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Análise sobre os exílios latino-americanos.

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  • L O M PA L A B R A D E L A L E N G U A Y M A N A Q U E S I G N I F I C A SOL

    LOM EdicionesPrimera edicin, 2010I.S.B.N.: 978-956-00-0139-9

    Diseo, Composicin y Diagramacin:Editorial LOM. Concha y Toro 23, SantiagoFono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88web: www.lom.cle-mail: [email protected]

    Impreso en los talleres de LOMMiguel de Atero 2888, Quinta NormalFonos: 716 9684 - 716 9695 / Fax: 716 8304

    Impreso en Santiago de Chile

    Sanhueza, Carlos

    La patria interrumpida: Latinoamericanos en el exilio. Siglos XVIII-XX [texto impreso] / Carlos Sanhueza; Javier Pinedo. 1 ed. Santiago: LOM Ediciones; 2010.248 p.: 16x21 cm. (Coleccin Ciencias Humanas)

    I.S.B.N.: 978-956-00-0139-9

    1. Estudios Histricos y Literarios I. Ttulo. II. Serie. III. Pinedo, Javier (editor)

    Dewey : 860. cdd 21 Cutter : S226l

    Fuente: Agencia Catalogr ca Chilena

  • CARLOS SANHUEZAJAVIER PINEDO

    (EDITORES)

    La Patria InterrumpidaLatinoamericanos en el exilio. Siglos XVIII-XX

  • ndice

    Prlogo. El exilio latinoamericano, una historia permanenteJavier Pinedo y Carlos Sanhueza 7

    El primer exilio y la Independencia: entre categoras y nativos americanosRicardo Melgar Bao 13

    El exilio de los jesuitas latinoamericanos: un creativo dolorJavier Pinedo 35

    Isidoro Errzuriz y el exilio como bsqueda de s mismoCarlos Sanhueza 59

    Exiliados en la frontera: la marginacin y el temor a la persecucin de los chilenos en Mendoza, ArgentinaAlejandro Paredes 77

    O retorno dos exilados chilenos e brasileiros da Frana: um novo exlio no pas de origem? Helenice Rodrigues da Silva 105

    Una arena pblica para los derechos humanos: los exiliados argentinos en Pars y la movilizacin colectiva francesaMarina Franco 117

  • Facetas del exilio: uruguayos en Cuba y MxicoSilvia Dutrnit Bielous 139

    Mujeres y mapuches cruzando fronteras. Identidades y exilioLoreto Rebolledo 165

    Los caminos a Canad: emigrados y exiliados chilenos a Montreal, 1955-2006Jos del Pozo 191

    Silencio, viaje y memoria: la experiencia del exilio en los cuentos de Reina RoffMarisa Pereyra 211

    El sujeto del exilioHorst Nitschack 231

    Sobre los autores 241

  • 7Prlogo. El exilio latinoamericano, una historia permanente

    JAVIER PINEDO CARLOS SANHUEZA

    Dolor, miedo, soledad, son imgenes que se entrecruzan cuando se piensa en el fenmeno del exilio y la expulsin de la patria. Huellas que se connotan desde la propia etimologa del concepto exilio: ser expulsado de lo propio.

    Sin embargo, el exilio es tambin una oportunidad de crecimiento y transformacin del sujeto que emigra, quien, enfrentado a otra realidad, puede desarrollar una mirada nueva sobre el mundo y, sobre todo, la posibilidad de comparar los antiguos entornos con los nuevos. Lo anterior produce el surgimiento de mltiples identidades, al confrontar los sentimientos de separacin y la necesidad de descifrar los cdigos del lugar de residencia. El alejamiento obligado del lugar de origen enfrenta al exiliado a esta doble condicin: adaptarse al nuevo lugar de residencia y a no olvidar hasta los lmites de la invencin aquello que dej en su pas al momento de la salida. En esta zona intersticial, el desterrado construye un conjunto de conductas y vnculos que, por lo general, resultan impensados al interior de sus propias fronteras.

    La Patria Interrumpida busca ofrecer un marco de discusin acerca de la experiencia del exilio. El objetivo es, desde un espacio temporal y disciplinario amplio, acercarse a las contradictorias vivencias del destierro: indagar en qu sentido, desde la distancia, se fueron creando nuevos lazos; quiebres y defi niciones personales; aprendizajes y proyectos originales. A partir de lo anterior se observa al fenmeno del exilio, con sus particularidades biogrfi cas e histricas, en tanto consecuencia de los confl ictos polticos vividos por el continente latinoamericano a lo largo de su historia.

    En el presente volumen se busca desplegar las mltiples facetas asociadas a la historia del exilio de latinoamericanos. En este sentido, antes que considerar a Amrica Latina en tanto escenario del destierro, ms bien se indaga por la experiencia exilar de los habitantes de aquella porcin del Nuevo Mundo. De all que las contribuciones aqu incluidas, antes que estudiar las razones de la

  • 8expulsin de la patria, busquen desentraar las formas a partir de las cuales se reformularon, adaptaron o, incluso, hasta se negaron los lugares de acogida, pero tambin lo dejado atrs.1

    Ricardo Melgar Bao advierte en qu medida los pases latinoamericanos, en su casi bicentenaria historia, se han construido a partir de ciclos intermitentes de destierro/refugio de intelectuales y polticos contrarios al orden establecido o a los diferentes proyectos triunfantes. En este sentido, Melgar Bao abre el presente volumen a partir de una refl exin del fenmeno semntico e histrico del exilio, desde donde es posible comprender las categoras empleadas por las nuevas repblicas en formacin. Melgar Bao aborda aspectos casi ignorados del destierro de latinoamericanos, como el exilio de lderes indgenas y la reconstitucin de las redes intelectuales y polticas que se van construyendo fuera de la patria.2

    En el trabajo de Javier Pinedo acerca de los llamados Jesuitas Expulsos se comprueba que el exilio de latinoamericanos ha sido de larga duracin, presente incluso antes de la Emancipacin de Espaa. Dicho exilio, a pesar de situarse cronolgicamente previo al proceso de conformacin nacional latinoamericano, se puede considerar como el de los primeros desterrados del Nuevo Mundo, debido a su propia identifi cacin como espaoles americanos. Lo anterior bien puede defi nirse, desde un punto de vista de la historia del pensamiento, como la emergencia de una inicial identidad latinoamericana.

    Javier Pinedo se centra en el fenmeno creativo que produce el dolor de los jesuitas expulsos. Despus de revisar el contexto histrico que rode

    1 En relacin al exilio en Amrica Latina existe una amplia literatura, en diferentes idiomas y disciplinas. Entre los trabajos publicados recientemente, debemos mencionar: Fey, Ingrid y Karen Racine (edits.). Strange Pilgrimages: Exile, Travel, and National Identity in Latin America, 1800-1990s. Wilmington: Scholarly Resources, 2000; Buriano, Ana; Silvia Dutrnit Bielous y Guadalupe Rodrguez de Ita (edits.). Tras la memoria. El asilo diplomtico en tiempos de la Operacin Cndor. Mxico: Instituto Jos Mara Luis Mora/Instituto de Cultura de la Ciudad de Mxico, 2000; Niederle, Helmut A. y Elke Mader (edits.). Die Wahrheit reicht weiter als der Mond. Europa-Lateinamerika: Literatur, Migration und Identitt. Wien: WBEA, 2004; Yankelevich, Pablo. Represin y destierro. Itinerarios del exilio argentino. La Plata: Ediciones al margen, 2004; Thies, Sebastian, Susanne Dlle y Ana Mara Bieritz (edits.). Exilbilder. Lateinamerikanische Schriftsteller und Knstler in Europa und Nordamerika. Berlin: Tranva Sur, 2005; Dutrnit Bielous, Silvia (coord.). El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce, 2006; del Pozo Artigas, Jos (coord.). Exiliados, emigrados y retornados. Chilenos en Amrica y Europa, 1973-2004. Santiago de Chile: RIL, 2006; Rebolledo, Loreto. Memorias del desarraigo. Testimonios de exilio y retorno de hombres y mujeres de Chile. Santiago de Chile: Catalonia, 2006.

    2 Respecto al fenmeno de exiliados entre pases sudamericanos en el siglo XIX, ver Sobrevilla, Natalia Perea. Apertura y diversidad: emigrados polticos latinoamericanos en la Lima de mediados del siglo XIX, en McEvoy, Carmen y Ana Mara Stuven (edits.). La Repblica Peregrina. Hombres de armas y letras en Amrica del Sur. 1800-1884. Lima: IEP-IFEA, 2007, pp. 288-311.

  • 9tales movimientos, se describen las difi cultades y confl ictos que supuso su reubicacin en Europa, destacando el sentimiento de impotencia y derrota que caracterizar a los posteriores expatriados del continente americano. Segn Pinedo, este destierro tambin conform una oportunidad de actualizar la idea que se tena de Amrica, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. Lo anterior, dado que el exilio les permiti a los jesuitas percatarse del desconocimiento existente en Europa respecto de los pases americanos, tanto en historia y cultura como en su geografa humana y natural. A partir de dicha constatacin se situaron los debates sobre el Nuevo Mundo, lo que Pinedo vincula con la existencia de una Ilustracin hispanoamericana mayor a la que se considera habitualmente, y que dio origen a un intento por insertar al continente en el orden natural y poltico universal.

    Aunque el exilio es un fenmeno colectivo para el que lo sufre es un asunto individual. En este sentido, el destierro supone la reconfi guracin autobiogrfi ca, tal como lo expone Carlos Sanhueza en su artculo sobre el liberal chileno Isidoro Errzuriz. En efecto, dicho exilio en los Estados Unidos y Alemania, se presenta como un largo peregrinaje en busca de s mismo, un incesante rehacer del yo. Esta reinvencin de la individualidad, comn a todos aquellos que enfrentan la alteridad, se haca an ms difcil en medio de la incertidumbre, sensacin de fracaso y culpas, que acompaaron el deambular del transterrado chileno. Errzuriz utiliz su exilio como una forma de construir una narracin personal, una autobiografa y una manera de conocerse a s mismo, pues el exilio se manifi esta en la doble condicin ya sealada: como dolor y como Bildungsreise (viaje de formacin). Esto infl uir en su condicin de ciudadano del mundo y en su compromiso intelectual con el liberalismo y con la religin catlica.

    Jos del Pozo, ya en pleno siglo XX, aborda la ambigua relacin que no pocas veces se dio entre exilio y migracin. A partir de all, del Pozo analiza en qu medida los chilenos arribados a Canad desde antes del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, e incluso tras el fi n de la dictadura (1991), fueron percibidos fundamentalmente como refugiados del golpe militar. Al estudiar esta diversidad de situaciones histricas que marca la presencia de chilenos en Qubec (y en general en Canad), del Pozo busca determinar variaciones signifi cativas entre inmigracin, refugio y exilio.

