la teoría literaria contemporánea. raman selden et al. parte 9 de 10

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"f;'~' ;t " ~. ' Wakefield, Neville, Postmodernism: The Twighlinght of the Real Pluot, Londres, 1990, ' Waugh, Patricia, Metajiction: The Theory and Practice af Self-Cans_ cious Fiction, Routledge, Londres, 1984. Feminine Fiction: Revisiting the Postmodern, Routledge, Lon- dres, 1989. Practising Postmodernism / reading Modemism, ArnoId, Lon- dres, 1992. Wo!mark, Jenny, Aliens and Others. Science Ficiion, feminism and Postmodernism, Prentice Hall / Harvester Wheatsheaf, Heme! Hempstead, 1993. CAPÍTULO 9 TEORÍAS POSCOLONIALISTAS Otro movimiento que recurre a las implicaciones más radicales del postestructuralismo es el estudio del discurso colonial o lo que comúnmente se denomina «crítica poseo- lonial» -aunque deberíamos hacer una advertencia respec- to a aferrarse demasiado a un nombre para este grupo in- ternacional y variopinto de escritores y obras-o El análisis de la dimensión cultural del colonialismo/imperialismo es tan viejo como la lucha contra él; esta tarea ha sido un ele- mento básico de los movimientos anticoloniales de todas partes. Entró en el orden del día de los intelectuales y aca- démicos metropolitanos como reflejo de una nueva con- ciencia a raíz de la independencia de la India (1947) y como parte de una reorientación izquierdista general de las lu- chas del Tercer Mundo (sobre todo en Argelia) a partir de los años de 1950. La obra de Frantz Fanon The Wretched of the Earth (1961) fue y sigue siendo un texto clave inspira- dor (tuvo un importante prefacio obra del «converso» me- tropolitano Jean-Paul Sartre). Más tarde, los «estudios pos- coloniales» asumieron la problemática categoría ideológi- ca de «literatura de la Cornmonwealth» para surgir en los años de 1980 como un conjunto de preocupaciones marca- das por el descentramiento asociado filosóficamente con el postestructuralismo y sobre todo con la deconstrucción (véase el cap. 7). La aparición de la crítica poscolonial se ha solapado, por tanto, con los debates sobre el posmodernismo, aunque conlleva también una conciencia de las relaciones de poder entre las culturas de Occidente y las del Tercer Mundo, que

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Manual de teoría literaria de Raman Selden et al. 3ra. edición.

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Page 1: La teoría literaria contemporánea. Raman Selden et al. Parte 9 de 10

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Wakefield, Neville, Postmodernism: The Twighlinght of the RealPluot, Londres, 1990, '

Waugh, Patricia, Metajiction: The Theory and Practice af Self-Cans_cious Fiction, Routledge, Londres, 1984.Feminine Fiction: Revisiting the Postmodern, Routledge, Lon-dres, 1989.Practising Postmodernism / reading Modemism, ArnoId, Lon-dres, 1992.

Wo!mark, Jenny, Aliens and Others. Science Ficiion, feminism andPostmodernism, Prentice Hall / Harvester Wheatsheaf, Heme!Hempstead, 1993.

CAPÍTULO 9

TEORÍAS POSCOLONIALISTAS

Otro movimiento que recurre a las implicaciones másradicales del postestructuralismo es el estudio del discursocolonial o lo que comúnmente se denomina «crítica poseo-lonial» -aunque deberíamos hacer una advertencia respec-to a aferrarse demasiado a un nombre para este grupo in-ternacional y variopinto de escritores y obras-o El análisisde la dimensión cultural del colonialismo/imperialismo estan viejo como la lucha contra él; esta tarea ha sido un ele-mento básico de los movimientos anticoloniales de todaspartes. Entró en el orden del día de los intelectuales y aca-démicos metropolitanos como reflejo de una nueva con-ciencia a raíz de la independencia de la India (1947) y comoparte de una reorientación izquierdista general de las lu-chas del Tercer Mundo (sobre todo en Argelia) a partir delos años de 1950. La obra de Frantz Fanon The Wretched ofthe Earth (1961) fue y sigue siendo un texto clave inspira-dor (tuvo un importante prefacio obra del «converso» me-tropolitano Jean-Paul Sartre). Más tarde, los «estudios pos-coloniales» asumieron la problemática categoría ideológi-ca de «literatura de la Cornmonwealth» para surgir en losaños de 1980 como un conjunto de preocupaciones marca-das por el descentramiento asociado filosóficamente con elpostestructuralismo y sobre todo con la deconstrucción (véaseel cap. 7).

La aparición de la crítica poscolonial se ha solapado,por tanto, con los debates sobre el posmodernismo, aunqueconlleva también una conciencia de las relaciones de poderentre las culturas de Occidente y las del Tercer Mundo, que

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268 LA TEORíA LITERARIA CONTEivIPORÁi\Ei\

el más festivo, paródico .Yestcticizantc posmodernismo haignorado o ha tardado en desarrollar. Desde una perspecti_va poscolonial, los valores y las tradiciones occidentales delpensamiento .Yla literatura, incluyendo versiones del P05-

modernismo, son. culpables de un etnoceuuisrno represivo.Los modelos del pensamiento occidental (derivados, porejemplo, de Aristóteles, Descartes, Kant, Marx, Nietzsche vFreud) o de la literatura (Hornero, Dante, Flaubert, T. S.Eliot) han dominado el mundo de la cultura, marginalizsj..do o excluyendo las tradiciones y las formas de vida y ex-presión culturales no-occidentales.

Jacques Derrida ha descrito la metafísica cccidenm]como «la mitología blanca que reúne y refleja la cultura deOccidente: el hombre blanco escoge su propia mitología, lamitología indoeuropea, su propio logos, es decir, el 711.ythosde su idioma, para la forma universal de eso que todavíaquiere llamar Razón» y los métodos de la deconstrucciónhan demostrado constituir una importante fuente de inspi-ración para los críticos poscoloniales. Algunos de los res-tantes argumentos teóricos discutidos en la presente obra-derivados, por ejemplo, de la dialógica de Bakhtin, delconcepto de Gramsci de hegemonía y de los escritos deFoucault sobre el poder y el conocimiento- han sido tam-bién relevantes para las formas de pensamiento y lecturapos o anticoloniales y la crítica posmoderna de Lyotard delas narrativas y estrategias históricas universalizadoras de laracionalidad occidental también han influido notablemen-te. No obstante, el hecho de que estos modelos tengan sufuente en las tradiciones intelectuales occidentales las con-vierte en cierto modo en problemáticas. En el caso de Lyo-tard, por ejemplo, hay irónicamente un empuje totalizadora su «guerra a la totalidad» y a su «incredulidad hacia lasnarrativas dominantes» y, para algunos, una arrogancia de-masiado característica de la ceguera de los paradigmas oc-cidentales vanguardistas.

