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La Reina Roja (Werty Dic10) Prologo Desde hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar del Olimpo, las rencillas, las ironías, y los ideales de cada uno de los grandes Dioses se habían sucedido sin ningún tipo de repercusión. Sin embargo, desde un tiempo a ésta parte, esas “guerras verbales” habían comenzado a ser algo más que simplemente “debates entre ideales diferentes” lo que les había llevado a mantener una conversación que poco a poco aumentaba a la categoría de discusión y que marcaría la vida de muchas personas. Eros, el Dios del amor, se enfrentaba a Ares, dios de la guerra que junto a Eris, diosa de la discordia, se mofaban de su contrincante, ante las miradas del resto de los dioses. Ares: Jajaja - reía - mal soñáis si así pensáis - decía - Eros, eso que proclamas es tan efímero como utópico - continuaba - todos en su sano juicio lo ven. Eros: Tú, Dios de la Guerra, te empeñas en destruir lo que yo intento crear, pero ten por seguro, que, pese a lo que intentes, el amor supera cualquiera de tus barreras… Eris: El “amor” - dijo con desdén - se desvanece ante nosotros, mi querido Eros - sonrió con malicia. Afrodita: El amor con el deseo, unidos al corazón, es el arma más letal contra vosotros - afirmó categórica - y acabaréis vencidos si seguís con vuestros propósitos. Ares: Querida Afrodita - continuó el Dios de la Guerra - vuestra belleza, aunque abrumadora, no logrará convencerme - se sonrió - Y con la ayuda de Ptono y Némesis podré demostrarlo. Eros: Esos Dioses que citas, creados para la envidia y los celos nada podrán hacer contra nosotros - afirmó - y lo demostraremos. Podréis jugar con la mentira, con el odio, con todas las armas que podáis, pero no podréis vencer al destino cuando se una con el amor. Ares: ¿Te falla la memoria querido enemigo? ¿O no recuerdas que el destino está de nuestro lado? - preguntó autosuficiente. Eros: Eso deberán decidirlo Las Moiras - contestó - aunque ellas siempre se guardarán su elección para ellas. Atenea: No llegaréis a buen fin de esta forma - habló la Diosa de la inteligencia - para descubrir quien tiene razón, debemos tomar algún ejemplo de los mortales.

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La Reina Roja (Werty Dic10)

Prologo

Desde hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar del Olimpo, las rencillas, las ironías, y los ideales de

cada uno de los grandes Dioses se habían sucedido sin ningún tipo de repercusión. Sin embargo, desde

un tiempo a ésta parte, esas “guerras verbales” habían comenzado a ser algo más que simplemente

“debates entre ideales diferentes” lo que les había llevado a mantener una conversación que poco a poco

aumentaba a la categoría de discusión y que marcaría la vida de muchas personas.

Eros, el Dios del amor, se enfrentaba a Ares, dios de la guerra que junto a Eris, diosa de la discordia, se

mofaban de su contrincante, ante las miradas del resto de los dioses.

Ares: Jajaja - reía - mal soñáis si así pensáis - decía - Eros, eso que proclamas es tan efímero como

utópico - continuaba - todos en su sano juicio lo ven.

Eros: Tú, Dios de la Guerra, te empeñas en destruir lo que yo intento crear, pero ten por seguro, que,

pese a lo que intentes, el amor supera cualquiera de tus barreras…

Eris: El “amor” - dijo con desdén - se desvanece ante nosotros, mi querido Eros - sonrió con malicia.

Afrodita: El amor con el deseo, unidos al corazón, es el arma más letal contra vosotros - afirmó

categórica - y acabaréis vencidos si seguís con vuestros propósitos.

Ares: Querida Afrodita - continuó el Dios de la Guerra - vuestra belleza, aunque abrumadora, no logrará

convencerme - se sonrió - Y con la ayuda de Ptono y Némesis podré demostrarlo.

Eros: Esos Dioses que citas, creados para la envidia y los celos nada podrán hacer contra nosotros -

afirmó - y lo demostraremos. Podréis jugar con la mentira, con el odio, con todas las armas que podáis,

pero no podréis vencer al destino cuando se una con el amor.

Ares: ¿Te falla la memoria querido enemigo? ¿O no recuerdas que el destino está de nuestro lado? -

preguntó autosuficiente.

Eros: Eso deberán decidirlo Las Moiras - contestó - aunque ellas siempre se guardarán su elección para

ellas.

Atenea: No llegaréis a buen fin de esta forma - habló la Diosa de la inteligencia - para descubrir quien

tiene razón, debemos tomar algún ejemplo de los mortales.

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Todos los dioses murmuraron, sopesando la idea de la Diosa y tras hablarlo con sus aliados, decidieron

que era una buena forma para saber quién tenía razón.

Ares: Está bien - aceptó - por una vez haremos así las cosas, pero, si demostramos nuestra verdad, lo

cual no tengo ninguna duda de que así será - miró a Eros retándole - Eros quedará desertado de éste

Olimpo - sentenció y antes de que Eros pudiera decir una sola palabra siguió hablando - bien… veamos,

busquemos entre los mortales algo que demuestre que nosotros tenemos razón… por ejemplo - decía

mientras sacaba una sonrisa al encontrar su objetivo…

“- ¡Vete! ¡Vete de una vez! - decía desde el suelo, sintiendo el dolor y la quemazón.

- ¡No! ¡No pienso dejarte aquí! - contestaba llorando al ver como se encontraba.

- ¡Lárgate de una vez! - gritó todo lo que sus fuerzas le permitían - ¡no quiero verte! ¡no te quiero cerca!

¡No te quiero! ¿¡Me oyes!? - dijo incorporándose un poco y volviendo a tumbarse - ¡No te quiero! ¡Te

odio! ¡Nunca te he querido! ¡Vete!”

Ares: jajajaja ¿Lo veis? - preguntó con autosuficiencia - el amor no gana ¡Nunca ganará mientras yo

esté aquí!

Eros: ¡Un momento! - le cortó - no podemos juzgar tan solo con esto que nos has mostrado - decía con

energía - Némesis podría haber creado una mentira y Eris bien podía haber intervenido con su discordia

para crear esta escena - defendió su creencia con convicción.

Atenea: Eros tiene razón - afirmó - debemos ver la historia completa, desde sus inicios, para poder

juzgar sin confusiones… - miró a su alrededor, Ares parecía no estar conforme, sin embargo, la Diosa se

sentó con parsimonia - tomen asiento Dioses, pues esto será largo…

Todos los Dioses tomaron asiento y esperaron para ver el comienzo de la historia que el mismo Ares

había elegido.

I

Desde pequeña, la adoración que había sentido por su padre era tan grande que la llevaba a seguirlo por

donde fuera. Le encantaba pasar tiempo con él, haciendo cualquier cosa, lo que fuera con tal de estar

cerca suyo. A su madre, sin embargo no le gustaba la idea demasiado, conocía a su exmarido y sabía lo

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que podría ocurrir, pero la ley era la ley y cuando el juez dictaminó la custodia compartida no pudo

hacer nada para separarlos.

Ese día, le tocaba con él, con tan solo cinco añitos, sin entender absolutamente nada de la vida,

brincaba contenta por ir de la mano de su padre.

Madrid estaba iluminada, no solo por la luz del sol, sino por el ambiente relajado y festivo que se

respiraba. Los museos, centros de ocio, así como algunas de las tiendas más exclusivas de la ciudad,

celebraban el día de “puertas abiertas”. La gente paseaba por la calle, yendo de un lado para otro,

parándose en algún teatro, en algún museo y aprovechando la entrada gratuita, decidían entrar y visitar

por fin, lo que sus trabajos, sus rutinas y la celeridad de la vida no les permitían visitar en un día

“normal”.

Había colas que incluso daban toda una vuelta a la manzana, a ella no le importaba, con su piruleta en

la mano y agarrando la de su padre con la otra, sonreía a aquel hombre con barba de tres días que la

miraba con ojos encantados. La cola avanzaba en su ritmo habitual, a pesar de la cantidad de gente que

se congregaba frente a aquel museo.

Su padre portaba con él, una carpeta de grandes dimensiones comparada con los portafolios normales,

una mochila con varios utensilios de pintura y un pequeño caballete, intentando que no se le cayera

nada mientras continuaba andando junto a su hija.

- ¿De verdad quieres ayudar a papá? - le preguntó a la pequeña viendo como poco les quedaba para

entrar, dejando todos sus bártulos y agachándose para quedar a su altura.

- Zí - contestó la niña sacándose la piruleta de la boca.

- Vale… ¿Y te acuerdas de todo lo que tienes que hacer? - volvió a preguntar.

- Zí - dijo de nuevo haciendo que su padre sonriera.

- Muy bien, peque - se levantó - te quiero mucho.

- Y yo, papi - contestó poniendo morritos para que le diera un beso.

Entraron en aquel enorme museo. La niña comenzó a mirarlo todo con bastante curiosidad, su padre la

miró, sonrió y saludando al hombre de seguridad continuó su camino. Estuvieron dando una vuelta por

aquel edificio, su padre le iba explicando cosas que ella aún no entendía, pero que el simple hecho de

escuchar a su padre le hacía tener una sonrisa en los labios y mirarlo con interés. Un rato después, el

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hombre se paró ante uno de los cuadros y lo dispuso todo para hacer una pequeña reproducción.

Preparó el caballete, sacó de la enorme carpeta un lienzo en blanco y de la mochila sacó todos los

utensilios necesarios.

Tras una sonrisa de su padre y un guiño de ojos, la pequeña se alejó, mezclándose con la gente, pocos

minutos después, ya no sabía donde estaba. Se había perdido. Comenzó a dar vueltas sobre sí misma,

se había alejado demasiado, algunas personas la miraban y se preguntaban qué hacía una niña tan

pequeña dando tumbos por aquel museo ella sola, pero nadie se acercó. La desesperación comenzó a

llegar a sus ojos y en un instante ya lloraba.

- ¡Papá! ¡Papá! - gritaba mientras las lágrimas cruzaban sus ojos.

- ¿Qué te pasa pequeña? - preguntó con amabilidad uno de los chicos de seguridad.

- No encuentro a papá - dijo mirándolo con tristeza - no ze donde eztá…

- Bueno… vente conmigo - contestó - seguro que lo encontramos - la niña negó con la cabeza - ¿No?

- No, papa dice que no me junte con eztraños - dijo convencida, incluso diría que algo más calmada.

- Ya, pero mira - dijo enseñándole su identificación - me llamo Juan, y soy como un policía - sonrió - soy

el policía del museo… y te puedo ayudar a buscar a tu papá.

- El muzeo ez muy grande y zeguro que no lo encontramoz nozotroz zoloz - contestó.

- Bueno… pero para eso tengo yo esto de aquí - señaló su walki - y mira, con esto yo llamo a otros

policías del museo y entre todos encontramos a tu papá.

- ¿De verdad? - preguntó.

- De verdad - contestó el seguridad.

Los llantos y los gritos de la niña habían llamado la atención a buena parte de los visitantes del museo

que se acercaron curiosos para saber qué pasaba. Pese a los intentos del hombre de seguridad por

calmar las cosas y que no se hiciera un “corrillo” no consiguió que la gente volviera a sus cosas, todos

querían saber qué pasaba y cuando se enteraban todos querían ayudar a la niña.

Varios agentes de seguridad del museo más se acercaron al lugar donde se encontraba su compañero

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con la niña, estuvieron calmándola y buscando por los alrededores, pero no parecía que le padre

estuviera por allí.

- A ver bonita - dijo uno de los agentes - ¿Cómo es tu padre?

- Tiene barba - contestó la niña compungida - Y mamá dice que tiene mucha cara, pero yo no le veo

mucha cara - dijo haciendo que el agente de seguridad esbozara una sonrisa - y habla azí - continuó

emitiendo un sonido sordo y rudo imitando la voz de su padre - y me compra piruletaz - continuó la cría

- y me cuenta cuentoz antez de dormir…

- Ya, ya pequeña - la cortó el seguridad - pero ¿Cómo es físicamente?

- ¿Fizicaqué? - preguntó mirándolo como si le hubiera hablado en chino.

- Ummm… A ver ¿Tiene gafas? - preguntó

- Zi y No - contestó la niña negando con la cabeza, el chico la miró cuestionándola - ez que a vecez ze

laz pone…

- ¿Has dicho que tiene barba? - siguió preguntando.

- Zí - contestó la niña.

En ese momento, de lejos, vio como un hombre se acercaba lentamente al corrillo que habían formado.

Entre todo el revuelo, los agentes de seguridad buscando por el museo y los visitantes intentando

calmar a la niña apareció por fin su padre, con el gesto claramente preocupado y preguntando por su

hija.

- Disculpen… ¿han visto a una niña pequeña? - preguntaba a una mujer - tiene cinco años, es así de alta

- dijo haciendo la señal con la mano indicándole su cadera - lleva un abrigo rosa…

El chico de seguridad escuchó aquella pregunta y se volvió para mirar a aquel hombre, dejando a la vista

a la pequeña quien sonrió al ver a su padre y corrió hacia él.

- ¡Papi! - exclamó la niña abrazándose a su hija.

- ¡Dios! ¡qué susto he pasado! - decía suspirando tranquilo - ¿Dónde estabas? ¡No vuelvas a hacerme

esto!

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- Disculpe - dijo el agente de seguridad - ¿es usted su padre?

- Sí… - decía mirando a su hija - lo siento mucho… estaba pintando y cuando me quise dar cuenta no

estaba… - abrazó a la niña - dios, pequeña, que susto me has dado…

- Perdone - insistió el chico de seguridad - ¿Tiene alguna identificación que acredite que es usted el

padre de ésta niña?

- Ez mi papá - contestó la niña

- Sí, claro - dijo el padre - este mire - le enseñó una foto - somos nosotros - guardó la foto a penas el

chico le echó un vistazo - y mi carné de conducir - dijo diligente enseñándole dicho documento.

- Bien - continuó el agente sin a penas mirar el documento, puesto que tan solo la reacción de la niña ya

le había demostrado que era su padre - pues… intente que no se vuelva a perder - le terminó de decir.

- Sí, no se preocupe, nosotros ya nos vamos a casa - dijo al chico.

- Les acompaño - contestó cortés el chico de seguridad.

Vio como se dirigían hacia el lugar donde el padre había estado pintando, lo vio recoger todo y tras

terminar, tomó la mano de la pequeña que ahora sí sonreía ampliamente y los acompañó a la puerta. Se

despidió de la pequeña y tanto él como sus compañeros volvieron a sus puestos recuperando la

normalidad de aquel día.

- Vamos, cariño - decía el padre subiéndola al coche con rapidez.

- ¿Lo he hecho bien, papi? - preguntó una vez emprendieron el camino.

- Lo has hecho muy bien - sonrió - eres la mejor - le dijo con cariño - y por eso te has ganado que te

compre el helado más grande de todos.

Diez minutos después, cuando ya se habían alejado del lugar, una alarma comenzó a sonar dentro del

museo. Un robo, acababa de sucederse un robo, a plena luz del día, y con el museo atestado de gente…

Años después.

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Le encantaba Madrid en esa época del año. Las luces, la gente, los adornos, la vida que tenía la gran

ciudad. No soportaba la Navidad, era cierto, desde hacía años ese tiempo estival era bastante triste, sin

embargo, y aunque pudiera ser contradictorio, sí le gustaba ver el ambiente, la ciudad se llenaba de

niños, de gente corriendo en sus últimas compras, eso era lo que le gustaba…

Ese día, podría haber sido como cualquier otro, sin embargo, era un día importante. Como cada año,

Madrid celebraba otro de sus días “de puertas abiertas” así que con su cámara de fotos, su mochila al

hombro y una gorra que le tapaba del sol, se dispuso a hacer la cola para entrar al museo.

Deambuló por varias salas durante una media hora, disfrutando del arte que se respiraba, visualizando

cada pintura, cada pincelada de cada uno de los cuadros que se mostraban.

Entró en una sala algo más pequeña, tan solo un par de personas más estaban allí, miró uno a uno cada

obra colgada hasta que quedó frente a aquella que tanto recordaba, había visto mil veces una

reproducción casi exacta colgada en el salón de casa. Sonrió, aquel que mostraban no era el original, se

parecía mucho y daba el pego, pero no lo era. Cualquiera con un poco de “experiencia” en arte se habría

dado cuenta. Sonrió, debía estar restaurándolo… aunque eso, ya lo sabía.

Moviéndose ligeramente, tomó su cámara de fotos que colgaba de su cuello y comenzó a fotografiar los

cuadros de aquella sala. El flash iluminaba los lienzos, y las instantáneas quedaban perfectas…

Seguridad: Disculpe - se acercó un hombre de seguridad - No puede utilizar el Flash

- Oh, ¡Lo siento! - se disculpó quitándose la cámara del cuello - verá, mi marido me ha comprado ésta

cámara y no sé como va - decía tocando varios de los botones de la cámara - he intentado quitárselo

pero no hay manera… - continuaba diciendo apurada.

Seguridad: Lo comprendo pero…

- Sí, sí, tiene usted toda la razón - le cortó - es solo que… ufff, no sé como va… espere, llamaré a mi

marido - dijo dándole la cámara, el chico de seguridad la cogió antes de que se cayera al suelo - es que

siempre igual - bufaba ella - compra todo de ultima generación y al final - seguía diciendo mientras

rebuscaba en su bolso el móvil - como esto, mire - le enseñó el terminal - para qué quiero yo un

teléfono con tanta cosa… ¡Ni siquiera sé usarlo! - toqueteó los botones hasta encontrar el número que

necesitaba - uff… ahora que responda - el chico de seguridad la miraba estupefacto y como un

pasmarote mientras aún sujetaba la cámara - ¡oh! Perdone - se disculpó de nuevo - que está usted

sujetando el cachivache éste - tomó la cámara por la cinta y de nuevo volvió a colgársela al cuello -

nada… no contesta… bueno mire - colgó el terminal - da igual, no haré más fotos - sonrió con gentileza

al seguridad - lo lamento mucho.

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Seguridad: no se preocupe - el chico se alejó con una sonrisa y ella le devolvió otra con algo de

vergonzonería.

A pocas calles de allí, aparcado en una de las filas de aparcamiento, un ordenador, escondido en el

maletero, comenzaba a trabajar sin que nadie a su alrededor le diera órdenes.

“Sistema Bluetooth Activado” rezaba en la pantalla “Conexión completada” “Descargando video de

seguridad al sistema Central”

En el museo, la chica miraba la pantalla de su móvil y sonreía “Datos cargados satisfactoriamente” decía

la pantalla. Miró su reloj y pulsó el cronómetro, tenía exactamente 9 minutos antes de que la conexión

se cayera.

Guardó el teléfono, miró una vez más los cuadros y con un total disimulo entró en los servicios, se metió

en un cubículo vacío. Con cuidado de no tocar más de lo estrictamente necesario, se descolgó la cámara

de fotos y la colgó en el pomo de la puerta. Sacó de su mochila un caja de lo que parecían polvos de

maquillaje y con un pincel, empolvó toda la superficie de la cámara. Sonrió al encontrar aquella huella

del pulgar, rebuscó de nuevo en su bolsa y encontró aquel adhesivo extremadamente adherente y

absorbente que había comprado hacía unos días en el mercado negro, colocó el adhesivo sobre la huella

y cuando lo despegó, miró al trasluz, su sonrisa volvió a ampliarse al ver aquella huella en el adhesivo.

Guardó todo de nuevo y salió del servicio, se cruzó con una chica que entraba y le dejó pasar, tras esto,

se movió con tranquilidad por el museo, miró su reloj, 6 minutos,“voy genial de tiempo” se dijo a sí

misma.

Llegó por fin a una de las “zonas de conflicto” como ella misma las había denominado: La entrada hacia

las salas de restauración, las cuales debían estar vacías en esos momentos según los horarios que había

estado estudiando durante días. La puerta estaba custodiada por un sistema de huellas digitales,

custodiada por otro hombre de seguridad y según lo que había estudiado del museo, tras aquella puerta,

el sistema de seguridad era muchísimo menor al que había fuera.

- 5… 4… 3… 2… 1… - vio como otro hombre de seguridad entraba en su campo de visión, hablaba con

quien custodiaba la puerta, volvió a sonreírse, el cambio de turno llegaba puntual, ambos hombres se

alejaron un poco de la puerta y ella aprovechó su distracción para llegar a ella.

Con maña y rapidez, colocó el adhesivo con la huella de aquél otro seguridad y una lucecita verde sobre

el lector le dijo que tenía campo abierto. Miró hacia atrás, cerciorándose de que nadie la veía y abriendo

la puerta entró, cerrando tras ella.

- Bien… dos minutos hasta que vuelva el guardia - se dijo comenzando a andar por aquel pasillo.

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Con pasos rápidos se acercó a otra puerta, la abrió con una horquilla del pelo y entró en la sala “soy

genial” se susurró a sí misma, al verse en el lugar correcto. Se acercó a una de las mesas de

restauración y ahí estaba, su objetivo, el cuadro por el que había llegado allí. De su mochila sacó una

que por la manera de doblarla bien parecía el fondo de la primera, la desdobló, enrolló el cuadro con

cuidado, lo metió en la mochila viendo como al cerrarla, el lienzo sobresalía por uno de los laterales sin

daño alguno. Se acercó a la ventana, la abrió y mirando hacia el exterior, lanzó la mochila al pequeño y

solitario callejón que separaba el museo del edificio colindante. Cerró de nuevo la ventana, rebuscó en

su mochila una pequeña figura y dejándola en el lugar donde previamente había estado el lienzo salió de

la habitación con cuidado de no ser descubierta.

Salió de nuevo al museo, se alejó de la puerta para ver como, escasos segundos después, el agente de

seguridad del nuevo turno, volvía a su puesto. Continuó andando y miró su teléfono.

“Desconexión Parcial Completada” leyó dos segundos después “Sistema Interior reestablecido” guardó el

terminal y volvió a la sala en la que se había encontrado con aquel agente. Lo saludó y se acercó a él

con el rostro avergonzado aún.

-Quería pedirle disculpas una vez más - le dijo al chico.

Seguridad: No se preocupe - contestó con una sonrisa - es algo habitual, no tiene importancia…

Justo en ese instante, el walki del hombre comenzó a sonar, ante la atenta escucha de la chica, el

seguridad se disculpó y se separó de ella.

Seguridad: Aquí José - dijo al walki.

Seguridad2: José, dime tu posición, no te veo en el monitor - escuchó que decían desde la sala de

visionado.

Seguridad: Deberías verme, estoy en la sala Gándara - contestó mirando directamente a la cámara de

seguridad - no me he movido de aquí.

Hubo un silencio, donde el seguridad, en la sala de visionado, veía a su compañero cerca de una mujer.

Miró interrogativo a otro compañero, un novato que acababa de llegar al museo y que le mostraba,

desde otro monitor, a José hablando con la misma mujer hacía escasos tres minutos. “¿Es que estabas

ciego?” le recriminó al ver ambas imágenes, el otro chico se disculpó.

Seguridad: ¿Hay algún problema? - preguntó.

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Seguridad2: No, todo en orden, gracias - contestó cortando la comunicación.

-Bueno… muchas gracias por todo y disculpe - dijo una vez se acercó de nuevo el agente de seguridad -

ha sido muy amable.

Seguridad: No hay de qué - contestó amable volviendo a su puesto.

Salió con tranquilidad tras un grupo de estudiantes, pasó por el cordón de seguridad sin levantar

sospecha alguna. Ya en la calle, comenzó a andar con pasos despreocupados, se alejó de la puerta

principal, entró en aquel callejón, dando pasos firmes y tranquilos, tomó la mochila y continuó su camino

en la misma dirección. El callejón acabó llevándola a otra calle, ahora sí aumentó el ritmo de sus pasos

siempre con precaución de no levantar sospechas ante tanta gente con la que se cruzaba, disimuló su

rapidez con las prisas que todos llevaban para las compras de última hora. Llegó a su coche, lo abrió con

el mando a distancia, metió las mochilas en el maletero, y colocó el portátil de manera que le fuera más

fácil manejarlo. Pulsó varias teclas, metió varios códigos y sonrió cuando leyó en la pantalla “Todos los

sistemas reestablecidos satisfactoriamente” “Desconexión Total Completada” cerró la pantalla, hizo lo

mismo con el maletero, entró en el coche y arrancando el motor, se internó en el tráfico madrileño.

-Felices Fiestas - murmuró al pasar con su coche por el museo.

Minutos después, las alarmas saltaban, el museo comenzaba a cerrar con rapidez, los agentes de

seguridad se movilizaban desconcertados y en la sala de restauración, alguien encontraba, en lugar del

lienzo, una figura que se reía de ellos:

“Roban un cuadro de Antonio Dávila valorado en 50.000 euros.

A plena luz del día, cuando el museo estaba lleno de gente, aprovechando la jornada de puertas

abiertas, alguien ha robado un cuadro de Antonio Dávila: “El complejo Mundo”. Las autoridades aún

están sorprendidos por este robo y afirman que están trabajando para atrapar al ladrón. Aún no se ha

hecho público nada acerca de la investigación.

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“El Complejo Mundo” ya fue robado hace años y recuperado tiempo después. Tras eso no había sido

expuesto aún en ningún museo ni galería y éste año al fin había vuelto a colgarse para que el público

disfrutara con su pintura…”

Soltó el periódico de mala manera, miró a todos los presentes con el rostro visiblemente enfadado.

Volvió a tomarlo y lo aireó frente a ellos, tomó aire, intentando serenarse antes de seguir con aquella

reunión de urgencia.

- ¿Puede alguien decirme por qué la prensa se ha enterado tan rápido del robo? - preguntó con

exaltación

- Bueno… es una noticia de gran calibre y…

- ¡Me importa un pimiento el calibre de la noticia! - soltó elevando la voz - ¡dije que nada de prensa, solo

saben obstaculizar! - todos bajaron la mirada, hubo un silencio largo, en el que intentaba que la calma

llegara de nuevo, elevó la vista y una vez más tomó aire - bien, quiero saber cómo ha podido saltar el

sistema de seguridad, quiero saber qué tiene la policía - comenzó a dar instrucciones - trabajaremos con

ellos y les facilitaremos toda nuestra ayuda… pero quiero una investigación paralela - continuó - somos

los encargados del sistema de seguridad de ese museo y nos han pasado por encima de una manera

fácil y dejándonos como tontos - afirmó - quiero las cámaras de seguridad, quiero hablar con todo el que

tuviera acceso a la sala de restauración y quiero que ese agente se presente aquí inmediatamente.

- La policía tiene las cintas… las están procesando ahora mismo - dijo uno de los chicos de la sala - y… el

agente de seguridad está prestando declaración…

- Lo quiero todo aquí ¡YA! - terminó de decir saliendo de la sala de juntas y acelerando el paso hasta su

despacho. Una vez allí, tomó el teléfono y pulsó la marcación rápida - Hola…

- Dime que lo tienes todo - contestó una nueva voz al otro lado de la línea.

- Aún no… la policía está con ello - le dijo.

- Bien… cuando lo tengas, me lo traes, quiero verlo con mis propios ojos y saber qué cojones ha fallado -

terminó de decir colgando el teléfono.

Casi al final de la tarde, llegaron las cintas de las cámaras, tras un primer visionado, llevó las cintas al

despacho principal, ubicado en una planta superior, con tan solo su despacho y las medidas de seguridad

más importantes de todo el edificio. El ascensor se abrió, un lector de huellas digitales, seguido de un

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sistema de reconocimiento de voz y un scaner de retina, se presentaban ante sus ojos para poder

acceder al “gran despacho”. Una vez conseguida la autorización, tras pasar por otro sistema de

seguridad más, la puerta se abrió, dejando ver un pasillo de tonalidades claras, al fondo, una única

puerta.

Llamó con los nudillos esperando la invitación de entrada y una vez la escuchó, abrió enseñando las

cintas.

- Bien… vamos a verlas - dijo encendiendo el DVD.

Comenzaron a visionar las cintas, una a una y apuntando en una libreta todo aquello que le parecía

extraño. Todo parecía normal, salvo la afluencia de público, aunque teniendo en cuenta que la entrada

era gratuita, entraba dentro de la “normalidad”.

- Para, para ahí - le dijo haciendo que parara la grabación - ahí está - dijo señalando un punto en

concreto. Alternando varios televisores, siguieron cada paso que daba, hasta que en un momento, todas

las imágenes devolvían la mismas escenas… - menuda panda de incompetentes - soltó - ¿¡No os dais

cuenta que han metido una clonación de los videos!? - miró a su lado encontrando un gesto sorprendido

- no me jodas que no te has dado cuenta - le dijo - ¡es un bucle! ¡Han cargado un bucle con la misma

imagen durante… - pasó el video hacia adelante - durante nueve minutos!

- No sé como ha podido pasar - afirmó - tenemos un sistema informático que… - se calló al leer el

informe que tenía - … El museo tenía contratado un sistema muy básico - le comunicó - no lo

actualizaron…

- ¡Genial! - protestó - En fin… qué tenemos de ella - dijo señalando a la ladrona.

- Pues… poca cosa… es Morena, mide entre 1,60 y 1,70… no mira jamás a las cámaras y según la

declaración del agente de seguridad, su rostro es bastante normal, no recuerda ningún rasgo

significativo, ojos marrones, pelo moreno… evitaba mirarlo al igual que hacía con las cámaras y tampoco

se fijó demasiado, le entretuvo con otras cosas… por lo que dice que no recuerda nada que pueda

identificarla… Salvo que utilizaba gafas…

- Ya… menuda pandilla de idiotas - murmuró para sí misma refiriéndose a la poca capacidad de

observación de aquel agente de seguridad - ¿Dices que es morena? - le preguntó sin apartar los ojos de

la pantalla.

- Sí… se ve el pelo bajo la gorra.

- Claro, claro… ¿Y no has pensado que puede llevar una puñetera peluca? - preguntó - ese pelo no es

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natural… puede ser morena y también tener el pelo azul… y la gafas… puede ser solo una estratagema…

seguramente ni las usará… por lo tanto no tenemos nada…

- Tenemos esto - dijo sacando una foto en la que se veía la pieza de ajedrez y mostrándosela - la dejó

en la sala de restauración.

- Genial - contestó de manera neutra - Una Reina Roja…

- Parece que es su firma - contestó.

- ¿Hay algo en ella? - quiso saber sin apartar la vista de aquella instantánea.

- Según el análisis de la policía no tiene huellas… - le dijo de nuevo - está limpia…

- Estupendo - contestó una vez más, ésta vez utilizando un tono más serio, aquello no le gustaba nada,

absolutamente nada - La Reina Roja… Es presuntuoso, arrogante y presumido - dijo mirando la

fotografía - pero hay que reconocer que realmente tiene gancho… - dijo haciendo que su acompañante

se sorprendiera por aquella “broma” - déjame todo esto aquí, intentaré averiguar algo más - siguió -

puedes irte a casa…

- Gracias… Hasta mañana - se despidió tras dejarlo todo donde estaba.

- Hasta mañana - contestó mirando la fotografía donde se mostraba la imagen de aquella figura de

ajedrez… - genial… si hay firma, habrá más robos… - dijo para sí misma sentándose en su mesa y

comenzando a leer todos y cada uno de los informes policiales y con la idea de que, en algún momento,

ella querría hacer sus propios informes y análisis…

Llevaba sentada en la barra un rato, no tenía ganas de volver a casa, donde la soledad sería su única

compañera. Miraba hacia la pista, donde algunas personas bailaban al son de los acordes que salían por

los amplificadores. Sonrió, algunos no tenían sentido del ritmo y sus movimientos eran extremadamente

descoordinados. No es que ella fuera una bailarina nata, ni mucho menos, pero al menos, nadie se

preocupaba por si su cadera salía volando en uno de sus movimientos.

Tomó un sorbo de su copa e hizo un barrido por el local, parejas que se besaban, algún moscón

intentando ligar con alguna chica, amigos armando jaleo en una mesa del fondo… No había demasiada

gente, de hecho, había menos gente de la que hubiera pensado, pero tampoco estaba tan mal y para

evadirse un poco de todo, le servía aquel lugar. Miró hacia la puerta, donde una chica entraba con

seguridad, mirando a su alrededor y tomando camino hacia la barra. Quedó mirándola con ojos

penetrantes. La chica pedía a un camarero y volteaba la vista hacia ella, quien desvió la suya al verse

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descubierta. Continuó bebiendo y mirando a la pista, pese a que sus ojos se empeñaban en ir hacia

aquel cuerpo que la llamaba, por suerte para ella, aún los mantenía a ralla.

Sintió movimiento a su lado. Se irguió en el taburete al ver que aquella chica se acercaba a ella, con su

copa en la mano y una sonrisa en los labios terminó por sentarse justo a su lado. Ella volvió la vista al

frente, dio un nuevo trago y clavó la mirada en la barra.

-Hola - saludó la chica con una voz penetrante.

-Hola - contestó mirándola un segundo.

Durante un par de minutos se mantuvieron en silencio, cada una metida en sus pensamientos y las

miradas rehuyéndose, hasta que aquella chica comenzó a hablar.

-¿Sabías que a la hora se fabrican 200.000 bolígrafos bic? - preguntó y ella la miró con un gesto

absolutamente asombrado por aquella salida tan extraña - Lo vi el otro día en Discovery Channel -

continuó - 200.000 bolígrafos a la hora… - repitió - si la jornada laboral es de ocho horas, eso nos da

una cantidad de 1.600.000 bolígrafos al día, que en una semana teniendo en cuenta tan solo los cinco

días laborables, suponen 8.000.000 de bolígrafos, lo que en 52 semanas que son las que tiene un año,

resultan ser 416.000.000 de bolígrafos bic repartidos por todo el mundo - siguió ante al mirada más que

asombrada y expectante de la chica.

-Perdona… ¿quieres llegar a algún lugar con esto o… simplemente me lo dices como mera información?

Porque te aviso que no tiene ningún sentido y que no me interesa demasiado - dijo al ver que aquello

era lo más absurdo y surrealista que le habían dicho nunca.

-Por supuesto que tiene sentido - contestó como si nada, con una sonrisa perfecta que la deslumbró -

verás… hemos dicho que al año resultan ser 416 millones de bolígrafos bic por todo el mundo -

recapituló - bien, teniendo en cuenta que todos y cada uno de ellos pasan por un estricto control de

calidad y que tan solo el 0,0001% resultan llegar defectuosos a sus puntos de venta… nos da una

probabilidad de 0,0001 entre 416 millones de que yo, que me he comprado éste bolígrafo ésta misma

mañana - dijo sacando uno de su bolso - haya escogido el bolígrafo defectuoso…

-¡Qué interesante! - dijo con gran ironía.

-Espera - sonrió - aún no he terminado… - siguió, ella con una sonrisa, mostró un poco más de interés

por no saber por donde saldría y le hizo una señal para que continuara - bien… por otro lado, en el

mundo viven, según el ultimo baremo que he mirado, alrededor de 6.972.000.000 personas,

redondeando cifras - apuntó - A pesar de que la población masculina mundial es diferente que la

femenina, vamos a suponerlas iguales, lo que hace que existan alrededor de 3.500.000.000 mujeres en

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todo el mundo - hizo un gesto gracioso con la cabeza - redondeando los datos de nuevo, claro - volvió a

apuntar antes de darle otro sorbo a su copa.

-Claro, claro - dijo fingiendo interés.

-Bien, la cuestión es que de esas 3 mil millones y pico de mujeres… digamos que, el 40% … Porcentaje

arriba o porcentaje abajo, son abiertamente lesbianas - ella la miró con una expresión de sorpresa por

aquella salida - o, han pensado alguna vez en su vida que lo eran o alguna vez se han sentido atraídas

por una mujer - dijo dando alguna posibilidad más a su teoría - lo que nos lleva a la siguiente pregunta -

hizo una pausa para hacerse la interesante - ¿qué probabilidad hay de entrar en un bar que no sea de

ambiente, en una noche de miércoles, día laborable, y encontrarme con una chica guapa en la barra,

sola, que sea lesbiana y que además yo le guste? - terminó su pregunta y ella no pudo más que soltar

una carcajada por aquel final.

-Jajajá - reía - ¿tú esto te lo has preparado antes de salir de casa?

-No - contestó mostrando una leve sonrisa - pero piénsalo… si hacemos una ponderación de datos entre

los bolígrafos bic y la población femenina mundial, creo que hay tantas posibilidades de que éste boli sea

defectuoso, como de que tú seas esa chica lesbiana, en un bar hetero, sola y a la que yo le gusto - dijo

haciendo un gracioso gesto con las cejas - es decir… para finalizar, si suponemos que los datos pueden

relacionarse y hacemos la suposición de que son iguales, tengo un 0,0001 entre casi 3 mil millones de

probabilidades, descartando muchas otras variables - dijo a modo de apunte - de salir de aquí contigo…

y… - tomó un papel - creo que hoy es mi día de suerte - dijo intentando garabatear con el bolígrafo -

está defectuoso - terminó de decir, mostrándole el bolígrafo que no pintaba y dándole un tono sugerente

a sus palabras…

-Ya… - dijo con una sonrisa, pues toda aquella puesta en escena debía reconocer que le había hecho

bastante gracia - no me vas a llevar a la cama esta noche, si es lo que pretendes con tanta pantomima.

-¡Uau! - exclamó haciendo un gracioso gesto de indignación - ¿Quién ha dicho que quiera llevarte a la

cama? - dijo mostrándose un tanto ofendida, pese a que en realidad no lo estaba - solo he dicho salir de

aquí contigo… el resto… - volvió a poner ese tono sugerente de antes - ya lo iremos viendo…

-¿Estás muy segura de ti misma no? - preguntó de nuevo, dando un sorbo a su copa y sin borrar su

sonrisa - ¿Por qué afirmas que soy lesbiana?

-Umm… no lo digo yo - dijo sin apartar la mirada - lo dicen las estadísticas… de ahí mi seguridad - sonrió

una vez más.

-Por supuesto - dijo dejando el vaso y comenzando a recoger sus cosas - las estadísticas…

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-Sí - contestó mirándola - además, tampoco lo has negado… más a mi favor - sonrió una vez más - ¿nos

vamos ya? - preguntó al ver que se levantaba - ¿Tanta prisa tienes? - sonrió malévola.

-Creo que tus estadísticas fallan por hoy - contestó graciosamente - pero sigue intentándolo - le dijo

dándole un pequeño golpecito - aún tienes una probabilidad entre…

-3 mil millones - terminó por ella.

-Eso… entre 3 mil millones…

Dicho esto y con una sonrisa en los labios por aquella nueva forma de ligar, salió del bar y se dirigió a la

parada de taxis más cercana. Su coche, a última hora no había arrancado, así que lo había dejado en

casa cuando salió esa tarde. Al llegar a la parada vio, sorprendida que no había ningún taxi que pudiera

coger. Suspiró, frustrada, se dio media vuelta y comenzó a andar mientras miraba la carretera para ver

si se encontraba con alguno.

- En Madrid hay en activo 16.000 taxis - suspiró al escucharla tras ella y reconocer su voz - hoy es

miércoles… los miércoles no sale demasiada gente, lo que supondría que debería haber más taxis libres…

tus probabilidades de encontrar alguno son bastante mayores a las que serían un viernes o sábado por

la noche - continuó, ella puso los ojos en blanco - lo que hace que mis probabilidades para irme contigo

disminuyan considerablemente, sobre todo dado el poco interés que te he despertado… pero - apuntó -

sigue siendo mi día de suerte… no hay ni un solo taxi en la parada y yo tengo el coche aquí mismo -

sonrió - y estaría encantada de llevarte…

- ¿Tienes algún trauma infantil con las estadísticas? - preguntó.

- No… - contestó - solo intento hacerte ver que la única posibilidad que tienes de llegar a casa pronto y

no esperar una eternidad a un taxi, soy yo - dijo haciendo un gracioso gesto con el que no pudo más

que sacarte una sonrisa - reconoce que he sido original - afirmó - seguro que estabas harta de eso de

“¿eres nueva por aquí? Nunca te había visto” o lo de “¿estudias o trabajas?”

- Sí… original sí has sido - continuó - un poco pedante con tanto número y tanta parafernalia… pero

original, sí.

- Gracias - contestó haciendo una graciosa reverencia.

- ¿Eres un poco payasa no? - preguntó.

- Bueno… solo cuando tengo todo a mi favor… y según las estadísticas…

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- Ya, ya… según tus estadísticas todo está a tu favor - la cortó.

- Exacto - afirmó con autosuficiencia - venga… te llevo a casa.

Durante un instante pensó en la posibilidad de irse con ella, miró de nuevo la parada de taxis, ni un solo

coche esperando, el metro a esas horas ya estaría cerrado y por supuesto, no parecía haber nadie por la

calle. La miró de nuevo, viendo que sonreía mirando a su alrededor, esperando una respuesta, suspiró,

volvió la vista a la parada y dándose por vencida de nuevo al encaró.

- Está bien - afirmó - la verdad es que me harías un gran favor.

- Señorita - dijo indicándole el camino - por aquí - comenzó a andar hacia su coche, con una sonrisa de

autosuficiencia, ella la miraba desde atrás haciéndole una radiografía y fijándose en su trasero - este es

mi coche.

- Es bonito - fue lo único que dijo.

- Gracias… - contestó, abriéndole la puerta y mirándola un segundo antes de cerrar - espero que te

hayan gustado las vistas - terminó de decir, cerrando la puerta y dirigiéndose al asiento del conductor,

ella bajó la mirada un tanto avergonzada. Cuando se sentó en el asiento, accionó el motor, la miró,

intuyendo que la había avergonzado y sacando una nueva sonrisa volvió a mirar al frente - por cierto…

me llamo Maca.

- Yo Esther - contestó.

- Pues… encantada Esther - dijo mirándola seductora.

- Igualmente Maca - contestó, mirándola de la misma forma que ella.

En el trayecto, no hablaron demasiado, tan solo Esther le iba indicando el camino hacia su casa

preguntándose una y otra vez, como era que había accedido a montarse en aquel coche. Maca por su

parte, la miraba con una sonrisa de autosuficiencia que más nerviosa la ponía a ella.

E: Es aquí - dijo una vez entraron en su calle - gracias por traerme.

M: De nada - contestó con ese tono que había usado desde le primer momento en que hablaron - ¿No

me invitas a subir? - preguntó tras una pausa y con todo el descaro del mundo.

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E: Ya te he dicho que esta noche no me llevarías a la cama - contestó con una sonrisa.

M: También podemos jugar al parchís - bromeó.

E: Ya… - sonrió y abrió la puerta - muchas gracias… hasta la próxima.

M: ¡Ey! Espera - salió elle también del coche antes de que se marchara - que… no sé, digo yo que…

podrías darme tu número de teléfono o algo ¿no?

E: ¿No te cansas nunca? - preguntó volviéndose divertida, pues debía reconocer que toda aquella

situación era como mínimo, cómica.

M: Cuando algo me interesa, no, no me canso - afirmó mirándola de arriba abajo - va, dame tu

número… ¿qué puede pasar? Lo único que pasaría es que te llame y si no quieres saber nada de mí,

basta con que no me respondas… te prometo que si no descuelgas a la primera llamada que te haga, no

volveré a molestarte…

Debía reconocer que toda aquella situación le había agradado desde el principio, su forma de acercarse,

de hablarle, de ligar con ella había sido lo más payaso y original que había le había pasado en su vida.

La verdad es que aquella chica le parecía divertida, simpática y obviamente y sin poder negarlo, estaba

bastante buena… así que, ¿por qué no? Se preguntó, la miró un instante y acto seguido sonrió.

E: Está bien 659… - dijo pronunciando su número, y al ver que no lo apuntaba se extrañó - ¿No querías

mi número?

M: Claro, gracias por dármelo - sonrió.

E: Umm… como no lo has apuntado ni nada - soltó un tanto decepcionada, le estaba tomando el pelo,

estaba claro.

M: Tengo una memoria infalible - dijo dándose golpecitos graciosos en la cabeza - está todo aquí.

E: Ya - soltó sin creerse nada y cada vez con la idea de que se estaba riendo de ella más asentada en su

cabeza - buenas noches - terminó de decir, con el rictus más serio y alejándose de ella.

M: Que descanses… - pronunció viendo como entraba en el edificio.

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Habían pasado tres días desde aquel “Encuentro” y no había tenido noticias de ella, así que

simplemente, se había olvidado del tema y había decidido no pensar en ello. Al fin y al cabo no era algo

que le quitara el sueño…

Iba andando por la calle, necesitaba hacer un par de gestiones bastante importantes cuando escuchó el

sonido de su móvil salir del bolso. Rebuscó entre sus cosas y cuando lo encontró, miró la pantalla

leyendo un número que no identificaba.

E: ¿Sí? - dijo nada más contestar.

M: El 95% de las mujeres pensamos que una llamada demasiado pronto significa desesperación -

escuchó que decía y no pudo más que sacar una sonrisa a este lado de la línea - dejar pasar dos días

antes de llamar, hace que pensemos que no hay interés y llamar el tercer día crea una grata sorpresa al

ver que sí se realiza la llamada prometida puesto que ya lo habíamos dado por perdido… - seguía

sonriendo - así que ¡Hola! - dijo dándole un tono cómico a su voz - ¿te he sorprendido?

E: Lo cierto es que no - dijo aun siendo mentira, pero no iba a ponérselo tan fácil - de hecho, ni tan

siquiera recordaba que existías… te olvidé nada más irte…

M: Ummm… - escuchó - me lo pones complicado, ¿eh? Eso me gusta… es todo un reto.

E: Y claro - decía mientras continuaba andando - a ti deben encantarte los retos…

M: Bastante… - bajó el tono de voz - son apasionantes…

E: No sé porqué lo imaginaba - contestó.

M: ¿Te lo imaginabas? - preguntó con intención.

E: Sí - dijo un tanto dubitativa al escuchar el tono.

M: Así que has estado pensando en mí - dijo chulesca.

E: Yo no he dicho eso - contestó mordiéndose el labio por su metedura de pata.

M: Has dicho que imaginabas que me gustaban los retos, por lo tanto, has pensado en mí…

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E: ¿Querías algo, Maca? - preguntó para cambiar drásticamente de tema - porque tengo que hacer unas

cosas y…

M: Ah, sí, claro - dijo aun sabiendo que quería cambiar de tema - quería invitarte a cenar.

E: No creo que pueda - sonrió para sí misma.

M: Pues a comer - lo intentó de nuevo.

E: Me viene fatal - contestó una vez más.

M: Ummm… ¿Un café? - insistió.

E: El café me sienta mal para los nervios - se divertía.

M: Uy… vaya… - sonreía también al otro lado de la línea - ¿Un té? El té no afecta tanto a los nervios…

E: ¿Tú no pillas las indirectas, verdad? - preguntó.

M: Claro que sí, es solo que las ignoro - contestó - además, has contestado a la llamada, lo que me deja

el camino libre para no desaparecer - continuó haciendo alusión a la promesa que le hizo días antes.

E: Empiezo a arrepentirme de haber descolgado - sonreía.

M: Eso ha dolido - dijo haciéndose la dañada - Está bien… te lo pondré fácil… a las seis estaré en el

World Coffee. Esperaré 15 minutos, ni uno más y ni uno menos, si apareces, genial, nos tomaremos algo

y empezaremos a conocernos… si no apareces, tampoco pasará nada, y yo, dejaré de llamarte…

E: Como quieras - contestó - y ahora tengo que colgar… he de hacer algunas cosas.

M: Claro - escuchó que decía al otro lado de la línea - hasta luego.

E: Adiós - colgó por fin, miró la pantalla, sonrió, guardó el teléfono. Miró el reloj y entró en el lugar

donde tenía concertada aquella reunión.

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No sabía muy bien qué hacía ahí, frente a aquella puerta se debatía entre abrir o darse media vuelta.

Eran las 18:12 de la tarde, tan solo quedaban tres minutos para que se cumpliera el margen de tiempo

que la misma Maca había dado por teléfono. Sería sencillo, darse la vuelta, no mirar a tras y tras tres

minutos aquella chica dejaría de llamarla, entonces… ¿Por qué no lo hacía? Porque le gustaba, realmente

le había gustado y le hacía gracia el juego que se traía… por eso no se iba de allí.

Tamborileaba con los dedos sobre la mesa mientras removía una vez más aquel café que ya debía estar

frío. Miraba el reloj continuamente, quedaban tan solo dos minutos para que acabara el plazo de tiempo

que le dio a Esther y no aparecía… comenzaba a hacerse a la idea de que no lo haría y cuando casi había

tirado la toalla, levantó la vista para llamar al camarero cuando la vio entrar. Sonrió con amplitud y se

levantó a la espera de que se acercaba.

M: Pensé que no venías - dijo robándole dos besos que dejó un tanto parada a Esther.

E: He estado a punto de no venir, la verdad - contestó con total sinceridad, sin tener nada que perder…

M: Me alegro de que te lo hayas pensado mejor - dijo tomando asiento - ¿qué quieres tomar?

E: Un café con leche - miró al camarero que acababa de llegar.

M: ¿No te alteraba los nervios el café? - Esther sonrió - Vale… - dijo haciéndose cargo de la excusa - ¿Y

que te ha hecho cambiar de opinión? - preguntó una vez el camarera las dejó solas.

E: ¿Perdón? - no la entendió.

M: Has dicho que has estado a punto de no venir - sonrió, con esa sonrisa que desde el primer día tanto

había impactado a Esther - ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? - preguntó nuevamente.

E: Siento curiosidad - contestó levantándose de hombros.

M: Vaya… - dijo intentando ponerle decepción a sus palabras - y yo que creí que era porque te gustaba…

E: Pues lo siento - sonrió - solo es curiosidad…

M: Me tendré que conformar con eso - la miró - de momento… Gracias - le dijo al chico cuando volvió

con el pedido de Esther.

Durante los siguientes minutos no dijeron mucho. Tan solo hablaron del lugar en el que se encontraban

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y el que, al parecer, Esther aún no conocía, pero no dijeron nada acerca de ellas. Maca la observaba,

intentaba descifrar lo que sus ojos escondían y Esther rehuía su mirada sintiéndose un tanto incómoda.

M: Bueno… - dijo al ver que ninguna decía nada - ¿Y me vas a decir qué es lo que te causa tanta

curiosidad? Porque he de decirte que mis dotes adivinatorias no están demasiado afinadas hoy…

E: En realidad no lo sé - contestó - no es solo una cosa, ni es algo que pueda decirte así como así…

digamos que eres tú quien me causa curiosidad, tú y esa forma de acercarte, todo eso que te sacaste de

la manga… toda tú me crea curiosidad…

M: Jumm… - asintió medio riendo - toda yo…

E: Es una forma de hablar - dijo para que no lo llevara hacia otro lado.

M: Vale - lo aceptó - pues… pregunta lo que quieras… estaré encantada de contestarte - sonrió una vez

más y de nuevo Esther quedó prendada de aquella sonrisa - para eso es este café ¿no? Para

conocernos…

E: ¿Cómo supiste que era lesbiana? - preguntó, Maca sonrió de medio lado - y no me sueltes otra vez lo

de las estadísticas o voy a pensar en serio que tienes un serio problema con eso.

M: Solo hay que se un poco observadora… - contestó - estabas sola, mientras un montón de tíos te

miraban un poco más lejos de ti, pero no volviste la mirada en ningún momento - comenzó a decirle -

sin embargo, sí que mirabas a alguna que otra chica… y, lo que me dio la total certeza fue el repaso que

me hiciste cuando me viste entrar…

E: Podrías haberte equivocado - continuó - hilas muy fino, me parece a mí…

M: Puede… pero por suerte no me equivoqué ¿no? - bebió un trago de su café - además, dicen que quien

no arriesga, no gana… tenía que arriesgarme.

E: ¿Y qué te hace pensar que has ganado? - ahora fue ella quien sonrió.

M: Estás aquí - contestó con una total y absoluta seguridad en sí misma.

Ante aquella respuesta no pudo más que callarse, pues tenía razón, si hubiera perdido la partida no

estaría sentada en aquella silla, sin embargo ahí estaba, haciendo algo que no hacía habitualmente,

quedar con alguien a quien no conocía por el simple hecho de que “le causaba curiosidad” “Menuda

excusa, Esthercita, toda esta tontería por no decir que te gusta” le dijo una vocecita en su interior…

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Maca volvió a tomar las riendas de la conversación al ver aquel silencio que parecía no augurar nada

bueno. Soltó una serie de bromas y comentarios chistosos que relajaron la tensión con el fin de que

Esther se sintiera a gusto con ella. Por fin, tras casi veinte minutos parecían más relajadas, más a gusto

y Esther se atrevía a realizar preguntas sin pensar demasiado en ello.

E: ¿Y a qué te dedicas? - preguntó cuando el camarero les sirvió un refresco tras el café anterior.

M: Dirijo una empresa de catering y organización de eventos - contestó.

E: ¿Qué tipo de eventos? - quiso saber.

M: De todo un poco - continuó ella, ahora ya hablando con un poco más de seriedad, sin tanto

comentario jocoso - desde fiestas privadas, hasta galas, presentaciones, congresos…

E: Parece divertido.

M: Sí, y a veces estresante y un poco coñazo… pero me va bien, no me puedo quejar - contestó - ¿y tú?

E: Lo mío no es tan divertido como lo tuyo - dijo utilizando su propia expresión - tengo una empresa

virtual.

M: Umm… ¿de contactos? - preguntó soltando esa sonrisita canalla que Esther comenzaba a conocer.

E: No - le hizo una mueca - es un portal de viajes…

M: Ah… ¿Y eso como va? - preguntó - ¿entro en tu página y compro un billete? ¿No hay ya muchas

páginas así?

E: Sí, si hay muchas - contestó - pero yo intento hacer algo más que simplemente comprar el billete - le

explicó - de lo que se trata es que tú entras, dices tu destino, los días y yo me encargo de organizarlo

todo… billete, hotel, excursiones, visitas, lugares donde comer…

M: Lo que viene siendo una agencia de viajes pero en internet, ¿No?

E: Bueno… más o menos, sí… solo que es más fácil - contestó - y más rápido que hacerlo en una agencia

de viajes…

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M: Eso sí… pero no sé - dijo elevándose de hombros - no te enfades… pero a mí esas cosas como que no

me dan demasiada confianza… no sé, todo eso de internet… la verdad es que no me llevo muy bien con

los ordenadores… - sonrió.

E: ¿Te has quedado en la época del vinilo? - bromeó, logrando que Maca sonriera al ver a una Esther

chistosa por primera vez desde que la conoció - hoy día, Maca, casi nadie puede vivir sin ordenador o sin

Internet.

M: Me gustaba la época del vinilo - sonrió - y sí, bueno, claro que uso ordenador, pero solo para lo

estrictamente necesario… no sé, para comprar, u organizar algún viaje pues… qué quieres que te diga,

prefiero el cara a cara…

E: Por suerte para mí, esa idea está cambiando y mi empresa va mejor cada día - volvió a sonreír.

M: Me alegro por ello - sonrió.

La conversación continuó por esos derroteros, hablando de sus respectivos trabajos, intercambiando

alguna que otra idea sobre ello y sintiéndose bastante bien juntas. No entraron en temas más

personales, no pensaban que fuera le momento, hasta que Maca miró el reloj y se dio cuenta que se

había hecho tarde.

M: Me voy a tener que ir - dijo llamando al camarero para pagar la cuenta - tengo que trabajar un

poco… - dijo poniendo los ojos en blanco.

E: Sí… yo también debería irme - contestó ella dándole la razón.

Pagaron y salieron a la calle, anduvieron unos pasos sin saber muy bien qué decirse o como despedirse,

hasta que llegaron al coche de Maca y quedaron paradas mirándose la una a la otra.

M: Bien pues… - dijo poniendo esa mirada tan característica que le dio a Esther la idea de lo que venía a

continuación - ¿Cuándo quieres que tengamos nuestra segunda cita? - preguntó con descaro.

E: ¿Cita? - dijo con una sonrisa - ¿Y quien ha dicho que esto era una cita?

M: Yo lo digo ahora - sonrió de nuevo - va, ¿cuando volvemos a quedar?

E: Tengo trabajo pendiente - contestó - lo veo difícil…

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M: Está bien… entonces te llamaré en un par de días y ya me dirás si puedes quedar - dijo dándose por

vencida - pero… no voy a dejar pasar nuestra segunda cita…

E: Miraré mi agenda - continuó ella en tono bromista - pero te aviso de que la tengo bastante apretada…

M: Seguro que sacas un hueco… prometo sorprenderte - dijo susurrante.

E: Entonces tendré que hacer un esfuerzo - contestó del mismo modo y sin darse cuenta, acercándose.

M: No te vas a arrepentir - se acercaba también.

E: Eso ya lo veremos - contestó a escasos centímetros de su cuerpo.

M: Sí… ya lo veremos - terminó de decir acortando la distancia que las separaba intentando encontrar

sus labios.

E: Nunca beso a nadie en la primera cita - dijo separándose de ella y dejándola con las ganas.

Sonriendo se dio media vuelta y se marchó ante la atenta mirada de una Maca que se mordía el labio

con una sonrisa… jugando con las llaves del coche vio como se daba media vuelta para mirarla, le hizo

un gesto gracioso y vislumbrando su sonrisa en la lejanía entró en el coche para arrancar e internarse en

el tráfico madrileño.

- ¿Tenemos algo nuevo? - preguntó a su compañera quien entraba en su despacho.

- Nada de lo que podamos tirar - le contestó - la policía no tiene nada, ni tan siquiera una descripción de

la chica lo bastante sólida como para hacer algo… - la miró un tanto dubitativa - la prensa ya le ha

puesto mote… - dijo sacando una noticia que había leído en un periódico y mostrándosela.

- ¿Cómo se han enterado? - preguntó al ver el titular “La Reina Roja responsable del robo de “El

Complejo Mundo”….” - no quiso leer más y dejó el periódico sobre la mesa.

- Alguien de la policía hizo un par de declaraciones, habló sobre la dichosa figurita y ellos solos le

pusieron el pseudónimo… - le explicó.

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- Ya… - dijo pensativa - Es raro que… que sea una mujer - dijo mirando el informe - habitualmente

suelen ser hombres los que realizan este tipo de robos… de hecho, no hay demasiados antecedentes de

ladronas de guante blanco, al menos en España - seguía diciendo mientras jugaba con un bolígrafo.

- No creo que el modus operandi sea muy diferente por ser hombre o mujer - le comentó.

- No… lo cierto es que no - seguía pensativa - creo que el perfil viene siendo más bien el mismo… son

personas sociables, que gozan de buena posición, no es que sean ricos, pero tampoco tienen problemas

para llegar a fin de mes - continuaba, su compañera la miraba asintiendo con la mirada - tienen una

vida normal, una casa normal, un trabajo normal, pueden ser desde peones de una obra hasta directivos

de una empresa… nadie sospecha de ellos porque nunca han tenido ningún problema legal, puede que

incluso jamás les hayan puesto una multa - continuaba moviendo el bolígrafo entre sus manos - no

suelen ser personas solitarias, como he dicho son bastante sociables, pueden llegar a formar una

familia: casarse… tener hijos… amigos que siempre hablarán maravillas de ellos… y además, son

increíblemente pacientes… no realizarán un robo si no están absolutamente seguros de que lo harán sin

levantar sospechas. Pueden pasar meses hasta que nuestra “Reina Roja” vuelva a actuar… primero debe

elegir un objetivo y estudiar hasta el más mínimo detalle antes de perpetrar el robo…

- Es decir, que hasta que no vuelva a actuar no tendremos nada - atajó su compañera.

- Es posible que así sea - contestó dándole la razón - ha hecho un trabajo impecable en el museo, no ha

dejado cabos sueltos y ninguna prueba que nos dé alguna pista… no tendremos nada hasta que no

cometa algún fallo - decía sin a penas mirarla.

- ¿Entonces que hacemos? - preguntó.

- De momento nada, la policía está trabajando en ello - le dijo - nosotros vamos a seguir con lo nuestro

y cuando la policía nos pida ayuda, se la daremos - continuó con tranquilidad - eso sí, vamos a reforzar

el software de nuestro sistema - su acompañante lo apuntó en la lista de cosas que debían hacer - ¿Y

como va el prototipo de los nuevos sensores de temperatura? - quiso saber.

- Está en proceso de revisión - contestó - tienes que firmar esto para darle el visto bueno a las primeras

pruebas.

- Vale - dijo cogiendo la carpeta - voy a leer el informe y ahora lo firmaré.

- Bien… pues… - se movió levemente - voy a seguir trabajando.

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- Sí - dijo sin mirarla - oye Claudia - la paró, Claudia se dio la vuelta para mirarla - ¿Sabías que cada

hora se crean 200.000 bolis como estos? - se lo mostró.

C: ¿Y eso de donde te lo sacas? - preguntó un tanto perpleja por aquella salida de su jefa y amiga.

- Del Discovery Channel - contestó sonriendo.

C: Ya… jefa… creo que te aburres mucho, en serio - bromeó - ahora voy a trabajar.

- Sí, anda, vete antes de que me olvide que eres mi amiga y te despida por esa falta de respeto -

contestó mientras la veía abrir la puerta.

C: No lo harás - dijo entre desafiante y divertida - esto se iría a la mierda sin mí.

- Pues sí - le dio la razón - y por eso te aprovechas…

C: Me voy a trabajar - sonrió - luego vengo a por el informe - terminó de decir sonriendo y dejando a su

jefa con una sonrisa en los labios y jugando con aquel bolígrafo.

Mientras tanto, en otro lugar de Madrid, aparcaba el coche a tres manzanas a aquel edificio casi en

ruinas y se quedó unos segundos parada mirando a su alrededor. Suspiró hondamente, cerró los ojos

dándose fuerza y tomando el gran portafolios que portaba en el asiento de atrás, salió del vehículo

cerrándolo con el mando a distancia. Se puso las gafas de sol y recorrió el camino a pie hasta la entrada

del edificio.

Miró a su alrededor una vez entró, el polvo y los andamios abandonados eran la única decoración de

aquel viejo edificio que casi parecía caerse a pedazos. Anduvo varios pasos escuchando el sonido de

protesta de algún sin techo que había encontrado en aquellas “ruinas” su “hogar”. Hizo caso omiso a los

ruidos y llegando a la escalera subió con cuidado hasta la azotea ubicada en el tercer piso.

- Llegas puntual - le dijo un hombre de mediana edad, vestido con un traje de lo que le pareció Armani y

mirando un Rolex de oro en su muñeca.

- No me gusta hacer esperar a mis clientes - sonrió.

- Por eso me gusta tu forma de trabajar - afirmó.

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- ¿No había otro lugar más cutre para terminar el trato? - preguntó mirando a su alrededor con un gesto

de desagrado.

- Este es el ultimo lugar en el que nos buscarían - contestó.

- Claro… - dijo sin cuestionar lo sospechoso que resultaría encontrar a un millonario aburrido en un

edificio en ruinas - bien… vamos a lo importante… ¿tienes mi dinero? - preguntó queriendo terminar con

eso cuanto antes.

- ¿Tienes el cuadro? - preguntó mostrándole el maletín que portaba consigo, ella elevó el portafolios.

- Perfecto - dijo ella acercándose hasta quedar a escasos metros de él - Es un placer hacer negocios

contigo - continuó diciendo cuando el hombre abrió el maletín enseñándole el dinero que habían pactado

dentro.

- Lo mismo digo - contestó cuando se realizó el intercambio - por cierto - dijo antes de que se marchara

- un trabajo increíble, tengo que felicitarte.

- Gracias - contestó - ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer - terminó de decir cerrando el

maletín - que tengas un buen día - dijo dándose la vuelta.

- Lo mismo digo, Reina Roja - contestó admirando aquel cuadro, ella se sonrió - Así te llama la prensa -

la miró encogiéndose de hombros - ¿No lo has leído?

- No, lo cierto es que no - contestó - pero gracias por decírmelo - dijo autosuficiente - Será mejor que

me vaya.

- Claro - dijo haciéndole un gesto para que se marchara con libertad, y viendo como se daba la vuelta y

desaparecía de su campo de visión.

Llegó al vehículo y guardó el maletín en el doble fondo del maletero, entró de nuevo en el coche y

arrancando se alejó de allí. Se internó en el tráfico de Madrid y callejeó durante varios minutos hasta

llegar a su nuevo objetivo. Esta vez, al aparcar, apretó con fuerza el volante… se quitó la peluca, guardó

las gafas de sol y saliendo de nuevo del coche arreglándose la ropa entró buscando mostrando una

enorme sonrisa.

- ¡Hola! - la saludó alguien nada más verla - te esperaba más tarde.

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- Me he escapado antes - contestó sonriendo abiertamente - hola Vero.

V: Me alegro - sonrió levemente - así al menos charlamos un ratito antes de que me vaya - miró su reloj

- me quedan 10 minutos… ¿nos tomamos un café?

- Claro - contestó mirando hacia el final del pasillo - de todos modos quería hablar contigo o con

Santiago.

V: ¿Ocurre algo? - preguntó mirándola mientras andaban hacia la cafetería.

- No, no - contestó - nada demasiado importante, tranquila - terminó de decir sentándose en una de las

mesas.

V: Bueno, voy por unos cafés y ahora hablamos - dijo alejándose de la mesa para pedir los cafés, y

volviendo unos minutos después con ellos - toma.

- Gracias - le sonrió dándole un pequeño sorbo.

V: Pues tú dirás - le dio pie para comenzar a hablar…

- Pues… bueno, quería llevármela a casa este fin de semana - le dijo mirándola esperando una respuesta

afirmativa…

V: Entiendo - dijo bebiendo de su taza y por la respuesta y la pausa que hizo a ella le pareció que no

parecía ser buena idea - verás, Maca - dijo dejando su taza - no sé si es muy buena idea… últimamente

está demasiado alterada y… bueno… ya te dije por teléfono que ayer tuvimos que sedarla…

M: Lo sé… pero puede que le haga bien estar en casa - insistió - estará bien atendida, yo estaré con ella

todo el día…

V: No sé… háblalo con Santiago, él es quien tiene que darte la autorización - continuó - pero si me

preguntas a mí, yo no creo que fuera lo mejor…

M: Está bien - bajó la mirada - hablaré con Santiago - dijo haciendo que Vero la mirara un tanto

descolocada al ver que hacía poco caso a su recomendación - voy a ir a verla, gracias por el café…

V: De nada - dijo una vez se levantó y bebiendo de nuevo de su taza.

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Anduvo por los pasillos de aquella clínica que tanto conocía. Saludaba a alguna que otra enfermera hasta

que llegó a la puerta. Tomó aire al poner la mano en el pomo de la puerta y sacando una enorme sonrisa

entró encontrándola terminando de arreglarse frente al espejo.

M: Hola, mamá - saludó dándole un beso en la mejilla no correspondido - ¿qué haces?

R: Me estoy arreglando - contestó Rosario con parsimonia - Pedro vendrá a recogerme en cinco minutos

- continuó - va a llevarme a la feria - dijo ilusionada.

M: Ya - bajó la mirada, Pedro, su padre, había muerto cuando ella tenía diez años y ver a su madre de

aquella manera le partía el alma - ¿Por qué no te sientas? - dijo acercándose a ella - Pedro seguro que

tardará un poco aún…

R: Sí… - dijo dejándose llevar por su hija y sentándose.

M: ¿Quieres que te lea un poco? - preguntó viendo como su madre, de nuevo tenía la mirada perdida -

venga… seguiremos donde lo dejamos el otro día…

Comenzó a leerle el mismo libro de siempre, Rosario parecía estar bastante lejos de allí, con la mirada

perdida en un punto de la habitación, como si nadie más estuviera con ella. Maca la miraba mientras leía

y la tristeza volvía a instalarse en su rostro. Unos quince minutos después, Rosario pareció reaccionar y

moviendo la cabeza con lentitud la miró.

R: Maca, hija - dijo mirándola con una sonrisa.

M: Hola, mami - contestó dejando el libro y acercándose para besarla

R: Hija… ¿Has recogido tu cuarto? - preguntó - tu padre debe estar a punto de llegar y seguro que se

enfada si ve todos tus muñecos desperdigados.

M: Está recogido, mami… - contestó aguantándose las ganas de llorar.

R: Vale…

De nuevo volvió a quedar en silencio, Maca volvió a mirarla sin poder evitar que una lágrima saliera de

sus ojos. Rosario no volvió a hablar en todo el tiempo que su hija permaneció allí, quien se dedicaba a

leerle y Rosario parecía escucharla con atención.

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Pocos segundos después, Santiago, el director de la clínica llamaba a la puerta y saludaba a Maca con

educación. Ella salió tras él y tras pedirle lo mismo que le había pedido a Vero, recibió una respuesta

parecida. Rosario no estaba en condiciones de salir de la clínica, últimamente estaba bastante alterada,

se despertaba desorientada y se enfurecía con rapidez, lloraba y tiraba las cosas entrando en un estado

de nervios hasta el punto de haber tenido que sedarla en alguna ocasión.

Desilusionada aunque siendo consciente de la gravedad del asunto, Maca aceptó lo que le decían y tras

volver a la habitación de su madre y estar un rato más con ella, se despidió prometiéndole volver al día

siguiente. Rosario tan solo pronunció un escueto “Adiós” sin tan siquiera mirarla.

Esther entraba en casa dejando el maletín en la entrada, se quitaba la chaqueta y dejaba las llaves en el

recibidor. Tenía ganas de una buena ducha, quería relajarse un poco. Mientras iba camino del baño

accionó el contestador. Un mensaje de su madre recordándole la cena del día siguiente y otro de Claudia

sugiriéndole salir a dar una vuelta. Negó con la cabeza, lo único que le apetecía era un buen baño y

descansar un poco.

Estaba a punto de meterse en la bañera cuando escuchó, de lejos, el sonido de su móvil. Se envolvió en

una toalla y corrió al salón buscando su bolso, una vez lo encontró, sacó el móvil y miró la pantalla.

Sonrió sin poder evitarlo y un segundo después suspiró. Sopesó la posibilidad de no descolgar aunque

finalmente, pulsó aquella tecla verde y se lo llevó al oído.

E: Hola, Maca - saludó con calma.

M: Hola - dijo intentando ponerle un poco de alegría a sus palabras - ¿qué tal?

E: Pues bien, aquí en casa - afirmó - ¿Pasa algo?

M: Nada… solo quería saber como estabas.

E: Pues bien, gracias - contestó.

M: Me alegro - poco a poco, escuchando su voz, iba volviendo su buen humor - ¿Qué hacías?

E: Iba a darme una ducha… así que… ¿querías algo? - preguntó caminando por su piso.

M: Ummm… una ducha… desnuda…

E: ¿Es que tu te bañas vestida?

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M: Claro… con un traje de neopreno - bromeó.

E: Qué rara eres - sonrió por aquello - Bueno… ¿querías algo?

M: Sí… tenemos una segunda cita pendiente - dijo yendo al grano - y había pensado que podría llevarte

a cenar mañana.

E: Mañana es Nochebuena, Maca - le recordó - ceno con mi familia.

M: Ehh… sí, claro - contestó - quería decir pasado mañana… no sé, me gustaría verte en navidad, de

hecho, es lo que voy a pedirle a Papá Noel, una Esther por navidad…

E: ¿Hablas en serio? - preguntó sintiéndose halagada.

M: Absolutamente - contestó - bueno, ¿qué? ¿Crees que Papá Noel me traerá lo que pido?

E: Pues no sé… espérate a Navidad a ver si te lo trae…

M: Jumm… entonces creo que no dormiré en toda la noche - sonrió - estaré de lo más nerviosa…

E: Mala cosa… ya sabes que Papá Noel no aparece si los niños no están dormidos - sonrió ahora ella al

otro lado de la línea.

M: ¿Me estás llamando infantil? - preguntó haciéndose la ofendida.

E: Eso te lo contestaré si Papá Noel te concede tu regalo - continuó.

M: Esperaré ansiosa - dijo susurrante.

E: Bueno… ejem - carraspeó al escuchar aquel tono de voz - tengo que dejarte…

M: Sí, no me cojas frío - contestó - ¿Quieres que vaya y te enjabone… la espalda?

E: Creo que podré sola, gracias - sonrió.

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M: Tenía que intentarlo… - dijo un poco chulesca - entonces te dejo…

E: Sí… que pases una feliz Nochebuena, Maca.

M: Sí, claro… tú también - dijo un tanto triste - que descanses… y… estaré esperando impaciente saber

si me traen lo que pido o no…

E: Hasta luego, Maca - terminó de decir colgando el teléfono con una sonrisa en los labios.

Por su parte, Maca, en su casa, miraba el teléfono con la mirada triste, dejó el aparato sobre la mesa y

se tumbó en el sofá, se tapó la cara con las manos y dejó que un par de lágrimas salieran de sus ojos al

recordar a su madre…

M: Una feliz Nochebuena - dijo repitiendo las palabras de Esther - sí, claro…

La cena de Nochebuena fue muy diferente para una y otra. Maca hizo lo de siempre, lo que llevaba

haciendo desde hacía algunos años, para ella, el 24 de Diciembre se había convertido en una noche

como otra cualquiera. Se había duchad, se había puesto un pijama y tras hacerse un sándwich y coger

una cerveza de la nevera, se había sentado en el sofá a ver películas antiguas.

Esther, por el contrario, pasó la noche en familia, pese a que su familia era realmente escasa, para ella

era una cena perfecta, su madre, el marido de ésta a quien consideraba absolutamente un padre, su tía

y un primo al que no veía desde hacía tiempo ya que trabajaba fuera de España. Se contaron anécdotas,

tararearon algún villancico, bromearon y charlaron de sus vidas haciendo de esa noche, una más que

recordar por lo entrañable que le pareció.

A la mañana siguiente, Macarena se levantó, arregló un poco la casa y se puso a trabajar, debía

preparar un congreso de Publicidad y se le echaba el tiempo encima, su “otro trabajo” había estado

quitándole tiempo para realizar ese. Se metió en el pequeño despacho que había habilitado en casa y

comenzó a organizar aquel congreso teniendo en cuenta las pocas directrices que el presidente de la

Asociación de Publicidad le había enviado por mail.

Por su parte, Esther, pese a que ese día era fiesta, decidió ir a la oficina, necesitaba repasar una vez

más aquellos informes policiales sobre la llamada por la prensa Reina Roja y es que, por mucho que le

hubiera dicho a Claudia, no dejaba de pensar en ello, y sobre todo en la facilidad con la que aquella

mujer había traspasado su sistema de seguridad.

Con su coche accedió hasta su plaza de garaje, separada de todas las demás y anduvo hacia el ascensor

que la llevaría hasta su despacho. El ascensor era sólo y exclusivamente para uso suyo, nadie más tenía

acceso a él y tan solo existía una llave codificada que ella tenía. No hacía ni una sola parada, el elevador

la llevaba directamente a la planta en la que se encontraba su despacho y allí, una vez pasadas más

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medidas de seguridad, accedía a su despacho. Era amplio, quizás el más amplio de todo el edificio, pero

teniendo en cuenta que pasaba las horas en él y que ni salía ni entraba nadie, a excepción de Claudia,

debía ser lo más cómodo posible. Tenía todo lo necesario, una pequeña barra americana con cafetera,

pila, un pequeño frigorífico… a la derecha una puerta que daba a un aseo con ducha incorporada. Una

mesa de trabajo bastante grande, un sofá al otro lado y una serie de cuatro monitores frente a la mesa.

Se sentó en su mesa, dejó la chaqueta y el maletín a un lado y encendió el ordenador. Tras introducir

varios códigos y contraseñas logró acceder al sistema. La mayoría de los archivos estaban ocultos y

asegurados con más contraseñas, a veces se preguntaba cómo hacía para no olvidarse ninguna…

Comenzó con su trabajo abstrayéndose de todo, leyó y releyó el informe policial sobre el robo e hizo lo

mismo con el que habían elaborado sus chicos, pero como ya sospechaba no había nada, absolutamente

nada que le diera una pista. Visualizó los videos de las cámaras de seguridad intentando buscar un fallo,

el mínimo fallo que fuera que pudiera llevarles a la dirección correcta, pero nada de nuevo…

absolutamente nada.

Un tanto frustrada, tras una hora de trabajo, abrió internet e introdujo la dirección de aquel portal de

viajes, se asombró al tener tantas peticiones a la espera y se dispuso a trabajar un poco en aquel “otro

trabajo” para más tarde, cuando acabó de gestionar varias vacaciones de ensueño, leer las noticias y

navegar por la red.

Se sorprendió a sí misma, cuando se dio cuenta de lo que buscaba, ni tan siquiera había sido consciente

de cuándo había comenzado a buscar empresas de cátering ni de organización de eventos en la red

hasta que dio con la que buscaba. Miró la web, tan cuidada como elegante, sin faltar ningún detalle.

E: Sí que falta uno, Esther - se dijo buscando entre varios links de la página - ella no aparece por ningún

lado - terminó de decir, sin hallar ni una sola fotografía de Maca entre aquellas páginas, lo cual, aunque

pudiera ser normal, la decepcionó.

Y fue al sentir aquella decepción al no poder encontrar una fotografía suya cuando se dio cuenta de lo

que estaba pasando… desde que la conoció no había podido dejar de pensar en ella, no solo le había

hecho gracia su forma de actuar, sino que además, le había gustado mucho y era algo que no podía

negarse… no era tan tonta ni tan infantil para engañarse a sí misma tachándolo de “tontería del

momento” o de “soledad”, sabía muy bien cuando le gustaba alguien y Maca le gustaba, le gustaba y

mucho.

M: Ehh… sí, claro - contestó - quería decir pasado mañana… no sé, me gustaría verte en navidad, de

hecho, es lo que voy a pedirle a Papá Noel, una Esther por navidad…

Con el recuerdo de aquellas palabras en su mente y una sonrisa enorme en los labios, buscó en la web

una dirección, al encontrarla abrió su cuenta de correo personal, no solía hacerlo desde el trabajo, pero

aquella vez, no supo qué fue lo que le impulsó a hacerlo.

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“Papá Noel me ha dicho que hay una cena preparada en el “Asador Madrileño” para esta noche a las

21:30 h. Creo que quería que te lo hiciera saber, así que ¡Felicidades! Parece que te han concedido tu

regalo.

Espero verte esta noche.

Feliz Navidad.

Esther”

Releyendo el correo decidió mandarlo sin darle muchas más vueltas. Cerró el correo y volvió de nuevo al

trabajo.

Se impacientaba, eran las diez menos cuarto de la noche y Maca no aparecía… no dejaba de mirar el

reloj mientras bebía de su copa de vino. Sus ojos, iban de manera intermitente de la puerta al reloj y del

reloj a la puerta en un claro síntoma de nerviosismo. Se mordió el labio, quizás había sido un error

mandar aquel mail, pero simplemente no había podido resistirse.

El camarero se acercó preguntándole si quería pedir y ella le dijo que esperaría unos cinco minutos más,

aunque en su rostro se reflejaba cierta decepción por lo que a todas luces era un plantón y de los

gordos, se resistía a levantarse y marcharse. Terminó su copa de vino y mirando una vez más el reloj,

viendo que pasaban ya veinte minutos desde la hora fijada decidió que era mejor irse y no hacer más el

ridículo.

Estaba por llamar al camarero cuando la vio. Entraba en el local con rapidez, mirando a un lado y hacia

otro, con el pelo algo revuelto, un casco en la mano y absolutamente preciosa. Sonrió, no pudo hacer

más que sonreír y mirarla de arriba abajo mientras Macarena preguntaba al recepcionista del

restaurante por ella.

M: Lo siento… lo siento… lo siento… - decía llegando hasta la mesa.

E: Veo que la puntualidad no es lo tuyo - contestó fingiendo enfado por el retraso y poniéndole seriedad

a tus palabras - si lo llego a saber…

M: Esther… - se sentó - lo siento de verdad… no quería llegar tarde pero no me dijiste qué mesón era y

resulta que hay tres mesones madrileños en Madrid y cada uno en una punta de la ciudad… - decía

mirándola.

E: ¿Te has recorrido la ciudad entera buscando el restaurante? - preguntó asombrada por aquello.

M: Pues claro… - contestó - ¿No pensarás que iba a dejar escapar esta segunda cita no? Y menos si es el

mismísimo Papá Noel quien me la concede.

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E: Podrías haberme llamado - le dijo - te hubiera dicho donde era…

M: ¿La verdad? Estaba tan nerviosa que ni lo pensé…

E: ¿Tú nerviosa? - dijo sonriendo - no me lo creo…

M: En serio - sonrió - no todos los días se ceno con la mujer con la que voy a casarme y tener hijos -

terminó de decir haciéndole un gracioso gesto.

E: ¡Anda! ¡Si ya nos ves casadas y todo! - sonrió ella también.

M: Claro - dijo convencida - tengo todo planeado.

E: A ver, cuéntame - le dio pie para que le contara.

M: Vale… nos casaremos en primavera - comenzó - es más bonito, y estarás preciosa con ese traje

verde manzana que te comprarás y… que a mí solo se me ocurrirá quitártelo…

E: No me gusta el verde - soltó.

M: También puede ser blanco - arqueó las cejas - aunque no llegarás muy casta y pura como ese color

representa - ambas rieron - nos iremos a vivir a las afueras, a una casita no muy grande pero muy

coqueta, nuestro primer hijo lo tendremos al año y medio de casadas… - Esther sonrió - cariño, tenemos

que aprovechar un tiempo para nosotras - apuntó graciosamente - el segundo como al año del primero

más o menos… no querremos que se lleven mucho tiempo - Esther afirmó, mirándola con la misma

incredulidad con la que la había mirado el primer día - te negarás a que tengamos perro… pero… me las

arreglaré para convencerte - elevó las cejas varias veces y Esther no pudo más que soltar otra pequeña

carcajada…

E: Y seguro que tendrás hasta el nombre de los niños…

M: Claro: Pedro y Patricia - soltó - y serán guapísimos…

E: Nadie me había planeado la vida de esta manera - la cortó antes de que siguiera - y no sé yo si me

gusta demasiado la idea ¿eh? - siguió - porque a ver… ¿vivir a las afueras? Pillaremos un montón de

atasco para ir a trabajar… ¿Dos niños? Ni siquiera sé si seré buena madre, como para serlo de dos… y un

perro, bueno… me gustan los perros, eso sí que puedo concedértelo.

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M: Bueno… menos da una piedra - llamó al camarero - tú solo dame tiempo y verás que al final se

cumple lo que digo…

Camero: Buenas noches… ¿Han decidido ya?

M: Sí… yo quiero…

Mientras Maca pedía, no pudo apartar sus ojos de ella, aquel cuadro familiar que le había pintado era tan

bonito como utópico… nadie en su sano juicio planifica una vida entera con alguien a la que a penas

conocía y por mucha clave de humor que le hubiera dado a su monólogo, algo le decía que realmente

había podido estar pensando en ello… Quizás en otro momento hubiera salido corriendo si alguien la

hubiera avasallado con aquel proyecto de futuro tan bien definido, sin embargo, en aquella ocasión,

simplemente sonrió, sonrió y se imaginó su vida tal y como la había descrito Maca.

E: Y cuéntame… ¿Qué tal tu cena familiar? - preguntó una vez el camarero se marchó y cambiando de

tema.

M: Muy bien - dijo intentando ponerle entusiasmo - estuve con unos amigos… fue divertido… ¿Tú que tal

lo pasaste?

A partir de ahí, comenzaron a hablar con un poco más de “seriedad” sin dejar los comentarios jocosos,

ni las bromas en ningún momento. Esther reía por alguna que otra ocurrencia de Maca y sorprendiendo

a ésta le seguía las bromas descubriendo su parte más cómica.

Tras cenar, decidieron ir a tomarse algo, estaban muy a gusto la una con la otra y no querían que

terminara la noche. Entraron en un pub cercano en el que, pese a estar lleno, decidieron quedarse.

Pidieron una copa en la barra y se miraron sonrientes. Alguien pasó muy cerca de Esther y para evitar

chocar ésta se acercó más a Maca quien pasó su mano por la cintura de su acompañante estrechándola

contra ella.

Sus cuerpos estaban demasiado unidos. El calor que desprendían las hacía permanecer quietas. Sus

labios eran una absoluta tentación, y sus ojos alternaban los de su compañera con sus labios en una

clara declaración de intenciones…

M: ¿Tienes alguna norma sobre besar a alguien en la segunda cita? - preguntó, en un susurro que erizó

el pelo de Esther.

E: N… no - contestó tragando saliva - ¿por qué?

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M: Por que voy a besarte - terminó de decir antes de atrapar aquellos labios que tanto le habían gustado

la primera vez que los vio y que tantísimas ganas tenía de probar.

Esther correspondió al beso, invitándola a profundizar en su boca y sus lenguas jugaron a presentarse

cuando los labios se abrieron dejándoles paso. Se besaron lenta y apasionadamente, sin importarles

nada la gente que hubiera a su alrededor y simplemente, disfrutando del sabor de sus labios.

Poco a poco fueron bajando la intensidad del beso, hasta regalarse un cortos y rápidos que les hicieron

sonreír. Quedaron abrazadas, mirándose y sonriéndose la una a la otra. Algunos las miraban, otros

pasaban de ellas, mientras que las dos, parecían estar en otro mundo.

E: Besas muy bien - susurró mirándola a los ojos sin borrar su sonrisa.

M: Gracias - contestó, poniendo su ya típico gesto pícaro, Esther arqueó las cejas esperando algún

comentario - tú en cambio podrías mejorarlo ¿eh?

E: ¡Oye! - le dio un pequeño golpe separándose de ella - ¡serás…!

M: Ven aquí - volvió a abrazarla contra sí - que vamos a intentar que lo mejores…

Atrapó sus labios de nuevo, sin tanta contemplación como en el beso anterior, poniendo más pasión al

beso y colonizando su boca en un segundo. Esther no se quedó atrás y no se contuvo, jugando con su

lengua de manera viperina, estrechando ahora ella a Maca…

M: Ummm… ¿ves? - dijo sonriente - eso ha estado mucho mejor…

E: No sé por qué te aguanto - comentó intentando separarse de ella, Maca no la dejó.

M: Porque te gusto, tonta - soltó presumiendo.

E: Pues sí… me gustas - contestó sin negárselo.

M: Tú también me gustas, mucho además - le robó un nuevo beso - y besas genial…

E: Vamos a bailar anda - dijo tirando de ella para mezclarse entre la gente y comenzar a bailar al son de

la música.

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Estuvieron un buen rato en la pista, Maca queriendo provocarla, no dejaba de insinuarse con

movimientos sensuales, acercándose y alejándose de su cuerpo. Dejando sutiles caricias en su piel,

Esther, no queriendo ser menos, se dejaba llevar y contraatacaba con movimientos de cintura que

hipnotizaban a Maca.

La variación de la música las hizo acercarse del todo y pegar sus cuerpos para sincronizar sus

movimientos. Maca se posicionó tras ella y tomándola de las caderas abrazó mientras se movían, las

manos, que parecían haber cobrado vida propia se movían por la cintura de Esther quien se mordía el

labio al sentir suaves besos en su cuello.

E: No hagas eso - susurró girando la cabeza un segundo, Maca aprovechó para volver a besarla.

M: ¿Por qué? - preguntó con una sonrisa en los labios, al tiempo que una de sus manos bajaban por su

muslo.

E: Por que no - contestó, cerrando los ojos un segundo y evitando perder la compostura cuando Maca

atrapó el lóbulo de su oreja entre sus labios.

M: ummm… vaya, vaya - sonreía contra ella, Esther se dio la vuelta entre sus brazos - así que acabo de

encontrar un punto débil de Esther… - decía en voz alta pero para sí misma - interesante…

E: Yo también puedo buscar y encontrar - amenazó - así que no me provoques… - respondió ella, con

una de sus piernas entre las de Maca, y repasando con la yema de sus dedos toda su espalda, logrando

que cerrara los ojos y moviera la cabeza ligeramente - ¿ves? - terminó de decir con una sonrisa siendo

ahora ella la que presumía.

M: Ven aquí - dijo con la voz algo ronca, cogiéndola de la mano y saliendo de la pista para llevarla a un

costado de la sala, escondidas tras una pequeña columna la acorraló contra la pared y la besó con

fuerza, con pasión, dejándole ver el deseo que sentía en esos momentos.

E: Umm… no puedes besar así de bien - susurró cuando liberó sus labios para pasar al cuello.

M: Y tú no puedes tenerme tan loca - contestó al sentir como Esther la estrechaba más contra ella.

Estaban a punto de perder la locura, a punto de olvidarse de que estaban en un lugar público y atestado

de gente, la bomba de deseo que había hecho explosión en sus cuerpos había conseguido que se

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cegaran una en la otra, sin ver nada más que el cuerpo de su acompañante, sus labios, su piel erizada y

sus respiraciones cada vez sonando con más claridad.

No supo porqué abrió los ojos, escuchando una pequeña sonrisa justo al lado de ellas y viendo a dos

chicos que las miraban entre atónitos y excitados, y fue en ese instante cuando se dio cuenta de la

locura que estaban cometiendo… fue cuando volvió a la realidad encontrándose en un bar lleno de gente,

dando el espectáculo y sabiendo que si Maca continuaba un segundo más en su cuello sería capaz de

dejar que le hiciera el amor allí mismo…

E: Maca… Maca, para - le pidió, Maca mordió su yugular y clavó la rodilla en su centro - ummmfff -

ahogó un gemido y cerró los ojos con fuerza - para… para… por favor…

Y Maca paró, dándose cuenta ella también de lo que estaba haciendo, de que estaba perdiendo

totalmente los papeles, se quedó un segundo parada, recuperando la compostura, se separó levemente

mirando sus ojos inyectados de fuego y se mordió le labio imaginándose lo que le haría si estuvieran en

otro lugar.

M: Lo siento - dijo una vez recuperó el aliento - lo siento… he… he perdido el control…

E: No solo tú - contestó - yo también lo he perdido por un momento… - decía acelerada.

M: Anda… vamos a tomar otra copa - se separó del todo de ella - necesito algo frío…

Volvieron a la barra, pidieron una nueva copa y se la tomaron entre miradas deseosas y un intento

frustrado por apagar el fuego. Comenzaron a hablar de cosas insustanciales, queriendo evitar

“Pensamientos pecaminosos” como en algún momento los había llamado Maca y consiguieron relajarse.

Una hora después salían del local, cogidas de la mano y riéndose por alguna tontería que había dicho

Esther.

M: ¿Has venido en coche? - preguntó cuando llegaron a la moto de Maca - ¿quieres que te acerque?

E: Vivo aquí cerca - contestó sin separarse demasiado de ella - iré andando.

M: Entonces te acompaño - dijo guardando las llaves que acababa de sacar.

Comenzaron a andar, de nuevo tomadas de la mano y mirándose de manera cómplice. En cinco minutos

llegaron al edificio de Esther, el silencio se había hecho el protagonista, como si se creara un halo de

misterio entre ellas que las envolvió hasta que llegaron a la puerta del portal.

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M: Oye y… ¿Me vas a invitar a subir o tienes una norma que dice que no invitarás a nadie hasta la quinta

o sexta cita? - preguntó chistosa.

E: Ja ja ja muy graciosa - rió con algo de ironía al darse cuenta de que se estaba “burlando” de ella - iba

a invitarte - afirmó con la cabeza, Maca sonrió - pero ahora por lista creo que voy a crear esa norma que

has dicho…

M: No será verdad - se sorprendió.

E: Claro que lo es - reía - así que… hasta la ¿quinta o sexta era no? - no al dejó contestar - pues eso,

hasta la quinta o sexta cita, nada de nada…

M: Va, Esther - se acercó a ella intentando besarla.

E: No… no me vas a convencer - se echó hacia atrás - buenas noches, Maca - dijo robándole un beso.

M: Buenas noches - contestó con una sonrisa, sin insistir más, a ella también le gustaba ese juego y…

también sabía jugarlo - una cosa más - dijo antes de que entrara, y sin decir una sola palabra la acercó

a ella y la besó como lo había hecho en el bar, haciendo que todos los puntos nerviosos del cuerpo de

Esther se activaran al contacto de su lengua - que descanses… - terminó de decir con chulería…

E: Ehhhh… Maca que… - la paró al verla alejarse. Tras el beso había cambiado de opinión y Maca se

sonrió al ver de nuevo el fuego en sus ojos.

M: Hay que respetar las normas, Esther - sonrió - nada de nada hasta la quinta o sexta cita… - y dicho

esto, guiñándole maliciosamente un ojo y sabiendo como la había dejado se marchó con una enorme

sonrisa en los labios - Me encanta - se dijo a sí misma cuando ya enfilaba la calle donde estaba aparcada

su moto.

E: Me encanta - pronunció Esther en el ascensor y relamiéndose los labios, teniendo aún el sabor de los

besos de Maca en ellos.

Aquella mañana se levantó con una sonrisa en los labios, hacía mucho, muchísimo tiempo que no se

sentía como flotando en una nube. Esther le había parecido la mujer más interesante, lista, guapa y

bromista que había conocido en mucho tiempo. Le encantaba el juego que se traían y mucho más le

encantaba ella.

Sí, debía reconocer que le gustaba, le gustaba y mucho, hasta el punto de plantearse una relación con

ella de manera seria. Ella, la que no quería compromisos, la que siempre dijo que no se casaría, la que

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perdió la ilusión en el amor siendo niña escuchando las broncas de sus padres, ahora era ella misma la

que sonreía tontamente al pensar en Esther y en una posible relación.

No estaba enamorada, o al menos era lo que se decía, demasiado pronto para enamorarse, pero sabía,

que si seguían viéndose, si continuaban con lo que fuera que estaban comenzando le sería muy fácil

enamorarse de ella y por primera vez en mucho tiempo no tuvo miedo al pensarlo.

Compró el periódico de todos los días y volvió a casa. Leyó los titulares se tomaba el segundo café del

día. No les hacía demasiado caso, los leía por encima hasta que llegó a la sección de Anuncios por

Palabras.

Comenzó a leer varios de los anuncios, riéndose con algunos y prestándole más atención a otros hasta

que llegó a uno que le hizo tomar un lápiz y una hoja de papel. Concentrándose solo en aquel anuncio,

mordió el lápiz y comenzó a leer.

Requiere Recomendación: se necesita chica para trabajar en una juguetería del centro, ofrecemos buen

ambiente de trabajo. Rápida incorporación. Buen salario. Jornada intensiva con horario de

mañana. Pagas extras por navidad y todas las fiestas adicionales.

Releyó aquel anuncio varias veces buscando algún tipo de señal que le dijera qué mensaje ocultaba.

Sergio, el encargado de dicha página en aquel periódico y antiguo compañero de juegos de su niñez

tenía muy claro como empezar un anuncio cuando recibía algún “mensaje” que hacerle llegar, siempre

esas dos mismas palabras: Requiere Recomendación. Así comenzaban los anuncios en los que alguien

quería contratar sus “servicios”: RR ◊ Reina Roja.

Descubrió un cambio de fuente en varias letras de distintas palabras y tras señalarlas primero en el

mismo periódico las escribió en el papel que había tomado:

RR: Tengo un trabajo para ti.

Escueto y conciso, y como a ella le gustaba, sin ningún tipo de información que pusiera en peligro su

anonimato, ni el de la persona que quería contratarla. Aquella era una forma fácil y sencilla de

encontrarla, muy pocas personas leían ya los anuncios por palabras de los periódicos, con tanto adelanto

tecnológico e Internet, nadie se entretenía en aquel modo de búsqueda. Se levantó y cogió el teléfono

de casa marcando los dígitos y esperando al otro lado de la línea.

S: Sabía que no tardarías en llamar - soltó nada más responder al cuarto tono.

M: ¿Cuánto te han pagado esta vez? - preguntó ella del mismo modo.

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S: No más de lo que me pagas tú - dijo entre sonrisas.

M: ¿Sabes quién es? - quiso saber.

S: No hago preguntas, no me cito con nadie y el pago se hace por intermediarios… así que no… no tengo

ni idea de quién es…

M: Lo suponía - contestó.

S: Y yo supongo que me llamas porque quieres dar una respuesta ¿verdad? - preguntó.

M: Ajá - dijo a modo de respuesta - apunta: Se vende casa en plaza mayor, frente a cafetería “Sol”

llamar a las 17:30h. - terminó de decir - ¿lo tienes?

S: Copiado - contestó de manera cómica.

M: Vale, gracias Sergio, en cuanto lo vea publicado te haré llegar tu dinero.

S: Siempre es un placer - dijo antes de colgar.

Tal y como había prometido, el anuncio salió publicado al día siguiente. A las 17:30 en punto, estaba

sentada en una de las mesas de la cafetería Sol. Miraba atentamente a cada persona, buscando algún

indicio que le dijera que la policía estaba cerca o que aquello era una trampa, sin embargo, nada parecía

indicar tal cosa. Vio a un hombre entrar y sentarse mientras miraba todo a su alrededor, lo vio pedir un

café y mostrarse un poco nervioso recorriendo con su mirada a todo el mundo. Se levantó, pagó su

consumición y salió del local.

- Disculpe - le dijo una chica con aspecto demacrado, como enferma, quizás, según la primera impresión

de aquel hombre, drogada - ¿Necesitaría una chica para una juguetería? - preguntó directamente.

- Lo cierto es que sí - afirmó tras un segundo mirándola a los ojos - ¿Está interesada?

- Me han dejado esto para usted - dijo la joven dejándole un papel sobre la mesa y marchándose tal y

como había venido.

Miró el papel y leyó lo que decía, lo citaban en otro lugar, algo más concurrido, de hecho, era el lugar

más concurrido de toda la ciudad en ese momento. Miró a su alrededor intentando buscar alguna mirada

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que le dijera quien era, pero no encontró nada. Volvió a leer el papel, “En el Km 0, en quince minutos”:

Con prisas se levantó, pagó y corrió para llegar a la cita.

Se abrió paso entre los turistas que se hacían fotos en aquel lugar emblemático, miró a su alrededor y

esperó impaciente. Se frotó las manos y se elevó el cuello del abrigo, hasta que una voz sonó tras él.

M: No se gire - Pronunció a su espalda - aún no es el momento de vernos las caras.

- Entiendo - contestó - la Reina Roja, supongo.

M: Así me llama la prensa - contestó con una sonrisa - dígame… ¿Cómo ha contactado conmigo?

- Tengo un amigo con el que hizo tratos y me dijo que es usted la mejor - le explicó - yo solo vengo a

ofrecerle un trabajo muy suculento.

M: ¿Qué tipo de trabajo? - preguntó.

- Uno que le dará más dinero del que pueda imaginar - dijo entre risas, mirando aún al frente.

M: Bien… le explicaré como funciona - continuó ella diciendo - envíe la información a éste apartado de

correos - le pasó disimuladamente un papel - yo lo leeré, si me interesa, aceptaré, sino, no volveremos

a tener contacto. Nos veremos sólo en el momento en que yo decida si hago el trabajo o no - continuó

diciendo - Si veo cualquier indicio, por mínimo que sea, de que la policía pueda estar implicada, no habrá

trato, si descubro que tiene intención de delatarme, desapareceré. Envíeme junto con la información un

número de teléfono, asegúrese de que sea seguro - advirtió - yo contactaré con usted.

Y tan pronto como dijo aquello, se marchó de allí. Cuando él se dio la vuelta para mirarla no encontró

más que un niño queriendo hacerse una foto. Sonrió, se frotó las manos nuevamente, y con

tranquilidad, comenzó a andar entre la gente.

Semana y media después, salían del cine tomadas de la mano, habían pasado un buen rato con una

nueva comedia de estreno, se habían reído de lo lindo y lo más importante, habían estado juntas. Se

mostraban encantadas de su cercanía, se robaban algún beso y se miraban con ojos iluminados. Maca

sugirió ir a tomar algo y Esther aceptó encantada, cuando se sentaron en aquel bar miraron a su

alrededor como si de pronto la vergüenza hubiera hecho mella en ellas.

M: Bueno… - dijo queriendo mantener el clima de bienestar que tenían hasta ese momento - no ha

estado mal para una cuarta cita - sonrió.

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E: ¿Cuarta? - preguntó mirándola y viendo su mirada - creí que era la tercera.

