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1 P. Raimondo Sorgia, O.P. P. RAIMONDO SORGIA, O.P. La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2001

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1P. Raimondo Sorgia, O.P.

P. RAIMONDO SORGIA, O.P.

La Sábana Santa,imagen de

Cristo muerto

Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2001

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2 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

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Introducción

A medida que se multiplican los estu-dios sobre la Sábana Santa de Turín,interdisciplinares y de extrema calidadcientífica, va creciendo la convicción deque en esa sagrada reliquia se conserva,por especialísima Providencia divina, unaimagen verdadera de Cristo muerto.

A esa conclusión, alegando las prue-bas más fidedignas, llega el padre domi-nico Raimondo Sorgia, laureado en teo-logía dogmática, director desde 1987 dela radio católica de Florencia.

Traductor de varias lenguas, ha realiza-do también diversas publicaciones, comoel Breviario savoranoliano (1997); y conAndrea Drignini, Savonarola, eretico osanto contestatore? (1998). En torno almismo Savonarola, está próxima a la pu-blicación su nueva obra I giorni dell’Alberghettino. Y la editorial Pi Emme de

Turín publicará este año, también del mis-mo autor, una Guía turístico-espiritualde España.

Del libro presente sobre la Sábana San-ta, Vuoi saperne di più sulla Sindone?(Effatà Editrice, 19993), escribe en IlTempo el padre Virginio Rotondi, S. J.:«Usted, Padre, ha logrado escribir un li-bro con la distancia de un hombre de cien-cia; y sin embargo, la historia que relatase lee como una novela. Tal es el estilo ytanto es el deseo que suscita de leerlo yde volverlo a leer».

La Fundación GRATIS DATE agrade-ce de corazón al P. Sorgia la autorizaciónpara publicar su obra traducida y algoabreviada, a la que, con su propia ayuda,se han añadido ciertos complementosconvenientes, señalados entre corchetes,para los lectores de lengua hispana.

F.GD

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Carta abierta al lector

Hablar de la misteriosa realidad que esla Sábana Santa supone adentrarse en untema apasionante, en un gran problema.

Los adultos probablemente habrán vis-to u oído hablar de las imágenes de laSábana de Turín, sobre todo desde queen 1973 se transmitiera por Eurovisiónsu imagen, y posteriormente el documentalque compraron y retransmitieron las ca-denas de televisión de muchos países.Imagino que también muchos jóvenes sa-ben algo sobre la Sábana, porque desdehace tiempo periódicos y revistas le handedicado títulos, artículos y fotografías,especialmente con ocasión de su osten-sión desde agosto hasta octubre del año2000. Quizás algunos lectores hayan te-nido ocasión de visitar la Sábana Santa yla exposición organizada con tal motivoen Turín en estas fechas. En todo estoradica una de las dificultades del tema:exponerlo de forma que sea accesible apersonas con muy diferente nivel de in-formación y de interés sobre el mismo.

Por otra parte, es preciso que se tratede una explicación seria, objetiva, com-pleta, que al mismo tiempo resulte com-prensible. Son muchas las preguntas cien-tíficas y religiosas que se plantean alre-

dedor del fascinante atractivo de la ima-gen del Hombre de la Sábana más miste-riosa de la historia, y es seguro que alencontrarse con ellas el lector querrá en-contrarlas resueltas. Por eso, no obstan-te la dimensión reducida de este cuader-no, se incluyen en él datos históricos, des-cripciones científicas, narraciones de losEvangelios, reconstrucciones de ambien-tes y además, reflexiones fundadas en larazón y en la fe. Aunque para algunosresulten superfluas determinadas explica-ciones, comprenderán fácilmente queotros precisarán de ellas.

Es cierto que se podría haber sistema-tizado un material tan rico y complejo den-tro de esquemas más rígidos. Pero hepreferido no hacerlo; y más bien hablarde la Sábana, auténtico universo incluidodentro de cuatro metros de tela, en la ma-nera más fluida y atrayente que pudiera.Hablar de la Sábana no es simplementevolver atrás en el pasado, como quienrecorre de nuevo las excavaciones de unaciudad antigua por el mero gusto de co-nocerla. La Sábana Santa se presenta a lamentalidad moderna como un desafío,un pacífico y exaltante reto que «no temea los exámenes, y que solo tiene miedode ser enjuiciada sin haber sido sometidaa examen».

Puede sorprender el hecho de no en-contrar siempre de acuerdo a los estu-diosos acerca de un determinado proble-ma, en especial al interpretar algunos fe-nómenos, o al atribuir a los mismos unacausa u otra. Es fácil que esto suceda enlos casos de indagaciones realizadas porinvestigadores distintos, sobre casos par-ticularmente complicados. Al principiohabrá tantas conclusiones como investi-

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gadores: cada uno de ellos, se habrá vali-do, como es lógico, de sus propios mé-todos, indicios, técnicas deductivas.Cada uno ha buscado el centro de la cues-tión partiendo de su punto de vista. Esposible que sólo un último investigador,confrontando los elementos recogidospor sus colegas y eliminando gradualmen-te las hipótesis de menor consistencia,llegue a dar con una solución del misteriosatisfactoria, definitiva y completa.

En el caso que nos ocupa, esto ocurreademás en un enigma que, como la Sá-bana Santa, está constituido por otros cienmisterios de menor importancia, pero es-trechamente relacionados entre sí. Por esoen los puntos más arduos, todavía abier-tos a la investigación científica, se pre-sentan dos o más hipótesis sobre su ex-plicación. Al autor le corresponde el de-ber de informar y de ofrecer un mínimode orientación sobre ellos; pero despuéstendrá que ser el lector quien llegue a unaconclusión mediante su inteligencia, ca-pacidad de reflexión y ánimo humilde.

Finalmente, quiero hacer tres sugeren-cias que serán de utilidad para interpretarmejor el rostro del Hombre de la Sábana:

1ª.- Las dos bandas más oscuras en elpositivo, es decir, en la foto al natural,que se notan enseguida alrededor del ros-tro y que le dan un extraño alargamiento,son debidas en parte a la masa de loscabellos y en parte a un casual amarillea-miento de esa parte de superficie, deter-minada por una mayor exposición a laluz; o bien podría tratarse de una distintatonalidad del tejido por una diferencia decalidad en las fibras de lino utilizadas porel anónimo tejedor palestino.

2ª.- Hay que tener siempre presente lascondiciones físicas en las que se encon-traba el cuerpo de Jesús en el momentode la sepultura. Entre las deformacionesmás marcadas y que destrozaron sus fac-ciones, deben considerarse: la rotura delcartílago de la nariz, a causa de un pu-ñetazo o bastonazo, o bien por una caí-da violenta, de donde resulta una ligeradesviación hacia la derecha y una caídahacia el labio superior del extremo de lapunta de la nariz. El ojo y la ceja derechaaparecen hinchados; como el labio su-perior mismo y la región del pómulo de-recho. También el mentón, aun teniendoen cuenta un cierto espesor de la barba,aparece hinchado por un fuerte golpe ouna caída al suelo. Imaginando una líneavertical que pase entre las cejas y la mitadde la boca, es conveniente «aislar» el ladoizquierdo del rostro, pues ésa es, de al-gún modo, la parte más íntegra.

3ª.- Es necesario habituarse a mirar laimagen del rostro, y observarla pausada-mente. Mejor aún si se enmarca, comoretrato, y se le mira a distancia.

Sucede a veces, que mientras alguiende noche mira el cielo, tiene la impresiónde que en un momento determinado, unanueva estrella se ha encendido delante desus ojos. Un astrónomo diría que es elrayo de una estrella alejada de nosotrosmiles de años-luz, que esta noche ha al-canzado precisamente nuestra atmósferay ha podido ser vista por quien estabacontemplando el firmamento. En la Sá-bana Santa hay también una determinadaseñal luminosa, que empezó a lucir hacedos mil años, y que puede que ahora seencuentre con el lector de estas páginas.

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Nadiese lo había imaginado antes

Hace cien años, en la primavera de1898, el rey Luis IX, descendiente de losduques de Saboya, de quienes había he-redado, entre otras cosas, la Sábana San-ta, se preguntaba pensativo si habría he-cho bien en aceptar una propuesta unpoco extraña para aquellos tiempos: unfotógrafo que solicitaba con insistenciapermiso para fotografiar la Sábana San-ta. El fotógrafo era el abogado SecondoPia, un aficionado que aseguraba estarbien preparado. Al final había prevaleci-do la sugerencia favorable de uno de losconsejeros del rey: autorizarle, aunque nofuera más que por tener una copia fiel deaquella reliquia que milagrosamente ha-bía salido indemne de mil peligros.

El misterio de la fotografía se había des-cubierto pocos años antes, cuando algunosquímicos advirtieron que los bromuros ycloruros de plata se ennegrecían al ser ex-puestos a la luz. Este descubrimiento sig-nificó el nacimiento de la fotografía. Cuan-do se fotografía, la luz imprime por un ins-tante la placa bañada con estas sales, y laimpresión es mayor en el lugar donde laimagen es más clara y menor donde es másoscura. Después del proceso de revelado,de la placa o del celuloide, las partes másluminosas se ennegrecen y las oscuras que-dan claras, constituyendo el negativo fo-tográfico.

Por tanto, en el negativo de una fotogra-fía, los puntos de luz y de oscuridad se en-cuentran invertidos: por ejemplo, el nega-tivo de un joven de cabellos negros pre-senta las mejillas y la frente negras, mien-tras que las órbitas de los ojos, los labios ylos cabellos son blancos. Igualmente, en elnegativo fotográfico se invierte el lugar dela imagen, por un juego de rayos, estudiadopor los físicos en la óptica geométrica, demodo que lo que está a la derecha pasa a laizquierda y viceversa. Por todo ello, aun-que se conozca bien una cara, resulta difí-cil reconocerla, porque no estamos habi-tuados a la inversión.

Para obtener el positivo con la distribu-ción de los colores –reagrupados en los dosfundamentales, blanco y negro– conformeal objeto fotografiado, se filtra la luz a tra-vés del negativo, imprimiéndose en el pa-pel, de tal modo que lo negro resulta blan-co y lo blanco negro, y volviéndose a in-vertir el lugar de las imágenes (Cfr. G. Da-lla Nora, Hanno fotografato il volto diGesù, Elle Di Ci, Leumann, Torino 1975,11).

En aquella época no existían los actua-les equipos de fotografía, las polaroid,las instamatic; para una foto de preci-sión hacía falta un gran aparato, que im-primía en una placa emulsionada las pri-meras reproducciones en blanco y ne-gro.

La tarea era muy importante, quizás in-cluso irrepetible, como para afrontarla ala ligera, por lo que en los meses anterio-res a la fotografía de la Sábana, concer-tada para mayo, el abogado fotógrafo du-plica su trabajo, para calcular el tiempode exposición de las placas, la intensidady posición de las luces, etc. Al acercarseel día establecido, se prepara en el pres-biterio de la capilla donde va a ser ex-puesta la Sábana Santa un pequeño carril

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por el que pudiera desplazarse la plata-forma con la cámara fotográfica. Era éstauna caja de madera, reforzada con tirasde metal, voluminosa, pues en su interiorcontenía una placa de 51 x 63 cm., conuna lente Voigtländer. A los lados de laplataforma se encienden dos focos quellenan de luz la reliquia. Se colocan de-lante filtros transparentes de cristal esme-rilado, para evitar los reflejos, y sobre lalente un filtro amarillo muy delgado.

El fotógrafo se mira instintivamente lasmanos, que tiemblan un poco; pero sesiente sostenido por una fuerza superiora su misma fe. ¿Es una fuerza o una Pre-sencia? No sabe qué contestar. Mientrassaca del bolsillo un grueso reloj con ca-dena, reza una oración y luego empieza acronometrar. La placa sensible está yaexpuesta a la acción de los rayos lumino-sos. Pasan catorce interminables segun-dos y en ese momento sucede algo im-previsto: ¡un crujir seco advierte que elcalor de las lámparas ha hecho saltar losfiltros! Todo se ha echado a perder, ycomo ya han dado las dos de la tarde ydentro de poco la Catedral abre de nue-vo a los visitantes que esperan fuera, espreciso concluir por hoy. Después de al-gunos días se vuelve a fijar fecha parafotografiar la Sábana, el 28 de mayo.

Ese día se comienza alrededor de las21’30, pero debido a mil y un contra-tiempos imprevistos, son las 22’45 cuan-do el abogado Pia mueve hacia atrás laplataforma móvil, fijándola a una distan-cia aproximada de 8 metros y medio. Lasdos lámparas dan una luz constante y losnuevos filtros la atenúan.

A las 11 de la noche Pia quita la tapaa la lente y expone la primera placa du-rante catorce segundos. Los dos reflec-tores proyectan una luz clara sobre el fon-do parduzco de la Sábana y sobre lashuellas de color ocre de aquel doble cuer-po extrañamente invertido en cuanto a laimagen y a la relación de luz y sombra. Elcronómetro señala nuevamente los segun-dos reglamentarios y todo va bien hastael final, por lo que el hombre situado de-trás de la gran máquina puede dar un sus-piro de alivio, aunque apenas esté en elprincipio del trabajo. Puede que fuera me-dianoche cuando termina la segunda fo-tografía, con un tiempo de exposiciónun poco más largo –veinte segundos–.Después recoge las placas y se apresuraa volver a casa; después del fracaso delotro día, ha renunciado a instalar la cá-mara oscura en la misma sacristía. Que-dan allí los ayudantes, que se encargaránde desmontar la plataforma (Cfr. J. Walsh,The Shroud, New York 1963, 26-30).

El mismo Pia describió, en una memo-ria de su extraordinaria aventura comopionero de la nueva técnica fotográfica,lo que sucedió después en el pequeñolaboratorio doméstico. Orientándose máspor la práctica que por el pequeño y te-nue punto rojo encendido en un ángulode la habitación, se acerca en la oscuri-dad al recipiente que contiene las solu-ciones preparadas para el baño de reve-lado.

La primera placa está en el baño poralgunos minutos. El abogado cuenta unoa uno hasta catorce, intentando dominarla tensión que se había acumulado enaquellas horas de extrema concentración.

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Alzando la placa, todavía goteante, a laaltura de sus lentes, siente un ligero ma-lestar, que no sabe a qué es debido, puesen la superficie de la placa, preparada conla mezcla de gelatinas sensibles a la luz,se ha imprimido de hecho la doble ima-gen de la Sábana.

Pero le cuesta trabajo creer lo que hasucedido: es como si se hubieran inverti-do las masas, las luces, las sombras, locual resulta normalísimo en otros mil ca-sos, pero no ahora.

«Si hago una fotografía a un árbol del par-que –se repetía a sí mismo– tendré que ob-tener el negativo de un árbol. Si retrato conla máquina una estatua, de la placa tendráque resultar el perfil de la estatua, siempreen negativo... En cambio, la Sábana...»

Son unos momentos, en que su aten-ción es absorbida por la búsqueda de al-gún dato que le ayude a comprender. Porejemplo, se pregunta por qué el fondo dela Sábana no tiene aquel color blanco-sucio, típico de una tela de lino antigua,que ha quedado bien grabado en su reti-na y su memoria, a fuerza de estudiarlo...Aquel fondo se ha oscurecido hasta apa-recer casi negro. ¿Se habrá confundidoen el tiempo de exposición?

En la mente le asalta el temor de haberfallado una vez más, de haber estropea-do la última ocasión, por culpa de unimprevisto. Al borde del desaliento, girala placa, buscando de nuevo algún datoque sea descifrable a primera vista. El ros-tro, sí, aquel rostro tendría que decirle laverdad. Y las manos le empiezan a tem-blar, hasta hacerle temer que la placa pue-da escapársele y hacerse pedazos.

«Encerrado en mi habitación oscura –contaba más tarde el abogado–, totalmenteconcentrado en mi trabajo, experimenté una

intensa emoción cuando durante el revela-do vi aparecer en la placa por primeravez el Santo Rostro, con una claridad talque quedé helado».

Ni Pia ni ninguno de sus contemporá-neos estaban preparados en absoluto paraaquel encuentro. Él iba a hacer una co-pia fotográfica de la Sábana de Turín, deaquella imagen vagamente humana que du-rante dos mil años ha sido venerada comola sombra del Salvador Crucificado. Ibaa hacer un trabajo devoto y honrado, másque propiamente artístico, procurando es-tar a la altura de la confianza que el rey yel arzobispo habían depositado en él, peroque en definitiva no suponía tampocoalgo excepcional. Gracias a Dios, no eraun aprendiz.

Pero he aquí que este hombre de findel siglo XIX se encuentra cara a caracon la imagen de Cristo tal como pudoser en realidad, la misma figura de Jesúsque, con los ojos bañados en lágrimas,contemplaron largamente su madre Ma-ría, el apóstol Juan, María Magdalena,los discípulos Nicodemo y José deArimatea, mientras procedían a su sepul-tura en la sábana funeraria. El era el pri-mero que, anulando en aquellos cator-ce segundos de exposición a la luz delos proyectores, los veinte siglos pasa-dos, podía contemplar verdaderamen-te aquel cuerpo llagado, aquel rostrosorprendente.

El experto fotógrafo amateur tiene aho-ra en su mano la clave del misterio: laSábana Santa se ha comportado delantedel objetivo de un modo absurdo o, me-jor dicho, extremadamente lógico, comoun verdadero negativo fotográfico.

No hay duda: Alguien lo ha queridoasí. Como años más tarde observara el

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fotógrafo profesional Enrie, colega delabogado Pia, habiéndose encontrado de-lante de una realidad que tenía todos loscaracteres de una imagen negativa, «la pla-ca fotográfica no pudo haberse compor-tado de modo distinto».

En efecto, Enrie tuvo precisamente elencargo de repetir en 1931 la operaciónrealizada con discreto éxito por el abo-gado Pia. El milagro de éste había sidosumamente valioso, pero se reducía a unasola visión de conjunto de toda la Sába-na. Ahora se consideraba muy útil la re-producción más particularizada de los in-numerables detalles en los que la figuradel Hombre de la Sábana pudiera ser des-compuesta, algo así como un mapa de laimagen. Asistido por otros expertos, Enrieobtuvo, con aparatos que con el tiempose habían perfeccionado, doce perfectí-simas fotos de la Sábana, que son lasque hoy contemplamos.

Hay que tener presente que casi la tota-lidad de las distintas ciencias que se inte-resan por este tema se valen del auxilioque presta la fotografía, y principalmentepor las ampliaciones –macrofotografías–, que permiten descomponer las fibrasde un tejido en sus más pequeños partí-culas, y explorar la estructura interna decorpúsculos de naturaleza orgánica de po-cos micrones de diámetro.

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De Getsemaníal proceso nocturno

Pido disculpas, pero es necesario em-pezar desde el principio la historia de laSábana Santa. Quiero precisar enseguidaque en los tres capítulos que siguen nohe tratado de escribir una devota medita-ción sobre el Vía Crucis, sino de reco-ger y subrayar aquellos hechos que cons-tituyen las premisas inmediatas de la muer-te de Jesús, y que han dejado un rastromás o menos evidente en el conjunto delas huellas de la Sábana. Nos detendre-mos en particular en las principales lesio-nes externas y también hablaremos de lasviolencias morales a las que fue expues-to el corazón del hombre de la Sábana,aunque esto pueda parecer extraño.

Uno tras otro los discípulos han salidodel Cenáculo detrás de Jesús, que conpaso ligero recorre el laberinto de callesdel barrio de Siloé –desierto en aquellashoras– que desciende desde la ciudad altahacia el fondo del valle. Nadie tiene áni-mo para hablar; sólo se oyen las pisadasde los pies desnudos, que a menudo sehunden en el blando polvo de las callesde tierra. Pasan junto al Templo y lleganenseguida a las piedras del torrenteCedrón, por las que corre el agua de laúltima crecida invernal. Suben por la ori-lla opuesta y cruzan el muro pequeño derocas que rodea el Campo de los Olivos.

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El propietario del campo ha dado permi-so a Jesús para andar por él librementesiempre que quiera; de hecho ya ha pa-sado allí otras noches, ahora que el tiem-po es bueno, paseando, durmiendo, bajolos olivos o en la gruta que se abre en lacolina.

El Maestro desea, ahora más que nun-ca, estar un poco apartado; se muestrasiempre dueño de sí mismo; pero unaarruga en su amplia frente indica quizásque su tristeza aumenta de modo preocu-pante. Para no entristecer mucho a lossuyos, Jesús les invita a descansar cadauno donde prefiera, y se va adentrandoen el interior del campo de los olivos,acompañado sólo de Pedro, Santiago yJuan, los testigos de la Transfiguración...¡Qué diferente es su transfiguración estanoche!...

Como una marea alta que nadie pudie-ra contener, la angustia vuelve a crecer yse desborda de repente. Ya no la escon-de: tiene miedo, angustia, un palpitar tre-mendo. Basta mirarle el rostro, palidísi-mo. «Me muero de tristeza». Los tresamigos están asustados, pero no sabenqué hacer o qué decir para consolarle; yaes una suerte tener a su lado amigos enuna noche como ésta.

Vacilando un poco, Jesús se aleja unoscuarenta pasos, más o menos la distan-cia –precisa Lucas– que se puede alcan-zar tirando una piedra. Las piernas se ledoblan solas y, como agotado por un grancansancio, Jesús cae de rodillas: tiene quehaberle sucedido algo terrible. Como lanoche es serena, y con luna llena, los tresque luchan cada vez menos contra el sue-ño tienen la sensación de encontrarse antela sombra de su Maestro, incansable yvigoroso hasta hace pocas horas. En ese

momento les llega su voz bastante clara:«¡Abba!, ¡Padre mío! Para ti nada hayimposible; aleja de mí este cáliz». El cá-liz, modo realista oriental de expresar unasituación insoportable: la bebida de sa-bor muy amargo que se rechaza despuésdel primer sorbo, es la amargura que leinvade el espíritu.

Jesús, nuestro hermano, acaba de co-menzar el largo Vía Crucis que le esperay que El conoce bien. Y siente ya tantaangustia que le tiembla todo el cuerpo,cubierto de sudor frío. Un sudor nuncavisto antes, pues a medida que su lamen-to se hace más dolorido, «su sudor –dice el médico evangelista Lucas– em-pieza a deslizarse hasta el suelo comogotas de sangre».

El fenómeno es raro, pero suficiente-mente conocido por la medicina moder-na, que lo llama hematohidrosis, palabraelegante para referirse al sudor de sangre:cuando un prolongado estado de angus-tia llega a un determinado límite, la ten-sión psicológica puede afectar a todo elorganismo, provocando respiración fati-gosa, sudor, escalofríos, aceleración delritmo cardíaco. Puede darse algo aún mástraumático: los capilares sanguíneos sedilatan por el exceso de presión, y pue-den romperse en algunos sitios, llegandoa la piel y, por la conexión entre los va-sos sanguíneos y las glándulas sudorífe-ras, aparecen gotas color rubí entre lossurcos del sudor. Se comprende así unpoco más la tormenta que debió habersedesencadenado dentro de Él, ante su vi-sión profética de las torturas que habráde padecer y que libremente ha acepta-do, y ante su conocimiento divino de quehabrá hombres para quienes su sacrificiode amor no servirá de nada, de que in-

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cluso será motivo de burlas...Las palabras humanas son absoluta-

mente inadecuadas para describir la reali-dad completa del drama de Jesús en esashoras, que le lleva a una verdadera ago-nía. ¿Qué significa esta palabra? El dic-cionario llama agonía al estado de angus-tia que precede inmediatamente a la muer-te. Del griego agon; es decir, lucha, es elconflicto decisivo en el cual la vida seencuentra en la imposibilidad de conti-nuar, en un organismo destruido por unaenfermedad, una herida, un trauma ex-cepcional. Por esto es correcto hablar deuna agonía en el huerto de Getsemaní.Se puede objetar que Jesús es joven ysano, tiene un físico perfecto y no ha su-frido todavía ni la menor violencia porparte de sus adversarios. De acuerdo,pero se puede morir, o al menos experi-mentar la terrible sensación de la agonía,a causa de emociones muy intensas, dedolor moral que supera el límite de lotolerable.