Linda Hutcheon (1989, y véase más atrás) trata de acla-rar algunas de estas cuestiones trazando una distinciónentre los respectivos objetivos y las agendas políticas. Poresta razón, el posmodernismo y el postestructuralismo diri-gen su crítica al sujeto humanista unificado, mientras que

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TEORíAS POSCOl.ONTALlSTAS 269

el poscolonialismo busca socavar al sujeto imperialista.Hutcheon afirma que el primero debe "ser sometido» conel fin de que los discursos poscolonial y Feminista puedanser «los primeros en afirmar una subjetividad negada o ena-jenada". Pero esto es comprometer a las culturas no-occi-dentales (del mismo modo que compromete a las mujeres)a una forma de subjetividad y a una narrativa (reprimida)del individuo y de la autolegitimación nacional característi-cas del humanismo liberal occidental. Evidentemente, elpeligro es que los «sujetos coloniales» se confirman en susometimiento a las formas ideológicas occidentales, que asu vez se confirman a sí mismas en su centralización con-troladora. Ésta es la perspectiva del «orientalisrno. explo-rado y expuesto por Edward Said (Orientalism, 1978), unainfluencia importante en la crítica poscolonial, cuyo traba-jo está motivado por su compromiso político con la causapalestina. El discípulo americano más distinguido de Fou-cault, Said, se ve atraído por la versión nietzscheana de sumentor del postestructuralismo porque le permite ligar lateoría del discurso con las luchas sociales y políticas reales.Al desafiar al discurso occidental, Said sigue la lógica de lasteorías de Foucault: ningún discurso está fijado para siem-pre; es tanto causa como efecto. No sólo ejerce poder, sinoque también estimula la oposición.

EDWARD SAID

El orientalismo, señala Said, ocupa tres dominios en ex-pansión. En primer lugar, designa la historia de 4.000 añosde las relaciones culturales entre Europa y Asia; en segun-do lugar, la disciplina científica que producen los especia-listas en lenguas y culturas orientales desde principios delsiglo XIX; y en tercer lugar, las imágenes a largo plazo, losestereotipos y la ideología general sobre Oriente como el"Otro», elaborado por generaciones de eruditos occidenta-les que han originado mitos sobre la pereza, el engaño y lairracionalidad de los orien tales, como también su repro-ducción y refutación en los debates habituales sobre elmundo árabe-islámico y sus intercambios, sobre todo con

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270 LA TEORÍr\ LITERARIA CO.'JTEMPORÁ0.íEi\

Estados Unidos. El orientalismo depende, en todos estos as-pectos, de la distinción construida desde una óptica cultu-ral entre «el Oriente» y «el Occidente» (un hecho más de«geografía imaginativa» que de naturaleza, tal y como lo ex-presa Said) y es ineludiblcmente político, corno tan1bién loes su estudio. Por lo tanto, esto plantea el tema decisivopara el poscolonialismo de la posición del crítico; Said loexpresa en Orientalism Reconsidered (1986) del siguientemodo: «cómo el conocimiento que no es dominante ni coer-citivo puede generarse en un escenario que está profunda-mente dedicado a la política, las consideraciones, las posi-ciones y las estrategias de poden>. Said rechaza -:ualquiersuposición de un punto «libre» fuera del objeto de análisisy rechaza también las suposiciones del historicismo occi-dental que ha homogeneizado la historia mundial de unaeurocentricidad privilegiada y supuestamente culminante.La obra de Said se acerca al marxismo (Grarnsci), la «día-léctica negativa» de Adorno v, más notablemente, como vahemos señalado, en el anális'is del discurso como poder deFoucault, para dilucidar la función de las representacionesculturales en la construcción y el mantenimiento de las re-laciones «Primer/Tercer Mundo». Dice que el análisis tieneque entenderse «en su sentido más pleno siendo a contra-corriente, deconstructivo y utópico». Reclama una «con-ciencia crítica descentrada» y un trabajo interdisciplinariocomprometido con el objetivo libertario colectivo de des-mantelar los sistemas de dominación. Al mismo tiempo, ad-vierte contra el obstáculo de esta meta de «exclusivismoposesivo»; el peligro de que las críticas antidominantesdemarquen áreas separatistas de resistencia y lucha. Lascredenciales del crítico no residen en la supuesta autentici-dad de identidad étnica o sexual, ni en la experiencia, ni enninguna pureza de método, sino en otra cosa. Qué es y dón-de está esta otra cosa es el problema principal de la críticaposcolonial y de otras formas de «crítica ideológica» dirigi-das de forma diferente. La propia obra Orientalism de Saidha sido criticada en este aspecto por su llamada 110 teori-zada y no problemática a los valores humanistas; pero aun-que los ecos más fuertes de la deconstruccióri en las últimasobras de Said ayudan a responder a esta acusación, la de-

TEORÍAS POSCOLONIALISTAS 271

construcción en sí misma no fundamenta el tipo de prácti-ca política y de cambio que Said desea contemplar.

En el ensayo que da título a The World, [he Text and theO·itic (1983). Said explora la «mundanidad de los textos.Rechaza la opinión de que ci discurso está en el mundo ylos textos han sido eliminados del mundo, teniendo única-mente una nebulosa existencia en la mente de los críticos.Cree que la crítica más reciente exagera la «ilimitación- dela interpretación porque rompe los lazos entre texto y rea-lidad. El caso de Oscar Wilde indica que todos los intentospor divorciar el texto de la realidad están condenados al fra-caso. Wilde trató de crear un mundo estilístico ideal en elque poder resumir toda existencia en un epigrama, pero, alfinal, lo escrito le condujo a un conflicto con el mundo«normal». Una carta firmada por él se convirtió en docu-mento incriminatorio clave en el caso de Crown contra él.Los textos son profundamente «mundanos»: sus usos yefectos están muy relacionados con la «propiedad, la auto-ridad, el poder y la imposición de la fuerza».

