dich3 pJrticip:ici6n llegue al nivel de la determinación de la polilica general. La <lirec· ci6n de las empresas no tiende n un verdadero repano del poder

A lo que los trabajadores aspiran es o mejorar su nivel de vida, sus condiciones de tmbajo. la seguridad en el empleo y el clima psicológico en el trabajo. Todos éstos objetivos suponen gastos ele· vados. Adcm~s. trotan de incrementar su poder en las instancias de· cisivas. tanto en el nivel de la empresa como en el nivel. más vasto, de la roma industrial. Por Oltimo, en el plano politico e ideológico. en algunos palses. cienos trabajadores tienen una visión revoluciona· ria. Lo que buscan es una modificación luncfamenial de b sociedad por medio de la lucha de clases: desde esta perspectiva. los conOictos del trabajo se inscriben en el marco de la lucha colcc1iva por el poder político. El sistema de rcfcrcnci.1 de lo, trabajadores cs. desde luego. económico, pero sobre tod<> e.xi.,tMcial o íd<0/6gico.

Por imperio de las luchas obreras y del desarrollo de las ciencias sociales y psicológicas. se han podido verificar acerc.unientos parcia· les entre patrones y trabajadores. Las !lireccioncs de la~ empresas se h•n visto obligadas a tom.ir en cuenta la lmponancia de los proble· mas psicológicos y sociales. y los trabajidorcs o preocuparse más por los fnclorcs económicos del funcionamiento de las empresas. Pero los problenrns del poder ~ubsistcn. aun si han evolucionado en pro de la ideología de la porticipaci6n. De tal suerte. los objetivos y los valor~s de unos y otros están lejos de superponerse. Si existiera el ajuste, no habría más conílictos de trabajo: ·pero la actualidad nos demuestra que <iguen existiendo y que su intensidad apenas si se ha atenuado. Se asiste. incluso en Europa. a una tronsforrnación de los cooll.ictos. debida espccialmenie al surgimiento de mucha~ huelgas salvajes (cf. Spitaels. 1971). Los conílictos tienen tendencia a produ· cill;c más en el nivel de las bases que en el de los aparatos sindicales. Una interpretación de esta tendencia puede pw1ir de la burocratizn· ci6n, cada vci m:is marcada. de empresas y sindica1os. Frente a esta despcrsonaliz:1ción. los trnb~jadmes reaccionan con estas acciones. si no m~ irracionales, sí más incontroladas. Pese a es,a tendencia, la negociación aparece cada ve> más como el medio más practicado de resolución de conllicms. En un mundo industrial cada vez más complejo y en rápido cambio. los conflictos inherentes a la situación no pueden resolverse sino por el intcrcnmbio. Ningún conflicto puede resolvcr..e por el aplastamiento de la contraparte: el aplastamiento del patrón podrl3 acarrear el cierre de 13 empresa. la recesión eco­oómic.1 de un sector o de uo país. y el aplastamien10 de los trabaja­doras no dejaría de repercutir, en el nivel de 13 empresa. sobre la

~L

Negoc-hación colcc:ci'lo~ en Amfñc-' del norto

productividad y el clima, consecuencias éstas que constituirían otros tantos riesgos económicos parn el patrono, por la eventualidad de conflictos po~teriorcs salvajes y destructivos; en el nlvel nacional. los peligros de un aplastamiento d• los trabajadores de un sector industrial pueden ser igualmente imponantcs en el oivel de la ccooo· rola global: las huelgas solidarias pueden desembocar en una huelga más o menos general. causa eventual de inBación y de recesión. En el mundo occidelllal actual, parece que ni los trabajadores {incluso los que profesan una ideologfa revolucionaria) ni los potrones o el Estado tengan cl deseo de provocar el surgimiento de conflictos des· LrUctmes quo comporten el peligro de llegar a uon r<xesión económica o a un cambio violento del régimen económico. Éstas son. sin duda. las razoacs que explican. por una pane. la cxistenci, de los conflictos del trabajo, y por 13 otra el recurso. cada vez más frecuente e insti· 1ucionalizado. a lo negociación.

l. La negociación colectiva eo América del none

Los Estados Unidos y el Canadá constituyen ejemplo de pa[ses en los cuales los conílicios del trabajo y su solución están altamente codificados e institucionali.7lldos. En los Estados Unidos. las relacio­nes entre patrones y asalariados están regidas por una ley federal, la labor-Manageme11/ Relaiions Act. llamada Taft-Hariley Act. de 1947. Mucho :,ntes de esa fecha, otras leyes federales codifican tnles relaciones. como, por ejemplo, la Wagner Act, de l93S. La ley fede· mi de 1947 establece los marcos para Jns relaciones entre patrones y a.salariados. los que pueden ser perfeccionados o complementados por la legislación laboral de cada Estado. Sin entrar co detalles. da· remos una discripci6n general. Las relaciones de trabajo se rigca por convenios colectivos (co//ective agrumenrs) negociados entre los representantes de la dirección y los del sindicato de determinada empresa. Conviene hacer notar que en cada empresa sólo puede acre· ditarsc un sindicato y que sólo dicho sindicato puede negociar la convención colectiva. Para acreditarse, el siodic.1to prs'Cisa agrupar • la mayoria de los asalariados. Cada convenio colectivo establece entre las partes un contrato escrito que se refiere a las condiciones de trabajo de los asalariados. Las cláusula$ principales de los conve· nios colectivos son las siguientes:

- salarios reales; - horarios de trabajo; - beneficios sociales (pensiones. seguro por enfermedad. seguro por

paro. vacaciones pagadas): - procedimientos de conlr-dtación y de despido; - seguridad sindical.

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La resolución de tos conOicu:,s

Esto última cláusula, propia de ciertos países anglosajones, pre· ciso una definición. No hay más que un sindicato por empresa. Ahora bien. los sindicatos tralon. desde mucho tiempo atrá5, de ganarse la adhesión del mayor número posible de asalnri,dos. Por lo tanto. han trotado de negociar con las empresas unas cláusulas que obliguen. de alguna manera, a lo~ asalariados a adherirse a Ull sindicato o a apoyarlo. Estll. cláusula de la seguridad sindical. desconocida en los países latinos -eo los cuales, al contrario. hay competencia entre varios sindicatos-. es un punto muy controvertido y al cual están muy aferrados los sindicatos. Las fórmulas de seguridad sindical son muchas. Citaremos las principales;

- taller cerrado: el patrón no puede asumir asalariados si no pet· tenecen ya al sindicato. Esta fóm,ula ha sido dcclnmda ilegal por la Taft-Rartley Act de 1947;

- toller sindicul (union shop): el patrón puede emplear a quien quie­ra, pero todos los asalariados deben ofilinrse ni sindicato en un plazo fijado, posteri(lr a la contratación;

- mantenimiento de la afüiación: el patrón se compromete a que todos los miembros actuales o futuros del sindicato, para guar· darles el empleo. signn afiliados a dicho sindicato mientra• dure su contrato. Los trnbajadores no están obligados a adherirse al sindicato para conservar su empleo;

- contratación preferente: el patrón se compr(lmctc a dar prekrcn· cia de contrataci6n a los miembros del sindicato.

La fóm1ula más frecuente es la del taller sindical. Por otra panc, hay cláusulas que prevtn la manera de contribuir a la financiación del sindicato; la mayoria de ellas estipulan que el patrón deduzca del salari<> la cotiiación sindical, siempre que el asalariado otorgue una autori2ación por escrito.

Los convenios colectivos se establecen para cieno periodo de tiem· po que, por lo general. es de dos o tres años. Den110 de dicho lapso no está reconocido el derecho de huelga. Cualquier huelga que estalle antes de la conclusión del contrato es. por lo tanto, ilegal. Al final del periodo de validez del contrato. los representantes de ambas parles pueden reunirse en tomo de la mesa de negociaciones. Hay obligación de negociar. si una de las partes quiere poner fin al con· ,,mio o modificarlo. En caso de desacuerdo y de cstancnmicnto son posibles varias fórmulas: las parles pueden recurrir a la agencia de concíliación del Estado o del gobierno federal, para requerir la in· tervención de un mediador. La huelga y el lock-our se hac.,n enton­ces legales. si han transcurrido scsenla días desde el envío de la de· monda de reconsideración del convenio o si su recha de expiración se ha producido ya. Las otras posibmdadcs son la indagación y el arbitraje voluntario.

Ncgoc&1ci6n cot«1h·a en Amério del n.orto

Cuando, dentro del lapso de validez del convenio. surgen diver· gcncias e.n la interpretación o la aplicación de una " Vlll'ias dá~sulas (grierance co11flict), el conflicto se resuelve conforme a proc-:dmucntos que con la mayor frecuencia, están deteilmnados en el m1sn10 con· v •olo. Por lo general se trata del recurso voluntario ni arbitraje. ~ Estado federal se reserva el derecho de recurrir al arbitraje obli· gatolio en casos de crisis o de emergencia nacional que implique el riesgo de parolizar la economía del país. . .

El Canad1 tiene disposiciones generales muy s1n11larcs a las de los Estados Unidos. Una ley (ederal (la más reciente es de J9n) esta­blece los marcos de las relaciones patronos-empleados (el código canadiense del trabajo) para algunos sectores muy limitados de In vida económica: transportes, comunicaciones, bancos, funcionarios del gobierno federal. Están previstos procedimientos de conciliación y de mediación. u,s provincias, por su parte, han promulgado leyes que rigen las relaciones patrones-empleados para los d:mlis sectores de la vida económica, que son. por lo demás. los más numerosos. Estas leyes pre,én las diversas modalidades del recurso a la mediación

0 a la conciliación. I>elipués del envio de una comunicación de fra· caso de las negociaciones direclll.S, dirigida al ministro de trabajo de la provincia. la huelga o el lock-0111 se toman legalmente posibles, dentro de los limites de tiempo determinados por cl código de cada provi11cia. El recurso a un conciliador del gobierno provincial o a una comisión de concmaci6n puede ser obligatorio o facultativo, a petición de las partes, y aqul!llos los designa el ministro de trabajo provincial. En caso de [raes.so, es posible recurrir a un mediador presligioso. El recurso al arbitrnj;, es facultativo.

Lns convenios colcclivos son. generalmente. acuerdos de empresa. Pero existe la posibilidad. por ejemplo en Queboc, desde 1934, de establecer convenios colectivos aplicables a v;¡rias empresas. El mi· nistro puede, a petición de las panes contratantes de una empresa, hacer que cienas cláusulas del contrato resulten obligatorias p:,ra todos los patrones y asalariados de la misma industria o profe~ión de una región determinada. Con todo. las ,•crdaderas negociaciones colectivas válidas en el nivel de un sector industrial. que pongan frente a frente a representantes sindicales y patronales y del sector. 1odavia son raras, por no existir las es11ucturas que hagan posibles un•s negociaciones semejantes.

Para terminar daremos algunas cifras que permiten JXJner de manifiesto la imponanda real de las negociaciones colectivas en la América del norte. En los Estados Unidos se calcula en uo 67 '1i, la proporción de los asalariados. no administrativús, regidos por con­venios colectivos. proporción que es del 65 % en el Canadá. Ade­más. con referencia al Canadá, se verifica una tendencia neta al aumento del recurso a la conciliación, por pane de las empresas de más de 500 traba~1dores: de 1953 a 1960. el 57 % de los acuerdos

es

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La rcsolutión de los conftictos

íueron firmados al cabo de negociaciones direcllls, contra el 38 % catre 1964 y 1968; la conciliación, en sus diversas formas, intervino en el 40 % de los acuerdos firmados entre 1953 y 1960, contra el 49 % entre 1964 y 1968 (según G. Hébert, 1973).

2. La negociación colectiva en Francia

El ejemplo de Francia es el de un país en el cual. a diferencia de América del norte. las relaciones entre patrones y asalariados. y los conflictos que puedan derivar de· ellas. e,;tán mucho menos codifica· dos e institucionalizados y. por lo tanto, son mucho menos previsi• bles y controlable,;. El movimiento obrero francés tiene sus orígenes en una corriente revolucionaria que aspira a un cambio radical de la sociedad. El marxismo y la lucha de clases son el íundamento de la estrategia de la central sindical más importante: la CGT. Tal si· tuación ideológica. sumada al pluralismo sindical y a la competencia entre sindicatos. explica que la negociación haya sido objeto. durante mucho tiempo. de cierto prestigio, incluso de p.irté de los sindicatos no marxistas. La lucha social concebida como una lucha por el poder entre patrones y trabajadores se apoyaba en la reivindicación y la huelga y no en el contrato colectivo. De ahf la desconfianza ante una institucionalización de la negociación, considerada durante mucho tiempo. por los trabajadores. como una negación de su concepción revolucionaria y como una capitulación. Paralelame11te, In patronal ha manüeslado siempre, ha~1a hace poco. una actitud intrnnsi!!ente de cara a las reivindicaciones. un rechazo a ver que el Estado se inmiscuyera en la administración de la propiedad privada que son la mayoria de las cmpre.,;as. asi como una desconfianza frente n los convenios colectivos, que amenazan con· abrir brechas demasiado an­chas: los beneficios concedidos por un empresario acarrean el peligro de crear precedentes molestos para los demás. Así. las exhortnciones de los poderes públicos han sido. durante mucho tiempo. vanas. La negociación, cuando se producfa, no era el resultado de una in· tención deliberada. sino de una necesidad ímpuesta por el enfrenta· miento de las fuerzas en conflicto. Los convenios, la mayoría de las veces. se firmaban para una duración indefinjda. sin vencimiento • plazo fijo. Agreguemos otras diferencias respecto de las relaciones patrones-asalariados que se dnn en América del norte: el derecho sindical no reconocido hnsta 1968 en el nivel de la empresa: el plu­ralismo sindical, corriente dentro de muchas empresas; la plumlidad d_c i~stancias y d': . interlocutores (delegados del J)"rsonal y delegados smd,cales). no rnc,htnn la concreción de negociaciones colectivas. Esto es lo opuesto del poderío de los sindicatos aruericnnos y del mono­polio de lo representación en la mayoría de las empresas.

La legislación del traba.jo ha Lmtado de inducir a las partes so·

Negociación colcc11va en Fr11ncia.

cjales a concluir con,·entOs colectivos y a institutr ast.nu~mo una cierta regulación de los conflictos del trabajo. Una ,>rimcrn ley da1a de.l 11 de febrero de 1950.

Esta ley define al convenio colectivo como un acuerdo escrito, relativo a las condiciones de trabajo. concluido por las organizacio­nes ~indicales de trabajadores. de una parte. Y por la, organizaciooe~ patronaks o incluso por patrones que actúen ai~ladamc~te,. de la otra. Existm dos tipos de com·enins: los conveo,os ordmano,, en los cuales lo esencial del contenido queda librado a la i9kiali,11 de las partes, y los convenios susceptibles de ~xten~ión. en los cuales debe figurar cierto número de cl:\usulas obl,gator,as: cl~usuln_s . rcln· tivas al contrato individual de trabajo (por eiemplo. salarios nunamos. vacaciones pagadas, contratación y despido). cláumlas relativas a las relaciones colcctiws (comisiones de empresa. delegados del personal, dere.:bo sindical). cláusulas relativas a la extcnsi.'.>n del convenio (du· ración indefinida o fija. condiciones de renovación o de modificación. etc.). La extensión de eslos convenios colectivos queda librada a la disc,ccióo del ministro del trabajo. en determinadas condiciones que seria ocioso enumerar aqul; la inici.·uiva de la extensión puede pro­venir de la iniciativa, bien de una de las partes contratantes. o bien

del n1isnlo ministro. La negociación de los convenios colectivos susceptibles de extcO·

derse. se desarrolla en el seno de comisiones mixtas. presididas por el ministro del trabajo o por un representante suyo.

«El p3pcl que ts.t-c descmpci\ll d , e'lcncialmcntc, el de un con~jero té-e· nieo que pandd de relieve lo,¡ n.lc;incc, de dc1ermin:1dos artículos dC!I con~ ,..-e.nio en discusión o h:u'tl. notar l.t.S dilicuh.ades de su apliaidón Pc,o en ningC.n ca~ le compct~ 5uplir (:(In iu propict voluntad lll de los mícmbros de la comisión que son los tín1CM cuolificndos para t.liborar el lCXlO di!I ocucnln. ~ las. ncgodncione, llc;in a c'ít;,nc3ne, la lntcr'\tt:ncf6n del oúni,tro o de !iU rcptc:KDUUlt.i: putdc 1er la de un C<>ociH:idor. pero ~n nin~n ca5"0 podrA inu:~~ofr n titulo dc fu'bilro p;irn n,ponar una ~o1ucl6n para los puntos en litigio que p<nnha que I_¡¡ ncgod:adón dé result3do• (~1. l)d,p:.i.x. 1966).

En el capítulo tercero \'eremos que. pese a cstn limitación. el presidente puede. en determinados momentos. dcscmpcilar expresa· mente el papel de mediador (cC. p. 143) La ley. por lo dcm6s, hace obligatorio. en caso de conflicto. el procedimiento de conciliación. y faculta.tivo el recurso al arbitraje. A este erecto se han creado una comisión nacional y varias comisiones regionales, ante las cuoles pue· den las partes comparecer p1ra exponer su< connictos. E,tas comi· siones reglamentarias eslán presididos por el ministro o su ropre· scntnnte (comisión nacional) o por el inspector do trabajo de la división adminí,trativa (comisiones regionales), pero afectan solamente n las empresas regidas por un convenio colectivo ordinario en el cual no figure ningün proccdimicnt,, de conciliación. Cuando se trate de un convenio colecfrro extendido, el procedimiento de coociliaci~n

&1

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U. resolución de los conflictos

está d~finido por ~ convenio mismo; se 1/ata entonces de comisiones pantanas y profes,onales. En general, en estos casos,

«l.~!t .Pilrle:$ se pm.hl~en el J'ec:U™> ª. hl buelg.t o ni lo~)(ou, dununc el Jcs., arrollo del ptuccd1rn.1ento de OOn\'t-11C16n o du.ra.nlc cieno plazo a partir de la puesta en íundone!I de b. comis:lón de concili.acjón• (H. Sioay, 1966, p 468J.

En _los casos de convenciones que dependan de comisiones rcgla­mc~t~ias, la huclg~ . p~cde desencadenarse antes o durante el pro• cedim,ento de conc1hac16n. La conciliación no es, pues, ni mucho ~~os, una. condición prc,·ia de cualquier huelga o /ock-out y la ¡urisprudenc,a ha sido muy liberal en este terreno, para respetar el derecho de huelga: la huelga no :;e considera ilícita sino cuando contraviene expresamente la cláusula de huelga de la convención co­lectiva. . Entre los. ~ño.s de 1950 y 1964, la cantidad de expedirntes some­

lJdos a conc1hac1ón reglamentaria (comisiones nacional o regionales) a lcanzó a 1698, con un promedio de 21 por afio, Jo cual es muy poco, Y de ese total, 514 casos arribaron a acuerdo total o parcial. Las razone~ de que -~ haya recurrido tan poco al procedimiento reglamentario de conci11ac1ón son, a la vez. juridicas e institucionales. Prime.ro las jurídicas: H. Sellicr (1961) señala que, «por una parte, el te~to de la ley no prevé ninguna sanción en caso de no c-0mparc­cenc1a, pero, además. la propia iniciativa de recurso a la conciliación no era obligatoria en caso de desencadenamiento de un conmcto, huelga o lock-out» (H. Sellier, 1961, p. 97). A continuación las ra­~mes de (ndole institucional: H. Sinay (1966) subraya que las comi· s1oncs son convocudas y presididas por inspectores de trabajo:

«~\ dificil. para ellos acumul,3r cHas funciones de condliacl6n co.n sui íuooonc., habituales, de vi¡U1.nci.ll y detección de las \.iolaciones d J t , ). de h:ptt.'fión. oor..1 h .d d ( - e a. C}, . . . ,.._. ett"rog_cnc, a de undont.'S pcrwrba !.a eficacia de In c.º"?l1ac160. Sub.menre _Li crc:i.ción de uq cuerJ)I) de funcionarios de conci­!:.1:;;_ l-' sólo di: conctlútción. podrJ::1 resultar bcoe-ficiosa• (f-L Sin.ay. 1966.

Para suplir_ ~tos dcícctos, un decreto-ley de mayo de 1955 insii­tuyc el_ proced1m1en10 de mediación. El recurso a la mediación puede prod~cusc Iras_ el fracaso de la conciliación o ser totalmente indc­pend,cn1e. Li1mtado al principio exclusivamente a las cláusulas rela­tivas a los ~farios, el procedimiento de mediación se amplió, por un~ ley de Julio_ de 1957, a todos los conOictos del trabajo, cual· quiera sea su ongen. Las partes escogen un mediador. de una lista elaborada por el ministerio del trabajo. En caso de que las pane~ no se P?ng:,n de acuerdo sobre Ju persona, el minislro puede nombmr un mediador., salvo que. se trate de un conílicto de derecho (en cuyo caso, e! med,ador remne a las partes a las instancias judiciales). El medmdor somete o consideración de las partes una rl!Ct>mcndación,

Nc1oc:iación colccth•11 rn Frantin

que ellas pueden no acatar. l;n caso de nu nuificación por las partes. el 1e~10 de la recomendación se publicará simplemente en el Jo11rna/ OfficieJ (el equivalente del boletín oficial del F.s1odo). Siguiendo a H. Sinay (1966), puede pensarse que la poca propensión de las panc, a recurrir al procedimiento de mediación (a penas 168 casos entre )955 y 1964) y su falta de eficacia provienen, por una parte. «de la indiferencia de las partes en conflicto. que casi no la di~tingucn de tos procedimientos de conciliocióo y de arbitraje y que tampoco tienen confianza en ella» (p. 442) y, por la otra. de In contradicción que existe entre un procedimien10 bastaole blando en el desarrollo de la mediación y el carácter autoritario que puede llegar a tener lo de· signación del mediador a falta de acuerdo entre los partes. «¿Cómo, en estas condiciones. no prever de antemano el fracaso de la misión de un mediador recusado desde el comienzo por una de las panc., socialc.~?• (H. Sinay, 1966. p. 480) Parece. en conclusión. que los procedimientos de conciliación y de medi«ción, en cuanto wn ins• 1ituciones reguladoras de los conOictos del trabajn. resultan muy in­eficaces en Franc.ia.

este es .,¡ marco legislativo de las rek,cioncs colectivas entre 1qso y 1971. Ya con la publicación de la le) de 1950 las reticencias fue­ron grandes. habida cuenta del conlexto politico y social esbozado antes. Poco o poco fueron finnándose convenios colectivos de nivel nacional. interprofesional. pero sobre todo en el nivel de las rumas indusiriales y en el regional: el acuerdo de la Renault, de 1955. pa­re<:e haber producido un efecto acuciante respecto de los convenios de empresa. La costumbre de ir concretando acuerdos tiende a ofir· mar.;e paulati!lJlmente. pero no sin dificu ltades. toda vez que la con­clusión de convenios colectivos depende más de una Láctica de lucha que de una eslrategia de paz social ~mún a sindicatos y patrones.

el.os sindieatos obn'!ros soo l~ que geoc.ralmcntc impuban la dl~i6n d(: toic convenios. E! 16gico: quicn:n n1.cjorar con.stnntemc.otc ru situadón Para el au.mC'nlo de los salari0$, ~13. la modificacióo de 1"5 oondidoncs de 1mbajo, p:t.ra la ampliación d~ l()j dcr«h<>s sindicalC$. su 1ccl6n es oícn5iv:t. El juego pitronal cons.i~tc .en frc0ttr la.1 pr-ctcMioncs obn::rta.t. Las condirio~ que se poo;,,n ~ua J:i concJusl6n d~ los acuerdos son 1.a.lcs que, 3 menudo, la, negociaciones se 11.largan o no llegan a ningun11 solución. Pero o veces. l.:. ló¡iC3 del -anc de la dc(cn~a lambifn impulst'I a la acción. La neg0daci6n de tos con .. -enio, colectivo11 se partee, cotoncc:..,. mh bien a un dopl:it.amie:nto tActioo dcn1rn d.:- una csl.mt~gia. que pan. los unos e.-. deJc!.m.iva y p:arn loll

n1ros ofcn;ívu (F Scllí<r, 1961. p. 9).

Sin embargo. las condiciones han vuelto a cambiar a panir de 1968. con la aparición del derecho sindical en el nivel de In empresa '· Es licito, pues, prcguntatse si, en el terreno de l<is hechos. no llegan! a producirse una politica contractual má~ p<1rccida al modelo norte· americano. El Estado propugna esta polilicn El señor Fontnnet. que

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La rt.soluc:iOn de los c:onfhctos

era entonces ministro del trabajo, com,¡nta así la conclu,ión do coo· tratos por empresas:

cConsid..:ro n1uy tl1.-~blc qut w.1~ c.onvcni<K saJ;\riala puedan -.U.'itituir, 1.nnln en el tcc:tor público c:omo en el privado. ll los re,:~ueos a ciega~. s;alpi­cados de enín:nLamicnrot viette.n10,. que han con,dtuidn con &:nu..,iotdiit frc• cuenda J3. prictica habilua.J h.asca nucslfos di=i.s. unl.)J procedimientos cloros ) racionak.., d'-1 fij;.l.c:ión oontr3C(UJ.I de 1M 5,.1l.1ri~» (citado por E. Dcscamps. on Spi1aeh, 1971 , p. 88)

Los sindicatos, antes desconfinóos, parecen tambifo concebir más positivamente una pnlítica de contratos concluidos parn un lapso dado. Los primeros contratos llamados de progreso fueron firmados en 1970. en la SNCF y en la EGf.

el.A negociación colectivt'l e,, p2rJ. ..:.l 1indicaUs.mo, un mcdjo, entre otr.:>!I, e.le concrctal' una rcl:acidn d.! ÍUé.N.a! rue:id:i. de la acción. v puede llegar n dosemboc:-ir en acuerdo,: o conwnios. E.stJ. polhica sindical no e, •ceptnble ,ino en la nicdldo. en que gar.1n1¡cc, n corto v la.r¡o pbz.o, los intcrC$CJ de lo, trabajadún.-U (te:tln de la CF01, ciUldP por f!. Ocscuntps. op. cit. , p. 88).