    Silvia Dutrnit Bielous, por su lado, analiza un aspecto particular del exilio: el realizado por latinoamericanos dentro de Amrica Latina, ms concretamente por uruguayos que con el propsito de garantizar la libertad, proteger la vida, huyeron a Mxico y a Cuba. La autora analiza las circunstancias histricas que antecedieron al exilio como una derrota poltica

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    de aquellos que intentaron transformar a Uruguay en un pas ms democrtico, superando, al mismo tiempo, la crisis econmica que se cerna sobre el pas desde mediados de la dcada de los aos sesenta.

    En un plano ms sociolgico, Alejandro Paredes advierte sobre una situacin que entrecruza exilio, represin poltica y peligro de guerra entre pases vecinos; a partir del estudio de un conjunto de exiliados chilenos en la ciudad fronteriza de Mendoza, Argentina, entre los aos 1973 y 1992. El autor retrata las difi cultades que stos debieron enfrentar al situarse en un escenario poltico altamente desafi ante por su triple condicin de exiliados, militantes de izquierda y pertenecientes al pas adversario. La instauracin de una dictadura militar en Argentina en 1976, as como la negacin para muchos de ellos de un estatus de refugiados polticos, confi gur un cuadro de alta vulnerabilidad personal. A lo anterior se sum el cuasi-confl icto blico entre Chile y Argentina, lo que empeor an ms el estado de los exiliados chilenos, al ser considerados casi como espas del pas enemigo. Paredes basa su trabajo en entrevistas, estudios de casos paradigmticos y documentos recogidos en instituciones que ampararon a los exiliados chilenos, tales como el Comit Ecumnico de Accin Social (CEAS).

    Helenice Rodrigues da Silva examina la situacin del expatriado al momento del retorno al pas de origen, donde normalmente el exilio contina por el extraamiento que produce la propia realidad despus de haberla abandonado forzosamente. En este sentido, Rodrigues da Silva destaca el deseo en los retornados de reapropiarse del tiempo, en tanto esperanza de una recuperacin del pasado. Aqu estamos en la presencia de un nuevo exilio, uno que se realiza en torno a s mismo: un destierro en la propia tierra. El que regresa, no pocas veces se ve como un eterno extranjero en medio de los suyos y lo suyo.

    En una perspectiva similar, pero a la inversa, y desde una faceta desconocida, Marina Franco analiza la presencia de exiliados argentinos en Pars y en qu sentido ello contribuy a una toma de conciencia entre los franceses respecto del valor de los derechos humanos. En efecto, segn Franco, los ciudadanos franceses adoptaron nuevas posiciones al observar las acciones de protesta que un grupo de exiliados realizaban frente a la embajada argentina en Pars para reclamar por la desaparicin de personas, en concordancia con los reclamos que las Madres de Plaza de Mayo efectuaban en Buenos Aires.

    El artculo de Loreto Rebolledo tiene dos partes: en la primera analiza el exilio chileno en general; en la segunda aborda tanto el exilio de las mujeres, como de una etnia particular: la mapuche. Ambos grupos no fueron exiliados en tanto tales, sino en tanto chilenos, pues su salida del pas no se debi a

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    su condicin tnica o sexual, sino a su militancia poltica. Sin embargo, la experiencia del destierro los oblig a redefi nirse como ciudadanos tanto en el extranjero como en Chile. La autora analiza lo anterior a partir de la informacin obtenida de testimonios orales y escritos que dieron cuenta de tales experiencias.

    Cerramos el texto preguntndonos por la infl uencia del exilio en la literatura, un caso muy extendido en Amrica Latina, y que reproducimos en dos anlisis: de Marisa Pereyra sobre los cuentos de la escritora argentina Reina Roff, y de Horst Nitschack, sobre la literatura escrita por chilenos exiliados en Alemania.

    Marisa Pereyra aborda un tipo de literatura de translocacin, en tanto se presentan obras en las que se refl exiona sobre los efectos que la inmigracin y el exilio produce sobre las mujeres latinoamericanas, considerando que el exilio y los viajes han sido tradicionalmente asunto de hombres. De esta forma se examina en qu medida Roff despliega en sus textos temas como la prdida de la lengua natal, el sentido de no pertenencia, la fragmentacin del yo, el insilio, la recuperacin de la memoria, la nostalgia por la patria perdida, etc. De este modo, exilio aqu no es solo el salir expulsado, sino tambin una bsqueda. Desde esta perspectiva se logra ilustrar nuevas formas de experimentar la lejana de la patria, lo que en Roff no es exilio ni emigracin, sino transterracin (cambiar de tierra), fenmeno muy estudiado desde las ciencias sociales, aunque muy poco desde la crtica literaria.3

    Horst Nitschack, por su parte, en un primer momento se pregunta de qu se habla cuando se habla de sujeto; respondiendo que el concepto sujeto mantiene dos signifi caciones contrarias: conocemos el sujeto enftico, sujeto de la historia, dueo de su propia historia, idntico consigo mismo, con plena conciencia de s; y el sujeto que est marcado por su signifi cacin etimolgica: el que est sujeto a algo, a una instancia poderosa fuera o dentro de s. En relacin al sujeto del exilio, se trata de aquel que debe vivir forzadamente fuera de su propio pas y de su cultura, un individuo sujeto a las condiciones del exilio, visto aqu como un confl icto entre valores polticos, religiosos, tnicos, constituidos de un Estado-Nacin (totalitario), y un individuo al que se reprime. El exiliado se encuentra de repente excluido de la cultura de su pas, la cual est siendo redefi nida por el (nuevo) Estado. Dicho Estado le prohbe articular sus ideas y convicciones, y fi nalmente le excluye, escribe Nitschack. En un

    3 Este concepto tiene su origen en la obra del republicano espaol exiliado en Mxico, Jos Gaos (1900-1969), quien consider su exilio como una transterracin: un traslado entre tierras hermanas (Espaa-Mxico) y no extranjeras. Ver, Gaos, Jos. Confesiones de Transterrado, en Universidad de Mxico 521 (1994).

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    segundo momento, Nitschack analiza la literatura chilena en Alemania Oriental (Carlos Cerda y Omar Saavedra Santis) y occidental (Antonio Skrmeta, Jorge Edwards).

    El exilio chileno y su traspaso a la literatura es analizado por Nitschack, as como las modalidades que signifi caba escribir en el Berln occidental, sometido al mercado; o en el oriental, sometido al partido. Pero, tambin, la relacin de esa literatura con el proceso de inicio de la transicin poltica a la democracia y el regreso a Chile. Como en Helenice Rodrigues da Silva, aqu se analiza la problemtica del retorno del exiliado.

    Cada una de las manifestaciones de exilios latinoamericanos permite conocer una parte de un fenmeno global, pues, como se puede ver, el exilio es un tema de gran presencia en la historia y la cultura latinoamericanas y, sin embargo, muy poco abordado por la crtica. El exilio es un hecho muy complejo, tanto en las causas que lo producen y el modo en que se asume, como por el dolor y frustracin que genera, junto a las posibilidades de lograr una mirada ms amplia frente a la nueva realidad que se debe enfrentar. Un fenmeno que dar origen a una literatura rica en expresiones humanas, que nos permite sealar que, junto al campo de concentracin, constituye la otra cara, la peor, la ms negativa, de la modernidad. Pero el exilio, en su versin moderna, tambin es una primera manifestacin de una literatura universal o Weltliteratur, en la que las fronteras se cruzan en varios sentidos y el mundo, aunque desde el dolor, se empequeece y acerca.

    En el presente volumen nos hemos propuesto incluir la mayor cantidad de estas miradas, aunque evidentemente no se agotan y muchas preguntas permanecern abiertas, inconclusas o, simplemente, ni siquiera formuladas.

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    El primer exilio y la Independencia: entre categoras y nativos americanos

    RICARDO MELGAR BAO

    a los hombres que animan esta nueva marcha del mundo, mi gratitud y los ms vivos deseos porque terminen la obra de las luces, y a todos la historia de mis sufrimientos.

    JUAN BAUTISTA TPAC AMARU (1824)

    Quien desee patria segura, que la conquiste. Quien no la conquiste, viva a ltigo y destierro, oteado como las fi eras, echado de un pas a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante el desdn de los hombres libres, la muerte del alma. No hay ms suelo fi rme que aquel en que se naci.

    JOS MART (1894)

    Los pases latinoamericanos nos revelan en su casi bicentenaria historia los ciclos intermitentes del destierro/refugio de los intelectuales y polticos contrarios al orden establecido o a los proyectos triunfantes de reforma o revolucin. Los exilios, dicho en plural dada su heterogeneidad ideolgica y etnocultural, no siempre desaparecieron con el cambio del gobierno expulsor y/o excluyente. Sucede tambin que las inercias jurdicas y polticas internas y/o los condicionantes propios de la vida en el exilio, como los compromisos afectivos, los proyectos y compromisos locales en curso, la salud y la economa, afectaron negativamente los flujos del retorno. La comprensin de este fenmeno de larga data, qued muchas veces opacado por su contradictorio campo semntico a pesar de sus claves modernas, lo cual amerita una revisin y toma de posicin de nuestra parte. Los lmites de la frontera y del espacio pblico nacional son explorados desde el mirador y las prcticas poltico-culturales de algunos de nuestros exilios.

    Una experiencia distante en el tiempo y en la geografa continental nos permitir constatar que los proyectos de los exiliados no siempre quedaron anclados en sus preocupaciones nacionales, diseando un proyecto subregional

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    o continental como el que acompa al ciclo de la independencia entre fi nes del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Mucho ms tarde, el propio epgrafe de Mart que formaba parte de su arenga movilizadora A Cuba! en la perspectiva de la guerra de liberacin1 no olvidaba la causa portorriquea. As lo refrendaron las adhesiones binacionales a su partido y sus propios escritos. Cuba, en cierto sentido era tambin Puerto Rico y Nuestra Amrica, no en sentido fi gurado.2

    Si a la fecha carecemos de historias nacionales de los exilios, con mayor razn no podemos aspirar a construir una historia latinoamericana de los mismos. Lo relevante es que en el curso de los ltimos aos, este gnero de estudios viene concitando el inters de un nmero creciente de acadmicos. A pesar de ellos, bueno es recordar que los exilios se han movido asimtricamente entre sus extremos ideolgicos y polticos, incluyendo sus diversas y heterodoxas mediaciones y transfi guraciones.