Una larga, interminable, insoportablepunzada, la impresión de que el corazónse le ha roto. Con un gemido más agudose agacha, apoyando la frente contra eltronco de un olivo. Haciéndolo así, cum-ple el primer consejo dado por los médi-cos en casos de infarto: inmovilidad com-pleta, respiración lenta y profunda, expi-ración por la boca. Si el organismo estáfuerte, los daños no son necesariamenteirreparables y, en teoría, se puede espe-rar una recuperación general.

El hombre que está postrado en tierraen el Huerto de los Olivos está en el ojode un invisible ciclón; se debate en vanoen el centro de todas las formas del malque se han extendido y se extenderán por

el mundo a lo largo de milenios. Su cora-zón es fuerte, es el más perfecto corazónde hombre, pero es un corazón humano,igual al nuestro, que no puede resistir has-ta el infinito, y que cede, como tambiénceden a veces las vigas más sólidas antela violencia de una catástrofe.

Este músculo esencial para la vida seencuentra dentro de dos revestimientos;uno interno o endocardio y otro externoo epicardio. Cuando la presión de las ar-terias oprime fuertemente al corazón, éstepuede llegar a rendirse, cosa bastante nor-mal en un órgano ya desgastado, y en-tonces se produce el infarto; o puede pro-ducirse un principio de infarto, una per-foración, como un doloroso corte, abier-to por el corazón en el endocardio, sinafectar al epicardio. Entonces la sangreinvade el espacio existente entre el mús-culo mismo y el epicardio, y luego losglóbulos rojos, más pesados, se deposi-tan en la parte inferior, separándose delsuero.

Este hecho, sucedido hacia la media-noche del Jueves, se hace visible en latarde del día, por la punta oval y cortantede la lanza clavada en su costado, que-dando su huella también en la Sábana.Cuando el soldado hunde la lanza en elpecho de Cristo, a la altura del corazón,enseguida sale «sangre y agua», de lo queda testimonio Juan, que se encuentra allía su lado.

Los colegas actuales del médico-evan-gelista Lucas hablan de hidropericardiode origen agónico, aunque hay otros ex-pertos que prefieren atribuir el origen dellíquido que acompañó la salida de la san-gre a causas traumáticas externas, comolos golpes que Jesús recibió en la casa

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de Caifás y después en el pretorio, contoda la violencia de los flageladores, en elpecho y la espalda; para ellos sería unapericarditis sueral.

Quizás una causa no excluya necesa-riamente la otra, sino que las dos hipóte-sis podrían complementarse. La flagela-ción ha dejado sus huellas muy evidentesen la Sábana fúnebre, pero las deGetsemaní son aún más profundas: Je-sús ha agonizado de dolor, ha estado apunto de morir de pena. ¡Cuánta verdadencierran estas palabras, bien utilizadaspor nuestros ancianos, que no conocíanel término, pero sí la realidad del infarto!

Los tres testigos, privilegiados y entu-siastas en la Transfiguración, no han lo-grado ser más que testigos somnolientosdel drama doloroso vivido en la soledadpor el Maestro. Envueltos en sus capasal estilo oriental, sobre el suelo o con laespalda apoyada en el tronco de un ár-bol, oyen: «Padre mío, si es que debobeber este cáliz, que se haga tu volun-tad». Jesús ha decidido que lo beberáhasta la última gota, hasta el Calvario. Yesa verdad, momentáneamente oculta, seestampa luego en la Sábana, signo deun amor demasiado grande como paraser comprendido por completo.

Jesús tendrá que luchar ahora con to-das sus fuerzas para sobrevivir un pocomás; le faltan 15 ó 16 horas, intermina-bles, para sufrir el tormento al que estádestinada su pobre carne. Espera a Ju-das, que está volviendo. En un momentoel olivar se encuentra lleno de gente ar-mada y agitada. Judas le dice: «¡Salud,Rabbí!». Y el Maestro le responde:«Amigo, ¿a qué vienes?». Los soldadossaben que tienen que capturar a un hom-

bre por encargo de los empleados delservicio de orden del Templo. Son lasdos más o menos de la noche. Ha empe-zado el primer Viernes Santo.

Con las manos atadas con una cuerda,entre empujones y con un escándalo quedespierta a los habitantes, Jesús es con-ducido arriba, a la Ciudad Alta, por lamisma calle que recorrió hace pocas ho-ras. En el Palacio de Caifás, tan sólo aunos cientos de metros del Cenáculo, hasido convocada con urgencia una reuniónextraordinaria de todos los responsables.Muchos de los dirigentes no se han ido adormir, esperando la hora. Aquel incó-modo personaje venido de Galilea paraturbar su tranquilidad finalmente está ensus manos; ciertamente no lo dejarán es-capar. La sentencia ha sido pronunciadahace meses; establecido también el tipode ejecución, falta sólo un detalle: un pro-ceso, una apariencia de legalidad, para que-dar con la conciencia en paz. Más aún, de-ben pasar al procurador romano la res-ponsabilidad de que este hombre desapa-rezca de una vez de la circulación.

La fase inicial del proceso de Jesús esen casa de un ex-presidente que conser-va todavía el papel de dirigente temido eindiscutible. Allí, durante el interrogato-rio, uno de los guardias le golpea el ros-tro duramente, dejándole huellas que que-dan registradas en la Sábana. Despuésse dirigen en masa hacia el tribunal quepreside el sumo sacerdote Caifás; los tes-tigos en contra del imputado no coinci-den en sus versiones de los hechos. Bas-taría una palabra comprometedora porparte de Jesús, pero Él calla.

Calla mientras puede, hasta que le ha-cen una pregunta clave: «¡En nombre de

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14 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

Dios vivo, te conjuro a que nos digas sitú eres de verdad el Mesías, el Cristo, elHijo de Dios!» En ese momento no pue-de callar; sus ojos hasta ahora bajos sellenan de una luz en la que brilla la ternuray el orgullo afectuoso hacia su Padre; yfijándolos en el rostro del inquisidor, res-ponde: «tú lo has dicho», es decir, «asíes».

Llenos de una rabia más teatral que real-mente sentida, todos gritan que el Hom-bre ha blasfemado, ha osado profanar elnombre santo de Dios. «¡Ha blasfema-do, lo habéis oído todos vosotros; ¿quédecís?». Y siguiendo el guión, como ins-trumentos, los presentes gritaron: «Tieneque ser condenado a muerte».

Entonces, cuenta Mateo, le escupierona la cara y empezaron a darle puñetazosy bofetadas, por turnos. Como le habíanvendado los ojos, podrían reírse de él:«Ahora haz de profeta, Cristo, adivinaquién de nosotros te acaba de golpear».Incluso a través de la venda más espesa,hasta con los ojos bajos y llenos de lágri-mas Jesús sería capaz de responder a suspreguntas, pero ha decidido no respon-der, dejar que el juego continúe. Y preci-samente porque Él se comporta serena-mente, sin reaccionar, los golpes le llue-ven encima, cada vez más duros y vio-lentos. Cada uno le deja su señal. En elEvangelio se cuenta todo esto. Tambiénen el evangelio según la Sábana. Así lodescriben los expertos:

En la frente, a la altura de la ceja dere-cha, a un centímetro y medio más o menosde la nariz, se observa una excoriación de 6cm., atribuible a un violento bastonazo queha roto la piel contra el hueso delgado delarco de la ceja. En la otra ceja se ve en cam-bio una zona escoriativo-contusiva de 2,5

cm., producida por uno o varios puñetazos.Hacia el centro del cartílago nasal se ob-serva la señal circular de otro bastonazo,dado con un palo más bien corto, similar altestigo de los atletas de las carreras de re-levos. El golpe fue dado por una personaque se encontraba a su derecha y que teníael bastón en la mano izquierda. El diagnós-tico es sencillo: rotura y desviación del ta-bique nasal. O, siguiendo la segura guía delprofesor Judica-Cordiglia:

«en la mejilla izquierda, en el extremode la nariz y en el labio inferior se mues-tran heridas de varias dimensiones, produ-cidas por agentes contusivos. En la regiónde la mandíbula, a la altura del surco naso-labial, se puede apreciar, en medio de unabarba abundantemente bañada en sangre, unanotable hinchazón de esta zona» (G. Judica-Cordiglia, L’uomo della Sindone è il Gesùdei Vangeli? Chiari, BS, 1974, 64-66).

Se ha apuntado la hipótesis de que esehematoma no fuera producido por unamano armada con un bastón o tabla demadera, sino por una fuerte caída de bru-ces contra el suelo, durante el Viacrucis.

El corazón, que ya se desbordaba deamargura en el Huerto de los Olivos, si-gue sufriendo otras penas casi sin parar:el sufrimiento por la negación de Pedro,que jura y perjura no haber conocido nun-ca a aquél hombre; el sufrimiento por ladesesperación de Judas, peor que la mis-ma traición...

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4

La calle que lleva a la colina

Al alba, sin que el imputado haya teni-do ni un sólo momento de tregua, segun-do juicio. Ante el Sanedrín, las formali-dades y humillaciones se hacen más refi-nadas. Después comienza el juicio últi-mo, esta vez en el Pretorio, en cuya sedese sienta un alto magistrado romano.

A Pilatos, claro está, no le importa grancosa el asunto de este extraño individuo.Al menos en principio, habiendo visto tan-ta gentuza: casi cada día, desde haceaños, han desfilado delante de él hom-bres a quienes juzgar, y a los que casinunca ha podido absolver. Acusados conlas etiquetas más variadas: el delincuentecomún, el ladronzuelo ocasional, el inge-nuo que se ha dejado engañar y se hapasado al bando equivocado, el idealis-ta, el ladrón profesional, el terrorista, elsicario, el anárquico, el enfermo mental,el agitador político, el hombre embrute-cido por el vicio o la miseria material. Juz-garles, condenarles, hacerles golpear oazotar, matarles... son asuntos adminis-trativos corrientes para el gobernadorPoncio Pilatos, igual que para cualquierade sus colegas.

Pero este hombre –Pilatos se ve obli-gado a repetírselo a sí mismo en voz baja–, este hombre es diferente de todos los

otros que ha conocido. Es cierto que noes fácil reflexionar, ponderar con calmala situación de este imputado, con unaserie de acusaciones que no se tienen enpie, y menos teniendo enfrente aquellagente que grita bajo las ventanas delpretorio. Aún se le hace más difícil por-que su mujer le ha mandado un recado:«intenta no condenar a este hombre ino-cente, ya que esta noche he sufrido mu-cho en sueños por su causa».

¿Quién puede ser? ¿Y si en verdad tie-ne el favor de los dioses? Miedo supers-ticioso. Se estremece al recordar otrosueño tristemente célebre: el de Calpurnia,que en la mañana de los Idus de marzohabía aconsejado al César no ir al Sena-do; en sueños lo había visto chorreandosangre. Siente miedo al evidente chanta-je por parte de los representantes del pue-blo, si se atreve a desafiarlos. Podría te-ner que volver a Roma escoltado paraacabar, como ahora este hombre, en elbanquillo de los acusados y despuésquién sabe.

Puede que haya todavía una escapato-ria. Al saber que Jesús proviene del terri-torio gobernado por Herodes, Pilatos or-dena que sea llevado ante él. PeroHerodes se cansa pronto de este hom-bre que no le divierte, como había espe-rado. Hace que le revistan, para burlarsede él, con una túnica principesca –¿nodice que es un rey en el exilio, el aspiran-te al trono de un misterioso reino?– y sedesembaraza rápidamente de él,reenviándolo, desilusionado, a Pilatos.

Es preciso que éste intente jugar la últi-ma carta, y así lo hace: «Este hombre noha hecho nada que merezca la muerte;por tanto, haré que le den latigazos, perodespués lo dejaré en libertad» ¡Ese «por

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tanto» es una obra maestra de lógica!...El ejecutor, escogido entre los hombres

de la tropa más rudos y rápidos, empuñael terrible flagellum, una especie de láti-go con dos o más tiras de cuero. Mane-jado con fuerza, llega silbando a Jesús yle produce primero cardenales dolorososy después surcos por toda la piel. Mástemible debía ser el flagrum, un látigoperfeccionado, ya que en los extremosse fijaban bolas de plomo o, mucho peor,huesecillos ásperos y afilados como síli-ce; con cada golpe se rompe enseguidael tejido, dejando su forma en la carneviva. La flagelación judía debía mante-nerse por debajo de los 40 latigazos en to-tal; la romana en cambio no preveía esanorma. Y Jesús es torturado al modo ro-mano, así que se pueden contar pacien-temente, entre las huellas dorsales y fron-tales, más de 120 llagas en el Hombre de lasábana, que son el resumen de aquelladespiadada flagelación.

No podemos olvidarnos de la corona-ción de espinas, con un casco de ramasde espino entrelazadas. Lo recuerda laSábana, con los regueros de sangre, mu-chos en la parte superior de la nuca, yuno, muy marcado, que impresiona en-seguida a quien mira el rostro de Jesús,casi en la mitad de la frente, aquel que enla Sábana tiene la forma característica deun 3 al revés o, si se quiere, la forma deuna épsilon griega.

Es casi mediodía. La mañana ha pasa-do en un momento, al menos para Pilatos.Presionado por una multitud nerviosa eimpaciente, que pone contra las cuerdasal odiado procurador romano, éste em-pieza a ceder. Jesús es empujado al exte-rior, a un patio empedrado de la fortalezaAntoniana. Llueven acusaciones sobre el

juez romano, hirientes como latigazos:«¡Si pones en libertad a este hombre quese proclama rey nuestro, debes saber quete conviertes en cómplice suyo!. ¡Quienpretende hacerse pasar por rey es enemi-go del emperador!».

Viendo que la multitud presiona sobreel cordón de seguridad, amenazando conarrastrar a los guardias, Pilatos hace quele traigan una vasija con agua. Lavadaslas manos, las levanta bien altas, para quelas vean todos, y dice: «Yo no me consi-dero responsable de su muerte. ¡Allá vo-sotros!». Y entrega a Jesús en sus ma-nos. La farsa ha terminado. Empieza elúltimo acto de una tragedia cada vez máscruel.

Corre la voz en un instante. Dentro depoco sacarán a otros delincuentes, pue-de ser que dos o tres. La ejecución seráen la colina del Gólgota; hay que corrersi se quiere ocupar un puesto en primerafila y disfrutar del espectáculo. Allí en laexplanada de la colina, estará ya planta-do firmemente en el suelo el palo de lacruz, el stipes, como lo llaman los roma-nos. El condenado debía cargar encimael brazo más corto, transversal, el pati-bulum. Sólo éste pesaría al menos 50 ó60 kilos. Para un hombre apenas salidode una grave crisis de infarto cardíaco yque ha pasado doce horas seguidas deininterrumpida tortura, aunque sea joveny de constitución sana, aquel tronco deárbol pesaría como una montaña. Quiénsabe cuánto le costaría dar un paso. Se-guramente no sería un tronco bien cepi-llado, sino rugoso, cortado de cualquiermanera, quizás lleno de resina, con res-tos de corteza y grandes astillas, en untrabajo acabado apresuradamente.

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El patibulum cae sobre el músculo en-tre el cuello y la espalda, dejando sus mar-cas en la Sábana, como describen los ex-pertos:

«En el hombro derecho –el lado derechose corresponde con el izquierdo en el po-sitivo fotográfico, esto es, en la imagen decómo sería en realidad Jesús– se nota unaamplia zona escoriada y contusionada máso menos cuadrangular, dispuesta un pocooblícuamente de arriba hacia abajo y des-de el exterior al interior, cuyo eje mayor,en sentido longitudinal, mide 10 x 9 cm.En la región escapular izquierda se consta-ta otra zona que presenta las mismas carac-terísticas. Examinadas las dos zonas aten-tamente, demuestran que sobre ellas ha pre-sionado un instrumento rugoso, de granpeso, móvil, de un grosor de unos 14 cm.,que ha aplastado, deformado y reabierto laslesiones causadas por el flagrum, ocasio-nando otras, incluso atravesando las vesti-duras.

«Este conjunto traumático, contusivo-escoriativo, lleva a pensar que haya sidocausado por el palo transversal de la cruz,que el condenado sostenía con las dos ma-nos en la zona escapular, sobre los hom-bros, en el trayecto hacia el lugar del supli-cio. El madero cargado por Cristo era unpalo basto, que él sostenía oblicuamentesobre la espalda, como hemos dicho, y quecon cada caída, resbalaba hiriendo y dañan-do la piel con su peso y rugosidad, más enla región derecha que en la izquierda» (Judi-ca-Cordiglia, op. cit. 68-69).

Se ha apuntado la hipótesis de que al-guna caída no fuera casual. Es bastanteprobable que los condenados a muerte,generalmente poco resignados, como encambio aparecía Jesús, fueran atados porseguridad con una cuerda en las muñe-cas o en los tobillos. Bastaba un simpleempujón cuando el pobre hombre inten-taba mantener el equilibrio precario del

cuerpo que sostenía el patibulum, entrepaso y paso, para desequilibrarlo del todoy hacerlo caer de bruces a tierra, entre lasrisas del populacho. Ricci lo ha demos-trado con sus experimentos y documen-tación fotográfica, que dan nueva luz parala confirmación de esa hipótesis y facili-tan la interpretación de cada una de laspalabras escritas con sangre sobre laSábana.

La mirada atenta del experto se fija tam-bién en las grandes manchas que se vena la altura de las rodillas. Aparece máscontusionada la derecha, como si se hu-bieran acumulado varias heridas una so-bre otra. Estas manchas parecen demos-trar que las rodillas del Hombre de la Sá-bana

«sufrieron la acción discontinua de unagente escoriante y lesivo, como pudo serun terreno accidentado, una calle no lisa,contra la superficie cutánea convexa, so-bre la cual la acción lesiva fue atenuada porla interposición de una protección blanda,como la tela de su vestidura» (Judica-Cor-diglia, op. cit. 69-70)

Con otras palabras, Jesús habría caí-do varias veces, y como sostiene la de-voción popular, unas sobre una rodilla,otras sobre la otra, y a veces sobre lasdos, de golpe, mientras que, con las ma-nos ocupadas en sostener el pesado pa-tíbulo, subía penosamente la ligera pen-diente que lo conducía al Calvario. Pare-ce confirmarlo, en el rostro del hombrede la Sábana, el gran golpe que se en-cuentra en la base del mentón.

Para que el espectáculo sea más com-pleto y divertido –demasiado serio, de-masiado resignado este Jesús de Galilea–dos bandidos, cogidos por la policíadespués de un robo con asesinato, van

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subiendo también con el patibulum ahombros, por la cuesta. Van atados entresí, en fila, como pueden. Jesús pareceverdaderamente la sombra de sí mismo.Debe sostenerlo su enorme fuerza de vo-luntad. O algo más, como su gran amor.Preocupados sobre todo por si se lesmuere a mitad de camino, los organiza-dores deciden auxiliarle mientras haytiempo. Una ojeada alrededor, buscandoalguien apropiado, y encuentran a un agri-cultor, el Cireneo, que viene del campopor una callejuela. Cogido por sorpresa,es obligado a cargar con el patibulumde Jesús, y será famoso, no tanto por suciudad de origen, como por aquel encuen-tro cerca del Calvario. Unos pocos mi-nutos de descanso. Entre el sudor y lossurcos de sangre que le caen sobre losojos, Jesús busca la cima de la colina,sabiendo que sólo allí podrá descansarfinalmente.

Entre la muchedumbre hay quien ob-serva pensativo, hay quien es capaz demostrar todavía un poco de compasión,Se dice que estaba la Madre, muchas mu-jeres, muchos beneficiados o testigos desus milagros. Pero ahora todo pareceirreal, y nadie podría parar ya el movi-miento inexorable de aquel engranaje.Unos pocos pasos más –pero ¡cuántocuestan!– y Jesús habrá llegado a la cima.

Los tres palos están clavados en el te-rreno. Uno tras otro –puede que Jesús elúltimo, ya que se trata del más famosode los tres–, los condenados serán tira-dos al suelo, con los hombros sobre elpatibulum que han llevado. Gritan supli-cando, llenos de terror. El hombre llama-do Jesús sigue siendo distinto. Segura-mente se tendería espontáneamente, y en

vez de cerrar la palma de la mano apre-tándola convulsivamente, la presentaríadócilmente. Con un poco de experien-cia, al verdugo le basta palpar en la basede la mano, donde se nota un pequeñoagujero, para saber que ese es el puntojusto. Allí va metida la punta del gruesoclavo de carpintero. Es el agujero deDestot, el único espacio libre entre lospequeños y abundantes huesos del carpo.Sólo por allí puede pasar el clavo sin rom-perlos.

Alguien había previsto también este de-talle. Naturalmente que el verdugo no sabenada, él sólo hace su trabajo del modomás rápido y razonable posible. Sin em-bargo, Alguien –el mismo que había es-tablecido que no se rompieran los hue-sos del cordero durante la cena pascual–parece haber pensado también en esto.Era el único modo de no fragmentar loshuesos de la mano de Aquel a quien elamor había transformado en el chivo ex-piatorio de la humanidad, en el Corderode Dios llamado a cargar sobre sí lospecados del mundo; en el Cristo que aho-ra va a ser clavado en la cruz. Sólo unespacio libre. La Sábana lo sabe.

Empujado por un martillo pesado gol-peado con fuerza, el clavo traspasa confacilidad todo el grosor de la mano, unién-dola al travesaño de madera. El clavo noera de sección circular, sino cuadrangu-lar, como los usados por los carpinterospara los entarimados. Es fácil decir: «ima-gínate qué dolor», pero un espasmo dedolor semejante sólo puede comprenderloquien lo pasa. Además, no fue el único niel mayor sufrimiento. Teniendo en cuen-ta las conclusiones que derivan de unaatenta lectura de la Sábana, si en la

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mano izquierda la crucifixión no presen-tó problemas técnicos, en la otra manoparece que, por ser el clavo más gruesoo menos afilado, no penetró al primer in-tento, sino que tuvo que ser clavado yextraído varias veces antes de que alcan-zara el patibulum.

El doctor Judica-Cordiglia, que hacenotar este detalle, explica también la ac-ción del clavo:

«al traspasar el carpo, no sólo cortó elnervio mediano, sino que con sus esquinasafiladas seccionó los nervios de los mús-culos flexores de los dedos» (Op. cit. 75-76).

La lesión del nervio mediano, extrema-damente dolorosa, hace que el pulgar sepliegue automáticamente hacia la palmade la mano herida. Ese es el motivo porel cual en la imagen de la Sábana apare-cen solamente cuatro dedos en las ma-nos.