¿Y qué hay del poder del crítico? Said sostiene quecuando se escribe un ensayo crítico se establecen una o másde las diversas relaciones con el texto y el público. El ensa-yo puede permanecer entre el texto literario y el lector o es-tar a uno de los dos lados. (Para ver un ejemplo de los pro-pios escritos críticos de Said en este contexto, véase suensayo sobre El corazón de las tinieblas de Joseph Conraden el cap. 6 de A Practical Reader.) Said plantea una intere-sante cuestión en relación con el contexto histórico real delensayo: «¿Cuál es la categoría del discurso del ensayo en re-lación con la realidad, fuera de ella y en ella, la realidad, elterreno de la presencia y la vitalidad histórica no textualque tiene lugar de modo simultáneo al ensayo mismo?»Como el pensamiento postestructuralista excluye lo «no tex-tual» , las palabras de Said (realidad, no textual, presencia)constituyen una afrenta. A continuación dirige esta pregun-ta del contexto hacia el significado monolítico más habitualde un texto del pasado, pero siempre tiene que escribirlodentro del «archivo» del presente. Said, por ejemplo, sólopuede hablar de Wilde en términos aceptados por el d is-curso vigente que, a su vez, es producido de modo irnper-

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sonal desde el archivo del presente. No reclama autoridadpara lo que d ice, pero sin ernbargo tra la de producir un dis-curso poderoso.

GAYATRI CHAKRAVORTY SPIVAK

Una crítica poscolonial importante, que sigue atenta-mente las lecciones de la deconstrucción y cuya obra plan-tea una vez más la difícil política de esta empresa, es Ga-yatri Chakravorty Spivak, también traductora y autora delimportante prefacio del traductor a la obra ue DerridaGrammatology (1976). Además de una «ética» de la decons-trucción no asimilada y desafiante, Spivak se aproximatambién al marxismo y al feminismo, y este riguroso eclec-ticismo híbrido «antifundaciorialista» es en sí mismo signi-ficativo, ya que ella no pretende sintetizar estas fuentes,sino preservar sus discontinuidades -las formas en que seinducen unas a otras a entrar en crisis-o Se percata de queaparece como «una anomalía»: a veces se la consideracomo una «mujer del Tercer Mundo» y por ende como unamarginada conveniente o una extraña invitada especial, eleminente profesor americano, pero que sólo está de visita;otras veces, como una exiliada bengalí de clase media; yotras, una historia de éxito en el sistema estelar de prime-ras figuras de la vida académica americana. No se la puedeetiquetar simplemente, individualmente, biográficamente,profesionalmente o teóricamente como «centrada»; y sinembargo, ella está, y gran parte de su pensamiento y obraatiende escrupulosamente a este proceso, a las condicionesy a la lógica de las formas como los demás la denominan aella, como el «otro» o como el mismo. Esto da origen a unpaciente proceso de cuestionamiento y afirmación que a ve-ces parece retroceder o quedar en suspenso, que provocarel dar por supuesto en el posicionamiento del sujeto y la de-nominación o «verbalización» en su terminología, del «Ter-cer Mundo» según esa misma descripción. En otras pala-bras, los métodos de Spivak están por encima de cualquierdeconstructivisrno. Como Derrida, está interesada en «cómose construye la verdad más que en exponer el error» y C,)]1-

TEORfAS POSCOLONIALISTAS 273

firma que: «la deconstrucción sólo puede hablar en el len-guaje de la cosa que critica ... Las únicas cosas que real-mente deconstruye son las cosas con las que uno está ínti-mamente ligado». Esto lo convierte en algo muy diferentede la crítica ideológica; corno lo expresó en otra ocasión, lainvestigación deconstructiva te permite mirar «las formasen las que eres cómplice de aquello a lo que con tanto cui-dado y celo te opones».

La crítica poscolonial en general llama la atención haciacuestiones de identidad en relación con historias y destinosnacionales más amplios; y la obra de Spivak es de especialinterés porque ella ha convertido los desincronizados y con-tradictorios factores de la etnicidad, la clase y el género quecomponen esas identidades en su propia «materia». Señalaesta «difícil situación del intelectual poscolonial» en unmundo neocolonizado en su propio caso y también en lostextos de las tradiciones occidentales e indios que examina.Lo que parece aunar estos aspectos de su obra es la estra-tegia de «negociar con las estructuras de violencia» im-puestas por el liberalismo occidental: intervenir, cuestionary cambiar el sistema desde dentro. Esto significa mostrar laforma en que una etiqueta como la de «Tercer Mundo» o«mujer del Tercer Mundo» expresa el deseo de los pueblosdel «Primer Mundo» de otro mundo manejable y cómo untexto principal de la literatura inglesa necesita de «otro»para construirse a sí mismo, pero desconoce o no reconoceesta necesidad. Un ejemplo claro de este último análisisaparece en la discusión de Spivak de las novelas Iane Eyre,El mar de los Sargazos y Frankenstein en el ensayo «ThreeWomen's Texts and a Critique of Imperialism» (las partesdel ensayo que tratan de los dos primeros textos están re-producidas en A. Practical Reader, cap. 3, sobre Jane Eyre).Spivak ve en Jane Eyre -por otra parte, un texto clásico delfeminismo angloamericano- «una alegoría de la violenciaepistérnica general del imperialismo»; y en su observacióncentral lee la última sección de El mar de los Sargaros deJean Rhys. donde la novia criolla de Rochester, Antoinettc,es conducida a Inglaterra y hecha prisionera con el nuevonombre de Bertha, como una promulgación de la narrativano escrita de Iane Eyre. «Rhys hace que Antoinette se vea a

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274 LA TEORíA UTERARrA CONTEMPOR}\.NEA

sí misma como la Otra, la Bertha de Bronté ... En su Ingla-terra de ficción tiene que repr-esentar hasta el final su papel,escenificar la transformación de su "personalidad" en. esaOtra de ficción, prender fuego a la casa y quitarse la vida.de forma que Jane Eyre pueda llegar a ser la heroína indi.vidualista feminista de la ficción británica.»