    Pareciera que los exilios de las tres ltimas dcadas del siglo XX hubiesen consumido nuestras energas, dejndoles muy poca visibilidad a los que les precedieron. Decimos exilios en plural an para signar los casos nacionales por sus niveles de complejidad y contradictoriedad. En lo general, la historia de los exilios puede ser vista como una sucesin de desbordes autoritarios, que se potenci y afi rm coyunturalmente al ritmo de las problemticas nacionales y regionales, as como de los efectos de las crisis, las diversas tramas de las guerras internas o de las libradas entre pases vecinos o no. La fi gura de las dictaduras militares ha sido sobredimensionada en la explicacin de los exilios latinoamericanos, ya que tendramos que acotarla, para no olvidarnos de aquellos gobiernos civiles autoritarios generadores de exilios y destierros. Subrayaremos el hecho de que los pases latinoamericanos se han movido, en sus ya casi dos siglos de vida republicana, entre la expulsin y la recepcin de los considerados excluidos e indeseables.

    Nos falta precisar cules han sido los principales polos de recepcin de los exilios tanto para el siglo XIX como para el XX. Algunos de ellos relevantes para los agitados y excluyentes escenarios subregionales. Acompaaron a los pases receptores de exilios, los que solo se comprometieron a servir de corredores temporales de los fl ujos de exiliados o refugiados. Del lado de los exiliados, el asunto de la eleccin del pas refugio no siempre dependi de su voluntad; contaron tambin otros condicionantes polticos, culturales, econmicos, de

    1 Mart, Jos. A Cuba!. Poltica y Revolucin III, 1894, Obras Completas. Vol. 3 Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, 1975, pp. 47-54.

    2 Mart, Jos. Vengo a darte patria! Puerto Rico y Cuba. Poltica y Revolucin II, 1892-1893, Obras Completas. Vol. 1 Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, 1975, pp. 254 -261.

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    comunicacin y transporte.3 Y del otro lado, hay que tener presente, que el pas que recibi a los exiliados pudo implicar una sociedad cultural o polticamente abierta o cerrada, con mayores o menores posibilidades de ofertar ayudas asistenciales y trabajo, fuera de poseer, con distintos grados de impacto, distintas ideologas y prcticas integracionistas o xenfobas.

    La malla de vnculos sociales que los exiliados fueron tejiendo, no sin tensiones, ha tenido como particularidad un tenor transfronterizo. Si el enclave del exilio se afi ncaba en un solo lugar, las redes con su pas de origen dependan de las distancias, intermediarios y controles fronterizos y polticos. Si el exilio posea un perfi l de dispora, su radio se ira incrementando en la medida en que se fuese reconociendo y articulando como tal, para trazar sus estrategias desde fuera y hacia dentro. Sin lugar a dudas, el punto ms problemtico de las redes, ha sido el proyecto o esfuerzo de sostener o restaurar los lazos que articulan a los excluidos de afuera con los afi nes que quedaron en el pas expulsor bajo condiciones polticas adversas.

    La dialctica de las palabras: velar y decir el destierro

    Cmo abordar el exilio del ciclo de la Independencia sin explicitar los lmites de sentido del universo acadmico al que pertenecemos? No es ocioso afi rmar que en nuestro tiempo la problemtica del exilio involucra una serie de trminos que signan sus diversas aristas, aunque sus sentidos disten de ser unvocos tanto en los medios acadmicos como en los polticos. Es reconocible la unidad del campo semntico, no as las relaciones entre las palabras y conceptos que es capaz de desplegar. Las diversas disciplinas como el derecho, la historia, la antropologa y la sociologa, por citar a las que ms han destacado por sus estudios sobre tal problemtica, distan de haber refi nado y consensuado sus lenguajes tericos y acotado sus objetos o lneas de investigacin. Desde la antropologa se nos seala que las categoras nativas, desde las cuales los exiliados hablan de su condicin, merecen ser tomadas en cuenta por los investigadores, tanto por su variabilidad histrica y cultural, como por los sentidos que movilizan y expresan.

    3 Rebolledo, Loreto. Memorias del desarraigo. Testimonios de exilio y retorno de hombres y mujeres de Chile. Santiago: CIEG/Universidad de Chile-UNESCO, 2006. Loreto Rebolledo exagera en el caso chileno cuando a rma que: Un elemento comn y que atraviesa las experiencias de todos los exiliados es la imposibilidad de elegir el pas de destino dada la urgencia de la partida y, en general, el desconocimiento casi absoluto que se tiene sobre muchas de estas naciones. Incluso para los autoexiliados la posibilidad de eleccin era muy limitada, por razones de tiempo, dinero y contactos (p. 50).

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    Una fuente inestimable generada por el pensamiento moderno para legitimar el canon del sentido de las palabras y exorcizar los fantasmas de la polisemia, la constituyeron la elaboracin y publicacin de diccionarios de la lengua o especializados en alguna rama del saber. Sin embargo, de cara a nuestra materia, los diccionarios nos muestran ms disensos de los que uno pudiera suponer. El Diccionario de la Real Academia, por ejemplo, acota las dos principales acepciones del exilio: separacin de una persona de la tierra en que vive, y expatriacin, generalmente por motivos polticos. Un conocido diccionario enciclopdico, Salvat, considera sinnimos las palabras exilio y destierro, lo cual es un exceso semntico. 4 La complejidad que encierra la problemtica del exilio, dista de ser resuelta por estos dos sentidos complementarios. En el fondo, como lo iremos desarrollando, contamos con un campo semntico que nombra y renombra la problemtica del exilio sin llegar a confi gurar un palimpsesto, por lo que debemos tomar ciertas precauciones y asumir una postura.

    Antes de explicar las razones por las que le conferimos al trmino exilio preeminencia y centralidad dentro del campo semntico que nos interesa, debemos aclarar otros usos y sentidos, as como su historicidad. Consideramos que el vocablo exilio no es un trmino tan raro como lo supone el fi llogo Joan Corominas para el periodo anterior a 1939. Ao cumbre, marcado por el exilio masivo de republicanos espaoles tras la cada de la Repblica, y por el exilio masivo de judos, comunistas, socialistas, y opositores al fascismo, iniciada la Segunda Guerra Mundial en Europa. Corominas establece como sinonimia del exilio la voz destierro, y afi rma que su acepcin latina exsillum se deriva de la voz exsillire, que porta el sentido de saltar afuera.5 Saltar afuera supone, por derivacin previa, un adentro, un lugar, un territorio propio, mientras que el afuera condensa el sentido de no pertenencia, de alteridad, de territorio y tradicin ajena. La acepcin primigenia, siempre segn nuestro autor, ha sido tambin referida como salir del suelo revelndonos uno de sus referentes de mayor espesor histrico y cultural, que anuda la identidad, el derecho y la cultura al territorio y la comunidad de origen. Saltar fuera, salir del suelo, supone quedar excluido del espacio pblico al mismo tiempo que acogerse a un lugar seguro. El caso del exilio chileno tras el derrocamiento militar del presidente Allende en 1973, retrata la complejidad del saltar hacia fuera:

    las formas de salir al exilio fueron variadas y, aunque el resultado fi nal fue el mismo la imposibilidad de vivir en Chile aquellas condicionaron, de

    4 Enciclopedia Salvat. Diccionario. Tomo IV. Madrid: Salvat editores, 1983, p. 1347. 5 Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimolgico de la Lengua Castellana. Madrid: Editorial Gredos,

    1983, p. 704.

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    una u otra manera, los modos de ser recibido por el gobierno y la sociedad de los pases de acogida y, luego, por la comunidad de exiliados. Para quienes llegaron asilados, existi el benefi cio de no tener que luchar por obtener una visa o un permiso de residencia, situacin que s enfrentaron los autoexiliados. Los que salieron de Chile directo desde un campo de concentracin o de un recinto de detencin, no tuvieron tiempo de preparar siquiera una maleta para llevar consigo; sin embargo, su arribo al pas de llegada vena acompaado del trauma de la prisin y del prestigio que el asilado y el autoexiliado haban perdido entre los militantes.6

    Las formas precedentes de los exilios latinoamericanos no resintieron los elaborados fi ltros de las convenciones y tratados internacionales de la segunda mitad del siglo XX, aunque compartieron algunos de sus rasgos vivenciales y polticos. El sentido de prdida mltiple es una vivencia compartida por los exiliados de uno y otro tiempo.

    Tres prdidas constituyen el centro de las refl exiones modernas: la exclusin moderna del espacio pblico, la imposibilidad de vivir en el pas de origen y el veto para realizar poltica abierta hacia adentro del pas receptor o hacia fuera de l, aspectos que haban llamado la atencin de fi lsofos y ensayistas del siglo de las luces. Sin lugar a dudas, ya era perceptible el exilio como un fenmeno moderno expansivo y de larga duracin que marcara a los nuevos Estados, tanto en el centro como en la periferia. Y estos tpicos y sus sentidos aparecieron en los hombres ilustrados del siglo XVIII europeo y reaparecieron, a su manera, en los modos culturales en que nuestros indgenas letrados interpelaron las causas de sus exilios. Todos ellos tuvieron muy claro que exilio es ajeno a la sumisin, contrario a las formas polticas y culturales de la opresin y caro al ejercicio de la libertad, as como al derecho al refugio y al retorno.

    Los orgenes modernos del exilio

    Ms que discutir los orgenes bblicos y de las primigenias prcticas de exclusin y destierro en las diferentes culturas premodernas, consideramos que nos ayudar ms explorar las representaciones y sentidos que aportaron en su tiempo los enciclopedistas, a manera de establecer un puente con el primer exilio de nuestros ilustrados criollos e indgenas en Europa que resintieron a su modo su infl ujo ideolgico. Juan Bautista Tpac Amaru segn reza el espritu del epgrafe que preside nuestro trabajo tena la esperanza de que el movimiento independentista americano culminara la obra libertaria del siglo

    6 Rebolledo, Memorias, op. cit., p. 49.

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    de las Luces abatiendo las cadenas del exilio y del sufrimiento. No fue as. Veamos de manera apretada el itinerario de estas ideas.

    Pocos aos antes de la culminacin de la Independencia de los Estados Unidos y del triunfo de la Revolucin Francesa, Voltaire haba consignado en su Diccionario Filosfi co (1764) el trmino destierro para signar nuestro campo.7 El fi lsofo francs, aunque no lo aclara, en su apuesta semntica para dar cuenta de esta peculiar lgica de la exclusin de los emergentes espacios pblicos modernos, realiz un juego semntico selectivo. Es de hacer notar que en sus refl exiones elude usar el vocablo de refugiado, muy usado en la Francia del siglo XVII para nombrar al protestante expulsado del reino.