Finalmente, el último condenado, elmanso y silencioso condenado a muerte,con los brazos ya clavados al patibulum,es alzado en el stipes. Allí queda suspen-dido unos momentos con el cuerpo suel-to. Vuelvo a decir que apenas podemosimaginarnos semejante dolor, aquel do-lor. Faltan por clavar los pies, que estánmás o menos a un metro del suelo. Nue-va tortura que se reserva a los miembrosinferiores, al intentar fijar la planta del pieal palo vertical. Esto sólo es posible apre-tando con fuerza sobre el pie mismo, demodo que toda la pierna, y especialmen-te la rodilla, vienen forzadas a doblarse, yel cuerpo del crucificado desciende deese lado. El soporte que casi siempre ve-mos sostener los pies en los Crucifijoses un piadoso invento del artista que in-terpreta la compasión popular; ese so-

porte de madera no existió en realidad.Mientras tanto, es objeto de discusión silos pies fueron fijados al larguero sólocon un clavo o con dos –Ricci no estáde acuerdo con Judica-Cordiglia, mien-tras que la imagen tridimensional parececonfirmar que los pies fueron clavadosal madero con un sólo clavo–. Tambiénson distintas las interpretaciones del he-cho de que la imagen de la Sábana mues-tre el hombro derecho notablemente ba-jado. ¿Fue a causa del pesado patibulumtransportado hasta el Gólgota o por unaviolenta torcedura de la pierna?

De todos modos, una cosa es cierta,que el agujero de Destot es providencial:pensándolo bien, era prácticamente im-posible que un clavo puesto en la palmade la mano, en el metacarpo, pudiese sos-tener un cuerpo suspendido, que en elcaso de Cristo debía pesar unos 80 ki-los; un cálculo matemático dirá que encada brazo venía ejercitada una fuerza detracción de 95 kilos. El cirujano doctorBarbet ha hecho decenas de experimen-tos en este sentido, confirmando que sise clavara un cuerpo en el centro de lamano, se producirían en ella rápidamen-te desgarramientos verticales, precipitán-dose al suelo.

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Morir en una tarde de abril

Es humanamente imposible analizar elabismo de dolor dentro del cual pasóCristo las últimas tres horas de su exis-tencia mortal. En tan dificil postura, entreconvulsiones, con los músculos cada vezmás debilitados y lleno de dolorosos ca-lambres, hasta la más elemental de nues-tras funciones, la de respirar, es un autén-tico suplicio. La respiración corta y fati-gada sólo consigue introducir una canti-dad mínima de oxígeno en los pulmo-nes, en los que se ha concentrado un ni-vel intolerable de anhídrido carbónico ycomo consecuencia de ello la sangre estásaturada de toxinas. En tales condicio-nes, su corazón, anteriormente sometidoa una dura prueba, no puede resistir másy cede de repente. «Y de nuevo –escri-ben los evangelistas– dando un fuerte gri-to, Jesús dice: “Padre, en tus manos en-trego mi espíritu”. Y dicho esto, inclinan-do la cabeza, expiró».

La medicina ha investigado las causasfísicas de aquella muerte. Dalla Nora re-sume de esta manera las distintas opinio-nes:

«Según algunos médicos, se debería a loscalambres tectánicos. A causa de éstos, losmúsculos respiratorios, al estar siempre

tensos con la espiración, producen la as-fixia. Esto explicaría que en la imagen dela Sábana Santa, el pecho está notablemen-te levantado, en detrimento de la cavidadperitoneal, hundida a causa de la convexi-dad del diafragma. Para otros, el Señor mu-rió debido a un colapso ortostático, es de-cir, por la caída de la sangre a las extremi-dades inferiores por efecto de la gravedad,porque el corazón no podía dar la presiónsuficiente. Otros consideran que el Señormurió de infarto de miocardio; la hipóte-sis, del médico ingles Stroud, del siglo pa-sado, es compartida por algún médico mo-derno [Ricci]» (G. Dalla Nora, op. cit. 34).

Con la más absoluta certeza podemosafirmar que el Hombre de la Sábana nosólo estaba clínicamente muerto, sinoque, si se puede decir, había sido heridocomo para morir más de una vez.

Ricci, describiendo las investigacionesexperimentales escribe precisamente que«en estos casos, la sangre hinchaba la bol-sa pericárdica de modo que anulaba el es-pacio pléurico, y cuando con el bisturí seabría el pericardio, la sangre aparecía yaseparada en dos elementos: arriba el plas-ma, que por peso especifico flotaba enci-ma, y debajo el elemento corpusculado dela sedimentación –incluso después de unahora–. De aquí la hipótesis del médico in-glés William Stroud de la muerte de Jesúspor una fractura del corazón.

«Clínicamente, esta hipótesis explicaríala salida inmediata y diferenciada de san-gre y agua de la que nos habla San Juan. Enalgunos casos bien diagnosticados, en elmomento de morir, a causa de la fracturadel corazón, el moribundo daba algunos gri-tos y después de uno o dos minutos, veníala muerte. En el caso de Jesús, su muertefue precedida por un gran grito, despuésinclinó la cabeza y rindió el espíritu. Estegran grito, inconciliable con el estado deasfixia, puede coincidir con la fractura delcorazón, mientras que la inclinación de la

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cabeza sugiere un estado de momentáneoalzamiento de todo el cuerpo, como con-firma el estudio geométrico de la SábanaSanta. Si la lanza hubiese golpeado un co-razón intacto, la sangre se habría mezcladocon el agua del pericardio, inundando elespacio pléurico, para salir después –y nociertamente “al punto”, como dice SanJuan– por el costado abierto. En cambio,en la Sábana Santa, la salida de sangre y aguaseparadas está bien documentada y se pre-senta como un conjunto de manchas san-guíneas de intensa coloración, circundadascomo de aureolas por el derramamiento fi-nal del liquido sueroso» (G. Ricci, L’Uomodella Sindone è Gesù?, Cammino, Milano1985, 59-60).

A esta hipótesis ya nos habíamos refe-rido, y, una vez más, la Sábana Santadice su palabra. Al morir, apenas el tó-rax es desgarrado por el golpe de la lan-za, (una herida de 5’5 cm de largo al ni-vel del quinto-sexto espacio intercostal),sale inmediatamente sangre y agua. Que-dan todavía como objeto de discusiónlas varias tesis acerca del origen del sue-ro observado por Juan –¿sudor peri-cárdico, hidropericardia, pericardia sue-rosa, líquido inflamatorio de naturalezapléurica?– Lo cierto es que la presenciade aquel agua, es indiscutible en la Sá-bana, y que ha diluido la densa masa desangre salida de la llaga del costado,difuminando los bordes.

Hace algunas horas que el sol se haescondido detrás de las nubes densas queoscurecen el cielo, y se encontrará ya cer-ca de la línea del horizonte. Faltará pocopara las seis de la tarde, y los escasostestigos cristianos de aquél increíble dra-ma que han permanecido cerca del Cru-cificado, se mueven sólo atendiendo a lainvitación apremiante de Nicodemo y de

José de Arimatea. Los dos tienen razón:hay que darse prisa, porque las trompe-tas de plata que tocan en la explanada deltemplo no tardarán en repetir en el valle elaviso de que comienza el séptimo día, esdecir el día consagrado al reposo sabá-tico. Al tercer sonido, cualquier actividadlaboral, incluida la sepultura de un cadá-ver, tendrá que cesar.

Obtenido el permiso, se procede dili-gentemente a separar de la Cruz el cuer-po inerte de Jesús. Se le lleva en brazosdelante de la tumba nueva que José ha-bía hecho excavar para él en las cerca-nías del Calvario. No hay tiempo en ab-soluto para lavar el cadáver, reducido auna llaga, y completamente empastadode grumos de sangre y polvo. Mientrasque José va corriendo a comprar al arte-sano más próximo una sábana, regresaNicodemo cargado con cien libras –trein-ta kilos abundantes– de una mezcla dearomas.

Después, encima de una gran losa deroca, en el interior del sepulcro, extien-den la Sábana y esparcen una capa depolvos resinosos y aromáticos. Despuésapoyan los restos mortales, que son tam-bién cuidadosamente cubiertos de mirray áloe. La parte superior de la Sábana sedobla, siguiendo la costumbre hebráica,sobre la cabeza, el rostro y después ha-cia abajo a todo lo largo del cuerpo, has-ta los pies de Jesús.

Alguno de los presentes, en atención auna antigua tradición medio-oriental, de-posita dos monedas en los párpados. Denuevo la Sábana nos revela este pequeñosecreto: aparece encima de los párpadoscerrados la huella de las dos monedas.Los últimos estudios realizados revelan

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que se trata de monedas acuñadas preci-samente en tiempos del procurador ro-mano que ha instruido el proceso a Je-sús. Un elemento más a favor de la au-tenticidad de la Sábana Santa de Turín.

A continuación realizan un vendaje la-teral en espiral, mediante tiras de tela, loque permite que el tejido se adhiera me-jor a los restos mortales, y envuelven lacabeza con un sudarium anudado de-trás de la nuca. También esparcen el res-to de los aromas por el sepulcro.

Un último saludo, con los ojos llenosde lágrimas. Y finalmente, empujada porlos brazos robustos de los hombres, lagruesa piedra circular rueda dentro de suhendidura, sellando la tumba. Poco des-pués, por orden de la autoridad, será ase-gurada mejor a la roca con fuertesfijaciones de hierro.

Regresan a casa rápidamente, porqueya es noche entrada. Durante todo el día,el viento del este, el hamsin o siroco noha dejado de soplar, plegando la hierbaalta de los prados, los campos cultiva-dos de trigo y avena y moviendo ligera-mente las ramas de los grandes árbolesen plena floración. Así, junto a las nube-cillas de arena fina y rosácea se mezclaotro polvo impalpable y perfumado, elde cien variedades de polen. El vientolos transporta por el aire en torbellinosbreves e irregulares. Se posan en el suelopor unos momentos y vuelven a volar.Una parte desciende sobre la superficieondulada del Jordan y sobre las clarasaguas del Lago Tiberíades. Lentamente,miles de granos de polen y arena confun-didos entre sí se hundirán hasta deposi-tarse en el fondo.

Puede parecer un detalle curioso y a lomejor fuera de lugar esta historia del po-len, que ha perfumado e invadido el aire,como cada primavera, en aquellos díasde abril del año 30 d. C. Lo han respira-do todos los participantes al proceso, ala condena y a la ejecución. Se ha infiltra-do por todas partes, en los pliegues, enlas fibras del tejido de lino que José hallevado hace poco al sepulcro. En estahistoria única y maravillosa, todo puedetener y tiene su importancia. Puede serque una gran importancia.

6

El encuentro con la vida

¿Que sucedió hace millones de años,en el momento preciso en que la omni-potente voz del Eterno llamó de la nadaal Universo? Hasta los más expertos es-pecialistas en los grandes cálculos con-fiesan no saber cómo describir aquelinstante. A menos que se haga novela envez de ciencia.

Y ¿qué sucedió hace dos mil años, alfinal de la noche entre el sábado y el do-mingo de Pascua? El hecho es conoci-do: un crucificado, inerte y frío, muertohace más de un día, estrechamente en-vuelto en una sábana, como cualquierotro cadáver de un palestino que hubierarecibido sepultura, en un momento se re-

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anima y revive. Desde aquél preciso ins-tante Cristo será el Resucitado. Ahorabien, ¿quien sino el mismo Hombre-Dios,que pudo morir, pero no ser sometidopara siempre al poder de la muerte, quiénsino El podría contarnos desde dentro elmás increíble de sus milagros? ¿Quiénpuede hacer la crónica de lo que, bienentendido, debe llamarse la resurrecciónde sí mismo?

Por eso nuestras palabras parecerán elbalbuceo de un niño, pues ya el misteriode una célula viva, que palpita y se repro-duce, constituye un espectáculo impre-sionante. Podemos intentar imaginarnoslo que sucedió; pero al final, tendremosque admitir que nos hemos quedado enla superficie, mientras que la potencia di-vina actuó en las profundidades del Sery dispuso según su voluntad de las máscomplejas e inmutables leyes de la natu-raleza. Solo nos ayudan el insuficiente re-lato evangélico y la reflexión sobre lasobras de Dios, es decir, la teología cris-tiana.

En primer lugar, hay que afirmar queJesús, trágica e irreversiblemente acaba-do como hombre, seguía siendo el Hom-bre-Dios. El alma se había separado delcuerpo, ya que El, inclinando la cabeza,había gritado: «¡Padre te confío mivida!». La suya había sido una muerteclínica en el más estricto sentido de lapalabra, confirmada también con el gol-pe de la lanza que penetró hasta el fondodel corazón. Pero la divinidad –su serDios– que provenía a Cristo de la perso-na del Verbo, no se resintió, no podíaresentirse de ningún modo por aquel dra-ma. Durante la espera, cargada del miste-rio más grande de la historia humana, lapersona del Verbo se mantuvo íntima-

mente en contacto con aquel cuerpo in-animado encerrado en la Sábana Santa,incluso siendo cuerpo y alma separadosentre sí.

Dado que estamos tocando las cotasmás elevadas de la teología, es más quenormal que a veces parezca desfallecernuestra mente. La persona de Cristo esuna persona eterna. Es el Verbo eterno;así que no se podía disolver ni siquieracuando no había unión del alma con elcuerpo de Jesús.

Intentaré explicarlo con las palabras deun sabio teólogo americano, W. Farrell: «escierto, sin duda, que durante aquellos díasCristo estuvo realmente muerto; es decir,ya no era un hombre, porque un hombre noes ni sólo un alma ni sólo un cuerpo, sinoun compuesto de las dos cosas. Y tal com-puesto se había disuelto. El cuerpo muertode Cristo era un cuerpo sin alma, pero porlo demás era exactamente el mismo de an-tes, todavía en posesión de la misma Per-sona, todavía unido a la Divinidad medianteaquella persona» (Guida alla Somma teo-logica, Alba 1958, vol II, 504).

La persona del Hijo de Dios –inmortalcomo el Padre– conservaba plenamenteel dominio del alma y del cuerpo de Je-sús de Nazareth mediante los cuales ha-bía vivido hasta ayer su espléndida y do-lorosa experiencia humana. Podía resu-citarse a sí mismo de los muertos, ape-nas quisiera. Y Cristo resucita. PorqueCristo era Dios.

¿Cómo apareció sobre la Sábana la ima-gen de Cristo? Cuando Cristo resucitaen su cuerpo terrestre espiritualizado, yabandona la Sábana sobre la tumba, lashuellas en ella son ya un hecho. La Sába-na Santa es en este momento un verda-dero y exacto negativo, único en su es-pecie, que revelará su precioso secreto

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solo al final del siglo XIX, en el laborato-rio fotográfico del abogado Pia.

Podemos preguntarnos: ¿se fijó aque-lla imaginaron en un lento proceso queduró unas treinta y seis horas? ¿Se grabóen una fracción de segundo, en el mismoinstante en el que el cuerpo del Señor sereanimó? ¿O, tercera hipótesis, la sabiaomnipotencia de Dios se sirvió de los dosmodos o de otros sistemas que no llega-mos a adivinar? La ciencia hasta hoy selimita a esto: propone hipótesis e intentaverificarlas en el laboratorio, y pienso quenunca podrá ofrecernos más. Entre loselementos que tiene a su disposición ode los que podrá disponer en el futuro, lefaltará uno, indispensable, que estuvo pre-sente y fue determinante entonces: la in-tervención personal de Dios. ¿Quién po-drá como El utilizar los secretos miste-riosos de la naturaleza que El mismo haideado y creado?

Y, volviendo a las hipótesis: ¿La im-presión en la tela se verificó como unaescritura por un proceso vaporigráficodebido al efecto oxidante de los gasesamoniacales que exhalaba el cuerpo delcrucificado? En el estado actual de lasinvestigaciones, hay pocos pareceres afavor de esta explicación.

¿Puede ser que la aparición en el tejidode la Sábana de una especie de calco dela figura humana que envolvía se debieraa la cualidad hemolítica del áloe y de lamirra sobre la sangre de Jesús, coagula-da y extendida por toda la superficie delcadáver? Parecen más numerosas las pro-babilidades a favor de esta clásica tesis.

Así, Ricci habla de que «la Sábana puedeconsiderarse una prueba del fenómeno defibrinolisis. De hecho, cuando esto suce-

de, sigue leyes precisas, acordes con eltiempo de contacto, de modo que si no lle-ga a 10 el número de horas, no se imprimeel calco sobre la tela, o se hace de formarudimentaria, mientras que si se supera esenúmero de horas, los regueros de sangreemborronan la tela por excesivo ablanda-miento de la fibrina» (Op. cit., 84-85). Re-fiere asimismo una afirmación del doctorBlack, según la cual el fenómeno de la fi-brinolisis es hoy bastante conocido y estu-diado, en sujetos expuestos a un stresssalvaje.

¿O en cambio, hipótesis más atreviday –como se ha dicho– al límite de la cien-cia-ficción, la clave estaría íntimamenteconectada a los misteriosos rayosmitogenéticos de Gurwitsch, originadospor la actividad normal de los tejidosorgánicos y capaces de ser proyectadosen el ambiente circundante –en nuestrocaso, la Sábana adherida al cuerpo deJesús– en forma de radiaciones secun-darias residuales? Esto equivaldría a de-cir que el influjo sobrenatural del Verbosobre los restos mortales de Jesús no selimitó a parar el proceso de descompo-sición, sino que habría incluso potencia-do la fuente de radiación, hasta conse-guir registrar en la Sábana, con una obje-tividad fotográfica, el perfil de Cristo ycada detalle de su martirio.

Tendremos entonces que trasladar eltiempo de formación de las huellas al mo-mento en que se reúnen el alma y el cuer-po de Cristo pensando, pues, que elHombre de la Sábana Santa nos dejó suretrato, casi como mediante un flash pro-digioso, al reanudar su actividad cardio-vascular y respiratoria; es decir, exacta-mente en el instante en que resucitaba.Así, el doctor Jumper se declara favora-ble a la tesis de un relámpago de radia-

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ciones como causa inmediata de la ima-gen. Radiaciones fotoquímicas, no ne-cesariamente acompañadas de calor o deexplosión de energía.

Se han aventurado también teorías so-bre alguna radiación térmica como causainstrumental de las huellas de la Sábana,algo así como una incandescencia par-cialmente análoga al fuego por sus efec-tos.

Una cosa es segura. Que en la horapreestablecida, objeto de una profecía re-petida varias veces, Cristo se dispone avolver en medio de los vivos, con pleni-tud absouta de vida. Y su cuerpo, en elque quiere conservar al menos las cica-trices mayores de su martirio, vuelve apalpitar en la soledad del sepulcro. Es uncuerpo glorificado, un auténtico cuerpohumano, es más, el mismo recibido desu madre, pero totalmente lleno de vidadivina, que dispone ahora de cualidadesextraordinarias. ¿No entrará dentro depoco en el Cenáculo, aunque todas laspuertas estén cerradas cuidadosamente?

Afuera, a dos pasos, separados de Élsólo por un muro corredizo, los solda-dos dormitan, convencidos de estar ha-ciendo la guardia a un cadáver ya en es-tado de putrefacción. Nadie sospecha loque sucede en el interior de la tumba, don-de ha sido sellado el cuerpo de Jesús deNazareth. De hecho, en la ciudad alta, losenemigos descansan; finalmente, sus de-seos más profundos se han cumplido.Los mismos amigos del Maestro no sa-ben nada; tampoco aquellas discípulasque quizás han pasado la noche velando,en espera de que surja el sol. Dentro depoco bajarán silenciosas por las calles queconducen a la colina de enfrente, a con-

cluir un ritual de sepultura que ha queda-do incompleto...

Un momento después, un terremoto queparece tener el epicentro en aquel sepul-cro aterroriza y pone en fuga a la patrullaencargada de la vigilancia.

«Jesús recupera la vida y, libre de las le-yes naturales, atraviesa, invisible para to-dos, la roca rosa con vetas blancas del másglorioso sepulcro de la historia» (G. Ricci,op. cit. 83).

Más resplandeciente de luz, y mástransfigurado que en el Monte Tabor,para asegurar al mundo su victoria. Aho-ra, una humilde y común sábana, que yasería una preciosa reliquia sólo por ha-ber acogido entre sus pliegues el cuerpomortal del Hombre-Dios, se ha converti-do en la Sábana Santa. Las huellas queel Resucitado parece haber dejado inten-cionadamente, son la fotografía de aque-llo que Él ya había dicho con notable an-ticipo sobre sí mismo: «Tomad nota detodo lo que os digo. El Hijo del hombre–el que os habla– será abandonado a lasmanos de los enemigos que lo matarán,pero después de su muerte, resucitará altercer día».

La presencia real de Cristo Eucaristíaen medio de nosotros y en nosotros estágarantizada por la fe en la narración delos evangelios. La Sábana ofrece al evan-gelio mismo y a la fe en el evangelio unagarantía más, una garantía máxima, en lamedida en que se demuestre que es au-téntica. Si la fe es un don sobrenatural,que asiente a lo impalpable, aun sosteni-da por motivos naturales de credibilidad,la Sábana Santa es hoy y seguramenteserá más en el futuro, un documento con-creto, tangible y disponible para efectuar

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sobre él cuantos experimentos se quiera,sobre la real humanidad de Cristo.

Los viejísimos y retorcidos olivos quetodavía hoy pueden verse enraizados enlas tierras de Getsemaní son documen-tos del paisaje existente en el tiempo enque Jesús predicaba la Buena Nueva.Hace dos mil años que están a punto desecarse completamente, pero han revivi-do siempre gracias a alguna yema, a al-gún brote que cada año se ha ido abrien-do paso en la corteza casi petrificada.Jesús vio estos olivos, y ellos le vieron aÉl. Pero su testimonio es muy limitado,porque no son personas. El testimonioque los cristianos dan de Jesucristo esmucho más elocuente que el reservado alos viejos olivos de Getsemaní; nuestrafe es sustancialmente idéntica a la de losprimeros cristianos, aunque haya llegadohasta nosotros a través de cien genera-ciones intermedias, lo que hace de noso-tros testigos cualificados, aunque indirec-tos, de la historia de Jesús.

La Sábana Santa, en cambio, tieneun papel exclusivo, una importancia yuna misión absolutamente única. Si sedemuestra que es auténtica, será no sólola más esplendida reliquia existente en elmundo, sino algo infinitamente importante:será la garantía visible, tangible, inataca-ble, de que el Verbo de Dios –descendi-do del Cielo para la salvación de los hom-bres, encarnado en el vientre de la VirgenMaría por obra del Espíritu Santo, comorecitamos en el Credo– se ha hecho ver-daderamente uno de nosotros, en el hom-bre llamado Jesús. Y de que tuvo la fiso-nomía psicológica y moral que apareceen la atenta lectura de los evangelios, losrasgos que aparecen en el autorretrato

de la Sábana. Y de que fue crucificadopor nosotros bajo Poncio Pilatos, y fuesepultado con esta Sábana Santa, y fueresucitado y ascendido al Cielo, sentán-dose a la derecha del Padre, cumpliendoasí lo que preanunciaron los profetas, laspromesas de Dios, los anuncios hechospor Jesús mismo.

Todo esto tiene el valor de un testimo-nio escrito con letras de sangre, en estaSábana que envolvió por unas treinta yseis horas el cuerpo del Hombre; testi-monio unido indirecta pero válidamenteal único milagro, el más impresionante rea-lizado por Jesús en su favor y de acuer-do con su solemne afirmación: «yo doymi vida para recuperarla nuevamente; na-die me la quita, sino que yo la entregolibremente, y tengo poder para darla ypara recuperarla» (Jn. 10, 17-18).