M: No, de eso nada, es la cuarta, que las estoy apuntando - dijo claramente bromeando.

E: Maca, acompañarte al supermercado porque te pusiste muy pesada por teléfono no puede

considerarse una cita - razonó.

M: ¿Quién lo dice? - cuestionó de nuevo.

E: Pues… no sé, pero seguro que no es una cita.

M: ya… cariño, ¿acaso existe un código secreto de citas? No… - se contestó - por lo tanto, es una cita.

E: Maca…

M: En serio, hubo de todo - sonreía - estuvimos juntas… tuvimos una conversación interesante…

E: Sí hablar sobre si es mejor elegir cocacola antes que pepsi te resulta interesante…

M: Pues sí - dijo energéticamente - para mí es muy difícil elegir entre una u otra así que sí, era muy

interesante saber tu opinión.

E: Vale - no pudo más que reírse.

M: Y lo más importante… nos besamos, por lo tanto, fue una cita…

E: Está bien… tú ganas - Maca sonrió orgullosa - no sé como siempre te sales con la tuya.

M: umm… soy así de perfecta - elevó los hombros.

E: Y muy creída - continuó.

M: Eso también… pero es parte de mi encanto…

Durante un buen rato, estuvieron tomando algo en aquel bar, hasta que viendo que se les hacía tarde,

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emprendieron camino a casa. Como pasaba casi siempre que se veían, Maca la acompañaba hasta su

edificio y en la puerta se despedían con un beso.

La diferencia, esta vez, era que el beso no terminaba, que las ganas volvían a sus cuerpos y que de

nuevo, revivían aquel día en la discoteca cuando casi perdieron la cordura.

Maca había profundizado el beso hasta el punto de acorralar a Esther contra la pared, bajo el hueco de

la escalera, no queriendo quedarse atrás, ella la abrazaba contra sí misma sin permitirle alejarse. Las

manos comenzaron a vagar por sus cuerpos buscando piel que colonizar, las respiraciones, como aquella

vez, comenzaron a sonar algo más inquietas y cuando Maca dejó su boca para pasar al cuello,

succionando cerca de la yugular, Esther no pudo reprimir un gemido.

E: Maca… - dijo sintiendo los mordiscos que iba dejando en su piel.

M: Dime…

E: Sube… - le pidió, haciendo que Maca dejara el cuello para mirarla - sube conmigo… - decía acelerada.

M: ¿Te estás saltando las normas? - sonrió, llevando una de sus manos hasta el trasero de Esther quien

cerró los ojos y se mordió el labio - aún nos quedan una o dos citas para llegar a ese punto… - la miraba

deseosa y veía el fuego en sus ojos.

E: A la mierda las citas - soltó con convicción - a la mierda las normas… te deseo - ahora fue ella quien

mordió su labio inferior de manera sugerente - y sé que tú también me deseas…

M: Umm… niña mala - sonrió contra su boca, queriendo devorarla sin contemplaciones - Pero la verdad

es que mañana tengo que levantarme muy temprano - dijo intentando mantener la calma - tengo

trabajo pendiente…

E: Yo también - aseguró Esther, dibujando sus labios con la lengua - Vamos… no puedes decirme que no

te apetece - y más la tentaba, con sus movimientos, su tono de voz, sus palabras y esas leves caricias

que estaban volviéndola loca aún sobre la tela.

M: Claro que me apetece - afirmó, volviendo a su cuello - me apetece mucho… me has estado

calentando toda la semana…

E: ¿Yo? - preguntó con una sonrisa pícara y haciéndose la santita.

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M: Sí… tú - contestó estrechándola entre sus brazos - no puedes decir ciertas cosas por teléfono… y

tampoco puedes ir al supermercado con ese escotazo que llevaste…

E: Tú me incitabas a decirlas - contestó con una sonrisa canalla - y además... quería saber cuánto

aguante tenías - susurró.

M: Aún puedo aguantar un poco más - dijo cerrando los ojos por un nuevo beso de Esther.

E: ¿Seguro? - preguntó llevando una de sus manos hasta su pecho y apretándolo con decisión.

M: Uhmm… - cerró los ojos, queriendo seguir jugando un poco más - Seguro…

E: ¿Seguro? - volvió a preguntar, ésta vez clavando la rodilla en su centro, sonriendo al sentir el temblor

de Maca entre sus brazos y para rematar, escondió la cabeza en su cuello…

M: Uff…. - cerró los ojos moviendo levemente sus caderas creando más contacto con la rodilla de

Esther…

E: ¿Seguro que puedes aguantar? - preguntó una vez más, volviendo a su boca, loca por aquel cuerpo

que la encendía como nadie lo había hecho hasta ese momento.

M: No, no puedo - y se abalanzó sobre sus labios con una pasión desmedida, empujándola para llegar

hasta el ascensor y llamarlo a tientas mientras se perdía totalmente en su boca. Las conversaciones

telefónicas algo subidas de tono que habían tenido durante toda la semana, las indirectas que se habían

lanzado cuando se habían visto y ahora ese último toque de gracia había hecho que todos sus propósitos

por hacerla esperar, por elevar su pasión sin darle lo que quería y por seguir con aquel juego se fueran

al traste… pues lo cierto era, que para ella, también estaba siendo una tortura…

El viaje en ascensor había sido el más excitante que habían hecho, nada más cerrarse las puertas de

nuevo se enredaron en un beso más apasionado que el anterior, como si hubieran dejado el poco recato

que les quedaba fuera de él.

A trompicones, enlazadas llegaron al fin a la puerta del piso de Esther, quien terminando el beso se dio

la vuelta para intentar abrir. Cosa difícil teniendo en cuenta que Maca no dejaba de atacarla con besos

en la nuca e intentando abrir los botones de su camisa…

E: Umm… espera - le pidió - así no atino…

M: Date prisa - apremió abrazándola por la cintura.

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La cerradura al fin cedió y entraron como si se les fuera la vida en ello. De nuevo inmersas en un beso

profundo, Maca acorraló a Esther contra la pared como ya lo había hecho en el vestíbulo… terminó de

abrir todos los botones y hundió la cabeza en su pecho por encima del sujetador…

M: Qué buena estás - susurró ante la respiración de una Esther que cerraba los ojos con fuerza…

E: Tengo… tengo que desconectar la alarma - se acordó dándole la espalda para poder marcar los dígitos

- por Dios… - gimió al sentir a Maca meterle mano de nuevo - qué manos más largas tienes… - decía con

la respiración ya cortada - dame un segundo…

Dándole una pequeña tregua, Esther consiguió introducir los dígitos que desconectarían la alarma del

piso. Al darse la vuelta, Maca la miraba con el fuego saliendo de sus ojos y mordiéndose le labio la miró

de arriba abajo, anticipándole con esa mirada lo que tenía en mente hacerle…

E: ¿Te enseño la casa? - preguntó tomando aire y sonriendo al ver la expresión de su compañera.

M: Claro - se abalanzó de nuevo a sus labios - luego…

Una vez más y como lo había hecho antes, atrapó los labios en un beso rabioso y apasionado que les

cortó la respiración. En un arrebato llevó las manos a sus glúteos y la elevó del suelo haciendo que

Esther cruzara las piernas alrededor de sus caderas…

A trompicones, mordiendo su cuello, y deseándola con cada fibra de su piel, comenzó a andar por aquel

desconocido apartamento buscando la habitación.

E: Es… este es el salón - decía sin casi poder respirar.

M: Muy bonito - susurró sin mirar, más atenta en aquel cuello y aquel pecho que la incitaban de manera

loca.

E: Y… esa es la… la cocina… ummm… - se mordió el labio, acallando un gemido cuando Maca mordió la

parte superior de su pecho…

M: Preciosa, también - contestó volviendo a su boca - ¿y tu habitación? - preguntó entre besos locos.

E: Ultima puerta - ahora era ella la que mordía sus labios - al fondo - la besaba jugando levemente con

su lengua, haciendo que deseara más - del pasillo - terminó de decir hundiéndose de nuevo en su boca y

prolongando el beso todo lo que pudo.

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Pararon en el pasillo, a escaso metro y medio de la habitación. Maca dejó en el suelo a Esther quien sin

separarse de ella, se deshizo de la camiseta de su compañera, al mismo tiempo que dejaba caer su

camisa. Las manos volaban buscando la piel y los dientes arañaban todo cuanto tenían a su alcance.

Maca abrió los botones del pantalón de Esther en un movimiento certero e introdujo la mano entre las

piernas, notando la humedad creciente de una Esther que respondió apretando el culo de Maca y

mordiendo el lóbulo de su oreja.

E: Ughh… Vamos a la habitación, Maca - consiguió articular - me estás matando…

Y por fin llegaron, arrancándose la ropa, desgarrando la tela de la ropa interior, necesitando el contacto

directo. Cayeron sobre el colchón, desnudas, entre mordiscos, besos y leves arañazos consecuencia

directa de su deseo y las ganas por tenerse. Maca se posicionó sobre Esther, teniendo todo su cuerpo a

su merced, mirándola como jamás la había mirado nadie; no recordaba sentir tan latente tan físico el

deseo de alguien por ella…

M: No sabes las ganas que tenía de esto - le declaró besando de nuevo ese cuello que tan loca la traía y

bajando hasta su pecho. Mordió el pezón derecho y lo estiró, provocando que Esther volviera a morderse

el labio acallando un fuerte gemido, la otra mano de su amante, viajó hasta el otro pecho jugando con el

erecto pezón - no te contengas - susurró en su oído - quiero oírte…

E: Yo también quiero oírte a ti - protestó al verse atrapada sin posibilidad de acariciarla.

M: Luego… - cortó el movimiento, besándola nuevamente, al tiempo que acoplaba una de sus piernas

entre las de Esther, logrando contacto directo contra su sexo.

E: Espera… espera - dijo logrando voltearlas y quedando ahora ella sobre Maca - primero quiero hacerlo

yo - soltó, y comenzó a besarla por todo el cuerpo, con osadía, con necesidad, buscó su pecho y se

deleitó en caricias, con su lengua bordeo toda la aureola atrapando finalmente el pezón mientras Maca

iba perdiendo la poca compostura que le quedaba - dios… eres mejor de lo que imaginaba - murmuró

mientras sus manos bajaban por sus caderas.

M: Para… para - la paró viendo a donde se dirigía y una vez más rodaron por la cama - ¿Por qué tú

primero? - preguntó mirándola a los ojos, ambas soltaron una sonrisa pícara, aquello también era “la

guerra” - quiero hacértelo yo…

E: No… primero te lo hago yo - esta vez no le dio tiempo a contestar, ni a reaccionar, ni tan siquiera a

pensar, simplemente, llevó la mano a su sexo y comenzó a manipularlo de una manera que enloqueció a

Maca - te veo muy necesitada, cariño - se burló al sentir cómo estaba…

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M: Umm… ¡joder! - gritó deseosa y moviendo sus caderas contra su mano - vale… vale - se dio por

vencida tumbándose en la cama y haciendo que Esther se tumbara de nuevo sobre ella - hazlo tú… haz

lo que quieras conmigo…

E: Eso me gusta más - sonrió maquiavélica besándola con profundidad.

Y Esther hizo lo que quiso con ella, le hizo el amor de una manera desconocida para Maca, quien no

podía respirar, no podía hablar, tan solo era capaz de soltar gemidos mientras Esther se zambullía entre

sus piernas con una pasión y una fogosidad que no hacía más sino elevar su excitación hasta límites

insospechados…

M: Ufff… dios… no pares… no pares… sigue… sigue… ohgg…

Esther sonreía al escucharla y cuando sintió que llegaba, cuando todo el cuerpo de Maca se

convulsionaba, la penetró haciendo que el orgasmo llegara con más virulencia, con más fuerza. Maca

gritó con total desesperación.

Tardó unos minutos en recuperarse, Esther la miraba con una mezcla de orgullo y deseo en los ojos,

mientras iba subiendo por su cuerpo dejando leves besos a su paso. Cuando llegó a su altura, fue la

propia Maca quien buscó sus labios y la besó con ganas. Se separaron, se miraron con una sonrisa en los

labios. Macarena peinó un mechón de pelo de Esther y lo colocó tras su oreja, ella cerró los ojos al sentir

la caricia.

E: ¿Estás bien? - preguntó al ver que no hablaba.

M: Más que bien - contestó en un susurro - me has dejado… uff… que no sé ni como describirlo.

E: Me alegro - dijo con algo de chulería.

M: Ven aquí - se rió dando la vuelta a las tornas - te toca a ti - le dijo - así que prepárate, porque no

tendré piedad contigo - le advirtió y la risotada que soltó Esther fue cortada una vez más por la boca de

Maca buscando su lengua…

Despertó sintiendo la luz del sol directamente en sus ojos, se movió ligeramente en la cama encontrando

vacío a su lado. Sonrió de lado, aquella noche, tras horas y horas de caricias, besos y gemidos habían

sucumbido al sueño sin tan siquiera darse cuenta.

Agudizó el oído, escuchando sonidos provenientes de la cocina. Se levantó y buscó algo que ponerse,

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cuando cubrió algo su cuerpo salió de la habitación, encontrándose aquel pasillo en el que no había

reparado al llegar, siguió los ruidos y llegó a la cocina, encontrándose con Esther quien movía las

caderas mientras la radio devolvía algo de música, cubierta tan solo por una camiseta que le llegaba

hasta medio muslo y esperando a que el café terminara de salir.

M: Buenos días - dijo apoyándose en el marco de la puerta.

E: Buenos días - contestó con una sonrisa dándose la vuelta - ¿qué tal has dormido? - preguntó, sin

saber como actuar, sin saber si acercarse o esperar a que lo hiciera ella.

M: Bastante poco, pero… muy relajadita - sonrió de medio lado, acercándose a ella y besándola

levemente - ¿qué haces? - preguntó quedándose cerca de su cuerpo

E: Café… - señaló la máquina - y un par de tostadas - le comunicó.

M: ¿Te ayudo?

E: No, ya está - sonrió - siéntate, que ahora te sirvo.

Dicho esto se sentó sin dejar de mirar aquellas piernas, recordando como se habían entrelazado con su

cuerpo toda la noche, como la habían vuelto loca, y no solo sus piernas sino todo su cuerpo la había

vuelto absolutamente loca. Esther carraspeó con una sonrisa en los labios al ver hacia donde se dirigía

su mirada y elevando la cabeza le guiñó un ojo de forma pícara.

E: ¿A qué hora tienes que ir a trabajar? - preguntó sirviendo un par de tazas.

M: Pues… - miró el reloj de cocina - en media hora tendría que marcharme - dijo llevando sus manos

hasta las piernas de Esther y acariciándolas levemente.

E: Maca… - le advirtió.

M: ¿Qué? - sonrió al ver su rostro y volviendo a acariciarla.

E: Venga… va - se sentó frente a ella dejando el desayuno en la mesa - que no te va a dar tiempo…

M: Sí… tienes razón - contestó comiéndosela con la mirada.

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Desayunaron entre miradas y sonrisas algo tímidas. Maca se duchó y Esther apagó la tentación que

sintió de ir a acompañarla, no tenían demasiado tiempo, Maca tendría que trabajar y ella debía ir a la

oficina, así que… ya habría más tiempo, pensó para sí misma.

Se despidieron con un beso profundo a la entrada del piso, prometiéndose llamarse y quedar ese mismo

día. Lo cierto era que les costó bastante separarse, finalmente, y viendo que se les echaba la hora

encima consiguieron tomar rumbo a sus respectivos “trabajos”.

Llegó a la oficina sin poder borrar su sonrisa, agradeció que el ascensor fuera tan solo de su uso

exclusivo, así, ninguno de sus trabajadores podría reírse de la cara de lela que seguramente tenía. Se

quitó la chaqueta y se sentó encendiendo el ordenador. Recibió una llamada interna, Claudia pedía

autorización para subir a su despacho.

C: Buenos días - dijo entrando ya, tras pasar por los controles de seguridad.

E: Hola - contestó medio cantando - ¿Qué tal?

C: No tan bien como tú, por lo que parece - sonrió - menuda carita que traes…

E: He tenido una buena noche… - afirmó mordiéndose el labio.

C: ¿Y no me lo vas a contar? - preguntó curiosa.

E: Aún no - contestó - es pronto, pero ya te lo contaré… - le dijo, Claudia sonrió de negando con la

cabeza.

C: siempre tan cautelosa - murmuró - bueno… a lo que venía - dijo sacando una carpeta - “Eternity” va

a preparar la presentación de su “Diamante azul”.

E: ¿Otro de esos súper eventos sociales? - preguntó, Claudia afirmó con la cabeza, sabiendo lo poco que

le gustaba a Esther ese tipo de eventos - pues… encárgate tú personalmente de la seguridad…

C: ¿Yo? Esther estoy cargada de trabajo.

E: Eres la mejor, Claudia, y teniendo en cuenta lo que pasó en el museo no me fio de nadie más -

contestó.

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C: Esther… tú eres la mejor - le dijo ella - deberías hacerlo tú.

E: Yo no puedo y lo sabes - afirmó con energía - no voy a exponerme de esa manera, hay muchas

personas que dependen de que yo siga en el anonimato…

C: Está bien - aceptó, pues en el fondo sabía el peso que llevaba a sus espaldas, nadie podía saber quien

era la verdadera directora general de aquella empresa, nadie debía relacionarla con la empresa, si lo

hacían, podría poner en riesgo muchas cosas y era consciente de lo mucho que a Esther le afectaba

tener que estar escondiéndose, pero siempre lo ocultaba - te informaré de todo.

E: Lo sé - dijo en un tono más apenado, y Claudia supo que había metido la pata insinuando que era ella

la que tenía que dar la cara - voy a seguir trabajando - dijo a modo de despedida.

“Roba en casa de su vecino y la policía da con él al olvidarse las llaves de su domicilio dentro de la casa

en la que estaba robando”

M: Aficionados - murmuró al escuchar la noticia en la radio, aparcada a unos cien metros de su objetivo,

mientras sacaba fotos a la entrada de aquel lugar.

Observaba el ir y venir de personas, mientras buscaba algún punto flaco en la seguridad, aunque bien

sabía que, si finalmente aceptaba, debería estudiarse mejor los planos del edificio, así como cada detalle

más mínimo del personal.

No tenía muy claro si aceptar ese trabajo o no y antes de dar una respuesta había querido ir a ver un

poco el estado de seguridad del lugar, quería tener la certeza de que podía hacerlo antes de dar una

respuesta positiva. Cuando recogió la información en aquel apartado de correos esa misma mañana, se

había sorprendido enormemente al ver cual iba a ser el objetivo, y aunque sabía que ese robo, si lo

llevaba a cabo de manera satisfactoria le daría la posibilidad de dejar ese “trabajo” al menos por un

largo, largo tiempo, no lo tenía demasiado claro, así que ahí estaba, intentando buscar algo que le dijera

que sería más fácil de lo que parecía.

Apuntó en una libreta la hora en la que se llevaba a cabo el cambio de turno y sonrió al ver, que los

guardias se entretenían mientras se daban el reporte de lo que había sido el turno anterior.

Miró a su alrededor, aquella calle no era demasiado transitada, lo que trastocaba un poco sus planes si

quería confundirse con la gente.

Enfocó la cámara hacia la parte alta de las puertas, fotografiando un par de cámaras de seguridad

dirigidas directamente hacia la entrada, cada rostro, cada movimiento debería quedar registrados en sus

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videos. Luego bajó un poco el objetivo enfocando las puertas blindadas y de doble tiempo de apertura,

primero se abría la más exterior y cuando ésta se cerraba, quien entrara quedaba “atrapado” entre ésta

y la siguiente puerta que solo parecía abrirse desde dentro, alguien tendría que pulsar el dispositivo de

apertura.

Dirigió la cámara un poco más a la izquierda y por fin encontró lo que iba buscando. Amplió el zoom de

la cámara para ver así, a un costado de la puerta y bastante disimulado, la pequeña placa en la que se

leía el nombre de la empresa que llevaba la seguridad: “Werty´s Security” rezaba el letrero.

M: ¡Mierda! - protestó, pues por lo que sabía, aquella empresa de seguridad, era una de las más

potentes del país y pese a que el robo al museo había sido fácil, era consciente de que el sistema de

seguridad de la pinacoteca no había sido actualizado en años… en éste lugar, sin embargo, parecía que

había sido revisado.

Sacó un par de fotografías más, apuntó anotaciones en una libreta y arrancó. Dio una vuelta a la

manzana, intentando saber hasta qué punto el edificio estaba vigilado por fuera. Decidió que por ese día

y para ser la primera inspección ocular, ya tenía bastante, así que tomando el siguiente cruce se alejó de

allí.

M: Demasiada seguridad para una joyería - se dijo chasqueando con los dientes al ver una cámara más

en la esquina del edificio y una ultima en la salida de emergencia de la tienda.

Mientras conducía iba pensando en todo lo que debería hacer: Tendría que entrar en el edificio y ver “in

situ” el sistema de seguridad del interior. Debería conseguir los planos del edificio completo y estudiar

las salidas de emergencia. Necesitaría clonar una de las tarjetas identificativas de algunos de los

trabajadores,pues visto el sistema de seguridad exterior, estaba segura de que el interior sería

muchísimo más complicado y posiblemente tendrían algún lector de tarjeta para poder acceder a la sala

donde guardarían el diamante, también debería hackear el software de seguridad del edificio y cargar un

virus que le permitiera tener los minutos necesarios para copiar los códigos de seguridad que le harían

falta…

Llegó a casa, pensando que tal vez, aquel robo no iba a ser una buena idea. Encendió el ordenador y

comenzó a buscar datos de su objetivo. Internet le devolvió un montón de información, pero nada le

servía. Ya conocía el objeto y sabía todas sus características. Lo que ella necesitaba eran datos más

concretos y sabía que en ese momento, cuando tenía que volver a salir, no tenía demasiado tiempo para

investigar un poco más. Guardó un par de datos que le parecieron interesantes, encriptó toda la

información y cuando estaba a punto de cerrar el ordenador de nuevo algo llamó su atención.

En una de las múltiples páginas que había abierto en internet, leía algo que la hizo sonreír, aquello podía

facilitarle mucho las cosas, si conseguía que saliera bien:

“La joyería Eternity prepara la presentación de su Diamante Estrella “M&EForum”. Valorado en casi dos

millones de Euros y con una gran expectación en el público, Eternitý está preparando una gran gala de

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presentación de dicho diamante. Aún se desconocen los datos del lugar de dicha presentación y la fecha

exacta del evento, lo que sí podemos asegurar desde éste momento, es que seguro será el

acontecimiento social más importante del año.”

Tal vez, si lograba que su empresa se encargara de organizar aquel evento, tendría una posibilidad

mayor de realizar el trabajo. Sin embargo, aún había algo que no terminaba de gustarle en toda esa

historia, algo que le hacía pensar en no aceptar el trabajo y es que aquel robo no iba a ser como los que

había realizado con antelación. Ella no solía robar algo de tan gran valor, normalmente, cuando robaba

algo lo hacía sabiendo que el dinero que le supondría era el que necesitaba, ni más ni menos y ese

diamante vaía dos millones de euros, lo que suponía el robo más grande que había realizado jamás y por

ende el más complicado. Aun así, debía reconocer, que si lo hacía, no tendría que volver a hacerlo en

mucho tiempo y eso era demasiado tentador, cambiar de vida, dar un giro drástico y hacer las cosas

bien por fin… sin complicaciones, sin estar las 24 horas del día pensando que en cualquier momento

alguien podía dar con ella… que podría llevar una vida “normal”.

Salió de nuevo de casa, mientras en su cabeza una enorme lista de pros y contras para aceptar ese

trabajo no le dejaba pensar en otra cosa. Aparcó frente a aquel edificio y suspirando hondamente salió

del coche y se dirigió a la puerta.

Una enfermera la saludó con cordialidad, ella respondió y continuó su camino, llegó a la habitación de su

madre y entró encontrándola sentada frente a la ventana, con la mirada perdida en el exterior y los

brazos cruzados.

M: Hola, mami – saludó acercándose y besándola en la mejilla, su madre ni tan siquiera se inmutó -

¿cómo estás hoy?

Como respuesta lo de siempre, silencio, total y absoluto silencio. La miró con tristeza, sintiendo como

algo dentro de su alma se desgarraba un poquito al verla de aquella manera. Esa mujer, llena de vida

hasta hacía podo, vitalista, activa, de aquellas mujeres que no podían quedarse paradas más de una

hora, ahora estaba allí, sentada en una silla y viendo pasar la vida mientras sus recuerdos se borraban

poco a poco. Se le hizo un nudo en la garganta, recordando todo lo que su madre había hecho por ella

desde que era pequeña, como la había sacado adelante sola, sin el apoyo de nadie y sacando fuerzas

desde donde no había. Y ahí estaba, en la clínica privada más cara del país, en la mejor clínica de

enfermos de Alzheimer de Europa, donde ella la había llevado, sin reparar en gastos, porque se lo

merecía, porque su madre merecía lo mejor, y no le importaba lo que costara, pues ella se encargaría de

obtener el dinero que fuera necesario para pagar la elevada cantidad mensual que aquella clínica pedía.

Y era por eso, simplemente por eso por lo que aún no había rechazado el trabajo, porque aquel robo, le

daría una cantidad de dinero como para pagar un año entero la clínica sin preocuparse de volver a

buscar más…

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R: Macarena hija – escuchó que le decía su madre, mirándola levemente - ¿Has ido ya a la prueba del

vestido? – preguntó.

M: Sí, mamá – contestó con tristeza – y me queda muy bien.

R: Hija mía – sonrió – vas a ser muy feliz… Fernando es un chico estupendo…

M: Lo sé – le dijo recordando aquella conversación años atrás, antes de anular su boda, antes de

enamorarse de la primera mujer de la que se enamoró… - y recordó el rostro de su madre emocionada

al verla con el vestido de novia y una lágrima salió de sus ojos.

De nuevo el silencio se hizo eterno, Rosario volvía a mirar al infinito, perdida seguramente, en las

lagunas de su memoria. Tomó una manta y se acercó más para taparla, ese día, hacía bastante frío…

quizás, no era el clima lo que enfriaba su cuerpo, sino la sensación de vacío y pérdida que sentía al verla

así.

M: He conocido a una chica, mamá – le comentó, aunque su madre no hizo ningún movimiento – es una

mujer increíble… me gusta mucho… y yo a ella – sonrió de lado – creo que podría enamorarme de ella

¿sabes? Pero tengo mucho miedo… - declaró – tengo miedo a que descubra lo que soy… lo que hago y…

no sé… supongo que hoy tengo el día tonto – se cortó, sin saber cómo explicarse.

Rosario simplemente la miró, sonrió con cariño y acarició su rostro, no dijo ni una sola palabra,

simplemente dejó una caricia en su mejilla y como antes, volvió la vista a la ventana.

Un buen rato después, tras leerle, hablar y hacerle compañía, salía de la habitación. Habló con Santiago,

el director de la clínica quien le comunicó que, a causa de la crisis – le había dicho – había aumentado la

cuota mensual, ella lo miró, afirmó con la cabeza y le aseguró que no habría problemas.

Tras un rato más hablando con el director sobre el estado de su madre y la posibilidad de llevársela un

fin de semana, salió por fin del despacho para tomar rumbo hacia la salida. Cuando estaba a punto de

llegar al hall una voz la paró.

V: ¿YA ni te pasas por mi despacho a saludar? – preguntó con una sonrisa tras ella.

M: Lo siento, creí que no trabajabas hoy – contestó con educación.

V: Y no lo hacía, pero tenía que venir por unas cosas – sonrió - ¿qué tal has visto a tu madre?

M: Pues… más tranquila que la última vez.

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V: Sí, la verdad es que últimamente está más calmada – le dio la razón – oye… ¿te apetece que

tomemos algo? – preguntó tras unos minutos.

M: No puedo Vero – contestó – tengo cosas que hacer…

V: Voy a empezar a pensar que no te intereso en lo más mínimo – le dijo, y tras decirlo sonrió

haciéndole saber el tono cómico de su frase – venga, ya nos vemos otro día.

M: Sí, otro día – contestó dándose la vuelta para marcharse.

V: Maca – de nuevo la voz de Maca la paró – se te ha caído esto – dijo sacando una figurita de ajedrez,

concretamente una reina, no roja, sino blanca, pero el efecto fue el mismo, se quedó algo petrificada, lo

disimuló todo cuanto pudo, acercándose a ella para mirar la figura desde más cerca – No sabía que te

gustaba el ajedrez…

M: Y no me gusta – afirmó con toda la tranquilidad que pudo poner – y no es mío… no tengo ni idea de

dónde ha salido.

V: Ah… pues se le habrá caído a alguien – comentó.

M: Seguramente – contestó – hasta luego, Vero.

V: Hasta luego – dijo viendo cómo se alejaba y mirando de nuevo aquella figurita que tenía entre las

manos.

Llegó de nuevo a casa, con una sensación un tanto extraña tras aquel equívoco de Verónica. En un

primer momento se había visto descubierta, sin ninguna opción de librarse de aquello, sin embargo,

Vero parecía haberse convencido de que encontrar esa figurita justo cuando ella pasaba no había sido

más que una simple y llana coincidencia y, teniendo en cuenta que el Ajedrez estimula la memoria y que

en muchas clínicas se utilizan como ejercicio para la mente, no pareció tan raro la excusa de que había

sido a otra persona a quien debía habérsele caído la dichosa figurita…

Se olvidó del tema, simple y llanamente se olvidó del tema, sin querer darle más importancia de la que

tenía. Su identidad estaba a salvo y nadie sospechaba de ella, ni la policía, ni nadie ninguna empresa de

seguridad y por supuesto, mucho menos la tal Vero que se le insinuaba cuando no debía y no se

enteraba nunca de que no le interesaba.

Tras darse una ducha y relajarse un poco, intentando que la mirada ausente de su madre y su poca

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comunicación no le afectaran más de lo normal, llamó a Esther, tenía ganas de verla, de hecho, lo único

que quería en ese momento era verla y que le diera un abrazo.

M: Hola, preciosa – dijo intentando disimular la tristeza con la que siempre salía de la clínica.

E: Hola – contestó cantando - ¿qué tal?

M: Pues bien… acabo de darme una ducha y… tengo ganas de verte – dijo directamente.

E: Yo también – afirmó con una sonrisa al otro lado de la línea.

M: ¿Por qué no te vienes a casa y vemos una peli tranquilitas? – le sugirió.

E: Pues… - miró su reloj, aún le quedaba un rato para salir de la oficina – tengo que terminar unas cosas

de trabajo… ¿me das una hora?

M: Sí, claro, si además yo también tengo que hacer unas cositas – le contestó – te espero aquí ¿sí? –

terminó de decir un poco triste

E: Maca… ¿Estás bien?

M: Sí, claro… ¿por qué lo dices? – quiso saber.

E: No sé… te noto un tanto apagadilla… - continuó ella – y no has soltado ninguna de tus bromas…

M: Es solo que estoy cansada – afirmó – pero en cuanto vengas se me pasará…

E: Vale, intentaré no tardar mucho – le prometió – te veo en un ratito.

M: Sí, un beso. Hasta luego preciosa – dijo colgando el teléfono tras la despedida de Esther.

Colgó el teléfono y encendió el ordenador, abrió toda la información que había guardado antes de salir

hacia la clínica y volvió a revisar los datos. No, no sería un robo fácil… de hecho, si lo pensaba un poco

más, rechazaría la oferta… pero había un problema, aquella subida en la cuota mensual de la clínica y un

experimental pero carísimo nuevo tratamiento del que Santiago le había hablado le instaban a aceptarlo.

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Empezó a hacer cuentas, viendo el dinero que aún tenía y el que necesitaba, la mirada perdida, vacía y

triste de su madre la golpeó recordándole por qué hacía lo que hacía y simplemente, se dio por vencida.

Volvió a encriptar la información y la guardó, fue a su dormitorio y se puso algo de ropa. Miró el reloj,

Esther aún tardaría, tomó las llaves de casa y salió de allí.

En la calle, anduvo un par de manzanas hasta encontrar la cabina telefónica que iba buscando. Entró en

el cubículo y descolgó sacando de su bolsillo una pequeña tarjeta que llevaba consigo. Introdujo un par

de monedas y marcó esperando respuesta.

-¿Sí? – contestaron al tercer tono.

M: ¿Señor Lara? – preguntó.

SL: Sí, soy yo – contestó.

M: Acepto el trabajo – dijo escuetamente.

SL: ¡Eso es estupendo! – exclamó.

M: Sí… estupendo – susurró no muy convencida.

SL: Bien, dígame cuál es el siguiente paso – quiso saber.

M: El siguiente paso es el mismo que ahora, señor Lara…

SL: Llámeme Raúl – la cortó – ya que vamos a ser socios…

M: Ya… verá, señor Lara – dijo haciendo hincapié en su forma de dirigirse a él – a partir de ahora no

volveremos a tener ningún tipo de comunicación – le dijo – es importante que no intente contactar

conmigo, nadie puede saber que usted y yo hemos hablado alguna vez – siguió diciendo – cuando el

trabajo esté hecho, yo volveré a ponerme en contacto con usted y buscaremos un punto de encuentro

para hacer el intercambio. Le vuelvo a advertir, señor Lara, que si veo cualquier indicio de que esto es

una trampa desapareceré, nadie me volverá a ver el pelo y usted se quedará sin su preciado “objeto”.

R: Estoy conforme – afirmó.

M: Eso sí, no es un trabajo fácil y tal vez no lo consiga…

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R: Estoy seguro de que lo hará – afirmó – nadie más que usted puede hacerlo, por eso la contraté.

M: Sí… ya… - negó con la cabeza levemente, aquello no le gustaba demasiado, demasiada confianza en

ella en un instante – volveré a llamarle cuando necesite que nos veamos. Que tenga un buen día.

R: Usted también – escuchó que decía antes de colgar el teléfono.

Cuando Esther llegó a casa ella aún estaba redactando aquel informe que necesitaba enviar lo más

pronto posible, así que cuando el timbre sonó, dejó el documento abierto en el ordenador y pensando en

las palabras exactas que debía escribir se acercó a la puerta y sonrió el verla frente a ella.

M: Hola – dijo con una mirada boba en la cara – has llegado pronto…

E: Tenía ganas de verte – contestó sin ocultar las ganas que tenía, se acercó a ella y rodeándola por la

cintura la besó con ganas – Hola – saludó tras el beso.

M: Anda pasa – dijo abriendo más la puerta para dejarla pasar - ¿quieres algo de beber? – preguntó

cuando llegaron al salón.

E: Una cerveza si tienes – contestó mientras echaba un vistazo a su alrededor, sonriendo al verse por

primera vez en casa de Maca, el ordenador encendido llamó su curiosidad y por deformación profesional

o por sus increíbles ganas de saberlo todo de Maca se acercó hasta él y comenzó a leer el documento

que estaba abierto.

M: No he tenido tiempo de acabarlo, se me ha hecho un poco tarde – dijo a su espalda, dándole la

cerveza y rodeando su cintura.

E: No pasa nada – sonrió dejándose caer sobre su pecho - ¿Puedo preguntar qué es?

M: Ya lo has hecho – contestó besando levemente su cuello – es un informe – dijo cerrando la pantalla

del ordenador – para un posible cliente… me han pedido que envíe un informe detallado de los eventos

que he realizado y mi forma de trabajar, y una propuesta para el que él quiere organizar… - le explicó –

aunque no termina de convencerme como me está quedando…

E: ¿Por qué? – preguntó dándose la vuelta y sonriendo, ambas se alejaron del ordenador y se sentaron

en el sofá.

M: Porque supongo que soy demasiado perfeccionista – se elevó de hombros, pasó el brazo por los

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hombros de Esther y la acercó a su cuerpo, necesitaba tenerla cerca – es un acto muy importante y para

mí sería genial poder llevarlo yo, realmente necesito poder organizar la presentación…

E: ¿De qué se trata? ¿Tan importante es? – preguntó mirándola.

M: Será el evento social más importante del año – afirmó – y, para mi empresa, me vendría muy bien

esa publicidad…

E: ¿El más importante del año? – volvió a levantar la mirada para verla – he leído algo de eso en la

prensa – siguió - ¿Tiene algo que ver con el diamante ese de la joyería…?

M: Eternity – terminó de decir por ella – y sí… - contestó – ese es el gran evento, la presentación “en

sociedad” del Diamante M&EForum… o Diamante Azul… - Esther afirmó bastante sorprendida por

aquello, su empresa y la de Maca tendrían que trabajar juntas si aceptaban la propuesta de la

organizadora, sería interesante… una forma de “estrechar lazos” con ella. Aunque bien sabía que eso no

ocurriría, porque Maca nunca se enteraría de que ella era precisamente la persona encargada de la

seguridad…

E: Tal vez pueda ayudarte – soltó, pensando que quizás, podría convencer al dueño de la joyería para

que se decantara por la empresa de Maca, automáticamente se mordió la lengua al pensarlo, no debía

mezclar trabajo con placer, eso, no la llevaría a nada bueno – quiero decir – siguió – con el informe y la

propuesta…

M: Eso sería perfecto – contestó bajando hasta su boca para besarla levemente – pero luego… ahora

solo quiero estar así contigo…

Y Esther volvió a notar ese tono triste y apagado que había escuchado un rato antes al teléfono, y sintió

el cuerpo de Maca algo vulnerable, en la forma en la que la abrazaba, en su ausencia de bromas y

comentarios jocosos, en la seriedad de su mirada, sin embargo, no preguntó… aún no se sentía con la

plena confianza de preguntar ciertas cosas y esperaba que fuera la propia Maca quien le contara lo que

le pasara…

Y Esther volvió a notar ese tono triste y apagado que había escuchado un rato antes al teléfono, y sintió

el cuerpo de Maca algo vulnerable, en la forma en la que la abrazaba, en su ausencia de bromas y

comentarios jocosos, en la seriedad de su mirada, sin embargo, no preguntó… aún no se sentía con la

plena confianza de preguntar ciertas cosas y esperaba que fuera la propia Maca quien le contara lo que

le pasara…

Tres semanas después, Maca recibió la noticia de que sería su empresa la encargada de organizar el

evento. Aquello fue motivo de celebración y organizó una cena con Esther, ésta por su parte, aunque se

alegró por la noticia siendo muy buena para la empresa de Maca no pudo evitar preocuparse. Pese a que

en un principio, cuando Maca le contó su idea de organizar ella el evento había incluso pensado en

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hablar con el dueño de la joyería, luego sopesó la posibilidad e inmediatamente la rechazó. No,

obviamente no era una buena idea que fuera Maca quien organizara la presentación, aquello conllevaba

tener que investigarla a escondidas, meterse en su vida y averiguar cosas que si Maca no le había

contado, ella no se veía con derecho a saber todavía… pero tuvo que aceptarlo, porque viéndola tan

contenta con aquel nuevo trabajo y sonriendo abiertamente, no pudo hacer más que brindar con ella y

desearle mucha suerte.

Su relación, es esas semanas había comenzado a ser algo más que un comienzo, a pesar del poco

tiempo que había transcurrido desde el primer día que se conocieron y de que no habían hablado de ello

abiertamente, ambas se consideraban ya una pareja que poco a poco se iba estableciendo con unos

cimientos demasiado profundos. Y es que, aunque ninguna había abierto la boca, aunque ninguna se

atrevía a expresar sus sentimientos con palabras, ambas sentían que de una manera tranquila, segura y

fuerte, se estaban enamorando…

Habían terminado la noche en casa de Esther. Maca dormía tranquila, desnuda a su lado mientras ella no

podía dejar de mirarla, las sensaciones que le despertaba teniéndola así comenzaban a asustarla. Ella no

era de las que se enamoraba tan fácilmente, siempre había sido más racional que pasional, necesitaba

tenerlo todo bajo control. Sin embargo, con Maca, nada había estado bajo su control desde que la

conociera, la miraba y sentía ese sentimiento apretándole en mitad del pecho y más miedo sentía.

Estaba asustada, demasiado, porque su vida no era fácil, nunca lo había sido, porque su trabajo

conllevaba una responsabilidad tan grande que a veces le abrumaba y no podía compartirla con nadie, y

sabía que con Maca tampoco podía, no si no quería ponerla en peligro, no podía si quería mantenerlo

todo en orden… Mucha gente dependía de su autocontrol y sentir como se volvía loca, como se olvidaba

del mundo entero cuando estaba con ella, era algo que le daba pavor.

Se levantó con cuidado tapándose con una camiseta y salió de la habitación. Por eso no tenía relaciones,

por eso no había dejado que nadie se acercara tanto a ella, porque una vez llegados a ese punto, todo

se complicaba. Tenía que mentirle, algo que odiaba sobremanera y nunca la dejaría “entrar” del todo en

su vida y por el contrario, en unos días, ella se entraría de lleno en la suya, a hurtadillas, buscando en

cada recoveco de su vida, traicionando su confianza y descubriendo sus secretos. Se sentó en el sofá,

¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a ser capaz de seguir siendo profesional cuando se trataba de ella?

¿Realmente podría hacerlo?

M: Esther… - escuchó que decía Maca apoyada en la puerta - ¿Qué haces aquí?

E: No podía dormir – afirmó con una sonrisa, y de nuevo, se olvidó del mundo, de sus preocupaciones y

sus inseguridades al ver esa mirada iluminada por la luz de la Luna.

M: ¿Estás bien, cariño? – preguntó acercándose algo preocupada y sentándose a su lado.

E: Sí – sonrió más ampliamente al escuchar aquel apelativo – solo me he desvelado un poco…

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M: ¿Qué es lo que te preocupa, Esther? – preguntó directamente, porque intuía que había algo.

E: Es una tontería, de verdad – contestó intentando quitarle hierro al asunto, mientras llevaba su mano

a una de las piernas desnudas de Maca.

M: No será tanta tontería si no te deja dormir – insistió, preocupada al verla de aquella manera.

E: ¿De verdad quieres saberlo? – preguntó sin mirarla, llevando su mirada hasta su mano y dibujando

figuras inconexas sobre su pierna con la yema de los dedos.

M: Sí – fue lo único que contestó.

E: Estoy un poco asustada – sonrió de lado aún sin atreverse a mirarla.

M: ¿Asustada por qué? – Quiso saber, Esther se elevó de hombros, ella tomó su mentón y la obligó a

mirarla - ¿qué te asusta? – insistió.

E: Todo – contestó clavando la mirada en sus ojos, y se recriminó su error, porque al perderse en su

mirada supo que no sería capaz de ocultarle nada – todo esto – continuó – todo lo nuestro me asusta –

Maca la miraba sin entender muy bien qué quería decirle – me estoy enamorando de ti con demasiada

rapidez… eso es lo que me asusta – terminó de decir en un susurro.

Y Maca quedó petrificada, absolutamente asombrada por aquella declaración, la garganta se le secó y las

palabras quedaron arrinconadas en algún lugar lejano. Esther la miraba, con una mezcla de ilusión por

una respuesta parecida y la decepción por su silencio. Bajó la cabeza, consciente de que Maca no diría

nada, que tal vez, ella se había precipitado al decirle aquello, que quizás tenía que haberse mordido la

lengua antes de hablar, pero como le venía pasando, no controlaba nada de lo que hacía o decía.

E: Voy a la cama – anunció levantándose, necesitando salir de allí, alejarse de ella y calmarse, mientras

se formaba un nudo en su garganta desilusionada por la falta de reacción de “¿su chica?”

En el salón, en la misma posición que la había dejado, sin ser capaz de mover ni un ápice de su cuerpo,

Maca digería aquellas palabras, mientras su corazón saltaba de alegría y su razón le recriminaba a gritos

aquello.

¿Cómo había dejado que pasara? ¿Cómo había sido tan estúpida como para dejar que llegara tan lejos?

Aquello no podía ser, esa relación no tenía futuro ninguno… ella era una ladrona, robaba a la gente, y en

cualquier momento, lo quisiera o no, por mucho cuidado que tuviera alguien podría descubrirla e iría a la

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cárcel… ¿qué pasaría entonces con Esther? ¿Qué pasaría con ella si Esther la descubría? ¿Cómo lograr

que aquello funcionara cuando era consciente de que sería una “relación a medias”?

Y es que, lo cierto era, que tal y como estaban las cosas, no podría darse por entero a Esther, siempre

habría una parte una parte de su vida en la que ella no tendría cabida, siempre habría alguna mentira

enturbiando aquella relación… siempre tendría que estar ocultándole cosas, sin dejarla entrar del todo en

su mundo… ¿Cómo sobrevive una relación si no se es del todo sincera con tu pareja?

Se tapó la cara con las manos, negó con la cabeza, se agobió, se agobió de tal manera que ya no sabía

qué hacer, qué decir o cómo comportarse, estuvo a punto de levantarse, recoger sus cosas y salir de

aquella casa para siempre… sí, debía hacer eso, eso era lo mejor que podía hacer, salir de allí, salir su

casa y de su vida, dejarla libre para que otra pudiera hacerla feliz, que otra pudiera darle lo que ella no

podía… y sin embargo no era capaz de moverse, no se levantó ni se marchó, porque simplemente… no

podía.

Un leve gemido sordo proveniente de la habitación llamó su atención. Agudizó el oído y pudo diferenciar

con nitidez el sonido de un llanto. Algo se desgarró dentro de su alma, Esther lloraba… Fue en ese

instante, en ese preciso momento cuando se dio cuenta de que nunca podría dejarla, de que jamás se

perdonaría hacerle daño… se dio cuenta, de una manera dolorosa, de que también se había enamorado

de ella…

Se levantó con rapidez y fue con ella. La encontró en la cama, de medio lado, de espaldas a la puerta y

sí, llorando. Cerró los ojos con fuerza, tomó aire y siguió sus impulsos. Se acostó a su lado, sintiendo

más claramente el temblor de su cuerpo, la abrazó, unió su cuerpo al suyo y escondió el rostro en su

cuello. Sintió también un par de lágrimas recorrer su mejilla, tembló con ella…

M: Yo también estoy asustada – susurró en su oído – porque también me he enamorado de ti, Esther –

terminó de decir, apretando más su cuerpo, y sintiendo como Esther se aferraba a ella con más fuerza.

Se despertó escuchando ruido en la cocina. Miró a ambos lados de la cama, encontrándose sola y viendo

que la claridad del día comenzaba a entrar por la ventana sin pudor alguno. Miró el reloj de la mesita de

noche, las 11:15 ¡Se había dormido! Dio un salto en la cama y quedó sentada, cerró los ojos y se mordió

el labio al recordar por qué se sentía tan cansada: Anoche, de madrugada, tras aquella conversación que

había mantenido con Maca sobre lo que sentían la una por la otra, habían terminado haciendo el amor

durante horas, quedándose dormida casi al amanecer, por lo tanto, no parecía tan raro haberse quedado

despertado tan tarde. Sonrió sin poder evitarlo y los ojos volvieron a iluminarse ilusionados. Con la

necesidad de verla de nuevo, terminó de levantarse y poniéndose algo de ropa salió a su encuentro.

En la cocina, Maca hacía algo de café mientras se peleaba con el exprimidor eléctrico de Esther, ésta,

desde el umbral de la puerta la miraba sin borrar su sonrisa. Cuando su chica se sintió observada se dio

la vuelta y mirándola algo sorprendida sonrió de igual manera.

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M: Me has chafado la sorpresa, que lo sepas – le dijo dándose la vuelta de nuevo para seguir con el

desayuno – pensaba despertarte y llevártelo a la cama…

E: Puedo volver a la habitación si quieres – contestó sin moverse de su sitio.

M: No, ya no – contestó – por cierto… ¿no tenías algo más corto que ponerte? - preguntó viendo como

Esther tan solo llevaba una camiseta que le llegaba hasta medio muslo, la misma que se puso la primera

vez que durmieron juntas.

E: ¿Te molesta? – preguntó juguetona.

M: Hombre… molestarme… lo que se dice molestarme… pues no – sirvió un par de tazas de café – solo lo

decía por si tenías algo más corto, que te lo pusieras.

E: Creo que tenía por algún sitio una minicamiseta… - dijo pensando – muy escotada, de tirantes… y con

un dibujo bastante sugerente…

M: Mira, vamos a dejarlo – continuó ella – porque como sigas poniendo esos tonitos no vamos a

desayunar, te lo advierto – concluyó dándole más veracidad a su “advertencia” con un gesto de su

mano.

E: Ven aquí, anda – se acercó a ella – que aún no me has saludado y creo que no he hecho nada malo

para que me tengas castigada…

M: Eso querría yo – sonrió – castigarte… - se mordió el labio.

E: Pues… luego si quieres… yo me dejo ¿eh? – la abrazó.

M: Ya verás ya… - rió antes de atrapar sus labios por fin… - anda, vamos a desayunar.

Se sentaron en la mesa y mientras Maca continuaba disponiéndolo todo. Esther la miraba embelesada,

aún no se creía del todo lo que había pasado esa noche. Habían reconocido lo que sentían, se lo habían

dicho cara a cara y pese a que el miedo y la preocupación seguían bien instaladas en su cabeza, no

quiso hacerles caso, realmente, lo único que quería era vivir aquello con Maca y olvidarse del mundo

entero.

M: Ya puedes empezar ¿eh? – escuchó que le decía – se te va a enfriar… - dijo señalando la mesa,

donde ya había dejado todo lo que había preparado.

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E: Perdona, estaba distraída – sonrió volviendo en sí.

M: Ya me he dado cuenta – sonrió – aunque claro, conmigo aquí, como para prestarle atención a otra

cosa – dijo claramente bromeando.

E: ¡Pero mira que eres creída! – exclamó, lanzándole la servilleta y haciendo que Maca soltara una

carcajada.

M: Sí, pero te encanto, no puedes negármelo – sonrió mordiendo una tostada y haciendo un gesto

presumido.

E: Eres… ufff… me enervas – soltó, ante la sorpresa de Maca por aquella salida.

M: ¿Te enervo? – cuestionó con una sonrisa juguetona.

E: Pues sí – desafió, también jugando – me enervas, me agotas…

M: Ya… ya sé que acabas absolutamente rendida en la cama cuando te hago el amor – soltó una vez

más y Esther abrió la boca asombrada por aquella nueva manera de llevarlo todo a su terreno.

E: No sé qué voy a hacer contigo – se dio por vendida, porque estaba segura que dijera lo que dijera,

Maca soltaría otro de sus comentarios.

M: Se me ocurren un par de cosas – continuó ella, acercándose a su cuerpo, con un dedo tiró del cuello

de la camiseta todo lo que pudo y miró bajo la ropa – y ninguna decente la verdad… - Esther rió – ven

aquí tonta – la acercó y la besó con profundidad.

En ese momento sonó el teléfono de Esther, suspirando algo frustradas por aquel corte, se levantó y

dedicándole una mirada coqueta salió al salón para coger el inalámbrico y contestar mientras Maca la

miraba con deseo.

E: ¿Sí? – sonrió a su chica que le puso morritos para pedirle un beso, se lo dio – Hola mami… sí, en

casa, me has llamado a casa, mamá, y yo he contestado, pues estoy en casa – Maca sonrió y ella

también – no… no me pasa nada… que no me pasa nada – puso los ojos en blanco – mamá… ma…

¡mamá! ¡Que solo me he acostado tarde y no he dormido mucho! Vale… que no… que no te grito… -

suspiró, Maca volvió a sonreír – vale, va, dime ¿qué pasa? … sí, estoy bien – repitió con tono cansino –

no… hoy no creo que pueda ir… pues porque tengo cosas que hacer… sí, mañana creo que sí puedo…

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vale… sí… venga, mañana os veo… dale un beso a Miguel… vale, yo también… adiós – colgó mirando a

Maca – mi madre – le dijo, su chica asintió – a veces puede ser un poco pesadita…

M: Pues como todas las madres… - dijo con un deje de tristeza.

E: Sí, pero la mía además de pesada, es que está aburrida… Miguel se ha ido a ver a un amigo que está

hospitalizado y al verse sola, pues se aburre… - le contó.

M: Ya… ¿Miguel es tu hermano? – le preguntó.

E: No… es mi padre – contestó sacándola de su error.

M: Perdona… es que como le llamas por su nombre en lugar de decirle “papá” – comentó explicando su

confusión.

E: Bueno… - bajó la cabeza y Maca creyó que había metido la pata – en realidad no es mi padre… es el

marido de mi madre… llevan muchísimos años casados – le explicaba – y realmente en la práctica es mi

padre… pero no sé por qué, nunca me dio por llamarle papá… aunque lo siento como tal… - dijo bajando

un poco la mirada, Maca continuaba escuchándola en silencio – Mi padre… mi verdadero padre nos dejó

cuando yo era una niña – terminó de contarle con tristeza…

M: Lo siento, cariño – contestó tomándola de la mano – Mi padre también murió cuando yo tenía nueve

años – dijo ella tras un segundo de silencio en el que las sonrisas habían desaparecido y la tristeza había

llegado a sus cuerpos…

E: Yo también siento lo de tu padre – dijo jugando con sus dedos.

Durante unos segundos quedaron en silencio. No se miraban, aquel recuerdo las había dejado tristes,

ninguna de las dos sabía qué decirle a la otra y sin embargo querían decirse muchas cosas… finalmente

fue Esther quien habló.

E: ¿Tú madre no se volvió a casar? – quiso saber, Maca cerró los ojos un segundo.

M: No… ella no… no se casó – fue lo único que pudo contestar sintiendo un tremendo nudo en la

garganta… Esther la miró, ella le devolvió la mirada y poco a poco fueron sacando unas tímidas sonrisas

con las que se dijeron la una a la otra que no estaban solas, que ya no estaban solas. Apretó la mano de

Esther entre las suyas y amplió su sonrisa – bueno… - dijo pasados unos minutos – basta de penas –

Esther sonrió – ¿Tienes que trabajar hoy o quieres que hagamos algo juntas? – preguntó dejando atrás

el tema familiar, no quería enturbiar ni un segundo que pasara con Esther.

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E: Terminemos de desayunar, deja que haga un par de llamadas y luego ya vemos qué hacemos ¿vale?

– contestó al tiempo que le daba un mordisco a una de sus tostadas, con más ganas de quedarse con

ella que de ir a la oficina… llamaría a Claudia y le diría que no iba a ir… por un día… no pasaría nada.

M: Vale – contestó acercándose y dándole un beso lento y tierno – umm… sabes a mermelada – susurró

- ¡Que rico! – exclamó susurrante ganándose una tierna sonrisa de su chica.

E: ¿Te gusta? – preguntó coqueta.

M: Me encanta – sonrió volviendo a besarla – tú me encantas – murmuró en su boca.

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Ares: ¿Cómo puedes defender tal despropósito? – soltó el Dios de la Guerra un tanto cansado de tanta

ñoñería – eso que vemos, Dioses, no se parece en nada a lo que nuestro querido amigo llama “Amor” –

dijo en claro tono despectivo al pronunciar aquella palabra.

Eros: ¡Claro que lo es! – exclamó – se quieren, ¿No lo ves?

Ares: Jajaja – se rió de él – yo lo único que veo son dos mujeres que no hacen más que mentirse para

lograr sus propósitos – soltó con autosuficiencia – y debo añadir que me agrada mucho poder ser testigo

de ello – se levantó – Yo y todos los Dioses aquí presentes, estamos siendo testigos de que eso que

profesas con tanta devoción es inexistente.

Afrodita: Tal vez no fuera así, si dejaras de influenciarlas como lo haces – acusó.

Ares: ¿Yo? Mi querida Afrodita – sonrió encantado de aquella situación – lo han hecho ellas solas, yo no

he tenido que hacer absolutamente nada… - miró de nuevo a Eros – mi querido Eros… va siendo hora de

que abandones éste lugar, ha quedado demostrado que yo tenía razón.

Eros: ¡Aún no! – dijo enérgico – ni tan siquiera hemos llegado al punto de la historia que tan hábilmente

(buscando la escenas que mejor te convenía) nos mostraste – seguía rebatiendo – Hay una gama entera

de matices entre el blanco y el negro, Dios de la Guerra y aún queda mucho por ver en esta historia.

Atenea: Una vez más, he de darle la razón a Eros – dijo ante el desagrado de Ares – Aún no hemos

llegado al final… toma tu asiento de nuevo, Ares, y déjanos proseguir con la historia.

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Ares: Agg… está bien – dijo de mala gana – Pero busquemos otro punto de la historia… esta parte es

muy aburrida – continuó con desdén – tanto… Amor… está haciendo que me duerma…

------------------------------------------------- X -----------------------------------------------------

DOS MESES DESPUÉS.

Quedaban muy pocos días para la presentación del famoso Diamante y todo eran nervios y cambios de

última hora. Mientras Maca parecía histérica con la inminente llegada del evento, Esther intentaba

mantenerse tranquila viendo que nada hacía presagiar ningún tipo de problema.

Estaba en su despacho, repasando la ubicación de las cámaras de seguridad mientras miraba de reojo

un informe que debió leer hacía ya casi mes y medio y que aún permanecía sobre su mesa sin abrirse.

Claudia pidió autorización para subir a su despacho. Suspiró, sabía lo que le diría y no tenía ganas de

volver a escucharlo, aún así, le concedió el permiso y dejó que pasara.

Mientras tanto, en algún lugar de Madrid, Maca pagaba la cantidad de dinero pactada a aquel “sin techo”

que hacía escasos segundos había realizado aquella llamada de teléfono.

C: Tenemos un problema – le dijo nada más abrir la puerta.

E: ¿Qué problema? Si está todo más que atado – contestó intentando calmarla.

C: De eso nada – dijo sacando un pen drive y mostrándoselo – tienes que escuchar esto – se lo pasó

viendo como lo introducía en el ordenador – es de hace tan solo unos minutos. Estamos intentando

localizar la llamada - Mientras decía esto, el archivo terminaba de cargarse y Esther la miró justo antes

de que el reproductor comenzada a reproducir lo grabado.

“Se está preparando el robo de la historia – decía la voz de un hombre – Cuatro hombres armados

entraran a robar El Diamante azul el mismo día de su presentación”.

La comunicación se cortó, dejando a Esther con la cara de asombro más evidente que había puesto en

su vida. Miró a Claudia quien le devolvía una mirada igual de asombrada, volvió a escuchar la grabación,

sin decir una sola palabra y repitió la reproducción una vez más antes de cerrar el ordenador.

E: ¿Lo habéis rastreado? – quiso saber, entrando en un segundo ordenador, conectando el pen drive y

comenzando a abrir archivos.

C: Estamos en ello – contestó – pero ha sido una llamada demasiado corta… no creo que podamos dar

con él.

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E: Vale… - decía sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador – voy a aislar el sonido ambiente, tal

vez pueda darnos alguna pista de donde ha sido.

Durante unos segundos más, quedaron en silencio, atentas a cada movimiento que hacía Esther en el

ordenador, aquello sí que era un problema, un grandísimo problema. Claudia echó un vistazo por el

despacho, encontrando aquella carpeta aún sin abrir, negó con la cabeza y volvió a mirar a su jefa.

E: Creo que ya está – dijo volviendo a reproducir el archivo, ésta vez, sin la voz de aquel hombre.

….. había mucho murmullo de gente, como si fuera un lugar bastante concurrido… agudizaron el oído,

intentando escuchar algo que les diera una pista pero parecía no haber nada… “Señores pasajeros, el

tren con destino Sevilla, va a rea…” Escucharon de manera lejana.

C: Ponlo otra vez – pidió, pues ninguna de las dos había diferenciado mucho.

“Señores pasajeros, el tren con destino Sevilla, va a rea…”

E: Es una estación de tren – comunicó – está en una de las cabinas…

C: Entonces es imposible dar con él – dijo de mala gana - ¿qué hacemos? – preguntó.

Quedó pensativa unos minutos, sopesando sus posibilidades. Aquella llamada, era algo extraña… y bien

podía ser una broma o algo sin fundamento pues… si vas a robar un diamante… ¿Llamas para contárselo

a la empresa que precisamente se encarga de que eso no pase?

E: Puede que no sea nada – le dijo haciendo sus pensamientos, palabras – puede que solo sea una

broma… no van a llamarnos para decirnos que van a robarnos… Claudia asintió con la cabeza, ella

también estaba de acuerdo – Aunque podría ser cierto – sopesó la otra posibilidad – puede que

simplemente alguien quiera visarnos para estar prevenidos…

C: ¿Entonces qué hacemos? – preguntó.

E: Ante la duda, actuar – le contestó – habla con el director de la joyería, dile que es absolutamente

necesario retrasar la presentación al sábado – continuó mientras Claudia iba apuntando – necesitamos

un día más para reforzar la seguridad… quiero más hombres y quiero que coloquéis más cámaras.

C: Bien – afirmó – aunque puede que el director no esté muy de acuerdo.

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E: Explícale la situación, seguro que aceptará… no creo que retrasar un día la presentación suponga

mucho problema.

C: Sí… me pongo a ello – le dijo.

E: Y quiero que verifiquéis esa llamada, que alguien se pase por la estación y si ve cualquier cosa

sospechosa quiero saberlo – pidió en un tono más autoritario, estaba nerviosa y Claudia lo notó.

C: Perfecto – dijo dándose la vuelta para marcharse, pero antes de salir volvió a encararla – Esther… -

llamó su atención – Sabes que tienes que leer ese informe… no puedes retrasarlo más…

E: Lo sé – contestó en un tono extraño – es solo que… es mi novia ¿vale? Y voy a leer cosas que ella aun

no me ha contado – le dijo – cosas que se supone que tendré que ir descubriendo a lo largo de nuestra

relación… voy a traicionar su confianza y…

C: Esther – la cortó – Sé que no te gusta esto… pero tienes que dejar fuera tu relación, esto es trabajo y

Maca es quien organiza el evento… siempre lo hemos hecho de esta forma, investigamos a todo el que

tenga que ver con algo tan importante para la seguridad de nuestro cliente… tienes que hacerlo… tienes

que leerlo de una vez.

E: Ya lo sé – contestó enérgica – déjame sola…

C: Como quieras – terminó de decir marchándose de allí.

Cuando Claudia la dejó sola, tomó aquella carpeta entre las manos, había estado retrasando el momento

durante dos meses y sabía que no podía retrasarlo más. Debía leer aquel informe, la investigación sobre

Maca y su vida, ahora ya no podía hacer nada, no podía esperar que su chica le contara hasta el más

mínimo detalle de su vida puesto que había llegado el momento de hacer lo que no quería: Meterse en

su vida a hurtadillas. Claudia tenía razón, debía hacerlo y tenía que hacerlo en ese instante.

E: Vamos allá – dijo dejando la carpeta sobre la mesa y abriéndola mientras tomaba aire.

Aparecieron un montón de fotografías tomadas a su chica en varios lugares de la ciudad. Nada era

extraño y sonrió al verla distraída leyendo el periódico en una cafetería del centro. Dejó las fotografías a

un lado y tomó el informe adjunto.

Macarena Wilson Fernández.

Nacida en Jerez de la Frontera, Cádiz.

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El día (tal) en el año (tal)

Hija de Pedro Wilson y Rosario Fernández.

Huérfana de padre desde que tenía 9 años y única heredera de sus bienes; en la actualidad es

propietaria de la empresa de Catering y organización de eventos MFW.

Relaciones sentimentales: Tras un año de relación, y una boda planeada, Macarena puso fin a su

relación con Fernando Castro, hijo de una familia de bodegueros de Jerez, esa fue su última relación

conocida con un hombre. Durante año y medio salió con Marta, Jerezana, propietaria de un bar de

ambiente en el centro de Jerez, su relación terminó cuando la encontró con otra en la cama. Dos años

más tarde, comenzó una relación con Lucía la cual duró tres años, terminaron cuando Lucía se fue a

EEUU por motivos de trabajo.

Se sentía bastante rastrera, leyendo aquel informe y dejando al descubierto toda la vida de su chica, sus

relaciones sentimentales, el tiempo que había estado con cada chica… el por qué de su ruptura… negó

con la cabeza, aquello volvía a ser absurdo, tener que investigar a su propia novia es absurdo.

En la actualidad, sale con una chica, con la que lleva dos meses.

Círculo de amistades: Entre las amistades más cercanas de Macarena Fernández se encuentra Ana

Pardo, dueña de una librería del centro de Madrid, actualmente cerrada por reformas, y una tal Laura

Llanos, cooperante de una ONG en el Sur de África.

Rutina diaria: Trabaja de Lunes a viernes, habitualmente desde su casa, se reúne con sus clientes en

diferentes puntos pactados. Ha organizado una veintena de eventos desde que se abrió la empresa,

entre los que destacan: La presentación del Libro “Rozando La Frontera” De la escritora Strai. La

celebración del Vigésimo aniversario del Centro Comercial “El Corte Alrevés” Varias Fiestas en algunas

discotecas de la ciudad, Diferentes Bodas, Bautizos y Comuniones, así como varios eventos privados.

Actualmente es la encargada de organizar la presentación del Diamante M&EForum de la joyería Eternity

Los Lunes, Miércoles y Viernes visita de 4 a 6:30 a Rosario Fernández en una clínica de afectados de

Alzheimer a las afueras de Madrid.

Una vez más, Esther quedó parada, dejó de leer y soltó el informe de mala gana sobre la mesa… eso no

lo sabía, muchas cosas no sabía y se suponía que debía saberlas llegado el momento y siendo Maca

quien se las contara… Ahora entendía esa mirada perdida de su chica, ahora comprendía por qué a veces

el silencio parecía apoderarse de ella… Su madre enferma… por eso se ponía tan triste cuando hablaba

de su madre, por eso la veía tan perdida, tan ida algunas tardes…

Y de nuevo se sintió mal, sintió que estaba violando su intimidad, porque eso era algo que Maca aún no

le había dicho y porque aquel informe detallaba con demasiada exactitud su vida… Además, aquello era

una estupidez… Maca, su Maca no era una ladrona ni alguien a quien se le deba investigar, simplemente

era una chica que había sido contratada para ese evento. No, claro que no encontraría nada raro en el

informe de su novia, era absurdo… y fue por eso, porque lo que no pudo seguir leyendo. Simplemente

no pudo.

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E: ¡Joder! – dijo dejando la carpeta, cerrándolo todo y recogiendo sus cosas para marcharse del

despacho, necesitaba salir de allí y tomar una nueva perspectiva de las cosas.

Aparcó el coche frente al edificio de Maca, necesitaba verla, verla y saber que estaba con ella, que

aquella “incursión” en su vida no había tenido consecuencias, era absurdo, pero necesitaba ver que Maca

no tenía ni idea de que sabía lo que sabía… de que había leído, a medias y sin querer prestar demasiada

atención, aquel informe.

Bajó del coche y anduvo los pasos que le llevarían a su piso, llamó un par de veces encontrando una

respuesta algo airada. Cambió el gesto, por uno contrariado y subió. Cuando llegó a la planta, la puerta

estaba abierta, entró quitándose la chaqueta y llegó al salón, donde Maca, con una cerveza en la mano y

el ordenador frente a ella bufaba y maldecía por algo.

E: Cariño… ¿Qué pasa? – preguntó.

M: Que todo es una mierda, eso pasa – contestó de mala gana.

E: Maca… - dijo sentándose a su lado – anda, cuéntame qué ocurre… - dijo acariciando su pelo y

echándole un vistazo a la pantalla donde pudo leer algo sobre la Presentación y otro evento que estaba

preparando su chica.

M: Pasa que hace como una media hora me ha llamado el director de la joyería – comenzó a contarle,

poniéndose en pie de mala manera y llevando el botellín vacío a la cocina – por lo visto, la tal Claudia

esta, la idiota de la empresa de seguridad – apuntó un tanto despectiva, Esther desvió la mirada – le ha

“aconsejado” – soltó mohína - retrasar la presentación para el Sábado y resulta que yo el sábado ya

tenía programado otro evento, eso pasa…

E: Bueno… cariño… - intentó animar – tampoco es tan grave… retrasa el del sábado y…

M: ¡Estás tonta! – exclamó, dejando a cuadros a Esther – perdona, cariño… es que estoy nerviosa – se

disculpó al ver la manera en la que le había hablado - No puedo retrasar el del sábado. Es más, debería

estar allí, pero claro, ahora tengo que estar en el otro lado… ¡Joder! – soltó.

E: Maca… vale, cálmate – le pidió más enérgicamente – algo se podrá hacer…

M: Pues como no descubra como desdoblarme para estar en dos sitios a la vez… - dijo molesta.

E: ¿Y no hay nadie que pueda sustituirte en alguno de los dos? – quiso saber.

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M: Pues no, cariño, no – volvió a decir – tengo que estar en los dos… - la miró – a menos que…

E: ¿Qué? – la invitó a seguir.

M: Mi amor, tienes que hacerme un favor – dijo acelerada.

E: ¿Yo? – se sorprendió.

M: Sí… eres la única persona en la que confío plenamente y sabes el plannig de los dos eventos… tienes

que ayudarme cariño… - le pidió, Esther la miraba entre curiosa y asombrada – Yo no puedo estar en los

dos sitios a la vez, pero sí podré escaparme de la presentación del Diamante una vez esté todo

organizado y los invitados hayan llegado, y por eso necesito que tú estés en el otro evento hasta que yo

llegue por si hay algún problema…

E: Maca… cariño, yo no puedo hacerlo – contestó, pues aunque quisiera no podía, tenía que supervisar la

presentación del evento aunque fuera desde su despacho, claro que no podía…

M: Esther… por favor… mi amor… eres la única persona que puede hacerlo – insistió – además solo será

una hora y media, como mucho dos… yo iré en cuanto pueda – seguía pidiéndole.

E: A ver… Maca yo tengo que trabajar y no sé como funciona tu empresa – intentó razonar con ella.

M: Puedes dejar el trabajo durante una hora, Esther – continuó – además, será el sábado por la noche y

los sábados no trabajas… - rebatió – por favor – se acercó a ella un poco melosa – mi amor… necesito

que me ayudes, sino todo será un desastre…

E: Maca…

M: Anda… solo una hora… te prometo que no será más – besó su cuello, viendo como su chica cerraba

los ojos al contacto con sus labios – te diré todo lo que tienes que hacer, es muy fácil – mordió

levemente su mentón.

E: Esto es juego sucio y lo sabes – soltó dejando que la besara.

M: Es muy importante para mí – siguió diciendo cogiéndole el mentón y mirándola con ojos de cordero –

por favor – la besó levemente – por favor… - la volvió a besar – mi niña… por favor…

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Y no supo cómo fue capaz de decir que sí, no supo en qué momento antepuso su relación a su trabajo

pero ahí estaba, en aquel gran salón de actos de un hotel de la ciudad, supervisando le trabajo que Maca

había realizado anteriormente y con su pensamiento puesto en aquel otro evento tan importante para su

empresa.

Había hablado con Claudia y pese a que ésta puso el grito en el cielo, finalmente lograron una solución.

Esther estaría localizable durante toda la noche, recibiría cada media hora un mensaje de texto con una

pequeña información sobre cómo iba el evento y varios mensajes multimedia con un archivo de video

del mismo.

Mientras tanto, en un exclusivo local de la ciudad, Maca daba las últimas indicaciones a sus empleados,

revisando en una lista que todo estuviera en orden. Había mucho ajetreo, mucha gente andando de un

lado para otro, sin embargo, ella parecía demasiado tranquila. Miraba a un lado y a otro, sin fijar la vista

en ningún sitio y pese a no levantar sospecha alguna, revisaba y recontaba las cámaras de seguridad

instaladas para el evento.

M: Buenas noches – saludó con cordialidad a Claudia que llegaba en ese instante.

C: Buenas noches – contestó al saludo con un apretón de manos, evitó sonreírle pues, desde que la

conociera y se enterara de que era la novia de Esther había querido hablarle con más familiaridadad,

pero sabía que tenía que guardar las formas – Ha quedado todo muy bien – le dijo con amabilidad – se

nota que entiendes de esto.

M: Sí… es mi trabajo – respondió – aunque bueno… he tenido que modificar unas cosas de última hora

para los cambios que queríais.

C: Ya, y quería agradecerte tu ayuda… - siguió ella diciendo – no todos los organizadores entienden la

importancia de la seguridad en estos actos.

M: Mi trabajo consiste en tener contento a mi cliente – afirmó – y si eso supone cambios de última hora

o nuevos planes, tengo que hacerlo.

C: Entiendo – afirmó – aún así, gracias – sonrió levemente, con una confianza implícita en la sonrisa que

no aparecería en alguien a quien no conoces, Maca la miró con una ceja alzada y Claudia borró de nuevo

la sonrisa – bueno… tengo que ir a vigilar un poco. Nos veremos por aquí.

M: Sí… esto, Claudia – le dijo parándola antes de que se marchara – hay un cambio que quería

comentarte.

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C: ¿Qué tipo de cambio? - preguntó pues los cambios justo en esos momentos no venían nada bien.

M: Verás, con esto del cambio de día, coincidía este evento con otro al que también debo asistir… así

que en un rato, cuando vea que todo está más que organizado y que todo va bien, tendré que

marcharme – Claudia la miró asintiendo levemente con la cabeza – Julia se encargará de todo cuando yo

me vaya – siguió diciendo.

C: Ummm… Está bien – aceptó, pues era consciente de ese cambio desde que Esther le pusiera sobre

aviso – necesitaré entonces hablar con Julia y comentarle un par de cosas – contestó - ¿Sobre qué hora

piensas marcharte?

M: A eso de las diez… - le dijo – cuando se haya servido la cena y antes de la gran presentación –

continuó – no quiero importunar a nadie.

C: Estupendo. Avísame antes de marcharte, para que puedas presentarme a Julia.

M: Lo haré – afirmó dándose la vuelta con una sonrisa en los labios.

La celebración comenzaba, los invitados iban llegando y poco a poco todo el mundo iba tomando sitio en

aquel gran salón. Maca, paseando entre los invitados con una bandeja en las manos estudiaba las

posiciones de los guardas, así como los movimientos de las cámaras y los gestos de una Claudia que no

parecía muy cómoda. La veía de vez en cuando hablar con el móvil, escribiendo algún mensaje o

dándole indicaciones a alguno de los chicos de su equipo.

M: ¿Les apetece vino? – dijo a un grupo de gente mientras veía como Claudia cruzaba toda la sala y

desaparecía por una de las puertas al costado del lugar.

Dejó que los invitados tomaran un par de copas, le dio la bandeja a una chica contratada por ella misma

y siguió los pasos de Claudia. Sabía que tras aquella puerta se encontraba el gran diamante, y por lo

que había estudiado, solo había dos maneras de entrar: 1º Aquella puerta que custodiada y más que

vigilada, por no hablar de que estaba a la vista de todos y 2º Una ventana que daba a la calle, la cual,

también estaba vigilada por una cámara fija que habían montado para la ocasión y que ella ya se había

encargado de manipular el día anterior, cuando todos se habían marchado.

Claudia salió de la habitación y Maca tomó una nueva bandeja. Se acercó a ella y le ofreció un poco de

vino, se lo agradeció pero declinó la copa alegando estar trabajando. Con una nueva sonrisa se alejó de

ella y entró en la cocina.

Mientras tanto, Esther comenzaba a atender a los invitados del otro evento, la gente que Maca había

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contratado lo tenía todo muy claro, así que no parecía haber ningún problema. El cliente de Maca se

acercó a ella saludándola con cortesía, Esther disculpó a Macarena diciendo que iría en una hora y el

hombre, aunque no muy contento, afirmó y siguió a lo suyo. Miró su teléfono móvil, no había recibido el

mensaje de Claudia así que decidió llamarla.

E: ¿Cómo va todo? – preguntó nada más descolgar.

C: Sobre ruedas – contestó con tranquilidad – está todo tranquilo, no ha habido ningún problema y no

parece que vaya a verlos.

E: Me alegro – le dijo – mantenme informada.

C: Lo haré – sonrió – por cierto… tu chica ha hecho un trabajo excelente ¿eh? Todo el mundo está

encantado – halagó a Maca.

E: Claudia… - la regañó – estate a lo que tienes que estar.

C: Sí, perdona – se disculpó.

La comunicación se cortó y de nuevo Esther se reprochó el haberle dicho que sí a su chica. Ella no

debería estar allí sino en su despacho, controlando todas las cámaras, controlando todo aquel evento y

no en aquel otro acto en el que, a decir verdad, se sentía demasiado perdida.

Maca dejó las bandejas, repasó con Julia todo lo que tenía que hacer hasta que terminara el acto y de

nuevo fue en busca de Claudia, cuando la encontró, la vio de lejos discutir con alguien, por lo visto,

alguien había movido unas flores y tapaban una de las cámaras. No le dio importancia y tampoco hizo

ningún tipo de gesto, terminó por acercarse y sonrió con tranquilidad.

M: ME tengo que ir ya – le dijo – no puedo esperar más tiempo.

C: Vale… - contestó mostrando calma – gracias por todo.

M: Gracias a vosotros – soltó sonriendo para sí misma – Julia está allí – señaló a una chica rubia que

hablaba con un camarero – ahora vendrá a hablar contigo.

C: Perfecto – asintió – gracias de nuevo. Que tengas buena noche.

M: Y vosotros – contestó, dándose la vuelta para marcharse al fin de allí.

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En cuando se alejó un par de pasos, Claudia llamó de nuevo a Esther, quien contestó a los pocos

segundos.

C: Tu chica ya se va – le informó – y aquí sigue todo tranquilo.

E: Bien… en cuanto llegue iré al despacho – le comunicó – te llamaré desde allí.

C: Bien – colgó de nuevo y continuó con su trabajo.

Macarena se aseguró de que la vieran salir. Incluso se despidió del chico de seguridad de la puerta

deseándole una buena noche. No levantó sospecha alguna pues, en los días previos a la presentación se

había mostrado igual de amable con todo el mundo. Salió a la calle, miró el reloj, tenía el tiempo justo

para realizar el robo y llegar al otro evento sin que nada hiciera pensar que ella tenía algo que ver.

Aunque, de momento, ya tenía la coartada que ella misma se había encargado de crear con aquella

llamada días antes.

En cuanto dio la vuelta a la esquina aceleró el paso y llegó a su moto. Abrió el maletín trasero, se hizo

una coleta y se puso una gorra oscura, guardó un par de cosas, y mientras introducía varios dígitos en

su teléfono móvil comenzó a andar de nuevo. Dio la vuelta a toda la manzana, puso excesivo cuidado en

una de las “zonas de conflicto” y esperó a que el guarda de seguridad que hacía la ronda exterior

volviera a su puesto. Contó mentalmente los segundos que faltaban, miró de lejos la cámara de

seguridad sonriendo al ver cómo aquel pilotito rojo estaba apagado y cuando supo que tenía el camino

libre corrió hacia aquella ventana.

Con destreza quitó los enganches de la ventana y la desplazó hacia arriba, dejándole el hueco justo por

el que pasar. Entró en la habitación y se escondió entre las sombras al escuchar ruido tras la puerta.

Esperó unos segundos más y salió de nuevo llegando hasta aquella urna de cristal que contenía el

preciado Diamante.

Lo admiró durante unos minutos, realmente debía valer lo que valía, era precioso, absolutamente

maravilloso. Dejó de “adorarlo” y comenzó a trabajar.

Desactivó la alarma silenciosa que protegía la apertura del cristal. Sacó del bolsillo de su chaqueta un

pequeño papel en el que se leían los números que había conseguido copiarle al ayudante de Claudia un

día antes. Introdujo el código de cuatro dígitos en la pantalla de apertura y la luz verde hizo que

apareciera una enorme sonrisa en los labios.

Miró hacia la puerta, volvió la vista al diamante y cerrando los ojos, con la tensión de no saber si había

cometido o no algún fallo, lo abrió. Suspiró hondamente al ver que el cristal cedía sin contratiempos.

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Cogió el Diamante, dejó su ya famosa figurita, colocó todo tal y como estaba y salió del edificio con ese

conocido subidón de adrenalina que ya conocía.

Cogió la moto y se alejó del lugar. Dejó que en puntos concretos y previamente establecidos en su

itinerario, las cámaras de tráfico captaran su posición y finalmente, tomó el camino más corto hasta el

hotel en el que debería estar.

M: Lo siento, mi amor – dijo llegando hasta Esther – había un tráfico horrible.

E: Menos mal que ya estás aquí – contestó acercándose a ella y besándola – todo el mundo se

preguntaba donde estaba la organizadora…

M: Pues aquí estoy ya – sonrió recibiendo un nuevo beso - ¿Qué tal va todo? ¿Has tenido algún

problema? – preguntaba con calma.

E: Ninguno… - sonrió ella también - ¿Y tú? ¿Qué tal el diamante ese? ¿Es tan bonito como dicen?

M: Pues no lo sé – contestó – ni siquiera lo he visto… - afirmó – creo que iban a sacarlo dentro de un

rato…

E: Pues qué pena – le dijo.

M: Bueno… ya lo veré en la prensa mañana – contestó – y ahora, supongo que debería ponerme a

trabajar… menudo diíta llevo.

E: ¿Estás muy cansada? – dijo haciéndole un gesto cariñoso.

M: Un poco… - puso morritos recibiendo un beso de Esther - ¿Te quedas conmigo?

E: Pues… no sé… la verdad es que me siento un poco perdida – afirmó – y… tendría que ir a casa…

M: Solo un ratito – pidió de nuevo.

E: Está bien… media hora ¿vale? – sonrió, de nuevo, olvidándose de que tenía que estar en otro lugar,

uno muy importante para su empresa y sin embargo, como le venía pasando, actuaba de manera

impulsiva cuando Maca estaba cerca.

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M: Vale – la besó agradecida – estás muy guapa – halagó.

E: Pues anda que tú… - se acercó para besarla con más profundidad.

Alguien les llamó la atención y ellas sonrieron algo avergonzadas, ni siquiera habían reparado en el

“publico” que tenían a su alrededor. Se miraron con una sonrisa tímida y cogidas de la mano se

presentaron ante el cliente de Maca, quien ahora sí, saludaba satisfecho al verla allí.

Veinte minutos después, mientras Maca se encargaba de que todo estuviera en orden y Esther recogía

sus cosas para marcharse a casa, su móvil sonó insistente. Miró la pantalla y se extrañó al ver el nombre

de Claudia en él, había hablado con ella hacía menos de media hora y aquello no le gustaba nada.

Absolutamente nada.

E: ¿Qué ocurre? – preguntó directamente.

C: Lo acaban de robar – contestó tras aquella pregunta.

E: ¿Qué? – preguntó asombrada.

C: La réplica – le dijo – que no está, la han robado.

E: Lo he entendido a la primera – recriminó - ¿Cuando?

C: No hace más de media hora – contestó – no sé cómo ha podido pasar…

E: ¿Qué no lo sabes? – decía enfadada – Pues está claro que algo ha salido mal – decía airada, sobre

todo, porque mientras alguien llevaba a cabo ese robo, ella no estaba donde debía estar – vale… vale –

intentó calmarse, porque la primera “culpable” había sido ella – voy a mi despacho, te quiero ver allí en

veinte minutos, deja a alguien al cargo y ve hacia allí.

C: Ahora mismo – contestó diligente.

E: Bien… antes de irte, coloca el original – le dijo – intenta que nadie se dé cuenta – siguió – al menos

algo hicimos bien – se dijo a sí misma antes de colgar.

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C: Vale, ahora te veo – dijo antes de colgar el teléfono.

E: ¡Joder! – protestó guardando el móvil y mirando a su alrededor, divisando a su chica dándole algunas

directrices a un camarero. Tomo aire profundamente, intentando calmarse y que no se le notara nada,

cerró los ojos un segundo y comenzó a andar hacia ella – Ehh… Maca, cariño – llamó su atención –

perdona… - se disculpó por la interrupción.

M: No pasa nada, mi amor – contestó – dame un segundo – dijo pidiéndole un momento para terminar

de hablar con el chico, mientras pasaba un brazo por su cintura – El Champang lo sacáis dentro de cinco

minutos – le dijo, el chico asintió y tras esto se marchó a continuar su trabajo – dime – se volvió hacia

Esther.

E: Que… me voy a ir ya a casa – informó poniendo cara de cansada.

M. ¿Ya? – miró el reloj – es muy temprano cariño, anda… quédate un poco más… - pidió poniendo

morritos.

E: Maca… estoy cansada y me duele la cabeza – dijo haciendo un gesto de dolor.

M: ¿Sí? – la miró preocupada – no tienes buena cara – siguió acariciando su rostro.

E: No me encuentro muy bien – afirmó – creo que voy a ir a casa y a meterme en la cama…

M: Vale… ¿quieres que te acompañe?

E: No – sonrió de lado – tranquila – intentó que no se preocupara demasiado – además, no creo que

debas dejar el evento habiendo llegado tan tarde…

M: Me da igual el evento, lo que quiero es que tú estés bien – afirmó.

E: Lo estoy – volvió a sacar una sonrisa – tranquila ¿sí?

M: Si tú lo dices – contestó no muy convencida.

E: Maca… estoy bien, solo necesito acostarme – se acercó a ella – te llamo mañana y hablamos ¿vale?

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M: ¿No quieres que vaya a tu casa cuando acabe aquí? – preguntó tomándola de las caderas.

E: Me voy a dormir enseguida – se disculpó – mejor hablamos mañana…

M: Vale – la besó levemente – pero si quieres algo o te encuentras peor… me llamas.

E: Lo haré – sonrió sintiendo otro beso – cariño… que todo el mundo nos mira…

M: Me da igual – contestó con la misma sonrisa - ¿sabes una cosa?

E: Qué – dijo muy cerca de sus labios.

M: Que te quiero – soltó con la necesidad de decírselo, más ahora que, si algo había salido mal durante

el robo, las cosas se le pondrían muy difíciles.

E: Yo también te quiero – contestó tras la sorpresa inicial de aquella declaración, sintiendo una norme

paz, tranquilidad, y un profundo sentimiento cálido en su corazón.

Se besaron una vez más, sin importarle la gente que pudieran verlas. Maca acompañó a su chica hasta

su coche y se volvieron a despedir con una serie de besos cortos que intentaron prolongar todo lo que

pudieron…

Llegó a la oficina en tiempo record, subió hasta su despacho y esperó a que llegara Claudia, mientras

tanto, conecto los monitores comprobando las cámaras de seguridad, encendió el ordenador y comenzó

a dar órdenes. En esas estaba cuando Claudia pidió autorización para entrar. Una vez lo hizo, Esther

dejó lo que estaba haciendo y la esperó con impaciencia.

E: ¿Qué ha salido mal? – preguntó directamente.

C: Estamos trabajando en ello – dijo intentando mantenerse ecuánime.

E: No he preguntado qué estamos haciendo – dijo airada – quiero saber ¡qué ha ido mal! – repitió.

C: Entró por la ventana exterior – comenzó a decir – y debía tener el código, no sabemos cómo lo

consiguió pero no parece haber nada raro en la cerradura.

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E: ¿Qué pasa con la cámara exterior que instalamos precisamente en esa puñetera ventana? – dijo

mirando el monitor, donde la imagen devolvía un fotograma único, obviamente, la cámara, en algún

momento había dejado de grabar, era como si alguien le hubiera dado al pause…

C: La manipularon – contestó mirando el monitor – posiblemente antes de la celebración.

E: ¿Y cómo es posible que nadie lo comprobara? – preguntó.

C: Lo hicimos – rebatió – Juanjo mandó al nuevo a que lo hiciera.

E: ¿El nuevo? – preguntó mirándola.

C: Alberto Sánchez – contestó mirando una carpeta que llevaba consigo – lo contratamos hace una

semana.

E: ¿Me estás diciendo que mandasteis al nuevo a comprobar algo de máxima importancia? – dijo

exaltada - ¿Dónde está?

C: Aún en la presentación – afirmó.

E: Lo quiero aquí ésta misma noche – ordenó – quiero que hables con él y le saques todo lo que sabe,

estoy segura que tiene algo que ver en todo esto – terminó de decir.

C: Vale… Esther… - la llamó, intentando hablar con ella con serenidad, sabiendo por qué estaba tan

enfadada, sabiendo como se sentía – Solo ha robado una réplica… y no ha sido culpa tuya…

E: Todo lo que pasa en esta empresa es culpa mía, Claudia…

C: Esther… creo que tienes demasiada carga y…

E: Ahora no, por favor – pidió cortándola, sabiendo lo que le quería decir – ve a por el tal Alberto…

quiero que hablemos con él esta misma noche – dijo sentándose en su escritorio y mirando el

ordenador.

Cuando Claudia se marchó, se llevó las manos a la cara, se tapó el rostro frustrada. Aquella “Reina Roja”

Estaba siendo más peligrosa de lo que pensaba, la había subestimado… era lista y además escurridiza,

había entrado en un salón lleno de gente con más seguridad que el museo y aun así, se había marchado

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con el objeto que había ido a robar y no parecía haber dejado ni una sola pista. Afortunadamente, tras

aquella llamada, había ordenado colocar una réplica del diamante queriendo aumentar la seguridad del

original, eso fue lo único que le daba un poco de alivio, que la famosa Reina Roja, no había sabido

diferenciar el original de una copia…

Buscó los archivos del personal contratado, buscando a aquel chico nuevo contratado una semana antes

del evento.

Alberto Sánchez Lara, 26 años, nacido en Madrid…

Devoró el informe que le devolvió el ordenador sin encontrar nada raro. Leyó y releyó aquel informe,

obviamente algo debería esconder… pero hasta que no lo viera, hasta que no escuchara lo que decía y

estudiara sus movimientos y sus reacciones no encontraría nada.

Tomó un bolígrafo entre las manos y comenzó a jugar con él. Lo miró, miró el ordenador y de pronto,

asustada, algo se encendió en su cabeza. Tembló, tenía que estar equivocada, aquello posiblemente

sería una más de sus cavilaciones erróneas, algo que descartar… Y por eso, tenía que eliminar su

nombre de la lista de sospechosos. Volvió la vista al ordenador y entró en la página de la DGT, buscó la

localización de las cámaras de tráfico de Madrid y tras unos momentos de búsqueda, logró descargar los

videos de aquella noche…

Esperó impaciente a que los videos se terminaran de descargar y una vez el ordenador le informó de que

los archivos estaban completos, comenzó a abrirlos uno por uno buscando la hora aproximada del

evento.

Abrió Google maps con el fin de ver qué recorrido habría tomado Maca desde el lugar de la presentación

del Diamante hasta el otro evento y una vez describió dos itinerarios diferentes, los más frecuentes y los

más cortos de un punto a otro, buscó entre los videos aquellos que reflejaban el tráfico en las diferentes

calles que había anotado con anterioridad.

En el primer visionado pudo ver que el tráfico, como bien le había dicho Maca no era para nada, fluido.

Suspiró, no le había mentido, había un atasco considerable en una de las avenidas que tenía que cruzar

a la hora en la que se suponía que Maca debía pasar. Rebuscó entre los vehículos, si su chica había

pasado por allí, entonces debería aparecer en algún punto de la pantalla. Miró la hora que registraba el

video y recordó la hora exacta en la que Claudia la había llamado para avisarle de su marcha.

Aproximadamente, yendo en moto, con la posibilidad de esquivar algún que otro vehículo, el tiempo

estimado mentalmente para llegar de un punto a otro debían ser de 20 a 30 minutos, diez más si tenía

en cuenta el tráfico que veía en los monitores. Claudia la había llamado quince minutos antes de las diez

y Maca había llegado a las Diez y Veinte de la noche, según lo que recordaba, por lo que entraba en el

rango de tiempo normal de desplazamiento.

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Volvió a revisar el callejero, intentando averiguar si había algún otro recorrido más corto, sin embargo,

el único que podría haber elegido, daba un rodeo tan grande que aumentaba al doble el tiempo

estimado, por lo que lo desechó directamente.

De nuevo prestó atención a las cámaras y entonces sí que suspiró aliviada y sonrió con tranquilidad. Por

el costado derecho de la carretera, la moto de Maca hacía su entrada en el cuadro de visión de la

cámara de manera lenta y parándose tras un coche en mitad el embotellamiento. La distinguió

enseguida y aumentó el zoom la zona hasta poder verla con más claridad. Con el casco puesto y

poniendo los pies en el suelo debido a la parada, la vio mirar el reloj e intentar adelantar a un par de

coches, consiguiéndolo para una vez más, quedar tras un Ford gris metalizado al que no pudo adelantar,

cuando los vehículos volvían a moverse, la moto de Maca desaparecía de la pantalla.

Buscó la siguiente calle con videovigilancia y cargó el archivo correspondiente. Adelantó el video hasta la

hora que deseaba y de nuevo, tras esperar unos minutos, Maca volvía a aparecer en el monitor. Sonrió,

cerró los ojos tranquila de saber que ella no había tenido nada que ver, no le hacía falta nada más, era

imposible que ella hubiera intentado robar el Diamante si aparecía en las cámaras de tráfico… si lo

hubiera hecho, no habría tenido tiempo de llegar hasta donde le mostraba el video y mucho menos al

otro evento, era imposible, absolutamente imposible que hubiera sido ella… se lo repitió un par de veces,

sintiéndose estúpida por haber dudado por una milésima de segundo.

E: Claro que no es ella, Esther – se dijo en voz baja – tendría que haber volado y ahí esta…

Se recriminó haber desconfiado de su chica, haber pensado que tal vez ella podía tener algo que ver en

el robo… Se sintió mal por pensar eso y tras el remordimiento, llegaron las risas por lo absurdo de la

situación y el alivio que sintió al poder borrarla de “la lista de sospechosos”.

Claudia avisó de que el tal Alberto estaba entrando en el edificio, por lo que mucho más calmada cerró

todos los archivos, no necesitaba ver más, ni revisar más itinerarios, ya había encontrado las pruebas

que necesitaba para sentirse tranquila. Le indicó a su empleada donde debería hablar con el guardia, la

sala de reuniones le daba la posibilidad de ver toda la “charla” por el monitor y escuchar lo que decían.

Tomó el mando y se recostó contra la mesa con la mirada fija en los televisores.

C: Siéntate Alberto – dijo Claudia al chico que parecía algo extrañado por aquella situación – Una noche

dura ¿eh? – habló con tranquilidad y mostrándose amable.

A: Sí – sonrió – bastante.

C: ¿Qué tal te ha ido? – preguntó – ¿estás contento?

A: Sí, lo cierto es que sí – sonrió él mientras se sentaba - ¿Pasa algo jefa? – preguntó mirándola.

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C: Nada… solo quiero hablar contigo un momento – decía sentándose ella también, abriendo una carpeta

sobre la mesa – te contratamos hace una semana – le dijo – Estuviste trabajando un tiempo como jefe

de seguridad de (no sé qué empresa).

A: Así es – contestó intentando mantenerse tranquilo pero contrariado por toda aquella situación.

C: ¿Te despidieron o te fuiste tú? – quiso saber, aunque toda aquella información ya la sabía de antes.

A: Me fui yo – contestó.

C: ¿Por qué? – preguntó de nuevo levantando la vista del informe.

A: Bueno… supe que estaban buscando gente en esta empresa y es la mejor del país – contestó – creí

que sería una buena oportunidad.

C: Lo cierto es que parece que llegaste en buen momento – sonrió con amabilidad – justo cuando

estábamos preparando un importante operativo de seguridad.

A: En realidad yo no lo sabía – contestó – simplemente seguí órdenes y he intentado cumplir mi trabajo

lo mejor que he sabido.

C: Ya – sonrió irónicamente - ¿Fuiste el encargado de revisar el sistema de cámaras de seguridad del

exterior?

A: Sí – contestó escuetamente.

Desde su despacho, Esther se percató del levísimo movimiento de su cuerpo y de cómo, pese a intentar

disimularlo, Alberto tragaba saliva algo forzado. Prestó más atención.

C: ¿Revisaste todas las cámaras? – preguntó.

A: Todas.

C: ¿Todas estaban bien? – siguió cuestionando – ¿no hubo ningún problema con ninguna?

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A: Ninguno – contestó y volvió a removerse – Hasta ayer por la noche todas las cámaras estaba a

punto.

C: Ya… - apuntó algo en una libreta - ¿Volviste a revisarlas antes del comienzo del evento?

A: Sí…

C: ¿Y hubo algún fallo en alguna? – preguntó de nuevo.

A: Si lo hubo yo no me di cuenta – dijo forzado – no soy técnico… pero creo que todas estaban bien…

C: ¿Incluyendo la cámara de la ventana que accedía al interior del edificio? – siguió – ¿la que colocamos

justo ayer mismo?

A: Es… especialmente esa – contestó.

E: Está mintiendo – dijo Esther categórica y Claudia afirmó con la cabeza al escucharla por el pinganillo.

C: ¿Especialmente? – preguntó pues esa respuesta, al igual que a Esther le había dado alguna pista -

¿Por qué esa especialmente?

A: No sé… A mí me dijeron que la revisara – contestó comenzando a ponerse algo nervioso – oiga, mire,

yo he hecho mi trabajo lo mejor que he podido, me dijeron que revisara las cámaras y es lo que hice…

C: Sin embargo una de las cámaras que en teoría tenías que haber revisado, estaba apagada… ¿Cómo

es posible que un chico, que ha sido jefe de seguridad de una empresa, que sabe cómo funciona esto

caiga en el error de no saber cuándo una cámara está apagada o encendida?

E: No le atosigues demasiado – le pidió por el pinganillo – si se ve muy agobiado se cerrará y ahora

mismo parece que está cediendo.

A: Estaban bien… revisé todas las cámaras, todas estaban activadas y funcionaban…

C: Entonces no sabes cómo es posible que una de las cámaras se apagara sin más ¿no?

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A: No… no lo sé, ¿vale? No tengo ni idea de por qué la cámara de la ventana estaba apagada – contestó

elevando un poco la voz.

E: Lo tenemos – dijo satisfecha.

C: ¿Cómo sabes que me refería a esa cámara en concreto? – preguntó sonriendo al ver el gesto

contrariado de Alberto.

A: Uss... usted ha dicho que…

C: No… yo no lo he dicho – se sonrió más aún – Vas a tener que dar muchas explicaciones a la policía…

A: No… espere… espere ¿vale? – la paró – yo no he hecho nada… no he hecho nada… alguien… alguien

me pagó para que… para… para que no avisara si veía algo raro… pero no he hecho nada…

C: ¿Quién te pagó? – preguntó dándose la vuelta al escucharlo.

A: No lo sé – se tapó la cara con las manos bastante agobiado – no lo sé… pero yo no he hecho nada…

solo tenía que callarme si veía algo raro… solo eso…

E: Pregúntale por la Reina Roja – le dijo sin apartar la mirada del monitor.

C: ¿Quién te pagó? – volvió a preguntar - ¿La Reina Roja? ¿Fue ella?

A: ¿Quién? – le devolvió la pregunta y por sus gestos, Esther supo que no tenía ni idea de quién le

estaba hablando.

C: ¿No fue ella? ¿No fue ella quien te pagó para que te callaras? ¿Para que no avisaras de que la cámara

no estaba funcionando?

A: No lo sé… solo sé que recibí una llamada y… no sé de qué me habla… lo juro.

E: Está bien, Claudia – le dijo – no nos contará nada más… llama a la policía y que ellos se encarguen de

él – le pidió - Buen trabajo – dijo con el orgullo de tenerla en su equipo, apagando el monitor y

quitándose le pinganillo… Si Alberto no sabía quién era la Reina Roja y suponiendo que no mentía,

entonces ¿quién le había pagado? ¿Tenía un cómplice la famosa y según la prensa, solitaria Reina Roja?

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Cuando despertó aquella mañana lo primero que hizo fue buscar el cuerpo de Esther a su lado. Al

encontrar la sábana fría junto a ella, recordó, que aquel día no habían dormido juntas.

M: Genial – se dijo – ya empiezo con mal pie.

Y es que, lo cierto era, que se había acostumbrado tanto a dormir con ella, a despertarse a su lado y

buscarla que hacerlo y no encontrarla era algo que le torcía el día… se levantó y se puso algo de ropa,

hizo algo de café mirando el reloj y decidiendo que esperaría un poco más antes de llamarla. La noche

anterior Esther se había ido sintiéndose un poco mal y quería dejarla descansar unos minutos más, pese

a que estaba deseando hablar con ella.