    Voltaire nos muestra que el concepto de destierro criminalizaba al sujeto aludido o afectado. Implicaba una pena impuesta por el Estado de por vida o por tiempo limitado, a la que se condena a los delincuentes, o a los que se trata de que aparezcan como tales. En cualesquiera de los dos casos la pena era infamante, ms en el segundo caso que en el primero. En otras palabras, el fi lsofo de la ilustracin pensaba en dos fi guras susceptibles de ser diferenciadas en su tiempo: el delincuente indeseable y el indeseable poltico o ideolgico. Una y otra figura eran terrenalmente identificables por la calidad de la trasgresin. Por lo anterior, el Estado represor fundaba sobre su reconocimiento personalizado de la falta la aplicacin de la pena de esta modalidad de exclusin. El fi lsofo no detalla los criterios jurdicos y polticos del Estado que permitan diferenciar entre un delincuente comn y un trasgresor poltico del viejo orden. Y quizs no tena razn alguna para hacerlo, porque para el poder, ambas fi guras eran materia de dura e idntica sancin. En la historia moderna de los excluidos polticamente de sus pases de origen, la retrica del pas expulsor banaliz o caricaturiz las razones del desterrado y perseguido, para reducirlo a la fi gura genrica de delincuente comn. El uso de la fuerza o la fuerza de las ideas del trasgresor poltico eran razones sufi cientes para insufl ar la retrica excluyente y criminalizadora del rgimen de turno.

    Voltaire en su obra nos menciona algo ms y que signa un tema de debate propio de su tiempo: el asunto no menor de si el desterrado perdera o no la lealtad a su patria de origen. La respuesta del fi lsofo para su tiempo fue condicional, dependa de la libertad, es decir, de la eleccin del desterrado. El individuo poda convertirse en un mercenario y combatir a sus coterrneos o no. El fi lsofo aclaraba que la actitud del mercenario no poda ser confundida con la de quien toma las armas contra los juzgadores y adversarios que lo despojaron de su derecho de residencia estatal. El uso poltico de la fuerza quedaba en este

    7 Voltaire, Diccionario Filos co 3. Valencia: Sempere, 1901, p. 173.

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    segundo caso diferenciado, casi justifi cado. Voltaire agreg una consideracin ms, si el derecho natural permita a todos los hombres una eleccin de patria, el desterrado con mayor razn poda escoger una patria nueva.

    Estas agudas refl exiones de Voltaire nos permiten recuperar un viejo sentido contenido en la voz asilo, de origen griego. Asilo territorializa sus sentidos como lugar del refugio, lugar de amparo o sitio inviolable. La fi gura del asilo que no discriminaba entre categoras de presuntos o reales infractores del orden y la norma jurdica de su pas de procedencia, posee una larga historia en las relaciones internacionales de los pases occidentales. El antiguo derecho romano negaba el derecho de asilo salvo contadas excepciones, las cuales eran fi ltradas por excepcionales prcticas sacralizadas y alcanzadas por muy contadas personas: el soldado desertor postrado ante el guila de su legin, el perseguido al penetrar en el templo de Jpiter, o a partir del ao 42 a.C., al tocar reverencialmente la estatua de Csar.

    A diferencia de la obra de Voltaire, los trminos de nuestro inters nicamente ocuparon un lugar subsidiario en la voluminosa obra de Denis Diderot y Jean Le Rond dAlembert, La Enciclopedia, Diccionario razonado de las ciencias, las artes y de los ofi cios (1751-1772). As por ejemplo, el trmino exilio aparece referido de manera aleatoria para explicar por oposicin el concepto moderno del fi lsofo en un artculo elaborado por Csar Chesnau du Marsais: Nuestro fi lsofo no se encuentra exiliado en este mundo; ni cree estar en territorio enemigo.8 Con ms propiedad, Denys Voltaire, en el prlogo al volumen VIII de la obra, utiliz la voz del exilio de manera referencial atribuyndole un sentido ms convencional: el de tranquilidad y vivienda ofrecida en el extranjero cielo.9 Tranquilidad como equivalente de seguridad y paz interior, frente a los riesgos que tena que asumir todo perseguido en su patria de origen, pero tambin frente a las necesidades materiales de sobrevivencia, que van ms all del techo. Sin lugar a dudas, el aejo sentido del refugio est presente en esta representacin ilustrada.

    El asilo, en su sentido ms general en los tiempos modernos, se movi entre su expresin intraestatal y extraestatal. La recin inaugurada Francia republicana y revolucionaria, por un lado, castigaba severamente a los curas y a las familias plebeyas que brindasen asilo a los jvenes en edad de reclutamiento

    8 Du Marsais, Csar Chesnau, Philosopher, The Encyclopedia of Diderot & dAlembert Collaborative Translation Project. Ann Arbor: Scholarly Publishing Of ce of the University of Michigan Library, 2002, p. 509.

    9 Diderot, Denis, Foreword, to Volume VIII. The Encyclopedia op. cit., p. 1765: A2.

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    militar, y por el otro, frustraba la oferta de asilo espaol a favor de Luis XVI, tras su detencin en Varennes y su ulterior ejecucin.10

    Convendra que nos preguntramos: Qu cambi entre la visin ilustrada; es decir, moderna y pionera de Voltaire sobre el destierro una centuria ms tarde? Para intentar responder tal pregunta, sigamos el camino recomendado por Jacques Le Goff, de comenzar por inventariar y rastrear las palabras que signifi can a nuestro objeto de estudio, explorando sus variaciones de sentido tanto en el campo cultural como en el proceso histrico de sus usos sociales por los protagonistas, las lites y las clases subalternas. Pocos saben, por ejemplo, que muy pocos aos despus de que Voltaire propusiese el trmino destierro para hablar de la exclusin pblica, el curso de la Revolucin Francesa publicit otro, el de emigrados, por ser contrarios a ella. El vocablo emigrado fi liaba polticamente al desterrado como contrario o enemigo de la Revolucin. Emigrado y no inmigrado eran trminos distantes.

    A pesar de que el destierro no fue ajeno a las exigencias racionalistas de la Ilustracin al ser signado por un ropaje abstracto, monosmico, unvoco, sus usos sociales abrieron su abanico de sentidos. En lo general, el relevo del trmino destierro por el de exilio no borr el marco de signifi cacin inicial del primero; muy por el contrario, lo complejiz, gracias a las sinonimias y nuevos sentidos emergidos de las prcticas de exclusin en boga.

    El exilio se afi rm en el curso del siglo XIX contra la opinin de Corominas entre los escenarios europeos y latinoamericanos, aunque resinti la competencia de otros trminos emergidos de otras tradiciones culturales y polticas. En dicho arco temporal fue ms popular la secularizacin del concepto de refugiado. Pensemos en las fi guras de Manzini, Marx, Herzen, Garibaldi y Bakunin en Europa, o en las de Alberdi o Bilbao en Amrica Latina. Ser refugiado no fi liaba al excluido como protestante, sino como rebelde, revolucionario, etc. Refugiado y perseguido por sus ideas fueron en muchos casos sinnimos, y quizs nos revelen un puente entre la fi gura primigenia del protestante excluido por sus ideas religiosas y el poltico o intelectual excluido por su ideologa o fi liacin partidaria. Sin embargo, la exclusin poltica del lugar de origen no siempre signifi c asumir la condicin de derrotado, de renuncia al proyecto que motiv la expulsin y salida de uno o muchos militantes o adherentes.11

    10 Volosiuk, Olga, Espaa y Rusia contra la Revolucin Francesa (1789-1793) . Consultada el 2 de marzo de 2007.

    11 Cfr. Rebolledo, Memorias, op. cit. Disentimos de la sobregeneralizacin de Rebolledo de que: El exiliado es un derrotado, alguien cuyo proyecto poltico fracas, y esa derrota cobra materialidad fsica en el momento en que debe abandonar su tierra o bien cuando se le prohbe regresar a ella. (p. 18).

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    Un hito signifi cativo en materia de regulacin de las prcticas restrictivas del derecho de asilo lo constituyeron los acuerdos del Segundo Congreso Pana-mericano realizado en Mxico en 1902, al incorporar la fi gura complementaria de la extradicin. La extradicin posibilitaba la coaligacin de fuerzas de dos o ms Estados para extender su capacidad represiva allende sus fronteras hacia los disidentes, adversarios o revolucionarios que pretendan atentar contra la ideologa y el orden imperante.

    Meses antes de la realizacin del Segundo Congreso de la Unin Panamericana, William McKinley, quien haba iniciado su segundo gobierno en los Estados Unidos el 4 de marzo de 1901, a los escasos seis meses de su mandato sufri un atentado poltico que le cost la vida. El da 6 de septiembre, el anarquista Len Czolgosz le haba disparado dos veces sobre su cabeza durante un evento pblico. El magnicidio en los Estados Unidos desat una razzia sin precedentes en los medios obreros que tuvo resonancias panamericanas. En el Congreso de Mxico, la mayora de los gobiernos latinoamericanos cerraron fi las para excluir del derecho de asilo a los anarquistas. Recuperaremos una de las intervenciones en dicho evento, toda vez que resume la tendencia hegemnica en el pensamiento jurdico poltico de esos aos sobre los llamados delitos polticos y delitos comunes, soporte del emergente derecho de extradicin. La tensin discursiva de matriz liberal deba resolver una paradoja en materia de derecho, entre la libertad de ideas y la accin punible, ejemplifi cada por la casustica del anarquismo radical. Veamos el modo en que la retrica resuelve el dilema, a costa de forzar el anlisis de lo real, as como el del discurso:

    Difcil era aplicar los principios de extradicin a los anarquistas, porque por una parte debe considerarse la libertad individual del hombre en sus ideas y creencias; y por otra, los crmenes cometidos por ellos como el asesinato del siempre sentido presidente Mc Kinley caen en el orden de los delitos comunes; pero hay un punto en el cual, sin duda, son punibles los anarquistas, y es el relativo a la propaganda del anarquismo. Los mismos anarquistas forman una sociedad regida por autoridades, a las cuales obedecen ciegamente. Por lo tanto, atentar a la existencia de la autoridad, como lo hacen los anarquistas, es atentar al derecho natural, el cual es la regla primera de las relaciones internacionales.

    Por estas razones se consulta: primero, que las Altas Partes contratantes penen en sus legislaciones la propagacin del anarquismo; segundo que se conceda la extradicin de los anarquistas, aun cuando su pena sea menor de dos aos.12

    12 Inter-American Conference, Actas y documentos de la Segunda Conferencia Pan-Americana. Mxico, 1902, p. 181.

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    La categora de extradicin no tard en incorporarse al Derecho Penal Interamericano, limitando los alcances de las fi guras protectoras del asilo y del refugio, redondeando as con su carga de negatividad el campo semntico del exilio y tambin sus ejercicios reales en el siglo XX y lo que va del presente. Si este es en apretada sntesis el proceso accidentado del exilio y su familia de conceptos, qu sentido tiene recuperar ese captulo que transita entre el viejo orden, la independencia y los primeros balbuceos republicanos? Los orgenes del exilio cuentan para recuperar su hilo de continuidad con el presente, pero tambin para dotar de visibilidad a la heterogeneidad etnocultural del sujeto escamoteada por la cultivada retrica de la homogeneidad nacional.