Un problema que plantea esto es la figura del «subal-terno» (una categoría para la no elite colonizada, tomadade Gramsci y representada en la ficción por Antoinette/Bertha) mudo en las obras de Spivak. Esto es, los oprimi-dos y los silenciados no pueden, por definición, hablar nialcanzar la autolegitimídad sin dejar de ser ese sujeto nom-brado bajo el neocolonialismo. Pero si los subalternos opri-midos no pueden hablar por obra de los intelectuales occi-dentales -porque esto no alteraría el hecho más imponantede su posición-, ni hablar por sí mismos, aparentementeno puede existir un discurso no colonial o anticolonial. Elpos colonialismo deconstructivo llega a un callejón sin sali-da habiendo alcanzado su límite político, cómplice final-mente con los sistemas a los que se opone, pero que está«interiormente manchado». Esto podría considerarse comouna consecuencia de aceptar el concepto de la deconstruc-ción de la «textualidad», aunque Spivak insiste en que, se-gún Derrida, esto significa más un entramado de indicios ycondiciones constitutivos que simplemente una textualidadverbal sin fin. Aun así, el crítico pos colonial se mantienedentro de la textualidad, comprometido con la «problema-tización deconstructiva de la posicionalidad del sujeto deinvestigación». Sin embargo, en un momento determinadoal menos, en una discusión del «Ne\A?Historicism. (véasecap. 7), Spivak parece aceptar que hay «algo más» que iden-tifica la realidad más allá de la producción de signos. Estoguarda relación con la «narrativa de la producción» del ca-pitalismo sobre la cual el marxismo ofrece una explicaciónglobal. Sin embargo, Spivak reclama una moratoria paralas soluciones globales e instructivamente describe el mar-xismo como una «filosofía crítica» sin una política positiva.«El modo de producción narrativo de Marx», afirma, «no esuna narrativa dominante y la idea de clase no es una ideainflexible». Es decir, que los textos de Marx se pueden leer

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TEORíAS POSCOLONJALISTAS 275

de formas diferentes de las interpretaciones fundamenta-listas de la tradición marxista. Esto equivale a leer a Marxa través de Derrida, quizás, pero junto con su oposición alfeminismo liberal individual y a su decidido antisexisrno.ofrece una serie de interrogantes sobre el poder y el pa-triarcado capitalista que extiende la deconstrucción de po-siciones intelectuales occidentales sojuzgadas. (Para unejemplo más reciente del complejo entretejido de Spivaksobre tales corrientes discursivas, véase su lectura de Losversos satánicos de Salman Rusdie en A. Practical Reader,cap. 10.)

HOMI K. BHABHA

La modalidad de crítica poscolonialista de Homi Bha-bha también despliega un repertorio específicamente post-estructuralista (Foucault, Derrida, psicoanálisis lacaniano ykleiniano) para sus exploraciones del discurso colonial. Elprincipal interés de Bhabha está en la «experiencia de lamarginalidad socia]" tal y como se deriva de las formas cul-turales no canónicas o se produce y legitimiza dentro de lasformas culturales canónicas, Las obras recopiladas bajo eltítulo The Location of Culture (1994) se caracterizan por sufomento de las ideas de la «ambivalencia colonial» y el «ca-rácter híbrido» y por su utilización de términos y categoríasestéticos (mímesis, ironía, parodia, trompe l'oeil) para movi-lizar un análisis de los términos de compromiso (interjcul-tural dentro del contexto del imperio. (Véase A. PracticalReader, cap. 9, para su discusión en la Introducción a estarecopilación, del Beloved de Toni Morrison.) Para Bhabha,el «texto rico» de la misión civilizadora está notablementeescindido, fisurado y agrietado. El proyecto de domesticary civilizar a las poblaciones indígenas se basa en las ideasde repetición, imitación y similitud y en el ensayo «Of Mi-rnicry and Man: The Ambivalence of Colonial Discourse»(1984, en 1994) . .Bhabha demuestra los rnecanismos (psí-quicos) de este proceso de «re-presentación» para probarla «arnbivalencia» de un proyecto que produce súbditos co-loniales que son «casi lo mismo, pero no del todo»: del

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276 LA TEORlA LlTERARIA CONTCN¡PORJ\NEA

«encuentro colonial entre la presencia blanca y su apa-riencia negra, surge la cuestión de la ambivalencia de laimitación como la problemática de la dorninación colo-nia]". La obligación por parte de los colonizados de refle-jar una imagen del colonizador no da origen a identidadni a diferencia, sólo a una versión de una ~(presencia» qu~el súbdito colonizado sólo puede asumir «parcialmente».De aquí que el «imitador. que ocupa el espacio imposibleentre culturas (una figura que puede «ser localizada a tra-vés de las obras de Kipling, Forster, Orwell, Naipaul») es el«efecto de una mímesis colonial con fisuras en la cual es-tar anglicizado equivale enfáticamente a no ser inglés»Ocupando también la precaria «área entre la imitación y elremedo», el imitador es por lo tanto icóriico tanto para laaplicación de la autoridad colonial como para su «estraté-gico fracaso».

El interés de Bhabha en estas figuras o representacionesdel «intermedio» del discurso colonial es evidente tambiénen su invocación y transformación del concepto bakhtinia-no del «carácter híbrido». En Bakhtin, la hibridación de-sestabiliza las formas unívocas de autoridad. Bhabha con-sidera el carácter híbrido como una «problemática de larepresentación colonial» que «invierte los efectos de la ne-gación colonialista [de la diferencia], con el fin de que otrosconocimientos "negados" se incorporen al discurso domi-nante y hacer perder a la ficción las bases de su autoridad».Nuevamente, la «producción de la hibridación» no sólo ex-presa la condición de la proclamación colonial, sino quetambién marca la posibilidad de la resistencia anticolonial:el carácter híbrido «marca esos momentos de desobedien-cia civil dentro de la disciplina de la civilidad: señales de re-sistencia espectacular». Esta teoría de la resistencia se ex-tendió más en su teorización de «The Third Space ofenunciation. como la afirmación de la diferencia en el dis-curso: el «valor transforrnacional del cambio reside en larearticulación, o traslación, de elementos que no son ni elUno (la clase trabajadora unitaria) ni el Otro (los políticosdel género), sino algo más además que rebate los términosy territorios de ambos».