Se sirvió una taza de café y fue al salón, encendió el televisor queriendo ver las noticias matinales,

estaba convencida de que toda la prensa se había hecho eco del robo de la noche anterior y quería saber

si la policía había hecho algún tipo de declaración para así, saber qué paso tendría que seguir ella. Sin

embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando la presentadora del telediario dio paso al video de la gala.

Presentadora: Éxito rotundo en la presentación del Diamante M&EForum de la joyería Eternity – decían a

modo de titular – Ayer por la noche se celebró la tan esperada presentación del Diamante Azul, la

estrella de la Joyería Eternity, con un extraordinario cuidado de los detalles y una gran elegancia. El

fabuloso diamante fue llevado por la modelo Internacional Hellen Watson, y admirado por todos los

invitados a la selecta gala.

M: ¿Pero qué coño…? – pronunció dejando la taza de café y prestando más atención a la noticia.

Presentadora: La gala de presentación se celebró sin contratiempos y el diamante apareció en escena a

las 22:10 de la noche tras la cena y bajo un meticuloso y cuidado sistema de seguridad, todos

admiraron la brillante joya. La presentación que fue pospuesta un día de la fecha inicial ocurrió sin

ningún problema y con absoluta tranquilidad. Pese a que fuentes nos informaron de una posible

amenaza de robo, podemos afirmar que dicha información era falsa. Disfruten de éste gran diamante y

esta belleza que tan solo está al alcance de unos pocos…

No se lo podía creer, aquello debía ser un error, una broma, ella había robado aquel diamante, se había

jugado el cuello por robarlo, se lo había llevado de aquel lugar, ¿Cómo era posible que estuviera allí? No

era real, aquella joya que mostraban las cámaras debía ser una réplica, claro que lo era… ¿o acaso era

ella quien había robado al réplica?

M: ¡Joder! – protestó, al darse cuenta que, lo más probable, lo más seguro, es que fuera ella quien había

robado la réplica – maldita Claudia – dijo tirando el mando de la televisión y marchándose a su

habitación para vestirse, debía comprobar que el diamante que ella había robado era el real, aunque

algo le decía que tan solo era una burda copia.

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El mal humor aumentaba conforme se iba vistiendo, no podía entender cómo había sido tan sumamente

estúpida, como había podido subestimar tanto a Claudia y su empresa de seguridad y mucho menos

podía creerse el cómo no había pensado en el cambiazo que le habían dado al diamante.

Pero aquello no era todo, sino que tan solo sería el principio de sus problemas, eso era, quizás, lo que de

tan mal humor la tenía, porque robar una réplica significaba haber fallado en su trabajo y tenía la

certeza de que su cliente no estaría demasiado contento.

Estaba ya casi saliendo de casa cuando el teléfono comenzó a sonar, pensó en no contestar sin

embargo, sus pasos fueron hacia el aparato.

M: ¡Qué! – respondió con una mala leche impresionante.

E: Hoo… hola – dijo Esther sorprendida por aquella manera de contestar - ¿Pasa algo?

M: No… no pasa nada – intentó bajar el tono, pues Esther no tenía nada que ver – estoy cansada, solo

eso – se excusó - ¿tú cómo estás?

E: Bien… he descansado, que me hacía falta – contestó aún con la sorpresa de aquella ruda respuesta -

¿De verdad estás bien?

M: Te lo prometo, mi amor – dulcificó el tono – perdona mi respuesta… es que estaba saliendo de la

ducha y me casi me caído por salir mojada.

E: Vale – se mordió el labio imaginándosela ligerita de ropa – y… ¿aún sigues desnuda? – preguntó

pícara

M: Pues no, siento desilusionarte, cariño, pero ya me estoy vistiendo – sonrió ella al escucharla hablar

así – pero si quieres… puedes venir y volver a quitarme la ropa… te he echado de menos esta noche –

declaró.

E: Y yo a ti, tontita – contestó tiernamente – Por cierto, enhorabuena mi amor – soltó – todo el mundo

habla de la Presentación del brillante, fue todo un éxito y gracias a ti.

M: Sí… ya, ya lo he visto – disimuló el endurecimiento de su tono.

E: Tendremos que celebrarlo, cariño – siguió, disimulando, pues para ella, no había sido para nada un

éxito.

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M: Sí, tenemos que hacerlo – contestó sin muchas ganas y en el mismo instante en que el timbre de la

puerta sonó - ¿pero qué le pasa a todo el mundo hoy? – protestó llegando hasta la entrada.

E: ¿Pasa algo? – preguntó.

M: No sé, espera, alguien está llamando a la puerta – dijo llegando hasta ella y sin colgar el teléfono

abrió encontrándose con Claudia y un hombre trajeado.

C: Hola, Maca – saludó, Esther la escuchó al otro lado de la línea y cerró los ojos, no esperaba que

fueran tan pronto – Disculpa que vengamos tan temprano – seguía diciendo – él es Carlos Granados –

presentó – de la Guardia Civil – apuntó, Maca lo miró un tanto extrañada – querríamos hacerte unas

preguntas.

M: Eh… claro – dijo recuperándose – pasar – les abrió paso, miró cómo entraban y recordó que Esther

estaba aún esperando – esto… cariño… te tengo que dejar, luego hablamos ¿vale?

E: Sí… vale – colgó mirando aquel teléfono una vez Maca había cortado al comunicación.

M: ¿En qué puedo ayudaros? – preguntó entrando al salón, donde Carlos miraba disimuladamente a su

alrededor, y Claudia prestaba atención a sus movimientos.

Cl: Verás Maca, tan solo queremos hablar contigo – dijo con tranquilidad, Maca afirmó con la cabeza y

los invitó a sentarse – Veo que estabas viendo las noticias.

M: Sí… es lo que suelo hacer todas las mañanas – sonrió mostrándose calmada - ¿Ocurre algo?

Car: Verá, señorita Wilson – comenzó a hablar Carlos – ayer intentaron robar el Diamante Azul – le

soltó, Maca puso su mejor cara de asombro – afortunadamente, la empresa encargada de la seguridad,

había colocado una réplica casi exacta de la joya – miró a Claudia quien afirmó con la cabeza – eso es

todo lo que consiguieron robar.

M: Entiendo pero… ¿qué tengo que ver yo en todo esto? – preguntó contrariada.

Cl: Estamos hablando con todos los que tuvieron algo que ver con la presentación – le explicó – el hecho

de que no lo robaran no significa que no haya una investigación.

M: Bien – se acomodó - ¿qué quieren saber?

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Car: Usted fue la encargada de organizar el evento ¿No es así? – preguntó.

M: Sí… mi empresa se encargó de ello – contestó mostrándose cooperativa.

Car: Y ¿Cómo es que abandonó el evento si era usted la organizadora? – preguntó - ¿No debería haberse

quedado hasta la finalización del mismo?

M: Por supuesto – respondió – pero debido a un cambio en la fecha de la presentación, éste evento

coincidía con otro también importante para mi empresa al que debía acudir – le explicó – así que

avisando previamente a Claudia – la miró y ésta asintió – y dejando al cargo a una de mis mejores

empleadas, tuve que ausentarme del evento para poder llegar al otro.

Car: Bien – anotó algo en su libreta - ¿A qué hora se fue? – preguntó.

M: Pues… - hizo memoria – un poco antes de las diez… no recuerdo la hora exacta.

Cl: A las diez menos diez – contestó por ella.

Car: ¿Alguien la vio salir? – siguió preguntando.

M: Varias personas sí – respondió – me vio Claudia, que puede dar fe de ello – ésta asintió una vez más

– el agente de seguridad de la entrada, y todos mis camareros.

Car: ¿Cuánto tardó en llegar al otro evento? – siguió preguntando.

M: Una media hora o un poco más – afirmó – había bastante tráfico.

Car: Habitualmente ese recorrido se hace en menos tiempo, ¿no es así?

M: Si le soy sincera, no lo sé – contestó – pero con el tráfico que había, realmente fue un milagro que

tardara tan poco en llegar.

Car: Ya… o sea, que no tuvo tiempo de volver a la presentación, robar el diamante y llegar a su otro

evento ¿no?

M: ¿Me está acusando de robo? – preguntó ofendida.

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Cl: No te estamos acusando de nada, Maca – dijo antes de que el tal Granados dijera algo más – solo

son suposiciones, ¿verdad inspector? Además, las cámaras de tráfico la sitúan en un atasco a la hora

aproximada del robo – le dijo – ya lo comprobamos.

Car: Por supuesto – le dio la razón – solo estamos descartando posibilidades – sonrió – y vamos a

necesitar su ayuda.

M: Pueden contar conmigo para todo lo que necesiten – contestó diligente.

Car: Bien… vamos a necesitar la lista de empleados a los que contrató para el evento – le dijo – y… tal

vez tengamos que volver a hablar con usted, le ruego que esté localizable.

M: Lo estaré – se levantó a la vez que lo hacían ellos – si me dice donde mandarles la lista, éste mismo

día se la haré llegar – decía mientras los acompañaba a la puerta.

Car: Mandela a ésta dirección de correo – le dio una tarjeta – también está mi número, por si recuerda

algo más, cualquier cosa que le pareciera extraña.

M: Perfecto – abrió la puerta, para dejarles salir – un placer.

Cl: Gracias por tu ayuda, Maca – le dijo con una sonrisa.

M: De nada, todo sea por ayudar – contestó sonriéndole – hasta luego.

Cl: Hasta luego – dijo antes de que se cerrara la puerta - ¿Qué piensas? – preguntó al verlo tan

pensativo.

Car: Nada… - negó con la cabeza – es solo que todo esto de la Reina Roja es más complicado de lo que

creía…

Cl: Sí… dímelo a mí – sonrió levemente, Carlos también lo hizo. El teléfono de Claudia empezó a sonar y

al ver el nombre de quién llamaba se disculpó con el inspector - ¿Sí?

E: ¿A qué ha venido interrogarla? – preguntó directamente – sabes perfectamente que no ha tenido

nada que ver, lo comprobamos anoche mismo.

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Cl: Lo sé… pero Esther, es el procedimiento habitual – se excusó – no hay nada de malo con hacer un

par de preguntas – le dijo – al contrario, siempre vienen bien y tú deberías saberlo.

E: Sí… tienes razón, perdona – se disculpó con ella, pues una vez más, estaba anteponiendo su corazón

y el amor que sentía por Maca a la investigación - ¿Qué os ha contado?

Cl: Nada que no supiéramos – contestó – tiene una coartada sólida, ya lo sabíamos y nada más… está

dispuesta a colaborar en lo que pueda.

E: Bien… - se recriminó una vez más haber dudado de su chica, pero entre tanto revuelo, con la sombra

de aquella ladrona planeando sobre sus cabezas y sin ningún tipo de pista, su razón, sus años de trabajo

la hacían dudar de todo el mundo – Lo siento Claudia… estoy un poco sensible con todo esto – volvió a

disculparse por la manera en la que le había hablado antes.

Cl: Esther… entiendo que es tu novia y la quieres, pero esto teníamos que hacerlo, debemos hablar con

todo el mundo y Maca, estaba allí, organizó todo el evento, era la primera con la que teníamos que

hablar.

E: Lo sé, lo sé – contestó – gracias, Claudia.

Cl: No te preocupes – sonrió – y bueno, te voy a dejar, Carlos y yo vamos a ir a casa de la tal Julia a

hablar con ella.

E: Vale… mantenme informada – pidió.

Cl: ¿Sabes qué jefa? Deberías relajarte un poco – dijo a modo de broma.

E: Cuando todo esto acabe… llámame cuando habléis con Julia.

Cl: Lo haré – prometió despidiéndose y colgando el teléfono para llegar al coche y poner rumbo a casa

de la camarera.

Cuando se cercioró de que se habían marchado, Maca salió de casa para hacer la llamada que no

deseaba realizar pero que sabía, debía hacer. Anduvo varias calles hasta encontrar una cabina

telefónica, entró en ella y tras suspirar hondamente, marcó los dígitos que necesitaba.

M: ¿Señor Lara? – preguntó una vez respondieron al otro lado de la línea.

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R: Vaya… esperaba su llamada – contestó Raúl – veo que ha tenido algún problema.

M: Sí… nada ha salido como esperaba – dijo dándole la razón – creo que es mejor que cerremos el trato

aquí.

R: ¿Es que no va a volver a intentarlo? – quiso saber.

M: No – respondió categórica – no es tan sencillo y ahora mismo es imposible volver a intentarlo.

R: UUmm… realmente no sé qué pensar de usted – dijo de nuevo – por una parte me ha dejado

impresionado, logró realizar el trabajo, aunque se llevara una réplica – soltó – eso dice mucho de usted.

M: Sí… - dijo extrañada por aquella respuesta - ¿Cómo sabe que era una réplica lo que robé? – preguntó

directamente – en ningún momento he dicho que lo hiciera… ¿Cómo lo sabe? – repitió algo nerviosa.

R: Oh… jeje – rió orgulloso – yo sé muchas cosas…

M: Esta conversación ha terminado – dijo intentando colgar.

R: No… - impidió que lo hiciera – terminará cuando yo quiera que termine – siguió diciendo – verá, le

explicaré como funciona – dijo apropiándose de la frase que Maca le había dicho el primer día – A pesar

de no haber logrado robar el Diamante Azul, he de decir que estoy impresionado con su trabajo, por eso,

estoy interesado en hacer negocios con usted – le dijo – así que, ahora seré yo quien vuelva a ponerme

en contacto con usted y quien le diga, exactamente lo que tiene que hacer.

M: No estoy dispuesta a…

R: Lo hará… Macarena… - dijo haciendo que Maca abriera los ojos como platos ¿Cómo sabía su nombre?

– claro que lo hará… la volveré a llamar. Que tenga un buen día – terminó de decir colgando el teléfono.

En los primeros días tras aquella llamada, Maca se mostró tensa, irascible, huraña, más borde de lo que

podía llegar a ser habitualmente y estuvo a punto de crearle un serio problema con Esther, cuando ésta,

medio en broma, medio en serio, insinuó que su chica estaba pasando por un proceso de manía

persecutoria bastante cómica. Aquella broma no sentó nada bien a Maca lo que derivó en una serie de

malas contestaciones que hicieron que Esther saliera de su casa con bastante seriedad.

Y es que, para Maca, escuchar su nombre de la boca de aquel hombre fue un jarro de agua fría, se

sentía expuesta, por momentos vigilada y con la horrible sensación de saber que alguien sabía quién era

ella y no tenía ni puñetera idea de cuáles eran sus planes.

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Repasó mentalmente e incluso hizo una lista de todas aquellas personas que la conocían, todas con las

que tenía contacto y no logró sacar nada en claro. Sus relaciones personales se limitaban a Esther, Ana

–la cual de momento no estaba en Madrid y no tenía ni idea del “otro trabajo de Maca” – Laura, quien

vivía en África ajena al “primer mundo”. El primer sospechoso de su lista fue Sergio, el aspirante a

periodista condenado a escribir anuncios por palabras desde que lo contrataran en aquel periódico era el

único que sabía su identidad. Habían crecido juntos y era el encargado de ponerla sobre aviso cuando

alguien quería que realizada algún trabajo. Desechó la idea al instante, Sergio era, por así decirlo, su

aliado y estaba convencida de que no se arriesgaría a perder la “curiosa” cantidad de dinero que tan

religiosamente recibía de ella.

De su “trabajo tapadera” también descartó a todos sus empleados, ninguno la conocía más allá de los

contratos temporales que ella misma se encargaba de hacerles y era imposible que alguno de ellos lo

relacionara con la Reina Roja. No le quedaba muchas más gente, tan solo el personal de la clínica en la

que estaba internada su madre y ninguno de ellos tenía vidas tan aburridas como para investigarla

precisamente a ella. Así que por muchas vueltas que le daba al tema, no había logrado identificar al

“capullo chivato” que le había dado su nombre al tal Raúl Lara.

La “Prometida llamada” no llegaba y poco a poco se fue relajando, se fue calmando y pensando que, si

en algún momento esa llamada se realizaba, bastaría con negarse a hacer el trabajo que le requiriera y,

si se daba el hipotético caso de que el tal Lara la amenazara con descubrir su identidad a la policía, ella

también podría amenazarlo, al fin y al cabo, había sido Raúl quien la había contratado para el famoso

robo y no era tonta, tenía pruebas de ello, por lo que, si ella caía, se aseguraría de que Lara también

cayera con ella y entonces seguramente, aquel chulito de playa se tendría que tragar todas sus

“Amenazas”.

Así pasó un mes entero, finalmente, casi olvidándose del tema y sin recibir señal alguna del capullo de

turno, terminó por continuar con su vida con tranquilidad. Volvió la rutina a su vida, volvió la armonía

con Esther y su relación, de nuevo, continuaba siendo lo mejor que le había pasado en mucho tiempo.

Ese día, era especial, quería dar un paso importante con su chica, necesitaba unir a las dos mujeres más

importantes de su vida en la misma habitación, así que había quedado con Esther en recogerla por la

tarde. Ésta se extrañó, era miércoles y por lo que había leído en el informe, Maca todos los miércoles

visitaba a su madre, aquel recuerdo la llenó de nervios. O mucho se equivocaba, o Maca iba a

presentarle a Rosario.

No se equivocó, una Maca bastante nerviosa llegó a su casa, con el rostro serio y los ojos, como siempre

que iba a visitar a su madre, vacíos.

E: ¿Estás bien? – preguntó mientras terminaba de arreglarse, intentando que no se le notara que sabía

de sobras a donde irían.

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M: Sí… - la tomó de la mano – ven… quiero decirte algo.

E: ¿Qué pasa? – Preguntó mientras se sentaba a su lado.

M: Verás… quiero contarte algo – le dijo con tristeza – hoy me gustaría llevarte a un sitio, pero antes

quiero que sepas algo… - continuó.

E: Maca… cariño – acarició su cara dándole ánimos para seguir.

M: Sabes que nunca o casi nunca te he hablado de mi madre – continuó, Esther asintió – bien… ella está

en una clínica de… de enfermos de Alzheimer – le dijo con una tristeza que encogió el corazón de Esther

– hoy voy a ir a verla y… me gustaría que vinieras conmigo.

E: Vale – sonrió como respuesta – iré contigo.

M: Bien… - acarició su mano – quiero que… que tengas una cosa clara… - siguió – dice muchas

incoherencias y cuando ve a alguien desconocido reacciona un poco mal – afirmó – no le gusta la gente

que no conoce y seguramente intentará hacerte sentir mal… pero no es culpa suya…

E: Tranquila, cariño – le dio un beso – no pasará nada.

M: Te va a hablar de Fernando… - bajó la cabeza – seguramente te dirá que estuve muy enamorada de

él y que era el amor de mi vida – la puso en antecedentes – seguro que hará o dirá algo para que no te

sientas a gusto – continuó – pero quiero que sepas que te quiero como no he querido a nadie, que

Fernando, por mucho que diga mi madre, no fue nada en mi vida y… no quiero que te sientas mal por lo

que pueda decirte…

E: Mi amor… no pasa nada ¿vale? – Sonrió - ¿estás segura de que quieres que vaya?

M: Sí, claro que sí… - sonrió.

E: Pues entonces vamos – contestó levantándose y tomándola de la mano.

M: Ah y… - la paró – hay una… una chica…

E: ¿Chica? ¿Qué chica? – ahora sí que se le cambió la cara.

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M: Vero… una médico de la clínica – le dijo – normalmente cuando voy… se me insinúa pero… te juro mi

amor que nunca le he dado motivos… y tampoco quiero que pienses lo que no es si dice algo que te

moleste.

E: Vale… pues venga, que ahora sí que tengo ganas de ir – dijo tomando el camino hacia el ascensor –

se va a enterar la Vero esta… - murmuró.

En el trayecto en coche, Maca fue contando cosas de su niñez, de lo unida que siempre había estado a

su madre, de lo maravillosa madre que había sido y de las cosas que tuvo que sacrificar para sacarla

adelante cuando faltó su padre. Esther notó la admiración, el amor y el respeto que sentía por ella y le

regaló una sonrisa enamorada mientras tomaba su mano y la besaba lentamente.

V: Vaya Maca – apareció Verónica nada más entraron por la puerta – Qué guapa vienes hoy – dijo con

una sonrisa coqueta.

M: Hola Vero – dijo con voz cansada - ¿Cómo está hoy mi madre?

V: Pues no de muy buen humor – dijo acercándose a ella - ¿Nos tomamos un café y te lo cuento? –

preguntó, demasiado cerca de su cuerpo pese a haber visto a Esther a su lado.

E: Hola – intervino, haciendo que se separaran – soy Esther y te agradecería que no invadieras de esa

forma el espacio vital de mi novia – dijo categórica, seria y haciendo sonreír a Maca.

V: ¿Su novia? – preguntó descolocada.

M: Pues sí – entrelazó su mano con la de Esther – mi novia – corroboró – y ahora si nos disculpas, voy a

ver a mi madre.

Cuando comenzaron a andar de nuevo, Vero las miró marcharse y sin apartar la mirada de ellas, con

una leve sonrisa, se dio media vuelta y volvió a su despacho.

Aquella visita fue todo menos divertida. Como bien les había dicho Vero, Rosario no estaba de buen

humor, de hecho, su humor era bastante malo ese día y lo pagó contra Maca. Le dijo cosas que a su hija

le hicieron daño, no se interesó por la presencia y presentación de Esther y estuvo todo el tiempo metida

en su mundo y reprochándole cosas del pasado a Maca. Esther aguantaba estoicamente, sin intervenir

pese a ver el rostro desencajado y lloroso de su chica quien, a su vez, intentaba por todos los medios

calmar a su madre.

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Cuando salieron de la clínica lo hacían absolutamente en silencio. Esther decidió conducir. No le parecía

prudente dejar que Maca lo hiciera en ese estado de ausencia en el que se encontraba. Estaba muy lejos

de allí, seguramente pensando en todo lo que había dicho su madre en esa visita y sabía que estaba

afectada. Intentó hacerla reír, hablarle de cualquier cosa para que se olvidara un poco del tema pero no

lo logró. De ese modo llegaron al piso de Maca y sin necesidad de invitación, Esther aparcó y subió con

ella.

Se sentaron en el sofá, no encendieron la tele, ni la radio ni siquiera se preocuparon de su las persianas

estaban echadas o no. Maca seguía sin pronunciar palabra y Esther lo único que le interesaba era verla

bien. Abrió los brazos para que se acomodara entre ellos y se le partió el alma cuando escuchó un leve

sollozo. Acarició su pelo y le dio varios besos intentando calmarla.

E: Shh… cariño, ya está – susurraba mientras la acunaba.

M: Ella no era así – sollozaba – no tenía esa maldad al hablar… jamás dijo algo que me hiciera daño…

E: Está enferma mi amor – continuó ella queriendo que se calmara.

M: Lo sé… - dijo sin moverse – pero no… no puedo verla así… cada vez es más difícil y…

E: Cariño, mírame – hizo que la mirara, le limpió un par de lágrimas y sonrió levemente dándole apoyo –

no estás sola – pronunció y nunca supo hasta qué punto esas palabras le hicieron bien a Maca – no estás

sola… ya no… estoy aquí cariño…

M: Te quiero – fue lo único que pudo contestar, recibiendo y tibio y lento beso de su chica.

E: Y yo a ti – contestó tras el beso.

M: Prométeme que siempre estaremos juntas – pidió, con algo de desesperación en su voz, porque

necesitaba saber que estaría siempre con ella, no quería volver a sentirse tan sola como se había sentido

hasta que la conoció – prométeme que pase lo que pase… no dejarás de quererme…

E: Te lo prometo – contestó, y clavando la mirada en sus ojos añadió – jamás… por mucho que pase,

por mucho tiempo que transcurra… nunca podré dejar de quererte, Maca… porque te has metido tan

dentro de mí, que sé, que nunca podré borrarte… ni borrar lo que siento…

Maca volvió a abrazarse a ella, como si fuera la única tabla de salvación en mitad de un océano revuelto

por una gran tempestad. Se apretó contra su pecho, sintiendo una paz jamás conocida, sintiendo que, a

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su lado, todo lo demás no existía, que no había nada, absolutamente nada en el mundo mejor que estar

entre sus brazos.

Había recibido un nuevo encargo para la celebración de un nuevo evento. El cumpleaños de un famosillo

que había querido pagar una cuantiosa suma de dinero para que organizara la mejor fiesta del año. Así

que ahí estaba, tres días después de aquella visita a su madre, mucho más contenta gracias sin duda a

la ayuda de su chica, a sus mimos y a sus palabras, en esa discoteca elegida por su cliente para celebrar

la “gran fiesta”.

Miraba el potencial de aquella sala, imaginando mil y una cosas para que la fiestecilla fuera muy sonada

en el mundo de la farándula cuando escuchó la puerta abrirse. Pensó que el dueño volvía tras haber

salido a por unos pedidos así que no le dio demasiada importancia.

R: Vaya, vaya, vaya – escuchó a su espalda – así que la Reina Roja tiene un trabajo de verdad…

Se levantó con parsimonia, dejó lo que llevaba en las manos con lentitud y se dio la vuelta para

encararlo. Si en algún momento había pensado que se había confundido con el tono de su voz, verle

resolvió todas sus dudas. No, claro que no se había confundido.

M: Señor Lara – pronunció intentando mantenerse ecuánime ante él.

R: Macarena – contestó recordándole que sabía quién era – Me alegro de verla.

M: No puedo decir lo mismo – respondió – le agradecería que abandonara éste local, no está autorizado

a entrar.

R: ¿No quiere saber cómo sé quién es? – dijo orgulloso de él mismo.

M: Por supuesto – escuchó ruidos en la trastienda – pero aquí no podemos hablar.

R: En eso estoy conforme – le dio la razón.

M: Bien… vaya al polígono industrial… hay una nave abandonada…

R: No, no, no – se negó – ésta vez vamos a hacer las cosas a mi manera – le dijo – y será mejor que

sea en un lugar lleno de gente… me gusta la gente ¿a usted no?

M: No creo conveniente que nos vean juntos – contestó, cruzándose de brazos de manera defensiva.

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R: Es más sospechosos entrar en una nave abandonada sigilosamente, que hablar tranquilamente en

una cafetería del centro… ¿le parece bien aquella en la que quedamos la primera vez? Dentro de media

hora – no le dio tiempo a contestar y se dio la vuelta para marcharse.

Quedó parada viendo cómo se iba. Su rostro se tornó serio cuando se marchó. Odiaba esa posición en la

que le daban órdenes, pero Raúl había tocado uno de sus puntos frágiles, la curiosidad, y además,

necesitaba saber quién le había delatado ante él, así que, pese a que algo le decía que era la peor idea

que podía haber tenido jamás, a las cinco de la tarde iría a esa dichosa cafetería para poner punto y final

a esa “relación profesional”.

Conducía por la M-30, necesitaba pensar y en la oficina ya no era capaz de hacerlo. La investigación

sobre la famosa Reina Roja estaba congelada. No había pruebas, no encontraban indicios de nada y no

tenían ni idea de por donde tirar. La policía tampoco tenía mucho más, de hecho, habían intercambiado

información llegando a un punto muerto del que no eran capaces de salir. Había revisado los dos robos

mil veces y no había sacado nada en claro. No había huellas, no había pisadas, no había nada extraño en

todo aquello.

Se devanaba los sesos intentando buscar pistas de donde no las había, sopesaba mil posibilidades a cual

más escabrosa, incluso, en su mente, por un segundo, había sospechado de su chica e incluso de

Claudia. Obviamente, había borrado esas absurdas ideas de su cabeza, tenía que volver a centrarse en

el caso, volver a racionalizarlo todo y buscar algo por mínimo que fuera que le pusiera en el camino

correcto.

Por eso había salido a conducir, porque eso le relajaba y abría su mente, pese a que en muchas

ocasiones, el tráfico y las retenciones hacen que el 90% de los conductores pierdan la paciencia, a ella le

calmaba; ponía la radio, se acomodaba en el sofá y con le volante entre las manos dejaba fluir su

tensión y su estrés hasta calmarse y poder pensar con más claridad.

Pero parecía que ese día, la calma no llegaría nunca, no había demasiado tráfico a esas horas, y su

velocidad era constante. Una de las veces que miró por el retrovisor vio un Land Rover blanco, con las

lunas tintadas y matricula europea tras ella. No le prestó demasiada atención y siguió conduciendo.

Adelantó a un par de coches y el Land Rover los adelantó también poniéndose de nuevo detrás suyo.

Miro por el retrovisor, el coche se acercaba demasiado a ella, aceleró sin pasar el límite de velocidad y el

Land Rover lo hizo también. Comenzó a ponerse algo nerviosa y entonces, el coche puso el intermitente

anunciando su adelantamiento. En lugar de hacerlo, se puso a su lado.

Miró a su izquierda, viendo como dos hombres ocupaban el vehículo, uno de ellos, el que no conducía, le

hacía señas para que bajara la ventanilla. No lo hizo hasta que el hombre, mostrando algo, repitió la

acción, fue entonces, cuando vio lo que le mostraba, que accionó el elevalunas.

- Síganos – le ordenó.

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Y acto seguido, se pusieron delante de ella, manteniendo la distancia para que no les perdiera y salieron

de la M-30 por la primera salida que encontraron.

Cuando llegó a aquella cafetería, lo vio sentado, en una mesa del fondo y con una sonrisa de

superioridad que le irritaba los nervios. No le caía bien y algo le decía que iba a meterla en serios

problemas, sin embargo, ahí seguía, andando hacia esa dichosa mesa donde Raúl se levantaba imitando

una caballerosidad que estaba segura de que no tenía.

R: Me alegro de que haya venido – pronunció mientras volvían a sentarse.

M: Dígame como sabe quién soy y podré marcharme cuanto antes – fue lo único que dijo.

R: ¿Por qué tan a la defensiva? – preguntó haciéndose el inocente – vamos a trabajar juntos… creo que

debería bajar las defensas.

M: Mire, se lo voy a dejar muy claro – continuó ella – usted no me gusta, no me gusta ese rollo que se

trae y mucho menos me gusta cómo está haciendo las cosas – le dijo con el rostro serio – así que

terminemos con esto cuanto antes, no quiero volver a verle…

R: Sincera… me gusta eso – dijo con esa autosuficiencia que comenzaba a crispar los nervios de Maca –

estoy seguro que cuando terminemos esta charla, seguiremos teniendo negocios juntos.

M: Vaya al grano, señor Lara – le cortó – estoy a punto de levantarme…

R: Está bien, está bien – aceptó - ¿quiere saber cómo he averiguado su identidad? – Maca asintió con la

cabeza – verá, llevo mucho tiempo siguiéndole la pista, no ha sido fácil, he de reconocer que hace las

cosas muy bien, por eso está usted aquí hoy – siguió – he tardado mucho en dar con usted, pero, soy un

hombre de recursos – se auto alabó – y cuando quiero algo, lo consigo – se sonrió orgulloso de sí mismo

– llevo investigándola desde su primer robo sonado, mucho antes del museo, antes incluso de que

empezara a dejar esa ”firma”, que por cierto – hizo un inciso - ¿cómo se le ocurrió de buenas a primeras

comenzar a dejar la figurita?

M: Eso no es asunto suyo – contestó.

R: Era simple curiosidad – se elevó de hombros – en fin, sigamos – dijo para continuar con su historia –

la cuestión es que no fue hasta que logré contactar con usted que no supe quién era – volvió a sonreírse

– he de reconocer que hizo una gran puesta en escena la primera vez “que nos vimos”, pero lo que

usted no sabía, era que, mientras usted hacía todo lo posible para ocultar su rostro, mi primo, Alberto –

señaló a un chico en la barra que elevó su cerveza en señal de saludo – estaba muy pendiente de sus

movimientos, le hizo fotos y pudimos dar con usted y su identidad.

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M: Ya – miró al chico.

R: ¿No le pareció extraño que nadie revisara las cámaras de seguridad que usted había manipulado un

día antes? – preguntó haciéndole saber que en el famoso robo del diamante, alguien más había estado

ayudándola – supongo que se sorprendió de la “ayuda” recibida… debería estar agradecida.

M: Yo no tengo nada que agradecerle a nadie – espetó.

R: Bien… si usted lo dice…

M: Vale – dijo – ya me ha dicho como sabe quién soy… ahora dígame qué quiere… porque supongo que

querrá algo, así que dígamelo para que podamos terminar con esto.

R: Es simple – sonrió – quiero que trabaje para mí.

M: jajaja… - rió por su ocurrencia – está loco si cree que voy a seguir trabajando para usted… yo trabajo

sola…

R: No a partir de ahora – contestó – si no quiere, claro, que toda la información que tengo llegue a la

policía…

M: Hágalo – dijo segura de lo que decía – vamos, vaya a la policía y deláteme, no le tengo miedo, de

hecho, usted caerá conmigo si lo hace, tengo pruebas que también le relacionan con el intento de robo

del Diamante azul – ahora fue ella la que se sonrió orgullosa – yo también sé guardarme las espaldas,

señor Lara.

R: Y no esperaba menos – contestó dejándola un tanto fuera de juego – pero tranquila – cogió una

servilleta y comenzó a escribir algo en ella – no tendremos que llegar a esos extremos – decía mientras

escribía – esto es lo que le propongo… todo un reto para usted…

Le pasó aquella servilleta una vez terminó de hablar, Maca lo miró a la cara, sin leer lo que había escrito.

Raúl le hizo un gesto con la cabeza para que leyera, ella miró a la barra, donde el tal Alberto también

esperaba que lo hiciera, finalmente, cogió aquel papel y comenzó a leer… sus ojos se abrieron como

platos cuando vio lo que ponía, aquello era una locura, una total y absoluta ida de olla de aquel estúpido

que no sabía ni lo que decía.

M: ¿¡Está usted loco!? – preguntó dejando la servilleta de nuevo en la mesa.

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El Land Rover viajaba a una velocidad constante, ya fuera de la M-30 había tomado una carretera

convencional alejándose del núcleo urbano. Tras él, Esther conducía siguiéndolos con el rostro serio. Vio

que ponía el intermitente indicando un cambio en su dirección y los siguió cuando tomaron un camino de

tierra. Siguieron durante unos 500 metros más hasta llegar a una apartada explanada, el coche que

tenía delante paró, y los dos hombres de su interior salieron quedándose apoyados en el capó. Esther

también paró, sin apartar la mirada de ellos quitó el contacto y se deshizo del cinturón. Inspiró y salió

también del coche.

E: ¿Saben que podrían ser un poco más disimulados? – preguntó sin saludar – además de que han

infringido alguna que otra norma de tráfico.

- Lamentamos mucho haber tenido que hacer las cosas de ésta forma – le dijo uno de los hombres –

pero era la única manera de no levantar sospechas en nadie y salvaguardar su identidad.

E: Ya… - se cruzó de brazos - ¿Y me van a decir porqué de pronto he creído estar en una película

americana o tengo que adivinarlo?

- Era imprescindible que habláramos con usted – se acercó el chico con un sobre en la mano – necesita

saber esto, y era urgente. Obviamente no podíamos presentarnos en su empresa – continuó

disculpándose.

E: ¿Qué ha pasado? – preguntó, pues, si esos chicos habían hecho las cosas de esa manera, y por su

forma de hablar, era evidente que algo grave había pasado.

- Han intentado hackear nuestra base de datos – le soltó y a Esther se le cambió la cara nada más

escuchar aquellas palabras.

E: ¿Cuándo? – preguntó quitándole el sobre que llevaba y abriéndolo para ver su contenido.

- Ésta mañana – contestó mientras Esther leía unos papeles – a primera hora de la mañana, por suerte,

su software de seguridad es muy bueno. Los cortafuegos son impresionantes y la re-dirección de los

enlaces les han complicado mucho las cosas.

E: ¿Qué pasó con el procedimiento de autobloqueo del sistema? – preguntó mientras leía.

- Actuó según lo estipulado – contestó – cuando se acercaron demasiado a los datos, el sistema se

bloqueó por completo – continuó – hemos tenido que reiniciar todo el sistema, estamos comprobando si

ha habido algún daño.

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E: Ya lo veo – levantó la vista de los papeles - ¿Qué han logrado averiguar?

- Creemos que nada – afirmó – ni siquiera llegaron a desemcriptar los datos.

E: No me vale un “creemos” – les dijo mirándolos – nos jugamos mucho, todos, y un “creemos” no es

suficiente.

- Señorita García – siguió diciendo con calma – podemos asegurarle que no han conseguido nada de

relevancia, lo único que hay en esa base de datos son cosas demasiado superficiales y usted lo sabe.

E: No todo es superficial – les contestó – hay información en esa base de datos relacionada con mi

empresa, usted lo sabe.

- Lo tenemos todo bajo control – dijo el otro chico, hablando por primera vez en toda la conversación – y

la Presidenta Gándara nos ha dado órdenes de tranquilizarla, estamos trabajando en ello.

E: Eso no me ayuda nada – contestó – quiero supervisarlo yo misma.

Mientras tanto, en la cafetería del centro, Maca continuaba asombrada por lo que había leído, ese

hombre estaba absolutamente loco, aquel trabajo era simple y llanamente imposible, no había forma de

hacerlo sin consecuencias.

R: Tengo muchos defectos – contestó Raúl a su exclamación – pero la locura no es uno de ellos.

M: Noo… ya lo veo – dijo irónica.

R: Mire, Macarena – siguió él – sabemos que es un trabajo difícil y por eso está usted aquí, la única que

puede hacerlo es usted… por eso hemos estado siguiéndola, por eso hemos movido Roma con Santiago

para saber quién era… - se sonrió – la queremos en nuestro equipo, simplemente, usted es la única que

puede entrar allí y encontrar lo que necesitamos.

M: Usted no tiene ni la más mínima idea de lo que me está pidiendo – continuó ella – el sistema de

seguridad debe ser el más impresionante del país, apuesto a que tendrán de todo: lector de huellas,

identificación por voz, de retina, por no hablar de sensores de movimiento y mil cámaras de seguridad…

un software impenetrable y…

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R: Sí… suponemos que tienen todo eso – la cortó con una media sonrisa – pero seguro que usted

encontrará la manera de entrar…

M: No sabe lo que me está pidiendo – contestó – métaselo en la cabeza, no se puede, es imposible de

hacer.

R: Encontraremos la manera – dijo seguro de sí mismo – verá… tenemos, cierta información – llamó a

su primo quien por fin se acercó – Alberto le explicará todo.

A: Buenas tardes – sonrió – es un placer conocer a la Reina Roja.

R: Alberto… déjate de tonterías – le cortó – y ve al grano, la señorita tiene algo de prisa…

A: Está bien – dijo mirándola con ¿admiración? – verá… conseguí trabajar allí durante una semana, justo

antes de su intento de robo… jeje yo fui quien “examinó” las cámaras antes del evento.

R: Sí, y gracias a tu chapuza durante el interrogatorio hemos estado a punto de joderlo todo – le

reprochó.

A: Sí… un pequeño contratiempo – dijo quitándole importancia – pero vamos a lo importante… Claudia

Castillo, como ya sabe, es la “directora general” de Werty`s security – ella afirmó, preguntándose por

qué no se había levantado ya de aquella mesa – bien, pues allí dentro nada es lo que parece – siguió –

Claudia Castillo no es la verdadera directora, de hecho, hay alguien más por encima de ella, el gran jefe,

el único con acceso a todos las bases de datos y los archivos clasificados, el que maneja todos los hilos –

le dijo – tiene un despacho al que solo se accede por un ascensor oculto en algún lugar del parking, solo

él conoce su ubicación y es el único con acceso al mismo, suponemos que dicho ascensor debe tener un

código de acceso, desconocemos qué otro tipo de seguridad. No hace ni una sola parada en las cinco

plantas de la empresa, va directo a un despacho “fantasma” en la última planta, éste despacho no

aparece en los planos del edificio y no tenemos ni idea de qué tipo de sistema de seguridad tendrá. Lo

que sí sabemos es que la información que necesitamos está en ese despacho.

R: Nadie sabe quién es el verdadero director de la empresa – continuó Raúl cuando su primo se calló –

nadie conoce su identidad, es como si no existiera… hemos intentado entrar en la base de datos del

Gobierno, pero como ya esperábamos, la información que necesitamos está tan franqueada por un

impresionante software de seguridad que es imposible entrar.

M: No entiendo nada – les dijo - ¿Qué tipo de información puede ser tan importante como para tener

esas asombrosas medidas de seguridad? – preguntó, y Raúl se sorprendió de nuevo al creerla “entrar en

el juego”

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R: Veo que le interesa el tema – Maca hizo un gesto de desagrado – bien, verá, hasta hace unos años, el

gobierno se encargaba de salvaguardar las nuevas identidades y nuevas localizaciones de sus testigos

protegidos – y Maca se asombró al comenzar a entender aquello – pero, su sistema de seguridad cada

vez era más vulnerable, el creciente nacimiento de nuevos hackers informáticos demasiado

extraordinarios, mantuvo en peligro toda su información durante varios meses – le explicaba – así que,

la presidenta del gobierno, Cruz Gándara, decidió contratar a una empresa de seguridad externa, la

mejor del país, hasta el momento.

M: Werty´s Security – murmuró.

R: Exacto – sonrió – Nosotros necesitamos esa información – le dijo – y usted es quien va a

conseguírnosla.

M: Ya… - lo miró – lo que quieren es que les facilite información clasificada por el gobierno para vaya

usted a saber qué fines – Raúl hizo un gesto en el que le dijo que así era - Va a tener que buscarse a

otra persona – dijo cruzándose de brazos – yo no lo voy a hacer. No soy una asesina y no sé por qué,

tengo la sensación de que para eso necesitan esa información – lo miró, y volvió a ponerse nerviosa, la

sonrisa de autosuficiencia del tal Raúl no era nada tranquilizadora - ¿No es eso?

R: Digamos que hay un hombre, un testigo protegido, al que necesitamos cerrarle la boca… nadie ha

hablado de asesinato – dijo levantando las manos como si no nunca hubiera roto un plato.

M: Sí, claro… - tomó su bolso – como ya le he dicho, se ha equivocado de persona – dijo recogiéndolo

todo, ante la impertérrita mirada de Raúl – no voy a hacerlo.

R: Respuesta incorrecta, Macarena – dijo sin levantarse, pendiente a todos sus movimientos – dígame…

¿sabe usted lo que ocurre cuando se inyecta a alguien con una enfermedad… no sé, tipo Alzheimer, por

ejemplo, una jeringuilla de aire? – preguntó, y se sonrió aún más satisfecho cuando Maca detuvo todos

sus movimientos ante aquella pregunta – Jajaja – reía déspota – creo que hay alguien que puede

responder a ésta pregunta, ¿verdad, mi amor? – miró hacia atrás.

V: Por supuesto, cariño – dijo tras él una Vero altiva que sonreía – Hola, Maca – saludó, con una

amabilidad malvada, mientras Macarena se había quedado absolutamente sin palabras.

La miraba con tanto odio que salía fuego de sus ojos. Quería matarla, ella, que jamás había tenido ese

tipo de pensamientos ahora le venían todos y cada uno de ellos con fuerza a la mente. Quería

destrozarlos, cortarlos a pedazos, poco a poco, quería que sufrieran, que sintieran el dolor que le

estaban causando a ella. Sin embargo, no hizo nada, se había quedado tan petrificada al ver todo lo que

habían montado, que no era capaz de decir ni hacer absolutamente nada.

V: Verás – comenzó a decir ella, aunque Maca poco le escuchaba – cuando se inyecta una burbuja de

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aire en el organismo, ésta viaja por el sistema sanguíneo hasta encontrar una arteria. La tapona,

haciendo que la sangre no llegue ni al cerebro ni al corazón – le explicaba, Maca ni tan siquiera la oía –

La consecuencia de todo esto es una embolia cerebral… en personas jóvenes, sanas y fuertes, no tiene

por qué ser mortal… sin embargo, en una persona mayor y ya enferma… bueno… en el 99% de los casos

es letal – terminó de decir mirándola con una falsa tristeza.

La forma en la que la miraba no hacía más sino aumentar el odio de Maca. Les había subestimado, de

una manera absurda, sin pensar demasiado en las consecuencias que le traía aquello. Veía a Verónica,

besando con lentitud a Raúl y lo único que quería era matarla, matarlos a los tres con sus propias

manos.

Sin embargo, lo único que hizo fue coger sus cosas y salir de allí como alma que lleva al diablo. Quería

ver a su madre, necesitaba ver a su madre y saber que estaba bien. Así que se metió en el coche y

apretó el acelerador sin importarlo lo más mínimo si se pasaba del límite o no, si le ponían una multa o

no.

V: ¿Lo hará? – preguntó Vero a su chico una vez Maca había huido.

R: Lo hará… por la cuenta que le trae, lo hará – sentenció Raúl volviendo a besar a Vero.

La semana, para ambas, estaba siendo un verdadero infierno. Para Esther, aquella incursión en la base

de datos, había hecho que saltaran todas las alarmas. Se había encerrado en su despacho y había

comenzado a cambiar todo el software, reforzando el sistema de seguridad, cambiando códigos de

acceso e intentando rastrear la señal por la que habían intentado acceder. Sin embargo, quien quiera

que hubiera intentado entrar, había sido lo suficientemente inteligente para utilizar una red Wifi pública

y utilizado casi un centenar de servidores tanto nacionales como extranjeros, lo que hacía imposible su

rastreo.

Por su parte, para Maca, aquella semana había sido una de las peores de su vida. Cada día iba a la

clínica a ver a su madre y la encontraba en perfectas condiciones, dentro de su situación. Nada parecía

delatar a Vero quien se comportaba, cínicamente, como si no hubiera pasado nada. Había hablado con

Santiago, queriendo trasladar a su madre a otra clínica. El director, había desaconsejado el traslado y

tras una breve y sutil advertencia de parte de Raúl, habían conseguido que Rosario se quedara en la

clínica.

A penas se habían visto en esa semana, tan liadas ambas, tan preocupadas las dos por los recientes

acontecimientos, y con tan mal humor, que ni tan siquiera se habían acordado que eran una pareja, que

se necesitaban juntas, que se querían…

Estaba en casa, sentada en el sofá con la mirada perdida y la mente muy lejos de allí. Las ojeras

marcaban sus ojos y el agobio que sentía no la había dejado dormir más de tres horas seguidas en esas

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noches. Miraba el ordenador, la página de inicio de Internet le daba la bienvenida esperando que

realizara la primera búsqueda. Se negaba a hacerlo, no quería hacerlo, sabía que ese robo, era cuanto

menos un “suicidio” que tenía todas las papeletas para que la pillaran si lo hacía y por el contrario,

sabía, que no tenía más opciones.

Raúl le había enviado un sobre con toda la información que habían recopilado en ese tiempo sobre

Werty´s Security, y ahí seguía, sobre la mesa del salón y aún cerrado. Se negaba a abrirlo, quería

retrasarlo todo cuanto pudiera… pero sabía, que el tiempo jugaba en su contra y la vida de su madre

dependía de ella… de ese maldito trabajo.

Rindiéndose a ellos, sin más opción que aceptar por el bien de su madre, abrió aquel sobre y sacó los

documentos que encontró en su interior. Varios planos del edificio, fotografías de Claudia, una

descripción del sistema de seguridad y varias posibles ubicaciones del famoso ascensor… Nada… los muy

cabrones no tenían nada y la mandaban a ella a la boca del lobo. Se tapó la cara con las manos dejando

todo a un lado, sintió ganas de llorar, se sentía intensamente sola en aquella situación… sentía que todo

se iba a la mierda sin que ella pudiera hacer nada. En esas estaba cuando el teléfono comenzó a sonar.

M: ¿Diga? – preguntó con una voz lenta y algo grave.

E: Hola, cariño – contestó Esther al otro lado de la línea casi en el mismo tono.

M: Hola, Esther – le dijo devolviéndole el saludo sin intentar disimular su malestar.

E: ¿Cómo estás? – Preguntó – Hace días que no nos vemos… a penas hemos hablado y…

M: Estoy liada con el trabajo – se excusó – lo siento…

E: Tranquila… yo también estoy liada… - dijo sintiendo que había llamado en mal momento – cariño…

necesito verte – declaró, pues lo cierto era, que necesitaba abrazarla y sentir todo su apoyo.

M: Yo también – contestó sincera, a pesar de todo, la necesitaba – pero… tengo mucho lío y…

E: Lo sé, mi amor – siguió ella – yo también estoy liada… pero Maca… de verdad cariño que necesito

verte… hace días que no nos vemos y te echo mucho de menos mi amor…

M: Yo también te echo de menos… - cerró los ojos, sintiéndose impotente, habría querido decirle a

Esther que se acabó, que su relación debía terminar… no quería ponerla en peligro y sin embargo, no era

capaz de alejarse de ella, bastaba solo con escuchar su voz para darse cuenta de que no podría hacerlo,

por mucho que su mente le dijera que era lo mejor. No podría dejarla. La quería demasiado…

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E: ¿Sabes? Le he hablado de ti a mis padres – siguió Esther – y quieren conocerte… nos han invitado a

cenar esta noche en su casa.

M: Ya… Esther… no creo que…

E: Venga mi amor, vente conmigo – le pidió – solo cenaremos, luego nos iremos las dos… de verdad que

me haces mucha falta y me haría mucha ilusión que los conocieras.

Y no se pudo negar. Porque a Esther, no podía negarle nada y porque, realmente, ella también

necesitaba verla. Necesitaba estar con ella, besarla y que le diera toda la fuerza que necesitaba para

seguir adelante. Así que ahí estaba, besándola como había necesitado hacer durante días y esperando

que la madre de Esther abriera la puerta de su casa.

E: Me alegro de que estés aquí, cariño – decía abrazada a ella.

M: Y yo también – contestó volviendo a besarla.

E: Y no estés nerviosa – le pidió son una sonrisa, habiéndola notado un tanto “histérica” – no te van a

comer ni nada de eso.

M: No estoy nerviosa – contestó, logrando que Esther sacara una sonrisa con la que quiso decirle que no

se lo creía – Anda, vamos que tus padres nos esperan – dijo cuando escucharon que la puerta del

edificio se abría desde el portero automático.

Encarna y Miguel las recibieron encantados con la visita. Abrazaron a Esther y a Maca la besaron como si

la conocieran de toda la vida. Pese a que en un principio Maca estaba tensa y con la cabeza muy lejos de

esa cena, poco a poco se fue relajando. Estar con Esther a su lado, sentir su mano rozar la suya y su

sonrisa iluminando todo su mundo hizo que por un momento, por esa noche, se olvidara de todo lo

demás, y disfrutara con la familia de su chica.

M: Y… ¿Puedo preguntar cómo se conocieron? – preguntó ya al final de la cena, mientras hacían la

sobremesa con una copa de vino.

Mi: Pues es una historia curiosa, al verdad – dijo mirando a su mujer con felicidad.

E: Y les encanta contársela a todo el mundo – Susurró al oído de su chica.

Mi: Verás, por aquel entonces yo era comisario de policía – le dijo, Maca casi se atraganta con la bebida

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– estábamos investigando una serie de robos de obras de arte – Maca intentó disimular todo lo que

pudo, miró a Esther y la vio un poco tristona al escuchar lo que decía – hubo un robo en un museo del

centro… y siguiendo varias pistas tuvimos que interrogar a mucha gente… entre ellas a Encarna – la miró

y ésta asintió – me quedé prendado de ella nada más verla – sonrió – aunque me lo puso difícil, no te

creas jajaja – rió, Esther sacó una sonrisa – Ella se había divorciado hacía menos de un año de su

marido… y siempre se negaba a tomar algo conmigo… - la miró como si la regañara por tantas negativas

– finalmente, un día, cuando ya había perdido todas las esperanzas me dijo que sí… y hasta hoy.

M: Es… ejem – carraspeó sobreponiéndose a la sorpresa – como usted ha dicho, es una historia curiosa

– todos asintieron - ¿Qué le hizo interrogarla? No creo que tuviera nada que ver con ese robo que

investigó, ¿verdad?

Se sorprendió por haber hecho aquella pregunta, pero mucho más le sorprendió el silencio bastante

incómodo que se creó. Miró a su chica, que tenía la cabeza bajada y parecía muy, muy triste. No

entendía nada de lo que allí podía pasar y los miró a todos de manera extraña.

En: ¿Alguien quiere más vino? – fue lo único que dijo Encarna y Maca supo, que no tendría respuesta a

aquella pregunta, que, por sus reacciones, no debió haber formulado.

El ambiente, un tanto incómodo que se había formado tras aquella pregunta, duró el resto de la velada,

pese a los intentos de Miguel por restablecer la calma, la armonía y el buen ambiente que había reinado

toda la cena. Así que media hora después, Esther y Maca decidieron que era mejor irse ya. Se

despidieron prometiendo volver pronto y salieron a la calle cogidas de la mano.

No hablaban, cada una estaba metida en sus pensamientos, bastante diferentes unos de otros. Parecían

ausentes y si no fuera por sus manos unidas, nadie diría que eran dos personas que se querían con

muchísima fuerza.

E: ¿Te apetece que demos un paseo? – preguntó Esther sorprendiendo a Maca.

M: Claro – dijo dejando el coche atrás – cariño… siento si he dicho algo que haya molestado a tus

padres…

E: No pasa nada – bajó la cabeza una vez más.

M: Mi amor… - se paró y se puso frente a ella - ¿Qué pasa? – acarició su rostro y la mirada triste de

Esther casi le rompió el corazón.

E: Tengo que contarte una cosa… - anunció y Maca la vio incluso avergonzada por lo que tenía que

contarle.

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M: Cariño, ¿qué te ocurre? – preguntó acariciando su rostro, intentando que borrara aquella expresión

que no le gustaba nada.

E: Hay… hay algo que no te he contado sobre mi vida y… - bajó la cabeza – es algo de lo que sentirse

avergonzada…

M: No puede ser malo – dijo tomándola de la mano – nada de lo que tú hagas puede ser malo.

E: Pero lo hice… - contestó levantando de nuevo el rostro para mirarla – Hice algo malo, lo hice… y ni

siquiera sabía qué estaba haciendo.

M: Mi amor…

E: Verás… mi… mi padre… - se le trabó la voz – mi verdadero padre no… digamos que no era un santo.

M: Mi amor, no tienes que contármelo si no quieres – dijo viendo que le costaba hablar.

E: Quiero hacerlo – siguió ella, sacando una pequeña sonrisa – quiero contártelo – Maca afirmó dándole

a entender que le prestaba toda su atención – Cuando yo era pequeña tenía adoración por mi padre…

era mi ídolo… lo era todo para mí… y siempre… no sé, hacía cualquier cosa que me decía, me encantaba

estar con él, me encantaba jugar con él… y ayudarlo…

M: Es normal que sintieras eso, cariño – le dijo – es tu padre, siempre se siente adoración por un padre.

E: Sí… supongo… pero no es tan normal cuando su trabajo consiste en robar a la gente – soltó, haciendo

que Maca abriera los ojos como platos.

M: ¿Qué? – fue lo único que pudo decir.

E: Mi padre era un ladrón – contestó – un ladrón de arte… se dedicaba a robar a los demás por simple

diversión – y la voz se le iba endureciendo, Maca se había quedado helada – me utilizo para sus robos –

decía con la voz entrecortada – un día me llevó al museo… me dijo que tenía que ayudarlo a trabajar…

yo estaba encantada – siguió – estaba con mi padre… por aquel entonces mi madre lo había echado de

casa y nos veíamos poco, así que cuando lo hacíamos era una fiesta… me dijo que tenía que simular que

me perdía, que tenía que llorar ante los guardas de seguridad… que era un juego… y lo hice – dijo

elevándose de hombros – mientras yo jugaba a estar perdida él le daba el cambiazo a uno de los

cuadros… uno de Antonio Dávila…

Maca no podía creer lo que escuchaba, el padre de Esther fue un ladrón de arte que había robado el

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mismo cuadro que ella hacía ya muchos años… y su chica hablaba con tanta frialdad de él… con tanto

dolor, que se le congeló el corazón al pensar qué diría de ella si se enteraba de a qué se dedicaba.

E: Destruyó todo lo que había creado… - siguió diciendo ante el mutismo de Esther - destruyó a mi

madre, la engañó durante años… y me hizo daño a mí – intentaba por todos los medios que las lágrimas

no salieran – destruyó nuestra familia y simplemente desapareció – una lágrima comenzó a salir de sus

ojos – No sé si lo cogieron, no sé si sigue vivo o muerto, si está en la cárcel o en alguna isla perdida… lo

que sí sé, es que me hizo mucho daño… que yo le quería y abandonó a su familia por el capricho de

robar un cuadro… que se fue dejándome pensar que no me quería, que para lo único que me quería era

para hacerle de cebo en sus robos.

M: …

E: Miguel apareció un día en casa – continuó – investigaba el robo y sabía que el sospechoso era mi

padre… habló con mi madre, la investigó, la interrogó… No sabes cómo se sintió mi madre… la

escuchaba llorar cada noche… por lo que hizo mi padre, por lo que me hizo a mí… - se le entrecortaba la

voz – incluso estuvieron a punto de quitarle mi custodia… - siguió diciendo – Pero Miguel se portó muy

bien… la descartó como sospechosa y… se enamoró de ella…

M: Miguel es un gran hombre – dijo consiguiendo articular por fin más de una palabra.

E: No entiendo por qué lo hizo – siguió diciéndole - ¿por qué robar a la gente? ¿Qué sentido tenía? No lo

entiendo… no sé por qué hay gente en el mundo así… que no les importa nada más que ellos mimos, sin

pensar en el daño que causan – Era cierto, por muchos años que llevara trabajando contra ladrones,

siendo la dueña de la mejor empresa de seguridad del país, no entendía por qué la gente robaba a otras

sin escrúpulos ninguno, y era precisamente por eso, por lo que le hizo su padre, para que ningun niño,

ninguna persona más se sintiera tan engañada como su madre o ella misma, por lo que se dedicaba a lo

que se dedicaba. Por su parte, Maca, una vez más, se quedó sin habla – sin importarles la gente que les

quiere… la gente que…

M: Shhh… - dijo cortándola, porque simplemente no podía oír nada más, porque escuchar todo aquello y

de alguna forma sentirse identificada era más de lo que podía soportar – shh… ya mi amor – la abrazó

contra sí – ya está…

E: Yo le quería Maca – lloraba en su pecho – y… aún no entiendo por qué lo hacía… por qué se fue sin

decir adiós… por qué tenía que robar…

M: Ya está cariño… ya está – la intentaba calmar, mientras se balanceaba con ella entre sus brazos.

Lo que Esther no sabía, era que aquellas palabras habían llegado mucho más hondo en Maca de lo que

ella pensaba. Que su chica, al escucharla, se había sentido como una mierda… ahora era ella la ladrona,

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la que estaba engañando a Esther, la que seguramente, como su padre, en algún momento tendría que

desaparecer y dejarla de nuevo con esa sensación de orfandad que atormentaba a su chica. Y le

atormentaba, le dolía, le daba miedo que Esther se enterara… ahora mucho más que antes… mucho

más… la cuestión era… ¿Por cuánto tiempo más, sería capaz de mantener esa mentira?

Llevaba varios días sin dormir. De pronto todo se había complicado mucho más de lo que había

imaginado. Demasiado estrés, demasiada tensión, demasiado el daño que causaría, que se causaría ella

misma.

Las amenazas de Raúl, la salud de su madre que dependía de que ella realizara o no ese trabajo y la

reciente confesión de Esther sobre su padre la habían dejado en una situación demasiado difícil para

ella.

Sin embargo, sabía lo que tenía que hacer, no podía dejar que le pasara nada a su madre, así que ahí

estaba, el juego comenzaba y se iniciaba justo en aquel lugar. Salió del coche y miró hacia arriba, el

cartel de la entrada no dejaba lugar a dudas: “Werty´s Security” se leía con facilidad. La fachada,

elegante, impoluta, de esos edificios nuevos y cosmopolitas, de esos que dejan claro la importancia de la

empresa que resguardan…

Se acercó a las puertas rotatorias, miró hacia el interior, el hall estaba lleno de gente, personal de la

empresa, supuso, que comenzaba su jornada o haciendo su trabajo. Sin pensarlo más, entró y por

inercia, echó un vistazo barriendo toda la sala buscando puntos débiles, lugares muertos a ojos de las

cámaras, al llevar la vista al frente vio como la recepcionista la miraba con algo de recelo. Sonrió

levemente y se acercó.

M: Buenos días – le dijo medio apoyándose en el mostrador – quisiera hablar con Claudia Castilla.

Recepcionista: ¿Tiene cita?

M: No… pero ella me conoce – le dijo de nuevo - ¿podría avisarla de que Maca quiere verla?

Recepcionista: Si no tiene cita, no creo que la atienda – Maca la miró insistente – está bien, la avisaré –

dijo cogiendo el teléfono de mala manera.

Mientras la impertinente recepcionista realizaba la llamada, Maca se alejó un par de pasos del mostrador

y de nuevo comenzó a mirarlo todo minuciosamente aunque para ojos ajenos, miraba con simple

curiosidad. Las cámaras estaban tan minuciosamente instaladas que a penas dejaban un par de

centímetros sin cubrir. La puerta giratoria por la que había entrado tenía un dispositivo de autobloqueo y

desde su posición, supuso que el cristal debía ser de varios centímetros de grosos, lo que hacía

imposible intentar dañarlo, por no hablar del sistema de alarma que tenía conectado… Iba a ser difícil

entrar por ahí, claro que iba a serlo…

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Recepcionista: Disculpe – la llamó – Claudia bajará en unos minutos – le informó – si quiere sentarse… -

dijo indicándole un par de sillones a un costado de la sala.

M: No, gracias, estoy bien – rehusó la idea Maca, pendiente del ascensor.

Por lo que pudo ver, justo antes de la entrada a los ascensores, los trabajadores pasaban por un lector

de tarjetas, se apuntó mentalmente intentar hacerse con una de ellas. En ese instante el ascensor se

abrió dejando paso a una Claudia que miraba a su alrededor buscándola con la mirada.

C: Buenos días Maca – la saludó estrechándole la mano.

M: Buenos días – contestó – siento presentarme así, pero quería hablar contigo…

C: ¿Ha pasado algo? – quiso saber - ¿algo referente al robo?

M: No… no – sonrió tranquila – para nada… la verdad… solo quería instalar una alarma en mi casa y… -

bajó la mirada un tanto avergonzada – Uff… no he debido venir a molestarte… seguramente tendrás un

montón de trabajo y…

C: No pasa nada – la cortó – además, para eso estamos – sonrió – también instalamos alarmas no solo

nos encargamos de grandes eventos – dijo calmándola.

M: Ah, bien, menos mal… - respiró con una leve sonrisa – la verdad es que no tengo mucha idea de

cómo va eso de las alarmas y se me vino tu nombre a la cabeza…

C: Entiendo… suele pasar, seguramente a mí me pasaría lo mismo si tuviera que organizar alguna

fiesta… por muy pequeña que fuera – dijo mirando disimuladamente a una de las cámaras, no sabía si

Esther estaba o no en su despacho y tampoco sabía si las estaba viendo, pero seguramente, si asi fuera,

estaría deseando bajar y saludar a su chica – hagamos una cosa… acompáñame y te muestro los

sistemas de alarmas que tenemos, ¿te parece?

M: Claro – dijo contenta.

C: Vale, espera – se giró hacia la recepcionista – Miriam, dale un pase de entrada, por favor.

Mi: Sí, claro – lo sacó – aquí tiene.

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M: Gracias.

Una vez tuvo el pase en las manos, entró tras Claudia y juntas esperaron el ascensor. Mientras que ella

iba mirando todo a su alrededor, sin prestar atención a nada más que no fuera encontrar el dichoso

acceso al famoso despacho. Claudia, por su parte, le iba explicando los diferentes modelos de alarmas,

desde la más básica, hasta una nueva equipada con la última tecnología y que, obviamente, resultaba

muchísimo más cara.

C: Puede que el precio te parezca una locura – decía ya subidas en el ascensor – pero te aseguro que es

una de las mejores que tenemos… está equipada con un sensor de movimiento, un sistema de

infrarrojos, cámara, blotoh conectado directamente con la policía, y un cógido alfanumérico que hace

más segura un intento de manipulación…

M: Claro… pero, Claudia, yo solo quiero una alarma… una que sea sencilla y que impida que puedan

entrar en mi casa… y no sé, todo eso que me dices, está bien – la miró – pero no entiendo nada… -

sonrió y Claudia le devolvió la sonrisa.

C: No te preocupes – dijo cuándo el ascensor llegó a la planta – te las mostraré y te diré cómo funcionan

– continuó, saliendo del elevador y llegando a una sala un poco más pequeña que el hall, con varios

despachos y una sala común – ven, tomaremos un café mientras hablamos.

M: ¿Hacéis esto con todos vuestros clientes? – preguntó.

C: ¿A qué te refieres? – le devolvió la pregunta mientras entraba en la sala y servía un par de cafés.

M: Pues… no sé, que si hacéis esto, tener una atención tan personalizada con un cliente que

simplemente quiere instalar una alarma en casa…

C: No – le dio su taza – no lo hacemos… pero bueno, a ti te conozco… - sonrió, y Maca tuvo, por un

instante, la sensación de que ese “te conozco” era más amplio que el hecho de conocerla de tan solo de

aquel evento.

M: Ya… pues gracias por tomarte tantas molestias…

C: No es molestia, mujer… si además, estaba cansada de estar en mi despacho… - en ese momento

sonó el teléfono móvil de Claudia - ¿Me disculpas? – se levantó - ¿Sí? Dime… no, estoy en la sala de

cafés… una “clienta” que quiere instalar una alarma – le dijo a su interlocutor antes de salir por la

puerta. Maca la miró, viendo la expresión de su rostro pensó que estaría hablando con el verdadero

director de la empresa. Miró hacia los lados y cuando iba a levantarse para escuchar, vio como una

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cámara de seguridad la estaba enfocando directamente. Abortó el movimiento antes incluso de realizarlo

y le dio un trago a su café.

Mientras tanto, Esther, en su despacho, miraba la pantalla a una Maca que tomaba tranquilamente un

café, sonrió sin poder remediarlo, estaba preciosa.

E: No, si quiere una alarma le instalas la mejor que tenemos – le decía a Claudia – por el dinero ni te

preocupes, que ya me encargaré yo.

C: ¿Y si pregunta? – quiso saber – no creo que la deje convencida después de decirle que es una de las

más caras.

E: Pues… no sé, invéntate algo, pero no pienso cobrarle una barbaridad a mi novia por instalarle una

alarma, Claudia, es absurdo, y más siendo yo la dueña de la empresa… - no podía apartar la mirada de

ella.

C: Vale – aceptó – ¿querías algo más?

E: Sí, necesito que subas cuando acabes – dijo sin darle más información.

C: Bien, pues luego te veo.

Volvió a la sala disculpándose por aquella llamada, Maca actuó con naturalidad y siguieron hablando de

alarmas, seguridad y varias cosas por el estilo. Finalmente, Claudia se las ingenió para “venderle”

aquella última tecnología en alarmas de seguridad y se despidió de ella en la planta del hall.

C: Perdona que no te acompañe – atrancando la puerta del ascensor para así, evitar que se cerraran las

puertas – pero tengo que hacer unas cosas.

M: No te preocupes – contestó viendo como uno de los trabajadores entraba en el elevador y esperaba

paciente a que terminaran de hablar – no te entretengo más y… muchas gracias por todo.

C: De nada – respondió - ah y antes de salir, déjale el pase de entrada a Miriam.

M: Lo haré – contestó señalándolo – gracias de nuevo.

C: Hasta luego – terminó de decir dejando que las puertas del ascensor se cerraran por fin.

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M: Hola – saludó una vez más a la recepcionista – Claudia me ha dicho que te deje esto por aquí –

siguió dejando el pase sobre el mostrador – Supongo que lo necesitarás para la siguiente visita

Mi: Gracias – dijo cogiéndolo para guardarlo – aunque por hoy ya no sirve.

M: Ah… ¿Y eso? – preguntó curiosa, aquella chica parecía tener pocas luces y muchas ganas de hablar

con alguien, así que intentó tirarle de la lengua.

Mi: Los códigos de acceso de los pases se cambian a diario – le contestó – es la política de la empresa…

solo el de los trabajadores duran un poco más y tan solo una semana – contestó despreocupada, al fin y

al cabo, esa chica era amiga de su jefa, y como ella siempre pensaba, mejor tener a los amigos del jefe

contentos, así, no habría quejas.

M: Entiendo – dijo mientras pensaba en aquello – pues nada, muchas gracias y que tengas un buen día.

Mi: Igualmente – contestó – adiós.

Cuando salió del edificio, se montó en el coche y sacando una pequeña libreta comenzó a apuntar todo

lo que había visto y oído en aquella primera “inspección ocular”: Los puntos muertos eran casi

inaccesibles. Las tarjetas del personal y los pases para visitas eran modificados cada poco tiempo, por lo

que intentar clonar alguna no serviría de nada si no entraba en el rango de tiempo preciso. Las puertas

de entrada tenían un gran sistema de seguridad y autobloqueo. Las cámaras de seguridad se mostraban

a lo largo de todo el edificio, en los distintos lugares en los que había estado, había contado como unas

15 y tenía la certeza de que se había dejado alguna y que otras posiblemente estarían ocultas. El

ascensor estaba equipado también por un sistema de cámaras, alarma y lo que intuyó, sería un teclado

numérico en el que insertar algún tipo de código; aunque sabía que esos ascensores no le llevarían al

lugar indicado.

M: Mierda – protestó, corroborando, una vez más, lo complicado que sería llegar al dichoso despacho.

Llevaba despierta un buen rato, realmente, a penas había dormido nada durante toda la noche. Como le

venía pasando desde que Raúl mostrara sus cartas, se le hacía imposible conciliar el sueño. Esther,

abrazándola, dormía plácidamente sin tener ni idea de qué era lo que le pasaba a su chica, pese a que

durante todo ese mes había veces en las que la veía ausente, ida y de mal humor, siempre lo achacó a

la delicada salud de su madre e intentaba calmarla y ayudarla cuanto podía. Jamás pudo imaginarse el

porqué de ese estado de ánimo en Maca.

Ese día, sin embargo era diferente, sus nervios no eran solo por la situación en la que se encontraba

sino por lo que iba a hacer. Miraba a Esther y algo se clavaba en su corazón, como si le estuvieran

pinchando en el mismo centro del pecho y más la abrazaba intentando buscar en su cuerpo la paz y la

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fortaleza que necesitaba. Ese día, en concreto iba a necesitarla… ese día, era el primero de los muchos

en los que se jugaría el cuello.

Aún no tenía nada relevante sobre la empresa de seguridad que hiciera mantener calmado a Raúl, quien,

por cierto, estaba perdiendo la paciencia por la tardanza de Maca en dar “el golpe”. Ella siempre había

sido muy paciente y no hacía nada si no tenía la certeza absoluta de que no sospecharían, de que no

cometería algún error. Por el contrario, Raúl, se desesperaba más cada día y le insistía a base de

amenazas unos resultados que no llegaban.

Y es que, lo cierto era, que Maca aún no tenía nada. No tenía acceso a la empresa, no sabía qué códigos

utilizaban y había estado vigilando a Claudia lo suficiente para saber que tampoco lograría nada de ella,

la Jefa de seguridad estaba realmente bien entrenada porque nada, absolutamente nada en su vida

profesional y diaria le había hecho sospechar de que alguien de su entorno pudiera ser “El gran jefe”.

No, no tenía nada, absolutamente nada, salvo tres posibles ubicaciones del famoso ascensor en un

parking que casi se extendía por toda la manzana, y eso era como no tener nada, porque buscar un

ascensor en concreto, posiblemente bien disimulado entre un garaje tan grande y que nadie la viera, le

resultaba de lo más difícil.

Y sin embargo, ese día, con Esther dormida entre sus brazos, cuando lo que más deseaba era quedarse

en la cama con ella y volver a hacerle el amor como se lo había hecho durante gran parte de la noche,

ese día, entraría en aquel garaje y buscaría el ascensor para encontrar una manera de llegar al

despacho.

Se giró quedando frente a frente con Esther, quedó de nuevo mirándola, pidiéndole perdón por lo que

iba a hacer pues, si la pillaban, si había un indicio de que pudieran identificarla, desaparecería de su vida

para siempre, sin despedidas, sin explicaciones, como ya lo hizo un día su padre y sabía que la dejaría

con el corazón roto. Suspiró hondamente, acarició su rostro con la yema de los dedos y se acercó con

lentitud para besarla una vez más.

E: Ummm… - ronroneó Esther aún dormida, moviéndose buscando su cuerpo.

M: Te quiero – susurró en su oído, y lo dijo con el alma completa en esas palabras.

E: Yo también – contestó su chica comenzando a despertar.

M: Me tengo que ir, mi amor – dijo abrazándola, acariciando su espalda desnuda, cerrando los ojos para

sentirla más.

E: ¿Tan pronto? – hablaba aún sin abrir los ojos.

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M: Sí, cariño – disimuló la tristeza que sentía – tengo trabajo pendiente.

E: Uhmm jo – protestó – podrías quedarte un ratito más – volvió a ronronear entre sus brazos – no

quiero que te vayas…

M: Ni yo irme pero… tengo que… que visitar a un cliente y…

E: Me voy a poner celosa de tus clientes – continuó hablando escondida en su cuello.

M: Jeje – medio rió – tú no tienes que ponerte celosa por nada, porque la única mujer a la que yo

quiero, y de la que estoy absolutamente enamorada es de ti, mi vida…

E: Zalamera…

M: Venga, que tengo que irme – se separó un poco de ella, si seguía allí, no se movería de la cama y

tenía que hacerlo, por mucho que no quisiera, por mucho que deseara mandar a Raúl a la mierda tenía

que hacerlo… - dame un beso.

Esther la besó y lo que pretendía ser un beso breve de despedida ella se encargó de profundizarlo. La

estrechó contra su cuerpo y quedó sobre ella mientras su lengua invadía la boca de su amante buscando

su homóloga. Esther correspondió con la misma pasión, con el mismo amor, sin oponerse en lo más

mínimo en aquel beso que en otras circunstancias habría sido preludio de horas de pasión desenfrenada.

M: Te quiero – dijo cuando terminó el beso, mirándola a los ojos y llevando un mechón de pelo tras su

oreja.

E: Y yo a ti – contestó sonriendo levemente.

A duras penas, Maca logró levantarse de la cama y tras ir al baño y darse una ducha en la que intentó

sin éxito que sus nervios se aplacaran volvió al dormitorio donde Esther, sentada en la cama tapándose

con la sábana no dejaba de mirarla.

M: Cariño si me miras así… no voy a irme…

E: Pues no te vayas – sonrió - ¿Qué puede ser más importante que quedarte aquí conmigo? – se

destapó dejando ver su cuerpo desnudo - ¿acaso no te apetece más venir aquí de nuevo eh? – preguntó

insinuante.

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M: Ejem… - carraspeó al verla desnuda una vez más, sintiendo como el deseo iba recorriéndole de pies a

cabeza… pero había algo muy importante, demasiado importante, la vida de su madre… - Tengo trabajo

– repitió desviando la mirada.

E: Está bien – se volvió a tapar, cediendo y dejando de torturarla - ¿Nos veremos esta tarde?

M: Sí… claro – contestó, pese a no tenerlo muy claro.

E: Ten cuidado con la moto – le pidió cuando Maca volvió a acercarse para besarla una última vez.

M: Lo tendré – sonrió – te quiero – y no podía dejar de decírselo, porque necesitaba que se lo grabara

en la mente.

E: Y yo a ti – contestó – Hasta luego, mi amor.

M: Adiós – dijo desde la puerta.

Gracias a la moto y a que a esas horas no había demasiada gente aún en la carretera, llegó a Werty´s

Security en el tiempo que había estimado con antelación. Se quedó parada a varios metros de la puerta

del parking y miró el reloj con insistencia. Se suponía que el cambio de turno se realizaría en dos

minutos, lo que le daría acceso al garaje sin tener que pasar por el control de seguridad. Tenía que ser

rápida y discreta y sobre todo, evitar que alguien la viera.

Mientras esperaba, sacó del maletín trasero de la moto unas gafas de sol que ocultaban gran parte de su

rostro, unos guantes negros para evitar dejar huellas; se hizo una coleta en el pelo y lo ocultó bajo una

gorra que no dejaría ver sus facciones. En otros trabajos, habría sonreído cuando veía que sus

predicciones se cumplían, en éste sin embargo, lo único que hizo fue cerrar los ojos algo incómoda

cuando vio que, como había estudiado, llegaba el deseado cambio de turno se realizaba sin

contratiempos.

Aprovechó que los guardas de seguridad se entretenían entre ellos y de manera rápida se introdujo en el

garaje alejándose de la caseta de seguridad. Anduvo unos pasos hacia el Este del aparcamiento,

buscando la primera posible ubicación y no tardó en diferenciar varias cámaras de seguridad.

Chasqueó los dientes, cuando al llegar al lugar indicado vio que no había nada, no había indicio alguno

de que allí existiera un ascensor. Se dio la vuelta y comenzó a andar en sentido contrario, la segunda

ubicación estaba en el otro extremo del aparcamiento y tenía poco tiempo, debía darse prisa si quería

salir de allí sin tener problemas.

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Cuando casi estaba llegando, escuchó pasos a su espalda y literalmente se tiró a un costado ocultándose

entre dos coches aparcados. La tensión podía cortarse con una tijera y su respiración pese a que

intentaba calmarla no era nada tranquilizadora. Miró a través de la ventanilla de uno de los coches y

divisó, al guarda de seguridad haciendo su primera ronda del turno. Se agachó con rapidez cuando el

chico se dio la vuelta mirando directamente en su dirección, esperó sintiendo los nervios a flor de piel y

solo cuando escuchó pasos alejándose volvió a mirar para ver la espalda del hombre alejándose de su

posición.

Se mantuvo oculta durante unos instantes más, asegurándose de que no la vería si se daba la vuelta y

cuando se cercioró de ello volvió a levantarse, mirando todo a su alrededor para retomar su camino.

Estaba a unos cincuenta metros de la segunda ubicación cuando algo llamó su atención, una cámara de

seguridad, aunque pudiera parecer que no tenía importancia alguna debido a que en aquel parking había

un buen número de cámaras, lo que le resultó sospechoso fue que ésa cámara en concreto tenía un

diseño diferente que la hacía estar oculta en su posición. Realmente debías fijarte bien en ella para

saber que realmente se trataba de una cámara y no de una bombilla del sistema de iluminación.

Volvió a ocultarse por si las moscas. Sacó su teléfono móvil, activó la cámara de fotos y accionó el zoom

todo lo que pudo, le hizo una foto a la cámara y tras esto bajó el objetivo hacia la pared. Aparentemente

ahí no había nada, sin embargo, al volver a fijarse mejor, pudo ver, con algo de esfuerzo una ranura en

la pared que cortaba la pintura en dos.

M: Ahí estas – dijo en un murmullo muy leve.

Desde la distancia en la que estaba no podía ver mucho más, no diferenciaba ningún tipo de sistema de

acceso y nada que hiciera que aquellas puertas se abrieran. Cerró los ojos y se mordió el labio con

pesadez y fastidio. Iba a tener que acercarse mucho más.

Sopesó sus posibilidades. Y por más que buscó no había otra que no fuera entrar en el objetivo de

aquella cámara de seguridad. Negó con la cabeza, se exponía a que la grabaran, a que la descubrieran.

Tenía que salir de allí, era lo mejor que podía hacer, y sin embargo, la imagen de su madre y la

amenaza de Raúl volvieron a su mente. Tenía que hacerlo…

Finalmente, pese a todo, se acercó con disimulo, se cuidó muy mucho de mirar a la cámara y se

posicionó frente a la disimulada puerta. Moviendo tan solo un brazo, comenzó a palpar los laterales de la

puerta en busca de algo. Cuando iba a darse por vencida una pequeña puerta se abrió en el lado

derecho. Miró de reojo y dando un paso hacia un lado, siempre sin mover la cabeza y manteniendo la

mirada bajada, se puso frente a aquel sistema electrónico de apertura.

Un monitor en negro y un teclado implantado en la pantalla táctil le dieron la bienvenida, bajo la

frase “Introduzca el código de acceso” una serie de barras en las que supuso iría el dichoso código.

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Contó 16 dígitos y teniendo en cuenta que el teclado constaba de letras y números supuso que sería un

código Alfanumérico, lo que hacía mucho más difícil su identificación. Justo al lado, un lector de huellas

digitales esperaba la autorización del código de seguridad para ponerse en funcionamiento.

Cerró los ojos, sería imposible, realmente, sería imposible, pues estaba segura de que, si lograba entrar

en el sistema para averiguar el dichoso código, todo el software se bloquearía dejando inutilizado el

ordenador y por ende, el ascensor. Era imposible… simplemente, era un trabajo imposible. Negó con la

cabeza, cerró el cajetín, suspiró hondamente y dándose la vuelta se marchó por donde había venido.

Aprovechó que el chico de seguridad aún estaba haciendo la ronda para escabullirse fuera del parking,

cogió su moto y aceleró alejándose del edificio.

Andaba de un lado a otro, la espera se le estaba haciendo eterna. Miraba a un lado y a otro y volvía a

mirar el reloj, tanto coñazo que le estaba dando con el tiempo y ahora era el mismo Raúl quien llegaba

tarde.

Finalmente lo vio aparecer, al final de la calle y con esa pseudoelegancia que le caracterizaba, mirando

por encima del hombro a todo quien se cruzaba con él. Sintiéndose superior a todos… Estúpido, eso era,

si tenía que describirlo con una palabra, era simple y llanamente estúpido.

R: ¿A qué viene tanta prisa? – preguntó sin tan siquiera saludar una vez llegó lo suficientemente cerca

como para que la escuchara.

M: Tenemos que hablar – contestó con seriedad.

R: Ya… - comenzó a andar por la calle y Maca le siguió – tú dirás…

M: Es sobre el “Trabajito” – le informó, Raúl afirmó con la cabeza, como si ya se lo imaginara.

R: Ujum… - dijo sacando tabaco y encendiéndose un cigarro - ¿qué pasa con él?

M: Es mucho más difícil de lo que pensaba… - contestó.

R: Nadie dijo que fuera fácil… - dijo con toda la tranquilidad del mundo.

M: Sí, pero la que se juega el cuello soy yo – le recriminó.

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R: Ya… el cuello y algo más, ¿qué tal está tu madre? – le dijo con doble intención, para que supiera que

la tenía pillada.

M: Eres un cab…

R: Shh… no te alteres y disimula que hay gente por la calle – la cortó mientras se cruzaban con una

pareja de ancianos…. – y tranquila… a tu madre no le pasará nada… aunque todo depende de ti…

Y ahí fue cuando Maca recordó, que no podía hacer lo que había querido hacer… lo había llamado y había

quedado con él para dar la cara y decirle que no haría el trabajo, era demasiado peligroso, demasiado

complicado… así que había decidido quitarse del medio, sin embargo, una vez más, Raúl le recordaba en

qué situación estaba…

M: Haré lo que pueda – dijo bajando la cabeza – pero es posible que tarde más tiempo… necesito un

código que me va a llevar más tiempo conseguirlo…

R: Tiempo, Macarena, es precisamente lo que no nos sobra – afirmó cambiando el tono de voz – así que

date prisa en entrar en ese despacho…

M: No puedo hacerlo sin el código y no es un código normal, son 16 dígitos alfanuméricos y no puedo

hackear el sistema… así que o tengo el código o espera sentado a que lo consiga…

R: Está bien – dijo tras pensarlo un segundo – no me quedará más que esperar – y Maca lo miró

bastante sorprendida por aquella salida – me tengo que marchar, te llamaré para saber qué tal va todo.

Se quedó ahí, parada en mitad de la calle viendo como Raúl se alejaba con una sonrisa en los labios. No

tenía ni idea de qué era lo que tramaba, pero algo le decía que algo era. Miró el reloj, aún le daba

tiempo a visitar a su madre… tenía que verla, después de la alusión de Raúl, tenía que verla.

Por su parte, Raúl, andaba con tranquilidad, fumaba un cigarrillo y sonreía con suficiencia. Sabía que

tenía a Maca cogida por donde quisiera, sabía que haría lo que le había pedido y sabía, exactamente qué

era lo que él tenía que hacer para “acelerar” el proceso.

Llegó a su coche, accionó el manos libres del móvil y mientras arrancaba marcó la marcación rápida en

su teléfono.

R: ¿Qué tienes? – preguntó directamente una vez contestaron al otro lado.

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-Entrar en la base de datos del gobierno no es nada fácil… y mucho menos desde la ultima vez que lo

intenté y me cortaron el paso – contestaron al otro lado del teléfono – han reforzado el software por si

no lo sabías.

R: Me importa un cuerno lo que hayan hecho – dijo sin querer perder los nervios pero imponiéndose -

¿tienes algo o no?

-Puede ser – se hizo el interesante su interlocutor – Pero quiero aumentar la suma, no ha sido un

trabajo sencillo.

R: Eso dependerá de lo que tengas – contestó – así que dime de una vez que cojones has averiguado.

-Tengo un nombre… - le dijo, y Raúl realizó una señal victoriosa – pero no cantes victoria, aún no

sabemos si es falso o no.

R: Entonces eso es lo primero que debemos averiguar - le dijo - y ahí sabremos si te has ganado lo que

pides - terminó de decir colgando el teléfono y apretando el acelerador.

En los siguientes dos días Maca a penas se separó de su madre, iba por la mañana a la clínica y no se

marchaba de allí hasta la noche. Por suerte, aunque para ella la suerte no podría ser nada bueno, Vero

había tenido que “salir de viaje” o al menos esa era la excusa que le había dado a su jefe para

desaparecer un par de días. Aprovechando la coyuntura había intentado trasladar a su madre a otra

clínica pero bastó tan solo dar el primer paso para recibir la llamada de Raúl advirtiéndole de que aquella

sería una idea nefasta…

No se había relajado ni un instante, de hecho, estaba empezando a pensar que sufría de algún tipo de

síndrome persecutorio, y es que empezaba a emparanoiarse demasiado con el tema y fuera donde

fuera, veía a Raúl o tenía la sensación de que alguien la vigilaba.

El único momento en el que se relajaba un poco, era estando con Esther, esos eran los únicos instantes

de paz que sentía. Y es que, Esther le daba paz, le daba tranquilidad y se sentía, en cierta forma, segura

y a salvo a su lado.

La empresaria no era tonta, sabía que a su chica le pasaba algo, notaba que había algo extraño en su

comportamiento y la veía demasiado nerviosa. Intentaba hablar con ella, que le contara qué le pasaba

pero Maca no era capaz de contárselo, no era capaz de decirle que era aquello que le preocupaba…

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E: Mi amor… - le dijo una vez más, tumbadas ambas en el sofá, en silencio, abrazadas y sin embargo

sintiendo a Maca demasiado lejos.

M: ¿Uhmm? – contestó sin moverse.

E: Llevas dos días demasiado tensa y… - la miró – estoy un poco preocupada…

M: Estoy bien – le dijo en tono medio cansino.

E: Ya…

M: Esther… estoy bien – repitió intentando poner más seguridad en sus palabras.

E: ¿Tu madre está bien? – preguntó pensando que podría ser por eso por lo que estaba así.

M: ¿Mi madre? – se puso nerviosa - ¿qué le pasa a mi madre?

E: No sé… como llevas unos días que no te has separado de ella para nada – le contestó argumentando

su pensamiento – y cuando estamos juntas a penas dices nada y…

M: Ha estado un poco resfriada… - contestó casi ausente – pero nada grave…

E: Pues… no sé… creí que era por eso por lo que estabas así – se irguió en su sitio para encararla – pero

si no es por tu madre… no sé… ¿es por mí?

M: Esther… por favor, ¿qué tonterías estas diciendo? – quiso saber.

E: No lo sé ¿vale? – finalmente se levantó y comenzó a andar por la habitación – estas ausente, estás

rara y no me cuentas qué te pasa – comenzó a decir – y qué quieres que te diga, empiezo a pensar que

el problema soy yo… o que no quieres estar conmigo y no sabes cómo decirlo o…

M: Esther mi amor – se levantó con rapidez, porque no podía dejar que pensara algo así, porque ella,

precisamente Esther era lo mejor que tenía en ese momento… en su vida – cariño, claro que no es eso…

- se acercó y la besó – te quiero – le dijo – te quiero muchísimo cariño… y no quiero que lo dejemos…

E: ¿Entonces? – Preguntó perdida – quiero ayudarte y no sé cómo…

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M: No puedes ayudarme, cariño… - dijo sintiendo un enorme nudo en la garganta y sintiéndose bastante

jodida por tener que mentirle – son… son cosas del trabajo y… no te preocupes – sonrió como pudo – lo

resolveré… - la besó de nuevo – te quiero… no pienses nunca, óyeme bien, nunca, que no te quiero…

porque eres lo más bonito y lo mejor que tengo en la vida…

E: Yo también te quiero… - contestó sintiendo como la abrazaba con tanta fuerza, que sintió que nadie la

había querido tanto…

M: Oye que… ¿por qué no nos vamos al cine y luego cenamos algo o vamos a bailar…? – dijo tras un

momento aferrada a su cuerpo, necesitaba distraerse y dejar de pensar en todo aquello.

E: ¿Sí? ¿Te apetece? – preguntó con una sonrisa.

M: La verdad es que sí – sonrió ella también contagiándose.

E: Me parece perfecto – contestó robándole un pequeño beso – voy a cambiarme.

Eligieron una comedia con la que poder reírse, algo que les hiciera olvidarse un poco de todo y lo

lograron, rieron por las surrealistas tramas del film y por la gran interpretación de sus protagonistas. Se

mostraron cariñosas refugiadas en la oscuridad del cine y Esther sintió como Maca poco a poco se

relajaba dejando paso a la mujer tierna, sonriente y tranquila que ella conocía.

De igual manera cenaron en un restaurante bastante acogedor, se comían con la mirada y se

demostraban una y otra vez lo que sentían la una por la otra. Hablaron básicamente de ellas mismas,

sin entrar en nada que pudiera enturbiar ese momento. Se lo pasaban bien, realmente se lo estaban

pasando bien.

Iban caminando por la calle, hablando un poco de todo y abrazadas como la pareja unida que eran. En

un momento dado Esther comenzó a buscar algo en su bolso, frunciendo el ceño al no encontrarlo.

E: Creo que he perdido el móvil – le comentó – no lo encuentro.

M: Lo habrás dejado en casa, mi amor – le dijo viendo como no dejaba de buscarlo.

E: Pues eso espero – dijo medio suspirando – porque sería una gran putada perderlo…

M: Verás como está allí – volvió a abrazarla – No te preocupes…

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E: Ya… - dijo no muy convencida.

M: ¿Y para qué buscas ahora el móvil? – le preguntó – no te hace falta…

E: Ya sabes que no me gusta mucho estar sin móvil…

M: Lo sé, lo sé – sonrió – esa relación que tienes con tu móvil hace que me ponga celosa que lo sepas –

continuó en tono bromista.

E: ¿Ah sí? - le siguió la broma.

M: Pues sí… siento muchos celos cuando te veo con él… de hecho, estoy pensando en cantarle las

cuarenta…

E: Bueno… a decir verdad, tiene muchas cosas que me hacen no poder dejarlo – seguía ella – de hecho,

se ha hecho imprescindible en mi vida…

M: Claro, claro – se hizo la ofendida… - pero seguro que tu querido móvil no puede hacer esto – terminó

de decir besándola con pasión, en mitad de la calle y colonizando su boca mientras la apretaba más

contra su pecho…

E: Umm… - gimió contra su boca – definitivamente te prefiero a ti…

M: Es todo un alivio – sonrió – Bueno… - se separó de ella y comenzaron a andar de nuevo - ¿quieres ir

a tomar algo o… nos vamos a casita y ya vemos qué hacemos?

E: Mejor a casa – afirmó – tengo ganas de hacer algo… - le dijo al oído mordiendo su lóbulo…

M: Tú lo que quieres es buscar tu móvil – dijo chistosa.

E: Jajaja, Claro, tonta, precisamente eso es lo que quiero – contestó.

M: En cuanto lleguemos lo tiro por la ventana…

De esa manera, bromeando y haciéndose carantoñas continuaron su camino, la noche hacía tiempo que

había derrotado al día y las calles a esas horas estaban bastante vacías. Tan metidas estaban en sus

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bromas, en sus besos y sus mimos que no se dieron cuenta que no eran las únicas transeúntes de

aquella calle, que susurrando algo entre ellos no dejaban de mirarlas y acercarse con decisión hacia

ellas.

- Oye… ¿Tenéis tres euros que dejarnos? – preguntó uno de los chicos, mientras ambos se posicionaban

de tal manera que les impedían seguir.

M: No – contestó dándose cuenta de aquel movimiento y por instinto ella obligó a Esther a que se

pusiera tras ella franqueándola con su cuerpo como si quisiera protegerla – No tenemos nada suelto… -

siguió - dejadnos pasar – les pidió, intentando esquivarlo pero ambos se movieron impidiendo su

movimiento.

- Venga ya… ¿me vas a decir que no tienes tres euros? – preguntó el otro chico, de un modo un poco

más amenazante.

M: Ya te he dicho que no tenemos nada suelto – contestó de igual modo.

- Ya… eso vamos a verlo – habló de nuevo el primero de los chicos – va… la cartera – dijo sacando una

pequeña navaja.

M: ¿Me vas a robar? – preguntaba sin poder creerse que a ella le fueran a robar, precisamente a ella…

- ¿Eres tonta o te lo haces? – soltó él una vez más – la cartera, ¿vamos?

M: ¿Y sino qué? ¿Me vas a pegar un navajazo?

E: Maca… déjalos – le susurró en el oído, no podía creerse que estuviera encarando a esos tíos – y dales

la cartera…

- Eso… haz caso a tu amiga – contestó el chico – hola guapa – saludó a Esther con la mirada recorriendo

todo su cuerpo.

M: Toma la puta cartera – dijo casi perdiendo los nervios por esa mirada.

- Ey… ¿qué te parece si nos divertimos un rato? – preguntó uno al otro, relamiéndose los labios.

M: Ni se te ocurra mirarla hijo de puta – soltó ahora sí, sin poder evitarlo.

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- Tranquila fiera… si le va a gustar – se rió el otro.

M: ¡Que no la toques! – gritó al ver como uno de ellos tomaba a Esther del brazo…

E: Maca… Maca… Maca… - comenzó a decir intentando zafarse de aquel hombre.

M: ¡Esther! – intentó propinarle un golpe al hombre, recibiendo un puñetazo en el estómago por parte

del otro… - Agg… ¡Suéltala hijo de puta!

En ese momento, un coche negro, con las ventanas tintadas paró justo al lado de donde estaban. El

hombre que agarraba a Esther comenzó a arrastrarla hacia el vehículo.

E: ¡Maca! – Gritó mientras pataleaba - ¡MACA! – seguía diciendo intentando golpear al hombre que la

llevaba en volandas - ¡SUELTAME!

M: ¡Esther! – Gritó ella también, recuperándose del golpe anterior y corriendo hacia ellos, antes de

llegar, el otro chico volvió a golpearla - ¡SOLTADLA! ¡ESTHER!

E: ¡MACA! – Volvió a gritar por última vez antes de que la metieran en el coche.

Ante la estupefacta mirada de Maca, el coche arrancó y con un acelerón que hizo chirriar las ruedas se

alejó a gran velocidad de allí.

M: ¡ESTHER! – gritaba mientras corría tras el coche - ¡ESTHER! ¡ESTHER! – seguía gritando viendo como

el coche cada vez se alejaba más y ella no podía hacer nada para detenerlo…

Miraba a su alrededor desesperada, no entendía nada de lo que acababa de pasar. Buscaba a alguien,

alguna persona que pasara por el lugar, pero la calle estaba desierta, no había ni una sola persona que

pudiera ayudarla. Las lágrimas, provocadas por la angustia y la desesperación comenzaron a bañar sus

mejillas. Esther no estaba, alguien se la había llevado, no sabía quién, ni para qué y mucho menos sabía

qué pasaría con ella.

Y fue en mitad de toda su impotencia, de toda esa ansiedad que había sentido, cuando corrió hacia

atrás, volviendo al lugar en el que había dejado tirado su bolso y temblando, con las lágrimas

recorriendo sin descanso su rostro buscó su móvil e hizo lo que jamás habría pensado hacer… marcó el

número de la policía…

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Mientras tanto, en Werty´s Security, Claudia, como siempre, de manera rutinaria, visionaba las cámaras

de seguridad de la empresa, cada tres días, hacían un visionado completo de todas las cámaras y tras

dos horas de imágenes vio algo que la dejó parada.

C: Vuelve atrás – le dijo al chico que manipulaba los videos - ¿quién coño es esa? – preguntó

estupefacta al ver la imagen de una mujer justo en la ubicación exacta del ascensor que llevaba al

despacho de Esther – enfócale la cara – ordenó.

- Es imposible – contestó el chico intentando realizar su pedido – no mira a la cámara y huye del

objetivo… es imposible poder enfocar el rostro.

C: ¡Joder! – exclamó golpeando la mesa – saca todo lo que puedas e intenta identificarla – dijo mientras

salía de la habitación, buscando su teléfono y marcando con rapidez.

“Hola, soy Esther, en este momento no puedo hablar contigo, llámame más tarde o deja un mensaje”.

C: Mierda, Esther – protestó, colgando el teléfono y marcando de nuevo.

“Hola, soy Esther, en este momento no puedo hablar contigo, llámame más tarde o deja un mensaje”.

C: ¡Joder! – volvió a protestar esperando que el buzón de voz le diera paso para hablar – ¡Esther! –

exclamó cuando escuchó la señal – soy Claudia, llámame cuanto antes o vente al despacho, es

importante.

Colgó el teléfono y volvió a entrar en la sala de visionado, donde el chico que trabajaba allí, se afanaba

por encontrar algo que le diera alguna pista sobre la identidad de aquella misteriosa mujer.

Intentando calmarse para poder hablar, esperaba que al otro lado de la línea alguien contestara al

tiempo que fijaba su mirada en aquella esquina por la que había desaparecido el coche que se había

llevado a la mujer de su vida.

M: Hola, quiero denunciar un secu…

Se cortó cuando alguien tras ella, le arrebató el teléfono antes de poder seguir hablando. Se dio la

vuelta con rapidez y su rabia, su miedo y su sorpresa fue mayúscula cuando lo vio, sereno y tranquilo

mirándola sin inmutarse.

R: Esa no es una buena idea – dijo cerrando el teléfono y guardándoselo en el bolsillo de la chaqueta.

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M: Hijo de puta – espetó rabiosa - ¡Hijo de puta! ¿¡Donde está!? ¿Dónde está? – le gritaba y hacía el

intento de pegarle, mientras Raúl la mantenía alejada de su cuerpo.

R: ¿Sabes qué? Para hacerte llamar “Reina Roja” no tienes ni idea de ajedrez – contestó ignorando sus

preguntas – me decepcionas… - dijo autosuficiente – pero te diré algo… quizás te sirva de ayuda:

Primera regla del ajedrecista, juega, siempre, pensando en tu siguiente movimiento antes del actual… -

terminó de decir – y como ves, eso he hecho yo, he estado jugando visualizando el siguiente

movimiento… hasta que por fin, he descubierto la forma de poner en Jaque a mi contrincante – sonrió

orgulloso de sí mismo.

M: Como le hagas algo te mato – advirtió también ignorando su discursito - ¡Me oyes! ¡Te mato, cabrón!

R: Jum… eso no depende de mí – continuó él.

M: ¿Por qué ella? – decía con lágrimas en los ojos – Ella no tiene nada que ver en esto… ¿por qué ella?

R: ¿Qué no tiene nada que ver? – ahora el casi sorprendido era él - ¿me estás vacilando o de verdad no

lo sabes?

M: ¿Saber qué? – preguntó fuera de juego.

R: Tú novia es la hija del dueño de la empresa.

M: ¿¡Qué!? – alucinó.

R: Venga ya… ¿me vas a decir que no lo sabías? – preguntó retóricamente – seguro que lo sabías y…

está muy mal ocultarle cosas al jefe… puedes enfadarle…

M: No… no lo sabía – contestó sin poder creerse lo que escuchaba.