Eugcne Oc.,;camps, ex secretario de la CFDT. concluye su nnicul,, afinnando la necesidad de ta negociación colecliva:

e.Por Ultimo. al oontrnrtó de es.la, organizaciones U11madas lzqoicrd11tas, hu coofedcracioncs n:prcsenuui,•35 y 5US sindicatos reconocen en la. ncgociació.n 1:a priccic:i. normal para d.:finir la,¡: relo.cinncs de producción de l°' ual:1-riado, de cam a la pálron.11 y n.l gobierno. &10 a«ptado, el mejora.miento inme­d 1110 de hu condiciones de vidn. de los traba.~,dorcs no debe haa:r des.a¡»· ~ce, la acáón reívindí.cali\.'l.\ que ,;e fija como objetivo l.1. tran,fomudón radical de la sociedad» (E. Dcscnmps., op. cit., 1971, p, 90).

Puede decirse, pue"- que hay una evolución, que se manificsia tanto en los medios pacronalc,, como en los sindicales, pam recono­cerle a la negociación el mérito de ser un medio de solución de los conHicios sociales.

Los convenios colec1ivo,. en Francia. son una realidad más com· pleja que en América del norte. debido. por una parte. n la fre,acme intervención dcl Estado, que puede presionar sobre la patronal para que hago concesiones en el aspecto salario! o n la imcrsa, o bien para e.xhortarla a incluir nuevos temas de negociación (cí. G. Pom· pidou, en 1967); y por la otra pane. hay una gran diversidad de ni\'cles de negociación: los convenios coJecti\•os pueden ser nncionn· les, regionales, interprofesionales, scctorb les (es decir. limitados a una rama industrial o a una pro!esión) o referidos a una sola empresa: hasta no hace mucho. la poironal se mostrnba en lavor de la nego­ci•ción por rama y la regional Por lo demás. las cuestiones tratadas en el marco de estos acuerdos tienden a ampliarse desde hoce varios :.ño,¡¡ v n c,cccc1cr el cuarlro C'i.frict<, <le J;p, condicioo~ efe frahoio

=-~

Negocla~ión colcct1\'il en Fr.u,c1:1.

En un primer periodo, los convenios colectivos se centraron sobre iodo en cl mejoramiento de la capacidad de compra de los asala­riados, en un nivel nacional e intuprofesional, o también sectorial y regio na l. Las convenciones colectivas fijan salarios mínimos en [un• ci6n de los niveles de cualifknción: el índice de salario por hora vie­ne determinado a base del SMJG, el cual, a su vez. e,iá fijado por el gobierno, si bien dicho SM1G no debe eoasidcrnrsc más que como un salario legal, independiente del trabajo efectuado, y no como un salario núnimo Msicc. El SMIG depende. para su dcter· minnci6n, de un presupuesto tipo que es objeto de largas negocia­ciones entre los sindicatos y la adminjstraeión. en el seno de In comisión superior de las convenciones colectivas. Los salarios reales no surgen nunca de acuerdos colectivos. pues son de competencia de la empresa y rc.~ultan, o bien de una decisión de la dirección, o bien de 11cgociaciones más o menos formales con los delegados del personal. La convención colccii,'3 tiene, pues. un efecto relativa­menee Jimilado sobre In fijación de los snlarios reales (salarios b.isi­cos más las diversas primas, a veces numerosos: de productividad, de antigüedad, por ejemplo). Ello sólo permite evitar disparidades demasiado grandes en el nivel de los salarios bajos F. Mcyers (J96S) señala que en 1959 habla pocos sectores de la industria en que no se hubiera negociado un convenio. Pero el desfase entre sala ríos reales y salarios convencionales es muy pronunciado; los salario~ reale-s eran en 1958. con frecuencia, hnsla un 50 O:. más nito< que los conven· ciona lcs. saho unas pocas industrias. Puede. pues. afirmarse que es poca In eficacia de las convenciones colectivas sobre los salarios rea­les en Francia. Es en el terreno de otrns cldusulas donde puede comprobarse el importante papel que desempeña In negociación colee· civa en el mcjoramienlo de las condiciones de trabajo. papel que va ampliándose desde 1 Q68.

En 1958. una negociación entre el CN PF y las centra les sindicales (en el nh-el interprofosional) dio como resultado un acuerdo muy importante p:ira el seguro de paro. F. Meyers (1965) analiza exlen· samentc el desarrollo de esca negociación, asl como sus secuelas ci1

el plano de las aplicaciones y de la interpretación del acuerdo. a través de un complejo sistema de consejos paritarios. El convenio se firmó al cabo de seis meses de discusiones. diflciles a veces, entre el CNPF y tres centrnles sindicales. In CGT-FO, lo CFTC y la C'GC. La CGT. que se había negado a partkipar. terminó C.'1111bién por rati6car el acuerdo.

d!I .$Cguro de paro hA sumlníJtntdd la oponu.n.id:ad par.1 unas rc1aciQn.!! comtructi\'a! y efica~, enltc l.:t.t p:ines sociales. QuizAs sea el testimonio dt una transro.nnación proíund:l. del sindicalismo fnmffl. transíormAcl6n que, pese .L l,1.!I difcrcnc:ia1 Je l"s insútueion~ >" de.! las mancr.as de. actuil.r. ci ba.stant;: similar a la de oL.roS p:aJscs occidentales» (F t..te.ycn, 196S. p. 1 ll)

"l

Page 36: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La. re50Juc.1ó.11 de los connictc»

Esto convenio fue luego extendido por decreto a todas las empre­sas de las ramas industriales y comerciales que estuvieran asociada, al CNPF. Aquí se ve bien el papel complementario que desempeña la intervención gubernamental. el cual se suma al importante paptl del Estado, sea como estimulador de las aegociacioncs. sea como legislador.

Hasta fecha reciente, a pesar de las exhortaciones del poder poll­tico. las negociaciones colectivas b;u, sido poco [recuentes y se han car~cterlwdo por un ritmo caótico, con fases de negociaciones íe­bñlcs ahernándosc c,m la íaha de relación. Pero algunos autores vislumbran un nítido cambi<> alrededor de 1966 (cí. Y. Dclamotte, 1971; Adom y otros. 1972). Las C<!lltraks sindicales se sienten más íuenes para negociar, a raíz de un pacto de unidad de acción entre la CGT y la CFDT (enero de 1966), y el primer ministro. Georg,,s Pompidou, dirigió on agosto de 1967 una carla a las orgaoizociones obreras y patronales, invitándok,s a negociar en torno de cinco cues­tiones: el empleo. la garantía de recursos para los parados. los des­pidos colec1ivos, las otedidas por tomar en caso de íusión y la in­demnización por paro parcial: finalmente, el CNPF ha cambiado de 6sonomía con la elección de P. Huvelin y de F. Ceyrac. Puede, pues. remontarse a esos años el resurgimiento de la negociación co­lectiva. 1nnto por la frecuencia de la negociación (en el nivel sectorial o en el nacional e intcrprofosional). cuanto p0r la diversidad nove­dosa de los contenidos de los acuerdos: la seguridad en el empleo (julio de 1970). la mensualización (abril de 1970) o la íonnación pro­fesional (julio de 1970) en el nivel interprofesional, son acuerdos es­pcci3Jmcnte importantes para la tc1nlidad de los trabajadores; igual· meme, la duración de la jornada de trabajo. los salarios, las clasifi­caciones, las licencias p0r maternidad, la edad de la jubilaeión, la mcnsualización o la formación profesional en el plano de cienas ra­mas industriales. Hay que agregar también la conclusión de acuerdos en el sector público, especialmente en ciertas empresas nacionalizadas: en diciembre y febrero de 1971 en la EGF, en febrero de 1970 y enero de 1971 cn la SNCF. en marzo de 1970 en los y:¡cimicn1os de carb6o, en septiembre de 1970 en las minas de potasio de Alsacia. y en octu· bre de 1970 en la RA TP.

«Los acucrdot recicnlC$ o ,w actas ndicionale! han sido coDJeeucncin d.c: vcrdadc..ru negociaciones con una. dircoción que no sólo acepta la di.scusi6n sino que ~mbién ,e propone mn.ntc.ner 11' ncgociacfón en el cu11d10 de u.nB autonomia ma)or, n:conocida en su ptovcchn por el gobierna, y proscguitlll en todos Jo:, niveles y rtspccto de codo, los tcmBS en que r<.'Sultc útil. .. En general. la "ambientación.. de cst~ contratos de ducaC'ión limil:ida, cspccialm<'-ntc breve en materia de salarios. (un nñu), hace que no se los cucsdonc .ant.cs de 5U fina.l.imclón, salvo C!I ca.JO de d.mbios demasilldo im­porun.h.·1 en su con·tc~to. sino A que se 1ontct:in ;a examen com6n tas dUJcul­l3dcs que p-uí.."d.an !iurgir durante !-U aplic3ci6n E.Ita \.'OJuntad de ncgodación \'itne occ,mpailad:t de un esfuerzo de infonnaciOn regul:nr y completa de l:.J .,.. .,_

org.1n1z.-ic1ooc$ s.1nd1cales )' de los organl5lll~ p:tnt;L.rlos. por panc de lía d.irec­ción de lil crup~» (1\dam )' otnK. 1972. pp. ~J).

A este cambio de actitudes respecto del procedimiento de nego• ciacióo hay que añadir, en el sector público, un princ.ipio de política de conrractualizadón de los salarios, con lo que ha dado en llamarse los contratos de progreso. E l convenio de la EGF del JO de diciembre de 1969, por ejemplo, determina el Indice de crecimiento de la masa salarial en !unción de la producción nacional in1erna bru1n y del íun­cionamienio de la empresa.

«PtJro el oonvcnio define también una polll1ca 5al.a.ri.al: una comisión pa.ri· ta.rill d"' apLie2ción t(l111rola el c:n."Clmicnto de la m:ua sabuial ) luego ~u Jislribuci6o " ljn dtJ mllntcncr para todos los funcion3rios el poder 11dqui• tHivo )' de 11un1cnt.. .. rlo, bencficlaodo :i las cntcgorilll mc~os [at,.ottcfd:u con un incrc:mentu mis rltpido. Los di:11\A5, convenios Jc.1 !luJmo tlp., firmadot entre,: 1969 )' J 970 (carbón. SNCF) se han orientado iün mAJ en el sentido de g.alllnllza.r u.n ettdml~n,o del padc.r adquis.íli\'O durante c:1 año» (op. dL, p, 42).

Después de 1968. la 1endencia se caracteriw, pues, por el hecho de que la negociación ya no sólo es admitida, sino w.mbién or!.anizada. a.rliculada y continuada.

«.Articul~da con ttfctt.nclá ~ todos IO'll probl.:m.1-, inclUiO los má$ imp'1r· aantcs o más pn.:~dos dt consecuencias («;mplcos, camrus, podér di'SCiplina.r. obras sociales. dura.ci()o de la jama.da., condicione$ de lntb:.1.jo, cu.adro de )c:rviciO:I, con~ruendu.s de la modernir.aci6n, indtntnizacioncs di\'Crsa.s, s.,l:t• ríos, etc.). AnicuJada.., a.s1tn.i,rno, porque: l.l negociación se &it'Ílll en varios ni"·tlcs, cumiotindm;e c;1da problema en el plano en que concrc1.imentc ~ planteo. . la ncaociación es, tambito, contínuada, esto C$i, regular, peri6dica y prcvi.stil - o. por Jo meno,, concw:bida - c.o.ml) t.tl Fi.nal.tMntc. c;n cu.tnto .u. .su.s n:Jultádos, lo.s acuerdos, tttLlizndos, sin imponer a lu or¡oniu· dones sindical~ un compromiso de paz M>Cial ni un:t. limira.cióo ckl dcrcc.h.o de huela:. qui: la m11.)orl:i de c:11:i.s no cstarlan dispuc,.tll.'i a accplllr. ton a la ve~ el fnuo ) el aporo de un entendimiento parn discutir m:\.s que: p:tro dl$putur De: 1.1.I suerte, .-p.tffl."C.n ya como la oc:Mión de una rcOi:..,ión ~rn c:.tda una de 1.1.s partes ate.rea do lo que es a~ptablc para ella misma, y p;ira la olr.l, QCCrca de lo que puede obtenerse y consen1irse en un mC'mento di.do» top. cit., pp 43-44),

Esta tendencia propia de las empresas nacionalizadas puede exten­derse a las empresas privadas después de la promulgación de una nue· va ley sobre convenios colectivos {30 de junio de 1971). Es1a ley tiende a desceotralj-,ar los convenios colectivos y a favorecer la conclusión de acuerdos • nivel de la empresa, a fin de dar una salida a una po­lítica contractwtl en las relaciones entre parrones y asalariados de Francia. Los objetivos esenciales de esta ley pueden resumirse asl •:

- organizar la negociación colectiva a nivel de la empresa y de la interprofesión. L:i ley anterior (l 950) no íavorecía la conclusión de acuerdos de empresa;

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l.a roolución de l<l" conílu:tos

ampliar el campo abierto por los convenios colectivos: 1) Creación de una comisión mixta nacional, cu>a reunión sea obli­

gatoria, con vistas a preparar la elaboración de un convenio co­lectivo cuando dos organizaciones. por lo menos. hayan hecho la petición. Sin incluir la obligación de negociar, propia del sistema norteamericano, esta creación constituye una facilitación reglamen­taria de la íocmación de estructuras de negociación;

2) ílexib,Jización del proccdiniiento de extensión de un convenio; intensificar y profundizar el método contractual, para perfeccionar el rc,uhado de la~ negociaciones:

1) reconocimiento del dcre<:bo de los trabajadores de negociación co­le<:tiw y ampliación de los campos abiertos a la negociación. que ya no se limitan esLrictan1cntc a las condiciones de trabajo, fino que también inclu}en las garantlas sociales (formación, jubila­ción+ etc.);

2) necesidad de hacer que •n los convenios figuren unas disposicio­nes relativas al procedimiento y periodicidad de la revisión de los salarios. el empleo temporal y el trnbajo de jornada parcial:

3) se refuerza el procedimiento de mediación, toda vez que las reco· mendaciones del mediador cobran vigencia si no son recusadas por una de las partes.

Tcnninando con esta rápida descripción de lo que son las negocia­ciones colectivas en Francia, podemos comprobar la evolución recien· te de las prácticas y hs acbtudes de car• a 1.1 negociación. El sistema francés se co.racterizó en uu principio por la limitación de los convenios exclusivamente a las condiciones de trabajo y a los salarios mínimos. por la escasez de los convenios de empresa. por el importante papel que desempeñaba el Estado a la hora de extenderlos, asl como con sus exhortaciones a negociar, y con la detenninación de un salario mlnimo garanti1J1do para todos las profesiones, por la no periodicidad de los convenios, por la falta de liniitacioncs del dcr~bo de huelga y por la ausencia de obLigación de negociar. Tal sistema, que dejaba en m,ertad a las fuerzas sociales enfrentadas, deriwba de las relaciones de fuerza y de las actitudes de desconfianza ante la negociación, de parte de las diversas partes sociales, y se diferenciaba considernblemeo•e del sistc:ma norteamericano. un sistcn1a verdnd~1umente contractual. L3 tendencia octunl. reciente. atestigua un acercamiento a este sjstemo .. sin llegar. con todo. a imitarlo. Se bosqueja una política contractual flexible, sin limitación del derecho de huelga, que puede contribuir a hacer mi\s eficaces, por más arúculadas y mJ\s continuadas, las oe· gociacioncs colectivas. aun dejando cierta 1íbcr1ad a las partes contra· tantcs. Puede suponerse que esta tendencia ha de acentuarse y hacer que los conflictos del trabaj,1 no sean menos. pero si más fáciles de resolver. Pero semejante solución de lo• connicto~ del trabajo supone. como hacen notar Adam y otros (1972). la creación de instituciones

Conflicto, raci.\Je., de 'º" l::.Sud~ lJnido,

y de reglamentos que faciliten la oegociaci6o en e.l nivel de la empresa y que hoy faltan.

«Al pa~r a la innovadón, ): aun ;i la ~mpro,.·is.ld6n. al .1.dmilir tal ,.,. ritdad di: protéd.imicnto,. (esta tendencia) ,e ad:tpro., segurtimcnlc. ntU)' bii:n a un periodo :Ulll. incieno. Pero no será posible clud¡r sianp~ el problema di! Ju, procl!d1mJc:n1os ) de los inl.:rlocutore.<1 Y pJra cs1os últimos, la c:3n1idad demuiallo elevada de ínstanc:i:,i.,s ¡,<Kiblcs (comisiones d~ cmpn:sa, delegados del J>frSOMl, dclcpd0$ sindicales). lrJ.$ haber pcrmílidu mucha nc~ibilid.ad amen.tia tambitn con crear coníusi6n_ U anomla pu'--de surgir tanto del cxo.-so como d~I vllcin. No t-'1 d~ ninguna mant:ra in.eYitable que el surglmiento de problem!\.S de la empresa desemboque en un.a cris.il de 111 amplitud de l3 bri 4

1Anica, Hny que 1pr'tndcr tod.:ix(a e:sa lección» (Adam Y otros, 1972. PP• 94-95).

La necesidad de un reglamento descentr:ilizado de los conflictos en el nivel de la empresa parece todavía mé.s inlperativa si se e,"Oca la actual propensión a los conHictos salvajes. Los conflictos nacen ahora en el nivel del laller. con frecuencia al margen de cualquier control sindical. y la huelga de un taller. como hemos visto recientemente. puede paralilllr lu producción de una empresa entera. C.Omo el poder obrero tiene tendencia 1 desplaznrse al nivel del taller, es entonces en el nivel de la empresa donde habrá que resolver cada vez más los conílictos, y esto se ha visto íaciLitado, recientemente, con el recono­cimiento del derecho sindical dentm de la empresa.

e) La 11egbeiacid11 en los conflicto! rocío/es de lo, Estados U11idos

Mientras que la negociación es obligatoria y está codi6cada para pa· trones y asalariados. existen pocas estructuras que favorezcan la ne· gociacióo en el terreno de las rcl.1ciones raciales. Pnrcce que el modelo hR sido por demasiado tiempo el de dnminio-sumisiórf, para que se haya elaborado convenientemente una institucionalización de la reso· lución de los conílictos. Una sola obra, que sepamos, aborda esta cuestión. exponiendo dos casos de conílicto resueltos por negociación. Nos referimos al libro de Chalmers y Connick: Racial Co11/lict Olld Nc¡¡o1iati011S (1971). Se trata de la primera publicación de un proyecto de análisis de las negociaciones en los conflictos raciales, emprendido por el «lnstitute of Labor and Industrial Relations» de la universidad de Micbigan.

El objetivo de este vasto proyecto de investigación, en ~I que par­ticip.,n investigadores blancos y negros y que tod.wín no está sino en sus comienzos, se resume as1:

«..:n muchas OU'M si\u41ciont1 sociales. de nu~tros dfas, 111.s negociaciones ap:l~ recen como u.o m!todo t1eeptab1c de conciliación de lo., inlcrcscs rn conffictu, espedalm.:ntc cu:indo cada campo tiene cil.!no poder de coerción sobre el otro. ütn mil.O.Cnt de cooctbir 1:i.~ cos:1s, ¿tiene ,entido C'.n Jm conOiclot raci3Jcs'» (op. ci1 .. p. 6).

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Lt molución de lo, ..:onfl1c1os

Trataremos de resumir las primeras respuestas aportadas a esta pregunta.

l. La motivación paro negociar y el contexto racista

Fn primer término conviene señalar que la negociación es una prác­tica reciente en los conflictos raciales. Puede hacérsela remontar aproxi­madamente a 1964, con 13 ap,rición de una nueva estrategia en la lucha ao1irracis1a violenta de los negros (1964 es el ruio de los motines de Waus). La legislación acordó derechos civíles a los negros des­pués de años de luchas. Los negros han obtenido uno desegregación más que teórica en los Estados del sur, tanto de institutos educacio­nales como de transportes públicos, mediante acciones colectivas orga · nizadas. Pero raras veces ha sido la negociación la que ha concluido con los conOicios. tsios termin,ban <iempre en un fracaso o un éxito parciales: los blancos ncnrdaban unilarerolmenre lo que reclamaban los negros en lo inmediato. Los casos recientes analizados en In obra de Oialmcrs y Cormick. que datan de 1966 (una escuela de Harlem). 1968 (huelga de basureros negros de la ciudad de Memphis) y 1969 (huelga de obreros municipales negros de Clevcland), nos permitirán describir las motivaciones relativas a la negociación.

La práctica largo tiempo inexistente de la negociaci(,n proviene de la imposibilidad del tsrablisl111re111 blanco de concebir semejante pro· cedimiento con los negrc>s La negociación no pudo establecerse en Mcmpbis sino a miz de considerables presiones ejercidas por los obre· ros y por la comunidad negra en su totalidad: en Clcvel:md. el alcalde. que era negro. «no redujo el castigo de un delegado sindical sino cuando so convenció de que los costes que acarrearía el mantenimiento de la pena serian demasiado elevados ... Es dramáticamente evidente. en otros casos de nuestra investigación, que las instituciones son com· pletamente contrarias e inflexibles frente a la participación de los ne• gros que protestan en los procesos de toma de decisiones. a me.nos que se vean obligadas a ello» (op. cit., 1971, p. 18). La negociación no puede. pues. estnblecerse, si los negros no cuentan con el !)Oder de coerción suficiente como para imponérsela a los blancos. Ade· más. los blancos. a m:nudo. niegan simbblicameote la negociación: en Mernphis. 13 decisión final resultante de la negociación fue pre· scnlJJ.da al pllblico como una decisión unilatera 1 del ayuntamiento, cuando había sido el resultado de una negociación reñida y dificil. A esta resistencia de los blancos a negociar realmente con los negros corresponde a menudo. de parte de estos últimos. un rechaw comple­mentario de la negociación, mientras ciertos principios fundamentales no hayan sido específicamente admitidos por los blancos. Se uat11 del reconocimiento de In dignjdad de los negros y de su autonom!a res· pecto de los blancos; esto significa que los blancos reconozcan a Jo,

"le

~1otj1.,act<)n p.1rJ. neaoc:i.ar }' c:ontcXlo rac:isla

0cgros el derecho de dirigir por si mismos sus propios dcsúnos y que

no es correcto que sean los blancos quienes les indiquen sus propios intereses. En lugar de esto, la negociación hn proporcionado frecuente·

111eole a lo, blancos la oportunidad de elegir a los prot11gonis1as con

quienes querían relacionarse (en general, negros «que babian llegado»), de o!r las eitigcncias y a continuación decidir Jo que hnr!an y lo que

00 barlan frente a esas reivindicaciones. Esto constituía a menudo una ocasión de eludir el conflicto verdadero y no trntar los problemas fundamemalcs. Para evitar esta pseudonegociación, la actitud nueva de los negros consiste en exigir. como condición previa de cualquier verdadera negociación. el reconocimiento de su propia auionomla en la negociación. Partiendo del caso de la escuela de Harlcm. Wilcox (1971) señala que la negociación fracasó al no haberse dado esa con, dición prevÍtl.

«Un a.oih.sis del proceso de oeaochicl6n en el cual fueron impticadM Jc,s acti,¡istu de la escuela, te\•tlll que éstos no lograron discernir ,i crn o no p0siblc un pr0CC50 de ncgoc:i.11d6n autentica, antes de mete.ne realmente. en cllá.. De un lado de la mi::$a, los rcprcllt..n.~tc:s del comité de edu.c:nción no C!IUlbno realmente comprometidos ~n un proceso de ncgociicl6n. Se: v;,lie.ron de l:11 ocgociacloncs ~ra di..,!r:aur un .procieso de mera n:.c:tpción de in(onnaci6n: un ensayo pan di!iccmir la maricr:1. de no ceder, (op. cit., p. 67). Lo que los negoci:tdól'CS negro$ ha.o aprendido, o b.lbrian debido aprender ces que nunca habri:i.o tenido que negociar, puesto que el comit6 no estaba di!puesto n concederles estatuto de igualdad en l.ll mesa de ncgoc:i;u:iones Lo princlpl.l fue que el comlté icc.ptó una pseudoncgociación comr, mcdjo de reducir l.:. presión. Nunca tU\'O 1A lnleoción de companir el poder o de ,e.

distribuirlo> (op. ciL, p. 42).

Una situación muy similar se encuentra en las relaciones enuc los indios y el gobierno federal del Canadá. Las motivaciones de los indios respecto de la negociación con el gobierno son idtnticas a las de los negros de los Estados Unidos. El reconocimiento por los blancos de la dignidad y los derechos de los indios constituye, para estos 6lti· mos, una co11dici6n pre>ia no negociable. En respucsUt al libro blanco del gobierno federal sobre política india (1969). tendente a promover una integración total de los indios canadienses. un joven indio. H. Cardinal, ha escrito una requisitoria para demostrar que la asimilación equivaldría a una genocidio cultural. En dicha obra {1970), el autor reivindica para los indios la responsabilidad de las decisiones que les conciernan y el reconocimiento de la igualdad dentro de la diferencia. Se vuelve a encontrar aquí la voluntad de no negociar mientras el go· bierno federal no haya hecho tal reconocimlento.

«Nosotros quettmos que se nos va romo gcn1c rnzaruiblc, scnsa1a. qu~ comprende SU$ propios pToblémas y puede tncont.rarles soluciones rocion.:tlc:1. Qucrcm.tK str tr::u;1dos como seres bwn:uios que tienen derecho a i11 dignidad v • I• igu,Jdad• (Cardinal, 1970, p. 22).

'1~

Page 39: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La rdolución de 1~ contl.c1os

Comcocando un párrafo dd Libro blanc<1, este oucor da su opinión aoerca de la negociación con los blancos:

B~ta lie<r el s.igui~nh! J)Arr.1fo tomad u dt'I prdmbufn del libto bl11.nco: e.Et gobil.:mo no ¡e propon~ perpetuar unas polilicas que son Cuente di: equivocas y dcsunionc,, que 1,npick.n n JO) c:aoad,ca.ses dc~arroltarse o 1001.ar su lupr ea U.l'l.l sociedad que e1 la SU)'D. I.Jl n.soci:ación que busca csrá. oricn­tacb hacia una n1cta mejor ,. Quien dice asociación, indudabl~menh:, dtte coo$Ulta. negociación, concesiones mu1wis )" colaboración. El t.:dto llene dé precio.» la amargura de ouc.,tm c:<pcriendil nos h:i onstñ11.do II t..rndudr la 11hima frase de este p.)rruJo con pll:.bra.s l'IUt'Stru: i:.o «consutJa>, léase «D0$0trCJ'i oi dircmll' lo que hemos rc1ue.ho y qui.: es de gnn in1erés p,;1ra i.'OSOlros.> En «ni:gociacióu, l~,se cuna vez tomadlS nucs1.ras dcc:i$ionc.\ _par.1 VUC$lro mejor int~ré~, a voso1ros compete ponerles los BO!Otos, las dié.rc.\iS y la.s COmii!I>. Ea cconc:e~ion\'1, mu{U:ts». !~se «n~ vais a. d11r lo poco que os queda )' nMOC.rM \.1,.n1os 3 1omnrk1 iodo» (op. cit.. p. 17?)