Los numerosos y complicadisimosproblemas, relacionados sobre todo conla elaboración de una imagen tan perfectay con la conservación de la misma enmedio de toda clase de circunstancias di-fíciles a lo largo de los siglos, han sidoresueltos con una facilidad que lleva elsello exclusivo de la Omnipotencia Divi-na. Jesús, que prometió estar con noso-tros todos los días, hasta el fin del mun-do, lo cumplió de un modo indudable-mente cierto, con su presencia euca-rística; y encontró también el modo deestar cada día a nuestro lado, con la pre-sencia entre los hombres del Hombre dela Sábana Santa.

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La pruebaque convenció a Juan

María de Magdala acaba de llegar a casade los amigos y, con la respiraciónentrecortada por la emoción, les cuentaque la tumba donde la otra noche depo-sitaron el cadáver del Maestro ya no estácerrada por la pesada rueda de piedra:«¡Se han llevado el Señor! Y ¡quién sabedónde lo habrán escondido!»

Superado el primer instante de sorpre-sa, obedeciendo a su naturaleza impulsi-va, Pedro se levanta y se pone en cami-no. A su lado va Juan.

El más joven de los dos será también elmás rápido y el primero en asomarse a laentrada de la tumba excavada en la lade-ra de la colina. No hay ni rastro de Jesús.No entra, pero su mirada se dirige ense-guida hacia la losa sobre la que, con susamigos, depositaron a su Maestro. «Susropas –escribe más tarde– estaban allí,en el suelo».

Ha llegado Pedro, que entra rápidamen-te; efectivamente, las vendas están porun lado; la Sábana plegada sobre sí mis-ma, junto al paño que ha servido comosudario...

Juan está observando cada detalle. Re-flexiona. Tiene un nudo en la garganta y,mientras se acerca a Pedro, comprende

de repente que Jesús tiene que haber re-sucitado verdaderamente.

¿Por qué? –nos preguntamos–. Puedeque esté aquí, en estas pocas líneas delEvangelio, absolutamente simples en apa-riencia, el motivo de aquella repentina con-versión del más joven de los Apóstoles ala fe absoluta en la resurrección de Jesús.

[El autor propone seguir una interpre-tación de Jn 20,5-9, analizando el senti-do de algunas palabras, como keimena yentetuligmenon, en el texto original grie-go, con lo que adquieren un significadomás convincente las palabras del evange-lista, que vio cómo estaban las cosas ycreyó]Mentalmente él debió revivir la escena

final de aquel trágico viernes: «aquí enci-ma depositamos el cuerpo del Señor, des-pués de haberlo recubierto con esta sá-bana, asegurada con estas vendas; el ros-tro se lo cubrimos con este paño, anu-dándolo detrás de la cabeza; así es comolo dejamos». Juan está seguro. Pedro noestaba el otro día, pero él sí. Puede dartestimonio mejor que nadie.

Ahora sobre la superficie de la tumbaestán la Sábana, las vendas que la envol-vían y el sudario. Todo en regla, salvoque el cuerpo ya no está. «Pero la Sába-na está como doblada sobre sí misma ysuelta; y lo mismo las vendas; y el suda-rio que habíamos atado en la cabeza delmaestro está exactamente en la mismaposición que la otra noche. Nadie lo hasoltado... Todo el envoltorio conserva in-cluso por algunos sitios como la formadel cuerpo. ¿Cómo ha podido salir elMaestro, sino espiritualizando su propiocuerpo y luego resucitando verdadera-mente, como nos había dicho, aunquenosotros no lo hubiésemos entendido?»

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Pero, atención: cuando decimos «espiri-tualizando su propio cuerpo» no queremosafirmar que ese cuerpo se trocó en espíri-tu, sino que adquirió cualidades propias yexclusivas del espíritu; como, por ejemplo,la sutilidad, es decir, el poder atravesar porun instante otro cuerpo sólido, como ocu-rrió más de una vez al pasar Cristo resuci-tado por puertas cerradas, entrando en elCenáculo.

De repente Juan comprende; es el pri-mero en asumir la idea, la realidad sor-prendente, de que Jesús ha resucitado.Ve la Sábana Santa todavía sellada, peroya sin su precioso contenido, y cree queJesucristo ha salido espiritualizando supropio cuerpo resucitado.

Seguirán los días tranquilos de los en-cuentros con el Resucitado, en las orillasdel Lago Tiberíades, en el camino deEmaús y en Galilea. Los días junto a Ma-ría la Madre, en el Cenáculo, después dela ascensión de Jesús. Los días del rena-cimiento, como individuos y como gru-po, bajo el influjo del Espíritu.

Pero la historia de la Sábana prosiguedesde aquella primera mañana de Pascua.La Magdalena corre al Sepulcro en com-pañia de una amiga –habían ido antes acomprar los aromas– para ungir el cuer-po del difunto, lavarlo con siete ablucio-nes y cortarle el cabello y la barba. Almismo tiempo, por otra calle, van los sol-dados aterrorizados: tienen que decir alresponsable del Sanedrín lo que ha su-cedido allí.

Mientras se entrecruza el ir y venir depersonas –los discípulos de Jesús, susenemigos, poderosos y verdaderamentepreocupados, los curiosos que nunca fal-tan–, me parece lícito preguntarnos quéhabrá sido de la Sábana Santa, las ven-

das y el Sudario que el Resucitado haabandonado en el sepulcro.

Alguna de estas dos hipótesis puedeser cierta: que el material comprometedorfuera secuestrado por las autoridades re-ligiosas o por las civiles. O bien que al-guno de los Once apóstoles, de las dis-cípulas o de los demás simpatizantes deCristo hiciera desaparecer rápidamente laSábana y todo lo demás. Me parece éstala hipótesis más atendible: «se nos hanllevado al Maestro... ¿No bastaba la es-pina en el corazón de anteayer?... ¿Quéesperamos para poner a salvo al menosestos pocos recuerdos que nos quedande Él?»

Tenemos el hecho de que, pasado ellargo período de tiempo de persecucio-nes y prisiones de que fue objeto la Igle-sia naciente, la voz de la tradición resurgede su largo y comprensible silencio y nosinforma de que «la Sábana Santa fue con-fiada a la custodia del siervo del sumosacerdote del Templo de Jerusalén»; po-cas y misteriosas palabras que Jerónimoha encontrado en el Evangelio apócrifosegún los hebreos (Jerónimo, UominiIllustri, Siena 1965, 36 [= De viris illus-tribus, obra del año 393]).

Esta información obviamente nos sor-prende. ¿Se trataba de un oficial cualquie-ra del tribunal que, entre los muchos cuer-pos del delito, daba de vez en cuandouna ojeada a aquel paquete de cosas mar-cado con una etiqueta: «Sábana, suda-rio y vendas del condenado a muerte yajusticiado en cruz, Jesús el Galileo». ¿Obien, considerando la primera hipótesis,la indiferencia del guardián era solo fingi-da, puesto que habiéndose convertido ensecreto, él veía en la Sábana la reliquia

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más preciosa que, después de la BuenaNueva, Cristo había dejado de sí a sushermanos?

Aceptando la fuente propuesta por Je-rónimo, esta segunda hipótesis es creí-ble, porque de ella se deduciría que fueel Señor mismo quien eligió para la Sá-bana aquél guardián provisional, fuera desospecha. Con el paso del tiempo, cal-mada la tormenta y cesada la persecu-ción contra los cristianos, el mismo guar-dián o quien estuviera en su puesto ha-bría transferido la sagrada Sábana, des-de los sótanos de la sinagoga, a manos ylugar más seguros.

También aquí, como en tantos otroscasos, las tradiciones que de padre a hijotransmiten a través de las generacioneslos episodios y nombres unidos a un he-cho lejano se muestran como los más pre-ciosos aliados de la historia. Es cierto quea veces la fantasía popular puede habercoloreado con elementos totalmente ima-ginarios el núcleo de un determinado he-cho real; en tal caso la realidad se ve re-vestida de leyenda. Pero no se debe caeren el error opuesto, de tomar por leyen-da cualquier información que llegue porvía de la tradición. Además del hecho deque probablemente no hay leyenda queno haya nacido de un granito de verdad,no es difícil eludir la que sea dudosa, sinponer en duda otras que tengan suficien-te fundamento.

Hay de hecho historias que hunden susraíces en la más oscura noche de los tiem-pos y que no han transmitido ningún in-dicio concreto en favor de su autentici-dad original. Como la de que las aguasdel Rhin guarden el oro de un tesoro fa-buloso, o que Teodorico fuera arrojado

a un volcán por un caballo infernal. Éstaspertenecen al género de recuerdos del pa-sado que escapan a un control real y quepor eso probablemente nadie se atreve-ría a distinguir de la pura leyenda. De ellasqueda en la práctica la pura información.

Pero en Turín tenemos la Sábana de-lante de nuestros ojos y bajo aquellos máspenetrantes de los más sofisticados apa-ratos científicos: muy frágil en su consis-tencia material, pero sólidamente garanti-zada por muchas y extraordinarias co-incidencias con las voces de la historia,de la tradición y de los Evangelios. Aun-que confiada la Sábana, diríamos, en lasprimeras horas de su nacimiento a loscuidados de anónimos creyentes y a lapalabra de la tradición, reúne en sí mis-ma una importante serie de certificadosde autenticidad que hoy le reconocen lasdistintas ciencias y el testimonio de pri-merísima mano del polen fósil, palestinoo no, encontrado en ella por Max Frei. Ya esto se podría sumar enseguida unasólida documentación histórica.

Por eso, en lo que se refiere a la Sába-na, si para sus primeros siglos las fuen-tes históricas escritas se tienen que cam-biar por sus parientes más pobres, peromás cercanos, las tradiciones orales, po-dríamos sencillamente resolver la cues-tión con un genérico veredicto de leyen-da. Sin embargo, ninguna invención le-gendaria ha tenido nunca tantos certifica-dos de garantía, orales y escritos. Y so-bre todo, ninguna invención legendariaha podido jamás soportar los apretadosinterrogatorios a los que –afortunada-mente– la mentalidad moderna lleva so-metiendo desde hace años a la Sábanade Turín.

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Teniendo en cuenta, pues, que de latradición oral nos bastarán sus conteni-dos, siempre verdaderos en alguna me-dida, sin entretenernos en los añadidosde la fantasía popular, podemos recogeralgunos de estos testimonios.

Por ejemplo, se cuenta que el mismoNicodemo –uno de los hombres presen-tes en el rito de la sepultura de Jesús–tomó y escondió la Sábana Santa y otrasreliquias de la Pasión, en Pella, una ciu-dad del dominio de Agripa, y que haciael año 100 llevó de nuevo la Sagrada Sá-bana a Jerusalén.

También se puede citar la narración delas llamadas Acta Pilati, del siglo II. Enesa presunta reconstrucción no del pro-ceso de Jesús sino de su resurrección,se habla también de la Sábana Santa y delos otros lienzos encontrados en el se-pulcro de Cristo. Escritores cristianosbien objetivos, como Justino, Tertulianoy Eusebio, la tienen en cuenta, por lo quealgo de verdad en principio debe de te-ner.

Tenemos también información de que,después del edicto de Constantino (Milán, 313), los cristianos pueden ya ve-nerar, con una cierta tranquilidad, las re-liquias de la Pasión. Y de nuevo encon-tramos a Jerónimo, que, viviendo sobreel 400 cerca de Belén, pudo recoger lacreencia de que

«la Sábana, custodiada al principio porMarco, siervo del pontífice Caifás, se en-cuentra con otras reliquias de la pasión deJesús en una iglesia de Jerusalén, sobre elmonte Sión»

Y Baronio, «docto intérprete de la tradi-ción cristiana, afirma sin dudarlo en susAnales que “todos los instrumentos de laPasión de Cristo y las reliquias de su se-

pultura quedaron entre los cristianos, ve-nerados como trofeos de su victoria ycomo fuente perenne de gracia y de mila-gros”» (Judica-Cordiglia, op. cit. 19-20).

En el año 570 consta la presencia de laSábana Santa «entre los muros de un con-vento en las orillas del Jordán», aunque«con gran secreto», por el fundado te-mor a algún acto vandálico.

Hay varios motivos que justifican las des-apariciones de la Sábana en esos siglos pri-meros:

–en los ambientes judíos se consideraríauna simple pintura, por lo que sus posee-dores podrían verse acusados de idolatría,por violar la severa prohibición bíblica deEx. 20, 1-6;

–también pendía sobre ellos la acusaciónde impureza legal, puesto que la ley judíacastigaba duramente a los profanadores desepulcros y a quienes estuviesen en con-tacto con ropa que hubiera pertenecido aun cadáver;

–influiría asimismo la antigua controver-sia teológica; podría cobrar fuerza la doc-trina de quienes sostenían que Cristo habíatenido una humanidad solo aparente: y unespíritu puro no deja restos de sangre...

–finalmente, también podría deberse auna razón contraria, la devoción a la Sábanay la caza de reliquias que se hizo tan pre-ocupante que indujo a más de un obispo afrenar, con la amenaza de excomunión, elcelo indiscriminado, no siempre desinte-resado, de mercaderes, cruzados y peregri-nos.

Esta información va pasando a los dis-tintos países europeos, por los peregri-nos y mercaderes que regresan de TierraSanta. Un obispo español, en una cartadel año 626, habla de la Sábana Santacon el entusiasmo que solamente las co-sas verdaderas pueden suscitar.

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Dando una ojeada a la antigua crónicade Arculfo, atento recopilador de memo-rias, podemos saber que en el año 688era posible venerar la Sábana Santa enJerusalén. Hay que señalar que, cuandosiglos más tarde se comprenda el porquéde ciertas interpretaciones de antiguos pin-tores bizantinos, que a primera vista po-dían aparecer extrañas, la autenticidad dela Sábana Santa se confirma también poraquella ingenua pero fiel forma de tradi-ción. Los artistas de entonces, de hecho,nos transmitieron lo que habían visto ellosmismos, o lo que los afortunados visi-tantes de la Sábana habían descrito al verlaexpuesta en una iglesia o guardada en unescondite secreto.

La liturgia que se usaba en Francia an-tes de Carlomagno cantaba en la misapascual un himno a Cristo y a sus «reli-quias». Un documento del final del sigloXI asegura que en los Santos Lugares seveneraba un lienzo de lino de «más deocho pies», en el cual estaba impresa unaimagen de Jesús. ¿Cómo podrían no sen-tirse conmovidos y al mismo tiempo pre-ocupados los cristianos de Europa, alpensar que aquella sublime reliquia esta-ba expuesta a todo tipo de peligros alotro lado del mar?

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960’8 grados:¡punto de fusión!

Desde hace varios siglos, Palestina yJerusalén, con sus Santos Lugares, san-tificados por la vida, muerte y resurrec-ción de Cristo, no están ya en manos delos judíos ni de los cristianos. Sobre todala región del Medio Oriente domina inexo-rablemente la nueva religión del Islam. Seorganizan, como sabemos, distintas ex-pediciones de Cruzados, que se propo-nen liberar y proteger al menos el área delsepulcro. Si bien no siempre tienen éxito,ofrecen a miles de peregrinos una opor-tunidad maravillosa para aquellos tiem-pos: poder visitar el país de Jesús.

Los galeones de las repúblicas marine-ras hicieron viajes entre Pisa, Génova,Venecia y la otra orilla del Mediterráneo,los puertos de Chipre, Famagosta, Lima-sol, Tolemaida. Iban cargados no sólode tropas y de armas, sino también demercancías y botines de guerra, ademásde una variopinta multitud de devotos yaventureros, de santos y de penitentes.Gracias a alguno de ellos, convertidosen cronistas ocasionales, podemos co-nocer otras informaciones útiles para unirlos eslabones de la famosa cadena entrela historia propiamente dicha de la Sába-na Santa y su tradición oral, escrita o do-cumentada de algún modo.

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32 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

De este modo, sabemos que durante elsaqueo de Constantinopla, sucedido enel curso de la IV Cruzada [1202-1204],la Sábana Santa desapareció de la ciu-dad por motivos de seguridad. Tambiénen Constantinopla la pudieron venerar –«precisamente en la capilla de Santa Ma-ría en el barrio de Blachernæ»–, el rey deFrancia Luis VIII y otros visitantes nota-bles, como Guillaume, arzobispo de Tiro,y Amanry, rey de Jerusalén.

Durante algún tiempo, el pueblo tuvo lafortuna de asistir cada viernes a laostensión pública de la Sábana Santa.Después, con el asedio y toma de Cons-tantinopla por los sarracenos, la reliquiamás preciosa del sacrificio de Jesús fueconfiada de nuevo a manos seguras –probablemente dentro de los sólidosmuros de un convento– y permanece enclandestinidad hasta que reaparece a laluz del sol, más allá de los Alpes, exacta-mente en Italia y en Francia.

En 1353 la Sábana Santa llega a Turínpor primera vez durante un período detiempo bastante breve. Comienza en estemomento su vida histórica en el sentidomás riguroso y moderno del término: des-de entonces, cada cambio y cada hechorelacionado con ella, será escrupulosa-mente registrado y, en consecuencia, do-cumentado.

En aquellos años se desata una gravecontroversia: Pierre d’Arcis, nuevo obis-po de Troyes, envía un memorial al anti-papa Clemente VII, en el que declara te-ner las pruebas de que aquel paño, esdecir, la Sábana Santa, estaba pintadoartificialmente. Y como sucede a menu-do, la mala fe o la sugestión no encontra-ron ninguna dificultad para descubrir in-

cluso al artista autor de la patente falsifi-cación, que habría sido realizada hacialos años cincuenta-ochenta del siglo XIV.

Esta impugnación presta un gran ser-vicio a la causa de quien sostiene que laautenticidad de la Sábana Santa de Turín,está garantizada mediante pruebas ycontrapruebas. Por otra parte, el ataquemovido por Pierre d’Arcis duró más bienpoco y se desinfló solo, puesto que ape-nas seis meses después una bula pontificiavolvió a convalidar la creencia tradicio-nal, permitiendo de nuevo el culto públi-co de la Sábana Santa.

[De la historia de la Sábana, resumidapor H. Leclerq en Suaire delDictionnaire d’archéologie chretienneet de liturgie, t. XV, pueden extraerse lossiguientes datos (Cfr. J.-M. Maldamé,¿Qué pensar de la Sábana Santa?,Mensajero, Bilbao 2000, 20-27):

–A mediados del siglo XIV GodofredoI de Charny fundó una colegiata en Lirey,diócesis de Troyes, a la que cedió una re-liquia de la Pasión, generalizándose elculto a ésta. Posteriormente intervino elobispo de Poitiers, reuniendo una asam-blea de teólogos que concluyó que la telaexpuesta nunca había envuelto el cuerpodel Salvador. Incluso se llegó a descubriral artista, que confesó de plano que él ha-bía hecho la Sábana. Se prohibio su exhi-bición.

–En 1356 Godofredo II, hijo del ante-rior, pidió autorización al legado del papapara restaurar la devoción. El legado lepermitió la exposición de la Sábana. Elnuevo obispo de Troyes, Pierre d’Arcis,intervino prohibiéndolo de nuevo. Los ca-nónigos desobedecieron. Se recurrió alpapa, que entonces residía en Aviñón, anteel cual expuso el obispo sus argumentos.El papa Clemente VII confirmó el per-miso concedido por su legado, aunqueprecisando las condiciones para exponer-

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la; debía advertirse a los fieles que no erael verdadero lienzo que recubrió el cuer-po de Jesucristo, sino una copia o repre-sentación del mismo.

–En 1453 Margarita de Charny cede laSábana a Luis I, duque de Saboya, quienla lleva al castillo de Chambéry.

–En 1578 el duque de Saboya, Enma-nuel Filiberto, traslada la Sábana a la nue-va capital, Turín.

–En 1670 la princesa Margarita de Sa-boya obtiene permiso para que los fielespuedan renovar su devoción por esta re-liquia].De vez en cuando se registra algún mo-

vimiento de hostilidad, o si se prefiere deexcesiva prudencia por parte de alguno–según ha dejado escrito un observadordel siglo XVI, Antoine Lalaing, señor deMontigny, que tuvo ocasión de asistir ala ostensión hecha en Pont d’Ains– que,para quitar todo resto de duda, habríasometido la Sábana Santa a limpiezas ra-dicales, hasta incluso hervirla. Pero pue-de ser que nos hayan informado más desus intenciones y sugerencias, que de he-chos.

La historia de las aventuras por las quesigue pasando la Sábana Santa se haceen adelante más densa, y multiplicar aquínombres y fechas, sería interesante, peropor otra parte aburrido. Nombrando alseñor de Montigny hemos llegado al si-glo XV, por tanto a la víspera de aquelterrible incendio de Chambéry, infinita-mente más peligroso que todas las prue-bas a las que la Sábana Santa, como tes-tigo silencioso y elocuente de la victoriade Cristo sobre la muerte, había sido so-metida anteriormente.

Durante la llamada Guerra de los CienAños, y en particular entre 1418 y 1438, a

causa de las invasiones inglesas del suelofrancés, había sido necesario cambiarcontinuamente la Sábana Santa de una lo-calidad a otra. Finalmente, llega al duca-do de Saboya, a Chambéry. En un pinto-resco y fértil valle alpino se levanta el cas-tillo y dentro el duque coloca solemne-mente la Sábana Santa, en una espléndi-da capilla, detrás del altar, a la derecha.Estará segura incluso en caso de guerra,ya que es muy difícil asaltar semejantefortaleza. La misma sainte chapelle, dehecho, se encuentra en el interior de unatorre cuadrada muy sólida y protegidacon gruesas puertas enrejadas. No hayque temer posibles represalias o ataquespor parte de los miembros de una cerca-na secta valdense. Allí estará segura, amenos que entre en acción el más enga-ñoso, el más violento e irresistible de losenemigos, el fuego.

1532. En la noche del 3 al 4 de diciem-bre, mientras la pequeña ciudad y la se-gura fortaleza de Chambéry duermen,empieza la tragedia. ¿Una vela mal pues-ta en el candelabro? ¿Una lamparita co-locada muy cerca de las telas que ador-nan el coro donde los canónigos suelencantar laudes y vísperas? Lo cierto esque el fuego comienza a propagarse des-de allí al primer material inflamable queencuentra cerca –y casi todo es inflama-ble–. En un principio, carboniza lentamen-te los sitiales del coro, de madera de no-gal. Después, las primeras lenguas de fue-go serpentean en el vacío, se levantan cre-pitando y avanzan en dirección a la sa-cristía. Tapetes y telas se queman ense-guida. El aire ya se ha hecho irrespirable,la temperatura aumenta a medida que lasllamas devoran todo lo que es de made-

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ra: bancos, reclinatorios, marcos de laspuertas.

Allí detrás, en la hornacina cercana alaltar, la preciosa reliquia parece no correrningún peligro, porque se encuentra guar-dada en una gran urna de plata. Pareceinatacable, siempre que alguien se décuenta a tiempo del incendio.

150-200 grados de calor. Uno tras otrolas vinajeras y los jarrones de cristal esta-llan, se agrietan las ánforas de yeso y losestucados que decoraban el interior.

300 grados. Comienzan a ceder losemplomados que unían los cristales poli-cromados, saltando uno tras otro los ven-tanales y vidrieras.