    Pensar la patria grande en clave indgena

    Veremos a contracorriente de nuestras expectativas, un descentramiento tnico en la historia de los exilios latinoamericanos, muy vinculada a protagonistas criollos y mestizos. Para tal fi n hemos seleccionado el primer exilio, aqul que coincidi con el ciclo de la Independencia, para aproximarnos a su real diversidad tnico-cultural. Su rostro ms visible fue el de criollos, nos referimos a idelogos como Fray Servando Teresa de Mier,13 Juan Pablo Vizcardo y Guzmn, tambin al de algunos lderes de la gesta emancipadora como la del venezolano Francisco de Miranda. En el espejo del exilio criollo puede verse la misma lgica de exclusin del poder hispano-colonial que padecieron los indgenas ilustrados. El destierro, el exilio, como veremos a continuacin, implic algo ms que un acto de negacin de la libertad o de expulsin real o inducida del territorio cultural. Todo parece indicar que la corona espaola tena una poltica ms elaborada para atender a las fi guras del exilio americano, sin descuidar sus pertenencias tnicas dados sus potenciales ecos en las castas. Las fi guras del exilio, que distan de haber sido estudiadas, tuvieron muchos rostros. A manera de contraste veremos dos con sus particularidades y matices.

    La fi gura itinerante del perseguido y vigilado nos la brinda el criollo Francisco de Miranda durante los aos de su destierro. En 1793 Miranda abandon su plaza militar realista en La Habana y se refugi en Filadelfi a. Las autoridades coloniales espaolas, al ver fracasadas sus rdenes de detencin, lo juzgaron en ausencia y condenaron a diez aos de exilio en Orn, su degradacin militar y una multa econmica.14 Miranda transita por Jamaica y

    13 Vase: Mier Noriega y Guerra, Jos Servando Teresa de. Cartas de un americano 1811-1812. La otra insurgencia (prlogo y notas de Manuel Calvillo). Mxico: Conaculta, 2003.

    14 Bohrquez, Carmen. Francisco de Miranda. Precursor de las Independencias de Amrica Latina. Caracas: Fundacin Editorial el perro y la rana, 2006, pp. 133-137.

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    Nueva York buscando lugares de refugio que le permitiesen mejores condiciones polticas para impulsar su proyecto independentista. Al no encontrarlas, opta por una residencia temporal en Europa, aunque lejos de Espaa. Nuestro exiliado recorre Berln y Viena. En Pars, los espaoles obtienen una orden de arresto en contra de Miranda, pero nuestro personaje es inhallable, vive en la clandestinidad. Sortea los acosos diplomticos de los espaoles con difi cultad. Arriba a Rusia y es atendido por la Zarina durante su estancia. Viaja a Suecia y contina por varios aos entre la clandestinidad, la conspiracin, el viaje y el acoso espaol. La historia de sus proyectos expedicionarios independentistas, sus derrotas y su muerte, es ms conocida. Rescatamos, a grandes trazos, su perfi l de exiliado criollo itinerante y conspirador.

    La fi gura del arraigo forzoso fuera de Amrica nos las brindan Dionisio Inca Yupanqui y Juan Bautista Condorcanqui Tpac Amaru, dos integrantes de conocidos linajes indgenas cusqueos. El segundo, hermano menor de Jos Gabriel, Tpac Amaru II, el lder de la gran rebelin indgena (1780) que conmocion a buena parte de las colonias espaolas en Amrica del Sur.

    Juan Bautista Condorcanqui Tpac Amaru, ms que un combatiente, se desempe como hombre de confi anza del lder insurgente. Solo en una ocasin, al decir de sus juzgadores, se le comprob el cargo de ayudante de artillera en una batalla. Tras una larga condena en la prisin espaola de Ceuta fue liberado y arrib a Buenos Aires el 15 de octubre de 1822. El gobierno de Rivadavia le otorg su proteccin y sostn a cambio de que se dedicase a escribir sus memorias y as lo hizo. El 15 de mayo de 1825 en carta a Bolvar resume su vida y compromiso con la causa independentista americana:

    A ella propend yo tambin y aunque no tuve la gloria de derramar la sangre que de mis Incas padres corre por mis venas, cuarenta aos de prisiones y destierros han sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por volver a la libertad y posesin de los derechos que los tiranos usurparon con tanta crueldad.15

    Juan Bautista estaba al tanto de los avatares de la causa americana gracias a la nueva oleada de insurgentes detenidos y confi nados en su prisin africana durante la primera dcada del siglo XIX. Mencin especial merece el argentino Juan Bautista Azopardo, quien haca unos aos haba sido prisionero por los espaoles. Azopardo le dio noticias respecto de la nueva revolucin que sacuda el continente y se inspiraba en la iniciada por su hermano 30 aos

    15 Tpac Amaru, Juan Bautista, Carta a Simn Bolvar del 15 de mayo de 1825, en Memorias del hermano de Tpac Amaru: escritas en Buenos Aires. Buenos Aires: Editorial Boedo, 1976, prlogo de Alfredo Varela, p. 67.

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    antes. Cuando estall la revolucin de Riego en 1820 y los liberales espaoles tomaron el poder, decidieron que ningn preso poltico americano poda seguir en prisin. En ese momento Azopardo fue liberado, volviendo a luchar en Argentina. Marcos Durn Martel, paisano de Juan Bautista, un idelogo insurgente del movimiento indo-mestizo de Hunuco, Per, en febrero de 1812, haba corrido suerte parecida a la de Azopardo, al ser confi nado en la prisin en Ceuta y liberado junto con l. Marcos Durn decidi luchar por la libertad de Juan Bautista, tarea nada fcil.

    Juan Bautista Tpac Amaru segua en prisin porque si bien era un preso poltico, era un indio, y adems hermano del temido y odiado Jos Gabriel. Bajo el rgimen colonial, los indgenas no podan recibir el mismo trato que los criollos y mestizos; pesaban los anclajes de los fueros coloniales que no podan desactivar los mandatos liberales de las Cortes.16 Juan Bautista, adems de sus memorias donde narra el legado rebelde de Tpac Amaru, su prisin y su exilio, escribi algunas cartas memorables. La primera fue dirigida por l a Bernardino Rivadavia, fechada el 22 de octubre de 1822. Veamos un par de sus fragmentos escritos en tercera persona:

    cual fue su jbilo cuando lleg por p. a vez a sus oydos el eco de libertad proclamado en todo el continente Americano; entonces fue cuando volvi a la nueva vida, a pesar de sus largos aos y de los trabajos que ya lo tenan agobiado: nueva esperanza renaci en su corazn, al ver que ya los pacfi cos hijos del Sol, haban conocido sus derechos y deberes revestidose de la alta dignidad oi hombres libres, con Dios y la naturaleza los ha dotado, y q.e la(s) cadenas se haban roto para siempre. Animado de esta halagea idea se elev su alma anonadada hasta los ms remotos siglos y resolvi restituirse a su amada Patria, en cuanto se lo permitieran las circunstanc.s, q.e son bien notorias, desentendindose de las penalidades y riesgos, q.e ofrece una larga navegacin y las ningunas comodidades con q.e contaba para su execucion; pero al fi n, venci todos los obstculos, y consigui pisar el Suelo, donde tuvo la dicha de nacer, q.e p. r tal lo tiene, y la felicidad de venir a morar entre sus compatriotas, y bajo la proteccin de un gobierno libre y benfi co, q.e sabe equilibrar la Justicia con equidad; en esta atencin.17

    16 El ao 20 las Cortes decretaron que todos los americanos presos por opiniones polticas fueran puestos en libertad, se les diesen 10 reales de velln diarios hasta ser conducidos a sus provincias en los buques del Estado y a costa de l. Todos los americanos aprovechando esta efervescencia lograron su libertad: mi compaero [Durn Martel] renunci a ella para que yo la consiguiera, me hizo solicitarla y se me neg por el auditor Antonio Garca Veas bajo del pretexto de que yo estaba puesto por el Consejo de Indias, y sin considerar que las Cortes haban hecho una ley, superior a la autoridad del Consejo; ms aqu solo obraba la animosidad contra los americanos. Tpac Amaru, Memorias op. cit., p. 53.

    17 Carta reproducida en La rebelin de Tpac Amaru y los orgenes de la Independencia de Hispanoamrica. Buenos Aires: Sociedad Editora Latino Americana, 1967, p. 902.

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    La retrica de Juan Bautista es la del desterrado y encarcelado y ello subi de tonalidades a sus ideas e imgenes acerca de la libertad y de su nostalgia del terruo. El mensaje liberacionista e incasta de Juan Bautista fue publicado pstumamente. Falleci en Buenos Aires el 2 de septiembre de 1827.18 Nuestro personaje muri en un espacio liminar entre el destierro y el retorno, el pas refugio que gan sus ltimos afectos no era el lugar de sus sueos, pero s de algunos contentos libertarios. Dos aos antes de su deceso le escribi una carta a Simn Bolvar. La redact tras ser informado que cuatro meses antes, el ejrcito bolivariano haba batido victoriosamente al ejrcito realista el 9 de diciembre de 1824 en la batalla de Ayacucho. En su carta, Juan Bautista manifestaba que a sus 87 aos de edad su corazn estaba lleno del ms alto jbilo, al ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondra en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad. Y explic su deseo de retornar a su tierra que le segua siendo vedada, para lo cual le solicit su apoyo:

    Yo seor, al considerar la serie de mis trabajos, y que an me conservo, alimento en mi pecho la esperanza lisonjera de respirar el aire de mi patria, y confo que el gran Bolvar no desatender una obra propia de su alma grande y generosa; solo aguardo que se allanen todos los pasos para El Alto Per donde me llama naturaleza, no obstante estar favorecido de este gobierno de Buenos Ayres desde que pis sus playas, y de cuantos han considerado mis desgracias y trabajado incalculables, que tendra en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro.19

    Su tenaz deseo de retornar a la tierra de sus ancestros se sostuvo a pesar de los aos de desesperanzas y desencantos; reapareci gracias a sus encuentros con el argentino Azopardo y el peruano Marcos Durn Martel y a partir de entonces se sostuvo hasta su muerte. Morir en la tierra que lo vio nacer fue algo ms que un anhelo, dibuj un costado de su utopa emancipadora. Sus memorias y sus cartas as lo revelan. Las primeras son una larga exposicin de agravios, destacando las crueldades recibidas y sus marcas corporales. Su cuerpo se las recuerda, las resiente en sus achaques y en su subjetividad. El sufrimiento prolongado, reiterado ancla en la memoria. Juan Bautista se excedi al pensar que el colonizador espaol era cruel por naturaleza, aunque en otros pasajes mencionaba que era producto de las condiciones materiales que signaban a Europa. La antinomia discursiva se explica en buena medida por la huella emotiva y profunda de quien ha sido vejado cruelmente y encarcelado durante cuatro dcadas. La vejez es tema de refl exin; muestra

    18 Varela, Alfredo, Prlogo, en Tupac Amaru, Memorias, op. cit., pp. 8-9.19 Ibid., p. 68.

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    una cierta deuda roussoniana que distingue entre el estado de naturaleza del hombre y de la sociedad. Al primero, lo considera fecundo en los dones de la libertad, el respeto y la reciprocidad; en cambio a la sociedad, la ve como algo vil y material, enajenante y cruel.