«:F.1 indio debe obtener d<I gobierno fedcr:'1 el n:cooocimic-nto i.nmcdi.ato de todo~ ,us derechos. para que todos 10) tn11ados existentes fOOJ.pcn:.n io antiguo sentido, rcvit.:tdos )' ~noi."'.ldoi. Y a. e~tc cÍl!C.10, l:ts oc¡ociaclonts ch!be.n <mprendche oon un C$piritu nuevo de una )' de otra p:u1r .. . 1m tr.arados. los derechos de IO.ll indios, débl!n s..:t respetados, porque. c:ul'Jlto.n mucho para l.:1 idcn1ii.la.d de lo.s i.nJios.. [J i.ndlo, ,ímplemcnri:. no puede per­mitit que: el gobierno reniegue de ~UJ obligaciones, pues. si lo hiciera. se 5u1cid3ri11 cullurulmcnt~. 11,a <s la n.z.ón qU( cx-r,lic-3 •~ posici6n adopr~d.1 por los lndil», eso es lo .qu-.: c.\plic-.t qUi! :iUS dcn:cho, no son ni pul!dcn ser obJcto de un:i. ncgOC111c.16n> (op al, p 116)_

2. Los resulcados de las negociaciones

A 13 luz de los casos c.1udiados, la; negociaciones parc..:en aportar cambios muy modestos en las estructurns de las relaciones entre blan­cos y negros, o entre los negros y el esrabllslmrc111, en los E4tndos Unidos. En ciertos casos. los rc.ultados cnen lejos de lns exigencias originales de los negros: en otros, crmo los de Memphis y Cleveland. los resultados escán en lo linea de las reivindicaciones inmcdiacas, por­que las exigcncias presentadas durance la negociación han sido edulco· radas y reducidas a lo que parc<:ía rcali2able y realista en el con-1cxco. La relación de íuerzas se inclina rnnco hacia el lado del ~sra­blishm!'11/ y del .rtatu q,m. que hay pocas posibilidades de que se produzcan cambios radicales.

3. La imcrvcndón de mediadores

Al parecer. tal intervención seña suman1cnte útil. sicn1prc que fuero accpcnda por una y otra parte. Pero el problen1a de la neutralidad del mediador en el concexco de las luchas raciales es de los espinosos. El mediador es 1l1il porque la.s partes enfr<nlodas tienen. a menudo. poca experiencia de negociación. Puede ayudar n eliminar en parte Is

incomprensión y los cqufvocos provenientes de los prejuicios reci­procos. pero cnmbién aportd! ~ugercnc,as y propuestJS que puedan

desbloquear la negociación.

«Eo los d0$ cuos de t,.1emphis y Cltvclnnd incluidos en este hbro, el medJ

3dot fue de consid~r.s.b1c ~yuda par.1 llcwr ta las polrtcs a un acuc.rdo.

Quedan ,nuchM punto~ por dilucidar respecto II su p:,,pcl. Uno $C R"fic~ a.l culot dc:1 medi:adttr. En i:I caso d~ ~tcmphis fue un blanco. m1en1ras ~~ ruc un negro en Cli:vcl•uKI. En este último caso. s_u c:olor p.1~ lubcr.lldO dctcrmio::intc. 5c plantean otra.J cul!!tia11es los t1J)(l5 de funciones PO't1b.lcs, necesarias, 0 amb.i.J cQS:1.1, rn lo5 conflictos raciales-. (Ch:a.tmcrs Y Con·ruck. 1971, pp. 20-21).

En resumen. puede decirse que el uso de la ocgociación ba sido muy limitado dumnie mucho tiempo. y lo sigue siendo. porque supone una sicuación de independencia y de autonomfa de las parte, que. hasta el rnpmcnco. parece fal111r lrecuentementc; la negociación supooe una relación do poder no demasiado asimétrica entre las partes. El. pasado de discriminación racial y la supervivencia, pese a los cambios ~­les de actitudes racistas. son un serio impedimento para la ercac16n de· eslruc18r•s nuevas. necesarias para la oelebraci6n de negociaciones genuinas. Sin embargo, la radicafü.aci6n de las posiciones negras ha tenido mucho que ver. seguramente. en la aparicióo de esce proceso de solución de los confticcos raciales y puede pensarse que se ~,rá cada vez más frecuente. Los cooíliecos raciales de los Estados Unidos iluman bien las limitaciones de la negociación. La negociación no es un proceso de cambio de las relaciones de ruenas sociales, ~o es más que una manera de resolver un conOl~to, una ve~ que semc¡ante ~­bio, aun parcial, ha tenido lugar. gracias al confücto. en lns relaciones

de fucnas.

e) TA negocioci6n tn los co,rf/ictos in:tmacicma/u

La. ncgocincióo ha sido siempre el terreno privilegiado de la diploma· cia. Sin embargo. puede decirse que esta actividad ha aumeatndo después de la segunda guerra mundial, dcbid~ a Is inlen~ifie!ci6n de las comunicaciones intcmacjonales. a la ex1stcnc1a de 1nsllt~c,o~cs internacionales como la Sociedad de las Naciones. la Orgamzac16n de las Naciones Unidas o la a,munidad Económica Europea. Y n la cada vez mayor interdependencia de los países. tanto en el plano ~c~­nómico cuanto en el polltico o cultural. La lectura de la prensa d,aria nos suministra muchos indicios de la exihlencia de esta accividad inten­sa de negociaciones. como para que haga ralea aporcar otras pruebas. Nos limicaremos a recordar alguoos hechos por codos conocidos

- Las guerras coloniales y la mayoria _de los grandes connicc_os posccriores a la segunda guerra mundial dieron lugar a negoc1ac10-

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w R:$UIUCu)n <h.· k",., conlhct01

nes: la guerra de Corca (Pan Mun fon. 1953) la guerra de Indnehioa (Gmebrn. _ 1954). la guerra de Argelia (Evian. 1962). la guerra de Viet­nam (Paris. 1972). la guerra del Oriente medio de 1973 (negociación e? curso),.'ª tucrra do Chi~rc (1974). Hay. desde luego, algunas c,ccp­c1ones a fas qu,.; nos referiremos para concluir.

.- Las n~ocíaciones sobre desarme entre las URSS y los Estados Unidos movilizaron. durante cinco afies. las energías de ambos paí­ses. para llegar finalmente a un tratatlo de limitación del arnwmento nuclear (1963). Unas ncgociociones para la limitnción de las armas nucleares estratégicas seguían su marcha en J 976.

.-: Las ncgoci.1cioncs ec0nómicas in1cmaCiC"ln:th~$ abundnn y , iencn facilitadas por l?s muchM organizaciones dependil'l1tes de ta ONU. ~I mercado comun europeo es un ejemplo, emrc otros. de la inten~idad incesante de la actividad negociadora: las grandes deeisic>ncs y fas eta­pas fundat~1<:n_tnfes de la creación de la CEE han dado oportunidad ~ara. negociaciones n menudo rcbrílcs y difíciles. El proyecto de cana-111.ación del Moscla iue objeto. durante cinco nlios. de negociacio­nes entre Francia. Alemania y Luxcmburgc>. de las cuaJ..-s puede encon­trarse una relación en la obra de uno de los n<:J?oc:iadores franceses F. Clunrion ( J '164). ' · ·

7'" La mediación también ocupa un Jugar en Tas negociaciones. pon~endo frente a frent.: o naciones de importancia mediana y pe· quena. Con frecuencia. la ONU. en la persona de su secretario gcne­rnl. ~a cu';,'phdo_ estas funciones de mediador (Con.!'o Belga. Oriente Mcd!o). ~fas recientemente, la guerra del Y om Kippru. en el Oriente Medio, dio nporiunidad paro que el ,ecretnrio de Estado norteameri­cano, ~ enry Kissinge~, descmpcií:lra el papel de medindor entre ára­be.~ e rsraehes. Por crerto que los Estados Unidos no constituían en e.stc coso. u? ejemplo perfecto de tercera parte neutral. Su a~yo d~ la causa is'.aclí º? hacía de ellos una nación indiíen:nte 3 la solu· ció,1 del conflicto. Sin cmb:lrgo. la actuofidad nos da fa oportunidad de ver e~ qué puede consistir fa lCLrea de un mediador internacional. . - Niadamos a estas ocgociaciones conocidas t<1<las las negocia-

c'.oncs S<.'Cretas Y todas aquellas otras <Juc no son materia de informa· c,ón de fas n~nci~s periodísticas y cuyo número se ignora. Corres­pond~ •. los hrstori:idores el revelarnos fa existencia de este tipo de negocmc,oncs. La obrita de Pedroncini (1969) sobre Jas ncgocincio­~s secretas manrenidas durante la gmn guerra. demuestra que tu• v~eron lugar muy temprano. por iniciativa de Alemania. desde di-ciembre de 1914 con Rusia y en fa primavera de 1915 co F · El ríun d . . n rancia.

o . e e~,s negociaciones secretas tendentes a poner fin a la gu~rra se mtensific6 en~re 1917 y 1918. Aun cuando todas boyan con• cfurdo en f:-1e_nsos. debido a la intransigencia de las partes interesadas. tales negactac,ones «son el tt.11imonio de que en plcnu gu~rra -y la sc~unda guerra m~~dial lo confirmar.! - ningún gobierno, sea parn satisfacer sus ambiciones a menor precia, o s.:a por cansancio

O in-

100 t

Ncaoclac.ióo cp 1os conflictos lntcmac1onalt-s

quietud ante el porvenir. no deja de sooMv al adversario con la .e~­pcranza de llegar a una pru: por separado o gc~=I» (PedronC101.

1969. p. 29).

Estos pocos ejemplos tenían. simplcme~tc, el objeto de poner de relieve Ja intensidad de la actividad negociadora en el plano de las relaciones y los conflictos internacionales. Las .dos últimas grandes conflagraciones. Ja guerra de Vi.:t?am y el .conflicto del Oriente Me· dio nos van a permitir, parn terminar. idenuficar algunos factores que Uevan a la apertura de negociaciones. .

Las negociaciones de París acerca de Vietnam duraron aproxm,a­damentc tICS años y se atnscaron mucho tiempo en el intercambio de propuestas y conuapropuestns, mientras en el campo de batalla contJnuaban Jos combates. Cierta cantidad de señales, como la pro­gresiva desafectaeión de lns tropas norteamericanas. no fueron sufl· cientes para sacar las negociaciones del marasmo. Se 1enla la impre­sión. desde fucrn. de que las panes adversarias esperaban lograr ventajas en el terreno para oblig~r .3 la contraparte a ~accr con<:"" siones. Hasta el día en que R Kissmger. entonces conse¡ero especial del presidente Nixon. tomó en su~ manos el d~stino de las negoc~· clones. Parece que los oort.camer,canos resolvieron entonces termJ· narlas. Puede pensarse que el coste de la guerra les parcela más elevado que cl coste de la transacción; como los combates no habían evolucionado en favor de los sudvietnamitas y norteamericanos. Y las relaciones de ruerzas se mantenían dentro de cierto oquilibrio. la única salida era una negociación verdadera. porque In guerra ya no tenla razón de ser. Un cambio de mentalidad simétrico se manifestó en el mismo momento entre los nordvietnamitas. P\tedc suponerse que cada parte estimaba que la inmin~n_eia de fas _elecciones presi­denciales· norteamericanas creaba cond,croncs especmlmeote favora·. bles para uoa reanudación seria de las ncgociacionc~. Los hechos se precipitaron y el acuerdo concluyó con mucha rapidez.

En el caso del conflicto del Oriente Medio se da una si1uaci6n en cierto modo similar. La guerra de los seis días concluyó con la derrota de los e~ipcios. No pudo emprenderse ninguna negociación entre 1967 y 1973. Sólo se habla convenid? un cese del fuego. ~ ~i­tuaci6n se marneoin C$tationaria. carac1er1zándose por un equ11Jbr10 inestable en el plano militar (muchas violaciones de la tregua y expe­diciones punitivas de una parte y de la otra). Este equilibrio relativo se rompió por la reapcrtura de las hostilidades por pane de egipcios Y sirios en octubre de 1973. Fue la guerra del Yom Kippur, que permitió o los egipcios reconquistar algunos territorios perdidos en la margen e.~le del canal de Suez. Pero el copamiento del 111 ejército e~ipcio por los israelles condujo a convenir un nu~"º cese del fuego. Pudieron entonces abrirse unas negociaciones pa reiales entre egipcios e israches que condujeron a fa destnovilizaci(m de las tropas israelks

'"'

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La resolución de tos confbctos

(enero de 1974). Se puede, pues. preguntarse por qué resultaba ahora posible lo que no lo habla sido durante seis años. Arriesgnrcmo, algunas hipótesis: los egipcios habinn demostrado que sabían cc,mba­tir y que podían tener a raya, por lo menos durante un tiempo. al ejército israelí: Jo humillación de la guerra de los seis dia.s habla qu_edado lavada; además, los egipcios habían reconquistado la margen oriental del canal de Suei,. lo que tenia un considérable valor sim· bólico de victoria. Por otra parte. la relación de íucrzas quedaba menos desequilibrada en favor de Israel, y una disparidad menor en dicha relación de rucrzas hncíá más n=ria para ambas partes la . nc~ociación: el conflicto aparecía costoso para Israel y Egipto: Egipto ya no era uo «vencido» e l$rael ya no estaba sc~uro de su invencibilidad. L:i motivación para negociar existía por am-bas panes. Si a esta motivación se agrega la cnergia y el talento mediador des· plegados por H. Kissingcr. pueden comprenderse las razones del éxito en esta primera etapa de las negociaciones del Oriente Medio. Oaro que todavfa esrlln por emprenderse las negociaciones m:!s difícilc,;. es decir, lns que tienen que resol\'cr el conílicto territorial íundamcn­tal: el Sinaí. Jerusalén, el Golán. etc.

Volvemos a encontrar en el plano internacional. lo mi;rno que en d de la..s negociaciones de los conílictos del trabajo <> los raciales, el papel fundamental que desempeña la motivación de negociar. Sin motivación. de una parte y de lo <>1ra. de llegar n un acuerdo acepta­ble para ambas. toda negociación estll condenada al e>1a11camicnto. La motivación de negociar proviene de la cxbtcncia. junto a las di­vergencias que crean ti conílicto. de intere,;es comunes o c,,mplc­mcntarios. F. lklé (1964) define así estos dos tipos de intereses: cuando tkncn un interés común idéntico. las partes dc..<ean compartir el mismc;, objeto o benefici.lrse de la misma combinación que. sin embargo. no pueden lograr <in <umar sus <-<fuerros: por cjempln. los acuerdos intcmacionalcs de pesca o de protcccibn de especie., aninmlcs en trance de extinción. o las treguas militar~. En los casos de imcrcscs complementarios, In.~ parles desean intercambiar bienes económicos o culturales y el ejemplo son los acuerdos comercia les. Lo ntás frecuente. en l:is ntgociaciones. internacionales. es qt•e los intereses sean a la vez idénticos y complementarios.

«O.lande.) ~i! pal~ de- Europa crearon la Comunid!ld Econ.6mieá Europu 1cnl2n intett'ICS complemcn1arios en eJ intc.rcambio de concesiones adu:anem, e ~nte~ oomunc\ idt~ti':°, _en f:i edlflc3ci6n de un va,10 mercado europeo u.nido. CJ tr:Httdo de hm1tac16n del arm11n,cnto nuclear rntrc los Estados Unidos ~· b URSS puede 53tisfacc-r el 1ntt.r~ complemeouuio de. n..'ducir el d~Jlo de l.11 ann;i.$ nucleares de la contrnpl.ftc y el i.ntc.r~ wm(ln de pr.:'-'CDJr cJ aumento de la rndi3ctividad o de poner limites a la protircracióo do l:i, onnu nu<le•m• (lklE, 1964, p. 3).

Faltando es1e mlnimo de intereses comunes u complementarios. nin~una nC1?.ociación es oosible. Vnlvcmo~ n f"ncnnfr~r ~""¡ rl ,·nn.

'' ·~ I

Contlusióo

ccpto. caro a Sherif. de los superordi11a1t· goals. La importancia octual de la negociación internacional prClvjeoe de la int~rdcpcndl!ncia cada vez ma)·or de las nacion~s y de la exi,tcncia de una cantidad ere• ck:nte de intereses comunes o complc1nent.arios. que prevalecen sobre las divergencias de intereses.

Conclusión

Siendo cualquier conflicto m:\s o menos costoso para cada una de las p:i.rles enírentndu.~. no puede durar demasiado y tiene que lcrminarse. sea por el aniquilamiento de uno de los adversarios. sen por discu• sioncs. Se comprueba que en el mundo actual los conílíctos tienden m(!s bien a concluirse por medio de proe<!dimientos de discusión: negociación y mediación. Pero. para que "' produzca una negocia­ción verdadera. son indispensables cieruL~ condiciones: la cxiMencia de un mínimo de intereses comunes o cornplcn1cnta rios entre lo'i ad"crsarios. la existencia de una sólida motivación por ambas parles de encontrar un acuerdo y la existencia de una autonomía reconocida ,:eciprocamente. Esto. pues. supone. no un verdadero equilibrio de íucl'7as entre las partes. sino una relación de íuerzas que no ¡;c-,1 de• masiado desigual. La negociación no puede emprenderse sino una ve, que el conílicto ha permitido cierta cquilibración del poder entre las partes. Cuando este reajuste do íucrzas no ocurre y el poder de uno prevalcc'C considerablemente sobre el del otro. el conflicto no puede resolverse por la negociación sino por el aniq uilamicnto del más débil. Si la negociación puede concurrir y completar un proceso de equilibración de íuerza.s sociales. no parece ser. por si. un !actor de cambio del poder. Sólo el conflicto parece ser un foctor de modi­ficación de las fuerzas sociales enfrentadas.

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Capítulo tercero

ESTUDIOS DESCRIPTIVOS DE LA NEGOCIAClóN Y LA MED1ACióN

l. L3 nc,:ociaciór.

~pués de haber sciialado. en el capitulo anterior. la irnponancia cada vez mayor de la negociación como proceso social de resolución de conflictos. as! como las condiciones esencialmente necesarias para que se produzca. tenemos que entrar en la descripción de Jo que sucede cuando unos adversarios o unas 1>3rtes sociales negocian. Los documentos que nos permiten tomar conocimfonto de los mCCá· nismos en juego son bastnnre raros. tanto en francés como en inglés. Por ello nos basaremos en obras pertenecientes a regimos diferentes. Señalemos en prímer lugar dos novelas de autores diplomáticos: Saint-Germain ou la 11égociatio11 de F. Waldcr. que obtuvo el premio Goncourt de l 958. y La grande conférmt:t! de J. de Bourbon-Busset (1963). Estos dos libros son otras tantas transposiciones noveladas de las · experiencias personales de sus autores. Otros documentos relatan alguna negociación particular; es el caso de Unt ,·ictoirc européen11e. la Mosl'llr. de F. Chanrion (19~) y de fLI r1égocitUio11 de la co111•e11· lio11 collee1i1•e des industries mltallurgiques. métalliqucs et mér:a11iq11es du Territoire de Btlforr. de M. Rocard (1956). Por Oltimo. otras obras más siotéticas tratan de sistemati7.ar I• descripción : H<71v Nations Negotiate, de F. !ldé (1964) e /11dusrrial Peacr-Maki11g. de A. Douglns (1962). Desde una perspectiva mds litemri~. D. An1.ieu describe en un articulo (1974-1975) los mecanismo, esencial-,s de la ne@ocinci6n.

Aquí agrupamos los puntos más importante., de la negociación en cuatro secciones: el contenido. los roles. las Cases y los procesos.

,) El contenido de la 11tgociació11

El objetivo de la negociación. recordemos. consiste. par3 dos o m~s partes en conflicto, en Uegar a un acuerdo por medio de conversa·

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La negociación y la mediación

cioncs e in1.ercambio de oplniones entre sus representnntcs. EJ con• nieto. que origina l.a negociadón pu.:dc ser más o menos agudo : un conflicto abieno. violento o no. es decir, en el cual cada parte rrata de lograr un control sobro el comportnmienro de la otra o las otras panes, o bien una oposición de inrcreses. como en el rerreno del comercio (el origen de la palabra negociación es negotiulio: negocio). En este último caso. el objeto de la ncgocinción ao es la solución de un conílicLo abicno. ~ino la conclusión de una venta o de un trueque. La., condiciones en que se emprende la negociación son. pues. diversas y pueden suscitar difcrenci:is en el plano del desarrollo de 13 negociación mi,mn: en el caso de un con nieto abierto. puede ser el marco de un abanico mayM de mecanismos que en el caso de una discusión comercial: los fenómenos de coerción serán más írccuentcs. Por esta rozón nos concrct.arc.mo~ a describir el desarr"lllo de negociaciones que se deban a conflictos abiertos. más que al campo más limitado de fas relaciones comerciales (ciertos conflictos in1cr­nncionales que tienen un origen económico. exceden la mera definición de intercambio comercial).

El objeti,·o de la negociación es el de llc~ar a un acuerdo. Esra definición de las met3s de la negociación supone, pues, la existencia. en las panes afcciados, de una genuina motivación de llegar a un acuerdo y de un mhtimo de intereses comunes i, sin los cuales la negociación girará en tome, de " misma y no saldr~ del a1aS<.-amiento. Conviene. sin embargo. destacar que a veces el objetivo temporal puede no ser m:is que manrencr un contaCll1 pacifico con el adver­sario " la conrraparte. sin que haya búsqueda de un acuerdo. contacto que permitirá entablar la verdadera negociación cuando se juzgue que las condiciones son mejores o que la negociación será ineviuible.

. cl..o c~ncial t:S mantener el oont.D.cto, apal"br.anc, como dicct1. Jos ncgTOS, ~1,cn11115 ,e habla, se sabe dónde está el ad\iersatio. El pcli¡ro cmpiem cuando hu>,c, ~e t:~uda n se cncolcrin. E.n1ooces todo es posible Los lliL1dQs., como los individuot, son cbu~1r6íobo!. )' .nadJ. C! mis pcllgros~ qut un hwnbrc lCO$::ufo que bu.sea un.3. salidu (J. de Dourbon•Busset-. 1963, p. 17).

Con estas palabras se ha lllltado de interpretar los tres años de negociaciones por la guerra de Vielnam: era mej~r el atolladero que no negociar en absoluto.

Orro objc~~. pcrifériro q~c los g"bierno< p.trticipanles esperan de una oegociuc,on es el de u1ih1.arln como herramienta de prop:1ga11•

da· mostrar su buena voluntad, obtener un audirorio inrcmacional para . s~s concepciones y sus objerivos polilicos e incluso real1.ar el pn:shgio personal del jefe del gobierno. Ln negociación resulta en tales ~•sos una ,..,rdndc.ra hipotresia. e lklé (1964} la compara con •( fariseí,~o: «Lo que unporta no son l>s ideas. ni la meta anhelada m la, acciones anreriores y posteriores: impona que se realice Ja ceremonia con arreglo a los nlos adecuados» (p. 541. Y subraya que

lelo

El coo1cnido de 1-:l negociación

semejante objetivo no faltó tampoco en las negociaciones sobre de·

sam1c.

cPatccc i.nnegable que el upccto íari111.iic:o rccfbe: ~nil ttttnci.6n c:oniidi=· rat,lc por p.i.rte de 10! g~~rnantcs occidcn1-:.l~. Un .51ntoma de ~11(, a .el rrecuc.n(e. intetcambio de p:1péles enlrc los E.sti1dos Un1d05 ~· lJ., U~16n So\·•~: · en la ,'···a<tenda de ree:lam11r l:i re:1nuda.elón de las negoc1ne1oncs IIObN. llC3, ... ., - . . d.

d~rmc, prcci.sa.mentc en el momento c:n que el 11dvel'Sl.lno no uene ,,po. siejón ni ganas de h.acttlot (ltd6. 1964. p. SS)

Definido el obje1ivo principal de la negociación -lleg.1r a un acuerdo-. conviene abordar el objc10 de la negociación. su conte, nido. La negociación se refiere en general a Jo que cs1:l en ¡uego. en el conílicto, pero nn solamente a ello. El con1cnido mismo es, también. obJcla de ncgociaci6a. ¿De qué hablaremos?. ;Fn qué or.?en'? ¿Quien hablará y en qué orden? ¡,Formaremos conusione~ o no. ¿C~ill seril el ritmo de las sesiones? ¿Quién presidirá las ses10nes? ¿Qu~ forma rendnl la m<'Sa? (cf. las negociaciones de París so~re Vietnam) ¿Cómo se situarán las delegaciones'/ Todas csllls cuesuones de P."'· cedímicn10 y de predeliberación. aparenrcmente wnas Y secundanas. acaparnn con frecuencia tiempo y energía considerables y forman parte de la negociación.

el.a primera cué!tí6n del orden del d(g. es el orden del dla de l:i con· (crcncia.. El ministro del Es1e aguardaba este momento. Lc.\'nn16 J:;i mano:

- Pido l.:t p.t.Jabra plta un:a moción de ord<n. . TodM nos 51!.ntimos allviados. Finalmente, la confcrenCi~ marchaba sobri:

rucd:i,. S,: b.:.bl3. entablado 1:l batalla por c:l orden del dia. - No YO)' :i. prot~smr por la reda.cci.ón dt' los puntos. por lo mcn~ de

morncoto. Por el contrario, pcrsonalmc:ntc protesto por el orden qu_e llenen Poner ;i b. cabczn 111 cuestión (lUC ftg·ur.l tn el punto I es prc,uuar el pun,o JL Esto es inactptnble» <i. de Bou.rboo-8u.<se.t, 1963. pp. 4~,) .