Alguien oye el ruido de los cristales alromperse y caer al suelo. Piensa primeroque son ladrones sacrílegos, pero elhumo que proviene de la sacristía y unalarmante resplandor le revelan la verdad.Rápido, ¡hay que tocar la campana! Yaquel desesperado repicar a martillo des-pierta por sorpresa y reúne en torno a latorre del palacio ducal a un centenar depersonas, comenzando por los inscritosen la cofradía del Santo Sudario.

Cuando se es víctima de la angustia,no es fácil organizar los trabajos para apa-gar el fuego, y la temperatura alcanza pron-to los 400-500 grados.

Alrededor de los 600 grados empiezana deformarse hasta los pesados candela-bros de cobre, construidos especialmentepor los hábiles artesanos de Chambérypara adornar la capilla.

650 grados. Se derriten como si fuerande cera los platillos para la comunión, queestán hechos de aluminio recubierto deuna delgada capa de zinc.

Mientras tanto, las personas reunidasen el patio proponen medidas sin senti-do, lloran y rezan en silencio, temiendoque se haya causado un daño irreparablea la Sábana. Llega al exterior el ruido delos mármoles que, al fundirse las grapasde hierro que los sujetaban, caen de lasparedes, pulverizándose en el suelo.

800 grados. Empiezan a retorcerse lasgruesas lámparas y las mismas rejas,mientras que las barras de hierro quesostienen algún peso se pliegan peli-grosamente. Todo cruje en aquel infiernoque calienta e ilumina siniestramente la no-che de diciembre. Verdaderamente pare-ce como si una potencia infernal alimen-tase el fuego, desahogando la rabia satá-nica contra el testimonio que pretendíaexaltar en los siglos venideros la accióndel Redentor.

Si unicamente hubiera que decir que lacapilla había sido destruida y el castilloquemado, sería lo menos importante. Loque todos se preguntan afuera, con unnudo en la garganta, es qué habrá pasa-do con la Sábana Santa.

900 grados. El cofre de plata donde seencuentra depositada la Sagrada Sábana,doblada cuadrangularmente, está incan-descente. Un tremendo fuego cegador vaconquistando una a una las moléculas quecomponen el cofre. En los lugares en quelas llamas atacan con mayor furia y pormás tiempo, al alcanzar los 960 grados,la plata toma una consistencia extrema-damente blanda. Luego comienza a caeren gotas sobre la Sábana, carbonizandoen varios puntos el tejido.

Después de algunos momentos, lleganalgunos hombres, dirigidos por el con-sejero del duque, Filippe Lambert, por

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detrás del humo que se ha expandido. Elagua echada a las llamas, al liberar gran-des nubes de vapor, consigue poner fre-no a la furia del fuego, que queda reduci-do a algunos focos. ¿Habrán llegado de-masiado tarde? En cuanto es posible, en-tre chorros de agua y el corazón palpi-tante de todos, un cerrajero y su ayudan-te consiguen abrir el cofre, y, con el sus-piro de alivio que podemos imaginar,constatan, en presencia del arzobispo, quela Sábana

«estaba casi intacta, salvo en los plieguesy, más exactamente, en los cuatro ángulos –la tela estaba doblada en varios pliegues–,donde la plata fundida había caído, provo-cando las quemaduras que en la tela exten-dida parecían encuadrar, por así decirlo, laimagen anterior y la posterior del Hombreque en ella se había envuelto». Y un testigoocular añade: «Este hecho lo vimos clara-mente todos, estando yo presente en aquelmomento, y quedamos sorprendidos» (Judi-ca Cordiglia, op. cit. 32).

La investigación ordenada por las au-toridades eclesiásticas concluye con elatestado de que la Reliquia no ha sidodestruída por el incendio. Es necesario,no obstante, proceder a su restauraciónen las zonas donde ha sido alcanzada porel metal fundido. Por fortuna, mejor di-cho, providencialmente, la figura no hasido dañada en ninguna parte que puedaconsiderarse principal, salvo en los dosbrazos, un poco más arriba de los co-dos.

Las más expertas de entre las monjasde Santa Clara, bajo la guía de la priorasor Louise, proceden a remendar la Sá-bana Santa, con paciencia y cuidado. Enel coro del monasterio, acompañandocada puntada con una oración, se pare-cen a aquellas otras piadosas mujeres que

en la noche del Viernes Santo, en el Se-pulcro, acariciaron con manos temblo-rosas la Sábana que envolvía el cuerpomartirizado del Maestro. Para garantizarque la reliquia quedara incólume y pararendirle honores, están presentes cuatroguardias del duque. Y una vez reparadadebidamente, la Sábana Santa es restitui-da al señor de Chambéry.

Como hemos dicho, resultaría dema-siado prolijo relatar aquí todas las vicisi-tudes por las que la Sábana Santa ha pa-sado a lo largo de los años, al ser trasla-dada de uno a otro lugar seguro en cuan-to se tenía noticia de guerras, deporta-ciones o saqueos, tan frecuentes en lasépocas pasadas. Únicamente daré cuen-ta de otro episodio relevante, que expli-ca por qué la Sábana es trasladada aItalia.

San Carlos Borromeo, cardenal deMilán, había hecho voto de ir a Chambérypara venerar la Sábana Santa. Pero unaperegrinación de este tipo, en otoño avan-zado y a través de los pasos alpinos, ha-bría resultado ciertamente muy extenuantepara el prelado, que todavía no era an-ciano, pero sí de salud delicada. Por esarazón, el duque Enmanuel Filiberto, dis-pone que la Reliquia se traslade secreta-mente a Turín, por pocos días, según sedijo entonces. De ese modo, la peregri-nación del cardenal, desde Milán a la ca-pital piamontesa, se redujo a una marchade cuatro días, no puede decirse que fá-cil, pero sí bastante menos fatigosa.

Después de la pública exposición enun palco construido en la famosa plazadel Castillo, la Sábana Santa se quedódefinitivamente en Turín, en la CapillaPalatina, a lado de la Catedral. Allí, bajo

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la genial cúpula diseñada por G. Guarini,ha pasado la Sábana Santa los últimosaños, desde 1578 –aunque con un breveparéntesis durante la segunda guerra mun-dial, en que estuvo escondida en el mo-nasterio benedictino de Montevergine–.

9

Gracias, monsieur Delage

Una copia de la primera foto misterio-sa, revelada en 1898, llega casualmente amanos de un científico francés, Ives De-lage. Era un científico en estado puro o,para entendernos, un hombre de ciencia,y, como él mismo precisaba, no de igle-sia. Ciencia y fe pueden muy bien estarde acuerdo, y no son pocos los estudio-sos de fama mundial que creen firmemen-te en Dios. Estos investigan desde su fetanto el mundo extremadamente peque-ño de las partículas subatómicas y de lascélulas como el de la inmensidad del cos-mos, que guarda los secretos de las es-trellas gigantes, de los años-luz y de losespacios ilimitados.

Delage en cambio es libre pensador, dehecho ateo, o al menos agnóstico. Deltodo autónomo e independiente, sienteuna atracción irresistible por la ciencia,sin sospechar que a menudo Dios se es-conde en cualquier esquina, esperandoencontrar a quien tenga sed de la verdad.

Es un personaje de relieve, bien prepara-do y digno de todo respeto en el campode la biología general, de la zoología, dela biomecánica y de la fisiología experi-mental. Y tiene una mente lúcida, con lacapacidad de llegar al fondo de las cues-tiones y además el coraje de llamar al pan,pan y al vino, vino.

El día en que llega a sus manos la foto-grafía del hombre de Turín, del que tan-to hablan todos, el doctor Delage la ana-liza con su mirada investigadora, con unacuriosidad cada vez mayor. Primero ob-serva la imagen de la Sábana Santa tal ycomo se presenta en realidad: fondo cla-ro, impronta oscura. Después analiza elcuerpo humano que se destaca sobre elfondo de la fotografía de la Sábana. Vuel-ve varias veces a mirar aquel rostro ma-jestuosamente sereno, y piensa para sí:

«Me parece que esta fotografía es verda-dera, sin el menor retoque… La imagen quela Sábana Santa ofrece al visitante se diríaque es un negativo. De hecho, las zonas enrelieve, por ejemplo la nariz, los párpadoscerrados, los pómulos, están obscuras, y encambio las partes hundidas están claras…La fotografía, cambiando entre sí las lucesy las sombras, me presenta una imagen hu-mana increiblemente nítida, con una per-fección anatómica y una belleza de formasque no me hubiera imaginado nunca antesde verla... El cuerpo de este hombre, quehasta hace un momento parecía misteriosoe incomprensiblemente impreso al revés,tiene una figura perfectísima. Y este ros-tro, no puedo negarlo, es verdaderamentesorprendente» Y –continuando con su me-ditación de laico– «Dicen que éste es el ros-tro de Cristo. Yo no lo sé; pero no sé tam-poco a qué otra persona puede pertenecer.Y si lo comparo con los retratos de Jesúsque desde el Renacimiento han realizadolos mejores pintores... éste los supera a to-

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dos… Es por todo esto por lo que quierosaber cómo ha podido formarse esta ima-gen».

En efecto, es muy normal que un cien-tífico tenga como objetivo fundamentaldescubrir la causa de las cosas, encon-trar su autor. Si existe la tierra, el cielo, elsol y las estrellas, tiene que haber alguienque ha creado el Cosmos. Nosotros lollamamos habitualmente Dios, pero elnombre no es lo principal; en nuestra ar-gumentación es más importante la rela-ción lógica entre el efecto existente y lacausa que explica su existencia. Si hayuna flor en un jardín, tiene que haberexistido bajo la tierra una semilla de la queha germinado el tallo y el capullo. Si hayun puente, han existido por fuerza losarquitectos, los técnicos, los grupos detrabajadores que lo han realizado. Si seestá escuchando un disco, alguien tieneque haberlo grabado.

Del mismo modo, si existe la SábanaSanta, tiene que haber algo o Alguien quela ha realizado, no cabe otra posibilidad.De la nada viene la nada, dice la sabidu-ría popular, y la filosofía confirma so-lemnemente que no se da ni un solo efectosin una causa proporcionada. Es lógicoademás que cuanto más grande es el efec-to, tanto mayor tiene que ser la causa;cuanto más complicados sean los pro-blemas que plantea el efecto, tanto ma-yor tiene que ser el poder de su causa,que supo resolverlos todos; cuanto másordenado en sus detalles y armónico ensu conjunto se presenta un efecto, tantomás inteligente y perfecto tiene que habersido quien lo ideó.

En estas cosas piensa Yves Delage des-de el momento que ha examinado la fo-

tografía en positivo del hombre de la Sá-bana Santa. Luego habla con dos de susmejores ayudantes Paul Vignon y RenéColson y deciden trabajar juntos en el mis-terio que parece esconderse detrás de laSábana Santa. Emplean un año y medio,no un par de días. Reflexionan, hacenhipótesis, las discuten a fondo, recono-ciendo con honestidad sus puntos débi-les y finalmente llegan a un acuerdo so-bre la única solución posible, sobre unaconclusión necesaria: la Sábana de Turínes verdadera, aunque su misterio no estáresuelto; no puede ser obra de un falsifi-cador. No es un piadoso engaño; es más,no parece que sea una obra humana.

Era lógico preguntarse si la Sábana San-ta guardada en Turín con la presunta ima-gen de Jesús no era en realidad un formi-dable y genial engaño. Delage y sus cole-gas, según la técnica de los más celebresdetectives, se preguntaron: «¿Qué hu-biéramos hecho nosotros para obtenerla huella de un hombre en una sábana?»Y respondieron: «Habríamos cogido auna persona, y después de bañarla com-pletamente en sudor y sangre o en deter-minadas sustancias colorantes, la habría-mos depositado con cuidado en una gransábana, doblada después hacia delante,según el uso de los antiguos hebreos. Se-guramente bastase apretar el tejido, cui-dadosamente, sobre toda la superficie delcuerpo…» Así lo hacen; después, des-pliegan el envoltorio de lino y… les espe-ra una desilusión: la imagen que se impri-me en el tejido es poco más que una man-cha deforme, una silueta más bien basta,incluso grotesca.

Es necesario buscar otra hipótesis, qui-zás retomando una de aquellas ya des-

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cartadas anteriormente como muy sim-ples. Puede que la imagen de la SábanaSanta sea simplemente un cuadro. «¿Ob-jeciones?» –se preguntan–. Ciertamente;y más de una. Puesto que en aquel año ymedio de investigaciones se han docu-mentado acerca de la historia de la Sába-na, saben que hay noticias de ella plena-mente atendibles al menos desde el sigloXIV. Pues bien, en aquella época, en Ita-lia y entre los máximos artistas estaba eljoven Giotto de Bondone y el viejo Cima-bue; en Alemania el maestro Bertram;Beauneveu, Malouel y Bellechose en Fran-cia. En el estilo de aquellos pintores, deentre el románico y el gótico, aparecenfiguras indudablemente sencillas y fres-cas, rostros ingenuos, conmovedores;muy diferentes de la perfección anatómi-ca que se lograría solamente algunos si-glos después, en pleno Renacimiento.

Delage razona: «Si la imagen fuera un cua-dro de un falsificador que hubiera existidoen aquella época o en épocas precedentes–siglos XIII-XIV–, tendríamos que supo-ner que hubo un artista capaz de hacer unaobra cuanto menos a la altura de los gran-des pintores del Renacimiento y, cosa másextraña todavía, tendremos que explicarcómo un artista tan magnífico haya podidoquedar totalmente ignorado… Y esto, queya resulta bien difícil de creer respecto ala imagen pintada en positivo, resulta deltodo increíble, si se considera que la hue-lla del hombre de la Sábana Santa es unaimagen en negativo: pintar una figura deese modo, sin valor estético alguno, sin re-sultar nada agradable ¿qué sentido podríatener?... El falsificador habría sabido ade-más, con un anticipo de medio milenio, quelas generaciones futuras descubrirían elproceso fotográfico... Este genio sobrehu-mano lo habría calculado todo: “colocarélas luces y las sombras de tal modo quecuando se le aplique el revelado fotográfi-

co, su inversión pueda mostrar la figura quese atribuye a Cristo”. Y esto con una per-fecta precisión, puesto que es sabido quépoco hace falta modificar en un rostro be-llo para obtener una caricatura; especial-mente cuando –como en el rostro de estehombre– su belleza se debe a la expresión».

Hay que agradecer al doctor Delage ya sus colegas, como hombres y comocientíficos, la seriedad de sus estudios.Ayudan a dar respuesta a las primeras ob-jeciones y parecen decir con su compor-tamiento de auténticos servidores de laverdad: «Sean siempre bienvenidas lasobjeciones, porque quien busca la ver-dad, tendrá que considerarlas como ver-daderas aliadas; son como las lentes delmicroscopio; aunque sacrifican una vi-sión fácil y preconstituida de la realidad,son indispensables para ayudarnos a es-cudriñar a fondo tantos problemas y mis-terios de la Creación».

Dando un salto hasta los años sesenta,la profesora Noemí Gabrielli, experta enhistoria y técnica de las artes figurativasadelanta una genial hipótesis. Para ella laSábana no es una pintura, al menos en elsentido común de la palabra, puesto quelos exámenes microscópicos no hanmostrado en el tejido la presencia de aquélfondo hecho a base de materias aislantesy no absorbentes, llamado imprimación,que los pintores extienden siempre sobrela tela antes de empezar su trabajo; ade-más, faltan las huellas direccionales delas pinceladas.

Según esta profesora, si no se admiteuna intervención milagrosa, el misteriosofalsificador podría haber recurrido a lospinceles y a las pinturas no directamentesobre la Sábana Santa, sino sobre unatela aparte. Habría pintado el cuerpo de

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un crucificado en otra tela conveniente-mente imprimada y extendida en un mar-co; después, mientras el original estabatodavía húmedo, lo habría puesto sobrela sábana, que se convierte así en la Sá-bana Santa. En otros términos, se trata-ría de un trabajo de calcado. Una figurahumana normal calcada en una tela, ha-bría dado lugar a la figura del hombre ennegativo que está en la Sábana Santa.

A la interesante hipótesis de la profe-sora Gabrielli –que por otra parte, ellamisma define como una conjetura–, noharemos más que algunas preguntas:

1ª.- El falsificador habría tenido que pro-curarse, para su perfecta artimaña, no unasábana normal, sino una sábana palestina.De hecho, hoy podemos verificar estepunto comparándola con muestras de te-jidos de la época, hace dos mil años, en-contrados en Egipto y en Medio Oriente.No habría sido una empresa fácil conse-guir –en el siglo XIV– un trozo de aque-lla tela de más de 4 metros, y ademásíntegra y no utilizada antes en pruebassemejantes. No obstante la dificultad, sepuede admitir que haya sido posible con-seguirla.

2ª.- El autor de la falsificación más fa-bulosa de la historia habría tenido quedisponer –en aquel siglo– de algo másimportante: el cadáver de un hombre ho-rriblemente azotado, coronado de espi-nas, crucificado de modo perfecto –como lo prueba el detalle del agujero deDestot– y con el pecho atravesado poruna gruesa lanza. Lo habría necesitadopara poder pintar con absoluta exacti-tud cada cardenal, cada herida, cada re-guero de sangre. De otro modo, los ex-pertos modernos que han investigado la

Sábana Santa, centímetro por centíme-tro, mancha por mancha, ya hace tiempoque habrían denunciado públicamente elfraude. Por el contrario, son ellos mis-mos los que dicen que en todo el cuerpodel Hombre de la Sábana no han logradoencontrar una sola discordancia, un sim-ple error.

La obtención de la imagen tridimen-sional –J. Jackson– confirma que huboun cuerpo humano que estuvo en con-tacto real con el tejido y que «es prácti-camente imposible que haya podido exis-tir un falsificador en condiciones de pro-ducir una imagen como ésta, y menos enla Edad Media». El doctor Rodante apor-ta también como prueba de la autentici-dad de la Sábana la investigación de lasheridas de la corona de espinas que apa-recen en la frente: el atento examen médi-co-legal de las mismas, sobre la base deconocimientos de anatomía topográfica,revela que cada una de las cuales se co-rresponde exactamente con el lugar delas venas y arterias subcutáneas. Es prác-ticamente imposible que un supuesto pin-tor del siglo XIV hubiera sabido colocaren ese preciso lugar tales manchas desangre.

3ª.- Y además, insistimos en preguntar-nos por qué no habría realizado el origi-nal en vez de un jeroglífico, invertido, ycasi indescifrable. ¿Por qué un genio si-milar se habría tomado el trabajo de pin-tar una belleza insuperable sólo visiblepara él, de la que sus contemporáneosno habrían sospechado siquiera su exis-tencia, y que no se vería sino después deuna inversión hecha posible sólo unos sie-te siglos después?

4ª.- Admitiendo también que la inteli-

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gencia… diabólicamente astuta de ese su-per-falsificador podría haber previsto laoportunidad de ofrecernos «un negati-vo», previendo el revelado fotográfico,cabe además añadir que el misterioso fal-sificador del quinientos habría sido tam-bién un refinado polinólogo, para la bús-queda de aquellos pólenes que garanti-zan la antigüedad y procedencia de la Sá-bana.

5ª.- Finalmente, nos preguntamos cómohabría conseguido obtener el autor de laSábana Santa las características tridimen-sionales de la imagen, puestas de mani-fiesto por los estudiosos americanosJackson y Jumper, mientras que ningúnotro artista ha sido capaz jamás de lograreste maravilloso efecto, aun sirviéndosede la más rica paleta de colores y de lastécnicas más refinadas.

[Hemos extraído algunas observacio-nes sobre la tridimensionalidad de la ima-gen de la Sábana, según la investigaciónde J. Jackson en www.shroudofturin.comy siguiendo la información del CentroEspañol de Sindonología, en www.linteum.com Fue estudiada sobre todo apartir de 1977 por un grupo de científi-cos dirigidos por J. Jackson y E.J. Jumper,profesores de Física y Ciencias Aeronáu-ticas, respectivamente, en la Academiade las Fuerzas Aéreas de Denver y en elCentro de la NASA en Pasadena.

Utilizando un microdensitómetro –ins-trumento que mide la intensidad de unafotografía– y una reproducción de unasábana envolviendo un cuerpo, J. Jacksonpudo mostrar que el grado de intensidadde la imagen se correspondía en una me-dida muy importante con la distancia dela tela al cuerpo. En 1976 Jackson llevóuna fotografía de la sábana a un laborato-rio de análisis de imagen, para analizarlacon un ordenador llamado VP-8 Image

Analyzer, que convierte la intensidad dela imagen en relieve vertical. Comproba-ron que efectivamente la imagen de la Sá-bana contiene información tridimensio-nal.

Aunque es difícil dar una explicaciónsencilla de lo que esto significa, pode-mos decir que supone que el grado de den-sidad de cada punto de la imagen de laSíndone está matemáticamente relacio-nado con la distancia del lienzo al cuer-po. Alcanza la máxima brillantez en laszonas en que el cuerpo tocó al tejido –nariz, frente, cejas– y es menos intensadonde no se tocan –órbitas de los ojos,lados de las mejillas–. El hecho de queen ningún punto de la imagen la intensi-dad de la marca sea cero implica que laimpronta no pudo hacerse por contacto,que no ha podido ser el trabajo de un ar-tista. Experimentos con artistas muycompetentes han demostrado que el sis-tema de coordinación entre el ojo y elcerebro es incapaz de reconocer y crearuna imagen así. Se han investigado nume-rosas copias de la Sábana realizadas ensiglos pasados por artistas, igualmentecon el sistema VP-8. Sin ninguna excep-ción, estas imágenes en relieve aparecenmuy distorsionadas].Pero volvamos a Delage y a sus cole-

gas. Llegan éstos al convencimiento deque la imagen de la sábana no es un cua-dro hecho por mano humana; les parecemás bien el resultado de un fenómenofísico-químico. Paul Vignon, uno de ellos,efectúa varios experimentos en su labo-ratorio. Comienza por los vapores dezinc; pero rechaza esta hipótesis: de es-tas emanaciones, que dejan una confusaaureola de un objeto, no puede esperarsela solución.

Después su atención se centra en losvapores de aloetina, presentes en todaemulsión de áloe y aceite de oliva y que

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al contacto con otros vapores, como elcarbonato de amonio, que emanan de uncuerpo recubierto de un abundante su-dor, pueden fijar una imagen. Si el cadá-ver del hombre de la Sábana, entre lasdos telas, quedó en el sepulcro por lomenos un día, y no más de dos –al me-nos veinticuatro horas, pero no más deunas cuarenta, pues entonces el procesode putrefacción hubiera destruído todo–la mezcla de los distintos elementos, enuna lenta evaporación, pudo haber pro-yectado sobre el tejido de lino la huellade aquel cuerpo. Pudo haber nacido asíla huella del Hombre, con un color ma-rrón rojizo más intenso en las partes quesobresalen, que aparece difuminado al au-mentar la distancia entre el cuerpo y latela, y de un color rojo carmín en las zo-nas de los cabellos y de las lesiones ma-yores.

La posibilidad es real, pero al mismotiempo bastante teórica. Los experimen-tos realizados entonces por Vignon, y re-petidos varias veces después por otrosestudiosos, dan fundamento a la hipóte-sis –las huellas obtenidas por ese proce-dimiento en laboratorio son idénticas pornaturaleza a las de la Sábana Santa–; peroasí como la imagen de Jesús en la Sába-na aparece nítida y perfecta, la imagenobtenida experimentalmente es confusa,borrosa e incluso a veces monstruosa.No obstante ello, quizás por esta vía secomenzaba a desvelar el misterio de laformación de la imagen de la Sábana.