    Luego que renaci en m la esperanza de volver a Amrica fue mi ms violento deseo me hallaba despus de este espacio de media vida, lo mismo que el primer da de mi llegada, y si tena mi corazn algo de ms, era cmulo de males que haba sufrido, y la aversin que las fi eras podan inspirar. Tal vez esto se atribuira a alguna insensibilidad, mas yo solo conozco ser efecto de una muy exquisita que poda discernir lo que en Europa se ha substituido a la de la naturaleza que es la sumisin ms vil al dinero. La vejez rica puede contar all con todos los corros de las luces y la industria ella tiene poder y comodidad: la vejez pobre excita el desprecio y provoca la opresin hasta de los infantes.20

    Juan Bautista no agot su lectura en ello. Recuper el mismo criterio para analizar la relacin entre Espaa y sus colonias americanas. En dicha relacin de dominacin, el estado de naturaleza haba quedado fuera, haba sido negado por el estado envilecido del dinero, del oro, no importando que este hubiese arribado a Espaa procedente de tierra americana y hubiese sido extrado por el trabajo de los indgenas, los conocidos mitayos. Por ello, Juan Bautista sentenci: En favor del americano ni el oro mismo tiene infl ujo, que todos se creen con derecho a poseerlo y acaban por despojrselo.21

    Resulta un marcador relevante en sus memorias, su despedida de Espaa el 3 de julio de 1822 al momento de embarcarse con destino a Buenos Aires. Pasin y razn se enlazaron en sus aceradas y duras frases acerca de la dominacin espaola ya en crisis, a dos aos de su derrumbe en el continente, salvo en las Antillas mayores. Dibuj, con alguna desmesura, la paradoja del estado de la sociedad envilecida por el dinero, aquel que ha contaminado el futuro del poder espaol: Espaa tan cruel como avara, que se haba empapado en lagos de sangre americana para cubrir la Europa de torrentes de plata y oro y quedarse ella ignorante, pobre y corrompida.22 Juan Bautista fue testigo de una recomposicin de fuerzas de las potencias coloniales europeas y dej constancia de ello. Agreg otra paradoja colonial presumiblemente fundada en una pregunta parecida a esta: Cmo asumir en el siglo de las Luces espaol el ideario liberal sin renunciar al orden colonial? El juicio de Juan Bautista fue

    20 Ibid., pp. 51-52.21 Ibid., p. 52. 22 Ibid., p. 56.

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    contundente: A esa Espaa que cuando queriendo ser fi lsofa, y con la igualdad y derechos del hombre en sus labios, mandaba ejrcitos de tigres a Caracas y al Per.23

    Por ltimo, nuestro indgena letrado pone en vitrina una veta de autoctona discursiva digna de ser destacada porque discute un valor caro al liberalismo emergente, al legado de los enciclopedistas franceses pero tambin a la utopa andina, a la arcadia incaica:

    A esa Espaa, fi nalmente, que en la injusta posesin de este ltimo [el Per], substituyendo la ignorancia, el despojo y la servidumbre a la sabidura y felicidad en que estaba bajo de sus antiguos Incas, ha privado a la humanidad de conocimientos importantes a la ciencia social y natural.24

    En ese mismo contexto la fi gura del retorno prohibido nos devel otro rostro del exilio. En tal direccin: Cmo recuperar a Dionisio Ucho Inca Yupanqui, delegado suplente ante las cortes de Cdiz, ninguneado por la historiografa ofi cial peruana?25 Dicha institucin marc un parteaguas en la historia poltica de Espaa al insufl ar el discurso liberal de legitimidad constitucional. Sin embargo, el sistema de dominacin colonial horadaba sus cimientos y presupuestos como lo hicieron notar los exiliados indgenas, Juan Bautista Tpac Amaru desde fuera, y antes que l, su paisano Dionisio desde

    23 Ibid., pp. 56-57.24 Ibid., p. 57.25 El historiador Guillermo Durand Florez, compilador de las intervenciones de los delegados peruanos

    ante las Cortes de Cdiz, exalt la participacin descollante de los delegados criollos Morales Durez, Ostolaza y Olaguer y Feli en detrimento del Dionisio Inca Yupanqui por: su falta de oratoria, ya que lea sus intervenciones, por su desconocimiento del Per y porque participaba nicamente en los temas que se referan a los indios; su papel es secundario a rm. Durand false los datos que aport en su propia compilacin; Dionisio no tuvo papel secundario, tampoco era hurfano en las artes de la rplica oral a sus oponentes: Seor, los americanos agradecemos mucho la buena voluntad del Sr. Luxan; pero no apetecemos lisonjas sino que se nos haga justicia. Por otra parte, el sr. Huerta sabe que nuestros poderes son ilimitados; as no los necesitamos especiales para hacer esta proposicin y sostenerla; podemos procurar todo bien a nuestras provincias; solo no tenemos facultades para conformarnos con lo que les sea til y decoroso. Para Durand el criollo Morales Durez cumpli un papel brillante en las Cortes, y Ramn Olaguer y Feli, el ms liberal de todos ellos; lo probara el hecho de su detencin y encarcelamiento en 1814. El Per en las Cortes de Cdiz, Vol. I. Lima: Comisin Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Per (Coleccin documental de la Independencia del Per, tomo IV), 1974, pp. XV-XVI y 409 para ver la intervencin de Dionisio. Al decir de Iwasaki, Morales Durez perteneca a la ms rancia aristocracia criolla limea, Ostolaza era enemigo de los liberales y Olaguer un radical dentro de las esmirriadas las del liberalismo criollo. Iwasaki Cauti, Fernando, 1812: Constitucin original o pecado constitucional?, Revista Estudios Fronterizos 2 (2004): 167.

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    el propio seno de la Cortes. Se sumara a lo anterior, la accin corrosiva de la mentalidad estamental prevaleciente en la sociedad.26

    Dionisio tuvo cuatro fundadas intervenciones. La primera en la sesin Sobre la proteccin que se debe prestar a los indios, celebrada el 16 de diciembre de 1810. La segunda, una mocin leda en ausencia por enfermedad en la sesin del 31 de diciembre del mismo ao. La tercera en la sesin del 1 de febrero de 1811 sobre la discusin de las representaciones americanas. La cuarta vers en torno al Proyecto para que los indios no sean considerados menores durante la sesin del 21 de agosto de 1811. La quinta, sobre los derechos de los afrodescendientes en el debate librado en el curso de la sesin sobre La ciudadana de los originarios de frica, realizada el 7 de septiembre de 1811.

    En la sesin del 16 de diciembre de 1810, Dionisio ejerci el derecho de hablar. Fue su primera intervencin en las Cortes. Inici su discurso invocando a Fernando VII conforme a la retrica dominante en las Cortes y luego pas a formular una demanda sustantiva: la aprobacin de una resolucin a favor de los indgenas de las tierras americanas apoyndose en razones de equidad y otras de ndole religiosa catlica, como aquella que prescriba moralmente la proteccin a los humildes. Por ltimo, esgrimi otra razn ms poltica, la del hartazgo de la paciencia y amargura con que se alimentan aquellos naturales. Y agreg a manera de ultimtum: Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo. La conclusin del delegado Inca fue inapelable:

    Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre. V.M. toca con las manos esta terrible verdad. Napolen, tirano de la Europa su esclava, apetece marcar con este sello a la generosa Espaa. Esta, que lo resiste valerosamente, no advierte el dedo del Altsimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que por el espacio de tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco a su V.M. un cuadro sumamente instructivo.27

    El orden de la enunciacin de la identidad con la que Dionisio cierra su intervencin y demanda merece un comentario adicional. Dionisio reivindica primero su linaje autctono (Inca), lo que dota a su intervencin de cierta representatividad diferencial frente a los delegados criollos; en segundo trmino se reconoce como indio. Apelar a esta categora de pertenencia generada e impuesta por el discurso colonial hispano a los aborgenes tiene una carga disidente, anloga a la retrica desplegada durante el movimiento tupacamarista de los aos 1780-1782 en las regiones andinas, y la tercera

    26 Ibid., p. 164.27 Inca Yupanqui, Dionisio, Discurso, en Durand, El Per, op. cit., pp. 8-9.

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    adscripcin, la de americano, est asociada a la retrica ideolgica de sus intervenciones, quizs para resaltar sus convicciones polticas modernas a favor de una categora ms incluyente que se distancie de las usadas en el rgimen de castas. Americano dicho en singular, pero con la connotacin propia de una reclamada representacin mayor, la de su hermandad con los pobladores de las colonias espaolas en este continente, exhibe un uso poltico disidente y fi lo independentista. La postura de Dionisio sobresale ms an, si la contrastamos frente a otras intervenciones realizadas en las mismas Cortes de Cdiz, por ejemplo, la formulada por el delegado criollo de la Nueva Espaa, quien descalifi c polticamente a los indgenas como seres envilecidos y degradados.28

    El diputado indgena, en el curso del debate acerca del artculo 22 sobre la ciudadana a los afrodescendientes, replic defendindolos desde su concepcin humanista e igualitaria frente a los defensores del viejo orden de castas. Nuestro protagonista menciona que en la capital del Per se concentraba un tercio de poblacin afrodescendiente y que era costumbre que las madres criollas entregasen a sus hijos a sus nodrizas negras para cumplir con los deberes de la lactancia o de su cuidado en el hogar:

    Qu distancia puede haber entre un blanco y una negra que lo aliment, o unos mulatos con quienes se familiariz desde la cuna? No habiendo sino amor en el trato domstico, se sigue que no puedan mirarse con horror, cuando en la sociedad adquieran algunas distinciones: as es que en los cuerpos militares de pardos y negros sus ofi ciales son de las mismas castas, incluso los de la plana mayor de los regimientos, que en los das de besamanos asisten como las dems corporaciones y jefes en el palacio del virrey, y le arengan como otro cualquiera, que en su civilidad y porte no son inferiores a los americanos ni europeos: que ejercen casi exclusivamente el arte de la ciruga, y tambin el de la medicina: que la Universidad de Lima no se hace deshonor en tener actualmente en su claustro dos doctores, el uno de ellos graduado antes en Montpellier, y muchos bachilleres de color, conociendo aquellos literatos, que las almas no son blancas ni negras: as es que en Panam y otros se ven muchos de las castas admitidos al sacerdocio y al ministerio parroquial, sin escndalo de los blancos.29