El orden del dla define a la vez el eacabezamienro de los punro, y el orden en que se han de tmtar. Ahora bien. e,te 1irden puede favorecer a un campo y perjudicar al otro. Es frecuente que la nego· ciación tropiece con estas primeras dificultades. F. lklé (1964) aos describe a~i el comienzo de la conferencia sobre limitación de las armas nucleares. en 1958. entre el Este y el Oeste:

c.lJ ~tascamieo10 p,or el orden del df11 se rompió én el ~W$O dt una. reuoi6n iníorm:d, en la que ambos campos .!e pMicroo de ac,u:.rdo sobre una propue:sUI del dcltg:i.do norteamericano. de u·11a.r los temi\S p~opues.to\ p.:,r cadn C!lrnpo durante: pcrlodos nhcrnados de do,: haras. PosicnQrmCntc., c11 el c:un() de es~ larµ eonfcrel\Ct11. &e dejó de lado cs1c ~to :y .cad.a par1c: aportaba propuestas y discud3 los te.mas propuestos por el 11.d\'tl'$8no .como 1~ p.,rccia.. Oc al suerte. micntr .. , que amtr.u: p3r1e.1 .se puucron ráp1d.a!'lcntc de acuerdo sobn:. el proccdimi~nlo de la prcsidendn ahcrn.1.da. preos.L.ron m:\.! de 10 sc.linru.-s paffl rc,ol\·cr sobn: el "orden dtl dia ahcm:ido .. • (lklé, 1964. p. 961.

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La ne-gociAción )' lil mcd.U1ción

. ~I orden de! día constituye, pues, desde el comienzo de fa ncgo­coac,ón, la ocasión para que las partes pongan en funcionamiento sus re~ectivas fuerzas y las midan. Rocard (1956) señala que en la ne­goc1ac1ón de 13elfon, los sindicatos, pese a todos sus esfuerws. no pudieron lograr que las discusiones sobre salarios se incluvcrnn en ef marco de las discusiones del convenio coleeti,·o. •

Una vez lijados el orden del dfa y el proccdimieoto, podrá em· prenderse la negociación de los puntos fundamentales. Pero. ¿cuáles son? Ya hemos indicado en el capitulo segundo. a propósito de las relacinnes raciales. que cierta cantidad de cuestiones de principio no son negociables, especialmente la cuestión de la autonomia de los negros en lo concerniente a sus propios problemas. Agreguemos ahora que las negociaciones que se refieren a cucMiones ideológicas. como ros valores o los principios, son las más dificifcs y frecuentemente se las evirn. La~ bases afectivas de fas posiciones ideológicas hacen difícil su abandono txprtsa por una parle o la otra, al paso que tal abandono será más fácilmente consentido en el terreno de las mane­ras de aplicación. Un pasaje de F. Waldcr nos lo hará entender mejor. La obrn de este autor esboza, de manera 6cucia. ef desarrollo de las negociaciones de Sninl•Gem1ain entre los enviados del almi• rantc Cofigny y los del rey de Francia (1570). El autor describe asi la entrevi$l3 con cf almirante. que precedj6 a las negociaciones pro• píamente dichas:

«-- Almiran1c. le dije de: ,opctón. creo iabrr que \·os no LraruigirtiJ en un punto. que es el de que el culto rc(ormado debe ser libre.

El almirante giró J)(>r do,: veces lot ojos c.n blanc:o. - Ese principio es bisioo. dijo. A partir de a.hI se puede discutir, pero

.:n eso no rctrottder6.

- Se Lrata dé un principio, TC$pondi, de una posición sentimental apa-\.ktoada. n In. que vb~ adjudJcáis un \':1.lor de ifmbolo. '

- Exncto . .señor. y ,·os no ignomrtis que en anlculM tal~ un caudillo no puede hao::r c:omponcndil.S, p.ara no perder In estirn.., de todos.

- Fn1icndo, pr01cgul. que, mjcn1ru <>s sea reconocida e.ia saris[ao:ión consentirlai!t e:n lralar !ll,gunos arreglos de indol,e práctica.... '

-Sólo el caudillo, dijo irguilndose, etti nu1oriz."ldo a coolcmporiz.1r. Es c..lam q:ue. no podría h::tbcr cnrendimic.nlo, una \·et s.al,'itdos tos principios, un ronces1()nes ~cíproc:a&

.- Su ~flljc\1ad, continut, detea que el culto sea prohibido en ciertas ttgsonc,

:-Sc-rn libre c:n 1oda5 pancsi tron6 el almirancc, salvo e.o lll.s qui.! ~1 rey rug,ern y D0$0ll"QS comlntamos,

. - - 8ns1;11i con que el Rey precise en qué: lugaru no desea que el cullo 5C UlSlt\Urt"~

-Y que yo ~ño.le en euáJes no colcraré que est6 au.scntc. Fut: a.si_ como puse de 1.cucnh> a cstu doS pocencias, en los primeros

meses del ano l570. acerca d.e u.nas postclonc1 do principio cx:i.ctamentc opue~1ns. pero qll'I! postuJnb3n. para su npliación, medid.u idinticn.s. Fue lo cucsuón de 'M>~Crun1a. Os.da p,3no tn.'l.ntcnl;1 incrttta su prctcn.ti6n y, cllo no obirante. :1~11!ron a t.nnar Eso íue posible a tolldición de que l.u ideas

\OIS

l<l'l ncgocá11dorc,

Je dt:jar.tn dormir y que no, ,iC pU.Ucm.n c.n dj~~ion mA1 .¡ue la:s rc-:illzacioncs matc:ri:a.lcu \Valdoe-r. 19S8. pp. 3.Sss).

Así, pues, la negociación ,crotaf',.1 con mayor frecuencia sobre aspectos técnicos y no sobre principios generales'. toda vez que ceder expresamente en un principio que siempre se hn defendido equivale a maniíestar palmariamente debilidad o inconsecuencia. La in­transigencia <'-D los principios tiene cf objeto, en primer lugar. de conservar intacta la reputación de firmeza de cada parle, reputación que será necesaria en futuras negociaciones. Si una parle cede en algún principio en una negociación. tal «debilidad» puede inducir a sus futuros adversarios C\'Cntua1t."S a ensayar una incrnn!;igencio mayor para lograr concesiones in1portaotes ca ef plano de ros principios. Además, una parte no puede ofrecer sin tlafto ef espectáculo de abandonar fácilmente fa que fue su d<>clrina durante mucho tiempo. Un gobierno necesita preservar su reputación de coherente. «Ble ÍJlterés por In coherencia no debe minimizarse, porque, en negocia, ciones futums. los mismos principios podrían volver a servir paro defender una posición. Además existe también una c,ügcncia inlemn de coherencia, en la mayor parle de los gobiernos. derivada de la necesidad burocnitica de continuidad de las reglas. así como de ln dificultad para cambiar las doctrinas oficiales y adaptar las ideolosias ruicionaleso (Ilclé. 1964. p. 84). El mismo autor nos ofrece a conlÍ· nuaci6n un ejemplo concreto. «La determinación en relación con los principios puede debilitarse por la formulación de CJtigencias que parezcan dejar ÍJltactos los principios. modelando simplemente el con· tenido, como si ellos estuvieran presentes. Lo promesa de Kruschef de no perturbar el sistema pofitico y económico de Berlln Oeste si se acep1aba su propuesta de «ciudad libre• tenla por objeto disfmzar el compromiso de las potencias occidentales en tomo del principio de no conceder más territorios al comunismo» (Jkfé, 1964. p. 85).

11) lhs roles tll la ntgociac:/611

J. Los negociadores

el.a negociación es un intercambio de opiniones:, ~nt.rc d1.lS polenciil.S por lnrcr­medio de Ju" agmlcs diplomfllicos o enviados cspcci!l;Jes de sus gobitmc~. o cntn: varias poc~ncias. en congttsos o oonfcrtnciM, para llcg:tr a la oon­cluiíón de un ;cuerdo» (diccionario Rolx:rs, nrUculo «Mgocladón>) .

Los actores de la negociación son los negociadores, que actúan como representantes de su grupo, organización o gobierno. Este concepto de represenlllnte es capital. porque de6ne la acción de los negocia­dores. estos no hablan a título personal. sino en nombre de un organismo que les ba conferido mandato para defender su posición.

IC'\

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Pero el mandato conferido contiene asimismo la exigencia de llegar a w, acuerdo con el ad,erwio o los adversarios. De 181 suerte. el mandato es doble y requiere comportamientos opuestos: illtransi­gcncia en la defensa de la posición inicial. pero 1amb1cn Ocxibilidad para coosenlir el mínimo de concesiones necesarias para la conclu· su)n del acuerdo. Para asumir este doble mandato, el negociador precisa cierto margen de Libenad. para poder adaptarse a la situa· cióo y responder de la mejor manera a los intereses de su campo. Pero c,,t<> margen de maniobra es, con mucha Crccuencia, reducido y el ncgo<:iador se encuentra en· Ja cuerda floja: un exceso de flexi­bilidad y de concesiones le será criticado, cuando no dc...autoriudo por sus mandantes, coosideraodosclo. en el peor de los casos, como un traidor; demasiada intransigencia. con el Cracaso total o parcial de la negociación. le será más o menos imputado con el marbete de iocompclcncia. En su obra sobre Kissinger. Kalb y Kalb ilustran bien acerca de lo delicada que puede ser la ¡x,sici6n del negociador. En octubre de 1972, J{,s;ingcr había visto por fin desbloquearse las negociaciones con los nordvietnamitas. Se habla llegado, el 8 de octubre. a un plan de paz que a Kissingcr le pareció honorable e mcluso se babia elaborado un calendario, fijando la tirma pnra el 31 de octubre. esto e!.. una semana antes de las elecciones presi­denciales. ¡Qué éxito diplomálico para el presidente saliente! Pero Saigón rechazó los lénuinos del acuerdo, por considerarlo ambiguo en muchos puntos. Hubo entonces que rencgociar muy rñpidamente. Ahora. cuando acababa de atirmat. en una conferencia de prensa;

«la pa:t ci,tf, al alcance d" la m.:ino )' todu puédc 3rrcalarsc en t.rc, o awtro di.as», he o.qui que Kis.s1n11:cr adviene que el prc)ide.otc Nixon }'ª no úcn~ ptiS3: c.FinnarcmQS et acuerdo eua.ndo !lea s:ttisfact.orio: ni un dl.l antes.> K,ssinger $C e:ncun1ró cogido centre el riuno apacib1.: del presidente y el hecho de que Le Ouc Tho estaba. cvidcntc!r'Oentc dispuesto a ncguciar . . Cu.alt.squ.iern ha)an sido SU5 pn:fen,nclas pcr~onalcs, docmpci\ó e.1 pa.p~l que se le: babia asignado. Ew le ha.ria. ,;vir los 1rcs meses m~s penosos de .s.u i:xistenc:1.a> (Ka.lb y Kalb, 1974, p 310).

As!. pues, el negociador está en «libertad "igilada». Si quiere tener más libertad de movimientos, tendrá que convencer a los que le cnvlan de la necesidad de flexibilizar la posición inicial para llegar n un acuerdo particular, Y entonces se entabla otra negociación. ""ta vez illterna, entre el negociador o negociadores y los que les bao dado el mandato. Pero esto ocurre sólo cuando los negociadores gozan de un mínimo de autonomla. lklé (1964) demuestra que los occidentales y los rusos tienen concepciones loULlmente divergentes del papel del negociador. lo que explica la lentitud de las negociado· nes Este-Oeste y las dificultades que les son inherentes. Para los occidentales, los negociadores desernpcilan a menudo el papel de mediador entre su propio gobierno y el del adversario. más que el de simoles abo~dos de su propia causa.

\\O

«En ocas.iones, (el ncgod:l.\dor) puede incluso va.len:: de un '·hecho con. suma.do" p::ua ?b1igar at. un ,gobierno al aa.u.:rdo. Puede,, por ejemplo, 11flrm;,r que el advc~no bl.\ comcnudo )a en alguna trans:aoaón, durao1e una n:unión inf~nn~l. Y 51 cxi~c~n diíercncia~ en el s.cno del gobierno c.nl.lC u,u ¡x,sitión fl!i!Xlblc Y un.a pos1c1ón rlgld:i, el négoci:tdor s.ac:ui invariablement\! \ enlajas J)3l'O prupugn,r la posioión im• ftCl<iblc• {tkl~. [964, p 145).

AJ conlrario, los negociadores comunistas se portan con10 n1cro~ portavoces de su gobierno. He aqul un ejemplo:

e.Al rtanud~tie en 1961 las ncgoctaciones (sobre Umit.ad6n del armilnlCnto nucJ~r), el dclcgido nont~tñe.i.no Arthur lx'.J.n iminuó: ,;Todos dcbcn1os cons-,~crar nu.c\·as m."ncru d~ ver. que d[fitren, u (a vez.. de nuestr.lS p0$.idoncs 11.ntcnorcs Y ~ nucstr·o1 deseos. EJ clllfO que en el fu1uro. como en el pa..1oado, ~mn nccest1;n.os aJUStCS por una y 01m panc." TJar.:.pL.in, en can1bio, e.xpn.-1ó:

111 cspe:ra~.a d<! 4:tú~ nuestros interlocutores a~ptcn l.u propuestas emitidas pot b Unión Sovu!oca para los puntos en <liscusiórf'> (11...16, 1964. p. 147).

En el caso en qu~ el negociador no í!> más que un portavoz que consulta con su ~ob1erno cada vez que surge una situación nueva, su Pª.1"'1 es sencillo. Pero una deijnición tan limiwcb del papel de negociador es bastante rara y, en general, el negociador go,.a de cieno margen de maniobra y de libertad para apreciar la situación. De tal suerte. su papel. es, con la mayor frecuencia. muy delicado, porque se encucntm cogido entre eógencias rontradictorias: ser abogado de su causa. pero tambi<!n facilitar el acuerdo mediante ciertas concesiones. Un ejemplo nilido nos lo da Chanrion (1964) en relación con las negociaciones sobre la canali1.ación del rlo Mosela:

«El señor ,\.lauricc Faure, q~ dftigi.a l;:ri negoci:,d6n por la parte íranccs:i, deseab~. a.nte ~º· llegar a un buc.n cntendlmicnto Cranc:oolem.in. lo que resultaba CSCDCta.l en el plano Po~itiro. ~1cdia correctamente la aroplitud de las dc~.ndas :..lcman).I. Pe.ro wnb1!n le preocupaba mucho e.1 riesgo de que ta .negoaaCt6n írnc.uara y, por cons-i¡uiente, le inquictllba dc(ir dcmo.,iadnt "nocs" En Jo fund;i.mt'.nt'1.1 su dctc.mún."ldón ern fucne y, cn cuanto al TC$10, sus colaboradores ha.clan lo mejor que podían• (p. t04).

La última fr~sc de este 1e<10 pone en evidencia que el doble papel ,del negociador puede verse facililado si. como ocurre en la mayo~a de ~os casos, las partes no están representadas por un solo neg?C•ador sino por una delegación. Cuando son dos o más. los ne· gOCJJ1dores pueden repartirse las dos funciones requeridas por la, dos ca~as dcl mandato recibido. Uno podra representar la flexibilidad ~e~tras el otro lo bace con la intransigencia. Es así como la ncgo­ciac16n podr~ avanzar sin que ninguno de los mandatos recibidos quede abandonado del todo.

«AsS, dijo (el Rt.)'), que \'0$0lros ncgocinrtis en dos niveles. Y mic..·11tras que )'O euc.ª!º con el sc-ñor de Biroo p:uu no romper la linea:, espero de ~U:' hab1hdad que desbar:uc lll-i dificultades en que os pondrfl su inrnin· ••gene>•• (F. IV•ldcr, 1958, p. 17),

1 \\

Page 46: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

W nc@:oci:u.•ión ) l..t mcdi:tci6n

As! es como pueden repartí~ los roles en el seno de una delega­ción, permitioodo a cada negociador eludir el eonfticto interno. Pero unos roles distintos suponen distintas percepciones y perspecti­vas. y entonces se corre un gran riesgo de ,-er surgir npreciacíones divergentes de la misma situación en el seno de una delegación: si cJ adversario lo nota, se servir(\ de ello. Para evil8r el dar a conocer demasiado estas divergencias. se asumen ottos roles formales: cada delegación está dirigida por un jefe que se compona. ante los nego­ciadores adversarios. como porlllvoz de su delegación. Será sobre todo él quien intervenga y desarrolle las posiciones y las propuestas y quien asuma la responsabilidad de las decisiones por tomar en cJ curso de las negociaciones. J. de Bourbon-Bussct expone muy bien. en su obra. d juego de inAuencias, muchas y diversas. de que puede en esos casos ser objeto el jefe de delegación. por parte de los demás negociadores o de los expertos.

A veces, cada delegación está dirigida por el jefe de la organi?ll­ción que representa: jefe de Estado o de gobierno. presidente-director g;:ncral o gerente general, responsable nacional de una central sindi· cal. Se habla entonces de negociaciones cen la cúspide». L:t rnz6n de ser de tales reuniones en el máximo nivel cs. o bien de trazar las lineas generales de un acuerdo cuya realización concreta quedará librada a negociadores de rango inferior. o bien concluit un acuerdo elaborado o preparndo por negociadores y expertos. Debido a estos objetivos espcclficos. las negociaciones en la cúspide son poco fre­cuentes. relafüamente. Pero hay otras razones que limitan su prác­tica: el frncaso de una negociación internacional en la cúspide puede minar el prestigio de los gobernantes y éstos no desean negociar personalmente más que cuando las probabilidades de éxito son muy grandes y pueden incrementar su prestigio. Aunque muchos lideres pueden. en virtud de su posición, comprometer a su campo con mayor libcnad que otros en el camino de un a~uerdo. los diplom~ticos y los expertos desconfían mucho de los errores que aquéllos puedan cometer, por desconocimiento de cienos aspectos técnicos o. simple­mente, por buscar prestigio personal.

2. Los expertos

Las negociaciones requieren frccuentco1cntc unos conoc:imienlos técnicos que los negociadores pueden no tener. Apatecen entonces los expertos. para asesorar a los negociadores suministrándoles in­formación y argumentos. l..os expertos, que a menudo no son mh que asesores. pueden, en ciertas negoci•ciones muy técnicas o eco­nómicas. convertirse temporalmente en negociadores. sea que se trate dt explorat las posibilid>des de éxito de una negociación futum. o de proseguir una negociación ya empreodida en discusiones en las

112

CI pr,.."".Sidcntc de s.es1t!n

que hubiera sido necesaria la compete11cia dcl más alto nivel. Pero las relaciones entre diplomáticos y expertos no están exentas de rivalidades y de conflictos. Oianrion (1964) demuestra que una ne­gociación entre expertos puede destruir los ,cuerdos concluidos por los diplomiticos al cabo de lentas y penosas ncgociácioncs. En efec­to. las opiniones y las percepciones de unos y otros pueden llevar a interpretaciones muy divergentes. Asl ocurrió en las negociaciones sobre la canalización del Mosela.

e.Ea cíccco, se intércQJnbió una ca.na scc-n:ta tc:Jtimoniando el :i.cuc:tdo de. ambOJ ¡obiemo1, alemio y fr.uic~. "para fonnul&r una propue1ta a los de.más gobiernos lntcrcsad0$, tendente .1 111 canatiz:i.ci6n de.l ~l0$ela. con reserva de aplicar, p.,.ra el gran canal d.e Alsa.ci11, un pro)~cto aceptable para Alemania".

Estábamos encanta.dos: sin embargo, D la luz de la expcricnci:i, agua.r­d!bamos la 1n1erpn:t1ciOn que dari.an los expcnos. que debi.tn rcutú11e los dla, 7 y 8 de tcbroro, en Puri<.

Pero, en cs.i 1Tuni6n. la delegación akm.:i.na .s,c: mostró dj,puest.a 3 ncaociar aet'f'Ca del canal de Alsad:I., ma'i se negó a cs1;iblcccr un acuerdo prcc:Tso )' vincuk1nlc sobre la c:i.oaü1;nci6n del ~1oscla la reunión fue t'ntonccs lll)ll· tilda. san qu.: se ob1uvicran roulCldU5, A'ii que la cu.:sli6n habia de&cl.!.Odido del nivel ministerial al de los C'fpc-nos. Pero la misión bOICfuejada por los mi· nistros httbi.t ,ido intcrprcw.da de dos rmn~nis dbtinw en amba'i mAr¡f!:nes del Rin: no era la primcr.1 va ... D.i 1crJ.1 la Ciltimu (Cbanrioo, 1964, pp. 84·8S).

Lo misma atmósfera de rivalidad describe J. de Bourbon-Busset:

•Le llega el tumo di! ptt.sidl.r til ministro. Declara 11bicrta b sesión y rccucrd:t el numd.·,10 que 10! primeros ministn,>J han coníerido a 10" rruntStro$. El minisaro del None tOm.3 al punto la palabro. Sugiere una reunión c:<clUJi· vam.:nte entre. ministros. Lo5 erpcn:o, inclin,ln las C3bcza¡ como t~gadas por una gu~dat'la Esto t~nia. que suceder, picns.:tn, es una atástrofe• (p 188). d)clJ!Ls de IJ. pucn:i se oye el bullir de los l.'Xpcrtm.. Durante ccro:i de do, hom h:1n é..'itado calculando tnstcmc..nr-~ la,( nc¡ligc.nci1u,. enon:.s. cqul\'OOOS )' torpeza., que Mbrtin cometido ~us minii.lros en su ausencia. Ansiecbd del O.)'ll &epa.rad:L del niño que le ha iido confiado. lAs divcr,rndaJ nacion:,1\!5 1c hnn borrado. Fri:nte a 1(1~ miniJtros prnuntuo¡c,s se ha con,lituido el írentc común de la com_petcocia dodc:ii3da• (de: Uourbon-Sui~t. 1963. p. 193).

3. El presidente de sesión

el.a primera cu~tión por rcsoh,.cr es la pr'l.!sldi.!nci.t. Todos sabemos que h11rA íah.a u.na horn p:Lra decidirll, pe.ro lambiln que, p:uado ese la.p,o. se ltndd que cnconlr"r uno, s.olución. cuc~te lo (fút: cucs.tc, }' que habrA que improvh.:irl:1 en d~ nünutou (J de Dourbon-Bussct. 1963. p. 11).

A semejanza del orden del dia, se trata aquí de una cuestión de pro· ceduniento que puede consumir tiempo antes de que se tenga una respuesta. Como ea toda reunión imponantc, la discusión necesita de alguien que In controle. la discipline y la regule. A veces. e,ta función la cubrirá una tercero parte bastante neutral en el conflicto.

113

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t..." ne¡ociación y h• mediación

Se ttatará, en rnJ caso, de un mediador, aun oo siéndolo a tllulo oficial, como en la negocioción de Bclíon estudiada por Rocard (1956). Lo m~s frecuente es que la presidencia quede o cargo de alguno de los actore, de la negociación y resultará entonces una parte de la discusión Cada pane procum obtener la presidencia de sesión por dos riuones principaJes:

- tiene. en primer tlrrnino. un valor simb61ico. La presidencia se vincula con el poder Presidir una discusión es tener, ;,imbólica­mente. inílucncia sobre su desarrollo;

- es, además. una posición estratégica. El procedimiento tiene. como hemos visto, un sitio preferente en toda negociación e incluso forma parle de la mhmn. En este conlCJtto. In función de presi, dente reviste gran imponancia, porque ron su acción puede, me­diante un anificio de procedimiento, dar ventajas al campo al que pcrlenccc.

La función de presidente está confinada al terreno íom1al: abrir el debate y situarlo. recordar los acuerdos o desacuerdos. conceder la palabra. hacer respetar lns formas de procedimiento habitu.,les o las que se hubieren adoptado y bacer respetar el horario 6jado. el orden del d,n y las normas ~citas de toda negociación. a las que nos reícrircmos más adelante. P.!se a esuis limitaciones. la función tiene un \'alor estratégico. No necesitamos más que un ejemplo: cuan­do no se ha determinado en el tiempo la duración de Ja sesión - lo que puede ocurrir, verbigracia, en los casos de las comisiones espc· cializadas -. el presidente puede iníluir en el desarrollo. recha7.ando. por ejemp.lo. cualquier suspensión de la sesión y haciendo también realíwr una sesión marat6nica. Entonces puede oblienr a un acuerdo que Cnvortlca a su c1mpo. acuerdo que puede ser más dificil de lograr ,i se suspende la se!iión. En otros casos. el presidente puede sugerir que se suspenda la sesión. y así desbloquear la discusión.

Por todas estas razones, la prcsidl!llcia es ansiada por cada pane Y es objeto de negociación. Lo más frecuente es la fól'Dlula en que las parles acuerdan la presidencia alternada, que ejercen por turno.

4. Negociaciones entre dos o más panes

En el caso de la negociación en que están implicadas dos partes. cada dcle~ación se encuentra frente a la otrn } puede ofrecer, a \'CCCS al cabo de tensiones internas y de un arbitraje del jefe de In delegación, un írent.e unido al adversnrio. Cl,nndo hn)' mtls de dos delcgncioncs. los len6mcuos se complican

La situación más frecuente en los conflictos del trabajo en Francia es la siRuicnte: varias deleitaciones sindicales frente a unn sob. la

"~

Ncgociac1oncs cnt.te dos o mb partes

patronal Igual situación se da en cicrias reuniones entre el &;1" y el Oeste, donde los aliados occidenllllcs hacen frente a la Union Soviética sola. En taJes casos se asiste a fenómenos de coalición. pero en los cuales, pese a todo, la heterogeneidad es la norma. El frente unido de los sindicatos ante los patr,oncs eSlA lejos de carecer de fisuras. En efecto, cada centraJ sindicaJ aborda la negociación con su propia ideología, con sus propias perspectivas y con objetivos ~ no opuestos, si a veces diferentes, y por tanto con una estrate~a diferente. Las consuhas entre sindicatos que preceden a las negocia­ciones no pueden allanarlo todo ni. pueden. impedir que. e~ e( curso de las negociaciones. aparezcan d1vergenc1as. en la apr~c,ac,ó~ de la situación y en la definición de la cstrat~,a o, la 1á_c1'.ca me¡orcs posibles. Son conocidas. por ejemplo, las 1deologias d151lntas de. la CGT y de la CFDT. En el cnso que conocemos por haberlo v1s~o un poco antes, el conflicto en In SNCF sobre eond1c1oncs de tra.ba¡o del personal que tuvo lugar co 1969, la CGT apuntaba a mc1oras suswieiales, pero la CFDT. m:ls radical. trataba de ttansíormar fun­damentalmente las condiciones de trabajo y propuso soluciones real­mente iono\'adoras •. Las discusiones previas a la negociación f~eron difíciks porque, aun cuando los objetivos globales eran lo~ mismos (el mejoramiento). los objetivos operativos eran muy d1stt~1os. Se llegó a un acuerdo, pero las di\'crgencias de óptica no de¡aron de aparecer durante las negociaciones. _ .