El radicalismo de la obra de Bhabha reside en su dcsa-

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TEORTAS POSCOLONIALISTAS 277

-rollo de la idea de clifférance (disonancia interna) en elseno de un análisis del colonialismo como «texto cultural osistema de significado» y su énfasis en la dimensión reali-zablc de la articulación cultural; porque, tal y como afirma,«la representación de la diferencia no debe leerse a la lige-ra como el reflejo de rasgos étnicos o culturales predeter-minados». Una preocupación que le ha guiado a lo largo desu pensamiento es el desarrollo de una práctica crítica pos-colonial que reconozca que «el problema de la interaccióncultural surge sólo en los limites significativos de las cultu-ras, donde los significados y los valores son (rnaljinterpre-tados o se hace mal uso de los signos». La afirmación másclara de Bhabha de la «perspectiva poscolonial» queda re-cogida en el ensayo «The Postcolonial and the Postrnodern:The Question of Agency» (1992, en 1994), que constituyetambién una defensa de su interés por la «indeterminación»contra las acusaciones de la orientación formalista de suobra (véase Thornas, Parry y MacClintock más adelante).

En la actual denominación de todas estas críticas bajola etiqueta de «poscolonial» persiste un problema clave, yaque el prefijo posrt)- plantea cuestiones similares a las quese suscitan a raíz de su acoplamiento al término modernis-mo. ¿Es que «pos(t)-» indica una ruptura en una fase y unaconciencia de una independencia y autonomía construidasde nuevo «más allá» o «después» del colonialismo o bienimplica una continuación e intensificación del sistema, en-tendido mejor como neocolonialismo? La segunda forma deentenderlo autoriza las estrategias de la crítica «poscolo-nial. (dentro, pero crítico hacia el neocolonialismo) adop-tadas por Gayatri Spivak. Sin embargo, esto no constituyeuna crítica antiimperialista o anticolonialista del tipo de laque se puede atribuir a Frantz Fanon o al autor y críticoChinua Achebe, el cual opina, por ejemplo, que el relato deJoseph Conrad «El corazón de las tinieblas» es «racista» y,por tanto, inaceptable (mientras que otros defienden su va-lor porque historiza su complicidad combinada en el colo-nialismo y, a la vez, crítico hacia él. (El ensayo de Achebe[1988J se ha reproducido en el cap. 6 de A Practical Reader.)En efecto, el ejemplo de Achebe señala que la «crítica pos-colonial» se utiliza él menudo como término paraguas para

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278 LA TEORÍA LlTERARIA CONTEN¡PORANEA

identificar una variedad de discipli nas diversas y di lerentescomo el análisis del discurso colonial, los estudios subali-}.nos, la política cultural británica, la teoría tercermundistalos estudios culturales alroarncricanos. A partir de esta~fuentes que rebaten las estrategias analíticas de la «teoría,poscolonial «canónica» (Said, Spivak, Bhabha) se está desa-rrollando una rica variedad de obras que argumentan con-tra las explicaciones del discurso colonial y lo presentancomo una «lógica de la denigración ahistórica y global», in-sensible a la voz y a la presencia de los colonizados. BenitaParry (<<Problemsin Current Theories of Colonial Discourse»1987), Nicholas Thornas (Colonislism Culture, 1(94), ArmeMcLintock (Imperial Leather: Race, Genderand Sexuality inthe Colonial Context . 1995) han argumentado que la «teoría»pos colonial encaja tanto los aspectos históricamente con-tingentes de la significación y los «nativos como sujeto his-tórico y agente de un discurso de oposición».

Otro movimiento sugerido en estos debates es la adop-ción de la idea de una literatura mundial comparativa dereciente fundación o el uso de términos tales como «rnulti-culturalisrno» o «cosmopolitanismo» como un avance res-pecto a las ambigüedades y limitaciones del «poscolonialis-mo». Sin embargo, cualquier término singular, esencialistao totalizador, será en estos momentos problemático. Todosestos términos nuevos que se han sugerido, como tambiénocurre con los términos «postestructuralismo», «posrnoder-nismo» y «poscolonialisrno», dan fe de una crisis contem-poránea de relaciones de significación y de poder, al menosdentro de la crítica literaria y cultural. Estos debates pue-den parecer herméticos y dilatorios, para suspender másque para promover un cambio, pero al mismo tiempo mues-tran una predisposición a cuestionar ya trabajar a través detemas de lenguaje y significado hacia un nuevo discursode relaciones literarias y culturales mundiales.

RAZA y ETNIClDAD

«La experiencia de los pueblos inmigrantcs o en ladiáspora», escribe Marie Gillespie (1995), «es esencial en

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las sociedades contemporáncas.. Respondiendo a esteacontecimiento, los estudios sobre raza y etnicidad han es-tado en el primer plano de las discusiones recientes quepretenden articular la experiencia vivida de la posrnodcr-nidad. La teoría y la crítica literarias han tornado la de-lantera en esLepunto a los estudios culturales, aunque loslímites entre estas áreas están sintomáticamente difurni-nadas. Esta obra pretende, en primer lugar, distinguir en-[re los conceptos de raza y etnicidad y deconstruir las su-posiciones en el uso de ambos términos de una identidadnacional fijada, dada naturalmente o unificada. Con estafinalidad ha desarrollado conceptos que también se exhi-ben en la teoría poscolonial: uno de ellos es el concepto dehibridación utilizado por el sociólogo cultural británicoStuart Hall. La hibridación es una metáfora que hace po-sible la teorización de la «experiencia negra» como una«experiencia de diáspora» (tanto en Gran Bretaña como enel Caribe) y ocupa un lugar preeminente en las estructurasde doble vertiente o de doble voz que él considera consti-tutivas de esta experiencia.

El análisis de Hall de las prácticas culturales y estéticasen la diáspora negra utiliza el concepto-metáfora de «hibri-dación» tanto para referirse a la complejidad de la «pre-sencia/ausencia de África» (vno se encuentra por ningunaparte en su estado puro, prístino», sino «ya fusionado, sin-cretizado, con otros elementos culturales») y para iluminarel «diálogo de poder y resistencia, de rechazo y reconoci-miento», a favor .Yen contra de la dominación de las cultu-ras europeas. Hall no utiliza el término «diáspora» en elsentido «imperializador», «hegemonizador» de «tribus dis-persas cuya identidad sólo puede garantizarse en relacióncon alguna patria sagrada a la que tienen que regresar acualquier precio, aunque ello signifique empujar a otra gen-te al mar». En lugar de eso, la experiencia de la diáspora sedefine «no por esencia o pureza, sino por el reconocimien-to de una heterogeneidad y diversidad necesarias; por unaconcepción de la "identidad" que vive con .Yen, Y no a pe-sar de, la diferencia; por hibridación». Hall siempre ha con-siderado los estudios culturales como una práctica inter-vencionista y los importantes ensayos «Minimal Selves»

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(1988) Y «New Ethnicities» (1996) introducen el conceptode identidad étnica provisional y politizada (comparable alconcepto de Spivak de «esencialismo estratégico») paracombatir al mismo tiempo las irnplicaciones políticamentequietistas y que flota libre de concepciones más textualistasde la diferencia, y las asociaciones nacionalistas reacciona_rias y convencionales del concepto de etnicidad.