Delage suscribió las conclusiones deldoctor Vignon y en su propia declara-ción, leída con voz clara y vibrante antelos sorprendidos grandes de la Acade-mia de las Ciencias de París, concluye:

«Tenemos por una parte la Sábana –pro-bablemente impregnada de áloe, una resinaoriental– y un crucificado que ha sido azota-do, herido en el costado derecho y corona-do de espinas. Tenemos por otra parte unconjunto de historia y tradición que nos pre-senta a Cristo, que en Judea sufrió los dis-tintos suplicios que se muestran en el ca-dáver cuya imagen nos ofrece la sábana. ¿Noes natural acercar estas dos series parale-las y unirlas en un mismo sujeto?

«Estimo que yo tengo que considerartodos estos datos:

–Que la tradición cristiana asegura queCristo, muerto el viernes por la tarde, estabaya fuera del sepulcro al alba del domingo;

–Que este hombre, ajusticiado como uncriminal, tiene en el rostro, como debió serel rostro de Cristo, una expresión tan no-ble que espontáneamente pensamos que lológico es asignarlo a un hombre bueno yequilibrado;

–Que, en resumen, hay un conjunto de cir-cunstancias –el medio Oriente, la llaga enel costado derecho, el tiempo ideal de lasepultura, el misterioso lenguaje de la fi-sonomía del rostro– que son indiscutible-mente excepcionales».

Y aquí Yves Delage revela su secreto:«Supongamos, dice, que por cada una de

estas cinco circunstancias exista una pro-babilidad sobre cien de que se trate de otrapersona. Siendo así, hay una sóla probabi-lidad entre diez millones de que la SábanaSanta nos haya transmitido la imagen de unapersona distinta de Jesucristo.

Así pues, para el científico que no que-ría pasar por hombre de iglesia, la Sába-na Santa era la sábana regalada por Joséde Arimatea a su amigo Jesús bajado dela cruz. Y terminaba con un aviso:

«Dicen que, por inconsciencia o por fal-ta de escrúpulos, yo he traicionado a laciencia y desmentido mis opiniones de li-

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bre pensador. Por el contrario, yo he sidofiel al verdadero espíritu científico, al es-tudiar el problema del Hombre de la Sába-na Santa, preocupándome sólo de descubrirla verdad».

Delage no tenía el don de la fe, peroconsideraba a Cristo al menos como unpersonaje histórico. Entonces, ¿por quétenemos que escandalizarnos frente alhecho de que la humanidad tenga en laSábana Santa una huella material de suexistencia?

Más allá alcanza el razonamiento de otroexperto, también francés, el ingeniero in-dustrial Paul de Gail, que reconsidera lasideas de Delage:

«Es extremadamente probable que la Sá-bana Santa de Turín sea la que envolvió aJesús. Por lo que ahora puedo valorar, laprobabilidad de que no lo sea es de apenas1 sobre 225 millones... Si en toda la histo-ria hubiera habido 225 millones de cruci-ficados, y es evidente que es una hipótesissencillamente absurda, en tal astronómiconúmero de ajusticiados, podríamos encon-trar sólamente uno –uno solo– en el que lamodalidad de crucifixión, de sepultura y delmodo en el que se presentan las huellas dela Sábana Santa, coincidan con las atribui-das al crucificado de nombre Jesús».

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El investigadorque interrogaba a las plantas

En 1973 se introduce en esta historia elprofesor Max Frei, criminólogo, directordel gabinete científico de la Policía deZurich y perito de Interpol, además deser redactor especializado en el periódi-co alemán Kriminalistik. Con una mentebien despierta, un olfato instintivo y unlargo entrenamiento en todos los cam-pos de investigación, este doctor Frei estambién uno de los mejores expertos enel ámbito de una nueva disciplina bastan-te nueva, la llamada polinología.

¿Que es la polinología? El término fuecreado en 1944 por los botánicos ingle-ses Heyde y Williams, de la raíz griegapalé que quiere decir harina, polvo, endirecta relación al polen y a las esporasvegetales. Cuando una flor llega a su ma-durez, libera de las anteras de sus estam-bres un tenue, casi impalpable polvo vi-viente; es el polen. Transportado sobretodo por el viento, está destinado a al-canzar el ovario de una flor de la mismaespecie, y realizar así la fecundación. Elcolor del polen, es generalmente amari-llo, rosado, celeste, marrón o blanco. Co-gidos uno a uno, estos granos son ver-daderamente microscópicos; hay algunosque miden apenas 2’5 micrones.

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Y además, estos pequeños granos, pre-cisamente porque contienen en su inte-rior la preciosa chispa de una nueva vida,están preparados de modo completamen-te funcional: dotados de apéndices paraadherirse mejor al cuerpo de los insectosque los transportan, o de sacos auríferospara ser llevados por el viento, tienen unacapa externa muy fuerte, resistente inclu-so a ácidos o substancias cáusticas exis-tentes en la naturaleza, como el calor esti-val o las heladas invernales, y que a suvez explotará espontáneamente en el tiem-po de la fecundación, al hincharse elprotoplasma.

Es casi increíble la cantidad de polenque en la época de floración se esparcealrededor de una zona verde, dispersán-dose en la atmósfera prácticamente portodas partes. Basta pensar que de un solometro cuadrado de bosque poblado dealisos sería posible recoger 2.160 millo-nes de granos, o igualmente de un mato-rral de retama en flor de un metro cua-drado unos 4.060 millones de ellos.

La ciencia en cuestión constituye unarama de la micropaleontología y ha idoadquiriendo una importancia creciente enel cuadro de la apasionada atención queel hombre dedica a la prehistoria. El estu-dio del polen conservado en estado fósilen los fangos de los lagos o de los panta-nos se realiza extrayendo, por medio desondas, muestras de limo de los distin-tos niveles de profundidad. El análisis rea-lizado en laboratorio permite establecerel llamado espectro polínico, que da unaidea bastante precisa de la flora existentealrededor del depósito en una época de-terminada. De este modo puede sabersecómo era la vegetación de un determina-

do paisaje en épocas lejanas. A los ojosde un paleo-botánico aparecen los bos-ques de gigantescas coníferas de antiguaseras geológicas, los jardines de la épocafaraónica o babilónica, y también las la-deras de olivos de las colinas palestinas,las llanuras sembradas de trigo, las viñas,higueras, moreras y sicómoros alrededorde cada poblado, las adelfas y cañas delas riberas del Jordán y del lago Tibe-ríades.

En cuanto al procedimiento de análisisde la polinología, consiste esencialmenteen poner las microesporas aisladas de de-terminado material en un pequeño cristal,dejando caer después encima una gotade glicerina y de substancias colorantes.De este modo, gracias al aumento del mi-croscopio, se puede proceder a contarlos granos de polen y el porcentaje de lasdistintas especies presentes.

Max Frei, encargado de autenticar lasfotografías que una comisión científicahabía tomado, al examinar detenidamen-te la tela, observa la presencia de esporasde polen sobre la Sábana y obtiene per-miso para recoger unas cuantas mues-tras, que él llama microhuellas.

En presencia de testigos calificados ycon la autorización previa de las autori-dades competentes, el doctor Frei reco-rre por un momento con la vista toda lasuperficie de aquella larga tela que estáinvestigando. Después, con gestos me-didos y precisos aplica a lo largo del bor-de de la tela pequeños trozos de una cin-ta adhesiva especial. Finalmente los quitacon delicadeza, colocándolos dentro deun recipiente especial, después dehaberlos clasificado según las respecti-vas áreas de control.

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Ahora tiene a su disposición toda unaserie de muestras de polvo. Como poli-cía científico, está acostumbrado a es-tos procedimientos. En las investigacio-nes realizadas en los laboratorios de lapolicía, se consigue detectar, con la ayu-da de rayos infrarrojos o ultravioletas,huellas borradas incluso con productosquímicos, o saber que un sobre cerradoy sellado ha sido abierto y vuelto a ce-rrar. Otras veces una gota de líquido quequeda en el fondo de un vaso o una mi-croscópica sección de cabello puede te-ner gran importancia.

Del mismo modo, este investigadorconsidera que el polvo depositado sobrela Sábana en veinte siglos podría ser unauxilio muy importante para conseguirparte de la verdad en relación a la Reli-quia conservada y venerada en Turín.¿No han resultado determinantes a ve-ces, a efectos de una investigación, lashuellas digitales o un sencillo filtro decigarrillo? ¿No se ha resuelto más de undelito basándose en el examen de prue-bas imperceptibles?

Otro experto en los secretos de la poli-cía científica, el comisario Nardone, haescrito que es deber de los especialistas

«definir las características del arma con-tundente o de corte utilizada para golpearuna víctima con la sola observación del tipode herida o contusión producido, determi-nar si un cristal se ha roto desde dentro odesde fuera, averiguar de quién son deter-minadas huellas o qué tipo de neumáticoha recorrido una carretera, a qué objetopueden pertenecer los microscópicos frag-mentos encontrados en las hendiduras delsuelo, o entre los huecos de una suela» (M.Nardone, Il manuale del giovane detecti-ve, Milán 1971, 26).

De estos métodos de trabajo parte MaxFrei. Por una parte, debe filtrar cuidado-samente el contenido de sus microfósiles,para aislarlos de los infinitos restos demateria orgánica e inorgánica deposita-dos entre la trama oblícua de la SábanaSanta, en forma de sarga o cola de pes-cado. Examina cada muestra bajo el po-tente rayo de luz polarizada del micros-copio electrónico.

El doctor Frei ha concluido sus bús-quedas preliminares y, presentando unarelación en el II Congreso mundial deestudios sindonológicos, muestra detalla-damente los resultados a los que ha lle-gado después de cinco años de análisis.En su exposición confirma que sobre laSábana Santa se encuentra, efectivamen-te y en una cantidad notable, el polen devarias plantas que crecen en diversos lu-gares. De este modo se conoce el tra-yecto hecho por la Sábana Santa en superegrinación desde Palestina hasta Turín,en la Italia septentrional, a través de laregión del Bósforo, Francia y los Alpesoccidentales. La comparación de sus ca-racterísticas

«con las de granos de igual polen y dela misma edad, encontrados en las mismasregiones» confirma la intuición que tuvoeste genial detective, que el 8 de marzo de1976 afirmaba: «la presencia de polen per-teneciente a no menos de seis especies deplantas palestinas, a una especie de Turquia,y a ocho especies mediterráneas, nos auto-riza desde ahora, incluso antes de comple-tar la identificacion de todos losmicrofósiles, a llegar a la siguiente con-clusión: “la Sábana Santa, no puede ser unafalsificación”»

Igualmente explicaba el doctor Frei susinvestigaciones en un debate televisivo so-

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bre la Sábana Santa emitido el 30 de mar-zo de 1978:

«Examinando las muestras de polen to-madas de la Sábana Santa, esperaba descu-brir detalles de su historia. Deje que lemuestre lo que he descubierto. Esta, porejemplo, pertenece a una haya –fagus sel-vatica–, esto es el polen del tejo –taxusbaccata–… y una docena de otras especiesde origen europeo, que no hacen más queconfirmar lo que ya sabemos: que la Sába-na Santa fue expuesta al exterior en Fran-cia y en Italia. Pero después he encontradoesto: Linum mucronatum, Romaria hi-brida, y Glatzium grandifloram, la Onos-ma gigantes, la Astragalos… Y mientraslas imágenes mostraban ampliados los gra-nos y esporas mencionados por el doctorFrei, el comentarista explicaba que se tra-taba de “pólenes y fibras de nuevas espe-cies de plantas que crecen solamente enTurquía y que demuestran que Lirey, enFrancia, no puede ser su país de origen”».

Después el científico continúa:«La presencia de un número tan conside-

rable de polen de plantas que crecen en Tur-quía me hace llegar a una conclusión fun-damental, esto es, que en un momento desu historia, la Sábana Santa debe haber es-tado expuesta al exterior en el sur de Tur-quía o en las cercanías de Estambul».

Pero no fueron ésos los únicos pólenesque él había aislado e identificado en susanálisis de la Sábana de Turín. Max Freicontaba cómo le habían intrigado ciertaspartículas vegetales que se veía obligadoa clasificar como misteriosas, dado queno lograba identificarlas ni siquiera con laayuda de sus mejores tratados de Botá-nica:

«Por ello tuve que ir en persona a los paí-ses en los que la Sábana Santa presumi-blemente había permanecido. Naturalmen-te, me dirigí en primer lugar a Jerusalén y a

los campos cultivados de Judea. Y encon-tré allí las respuestas que buscaba: esta plan-ta es la Sueda, esta variedad particular cre-ce solo en Palestina, sobre la Sábana Santahe encontrado el polen de esta planta; éstees el Paganum hamala, una planta del de-sierto muy común en la región comprendi-da entre Jericó y el Mar Muerto, y sobre laSábana he encontrado también el polende esta planta»

Así pues, el polen puede actuar comoun insospechado sello de autenticidad,guardado además celosamente en el lu-gar más inesperado, es decir, entre la tra-ma en forma de sarga que constituye laSábana Santa. Max Frei lo confirma. Lapresencia del polen de estas plantas quecrecen exclusivamente en la zona de laBiblia, y en las regiones circundantes nospermiten llegar a una sola conclusión: LaSábana Santa ha respirado el aire de Pa-lestina.

Pero mientras él ha trabajado silencio-so en medio de sus cristales y calcula,compara y piensa, en otros lugares va-rios científicos proceden a diversos aná-lisis, con nombres complicados, pero to-dos dirigidos al mismo fin: hacer luz –sies posible de una vez para siempre– so-bre este apasionante misterio.

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Investigacionesen torno a la Sábana

Al cerrar la introducción se hablaba dela posibilidad de que desde el espacionos llegue hoy el rayo de una estrella si-tuada a años-luz de nosotros, y de quesea vista por quien está mirando al cielo.Ciertamente en estos últimos treinta añosmuchos estudiosos han seguido dirigien-do sus telescopios hacia la Sábana, conresultados a veces distintos e inclusoopuestos, como sucede en astronomía,al profundizar en el conocimiento de loscuerpos celestes objeto de sus estudios.

Frente a quien, convencido por las múl-tiples pruebas a favor, se declara defen-sor de la plena autenticidad de la Sábanacomo lienzo fúnebre que envolvió elcuerpo de Cristo después de su muerteen la cruz, surge de vez en cuando al-guien que, sintiéndola como un cuerpoextraño, intenta por todos los mediosrechazarla, poniéndola entre las más ce-lebres falsificaciones que se hayan dadoen la historia.

Veamos, por el contrario, una síntesisde las pruebas que aseguran la autentici-dad de la Sábana Santa. Da confianza yconmueve la seriedad con que la cienciadel siglo XX se acerca a los interrogantesque rodean al hombre en general y en

particular a éste de la Sábana. Si no está alservicio de una ideología, el científico dehoy camina de puntillas, con humildad,alrededor de realidades que le sobrepa-san. Podemos confiar en que el científicoauténtico no esconderá nada, y no afir-mará nada antes de haber verificado cadahipótesis. Las opiniones personales cuen-tan más bien poco.

Este es el motivo por el que conmuevela humildad del científico digno de tal nom-bre. Y da tranquilidad pensar que podránsurgir nuevos interrogantes, pero la cien-cia, que ya ha admitido el encontrarse de-lante de un misterio, digno del máximorespeto y de la más atenta consideración,sabrá cómo responder también a las nue-vas preguntas.

Desde 1898, hasta hoy, las más varia-das disciplinas del saber humano, comola anatomía, arqueología, exégesis bíbli-ca, química, física, electrónica, fotogra-fía, se han aplicado con creciente perfec-ción al análisis de este documento; demodo que, como señala oportunamenteuna experta en los estudios sobre la Sá-bana, hoy su autenticidad no se encuentraen discusión (M. E. Patrizi, La macro-fotografia nello studio della Sindone, en«Il Tempo», 30-III-1978).

TejidoComencemos por el tejido de la Sába-

na. No es en realidad nada más que unatela tejida a mano de Linum usitatissimum,es decir, de lino común, como lo demues-tra el hecho de que las primeras gotas demetal fundido que cayeron en el interiorde la caja metálica traspasaron inmediata-mente la Sábana, doblada en varios plie-gues.

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Ahora bien, ¿por qué no sucedió lo queinevitablemente tenía que ocurrir, vistaslas premisas? ¿Cómo es que un trozo detela normal puede resistir al calorproviniente de dos metales con un puntode fusión de 960’8 grados para la plata y1.100 grados para el cobre? ¿Cómo pue-de competir con dos substancias metáli-cas que, obedeciendo a las precisas le-yes de la naturaleza, empiezan a pasar delestado sólido al magmático o semi–flui-do, muy parecido a la lava que sale de unvolcán en erupción? ¿Cuándo se ha vis-to que un tejido puesto en contacto conplanchas ardientes saliera intacto?

Sabemos que las leyes naturales son fé-rreas e inmutables; actúan según lo esta-blecido por el Creador, sin admitir porpropia iniciativa excepciones con nadie.Ahora bien, el caso del incendio deChambéry es una gran excepción –y,como dice San Ambrosio, lo que va másallá de la naturaleza procede del Autorde la naturaleza–. Además, como cadaefecto exige una causa proporcionada,tal causa debe buscarse por encima de lasencilla naturaleza, y esto es signo de quela Sábana de Turín está verdaderamenteen el corazón de Alguien. Alguien quepuede modificar las leyes inflexibles, Al-guien que ordenó a éstas suspender supoder en beneficio de aquella realidad sin-gular que Él quería proteger, salvaguar-dándola de la inexorable función destruc-tiva de las llamas.

Con estas consideraciones se pone derelieve que la necesidad –por razones delógica, no de fe– de una intervención porencima de las leyes naturales confirma laautenticidad de la Reliquia. En aquella Sá-bana, verdaderamente había quedado en-

vuelto, por tres días, el cuerpo martiriza-do del Hijo, y de ahí había resucitado,dejándonos la imagen fiel de la propia rea-lidad del Hombre, del Verbo que se ha-bía encarnado por nosotros y para nues-tra salvación. No es creíble, en efecto,que tal intervención superior se hubieraproducido para cuidar y defender una...falsificación.

Es, por tanto, una prueba más a favorde quien tiene el convencimiento de quela Sábana Santa de Turín no solo es au-téntica, sino que además lleva consigomisma un mensaje de gran elocuenciapara creyentes y no creyentes: el mensa-je de la existencia de un Dios Omnipo-tente, infinitamente inteligente y genial,capaz de dirigir los lugares, los tiemposy los modos de revelarse al género hu-mano, movido por un amor sin límites ysalvador.

[J. Kilmon, en www.historian.net/shroud. htm, explica que del examen fí-sico de la Sábana se deriva que se trata deuna tela que mide 4’6 x 1’1 metros, co-rrespondiente a la medida estandar de 8x 2 cúbitos filetáricos utilizada en Pales-tina durante el siglo primero. El dibujodel tejido es probablemente sirio, del si-glo primero; contiene algodón de una es-pecie de Oriente Medio que no se en-cuentra en Europa, el Gossypium herba-ceum. Se concluye, pues, que la Sábanafue confeccionada en el Oriente Medio,con mucha probabilidad en Siria, con undiseño utilizado en el siglo primero, aun-que bastante raro y costoso].

AnatomíaEn el ámbito de la interpretación médi-

ca de la fotografía, el doctor RobertBuckley, uno de los mayores expertosen esta especialidad, médico en el Insti-

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tuto de Medicina Legal de Los Angeles,destaca que la Sábana Santa «en el exa-men de las heridas, constituye un casoparticularmente interesante: en vez de exa-minar un cuerpo humano real, dispone-mos de las huellas fotográficas de am-bos lados del cuerpo, que tienen señalesde heridas de varios tipos, tan claras ydetalladas que es posible hacer un exa-men legal... La edad de este hombre pa-rece estar comprendida entre los treinta ylos treinta y cinco años; su cuerpo tieneseñales de una serie de heridas que vandesde simples golpes a zonas grandes deheridas profundas por donde ha habidopérdida de sangre» (Debate televisivo enItalia 30-III-1978).

[De acuerdo con el resumen que haceel Centro Español de Sindonología enloc. cit. de las investigaciones realizadasdesde el punto de vista de la medicinalegal, el primer cirujano que comprobóla absoluta exactitud anatómica de esasheridas fue, como hemos visto, el profe-sor de Anatomía comparada de la SorbonaYves Delage. Para él no existía la menorduda de que sólo un hombre que hubierapadecido los tormentos físicos de Jesúspodría haber dejado tales huellas.

Son ya una multitud los médicos que alo largo del siglo XX han corroboradoestas afirmaciones, desde los pioneroscomo Pierre Barbet –cirujano del Hos-pital de San José de París– o GiovanniJudica-Cordiglia –profesor de medicinalegal de la Universidad de Milán–, hastalos más próximos a nosotros, que han po-dido comprobar sobre la propia tela susafirmaciones, como el Dr. RobertBuckley –médico forense, patólogo delHospital de Los Angeles, California–, elDr. Rudolf W. Hynek – de la Academiade medicina de Praga– o el Dr. Pier LuigiBaima Bollone –profesor de medicina le-gal de la Universidad de Turín–.

En resumen, de sus resultados se deri-va que la distribución de las heridas en laSábana es anatómicamente perfecta y querefleja muchos detalles desconocidos enla Edad Media. Son muchas las lesionesque se muestran en la Sábana con plenaexactitud. Han ido apareciendo a lo largodel relato de la pasión en la Sábana San-ta:

–El cartílago de la nariz, que apareceroto y desviado a la derecha, efecto deun bastonazo o de una caída, pues se hanencontrado restos microscópicos de tie-rra de las mismas características físicasque la de Jerusalén en esa zona de la na-riz y también en la rodilla izquierda y enla planta de los pies.

–Una gran contusión que aparece bajola región malar derecha, efecto de un bas-tonazo propinado con un palo corto y re-dondo de 4-5 cm. de diámetro.

–Diversas escoriaciones en la mejilladerecha y la región frontal; llagas sobrelos arcos supraorbitales, tumefacción delarco ciliar derecho.

–Las marcas sangrantes de más de 50orificios de la corona de espinas, corres-pondientes las más importantes con ve-nas y arterias reales.

–Las heridas y contusiones a lo largode todo el cuerpo, más de 600, y las mar-cas de azotes, unas 120, idénticas a lasque dejaría el instrumento de flagelaciónutilizado por los romanos, el flagrum ta-xillatum.

–La herida del costado, de forma elíp-tica, del mismo diámetro, 4’4 x 1’4 cm.,que las lanzas romanas que, a diferenciade las demás heridas, se infirió postmortem.

En relación con las afirmaciones deque la Sábana sea una falsificación hechaen la Edad Media, vemos en ella elemen-tos anatómicos que no se conocían en esaépoca, como el halo de suero alrededorde las manchas de sangre –no apreciable

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a simple vista–, las salpicaduras y sinuo-sidades de los regueros de sangre, la hin-chazón del abdomen, típico de la asfixia.

Por otra parte, algunos aspectos de laimagen contradicen las representacionesde Cristo corrientes en la Edad Media,ajustándose perfectamente, en cambio, ala realidad de la muerte del Crucificado,como la corona de espinas en forma decasco, los clavos de las manos en el carpoy no en las palmas, la lanzada en el costa-do derecho y no en el izquierdo. Hay quedestacar también que representar a Cris-to completamente desnudo hubiera su-puesto un escándalo en aquella época.