Más sutiles son los alejamientos y accrcam1cntos entre delegacio­nes que se establecen en el curso de negociaciones. por imperio de las afinidades personales o de la proximidad de los sitios en la mesa de discusiones. Rocard (1956) nos ofrece un ejemplo intcrcsant~: FO y CGT están una junto a la otta. mientras que la CFfC es::! Sll~~da en frente. al lado de la delegación patronal. Esta mera d1sposic16n espacial creará relaciollcs más estrecha~ entt": FO ~ CGT. lo que resulta manifiesmmcnt.e contrario a sus 1dcolog1as oficiales. )111 que la FO manifiesta siempre suma desconfianza respecto a la CGT.

«Can g m3yor (rccuc.nci~. 115 inlcn·tncioncs de cstu dos dclegadoncs IC realwib~n sin co~ll.'lr eon l:t CFTC S61o cuando b FO tst\b) en ~~· acuerdo con la COT, dch;gaba uno de su, miembros pa.ra crurnr c-n conc1hi• bulos ton b CFTC. (Rocord, 1956. p. 27S).

Semejante coalkión de hecho, habida cuenta de.'ª f~erle co?1pe-1encia enlft CFTC. CGT y FO. condujo a una situación de 1rule­

finici6o.

«Ahora bien. un :acuerdo limitado entre OOT y FO pone claramente en sltu.1.ciiOn d.clicada 1, CFTC. Si lo o.prucb11, no h.:i.brA h.echo sino d:ir su aval a unu po~c:ióo C$tnbl\:Cid:i sin su inlt'twodón; si no lo h:ace, trnicioM ll l;i

''"'" obrera• \Rocard. 1956, p. 275).

l\S

Page 48: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

la ncgoooc16n )' la ntechac1ón

La CFTC adoptó también una posición inLran,igente respecto de fa postergación de los discusiones salariales. postergación a la que las oLras centrales prestaron. finalmente. su acuerdo. La CFTC re• chazó esa demora y se apan6 de las ncb,oci,ciones. Sólo un mes después volvió a ocupar su sitio en la mes, de discusiones.

«La IC'cd6n de este incidcnlc e~. CQmo en matC'rl.a. d-: dC'spidos ct>l«li.vos, que la di,i.,ión de J;,\ orpniz;acion("'i obttras wndu~ incvit.able:menle I la solución m:...~ dcsf.1vor.1.blt.. Por otra pa.rb:·. pan:cc uambiéo que hayan exiitido divcrgcnci.t• entre los ~indica1011 acerca de fa npreciución del ult.imltum p,a, Lron:tJ, porque no hub-u posibiUdad d~ baocrlo lc:vanton, (Rocar~ 19S6. p. 301).

Otra consecuencia de la di;posición espacial: «Se desarrollaron algunas conversaciones amistosas entre la delegación paLronaJ y b CFTC y así se pudieron negociar algunos acuerdos limitados» (Ro­card. 1956, p. 275).

E,,tos ejemplos demueman cuánto cuesta mantener unido un frente entre delegaciones distintas de un mi,mo bando. de un extremo al otro de una la rg.1 negociación. y cuán complic~dos pueden ser los roles cuando hay m.is de dos delegaciones presentes.

C) ÚJS fa.ses ese11ciales de la 11egocíació11

la negociación. sea breve o prolongada. pasa por dctcnninado nú­mero de fases que se dan invariablemente. Es como si la negociación estuvicrn sujeta n. rcg1as. a normas. a una especie de. liturgia con sus ritos propios. En fa sección siguiente volveremos sobre las reglas más o menos tácitas de la negociación. Aquí nos dedicaremos a UJJll

descripción de las grandes fases. . Ann D<mgbs (1962) distingue tres periodos en la negociación;

b enumeración Je los puntos en litigio, la cxploraci(m de las poslbi­lldades de negociación y el d=nlace.

l. La cnumemci6n de los puntos en litigio

El principio de la negociación. como ya hemos hecho noLir, está dedicado a los problemas de procedimiento concernientes a la pre­sidencia, el orden en el uso de la palabra, el orden del día y In creación de comisiones. Luego. una vez lo¡,rado acuerdo sobre estos aspectos formales. pero tan delicados e importruues, puede entablarse la negociación. Se asiste entonces a e<tcno;os discursos preparados con antelación. en los que cada p3rtc expone sus posiciones, hace la historia de lns concesiones que ha podido ya consentir y des­arrolla sus exigencias actuales. deni~,rondo las d~I adversario. Las e.<igencias. las discusiones, los ataques y contraataques se suceden,

""'

La exploración de las posíbilid;i,d«

d do «la total impresión de w1a división proru,1da e irremediable c:~re las p:utcs1 (A. Douglas, 196!, p. 14). Se trata, pues. de una especie de duelo, pero en el cual los nego<:iadorcs se escudan en su condición de. representantes. de abogados de su bando. Puede haber un conflicto cmre dos organizaciones, ~ cntr~ dos Estados, ~ro no un conHkto entre ocgocj:idorcs. El ob¡cto de esta (•se ~ons1stc en explorar las posiciones inicia lc~. de cada un?; ob1eto 1m~na~te, toda vez que determino las pos1bi11dades de éxito de la negoc1ac100.

cu, panes tirvt"n de 111 m1:Ji)r nuncm a su, intc.n!!k.'1 1om~n~osc cnto_nce1 el tiempo p3r.t establecer. de man..:na plcnil )' ¡,n>Íunda, JQS hm11cs c,lcnon:s de ¡11 cnumcrad6n dcr,1ro 1.I.: t11 c.ual \'ltD a tener qu.: tro1tar la un:i con lil otr.,. (Ann Oougl><, i9S7, p. 7J).

Cada parte se presenta. pues. como intratable. pero es que hay que mantener el antagonismo en el plano de las. panes: • Un anta­gooismo en el plano de los individuos perjudicarla cnor01cmcnte la actividad psicológica que ha de maniíestarse en la fase siguiente» (op. cit .. p. 75). Es el «combate por d honono. m~ro prdi~ar. del segundo periodo. Esta primera pane puede co?clu1r e~ la distribu­ción de los negociadores y expertos en determ.mado numero de co­misiones cuya iarea consistirá en tratar los d1ver~s campos de la negociación En cienos casos no se creará com1s16n alguna Y la negociación se dc;a rrollará en sesión plenaria. D.! todos modos. ~ya

0 no comisiones, la verdadera negoc1ac16n tcndril Jugar en sessón plenaria.

2. La exploración de las posibilidades de negociación

Es la fase más brga y dificil, la que requiere más habilidad de parte de los nego<:iadorcs. En efecto. es el momento . en que los r~egocw­dores evnlúan la , erdadcra fuerza del adver.;ario; ¿hasta donde se le puede obligar a ceder sin comprometer In ruptura o el endureci­miento, hasta dónde sc puede llegar con la intransigenc~1 Esll fose comprende las negociaciones en las comisiones y las pnmcras sesio• nes plenarias que les suceden. En este estadio. cada ~·-~· se ve obUgada a tomarse algunas libertades de cara a la pos1c1on oficial desarrollada en la fase inicial. y se dejo al adwrsario. el h~"'" las primeras concesiones. Esta fase se caracteriza por la sinuosidad de su camino. por las contradicciones en los discursos .Y po.r la apar~nte falta de lógica- Puede dar al observador una triste 1mprcs16n de oscuridad y confusión, ya que los negociadores pueden adelantar a6rrnaciones que luego serán desmentidas o pueden volver a cues, tionnr un acuerdo parcial y condicionado al que hubieran llegado trabajosamente. Nadie quic.rc darse a conocer ni dar .m.u~trns de debilidad. A la rigidez de la prim.:m fase, sigue una flex1bdsd:1d muy

1 r.

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La negociación y Ja mediación

grande, y a las relaciones entre organizaciones se añaden las rela­ciones interpersonales de los negociadores. mezcla de Uibanidad. de amistad y de nnimosidad o agresividad latentes.

3. El desenlace

La última fose es breve comparada con las dos anteriores. que pueden durar años, CClmo en el caso de ciertas negociaciones inte-r­nacionales {limitación de las armas nucleares, Vicmam) o de la ne­gociación de Belfort. que se prolongó cinco años con unn interrup­ción de dos años. Se produce cuando las partes enfrentlldas se dan cuenta de que la fónnula «ésta es nuestra última propuesta, o «es la última concesión que hacemos», ya no e\ un ardid, sino un ultimá­tum. Es éste el momento en que los negociadores tienen la sensación de haber llegado a un punto sin retomo y que hay que concluir el acuerdo. Se asiste entonces a un número mayor de reuniones infor­males. de suspensiones y de reuniones de delegación. Esta última fase se reduce n menudo a una sola sesión, que puede prolongarse basto altas horas de la noche: Rocard refiere que la úliima sesión de BeHort «duró cuarenta y cuatro horas, con breves interrupciones que sólo permitían a los delegados ir a tomar un bocado» (Rocnrd. 1956. p. 302).

El acuerdo se concluye entonces en una atm<'>síera de verdadera crisis: el adelanto de las labores. el cansancio y el deseo de tcrmiruir se conjuglln. para hacer que el acuerdo fin3J sea inevitable.

Pero, a las veces. esas ganas de terminar pueden entorpecer el acuerdo, como Jo demuestran las negociaciones finales entre Kissingcr y Le Duc Tho.

ct:n CSQS mPmento,. el ritmo de l:u negoc:iacionei y el calendario de apUeJ.ci6n parcelan callii frenético, En la gran c:1rrer:1 h.acia In mela fin.11. simple-mente no ha.bia tic.'!mpo ~uficicntc para rcvi'lar Jo, de1aJles mt'norc1 de los punim n\H!,·os ní los muchos afXndiccs del pmycc:to de acu~rdo to, norteamericanos dieron muei1.ra, de d~ido y dejnron que se desliz:i.na.n alguna, a.mbigOOOode.11 co ('( proyecto. Si Kissingcr hubiese csu.dn nc¡ocimndo con los ruJO'I o con 1011 chino, hnbr1a ,ido, ctin duda, sumilmcnle. puodll0$0 en cada sllwbo: pero con tos nonJvictn:unitns, al Cllbo de miJ de tres año; de penosas negod:1cione1 ) it ctJ:Uro lK'nttlna., apcnu de la ele<:ción prcsjdcoc-ial. parccin má'i preoc.'Up:ido por concluir el acuerdo qut' por :uc¡urnr la corree• cíóo de Cácb dc.blle, acdtud que iba 1 (3,•or de Le Duc Tiio» (Kalb y lú.lb. 1974, p. 344}.

A última hora, este apresuramiento produjo el rechazo de Thieu y la fi rma del acuerdo se atrasó por tres meses.

Tales son las fases esenciales de toda negociación. «Todo ha transcurrido con arreglo al ritmo normal de las conferencias. la clanm de amor, el lento arranque. la aceleración, el frcn3zo, el brusco fre-

\\l!,

Negociar de bucn.J fe

nesi, el acuerdo en el último minuto» (J. de Bourbon-Busset, 1963, p. 193).

o) lAs normas y reglas tácitas de la 11egociacióll

Como ha dejado entrever la precedente descripción de las ra..,., hay una cantidad de reglas o de normas que rigen el desarrollo de las negociaciones. Pero estas nomrns no están explicitamenle enunciadas ni se las reconoce o respcln universalmente. Se las puede coosidemr como costumbres tácitas que se tratanl de respe111r. sin que ello impid:l, sin embargo. el eludirlas. Las reglas tienen, con todo. su razón de set; por un lado, porque pueden Cavorcccr la conclusión de un acuerdo y tienen. por lo tanto, interés operoLivo, y por el otm. porque si uno las respeta puede esperar que el otro también lo haga. sea en el presente o en el futuro, y 6nalmente porque a algunos se Jcs antojan unas convenciones cuya inobservancia constituirla una acxi6t1 fuera de lugar o inmoral.

cNonnalmeote, los nc-iociadores no ,cp.aran cJammentc esl.4! crcs nioncs.. to, hombres d-: Esta.do y los diplom:\ticos occidentales e11An habitualmente moliv:ados, por una m,zclP: de can,idc.mdoncs de c6ctici:> y de con,;ccionc, morales, J).'lr:t obM::rv:Lr un estilo rcgulllr de negociación• 0k16, 1964, p. 91).

Pero estas reglas no son universales: «Auo cuando algunas de estns reglas son plenamente comunes a todos los negociadores co­munistas y accidenta les (si bien existen muchos ejemplos de inob­SCl'\Ollncia). la mayor parte de ellas no las coosidcmn más que los occidentales e incluso los norteamericanos solamente• (op. ciL. p. 91).

Enunciaremos las más importantes y más corrientes:

Negociar de buena [e

He aquí. seguramente, la m!s general de todas las normas a que nos rcCcrlremos. la que tiene mayor resonancia moral. pero trunbién la más dificil de definir.

Negociar de buena fe es evil.'ll' el mantener sistemáticamente uruis posiciones que se sabe que son inaceptables para el adversario. evi­tar el comportarse de manera l1ll que cualquier acuerdo, incluso par­cial. resulte imposible. Pero, ¡,es licito afirmar que una parte que se niegue a hacer cualquier conccsiún durante cierto lapso lo haga de mala fe? esta puede ser. como veremos más adelante, una estrategia para obtener más concesiones del adversario. El concepto de nego­ciación de buena fe es. por lo lanto, ambisuo. Puede decirse que no hay negociación de buena re si una de las partes llega u la mesa de discusiones con un objetivo distinto del de llegar a un acuerdo (por ,, ...

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La negociación )' 111 mediación

ejemplo, un objetivo de propaganda). Pero es evidente que e,10 es muy difícil de probar.

Esta norma tan ambigua y cuya inobservancia es lan difícil de determinar es, sio embargo, tan fundamental, que el acusar al adver­sario de no negociar de buena fe es un cargo grave que ningún ne­gociador aceptará. Por último, para dar otra muestra de su impor­tancia. recordemos que esta norma está in11icri1a en la Jey norteame· ricana que regula las relaciones entre ¡xitrones y sindicatos (faít­Hartley). No sólo están las partes obligadas a negociar, sino también a hacerlo de buena fe. esto es. evitaodo los comportamientos siste· málicos siguientes: negarse a suministrar las iníormacioncs pcdjdas, a firmar por escrito un acuerdo verbal, a reconocer a l sindicato como interlocutor. negarse a cambiar en cualquier punto el contrato ante­rior o incluso a íormubr contrapropucstas precisas. o negarse a fijar una fecha para el encuentro. Tal es, pues. esta regla general de la negociación de buena re. que da lugar a otras reglas de juego más especificas y operativas.

2. Hacer honor a los acuerdos parciales

Esta regla tácita estipula que, cuando la negociación se refiere a artlculos o cláusulas sucesivas e independientes entre si, un acuerdo concluido sobre uno de los puntos no podnl volver a ser cue.1ionado por la discusión del punlo siguiente. Pese a todo. esla norma no siempre es respetada, porque a veces se puede obtener una conce­sión de gran peso. o costa de modificar un acuerdo ya concluido en tomo de puntos de menor importancia Sin embargo. la regla cumple una función instrumental evidente: evi1a que la negociación se con• viena en la labor de Penélope. lklé demuestro que es más o menos obSCTVllda, según las naciones de que se trate.

e t.os negociadores oocidenliles tienen. por lo g.encro.1, mis vllCilaciones p:ua n:abrir la dUcu'iión en tomo de: un acuerdo cerrado, que 5U$ advcmrio, eornunjsw. Parcttn t',pcrimcnur lll sensación de que no s61o es int'ficaz. sino hasta impropio, volwr aLr.1.s sobre. aau:rdns y:a ooncluidoo {(ldE:, 1964. p. 100). Tr111 rcconbr qu.e duranlc las ncgociacillnt,: tobrc limi1.1ción del 11rmn­mcnto nucclenr. los Estados Unid01 solieib.ron. t:n 19S9, IJllll rcvi;.lón de hu conclusione5 de una comisión de expertos flccrca de J1 de-tecd6n de lns explosiones, por ratones cirntíficas y técnicu, 11:Jé conc1u)·C: «Esta ~licitud de revisión. a t:. que la Unión Sovi~tica se opu,o mu)' en~rgicruncnte, rue: p.utnbda con n1ucbo cmbi.\raz.o por lu patc.nclu nccide:ntalcs» (op cit, p. 100).

3. Dar muestras de ílexibilidad

Es cloro que se Lrata nqui de una norma indispen.\able para el éxito de cualquier negociación y que tiene mucho que ver con In que se

1::0

refiere a la buena (e. La inflexfüilidad sistemática se considcrartl como un error. Esta ílexibilidnd puede adoptar tli ,crsas formas, que volveremos a encontrar más adelanle: formular algunas modificacio­nes a la P<"icióo inicial, expresar la intención de lomar en conside· ración las proposiciones del adversario, o incluso modificar la propia posición en respuesta a lns exigencias del adversario.

Esta noción de flexibilidad se toma esencial para cualquier pro­ceso de innovación y de creatividad en In negociación. El corolario es evitar cualquier ultimátum en el curso de la negociación. excepto en situaciones muy particulares, ya que el ultimátum es. la mayoría de las veces. un preliminar de la guerra. «En efecto. si el adversario se queja de haber recibido un ultim~tum. la mayorfu de los gobier­nos. incluidos los comunistas. rechazarán vigorosamente semejante acusación• (Tldé. 1964. p. 104).

4. La reciprocidad de las concesiones

Esta norma tácita de reciprocidad es también una coosccucocia de las normas de buena (e y de flexibilidad. No conceder nada en pago de concesiooes recibidas resolla una inobservancia de las reglas del juego. No se formula uoa concesión sino cuando se sospecha que el adversario puede hacer otra en diferentes cláusulas.

5. Evitar la hostilidad y la agresividad personales

Se trata aquí de convenciones de educación y urbanidad, pero que pueden tener íunciones imponantes para el éxito de la negociación. Como veremos má.s adelante. las relaciones interpersonales pueden ser muy imponantes para la óegociacióo y un comportamicnlo agre­sivo dirigido ad ho111i11m1 contra un adversario puede producir efectos desastrosos. La hostilidad, como hemos visto al referirnos a 13, ínses, es de rigor en el plano de las organizaciones, pero la agresividad entre los individuos debe evitarse.

Esta regla de calma y de refinada educación está bien expuesta en el texto de Walder, cuando describe una «salida• de uno de los negociadores del almirante Coligny:

ctQué palwl? ¿Qu6 m,r.ca le ha picado 111 barón? U costumbre diplollUtica impone que no parnca que .se sospecha de los métodos del ad,·tnatio. Y c.s de buen gusto iuponcrlos rectos. si lo qu1: se qulett el b:sblar . EX'PQner claramente en 111 mc\a de dcJiberacione, la téc:n.ic.o priwda del oficio de nea.o· ciador está can fuera de Ju¡ar como h11bl3r de lllS propiis ablucion~ ~n un sallua (\Va.lder. J9S8, p. 110). c\':ac:ihiba yo entre varias lineas de conducta •tablando (rancan1ente, silUlcioncs liCmcj:lntd se me d.:in mal. ~1e disgusta que te me ataque con bru1nlid;1d. Aiios de pt6ctica me han c.n.)tfiado a no quejarme de líts 111c;:omc.tid.u mis insidias.u; Cooozco el ~ne de ltb«armc del

1~1

Page 51: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La ne.gocu1.t1ón y l11 mtchac1ón

abr:u.o de b pilótl. Pe.ro et golpe íronttl c:kl ariete me: toma por sorpresa > me ~ordena 1:ts reacciones.. Me tncucn,ro en la mism.1 sítuadóo del jupdor expe.nn:'ent11do. que 5C. e:ncuc·n1m con un fullero. Yn tenla uRJ. lnrg.'l co,rumbrc en el Jl.lC80 d1plomlt1co. pero dc.n.uo dd respeto de cicrt.u regl.ai» (op cit r I u¡. ··

. «Los nca~ador..:-s comunistas no obsc:nia.n lll regla segun la aial !u.} que c:~Jlar la ~ru.11hd11d Pc:ru no 1'C ttatJ de explosione, cmotiv:is incontra.ladM ru de: pu~1111.10 Nin~ún diplc,n1A1icc, comuni5ta NI pas.t1.do Ja.n1As, en ningu11 .i confc~nan ,ntcrn.aonnal. 3 1.ts ,·ia, de h..:.cho (:1. difcrcncl11 de cieno, pa.rJa. mc-ntJnCh .). Y ti c~~brc z:i.p.,to dt Kru.,c_heí en las Naciones Unídas fue usado cozno m.an1.llo de 5\lba5Lldor, no coo10 porra p-.ua pegar .il :id\·m:1rio» (lll~. 1964, p 116)

Tal<:5 son lru; prioc,pru~ nonnas, más o menos tácitas, que regu­lan el ¡uego de la negoc1ac16n y cuya función consiste en evitar que vuelva a tropez¡r con los escollos del conllicto que debe resolver. Pero el conftict0 entre las partes sigue haciendo acto de presencia. s1 no en la mesa. por lo mcm1~ ruua de ella. y a menudo una u otra Jltlrle trastrueca las reglas con vistas a lograr una ventaja. Es opor­luno. entonces. abordar la dinámica de la negociación.

e) El prnce,so qu~ se tfesa"olla ~" lt1 negociaci,111

~ra describir la situación de negociación en el pl3no de los meca­nismos en ¡ucgo. puede hacerse referencia a la clasificación de las fuentes del poder, de French y Rnven (1959). Recordemos que estos dos auto~es ruiccn derivar el poder de cinco o seis fuentes: el poder de c.1crc16n, de recompensa. de competencia. de referencia y el poder legitimo. Aiiadcn un sexto. el poder que se basa en la posesión de la información: Esut descripción de las fuentes del poder sirve para abord:u- los clistmtos procesos de la negociación. La situación de conHicto puede aclararse estudiándola, como hemo, hecho en el pri­mer capitulo. desde el ángulo del poder en ¡uego. pero es asimismo aplicable a la situación de negociación. que también consiste en el ejercicio de un poder y que es fundamentalmente una palestra en la que cada pane trata de itt.Ouír sobre la otra o lls otras con el fin de obtener las mayores ventajas posibles. Pero. a diferencia ~el con· Oicto, la negociación supone, CODlO acabamos de ver. unas reglas que estipulan que ninguno podrá querer ejercer un control total del componamicnto del otro: nonnas de buena fe, de Oexibilidad de reciprocidad de las condiciones, de no agresión individual. Al 'des­cribir los procesos de la negociación. trataremos de referimos a cada uno de los tipos de poder de Frcnch y Raven. lo que nos permitirá relacionarlos mejor entre si.

1 Z,l ..

El prO(C~O de eocrc1dn

l. f!I proceso de coerción

tra Op'1nio· n. la íuente de poder más utilizada en los casos de eo oues · · Es t ral . ... n· t s sociales o internacionales es la cocrc1on. . pues, na u =w~O · ·· d encontrar la cocreión en el seno de lo neg~c1ac1on, ya no como e-mostración de violencia. sino en el plano. verbal. Porque la n~o: · '6n no es sino la prolongoc16n del confl,cto entre las partes, e 1n

c,aci n· b' 1· • durante lns cluso es muy frecuente que el con 1cto • 1cno. co_n inue (liscUsiones. Pero la coerción, dentro de la negoc1ac16n. adopta formas

muy especiales.

a) La amenaza

Es una de fas fomins de presión usadas con frecuencia en las nego­ciaciones: amenaza de huelgo. amen= de endurcc~r la huelga. ame· na,.a de no poder seguir conteniendo las tropas s, el otro no cede. Amenaza de romper Jo tregua. de desencadenar la guerra. ~e bloq~eo económico, de embargo. de ruptura de las relnc,oncs d1plomát1ca<

o de ruptura de las negociaciones. . . . .· La amenaza consiste c.n tratar de disuadir al adve=10 de pcrslS·

tir en su comportruniento. en su intransigencia, anunciándole sanci~­ncs. daños y p~rdídas que se le inOígírón si no se so~cte a las cx1-gcoeias que se Je formulan. Pero. con suma rrecuencl3. la omc":'za se lan1.11 con Ja espcrnnzn de que no haya que ponerla en pr:lcuca. toda vez que la ejecución de una amenaza puede costar tan cara ni que Ja profiere como a I que la soporta. Una amenaza será. pues. l3Jlto más creíble. y su efecto suasorio tanto más eficaz. cuanto que el adversario la perciba como más costosa para él qu~ para el que la profiere. Pero todo esto cae en el terreno de lo 111c1erto, de 1~ con· jctura. y es cuestión de percepción y de evaluación de los nesgos. Sí el ad\'ersario se toma In amenaza en serio cederá, arreglándosela~ después para salvar las apariencias•. Si no se lo toma en ~no. la ignorará. Quien b haya formulado tendrá entonces qu7 elegir entre cumplirla y atenerse a lo que ha anunciado. cualquiera fu_c'.e el coste. o renunciar a hacerlo. Si se ejecuta In amenaza,_ I~ pos1cmn:;s de quien Ita nmena,..sdo pueden reíonarsc en la~ oegociac1ones J;"''1<· río res: su fim1cw y su detcnninac.ión serán una carta de triunfo. Por el contrario. si la amenaza no se ejecuta, cstaren1os en presencia de un bht/f. de unn baladronada huera. .

Lo nmenazn que más fácilmente profieren los negociadores es la de romper las negociaciones. El,, en r"3lidad. una n_mcnaza cuyo coste puede ser reducido para quien la formula: puede interesar més rom· pcr que hacer una concesión mayor. Por lo tant~. con elln se pu;~~ crear dificulUld.:s al adversario. de cara. por e¡emplo. a la opinión pública.