La redefinición de Hall de la identidad étnica y su ex-plicación de la «estética de la diáspora» y de los «intelec-tuales en la diáspora» han ido acompañadas por obras re-lacionadas con otras áreas de los estudios culturales (BellHooks, 1991; Gilroy, 1993; Mercer, 1994) las cuales a vecesincluyen, aunque no priorizan, la literatura junto con unaamplia gama de representaciones culturales, a saber pelí-culas y música.

Los análisis de Paul Gilroy de la «moderna cultura po-lítica negra» se centran en el carácter doble o «doble con-ciencia» de la subjetividad negra, haciendo hincapié en quela experiencia constitutiva de las modernas identidades en ladiáspora es la de estar «en Occidente, pero no ser de él».Gilroy, como Hall, señala que «el inglés negro contemporá-neo» se encuentra «entre (al menos dos) grandes complejosculturales, que han mutado en el curso del mundo moder-no que los compone y han asumido nuevas configuracio-nes». Gilroy es coherentemente antiesencialista, pero, igualque Hall, parece evitar un postestructuralismo de moda nohistoricizado: «europeo» y «negro» son «identidades incon-clusas» para las cuales los pueblos negros modernos de Oc-cidente no son «mutuamente exclusivas». Para Gilroy, lasculturas «no siempre discurren dentro de patrones con-gruentes con las fronteras de los estados nación esencial-mente homogéneos», pero su práctica crítica cuestiona lapopularidad de las teorizaciones del «espacio intermedio» ode la «criollización, el mestizaje, la hibridación», no sóloporque estos términos no pierden de vista ideas de limita-ción cultural y de condiciones culturales comunes, sinotambién porque son «formas bastante insatisfactorias dealudir a los procesos de mutación cultural y de (dis)conti-nuidad incansable que excede el discurso racial y soslaya lacaptura por parte de sus agentes». El «carácter doble» y

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la «mezcolanza cultural» distinguen la «experiencia de losbretones negros en la Europa contemporánea» y Gilroyconsidera la expresión artística negra como «si hubiera des-bordado de los contenedores que el moderno estado naciónles proporciona». (Para conocer la opinión de Gilroy sobrela novela Beloved de Toni Morrison, por ejemplo, véaseA Practical reader, cap. 9.)

La idea de «carácter doble» (derivada de las teorizacio-nes del pionero historiador afroamericano W.E. B. DuBois)es también un concepto fundamental en la obra del influ-yente crítico afroamericano Henry Louis Gates Jr. La reco-pilación de ensayos de Gates, Black Literature and LiteratureTheory (1984) fue rompedora desde el punto de vista críticoy gran parte de su obra de los años de 1980 (como The Sig-nifying Monkey: a Theory of Áfro-Ámerican Literary criticism,1988) ofreció un análisis innovador influenciado por la de-construcción de la literatura afroamericana. En estos estu-dios, Gates llama la atención sobre los «antecedentes for-males dobles complejos, los occidentales y los negros» delas literaturas afroamericanas y reclama el reconocimientode la continuidad entre las tradiciones vernácula negra y li-teraria. En la década de 1980, Gates desarrolló en su obraun planteamiento crítico que consideraba la literatura negracomo «palimpsesto» y la cual liberaba la «voz negra» paraque hablara por sí misma, retornando a la «literalidad» deltexto negro. Gates defendía la lectura atenta de la literatu-ra negra en una época en la que «los teóricos de la litera-tura europea y angloamericana ofrecían críticas del forma-lismo angloamericano», porque las metodologías críticashabían «esbozado prácticamente la "literalidad" del textonegro». Como expresa Gates en su Introducción a la im-portante compilación de ensayos «Race», Writing and Dif-[erence (1985), «en una ocasión pensé que era nuestro gestomás importante para dominar el canon de la crítica, parainiciada y aplicada, pero ahora creo que debemos mirarhacia la propia tradición negra para desarrollar las teoríasde la crítica indígena en nuestras culturas».

Sin embargo, posteriormente Gates ha puesto el acentoen la intertextualidad dialógica tanto de las obras negras«que significan» por sí mismas en la elaboración de una geo-

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grafía simbólica común (una idea que comparte con Hous-ton A. Baker Jr. y Toni Morrison) y en la corriente principalde la literatura blanca. Esto está ligado a una concepcióndeconstructiva de las identidades, más allá de las binariaspuras de negro y blanco. «~Yano hay qllC considerar los Con-

ceptos de "negro" y "blanco" como preconstituidos» , escri-be; «más bien son mutuamente constitutivos y socialmenteproducidos» (1990c). « Todos somos étnico s », concluye enun ensayo posterior, «el desafío de trascender el chauvinis-mo étnico es uno al que todos nos enfrentamos» (1991). Porlo tanto, ser americano es poseer una identidad étnica y conguiones, formar parte de «un complejo cultural de culturaviajera», pero esto no quiere decir que esté libre de efectosreguladores de poder y privilegio. Porque si la cultura ame-ricana se considera principalmente como «una conversa-ción entre diferentes voces», dice Gates, «algunos de noso-tros no hemos podido participar en ella hasta hace poco».

La problemática de la identidad también ha sido asu-mida por Carnel West. West es un teórico clave de la for-mación de sujetos culturales posmodernos (minoritarios)(un «sujeto fragmentado, que extrae del pasado y del pre-sente, que produce un producto heterogéneo de forma in-novadora») y West comparte con Stuart Hall y Paul Gilroyel deseo de crear un discurso de la diferencia cultural queluche contra la fijeza étnica y representa un discurso mi-noritario más amplio que incorpora temas de sexualidad,religión y clase. La contribución clave de West a los debatesactuales es su construcción de una "tradición pragmáticaprofética» (citada en The Future c[ the Race, 1996, DuBois,Martin Luther King, Jarnes Baldwin, Toni Morrison), argu-mentando que «es posible ser un pragmático profeta y per-tenecer a movimientos políticos diferentes, por ejemplo, fe-minista, negro, chicano, socialista o de izquierdas» (TheAmerican Evasion of Philosophy , 1990).