R: Vale, haré como que te creo – dijo – pero ahora ya sabes que tu… novia, es la clave de todo esto…

M: ¿Qué vas a hacer con ella? – consiguió preguntar asustada.

R: Nada… De momento… - afirmó – solo vamos a usarla un poco para conseguir ese código que tanto

necesitas. Luego… - la miró y sonrió de lado – la dejaremos libre – terminó de decir tras una pausa.

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M: Como le hagáis daño…

R: Shhh – la cortó – tranquila… la necesitamos viva… - se sonrió y Maca a punto estuvo de tirarse a su

cuello – una cosa… ni se te ocurra volver a intentar la tontería esa de llamar a la policía – dijo

amenazante – o las mato a las dos – siguió diciendo poniendo más oscuridad en su tono.

M: ¡Cabrón! – intentó de nuevo pegarle.

R: ¡He dicho que te estés quieta! – le advirtió doblándole el brazo – así me gusta – dijo cuándo Maca

dejó de pelear – bien… para que veas que no soy tan malo como crees… mañana recibirás un mensaje

de texto en éste móvil – le tendió dicho teléfono – encontrarás una dirección y una hora… ve y tal vez…

puedas verla…

Raúl se dio la vuelta, sabiendo que la tenía comiendo de su mano y ahora mucho más. Maca vio como

cogía el bolso de Esther, buscaba algo dentro y guardándose las llaves continuaba su camino alejándose

del lugar.

Respirando con dificultad, mirando sin ver nada a su alrededor y con lágrimas en los ojos, Maca no podía

moverse del metro cuadrado en el que se encontraba. Todo había sido por su culpa, todo había sido por

aceptar aquel estúpido trabajo… Ahora tenía amenazada no solo a su madre sino que habían

secuestrado a Esther en su propia cara y sin que ella hubiera podido hacer absolutamente nada por

evitarlo.

Lo que menos podía haber pensado cuando conoció a Esther, era que ella tuviera nada que ver con la

empresa de seguridad a la que en más de una ocasión ella misma había puesto de cabeza. No podía

creer que su chica, su novia, la mujer a la que amaba fuera la hija del dueño de Werty´s Security.

Nunca le había dicho nada, ni le había insinuado nada, lo había ocultado de tal manera que jamás, en

todo el tiempo que habían estado juntas había sospechado nada de aquello. Si lo hubiera hecho, si se lo

hubiera contado, tal vez las cosas habrían sido diferentes… pero ya no había marcha atrás… Raúl la tenía

bien pillada… demasiado bien.

Pero había algo que no le cuadraba en todo aquello. Había conocido a Miguel, había comido con ellos en

alguna que otra ocasión, los había observado y no parecía que Miguel trabajara, muy por el contrario

parecía ser un feliz jubilado que disfrutaba de la vida junto a su mujer… no, en esos momentos de su

vida, Miguel no daba “el perfil” de dueño de una empresa que se dedicaba a colaborar con el gobierno…

No, cuanto más lo pensaba, cuanto más recordaba cada día que había estado con ellos más certeza

tenía de que él, no era el dueño actual de Werty´s Security…

M: Esther… - pronunció mientras su cerebro iba a mil por hora.

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Esther… ¡claro, era Esther! Debía ser ella, supuestamente tenía un trabajo on line, un trabajo que no

necesitaba de oficina y sin embargo, alguna vez le había dicho que tenía que pasarse por su despacho…

del mismo modo, la vio y la sintió extremadamente nerviosa, inquieta y enfadada cuando intentó robar

el diamante… la había descubierto a veces, hablando por teléfono y aquellas conversaciones que

pudieran parecer corrientes ahora no le parecían tan normales, no por nada en concreto, sino por el

nerviosismo que denotaba su tono de voz o el hecho de alejarse un poco de ella para que no la

escuchara. Habían sido cosas que en el momento no dio importancia, momentos que parecían no tener

nada que ver con todo aquello, pero ahora, cuando Raúl le había dicho que Esther era la hija del dueño

de la empresa se daba cuenta del error en el que estaba él… no, no era la hija del dueño. Ella era la

dueña, la directora fantasma, la mujer a la que con tanto empeño buscaba Raúl.

Y fue con aquel pensamiento cuando el miedo volvió a resurgir con más fuerza… ¿qué pasaría si Raúl se

enterara? ¿Qué haría Raúl si llegaba a la misma conclusión que ella? Sin saberlo la había secuestrado…

¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar si como ella, también descubría quién era realmente Esther? No

podía permitir que aquello pasara, es más, no podía dejar que le pasara nada, porque si algo le pasaba,

ella simplemente moriría, porque Esther era lo mejor que tenía en la vida, porque la amaba como nunca

antes había amado a nadie, no podía dejar que le pasara nada… así que, con esos pensamientos,

intentando que el nerviosismo no nublara su mente, corrió hacia su bolso, rebuscó dándose cuenta de lo

que Raúl se había llevado… recogió todo con rapidez y comenzó a correr.

Extrañamente en esas circunstancias, Esther permanecía callada, sin moverse, sin aparentar nervios

ninguno. Con los ojos vendados se mantenía quieta en el asiento de atrás de aquel coche, sabía que en

esas circunstancias era mejor mantener la calma todo lo que pudiera, aunque fuera difícil, aunque lo que

realmente quisiera fuera gritar, sabía que eso solo empeoraría las cosas.

Por lo que le parecía, llevaba en aquel coche unos veinte minutos, sentía que la velocidad era mayor a la

que deberían llevar en ciudad y la ausencia de paradas le decía que no se habían encontrado ningún

semáforo en rojo. Sus captores no hablaban y si lo hacían, era demasiado bajo para que ella pudiera

enterarse. Se concentró en los sonidos, escuchaba la radio puesta, un canal de música que se

desintonizaba de vez en cuando, sentía el viendo agitarse como si algún coche les estuviera

adelantando, no parecía haber demasiadas curvas, el trazado era recto, al menos desde hacía varios

minutos… por todo aquello, supuso, que debían estar en la autopista…

Intentaba, de manera disimulada, librar sus manos de la cuerda que las tenía inmovilizadas pero era

bastante difícil y comenzaban a dolerle las muñecas, estaba segura de que sangraban.

- Esa es la salida – escuchó que decía uno de los chicos al otro y de nuevo prestó atención a todo lo que

sucedía a su alrededor.

Sintió como la velocidad del coche se reducía considerablemente, un pequeño zarandeo le hizo saber

que estaban girando a la derecha y luego, el camino volvió a ser recto. Cinco canciones más tarde, lo

que suponían, más o menos, unos 15 minutos después, el camino se hacía inestable. El coche se agitaba

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como si fuera un flan, el sonido de las ruedas le decía que estaban en un camino de tierra, o una

carretera no asfaltada… de nuevo el sonido del viento le dio una pista… le recordaba al sonido de los

árboles al moverse… la radio ya no se escuchaba, seguramente por allí no había ningún receptor que

hiciera que la radio se escuchara bien… si, debían estar en mitad del campo…

Tras lo que le parecieron diez minutos más, el coche al fin se detuvo, los chicos salieron del vehículo,

hablaron entre ellos sin que Esther pudiera escucharlos y luego, abrieron la puerta trasera sacándola de

manera brusca del coche.

- Vamos guapa, seguro que te encanta tu nueva casa – dijo uno de los hombres demasiado cerca de

ella, mientras que la empujaba agarrándola de un brazo.

Entraron en una casa, y la llevaron a una habitación donde le soltaron las manos y la encerraron, se

quedó parada esperando algo que no llegaba y finalmente se quitó la venda de los ojos. Estaba en una

habitación demasiado pequeña, con tan solo un camastro y una bombilla colgando del techo…

Se sentó en el camastro, se miró las muñecas, como había pensado antes tenía sangre causada por la

fuerza con la que se las habían atado y sus intentos por librarse de las cuerdas. Miró a su alrededor,

para finalmente quedarse con la mirada fija en la puerta que la separaba del exterior… Podía parecer

calmada, demasiado tranquila en esas circunstancias y sin embargo, en sus manos, un ligero temblor la

delataba y en sus ojos, el miedo era desgarrador…

Tenía que darse prisa, el hecho de que Raúl se hubiera llevado las llaves de casa de Esther le decía cuál

era su siguiente paso y debía evitar que encontrara algo que pudiera llevarle a la misma conclusión que

ella. No sabía qué guardaba Esther en su piso, no tenía ni idea de si allí había algo sobre la empresa

pero no iba a dejar que Raúl lo encontrara si es que lo había. Así que, apretando el acelerador de su

moto llegó a la calle de Esther. Aparcó en la calle paralela, si Raúl o alguno de sus chicos aparecía no

quería que supieran que estaba allí y en una carrera la fin llegó al edificio.

Como en muchas otras ocasiones, la puerta del portal había quedado encajada sin llegar a cerrar, lo que

le dio la oportunidad de entrar libremente y cerró cerciorándose de que ésta vez no quedaba abierta. Ni

tan siquiera esperó al ascensor, subió por las escaleras y llegó a la planta de su chica. Miró a ambos

lados, a esas horas los vecinos debían estar durmiendo, mejor así, sin testigos ni nadie que pudiera

pillarla infraganti.

Sabía cómo era la puerta, sabía qué tipo de cerradura tenía y eso le sirvió para poder forzarla y abrirla

sin casi dejar marcas. Entró en el piso y al cerrar se acercó a la alarma desactivándola; había visto a

Esther hacerlo un montón de veces y se sabía el código de memoria, incluso la misma Esther le había

pedido en alguna ocasión que fuera ella quien la desactivara…

Una vez en el salón, sin encender ni una sola luz, quedó mirando a su alrededor, no tenía ni idea de qué

era lo que buscaba, pero sabía que si había algo tenía que llevárselo antes de que lo hiciera Raúl.

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Encendió una pequeña linterna y dio una vuelta sobre sí misma. Lo primero que vio fue el móvil de

Esther, como bien habían supuesto se lo había dejado en casa. Se acercó, lo cogió y vio en la pantalla

varias llamadas perdidas, todas de Claudia, aquello le dio la certeza de que no se había equivocado,

estaba en lo cierto y era ella la Presidenta de Werty´s Security. Guardó el móvil en uno de los bolsillos y

se internó en el pasillo.

Conocía a Esther, sabía lo cuidadosa que era con sus cosas y supuso, que muy posiblemente se habría

llevado trabajo a casa y es que, ¿qué mejor lugar para guardar cierta información que tu casa si nadie

sabe quién eres? Con aquel pensamiento abrió la puerta del despacho de su chica y una vez más, quedó

mirando toda la estancia. Revisó las repisas, los cajones y todos aquellos lugares en los que se podría

guardar algo y finalmente optó por llevarse el ordenador. Lo guardó en la bolsa y se lo colgó al hombro.

Dejó todo como estaba, intentando disimular el hueco vacío que dejaba la computadora para que nadie

supiera lo que faltaba y saliendo del despacho fue a la habitación.

Nada más entrar quedó aturdida. La habitación estaba tal y como la habían dejado antes de salir. El

pijama de Esther sobre la cama, las zapatillas a un lado y el perfume abierto… suspiró sintiendo como el

aroma de su chica entraba por sus fosas nasales y necesitó un segundo para calmarse y saber qué tenía

que hacer… pese a que mirar esa cama no hacía más que recordarle la cantidad de noches de amor y

pasión que habían pasado en ella. Movió la cabeza, no era momento de pensar en eso, no cuando tenía

que salir de allí pronto. Rebuscó de nuevo entre los cajones, en la cómoda, en la mesita de noche, tras

un cuadro y finalmente llegó al armario. Lo abrió apartando la ropa de su chica, sin saber qué buscaba,

sin encontrar nada, buscó en los cajones del armario en las baldas de arriba… y se desesperaba al no

encontrar nada…

M: Quizás no hay nada más, Maca – se dijo a sí misma, dando un pequeño golpe a uno de los laterales

del armario.

Levantó la cabeza al escuchar el sonido hueco. Volvió a dar un par de golpes en lugares distintos y

cercanos al primero y se dio cuenta de que sí, había una zona hueca tras la pared del armario. Casi se

metió en él para buscar alguna trampilla y justo cuando iba a darse por vencida encontró una pequeña

ranura. Tiró hacia un lado y el armario dejó ver un pequeño hueco oculto, dentro, un maletín de cuero

negro.

Sin pensárselo, sin intentar ni tan siquiera abrirlo lo cogió y cerrándolo todo salió de la habitación. De

nuevo en el salón, hizo un barrido por si se había olvidado algo. En ese momento, escuchó en la calle

como un coche paraba y un par de puertas se abrían y cerraban. Se asomó con cuidado a la ventana y

vio a Raúl junto con Alberto acercarse hasta el portal. Chasqueó los dientes y con rapidez, volvió a

conectar la alarma, cerró sin hacer ruido y mirando por el hueco de las escaleras los vio subir…

A: ¿Qué quieres encontrar aquí? – le decía Alberto.

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R: Cualquier cosa… no sé, su padre es el dueño de la empresa, tal vez ella tenga algo que nos ayude –

contestó – Aunque de momento, solo necesitamos pruebas de que la tenemos para que su padre nos

crea…

Maca subió por las escaleras una planta más, ocultándose de ellos cuando llegaron al piso de Esther. Los

escuchó abrir la puerta y cerrarla tras ellos y aprovechó para salir de allí.

Mientras tanto, en algún lugar perdido en mitad del campo, Esther continuaba sentada en el camastro,

con la mirada fija en la puerta y sin hacer movimiento alguno. No se escuchaba nada, ni un solo ruido

que pudiera darle una pista de su posición exacta… De sus ojos, lentas y agónicas por el miedo caían un

par de lágrimas. Le dolían las muñecas, habían dejado de sangrar pero ahora tenía un dolor punzante

debido a los arañones que le había provocado las cuerdas. Sentía la boca seca, tenía mucha sed pero no

se atrevía a pedir agua, la mirada perdida hacía ver que estaba aterrada y en su mente un montón de

pensamientos…

¿Qué iban a hacer con ella? ¿Quién la había secuestrado? ¿Cuánto tiempo la tendrían retenida? ¿Iban a

matarla? Un montón de preguntas y ninguna respuesta… y en mitad de todas aquellas preguntas, surgió

la mirada angustiada y aterrada de su chica, reviviendo la escena de su secuestro recordó los golpes que

se había llevado Maca intentando que no se la llevaran…

E: Mi amor… - pronunció en un susurro, esperando que Maca ya hubiera avisado a la policía, sí… debía

haberlo hecho, su única salvación en ese momento era que su chica ya se hubiera encargado de que la

estuvieran buscando…

Nada más cerrar la puerta se encontraron con el primer obstáculo, la puñetera alarma estaba conectada

y les daba un margen de 30 segundos para desactivarla o largarse. Raúl miró a Alberto que se encogió

de hombros, el primero le hizo una señal al segundo para que intentara desactivarla y el chico se acercó

al aparato y comenzó a inspeccionarlo.

R: Date prisa con eso – ordenó mientras se internaba en el piso.

Dio un par de pasos hasta entrar en el salón, nada parecía extraño y siguió su camino internándose en el

pasillo. Despreocupado entró en la habitación y miró a su alrededor. Se acercó a la cama y cogió el

pijama que reposaba sobre el colchón, lo dejó y sus pasos le llevaron hasta la cómoda en la que

reposaba el perfume abierto, lo olió y volvió a dejarlo en su sitio. Echó un vistazo al armario entreabierto

y sin encontrar nada que le sirviera salió de nuevo al pasillo.

R: ¿Cómo vas? – preguntó elevando mínimamente la voz.

A: Estoy en ello… - decía manipulando algunos cables.

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R: Estoy en ello… estoy en ello… - murmuraba mientras continuaba andando – entró en el despacho y

quedó mirando la sala, algo no cuadraba allí, todo estaba demasiado bien ordenado, demasiado bien

puesto… frunció el ceño, algo fallaba en aquella habitación.

A: Tenemos que largarnos – dijo el chico llegando hasta él.

R: ¿Qué coño has hecho? – preguntó prestándole atención - ¿no tenías que estar desactivando la

puñetera alarma? – quiso saber.

A: Ese es el problema – contestó – que no puedo… lo único que he conseguido ha sido reiniciar el

sistema pero en cuanto se reinicie se pondrá en marcha de nuevo y si detecta movimiento y nadie mete

el código saltará en menos de un minuto.

R: ¡Me cago en la leche! ¡Inútil… que eres un inútil! – continuó

A: He hecho lo que he podido ¿eh? – protestó.

R: Ya… - miró de nuevo a la estancia – dime una cosa… ¿qué ves?

A: Un despacho – contestó como si nada.

R: ¿No te parece que hay algo raro? – siguió preguntando.

A: No… es un despacho – se encogió de hombros – como todos los despachos ¡joder! – miró el reloj -

¡Vamos! ¡Tenemos veinte segundos!

R: Vamos… - dijo echándole un último vistazo a la habitación.

Salieron con prisas, intentando no perder la calma aunque Alberto lo conseguía a duras penas, sabiendo

que, a su lado y nada satisfecho Raúl lo miraba enfadado por no haber podido desactivar la dichosa

alarma.

A: He hecho todo lo que puedo – pronunció metiéndose en el coche.

R: Calla y conduce – decía con voz de mando – y vamos a la cabaña… quiero ver a la tal Esther.

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Claudia miró el reloj, era raro que Esther no le hubiera devuelto la llamada. Ya en casa y a punto de

meterse en la cama, con Gimeno leyendo una de sus famosas revistas ajeno a lo que pasaba, decidió

volver a intentarlo pese a la hora que era…

“Hola, soy Esther, en este momento no puedo hablar contigo, llámame más tarde o deja un mensaje”.

C: Joder – protestó cerrando el móvil.

G: ¿Qué pasa Claudita? – preguntó sin levantar la mirada del artículo que estaba leyendo.

C: ¡Que no me llames Claudita, Gimeno! – protestó metiéndose en la cama.

G: Vale… ¿pero qué pasa? – quiso saber.

C: Que llevo todo el día intentando hacer una llamada y no me lo cogen… - explicaba mientras se

acostaba.

G: Normal… son casi las dos de la mañana, no es hora para hacer llamaditas…

C: Ya…

G: Venga, verás como mañana consigues hablar – dijo intentando acercarse a ella.

C: Sí, buenas noches – le dio un beso rápido y se dio la vuelta dejándolo con un palmo de narices.

G: Pues… buenas noches – contestó dándose por vencido y sin volver a intentarlo…

A su vez, Maca miraba el móvil de su chica hasta que dejó de sonar. Sentada en el sofá de casa y

mordiéndose las uñas no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado. Había estado tentada a

coger el teléfono y contarle todo a Claudia pero tenía demasiado miedo a las consecuencias que aquello

podría traer, no solo para ella, sino para Esther y para su madre.

Sin saber qué hacer, abrió el maletín encontrando varios Cds y algunas memorias USB. Encendió su

ordenador y comenzó a revisar lo que allí había. La información, encriptada con un montón de códigos

estaba realmente blindada… durante un buen rato estuvo intentando averiguar algo del contenido de

aquel material pero terminó por darse por vencida. Guardó todo de nuevo y cogiendo el portátil que se

había llevado de casa de Esther lo encendió.

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Sin saber cómo, por simple azar, introdujo su propio nombre en la clave de acceso y el escritorio se

mostró ante sus ojos. La primera bofetada vino al verse junto a Esther en una foto que ejercía de fondo

de pantalla. Quedó mirando aquella sonrisa y una lágrima cruzó su rostro.

En la esquina superior derecha algo llamó su atención, una carpeta titulada Reina Roja, le saludaba

divertida. Clicleó en ella y se abrió una nueva ventana que contenía un montón de artículos, así como un

documento oculto en el que Esther había realizado una lista de posibles sospechosos. Cerró los ojos

angustiada y negó con la cabeza cuando vio su nombre escrito en cuarto lugar junto a la frase

“descartada como sospechosa”.

M: Perdóname… mi amor, perdóname – pronunció agobiada pues, con aquella anotación, se daba cuenta

que había logrado engañarla demasiado bien… tanto, como para que la hubiera descartado como

sospechosa…

Cerró todo y lo guardó, no quería saber nada más. Se levantó una vez recogió y se lo llevó a una de las

habitaciones que hacían las veces de trastero. Dejó todo a un lado y con algo de esfuerzo echó a un lado

uno de los muebles. Se agachó, levantó un par de baldosas del falso suelo y guardó allí, el maletín y el

ordenador, dejándolo luego tal y como estaba…

R: Buenas noches señorita García – dijo Raúl, ataviado con un pasamontañas y gafas de sol, y utilizando

un dispositivo que le distorsionaba la voz, junto a un Alberto que entró tras él y quedó mirándola de

arriba abajo – lamento que hayamos tenido que traerla en éstas circunstancias…

A: Está muy buena – pronunció él, llevándose una mirada recriminatoria y un codazo de Raúl.

E: …

R: Es usted poco habladora ¿verdad? – Esther no contestó – bien… ya tendrá tiempo de hablar…

póngase cómoda, va a estar aquí unos días…

E: ¿Qué es lo que quieren? – les miró, Alberto se movió un tanto ansioso, sin embargo, la actitud de

Raúl, era la de una persona calmada que sabe perfectamente lo que está haciendo. Aquello le hizo saber

que no jugaba con novatos…

R: Todo a su debido tiempo – contestó – y advertirle, que no haga ninguna tontería… o podría resultarle

fatal – terminó de decir volviendo a la puerta – Alberto… ¿vamos? – le apremió.

A: Joder, jefe, está muy buena – dijo saliendo de la habitación - ¿no podría divertirme un poco?

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R: Ni lo pienses, Alberto – advirtió enrojeciendo la voz – ni lo pienses – repitió la advertencia.

Dentro, Esther se había sentado recogiendo sus piernas… apretando las rodillas contra ella y sin ser

capaz de cerrar los ojos ni un instante. Aquello era una pesadilla, debía serlo y sabía que no lo era.

Eran las seis y media de la mañana, no había dormido absolutamente nada, ni tan siquiera había logrado

cerrar los ojos un instante… la culpa, los remordimientos y el miedo a no saber qué le pasaría a Esther o

qué podría ocurrirle a su madre no la dejaban tranquila… tumbada en el sofá, con lágrimas en los ojos

intentaba buscar una solución a todo aquello cuando el móvil que le había dado Raúl la noche anterior

sonó haciéndole saber que tenía un mensaje.

Lo abrió con rapidez, leyó el contenido y cogiendo el móvil de Esther, las llaves y una chaqueta salió de

casa como alma que lleva al diablo. Siguió las indicaciones del mensaje y tras unos cuarenta y cinco

minutos llegó a su destino. Paró el motor frente a aquella cabaña en mitad de la nada. Miró a su

alrededor. Comprobó que había cobertura en los móviles y sin pensarlo más entró.

M: ¿Dónde está? – preguntó sin saludar a un Alberto que despatarrado y tranquilo intentaba ver algo en

una vieja televisión.

A: ¿Qué?

M: ¡Que donde está! – elevó la voz.

R: Baja el tono – le advirtió Raúl saliendo de lo que le pareció una pequeña cocina – si te oye será un

problema.

M: ¡Donde está! – dijo en un tono más bajo pero exigente.

R: Ven conmigo – se dio la vuelta como si aquello no fuera con él y se internó por la casa – ponte esto –

le pasó un pasamontañas y unas gafas de sol – y esto – dijo dándole el dispositivo que distorsionaba la

voz.

M: ¿Qué tontería es esta? – preguntó al ver todo aquello.

R: No queremos que nos reconozca y tampoco queremos que escuche nuestras voces – le contestó – no

somos idiotas… y siendo la hija de quien es, seguro que está entrenada… así que póntelo y ¡no me

repliques!

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M: Pero…

R: ¿quieres verla o qué? – dijo chuleando – bien, ahora vamos – siguió cuando Maca se puso todo

aquello – no habrás llamado a la policía ¿verdad? – preguntó parándose antes de llegar a su destino.

M: ¿Crees que soy imbécil? – preguntó ella.

R: Bien… como has sido una niña buena… te dejaré estar con ella cinco minutos… ni uno más – le

advirtió abriendo la puerta.

Cuando entró, tuvo que hacer un grandísimo esfuerzo por mantenerse en pie y no caer, frente a ella,

una Esther con el rostro apagado, la mirada vacía y claros síntomas de haber llorado y no haber dormido

permanecía en una esquina de aquel camastro encogiendo sus piernas. El ruido de la puerta hizo que

levantara la vista y los mirara y aquellos ojos al chocar con los suyos le rompió un poco más el alma.

Quiso abrazarla, besarla y prometerle que todo saldría bien y sabía que era imposible hacerlo… Esther

desvió de nuevo la mirada y ella sintió como su alma se desgarraba un poco más.

M: ¿Cómo estás? – preguntó algo dubitativa, Raúl carraspeó por aquella pregunta, Esther ni se inmutó.

Respiró profundamente, miró a Raúl y dio un paso al frente - ¿quieres algo? – preguntó una vez más,

Raúl puso los ojos en blanco…

De nuevo silencio, un silencio que le hacía más daño que cualquier otra cosa, Esther parecía tan lejos de

allí… tanto que no parecía ni ella… en tan solo una noche había perdido la sonrisa y esa mirada llena de

vida que la había enamorado tanto.

E: Agua – dijo en un murmullo.

M: Agua… vale – contestó saliendo de la habitación, Raúl la siguió - ¿ni siquiera le habéis dado agua?

¿Qué clase de animales sois?

R: Che, che, tranquilita – advirtió – esto no es un hotel…

M: Vete a la mierda – contestó.

R: Cuidado conmigo – dijo cogiéndola del brazo parando sus movimientos.

Maca llenó un vaso de agua y volvió a la habitación, se paró en la puerta antes de que Raúl la abriera…

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quiso pedirle que la dejara sola, pero no lo creía prudente y tenía la sensación de que no se lo

permitiría…

De nuevo abrieron la puerta, Maca se acercó a Esther y le tendió el vaso de agua, su chica la miró

desconfiada pero su sed era mayor que cualquier otra cosa, llevaba toda la noche sedienta y con la boca

seca, así que finalmente, tomó el vaso y se lo bebió de un trago.

El silencio era demasiado incómodo. Maca la miraba intentando mantenerse calmada debido a la

presencia de Raúl. Esther había vuelto a su posición inicial y Raúl, las miraba a ambos con una sonrisa

maliciosa escondida tras el pasamontañas. En un momento dado sonó un silbido fuera de la habitación,

Raúl entornó los ojos, aquella era la señal que le decía que el “tonto” de Alberto tenía algo que decirle.

Pese a no querer dejarlas solas, decidió salir, sabía que Maca no haría nada, que se cuidaría mucho de

hacer ninguna tontería…

Cuando Raúl salió la Reina Roja quedó sin moverse, tan solo mirando a su chica y con unas ganas

terribles de echarse a llorar… sintió el móvil de Esther vibrar en su bolsillo y mirando a la puerta,

cerciorándose de que no había nadie cerca lo sacó mirando la pantalla.

M: Lleva toda la noche llamándote – le dijo ante la sorpresa de Esther – vas a contestar y vas a decir

algo para que deje de hacerlo – continuó intentando poner un tono oscuro en su voz – tienes un

minuto… y ten cuidado…

Esther la miró, sorprendida por aquella salida, no era lógico que uno de sus secuestradores le diera su

propio móvil para contestar a la llamada, aun así, tomó el teléfono y vio el nombre de Claudia reflejado

en la pantalla.

M: No hagas tonterías – pidió suplicante pese a que a Esther le pareció amenaza.

E: Ho… hola Claudia – dijo llevándose el móvil a la oreja.

C: ¡Esther! – contestó Claudia al otro lado – Joder menos mal, llevo toda la noche llamándote… ¿Qué ha

pasado?

E: Nada… - miró a Maca, quien asintió – no pasa nada – siguió – siento no haber contestado… he… he

tenido que salir de viaje…

C: ¿Cómo que de viaje? – preguntó - ¿Cuándo y donde?

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E: Es… algo que no te puedo contar ahora mismo – intentaba que su voz sonara tranquila – solo puedo

decirte que estoy en Suiza… y que tardaré unos días…

C: pero… ¿Esther?

E: Tengo que colgar – dijo viendo como Maca le hacía una señal para que terminara la comunicación,

ella colgó el teléfono y se lo devolvió a Maca.

M: Bien… - bajó la cabeza, Esther la miraba bastante confusa por su actitud.

Claudia colgó alucinada con aquella escueta conversación, quedó mirando el teléfono como si fuera un

extraterrestre mientras se paseaba por la oficina.

C: ¿Suiza? – se preguntaba - ¿Y qué coño se le ha perdido a Esther en Suiza?

Intentó volver a llamar pero el teléfono le decía que el terminal estaba apagado o fuera de cobertura,

chasqueó los dientes… Suiza… ¿de qué le sonaba eso? Estaba segura de haberlo oído en alguna ocasión…

Suiza… Suiza… Debía ser la ubicación de algún testigo… sí… debía ser eso y Esther habría tenido que

viajar por algo relacionado con él.

R: Se acaba el tiempo – dijo Raúl entrando justo cuando Maca había vuelto a guardarse el móvil – Es

hora de irse.

M: Sí – contestó mirándola una vez más, viendo como Esther miraba a la pared.

Salieron de la habitación, Raúl cerró la puerta y Maca no dejó de mirar la madera… sintió la mirada del

chico en ella y lo encaró.

M: La tenéis encerrada como un animal – protestó – sin darle ni tan siquiera agua… y no ha dormido

nada…

R: Dormirá cuando quiera – contestó sin darle más importancia y alejándose de allí tras cerciorarse de

que la puerta estaba bien cerrada…

Maca quedó parada, con el único deseo de entrar en esa habitación y abrazarse a ella… se sentó en la

puerta, apoyándose en ella y lloró, lloró escuchando el leve quejido de Esther dentro de la habitación.

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Llevaba allí una hora, tal vez dos, quizás tres, la realidad es que no sabía cuánto tiempo llevaba sentada

escuchando el silencio dentro de aquella habitación. No tenía ni idea de qué pensaba o hacía Esther pero

el simple hecho de saber que estaba retenida allí, tan cerca y a la vez tan lejos hacía que no pudiera

levantarse de donde estaba.

Por su parte, Esther estaba sentada, sin moverse ni un milímetro. Pensando en lo que le estaba pasando

e intentando hacerse una idea de cómo salir de allí. Creía que eran 3, los dos que entraron esa mañana

y la última que había llegado hacía un rato. Era una mujer, eso lo tenía clarísimo, su complexión así se

lo decía y la voz, pese a ese distorsionador sonaba femenina. No entendía demasiado bien su actitud, le

había dado su propio móvil para que contestara a una llamada… ¿qué clase de secuestrador hace eso?

No le veía la lógica mucho menos si quien llamaba era Claudia…

E: No saben quién soy… - se dijo a sí misma – no saben quién soy…

No, no podían saber quién era porque si lo sabían, era absolutamente estúpido por su parte dejarle

responder a la llamada de Claudia, la mujer que de cara a la galería era la presidenta de Werty´s

Security… con eso, tan solo se arriesgaban a que los pillaran antes…

R: Levanta – le ordenó a Maca y ésta volvió en sí – tenemos mucho que hacer…

M: Yo no voy a ningún sitio – contestó retándole.

R: Tú haces lo que a mí me dé la gana – replicó.

M: No – se puso en pie para encararlo – desde el momento en que la habéis traído aquí, todo ha

cambiado – contestó - ¡La has secuestrado! ¡Estás loco! Y no voy a dejar que sigas con esto – amenazó

– se acabó – le dijo – esto se acabó, voy a llamar a la policía y se acabó todo esto – hizo el intento de

pasar, Raúl se lo impidió.

R: Me parece que aún no te enteras de cómo funciona el juego – dijo empujándola contra la pared -

¿sabes por qué he permitido que vengas? – preguntó, Maca no contestó – tengo una cámara que te ha

grabado entrar en ésta casa – afirmó – estoy absolutamente seguro que alguna otra cámara te ha visto

en Werty´s Security – siguió – te buscan por robo, Reina Roja, a mí, no me busca nadie… y te aseguro

que no me van a encontrar… la única que tiene razones para hacer esto eres tú… la novia de la hija del

dueño de Werty´s Security… - rió – de todas las mujeres del país, tenías que salir precisamente con

ella… ¿No te parece demasiada coincidencia? – dijo chulo – hay más pruebas contra ti, de las que hay

contra mí…

M: No te vas a salir con la tuya… - dijo.

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R: Sí – afirmó seguro – claro que lo voy a hacer… porque si tú hablas, tú eres la única que cae… y no

solo eso – se acercó, presionando el cuello de Maca impidiéndole respirar – es que si lo haces – se

acercó a su oído – mato a tu madre, y luego, me divierto con Esther frente a ti antes de matarla…

M: Hijo de puta – dijo como pudo – estás enfermo.

R: Bien… - la soltó – te diré lo que vamos a hacer – se alejó de ella mientras Maca tosía por la falta de

aire e intentando recuperarlo – vas a volver a casa, vas actuar como si nada y como digas o hagas

algo… - hizo un gesto como si disparara – y ahora vete – la empujó.

M: Voy a volver – le advirtió ella – no voy a dejarla sola…

R: Lo que tú digas… - dijo dándose la vuelta y alejándose un par de pasos.

No pudo hacer otra cosa, porque llevarle la contraria, estaba segura de que sería peor. Raúl había

demostrado ser más peligroso de lo que creía, era un loco psicópata capaz de todo. Así que

desobedeciendo a su corazón y obligando a sus piernas a moverse, salió de aquella casita y se montó en

la moto, se iría, sí, pero volvería en unas horas…

Cuando Maca se marchó, Raúl sonrió entre dientes, miró a Alberto que estaba bastante concentrado en

algún programa de televisión que se cortaba por momentos. Negó con la cabeza, y volvió sobre sus

pasos, se ocultó el rostro con el pasamontañas, abrió la puerta y entró de nuevo en la habitación, Esther

se movió ligeramente al verlo entrar.

R: ¿Qué tal te ha ido con la Reina Roja? – preguntó y Esther lo miró asombrada por aquella información

– supuse que querías saber quién era tu secuestradora – afirmó haciéndose el inocente, ella no contestó

– perdona mi forma de tratarte antes… es solo que mi jefa es un poco… ¿Cómo lo diría…? Dura, con todo

este tema…

E: … - no podía creer lo que le estaba diciendo, la Reina Roja, aquella ladrona a la que había estado

siguiendo era quien la había secuestrado…

R: Verás… - se apoyó en la pared – te explicaré de qué va todo esto… - se cruzó de brazos – mi jefa… La

Reina Roja – repitió por si no había quedado claro – necesita entrar en el despacho de tu padre… -

Esther no entendía demasiado – lo ha intentado… de hecho creo que llegó a averiguar donde estaba el

famoso ascensor… pero… necesita el código… así que… por eso estás aquí.

E: No… no sé de qué habla… - consiguió decir.

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R: Sí… sí que lo sabes – replicó él – pero la verdad es que entiendo que quieras proteger a tu familia –

dijo con una amabilidad inusitada en él – yo también lo haría… - sonrió – verás Esther, a mí tampoco me

gusta esto… y me gustaría ayudarte… quiero sacarte de aquí lo antes posible y… para eso necesito que

confíes un poco en mí…

E: Ya… - dijo desviando la mirada hacia otro lado.

R: Entiendo que no me creas – se sonrió – pero… te aseguro que lo único que quiero es tu bienestar… si

por la Reina Roja fuera, posiblemente ahora estarías muerta… o te habríamos dado una paliza… - se

acercó un poco a ella, como si quisiera contarle un secreto – está un poco desquiciada con todo esto… -

dijo bajando el tono – tienes que ayudarme, Esther… es la única manera de salir de aquí…

E: … - no contestó, porque no sabía a quién creer.

R: Dime cómo hago para conseguir ese código… - le pidió – solo será para ganar tiempo… te aseguro

que nadie saldrá herido… yo me encargo de eso…

E: No sé de qué me habla – repitió como antes.

R: Está bien – bajó los hombros, como si se viera derrotado – yo lo he intentado… - terminó de decir

saliendo de la habitación – estúpida – pronunció oscureciendo la voz.

Gimeno se empeñaba en hacer una comida romántica, había preparado todo, hasta el más mínimo

detalle, sabía que había algo que preocupaba a su mujer y quería darle una sorpresa. Claudia había

salido hacía un buen rato y supuso que estaría a punto de llegar, así que se apresuró a terminar de

preparar la mesa. Justo cuando estaba encendiendo un par de velas la puerta de la calle se abrió

dejando paso a Claudia.

G: ¡Ah! Ya estás aquí – le dijo llegando hasta ella – has llegado antes de lo que creía pero bueno… no

pasa nada…

C: Gimeno… ¿qué es todo esto? – preguntó al ver todo lo que había hecho.

G: Nada… una tontería – le separó la silla para que se sentara – tu solo siéntate y disfruta…

C: Gracias cariño – sonrió haciendo que se acercara para darle un beso…

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Gimeno se alejó con una sonrisa de oreja a oreja, entró en la cocina y Claudia no pudo evitar sonreír.

Adoraba a aquel hombre, por un montón de cosas y aunque a veces la pusiera de los nervios lo quería

con locura…

Gimeno tardaba más de lo que se suponía debía tardar y ella, no pudo evitar pensar en la extraña

conversación que había tenido con Esther…

C: Suiza… ¿qué coño se le ha perdido en Suiza?

G: ¿Suiza? – preguntó escuchándola al salir de la cocina - ¿qué pasa con Suiza?

C: Eh… nada… cosas del trabajo – contestó.

G: Ya… - dijo mientras servía la comida - ¿cuándo vas a contarme algo más sobre tu trabajo? – quiso

saber.

C: Hay cosas que no te puedo contar Gimeno – contestó.

G: Lo sé… pero… uff, cariño, estoy un poco harto de tener que descifrar tu forma de hablar en clave para

ayudarte…

C: Yo no hablo en cla… - dejó de hablar, sin saberlo, Gimeno había dado en el clavo, y ella recordó lo

que pasó hacía ya casi cinco años…

“Esther entró en la oficina con el rostro entre sonriente y preocupado. Le hizo una seña para que la

siguiera y entró tras ella en su despacho. Se sentaron ambas y Esther comenzó a sacar un par de

papeles…

E: Escúchame, Claudia, lo que voy a contarte es absolutamente confidencial – le dijo, y Claudia la había

mirado con extrañeza – acabo de firmar un contrato con el gobierno… vamos a hacernos cargo de la

seguridad de los testigos protegidos…

C: ¿Cómo? – le había preguntado bastante asombrada – eso es… es genial…

E: Sí… - dijo sentándose – pero a partir de éste momento van a cambiar muchas cosas – continuó – es

necesario que nadie sepa quién soy yo… así que a partir de este instante tú vas a ser la presidenta de

Werty´s Security de cara al público – Claudia la miraba expectante – hay que cambiar todo el sistema

de seguridad, vamos a reforzar software y yo necesito un despacho oculto…

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C: Esther… - la cortó - ¿sabes lo que significa todo lo que me estás contando? – le había preguntado – tu

vida va a cambiar considerablemente, vas a tener que ocultarte de todos… no podrás ser tú misma…

E: Entiendo los riesgos, Claudia y los he aceptado – decía convencida de ello – sé que a partir de este

momento yo voy a ser más o menos un fantasma y sé, que es muy probable que esté en el punto de

mira de mucha gente… por eso tengo que ocultarme, por eso nadie puede saber quién soy yo…

C: Es muy arriesgado – contestó - ¿qué pasa si alguien averigua quién eres? – preguntó.

E: No lo sé – le dijo – es un riesgo que tengo que correr…

C: Esther, piénsalo – le dijo más como amiga que como trabajadora – vas a tener información muy

valiosa para mucha gente, gente que estaría dispuesta a amenazar, a secuestrar e incluso a matar…

E: Lo sé – contestó – pero bueno… no sé, siempre podemos inventarnos algo por si ocurre algo de eso.

C: ¿Qué dices? – preguntó fuera de juego.

E: No sé… si alguien me amenaza, me secuestra o sabe quien soy, podemos inventar algo en clave…

algo tipo… yo que sé… me he ido a Suiza así, de repente… - dijo con una sonrisa como si estuviera

bromeando.

C: ¿Estás hablando en serio? – preguntó.

E: Claro que no, Claudia – rió – es una broma… te aseguro que no va a pasar nada, tenemos muchos

medios para que no pase…”

C: Suiza – dijo levantándose de un salto.

G: ¿Qué pasa ahora? – preguntó con el tenedor a medio camino de la boca.

C: Me tengo que ir, Gimeno – dijo dejándolo asombrado.

G: ¿A Suiza?

C: ¿Pero qué dices? – lo miró sin saber qué decía.

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G: No lo sé – contestó – no sé lo que digo porque no sé qué es lo que dices tú – terminó de decir…

C: Vale… tengo que irme cariño – dijo dándole un beso rápido y saliendo por la puerta…

G: ¿Y la lubina? – preguntó sin obtener respuesta, pues Claudia ya había salido – pues nada – le dijo al

pescado que reposaba en la bandeja – nos quedamos tú y yo…

R: Alberto – dijo haciendo que le prestara atención – vigílala – ordenó saliendo de la casa por un

momento - Está bien… pues vamos a ello – dijo cogiendo el teléfono y marcando un número - ¿Miguel

Sánchez? – preguntó cuándo descolgaron.

M: Sí, soy yo – contestó Miguel al otro lado de la línea - ¿quién es?

R: Soy el hombre que tiene secuestrada a su hija – contestó directamente – no intente ni un solo

movimiento – siguió – le estamos observando y como intente algo su hija morirá – amenazó – sé que

usted fue policía. Sé que debe saber cómo actuar en estos casos y sé, que usted sabe qué puede pasarle

a Esther si hace algo para enfadarme – siguió diciendo.

M: Entiendo – dijo sorprendentemente manteniendo la calma, no quería asustar a su mujer – qué es lo

que quiere… - dijo alejándose un poco de Encarna, mirando por la ventana intentando ver si era cierto

que le estaban observando, al mismo tiempo que su mente pensaba con rapidez, sus años de policía le

habían entrenado para situaciones como esa.

R: Quiero el código de entrada a su despacho – afirmó.

M: No sé cuál es – contestó, haciéndose cargo de la situación, no sabían quién era Esther si lo llamaban

a él – ese código cambia cada dos días… a mi móvil llega un mensaje con el código antes de

introducirlo…

R: ¿Cree que soy idiota? – contestó – he investigado muy bien su sistema de seguridad…

M: Está bien, está bien – dijo con rapidez para calmarlo – es solo que ahora mismo no lo recuerdo…

estoy nervioso… no sé cuál es… - necesitaba ganar tiempo.

R: Pues vaya recordando señor Sánchez o su hija morirá – contestó – no llame a la policía, no intente

hablar con nadie de esto, no se le ocurra hacer nada o me la cargo ¿lo ha entendido?

M: Sí… - miró a Encarna que la miraba algo desconcertada – quiero hablar con ella.

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R: Ahora mismo no es momento de charlitas familiares…

M: ¿Entonces cómo sé que está viva? – preguntó, Encarna al escucharlo dejó lo que estaba haciendo y

se levantó nerviosa.

R: Va a tener que confiar en mí – siguió – quiero ese código, tiene 24 horas para recordarlo… y

recuerde… no haga ninguna estupidez – terminó de decir colgando el teléfono.

Maca no fue a casa, necesitaba antes ver a su madre, así que tomó rumbo a la clínica. Durante el viaje,

las lágrimas a penas le dejaban ver con claridad del camino. Se sentía absolutamente atada de pies y

manos y dejar a Esther allí, con esos dos enfermos, era algo que no la dejaba en paz. Como tampoco

estaba tranquila con su madre sola en aquel lugar.

Aparcó la moto y en una carrera llegó a la entrada mientras se quitaba el casco. No paró en ningún

momento llegando a la habitación de su madre, donde Rosario, como siempre, sentada en una butaca

miraba a la ventana ausente.

M: Mamá… mami – dijo acercándose y arrodillándose frente a ella – tenemos que irnos de aquí, mamá –

le dijo sonriéndole.

R: Hola – sonrió - ¿Ya es hora de irnos? – preguntó.

M: Sí, mamá – le acarició la mejilla – ya es la hora…

R: Pero Pedro no ha llegado – contestó – y sin él no puedo ir a la gala.

M: Pedro está esperando en la puerta… - la intentó convencer.

V: No creo que esa sea una buena idea – dijo apoyada en el quicio de la puerta.

M: Vete a la mierda – la miró con odio – vamos, mamá…

V: Como intentes salir… - sacó el móvil – llamo a quién tú sabes y alguien lo pasará muy mal…

M: No podéis hacer esto – dijo con rabia.

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V: Bueno… - se encogió de hombros como si le diera igual – lo estamos haciendo…

M: Sois unos hijos de puta – se acercó a ella airada.

V: Quieta – la paró – con solo apretar éste botón, se acabó todo – afirmó enseñándole el móvil, donde

ya tenía preparada la llamada.

M: Joder… joder… joder… - repetía absolutamente agobiada mientras se alejaba de ella - ¡Joder! – gritó.

V: Cálmate y todo saldrá bien – le advirtió – ahora lárgate de aquí, hay que mantener la normalidad…

Una vez más, no pudo hacer nada, tan solo se volvió a su madre, la besó con intenso cariño y le dio un

abrazo susurrándole al oído que todo saldría bien. Miró con odio a Vero y salió de la clínica… no sabía

qué hacer, no podía acudir a nadie y lo peor, era que las dos personas a las que amaba, estaban en

manos de unos psicópatas…

Cuando llegó a casa, se encontró con la tercera o cuarta sorpresa del día. Claudia esperaba en el portal,

andaba de un lado para otro, ella cerró los ojos, estaba segura de que ya sabía qué pasaba y por eso

estaba allí.

M: ¡Claudia! ¡Qué sorpresa! – saludó fingiendo, pues no le quedaba otra que fingir y mentir.

C: Hola, Maca… quisiera hablar contigo – le dijo – es importante.

M: ¿Ocurre algo? – preguntó aun sabiendo perfectamente qué pasaba.

C: Si te parece subimos y hablamos en tu casa…

M: Ehh… sí, claro – se acercó a la puerta – pasa – le dio paso al portal.

Durante el trayecto en ascensor, Maca miraba de reojo a Claudia, mientras iba pensando en cómo actuar

en aquella situación. Tenía que mentirle, eso estaba claro, y debía ser lo más convincente del mundo…

M: Pasa, estás en tu casa – dijo abriendo ya la puerta de casa y desconectando la alarma - ¿Quieres

algo de beber? – preguntó.

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C: No, gracias.

M: Vale… yo iré por una cerveza – le dijo desapareciendo del salón, necesitando un segundo para ella.

Cuando regresó al salón, la encontró mirando una fotografía de ella junto a Esther, quedó parada un

segundo, cerró los ojos, tomó aire y siguió andando…

M: Es mi chica – le dijo sacando una leve sonrisa – es preciosa ¿verdad?

C: Sí… - dejó la foto en su lugar – es muy guapa… - terminó de decir mientras Maca se sentaba en el

sofá mirándola de reojo - ¿y dónde está?

M: Salió de viaje… ha tenido que irse por cosas del trabajo – le dio un trago a su cerveza.

C: Ya… - la miró, se sentó y clavó su vista en ella – verás Maca… tengo que decirte algo y necesito que

mantengas la calma… - Maca asintió – a Esther la han secuestrado… - soltó y Maca abrió los ojos como

platos simulando su mejor cara de sorpresa…

Mientras tanto, en la calle, justo frente al edificio, Verónica miraba hacia aquella ventana al tiempo que

marcaba un número en su teléfono móvil…

R: Qué ocurre – dijo Raúl contestando.

V: La tal Claudia – contestó – está en casa de Maca… Creo que ya sabe lo del secuestro.

R: ¡Joder! – protestó, tan alto que Vero tuvo que separarse el teléfono de la oreja.

V: ¿Qué quieres que haga? – preguntó con cuidado de no alterarlo más.

R: Sube a su casa e intenta que saber de qué hablan – le ordenó.

V: Pero si subo… ¿qué digo? Podrían identificarme…

R: ¡Que subas joder! – dijo airado – ¡Invéntate cualquier cosa pero sube!

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Dicho esto colgó el teléfono dejando a Verónica con la palabra en la boca. Ésta, quedó parada mirando

por la ventana mientras pensaba qué excusa dar para subir a ese piso y no levantar sospechas…

M: ¿Cómo que secuestrada? – preguntó haciéndose la sorprendida – eso… eso no puede ser Claudia,

estuve con ella…

C: ¿Cuando? – quiso saber.

M: Anteayer… salimos a cenar y la dejé en su casa… - contestó intentando que sus palabras sonaran

veraces – la dejé en la misma puerta de su casa…

C: Maca… cálmate – le pidió viéndola alterada y era cierto que lo estaba, pues la presión a la que estaba

sometida en esos días la tenía de los nervios – escúchame… Esther no llegó a entrar en su casa… estoy

segura de que no entró…

M: Pero… no entiendo – dijo mirando a ambos lados de la habitación - ¿Y tú como sabes quién es

Esther? – soltó aun sabiendo perfectamente la respuesta…

C: Te lo contaré todo, pero antes necesito que me digas qué es exactamente lo que hicisteis esa noche –

le pidió intentando calmarla.

M: Ya te lo he dicho – se levantó mientras que Claudia la observaba – estuvimos toda la tarde en su

casa… luego salimos a cenar, la dejé en la puerta, no era muy tarde… sobre las… doce o así…

C: ¿Por qué no te quedaste con ella? – preguntó y súbitamente Maca la miró.

M: Porque me dijo que estaba cansada y yo tenía que trabajar a primera hora… tenía una reunión en las

afueras – decía mientras se iba inventando toda la historia – y todos los informes los tenía aquí en

casa…

C: Ya – contestó mientras iba escribiendo algo en una libreta - ¿Recuerdas algo raro? ¿Algo que te

llamara la atención?

M: ¡NO! – soltó casi en un grito – no vi nada raro… todo estaba como siempre… yo… no vi nada… no

entiendo nada… - y lo cierto era que no entendía nada de aquella situación, primero, porque no entendía

como había llegado hasta ahí.

C: ¿Cómo sabías que Esther estaba de viaje? – preguntó.

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M: Me llamó…

C: ¿Te llamó? – le devolvió la pregunta, Maca no sabía qué estaba pensando Claudia.

M: No… no, me llamó ella – rectificó – si… yo estaba en la reunión y me llamó para decirme que se había

tenido que ir de viaje…

C: Entiendo – seguía apuntando - ¿Cómo la notaste?

M: Alterada… sí, la noté algo alterada, pero supuse que era por la prisa del viaje…

Claudia iba apuntando cada cosa que le decía en una pequeña libreta, al mismo tiempo estudiaba cada

movimiento de Maca, no podía negar lo evidente, estaba muy nerviosa y bastante asustada… En ese

momento el timbre de la puerta sonó y ambas se miraron contrariadas.

M: No sé quien puede ser – dijo elevándose de hombros y notando que temblaba.

C: Maca antes de abrir la puerta, cálmate – se puso en pie para llegar hasta ella – es muy importante

que nadie sepa lo que ha pasado, ¿lo entiendes?

M: Sí… pero… es que no entiendo nada, Claudia…

C: Ya habrá tiempo, ahora cálmate y abre…

Maca fue a abrir y sus ojos se abrieron como platos al ver a Verónica sonriendo, sin esperar invitación la

rubia entró y se dio de bruces con Claudia…

V: Oh… perdón, no sabía que estabas con alguien – dijo mirándolas a ambas.

C: Soy Claudia – extendió su mano – una vieja amiga de Maca…

V: Verónica – contestó al saludo – también amiga de Maca – dijo mirándola con una media sonrisa,

mientras que la susodicha no daba crédito a lo que veía.

C: Pues nada… amigas todas – decía mirándolas, pues Vero, tras el saludo, se había acercado demasiado

a Maca y besaba su mejilla demasiado cerca de la comisura…

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V: Te he echado de menos – le dijo con intención de que Claudia se enterara.

M: Qué cojones dices – espetó apretando los dientes.

V: Es que hace mucho tiempo que no nos veíamos, ¿sabes? – le explicó a Claudia – yo no vivo aquí, y

claro… he tenido que venir por trabajo y sentía la necesidad de verla… - se acercó como si fuera a

contarle un secreto – tenemos una relación un tanto especial… tú ya me entiendes…

El rostro de Claudia pasó por varios estados en un segundo, sorpresa por aquella insinuación,

incredulidad por lo que veía, para pasar al enfado por lo que parecía que le estaban haciendo a su

amiga. Aún así, mantuvo la compostura, con Esther secuestrada no era momento para eso. Por el

contrario, Maca no podía más que alucinar con aquella salida de Verónica y no fue capaz de decir ni una

sola palabra al no saber qué cojones estaba pasando allí.

C: Será mejor que me marche – dijo recogiendo sus cosas.

M: Claudia… - intentó pararla.

C: Si sabes algo más, llámame – fue lo único que dijo antes de abandonar el piso.

M: ¿Qué coño haces? – escupió cuando Claudia se marchó.

V: Mi trabajo – se cruzó de brazos – ahora dime… ¿qué sabe?

M: Nada… no sabe nada – contestó yendo hacia la ventana donde pudo ver como Claudia llegaba al

coche y se metía en él.

V: Eso esperamos todos – dijo ella – por tu bien, por el de Esther y por el de tu madre, espero que no

sepa nada… Raúl está muy cabreado…

M: Vete al infierno – contestó alejándose de la ventana – ¡Y sal de mi casa! – la echó, Vero sonrió y se

marchó sin decir nada más…

Claudia llegó a la oficina, no había dejado de pensar en todo lo que le había contado Maca, en todo lo

que había pasado y en Esther, necesitaba averiguar algo más, así que llamó a uno de sus asistentes y

entrando en su despacho cerró la puerta para que nadie más la oyera…

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C: Pablo, necesito que localices éste móvil – le apuntó el teléfono – tiene dispositivo GPS así que podrás

hacerlo, aunque probablemente esté desconectado – el chico asentía – necesito que estés pendiente de

él en todo momento y en cuanto se encienda me avises – le dijo siendo más una orden que una petición

– y quiero que me traigas un informe detallado y completo, muy meticuloso de Macarena Wilson –

miraba como iba apuntando todo lo que le decía – quiero saberlo todo, absolutamente todo de ella…

P: Pero… ¿no hice ya un informe sobre ella? – preguntó recordando el nombre.

C: Sí… y algo debió escapar de ese informe – afirmó – quiero otro mucho más completo, quiero saberlo

todo y cuando digo todo, es todo – dijo categórica – puedes irte – El chico se marchó y ella quedó

parada de nuevo, cogió la libreta y releyó todo lo que había escrito – hay algo que no me cuadra… - dijo

para sí misma, y tras unos minutos más, dejó la libreta a un lado, buscó sus llaves y encontrando la que

abría uno de los cajones de su escritorio encontró las llaves de casa de Esther, recogió todo, se puso la

chaqueta y salió de nuevo del despacho.

Mientras tanto, Maca, tras haberse calmado un poco salió de su piso, cogió la moto y pudo rumbo a

aquella cabaña perdida en mitad de la nada. Necesitaba ver a Esther, saber que estaba bien, pues ya la

había dejado demasiado tiempo junto con esos locos.

R: ¿Qué quería Claudia? – preguntó Raúl nada más verla.

M: Nada… solo quería hablar conmigo…

R: ¿Sobre qué? – la paró al ver que intentaba esquivarlo - ¿Sabe algo del secuestro?

M: No sabe nada ¿vale? – le dijo furiosa – y ahora déjame ver a Esther…

R: Cuidado, Maca… cuidado – contestó antes de dejarla pasar.

Maca entró en la casa, se puso aquel “disfraz” y esperó a que le abrieran la puerta para poder entrar a

verla. Cuando entró, la sangre se le heló, Esther estaba demacrada, con la mirada perdida, huidiza,

encogida sobre sí misma, con claros síntomas de llanto y el cansancio marcando todas y cada una de sus

facciones… Se le cayó el alma a los pies al verla así… su primer instinto fue abrazarla, sin embargo no

pudo moverse… Esther, por su parte, ni tan siquiera hizo el intento de mirarla.

Salió de nuevo de la habitación, necesitando calmarse para no hacer una locura. Fue a la pequeña

cocina, tomó un vaso de agua y buscó algún calmante en su bolso. Alberto la miraba desde el quicio de

la puerta…

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A: ¿Vas a dormirla? – preguntó cruzándose de brazos.

M: Lleva sin dormir dos días… no le habéis dado nada de comer… está cansada y necesita descansar,

claro que voy a intentar que duerma… - contestó con seriedad, mientras machacaba la pastilla y se la

ponía en el agua.

A: ¿Puedo acompañarte? – preguntó con una sonrisa maliciosa – no sé… tal vez podría hacer algo para

que se cansara y así durmiera mejor…

M: Gilipollas – murmuró pasando por su lado intentando ignorar esa “insinuación”.

Entró de nuevo en la habitación, al igual que antes, Esther no se movió. Ella se acercó con cautela y fue

entonces cuando su chica, en un acto reflejo dio un respingo.

M: Tranquila – le dijo – tranquila… no voy a hacerte daño… - dijo con un nudo en la garganta…

E: ¿Qué es lo que quieres? – preguntó a duras penas.

M: Toma… bebe un poco…

E: ¿Eres la Reina Roja? – preguntó, recordando las palabras de Raúl, Maca tembló - ¿vas a matarme? –

siguió preguntando angustiada.

M: Nadie va a matarte – contestó – toma… bebe, necesitas beber algo…

Esther, alargó el brazo, tomó el vaso y se lo llevó a la boca, en otras circunstancias ni lo habría probado,

pero la verdad era que estaba sedienta, y el agua le sentaba de maravilla. Maca la miraba sin poder

dejar de hacerlo, mientras intentaba que una lágrima no saliera de sus ojos. Tomó aire y cuando volvió a

mirarla sus ojos chocaron con los de Esther… estuvo a punto de perderse en esa mirada que tanto

amaba, cuando recordó, que, si lo hacía, su chica sería capaz de reconocerla…

M: Descansa un poco… - susurró, saliendo de la habitación y como hizo el primer día, cerró la puerta y

quedó apoyada escuchando el movimiento que había dentro de la habitación – Te quiero… - susurró

quedamente…

Esperó un tiempo prudencial, no se movió de aquella puerta en la siguiente media hora. Vio a Raúl

hablar de algo con Alberto y no se molestó en averiguar de qué hablaban. Necesitaba estar allí, apoyada

contra aquella puerta para sentirse cerca de su chica, protegiéndola en cierta manera… tras esos treinta

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minutos se levantó, abrió y antes de entrar miró, la vio tumbada y dormida, suspiró, necesitaba eso,

dormir, dormir y descansar, ella quedó mirándola con los ojos cristalinos desde el quicio de la puerta.

Asomó la cabeza fuera para ver como Raúl y Alberto seguían a lo suyo sin percatarse de nada. Volvió a

entrar y cerró, lentamente, con cuidado se acercó a aquel camastro y sin hacer demasiados movimientos

se tumbó a su lado… necesitaba tenerla, necesitaba abrazarla y esa era su oportunidad… se tumbó a su

lado y la abrazó respirando su aroma… la apretó más contra su pecho cuando la sintió temblar…

M: Shhh… tranquila mi niña – dijo sabiendo que sumida en aquel profundo sueño en el que estaba,

Esther no se enteraría de nada – estoy aquí… no pasa nada… duerme… estoy aquí – decía besando su

cabeza mientras las lágrimas que había estado reteniendo salían de sus ojos – te quiero, mi amor… -

seguía susurrando en su oído – te quiero…

E: Ummm… Maca… - soltó Esther entre sueños – Maca… - y aún en ese estado de inconsciencia en el

que se encontraba, Esther se movió buscando su cuerpo, abrazándose más a ella… - Maca – balbuceó…

M: Estoy aquí – susurró – duerme mi amor… duerme… - decía sollozando calladamente…

Y así, mientras lloraba en silencio, abrazó y acunó a Esther, la sintió tan suya como siempre, tan cerca

como nunca y sin embargo, algo en su interior, un presentimiento, le dijo que aquella sería la última vez

que estarían así… cerró los ojos, se escondió en su cuello y la abrazó como queriendo retenerla para

siempre…

A: ¿Y aún seguís diciendo que esto puede tener tu tan ansiado final feliz, Dios del Amor? – preguntó

Ares con autosuficiencia.

E: Sí – contestó enérgico – el destino es juguetón, pueden pasar muchas cosas aún – le dijo.

A: Esa utopía que defiendes, es absurda y tendrás que retractarte de tus palabras – afirmó – esta

historia no acabará como deseas, no tendrá ese final… Feliz – dijo despectivamente.

E: Eso tendremos que verlo – contestó.

A: Veámoslo – se sentó – me reiré cuando vea como abandonas este lugar… - dicho esto volvió a

sentarse junto con el resto de los dioses, orgulloso y sonriente al saber que toda esa historia terminaría

como él quería…

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R: En una hora – decía al teléfono – en la Plaza mayor – seguía diciendo – espere mi llamada y

recuerde, vaya solo – dijo antes de colgar, volviendo de nuevo a la casa, donde Maca salía de la

habitación – qué estampa más bonita la que habéis protagonizado esta noche… - dijo irónico.

M: Vete a la mierda – contestó bebiendo un poco de agua.

R: ¿Y como está Esther? – preguntó.

M: Sigue dormida – le dijo bebiendo – le hacía falta…

R: Por supuesto...

M: ¿Qué quieres ahora Raúl? – preguntó encarándolo.

R: Tenemos trabajo que hacer – afirmó – así que vete preparando, nos vamos.

M: Yo me quedo – contestó segura de lo que decía.

R: No, tu vienes conmigo – ordenó – en una hora tendremos el dichoso código y necesito que entres en

el despacho cuanto antes…

M: ¿Cómo que tendremos el código? – preguntó - ¿Cómo lo has conseguido?

R: Bueno… un padre hace lo que sea por su hija ¿no? – sonrió con autosuficiencia – vamos, tenemos que

prepararnos.

M: No voy a dejarla sola – contestó sin moverse.

R: Y no lo estará, Alberto se queda con ella – informó y su primo afirmó con una sonrisa en los labios.

M: No… yo no voy…

R: Tú vienes – la tomó del brazo con fuerza – y no me provoques… - la empujó – vamos…

Una hora más tarde, sentado en una terraza de una cafetería de la Plaza Mayor, con Vero a su lado

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haciéndole carantoñas y el manos libres del móvil en la oreja, Raúl miraba a su alrededor controlándolo

todo. Había un montón de gente, se auto alabó por haber elegido aquel lugar tan concurrido, así, si por

lo que fuera algo salía mal, no tendrían problemas al escapar.

Maca aparcó la moto a unos metros de Werty´s Security, sus órdenes eran claras, esperar a recibir la

llamada con el código y entrar… de lejos, mientras se ocultaba, vio a Claudia entrar en la empresa con

bastante premura, no diferenció su rostro pero le parecía que estaba preocupada… intentó calmarse, las

manos le sudaban y eso no le había pasado nunca…

Miguel apareció por fin en el lugar pactado, nervioso, con las manos en los bolsillos, nervioso, mirando

todo a su alrededor, buscando a alguien entre tanta gente, lo cierto era que aquel hombre había elegido

el lugar perfecto, un montón de turistas, gente yendo y viniendo e incluso niños correteando por toda la

plaza, parecía que era como buscar una aguja en un pajar. Raúl, desde su posición lo seguía con la

mirada, atento a cada movimiento, a cada reacción de aquel hombre, como intentando comprobar que

todo estaba como debía estar.

R: Empieza el juego – le dijo a Vero, quien con esas palabras se acercó un poco más a él con el fin de

hacerse pasar por una feliz pareja y no levantar sospechas, Mientras tanto, Raúl marcaba los dígitos de

Miguel y esperaba a que contestara - ¿Tiene el código? – preguntó nada más descolgar.

Mi: ¿Dónde está mi hija? – le devolvió la pregunta.

R: Primero el código – contestó – luego podrá ver a Esther.

Mi: ¿Y cómo sé que está viva? – quiso saber.

R: Ya le dije que tendría que confiar en mí – contestó.

Mi: ¿Qué tengo que hacer? – preguntó mirando a su alrededor.

R: Dícteme el código – contestó.

Miguel se quedó algo parado, miró a su alrededor, Vero le observó atentamente y posó su mirada en un

par de “turistas” a los que Miguel miraba. Uno de ellos, afirmó levemente con la cabeza, Vero se irguió

de repente y siguió mirando por los alrededores, detectando a más gente.

V: Esto está lleno de polis – le dijo de manera casi imperceptible a Raúl.

R: El código – apremió buscando con su mirada a todos aquellos policías que Vero le había dicho y

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encontrando a dos de ellos a cuatro mesas de su posición. Besó a su acompañante y sonrió,

interpretando su papel de hombre enamorado y relajándose en su asiento, dando así una imagen de

normalidad que no tenía.

Mi: Está bien… apunte – le dijo Miguel – 5-3-7-0-6-9-1 ese es el código – terminó de decir.

R: ¿Está seguro? – preguntó repasando mentalmente los dígitos.

Mi: Completamente – afirmó.

R: Bien… gracias – dijo cortando la llamada mirando a Vero intentando que en su rostro no pudiera

descifrarse lo que estaba pensando.

Esperó un tiempo prudencial, vigilando tanto a los secretas como a Miguel que se había quedado parado

esperando algo, tras unos quince minutos, de un modo absolutamente normal, pidieron la cuenta, se

levantaron y comenzaron a andar abrazados, incluso se cruzaron con Miguel, pasando por su lado sin

que éste les reconociera…

Maca estaba más nerviosa que nunca, miraba la puerta de entrada de la empresa y estaba a punto de

mandarlo todo al infierno, entrar en el edificio y poner al corriente de todo lo que estaba pasando a

Claudia, sin embargo, si lo hacía, sabía que estaba poniendo en serio peligro tanto a su madre como a

Esther… se movía de un lado para otro, sabía que con esa actitud podría levantar sospechas, sin

embargo no podía evitarlo… de pronto, su móvil comenzó a sonar y con rapidez contestó.

R: ¿Sabías que ese imbécil no era el presidente? – preguntó nada más descolgó, ya metidos en el coche

- ¿¡Lo sabías!? – preguntó con rabia.

M: ¿Qué? No… no tenía ni idea – afirmó – ¿que… qué ha pasado? – quiso saber.

R: Que me la habéis jugado, eso ha pasado – afirmó – el código que me ha dado no tiene nada que ver

con esos dieciséis dígitos alfanuméricos – le informó - ¡No es el presidente! ¡No tiene ni idea de nada de

lo que pasa en esa empresa!...

M: Y… ¿y ahora qué…? – preguntó con miedo…

R: Está claro – dijo enfadado – sé que es Esther… sé que tú sabías que era ella – le dijo – y te juro que

vas a pagar por ello…

M: Como la toques te juro que te mato – amenazó.

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R: No estás en condiciones de amenazar – afirmó – necesito ese código y haré lo que sea… ¡lo que sea!

– gritó colgando el teléfono.

Maca se quedó con el móvil en la mano, tenía la certeza de que Raúl, en esos momentos se dirigía a la

casita… y no podía dejar que pasara, sabía de lo que era capaz, podría matarla, lo haría si no conseguía

el dichoso código…

M: ¿Qué hago…? ¡Joder! ¿qué hago? – dijo dando una media vuelta y fijando de nuevo la mirada en

Werty´s Security - ¡A la mierda! – soltó corriendo hacia su moto mientras cogía su móvil – ¡Claudia!

C: ¿Quién es? – preguntó Claudia al otro lado de la línea.

M: Soy Maca… necesito…

C: ¿Maca? – la cortó - ¿Dónde está Esther? – preguntó – y no vuelvas a mentirme Reina Roja…

M: Claudia, por favor, no hay tiempo – decía mientras iba arrancando la moto – escúchame, necesito

que vayas a la clínica en la que está mi madre…

C: ¿Y por qué iba a hacerlo? – quiso saber - ¿Acaso quieres distraerme?

M: ¡NO! ¡Joder, Claudia! – gritó – ¡sí! Soy la Reina Roja y estoy dispuesta a entregarme, ¿¡Vale!? Pero

antes de eso necesito que vayas a la clínica… es importante que vayas…

C: ¿Dónde está Esther? – preguntó.

M: Ve a la clínica, Claudia – dijo casi en una orden – ¡ve a la puñetera clínica! ¡Van a matarla! – terminó

de decir colgando el teléfono y poniéndose el casco para acelerar con fuerza… tenía que llegar, tenía que

llegar y sacar de allí a Esther antes de que Raúl pudiera hacerle algo…

Mientras tanto, y ajeno a todo lo que estaba pasando, Alberto se aburría como una ostra. Cambiaba

continuamente de canal de televisión, intentando ver algún programa que le enganchara, pero a esas

horas no daban absolutamente nada y, además, la señal se veía entrecortada.

Fue a la cocina y se preparó un sándwich de queso, miró hacia la puerta que flanqueaba la habitación en

la que estaba retenida Esther y volvió al salón. En el fondo estaba enfadado, le hubiera gustado estar

allí, en el “meollo” de todo el asunto, pero Raúl no se lo había permitido.

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Mientras comía, pensaba en el poco trabajo que le había asignado Raúl, si lo pensaba, él era el que

menos había tenido que hacer, Vero se encargaba de vigilar a la madre de Maca, de hecho, era bastante

importante su trabajo para que todo saliera conforme a lo planeado; Raúl era el jefe, él era quien había

planeado todo aquello, el que llevaba la batuta a ese grupo de marionetas que eran todos… Maca… Maca

era la Reina Roja, la que debía entrar en el despacho, la gran marioneta, de todos ellos, ella era la

Marioneta “Reina” de Raúl, a la que habían tenido que atar en corto y la que haría que todo aquello

saliera bien…

Sin embargo, él… ¿quién era él? Tan solo el chico de los ordenadores… el que había tenido que hacerse

pasar por un simple peón en la empresa, no obtener nada y encima casi llevar al traste todo por lo que

estaba luchando su primo… lo único que había logrado era el nombre de Miguel… al menos, había hecho

algo bien, porque estaba seguro, que si Raúl no le había dejado ir con él esa mañana, era porque aún le

guardaba algo de rencor por lo sucedido cuando casi estuvieron a punto de pillarle en Werty`s Security,

le estaba castigando relevándole a un simple guardián… alguien que ni pincha ni corta… y que se aburría

como una autentica ostra.

Se levantó para guardar el plato que había usado y de nuevo miró a aquella habitación… se acercó, llegó

a la puerta, volvió a alejarse y una vez más se sentó en el viejo sofá para ver la televisión, pese a que

sus ojos se iban solos hacia el otro lado de la casita…

Finalmente, sin poder contenerse más, se puso el pasamontañas y abrió la puerta. Sonrió para sus

adentros al verla despierta, aturdida y algo desorientada pero despierta.

A: Veo que te has despertado – le dijo con voz pausada.

E: …

A: ¡Venga! Puedes hablar conmigo… - continuó al obtener silencio por parte de Esther – estamos solos y

yo estoy demasiado aburrido… podríamos hacer algo para divertirnos, ¿No te parece? – dio un paso al

frente, Esther lo miró queriendo congelarle – solo digo, que podemos buscar la manera de matar las

horas juntos – continuó andando – anda… - alargó la mano para acariciarle el rostro – no seas así…

E: No me toque – dijo volviendo la cara hacia otro lado.

A: No te pongas así – le dijo mientras se despojaba de la sudadera – si te va a gustar… ya verás – dejó

la prenda tirada en el suelo – seguro que nunca has sentido lo que te voy a hacer sentir – decía mientras

poco a poco se iba excitando, solo de imaginarse lo que iba a hacer con ella – es lo que tienen las

lesbianas… que no saben lo que es follar con un hombre de verdad… - y se terminó de acercar,

agarrándola e intentando besarla.

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E: No… no – se removía Esther – ¡suéltame! ¡Suéltame!

A: No seas estrecha – intentaba meterle mano – te va a gustar – dijo con la voz ronca.

E: ¡Suéltame! – y la camisa que llevaba se rajó dejando el pecho al descubierto solo tapado por el

sujetador - ¡Qué me sueltes! – gritó con más fuerza, logrando darle una patada en el costado, ante su

aturdimiento se levantó y corrió hacia la puerta intentando salir.

A: ¡Puta! – Soltó quejándose del golpe, levantándose también, Esther trataba de abrir la puerta

atrancada y Alberto tuvo tiempo suficiente para llegar hasta ella - ¡Puta de mierda! – Gritó propinándole

un fuerte golpe que la dejó medio aturdida – Ahora verás – dijo empujándola contra el camastro.

Esther lo miró, semi-tumbada en aquel asqueroso colchón y con el terror irradiando de sus ojos, lo vio y

supo lo que iba a pasar, lo miró y fue consciente de que nadie la salvaría… Alberto sonrió, y se abrió los

pantalones justo antes de volver a abalanzarse sobre ella…

Claudia iba de un lado para otro, aquella llamada de Maca no había hecho más que confirmar todas sus

sospechas, llamaba por teléfono cada dos por tres y daba órdenes a sus chicos, aún no sabía realmente

lo que debía hacer pero no podía quedarse quieta.

C: Pablo – llamó a su asistente que entró en su despacho como una bala, no sabía qué le pasaba a su

jefa pero mejor no hacerla esperar – ¿Tienes algo del móvil?

P: No, sigue apagado y así es imposible localizarlo – le contestó.

C: Vale, pásaselo a Juanjo – le pidió – quiero que vayas con dos chicos más a esta clínica – dijo dándole

la dirección – allí está la madre de Maca, necesito que me digas qué está pasando allí y si es necesario la

sacáis de ese lugar…

P: Vale – dijo aceptando su pedido – pero… jefa… si ocurre algo… ¿no sería más prudente llamar a la

policía?

C: La policía ya está avisada – le contestó – posiblemente te encuentres allí con un par de agentes, pero

quiero que vayáis y me informéis de todo lo que ocurre…

P: Vale – la veía recoger un par de cosas.

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C: Bien, llámame al móvil con cualquier cosa, yo voy a casa de Maca, puede que encuentre algo allí…

P: Te llamaré con lo que sea – terminó de decir saliendo del despacho.

Claudia terminó de recoger sus cosas, abrió el informe de Macarena y recordó sus palabras, pero no

había ninguna que le diera una pista de donde podría estar Esther, mientras se iba poniendo la chaqueta

salió de su oficina y en una carrera llegó hasta Juanjo.

C: ¿Te ha dicho Pablo lo que tienes que hacer? – preguntó sin saludar.

J: Sí y en eso estaba, pero el terminal está apagado, no hay forma de localizarlo – decía sin apartar la

mirada del monitor que tenía frente a él.

C: Vale… no quiero que le pierdas ojo – contestó – si se enciende y lo localizas me lo mandas al móvil,

voy a estar pendiente todo el tiempo…

J: Tranquila jefa, en cuanto se encienda ese teléfono te mandaré la información – le dijo mostrándole

una sonrisa.

C: Bien – fue lo único que dijo antes de salir de allí, mientras tomaba su teléfono y marcaba - ¡Carlos! –

dijo una vez descolgó – necesito que vengas conmigo a un sitio…

Maca llegó por fin a la casita. Paró el motor de la moto y se bajó mientras se quitaba el casco,

necesitaba calmarse un segundo, sabía que no tenía tiempo, que Raúl posiblemente estaría a punto de

llegar, pero necesitaba calmarse y pensar en lo que iba a hacer…

Se tapó la cara con las manos, maldijo el momento en que había aceptado ese trabajo y la posición en la

que la había dejado y rezaba porque Claudia le hubiera hecho caso y hubiese ido a la clínica… tenía

miedo, demasiado miedo, si a su madre o a Esther les pasaba algo no se lo iba a perdonar en la vida… y

si Claudia no iba a la clínica… si no iba…

E: ¡No…! ¡Por favor! – escuchó de lejos el grito de Esther, se dio la vuelta asustada por aquella súplica y

sin pensarlo, casco en mano entró en la casa en una carrera.

M: ¡Esther! – gritó dando un golpe a la puerta, escuchó ruido, golpes y corrió hacia la habitación.

E: ¡Suéltame! – gritaba Esther tras la puerta, llorando y suplicando.

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M: ¡Esther! – volvió a gritar ella intentando abrir la puerta…

De primeras la puerta no se abría y Maca se desesperaba escuchando los gritos de su chica. Le dio un

golpe a la madera y lo que fuera que la estaba bloqueando cedió y la puerta se abrió. Se quedó

congelada al ver lo que se encontró, Esther medio desnuda, con la ropa desgarrada y Alberto sobre ella

intentando forzarla. La sangre le hervía de rabia y una oleada de ira cruzó su cuerpo.

M: ¡Suéltala hijo de puta! – grito abalanzándose sobre él y empujándolo contra la pared – como la

toques te mato – dijo con rabia cogiéndolo del cuello y apretando con todas sus fuerzas.

A: Tranquila, Reina Roja – dijo como pudo ante la estupefacta mirada de Esther que se intentaba tapar

como podía – solo quería divertirme con la zorrita de tu novia – soltó.

M: ¡Cabrón! – contestó, amenazante.

Alberto la empujó aprovechando su distracción e intentó golpearla, Maca en un acto reflejo le devolvió el

empujón y Alberto se dio en la cabeza cayendo inconsciente al suelo. Lo miró y respiró profundamente,

asustada… luego miró a Esther quien absolutamente ida la miraba con sorpresa en los ojos…

M: Esther… - se acercó con cuidado – Esther… ¿Estás bien? – pero ella no contestó, ni tan siquiera se

movió – Esther… - la llamó de nuevo, se quitó la chaqueta e hizo el intento de ponérsela.

E: No me toques – pronunció, mirándola con odio y entonces fue cuando a Maca terminó de

derrumbársele el mundo.

M: Escúchame… tenemos que irnos – le dijo suplicante – tenemos que irnos… ahora…

E: No… no me toques – pidió de nuevo, con lágrimas saltadas y entendiendo qué hacía maca allí, las

palabras de Alberto se lo habían dicho - ¿eres… eres la Reina Roja? – preguntó, porque no podía

creerlo…

M: … - cerró los ojos asintiendo, con amargura y pesar – tenemos que irnos – intentó cogerle el brazo

con cuidado.

E: ¡No me toques! – repitió elevando la voz.

M: Escúchame… van a matarte… - le dijo, y entonces pareció que Esther reaccionó – tengo que sacarte

de aquí… - seguía diciendo ante la mirada asustadiza de Esther – espera… espera un momento…

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Salió de la habitación, sabía que necesitaban algo más que ellas solas para poder escapar, buscó entre

las cosas de Alberto y finalmente encontró lo que buscaba. Jamás, en toda su vida había tenido un arma

en las manos, se sintió extraña, mal, como si fuera una asesina… sintió que le temblaban las manos, que

todo su cuerpo temblaba. Escuchó el ruido de un motor acercándose, se guardó el arma y corrió de

nuevo a por Esther…

M: Esther… escúchame – le dijo apremiante – no sé qué estarás pensando, no sé si me odias o no, pero

tenemos que salir de aquí… Raúl está llegando y te va a matar…

E: …

M: Por favor… - le pidió en una súplica – por favor… salgamos de aquí… - decía intentando aguantar las

lágrimas, pues la mirada de odio de Esther estaba matándola.

Esther por fin se incorporó, se tapó con la chaqueta que Maca le había dado y comenzó a andar delante

de ella. Maca suspiró, aliviada al verla andar, al verla salir de allí por fin, pero tenían que darse prisa,

Raúl estaba a punto de aparecer.

M: Espera – la paró, sacando el móvil de Esther del bolsillo – toma… conéctalo – le pidió – estoy segura

de que Claudia lo localizará…

Esther la miró con recelo, finalmente, cogió el teléfono y lo activo. Maca tomó su mano con la intención

de salir de allí y en un gesto absolutamente cargado de reproche, Esther se soltó.

M: Vamos… - fue lo único que dijo tras digerir aquel gesto.

Salieron de la casa, Maca se adelantó para arrancar la moto cuando un disparo impactó contra las

ruedas. Tanto Maca como Esther se agacharon por instinto y cuando la Reina Roja levantó la vista vio

como el coche conducido por Vero paraba haciendo chirriar los frenos.

M: ¡Corre! – gritó a Esther.

Y ambas salieron corriendo perdiéndose en el espeso bosque que rodeaba la cabaña, mientras que Raúl

disparaba intentando retenerlas.

Y ambas salieron corriendo perdiéndose en el espeso bosque que rodeaba la cabaña, mientras que Raúl

disparaba intentando retenerlas. Los disparos se sucedían, mientras ellas intentaban alejarse de allí todo

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lo rápido que podían. Esther se adelantó a Maca cuando ésta sintió la quemazón y el dolor punzante en

el costado. Tuvo que pararse, casi cayendo al suelo, la sangre brotaba sin poder retenerla…

Claudia salía del piso de Maca sin encontrar nada que pudiera darle ninguna pista, Carlos, a su lado,

hacía llamadas a sus compañeros intentando averiguar algo más, su móvil comenzó a sonar insistente.

C: Dígame – contestó rauda.

J: El móvil se ha encendido – le dijo Juanjo al otro lado de la línea – están a unos 50 minutos de Madrid

– le informó – pero date prisa, se están moviendo – terminó de decir.

C: Mándame la información – ordenó entrando en el coche.

Ca: ¿Qué pasa? – preguntó también sentándose en el asiendo del piloto.

C: Uno de mis chicos ha localizado el móvil de Esther – le dijo – están a 50 minutos de Madrid… me está

mandando la información ahora mismo – decía nerviosa mientras manipulaba el teléfono.

Ca: Bien… vamos – dijo y mientras arrancaba llamaba a sus chicos para darles nuevas órdenes.

C: Vale, aquí está – dijo cuando al fin el móvil mostró un mapa en el que se veía un punto rojo, que

representaba el terminal de Esther – por la carretera de Toledo… date prisa Carlos…

Esther seguía corriendo todo lo rápido que podía, lo único que pensaba era en alejarse de allí cuanto

antes, miró hacia atrás y vio a Maca rezagada, como si le costara seguir. La miró un segundo, con rabia,

con odio, y lo primero que se le pasó por la cabeza era dejarla allí, al fin y al cabo, por su culpa se

encontraba en ese lugar… sin mirar atrás volvió a darse la vuelta y siguió corriendo…

Sin embargo, no había dado ni tres zancadas cuando algo la detuvo… no podía dejarla allí, no, no podía,

por mucho que hubiera hecho, por todo lo que había pasado, no podía dejarla… parecía herida y a penas

podía caminar…

E: Maca… Maca vamos – dijo llegando hasta ella, tomándola del hombro y ayudándola a caminar.

M: No puedo… - gimió de dolor.

E: Sí… sí puedes, ¡vamos! – repitió, porque a pesar de todo, por compasión, por humanidad, no podía

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dejar de ayudarla… si lo hacía, posiblemente la matarían y no quería cargar con eso en su conciencia…

sí, solo era por eso…

Mientras tanto, Raúl no paraba de gritar, enfurecido por lo que había pasado, buscaba al inútil de su

primo, había dejado de disparar y miraba incrédulo a su alrededor…

R: ¡Vero! – le gritó desde la puerta de casa – vuelve a Madrid y encárgate de Rosario – ordenó - ¡Ahora!

Vero no dijo ni mu… simplemente se metió en el coche, arrancó y se alejó de allí. Raúl entró en la casa,

gritó el nombre de su primo y finalmente lo encontró tirado en el suelo mientras poco a poco iba

recobrando el conocimiento.

R: ¡Maldito inútil! – le gritó – ¡has dejado que se escapen!

A: ¿Qué? – preguntó desubicado y tocándose la cabeza.

R: Levanta imbécil – tiró de él para alzarlo – tenemos que encontrarlas…

Tal y como dijo eso, cuando consiguió que su primo se levantara, salieron ambos de nuevo fuera de la

casa y comenzaron a correr por la dirección en la que se habían ido Maca y Esther…

Habían ralentizado el paso considerablemente, Esther ayudaba a andar a Maca quien cada vez sentía

más dolor. La sangre seguía brotando y las fuerzas se le iban… Casi sin aliento, Esther apoyo a Maca

contra un gran árbol que, por lo frondoso de la hierba a su alrededor, las ocultaba un poco…

E: A ver, déjame ver – dijo intentando acercarse a la herida.

M: Estoy bien – contestó impidiendo que se acercara.

E: Como quieras – no insistió, porque realmente, ¿qué le importaba a ella si su secuestradora estaba

herida? ¡Nada! - ¿Por qué? – preguntó sintiendo de nuevo la rabia colonizar todo su cuerpo - ¿¡Por qué

me has hecho esto!?

M: Esther, escúchame – le dijo, porque ahora mismo no estaba para responder esas preguntas, no, claro

que no, de hecho, ahora lo único que quería era que Esther saliera de allí cuanto antes… - escúchame…

E: ¡No! – elevó la voz, Maca la alentó para que callara – no quiero escucharte… no quiero saber nada…

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M: ¡Joder, Esther! – habló con los dientes apretados y aguantando el dolor mientras que con una mano

se taponaba la herida – tienes que escucharme… - Esther ni la miró – Tienes que irte, Esther – le decía a

duras penas, y Esther la miró algo confusa – a unos… unos cien metros en esa dirección, está la

carretera – le indicó el lugar – tienes que irte… ahora…

E: Pero… - Esther comenzaba a sentir las lágrimas en sus ojos pues verla de esa manera, y todo lo que

había pasado, sabiendo quién era ella, era más de lo que podía soportar…

M: Vete, Esther – le pidió – ¡corre!

Una vez más, el primer instinto de Esther fue levantarse y salir corriendo hacia la carretera, y como

antes, tras dos zancadas no pudo continuar, porque no podía dejarla así, no… no podía…

M: ¡Vete! ¡Vete de una vez! - decía desde el suelo, sintiendo el dolor y la quemazón, al verla volver a su

posición.

E: ¡No! ¡No pienso dejarte aquí! - contestaba llorando al ver como se encontraba.

M: ¡Lárgate de una vez! - gritó todo lo que sus fuerzas le permitían - ¡no quiero verte! ¡no te quiero

cerca! ¡No te quiero! ¿¡Me oyes!? - dijo incorporándose un poco y volviendo a tumbarse - ¡No te quiero!

¡Te odio! ¡Nunca te he querido! ¡Vete!

Esther se quedó parada ante esas palabras, porque por mucho que se le hubiera pasado por la cabeza

cuando descubrió todo, escucharlo era otra cosa… Y Maca sabía que tenía que actuar así, conocía a

Esther y aunque en esos instantes la odiara, aunque supiera que posiblemente aún no había asimilado

todo lo que había pasado, también sabía que, si no hacía aquello, Esther no se iría y tenía que irse…

cuanto antes tenía que irse…

M: ¡No me oyes! ¡Quiero que te largues! No quiero volver a verte en mi vida… - dijo poniendo un tono

oscuro en sus palabras – para mí no eres nada… nunca has sido nada – seguía diciendo – solo has sido

un peón – decía intentando no venirse abajo, Esther la miraba incrédula – Te necesitaba… necesitaba

tenerte controlada para que no sospecharas… simplemente te utilicé – dijo con dureza, y viendo aún la

duda en sus ojos, cerró los suyos para no desfallecer, tenía que darle el último toque de gracia – ¡te usé

como te usó tu padre! ¿¡De verdad creíste que estaba enamorada de tí!? ¡Qué incrédula! – dijo con

desdén…

E: …

M: Ahora lárgate de una vez – repitió imprimiéndole una falsa rabia a sus palabras, sin embargo, Esther

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estaba petrificada con aquellas palabras y todo el daño que causaban – si te he sacado de allí es porque

soy una ladrona – siguió – no una asesina… pero si me obligas a hacerlo… lo haré – terminó de decir

apuntándole con el arma que le había robado a Alberto – lárgate – pronunció entre dientes…

Y finalmente, Esther, pareció reaccionar con aquellas palabras. La miró entre lágrimas haciéndole saber

cuanto daño le había hecho con todas sus palabras y con todo lo que había pasado antes… la miró y le

dejó ver cómo se le resquebrajaba el alma, aunque no le importara, aunque tras todo lo dicho no tuviera

sentido mostrarle su dolor…

E: Te odio – pronunció con la voz ahogada y finalmente, echó a correr…

Maca bajó la pistola, la soltó y cayó al igual que cayó si corazón. Respiró profundamente, cerró los ojos y

lloró en silencio… le había hecho daño, lo sabía, le había partido el corazón y no solo en ese momento…

pero al menos la había salvado… eso era lo que importaba. Se miró la herida que sangraba y dolía,

aunque más le dolía el alma, el dolor físico también era intenso. Escuchó a Raúl de lejos y decidió, a

duras penas, caminar hacia otro lugar, necesitaba distraerlos para darle tiempo a Esther… ni siquiera

pensó en lo que pasaría si la encontraban…

Corría, corría como si se le fuera la vida en ello. Con lágrimas saliendo a borbotones de sus ojos,

sintiendo que alguna que otra rama le arañaba la cara… pero le daba igual, le daba igual si se hacía

algún arañazo, si no veía nada por culpa de las lágrimas porque lo único que quería era alejarse de allí

todo cuanto pudiera, ni tan siquiera se había fijado en si había llegado ya o no a la carretera… ¿Qué

importaba? Nada, la verdad es que no importaba nada, lo único importante era correr, correr y alejarse

de aquel lugar… ya no solo corría para salvarse, no, ahora también lo hacía para alejarse de Maca… no

quería estar cerca de ella, cuanto más lejos, mejor… sus palabras, su tono de voz, el hecho de haberla

apuntado con un arma y saber que jamás la quiso habían hecho más daño que aquellos días encerrada

en una habitación sucia y oscura…

C: Frena… - le dijo Claudia a Carlos – Frena, frena – repitió apremiante – Mira allí – señaló a un lado de

la carretera - ¿Es Esther? – agudizó la vista - ¡Es Esther! – afirmó feliz al verla con vida…

Maca apenas podía andar… le faltaba el aire y sentía cada vez más pesado su cuerpo… se apoyó en el

tronco de un árbol, respiraba con dificultad al tiempo que intentaba taponarse torpemente la herida…

Escuchó la voz de Raúl algo lejana aún pero acercándose a su posición. Lloraba… el dolor era

insoportable… no lloraba por el dolor físico sino por la intensa punzada que sentía en su alma al recordar

la mirada de Esther… pero había merecido la pena, si ella se salvaba, entonces todo habría merecido la

pena…

M: Vamos, Maca… tienes que seguir andando – se dijo y de nuevo dio un par de pasos moviéndose por

aquel lugar…

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R: Tú ve por allí – le dijo a Alberto, pistola en mano y mirando a su alrededor – no pueden estar muy

lejos – decía enfadado – y si las encuentras, ¡Mátalas! – Alberto afirmó con la cabeza, callándose el

hecho de que no tenía su pistola… si se lo decía, bien sería capaz Raul de matarlo a él… y si las

encontraba, ya se las apañaría para cargárselas…

C: ¡Esther! – gritó Claudia saltando del coche en cuanto Carlos frenó del todo - ¡Esther! – corrió hacia

ella y la empresaria se abrazó a su cuerpo desfallecida – ya está… ya está… - decía sonriendo contenta

por verla – shhh… estás a salvo… ya está… - la abrazaba intentando calmarla, Esther lloraba como una

niña en sus brazos…

Ca: Esther… - intervino Carlos cuando vio como tres coches de policías, con las sirenas apagadas,

llegaban tras ellos a su posición – Esther, escúchame – llamó su atención - ¿Dónde están? – preguntó –

Tienes que decirme donde están…

E: N… no… no lo… sé… - contestó entre llantos abrazada aún a Claudia quien la sostenía para que no

cayera.

C: Tranquila – siguió diciendo Claudia acariciando su rostro para darle más tranquilidad – tranquila,

cariño… - sonrió levemente dándole seguridad – tienes que decirnos donde están… Tenemos que

cogerlos…

E: No lo sé – lloraba – no… no lo… sé… - siguió – en… en el bosque… pero… no… no sé donde…

Ca: Vale – le acarició el pelo – tranquila… ya estás bien – le dijo - ¡Chicos! ¡Vamos, no pueden estar muy

lejos! – les dijo a varios hombres antes de internarse en aquel bosque.

C: Vamos… venga… vamos al coche… - decía ayudándola a andar - ¿quieres un poco de agua? – le

preguntó llegando al vehículo, Esther se limitó a asentir – toma – le dio una botella en cuanto Esther se

sentó en el asiento de atrás – ya está, Esther – la abrazó – ya estás bien…

Esther bebió agua… y se dejó abrazar por Claudia, llorando a lágrima viva, sin decir una sola palabra y

con la mirada perdida en la nada…

Alberto caminaba intentando no tropezar y caer, miraba a su alrededor, a punto estuvo de caer al suelo

por una rama y maldiciendo su tropiezo vio un rastro de sangre. Levantó la mirada haciendo un barrido

a su alrededor, no veía nada, volvió a mirar hacia abajo, buscando la mancha de sangre y vio como el

rastro continuaba hacia adelante.

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A: ¡Raúl! – gritó - ¡Por aquí! – lo llamó.

Ca: ¿Habéis oído eso? – le preguntó a sus chicos quienes asintieron – por aquí, vamos – dijo cambiando

el rumbo.

Maca también lo había escuchado, se había ocultado tras un arbusto y al oírlos, intentaba buscar algún

nuevo lugar en el que esconderse. Pero apenas tenía fuerzas para moverse, el dolor, la quemazón era

cada vez más intenso y estaba perdiendo demasiada sangre… Sentía su cuerpo cada vez más flácido, se

mareaba, no podía moverse, empezaba a nublársele la vista y poco a poco fue perdiendo el

conocimiento…

A: Por aquí, mira – dijo a Raúl cuando éste le dio alcance.

R: La próxima vez, no grites, imbécil – le espetó – las vas a espantar…

A: Alguna de las dos está herida – le dijo – y podemos seguir el rastro de sangre.

R: Ya veo… - y sin decir nada más, comenzó a andar de nuevo siguiendo las huellas que habían ido

dejando la herida de Maca…

Ca: Shh – instó a los chicos a que callaran – he oído algo – todos pararon y callaron a la espera de

escuchar algo más… por unos segundos no oyeron nada, hasta que unas voces lejanas se oyeron, Carlos

siguió las voces…

A: ¡Aquí está! – exclamó al verla inconsciente en el suelo, se acercó y le tomó el pulso.

R: ¿Dónde coño está la otra? – preguntó mirnado a su alrededor…

A: Debe haber seguido sola… - contestó Alberto levantándose – Creo que está muerta, tío – dijo algo

asustado – no le encuentro pulso…

R: ¡Joder! – protestó - ¿Dónde coño está Esther? – de nuevo miró a su alrededor.

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A: Cálmate, no puede estar muy lejos – afirmó - ¿qué hacemos con ella?

R: Re-mátala – ordenó con desprecio, con indiferencia mientras daba un par de pasos alejándose de allí

buscando a Esther…

Ca: ¡Ni te muevas! – apareció Carlos apuntándole a la cabeza – tira el arma… - Y de la nada, un grupo

de policías los rodearon. Raúl se vio como un ratón en una jaula, sin posibilidad de escapar, maldijo a su

primo por gritar, a Maca por haberse largado… Alberto levantó las manos rindiéndose ante lo evidente

de que les habían pillado. Raúl se resistía a dejar la pistola…

Atenea: Como ven, Dioses, hemos llegado al principio de la historia – decía Atenea levantándose y

mirando al resto de Dioses – ahora sabemos cómo sucedieron las cosas para poder juzgar las escena

que nos mostrasteis Ares – apuntó.

Eros: Y todos hemos sido testigos de la profundidad de su amor – continuó Eros – todos hemos visto lo

que hace para salvar a su amada, Eso es Amor, un amor profundo y sincero – miró a su enemigo – Yo

gano, Ares, serás tú quien deba abandonar éste Olimpo.

Ares: ¡Un momento! – exclamó - ¡Ese no era el acuerdo! Si así fuera, quien debe irse eres tú Eros, pues

el amor, no ha ganado…

Eros: ¡Ella la ha salvado porque la ama! – afirmó.

Ares: Pero no ha ganado el amor – repitió – pues aun siendo cierto que la ha salvado “por amor” – dijo

con un claro tono de burla – no volverán a vivir amándose…

Eros: Eso… eso no es… - decía contrariado - ¡Ella ha dado su vida por su amor!

Ares: ¿Y qué demuestra? – preguntó - ¿de qué vale? – replicó – solo hemos sido testigos de la estupidez

humana – continuó – y esta historia, como todos hemos podido ver, está llena de egoísmos… no de

amor…

Eros: No hay nada de egoísmo en lo que ha hecho – rebatió – Aún no ha muerto y las cosas pueden ser

diferentes, ¡el amor aún puede triunfar!

Ares: Jajaja – se burló de él – ¿Acaso crees que eso de verdad? Jajaja – reía mientras Eros lo miraba sin

inmutarse por su risa – Loco estáis, mi querido Eros, si aún tienes alguna esperanza de que eso ocurra –

se volvió a Atenea – NO tiene sentido continuar con esto – le dijo – hemos visto lo que ha ocurrido, el

amor no ha triunfado, eso es todo, la historia ha terminado… Eros debe marcharse.

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Atenea lo miró, luego volvió la vista a Eros, quien imploraba con la mirada algo más de tiempo. La diosa

de la inteligencia volvió a sentarse ante la mirada de los Dioses que la miraban esperando algún tipo de

respuesta.

Atenea: Creo que no sería justo dejar la historia en este punto – afirmó – aún debemos ver qué ocurre…

Eros tiene razón, la historia no ha concluido… Aún quedan muchas cosas por ocurrir…

Ares: Pero… - decía contrariado, viendo como Eros, satisfecho por la conclusión de Atenea se sentaba

para presenciar los nuevos acontecimientos – Como queráis – se dio por vencido y también se sentó –

pero solo lo haré para cerciorarme de que en esta historia, jamás triunfará el amor…

…………………………….....................................................

........................................................................... ........………………………………………………………………….

Se movió ligeramente, sentía la boca seca y pesadez. Intentó abrir los ojos pero le costaba un mundo

hacerlo. No sabía dónde estaba ni lo que había pasado, tenía recuerdos muy vagos de lo acontecido

anteriormente y no era capaz aún de hilar un pensamiento con otro.

Tomó un tiempo más, intentando organizar su cabeza, volvió a moverse y sintió que estaba en una

cama. Lentamente abrió los ojos, aunque con esfuerzo consiguió fijar la vista en el techo. Escuchó voces

a su alrededor que la llamaban y girando el rostro se encontró con la mirada de Claudia sobre ella.

M: ¿Dónde… donde estoy? – preguntó con la garganta seca.

C: Estás en un hospital de custodia policial – contestó de manera seca y con un tono de voz nada cordial

– Te han operado hace unas horas – le informó - ¿te acuerdas de lo que ha pasado? – preguntó sin

esperar más tiempo.

M: Uhm… - cerró los ojos intentando recordar y entonces todas las escenas vividas horas antes le

abofetearon de manera violenta, de nuevo abrió los ojos, esta vez asustada y miró a Claudia - ¿Es…

Esther? – preguntó.

C: ¿Qué recuerdas? – preguntó obviando su pregunta, Maca supo que no obtendría una respuesta por su

parte.

M: Todo – dijo bajando la mirada - ¿Puedes decirme como está mi madre? – preguntó tras un minuto de

silencio.

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C: Tu madre está bien – afirmó – llegamos antes que Verónica, está detenida.

M: ¿Y Raúl? – preguntó.

C: Intentó escapar – le dijo – está herido en una pierna y detenido.