\~

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Los otros tipos de amenazas. más cos1osas. se formulan con fre­cuencia en lérminos relativamente vagos, tan10 en la descripción que se dé de las posibles consecuencias, cuanto en las condjciones que supondrá su puesta en práctica Desde luego, e.ta imprecisión reduce la credibilidad de tal amenaza

Debido a que la amenaza implica riesgos para quien la formula, y que es un arma de doble filo. en las negociaciones internacinnnJes se la u1iliza relativamente menos que la puesta e11 guw,Jia. Dicha puesta en guardia se diferencia de la amena2a en que las consecuen­das previsibles no dependen solamente de quien formule la puesta en guardia, sino sobre todo de las leyes económicas y biológicas, o del comportamiento de tcrcerós o, simplemente, de la lógica de la oegociadóo. Por último. se le hacen ver al adversario las consecuen­cias de su empecinamiento, que se producirán incluso sin ser enun­ciadas. Por supuesto, quien formule la puesta en guardia debe ser oonvinccnto en su demostración. para obtener las concesiones a que a&pira.

F. Walder nos da un ejemplo, ficticio pero interc>ante, del paso de la puesta en guardia a la amenaza formulada de maln gana.

«Encern\dos en posicion~s 1rreductiblcs, nos mBnteniamQs en calma: eso en lo que nm hacia pcli¡rosos Poco a poco fujmos lleg;1ndo ti conclusiones cxtrcm~: sí nadil r,odiu $3CitmO$ del marasmo, seria ru:c:es;a_rio, en última ins­tancia. rorupcr la ncgoci:1ci6n

-Si é.s2 C'\ \'Uéslm Ullinu, p;¡liabm, no queda más que reconocer el fncaso de la conferencia..

- Si os ncgá.is n tranqgir, iodo se dérnimba y no podmnos sino scpiln,mos~ (Waldor. l 9S8, p. l 8S).

Se trata nqul de puestas en guardia reciprocas: tales van a ser las consecuencias lógicas de nuestra intransigencia.

cLu.:go, de oonsccuencii c-n eontecuenci:a, llegllmos a la abomimblc pal.abo que c:&d::e uno tenía en l:1 c:,bcw )' ca principio fa pronunciamos como u.n.."\ 4ml'Ra?A

- ¿()ucréis qu~ la guerm )i! rcanudc'.' -Si pc.r,¡l$1Js. 1,·olvcrc:mo.s a la guerra, -Pcn!ad que ha, qu1:. c,itar la guerra. -Vucs1..m po$ici6n e<s peligrosa, puede tru1rocarlo todo y entonces. i,.ftf•

dlod' n<eesarfam<ntc habri guerra, (\V~ldcr, 19l8, p. 186).

As! que, finalmente, fo palabra abomina.ble es lanzada. pero a disgusto.

b) El «blufí»

Cuando la amenaza no se cumple es uo b/11/f. Pero el b/11Jf sólo se reve!J, o puJteriori. Los inconvenientes del b/uff son que minan la

1~4

El procno de coerción

n,putación de 6rme2.1 y determinación de la parte que lo ha lanzado. lklé (1964) recuerda que Kruschef emplc', mucho el bltt// en las

negociaciones sobre Bcrlin y demuc'lotra los efectos oeía~os que tuvo ara Ja po,ición soviética. Kruscheí, durame cuauo anos, amenazó

: los aliados con firmar un tratado de paz por separado con Ale7i:­roa oriental. si aquéllos no accedían a abandonar el . oeste de ~r •

r lo menos parcialmente. Ln amenaza fue proferida por primera ~ en 1958 y luego en 1959. 1960 y 1961, sin que llogara a tener

efecto.

4Como bubn tanw demora, ajn que $C finna.n el tratado de P3Z con A1cmao.ln oriental. los oo::itlentnlcs y tl mundo ente.to l!mpcuaron a tom~r menos en $C.'rio ~mcjllntc.ll a.mc.n;tW de Kru~lwf. No en sollmcnt·e· la crtd~· bilid¡,1,d de tas amconzas S(I\Íttica5 lu que prcv-alccla CJIII~ los _poht.1cos ,)C.(':1· dc-niale) )' ,us consejeros, aunque t;sc pudi('ra ser un cfcC10 pcnab~~- ~1is imporu1ntt era su inipacto en l3S tom.a, de dcdslonc, entre le>s i.h:idos o dentro de c:ad3 pal! occidcn1al. Los que hubiesen pod1do so.,tcocr qu.c cr11 atinad.o ccd~r c. semepntc, amcn11.ias soviéucas 1e:nlan mis d1fk:ult~d~J p.in demosuurlo qu~ 10$ que querían ignorarlas UJ5 p:trtida~os 1k h1 hnca dura ganaron punlOS en cl debate. porqu,; habii. poc:os mouvos para cedtr :inte omcn,m proferidas por un n.."COn.ocido partidario del bluf/-» (ll..l~. l 964. P, 80).

Asf que Kruschd debilitó su capacidad de negociación dándoles argumentos a los «halcones» en detrimento de los «palomas».

e) La sobrepuja

La sobrepuja es ot.ra manera de presionar sobre el ad,·ersarill en las negociaciones. Consiste. ante la intmnsigencaa de la .con1mpar1c. en pedir todavía más. En Francia vemos este úpo de tácucu en l_as .ncgo: ciacioocs entre palrone,, y sindicatos. Por una panc. los smd,cato, creen que siempre hay que pedir más para obtener algo: por la º~· la competencia sindical provoca una espccje de escalada. de las C.'1·

gencias. al querer presentarse cada sindicato como el meJor defensor de los intereses de los trabajadon.-s. . .

Rocard nos da un ejemplo de sobrepuja. utilizada por unos smd•· catos en situación de debilidad. para presionar sobre los patrones de

Bclfon

«En C\tc o.,;pect0, en la prcscniadón de sUJ argumentos, las dclcga~onc, obrenu¡ abrieron un fuego gr.ine"do: S,&t¡~racc,ón obtenida 1:n. olms ~~onL-s y en olrM ramas induJtrialts, dcclan,cionc, gubcrniunc.nr:ak!. 1ntcrpn:tac:1onC), de la pollliCiL ,ub<~mcnral. cst.adi.sti'cas ofici:1Jcs, c.,tad1.slioas P."'llronales, utn­distiC\I pubHcndi.J por J::is ccnl.J"31cs, anic:ulos del pcri6dict> /..e Afonde, de t~ai esas :umn'\ se ,alleron, al rnilmc> titulo, adcm!s. que lit aucrrn d~ lndnch1~ o el rnrme de Alemanill, )'l qu1: de todot modos, b cGT tcni,t el m~~op<tho de cst1: tipo de inre.rveocioncs. . . LJl-,¡ dcltgadoncs obrems _están Stl!tnprc

obli¡adu :, aum.cntur, tod;i ,·cz que son siempre l~s. que p1dc:n. ~ro no 1:rat11n dt situarse e.n el t~n<no de un cs1udio obJCtiVI> dQ 111.s re-alidades

Page 53: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

L, ncgoa,tción ), 1 .. mcdi:tcl6n

ccon6mic:u. Lo,; mtdi01 de i.n\cstigación económica de que di,;ponen los 5indic.uos no lc-1 pcnnit~n h:u:xna una ide:i pn.-cl$1 de J~ clcrut.ntos ccon6-mico<s de la sítu.ici6n y de: J.11 posibilidades que cUa prtScnLL P11.m no corrtr e1 riesgo de qucdJ.r por debajo d~ es!lJ' po,ibilid.adu. J"'.s :i.jndica1os Licndcn .i fle\'ilr aJ nú.ximo l:u rci..-indicaciones, tr:it.i.ndo de ju\tificartu con nrgu .. meatos de cu..lquior lndolc• (R=>rd. 19S6, pp. 29S·296).

d) Los c,>mponamfonios agresivos

Otra láctica de presión: mru1ifestars.: agresivo hacia los adversarios e incluso. si es necesario. demostrJr hostilidad anie un negociador. Los excesos verbales dirigidos de manera impersonal contra el ad­versario o sus aliados son muy corrientes. Hemos asistido. en una sesión de conciliación en el ministerio del trabajo de Oucbec. a un episodio de esta clase Se trataba de arbitrar sc>bre unas quejas (es decir. unos connictos en la intcrprccación del convenio colectlvo) y el sindkaro quería que ,e añadiera una frase sobre el hc<:ho de que el árbitro dcbia observar <tlas reg)os de inccrprelación de los com'c• nios colectivos». Siguió un prolongado debacc sobre jurisprudencia y sobre la existencia o fulc:i de reglas para la interpretación de los convenios colectivos, rehusando la parte patronal agregar nada a su 1cxto. La rensióo subió rápidamente y el ponavoz sindical cxplo16. Los abogádo• están todos a sueldo de los patrones. son incompeten· tes. no conocen más que el código civil y no saben nada de relacio­nes de tmbajo. Abreviando. que el tono fue s'llbiendo y se hizo impo­sible cualquier discusión. rccnmado codo de injurias y palabrotas. El portavoz sindical. rojo de ira. abandonó el recinto para ir a rcle­íonear a su abogado. el cual era un especialista en problemas de los trabajadores. Se pr<1dujo una suspensitln de la sesión. durante lo cual se efectuaron contactos informales entre los ?bogados de ambas par­tes en un clima serenti y calmado, El porta voz sindical regresó un cuarto de hora más carde sereno y sonriente. La discusión prosiguió y ambas partes convinieron en que era necesaria cierca desconfürnza hacia los aoogodos. Se reanudó l1 sesión y el portavoz sindical re• riró su demanda. É.ste es un buen ejemplo de lo que puede ser una demostración de cólera. más aparente que real. con el objeto de tratar de obtener una concesión que se sabe difícil de arrancar. Al nnal de la sesión. cuando abordamos al portavoz sindica) para manifes1arlc en qué medida hnblamos apreciado su talcnio de actor. él expresó verdadera satisfacción por haber sido comprendido.

Las negociaciones internacionales .son esc-cnarit'J de demostraciones de hostilidad y agresividad dirigidos contra el adversario como grupo. Los negociadores comunistas c,ilifican a sus adversarios en términos injuriosos:

«La amarilla de S} n.g Man Rhcc o d.: Oii:rn, los blca>us del lmp,e.ñ:dismo, los t1u.·rci, los bclicist.a, sedicnt0$ de s.:ingrt>, ele, «Los negociadores occ:i.

dent:.lcs, señala U,1t, c::,t.3.n complc.tilmi:nte 0ro-.rumbr.td, .t a recibir scñ:)les de hos1.ilidad de los dclcpdos- odvcmrio.s. 1in contidcrarl11s como mucs,rus de. a.nimos:idad pc:non11.l. SigutJ.n ,jendo C!Oucados aunque el a:d\'ersario les imul· 10 clklt, 1964, p. IU) .

Más raros son el ataque o la hosliLidod a,/ homi11e1n Aun con­traviniendo las nom1as intplicitas de la negociación. a veces se pro­vocan alborotos semejantes para desarmar al negociador adversario. F. Walder nos da un ejemplo notable:

«Sctlores, los caminos que vosotros seguís son tonuosos. Los deleg:adw del rey no mate.han rectamente hada ;1.dclanlc. N:tda de lo qui.! decb en C$Ul mes.a tnducc el fondo de vuestro pl!n$amlen10 y nada de Jo que p,c.nsfiis ic expone cx3ctamcntc c:cuno e:s en esta mesa. . Vosotm crceís co el aJm;i vulnerable y dh·idida. en 13 inc:oosw.ncia de cu.a.Jquicr íc, vosotros col'l.ti.i.s con el individuo y con el imperio de 105 desvelos: p.:.r1onalc-<t. di' las convie­cion.«.'1 privadat; \'OSotm'\ h:\Céii \'W!ltro juego con c.l orgullo, la ,ande~ lil ambición. la íngertuidad: ,·osotn.b tcn~s por palcjlra la debilidad hUmílna... Todo A.vancx: de vuc.str.l p3.ne exige dcKOn61uua, toda promesa rcq\Ueri: ga­raotla, toda su¡.oe~nci11 in1pooc circunspcoción )' l.!Sta.r en gw.rdi.t. U inlrlga. la astucia y el dni11mo ap;¡rcoen por todas partes, ) por ninguna la franquCZD, 111 rtttitud, la rcaltad.

»t-tubo un wsptnso. EMA vet, el barón b::iibh, ido d~i:1do le:Jos Echado sobre l3 mhll, rruncicndo las cejas terribles, hlnc:ha.ndo los carriUos, retor­ciendo IO$ labios, .sus ojos llt.n.i.tban rnyw y se habrla poc:ljdo dedr que sa bota escupla fuego. TodJ. su l)\:r\on;i. \!XPl'dllbia indignación y um cspec:iC! d• furor sagrado• (Waldc.r. 19S8. pp 1011-113). Uepdo P()r 6n al limilc to1c-rable por sus advcmtíos. el b~rón. de \Jbl~ NcoJió \'Cl.:t~ e h.i.~ la abscr­\·ación de que 1.od.a$ cs-1.2s conduct3-5 son nacuralCJ: «Todos lo.$ diplo,OO(LC'Qj actúan coro.o VO$:Olrm, Re\."Cló en1onces que todo e-se c:sdodalo había sido pura comedb «tH.abé-is cn:ldo que os at:icaba, que ccnin migo con1m vos­otros, qu~ c,1ab3 cn(:Jd.ado! Pero no, no: somos amigos, JOmos nntigM.> Pe-ro se h~bhan cnr.tdo una.s cond1cionc,: e1pe<:falc1. cY ruc C!n ~b\ condlcio.ne1 de cmoti,.-.¡dad exo:pcioOAI. t:lU!Uda pur un cambio btwco, si. (ué en csw.1 CQOdíci.onts en las que, d.:.~pués de un brcvie debate am.igJble en el rua.J 11 marcó iodos 105 puntos, yo 1~ conoedi id K"Aor de Ubl6 l.J. cuar1n ciudnd» (Waldcr, 1958. p. 118)

He aqul. pues. un buen ejemplo de uso cxitos<i de la hostilidad dirccia contra el adversario. en et cual el juego 1<atral. la simulación y In expresión real de los seotimicnlos son indise>ciable,. hasta el punto de trastornar temporalmente el desarrollo de la negociación.

e) La ruptura

Hay grados diversos en la ruplura. d~sdc la manifestación de un desacu~rdo Cundamental hasl:l 13 imposibilidad de proseguir. Una de· legación. o su portavoz. pueden s3lir momencáacamence del recinto. en serial de desacuerdo proíundo y de indignación. Es1e caso es fre­cuence. Referiremos Ju siguience an«dola ·

Page 54: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La oegocltkelón y la me<hación

«El o;,eñor Brei.hnev titile a Vece\ bruisqucd.:1des y es :úic:lonado a los golpa de cftclo c.n la m~ de ncgocii.ción. En ci~ru oc:.l~ión, en el Krcmlio. vanas vea.~ ~e puw di! pie de un brinco. mirando oslc.nsiblcmcnlc b.a.d.:i la puerta., paffl n1anifeu11r su ckscontcn10 por ki posición nortcanicriai.na 1 Jabla.mos dc,ado a.l señor Orcthnc\' t1:rm1nar su lC'J.lral mnnifest:a(Jón -~ decir. salin.c de la sala... Pcrn, ¿Cómo hacerlo regresar ain dcm::i.Ji.1do e~b:t• rato?» Entonc~s, cl señor Grorn,yto propuso un:. piusa JXl.rá. el tf y, a J.i rea .. nud.1ción, «:el ~lor Drcdlnc\· h.1bSa \--UCllo n ocupar su silio a la mesa. la nl.!gociación prosiguió com~ ~¡ nad:i hubiese oe1,1nido• (8 Sch\i,;,eid, 1974).

En casos como éste. en que la ruptura es de breve duración, se trata de una señal dirigida a la delegación adversaria paro significarle que su posición es completamente inaceptable. . ~ero la ruptura puede ser real y prolongada. Romper las nego.

cmc1oncs es. entonces. un intento de actuar más fundnmentalmente sobre la intransigencia adversaria. La ruptura puede ser costosa para la parte inimnsigcntc, yn que arriesga apar.:<:er como responsable del cállejón ~in salida Sin embargo. el r(lmper puede ser a veces la única manera de snlir del callejón, toda vez que 01ras fuerzas incidirán sobre el adversario parn llevarlo u revisar un tanto su posición. El ca­llejón sin salida y la rupturu de las negociaciones son sinónimos de fracaso, lo que suele representar un coste elevado para las parles en· frentadns. En efecto, en el terreno internacional. ruptura puede sig· nilicar reanudación de las hostilidades. En el contexto de las rela· ciones del trabajo, ruptura significa. a menudo. huelga. En tlllcs sirnaeioncs, la ruptura puede ser. pue,. muy costosa para ambas por-1<$. En otros con1cxtos las consecuencias serán más benignas y uno u otro soportart\n solamente el peso de la responsabilidad por el fracaso, responsabilidad que las partes se lanzan mutuamente como una pelota.

El conjunto de estos procesos de presión y coerción que acaba· mos de reseñar tiene con mucha fr~cucncia. en la negociación, la función de reequi/ibrar el poder, 1oda vez que dicho poder raras v.,ce.s es igual para ambas panes u ad,~rsarios. Cuando una pane se siente en situación de inferioridad neta. se valdrá de una cantidad de proccdimicatos como estos. a mees costosos. para establecer. o traiar de hacerlo. un repano más igual del poder.

2. Los procesos de disimulo

cTodo est~ di~fru.111do. aumcn1.1do, diin1inuido, altcradó, 1cg(1n 1.t, nCCC:$i· dadcs de la cau..,.a n::al >' ,t vosott°' nos di!cis algo no$()1ro1. pudn:rnmc creer qu~ ,SCa un pocc, como dcch, pero tumbi~n un mucho diferente. vos.oc ro, d(ttmut.'\is, stñorcs. deíBud4i,. cngañái). ocultAis» (F \\lnldcr, J.958, p 109)

Junto al poder basado en la cocn:ión. la ocgéleiación hnce intel'\oenir un poder basado en la informackln y en la compelencia. En la ne-

1'28

El proec5o de pcnuuión

gociación rdnan lo incierto y lo probable. Quien posee la información tiene poder sobre el adversario. lnfom1ación 1écr.;ca, pero tnmbién información acerca de los móviles del adversario, de su voluntad real de Jleg¡ir o no a un acuerdo, de su cstrate¡,,;a, un conocimiento de Jos puntos en los cuales podrá ceder y en los que su intransigencia será irreductible.

El desarrollo de la negociación tiene por objeto permitir cstn ad­quisitión progresiva de información, este conocimiento sien1pre im· perfecto, pero nunca ausente, del adversario. El primero que logre estar seguro de saber algo del otro tendrá en sus manos un triunfo considerable, un podc:t sobre •u adversario. He ahi la nt2ón por la cual una negociación puede asemejarse durante mucho tiempo a un juego del escondite, en el que cada uno se las ingenia paro hacer creer al otro lo que no es. disimular Jo que pretende, para hacer que el otro sea el primero en descubrirse.

«Nuestros a.dvem.rios dieron su opinión acerca de csle punto. Tuvieron mucha rc$Crva en csto1 coroi-cnzos de 13 conferencia Esperaban o vcñas '\'CD.ir. El una tActica familiar p:1ra quienquiera que tenga e.l oficio dc diri¡jr debate'­Rcsulta a menudo cómodt., cuando se 11.bord:an cuc:stioncs dificilc:,;. En este caso. 1:1. acticud de los hugono-ltt oo era nacb torpe : aprendieron. a conocernos dej.indonos :uac:a.r y se ocultablln al quedar a la de!e.nsiw.» (WaJdcr. J9S8, p. S6).

Mostrarse demasiado, dar a conocer muy pronto las propias pre­ferencias. es darle al otro la oponuaidad de negarse o de acceder solamente contra alguna concesión imporiante. Pero una táctica se­mejante no puede durar.

«.El S<'ñor de ~tfl}'ncs dcscab:i que futru.mos nosottos qoieocs mencioná­ramos 1,~, plazas impon.antts qué qu!o!d.tba.n en Juego, de suerte que p:ircdcr:1 que 5C las ofrcciamos y que III ellos no les quCdva mis que a.ccp1arlas. Por mi p:1rtc, prc(crl;i dejárselas nombmr a eJlos, pana cocoo1rar cngerndu SU$ pR:le.n:i.ion~ )' sacar ventajas en c1 d~balc. l;.ste c!I el inconveniente dtl m!todo de "Ytrlas vcnfr"': si ambos lo aplicnn, no se llt,ga a ninguna p11ne. (op. dt .. p. 59).

Para evitar el callejón sin salida desde el comienzo. eada uno debe. pues. Jevan1:u- un poco el velo que le oculla. De tal suerte. el proceso de obtención de información permitirá que se entable la negociación y. en este terreno, los expertos serán un apoyo conside· rabie para los negociadores.

3. El proceso de persuasión

Aquí aparecen todas las t:kticas de persuasión y de argumentación. Otda uno tratará de demostrar al 01ro que Je asisten razones para

ll9

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l.a ncgociaci6n y Ja mcdiac-ión

pedir lo que pide y, mds aún, que vn en beneficio del adversario el ceder a sus exigencias.

Se trata de un Juego suman1cntc sutil cuyos con1ponentes son mu• cbos y en el q uc las fucnu:s de poder del que argumenta pueden ser muy variadas: la información, la compc1encia, la gnuificación y, más raramenie, In coerción. Es en cs1c 1crreno donde mejor puede des­plegarse la habilidad de los negociadores. Los buenos diplomáticos, los buenos negociadores, son mncslros en el ane del discurso y de la retórica.

a) Los argumcntns Liencn por objelo exp,cs:u la deterrnin.1ci6n

Al hacer una propucsln nueva o bien al desarrollar la posición inicial. cttda p.ine ,·a a demosuar, por medio de nrgumeo1os, que le es imposible proponer otra cosa. Los argumenios técnicos y eco­nómicos son lo; primeros en s.,r aducidos. Por ejemplo, en el caso de la discusión de la, cláu;ulas relali,'lls a las condiciones de ttabajo entre patrones y sindica10,, la d,:kgación patronal vn a dtmo.rtror que la lógica misma de In organización del 1rabajo uecesi~1 de w,a duración hebdomad1ria de cuareula y cinco horas y que In reduc­ción a cuarenta y des horas acarrearía graves pcnurbaciones 1écnicas o financieras. «No se puede hacer más, está en la naturaleza de las oosns.» Pueden aponarse u1ros argumen1os lécnicos que demuestren que una racionalizacíón más profunda de la organización del trabajo pcrmi11ría una reducción del horario semanal. En otros casos, las panes se «liran por la cabeza» estadís1icas que vienen a apoyar sus 1esis contradictorias. En cada caso, la argumen1aci6n tiene por objelo demostrar que la posición que se defiende es la lógica, que se fund.1 en cri1erios objetivos y que se es1á dispuesto a defenderla encamiza­damenle. La argumenración resulta a,f un indicio, para la conua­panc, de la de1crminaci6n con que se defenderá la posición. lklé (1964) informa ,1uc Jos oortcnmericanos tuvieron cierto éxi10 en las negociaciones sobre reducción de las nnnas nucleares dcmosirando que el sis1cma prceonizado en su 1otaJidad se basaba en principios cienUficos.

e.los rusos «ditron en varios dctaJJei. no tan10 di:bido :1 lM bases cientf. fk::as, sino porque quedaron impn:_\.ionados di: la dctemiinaci6o nortc.1meri, ca.n:1 de dclender un sistema fundamentado cicnlifica.mcnte, (fllt, 1964, p. 20)).

la argumeniaci6n puede ser de índole no 1écnica: demostmr que por razones polític.is. en el seniido la10, no se puede proponer oua cosa.

«L1 ha.se oo comprenderá que no obtt-ngamos CJO.» «No podrlamo5 prc­scnt3mos ante. nucs1m gente: 1in haber lograd.(), por lo menos. 1.11 cosA.-» c.NuC!tro gobierno se ve fon;i.do por la. opinión pública,

....

El proceso ~ acomod.1d6n

Argumentos como c;.1os 1icnen por objelo tr..nsmitir al otr~ la impo,ibiLidad política de pedir menos o de ~doplar otra pos1c16n; por lo canto, convence1lo de aceptar cales ex,genc,us.

b) Lo, argume111os 1ienen por obj~10 seducir al ad,ersario

Pueden truubién tener la tinntidnd de presentar b posición que se defiende como fo,·orable a los intereses adversarios: se equivoear.í si dice que no. porque se volverá conlrn sí mismo. Se tt3t3. et\lonces de poner.se en el Jugar del adversario y de desarrollar argumentos fundados en el apoyo, que su imerés sea aceptar; éste puede ser un in1eri!s de principios. estratégico o láctico.

Es eviden1c que es1c tipo de argumentación sólo puede resuhar eficaz en punms menores. Y un ejemplo lo prueba. l~é (1964) re­fiere la decepción del secrelario de Es1.1do norteamericano Byroes por su frac.tso en convencer a los rusos, después de Y~ha. de dejar libre a Polonia, aduciendo que una Polonia hbre y am,g~ era ~r~íe­nble, para la seguridad soviética, a una Polonia cuy.¡ amJSlad v,nie_rn dictada por lo volun1ad soviética y que, una vei. asegurada la amis· tnd del pueblo polaco, se aseguraria también la amisiad de los go· biemos polacos.

,:) La argumentación puede basarse en las divisiones in1emas del advc=rio

En ciertos casos es fácil, relativamente, poner en dificultades al ad· versario, vnfü!ndose de argumentos de su oposición interna.

d) la ar¡¡umen1ación puede fuadar..e en aspectos formales

J>ucdc rechazarse una propuesta por razones de forma o de proce­dimiento.

4. El proceso de acomodación

El proceso de acc,modación que lleva al ncucrdo se da ea las dos últimas rases de la negociación.

a) Pos1crgar las cuestiones espinosas

Es un procedimieo10 cómodo empe,.ar por las cuestiones en que pueda ser m~s fácil el acuerdo. A.si se podrá crear un clima de coo-

1 ~t.

Page 56: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La negoci11ci6n y b m1xh:i.ci6n

6anl:l rclaiiva; las partes que se han puesto de acuerdo en algunos puntos tendrán la salisfacci6n de haber logrndo ya algo. la negociación ya no sera un fracaso rotal y cada uno habré dado una prenda de buena voluntad.