En la tradición negra americana feminista y erudita, elacontecimiento crítico decisivo incluye la pionera recopila-ción de ensayos de Bárbara Smith, Towards a Black Femi-nist Criticism (1977), que esboza los contornos y las dife-rencias de las obras de las mujeres negras. Al proponer unaestética feminista negra, también expone y critica de forma

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notable el silenciarniento de la escritora lesbiana negra tan-to en la crítica negra masculina como en la crítica blancafemenina. Alice Walker en In Search al' Our Mother's Gar-deYIS (1983) está comprometida de forma parecida COD. unacrítica literaria feminista negra, pero rechaza la frase racialy relacional de «feminismo negro» en favor del concepto de«mujerismo»,

También a principios de los años de 1980, BeH Hooks(Aint lA Woman, 1981) se contaba entre las diversas escri-toras y críticas feministas negras que pusieron de manifies-to la «doble invisibilidad» sufrida por las mujeres negras:«Ningún otro grupo de América ha sufrido el problema desocializar su identidad fuera de la existencia como las mu-jeres negras ... Cuando se habla de los negros, el centro sue-le ser sólo los hombres negros; y cuando se habla de las mu-jeres, el centro suele ser las mujeres blancas.» En TalkingBack: Thinking [eminist, Thinking Black (1989), Hooks cues-tiona el eslogan feminista «lo personal es político» y sugie-re que fijarse en lo personal a expensas de lo político es pe-ligroso. En su lugar, defiende la necesidad de coaliciones,de trabajar juntos en contra de las diferencias. Hasta estepunto su visión política (y su visión de la política de escri-bir) es parecida a la que avanzó Cornel West. Ambos abo-gan también, en este sentido, por formas politizadas de pos-modernismo (West, 1988; Hooks «Postmodern Blackness»1991).

La obra de Haze1 Carby Reconstructing Womanhood:The Emergence of the Afro-Arnerican Woman Novelist (1987)está en desacuerdo con cualquier intento simple de recons-truir una tradición literaria afroamericana que articule la«experiencia compartida» y señala la necesidad de mirarlas diferencias históricas y que sitúan las obras de las mu-jeres afroamericanas. También destaca aquí la obra de ToniMorrison. Su ensayo: «Rootedness: The Ancestor as Foun-dation. (1984) trata de las exclusiones de las mujeres de laescritura, pero también examina la relación del artista dela comunidad «por la que habla». Morrison explora estostemas, incluyendo la relación de la escritura negra con latradición (o canon) blanca hegemónica, tanto en sus obrasde ficción como en ensayos posteriores. A saber, en Playing

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in [he Dark. (1992) expone la doble exclusión o marginali_zación de la cultura negra de la sensibilidad li teraria blan.ea dominante para la cual la negritud ha sido una «pre-sencia» negada, aunque definidora. Por tanto, igual queGates y otros, su obra explora el «carácter doble» o «ca-rácter híbrido» de la identidad afroarnericana, en un pro-yecto comprometido con la recuperación de las historiassuprimidas y una política cultural comprometida (para unadiscusión crítica de Beloved de Morr ison, véase A PracticalReader).

La recopilación de ensayos de June Jordan Civil Wars(1981) había ilustrado los peligros de «apropiarse. y re-construir las voces de esas mujeres que no pueden hablarpor sí mismas. Durante los años de 1980, la visibilidad y lacreciente confianza política de los escritores y críticos nati-vos latinos americanos y de los asiáticos americanos de-sembocaron en afirmaciones y estudios del carácter distin-tivo de estas literaturas, en especial como obras que alen-taban una supresión de los límites y una mezcla de géneros(véase Asunción Horno-Delgado, Breaking Boundaries: LatinaWritings and Critical Reading, 1989; Paula Gunn Allen, TheSacred Hoop; Recovering the Feminine in American IndianTraditions, 1986, y Shirley Geok-lin Lim y Arny Ling [eds.],Reading the Literatures of Asian America, 1992).

Gran parte de las obras feministas caribeñas escritas eninglés y francés están igualmente preocupadas por resta-blecer la presencia de las mujeres escritoras que han sidosumergidas y eliminadas por el privilegio crítico de susiguales masculinos. El tema de la «doble colonización» delas mujeres (expresado de forma tan elocuente por GayatriSpivak en su ensayo "Can the Subaltern Speak?») repasa yune diversas tradiciones de crítica feminista poscolonialy trata de desarrollar identidades nacionales y culturales de«nueva ética». Las críticas feministas irlandesas han seña-lado que las escritoras irlandesas se ven obligadas a nego-ciar las mediaciones y violaciones tanto del patriarcadocomo del colonialismo sobre la subjetividad y la sexualidad.En Canadá, algunas críticas feministas han expresado laopinión de que la designación convencional «escritora étni-ea. (dada a las escritoras cuya primera lengua no es ni in-

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glés ni francés) refuerza una cloble rnarginalización: en base~~lgénero y a la etnia. La tarea de negociar la forma de des-prenderse de este «doble lastre» informa los proyectos fe-ministas de las mujeres indígenas de Australia, Nueva Ze-landa, la región del Pacífico, África oriental y occidental yde los movimientos feministas de Sudáfrica, confrontadosademás a causa del perjuicio inflingido a las identidades yafiliaciones políticas herencia del apartheid.