M: Ya…

Ca: Macarena – Intervino Carlos tras aquella breve conversación – Vas a tener que contestar a algunas

preguntas y será mejor que llames a un abogado – le indicó.

M: No se preocupe – contestó sin mirarlos – no hará falta ningún abogado… les diré todo lo que

quieran…

Ca: Bien – dijo sacando una libreta - ¿qué relación le une con Raúl Lara?

M: Em… - tragó saliva – empezó como una relación meramente laboral – decía hablando con un poco de

dificultad – él contactó conmigo… quería… quería que le hiciera un trabajo…

Ca: ¿Qué tipo de trabajo? – la cortó.

M: Quería que robara el Diamante Azul – dijo mirando a Claudia un segundo – aunque ese robo fue una

simple prueba.

Ca: Debo asumir entonces que está declarándose autora del intento de Robo del diamante M&E Forum –

afirmó.

M: Sí… sí – dijo cerrando por un instante los ojos – Soy la Reina Roja, como me calificó la prensa, robé

el cuadro de Antonio Dávila de aquel museo, he realizado varios robos más y sí… fui yo quien intentó

robar el Diamante Azúl…

Durante la siguiente media hora, Maca se inculpó de todos los delitos que había cometido, fue una

declaración larga y nada fácil para ella. Pero había asumido que ya no tenía nada que hacer, realmente,

le daba absolutamente igual lo que pasara con ella, al fin y al cabo, lo único importante en su vida ya lo

había perdido… porque Esther… Esther debía odiarla…

Les contó todo, absolutamente todo, los robos que había cometido hasta ese momento, cómo justificaba

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los ingresos con la tapadera de una empresa de catering y les relató, detalladamente como Raúl la había

metido en todo aquello. Y lo hizo asumiendo sus culpas, llena de remordimientos y sin embargo sin

soltar ni una sola lágrimas, en esos momentos no tenía fuerzas ni para llorar.

Tanto Claudia como Carlos la escuchaban toda aquella declaración con atención y cuando terminó el

silencio se hizo presente en aquella habitación. Macarena no los miraba, parecía estar bastante lejos de

allí, su mente tan solo estaba un lugar… en una persona… en Esther…

Ca: Bien – dijo rompiendo el silencio – supongo que sabrás que estás detenida – le dijo, Maca asintió –

en cuanto te recuperes serás puesta a disposición judicial… no te va a librar nadie de la cárcel – terminó

de decir mirando a Claudia antes de encaminar sus pasos hacia el pasillo.

M: Claudia – la paró antes de que saliera pues, sin decir ni una sola palabra, lo había seguido con la

intención de salir de aquella habitación, cuando Claudia se dio la vuelta para encararla, ella siguió

hablando - ¿Cómo está Esther? ¿Está bien? – preguntó, implorando una respuesta…

C: Eso no es de tu incumbencia… - fue lo único que contestó, porque sentía rabia hacia ella, porque por

mucho que la hubiera salvado, el daño que le había hecho había sido demasiado y desmesurado… su

amiga estaba destrozada… y Maca era gran culpable de ello… se paró en la puerta, cerró los ojos y se lo

pensó una vez más volviéndose hacia ella – está destrozada, pero está a salvo… – susurró, porque

aunque lo que realmente quisiera fuera hacerle la mitad de daño del que Maca había infringido en su

amiga, en la que consideraba su hermana, debía reconocer que, pese a todo, la había salvado…

Desde el quicio de la puerta de su habitación la miraba sin entender cómo había sido posible que no se

hubiera enterado de nada. Lloraba por lo que podía haberle pasado y daba las gracias a Dios por tenerla

allí.

En su cama, en la que fue su habitación desde su niñez hasta que quiso volar sola, Esther permanecía

tumbada, sin apenas moverse, como había permanecido desde que llegó a casa bajo la atenta y

preocupada mirada de su madre…

En: Esther – dijo bajito, en un susurro contenido par ano asustarla – cariño… - se acercó a ella y se

sentó al otro lado de la cama, acarició su pelo pero Esther no contestó – vamos… tienes que comer

algo…

E: No tengo hambre – contestó con una voz apagada y monótona.

En: Cariño, no has comido nada en varios días – intentó razonar con ella – y te vas a enfermar… tienes

que comer…

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E: Es que no tengo hambre – repitió – y tengo el estómago cerrado…

En: Venga, aunque sea el caldo que te he preparado, mi amor, por favor – suplicó.

E: Está bien – se dio por vencida, no por hambre, no porque de pronto hubiera sentido necesidad de

alimento, sino… por no preocuparla más de lo que estaba.

En: ¿Cómo estás? – preguntó de nuevo acariciando su pelo y mirándola con infinito amor.

E: … - no contestó, simplemente se elevó de hombros…

En: Ya estás bien… - continuó ella diciendo – estás en casa y ya no te va a pasar nada…

E: Lo sé…

Terminó el caldo a duras penas, le costaba tragar y como bien había dicho, tenía el estómago

completamente cerrado. Encarna, tras quedarse con ella un rato e intentar que le contara cómo se

sentía de verdad, decidió que lo mejor sería dejarla descansar… en esos momentos Esther parecía no ser

capaz de decir mucho…

En: Acuéstate un ratito – dijo mientras Esther se tumbaba y ella la tapaba – eso es… te llamaré para

cenar…

E: Vale…

Sin embargo, Esther no era capaz de dormir… tenía los ojos abiertos, le daba miedo cerrarlos y

encontrarse de nuevo en aquella oscura habitación. Le daba miedo volver a aquel lugar… estaba

asustada, demasiado pero sobre todo, estaba absolutamente destrozada, su corazón se había partido en

un millón de pedazos y alguien se había encargado de pisotearlos para romperlos aún más…

R: ¿Qué tal te ha ido con la Reina Roja? supuse que querías saber quién era tu secuestradora, perdona

mi forma de tratarte antes… es solo que mi jefa es un poco… ¿Cómo lo diría…? Dura, con todo este

tema…

¿Quién decía la verdad y quién mentía…? Parecía claro que Ma… Maca… la… la Reina Roja no había sido

la artífice de todo aquello, sino ¿Por qué sacarla de allí? Pero era tanto tiempo el que le había estado

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mintiendo que ya no sabía si aquella heroicidad por su parte había sido real u otra de sus patrañas para

parecer menos culpable y tener una menor condena…

M: ¡No me oyes! ¡Quiero que te largues! No quiero volver a verte en mi vida… para mí no eres nada…

nunca has sido nada, solo has sido un peón. Te necesitaba… necesitaba tenerte controlada para que no

sospecharas… simplemente te utilicé ¡te usé como te usó tu padre! ¿¡De verdad creíste que estaba

enamorada de ti!? ¡Qué incrédula!

Porque al fin de cuentas, todo, absolutamente todo lo que habían vivido juntas había sido una mentira…

ella misma se lo había escupido en la cara sin escrúpulos, nunca la había querido… simplemente la había

utilizado… así como una vez la usó su padre, aquel hombre al que adoraba de niña, ahora lo hacía Maca,

la mujer a la que amaba de adulta…

M: …te quiero… no pienses nunca, óyeme bien, nunca, que no te quiero… porque eres lo más bonito y lo

mejor que tengo en la vida…

Las lágrimas corrían por su rostro recordando aquellos momentos en los que la engatusó de tal manera

que habría creído cualquier cosa que le hubiera dicho, hubiera hecho cualquier cosa por ella… incluso…

incluso descartarla de una investigación por no leer un estúpido informe hasta el final… Y se dio cuenta

de lo tonta que había sido, si no hubiera dejado que sus sentimientos interfirieran en su trabajo ahora

mismo no estaría como estaba… Y Maca no la habría mentido como lo había hecho…

M: Prométeme que siempre estaremos juntas. Prométeme que pase lo que pase… no dejarás de

quererme…

Se dio la vuelta en la cama, intentando quitarse aquellas imágenes de la mente… cerró los ojos un

instante, intentando calmarse… lloró en silencio intentando no preocupar más a su madre y poco a poco,

debido al intenso cansancio físico y mental que llevaba arrastrando días, se fue quedando dormida…

E: Hipócrita, no sabes cuánto te odio… – pronunció justo antes de rendirse a Morfeo, cuando una última

imagen de Maca apareció en su mente atormentándola…

El tiempo siguió su curso inexorable, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Maca

fue dada de alta y trasladada a un centro penitenciario a las afueras de Madrid. El juez, considerando

que existía posibilidad de fuga, dictó para Maca prisión sin fianza a la espera de juicio.

Esther, por su parte, intentaba volver a la normalidad de su vida, sin embargo, sabía que ya nada iba a

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ser lo mismo. Aún no podía creer lo que había ocurrido y como había sido precisamente Maca, el que

fuera el amor de su vida, la persona que más daño le había hecho jamás…

Tenía pesadillas recurrentes cada noche, a penas dormía un par de horas seguidas, su humor había

desaparecido. Había pasado de ser una mujer feliz y sonriente a taciturna y seria la gran mayoría del

tiempo. Tenía a toda su familia junto a ella, apoyándola y ayudándola, sin embargo, por momentos se

sentía agobiada, necesitando momentos de soledad en los que los recuerdos le atormentaban… no podía

creer como ella precisamente, había cometido el gran error de confiar en Maca de la manera en que lo

había hecho. Se suponía que era la mejor en eso, en no confiar en nadie, en estudiar a la gente y saber

cuándo le mentían y por el contrario, con Maca no había sido capaz de sospechar en ella en ningún

instante… es más, para ella, Macarena era la mujer en la que más confiaba y jamás, ni por tan solo una

milésima de segundo, había dudado de ella… ¿Cómo había sido tan estúpida? Aún no lo sabía, pero lo

que sí tenía claro, es que nunca, jamás en todo lo que le quedaba de vida, volvería a confiar en nadie.

Maca a penas salía de su celda, no hablaba con ninguna reclusa más y no intentaba hacer nada que

pudiera rebajar su condena. Había aceptado sus culpas y sabía que tenía que pagar por ello, así que eso

hacía, dejando pasar las horas, los días, su vida sin más. Para ella ya no había nada que hacer, porque

simplemente, aquello por lo único que lucharía ya lo había perdido, la batalla, la guerra entera había

acabado y ella había salido perdedora… Esther la odiaba, lo demás, lo demás no importaba…

De ese modo pasaron tres meses, en los que la prensa, tras hacerse eco de todo lo acontecido dejó de

hablar de ello y la “historia de la Reina Roja” dejó de ser noticia. Esther continuaba dirigiendo su

empresa, haciéndose cargo de la seguridad de los testigos protegidos del gobierno, aunque esta vez,

llevaba guardaespaldas de incógnito que la mismísima presidenta del Gobierno se había encargado de

contratar.

Las cosas para Maca se pusieron algo negras cuando una de las reclusas, tras pedirle un cigarro y no

obtener la respuesta deseada se convirtió en su enemiga… ganándose algún que otro golpe y siendo

objeto de burla de un buen grupito de mujeres... y tampoco le importaba, porque todo le daba

absolutamente igual…

Y fue un día, como otro cualquiera, había salido al patio tras días sin hacerlo y mientras se fumaba un

cigarro sentada en un lateral, se fijó, a lo lejos, como un par de chicas se regalaban besos tiernos y

sonrisas cómplices. Fue ese día, cuando, tras verlo, sintió la imperiosa necesidad de hablar con ella, de

escuchar su voz, de saber, de sus propios labios que estaba bien… había necesitado hablarle todo ese

tiempo, y siempre había logrado controlar su deseo pero ese día, cuando se suponía que deberían estar

celebrando su primer aniversario, todos sus deseos, toda esa necesidad y todas las ganas fueron más

fuerte que ella, viendo a esa pareja, no pudo aguantarse las ganas…

Apagó el cigarro, se levantó y salió rumbo hacia una de las cabinas comunitarias del centro. Cogió el

teléfono como si le temblaran las manos y marcó los dígitos que se sabía de memoria implorando porque

el número no lo hubiera cambiado. Cerró los ojos y tomó aire profundamente cuando escuchó tono al

otro lado.

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Esther estaba en su despacho, revisaba unos documentos, debía haberse ido hacía un par de horas, pero

no le apetecía nada irse a casa sola. Estaba cansada, como se había convertido en costumbre apenas

había dormido. Se levantó para tomarse un café y cuando iba dar el primer trago su teléfono móvil

comenzó a sonar…

E: ¿Sí? – contestó tras mirar la pantalla sin reconocer el número.

M: … - No pudo contestar, escuchar su voz de nuevo le había cortado la respiración, la quería tanto… la

amaba tanto aún…

E: ¿Quién es? – insistió.

M: Es… Esther… - pronunció con un hilo de voz.

Y ahora fue Esther quien se quedó sin respiración, quien sintió un frio recorrer su cuerpo de pies a

cabeza, por desgracia, reconocería aquella voz en cualquier parte del mundo…

M: Soo… Soy Maca… - siguió ella al ver que no contestaba – por favor, no me cuelgues – rogó sintiendo

un nudo en la garganta…

E: No vuelvas a llamarme – dijo con la voz dura.

M: Por favor… por favor, no me cuelgues… no me cuel… - pero Esther había colgado…

Maca apoyó la cabeza en la cabina, mientras sentía como todo su mundo se desmoronaba un poco más…

colgó el auricular y le dio un golpe a la pared. Se dio la vuelta, volvió a su celda y se tiró en la cama… no

lloraba, de hecho, no había llorado en todo ese tiempo, sin embargo, su mirada era demasiado triste, sin

vida… vacía…

Esther colgó temblando, necesitó sentarse, le faltaba el aire… oírla de nuevo había sido duro, demasiado

duro, aún estaba intentando sacarla de sus pesadillas y ahora, la llamaba para joderle más la vida…

E: No… no… no… no… - pronunciaba mientras se tapaba la cara con las manos, completamente rota y

fuera de sí, aquella llamada, había vuelto a despertar fantasmas que estaba intentando olvidar…

Aquella llamada, avivó sentimientos que intentaba ocultar. Sentada en el sofá del despacho, sin moverse

apenas, Esther intentaba borrar su voz de su cabeza… quería olvidarla, sacarla de su vida para siempre

y Maca no se lo ponía nada fácil… se levantó, recogió todo y salió del despacho necesitando huir de allí.

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En su celda, Maca miraba a la nada, había imaginado mil veces aquella llamada y esa había sido la

posibilidad más repetida en sus pensamientos. Que Esther le colgara, que no quisiera hablar con ella,

era lógico… después de todo lo que le había hecho, de todo lo que había pasado y de tantas mentiras,

era lógico que reaccionara así, no podía reprocharle nada… pero dolía… ¡cuánto dolía!

Paseaba por Chueca, miraba algún que otro escaparate pero sin embargo, no veía nada… necesitaba

evadirse, dejarse llevar por algo que no fuera todo lo que tenía en la cabeza. Entró en una cafetería, aún

los bares nocturnos no habían abierto, se sentó y pidió un refresco, la camarera, con una sonrisa pícara

le sirvió el pedido mientras atendía a los clientes.

Se incorporó en la cama, se levantó y comenzó a andar de un lado a otro por la celda. Escuchar su voz

había sido lo mejor y lo peor desde hacía mucho tiempo, lo mejor, porque la había escuchado y eso

simplemente calmaba su alma. Lo peor por la dureza de su voz… la quería tanto… que no sabía cómo era

posible sobrevivir sin ella…

Ca: ¿Te pongo algo más, guapa? – preguntó al ver que Esther se había terminado su refresco.

E: Sí, por favor… - sonrió de lado – lo mismo.

Ca: Enseguida vengo – afirmó - ¿por qué tan sola? – preguntó mientras le ponía el refresco frente a ella

- ¿Esperas a alguien?

E: Puede – contestó dando un trago - ¿a qué hora sales? – preguntó con descaro.

Ca: En media hora – respondió con una nueva sonrisa.

E: Entonces sí, espero a alguien – le dijo mirándola de arriba abajo - ¿Crees que la mujer a la que

espero querrá que la espere?

Ca: Estoy convencida de que le gustará mucho que lo hagas – contestó.

E: Bien – fue lo único que contestó volviendo a darle un trago a su refresco. Sí, eso era lo que

necesitaba, ligar, salir, tener un lío con alguien y olvidarse de una vez por todas de Maca, de su traición,

de todo lo que le había hecho.

Volvió a salir de la celda, le quedaban aún cinco minutos antes de que terminara el tiempo para estar en

el patio, así que se apresuró de nuevo a la cabina, tenía que volver a escucharla, necesitaba volver a

oírla y decirle aquello que no podía decirle, necesitaba contarle lo que pasó, su versión y no la que la

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policía le había contado… tenía que decirle por qué había hecho aquello, porqué le había dicho todo lo

que le dijo y tenía que decirle cuánto la amaba aún…

Por suerte para ella, no había nadie hablando así que descolgando de nuevo el auricular, marcó los

números mordiéndose las uñas…

“Hola, soy Esther, en este momento no puedo hablar contigo, llámame más tarde o deja un mensaje”.

M: Vale… vale… - decía mientras esperaba a que sonara la dichosa señal – MACARENA20122010 – y

diciendo eso simplemente colgó el teléfono, esperando que ella lo entendiera, que lo comprendiera y del

mismo modo, entendiera y se diera cuenta de otras muchas cosas. Volvió de nuevo a su celda, se

tumbó, se encogió sobre sí misma y deseó, con todas sus fuerzas que Esther algún día, pudiera llegar a

perdonarla.

La puerta de un piso del centro se abrió dejando paso a dos mujeres que se comían a besos mientras

rebasaban la barrera de la ropa. Esther apretaba aquel cuerpo contra ella, queriendo que con él, se

borrara cualquier rastro de aquel otro que la había estremecido de placer hasta hacía poco tiempo. La

besaba con ganas, con pasión, con deseo sintiendo como su excitación se concentraba en un punto

concreto de su anatomía…

Ca: Vamos a la cama – dijo mordiendo el lóbulo de su oreja – estoy deseando quitarte toda esta ropa…

E: Espera – la paró – quiero dejar algo claro… - la miró y la chica paró en sus caricias – esto es solo

sexo… yo no quiero una relación… no quiero nada más que esto…

Ca: Yo tampoco quiero nada más ahora mismo que un polvo… - contestó atrapando su pecho.

E: Bien – y de nuevo se fundió en un beso apasionado, ahogando un gemido y andando a trompicones

hacia la habitación de aquella camarera…

Ya en la cama, Esther se dejaba hacer por esa desconocida que intentaba hacerse dueña de su cuerpo.

Sentía el placer que le provocaba, sentía como poco a poco su sexo iba reclamando sus atenciones y

sentía… un gran vacío en su interior. Ella nunca había sido así, no se acostaba con alguien a quien no

conociera, ni que realmente tampoco le gustaba… no, claro que no era así y cuando sintió las manos de

aquella mujer bajar hasta el botón de su pantalón, su cuerpo reaccionó.

E: No… espera – la paró y la camarera la miró extrañada – espera… lo siento… lo siento yo…

Ca: ¿Qué pasa? ¿No te gusta? – preguntó mordiéndole el labio.

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E: No es eso – cerró los ojos apartándola – es solo que… yo no soy así… y… no puedo hacer esto, lo

siento – terminó de decir incorporándose en la cama y comenzando a ponerse la ropa que aquella chica

había logrado quitarle – de verdad lo siento… - se disculpaba avergonzada…

Ca: Creí que estábamos bien… - dijo acariciando su espalda ya tapada por la camiseta.

E: No es eso – repitió – de verdad… es solo que yo… yo no hago esto… yo no conozco a alguien y me

acuesto con ella sin haber salido a cenar o… sin tan siquiera haber cruzado más de cuatro o cinco

frases…

Ca: Bueno… tú y yo hemos cruzado algo más de cinco frases – dijo con una sonrisa cómica.

E: No me refiero a eso… - dijo a modo de protesta - ni siquiera recuerdo tu nombre… - la miró – lo

siento… debo ser algo así como una estúpida o una cabrona… - se sentía realmente mal y avergonzada.

Ca: mi nombre es Clara – le acarició el rostro – y no te sientas así… no pasa nada… estas cosas pasan.

E: A mí no – respondió – y no me gusta… no me gusta ser así.

Cl: Hagamos una cosa… - la calmó – salgamos a cenar un día… ya veremos qué pasa después, sin

compromisos y sin expectativas.

E: Pero… antes dijiste que solo querías esto – dijo contrariada.

Cl: Porque tú dijiste que no querías más que esto – le devolvió la pelota, y sonrió - ¿qué me dices,

cenamos? – preguntó con una nueva sonrisa.

E: Deja que… que me lo piense – contestó, pues aún no se sentía capaz de confiar en nadie y cenar con

una desconocida era... peligroso si tenía en cuenta los antecedentes.

Cl: Vale – contestó tomando un papel y escribiendo algo – este es mi número. Llámame cuando lo hayas

pensado.

E: Bien – se guardó el papel – será mejor que me marche… - terminó de decir levantándose.

Cl: Esther – la paró – no pasa nada, de verdad… me gustas y… esperaré tu llamada.

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E: Gracias – contestó agradeciéndole su comprensión.

Cuando llegó a casa lo hizo con una sensación extraña… había dejado a una chica bastante guapa y por

lo poco que había hablado con ella, muy simpática por algo que aún no entendía, no sabía muy bien qué

le había pasado pero había sentido la necesidad de huir de allí… quizás ese había sido el error, que

nunca tenía que haber propiciado esa situación, porque aún no estaba preparada… porque aún tenía

muchas cosas que la paraban…

Fue a la cocina para beber agua y en el camino accionó el contestador automático, suponía que el

mensaje que avisaba la lucecita sería de su madre, siempre preocupada por ella desde que se enterara

de lo que había pasado…

“Tiene dos mensajes nuevos” Escuchó que decía la máquina; “mensaje número uno”.

“Esther, cariño, soy mamá – Esther suspiró – quería saber como estabas… te llamaré más tarde, Ah y si

quieres venir a dormir a casa ya sabes que no hay problema. UN besito hija”.

“Mensaje número dos”:

“MACARENA20122010”

Fue escuchar aquel mensaje y sus ojos se abrieron como platos. Dejó el vaso de cualquier modo en la

encimera y volvió al salón, accionó el contestador para volver a reproducir aquel escueto mensaje,

creyendo que se debía haber equivocado o no debía haber escuchado bien, pero el mensaje era claro,

demasiado claro. Lo escuchó una vez más, y otra más, no podía creer lo que oía… cogió el teléfono y

comenzó a marcar compulsivamente.

Dos días después, Maca se encontraba, como siempre en su celda. No había salido al patio y no se había

movido de su cama. Simplemente no podía, se había quedado sin fuerzas para nada más… había

esperado una reacción por parte de Esther, pero no llegaba, así que definitivamente se dio de bruces

contra la realidad de que el amor de su vida no quería saber absolutamente nada de ella.

Fu: Wilson… tienes visita – le dijo la funcionaria asomándose a su celda.

Se extrañó, pero no contestó, suponía que sería su abogado, aquel idiota que no entendía que no quería

sus servicios y seguía yendo a visitarla cada semana. Se levantó con pesadez y la siguió.

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M: ¿Dónde vamos? – preguntó al ver que no la llevaba a la sala de visitas común.

Fu: Es una visita un tanto especial – le comunicó – no sé quién es pero sé que no es alguien común –

fue lo único que pudo decirle.

Maca se quedó algo parada, ¿una visita especial? ¿La funcionaria no sabía quién era? ¿Por qué tanto

misterio y tanto secretismo? ¿Acaso quien fuera a visitarla no quería que nadie lo supiera? Aquellas

palabras hicieron que todo su mundo temblara, solo conocía a una persona que necesitaba seguir en el

anonimato.

Fu: Es aquí – dijo abriendo una puerta, era un despacho – entra – le indicó la funcionaria al ver que se

había quedado parada.

Macarena entró, quedándose parada en la puerta, sintió y escuchó como la funcionaria cerraba dando

intimidad a aquel despacho, sin embargo, ella no se movió, sus ojos estaban puestos en la mujer que,

dándole la espalda, se encontraba frente a ella.

M: Ho… Hola – saludó y al instante ella se volvió.

C: Hola – se acercó extendiendo su mano – Soy Cruz Gándara la…

M: Presidenta – la atajó ella bastante asombrada de su visita – sé quién es.

C: Sí, claro – medio sonrió – Siéntese – le indicó sentándose ella al otro lado de la mesa – quiero hablar

con usted.

M: Y debe ser realmente importante – dijo sin poder creerse que estuviera allí – dudo mucho que la

mismísima presidenta haga visitas a las reclusas… a no ser que lo tenga en su agenda como hobby… -

terminó de decir con cierta ironía.

C: Sí es importante – contestó ignorando su comentario – realmente es bastante importante.

M: Soy toda oídos – se acomodó en la silla, como queriendo proyectar una actitud bastante pasota,

como si le diera igual lo que le fuera a decir.

C: Primero quiero hacerle algunas preguntas, si no es inconveniente…

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M: Es usted la presidenta del gobierno, supongo que no puedo negarme – siguió con un tono chulesco y

tosco.

C: Bien… - ignoró de nuevo el comentario y sobre todo el tono – tengo entendido que es usted la Reina

Roja.

M: ¿Sabe qué? – dijo tras poner los ojos en blanco – hay cosas mucho más importantes en este país que

preocuparse por una ladrona que ya está en la cárcel.

C: ¿lo es o no? – preguntó un tanto más seca.

M: Sí – respondió al fin tras suspirar hondamente.

C: Bien… Entonces dígame… ¿Cómo supo cuál era el código de acceso al despacho de la señorita Esther

García? – quiso saber.

M: No sé de qué me habla – volvió la cabeza hacia otro lado.

C: Suponía que diría eso – contestó, sacando un pequeño reproductor de audio – por eso traigo esto:

“Macarena20122010” – escucharon ambas el mensaje.

C: ¿Es su voz no? – preguntó, Maca bajó la cabeza – y además, sabemos que la llamada se realizó

desde este centro, así que dígame… ¿Cómo supo cuál era el código? ¿Y desde cuándo lo sabía? –

preguntó de nuevo.

M: Para ser presidenta del Gobierno tiene una actitud de policía que asusta – contestó, Cruz la miró con

seriedad – está bien… - aceptó, total, ¿para qué seguir negando lo evidente cuando realmente había

querido que Esther lo supiera? – Lo supe hace tiempo… no sé, creo que el mismo día de su secuestro…

C: ¿Cómo lo supo? – quiso saber.

M: Por casualidad… - dijo bajando la cabeza, recordad aquello no era fácil, no, no lo era – la primera vez

que conseguí llegar al ascensor, descubrí que era un código alfanumérico de 16 dígitos… pero no tenía ni

la más remota idea de lo que podría ser… intenté pinchar el sistema y pinzar la cámara para ver si de

esa forma lograba captar alguna imagen que me diera los dígitos… - decía sin prisas pero sin pausa y

con un tono de voz bastante apagado, Cruz la escuchaba con atención – pero era muy difícil… el sistema

de seguridad es muy bueno…

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C: Pero logró el código – afirmó - ¿Cómo lo hizo si era imposible?

M: He dicho que era difícil, no imposible – contestó ella – pero no hizo falta nada de eso… lo tenía

preparado, había encontrado un fallo en el sistema, una pequeña fisura en aquel software por el que

poder entrar y descubrir el código, pero no hizo falta…

C: ¿Por qué? – se interesó.

M: Por que Raúl la secuestró – afirmó – y entonces lo entendí… - y su voz se tornó más triste, su mirada

se posó en sus manos y no volvió a levantar la cabeza, Cruz supo que estaba recordando todo – Verá,

cuando Raúl me dijo que Esther era la hija del dueño de Werty´s Secúrity yo supe que se equivocaba –

afirmó – no era la hija de ningún dueño… ella era la dueña… la conozco, he pasado mucho tiempo a su

lado y sé cómo es… se suponía que ese era mi trabajo, observar todo lo que me rodea y buscar puntos

flacos… así que en cuanto Raúl me contó su teoría yo supe que estaba equivocado… supe que mi teoría

era más acertada que la suya y que sin quererlo habían secuestrado a la persona que buscaban… a mi

novia – susurró tras un silencio de unos segundos y a Cruz le pareció que se le cortaba la voz – tenía

que hacer algo… no podía permitir que Raúl se enterara de lo que yo sabía así que… intenté guardar

todo lo que pudiera delatarla, sabía que Raúl iría a su casa y me adelanté… y busqué cualquier cosa…

me llevé su móvil, me llevé un maletín y varias memorias USB… - Miró a Cruz – supongo que los habrán

estado buscando.

C: Bastante sí – afirmó, sin querer juzgarla, no hasta escuchar toda la historia.

M: No se preocupe – contestó ella – están bien escondidos – afirmó y antes de que la presidenta pudiera

decir algo, ella siguió – volví a casa e hice como si no hubiera pasado nada, necesitaba tiempo para

pensar, para saber hasta qué punto Raúl podía saber lo que yo sabía… estaba desesperada… no sabía

qué hacer y… simplemente hice lo que me pedía, supe que si no lo hacía ella… ella podría… - se le cortó

la voz, porque solo imaginar lo que Raúl podía haberle hecho la mataba – pasé la noche en vela, no

dejaba de pensar en lo que había ocurrido, en cómo estaría ella y en lo que pasaría si Raúl descubría

quién era… y entonces recordé algo… - y la voz se le cortó – Una noche… estábamos en su casa – ésta

vez su voz temblaba – yo la… la tenía abrazada… me encantaba abrazarla después de hacer el amor…

tiene una piel tan suave… - susurró al viento – me miró y…

M: ¿Qué? – decía sonriente perdiéndose en sus ojos.

E: Nada… te miro – sonrió pícara – me encanta mirarte.

M: Y a mí me encantas tú – dijo besándola levemente pero con pasión.

E: ¿Sabes una cosa? – preguntó acomodándose de nuevo en su pecho – podría estar así toda la vida.

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M: Y yo mi amor – afirmó – pero digo yo que sería un poco incómodo a la hora de comer o ir al baño o…

E: Te lo digo en serio, Maca – medio regañó – nunca me había sentido así con nadie… nunca me había

sentido tan protegida, tan segura con nadie.

M: Cariño – acarició su rostro, haciendo que la mirase.

E: Es verdad… - sonrió de lado – desde el día que te conocí, me siento más segura que nunca… es… no

sé, es como sí… como si simplemente con decir tu nombre ya estuviera a salvo y segura de todo…

M: Te quiero mucho, ¿lo sabes verdad? – declaró mirándola a los ojos

E: Y yo a ti – contestó antes de besarla una vez más, para volver a perderse bajo las sábanas.

M: Y lo supe… - volvió en sí, mirando a Cruz – ahí fue cuando supe cuál era el dichoso código… mi

nombre, y el día que nos conocimos – continuó – dieciséis dígitos alfanuméricos…

Hubo un silencio largo, uno en el que Cruz, adivinó todos los sentimientos que albergaba aquella chica

por Esther, un silencio en el que Maca se quedó inmersa en sus pensamientos, en sus recuerdos…

C: ¿Por qué no dijiste nada? – preguntó al ver que Maca no seguía con la historia.

M: ¿A quién? – le devolvió la pregunta - ¿A Claudia? No me hubiese creído… ¿A la policía? Sé como actúa

la policía y sé que lo primero que habrían hecho hubiera sido detenerme… y… lo cierto era que tenía

miedo… Raúl estaba… tenía a mi madre y… a Esther y yo no… no sabía qué hacer…

C: Bueno… pero no estarías aquí si le hubieras dado el código a Raúl – dijo para ponerla a prueba – es

más, posiblemente nada de esto hubiera pasado… tú le das el código… entras en el despacho, le das lo

que quería y tú te salvas…

M: Pero Esther no – contestó con energía atajando sus palabras, Cruz obtuvo lo que quería – Esther no y

yo lo único que quería era que ella estuviera a salvo… si yo llamaba a la policía, si avisaba a Claudia…

ellas no estarían aquí y si le daba lo que quería… se desharía de ella… yo solo quería protegerla…

C: Entiendo – dijo levantándose y dándole la espalda de nuevo.

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Una vez más, el silencio se hizo presente en aquella habitación y en ese tiempo, Maca pareció

recomponerse. Miró con recelo a Cruz y se levantó.

M: ¿Dígame, señora presidenta, a qué viene esto? – pregunto queriendo saber de una vez qué hacía allí.

C: Quería saber toda la historia – se encogió de hombros y volteó para mirarla – quería saber hasta qué

punto eres leal a la gente que te importa…

M: ¿Y puedo saber a qué conclusión ha llegado? – se cruzó de brazos.

C: A la conclusión de saber que eres la persona que andaba buscando.

M: No entiendo – dijo fuera de juego.

C: Quiero que trabaje para mí – le comunicó sin quitarle la mirada.

M: ¿Para usted? – no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

C: Más bien para el gobierno – afirmó – pese a sus delitos y a lo que ha hecho, es usted brillante en lo

suyo, eso puede sernos de gran ayuda.

M: Ya… claro – se rió irónica - ¿va a decirme ahora que esto es una peli americana rollo nikita o algo así

y que yo soy la prota? – se mofó de ella y le importaba un bledo si era la presidenta del gobierno o la

mismísima Reina de España.

C: No tan peliculero… pero si quieres verlo así – contestó.

M: Entiendo…- negó con la cabeza – que tenga un buen día… - se dio la vuelta queriendo salir de allí, no

iba a soportar que nadie se riera de ella… por muy presidenta que fuera.

C: ¿Es que no quieres salir de aquí? – preguntó parándola.

M: ¿Salir de aquí? – se rió – déjeme decirle, que debería usted dejar de ver tantas películas americanas

y empezar a centrarse en lo importante… si quisiera salir de aquí ya lo habría hecho, el sistema de

seguridad de ésta cárcel es bastante deficiente… hasta un niño de seis años lo superaría… así que no, no

quiero salir de aquí – y es que, no tenía nada por lo que salir – no hay nada ahí fuera que me haga

querer salir.

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C: ¿Ni siquiera ella? – preguntó y Maca de nuevo paró sus pasos - ¿Acaso no te gustaría volver a verla?

– y por el ligero temblor de Macarena, Cruz supo que eso, era lo que más deseaba en el mundo…

M: No – contestó con dificultad – no quiero volver a verla – terminó de decir, aunque era la mayor

mentira que había dicho jamás.

C: Ya… lo comprendo – contestó tras un segundo – está bien… no pasa nada – levantó las manos de

manera tranquila – pensaba que la querías pero ya veo que no…

M: ¿A qué viene eso? – quiso saber.

C: Nada… solo que… no sé, esperaba que pudieras ayudarla…

M: ¿Ayudarla? ¿Por qué, está bien? – preguntó preocupada.

C: Sí… pero no sé, pensé que te gustaría ayudarla en su trabajo… - afirmó – uno de tus trabajos será

justamente en su empresa – continuó – había pensado en que podrías… no sé, buscar los “puntos flacos”

como tú los llamas para que puedan reforzar la seguridad… sabes tan bien como yo que es más que una

empresa… hay mucha gente que depende de que nadie, nunca pueda acceder a la información que

guardan…

M: No creo que Esther esté de acuerdo con eso – contestó.

C: No, yo tampoco lo creo – le confirmó – de hecho, no sabe nada de ésta reunión… y por el momento,

si es que aceptas, debería seguir siendo así…

M: No sé como pretende entonces que la ayude si no sabe lo que pasa…

C: Precisamente por eso, porque si lo sabe… se relajaría y no podemos permitirnos que se relaje…

además… si aceptas, nadie debe saber nada de esto, tampoco ella.

M: Quiere que le siga mintiendo ¿es eso? – preguntó.

C: Esta vez sería por algo bueno… - se defendió – y no sería siempre… hasta que las cosas no se

calmaran, solo hasta que ella se calme… hasta que… que pueda aceptar que trabajéis juntas…

M: No creo que sea lo más apropiado – contestó de nuevo.

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C: Está bien… tú solo piénsalo… - dijo mirándola – realmente te necesitamos, Macarena…

TRES SEMANAS DESPUES

Disfrutaban de una comida de lo más agradable. Al final, se había decidido y la había llamado, no era

nada especial, una simple comida, pasar un buen rato y volver a casa, una salida sana, sin intenciones

de nada más y la verdad, es que estaba resultado bastante divertido. Clara era muy amable, simpática,

chistosa y dulce… se sentía bien con ella, sí, se sentía bastante cómoda.

E: Jajajaja – reía por una de las historias que le estaba contando - ¿Y tú qué hiciste?

C: ¿Yo? Bah… nada – contestó – simplemente le seguí el juego, le puse bastante… ya sabes, bastante

caliente – Esther asintió – y luego le tiré la copa encima…

E: Jajaja, así se hace… - le dijo – porque hay algunos que… en serio… no sé como lo hacen pero no son

nada originales a la hora de ligar…

C: También hay quien es gracioso ¿eh?

E: Sí, sí que los hay…

C: Va, cuéntame tú – le dijo interesada – cuál es la forma más original en la que han intentado ligar

contigo…

E: Ehh… pues… - bebió de su copa mientras lo pensaba y su rostro cambió de expresión – hubo alguien

que usó estadísticas – dijo bajando la mirada.

C: ¿Estadísticas? – sonrió interesada – esa es buena… ¿cómo fue?

E: La… la verdad es que no lo recuerdo demasiado bien – contestó mirándola un segundo – oye… ¿te

apetece que vayamos a dar un paseo o al cine o…?

C: Claro – secundó Clara, sabiendo que había cambiado de tema descaradamente pero no queriendo

ahondar más en ello… - ¿qué quieres ver?

E: No sé… vamos y allí decidimos… - contestó mientras pedía la cuenta.

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Pagaron y salieron del local, comenzaron otra conversación en la que Clara hablaba y Esther reía. En un

leve movimiento, Clara tomó la mano de Esther entre la suya… Esther quedó parada, miró sus manos

unidas y simplemente sonrió para continuar andando juntas.

En el otro extremo de la calle, a unos cien metros, Maca bajaba la mirada, escondida en su coche,

mientras una lágrima caía por su rostro al verla de nuevo y una estaca se clavaba en su alma por

descubrirla acompañada…

Tras pensarlo mucho y rechazar la idea mil veces entró en aquel pub donde sabía que trabajaba la

misteriosa acompañante de Esther. Sabía que no estaba haciendo lo correcto pero necesitaba verla,

hablar con ella, saber con qué persona se estaba relacionando, era consciente de que posiblemente no

estaba actuando con la cabeza, pero sentía que tenía que hacerlo.

Había entrado, desde que las viera, en una lucha encarnizada con sus celos y aunque se había calmado

aún tenía la necesidad de comprobar cómo era aquella mujer, tenía que saberlo, porque no iba a

permitir que nadie nunca más le hiciera daño al amor de su vida.

Al entrar, el buen ambiente, el olor a alcohol y la música bañaron sus sentidos. Miró a la sala donde ya

había gente bailando a pesar de ser temprano aún. Anduvo un par de pasos hasta internarse del todo en

aquel lugar y finalmente miró a la barra. Allí, con una sonrisa leve, aquella chica servía un par de copas

a una pareja, se acercó y se apoyó en la madera quedando parada a la espera de que la atendieran.

Cl: Hola, ¿qué te pongo? – le preguntó quedando frente a ella.

M: Hola – la saludó – pues… ponme un whisky con hielo y una rodaja de limón.

Cl: Vale – contestó comenzando a preparar la copa.

De nuevo Maca miró a su alrededor, en la barra aún no había demasiada gente así lo que le permitía

unos segundos más para hablar con ella. Guardándose su orgullo y sus ganas de decirle quién era,

sonrió un tanto forzada.

M: Perdona – la llamó – Mejor no me pongas el whisky – hizo un gesto de disculpa – es que no me

sienta muy bien, ponme una cocacola…

Cl: Claro… - dejó la botella y se dispuso a buscar el refresco.

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M: Es que… no sabes lo mal que me sienta – siguió hablando intentando comenzar una conversación –

siempre termino haciendo alguna locura…

Cl: No eres la única – sonrió con amabilidad – aunque sí en eso de decir que te ponga otra cosa… hay

gente que no sabe cuando parar…

M: Sí, supongo que estarás harta de aguantar borrachos… - Clara le puso el refresco – gracias.

Cl: De nada… y sí, bueno hay de todo también, no vayas a creer que solo hay borrachos… pero sí, a más

de uno y de una he tenido que aguantar – volvió a sonreír.

M: Gajes del oficio, supongo – le dio un trago a su refresco.

Cl: Sí – sonrió una vez más.

M: Y… ¿Hace mucho que trabajas aquí? – quiso saber, al ver que la barra se había quedado vacía.

Cl: Pues… unos tres años y medio, creo – contestó guardando un par de vasos vacíos que habían ido

dejando.

M: Mucho tiempo – contestó.

Cl: Sí, pero bueno, el sueldo es bueno… no es que sea un gran trabajo pero me vale para ir tirando

hasta que encuentre algo de lo mío…

M: ¿Y qué es lo tuyo? – quiso saber.

Cl: Soy ingeniera – contestó con orgullo – aunque no encuentro trabajo por ningún lado así que…

M: Bueno; ya llegará – continuó – todo llega… tarde o temprano.

Cl: Sí – atendió a una chica que le pedía una copa y miró de reojo a Maca quien permanecía quieta en su

sitio, terminó de servir y cobrar y se volvió hacia ella - ¿Y tú? ¿Has venido sola? – preguntó.

M: Sí – dijo escuetamente – me apetecía dar una vuelta y… no tenía a nadie con quien salir así que…

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Cl: Entiendo… espero que no te aburras mucho – comentó.

M: De momento, estando aquí contigo, me estoy divirtiendo – dijo coquetamente.

Cl: Gracias – contestó a su halago – pero no voy a poder quedarme aquí eternamente, tengo que

trabajar y en un ratito esto se llenará…

M: Bueno… siempre podemos quedar cuando salgas – soltó mirándola fijamente.

Cl: ¿Estás coqueteando conmigo? – preguntó directamente.

M: Tal vez… - dijo haciendo un gesto con los ojos - ¿crees que tengo posibilidades? – preguntó,

queriendo saber hasta qué punto esa chica coquetearía con otras.

Cl: No – contestó con convicción – la verdad es que no… no me interpretes mal… eres una chica

simpática y muy guapa pero…

M: Pero… - la invitó a seguir - ...con lo bien que nos lo pasaríamos… - añadió en un susurro con una

sonrisa canalla.

Cl: Ya… mira, de verdad, no quiero líos con nadie – la atajó – intento comenzar algo con alguien y… no

quiero estropearlo…

Y ante aquellas palabras, Maca encontró lo que buscaba, a su pesar, aunque le jodiera demasiado saber

que Esther podría estar con otra persona, aquella chica le había dejado claras cuáles eran sus

intenciones, así que, sabiendo que no podía hacer otra cosa, decidió echarse a un lado.

M: Entiendo – dijo súbitamente triste – pues… ha sido un placer… voy a darme una vuelta.

Dicho esto sin esperar respuesta, se alejó de la barra. Dio una vuelta por el local y cuando iba a salir de

él pudo ver como Esther entraba, se escondió para no ser vista y quedó contemplándola… estaba tan

hermosa…

E: Hola – saludó Esther al llegar a la barra.

Cl: ¡Ey! ¡Hola! Has venido – dijo con alegría.

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E: Te dije cuando salimos del cine que intentaría pasarme – contestó.

Cl: Ya… pero no fue demasiado convincente – sonrió mientras le servía una copa que no le había pedido

- ¿qué tal estás?

E: Bien… ¿y tú? – quiso saber - ¿Mucho trabajo?

Cl: De momento no – contestó – está todo muy tranquilo – sonreía abiertamente, Maca lo miraba todo

desde su posición y sentía que los celos volvían a su cuerpo - ¿sabes qué? Acaban de intentar ligarme…

E: ¿En serio? – sonrió bebiendo de su copa - ¿Y no lo han conseguido?

Cl: No… y la verdad es que estaba muy buena ¿eh?

E: Vaya… - seguía sonriendo - ¿Y cómo es que no te has dejado ligar? Si tan buena estaba… podrías

haber pasado un buen rato…

Cl: Ya, pero… prefería esperarte… - dijo mirándola intensamente. Maca tuvo que apartar la vista para no

verlas.

E: Me alegro – afirmó - ¿y sigue por aquí esa que ha intentado ligarte?

Cl: Pues ni idea – dijo elevando la cabeza para intentar buscarla – no la veo…

E: Qué pena… podríamos haberle dado celos bailando… - siguió tonteando.

Cl: Bueno… también podemos bailar sin darle celos a nadie, espera – se alejó un segundo, pidiéndole a

una compañera que la cubriera y salió de la barra tomándola de la mano para llevarla al centro de la

pista – Estás muy guapa – dijo a su oído cuando comenzaron a bailar.

E: Y tú estás impresionante – contestó dejándose llevar por ella.

Disimuladamente, Maca salió de su escondite para marcharse de allí, con el alma en los pies y el corazón

un poco más quebrado, antes de abandonar el local las miró un segundo, el tiempo suficiente para ver

como aquella camarera besaba los labios de su chica…

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Entró en el despacho con una leve sonrisa. La verdad es que hacía mucho tiempo que no se lo pasaba

tan bien. La noche anterior había sido muy divertida y amena, Clara se había encargado de que así

fuera, ni siquiera cuando tuvo que volver a la barra porque el bar se había llenado se había sentido

mínimamente aburrida, y es que, Clara se había encargado de que no fuera así, había pasado la noche

haciendo bromas, estando pendiente de ella y no había permitido que en ningún instante se sintiera

incómoda.

Cuando salieron del bar, fueron juntas a un pub que aún estaba abierto, bailaron toda la noche, rieron,

hablaron… y se besaron, se besaron durante horas, besos lentos, besos leves, otros más profundos,

besaba muy bien, sí, le gustaba mucho cómo besaba. Sentada en su escritorio, sabía que tenía que

comenzar a trabajar, pero no podía dejar de pensar en la noche anterior… hacía demasiado tiempo que

no salía a divertirse… desde… desde que… hacía mucho tiempo que no se dejaba llevar de esa forma…

Clara era una chica estupenda, eso era más que evidente, pero esa noche se lo había demostrado aún

más. No había intentado propasarse en ningún momento y había dejado que ella marcara el ritmo, y ni

siquiera se lo había pedido.

Cuando consiguió dejar de pensar en esa noche decidió que había llegado la hora de trabajar, tenía que

supervisar un par de prototipos y debía organizar el viaje de vuelta de uno de los testigos que debía

asistir esa semana a un juicio. Iba a ser una semana complicada, todo debía salir perfecto, no iba a

permitir que nada lo estropeara, ya tenían suficiente con lo que había pasado como para que algo

volviera a salir mal…

Ese pensamiento le llevó una vez más a Clara… ¿Y si ésta también la estaba engañando? ¿Y si todo era

una tapadera? Aquellas preguntas se internaron en su mente quitándole la poca ilusión que tenía… no

podía confiar en Clara, después de todo lo ocurrido, no podía permitirse el lujo de volver a confiar en

nadie. Cerró una carpeta que tenía abierta con algo de agresividad, se levantó, miró por la ventana y

cerró los ojos intentando olvidarse de todo, sabiendo que no lo lograría.

Claudia estaba en su despacho, estaba revisando las ultimas pruebas de la nueva alarma, el informe

decía que se habían encontrado un par de fallos que retrasarían el lanzamiento al mercado al menos un

mes más. Aquello no era una buena noticia pero al menos habían encontrado el problema antes y no

después. Estaba intentando pensar en la manera de solventar los errores cuando alguien llamó a su

puerta.

C: Adelante – invitó.

- ¿Claudia Castillo? – dijo un mensajero asomando la cabeza por la puerta.

C: Sí, adelante – contestó mirando aún el informe.

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- Esto es para usted – continuó el chico adentrándose un poco más en el despacho – debe firmarme

aquí.

C: Ya – se levantó y miró el paquete - ¿por qué no lo ha dejado en recepción? – quiso saber, pues todo

el correo se dejaba allí.

- Me pidieron que lo entregara en mano a su destinatario – se excusó el chico mientras Claudia firmaba

– gracias.

C: Sí, gracias – contestó prestándole atención de nuevo al paquete.

El chico salió del despacho y ella quedó mirando con algo de recelo lo que había traído. Se acercó y lo

abrió por un costado, dentro había otro paquete más y un sobre a su nombre. Cogió el sobre obviando el

contenido de aquella caja y lo volteó un par de veces intentando averiguar de donde provenía, sin

embargo, en aquel sobre tan solo se podía leer su nombre.

Se sentó en la silla y lo abrió, sacó de él una hoja de papel manuscrita y comenzó a leerla al tiempo que

su sorpresa se hacía cada vez mayor.

“Hazle llegar esto a Esther… supongo que lo va a necesitar. Dile que lo siento, que siento todo cuanto

pasó… sé que a mí no me va a escuchar. Maca.”

C: ¿Pero qué…? – pronunció volviendo hacia la caja y abriendo todo el contenido. Encontrando, al fin, lo

que tanto habían estado buscando, el maletín y los informes clasificados de Esther, aquellos que estaban

en su piso, los que desaparecieron tras su secuestro y que pensaron, se los había llevado Raúl – Maca…

- susurró con algo de pesar…

Cogió el teléfono y le pidió permiso a Esther para subir, cuando ésta le dio autorización y le desbloqueó

el acceso a su despacho, cogió todo aquello y se dispuso a subir. Ya en la puerta del despacho de su

jefa, se tomó un tiempo para buscar las palabras adecuadas. Sin saber muy bien qué le iba a decir entró

y saludó con algo de preocupación.

E: ¿Pasa algo? – preguntó al ver que no hablaba mientras revisaba algo en su ordenador.

C: Ha llegado esto para ti – dijo enseñándole el paquete.

E: ¿Para mí? – la miró asombrada y preocupada - ¿Cómo que para mí? ¿Aquí?

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C: En realidad ha llegado para mí, pero es para ti – le explicó – creo que deberías verlo.

E: A ver…

Esther se levantó y se acercó a la caja que Claudia había dejado al otro lado de su mesa, comenzó a

abrirla y sus ojos se abrieron como platos. Reconoció aquel maletín al instante y por supuesto, su

ordenador portátil y todos los documentos, memorias USB e informes que tenía guardados. Los revisó

uno a uno cerciorándose de que todo estaba bien y finalmente miró a Claudia.

E: ¿Dónde estaban? – quiso saber.

C: No lo sé – contestó buscando la manera de contarle cómo habían llegado hasta allí, lo ha traído un

mensajero.

E: ¿Y quién coño lo envía? – inquirió.

C: Pues…

E: Espera – la cortó – hay algo más aquí dentro – terminó de decir, sacando algo al fondo de la caja; su

cuerpo se quedó helado y sintió que le fallaba la respiración.

Con aquella figurita en las manos, miraba todos sus documentos sin entender ni poder creerse todo

aquello. Era absurdo que Maca, tras todo lo que había pasado le mandar ahora aquella información tan

valiosa y mucho más absurdo pensar que lo hacía desde la cárcel…

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C: Parece que finalmente Maca está haciendo las cosas bien – dijo con cautela, pues sabía que su amiga

no iba a permitir ningún tipo de condescendencia con la Reina Roja.

E: ¿Se supone que tengo que agradecérselo? – la miró inquisidora.

C: Hombre, Esther pues… - movió ligeramente la cabeza – digo yo que…

E: Mira, me da absolutamente igual si ahora está arrepentida por algo y quiere resarcirse enviándome

todo esto – decía soltándolo todo – en primer lugar, nunca tenía que haberlo robado, en segundo lugar,

ya que lo hizo debió haberlo devuelto en el momento en que la pillaron o al menos decirnos donde

estaban, llevo tres meses haciendo malabares por no encontrar estos documentos y los tenía ella…

C: Y ahora te los ha devuelto… - la cortó.

E: Entonces ya no está en la cárcel – contestó, entendiendo que encerrada en un centro penitenciario,

Maca no podía haber enviado todo aquello – ha salido… ¡Me encanta la justicia de este país que deja

libre a delincuentes! – explotó.

C: Esther, cálmate – le pidió.

E: ¿¡Cómo quieres que me calme!? – gritó – ¡Me mintió! ¡Se aprovechó de mí! ¡Me robó! ¡¡Dejó que me

secuestraran, por dios!!

C: ¡Y también te salvó la vida! – la cortó, intentando que entrara en razón, era cierto que Maca no había

hecho nada bien, pero tenía que reconocerle eso, le había salvado la vida, si no fuera por ella, no sabía

qué hubiera sido de Esther – hizo todo lo que pudo por protegerte… te salvó la vida…

E: Ohhhh sí, claro que lo hizo… ¡Porque no le quedaba otra! – continuó empecinada – Já, ¿qué crees?

¿Qué de verdad lo hizo porque me quiso? ¡Una mierda! Maca jamás me quiso… toda nuestra relación fue

una puñetera mentira… mientras estaba conmigo se dedicaba a intentar robarme o ¡joder mi empresa! –

Estaba fuera de sí, apenas podía pensar con claridad - ¿¡Como puedes defenderla después de todo lo

que pasó!? ¡Dios! ¡Me secuestraron! ¡Intentaron violarme, Claudia! – Decía con los ojos brillantes por las

lágrimas que se agolpaban en ellos – Estuve días sin comer, sin poder moverme de unos pocos metros

cuadrados ¿Y tú dices que me salvó la vida? – seguía diciendo – puede que lo hiciera, pero entre todos

me la jodieron para siempre – dijo con intensa cólera – No duermo más de tres horas seguidas… llevo

con pesadillas desde que todo aquello pasó y lo único que sé, es que Macarena es una estúpida ladrona

que me ha hecho más daño que mi propio padre – terminó de decir, quedándose en pie, parada ante

una Claudia que no sabía como actuar ante aquello, pues por mucho que le dijera, el dolor de Esther

estaba demasiado latente como para que pudiera actuar con claridad.

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C: No tienes ni idea ni de la mitad de la historia – pronunció.

E: Ya… ni tampoco me interesa – afirmó con crudeza – no me interesa saber absolutamente nada más –

continuó - ¿Es que no te das cuenta? Estoy intentando seguir con mi vida, y me está costando Dios y

ayuda intentar ser aunque sea la mínima parte de la que fui… así que no, no me interesa saber ninguna

historia que venga de ella. Para mí, Maca solo es una ladrona, solo es la Reina Roja – seguía diciendo –

no es nada más y ya puede mandar todos los documentos que quiera, puede hacer lo que le dé la gana,

pero que a mí, no se me acerque… - terminó de decir, sentándose en su asiento y volviendo al

documento que estaba leyendo cuando Claudia entró en su despacho.

C: Estás muy equivocada, Esther – intentó intervenir – las cosas no son como crees y…

E: Tengo trabajo que hacer – la atajó – así que vuelve a tu despacho.

C: Pero…

E: Vuelve a tu despacho – repitió con una voz mucho más autoritaria…

Claudia la miró bastante sorprendida, Esther no era así, jamás había utilizado ese tono con ella y

tampoco nunca, en todo el tiempo que la conocía había visto esa mirada oscura, rabiosa y llena de dolor

en sus ojos. Tras unos segundos de silencio, decidió que lo mejor era salir de allí y dejar que intentara

calmarse.

Cuando Claudia salió del despacho, Esther levantó la vista. Tomó entre sus manos aquella figurita y

apretándola en un puño dejó que las lágrimas cayeran por su rostro. El llanto comenzó lento y

finalmente, se hizo fuerte, dejando salir la impotencia y el miedo que sentía desde que todo comenzara…

En casa, sentada en el sofá mientras veía las noticias, tomándose una cerveza y un sándwich, Maca

intentaba dejar de esperar una llamada que sabía no iba a llegar. Cuando envió todos aquellos informes

lo hizo con la esperanza de que Esther la llamara para… no sabía ni para qué, y sin embargo, era

consciente de que no lo haría, realmente, sabía que no lo haría pero no había podido evitar ilusionarse.

Terminó de comer y se tumbó un rato, sabía que no dormiría, realmente, últimamente le costaba

dormir, pero aun así necesitaba relajarse. En esas estaba cuando el timbre de casa sonó haciendo que

se quedara parada por la sorpresa.

Se levantó y se acercó a la puerta, miró por la mirilla y se extrañó al ver a un hombre, al que no conocía

a la espera de que abrieran. Dudó en hacerlo o no, de hecho, pensó que lo mejor sería no hacerlo y

esperar que aquel hombre creyera que no había nadie. El timbre volvió a sonar y ella de nuevo, miró por

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la mirilla donde aquel hombre le enseñaba una identificación que le acreditaba como trabajador para el

gobierno. Finalmente abrió.

- ¿Se puede saber qué coño hace? – dijo el chico nada más abrir y entrando en el piso como si fuera

suyo.

M: Adelante – dijo irónica – no se corte… estoy acostumbrada a que gente que no conozco entre en mi

casa sin invitación.

- Déjese de juegos, esto es bastante serio – contestó el chico ya en el salón.

M: ¿Puedo saber quién es y por qué entra así en mí casa? – preguntó cruzándose de brazos.

- Javier Sotomayor – dijo presentándose – trabajo para el gobierno y digamos que soy algo así como su

supervisor.

M: ¿Tengo supervisor? – preguntó descolocada – no necesito ninguno.

J: No es eso lo que ha demostrado con la estupidez que ha hecho hoy – contestó Javier mirándola

juiciosamente.

M: ¿Qué se supone que he hecho? – se hizo la inocente.

J: saltarse a la torera las órdenes – contestó con seriedad – eso es lo que ha hecho…

M: Si no se explica…

J: Bien… sus órdenes eran esperar instrucciones sin hacer absolutamente nada – contestó – se suponía

que de momento su situación debía permanecer oculta, es decir, nadie debía saber que usted ha salido

de la cárcel – le explicaba – y sin embargo lo primero que hace al salir, es enviar unos informes

clasificados a Werty´s Security que evidencian su situación.

M: Pensé que era lo mejor – dijo con calma – esos documentos son de Werty´s Security y pensé que los

necesitarían.

J: Ambos sabemos por qué lo ha hecho – contestó – así que deje de hacerse la tonta…

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M: Escuche…

J: No – la cortó – escuche usted: Ha salido de la cárcel porque hizo un trato con nosotros, si no cumple

las órdenes, volverá a estar entre rejas. Le pedimos que esperara a recibir instrucciones, que no hiciera

nada y sin embargo lo primero que hace es actuar por su cuenta – siguió, Maca intentó hablar pero

Javier no la dejó – estoy hablando yo – le dijo y Maca asintió – es cierto que esos documentos eran

necesarios para Werty´s Security pero lo que tenía que haber hecho era facilitárnoslo a nosotros y nos

haríamos cargo de ellos, no actuar por su cuenta y que todo el mundo supiera que está fuera.

M: No creo que todo el mundo sepa que estoy fuera…

J: Las interesadas sí – contestó – y sobre todo Esther García – la dijo hablando ya claramente de ella –

lo ha complicado todo, Macarena, teníamos previsto que trabajara para Werty´s Security pero ahora

mismo Esther no quiere saber nada de usted, estábamos intentando hacer un trato con su empresa pero

lo ha complicado demasiado.

M: Ya… - fue lo único que dijo, porque con esas palabras Javier le había contestado a todas las

preguntas que se había estado haciendo desde que enviara esos documentos, Esther no quería saber

nada de ella.

J: Mire – dijo bajando el tono al ver su rostro desencajado – yo la entiendo, ¿vale? Entiendo lo que

siente y lo que ha intentado – continuó para sorpresa de Maca – pero debe entender la situación… aún

no es el momento de trabajar con Esther… no funcionaría, ella está demasiado cerrada en banda y no lo

permitiría… solo denos un poco de tiempo… y por favor… no haga más tonterías.

M: Comprendo – contestó con el mismo tono anterior.

J: Hágame caso… - dijo acercándose a ella y poniendo la mano en su hombro – aún no es el momento,

pero le aseguro que llegará…

M: Sí… supongo – bajó la mirada – es solo que yo… quería… ayudarla… solo eso…

J: ¿Quiere ayudarla? – preguntó, Maca asintió – entonces haga lo que le digo… espere un poco, solo un

poco, le aseguro que llegará el momento en el que volverá a verla…

M: Lo siento – se disculpó.

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J: Bien… - aceptó sus disculpas – ahora escúcheme, porque tengo trabajo para usted – dijo sentándose

en el sofá, invitando a Maca a hacerlo para comenzar a contarle lo que debía hacer.

El trabajo era realmente sencillo, o al menos eso parecía al principio. Por lo visto, alguien quería robar

un cuadro valorado en 900.000 euros y aunque tenían un sospechoso no habían obtenido las pruebas

suficientes para arrestarlo. Llevaban tras él demasiados años, se les había escapado durante más de dos

décadas. El hombre, por lo visto, había dejado de actuar y ahora, parecía que volvía a las andadas.

Sabían que estaba en el país y sabían dónde vivía.

De primeras era un ciudadano más, un hombre tranquilo, solitario y amable con los vecinos, alguien que

nunca nadie sospecharía de lo que hacía; no vivía con nadie y no tenía, lo que serían amigos de verdad.

De primeras, era alguien que no levantaría sospechas por nada. Sin embargo, el gobierno llevaba tras su

pista demasiado tiempo y necesitaban que ella, gracias a su talento, entrara en su casa, buscara algún

tipo de prueba y les diera la oportunidad de detenerlo de una buena vez. No es que fueran las formas

más ortodoxas pero habían llegado a un punto en el que no encontraban nada mejor.

Así que ahí estaba, en aquella casa a las afueras, no demasiado ostentosa pero tampoco podía ser

calificada de lo contrario. Dos pisos y lo que supuso ser una buhardilla, según pudo diferenciar por la

fachada, un hermoso jardín con un balancín en el porche y una mesita junto a una barbacoa adornaban

la entrada principal. En la parte trasera, según había podido saber días antes, una pequeña piscina y un

par de hamacas para el verano.

No era tan difícil, de hecho, le parecía hasta un juego de niños tener que entrar en esa casa. La entrada

no parecía estar vigilada y las medidas de seguridad, a su juicio, eran bastante escasas. Bajó de la moto

y se aproximó con cautela. Saltó la pequeña verja que separaba la calle del jardín y una vez dentro se

cercioró de que el dueño de la casa no estuviera allí, aunque ella, ya sabía que no estaría.

Forzar una cerradura como aquella era simple y rápido, en cualquier otro momento le habría parecido

una trampa debido a la facilidad con la que estaba haciendo todo aquello, pero era cosa del gobierno y…

si el gobierno no lo había logrado, suponía que aquel tío era más escurridizo y más listo de lo que

parecía.

Realmente, si lo pensaba, su jugada era bastante buena. Nadie que robara, que tuviera cosas que

ocultar u objetos demasiado valiosos en su casa dejaría tanta libertad a los “ladrones” para entrar y esa

era la clave, cuanta menos seguridad, más disimulaba, cuanto más se pareciera su casa al resto, sin

cámaras, sin cerraduras complicadas… menos creería nadie que allí vivía un ladrón…

La puerta se abrió con tranquilidad. Entró y cerró, buscó el sistema de alarma pero no halló nada, no,

aquella casa carecía de sistema de seguridad, ni tan siquiera una alarma salvaguardaba lo que había en

su interior.

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El hall se presentó ante ella como si le estuviera saludando. Era muy elegante, los objetos eran

exquisitos y todo estaba pulcramente limpio y ordenado. Recordando mentalmente los planos de la casa,

anduvo hacia el frente, adentrándose en un pasillo que dejaba a la derecha al salón. Tres puertas

cerradas franqueaban el pasillo central de la casa, ella se dirigió directamente a la última, donde sabía,

que tras un cuadro se hallaba la caja fuerte donde, seguramente, aquel tipo guardaba todo lo que

necesitaba.

Entró con cuidado y sin hacer ningún tipo de ruido. Cerró tras de sí y al darse la vuelta se encontró con

lo que andaba buscando. Una pequeña biblioteca. A la derecha, varias estanterías llenas de libros, de

acción, policíacos sobre todos y algunas guías de viaje. A la izquierda un pequeño sofá de cuero marrón,

junto a una mesita en la que una lámpara debía ofrecer la luz suficiente para leer sin problemas. Un

pequeño mini-bar pegado a la pared con varias botellas y un par de vasos junto a una cubitera.

Finalmente, en el centro de la estancia, una majestuosa mesa de madera de caoba, tras ella,

presidiendo toda aquella estancia, un cuadro: “El Complejo Mundo”.

Quedó impactada al ver aquella pintura en la pared. Debía ser una copia, sí, claro que debía serlo. Se

acercó sigilosamente, casi temblando, aquello no podía ser real… Y sin embargo, lo era, sabía lo

suficiente sobre arte como para poder diferenciar una copia de un original y aquella obra de arte, era el

original. El trazado, el uso de los colores, la pequeña firma del autor en la esquina inferior derecha así

como el levísimo pero evidente deterioro del tapiz le hacían saber que era el original… y eso, no era

nada bueno.

- No crea que soy tan estúpido como para tener ese cuadro colgado ahí siempre – dijo una voz tras ella,

sorprendiéndola y dejándola helada – solo quería que usted supiera quién soy.

Lentamente, y sin poder creer lo que oía, Maca se dio la vuelta para encararlo. No sabía qué era lo que

había fallado, había estudiado a ese tío, sabía su horario, su rutina y ese día no tenía que estar en casa,

no… no debía estar ahí…

- Así que es cierto que la Reina Roja se ha pasado al lado bueno de la ley… - dijo mientras se abrochaba

los nudillos, vestido de manera elegante, con un traje de chaqueta y corbata… tal y como lo recordaba –

Encantado de volver a verla… aunque sea en estas circunstancias… - le hizo un gesto amable invitándola

a sentarse, Maca no se movió - Supongo que no hará falta que me presente… dado nuestros tratos

laborales en el pasado - continuó diciendo mientras se servía una copa – Aunque sinceramente no me

refiero a eso – la encaró de nuevo – más bien me refiero a que creo que ya tiene una ligera sospecha de

quién soy yo realmente… ¿Me equivoco? – terminó preguntando, ante la absolutamente sorprendida

mirada de Maca, que no se podía creer a quién tenía delante.

En casa, sentada frente al ordenador, repasaba una vez más todos los documentos que había recibido.

Con una cerveza en la mano y vestida de manera cómoda, con el semblante serio y pensando en que

Maca estaba en la calle. Desde que llegara aquel paquete a la oficina no había salido de casa a penas

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para nada. Tan solo para lo más necesario, comprar algo que comer, pero para nada más, tenía la

sensación de que si salía se encontraría con ella y era lo último que quería en esos momentos.

Y precisamente por eso, por su encierro “voluntario” su relación con Clara se había quedado en

suspenso. Tan solo habían hablado una vez en esos días, cuando fue la misma Esther quien la llamó

para anular la cita que tenían. Tras eso, no había contestado a sus llamadas. Sabía que estaba actuando

mal, que se estaba portando mal con ella, pero en esos instantes no tenía ni fuerzas, ni ganas de hablar

con nadie y sobre todo, le daba pánico volver a involucrarse sentimentalmente con alguien.

El timbre de la puerta sonó haciéndole saber que tenía visita. Miró el reloj, no esperaba a nadie y no

quería ver a nadie, aun así, se levantó y con sigilo, intentando no hacer ruido alguno miró por la mirilla,

suspiró, cerró los ojos y negó con la cabeza. Quiso disimular su presencia, no moverse ni hacer un ruido

para que pensara que no había nadie en casa…

Cl: Sé que estás ahí, Esther – pronunció con un tono de voz algo triste.

Y no pudo hacer más que abrir la puerta, inspiró antes de hacerlo y fingió la mejor de sus sonrisas, sin

embargo, ésta se borró al ver el rostro serio de Clara frente a ella.

Cl: ¿Puedo pasar? – preguntó cruzándose de brazos. Esther asintió con la cabeza, abrió la puerta del

todo y le dio paso – gracias – dijo entrando hasta el salón.

E: Hola – saludó algo avergonzada por su forma de comportarse - ¿qué tal estás?

Cl: Bien, gracias por tu interés – contestó y Esther supo que estaba bastante cabreada - ¿Y tú? Mucho

trabajo, supongo…

E: Sí… bastante – contestó cerrando el ordenador.

Cl: Ya… tanto como para ni tan siquiera poder llamarme – recriminó.

E: Ya… lo siento, Clara – se disculpó – he estado muy liada y…

Cl: Mira, Esther – la cortó – entiendo que puedas tener muchíiisimo trabajo, que no podamos vernos

como a mí me gustaría, pero al menos una llamada… un mensaje o algo hubiera estado bien – afirmó –

al menos para saber que sigues ahí y que esto que comenzamos a tener tiene algún tipo de futuro – se

cruzó de brazos.

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E: Clara… lo siento – se volvió a disculpar – tienes razón… pero… últimamente estoy pasando por un mal

momento y… no quería pagarlo contigo…

Cl: Ya… - bajó la mirada.

E: Perdóname – se acercó – sé que no he actuado demasiado bien… pero… prometo compensarte ¿vale?

– afirmó – se me pasará y…

Cl: Esther, no es cuestión de que se te pase o no – la cortó – es solo que… si vamos a intentar estar

juntas deberías apoyarte en mí… no encerrarte en casa y olvidarte del mundo de esta manera… - Hizo

que Esther la mirara - se supone que debemos confiar la una en la otra y apoyarnos…

E: Clara…

Cl: No, Esther – la cortó, porque su tono de voz no le daba muchas esperanzas – dime una cosa… ¿yo te

gusto? – preguntó - ¿Te gusto, Esther? – repitió con algo de ansiedad.

E: Sí… - contestó tras una breve pausa – claro que me gustas…

Cl: ¿Quieres que sigamos con esto? – siguió preguntando, porque necesitaba saber a qué se enfrentaba

- ¿Quieres que lo intentemos? – continuó – porque si no es así, solo tienes que decirlo y no pasa nada…

pero yo necesito saber qué tenemos o que podremos tener…

E: ¿Sabes? Yo no… no estoy segura de nada ahora mismo – contestó alejándose un poco de ella – no

quiero hacerte daño, no quiero que te crees demasiadas expectativas porque no sé qué pasará mañana

o pasado… y… yo lo he pasado muy mal con una relación anterior… y no quiero volver a sufrir…

Cl: Pero yo no soy ella – volvió a acercarse – no soy ella y no voy a hacerte daño… me gustas mucho,

Esther – declaró posando las manos en sus caderas – quiero que esto salga bien y… necesito saber que

tú también quieres esto… así que dime ¿quieres estar conmigo o no? – terminó de pronunciar.

Esther la miró, estaba realmente asustada, no sabía muy bien qué decirle… ni tan siquiera sabía lo que

sentía… la presencia de Maca en su vida aunque fuera de manera ausente, con ese envío, haciéndole

saber que estaba cerca la había dejado demasiado confundida, había removido demasiadas cosas, cosas

que necesitaba olvidar… que necesitaba dejar atrás para siempre… Y Clara estaba ahí, ofreciéndole su

apoyo, su amistad… su amor… mostrándose ante ella, dejando que viera parte de sus sentimientos… y

se sintió algo más reconfortada, se sintió un poco más tranquila… quizás sí merecía la pena intentarlo…

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E: Sí… - contestó en un susurro, y vio la sonrisa iluminada en el rostro de Clara – quiero estar contigo…

Cl: ¡Gracias a Dios! – soltó abrazándola y dejando salir todo el aire de sus pulmones que había estado

reteniendo por miedo a una respuesta negativa.

Maca miraba a aquel hombre, sabiendo quién era, teniendo claro a quién tenía delante y sin poder

creerlo, ¿qué hacía allí? ¿Por qué aparecer ahora? No tenía ni idea de cómo enfrentarse a eso ahora,

justo ahora, cuando las cosas ya por sí solas estaban mal y suponía que aquella presencia haría que

todo se pusiera un poco peor…

M: Eres el padre de Esther – fue capaz de decir sin dejar de mirarlo – Antonio García…

A: Veo que no me equivoqué cuando supe que me reconocerías – afirmó con tranquilidad.

M: ¿Qué coño hace aquí? – soltó irguiéndose en su posición - ¿a qué ha venido?

A: Me interesa saber cómo está mi hija… - decía con calma.

M: ¿Usted cree que yo soy imbécil? – preguntó – desaparece de su vida durante años y ¿ahora dice que

quiere saber cómo está? ¿Después de hacerle tanto daño siendo niña? ¿Después de usarla y

abandonarla? – no podía creer esa actitud que tenía.

A: Te voy a decir una cosa – dijo acercándose al mueble-bar para servirse una copa – ni los buenos, son

tan buenos; ni lo malos, somos tan malos… eso tú precisamente deberías saberlo después de todo lo

que ha pasado – continuó diciendo tomando su copa y mirándola.

M: Deje los juegos de palabras para otro – contestó – sé lo que pasó, ella misma me lo contó…

A: No me cabe duda de que lo hizo – dio un trago – pero solo te contó lo que ella sabe, y esa no es la

realidad…

M: ¿Me va a decir ahora que no la usó para robar precisamente ese cuadro?- lo señaló - ¿Qué no la

abandonó cuando se vio acorralado? ¿Me va a decir que dejó a una niña sin padre por su beneficio? ¿De

verdad cree que me lo voy a creer?

A: ¿Quieres saber lo que pasó de verdad? – le preguntó – bien, pues escucha… sí, la utilicé para robar

ese cuadro, en eso tienes razón, cometí el error de involucrar a una niña pequeña en un robo… pero no

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me fui porque quise… yo las quería, adoraba a mi hija, jamás la hubiera abandonado – dijo con

convicción en sus palabras.

M: Ya… y yo me lo tengo que creer…

A: Como ya te he dicho – siguió ignorando sus comentarios – los buenos no siempre son tan buenos… y

Miguel no era tan profesional ni tan recto en esa época – soltó.

M: ¿Qué tiene que ver Miguel en todo esto? – preguntó confusa.

A: Mucho… claro que tiene que ver… - bebió un nuevo trago y su rostro pareció tornarse algo triste –

Como ya te han contado, Miguel era el policía que llevaba el caso… y se enamoró de mi mujer… Es cierto

que estábamos divorciados, pero íbamos a reconciliarnos… días antes de ese robo habíamos tenido un

encuentro… Encarna aún me amaba… me quería muchísimo y yo a ella y habíamos decidido volver a

intentarlo - volvió a beber – Miguel, tenía pruebas para meterme en la cárcel, de hecho me tenía… pero

sabía que si yo seguía en sus vidas, aunque fuera en una cárcel él no lograría estar con Encarna… - Maca

lo escuchaba con una mezcla de sorpresa e incomprensión – tuvimos una reunión… era el momento

perfecto para que me detuviera, para mandarme a prisión durante unos añitos… y no lo hizo…

M: ¿Por qué no lo hizo? – preguntó cuando Antonio hizo una pausa.

A: Porque no le convenía – afirmó – como ya te he dicho, él sabía que pese a estar en la cárcel yo

seguiría en sus vidas… Encarna me quería, mi hija me adoraba – su voz sonaba más triste al pronunciar

esas palabras – y él sabía que mientras yo siguiera de alguna manera en sus vidas, no tenía nada que

hacer… así que… me propuso un trato… - una nueva pausa, en ese momento Maca no dijo nada – con

todo aquello del robo, tenía las pruebas suficientes, no solo para demostrar mi culpabilidad, sino para

hacer que los servicios sociales demostraran que el núcleo familiar de mi hija no era para nada estable y

arrebatarle la custodia a Encarna, llevar a Esther a un centro y darla en adopción… aquello habría sido

terrible para mi mujer – y con el ultimo término usado le tembló la voz – yo sabía que la destrozaría… si

la separaban de su hija, la destruirían… él también lo sabía y se aprovechó de ello.

M: Necesito una copa – dijo levantándose y acercándose al mueble-bar, porque con aquellas palabras

había intuido lo que pasó y aquella historia distaba mucho de la que Miguel contaba.

A: Miguel también sabía mover bien sus cartas, y su apuesta era mi familia… así que usó todo su poder

para hacerme desaparecer… el me conocía, había estado estudiándome mucho tiempo, llevaba años tras

mi pista… sabía que a pesar de lo que pudiera parecer, mi familia era lo más importante para mí –

continuaba Antonio con su historia – y atacó por ahí… yo solo tenía dos opciones… permanecer allí, ir a

la cárcel y salir en algunos años por buena conducta… y destrozar más a mi familia… con Esther en

alguna familia desconocida y mi mujer, sumida en una depresión al perder a su hija… - Maca lo miró y lo

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vio con la mirada perdida en la nada – O largarme… marcharme lejos, dejarlas y no volver jamás… -

volvió a mirar a Maca – me puso ante mí un pasaporte, un billete de avión y todas las pruebas que había

contra mí en el caso… me prometió que se encargaría de que mi familia permaneciera junta… que nunca

permitiría que separaran a Encarna de Esther…

M: Y aceptó – afirmó dándole ella un trago a su copa.

A: Acepte – confirmó – porque prefería desaparecer yo, a hacerlas pasar por eso…

M: Pudo haberlo denunciado – siguió ella – estaba usando su superioridad para coaccionarlo, pudo

haberlo denunciado…

A: ¿Y quién ganaría? ¿A quién iban a creer? ¿A un refutado e intachable comisario de policía con un

montón de pruebas o a un ladrón de arte sin pruebas de lo que estaba diciendo? – preguntó – ambos

sabemos cómo funciona la justicia… nadie iba a creerme y yo destruiría más a mi familia…

M: ¿Y por qué no luchó? ¿Por qué no volvió por ellas? – quiso saber.

A: Lo intenté – afirmó – intenté recuperar a mi hija… pero ella ya tenía un concepto de mí demasiado

malo… me odia… y con razón. Sabes que me odia… y también sabes cómo se cierra en sí misma cuando

algo le hace daño – continuó diciendo, ahora fue Maca quien bajó la cabeza.

M: ¿Por qué ha vuelto ahora? – quiso saber.

A: Por ella – contestó – por mi hija… sé lo que pasó, sé todo lo que ha ocurrido y sé cuál fue tu papel en

esto… - afirmó – solo quería saber que estaba bien… necesito saber que está bien… quiero a mi hija –

decía con algo de dolor en sus palabras – quiero ayudarla…

M: Dudo mucho que ella quiera aceptar su ayuda – contestó.

A: Lo sé – afirmó él – por eso estás tú aquí…

M: ¿Yo? – se sorprendió – si espera que yo pueda ayudarle… entonces es que no sabe nada de lo que

pasa… su hija me odia… no quiere saber nada de mí…

A: ¿Estás segura de eso? – preguntó – dime, ¿estás total y absolutamente segura de que Esther no

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siente nada por ti? ¿Qué todo lo que habéis vivido, que todo lo que os habéis amado se ha borrado de su

corazón? ¿Realmente estás convencida de que no existe ni un mínimo de esperanza al que agarrarse

para luchar?

M: Después de todo lo que ha pasado… de todo lo que ha sufrido, no hay nada que yo pueda hacer para

volver con ella – dijo dejándole claro que había aceptado el hecho de que jamás volvería a estar con

Esther.

A: déjame que te de un consejo – se acercó a ella – nunca, jamás, por muy mal que estén las cosas,

dejes de luchar… yo lo hice, y me perdí toda su vida, perdí la oportunidad de estar a su lado, de verla

crecer, de hacerla feliz… la cuestión es… ¿Estás dispuesta a hacer lo mismo, a tirar la toalla y perderla, a

perderte la posibilidad, por muy descabellada que sea, de hacerla feliz?

M: Ni siquiera va a permitir que me acerque a ella – dijo bajando la mirada.

A: Yo puedo encargarme de eso – contestó haciendo que Maca lo mirara con sorpresa – no eres la única

que se ha pasado “al lado bueno de la ley” – sonrió de lado, y Macarena no podía creer lo que escuchaba

– Verás… desde hace algún tiempo, estoy colaborando con el FBI americano… - decía orgulloso de sí

mismo – y ellos han estudiado muy bien Werty´s Security… quieren firmar con Esther un contrato y que

su empresa se haga cargo de la seguridad de muchos de sus edificios oficiales… pero para ello, el

sistema de seguridad debe ser impenetrable… ahí entras tú…

M: No termino de entender nada – contestó - No comprendo cómo trabajando con el FBI, si es que es

cierto, me contrató para que robara ese cuadro …

A: Ese cuadro, tiene mucho de sentimental para mí, fue lo último que hice con mi hija… y nadie debe

saber, jamás, que yo te contraté – contestó – pero sigamos con lo que hablábamos… - continuó

volviendo a la conversación inicial - Cruz Gándara te contrató para que colaboraras con el gobierno… una

de esas colaboraciones es trabajar en la empresa de Esther, buscar sus puntos flacos y que ella pueda

mejorar sus sistema de seguridad… están esperando el momento indicado para que comiences a trabajar

allí y yo te lo voy a servir en bandeja…

M: ¿Por qué? – preguntó - ¿Por qué quiere ayudarme? – quiso saber, sin poder creer todo aquello.

A: No quiero ayudarte a ti – contestó – quiero ayudar a mi hija… ese contrato sería muy bueno para su

empresa… la pregunta es… ¿quieres ayudarla tú? – terminó de decir dándole el último trago a su copa.

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Dos días después de aquel encuentro con Antonio, Javier le explicó todo, por lo visto, fue el mismo

Antonio quien había pedido esa “reunión” con ella y, según le dijo Sotomayor, habían montado aquella

“pantomima” porque García tenía cierta melancolía por sus días de ladrón y además, le había parecido

divertido. El gobierno había aceptado a regañadientes ya que deseaban que el contrato con el FBI se

llevara a cabo, no solo significaba un salto para la empresa de Esther sino que se estrecharían aún más

las relaciones entre España y los EEUU. A ella le pareció una sandez toda aquella simulación, aun así, no

dijo nada…

La propuesta llegó a Werty´s Secúrity con asombro y alegría, Esther no podía creer lo que le proponían

y le parecía que aquello podría ser hasta una broma. No fue hasta que Javier Sotomayor la llamó para

certificarle la veracidad de aquella oferta que no se lo terminó de creer. Claudia no podía estar más

contenta, aquello era un grandísimo paso para la empresa y junto con Esther decidieron celebrarlo una

vez firmaron el contrato con una buena cena a lo que su jefa aceptó con gusto.

Ese día tenía una comida con Sotomayor, habían quedado a las dos y media, eran cerca de las dos y

veinte y aún estaba en el despacho. La verdad era que no tenía ganas de ir a la dichosa comida, Javier

le había dicho que quería presentarle al nuevo miembro del equipo, alguien que necesitaba conocer,

alguien con que debía trabajar en la empresa y que además, debía hacerlo directamente con ella, por

eso se estaban saltando el protocolo de privacidad de su identidad…

No le gustaba nada eso, no le gustaba que el gobierno impusiera a su gente en su empresa, no le

gustaba que revelaran su identidad a alguien de esa manera, no, aquello no le gustaba un pelo, pero

tampoco podía negarse, una de las clausulas del contrato que tenía firmado con el gobierno, le daba

cierta libertad para este tipo de casos… así que no le quedaba otra que guardarse sus protestas e ir a la

dichosa comida… aunque algo le decía que no le iba a gustar nada lo que iba a ver…

C: ¿Aún estás ahí? – preguntó cuando Esther descolgó el teléfono del despacho – sabes que tienes

menos de diez minutos para llevar, ¿verdad?

E: Lo sé – y su voz denotaba agobio y algo de nerviosismo.

C: ¿Qué te pasa, Esther? – quiso saber al notarla de aquella manera.

E: Nada… es solo que… no sé, se me han venido a la cabeza algunas cosas y como lo que me estoy

imaginando sea cierto, te aseguro que no me va a gustar – afirmó.

C: ¿A qué te refieres? – preguntó sin tener ni idea de lo que estaba hablando.

E: Nada, tonterías mías – contestó – y te dejo, tengo que ir a la comida de marras…

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Diciendo esto, recogió todo y con pocas ganas salió del despacho en dirección a aquel restaurante que

Javier le había indicado. Por el camino en coche, se sintió inquieta, algo le decía que sabía a quién le

iban a presentar y no estaba para nada preparada y mucho menos calmada… tenía la sensación de que

aquella comida iba a ser demasiado para ella, sin embargo, no podía negarse… no, no podía.

Dejó que el aparcacoches se llevara su vehículo y quedó mirando la majestuosa puerta de aquel

restaurante, habían elegido uno de los mejores de la ciudad, aquello le extrañaba aún más;

normalmente, las reuniones con los chicos de las altas esferas eran en sitios privados y sin nadie que

pudiera relacionarlos, sin embargo desde que pasara todo aquello algo había cambiado.

E: Espero que no seas tú – murmuró para sí misma respirando con profundidad y entrando en el

restaurante.

En la recepción le indicaron cual era su mesa, la chica señaló a los comensales que ya se encontraban

esperando y todo su mundo dio un vuelco al reconocer su silueta, no se había equivocado… era ella…

estaba allí, junto a Sotomayor, esperándola y sentía que le temblaban las piernas, que se le hacía un

nudo en la garganta y mil imágenes pasaron por su mente en una fracción de segundo.

Estuvo tentada a marcharse, no podía enfrentarse a ella, no quería enfrentarse a ella, no estaba

preparada para sentarse frente a ella y hacer como si no hubiera pasado nada, no claro que no podía, la

odiaba con todas sus fuerzas, no podía pretender ser cordial con la persona que más daño le había

hecho en toda su vida.

Pero tampoco podía marcharse, tenía un contrato, un trabajo que hacer y sabía, que si se marchaba,

tendría problemas que no servirían para nada, pues, al final, el gobierno se encargaría de salirse con la

suya de una manera u otra. Tomó aire, intentó ponerse una careta, una coraza en la que nada pudiera

dañarla, elevó al cabeza queriendo sentirse superior y sintiéndose terriblemente pequeña y comenzó a

andar hacia la mesa.

Maca estaba absolutamente nerviosa, desde que se enterara de aquella comida no había podido

relajarse ni un segundo, saber que la vería, que se sentaría con ella en la misma mesa, que estarían

cerca nuevamente no la había dejado dormir desde que Javier le comunicara aquella cita… La esperaba

con ansia, deseando verla, deseando saber que estaba bien, y sus nervios aumentaban al ver que

llegaba la hora en la que Esther aparecería ente ella…

E: Buenas tardes – escuchó que decía y su corazón, su mundo entero se paró al volver a oír su voz… era

tanto lo que la amaba… tanto… que no supo hacer más que levantar la vista para verla, Esther en

cambio no la miró – Javier, encantada de verte – dijo ignorando la presencia de Maca…

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J: Hola Esther – contestó mirando de reojo a la Reina Roja que no apartaba la mirada de la empresaria –

gracias por venir…

E: No me quedaba otra opción, supongo – afirmó – aunque sí que me extraña que me hayas citado en

este restaurante… pensé que la reunión sería en algún lugar donde solo estuviéramos nosotros – en

ningún momento la miró, porque no se permitía hacerlo y aun así, podía sentir con absoluta claridad la

mirada de Maca en ella, disimuló el temblor que sintió y se sentó lo más alejada que pudo de ella.

J: Realmente la idea fue de… Maca – la señaló – pensó que de este modo no sería todo tan sospechoso…

de hecho, se ha ofrecido ella a pagar la comida… - dijo creyendo que así podría ayudarla.

E: Ah, vaya… que amable… - dijo irónica – ten cuidado no vaya a ser que le robe la cartera a ese

hombre de atrás y nos joda toda la reunión – dijo con desprecio mirándola por primera vez, Maca sintió

que, si las miradas pudieran matar, ella ya habría caído fulminada – bien, cuéntame – siguió

ignorándola, Macarena no se atrevía a abrir la boca - ¿De qué se trata todo esto?

J: Bien – comenzó a decir – como sabrás el FBI está interesado en tu empresa – Esther asintió – vale,

pues ellos quieren que tu sistema de seguridad sea impenetrable y eso supondría sofisticar más todo el

software y aumentar la vigilancia.

E: Ya… - lo miró – supongo que le habrás dicho que el sistema es uno de los mejores que hay en el

mundo.

J: Así es – contestó – pero quieren que sea el mejor – continuó – y nosotros también lo queremos…

E: Al igual que yo – contestó de nuevo mirando la carta – pero todo esto podrías haberlo hablado

conmigo sin que tuviéramos que venir aquí, y sin compañía, por supuesto – Maca volvió a sentir su

desprecio.

J: El caso es que creemos, que sería bueno que Macarena trabajara contigo…

E: ¿Yo trabajar con la Reina Roja? Ni de coña – terminó de decir, Maca bajó la mirada sin saber dónde

meterse.

El camarero llegó dándoles una pausa a su conversación. Todos miraban la carta, especialmente Esther

que parecía no saber demasiado bien qué pedir.

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- ¿Han decidido ya? – preguntó con amabilidad.

E: Sí… pero tengo una pregunta – le dijo ante la atenta mirada de sus compañeros de mesa - ¿Me puede

decir cuál es el plato más caro de la carta? – quiso saber sin inmutarse ni un segundo.

- Eh… sí, solomillo de buey en salsa… nosequé – le dijo algo parado.

E: ¿Y el precio? – quiso saber.

- 35,90 € - contestó.

E: Bien, pues a mí me trae ese plato – el camarero apuntó – y tráigame también una botella de vino, un

Chateau Petrus cosecha del 94 – le medio sonrió y dejó la carta a un lado.

- Esto… señora – llamó su atención - ¿sabe que ese vino cuesta 1500 euros? Es el más caro que

tenemos en el restaurante – la advirtió, porque pensó que tal vez se había equivocado en el precio.

E: Sí, sí, lo sé. Pero paga ella – contestó sonriendo a Javier y señalándola como si ni tan siquiera la

conociera – Así que gracias por advertirme pero quiero ese… - se volvió a Sotomayor - ¿tú que vas a

pedir?

J: Pues… - miró a Maca de reojo, alucinado por lo que había pedido Esther – una ensalada simple – dijo

pues no sería él quien incrementara la cuenta…

M: Yo lo mismo que él – habló por primera vez, con una voz apagada y triste, Esther tuvo que hacer un

esfuerzo por no reaccionar ante su voz.

E: Bien, Javier, ¿qué me decías? – quiso continuar con la conversación.

J: Esto… - aún flipado por su actitud – ah sí… Esther, Maca podría ser buena para tu empresa, podría

decirte qué falla y qué está bien… de ese modo tú podrías reforzar todo tu sistema de seguridad... de lo

que se trataría es de que ella entraría en lugares en los que tú te encargas de la seguridad e intentaría

salvar con éxito todos tus controles, de ese modo, tú sabrías donde tienes que trabajar…

E: ¿Me estás hablando en serio? – preguntó alucinada - ¿quieres decirme que tengo que dejar que esta…

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señorita… - y Maca volvió a recibir otro desprecio – entre en mi sistema de seguridad, dejar que lo

hackee y darle la oportunidad que robe lo que le dé la santa gana? – terminó de preguntar.

M: No tengo intención de robar nada – habló de nuevo.

E: Es absurdo Javier – la ignoró.

J: No lo es – contestó él con seguridad – y si lo pensaras un poco te darías cuenta que sería muy bueno

para ti… entiendo que no quieras verla, entiendo que no la quieras cerca, pero debes entender que aquí

todos buscamos lo mismo – seguía diciendo – y vas a tener que colaborar… - terminó de decir dejándole

claro que no había más opciones.

- Aquí tienen el vino – dijo el camarero trayendo la carísima botella y sirviendo a Esther.

E: Gracias, muy amable – sin esperar a que se marchara le dio un sorbo, mientras otro camarero le

servía su plato – vaya… había olvidado que no me gusta nada el vino – dijo con todo el descaro del

mundo.

- Pero… - el camarero estaba alucinado – señora… la botella ya está abierta…

E: No se preocupe – contestó – la vamos a pagar… de hecho, ahora que lo pienso creo que sé

exactamente qué hacer con ella – afirmó, miró a Javier – supongo que no puedo negarme, muchas

opciones no me estás dando – le decía – eso sí, no voy a ponerlo nada fácil – por primera vez en todo el

tiempo miró directamente a Maca – no te quiero en mi vida, no te quiero cerca de mí – le dijo con rabia

– aun así, no me queda más remedio que aguantarte – seguía diciendo mientras se levantaba, el

camarero no sabía donde meterse, Javier adivinaba sus intenciones – pero quiero que te quede muy

claro, Macarena, que esto no significa nada, no vamos a ser amigas, ni nada de lo que puedas

imaginarte… - se acercó – y por si no te ha quedado claro…

Sin terminar la frase volcó la botella de vino sobre Maca que se quedó petrificada, todo el mundo la

miraba, a ella le daba exactamente igual, el camarero emitió un gritito, Javier se echó a un lado y ella

vertió todo el contenido sobre una Maca que cerró los ojos más hundida de lo que ya de por sí estaba.

E: Que disfrutéis de la comida – dejó la botella ya vacía, sobre la mesa y salió del local, con la

respiración acelerada y un enorme temblor en las piernas - ¡Dios! – exclamó con un nudo en la garganta

al salir del local…

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Sentada en el sofá de casa, con las piernas encogidas se limpiaba el rastro de lágrimas que hacía rato

habían comenzado a brotar de sus ojos. Aquella comida había sido devastadora, sabía que no podría con

aquella comida, que por mucho que lo intentara, por mucho que disimulara causaría en ella un nuevo

dolor y así había sido…

Lo había intentado, se había mostrado distante, fría, la había ignorado, ¡Por dios! ¡Había volcado sobre

ella una botella completa de 1500 euros! Y no, obviamente no se sentía mejor… muy por el contrario

sentía que todo dejaba de tener sentido, que nada valía la pena… de nuevo el miedo, el rencor, el dolor,

la mentira y el sufrimiento que le había hecho sentir, de nuevo aquella pesadilla que había vivido se

había vuelto a materializar en su mente nada más verla… se había sentido de nuevo vulnerable, se había

transportado a esos días en los que había estado encerrada y su cuerpo entero temblaba aterrado…

El timbre de la puerta sonó, se movió lentamente, se limpió un poco la cara y abrió sin mirar, esperando

que fuera quien esperaba…

Cl: ¿Estás bien? – preguntó entrando en su casa preocupada - ¿Qué ha pasado, Esther? ¿Por qué me has

llamado de esa manera?

E: Estoy bien – contestó mintiendo, porque no quería involucrarla en todo aquello, porque quizás,

llamarla del modo en que la había llamado no había sido lo correcto, pero necesitaba verla, estar con

ella, sentir que alguien la protegía… no, no debía mentirse, la había llamado porque necesitaba quitarse

esa sensación que tenía desde que viera a Maca – ven aquí – dijo cogiéndola por las caderas y besando

sus labios.

Clara se quedó a cuadros, no entendía nada, Esther la había llamado nerviosa, parecía que angustiada y

en algún momento de la conversación habría jurado que lloraba y ahora la recibía de esa manera,

besándola de manera pasional y deseosa, casi sin dejarla respirar…

Cl: Esther… Esther – intentaba parar mientras andaban hacia el salón – espera – le pidió - ¿qué pasa? –

quiso saber.

E: No pasa nada – contestó intentando volver a besarla.

Cl: No, espera – se apartó – espera…

E: ¿Qué pasa? – fue ella la que preguntó - ¿no quieres?

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Cl: Claro que quiero – afirmó pues realmente, la deseaba desde el mismo día que la conoció – la

pregunta es si quieres tú – continuó – porque sé que algo te pasa y no sé si esto…

E: Esto es lo único que quiero en este momento – le dijo con convicción acercándose de nuevo a ella –

es lo único que deseo – mordió su cuello – es lo que más necesito – apretó sus nalgas y Clara cerró los

ojos…

Y se dejó llevar, porque era humana y la deseaba, así que dejó que Esther siguiera atacándola, que

siguiera excitándola y correspondió de la misma manera, logrando tumbarla sobre el sofá y perdiéndose

en ese fuego que ambas estaban liberando a base de caricias y besos llenos de pasión…

Salía de la ducha, el pelo aún le olía a vino tras tres lavados, la ropa estaba para ir directamente a la

basura, su tarjeta de crédito aún temblaba por lo que había costado la comida, y sin embargo, nada de

eso importaba. Su rostro, serio, herido y cansado no dejaba lugar a dudas de cómo se sentía…

humillada, derrotada, lastimada…

Había sido horrible, total y absolutamente horrible, verla y sentir su odio, verla y padecer su ignorancia,

verla y no poder tocarla… verla y recibir tanto desprecio había sido mucho más de lo que podía

soportar… y las lágrimas caían una a una, sin contemplaciones, sin obstáculos…

Se sentó en la cama, mientras intentaba secarse un poco el pelo, se miró al espejo que colgaba del

armario abierto y vio a una mujer que apenas reconoció. Con los ojos hinchados por el llanto y la mirada

más vacía que nunca, aquella mujer que se reflejaba no era ni la sombra de lo que ella había sido hacía

algún tiempo, y no sabía si podría aguantarlo, no se sentía con fuerzas de afrontar lo que vendría porque

simplemente, no podría mantenerse en pie sintiendo tanto odio por parte de la mujer que amaba…

Estaba claro que Esther no la perdonaría jamás, que ni tan siquiera escucharía lo que necesitaba decirle

y mucho menos se habría puesto a pensar en la manera en la que le salvó la vida. Estaba claro que

Esther había cerrado cualquier puerta por la que pudiera entrar de nuevo en su vida y sabía, que si lo

intentaba, si tan siquiera tenía el pensamiento de intentarlo, saldría más herida que antes… y la verdad

era, que simplemente, no tenía fuerzas para nada… tras lo ocurrido en la comida, había apagado el

ultimo rayito de esperanza que aún, en el fondo de su corazón, había mantenido encendido, pero ya no…

ya no… tal vez, es que no tenía derecho ni a intentarlo…

M: No vale la pena – dijo mirando su propio reflejo – no servirá de nada – una nueva lágrima salía de

sus ojos – tengo que aceptarlo… - siguió diciendo y definitivamente tiró la toalla, aceptando que, por

mucho que hiciera, por mucho que lo intentara, Esther nunca la perdonaría – se acabó – terminó de

decir, aceptándolo, asumiéndolo y dejando que las lágrimas nublaran su visión.

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UN MES DESPUÉS

Aparcó el coche a un par de manzanas. Encendió el portátil e introdujo un par de códigos, al instante en

su PDA un nuevo icono apareció haciéndole saber que ambos dispositivos estaban conectados. Alargó el

brazo hacia la parte de atrás y sacó de una bolsa unas gafas y una peluca, tras ponérsela se colocó una

gorra y salió del coche cerrándolo con el mando a distancia.

Cruzó la calle y comenzó a caminar tranquila y de manera pausada. Se mezcló entre los transeúntes y

miró el reloj, iba muy bien de tiempo. Llegó y con calma sonrió al chico de la puerta para entrar como

quien entra en cualquier lugar. Sin levantar sospechas, comenzó a andar por aquella exposición, miraba

aquellos instrumentos como si no fueran nada excepcional, siendo por el contrario, los instrumentos de

viento y cuerda más caros del planeta.

Una convención de música clásica había llevado a la ciudad una exposición donde se mostraban los

mejores y más lujosos instrumentos, así como, por supuesto, los más caros. Le impresionó una flauta

del siglo XVI que permanecía intacta, como si hubiera sido creada hacía tan solo unos años…

Miró a su alrededor, las cámaras de seguridad se movían vigilando a todo el mundo, a su izquierda, al

fondo de la sala la puerta que daba entrada a la sala estrella, la que contenía el instrumento que había

ido a buscar, un violín Stradivarius valorado en cerca de dos millones de euros, un instrumento del que

tan solo quedaban tres en todo el mundo… su objetivo…

Dio un par de vueltas más, cogió su PDA e hizo varias de fotos que se cargaron directamente en el

ordenador. Tecleó un nuevo código y pudo ver como una de las cámaras dejaba de funcionar. Volvió a

activarla para seguidamente acercarse con disimulo a la puerta de la gran sala que permanecería

cerrada hasta esa noche, ojeó el sistema de seguridad y tras memorizarlo todo, se alejó de ella para

acto seguido dirigirse a la puerta de salida para marcharse.