Es asi como a menudo. en las negociaciones de los convenios colecti,·os que bcmos obsen'1ldo. se pasa rtipicfamcntc por encima de ciertas cláusulas cuya discusión se abandona rápidamenrc, en e.1pc,

cial las cláusulas monetarias. Se las agrupará más rarde para una discusión global en la que rendrl! Jugar el regaceo.

b) El regateo y el juego de propuestas y conuapropucstas

E.te rcgat.eo puede comenzar en el seno de las comisiones. si las hay. Dentro de cada comisión se entabla uoa discusión en la que cada pane irá modificando poco a poco su posición inicial en la dirección de la conl!aria. ÉStaS son las co11cesio11es. El acuerdo puede o no producirse dentro de cada comisión. De todas maneras, la toralidad de las rareas de las comisiones se reanudará en sesión plenaria y será en este nivel donde se hará la negociación real. durante la redacción paulatina de los punros de acuerdo. Entonces se pucdea amncar concesiones por medio de otras concesiones com, pensatorias de la parte adversaria en relación con ol!os puntos.

Tal fue el procedimiento seguido en la negociación del convenio colectivo de Belfort:

cEI proo:dimicolo " dcsenvolvia poco I poco: lectura de lm textos de 1925, nuevo\ pmy«Cc>5 obrero.,¡, conlmpro)"CClOS pcilronales, wspcn\ión de la-. rcspurst.,s por un fnpso de ocho horu; el tnbiljo rcahudo st" acumula y Ja c~mi1~6n (plenaria) .se cneu.e.n1ra, a. principio, di! mano de J 9S5, a.ntc una satu11e1ón muy cJnra La iiffllllzón ~el convertio csti hecha )· iodos 105 articu~ los s:c n.'!<l.1e1:ui con una sola pr~scntación cuando h.a)' acuerdo )' con dos aa:.ndo el acuerdo no existe:> (Rocatd. 19S6, p. 301).

. Cuando ao existe comisión especial, el juego de las propuestas hene lugar solamente en sesión plenaria. Cua lqukra fuere el marco, cada nue,'3 proposición está muy lejos de lo que el adversario de­searía. pero paularinamcnre la brecha se vu estrechando. A~te una exigencia adversaria que no sea rotalmente inadmisible. pero que resulte una amenam de carcomer la posición propia. el negociador S11Cle valerse de h siguiente parada: «Sea. pero sólo como base de discusión.» En efecto, cede, pero no con intención de aceptar sin más la propucsla. Formula eatonccs una contrapropucsta que, ~de luego, modifica la del adver.ario. Ya queda abierto el camino y el n:@ateo prosigue.

La apertura puede expresarse menos daramente: los negociado­res hábiles usan cierta cantidad de señales para advertir al ouo de

132

El proceso de acomodJci6n

que la apertura existe, sin manifcsrarlo explícitamente; .por ejemplo, en una enumeración de los puntos en que no se_ trans,gc, "'. pu~e silenciar un punro que antes era ob¡e~o de la nus_ma mrrans.ogcnc,a;

0 bien puede docirse que tal vez cx,srao «pos1b1hdade.s de enren­dcrsc». El adversario, si está atento, podrá entonces v,slumhrar la señal y rcspo11der con otra. Y así, de señal en señal, se va llegando a las concesiones. . .

El compromiso, se establece entonces en un punto mtcrmcdoo entre las dos posiciones iniciales, habiendo sido las concesiones re-ciprocas pero no neccS,'lriamcnte simétricas. . . .

Otra posibilidad consiste en acordar una conces,on al ad\'crsaroo. rocuperando la ventaja perdida en otro punro. ~ t.il sueri_c se pue­den modificar totalmente algunos acuerdos parciales anteriores.

«Butó que Las reivindicaciones obreras de J 9SS se pJ3ntc11run en tcrn-no, nuevos respecto del conipromi,o de. 1952. para que la cconomt.a del texto rucru rclocada en codos w, a.spcctns1o (Rocard, 1956, p. 301).

El compromiso en una posición intermedia no es el único meca­nismo de coociliación. A veces. los negociadores prueban con la iTV101·aci6t1. Gcrmma una idea nueva, posible solución de posiciones hasta entonces irreductibles de una parte y de orra. Entonces el obstáculo infranqueable puede ser rodeado. al plaorearse el problema en términos nuevos. Pero el que formula la nueva idea cae en una rrnmpa. Tiene que precisarla. cifrarla. Nada má., delicado que des· nudarse asl «a la intemperie•: el adversario hará bien ro mando la definición al pie de la letra, como base linal del ,cuerdo. La parada coMisre entonces en dar una respuesta c~orbilllnlc o irri.soriamcnte mínima. Y el juego de la, concesiones recíprocas se reanuda sobre esla base nueva.

Así, la negociación a\'1ln7.a lentamente, a pa= medido_s. para al final, en el mejor de los casos, desembocar en lo conclu~oón de un ,cuerdo. que lo má.s habitual es que sea un comprom_iso. Ahora bien. en un compromiso, nadie ha ganado realmente n1 nadie h3 perdido. pero todos estfo más o menos inS:11 isfechos. Sarisfcchos . de haber conseguido resultados. pero menos satisfechos por el conteno~o del acuerdo. Las reacciones sindicales a la hora de firmar el convenio colccrivo de Bclfort son un ejemplo claro:

el.A CGT lomentn que no h>i>'A dccb.ració.n común de las orsaniz:u:ionu obre~~ , declara que I!," cl!usul:.s gcncnJcs con.)tÍtu)'tl'l un p;a..,o 11dclan1c, no debld-o en absoluto a gcnrro~idad p:uron.al, s-ino II l:a :acción unida de los tnbajadorC";S. ) se declan m:ut~-1(Jtia para firmar, .,ubm,1111do que .la p_reo .. cup;ición principal de Jos 1rob~Jadores es l:t cuc&l1ón de los Slllanos, que espera ver rápidamente resucita.

No e1undo tmnpoco plcn.:unente satifftth:.'1 por las ctiusulllS gentl'31C!. la CFTC declirn firmar, a.ntc rodo. pc-.rn no dcj.tr1e e.te.Luir de otras dii.cu· s1oncs de similar tenor y a:pcc1aJmcntc las S."llariales. tema por el cual abriga ya gr.tndcs inqu1C'tudes.

Page 57: La Mediación y La Solución de Los Conflictos

La negociación y la mediación

FinAlmente. la FO la.menta que eren.as cliusuhl1 no sc-an 1ru, fnvornblc,, como podrinn h~berlo sido, f)t'.ro firma p."lra no o.tran_r la DpHCltión de 111.1 <liwulas favorable.<> (Rocard, 19S6, p 316).

e) Las relaciones interpersonales

~s relaciones interpersonales cumplen una (unción muy imponantc en el desarrollo de L, negociación y en su progreso.

En el seno de cada delegación, las tensiones inlerpcrsonalcs basa­das en intereses a veces paralelos, o en las difercnc,as de sratus o de poder (negociadores, expertos, jefe de ddcgación, cte.}, las omisL'.ldcs. la estima y la admiración reciprocas emre los miembros de la dele­gación, asi como In costumbre de trabajar juntos. son otras tnntas condiciones que inciden en el desarrollo de la negociación, 1udn vez que pueden refor,.ar o dcbilítar la cohesión intcma de una delegación.

También son capitales las rel3ciones entre negociadores ad,-ersa­rios. Cuando las negociaciones se prolongan. se revelan las per,,ona­Jidades que intervienen. Se aprende a conocer 13s reacciones de los adversarios, las tácticas que prefieren, las disensiones y las eacmisL'.l· des en el seno de la delegnción adver,,aria, )' ese conocimiento tam­bién puede ser usado en provecho propio. «Ln ami;1ad que yo senlia por el señor de Ublé bnbla bccbo de mí una presa má, fácil de lo conveniente y esta amistad databa de nuc,tra com·cr<lción de In vísperai, (F. Walder, 1958, p. 119). No es rara Jn o.mi>111d o la estima entre adversarios. No sólo las sesiones form"les permiten que las personalidades se revelen. sino sobre todo las convcrs:lciones de los pasillos y los reuniones iníormales. co las que se babl3 con mayor sencillez. de mllnera más distendida, ni no levantarse actas. Es sa­bido, por otra parte. que es en reuniones como ésas donde se des­bloquean las peores situaciones y se fraguan muchas transacciones

EsL'.ls relaciones omistosas o simpáticas pueden, pues. desempeñar un papel positivo con vbtns a la conclusión de un acuerdo. en la medida en que tiendan a reducir In desconfianw mutuo, In simulación Y la hostilidad en 13 mesa de deliberaciones. Esta afirmación puede relacionarse con el aporte teórico de French y Kruglnnski (1971) acerca del poder en el conflicto. E.\lóS autores poslulan, en decto. que el poder de referencia unilatera I es el qua aporta m!\s resultados positivos en el conflicto (d tabla 1). Puede <u!)<,ncrsc que cuando el poder de referencia es bilateral, los aspectos posi1ivos se rduorcen mutuamente. Pero nun as! la ambivalencia es de rigor: In amistad 0

la simpatía reciprocas con el adversario, o el conocimicn10 de su personalidad. pueden ser utilizadas para debilitarlo en ;u runci,ln de negociador. Pero el primero que se valga de esta arma se exp011e a ser la próxima victima. Asl. pues. los negociadores hábiles tienen 13 sabidurla, en este juego sutil que es la negociaci6n, de no lrilbar

'"

LA psicologia del nc.gociador

delllllSiado sus propios movimientos con lazos afectivos hacia el ad· \ICrsatÍO.

F) La psico/ogla del negociador

erecmos haber mostrado la complejidad de la labor del negociador. ¿Pueden. para concluir. deducirse algunas generalidades sobre las cualidades que requiere un hombre semejante?

Iklé (1964) enuncia tres cualidades indispensables para ser un buen negociador_ Tiene que ser realisra.

cEn lugar de dar 111 situación por scnUdl. dcbc!ña ser rcaliina. reconociendo que unto 111 cvalu11cionc-. de su ad\'Ctsario como bi propi:u: estin siendo coo.stan1c:mente objeto de replanleo, que los puntos en di.scusión no son obra de la n:iturnlcr.1 sino de sf mi<mo )' de. su ad\·cnttrio )' que hay mancru.s de nc¡<)ciar en 1ituaci.oncs de debilidad tnn10 como en $.ilUAciont:s de fuert.u (lkl'-. 1964, p 25S).

Este realismo implica tambifo conocer el punto límite hasta el cual es posible arrastrar al adversario. Lo que implica que un buen negociador ha de ser flexible. Esto no significa abandonar una posi­ción C,rme. sino \'alcrse a la vc2 de la firmeza y la flexibilidad.

«Debe .ser flexlbJe en su~ tlicticas. di..'$<:l'iminando entre IM oponunjd:adé1 c.n que 8C-1' bcncficio,o c,bsc.n·ar las rt¡las <le li ncaociación y :t.quclla1 eo qui: no lo 1:$. Debe distinguir l:a.s 1itu."lcion~ en fas que seri11 ffla51roio pro· feñr un3 amenaza y aqucll.L$ en que e, imprc!lcindiblc amcnuar o, incluso, t.-uu:nr un bluf/ Debe cst:.r dispuesto a seguir a la opini6n p<.tblit.a d~ ,u pal~. as1 como 11. ak:n.t.nr la crc11d6n de un con~nso nue\'O, tanto en el ac.:no de ,u gobierno como c:-n el dto su paJs:. (op.. cit., P~ ZlS).

El negociador debe poseer, pues. una gran malcabiLidád unida a una ¡;ran detcnninación : esto es lo que define la astucia. « Pues. en definiLiva, hacemos proícsión del dÍ.>imulo, de la artimaña, de la astucia, digdmoslo con todas la.~ letras: de la trapaceria, carac1eres todo, que de costumbre no son estimados y que son motivo de queja para el mundo» (Wnldcr, 1958. p. 100). Añadamos que para el ne­gocindor son necesarias una ciena insensibilidad y sangre fria. paro pemiitirlc soportar $in daño la agresividad y la hostilidad de sus ad­versarios. como uimbién paro hacer malabarismos con la suerte de mucha gente.

«.,Cómo quertiJ que baga mi panc t'n esta s,3rtid:i que jupmo$ e.n Saint• Gennain. si no puedo conservar mi s.-,ng~ (ria'? Suponed que se pre5en1e ante mis ojos cMa imagen de los horrores de l.t gucrr.t. con 11:1.s cmocionec; que provom: ¡qu6 f&dt preui ~ria }'O en manos de mi.1 adven.aríos! ¡Có:nu·, so apre5.urañan a valerse de m.i,¡ scn1irnicn1os y de nií ansia de contluir! Crttdmc~ el ntgociador es de hielo, o no e, nesocl:ldon (\V~lder, 19j8, p. 139).

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la negociaci6n 'f la mediación

Por último, el negociador debe ser pacimte, para soportnr durante horas los mismos argumentos y los mismos discursos repelidos sin cesar.

«Dt.-bt- ser p.1cic.ntc cu11.ndo trabaje por cau.s~ que parezcan perdida.,, porque tambi6.n pod.n\ c::t.mbiar pauJatlnamen1e las opinione, y los objcli\'OS de iu adversario. Debe ser pac:letll~ para vivir en el eonructo )' (3 incer. tidumbre, sabitndo qut puede haber triunfo.do incluso si suJ ntgociadonc:s han fracasado. o precisamente por eso. Por ~nc:ima de iodo, debe mantener la \'Oluntnd de pnaD (1Ll6 1964, p. 25S).

D. La n>ediación

Los procesos esenciales de la negociación no difieren fundamental, mente porque baya o no un negociador sentado a la mesa de dclibe­rnciones. Con o sin mediador, sicn1prc son las partes enfrontadas las: que negocian. La única novedad consiste en que hay una tercera parte. neutral, implicada en la situación. Es el papel que d~mpeña esta tercera parte el que ahora describiremos de manera sencilla.

A) Definicidn de la media<:ión

La intervención de una tercera parte, neutral, en el desarrollo de uno negociación se refiere, generalmente. a tres puntos: conciliación. me· diación y arbil!ájc.

Concilioci6n y mediación definen das situaciones afines, pero te6· ricamente distintas. La conciliación define una runci6n menos activa por parte del tercero: consiste en juntar a las partes en unas dr· cunstancias y un ambiente. más propicios para una discusi6o serena en busca de acuerdo. El conciliador se satisface con facilitar las relaciones y la comunicación entre las partes. La mediación define una función que comprende a la preccdcntc pero que le añade una parte mlls activa del mediador: puede intervenir en las discusiones. haécr sugerencias o propuestas e incluso formular recomenJacione.~ con vistas a un acuerdo. Pero. en la práctica. la diferencia es ~· qucña. Un conciliador puede verse obligado a hacer propuestas y un mediador puede limitarse al pa~I de mero catalizador. La llnica distinción válida es la que existe entre mediación y arbirraje. El árbi· lro tiene In autoridad y la responsnbilidad de tomar decisiones para resolver el conflicto y su decisión es vinculante para las partes. El mediador no tiene ese poder de decisión: son las partes las que toman las decisiones. «El mediador debe valerse de la pcrs113si6n. Puede sugerir. engatusar. e incluso recomendar. pero a las parte, les queda siempre el derecho de decir que "no" aun a la mayoría de los puntos» (Simkin, 1971. p. 28).

' 'lll., ....

LE práecic.a de la mc:dntc1ót1

El mediador no es, pues, mi!s que un conScjero, un asistente al servicio de las partes enfrentadas. que son las (micas que pueden resolver el conflicto. Este stallls comporta, entonces, la imparcinlidad del mediador y In confianza que mer=a a las panes que intervienen co el conllic10.

En ta continuación de nuestro estudio hablan:.mos de mediación. iénnino que es aplicable tanto a la conciliación. en una acepción más limitada de la mediación. como a la mediación en el pleno sentido de la palabra.

s) la prdctica de la mediari611

La solución de los conflictos por la mediación. en el sent.ido amplio que te damos. por la intervención de una le(cera parte neutrnl. es un hecho social importante en Norteamtrica, en el tem.'Do de los conflictos del trabajo.

Existe en los &lados Unidos una agencia federal de mediación y conciliación (Federal Mcdiation and Conciliatioo Service). creada en 1947 por la ley Taft-Hanley •. La competencia de esta agencia se eJttiendc a los conflictos del sector privado que afectan al comercio entre los Estados y. desde 1962. a los conJJictos del sector público. El director es nombrado por el presidente y su nombramiento debe ser ratificado por el congreso. Siete agencias regionales se reparten el territorio estadounidense: Nue\111 York, Filadelfia. C'lcvcland. Al· lanla. San Luis. Cbicago y San Francisco. Otro servicio federal. el National Mediation Board. trata ~lamente de los conllictos surgidos en las compnñlns ferroviarias y aéreas.

Dieciocho Estados poseen su propio servicio de mediación, cuya competencia llega sobre todo a los connic1os que perturban el co­mercio interno del Estado. pero también. a veces. el comercio ioter· estatal.

Todas CSUIS agencias de Estados o federales emple:in mediadores con dedicación plena, cuya labor consiste en intervenir en el con· nieto de trabajo a petición de una u otra de las dos partes. En cicr· tos casos. las agencias pueden apelar a personalidades ajenas a ellas. Algunos ayuntamientos. por ejemplo el de Nueva York. 6encn iam­bién su propio servicio. pero rara.~ veces el personal tiene dcdka· ción plena.

La totalidad de estos servicios emplean unos 500 mediadores ple· namente dedicados. la mitad de los cuales trabajan en la ngencía redera!. Simkin (1971) ofrece las siguientes estimaciones de los casos 1ra111dos en 1968: aproximadamente 16 600 casos. 9500 de ellos por la agencia federal. lo que hace un 15 º,\ del total de los e<mniclCIS del trabajo. Estas indicaciones son interesantes porque demuestran que la mediación es uo procedimiento n:lativnmcntc poco frecuente

'.,. ...

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la negoc::iici6n }' la mcdhlción

y que la mayoría de los conflictos se resuelven sin ese recurso. pero que. por otra pane. la cantidnd de casos trallldos en un año es lo bastante importnnte como para requerir la acción de más de 500 per­sonas con plena dedicación. Tal practica social puede. cotonces. oírc­ccr mucha riqueza para noso1rc,s. También el Canad! tiene institu­ciones similares. 5i la ncgociacitin dirccl3 fracasa. una de las panes. o runbas. pueden (y. en ciertas pr,wincias. deben) pedir la interven­ción de un conciliador Éste informa de su acción al ministro del trabajp ícdernl o prosincia l. quien hace designar, en caso de fracaso, una comi,¡¡ión di.! cc,ncili.aeión o un n1ediador. ÉSle será enlonces una p.,r>0nalidacl qu~ g,,cc de cierta nntoriedad. En el nivcl administra­tiv0 cxisLc. pues. un~, diíercncia entre conciliación y mediación. Se adviene desde 1%0 una tendenci:o a que el procedimiento de conci­Jktci6n lome cada vc..-z n1ayor in1portancia. como señalamos en el eapflulo segundo (p. 85s).

Fn Francia no ctiste un cuerpo de funcionarios espccialiZ3dos en la mediación. ! .os procedimientos de conciliación y de mediación est!n diíercnciadllS: la conciliación se efectúa por medio de una comisión presidida por un repr<?SCntnnte de In administración y íor­madn por un osesor del tribunal administrativo y represcnrantes de los patrones y los trabajadores. FJ procedimiento es, pues. muy di­ferente del que se observa en Norteamérica. El íuncionamienlo de e"-la~ comisiones ya ha sido criticado en el capuulo segundo.

La medinción es todavía más rara: se produce. bien después del íraCl~o de la conciliaclón. " bi('n indep:odienteincnte def proced,­micnto de oonciHncíón El mediacfnr es una personalidad del n,undo inllu~1ri:1I o un alto funcionario aJcno al conflic.:to y, a menudo. sin ~u;,Hficacit\n especial en lo qui! cnnciemc a Ll conducción de una negociación. El mediador es elegido r<>r las pnrtes de una Jisl3 ela­hornda por ol ministerio del trabajo. o nombrado por el ministm euand,, nu hay acuerdo entre los psrtes

LC'I, procedimicn1os de conciliación l de- m~diaci\in se utilizan muy poco: J 700 casos de conciliación entre I Q50 y J 964 y J 68 casos de mediación entre 1955 y 1964. Si se recuerJn la cifra de 1400 casos de conciliaci6n anuales. solamente en In provincia de Quch..-c (6 000 000 de habitantes). ,e puede medir el pohre rendimiento del <i>1ema francés.

En cuanto • la eficacia de la mediación o la conciliación, es bas· ,ante notable en América del Norte. En los Estadc,s Unido,. el fra. ca.so de In mediación se fij:1 entre el 15 •. y el 10 "'· · según los años, p,ra el servicio íederal: en Queboc. en 1973-1974. la cantidad de rntcn:encioncs írucufcras terminadas note~ de la expiración dc.-J con• trato ascendió a l 80 O:. A c.,te porcentaje hay que agregar aproxima­damente I O , de los casos resucito, por la conciliación después de las demor·4s. El Indice de fracaso puede fijnrsc, entonces. alrcdc· dor del 10 º•· En Francia. el si11cm, se mandiesta poco cfic:iz: 514

Contcrlo de mcdi;u:ión en 'l'ortcamf:ric1

sos de conciliación entre 1700 (o sea, 30 %) lerminoron en un :to 10101 o parcial. así como 95 casos de n,cdiación entre 168 (56.S %), También aquJ se comprueba la falta de eficacia de los pro· cedimientos írancescs de conciliación y de mediación.

Con todo. conviene agregar que, aparte de estos proc'Cdlmicntos (ormalcs de conclliación y de mediación. los rcpresentnntes del nii­nistcrio del trabajo actúan írecucntemcnte, en el plano de los comí• siones miJ<tas de negociación. como mediadores, sin tener el titulo oficial. Puede suponerse, pese • la falta de estudios S()bre el tema. que una cierta cantidad de convenciones colcc~ivns han podido. ~er la luz gracias al papel desempeñado por el pres,dcotc de la con11s1(ln mixta. como fue el cnso en la negociación descrita pc,r Rocard (1956). Lógic:1men1c. esta actividad de los presidentes de las comisiones mix­tas deberia, pues. inscribirse en el haber de los mecam,mos de con­cililción y de mediación.

e) Descripdó11 del papel qw dtm11p~iía el mediador r,1 los m11/lic!Q< del 1rabaj<1

Esta descripción se l>:tsará. por una parte. en nuestra modesta expe, ricncia personnl como observador en las sesiones de conciliación de Qucbcc y. por la otra. en la Ji1cm1ura noneamcricana. Exi<tcn pocas publicacione< sobre la mediación que tengan interés p!iicosociológico. En su vasto estudio bibliográfico sobre la mediación. Meynaud y Schrildcr (196 J) citan 572 publicaciones. Pero la gran mayorío de ellas es de orden jurídico y administ raüvo. Si son raras las publica­ciones psicosociológicas en inplés sobre la mediación (cí. ~chmus. 1965). en íroncés son inexistentes. Las obras que nos servuán de reíerencia serán. pues. de noneamcricnnos: Peters (1952). Ma!ll)iolo ( 1971) y Simkin (1971). todos ellos mediadores de oficio que hao rcflCJ<ionado sobre sus experiencias personales en la mediación.

l. El contexto de la mediaci,;n en Norteamérica

La intervención de un mediador se pide cuando la negociación de un convenio colectivo se encuentra en un callejón sin salida. Puede ser solicitada nntcs de la finaliZPci(>n del contrato, anl~. p,>r ende, del e,·cntual de..<cnc1denamienm de una huelga y. en general. a fin de evitarla. o bien después de hal>er <ido declarada ésta. FI mediadM interviene, pues. en un mon1cnto de criofiis. ~ para la 101nlidad de las cliusulas o para a lgun,s de ellas. cuando no ha podido esrnble­ccrsc acuerdo entre amba< pone<, <icnd¡, ésta b ra,ón por la cual una de ellas. o las dos, solicil3n la mooi4ciún (o la conciliacióo).

El mediador acude. pues, a asistir a las dos partes en su ncgo·

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La ncgoci11c:16n ~· 1:t med1ac:,ón

c,ac,on. Está al servicio de ambas y debe ser impareial. Pero tnm· biéo está al servicio de la colccuvidad en su conjunto, porque. por una pane. es un funcionario (del Es1ado o (ederal) y. por la otra. porque de su intcrven<:i6n puede depender una salida más o menos costosa del con0ic10, cos1osa no sólo para las panes. sino. con mayor frecuencia. para la ec,,nomr., del pais.

2. El mediador facilita las comunicaciones

Es1a íunci6n en el plano de las comunicaciones se ejerce en diversos niv.:les.

a) A nivel de conducción de la~ reuniones plenarias

El mediador preside la sesión en las reuniones conjuntas de las dos partes. No tiene nad3 de mero observador AJ contrario. las reunio· nes se desarrollan bajo su responsabilidad. La convocatoria de la reunión. la determinación del procedimiento. las suspen.1iones de se­siones. las poslergacioncs, las reuniones en comisiones separadas. iodo esto lo corresponde al mediador También facilita la tarea de los negociadores. quienes. en su au>0ncia, dclxn asumir por turno la presidencia. con la, dificultades inherentes a ser juez y parle a la vez.

Por oim lado. el mediador hace de animador de la discusión: deíi· nición de los pun1os en discu,i6n, cesión del uso de la palabra, re.su­men de la discusión, pedidos de aclaraciones, prcciiión de cienas intervenciones: an1higuas. cte. El mediador tiene asimismo la tarea de evitar enfrentamientos personales demasiado Crccueotcs.

ctm cn!rcncamicntOJ personales c:sü.n fuern de lugar en la mcu de dclíbenciond., En el mejor de JO! caso5 son escollo., con las que el llt'UCrd" tropieza. Un ai:aque penonal da lupr casi siempre a una rcspuc..\ta de J.n. mi\ma 1ndolc. Los humQre1 su,tiruycn a la ra.z.ón» (~1apíolo, 1971, p. 44)

Una suspensión de sesión, una reunión en comisiones separadas. el pasa r a otro punlo. pueden hacer que la discusi6n no se agrie. A vc-ecs, sin embargo, la sol3 prcscacia del mediador e< ~uficicn1e para que la negociación se desbloquee por si misma. sin que él tenga que intervenir. a la manera de un elemento ca.t.n.lítico.

b) A nivel de las reuniones por separado

EJ mediador puede juzgar que en un momento dsdo SCJ1n necesarias reuniones por separado de las dos delegaciones. Por ejemplo, cuando se ha presentado una nueva propues1a que acarrea numerosos cambios

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t:.1 meo-111onr 1:-.c1111a 11.l.S comunieaaooe~

de ideas. para que sea suficien1cmcn1c vista y comprendida es nece­saria una e,'31uacibn por 13 parte deslino.tari.a; o bien cuando se está en un callejón sin salida y se asis1e a la repeécaón de los mismos argumentos.