    Dionisio Inca apabull a los criollos de su delegacin y a los dems defensores del viejo orden en las Cortes. El que pusiese a Lima en el blanco de su argumentacin no fue gratuito, era un delegado disidente. Como

    28 Bon l Batalla, Guillermo, Mexico profundo: una civilizacion negada. Mexico, DF.: Grijalbo, 1990, p. 147.

    29 Inca Yupanqui, Discurso, op. cit., pp. 410-411.

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    hemos podido apreciar de la lectura de este fragmento, el Inca hizo gala de su conocimiento del mundo urbano hispano-colonial y de sus instituciones. Gracias a ello pudo presentar como contra-argumentos a favor de la igualdad racial los ejemplos extrados de viejas prcticas culturales y otros de su poca, alusivos a la composicin y usos de las instituciones coloniales ms respetadas del orden colonial como las militares, las eclesiales y las universitarias para fundamentar que la igualacin real y gradual de los negros y mulatos con los blancos, espaoles y criollos segua su curso. Dionisio posea una slida formacin humanista y liberal, sus discursos portan un tono de autoctona poltica y un cierto halo utopista:

    Si todo hombre nace libre; si de esta libertad no puede ser despojado sino por la fuerza la malicia de otros, y si esta fuerza malicia es un vicio meramente pasivo de parte del africano, que no dice culpa suya, es claro que en el momento en que l o su posteridad recobre la libertad natural, y se hace sui juris para no depender de otro en sus actos civiles, ha recobrado la opcin al exercicio de la ciudadana en aquella sociedad de que es miembro, y la que contribuye satisfaciendo por su parte con las cargas anexas los dems que la forman.30

    Tiene razn Iwasaki al encontrar en esta intervencin una de las razones ocultas por parte del ala conservadora en las Cortes para maniobrar hasta lograr su exclusin del derecho a voz en los debates arguyendo su frgil condicin de diputado suplente.31 Literalmente fue silenciado. Sin embargo, este malestar conservador frente los mpetus emancipadores y liberales de Dionisio se haba venido cultivando tras cada intervencin suya, como aquella memorable del 16 de diciembre de 1810 a favor de la independencia de las colonias de Espaa o aquella otra, demandando trato digno, sin servidumbres para los indgenas americanos.

    Dionisio perteneca al linaje cusqueo fundado por el Inca Huayna Cpac. Despus de servir tres dcadas como ofi cial en la marina espaola, haba solicitado su baja en la armada para retornar a la tierra de sus ancestros en vsperas de la rebelin de Tpac Amaru.32 La exencin por edad y salud le fue denegada, previendo que se tratasen de ardides de un potencial y peligroso lder. Quien impugn la solicitud de retorno de Dionisio fue nada menos que Bernardo de Glvez, quien fuera comandante de las provincias internas del

    30 Ibid., p. 410. 31 Iwasaki Cauti, 1812, op. cit., p. 172. 32 Garca Martnez, Jos Ramn, Dionisio Ucho Inca Yupanqui un peruano en la armada espaola

    de mediados del siglo XVIII.. Reproducido en , consultado el 25 de octubre de 2006.

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    norte de la Nueva Espaa. Dionisio, a pesar de todos sus esfuerzos por lograr el ansiado retorno, no pudo escapar de las trabas militares y polticas espaolas, pero an as, fue una fi gura respetada y temida. Las intervenciones de Dionisio Inca Yupanqui en las Cortes de Cdiz, invitan a un seguimiento ms puntual sobre sus ideas, redes y quehaceres previos entre 1780 y 1809.

    Al cierre

    El arco histrico de los exilios latinoamericanos sorprende, antecede incluso al proceso independentista, lo acompaa y lo proyecta con sus muchos rostros y captulos nacionales y continentales hasta el siglo XXI. Algunas de sus expresiones recurrentes han sido reseadas desde el tiempo largo, como las experiencias de prdida, las problemticas de insercin en los pases refugio, los proyectos de retorno, as como la construccin de mitologas diversas. Algunos casos del exilio nos han permitido marcar ciertos hitos polticos regionales, as como los normativos sobre derechos de los asilados y refugiados. Nos hubiese gustado procesar algunos casos pioneros de extradicin, vinculados a claves polticas; nicamente anotamos uno de los principales hitos de su fundamentacin y proyeccin, dirigida principalmente contra los anarquistas a inicios del siglo XX.

    Hemos llamado la atencin sobre el campo semntico del exilio sin pretender agotar sus entradas. Nuestro inters en resaltar la lectura moderna generada por los enciclopedistas y la Revolucin Francesa, ms que hacer un puntual seguimiento de las ulteriores proyecciones y variaciones de sentido consignadas en los diccionarios, pretendi servir de puente aleatorio para repensar el exilio del ciclo de la Independencia.

    El caso tratado en forma muy breve, trat de poner nfasis en un exilio atpico, el de los lderes indgenas, sin olvidarnos de sus pares criollos en el ciclo de la independencia. Abrir juego a la diversidad tnico-cultural de los exilios a partir de su primer ciclo implicaba ir a contracorriente de las lecturas etnocntricas de los exilios contemporneos. Mirar el pasado es otro modo de iluminar la complejidad del exilio.

    Las fi guras de Juan Bautista Tpac Amaru y de Dionisio Inca Yupanqui muestran puntos de convergencia notables en torno a las demandas polticas y culturales muy americanas, sin discriminar a los afrodescendientes, a los mestizos y criollos. Ambos protagonistas pagaron caro sus posturas y entregas: el primero con la crcel y el destierro hasta el fi n de sus das; el segundo, con el veto a su derecho de retorno a su territorio primordial hasta su muerte. La fraterna inter-castas a favor de la independencia y la igualdad ya estaba presente

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    en sus formas menos desarrolladas aunque explcitas en el movimiento de Tpac Amaru II (1780). Parecida posicin gravit en el proyecto independentista del criollo venezolano Francisco de Miranda; tambin en el de muchos otros.

    Durante las ltimas dcadas hemos sabido algo de los exilios y refugiados indgenas. Pensemos en los mayas guatemaltecos, en los aymaras bolivianos, en los quechuas peruanos, en los miskitos nicaragenses, en los mapuches chilenos, por citar solo algunos. Pensemos tambin, que entre el exilio que rescatamos y los que viven hoy en da muchos paeces colombianos, cada etnia podra rearmar sus muchos captulos de sus exilios no narrados.

    Una breve aproximacin a la historia y la problemtica de los exilios pensada desde el tiempo largo, como la que aqu presentamos, apunta nicamente a suscitar interrogantes, lneas de investigacin y tambin de debate; su actualidad dramtica as lo exige y pone bajo cuerda la precariedad de nuestras instituciones y modos de hacer poltica.

    Bibliografa

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  • 33

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  • 34

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    VOLTAIRE. Diccionario Filosfi co 3. Valencia: Sempere, 1901.

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    El exilio de los jesuitas latinoamericanos: un creativo dolor

    JAVIER PINEDO

    Signifi cado y etimologa del concepto exilio

    El exilio se defi ne como el estado de separacin, por voluntad forzada, de la propia tierra (ciudad, pas, nacin, patria), y puede afectar a personas, comunidades o gobiernos. En el caso de los jesuitas, afect a una orden religiosa en su totalidad.

    En idioma espaol, y a pesar de tener una larga presencia histrica, el trmino exilio, y su derivado exiliado, es de raro uso hasta 1939. La palabra, procedente de la voz latina exsilium (destierro), derivada a su vez de exsilire (saltar afuera), reactiv su uso por infl ujo del trmino francs exil, utilizado para referirse a la marcha de los republicanos espaoles durante y despus de la Guerra Civil.1

    De hecho, aunque fi gura desde el comienzo en el Diccionario de la Lengua Espaola, se presenta como de raro uso, remitiendo hasta el siglo XIX a des-tierro, defi nido como pena que consiste en expulsar a una persona de lugar o territorio determinado, para que temporal o perpetuamente resida fuera de l. Esta prctica punitiva se aplicaba ya en la antigua civilizacin griega, siendo codifi cada siglos ms tarde por el Derecho Romano. Poda ser temporal (fyg), con una duracin media que sola rondar los diez aos, o defi nitiva (aeifyga).2

    1 Snchez Zapatero, Javier. Implicaciones histricas, literarias y lxicas del exilio en Espaa: 1700-1833 .

    Ver, adems, Corominas, Joan y Jos A. Pascual. Diccionario Crtico Etimolgico Castellano e Hispnico. Madrid: Gredos, 2006.

    2 El poeta romano Ovidio testimoni en su literatura la tristeza de un largo exilio hasta su muerte.

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    La expulsin de los jesuitas: el primer exilio en Amrica Latina

    La crueldad del exilio ha marcado la literatura latinoamericana bajo formas diversas, como consecuencia de una poltica que ha utilizado esta prctica a lo largo de la historia. El inicio mismo de la literatura hispanoamericana, de manera metafrica o real, est marcada por miradas exiliadas de su realidad de origen, lo que marca su extraeza frente al mundo. Las Cartas de Coln y su Diario de Navegacin, as como la literatura de los cronistas, corresponden a un sujeto fuera de su hbitat natural; del mismo modo la obra del Inca Garcilaso se explica por su intento de dar a conocer lo que qued atrs, perdido en un espacio anterior a la salida. El ensayismo de los jesuitas es consecuencia directa de su exilio; y esta tendencia se mantendr durante el siglo XIX, hasta llegar a la actualidad en que el exilio producido por las dictaduras militares a lo largo de Amrica Latina impact a la literatura como en esta cita del dramaturgo chileno Jorge Daz:

    Exilio no es una palabra, ni es un drama, ni una estadstica, sino que es un vrtigo, un mareo, un abismo, es un tajo en el alma y tambin en el cuerpo cuando, un da, una noche, te hacen saber que aquel paisaje tras la ventana, aquel trabajo, aquel amigo, aquella silla y aquel hueco en aquel colchn, aquel sabor, aquel olor y aquel aire que habas perdido, lo has perdido y lo has perdido para siempre, de raz y sin vuelta. Si somos capaces de sentirlo siquiera un instante, tal vez pueda evitarse volver a caer en l nunca ms.3

    El exilio jesuita presenta ciertas particularidades, por ser el primero que afecta a la Amrica espaola en su conjunto, todava sin pases ni patrias, pues chilenos, peruanos, mexicanos, etc., sufrieron el exilio por igual.