Desde su despacho, Esther daba órdenes a Claudia, había detectado que una de las cámaras se había

parado tan solo un instante y no necesitó más para saber qué le había pasado. Revisó cada video

grabado buscándola, encontrándola en un segundo, reconocería esa manera de andar en cualquier

parte. Ordenó que la detuvieran pero ya era tarde, ya no estaba allí. Cerró los ojos y bufó enfadada. La

habían dejado entrar como si no fuera nadie importante… y la habían dejado marchar com si nada.

E: ¡Me cago en la leche! – protestó dando un golpe sobre la mesa – te vas a enterar… - dijo con ganas

de matar a alguien.

Cogió el teléfono, si creía que se lo iba a poner tan fácil, no la conocía. Aumentó el control de seguridad

de la entrada, ordenó que el número de efectivos se doblara, quiso cerrar la exposición para instalar

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como mínimo cinco cámaras ocultas más y por supuesto, al menos dos hombre custodiarían la entrada a

la sala donde se encontraba el violín cada segundo que estuviera allí.

Eran las diez menos cinco de la noche. Miraba las pantallas sin apenas pestañear. Revisaba cada

cámara, cada lugar de la exposición, daba órdenes al ordenador para que analizara los rostros de cada

persona que entraba buscando coincidencias con la faz de Maca, ninguno daba positivo. Sabía que tenía

que estar allí, sabía que estaba jugando y tenía claro, que esta vez, no iba a permitir que llegara donde

quería… iba a demostrarle a todo el mundo que su sistema de seguridad era infranqueable, iba a

demostrárselo a ella e iba a joderle el trabajo, sí, eso es lo que iba a hacer.

E: ¿Novedades? – preguntó a Claudia, quien desde la sala de exposiciones vigilaba cada movimiento.

C: De momento nada – contestó - ¿Estás segura de que va a hacerlo? Es imposible que lo consiga.

E: Lo va a hacer… no va a desaprovechar la oportunidad y yo no pienso darle ninguna opción a que se lo

lleve… - dijo con dureza – estoy segura que todo esto del trabajo es una pantomima, va a robarlo,

Claudia… lo sé…

C: Dudo mucho que se juegue el cuello de esa manera, Esther – intentó, una vez más, por enésima vez

lanzar una lanza sobre Maca y ayudarla tanto como pudiera, aunque hasta ese instante no lo había

logrado. Esther se cerraba en banda, se negaba a escucharla y en las contadas ocasiones en las que

había logrado decirle algo, su jefa siempre había oído lo que le daba la gana, y por supuesto,

tergiversado todo lo que había dicho logrando que Maca siguiera siendo la mala de la película…

E: No tienes ni idea de lo que es capaz de hacer – contestó con la voz enronquecida – así que no sigas

por ahí… la conozco, sé que va a robarlo y largarse…

C: Pues… - dijo Claudia quien había entrado en la sala para prepararlo todo antes de abrirlo – creo que

no la conoces lo suficiente… - terminó de decir con una mínima sonrisa, por lo que aquello significaba.

E: ¿Qué coño quieres decir? – quiso saber.

C: Ha estado aquí – contestó – te envío una foto.

A los pocos segundos Esther recibió la instantánea. Sobre el violín, dentro de la caja de seguridad que lo

mantenía alejado del público, una pequeña figurita, esa que tan bien conocía y que tanto aborrecía…

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E: ¡JODER! – gritó tirando el auricular al suelo con una increíble rabia cruzando su pecho… La odiaba…

¡Cuánto la odiaba!

Al día siguiente, tras una noche en la que apenas había dormido, llegó la primera a la oficina, quería

revisar cada detalle, cada minuto de las cintas, repasar los turnos de los guardias y revisar,

minuciosamente, el software que habían instalado para el bloqueo de las puertas, en definitiva, quería

saber cómo había sido posible que Maca actuara y llegara donde llegó, poco le importaba si se había

llevado el violín o no, lo único que sabía era que estaba dejando a su empresa a la altura del betún y no

estaba dispuesta a que volviera a repetirse… no iba a darle esa satisfacción…

Estaba de lleno metida en el ordenador, mientras que en los monitores se reproducían las imágenes de

la noche anterior, cuando Claudia pidió su autorización para llegar a su despacho, se la dio sin apartar la

mirada de lo que estaba haciendo, ni tan siquiera se había dado cuenta de que habían pasado ya, dos

horas y media desde que llegara a la oficina.

C: Buenos días – dijo con tranquilidad – qué madrugadora y trabajadora que estás ¿no? – continuó en

tono afable.

E: Estoy liada, Claudia – contestó ella algo más seria - ¿qué querías?

Claudia miró los televisores y negó con la cabeza, suponía que era eso lo que estaba haciendo pero

empezaba a pensar que se lo estaba tomando de una manera un tanto obsesiva, sobre todo, cuando su

única intención era fastidiar a Maca tanto como pudiera… lo que le llevaba, no iba a arreglar mucho las

cosas.

C: Esther… creo que… no sé, tal vez deberías dejar que te contara lo que pasó o…

E: Sé perfectamente lo que pasó – contestó – por si no lo recuerdas estuve allí – dijo con la misma rabia

que siempre utilizaba.

C: Sí… pero no sabes lo que realmente…

E: Claudia, ¿qué quieres? – la atajó sin querer escuchar más.

C: Está bien… - una vez más, debía darse por vencida, pues su jefa seguía sin querer escucharla – esto

es para ti.

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Le tendió una carpeta y Esther la miró interrogante, ella le hizo una seña para que la leyera y en cuanto

su jefa miró la primera línea levantó de nuevo la cabeza con el rostro entre sorprendido y enfadado.

E: ¿Informe de errores? – le preguntó leyendo el título de aquel informe - ¿y esto que cojones es?

C: Es… un informe de todo lo que salió mal anoche – contestó cautelosa – lo… lo envía Maca…

E: ¿Maca? – se sorprendió - ¿y quién coño se lo ha pedido? – todo cuanto viniera de ella le enervaba de

tal manera que no veía más allá de sus narices.

C: Eh… pues… tengo entendido que es su trabajo – la picó.

E: Y una mierda – contestó y siguió leyendo.

En aquellos dos folios se relataba punto por punto todas aquellas cosas que se debían cambiar o

mejorar, desde el sistema de grabación, pasando por el software central, hasta los guardias e incluso la

empresa de catering que a ojos de Maca era de dudosa reputación. Esther soltó aquel informe con rabia.

E: Será gilipollas – espetó - ¿Ahora va a venir ésta a decirme cómo tengo que hacer mi trabajo?

C: Hombre… teniendo en cuenta que llegó donde llegó… creo que podía ayudar ¿no?

E: ¡No me jodas Claudia! – elevó la voz – no voy a consentir que se inmiscuya de ésta forma en mi

trabajo.

C: ¿¡Es que no ves que intenta ayudar!? – decía ya un tanto fuera de sí por la manera de darle la vuelta

a todo lo que hacía Maca que tenía su amiga.

E: Ya… bonita forma de hacerlo, desprestigiando todo mi trabajo – contestó mientras recogía sus cosas.

C: ¿Dónde vas? – quiso saber.

E: A tirarle esto a la cara – contestó rabiosa – es una estupidez todo lo que dice aquí – y diciendo esto

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salió del despacho, dejando allí a Claudia con cara de circunstancia y preocupada por todo lo que estaba

pasando.

Terminaba de vestirse, se había dado una larga ducha que le había despertado del todo, tenía intención

de salir a correr un rato cuando el timbre de su puerta sonó insistente. Se extrañó, no esperaba ninguna

visita y mucho menos imaginaba quién estaba tras la madera. Abrió y se quedó petrificada al verla.

E: ¿Qué coño es esto? – dijo enseñándole el informe, claramente enfadada, sin un ápice de amabilidad.

M: Ho… hola – saludó como pudo, pues verla, aunque fuera de esa forma, la dejaba sin aliento.

E: ¿Qué significa esto? – repitió sin devolverle el saludo.

M: Es… un informe sobre lo que…

E: Sé lo que es – afirmó – lo que quiero saber es quién te manda a ti a hacer lo que haces – siguió con

intención de atacar - ¿qué mierda pretendes? ¿Seguir jodiéndome la vida o qué?

M: Solo quiero ayudar… - dijo bajando la cabeza.

E: Pues entonces desaparece de mi vida, Maca, porque no quiero saber nada de ti – contestó.

M: Tu empresa tiene bastantes fallos, Esther y a mí me contrataron para evitarlos…

E: Mira… si crees que porque hagas esto vas a conseguir ni el más mínimo perdón por mi parte, ya te

puedes ir olvidando… - siguió – no te quiero cerca de mí, no quiero trabajar contigo, es más, lo único

que quiero es que vuelvas a esa puñetera cárcel de la que nunca debiste salir y pudrirte en ella – dijo

con todo el odio del mundo.

M: Te estás pasando, Esther – contestó ella, cambiando el tono ahora por uno un poco más duro…

E: ¿Qué yo me estoy pasando? ¡Ja! – rió irónica – mira quién fue a hablar…

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M: Por mucho que te cueste aceptarlo, tu sistema de seguridad tiene fallos – contestó – yo solo

pretendo ayudarte… pero no voy a permitir que me humilles más – le advirtió.

E: Nadie te ha pedido tu ayuda… es más, no la necesito – decía empecinada.

M: Claro que la necesitas – afirmó – sino, yo no hubiera podido ni siquiera entrar en aquella

presentación – se cruzó de brazos, callándole la boca.

E: Me da igual… soy buena en mi trabajo, sé lo que tengo que hacer y no quiero que estés cerca… así

que mira – tomó el informe entre sus manos – mira lo que hago con tu puñetero informe – lo rompió en

dos y se dio la vuelta para marcharse.

M: Puedes romperlo, pero el problema seguirá ahí – afirmó – puedes cambiar el software, puedes poner

a veinte mil guardias más, doscientas cámaras y pasarte las veinticuatro horas del día vigilando – decía,

mientras Esther esperaba el ascensor – pero no servirá de nada, porque yo seguiré entrando en todo

aquel lugar en el que haya un sistema de seguridad de tu empresa.

E: Eso lo veremos – le retó – porque no voy a permitirte que vuelvas a hacerlo.

M: Lo haré – continuó, Esther se volvió para encararla - ¿Y sabes por qué? Porque el problema no es el

software, ni las cámaras, ni los ordenadores, ni el bloqueo de las puertas – seguía diciendo y Esther se

iba poniendo roja de rabia por momentos – nada de eso es el problema… el único problema que tiene tu

empresa eres tú, Esther.

E: ¿Qué coño has dicho? – preguntó fuera de sí - ¿Cómo te atreves a poner en duda mi trabajo?

M: Porque te lo estás ganando – decía ella algo más tranquila – tienes un equipo muy bueno pero no

eres capaz de ser profesional cuando se trata de mi – soltó, Esther no podía creerse lo que oía – puedo

hacer mil informes de fallos, relatarte punto por punto todo lo que pudo fallar, y aún así, no lograrías

mejorarlo, Esther, porque cuando se trata de mí, cuando sabes que soy yo quien intenta perpetrar tu

sistema pierdes la profesionalidad, estás tan obsesionada con odiarme, con culparme de todo, que dejas

que esos sentimientos te influyan a la hora de llevar tu empresa – siguió – ese es le verdadero problema

de tu empresa.

E: Estás muy equivocada – afirmó – así que vete un poquito a la mierda y a mí déjame en paz – volvió a

darse la vuelta, con intención de marcharse de una vez por todas, ignorando el ascensor y poniendo

rumbo a las escaleras… una vez más, la voz de Maca la detuvo.

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M: Nunca salí de aquella sala – la paró – simulé que salía pero no lo hice, te colé un video clonado muy

fácil de detectar si hubieras prestado un poquito más de atención – afirmó – pero sabía cómo actuarías,

te conozco, sabía que cerrarías la galería para reforzar todo el sistema, sabía que estarías tan

preocupada de cazarme que cometerías errores, toda la tarde fue un caos, mientras tú ordenabas

reforzar el sistema yo ya había entrado y había colocado la figura… estabas tan obcecada en eso que te

olvidaste de lo demás – continuó – no revisaste mi salida, no te cercioraste de que me había ido… y yo

sabía que actuarías así… - siguió – pregúntate ahora si no es verdad lo que digo – la miró – pregúntate

Esther, si no es cierto que pierdes las formas cuando se trata de la Reina Roja… y cuando descubras la

respuesta, entonces actuaras como lo que eres, una gran profesional que lleva la mejor empresa de

seguridad que he visto en mi vida…

Y diciendo esto, entró de nuevo en casa, cerrando la puerta y respirando hondo con algo de dificultad…

dejándola en aquel rellano, con sus palabras resonando en la cabeza, y con el rostro desencajado…

Abrió los ojos y el mundo entero cayó a sus pies. Miró desconcertada a un lado y a otro, no podía ser,

otra vez allí, de nuevo en esa sucia y oscura habitación. Su respiración se aceleró, tenía frío y estaba

tremendamente asustada.

Se levantó de aquel camastro, la intensa oscuridad le decía que aún era de noche. Sentía la boca seca,

estaba sedienta y tenía hambre. Llevaba la ropa sucia y los músculos los sentía entumecidos. Intentó, en

vano, abrir la puerta, pero como ya sabía, seguía encerrada. Apretó la mandíbula, intentando frenar las

ganas de llorar, dio un par de golpes a la fría madera, empezaba a agobiarse, necesitaba salir de allí.

E: A… agua – pidió en un hilo de voz – por… por favor – y su voz sonó sollozante…

No escuchó nada, ni un solo ruido, aturdida volvió al camastro y se encogió de piernas, se balanceó

sobre ella misma e simplemente se dejó llevar por las lágrimas.

Perdió la noción del tiempo, no supo cuanto llevaba en aquella posición, pero algo la asustó. Un ruido al

otro lado de la puerta le hizo saber que no estaba sola, se echó hacia atrás, notando como su espalda

daba contra la pared y cuando la puerta se abrió, escondió la cabeza entre las piernas…

M: Deja de llorar – escuchó su voz, la reconoció y al mirarla vio su mirada oscura clavada en ella, a su

lado, reconoció a Raúl que la miraba con la misma dureza que marcaban los ojos de Maca – me estás

sacando de quicio con tanta llorera…

E: Déjame salir… - pidió – por favor…

R: Jajajajajajaja – rió de manera algo tétrica – no te lo crees ni tú…

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E: pero… pero tú me quieres – insistió mirando a Maca – tú me… me…

M: jajajajajajaja – Ahora la que reia era Maca, claramente cachondeándose de ella - para mí no eres

nada… nunca has sido nada – seguía diciendo – solo has sido un peón – La escuchaba hablar y casi no

reconocía su voz, era tan diferente, tan oscurecida… – Te necesitaba… necesitaba tenerte controlada

para que no sospecharas… simplemente te utilicé – dijo con dureza – ¡te usé como te usó tu padre! ¿¡De

verdad creíste que estaba enamorada de tí!? ¡Qué incrédula! – dijo con desdén…

E: No… no… - cada vez se encogía más sobre sí misma.

M: Dame el código – y la vio sacarle un arma… y apuntarle directamente a la cara, mientras su

compañero se quedaba impasible a su lado, cruzado de brazos y casi diría que disfrutaba de la situación

– dame el puto código – dijo quitándole el seguro a la pistola - ¡Que me des el código o te pego un tiro!

– gritó, y sintió el helado metal en la frente…

E: No… no… - temblaba – por favor – le imploraba a una Maca que se mantenía impasible.

M: ¡El código! – espetó enfurecida, asestándole un golpe que ladeó su rostro.

E: Por favor – suplicó mientras las lágrimas recorrían su rostro sin descanso – por favor… Maca…

M: Tú te lo has buscado…

La vio dar un paso atrás, la vio apuntarla con decisión, vio en sus ojos la maldad que habitaba en su

corazón y el arma se disparó…

Se despertó de un salto, sudorosa, temblando, con la respiración entrecortada y lágrimas saltadas…

desorientada miró a su alrededor, volvía a estar en casa, en su cama… a salvo… y sin embargo se sentía

más vulnerable que nunca.

Cuando se calmó un poco se levantó y fue a la cocina, bebió agua y fue al salón, consciente de que ya,

no volvería a dormir en toda la noche. Se sentó en el sofá, la oscuridad le decía que aún era de

madrugada… una noche más, como tantas otras, no volvería a conciliar el sueño…

Un rato después, en la misma posición en la que estaba, escuchó ruidos provenientes de la habitación.

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No hizo el intento de moverse, no tenía ni las ganas ni las fuerzas para hacerlo, segundos después, Clara

entraba somnolienta en el salón…

Cl: Ey… ¿qué haces aquí? – preguntó acercándose a ella.

E: Me desvelé – contestó con la voz apagada.

Cl: ¿Estás bien? – preguntó sentándose a su lado.

E: Sí – mintió – solo que no podía dormir…

Cl: No soy tonta, Esther – le dijo acariciando su pelo, Esther tembló ante su caricia – sé que algo te

pasa… no sé qué es, pero sí que algo te pasa…

E: No es nada…

Cl: Esther… - hizo que la mirara – tienes pesadillas todas las noches… me doy cuenta… te escucho

sollozar en sueños… te siento moverte inquieta… La nombras en sueños…

E: ¿A quién? – preguntó algo desconcertada.

Cl: A una tal Maca – contestó con tranquilidad, sin reproches – está en todas tus pesadillas… - Esther la

miró con pesar.

E: Se me pasará… no te preocupes – intentó quitarle importancia…

Cl: Esther… - insistió – no me dejes fuera de esto… quiero ayudarte…

E: No puedes ayudarme – contestó.

Cl: Pero…

E: Tranquila – cortó – estoy bien…

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Cl: No, no lo estás – afirmó ella – ¿No lo ves? no estás bien, Esther… - repitió acariciando su rostro de

nuevo y viendo como su chica se apartaba ligeramente.

E: Vamos a la cama – contestó y Clara supo que no le contaría nada – intentemos dormir un rato – se

levantó y fue al dormitorio. Clara se quedó allí unos minutos, sabiéndose ajena en su vida,

estampándose contra un muro que no la dejaba acercarse más a ella… que Esther se guardaba para ella

una parte de su vida, una que le parecía demasiado importante como para ignorarla…

Suspiró, consciente de que no lograría que Esther se abriera a ella del todo, que no la dejaría ver esa

parte de ella que guardaba con tanto recelo… y no supo por qué, algo en su interior, una pequeña

vocecita le dijo que tenía que ver con esa mujer que todas las noches sin excepción, nombraba en

sueños, inmersa en esas pesadillas que se repetían a diario…

Volvió a la habitación, la vio acostada y bajando los hombros como si intentara conformarse con lo poco

que Esther le mostraba se metió en la cama con ella. La empresaria se abrazó a su cuerpo y ella acarició

su pelo, en silencio… Clara terminó por dormirse… a Esther, el alba la descubrió despierta, con miedo a

volver a dormirse… con la sensación de sentirse perdida y demasiado vulnerable.

Aquel día estaba siendo realmente horrible. La sensación de soledad que venía sintiendo desde hacía

semanas, se había acentuado tras aquella visita a su madre. Al salir de la clínica había dejado que un

par de lágrimas bajaran por su rostro, su madre, había pegado un bajón bastante fuerte, en un par de

semanas se había sumido en ausencias. Había dejado de hablar y se quedaba horas mirando al infinito,

no tenía ni idea de qué era lo que podía pasar por su mente, de si la escucharía o no cuando le hablaba,

lo que sí tenía claro, era que no la reconocía, a penas la miraba y en las escasas veces que lo había

hecho, lo hacía como si tuviera delante a una desconocida y no a su hija…

Así había comenzado ese día, con la visita a su madre y dejándola con la sensación de estar más sola

que nunca, sensación que se incrementó al llegar a casa y saber que no tenía a nadie con quien hablar o

a quien contarle sus sentimientos, pues que la única persona a la que quería contárselo, la única a la

que necesitaba para sentirse un poco mejor, la odiaba sin remisión…

Se pasó el día en casa, abrumada por los recuerdos que la torturaban, triste por la soledad que reinaba

en su vida y ausente del mundo, rió con tristeza, seguramente si moría ahora, nadie la echaría de

menos.

A media tarde, se sirvió un wisky intentando que el licor ahogara un poco esa sensación de frustración y

desazón que sentía, sin embargo, la primera copa pareció hacer el efecto contrario y ese sentimiento se

acrecentó dentro de su corazón. Se levantó y se sirvió una nueva copa sentándose después en el sofá,

mirando la soledad y escuchando el reinante silencio de su piso. Dio un largo trago, sintiendo cómo el

líquido bajaba por su garganta y con la mirada apagada dejó reposar su cabeza en el respaldo del sofá.

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M: Feliz cumpleaños, Maca – Susurró al aire antes de darle un nuevo sorbo a su copa.

Miraba a su alrededor un tanto aburrida, las expectativas de esa noche se habían ido al traste en el

momento en que entraron en el pub. Habían salido a cenar, con la intención de pasar una noche

divertida y luego habían decidido pasarse por el pub para tomarse algo, pero al llegar sus planes se

habían visto absolutamente cambiados al ver que había demasiada gente congregada allí y que una de

las camareras había faltado de su puesto. Su jefe le había pedido el favor que trabajar y aunque un

tanto reticente no había podido negarse, así que ahí se encontraba, sentada en la barra, tomándose una

copa mientras Clara atendía a todas aquellas personas que le pedían insistentes sus bebidas.

C: Siento que la noche haya terminado así – se disculpó en un momento en el que parecía que la barra

se relajaba algo.

E: Tranquila – contestó con una media sonrisa.

C: Solo serán un par de horas – seguía diciendo con la mirada llena de disculpa – en cuanto esto se

calme un poco salgo y estoy contigo…

E: Clara, de verdad – le dijo al ver que si no la paraba seguiría disculpándose – no pasa nada…

C: Vale… - le acarició la mejilla - ¿quieres otra copa? – preguntó al ver que se había acabado al suya.

E: Sí… gracias – sonrió.

Una hora y media después, todo seguía igual, Clara se mantenía tras la barra y el bar parecía que cada

vez se llenase más y más, no había visos de que aquello cambiara y Esther ya estaba demasiado

aburrida y cansada como para aguantar allí por más tiempo.

E: Esto… Clara – la llamó mientras Clara atendía a una chica que pedía un par de copas.

C: Un segundo, cariño – le dijo mostrándole una sonrisa, Esther esperó paciente y cuando terminó de

servirle el pedido a la chica se acercó a ella – Dime… ¿quieres otra? – preguntó.

E: No… - sonrió con rostro de circunstancia – me voy a ir a casa – anunció – estoy cansada y tú aquí

tienes para rato…

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C: Ya… lo siento Esther – se disculpó una vez más – no teníamos que haber venido.

E: No pasa nada, de verdad… - sonrió levemente - ¿Quieres venir luego a casa? – preguntó, aunque no

sabía muy bien por qué había formulado aquella pregunta.

C: Tranquila… mejor voy a la mía y así no te despierto – contestó – seguro que vas a caer rendida en

cuanto llegues…

E: Sí… seguro – contestó, aunque no tenía muy claro eso de “caer rendida” – bueno… pues nos vemos

mañana entonces ¿no?

C: Claro – se encaramó a la barra y le dio un beso en los labios – ten cuidado – le pidió – mañana te

llamo ¿sí?

E: Sí… no trabajes mucho – decía ya recogiendo sus cosas – hasta luego.

C: Adiós cariño, descansa – se despidió viendo cómo se marchaba y atendiendo a una nueva cliente.

Salió a la calle y comenzó a andar hacia la parada de taxis, cuando se quiso dar cuenta se había alejado

lo suficiente como para encontrarse sola en mitad de la calle, pese a que a unos metros de allí había otro

pub, nadie parecía entrar o salir de él. Le invadió el miedo y sintió vértigo. Estaba sola, en mitad de la

noche y en una calle que parecía realmente desierta. Miró a su alrededor con nerviosismo, sintiendo

ganas de salir corriendo y sin embargo sus piernas parecían no reaccionar, estaba asustada, la

posibilidad de que en cualquier momento apareciera alguien como aquella vez se hacía tan patente que

apenas le dejaba respirar. Comenzó a andar de nuevo, la parada de taxis no debía estar muy lejos y

quería llegar cuanto antes, aceleró el paso cuando un ruido la sobresaltó.

Dio un bote y miró hacia atrás, una pareja salía del único pub de la calle entre risas y coqueteos. Suspiró

algo aliviada cuando vio que las chicas se apoyaban en la pared para besarse con fruición. Escuchó la

risa de una de ellas mientras la otra le decía algo al oído y su rostro se tornó frio, serio y rabioso al

descubrir quien acompañaba a aquella rubia…

No se lo pensó ni tan siquiera una milésima de segundo; lo más sensato hubiera sido seguir su camino

llegar a un taxi y marcharse a casa y sin embargo andaba hacia ellas con decisión, con una intensa ira

cruzándole el pecho y con ganas de pegarle a alguien.

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E: Buenas noches – dijo de manera fría cruzándose de brazos frente a la pareja que parecía más

entretenida en sus “juegos” que en alguien más.

M: ¡Esther! – su voz sonó más alta de lo que pretendía, y su tono sonó entre sorprendido y alegre al

verla, sin embargo, no se apartó de la rubia – ¡Hola!

E: ¿Te diviertes? – preguntó mirándolas a ambas con la mirada juiciosa.

M: Sep – afirmó, sin saber muy bien qué decía – pero luego me divertiré más – sonrió pícaramente y la

empresaria supo que Maca llevaba una borrachera bastante considerable.

- ¿Y tú eres…? – preguntó la rubia mirándola de arriba abajo.

E: No te importa – contestó, roja por la rabia y mirando a Maca de manera seria.

M: Eso, no te importa – afirmó dejando a cuadros a su acompañante.

- ¿¡Perdona!? – le dijo alucinada por su respuesta.

M: Yo te perdono – afirmó – pero sigue sin importarte.

- Vete a la mierda – dijo apartándola de su cuerpo y volviendo a entrar en el bar.

E: ¿Qué coño haces? – preguntó fuera de sí, sin poder hacer nada por aplacar esa furia que la estaba

comiendo por dentro.

M: ¿Y a ti que te importa? – soltó ella, que aún no entendía nada de lo que pasaba allí.

E: ¡Vete a la mierda! – le dijo como le había dicho la rubia.

M: ¡Dos tías me mandan a la mierda en una noche! Deberían darme un premio o algo – dijo para sí

misma.

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E: Eres gilipollas Maca – afirmó dándose la vuelta.

M: Esther… - la paró, intentando cogerla del brazo, Esther se soltó de ella en un movimiento brusco – te

quiero… - dijo buscando unos ojos que no encontraba.

E: Déjame en paz – contestó con voz enronquecida.

M: Por favor – continuó con la voz tomada, y sintiéndose mareada por la ingesta de alcohol – te

necesito…

E: ¡Ja! ¡Cínica! ¡Eso es lo que eres, una cínica! – le gritó – después de todo, ¿Cómo puedes decir que me

quieres? ¿Cómo puedes seguir siendo tan falsa de decir que me quieres? ¡Después de todo lo que

hiciste! ¡De todo lo que dijiste! – gritaba - ¡Después de verte como estabas a punto de tirarte a esa…

esa…!

M: ¿Estás celosa? – preguntó con algo de picardía e ilusión.

E: Lo que estoy es deseando perderte de vista – contestó, sin querer darle más explicaciones.

M: Mi amor, por favor – imploró al borde de las lágrimas.

E: Te odio – pronunció de manera lenta, para acto seguido, echar a correr calle abajo en busca del

ansiado taxi y dejarla allí plantada.

Durante unos minutos, Maca no fue capaz de moverse de aquel metro cuadrado en el que se

encontraba. Toda aquella noche había sido una locura, había salido de casa ya bastante afectada por la

media botella de whisky solo que se había tomado ella sola y había acabado en aquel pub buscando algo

para no sentirse tan sola… en cada mujer que miraba veía sus ojos, en cada chica en que se fijaba

encontraba su sonrisa… así que cuando esa rubia se acercó, lo único que quería era sentirla, mientras su

mente creaba la ilusión de que era Esther, se dejaba llevar por aquella desconocida saliendo del pub con

claras intenciones de llevarla a su piso…

Pero Esther había aparecido, iluminando su mundo de una manera especial, como si nada más que ella

tuviera importancia y verla, había sido el mejor regalo de cumpleaños que podía pedir… sin embargo,

sus palabras, de nuevo, habían hecho que bajara de la nube y se diera de bruces con la realidad… Esther

no la quería…

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A duras penas, mareada y con las funciones motrices alteradas por el alcohol, consiguió arrastrarse

hasta su moto, aparcada a un par de calles de donde se encontraba. Estaba intentando ponerse el casco

mientras buscaba las llaves, quería irse a casa, encerrarse y no salir de ella en varios días, quizás años…

Hacía unos minutos que se había montado en el taxi y le había dado la dirección de su piso, miraba por

la ventanilla mientras no podía quitarse de la mente la imagen de Maca con aquella rubia, al tiempo que

ese “te quiero” se le clavaba en el corazón. Apretó el puño y cerró los ojos, cuando volvió a abrirlo algo

llamó su atención.

E: Espere – le dijo al taxista – pare, por favor – el hombre paró y ella quedó mirando a un punto fijo -

¿Qué hace? – se preguntó, a unos metros de ella, una Maca que se tambaleaba intentaba montarse en

su moto. Se volvió hacia el taxista, con la idea clara de decirle que continuara, al fin y al cabo ¿qué le

importaba a ella lo que pudiera pasarle? Absolutamente nada. Por ella, como si se estrellaba y se mata…

- espere aquí, por favor – fue lo último que dijo, respirando profundamente antes de salir del taxi.

Cuando llegó a su lado, se quedó parada tras ella, Maca ni tan siquiera se dio cuenta de su cercanía,

intentando aún subirse a la moto sin ser capaz de hacerlo. Esther se cruzó de brazos, a la espera de que

fuera consciente de su presencia. La escuchaba bufar al no poder subir y cuando se dio la vuelta, con el

casco puesto se quedó parada al verla, por la visera, a Esther le pareció que se le iluminaba la mirada…

luego simplemente lo achacó al alcohol.

M: Hola – saludó con una media sonrisa tras el casco.

E: ¿Qué haces? – preguntó con seriedad.

M: Me subo a mi moto – contestó como si nada – pero creo que necesito una escalera… alguien ha

debido regarla – dijo incoherentemente – y ha crecido – se rió ella sola – es como una planta jajaja

E: ¿Dónde vas así, Maca? – cuestionó de nuevo.

M: A mi casa – contestó haciendo un nuevo intento por subirse.

E: Déjate de tonterías – la paró – apenas puedes mantenerte en pie… no vas a conducir así…

M: ¿Ahora te preocupas por mí? – preguntó ella, mirándola con la mirada guiñada.

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E: No – dijo categórica – me preocupa que mates a alguien, me da igual lo que te pase a ti – terminó de

decir.

M: Ya… - movió la cabeza bruscamente a causa del peso del casco – pos no te preocupes tanto… y

déjame – siguió diciendo empecinada en subir.

E: Maca… deja de hacer el gilipollas – le increpó – no vas a conducir en tu estado.

M: ¡Que me dejes coño! – elevó la voz – a ti no te importa lo que pueda pasarme, así que déjame…

E: Vale, se acabó la tontería – dijo con seriedad – vamos – la tomó del brazo con brusquedad y

empujándola – sube al taxi – dijo cuando consiguió arrastrarla hasta el vehículo.

A empujones, entre protestas y de mal humor, Esther consiguió que Maca subiera al coche y se quedara

sentada en el asiento trasero, el conductor las miraba con una ceja alzada, Esther se alejó cuanto pudo

de ella y la Reina roja luchaba por quitarse el casco…

M: Esther… - la llamó, pero ella la ignoró – Esther… ¡Esther! – gritó incluso asustando al taxista.

E: ¿¡Qué!? – gritó ella del mismo modo.

M: Ma crecío la cabeza – le soltó intentando quitarse el casco sin lograrlo – este trasto me ha atrapao y

no puedo quitarlo…

E: Ufff…. A ver – se acercó a ella, quitando el cierre de la correa, en otro momento, si no la odiara tanto,

incluso habría sonreído, la verdad, es que estaba adorable – ya está, y deja de hacer el imbécil.

Volvió a mirar por la ventanilla, intentando ignorar la presencia de Maca, durante los siguientes minutos,

se quedó en aquella posición, pero el repentino silencio y la falta de movimientos a su lado le hizo volver

la vista hacia Maca.

E: ¡Joder! – protestó asustada al verla a escasos centímetros de su rostro.

M: Hola – sonrió – ¿me das un beso? – preguntó poniendo morritos.

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E: Vete a la mierda – contestó volviendo la vista de nuevo a la ventanilla, Maca la llamó dándole

golpecitos con el dedo en su hombro - ¿qué pasa? – preguntó cansada.

M: Te quiero – soltó con una leve sonrisa – te quiero mucho… ¿por qué no me quieres?

E: Macarena – dijo con autoridad – o te estás callada y sentada en tu sitio o te dejo aquí mismo –

amenazó, Maca la miró, con el rostro triste y volvió a su posición, cruzándose de brazos y enrabietada

como una niña pequeña.

Para cuando llegaron al edificio de Maca, ésta se había quedado dormida en la posición en la que estaba,

Esther la miró y evitó sacar una sonrisa, le pidió al taxista que esperara y saliendo del vehículo fue hacia

la otra puerta, abriéndola y llamando a Maca para despertarla.

M: Ummmmmm – protestó.

E: Maca… despierta – dijo con algo de amabilidad – despierta… - repitió - ¡Despierta, joder! – soltó con

más brusquedad.

M: ¿Eh? – se despertó desorientada.

E: Venga, ya estás en casa – dijo ayudándola a salir del taxi – adiós.

M: A… adiós – dijo dando un traspiés que casi la llevó al suelo.

E: Mierda – protestó viendo como tendría que ayudarla a subir… suspiró hondo de nuevo – anda,

vamos…

La agarró para que no cayera y Maca automáticamente, se abrazó a su cuerpo. Esther puso los ojos en

blanco y comenzó a andar hacia la puerta. A duras penas logró encontrar las llaves y entrar con ella,

Maca continuaba abrazándola, susurrándole al oído cuanto la quería, ella se mantenía impasible ante sus

palabras.

E: Joder, ayúdame un poco – dijo intentando abrir la puerta del piso.

M: Te quiero – era lo único que decía abrazada a ella – te quiero mucho… ¿tú me quieres?

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E: No – contestó – vamos.

M: Ya sé que no – se dejaba arrastrar – pero yo a ti sí… - y unas lágrimas se asomaron a sus ojos - ¿por

qué no me quieres? Lo único que quise era protegerte…

E: Ya, claro – dijo sin querer creerla, llevándola hasta el dormitorio – vamos, ya casi estamos…

M: Hoy es mi cumpleaños – le dijo, Esther la miró.

E: Lo sé – afirmó.

M: ¿Me regalas un beso? – preguntó mirándola y poniendo morritos – un regalo de cumple…

E: No – contestó sentándola en la cama – toma, ponte esto – le tendió el pijama.

M: No quiero… - se cruzó de brazos – quiero mi regalo.

E: No vas a tener ningún regalo – afirmó – y se acabó, ya estás en casa así que me voy.

M: Espera… por favor – imploró – por favor… solo… un momento…

E: No, Maca, se acabó – la miró – no quiero volver a verte… no quie…

No lo vio venir y en un movimiento rápido sintió los labios de Maca apretar los suyos, sintió el calor de

su boca colonizar la suya, sintió sus brazos aferrándose a su cuerpo como si fuera su única salvación,

sintió su lengua intentar jugar con la suya, sintió sus lágrimas salir de sus ojos, sintió… sintió…

E: ¡Suéltame! – le gritó empujándola, Maca cayó sobre la cama… - ¡Nunca, en tu vida, vuelvas a

hacerlo!

M: ¿Por qué? ¿Por qué, mi amor si yo te amo? – preguntó entre lágrimas, tirada en la cama y

desesperada.

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E: ¡Porque yo no te quiero! – le gritó, fuera de sí – no te quiero… ¡no te quiero! ¡NO TE QUIERO! – decía

absolutamente ida.

M: Nooo… tú me quieres – contestaba ella llorando como una niña – tú me quieres… sé que me quieres…

estás enamorada de mí…

E: ¡No! – dijo con la voz oscurecida – no lo estoy – la miró, con rabia y siguió hablando – Estoy

enamorada de Clara – le declaró – estoy enamorada de ella… - repitió cambiando le tono por uno más

pausado, uno más calmado, algo más seguro.

Y Maca que quedó inmóvil, aquella información la dejó perpleja, helada, rota… la miró con los ojos llenos

de nada, hasta su llanto cesó al instante. Esther mantuvo su mirada y simplemente se dio la vuelta y se

marchó de allí, queriendo alejarse cuanto pudiera de aquella casa y de su vida…

Ares: Bien, Dioses, creo que ya hemos visto suficiente – decía levantándose una vez más – ha quedado

demostrado que el amor no siempre gana y que hay cosas que nunca podrán superarse – seguía

diciendo encantado de la vida – Eros, será un honor acompañarte fuera de éste Olimpo.

Eros: Eso no… no es posible – contestó sin poder creer lo que había visto – ella no está enamorada de

esa mortal…

Ares: Esto sí es una sorpresa – continuaba sonriente – El dios del Amor negando al existencia del Amor

– siguió, encantado con todo aquello – hasta tú mismo, mi querido Eros, lo acabas de corroborar… el

amor, no existe, solo es una ilusión de los mortales…

Eros: ¡No! Ella… está confusa… no sabe lo que dice… no es posible – negaba con la cabeza.

Ares: Todos hemos visto como han sucedido las cosas – continuó – todos hemos sido testigos de cómo

ese “gran amor” – decía irónico – que decían tenerse se ha desvanecido… no existe un Dios, ni siquiera

nosotros, que pueda decir lo contrario – miró a cada uno de los Dioses congregados allí – si alguno de

ustedes, Dioses, cree que existe una mínima posibilidad de que esto se arregle, entonces hablad ahora –

decía seguro de sí mismo – Pero tened en cuenta que Ella no la ama… que nunca se han amado, que

comenzaron su relación a base de mentiras… Si eso es lo que con tanta energía defiendes… Es una

curiosa manera de definir el Amor, ¿No te parece, Eros? – le dijo con una cínica sonrisa.

Eros: Atenea – se dirigió a ella – Diosa de la inteligencia, del buen juicio, tú debes saber que no es cierto

– decía algo desesperado – Ella no piensa lo que dice… está dolida… eso es todo…

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Atenea: Los sentimientos humanos son demasiado complejos – dijo tras un momento de silencio – sin

embargo, basándonos en lo que hemos visto, basándonos en como ha sucedido todo… no puedo más

que darle la razón a Ares… - Eros la miró con sorpresa – En este caso, el amor no ha triunfado… la

guerra que libran solo las lleva al odio y las aleja cada vez más – continuó – Debemos ponerle fin a éste

cometido…

Afrodita: ¡La historia aún no ha acabado! – Intervino viendo que aquello se les iba de las manos – aún

pueden… pueden pasar muchas cosas, quedan muchas palabras por decir…

Ares: ¡No! – soltó – ya no hay más que decir… ¡todo ha acabado! Y ¡Eros queda desterrado! – sentenció

con convicción.

Cronos: ¡Un momento! – Terció Cronos quien había estado durante todo el tiempo callado – Se hace

necesaria una prueba más contundente para dar un veredicto – les dijo – y yo puedo mostraros parte

del futuro… a partir de ahí, decidiremos si la historia está acabada o si por el contrario, debemos seguir

mirando…

Ares: No hay razones para tal estupidez – decía loco porque Eros se marchara de una buena vez.

Atenea: Cronos tiene razón – continuó para desazón de Ares – debemos cerciorarnos de que todo ha

acabado… Cronos – lo miró – cuando quieras.

Cronos: Bien… Veamos:

“M: Supongo que lo único que me queda es olvidarme de ella – decía mirando a la nada”

“E: No creo que pueda, jamás, amar a nadie como la amé a ella… pero tampoco puedo olvidar lo que me

hizo…”

“- Lo sentimos, pero tan solo tenemos una habitación, la toman o la dejan – les dijo al tiempo que ellas

se miraron tan solo un segundo para rehuir su mirada”.

“M: Mi madre acaba de morir y lo último que quiero es verte – decía con seriedad – así que te

agradecería que te marcharas”.

“J: ¿Sabes lo que pasará si lo dejas? – le preguntó – volverás a la cárcel… ¿es eso lo que quieres?”

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“E: Te quiero – dijo mirándola a los ojos”

“- ¿Te quieres casar conmigo?

- No…”

Atenea: Creo que debemos seguir sentados, Dioses, pues esto aún no ha acabado – dijo la Diosa una

vez que Cronos les mostró pinceladas del futuro…

DIAS DESPUÉS.

Como siempre, entraba en la clínica con el rostro serio, gafas de sol ocultando sus ojeras y la tristeza

embriagando su alma. Después de aquella noche de borrachera, de la que se acordaba absolutamente

de todo, su estado de ánimo había vuelto a ser taciturno y triste. Y se acentuaba en esos momentos en

los que veía a su madre tan ausente del mundo, incapaz de reconocerla a ella y a nadie…

Habían pasado el día juntas, habían salido a comer y queriendo estar algo más tranquilas habían

decidido ir a casa de la empresaria, donde semitumbadas en el sofá miraban la televisión mientras se

regalaban leves caricias. Sin embargo, pese a que parecían estar en un clima cálido y tranquilo, Esther,

por momentos, estaba muy lejos de allí, concretamente en aquella noche en la que había gritado que

estaba enamorada de Clara, en el rostro desencajado de Maca…

M: Hola mamá – saludó besándola y sin recibir respuesta alguna – Hoy hace un buen día… podemos ir a

dar un paseo – continuaba, sabiendo que Rosario ni tan siquiera se movería – también puedo leerte un

rato – dijo bajando los hombros y tomando el libro que le leía cada día…

C: ¿Puedo hacerte una pregunta? – habló Clara en un instante en el que Esther dejó de mover la mano

sobre su brazo, cuando la empresaria la miró, ella continuó – Llevas días muy rara… ausente por

momentos, con un humor muy cambiante y… no sé… ¿ha pasado algo que yo deba saber? – terminó de

decir haciendo que Esther se incorporara.

M: ¿Sabes? – dijo dejando el libro a un lado tras unos momentos de lectura – hace unos días vi a Esther

– le comentó – bueno… digamos que no fue una buena noche… pero… la vi… era mi cumpleaños,

mamá… salí a tomar algo, acabé emborrachándome y ella… cuidó de mí – una leve sonrisa triste salió de

sus labios.

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E: ¿No me pasa nada? - le contestó – son líos en el trabajo…

C: ¿Estás segura? – preguntó mirándola – No sé, Esther… no creo que sea solo eso…

M: A pesar de todo fue una de las mejores noches en mucho tiempo – continuaba contándole a su

madre que no la escuchaba – Me cuidó… aunque me miraba con… con odio, me cuidó y… no sé, hubo un

instante en el que la sentí… la sentí más cerca de mí…

E: No hay nada de lo que debas preocuparte – dijo acariciando su mejilla – te lo prometo…

C: Vale… - sonrió levemente, sin creerlo del todo.

M: Sin embargo sé que le hice demasiado daño – seguía diciendo con pesar – sé que no me va a

perdonar y… sé que tampoco es que yo pueda hacer mucho para me perdone… no cuando ella ni tan

siquiera quiere verme…

E: Clara… - hizo que la mirara – no pienses cosas raras, ¿vale? – le pidió – solo estoy un poco… cansada

y… ya está.

C: Lo que tú digas – bajó la mirada.

M: Dice que está enamorada de la tal Clara – continuaba diciéndole, con unas ganas horribles de llorar.

E: Clara, mírame – dijo elevando su mentón para que la mirara y encontrando una mirada algo triste…

M: Supongo que lo único que me queda es olvidarme de ella – Decía mirando a la nada… aceptando el

hecho de que nada podía hacer… ya no…

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E: Te quiero – Dijo mirándola a los ojos y tragando saliva con algo de dificultad.

Clara bajó la vista al escucharla, sonrió de una manera un tanto triste y volvió a elevar la mirada para

abrazarla, escuchó un suspiro hondo por parte de Esther y ella cerró los ojos con fuerza queriendo creer,

con cada fibra de su ser, que aquello era verdad…

Caía ya la noche y una tormenta empezaba a descargar toda su furia sobre la ciudad. Conducía con

cuidado y casi sin ver nada debido al intenso goteo de gotas que se estrellaban contra el cristal, estaba

deseando llegar al hotel y darse una ducha caliente. En teoría, ella no debía estar allí, Claudia debió

haber viajado a Salamanca, sin embargo, una inauguración en Madrid, que coincidía con aquel otro

evento la había llevado a ella a viajar pese a que prefería haberse quedado en casa, pero era cierto que

aquel evento era más importante para su empresa y tenía que supervisarlo… todo debía salir bien, no

podía cometer ningún error… no se dejaría cometer ningún error…

Paró el coche frente a la puerta del hotel, donde un chico ataviado con un chubasquero esperaba que

bajara para aparcarlo, salió y le dio las llaves, corrió hacia el interior del hotel y en el corto trayecto se

empapó de agua. Entró sacudiéndose el pelo mojado y anduvo de manera distraída hacia el mostrador.

No había llegado cuando levantó la vista y sus pasos se frenaron en seco, su rostro se tornó serio y algo

pálido, su pulso se aceleró sin remedio… ¿qué coño hacía allí? De espaldas a ella y parecía discutir algo

con la recepcionista, Maca, igual de calada que ella esperaba registrarse en el hotel.

E: ¿Qué coño haces tú aquí? – dijo dando dos zancadas y parándose tras ella.

Maca la escuchó, sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza, cerró los ojos un instante para

después, darse la vuelta y encararla, la imagen de una Esther, empapada y furiosa, le pareció

absolutamente asombrosa… borrando aquellos pensamientos de su mente, movió la cabeza ligeramente

y de nuevo se dio la vuelta para hablar con la recepcionista.

E: ¿Qué haces aquí, Maca? – volvió a preguntar llamando su atención.

M: Trabajar – fue lo único que contestó - ¿Cuál es mi habitación? – le preguntó a la chica que se había

quedado algo parada.

E: No pienses ni un segundo que vas a trabajar aquí – continuó ella – no pienses que voy a dejar que te

acerques al edificio. Así que ya puedes irte por dónde has venido.

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M: Disculpa – volvió a mirarla – pero no creo que tú puedas darme órdenes a mí…

Durante unos minutos estuvieron discutiendo frente a aquella recepcionista que no sabía dónde meterse.

Viendo que ninguna iba a dar su brazo a torcer, Esther tuvo que aceptar que se registrara en su mismo

hotel, tenía que centrarse en el trabajo y con Maca allí, mucho más.

E: Esther García – le dijo a la chica – tengo una reserva.

M: Yo también – soltó – y me estaba atendiendo a mí, así que si me disculpas – la medio empujó para

hacerse hueco.

E: Eres…

Recepcionista: Disculpen – les llamó la atención – tenemos un problema… una de las reservas no se

confirmó y… solo tenemos una habitación libre…

MyE: ¿¡Qué!? – preguntaron las dos a la vez.

Recepcionista: Ehh… no sé qué ha podido pasar – decía en tono culposo – pero… no disponemos más

que de una habitación y…

E: ¿Qué reserva no se confirmó? – preguntó.

Recepcionista: La… la suya, señora – le dijo con algo de miedo, Maca sonrió levemente, Esther se puso

roja de rabia.

E: ¿Cómo que no se confirmó? – quiso saber – ¡yo misma llamé para hacerlo! – exclamó.

Recepcionista: Lo lamento… hemos tenido problemas con el ordenador y… parece que no ha quedado

confirmada…

M: Disculpe… si me da mi llave – dijo mirándola de reojo.

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Recepcionista: Sí… un segundo – decía tecleando en el ordenador y Esther no podía creer lo que pasaba

- ¡oh Dios! – exclamó susurrante – verá… tenemos un problema con su reserva también…

M: ¿Cómo? – dijo mirándola.

Recepcionista: Sí… verá… como ya he dicho hemos tenido un problema con el ordenador y… su

habitación ha sido ocupada por otro cliente.

E: ¡Ja! – dijo claramente queriendo decir “te fastidias”.

M: ¿Pero qué mierda de hotel es este en el que se pierden las reservas? – protestó.

Recepcionista: De verdad que… no sé qué ha podido pasar – decía intentando disculparse – no entiendo

como…

E: ¿Qué no lo entiende? – decía también enfadada – Pues arréglelo – dijo a modo de orden – tengo

trabajo que hacer y no puedo estar aquí perdiendo el tiempo…

M: Mire, déjelo – contestó – no se preocupe, deme otra habitación y ya está… pagaré la diferencia…

E: Sí, a mí también – la miró de reojo – a ser posible lo más alejada de la suya que pueda.

Recepcionista: Esto… - las miró con cautela – como ya les he dicho solo disponemos de una habitación…

M: ¿Me está tomando el pelo? – no podía creerlo - ¿Y qué pretende que hagamos?

E: Vuélvete a Madrid – dijo sin mirarla – total, aquí no tienes nada que hacer…

M: Vete tú, no te fastidia – contestó – no voy a irme con la que está cayendo…

E: Pues te vas a otro hotel – soltó.

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M: Yo llegué primero, así que si alguien tiene que irse, esa deberías ser tú – se cruzó de brazos

mirándola.

E: ¡Ja! Que te lo has creído – se cruzó también de brazos.

Recepcionista: También pueden compartirla – dijo alternando la mirada en una y otra – veo que… que se

conocen y…

MyE: ¡Ni de coña! – soltaron ambas a la vez.

Recepcionista: Ya pues… ahora mismo es la única solución que puedo darles – continuó – lo sentimos,

pero tan solo tenemos una habitación, la toman o la dejan – les dijo al tiempo que ellas se miraron tan

solo un segundo para rehuir su mirada.

E: No pienso compartir habitación con esta… señorita – dijo mirándola con algo de desprecio… dándose

la vuelta para llamar por teléfono.

M: Perfecto – contestó sin achantarse – yo tampoco… así que… deme la habitación yo me quedaré con

ella.

La recepcionista la miró a modo de disculpa, viendo que Esther parecía discutir con alguien por teléfono,

Maca aprovechó su distracción para registrarse y poner rumbo hacia los ascensores, respiraba con algo

de dificultad… en algún momento de la discusión había sentido el imperioso deseo de abrazarla y besarla

con rabia, por suerte se había contenido y así debía seguir siendo… Esther debía desaparecer de su

corazón y de su alma y así iba a ser…

Cuando Esther volvió de nuevo a la recepción, se encontró con la nueva situación. Alucinada, sin poder

creerlo y bastante cabreada le pidió la misma llave a la recepcionista, no iba a dejar que Maca se saliera

con la suya y si lo pensaba, mejor tenerla cerca y saber cuáles iban a ser sus intenciones antes del

evento, de ese modo, quizás podría frustrar todos sus planes.

Una subió por el ascensor y la otra se decantó por las escaleras, por el camino, ambas iban bufando y

protestando por su suerte, pese a que en el fondo, cada una se preguntaba cómo iba a ser capaz de

aguantar toda la noche en la misma habitación…

La primera en llegar fue Maca, abrió la puerta y entró, dejó su bolsa de viaje a un lado y quedó mirando

al frente bastante parada…

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M: Genial… - susurró.

En ese momento, la puerta volvió a abrirse, se volteó para ver como entraba, su rostro serio se clavó en

su mirada y ella bajó la cabeza, Esther terminó de entrar en la habitación y sus mirada se transformó en

sorpresa.

E: Será una broma – dijo totalmente cabreada.

No dijeron ni una sola palabra más, Maca, ignorando sus protestas, entró en la habitación, dejó la

maleta sobre la cama, la abrió, cogió un par de cosas, volvió a dejarla en el suelo y se encerró en el

baño.

Por su parte, Esther se posicionó al otro lado de la cama, encendió el televisor y comenzó a sacar la ropa

que más se arrugaba de la maleta en el instante en que escuchó la ducha accionarse. Suspiró

hondamente, aún no entendía la estupidez que acababa de hacer, aquella era la peor de todas las ideas

que había tenido…

Bajo el agua, Maca se mantenía con los ojos cerrados sintiendo las gotas caer… necesitaba tiempo para

relajarse, verse allí, en esa habitación de hotel, con Esther y tan solo una cama era una de las ideas más

absurdas que habían pasado por su mente… definitivamente, estaba loca… totalmente loca…

Minutos después escuchó que la ducha dejaba de funcionar. Se apresuró a buscar su móvil y buscando

en la agenda se lo llevó al oído a la espera de que contestaran al otro lado de la línea. Maca salió

instantes después ya vestida y dando la espalda a Esther terminó de secarse un poco el pelo…

E: Hola mi amor – dijo mirando de reojo y un segundo a Maca – sí, ya estoy en el hotel… el viaje muy

bien… no, ningún problema… nah… ya sabes, la típica mosca cojonera que no te deja en paz – soltó sin

inmutarse – jajaja sí… te echo de menos – siguió diciendo con un tono meloso – ya… solo son un par de

días pero… se me van hacer eternos…

En ese instante, un fuerte portazo la sobresaltó, dio un brinco y al mirar hacia atrás, se vio sola en la

cama, Maca había desaparecido haciendo temblar hasta los cimientos del hotel… Ella quedó allí, con el

rostro pasando a ser uno más serio, tal vez con cierta culpabilidad…

E: ¿Qué? – dijo al escuchar de lejos como Clara le hablaba – no, nada que se me ha caído la maleta…

Un par de horas después, Maca entraba en la habitación e iba directa al baño, se cambió de ropa, se

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lavó los dientes y ya con el pijama puesto salió encontrándose a Esther, metida en la cama y trasteando

con su portátil.

E: ¿Qué haces? – preguntó al ver que tenía intención de meterse en la cama con ella.

M: ¿Eres ciega? – le devolvió la pregunta – me voy a acostar, tengo sueño.

E: NI se te ocurra – dijo cerrando el ordenador e incorporándose un poco – no vas a dormir conmigo.

M: ¿Ah no? ¿Y dónde cojones quieres que duerma?

E: En el suelo – dijo tirando su almohada.

M: ¡Ja! – se levantó para recoger la almohada – no pienso dormir en el suelo, duerme tú si quieres, no

te jode.

E: Yo estaba aquí antes – discutió – y no vas a dormir conmigo.

M: Yo llegué al hotel y a la habitación antes así que te toca a ti dormir en el suelo – contestó.

E: Te odio – soltó.

M: El sentimiento es mutuo – contestó muy, muy seria.

E: ¡No voy a dormir contigo! ¡No te quiero cerca! – elevó la voz.

M: Eres una niñata – soltó y en un movimiento rápido cogió la almohada de Esther y la puso entre las

dos – arreglado, tú duermes en tu parte y yo en la mía – dijo dándole la espalda.

E: ¿Y por qué tenemos que usar mi almohada? – protestó una vez más.

M: ¿Siempre has sido así de idiota y coñazo? Porque no sé cómo pude ni tan siquiera fijarme en ti –

atacó.

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E: Ni yo como pude fijarme en ti – contestó volviendo a poner la almohada en su lugar.

M: Aaaghhh – protestó, se volvió a levantar, abrió el armario, encontrando allí una almohada extra y

poniéndola de nuevo entre ambos cuerpos se volvió a tumbar. Apagó la luz y se dispuso a dormir… en

cuanto cerró los ojos sintió claridad - ¿Y ahora qué coño haces? – protestó de nuevo.

E: Nada – dijo como si nada – yo no tengo sueño así que voy a leer un rato.

M Pues te enciendes tu puñetera lámpara – apagó la luz desde su posición.

E: No veo bien tan solo con la lamparita – volvió a encenderla desde su lado de la cama.

M: Pues te jodes – la apagó una vez más.

E: Jódete tú – la volvió a encender y entre tanto apagar y encender la luz, la bombilla se fundió

dejándolo todo a oscuras.

M: Genial, ya lo has conseguido – reprochó.

E: Si tanto te molesta ve a la habitación de al lado y roba una, que se te da de lujo – atacó de nuevo –

seguro que eso te lo enseñaron en primero de la licenciatura de robo o tal vez en segundo de secuestro

– siguió atacando.

M: Pues sí mira, además en la misma facultad que la diplomatura de estupidez, en la que tú te debiste

graduar con matrícula Cum Laude.

E: ¡Gilipollas! – Exclamó dándole la espalda.

M: ¡Imbécil! – contestó ella también tumbándose de espaldas a ella.

Horas después, en sueños, sintió movimiento a su lado, Esther se movía inquieta y parecía sollozar… de

pronto, un brazo ajeno le impidió movimiento alguno y su cuerpo se aferró a aquel otro que aún entre

sueños se abrazaba a ella con fuerza… poco a poco se fue despertando, la oscuridad reinaba en la

habitación, abrió los ojos con algo de esfuerzo y se encontró con Esther absolutamente pegada a ella,

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abrazada a su cuerpo como si fuera una tabla de salvación… La sintió temblar, y aún medio dormida la

estrechó más contra su cuerpo…

M: Shhh… duerme – dijo entre el sueño y la vigilia – duerme, mi amor…

E: Maca… - contestó abrazándose más contra ella – Maca… - volvió a susurrar más relajada, y sin rastro

alguno de pesadillas…

Y de nuevo quedaron totalmente dormidas… sin que nada, absolutamente nada, perturbara ese sueño

que ambas tenían… después de mucho tiempo, las dos durmieron de un tirón, sin desvelarse ni

despertarse en lo que les restaba de noche…

Abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la claridad del día, intentó estirar los músculos pero un

cuerpo sobre ella se lo impedía. Volvió la cabeza hacia ella… no había sido un sueño… Esther se había

abrazado a ella durante la noche, no lo había soñado… era real… Se movió lentamente, acomodándose

mejor para mirarla sin perturbar su sueño y una sonrisa salió de sus labios.

Lentamente dibujó sin tocarla las facciones de su rostro… estaba tan bonita así, tanto, que se le

estranguló el corazón al sentirla de nuevo tan pegada a ella, la necesitaba tanto que casi le costaba

respirar… sonrió levemente por el ronroneo que emitió Esther acomodándose más a ella, lo había echado

tanto de menos… la extrañaba tanto…

Acarició su pelo con miedo a que despertara y se perdiera la magia, sus ojos seguían fijos en su rostro,

ese que ahora, parecía en paz, pese a que quizás, cuando despertara volviera a tornarse tormentoso…

intentó no pensar en ello y disfrutar, tal vez por última vez, al tenerla así, sabiendo que en pocos

minutos despertaría y aquello no volvería a repetirse…

E: Uhmm – murmuró Esther aún dormida, al tiempo que una de sus manos se movía por el cuerpo de su

acompañante quedando aparcada sobre su pecho izquierdo.

Maca tembló, tembló al sentir la leve caricia que recibió aún por encima de la ropa… se mordió el labio

cuando sintió que la mano se cerraba sobre su pecho y cerró los ojos intentando contener un quejido

cuando una de las piernas de Esther pasó sobre su cuerpo acercándose peligrosamente a su centro…

E: Uhmm – volvió a murmurar, todavía con los ojos cerrados, sin abandonar el mundo de Morfeo y

cobijándose en el cuello de Maca.

Sintió su aliento en aquel punto… la mano la torturaba y la pierna estaba convirtiéndose en un calvario,

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y ella se sentía inmensamente feliz por todas aquellas sensaciones. Se quedó como una estatua al sentir

un beso en la base del cuello, no quiso moverse ni un milímetro cuando la empresaria se acopló más a

ella, cuando la cercanía de Esther se hacía tan dolorosa como necesaria…

Y pudo más la tentación de aquel suave cuerpo sobre ella, la tentación de aquellos labios carnosos que

cada vez tenía más cerca… la tentación de sentirla… y cuando la empresaria, aún sin la consciencia de la

vigilia rozó tímidamente sus labios, ella no pudo más que estrecharla contra sí y hacer de ese roce, un

beso cargado de mil promesas y pasiones dormidas.

Y sintió una intensa explosión en su interior, sintió que algo se rompía en lo más profundo de su alma

cuando Esther correspondió al beso, cuando su lengua se encontró con aquella otra que tanto había

echado de menos… y se dejó llevar… simplemente, se dejó llevar.

La estrechó más contra ella, acariciando su espalda de arriba, abajo, dejó, ahora sí, salir un quejido roto

de sus labios y rodó con ella quedando sobre su cuerpo. La necesitaba, sobre todas las cosas, necesitaba

estar con ella, amarla, recuperarla…

Tembló, como también lo hizo Esther un segundo después, cuando superando la barrera de la ropa

acarició aquella dulce y suave piel que tanto añoraba. Sus labios quisieron redescubrir aquel cuello que

siempre la tuvo loca y lo besó sintiendo la respiración entrecortada.

Esther abrió los ojos, sintiéndose excitada, sintiendo unas manos acariciarla como nadie más lo había

hecho, sintiendo besos en su cuello que conseguían que un gemido se ahogara en su garganta y cuando

la vio… cuando la vio un montón de imágenes cruzaron su mente torturándola.

E: ¿Qué coño haces? – preguntó empujándola - ¡quítate de encima! – le gritó, pegando un salto de la

cama, mientras Maca se quedaba mirándola asustadiza - ¿pero qué coño tienes en la cabeza? ¿Es que no

has tenido ya suficiente que ahora además intentas violarme? – soltó sin pensar, porque no podía

pensar, porque aquel despertar la había dejado sin capacidad para racionalizar nada.

M: ¿Qué? – preguntó casi sin voz ante aquella acusación tan absurda como seria.

E: ¡Nunca vuelvas a tocarme! – gritó airada – ¡nunca, jamás, te atrevas a volver a tocarme!

M: ¡Has sido tú la que has empezado! – se defendió – ¡has sido tú la que me ha abrazado toda la noche,

la que ha empezado a acariciarme y a besarme! – también gritó.

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E: ¡Por que creí que eras Clara! – contestó contundente - ¿O de verdad crees que dejaría que alguien

como tú volviera a tocarme?

M: Se acabó – dijo levantándose de la cama, no podía más con todo aquello, ya no – ya basta, Esther,

se acabó – continuó – puedes creer lo que te de la gama, puedes culparme de todas tus desgracias, del

hundimiento del Titanic y hasta del deshielo de los polos – siguió diciendo mientras se vestía, sin

importarle un bledo que Esther estuviera frente a ella – cúlpame del secuestro, piensa que solo te utilicé,

cúlpame de todo lo que quieras… ¿Piensas que yo te secuestré? Muy bien, ¿Crees que nunca te quise?

Estupendo – se elevó de hombros – Me da igual… ya me da igual – seguía diciendo – cúlpame de ello,

ódiame con todas tus fuerzas, pero ya basta… no voy a consentir que vuelvas a humillarme, ni que

vuelvas a torturarme, ni a insultarme… así que ya basta… esto se acabó, no pienso seguir aguantando

tus patadas, ni que me trates como si fuera un saco de boxeo, estoy harta de intentar justificarme, de

intentar que hables conmigo, estoy hasta los cojones de ser la malísima de ésta historia… ¿quieres creer

eso? ¡Pues créelo! ¡Pero se acabó! Ahora soy yo la que no quiere volver a saber de ti – terminó de decir,

abriendo la puerta y saliendo dando un portazo más fuerte que el del día anterior.

Esther quedó parada, con la mirada puesta en aquella madera que tan bruscamente se había cerrado,

parpadeó un par de veces, como intentando asentar lo que había pasado y se dejó caer en la cama, con

la mente en otra parte y la rabia de Maca resonando en aquellas cuatro paredes.

E: Bien… eso es lo que quiero – susurró, tan bajito que apenas se escuchó, tan tembloroso el tono de

voz, que casi no fue capaz de pronunciar palabra alguna…

El evento transcurrió sin incidente alguno. Todo fue perfecto, no hubo rastro alguno de la presencia de la

Reina Roja por allí. Esther se mostraba contenta, por fin había dado con la manera de mantenerla

alejada, seguro que al ver si impresionante sistema había decidido marcharse sabiendo que no sería

capaz de acercarse más de 100 metros.

Sin embargo, cuando llegó a Madrid, las noticias no fueron del todo buenas, la Reina Roja no había

llegado al evento, no por el refuerzo del sistema de seguridad sino porque realmente ni tan siquiera lo

había intentado, se había marchado de vuelta a Madrid antes de que comenzara el evento, lo que hacía

que no se hubieran comprobado las posibles susceptibilidades del sistema. Por una parte Esther se

alegró, al fin se había librado de ella y por fin, podía trabajar con algo más de tranquilidad; sin embargo,

algo dentro de ella, en el fondo de su mente y de su alma no la dejaba respirar en paz…

¿remordimientos tal vez?

Un par de días después, en casa de su madre, quien, preocupada por su hija, había insistido para que

fuera a comer con ellos, hablaban del trabajo sin querer recordar el secuestro aunque todos allí, notaban

un aura de preocupación por todo lo que había pasado.

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Encarna conocía a su hija, sabía que no lo había superado y que no lo haría si no hablaba de ello, pero

parecía que Esther no quería hacerlo, cada vez que intentaba hacerlo cambiaba de tema de manera

radical…

Ya sentadas en el sofá, con un café y unas pastas a modo de sobremesa quiso volver a intentarlo…

necesitaba saber realmente cómo estaba su hija, necesitaba saber que estaba bien, aunque las

marcadas ojeras en sus ojos le decían que no era así.

En: Esther, cariño… - le dijo con cautela - ¿cuánto hace que no duermes?

E: Duermo bien mamá – contestó aun sabiendo que su madre sabía que era mentira.

En: Hija… tienes unas ojeras que te llegan al suelo – rebatió – no duermes bien…

E: Vale… duermo unas dos o tres horas – le dijo sabiendo que si no hablaba un poco no la dejaría en paz

– me cuesta conciliar el sueño.

En: Hija… no puedes estar así – continuó – sé que lo que te ha pasado es… horrible, pero tienes que

intentar superarlo… tienes que dormir, descansar y…

E: Estoy bien, mamá – dijo un poco cansada.

En: Esther – soltó con un tono más serio - ¿no te das cuenta que no puedes seguir así? Lo único que vas

a conseguir es enfermar… ¿eso es lo que quieres?

E: Mamá – decía ya cansada – déjalo ya ¿quieres?

En: Estoy muy preocupada – continuó – todos estamos preocupados… solo queremos ayudarte…

E: Pues no os preocupéis tanto ¡joder! – protestó

En: Esther… dime la verdad, por favor – le pidió ya algo más desesperada - ¿cuánto hace que no

duermes más de tres horas?

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E: Desde el viaje a Salamanca – soltó mordiéndose el labio por lo que había dicho, pero ya no pudo

retractarse – dormí toda la noche y de un tirón…

En: Bien – contestó algo más tranquila – eso está mejor…

E: Pero solo fue esa noche – continuó – en estos días no he vuelto a dormir más de tres horas…

En: ¿Y eso por qué? – preguntó.

E: No lo sé – dijo cruzándose de brazos.

En: Hija… alguna razón habrá… - insistió – no es lógico que no duermas nada desde que pasó todo y de

pronto una noche duermas bien para volver a no dormir…

E: Pues no lo sé – continuó empecinada.

En: Esther…

E: Dormí con Maca – declaró ante la insistencia de su madre.

En: ¿Con Maca? – alucinó - ¿cómo que con Maca?

E: Pues con Maca, mamá, con la mismísima Reina Roja – seguía diciendo medio alterada – hubo un

problema con las reservas, tuvimos que compartir habitación y en mitad de la noche parece que me

abracé a ella… no me desperté ni un momento y no tuve pesadillas… - decía fastidiada.

En: Hija…

E: No sé por qué pasó – seguía diciendo – no sé por qué conseguí dormir precisamente con ella, cuando

es ella la que está en todas mis pesadillas… no lo entiendo…

En: Esther… - hizo que se sentara – es muy fácil… pudiste dormir con ella porque a pesar de todo, a

pesar de lo que te digas… en el fondo de tu corazón, solo te sientes segura con ella…

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E: ¡No! – Contestó – eso no es así… me jodió la vida, mamá… ¿Cómo voy a sentirme segura con ella?

En: Porque la quieres…

E: No… yo… quiero a Clara… la quiero… quiero a Clara – se repetía una y otra vez.

En: Pero no como la quisiste a ella – siguió su madre, porque pese a todo, pese a lo que Maca hiciera o

dejara de hacer, sabía que su hija no sería feliz con nadie que no fuera Maca… y si supiera la verdad… si

quisiera escuchar a alguien, tal vez ella misma se daría cuenta…

E: No creo que pueda, jamás, amar a nadie como la amé a ella… pero tampoco puedo olvidar lo que me

hizo… - continuó – y con Clara estoy bien… a mi manera la quiero y…

En: Cariño – acarició su rostro – cuando se trata de amor… no hay maneras de amar – le dijo – se

quiere o no se quiere a alguien, pero el amor no es algo que pueda hacerse de maneras diferentes…

cuando se ama, se da todo, y eso es siempre igual, sea cual sea la pareja que tengas, cuando estás

enamorada, cuando de verdad quieres a alguien, amas de la misma manera… con todas tus fuerzas y

entregando todo tu corazón…

Mientras tanto, en la clínica, Maca escuchaba las palabras del médico que le explicaba lo que había

ocurrido… en mitad de la noche, Rosario había sufrido una insuficiencia cardíaca que no habían podido

solventar. Aturdida, con los ojos cristalinos, Maca se enteraba de esa manera del fallecimiento de su

madre…

No sabía qué hacía allí, no sabía por qué había ido hasta allí. En el coche, alejada, con la cabeza gacha

miraba hacia el lugar donde se congregaban con tristeza en la mirada. No sabía por qué había ido… no

tenía ni idea de qué le había empujado a presentarse allí… quizás porque le tenía respeto, quizás porque

en las contadas ocasiones en las que la vio sintió una gran ternura… tal vez porque sabía lo que

significaba para ella… quizás solo por humanidad… no lo sabía.

Miraba la escena que se sucedía algo alejada de donde se encontraba. Tan solo dos personas

permanecían en pie mientras los operarios introducían el ataúd en su tumba. Identificó la silueta de

Javier al lado de una derrotada Maca que intentaba mantener el tipo.

Respiró profundamente, sintiendo algo que se quebraba en su interior… presentó sus respetos en la

lejanía a Rosario y pudo sentir el temblor de Maca cuando aquellos hombres taparon la tumba con la

lápida.

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Apagó el motor que había dejado encendido desde que llegó y se quitó el cinturón, iba a bajar del coche

cuando pudo ver a una mujer acercarse al entierro. La chica, morena, algo más bajita de Maca y el pelo

rizado terminó de acercarse, tocó el hombre de Maca y cuando esta se dio la vuelta, vio, con absoluta

claridad a pesar de la lejanía, como sonreía y se abrazaba a ella con infinito cariño, para comenzar a

llorar en su hombro.

Negando con la cabeza por su estupidez al haber ido hasta allí, volvió a ponerse el cinturón, arrancó el

coche y se alejó del cementerio sin que nadie la viera.

Y al igual que no sabía por qué había ido al cementerio, tampoco sabía demasiado bien para qué había

ido allí. Quizás es que las palabras de su madre habían hecho en ella más mella de lo que quería

reconocer. Tal vez porque necesitaba calmar su conciencia que le recriminaba su falta de escrúpulos por

el modo en que se había estado comportando…

Llamó tímidamente, tan solo una vez y sin insistir. Quería salir corriendo, volver al coche e irse a casa,

pero sin embargo, sus piernas no le hacían caso y su mente una vez más, le obligaba a quedarse donde

estaba.

- Hola – dijo alguien al abrir la puerta.

E: Eh… ho… hola – contestó al saludo de la que reconoció como la misma chica que había llegado al

cementerio, la cual, por cierto, iba demasiado ligerita de ropa – ¿Está… está Maca? – preguntó mirándola

de arriba abajo, llevaba un pantaloncito corto, una camiseta de tirantes bastante sugerente y el pelo

mojado.

- Está en la ducha – contestó - ¿quieres pasar y esperarla? – preguntó con amabilidad.

E: No… no… será mejor que me vaya – “no sé qué coño hago aquí” se dijo.

M: Laura, ¿qué haces? – preguntó acercándose a la puerta.

L: Han venido a verte, cariño – le dijo mirándola con ternura.

M: Ya veo – su rostro pasó a uno demasiado serio con bastante rapidez al verla - ¿Podrías dejarnos solas

un momento? – le pidió.

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L: ¡Claro! – exclamó – voy a secarme un poco el pelo – le dio un beso en la mejilla y salió de allí.

M: ¿Qué haces aquí? – preguntó con dureza.

E: Venía a… a… - no sabía qué decir, tras esa escena con la tal Laura se había quedado totalmente

parada.

M: Mira Esther – siguió diciendo con demasiada seriedad –Mi madre acaba de morir y lo último que

quiero es verte – decía con seriedad – así que te agradecería que te marcharas.

E: Venía a darte el pésame – consiguió decir del tirón – solo eso… lo siento, Maca…

M: Ya… - rió irónica – dudo mucho que lo sientas… es más, me atrevo a decir que te alegras… al fin y al

cabo, es lo que quieres… que yo sufra… - hablaba con tanta dureza, con tanta rabia, que Esther sintió

que se le estrangulaba el alma – así que deja de ser tan hipócrita, y hazme el favor de marcharte.

E: Pero…

M: Lárgate de una vez – dijo respirando con profundidad para no soltarle un grito. Esther se quedó

parada un segundo - ¿No me oyes? – Siguió diciendo – ¡Quiero que te largues! No quiero volver a verte

en mi vida – terminó de decir ahogando un nuevo grito.

Y de nuevo Esther, quedó como paralizada, sin casi poder moverse, imágenes algo viejas ya cruzaron su

mente y su respiración casi se paró cuando su mente evocó momentos que no podía olvidar aún.

M: ¡No me oyes! ¡Quiero que te largues! No quiero volver a verte en mi vida… - dijo poniendo un tono

oscuro en sus palabras – para mí no eres nada… nunca has sido nada – seguía diciendo – solo has sido

un peón – decía intentando no venirse abajo, Esther la miraba incrédula – Te necesitaba… necesitaba

tenerte controlada para que no sospecharas… simplemente te utilicé – dijo con dureza, y viendo aún la

duda en sus ojos, cerró los suyos para no desfallecer, tenía que darle el último toque de gracia – ¡te usé

como te usó tu padre! ¿¡De verdad creíste que estaba enamorada de tí!? ¡Qué incrédula! – dijo con

desdén…

E: No sé qué hago aquí – soltó cuando fue capaz de volver al presente, oscureciendo ahora ella su

mirada, dándose la vuelta y saliendo de allí como alma que lleva al diablo.

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Cerró la puerta con lágrimas en los ojos, intentando que su respiración volviera a normalizarse, entró

andando con algo de dificultad al salón, donde Laura la esperaba mirándola con preocupación.

M: Gracias por venir, Laura – dijo con la voz tomada – me siento tan sola…

L: Ven – contestó cobijándola entre sus brazos – y cuéntame qué pasa…

Aparcó el coche casi de un frenazo, respiraba con dificultad y en sus ojos seguía intacto el miedo que

sentía al recordar todo aquello. Bajó del coche con rapidez y llamó insistente y no paró hasta que

escuchó cómo la puerta se abría. Subió por las escaleras con rapidez y cuando llegó a su planta la

encontró esperándola en la puerta.

Cl: Cariño… ¿qué pasa? ¿Por qué llamas así? – quiso saber sonriendo con amplitud cuando Esther se

estrechó contra ella – veo que tenías ganas de verme…

E: Muchas ganas – afirmó levantando la cabeza para besarla con pasión – ven, tengo que decirte algo –

dijo sacando una sonrisa y cogiendo su mano para llevarla al sofá donde se sentó y obligó a que se

sentara.

Cl: Me estás preocupando, Esther – soltó con una sonrisa nerviosa.

Esther tomó su mano, la miró, sonrió tímidamente y finalmente, la miró a los ojos antes de suspirar

hondamente.

E: ¿Te quieres casar conmigo? – preguntó a bocajarro, sin tantear el terreno, sin realizar una

declaración previa…

Cl: No… - contestó tras una alargada pausa, en la que no dejó de mirar ni un segundo a Esther.

E: ¿No? – preguntó sorprendida y confusa por aquella respuesta inesperada.

Cl: No – repitió, claramente seria pero intentando sacar una sonrisa.

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E: Pero… no… no lo entiendo – decía mirando hacia abajo - ¿por qué? – quiso saber mirándola.

Cl: Porque no es una proposición real – contestó sin dejar de mirarla – ni basada en un sentimiento

profundo… y tampoco es seria – terminó de decir esbozando una leve sonrisa.

E: ¿No es seria? – decía sin saber qué más decir – pero… te pido que te cases conmigo y… ¿me dices

que no es seria? – No podía creerlo - ¿Es porque no traigo anillo? – Buscaba cualquier cosa para que

aceptara, necesitaba que aceptara – porque puedo ir ahora y comprar uno…

Cl: Esther – la cortó – no se trata de que traigas un anillo o no… - contestaba con paciencia – se trata de

ti, Esther…

E: ¿De mí? – Aquello no podía estar pasando, no… ella necesitaba que Clara acepta – pero… Clara yo te

quie…

Cl: No, Esther – dijo callándola poniendo un dedo en sus labios – tú no me quieres… - continuó – tú

quieres quererme, Esther, y eso no es querer…

E: Pero…

Cl: Escúchame – le pidió – tú me gustas muchísimo, Esther – sonrió – de hecho, me estoy enamorando

de ti… pero siempre he tenido clara una cosa… tú no sientes lo mismo – afirmó con algo de tristeza – y

me hubiera encantado decirte que sí a esa propuesta, me hubiera encantado que me lo hubieras pedido

si me quisieras de verdad… pero no lo haces… - decía con calma, mientras Esther se sentía más nerviosa

por momentos – tú no me quieres… intentas con todas tus fuerzas quererme… pero el amor no se puede

forzar, Esther… lo sientes o no lo sientes – continuó – pero no es algo que se pueda controlar…

E: Clara… - susurró angustiada, porque veía hacia donde las llevaba aquella conversación.

Cl: Mira – la cortó de nuevo – no sé qué te han hecho – siguió – no sé qué ha pasado en tu vida para

que estés así… no sé quién te ha podido hacer daño… - seguía, Esther hizo el intento de hablar, quizás

queriendo contárselo – no – la cortó – no quiero que me lo cuentes… no he hecho preguntas y no las voy

a hacer, no voy a obligarte a que me lo cuentes porque tú no quieres contármelo – afirmó – y tampoco

te lo reprocho – continuó – pero no puedes seguir haciendo esto, cariño – dijo con ternura.

E: Pero… ¿hacer qué? – seguía sin entender o sin querer entender lo que quería decir.

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Cl: Lo que estás haciendo, Esther – contestó – no puedes seguir haciendo lo que haces… no puedes

seguir huyendo de algo aferrándote a mí… - siguió con calma, pero al mismo tiempo bastante triste – no

sé de quién o de qué huyes… quizás de ti misma, no lo sé, pero no puedes seguir haciéndolo – seguía –

no es sano…

E: Yo… - bajó la cabeza, dolida y avergonzada…

Cl: Esther – hizo que la mirara – yo no soy tu escudo… no puedo ni tampoco quiero serlo… porque al

final… las dos acabaremos sufriendo y yo no quiero ser la responsable de eso – decía intentando

mantener la calma que había mantenido durante toda la conversación.

E: ¿Me estás dejando? – preguntó asustada.

Cl: Es lo mejor – contestó – es lo mejor para las dos, Esther…

E: Pero yo…

Cl: Esther – suspiró – no te hagas esto… - le pidió – no sigas haciéndote esto, por favor… recapacita un

poco, cariño – siguió – piensa en lo que estás haciendo, porque te estás dañando a ti misma… - hizo una

pausa, respirando hondamente – te deseo toda la suerte del mundo, Esther – continuó – y siempre

tendrás aquí a una amiga… para lo que necesites ¿sí?

E: Lo siento – bajó la mirada avergonzada, porque sabía, en el fondo, que tenía razón – lo siento… -

repetía mientras un par de lágrimas salían de sus ojos – lo siento mucho…

Cl: Shhh – la abrazó – no pasa nada… shhh… tranquila, Esther – la acunaba.

E: No sé qué hacer – lloraba, cada vez con más fuerza, mientras Clara mantenía la compostura como

podía, sintiéndola tan perdida…

Cl: Shhh… shhh…

Durante un rato, estuvo calmándola, aguantando estoicamente la situación, sin dejar que le afectara

demasiado, porque para ella, tampoco era nada fácil aquella situación. Nada fácil… Poco a poco Esther

se fue calmando, el llanto cesó paulatinamente y poco a poco su respiración se fue normalizando.

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Cl: ¿Estás mejor? – preguntó haciendo que la mirara.

E: Sí… - susurró avergonzada – creo que… debería irme – dijo levantándose y recogiendo sus cosas.

Cl: Vale – la acompañó a la puerta, mirándola con un deje de tristeza, sabía que llegaría ese momento y

no pensó que fuera tan duro.

E: Siento mucho todo esto, Clara – dijo ya en la puerta – y… nunca he querido hacerte daño… de

verdad…

Cl: Lo sé – contestó – piensa en todo esto Esther – le pidió – de verdad… no puedes seguir así…

Esther afirmó con la cabeza, se acercó con timidez y besó su mejilla. Clara contestó con un beso que

ponía fin a una relación que podría haberles hecho demasiado daño, pero que por suerte, al menos una

de ellas, había actuado con sensatez… ahora solo quedaba que la otra, hiciera lo mismo y se enfrentara

a todos sus fantasmas…

Había dejado a Laura en el aeropuerto hacía tan solo una hora y media, la verdad era que verla, aunque

tan solo hubieran sido un par de días, había sido todo un bálsamo para su soledad. Conocía a Laura

desde hacía muchos años, y que hubiera vuelto de África –donde trabajaba como cooperante – solo para

el entierro de Rosario, había sido todo un consuelo, al menos así, no se había sentido tan sola. Pero las

obligaciones habían hecho que tuviera que marcharse demasiado pronto y que por tanto, su soledad se

viera acentuada cuando llegó a casa y se encontró con el reinante silencio que de un tiempo a esta parte

siempre la acompañaba.

No sabía muy bien qué hacía todavía allí, si lo pensaba, ya no tenía nada, absolutamente nada que le

ligara a aquel lugar, ya no había nadie que necesitara su compañía, su madre había muerto y con ella, el

último lazo que la mantenía unida a Madrid, a su trabajo y a… a su libertad.

Mientras mal comía un sándwich que sabía, no se terminaría, no dejaba de pensar en todo aquello, en

todo cuanto había pasado, y su dolor, una vez más, se acentuaba al recordar momentos pasados. Se

sentía vacía, totalmente vacía y no había nada a lo que agarrarse y llenar su alma para poder continuar

de aquel modo… finalmente, sin querer pensarlo demasiado, tomó el teléfono y esperó a que

contestaran.

Javier llegó al piso de Maca bastante descolocado por aquella llamada, no tenía ni idea de lo que iba a

decirle pero algo le decía que sería bastante importante. Cuando Maca le abrió la puerta, supo que

aquella conversación no sería como la había imaginado.

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M: Gracias por venir – dijo con un tono de voz leve y seco.

J: Me has dejado algo preocupado – contestó – no es que me hallas dado ninguna pista sobre lo que

quieres hablar.

M: Prefiero hacerlo cara a cara – le dijo mientras lo invitaba a sentarse.

J: Pues tú dirás – se sentó y le hizo una indicación para que hablara.

M: Vale… quiero que sepas que te agradezco mucho lo que has hecho por mí – comenzó – que… me

siento muy honrada por la confianza que habéis puesto en mí – siguió – pero ya no puedo más… - soltó

bajando la cabeza – ya no… no quiero seguir con esto…

J: ¿Qué me estás queriendo decir? – preguntó algo confuso.

M: Lo único que me ataba aquí, era mi madre – afirmó – y… ya no está – ahogó un par de lágrimas al

hablar de Rosario – así que ya no tiene sentido seguir con esto…

J: Maca…

M: Lo dejo, Javi – lo atajó antes de que dijera algo más – lo dejo.

J: Maca… no, no puedes dejarlo – contestó intentando que entrara en razón.

M: Sí… sí puedo y lo dejo – seguía diciendo con convicción – no puedo seguir con este trabajo que me

está haciendo más mal que bien… no puedo seguir enfrentándome a… a… - se le cortó la voz – no

puedo, Javi… quiero dejar el trabajo – finalizó.

J: ¿Me estás hablando en serio? – no se lo podía creer, nadie en su sano juicio, ni en su posición, dejaría

un trabajo como ese sabiendo qué pasaría si lo hacia.

M: Totalmente – contestó con seguridad.

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J: ¿Sabes lo que pasará si lo dejas? – le preguntó – volverás a la cárcel… ¿es eso lo que quieres? –

preguntó una vez más. Maca quedó callada un instante.

M: Me da igual – contestó tras una pausa – me da igual volver a la cárcel Javi… - siguió – porque

posiblemente será mejor que esto…

J: No puedes estar hablando en serio – no se lo podía creer.

M: Nunca he hablado tan en serio como ahora – de nuevo bajó la mirada – yo no puedo más… de verdad

que no puedo seguir aquí… así que… lo siento mucho pero… se acabó, no puedo seguir así… haz lo que

tengas que hacer – lo miró – mándame a la cárcel de nuevo pero no puedo más…

J: Vale… vale… - intentó pensar en algo – sé que estás mal por lo de tu madre y es lógico… sé que ahora

lo ves todo muy cuesta arriba… - la miraba – piénsalo mejor… tómate unos días, recapacita un poco y…

M: Javi… no voy a cambiar de opinión – dijo segura de su elección.

J: Sólo piénsalo un par de días – le pidió – te prometo que si pasado mañana sigues teniendo la misma

idea yo mismo me encargaré de todo… pero piénsalo unos días… solo un par de días – le pidió.

Y aunque Maca no quería pensarlo más, aunque hubiera preferido que todo acabara allí, sabía que Javier

no cejaría en su empeño de intentar que recapacitara… en el fondo hasta se lo podría llegar a agradecer,

pero en esos momentos no podía ni si quiera pensar en recapacitar sobre su elección… aun así, le

concedió esos dos días a Javi quien se marchó de su casa bastante contrariado.

Claudia se encontraba en su despacho, intentando hablar con Esther, no había ido a la oficina en esos

días y tampoco contestaba a sus llamadas. Empezaba a preocuparse, Esther no había faltado a la oficina

jamás si no era por un caso de fuerza mayor… algo había pasado y no tenía ni idea de lo que era.

C: ¿Sí? – contestó cuando el teléfono comenzó a sonar – Dime Javi… ya… aja… ¿¡Qué!? ¿Por qué? –

decía sorprendida por la noticia que le daba Javier – pero… ¿Cómo va a dejarlo? – como él, ella tampoco

podía creerlo – ya… entiendo… mira, intenta ganar tiempo… yo que sé, pero no lo notifiques aún… vale…

dos días… espero que sea suficiente… - terminó de decir y cuando se despidió de él, se quedó pensativa

mirando a su alrededor – Se acabó la tontería, Esther – dijo cogiendo sus cosas con la clara intención de

ir al piso de su jefa – ahora vas a tener que escucharme… - terminó de decir saliendo del despacho y

tomando rumbo veloz hacia su coche.

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El piso se mantenía completamente a oscuras. Todas las persianas estaban echadas, sin permitir que ni

un solo rayo de luz entrara en él. No quería luz, no quería saber si era de día o de noche, lo único que

quería era dejar de sentirse como se sentía. Todo estaba estrellándole en la cara sin que pudiera hacer

nada. Las palabras de su madre, de Clara, ver a Maca y verla acompañada, hablar con ella y recordar

aquellas otras palabras que tanto daño le habían hecho… era demasiado. Todo era demasiado.

El timbre sonó y lo ignoró, no quería ver a nadie, no quería saber nada de nadie, en ese momento

necesitaba estar sola, necesitaba aclarar su mente, ver las cosas con calma pese a que calma,

precisamente, era lo único que no lograba encontrar. El timbre volvió a sonar. Una vez más lo ignoró,

pero cuando por tercera vez se hizo notar de manera más insistente, cuando escuchó la voz de Claudia

tras la madera de manera algo amenazante no pudo seguir ignorándola.

C: Ábreme la puñetera puerta, Esther – decía tras ella – sé que estás ahí, y no pienso moverme hasta

que me abras.

Suspiró, frustrada al saber que cumpliría su advertencia y que no se marcharía, así que con pasos

cansados y sin ganas de nada, llegó hasta la entrada y abrió sin esperar más tiempo. Claudia entró y la

vio tan enfadada que se asustó, nunca, en muchísimo tiempo, había visto ese gesto tan adusto y serio

en el rostro de su amiga.

C: Ya está bien de tanta estupidez, Esther – fue lo primero que soltó nada más entrar en su casa – va

siendo hora de que dejes de comportarte como una niña.

E: Si has venido a insultarme, Claudia, será mejor que te vayas – contestó sin llegar a cerrar del todo la

puerta – no estoy de humor para aguantar insultos de nadie.

C: Pues me vas a escuchar, porque ya me he cansado de tener que callarme y tener que morderme la

lengua cada vez que te comportas como si tuvieras cuatro años – se cruzó de brazos retándola.

E: ¿A qué has venido? – preguntó cerrando la puerta y posicionándose frente a ella.

C: A felicitarte – contestó – ya lo has conseguido, Esther así que felicidades – dijo con calma – puedes

quedarte tranquila, lo has hecho de puta madre, sí señora.

E: No sé a qué te refieres – respondió ella.

C: A Maca – continuó – así que ya puedes relajarte, ya puedes dejar de mostrarte como la viuda negra

con ella, porque ya lo has logrado – dijo sin ningún tipo de tacto.

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E: No te pases Claudia – le advirtió.

C: No, ¡es que ya está bien! – Elevó la voz – ya está bien de comportarte como lo estás haciendo.

E: No tienes ningún derecho a hablarme así – intentó defenderse.

C: Sí, claro que lo tengo – contestó sin achantarse – porque ya estoy cansada de todo esto, estoy muy

cansada de ver como actúas sin contemplaciones ninguna, de ver como destruyes tu vida y de paso la

de otra persona – siguió, Esther se quedó callada durante un segundo – y lo has conseguido, ya no

puedes hundirla más… felicidades Esther, Maca deja el trabajo y volverá a la cárcel, si eso era lo que

querías, ya lo tienes.

E: ¡No me culpes a mí! – exclamó perdiendo los nervios, porque después de todo lo que había pasado,

no podía creer como Claudia la defendía tanto – ¡ella solita se ha metido en donde está, ella se lo ha

buscado! ¿¡Cómo puedes defenderla!? ¡Por Dios, Claudia! ¡Me mintió! ¡Es una puñetera ladrona! –

gritaba - ¡Me secuestró!

C: ¡Te salvó la vida! – la cortó ella también gritando.

E: ¿¡Pero qué me estás contando!? – es que aún no se lo creía, realmente, no quería creerlo - ¿Es que

no recuerdas lo que pasó?

C: Claro que lo recuerdo – dijo intentando bajar un poco el tono de la conversación – la que parece

haberlo olvidado eres tú…

E: ¡Una mierda! ¡Vivo con ello cada día! – siguió crispada – no puedo dejar de pensar en eso… me

tuvieron encerrada durante días en un cuartucho, sin darme agua y sin darme nada de comer, ¿¡Cómo

puedes pensar que lo he olvidado!? ¡Ella estaba allí! ¡Estuvo allí todo el tiempo! – gritó con las lágrimas

saltadas - ¡No he vuelto a dormir sin tener pesadillas desde entonces! ¡No vuelvas a decir que lo he

olvidado! – le increpó amenazante.

C: Pues entonces recuérdalo mejor – dijo al ver su estado, sintiéndose mal por haber dicho lo que había

dicho, pero tenía que hacerla entrar en razón – recuerda bien lo que pasó, Esther, porque dudo mucho

que alguien que no quiere ayudarte, que te secuestra, te da un teléfono para que contestes a una

llamada sabiendo que puedes decir algo que los delate – le recordó, Esther que iba a decir algo, quedó

callada – o que te cuida lo mejor que puede en esa situación – Esther recordó una de aquellas noche, en

la que sin saber por qué se sintió realmente casada, una noche en la que alguien la abrazó y la acunó

para que lograra descansar – o que se enfrenta a todos los que estaban allí, peleándose con un tío

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mucho más grande que ella para que a ti no te toque – continuaba, la empresaria parecía visualizar

aquellos momentos – o que entra en tu casa antes que nadie y se lleva unos documentos para que no

sepan quién eres en realidad – siguió ya más levemente – o que se calla el puñetero código de

seguridad que supo mucho antes de lo que tú te piensas sólo para protegerte – continuaba mientras

Esther no era capaz de decir nada – o que te saca de allí, recibiendo un balazo que casi pudo haberla

matado, sin importarle nada más que salvarte a ti – terminó de decir, hizo una pausa en la que el

silencio se hizo demasiado denso – piensa ahora si de verdad eso lo hace alguien que quiere hacerte

daño…

Durante los siguientes segundos ninguna dijo nada, Claudia se había quedado a la espera de que

reaccionara, de que dijera algo, lo que fuera. Sin embargo, Esther se había quedado sin habla, sin saber

qué decir o qué hacer, sin tener ni idea de qué creer, de qué pensar, estaba demasiado ofuscada como

para poder pronunciar alguna palabra…

E: Pudo… - consiguió decir, aunque su timbre de voz ya no era ofensivo, ni rabioso, sino uno más leve,

más bajo, un poco más culpable – pudo llamar a la policía… pudo…

C: Sí – contestó Claudia – pudo hacerlo… pero el plan urdido por esos mafiosos era mayor de lo que tú

te piensas – siguió diciendo – tenían amenazada a su madre de muerte… si hablaba con la policía, si

decía algo a quien fuese, entonces matarían a su madre y luego te matarían a ti… ella era casi tan

víctima como tú de Raúl...

Esther se dejó caer en el sofá… eso no lo sabía… no, claro que no lo sabía… simplemente no había

querido saberlo, porque estaba tan llena de miedos, de dolor y rabia, estaba tan envenenada con sus

propias pesadillas, sus propias luchas, que no había querido saber absolutamente nada, no había

querido recapacitar, ni pensar, ni recordar nada de aquellos días y había dejado que su mente, creara

una versión que nada tenía que ver con la que Claudia intentaba hacerle ver…

C: Deberías pensar en todo lo que te he dicho – siguió Claudia – porque Maca va a volver a la cárcel y

sinceramente, pese a sus robos, no merece volver allí por hacer lo que cualquiera que te quiera un poco

hubiera hecho… salvarte la vida a ti – terminó de decir, cogiendo sus cosas y dejándola sola, porque

sabía que debía estar sola, para pensar en toda aquella conversación y que por fin, abriera los ojos de

una buena vez.

No durmió en toda la noche, no pudo pegar ojo ni un instante, la diferencia esta vez, con las otras, era

que no lo hacía por una pesadilla, que no dormía por miedo a soñar, sino que simplemente, fue incapaz

de cerrar los ojos. Las palabras de Claudia aún seguían resonando en todo su piso sin posibilidad de

ignorarlas.

No entendía nada, no podía creer lo que le había dicho y sin embargo, había algo, dentro de ella, muy

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dentro de su alma que cuando escuchó todo lo que Claudia escupía había suspirado tranquilo por fin…

Había algo, en lo más profundo de su ser, que encontró la paz que le faltaba tras aquel toque de

atención y verdades…

Todo se había vuelto absurdo porque toda su película se desmoronaba ante sus ojos. Todo se había

vuelto extraño, frío y denso cuando la muralla que había construido a su alrededor se desmoronaba

como un endeble castillo de naipes. Todo se había vuelto, quizás, aún más doloroso que antes, porque

ahora, tras lo que había dicho Claudia, después de la conversación con su madre y días más tarde de

que Clara la dejara, ahora, la culpa y la sensación de haber estado actuando con extremada injusticia le

estallaba en la cara jactándose de su sufrimiento.

Pasó la noche entera frente al ordenador. Leyendo, por primera vez desde que todo ocurrió el

expediente policial de su caso. Lo tenía desde hacía tiempo y jamás había querido leerlo, esa noche, sin

embargo, se le hacía necesario hacerlo.

Leyó con detenimiento cada párrafo allí escrito, intentando mantener la calma al recordar todo lo que

ocurrió. Lloró cuando su propia declaración se le hacía extremadamente dura, se le enfureció el rostro al

leer la declaración de un chulesco Raúl que inculpaba en cada palabra a la Reina Roja. Se sorprendió por

las contradicciones que descubrió en la declaración de Alberto, se asombró por la frialdad en las palabras

de Verónica y finalmente, llegó a la declaración de Maca.

Puso todas sus atenciones en aquellas líneas, leyó con absoluta concentración cada palabra, y entonces,

algo hizo click en su cabeza, algo actuó de detonante y simplemente, la creyó…

Quizás fue por las veces que se repetía que todo había sido por protegerla, quizás por la reiteración de

una disculpa que sabía, no iba dirigida a la policía… quizás por la manera en la que se había delatado y

había contado cómo habían sido todos sus robos, como si no tuviera nada que perder, como si ya no le

importara nada lo que pudiera pasarle, como si lo hubiera perdido todo… quizás fue, porque

simplemente, en el fondo de su corazón, teñido de dolor, miedo, rabia y odio, siempre la había creído… Y

supo, que sobre todas las cosas, Maca merecía, al menos, una disculpa por su parte.

El sol la descubrió despierta, nerviosa, inquieta y temerosa. Se tapaba la cara con las manos y aún

mantenía el ordenador encendido. Casi se había aprendido de memoria toda su declaración y cuanto

más la leía, más se daba cuenta del error cometido… y peor persona se sentía…

Salió de casa temprano, era hora de enmendar errores, de expiar y asumir culpas, era hora de hacer,

por una vez en mucho tiempo, las cosas bien. Así que ahí estaba, frente a aquella madera y con miedo a

tocar el timbre. No sabía qué le diría, no sabía cómo empezaría pero lo que sí tenía claro, era que debía

pedirle perdón.

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La puerta se abrió y se sorprendió al verla arreglada siendo una hora tan temprana. Se quedó rígida

ante ella, y sobre todo, se quedó parada al descubrir una mirada fría en sus ojos.

M: Creí haber dejado muy claro que no quería volver a verte – fue lo primero que pronunció, ante una

Esther que tembló al escuchar el grave tono de su voz.

E: Necesito hablar contigo – dijo con algo de timidez.

M: Ya… pues – hizo un chasquido – a mí no me apetece hablar contigo – terminó de decir intentando

cerrar la puerta.

E: Maca… por favor – impidió que cerrara – solo un minuto.

M: ¿Y por qué tendría que escucharte? – se cruzó de brazos.

E: Porque necesito pedirte disculpas – continuó ella – por favor…

M: Lo que tú necesites – hizo hincapié en el pronombre – no me importa… ya no.

E: Por favor – volvió a pedir, evitando, una vez más, que la puerta se cerrara – Maca, por favor… solo…

solo un minuto – continuó – te juro que luego me voy y te dejo en paz pero… déjame solo decirte esto –

siguió diciendo y Maca casi no podía resistirse a su mirada – me quedaré aquí plantada hasta que

quieras escucharme – dijo con convicción.

Y Maca sabía que así sería, su convicción así se lo decía y la verdad era que no quería tenerla allí mucho

más tiempo. Así que, tan solo para que se fuera de una vez, le hizo un gesto con la cabeza para que

entrara.

M: Tienes un minuto – miró el reloj – el tiempo corre.