En cada uno de estos casos puede parecer que la iden-tidad nacional o cultural de determinados escritores y críti-cos se está afirmando como una posición preestablecida ouna identidad fundamental para la exclusión de los demásrasgos constitutivos. Pero las cuestiones de identidad y po-sición están consecuentemente problernatizadas en el femi-nismo internacional como en las restantes áreas considera-das más atrás y muy pocas veces hay una llamada a lasidentidades esencialistas que sea poco atrevida o no se com-prometa. Éstos son temas cruciales a todas luces para lasfeministas negras culturales y poscoloniales como Trinh T.Minh-ha (lVomen Native Other, 1989), las cuales están preo-cupadas porque la categoría genérica «mujer» no sólo«tiende a eclipsar la diferencia dentro de sí misma», sinoque con frecuencia garantiza el privilegio blanco. ChandraTalpade Mohanty (<<-ender Western Eyes», 1991) ha señala-do que el discurso feminista no tiene las manos limpiascuando se trata del poder y la construcción del feminismooccidental de la «diferencia del Tercer Mundo» y que confrecuencia se apropia y «coloniza» la «complejidad consti-tutiva que caracterizan las vidas de las mujeres de estos paí-ses». La reivindicación de que el feminismo confronta suspropias hegemonías sexista y racista y reconoce que lasidentidades constituidas cultural y políticamente son com-plejas y múltiples ha sido durante mucho tiempo una fuer-za impulsora de la crítica feminista negra y anticolonial.Contra las feministas blancas, la raza (y por supuesto laedad, clase, religión y nación) no es un problema «añadido»donde las articulaciones racial y cultural se han «proyecta-do en" la d iferencia sexual. Se coloca el énfasis en las «in-terarticulaciones- de raza, clase y sexualidad y las «identi-dades múltiples» forman un vínculo común entre muchas

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«mujeres de color» y escritoras de la clase trabajadora asiá-ticas, afroarnericanas, negras británicas y aborígenes aus-tralianas,

Una estrategia básica ha sido establecer tradiciones dis-cursivas identificables y separadas a fin de dar voz a la ex-periencia particular de las mujeres negras y otras (como enIn Search of Our Mothers' Gardens, 1983, de Alice Walker),Para las mujeres que han estado «ocultas de la historia»simplemente hacer constar y valorar tal experiencia es un~iniciativa política importante, Igualmente, inspirar «otras»tradiciones culturales (cuentos, canciones, costumbres do-mésticas), una «poética» de la diferencia (como la poesía deSonia Sánchez y las novelas de Bharati Mukherjee) cues-tiona a la vez las nociones occidentales de la autonomía dela estética y establece y celebra un discurso de las mujeresno incorporadas,

La proposición de Donna Haraway (véase más atrás,cap, 8) de que «las «mujeres de color» deberían entendersecomo una «identidad cyborg» es una contribución más auna poética y una política de la diferencia, El modelo deHaraway del cyborg como una «subjetividad potente sinte-tizada a partir de las fusiones de identidades externas» seaproxima, en ciertos aspectos, a la idea de Gloria Anzaldúade la mestiza (Borderlands/La Frontera: The New Mestiza,1987), una figura ilimitada y flexible de la feminidad que esa la vez «culta» e «inculta». Para Anzaldúa: una escritora ymaestra chicana e identificada a sí misma como «mujer dela frontera», la nueva mestiza tolera las contradicciones,ambigüedades y «aprende a falsear culturas»; ella tiene una«personalidad plural» y «opera de un modo pluralista». Laobra de la conciencia mestiza es trascender las dualidades:la «respuesta al problema entre la raza blanca y la de color,entre hombres y mujeres, reside en la escisión que se origi-na en el propio fundamento de nuestras vidas, nuestra cul-tura, nuestras lenguas, nuestros pensamientos». La resis-tencia de Anzaldúa a teorizar sobre el sujeto como algofijado y cultural mente limitado es poner en práctica a tra-vés de SLl alusión al famoso modelo de Virginia Woolf de lahermandad internacional: «Como mestiza no tengo país ... ysin embargo todos los países son míos porque soy la hcr-

TEORÍAS POSCOLONIALlST/\S 287

mana de todas las mujeres o su amante potencial.. (Véasetambién el cap. 10, sobre las teorías lesbianas y hornose-xuales.)

La idea de la unidad transcultural de las mujeres ha sidosignificante e insistentemente cuestionada por las feminis-tas que no se consideran a sí mismas como parte de las tra-diciones eurocéntricas culturales y políticas. El importanteposicionamiento de Gayatri Spivak en el feminismo francésdentro de un «marco internacional» le permite articular unaprofunda crítica no sólo de la crítica feminista angloameri-cana (blanca, de la «Primera Guerra Mundial»), en su etno-centricidad, sino también de la teoría francesa (sobre todode About Chinese Women, 1977, de Kristeva) en su predis-posición a exportar su análisis a diferentes contextos políti-cos sin investigar ni su propia relación con otros feminis-mos, ni su tendencia a abrazar una creencia en el potencialrevolucionario de la vanguardia metropolitana. Al pregun-tarse las cuestiones vitales «no sólo ¿quién soy". sino ¿quiénes esa otra mujer') ¿Cómo la estoy llamando? ¿Cómo me lla-ma ella a mí? ¿Es esto parte de la problemática que estoydiscutiendo?», Spivak lanza un debate acerca del posicio-namiento que Cora Kaplan considera (<<Feminist LiteraryCriticism», 1990) como el resultado en la crítica feministaoccidental que se transforma en «más consciente que nun-ca de que tanto la crítica como el texto necesitan entender-se en relación a su posición dentro de la cultura -cualquierpráctica nueva de lectura." tiene que ubicarse primero a símisma y al hacerlo tiene que reflexionar sobre sus limita-ciones y posibilidades para el lector»,

A esta necesaria autoconciencia se une la idea de Spi-vak del «esencialismo estratégico» (<<Subaltern Studies»,1988, y véase Stuart Hall sobre la identidad, más atrás).Aunque una autocrítica implacable podría parecer un im-pedimento, este concepto permite un reconocimiento de lasidentidades políticamente constituidas como un «uso estra-tégico del esencialismo positivista en un interés político es-crupulosamente visible». Tal y como Diana Fuss ha argu-mentado de forma parecida (Essentially Speaking, 1989),existe una «distinción importante» entre «"desplegar" y"ac-tivar" el cscncialismo y "caer en" o "incurrir en" el esencia-

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lismo": "desplegar" implica que el esencialismo puede teneralgún valor estratégico o irrtervenciorrista». Quizás el rasgocaracterístico de la teoría feminista contemporánea en este«marco internacional» posmoderno es análogo una vez mása la «conciencia mestiza» de Gloria Anzaldúa: el «movi-miento creativo continuo que sigue destruyendo el aspectounitario de cada nuevo paradigma». De ser así, ésta es unaestrategia que ya apunta el fin de la universalización no sólodel concepto de «mujer», sino también de «feminismo».

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