    El historiador jesuita Charles E. Ronan, utiliza la expresin de expatriados, para referirse a los jesuitas, y repatriacin de los restos de Juan Ignacio Molina desde Bolonia a Chile en 1966.4 Su uso es correcto, pues aunque en 1767, al momento de la expulsin, no existe Chile como Estado independiente, s existe en tanto identidad nacional: como una patria.

    Para los criollos, el concepto patria surge a mediados del siglo XVIII, ya no asociada al pasado indgena ni a la totalidad del continente americano, sino como un espacio propio, un lugar de vida; producto de las reformas borbnicas

    3 La frase pertenece al escritor espaol Daniel Sueiro y fue utilizada por Jorge Daz en su obra de teatro Ligeros de Equipaje, estrenada en Barcelona en 1982 y en Santiago de Chile en 1987.

    4 Ronan, Charles S. J. The worlds window on Chile. New York: American University Studies, 2002.

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    que buscaban, para una mejor administracin de los virreinatos, mantener la unidad continental pero produciendo nuevas divisiones locales.5

    El concepto de patria interrumpida, en este caso, corresponde a un continente interrumpido, pues los jesuitas no pertenecen a una patria en sentido contemporneo, aunque s poseen cierta identifi cacin local con la patria chica, su lugar de nacimiento y procedencia.

    El contexto histrico

    Los jesuitas fueron expulsados de los terrenos espaoles en 1767, por un decreto real emanado del rey Carlos III. El exilio se realiz en los Estados Pontifi cios que el Papa gobernaba en Italia, y dur hasta el fi nal de sus das.

    Este exilio masivo se inserta en el contexto de la vigorosa modernidad del siglo XVIII, y aparece como una de sus primeras contradicciones, pues si el nuevo proyecto ilustrado combata la intolerancia, en este caso no se aplic. Se trata de un exilio como un cruzamiento entre un poder monrquico, que paradjicamente representa los ideales reformistas, y los miembros de una orden religiosa, que en muchos casos desafi aron el pasado, adoptando tambin los nuevos criterios modernos.

    Qu lugar ocupa la expulsin jesuita entre las revoluciones burguesas inglesas, los viajes de navegacin cada vez ms extendidos por el mundo, las revoluciones polticas de Estados Unidos y Francia; los descubrimientos cientfi cos de Van Heltmon, Newton, Lavoisier, DAlembert, Celsius, Volta; las nuevas propuestas sociales de Locke, Montesquieu, Voltaire (que detestaba a los jesuitas por su retrica y vanidad), o los aportes a la fi losofa de Kant y la autobiografa de Rousseau?

    La respuesta es que la cuestin jesutica aparece al medio de la poltica interior y exterior de Carlos III y sus intentos de reforma en Espaa, as como los combates religiosos entre jesuitas, jansenistas y regalistas y que trajeron enemistad y desconfi anza hacia los primeros. Es decir, la expulsin de los jesuitas debe ser vista como una consecuencia de la complicada poltica europea del siglo XVIII, y particularmente la de Espaa, Portugal, Francia y Roma; pero tambin como un signo de los cambios fi losfi cos y culturales de la Ilustracin.

    5 Ver, Mongui, Luis. Patria en el virreinato del Per, en Palabras e ideas: Patria y Nacin en el virreinato del Per. Revista Iberoamericana 104-105 (1978): 451-470. Citado por Goic, C. (coord.), Historia y crtica de la literatura hispanoamericana, poca colonial, Vol. 1, Barcelona: Editorial Crtica,1988, pp. 509-515.

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    Las causas de expulsin

    Si el contexto apunta a situaciones contradictorias, los detalles histricos se conocen con precisin, y hay consenso de lo drstico que fue la medida y que nada parece justifi carla, incluso si se considera que no eran buenos tiempos para los jesuitas. Algunos datos: en 1750 Espaa y Portugal haban fi rmado un nuevo Tratado de lmites, por lo que siete misiones jesuitas en Paraguay (que inclua aproximadamente a 100.000 indgenas), pasaron a formar parte del Brasil, lo que pona a los nativos a merced de los bandeirantes portugueses, que los cazaban y vendan como esclavos. Este hecho enfrent a los jesuitas que se oponan a ese comercio al poderoso y modernizador Sebastin Jos de Carvalho e Mello, Marqus de Pombal, quien dio inicio a una campaa de desprestigio en contra de la orden, incluyendo imputaciones de hechicera, como al padre Malagrida, acusado de difamar la poltica del rey Jos I de Portugal, (el Reformador, 1714-1777), y al propio ministro Pombal. ste, intentando eliminar la oposicin al monarca, expuls al nuncio apostlico de Roma, y para controlar la Inquisicin portuguesa, entreg a Malagrida, que fue ejecutado. Finalmente, Portugal expuls a los jesuitas de Brasil en 1754 y de Portugal y el resto de sus colonias, en 1759.

    Recurdese que el padre Malagrida divulgaba la creencia de que el terrible terremoto que azot a Lisboa en 1755, era un castigo de Dios por la mala gestin de Jos I y su ministro.

    La campaa en contra de la Compaa se extendi a otros pases de Europa. En Francia, la sospecha de que los jesuitas haban organizado un atentado en contra del propio rey Luis XV, para evitar que sus bienes fueran requisados, como una manera de salvar la situacin econmica, hizo que muchas iglesias y ciudadanos comenzaran a desconfi ar de su lealtad. Sin embargo, aunque Luis XV no actu en contra de ellos, en agosto de 1762, la Compaa fue abolida en Francia y se confi scaron sus propiedades. La Compaa era considerada perversa, destructora de todos los principios religiosos e incluso de la honestidad, injuriosa para la moralidad cristiana, perniciosa para la sociedad civil, sediciosa, hostil a los derechos de la nacin y del poder del rey.6

    Despus de estas dos expulsiones, el golpe defi nitivo vino de parte de Carlos III, quien aunque haba tenido un confesor jesuita y era sensible a sus

    6 Muoz Romero, Miguel ngel e Inmaculada Fernndez Arrillaga. Algunas notas sobre la Historia de la Compaa. La expulsin de los jesuitas de Francia. Expulsin y exilio de los Jesuitas de los dominios de Carlos III, en .

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    ideas, al declarar la expulsin el 25 de junio de 1767, seal que sta deba hacerse a mano armada y de todos sus dominios de la corona.7

    Los hechos indican que a lo largo de 1767 el gobierno de Carlos III, que haba subido al trono en 1759, debido a los mltiples rumores y sospechas, as como a la presin de Portugal y Francia, decidi nombrar al ministro Campomanes como fi scal para que obtuviera toda la informacin posible sobre la Compaa de Jess. Tanto Campomanes como el conde de Aranda y Floridablanca eran opuestos a los jesuitas. El ministro actu en el mayor secreto posible, para evitar la reaccin de los simpatizantes a los jesuitas, o para que stos pudieran vender sus bienes antes de cualquier medida en su contra.

    El informe de Campomanes, as como la opinin de los obispos espaoles que mayoritariamente (46 a favor, 8 en contra y 6 no respondieron) apoyaron la expulsin y extincin de la Compaa, movieron fi nalmente la balanza en oposicin de los jesuitas.8

    Campomanes redact el decreto en el que, aunque no se determinaban con claridad los motivos del Rey, se sugiere que la medida se adoptaba para mantener el orden social y la jerarqua poltica y religiosa en Espaa y las colonias: por gravsimas causas relativas a la obligacin en que me hallo constituido de mantener en subordinacin, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real nimo; usando de la suprema autoridad econmica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la proteccin de mis vasallos y respeto de mi corona.9

    Segn Jos Andrs-Gallego, si los fundamentos son vagos, el edicto dej bien claro, en cambio, cul iba a ser el destino de los expulsos, y qu iba a ocurrir con sus bienes, los que pasaran a manos del Estado, para ser dedicados a obras religiosas de acuerdo con el parecer de los obispos. En cuanto a la situacin de los jesuitas, el articulado es bastante severo, aunque contiene algunas concesiones de orden humanitario, lo que no haba ocurrido en Portugal ni Francia. Entre ellas, el hecho de que una parte de los bienes confi scados sera utilizada en las pensiones que los expulsos recibiran de manera vitalicia. El resto del texto hace referencia a una de las cuestiones ms importantes para la Monarqua: su intencin de borrar de la memoria de la

    7 Citado por Frost, Elsa Cecilia. Testimonios del exilio. Mxico: Jus, 2000, p. 7.8 Muoz Romero, Miguel ngel e Inmaculada Fernndez Arrillaga. La extincin de la Compaa

    de Jess, en Expulsin, op. cit.9 Citado por Andrs-Gallego, Jos (coord.). Impacto en Amrica de la expulsin de los jesuitas, en

    Tres grandes cuestiones de la historia de Iberoamrica. Madrid: Fundacin Larramendi/ MAPFRE, 2005.

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    poblacin a los jesuitas, y particularmente entre los ms pobres, benefi ciarios de su sistema educacional.

    Las causas de la expulsin tienen, como en todo exilio, un origen en el poder poltico, al que en este caso se agregaron razones religiosas. Son confl ictos propios del mundo europeo, y sin embargo, es un exilio que afect de igual manera a una cantidad de individuos, no por su condicin de espaoles o latinoamericanos, sino por pertenecer a una orden religiosa en particular, y es en tanto sbditos del Rey de Espaa y por su condicin religiosa que deben aceptar la expulsin emitida por Carlos III.

    La salida de los jesuitas afect a un amplio sector de la comunidad iberoamericana en cuestiones educacionales, eclesisticas, pero tambin industriales, agrcolas y econmicas; e incluy a toda la Amrica espaola desde California hasta el centro y sur de Amrica, Filipinas y la propia Espaa. Pero adems, a Portugal y Brasil.10

    Los jesuitas haban llegado a Amrica (Mxico) en 1572 bajo el gobierno de Felipe II (receloso de ellos, como su padre), con la direccin de Francisco de Borja, y provenan de Espaa y otros pases europeos. A Per llegaron en 1578; a Chile, en 1593.

    Ms tarde se incorporaron a la orden los criollos nacidos en Amrica, que la incrementaron considerablemente: a Mxico llegaron 15 y salieron expulsados 678.

    El confuso contexto en el que se produce la expulsin nos permite sealar que los jesuitas produjeron en sus respectivas comunidades una doble imagen. En el caso europeo, se observa una visin ms negativa que los generaliza como desleales y dobles en sus opiniones, cercanos a la contrarreforma, abusadores del trabajo indgena utilizado en benefi cio propio, y muy crticos respecto a las reformas y los intentos de modernizacin iniciados por Jos I en Portugal, con el valioso apoyo del Marqus de Pombal, como de Carlos III y sus ministros Campomanes y Aranda, que intentaban poner a Espaa al da respecto a los avances