E: Vale… - movía nerviosa las manos – lo siento… siento como me he comportado, siento como te he

tratado y mucho más siento no haber visto la verdad de las cosas – la miró con algo de vergüenza – me

he pasado mucho contigo cuando en realidad lo que tenía que haber hecho era darte las gracias – Maca

la miró algo sorprendida – sí… darte las gracias porque… me… me salvaste la vida…

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M: ¿Por qué ahora? – quiso saber, manteniendo su postura, manteniéndose impasible, o al menos, eso

era lo que le intentaba mostrar con todas sus fuerzas.

E: ¿Qué? – preguntó algo descolocada.

M: Que por qué ahora – repitió más lentamente – sí, no sé, no entiendo este cambio de actitud

repentino – su voz era seria, demasiado seria – he intentado muchas veces contarte lo que pasó, he

intentado que me creas y tú, has seguido humillándome y culpándome, así que dime ¿a qué debo el

honor de que hayas cambiado de pensar? – dijo un tanto irónica.

E: Yo… solo… - no sabía qué decir, porque nunca la había visto de ese modo, nunca había sentido su

rabia, su indiferencia, su… su desprecio… y supo cómo debió sentirse cuando ella actuaba así… “las cosas

se ven de manera diferente fuera de la barrera” le dijo una vocecita impertinente dentro de ella.

M: ¿Tú solo qué? – preguntó al ver que no seguía – quiero saber a qué viene esto… qué pretendes con

esto… porque ya me espero cualquier cosa de ti – continuó y Esther acusó un nuevo golpe, jamás habría

podido imaginar que Maca pudiera pensar de esa manera de ella y dolía… dolía mucho…

E: Claudia… Claudia me dijo que… que dejas el trabajo y volverás a la cárcel, Maca - estaba realmente

nerviosa, movía las manos intranquila y necesitaba un par de segundos para enlazar una palabra tras

otra – me contó lo que pasó y luego yo… leí los… los informes y… te creí…

M: Ahhh, claro – sacó una sonrisa sarcástica – te lo cuanta Claudia y te lo crees… lo intento yo y ni tan

siquiera me dejas hablar – estaba tan enfadada… tanto…

E: Lo… lo siento ¿vale? – siguió – pero debes entender que…

M: ¿Qué? – la cortó - ¿¡qué!? ¿¡Qué quieres que entienda!?

E: Entender que… con todo lo que pasó… con todo lo que me dijiste… la manera en la que actuaste,

Maca…

M: ¡Lo hice para protegerte! – elevó la voz.

E: Lo sé – dijo atreviéndose a dar un paso al frente, acercándose a ella – lo sé… ahora lo sé… y lo

siento… siento todo lo que…

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M: Ya es tarde, Esther – contestó – ya es demasiado tarde…

E: No… Maca… no es tarde… aún… aún podemos… - se quedó callada – no sé… pero no tienes que volver

a la cárcel, Maca – cambió el rumbo de la conversación, porque ni ella misma sabía cómo seguir, mucho

menos cuando le rostro de Maca parecía estar juzgándola de una manera devastadora – no tienes que

hacerlo, ¿vale? Puedes… puedes seguir trabajando para… para el gobierno o… o para mi empresa –

siguió y dio un nuevo paso acercándose a ella – te… mi empresa te necesita – se corrigió – sabes que

tiene vulnerabilidades y… solo tú puedes ayudarnos a solventarlas… Maca…

M: Olvídalo – contestó.

E: Pero… Maca yo…

M: Tú, tú, tú ¡y solo tú! – la cortó de nuevo – estoy harta – soltó, Esther se quedó parada – estoy harta

de que no mires más allá de tus narices – siguió perdiendo los nervios – estoy cansada de tu egoísmo,

de que todo gire en torno a ti. Tú, tú y tú ¡y a los demás que nos den por culo!

E: Eso no es justo – contestó – yo… lo pasé muy mal, Maca, ¡Me secuestraron a mí!

M: Yo, yo, yo, yo, yo – se burló con rabia - ¿¡Y cómo te crees que lo pasé yo!? – de nuevo su tono fue

serio y duro - ¿te has parado a pensarlo alguna vez? ¡Te quería! – le gritó – Te quería como jamás he

querido a nadie ¿Cómo crees que me sentí cuándo todo pasó? ¿Cuándo vi cómo te arrastraban a ese

maldito coche? – luchaba contra sus lágrimas - ¿Cuándo te abracé durante una noche entera intentando

que te calmaras y descansaras sintiéndome muy culpable por todo lo que había pasado? – Siguió con

dolor - ¿te has parado a pensar en cómo me sentí? Tan solo quise protegerte… y tú no hacías más que

despreciarme y humillarme… ¿te has parado a pensar en el daño que me hacías? ¿En lo que yo también

sufrí y estoy sufriendo? ¿¡te has parado a pensarlo!?

E: …Yo… - bajó la cabeza, sin ser capaz de contestar, porque durante todo ese tiempo, había estado tan

confundida, tan llena de rencores y miedos que nunca pensó en el dolor que podría sentir Maca.

M: Esa es la diferencia entre tú y yo – continuó algo más calmada – que para mí, tú siempre fuiste mi

prioridad, siempre pensé en tu bienestar, pude decir mil cosas, pero siempre que las dije lo hice para

protegerte… nunca quise hacerte daño… y tú si has querido hacérmelo a mí – terminó de decir.

E: Lo siento – dijo dejando escapar una lágrima, porque ahora se daba cuenta de que si a ella le habían

dañado con todo lo ocurrido, Maca también había salido muy herida… - lo siento – susurró – lo siento… -

Maca se dio la vuelta.

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M: Te lo dije una vez… - dijo de espaldas a ella, sin ver cómo Esther dejaba que un par de lágrimas

silenciosas bañaran su rostro – se acabó – soltó – ya me he hartado de que me humilles, de que me

desprecies y de que me juzgues como lo has estado haciendo y si lo que pretendes viniendo aquí, es que

te perdone, lo olvide todo y caiga a tus pies, estás muy equivocada – dijo con los ojos rojos de rabia.

E: No… no pretendo eso – claro que no lo pretendía, porque sabía muy bien que se había pasado con

ella como para intentar algo que no fuera disculparse, mucho menos después de escucharla – solo…

intento que… que sepas que…

M: No me interesa – la volvió a cortar volviéndose de nuevo para mirarla – no me interesa saber nada,

no me interesa escucharte y mucho menos me interesan tus disculpas – afirmó, Esther tragó saliva con

dificultad – es que ya no me interesa nada de lo que quieras decir o quieras creer… me da exactamente

igual – clavó su mirada en ella haciendo más veraz su relato – y si has venido aquí, esperando que

acepte tus disculpas, podrías haberte ahorrado el camino, porque no seré yo quien te disculpe, del

mismo modo en que tú, ni tan siquiera quisiste escucharme – afirmó y tal vez estaba siendo dura,

demasiado dura, pero en esos instantes no le salía ser de otra manera.

E: Maca… - imploró en su tono de voz y en su mirada…

M: ¿Sabes contar, Esther? – Preguntó alejándose de ella y abriendo la puerta, dejándole claro que quería

que se marchara – Pues no cuentes conmigo – terminó de decir, esperando con extrema seriedad que se

marchara.

Derrotada bajó los hombros. Estaba claro que nada podía hacer o decir, porque tenía razón, lo cierto era

que tenía razón. No había querido escucharla, no había querido saber lo que realmente pasó, ni siquiera

le había dado a nadie la oportunidad de que se lo contaran, Claudia había tenido que escupírselo para

que ella se enterara de toda la verdad, de lo que realmente pasó… y hasta que eso no había pasado, no

había tenido indulgencia con ella, la había humillado, la había despreciado, le había hecho demasiado

daño… quizás más del que Maca podía soportar… así que no podía hacer o decir nada… ya no…

Con pasos lentos se dirigió a la puerta, con la cabeza gacha y sintiendo todo el dolor que Maca había

estado sintiendo con su actitud, con su manera de tratarla, ahora sabía cómo se sentía, ahora había

probado un poco de su propia medicina y ¡Dios! ¡Cómo dolía!

E: Lo siento – dijo parándose justo a su lado, sin levantar la cabeza, en un susurro tan bajito que

apenas se escuchó, tan doloroso como sincero.

Maca tembló, tembló y sintió que sus defensas caían al suelo… a pesar de todo, nunca pudo verla sufrir,

nunca pudo verla llorar… cerró los ojos, debía mantenerse firme si no quería seguir sufriendo y dejó que

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saliera por fin de su casa para cerrar la puerta. Quedó con la frente apoyada en la madera, respirando

con dificultad… intentando levantar su alma del suelo.

Del mismo modo y con la mano sobre la madera, Esther dejaba que el llanto la invadiera. Sintiendo

como todo se le venía encima, como de pronto nada tenía sentido, sabiendo que la había cagado y

sintiendo un dolor en el pecho que no la dejaba casi respirar…

Terminaba de recoger todo lo que ya no iba a necesitar. Suponía que alguien se haría cargo de su piso,

lo alquilarían, lo venderían, realmente le daba igual, allí había demasiados recuerdos que quería olvidar

así que, si por ella fuera, como si lo quemaban.

Tan solo llevaba una bolsa de deportes en la que había metido lo más imprescindible, tampoco es que le

fueran a dejar llevar casi nada, al fin y al cabo, no iba de viaje, no se iba a un hotel, iba a la cárcel

donde todo lo que llevara sería revisado y en su caso decomisado por los funcionarios, así que tampoco

se molestó en hacer una maleta completa… algo de ropa, una fotografía de su madre, y poco más…

Estaba lista, solo restaba que Javier llegara y la llevara hacia el centro, lo tenía asumido y estaba

convencida de ello, pues la realidad era, que no tenía nada por lo que quedarse, mucho menos después

de esa conversación con Esther que, si lo quisiera pensar, podría describirse como un grito casi

desesperado de la empresaria para que se quedara, pero no quería pensarlo, no lo había hecho y no lo

iba a hacer… ya había sido suficiente, a partir de ahora, no pensaría en nada que tuviera que ver con

Esther. Se limitaría a cumplir su condena, a no meterse en líos y luego… cuando llegara el momento, ya

vería qué pasaría…

El timbre sonó, suspiró profundamente, sabía quién era, Javier llegaba y terminaría su libertad, respiró

profundamente, un “Vamos Maca” salió de sus labios en un murmullo y finalmente abrió la puerta.

J: Hola – saludó serio, Maca supo que no le gustaba aquello.

M: Hola – contestó con tranquilidad - ¿Nos vamos ya? – preguntó directamente.

J: En unos minutos – contestó sin cambiar su tono – Maca… ¿Lo has pensado bien?

M: Javier, por favor – le pidió, pues no quería más conversaciones de ese tipo, no quería que intentaran

hacerla cambiar de opinión…

J: Es que no lo entiendo – le dijo – eres la primera persona que conozco que, teniendo una vida y

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posibilidad de trabajar, vivir bien… quiere volver a la cárcel – le decía – la mayoría de las reclusas

matarían por estar en tu posición, Maca… y tú quieres volver allí…

M: Supongo que soy la más tonta de todas – contestó elevándose de hombros - ¿Nos vamos ya? –

volvió a preguntarle, extendiendo las manos hacia delante.

J: ¿Qué haces? – preguntó al ver aquel gesto.

M: ¿No vas a ponerme unas esposas? – quiso saber, al darse cuenta de que no se movía – Javi… por

favor…

J: Antes de eso hay alguien que quiere hablar contigo – le comunicó, yendo hacia la puerta y abriéndola

para dejar paso a la nueva invitada.

M: Genial… - dijo protestando.

C: Buenos días – habló ella entrando en el piso, mirándolos a ambos con tranquilidad.

J: Buenos días – contestó con algo de solemnidad.

M: Ya… hola, sí – saludó ella con desgana.

C: Javier… necesito un minuto con ella – le dijo – déjenos solas, por favor.

J: Lo que usted diga – contestó marchándose del piso.

M: No va a hacer que cambie de opinión – le dijo cuándo se quedaron solas.

C: Al menos he de intentarlo – contestó sacando una leve sonrisa - ¿le importa si nos sentamos? –

señaló el sofá.

M: Supongo que no puedo negarme, presidenta – dijo sentándose con desgana – usted dirá – le dio pie

para que hablara.

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C: Bien… creí que teníamos un trato – dijo entrando en materia – creí que usted iba a colaborar.

M: Ya… pues lo siento – contestó – pero quiero romper el trato, no es tan grave… yo voy a la cárcel y

aquí no ha pasado nada.

C: Voy a necesitar una razón más seria y sincera para que entienda por qué hace esto – siguió Cruz

mirándola con calma – porque usted aceptó trabajar para nosotros y no puede dejarlo así como así…

M: No creo que sea de su incumbencia – dijo ella con seriedad.

C: En eso se equivoca – continuó ella – porque usted trabaja para nosotros, y le aseguro que podría

hacer muchas cosas para ayudarnos, necesitamos que siga con nosotros y no podemos dejar que vuelva

a la cárcel – afirmó – así que voy a necesitar una razón real para entenderla.

M: Podré haber estado trabajando para ustedes en este tiempo – contestó – pero es mi vida y nadie

tiene porqué meterse en ella, ni decirme qué tengo o no tengo que hacer.

C: No la entiendo – siguió – la verdad es que no la entiendo – repitió – creí que quería ayudar, creí que

quería… acercarse a ella – le picó – que quería ayudarla y… creí que la quería…

M: No voy a contestarle a eso – afirmó – Así que… ¿podemos irnos ya? – siguió empecinada.

C: Bien – se levantó – supongo que me equivoqué con usted – dijo alejándose un poco de ella – Está

claro que no es usted la persona que creía… no es usted la persona que me demostró ser cuando la

conocí – siguió – la creí más valiente, pero es como todos los demás, cuando tienen un problema

huyen…

M: ¿No lo entiende, verdad?

C: No – contestó – no lo entiendo, porque la persona que yo conocí, lo único que quería era ayudar a la

mujer de la que estaba enamorada, no sé, tal vez no lo estuviera tanto…

M: Sí… tal vez sea eso – contestó con lentitud – no estaría tan enamorada como usted creyó – siguió

diciendo aunque el tono de su voz decía claramente que mentía – supongo que tiene razón, se equivocó

conmigo.

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C: Sé que no me equivoqué – se dio la vuelta y se acercó a ella – sé que no lo hice, porque usted ha

demostrado mil veces que no lo hice – afirmó – me demostró a mí y a todos que la quiere, todos

sabemos lo que hizo por ella, así que no me diga ahora que no la quiere, porque ese tipo de amor no se

borra de la noche a la mañana – continuó – sabemos todo lo que ha hecho por ella, no me diga ahora

que no la quiere, porque eso no hay quien se lo trague – afirmó convencida de ello – así que sea sincera

de una vez y dígame por qué quiere dejarlo…

M: No… no puedo quedarme aquí – contestó dejando caer sus hombros, derrotada, porque mantener esa

actitud de indiferencia, intentando ocultar su dolor, era demasiado pesado como para seguir haciéndolo -

¿No lo entiende? Estoy cansada de sufrir, de ver cómo me humilla, cómo me trata… no me queda nada

aquí… mi madre ya no está y ella era la única que podía mantenerme aquí… no tengo nada por lo que

seguir – decía derrotada – así que por favor… acepte mi decisión… porque le aseguro que no tengo

fuerzas para permanecer más tiempo aquí…

C: La necesitamos en nuestro equipo, Macarena… - contestó.

M: ¡Y yo necesito alejarme! – dijo perdiendo los nervios – no puedo seguir aquí, no puedo verla, no

quiero verla… necesito alejarme, necesito espacio, porque me ahogo al saber que está cerca, que tengo

que trabajar para ella – continuó – no puedo, ni quiero… porque me voy a volver loca… porque estoy

cansada de sufrir y llorar… ¿puede entender eso? ¿Puede entender que necesite alejarme de ella lo más

que pueda?

C: ¿Y cree que eso lo va a conseguir volviendo a la cárcel? – preguntó.

M: Al menos allí, sabré que no la veré…

C: ¿Y si le dijera que puedo hacerla desaparecer un tiempo? – le preguntó llamando su atención – usted

necesita alejarse y nosotros necesitamos que siga trabajando para el gobierno… ¿necesita alejarse?

¿Necesita tiempo? – preguntó de manera retórica – puedo dárselo, es más, tengo un trabajo que la

alejaría de Madrid durante al menos dos meses – siguió – así que si necesita tiempo, si necesita estar

alejada de esta ciudad, acepte este trabajo, pero no creo que lo mejor sea volver a la cárcel…

M: … - no sabía qué decir.

C: Volver a la cárcel no hará que se sienta mejor y usted lo sabe – afirmó – al contrario, sería mucho

peor – siguió – entiendo que quiera estar lejos, entiendo que quiera olvidar todo esto… así que acepte el

trabajo, Macarena… todos saldremos ganando – terminó de decir, mirándola fijamente y esperando que

aceptara.

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Como ya se había convertido en rutinario, no había dormido nada aquella noche, y es que, además de

todo, la conversación con Maca le había dejado un sabor amargo. Sabía que se había ganado a pulso

todos sus reproches, pero escucharlos, sentirlos con tanta claridad, era otra cosa que imaginárselos.

Repasaba una y otra vez toda la conversación y una y otra vez llegaba a la misma conclusión. No había

nada que pudiera hacer ella para ganarse un perdón por parte de Maca, al igual que hiciera ella, Maca se

había cerrado en banda y no admitiría nada que viniera de ella.

Se reprochaba a sí misma no haber querido verlo, no haber querido escuchar a nadie y no haber sido

capaz de ver la verdad de las cosas, tal vez, si lo hubiera hecho, las cosas habrían sido infinitamente

diferentes. Maca no estaría ahora tan llena de rencores hacia ella y ninguna de las dos habría sufrido

como lo habían hecho.

Había llegado al despacho cuando aún el sol no había comenzado a despuntar. No podía quedarse en

casa por más tiempo, allí no hacía más que pensar en lo ocurrido y seguir reprochándose mil cosas.

Había sido estúpida, muy estúpida, Maca tan solo intentó protegerla y ella la había machacado tanto que

había llegado a un punto en el que a la Reina Roja le importaba un bledo su propia vida… y eso la

torturaba a cada segundo.

Ni tan siquiera podía trabajar con claridad, a cada minuto se distraía recordando imágenes de aquel

encierro, y ahora, ahora sí era capaz de ver a una Maca protectora, a una Maca dulce cuando se

acercaba a ella, ahora sí era capaz de reconocer, tras aquella máscara al gran amor de su vida sufriendo

tanto como ella al verla en aquel encierro.

E: ¿Diga? – contestó al teléfono con rapidez en el momento en que éste empezó a sonar.

C: Buenos días – respondió al otro lado del teléfono - ¿No es muy temprano para que estés en la

oficina? – quiso saber.

E: Es la única forma que tengo de evadirme un poco de todo – contestó con amabilidad.

C: Es comprensible – respondió.

E: ¿Cómo ha ido? – quiso saber, yendo directamente al grano de aquella conversación, sabiendo para

qué había realizado esa llamada que en contadas ocasiones se había dado, y bastante nerviosa por

escuchar su respuesta.

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C: Es bastante cabezota – contestó.

E: Lo sé – dijo poniéndose más nerviosa - ¿Pero ha aceptado? – preguntó con más insistencia.

C: Ha costado, pero sí, lo ha hecho – le contestó y Esther suspiró con alivio.

E: Menos mal – dijo en un susurro - ¿Sospechaba algo? – quiso saber, porque tenía la certeza de que si

Maca supiera lo que estaba haciendo, seguramente lo dejaría.

C: Ha aceptado, así que no creo que sospeche nada – contestó creyendo saber lo que estaba pensando

Esther – Y a no ser que haya leído los informes que se llevó de tu casa, no creo que lo sospeche nunca.

E: No… no los leyó – afirmó convencida – sé que no lo hizo, la conozco… - y de nuevo sintió el aguijón

del remordimiento, claro que la conocía, y por eso, tendría que haber sabido desde el primer momento

lo que ocurría, pero se había cerrado tanto… tanto… - posiblemente intentó abrir alguno para ver cómo

podría ayudarme, pero no quiso leerlos – terminó de decir intentando no sonar demasiado derrotada por

sus propios sentimientos.

C: Bueno… sale esta misma noche – le contó – le dije que serían dos meses… pero no sé si necesitará

más…

E: Supongo que podrá quedarse el tiempo que quiera – continuó – de hecho, ese caso va para largo… -

se tapó la cara con las manos, el caso en cuestión, el caso Ruíz, era uno de los más importantes que

llevaba su empresa, Jesús Ruíz, antes llamado Pablo Ortega, había sido el testigo principal en una trama

de trata de blancas y ahora se encontraba dentro del programa de testigos protegidos del gobierno y

que del que su empresa llevaba la seguridad, y sabía que aún tardarían al menos un año y medio, quizás

dos, hasta que Jesús pudiera volver a España, así que tendría que hacerse a la idea de que, aunque Cruz

le hubiera dado un margen de dos meses, tal vez, no la vería en dos años… y eso, no sabía si sería

capaz de soportarlo… - necesita tiempo, así que tendrá todo el que quiera… - dijo con un murmullo,

porque la necesidad de tiempo que Maca tenía, era simple y llanamente para olvidarse de ella.

C: ¿Estás bien? – preguntó al escuchar su tono de voz.

E: Sí… - contestó intentando imprimirle seguridad a sus palabras – es solo… no sé, he sido una imbécil…

solo eso.

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C: No te flageles, Esther – continuó ella – lo que a ti te ha pasado ha sido demasiado fuerte… te

equivocaste de persona, pero también tiene su lógica, todo apuntaba a ella…

E: Pero tenía que haberla escuchado… - se reprochó.

C: No pienses ahora en eso – le dijo – piensa en… en lo que vendrá… las cosas mejorarán… el tiempo

hará que mejoren – intentó animar.

E: Ojalá – deseó.

C: Te tengo que dejar – dijo para despedirse – tengo que ir a una reunión, ya sabes, cosas de la

presidencia.

E: Sí… no les haga esperar, señora presidenta – contestó con una media sonrisa – y Cruz – dijo antes de

que colgara – gracias… te debo una…

C: De nada – le dijo antes de colgar el teléfono.

Cuando colgó, se quedó con la mirada fija en la nada. Esperando que el tiempo pasara pronto, que

curara heridas y que al menos, les diera la oportunidad de hablar sin reproches… no pretendía nada

más, tan solo hablar con ella pedirle disculpas una vez más y ¿quién sabe? Tal vez intentar ser amigas

después.

CUATRO MESES DESPUÉS.

Nada. No sabía absolutamente nada de ella. Llevaba ya cuatro meses fuera, tan solo sabía dónde estaba

y poco más, pues Javier, se había hecho cargo de su seguimiento y era el único que mantenía contacto

con ella.

No había querido ni hacer el intento de comunicarse pues intuía que, en cuanto lo hiciera, Maca

probablemente se enfurecería, aún se sorprendía del hecho de que no se hubiera dado cuenta de que la

artífice de que no estuviera en la cárcel era ella.

Pero comenzaba a desesperarse, lo que pretendía ser un trabajo de dos meses se había convertido en

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cuatro y sin intenciones de volver de momento. Según sabía por Javier, Maca no había hecho alusión

alguna al hecho de regresar a Madrid y tampoco la había nombrado a ella en todo el tiempo que llevaba

fuera.

No sabía por qué ese día se había levantado más nerviosa que de costumbre. Sus horas de sueño habían

pasado de unas dos o tres horas a cuatro o cinco cada noche. Las pesadillas parecían remitir, al menos

ya no las tenía tan seguidas, pero sí que continuaban martirizándola cada varios días sin dejarla conciliar

el sueño.

Ese día, precisamente, era uno en los que la oscuridad de la noche la había llevado de nuevo, a aquel

encierro. En sueños había vuelto a revivir todo aquello y se había despertado entre sudores fríos y una

sensación de abandono y orfandad demasiado pronunciada.

Encendió el ordenador y leyó el periódico virtual mientras se tomaba el tercer o cuarto café en lo que iba

de mañana. Tan solo eran las 10:30, no había ido a trabajar, después de esa noche de vigilia forzada no

había tenido ganas de salir de casa. Mientras leía alguna noticia que no llamaba su atención se fijó en el

día que era…

E: Genial – murmuró para sí misma.

Y es que, ese día, precisamente ese día hacía exactamente 10 meses del día del secuestro. Suspiró,

movió la cabeza e intentó evadirse un poco de su mente y sus recuerdos, no quería que todo volviera a

empezar una vez más, sin embargo, era inevitable y lo descubriría minutos más tarde.

El timbre de casa sonó insistente, se extrañó de aquella visita, no esperaba a nadie y menos a las 10:30

de la mañana. Se levantó mientras dejaba la taza en el lavaplatos y se dirigió a la puerta. Miró por la

mirilla y abrió bastante descolocada.

E: ¿Qué haces aquí? – preguntó invitándola a entrar – creí que tenías que estar en la oficina.

Cl: Sí – contestó con seriedad una Claudia que la miraba preocupada – pero tengo que hablar contigo… -

sacó un sobre del bolso – esto me ha llegado al despacho esta mañana – se lo tendió – supongo que a ti

te lo harán saber de otra manera.

Esther tomó aquel sobre entre las manos mirándola algo confusa, Claudia le hizo un gesto para que lo

abriera y al instante Esther lo hizo. Lo desdobló y comenzó a leer.

“Por la presente se le comunica que se requiere su presencia en calidad de testigo en el proceso judicial

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contra RAUL LARA ARANGO, ALBERTO SANCHEZ LARA, VERÓNICA SOLÉ MARTÍN, el día 25 del presente

mes a las 09:30h en el juzgado de instrucción número 3 de la Comunidad de Madrid”.

La insistente musiquita de su móvil la despertó, intentó moverse sintiendo como un brazo en su cintura

se lo impedía. Se restregó los ojos intentando abrirlos, sentía un ligero dolor de cabeza. Se movió

desorientada, no sabía muy bien donde se encontraba, pero tenía la seguridad de que ese, no era el piso

que durante esos cuatro meses se había convertido en su vacía e impersonal casa.

Intentó moverse sin despertarla, y cuando consiguió ponerse en pie, un leve mareo la hizo quedarse

quieta por un segundo. Aquella noche había salido, más que nunca esa noche había necesitado salir y

evadirse de todo, para así, intentar no pensar demasiado en la fecha aquel día. Había bebido algo más

de la cuenta y había acabado en casa de esa morena que se removía en la cama sintiendo su ausencia.

La impertinente musiquita volvió a sonar y poniéndose algo de ropa que tapara su desnudez rebuscó

entre toda la ropa desperdigada por el suelo en busca de su teléfono. Lo encontró finalmente bajo la

cama, en el bolsillo trasero del pantalón, lo sacó sin demasiada dificultad, miró la pantalla y bufó algo

molesta.

M: ¿Sabes la hora que es aquí? – preguntó directamente sin tan siquiera saludar.

J: Siento llamar tan temprano – le contestó – pero necesitaba hablar contigo, es urgente.

M: Vale… dime qué pasa y deja que vuelva a la cama – dijo aún molesta.

J: La semana que viene comienza el juicio contra Raúl – soltó – creí que te interesaría saberlo – terminó

de decir a una Maca de se despejó totalmente al escucharlo.

Se sentía nerviosa. Pese a tener que agradecer el tratamiento especial que le estaban dando, pese a que

no le vería la cara, estaba demasiado nerviosa. De nuevo volvía a revivirlo todo, de nuevo las pesadillas

recurrentes cada noche y con mayor intensidad que antes. Otra vez esa sensación de vulnerabilidad, ese

miedo a andar sola por la calle y es que, desde que se enterara de que el juicio comenzaría, todo había

vuelto a su mente y los escasos pasos que había dado hacia adelante, habían sido rehechos hacia atrás…

En aquella sala, resguardada del resto, donde nadie la vería, donde nadie la reconocería, esperaba que

el Juez junto con los abogados y el fiscal la llamaran para declarar. Sabía que lo haría en el mismo

despacho del juez, así debían ser las cosas si se quería preservar su identidad, algo insólito pero

justificado dada la situación. No es que hubiera periodistas, ni que ese caso hubiera trascendido a la

prensa, pero todos coincidían en que más valía prevenir que curar.

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Le sudaban las manos, se removía el pelo con nerviosismo, la espera le estaba matando. En ese

momento estaba declarando Claudia, podría seguir toda su comparecencia por un monitor que le habían

instalado en la salita y su estómago dio un vuelco al ver la sonrisa cínica de un Raúl que se mostraba

altivo, desvió la mirada del televisor, no quería verlo, no quería saber nada, aún quedaba un rato para

que le tocara declarar, tras Claudia sería el turno a Carlos y finalmente ella. Y no sabía si tendría fuerzas

para hacerlo porque no sabía si podría revivir una vez más y en voz alta todo lo que pasó… era

demasiado, ya era demasiado…

Y entre todo aquella mezcla de pensamientos había uno que no había dejado de repetirse desde que

llegara la citación… ¿Estaría Maca también citada a declarar? ¿Volverían a verse? ¿En calidad de qué iría

allí la Reina Roja? No tenía ni idea pero sí había una cosa que sabía, en el caso de que Maca regresara,

haría lo que fuera por no volver a dejarla marchar… no quería dejarla ir de nuevo, porque simplemente,

en esos cuatro meses se había dado cuenta de cuánto la necesitaba, de cuánto la amaba aún… y se

prometió que, si Maca volvía, la recuperaría… a pesar de saber, que muy posiblemente ahora fuera la

misma Maca quien no querría saber nada de ella.

La puerta se abrió con lentitud, respiró profundamente, un funcionario que ni tan siquiera la miró, le

cedió el paso a otra persona y su respiración se paró. Su cuerpo tembló, esta vez no de miedo, ni de

dolor, sino de la plenitud que sintió al volver a verla. Estaba absolutamente maravillosa, y todo parecía

quedar relegado a un segundo plano con su presencia. Ya no le importaba donde estaba, ni porqué

estaban allí, ni siquiera le importaba si tenía que volver a revivirlo todo una vez más, porque el simple

hecho de verla, hacía que tan solo importara ella.

De pronto se sintió con fuerzas para enfrentarse a un mundo entero, sintió ganas de hablar con el juez y

mandar a la cárcel a Raúl tantos años como fuera necesario, ahora, en ese instante, con tan solo verla

cruzar el umbral de la puerta, sentía todas sus fuerzas renovadas y unas ganas enorme de plantarle cara

al universo…

Menos a ella…

Y es que mismo modo en que sentía fuerzas renovadas, que sentía unas enormes ganas de luchar para

buscar justicia, también sintió, en la instantánea mirada que Maca le dedicó con indiferencia, que todo

había cambiado entre ellas… que existía ahora un muro tan enorme como insalvable… que tal vez, ya no

había nada que hacer…

E: Ho… hola – consiguió articular con un leve hilo de voz.

M: Jum… - fue la única respuesta por parte de Maca, quien cruzó la estancia y se sentó lo más alejada

de ella que pudo.

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Esther también se sentó, miró hacia el suelo y de vez en cuando y de reojo buscaba su mirada sin

hallarla. Maca ni tan siquiera la miraba… y dolía tanto… que sintió unas tremendas ganas de echarse a

llorar… la tensión del juicio, saber que a pocos metros de allí se encontraban los que habían destrozado

su vida y ver y sentir de manera muy palpable cómo Maca la ignoraba estaba siendo devastador. Ahogó

su llanto, no quería venirse abajo, aún no… debía intentar mantenerse serena, tenía que lograrlo… por

muy difícil que resultara.

Para Maca tampoco era fácil. Desde que Javier la llamara días antes para contarle que el juicio

comenzaba y que ella tendría que asistir todo había sido un auténtico caos. Saber que volvería a ver a

Esther, que volvería a tenerla cerca era más de lo que podía soportar y en esos días, se había estado

preparando para ello. Había decidido actuar con frialdad, no venirse abajo, no claudicar… mantenerse

alejada, no hablarle ni mirarla… era el único modo de intentar mantenerse firme para conseguir su único

objetivo: Olvidarse de ella… de una vez por todas…

Y sin embargo no podía…

Era superior a sus fuerzas, mantenía la mirada fija en un cuadro situado justo frente a ella, se repetía

mentalmente una y otra vez la orden de no mirarla, porque sabía que, si lo hacía, entonces todo el

esfuerzo de esos meses se iría al garete en un instante y no quería volver a lo mismo, aún albergaba en

su alma demasiado resentimiento y si la miraba, si tan solo se cruzaba con sus ojos un segundo, sabía

que todo le explotaría en la cara y no quería volver a sentir aquello… no, claro que no quería, se había

jurado a sí misma que la olvidaría y eso haría, había sufrido demasiado por ella y no estaba dispuesta a

volver a hacerlo…

Durante la siguiente, larga y agónica media hora, ninguna de las dos se movió ni un milímetro de su

posición. Ninguna dijo nada. La tensión reinante en aquella habitación bien podía cortarse con facilidad.

Una se seguía obligando a no mirar más allá de la línea que dibujaban sus ojos hacia la pared frontal y la

otra, de vez en cuanto, tímidamente y con algo de miedo, buscaba su cuerpo…

E: Eh… - se armó de valor, porque necesitaba hablarle, porque necesitaba que Maca le dijera que todo

iría bien, que la abrazara como lo hiciera en su encierro, como aquella noche que entre sueños la sintió

cobijándola entre sus brazos, porque la amaba y necesitaba tanto que no podía soportar tenerla tan

cerca y sentir un océano inmenso entre ellas – Maca… yo…

Y Maca ni se volvió a mirarla, consiguió no reaccionar al escuchar de nuevo su nombre saliendo de sus

labios y simplemente, buscó unos auriculares, se los puso, accionó un mp3 que Esther pudo ver cómo

sacaba del bolso y con la música resonando en sus oídos cerró los ojos y echó la cabeza hacía atrás…

quizás esa fuera una reacción absurda, pero era la única que tenía para no escucharla.

Esther captó el mensaje, volvió a bajar la cabeza y escondió una lágrima que se derramaba por su

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mejilla. Aceptó que tal vez, llegaba demasiado tarde y se concentró de nuevo en su declaración.

A los pocos minutos y ambas agradecidas, uno de los funcionarios llamó a Esther, era el momento de su

declaración. Maca la miró sin ser vista y pudo verla agobiada y preocupada. Su primer instinto fue

levantarse y decirle que todo estaría bien, sin embargo lo único que hizo fue subir más el volumen de la

música y cerrar de nuevo los ojos.

Tres cuartos de hora más tarde, de nuevo uno de los funcionarios abría la puerta, dejando paso a una

desconsolada y derrotada Esther que no sabía cómo se mantenía en pie. Maca la miró, la miró y no pudo

soportarlo. Cuando la empresaria levantó la cabeza y se encontró con sus ojos se sintió por primera vez

en mucho tiempo algo reconfortada. La Reina Roja se levantó sin apartar la mirada de ella, le temblaban

las piernas, le sudaban las manos y sentía que su alma volvía a resquebrajarse al verla de aquel modo.

Jamás, por mucho que pasara, podría verla así… con pasos lentos fue acercándose, el llanto de Esther se

hacía más intenso esperando ese abrazo que necesitaba más que nada en el mundo. Maca ordenaba a

su mente que retrocediera, mientras que su corazón iba derecho hacia su dueña.

- Macarena Wilson, es su turno – dijo alguien abriendo la puerta y cortando el momento – Señorita – se

dirigió ahora a Esther – un coche la llevará a su casa, la están esperando – continuó sin que ninguna de

las dos se moviera.

Y aquello fue como volver a la realidad, la realidad de un montón de insultos y humillaciones clavadas en

su alma, la realidad de una Esther que la había mirado durante demasiado tiempo con un desprecio

desmesurado, la realidad en la que ella había decidido seguir con su vida sin ella, por mucho que aquello

le estuviera costando. Perdió el contacto visual, se deshizo de sus ojos y recogió sus cosas para salir de

allí con la misma seriedad con la que había permanecido durante ese tiempo.

Cuando Esther volvió a quedarse a solas, suspiró profundamente, cerró los ojos y volvió a vivir el

momento que se había dado instantes antes. Su mirada, sus ojos decían más de lo que Maca quería

ocultar… y entre tanta incertidumbre, después de pasar por un momento demasiado duro, esbozó una

leve, levísima sonrisa… ¿Quién sabía? Tal vez, no todo estaba perdido…

Tres días después, el juicio quedaba ya algo lejano, pese a que el proceso judicial seguía su curso, ella

ya no tuvo que volver a declarar, tan solo restaba la sentencia y sabían que tardaría al menos un par de

semanas en salir. Así que durante esos días había intentado evadirse de todo aquel momento y

continuar con su vida como buenamente podía.

Pero había algo que no podía olvidar, y es que hubo un momento en el que todo se llenó de colores, un

momento en el que la sintió muy cercana pese a la lejanía que le imponía. Hubo un instante, tan solo un

instante en que sintió que aún había algo por lo que luchar… un instante cortado por un funcionario, un

instante que había revivió en su mente mil veces en esos días y que le había dado el final que ella

necesitaba, la culminación de aquel abrazo frustrado, rodeado de palaras amorosas…

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Y es que, la manera en la que la había mirado, el ligero temblor de su cuerpo y la preocupación de sus

ojos le decía que todavía la quería, que todavía podría haber una oportunidad para ellas, algo que hacía

que una tímida sonrisa saliera de sus labios.

Maca aún la quería, o al menos, aún sentía por ella algo tan fuerte como para olvidar el “odio” que

pudiera tenerle y hacer amago de abrazarla para consolarla. Su corazón no podía estar equivocado y le

había gritado con todas sus fuerzas que Maca la quería, que aún la amaba, que a pesar del

resentimiento, de la indiferencia que mostraba, bajo aquella capa rabia permanecía intacto el amor que

las unió en el pasado. Sí, tenía que ser así, porque el estremecimiento de su piel al rememorar el

momento no hacía más que reafirmarle lo que sospechaba… porque simplemente no podía ser de otra

manera…

Una sonrisa tímida salió de sus labios, la primera en muchos días, una sonrisa que poco a poco se fue

haciendo inmensa, volviendo a sonreír como no había vuelto a hacerlo desde que comenzara aquel

infierno… y sabía que si volvía a perderla, nunca más sonreiría de aquella forma, llena de ilusión, de

esperanza, de amor…

Y no lo haría, en aquel momento se prometió no volver a perder la sonrisa, se juró a sí misma

recuperarla y eso tenía que empezar ahora mismo… no podía perder más tiempo, así que tomó el

teléfono y comenzó a hacer llamadas. Necesitaba saber dónde estaba y suspiró con tranquilidad cuando

Javier le dijo que seguía en España.

Era ya de noche cuanto terminó de arreglarse, durante todo el día su ilusión se había ido incrementando

y su sonrisa no había desaparecido, Claudia, que había pasado por su casa a media tarde, no había

podido ignorar el cambio en la actitud de su jefa, había llegado pensando que iba a encontrar a una

taciturna Esther y sin embargo se había encontrado con su amiga llena de vida, llena de emoción y

sonriente, como si nada de lo que pasó hubiera ocurrido realmente, Esther parecía ser la chica que fue y

eso la alegró demasiado.

Aparcó el coche, salió de él atusándose el pelo, anduvo por la calle cruzándose con algunas personas

que habían decidido salir a tomarse una copa. Se paró en la puerta de aquel pub rezó para que Javier no

se hubiera equivocado al decirle dónde podría estar, suspiró profunda y nerviosamente para finalmente

abrir la puerta e internarse en aquel pub.

Miró a su alrededor, el bar estaba lleno, no la veía por ningún lado y comenzaba a ponerse histérica, la

pequeña pista de baile, con varios jóvenes bailando al son de una música rápida obstaculizaba su vista.

Se movió hacia un lateral y entonces, entonces su mundo volvió a pararse, volvió a quedarse sin

respiración, volvió a llenarse de paz. Al fondo y a un costado de la sala, apoyada en una mesa alta, Maca

miraba hacia la nada mientras se tomaba una copa. Estaba preciosa, estaba absolutamente maravillosa.

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Se quedó parada, no supo qué decirle, no sabía muy bien como comenzar a hablar, porque estaba

convencida de que Maca no estaba para nada receptiva, porque sabía que no podía llegar y decirle “te

quiero, vuelve conmigo” no, así solo conseguiría que Maca huyera… se mordió una uña, intentando

pensar en cómo hacerlo y entonces, recordó algo, algo que la hizo volver a sonreír y con algo más de

confianza caminó hacia ella con decisión.

E: Hola – dijo haciendo que Maca se quedara a cuadros al verla, dejó la copa en la mesa y su postura se

volvió defensiva. Esther supo que iba a decir algo así que se adelantó – sé que no me conoces – siguió

diciendo – pero no he podido no acercarme a ti… Verás te va a parecer una locura… pero anoche soñé

contigo – soltó con una tímida sonrisa.

M: ¿Qué coño haces? – preguntó aprovechando la leve pausa de Esther.

E: Sí, sí, es verdad – ignoró su pregunta – soñé contigo… sé que es raro porque no nos hemos visto

nunca – siguió – pero es así ¿No quieres saber qué soñé?

M: No – contestó.

E: Vale, te lo cuento – soltó y Maca puso los ojos en blanco y volvió la cara hacia otro lado intentando

ignorarla, Esther tragó saliva y luego continuó – he soñado que nos casábamos en primavera – sonrió,

Maca la miró con sorpresa – sí, es más bonito… yo iré con un traje verde manzana que a ti solo se te

ocurrirá quitármelo – seguía diciendo algo avergonzada, Maca no podía creer lo que escuchaba – nos

iremos a vivir a las afueras, una casita coqueta, no demasiado grande… - cerró los ojos y Maca comenzó

a recordad todo aquello – tendremos dos hijos, el primero al año y medio de casarnos… ya sabes,

querremos aprovechar un tiempo para nosotras… - sonrió levemente, sus ojos reflejaban ilusión, los de

Maca desconcierto y turbación – el segundo lo tendremos al año del primero, no querremos que se

lleven mucho… Les llamaremos Pedro y Patricia – seguía hablando con la ilusión de que Maca recordara

todo aquello – yo me negaré a tener un perro – los ojos se le cristalizaban – pero tú te las apañaras

para convencerme…

Quedaron ambas calladas, Maca mirando hacia el frente y Esther mirándola a ella y esperando que dijera

algo. Pero ninguna hablaba, no salía ni una sílaba de sus labios y comenzaba a ponerse nerviosa. No

sabía muy bien qué esperaba de todo aquello, quizás un acercamiento, ablandarla un poco… pero era la

única manera que se le había ocurrido para acercarse, actuar como Maca lo hiciera cuando se

conocieron, reviviendo aquellos momentos, queriendo que entendiera el mensaje que quería enviarle…

M: ¿Por qué haces esto? – preguntó después de darle un largo trago a su copa, volviendo el rostro para

mirarla, Esther pudo ver dolor, confusión y consternación en sus ojos, unos ojos que la miraban casi

como si suplicaran que parara…

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E: Bueno… no sé – siguió con su interpretación – pero no me negarás que encontrarse con la chica con

la que has soñado, es para decírselo – continuó con una sonrisa – Porque si alguien tiene ese tipo de

sueños conmigo y me ve pues yo…

M: Esther – la cortó con seriedad - ¿Por qué haces esto? – repitió de nuevo dejándole claro que quería

una respuesta real.

E: Porque necesito que sepas que… - dijo tras una pausa y se cortó al no saber cómo continuar, porque

la mirada de Maca, una vez más huidiza y sin querer fijarla en ella, le dijo que no estaría demasiado

dispuesta a escucharla – quería que supieras que de verdad sueño con ese futuro – terminó de decir.

M: Ya – dijo con una sonrisa un tanto cínica y volvió a beber de su copa.

E: Maca… lo siento… sé que… que cometí errores y no sé cómo solucionarlos… solo te pido que me dejes

hablar contigo que…

M: El problema es que yo no quiero hablar contigo – volvió a cortarla.

E: Maca – dijo cogiendo su brazo intentando pararla al ver que se marchaba.

M: Suéltame – le pidió haciendo un rápido movimiento con el brazo deshaciéndose de ella.

E: No, escucha… escucha – intentó volver a pararla.

M: No quiero escucharte, Esther – la cortó de nuevo – si piensas que viniendo y recordándome una

estúpida conversación que mantuvimos hace mucho tiempo vas a conseguir algo, lo tienes claro –

continuó – así que deja de hacer el idiota y déjame en paz de una vez, porque vas a tener que hacer

mucho más que esta tontería… - pensó en lo que había dicho, se mordió el labio – mejor no hagas nada

– se corrigió.

E: Pero…

M: Pero nada, Esther, ya te he dicho que…

- Perdonar – dijo una chica acercándose a ellas y parándose un tanto avergonzada – siento interrumpir…

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pero… ¿te gustaría bailar? – le preguntó a una Maca que dejó de mirar a Esther mientras la empresaria

enarcaba una ceja.

M: Claro – contestó sacando una sonrisa y mirando de reojo a Esther – me encantaría – dijo haciendo

que la empresaria se quedara chafada.

Esther las vio irse a la pista, pudo ver como se acercaban una a otra sin pudro alguno, sintió la rabia

intensa de los celos, cuando la propia Maca la miró un instante para al segundo siguiente hundirse en su

cuello.

- Llevaba mirándote un montón de tiempo – dijo la chica al oído de Maca mientras ésta intentaba

concentrarse en un baile que cada vez se hacía más sensual – no sabía si acercarme y cuando te he

visto con esa chica…

M: Me alegro de que lo hayas hecho – contestó sin dejar que acabara – me has librado de algo un tanto

desagradable… - seguía bailando mientras con las manos recorrían su espalda.

- ¿Es… es tu pareja? – preguntó parando el movimiento de sus cuerpos y mirándola.

M: No – contestó mordiéndose el labio al darse cuenta de la mirada deseosa de la chica.

- Ya… pues parece que no le ha sentado nada bien que aceptaras bailar conmigo – contestó y con la

cabeza le hizo una seña para que mirara al lugar donde se encontraba Esther.

Maca miró, miró y se arrepintió de haberlo hecho. A lo lejos, con la mirada gacha, la cabeza bajada y

dejando caer los hombros como si estuviera totalmente derrotada, Esther agarraba con fuerza su

chaqueta para tomar rumbo hacia la puerta del local. Sus ojos la siguieron en todo aquel trayecto y

antes de salir, la empresaria se volvió para encontrarse con la mirada de la Reina Roja… Maca pudo ver

dolor en aquellos mirada, y algo se removió dentro de ella.

M: ¿Qué te parece si nos vamos a un sitio más privado? – preguntó sin querer que le afectara, sin

querer pensar demasiado en ello.

- Me encantaría – contestó la chica con una enorme sonrisa.

Había entrado en el coche y se había quedado apoyada contra el respaldo, con los ojos cerrados y la

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sensación de frustración viajando por todo su cuerpo. No solo no había logrado nada sino que además,

había tenido que presenciar cómo tonteaba y coqueteaba con aquella chica a la que había estado a

punto de matar cuando se acercó.

Cuando abrió los ojos con la intención de marcharse a casa, algo llamó su atención. Maca salía de la

mano de aquella chica y parecían bastante juguetonas. La chica en cuestión le decía algo a Maca al oído

y ésta contestó acercándola más a su cuerpo y poniendo esa mirada que tan bien conocía Esther, una en

la que decía que la deseaba… que la deseaba y mucho.

No se lo pensó, en cuanto las vio subir a la moto de Maca, arrancó el coche, sabía que aquello era un

estupidez, que sería herirse más si las veía en una actitud menos recatada, pero necesitaba saber hacia

dónde irían… necesitaba ver con sus propios ojos que realmente Maca ya la había olvidado hasta tal

punto de que no le había afectado en lo más mínimo verla ni escuchar lo que le había dicho…

Conducía haciendo caso a las indicaciones de aquella chica, sentía sus manos alrededor de la cintura,

acariciándola por encima de la ropa. Sabía a lo que iba, sabía lo que quería la chica y lo que ella deseaba

hacer. Una noche de sexo, dejarse llevar por sus instintos, intentar evadirse de todo en un cuerpo ajeno

y desconocido, intentar olvidar aquel encuentro y lo que la conversación que habían mantenido

significaba.

Las caricias de aquella chica se hacían cada vez un poco más valientes, sobrepasando la barrera de la

ropa mientras que con voz sensual, le seguía indicando el camino. Y ella seguía las indicaciones pero sin

embargo, ya no tenía tan claro lo que quería de esa noche. El trayecto parecía hacerse eterno, como si

no quisiera llegar nunca, como si realmente no quisiera ir hacia donde le decía… y es que, mientras

conducía, no podía dejar de pensar en todo lo ocurrido, en Esther y aquella última mirada… negó con la

cabeza, necesitaba dejar de pensar en ella… necesitaba olvidarla y seguir con su vida de una vez por

todas.

Al fin llegaron a su destino. Maca paró la moto frente a aquel bloque de pisos, la chica bajó y se quitó el

casco, la Reina Roja también se lo quitó pero no se movió de su sitio.

- ¿No vas a subir? – le preguntó coqueta, con una sonrisa que le decía cuánto quería que subiera y

acercándose a ella.

M: Lo cierto es que no estoy muy segura – contestó sintiendo su cercanía.

- Deja que te de algo para terminar de asegurarte – soltó, acortando la distancia que las separaba y

comiéndole la boca con pasión.

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Esther desvió la mirada incapaz de ver aquella escena. “Tonta” le gritó una vocecita, “esto te pasa por

querer verlo” le seguía recriminando “arranca y vete de una vez si no quieres que termine rompiéndome

en pedazos” continuó diciendo su corazón, que bombeaba nervioso al ser testigo de cómo se besaban

con fruición en mitad de la calle.

Y le hizo caso, arrancó de nuevo el motor porque no podía continuar allí, porque seguirlas había sido una

auténtica estupidez, porque simplemente había servido para darse cuenta de que de una vez por todas,

debía tirar la toalla. Puso el intermitente para anunciar su movimiento y cuando miró por última vez al

frente, frenó.

Maca se había separado de la chica, desde la distancia que las separaba, pudo ver como la Reina Roja,

negaba con la cabeza, bajaba el rostro, movía las manos como si estuviera pidiéndole disculpas, volvió a

levantar la mirada, la chica hizo el intento de volver a besarla y ella negó con la cabeza abortando su

movimiento. La vio de nuevo diciéndole algo mientras que aquella chica la escuchaba con tranquilidad.

Una vez más negó sacando una leve sonrisa y miró a su compañera como si le estuviera pidiendo

comprensión. La chica afirmó con la cabeza, sonrió, buscó algo en su bolso, tomó su brazo, subió la

manga de la chaqueta y escribió algo sobre la piel. Luego volvió a levantar la mirada, miró a Maca,

sonrió, le dio un beso en la mejilla, le dijo algo al oído y se alejó de la moto mientras que la reina roja se

quedaba parada, mirando como la chica se alejaba, bajando la mirada y negando como si estuviera algo

frustrada. Finalmente, tras unos segundos en los que no se movió para nada, se puso el casco de nuevo,

arrancó y aceleró con brusquedad, como si estuviera enfadada con ella misma y quisiera alejarse del

mundo entero subida a su moto.

Sin poder evitarlo una sonrisa salió de los labios de Esther al verla marchar, el hecho de que Maca no

hubiera subido a aquella casa, que no hubiese acompañado a aquella chica le había hecho sentirse

infinitamente mejor, porque si no lo había hecho, entonces es que la indiferencia que intentaba mostrar

Maca no era tanta, porque si no sintiera nada por ella, no se habría pensado el subir a aquel piso…

porque todo en Maca parecía una contradicción constante…

M: …Vas a tener que hacer mucho más que esta tontería… mejor no hagas nada – se corrigió.

Y ahí estaba la clave, Maca podía haberle dicho que no había nada que hacer, que nada de lo que hiciera

le haría cambiar de opinión, podría haber zanjado aquello con una sola frase, podía haberle dicho que ya

no la quería, podría haberle dicho mil cosas y sin embargo, había dicho algo totalmente distinto, “Vas a

tener que hacer mucho más que esta tontería” aquella frase dejaba la puerta abierta, dejaba un

resquicio de esperanza… “mejor no hagas nada”, eso había sonado más a súplica que a orden, y en

ningún momento dijo que no iba a logar nada… así que… ¿Y si lo hacía? ¿Caerían las barreras de Maca si

seguía buscando la manera de acercarse a ella? No lo sabía, pero estaba absolutamente dispuesta a

averiguarlo.

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Eran tan solo las nueve de la mañana, aún no había despertado, desde que estaba sin trabajo,

esperando que Javier le diera nuevas instrucciones, se levantaba más tarde, hasta las diez u once no era

persona, por eso, cuando el timbre de la puerta comenzó a sonar insistente arrancándola de su sueño,

protestó en la cama aún sin abrir los ojos.

Consiguió arrastrarse hasta el suelo y aún con los ojos cerrados, casi sin poder abrirlos pudo llegar hasta

la puerta. Miró por la mirilla aunque no consiguió ver con claridad quién se encontraba tras la madera,

abrió y miró a aquel chico que la miraba con una media sonrisa.

- Buenos días ¿Macarena Fernández? – preguntó.

M: Soy yo – dijo con la voz grave – menudas horas… - protestó.

- Sí… bueno, lo siento pero empezamos con los envíos muy temprano – se disculpó – tiene que firmar

aquí – le pasó el albarán para que firmara.

M: Ya… yo no he hecho ningún pedido – dijo mientras miraba aquel papel – ha de haber alguna

confusión.

- Pues… - revisó su lista de pedidos – no, es aquí – afirmó mientras continuaba revisando sus papeles –

pedido para Macarena Fernández… material de oficina.

M: ¿Material de oficina? – preguntó extrañada – le repito que tiene que haber un error… yo no he pedido

nada y mucho menos material de oficina.

- No hay ningún error – repitió – pero si lo quiere puede llamar a la empresa distribuidora – le dijo – el

número aparece justo aquí – se lo señaló en el papel.

M: Sí – afirmó convencida – por supuesto que voy a llamar.

El chico, quien tenía que realizar varios pedidos más, le dejó un par de cajas, no demasiado grandes

pero tampoco pequeñas y tras repetirle dónde hacer sus reclamaciones se marchó quitándose un

problema de encima.

Maca dejó las cajas sobre la mesa, aún medio dormida tomó el teléfono y marcó los dígitos señalados,

obviamente ella no había hecho ni un solo pedido, mucho menos nada relacionado con materiales de

oficina, así que convencida de que había un error, esperó a que contestaran al otro lado de la línea.

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M: Buenos días – dijo en cuanto una chica contestó al otro lado – Verá, me llamo Macarena Fernández y

creo que ha habido un error con uno de sus pedidos – le dijo – yo no he pedido nada y ha llegado a mi

casa material de oficina…

- Entiendo… - decía la chica - ¿Me dice el número de pedido, por favor?

M: Sí – se tomó un tiempo para buscarlo en el albarán, mientras se restregaba los ojos, esa noche, al

igual que las anteriores tras aquel encuentro, no había dormido demasiado bien y cuando lo logró, era

demasiado tarde como para levantarse a las nueve de la mañana – eehh… 739B100035A – leyó.

- Bien, un segundo por favor – contestó y Maca escuchó cómo tecleaba algo en el ordenador – Sí, verá

en el ordenador me sale que ese pedido es para Macarena Fernández en la dirección … - dijo dándole sus

datos.

M: Sí, esa es mi dirección, pero le repito que yo no he hecho ningún pedido – continuó.

- Sí… el pedido está a su nombre, no hay ningún error – le dijo la chica.

M: Claro que lo hay, le digo que yo no he hecho ningún pedido – repitió una vez más.

- Verá, a nosotros nos consta esa dirección, y su nombre… no hay ningún error – Maca cerró los ojos

frustrada – Se trata de un encargo de material de oficina, 2500 bolígrafos bic más concretamente.

M: ¿Bolígrafos? – preguntó sin entender nada, quizás si estuviera más despierta hubiera entendido todo

a la primera, pero el sueño aún hacía mella en ella y no la dejaba pensar con claridad - ¿y para qué coño

quiero yo 2500 bolígrafos?

- Si lo desea puedo darle el número de contacto del punto de venta de ese material – le sugirió – allí

podrá hacer las reclamaciones pertinentes.

M: Sí, démelo.

- Bien… ¿tiene algo con qué apuntar? – preguntó mientras buscaba el número en el ordenador.

M: Pues por lo visto tengo 2500 bolígrafos, así que sí – contestó acercándose hacia la mesa, abriendo

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una de las cajas, donde efectivamente, había un montón de bolígrafos perfectamente ordenados. Tomó

uno, le quitó el tapón con la boca y se dispuso a escribir en la misma caja – dígame.

- Sí, 91567…

M: Un segundo – le pidió Maca cuando comenzó a escribir el número, pero ni tan siquiera pudo apuntar

el primer dígito, pues el bolígrafo que había cogido no escribía, tomó un segundo bolígrafo y repitió la

acción - ¡Joder! – protestó, y volvió a coger otro más – ya podrían haberme mandado bolígrafos que

escribieran – bufó.

Y entonces, fue como si algo hiciera click, fue como si de repente se terminara de despertar, como si su

mente se despejara en un segundo. Miró aquellas cajas, todas repletas de bolígrafos, y algo se encendió

en su mente. Aturdida, sin escuchar lo que aquella señorita le decía, tomó entre sus manos unos

cuantos bolígrafos más y quitándoles a todos el tapón descubrió que ninguno de ellos funcionaba.

- ¿Señorita, está ahí? – escuchó de lejos.

M: Ehh… sí – contestó algo aturdida – dis… disculpe… creo que… que no hay ningún error – terminó de

decir colgando el teléfono y mirando de nuevo aquellas cajas.

Se había quedado aturdida y helada, sabía perfectamente de donde venía todo aquello, porque no podía

venir de otra persona. Abrió las otras cajas y tomó varios bolígrafos más, descubriendo que ninguno de

los que seleccionaba pintaban, todos estaban defectuosos, ninguno funcionaba…

Se sentó en el sofá, con aquellas cajas frente a ella, mirando todos aquellos bolígrafos Bic, que parecían

estar riéndose de ella, a un costado de la última caja diferenció un papel, lo sacó y lo desdobló para

descubrir la letra manuscrita de Esther.

“He aumentado las probabilidades a 2500. Esther”.

Había esperado toda la mañana una llamada, una señal, algo que le diera una pista sobre cómo le había

sentado a Maca aquel envío y sin embargo, no había señal ninguna, parecía que la Reina Roja no

quisiera dar señales de vida y comenzaba a ponerse nerviosa. No sabía si le había gustado, si le había

sentado mal o bien, si había despertado en ella sentimientos dormidos o si había hecho que se enfadara

aún más y la falta de noticias, buenas o malas, le estaba poniendo histérica.

En su despacho, trabajaba en un nuevo software, revisaba los últimos informes del departamento de

informática y hacía anotaciones cuando veía algo que no terminaba de estar del todo claro o no

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terminaba de gustarle. Llevaba allí demasiado tiempo, no había querido moverse, estar en casa no hacía

más sino aumentar su nerviosismo, la espera de algo que no llegaba la tenía en un estado de tensión

que no sabía cómo definir.

Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando su estómago reclamó algo de comida, se sintió súbitamente

hambrienta y aunque la expectativa de salir a comer no era nada alentadora, cuando lo único que quería

era quedarse en su despacho, donde nada ni nadie entraba, donde sus pensamientos quedaban

aparcados tras la puerta, donde por un buen rato, había dejado de pensar en la reacción de Maca tras

recibir aquellos bolígrafos. Aun así, recogió sus cosas y salió del despacho, decidió que comería algo

rápido en un bar cercano y volvería al trabajo… necesitaba mantener la mente ocupada.

Pidió un par de tapas, una cerveza y se sentó junto a la ventana, quedó mirando el exterior mientras

comía y como ya esperaba, su mente, traicionera, comenzó a divagar sobre lo que podría o no pensar

Maca… sopesó todas las posibilidades. Sonrió al imaginarla feliz con aquel gesto, recuperando la ilusión

del principio y dejándose llevar por sus sentimientos. Su rostro se volvió algo serio, cuando su cabeza

quiso mostrarle la cruz de aquella situación, donde la Reina Roja, en lugar de sentir alegría se mostraba

impasible ante sus intentos por reconquistarla.

Se dio prisa en terminar de comer, necesitaba volver al despacho, internarse entre software e informes

y dejar que las horas pasaran sin pensar más en ello… cuando terminó, o más bien, cuando sintió que su

estómago había vuelto a cerrarse, se levantó, pagó y salió poniendo rumbo de nuevo a la oficina.

En el ascensor, revisaba su móvil y su buzón de voz: nada… absolutamente nada, Maca no había dado

señales de ningún tipo. Frustrada, guardó el teléfono en cuanto las puertas se abrieron y tras pasar los

pertinentes controles de seguridad en el que se verificaba dos veces más su identidad abrió la puerta del

despacho mientras se iba quitando la chaqueta.

E: ¡Joder! – Saltó asustada tras colgar la prenda en el perchero, frente a ella, sentada en la oscuridad

que daban las persianas al despacho, la estaba esperando – Maca… - pronunció contenida. - ¿Cómo…

cómo has entrado? – preguntó aún descolocada al verla allí.

M: ¿Tú qué crees? – le devolvió la pregunta con algo de ironía… - Sólo he venido a traerte eso –

continuó con una voz monótona que no delataba en absoluto su estado de ánimo y señalando varias

cajas sobre el escritorio, Esther supo qué contenían, bajó la cabeza y su desilusión se hizo palpable – no

sé para qué quiero yo 2500 bolígrafos que encima no pintan…

E: Pensé que… recordarías cuando…

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M: Te lo voy a pedir una vez más, Esther, y no volveré a hacerlo – soltó impidiendo que siquiera

hablando – deja de hacer esto, déjame vivir tranquila…

E: Pensé que…

M: Me da igual lo que pensaras – cortó – sólo quiero que lo dejes…

E: No puedo dejarlo ¿vale? – soltó – porque no quiero tirar la toalla, porque sé que me equivoqué, que

cometí un montón de errores y solo intento solucionarlos – siguió diciendo al ver que Maca se había

quedado algo parada – no voy a dejarlo, por mucho que me digas que pare no lo voy a hacer, ¿y sabes

por qué? – preguntó de manera retórica – porque te quiero – Maca sintió un escalofrío al escucharla y

consiguió que no se notara – porque te quiero, Maca – dijo de una forma más lenta, quería que se le

quedara grabado a fuego – y mientras exista una posibilidad, una mínima esperanza, por muy pequeña

que sea de conseguir recuperarte, voy a seguir haciendo todo esto… te quiero – dijo una vez más – y te

necesito en mi vida…

M: Pero yo no – contestó, con demasiada rapidez tal vez, como si hubiera sido una respuesta sin pensar,

sin querer sopesar nada, quizás sin querer decir la verdad…

E: Maca...

M: No vuelvas a hacerlo – dijo moviéndose por el despacho con la intención de marcharse.

E: Dime que no me quieres – la paró, tomándola del brazo – dime que has dejado de quererme, que ya

no sientes nada por mí y te juro que dejaré de buscarte y de buscar la manera de recuperarte – le pidió

haciendo que la mirara a los ojos.

Durante un segundo, sus miradas se cruzaron, y como antaño, se hablaron, sin embargo, esta vez no

solo hablaban de amor, sino que también gritaron sentimientos confusos, gritaron dolor, rabia,

contención y algún que otro reproche.

M: Revisa el lector de huellas y el de retina, es evidente que tienen deficiencias – le dijo con la voz algo

tomada – y de paso, vuelve a cambiar el código de acceso – continuó – “AÚN TE QUIERO” como nuevo

código es estúpido, absurdo, fácil de adivinar con un sistema básico y por supuesto, una idiotez, nunca

pongas nada personal, creí que te había quedado claro tras lo que pasó – terminó de decir y ahora sí,

soltándose del brazo y marchándose por donde había venido.

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Ares: Jajajaja Son como el perro y el gato jajaja – soltó el Dios de la guerra riendo al ver como se

estaba sucediendo la historia la historia – no llegarán a entenderse nunca.

Eros: Lo harán – contestó convencido y satisfecho con lo que veía, leyendo entre líneas, mirando más

allá de la superficie, donde sabía, que se encontraba el amor que ambas aún se tenían – solo es cuestión

de tiempo.

Ares: Arggg… es absurdo – dijo desesperado al ver que Eros no se daba por vencido – todo esto es

absurdo.

Eros: Mi querido Amigo – contestó – ya te advertí de que el Amor es la mayor fuerza que existe, no se

puede luchar contra ella.

Ares: ¿Amor? – preguntó mirándolo con una ceja alzada - ¿A eso le llamas amor? ¿A comportarse de

manera terca, obstinada y cobarde? – le recriminó.

Eros: El amor es terco, obstinado y hace que hasta el más valiente se comporte como un cobarde

cuando cree que puede sufrir, que prefiere no luchar para finalmente darse cuenta que tan solo necesita

un empujón para recuperar la valentía y entonces, mostrarse fuerte, sentirse un gigante y luchar contra

todos los Dioses que se afanan en confundir, sembrar dudas y crear guerras absurdas – le dijo con

intención.

Ares: Aburrido, aburrido, aburrido – dijo cansado de escucharlo – todo eso de lo que habláis es aburrido.

Atenea: Dioses – les llamó, atajando una nueva disputa – presten atención, pues parece que algo está

por ocurrir.

………………………………………………………………………………………….......

........................................................................... ...............................................................

“El próximo Martes, a partir de las 21:30 horas, evento pre-inaugural de la próxima apertura de la

excepcional exposición “Imperio Azteca” que contara con numerosas reliquias de gran valor. Importante

presentar invitación para acceder a la galería”.

Escasa, escueta y sin dar ningún tipo de detalles. Esa había sido la pequeña reseña que habían publicado

un par de periódicos y ese era su nuevo trabajo. Javier la había llamado días antes para darle

instrucciones, volvería a hacer de conejillo de indias, volvería a poner a prueba el sistema de seguridad

de Werty´s Security y aunque hubiera preferido declinar la oferta, no podía hacerlo…

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Nada más enterarse de su nuevo cometido, algo había chirriado, no le cuadraba nada demasiado y es

que, para ser una gran exposición tenía muy poca publicidad, si iban a mostrar antiquísimas joyas que

no habían visto la luz hasta ese momento no tenía sentido que tan solo apareciera anunciado en una

nota de prensa a pié de página. Aún así, no cuestionó nada, no tenía ganas de hacerlo, estaba

demasiado cansada, demasiado agotada como para cuestionar a nadie y, si Javier había sido quien le

había dado las instrucciones, suponía que era bastante importante.

Así que ahí estaba, frente a aquella galería, revisando las conexiones del bluetooth a su ordenador y

preparándose para pinchar las cámaras. Frunció el ceño, era demasiado fácil, apenas había tenido que

sortear un par de cortafuegos, los códigos base habían sido bastante simples y no había tenido que

reprogramar el sistema para poder acceder a él. Esther se estaba descuidando y eso no era nada bueno.

Desde su posición, vio como un par de chicos de seguridad esperaban la llegada de los invitados, pero

nadie parecía tener intención de acudir a la gran exposición. Miró el reloj, aún era temprano, quedaba

una hora para que comenzara el acto, así que supuso, que ya llegaría la gente… Aunque una parte de

ella le seguía diciendo que todo era demasiado extraño…

Arrancó el coche y dio la vuelta a la manzana, aparcó de nuevo, buscó la entrada trasera del edificio y

con precaución, asegurándose de que nadie la veía se escabulló dentro sin ningún tipo de esfuerzo.

Cogió el móvil, introdujo un par de dígitos y la lucecita roja de una de las cámaras próximas parpadeó

un par de veces para quedar de nuevo encendida.

M: El video está cargado – se dijo a sí misma, mirando el cronómetro del reloj – bien… vamos.

Anduvo por aquel pasillo hasta encontrar la puerta que buscaba, se agachó y comenzó a forzar la

cerradura. Chasqueó los dientes, aquello ya rozaba la insensatez, ni tan siquiera una cerradura reforzada

para una puerta trasera que daba directamente a la galería…

Echó un vistazo sin moverse de donde se encontraba y confundida entró en la sala como quien entra en

un supermercado, como si no fuera la Reina Roja, como si no pasara absolutamente nada. Y lo cierto es

que no pasó nada, porque allí, simplemente no había nada. Ni vigilancia, ni cámaras, ni sistema

infrarojo, ni sensores de movimiento…

Miró a su alrededor, ¿se había equivocado de sala? Estaba convencida de que era ese lugar, estaba

absolutamente segura de no haberse equivocado, había revisado los planos una y otra vez desde que

Javier le dijera cuál sería su siguiente trabajo y estaba convencida de que allí, en ese lugar, debía haber

un montón de reliquias con varios siglos de antigüedad.

Tomó de nuevo su móvil abriendo un archivo con el plano de la galería que había cargado antes de salir

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de casa y se situó en el pequeño mapa que le devolvía la pantalla. Miró a su alrededor, estaba

convencida de que se encontraba en el lugar indicado y sin embargo ahí no había nada… ni una triste

vitrina… ni tan siquiera un trozo de cerámica roto por el paso del tiempo… nada… absolutamente nada…

Negó con la cabeza, algo había tenido que salir mal o Esther había hecho la jugada perfecta cambiando

el lugar de la exposición a ultima hora para asegurarse de que no aparecería, sí, debía ser eso, porque

sino, no tenía sentido nada de aquello.

Se dio la vuelta, volvió sobre sus pasos y cuando intentó abrir la puerta, se encontró con que no podía,

lo volvió a intentar con más ímpetu y no dio resultado. Un leve pitido en su teléfono hizo que una vez

más, lo tomara entre sus manos.

“SISTEMA DE BLOQUEO DE PUERTAS ACTIVADO” Rezaba la pantalla y su gesto pasó de la confusión a la

sorpresa, ¿de qué iba todo aquello?

Al fondo, a un costado, escuchó una puerta abrirse para cerrase al instante, se volvió con rapidez e

intentó ocultarse en algún lugar, pero fue absurdo, no había donde esconderse.

M: Debí habérmelo imaginado – dijo frustrada al verla. Radiante, segura de sí misma y debía reconocer

que simplemente maravillosa, Esther se acercaba a ella con decisión.

E: Tenemos que hablar – contestó – y no me has dejado otra opción que ésta – terminó de decir

enseñándole un pequeño aparatito que supo, sería el dispositivo de bloqueo y desbloqueo de las puertas.

Ignorando su presencia fue directamente a la puerta por la que había entrado la empresaria, intentó

abrirla, como ya sabía no logró moverla ni un milímetro, protestó irritada, intentó de nuevo abrirla,

quería salir de ahí.

E: Vas a tener que hablar conmigo, Maca – dijo tras ella – no pienso abrir las puertas.

M: Dame eso – contestó acercándose a ella desafiante pidiéndole el dispositivo – Esther, dame eso.

E: No, vamos a hablar – se lo llevó a la espalda.

M: Que me des eso – repitió intentando quitárselo.

E: No te lo daré hasta que no hablemos – contestó esquivándola.

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M: Déjate de juegos, Esther – forcejeó – dame eso de una vez.

E: No – forcejeaba ella también – no, Maca… por favor, Maca…

M: Dame, dámelo – continuó.

Y en mitad de aquel tira y afloja, mientras Maca intentaba arrebatarle el dispositivo y Esther luchaba por

impedírselo, sintió su cercanía, hasta que no olio su perfumo no se dio cuenta de que prácticamente

estaban abrazadas. Cerró los ojos impregnándose de su aroma, se dejó llevar por la necesidad de

tenerla y mientras que la Reina Roja continuaba pidiéndole que la dejara marchar, ella disfrutaba del

calor que emanaba su cuerpo. Finalmente, sin poder ni querer impedirlo, en un descuido de Maca, se

abalanzó sobre sus labios, la abrazó con fuerza impidiendo que se alejara, la Reina Roja se resistía

sorprendida a aquel beso al tiempo que Esther insistía en profundizarlo…

Fugazmente Maca correspondió, tan solo un segundo Esther sintió que Maca se rendía a aquel beso, sin

embargo, al instante siguiente percibió una nueva lucha, un nuevo intento por liberarse hasta que

finalmente lo logró.

M: ¡Joder! – protestó alejándose de ella todo cuánto pudo – mientras Esther se quedaba mirándola con

la sensación de haberla sentido, por un instante, como antes – Estoy intentando seguir con mi vida,

Esther – dijo agobiada, aturdida y fuera de sí - ¿Por qué no puedes dejarme en paz?

E: Porque te quiero – contestó tras una pausa – y me resisto a creer que tú hayas dejado de quererme…

porque quiero que volvamos a estar juntas, porque tenemos que estar juntas.

M: No… no… no… - negaba al tiempo que daba vueltas sobre sí misma, para terminar sentada apoyada

en la pared y escondiendo la cara entre sus piernas – por favor… no me hagas esto…

E: Solo quiero arreglar las cosas – dijo bajando le tono, viéndola así, le resultaba mucho más difícil.

M: ¿Y crees que yo no quería? – preguntó – quise arreglarlas mil veces y mil veces te negaste a

escucharme… así que me alejé, intenté alejarme y dejar que siguieras con tu vida porque al parecer,

verme te hacía daño – seguía diciendo desesperada - ¿por qué no puedes hacer tú lo mismo?

E: Maca… - pronunció como pudo pues le costaba hablar al verla tan vulnerable y hundida como estaba.

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M: Estoy intentando olvidarte… estoy intentando seguir adelante sin ti, y no me dejas… por favor…

déjame tranquila… por favor…

E: …

M: Es que ya no puedo más – siguió sintiéndose desolada, sintiendo que las lágrimas hacían acto de

presencia – no puedo más… solo quiero olvidarte, solo quiero dejar de sentirme tan ruin, tan hija de

puta por lo que pasó… intenté hablarte, contarte todo y tú no hacías más que culparme, machacarme…

¡Me acusaste de querer violarte en el hotel! – Recordó – y ahora que… que intento seguir con mi vida no

me dejas…

E: Estaba mal, Maca… estaba hundida, dolida y muy enfadada – se excusó – todo lo que pasó fue

horrible, todo lo que nos hicieron fue terrible… nos han jodido la vida, Maca, a las dos… y… descubrir

que… que me habías mentido… que tú eras una… una… - tragó saliva, porque la mirada de súplica que le

echó Maca era superior a ella – y… cuando dijiste todo eso de mi padre… cuando dijiste que me habías

utilizado como lo hizo él…

M: Solo quería protegerte – repitió una vez más, como las mil veces que lo había repetido, solo que esta

vez, lo hacía cansada… cansada por tener que volver a excusarse por tener que enfrentarse a un montón

de sentimientos que intentaba a duras penas mantener a raya escondidos en su alma – solo quería

protegerte…

E: Lo sé – se acercó con cautela – ahora lo sé… pero entiende que… estaba en shock, Maca todo esto me

ha afectado de una manera que no sé controlar… aún no puedo dormir… y por eso sé que te necesito

aún más, por eso sé que a pesar de todo no te he dejado de querer ¿y sabes por qué? Porque desde que

todo pasó, tan solo he podido dormir una noche… la noche que pasamos juntas – decía y Maca ahora, la

miraba algo sorprendida – sí… y cuando desperté, cuando desperté entre tus brazos volví a sentirme

segura, volví a sentirme a salvo… sabía que eras tú la que me besaba, sabía que eras tú quien me

acariciaba, pero estaba demasiado ciega, demasiado obcecada en querer odiarte y por eso solté todas

aquellas sandeces… y no sabes cuánto lo lamento… no sabes cuánto lo siento, mi amor – le dijo ya

sentada frente a ella – Maca…

M: Yo… yo no sé si… no puedo… - negó con la cabeza – no puedo…

E: Está bien – dijo dándose por vencida, estaba claro que habían pasado demasiadas cosas, demasiados

reproches por ambas partes. Se levantó del suelo, intentando mantener la compostura y accionó el

desbloqueo de las puertas – te dejaré tranquila, Maca si eso es lo que quieres – continuó – dejaré de

buscarte, dejaré de intentar recuperarte… me alejaré de ti y ni tan siquiera tendremos que vernos ni

hablarnos por trabajo, Claudia puede hacerse cargo de los informes que nos mandes… supongo que si es

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lo que tú deseas, tengo que aceptarlo como lo aceptaste tú… - se dio la vuelta y se abrazó a sí misma –

solo te deseo que seas feliz…

M: Yo también te lo deseo – contestó tras una pausa alargada, mientras se levantaba del suelo. Fue

hacia la puerta, y antes de abrir quedó parada, la miró, la miró y la vio allí, en mitad de aquella sala

vacía, con lágrimas en los ojos y siendo espectadora de su marcha.

E: Maca – dijo en el instante en que abrió la puerta antes de que desapareciera del todo – solo quiero

que sepas que… hace tiempo te hice una promesa – siguió diciendo, Maca respiró profundamente – y la

estoy cumpliendo y sé que siempre la cumpliré…

Y Maca la miró, la miró y bajó la cabeza, dejó caer los hombros como si el mundo pesara mil toneladas

para finalmente salir de aquella galería dejando su alma aferrada a una Esther que lloraba en silencio.

El tiempo transcurría agónicamente lento. Lo que le parecían años tan sólo eran días, las horas se le

hacían eternas, el reloj no avanzaba con la celeridad que deseaba, le sobraban horas en el día, por

mucho que hiciera, por mucho que intentara entretenerse, tenía demasiado tiempo libre, o eso le

parecía a ella, porque siempre, durante gran parte del día, su mente volaba lejos, demasiado lejos del

lugar donde se encontrara para recordarle todo cuándo había pasado…

E: Maca – dijo en el instante en que abrió la puerta antes de que desapareciera del todo – solo quiero

que sepas que… hace tiempo te hice una promesa – siguió diciendo, Maca respiró profundamente – la

estoy cumpliendo y sé que siempre la cumpliré…

Sabía perfectamente cuál era la promesa a la que se refería, no hacía falta hacer memoria, lo tenía

presente a cada instante. Fue un día, de los muchos brillantes y felices días en los que estuvieron juntas,

tras visitar a su madre en la clínica, con la sensación de vacío que le dejaba cada vez que la visitaba y

no la recordaba cuando le pidió que hiciera aquella promesa…

M: Prométeme que siempre estaremos juntas. Prométeme que pase lo que pase… no dejarás de

quererme…

E: Te lo prometo. Jamás… por mucho que pase, por mucho tiempo que transcurra… nunca podré dejar

de quererte, Maca… porque te has metido tan dentro de mí, que sé, que nunca podré borrarte… ni borrar

lo que siento…

Era incapaz de avanzar, era incapaz de seguir con su vida. Olvidarla le resultaba imposible, por más que

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lo intentara, por más esfuerzo que pusiera en ello, no lo lograba, ni tan siguiera conseguía un ápice de

olvido.

Por más que hiciera no era capaz de seguir adelante y sabía que no lo lograría, en el fondo de su ser, en

lo profundo de su corazón, sabía que jamás la olvidaría, que nunca, por muchos años que pasaran, por

muchas mujeres con las que estuviera, por mucho esfuerzo que le pusiera, nunca dejaría de quererla.

Porque aquella promesa, no la hizo tan solo Esther, ella, sin palabras, sin necesidad de hablarlo, se

había jurado a sí misma que nunca dejaría de quererla, que jamás volvería a sentir con nadie lo que

sintió con ella.

Y lo había intentado, había puesto todo su empeño, todas sus fuerzas en sacarla de su corazón, pero no

había logrado nada, porque en cada lugar que mirara, en cada mujer que conocía o en cualquiera que se

cruzaba por la calle veía su alegría, sentía su mirada, incluso las voces del mundo entero eran las de

ella…

En ese tiempo, apenas tres semanas después de aquel encuentro, había conocido a mil Esther, de

pronto todo el mundo se llamaba como ella, todas las mujeres del universo tenían su cabello, usaban el

mismo perfume y todas, sin excepción, sonreían como lo hacía Esther…

El timbre de la puerta la sacó de su ensimismamiento, se levantó del sofá y queriendo dejar de pensar

abrió encontrándose con una Claudia que la miraba un tanto recelosa…

M: ¿Ocurre algo? – preguntó contrariada al verla allí, pues no la esperaba para nada.

C: Quiero hablar contigo – contestó y sin esperar invitación, entró en el piso.

M: Tú dirás – dijo tras cerrar la puerta y llegar al salón junto a ella.

C: ¿Qué estás haciendo, Maca? – preguntó directamente.

M: No te entiendo…

C: Es muy simple – siguió - ¿Qué estás haciendo? Es que no lo entiendo, pensé que la querías, creí que

la querías de verdad, por eso no entiendo qué es lo que estás haciendo.

M: Claudia – suspiró – no tengo ganas de hablar de Esther…

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C: No se trata de que tengas ganas o no – continuó ella – se trata de entender qué es lo que os pasa, lo

que estáis haciendo con vuestra vida…

M: Lo único que intento es olvidarla – se encogió de hombros – simplemente, no intento nada más…

C: ¿Y lo consigues? – le preguntó, Maca quedó parada tras aquella pregunta – Dime, Maca, ¿lo estás

consiguiendo?

M: Lo estoy intentando… - repitió.

C: Ya… - bajó la cabeza, tal vez pensando en lo que decirle – lo que teníais Esther y tú, no es algo que

pueda olvidarse, no es algo que puedas borrar de tu corazón y tú lo sabes… lo que habéis tenido, todo lo

que os ha pasado no podéis borrarlo, es así de simple, el amor que os tenéis es demasiado profundo

como para poder olvidarlo y…

M: ¿Te ha pedido Esther que vengas a hablar conmigo? – preguntó cortándola.

C: ¡No! – contestó a modo de protesta – estoy aquí porque quiero – continuó – Esther no sabe nada, no

quiere acercarse más a ti – seguía sin conseguir mantener la calma – pero estoy harta de ver como

malgastáis un tiempo precioso, estoy cansada de ver como os fustigáis la una a la otra, como… como os

dejáis llevar por el orgullo, comportándoos como dos idiotas en lugar de dos personas que se quieren…

¡Joder! – seguía protestando – estoy muy cansada de ver a mi amiga mal, llorar por ti y verte a ti

hundida tanto como a ella… ¿tanto os cuesta dejar el orgullo a un lado y simplemente dejaros llevar por

lo que sentís?

M: Claudia…

C: Joder, no – la cortó – es que no lo entiendo, no la entiendo a ella y tampoco a ti, ¡por dios! Sé que la

quieres, casi te matan por salvarla, eso es amor… joder, y ahora que todo ha pasado, que las dos os

necesitáis… ¿todavía no sois capaces ninguna de las dos de daros cuenta de que no podéis seguir la una

sin la otra? ¡Joder! ¿No podéis daros cuenta de que estáis hechas la una para la otra? ¿de que

simplemente jamás vais a poder olvidaros?

M: Déjalo ya Claudia…

C: Que no lo voy a dejar, joder – protestó – ¡que me estáis jodiendo mi ideal de pareja perfecta a ver si

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te enteras! – dijo y Maca no pudo más que esbozar una leve sonrisa al escucharla decir aquello - ¡Sois

Ross y Rachel por el amor de Dios!

M: ¿Quién? – preguntó descolocada.

C: Ross y Rachel – repitió – Friends… ¿te suena? – Maca se encogió de hombros - ¿No?

M: Pues no…

C: ¿No has visto Friends? ¿En serio? - preguntó con una ceja alzada - Da igual… - dijo haciendo

aspavientos con las manos y dándose cuenta de que se estaba desviando del tema – la cuestión es que

tú y Esther tenéis que estar juntas… - rebajó el tono, había ido a abrirle los ojos y estaba desvariando

un poco – Maca… mira a tu alrededor – dijo haciendo un barrido por la habitación – si de verdad

quisieras olvidarla, lo primero que habrías hecho es quitar todas las fotos de Esther – le dijo y Maca se

dio cuenta de que tenía razón, de que en su casa, aún mantenía vivo su recuerdo, todas las fotos

estaban allí, todas las instantáneas que se sacaron durante su relación se mantenían intactas en su piso,

como recordándole lo que fueron, lo que aún era para ella – Solo te pido que lo pienses… que dejes de

ser tan orgullosa, que mires en el fondo de tu corazón y te preguntes si de verdad dejaras de quererla,

si de verdad serás feliz sin ella… yo solo quiero veros felices y sé que no lo seréis si no estáis juntas…

Esther lo sabe, y tú también…

Dejándola parada, con la palabra en la boca y sin opción a respuesta, Claudia se fue por donde había

venido, sin saber si sus palabras resultarían, si habría hecho bien en ir allí o si por el contrario había sido

peor… Pero ver a Esther llorar cada día, verla hundida al sentir que la había perdido había sido superior a

sus fuerzas y en un arrebato, había sentido la necesidad de ir a casa de Maca con la intención de abrirle

los ojos… otra cosa era que Maca decidiera finalmente abrirlos o seguir hundida en la pérdida de la única

persona que había amado…

UNA SEMANA DESPUÉS.

Bajó del coche con gafas de sol aún estando ya dentro del aparcamiento. Se las quitó tan solo cuando se

posicionó frente al ascensor y solo lo hizo porque tras introducir el código de seguridad, el lector de

retina le obligaría a hacerlo.

El trayecto hasta la planta de su despacho lo hizo apoyada en un lateral del elevador. Se sentía cansada

y es que, para variar, no había dormido demasiado. Ya no solo no dormía a consecuencia de sus

pesadillas sino que, además, era incapaz de cerrar los ojos sin ver la mirada de Maca pidiéndole que la

dejara… y era superior a sus fuerzas, era terriblemente doloroso sentir esa mirada de la mujer que

amaba con cada fibra de su ser…

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Por fin llegó al despacho, suspiró, su trabajo, de un tiempo a esta parte, no le motivaba en absoluto,

muy por el contrario, le parecía hasta una carga más en su vida… últimamente, todo era una carga,

nada le hacía ilusión y nada ni nadie conseguía hacerla sonreír.

Sin embargo ese día algo había cambiado. Lo supo nada más abrir la puerta cuando un agradable aroma

inundó sus fosas nasales, algo contrariada miró hacia su mesa y se encontró con algo que la dejó

parada. Se acercó levemente y sin poder creerlo sus ojos volvieron a iluminarse como hacía tiempo que

no lo hacían.

Sobre la mesa, esperándola llegar, aquella figurita que tan bien conocía la saludaba con alegría, junto a

ella, un ramo de flores, un ramo enorme, quizás a cualquiera le hubiera resultado recargado, tal vez

extraño por el tipo de flores que albergaba. Lo tomó entre las manos, olió los distintos aromas que

desprendían, mezclándose unos con otros haciendo de ese aroma, uno mucho más especial. Lo miró e

identificó varios tipos de flores y colores…

E: Claveles rojos y rosas – decía mientras iba acariciando levemente las flores en cuestión –

Crisantemos rojos… geranios rojos, Iris blancas, azules y amarillas – seguía enumerando y olía cada

aroma que enumeraba – Jazmín… Lilas blancas, margaritas rosas… tulipanes… Lirios, Y Rosas, rosas

blancas y rojas…

Sonrió, por primera vez en días sonrió ampliamente. Algo le decía que aquello debía tener un

significado, la conocía, Maca no hacía nada sin saber lo que hacía… no dejaba cabos sueltos, aquello,

debía significar algo… Nerviosa, sin dejar de mirar aquel ramo, encendió el ordenador y se dispuso a

buscar el significado de cada una de aquellas flores…

Nerviosa salió del ascensor, acercándose a aquella puerta tras la que esperaba que estuviera. Respiró

profundamente con una sonrisa en los labios y finalmente llamó al timbre.

Durante los siguientes segundos no escuchó ningún tipo de ruido tras la puerta, tal vez no estaba en

casa y eso hacía aumentar su nerviosismo. Volvió a tocar el timbre y de lejos, como si estuviera en la

otra punta del piso, escuchó que Maca pedía calma.

Se mordió el labio inferior y una vez más inspiró profundamente, cuando la puerta se abrió una sonrisa

bobalicona apareció en su rostro. Maca aparecía ante ella con unos pantalones anchos y una sonrisa de

tirantes, con el pelo mojado, lo que le decía que sin duda, la había pillado saliendo de la ducha.

E: Hola – dijo mirándola algo avergonzada.

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M: Hola – contestó del mismo modo.

E: ¿Puedo pasar? – preguntó con la voz temblorosa la ver que Maca no la invitaba.

M: Sí, claro, perdona – le dijo y Esther sonrió, Maca estaba tan nerviosa como ella.

Esther entró, entró y Maca pudo oler su perfume en el momento en que pasó por su lado. Cerró los ojos

inundándose de su olor y se mordió el labio. Cerró la puerta y ambas fueron hacia el salón.

E: Me han encantado las flores – pronunció sin saber cómo comenzar a hablar.

M: Me alegro – dijo de igual manera.

E: ¿Es cierto lo que dicen? – quiso saber, Maca sonrió de lado – he buscado el significado en internet… -

se explicó.

M: No mentiría con algo así – contestó.

E: O sea que me quieres – sonrió mirándola cómplice.

M: Ujum – afirmó mirándola a los ojos.

E: Y no has querido a nadie como a mí – seguía sonriendo ilusionada.

M: Ajá – volvió a afirmar.

E: Y que no dejas de pensar en mí – continuó mordiéndose el labio.

M: Ni un segundo – contestó de igual manera.

E: Y que quieres ser todo para mí – no podía dejar de sonreír.

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M: Tú lo eres todo para mí, así que sería justo que yo lo fuera para ti – afirmó.

E: Y que quieres un futuro conmigo…

M: Sí… bueno, no un futuro cualquiera – afirmó – quiero ese futuro que inventamos – terminó de decir.

A pesar de las ganas, del deseo de fundirse en un beso, ninguna de las dos daba un paso adelante, muy

por el contrario, habían quedado paradas, una frente a la otra, mirándose a los ojos que poco a poco

volvían a hablarse, con sendas sonrisas en los labios y algo de nerviosismo en el cuerpo.

E: Entonces… supongo que… - carraspeó – supongo que deberíamos intentarlo…

M: Sí… eso creo y… me encantaría – contestó.

E: Bien… - afirmó con la cabeza.

M: Pero…

E: ¿Pero? – preguntó haciendo que todas las alarmas saltaran en su cabeza, ¿Había un pero? ¿Qué

significaba ese pero?

M: Pero no quiero que nos precipitemos – continuó – han pasado demasiadas cosas… y… no sería bueno

para ninguna de las dos ir demasiado rápido – le dijo – nosotras iniciamos una relación en la que,

reconozcámoslo, ambas mentimos de una manera u otra… - y las dos bajaron la mirada – no quiero que

eso vuelva a ocurrir… al contrario… quiero que nos conozcamos, que… que empecemos de cero que… no

sé, que volvamos a enamorarnos poco a poco…

E: Ya… estoy de acuerdo – sonrió y vio como Maca la miraba sonriendo – así que… no sé… déjame que

te invite a cenar – le pidió – será algo así como volver a tener una primera cita… una segunda primera

cita – apuntó de manera graciosa.

M: Me… - sonrió ampliamente – me parece bien – la miró a los ojos - ¿A las nueve? – preguntó.

E: Estupendo – afirmó con la cabeza para confirmarlo doblemente – bien pues… pasaré por ti a las

nueve en punto – dijo yendo hacia la puerta.

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M: No te retrases – la advirtió bromeando – o puede que cambie de opinión.

E: No dejaré que lo hagas – susurró al tiempo que Maca abría la puerta – hasta las nueve – dijo dándole

un beso en la mejilla, ambas cerraron los ojos ante el contacto que se prolongó más de lo normal.

M: Hasta las nueve – contestó sin dejar de sonreír, con ilusiones renovadas y un sentimiento cálido en

su corazón.

Cuando Maca cerró la puerta, Esther amplió mucho más su sonrisa, dio un pequeño salto de alegría y

con vitalidad renovada fue a su casa dispuesta a arreglarse y prepararse para esa noche.

Por su parte, Maca, en su piso, al igual que Esther, no podía dejar de sonreír, soltó un gritito ilusionado

y en una carrera llegó a su habitación, abrió el armario y sacó casi todo su contenido, tenía que buscar

el atuendo perfecto para esa noche, su segunda primera cita… tenía que salir bien, esta vez, se

aseguraría de que saldría bien… no iba a permitir volver a perderla cuando no sabía quién, ni por qué, le

brindaba esa segunda oportunidad.

A las nueve en punto clavadas, Esther llamaba de nuevo al timbre de Maca, esta vez lo hacía algo más

tranquila que aquella tarde, con una sonrisa en los labios e ilusiones renovadas.

Maca abrió la puerta y al igual que la empresaria, ella también sonrió. Se quedaron mirando unos

segundos, Maca reaccionó y tras coger su bolso cerró la puerta saliendo de casa.

En el coche de Esther, ninguna decía nada, centradas en la carretera y en sus propios pensamientos no

eran capaz de pronunciar ni una sola palabra. Sabían que aquella “Segunda primera cita” era

importante, de ella dependía, en gran parte, el poder darse una nueva oportunidad o seguir adelante

con sus vidas por separado.

Y es que, por mucho que se quisieran, ninguna de las dos estaba dispuesta a vivir una relación que

estuviera siempre pendiente del hilo de los reproches, de las acusaciones o de los remordimientos y

cada una, en su fuero interno, se había propuesto que esa noche, se pondrían a prueba.

Llegaron a un restaurante en el centro, salieron del coche y juntas pero dejando una distancia prudencial

entre ellas, entraron al local donde, para sorpresa de ambas, habían perdido su reserva.

Tras discutir con el jefe de sala del restaurante consiguieron que las llevaran a su mesa, una pequeña

mesa montada en tiempo record al lado de la cocina y donde Maca sentía el abrir y cerrar de las puertas

cada vez que un camarero pasaba por allí, al chocar contra su silla.

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E: Voy a pedir la hoja de reclamaciones – protestó Esther.

M: No creo que te sirva de mucho – le dijo dando un nuevo bote en su silla cuando un camarero

estampó la puerta contra su espalda – ¡Ey! Tenga más cuidado.

Camarero: Lo siento – se disculpó.

Durante el siguiente cuarto de hora se mantuvieron calladas, se miraban como estudiándose, intentando

saber qué pensaba la otra, qué esperaba la otra de aquella noche, pero los nervios, tal vez la tensión de

decir una palabra a destiempo las hacía mantenerse calladas.

El camarero llegó para pedirles nota y mientras pedían, se recriminaban a sí mismas su actitud, si

querían que aquello saliera bien, deberían cambiar el chip y comenzar a relajarse.

E: El otro día me acordé de ti – comenzó a decir, intranquila y casi atropelladamente.

M: ¿Sí? – preguntó queriendo saber el por qué.

E: Sí, estuve viendo The Italian Job y… - se cortó “mal, Esthercita, muy mal” le dijo una vocecita en su

interior.

M: Ya… - bajó la cabeza – pues no sé qué pensar si te acuerdas de mí por una peli de ladrones…

E: En realidad siempre me acuerdo de ti – contestó intentando arreglarlo.

De nuevo silencio… aquello no podía ser bueno, ni ellas mismas se reconocían, tenían frente a ellas a la

mujer que amaban y no eran capaces de comunicarse…

M: Esther – dijo tras un suspiro – intentemos relajarnos, si seguimos así vamos a terminar la noche y no

habremos disfrutado ni un momento.

E: Sí, tienes razón – sonrió – parecemos dos idiotas…

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Y se relajaron, o al menos lo intentaron, hablando de cosas superficiales, de tonterías absurdas pero que

les sirvió para calmar el ambiente. Se sonrieron cómplices y se miraron con familiaridad.

M: Te he echado de menos – dijo ya en los postres, pasando su mano por encima de la mesa queriendo

llegar a la de su compañera.

E: Y yo a ti – contestó, uniendo sus manos y mirándose profundamente.

Terminada la cena salieron del restaurante y decidieron ir a tomar algo, subieron al coche para llegar a

la zona de pubs, se miraban como hacía tiempo que no lo hacían y al contrario que pasó al principio de

la noche, esta vez se sentían a gusto la una con la otra.

M: Bueno… ¿arrancas o qué? – preguntó esperando que lo hiciera.

E: Sí… eso intento – le dio al contacto que no hizo absolutamente nada, ni tan siquiera le intento de

arrancar – no sé qué le pasa – murmuró mientras lo volvía a intentar…

M: ¿Le has echado gasolina? – quiso saber y puso esa mirada tan canalla de Maca en la que quería

decirle que iba a burlarse de ella.

E: Pues claro, lista – contestó – antes de ir a recogerte pasé por la gasolinera…

M: Entonces tiene que arrancar – siguió – inténtalo otra vez…

E: A ver… - lo intentó – nada…

M: A ver si va a ser la batería…

E: ¡Si la cambié hace un mes! – respondió – que me costó una pasta la verdad…

M: Vale pues… - la miró sonriendo por la situación – ábreme el capó – dijo quitándose el cinturón.

E: ¿Para qué? – preguntó sin saber qué pretendía.

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M: Para ver qué le pasa al coche, para eso – decía saliendo ya del coche.

E: Joder… ¿también entiende de coches? – se preguntó a sí misma mientras abría el capó, miró al frente

y vio cómo Maca le dedicaba una mirada y una sonrisa de superioridad para quedar tapada por el capó

del coche – a ver… - murmuró también quitándose el cinturón y saliendo del coche para quedar a su

lado, pegadas, muy pegadas - ¿encuentras algo? – le preguntó.

M: Pues… - quedó callada al volver la cara y verla tan cerca, tanto que si estiraba el cuello unos

centímetros más podría besarla sin problemas. Esther notó su mirada y se mordió el labio, su cuerpo

tembló, Maca sonrió – creo que… - la miró a los ojos – creo que esta pieza no debería estar en mi mano

– dijo enseñándole una pequeña pieza que se debía haber soltado del motor.

E: Ajá – no apartaba los ojos de ella - ¿Y qué es? – preguntó sin mirar la pieza en cuestión.

M: No… - carraspeó – no tengo ni idea – y a medida que hablaba la frase terminó por convertirse en un

susurro… la tentación era demasiado…

Cuando sintió su aliento chocar contra su boca, cuando ya se relamía pensando en ese beso, cuando sus

labios se saludaban a escasos milímetros de la boca de la otra, sintieron como un líquido, denso y negro

impactaba contra ellas.

M: ¡Joder! – protestó intentando tapar la fuga.

E: ¡Mierda! ¿¡Qué has hecho!? - increpó

M: ¡Yo que sé! - contestó en el mismo tono en el que le había hablado Esther - ¿te crees que soy

mecánica?

E: ¿¡Pues entonces para qué haces nada!? - recriminó mientras intentaba no mancharse más

M: ¡Joder! - protestó de nuevo al ver que aquello no paraba.

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E: ¡Maca páralo! – exclamó mientras sentía el aceite en su cara - ¡Maca!

M: ¡Eso intento! También podrías ayudar – decía mientras intentaba a duras penas que dejara de salir

aceite… - a la mierda – dijo cerrando el capó – joder…

E: ¡Me cago en la leche! – protestó alejándose un poco del coche – tenía que haberlo llevado al taller…

Se miraron, impregnadas de aceite hasta las orejas, con las caras negras, las manos chorreando y los

pelos revueltos, como si acabaran de volver de la guerra en lugar de haber ido a cenar…

M: Jum… jum… - comenzó a reír… - jajaja jajaja

E: No le veo la gracia – dijo intentando limpiarse.

M: jajaja jajaja jajaja – reía ya sin disimulo – pues jajaja yo sí jajaja jajaja jajaja

E: La jeje… la verdad es que jajaja jajaja jajaja jajaja – y contagiada también terminó por reír a

carcajadas…

Cuando lograron dejar de reír, de nuevo quedaron mirándose, y ninguna de las dos supo por qué, y tal

vez de todas la situaciones posibles aquella era la que menos tendría que ser, pero, se miraron y se

encontraron terriblemente sexys, como su la mezcla del aceite con sus cuerpos les proporcionara una

sensualidad extraña…

E: Debo… debo tener clínex en el coche, espera – dijo manteniendo la compostura, quería hacer las

cosas bien y eso, iba en contra de lo que se le había pasado por la cabeza.