Sobre el grupo étnico al que podría per-tenecer el hombre de la Sábana, hay co-incidencia entre los antropólogos. Así, T.Dale Steward, del Museo Smithsonianode Ciencias Naturales, afirma que los ras-gos faciales son «los propios del gruporacia judio o semítico»].

SangreNo se puede negar, pero tampoco afir-

mar, que la Sábana Santa haya estado encontacto con un cuerpo ensangrentado.Ha pasado mucho tiempo, y en dos milaños –edad que se presume de la tela exa-minada– profundas alteraciones físico-químicas pueden haber actuado sobre laestructura de los glóbulos rojos y de lafibrina que caracterizan la sangre.

Y no solo eso. Hay que tener en cuentaque el microscopio óptico ha escudri-ñado la superficie de la tela, es decir, laparte externa, la más expuesta al desgas-te. En un futuro no lejano dispondremosde sistemas capaces de hurgar mas afondo, entre los mismos hilos del tejido.Instrumentos como el EMA –Electrónmicroprobe–, el IMA –ion microprobe– yel ESCA –espectroscopio electrónico paraanálisis químicos–, que se encuentran en

los laboratorios Mc. Crone de Chicago,éstos sí que sabrán responder ese inte-rrogante. Además de que de los estudiosde residuos microscópicos de cristales yminerales fáciles de encontrar en la Sába-na Santa puede que vengan otras intere-santes confirmaciones de su autenticidad.

[J. Kilmon expone en loc. cit. las prue-bas realizadas en relación con el tema dela sangre en la imagen de la Sábana. McCrone, uno de los investigadores más res-petados en análisis de partículas, soste-nía que la imagen era una pintura. De-tectó partículas de óxido de hierro en laSábana, sobre todo en las supuestas man-chas de sangre de la imagen, utilizandosólo técnicas ópticas y las atribuyó a téc-nicas de pintura. El debate sobre la au-tenticidad de la Sábana se centró en de-terminar si la presencia comprobada deóxido de hierro era la causa de la imagende la sábana y las manchas de sangre, asícomo en el origen del óxido de hierro.

Parte de la respuesta a esto vino por elanálisis con fluorescencia de rayos X,realizado por científicos del STURP, quedeterminó que no había correlación en-tre las concentraciones de partículas deóxido de hierro y las diferentes densida-des de la imagen, concluyendo que elóxido de hierro no era responsable de laimagen de la tela. Estos descubrimien-tos estimularon un mayor interés en lasmanchas de sangre de la tela. ¿Se tratabade verdaderas manchas de sangre o ha-bían sido pintadas con alguna clase deóxido de hierro que contenía pigmentorojo?

Este tema fue desarrollado por Hellery Adler, expertos en análisis de sangre,que investigaron más allá del simple es-tudio óptico de McCrone. Aplicando di-versas técnicas determinaron que, mien-tras los pigmentos de los pintores con-tienen óxido de hierro contaminado conmanganeso, niquel y cobalto, el óxido de

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hierro de la Sábana era relativamentepuro. Descubrieron, investigando los pro-cedimientos de elaboración del tejido delino, que es normal que aparezca óxidode hierro puro en el proceso de fermen-tación del tejido en grandes barrilesabiertos de agua. Por tanto, el óxido dehierro, abundante en el lino de la Sábana,no es obra de pigmentos de algún pintor.A continuación se procedió a aplicar elanálisis microespectrofotométrico a laspartículas de sangre de una de las fibrasde la Sábana identificando infaliblemen-te hemoglobina, porfirina, bilirrubina, al-búmina y proteina. Así pues, las manchasdel tejido no son pigmento de pintor, sinosangre verdadera, y estas manchas im-pregnaron el tejido antes de la formaciónde la imagen.

Por otra parte, trabajando con una ma-yor variedad de muestras de sangre de lasfibras de la tela, el patólogo P. BaimaBollone, utilizando inmunoquímica, con-firmó los descubrimientos de Heller yAdler e identificó la sangre como perte-neciente al grupo sanguíneo AB, preva-lente en los judíos. Es significativo queel análisis del tejido muestra altos nive-les de bilirrubina, lo que concuerda conlos golpes y azotes que se muestran en laimagen del Hombre de la Sábana].

MonedasDesde otra vertiente, hay estudiosos

que en estos años han indagado sobre lacuestión de las monedas que, puestas elViernes Santo sobre los párpados del ca-dáver que estudiamos, han dejado supropia huella, a modo de un posterior se-llo de autenticidad.

En 1979, el estadounidense Francis Fi-las, estudió las letras que aparecían en laimpronta de la moneda situada sobre elojo derecho, U-CAI, integrantes de la ins-cripción griega tiberiou kaisaroi, y con-

siguió encontrar en el mercado de anti-güedades especializado dos monedas conel mismo error de acuñación: en vez delregular kai, el aproximativo cai. Estamoneda se llamaba dilepton lituus.

En 1996, Baima Bollone y NelloBallosino identificaron sobre la ceja iz-quierda un lepton simpulum, acuñadobajo Pilatos en honor de Julia, madre deTiberio, muerta en el año 29 d. C. Whan-ger y Haralik pusieron de manifiesto laexistencia de 74 puntos de correspon-dencia entre las imagenes de las fotogra-fías de la Sábana Santa y la moneda dePilatos, localizando otras dos letras.

«Todo esto nos lleva a la conclusión deque, efectivamente, sobre los párpados delHombre de la Sábana Santa estuvieron dospequeñas monedas coloniales romanas, per-tenecientes a la época del imperio de Tibe-rio, alrededor del 29 d. C.» (F. PastoreTrossello, Alcune considerazioni sullaquestione delle monetine, en Sindon, Turín1989, 103).

ImprimaciónEntremos ahora en el ámbito más pro-

blemático del universo sindónico, el in-herente a la génesis de las huellas y deaquellas particulares impresiones que pre-senta la Sábana de Turín. Se ha explica-do según varias teorías.

La primera consiste en afirmar que setrataría de un cuadro, de una reproduc-ción realista del cadáver de un hombre,previamente sometido al proceso que vadesde la tortura a la crucifixión, del quehablan los Evangelios. Tal hipótesis resul-ta excluída del modo más absoluto: se en-cuentra con varias dificultades no resuel-tas, como la incongruencia del estilo pic-tórico con la época de su supuesta ela-

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boración, así como la total ausencia dehuellas de pinceladas.

Los misteriosos falsificadores podríanhaber acudido al eventual recurso pro-puesto por el doctor Rodante, ya expli-cado; se habría podido envolver dentrode una sábana un cadáver, anteriormentesometido a torturas y después crucifica-do, poniéndole después áloe y mirra, yexponiendo luego la tela en cuestión a laluz del sol. Pero también esta hipótesishace aguas por todas partes, sea porquela presencia catalizadora del fluido lumi-noso debería ser simultánea la acción delos ungüentos y bálsamos, y no poste-rior; sea porque los desconocidos falsi-ficadores habrían debido tener la inad-misible precaución de procurarse, algu-nos siglos antes del descubrimiento de lapolinología, los pólenes fosilizados, deorigen prevalentemente palestino o me-dio-oriental, que la Sábana Santa presen-ta como incorporados dentro de las pro-pias fibras.

Por otra parte, la teoría pictórica noexplica la exactitud milimétrica de aque-llas tres pequeñas heridas en la frente delHombre de la Sábana Santa, con una per-fecta simetría, correspondientes a las ve-nas y arterias de las que salió la sangre.La ausencia de estas micro-garantías deautenticidad hace que no se pueda susti-tuir la Sábana de Turín por la Sábana re-producida en Siracusa por el doctorRodante.

Otra objeción insuperable acerca delorigen manual de la Sábana Santa de Turínproviene de las siguientes preguntas: dadoque dicha impresión del hombre se en-cuentra en las condiciones que podría-mos denominar aproximadamente nega-

tivo fotográfico, ¿qué pintor y por qué,dotado de capacidades geniales comopara poderlo comparar con Miguel Angelo Leonardo de Vinci, habría decidido ofre-cer a sus contemporáneos y a los pos-treros una imagen por sí misma incom-prensible, en vez del habitual modo po-sitivo y verdadero, con las facciones deaquél que por todas las circunstancias,sería Jesús de Nazareth? Mientras no ten-gamos una respuesta convincente, nossentimos ampliamente autorizados a pre-ferir nuestra tesis: la Sábana Santa con-servada en Turín es auténtica y verdade-ramente tuvo entre sus pliegues a Cristomuerto y resucitado, como nos induce acreerlo el conjunto de pruebas que así laavalan.

[De la investigación realizada en 1978por el STURP, equipo de científicos es-tadounidenses que solicitó y obtuvo per-miso para realizar una exploración sobrela Sábana en Turín se derivan importan-tes conclusiones sobre la formación dela imagen de la Sábana Santa.

Este equipo pudo trabajar directamen-te con la Sábana durante 120 horas, utili-zando las técnicas de investigación másavanzadas, de entre las cuales pueden des-tacarse:

–unas 5.000 fotografías normales y conrayos infrarrojos y ultravioleta;

–análisis computerizado de la imagencon el aparato VP8, capaz de obtener elrelieve del cuerpo que estuvo envueltopor la Sábana;

–microscopía, macroscopía, micro-densitómetro y espectroscopio;

–pruebas químicas, más de 1.000, de lasmancas de sangre, agua y otros restos, asícomo de otros pigmentos orgánicos einorgánicos, que aparecen en la Sábana.

Sus principales conclusiones fueron:

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52 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

–Las manchas de sangre de la Sábanason realmente sangre.

–La imagen contiene al menos nuevecaracterísticas que obligan a excluir to-das las técnicas conocidas para realizarla imagen (tintura, tinte, polvo, contactodirecto, vaporigrafía, vapor y contacto).Esas características son: absoluta super-ficialidad, extrema pormenorización, ple-na estabilidad térmica y química, com-probada ausencia de pigmentación decualquier clase, estabilidad al agua, nodireccionalidad, negatividad y tridimen-sionalidad].El doctor Rodante, de Siracusa, ha

dado la respuesta más plausible, por elmomento, a la cuestión de cómo se for-mó la imagen de la Sábana, después demás de veinte años de investigaciones enlaboratorio. Ya en 1978 presentó en el ám-bito del XI Curso de medicina y moralen Roma, los resultados de sus primerosexperimentos sobre las impresiones dela Sábana Santa, obtenidos recurriendo acatalizadores como el sudor y el sangre.Realizó los experimentos en las catacum-bas de Siracusa, lo que indicaba ya unaprimera intuición: elegir un ambiente lomás análogo posible al específico delSepulcro de Jerusalén, con un determi-nado nivel de humedad, dato indispensa-ble para lograr la experimentación.

Un año después de la pretendida nue-va datación de la Sábana Santa, acordecon la prueba del carbono 14, en 1989,Rodante presentó sus descubrimientos enuna contribución titulada Formación na-tural de las impresiones de la SábanaSanta; sudor y sangre, áloe y mirra, yla datación medieval.

Sus investigaciones en el laboratorioempezaron por una fortuita o providen-cial intuición, la de haber encontrado en

una superficie tratada con aloe y que ha-bía estado expuesta a la luz del sol, unazona no oscurecida, correspondiente aun lugar en que se había impedido la ac-ción de dicha luz. Ello era signo evidentede la acción oxidante producida por elsol.

Partiendo de la reproducción fotográ-fica del Hombre de la Sábana Santa, tra-tado con sangre, sudor, áloe y mirra, yagujereada con un alfiler común, con pa-ciencia infinita, para intentar reproducirla porosidad de la piel humana, Rodantecontinuó sobre esta pista, fotografiandosistemáticamente los resultados obteni-dos. Después tuvo la oportunidad de tra-bajar con un material utilizado en los pro-cesos serigráficos. Del latín seri(co) –deseda–, y del griego gráphein –escribir–,la serigrafía es un procedimiento deestampación que consiste esencialmenteen hacer pasar una capa de tinta a travésde la malla de un molde de tela con porosmuy pequeños.

Rodante estaba convencido de que sus-tituyendo la sustancia líquida de la tintapor aquélla, todavía más fluída, consti-tuida por un flujo de luz solar, una deter-minada figura tratada con los elementoscitados, tendría que haber dejado su pro-pia impresión en negativo. De hecho, asíes como sucedió; primero el rostro delHombre de la Sábana Santa, después todala figura. Al terminar el tratamiento, queduró alrededor de treinta y seis horas, enel ambiente húmedo de las catacumbassiracusanas, atravesando con un flujo lu-minoso el finísimo material serigráfico –lo más parecido a la permeabilidad de lapiel humana–, quedaron estampados enotra tela o cuadro de estampación, conun altísimo índice de semejanza; prácti-

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camente del cien por cien. De hecho, lle-vando al revelado fotográfico aquella im-presión negativa, se asemeja a un posi-tivo del original de la Sábana Santa, y casino es posible distinguir la copia del origi-nal.Radiación

Queda sólo hablar del rayo de luz ne-cesario para fijar en la tela la imagen quenos interesa. Ya hemos hecho referenciaa los rayos mitogénicos de Gurwitch.Considerando como hipótesis razonableque la Sábana Santa de Turín haya sidoefectivamente aquella en la que en su in-terior estuvo el cadáver del Cristo cruci-ficado hasta el instante de su resurrec-ción, habría bastado a Dios, inventor ypadre de las leyes de la naturaleza, utili-zar esos rayos mitogenéticos y sacar deaquel cuerpo que volvía a estar no sólovivo, sino además en plenitud de vitali-dad sobrenatural, la cantidad exacta deluz necesaria para fotografiar sobre la telade la Sábana la imagen del Resucitado.

En el proyecto divino, parece que hahabido esta secuencia de fases: ofrecer ala fe sencilla de los creyentes, desde elinicio de la era cristiana hasta el final delochocientos, la propia imagen en negati-vo y de forma aproximada, pero suficientepara sustentar la devoción; después unasegunda fase, desde 1898 en adelante, enla época caracterizada por la civilizaciónde la imagen, mostrar su verdadero as-pecto corporal, en positivo, el mismo quefue familiar para María, los Doce, los dis-cípulos y sus contemporáneos palesti-nos, griegos y romanos.

De entre las varias hipótesis adelanta-das, desde la pictórica hasta la hemática,desde la de la fluorescencia hasta la de la

radiación atómica, la más convincente enplano teórico y avalada por los resulta-dos del laboratorio es aquella que po-dríamos denominar de la difusión lumi-nosa de irradiaciones residuales secun-darias, presentada por el doctor Rodan-te en el III Congreso Internacional deEstudios sobre la Sábana Santa, en uninforme complementado con numerosasdiapositivas demostrativas. El informe sellamaba Un relámpago de luz en el um-bral del tercer Milenio. Ahora bien, mien-tras Rodante recurre a la luz del sol, pe-netrando desde el exterior al interior, enel caso de la Sábana Santa original el flu-jo debió haber salido del interior del cuer-po resucitante de Jesús o, mejor aún, deun fulgor que lo envolviera por todos la-dos.

[El padre Jorge Loring, jesuita, autorde La Sábana Santa, dos mil años des-pués (Planeta, Barcelona 2000), escri-be: «Esto fue un descubrimiento de losdoctores en ciencias físicas de la NASAamericana Jackson y Jumper. Ellos opi-nan que la imagen se produjo por una ra-diación. Cuando expusieron su descubri-miento en el Congreso científico inter-nacional sobre la Sábana Santa, enTurín, siempre que hablaban de esta ra-diación añadían: “radiación instantánea”.Yo le pregunté a Jackson el porqué, y élme contestó: “Porque los hilos no estáncarbonizados, sino superficialmente cha-muscados, y por la penetración de la que-madura podemos medir la fracción de se-gundo que duró la radiación”. Esta radia-ción se produjo en el momento de la re-surrección. No hay explicación másaclaratoria. Ningún cadáver de la Histo-ria ha dejado su imagen grabada a fuegoen el lienzo que lo cubre. Si yo envuelvoun cadáver en una sábana, dejará manchasde sangre, si tenía; de sudor, si tenía; deexcrementos quizás. Pero es cierto que

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ningún cadáver de la Historia graba suimagen a fuego en el lienzo que lo cubre.Cristo grabó su imagen porque resucitó:no hay otra explicación»].

HistoriaY hay otro capítulo juzgado más bien

débil en la cadena de las verdades de laSábana Santa, el relacionado con su his-toria, y en particular con la del primer mi-lenio que va desde el día de la resurrec-ción de Cristo hasta aproximadamente elmil doscientos. Siempre se ha sostenidoque la casi total falta de documentos y deindicaciones relacionadas con la Sábanaa lo largo de los primeros diez-doce si-glos de la era cristiana constituye un ele-mento contra su autenticidad.

Ahora bien, reuniendo los resultadosde sus cuidadosas investigaciones en unvolumen editado en 1997, la historiadoray arqueóloga María Grazia Siliato parecedar el paso necesario en este tema, igualque de algún modo el doctor Rodante yalo había dado refiriéndose a la génesis dela más famosa imprimación de la histo-ria. Siliato, desde el punto de vistahistório, responde que no ha existido nun-ca ese pretendido vacío de documenta-ción para la Sábana en esos siglos. Loque ha sucedido es que se había busca-do siguiendo una dirección equivocada,en Occidente, mientras que casi durantetodo el milenio de que se habla, ella hapodido verificar la presencia de la Sába-na en el Medio Oriente.

Ella recorre las etapas puntualmente:desde el alba de la Pascua, en la que lapreciosa reliquia cristiana es entregada alpríncipe de los Apóstoles, para despuéspasar, mientras crece la hostilidad haciala Buena Nueva predicada por Cristo, de

comunidad en comunidad, del valle delJordán al de Siddim, el valle donde en untiempo pasado surgían las ciudades deSodoma y Gomorra; desde Palestina has-ta Edessa, en la actual Turquía, dondequeda escondida hasta el año 540, tiem-po del rey Cosroe I.

Después de haberla encontrado de nue-vo en un pequeño hueco en las murallasde la ciudad, más tarde, pasa aConstantinopla.

[J. Kilmon, en loc. cit., se refiere a que lacara del Hombre de la Sábana y sus rasgosúnicos han sido pintados en la iconografíafechada en esos siglos. La superposiciónde la cara de la Sábana con un icono del si-glo VI del monasterio de Santa Catalina, enel Sinaí, muestra 170 puntos de congruen-cia. También aparecen varios detalles se-mejantes en una ilustración de Jesús envueltoen la Sábana encontrada en un libro de ora-ciones de 1192, en Budapest, que demues-tran que tuvo como modelo la Sábana Santa].

A primeros del siglo XII, atraviesa elestrecho brazo de mar que enlaza Greciae Italia, hasta llegar a Marsella, en la Fran-cia confinante con los Alpes Italianos. Enlas memorias del arzobispo de Troyes,Pierre d’Arcis, escrito hacia el final delsiglo XIV, relata la presencia de la Sába-na en Lirey, en Borgoña, siendo el primerdocumento escrito proviniente de Occi-dente. Encontramos así el eslabón quefaltaba, mediante el cual la vida sumergi-da de la Sábana Santa en Oriente se enla-za con Occidente. Resumiendo, el tra-yecto se ha desarrollado tocando estasetapas fundamentales: Jerusalén, Edessa,Constantinopla, Atenas, un salto impre-cisado de Atenas hasta superar los Al-pes, Lirey, Chambéry y por último Turín.

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PolenRecordemos, por último, los estudios

de polinología realizados por Max Freisobre la Sábana Santa, altamente favora-bles a la autenticidad de la misma.

[J. Kilmon, en loc. cit., ateniéndose alas investigaciones aludidas, asegura quela Sábana contiene polen de 58 especiesde plantas, 17 europeas y la mayoría in-dígenas, algunas exclusivamente, de laszonas del Mar Muerto y Turquía].

Carbono 14La fecha de origen de la Sábana se ha

investigado también estudiando la radia-ción del carbono 14 o C-14 que en ellase contiene. El C-14 es un isótopo delcarbono normal o C-12.

[Esto quiere decir que es un elementocon las mismas propiedades químicas delcarbono, pero de diferentes propiedadesnucleares, ya que tiene el mismo núme-ro de protones y de electrones, pero dosneutrones más, lo que le confiere un ma-yor peso atómico. Se forma en las capasaltas de la atmósfera con neutrones libresque entran en contacto con el nitrógenode la misma. Oxidándose con el oxígenoda lugar al anhídrido carbónico, CO2radioactivo, el cual entra en el círculo dela normal fotosíntesis de la clorofila, vi-niendo a formar parte de las sustanciasorgánicas que constituyen la materia vi-viente de animales y plantas. Mientras unorganismo está vivo, existe un recambiocontinuo de CO2 entre el organismo mis-mo y la atmósfera. A su muerte, el recam-bio se para y desde ese momento en losrestos del organismo el nivel del C-14empieza a disminuir al decaer la radioac-tividad. Se puede demostrar que si ahoratenemos x gramos de C-14, dentro de5.650 años nos quedarán x/2 y pasadosotros 5.650 años nos quedarán x/4 y asísucesivamente].

De este modo es posible saber, al me-nos en teoría, la edad de los restos deorganismos confrontando su actividad encarbono 14 con la de los organismos ac-tualmente vivos.

Con estas premisas, hay que precisarque son numerosos los errores que pue-den producirse, por varias causas, enla aplicación del método. Algunos deellos derivan de las alteraciones del ni-vel actual del carbono 14 debido a fac-tores antropo-geoquímicos. Otros deri-van de la contaminación, de variada na-turaleza, a la que pueden estar someti-dos los materiales a fechar. Otros pue-den depender de los instrumentos y mé-todos utilizados en la investigación.

En cuanto a la triple categoría de cau-sas que pueden alterar el resultado de losexperimentos, he aquí un cierto númerode casos en los que se ha demostradoque el resultado de la datación con C-14era erróneo: una antigua momia encon-trada en 1984 dio sucesivamente tres fe-chas distintas: 300, 100 y 400 años d.C.;cáscaras de caracoles vivos resultabantener una antigüedad de 26.000 años; a lamomia conocida como de Manchesterse le atribuyó una edad anterior a las ven-das de 800-1.000 años; una foca marina,recién muerta resultó muerta en 1700; lapiel de un mamut de hace unos 26.000años, resultó fechada por el C-14 consolo 5.600 años; algunas hojas de árbolarrancadas en el momento, resultaron te-ner al menos 400 años, mientras que unmantel de unos cincuenta años se consi-deró como hecho a mano hace 350 años.

El 21 de abril de 1988 se extrajo unfragmento del sagrado lino –8’1 x 1’6cm.–, repartido después en tres fragmen-

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tos que se enviaron a otros tantos labo-ratorios de datación con el método delcarbono 14: Tucson, Oxford y Zurich.Sus trabajos se desarrollaron en absolu-to silencio, hasta que en conferencia deprensa, el 14 de octubre, los tres respon-sables de los citados laboratorios dieronal mundo una noticia que para los cre-yentes pareció increíble. El carbono 14trasladaba la fecha de la Sábana, que hastaahora se consideraba de la época de Cris-to, a la Edad Media, entre los años 1260y 1390, deduciéndose, en consecuencia,que era una falsificación. Quienes recha-zan la autenticidad de la Sábana ven enestos resultados de su datación con C-14 la prueba definitiva para sus afirma-ciones. Para D. Sox, que fue secretariode la British Society for the Turin Shroudy posteriormente se manifestó en contrade la autenticidad de la Sábana, «Diosno actúa de este modo», por lo que lahistoria de la Sábana no es más que uninvento ridículo de los sindonólogos (D.Sox, The Shroud unmasked, The LampPress 1988. Cfr. también O. Petrosillo yE. Marinelli, La Sindone. Un enigma allaprova della scienza, Rizzoli, Milano 1990,65 y 101).