Cuando se trat., de responder a un~ propuesta, el mediador pro­pone una suspensión y reúne a la delegación inlercsada. Semejante reunión permitirá que cada negociador exprese ~u opinión. sus objc· dones y sus preferencias. El mediador puede animar esta n,unión de manera más infonnal. Puede servir también de agente de contacto enue ambas delegaciones, de ,ehículo de la comunicación, ap<mando a la parte que luce el ofrecimiento las reaccionc-s de la segunda y pcrmílicodo as! que el proceso continúe fuera de las sesiones plena­rias. furá también de pucn1e enlre las dos delegaciones. H. Kissinger. durante las negociaciones enlrc Israel y sus adversarios árabes de 1973. dio una magnífica demostración.

cComcnió Ja.s ncgociacio.ncs sobtc desmovilimción acudiendo tt cada campo a pregunw.r: ··¿Que es lo que podria.n ustcdl."s o..--ckr en ~t;ii situación.? ¿,CUil~ ser1an las exi¡ci,das mlnim;u qu~ Je pres1arl:1n III satiií.ac:cr? .. A panír de ahi hubo que U"lltllr de conciliar amba1 posicionel, tr.t,tur de hacer que cadii unn viera y e:ncendli!.íJ. lai condicione~ del otro. hubo que sugerir sutik.s ajusrcs 11qui y allA. sin pcrckr d~ \iSW. el probkm~ glob::11> (e.Timo, 1 de ,bril de 1974).

El mediador focilila la comunicación porque las proposiciones y las con«"Sioncs que transmite no tienen toda\'ia nada de oficial. no son más que lentalivas. El mediador debe incluso. con írecucoeia, interpretar cienas señales como e,eniuales coocc.,iones. Así, cadll parle conserva 1oda la libertad de volver a cuestionar lo que se ha orrecido condicionalmente-. (l meramente sugerido. en caso de re­chazo de la otra parte. De 131 sucrté, el mediador ayuda a cada pane a salvar su pres1isio. Pese a las vuehas atrás. siempre pos,'bles. este mecanismo de vaivén permite que la negociación progrese. lenta. pero seguramente. Porque. gracias o esle vcblculo. 1odas las posibilidades de acuerdo podrán, en el mejor de los casos. ser exploradas. Tam­bién puede evitarse, con suma írccucneia, el rec,hazo prematuro,

La alternancia de las reuniones por separado y 13s sesiones ple­narias permite registr.lr ofieialmcnle los progresos alcamzndos. El me­diador puede desempeñar un papel activo en la formulación de las coo1t:1propuestas. En las reuniones por separado. puede tra1ar de sondear las rozones y las mo1ivacioncs subvncen1es de la determina· ción de una de las partes en su negativa • a hacer concesiones, As[ informado, puede dllr consejos útiles o la contraparte en relación con los pun1os en que parezca posible un acuerdo y con aquellos en que no se puede esperar ninguna concesión. También puede ayu­dar a cada una de las panes a redaciar sus contropropuestas de 1al manera que no choquen con un rechazo por motivos no expresados

1•1

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La negociación y ha. mcdtac.;ón

en la sesión plenaria. El agrupamiento de diversos puntos en ll)S cuales uoo está dispuesto a ceder a cambio de una concesión en otro lugar. es algo que el mediador puede aconsejar atinadamentc. si ha percibido una posibilidad de acuerdo.

Todas estas actividades suponen que el mediador tenga una gran capacidad para escuchar todo lo que se dice y lo que no se dice o va sobreentendido. M11ggiolo (1971) da un ejemplo interesante a este respecto. Una empresa experimenta la primera huelg-• de su historia. La razón es In siguiente: un sindicato rival ha logrado un contrato mejor en una entpre.s:i de la competencia. Paro el sindicato no cs. pues. p0sible obtener n1cnos. La en1presa, a :i.u \t.:7,. por razones económicas y por íonnar parte de una a>()ci:tción de emprc,,arios. no quiere ir más allá de lo acordad<1 por la competencia. En la primera sesión plenaria. a propósito de las ddu,ula, relativas a la seguridad .soeial, la compañía dedara que no encuentra ninguna razón para cambiar nada. toda vcz que clla es la mñ, avanzada en ;.u sector indu,trial. El mcdi:tdór, que había reg;strJdo c5tc deseo de ser líder en la mmu. lo usó inmediaramentc Demostró que la empresa com· pctidora acababa de instaurar lo mismo. ru,i que el liderazgo se le había esrumado.

cPe.rsu:1dt6 ti 111 empresa de que tt\'i!.l.r.t su ofcn.a. de sucrt( que siguiera sit.ndo sie.mpll: 11.1. mjs a\·.tn7.Jda .. En cénnioos de cos1c, no de beneficios, Ja mejora c:n11 del orden del dnlimo. En lé.rminm de M°nl!tido, rl iindioto pudo n::a,n;sar ~ tus ba.lé-ll con un contrah, mcior qut c.l obtenido por el Undicato ri,·al Se hob1:t c,itadQ una hucl_ga pc,rquc el medilldor supo t:SCU•

ch:1t» (~1:t.llaiolo. 1971, p. 49).

Yendo más lejos que este autor, diremos que el acuerdo rue fácil porque ambas partes querían lo mi>mo. aunque !\Ín saberlo: tener el mejor cootrato en el terreno considerado. Es verosímil que en ausencia del mediador no se hubiese advertido nunca el objetivo comú.u. ,

Por último. el mediador no puede juzgar quién tiene razón y quién está equivocado. Debe evitar cunlquier jukio de valor respecto de las partes. El problc:mn. para él, es solamente saber lo que es real· mente posible en las circunsmncias presentes.

3. El mediador hace sugcr<'ncias y formula recomendaciones

El mediador puede tener que hacer sugerencias. cuando no recomen­daciones: las sugc.rcncia~ tienen un ca.ráctcr menos formal y me.nos incitante que las rooomcndacioncs. El punto imponante. para el me· diador. es fortnuJar sus sugl!.rcncins o recomendaciones en el momento más propicio. 11.i demasiado pronto ni demasiado tnrd~. En efecto. algunas propuestas. aun emanadas del mediador. pueden no tener

l"\1..

El medi.1dor h.;aci: sugl!renci~ y recom~ndaciones

ninguna posibilidad de éxito •ino cuando c~da pan• eslá convencida de que no es posible ninguna otta solución. que lo «mejor» no esta aJ alcance y que habrá que contcataN,c con «lo menos malo». El me· diador debe, pues, esperar a estar seguro de que las dos panes estén decididas a llegar á un acuerdo, antes de formular cualquier pro­puesta. En Am~rica del norte, el mejor momento se situa irunedia· tamente antes de terminar el plazo legal para que pu,-<la declararse una huelga.

El mediador puede hacer sugerencia, verbalmente en fas reuniones por separado. A ve-ces conviene que sea el mediador el iniciadm de una propuesui. porque eso evita a los negociadores el peso de la concesión. Proponer una solución verbalmente y por separado a cadJ parte permite al mediador mantener todo su crédito y ,u eficacia, wcluso en caso de rechazo por una de las panes. &.ta rue una de las tácticas empleadas por Kbsinger durante su mediación para la dcsn101·ilización de las fuerms beligerantes del canal de Suez.. en 1973. Propuso un plan norteamericano que. en su espíritu. no ímpli­caba 11ingúo compromiso para los Estndos Unidos. «pero podía a}u· dar a Egipto a superar el obstáculo psicológico de tener que nego­ciar a base de un proyecto israelí, y viceversa• (Kalb y Knlb. 1974. p. 5 lO). L.a táctica resultó eficaz porque el acuerdo se firmó a los cuatro días. En otros casos. el mediador puede formular propuestas en sesiones plenarias. Rocard nos da un ejemplo interesante. Durante la negociación de Bclíort. el dm.>ctor del departamento del tr.1bajo y la mano de obra. sin ser mediador con carácter o6cial, sino sim• plemeote el presidente de la comisión. desempeñó con todo ese papel y su influencia ruc determinante en la última sesión.

e:El presiden,, de sesi6n. que habla e<tmprtndido que 11!5 delegaciones de· sca:bao 6mmr. pero nio.gunia de ellas qu:rj::i. ~r la priml!'l':L en in.ifilr el compromiso. decidió proponer el oomprombo por si rni,mo Dio lcciuro a todn!I los 1udtu1t,, en litigio. dondn altcrnoui\':tmtnrc b nfflo a 10$ ¡>3tro­ncs y i le» asal:tri11.dos. 1cnit.ndo en cucnt.0 t:l cartctcr irrcvocabk de. a.lgunn, de sus rcspccliv:i"i poc;idonu'- El a('Ucrdo o¡e cooclu)ó sobn: las p-ropucsuu de Peiroto )· el 3Cl3 de dicha scii6n c:<traordinaria no « sino e) texto mismo del COn\·c.nio. Siendu m.-..nifiesto el des.ca de acuc.rdo p<>r ti.tnb~ panc'í, ha.el.a. fialtJ. 1in 1.:mbMgo, que el reprt..scntnntc de 11 r..dm.inistmci6n 1om:ira p:1r1c rcponder11nte: en los dcb~tcs pa.ri togr.i.r lu pucs1a II punto del compro­miso. en otras pal.1.brus. el punto de equilibrio no SI! pudo encontrar sino por una ptrSOn:tlidad indrpcndicntc-, al no qutrt'f' ning:unl de las delegaciones tnuncl3r dicho punto di: equilibrio por nlicdo de que la c:ontraj'Xl.flC lomara ese CJ1uociado por concesión, (Rocard, J 956, p. 302).

Este ejemplo muestra nítidamente cómo el mediador puede ayu­dar a ambas partes a salvar el prestigio.

La función de mediador puede ser todavía más comprometida: puede dar lectura, en sesión plenaria. a recomendaciones formubdas por escritó. Estn práctica, bastante reciente en los Estado, Unidos, pero limitada a casos de urgencia o de atascamiento total, ha demos-

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Lit nqociación ) l.;i. mediación

trado su eficacia: Maggiolo (1971) informa que el 95 % de !ale., recomendaciones oficiales íucron accp1ados, con sólo 2 "4, rocba1.ndas por ambas parles y el 3 % por una sola. En Francia, la regla es que el mediador comunique • las panes recomeudacionos oOcialcs, mien­tras que esto es la excepción en América del none. Por lo demás, es muy raro, en los Estados Unidos. quo se hagon públicas las reco, mendaciones del mediador. mientras que en Francia la ley estipula que se las publique en el Joumal 0/ficiel, en caso de rechazo por una de fas partes.

La última foccta de la función de mediador en los Esmdos Unidos consiste en que puede. a petición de la delcgoción sindical, prestar asistencia dumnte el procedimiento de ratificación del acuerdo por fas bases: el mediador, para evitar errores que pudieran ser falales. puede asesorar al sindicato acerca de la estrategia y fas tácticas a observar en la presentación del acuerdo final para que la asamMca decida. con pleno conocimiento de todos los elementos de la ne­gociación.

D) La ps,'co/ogía del mediador

Hemos mostrado que hacer de mediador comprende un amplio aba­nico de funciones. El medindor, por las necesidades de la situación preseme, adopta lineas de conducta que van desde la escucha pasiva a la intervención activn. ¿Es posible, pese a esta vasta gama de com­ponamientos posibles, esbomr un retrato psicológico del mediador?

Algunos autores han intentado esla descripción a partir de sus experiencias personales. Peiers ( 1952) sostiene que hay tres cualidades indhpcnsables paro ser un mediador eficaz: experieneia en la ncgo­ciac.i6n, pues debe ser capaz de comprender rápidamente qu6 es lo que caracteriza a cada caso. y de comprender lo que está subya­cente, las fuenns relativas y las esir:uegias. Luego. objetividad: el mediador tiene que tener suficiente imaginación como para poncr.;e en el fuga, de cada parte, sucesivamente. para poder formarse una opinión no con1prometida con ninguno. Finalmente, n«esita impar­cialidad, para ganarse la confianza de los pones, que es indjspensable para la eficacia de su acción; 1icne. pues. que hacer abstra.;.ción de sus preíerencias personales. n ~n de evitar la orientación de la solu· ción del conílicto hacia un pun10 que corresponderla más a sus opciones que a las de las par1es enfrentadas. Porque son las partes. y no él, los actores de la situación. La descripción que Simkin (1971) nos propone es bastante similar: el mediador eficaz debe ser ín1cgro e imparcial, poseer un gran conocimiento de los proceS<ls de nego­ciación. tener fe en el libre albcdrio de las partes y re en los valores y potencialidades del hombre, unidos a la capacidad de ana limr qui! es lo posible frente a fo que seria de desear y una motivación perso·

U ~1cologi11 del mediador

onJ suficiente como para nccplttr c.l permanecer en ~as. sornbrn.s. ~~.ro este aulor. ex director del servicio federal de ~1ed1ac1ón. y conc1ha· ción», reconoce que esi.as cualidades 4no responden a ~,n~una des­cripción formal de la función ni pueden .cr medida; ob¡ehvam<!n1e» (Simkin, 1971. p. 54). . .

Algunos indicios de la personahdad del secre1ano de Estad~ ~Or· u:americano. H. K issingcr, nos permiten eomplew cs1a descnpc16n Los observadores. y sobre todo sus colaboradores inmedialos. subra· yan su paciencia y su capacidad intelectual. «'nene el don de ver un problema desde una va~ra pcrs¡><.-ctiva estmtégica Y luego crndu­cirla en un comportamiento prác1ico, operativo y 1Actico» (J. Sis~o. citado por Schweid, Jq74). Otros han hecho hincapié e~ su cálida comuoica1ividad y su sen1ido del humor y de la oportunidad Es1as facilidades de contacto son a menudo señaladas como indispensables por los mediadores. . . .

Para superar estas observaciones tan anecdóucas. dos estudios más sistemfücos nos permitirñn prc.:isar un poco las cualidades más im-portantes del mediador. .

Weschlcr (1950) se propuso averiguar si los buenos mediadores y los malos tienen tipos de personalidad diforcn1es. Con este fin. se dirigió a un grupo rcpresenlativo de mediadores. pidiéndoles que juz­garan a unos colegas suyos inclu!dos en una lista Y: entr~ los , que conocieran personalmente. que designaran los tres mediadore~ ~ue ~J<>­girian para una mediación importante y los . tres que chmlllaria'.'· Habiendo sometido a cadu uno de los mediadores a una ba1eria compues1a por tesls de inteligencia, cue,,tionarios de personalidad Y un test para medir su infom1aci6n y su parcialidad en el terreno de las relaciones del trabajo. al autor no le qued<.Í más que comparar los rl!Sultados de los test,; hechos por los medfad<1res más elegidos Y los mediadores más rechazados.

Los resultados ponen en evidencia la importancia de la edad, pero no de la antigüedad en la profesión. En el plano de las variables psicológica,, el estudio sólo revela diferencias entre «buenos» Y ~· los» mediadores en relación con el nivel imcJccrual y la parcui hdad. Los buenos mediadores ticn~n un nivel más elevado de inleligcocin y manifiestan una neutralidad mayor en el campo de las relaciones lnboralcs.

Este estudio nn confirma la hipótesis según 13 cual la personali­dad conslitu}c un factor de impor1nnc1a capital pam dfa1inguir a los buenos mediadores de los malos. Se limim al hecho de que se si1úa en el plano de la popularidad de los mediadores dentro de su propia categoría proíesional

El articulo de H. Landsberger (1960) contesta a J3s criticas que podrian hacér.iele. al estudio de l. Weschler. Este autor no interroga ya a los colegas de los mediadol\.'S, sino a los negociadores represen­tantes de sindicatos y de direcciones de empresas. acerca de lo que

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La negociac-ic\n y lti rncdi.'lci6n

piensan respe,:1ivamente de los mediadores. Dos estudios similares se realizaron, con dos años de intel'\'3lo, en Nueva York y en Detroil El objc10 de los estudios era el de relacionar la percepción que del mediador tuvieron las dos partes eníren1oda.s y deiermiiur cuáJes ernn la, variables más importru11es de dicha percepción. Cada uno de los negociadores 1enla que ju2g.1r a los mediadores designados por sus nombres en una lista. con arreglo a una lista de JO escalas de com­por1amienlo y una escala global. Luego se les pidió hacer una jerar­quía con las 10 escalas. según la importancia de cada una con refe­rencia a la si1uaci6n de mediación.

Los resuliadc>s muestran una correlación baslanle buena cn1re los juicios de las partes ad,usarias· atcrca del mismo mediador (0.57 de promedio). lo que hace afirmar al autor que «la p:,rcíalidad en fovor de una de las partes no es una condici(,n previa pam ganarse su estima» (Landsberger, 1960. p. 336). Las variables que aparecen como más fundamentales para la mediación son la capacidad in1electual (r;iogo 2. 7): luego vienen (rango 4. 7) las nplitudcs para es1ableccr relaciones humanas duras (tou~h relatio11s/, por ejemplo, la actitud autoritaria y la obstinación en la propia 1area; las menos importantes (rango 8. 3) son las aptiludes para establecer relaciones humanas sua· ves (soft relations), por ejemplo, In di<creción. el dominio de los propios sentimientos. el ser «buenos muchachos».

Las correlaciones entre las variables y la opinión global sobre el mediodor son más elevadas para las variables in1electU11lcs y más bajas para las aptrtudes para es~1bleccr relaciones humanas suaves.

Los resultados de Laodsberger complcmenlnn los de l. Wescblcr y demuestran que. a los ojos de los negociadores. en un mediador son más importnnles las aptiiudcss intelecluales que una personalidad agradable. Las variables de personalidad parecen independiente,. por una parte, de la opinión que los colegas puedan tener, y por la ouu. de' la de los negociadores. Por el contrario, su capacidad intelectual parece ser una variable fundamental. si nos basamos en la percepción que colegas y negociadores puedan tener.

Puede entonces afim1arse que el nivel in1elec1ual y la neutralidad son las únicas variables individuales que tienen que ver con la efica­cia del mediador. Esto confirma, pues. la impresión de Simkin acerca de la inutilidad de un estudio cienUfico de los rasgos de perssnnlidad de los mediadores. Esto puede e:<plicarse por In preponderancia de las variables de situación oobre las variable., personales: el CQmpor­tamicnto del mcdfador cficai depende mucho más de la situación y de su función que de su personalidad. Un mediador dueño de sl mismo e imparcial en In mesa de deliberaciones puede ser violento y de mala re en un contexto completamente distinto.

Surge ahora esta pregunta: ¿quiénes son, entonces, los mediado­res de oficio y cómo se los recluta? Lo obra de Simkin (1971) nos pennite contestar a esta pregunta. Por Jo que baee al «servicio ícdc-

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La ps-icologia del m,:diador

ral de mediación y conciliación•. según la ley Taft-HarUcy, el dircc-1or tiene plenos poderes para con1ratar mediod~r.es segú~ su saber y en1ende.r. Esto se justifica pcrfec1runente, en ?¡;1016u de dicho autor, porque el de mediador es un trabajo que se eiec~ta «solo». la super· visión se reduce al mínimo y no se puede reahwr mnguna evalua­ción objetiva de la actuación. ¿Con arreglo a qué criterios se contrata a los mediadores del servicio federal? En primer lugar. la extracci6t1 politica no se toma en consideración y el direc1or .se csfu~rza en resistir las presiones en este terreno. En cuanto al nivel de mstruc· cióo, más del 60 % de los mediadores contrni..,dos en1re 1961 Y 1969 tienen uo nivel inferior aJ BA (Bachelor o/ Arts, el primer grado universitario).

e.El niYCI de im1rucción no tiene grnn pc$0 en la mc.iG de delibernciones . Lo que importa e,: l'.Ms lo que se dice que l:t roa.ne~ como se di~. . U c.q,ericncia cmbi6n puede servir, q_ui?fu mú que el fl.l\'cl formal de 1ostruc­ción> (Simkin, 1971, p. 59).

Al contrario. In experiencia profesional tiene una imponnncia capi-1111 en el c11rricul11m ,·itae de los candidatos. La experiencia de la negociación es indispensable, baya sido adquirida del lado patronal (30 % del total de los mediadores del servicio). del lado ~indica! (49 %) o incluso como tercera parte (21 %). Muy pocos mediadores son contratados directamente al salir de la universidad. El candidato clásico, con formación sindical, es el que ha sido delegado de un sindicato internacional o equivaJen1e.

clfa aJd.o rc!pons:ablc de la nt-g-Ociación de muchos ¡icu~r~os con d¡ve.rsM empresas y ha sometido casos de queja II arbitmjc )' h;i p:irtiop;ido en muchas reuniones antes dcl arbitraje. Un c:.indidato c.lA$ico con formación p:u . .ronal ha 1ido director de re ladones del trabajo o equivalente en un.a. cmp,:es11 , mc­dian:i. o en u.a establecimiento de una p-an empresa Y posee expeneftCla Y responsabilid•dcs comparnbl•S> (Simkln, 1971, p. 62).

Nada sustituye n la experiencia vivida de la negociación Y el hecho de tener experiencia del lado sindical o del patronal no parece 1ener influencia. en los Es1ados Unidos. sobre In conducción di: In media­ción: incluso sucede que una empresa requiere los servicios de un mediador con formación sindical o viceversa. Sin embargo. tanto el servicio íedeml como los servicios homólogos de los Es1ados tratan de mantener. dentro de su personal. cierto equiLibrio en materia de experiencia, sindical o patronal.

El servicio federal, por su importancia numérica (300 mediado· res), puede dar a sus mediadores recién contratados una fonnación complemen1aria: se los reúne en seminarios de 6 a 12 personas Y la formación se refiere a los principios y técnicas de la mediación. Unos supervisores les someten. para su análisis, casos concrc1os Y el juego del rol es la 1écnica que mis se aplica. A esta formación

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mediante el juego del rol se ar1ade la información y la ronnación en un servicio local o regional.

EJ nuevo mediado, empieza por obscrvat a varios a1echadores ~pe­rimeniados y discute con ellos In marcha de la ncgociacion. Progre­sivamente. el futuro mediador irá tomando parte cada vez más activa durante estos contactos con el mediador. Luego, el director regional, cuando lo e,time posible, asignará un caso al nue\'o mediador. Este periodo de fonnación puede durar de cuatro semanas a un año, antes de que se Je confíe un caso. De todas maneros, el primer año es de prueba, y de la actividad del mediador se ha~ un informe para la oficina centml. El servicio íedcral ofrece. además, a sus mediadores, una fom1ación continuada, en forma de seminarios anuales. grupo, de trabajo, conícrcncias y documentación. Coda mediador participa en !ocios los seminarios muales y en los grupos de trabajo cada tres arios por lo menos. Estas oportunidades de encontrarse y de intercambiar experiencias, técaicas y procedimientos wn absoluta­mente necesarias para el ejercicio de una función que se caracteriza por la soledad. La contratación y la formación son notablcmC11tc P:lf\.>cidas en las agencias de Es~1dos y en el Canad~. Sólo falta la form3ción preliminar en seminarios.

Nos parece interesante, parn terminar, decir dos palabras accrcu del código dcontoJógico de los medind0res, aprobado por el servicio ícdcral norteamericano y pcr la «asociación de agencias de media­ción». Dicho código profesional define cinco responsabilidades del mediador. completando a,1 la, descripciones precedc1Jtes:

- para con las partes:

el.a primcm ~pun:s.1bihtt1d, paro la 't(»fu..:i1)n de: un conftlcto de tn1b.tjo comperc a 1.as r~1t1cs. El m~i:tdor debe, cu todo momento, n~gun~ de que lm .1cucrd(ñ habidos ton el curso de la negoc1.i.c1ón hnn •udo accpt¡)do.. volun1.1riamente r,c1r 1..i, ,,.anc., E!S rcc;ponsabtlidatJ <feJ n1cdi.

1.

dor .1c;1.sltr .a b'I. p.1rccs c:n l.a: bUSQued.1 de Und solucl6n.it

- para con los demás mediadores: en el caso en que un mediador reemplace a otro:

- para ron su ageacia y su proícsión: el mediador debe tener con­ciencia de que represenia al gobierno y a su agencia y que ~ual­quier error o deficiencia profesional recae sobre ellos;

- para con el público; aunque se trata de un procew privudo } voh,~tarro. 13 negociación puede implicar el interés público. Un med,ador puede negarse a seguir reolil3ado su tarea si resulta claro que las partes quieren perjudicar el interés púbJim;

- P:'ra co_n el proceso de mediación; el mediador no aplicará pre­siones m1prop.as que puedan entorpecer la acción voluntaria de las pa~tcs. La información confidencial que obtenga no puede ser comunicada a otros por ningún motivo. «L,s posiciones, pro-

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Conclus.ión

puestas o sugerencias comunicadas conOdcncialmente al mediador sólo para su propia información. duramc el desarrollo de la ne­gociación, no deben ser reveladas a la contraparte sin autori2:l­ci6n de la parte interc,,.da.»

Conclusión

Hemos tratado de demostrar, a lo largo de este capitulo, la comple­jidad de 13 tarea y la dificultad de la función del negociador, asl como la diversidad de íenómcnos que se producen en la negociación y la mcdiació1L Nuestro enfoque ha sido csenciafmeme descriptivo, limitándose a expresar cómo se desarrollan, en general, las negocia­ciones y cuáles son las funciones, las prácticas y las tácticas más corrientes. Pero no hemos dado ninguna respue,ta a las preguntas que ahora acuden a la mente: ¿E.>.i,ten nlgunos oomporiamicnt"s más eficaces que otros? ¿Por qué una amenaza logra su objctho en algunos c:isos y en otros no'/ ¿C\táles son los factores que íadlitnn el éxito de una negociación y cuáles los que lo impiden'/ En una palabra · ¿S.: pueden elaborar modelos de comportamiento en la ne­gociación en función de las situaciones? ¿Existe w.1.a teoría. o tcorin.s. de la negociación y de fa mediación? El cupítulo que sigue es una ' respuesta a todas estas preguntas.