Se limpiaron lo mejor que pudieron, aunque no fue mucho. Se miraban de reojo y se huían las miradas

cuando descubrían a la otra, finalmente, Maca fue quien tomó el control de la situación.

M: Venga, vamos a buscar un taxi – le dijo – me parece que así, no iremos a tomar nada a ningún sitio…

E: Sí, será lo mejor – contestó algo desilusionada por ese fin de noche adelantado…

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Comenzaron a caminar buscando una parada de taxis. En el trayecto, Maca andando a la par que Esther,

rozó los dedos de ésta distraídamente. La empresaria sonrió y en un “descuido” devolvió aquel roce y

ante sonrisas distraídas y mirando hacia el frente, la reina roja terminó por entrelazar los dedos uniendo

sus manos con calidez…

De ese modo, llegaron a la parada de taxis, montaron en uno y dieron la dirección de Esther; Maca se

empeñó en acompañarla a casa. Durante todo el trayecto se dedicaron a jugar con sus manos, con

sendas sonrisas en los labios e ignorando al conductor que en alguna que otra ocasión había intentado

comenzar una conversación.

Ya frente al edificio de la empresaria, ambas bajaron del taxi, Esther buscaba sus llaves en el bolso

mientras Maca le pedía al taxista que esperara un segundo. Al volverse hacia su compañera la vio con la

mirada contrariada y sin dejar de rebuscar dentro de su bolso.

M: ¿Qué pasa? – preguntó.

E: Creo que me he dejado las llaves de casa en el coche – contestó – sí – decía sacando la mano del

bolso – me he dejado las llaves…

M: Bueno pero… no sé, alguna vecina tendrá una copia o algo ¿no?

E: Pues no… Claudia tenía unas pero… como para llamarla ahora – suspiró – mierda… ¿Y ahora qué

hago? ¿Cómo entro en casa? Ningún cerrajero querrá venir a esta hora – seguía protestando…

M: Espera – se dio la vuelta, le dijo al taxista que se marchara y la miró para hacerle saber con su

mirada lo que pretendía hacer… Esther lo entendió, fue como si Maca le pidiera permiso y ella lo aceptó

– vamos…

Por suerte para ambas, la puerta del portal estaba abierta, por lo que no tuvieron problemas para entrar

al edificio y subir hasta la planta del piso de Esther. El silencio había vuelto a ser el protagonista, como

si aquello fuera una prueba más, pues, el hecho de que Esther viera en acción a la Reina Roja le parecía

algo que si bien hacía falta en ese momento, podría ser un contratiempo más.

M: Déjame una horquilla – le pidió.

E: ¿Vas a abrirla con una horquilla? – preguntó pues, su puerta tenía cerradura reforzada, no sería

posible que la abriera tan solo con una horquilla.

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M: Apuesto a que no echaste la cerradura al salir de casa – contestó – siempre te pasa lo mismo, Esther,

cuando estás nerviosa o vas con prisas no te acuerdas de cerrar con llave, simplemente cierras y te vas

– le dijo, y por un instante, Esther se transportó en el tiempo, a cuando estaban juntas y Maca le

recriminaba alguna vez por algo de manera cariñosa.

E: Toma – le tendió una horquilla.

Maca se arrodilló, posicionándose frente a la cerradura, Esther se sorprendía de la facilidad con la que

trabajaba, “seguro que ha abierto mi puerta antes” pensó y entonces recordó que Maca había entrado en

su casa para coger aquellos documentos, esta vez, en lugar de preocuparse por ello, en lugar de verlo

como algo malo, sonrió, pues si no lo hubiera hecho, no sabría lo que hubiera pasado.

E: ¿Te falta mucho? – preguntó, tras unos minutos, pues no quería que algún vecino las viera de esa

guisa.

M: Un momento – decía mordiéndose el labio mientras seguía trabajando.

E: Date prisa – instó.

M: Ya va… ya va…

Y como temía Esther, la señora del piso de enfrente abrió la puerta, una viejecita adorable pero algo

cotilla se asomó quedando asombrada al verlas de aquella manera. Esther apoyada a un costado de la

puerta y Maca forzando la cerradura.

E: Buenas noches – intentó disimular de mala manera Esther.

-Esther, hija, he oído ruidos y pensé que pasaba algo – le dijo la señora - ¿va todo bien? – miró a Maca

con recelo.

E: Sí, sí – intentó quitarle importancia – es la cerrajera – soltó y Maca tuvo que reprimir una carcajada –

es que me he dejado las llaves dentro…

Un par de frases más entre ellas, y la señora volvió a su piso tranquila de ver que todo iba bien.

Mientras Maca se afanaba en abrir la puerta, Esther quedaba pensando en cómo se había sucedido la

noche…

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E: Vaya cita desastre – pronunció, Maca la escuchó…

M: Esto ya está – dijo abriendo la puerta, sonriendo a Esther quien la miraba algo desilusionada por la

cita que habían tenido – Esther – hizo que levantara el mentón – me ha encantado la cita – sonrió y

Esther sonrió con ella.

E: ¿Quieres pasar y limpiarte un poco? – preguntó, poniendo como excusa el quitarse los restos de

aceite que aún tenía, pero deseando que pasara para que se quedara, pues, por nada del mundo quería

separarse aún de ella.

M: Pues… no sé Esther – dijo aún en la puerta sin moverse – no sé si es buena idea…

E: Maca – insistió – solo será un momento… para limpiarte un poco y llamar a un taxi… no te estoy

pidiendo nada más.

M: Está bien – aceptó, al fin de cuentas, ella estaba como Esther, sin querer separarse de ella todavía.

Entraron y Maca se quedó algo rezagada, actuando como quien entra por primera vez en casa de una

persona con la que no tiene confianza. Esther dejó el bolso en algún lugar del salón y la miró esperando

que hiciera lo mismo.

E: Ya sabes dónde está el baño – dijo señalándole el camino auqnue Maca ya supiera como llegar – ve a

limpiarte y ahora llamamos al taxi – dijo dándose la vuelta para ir a la cocina.

Y Maca así lo hizo, se metió en el baño donde respiró, estar allí de nuevo le traía recuerdos del pasado,

los mejores y peores momentos de su vida… todo reducido a aquel piso testigo de lo que fue su historia

de amor.

Abrió el grifo y se lavó la cara, se quitó los restos de aceite de las manos y respiró profundamente

mirándose al espejo, estaba demasiado nerviosa, y allí, en el piso de Esther su nerviosismo se

acentuaba… su idea de ir despacio no era para nada volver a su casa en la primera noche en la que

volvían a quedar.

Mientras tanto, en la cocina, Esther bebía un poco de agua, como Maca también se sentía nerviosa, al

igual que Maca ella no había pretendido que la noche acabara de aquella manera y sin embargo, ahora

no podía dejar de pensar en lo que podría pasar esa noche en su piso. Su mente barajaba varias ideas y

todas y cada una de ellas terminaban en la cama, con sus cuerpos desnudos y entrelazados…

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M: Ya estoy – dijo Maca apareciendo en el umbral de la puerta.

E: Bien pues… voy… voy a limpiarme un poco yo – anunció – si quieres ve llamando al taxi…

M: Sí – contestó en un susurro cuando pasó por su lado.

Mientras era Esther la que entraba en el baño, ella tomó el teléfono, y cuando estaba a punto de marcar

los dígitos del servicio de taxis, se topó con una fotografía de ellas dos, sonrientes y felices, de cuando

estuvieron juntas, de aquella época en la que todo su mundo estaba lleno de colores… La misma

fotografía que tenía ella en su piso.

E: ¿Ya has llamado? – preguntó mientras se secaba con una toalla las manos.

M: Eh… no – volvió en sí – aún no…

E: ¿Puedo hacerte una pregunta? – dijo con una sonrisa, y Maca no tenía ni idea de qué quería saber.

M: Sí, claro – contestó dejando el teléfono en su lugar.

E: Ven, sentémonos – le pidió sentándose y haciendo que ella hiciera lo mismo – verás, si te soy sincera

hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza desde hace días y… no quiero que te lo tomes ni

como un reproche ni como nada malo, es solo que no dejo de pensar en ello…

M: Vale – dijo algo parada por aquel prologo – pero dime…

E: Bien… has… has entrado dos veces en mi despacho – le dijo – y… la verdad, no sé cómo lo has

hecho… tal vez la primera vez puedo imaginármelo pero… reforcé el sistema, cambié el código y aun

así… volviste a entrar…

M: Ya… esto… - bajó la cabeza algo avergonzada – yo… me… me creé mi propia autorización… - dijo

mirándola de nuevo con algo de miedo que se disipó al ver la sonrisa en el rostro de Esther…

E: Te creaste una autorización – repitió.

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M: Sí… bueno… no sé, pensé que… que podría necesitarla… no sé porque lo hice, la verdad que en ese

momento estaba muy enfadada contigo pero… no sé… se me ocurrió y… bueno, cargué un programa que

me daba autorización de entrada y… me envió el nuevo código a mi móvil…

E: Vaya… - dijo pensando en lo que acababa de decirle – entonces… aquello que dijiste de que no tenías

ni idea de informática… bueno, salta a la vista que no es así… - terminó de decir, sin querer que sonara

a reproche.

M: Ya… estoo… sobre eso yo… - bajó la cabeza de manera algo avergonzada – lo siento… siento haber

mentido y…

E: Shh – la calló poniéndole un dedo en los labios – no quiero que empecemos a disculparnos, dijimos

que nos olvidaríamos de todo – sonrió – no lo he preguntado para que te disculpes…

M: Vale – aceptó - pues… contestando a tu pregunta… - dijo haciendo algo de memoria – estudié

informática, desde muy pequeña me han gustado los ordenadores, mi padre creo que me compró el

primero con 5 añitos, poco antes de que muriera… a mi madre no le hacía mucha gracia, no te creas –

sonrió con algo de nostalgia – decía que no entendía cómo podía pasarme tantas horas delante de ese

cacharro, sobre todo durante mi adolescencia… - Esther se acomodó en el sofá, dejando una de las

manos sobre el respaldo, apoyando el mentón sobre ésta y con las piernas sobre el cojín y quedó

mirándola, le encantaba mirarla mientras hablaba, estaba tan bonita así… - y bueno, la verdad es que no

sé muy bien cómo pero comencé a entrar en bases de datos, la primera fue la del instituto, necesitaba

cambiar una nota y… un amigo me enseñó… luego entré en otra un poco más importante y con más

software de seguridad, aunque no recuerdo muy bien cuál era… me parece que era algo de tráfico –

intentó hacer memoria – me habían puesto una multa creo… no me acuerdo demasiado bien – jugaba

con sus manos – La cuestión es que dado mi historial estaba claro que estudiaría informática así que, lo

hice… - afirmó – no te puedes imaginar lo que se puede llegar a aprender del mundo Hacker en la

cafetería de la facultad… - sonrió levemente, Esther también lo hizo – un compañero bastante friky, la

verdad, me enseñó un montón de cosas… - volvió a reír, Esther sonrió con ella – terminé la carrera e

hice un master en programación y otro a distancia sobre gestión de redes… Iban a contratarme en una

multinacional… - recordó con algo de pesar – de hecho iba a firmar un contrato por cinco años, con un

buen sueldo… - bajó al cabeza – pero a mi madre le diagnosticaron Alzheimer y… bueno… quería que

tuviera el mejor tratamiento y aunque el sueldo era bueno… necesitaba dinero rápido – dijo ya más

seriamente – creé varios programas para mí misma… incluso algún virus de bajo potencial dañino y… el

resto ya lo sabes…

E: Entiendo… - sonrió, llevó la mano hacia su pelo, acariciando un mechón que caía rebelde – así que

tengo ante mí a una auténtica piratilla… - dijo intentando bromear…

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M: Bueno… los hay mejores te lo aseguro… - contestó, la miró y siguió hablando - ¿puedo hacerte yo

una pregunta ahora?

E: Claro… - dejó caer la mano.

M: ¿Fuiste tú la que me envió a hacer de canguro del tal Jesús Ruíz, verdad? – preguntó.

E: … - bajó la cabeza – no podía dejar que volvieras a la cárcel, Maca… - contestó – y lo único que se me

ocurrió fue eso…

M: Pues… - hizo que la mirara – te lo agradezco – acarició su mejilla – de verdad que te lo agradezco.

Quedaron calladas, mirándose con calma, recuperando la complicidad, la capacidad de mirarse y

hablarse y aunque aún les quedaba camino que recorrer, al menos, aquella segunda primera cita que

había empezado llena de contratiempos, había acabado regalándoles el primer momento realmente

sincero casi desde que se conocieron y se habían sentido bien, tranquilas, en paz…

M: Se está haciendo tarde – dijo tras un buen rato en aquella misma posición – será mejor que me

vaya…

E: Sí – contestó, pues no quería forzar las cosas y estaba claro que Maca quería ir despacio, y ella no iba

a acelerar nada…

Llamaron a un taxi y tras esto se levantaron y anduvieron hacia la puerta, Esther abrió y Maca salió

quedando parada en el umbral. Una vez más las miradas se quedaron enganchadas, sonrieron, Esther

dio un paso al frente, Maca sonrió.

E: Ten cuidado – le dijo acercándose a ella – y llámame mañana si quieres que hagamos algo juntas.

M: Lo haré – contestó, vio como Esther terminaba de acortar las distancias que la separaban y supo que

iba directa a sus labios, en el último momento y haciendo un esfuerzo, ella misma la obligó a desviar su

trayectoria haciendo que aquel beso se estrellara en la mejilla – nada de besos en la primera cita,

¿recuerdas? – y con una sonrisa cómica y algo canalla, se dio la vuelta para irse por fin. Dejando a

Esther con las ganas de aquel beso pero con la increíble sensación de que, tras aquella noche, las

esperanzas para ellas como pareja, eran cada vez mayores…

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El tiempo pasaba volando, casi ni podían creer que ya hubiese pasado un mes y medio. Y es que, todo

se había acelerado, todo era más rápido, las horas del día a penas les perecían segundos y les faltaba

tiempo para verse, pues todo el tiempo que pasaban juntas les parecía demasiado poco.

Las salidas eran continuadas, a comer, a dar un paseo, al cine, o simplemente a hacer la compra, todo

valía con tal de verse y estar juntas. Se pasaban horas hablando, riendo, gastándose bromas, se podían

pasar mucho tiempo sin tan siquiera hablarse, tan solo, sintiéndose una junto a la otra.

Hablaron de ellas, de sus infancias, de sus vidas, de sus sentimientos… comenzaron a conocerse como

no lo habían hecho en el pasado, todo les parecía nuevo y a la vez antiguo. Todo era simplemente

maravilloso.

Por las noches, hablaban por teléfono hasta que una de las dos quedaba dormida escuchando la voz de

la otra. La factura de teléfono se había visto engordada considerablemente y es que, aunque a ellas les

parecía minutos, podían pasarse hablando varias horas en una noche y aún se quedaban con ganas de

más.

Se dieron cuenta en ese tiempo, que ya no había reproches, que no había miedo a tocar algún tema

escabroso, de hecho, podían hablar de cualquier cosa sin sentirse culpable, sin sentir opresión en el

pecho y aunque sabían que podían hablar de ello, eran escasas las conversaciones centradas en el

secuestro…

Aquel día, hacía muy buen tiempo. Maca había ido a recogerla tras llamarla y habían acabado en el

retiro, sentadas en el césped, con un par de bocadillos y unas cervezas. Esther se tumbó quedando

apoyada sobre Maca y ésta comenzó a jugar con su pelo… se estaba tan bien así… tanto…

E: ¿Puedo hacerte una pregunta? – preguntó de manera muy relajada mientras Maca seguía acariciando

su cabello.

M: Claro – la miró con una sonrisa.

E: ¿Cuando… cuando empezaste a… a…

M: A robar? – terminó ella de preguntar, con tranquilidad, regalándole una sonrisa para que supiera que

no le molestaba la pregunta…

E: Sí – contestó devolviéndole la sonrisa un tanto avergonzada.

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M: Pues… - empezó a recordar – Con siete años le robé un rotulador a un compañero de clase –

contestó, Esther sonrió – y con quince un pintalabios en un centro comercial – dijo con una sonrisa

pícara – no sé si eso cuenta…

E: Maca… - dijo medio regañándola – te lo he preguntado en serio…

M: Y yo te contesto en serio – soltó ella – ¿o es que a esa edad no se hacen cosas serias? ¿Eh?

E: Mira, da igual… si no me lo quieres contar… - volvió el rostro hacia otro lado.

M: Está bien… - suspiró – no sé decirte exactamente cuándo decidí dedicarme a eso… te aseguro que no

es algo con lo que se sueña desde que eres niña… no es fácil convertirte en alguien como yo… - bajó la

cabeza un tanto avergonzada – pero bueno… supongo que fue cuando ingresaron a mi madre… ya te dije

que necesitaba dinero rápido para poder llevarla a la clínica – su voz se entristeció, Esther lo notó, aun

así, Maca no dejó de acariciar su pelo – la primera vez fue un caos… aún no sé cómo no me pillaron…

creo que con… 25… sí… aunque he de reconocer que fue un subidón de adrenalina… uff… Estaba muy

nerviosa… y recuerdo que … el tío de seguridad se retrasó en su ronda y… tuve que esperar agazapada

durante una media hora… estaba muerta de miedo pero… no sé, también era bastante excitante…

aprendí mucho de esa primera vez – comentó – a partir de ahí fui mucho más perfeccionista…

E: Entiendo…

M: Dentro del nerviosismo y de alguna metedura de pata por mi parte, realmente fue bastante fácil –

continuó diciendo – no sé, no necesité de ningún aparato electrónico ni tecnologías puntas…

E: Sí, bueno, supongo que la seguridad de aquel tiempo no tiene nada que ver con la que hay ahora…

apuesto a que solo tenían un par de cámaras y un sistema de alarma bastante convencional – continuó

ella.

M: Ajá… no como ahora… - siguió Maca – hoy día no es tan fácil, créeme… tenéis unos sistemas de

seguridad bastante buenos, muy, muy buenos y tu empresa… uff… la primera vez que vi un logo de tu

empresa me eché a temblar…

E: Pues no se notó, bonita – dijo mirándola a los ojos – que me has tenido en jaque bastante tiempo,

Reina Roja…

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M: Ya… - bajó la cabeza, volvió a subirla y clavó los ojos en ella – pero ahora eres tú la que me ha hecho

un buen mate… - dijo mirándola con intensidad…

Esther supo que ya no hablaban de robos, que de una manera extraña, y necesitando leer muy bien

entre líneas, con aquella frase Maca le decía que la tenía totalmente rendida… una vez más, sus ojos se

comunicaban sin necesidad de palabras.

Pero si había algo en toda aquel tiempo que tenía a Esther constantemente en la cuerda floja, era que,

pese a lo bien que estaban, pese a que cada día soportaban menos el no verse, el no hablarse, no había

habido ni un solo acercamiento más allá de un beso en la mejilla o de ir caminando con las manos

entrelazadas.

E: Maca… - llamó su atención.

M: Dime – no dejó de mirarla ni un instante.

E: ¿Tú… tú estás bien conmigo? – preguntó algo dubitativa.

M: Claro – contestó al instante - ¿Por qué preguntas eso? – quiso saber.

E: No sé… es que a veces me pregunto si no estás del todo segura de esto… - dijo mirándola a los ojos.

M: Pues estoy muy segura – sonrió – estoy muy segura de que me gusta, no, me encanta estar

contigo… de que… de que te quiero… - terminó de decir con una sonrisa amplia.

E: Ya… - bajó el rostro, Maca la miró con una ceja alzada, Esther volvió a levantar la cabeza y la miró

fijamente a los ojos - ¿Y entonces por qué no me besas? – preguntó por fin, aquello que llevaba días,

semanas incluso, martilleándole la mente.

M: ¿Cómo que no te beso? – preguntó mirándola – si te beso mucho.

E: No, Maca – se incorporó quedando sentada para verla de frente – esos besos no valen…

M: ¿Qué no valen? – sonrió – ¿Y por qué no valen si puede saberse? – se cruzó de brazos.

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E: Pues porque son besos de amigas – contestó medio protestando – besos de hermanas, Maca y

nosotras de hermanas nada…

M: Y menos mal… porque si no ya me dirás que hacemos – bromeó.

E: Te estoy hablando en serio, Maca – volvió a protestar - ¿Qué pasa? ¿Qué no me vas a besar de

verdad nunca o qué?

M: ¿Y por qué tengo que besarte yo? – preguntó ahora ella.

E: ¿cómo? – se extrañó de la pregunta.

M: Sí… que digo, que por qué no me besas tú – dijo medio afirmando medio preguntando - ¿O qué pasa

que tengo que hacerlo todo yo? – sonrió para sí misma al ver el rostro casi desencajado de Esther.

E: ¿Cómo que tienes que hacerlo todo tú? – inquirió – si… si no fuera por mí, aún estaríamos

peleándonos.

M: Lo que me faltaba por oír – soltó.

E: ¿Ah no? – se cruzó de brazos - ¿entonces quién se ha currado la reconquista? Porque creo que he

sido yo, por tanto te toca a ti besarme…

M: Eh, eh, eh – la paró – que yo me he dejado reconquistar… ¿o de verdad crees que te lo iba a poner

tan fácil si no hubiese querido estar así contigo?

E: Pero… - no podía creer lo que oía - ¿Qué me lo has puesto fácil? ¡Pero Maca…! ¿De verdad crees que

me lo has puesto fácil? – alucinaba.

M: Bastante…

E: Pues no quiero pensar lo que hubiera pasado si me lo pones difícil – dijo con algo de ironía – Yo no

pienso besarte – volvió al tema principal – te toca a ti dar el paso así que…

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M: Pues vas a esperar sentada, no vaya a ser que te canses – contestó – porque yo tampoco pienso

besarte, que bastante claro me dejaste que no lo intentara nunca más – volvió a sonreír para sí misma,

disimulando una sonrisa pícara que se le escapaba.

E: ¿Me lo estás diciendo en serio? – Maca asintió – pero… no puedo creer que pienses eso… lo dije… lo

dije en un momento de calentón… estaba enfadada, asustada y bastante dolida, no puedo creer que

sigas con eso… - dijo algo decepcionada, si Maca pensaba así, entonces es que no todo estaba superado.

M: No sigo con eso – hizo que la mirara – no es un reproche – le dijo acariciando el mentón – es solo

que no voy a ser yo la que te bese… si quieres algo vas a tener que hacerlo tú…

E: Pues entonces no nos besaremos nunca, porque yo no voy a besarte, tendrás que besarme tú a mí… -

terminó de decir como una niña enfurruñada.

M: Como has dicho – seguía sonriendo, le encantaba verla así, medio enfadada, haciendo casi pucheros

y de brazos cruzados – no nos besaremos nunca… porque yo no voy a hacerlo… y me da, que si no lo

haces tú, esta relación va a ser bastaaantee – alargó la palabra – dura para ambas… - rió sin poder

evitarlo.

E: No me hace ninguna gracia – protestó.

M: Ven – dijo intentando acercarla a su cuerpo.

E: No – la evitó.

M: ven, ven aquí y dame un beso – le dijo sin poder reprimir la sonrisa.

E: Que no, que yo no voy a besarte – seguía diciendo.

M: Te mueres de ganas – la picó.

E: Pues no, lista – dijo separándose del todo de ella – ya se me han quitado las ganas.

M: Pues vale – aceptó – ya vendrás…

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E: Ya vendrás tú – afirmó levantándose del césped – y vamos, que tengo que pasar por la oficina y

antes quiero ir a casa…

M: Como usted mande – dijo cuadrándose ante ella.

E: Estás de un tontooo – sonrió levemente mientras tiraba de ella para comenzar a andar ambas hacia la

moto de la pediatra.

De la mano y con sendas sonrisas por aquel nuevo juego que se traían, se montaron en la moto y

pusieron rumbo al piso de la empresaria. Cuando llegaron, Maca aparcó, ambas bajaron y anduvieron

hacia la puerta del edificio.

M: Bueno… pues… llámame cuando acabes y hacemos algo – le dijo – no sé, ir al cine… o quién sabe,

podemos jugar al parchís o a las cartas como buenas hermanas – pinchó de nuevo.

E: Eres… - hizo un gesto con las manos – no sé cómo te aguanto.

M: Porque te encanto – afirmó acercándose a ella, tomándola de la cintura y cortando la distancia que

separaba sus cuerpos – y porque estás deseando besarme – susurró.

E: No voy a besarte – dijo picándola ahora ella acercándose más a su rostro.

M: Pues… - tragó saliva al sentirla tan cerca – pues yo tampoco…

E: Estupendo – afirmó mientras susurraba, mirando aquellos labios que la llamaban ansiosos…

M: Vamos… solo tienes que acercarte un poco más – susurró de nuevo.

E: Acércate tú – contestó ella – yo no voy a hacerlo… vas a besarme tú ya lo verás…

M: Bien… pues ya lo veremos – Esther sonrió triunfante cuando vio como Maca iniciaba el movimiento

que la acercaba a ella por fin y suspiró frustrada cuando desvió la trayectoria de sus labios hacia su

frente – no cantes victoria – murmuró en su oído – tengo mucho autocontrol… y terminarás besándome

tú – sonrió separándose de ella - llámame luego – dijo a modo de despedida mientras se iba casi

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brincando de nuevo hacia la moto, con una sonrisa de oreja a oreja, la misma con la que había dejado a

Esther quien la miraba y se mordía el labio antes de entrar en casa.

Se había levantado juguetona, con ese gusanillo en el estómago que tan bien conocía, había desayunado

y se estaba tomando un café mientras pensaba en qué debía hacer. Javier no le había dado instrucciones

pero tenía ganas de algo de acción. Demasiados años liberando adrenalina como para mantenerse

durante meses inactiva… sabía que llegaría el momento en que aquello pasaría, pero no pensó en que

pudiera ser tan pronto.

Frotó sus manos compulsivamente, recogió la casa intentando distraer a su mente y se dio una ducha

que no se llevó su estado de euforia. Volvió de nuevo al salón, se sentó en el sofá y abrió el ordenador y

lo encendió.

Esperó impaciente a que los programas terminaran de cargarse, el fondo de pantalla hizo que sonriera

sin apenas darse cuenta, Esther y ella sonreían a una cámara que aguantaba la empresaria, era de hacía

meses, de antes de que ocurriera todo, no la había cambiado en todo ese tiempo.

El teléfono móvil le avisó de que tenía un mensaje, con rapidez lo cogió y lo abrió para ampliar

muchísimo más su sonrisa.

“Te echo de menos. Estoy deseando que me beses. ¿Nos vemos luego?”

“Yo tb te echo de menos. No pienso besarte. Claro, tengo muxas ganas de verte. ¿Q haces?” Le contestó

al mensaje sin borrar su sonrisa y con prisas porque volviera a contestar.

“Trabajar… Qdamos a las 6? Vas a bsarme”

Se mordió el labio, mientras sonreía con ilusión y volvió a escribir con rapidez para contestar.

“Ok, paso por ti a tu casa. No voy a bsarte, quítatelo de la cabeza!”

Y entonces una lucecita se encendió en su cabeza. La idea que al principio le parecía muy descabellada

cada vez le gustaba más, tenía que ponerla a prueba, Esther necesitaba mejorar todos sus sistemas así

que debía empezar a ayudarla de alguna manera. Pensó en cómo hacerlo, en el mejor modo de

comenzar a hacerlo. Cerró el ordenador, lo metió en la bolsa, se puso una chaqueta y salió de casa de

manera acelerada. Recorrió a pie un par de calles hasta entrar en una de las cafeterías que contaban

con una red Wifi para clientes, pidió un café, se sentó en una de las mesas pegadas a la ventana,

encendió el ordenador y simplemente comenzó a teclear de manera nerviosa abstrayéndose del mundo

que la rodeaba.

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Esther leía varios informes mientras no dejaba de sonreír por la respuesta de Maca a su último mensaje,

mientras buscaba la manera de incitarla hasta que no pudiera más que ser ella quien la besara… cuanto

más pensaba, más ideas le venían a la mente, sonreía con algo de malicia cuando el teléfono de su

despacho comenzó a sonar con insistencia.

E: ¿Qué ocurre? – preguntó.

Cl: Alguien está intentando acceder al sistema – contestó.

E: ¿Qué? – preguntó descolocada.

Cl: Se está saltando todos los cortafuegos, Esther y Juanjo no es capaz de pararlo – decía con

nerviosismo al otro lado de la línea.

E: ¡Joder! – protestó – dile a Juanjo que se centre en localizar la IP – terminó de decir antes de colgar el

teléfono – Vamos allá – se dijo a sí misma posicionándose frente al ordenador.

De manera convulsiva comenzó a teclear, mientras sus ojos iban de un lado a otro de la pantalla,

intentando averiguar por dónde quería asaltar su sistema ese intruso, un montón de ventanas en

sistema MS2 comenzaron a saltar y mientras las revisaba continuaba tecleando varios códigos que

encriptaban toda la información y cerraban las puertas a todo aquel que quisiera acceder…

E: Donde estás… - decía mientras miraba con detenimiento la pantalla – donde estás…

M: No me vas a pillar, cariño – se decía ella divertida en aquella cafetería al tiempo que continuaba

tecleando… el sistema le devolvía, la igual que a Esther, un montón de pantallas de MS2 que casi

llegaban a colapsarse por la cantidad de órdenes que le iba dando.

E: ¡Ja! – sonreía – que te lo has creído – dijo tecleando un nuevo código.

“Acceso denegado” Leyó Maca en su pantalla, negó con la cabeza con una sonrisa y tras darle las gracias

a la camarera que le sirvió el café, volvió a centrarse en lo que estaba haciendo.

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M: ¿Así que quieres jugar eh? – no podía más que sonreír – pues vamos a jugar – se crujió los dedos - a

ver qué haces con esto – dijo cargando un pequeño virus en el sistema.

E: ¿Eso es todo lo que sabes hacer? – se preguntó Esther mientras le bloqueaba, una vez más la entrada

y aquel virus que ni tan siquiera llegó a cargarse – te creía más lista, mi amor – murmuró, el teléfono

volvió a sonar – dime Claudia.

Cl: Juanjo ha identificado la IP, es una cafetería, una red pública en la calle (no sé qué) - le dijo con

nerviosismo.

E: Vale, pásame los datos a mi ordenador – dijo con una tranquilidad que extrañó a su compañera –

gracias, Claudia – colgó – Muy bien… pero yo soy más lista… - siguió dando órdenes al ordenador.

“Bloqueo activado. Acceso denegado”. Leyó de nuevo en la pantalla y se asombró de lo que estaba

haciendo Esther, se había callado bastantes cosas cuando habló sobre lo que sabía de informática…

M: Eres buena… - murmuró – muy buena… - tecleó de nuevo varios dígitos – a ver si me encuentras

ahora…

E: ¿Dónde te metes? – dijo mirando la pantalla, esperando ver alguna anomalía que le dijera cuál sería

el siguiente paso de la Reina Roja… mientras que al mismo tiempo, introducía una serie de nuevas

órdenes en una nueva ventana: “Buscando Proxy ART de la IP 66.XXX.XX.249” – A ver qué haces ahora

– siguió diciendo mientras introducía un nuevo código que sabía, le daría el tiempo que necesitaba.

Maca vio, como, de repente, toda la pantalla se convertía en una serie de códigos binarios que ocupaban

todas y cada una de las ventanas. Cada vez se quedaba más y más alucinada con el conocimiento en

redes e informática que tenía Esther…

M: ¡Joder! – Exclamó muy sorprendida – Vale… relájate, Maca – dijo dándole un sorbo a su café – sabes

cómo solucionar esto… - se decía mientras reestructuraba el sistema y reprogramaba el programa, era

cuestión de unos cuantos minutos que estuviera de nuevo en línea y entonces no se andaría con

chiquitas. Sonrió para sus adentros cuando dejó de ver ceros y unos por todos lados…

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E: ¡Te tengo! – Soltó Esther bastante sonriente cuando leyó que el Proxy ART que buscaba ya había sido

localizado y sin esperar más de un segundo, insertó la orden de bloqueo.

“Sistema caído. Desconectadas todas las redes” le advirtió la pantalla a una Maca que no podía creerse

lo que veía.

M: No puede ser – dijo sin dejar de teclear de manera compulsiva.

- Perdona – llamó un chico dos mesas más allá a la camarera - ¿Le ha pasado algo al Wifi? Tengo que

mandar un mail urgente y me dice que no hay red.

Camarera: Pues… no sé lo que ha pasado, pero se ha caído – contestó la chica – estamos intentando

solucionarlo.

M: Y no lo vais a conseguir – murmuró para ella misma Maca, quien cerró el ordenador dándose por

vencida, Esther le había ganado… Pagó su consumición, cerró el ordenador y salió de la cafetería,

mientras volvía andando a casa sintió cómo su móvil sonaba indicándole que tenía una nueva llamada.

Miró la pantalla y sonrió para acto seguido contestar – No me habías dicho que fueras tan buena

Hacker…

E: Es uno de mis talentos ocultos – contestó satisfecha – pero me lo has puesto muy fácil Maca…

identificar el Proxy de enrutamiento de una red pública es bastante sencillo si sabes cómo hacerlo… - le

dijo – solo he tenido que bloquear el servidor y te he sacado de mi sistema…

M: Lo tendré en cuenta para la próxima vez – sonrió encantada de la vida – Te echo de menos – dijo

algo melosa.

E: Y yo a ti – contestó.

M: ¿Te queda mucho? – preguntó queriendo verla.

E: Dame media hora y nos vemos en mi casa – afirmó.

M: Vale – contestó – estoy impaciente ¿sabes?

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E: ¿Qué pasa? ¿Tienes ganas de besarme? – preguntó con picardía.

M: Pues no… esperaba que tú tuvieras aún más ganas que yo…

E: Va a ser que no… - se mordió el labio – pero te diré de lo que sí tengo ganas – puso su voz más

sensual, esa que sabía, que tanto ponía a Maca – tengo muchas… muchísimas ganas de que me beses…

por todo el cuerpo – susurró de una forma que hizo que a su chica le temblara todo el cuerpo.

M: Ehh… eso… - carraspeó – eso es trampa…

E: En el amor y en la guerra, cariño, todo vale – terminó de decir colgando sin borrar su sonrisa.

M: Será… - dijo mirando alucinada su teléfono – ¿pues no me ha puesto tonta en un momento? – bufó

encantada de la vida y dándose prisa por llegar a casa.

Como bien habían quedado, se habían reunido media hora después en casa de la empresaria. Las ganas

de estar juntas y tranquilas, sin nadie alrededor y sentirse solo ellas, les había hecho quedarse en casa.

Habían comenzado hablando del “jueguecito” de aquella mañana, de cómo Esther había evitado que

Maca llegara a entrar en su base de datos. La empresaria sonreía ante el fingido enfado de una Reina

Roja que aún no podía entender cómo Esther era tan buena en informática, a lo que la empresaria

respondía con un sencillo “soy mejor que tú” algo chulesco que las hacía saltar en risas.

De ese modo, había terminado en el sofá después de comer algo, acurrucadas y acarameladas se

limitaban a mirarse mientras que de una manera fugaz se acariciaban levemente. No hablaban, no les

hacía falta, el silencio era tan cómodo, tan cómplice de ellas que no querían romperlo.

Se tentaban de vez en cuando a besarse con simples gestos y con sonrisas cada una aguantaba sus

ganas para que la otra fuera quien tuviera que ceder… en esas estaban, sonriéndose cuando el timbre

sonó haciéndolas saber que tenían compañía.

M: ¿Esperas a alguien? – preguntó.

E: No – dijo incorporándose sin ganas ninguna de moverse.

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M: Pues dile a quien sea que se largue – le pidió – estaba muy bien como estaba…

E: Y yo – contestó con una sonrisa llegando a la puerta y abriendo para descubrir a una nerviosa Claudia

que entró sin ser invitada – pasa, Claudia, no te cortes… - dijo mientras cerraba la puerta.

C: Toma – le extendió una carpeta sin mirar quién más había allí – el informe de lo que ha pasado esta

mañana, como pille al imbécil ese lo mato – bufaba.

E: Ya esto… Claudia que…

M: ¡Hola! – Saludó sonriendo traviesa.

C: Ah… que estás aquí – dijo mirándolas a ambas con una ceja alzada – espero no haber interrumpido

nada…

E: No, no lo has hecho, tranquila – sonrió levemente – y con respecto a esto… verás…

M: Fui yo – terminó de decir por Esther y recibió una mirada bastante recriminatoria de Claudia.

C: ¿Tú? – Maca asintió - ¿Y tú lo sabías? – preguntó a Esther.

E: Me di cuenta al instante – sonrió con cariño a Maca quien negó con la cabeza por la autosuficiencia

que mostraba su chica.

C: ¿Y por qué no me lo dijiste? – preguntó cruzándose de brazos.

E: Se me pasó – dijo con una mirada de disculpa – lo siento, Claudia…

C: Claro… o sea, que me he pasado medio día de hoy haciendo el informe, e intentando rastrear al que

ha intentado acceder a la base de datos ¿Y resulta que tú lo sabías? – decía indignada.

E: Pensé que tú también lo sabrías…

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C: ¿Y yo por qué iba a saberlo? – siguió diciendo intentando no cabrearse demasiado.

E: Creí que te habías dado cuenta cuando no le di demasiada importancia – le dijo.

C: Ya… ¿Y te crees que soy adivina? – Maca se reía ante la situación - ¿Y tú de qué te ríes?

M: Perdona – reía – perdona Claudia – dijo elevando las manos – Es que tienes un berriche… como si

fueras una cría… - Claudia la miró muy seria.

C: Va Fa a Napoli – dijo haciendo un gesto con la mano desde su barbilla.

M: ¿Qué? – preguntó descolocada por aquello, miró a Esther quien negaba con la cabeza.

C: Maca, en serio, Friends – le dijo muy seria – de verdad, Friends, Friends.

E: Ehh… Bueno, Claudia – intervino la empresaria – de verdad que lo siento, la próxima vez te diré lo

que pasa… pero de todos modos, gracias, esto podrá servirme para saber, cómo consiguió llegar donde

llegó – ahora fue Maca quien hizo un gesto de autosuficiencia.

C: Está bien – aceptó – me voy, que Gimeno me debe estar esperando… - fue hacia la puerta – hasta

luego y… pasarlo bien – dijo elevando repetidamente las cejas.

Cuando Claudia se fue, Esther se sentó para leer aquel informe, Maca la siguió y se sentó a su lado… la

miró y apoyó el rostro en su hombro para leer por encima aquel informe.

M: Oye… ¿qué tiene Claudia con eso de Friends? – le preguntó.

E: Umm… casi obsesión – sonrió de lado – según ella es la mejor serie cómica de todos los tiempo y

nunca será superada por ninguna otra…

M: ahh…

E: No le hagas caso – dijo haciendo aspavientos con las manos – aunque puedo adivinar lo que te ha

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dicho… seguro que en algún momento te soltó algo así como que somos Ross y Rachel… - Maca la miró

sonriendo – o que yo soy tu media langosta…

M: ¿Media langosta? – alucinaba.

E: Sí… no sé, cosas de Claudia – reía mientras seguía leyendo - ¿Oye cómo accediste aquí? – preguntó

señalando algo en el informe.

M: Jum… - sonrió – te lo digo ¿eh? Si me das un beso – soltó con voz melosa.

E: No, me lo dices y luego me das tú el beso – contestó mirándola.

M: No me da la gana – dijo separándose un poco de ella.

E: ¡Oye que soy tu media langosta! – protestó haciendo que Maca no pudiera más que reír por aquello.

M: Jajaja – rió con más ganas - Anda ven aquí – dijo tirando el informe al suelo y haciendo que se

tumbara sobre ella – creo recordar que antes me dijiste algo que te apetecía muchísimo – cambió el

tono de voz.

E: Sí – contestó mirándola a los ojos.

M: Y… que digo yo que… no sé – metió una de las manos bajo su camisa – podríamos… quitarte ese

apetito que tienes ¿no?

E: Podríamos – dijo melosa – pero… ¿Así sin beso? – se acercó a ella tentándola una vez más.

M: Hombre… algún beso, sí… algún beso me darás… - contestó Maca, moviéndose para entrelazar sus

piernas.

E: Me lo vas a dar tú – continuó ella – ¿Y sabes por qué? – Maca negó con la cabeza – porque sé cómo

hacer que caigas en la tentación…

M: No lo creo – dijo con chulería – ya te dije que tengo bastante autocontrol…

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E: Ya – sonrió - ¿Y si… no sé, y si hago esto? – preguntó tensando su pierna sobre su sexo.

M: Uhmff – cerró los ojos – no lo creo…

E: ¿Y esto? – con algo de dificultad por la postura, paseó la yema de sus dedos por el costado de Maca y

dibujando el contorno de su pecho.

M: Eh… ejem – se removió nerviosa – no… no lo vas a conseguir – dijo aun sabiendo que estaba a punto

de caer.

E: Vale… - se acercó a su oído – pues… tendré que tentarte un poco más – pronunció con un tono de voz

muy sensual mordiendo el lóbulo de su oreja.

M: Joder… - protestó Maca, que separándola tomó sus mejillas y mirándola a los ojos no pudo resistirlo

más, siempre había sido la que menos contención tenía de las dos, debía reconocerlo, por mucho que

quisiera disimularlo – ven aquí – terminó de decir y atrapó sus labios en un beso que comenzó furioso

para al instante convertirse en un beso tierno y lento que hizo que sus corazones casi se salieran de sus

pecho cuando sus lenguas, por fin, volvían a reencontrarse…

............................

Ares: ¡Por todos los Dioses! – exclamó Ares - ¿Cómo podéis soportar tan soporífero aburrimiento? –

preguntó a todos los presentes.

Eros: El amor no es aburrido – comentó sin quitar ojo a lo que veía - ¿No ves la hermosura del

sentimiento que hay entre las dos? – decía emocionado – como veis, el amor ha triunfado.

Ares: Bla, bla, bla – dijo de manera despectiva mientras se levantaba – no soportaré más tiempo esto…

- miró a Atenea - ¿Podríamos volver a la parte en la que se odian? Es inmensamente más divertido que

esto… tanta tontería logrará que me duerma…

Atenea: No volveremos atrás en el tiempo Ares – contestó – creo que la historia ha acabado… ya ha

quedado demostrado quién ha ganado. Eros ha salido victorioso, por tanto Ares, eres tú el que será

desterrado.

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Eros: Atenea – la llamó – no hace falta desterrarle – dijo con amabilidad – a pesar de todo, no quiero

ese destino para Ares, puede quedarse si así lo desea, siempre que acepte que el Amor puede superar

cualquier barrera.

Ares: No lo aceptaré jamás – dijo convencido – y no permaneceré más tiempo siendo testigo de eso que

llamas Amor, estoy demasiado aburrido para permanecer aquí – terminó de decir saliendo de allí junto

con otros Dioses que le siguieron.

Atenea: Bien – se levantó también – creo que nuestro cometido ha terminado, podemos dar por zanjada

esta cuestión – les dijo a los que quedaban por allí – podemos marcharnos y seguir con nuestros

trabajos.

Eros: Yo me quedaré un poco más – dijo sin levantarse – quiero admirar mi obra.

Atenea: Como desees – contestó – puedes quedarte el tiempo que quieras…

Dicho esto, todos los Dioses fueron desapareciendo mientras Eros continuaba mirando con una sonrisa

aquella historia que había demostrado lo que ya sabía, que el Amor, está por encima de cualquier

guerra.

………………………………………………………………………………………….......

........................................................................... ..........................................................….

No habían dejado de besarse durante un buen rato. Tumbadas en el sofá, sin intención de moverse, se

sonreían entre besos para volver a empezar. Maca paró y la miró con esa típica y cómica mirada que tan

bien conocía Esther y que sabía, era el preludio de uno de sus comentarios.

M: Ummm… - se relamía – creí que en este tiempo habrías mejorado tus besos ¿sabes? – Dijo bromista

– pero se ve que aún puedes mejorarlos más…

E: Ya… - asentía con la mirada – pues… ¿sabes qué? Que yo espero que tú hayas mejorado en la cama –

soltó haciendo que Maca la mirara con una ceja alzada sorprendida por aquella salida – porque los

recuerdos que tengo, cariño… como que podrían mejorarse…

M: ¡Pero serás! – soltó mientras Esther se levantaba de un salto riendo a carcajadas y Maca corría tras

ella – ven aquí, a ver si tienes queja alguna de mis dotes en la cama…

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E: Uy… pues en su momento tenía unas cuantas la verdad – seguía pinchando.

M: No me lo puedo creer – decía tras ella - ¿Me lo estás diciendo en serio? – preguntó ya en la

habitación de Esther.

E: No, tonta – dijo al ver que Maca había quitado ese gesto bromista – claro que no – se acercó a ella –

solo quería picarte igual que haces tú…

M: Pero yo no soy tan mala ¿sabes? – continuó ella diciendo abrazándola por la cintura para acercarla –

además, tú ya sabes que tus besos – Esther la besó – me vuelven loca… - terminó de decir en un

susurro.

E: ¿Sabes qué? – la miró – que te quiero – soltó mirándola directamente a los ojos.

M: Yo también te quiero – contestó emocionada – te quiero muchísimo – repitió besándola de nuevo.

Y se acabaron los juegos, las bromas, se acabó el buscar la forma de picarse una a la otra, era el

momento de reencontrarse como pareja, de amarse de nuevo, de recuperar el tiempo perdido, era el

tiempo, de demostrarse lo mucho que se querían.

Con dulzura, se volvieron a besar de manera más lenta, con la seguridad de que ninguna de las dos iba

a dejar que nada estropeara ese momento, con la felicidad de recuperar algo que perdieron…

En silencio, embriagadas por la inmensa felicidad que sentían, cayeron en la cama unidas por un tierno

abrazo. Se miraron, se sonrieron y no hacía falta nada más. Ambas sabían lo que querían y era estar

juntas, quererse y amarse, no cometer los errores del pasado y regalarse una vida llena de felicidad.

La ropa fue desapareciendo poco a poco. Las sonrisas nerviosas se sucedían mientras que los suspiros

iban creando una dulce melodía. Era tierno, era lento y era simplemente precioso volver a amarse…

Sus cuerpos se unían con deliciosa sincronía, se acariciaban despacio, sin ningún tipo de prisa,

queriendo hacer de ese momento, el más hermoso de todos.

La pasión se confundía con la ternura, una pasión que aún perduraba en ellas a pesar del tiempo y de

todo lo que había pasado, una ternura que hacía de ese momento el más especial de todos… el momento

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en que se entregaban la una a la otra en cuerpo y alma, el momento en que volvían la una a la otra sin

miedos, sin rencores, dejando atrás el pasado, perdonándose y amándose sin restricciones…

E: Te quiero – le susurraba al oído, apretándola contra su cuerpo mientras que Maca se movía sobre

ella, con deliciosa tortura.

M: Te quiero – murmuró en un quejido besando su cuello, acariciando su cuerpo con dulzura,

suavemente, con delicadeza…

E: Te quiero mucho, Maca – volvió a repetir Esther, porque necesitaban decírselo, declararlo a cada

momento, mientras se amaban de nuevo, porque ambas necesitaban escucharlo.

M: Te amo, mi vida – contestó ella, mirándola a los ojos con real devoción.

Dieron vueltas en la cama, acariciándose de manera suave, arrancándose leves quejidos, en un placer

contenido, susurrante y anhelante de una unión más fuerte… Finalmente quedaron sentadas, Esther se

hundió en el pecho de su amante besándolo, lamiéndolo y acariciándolo escuchando la mejor melodía

que oyó jamás, los gemidos de una Maca que no paraba de repetirle con la voz entrecortada cuánto la

quería.

Las manos de Maca, algo traviesas llegaron al centro de su chica acariciándolo y haciendo que a Esther

se le cortara la respiración. Se miraron, Maca se mordió el labio al sentir la humedad reinante y Esther

cerró los ojos cuando la penetró. LA empresaria, que no quería quedarse atrás, buscó el centro de su

chica y la miró en el momento en que imitó su acción, sonriendo levemente al ver su gesto de placer.

Cruzaron sus miradas y se besaron mientras continuaban acariciándose, moviendo sus caderas para

intensificar el movimiento de sus manos…

M: Mírame – susurró en mitad de un gemido Maca – quiero verte…

Y de nuevo se miraron, borrando cualquier mal recuerdo que tuvieran, dejando solo los buenos, esos

que las habían hecho felices durante tanto tiempo, esos recuerdos que les daban la vida… olvidando todo

aquello que pudiera empañar el momento y dejando tan solo, el más sincero y puro de los

sentimientos…

Se entregaron el alma y el corazón, se regalaron la vida entera en el momento en que un intenso placer

les cruzó el cuerpo, en el momento en que las dos, a la vez, llegaron a un orgasmo que las dejó

exhaustas pero repletas de dicha…

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Llevaba como una hora y media mirándola, simplemente observándola, se había despertado hacía rato y

no había podido salir de la cama, ni había podido ni había querido, para ella, estar así, sentirla desnuda

aferrada a su cuerpo era lo más maravilloso que le había pasado en mucho tiempo.

Sonreía ante sus gestos, sus ronroneos y sus leves movimientos en sueños queriendo acercarla más a

su cuerpo, y se dejaba llevar, se dejaba abrazar y se dejó, con una sonrisa pícara en los labios acariciar

mientras Esther continuaba dormida.

Como pasara en el hotel, la periodista, aún dormida, la buscó. La buscó y se aferró a ella con algo más

de pasión. Una de sus manos llegó al pecho de Maca y se aferró a él, acariciando la aureola para

quedarse finalmente atrapando le pezón entre sus dedos. La Reina Roja sintió un escalofrío recorrerla de

pies a cabeza, más cuando, de la misma manera que hiciera en el hotel, Esther se removió quedando

parcialmente sobre ella, apretando más su pecho y entrelazando sus piernas.

Maca se sonrió, sintiendo como la pasión nuevamente iba creciendo en su interior, se mordió el labio con

más fuerza y sin poder evitarlo comenzó a acariciar toda su espalda con la yema de los dedos. Sin dejar

de mirarla se movió ligeramente para acoplarse más contra ella y besó sutilmente su hombro.

E: Uhmmm – murmuró Esther – Maca… - dijo ya dejando el sueño atrás.

M: Buenos días, princesa – susurró besando su cuello con delicadeza.

E: Hola – saludó con una sonrisa – uhmmm – volvió a murmurar cuando Maca mordió el lóbulo de su

oreja - ¿Te has despertado con ganas de fiesta? – preguntó con una sonrisa.

M: Tú tienes la culpa – dijo rodando por la cama y quedando ahora ella sobre Esther – que de pronto

tienes la costumbre de calentarme mientras te vas despertando… - seguía perdida en su cuello mientras

hablaba.

E: Jejeje – rió con picardía – es que estás muy buena, cariño…

M: Tú sí que estás buena – contestó.

E: Y… - suspiró - ¿cuánto tiempo llevas despierta? – preguntó abrazándola sin que Maca dejara de

besarla.

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M: Una eternidad – contestó – pensé que no te ibas a despertar nunca – bajó hasta su pecho

regalándole continuos besos.

E: Uhmmm – suspiró - ¿qué hora es? – quiso saber sin dejar de sonreír.

M: Las doce – contestó mirándola un segundo y atrapando entre los dientes su pezón.

E: ¿¡Las doce!? – preguntó sorprendida, incorporándose, haciendo que Maca pusiera un gesto de

protesta.

M: Sí, mi amor, las doce – contestó intentando que volviera a tumbarse – relájate – pidió.

E: Pero… - decía confundida – tengo que ir a trabajar, Maca – intentaba pararla.

M: No, no, no – contestó, besándola en los labios – llamé a Claudia y le dije que te tomabas el día libre…

E: ¿Qué has hecho qué? – no se lo podía creer.

M: No ha puesto ninguna pega – contestó – al contrario – besó su cuello de nuevo – ha dicho que no te

deje salir de la cama – sonrió canalla – así que… - mordió su yugular – relájate… y déjame hacer que me

has puesto muy malita…

E: Pero…

M: Shhh – la calló con un dedo.

E: No me lo puedo creer – dijo dejándose caer contra la almohada – las doce… hacía tiempo que no

dormía tanto… - seguía diciendo.

M: Cariño – protestó intentando que se relajara.

E: Vale, vale – sonrió al ver su rostro – ven aquí – dijo acercándola a sus labios y comenzando un beso

profundo y largo, que se volvió furioso en cuanto la pasión se desató – Tengo… tengo un problema,

Maca - dijo tras el beso.

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M: Cual – mordió su labio inferior…

E: Pues que… hay algo que me molesta – contestó con coquetería.

M: ¿Te molesta? – sonrió.

E: Ujum – afirmó cerrando los ojos cuando sintió a Maca de nuevo en su pecho, succionándolo y

aumentando su excitación.

M: ¿Y dónde le molesta a mí niña? ¿Por aquí? – preguntó apretando con la mano su otro pecho.

E: N… no – contestó con la respiración ya algo entrecortada – es más… más abajo…

M: Umm – sonrió subiendo hasta sus labios besándolos levemente mientras que su mano bajaba hasta

su vientre – ¿por aquí?

E: No – mordió el labio inferior de Maca – es más abajo – susurró, clavándole una mirada llena de

deseo.

M: ¿Por aquí? – preguntó sonriendo al llegar a su sexo y fijándose en el cambio que daba su mirada -

¿Te molesta por aquí? – y acarició levemente.

E: Uhhmmfff – respiró profundamente sin dejar escapar un gemido – síih… es… es ahí… justo – decía

como podía mientras que Maca continuaba acariciándola - justo ahí…

M: Aja – intentaba ella no perder los nervios – pues… tendremos que… hacer algo – dijo de manera lenta

- ¿te parece bien que te de un masajito por la zona molesta? – preguntó mientras que con su mano

acariciaba todo su sexo y Esther comenzaba a mover las caderas de manera involuntaria.

E: Me… me pareumhhff… ce – dijo entre gemidos – genia…aal – se encorvó al sentir la mano de Maca

acelerar el ritmo… - ogghh Maca – gimió con más fuerza…

M: Creo – se mordió el labio – que voy a tener que bajar y… ver qué es lo que te pasa – dijo con una voz

que hacía que Esther se erizara de pies a cabeza – ahora vuelvo – le advirtió antes de desaparecer bajo

las sábanas.

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E: ¡Ahgg Diós! – gritó Esther en cuanto sintió cómo Maca hundía su boca en su sexo.

Poco pudo aguantar Esther y en cuestión de minutos Maca le regaló un intenso orgasmo que fue

correspondido con creces por la empresaria quien se encargó de que la Reina Roja recibiera el mismo

placer que acababa de brindarle.

Cuando consiguieron salir de la cama, se dieron una ducha y comenzaron a preparar algo de comer. En

esas estaban, entre juegos y piques cuando el teléfono comenzó a sonar. La empresaria lo cogió y

mientras Maca intentaba ponerla nerviosa a base de besos ella continuó hablando con su madre

echándole recriminatorias miradas a su chica.

E: Sí… vale, mamá – miró a Maca con ganas de asesinarla cuando comenzó a incitarla – lo intentaré…

vale… mamá, te tengo que dejar – dijo al ver que Maca no pararía – que síii que intentaré verte esta

noche, hasta luego – colgó sin esperar respuesta - ¿Es que no puedes ni dejarme hablar con mi madre?

– protestó intentando cerrarse el pantalón que su chica le había abierto instantes antes.

M: No – contestó con una enorme sonrisa.

E: Ya… pues ahora por lista, te vas a venir a cenar con nosotros esta noche – le advirtió.

M: ¿Yo? – se puso tensa de repente – Esther yo… no creo que…

E: No te lo estoy pidiendo – cortó – es una orden y si no, no hay más sexo en tres meses – advirtió.

M: No te lo crees ni tú – rebatió con chulería.

E: ¿Quieres apostar? – preguntó con la misma chulería.

M: Eh… no – soltó, pues sabía que Esther sería muy capaz de dejarla a pan y agua durante tres meses

simplemente por no bajarse del burro – no, no quiero apostar… vamos a cenar con tus padres…

E: Muy bien – sonrió orgullosa de sí misma – esa es mi chica.

M: Esto de hacer siempre conmigo lo que te dé la gana, voy a cambiarlo pero ya – protestó, mientras

Esther iba hacia la cocina para terminar de preparar la comida.

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E: Sí, sí, claro, cariño – decía mientras andaba.

M: Te lo digo en serio – protestó al ver que le estaba dando la razón como a los locos.

E: Que sí, que sí – dijo del mismo modo que antes – pero ahora ven aquí y ayúdame a terminar con

esto…

M: Voy – contestó sonriendo, para qué negarlo, Esther hacía con ella lo que le daba la real gana y no

tenía intención de cambiarlo, le encantaba estar así, sentirse así… era lo más bonito que le había pasado

jamás…

Mientras comían, se miraban cómplices, jugaban y se picaban, sin embargo, Esther notó cierto gesto

preocupado en su chica, seguramente, esa cena con sus padres debía haberla puesto nerviosa… Sin

embargo, Maca no estaba nerviosa, sino más bien preocupada pues, a decir verdad, no tenía ni idea de

cómo se plantaría delante de Miguel sabiendo lo que sabía…

La cena no estaba resultando todo lo agradable que Maca pretendía. Miguel, quien desde un principio se

había mostrado serio, soltaba de vez en cuando una serie de pullas en referencia a su antiguo “trabajo”

como Reina Roja que hacía que se mantuviera cierta tensión en el ambiente.

Ella no entraba en el juego, no quería amargarle la noche a Esther y simplemente se dedicaba a ignorar

sus comentarios y a hablar con Encarna y con su chica. La empresaria, por su parte, como era lógico, se

había dado cuenta de la actitud de su padre y le había recriminado en un par de ocasiones, sin embargo,

no hizo ningún efecto, muy por el contrario, Miguel continuaba con soltando lindezas por la boca.

Estoicamente había aguantado toda la cena, mordiéndose la lengua para no soltarle una mucho más

grande al padre de Esther y lo hacía únicamente por respeto a su chica, porque lo que era él, en esos

momentos, no le merecía ninguno…

Terminaron de cenar y Maca suspiró, por fin se habría terminado la tortura, sin embargo, llegaba la hora

de la sobremesa… murmuró frustrada mientras se sentaban en la salita, Esther charlaba animadamente

con su madre y ella sonreía con algo de dificultad al sentir la mirada recriminatoria de Miguel fijada en

ella.

Mi: Voy a ir a preparar una copa – dijo levantándose con seriedad - ¿Queréis algo? – les preguntó.

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E: Yo me tomaría un café – sonrió.

M: ¿Un café ahora, cariño? – preguntó, Miguel hizo un mohín – luego no vas a dormir…

E: Ya, pero es que la cena ha sido muy pesada y… me apetece – se encogió de hombros.

En: Yo la verdad, es que me tomaría otro – corroboró su madre.

Mi: Pues voy a prepararlos – dijo saliendo de la sala.

E: Mi amor, ¿tú no quieres nada? – le preguntó a su chica.

M: Yo creo que me voy a tomar otra copita, como tu padre – dijo mirándolo – le acompaño y así le

ayudo – se levantó también.

Salieron ambos de la sala para dirigirse a la cocina, lo hacían en silencio, escuchando de fondo la charla

que tenían Esther y su madre. Llegaron a la cocina y comenzaron a prepararlo todo. Maca no pudo

seguir mordiéndose la lengua.

M: Si tiene algún problema conmigo, Miguel, es el momento de decirlo – dijo mientras sacaba un par de

vasos y unas tazas.

Mi: Conozco muy bien a la gente como tú – contestó sin apenas mirarla – fui policía, por si no lo

recuerdas y trabajaba buscando y arrestando a personas como tú.

M: Ya… - bajó la cabeza intentando mantenerse calmada – yo ya no soy así…

Mi: Sí, claro – dijo irónico – has cambiado… jamás volverás a robar… es parte de tu pasado… esta etapa

de tu vida ya está superada – decía como si lo hubiera escuchado un millón de veces – ya me sé todo

ese cuento… pero al final siempre es lo mismo – seguía diciendo ante el mutismo de Maca que lo

escuchaba cruzada de brazos – todo es muy bonito hasta que te entra de nuevo el gusanillo, o necesitas

descargar adrenalina… entonces te importará una mierda el haber cambiado, el tener una vida y

volverás a las andadas…

M: No me conoce si cree que pasará eso – dijo con firmeza.

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Mi: Eres igual que todos – contestó con una cínica sonrisa – no me hace falta más para conocerte que

leer los informes policiales que hay sobre ti.

M: Está muy equivocado conmigo – repitió – no tengo intención de volver a lo mismo.

Mi: Claro que no… - contestó – ahora mismo estás bien cómo estás… ¿pero qué pasará dentro de un año

o de dos? Cuando no sé… cuando llegue un diamante de 10 millones de euros, por decir algo… y veas

que tienes la oportunidad de robarlo… ¿De verdad te quedarás de brazos cruzados? – no la dejó

contestar – no, claro que no… y entonces volverás a hacer daño a mi hija y te juro que no lo voy a

consentir.

M: Jamás he pretendido hacerle daño – contestó con seriedad – nunca he hecho nada por hacerle daño y

le aseguro que lo último que quiero es que ella sufra.

Mi: Por supuesto – seguía irónico – nunca has querido hacerle daño… sin embargo te recuero que

estuvieron a punto de matarla… y tú estabas allí.

M: Sí… y lo único que hice fue protegerla – dijo con un tono de voz más grave – cerciorarme de que

estaba bien y salvarle la vida.

Mi: Ya… sin embargo, si no hubieras aparecido en su vida tal vez nada de esto hubiera pasado –

continuó algo hiriente, pues no podía soportar que volvieran a dañar a su hija, pese a que él, también

tenía cosas que callar.

M: En eso se equivoca – contestó – si yo no hubiera aparecido en su vida, tal vez Esther no estaría

aquí… ellos iban a por ella, yo solo la protegí…

Mi: Bonita manera de protegerla – continuó – dejando que la raptaran, que la tuvieran encerrada días

sin…

M: ¿Acaso usted nunca se ha equivocado? – le preguntó cortándole – sí, me equivoqué, pudo hablar con

ella mucho antes y decirle la verdad, lo que era y a lo que me dedicaba, pero tenía miedo a perderla…

tenía pánico a que se alejara de mí si sabía quién era yo y lo que había hecho – y ahí fue cuando Miguel

la miró por primera vez en toda la conversación - ¿Conoce ese sentimiento? – y Miguel bajó la mirada

antes de darse la vuelta – sí… claro que lo conoce… - dijo cruzándose de brazos a su espalda.

Mi: No sé a dónde quieres ir a parar, jovencita, pero no vas por buen camino.

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M: Usted también está muerto de miedo – continuó, Miguel paró sus movimientos pero no la miró – sí…

también tiene miedo a perderla… por eso nunca le contó la verdad, por eso aún hoy sigue callando y

dejando que crea todo lo que cree.

Mi: No sé de qué me hablas – contestó tras una pausa.

M: Si tanto conoce este mundillo como dice, debería saber, que cuándo estás dentro de él, conoces a

demasiada gente – continuó diciendo, viendo como Miguel tensaba los músculos de la espalda – algunas

personas más indeseables que otras… pero todas con una historia a sus espaldas… y todas y cada una

de ellas suelen ser verdad… yo conocí a mucha gente, hice tratos con mucha gente y entre todas esas

personas, de pronto apareció ante mí un hombre que le conocía – Miguel dejó lo que estaba haciendo

volviéndose para mirarla – Antonio García – pronunció, Miguel apretó los dientes – y su historia dista

mucho de la que usted cuenta…

Mi: Esta conversación se ha terminado – dijo con la intención de salir de la cocina.

M: No, ahora me va a escuchar – lo paró – porque usted se atreve a juzgarme y es usted quien necesita

un juicio – continuó sin intención de callar, porque le había tocado tanto las narices que ya no iba a

mantenerse callada – ha dejado que Esther crezca pensando que su padre nunca la quiso. Ha dejado

que su hija, esa que dice querer como si realmente fuera suya, creciera odiando al hombre que le dio la

vida sin darle la oportunidad de saber la verdad…. ¿y usted se atreve a juzgarme?

Mi: He dicho que esta conversación se ha terminado – repitió imprimiéndole mucha más seriedad a sus

palabras.

M: No, ¿Y sabe por qué? – lo miró – porque ya va siendo hora de que le cuente la verdad a Esther.

Mi: No se meta donde no la llaman – dijo con rabia – no tiene nada que decir en esta historia.

M: Por supuesto que tengo que decir – afirmó – porque como ya le he dicho, no voy a consentir que

nadie, y le incluyo a usted, siga haciéndole daño a la mujer que amo – lo miró directamente a los ojos –

así que usted decide. O se lo dice usted, o lo haré yo.

Se miraron de manera seria, retándose como jamás habían retado a nadie. Maca lo miraba con

seguridad en sí misma, no iba a ceder, no iba a dejar que continuara callando, Miguel diría la verdad, le

contaría a Esther lo que realmente sucedió, porque ya iba siendo hora de que conociera esa parte de la

historia, tenía derecho a saberlo… no podía dejar que siguiera pensando que su padre las abandonó, que

jamás la quiso.

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E: ¿Cuánto le queda a ese café? – preguntó Esther entrando en la cocina con una sonrisa en los labios.

AL ver el panorama, al verlos tan serios, tan enfadados, incluso diría que a punto de estallar se preocupó

- ¿Ocurre algo? – quiso saber mirándolos alternativamente a ambos.

M: Nada, cariño – dijo desviando la mirada hacia su chica – solo que tu padre tiene algo que decirte –

Miguel se tensó y ella lo volvió a mirar con seriedad - ¿No es así? – preguntó cruzándose de brazos

esperando a que contestara.

E: ¿Me podéis explicar qué está pasando? – preguntó al ver que ninguno decía nada.

Mi: Nada, hija – contestó, Maca lo miró alucinada – no pasa nada, anda vamos con tu madre.

M: Pero… - dijo contrariada – no, espere… - los paró – dígaselo – dijo en una orden.

Mi: No tengo nada que decir – contestó con bastante más seriedad.

E: A ver… porque no entiendo nada – siguió Esther quien veía que algo grave pasaba entre ellos - ¿Qué

es lo que pasa?

M: Dile a tu padre que te lo cuente – se cruzó de brazos.

E: ¿Papá? – lo miró.

Mi: Cariño – dijo acariciando su mejilla – te aseguro que no pasa nada, es que no sé de qué está

hablando.

M: Esto es increíble – protestó - ¿Va a seguir mintiendo? – preguntó y Esther la miró entre curiosa y

sorprendida – pregúntale por tu padre, Esther – soltó sin poder quedarse callada por más tiempo –

pregúntale por qué desapareció como lo hizo.

Esther los miró a ambos, su rostro pasó de la sorpresa a la incertidumbre y la confusión. Maca sabía que

ese tema era uno de los que más daño le hacía pero no estaba dispuesta a que siguiera sin saber la

verdad.

E: ¿De qué está hablando, papá? – se volvió hacia su padre que miraba a su nuera con fastidio.

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Mi: No tengo ni idea, hija – y le dedicó una mirada recriminatoria a Maca.

M: No sea cínico ¿quiere? – no se achantó – sabe perfectamente de lo que estoy hablando – miró a su

chica que no sabía de qué iba todo aquello – mi amor… ven… - dijo acercándola – escúchame… tu padre,

tu verdadero padre no te abandonó… nunca quiso abandonaros, él te quería mucho y estaba dispuesto a

cumplir su condena sin tener que separarse de vosotras – Esther la mirara como si de pronto estuviera

viendo un fantasma – pero Miguel se encargó de que no fuera así – lo miró con algo de rabia – le dijo

que si se quedaba, si intentaba acercarse a vosotras, no solo lo metería a él en la cárcel sino que haría

que los servicios sociales le quitaran tu custodia a tu madre… - Esther no podía creer lo que escuchaba,

mientras que Miguel se iba poniendo rojo de rabia por momentos – Tu padre no tuvo otra opción –

continuó – no quería que os separaran a tu madre y a ti, por eso se fue… no porque no te quisiera… no

porque no pensara en ti… - la miró y sintió que algo se rompía dentro de ella al verla tan desconcertada,

tan perdida incluso – cariño… Esther…

E: Eso… - miró a su padre - ¿Eso es verdad? – Preguntó con miedo - ¿Es verdad? – repitió elevando un

poco la voz.

Mi: Esther yo… - dijo sin saber qué decirle, porque ver su mirada, su rabia, había hecho que perdiera la

capacidad de razonar nada…

En: ¿Qué está pasando? – preguntó Encarna llegando hasta ellos.

E: O sea que es verdad – dijo sin dejar de mirar a su padre quien bajó la cabeza algo avergonzado. Se

hizo un silencio tenso entre ellos y finalmente, los ojos de Esther se llenaron de lágrimas que frenó con

algo de esfuerzo - Tengo que irme – soltó necesitando salir de allí, porque la escasa reacción de su

padre le había dado la respuesta, sí, claro que era verdad, y no tenía ni idea de cómo tomárselo.

M: Esther, espera – salió tras ella una vez Esther corrió hacia la calle – cariño, espera, por favor – le dijo

tomándola del brazo ya en la calle junto a su coche.

E: ¿Qué quieres Maca? – preguntó con ojos cristalinos.

M: Lo siento – contestó – siento que te hayas enterado de esta manera… mi amor…

E: Vale – se soltó y abrió el coche.

M: ¿Dónde vas?

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E: No lo sé – contestó entrando en el vehículo – a casa… al fin del mundo, no tengo ni idea – le dijo –

solo quiero alejarme de aquí.

M: No te puedes ir así, cariño, estás muy nerviosa – decía preocupada.

E: Maca, déjame un poco en paz – contestó de mala manera.

M: No, mi amor, no te voy a dejar – y se subió al coche – no puedes conducir en ese estado…

E: Como quieras – contestó, pues no tenía ni ganas de sacarla del coche ni de mantener una

conversación con ella ni con nadie.

Arrancó y a una velocidad más alta de la habitual en ella, se internó en el tráfico. Durante el trayecto no

dijo ni una sola palabra. Era como si no dejara de pensar en lo que Maca le había contado. La reina roja,

por su parte, la miraba preocupada, sabía lo que le pasaba y pensó, que tal vez, habría sido mejor no

decirle nada… Poco tiempo después, Esther paró frente al edificio de Maca.

M: Cariño… ¿Estás bien? – preguntó con cautela.

E: Sí – soltó con demasiada seriedad como para que fuera verdad.

M: Anda, mi amor… aparca – decía con cariño – subes conmigo a casa y hablamos de ello…

E: No me apetece – contestó sin mirarla.

M: Esther… por favor…

E: Maca, no me apetece… quiero estar sola… - decía de una manera fría.

M: No creo que debas estar sola ahora… y yo

E: ¡Maca! – Gritó cortándola – quiero estar sola, ¿vale? – Relajó un poco el tono – así que por favor,

bájate del coche.

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M: Está bien – aceptó bajándose del coche, pues sabía que en esos momentos Esther necesitaba su

espacio, pensar en lo que había pasado y aclararse ella misma para después, poder aclarar toda esa

situación – llámame luego, por favor…

E: Sinceramente, no creo que lo haga – continuó diciendo sin apenas mirarla – no tengo ganas de hablar

con nadie…

M: ¿Ni siquiera conmigo? – preguntó de manera triste.

E: ¿Cuánto hace que sabías todo esto? – le devolvió la pregunta con otra, la miró por fin, con unos ojos

que le dijeron que estaba bastante enfadada y dolida.

M: Hace algún tiempo – contestó con sinceridad, porque lo último que quería en ese momento era

mentirle.

E: Pues eso – terminó de decir, mirando de nuevo la frente, esperando a que Maca cerrara la puerta

para poder marcharse de allí.

Y Maca lo hizo, cerró la puerta del copiloto, y vio como le coche se alejaba de su campo de visión, y no

hizo nada, no pudo hacer nada porque sabía, que Esther en ese momento no atendía a razones y que

además, le había dejado claro, con aquella ultima respuesta que no quería estar con ella…

“Hola soy Esther, en este momento no te puedo atender, así que deja tu mensaje y te llamaré”.

M: ¡Joder, Esther! – protestó con el teléfono en la mano cuando una vez más, saltó el buzón de voz –

Ehh… cariño que… - dijo una vez la máquina le dio paso a hablar – que llevo todo el día sin saber nada

de ti y… estoy preocupada… llámame ¿vale? Lo siento, Esther – cerró los ojos – te quiero…

Colgó el teléfono frustrada, como bien le había dicho en el mensaje, llevaba todo el día sin saber nada

de ella. Desde que se despidieran la noche anterior se había quedado totalmente preocupada. Había

estado llamándola toda la mañana, había ido a buscarla a casa y por descontado, la había llamado al

despacho y nada, parecía que a Esther se la había tragado la tierra y ella empezaba a desesperarse.

Quería estar con ella, necesitaba estar con ella y que supiera que estaba a su lado, tranquilizarla,

mimarla y cuidarla, intentar que se desahogara con ella y sin embargo, Esther no daba señales de vida.

No sabía muy bien como tomarse aquello, por un lado, entendía su actitud, comprendía que debía estar

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tan absolutamente confusa que necesitara tiempo para ella pero por otro lado, siempre pensó que en

situaciones como esa, Esther se apoyaría en ella… y por lo visto no había sido así…

Hizo un nuevo intento por teléfono, de nuevo la voz eléctrica de la maquinita le decía que el teléfono

estaba apagado. Suspiró, frustrada y dejando el teléfono de mala manera sobre la mesa. Dio un vuelta

por el salón y cuando ya no pudo más, decidió que iría a buscarla, no dejaría que pasara por aquello

sola, tenía que estar con ella y lo estaría, ya fuera en su casa o volviendo a colarse en su despacho.

Se arregló para salir en tiempo record, no quería perder demasiado tiempo, y cuando ya estaba lista,

cogió las llaves de su moto y abrió la puerta quedándose parada al verla allí, de pie, con el rostro serio,

con ojeras que dejaron las marcas de sus lágrimas, rota, derrumbada, vulnerable…

M: Esther… - pronunció sin dejar de mirarla, y preocupada al verla así.

Esther no dijo ni una sola palabra, simplemente la miró, la miró y sintió como sus ojos volvían a llenarse

de lágrimas. Maca dio un paso al frente y la arropó entre sus brazos. La empresaria se aferró a ella y se

dejó llevar por la cálida sensación que le daba su cuerpo, dejando que una vez más como durante casi

toda la noche, las lágrimas salieran de sus ojos, ante una Maca que se sentía impotente.

M: Shh… ya mi amor – intentaba calmarla besando su pelo – ven… vamos cariño, entremos – decía sin

dejar de besarla.

Y casi sin ayuda de Esther consiguió que entraran en casa de nuevo. Cerró la puerta de un puntapié y

sin que Esther se alejara de su cuerpo llegó con ella al sofá. La miró, acarició su rostro y volvió a

abrazarla, la empresaria apoyó la cabeza en su pecho y dejó que la acunara…

Durante una larga media hora, se mantuvieron en la misma posición. Esther cobijaba entre sus brazos

había dejado de llorar, sin embargo parecía estar muy, muy lejos de allí. Maca de vez en cuando besaba

su pelo, acariciaba su espalda y la apretaba contra ella, respetando su silencio y sus tiempos, pero

deseando que hablara con ella.

E: ¿Por qué no me lo dijiste, Maca? – preguntó, y no era un reproche, al menos no sonó como tal, en

esos instantes Esther no tenía ganas de reproches ni de broncas, lo único que quería eran respuestas.

M: Porque no era yo quien tenía que hacerlo, mi amor – contestó haciendo que la mirara – y tampoco

sabía cómo decírtelo…

E: Pero… pero yo debí saberlo – pronunció – debía saberlo…

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M: Lo sé, mi vida – contestó – lo sé y lo siento… de verdad que lo siento…

De nuevo silencio. Uno en el que Maca sabía que su chica no dejaba de darle vueltas a todo lo que había

pasado, y sabía que estaba tan perdida que no sería capaz de poner en orden sus ideas…

E: ¿Le conoces? – preguntó de pronto, mirándola con súplica en los ojos. Maca simplemente afirmó con

la cabeza y cerró los ojos - ¿Cómo es? – quiso saber.

M: Es… parece simpático – contestó – no le conozco mucho… a penas lo he visto una o dos veces – le

explicó – es una persona muy elegante y… no sé Esther, parece muy preocupado por ti…

E: …

Una vez más, Esther quedó en silencio. Maca la miraba y se sentía incapaz de hacer o decir nada,

porque no sabía cómo o qué decirle para que su chica se sintiera mejor, era la primera vez en mucho

tiempo que no sabía controlar la situación y eso la tenía bastante frustrada porque no sabía cómo

ayudarla.

E: No sé qué tengo que hacer ahora – pronunció dejando salir silenciosas lágrimas.

M: Shh… mi amor… - y volvió a acunarla.

E: No sé cómo enfrentarme a esto… - siguió diciendo – no entiendo nada…

M: Tranquila cariño – la abrazó y la besó – estoy contigo… no voy a dejarte sola…

E: ¿Qué hago, Maca? – preguntó mirándola, implorando porque le diera una respuesta, una salida a

aquella situación.

M: No lo sé, mi amor – contestó – lo que tú quieras – afirmó.

E: Quiero verle – dijo sin demasiado convencimiento – quiero… quiero conocerle…

M: Vale – fue lo único que le dijo – lo que tú quieras, cariño…

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No hubo más palabras, como venía pasando desde que Esther apareciera en su casa, el silencio se hizo

protagonista, Maca no dijo nada más, sabía que Esther necesitaba ese momento y no iba a molestarla.

E: Siento… siento lo que pasó ayer – dijo tras un buen rato de mutismo – siento lo que te dije y cómo te

traté – continuó diciendo mirándola a los ojos.

M: No pasa nada – contestó intentando quitarle importancia.

E: Peor lo pagué contigo y… tú no tienes la culpa de nada.

M: Cariño – hizo que la mirara – no pasa nada, mi amor, lo entiendo, ¿vale? – Esther afirmó

levísimamente con la cabeza – pues ya está…

E: Te quiero mucho – declaro con el corazón en un puño sin dejar de mirarla a los ojos.

M: Y yo a ti – contestó.

E: ¿Me das un beso? – preguntó necesitándola casi tanto como respirar.

M: Todos los que tú quieras – contestó antes de atrapar sus labios en un beso dulce y lento, para luego

volver a abrazarla con todo el amor que sentía por ella. Acunándola y cuidándola como siempre, desde

que la conoció, había necesitado hacer.

Una semana después se daba el encuentro. Fue algo extraño, Esther estaba demasiado nerviosa, Maca a

su lado no la soltaba de la mano. Cuando Antonio apareció en aquella cafetería, Esther creyó que se

quedaba sin respiración.

Fue un encuentro largo, durante toda la tarde estuvieron hablando. A Antonio se le veía nervioso y

emocionado aunque intentara disimularlo. Esther, al principio, se mostró reticente, callada y huidiza; con

el paso de los minutos empezó a hacer preguntas, a recordar momentos de su niñez y poco a poco

empezó a sonreír…

Acordaron recuperar el tiempo perdido, Esther no quería que su padre volviera a desaparecer de su vida

y éste, tras “recuperar” a su hija, no tenía intención de volver a marcharse.

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A partir de aquel momento, Esther comenzó a recuperar a su padre. Ambos cumplieron su promesa y

siguieron en contacto. Se llamaban a diario y se veían a menudo. La empresaria se mostraba feliz y

Maca al verla se sentía dichosa por ella.

De ese modo, comenzaron a pasar los meses. La relación entre Maca y Esther era absolutamente

perfecta. Tanto personal como profesionalmente. Decidieron, ambas, que cambiarían su modo de

trabajar, a partir de ese momento, en lugar de intentar Maca sobrepasar su sistema de seguridad y

llegar hasta el objetivo que fuera, trabajaría codo con codo con Esther o Claudia, para paliar cualquier

fallo de seguridad. De ese modo, cuando había algún evento, alguna presentación o algo que requiriera

una alta seguridad, Maca se encargaba casi de organizarlo todo, buscaba puntos flacos, indicaba dónde

instalar las cámaras para que no quedara ni un solo punto muerto y comprobaba, ella misma, que los

sistemas de seguridad de las puertas fueran infranqueables.

Así, trabajando juntas y reforzando de manera latente todo el sistema de seguridad de Werty´s

Security, la empresa se convirtió en la empresa de referencia para muchas otras que intentaban seguir

su estela sin lograrlo.

El acuerdo con el FBI se firmó y Werty´s Security pasó de ser una empresa nacional a una internacional

con muchísimo prestigio a nivel mundial.

Habían salido a celebrar la firma del contrato, cenaban en un coqueto restaurante del centro. Esther veía

a su chica más nerviosa que de costumbre y eso la tenía algo descolocada y es que, pocas veces había

visto a Maca dejarse llevar por los nervios. Cuando el camarero se fue tras apuntar sus pedidos, Esther

estiró la mano sobre la mesa para tomar la de Maca y acariciarla.

E: ¿Me vas a contar qué es lo que te pasa? – preguntó mirándola.

M: Nada – contestó sacando una sonrisa.

E: Ya – rió con ironía – mi amor, que te conozco… y sé que algo te pasa, estás histérica.

M: Vale – contestó – es que… quiero hablar contigo de algo… pero no quiero que te enfades…

E: ¡Uy! – exclamó con algo de gracia – si dices algo es que has hecho algo que no me va a gustar…

M: No, no he hecho nada… pero sé que es un tema delicado…

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E: Va, mi amor, que si no lo sueltas no vamos a poder cenar tranquilas – le dijo para que empezara a

hablar de una vez por todas.

M: Está bien – bebió un sorbo de vino – Creo que… creo que deberías hablar con tu padre – soltó y

Esther la miró un tanto recelosa.

E: He hablado esta mañana con él – contestó intentando mantenerse tranquila pues algo le decía que

Maca no iba por ahí.

M: Me refiero a Miguel, Esther – habló claro y su chica soltó su mano y su rostro se tornó serio…

Y es que, a medida que la relación con Antonio se recuperaba, la relación con Miguel se deterioraba a

pasos agigantados. Esther se había alejado de su padre de tal manera que apenas se veían, ni siquiera

se llamaban por teléfono y eso hacía que, del mismo modo, se alejara de su madre… Aunque no lo decía

e intentaba no mostrarlo, Maca sabía que ese tema le hacía daño…

M: Cariño… - siguió ella hablando viendo que Esther no decía nada – tenéis que hablar…

E: ¿De qué? – preguntó un poco a la defensiva.

M: Esther… - pronunció a modo de “advertencia” – por favor… sé que lo pasas mal y ellos también están

pasándolo mal… Miguel está muy arrepentido y tu madre… tu madre te echa de menos…

E: ¿Cuándo has hablado con ellos? – le preguntó algo seria.

M: Ayer – contestó – vinieron a verme… están muy disgustados.

E: Y yo también – se defendió - ¿O tengo que recordarte lo que hizo Miguel?

M: No, cariño – intentó razonar con ella – no tienes que hacerlo pero… os debéis hablarlo… mi amor, él

te quiere, te ha querido como si fueras su hija de verdad y lo está pasando mal…

E: Yo también… tampoco es fácil para mí – contestó.

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M: Lo sé, Esther – sonrió levemente intentando darle calma – nadie mejor que yo sabe que lo estás

pasando mal, por eso me gustaría que hablaras con él… porque sé que os haría bien a ambos…

E: Uff… Maca… - dijo sabiendo que tenía razón, que la menos se debían una conversación, además,

cuando Maca la miraba de aquella manera, no podría negarse.

M: Anda… mi amor – puso esa mirada tan suya y Esther sonrió levemente – hazlo por mí…

E: Cariño…

M: Por mí… ¿sí? – acarició ahora ella su mano y Esther ensanchó un poco más su sonrisa, ya estaba

perdida, tras aquella mirada, sabía que no le diría que no - ¿Lo harás por mí? – volvió a preguntar

poniendo esa carilla inocentona que tanto adoraba su chica – además… sé que lo estás deseando… -

afirmó – y así puedes invitarlos a la boda…

E: ¿Boda? ¿Qué boda? – preguntó descolocada y sorprendida por aquella salida.

M: Pues la nuestra, mi amor – dijo como si tal cosa – En un mes empieza la primavera… - sonrió feliz,

sonrió cómica, sonrió al ver el rostro de Esther descolocado.

E: Perdona… ¿Nuestra boda? – preguntó señalándolas a ambas, sonriente pero sorprendida.

M: Claro – contestó como si aquello fuera lo más normal del mundo.

E: Ya – su sonrisa era inmensa - ¿Y cuándo me has pedido si quiero casarme contigo? – se cruzó de

brazos encantada.

M: Ah bueno… - le quitó importancia - no te lo he pedido – bebió de su copa.

E: ¿Y entonces como sabes que nos vamos a casar? – preguntó.

M: Porque no puedes vivir sin mí – afirmó.

E: ¡Pero qué creída! – exclamó inmensamente feliz.

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M: Creída no – continuó – es la verdad… y ¿sabes qué? Que yo no puedo vivir sin ti, así que nos

tenemos que casar…

Esther se levantó de su asiento ante la sonrisa de su chica. Bordeó la mesa y sin importarle quien

pudiera estar mirándola se sentó sobre las piernas de su chica y la besó con dulzura.

E: Te quiero – declaró – pero no me casaré contigo hasta que me lo pidas bien – dijo con una sonrisa.

M: No te lo voy a pedir – contestó robándole un nuevo beso – y sí nos vamos a casar…

E: Eres… eres… - hizo un gesto de frustración.

M: Soy lo que tú quieras – afirmó – pero me adoras.

E: No solo te adoro sino que te quiero más que nada – dijo mirándola a los ojos y acariciando su mejilla.

M: Te amo – declaró sin hablar, simplemente moviendo sus labios.

Esther sonrió, sonrió y se perdió en su boca, sabiendo que Maca no haría una petición “formal” de

matrimonio pero que aun así, se casarían, pues ambas lo deseaban y lo querían así… No les hacían falta

grandes peticiones, solo mirarse a los ojos para saber que, lo único que querían, era pasar el resto de

sus vidas juntas.

Como ocurrió con Antonio, la conversación que mantuvieron Esther y Miguel fue larga, durante gran

parte de la tarde estuvieron charlando de lo que pasó. Esther pedía explicaciones que Miguel con la

cabeza gacha le iba dando algo avergonzado. No fue un encuentro fácil, muy por el contrario fue

bastante tenso, Esther estuvo a la defensiva todo el tiempo y por mucho que Maca intentara que se

calmara no lo logró.

Miguel se disculpó una y mil veces, explicándole lo mucho que la quería, que para él, Esther siempre fue

su hija y que lo último que quería era dañarla. Finalmente, tras varias horas de conversación, Esther y

Maca salieron de casa de Miguel y Encarna.

Iban calladas y serias, Maca la miraba de reojo mientras andaban hacia el coche y Esther se mantenía

lejos de allí. Entraron en el coche, Maca conducía, mientras Esther se ponía el cinturón, la Reina Roja la

miró un segundo.

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M: Mi amor… Has sido un poco dura con él ¿no te parece? – preguntó con cautela.

E: ME ha tenido engañada toda mi vida, no creo que haya sido dura con él – contestó un tanto a la

defensiva.

M: Pero no deja de ser tu padre – respondió ella – un padre que te ha cuidado, te ha criado y se ha

desvelado por ti cuando has estado enferma… cometió un gran error sí, pero todos cometemos errores…

E: Ya lo sé, Maca, pero no me sale otra cosa – se defendió – ahora mismo no me sale estar de otro

modo con él…

M: Esther…

E: Maca – la cortó – no tengo ganas de discutir contigo por esto – le advirtió, su chica la miró con una

ceja alzada – solo necesito tiempo ¿vale? – Relajó el tono – sabes que se me pasará… pero necesito un

poco de tiempo para digerir todo esto…

M: Está bien – se acercó a ella y la besó – pero no te enfades…

E: No me enfado – sonrió.

M: No que va… si te conoceré yo ya – contestó arrancando el coche y de reojo vio como Esther la miraba

con una sonrisa enamorada – bueno… pues vamos a casa – se internó en el tráfico – digo yo que al

menos les habrás invitado a la boda…

E: Síiii – contestó alargando el monosílabo – los he invitado…

M: Jum jum – rió para ella misma – eso quiere decir que hay boda.

E: Qué remedio – bromeó – no pararás hasta que nos casemos…

M: Así me gusta – contestó con chulería – que tengas las cosas claras…

E: Te odio – soltó debido a su tono de voz.

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M: Mentirosa – contestó de manera graciosa mirándola un segundo para volver la vista a la carretera.

E: Te voy a decir una cosa, mi amor – continuó – nos vamos a casar, pero quiero que sepas que estoy

muy decepcionada porque no has hecho una declaración en toda regla.

M: Lo que tú digas – contestó sin darle importancia, sonriendo para sus adentros y poniendo rumbo a

casa.

Durante todo el trayecto, Esther iba bufando sobre la falta de romanticismo de su chica a la hora de

pedirle que se casaran. Maca, contestaba con ironía y le reprochaba que ella tampoco se había

declarado. De esa manera, aparcaron ya en el piso de la empresaria y ambas salieron de la mano, entre

bromas y protestas cariñosas llegaron a la puerta del piso.

Cuando Esther abrió, se quedó sin habla. Un pasillo repleto de velas la guiaba hacia el salón, la luz

bajada y las persianas echadas le daba una iluminación más romántica. La empresaria totalmente

asombrada dio un par de pasos hacia adelante ante una sonriente y enamorada Maca que la miraba tras

ella.

En el salón, una mesa totalmente preparada para la cena, una melodía suave las envolvía y un montón

de pétalos de rosas dentro de un corazón hecho con más velas hizo que ninguna de las dos pudiera

dejar de sonreír.

Abrumada por la cantidad de sentimientos que tenía en ese instante, Esther no era capaz de decir ni una

sola palabra. Tan solo sonreía y dejaba salir un par de lágrimas emocionadas. Maca, con pasos

silenciosos se acercó por detrás y la rodeó con sus labios. Se movían meciéndose levemente. No había

palabras, no hacía falta. Tan solo sonreían enamoradas.

Rodeándola quedó frente a ella. La tomó de la mano y con cuidado hizo que entrara en aquel corazón,

quedando en el centro. La dejó allí un segundo para volver con un nerviosismo que hizo que Esther no

pudiera evitar reír. Su risa se borró en el momento en que Maca, emocionada, sacó una cajita y se la

mostró mirándola directamente a los ojos.

M: Te quiero – dijo con la voz tomada – eres lo mejor que me ha pasado en la vida… te quiero como no

he querido ni querré nunca a nadie… así que… - tragó saliva y tomó aire – Esther García… ¿Te quieres

casar conmigo?

E: Sí, quiero – dijo tras una sonrisa amplia y una emoción intensa embriagándole el pecho – te quiero –

susurró en el momento en que Maca ponía aquel anillo de compromiso en su mano.

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M: Te quiero – declaró abrazándola.

Se sonrieron, se abrazaron y sellaron aquella declaración con un beso que las transportó a otro mundo,

ese en el que solo existían ellas… ellas y el sentimiento puro que nació entre ellas el mismo día en que

se conocieron y que jamás, habían dejado de sentir…

Había amanecido una mañana bastante soleada. En la cama, se removía intentando arañarle los últimos

minutos a un sueño que se escapaba. Se giró y buscó su cuerpo, encontrando vacío a su lado, abrió un

ojo confundida al no hallarla y luego, simplemente sonrió y volvió a tumbarse en la cama.

Miró al techo, rememorando un montón de momentos, tantos, que su sonrisa volvió a ensancharse,

estiró el brazo y cogió el teléfono, marcó su número mientras que no dejaba de pensar en ella.

E: ¿Sí? – contestó Esther al otro lado de la línea y Maca bien pudo visualizar su sonrisa.

M: Hola, mi amor – saludó con ternura.

E: Hola… cariño – respondió cantarina.

M: ¿Qué tal has dormido? – quiso saber mirando una de las fotografías que descansaban en la mesita de

noche.

E: Muy bien – contestó alegre – muy tranquilita - ¿Y tú?

M: Yo mal… lo he pasado muy mal yo aquí, solita, en esta cama.

E: Yo también te he echado de menos…

M: Ya… - rió – bueno… nada solo quería darte los buenos días – decía enamorada – así que nada, que

pases un buen día y que estés tranquilita…

E: Y tú mi amor - contestó sin poder dejar de sonreír – Oye y no llegues tarde…

M: Ni tú – rió – te veo en el juzgado mi amor – dijo para despedirse.

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E: Un besito.

M: Muak – terminó de decir colgando para volver a acurrucarse en la cama unos minutos más.

Puntual como si fuera un reloj suizo, a las 12:30 de la tarde, Maca llegaba a los juzgados acompañada

de una Laura que había vuelto a España solo para acompañarla en ese momento. Miraba a todos a su

alrededor sin encontrar a su chica, recibiendo felicitaciones adelantadas de los pocos invitados que

habían querido que estuvieran con ella. Básicamente los familiares de Esther, Claudia, su marido, Laura

por su parte y poco más.

Minutos después, un coche paró frente a ellos y su mirada se quedó totalmente congelada en el cuerpo

de Esther, estaba absolutamente maravillosa… No iba de verde Manzana, como habían imaginado, pero

aquel otro traje le sentaba de maravilla, estaba preciosa, simplemente preciosa…

Embriagadas por la cantidad de sentimientos que se agolpaban en su alma, se saludaron con un beso y

tomadas de la mano, mirándose emocionadas entraron en los juzgados.

Frente a aquel juez que se encargaba de oficiar el matrimonio, ellas se miraban embelesadas. Sus

manos, siempre enlazadas se apretaban de vez en cuando, sus ojos se hablaban, gritándose en silencio

lo feliz que estaban en ese momento.

E: Sí, quiero – contestó cuando el juez le preguntó si quería casarse, mirando a Maca en todo momento

y con la voz tomada por la emoción…

M: Sí, quiero – repitió Maca del mismo modo que lo había hecho Esther…

Y cuando el juez, de manera solemne las convirtió en matrimonio todas las emociones se desbordaron.

Ignoraron al juez que les extendió la mano para abrazarse y besarse de manera suave, dulce y

contenida… Los presentes, pese a ser pocos, comenzaron a vitorearlas haciendo que sonrieran algo

avergonzadas…

M: Te quiero, señora Wilson – dijo antes de volver a besarla.

E: Y yo a ti, señora García – contestó tras saborear sus labios de nuevo.

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…………………………………………………………………………………………….

E: ¡Maca! ¿¡Quieres venir aquí y terminar de arreglarte que vamos a llegar tarde!? – decía Esther desde

su habitación, mientras intentaba que Maca, por fin, se pusiera en movimiento, tenían una importante

reunión con la Presidenta y su mujer, parecía no tener intención de moverse de donde estaba.

P: Uyyyy… mami ta fadada, mamá – dijo Pedro quien jugaba con un coche de carreras en miniatura.

M: No, mi amor – sonrió – no está enfadada, es solo que tu madre se pone un poquito histérica, pero

ahora se le pasa…

E: ¡Macarena! – escuchó que gritaba una vez más, Maca alzó una ceja, que la llamara así no era bueno…

nada bueno…

M: Ahora vengo, cariño – dijo levantándose para ir a su habitación, donde Esther iba de un lado para

otro, ya casi totalmente arreglada y con cara de pocos amigos - ¿Qué te pasa eh?

E: ¿Qué que me pasa? – Se cruzó de brazos – que tenemos la reunión con Cruz en una hora y mira

cómo estás aún – la señaló, viéndola vestida con ropa de estar por casa.

M: Ven aquí – dijo intentando acercarla.

E: No, Maca, vístete – la rehuyó.

M: Que vengas aquí – repitió tomándola de las caderas y acercándola por fin a su cuerpo – no te enfades

– dijo besando su cuello – va… quita esa carita…

E: Es que siempre me haces lo mismo – protestó – y al final siempre con prisas…

M: No hay prisas – dijo mientras seguía besándola – umm… qué bien hueles – Esther sacó una pequeña

sonrisa – y qué guapísima estás…

E: Maca – dijo ya con un tono más calmado y meloso – por favor, mi amor, que no quiero que lleguemos

tarde…

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M: Ujum… - seguía perdida en su cuello – ya voy… pero antes dame un beso – Esther le dio un leve

piquito para contentarla – eso no es un beso – protestó – así que o me das uno bien o no me muevo de

aquí – la apretó más contra su cuerpo.

Esther sucumbió, porque ella también quería besarla. Se enzarzaron en un beso profundo y lento, la

pasión comenzó a desbordarse y las manos inquietas de Maca empezaron a acariciar el cuerpo de su

mujer que se olvidó de la reunión para dejarse llevar…

Pa: Mami – escucharon que decía la pequeña Paula entrando en la habitación de sus madres – el abelo

Anto ta aquí – les dijo.

E: ¿Ves? – se separó de su mujer – mi padre ya está aquí y tú sin arreglarte…

M: Ufff – suspiró – mi amor, o te relajas o yo no voy – le advirtió, Esther la miró con una ceja alzada

sorprendida por aquella salida – me voy a duchar – anunció, tomando le mentón de Esther y mordiendo

su labio inferior – no gruñas tanto… - le dijo antes de meterse en el baño.

E: No gruñas, no gruñas – bufaba, se dio la vuelta y se encontró con su hija esperándola, mirándolas a

ambas mientras abrazaba a su pequeña muñeca – a ver, cariño – la cogió en brazos – vamos con el

abuelo – le dio un beso en la mejilla, la niña sonrió – espero que no salgas a tu madre porque si no…

menuda me espera… - bufaba, pese a que en el fondo estaba encantada con su vida, nunca había sido

tan feliz como lo era desde que conoció a Maca…

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EPÍLOGO.

Eros se levantó sonriendo, ya había visto todo lo que tenía que ver, había sido testigo de que, como él

ya sabía y siempre había defendido, el amor triunfaba… y es que, el amor, cuando es de verdad, triunfa

de una manera u otra. Dejó a aquella dulce familia en la intimidad de su vida cotidiana, ya todo había

acabado, ya había demostrado lo que tanto defendía y nadie, por mucho que quisiera, podría decir lo

contrario…

Quedó parado un segundo, alguien más había allí con él, negó con la cabeza y sonrió levemente, para

finalmente encarar hacia aquel lugar desde el que sentía su presencia.

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Eros: Podéis salir, Ares – pronunció – ya todo ha acabado.

Ares salió con la cabeza alta, como queriendo seguir retándolo, lo miró y Eros no pudo más que soltar

una carcajada, El Dios de la Guerra lo miró con un mohín, él se acercó a su compañero sin dejar de

negar y sonreír.

Eros: ¿Has estado ahí todo este tiempo? – preguntó.

Ares: Quería estar pendiente por si volvía a saltar la guerra entre ellas – dijo a modo de excusa.

Eros: Entonces ya habrás visto que no ha sido así – puso la mano en su hombro, Ares lo miró incrédulo

– debes reconocerlo, querido Ares, el Amor ha triunfado…

Ares: Solo por esta vez – seguía en sus trece.

Eros: Claro, claro – contestó, dándole la razón como a los locos, se separó de él y comenzó a andar

alejándose del Dios de la Guerra para quedar parado antes de desaparecer – Es toda una sorpresa,

¿sabéis?

Ares: ¿El qué? – preguntó sin mirarlo.

Eros: Descubrir que hasta el mismísimo Ares, Dios de la Guerra, tiene un pequeño corazoncito escondido

ahí dentro – terminó de decir con orgullo y dejando a Ares sin palabras, para salir por fin de allí y

continuar con su cometido…

FIN