Recordamos las palabras de Alberto diGiglio, en relación a las impresiones quetal anuncio, dado en el nombre de la cien-cia, determinó en el mundo católico: «des-concierto, confusión, rabia».

Confieso que también yo tuve un sen-timiento de amargura, que duró solo uninstante, desapareciendo cuando me pre-gunté a mí mismo: «ahora bien, ¿los la-boratorios habrán descontado la canti-dad de carbono que la Sábana ha debidoir absorbiendo indudablemente a lo largo

de los 19 siglos transcurridos, carbonoprocedente de las velas, de la respiraciónde los fieles...?»

Por otra parte, la elección como méto-do de análisis del método del aceleradoren lugar del método del cálculo propor-cional pareció enseguida a muchos ex-pertos el menos indicado para muestraspequeñas como las analizadas de la Sá-bana, porque en cada uno de los pasosde este método existe la posibilidad deque se añada carbono a la muestra, al-terando consiguientemente su datación.Habría que esperar, pues, a que la cien-cia perfeccione el método del carbonoradioactivo y sobre todo encuentre elmodo de aislar el carbono correspondien-te a la edad de la Sábana del añadido aella posteriormente.

[Tomamos de las explicaciones resu-midas por el Centro Español deSindonología en loc. cit. algunos datossobre el estado actual de la cuestión dela datación con C-14 de la Sábana. Fren-te a quienes dieron la cuestión por ter-minada con las tres pruebas realizadas en1988, otros muchos investigadores si-guieron preguntándose por la razón de ladiscordancia entre ese dato y todos losdemás resultados científicos anterior-mente explicados. Con sus investigacio-nes se ha avanzado mucho en la explica-ción de las causas que pueden haberdistorsionado la edad de la Sábana segúnel método de datación por carbono 14, eincluso del modo en que pudo haberseformado la imagen de la Sábana:

–El doctor Garza Valdés, investigadordel Instituto de Microbiología de San An-tonio en Texas, ha comprobado tambiénexperimentalmente que sobre la tela dela Sábana –igual que sucede en otros ob-jetos que contienen sangre– abunda uncompuesto biológico formado por hon-

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gos y bacterias, que no fue eliminado conlos tratamientos de limpieza a que fue-ron sometidas las muestras analizadascon el método del carbono-14.

–El doctor D. Kouznetsov, premioLenin de Ciencias y Director del Labo-ratorio de investigación de biopolímerosE. A. Sedov, de Moscú, ha realizado unexperimento que puede tener una enor-me trascendencia. Adquirió una tela delino originaria de Israel, datada según elC-14 en el año 200, y la sometió a uncalor intenso, en presencia de plata, si-milar al padecido por la Sábana duranteel incendio de Chambéry, después de locual fue datada trece siglos más tarde.

–J-B. Rinaudo –investigador en medi-cina nuclear del laboratorio de Biofísicade la Facultad de Medicina de Mont-pellier–, ha aportado su experiencia paraformular una hipótesis que explicaría almismo tiempo cómo se formó la imagenmonocroma que nadie ha logrado hastahoy explicar ni reproducir, y por qué anteel carbono 14 la tela fue rejuvenecida en13 siglos. En resumen, él parte de supo-ner que se produjo en el cuerpo muertodel crucificado una irradiación de ener-gía desconocida, con un número igual deneutrones y de protones. La irradiaciónde los protones produciría una quemadu-ra superficial, oscureciendo la tela poroxidación de la celulosa, mientras que losneutrones enriquecerían la tela en carbo-no 14 y la rejuvenecerían. Realizados losexperimentos correspondientes en unacelerador de partículas del Centro deEstudios Nucleares de Grenoble y en elreactor de la Central de Energía Atómi-ca de Soclay, la hipótesis del doctor Ri-naudo se ha verificado exactamente].Fundamentados en tantas pruebas cien-

tíficas coincidentes, podemos, pues, con-siderar ciertamente la Sábana Santa comouna reliquia, como un icono de Cristo,como un puente ideal y al mismo tiempo

real entre nuestra época y la de Jesús. De-bemos atender a la expresión salida desus labios: «Si no queréis creerme mí,creed al menos a mis obras» (Jn 10, 38).

La infinita sabiduría, poder y providen-cia de Dios encarnado ha demostrado re-petidamente que está presente en laideación y génesis de la imagen de la Sá-bana, en su conservación y en la presen-cia en ella de tantos sellos que garantizansu autenticidad. La Sábana ha demostra-do ampliamente que es una de las mara-villosas obras de Dios, que nos confíaen ella un mensaje para que lo transmita-mos a los hombres, especialmente a losactuales.

12

Y vosotros,¿quién decis que soy yo?

Mt 16,15

Estamos concluyendo ya este largo via-je en torno a la Sábana Santa. Y proba-blemente el lector se ve envuelto en untorbellino de impresiones, como cuandovisita y descubre un país extranjero...

La Sábana tiene en sí misma una fuertecarga de... provocación, en el sentido deestímulo, de invitación. Y el motivo esbastante claro, aunque el tema sea tancomplejo.

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58 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

Si se hubiese tratado de una antigua telababilónica con la impresión de un cruci-ficado, nos habríamos preguntado porun tiempo si no pudiera haber perteneci-do a un esclavo condenado a muerte pororden de Hammurabi. Y la cuestión hu-biera quedado en eso solo. Alguna líneamás en las nuevas enciclopedias.

Si se hubiese tratado de un largo trozode tejido encontrado en el interior de unsepulcro junto al Nilo, sería legítima cu-riosidad preguntar a la ciencia modernaquién sería el misterioso personaje foto-grafiado en aquel rollo de tela egipcia.¿Algún dignatario que no fue fiel? ¿Unfaraón derrotado en batalla por un po-deroso rey enemigo, y cuya momia falta-se en la lista de los hallazgos arqueológi-cos? Curiosidad legitima, pero nada más.

Aquí, en cambio, según todo lo visto,hallamos la impresión total del Hombremás importante que jamás haya existido.El personaje de la Sábana sería Jesús deNazareth, el Hombre-Dios. Un Dios queha tomado la misma realidad y ciudada-nía humana de uno de nosotros. Un hom-bre joven y fuerte, que se arriesga al fra-caso popular, y que en la plenitud de susfacultades mentales se enfrenta con unterrible género de muerte para confirmarsu idea- fuerza: Dios ha descendido conél a la tierra para ofrecer a los hombresuna última posibilidad de salvación. En laSábana tenemos así una recuperacióníntegra y definitiva de su imagen, ofreci-da a todos los hombres de buena volun-tad, en cualquier nación y tiempo.

Según esto, la Sábana Santa de Turínha guardado su cuerpo crucificado y aÉl pertenece la imagen que en ella nos haquedado prodigiosamente estampada.

Imaginemos un caso extraño, suma-mente extraño. Supongamos que un la-drillo se separe espontáneamente paravolar hasta las manos del albañil que estáreparando la fachada de una casa en elúltimo piso. La física moderna afirma queesto podría suceder teóricamente, quizáuna sola vez en cien billones de años…

Yo estoy convencido de que sería ne-cesario esperar mucho más tiempo paraconseguir que una antigua sábana fune-raria fotografiara espontáneamente el ca-dáver envuelto en ella, conservando unaperfecta imagen humana, una imagen queademás ilustra con toda exactitud la do-lorosa y detallada crónica del Vía Cru-cis, recorrida paso a paso por Jesús.

Más aún. He aquí que la ciencia actualy la historia evangélica coinciden al afir-mar que la imagen íntegra del Hombre dela Sábana Santa ha podido estamparseen ella en un lapso de tiempo de apenas30-40 horas, o incluso en un instante. Enel breve período de permanencia de Je-sús en el sepulcro; del anochecer del vier-nes al alba del domingo. En el momentodivino de la resurrección.

¿Por qué el Creador del universo, elSeñor de las complejísimas leyes que go-biernan los fenómenos sensibles, no po-dría haberse valido en algún modo de laacción conjunta del áloe-mirra-fibrina- ra-diaciones celulares, etc., para obteneraquel unicum absoluto que es la imagenque puedes ver en la Sábana Santa, y quehistoria, fe y ciencia coinciden en atribuira Cristo?

¿Recuerdas todas las pruebas, los cál-culos, las precauciones del abogado Pia?Pues bien, aquí dos mil años antes que él

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y que nosotros, parece que un dedo invi-sible haya tocado, con extrema decisión,el botón de una invisible y ultraprecisamáquina fotográfica, transformando asíuna simple sábana en aquel perfecto ne-gativo que es la Sábana Santa.

Efectivamente, se trataría de una inter-vención prodigiosa –el clásico mira-culum quoad modum, en cuanto almodo, dicho en lenguaje técnico–. Eseefecto excelente puede haber sido cau-sado por Dios, como causa-principal,concentrando, midiendo y ajustando laciega potencialidad de las normales fuer-zas de la naturaleza. Nadie puede excluiresto. Y al contrario, todos los indicios nosimpulsan a admitirlo.

Esta Sábana Santa, entonces, no ha-bría envuelto un cadáver condenadoinexorablemente a la descomposición,sino el cuerpo de un hombre verdade-ramente muerto y realmente vuelto a lavida, más vigoroso y eficiente que nun-ca, después de haber permanecido me-nos de tres días en la sepultura.

Esta formidable afirmación no se leeen la Sábana Santa, sino en los Evange-lios. La Sábana se limita a confirmarnosmuchas cosas de Él, muchísimas cosas.Nos propone concretamente una pregun-ta que no es lícito ignorar, una preguntaque es fundamental. Es una suposiciónestimulante, que la fe y la ciencia puedentransformar en una certeza absoluta. Estahuella de un hombre que nos entrega laSábana es verdaderamente la imagen delResucitado.

¿A quién no le gustaría ver una verda-dera fotografía de Jesús?... Zeffirelli, enuna espléndida película sobre la vida de

Cristo, o los grandes artistas, como elBeato Angélico, Leonardo de Vinci, Mi-guel Ángel, Rafael, lo han intentado deun modo u otro con su arte, partiendo dela imagen de un modelo o del sueño desu fantasía. Pero no podemos menos depreguntarnos: ¿así era Jesús realmente?¿Era tan hermoso, más, menos?...

Si Él, el hombre de la Sábana, es real-mente Cristo –como yo lo creo firme-mente–, en tal caso hoy poseemos susdatos físicos con más precisión de la queposeemos acerca de cualquier otra per-sonalidad histórica.

Además de ciertos rasgos fisonómicosmuy precisos, podemos conocer, porejemplo, la estatura de Cristo. Sumandolos 204 cm. de la impresión de la caracon los 208 cm. de la imagen dorsal, di-vidiendo después por dos y restando los25 cm. de la huella de los pies, obtene-mos 181 cm., alrededor de un metroochenta.

Es cierto, sin embargo, que en este pun-to las opiniones de algunos estudiosospueden ser distintas. Hay que tener encuenta un cierto cedimiento del tejido quepuede darse con el paso de los años.También hay que considerar que un hom-bre tiene mayor estatura cuando está ya-cente. En todo caso, conjugando variasmedidas y consideraciones, parece se-guro el cálculo que asigna a Jesús unaestatura de alrededor del metro ochenta;estatura por encima de la media de tiposemítico.

Judica-Cordiglia estima que el Hombrede la Sábana Santa muestra una perfec-ción corpórea tal que obliga a clasificarlopor encima y fuera de todos los tiposétnicos.

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60 La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto

Y finalmente sus ojos... Pero ¿cómohablar de una mirada oculta, escondida?

Podemos recordar aquí lo que un Papadel siglo veinte, Pío XI, confesó un díadespués de haber contemplado absortoel rostro de Jesucristo que aparece en laSábana Santa:

«Hay en él, en aquel rostro, algo real-mente impresionante: una belleza tan vi-ril, tan fuerte, tan verdaderamente divina;una serenidad tan triste, una tristezadolorosamente serena, y sobre todo unamirada que no existe, y que, sin embar-go, sorprende; se ve. No existe, porquelos párpados están bajados; pero aún asíno es un rostro ciego, sino lleno de luz,con una mirada escondida que nos al-canza también a través de los párpados».

Estas palabras, en las que vibra un velode conmoción, nos llevan al Cristo es-condido y revelado de la Sábana Santa.Ella no es objeto de una fe sobrenatural,pero quizá probablemente por esto sig-nifica algo más para el hombre contem-poráneo: es objeto de sus sentidos y desus análisis más exigentes, es el objetode nuestra reflexión.

El Evangelio y el cristianismo no sacansu fundamento propio de la Sábana San-ta, pero recibe de ésta un suplemento deluminosidad y de garantía por las mu-chas coincidencias que la enlazan con elEvangelio, y en consecuencia con Cris-to. Tanto mejor si esta luz irradia, aumen-tando así la credibilidad de la fe.

Observaciones finalesHa llegado el momento de que, con

honradez y valor, nos hagamos ciertaspreguntas fundamentales acerca del hom-bre de la Sábana Santa.

–Si es Cristo ¿no será éste el rostroque se ha inclinado, mirando al rostro deMaría, su madre? Sí, es el rostro que hasudado en el banco del carpintero, traba-jando junto a José. El que ha mirado alhijo enfermo del funcionario de Cafar-naún, a la suegra de Pedro, a las espigasy flores del campo, a aquel difunto, hijoúnico de la viuda de Naím. El rostro vuel-to hacia el paralítico, hacia la pecadoraperdonada, hacia las mechedumbres ham-brientas de pan y de verdad, el que estu-vo en la proa de la barca, sobre las olasdel lago, entre los niños, muchachos yjóvenes de Palestina. Es el que miró alciego de Betsaida, a los leprosos, a losescribas y fariseos, a Lázaro, Marta yMaría, a la Ciudad Santa, el que lloró, elque se volvió hacia la Magdalena, que sele acercaba con su frasco de aceite per-fumado.

Sobre la mesa de la última Cena, mira aJuan, que ha apoyado la cabeza sobre sucorazón; mira los pies de los discípulos,mientras se inclina para lavárselos; mira aJudas, que lo traiciona por treinta mone-das; contempla la tierra de Getsemaní,donde agoniza hasta derramar sangre. Sevuelve a Pedro, que jura no haberle co-nocido jamás. Ve su propia carne, lace-rada por la flagelación. Ve la efímera vic-toria de Anás y Caifás, la sonrisa burlonade Herodes, la ruindad de Pilatos.

Mira a las mujeres que se compadecende Él, cuando avanza vacilante hacia elCalvario. Mira los clavos, el martillo, lasmanos que lo empuñan y que golpeancon fuerza. Mira a sus enemigos, que ce-lebran su momentáneo triunfo, y al após-tol Juan, y a María, su Madre.

Es el rostro de la Sábana, el del suda-

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rio, que en la mañana de Pascua quedanintactos en el sepulcro.

El rostro que mira a Magdalena, incli-nada para adorarle, que mira a Tomás,que solamente llega a creer en él cuandopone sus manos en las llagas. El que sevuelve hacia los amigos que va encon-trando, en Betania, en el monte de losOlivos, el día de la Ascensión...

–Si él es Cristo, efectivamente, ésta esla boca que ha enseñado las parábolas dela levadura, del grano de mostaza, de laperla preciosa, del tesoro escondido, delsiervo despiadado, del buen samaritano,del fariseo y del publicano, del hijo pró-digo, de la oveja perdida y encontrada...

–Si es Cristo, realmente, entonces és-tos son los labios que han dicho: «yo y elPadre somos una sola cosa. No he veni-do del cielo para hacer mi voluntad. Yohe de cumplir la voluntad de mi Padre,que me ha enviado.

«Padre nuestro, que estás en el cielo,haz que todos te reconozcan como Dios,que tu reino se realice, que tu voluntad serealice aquí en la tierra como en el cielo.Yo he venido al mundo para dar testimo-nio de la Verdad. Os he hecho ver departe de mi Padre muchas obras buenas.¿Por cuál de ellas queréis ahora apedrear-me?

«Si no hago las obras del Padre, nome creáis; pero si las hago y no queréiscreer en mí, al menos creed por estasobras. Así reconoceréis que el Padre estáen mí y yo en el Padre.

«Yo soy la luz del mundo. El que mesigue no anda en tinieblas. Yo soy la re-surrección y la vida. Yo soy la Vid, voso-tros los sarmientos; si alguno permanece

unido a mí y yo a él, producirá muchofruto. Yo soy el buen pastor y conozco amis ovejas, y ellas me conocen.

«Bienaventurados aquellos que no pier-dan la fe en mí. Felices aquellos que ten-gan un corazón limpio: ellos gozarán deDios. Bienaventurados vosotros, cuan-do os insulten y persigan simplemente porel hecho de ser mis discípulos. Estad ale-gres y contentos, porque Dios os ha pre-parado un premio inmenso.

«Los zorros tienen una cueva y los pá-jaros un nido, pero el Hijo del hombre notiene dónde reposar. El Hijo del hombreno ha venido para ser servido, sino paraservir a los hombres, hasta ofrecer su pro-pia vida como rescate para su liberación.

«Os he dado buenos ejemplos, paraque vosotros hagáis lo mismo. Yo he ve-nido a encender en la tierra un fuego, ycuánto quisiera yo que se inflamara.

«Yo soy el pan de la Vida. Cuando seaalzado sobre la tierra, atraeré a todos loshombres hacia mí. ¡Yo estaré con voso-tros siempre, día a día, hasta el fin delmundo!»

–A este hombre, si el Hombre de laSábana es Jesús, le han dicho: «Tú eresel Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios vi-viente.

«Señor, si quieres, puedes sanarme.«Señor, mi hija se está muriendo. Por

favor, ven a poner tu mano sobre ella,para que se cure y continue viviendo...

«Señor, mi siervo yace en casa parali-zado y sufre terriblemente...

«Maestro bueno, ¿qué debo hcer paraconseguir la vida eterna?

«Señor, ¡ayúdame!

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¡Maestro, Maestro! estamos en peligro:¡nos estamos hundiendo!

«Sí, Señor, tu sabes que te amo.«¿A quién habríamos de ir, Señor? Tú

eres el único que tiene palabras que danvida eterna.

«Quédate con nosotros, que el sol seestá poniendo y dentro de poco nos que-daremos a oscuras.

«Señor, estoy segura de que todo loque pidas a Dios, Dios te lo concederá».

–Será, en fin, muy probable que jus-tamente sea él de quien han dicho suscontemporáneos o su Padre:

«Será un gran personaje y vendrá a serllamado Hijo del Altísimo.

«Salvará al género humano de los pe-cados.

«Éste es el cordero de Dios, el que tomasobre sí el pecado del mundo.

«¡Hemos encontrado al Mesías! Venida verlo.

«Señor, hemos de reconocer que túeres profeta.

«Venid a ver a un hombre que me hadicho todo lo que he hecho. ¿No será elMesías?

«Hemos encontrado al hombre del queescribieron Moisés y los profetas: a Je-sús de Nazareth.

«Éste es mi hijo, mi predilecto. Yo oslo mando: escuchadle.

«Este hombre ha realizado muchosprodigios. Si lo dejamos seguir, todosacabarán creyendo en Él.

«Ningún hombre ha hablado así, comohabla este hombre.

«¡Ha blasfemado»«¡Engaña a la gente!«Es un loco; no razona. ¿Para qué le

estáis escuchando?«Éste acoge a los pecadores y come

con ellos.«¿Quién es este hombre, que manda a

los vientos y a las aguas, y el aire y el marle obedecen?

«Yo no encuentro en él culpa alguna.No ha cometido nada que le haga mere-cer la muerte...

«Soy inocente de la sangre de este hom-bre justo.

«¡Jesús, acuérdate de mí cuando estésen tu reino!

«¡Verdaderamente éste era el Hijo deDios!

«Nos hemos acordado de que aquelimpostor, cuando todavía vivía, dijo:“después de tres días resucitaré”...

«Jesús de Nazareth no está ya en estesepulcro, pues ¡ha resucitado, como lohabía prometido!

Y tú, hombre que entras ya en el añoDos Mil: ¿quién dices que sea este Hom-bre, si no es Cristo?

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Bibliografía

He aquí una breve relación de textosde consulta y lectura sobre la Sábana San-ta:

–En italianoBaima Bollone P. Benedetto P.P.,

Alla ricerca dell’Uomo della Sindone,A. Mondadori, Milano 1978.

Barbet P., La Passione di NostroSignore Gesù Cristo secondo unchirurgo, LICE, Torino, 1959..

Garello G., La Sindone e i Papi, Corsi,Torino 1984.

Ghiberti, G., La sepoltura di Gesù, iVangeli e la Sindone, Marietti, Roma1982.

Masini N. Marinelle E. Romano E.,La Sindone: una presenza? Giovinezza,Roma 1987.

Masini N. Marinelle E. MalantruccoL., Fede e scienza: è Gesù l’uomo dellaSindone?, Medi, Verona 1987.

Petrosillo O. Marinelli E., LaSindone, un enigma alla prova dellascienza, Rizzoli, Milano 1990.

Ricci G., L’uomo della Sindone èGesù, Cammino, Milano 1985.

Rodante S., La realtà della Sindone,Massimo, Milano 1987.

Siliato M.G., Sindone, Paoline, Mila-no 1997.

Zaninotto G., La tecnica della croci-fissione romana, Quaderni di studisindonici, Emmaus, Roma 1982.

–En españolLoring, J., La Sábana Santa, dos mil

años después, Planeta Testimonio, Bar-celona 2000.

Maldame, J-M., Qué pensar de laSábana Santa. Mensajero, Bilbao 2000.

Stevenson, K. E. Habermas G. R.,Dictamen sobre la Sábana de Cristo,Planeta Documento, Barcelona 1982.

Carreño Etxeandía, J.-L., El últimoreportero, Ed. Don Bosco, Pamplona1977.

AA.VV. El Centro Español de Sindo-nología, en la revista «Biblia y Fe» (Es-cuela Bíblica, Madrid 1998), publicó unaexcelente selección de artículos: n. 70,La Síndone de Turín; 71, El Sudario deOviedo, y 72, Los enigmas del Gólgota.

–En Internetsindone.torino.chiesacattolica.itwww.shroud.orgwww.linteum.comwww.shroud.comcorazones.org/jesus/turin_sudario

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Indice

Introducción, 4 1. Carta abierta al lector, 5 2. Nadie lo había imaginado antes, 7 3. De Getsemaní al proceso nocturno, 10 4. La calle que lleva a la colina, 15 5. Morir en una tarde de abril, 20 6. El encuentro con la vida, 22 7. La prueba que convenció a Juan, 27 8. 960’8 grados: ¡punto de fusión!, 31 9. Gracias, monsieur Delage, 3610. El investigador que interrogaba a las plantas, 4211. Investigaciones en torno a la Sábana, 46. -Tejido. -Anatomía.-Sangre. -Monedas. -Imprimación. -Radiación. -Historia. -Polen.-Carbono 1412. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?, 57Bibliografía, 63Índice, 64